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Fecha: 22 de ENERO 2020

Introducción a la Carta (Contexto)

La ciudad de Filipos fue la capital de Macedonia, una región de Grecia (ver mapa bíblico).
Su nombre se deriva de Felipe de Macedonia (el padre de Alejandro Magno), quien fue el rey
que reconstruyó la ciudad y la hermoseó, por el año 358 a.C. Fue durante su segundo viaje
misionero que Pablo llegó a Filipos, en respuesta a una visión que Dios le dio, de un hombre de
Macedonia (Hechos 16:6-10). La predicación del evangelio en Filipos marcó el inicio
de la evangelización de Europa.
Hechos 16:11-40 narra los eventos relacionados con el establecimiento de la iglesia en
Filipos. Un sábado, Pablo y sus compañeros salieron de la ciudad, y se dirigieron a un culto de
oración (v.13). Al parecer, no había suficientes judíos en la ciudad para formar una sinagoga.
Los que asistían a la oración eran mayormente prosélitos (personas no judías, temerosas de
Dios). Se le permitió a Pablo hablar; y mientras él compartía el evangelio, Dios abrió el corazón
de Lidia, una mujer comerciante de Tiatira (v.14-15).
En los días siguientes, mientras iban “a la oración” (v.16a), una chica endemoniaba
comenzó a fastidiarlos, vociferando en la calle (v.16-17). Guiado por el Espíritu Santo, Pablo
echó fuera al demonio, provocando la ira de los dueños de la muchacha (v.18-19). Pablo y Silas
fueron azotados, y encarcelados (v.20-24). Pero a media noche, mientras cantaban cantos
espirituales, un terremoto soltó las cadenas de todos los prisioneros. El carcelero estaba por
suicidarse, cuando Pablo intervino, asegurándole que todos estaban presentes. Fue en ese
contexto que el carcelero hizo la pregunta, “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (v.30); a la
que Pablo respondió: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa” (v.31).
Así comenzó la iglesia en Filipos.
Ese incidente tuvo dos consecuencias importantes. Toda la ciudad se enteró de lo ocurrido
(que facilitó la predicación del evangelio), y los nuevos creyentes llegaron a valorar mucho al
apóstol Pablo. Por eso, cuando Pablo continuó su gira misionera, la flamante iglesia lo apoyó
económicamente (ver Filipenses 4:15-16).
En los meses venideros, la iglesia creció en forma significativa, alegrando el corazón de
Pablo. Lucas probablemente quedó en Filipos, apoyando la nueva iglesia. Afirmamos eso,
porque, aunque Lucas estaba con Pablo cuando él llegó a Filipos (“venimos…
estuvimos…salimos…”, Hechos 16:11-13), no continuó el viaje con Pablo (“se fueron…
llegaron…entraron…”, Hechos 16:40; 17:1, 10). Sin embargo, luego de una visita de
Pablo a la ciudad, Lucas se incorporó de nuevo al grupo misionero (ver Hechos 20:1, 4-6).
Unos años después (61 d.C.), Pablo fue encarcelado en Roma. Los hermanos en Filipos,
preocupados por la situación de Pablo, enviaron a Epafrodito (uno de los miembros de la
iglesia) con una ofrenda (Filipenses 4:10, 18). Estando en Roma, Epafrodito se enfermó, y
casi murió (Filipenses 2:25-27). Por eso, Pablo decidió enviarlo de nuevo a Filipos; y con él,
mandó una carta a la iglesia, la carta que hoy en día llamamos, “Filipenses”. El propósito
de la carta fue agradecer a la iglesia por su ofrenda, e informar a los hermanos
de sus noticias. La iglesia en Filipos no estaba luchando contra doctrinas falsas; pero sí
había ciertas tensiones entre algunos hermanos. Por eso Pablo aprovechó la carta para
animar a los hermanos a vivir y a trabajar en unidad (Filipenses 2:1-4; 4:2). A
pesar de estar encarcelado, Pablo escribe con gozo, llamando a los creyentes, “amados míos”
(Filipenses 2:12; 4:1).

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