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POLÍTICA O CORPORACIONES
Ahora bien, del mismo modo que no se puede “volver a los 12 años” tampoco se puede
volver a la Comunidad Organizada de 1949 como si nada hubiera pasado. Para nuestra
generación el Acontecimiento es el kirchnerismo. Por lo tanto, en este caso, no se trata de
mirar al kirchnerismo desde el peronismo sino lo inverso: de mirar, como en “Kafka y sus
precursores” de Borges, al peronismo desde el kirchnerismo.
El espacio de aparición del kirchnerismo estuvo estructurado por el letargo de un peronismo
en descrédito, que había atravesado los años 90 en plan neoliberal y no encontraba el
rumbo de un proyecto alternativo. Por eso algunos sectores, que van de las izquierdas al
progresismo, quisieron afirmar la identidad “pura” del kirchnerismo contra (fuera de) la
determinación del espacio, del emplazamiento en que aparecía: es José Pablo Feinmann,
por ejemplo, aconsejándole a Néstor Kirchner que cuando asuma rompa lanzas con el
peronismo desacreditado, que construya poder político con los movimientos sociales
surgidos en los últimos años, “en nombre de la pureza perdida”.
Pero también existió la desviación contraria: se trata de la posición que intenta negar la
novedad de lo que irrumpe (el kirchnerismo) y reducirla a lo ya conocido (peronismo), es
decir, negar la posibilidad de lo nuevo inherente a lo viejo. Este rasgo conservador, que
vimos repetirse durante los últimos 14 años en distintos sectores del peronismo, tiene su
divisa: “después de Perón, nada nuevo bajo el sol”, que se despliega de la siguiente manera:
Perón hubo uno solo, con lo cual todos los presidentes y liderazgos que surjan después
serán simples y momentáneas encarnaciones que el Movimiento irá descartando a medida
que dejen de servir a los propósitos de persistir en el poder.
De esta manera, el kirchnerismo quedaba preso o bien de no haber desplegado las energías
populares desatadas en el 2001 (lectura autonomista) o bien de no haber sido más que un
capítulo en la historia del peronismo (lectura pejotista). Pero Néstor y Cristina construyeron
un sendero propio en esa dialéctica de lo nuevo y lo viejo. Resulta esencial percibirlo para
seguir adelante. Hoy el kirchnerismo está vivo. Eso abarca, desde ya, a su conducción
política, pero también al conjunto de fuerzas vivas que se construyeron o posibilitaron
desde 2003. ¿Qué tienen en común el sindicalismo joven de las regionales, los centros de
estudiantes, el feminismo popular, las organizaciones de vecinos “empoderados”, la
militancia política orgánica? En todos existe la huella de ese acontecimiento denominado
kirchnerismo.
Esa huella tiene una consigna: “política o corporaciones”. Debemos entenderla en un
sentido de mucho mayor alcance que la confrontación con Clarín. Las fuerzas vivas,
organizadas, que generó el kirchnerismo, son depositarias de una idea: la concepción
política predomina por sobre la concepción gremial o corporativa. Esto vale para cualquier
espacio de la comunidad donde se jueguen y reivindiquen intereses particulares. Néstor y
Cristina generaron la convicción de que para transformar la realidad resulta fundamental la
ligazón de cada demanda sectorial con un proyecto nacional.
La “Comunidad Organizada” se construye con esta nueva certeza: no hay desarrollo
individual sin desarrollo colectivo y no hay solución sectorial sin proyecto nacional. Por eso
la arquitectura de las partes no sigue la lógica corporativa de “zapatero a tus zapatos”. Es
imprescindible completar la politización del país para generar una nueva cultura política, y
esa tarea no es posible sin una cierta desidentificación de cada uno con su propio rol
particular para sumergirse en el Todo universal de la participación política, que al mismo
tiempo sojuzga su individualidad y la expande. En ese marco, la militancia política resulta
un actor fundamental. Es el mediador permanente entre los conflictos que surgen en las
distintas esferas de la vida y el proyecto de país en que se inscriben.
Recalculando un poco, la decisión de Cristina nos presenta un desafío que seríamos muy
cortos de vista si lo planteáramos como “un corrimiento al centro” para “una sociedad que
se corrió a la derecha”. La tensión entre la tranquilidad del individualismo liberal y la
intensidad de la vida “estatalizada” que legó el kirchnerismo no se puede resolver buscando
“lo mejor de cada parte” bajo el intento de restaurar un equilibrio adecuado y orgánico
entre individuo y comunidad. Por el contrario, debe resolver al interior de cada uno,
atravesando en el fuero íntimo la contradicción entre el individuo y la comunidad.