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ISEGORÍA.

Revista de Filosofía Moral y Política


N.º 40, enero-junio, 2009, 191-202
ISSN: 1130-2097

Tiempo, política y hospitalidad. Una reflexión


desde Derrida y Lévinas *
Time, politics and friendship. A reflection from Derrida
and Lévinas
DOMINGO FERNÁNDEZ AGIS
Universidad de La Laguna
dferagi@ull.es

RESUMEN. En este trabajo abordamos la inte- ABSTRACT. In this work we approach the inter-
rrelación entre tiempo, política y hospitali- relationship between time, politics and hospi-
dad, tomando como base interpretativa el tra- tality, taking as an interpretive base the treat-
tamiento que tales conceptos reciben en el ment that such concepts receive in the thought
pensamiento de Derrida y Lévinas. El plan- of Derrida and Lévinas. The central approach
teamiento central puede expresarse diciendo can express saying that, as Derrida says to us,
que, tal como nos dice Derrida, una interpre- a correct interpretation of Lévinas’s position
tación correcta de la posición de Lévinas nos leads us to admitting that the hospitality is the
lleva a reconocer que la hospitalidad es la eti- ethics herself. It thinks, from this budget, that
cidad misma. Se considera, a partir de este the opening other one that makes possible the
presupuesto, que la apertura al otro que hace hospitality prevents that the subjectivity re-
posible la hospitalidad impide que la subjeti- mains caught in an strategy of impoverishment
vidad quede atrapada en una empobrecedora and of self-reference.
estrategia autorreferencial.
Palabras clave: Derrida, Lévinas, hospitali- Key words: Derrida, Lévinas, hospitality, eth-
dad, ética. ics.

Donner le temps arranca con el comenta- Maintenon que el rey toma y el que ella
rio de un pasaje perteneciente a una carta da o querría entregar a Saint Cyr 1.
de Mme de Maintenon, amante de Luis Aclara el autor, para disipar todo po-
XIV, dirigida a Mme Brinon. En ese frag- sible equívoco sobre el sentido que pu-
mento, escogido con proverbial precisión diera tener la generosa entrega de su
por Derrida, Mme de Maintenon dice: tiempo que hace Mme de Maintenon, que
«El rey toma todo mi tiempo; doy el resto «Saint Cyr es el nombre de una noble
a Saint Cyr, a quien querría dárselo obra, una institución caritativa destinada
todo». a la educación de las jóvenes pobres de
El creador del método deconstructi- buena familia. Su fundadora se retira allí
vo comenta ese singular pasaje de la y puede sin duda consagrarle todo su
mencionada carta, centrándose en la con- tiempo, según su deseo declarado, a la
traposición entre el tiempo de Mme de muerte del rey, en 1715» 2. Tomando

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como punto de partida esta última cir- bién de lo que podemos llegar a ser, sea
cunstancia, Derrida indaga acerca de si el un modo de perderse previo a toda posi-
problema del resto, del tiempo restante ble recuperación de sí.
donado o entregado a un objetivo, una El comentario del mencionado pasa-
causa, una persona, se encuentra vincula- je de la carta de Mme de Maintenon no
do secretamente a la cuestión de la muer- hace sino poner en evidencia la necesidad
te del rey 3. En esa línea se pregunta si es de profundizar en el sentido que puede
preciso que desaparezca el rey o lo que el tener la donación del tiempo. Para aclarar
rey representa para que podamos dispo- su posición, Derrida se extiende en esa
ner de un tiempo que dar, como condi- misma obra en un análisis del relato de
ción previa de una reapropiación del Baudelaire, «La fausse monnaie», seña-
tiempo entendida en tanto que acción an- lando en el curso del mismo que, en el es-
terior a toda posible donación. Tales pre- crito del gran poeta, «la cosa como cosa
guntas adquieren una densidad particular donada, lo donado del don no llega, si es
cuando pensamos que el único tiempo que llega, sino en el interior del relato. Y
que podemos dar es el tiempo que nos en el simulacro poemático de la narra-
pertenece, el que de una forma indiscuti- ción» 4. Otra narratividad, aquella con la
ble es nuestro. Por ello, es también cada que se construye el relato que quien vive
persona la que se da al dar su tiempo. So- va fabricando a partir de lo vivido, en-
mos en la medida en que tenemos un vuelve asimismo ciertos simulacros; por
tiempo que dar, en la medida en que po- tanto, hace uso o podría hacer uso de mo-
demos dejar de vivir para nosotros y em- nedas falsas. Pero tan sólo entre los in-
pezar a vivir en el interior de la vida de tersticios de esa posibilidad de engaño
otro o, de forma más directa — y casi puede aparecer algo a lo que podríamos
siempre dramática — para otro. Esto es dar el nombre de autenticidad 5. En efec-
así porque el tiempo donado es un tiempo to, no puede definirse la autenticidad al
que el sujeto se ha apropiado previamen- margen del riesgo de ser engañado y sin
te, cuya inicial evanescencia se ha some- bordear de algún modo el juego que hace
tido al régimen de la subjetividad me- posible engañar. En todo caso, definir la
diante los mecanismos de la memoria y la autenticidad supone un sopesar tiempos y
reflexión. Por eso el tiempo donable es el posibilidades, buscar alguna suerte de
tiempo de un ser humano concreto, no de equilibrio entre lo dado por nosotros y lo
un engranaje de la máquina ni de un ani- tomado por el otro.
mal social. Tal vez convenga recordar aquí el
El sujeto, que ha sido conformado a análisis del don, basado en una serie de
partir de relaciones de poder, que ha referencias antropológicas, por lo demás
construido su identidad en inevitable re- bastante conocidas, que se realiza en la
lación a líneas de dominación, mirando obra de René Major, Lacan avec Derrida.
de forma dócil o sometiéndose a regaña- Haciendo abstracción de las fuentes
dientes a la mirada configuradora del rey, que maneja, para no enredarnos ahora en
de lo que la figura del rey representa una prolija exposición que estaría en es-
aquí, tan sólo puede recuperar su tiempo, tos momentos fuera de lugar, digamos
reapropiarse su ser, estableciendo una re- que, en última instancia, el planteamiento
lación diferente con el poder o esperando de Major parte de la constatación de la
el momento en el que éste aflojará sus li- importancia que tiene la restitución del
gaduras. De ahí que esa donación de don; no de lo donado en sí, sino de la
nuestro tiempo, de lo que somos y tam- compensación o puesta en circulación de

