Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Cinéma Veríté
Oscar Mendoza Mora
[1]
Instrucciones para lanzarse al vacío
Deshoras
Poemas de Amor
La culpa fue de John Lennon
La Teoría del Color
Viaje embotellado
Niña bien
Tercia de Veintes
[2]
A manera de advertencia.
varios años entre mezclar la labor de reportero, observador de lo cotidiano,
protagonista de lo surreal y editor de lo censurado.
Cinéma Veríté es, como lo indica el significado de este género cinematográfico, un
retrato ficcional de la realidad la cual, y en muchas en ocasiones, supera lo
inverosímil de cualquier relato.
En cada una de las piezas el lector encontrará experimentación en el carácter de
la narración, que si bien no abandona nunca a la primera persona, intenta
a través del testimonio, la retrospectiva, el flashback, los conversatorios de
sinceridad, la frialdad de un folleto, el bloggin diario o la narración subjetiva.
Si la realidad es documentable, y se puede imprimir en imágenes móviles, la
[3]
conflictos, el carácter insólito e impreciso de esta construcción a la que hemos
llamado sociedad.
característica estética e incluso ética de nuestro entorno: la fiesta, el sexo, los
monstruos modernos, la inseguridad, la necesidad de entendernos, la otredad, el
idealismo confundido con el amor, el deseo, la esperanza, el cinismo, el solipsismo
ser cualquiera y que sin embargo es la nuestra.
Repinche Vitnik.
[4]
Instrucciones para lanzarse al vacío
Basados en la observación constante e infalible. Reforzados con nuestra
este manual de procedimientos para lanzarse y salir del vacío.
Empezaremos por suministrarle reposo. Desde ahora, lo habitual para usted
su casa, su empleo o se sienta extraviado de sí mismo, no permitiremos que
malgaste la dosis. No habrá otra, así que concéntrese y quédese tranquilo.
Cuando vaya sintiendo los efectos, tejerá un manto de fuerza anímica. Este lo
protegerá. Del futuro, la desesperanza y del miedo. Luego, con un poco de nuestra
ayuda, podrá lograr pararse en la orilla del acantilado. Mirará hacia el fondo y no
el proceso.
Después; cuando sea capaz de poner los dos pies en el borde y se asegure de
que no le tiemblen las piernas, háganos el favor de cerrar los ojos. Confíe. No
[5]
piense en el accidente. Por favor y por su bien, olvide a la muerte. Prescinda a
toda costa del resentimiento contra el causante del choque, y bajo ninguna
y el abismo intentará seducirlo. Sin embargo sugerimos que aún no se lance.
¡Lo felicitamos! Ha llegado más lejos de lo que cualquiera en su situación. Ahora, y
quieto. Sus ojos bien cerrados y los brazos abiertos. Apenas junte las piernas,
recordará imágenes guardadas en lo remoto de su memoria. Arrójelas,
desenganche su miedo y despídase de la duda. Poco a poco sentirá el rugir del
aire y el vértigo hará que, sin darse cuenta, su conciencia unifique a la luz con la
oscuridad. Permanezca así porque ingresaremos a la siguiente fase.
El arropo, como le llamamos, iniciará en breve. Será como su tía poco antes de
irse. Lo besará en la mejilla como el sacerdote que lo confesó de niño. Le
susurrara al oído como la bendición de la abuela postrada en una cama de
lo abordará, como los que daba el abuelo justo antes de caer preso. Y el abrazo
de sus padres llegará, justo antes de que recuerde que jamás tuvo uno de esos.
Le anticipamos que involuntariamente y contra su temor, usted ya habrá saltado.
[6]
obstante, y por su bienestar, le solicitamos aguardar más instrucciones porque
para mejores resultados, aún no vuele.
Mientras sigue cayendo relájese. No se preocupe por las deudas que puede
heredar a sus hijos. No piense más en el embargo o las pérdidas materiales. El
destino de su mujer lo sobrepasa. Ya serán repartidas y ella repatriada. De sus
padres, también sugerimos aplicar el olvido. Lo transcendental es el momento.
Sienta el arrullador canto que vociferan las paredes del túnel. En sus párpados
esta profundidad percibirá un fuerte olor, pero no tema. Son los temores y
ojos. Intente no gritar, porque de cualquier forma nadie lo escuchará, y siga el
profundidad, el cuerpo poco a poco se vuelve liviano.
abajo serán los mismos. Su percepción, de lo relativo y lo concreto, habrá de
convertirse en lo indeterminado. El mundo de afuera habrá de ser solo una
[7]
imagen. Si le ayuda, piense en ella como ensueño pasado, difuminado y alejado
de este intervalo eterno.
Para entonces ya habrá borrado todos los malos ratos y sueños frustrados. Sus
del corazón hará retumbar en las orillas y el enfado o el estrés pronto se
convertirán en energía. Y mientras le brotan las alas, podría elegir entre volar y
abismo.
Como verá, nuestro método es firme y comprobado. La mayoría de nuestros
letra nuestras instrucciones.
de aves, pájaros y satélites lo amparan. Este manual es infalible, siempre y
cuando obedezca las instrucciones. Esperamos que vuelva pronto, aunque de
todos modos, se haya estrellado en el fondo.
[8]
Deshoras
Ya era muy tarde cuando descubrí que soy yo mismo:
nostalgia e incertidumbre.
Rafa Saavedra.
Agotado y de mal humor, bajo de la combi. Llovió hace unas horas; me entristece
no haberlo notado. Subo el puente peatonal y paro en la tienda. Pido una
CocaCola de medio litro para que me alcance mañana. Cigarros ya no compro.
Abro la puerta y me sirvo un vaso. Cuando la computadora inicia el sistema, suena
mi celular anacrónico.
[Bip bip bip] Mensaje Caro: “saca las chelas o que morro?”
Si le contesto debe ser porque sí quiero. “A las 8 o 9 en mi depa, trae Carta
Blanca y dos Miller. Yo tengo la weed” enviado.
de cerveza y abro una de mis dos últimas latas. Un shot más, de esa media botella
guardada, y me siento mareado. Conecto el iPod al estéreo pero el cable plug
hace falso. Me resigno a las bocinas y laptop. Daftpunk es la elección. Estoy a
[9]
punto de cantar Uruapan mexican lucky cuando suena el teléfono. Esta vez es el
tono de llamada.
Vengo con la Adris, ¿no hay pedo? Compramos más chela.
Simón, pero ya apúrate.
Caro llega en menos de 10 minutos. Dejan el coche afuera, aunque les advierto
escaleras voy pensando en el parabrisas del Chevy.
Por cortesía pregunto qué cómo van las cosas. Igual que siempre dice mientras
destapa una Miller.
Te la rifaste renunciando sin avisarles.
Se las apliqué a los culeros. A ver cuándo haces lo mismo, eh.
Ya luego y celebramos.
Tengo unos tarros para chela, dejen los lavo y los traigo.
Así, de la caguama o ¿te damos asco?
[10]
Adri solo ríe. Ella acaba de llegar de la oficina. Caro ya no va porque reportea. Yo
renuncié porque no me querían pagar lo prometido.
lo dejo correr acabaremos escuchando a Rihana o Calvin Harris. Mejor voy y
busco otro cable de audio. Para nuestra fortuna, este no hizo falso.
Conecta tu cel o pon algo en Spotify.
Nel, mejor pon tú. Es tu casa.
A ver tu Adris, ponte algo.
Nos arrepentimos de inmediato, pero ni modo. En las bocinas –que por supuesto
se escuchan más y mejor que una laptop hay algo de metal sinfónico. Aunque
Por ahora.
[Bip bip bip] Mensaje: Chino: “Vato, hay party en mi chan. Caele, voy a preparar
mezcaladas”.
[11]
Contesto preguntando si puedo llevar a dos amigas; ya más al rato. Les pregunto
con la de Caro. Las Millers se terminan y olvidamos cambiar de música. Cuando
la cambiamos. Turno de Caro.
Voy a poner unas más tranquis.
Empezamos a ponchar. Lo “tranquis” me da bajón o la sed; da lo mismo.
Abordamos a las Carta Blanca y los chismes. Alguien se salió del trabajo y se robó
fueran hacía ella. Adris dice que ella vio cuando agarró sus cosas. Las puso en
una caja y salió llorando. Todo sin despedirse. Casi como yo, pero sin lo de llorar.
Te saliste a tiempo. Ya está más de la verga
Pues salud por eso.
momento para las cumbias y lo guapachoso. Pongo algo de rap noventero y los
clásicos del rock ochentero. Las horas pasan y de la nada bebemos entre el
[12]
Hotline Bling y el Yo sexy ladies want par with us, In a the car with us, Them nah
war with us. Se termina la cerveza, o nos movemos o morimos.
¿Jalan a la fiesta o vamos por más chela?
La respuesta de Caro era obvia.
Antes pasamos a un Seven Eleven, porque si algo sobra en esta ciudad, son
y luego compramos tacos. El monchis sabe a magia de grasa, tortillas, salsa de
aguacate, queso y pastor. Ya cenados, borrachos y con el postpunk del
autoestéreo, llegamos a la fiesta. Afuera dos personas fuman. Me ofrecen uno,
pero no fumo Marbolos. Digo que me marean, como excusa. Nos abren paso y
subimos las escaleras. Llegamos saludando cuando nos recibe el Chino.
Qué perrón que viniste wey. Deja te sirvo unas bebidas y a tus invitadas.
Oye amigo ¿crees que Adris pueda meter su chevy? (De pronto me
acuerdo de los cristalazos en esta colonia).
Y mientras la dueña del coche hace maniobras para resguardarlo, bebemos
nuestro trago de bienvenida. Es mezcal con jugo de naranja, toronja, chile en
[13]
polvo, hielo y algo que no puedo adivinar. Supongo que es secreto de barmans, de
lo contrario su trabajo sería en vano.
su tercera mezcalada y Adris, en algún punto del departamento, está debatiendo si
Therion es mejor que Haggard. La hora de las cumbias es la favorita de estas
fiestas. Nadie, aunque tenga dos pies izquierdos, se queda en su lugar. Ya sea
ante Tiene Espinas el Rosal. Caro pide unas de Selena, aunque mañana tenga
que ir a su empleo de mierda.
La ebriedad que había abandonado, se apodera de mí. Veo a Caro, después de
sacar sus mejores pasos, un tanto seria y en silencio. Me preocupa pero luego
compruebo que está dándose un respiro. Yo también lo necesito para continuar en
la fiesta.
Si quieres pedimos taxi y ya le damos.
