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3ERNARD HARIN

El sacramento

de la reconciliación
BERNARD HARING

SHALOM : PAZ
El sacramento de la reconciliación

BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1970
Versión castellana de ALEJADRO ESTEBAN LATOR ROS, de la obra de
BERNARD HARINO, Shalom: Peace, Farrar, Straus and Giroux, Nueva York 1967

ÍNDICE
IMPRÍMASE: Barcelona, 16 de diciembre 1968
JOSÉ CAPMANY, vicario episcopal
Introducción 11

I. LA BUENA NUEVA DE LA PAZ MESIÁNICA 13


Encuentro con el Señor 14
Poder de la alegría 15
Mensajero del amor de Cristo 16
Pacificador por el Espíritu Santo 17
«A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados» 18
Liturgia de la paz mesiánica . . • 19
Pregoneros de la palabra de Dios 21
La hora de la gracia 22
Gozosa respuesta positiva 23
«Creed en el Evangelio» 24

II. ENCUENTRO PERSONAL CON EL SEÑOR EN LA IGLESIA . . . 27


Cargas compartidas 29
Pesar y gozo compartidos 29
El pecado; ofensa a Dios y a la Iglesia 30
Reconciliación personal y comunitaria 32
La Iglesia peregrinante 33
Celebración comunitaria del sacramento de la penitencia . 35
© Bernard Hitrlng, 1967-1968
III. DIFERENTES FUNCIONES DEL CONFESOR 39
© Editorial Herder S.A., Provenía 388, Barcelona 13 (España) 1970
Cristo, como maestro 41
Cristo, médico y juez . . . . 44
Cristo, sumo sacerdote 46
El confesor, otro Cristo 47

Es PROPIEDAD DEPÓSITO LEGAL: B, 743-1970 PWNTED m SPAIN

GRAÍESA - Ñapóles, 249 - Barcelona


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Índice índice

IV. LA DISPOSICIÓN DEL PENITENTE 51 Cuarto principio 126


«Bienaventurados los que... saben que son pobres» . . . 52 Quinto principio 128
La ley del crecimiento 55 Sexto principio 129
Un patrón de conformidad 56 Séptimo principio 130
Ignorancia invencible 58
Ética de situación 62 X. LA FORMACIÓN DE UNA* CONCIENCIA CRISTIANA . . . . 137
Vencer la ignorancia 64 Significado de conciencia 137
Psicología del aprendizaje 65 Principios básicos 139
La conciencia y el Evangelio . . 140
V. CONTRICIÓN 67 Atención al kairos 140
Propósito de enmienda 70 Responsabilidad personal y comunitaria 141
Valoración del propósito de enmienda 71 Signos de discernimiento 142
Progreso penitencial 75 Fe y oración 143
Profundizar el sentido de la contrición 144
VI. ABSOLUCIÓN 79
Presunción en favor del penitente 80 XI. GUIAR LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA 147
Presunción contra el penitente 81 Formación sacramental de la conciencia 150
Absolución condicional 84 Formación eclesial de la conciencia 151
Recusación de la absolución 85 Síntesis: El amor de Dios y del prójimo 153
«Perdonados te son tus pecados» 86
XII. LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA: FE, ESPERANZA Y CARIDAD . 155
VII. LA OCASIÓN PRÓXIMA DE PECADO 89 La virtud de la fe 155
Ocasión voluntaria y ocasión necesaria de pecado . . . 89 Sacramento de la fe 155
Visión cristiana del ambiente 90 La virtud de la esperanza 161
Ocasiones de pecado contra la fe 95 Hábitos inveterados y esperanza 165
Ocasiones de pecado contra la caridad y la justicia . . . 96 Amor de Dios 168
Ocasiones de pecado contra la castidad 97
El empleo, como ocasión de pecado 103 XIII. LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA: RELIGIÓN 171
Una promesa por parte del penitente 105 Celebración de la liturgia 172
Concubinato y otras ocasiones de pecado 106 Obligación de la misa dominical 173
Matrimonios inválidos 107 Obras serviles 179
Matrimonios mixtos inválidos 111 Abnegación 180
El matrimonio en nuestro tiempo 111 Costumbre de jurar 182
Superstición 183
VIII. INTEGRIDAD MATERIAL DE LA CONFESIÓN 113
Integridad material 113 XIV. CARIDAD FRATERNA 185
El cumplimiento legal y el ideal 114 El mandamiento que todo lo abarca 185
Especie y número de los pecados 116 Signos de verdadero amor 186
Proporción entre las diferentes funciones 120 Amor redentor 187
Conclusión 120 La ley del crecimiento 188
La prueba de la caridad 189
IX. E L CONFESOR Y LA INTEGRIDAD MATERIAL DE LA CONFESIÓN . 123 Violación de la caridad fraterna 191
Primer principio 123 Escándalo y medio social 193
Segundo principio 124 Agresividad 194
Tercer principio 125

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Índice índice

XV. E L CUARTO MANDAMIENTO 195 Cuentos inocentes e inofensivos 287


Vida de familia 195 La verdad y la corrección fraterna 288
La TV y la formación de la conciencia 198 Restricción mental 288
Atención a la vocación 198
Educación en la obediencia 200 XX. E L SACRAMENTO DE LA^- PENITENCIA Y LA ArMÓSFtRA DIVINA . 291
La familia abierta 202 Proclamación del kairos 291
Moral cívica 202 En este tiempo de separación 292
Armonía interracial 203 Pecados que contaminan el ambiente 294
Fraternidad internacional 205 Ambiciones egoístas 295
Miembros responsables de la Iglesia 206 Contaminación ambiental 298
La purificación del ambiente 299
XVI. EL QUINTO MANDAMIENTO Y LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA . 209 El penitente aprende a ver 302
La guerra moderna 209 Llamamiento a la unión y a la separación 303
Aborto 213 Renovación de la Iglesia 304
Vida y salud del prójimo 217 Dolor y propósito con vistas al ambiente 305
Vida y salud personal 219 Función de la penitencia 306
El confesor de enfermos 221 La liturgia de la atmósfera divina 311
Situaciones difíciles en vista del ambiente 312
XVII. LA CASTIDAD Y LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA . . . . 225
Una actitud positiva 225 XXI. SACRAMENTO DE CONVERSIÓN Y CRECIMIENTO 315
Matrimonio y celibato 226 Necesidad de crecimiento 316
Ofensas contra la castidad 227 La segunda conversión 318
Masturbación o «ipsación» 230 Dirección espiritual 320
Necking y petting 237 Recepción frecuente del sacramento de la penitencia . . . 321
Fornicación 240 Frecuencia de la comunión 322
Adulterio 245
Pecados contra la castidad en el matrimonio . . . . 247 XXH. DIFERENTES ESTADOS DE VIDA 327
La pildora 266 Las confesiones de niños 327
Las confesiones de seminaristas 331
XVIII. LA JUSTICIA AL SERVICIO DE LA CARIDAD 271 El problema de la castidad de los seminaristas . . . . 332
Justicia y caridad 271 Elección de vocación o profesión 334
Egoísmo individual y de grupo 272 Las confesiones de sacerdotes y religiosos 337
Justicia y amor a todos los niveles 274 Confesiones de enfermos . . . 340
Justicia social con los trabajadores 275
Justicia con la publicidad 277 XXIII. LAS CONFESIONES DE LOS ESCRUPULOSOS 345
Justicia y lealtad con el Estado 278
Restitución 279 Conclusión 349

XIX. LA VERDAD EN LA CARIDAD Y LA CARIDAD EN LA VERDAD . . 281 Apéndice 351


La verdad, expresión de amor 281
Verdad en pensamientos, palabras y obras 282 índice 353
Malicia de la mentira 283
Especies de mentiras 284
Mentiras por flaqueza humana 285
Las mentiras de los niños 286

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INTRODUCCIÓN

Tanto los sacerdotes y religiosos como los seglares observan


cierta deficiencia en la celebración del sacramento de la peniten-
cia, en cuanto que con frecuencia no se refleja aquí la renovación
iniciada por el concilio Vaticano u. Pero en ningún caso debe
achacarse esto a falta de buena voluntad. El quehacer es inmenso.
El autor confiesa sinceramente que no puede prever qué significa-
rán finalmente para el sacramento de la penitencia las consecuen-
cias de la renovación bíblica, litúrgica, eclesial y ecuménica. Este
libro no tiene pretensiones proféticas en el sentido de anticipar posi-
bles cambios futuros. Su aspiración es mucho más modesta. Con él
se quiere ayudar a sacerdotes, a seminaristas, a los que instruyen a
otros* o desean instruirse ellos mismos para hacer el mejor uso
posible de las oportunidades que hoy se ofrecen. Sería aventurado,
y el autor tendría que limitarse a meras conjeturas si quisiera anti-
cipar cambios importantes, puesto que rebasarían la esfera de su
competencia y habría que dejar esta tarea a personas más autori-
zadas en la materia. No obstante, las actitudes se pueden modifi-
car, si ya no cambiar radicalmente, y en todo caso, siempre es
posible introducir mejoras en lo que ahora hacemos. Así pues, el
objetivo de este libro consiste en' prestar el mayor servicio posible
actualmente, y al mismo tiempo preparar el terreno para futuros
desarrollos.
Las principales intenciones del autor son las siguientes: dar
mayor importancia al aspecto kerigmático del sacramento de la

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Introducción

penitencia y al espíritu del culto; recalcar y desarrollar más amplia-


mente la misión del confesor como el de «un hermano entre herma-
nos», como mensajero de gozo y de paz, como alguien que se inte-
resa muy en serio por la formación de la conciencia de cristianos.
Este libro va dirigido en primer lugar, aunque no exclusiva-
mente, a los sacerdotes. El autor se sentirá muy satisfecho si la
obra puede servir a ministros y laicos de confesiones cristianas,
cuyo interés ecuménico los induce a buscar información sobre la
1
manera cómo sus hermanos católicos entienden hoy día el sacra-
mento de la reconciliación. Celebraremos que los conocimientos
LA BUENA NUEVA DE LA PAZ MESIÁNICA
así adquiridos aporten una recíproca ayuda en la tarea cristiana de
una constante conversión. También podrá interesar la lectura de es-
tas páginas a seglares católicos que deseen intervenir como partici-
Para los israelitas, la palabra shalom, o «paz», tiene resonan-
pantes maduros en la celebración del sacramento de la penitencia.
cias mesiánicas. Connota la paz de Dios, paz que fue prometida
La semilla de la que brotó este libro fue sembrada en el Insti-
al pueblo elegido y les sería traída con la venida del Mesías. El
tuto de Pastoral de Concepción, Missouri, con ocasión de unas
pueblo judío sigue teniendo en gran estima la palabra paz, incluso
lecciones dadas por el autor en 1964 y 1966, y en la universidad
fuera del ámbito religioso. Esta palabra es todavía la expresión
de San Francisco, en 1966. No le habría venido al autor la idea de
más apropiada de todo lo que se puede esperar y que se pueda dar.
escribir un libro sobre el sacramento de la penitencia, a no ser por
No puedo menos de recordar algunas ocasiones, en las que el
la respuesta estimulante y la cooperación de numerosos sacerdotes,
saludo Shalom alecham transformó una situación de suyo difícil
jóvenes y no tan jóvenes, en aquella ocasión. Por propia iniciativa
en una relación de amistad y de mutua confianza. Estas ocasiones
emprendieron los oyentes la tarea de transcribir las lecciones regis-
me las proporcionaban por lo regular mis contactos con los judíos.
tradas en cinta magnetofónica. Ejemplares policopiados, destinados
Al presentarme yo mismo, tema que notar la reacción causada
a los oyentes, comenzaron a circular entre otros muchos sacerdo-
por mi apellido, Háring, que ponía de manifiesto mi vieja ascen-
tes. Profesores de seminarios los utilizaron como base de sus lec-
dencia alemana. Pero cuando, apenas presentado, formulaba yo el
ciones sobre el sacramento de la penitencia. Todo esto sugería al
saludo Shalom alecham, la reacción espontánea se expresaba con
autor la necesidad de publicar un escrito sobre esta materia. Al
un fuerte apretón de mano, y se creaba una atmósfera de confian-
mismo tiempo iba adelantando el manuscrito.
za que acaba en amistad.
El autor se da perfecta cuenta de que este esfuerzo no repre-
El saludo «la paz sea con vosotros», en su sentido verdadera-
senta la «última palabra» en la materia. Habrá que seguir traba-
mente religioso, sugiere el gran tiempo, el tiempo mesiánico, en
jando. Otros, dotados de más imaginación, abordarán el terreno y
el que Dios traerá su propia paz a los hombres. Esta paz dará
propondrán nuevas ideas.
lugar a la reconciliación de los hombres con Dios y también entre
B.H.
ellos mismos. La promesa hecha por Dios, de un Mesías que anun-
ciaría la buena nueva de paz, se cumplió en la persona de Jesu-
Yale Divinity School cristo, que, poco después de su resurrección se apareció a sus dis-
New Haven, Connecticut cípulos y les hizo la proclamación largo tiempo esperada.
Abril, 1967 Veamos el relato del hecho por san Juan:

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13
La buena nueva de la paz mesiánica Poder de la alegría

«Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, tiempo las llagas de las que había manado aquella paz. Aquel
estando bien cerradas, por miedo de los judíos, las puertas del lugar donde encuentro libró a los discípulos del miedo que los paralizaba y los
se encontraban los discípulos, llegó Jesús, se pone delante y les dice: "Paz llenó de gozo. Desde entonces, Cristo viene al penitente como por-
a vosotros." Y dicho esto, les mostró tanto las manos como el costado. Y los tador de las mismas buenas nuevas. Su «Yo he muerto por vos-
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Entonces les dijo Jesús
por segunda vez: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así tam-
otros» incluye su triunfo sobre la muerte y llena al penitente de
bién os envío yo." Y dicho esto, sopló y les dijo: "Recibid el Espíritu gozo, pues ello marca la liberación del pecador.
Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados, a quienes Sin embargo, el gozo del penitente depende en cierta medida
se los retengáis, les quedarán retenidos"» (Jn 20, 19-23). del confesor que representa a Cristo. ¿Anuncia el confesor la buena
nueva en el espíritu de Cristo o convierte el sacramento en una
Es significativo el hecho de que el Señor recalque su procla- inquisición? Más abajo hablaremos de esto más por extenso. En
mación de paz mostrando sus manos y costado llagados. Ello indica este lugar queremos examinar el papel del confesor, en cuanto
que mientras el misterio pascual es siempre el misterio de la resu- iluminado por el Evangelio, y, lo que todavía es más importante,
rrección, esta resurrección remite inexorablemente a su pasión y a cómo el penitente se encuentra con Cristo.
su muerte. Así pues, la liturgia total no es simplemente la presen-
cia de Cristo, sino la presencia poderosa y activa de Cristo resu-
citado que muestra las manos y el costado atravesado, señales de Poder de la alegría
su sacrificio. En la liturgia, Cristo proclama todavía el Evangelio.
(Cf. Constitución de la Sagrada Liturgia, art. 33.) En el sacramento En el espacio que medió desde el enterramiento del Señor hasta
de la penitencia, Jesús mismo proclama su paz mesiánica. su resurrección se hallaban los apóstoles muy abatidos, presa de
una desesperada conciencia de su propio pecado. El más abru-
mado de todos era quizá Pedro. ¿No había negado a su maestro?
Encuentro con el Señor «No conozco a ese hombre», habían sido sus palabras. Y el Evan-
gelio nos refiere que Pedro lloró amargamente. Mas cuando el
El sacramento de la penitencia es en primer lugar la procla- Señor se apareció a Pedro y a los demás apóstoles poco después de
mación litúrgica del misterio pascual, aplicado aquí y ahora al la resurrección, los saludó diciéndoles: «Paz a vosotros.» Al oir
creyente, tanto al que lo proclama como al que lo recibe. Por estas palabras y al reconocer al que las profería, los apóstoles «se
medio del confesor vuelve a anunciar Cristo la paz de Dios, mos- llenaron de alegría». Porque aquel saludo, aquella «paz» no era
trando, al hacerlo, las llagas que nos granjearon esta paz y recon- en nada, menos que una reconciliación. El Señor les mostró que les
ciliación. perdonaba; él sanaba al pecador.
Una vez, en la gran oportunidad (kairos), del Calvario, Cristo Un buen confesor es fundamentalmente un hombre que está
desafió los límites del tiempo reuniendo en sí mismo los pecados agradecido por sus propias experiencias de reconciliación. Es un
de toda la humanidad: del pasado, del presente y del futuro. Ahora, hombre que ha sentido profundamente el shalom del Señor y se
en el sacramento de la penitencia, traspasa de nuevo estos lími- ha llenado con ello de alegría, exactamente como los apóstoles.
tes del tiempo aportando al penitente la acción salvífica de la cruz Porque así puede comprender por qué el Señor repitió por segun-
y de la resurrección. da vez «Paz a vosotros», añadiendo: «Como el Padre me ha en-
Cuando los discípulos se encontraron por primera vez con viado, así también os envío yo.» Puede también apreciar mejor su
Cristo resucitado, él les anunció su paz, mostrándoles al mismo mandato de obrar en nombre de Cristo, anunciando, como lo hizo

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Pacificador por el Espíritu Santo
La buena nueva de la paz mesiánica
tar la postura de firmeza, que un padre tiene a veces que adoptar
Cristo, la buena nueva de la reconciliación. Esta comprensión es
necesariamente. El papel del confesor es el de un padre amante.
la que induce al confesor a desempeñar su misión a la manera de
La misión sacramental que le ha sido asignada es la de hacer visi-
Cristo, trayendo la buena nueva al pecador arrepentido, al peni-
ble el amor del Padre celestial, haciéndose semejante a Cristo, fiel
tente desesperado y llenándolo de alegría.
imagen del Padre, verdadero mensajero de paz.

Mensajero del amor de Cristo


Pacificador por el Espíritu Santo
Importa mucho que el confesor capte el significado de las pala-
«Y dicho esto sopló y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo".»
bras de Cristo, «Como el Padre me ha enviado, así también os
Por el poder del Espíritu Santo, la humanidad de Cristo estaba
envío yo». Reducir esto a un asunto de «jurisdicción» en compa-
plenamente sumergida en la luz de su divinidad. Fue el Espíritu
ración con el poder de Cristo, sería un grave error. «De tal manera
Santo el que ungió a Cristo para su doble función de sumo sacer-
amó Dios al mundo, que envió a su Hijo unigénito» (Jn 3, 16).
dote y de víctima.
El amor es, pues, lo que explica la venida de Cristo. Su gran mi-
También hombres ordinarios han sido ungidos por el Espíritu
sión no era la de ejercer el poder divino, sino la de dar a conocer
Santo para desempeñar el doble papel de sacerdote y de víctima.
el amor del Padre celestial. Cristo mismo, como imagen del Padre
Los «ungidos» reciben abundantemente el Espíritu Santo, y al reci-
que es, es la expresión visible de este amor. Ahora bien, Cristo a su
birlo reciben una identificación especial con los otros hombres.
vez encarga a sus apóstoles, a los sacerdotes del mundo, que ocupen
Ahora son víctimas que comparten en forma vicaria los sufri-
su lugar anunciando esa paz que no es nada menos que el amor
mientos y pesares de los pecadores, unidos solidariamente con
del Hijo y el amor del Padre celestial a los hombres.
todos los hombres. Así como Cristo ungido por el Espíritu Santo
San Alfonso de Ligorio, en su Praxis Confessarii, expone que la
se hizo a sí mismo responsable, conjuntamente con los hombres,
quintaesencia de las obligaciones del confesor se cifra en repro-
de los pecados de éstos (san Pablo dice que se hizo hamartia,
ducir la imagen del Padre celestial. Y, puesto que la fiel imagen
pecado), aunque él mismo no había cometido pecado, así debe
del Padre se halla en Cristo glorificado, que pronuncia las pala-
hacer exactamente el sacerdote.
bras de reconciliación, el confesor debe imitar este proceder ama-
Los sacerdotes, como hombres espirituales, son liberados por
ble del Señor. La actitud del confesor debe ser, no la de un juez,
el Espíritu Santo de lo que de otra manera vendría a ser un sacra-
sino la de «un padre espiritual», de un hermano entre los her-
mentalismo, exterior, mecánico. El Espíritu Santo da a los sacer-
manos, de modo que los penitentes puedan experimentar por él la
dotes el poder de sufrir con las gentes, y de gozarse con los que
bondad de Dios. Los penitentes deberían sentirse movidos a decir:
tienen razón de regocijarse. Porque los sacerdotes, gracias al Espí-
«Si los ministros del Señor son tan amables, tan comprensivos,
ritu Santo, son hombres espirituales que han venido a participar de
¡cuan compasivo y misericordioso será Dios mismo! ¡Cuan buena,
la vida de Cristo de manera especial. Su misión, como la de Cristo,
santa y justa es la ley del Señor!» Los cristianos han recibido un
es misión de caridad, de amor. Cristo, por causa de su unción» hizo
gran mandamiento: «Sed misericordiosos, como es misericordioso
un sacrificio de sí mismo, un don. Así debe hacer el sacerdote.
vuestro Padre celestial» (Le 6, 36). Al sacerdote y al confesor les
corresponde cumplir este mandamiento en medida extraordinaria.
Por otra parte, Dios no es un abuelo chocho, que dice a todo:
«Sí, sí, está bien, está bien» a todas las faltas, sin atreverse a adop-
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Harina, Shalom 2
Liturgia de la paz mesiánica

para mostrar que aceptaba este don de su propio Hijo, hizo que
volviera Jesús a la vida por el Espíritu. El Espíritu Santo ocupa
«.A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados» un puesto central en la misión de Cristo.
También el sacerdote ha recibido el Espíritu de manera espe-
Este mensaje de Cristo a sus sacerdotes es un mensaje de paz cial, Espíritu que lo ha capacitado para profetizar y para procla-
y de vida. Esto tiene un antecedente en el Antiguo Testamento, mar como Ezequiel, sabiendo que es el Señor el que actúa a través
en el libro de Ezequiel, en un pasaje que se aplica de manera muy de sus palabras. Porque las palabras del sacerdote que imparle la
especial al sacramento de la penitencia: absolución son más que un mero signo. Son un signum efficax,
palabra y signo de la acción poderosa de Dios.
«Fue sobre mí la mano de Yahveh, y llevóme Yahveh fuera y me puso
Aunque es esencialmente por el bautismo que los «huesos muer-
en medio de un campo que' estaba lleno de huesos. Hízome pasar por cerca
de ellos todo en derredor, y vi que eran sobremanera numerosos sobre la tos» reciben el Espíritu y son resucitados a la vida con Cristo, sin
haz del campo y enteramente secos. Y me dijo: "Hijo de hombre, ¿revivirán embargo, la profecía se aplica también al sacramento de la peni-
estos huesos?" Y yo respondí: "Señor, Yahveh, tú lo sabes" Él me dijo: tencia. El efecto esencial del sacramento de la penitencia consiste
"Hijo de hombre, profetiza a estos huesos y diles: Huesos secos, oid la en llevar a cabo la transformación de debilidad en fortaleza, de
palabra de Yahveh. Así dice el Señor, Yahveh, a estos huesos: Yo voy
enfermedad en salud. Para algunos significa una transformación,
a hacer entrar en vosotros el espíritu y viviréis; y pondré en vosotros ner-
vios, y os cubriré de carne, y extenderé sobre vosotros piel, y os infundiré una conversión o vuelta de la muerte a la vida. La penitencia
espíritu, y viviréis y sabréis que yo soy Yahveh." Entonces profeticé yo es una gran profecía por el Espíritu, tanto para los que se hallan en
como se me mandaba; y a mi profetizar se oyó un ruido, y hubo un agi- pecado mortal como para los que sólo tienen pecados veniales.
tarse y un acercarse huesos a huesos. Miré y vi que vinieron nervios sobre Para todos los pecadores de buena voluntad, el sacramento de la
ellos, y creció la carne y los cubrió la piel, pero no había en ellos espíritu
penitencia entraña una buena nueva. Es la proclamación del mis-
Díjome entonces: "Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al
espíritu: Así habla el Señor, Yahveh: Ven, ¡oh espíritu!, ven de los cuatro terio pascual, una proclamación que se les aplica aquí y ahora:
vientos, y sopla sobre estos huesos muertos, y vivirán." Profeticé yo como ellos mueren a sus pecados y son resucitados a una nueva vida
se me mandaba, y entró en ellos el espíritu, y revivieron y se pusieron en
pie, un ejército grande en extremo» (Ez 37, 1-10).
Liturgia de la paz mesiánica
Lo que llama la atención en este texto es que ruah, el espíritu
de Dios, realiza la obra de resucitar los muertos a la vida. El espí- Tanto los confesores como los penitentes deben darse plena
ritu es el que restituye la vida. El texto del Nuevo Testamento cuenta de que el sacramento de la penitencia es una liturgia. Es la
sobre el perdón de los pecados debería leerse a la luz de este texto proclamación eficaz de la palabra de Dios. Por esta razón debemos
del Antiguo. Las grandes profecías del Antiguo Testamento se cum- celebrar el sacramento de una forma que concentre la atención, no
plen en el Hijo del hombre, que es capaz de restituir la vida y de en los pecados del penitente, sino totalmente en el Señor que pro-
perdonar los pecados. Por Ezequiel vemos que haría esto por el clama la buena nueva, dando la palabra eficaz de su paz con amo-
Espíritu. En el Nuevo Testamento, Jesús prueba que él puede rosa atención al penitente. Muchos cristianos dejan de atender en
perdonar pecados por el mero hecho de tener poder para devolver primer lugar al mensaje del Señor, y en cambio dan la mayor
la vida. «El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió importancia a su propio papel en la recepción del sacramento.
para anunciar el Evangelio a los pobres, para proclamar libertad Expliquémonos.
a los cautivos» (Le 4, 18). Hace años me dedicaba yo a dar misiones. A veces me tocaba
Jesucristo sacrificó su vida en el Espíritu. Su Padre celestial,
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La buena nueva de la paz mesiánica

ir a zonas en su gran mayoría protestantes, donde los católicos no


siempre tenían fácil acceso a los sacramentos. Al catequizar a aque- Pregoneros de la palabra de Dios
llas gentes, solía aprovechar aquella ocasión para preguntar acerca
del sacramento de la penitencia. «¿Cuál es el elemento más esen- Los sacerdotes, a quienes ha dado el Señor el gran poder de
cial, el aspecto más importante del sacramento de la penitencia?» pronunciar la profecía de la buena nueva y por medio de los cuales
Una y otra vez se repetía esta respuesta: «Mi arrepentimiento.» actúa él mismo, son servidores del pueblo. No son primariamente
Cuando yo replicaba que había algo todavía más grande que la jueces, sino más bien ministros que sirven en el santo ministerio.
contrición, seguía una granizada de respuestas: «Buenos propó- El sacramento de la penitencia es la proclamación litúrgica de
sitos», «firme resolución», «examen de conciencia», «que nos acu- la palabra de Dios, de la buena nueva, es el kerygma sacraméntale.
semos absolutamente de todos los pecados», «cumplir la peniten- Los sacerdotes estamos como tales totalmente orientados a la obra
cia». Estas respuestas provenían lo mismo de niños que de adultos, de redención, al misterio pascual, a la misma palabra activa de
incluso de los más inteligentes de ellos. Y todavía recuerdo la gran Cristo. El breve coloquio entre el penitente y el sacerdote en el
satisfacción que experimentaba cuando, después de tantas respues- confesonario culmina en estas palabras: «Yo te absuelvo de tus
tas deficientes, oía la vocecita de un niño pequeño: «Yo lo sé. La pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
cosa más grande es lo que hace Jesús, que me perdona los pecados, Amén.» Ésta es una proclamación eficaz y nos complace ver que fi-
que me limpia el alma.» Aquel niño había sido preparado por su nalmente se ha traducido ya a las lenguas vernáculas para que
madre para su primera confesión. La madre había desempeñado pueda entenderla el penitente.
ciertamente una tarea admirable logrando que el chico se diera No puedo menos de recordar la agitación causada en algunos
cuenta del significado del sacramento de la penitencia. ambientes cuando se habló de una posible traducción de la absolu-
ción en lengua vulgar. Me viene a la memoria una anécdota bas-
Por consiguiente, cuando celebramos el sacramento de la peni-
tante divertida que ocurrió a mi amigo, el padre Low. Sucedió hace
tencia, tanto el confesor como el penitente dan gloria al Señor.
unos diecisiete años. El padre Low, que era relator general de la
Es culto, adoración, glorificación de Dios, «cuya ley es justa, santa y
Sagrada Congregación de Ritos, había sometido un nuevo ritual
buena». Es especialmente glorificación del Señor misericordioso.
francés a la sesión general de la Congregación. La mayor parte de
Y, sin embargo, el sacramento va todavía más lejos. Porque en este
los textos del ritual estaban en francés, pero él seguía abogando
sacramento, y por él, Cristo proclama su propio poder que da vida
por su aprobación. Después de la sesión, un monseñor que había
al penitente. Él mismo trae la paz; él mismo glorifica su nombre
tenido noticia de la aprobación, se encontró con el padre Low;
como Redentor, y esto glorifica el nombre del Padre celestial.
entonces no sabía de quién se trataba. El monseñor se puso a deni-
Él santifica el nombre del Padre, y porque él lo hace, también
grar las actividades del relator general que —pensaba él— estaba
nosotros podemos santificar el nombre del Padre que es misericor-
destruyendo la Iglesia. Es más, sostenía que la posición del padre
dioso. Nosotros nos unimos con Cristo, y con esta palabra eficaz
Low estaba incluso teñida de herejía. Estaba seguro de que si los
de Dios, al glorificarlo nos vemos libres de nuestras preocupacio-
franceses pedían al padre Low permiso para usar en francés la
nes antropocéntricas y de nuestra concentración en nosotros mismos.
forma sacramental de la penitencia, el padre accedería a la peti-
ción. Puedo asegurar que el padre Low era verdaderamente ama-
ble, y hasta algo tímido. Pero hay momentos en que hasta las per-
sonas amables y tímidas se excitan. «¿Cree usted, monseñor, dijo
conteniéndose, que sería un gravísimo daño para la Iglesia el que

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La buena nueva de la paz mesiánica Gozosa respuesta positiva

los pobres pecadores entendieran las palabras de la reconciliación?» Cristo «a proclamar el Evangelio de Dios, diciendo: "Se ha cum-
Gracias al concilio Vaticano n, puede ahora el penitente oir plido el tiempo (ho kairos pepleromenos); el reino de Dios está
las palabras de la absolución en una lengua que entiende. Sin em- cerca; convertios (metanoeite) y creed al Evangelio"». En la pre-
bargo, el sacerdote se enfrenta con una dificultad mayor que la de dicación de la Iglesia se ponen en práctica estas palabras. Se rea-
la mera traducción de las palabras. Tiene que traducir el sentido lizan en su sentido más pleno en el sacramento de la eucaristía,
de las palabras de la absolución, tiene que traducirlo en la vida y en una forma muy particular en el de la penitencia. Porque en
misma del penitente. Tiene que recibir a ese hombre, a esa mujer, cada uno de los sacramentos Cristo mismo proclama la buena nueva
a ese adolescente exactamente como se le presentan. Tiene que que viene del Padre celestial. Cada uno de estos dos sacramentos
tomar sobre sí mismo la carga del penitente y simpatizar profun- proporciona el kairos, el gran momento preparado por Dios.
damente con él. Sólo así podrá indicar al penitente el sentido pro-
fundo y jubiloso de las palabras que él pronuncia como instru-
mento de Cristo: «La paz sea contigo. Te son perdonados los Gozosa respuesta positiva
pecados. El Señor te ha abierto el camino de una nueva vida.»
Esta traducción del mensaje de paz en la situación de la vida del «El reino de Dios está cerca.» Con estas palabras indica Cristo
penitente es el primer deber del confesor. su deseo de guiarnos con su misericordia y su bondad. Su amor
Todo lo que se dirá en las páginas que siguen ha de entenderse misericordioso nos impele a arrepentimos de nuestros pecados, al
en relación con esta acción central del sacramento de la peniten- tiempo que al guiarnos con su bondad nos guía también en justicia
cia. Esta acción es la que mueve al sacerdote a ser un instrumento y santidad, es decir, hacia una vida que responda a su amor me-
humilde de Cristo, que «muestra sus manos y su costado», que da diante la bondad con nuestros hermanos.
prueba de su amor divino, del poder de la resurrección. El Señor La proclamación de la presencia dinámica del reino de los cie-
nos dice, y por nosotros al penitente, «shalom, paz a vosotros». los es también un llamamiento apremiante: metanoeite. La tra-
El papel del sacerdote es, aunque humilde, admirable. No es ducción de esta palabra por la Vulgata es: poenitemini (Mt 4, 17:
el papel de un instrumento muerto, ni el de un inquisidor inflexi- poenitentiam agite), que significa: Haced penitencia. No cabe duda
ble. Es el papel y función de un profeta. Porque así como Dios de que la palabra metanoeite significa también arrepentimiento y
hablaba por el profeta en tiempos pasados, así habla ahora por el penitencia, pero sugiere más que esto. Es una buena nueva del
sacerdote. Cristo no cesa de proclamar su Evangelio; Cristo mismo tiempo mesiánico, en el que Dios cumple su palabra: «Os daré
es quien continúa predicando la buena nueva de paz y de perdón. un corazón nuevo y pondré en vosotros un espíritu nuevo... Pon-
(Cf. Constitución de la Sagrada Liturgia, art. 33.) dré dentro de vosotros mi espíritu» (Ez 36, 26-27). El llamamiento,
«renovaos en vuestro espíritu» forma parte de la buena nueva.
Ahora que el Señor hace que su propio pueblo vuelva a su tierra
La hora de la gracia (de él), es decir, a su corazón, el llamamiento vivificante suena así:
«Volved al Señor.»
Nuestro enfoque de la práctica de la confesión se basa en el capí- En el sacramento de paz Dios mismo reúne a su pueblo y
tulo veinte de san Juan, como hemos indicado más arriba. Podemos renueva los corazones de los hombres, y así su reino está en ver-
desarrollar este enfoque fijándonos en san Marcos (1, 14-15). Aquí dad cerca de nosotros, entre nosotros. Pero el acto de reconciliación
hallamos un resumen de la materia y del modo, es decir, de la trae también la exhortación y la promesa: «Si por el espíritu dais
estructura esencial de la predicación de Jesús: Entonces comenzó muerte a las malas acciones del cuerpo, viviréis» (Rom 8, 13).