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dones que el don recibido impulsa. Lo ayuda de estos conceptos. Y esta inade-
que resulta más relevante es que no se cuación no es accidental». Antes al con-
trata de un proceso que pueda interpretar- trario, sería consustancial a la política
se tan sólo en clave económica, ya que la misma, necesaria como presupuesto del
restitución no depende de una proporcio- juego político 9. Por eso, más adelante
nalidad entre los dones que puede esta- añade que,
blecerse tomando como base la racionali-
«la inadecuación al concepto se descubre
dad específica de las transacciones de la como algo que pertenece al concepto mismo.
economía 6. El don, que puede alejarnos Esta inadecuación a sí del concepto se mani-
de manera irremisible de algo poseído, de fiesta por excelencia en el orden de la política
un objeto cuya detentación nos resulta o de la práctica política, a menos que este or-
preciosa, nos aproxima al otro de una for- den —o más bien su posibilidad— no empla-
ma específica, permitiendo establecer ce el lugar mismo, el fenómeno o la “razón”
una relación con él que tiene su propia ló- de una inadecuación a sí de todo concepto: el
gica. La donación pone de manifiesto una concepto de la disyunción como ser concep-
tual del concepto. Se sigue que incluso lo que
proximidad entre el donante y el donata- se denomina política, una política ideal, una
rio que no se da o no tiene por qué darse orientación reguladora y programática, hasta
en el caso de las relaciones económicas. una idea de la política en general, no sabrían
No hay interés sino apertura a la amistad regular (se) (sobre) un tal “concepto de lo po-
en la base del movimiento que conduce a lítico”» 10.
la entrega de lo donado. En consonancia
con ello, existe una proximidad afectiva, Podríamos considerar que el análisis
un entrañamiento entre ambos, que el de Schmitt viene a incidir sobre un aspec-
desprendimiento que el donante realiza to cuya importancia, desde hace más de
con respecto a lo donado viene a testimo- dos centurias, no ha hecho sino acrecen-
niar. tarse. Nos referimos a la despolitización
o desmovilización política característica
Por su parte, Derrida nos ofrece un de las sociedades modernas. Sin embargo
elocuente contrapunto exploratorio del cabe hacer otro tipo de lecturas de seme-
significado de esta relación del donante y jantes procesos y así, a juicio de Derrida,
el donatario en Politiques de l’amitié. Co- lo que sucede en verdad es que esa despo-
mienza allí analizando la distinción que litización ha escondido una hiperpolitiza-
Carl Schmitt considera como aporía polí- ción. Ésta se hallaría basada, eso sí, en
tica fundamental y en la que en realidad se una considerable estrechez de miras,
sustenta toda su reflexión sobre la política: pues en este caso el juego político se re-
la que contrapone amigos y enemigos 7. duce a lo que en cada caso de de sí la con-
Señalando a propósito de ella que jamás se frontación permanente entre amigos y
ha dado con claridad en la historia esa se- enemigos. Así, «la despolitización no nu-
paración que Schmitt toma en tanto que blaría en apariencia los criterios fronteri-
presupuesto necesario de la definición de zos de lo político, no los neutralizaría
la interacción política 8. Por lo demás, es sino para extender el dominio de este úl-
bien cierto que tampoco se produciría ade- timo, hasta la hostilidad absoluta, en su
cuación en el plano teórico. Aunque De- más grande pureza filosófica» 11. Anta-
rrida sostiene que eso no puede conside- gonismo sin reconciliación posible, abo-
rarse excepcional, pues «ninguna política cado a la dialéctica del dominio y la su-
ha sido jamás adecuada a su concepto. misión o a la constante reedición de la an-
Ningún acontecimiento político puede ser tinomia existente entre lo aniquilado y el
correctamente definido o descrito con la aniquilador.

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Acaba subrayando el filósofo que esa mía a aquella que él sitúa en el centro de
centralidad que Schmitt concede al anta- sus reflexiones. Esta forma de evasión
gonismo radical, conduce a una interpre- conduce a un enmascaramiento que no
tación de la realidad en la que la hostili- alcanza a ocultar su incoherencia, que no
dad absoluta sería «la cosa de la filosofía, ayuda a disipar el riesgo de avanzar por
su causa misma» 12. Su labor primordial un camino que conduce de manera inelu-
sería, asumir tal presupuesto, justificar el dible al suicidio intelectual.
antagonismo existente y dar razones por Situándose en las antípodas de los
las que dicha confrontación ha de per- planteamientos políticos de Schmitt, con-
durar. sidera Lévinas que «lo otro por excelen-
No obstante, Derrida no se limita a cia es lo femenino» 15. Para él,
realizar el comentario crítico del que aca-
«allí donde los hombres dominan la sociedad,
bamos de dar cuenta, atendiendo a los tra- cierto equívoco se vincula a la humanidad de
zos más gruesos del texto de Schmitt, sino la mujer: ella es especialmente evocadora de
que pone el acento sobre una omisión del la sexualidad y el erotismo, duplicando en
politólogo que resulta significativa en ex- cierta forma su humanidad en una ambigüe-
tremo. Se trata de la exclusión de lo feme- dad —o en el enigma— de sublimación y pro-
nino, del olvido de toda referencia a la fundidad, de pudor y de obscenidad. Es cierto
mujer en su teoría 13. A este respecto, en que podemos preguntarnos si esta dominación
su reflexión sobre las ideas del teórico ale- masculina es puramente contingente y si la
mán, Derrida hace notar que emancipación de la mujer no significa su en-
trada —por completo, bien entendido— en
«si la mujer no aparece en la teoría del parti- una sociedad donde todavía los hombres ha-
dario, es decir, en la teoría del enemigo abso- brán fijado la forma de una universalidad más
luto, si ella no sale jamás de la clandestinidad significativa que la sexualidad y donde ellos
forzosa, una tal invisibilidad, una tal ceguera habrán definido un humano sexualmente neu-
da que pensar: ¿y si la mujer fuera el partida- tro que no reprime lo sexual» 16.
rio absoluto? ¿Y si ella fuera el otro enemigo
absoluto de esta teoría del enemigo absoluto, En su lenguaje, la dualidad radical a
el espectro de la hostilidad a conjurar por los través de la que se la concibe sitúa a la
hermanos jurados, o la otra del enemigo abso- mujer en un área en apariencia indefini-
luto convertida en la enemiga absoluta que no da, pero que, en realidad, supone su tur-
se debería ni reconocer en una guerra regular? nante o alternativo encierro en dos ámbi-
Aquel que, según la lógica misma de la teoría tos en los que su afirmación se halla vin-
del partidario, deviene una enemigo, que em- culada a la consideración masculina. De
bruma, embruma y parasita los límites segu- forma análoga, diríamos nosotros, se pro-
ros entre la hostilidad y el odio, pero también
entre la enemistad y su contrario, las leyes de
duce la oscilación entre la definición o la
la guerra y de la violencia sin ley, la política y indefinición a través de la sexualidad. Sin
su otro, etc.» 14. embargo, Lévinas acaba el texto que aca-
bamos de recoger afirmando que es posi-
Como vemos, contra toda apariencia ble la redefinición de lo femenino en un
inicial, a juicio de Derrida parece tener contexto «neutro» pero no represivo, por
Schmitt una necesidad de evadirse par- lo que se refiere a la sexualidad. Por dis-
cialmente de lo real, de eludir cualquier cutible que pueda parecernos, esta forma
toma en consideración de la mujer, de lo de entender lo femenino impele a la más
femenino, que, lo quiera él o no, forma cuidadosa toma en consideración. En
parte de lo real aunque no encaje en su efecto, a partir de ella tendríamos que en-
concepción dicotómica de la vida social y tender que pensar lo femenino desde la
política o que, tal vez, añade otra dicoto- perspectiva levinasiana sería la condición