Nel, no hay pedo.
sé diferenciarlos) llenos de una bebida de color verde. Chocamos el vasito y lo
[14]
bebemos todo. Un trago basta. El calor asciende de mi estómago, pasa por mi
garganta y llega hasta las orejas.
Su pinche madre cabrón. Con esto ya no voy a dormir.
Es para que te alivianes.
mi acompañante. Parece que nadie quiere cansarse excepto Adris. Yace en un
sillón, cansada de discutir si Rata Blanca o Stravaganzza es la mejor banda de
que le va a gustar” y a nadie parece importarle.
ya no le queda otra. Un abrazo insípido. Una plática banal y regreso a buscar a
Caro. Está bailando con otro. Me regreso al sillón del debate en donde Adris está
más dormida que despierta.
Ya vámonos si quieres.
Responde algo que no logro comprender y le pido paro a mi amigo. La cargamos y
[15]
Nomás ciérrale bien, no se vaya a meter un cabrón me advierte mi ex rumi. Ya
me la sé,– respondo.
Caro sigue bailando y tiene en su cintura las manos del wey. Calculo otras dos
canciones, quizá la de La Hierba se Movía o Sergio el Bailador para que empiecen
a besarse. Mi ex novia también trae acompañante, solo que ella no necesita tantas
canciones.
me lo sirvo en seco. El trago me saca del ruido. Mi cabeza zumba y la vista
comienza a nublarse. Bebo agua y pido un cigarro; solo hay Delicados sin filtro.
Afuera la noche está sin estrellas y con la luna tapada entre nubes. La última
calada es acompañada por el retumbar de las bocinas.
En la calle hace aire frío y ya pasa la primera combi. Aunque no me gusta viajar
después de una fiesta le hago la parada. Me bebo el resto del mezcal y saco mis
audífonos. Es momento de escuchar algo que me guste.
Me doy cuenta de que olvidé despedirme. No hay pedo, ya es viernes.
[16]
Poemas de Amor
Por la noche X lo invita a compartir su cama.
B en el fondo no tiene ganas de acostarse con X, pero acepta.
Por la mañana, al despertar, B está enamorado otra vez.
¿Pero está enamorado de X o está enamorado de la idea de estar enamorado?
Roberto Bolaño.
el after y este cabrón con su amigo que nomás no se iban. Ya estábamos en la
calle viendo qué onda. A mí me sorprendió que tuvieran dinero para pagar la
cuenta, porque siempre dice andar quebrado. Ambos esperaron afuera y al final
advertí al dueño del depa, que con estos cabrones, lo mejor era no echar tanta
fiesta. La noche iba a ser larga.
Aunque no será fácil.
A ese bato lo conocí en la facultad. Salió como a media carrera, despotricando
contra lo teórico. Que no era lo suyo. La neta es que andaba bien mal en las
[17]
materias. No entraba a clases y se la vivía pachequeando. La mayoría del tiempo
hablaba pestes de las instituciones. Eso sí, nunca faltó a cobrar su beca. Tiene
una credencial que lo acredita como hijo de funcionarios. Con esa le hacen
el idioma, y eso que según hace traducciones. Un conocido le mandó pedir un
y por eso nadie lo invita.
Veo a la escena como podrida. O sea, hay un chingo de gente que supuestamente
ideas entre sí y tirándose por la espalda. Aaaah pero a la hora del cóctel, se
saludan y se abrazan. ¡Pinches hipócritas!
puto poema largo. Si has leído “Piedra de Sol” o “Muerte sin fin”, te das cuenta
desconocidos en sus poemas de Facebook. Me caga tanto eso. Una vez le dije:
Wey tus poemas publicados se parecen a los Villaurrutia, a Max Rojas y Ezra
[18]
Pound pero mal traducidos. Se enojó y me eliminó de sus amigos. En una fiesta
entre beso y agarrón, que el muy pendejo no le hacía caso por estar escribiendo
en lugar de cogérsela. Todos sabemos, menos él, que le entra con quien sea.
de lo contrario el animal se hubiera muerto.
No colaboro en revistas porque además de que no me gustan, me parecen
En cambio, un libro permanece. Lo compras, lo obtienes o te lo regalan. La revista
la desechas pero al libro lo conservas. Repasando eso, le pedí a la editorial un
trabajo de pasta dura. Encuadernado a mano, con tipografía Georgia y el papel de
dignos de guardarse. Eso sí, va a estar algo caro. Es un trabajo cuidadoso y
[19]
supervisado por su propio autor. Nada que ver con esos pinches libros culeros de
la secretaría o la universidad que pasan años en bodegas. Cuando el editor me
responda, te especifico los detalles.
Sí, compartimos clases de italiano, pero él solo iba a ligar chavitas. Una vez me
leyó algo de Petrarca y no supe qué decirle. A mí me da flojera todo eso de los
medievales y el renacimiento. Soy más de ir a un rave, meterme tachas y bailar
me voy a Florencia. La arquitectura de allá me gusta mucho. Él presumía ese
mismo plan –el de irse porque su papá le consiguió una beca. Resulta que no
aprobó por andar en la bohemia. Se conformó con irse al DF y cursar un
diplomado exprés para titularse. Antes, mucho antes de eso, me lo cogí por
había dicho que la tiene grande y bonita. No sé a qué se refería con “bonita”, y con
grande suponía unos 16 o 18 centímetros y no lo que descubrí. La chingadera ni
la chupé y chupé, no reaccionó. Hasta le escupí y nada. Le echó la culpa a las
desveladas, al arduo trabajo de la composición, según sus nervios, y al estrés.
Pero no me importó y lo obligue a masturbarme. Te diré, ni para eso sirve el hijo
de la chingada. Le dije que se comprara un danonio, practicara y para la otra,
[20]
libros. Los abrí en mi casa y olían a nuevos. Dos eran antologías de poetas y el
tercero de uno de sus amigos. Ese había ganado un premio estatal el año pasado.
Lo leí en el camino a mi casa, y al día siguiente, se lo regalé a mi novio. Nunca me
y chismoso fue a decir que me le había insinuado. Como si él no hubiera sido
parte. Desde entonces, espero que diga otra chingadera. Si lo hace, iré con sus
amigos a exhibirlo. Pinche verga de alpiste, ni con la mejor mamada se levanta.
Cuando escribo no pienso en lectores. Lo hago y ya. Lo he compartido con amigos
estudiantes del extranjero. Me devuelven los textos con comentarios. Así ya me
doy una idea de cómo será cuando el libro esté impreso. Siempre es mejor
consultar una opinión objetiva.
No me jodas con el escándalo que les armó. Todo por no ganar un mugriento
que agarró una botella, la quebró y se cortó la mano en el desmadre. Luego se
un cabrón del jurado lo grabó todo. En Internet y en Facebook fue la mamada.
Chistes y chistes. Incluso un listillo hizo un cuento para burlarse. Con eso el wey
[21]
tiene hartas. Y eso no le basta. Manda y manda sus poemas de amor por inbox.
que con tal de chupar gratis y seguir presumiendo. Lo malo es que ya está bien
quemado. Siento que en una de esas le ponen una madriza. Ojalá y no. Le he
advertido, pero si le revientan el hocico, no le voy a tirar paro. Un día de estos, lo
van a demandar por acoso. Eso de estar chingando a las mujeres con textos
eróticos y pornográficos es pasarse de pendejo.
es un momento chido. Como tú ahora, que llevas rato aquí conmigo. Sin
porque me caga el vinito tinto que dan en las pinches reuniones después de las
toca el sax y las percusiones. Acepté escribir el guion y leerlo en sus
presentaciones. Con suerte se ganan una beca para irse de gira y mostrar sus
Les haré una reseña, si me dan el trabajo de reportero.
[22]
Al principio, como era bien pendeja para eso de apreciar las cosas, me
dedicados a mí, en mis diferentes sobrenombres, la neta me mojaba. Soy algo
su papá está bien metido en eso de la política y el manejo del sindicato
universitario, seguramente le comprará unos más caros. Acá bien rústicos, para
sus pendejadas.
¡Putos autores del estado hijos de puta madre! ¡Pinches jueces y ex autores
ganadores! ¡Todos son unos hijos de la chingada! Y el gobernador pendejo y
pinche secretario de cultura, también más pendejo. Estoy harto. En serio. Cada
año es lo mismo. Yo tengo la culpa por participar en sus premios ojetes y creer
universidad. Allí sí les gustó mi proyecto. Además aquí ni me leen. Nadie va a los
performance ni recitales. Les gusta lo mismo y están a gusto con eso. Tienen la
poesía que merecen. Lo único que me da coraje es que al siguiente año, será lo
[23]
mismo. Ya vi mis ideas en el libro de alguien más. Estoy algo triste. Ni pedo, así es
esto de la mafia literaria.
Si fuera tú, ni lo invitaba. Siempre se queda dormido en el sillón a donde llega.
Acapara lugar y luego se levanta. Va a mear y no le atina a la taza. Sé que una
que le vamos a tolerar sus mañas. Hay varios que ya lo traen de encargo. Deja
que haga una pendejada más, y no la cuenta. No madreamos ex novios de
amigas, pero a este wey ni su ex lo quiere.
Perdón pero esta noche estoy ocupado. Caminaba y de pronto sentí como un
inspiración para escribir. Tengo que ir a mi escritorio y ponerme a trabajar. Ya
que grabes por cualquier cosa.
[24]
Varias veces bebimos y en muchas fumamos marihuana hasta quedar arañas. Era
bien banda. Pero cuando entro a la facultad, mientras yo seguía trabajando,
empezó a juntarse con weyes mamones. Decía que era escritores, músicos,
teatreros y artistas visuales. Pienso que por eso valió madre. Ya no fumaba sino
que salió con la jalada de que “esnifaba”. También dejó las cervezas. Del wiski y
de novia a una morra que estaba de estudiante residente en México. ¿Quién
lo chingó al muy pendejo. Se lo merece. Eso y que sus nuevos amigos lo fueran
paramos porque tengo que recoger el puesto.
y lo míomío, no es estudiar teorías viejas y autores muertos. No lo comprendió
pero igual mi mamá lo obligó a aceptarlo. Compré el boleto para salir en 2
semanas. Ya está hecho el traspaso. Con trabajo, allá sí la hago. Además dicen
que la gente es menos mamona y más abierta. Aquí ya nadie me cae bien. Se
volvieron bien cerrados conmigo. Ya lo decidí. Nos ponemos bien en contacto para
[25]
eso de la semblanza que irá en contraportada. La foto te la mando porque igual
me dejo el bigote y barba.