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«Creed en el Evangelio»

de cumplir con la integridad material de la confesión o de ame-


«Creed en el Evangelio-» nazas aisladas con el fuego del infierno, sino del gozo de recibir
el sacramento.
El sacramento de paz es un «sacramento de fe». La recepción Después de un retiro que prediqué una vez en el Vaticano,
agradecida de la buena nueva, «paz a vosotros», puede cambiar quedé pasmado al oir a un viejo misionero preguntarme con toda
nuestra vida. Sólo nos convertimos en la medida en que abraza- seriedad: «¿Ha sido usted fiel a san Alfonso? ¿Ha predicado usted
mos el Evangelio de la paz mesiániea. las verdades eternas?» «Naturalmente, padre»; le respondí, «he pre-
Si los sacerdotes quieren convencer a las gentes de la naturale- dicado las verdades eternas. Pero ¿puedo preguntarle qué entiende
za de este sacramento, si quieren borrar la idea de que la peni- usted por verdades eternas?». «Pues todo el mundo sabe lo que son
tencia es una especie de lavado mágico, entonces hay que resolver las verdades eternas: el infierno, el fuego, la condenación», me
algunos problemas prácticos. Por ejemplo, supuesto un número respondió. Esta respuesta me pareció a mí una limitación bastante
insuficiente de confesores, ¿hemos de seguir llevando a la iglesia curiosa de las verdades eternas, como si la misión de Cristo con-
una vez al mes a nuestros alumnos de escuela primaria y media, sistiera en predicar un desastre inminente, más bien que la salva-
obligándolos a despachar rápidamente la confesión? ¿No conven- ción. Entonces ¿cómo daríamos razón del encargo de Cristo, «pre-
dría más bien hallar formas de confesión comunitaria? ¿No sería dicad el Evangelio» o la buena nueva?
mejor, aun a riesgo de que algunos niños sólo pongan en práctica El centro de nuestra predicación debería constituirlo la verdad
cada dos o tres meses su iniciativa personal de confesarse, no sería de que Dios, desde toda la eternidad, es el amor trino y uno, y
mejor, decimos, introducir un sistema de rotación, por el que sólo desde toda la eternidad tenía la intención de enviarnos a su Hijo.
se invite a algunos niños a confesarse mensualmente, dando al Nuestro Evangelio es la buena nueva de la muerte y resurrección
confesor más tiempo para la dirección? ¿Hemos de reducir la cele- del Señor, que garantiza que nuestra propia muerte será la plena
bración sacramental al mero acto de dar la absolución? ¿O no realización de nuestra vida. El infierno es un lugar destinado úni-
deberíamos más bien estructurar nuestra práctica de la confesión de camente a los que se niegan a aceptar el Evangelio, a los que
tal manera que no quedase duda de que la penitencia es un «sacra- rechazan la oportunidad de renovación.
mento de fe»? Una celebración comunitaria, de la que todavía El pulpito no es el único lugar de la proclamación de la verdad
hablaremos más abajo, ayudaría a profundizar la fe y a despertar eterna de la muerte y resurrección de Cristo. El sacerdote debe
las energías más íntimas de la conciencia cristiana. llevar al confesonario el gozo del Evangelio, y allí debe impartir
La celebración del sacramento de la penitencia debe reproducir al penitente, no un mensaje lleno de amenazas, sino el mensaje
la estructura de la acción de Cristo en su aparición a los apósto- de la paz de Cristo.
les abatidos. La celebración debe ser una proclamación evidente En el libro de Nehemías tenemos un prototipo de este enfoque.
de que ahora se presenta la gran oportunidad, un tiempo de gracia Cuando los judíos regresaron del destierro se hallaban por una
y de renovación. parte hostigados por diferentes enemigos, y por otra, obligados a
Los penitentes sólo pueden renovarse si creen gozosamente en el levantar una muralla protectora en torno a su ciudad al mismo
Evangelio de Cristo resucitado. Entonces se «llenarán de alegría», tiempo que combatían a aquellos enemigos. Mientras duraba esta
como los apóstoles el primer día de pascua. Cuanta más satisfac- situación angustiosa, el sacerdote Esdras reunió al pueblo en la
ción personal experimente el penitente, tanto más se podrá esperar plaza y comenzó a hablar explicándole el libro de la Ley. Al oírlo
de él una conversión perseverante. Porque, en definitiva, la perse- las gentes, algunos se conmovieron profundamente y comenzaron
veranca de la conversión del penitente no depende del esfuerzo a llorar. Pero el sacerdote Esdras les dijo: «Venid, celebremos

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La buena nueva de la paz mesiánica

fiesta, y mandad parte a los que no puedan venir... no os entris-


tezcáis, porque la alegría de Yahveh es vuestra fortaleza...» Y así
toda la gente comenzó a comer y beber y a mandar porciones a
los que no podían venir, gozando de gran alegría, porque habían
entendido lo que se les había enseñado (Neh 8, 10-12).
Este pasaje del libro de Nehemías nos sugiere el procedimiento
que hemos de emplear en nuestro papel de confesores y de peni- II
tentes. Es la clave de la Praxis Conjessarii.
ENCUENTRO PERSONAL CON EL SEÑOR
Nada es tan importante como el llevar a las gentes la alegría
EN LA IGLESIA
del Señor. Los que escuchaban al sacerdote Esdras cuando les leía
el libro de la Ley, creían que aquel mensaje les venía del Señor.
En definitiva, su fe en aquel Evangelio y en la interpretación que «Cuando terminaron de almorzar, dícele Jesús a Simón Pedro: "Simón,
le daban sus sacerdotes, fue la que les proporcionó un período de hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?" Respóndele: "Sí, Señor, tú sabes
alegría y de conversión. que te quiero." Él le contesta: "Apacienta mis corderos." Vuelve a pre-
Hoy día, Cristo mismo predica la buena nueva a su pueblo. guntarle por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Respóndele:
Nuestra fe nos lo asegura. Y también nuestra fe nos asegura que "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Él le contesta: "Sé pastor de mis ove-
jas." Por tercera vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?"
nosotros, en calidad de sacerdotes, hemos recibido el Espíritu San- Pedro sintió pena cuando Jesús le dijo por tercera vez "¿me quieres?", y
to, hemos sido ungidos en cierto modo como lo fue Cristo, y tene- le respondió: "Señor, tú lo sabes todo; tú conoces bien que te quiero."
mos que tomar sobre nosotros la carga de los pecados de los de- Dícele Jesús: "Apacienta mis ovejas. De verdad te lo aseguro: cuando eras
más y regocijarnos con ellos cuando se dé el caso. Unidos con más joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas
Cristo, y uniéndonos así en profunda simpatía con el penitente, viejo, extenderás tus manos, y otro te ceñirá y te llevará a donde no quie-
ras." (Esto lo dijo para dar a entender con qué muerte había de glorificar
podemos proclamar la paz de Cristo como vivos instrumentos suyos a Dios.) Y después de decir esto, le añade: "Sigúeme"» (Jn 21, 15-19).
y con un corazón que sabe sentir.
En el sacramento de la penitencia, nuestro quehacer más noble En este Evangelio pregunta el Señor tres veces insistentemente
consiste en anunciar al penitente el gozo del Señor. a Pedro si le ama o no, si Pedro es todavía su amigo o no. No
cabe duda de que la triple interrogación responde a la triple nega-
ción de Pedro. Porque en tres circunstancias, durante la pasión del
Señor, juró Pedro a los enemigos del Señor: «Yo no conozco a
este hombre.» Ahora, Pedro confiesa su pecado al Señor, no ya
sencillamente protestando que lo conoce, sino profesando su amor
a él de la manera más humilde.
La escena aquí descrita entraña un encuentro verdaderamente
personal entre Cristo y Pedro, un encuentro diferente del primero
en el cenáculo la noche de pascua, cuando Pedro estaba allí con
los otros diez. ¿Sería demasiado aventurado comparar estos dos
acontecimientos, con la celebración comunitaria del sacramento de

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26
Encuentro personal con el Señor Pesar y gozo compartidos

la penitencia (cenáculo) y con la confesión individual (Tiberíades) promesa del Señor: «Simón, yo he rogado por ti, a fin de que tu
respectivamente? En este encuentro personal, nuestro Señor enseñó fe no desfallezca. Y tú, cuando luego te hayas vuelto, confirma a
a Pedro, y por él a todos los futuros sacerdotes, toda la importan- tus hermanos» (Le 22, 31-34). Con esta promesa recibió Pedro el
cia de su quehacer pastoral. Pedro había negado al Señor, pero poder de fortalecer la fe de], pueblo de Dios anunciándoles la mise-
Cristo resucitado en persona se acerca a Pedro y le da la oportuni- ricordia de Dios.
dad de confesar su pecado, confesión que lo humüla, desde luego,
pero que al mismo tiempo lo levanta, lo purifica y lo libra del
pecado. Y Pedro, aunque entristecido por esta necesidad de hacer- Cargas compartidas
se su propia confesión, aprovecha la oportunidad y responde con
verdadera humildad. AI confesar su pecado pasado, su negación, El sacerdote debe ser un hombre de penitencia, practicando la
incluía en su confesión una profesión de fe en Cristo y una pro- virtud a un grado cada vez más elevado. Si ha de ser un buen
testa de fidelidad renovada. pastor y tomar sobre sí los pecados de todos los hombres, en par-
San Pedro, en esta triple confesión, es prototipo del sacerdote ticular los de sus penitentes, debe responder al llamamiento que
que se confiesa y oye confesiones. Pedro experimentó el amor re- el Señor dirige al ungido y completar en su cuerpo lo que todavía
dentor del Salvador, del Señor resucitado. Con su penitencia y falta en el cuerpo de Cristo. Como Cristo, está llamado a sufrir
humilde confesión se hizo digno del cargo de buen pastor. Ahora y morir como mártir por los otros, y sólo puede alcanzar su per-
bien, un quehacer esencial del buen pastor es la predicación del fección mediante su íntima unión con Cristo que sufrió por toda
Evangelio, que incluye la administración y celebración del sacra- la humanidad. Su encuentro con Cristo, que es el juez, le obliga a
mento de la penitencia. satisfacer las exigencias de la justicia, pidiendo así misericordia
Es de máxima importancia para los sacerdotes comprender el para todos los que con humilde adoración reconocen que la ley de
ejemplo de Pedro y aprender de él. Porque el sacerdote mismo es Dios es justa, santa y buena.
un pecador llamado a la santidad. Sólo podrá aliviar a los otros
pecadores en la medida en que él mismo haya atravesado el mar
Rojo del arrepentimiento, de la contrición y de la humildad. Sólo Pesar y gozo compartidos
entonces podrá sentir junto con el penitente y despertar en él un
profundo arrepentimiento, así como una profunda adoración de la La solidaridad que existe entre el sacerdote y el penitente en
justicia y misericordia de Dios. Porque sólo el sacerdote que se el sacramento de la penitencia estaba bien expresada con la no-
asimila a la Iglesia en san Pedro, que se humilla, que se da cuenta menclatura de materia y forma de la filosofía escolástica, termino-
de su propia debilidad, sólo el sacerdote que habiendo recibido una logía que fue adoptada por el concilio de Trento. La absolución
misión semejante a la de san Pedro, toma sobre sí la carga de los del sacerdote, nos enseña el concilio de Trento, la proclamación
pecados de los otros y está agradecido a Dios por su propia con- de la paz del Señor, es la forma del sacramento, mientras que la
versión, sólo éste puede ser un buen mensajero de salvación. humilde confesión del penitente es la cuasi-materia. La penitencia
El confesor que sólo piensa en los penitentes coreo «vosotros, y el matrimonio son únicos bajo este respecto. En los otros sacra-
los pecadores», no puede ser un buen confesor. El buen confesor mentos, la materia y la forma son administradas por la misma per-
es uno que, dándose bien cuenta de lo que dice, ora con la Iglesia sona. Por ejemplo, en el bautismo, el sacerdote, mientras vierte
entera: «Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos el agua (que es la materia), pronuncia la buena nueva: «Yo te
a nuestros deudores.» Pedro, que confesó su pecado, recibió la bautizo...» (que es la forma). En el sacramento de la penitencia,

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Encuentro personal con el Señor El pecado, ofensa a Dios y a la Iglesia

el sacerdote y el penitente están llamados a concelebrar el sacra- pecados que implican una negativa abierta a la invitación de la
mento, cooperando mutuamente. Esta «cooperación» no se limita gracia. Todo miembro individual de la Iglesia, haciéndose cargo
al hecho de darse allí un encuentro físico entre el sacerdote y el de la riqueza de que ha privado a la Iglesia, debería hacer peni-
penitente, como lo exige la Iglesia. (Permítaseme añadir aquí que tencia buscando el perdón de la Iglesia entera por lo que ha hecho
yo creo personalmente que la Iglesia podría permitir sin dificultad contra ella. En cierta medida, todo pecado significa persecución de
que se diera la absolución por teléfono. Porque una conversación Cristo en la Iglesia. Todavía hoy, Cristo sigue sufriendo, no per-
por teléfono origina una presencia real o encuentro personal entre sonalmente como víctima en la cruz, sino a través de la Iglesia, que
las dos partes.) La cooperación significa mucho más en este caso; es su cuerpo. Éste sufre realmente, porque ello implica una pérdida
exige una unidad de confesor y penitente, basada en la simpatía real. Ésta es la razón porque la llamada personal de cada uno de
y comprensión, una unidad en la penitencia y en la glorificación nosotros a ser miembro de la Iglesia de Cristo obliga a darse ente-
de nuestro Dios misericordioso y justo. ramente a la Iglesia, si uno quiere lograr su verdadera realización.
El mayor esfuerzo del sacerdote se entiende como preparación Con el pecado no sólo pierde uno su verdadero ser, la perfección
del penitente para el mensaje de paz. Ahora bien, si el confesor personal que se espera de él, sino que hiere también a la Iglesia.
es un hombre profundamente penetrado del espíritu de penitencia Un pecado grave causa una división, una separación, no sólo
mediante la meditación y su propia experiencia penitencial, se ha- entre el hombre y Dios, sino también entre el hombre y la Iglesia
llará en las mejores condiciones para ayudar al penitente a captar de Cristo. El significado inmediato y la gracia principal del sacra-
más perfectamente la justicia y bondad de la ley de Dios, y tendrá mento de la penitencia consiste en restablecer en nosotros la uni-
la mayor unión con el penitente en la glorificación de esta ley. dad del pueblo de Dios y, de esta manera, unirnos con Dios. Cuan-
to más íntima es nuestra unión con el pueblo de Dios, tanto más
íntima y profunda será nuestra unión con Dios mismo. No hay
El pecado, ofensa a Dios y a la Iglesia más que considerar el hecho de que la Iglesia asume la función
sacramental de causar la unión entre Dios y el hombre, precisa-
El sacerdote debe descubrir al penitente los efectos del pecado mente por ser ella la que predica el Evangelio de la reconciliación
en relación con Dios y con la Iglesia. Por muy chocante que esto y explica la ley divina. La Iglesia es quien, poniendo la mira en la
pueda parecer, el pecado es un encuentro con Dios. Es un «no» ley divina, decide si uno es digno de recibir la eucaristía. La Iglesia
deliberado dado a la invitación de Dios a la gracia. Cuando una nos dice que si uno ha pecado gravemente, con plena libertad y
persona es llamada de alguna manera por Dios, peca si rechaza con plena deliberación, trastornando el orden de la caridad, no es
este llamamiento, sea que lo rechace directamente, o que sencilla- digno de recibir la sagrada comunión, el signo más elevado de la
mente descuide hacer lo que conoce que debería hacer. El pecado unidad del pueblo de Dios.
es un «no» deliberado dado al amor redentor de Cristo, y esta Los teólogos escolásticos de la edad media convenían en que
negativa lastima a Cristo. Lo lastimó en la cruz; lo lastima y lo todo pecado mortal era en cierto sentido una excommunicatio, exco-
hiere hoy en su Iglesia. Es que todo pecado, además de herir a munión. Con esto no querían decir que todo pecado mortal aca-
Cristo, afecta a la familia de Dios. El que dice «no» a Dios, lo rreaba una sanción jurídica. Más bien querían recalcar el efecto
dice dentro de la esfera del pueblo de Dios, disociándose él mismo, trágico del pecado grave, por el cual el pecador se desliga del sacra-
trastornando la armonía de la familia de Dios. Destruye el debido mento que pone a todos los católicos en unión con Dios y, a través
orden de amor dentro de la creación. de Cristo, con toda la Iglesia. El pecador debe primero hacer su
La Iglesia experimenta una grave pérdida especialmente por esos confesión a la Iglesia, antes de hacerse nuevamente digno de reci-

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Encuentro personal con el Señor La Iglesia peregrinante
bir el más gran signo de la unidad, de la unión con Cristo y de
de delicadamente por la transgresión de su ley. La ley de Dios,
la unión con la Iglesia. Por cuanto el pecado mortal perjudica a la
al tiempo que excluye la arbitrariedad, nos invita a conservar, a
unión del pecador con Dios y con la Iglesia, el pecador debe reci-
servir y a vivir conforme a este amor, porque garantiza nuestra
bir la reconciliación con Dios mediante la reconciliación con la
realización personal en verdadero amor y, a través de nosotros,
Iglesia.
garantiza la realización de la Iglesia.
Hasta en las recientes ediciones del Pontijicale Romanum (cf. la
El Cristo redentor vino para reintegrarnos en la unidad del
liturgia del miércoles de ceniza y del jueves santo) se acentúa el
Dios uno y trino, unidad que habíamos perdido por el pecado. Pero
aspecto de la reconciliación del pecador con Dios mediante la re-
al mismo tiempo vino para conducir a todos los hombres a la uni-
conciliación con la Iglesia. En las oraciones y exhortaciones del
dad de su propio cuerpo, de su familia, de la familia de Dios, el
obispo se llama la atención de los penitentes sobre el gran daño
pueblo de los redimidos. El sacramento de la penitencia es un
que han causado y cómo han mancillado realmente a la Iglesia con
medio para mantener y para restablecer, si es preciso, la estructura
sus pecados. Luego, el jueves santo, día de la institución de la
familiar. El buen penitente se hace cargo de que este sacramento
sagrada eucaristía, se supone que el obispo recibe a los penitentes
lo sitúa cara a cara con Jesús, mediante la gracia del Espíritu
tomando a uno de la mano, el cual a su vez toma a otro de la
Santo. El pecado que él confiesa ha roto, en cierto modo, la armo-
mano, y así sucesivamente, hasta que todos quedan unidos física-
nía del pueblo de Dios; ha pecado contra el cuerpo de Cristo.
mente. Los penitentes son conducidos luego al altar en el que se
La justicia exige que repare el daño causado. Puesto que nadie
celebra el sacramento de la unidad.
puede pretender amar al Dios invisible si no ama a su hermano,
al que ve, el pecador no tiene manera de retornar a Dios si no
retorna, mediante la Iglesia de Cristo, a una mayor unidad con sus
Reconciliación personal y comunitaria hermanos.
El sacramento de la penitencia nos hace caer en la cuenta de
Uno de los aspectos más importantes de la moral cristiana se que Cristo tomó sobre sí la carga de los pecados de todos y
refleja en la síntesis de lo comunitario y de lo individual. Cada uno de cada uno de los hombres. Hizo esto con vistas a la edificación de
de nosotros, al pecar, rehusa un don individual de Dios, un llama- su Iglesia, y algo semejante se puede decir de la celebración del
miento individual de la Providencia, una gracia individual. En este sacramento de la penitencia: es necesario para la edificación de la
sentido, la recusación es personal, pero no privada. Porque todos Iglesia. La Iglesia entera sufre por los pecados de sus miembros,
estos dones, todas estas gracias son ofrecidas al individuo en orden especialmente por los corazones endurecidos. «Si un miembro sufre,
a la edificación de la Iglesia de Cristo. Aunque debemos confesar todos los demás padecen con él; y si un miembro es distinguido
nuestros pecados individuales, no debemos cesar nunca de enfo- con honor, todos los demás se alegran con él» (1 Cor 12, 26).
carlos en la perspectiva de la Iglesia entera. Esta visión servirá y
aprovechará tanto al penitente como al confesor. El darnos cuenta
de los efectos, no sólo personales, sino también comunitarios del
La Iglesia peregrinante
pecado, nos estimulará no sólo a evitar el pecado, sino también a
ser una fuente de luz para los otros. Por el pecado sufre la Iglesia
Como a san Pedro, a cada uno de los que forman el pueblo de
entera, perdiendo algo que es infinitamente grande. El pecado es la
Dios le pregunta el Señor: «¿Me amas?» Y así como el amigo del
repulsa dada a la invitación de Dios a la gracia.
Señor pidió perdón mediante su profesión de amor, así también
La gracia de Dios nos impele a amar su voluntad y nos repren-
la Iglesia, esposa de Cristo, pide diariamente perdón al Señor resu-
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33
Encuentro personal con el Señor Celebración comunitaria del sacramento de la penitencia
citado. San Agustín dice repetidas veces que la Iglesia entera, al favor de Dios con penitencia, negación de sí mismo, humildad,
orar con estas palabras: «perdónanos nuestras deudas así como y todo con vistas a fortalecer el cuerpo místico de Cristo.
nosotros perdonamos a nuestros deudores», confiesa los pecados La rehabilitación de Pedro en la gracia del Señor implicaba
de los pecadores. Al hacer esto no divide el pueblo de Dios en dos más que el mero perdón; se contaba con que ejerciera su autori-
grupos: ovejas y cabras, santos y pecadores. La Iglesia es santa, dad fortaleciendo a sus hermanos; «cuando luego te hayas vuelto,
pero por vocación. Sin embargo, todavía tiene pecadores en su confirma a tus hermanos» (Le 22, 32); análogamente: todo cris-
seno, y todos sus verdaderos hijos e hijas, unidos realmente con tiano que recibe el perdón debe desempeñar sú papel en el esfuerzo
Dios, reconocen sinceramente su necesidad de una mayor confor- común por la renovación de la Iglesia.
midad con su voluntad. Reconocen su condición de pecadores cada
vez que se confiesan o pronuncian estas palabras: «Perdónanos
nuestras deudas.» Celebración comunitaria del sacramento de la penitencia
Mediante un encuentro con Cristo, nuestro juez y redentor, el
sacramento de la penitencia nos proporciona también un encuentro Todo pecado es un «no» dado libremente a Dios, un «no»
con la Iglesia, que se sitúa a sí misma bajo el juicio salvador de que esclaviza al hombre sometiéndolo a un monólogo estéril. Al
Cristo. Por esto se pide al sacerdote que represente a esta Iglesia pecador no le pasa por alto que de una manera o de otra lo lla-
humilde, con la plena convicción de que está sujeta al juicio final maba Dios a adquirir luz y derramarla sobre el mundo a su de-
de Cristo. A través de un humilde confesor, el penitente toma la rredor. Con todo pecado grave vuelve uno la espalda a Dios en
mano auxiliadora de la Iglesia peregrinante. El confesonario viene lugar de dirigirse hacia él. Al mismo tiempo, aflige a la Iglesia.
a ser el punto de cita de la misericordia de Dios y de la constante El que dice «no» a Dios, lo dice dentro del marco del pueblo
necesidad de reforma y conversión del hombre. En el sacramento de Dios, en realidad dentro del marco del entero plan creador de
de la paz redescubrimos nuestra fraternidad. Dios. Contribuye a la destrucción parcial del orden de la creación
Una celebración comunitaria del sacramento de la penitencia redimida. Perturba y trastorna a los miembros de la familia de
puede servir para poner de relieve el significado de la «comunión Dios. La celebración litúrgica del sacramento de la paz nos hace
de los santos» como peregrinación y conversión: mediante la ne- cada vez más conscientes de las dimensiones sociales del pecado
gación de sí mismos y la penitencia, todos los hijos e hijas de y del carácter personal y comunitario de la conversión.
la Iglesia se preparan para soportar la carga de los pecados y soste- La renovación litúrgica tiene mucho que ver con esta dimen-
ner el esfuerzo de conversión de todos los demás. Los santos encar- sión social, especialmente desde el final del Concilio. Hasta ahora
naban este espíritu haciendo penitencia no sólo en reparación de la experimentación se ha mantenido acertadamente dentro de los
sus pecados, sino también por los pecados de todos los hombres. límites de una especie de vigilia bíblica como preparación para
La proclamación del juicio salvífico de Dios debe por tanto exten- la confesión individual y acción de gracias por la absolución. Otros
darse siempre al entero cuerpo de Cristo. El mandato del sacerdote hablan de ritos penitenciales (paralitúrgicos), donde se proclame •
recibido de Cristo a través de la Iglesia consiste en procurar la la misericordia de Dios en vista de todos los signos de su justicia
reconciliación de sus hermanos con Dios y guiarlos en el segui- y perdón. Con frecuencia, algunos o todos los miembros de la
miento de Cristo. A Cristo, «que no conoció pecado, lo hizo (Dios) comunidad que celebra la liturgia comunitaria van individualmente
pecado por nosotros, para que en él llegáramos nosotros a ser a la confesión; luego, al final, todos los sacerdotes pronuncian
justicia de Dios» (2 Cor 5, 21). El sacerdote, participando en la juntos la absolución de los pecados, en cuyo caso queda en sus-
economía y redención de Dios, llama al penitente a responder al penso la cuestión de si esta absolución se aplica «sacramentalmente»

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Encuentro personal con el Señor
Celebración comunitaria del sacramento de la penitencia

sólo a los que se han confesado individualmente aquí y ahora, o del sacramento de la penitencia y de la absolución general. Debe-
también a todos los que, con corazón contrito, han participado ría hacerse en una forma que asegurase a todos el perdón de sus
pecados en la medida de su buena voluntad. En plena continuidad
solamente en la celebración comunitaria.
con el concilio de Trento, se podría imponer esta condición: que
La celebración comunitaria tiene un significado especial en
los que tienen clara conciencia de haber cometido un pecado mor-
comunidades de religiosos, en seminarios o en retiros o grupos que
tal fueran absueltos sin previa confesión individual y pudieran
trabajan o viven estrechamente unidos. Esto podría reemplazar,
comulgar, aunque con la obligación —en cuanto fuera posible —
por lo menos de tiempo en tiempo, las confesiones mensuales
de confesar los pecados mortales por lo menos durante el próximo
individuales de clases enteras de escuelas de niños que lo desea-
tiempo pascual.
ran. La jerarquía francesa ha dado algunas directrices (insistiendo,
sin embargo, en que no se permite la absolución en grupos y se man- La confesión individual tiene todavía pleno sentido después de
tiene la necesidad de la confesión personal de los pecados): la celebración y absolución comunitaria. ¿No recibió san Pedro el
mensaje de paz juntamente con los otros apóstoles el día mismo
«Estas celebraciones permiten que el sacramento sea referido una vez
de la resurrección? Después, sin embargo, fue invitado por el Señor
más a la palabra de Dios, que es la verdadera fuente de la liturgia. Per- a una confesión más individual de su pecado y a una profesión
miten la celebración de la palabra donde actualmente se eche de menos. de fe y de amor.
Con ello permiten a los fieles ver que este sacramento es, como todos los
demás, un signo de fe, pues la fe viene de oir la palabra. Y además incul-
Nota: Un plan de celebración comunitaria del sacramento de
can en la conciencia que el arrepentimiento tiene su origen en el llamamiento
a la conversión. la paz se hallará en el apéndice, p. 351.
«Constituyen, además, una de las "celebraciones comunitarias", a las
que da preferencia la Constitución del Concilio sobre la liturgia, siempre que
se conformen con la naturaleza propia de los diferentes ritos. Porque
si el sacramento de la penitencia se administra en privado, muestra menos
sentido del que realmente tiene el sacramento. Porque el sacramento es
comunitario, causando la reconciliación con Dios en la Iglesia y por la
Iglesia. Por consiguiente, estas celebraciones permiten reconocer el papel
de la Iglesia en la acción sacramental, así como el de la oración de la Iglesia
por los pecadores.
«Proporcionan una ocasión excelente para enseñar a los fieles a hacer
mejor el examen de conciencia, a establecer una jerarquía de faltas y a re-
animar su sentido del pecado.
»Estas celebraciones son especialmente oportunas durante la cuaresma,
durante retiros, o ejercicios o misiones parroquiales, con ocasión de una
peregrinación y así sucesivamente. No deberían presentarse como una ins-
titución nueva llamada a reemplazar lo antiguo. No deberían ser para los
fieles una ocasión de confesarse con menos frecuencia, sino más bien de
confesarse mejor.»