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necesaria para la búsqueda de la proximi- intenta satisfacer por los medios menos
dad absoluta entre los sexos, en lugar de adecuados, siguiendo estrategias a veces
ser el territorio de escaramuzas diversas, suicidas, a veces vergonzantes. El evadir-
conducentes a cualquier forma de exclu- se del ser finito no es un mero eludir el
sión 17. Así, repensando el significado orden de la responsabilidad, un intento de
del relato bíblico, podríamos decir que, escamotear la determinación. Por el con-
para Lévinas, «la mujer no surge como trario, el deseo de evasión pone de mani-
complemento del hombre, sino que ella fiesto una insatisfacción que es la otra
es concebida a partir del hombre con la cara del imperativo de realización. Si
finalidad de hacerle salir de la ilusión de bien, la radicalidad del planteamiento le-
la totalidad de su propio yo» 18. Para él vinasiano no se comprende en plenitud
tan sólo si nos situamos mentalmente en hasta que no pensamos en la posibilidad
la disposición necesaria para comprender de plantearnos la evasión frente al ser.
la densidad que tiene el lenguaje alegóri- En torno a la equivocidad del perfil
co del Génesis, podremos captar el senti- de la evasión resurge el problema del
do de la ruptura de la ilusoria totalidad en tiempo, de su donación, del donarse a tra-
la que se encierra lo masculino; ruptura vés de dicha donación. También lo hace
que tan sólo la presencia de la mujer hace la forma extrema de frustración que se
posible. manifiesta a través de la vergüenza, esa
No obstante, la ruptura de dicha tota- peculiar emoción que nace del verse a
lidad ilusoria ha de abordarse a su vez des- uno mismo en una situación en la que no
de otro ángulo. Se trata, como hemos he- podría haber donación ya que nada puede
cho ya notar con anterioridad, y también ser donado, puesto que todo lo nuestro se
se ha preguntado Lévinas desde la primera nos antoja que va a ser objeto de despre-
época de su trayectoria intelectual, de la cio por parte del otro 21.
voluntad de evasión. Él ha considerado Lévinas habla de la experiencia de la
importante indagar por qué dicha voluntad vergüenza, vinculándola a la desnudez,
está siempre, de una u otra forma, presen- entendida ésta en varios de sus sentidos
te. Ha tratado de vislumbrar qué esconde, posibles. Ni que decir tiene que, de nuevo
determinar qué fuerza seductora la anima. aquí, la referencia bíblica es pertinente
Reflexionando sobre estas cuestiones, en para entender en todo su alcance el plan-
un texto que resulta clave para entender la teamiento que realiza. En todo caso, aca-
evolución de su pensamiento, el pensador ba señalando qué es lo que se evidencia
lituano se pregunta si «la necesidad de en realidad en tal experiencia: «es por
evasión ¿no es exclusivamente propia de tanto nuestra intimidad, es decir, nuestra
un ser finito? ¿No aspira a franquear los lí- presencia para nosotros mismos lo que es
mites del ser antes que a huir del ser en vergonzoso. Ella no revela nuestra nada,
tanto que ser? El ser infinito, ¿no tendría sino la totalidad de nuestra existencia. La
necesidad de salir de sí? ¿No es él precisa- desnudez es la necesidad de excusar su
mente el ideal de la suficiencia en sí y la existencia. La vergüenza es, a fin de
promesa del eterno regocijo?» 19. cuentas, una existencia que busca excu-
Y concluye señalando que «lo que da sas. Lo que la vergüenza descubre es el
al caso del hombre toda su importancia es ser que se descubre» 22. El ser que se des-
precisamente esta inadecuación de la sa- vela ante los otros, pero también el que se
tisfacción a la necesidad» 20. Habría una abre a la mirada auto-reflexiva, a la mira-
necesidad siempre presente y nunca satis- da que indaga en la desnudez del sí y en
fecha o, también, una necesidad que se las razones del no.