Es bien egocéntrico y pedante. Me la aplicó y gacho. Hace medio año, o poco
más, me invitó a formar parte de una antología de poetas. Me incluyó un solo texto
de los 5 que me pidió. Sacó una edición mal hecha. Hizo el prólogo, se incluyó y
no vendió muchos ejemplares y se enojó con el resto por no promocionarlos.
Están caros y feos. Yo, ni regalados los recibo.
Ahora tengo muchos proyectos en puerta. Me están leyendo en otros lugares y
posiblemente me invitan el año que viene al sur. Traen planes fuertes y me
certifico el italiano y me lanzó a Roma.
algo realmente bueno y por eso se ha tardado tanto. Pero ya no confío. Ya ves
hacen pendejos. Mientras, sigo con mi saxofón y aquella morra bailando. Estuvo
[26]
a andar de gira un rato. Escribimos nuevos actos y eso. No quiero ni pensar qué
dirá cuando vea que vamos a estar en el teatro del estado.
Definiría esto que hago como una búsqueda. Encontrarme conmigo mismo. Con
mis sentimientos y experiencias. Quiero romper el solipsismo del yo yo yo. Esta
honestidad es lo importante. Pretendo moverla en foros, bares y a donde me
inviten. A fin de cuentas, por algo se empieza.
bien ese tipo de cosas. Ahuevo hay que halagar, y si no, se pone mal plan con
uno. La agarra personal y qué hueva. Ya está viejo. Si lo ves, dile que madure o
ya haga algo.
Nunca me he definido como poeta. Tampoco soy escritor. En todo caso, si se me
permite una etiqueta, soy solamente un observador. Ahora, si nos vamos a los
pero me atemoriza. Algún día, cuando seamos sinceros, habré de enterarme.
[27]
¿Y qué fue de ese wey? Lo último que supe es que se lo madrearon unos
narcojuniors allá en Tijuana. Seguramente habló de más; como si no lo conociera.
[28]
La culpa fue de John Lennon
1. No le bastó con poner una canción de Luzbel.
Era un cover.
De Judas Priest.
Painkiller.
Cortamos al día siguiente.
2. Le compartí la discografía completa de New Order.
Él los vio en vivo.
Yo no.
Aún me odia.
3. En el disco grabó una de División Minúscula.
Me fue infiel.
Aprendí a perdonar.
Nunca me gustó División Minúscula. Esa canción sí.
[29]
4. Me enamoré en el slam.
La empujé, me empujó.
Fue hermoso.
Luego la canción se acabó.
Jamás supimos nuestros nombres.
5. Escucho una canción en volumen bajo.
Llega mi padre.
La reconoce y le sube.
Nos convertimos en cómplices.
Nunca incluimos a su esposa.
6. Las de Akwid son de mi carnal.
Traigo dos o tres en el iPod.
Ya se casó.
Seguimos cantándolas, como si estuviera soltero.
Creo que jamás tendré una esposa.
[30]
7. Murió.
Una semana después, me emborraché con sus éxitos.
Una señora me dijo que se puso bueno el homenaje.
Así fue como nos terminamos una botella juntos.
8. El concierto fue mejor de lo esperado.
Cantaron todo el disco nuevo.
Luego las del primero.
Tendré que buscar esas canciones.
El próximo año regresan.
9. Siempre lo hacíamos en el piso.
El colchón era exclusivo para su novio.
De fondo sonaba el Sargento Pimienta.
Nos descubrieron; la delató un regalo que le hice.
Era un poster dedicado y firmado con mi letra.
Para mí, fue culpa de John Lennon.
[31]
10. Seguimos siendo amigos.
Esta agualoca sabe a ska y reggae.
Ya no tenemos 17 años.
Mi pelo ahora es corto y mis manos lucen viejas.
El suyo ya rebasa los hombros y sus uñas lucen barniz negro.
[32]
La Teoría del Color
Uno no es lo que quiere sino lo que puede ser.
José José.
glande. Tenía unos 8 años y recién había iniciado ese período en que mi madre
me obligaba a bañarme diario. Nunca había lavado mi pene pero el pediatra en
una revisión me indicó cómo debía de hacerlo.
aquella zona recién destapada, que me daba mucho asco. Pero fue solo al
así terminé por disfrutar la sensación nueva. Por eso disfrutaba bañarme a diario.
[Desconozco cuándo caí por la espiral que me ha conducido a esto. No me di
que la mía. El glande, casi del mismo tono; entre rosa y morado. Me recordó mis
primeros años. No he dudé ni un segundo en tomarla con mi mano derecha,
ya supiera con anterioridad como hacerlo.
[33]
Mientras tanto, me llegan otras imágenes. Otros tiempos y recuerdos. Recuperó el
aliento. Afuera hará frío. Sentiré que he renacido.]
su pellejo. Él lloró mucho, me acusó con mi madre, y sin entenderlo bien, fui
castigado y apartado de otros niños.
Meses después, papá se olvidó del castigo, y para ahorrar gas y agua, volví a
como de nuestros penes.
[Mi trabajo consiste en pasar horas sin hacer nada y después, en menos de 30
ellos. Así, tras varios años de lejanía, un día Memo me escribió de la nada.
Creo que ya lo sabes, pero te lo digo (...) Me gustan los hombres.
Algo supuse de eso –contesté.
Ojalá podamos hablarlo de frente, como amigos. –y finalizó su
conversación.
La cerré y pensé en que ya lo sabía. Desde la prepa era evidente.]
[34]
Siempre fui el primo mayor. Luego seguía mi hermano y una larga generación de
muchachitos con padres distantes y madres dramáticas. Uno de estos solía
quedarse en mi casa los sábados y se marchaba el domingo en la tarde. Dormía
verguitas de niño. La de ese primo era muy morena, más chica y tenía una
él de pronto llegó a ponerse dura. Le pidió a mi hermano “jugar a los padres”.
pared.
vientre. El juego parecía aburrido y jamás los vi volver a repetirlo. Luego ese primo
pensé que el juego entre su mamá y mi tío también se había vuelto aburrido.
[A las diez cervezas ya no escucho las palabras de Mariana. Solo veo su boca
moverse. Comienzo a realizar conjeturas basadas en mi teoría, porque según la
el del coño. ¿Serán rosados o morenos? ¿Y su vagina tendrá ese suave rosa o
[35]
más bien un tono carmesí? ¿Será de esos morenos por fuera y morados carnosos
–casi lila– por dentro?
Me interrumpió Memo. Quiere continuar bebiendo porque le da gusto visitar la
ciudad y reunirse con nosotros. Nos contó todo sobre su otra vida. Allá en
delante. Le miré las nalgas, intentando ser discreto, pero no lo cumplí del todo.
¿Serán duras o más bien de esas que rebotan al chocar contra el vientre?]
mover mi prepucio y tocarme el glande con la palma de la mano. A veces mis
padres se iban y me atrevía a mirar un “manual de sexualidad sana” escondido.
aunque ya ejercía el acto de jalarmela, no sabía lo que era venirse. Cuando veía
los calzones de mis compañeras, o estaban muy cerca, las abrazaba y se me
sacaba la ropa y seguía frotando mi pene pero el líquido no salía.
no funcionaba y sería la burla de las mujeres. Tampoco quería acudir con mi padre
[36]
o ir al médico. Entré en crisis y sentía un vacío que el juego del prepucio ya no
llenaba. Entonces el porno llego y me despertó del sueño dogmático.
[Mari conduce y yo, sentado entre sus cosas, trato de calmar el remolino en mi
cabeza. Como copiloto, Memo va contándonos sobre sus bares gays favoritos.
Nos explica que tras mudarse descubrió su gusto por los hombres. En su pueblo
prepa noté como nunca hablaba de mujeres. Nunca opinaba sobre el culo de
alguna amiga y jamás mencionaba las tetas de nuestra amiga cachonda y
pirujona. En cambio casi todos mis amigos se querían coger a la
nalgonaaltadelsalón y se manoseaban a quien se dejara. Yo era de los que
esos temas. Todos, salvo él, siempre fuimos unos pervertidos.
Mientras lo escucho pienso en su vida. Creció con su madre; una mujer
abandonada, soltera y siempre metida entre libros. Creció entre sus primas y la
sobreprotección de su abuela. Creció y salió de este pueblo conservador. Y
aunque nada de lo anterior en realidad explique su homosexualidad, insisto en
pensar esos detalles.
[37]
Tras un tope, mi trance acaba y para dejar de pensar en Memo, imagino de nuevo
en el coño de Mari. ¿Irá depilada? ¿Se dejará una raya, o será de esas que
prefieren un afro a la antigua?]
Solíamos comprar las revistas en un puesto de un viejo fumador que siempre
vestía el mismo suéter y quien nos hacía jurar que no diríamos nada. También
descubrimos la pornografía en la casa de un profesor paralítico al que ayudamos a
limpiar su casa. Mientras desempolvaba una repisa, se abrió una puerta por
accidente. De ella surgieron un montón de películas y revistas. Robé varias. Las
reunión se disolvía. Una de estas tardes, y gracias a los consejos del hermano
mayor de uno de mis amigos, aprendí a eyacular sin dejar rastros pegajosos.
mientras se disponía a salir con una muchacha.
Se la va a coger porque siempre se las coge. –me explicó El Chelis,
mientras le ponía PLAY a la siguiente película.
En la pantalla veíamos a un negro penetrando a una rubia con unas tetas enormes
y el pubis totalmente libre de vello. Yo pensaba en la envidia que le tenía al
hermano. También quería coger ya y dejar ser virgen. Ser como el negro en la
pantalla. Poner mi verga en la boca de una mujer. Que ella sacara la lengua, que
[38]
nos hablaba más allá de salón de clases. En las tardeadas de la secundaria
éramos los rechazados. En la colonia las niñas me veían con cara de miedo y
asco y solo había visto un pezón en mi vida: el de una prima y por accidente.
Aunque para ella, espiar a través de la ventana del baño, no había sido
precisamente un accidente.
[Llegamos de milagro. Zigzagueando entre coches. Era la avenida de la fiesta
eterna. Mi amiga ya estaba muy ebria para manejar. Memo en cambio parece
calentura. Solo podía pensar en cogerme a Mari pero no me atrevería. La veo
desabrochado. De hecho el brasier está mal acomodado y un pezón se asoma
tímidamente.