En grandes parroquias con uno o pocos sacerdotes no hay


probablemente otro medio de restablecer una vida eucarística nor-
mal, fuera de la introducción oficial de la celebración comunitaria

36 37
III

DIFERENTES FUNCIONES DEL CONFESOR

La acción de Cristo en el sacramento de la penitencia puede


servir de faro cuando se enfoca el papel del confesor: Por muy
obvio que parezca este aserto, es necesario para poner en guardia
contra un moralismo demasiado rígido o contra una psicología
demasiado condescendiente.
Yo no me siento inclinado a entablar discusiones sobre cuestio-
nes como ésta: ¿Cuál es la función primaria del confesor, sanar al
penitente o perdonar los pecados? Y esto por la sencilla razón de
que yo enfoco el sacramento como una totalidad, como integración
de ambas funciones. Sin embargo, creo necesario detenerme breve-
mente en cada una de ellas.
Hay algunos confesores, en particular sacerdotes ancianos que en
el seminario estudiaron muy poca sociología y psicología, que
juzgan todos los casos únicamente desde el punto de vista de una
moral jurídica. Cada vez que un penitente acude a uno de estos
sacerdotes, el confesor se fija únicamente en la responsabilidad
humana y en la culpa humana con respecto a la ley. Tal confesor
sólo se ocupa de principios objetivos: «¿Cuál es la medida y el
giado de responsabilidad de esta persona? Yo tengo el deber de
perdonarle en la medida en que reconozca su falta como transgre-
sión de una ley.» En una palabra, estos confesores sólo se fijan en
la ley y en los pecados contra la ley. Esto quería decir yo cuando
hablaba de moralismo demasiado rígido.
Recuerdo el caso de un hombre que se entregaba a la mastur-

39
Diferentes funciones del confesor Cristo, como maestro

bación. Preocupado con el problema durante casi treinta años, dijo que había adquirido una nueva visión de la vida desde que
había tratado durante aquel tiempo con confesores que sólo se había logrado desentenderse de temores y ansiedades.
cuidaban de informarse del número exacto de pecados mortales Añadió que la vida le parecía ahora hasta cierto punto bella.
para así poder estimar la gravedad del pecado. Entretanto, el hom- Quedó sorprendida cuando le pregunté cuánto tiempo se había
bre se convenció de que no le era posible corregirse. Oró insisten- sometido a tratamientos psicoterápicos. Me respondió francamente:
temente, pero parecía que no eran escuchadas sus oraciones. La había pagado 110 horas de tratamiento. Se había sometido a un
culpa, juntamente con la vergüenza lo carcomía noche y día. Se tratamiento que no difería en modo alguno de los servicios de
avergonzaba de presentarse delante de Dios e incluso le daba ver- psicólogos de pacotilla cuyo objetivo capital consiste en negar
güenza encontrarse con sus amigos. Finalmente, sus sentimientos la realidad de la culpa. «Es sencillamente ansiedad», decían. «Y la
de indignidad le llevaron a pensar seriamente en el suicidio. peor ansiedad es la que se hace pasar por culpa.»
La primera vez que vino a verme estaba ya desesperado. Yo le Entendámonos. Yo no afirmo que un pecador pueda no sen-
aconsejé que aceptara como una prueba aquel hábito de mastur- tirse infeliz; ni tampoco digo que la ansiedad no pueda a veces
bación. Yo le aseguré que aunque no había logrado todavía vencer confundirse con la culpa. Efectivamente, este último punto puedo
aquel hábito inveterado, todos sus esfuerzos y oraciones eran se- ilustrarlo con un caso. Una vez recibí una carta de una mujer joven
guramente una prueba de que sus faltas se debían más a difi- muy inteligente, en la que me decía que sentía tal ansiedad des-
cultades psicológicas que a mala voluntad. Finalmente le aseguré pués de cometer cualquier falta, que se preguntaba si todas sus
que aceptara aquella aflicción como una cruz y que tal cruz podía faltas no eran pecados contra el Espíritu Santo. Evidentemente,
ayudarle a acercarse más a Cristo nuestro redentor. confundía la ansiedad con la culpa, y yo estaba convencido de que
Algunos años después lo encontré por la calle. Se precipitó hacia tenía necesidad de tratamiento psicoterápico. Yo no me opongo
mí y me dijo: «Padre, no sabría cómo decirle lo agradecido que a la psicoterapia en cuanto tal, sino a una psicoterapia que niega
le estoy.» Se me dio a conocer y acabó su relación en una forma absolutamente la culpa.
que no sólo me humilló, sino que me conmovió profundamente. Se cuenta con que el sacramento de la penitencia nos propor-
«Cuando usted me dijo que podía aceptar mi aflicción como una cione mayor y más profundo conocimiento y deseo de cumplir la
prueba», dijo, «sentí por primera vez que podía incluso superarla». ley de Dios; que nos libre de la ansiedad del pecado; que nos
La falta cometida por el legalista moral con sus penitentes con- juzgue con vistas a evitar la condenación eterna en el juicio final.
siste en no saber cuándo se ha de recurrir a la acción renovadora Finalmente, el sacramento de la penitencia tiene un aspecto litúr-
para contrapesar los principios morales. De todos modos, todo lo gico, a saber, el de culto del Dios todopoderoso, y una expresión
que se piense, se diga o se haga, ha de enfocarse en la perspectiva de la confianza y amor para con el Padre celestial. A fin de com-
de la acción y amor redentor de Cristo. prender estos varios aspectos de la confesión, vamos a analizar
Por otra parte, hay también confesores que todo lo consideran cuidadosamente los diferentes papeles que Cristo desempeña en
exclusivamente bajo el aspecto de la angustia del penitente. Éstos el sacramento: las funciones de maestro, de médico, de juez y de
van al extremo opuesto. Es una nueva tendencia basada en la sumo sacerdote.
moderna psicología clínica o psicoterapia. En realidad, en muchos
casos los psiquiatras y los psicólogos de profundidades han logra- Cristo, como maestro
do disipar completamente sentimientos de culpabilidad, explicán-
dolos como meros restos neuróticos de ansiedades reprimidas de En el sacramento de la penitencia es Cristo el maestro de la ley
la infancia. Una vez, en un tren, me abordó una estudiante y me interior de la gracia. Su estrategia docente depende de la acción

40 41
Diferentes funciones del confesor Cristo, como maestro
del Espíritu Santo que purifica nuestros corazones y proclama la Santo, cómo ha de progresar en la continua conversión y gratitud
misericordia de Cristo por boca del ministro de la Iglesia. Mediante a Dios y en el amor misericordioso del prójimo. Para el buen cris-
esta purificación y proclamación el penitente adquiere conciencia tiano medio, el sacramento de la penitencia no tiene precisamente
de su obligación de amar con un espíritu renovado. Así lo expresa por objeto la conversión de la muerte a la vida, sino más bien un
Jeremías: «En aquellos días haré yo una nueva alianza con la casa continuo desarrollo de la vida. Y con esto venimos a tratar de la
de Israel... pondré mi ley en ellos y la escribiré en su corazón» función del sacerdote como participante en el poder docente de
(Jer 31, 31ss). Y Ezequiel añade: «Y les daré otro corazón y pon- Cristo.
dré en ellos un espíritu nuevo» (Ez 11, 19; cf. 18, 31; 36, 26). El sacerdote, al preparar a otros para recibir el sacramento de
Cristo es el maestro de la ley de manera única. Hace que el la penitencia, y el confesor que celebra efectivamente el sacramento,
penitente tenga participación en su propia vida y consiguientemente han de enseñar a los cristianos lo que los apóstoles enseñaron los
en la ley del Nuevo Testamento. «Mis leyes pondré en su concien- primeros a sus penitentes, a saber, qué significa ser cristianos, qué
cia y las grabaré en su corazón; y yo seré su Dios, y ellos serán es lo que ellos han de ser:
mi pueblo» (Heb 8, 10). En una palabra: esta ley es la ley del
amor, amor de Dios y amor a nuestro prójimo. «Si, pues, habéis resucitado juntamente con Cristo, buscad lo de arri-
Para los que acuden al sacramento de la penitencia con peca- ba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a lo de arriba,
dos mortales, Cristo es en forma verdaderamente eminente el maes- no a lo de la tierra Lo repito, habéis muerto. Haced, pues, que mueran
tro de la nueva ley, pues una persona que está en pecado mortal los miembros que están sobre la tierra . Como pueblo escogido, santo y
amado de Dios, revestios de bondad, de misericordia, de humildad, de
no se halla todavía de veras dentro de la ley de Cristo. No está comprensión, de paciencia La palabra de Dios habite entre vosotros en
todavía bajo la ley de la gracia. Está más bien bajo una ley ame- toda su riqueza» (Col 3, 1-16).
nazadora, que anuncia muerte y destrucción. Por consiguiente, cuan-
do un penitente se reconcilia con Cristo mediante la gracia del El confesor, como representante de Cristo que es, debe orientar
Espíritu Santo, la presencia de Cristo regenera el poder de la nueva interiormente la atención del penitente hacia la acción y las exi-
ley, exactamente como redime y forma al «hombre nuevo». El pe- gencias de la gracia. Convendría que el sacerdote recordara al
nitente vuelve a estar en Cristo y Cristo en él. San Pablo lo expresa penitente que ha resucitado a nueva vida en el bautismo y que
así: «Porque la ley del Espíritu, dador de la vida en Cristo Jesús, está por consiguiente obligado a morir al pecado. Ahora bien,
me liberó de la ley del pecado y de la muerte» (Rom 8, 2). Y tam- en el sacramento de la penitencia debe tener el deseo y la buena
bién: «Porque si os dejáis guiar por el Espíritu, no estáis bajo la voluntad de realizar más y más en su vida cotidiana esta muerte
ley... Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, al pecado.
comprensión, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, tem- No hay que negar la necesidad de hacer a veces una exhorta-
planza. Contra tales cosas nada tiene que decir la ley. Y los que ción moral. Quisiera poner en claro la importancia relativa de tal
son de Cristo Jesús crucificaron la carne con sus pasiones y deseos. exhortación: no debería nunca substituir la instrucción del peni-
Si vivimos por el Espíritu, caminemos también por el Espíritu» tente acerca de los aspectos internos del sacramento. La atención
(Gal 5, 19; 22-25). prestada al papel docente de Cristo en el sacramento impedirá que
En cambio, si el penitente que se acerca al sacramento se halla la exhortación del sacerdote se reduzca a puro moralismo y al mismo
en estado de gracia, es inexacto decir que Cristo le da una nueva tiempo ayudará al penitente a tomar más en serio las implicaciones
participación en la ley de gracia. Más exactamente: enseña al pe- del hecho de poseer en sí la vida de Cristo.
nitente, mediante la acción purificadora y redentora del Espíritu Nunca se pensó que el confesonario hubiera de ser un oscuro
42 43
Diferentes funciones del confesor
Cristo, médico y juez
tribunal de puro legalismo. Ni tampoco que hubiera de ser el incó-
modo equivalente del diván de un psicoanalista. Porque dentro de que nos pone en contacto con la ley de Cristo, marcando el comien-
su marco tiene lugar la acción redentora de Dios. zo de la acción salvadora del amor y de la gracia en nuestros cora-
La enseñanza moral y la psicología tienen, sí, su puesto en el zones. Aquí salta a la vista el entrecruzamiento de los papeles de
confesonario, pero sólo como complementos de la acción de Dios médico y de maestro.
con vistas al crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad; en Ahora bien, Cristo es también nuestro juez, papel que sólo se
una palabra, como accesorios de la vida de gracia en el corazón puede comprender en conexión con su papel de médico. Con vistas
del penitente. Disociar la ley externa, es decir, lo que es de obli- a salvar al mundo, con vistas a actuar como médico, tuvo Cristo
gación moral, de la enseñanza de la ley interna, a saber, de lo que que comenzar por tomar sobre sí el juicio que merecían nuestros
Cristo mismo enseña mediante la gracia del Espíritu Santo, me- pecados. Y así él, que era el Cordero de Dios completamente ino-
diante su acción purificadora, significa una gran laguna en la for- cente, consintió en ser juzgado y condenado en nuestro lugar. Obran-
mación del penitente. En tal caso el confesor dejaría de responder do así, nos curó y nos salvó del juicio definitivo de condenación.
a las exigencias de Cristo tocante al papel de su representante. Por esta razón, el creyente puede mirar con gozo hacia adelante,
Por el empeño de poner bien de relieve este punto, vuelvo delibe- a la segunda venida de Cristo, puesto que él vendrá como juez y a
radamente una y otra vez sobre la primacía de la ley interior, sobre la vez como redentor.
la primacía de la acción de gracia del Dios omnipotente. En el sacramento de la penitencia, Cristo nos sana y nos salva
mediante el juicio salvífico de la cruz. En la cruz fue donde él
aceptó la carga de nuestros pecados, y así nosotros sometemos
Cristo, médico y juez nuestros pecados a la cruz con vistas a un juicio misericordioso.
Cristo, nuestro verdadero juez en el sacramento de la penitencia,
es el único que nos libra de nuestros pecados.
Desde los tiempos más antiguos, los padres de la Iglesia llama-
El confesor participa también en el papel de Cristo como juez.
ron a Cristo «el médico divino», «el divino sanador», «el reden-
Su juicio dependerá de si el penitente desea o no la salvación; a
tor». Todos estos títulos tienen algo en común, que hace que se
veces no se hallará en condiciones de llegar a una clara decisión
puedan usar indistintamente: todos ellos connotan la idea de sal-
en este sentido. En tales casos el confesor proclamará, pues, la ab-
vación. Cristo es el médico, el sanador, el redentor porque nos
solución y la paz sólo condicionalmente. Sin embargo, en la mayo-
ha salvado de nuestra miseria. Por Cristo hemos sido restituidos
ría de los casos su papel de juez girará en torno al arrepentimiento
a la vida y a la salud.
del penitente. Con el fin de hacer que su juicio sea digno instru-
El papel de Cristo como médico divino está íntimamente liga- mento de la salvación divina, procurará explicar los motivos de un
do con su papel de maestro de la nueva ley. Como maestro, nos arrepentimiento más profundo. Un medio eficaz de despertar dolor
reveló la insuficiencia de la antigua ley. San Pablo dice que Cristo por el pecado consiste en dirigir la atención del penitente hacia la
nos liberó de la ley y de la esclavitud del pecado en que vivíamos cruz de Cristo, en la que se pone de manifiesto la horrenda fealdad
bajo la ley (Rom 8, 2). Sin embargo, Cristo nos enseñó una nueva del pecado. E n efecto, la terrible sentencia pronunciada contra
ley. la ley del amor, que por su misma naturaleza tiene poder de Cristo y que lo condujo a la crucifixión fue el resultado de haber
sanar y de redimir. Nos enseñó que esta ley no es una ley impuesta tomado Cristo sobre sí nuestros pecados. El juicio de Dios contra
desde fuera, que atenta contra la libertad del hombre. Es más bien Cristo, por haberse hallado a éste cargado con estos pecados, fue
una ley interior que Cristo mismo dicta al corazón del hombre tan riguroso, que el mismo Hombre-Dios hubo de clamar despavo-
al hacerlo participar en su propia vida. Esta participación es la rido: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Sólo

44 45
Diferentes funciones del confesor El confesor, otro Cristo

Cristo, en su humanidad, descubrió todo el horror del pecado en nidad de unirse en un esfuerzo común para proclamar la gloria de
la cruz. Así el penitente, puesto en presencia de la cruz, puede Dios, la gloria de su amor misericordioso y justo.
aprender, no sólo a odiar el pecado, sino también a amar la mise-
ricordia y bondad del redentor crucificado. Es posible que resulte
una plena apreciación de la justicia y santidad de la ley de Dios. El confesor, otro Cristo
Quizá se halle el penitente dispuesto a abrazar esta ley en toda su
plenitud-. «Amaos unos a otros como ^ÍO OS he amado.» Al comienzo de este capitulo dejé sentado que la función del
confesor es una combinación de perdón de los pecados y curación
de las almas. Una vez que han quedado expuestos los aspectos de la
Cristo, sumo sacerdote función de Cristo en este sacramento: maestro, médico, juez y
sacerdote, vamos a tratar ahora más por extenso de la acción del
No podemos pasar por alto el papel de Cristo como sumo sacer- sacerdote.
dote en el sacramento de la penitencia. Cristo nos redime hacién- El sacerdote en el confesonario debería tener siempre presente
dose víctima por nosotros, ofreciéndose él mismo en sacrificio al que está realizando un acto de liturgia. Tiene el privilegio de pro-
Padre. De esta manera preparó un nuevo camino de amor, espe- clamar, en nombre de la Iglesia, las maravillas de la misericordia
rando orientar todos nuestros deseos hacia esta gran petición: de Dios: «Dad gracias al Señor porque es bueno, porque su mise-
«Santificado sea tu nombre.» Cristo, cargando con el peso de los ricordia dura eternamente» (Sal 117). El confesor, como instru-
pecados de los hombres, dio gloria al Padre en nombre de la huma- mento de Dios, pronuncia palabras que proporcionan paz y reno-
nidad. Se ofreció a sí mismo como sacrificio para la gloria de su vación al corazón del penitente. Con su celo, que lo induce a hacer
Padre y para nuestra redención. todo lo que está en su mano para instruir al penitente acerca de la
Dar gloria a Dios es la antítesis del pecado. El pecado es ego- acción de Cristo como príncipe de la paz, dispondrá al penitente
centrismo; la conversión consiste en reconocer con gratitud que to- de tal forma que arda en deseos de propagar dicha paz entre
dos nosotros formamos parte de un reino de sacerdotes, que los otros.
nuestra función más alta es la de glorificar a Dios en todas las El siglo pasado estuvo dominado por un espíritu legalista tocante
cosas mediante el sacerdocio de Cristo. Ahora bien, es imposible al sacramento de la penitencia. A muchas sacerdotes se les enseñó
un amor de adoración a Dios en el sacerdocio de Cristo, si no que en el confesonario tenían que proceder esencialmente como
ofrecemos a Dios señales de sincera contrición y satisfacción, así jueces. De resultas de esto, la confesión vino a ser una especie de
como Cristo se ofreció una vez a sí mismo. inquisición. L a confesión dejaba así un amargo gusto de boca en
El confesor, al ejercer este sacerdocio en el confesonario, debe los penitentes. Si estos católicos no aborrecían completamente el
adoptar la actitud de adoración. Difícilmente será ésta la actitud sacramento, muchos de ellos lo temían y transmitían este temor
del sacerdote que despacha de prisa la absolución para poder a su descendencia. Con frecuencia, los sacerdotes mismos se veían
volver al rezo del breviario. El sacerdote ha de comportarse en el desconcertados por la actitud que se sentían forzados a adoptar en
confesonario de tal forma que el penitente se dé más cuenta de el confesonario. Les avergonzaba la manera inquisitorial y el mé-
que la celebración de este sacramento es una de las maneras más todo mecánico de juzgar únicamente a base de números. Recuer-
admirables de glorificar a Dios, una de las formas más admirables do que un anciano sacerdote me decía que lo que más le encantaría
de la oración litúrgica. en el cielo sería el no tener que oir confesiones. Poco después se
En este sacramento, el confesor y el penitente tienen la oportu- vio sorprendido de que sus superiores, en consideración con su

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Diferentes funciones del confesor El confesor, otro Cristo

edad, lo dispensaran de la obligación de «meterse en el cajón». En el confesionario se da al sacerdote la oportunidad de proclamar


Cuando volvió a verme, me expresó su satisfacción. Congratulán- la paz del Señor. Su acción de juez debe ser integrada totalmente
dome con él, le dije que podía imaginar por qué se encontraba tan con la acción de declarar la paz de Dios. El sacerdote sirve al
bien. Le dije que él era una persona muy amable y que era pro- pueblo enseñándole la ley de amor, la ley del Espíritu, dirigiendo
bable que las más de las veces se hubiera visto en el confesonario a las gentes y ayudándoles a dirigirse ellas mismas hacia las admi-
con el corazón empeñado en una lucha entre su amabilidad natu- rables acciones de Cristo.
ral y la teología legalista que le habían enseñado. Cuando se rehizo Hugo de San Víctor dice que Cristo, en' el sacramento de la
de la sorpresa fue reconociendo poco a poco que aquél era preci- penitencia, mientras nos suelta de los lazos del pecado, nos ata de
samente el caso. la manera más suave con los vínculos de la gratitud. Esta afir-
En el pasado no pocos sacerdotes llevaron una cruz semejante mación sólo se puede comprender si el sacerdote considera su fun-
al ir al confesonario, porque tenían la intuición de que aquel frío ción como la de otro Cristo, como otra imagen del Padre celestial.
impersonalismo, aquel insistir incesantemente en números y deta- Él debe representar a Cristo, el gran pacificador, el príncipe de la
lles exactos violaba todas las leyes de una psicología razonable. paz, el salvador, el redentor, que con amor de adoración se sacri-
Es célebre el caso del gran moralista August Lehmkuhl, que des- ficó a sí mismo y nos redimió a nosotros.
pués de haber escrito volúmenes de casos de conciencia, no se El sacerdote confesor no debe perder nunca de vista que en
sentó nunca en el confesonario y hasta se negaba a oir confesiones el confesonario ofrece al penitente la oportunidad de encontrarse
aunque se lo ordenara el superior. Estaba tan aterrado... con el Príncipe de la paz.
El confesor debe verse a sí mismo en el confesonario bajo una
luz positiva. Es representante de Cristo, que enseña las maravillas
de su ley mediante la acción purificadora del Espíritu Santo. Unién-
dose él mismo con Cristo, el sacerdote se halla en condiciones de
enseñar los maravillosos senderos que él abre para el crecimiento
en el amor cristiano y en la alegría cristiana. Gracias al sacerdote,
el penitente puede experimentar a Cristo como el príncipe de la
paz, como el médico divino.
A todo sacerdote le aprovecharía meditar con frecuencia sobre
el hecho de que en el confesonario él debe representar al juez
redentor. El juicio de Cristo sobre nosotros se pronunció cuando
él estaba pendiente de la cruz muriendo por nosotros. Fue un jui-
cio ejecutado por su amor a nosotros. Tales meditaciones fomen-
tarán nuestro deseo de ir al confesonario para dispensar el juicio
misericordioso de Cristo. Puedo decir francamente que he sentido
un gran vacío en mi vida por haber tenido que renunciar estos
últimos años, por razón de mi trabajo, a pasar en el confesonario
las horas que solía pasar anteriormente.
Dispensar el sacramento de la penitencia es una de las más altas
funciones del sacerdocio: «Bienaventurados los portadores de paz.»
49
48
IV

LA DISPOSICIÓN DEL PENITENTE

Para decirlo brevemente, este capítulo y el siguiente contienen


un tratado de la disposición del penitente como condición para
recibir la absolución.
La penitencia, en cuanto sacramento, sirve para restablecer o
intensificar la armonía entre Dios y el hombre. Esto quiere decir
que el penitente entra en contacto con la verdad divina a través
del mensaje de paz mesiánica. Sería un abuso del sacramento
ofrecer este mensaje a personas que habiendo vuelto decididamente
la espalda a la verdad, creen que todavía pueden recibir el sacra-
mento, pese a todas sus reservas. Evidentemente, cuando tales per-
sonas se acercan al confesonario no se dan cuenta de que para
recibir eficazmente este sacramento tienen que estar dispuestas a
modificar sus vidas conforme a la verdad de Dios. El confesor no
debería escatimar esfuerzos para poner al pecador cara a cara con
el Dios omnipotente, pero hay algunos casos en los que el peni-
tente hace imposible toda proclamación de la paz de Dios.
Sería conveniente instruir de vez en cuando al penitente, hacién-
dole comprender que la mejor disposición y la más esencial está
* expresada en las palabras de la primera bienaventuranza: «Bien-
aventurados los que conocen profundamente en sus corazones que
son pobres, porque en ellos está el reino de los cielos.» En una
palabra, esto significa humildad. La humildad mueve al penitente a
abrir su corazón a la palabra de Dios y le infunde sentimientos de
gratitud por los dones del sacramento. Dios recompensa al peni-

51
La disposición del penitente «Bienaventurados los que... saben que son pobres»

tente proporcionalmente a sus disposiones para recibir los dones. observaban como ellos. Los fariseos sólo recibieron de Cristo re-
Naturalmente, no toda imperfección tocante a la disposición del prensiones. Los pecadores que reconocían en sus corazones cuan
penitente justifica el que se le niegue la palabra de paz. Una buena pobres eran en realidad y cuan necesitados estaban de redención,
disposición fundamental puede estar afeada hasta cierto punto por hallaron su favor y su infinita misericordia.
una ignorancia invencible, por una contrición imperfecta, por un Ninguna virtud es tan necesaria al penitente en el sacramento
débil propósito de la enmienda. Tales deficiencias no deben inquie- de la penitencia como la virtud de la humildad. La humildad da
tar al confesor, puesto que la buena voluntad de aceptar los dones al hombre una sana y profunda conciencia de-su pecado. El empeño
de Dios como regla de la vida está sujeta a la ley del crecimiento. de todo sacerdote debe por tanto consistir en predicar, catequizar
Más adelante volveré a hablar de estas imperfecciones. Una cosa y celebrar el sacramento de la penitencia y en dialogar con el peni-
es cierta. La presencia de los confesonarios en nuestras iglesias es tente de tal forma que lo induzca a comprender más plenamente
indicio de nuestro estado de peregrinos que todavía aspiramos a la la primera bienaventuranza. Este quehacer sólo se puede desem-
perfección. Cuando el sacerdote entra en el confesonario, lo hace peñar con una paciente dirección e instrucción. En el grado en
con vistas a animar a algunos a seguir adelante valientemente, a que una persona reconozca su pobreza de espíritu, reconocerá
confortar y reanimar a otros que han caído junto al camino. Por lo que realmente es el pecado. Porque su preocupación no versará
muy obvio que esto parezca, los fanfarrones no rodean los confe- principalmente acerca de la integridad material en la enumeración
sonarios. De nadie que va a confesarse se ha de esperar que haya de los pecados, sino más bien acerca de la gran miseria e injusticia
alcanzado ya la meta de la perfección. causada ofendiendo a Dios. Su humildad encenderá su deseo de
acercarse más a su salvador y redentor, de ponerse en contacto
con él. Mi experiencia misionera me ha proporcionado bastantes
«Bienaventurados los que... saben que son pobres» experiencias que confirman lo que acabo de decir. Permítaseme
referir una de ellas.
La primera bienaventuranza nos proporciona una clave para Poco después de la segunda guerra mundial se me destinó a
la debida inteligencia del sacramento de la penitencia. El reino de predicar misiones a ciertos refugiados de Alemania oriental, de
Dios pertenece a los que reconocen que son pobres de espíritu. Rumania y de otras regiones. Muchas de aquellas pobres gentes
Consecuentemente, una obligación que incumbe al confesor será habían vivido en zonas donde el acceso a los sacramentos era difí-
la de indicar al penitente no sólo la dirección del viaje en el camino cil, si ya no imposible. Ahora, oyendo de nuevo las palabras del
de la santidad, sino también la distancia que hay que cubrir. Evangelio de Cristo, deseaban volver a él. Algunos no habían expe-
La mayor dificultad para la absolución de un pecador, la peor rimentado la paz del sacramento de la penitencia durante diez,
disposición que se puede tener es el estar uno satisfecho de sí veinte y hasta cuarenta o cincuenta años. A mí no me cabía la
mismo. El individuo que se complace en sí mismo gravita en torno menor duda de que la culpa subjetiva de aquellas gentes estaba
al eje perpendicular del yo; el doble amor de Dios y del prójimo muy disminuida, debido a su ignorancia de la naturaleza del peca-
se ve a través de un falso prisma. La satisfacción de sí mismo do. Yo trabajaba basándome en su humildad, en su reconocimiento
pone una barrera a la humildad, que es la apreciación realista de de que eran verdaderamente «pobres de espíritu». En ningún mo-
uno mismo en relación con Dios y con los semejantes. Como ilus- mento esperé yo que aquella humildad básica les proporcionara
tración de este hecho nos basta comparar el trato que da el Señor un conocimiento repentino tocante a la confesión de sus pecados.
al pecador pobre e ignorante y el que da a los fariseos, que hacían Aquellas gentes no habían descubierto o no recordaban los detalles
alarde de su conocimiento de la ley y condenaban a los que no la de la ley moral. Sólo habían descubierto que su separación de

52 53
La disposición del penitente
La ley de crecimiento

Cristo había producido una tremenda laguna en sus vidas. Muchos Nuestra visión del reino es la que en realidad está sujeta a cre-
se confesaban así: «Padre, no he matado a nadie. No he robado. cimiento. Diferentes parábolas del Evangelio establecen el hecho
He sido una persona honrada, o por lo menos no he robado nada de que el crecimiento es un fenómeno necesario en la aceptación
a pobres gentes. He pecado contra la caridad, pero no he sido muy del reino por el hombre. Esta maduración, si bien bajo algunos
malo.» Por mi parte me di cuenta de que el reconocimiento de respectos se parece al crecimiento de las plantas, es mucho más
todas las cosas que no habían hecho bien en su vida sólo se pro- de lo que puede sugerir una analogía campestre. No es sólo un
duciría gradualmente, que su humildad, que había escasamente vitalismo que se desenvuelva sin nuestra voluntad libre. El reino
echado raíces, estaba sujeta a la ley del crecimiento. Los años si- mismo de Dios nos invita a crecer en libertad y en responsabili-
guientes volví a aquellas gentes para instruirlas y oir sus confe- dad. Pero cada uno sólo puede crecer conforme a la medida de la
siones y pude observar su progreso gradual tocante a lo que está gracia que Dios le otorga, de acuerdo con la oportunidad presente.
bien y lo que no está bien. En particular observé su profunda con- La parábola de los talentos ilustra esta verdad: se contaba con que
vicción de lo triste que es estar alejados del Señor durante largo cada uno usara bien lo que había recibido, uno recibió cinco talen-
tiempo. De hecho, no faltaban entre ellos quienes habían recorrido tos, otro dos, y otro finalmente sólo uno. Cada uno debe estar
grandes distancias para ir a misa y recibir los sacramentos. dispuesto a dar el modesto paso que le permite la presente opor-
El mejor ejemplo de cómo funciona en nuestras vidas la pri- tunidad. Sólo así descubrirá uno nuevos horizontes.
mera bienaventuranza, se puede quizá tomar de lo que sabemos El cristianismo es vida, y donde hay vida hay necesidad de cre-
acerca de la confesión de los santos. Con frecuencia, los santos cimiento: crecimiento en la superación de obstáculos, crecimiento
se deshacían en arrepentimiento por cosas que a muchos de nos- en la lucha contra los bajos impulsos de la naturaleza inferior, cre-
otros ni siquiera nos parecen malas. Pero su humildad les daba cimiento en el abandono del egocentrismo. Nosotros debemos acep-
una delicada percepción de lo que significa no seguir con toda el tar y respetar esta ley del crecimiento en nosotros. Tenemos que
alma el sendero del reino de Dios. Cuando un penitente reconoce aceptar gozosamente la presente oportunidad que se nos ofrece y
cuan pobre de espíritu es, ello es para el confesor una buena señal aprovecharla hasta lo último.
de que el reino de Dios ha llegado ya a esa persona. Tal persona El sacerdote, en su calidad de confesor, debe educar a los fieles
sentirá la necesidad de esforzarse todavía más por encontrarse más para la santidad. Esta educación exige que se estimule al penitente
perfectamente con el divino médico. a sacar el mayor partido posible de la oportunidad que Dios le
Al confesor corresponde ver de despertar esta humildad en el ofrece. Esta educación deberá retraerlo de perseguir metas lejanas,
corazón del penitente. El confesor deberá instruirlo para que se proscritas por su condición presente, y lo ayudará a negociar con
percate del progreso que todavía hay que hacer; deberá darle a el don presente de la gracia de Dios. Como en todos los casos,
conocer que el reino de Dios exige que se utilice hasta lo último también aquí es nuestro Señor modelo de los confesores por lo que
la presente oportunidad, que todo don de Dios, natural o sobre- atañe a adaptar su enseñanza a la disposición y a la paz de los
natural, es un llamamiento del reino. penitentes. En el Evangelio, nuestro Señor preparó a sus discípulos
con sus numerosos milagros y prodigios, para el día en que les
había de preguntar: «¿Quién decís vosotros que es el Hijo del
La ley de crecimiento
hombre?» Y sólo cuando conocieron que él era el Mesías, el Un-
«El reino de Dios se parece a un grano de mostaza que . con ser la gido de Dios, comenzó a enseñarles el gran misterio de su muerte
más pequeña de las semillas, cuando crece es la mayor de las hortalizas y y de su resurrección. Esta última lección exigía la mayor pacien-
se convierte en árbol .» (Mt 13, 31-32). cia por parte de nuestro Señor. Sin embargo, aun después de haber-