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Para explicarlo con más detenimien- ponsabilidad absoluta de cara al otro en su


to utiliza el ejemplo, tan desagradable desvalimiento y en su mortalidad, sería nece-
como clarificador, de quien siente náu- sario de antemano afirmarse “por su propia
seas y vomita. Señala Lévinas que ese su- cuenta”, poseerse como Yo. Poseerse.
ceso revela que «la falta no consiste en Es cierto. Pero es preciso aclarar cómo
haber faltado a las convenciones, sino en este Yo se plantea o se afirma. Este “Yo”, ¿se
afirma como lo que se plantea de plano y de
el hecho mismo de tener un cuerpo, de pleno derecho allí donde está; que se “encuen-
estar aquí. En la náusea, la vergüenza tra bien” en el mundo donde se encuentra; que
aparece depurada de toda mezcla de re- “persevera en el ser” y que no tiene ningún es-
presentación colectiva» 23. Podría decirse crúpulo de perseverar? O bien, ¿el “Yo” se
que en ella la vergüenza se presenta vin- plantea de antemano como el único que es ca-
culada al hecho de no poder evadirse, de paz de responder y asumir esa responsabili-
no poder desaparecer de la vista de los dad, como el primero que ha escuchado la lla-
demás en un momento en el que la pre- mada y que es, quizá, el último capaz de escu-
charla? Lo que, para el yo, equivale a su
sencia de los otros se convierte en inso-
misma identificación en su unicidad de yo: su
portable al hacer insufrible la mirada del unicidad, su exterioridad a la extensión de
otro la propia presencia de quien se siente todo género y, en este sentido, su libertad.
avergonzado. Más aún, podría afirmarse Esta tendería a dicha elección primordial an-
de igual forma que radica en la dificultad tes de afirmarse para-sí. Es en este movimien-
insalvable de mirar, de sostener la mirada to de elección, en esta “no intercambiabili-
del otro, en una situación en la que tan dad” en lo que consiste la subjetivación origi-
sólo podemos esperar su desprecio, su nal» 25.
asco 24.
La relación con el otro estaría, pues,
No obstante, una situación extrema, ubicada en la base de la constitución de la
como pueda serlo para quien la padece la subjetividad. Los procesos que conducen
antes descrita, puede propiciar de igual a la sujetivación serían, a juicio de Lévi-
forma que lleguemos a comprender la nas, movimientos en los que la relación
densidad de la subjetivación, su consis- con el otro siempre está presente 26. La
tencia y su fragilidad, al tiempo que se re- apertura al otro queda así establecida
vela a través de ella la importancia cru- como experiencia radical 27. Tanto como
cial que, en los procesos que conducen a para alterar la interpretación del sentido
la construcción de la subjetividad, tiene que atribuimos a otra experiencia, que
la relación con el otro. Desde esta pers- con justicia es considerada la más radi-
pectiva, la vergüenza revelaría la impor- cal, a la que ha de enfrentarse la subjeti-
tancia de la apertura hacia el otro, en lu- vidad: la experiencia de la muerte 28.
gar de constituir una incitación al replie-
En efecto, de antemano pensar la
gue del sujeto sobre sí mismo.
muerte es ya, al mismo tiempo, pensar lo
Todo esto queda más claro en el texto que somos frente a la muerte, sopesar el
que, dada su importancia, me permito re- valor de la subjetividad que hemos cons-
producir a continuación, proveniente de truido. Recordemos que, en las lecciones
una entrevista que se realizó en 1985. En de su curso del año académico 1975-1976
ella Lévinas sostiene lo que sigue: en la universidad de La Sorbona, bajo el
«En la actitud ética toma sentido lo que epígrafe La mort et le temps, Lévinas se-
llamo rostro del otro hombre: desnudez, expo- ñalaba que, cuando alguien muere, su ros-
sición a la muerte y, en el ser del yo, infinita tro se convierte en máscara, aunque ni si-
obligación y obediencia a lo imperativo. Me quiera este hecho crucial hace desaparecer
objetan a menudo: para poder asumir esta res- nuestra responsabilidad para con él 29. No

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Tiempo, política y hospitalidad. Una reflexión desde Derrida y Lévinas

hay que olvidar de igual manera que en o lejos de nosotros (imaginemos incluso que
este trabajo, en el que habla con una gran pudiéramos evaluar la distancia que separa la
profundidad del significado del rostro y Iglesia de San Bernardo de Israel, de la ex-Yu-
del encuentro del otro con la muerte, cues- goslavia, del Zaire o de Ruanda). ¿Cómo in-
tiona también la conocida tesis de Heideg- terpretar entonces esta imposibilidad de fun-
dar, deducir o derivar? ¿Es una señal de debi-
ger 30, quien remite el origen de toda afec- lidad? Puede ser que debamos decir lo
tividad a la angustia, señalando que: contrario. Es posible que estemos en verdad
«si la emoción no está enraizada en la angus- llamados a otra prueba por la negatividad apa-
tia, el sentido ontológico de la emoción queda rente de esta laguna, por este hiato entre la éti-
puesto en cuestión y, más allá de esto, el papel ca (la filosofía primera o la metafísica, en el
de la intencionalidad. (...) sentido, claro está, que Lévinas da a esos tér-
El tiempo no es la limitación del ser sino minos) de una parte y, de otra, el derecho o la
su relación con el infinito. La muerte no es política» 36.
una inmersión en la nada sino la cuestión ne-
cesaria para que esta relación con el infinito o Podríamos, por tanto, decir que ese
el tiempo se produzca» 31. hiato, esa distancia, revela la inexistencia
de un encadenamiento lógico, de una re-
Esa posición crítica frente a Heideg- lación deductiva, a la manera de Spinoza,
ger 32 es asimismo uno de los elementos que Lévinas parece haber considerado
de conexión que aseguran el pasaje entre siempre innecesaria de establecer e inclu-
el pensamiento de los dos filósofos en so, improcedente 37. Tal vez porque juz-
cuyo pensamiento nos centramos en este gara que la validez del discurso político o
artículo 33. Pero hay otros extremos que jurídico es un asunto que sólo puede dis-
permiten afianzar y hacer aún más pro- cernirse tomando como base su confron-
ductiva la transferencia de sentido, hacia tación con la práctica, a través de las res-
uno y otro lado, entre sus respectivas filo- puestas que dicho discurso proporciona
sofías. Así, en «Le mot d’accueil», con- en el encuentro con el otro 38. Esto es
ferencia pronunciada por Derrida en la algo que queda patente en su reflexión
Universidad de La Sorbona, el 7 de di- sobre la hospitalidad. No en vano, a jui-
ciembre de 1996, con motivo del home- cio de Derrida, Totalité et infini, una obra
naje a Emmanuel Lévinas organizado por que podría haber quedado encerrada en
el Collège International de Philosophie, un horizonte teorético, nos lega sin em-
hace aquél el relato de una proximidad fi- bargo un inmenso tratado acerca de la
losófica de la que aquí nos debemos ha- hospitalidad 39. Por eso, subraya en su re-
cer eco 34. flexión sobre ella que, «en las páginas de
Comienza aludiendo a la reinvención conclusión, la hospitalidad deviene el
del término acogida, que a su juicio ha nombre de lo que se abre al rostro, de lo
hecho Lévinas, en el contexto de su refle- que precisamente “lo acoge”. El rostro se
xión sobre la hospitalidad 35. Sin lugar a da a una acogida y la acogida solamente a
dudas, resulta esclarecedor el enfoque un rostro» 40.
que da a la relación entre esa reflexión y En este sentido, la visión del rostro
su posible proyección jurídica y política. del otro crea el espacio en que las ideas
Buena prueba de ello es lo que podemos éticas y los planteamientos políticos pue-
leer en el siguiente fragmento: den encontrarse. «El rostro provoca una
«Supongamos que no podemos deducir, fisura irreparable en el presente de la
del discurso ético de Lévinas sobre la hospita- conciencia que se descubre habitada por
lidad, un derecho y una política; tal derecho y un pasado que ninguna iniciativa de me-
tal política en tal situación determinada, cerca moria puede hacer presente. El rostro