Es café, lo que indica que tal vez su coño sí sea moreno por fuera y rosa suave
en su boca. Pero de nueva cuenta me interrumpe Memo. Trae un six de cerveza y
a pensar en que alguien de los tres dormiría solo mientras los otros dos
intercambiarían fluidos.]
[39]
Tetonas. Rubias. Maestras y lesbianas. Tríos de tatuadas. Voyeurs y amateurs.
MILFs y cougars. Colegialas japonesas. Uniformadas como azafatas, instructoras
depiladas. Colombianas con el pubis negro de vellos. Negras con los pezones
y firmeza. Y muchas vergas.Chicas y gordas. Llenas de venas. Flácidas o erectas.
Las inyectadas de sangre. Chorreantes de semen. Cubiertas de saliva. De
las vergas con el glande rosado.
A esa hermosa etapa de información y conocimiento la llamé: la pornopedia.
de mi manolarga pero no hacía nada. Sonreía, miraba a otras personas y se
que se trataba más bien del segundo piso de la casa de mis padres.
la fiesta].
[40]
Ya expliqué que mi vida comenzó cuando descubrí la masturbación. Daba mis
primeros respiros mientras recorría el prepucio y tocaba mi glande. Después
aprendí a jalarmela y eyacular sin dejar muchas evidencias. Pero el esplendor
sucedió cuando al fin penetré una vagina.
despiertos. Me dejaron dormir en el cuarto de un inquilino que no estaba y me
Era una de las compañeras del equipo, que semanas antes, me había preguntado
sentí que no llevaba sostén, se me paró la verga. La arrimé hacia ella y respondió.
Le quité la blusa. Toqué sus grandes tetas y descubrí lo obvio. Labios carmín,
cálido, húmedo y suave como nunca hubiera imaginado. Ella me desvistió. Se
metió todo el pene en la boca y dejé de pensar en mi novia.
Cogimos toda la noche. Ella encima de mí. Yo atrás y de lado. Ella sentada
mostrándome sus nalgas y hasta me dejó terminar en su cara. Estuvimos así unos
meses hasta que se descubrió todo.
Para fortuna de mi pene, las cosas no fueron tan simples. Cuando mis tareas en la
[41]
cuarto de azotea que rentaba. Pero mi esplendor ya estaba consumado y una vez
de mis compañeros. Incluso llegué a meter mi pene en el coño de las novias de
mis amigos o sus primas. Seguía masturbándome, y en definitiva, tenía una
sexualidad normal para alguien de mi edad. Coger era tan importante como
terminar la carrera o conseguir un trabajo.
Mi pene se convirtió en un Mr. Hyde; un monstruo, insistente y constante que me
pedía alimentarse con nuevos coños.
[Estacioné el coche y en mi departamento saqué una botella. Aunque mi padre
mi cabeza. ¿Cogería con mi amiga o ella querría, más bien, coger conmigo? ¿Y
Guillermo? Pensé entonces llamarle a otro amigo gay o de plano decirle que lo
así nomás. Sería perfecto porque me deshacía de él y estaría solo en el coche con
ella. Pero ella se recostó en un sillón, cerró los ojos y la perdimos.
Dormida lograba librarse de mi deseo, dejarme solo con la botella y mi invitado
incómodo. Por eso me serví otro trago. Sin hielo y sin refresco.]
[42]
La primera vez no lo creí. Me dijo “tienes una vergota”. Me pareció más bien un
comentario de compromiso, porque eso te dicen todas las mujeres. Además
No podíamos saber si en realidad sí era un pene grande o solo un cumplido. La
segunda vez que me lo dijeron fue la novia de un colega.
Pinche madresota, me va a matar y se la metió toda en la boca.
no había nadie en la oficina y dijo algo parecido.
Pinche tercer brazo. ¡Metémelo pero ya! Entonces rompí su ano y mi
confianza creció un tanto.
Me sentía portador de un secreto inverosímil. Tenía entre mis piernas una llave
denme todo porque lo merezco”. No era como llevar un escote o lucir una tanga
bajo los pants ajustados. Aun así, me conformaba y vivía una vida plácida.
Durante esa época, el falocentrismo fue mi mejor aliado.
[En el sillón había un bulto. Vestida con pantalón y una blusa a cuadros. Otro
[43]
descubrir qué tipo de bragas llevaba (podrían ser de encaje o cacheteros porque
no se veía costura alguna) y meter lentamente mi pene entre las piernas
cuenta, me olvidé de Mari y su culo. Acepté la cuba que trajo Memo y perdí la
noción del tiempo.
Por la mañana, el sol me dio en la cara. Siempre da en la cara por no tener
cortinas. Me levanté a mirar a la calle por la única ventana que tengo. No vi el
coche, ni a nadie. Los vasos de la noche estaban limpios y escurriéndose en el
lavabo. El baño igual. Más limpio de lo que yo lo dejo. Recuerdo que mi amiga
vomitó toda la taza, pero no había rastros de eso. Y vi las manchas como pasta
de dientes endurecida en mi suéter y quedé helado.
¡Puta madre!
E inmediatamente corrí a lavarme la boca.]
Comenzamos a platicar largo y tendido. Los ronquidos de Mari apenas si nos
interrumpieron. Entonces la música se tornó lenta, seductora y para mi sorpresa,
muy íntima. Los saxofones y el piano amenizaban la charla. El alcohol se agotó y
taza cerrada.
Yo lo lavo mañana dijo Guillermo.
[44]
Nunca había visto sus dientes tan blancos, brillosos y perfectos. Me acerqué a él y
una fuerza comenzó a empujarme. Dejé mi vaso y le dije que mejor ya le
paráramos. Le ofrecí mi cama y accedió. Aún pensaba en cogerme a mi amiga
pero me dio asco pensar en su aliento a vomitada. Estaba solo, en aquel pedazo
considerado como mi sala, sin bebida, sin música y parado, cuando sentí la
humedad en mi bóxer. Tuve una erección leve y caminé hacía mi propio cuarto.
Abrí la puerta y me acurruque.
[Pasé las manos por su pecho y las bajé hasta su bragueta. Le pedí que se quitara
y bonito, que el mío. Lo veía hermoso. Me invitaba a tocarlo; recorrer su prepucio y
lamerlo como imaginaba que lo hacía para mí mismo.
Lo metí a mi boca y mamé hasta sacar la última gota de semen. Respire y lo
escuché calmado. Me ordenó levantarme y se puso de rodillas. Me quitó el
pantalón y reveló mi gran erección. Nunca antes mi pene había estado así de
En algún punto, después de lavarme la cara, regresé y caí dormido].
He llamado a su celular. Siempre me contesta la estúpida voz programada. Me
preocupa que Mari haya visto o escuchado algo. Tendré que decirle adiós a su
[45]
coño. Con Memo, puede que pasen años hasta volver a verlo. Lo anterior me
palabra después de acusarme de haber robado su botella. Además, tengo que
homofóbicos y avaros. Me cagan ambos.
Es mi día de descanso y no quiero pasarlo encerrado. En el café el mesero me
le pido la cuenta. Entonces lo veo con detenimiento. Pago con mi último billete y
reparo, otra vez, en el carmín de sus labios. De cerca, son como los de Guillermo.
[46]
Viaje embotellado
En el lago del Ombligo de la Luna
casi siempre hay una respuesta,
solo hay que saber cuál es la pregunta correcta.
Jorge Reyes.
Cuando la empleada del Primera Plus me preguntó que “¿a dónde?” tardé en
responder. “Morelia” tendría que haber sido la elección natural; pero no sabía si
buenas respuestas.
Uruapan. Así podría ahorrarme un trasbordo, aunque en dinero era lo mismo.
Paralizado aún. Por la multitud, por la duda y el desconcierto dije “Morelia
asiento.
Elegí el número 19 sin saber que me tocaría regresar de nuevo entre ronquidos de
codazo al anciano roncando. Pero los acontecimientos de la última semana me
[47]
habían orillado reconstruirlo todo y me sumí en mi memoria. Del otro lado de la
ventana las líneas de los cables a lo largo de la carretera me acompañaban.
***
Aunque salí de mi casa en la madrugada; desvelado y sin audífonos, me
ropa, un libro y preservativos.
Durante el trayecto, que duró casi las 4 horas, las pantallas del autobús
corruptos en Río de Janeiro. También dediqué una hora a leer y el resto a otra
película. Pero como era de Adam Sandler, la ignoré y me puse a escuchar a un
matrimonio que peleaba. Cuando al fin entendía los enredos del drama y en la
película casi matan a los malos, llegué a la primera parada.
Cuando arribé la Central del Norte, y entré a la sala de espera, encontré a mi
[48]
soltó en llanto que disimuló con un abrazo. “Neta hasta que no te vi, no me la creí
que vinieras”– me dijo mientras abordamos el primer camión hacía su casa.
A ella la había contactado a través de Twitter apenas medio año antes. Hicimos
mediados de noviembre finalmente acepté su invitación de hospedaje gratuito y
ese fue el pretexto con el que viajé para conocerla y conocer el DF.
En el trayecto, entre guardar el equilibrio, cuidar mis maletas de los brincos y de
los arrimones, le pregunté por toda la gente que estaba en la sala de espera. Era
tanta gente pues faltaban 6 días para la Navidad. Aquello le parecía natural pero
la consolación. Así que tomé su palabra en aquel camión viejo y me fui
en cualquier momento.
que el que yo rento) fue de calma y reconocimiento. Ella se disculpó pues no
Tenayuca no son muy distintos, comprendí que hay una sutil diferencia entre el
[49]
unidad habitacional para explicarme quién era. Más allá de @madamsazzu
descubrí su vida en el vecindario. A sus amistades, lugares cercanos y a ella
Yo era un completo desconocido que a pesar de todo, era invitado a su casa. Para
ella, la retribución a este hospedaje llegaría a su modo. Y así el día se tornó
noche, y entre la asimilación del contexto y el reconocimiento, concebí uno de los
peores fríos que he sentido.
clientes. Gracias a eso probé por primera vez el suadero, el cual se convirtió, en
mi taco favorito.
esencia, lo indispensable para su negocio. Nos levantamos temprano y mientras
ellos pedían el taxi, derribe el mito de las guajolotas. “Es un pinche tamal con
si la unidad se metía al DF nos cobraría una tarifa elevada.
[50]
Al llegar a la estación, tomamos el metrobús para ir a la Ciudad de México.
