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15 Agosto 1994, pag.

Cómo mantener la armonía entre los ancianos y los siervos ministeriales

POCO después del Pentecostés de 33 E.C. se presentó una emergencia en la congregación cristiana
recién formada. Se había organizado un programa para cuidar de las viudas necesitadas. Sin embargo, al
cabo de un tiempo, surgió “una murmuración de parte de los judíos de habla griega contra los judíos de
habla hebrea, porque a sus viudas se las pasaba por alto en la distribución diaria”. (Hechos 6:1.)

Estas quejas llegaron a oídos de los apóstoles. “De modo que los doce convocaron a la multitud de los
discípulos y dijeron: ‘No es cosa grata el que nosotros dejemos la palabra de Dios para distribuir
alimento a las mesas. Por eso, hermanos, búsquense siete varones acreditados de entre ustedes, llenos
de espíritu y de sabiduría, para que los nombremos sobre este asunto necesario’”. (Hechos 6:2, 3.)

Este incidente ilustra un importante principio de organización en la congregación cristiana. Se utiliza a


algunos hombres responsables para encargarse de cuestiones rutinarias, mientras que otros atienden
asuntos espirituales de más peso. Este principio no carece de precedente. En el antiguo Israel se nombró
sacerdotes a Aarón y sus descendientes para que hicieran sacrificios a Dios. Sin embargo, Jehová mandó
que los levitas los ayudaran ‘encargándose de todos los utensilios de la tienda de reunión’. (Números 3:5-
10.) Del mismo modo, en la actualidad los siervos ministeriales ayudan a los ancianos.

El papel de los ancianos y de los siervos ministeriales

Las Escrituras indican que los ancianos y los siervos ministeriales deben reunir requisitos elevados. (1
Timoteo 3:1-10, 12, 13; Tito 1:6-9.) No son competidores, sino que trabajan con la misma meta: la
edificación de la congregación. (Compárese con Efesios 4:11-13.) Sin embargo, hay algunas diferencias en
el trabajo que realizan en la congregación. En 1 Pedro 5:2 se dice a los superintendentes: “Pastoreen el
rebaño de Dios bajo su custodia, no como obligados, sino de buena gana; tampoco por amor a ganancia
falta de honradez, sino con empeño”. Tienen que rendir cuenta a Dios de cómo llevan a cabo esta
comisión sagrada. (Hebreos 13:17.)

¿Qué se puede decir de los siervos ministeriales? Las Escrituras no requieren que estén tan capacitados
para enseñar. Sus deberes son algo diferentes de los que corresponden a los ancianos. En el siglo I E.C.,
sin duda había muchos asuntos de naturaleza material, rutinaria o mecánica que requerían atención,
entre ellos quizá la compra de material para la copia de las Escrituras o la misma labor de copiado.

Hoy los siervos ministeriales siguen atendiendo diferentes tareas importantes en la congregación como
encargados de las cuentas y los territorios, la distribución de las revistas y los libros, y el mantenimiento
del Salón del Reino. Incluso se puede utilizar en la enseñanza a algunos siervos ministeriales que tienen
habilidad, por ejemplo, como conductores del Estudio de Libro, en asignaciones de la Reunión de
Servicio o en discursos públicos.

Cuando los ancianos y los siervos ministeriales trabajan juntos en armonía, se atienden de manera
equilibrada las necesidades de la congregación, tanto las espirituales como las administrativas. Los
miembros de la congregación tienen entonces gozo, están fuertes y son productivos en sentido
espiritual. Recuerde lo que Pablo escribió a los ungidos de Éfeso: “Por estar unido armoniosamente y
hacérsele cooperar mediante toda coyuntura que da lo que se necesita, conforme al funcionamiento de
cada miembro respectivo en la medida debida, contribuye al crecimiento del cuerpo para la edificación
de sí mismo en amor”. (Efesios 4:16.)

Los ancianos y los siervos ministeriales deben esforzarse por conseguir una armonía similar, es decir,
conformidad, cooperación y unidad. Sin embargo, esta armonía no se produce automáticamente. Tiene
que cultivarse y protegerse con cuidado.