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contesta mi feliz apropiación del mun- prenderse el operar de la razón. En efec-


do» 41. Desde esta perspectiva, la perma- to, «la razón misma es un recibir. Dicho
nencia de la cuestión del rostro, la inma- de otra manera, si se quiere hablar toda-
nencia del rostro en todos los extremos vía bajo la ley de la tradición, pero contra
de su reflexión, resulta irreductible y ca- ella, contra las oposiciones legadas, que
pital. «Es esta irreductibilidad al tema, la razón es sensibilidad. La razón misma
esto que excede la formalización o la des- es acogida en tanto que acogida de la idea
cripción tematizantes, eso es justamente de infinito —y la acogida es racional» 45.
lo que el rostro tiene en común con la De forma análoga, resulta esencial
hospitalidad» 42. Resultará muy difícil, para establecer la conexión, no deductiva
por tanto, construir una teoría de la hos- pero conexión al fin y al cabo, entre la
pitalidad, como sucede con todo intento ética y la política. Derrida lo expresa di-
de teorizar acerca de la relevancia ética y ciendo que «el tercero no espera», tan
política del rostro, a lo más que podemos sólo mediante un ejercicio de abstracción
aspirar es a contribuir a la elaboración de podemos suponerle ausente, de la misma
un discurso, plagado de significación y forma que podemos fingir no verlo mien-
contenido, aunque siempre abierto a la tras su otredad «llama desde la epifanía
prolongación o a la contestación y a su del rostro en el cara a cara». Necesaria-
continuación a través de las sucesivas ré- mente ha de estar ahí, y hemos de sentir-
plicas y contrarréplicas. nos satisfechos porque esté ahí, ya que
En cierta forma, la hospitalidad parte «la ausencia del tercero amenazaría de
de un decir sí al otro, pero también, «si es violencia la pureza de la ética en la inme-
el otro el único que puede decir sí, el “pri- diatez del cara a cara con el único» 46. En
mer” sí, la acogida es siempre acogida contrapartida, como describe de forma
del otro» 43. Esa mutua afirmación sin brillante Guy Petitdemange, «la violencia
condiciones, que es el presupuesto esen- del otro, a fin de cuentas, no golpearía
cial de la hospitalidad, conlleva una for- como tal sino a una razón insuficiente-
ma de acogida que no puede darse sin mente despierta, todavía orientada hacia
aceptación de la diferencia y el reconoci- el saber y absorbida por el ser, prisionera
miento, en consecuencia, de la singulari- de lo idéntico» 47. Una razón, por tanto,
dad humana del otro. Se establece de este incapacitada para hacerse cargo de la he-
modo una relación cuyo fuerte basamen- terogeneidad, que no entiende, por ejem-
to ético ha de imponerse a cualquier otra plo, el significado del don ni sirve para
consideración de naturaleza jurídica o de pensar lo femenino.
oportunidad política. Por ello, en la rela- En nuestro afán de adentrarnos en el
ción con el otro la dialéctica amigo/ene- contexto de lo otro de dicha racionalidad,
migo revela su esquematismo empobre- hemos de volver de nuevo al tratamiento
cedor, simplista, irreal, por amplio que y el papel de lo femenino en una concep-
sea el fundamento en la realidad política ción que, al contrario de lo que sucedía
o económica que hayamos podido confe- con Schmitt, no sólo no excluye lo feme-
rirle. No en vano, para Lévinas, «hay re- nino como referente político sino que le
volución allí donde se libera al hombre, concede una importancia de primer or-
es decir, donde se le arranca del determi- den. De tal forma que, refiriéndose a este
nismo económico» 44. asunto, que es sin duda uno de los aspec-
Pero aún hay más: la centralidad de tos más susceptibles de suscitar malen-
esa relación es tal que, sin atender a lo tendidos en la interpretación de las ideas
que hay tras ella, ni siquiera podría com- de Lévinas, Derrida afirma:

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Tiempo, política y hospitalidad. Una reflexión desde Derrida y Lévinas