54 55
La disposición del penitente Un patrón de conformidad

los instruido plenamente y de haber celebrado con ellos el gran colmar la medida del lecho. Los más altos lo pasaban todavía peor:
signo de la Nueva Alianza, todavía dijo: «Aún tengo muchas Procusto les cortaba la cabeza y, si era necesario, también los pies
cosas que deciros, pero la carga sería ahora demasiado pesada y las piernas para que se adaptara el huésped a la largura del lecho
para vosotros.» Nuestro Señor, hablando así, atraía la atención de de hierro.
los apóstoles, exigiéndoles todavía mayor docilidad, asegurándoles El mito de Procusto es muy antiguo, pero la historia no es tan
que recibirían el Espíritu Santo con abundancia. «irreal» como pudiera parecer. Desgraciadamente, en nuestros días,
El confesor debe, a la manera de Cristo, exhortar a sus peni- encontramos a veces Procustos en nuestros confesonarios. Ahí está
tentes a la vigilancia. Una vez que ha comprobado su disposición, el legalista que ofrece un rígido lecho de moral jurídica estática.
debe ayudarles a dar el paso siguiente, el paso que es posible aquí Estira los miembros de los penitentes todavía demasiado peque-
y ahora. No debe imponerles ideales que vayan más allá de su ños y frágiles con el imperativo invariable: «Usted tiene que ob-
nivel actual de desarrollo, ni tampoco debe retraerlos de dar pasos servar las reglas que he aprendido yo en teología moral. De lo con-
valientes y heroicos si tiene la convicción de que Dios los llama a trario, no puedo darle la absolución.» A los que han traspasado
ello. El sacerdote, en su calidad de confesor, puede errar también ya los límites de tal teología estática, a los que han recibido un
exigiendo demasiado poco al penitente. Piensa en el confesor que don de cinco talentos y se esfuerzan por duplicarlo, les aconseja
disuade al penitente familiarizado ya con la experiencia religiosa y que aflojen el paso, o por lo menos que no hagan caso de los sen-
que siente que Dios le exige mayor generosidad. El confesor de timientos de culpabilidad con respecto a metas superiores: «Usted
tal penitente se equivocaría si tratara de convencerlo de que no no necesita esforzarse tanto.» O: «No necesita esforzarse más;
tiene obligación de ir más lejos porque no hay ley que le exija más. conténtese con lo que tiene.» Hablando así rebaja sus aspiraciones
El confesor debe estimular a su penitente a avanzar por el camino y deja que se extinga su dinamismo.
de la generosidad. En realidad, puede incluso animar a algunos El confesor al estilo de Procusto es un auténtico patrocinador
penitentes a hacer penitencia por sus anteriores faltas de generosi- de una ley externa, estática. Falla en su interpretación de la ley de
dad y de vigilancia. Ser confesor exige más que un enfoque lega- la vida, de la ley del Espíritu que da vida en Cristo Jesús. Se mues-
lista de la teología moral. El legalismo satisface la rutina y la con- tra impaciente con los que no alcanzan la medida de su ley estática;
formidad, no las exigencias del individuo. es despótico con los que han alcanzado o superado la estatura de
su juridicismo.
Al decir esto no pretendo negar en modo alguno la necesidad
Un patrón de conformidad de directrices en la moral. No es imitar a Procusto exigir barreras
o límites, pero debemos saber que estos límites no representan
En la mitología griega hay una célebre figura legendaria que todo en la vida, sino que sólo son un aspecto de la ley de Dios.
lleva el nombre de Procusto. Quisiera remitir a él como a un patrón Me refiero al confesor que se fija únicamente en estos límites o
de conformidad. Procusto era un mesonero que gustaba de atraer leyes. La preocupación del confesor debería consistir más bien en
a las gentes a su establecimiento. Una vez allí, los huéspedes eran orientar al penitente más allá de estos límites, en ayudarle a apren-
víctimas de la mayor excentricidad de Procusto: su irrefrenable der a volar de modo que un día pueda remontar el vuelo. Esta
necesidad de orden absoluto. Esta irrefrenable propensión se exten- orientación es un proceso que se actualiza exigiendo al penitente
día a la reglamentación de las condiciones del sueño. Cada hués- únicamente lo que le es posible en el momento presente. Todo
ped debía adaptarse exactamente a la capacidad del lecho en que confesor tiene el deber de reconocer y respetar esta ley de creci-
le tocaba dormir. A los de pequeña estatura los estiraba para miento. La cuestión que entonces deberá seguir lógicamente es

56 57
La disposición del penitente Ignorancia invencible

ésta: «¿Es esforzado este penitente? ¿Aspira a una vida mejor y Evangelio. Si san Alfonso hubiese juzgado estrictamente a aque-
a un conocimiento más profundo del Señor?» llas gentes, conforme a los moralistas de la época, que eran por lo
regular rigoristas, habría tenido que negar la absolución a muchos.
En efecto, la teología dominante era entonces el probabiliorismo
Ignorancia invencible (no como en nuestros días), y después de la supresión de la Com-
pañía de Jesús se hizo particularmente rigorista. En tiempos de
Nuestro Señor mostró la mayor paciencia con sus apóstoles. san Alfonso, los probabilioristas, en caso de duda, grande o peque-
No les impuso desde el principio un código elaborado para exi- ña, de ley natural o de ley positiva, decidían siempre en favor de
girles luego: «Ahora jurad fidelidad a cada punto particular.» la ley. No preguntaban si existía la ley o si habían caído en desuso.
Por el contrario, los fue preparando paso a paso hasta en cues- En todo caso había que optar por la ley y se juzgaba y aconsejaba
tiones tan fundamentales como las de la fe. La Iglesia misma nos a las gentes estrictamente en este sentido. San Alfonso se opuso a
propone continuamente el ejemplo de Cristo, el de paciencia, el de este rigorismo y sostuvo una posición mitigada y moderada que
progresar fatigosamente paso a paso. Por ejemplo, todavía hoy se designó como equiprobabilismo \ no obstante la tendencia de la
define dogmas que no eran conocidos explícitamente en tiempos época en Italia y en gran parte de Europa. Insistiendo en que se
pasados. Sin embargo, la Iglesia es tan ortodoxa como lo era enton- debe tener consideración con penitentes que sufren de ignorancia
ces, y entonces era tan ortodoxa como lo es ahora. invencible, san Alfonso recurrió a sus hermanos en religión para
Los sacerdotes y confesores debemos imitar esta táctica de que le ayudasen a buscar argumentos de autoridad en favor de sus
Cristo y de la Iglesia. A penitentes que vienen a nosotros de am- puntos de vista. Sin embargo, aunque san Alfonso mismo daba
bientes insalubres, contaminados, no se les puede exigir que supri- buenas razones en favor de sus posiciones y habló una tradición
man instantáneamente los rasgos y desórdenes heredados. suficiente en su apoyo, muchos, incluso entre sus hermanos, lo
En este punto quisiera abordar el tema de la ignorancia inven- tuvieron por revolucionario. El padre De Meo, hermano de san
cible, materia en la que debemos guiar gradualmente al penitente Alfonso en religión, y uno de los hombres más cultos de su tiempo,
a la perfección. En este particular me atengo muy fielmente a la le escribió una carta que se ha encontrado en los archivos de los
tradición de san Alfonso, que ha sido declarado patrón de los Redentoristas, en la que dice que si san Alfonso sigue sosteniendo
confesores. Una de las cosas que más interesaban a san Alfonso en que puede haber ignorancia invencible aun entre gentes que han
su calidad de teólogo moral era la cuestión de la ignorancia inven- sido ya instruidas, corre riesgo de ver suprimida la congregación
cible (v„ por ejemplo, Praxis Conjessarii, n. 8). de los Redentoristas. Dijo a san Alfonso que muchos lo tenían por
San Alfonso sostenía que no son raros los casos de ignorancia sospechoso. San Alfonso le escribió por su parte: «Prefiero la
invencible. Hallaba tal ignorancia incluso tocante a la expresión supresión de mi amada congregación, por la que estoy dispuesto a
general de la ley de Dios. Cuando comenzó dando misiones a los
1. Para decirlo con la mayor concisión posible, el sistema de san Alfonso se refiere
pastores abandonados e ignorantes de Ñapóles, entró más profun- a dos clases de dudas: la duda de derecho y la duda de hecho. En la duda de derecho,
damente en contacto con este problema. Se halló con penitentes la posición a seguir ha de ser, o la de la libertad, o la de la obligación, según de qué
parte estén las ra¿ones más poderosas. Si se trata de una duda estricta acerca de la exis-
que estaban llenos de buena voluntad y suspiraban por la justicia tencia o de la promulgación de la ley, entonces la libertad tiene más razones en su favor.
misericordiosa de Dios. Pero muchos de ellos todavía no eran capa- En cambio, si la duda se refiere a si ha cesado o no la ley, entonces la ley obliga. La
duda de hecho tiene dos aspectos: 1) o se refiere al hecho principal, por ejemplo, si he
ces de llevar la apremiante y plena carga de la ley, tanto natural hecho o no he hecho un voto; 2) o a un hecho secundario, por ejemplo, si obré o no
como positiva. Estaban deseosos de aprender, pero aun después con plena deliberación cuando hice el voto. En el primer caso se aplican los principios
de la duda de derecho. En el segundo, el principio es el siguiente: si se trata de una duda
de recibir cierta instrucción, no entendían todas las exigencias del estricta, se presume que el hecho secundario o accesorio se puso correctamente.

58 59
La disposición del penitente
Ética de situación
morir, a que se imponga a las almas una carga que no pueden
llevar.» Si tenemos presente que en los días de san Alfonso no guerra mundial, los alemanes atacaron a Verdún, pero los fran-
existía una ciencia como la psicología o la sociología, y que el santo ceses la defendieron valientemente. Cerca de un millón de vidas
no podía remitirse a estudios científicos que revelaran hasta qué se perdieron en la batalla y ninguna de las partes pudo atribuirse
punto el juicio del hombre es influido por el ambiente, nos for- la victoria. En la segunda guerra mundial se aprovechó la lección.
maremos una idea clara de su grandeza. Todavía estaban por Las tropas alemanas no intentaron tomar a Verdún atacándola de
venir las distinciones del cardenal Newman relativas al conoci- frente. En cambio, bordearon la ciudad bien fortificada, por la
miento abstracto que se enseña y a la realización concreta de este derecha y por la izquierda, inutilizando todas sus armas poderosas.
conocimiento. Poco después Verdún, hallándose rebasada por el frente alemán,
se entregó. Así también, si el confesor instruye en el gozo de la fe
La opinión de san Alfonso fue mirada como sospechosa en su
al penitente invenciblemente ignorante, atendiendo a los puntos que
mismo tiempo. A algunos les parecía que daba a los penitentes per-
se pueden acometer en la situación presente verá que no tardará en
miso para seguir pecando. Sin embargo, la verdad era que san
llegar el día en que el penitente podrá asimilar la doctrina sobre
Alfonso reconocía que a ciertos penitentes que deseaban volver a
un problema difícil, enseñanza que anteriormente habría rechazado.
Dios no se les podía exigir que corrieran antes de poder andar.
La táctica que he sugerido aquí no es rigorista ni laxista. Evita
Y así, con el fin de restituir a aquellos penitentes al orden de Dios,
un moralismo estático en favor del dinámico. Reconoce la ley del
san Alfonso prefirió pasar por alto problemas que el penitente no
crecimiento, como también la oportunidad presente. Sin embargo,
podía esperar resolver en aquel punto determinado de su progreso.
la táctica formula fuertes exigencias al confesor, que tiene necesi-
No se trataba de afirmar que lo malo es bueno. Únicamente se tra-
dad de establecer una profunda simpatía y solidaridad con el peni-
taba de un juicio, según el cual, había mucho que decir a aquel
tente. Ya no es simplemente alguien que con la medida en la mano
penitente, éste no se hallaba todavía en condiciones de recibirlo
determina las pulgadas y milímetros de culpabilidad y de pecado.
precisamente entonces.
Su experiencia le servirá para determinar hasta qué punto puede
Un confesor, pues, que se esfuerza por preparar al penitente,
guiar al penitente hacia una espiritualidad más fuerte, cuándo pue-
educándolo para una vida espiritual más profunda, no es un laxista
de instruirlo efectivamente, y cuándo es hora de cambiar de táctica
porque no exige pleno conocimiento desde el principio. A veces,
o canalizar en otro sentido las energías. Este método difiere com-
reconociendo la ignorancia invencible del penitente, silenciará al-
pletamente de la ética situacional. Dada la preponderancia de esta
guna o algunas materias particulares. Hace que el penitente se dé
ética en América del Norte, me ha parecido conveniente fijar mi
cuenta en general de que todavía le faltan algunas cosas, que más
posición con respecto a ella, a lo cual voy a dedicar el apartado
tarde podrá conocer y comprender. No le dice: «Está bien. Puede
siguiente de esta sección.
usted continuar así.» Más bien le indica algunas direcciones, en las
que el penitente puede hacer progresos. Esto es lo que significa
aprovechar la oportunidad presente.
Ética de situación
La vida espiritual se ha comparado a veces con una guerra.
No es que esta analogía me entusiasme extraordinariamente, pero
En nuestro tiempo son corrientes ciertas formas peligrosas de
puede ser útil aquí, donde estamos considerando la táctica del con-
la llamada ética de situación. Grosso modo se pueden señalar dos
fesor con un penitente que no se halla todavía en condiciones de
tipos erróneos de la ética de situación. La forma más moderna
cargar con todo el peso de la ley. Atacar directamente al enemigo
está expresada en el libro de Joseph Fletcher, Siíuation Ethics, the
no es siempre la mejor manera de ganar la batalla. En la primera
New Morality. Fletcher no niega la existencia de leyes morales; de

60 61
La disposición del penitente Ética de situación
hecho aconseja a los cristianos que antes de obrar consideren cui-
los fariseos: «Se acercaron a Jesús unos escribas y fariseos de
dadosamente estas normas. Sin embargo, va más adelante hasta
Jerusalén para preguntarle: "¿Por qué tus discípulos quebrantan
decir que, puesto que ninguna ley moral tiene valor absoluto, un
la tradición de los antepasados?"... Él les replicó: "¿Y por qué
cristiano, por razón del amor, puede perseguir su propia realiza-
vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por esa tradición
ción y la verdadera expresión del amor al prójimo de manera
vuestra?"» (Mt 15, 2-3). Y también: «Vano es, pues, el culto que
opuesta a los principios morales generales. Fletcher subraya el
me rinden cuando enseñan doctrinas que sólo son preceptos huma-
punto de que tal cristiano debe sencillamente cuidar de hacer esto
nos» (Mt 15, 9). Finalmente, Cristo dice a sus discípulos: «¿Cómo
por verdadero amor, un amor que algunas veces se designa como
no entendéis que no os hablé de panes cuando os dije que os guar-
agapeico, desinteresado o altruista, pero generalmente se explica
darais de la levadura de los fariseos y saduceos, sino de la doctrina
como una forma de pragmatismo o utilitarismo. Fletcher llega hasta
de los fariseos y saduceos?» (Mt 16, 11-12).
decir que una persona, en determinados casos, puede incluso come-
La moderna ética de situación es una reacción contra la forma
ter adulterio o estupro, practicar moderadamente la promiscuidad,
antigua y legalista de la misma ética. Sin embargo, ambas formas
negar públicamente a Dios y a la Iglesia, con tal que tenga buena
son refractarias a las distinciones. La ética legalista de situación
intención. La ley del amor, según la opinión de Fletcher, puede
cristaliza las leyes hechas por hombres (leyes positivas humanas)
hasta justificar que se arroje una bomba atómica sobre una ciudad
negándose a reconocer: 1) la distinción entre ley eterna basada en la
abierta. A esto respondo yo que el concepto que tiene Fletcher del
sabiduría divina y la expresión siempre inadecuada de la ley en
amor no está estructurado. El principio fundamental de la ética
términos humanos, y 2) la distinción entre leyes humanas positivas
cristiana no es sencillamente el amor en sentido pragmático y uti-
y exigencias morales que expresan los imperativos mismos de la
litario. El principio fundamental de la ética cristiana es «hacer con
naturaleza humana. En cambio, la ética situacional moderna con-
amor lo que exige la verdad».
funde el carácter flexible de las leyes positivas y el concepto in-
La forma más antigua de la ética de situación erige sus altares
orgánico de amor, en el que ningún principio se estima absoluta-
a los preceptos humanos y a las tradiciones humanas, descuidando
mente verdadero y siempre valedero.
completamente lo que atañe a los mandamientos divinos fundamen-
Por consiguiente, la ética de situación en su sentido peyorativo
tales y con una ceguera total tocante a las exigencias de la ley
se refiere a una norma de conducta que a una persona que tenga
natural y de las condiciones presentes conforme a «lo que exige
o pueda tener pleno conocimiento —contrariamente a una que se
la verdad». Consiguientemente, se estima que la «obediencia a una
halle en ignorancia invencible —. le permite buscar la felicidad y la
situación legal», una aplicación servil de leyes humanas, justifica la
salvación fuera del círculo áureo de la ley divina. Es tan «estática»
transgresión de la ley de Dios escrita en el corazón y en la mente
y tan «minimalista» como la moral legalista.
del hombre. La vieja forma de la ética de situación no distingue
En cambio, el enfoque que recomendamos en este capítulo es
entre la letra y el espíritu de las leyes de la Iglesia. Se opone a los
«dinámico», un enfoque que mueve a la persona a avanzar siem-
principios de la epikeia, según los cuales se trata de cumplir las
pre hacia la plena realización de la vida cristiana. En nuestro caso
leyes absolutas de Dios y las variables leyes humanas conforme al
se refiere a penitentes que se esfuerzan por hallar su debido puesto
espíritu del Evangelio. Se opone a la ley natural, como si ésta no
en el orden de Dios, pero que, por causa del ambiente o de alguna
tuviera consideración con las exigencias de la verdadera naturaleza
otra circunstancia atenuante son incapaces por el momento de
de la persona y de la comunidad. En una palabra, esta forma de
saltar al centro de dicho círculo. Los confesores que observan la
ética de situación sólo se cuida de la aplicación mecánica de las
ignorancia invencible de una persona, deberán esforzarse por
leyes humanas. Esto es precisamente lo que condenaba Jesús en
estimular al penitente a una fe más profunda, a una mayor espe-

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63
La disposición del penitente
Vencer la ignorancia
ranza. niodiante las energías del Evangelio del gozo y del amor.
Finalmente, parece que hay cierta necesidad de un común pla-
Deberán ayudarle a establecer una relación personal con Dios,
neamiento pastoral que quizá pudieran llevar a cabo las conferen-
una vida más profunda de oración, y animarlo a la práctica de la
cias episcopales. Las conferencias podrían tener por uno de sus
caridad fraterna.
objetivos tratar de reducir las divergencias en la práctica con que
las personas tropiezan en el confesonario. No es raro oir quejas
de que el padre fulano dice que tal o cual cosa está perfectamente
Vencer la ignorancia
en regla, mientras que el padre mengano halla la misma cosa re-
prensible y mala. Las divergencias de esta índole inducen a la
Lo que hemos dicho más arriba no excluye que convenga sacu-
gente a dudar de que el sacerdote que está en el confesonario
dir o impresionar fuertemente a una persona que ignora la exten-
represente a la Iglesia. Estas personas no se hallan en condiciones
sión de la ley divina. Un confesor será especialmente exigente cuan-
de comprender que en teología haya zonas que se prestan a dife-
do trate con un penitente que ha recibido cinco talentos. Tales
rentes opiniones. Sin embargo, todo sacerdote debe procurar expli-
penitentes pueden ser sacerdotes o religiosas que han sido negli-
car a su penitente la doctrina de la Iglesia lo más claramente posi-
gentes por lo que se refiere a la caridad fraterna, a la paciencia
ble, y hacerle luego comprender que su consejo se basa en una
pastoral, o en la actitud fundamentalmente pastoral de la vigilan-
cia. El confesor deberá a veces sacudirlos con vistas a la realiza- interpretación de esta doctrina.
ción de lo que exige su forma de vida, aun a riesgo de perder su El confesor no lo puede hacer todo. Desgraciadamente, las gentes
amistad. Pero su motivo debe ser siempre de caridad, procurando le piden demasiado; no puede modificar todos los efectos de su
actuar en el momento más oportuno y con la más humilde soli- ambiente en su mente y en su voluntad, con una exhortación de
daridad con el penitente. unos minutos en el confesonario. Con todo, el confesor puede hacer
En casos en que la ignorancia del penitente represente gran peli- mucho por los fieles si utiliza la táctica dinámica a que he aludido.
gro para los otros, cuando su ejemplo pueda quizá contaminar a Con paciencia puede descubrir las posibilidades del penitente,
los demás, el confesor estará obligado a correr todavía mayor riesgo y con una psicología despierta pondrá cuidado en no imponerle
y a sacudir al penitente poniéndole ante los ojos la verdad sin demasiado de una vez. Su quehacer consiste en ayudar al peni-
ambages. En tal caso, el confesor mira al bien de la Iglesia entera. tente para que aspire a la perfección y avance en este sentido.
Es una tasca ardua que exige gran paciencia y humildad por parte
del confesor. Finalmente el objetivo del maestro en la nueva ley
Psicología del aprendizaje no consiste en formular decisiones por cuenta de otra persona,
sino más bien en ayudarle a lograr la mayor madurez que le sea
El sacerdote tiene verdadera necesidad de estudiar psicología y posible, de modo que cada vez esté más capacitada para tomar
sociología, si ha de ser un guía eficaz en la dirección de los peni- sus propias decisiones.
tentes. La psicología le ayudará a hacerse cargo de las frustracio-
nes, conflictos y desajustes que predominan en nuestros días. La
sociología le hará patente el impacto que ejerce el ambiente sobre
las personas. Esto le ayudará a veces a refrenar su propensión a
decir: «Usted tiene que hacer esto, y si no obedece, es que tiene
mala voluntad.»

64
65
V

CONTRICIÓN

Hemos dejado ya sentado que lo decisivo en el sacramento de


la penitencia es la acción de Cristo mediante el poder del Espíritu
Santo. El anuncio de la paz mesiánica lleva a los hombres a un
profundo conocimiento de la fealdad de sus pecados. El mismo
anuncio mueve al arrepentimiento. Aunque tenga que repetirme,
permítaseme volver al relato del libro de Nehemías: cuando el sacer-
dote leyó y explicó el libro de la ley al pueblo, que fue compren-
diendo gradualmente el mensaje y comenzó a llorar y a arrepen-
tirse. De aquel arrepentimiento brotó el gozo del Señor.
El resultado más visible de la acción de Cristo en el sacramento
de la penitencia es el arrepentimiento del pecador, que por él se ve
renovado interiormente en su mismo espíritu: «Bienaventurados los
que íioran, porque ellos serán consolados» (Mt 5, 4). Porque ía
buena nueva de Cristo es la que mueve al hombre a arrepentirse,
y de este acto de arrepentimiento brota el «gozo del Señor, que
es vuestra fuerza». Por esta razón debe el sacerdote celebrar la
liturgia del sacramento de la penitencia de tal forma que él mismo
venga a ser el instrumento eficaz del Espíritu Santo que renueva
el corazón y la mente del penitente.
Habrá casos en que el confesor tenga que determinar si el peni-
tente está suficientemente arrepentido, exactamente como nuestro
Señor trató de determinar la fe del padre cuyo hijo estaba poseído
por el demonio. El Señor preguntó al hombre: «¿Tienes fe?»
Y el hombre respondió: «¡Creo! ¡Tú ayúdame en mi falta de fe!»

67
Contrición Contrición

(Me 9, 24). Los esfuerzos del confesor con respecto a su penitente atrición es buena por cuanto hace dar un paso más hacia esa con-
deben tender a despertar en él este arrepentimiento que conduce a trición que es motivada por la gratitud, el amor y la paz.
la paz y a un amor más grande. Éste lleva más allá de la simple Según un antiguo aforismo escolástico, «el sacramento de la
fórmula de contrición. Ayudar al penitente a reconocer sus peca- penitencia convierte la atrición en contrición» (Sacrameníum poeni-
dos recordándole los grandes motivos que brotan de la fe en la tentiae ex attrito facit contritum). ¿Se refiere esto únicamente al
buena nueva, es mucho más importante que las amonestaciones oculto juicio de Dios, o es una transformación real de la mente y
morales. del corazón del hombre? ¿Se trata de una especie de presencia
La contrición es la disposición básica del penitente para el pro- «ontológica» de la contrición y de la caridad, sin una fuerza diná-
greso. No es un estado puramente estático, que una vez alcanzado mica de renovación del modo de pensar y de obrar? Yo entiendo
deja a uno satisfecho. La contrición está sujeta al proceso de cre- que la palabra de Dios reclama un cambio real en la realidad total
cimiento y desarrollo. Así pues, forma parte del quehacer del con- del hombre, aunque esto tropieza con obstáculos de orden psico-
fesor ayudar al penitente a alcanzar una contrición más y más lógico. Lo menos que podemos nosotros hacer es tratar de quitar
perfecta. Como lo recomienda el Ritual Romano, el confesor deberá los obstáculos que sean eliminables y esforzarnos por alcanzar una
en todo caso aplicarse a mover a cada penitente a una contrición fe que esté llena de amor, una fe que halle su expresión en el amor
más profunda, recurriendo para ello a los motivos de contrición: del prójimo.
la misericordia y la amorosa justicia de Dios. La proposición de motivos amenazadores, tales como la conde-
A los que están en estado de gracia y permanecen en el amor nación eterna, puede preparar el camino a la contrición únicamente
de Dios, es relativamente fácil hacer un acto de contrición. Éstos si estas verdades se presentan en su pleno contexto teológico, es
están dispuestos «ontológicamente», y la gracia del sacramento decir, que el hombre, con el pecado mortal y la falta de arrepen-
contribuye todavía a facilitar tal acto. En cambio, para un peni- timiento, rechaza el amor santo y muy verdadero de Dios para con
tente en pecado mortal, la contrición es cosa de milagro. Cuando él. El temor del infierno puede convertirse en un grito y una llama-
tal penitente hace un acto de perfecta contrición nos hallamos en da a Dios, en un deseo de asegurarse el amor beatificante de Dios.
presencia de la acción poderosa del Espíritu Santo que crea luz y La humilde confesión en vista de la misericordia de Dios y la con-
vida donde sólo había tinieblas. fortante palabra de paz manifiesta el poder que tiene Dios de
El penitente que ha vivido en pecado mortal acudirá general- comunicarnos un nuevo espíritu. Así pues, normalmente, cuando
mente al confesonario con contrición imperfecta, o atrición, de la la liturgia se celebra correctamente y se comunica al penitente la
que hablaré a continuación. La manera de celebrar el sacerdote el palabra de paz, se hace él capaz de un acto de perfecto amor de
sacramento ayudará al penitente a disponerse mejor, por lo menos Dios. Si no logra hacer este acto de amor perfecto, no obtiene
hasta el punto de poder recibir con gratitud y gozo la paz del tampoco el fruto pleno del sacramento de la penitencia.
Señor. En general, la teología considera válido el sacramento de la Por consiguiente, con vistas a llevar a los hombres de la atri-
penitencia si el penitente alcanza la contrición imperfecta, supuesto ción a la contrición, el confesor debería eliminar los motivos de
que retire los obstáculos que pudieran interferir con la acción reno- temor de índole egoísta e insinuar o acentuar los grandes motivos
vadora del Espíritu Santo. Ahora bien, el fruto del Espíritu Santo positivos de gratitud y de alabanza de Dios por razón de su infi-
es «amor, gozo, paz, comprensión» (Gal 5, 22), no temor servil. nita misericordia. La contrición perfecta proviene de k apreciación
Ni el confesor ni el penitente quedarían satisfechos con la atrición. d e la bondad de Dios que es todo misericordia y ha mostrado su
La fe en la presencia dinámica del Espíritu de Cristo cree en amor en Jesucristo: «Dad gracias al Señor porque es bueno, por-
la posibilidad de una contrición más profunda, y más liberadora. La q u e su misericordia permanece eternamente» (Sal 117). Por con-

68 69
Contrición Valoración del propósito de enmienda

siguiente, si el clima de este sacramento es una celebración del naza de negar la absolución. Debe tratar más bien de suscitar en
amor y de la misericordia de Dios, es fácil alcanzar la verdadera el corazón del penitente y en el suyo propio un verdadero dolor
contrición, en la vida real del hombre y con la ayuda de Dios. del pecado, quizá rezando con él alguna oración espontánea y apro-
Es entonces la gracia del sacramento la que transforma el dolor piada. Ésta será la única manera de hacer que en el corazón del
imperfecto o atrición en dolor perfecto o contrición. Sin embargo, penitente madure el fruto de un firme propósito de la enmienda.
esta transformación de la atrición en contrición no se efectúa de
)
manera mágica. De hecho se lleva a cabo por la palabra eficaz I
de Dios, pero en conexión con la proclamación de la buena nueva i Valoración del propósito de enmienda
por el sacerdote. El papel del confesor es aquí esencial. El sacer-
dote debe aplicarse a su función de ayudar al penitente a profun- El confesor, al apreciar el propósito de enmienda del penitente,
dizar su arrepentimiento. En la celebración comunitaria del sacra- haría bien en tener presente que también aquí halla aplicación la
mento de la penitencia, la entera comunidad contribuye en gran ley del crecimiento. Se hallará con algunos penitentes que, no
manera con su participación activa, a que brote el amor de Dios y siendo muy escrupulosos por la integridad de la confesión, son
la contrición. en cambio muy meticulosos tocante a su propósito de enmienda.
Dirán: «Padre, no puedo prometer honradamente que no volveré
hacerlo. Me siento todavía muy atraído por el pecado.» Sería in-
Propósito de enmienda justo concluir inmediatamente que tales penitentes han abandonado
el camino del arrepentimiento. Con mucha frecuencia se trata de
El propósito de enmienda en el penitente es la rica mies de su personas que se sienten perturbadas por el hecho de que su natu-
arrepentimiento. Depende completamente de su arrepentimiento, raleza inferior busca todavía su satisfacción. Desean de todo cora-
pues es imposible que una persona pase del pecado mortal a la zón poder hacer la necesaria promesa, pero su sinceridad se lo
vida en Cristo simplemente por un firme propósito. Si una persona veda. No quieren prometer lo que temen no poder cumplir.
ha contraído cierto número de deudas, no basta con que prometa San Agustín plantea análogos problemas acerca de cristianos
que ya no contraerá más. Tiene que pagar las deudas que ha con- que deseaban con la mayor sinceridad entregarse totalmente a Dios,
traído ya o, si no está en condiciones de pagar, tienen que serle pero que reconocían su propia debilidad. Decían al santo: «Dios nos
condonadas por el acreedor. pide cosas que nos son imposibles.» San Agustín resolvía sus
En relación con la salvación, es imposible psicológicamente hacer dudas con el Evangelio del buen samaritano. Él les decía que el
un propósito firme y eficaz de enmienda sin arrepentimiento. Antes buen samaritano llevó a una posada al pobre viajero herido y pagó
que una persona cambie sus modos de vida tiene que lograr ver su habitación, pero que aquel pobre hombre, aun después de los
cuan inapropiados y pecaminosos eran esos modos, esos caminos, cuidados recibidos, necesitaría un tiempo de convalecencia: «Ten
qué malo y desacertado era decir «no» al llamamiento de Dios. cuidado de él, y lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuel-
Únicamente el humilde reconocimiento de la propia malicia y error va» (Le 10, 35). Así hay que hacer con los penitentes. Los hay
invitará a Dios a crear en dicha persona las posibilidades de un que no pueden todavía levantarse de su enfermedad y necesitan
nuevo proceder y a abrirle un nuevo camino de vida. aún de cuidados antes de elevarse a la plena justicia. Por esto san
Me permito sugerir como un medio práctico para el confesor Agustín les decía (y lo cita el concilio de Trento) que hicieran lo
que cuando encuentre una persona apegada a sus pecados, todavía que pudieran y oraran insistentemente pidiendo lo que todavía no
sin sincero propósito de enmienda, no recurra sin más a la ame- podían hacer, porque Dios no pide lo imposible a sus criaturas.