Lo que pueden hacer los ancianos

Un paso importante es reconocer que la relación entre el anciano y el siervo ministerial no es la del amo
con el esclavo ni la del patrono con el empleado. Cuando hay verdadera armonía, los ancianos
consideran a los siervos ministeriales como sus colaboradores en el ministerio de Dios. (Compárese con
1 Corintios 3:6-9.) “En cuanto a mostrarse honra unos a otros, lleven la delantera”, dice Romanos 12:10.
Por ello, los ancianos no tratan a los siervos ministeriales de maneras que puedan parecer desdeñosas o
degradantes. Estimulan la iniciativa sana en vez de sofocarla. El trato respetuoso a los siervos
ministeriales consigue lo mejor de ellos y los ayuda a disfrutar de su trabajo en la congregación.

Los ancianos también deben recordar que su comisión de pastorear el rebaño de Dios puesto a su
cuidado incluye a los hermanos que son siervos ministeriales. Es verdad que se espera que estos
hombres responsables sean cristianos maduros. No obstante, al igual que el resto del rebaño, necesitan
atención personal de vez en cuando. Los ancianos deben estar profundamente interesados en su
desarrollo espiritual.

Por ejemplo, cuando el apóstol Pablo conoció al joven Timoteo, percibió inmediatamente sus
posibilidades y “expresó el deseo de que este saliera con él”. (Hechos 16:3.) Timoteo acompañó a Pablo
en sus viajes, y recibió de este modo una preparación de gran valor. Por ello, años más tarde, Pablo pudo
escribir a los cristianos de Corinto: “Les envío a Timoteo, puesto que él es mi hijo amado y fiel en el
Señor; y él les recordará mis métodos relacionados con Cristo Jesús”. (1 Corintios 4:17.)

Ancianos, ¿han empezado a valerse de todo el potencial de los siervos ministeriales de su congregación?
¿Los ayudan a progresar preparándolos en la oratoria pública y la investigación de la Biblia? ¿Han
invitado a los que están cualificados a que los acompañen en sus visitas de pastoreo? ¿Trabajan con ellos
en el ministerio del campo? En la parábola de Jesús de los talentos, el amo dijo a sus fieles siervos:
“¡Bien hecho, esclavo bueno y fiel!”. (Mateo 25:23.) ¿Dan suficiente alabanza y encomio a los siervos
ministeriales que llevan a cabo con modestia sus asignaciones de manera ejemplar? (Compárese con
Proverbios 3:27.) Si no lo hacen, ¿podrían pensar que no se agradece su trabajo?

La comunicación también es fundamental para trabajar en armonía. (Compárese con Proverbios 15:22.)
Los deberes nunca han de asignarse ni quitarse de manera arbitraria ni fortuita. Los ancianos deben
analizar con oración cómo utilizar mejor las habilidades de un determinado hermano de la congregación.
(Compárese con Mateo 25:15.) Cuando a un hermano se le da una asignación, tiene que explicársele con
exactitud lo que se espera de él. “Cuando no hay dirección diestra —advierte Proverbios 11:14—, el
pueblo cae.”

No es lo mejor designar a un hermano para que se encargue del departamento de cuentas, revistas o
literatura que atendía otro siervo sin darle más instrucciones. Es posible que el siervo recién nombrado
herede una serie de registros inexactos o incompletos. Esto puede desanimarlo mucho. “Que todas las
cosas se efectúen decentemente y por arreglo”, dice 1 Corintios 14:40. Los ancianos deben tomar la
iniciativa de preparar a los hermanos, enseñándoles los procedimientos de la congregación y
siguiéndolos ellos mismos. Por ejemplo, los ancianos deben encargarse de que se auditen las cuentas
cada tres meses. Pasar por alto esta importante medida puede ocasionar problemas y socavar el respeto
que los siervos ministeriales tienen a las instrucciones de la organización.

Pero suponga que un hermano es negligente en su asignación particular. En vez de removerlo


sumariamente de su puesto, los ancianos deben hablar del asunto con él. Es posible que le falte
preparación. Si el hermano sigue teniendo dificultades en su asignación, quizá pueda desempeñar bien
otra labor.

Los ancianos también pueden promover la armonía manifestando humildad. Filipenses 2:3 anima a los
cristianos a que ‘no hagan nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino que
consideren con humildad mental que los demás son superiores a ellos’. El anciano debe intentar
complacer al acomodador que le pide que se siente en cierto lugar del salón, y no razonar que, como es
anciano, no tiene por qué obedecer. Es posible que el acomodador solo esté siguiendo la recomendación
de sentarse en diferentes secciones del salón, si bien debe recordar que no hay ninguna regla que
indique que todos deban hacerlo.* Los ancianos no deben desautorizar innecesariamente decisiones
sobre trabajos asignados a un siervo ministerial.