Durante el trayecto, vi las avenidas infestadas de coches, cientos de fábricas
invisibles por su propio humo, edificios diluidos entre el smog y las caras de
cansancio de los miles de capitalinos. Vi rostros cansados de la jornada que
rebelión; punks perdidos, chacas con sus cabellos llenos de gel y hasta jipis
después de una hora. Estaba de camino en algún lugar desconocido para mí, por
lo que caminé junto a Luz sin separarme mucho, hasta llegar a un mercado.
Entonces comprendí que no todo era brillo en el negocio de los tacos.
cena, etcétera etcétera, compran la carne a costos rebajados. Caminamos entre
cáscaras de fruta, pedazos de carne, sesos y vísceras buscando la carne de mejor
entre su origen vegetal o animal. Las panzas de res –negras todavía de materia
fecal y grasa me recibieron. Había una cantidad incuantificable de lomos rojos,
tripas extendidas en mesas, muchas pirámides de cráneos de res, chivo y cerdo
(todavía con algo de carne, sesos, un nervio óptico desorbitado o pelos) y el olor
[51]
inconfundible de la sangre, lavaba con jabón y agua. El cuadro lo completaban los
muchos ojos, lenguas, orejas y animales desmembrados. Tal fue el espectáculo
sensitivo que aprecié por más de 2 horas. Para consolarme pensaba en lo que
visitaría del DF y lograba avanzar entre la orgía carnicera en la que me había
introducido.
Salimos del mercado de carnes, aunque yo preferiría decir que huimos, cuando los
a la irritación del aire y la pesadez de la multitud. Tantos coches y escuchar el
mi quesadilla de chicharrón en salsa verde con el aroma de las coladeras sabor
precipitación cosmopolita y me quedé sin hambre.
Aunque viajar en pesero no fue tan agradable como lo imaginaba, conocer el
centro me quitó la primera impresión nacida de visitar el mercado de carnes.
Bajamos en Bellas Artes y recorrimos algunas manzanas para poder reconocer
[52]
improvisados que se desarman cuando un policía está cerca y volví a comer en un
puesto callejero. Me tomé la clásica foto de visitante y acabé agotado entre los
rituales del caos y el zócalo.
***
Mi primer fracaso sucedió esa noche, después de horas de vagabundear y
transitar las calles del primer cuadro (aunque para mí, era más un polígono de
muchos lados). Para terminar el día habíamos pactado una cita para beber algo de
alcohol. Esa noche vimos a una amiga en común –arroba MissPaprika
obviamente conocida también a través de Twitter. Fracasé por dos cosas: más
invitados inesperados a la reunión y mi cansancio. Jamás pensé que caminar
entre Reforma, la Alameda y Eje Central fuera tan pesado. (Añadiría una tercera
causa, pero el aliento a tacos poco importa cuando te quiere agarrar a besos y
fajes con una desconocida).
Regresamos a Tlalnepantla con sueño y el peso de tanta gente. Los trasbordos
me mataron y llegamos directamente a trabajar en el puesto de tacos.
Adicionalmente yo cargaba la frustración y las ganas de tocarle las tetas a la
padres, planeé como no dejar perder la posibilidad de mejorar los beneficios de
aquella nueva amistad.
[53]
El día siguiente, y motivo principal de mi visita, pasó entre mis deseos y mis
recuerdos. Mi viaje tenía dos propósitos: conocer la capital (que estaba
parcialmente cumplido) y asistir a la fiesta de Luz (por cumplirse aquel día). La
tarde se fue en preparar el lugar donde habríamos de festejar, limpiar el patio de
polvo, cortar hierbas enraizadas, tirar jeringas, recoger cacas de perro y
deshacernos de mucha basura. Era sábado y nuestra necesidad de alcohol lo
sabía. Era sábado y mi pene buscaba ser enterrado en la cavidad de alguna
mujer. Era sábado y afuera del conjunto habitacional, a unas cuantas calles, se
hubiera podido adivinar el giro que tomarían las cosas.
cuando llegaron dos hombres y una muchachita. Era arroba Noconoce, a la que ya
conocía de vista también por Twitter. Nos saludamos y le lancé una mirada de
estúpido. Funcionó y contestó con la mirada de complicidad. La fiesta, que
comenzó pocos minutos después, disipó la barrera de principios.
de los asistentes, que poco a poco iban llenando el patio de la unidad, estaban
[54]
preocuparnos, ya que habíamos logrado hacernos de una buena dotación. La
fiesta tenía lo necesario para hacerse grande. La hazaña se había logrado de la
forma más sencilla: un señor, amigo de la familia de la anfitriona y festejada, le
había regalado botellas de whisky, vodka y tequila como cumpleaños. De todas
ellas recuerdo bien dos botellas: las de vodka. La primera de mandarina se
terminó entre cumbias, huaracha, rock, baile y frituras. A la segunda botella la
recordaremos más por la sangre, los gritos y cristales desparramados.
El segundo seudoéxito, aunque parecería más un fracaso, ocurrió detrás de un
aljibe. La noche y las sombras fueron mis testigos.
Mientras metía mis dedos en la vagina de la recién conocida (arroba Noconoce),
ella besaba con violencia mis labios. Metía su lengua y se enredaba con la mía.
Unas horas antes, y gracias al vodka de mandarina, solo éramos dos
desconocidos bailando. Bastó el efecto desinhibidor del alcohol para que sus
manos buscaran mi pene, y mi pene busca a las suyas. En medio de tanta
excitación tal vez alguien nos vio y eso no le importó nada. Pero de algún modo
aquello no podía llevarse a cabo entre el estacionamiento y la fiesta en pleno
apogeo del otro lado. Decidimos ponerle pausa y se abrochó los botones. De
saber lo que vendría, hubiese preferido enfrentarlo sin una erección a medio
despachar.
[55]
Los sonideros del Valle de México son famosos por tres cosas: el baile al alcance
su tendencia caótica dentro de un orden organizado. Baile, emparejamiento,
embriaguez y violencia; todo en un paquete. Y aunque los sonideros arrastren
humo sustituyen a las campanas de la iglesia. Aquella noche cometimos el error
de hacer una fiesta dentro de otra más grande. Fuimos víctimas de la dimensión
destructiva de aquel ritual. Nos alcanzó la vibración, y aunque no estuvimos
invitados, padecimos la resaca.
Si bien las cosas sucedieron muy rápido, dentro de esa voracidad del tiempo
Recuerdo que mi pene seguía inyectado de sangre. Que mi pareja improvisada
la memoria del baile que se ejecutaba alrededor. A la voz de Pedrito Fernández
cantando La Bala y mi confuso deseo de coger o seguir bebiendo.
el hielo y las botellas. Cuando llegue a la mesa una mano tomó, antes que yo, la
[56]
impacto. Los vidrios y la sangre salpicaron la botana. Percibí el olor del vodka de
cereza mezclándose con sangre, sudor y tierra. El miedo se propagó como nube
de gas tóxico. Luego escuché otro botellazo detrás de mí y más vidrios salieron
volaron. Logré ver la cara del primer tipo e identificar que eran por lo menos tres
los que colapsaron nuestra fiesta.
Cuando Pedrito Fernández dejó de cantar, comprendí que aquello era un asalto.
El mismo tipo que me ganó la botella desconectaba la notebook y corría con ella.
fulminante, fui derribado por dos personas. Me incorporé y salí de la unidad
corriendo a menos de medio metro tras de ellos. Mi heroica persecución fue
frenada porque un vecino me alcanzó el en trayecto “Ni te metas al sonidero
chavo, que ahí te tumban y hasta te pican” –advirtió, y me resigné a regresar
derrotado.
En lo que quedaba de la fiesta había gente con miedo, ebrios saliendo de sus
escondites y mucho estado de shock en el aire. La mesa donde estaba la
computadora y botanas había quedado salpicada de sangre y los vidrios se
esparcían por todos lados. Mi pareja improvisada temblaba de incertidumbre,
al departamento de mi amiga. Recogimos las cosas que pudimos y buscamos
refugio seguro.
[57]
***
La primera hipótesis surgió mientras nos enteramos de quiénes habían sido las
que solo observé ya derrumbado, le abrieron la cabeza. Había resultado ser el
novio de arroba MissPaprika, que horas antes, quería golpearme por intentar
besarme con ella en el Zócalo. Doble suerte para mí, pensé medio en broma y
en el departamento se debatían los motivos, los detalles que no captamos y las
circunstancias del asalto. Otro grupo en cambio seguía bailando y haciendo
chistes de humor muy muy negro. Parecía una pésima broma que un numeroso
grupo de gente fuera atemorizada por tres míseros ladrones.
Pasamos la noche todos, entre bromas crueles, anécdotas y repaso de los daños.
pero una estaba en el hospital recibiendo puntadas, y la otra en el departamento
convertido en el héroe superviviente.
El Pato, como le apodaban, relataba cómo pudo haber evitado el asalto. Que ya
casi le quitaba la botella a uno de los ladrones mientras su novia lo miraba con
[58]
tema de los madrazos. Presumió cómo había sobrevivido al 1ero de Diciembre.
“Cuando el puto de Peña Nieto mandó a los granaderos, nos dispersamos. Yo vi
el escudo al culero y lo pateamos. Alguien le quitó la macana y el hijo de la
chingada salió corriendo. Nel, si esto –y se señalaba la cabeza no es nada.
a los novios.
Los siguientes días fueron tranquilos hasta la Navidad en donde cenamos,
bebimos y olvidamos la fiesta. Digiriendo romeritos y bacalao, pensé que no era
solamente “el invitado” sino que estaba siendo parte de algo. De una familia en
mío. Lo que me resultó una experiencia rara e insólita, era el día a día de todas las
familias de aquel lugar. La violencia común, el caos, la agitación y la multitud, en
donde se pierde la identidad, no era algo para lo que me sintiera preparado. Aún
una parte definitiva de aquel mundo.
Antes de marcharme, volví a ir a la ciudad. Esta vez solo para visitar lugares y
tranquila mientras recorrimos el centro y algunas tiendas. Nos despedimos esa
[59]
misma tarde acordando un encuentro que jamás ha sucedido. Durante el regreso
tiré la tarjeta recargable, y en la taquilla del metro, solo pedí un boleto. Tampoco
compré algún recuerdo.
sido un total fracaso. La fiesta había sido arruinada por la delincuencia. No pude
besarme o tener sexo con ninguna de las recién conocidas y la nostalgia
comenzaba a afectarme. Para mí, era hora de volver.
***
Un viernes, después de otros días quietos y llenos de cotidianidad, estaba en la
terminal comprando un viaje a Morelia. Luz me llevó hasta la taquilla y esperó
y me regaló fruta que me quitaron al abordar el autobús. Cinco, casi seis horas
vi de ida, se transmitió de regreso. Otra vez la cinta de narcos, coches robados,
Vin Diesel y Río de Janeiro.