70 71
Contrición
Valoración del propósito de enmienda
No hay que creer que san Agustín pretendiera que una breve ora-
del Señor.» No se puede exigir que hijos pródigos que vuelven a
ción basta siempre para obtener un cambio total. Lo que quiere
Dios desde muy lejos adopten todas las maneras y prácticas de
es indicar que si uno es sincero y hace lo que está en su mano, y al
los hijos de Dios. Vuelven a Dios como productos de un cierto
mismo tiempo ora, «ayúdame, Señor, cuando falle mi voluntad»,
ambiente: es imposible que se desenreden y reaccionen totalmente
aunque no pueda cumplir estrictamente la ley entera, sin embar-
contra las influencias dañosas que habían actuado dentro de ellos
go, con su actitud cumple un mandamiento de Dios. Por el mo-
durante largos años. Se requiere tiempo. Aun así, el pródigo es
mento, Dios no le pide más que eso.
bienvenido y acogido sin demora; es bienvenido y acogido por
Yo no creo que un sacerdote vaya a exigir a un penitente que
un padre que sale corriendo a su encuentro, lo besa y organiza una
prometa no volver a faltar a la caridad en lo sucesivo. Todos saben
gran fiesta en su honor. La amable acogida que se le dispensa lo
cuan difícil es esto. Quizás un santo pudiera hacer tal promesa.
animará incluso a hacer todo lo que esté en su mano, y ello por
Sin embargo, hay confesores que a penitentes que viven en situa-
simple gratitud, sin necesidad de grandes reprimendas morales.
ciones difíciles les exigen que no vuelvan a caer en un pecado
Hay que procurar, como en el Evangelio, que el penitente sienta
determinado. Por ejemplo, que personas casadas hagan voto o pro-
cuánta alegría hay en el cielo por su arrepentimiento. Esto será
mesa de no ceder al egoísmo en el acto conyugal. Personas honra-
para él un gran incentivo para renunciar a sus malas inclinaciones
das vacilarían ante tal promesa, pues se hacen cargo de que será
pasadas y para guardarse de poner en peligro esta muestra sincera
imposible cumplirla. Lo que el confesor puede pedir —es mera
de amistad y de amor.
cuestión de lenguaje — es que el penitente se esfuerce por no volver
El penitente comparado con el hijo pródigo está ahora a la vista
a cometer tal pecado.
del padre. Como el hijo pródigo ha recorrido un largo camino y,
Al aconsejar el confesor al penitente, debe tomar en considera- también como él, ha tenido que vencer no sólo sus sentimientos de
ción su entera situación. Volveré a ocuparme de esto por extenso gran culpabilidad, sino también un temor proporcionado —-y en
cuando trate de los casos de los pecadores «recidivos» y de los algunos casos verdaderamente excesivo — de esa culpabilidad.
consuetudinarios. La psicología juega gran papel en la dirección El mero hecho de volver indica que ha sentido la locura de sus
de tales personas. extravíos. Sin embargo, esto no quiere decir que tenga una vista
Un confesor podrá hallarse con casos en los que no se pueda panorámica de todo lo que tiene todavía que hacer para que su
dar inmediatamente la absolución. Pues bien, aun en tales casos retorno sea completo. Estoy convencido de que sería imprudente
puede todavía el confesor dar al penitente algún consuelo, procla- — por no decir más — recibir a tal penitente con una granizada de
mando la paz de Dios, no en forma sacramental, sino como her- exigencias relativas a puntos que están fuera de su actual horizonte.
mano en Cristo y como predicador del Evangelio: «Haga ahora Una vez más insisto en la idea del crecimiento. Primeramente, retiré-
lo que pueda y ruegue al Señor que le dé fuerzas para hacer lo que moslo y mantengámoslo alejado de esas faltas que se pueden per-
todavía no puede. El Señor tendrá misericordia con usted. Acepta cibir con claridad. Un ejemplo servirá para ilustrar el método que
su buena voluntad y su acto de alabanza.» Esto, lejos de significar estoy preconizando.
laxismo, es un enorme acicate para que uno siga siendo sincero En algunas partes del mundo, en particular en zonas rurales,
y ore. hay una tendencia a etiquetar como «nobles» ciertas formas de
En otros casos, cuando el penitente duda de su capacidad de odio o de enemistad. Muy a menudo las mismas gentes que per-
dominar su pecado en el futuro, podrá decirle el confesor: «Si usted miten y hasta ensalzan esta falta de caridad, se mantendrán firmes
procura sinceramente hacer lo que puede, y si sigue orando y pi- contra sugerencias contemporáneas tocante a la inocencia de rela-
diendo lo que no puede, esté seguro de que caminará en la paz ciones prematrimoniales y otras inmoralidades. Si tales personas

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Contrición Progreso penitencial

cometieran un pecado contra el sexto mandamiento, reconocerían una fuerte enemistad personal entre ella y una compañera de tra-
humildemente su culpa y mostrarían sincero deseo de corregirse. bajo. El sacerdote, con sus preguntas, halla que la razón de este
Pero tienen una visión muy limitada del cristianismo. Sé del caso profundo resentimiento se basa en diferentes sospechas: «Nunca
de un hombre divorciado que en el lecho de muerte no tenía otro me gustó la manera como me da los buenos días.» «Parece que
deseo que el de reconciliarse con su esposa por las injurias que él mira siempre por encima del hombro», o «continuamente se des-
le había infligido. La hermana del moribundo se fue corriendo a vive por agradar al jefe y porque se fijen en ella los otros. Me
casa de la esposa, que parecía ser una católica devota y practi- pregunto si no está tratando de quitarme el empleo», o «es
cante. La pobre hermana quedó desconcertada al ver que su cuñada tan presuntuosa que no lo puedo aguantar». Pienso que este
le cerraba la puerta de su casa y la obligaba a hablarle desde la caso se puede tratar de la manera siguiente, teniendo presente lo
calle. La cuñada escuchaba desde la ventana. Su única respuesta que he dicho anteriormente sobre la ley del crecimiento:
fue: «Yo soy una mujer de carácter. No tengo la menor intención
de poner los pies en esa casa, y mucho menos de perdonar a ese SACERDOTE: ¿Estaría dispuesta a aceptar la penitencia de rezar todos los
hombre.» ¿Cómo tratará el sacerdote a tal penitente? Él mismo días por esa mujer, a fin de poder saludarla amablemente?
PENITENTE: Pero, padre, me es tan antipática que ni siquiera puedo
está plenamente convencido del lugar que ocupa la caridad entre
decir que deseo que vaya al cielo. Si me trata debidamente, también yo la
las virtudes. El sermón de la montaña (Mt 5, 43-48) gira en torno trataré debidamente.
al amor compasivo del prójimo, sin tener en cuenta si el prójimo SACERDOTE: ¿Querría usted por lo menos rezar por ella?
merece o no tal amor. No cabe duda de que el sacerdote en el PENITENTE: No, padre, creo que no podría rezar sinceramente por ella.
confesonario tiene obligación de insistir sobre los deberes de la SACERDOTE: Bueno, por lo menos rece por sí misma. Quizá tenga usted
más necesidad de convertirse que ella. ¿Querría usted aceptar la penitencia
caridad. Ahora bien, el sacerdote que al confesar a la mujer de que
de rezar diariamente hasta la próxima confesión: «Señor, perdóname mis
acabo de hablar, la oyera contar el hecho que he referido, ¿le diría severos juicios. Hazme más amable»?
que a no ser que se resolviera a visitar inmediatamente a su marido
y asegurara que le iba a perdonar, sería inválida su confesión? La actitud reflejada aquí es de comprensión, y sugiere al peni-
Esta mujer ha llegado a creer en la justicia de su repulsa, y unos tente medios para marchar en la dirección de Cristo.
breves momentos en el confesonario no cambiarán la actitud de El hecho de aceptar o rehusar la penitencia revela mucho acerca
una vida entera. Tal como yo veo el caso, habrá que amonestarla del propósito de la enmienda del penitente. Y si el penitente no
acerca de sus obligaciones de caridad, pero no se la podrá apre- está dispuesto a dar ni siquiera el menor paso en sentido del amor
miar hasta un punto que es superior a su capacidad actual de com- del prójimo, es difícil ver cómo pueda el confesor pronunciar sobre
prensión; para su penitente se trata de un asunto emocionalmente él la palabra de paz de Dios y de salvación.
cargado, que ofusca su visión. En su exhortación el confesor la
invitará apremiantemente a hacer actos de virtud en zonas en que
ella se reconoce deficiente y está dispuesta a hacer esfuerzos, la Progreso penitencial
animará, y hasta la obligará, con una penitencia apropiada, a orar
pidiendo al Señor mayor prontitud para perdonar. En suma, el A un penitente se le puede declarar razonablemente bien dis-
principio que estoy invocando es familiar a todos: Festina lente, puesto si quiere aceptar una penitencia proporcionada a su confe-
despacio, que tengo prisa. sión de los pecados. Pero sería un error en sentido psicológico y
Para mayor claridad voy a proponer todavía otro ejemplo. Con- pastoral mantener inflexiblemente como principio que los peni-
sideremos el caso de una mujer que va a confesarse y se acusa de tentes que han estado largo tiempo alejados de la confesión y que

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Contrición Progreso penitencial

tienen graves pecados que confesar, tienen que recibir una peni- su propia conciencia. Sopesando el caso en conjunto, opté por una
tencia proporcional. Siendo joven sacerdote fui enviado a una pa- penitencia más bien ligera. El penitente me contestó: «Padre, no
rroquia donde no me conocían; el párroco me preguntó cómo pen- puedo aceptar esta penitencia. Yo he traído aquí una buena carga
saba proceder en las confesiones de penitentes que hacía un año de pecados y culpas. Por eso quiero dar también una reparación con-
o más que no se habían confesado. Prudentemente, según recuer- veniente.» Me encantó aquella rectitud y aquella honradez. Evi-
do, retorcí la pregunta y le pregunté qué método seguía él. «Lo dentemente, yo no lo había valorado como se merecía. Su res-
primero, me dijo, comienzo con una fuerte reprimenda. Que pien- puesta revelaba un carácter mucho más sensible influido ya por
sen que estoy disgustado. Luego les echo una buena penitencia.» la gracia de Dios. Yo habría cometido un error si hubiera insis-
Me extrañé de aquellas maneras y, antes de ir al confesonario, tido en que la penitencia que le había impuesto al principio era
decidí emplear una táctica muy diferente. Hice todo lo posible realmente suficiente.
para que el penitente comprendiera que lo aceptaba a él junta- Otras veces, cuando no estoy seguro de la generosidad del peni-
mente con su humilde esfuerzo. Cuando me convencía de que el tente, sugiero una penitencia ligera insinuando mi temor de ser
penitente apreciaba la afabilidad que le mostraba, le insinuaba que gravoso al penitente. Con la mayor delicadeza que puedo procuro
le aprovecharía frecuentar más este admirable sacramento. Luego hacerle comprender la desproporción entre la penitencia y la culpa.
despedía a cada uno con palabras de aliento y con una penitencia «Si es necesaria una penitencia mayor, Dios mismo se encargará
conveniente. La psicología que encierra este método es sumamente de ello.» Muchos penitentes reaccionan de corazón a mis palabras:
sencilla: ¿Quién piensa en volver a un lugar en el que se le ha «Por favor, padre, prefiero una penitencia mayor.»
tratado con aspereza? Para explicar mejor mi posición acerca de la imposición de las
El padre del hijo pródigo salió corriendo al encuentro de su penitencias, quisiera remitir al lector al concilio de Trento 1 . El con-
hijo errante y lo introdujo en casa. Un penitente que, como el hijo cilio insiste en que haya alguna proporción entre el pecado y la
pródigo, vuelve a Dios desde muy lejos, tendrá la mayor dificul- penitencia. Sin embargo, al explicarlo, afirma que también debe
tad en aceptar la idea de la frecuencia de los sacramentos, y en tomarse en consideración el aspecto pastoral. Hay que hacer que
particular del de la penitencia, si recibe los rayos de la ira en lugar la penitencia impuesta responda a lo que «es provechoso para esas
del calor de la bienvenida. personas». Y así, algunas veces deberemos descartar la idea de
He dicho expresamente que yo daba a cada penitente una peni- proporción con vistas a realizar el mayor bien pastoral posible.
tencia «conveniente», no por oposición a la «buena penitencia» No cuesta trabajo aceptar esto si admitimos la ley de crecimiento
recomendada por mi párroco de antaño, sino como requisito nece- y de progreso. Algunos penitentes no están sencillamente prepara-
sario para ella. Hay ocasiones en que deben imponerse «buenas dos para afrontar ni siquiera las exigencias de la justicia, porque
penitencias», y otras en que esto no es conveniente. El confesor, habiendo estado largo tiempo alejados de Dios, se ha mermado
teniendo siempre presente la ley del crecimiento, procura formarse su conocimiento de éste, se ha embotado su sensibilidad tocante
en cada caso un juicio prudencial acerca de la eficacia de una peni- a la gravedad de ofender a un Dios que es todo santidad. Sólo
tencia mayor o más ligera. En algunos casos el mismo penitente más tarde, una vez que se ha restablecido su sentido del equilibrio,
podrá pedir una penitencia «más grande». Recuerdo a cierto peni- una vez que se hacen cargo de lo que significa la bondad divina,
tente que volvió a la Iglesia al cabo de cuarenta años de alejamiento. pueden ya reaccionar como es debido.
Había sido comunista convencido. Como había combatido muy de Habiendo hecho repetidas referencias a la parábola del hijo
veras para lograr que se mejoraran las condiciones sociales de los
otros, había combatido también no poco contra la Iglesia y contra 1 Sesión xiv cap S Denzinger 905 (ed de 1962)

76 77
Contrición

pródigo, quisiera concluir este capítulo volviendo a contar la pará-


bola del pecador inveterado. El hijo pródigo, alejado largo tiempo
de su amoroso padre, olvidó, como es obvio, la magnánima natu-
raleza de aquel hombre. En efecto, cuando el hijo pródigo decidió
regresar, contaba con ser recibido, no como hijo, sino como uno
de los criados. Podemos imaginarnos su sorpresa al ver a su padre
que le salía corriendo al encuentro, lo estrechaba entre sus brazos
y lo llevaba a casa. Aquella primera muestra de perdón tan con-
movedora fue el origen de una serie de acciones que ayudaron VI
al hijo a apreciar hasta qué punto la separación de su padre había
debilitado su recuerdo de aquel hombre tan bondadoso. «Traed ABSOLUCIÓN
el vestido más rico.» «Ponedle a mi hijo un anillo en su mano.»
«Matad el becerro cebado.» Cada nueva muestra de cariño hizo
comprender más al hijo su locura pasada, y cada nueva amabili- «Tus pecados te son perdonados. La paz del Señor sea con-
dad no pudo menos de acercar más y más al hijo a su padre. Si el tigo.» En el sacramento de la penitencia, estas palabras son más que
hijo pródigo amaba ya a su padre por haberlo acogido sin la menor palabras de hombre. Pertenecen a Dios. Una vez más —como en
reserva, ¡cuánto más se iría intensificando este amor con cada el sacrificio de la misa—, el sacerdote hace intervenir a Cristo.
nueva señal de afecto por parte del padre! Cada gesto de cariño Porque, diferentemente de las palabras ordinariamente denotativas,
revelaría una nueva faceta del carácter del padre. Y al pecador que se limitan a «significar» las palabras de la absolución produ-
arrepentido le dará tiempo para reflexionar y reconocer todo lo cen realmente lo que significan.
que había olvidado acerca de su Padre, el más generoso de todos. Al confesor, agente humano ungido con el Espíritu Santo, Dios
todopoderoso le ha confiado su propia dignidad de persona que
hace lo que dice. Con objeto de proteger esta dignidad, de evitar
que se frustre la acción de Cristo, el confesor debe decidir sobre
la dignidad del penitente: «¿Está esta persona dispuesta a aceptar
el mensaje de Cristo con todo lo que implica?»
El confesor, por su parte, no debe nunca decepcionar a una
persona pronunciando estas palabras si sabe que ella no está pre-
parada para tal mensaje. Está obligado por su ministerio a servirse
de los medios humanos que tienen a su disposición para ver si
esas palabras se pueden pronunciar sinceramente. Para ayudar al
confesor a evitar preocupaciones innecesarias por una parte, y negli-
gencias por otra, voy a proponer las directrices siguientes relativas
a la absolución: 1) La presunción está en favor del penitente. 2) Si
por alguna razón, la presunción estuviera contra él, hay que darle
la oportunidad de sincerarse. 3) Si hay que dar la absolución con-
dicionalmente, conviene hacer comprender al penitente por qué

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Absolución Presunción contra el penitente

obramos así. 4) Si hay que dar la absolución condicionalmente, hecho ya un magnífico esfuerzo al venir hoy a confesarse. Espero
conviene asegurarse de que el penitente comprende lo que esto que me permita que le ayude.» Hay que poner especial cuidado
significa. 5) No se «niegue» nunca la absolución; vale más diferirla con las personas que muestran un mínimum de buena voluntad.
o posponerla. 6) Ayúdese al penitente a comprender lo que signi-
En tales casos, y teniendo en cuenta lo que ya hemos dicho acerca
fica la absolución.
de la ley de crecimiento, propongo que el confesor se guarde de
exigir una confesión muy detallada.
En los Estados Unidos, como también en otros países, las con-
Presunción en favor del penitente
fesiones con ocasión de una boda pueden plantear un problema
acerca del principio de que la presunción está en favor del peni-
En tiempos pasados las gentes iban a veces a confesarse bajo
tente. A veces, es evidente que uno o varios de los que asisten a la
una presión del ambiente. Una persona que no iba a confesarse
boda y que aguarden hasta la víspera misma para ir a confesarse,
en el tiempo pascual era tratada como un paria en ciertas comuni-
lo hacen bajo presión sin el menor indicio de buena voluntad. En
dades cristianas. Y así cierto número de gentes sólo iban a confe-
tales casos cesa la presunción en favor del penitente, el cual debe
sarse para salvar las apariencias sociales, sin tener la menor inten-
probar su sinceridad.
ción de reformar sus vidas. Consiguientemente los moralistas de
hoy llaman prudentemente la atención de los confesores sobre las Ordinariamente, sin embargo, el confesor hará bien en pre-
condiciones predominantes y sobre la posible falta de sinceridad sumir que los penitentes que acuden a él son sinceros y francos.
en los penitentes. Él mismo no debe olvidar que su actitud contribuirá a que el peni-
Casi en todas partes los tiempos modernos han abolido esta tente se forme o no la debida idea del confesonario: la de un lugar
forma de presión social tocante al sacramento. Hoy día, si un peni- en el que la gente puede acudir a un hombre de Dios con la mayor
tente se presenta al confesor, existe la presunción en su favor de confianza. Por esto, el sacerdote debe saludar a los penitentes con
que viene con buena voluntad. No se debe poner en duda su cono- el más profundo respeto y, hablando en general, con la convicción
cimiento de cómo hay que confesarse ni su sinceridad en la confe- de que merecen su absolución.
sión, a no ser que haya indicios de lo contrario. La principal condición para la absolución es la manifestación
No ignoro que en algunas zonas de Europa puede todavía el de buena voluntad. Si el confesor no tiene razones para sospechar
confesor encontrarse con el caso de maridos forzados a confesarse lo contrario, no ha de vacilar en pronunciar la palabra de Dios.
por sus mujeres, o de hijas obligadas por sus madres. Un confesor
experimentado puede generalmente sentir si una persona ha sido
mandada por la fuerza al confesonario. Por propia experiencia Presunción contra el penitente
puedo decir que algunas veces resultaba evidente que una muchacha
había llevado la peor parte en una discusión con su madre, puesto Las personas designadas en teología moral como occasionarii o
que desahogaba su ira conmigo. En tales casos el confesor no debe recidivi, o como occasionarii recidivi no tienen en su favor la pre-
descartar la buena voluntad, pues ésta puede ocultarse tras una sunción de buena voluntad. Aunque más adelante trataré de cada
nube de motivos menores. Con un poco de amabilidad y delicadeza uno de éstos más por extenso, señalaré aquí que los occasionarii
se podrá sacar a primer término. En casos semejantes, cuando la son los que viven en ocasión próxima de pecado. Recidivi son los
persona menciona un asunto importante, un pequeño estímulo por que tienen un hábito malo de pecar y recaen una y otra vez. Los
parte del confesor puede dar excelentes resultados: «Usted ha occasionarii recidivi son personas que permanecen voluntariamente
en ocasión próxima de pecado y por consiguiente no hay nada que
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81
Absolución Presunción contra el penitente

hacer con ellas. Este estado de causa revela una falta de voluntad una oportunidad de mostrar claramente su buena voluntad. Esto
de enmendar su modo de vida, que hace que no sean dignos de me recuerda una confesión pascual que oí en cierta ocasión. Du-
recibir la absolución ni estén en las debidas disposiciones para reci- rante tres años consecutivos había yo oído confesiones en el mismo
birla. Sin embargo, el confesor no debe perder con ellos la calma confesonario. El tercer año pude reconocer a una penitente que
y la paciencia, dándoles tiempo para pensar y orar. Aunque la pre- confesaba ausencia frecuente de la misa dominical, que resultaba
sunción está contra ellos, el confesor, con la mayor delicadeza, ser la misma persona que cada año había venido a confesar el
debe mostrarles que quiere darles una oportunidad para que den mismo pecado. Una vez que me aseguré de que no me equivocaba,
prueba de sí y que si tratara de darles la absolución, sólo serviría le recordé que los dos años pasados había prometido hacer mayo-
esto para engañarlos. Pero hay que hacer distinciones y esclareci- res esfuerzos. Apenas había dicho esto, cuando me interrumpió
mientos sobre estas observaciones. impertinentemente: «¿Por qué me he de encontrar cada año con
el mismo confesor en este confesonario?» Con dificultad me dominé
Con frecuencia se puede formar un juicio prudente a propósito
para no decirle que su manera de reaccionar descubría su falta de
de personas cuyo modo habitual de vida ha disminuido notable-
buena voluntad. Lo más afablemente que pude le dije: «Necesito
mente su libertad de elección. En tales casos el confesor concen-
su ayuda. Si no me da usted una señal de que está verdaderamente
trará su atención en si estos penitentes se esfuerzan o no sincera-
arrepentida de su pecado y de que quiere enmendar su modo de
mente, aun cuando se noten pocos progresos. Debe formarse un
vida, probablemente no podré proclamar sobre usted la paz del
juicio prudente acerca de la falta de libertad y de las dificultades
Señor. En realidad, a menos que me dé usted un signo especial de
particulares que acompañan a cada caso. Al confesor le ayudará
su firme propósito de la enmienda, tendré que diferirle la absolu-
a formarse el juicio, la sinceridad del penitente y la frecuencia con
ción.» Para obtener este signo especial ofrecí a la mujer una peni-
que acude al sacramento. En estos casos, mucho depende de la
tencia más difícil y aguardé su reacción. Mi juicio sobre la pre-
buena voluntad del penitente. Cuando un confesor descubre es-
sencia o ausencia de buena voluntad por su parte dependía total-
ta buena voluntad, su problema no será: «¿Puedo absolverlo?», sino: mente de aquella reacción. En casos de esta índole he usado las
«¿Cómo puedo ayudarle a vencer este mal hábito?» siguientes penitencias: la promesa de rezar una oración.particular
Otros -casos descartan claramente toda presunción de buena o de hacer alguna lectura espiritual todos los días durante un cierto
voluntad por parte de la persona. Me refiero en particular a casos período de tiempo, o de oir misa una o más veces entre semana.
que implican ocasiones voluntarias y próximas de pecado. Un hom- Vamos a ilustrar todavía con otro ejemplo esta manera de proce-
bre que comete adulterio y sigue frecuentando voluntariamente la der con personas cuyas buenas disposiciones son dudosas. Algunos
casa de la mujer después de haberse confesado, o también un hom- manuales de teología moral dicen que se debe negar la abso-
bre que vive en concubinato y no hace el menor esfuerzo por sepa- lución a una persona que odia a otra hasta el punto de estar deli-
rarse de su cómplice en el pecado, apenas si puede reclamar el beradamente dispuesta a perjudicarla o difamarla. Aun en este
privilegio de presunción en su favor. Tras uno o dos intentos, una caso debe el confesor ofrecer a tal persona la oportunidad de dar
vez que se ha advertido a la persona, el confesor debe reaccionar buena prueba de sí. Yo propondría al confesor que la invitara a
con firmeza y decisión ante la falta de enmienda. Una vez que han hacer juntamente con él un acto de contrición de los pecados. Des-
fallado todos los esfuerzos por inducir al penitente a un firme pro- pués de esta oración viene un segundo paso para probar la buena
pósito de enmienda, el confesor deberá diferir la absolución. La voluntad. Una vez más, el hecho de imponer una penitencia difícil
persona no permite otra opción en este punto. y de comprobar su reacción servirá para formarse un juicio recto.
Hay, sin embargo, situaciones en las que el confesor que está En este caso particular, yo no vacilaría en pedir a la persona que
a punto de diferir la absolución puede proporcionar a la persona
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Absolución Recusación de la absolución

prometiera volver a la confesión lo antes posible si volvía a pecar el penitente esté dispuesto a recibirla. Puede instruir al penitente
contra el otro. diciéndole que sólo podrá quedar realmente absuelto si tiene la
Evidentemente, no se pueden dar normas fijas e inflexibles ni intención, por ejemplo, de evitar una cierta ocasión voluntaria y
señalar penitencias concretas para tratar estos casos. El confesor próxima de pecado, y que si le falta tal intención, la palabra de
puede decir sencillamente: «No sé si estoy seguro de la buena Dios no le producirá el menor efecto.
voluntad de usted.» Esto nos dará la oportunidad de explicar al Puede acaecer que una persona muestre repugnancia a cumplir
penitente que la absolución pronunciada sobre uno que no está las condiciones puestas para su absolución. Negar automáticamente
debidamente dispuesto es absolutamente inútil. Tras esto, puede la absolución a tal persona sería una injusticia. Todavía se puede
el confesor inducir al penitente a entablar un coloquio con él con lograr una mejor inteligencia entre el confesor y la otra parte, y el
objeto de recoger informes que le sirvan para resolver su duda. confesor hará bien en explorar esta posibilidad. Pero caso que se
A veces, en el transcurso de la conversación, puede darse que una frustraran todas las tentativas, sería aconsejable decir al penitente
persona diga bruscamente al confesor que no está en modo alguno que, si en el futuro llegara a decidirse a cumplir las condiciones
decidida a reformar su vida. Como también puede suceder que el impuestas, no tendría necesidad de volver a confesarle sus peca-
confesor descubra que tal persona tiene una ignorancia verdade- dos. Le bastaría con presentarse al mismo confesor y decirle: «Pa-
ramente invencible acerca de la gravedad de sus actos. En este dre, quisiera volver a someterle lo que ya le confesé otra vez. Ahora
último caso hay que considerar los puntos que dejamos expuestos deseo cumplir las condiciones.»
más arriba acerca de la ignorancia invencible. En una palabra, el
confesor puede hallar que era infundado el temor de deber diferir
la absolución que tenía al principio.
Recusación de la absolución

Aunque esto es más bien una cuestión de semántica, será psico-


Absolución condicional lógicamente más acertado no decir al penitente que se le niega la
absolución. Es una cosa muy diferente oir decir al confesor que va
Si un confesor recibe alguna indicación de buena voluntad por a «diferir» la absolución, dado que este último término está lleno
parte del penitente, pero no bastante para disipar sus dudas, toda- de esperanza. Una negativa brusca puede de tal manera descon-
vía podrá absolverle, pero condicionalmente. En este caso conviene certar a la persona, que no vuelva ya a acercarse más a los sacra-
que revele al penitente por una parte las condiciones bajo las cua- mentos.
les le da la absolución, y por otra por qué lo absuelve de esta En el caso en que el confesor se vea obligado a diferir la abso-
manera. Podrá darse que la clara y amable explicación de las razo- lución, convendrá que al comunicarlo al penitente le dé a enten-
nes por las que el confesor absuelve condicionalmente, sean la ver- der que tendría sumo gusto en verle volver pronto al confesonario
dadera exhortación que necesita el penitente para quitar los obs- con las disposiciones necesarias para la absolución. No habrá in-
táculos que impiden la validez de la absolución. conveniente en añadir: «Entretanto, yo rogaré por usted. Permí-
Una vez que el confesor ha decidido absolver condicionalmente tame que le dé la bendición a fin de que el Señor guíe sus pasos y
a una persona, está indicada alguna explicación de la «absolución le haga volver pronto.» Un poco de delicadeza en la selección de
condicional». El confesor puede, de manera delicada, informar al las palabras puede garantizar una pronta conversión.
penitente de que él está dispuesto a darle la absolución en la me- Veamos un ejemplo relativo precisamente al aplazamiento de
dida en que tiene poder para hacerlo, es decir, a condición de que la absolución. Reconozco que será un caso raro, pero, con todo,

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Absolución «Perdonados te son tus pecados»

no estará de más considerarlo. Si un sacerdote de edad, que no fe, si está dispuesta a hacer todo lo que puede y a orar por lo que
está dispuesto como es debido, porque quizá no quiere renunciar siente que no puede hacer, puede, independientemente de su fla-
a una ocasión de pecado, escoge como confesor a un sacerdote queza, estar segura de que la palabra de Dios pronunciada en el
joven, éste no debe vacilar en diferir la absolución. Desde luego, sacramento de la penitencia la confortará y le aportará el gozo de
la dilación será para el bien espiritual de su penitente. En tal caso Cristo. El gozo es la nota distintiva de la absolución: el gozo ori-
yo propondría al joven sacerdote que pidiera al mayor que leyera ginado por la paz.
el tratado sobre las ocasiones y luego volviera para recibir la abso- Doy gracias a Dios de que por fin puede,el penitente oir en su
lución. Caso que el otro le replicara: «Hasta ahora nadie me había propia lengua las palabras de la absolución. Todo confesor, hacién-
puesto la menor dificultad; debería usted ser más respetuoso con dose cargo de la fuerza y de la belleza de las palabras que pro-
un colega de más edad», el joven sacerdote podría hacerle presente nuncia en este sacramento, habrá de esforzarse por pronunciarlas
que el confesor, independientemente de la edad, es representante clara y distintamente. Son las palabras de Dios: «Tus pecados te
de Cristo: «Padre, yo le respeto a usted como corresponde a su son perdonados.» El sacerdote habrá de referir estas palabras a la
edad, pero la cuestión es ahora exactamente si usted desea recibir situación actual de la vida de la persona en cuestión, de modo que
humildemente la absolución como prenda de nueva vida.» su conversación con el penitente venga a formar parte de la abso-
Un confesor no debe nunca confundir la timidez con la deli- lución.
cadeza y suavidad. Él es representante de Dios, el único santo. Su
penitente debe sentir que en la confesión se trata de un encuentro
con el único santo y que esto implica un cierto compromiso por
su parte. Al mismo tiempo, el confesor debe expresar su deseo de
ayudarle,
Si un sacerdote tiene que diferir frecuentemente la absolución,
convendrá que examine el estado de su propia vida sacerdotal. Se-
mejante dilación no es señal de celo apostólico. Si el sacerdote es
hombre de oración, si se ve apoyado por las oraciones del pueblo
de Dios, si es amable, humilde, y procura siempre suscitar un pro-
fundo sentido de dolor de los pecados en su propio corazón, como
también en el de los penitentes, raras veces tendrá necesidad de
diferir la absolución.

«Perdonados te son tus pecados»

El confesor, tanto en el confesonario como en el pulpito, debe-


ría dar a su pueblo una plena inteligencia de la absolución. El punto
central de la instrucción relativa al sacramento de la penitencia
debería ser el sentido de la absolución. La absolución significa que
una persona recibe en su interior la paz de Cristo. Si está de buena

86 87
VII

LA OCASIÓN PRÓXIMA DE PECADO

En el sacramento de la penitencia, la paz de Cristo es un acto


redentor que implica la misión de propagar el mensaje de paz y
de salvación dentro de la propia comunidad. Cristo dice: «Queda
sano.» Difícilmente sería uno sincero si, comprendiendo esta pro-
clamación y la misión consiguiente, se creyera libre para seguir
viviendo en circunstancias que inducen a recaer en el pecado. Por
esta razón es necesario decir algo más tocante a la relación que
existe entre el propósito de enmienda y las ocasiones próximas de
pecado.

Ocasión voluntaria y ocasión necesaria de pecado

El concepto de ocasión de pecado es un concepto relativo. Lo


que para algunos es ocasión remota de pecado resulta ser ocasión
próxima para otros. Un conjunto de circunstancias o un ambiente
se dice ser ocasión remota de pecado si la tentación que de ello se
origina es ligera y fácil de superar por la persona en cuestión.
En cambio, si fuera fuerte y no fácil de superar la tentación resul-
tante de tales circunstancias y de tal ambiente, entonces habría
que hablar de ocasión próxima de pecado. Una persona debe de-
terminar si la ocasión de pecado es voluntaria o necesaria. Es oca-
sión voluntaria la que puede ser evitada por una persona de buena
voluntad. No sucede así en la ocasión necesaria de pecado.