«Es a partir de la feminidad como define dirección prometedora, pero no pone a


la acogida por excelencia, acoger o acogi- nuestro alcance respuestas propiamente
miento de la hospitalidad absoluta, absoluta- dichas.
mente originaria, preoriginaria incluso, es de-
cir, pre-ética de la ética, nada menos. Este En líneas generales ha de admitirse,
gesto tendría una profundidad radical esencial tal como nos dice Derrida, que una inter-
y metaempírica, que toma en cuenta la dife- pretación correcta de la posición de Lévi-
rencia sexual en una ética emancipada de la nas nos lleva a reconocer que, «la hospi-
ontología. Llegaría hasta confiar la apertura talidad no es una región de la ética, (...)
de la acogida al “ser femenino” y no de hecho no es siquiera el nombre de un problema
a las mujeres empíricas» 48. de derecho o de política: es la eticidad
misma, el todo y el principio de la éti-
La expresión «ser femenino» nos ha-
bla asimismo del desbordar lo finito que ca» 52. Ya que la hospitalidad interrumpe
se da en la relación de hospitalidad, ya el cierre de la subjetividad sobre sí mis-
que «la hospitalidad es infinita o no es ma, abre la posibilidad de relacionarse
hospitalidad» 49. Se ha eludido aquí la re- con lo otro, de enriquecerse con esa rela-
ferencia a la mujer como ser particular, ción. Tal interrupción posibilita la aten-
considerándose que es la única perspecti- ción al otro al dejar suspendida la aten-
va adecuada desde la que abordar el tras- ción a uno mismo 53. Así pues, la inte-
fondo peculiar de la hospitalidad, habién- rrupción de la que hablamos «se decide
dose admitido de forma previa que tam- en el nombre de la ética, como interrup-
poco tendría sentido, menos aún quizá, ción de sí por sí» 54.
hablar del hombre como individuo con- Siguiendo esa misma línea y profun-
creto 50. Mediante esa estrategia se alude, dizando aún más en el sentido de la ética
a diferencia del modo de expresión que en Lévinas, concluye Derrida sus reflexio-
resulta habitual, a algo que Lévinas ve en nes señalando que, para el autor de Totali-
el principio femenino, algo constituyente té et infini «la “ética”, la palabra “ética”
y esencial que, a su entender, ha de estar no es sino un equivalente aproximado, un
implicado en toda relación que tenga por recurso griego a falta de otro mejor, para
presupuesto u horizonte la hospitalidad. referirnos al discurso hebraico sobre la
Sea como fuere, el principal proble- santidad de lo separado (kadosh). Que no
ma que encontramos en esta argumenta- hay que confundir, sobre todo, con la sa-
ción es la ausencia de definición de aque- cralidad» 55. La ética se vincula, por tanto,
llo que, precisamente, le presta su último al ámbito de lo santo (kadosh), de aquello
fundamento; en efecto, ¿qué podemos que por su carácter sagrado, en su más
entender por principio femenino? Sobre pura expresión, ha de ubicarse en una si-
todo, ¿a qué podemos referirlo si se nos tuación específica, especial y diferenciada
dice que no hemos de hacerlo a las muje- con respecto a todo lo ordinario.
res concretas? Estas cuestiones permane- En definitiva, la ética debe exceder,
cen abiertas. En efecto, no podemos sobrepasar, estar siempre por encima de
aventurar una respuesta definitiva a las la política, aunque haya de ser al mismo
mismas desde estos planteamientos, ya tiempo la raíz misma de todo quehacer en
que la definición levinasiana de lo feme- ese ámbito. Queda claro, por añadidura, a
nino remite antes a lo intuitivo que a lo través de sus propias reflexiones, que esa
descriptivo 51. Así pues, esta forma de prevalencia de lo ético sobre lo político
afrontar la importancia de lo femenino que afirma Derrida en referencia al pen-
nos proporciona sugerentes pistas para samiento de Lévinas sería, de igual
realizar nuestros propios enfoques en una modo, aplicable a su propia filosofía 56.

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Domingo Fernández Agis

En último término, no deberíamos me- planteamientos de Derrida se derivan


noscabar la relevancia que tiene poner en unas consecuencias prácticas que son
el lugar predominante la relación con el más difíciles de extraer del discurso de
otro y reconocer la importancia crucial de Lévinas. Aludiendo a una cuestión que
lo femenino, tal y como por su parte ha en cierta forma lo resume todo, para éste
hecho Derrida. Del mismo modo, no po- último, ¿a quién puede o debe donarse el
demos hacer abstracción de la importan- tiempo? Aunque ya hemos adelantado al-
cia que tienen las formas en que dicha re- gunas claves que nos ayudarían a encon-
lación y el papel de lo femenino toman trar la respuesta, no podemos recoger en
cuerpo en la acción que materializa la estas páginas la explicitación detallada de
hospitalidad. Esas tomas de posición, esa cuestión. En contrapartida, me permi-
constantes y consecuentes a lo largo de tiré concluir con una recomendación: lo
toda su vida, han abierto también en el veamos desnudo o recubiertas sus ver-
caso de Derrida el horizonte de la posibi- güenzas con ricos atuendos, cuidémonos
lidad de la prevalencia de lo ético sobre de impedir que tome el rey todo nuestro
lo político 57. En todo caso, a propósito tiempo, separemos del espacio de la do-
de las implicaciones éticas y políticas que minación tiempos que puedan ser dona-
tiene la consideración del lugar central dos, que puedan ser ofrecidos como re-
que ha de ocupar lo femenino, de los curso de amistad y hospitalidad.

NOTAS

* El presente trabajo forma parte de las tareas de verdadero. Ver, Baudelaire, Ch., Pequeños poemas en
investigación desarrolladas en el marco del proyecto prosa. El Spleen de Paris, Madrid, M. E. Editores,
de I+D+i HUM2007-65099. 1997, pp. 154-5.
1 Derrida, J., Donner le temps, vol. I, La fausse 5 Refiriéndose a Spectres de Marx, dice Jameson:

monnaie, Paris, Galilée, 1991, pp. 11-13. «Tales fantasmas expresan el miedo del hombre y de
2 Ibídem, p. 14. la mujer contemporáneos a no haber vivido realmente,
3 Ibídem. a no haber vivido todavía o a no haber realizado sus
4 Ibídem, p. 60. Para Baudelaire, «el vicio más im- vidas, en un mundo organizado para privarles de satis-
perdonable es hacer el mal por pura imbecilidad». Lo facción; pero ¿no es esta misma sospecha una clase de
que él considera imperdonable es la estúpida mezquin- espectro, que asedia nuestras vidas con esa enigmática
dad del que entrega la moneda falsa al mendigo. No duda que nada puede disipar o exorcizar, como ocurre
porque lo esté engañando o porque lo ponga en peli- con la extraña cita con la que empieza el libro de De-
gro, al provocar que lo acusen de falsificador o de dis- rrida, “quisiera aprender a vivir por fin”, recordándo-
tribuir moneda falsificada, sino por su deseo de enga- nos que hagamos también un sitio para el fantasma de
ñar al mismo tiempo a Dios y a los seres humanos la Vida misma, del vitalismo como ideología, de vivir
—incluido el mismo donante—, haciendo feliz al y estar vivo como categorías sociales y existenciales,
mendigo que no espera una limosna tan generosa y es- en nuestra anatomía de esa espectralidad de la que este
perando el premio a su buena acción, sin hacer ningún fantasma constituye un contrario más?». Jameson, F.,
sacrificio para ello. Del triple intento de engaño, el «La carta robada de Marx», en Sprinker, M. (edit.),
que se refiere a Dios y el que tiene que ver con el au- Demarcaciones espectrales. En torno a Espectros de
toengaño del propio donante no admiten disculpa, se- Marx de Jacques Derrida, Madrid, Akal, 1999, p. 49.
6 Major, R., Lacan avec Derrida, Paris,
gún Baudelaire, pues tan sólo podría intentarlos al-
guien profundamente estúpido. Por lo demás, desde el Champs/Flammarion, 2001, pp. 170 y ss.
7 Derrida, J., Politiques de l’amitié, Paris, Galilée,
punto de vista del donador, no hay aquí verdadera do-
nación, puesto que lo donado carece de valor. Sin em- 1994, pp. 131 y ss.
bargo, desde el lado del donatario, si la falsedad de la 8 A este respecto, es importante que no olvidemos

moneda no es puesta al descubierto, sí que se daría el que, como señala acertadamente Roberto Esposito,
reconocimiento por la donación recibida. En efecto, si «todo el debate filosófico-jurídico moderno se inscri-
nadie advierte el engaño, éste disfrutará del beneficio be, con variantes marginales, dentro de esta alternativa
de la donación de igual forma que si lo donado fuese topológica que ve la política y el derecho, el poder y

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Tiempo, política y hospitalidad. Una reflexión desde Derrida y Lévinas

la ley, la decisión y la norma, situados en los polos 23 Ibídem, p. 91.


opuestos de una dialéctica cuyo objeto es la relación 24 «Principio más imperioso aún que el de no con-
entre súbditos y soberano. El peso respectivo de unos tradicción, puesto que la nada misma, en la medida en
u otro depende de la prevalencia asignada cada vez a que el pensamiento la reencuentra, está revestida de
uno de los dos términos. Cuando, al final de esta tradi- una existencia, sin restricción alguna estamos obliga-
ción, Hans Kelsen y Carl Schmitt, armados uno contra dos a admitir contra Parménides que el no ser existe».
el otro, aboguen respectivamente por normativismo y Ibídem, p. 96.
decisionismo, no harán sino replicar el mismo antago- 25 Lévinas, E., «Entretien avec Laurent Adert et
nismo tipológico que ya desde Bodin, e incluso en el Jean-Christophe Aeschlimann», en, Ricoeur, P. (et al.),
propio Bodin, parecía oponer la vertiente de la ley a la Répondre d’Autri. Emmanuel Lévinas, Boudry-Neuch-
del poder». Esposito, R., Bíos. Biopolítica y filosofía, âtel, Éditions de la Baconnière, 1989, pp. 12-3.
Bs.As., Amorrortu, 2006, pp. 43-4. Es relevante asi- 26 La relación con el otro marcaría el lugar de la
mismo la interpretación de Safranski: «Carl Schmitt
ética, mientras que con la aparición del tercero comen-
no se inmuta por el hecho de que con ello se difumi-
zaría el despliegue del espacio de la política. Ver, De-
nan los límites entre un Estado y un sindicato de gáns-
kens, O., Politique de l’autre homme. Lévinas et la
teres». Ver, Safranski, R., El mal o el drama de la li-
fonction politique de la philosophie, Paris, Ellipses,
bertad, Barcelona, Tusquets, 2005, pp. 132-3.
9 Ibídem, p. 134. Ver también, Agamben, G., Estado
2003, pp. 24 -25.
27 Por otra parte, supone la apertura de un nuevo
de excepción, Valencia, Pre-Textos, 2003, pp. 51 y ss.
10 Ibídem. enfoque para la filosofía social. Ver, por ejemplo, Pe-
11 Ibídem, p. 157. perzak, A., To the Other. An Introduction to the Philo-
12 Ibídem.
sophy of Emmanuel Lévinas, Indiana, Purdue Univer-
13 No podemos dejar de señalar que, como expresa
sity Press, 1993, pp. 166 y ss.
28 Sobre la inversión que Lévinas realiza de la in-
Catherine Chalier, siguiendo la estela de Lévinas, la
exclusión de lo femenino por el logos tiene su origen terpretación heideggeriana de la muerte merecen verse
en una violencia —determinada y determinante, po- las páginas que cito a continuación del libro de Joseph
dríamos precisar— y remite a otras formas de violen- Debès. Debès, J., Lévinas, l’aproche de l’autre, Paris,
cia. Chalier, C., Figures du féminin, Paris, Des fem- Les Éditions de l’Atelier/Les Éditions Ouvrières,
mes-Antoinette Fuque, 2006, pp. 124 y ss. 2000, pp. 87-8.
29 Lévinas, E., «La mort et le temps», en Chalier,
Es importante señalar asímismo la profunda cone-
xión que, también a propósito del fondo de esta inter- C. y Abensour, M. (Dirs.), Lévinas, Paris, L’Herne,
pretación, existe entre Lévinas y Derrida. 1991, pp. 14 y ss.
14 Derrida, J., Op. cit., p. 181. 30 Tampoco ha de olvidarse, a este respecto, una lí-