De nuevo me tocó dormitar entre pasajeros roncando e interminables líneas de
cerros y carretera. Llegué a Morelia entrada la noche y tomé un taxi a mi casa.
Llegando me masturbé y eyaculé como si no lo hubiera hecho en semanas; lo que
era principalmente cierto y sano.
[60]
El sábado desperté y miré a través de la ventana. Pensar en el regreso me puso
nervioso. Recordé que no llevaba ningún recuerdo a mis padres a los que iría a
visitar por la tarde. Saqué mi ropa de la maleta y encontré una postal que había
metido Luz seguramente a escondidas.
Volteé hacía la cama y me tiré boca arriba. La leí en silencio. Miré un rato hacia
arriba y noté que hacía falta pintar mi cuarto. La ventana estaba opaca y las
cortina sucias. Todo estaba tal y como lo había dejado. Todo, salvo yo mismo.
[61]
Niña bien
Melancolía o decepción, felicidad o tentación
Todo podría ir a peor.
Fangoria.
(Una hora para la apertura)
con este don. Hay personas que saben diferenciar sabores; detectan todos los
ingredientes de una comida o qué bebidas lleva un cóctel gracias a su lengua.
solo ver unos segundos. Esas personas, las que poseemos la hipersensibilidad,
y cambiar al mundo. Dios les dio dotes y seguramente no lo saben. Y yo que lo sé,
solo he usado este regalo para beneficio propio.
Hubiera podido ser un gran diseñador de fragancias o un crítico de cocina
En la edad media, por ejemplo, pude haber salvado al mismo Papa de un tinto
[62]
envenenado. Pero no. Ni siquiera le doy uso a mi nariz como los perros. En
cambio he sacado ventaja muchas veces; lo cual me ha traído hasta aquí.
Si tengo que arrepentirme de algo no será ahora. Sé que esto es un momento y
ya. Habrá de pasar, mejorar o empeorar según el tiempo. Pero de algo estoy
seguro: de su perfume, porque ese no se olvida. Para mí, nunca. Ni aunque me
taparan las fosas.
(Casi un cuarto de hora antes, cuando la máquina empieza a calentarse)
Recuerdo que las cosas me empezaron a interesar cuando logré soportar la
sangre endurecida. Antes de eso, los olores eran insoportables. En mi casa yo era
el que cambiaba la bolsa del bote, y sabía con certeza absoluta, cuál de mis
hermanos se había masturbado. Semen, fluidos, látex sudado y lubricantes. Todos
enfermo.
La cosa es que demoré en disfrutarlo.
Si alguien me gustaba, tenía que conquistar mi sentido más refinado. La vista
última reafirmación. Pero el olor para mí es la sentencia.
[63]
(Saca el móvil. Mira una foto para sí mismo. Respira y se moja los labios)
Con Alis pasó. Así, sin explicarme cómo. Aprobó todos mis sentidos y se quedó
impregnada literal y metafóricamente en mi memoria.
Siéntate, tómate tu té y mira esta foto para que te vayas dando una idea. La
pulsera que me dejó no te la presto porque huele. ¿Y a quién más, sino es a ella?
(A treinta minutos de abrir, entre el té gratis y el cigarro)
Comenzó cuando se presentó y escuche su voz de pito:
¡Me llamo Alicia pero todos me dicen Alis!
No chingues, cuanto ingenio –pensé.
Le devolví el saludo, de mano y beso por supuesto. Me limité a sonreír
hipócritamente y regresé a mi lugar. Y cuando le miré el culo, la hipocresía había
terminado.
Esas tremendas nalgas conquistaron mis ojos. Podía ignorar la voz de pito y su
pendejez, porque ya cuando supe que era la sobrina del dueño y que iba a
[64]
trabajar con ella, comprendí porque la sentaban en el rincón. Estaba (y
para darme cuenta de sus idioteces. Pero es bonita, buena, simpática y por lo
tanto estaba perdonada.
(Pausa, otro mentolado)
Como soy divorciado me quito prejuicios muy rápido. Por una vagina joven y sin
kilometraje, a estas alturas del juego soy capaz de todo. Con Alis tenía
oportunidad por dos cosas: su novio, que está igual de idiota y mi moto. Porque
aparte de pendejo, infiel el cabrón. Y yo, aparte de amable, con una Italika y
servicio a domicilio. Viéndolo así, tenía las de ganar.
(Escepticismo. Duda e interés)
Hicimos una amistad de compañerismo. Luego extra oficina y al final conseguí que
diario) me era agradable. Su coño despedía aromas provocados por el baile, la
noche y el asiento de mi moto. Era delicioso. Luego la cerveza hizo efecto. Traté y
[65]
mi baño, entré “a lavarme la cara”. Adentro y con la puerta asegurada, me di un
festín olfativo.
Me deleité con el fuerte olor a coño. Y aunque vi el papel en el cesto, me detuve
antes de hacerlo. Tampoco iba a caer tan bajo. Solo quería poner a prueba a mi
nariz y lo conseguí. Alis había encajado en mi búsqueda. Ahora solo tenía que
continuar con los halagos. Cumpliría con las peticiones cuando ponía música en la
oficina y sería paciente. Calculé otras cuantas salidas a bailar para mi objetivo
desdicha que me ha dejado la demanda de divorcio.
Por algunos días seguí mi plan al pie de la letra pero Alis echó todo a perder.
de aquel coño.
sus pendejadas habituales. El haber regresado con su novio la mantenía mucho
tiempo en el teléfono y no nos ocasionaba molestias, porque cuando Alis quería
contribuir, siempre la cagaba. Prefería hacer todo lo suyo y dejarla ocuparse de
sus peleas maritales.
[66]
A veces aprovechaba y le tomaba fotos a escondidas. Mis favoritas son de cuando
lograba ver su escote o llevaba pantalón sin bolsas. Los glúteos se veían
redondos, firmes y parados. Les enviaba a mis amigos por WhatsApp lo que
según yo, que andaba comiendo; y aunque era una falsedad, nadie podría
desmentirlo. Tenía más trabajo, igual de paga, pero muchas fotos suyas. Muchos
“gracias Gus” y puntos a mi favor acumulados. Ya iba siendo hora de cobrarlos.
(Pausa exagerada para mantener el interés. Más azúcar refinada y agua
caliente. Sorbo corto. Faltan veinte para la hora)
El plan iba en ascendencia. Para eso entonces volvió a salir conmigo. Íbamos a
hendidura de las tetas y no dijo nada. Era el premio y la convencí de no
contestarle las llamadas al novio.
Pinche wey, ya mándalo a la verga.
Sí verdad. Ay, es que no sé ni cómo decirle.
Es que así son. Cuando hacen una, la hacen de nuevo.
Y me hizo caso.
(Risas forzadas. Otro sorbo, ahora más largo. Afuera sigue oscuro)
[67]
Lo tenía todo. Para celebrarlo aquel día, después de escucharla colgar, le dije que
podía irse temprano. Me puse nervioso y cuando me pasa eso, el estómago
comienza a llamarme. Al final tuve que expulsar toda comida del día anterior
mientras leía sentado. Era el último en irme, así que no me molesté en disimular
los ruidos o encender cerillos. Me paré hasta que el papel salió completamente
blanco, jalé la llave, observé como el agua hacía remolino y desaparecía por el
caño. Lavé mis manos, salí del baño y cerré la oficina.
Por alguna razón, esa noche tuve una borrosa pesadilla.
Le jalaba a la cadena y la mierda subía hasta desparramarse en el suelo.
Desperté de esa confusa alucinación por la mañana y mi sorpresa al entrar a la
oficina era un charco enorme de agua y tierra, que al oler, comprobé que no era
tierra.
(Sorpresa del otro y cara de asco. Respiro hondo y otro mentolado)
La cacería empezó cuando llegó el jefe:
No me chinguen cabrones. Taparon el baño. Hoy en la mañana cuando
entré estaba una cacota. Le jalé y no se iba y luego empezó a subir el agua.
era yo. Lo sabía por el olor. Durante todo el día sospeché de mis compañeros y
[68]
hasta del jefe. No podía ser yo, jamás. Hubiera reconocido mi propia mierda y no
hubiera sido tan cobarde como para no admitir mi culpa. Ser honorable para mí
implica aceptar cuando me tiro un pedo o cuando tapo los desagües. Mientras el
ambiente se había convertido en sospecha, nos hacíamos la clásica pregunta.
¿Quién fue? La respuesta llegó al día siguiente.
otra vez al baño. Nadie supo, nadie vio y luego otro entró. Descubrió el mismo
crimen. Esta vez nadie se atrevió a jalar la llave hasta que llegó el viejo.
se viene a trabajar, no a tapar baños. No anden dejando esas cagadas
flotando. Puta madre. A ver si la señora quiere volver a limpiar esto.
Ya era la segunda vez en menos de dos días.
El resto de la semana nadie se atrevió a usar el baño y vivimos con paranoia.
una rigurosa rutina. Cargar para él, debía ser solo un acto casero.
(El otro mira el reloj. Suspira y con señas indica que siga. Ya comienzan a
sonar los primeros cláxones del día)
[69]
Al culpable lo encontramos muy rápido, más de lo que cualquiera hubiera
cuartucho. Por supuesto, acepté que viniera a platicar según ella. Lo triste es que
sí platicamos. El tema fueron las infidelidades de su novio.
Hubiera deseado decirle ¡Desquítate! Pero mi boca solo decía “Aah. Uuh. Qué
mal. Tsss. No mames. Mira que cabrón. Y si pues”. Me odiaba pero estaba
paralizado por el deseo.
Entonces ocurrió más rápido de lo que puedo recordarlo.
Alis entró al baño. Salió muy apurada y me explicó que debía irse. Me besó en la
boca y quedé doblemente paralizado. Aquella noche me masturbé y olvidé todo.
Por la mañana, aún en mi casa, entré a echar mi primer tronco. En el excusado
¿Has visto El Tule de Oaxaca? Pues así, pero de caca. Me solté a llorar y lo
maldije.
Todo. Todo menos esto.
Alis era la tapabaños. La culpable de que el jefe nos tuviera como esclavos,
emputadísmo y sin darnos descansos. Y claro, como es la sobrina del dueño, la
furia no recaería en ella. Si la delataba, nadie lo creería.