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La ocasión próxima de pecado Visión cristiana del ambiente
Humanamente es imposible evitar todas las ocasiones de pe- tiene para estar agradecido, tales como el haber nacido en tal
cado. Lo que una persona puede hacer es calibrar sinceramente familia, el haber crecido en tal vecindad, el pertenecer a tal pa-
su propia fuerza en relación con las fuerzas que la tientan. Así se rroquia. En una de nuestras parroquias de Europa había no pocas
sitúa ella misma en una posición en que puede prudentemente familias pobres que pasaban apuros económicos. Una vez que entré
determinar el riesgo en que se halla y obrar en consecuencia. en relación con un caballero católico adinerado que no faltaba nunca
a la misa del domingo y que pertenecía a diversas cofradías, le
pregunté si no le gustaría ayudar a aquellas gentes. Me respondió:
Visión cristiana del ambiente «No, padre. ¿Por qué lo he de hacer? ¿Alguien ha hecho nunca
algo por mí?» Sentí deseos de preguntarle si había olvidado las
Los manuales de teología moral del siglo pasado veían en el oportunidades que le habían proporcionado sus padres, si había
ambiente una posible ocasión de pecado. Sin embargo, considerar olvidado los miles y miles de atenciones y delicadezas de que le
el ambiente exclusivamente como una amenaza, es algo difícilmente habían colmado su familia y sus amigos. Me limité a tenerle com-
conciliable con nuestra misión de cristianos, de promover en nues- pasión. Me daba compasión su ceguera voluntaria para no ver
tra sociedad la libertad de los hijos de Dios. Tal modo de conside- una de las mayores satisfacciones de la vida, la satisfacción de
rar las cosas es una visión negativa que puede además ser perju- saber que otras personas se interesan por uno.
dicial en sentido psicológico. Como san Pablo incitaba a las gentes La gratitud de una persona para con su ambiente la moverá a
a fomentar motivos de gratitud y de amor para la vida cristiana, asumir una mayor responsabilidad por ese ambiente. La verda-
también nosotros debemos fomentar los mismos motivos para en- dera gratitud engendra generalmente el deseo de hacer algo por el
frentarnos con el ambiente. San Pablo nos pone en guardia contra bienhechor. En nuestro caso, una persona que aprecia a su socie-
el peligro de presentar al pueblo una colección muerta de pres- dad desea instintivamente mejorarla. Para los cristianos significa
cripciones y prohibiciones: «Haz esto», «no hagas aquello». Así esto elevar su nivel espiritual. Si se desarrolla tal sentido de res-
escribió: «¿Qué diremos, pues? ¿Que la ley es pecado? ¡Ni pen- ponsabilidad nacido de la gratitud, entonces las cosas que nos
sarlo! Sin embargo, yo no he conocido el pecado sino por medio rodean, que habían podido representar peligros, se convierten en
de la ley. Porque yo no habría sabido lo que era la codicia si la incentivos para hacer mayores progresos en el sentido de la res-
ley no me hubiera dicho: No codiciarás. Pero el pecado, aprove- ponsabilidad.
chando la ocasión, produjo en mí, valiéndose del mandamiento,
Sin embargo, el enfoque cristiano del ambiente no debe llevar
toda suerte de codicia...» (Rom 7, 7-8). Juntamente con la ley hay
el sello de la ingenuidad. Para que el cristiano pueda actuar efi-
que inspirar motivos que induzcan a morir espiritualmente al yo.
cazmente en la sociedad, tiene que hacerse cargo de sus vicios no
Si no logramos infundir a un corazón humano incentivos para
menos que de sus virtudes. Sólo así puede inmunizarse contra los
vivir una nueva vida dedicada a Dios, la ley sólo servirá para des-
males de su tiempo.
pertar su curiosidad acerca de la cosa prohibida. Algo análogo se
La inmunización se halla en una unión más estrecha con Cristo
puede decir acerca de la manera de enfocar el ambiente. El sacer-
y con su Iglesia. Porque la Iglesia de Cristo es el medio o «atmós-
dote, en su calidad de confesor y de predicador, tiene la obligación
fera divina», cuyos miembros penetrados de amor, juntamente con
de enseñar a los hombres una actitud cristiana frente a su ambien-
sus enseñanzas acerca del amor y de la salvación, preparan al
te, es decir, una actitud de gratitud y de responsabilidad.
cristiano para una carrera apostólica en el mundo. San Pablo
Cada uno de nosotros debe aprender a apreciar las ventajas de expuso en su tiempo el problema del cristiano en el mundo y lo
su ambiente. Cada uno de nosotros debe ponderar las razones que que la Iglesia podía ofrecer para ayudarle a moverse en él:

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91
La ocasión próxima de pecado
Visión cristiana del ambiente
«Porque vuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra los prin-
cipados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tan sencilla como esta «Porque necesito que me ayudes» no sólo
tinieblas, contra los seres espirituales de la maldad que están en las alturas. agradará al niño, sino que le hará comprender su posición en la
Por lo cual, echad mano de la aimadura de Dios, para que podáis resistir familia.
en el día malo, y, tras haber vencido todo, os mantengáis firmes. ¡Firmes, El quehacer del párroco se simplificará notablemente si los
pues! Ciñéndoos con la verdad, y poniéndoos la coraza de la justicia, y
padres desempeñan debidamente los suyos. De la misma manera
calzándoos los píes, prontos para el Evangelio de la paz; embrazando en
todo momento el escudo de la fe, con el cual podáis apagar todos los dardos que los padres animan al niño a desempeñar un papel activo en
inflamados del Maligno. Tomad el casco de la salvación y la espada del la familia, el párroco tratará de inducirlo a desempeñar un papel
Espíritu, o sea, la palabra de Dios» (Ef 6, 12-17). activo en la vida parroquial. La participación de los jóvenes en
las organizaciones parroquiales no sólo los protegerá contra dife-
Un cristiano debe comenzar por sentirse como en su casa en rentes peligros a que sucumben otros, sino que además les pro-
el mundo de la fe, de la oración, antes de llevar las fuerzas salví- porcionará experiencia en la vida efectiva de la parroquia, a la vez
ficas de la luz a una sociedad enferma. Sólo entonces puede po- que mayor sentido de la responsabilidad. Este entrenamiento es
nerse en contacto con la dolencia y salir salvo, en realidad más absolutamente necesario tanto en casa como en la parroquia, por-
inmune que nunca. que hoy día los jóvenes y las jóvenes tendrán que resistir el choque
Es, por tanto, indispensable que la educación cristiana produzca de valoraciones discrepantes en el ambiente que rodea a la familia
hombres y mujeres maduros, que comprendan el valor de la auto- y en el mundo de los negocios. Si se los educa para hacer de ellos
ridad y de la responsabilidad personal. Porque éstos son los hom- conformistas dóciles, cederán a cualquier influencia fuerte, sea buena
bres y mujeres que han de encontrarse de frente con la sociedad y, o mala. Por el contrario, su educación debe encaminarlos hacia una
con la fuerza de sus convicciones, han de ayudar a iluminar los profunda penetración en los valores y hacia una madurez que los
rincones y rendijas de la sociedad secular. No podemos preparar capacite para atenerse firmemente a los principios y a las convic-
a un cristiano para su puesto en el mundo alimentándolo con una ciones adquiridas en su formación cristiana. Nosotros deseamos
doctrina de obediencia ciega. que no se limiten a mantenerse firmes, sino que lleguen a ser guías
Desde los primeros años debe aprender el niño una jerarquía de f

valores, y se le debe enseñar a apreciar los valores en su religión, y formadores de la opinión. La sociedad dinámica a la que los
su familia y su ambiente. Este respeto de los valores no puede enviamos sólo será guiada por personas dinámicas, por personas
desarrollarse en un niño cuyos padres temen reconocer sus even- que pueden tomar sobre sus hombros la responsabilidad.
tuales abusos de autoridad. «Me he impacientado. Lo siento.» Juntamente con la idea de educar cristianos para la inteligen-
No hay razón para que un padre se retraiga de hacer una confe- cia de la autoridad y para una mayor responsabilidad personal,
sión como ésta, que sin desfigurar la imagen paterna, ayuda al niño el objetivo del confesor ha de ser el de ayudar a sus penitentes a
a distinguir entre el buen o mal uso de la autoridad. formarse una conciencia madura. El confesor tiene al mismo tiem-
po una excelente oportunidad para enseñarles las maneras de uti-
Con vistas a la formación de la responsabilidad se debe ayudar
lizar su influencia para promover la mejora de su ambiente social.
al niño en su propia iniciativa de contribuir a la vida de familia.
Con ocasión de una misión pueden hacer los confesores que
No se le debe hacer sentir que tiene que aguardar siempre indica-
los penitentes adquieran mayor conciencia de su deber de servir a
ciones u órdenes de sus padres. Ni si el niño pregunta al padre:
Cristo en calidad de apóstoles. Sé de un caso en el que los misio-
«Papá, ¿por qué tengo que hacer eso?», hay que limitarse a expli-
neros, mediante la acción combinada de la predicación y del con-
carle: «Porque papá lo manda.» El niño pequeño no es todavía
fesonario, inculcaron de tal manera el espíritu de apostolado en
capaz de comprender razones profundas y serias, pero una razón
los corazones de sus oyentes, que cada noche aumentaba visible-

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La ocasión próxima de pecado
Ocasiones de pecado contra la fe
mente la asistencia al sermón de misión. Finalmente se hizo patente
dar sus derechos a la eternidad. El Evangelio nos dice que si una
que, debido a los esfuerzos de un puñado de trabajadores de una
mano es para una persona ocasión de pecado, vale más que se la
fábrica vecina que empleaba casi un millar de personas, se vio
corte; que si un ojo es fuente de pecado, vale más que se lo saque.
mejorado el entero ambiente de la fábrica. Este puñado de obre-
Excepto en este caso extremo que acabamos de mencionar, esta
ros no tenían el menor reparo en invitar a sus colegas a acudir
actitud de «primero el cielo» es siempre compatible con el com-
juntamente con ellos a la misión. De esta manera lograron con-
promiso en el mundo. Sin género de duda. San Pablo dice que por
vencer a algunos que habían vivido alejados de la Iglesia y de los
causa del pecado la creación entera «está gimiendo y sufriendo
sacramentos, haciéndoles comprender cuan felices serían si volvie-
dolores de parto». El cristiano tiene el encargo de hacer que la
ran a experimentar la paz de Cristo.
libertad y el esplendor de los hijos de Dios vuelva a revitalizarlo
Cuando los cristianos ordinarios dan testimonio de su fe, el todo (cf. Rom 8, 19-24).
resultado suele ser más eficaz y de mayor alcance. Por esta sencilla
razón sería una magnífica iniciativa en un confesor que, después
de despertar el sentido de gratitud para con Dios en un penitente
Ocasiones de pecado contra la je
que hubiera vivido mucho tiempo alejado del sacramento, lo ins-
truyera acerca de su papel de apóstol de Cristo. Procuremos que
La fe de una persona ocupa el puesto más alto en la jerarquía
los penitentes conozcan que ésta es una manera de «hacer peni-
de bienes. Antes que exponer la propia fe, debe estar uno .dispuesto
tencia» y de mostrar su gratitud, haciendo que alguna otra persona
a sacrificar hasta sus más íntimas amistades. En efecto, es un hecho
vuelva a Dios, o quizá sencillamente informando a otros de que
que ciertas amistades entre un católico y un incrédulo o un acató-
el sacramento de la penitencia es en verdad el sacramento de la
lico que es hostil a la Iglesia, pueden ser sumamente peligrosas
amabilidad y de la paz.
para la fe del católico. Especialmente vulnerable es un católico
Si se desarrollara el espíritu apostólico en todos los cristianos que es más bien débil y fácilmente influenciable por otros, mien-
practicantes, no tardaría en manifestarse en el mundo una verda- tras que la otra parte es fuerte y dinámica. Lo mismo se puede
dera transformación. Tal transformación tendrá lugar si nuestro decir del caso en que el acatólico sea altamente inteligente, esté
objetivo pastoral apunta a hacer que los cristianos, no sólo como entrenado en la argumentación y tienda a usar su talento en una
individuos, sino también como comunidades, se convenzan de que forma que represente peligro para la fe del católico. No vale repli-
son la «sal de la tierra» la «luz del mundo» y una levadura en su car que la compañía de acatólicos no implica amenaza alguna para
medio ambiente. La celebración del sacramento de la penitencia, la virtud de la pureza y que por tanto la amistad está completa-
aun sin responder totalmente a este problema de la instrucción, mente en regla. Un pecado contra la fe es por su misma natura-
puede desempeñar gran papel propagando esta enseñanza. leza mucho más grave que un pecado contra el sexto mandamiento.
Sin embargo, sólo en el caso de que el ambiente en que una Si en una amistad entre una parte católica y una acatólica se trata
persona vive esté sumamente corrompido o que uno mismo se de amistad entre hombre y mujer, supuesto que se pueda prever un
sienta inseguro a causa de caídas precedentes, se debe cambiar de posible matrimonio en el futuro, la parte católica debe considerar
estrategia y hay que recurrir a la fuga. Por supuesto, una persona ante todo si tal matrimonio constituirá o no un peligro para su fe.
que goce de particulares ventajas materiales o de especiales opor- Tocante a la fe y al ambiente, es decir, al puesto de trabajo o
tunidades culturales en una localidad, sentirá gran repugnancia a a la vecindad, quisiera hacer la siguiente distinción. Aunque en un
abandonarla. Sin embargo, un cristiano debe estar dispuesto, si es lugar determinado se expresen fuertes sentimientos negativos contra
necesario, a renunciar a los placeres de la vida a fin de salvaguar- la fe católica, si hay algunos cristianos comprometidos dispuestos

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La ocasión próxima de pecado
Ocasiones de pecado contra la castidad
a aunar sus fuerzas, es muy posible que mediante un apostola-
do activo logren un cambio general de actitud frente a la Iglesia. cir a proceder de otra manera, la única opción para el cristiano
La amenaza ambiental para el católico particular queda minimi- podrá ser la de abandonar la empresa. Continuando en ella da a
zada, por decirlo así, a causa del mutuo apoyo que se dan unos otros la sensación de favorecer prácticas inmorales, o, aunque en
a otros. El caso es del todo distinto si el creyente se halla solo en un principio pueda oponerse a tales prácticas, corre peligro de
tal ambiente. comprometer su propia ética y de fomentar la práctica de la in-
Si el católico es miembro de una organización que en general justicia.
es hostil a la Iglesia, como lo son algunas organizaciones masóni-
cas, estará obligado a darse de baja. A veces se dará el caso de
que un católico diga al sacerdote: «Veo que no debería pertene- Ocasiones de pecado contra la castidad
cer a este club, pero ¿debo abandonarlo en seguida?» Entonces se
le podrá aconsejar que vaya rompiendo gradualmente, por razones El hombre, por razón de su naturaleza caída y del egoísmo que
sociales o financieras, y que prometa al mismo tiempo no asistir a lo domina y emponzoña el ambiente, puede verse con frecuencia
las reuniones o no leer la literatura del club. Por lo general se le rodeado de ocasiones de pecado contra la castidad. Desde luego,
puede permitir que se vaya retirando gradualmente. No tiene obli- los que buscan únicamente el reino de Dios, por su mismo modo
gación de ser un héroe. (En los Estados Unidos, la mayoría de las de afrontar el ambiente se ven protegidos contra las influencias
organizaciones masónicas no son hostiles a la Iglesia.) nocivas del mundo que los rodea. Sin embargo, quien se exponga
innecesariamente a la tentación contra la castidad, sucumbirá casi
indefectiblemente. En este apartado voy a limitarme a señalar los
Ocasiones de pecado contra la caridad y la justicia rasgos más salientes de nuestro mundo contemporáneo, que ponen
en peligro esta virtud.
El ambiente puede también ocasionar pecados contra la cari- Hoy día, el cambio de las pautas sociales de los jóvenes se re-
dad y la justicia. Un ejemplo actual puede ser una localidad donde fleja en sus propias distinciones entre «verse a menudo» e «ir de
no se reconozcan los derechos civiles de los negros. Puede darse que veras». En el primer caso los adolescentes ponen cuidado en no
uno tenga amigos que opinen que las gentes de color tienen ya trabar alianzas porque están convencidos de que una relación de-
bastantes derechos o incluso demasiados derechos y que no los pende de la carga afectiva que pone en ella cada una de las partes.
saben apreciar. Esos amigos salen triunfantes por el hecho de insis- «Verse a menudo» consiste en citas habituales entre dos personas
tir sólo en los vicios y debilidades de negros particulares, ignoran- sin el elemento de exclusividad o sin la menor intención inmediata
do completamente los casos de virtud. Ellos mismos se ciegan para de futuro compromiso matrimonial. Es sencillamente el desarrollo
no ver las grandes injusticias perpetradas contra estas gentes. Tal normal de la amistad entre un muchacho y una muchacha, sin
ambiente pone evidentemente en peligro el espíritu de caridad y intercambio de símbolos de unión entre ellos; los dos están de
justicia cristiana. Si el cristiano puede, sin sacrificar la vida o la acuerdo en que cada uno tiene derecho a salir con otros. En nues-
fortuna, formar parte de grupos que traten de convencer a los racis- tra cultura es ésta una situación normal que permite a los jóvenes
tas de que pecan contra estas virtudes, no debe vacilar en hacerlo. irse conociendo bien antes de hacer una elección definitiva.
Otro ejemplo de violación de la justicia puede ser el caso de En el «ir de veras», la relación es más constante y va acompa-
una firma que obtiene sus ingresos mediante engaño o fraude. ñada de todas las exterioridades solemnes de un semimatrimonio;
Si a los individuos responsables de tal robo no se los puede indu- implica un grado considerable de exclusividad, y con frecuencia la
intención explícita de matrimonio futuro. Los padres y los sacerdo-
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Hiring, Shalom 7
La ocasión próxima de pecado Ocasiones de pecado contra la castidad

tes no deben eludir sus responsabilidades dejando de señalar a los pudres que animan a sus hijos a cultivar la compañía del otro sexo
adolescentes que la compañía constante en esta forma comprome- incluso a una edad muy temprana. La sociedad de nuestros días
tida antes de alcanzar un grado razonable de madurez limita incon- merece también no poca censura por el hecho de estimular, y en
sideradamente su libertad interna y externa en la elección del futuro cierta medida hasta forzar a. los jóvenes a trabar relaciones de cierta
consorte. La compañía constante y exclusiva a una edad dema- intimidad. Lo mejor que pueden hacer los sacerdotes en este terreno
siado temprana conduce a matrimonios prematuros con todos los consiste en educar a los cristianos para que sepan apreciar los
consiguientes peligros para la futura felicidad de la pareja. valores del matrimonio y de la virginidad. Dé esta manera se echan
Sin embargo, estas ideas deberían formar parte de la formación los fundamentos de futuras generaciones de muchachos y mucha-
religiosa de la juventud. La opinión pública debería configurarse chas que han de llegar a constituir una sociedad formada por hom-
de forma que se inspirara a los jóvenes una actitud sana con res- bres y mujeres de sólidas convicciones. Entonces será una tarea
pecto al entero problema de las relaciones tempranas; esto sería mucho más fácil, la de tratar con individuos que no sufran de la
más saludable que tratar de apretar las clavijas cuando se ha pro- tensión entre oir una cosa de boca de su sacerdote y ver otra muy
ducido ya el daño. En efecto, por lo regular el que la habilidad del distinta en el mundo que los rodea.
confesor tenga eficacia en estos casos dependerá en gran manera Actualmente el confesor, reconociendo las dificultades con que
de si nuestra juventud ha sido o no formada como conviene y apo- se enfrentan los jóvenes hoy día, debe tratar de convencerlos del
yada por sanas convicciones y actitudes de su contorno. daño que se hacen mutuamente por lo que respecta a su futura
En general, si esas amistades y citas frecuentes no han condu- vida matrimonial. Si los mismos vuelven a él una y otra vez con
cido a trabar relaciones sexuales o interpersonales, o a tales fa- las mismas faltas, debe desplegar la mayor paciencia. En el caso
miliaridades que descuiden los legítimos deberes, el confesor no a que me he referido arriba respecto a lo que he llamado «petting
exigirá que se rompa la amistad. Ni tampoco eventuales actos su- superficial», creo que sólo cuando el confesor no observa en su
perficiales de petting son razón suficiente para que el confesor des- penitente esfuerzos notables por corregirse, debe tratar de indu-
aconseje completamente la amistad. (Bajo el término de actos «su- cirlo a dejar de verse con tal muchacho o muchacha. Lo que no
perficiales de petting» me refiero a todas las formas de lo que recomendaría es que el confesor amenazara con negar la absolu-
comúnmente se llama necking, como también a un cierto grado del ción caso que el joven no hiciera una promesa de enmienda. El
mismo petting. Con el término necking se expresan muestras de confesor debe tratar de valorar la inteligencia y el enfoque psico-
cariño que accidentalmente pueden originar excitaciones sexuales, lógico de su joven penitente. A veces sucederá que el confesor, aun
como, por ejemplo, los besos y abrazos. El petting se refiere a una después de explicar a sus penitentes por qué no son correctas sus
acción que por su misma naturaleza e independientemente de la compañías o su modo de proceder en las citas, se encuentre con
intención del agente tiende a producir el orgasmo. «Petting super- ignorancia invencible por la otra parte. La posibilidad de tal igno-
ficial» llamaría yo a los simples tactos, por oposición a la mastur- rancia no resulta increíble si se tiene en cuenta el ambiente par-
bación mutua.) ticular en que se encuentra el penitente. En tales casos debe el
Sin embargo, si el «ir de veras» entre jovenzuelos de catorce y confesor comenzar por tratar de ayudar al penitente a hacer pro-
quince años ha conducido ya a algo más que al petting, el confesor gresos en otras materias. Sólo así llegará el momento propicio para
deberá por lo menos intimarles severamente la ruptura de tales convencerlo de la existencia del peligro.
compañías. Debido a circunstancias difíciles que pueden estar impli- El baile puede ser otra ocasión de pecado en el ámbito del sexto
cadas, me abstengo de decir que el confesor debe exigir en todos mandamiento. Es evidente que sería un grave error tachar todo
los casos la inmediata ruptura entre los dos. Es un hecho que hay baile de ocasión de pecado. En esta materia debe desplegar el con-

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La ocasión próxima de pecado
Ocasiones de pecado contra la castidad •
fesor un fino sentido de las distinciones. Si un penitente confiesa
que el confesor no confunda el problema de una persona que está
pecados cometidos de resultas del baile, el confesor puede pre-
comprometida y se acusa ocasionalmente de haber pecado con la
guntarle corno cree él mismo que tal peligro se puede evitar en
otra parte, y el de jóvenes que sin serio propósito de matrimonio
adelante, y entonces insistir en que siga el consejo propuesto por
futuro cometen el «mismo» pecado con su amiguito o amiguita.
él mismo. Si el pecado es frecuente y grave (si, por ejemplo, un
En ninguna circunstancia pueden las modernas condiciones de
joven confiesa que casi después de cada baile en que toma parte
vida justificar una ética de situación que permita, como lo hace
acaba por seducir a la muchacha), el confesor preguntará al peni-
Joseph Fletcher, las relaciones sexuales entre prometidos. Un novio
tente las razones que le mueven en primer lugar a ir a bailar.
no tiene más derecho al cuerpo de su prometida que el que tendría
Generalmente habrá que hacer comprender a tal joven su obliga-
al de cualquier otra mujer. El acto sexual expresa por su misma
ción de renunciar a bailar por razón del daño real que se hace a
naturaleza el vínculo irrevocable e indisoluble entre la pareja en
sí mismo y a otro. En los Estados Unidos, como también en algu-
cuestión. Con independencia del amor que actualmente pueda te-
nas otras regiones, los jóvenes se verán invitados a ciertas fiestas,
nerse una pareja de prometidos, todavía no están unidos irrevo-
en las que el baile ocupa la mayor parte del tiempo. Muchas veces
cablemente en matrimonio. Este argumento, que es válido y verda-
un joven no podrá decorosamente declinar tales invitaciones, por
dero tratándose de prometidos, tiene todavía más aplicación contra
ejemplo, con ocasión de la boda de un amigo íntimo, o del final de
las ideas de Fletcher acerca de la promiscuidad, y la cosa salta a
carrera. Ordinariamente no deberá el confesor insistir demasiado
la vista.
severamente en que el penitente se abstenga del baile si entra en
Con todo, el confesor no puede suprimir sin más las dificulta-
juego una cuestión de conveniencias sociales. En todo caso, el con-
des de la juventud moderna. La sociedad moderna se halla en un
fesor debe estar pronto (y hasta puede preguntar al penitente
estado de fermentación. Ha habido tremendos cambios de pers-
mismo) para sugerir al joven posibilidades de disfrutar suficiente-
pectiva y de valoraciones. Las mismas sociedades llamadas cris-
mente de la vida social, en la que esté implicado el baile.
tianas no han desarrollado todavía usanzas nuevas e indiscutibles
Para algunos el período del noviazgo viene a convertirse en
que puedan ayudar a la juventud.
ocasión próxima de pecado. Sin embargo, si el confesor tiene opor-
Un contraste nos ayudará quizás a percibir con más viveza la
tunidad de hablar con algún novio, no ha de calificar sin más dicho
situación. En el siglo xvín, san Alfonso María de Ligorio, reaccio-
período como un tiempo de dificultades sexuales. Éste sería un
nado contra el extremado rigorismo de la época, insinuó la idea
punto de vista muy negativo, que sólo serviría para trastrocar el
de que a los prometidos se les debía permitir verse durante el
verdadero valor de un tiempo favorable. El confesor procurará
noviazgo, en presencia de sus padres, por lo menos hasta tres veces,
más bien grabar en la mente y en el corazón del novio o de la
y más a menudo en casos excepcionales. Su idea pareció más bien
novia una auténtica idea del noviazgo, como de un tiempo en que
laxa a algunos moralistas de su tiempo, los cuales consideraban tan
cada uno de los dos puede aprender los componentes del amor.
peligroso el período del noviazgo, que enseñaban que los prome-
Sólo un enfoque que combine una apreciación del matrimonio y
tidos no debían verse más de una vez antes de la fecha del matri-
una apreciación de la otra persona puede proporcionar una moti-
monio. Y aun en aquella ocasión no debían perderlos de vista los
vación apropiada para resolver con mutua ayuda todo problema
padres de la pareja. Aunque no son los moralistas los que deben
sexual. La norma debe ser el respeto mutuo, no el temor. Por otra
cargar con toda la censura por aquella manera de ver. Por aquel
parte, estas ideas positivas no deben tampoco impedir al confesor
tiempo los padres elegían el futuro consorte para su hijo o hija.
dirigir a las partes de modo que aprendan a distinguir entre el
Por extraño que esto pueda paiecernos hoy, aquellos padres temían
cariño genuino y la mera explotación sexual. Finalmente, conviene
que si los prometidos venían a verse mutuamente, uno de ellos

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La ocasión próxima de pecado El empleo, como ocasión de pecado
pudiera negarse a aceptar la otra parte que se le había asignado y
dad premarital y de la fecundidad, aunque en un contexto más
frustrar así todos los planes de la familia. Se daba a veces el caso
sofisticado. En vista de las presiones sociales, en vista de las varia-
de que una muchacha se casase con un hombre al que veía por
das y complicadas costumbres matrimoniales que existen a través
primera vez al pie del altar. Naturalmente, semejantes reglas pare-
del mundo, una cosa es evidente: los sacerdotes y los cristianos
cen irrisorias en nuestros días. Pero no vayamos a creer que son
que contribuyen a formar la opinión pública deben aunar sus es-
perfectas nuestras costumbres relativas al matrimonio.
fuerzos para señalar al hombre y a la mujer media la diferencia
Tenemos motivos de agradecer que el siglo xx haya avanzado
entre lo que es recto y lo que no lo es en estas materias. El con-
tanto en la comprensión de las complejidades que entraña la elec-
fesor, teniendo presentes estos problemas, no puede menos de ser
ción del futuro cónyuge. Hoy día es muy buena la práctica de
más paciente con penitentes cuyo ambiente influye notablemente en
estimular a los jóvenes a conocerse mutuamente, a tratar con per-
sus faltas.
sonas del otro sexo y a hacerse cargo de las diferencias psicoló-
Finalmente, el confesor que trata con parejas de novios puede
gicas existentes entre los sexos. Los jóvenes deben tener todo el
contribuir no poco a su felicidad futura ayudándoles a ver la opor-
tiempo necesario para observarse unos a otros y para descubrir si
tunidad que les proporciona el tiempo del noviazgo para crecer en
la persona con la que ha de compartir la existencia es tal que
el amor de Dios. Puede también salvaguardarlos contra más de una
merezca estima, respeto y amor.
tentación, enseñándoles que la mutua experiencia de un amor res-
El algunas regiones, sin embargo, está muy propagada la idea
petuoso durante este período les hará penetrar psicológicamente
de que los jóvenes deben tener experiencias premaritales. Visto el
más hondo en la bondad de Dios y en la belleza de su amor. Lec-
influjo que pueden ejercer sobre los individuos las ideas de la socie-
ciones de este género les darán una comprensión más profunda
dad, puede muy bien darse que el confesor se encuentre con per-
del matrimonio como medio de salvación.
sonas que sean invenciblemente ignorantes bajo este respecto. El
hecho de que él o ella confiesen relaciones sexuales premaritales
no excluye necesariamente la ignorancia invencible. Es posible que
el penitente confiese tales pecados porque sabe que la Iglesia El empleo, como ocasión de pecado
prohibe esas acciones, pero al mismo tiempo, en otro sector de su
estructura psicológica puede estar convencido de que es necesaria En la práctica, las ideas sobre lo que constituye una ocasión pró-
la experiencia sexual premarital. Tengo sabido que en ciertas zonas xima de pecado cambian considerablemente con el andar de los años.
de Europa existe la práctica — a pesar de que el clero la ha com- Si se trata de juzgar sobre si ciertas profesiones son en sí mismas
batido durante siglos — de casarse con una mujer sólo cuando está ocasión próxima de pecado, nos hallamos con enormes dificultades.
esperando un hijo. En tales regiones quiere el hombre tener al- Hace años había moralistas rigurosos que sostenían que las mu-
guna garantía de que su mujer no será estéril. chachas no podían ser peluqueras porque esto se consideraba como
una «profesión peligrosa». Antiguos moralistas prohibían a los
En África hay tribus en las que el hombre acepta a una mujer
católicos servir en casas judías, por temor a que todos los viernes
por esposa sólo a condición de que venga a ser madre. El matri-
se hallaran ante la ocasión próxima de pecado por tener que comer
monio no se considera definitivo hasta que la muchacha está emba-
carne. Sé de un párroco que, todavía hace diez años, negaba la
razada. Si resulta ser estéril, es devuelta a su casa. Estas prácticas
absolución a una mujer si no prometía que no visitaría en viernes
plantean graves problemas a la Iglesia. Pero no tenemos necesidad
a sus parientes no católicos. Hoy día, difícilmente un moralista se
de mirar al África para descubrir estas costumbres. También en
opondría a que un católico sirviera en una casa judía.
América y en Europa existen ideas torcidas acerca de la sexuaü-
Los mandamientos de la Iglesia sólo nos obligan bajo ciertas
102
103
La ocasión próxima de pecado

condiciones aceptadas comúnmente. No obligan en forma absoluta.