15 Lévinas, E., De l’existence à l’existant, Paris, nea de reflexión que converge con ésta. En efecto,
Vrin, 1977, p. 144. Por otra parte, Jean - Luc Thayse para Heidegger, «la perfectio del hombre —el llegar a
considera que lo erótico es lo que abre la puerta a la ser eso que él puede ser en su ser libre para sus más
concepción levinasiana de la ética. Ver, Thayse, J. L., propias posibilidades (en el proyecto)— es “obra” del
Eros et fécondité chez le jeune Lévinas, Paris, “cuidado”. Pero el “cuidado” determina también con
L’Harmatan, 1998, p. 307. igual originariedad la índole radical de este ente, se-
16 Lévinas, E., Du sacré au saint, Paris, Éditions gún la cual está entregado al mundo de que se ocupa
de Minuit, 1977, p. 92. (condición de arrojado)». Heidegger, M., Ser y tiempo
17 «El secreto de lo femenino es ser el lugar de (parágrafo 42), Madrid, Trotta, 2003, p. 220.
31 Lévinas, E., «La mort et le temps», edic. cit.,
paso de la trascendencia». Hanus, G., L’un et
l’unversel. Lire Lévinas avec Benny Lévy, Lagrasse, p. 24.
Verdier, 2007, pp. 38-9. 32 Cfr. Aguilar López, J. M., Op. cit., p. 288. Ver
18 Ouaknin, M. A., Méditations érotiques. Essai también, Greisch, J., «Éthique et ontologie», en
sur Emmanuel Lévinas, Paris, Payot - Rivages, 2003, Greisch, J. y Rolland, J. (Dir.), Emmanuel Lévinas.
p. 21. L’éthique comme philosophie première, Paris, Cerf,
19 Lévinas, E., De l’evasion, Montpelier, Fata 1993, pp. 17 y ss.
Morgana, 1982, p. 75. 33 En lo que se refiere a Lévinas, la confrontación
20 Ibídem, p. 79. sería radical, pues proviene de considerar que Heideg-
21 Según Félix Pérez, en la experiencia de la ver- ger concede prioridad a la ontología por encima de la
güenza el otro no me priva de mi libertad, sino que le ética, posición que es diametralmente opuesta a la que
otorga un sentido. La vergüenza sería la experiencia a el propio Lévinas defiende. Ver, por ejemplo, Gaut-
través de la que emerge la conciencia moral. Ver, Pé- hier, D. J., Martin Heidegger, Emmanuel Lévinas, and
rez, F., D’une sensibilité à l’autre dans la pensée the politics of dwelling, Louisiana, Louisiana State
d’Emmanuel Lévinas, Paris, L’Harmattan, 2001, p. 45. University, 2004, pp. 155 y ss.
22 Lévinas, E., De l’evasion, Montpelier, Fata 34 Derrida, J., «Le mot d’accueil», en Derrida, J.,

Morgana, 1982, p. 87. Adieu à Emmanuel Lévinas, Paris, Galilée, 1997.

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35 Ibídem, p. 40. No hay que olvidar, por otra par- orientado a la dominación, la feminidad aporta la posi-
te, que, como señala Christine de Bauw, «la acogida bilidad de una apertura al otro sin voluntad de domi-
del Otro es el sentido íntimo de una subjetividad visi- nación. Ver Pérez, F., D’une sensibilité à l’autre dans
tada por la idea de infinito». Bauw, C. de, L’envers du la pensée d’Emmanuel Lévinas, edic. cit., pp. 156 y ss.
sujet. Lire autrement Emmanuel Lévinas, edic. cit., En una entrevista que concedió en 1989, señalaba
p. 20. lo siguiente: «En la época de mi librito titulado Le
36 Ibídem, p. 46.
temps et l’Autre, pensaba que la feminidad era una
37 Hay que señalar, en este sentido, la importancia
modalidad de la alteridad — este “otro género” —y
que tiene para él, como presupuesto de la política, la que la sexualidad y el erotismo eran esta no-in-dife-
raíz del derecho. Su fundamentación ética queda ilus- rencia al otro, irreductible a la alteridad formal de los
trada con frecuencia mediante la alusión a contenidos términos en un conjunto. Hoy pienso que es preciso
talmúdicos. Ver, por ejemplo, Lévinas, E., Du sacré remontar más lejos y que la exposición y la desnudez
au saint, edic. cit., pp. 16 y ss. y la “demanda imperativa” del rostro del otro constitu-
38 Es precisamente en el plano de la praxis filosó-
yen esta modalidad que lo femenino supone ya: la
fica en el que Derrida estaría más cerca de Lévinas. proximidad de lo próximo es la alteridad no formal».
Ver, Petrosino, S., Jacques Derrida et la loi du possi- Aeschlimann, J.-C., Ce présent qui revient, Vevey,
ble, Paris, Cerf, 1994, p. 75.
39 Derrida, J., «Le mot d’accueil», edic. cit., p. 49.
Éditions de l’Aire, 2007, p. 252.
52 Derrida, J., «Le mot d’accueil», edic. cit., p. 94.
40 Ibídem.
41 Chalier, C., «Le bonheur ajourné», en VV.AA., 53 Marion, J. L., «Note sur la indifférence ontolo-

Emmanuel Lévinas, Paris, PUF, 1998, p. 33. gique», en Greisch, J. y Rolland, J. (Dir.), Emmanuel
42 Derrida, J., Op. cit., p. 49. Lévinas. L’éthique comme philosophie première, Pa-
43 Ibídem, p. 53. ris, Cerf, 1993, p. 54.
44 Lévinas, E., Du sacré au saint, edic. cit., p. 24. 54 Derrida, J., Op. cit., p. 97.
45 Derrida, J., «Le mot d’accueil», edic. cit., p. 56.
55 Ibídem, p. 113. Ver también, Agamben, G., Lo
46 Ibídem, p. 66.
47 Petitdemange, G., «Philosophie et violence», en
abierto. El hombre y el animal, Valencia, Pre-Textos,
2005, p. 115.
Petitdemange, G. y Rolland, J., Autrement que savoir,
56 Ibídem, pp. 115-6.
Emmanuel Lévinas, Paris, Osiris, 1988, p. 25.
48 Derrida, J., «Le mot d’accueil», edic. cit., p. 84. 57 Para Lévinas, «tan sólo la ley inspirada por el
49 Ibídem, p. 91. amor del otro hombre es el fundamento de lo político,
50 Cfr. Llewelyn, J., Emmanuel Lévinas. La genealo- como la Torah, en tanto que doctrina de la justicia, es
gía de la ética, Madrid, Encuentro, 1999, pp. 195 y ss. el fundamento del mundo». Rey, J. F., La Mesure de
51 Lo femenino, en Lévinas, sería aquello que hace l’homme. La idée d’humanité dans la phiosophie
el mundo habitable. En oposición a lo masculino, d’Emmanuel Lévinas, Paris, Michalon, 2001, p. 35.

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