[70]
¿Cómo una fina y elegante muchachita iba a cagar semejante cosa? Y encima de
no podía haber expulsado semejante topo mutante. Y aunque la delatara, yo tenía
todas las de perder. Así que guardé silencio.
(Otro vaso. Ahora con café. Moka sin azúcar. Es para probarlo)
Cuando nos olvidamos de la intriga, lo inimaginable volvió a ocurrir. Por tercera
recordarlo, porque como adivinarás, emputadísimo el viejo. Juró hasta por su
madre que era la última vez que lo agarraban de su pendejo.
(Pero que no me chingue)
¿Por qué iba al baño de los empleados si tenía el suyo, privado y perfumado?
¿Por qué no pensaba más bien en un defecto del edificio? ¿Y qué él no hace
por separados y sin afán de amenaza, que quién había sido.
A ver pinche Gustavo dime la neta ¿fuiste tú?
[71]
La presión pudo más y me sacrifique. Fue por Alis, desde luego. Nadie lo hubiera
pensado de ella. Una niña bien no desbordar cañerías. En cambio conmigo, un
pervertido ante el mundo, era totalmente lógico.
Admití haber cagado algo que jamás salió de mi intestino. Me ofreció un finiquito,
un mes de sueldo y no comentar a nadie si renunciaba. Lo hice pensando en el
mí. Pensé en su carita, en sus pasitos de cumbia y firmé la renuncia. Cuando
recogía mis cosas quería decirle que yo conocía su secreto. Que podía ser el
guardián de ese esfínter problemático y protegerla de los prejuiciosos hacia su
culo. Era, quizá aún lo soy, capaz de todo.
(…)
El jefe les dijo a todos que tuve un problema gastrointestinal. En su versión
renuncié por motivos de salud. Estar sentado –según dijo le afectaba a mi
digestión. Y yo que jamás he tenido una diarrea que dure más de dos días. Que
nunca he tapado un baño. Yo, que cuido todo rastro de mis actividades fecales, y
que había pensado en acusar al jefe, había caído en desgracia.
(Silencio… Miradas incómodas. Nadie, todavía)
[72]
Cité a Alis en mi cuartucho. A las 6 en punto le dije. Jamás llegó en todas las
ocasiones que le mandé mensajes. Le marque y colgué durante meses. Me
eliminó del Facebook y creo que hasta del Telegram, aunque nadie use eso.
el olfato para delatarla. Y a pesar que desde aquel primer derrame fétido, lo
sospeché, jamás la juzgaría por lo que expulse su ano.
(Cabeza caída, empuñando el vaso de unicel y con la voz apagada)
Quizá no sabe que sé. No tiene la menor idea de que la protegí ante el jefe.
Pienso, imaginando el olor de su coño, en la redención y gratificación cuando
comprenda mi heroísmo; aunque ahora tenga que conformarme con hacer
recargas y contar dinero.
(De pie, con la franela limpiando la mesa color amarillorojo. Acomodándose
el copete con más gel)
Todavía le mando mensajes. La di de alta en mis números frecuentes, por si
contesta. No he gastado mi carta fuerte. Sé que llegará a recapacitar. Eso de
confesarle que renuncié para protegerla, lo guardo para cuando quiera verme.
[73]
Le he dicho que estoy en el turno nocturno. Y aunque atiendo borrachos,
trasnochados y crudos, siempre tendré tiempo para ella.
Tú bien sabes que preparo el mejor café Andatti en toda la zona. La radio yo la
arregle todo, por si viene. Así que no te vayas a echar para atrás y lánzate orita
que no hay tanta gente.
(Del otro lado del cristal: gente. Abren y entran. Pagan su café, piden una
recarga o solicitan más capuchino vainilla. Es hora. Le da la dirección y el
teléfono. Mira la puerta por cuadragésima vez en lo que va del mes. No hay
otro cajero, tiene que ser él)
Pinche Alis, si supiera. Este baño jamás se tapa.
[74]
Tercia de Veintes
21
de mi casa. En segundo plano, el sonido de los cohetes y al final una banda
tradicional de la meseta purépecha. Interpreta las mañanitas y una diana que
remata el inicio de una larga fiesta. Hoy, apenas comienza.
aquí sabemos que es una de las colonias bravas. Es la que está por San Pedro
pero no es San Pedro. La que se fundó de paracaídazo. La aledaña al panteón
municipal y pegado al fraccionamiento donde la mayoría de sus vecinos son
maestros. Es la cumpleañera Veintidós de Octubre.
La amenaza está por cumplirse.
Las leyendas, según mi educación básica, sirven para dar sentido a hechos
históricos, inexplicables y carentes de lógica. La leyenda de la 22 carece de
[75]
lógica, no tiene coherencia, y con cada anciano que muere, mueren sus detalles.
novelescos y en apariencia superan a la realidad, es culpa de la realidad misma.
22
a la tienda y recuerdo que cuando nos mudamos, la Tienda parecía ser el único
vínculo y referente con nuestro antiguo hogar. Todo lo demás era lodo, tierra
los charcos, rellenos de pasto, expedían aromas nauseabundos. La tienda era
existe más la Tienda. Una decena de comercios la opacan. Un minisúper la superó
y la amenaza de un negocio de cadena se cierne sobre la tradicional “Abarrotes
Lupita”. Sin embargo sigo caminando las cuatro largas cuadras de camino. Pido
una naranjada en cartón y dos bolillos. A veces me niego al paso del tiempo; sobre
todo si es por las mañanas.
[76]
De regreso a casa, después de haber comprado lo necesario para no salir a la
calle durante unas horas, me encuentro el primer indicio de fiesta. Por la camino
un nutrido grupo de personas marchan en las ahora pavimentadas calles. A la
Calza tacones color plateado y una corona adorna su peinado de caireles. Es la
reina de la colonia. Aún tiene cara de niña pero los senos puntiagudos ya
anuncian su prematuro desarrollo, y sus caderas en expansión, exaltan su
disposición biológica para procrear. Para los que la acompañan, ya alcanza el
timbre.
Detrás de ella va su madre. La señora, que de 6 a 8 vende atole de grano a dos
de la Colonia. Nunca la vi durante su gestión tan contenta como ahora. También
su hijo mayor junto a un six de cerveza modelo. Ella también fue reina antes de
ser madre.
Tras esta especie de realeza colonial, pasa la banda.
Radio “La Poderosa” y la “Zeta, la perronamente grupera”. Le siguen
[77]
todoslosdemás. Hay acarreados, decenas borrachos, caballos famélicos que
defecan en la calle, católicos de ocasión, pretendientes de la reina, el ex novio
y le da un trago a su chela anunciando el recorrido. A esto, los chismosos, mis
vecinas, las señoras que siempre se sientan a mirar en su banqueta y yo
respondemos. Todos somos víctimas del morbo.
Desde el inicio de mi voyerismo soy parte del veinticinco aniversario de la
veintidós de Octubre. Tengo veinticuatro años, lo que coincide en demasiados
veintes. De ser así, no puedo solo encerrarme. Hace dieciocho años –para
cambiar la cifra que llegamos a vivir a este lugar. En aquel entonces veníamos de
crisis. Vivíamos en el segundo piso de una taquería. Por las tardes viví entre el
arrullante olor la carne condimentada, tortillas calientes, cebollas asadas y el vapor
incansable con el concierto de botellas de refrescos. Vivimos allí medio año
porque a mi padre le habían prometido un terreno en una colonia que luego acabó
llamándose “Ejército Mexicano”. En aquel entonces, eran terrenos propiedad del
municipio. Lo único que debía hacer era ir a muchas juntas, participar en las
[78]
marchas y pagar en abonos pequeños. Mi padre desistió al terreno y gastó sus
últimos ahorros en comprar algo pequeño pero bien ubicado.
Luego de medio año construyendo los cimientos, de un ayudante que cayó del
segundo piso mientras montaban el modesto piso de madera, una cortada en la
mano cuando mi abuela me dejó sin vigilancia, varios domingos comiendo en el
terrenocasa y mucha negociación con el dueño del lugar. Y así, después de
tantos meses y tacos de bistec gratuitos, al fin teníamos casa propia. Adiós al
chorizo, al cilantro y la renta. Nos convertimos en habitantes de la 22 de Octubre.
Cuando llegamos, la colonia apenas era un infante en preadolescencia. Cambié
mí en aquel momento. Habíamos pasado de vivir en un lugar medianamente
“modernizado”, a otro que tenía más parecido al de una granja que colonia. El
drenaje apenas se instalaba. Vivíamos sin televisión por cable y las líneas de
primo mayor que me protegiera, los niños de ahí me parecían amenazantes. La
violencia un tanto inocente, otro tanto cruda y sádica del mundo de la niñez se
presentó rápido. No solo era cambiar de casa. Cambiábamos literalmente de
ambiente. Aquella colonia, que apenas era una quinceañera, ya perfilaba su
carácter bravo.
[79]
La ciudad en la que vivo tiene por lo menos una décima de colonias con las
mismas características. Poseen altos índices de violencia intrafamiliar, tráfico de
drogas y asesinatos. Robos no los hay, porque quien roba desaparece después. Y
así los pleitos, agarrones y riñas pasionales son la diversión generalizada. En
nuestros primeros años, nosotros los niños mimados, nietos consentidos e hijos
del primogénito de una numerosa familia, éramos la víctima perfecta en aquel sitio.
Las bienvenidas fueron peleas contra el Misa, un niño con las orejas deformes que
su hermano mató a otro en una riña de cholos. Un tiro contra el Piri, porque me
echó un pedo en el recreo de la primaria. Esa vez, mi temperamento colérico no
se contuvo y me expulsaron de la única escuela cercana de la que recuerdo por su
enorme patio, las letrinas, sus maestros desentendidos, los salones de palitos y
las láminas acartonadas.
La escuela se transformó en el ring de la infancia.
pateó la bicicleta. Costó cicatrices, reclamos a mi madre y amenazas hasta de
[80]
venganza. Pagamos la cuenta y solo entonces, a base de ganar o sangrar,
tuvimos respeto. Y eso con nada y por nada se pierde.
Después de haber comido aún tengo hambre de esa que solo se llena con
caminar a la esquina, doblar hacia la derecha y bajar otras dos cuadras para llegar
a La Chancha. Esta, edificada a un lado de la iglesia, siempre ha sido el lugar
la colonia se realizan allí. Para demandar gestiones, o las escrituras. Para ir al
mitin del candidato a presidente municipal. La cancha está hecha para jugar
básquet, fútbol, voleibol, usada por los adultos mayores para hacer ejercicio y
donde se instala el tianguis los lunes. Los del Servicio Militar la utilizan los
domingos y lo más importante: se organizan en sus escasos metros cuadrados y a
mecánicos y la comida rodean a la cancha. Esta a su vez, se asegura con una
malla ciclónica, se monta una puerta y el sonido se instala robándole electricidad
al kinder aledaño.