Con todo, tengo noticia de casos en que sacerdotes han insistido
irrazonablemente en el cumplimiento de la ley. Recuerdo el caso Una promesa por parte del penitente
de un párroco que se oponía a que unas muchachas de su parro-
quia frecuentaran una escuela de comadronas, diciéndoles que tal A veces se dará el caso de que el confesor pida al penitente que
profesión podía impedirles oír misa los domingos. No tomaba en prometa buscar otra ocupación si continúa cayendo en un pecado
consideración la circunstancia de que ellas no buscaban una oca- determinado de resultas de su empleo. Psicológicamente, un peni-
sión de faltar a misa; en realidad iban con frecuencia a misa los tente que haya hecho tal promesa pondrá'más empeño en co-
días de labor. Para aquel sacerdote todo se reducía a la cuestión rregirse. Aunque no se vean resultados inmediatos y aunque el
de si dichas muchachas tendrían o no oportunidad de cumplir el penitente tenga que renovar la promesa una y otra vez en las con-
precepto dominical cada semana. No le interesaba lo más mínimo fesiones siguientes, el confesorno debe perder la paciencia. Posi-
el servicio que las comadronas podían prestar al pueblo de Dios si blemente, el penitente no caerá ahora tan a menudo como si no
estaban instruidas debidamente en la moral cristiana. Parecía no hubiera hecho la promesa. Es también posible que si ve que falta
darse cuenta de que si quería sacar las últimas conclusiones lógicas repetidas veces a la promesa, tenga valor para buscar otro empleo.
de su idea del precepto dominical, tenían que prohibir a las gentes Sin embargo, sería un error por parte del confesor establecer como
enfermar en fin de semana. regla absoluta que si un penitente falta a su promesa, y quizás
No obstante, es cierto que hay algunos empleos que representan hasta repetidas veces, se le debe negar la absolución.
una ocasión próxima de pecado contra la fe, o la justicia, o la pure- Tocante a la promesa por parte del penitente, voy a presentar
za. Así pues, a veces deberá el confesor apremiar al penitente para dos casos, el primero de un bebedor ocasional, el segundo de un
que renuncie a su empleo. Sin embargo, aunque él crea que debe bebedor crónico.
necesariamente aconsejar en este sentido, no por ello debe negar Si un bebedor ocasional, pese a su promesa de no volver a beber
la absolución si el penitente no está convencido de tal necesidad. hecha en su última confesión, confiesa que se ha emborrachado,
Con frecuencia, el penitente no enfoca el consejo del confesor como esto no prueba que su promesa no fuera sincera. Su compromiso
una cuestión de obediencia o de desobediencia a la Iglesia. Esto indicaba su intención de abstenerse de la bebida. Ahora bien, la
sucede particularmente a personas que no tienen confesor fijo y que intención y el cumplimiento son dos cosas distintas. El confesor
una vez acuden a un confesor y la siguiente a otro, y así descubren deberá amonestarlo amablemente y pedirle que vuelva a renovar
grandes divergencias en la práctica. Tales divergencias tienden a la promesa y que ponga más empeño en cumplirla.
fomentar la llamada crisis de autoridad. Una vez que el penitente En cambio, si se trata de un bebedor crónico, el confesor obrará
saca la conclusión de que el padre fulano no representa a la Igle- más prudentemente pidiéndole que prometa, no ya renunciar a la
sia católica, espera hallar un confesor cuyos puntos de vista estén bebida, sino más bien someterse a tratamiento médico. Un bebedor
más en consonancia con los suyos propios. Precisamente por esta crónico es una persona que no puede vencer su mal hábito a menos
razón deberían los confesores procurar desarrollar en sus peniten- que renuncie del todo al alcohol. Muy a menudo, tal persona que
tes una mayor responsabilidad personal. En el caso que hemos va a confesarse está sumamente deprimida en vista de su debilidad
insinuado, el confesor puede sugerir al penitente que ore y re- y sufre no poco de ello. Por lo que se refiere a la bebida, le falta
flexione sobre si es o no aconsejable cambiar de empleo, pero de- la necesaria libertad interior para tomar una decisión y ponerla
jándole a él mismo la última decisión. Una actitud respetuosa en práctica. Con todo, se le puede convencer de que hay personas
por parte del confesor dará resultados mucho mejores. que pueden prestarle ayuda. Tampoco en este caso debe el con-
fesor amenazar al penitente con negarle la absolución si no promete
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105
La ocasión próxima de pecado
Matrimonios inválidos
buscar un tratamiento médico o si, después de haberlo prometido,
En esta materia querría yo poner en guardia al confesor contra
no cumple la promesa. En realidad, la obligación de convencer a
decisiones inconsideradas. En mi experiencia pastoral me he encon-
tal persona de que debe recurrir a un remedio técnico, incumbe
trado con diferentes casos de muchachas que habían llevado una
más bien a su familia, al párroco o a alguna organización caritativa.
vida de pecado recorriendo las calles en busca de dinero y que
Si el bebedor crónico es un barman o un expendedor de bebidas
finalmente hallaron empleo como muchachas de servicio. De tiempo
alcohólicas, su ocupación representa para él una ocasión próxima
en tiempo pecaban con sus amos, pero en su vida de servientas
de pecado. Probabilísimamente, no logrará rehabilitarse si no re-
asalariadas mostraban notable mejora con respecto a su vida pasa-
nuncia a su profesión. Con todo, la acción más eficaz del confesor
da. En estos casos los amos daban prueba de ser en el fondo buenas
con tal penitente consistirá en desplegar gran paciencia y com-
personas, aun cuando ocasionalmente fueran débiles. Si se hubiera
prensión.
obligado a la muchacha a renunciar a su empleo, probablemente
habrían vuelto a la mala vida. Aunque todavía caían ocasionalmente
Concubinato y otras ocasiones de pecado en el pecado, iban mejorando poco a poco y recobrando el respeto
de sí mismas. El confesor debe suspender el juicio sin pronunciarse
Otros ejemplos citados por los manuales como ocasiones de definitivamente hasta estar al corriente de la situación integral. El
pecado son el concubinato y los matrimonios inválidos. Es conve- carácter del penitente, su equilibrio psicológico, las circunstancias
niente, incluso en nuestras conversaciones ordinarias, distinguir bien en que se encuentra, todo esto debe tomarse en consideración antes
entre estas dos cosas. Hay quienes, en casos de matrimonios invá- de formarse un juicio prudencial. Algunas veces, lo mejor que podrá
lidos, hablan de personas que «viven en concubinato». Efectiva- hacer el confesor será decir al penitente que él mismo no está
mente, hace algunos años el celoso obispo de Prato en Italia fue seguro de si es o no aconsejable renunciar al empleo en cuestión.
condenado a varios meses de arresto por haber declarado que Pedirá además al penitente que siga orando y frecuentando los
viven en concubinato los católicos que sólo están casados civilmen- sacramentos hasta que ambos puedan decidir el rumbo que hay
te. Las autoridades civiles consideraron tal aserción como un grave que tomar.
atentado contra la decencia. El concubinato significa el manteni-
miento de relaciones sexuales sin intención de estabilidad. Una Matrimonios inválidos
pareja que se presenta como casados, aunque quizá inválidamente,
expresan su intención de ligarse establemente. Los matrimonios inválidos representan un problema totalmente
Concubinato es un término que en sí mismo se presta fácilmente diferente. Como acabo de insinuar, tales matrimonios no son con-
a malentendidos por parte del seglar medio. Por ejemplo, si un cubinatos, por el hecho de que ambas partes se han ligado entre
soltero o un divorciado tiene una muchacha de servicio y de vez sí formalmente como marido y mujer para el resto de su vida. Un
en cuando peca con ella, esto no hace de su relación lo que se matrimonio puede ser inválido por diferentes razones. Una de las
llama propiamente concubinato. En el concubinato, aunque no hay razones más frecuentes consiste en que una de las partes estaba ya
intención de formar una unión que ligue con compromiso a las dos casada ya válidamente con otra persona. O, caso que el primer
personas, existe una relación sexual semipermanente entre ambas. matrimonio fuera inválido, puede darse que, por falta de pruebas
Si un hombre vive realmente en concubinato, el confesor insistirá suficientes, la parte en cuestión no pueda demostrar el punto que
en que se separe de la mujer, puesto que su situación es ocasión hace inválido el matrimonio precedente. Antes de declarar nulo tal
próxima de pecado. En el caso del soltero y la muchacha de servi- matrimonio se requiere certeza moral tocante a la existencia de
cio, puede que haya que considerar circunstancias atenuantes. dicho punto al momento de contraer matrimonio.

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La ocasión próxima de pecado Matrimonios inválidos
Si la pareja implicada en un matrimonio inválido no tiene
cuánto tiempo deberá vivir la pareja como hermano y hermana
responsabilidades, no tiene, por ejemplo, hijos que educar, deberán
antes de que pueda absolverlos el sacerdote?
abandonar la ocasión próxima de pecado. Si no son capaces de
Hay moralistas que dicen que el confesor debe aguardar algunos
vivir corno hermano y hermana, es recomendable que se separen,
meses, durante los cuales la pareja realice la situación de hermano
si esto es posible. En cambio, si hay responsabilidades, si la pareja
y hermana, antes de aceptar su promesa. Sin embargo, aquí no se
tiene hijos, entonces la ocasión próxima de pecado es con frecuen-
pueden fijar límites matemáticos. El juicio del confesor no depen-
cia una ocasión necesaria.
derá de las matemáticas, sino de hechos que indiquen si la pareja
Supongamos una pareja que han vivido juntos durante muchos tiene o no dicha resolución.
años y ahora uno de los dos está enfermo. Entonces la parte sana Si la autoridad superior no se ha reservado estos casos, el con-
tiene responsabilidad con la parte enferma. Si en este caso insistiera fesor podrá absolver a la pareja, supuesto que ésta dé extraordina-
el confesor en la separación de lecho y mesa, ello sería una cruel- rias señales de conversión. Pero aun después de la absolución se
dad con la persona enferma, tanto más que en tales circunstancias debe hacer presente a la pareja que no conviene que vayan a co-
hay poca probabilidad de implicaciones sexuales. A veces la caridad mulgar en parroquias en las que es notorio el caso de invalidez de
y la vida que han llevado juntos les obligará a mirar el uno por el su matrimonio. Pongamos un ejemplo. Puede darse que durante una
otro. Esto tiene todavía más aplicación cuando hay uno o más misión una pareja se sienta movida por los sermones y comunique
hijos necesitados de cuidados. al sacerdote que desearían vivir en una situación de hermano y
Cuando no hay posibilidad de reconciliación con el primer cón- hermana. Yo estoy convencido de que, en tales circunstancias, el
yuge, un hombre o una mujer que vive en un matrimonio1 inválido confesor obraría por lo regular con prudencia fiándose de su buena
puede enfrentarse con la obligación de educar a los hijos. Es posi- voluntad y dándoles la absolución. Pero al obrar así debería noti-
ble que vivan en paz y, humanamente hablando, lleven una buena ficarles que lo hace por razón de las extraordinarias señales de
vida conyugal. Tengo por cierto que si un confesor insistiera en conversión que habían dado. El confesor deberá decirles además
que esta pareja debe romper sus relaciones, en la mayoría de los que si vuelven a recaer en el pecado, han de procurar de nuevo
casos sólo se seguirían peores males. No sólo hay todas las proba- obtener la absolución manifestando al confesor las razones por
bilidades de que se negaran a romper, sino que además se pertur- las cuales se les había absuelto en el primer caso: fuertes señales
baría más su actitud frente a la Iglesia y aumentarían sus resen- de arrepentimiento y la esperanza de que el sacramento les daría la
timientos con la misma. Su primer pensamiento sería: «¿Y qué fortaleza que necesitan. Siguiendo este procedimiento, he observado
será de los niños?» Una alternativa queda, sin embargo, al con- con frecuencia que las parejas quedaban profundamente impre-
fesor, la de proponer unas relaciones como entre hermano y sionadas. La gratitud para con Dios venía a ser una nueva fuente
hermana. de energía en sus vidas.
No cabe duda de que esta solución será dificultosa para la En algunos lugares puede darse que el obispo se haya reservado
pareja, pero se ha probado ya en otros casos que no es imposible. esta clase de casos. Entonces el confesor deberá conocer exacta-
Yo mismo conozco cierto número de parejas que han vivido asi mente la extensión de tal reserva. Es posible que el obispo se haya
años enteros. Incluso entre jóvenes se han dado casos de esta situa- reservado la reglamentación del caso sólo en el foro externo. Esto
ción. Mediante la oración, el dominio de sí mismos, la verdadera quiere decir que la parte absuelta por el confesor no deberá ser
expresión de amor cristiano y amabilidad, han sido capaces de admitida públicamente a la comunión (si el caso es notorio) en la
llegar a una perfecta continencia y de no vivir por tanto ya en diócesis sin consentimiento del obispo. Esto tiene relación con el
«ocasión próxima» de pecado. Aquí surge la cuestión: ¿durante orden público, y los obispos tienen el derecho y la obligación de

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La ocasión próxima de pecado Matrimonios mixtos inválidos

mirar por el orden público con vistas a prevenir escándalos y habla- y le dijo de forma que todos lo podían oir: «Usted vive en concu-
durías poco caritativas entre las gentes. binato. ¿Qué viene usted a hacer aquí?» Tal andanada iba dirigida
El obispo puede reservarse también la absolución misma del a una mujer que se parecía a mi penitente. La mujer vivía en un
pecado. Está en su derecho. Esto quiere decir que el confesor debe matrimonio perfectamente en regla.
recurrir al obispo antes de dar la absolución. No obstante, el dere-
cho canónico prevé excepciones en estos casos. Los misioneros
durante la misión, como los párrocos durante el tiempo pascual, Matrimonios mixtos inválidos
tienen la facultad de absolver de casos reservados (can. 899). En
otras situaciones el confesor debe solicitar esta facultad. Pero, con- Aquí voy a limitarme a una consideración sobre la manera de
forme a la admirable sabiduría del legislador, caso que el obispo tratar con penitentes que viven en matrimonio mixto inválido. Si
negara el permiso de absolver del pecado reservado, el confesor tie- alguien se interesa por una exposición más circunstanciada del com-
ne automáticamente facultad para absolver al penitente si éste plejo problema de los matrimonios mixtos, me permito remitirlo
tiene las necesarias disposiciones (can. 900, 2). Pero aun así no a mi anterior publicación El matrimonio en nuestro tiempo1.
puede el confesor infringir las prescripciones relativas al foro exter- Conforme a la nueva disciplina matrimonial, un matrimonio
no y, por consiguiente, no tiene facultad para permitir al penitente mixto contraído sin la forma canónica, es considerado todavía como
que reciba públicamente la comunión si su situación es notoria. inválido. Es de esperar que en un futuro próximo se adopte una
A manera de corolario pastoral quisiera observar que si un práctica más suave, como lo han propuesto diferentes padres del
sacerdote que está distribuyendo la sagrada comunión tropieza en Concilio. En tal caso, un matrimonio mixto contraído sin dispensa
el comulgatorio con alguna persona de la que sabe o cree que vive y sin la forma canónica será considerado, no como inválido, sino
en un matrimonio irregular, no convendría que le negase la comu- únicamente como ilícito. Sin embargo, incluso hoy día, la disciplina
nión. Un caso sucedido descubrirá quizá la razón de este consejo. vigente hace posible la convalidación de los matrimonios mixtos
Una joven pareja vino a verme en una parroquia en que había pre- si la parte católica muestra buenas disposiciones. Un matrimonio
dicado yo una misión. La mujer había estado casada anteriormente mixto inválido ha de convalidarse lo antes posible siempre que las
y, aunque el primer matrimonio era probablemente inválido, no condiciones humanas permitan esperar un matrimonio estable. Sería
podía lograr que el párroco se interesara por la solución de su contra el sentido común y en particular contra el espíritu ecumé-
caso. La mujer era de unos treinta años y tenía un hijo. Ella y su nico decir a católicos que viven en matrimonio mixto inválido, que
segundo marido habían vivido ya dos años en perfecta continencia. deben sencillamente separarse si la parte acatólica no promete
Durante aquel tiempo habían rezado juntos y habían ido a menudo educar católicamente a los hijos. La pareja tiene contraído un
a misa, no sólo los domingos, sino también entre semana. Una vez compromiso natural y cristiano, compromiso entre las dos partes
bien enterado de los detalles del caso, di la absolución a la pareja y con los hijos que puedan tener.
y les dije que si deseaban comulgar, era mejor que lo hiciesen en No obstante, pueden darse casos en que haya que aconsejar la
alguna parroquia donde no fueran conocidos. Yo estaba seguro separación, como, por ejemplo, si la parte acatólica impide vio-
de que serían lo suficientemente prudentes como para evitar todo lenta y persistentemente a la parte católica profesar su fe y vivir
encuentro con el párroco, aunque yo no les había hecho tal adver- conforme a su propia conciencia.
tencia. El párroco tuvo la mala suerte —para é l — de enterarse La forma normal de convalidación de los matrimonios mixtos
de que la joven pareja había estado conmigo. Al día siguiente,
mientras distribuía la comunión, tropezó de repente con una mujer
1 B HARING, El matrimonio en nuestro tiempo, Herder, Baicelona a1968

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La ocasión próxima de pecado

será la sanado in radice (cf. CIC, can. 1138-1141). La santa sede


se muestra muy generosa en otorgar esta facultad a los obispos.
La sanatio in radice significa que se dispensa a la pareja de la forma
canónica del matrimonio sin necesidad de renovar el consentimiento,
en tanto exista el consentimiento antecedente. Así, mediante una
ficción jurídica, se considera el matrimonio como si hubiese sido
válido desde el principio.
Aunque la parte católica no pueda lograr que la parte acatólica
consienta en dar a los hijos una educación católica, aun así con-
viene dar pasos con vistas a la convalidación del matrimonio. La
parte católica debe continuar haciendo lo que le sea posible con
vistas a la educación de los hijos, aunque sin violar la conciencia VIII
de la otra parte o de los hijos y sin poner en peligro la armonía y
estabilidad del matrimonio. Lo mismo se puede decir tocante a la INTEGRIDAD MATERIAL DE LA CONFESIÓN
absolución de la parte católica. La absolución no debe depender
de que la parte católica obtenga un gesto de aprobación de la otra
parte tocante a la educación católica de los hijos. Sólo se debe El sacramento de la penitencia se ha convertido en una tortura
diferir la absolución a la parte católica que muestre mala volun- para muchos sacerdotes y para muchos penitentes, debido a una
tad en esta materia y se mantenga «contumaz». Aquí, una vez insistencia desmedida en la integridad material de la confesión. La
más, hay que distinguir cuidadosamente entre otorgar la absolución integridad material es sólo un aspecto del sacramento de la peni-
y permitir a la parte católica que reciba públicamente la comunión tencia. Para que se celebre debidamente es preciso armonizar este
en una parroquia en que se crea que los hijos estén privados del aspecto con los otros, todavía más importantes, del sacramento.
testimonio cristiano por parte de su padre, o madre, católico. En Normalmente, un penitente que ha cometido un pecado mortal
este caso dicta la caridad que la parte católica, por lo menos debe manifestar la especie del pecado y el número de veces que
en tanto no se rectifique este yerro o la gente conozca su buena vo- lo ha cometido. Sin embargo, el confesor debe guardarse de insistir
luntad, sólo reciba la comunión en parroquias en que no sea no- exageradamente en el número y en la especie. Psicológicamente,
torio el caso. tal insistencia desmedida puede destruir, o por lo menos mermar,
el efecto y el fin para el que Cristo instituyó el sacramento: el gozo
y la paz del penitente. Por esta razón voy a tratar en este capítulo
de situar la integridad material en su debida perspectiva.

Integridad material

La ley de la Iglesia dice con respecto a la confesión: «Una


persona que después del bautismo ha cometido pecados graves que
no han sido perdonados directamente por los poderes de la Iglesia,
debe confesar todos los pecados que recuerde tras un serio examen
112
113
Integridad material de la confesión El cumplimiento legal y el ideal

de conciencia, y debe explicar las circunstancias que cambien la de vista ideal, movido por el deseo de crecer más y más en el amor de
especie del pecado» (CIC, can. 901). Dios, puede el penitente desear mencionar tal pecado y el estado
Al hablar de la integridad de la confesión debemos distinguir de duda en que él mismo se halla.
entre integridad material e integridad formal. La integridad mate- Importa, sin embargo, darse perfecta cuenta de lo que es exac-
rial es una meta a la que debe aspirar prudentemente todo confe- tamente la obligación legal 1 . El confesor no puede imponer más
sor y todo penitente. Sin embargo — y la adversativa tiene aquí al penitente. Sería, por ejemplo, un error obligar a los niños a con-
su importancia—. la integridad material sólo debe perseguirse con fesar todos los pecados veniales por razón de la integridad mate-
vistas a la integridad formal, y no como un fin en sí. Fundamental- rial. Ningún sacerdote tiene el derecho de imponer una legislación
mente, el término de integridad material se refiere a una obligación que no está impuesta por la Iglesia. Puede, sí, decir a un niño que
condicional: lo que el penitente está obligado a hacer si puede es un hermoso acto de humildad mencionar todos los pecados
recordar todos sus pecados mortales, si es capaz de distinguir cosas veniales, pero debe hacerle ver bien claro que no hay obligación
que son esencialmente diferentes, y si lo puede hacer sin detrimento de hacerlo y que no hay que ser escrupulosos.
de los más importantes aspectos del sacramento. A veces la inte- Igualmente sería un abuso forzar a ciertos penitentes particu-
gridad material no es posible o incluso no está permitida. lares a hacer confesiones materialmente íntegras. Porque hay un
El término de «integridad formal» se refiere a una confesión principio que establece: Si el cumplimiento de una ley positiva en
en la que el penitente de buena voluntad confiesa todos los pecados una forma determinada ha de ser perjudicial para una persona,
graves que puede confesar aquí y ahora conforme a su conocimiento esta persona no sólo no está obligada a cumplir la ley en tal forma,
y capacidad. Con otras palabras: es la respuesta a la voluntad con- sino que le está incluso prohibido.
creta de Dios con respecto al ser humano limitado. La integridad Hay ciertamente casos en los que el penitente está dispensado
formal en el caso de un moribundo puede significar que está arre- de satisfacer la ley eclesiástica de la integridad material. No me
pentido de sus pecados y manifiesta su arrepentimiento lo mejor cabe la menor duda de que éste es el caso de un penitente cuya
que puede, quizá sencillamente con una mirada. La integridad for- vida pasada está repleta de pecados contra el sexto mandamiento.
mal en el caso de uno que se halla en una gran sala de hospital, Voy a probarlo en concreto con una analogía.
donde las camas están muy juntas, puede significar una expresión Pío XII, considerando sumamente peligroso volver a despertar
general de culpa y arrepentimiento, de modo que uno no exponga todas las faltas y fantasías sexuales sentó el siguiente principio
su vida a los oídos de los otros pacientes que hay en la sala. En el tocante a tratamientos de psicología de profundidades: «No es lí-
caso de personas escrupulosas, la integridad formal puede signifi- cito despertar todas las fantasías y recuerdos de pecados pasados
car una confesión sumamente breve. si esto ha de dar lugar a nuevas e innecesarias tentaciones» 2.
En vista de esta reglamentación que a veces restringe la libertad
de un doctor de procurarse una información completa tocante a
El cumplimiento legal y el ideal la vida sexual de un paciente, me parece que se impone a jortiori la
conclusión de que tampoco el confesor debe apremiar al penitente
La ley de la Iglesia presupone que en tanto un penitente es física para que hurgue en su pasado hasta el extremo de resucitar inde-
y moralmente capaz de hacerlo, está obligado a confesar todos los bidamente la tentación de pecados pasados. Supongamos que un
pecados mortales ciertos que no haya confesado todavía. Si duda
de si un pecado cometido es mortal o no, desde el punto de vista 1 Cf B HXRING, La ley de Cris'o, vol I, Herder, Barcelona 51968, p 512ss
2 Sobre psicoterapia y religión, alocución de Pío XII al Quinto Congreso Internacional
legal, no está obligado a confesarlo. Por otra parte, desde el punto de Psicoterapia y Psicología clínica (13 de abril de 1953), art 24

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Integridad material de la confesión Especie y número de los pecados

penitente no da suficiente información sobre sus pecados pasados humana, así como la amistad de Jesucristo. ¿Cómo se puede, pues,
diciendo: «Padre, he cometido tantos pecados contra la pureza... decir que ciertos pecados están en consonancia con la naturaleza
Creo que no puedo ponerme a enumerarlos. Creo que ni siquiera humana?
tengo valor para descubrirlos todos.» Generalmente el confesor Algunas veces me he preguntado qué pretenden probar los mo-
podrá decirse por el tono de voz del penitente que lo que realmente ralistas entreteniéndose con distinciones bizantinas. Cierto que no
trata de decir es: «Todo el equilibrio psicológico y toda la satis- pueden esperar que las personas corrientes entiendan semejantes
facción que me queda se vendrán abajo si me hace usted recordar distinciones. Tomemos, por ejemplo, la cuestión que se plantea
de nuevo todos mis pecados contra la pureza.» Estoy convencido de acerca de la especie inferior del pecado. He leído una obra de
que procedería contra la ley natural el confesor que persistiera teología moral cuyo autor pretende que la masturbación de un
en exigir que el penitente describiera sus impuras fantasías, oca- hombre casado es de especie completamente diferente a la mas-
siones de pecado, tentaciones y acciones con que había violado turbación de un soltero. De aquí se seguiría que un confesor, con
la pureza. vistas a determinar la especie del pecado, tendría que preguntar a
Todo confesor debería procurar tratar a su penitente de tal todo el que se acusa de masturbación si es soltero o casado. No
forma que éste, al abandonar el confesonario, glorificara a Dios me opongo a que se pregunte por el estado civil del penitente con
gozosamente con las palabras del Salmista: «¿Qué pagaré al Señor objeto de orientar mejor la dirección espiritual. La masturbación,
por todo lo que me ha dado?» En cambio, si el confesor hace por cuanto es signo de infantilismo o de una cierta inmadurez,
demasiadas preguntas, la confesión asume un tono de inquisición, puede ser un impedimento para la felicidad en la vida conyugal.
y resulta psicológicamente imposible, tanto al confesor como al pe- Lo que rechazo es la línea de pensamiento que exige esta pre-
nitente, glorificar a Dios. El penitente preocupado ansiosamente gunta con objeto de juzgar sobre la especie del pecado, una línea
por dar una relación exacta del número y especies de sus pecados de pensamiento que hace que el confesor crea necesario hacer tal
se ve probablemente privado, no sólo del gozo del sacramento, pregunta. En forma más realista el mismo moralista dice que no
sino también de una resolución más firme y eficaz de enmendarse, cree que la fornicación sea una especie distinta de pecado por el
resolución que sigue en forma de agradecimiento al gozo experi- hecho de usar preservativo. Desgraciadamente, a renglón seguido
mentado. Se marchará sólo con la estéril satisfacción de haberlo comienza a vacilar y expresa dudas sobre esta opinión.
referido todo explícitamente. Conviene que el confesor tenga presente que cuando el concilio
de Trento legislaba sobre la necesidad de confesar las circunstan-
cias que cambian la especie de un acto, no podía prever las exa-
Especie y número de los pecados geraciones en que incurrirían los moralistas del siglo pasado. El
confesor debe procurar enterarse de cómo distinguen los pecados
En general, los teólogos protestantes y ortodoxos consideran las personas corrientes. Las últimas distinciones científicas hechas
más bien absurdas algunas de las distinciones de los moralistas por los moralistas no alcanzan al seglar medio. Por esto, si bien
católicos tocante a las especies de los pecados. Uno de los más el confesor es capaz de apreciar algunas de estas distinciones, no
grandes teólogos de la Iglesia rusa, Vladimiro Soloviev, decía que debe por regla general preguntar al penitente que ha cometido el
no comprendería nunca por qué teólogos occidentales insisten en pecado más de lo que éste pueda distinguir.
que la fornicación y el adulterio son pecados «naturales», mien- Todos los moralistas están de acuerdo en que el penitente sólo
tras que la masturbación es un pecado «antinatural». Todo peca- tiene que confesar el pecado conforme a la idea que tenía del mismo
do, subraya Soloviev, viola la verdadera dignidad de la naturaleza al momento de cometerlo. San Agustín, por ejemplo, nos refiere

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Integridad material de la confesión Especie y número de los pecados

que su madre le decía que tener relaciones sexuales con una mujer genes impuras y hasta quizá nuevas excitaciones. Así no tiene nada
casada era mucho más grave que tenerlas con una soltera. Esto, de extraño que haya penitentes que después de la confesión vuel-
por consiguiente, significaba una diferencia en su caso, puesto que ven a recaer en su viejo hábito de masturbación o que sucumben
era lo que él había comprendido. Si hoy día una persona escasa- a nuevas tentaciones. Es, por tanto, absurdo exponer al penitente a
mente instruida no conoce la diferencia entre el adulterio y la for- tal riesgo con objeto de dar con el número exacto de pecados.
nicación y por consiguiente no menciona esta distinción, no por En algunos de los antiguos manuales de teología moral se en-
eso deja su confesión de ser materialmente íntegra. Tal persona ha foca el caso de una prostituta convertida. Notemos la forma cómo
confesado lo que sabía. se insiste en la especie y en el número y en la serie de preguntas
Más importante que la exactitud de la autoacusación del peni- que se proponen al confesor: «¿Cuántos años ha practicado usted
tente, es la formación de su conciencia con vistas al progreso futuro. ese negocio? ¿Cuántos clientes tenía usted al día? ¿Cuántos peca-
El confesor, al tratar de ayudar al penitente a formarse así la con- dos ha cometido usted contra natura? ¿Con cuánta frecuencia eran
ciencia, debe abstenerse de todas las preguntas inútiles o de mal sus clientes hombres casados? ¿Cuántos eran solteros por término
gusto relativas al sexto mandamiento. Ni tampoco debe dejar que medio?»
el penitente se pierda en detalles innecesarios. Por ejemplo, si un Tal género de preguntas es precisamente lo que quiero rebatir
hombre confiesa que ha pecado contra el sexto mandamiento con en este capítulo. Este modo de proceder es perjudicial para el con-
una muchacha, generalmente por sus palabras, por el tono de su fesor mismo y apenas si aprovecha para la conversión del pobre
voz o por el conjunto de la confesión se entenderá que se refiere a penitente. Además, en el tipo particular de preguntas que acaba-
un pecado grave. Algunos moralistas opinan que normalmente el mos de mencionar, los psicólogos enseñan que las prostitutas son
confesor tiene que saber si el penitente habla de un petting pro- generalmente frígidas durante el ejercicio de su oficio, pero que tan
longado hasta las últimas consecuencias por las dos partes, o si, luego deciden cambiar de vida experimentan gran dificultad para
en el caso de relaciones sexuales se ha usado un preservativo. Tal vencer las tentaciones relativas a sus pecados pasados. A mi juicio,
opinión no debe tomarse en cuenta. En muchos de estos casos el la forma de preguntar que sugieren ciertos moralistas no puede
confesor sólo logrará provocar desconcierto o escándalo con tales menos de perjudicar al penitente. Es sabido que una prostituta
distinciones, que en realidad no contribuyen lo más mínimo a la convertida siente profundamente la pérdida de su dignidad. Si el
conversión de la persona. confesor le hace preguntas en la forma indicada, destruirá proba-
En cuanto a confesar el número de veces que se ha cometido blemente el último vestigio de dignidad que ella creía todavía
un pecado, la Iglesia no dice nada explícitamente. Lo único que poseer. A tal muchacha le bastará con referir su actividad en tér-
dice es que hay que confesar todos los pecados mortales. La psi- minos generales. Con esto se entiende todo. No hay que hacer pre-
cología moderna nos enseña que a un hombre corriente le es difí- guntas sobre distinciones legales. El confesor debe más bien sub-
cil recordar exactamente el número de veces que ha hecho una rayar el gran honor que el Señor quiere conferirle, a saber, el de
cosa si pasan de siete. Si el confesor tiene esto presente, será pro- ser hija de Dios y de vivir una vida de gracia. En una palabra, el
bablemente más comprensivo por lo que hace a los números, sobre confesor debe tratar de hacerle comprender, y hasta sentir, que
todo con penitentes que hayan vivido mucho tiempo alejados de una nueva era comienza para ella.
la confesión o que sean pecadores habituales.
Si se exige que una persona recuerde el número exacto de ve-
ces que ha cometido un pecado contra el sexto mandamiento, tendrá
que recorrer experiencias que fácilmente podrán producirle imá-

118 119
Conclusión

renunciar a inducir amablemente al penitente a una vida más alta.


Proporción entre las diferentes junciones Puede, por ejemplo, decir al penitente que procure hacer el exa-
men de conciencia no sólo a la luz de los diez mandamientos, sino
En el pasado existía la tendencia a hacer especial hincapié en también a la luz de la nueva ley del amor del prójimo, a la luz del
la función del confesor como juez. Desgraciadamente, el sentido y sermón de la montaña. Enseñar al penitente a abrirse a la ley de la
la estructura del sacramento de la penitencia como acto litúrgico des- gracia, inspirarle un sentido profundo de conversión continua, es
aparecía algunas veces en la barahúnda de los aspectos jurídicos. un quehacer nobilísimo del confesor. Sólo 'de esta manera com-
Hoy día son cada vez más los teólogos, que movidos en parte por prenderá el penitente la verdadera malicia de sus pecados y, con
el espíritu de los tiempos, recalcan la necesidad de que haya mayor verdadero espíritu de expiación, los confesará humildemente aun-
concordancia entre las diferentes funciones que tiene que ejercer que sólo sean pecados veniales. Aunque es verdad que a cualquiera
el confesor. El confesor, como representante de Cristo, que es le basta con un mínimum de cumplimiento de la ley externa (es-
la quintaesencia de las funciones de sacerdote, juez, salvador y crita), sin embargo, este mínimum es sólo un comienzo para los
redentor, debe encaminar al penitente a una vida cristiana más que creen que están llamados a la santidad: éstos ponen la mira
plena. Como cristiano que es él también, debe procurar hacer que en exigencias más elevadas de la humildad, sin atarse sencillamente
el penitente se una con él en la alabanza del Dios todopoderoso. a una escrupulosidad legal. Estos resultados se obtendrán más
Si el confesor se aferra a la integridad material, si insiste escru- fácilmente sí las confesiones individuales son integradas en una
pulosamente en el número y especie de los pecados, puede menos- celebración comunitaria del sacramento de la penitencia.
cabar gravemente los beneficios del sacramento de la penitencia.
No cabe duda de que él mismo no tardará en verse frustrado como
su penitente. En efecto, de esta manera abdicará de su función de
pacificador y, en cierta medida, hasta de sacerdote, cuyo ministerio
consiste en promover una actitud de culto y de alabanza de Dios.