Los siervos ministeriales buscan la armonía

“Los siervos ministeriales, igualmente, deben ser serios”, dijo el apóstol Pablo. (1 Timoteo 3:8.) El que
tomen con seriedad sus asignaciones —como parte de su servicio sagrado— contribuye mucho a evitar
tensiones. Si usted es siervo ministerial, ¿lleva a cabo sus deberes con entusiasmo? (Romanos 12:7, 8.)
¿Se ha aplicado para desempeñarlos bien? ¿Es usted confiable y formal? ¿Demuestra un espíritu
dispuesto en sus asignaciones? Un siervo ministerial de un país de África se encarga de tres asignaciones
diferentes en la congregación. ¿Cuál es su actitud? “Bien, sencillamente significa más trabajo arduo —
dice—, y el trabajo arduo no mata.” En realidad, los que dan de sí mismos son los que tienen más
felicidad. (Hechos 20:35.)

También puede hacer mucho para promover la armonía cooperando plenamente con los ancianos. “Sean
obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes, y sean sumisos —dice Hebreos 13:17—, porque
ellos están velando por las almas de ustedes como los que han de rendir cuenta; para que ellos lo hagan
con gozo y no con suspiros, por cuanto esto les sería gravemente dañoso a ustedes.” Es verdad que los
ancianos son hombres imperfectos, y puede ser fácil hallar faltas en ellos. Pero una actitud crítica
engendra desconfianza. Puede quitarle el gozo y afectar adversamente a otros miembros de la
congregación. Por ello, el apóstol Pedro dio este consejo: “Ustedes, hombres de menos edad, estén en
sujeción a los hombres de más edad. Pero todos ustedes cíñanse con humildad mental los unos para con
los otros [...]. Humíllense, por lo tanto, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los ensalce al tiempo
debido”. (1 Pedro 5:5, 6.)
Este consejo es particularmente oportuno si piensa que se le está pasando por alto en lo que respecta a
privilegios de servicio. Quizá ha procurado “alcanzar un puesto de superintendente”, pero no ha sido
nombrado. (1 Timoteo 3:1.) La humildad de mente puede ayudarle a mantener “una actitud de espera”.
(Lamentaciones 3:24.) En vez de estar resentido con los ancianos —lo que va a perjudicar su relación de
trabajo—, pregúnteles en qué puede mejorar. Si acepta y aplica el consejo con una sincera buena
disposición, se verá su crecimiento espiritual.

La humildad y la modestia piadosas pueden ayudar a un siervo ministerial a mantener el equilibrio en


caso de que tenga habilidades excepcionales o ciertas ventajas sociales o culturales. Sería muy fácil que
en ese caso intentara eclipsar a los ancianos o atraer la atención a sus propias aptitudes. Proverbios 11:2
nos recuerda que “la sabiduría está con los modestos”. El hermano modesto es consciente de sus
limitaciones. Está dispuesto a trabajar en segundo plano, sin hacerse notar, y emplear sus habilidades
para apoyar a los ancianos. La modestia también puede ayudarle a darse cuenta de que aunque tenga
conocimiento mundano, es posible que aún le falten sabiduría y discernimiento espirituales, cualidades
en las que es posible que los ancianos sobresalgan. (1 Corintios 1:26–2:13; Filipenses 1:9.)

Es evidente que los ancianos y los siervos ministeriales desempeñan funciones muy importantes. Juntos
pueden lograr mucho en lo que respecta a la edificación de todos los miembros de la congregación. Pero
para ello deben trabajar juntos en armonía, “con completa humildad mental y apacibilidad, con gran
paciencia, soportándose unos a otros en amor, esforzándose solícitamente por observar la unidad del
espíritu en el vínculo unidor de la paz”. (Efesios 4:2, 3.)

[Nota a pie de página]

Véase La Atalaya del 15 de agosto de 1992, página 12.

[Fotografías en la página 27]

Los ancianos no ven a los siervos ministeriales como subordinados, sino como sus colaboradores en el
ministerio de Dios

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