Más de un año hubo muertos. Navajazos no faltan. Las botellas quebradas y los
turno) son habituales. Hoy la cancha es una kermés y festival cultural al mismo
[81]
tiempo. El bailable de los niños de la primaria “Constitución de Apatzingán de
1827” va concluyendo.
Como ya dije, mi primer y único año en esa escuela fue insoportable. A mi
hermano no le fue mejor. El kinder, que ahora nutre de energía al sonido de la
hablando, de la colonia.
ensayar a la cancha. Presentaron una cumbia, todas vestidas como la cantante
grupera Ana Bárbara. Desde mi lugar, escondido entre el poste y un barco
mecánico, alcanzo a ver como la señora de la segunda fila apenas si puede
sostener el paso. También está una, delante del grupo, luciéndose como la más
fila. Veo también a la reina que acaba de llegar e interrumpen el baile, para
anunciar su llegada. Compro un par que hotcakes y observo un rato más. Me
alejo sin saludar o despedirme porque no hace falta. Para eso basta levantar la
mirada, mover las cejas y listo. No soy un extranjero, pero tampoco siento que
deba participar en la fiesta.
[82]
Cuando la modernidad entendida como mero despilfarro de dinero y cemento,
llegó a la colonia ya vivíamos en el nuevo milenio.
Primero llegó el drenaje y por fin le dije adiós a echarle cubetadas de agua al
resto. Las calles (no todas, pues aún hay algunas que conservan el mismo
aspecto) se cubrieron de pavimento y algunas casas crecieron hacia arriba. En
poco menos de cuatro años, llegó la televisión por cable y el Internet. Sin embargo
la modernidad solo pudo llegar así; en su modo más tosco y utilitario.
Jamás han llegado la regulación de servicios o la legalización de los predios.
pública y prevención del embarazo jamás presencié algo. El alumbrado, aunque
es eficiente, no basta. Los rondines de seguridad no existen y la prevención del
delito es más bien el fomento. En la colonia la policía no es bien vista y solo va
para tres cosas: fingir, cobrar o limpiar. Pienso en varias respuestas a este rezago.
hazaña de la que se vanagloria la colonia. Era 1988, el año de las promesas
Sin infonavit, seguro social o pensiones, un grupo de personas que reclamaban
[83]
hogar digno decidió organizarse. Todos los sinvivienda, con el apoyo de un
una avioneta. Se lanzaron de ella a las inmediaciones de una antigua huerta y
resistieron los embates de la policía. Nadie pudo desalojar a estos pocos hombres.
Se armaron. Montaron guardias. Aguantaron el hambre y los ataques en los
medios. Dividieron el predio en terrenos que repartieron, trazaron calles y
escogieron la fecha.
Lo demás, son detalles perdidos.
Así se fundó un 22 de octubre de ese año la colonia que festeja 25 años. La
visco y medio ciego, era último de los que vivieron esos días. Murió hace tres
meses víctima del cáncer. Estaba solo –porque su mujer había muerto hacía
años– y a diario se le podía ver tomando el sol, callado y ensimismado en sus
recuerdos. Nunca nadie registró más detalles sobre la leyenda. Nadie sabe, por
ejemplo, cómo y con qué medios los hombres se defendieron de los operativos
[84]
y sobretodo: ¿a quién se le ocurrió ponerle “Mintzita” a la calle en donde vivo? De
saberlo, me hubiera evitado tantos problemas con el correo.
Don Esteban. Cuando aún veía bien (aunque fuera visco) fue víctima de varios
atracos. Un día decidió ponerle alto y el pobre diablo que lo asaltó por primera vez,
jamás volvió por el rumbo. Se fue con una herida de escopeta en el tórax,
corriendo y viviendo de milagro.
A cambio le respondo con la anécdota del Morrales.
Era uno de los primeros vendedores de marihuana independientes pero tuvo la
mala suerte de intimidar al sujeto equivocado. Nadie hubiera pensado que un
amable y gordo taxista le metería varios tiros. La culpable, según los chismes
posteriores, era la hija que a sus 14 años, ya despertaba bajas y libidinosas
pasiones del Morrales. Esa tarde yo jugaba maquinitas en el único local de la
colonia cuando escuché dos sonidos retumbantes. Fue la primera, de otras tantas,
en escuchar detonaciones de arma. Salimos del negocio de Doña Gloria y vi como
que éste le había dicho a su hija. El elogio a las nalgas de la Estefani le costó
cuatro balas por la espalda, justo en la puerta de su casa. El taxista y padre
que mis esperanzas con la Estefani, se desvanecieron. Seis años después el
[85]
taxista volvió a la colonia para visitar a su madre y una denuncia anónima lo llevó
a la cárcel. Su único hijo, ahora un muchacho de 16 años, trabaja en el taller
mecánico de su padrino y su hija la Estefani tiene dos hijos con un vendedor de
gas. La esposa limpia casas ajenas y plancha ropa a domicilio. Los domingos le
lleva dinero al centro de readaptación social y regresando trae cuadros y cintos
piteados. El taxista se convirtió en pintor y artesano recluso. La historia que
conoce mi hermano no tuvo un final adecuado. La de la muerte del Morrales sí,
aunque no haya sido planeado.
De aquel bailable ya han pasado varias horas.
Fui a trabajar y de vuelta a mi casa.
Me dedico a diseñar y editar la nota roja para un periódico local. No es muy
creíamos ser un honrado tendero. Este resultó ser el centro de distribución de
drogas en la zona oriente de la ciudad, el más grande en ese momento. Hubo
[86]
como ejemplo a la 22 para demandar al Ayuntamiento más seguridad. La dosdos
es, y siempre ha sido, foco rojo en su historia. No la imagino de otra forma.
también se incluyen en el paquete de los 25 años. Esta noche el baile servirá para
abismo para esperar a otros, quizá menos violentos, pero al final demonios
nuevos. De vuelta a casa y a la colonia, no me sorprenderá lo que encuentre.
Este año las bandas de música se multiplican. Entre el comité del templo y el
Ayuntamiento mandan una que apenas si toca y se va temprano. Habrá otra, la
que tocará toda la noche en la cancha, y las pagan otros vecinos. Reparo mi
atención en de estas. La trae el Rena. Es un vecino de mi edad que comenzó
su fachada. El país del norte puede ser generoso, aunque El Rena diga que solo
compra y vende aguacate.
[87]
Su presupuesto pudo pagar a la banda más llamativa. Lleva tres clarinetes, una
la cuadra donde vive de esquina a esquina. Atravesó dos camionetas en las
asar la carne y repartieron a quien se arrimara. Justo en medio, instaló una tina de
hielo y la atiborro de cerveza.
También hay otra una mesa.
Esa tiene botellas y refrescos para sus invitados especiales. De botas, sombrero
vaquero, cadenas de oro y acento norteño sus comensales especiales beben
whisky, tequila y parecen jamás emborracharse. La cerveza gratis me invita a
reconciliarme con el Rena, pero no estoy seguro si ya olvidó que fui yo quien le
metía goles en los partidos de la cancha. Mi indiferencia (o tal vez mi sentido de
se gana a base de humillaciones, amenazas, violencia y venganzas. Si el
siguiente año el Rena cierra más calles, tal vez quiera probar esos bistecs a la
arrachera.
Una estructura de fuegos artificiales, cáñamo e hilos a la que llamamos castillo,
remata la noche. Los invitados noespeciales del Rena abandonan el banquete
para observar luces, respirar humo y ver a la corona del castillo ascender.
[88]
El baile está cerca. Solo los adultos y los adolescentes, que juegan a ser uno de
colonia si no es para tener hijos y después olvidarlos, es mejor permanecer
soltero.
Lo que sigue ya no se cuenta. Serán más de 10 horas de música folklórica. Banda,
solo queda esperar que los golpes sean rápidos y la pista alcance.
23
La colonia amanece en calma. El baile terminó en la madrugada arrojando saldo
blanco. Quizá una que otra pelea, botellazos y embarazadas. Para todos, eso es
un saldo blanco.
[89]
Salgo a la calle. Es hora, de nueva cuenta, de ir a la tienda.
Ella instala una grabadora y la conecta a la corriente del kinder. Espera al resto.
me reconocen y retomo el camino; ser hostil con las amigas de mi madre sería
peor que retar al Rena.
En la esquina de la calle ya está instalado el vendedor matutino. Permanece
parado, con la música de hiphop sonando en su celular y el sol que parece no
surtir efecto en él. Está inmóvil. Aguantando quizá a que le surtan o quizá un
cliente. Yo jamás compraría merca en mi cuadra. Es un riesgo que no quiero
asumir.
Me mira y también lo saludo.
la calle, usábamos dos piedras como portería y un marcador infinito. El juego
[90]
terminaba cuando nos gritaran para meternos a la casa. De lo contrario, el partido
acabara en pleito o “gol gana”.
Él y sus socios (¿compañeros de trabajo?) fueron mis amigos. Recorrimos la
ciudad en bicicleta y nos atropellaron sin que nuestros padres se enteraran.
Jugamos al play station en la casa de alguno y vimos pornografía en secreto.
apenas si reconozco. Para mí están rabiosos, llenos de ambición, intentando
distintos; solo que hemos elegido caminos separados.
Me alejo porque creo ha llegado su compañero de poste. Meto la llave en la puerta
y suena al camión de la basura. Mi vecina sale apresurada, sacando su enorme
bote azul que la rebasa en peso y volumen. También ella es un fantasma de sí
enseñando la raya de las nalgas. La Susana alguna vez fue la chavita más
cotizada porque era la nueva. La que sí se arreglaba. Hoy, con su esposo y tres
que dudo si aún conserva. La saludo y entro.
[91]
Yo también soy otro.
a ratos, inhalo su esencia que se convierte en humo.
no soy miembro distinguido aunque alguna vez fui conocido. Aún no hay nadie que
no sepa algo de mí o mi familia. Por la culpa de mi apodo, casi todos podrían decir
algo. Es una marca personal que llevo con orgullo. La he usado para vivir con
tranquilidad, aunque me cueste disimularlo.
Levanto el teléfono, marco el número y pido un taxi.
¿A dónde? Pregunta la operadora.
Minzita. Aquí en la 22 de Octubre.
[92]