Conclusión

Espero que no se me haya entendido mal. En este capítulo no


he tratado de recomendar que se reduzca al mínimum el cumpli-
miento de la ley. Pero habrá casos en los que el contentarse con un
mínimum en materias legales contribuya al provecho espiritual de
un penitente particular. Ordinariamente una persona no preguntará
siquiera si debe confesar este o aquel pecado. Desea que su con-
fesión sea lo más fructuosa posible. Quiere ser humilde, sincera,
franca y aplicarse a exponer su alma a la acción purificadora de
Dios de la manera más completa.
Ningún confesor puede imponer como ley a su penitente el cre-
cimiento espiritual. Pero al mismo tiempo ningún confesor debe

120 121
4

IX

EL CONFESOR Y LA INTEGRIDAD MATERIAL


DE LA CONFESIÓN

Primer principio: En el sacramento de la penitencia, por lo que


hace a la integridad material de la confesión, el papel del confesor
consiste en prestar ayuda cuando el penitente es incapaz de cum-
plir su obligación.
Hoy día no debe el confesor seguir mecánicamente las reglas
formuladas por moralistas del siglo x v m o xix tocante a la inte-
rrogación de los penitentes. Sería insensato aplicar a la letra y sin
distinción incluso lo que dice sobre este particular san Alfonso,
patrón de los confesores. Las más de las veces tenía san Alfonso
que habérselas con gentes sin letras, con pastores y pescadores que
tenían muy poca instrucción, si es que la tenían, en materias de fe.
Prudentemente aplicaba a las exigencias de su tiempo sus ideas
acerca del preguntar a los penitentes. Aplicar a la letra e inflexi-
blemente las mismas ideas en las circunstancias totalmente dife-
rentes del siglo xx sería casi con toda certeza una grave ofensa
para los penitentes.
En el sacramento, la obligación de la integridad material afecta
principalmente al penitente. El católico medio de hoy, relativamente
bien instruido, sabe que debe confesar todos sus pecados mortales.
Creo que podemos decir con seguridad que la mayoría de las per-
sonas que en América del Norte y en Europa se confiesan con una
cierta regularidad (más de una vez al año) están bien convencidas
de su obligación de acusarse en forma materialmente completa.
De hecho, muchos hacen más de lo que es necesario en este punto.

123
El confesor y la integridad material Tercer principio
Suponer que la mayoría de los penitentes son ignorantes en esta diana. Desgraciadamente, no faltan ejemplos de confesores que
materia, es causa no sólo de preguntas ociosas, sino también de infringen flagrantemente estas reglas. Un ejemplo de este género
ofensas innecesarias. me fue referido por un conocido mío, un caballero inteligente y
Fuera de la confesión tiene el sacerdote la obligación de ins- respetable que ocupaba una posición de gobierno. Me decía que,
truir a los fieles debidamente sobre la manera de confesarse. Al debido a su trabajo abrumador, algunas veces sólo hacía dos con-
hacerlo deberá referirse al seglar medio con una visión equilibrada fesiones al año. Sin embargo, todos los domingos iba a misa y a
entre la integridad material y los otros aspectos del sacramento. comulgar. Una vez, en una de sus confesiones pascuales, el confe-
A la catcquesis, folletos y hojas que contengan textos más o menos sor, al oir que hacía algún tiempo que no se había confesado, sin
extensos sobre la manera de hacer el examen de conciencia, y cosas la menor razón le preguntó si había cometido pecados de sodomía.
por el estilo, se puede añadir un medio excelente de fomentar el Estoy convencido de que, por lo menos objetivamente, el confesor
pleno conocimiento de la confesión. Me refiero a la vigilia bíblica cometió un grave pecado. Ciertamente había infringido la ley más
relativa a la conversión a Dios, o a la celebración comunitaria del elemental de cortesía.
sacramento de la penitencia, con lecturas y una homilía que pre-
ceda a las confesiones individuales.
Tercer principio: En el sacramento, el confesor tiene la obliga-
ción primaria de mirar por la integridad formal de la confesión.
Segundo principio: Omne factum praesumitur recte factum.
Hay una presunción en favor del penitente, a saber, que al confesar Sería un grave error por parte del confesor preocuparse por la
sus pecados lo hace con sinceridad y como es debido. integridad material en detrimento de la integridad formal. El con-
fesor que durante la confesión hace excesivo hincapié en la inte-
Desgraciadamente, la escrupulosidad o una formación inadecua- gridad material puede fácilmente suscitar en el penitente resen-
da induce a confesores a cometer, por lo menos objetivamente, el timiento o vergüenza hasta el punto de retraerse de confesar
pecado de suspicacia. Al penitente sólo se le debe preguntar acerca determinados pecados.
de sus intenciones si hay motivos razonables para hacerlo. Esto Si el confesor teme que la confesión carece de integridad formal,
es cierto sean cualesquiera los pecados que uno confiese, pero se debido a algunas indicaciones dadas por el penitente mismo, podrá
aplica particularmente a los pecados contra la pureza. El año 1943, preguntarle amablemente si desea que se le ayude. «¿Le parece que le
el Santo Oficio emanó una severa admonición contra las preguntas haga alguna pregunta?» «¿Cree usted que tiene necesidad de que
innecesarias acerca del sexto mandamiento. Incluso si el confesor le ayude?» «¿Cree usted que ha hecho una confesión completa,
tiene una ligera duda, la presunción está todavía en favor del peni- o le gustaría que le ayudase con algunas preguntas?» Esta clase de
tente; no hay que hacerle preguntas. Un penitente que acude al preguntas serían aceptables en el caso concreto. Si el penitente da
confesonario con confianza, debe ser acogido con confianza. a entender que no es necesario, el confesor no debe seguir adelan-
Hay, sin embargo, que distinguir entre los que se confiesan te. Generalmente, sin embargo, cuando el penitente se muestra
regularmente y los que lo hacen raras veces. Con frecuencia salta vacilante e indeciso, si se le hace cortésmente una pregunta dis-
a la vista que estos últimos no están debidamente preparados para creta que muestre que el confesor quiere ayudarle, la oferta es
hacer una confesión integral. Muchas veces estos mismos peniten- aceptada con agradecimiento.
tes indican a su manera al confesor que les ayude con preguntas. Sería conveniente que el confesor examinara de tiempo en tiem-
Por evidente que esto parezca, hay que recordar que la cortesía po su método de preguntar. Una pregunta en buenos términos y
obliga precisamente en el confesonario más que en la vida coti- hecha como conviene suscitará una respuesta dócil del penitente.

124 125
El confesor y la integridad material Cuarto principio

El penitente no se sentirá ofendido si el confesor insinúa «¿Se ha del confesor. Si el penitente pide al confesor que le pregunte punto
visto usted tentado a...?» Por ejemplo, si, debido a la naturaleza por punto, al llegar a la materia de la castidad, debe proceder de lo
de la confesión o por indicaciones hechas en la misma, sospecha menos grave a lo más grave. Por ejemplo, comenzará preguntando
que el penitente está silenciando el hecho de un aborto, podrá de- al penitente si se ha visto molestado por malos pensamientos, en
cirle: «¿Se vio usted tentado a procurar el aborto después del acto lugar de preguntarle de sopetón si ha hecho cosas feas. Si el con-
sexual a que acaba de referirse?» La pregunta, así formulada, hará fesor tiene que hablar de acciones (a veces el penitente, si se le da
que el penitente confiese más fácilmente el aborto, caso de haberse pie, continúa por sí mismo), comenzará por materias de dificultad
producido, pero al mismo tiempo la manera de insinuarla será lo bastante corriente, que son relativamente menos vergonzosas. Sola-
bastante inofensiva como para no provocar estupor o escándalo mente si descubre que el penitente está profundamente implicado
en el penitente. De hecho, podrán darse casos de este género, en que en una vida sexual desordenada, preguntará acerca de otros pro-
el penitente responda: «Sí, padre, tuve esa tentación, pero no con- blemas de naturaleza más delicada, y aun entonces principalmente
sentí.» Y con ello habrá prestado el confesor un verdadero servicio al con vistas a prestarle la ayuda necesaria para perseverar en el bien.
penitente ayudándole a descargar su conciencia del hecho de haber A las Juventudes Obreras Cristianas se les pidió una vez que
abrigado tal pensamiento, aunque no fuera seguido del acto externo. tomaran nota de lo que oyeran decir sobre los sacerdotes a los
Pero, repitámoslo, es de suma importancia mostrar amabilidad empleados de una de las mayores fábricas de Munich. Hallaron
y respeto a la conciencia del penitente. El confesor no debe tratar que en muchos empleados se reflejaba su gratitud para con el clero
de imponer al penitente lo que éste no puede comprender o no en el respeto con que hablaban de él. Sin embargo, uno de los cargos
puede sinceramente aceptar. Aunque una determinada doctrina oídos con más frecuencia era que los sacerdotes en el confesonario
moral pueda estar clara en su mente, no debe imponer su opinión parecían a veces demasiado curiosos, particularmente tocante al
a un penitente cuya conciencia no ha alcanzado la misma claridad sexto mandamiento. La queja procedía por término medio de obre-
o es incapaz de comprender sus distinciones. ros católicos, precisamente de los más devotos. Posiblemente habría
sido más acertado de su parte censurar no tanto la curiosidad de
los confesores, sino su falta de formación. En el pasado se ins-
Cuarto principio: El sexto mandamiento no es el «punctum
truía a mucha gente, incluso a los seminaristas, en una forma en
puncti».
que se enfocaba la castidad como si fuera el mandamiento principal.
El confesor está obligado a asignar su debido puesto a todos El resultado de aquella encuesta entre los obreros de dicha fá-
los mandamientos de Dios. Debe colocar los mandamientos dentro brica es sólo un ejemplo de las quejas tan propagadas tocante a
del debido marco de las obligaciones primarias: fe, esperanza, cuestiones de pureza. La instrucción del Santo Oficio poniendo en
caridad, y la virtud de religión. Esto constituye la base de la ética guardia a los confesores contra las preguntas excesivas acerca del
cristiana. El sexto mandamiento sólo debe tratarse en relación con sexto mandamiento, fue una de las amonestaciones más necesarias
estos aspectos religiosos de nuestra vida. dadas en estos últimos treinta años. ¡Cuántas personas casadas se
En términos generales, es un error del confesor comenzar la veían torturadas con preguntas innecesarias en el confesonario!
confesión preguntando acerca del sexto mandamiento, aunque al- Sólo cuando hay buenas razones de dudar de la integridad for-
guna vez, eventualmente, haya tenido que proceder así. El confe- mal de la confesión, debe el confesor abordar el tema de la pureza.
sor debe procurar que sus palabras acerca de la castidad estén Si el confesor duda si debe o no preguntar en esta materia, vale
cuidadosamente relacionadas con las virtudes básicas de la moral más que se abstenga de inquirir. Esto se aplica principalmente a los
cristiana. Al hacer preguntas, la delicadeza debe ser el distintivo jóvenes sacerdotes. Las gentes parecen más sensibles y más moles-

126 127
El confesor y la integridad material Sexto principio

tas cuando son interrogadas en esta materia por sacerdotes jóvenes de los penitentes varía notablemente de una zona a otra aun en un
que cuando lo hacen sacerdotes más experimentados. mismo país. El confesor debe estar pronto a enfrentarse con toda
clase de situaciones sociales, ya que la eficacia de su ministerio
depende no poco de la manera de reaccionar de la gente.
Quinto principio: Para evitar hacer daño, el confesor puede a
Naturalmente, hay que prestar atención no sólo a las actitudes
menudo estar dispensado de preguntar, aunque tenga buenas razo-
comunes en una localidad dada, sino también a las de cada peni-
nes de dudar de la integridad material de una confesión.
tente particular. La actitud de una persona áe puede con frecuen-
Este principio, admitido comúnmente por los moralistas, se cia descubrir por su manera de hablar —en voz alta, o queda, o
refiere a las preguntas acerca de cualquier mandamiento. Si las titubeando —, y a veces hasta por su modo de respirar. Estas cosas
preguntas han de hacer más mal que bien a la comunidad o al dan al confesor una idea práctica del tipo de penitente con que
individuo, vale más omitirlas. tiene que habérselas, de si la persona es flemática, sanguínea, es-
Por lo que se refiere a la comunidad, parece indispensable un crupulosa, nerviosa, meticulosa. Si el confesor está penetrado de
conocimiento de la psicología social y de la situación real predo- gran amor a las personas, si las horas de confesonario no son para
minante en una ciudad o parroquia. A veces se invita a misioneros él mera rutina, reaccionará instintivamente a todas estas cosas. Si se
a predicar en una parroquia, cuyos feligreses, de resultas de ante- encuentra en el confesonario frente a una persona excitable, tendrá
riores experiencias desagradables con algún sacerdote, son particu- buen cuidado de diferir las preguntas hasta que se haya ganado
larmente alérgicos a las preguntas. El misionero tendrá el quehacer la confianza del penitente. A veces renunciará incluso absoluta-
de descubrir a tiempo tal actitud y de adaptar a ella su método. mente a hacer preguntas si siente que así dará a la persona más
Recuerdo haber predicado una misión parroquial con un her- ánimos y le inspirará más amor al sacramento. Este caso se pre-
mano mío en religión que, sin duda alguna, es un hombre prudente. sentará especialmente cuando el penitente descuide mencionar las
En circunstancias normales no se puede decir que rebase las nor- veces que ha cometido pecados veniales o mortales dudosos. Si la
mas generales sobre preguntas a los penitentes; les preguntaba, sin confesión incluye (con bastante certeza) pecados mortales y no hay
embargo, y esto hacía que los feligreses evitaran su confesonario. circunstancias especiales que dispensen al confesor de preguntar el
La gente, por lo que se vio, estaba escarmentada por anteriores y número de veces que se ha cometido el pecado, el confesor podrá
desagradables experiencias, y al cabo de unas pocas confesiones se insinuar cuidadosamente la pregunta en esta forma: «Usted ha
propagó la voz de que era otro gran inquisidor. Cuando el confesor confesado humildemente estos pecados, pero quizás haya olvidado
misionero, o cualquier otro confesor, nota que existe especial ten- que hay que confesar también su número aproximado. ¿Puedo pre-
sión entre él y el penitente, hará bien en limitar sus preguntas a lo guntarle si sucedió eso una sola vez o quizá más de una?» Pero
estrictamente necesario, y aun entonces convendrá que pida per- con frecuencia convendrá más no preguntar en absoluto.
miso al penitente para hacerle preguntas.
No me cabe duda de que en ciertas zonas de América del Sur,
Sexto principio: Con frecuencia, los pecados internos están con-
en las que el sacerdote puede visitar una ciudad quizás una vez
fesados implícitamente en la confesión de los pecados externos. El
al año, deberá —-y expresamente se cuenta con ello— ayudar a
confesor no debe preguntar cosas que están ya implícitas en el
los penitentes a confesarse recorriendo con ellos los mandamientos
contexto.
y preguntando punto por punto. Si el mismo sacerdote fuera al
norte, a una de las grandes parroquias, y usara el mismo proce- Este principio se aplica en los ejemplos siguientes. Si alguien
dimiento, seguramente ofendería a muchas personas. La reacción confiesa que ha ofendido gravemente diversas veces a una persona

128 129
El confesor y la integridad material Séptimo principio

diciendo de ella cosas inconvenientes, el confesor puede estar se- ferences to Priests). En lugar de perder tiempo y energías en ase-
guro de que el penitente ha tenido también pensamientos poco gurar la integridad conforme a reglas teológicas exactas, y a veces
caritativos acerca de dicha persona. O si un penitente confiesa que demasiado exactas, sería más recomendable excitar en el penitente
ha cometido adulterio cinco veces, el confesor puede estar cierto sentimientos de profundo dolor y de confianza en la misericordia
de que el penitente ha fomentado malos pensamientos todavía con de Dios, e invitarlo a unirse con el confesor para glorificar a Dios
más frecuencia. Hay que confesar los pecados de pensamiento y de salvaguardando la justicia y la misericordia. La más noble misión
deseo, pero éstos pueden estar, y con frecuencia están implicados del sacerdote, a saber, la de infundir goza y paz, no debe verse
en la confesión de los pecados externos. obstaculizada por una preocupación meticulosa acerca de una inte-
El problema se presenta cuando no se confiesan pecados exter- gridad material mal entendida. El confesor debe conocer sus dife-
nos. ¿Hasta dónde precisamente puede y debe el confesor exten- rentes papeles y responder a las exigencias de cada uno con gran
derse en preguntas sobre pecados internos? Si el penitente es buen sensibilidad para con el penitente particular. Esto no excluye la
cristiano, hecho que por lo regular se revela en la confesión, hay necesidad de hacer preguntas, pero los diferentes papeles del con-
que presuponer que no ha consentido voluntaria y deliberadamente fesor como mensajero de paz, como maestro de la nueva ley, como
con malos pensamientos. En tal caso será imprudente hacerle pre- servidor del sumo sacerdote Jesucristo, le harán recordar que su
guntas acerca de pecados internos. Si el penitente es un cristiano meta suprema es la conversión del penitente y su progreso como
flojo, cosa que resulta también de la confesión misma, y si hay ser individual y social.
razones para dudar de la integridad formal, el confesor, una vez En el caso de un penitente invenciblemente ignorante, al que no
que note que no ha confesado pecados externos, podrá a veces se puede instruir en un punto determinado, el confesor podrá reco-
recordarle que hay obligación de confesar también los malos pen- mendarle o señalarle alguna lectura espiritual. Si hay razones de
samientos, deseos e intenciones que se han abrigado voluntaria y sospechar que el penitente se halla en ocasión próxima de pecado,
deliberadamente. Pero en general vale más abstenerse de preguntar. el confesor podrá decirle: «No tengo la menor duda de que ha
hecho usted una buena confesión. Quizá me permita usted hacerle
una pregunta a fin de asegurar que está usted en vías de progreso:
Séptimo principio: Si es necesario preguntar, pero se dispone
¿hay en su vida alguna dificultad especial de la que usted gustaría
de poco tiempo, las preguntas necesarias y útiles para la contrición,
hablar?» Mucho depende de la forma de hacer las preguntas.
propósito de la enmienda y provecho espiritual futuro del penitente
En el caso de una persona que se ve que está bien dispuesta,
deben prevalecer sobre las relativas a la integridad material de la
el confesor puede seguir un procedimiento más positivo y directo
confesión.
presentando un plan para el progreso espiritual del penitente. Puede,
Si el confesor se preocupa demasiado por la integridad mate- por ejemplo, preguntarle: «¿Ha hecho usted algún intento, hasta
rial, se expone a que se le escape la oportunidad de hablar con el ahora, para mejorar su ambiente? ¿Qué cree usted que podría hacer
penitente sobre las materias que darían nueva orientación a su vida entre sus amigos y vecinos para ayudarles a formarse una opinión
espiritual, especialmente de interrogarlo sobre la fe, la esperanza mejor en punto a religión y moralidad?»
y la caridad. La mejor enseñanza tradicional ha insistido siempre El confesor puede inconscientemente olvidar de remontarse hasta
en este punto. El padre Francis Connell, por ejemplo, aconsejaba a las raíces de los problemas. Voy a explicarme. Una muchacha de
los confesores que «siguieran una línea justa y moderada, evitando elevada condición social confesó que se había provocado un aborto.
tanto la exactitud exagerada como una laxitud injustificable en la Su historia, a lo que pienso, distaba mucho de ser única. Había
búsqueda de la integridad material» (Spiritual and Pastoral Con- pecado con un joven que por entonces le parecía que iba a casarse

130 131
El confesor y la integridad material Séptimo principio

con ella. Pero la historia cambió de repente de cariz. Cuando la pueden soportarlo. Pero aun en estos casos deberá el confesor pre-
muchacha descubrió que estaba embarazada, corrió a su madre guntar con el mayor respeto. No pocas veces, cuando estos peni-
para preguntarle qué tenía que hacer. La madre no le respondió tentes, respondiendo a la pregunta del confesor, dicen que han fal-
una palabra, limitándose a encogerse de hombros. Esta reacción tado contra la Iglesia tocante a la manera como han hablado, o
dejó en un principio confusa a la muchacha, que pensó que su han dejado de hablar de ciertas cosas, su falta es principalmente
madre no había quizá oído bien lo que le había dicho. Volvió a de inadvertencia. Entonces el confesor, al recordarles su obligación,
hacerle la misma pregunta. La madre volvió a encogerse de hom- les proporciona un nuevo medio de progreso.
bros. Esta vez comprendió la muchacha. Se convenció de que si Este tema me recuerda el día en que me encontré con un amigo,
llegaba a tener un hijo, su madre no tenía la menor intención de con el que había pasado cierto tiempo en Rusia. Ambos estába-
ayudarla. En esta situación le pareció que no tendría oportunidades mos encantados de encontrarnos, y mi joven amigo se apresuró
de criar convenientemente al niño. Se marchó y se hizo practicar a hablarme de su buena esposa y de sus tres hijos maravillosos.
el aborto. En este caso la madre de la muchacha era ciertamente Mientras me contaba las gracias de sus niños y las cosas que decían
mucho más responsable del crimen que ella misma. Por esto creo y hacían de repente se sintió deprimido y me dijo que su mujer
que es más importante aprovechar la debida oportunidad para pre- no podía tener más hijos. Le pregunté si se trataba de una cues-
guntar a las madres qué clase de consejos dan a sus hijas acerca tión de salud. «No», me dijo, «los dos gozamos de perfecta salud.
del control de la natalidad, que hacer a las hijas la misma pre- Ni tampoco se trata de dinero. Estamos en bastante buena posición.
gunta. Pero más que preguntar en el confesonario es conveniente Se trata exactamente de mi madre. Le metió tales cosas en la ca-
procurar instruir a los fieles fuera de él. beza a mi mujer después del segundo parto y sobre todo después
Tanto la sociología como la teología pastoral modernas, a la del tercero...». La madre del joven marido había oído algunas con- >
luz de la Constitución sobre la Iglesia en el mundo moderno, reco- versaciones de vecinos que decían que su hijo no sabía dominarse
nocen la importancia de una sana opinión pública. Todo cristiano y que así su mujer estaba embarazada casi cada año. Teniendo
debería considerar como su propio quehacer el de contribuir a motivos, como tenía, para estar orgullosa, se sentía más bien aver-
modificar una opinión pública errónea. Por esta razón es conve- gonzada. De resultas de tales habladurías, ponía en guardia con
niente que el confesor pregunte a veces al penitente si apoya cier- cierta violencia a su hijo y a su nuera para que no tuvieran más
tas ideas equivocadas o cómo reacciona cuando oye a otros de- hijos. «¿Es católica su madre?», le pregunté. «Ya lo creo», me
fenderlas. En general, las gentes no creen que éstos sean puntos respondió, «es muy buena católica. Va a misa y a comulgar varias
que hayan de ventilarse en la confesión. Muchas personas piadosas veces por semana y nunca descuida los primeros viernes». Si mi
podrían confesar algo más que el distraerse mientras rezan. amigo se hubiese dado al menos cuenta de su obligación de ins-
A las abuelas y a otras personas de la familia se les debería truir a su madre, o su madre de su obligación de instruir a sus
enseñar la manera de hablar de materias como el matrimonio, las vecinas charlatanas...
familias numerosas y el sexo. Propendemos a pasar por alto la Recuerdo una historia parecida de otro amigo, pero cuyo des-
importancia de una educación apropiada en este sector. Natural- enlace, afortunadamente, fue muy diferente. Aquel joven marido
mente, el confesor debe obrar con prudencia al atraer la atención y su mujer tenían seis hijos. Me contó que su suegra armaba un
sobre este punto, pero si el penitente es piadoso y tiene respeto al escándalo terrible después del nacimiento de cada hijo, sobre todo
confesor — y muchos lo tienen ciertamente—, éste no tiene por a partir del tercero. Llegaba, en efecto, hasta a amenazar con no
qué temer que la persona se sienta ofendida o que se aleje de la volver a ver a la familia si volvía a tener otro hijo antes de que
confesión. La regla ha de ser: preguntar a los que muestran que pasaran dos años. «Está bien», le dijo, «ya sabe usted que ha sido

132 133
El confesor y la integridad material Séptimo principio

siempre bienvenida en nuestra casa. Pero si sigue hablando de esta rialmente incompleta: si el confesor debe prudentemente renunciar
manera, entonces tendrán que cambiar las cosas. Ésta es mi familia, a hacer preguntas necesarias para la completa integridad material
y si Dios sigue dándonos más hijos, los recibiremos con alegría». de la confesión, deberá compensar de alguna manera esta omisión.
Naturalmente, la suegra, molestada por tal franqueza, se mantuvo Una compensación particularmente provechosa puede consistir en
alejada por algún tiempo. Sin embargo, cuando al fin volvió a re- educar al penitente con vistas a una mayor responsabilidad en el
anudar las visitas y se encontró con los nuevos miembros de la apostolado, y especialmente en la formación de una buena y sana
familia y sintió cariño por ellos, tuvo que reconocer que de todas opinión pública acerca de la doctrina de la. Iglesia.
las casas de sus hijos que frecuentaba, ninguna le encantaba tanto Si hay buenos penitentes que reconocen y cumplen esta obli-
como aquélla. De hecho se lamentaba pensando, que sus otros hijos gación, entonces serán muchos más los que se den cuenta de lo que
e hijas que sólo tenían un hijo o dos, se hallarían mucho mejor si es pecado y de lo que tienen que confesar. En una palabra, el
tuvieran familias más numerosas. Notaba que sus otros nietos esta- sacramento de la penitencia desempeñará un papel todavía mayor
ban demasiado mimados. en la conversión de los hombres a Jesucristo.
Este mismo amigo me refirió un epílogo bastante interesante de
esta historia. Aunque no lo decía él mismo, por esta relación sal-
taba a la vista cuan bien había formado a sus hijos enseñándoles
a apreciarse mutuamente. Varias veces al año recibían las visitas
de sus diferentes tíos y tías, con sus respectivas familias. Muchas
veces oyó a sus sobrinos y sobrinas hacer alarde ante sus propios
hijos de los numerosos regalos que habían recibido en navidad y
en sus cumpleaños, como saben hacerlos los niños. Ahora bien, en
una visita de navidad, uno de sus sobrinos, hijo único, delante de
toda la familia y de los parientes embromaba a uno de los hijos
de aquel hombre porque había recibido tan pocos juguetes, mien-
tras que él no acababa de enumerar sus regalos. De repente se lanzó
a la liza el hijo mayor de mi amigo. El padre me contaba que nunca
podría olvidar lo orgulloso que se sintió cuando oyó decir a su
hijo: «Sí, pero nosotros tenemos un Bernardo, una María, y cinco
hermanos y hermanas. Esto vale más que un montón de juguetes.»
Es cierto que en el pulpito se puede inculcar la obligación que
todos tenemos de formar una opinión pública más sana acerca de
la doctrina cristiana, con mayor eficacia y amplitud que en el con-
fesonario. Sin embargo, si los sacerdotes, con sus sermones y misio-
nes, han llamado la atención del pueblo acerca de la oportunidad
de este apostolado, tanto más fácilmente podrá el confesor recor-
dar sus deberes a los penitentes.
Para terminar voy a proponer una regla general, cuyo alcance
no querría limitar a los penitentes cuya confesión pudiera ser mate-

134 135
X

LA FORMACIÓN DE UNA CONCIENCIA CRISTIANA

Vamos a dividir este capítulo en tres partes: 1) una explicación


de lo que significa el término «conciencia» juntamente con princi-
pios básicos derivados de este concepto; 2) la formación de la con-
ciencia en relación con la fe de una persona; 3) la formación de la
conciencia como conocimiento y como fuerza creadora.

Significado de conciencia

El término «conciencia» tiene hoy un significado más amplio


que el antiguo término escolástico de conscientia. En la terminología
escolástica, el término conscientia se refería sencillamente al juicio
de una persona acerca de cómo debe proceder aquí y ahora si quiere'
agradar a Dios. El término moderno de «conciencia» comprende
esta noción y también el concepto escolástico de synteresis, es decir,
la disposición que capacita, y de hecho apremia, a una persona
para que se forme un juicio correcto y obre conforme a él. En este
sentido la conciencia se refiere a algo más que al acto individual.
Es la capacidad fundamental del hombre, de determinar y expe-
rimentar dinámicamente sus obligaciones para con Dios, o una
capacidad que permite al hombre comprender la llamada de Dios
y responder a la misma. Este llamamiento se percibe generalmente
a través de la enseñanza y del testimonio de la Iglesia, de las nece-
sidades de nuestro prójimo, de los dones que Dios ha otorgado a

137
La formación de una conciencia cristiana Principios básicos
cada uno. Si es ya un mal trastornar un acto particular de concien- do a imagen y semejanza de Dios, y él también goza, idealmente,
cia, es decir, formarse un juicio erróneo en una situación particu- de esta unidad de su ser, aunque de manera finita, en su búsqueda
lar, todavía es mayor mal trastornar o destruir la conciencia en del bien. No obstante, en el hombre puede haber repugnancia por
cuanto disposición o facultad y capacidad moral. parte de la voluntad a unirse con la inteligencia moral. Además,
Los tomistas enfocan esta capacidad conocida como conciencia el hombre puede ser todavía más desemejante de Dios por cuanto
desde un punto de vista diferente del de la escuela agustiniana (que su corazón y su voluntad pueden extraviarse.
incluye a san Buenaventura). Mientras que muchos tomistas subra- Por consiguiente, la formación de la conciencia no puede res-
yan el papel de la inteligencia en la obra de la conciencia, los agus- tringirse a la mera instrucción intelectual. La formación de la con-
tínianos insisten más en el papel de la voluntad. Los tomistas con- ciencia implica la personalidad entera, una personalidad que, me-
sideran la conciencia como la capacidad o facultad de tener una diante su unidad interna, dé testimonio del misterio de la unidad
visión correcta de lo que es bueno, como una serie de principios en Dios mismo. En esta formación no se pueden descuidar las
evidentes por sí mismos. Los agustinianos, que afirman la prima- emociones, la afectividad. La afectividad promueve la unidad entre
cía del amor en su análisis de lo que es el hombre, sostienen que la inteligencia moral y la voluntad moral.
la conciencia es el fondo mismo del alma (la más profunda scin- La eficacia del confesor en ayudar al penitente a formarse debi-
tilla animae). Esta facultad del hombre es la que es dirigida y afec- damente la conciencia dependerá, en gran manera, del grado de in-
tada por el ordo amoris, el orden de los valores, del amor. Es tegración de la personalidad del confesor mismo y también de
el canal por el que Dios, como amor infinito, se comunica con el su comprensión de la necesidad de una actitud integrada. Debe
individuo, deseando hacerlo partícipe de este amor. educar al penitente para que busque en su vida una unidad de inte-
La diferencia entre estas dos escuelas y corrientes de pensa- ligencia, de voluntad y de corazón. Nunca podrá contentarse con
miento no es tan grande como podría parecer a primera vista. Los proporcionar sólo un conocimiento de lo que se debe hacer. Debe
buenos tomistas, aunque subrayan la función del intelecto, no quie- más bien buscar una manera tal de infiltrar conocimiento, que la
ren negar que el juicio práctico de la conciencia comprenda un acto voluntad toque la scintilla animae, lo más profundo y recóndito
del corazón y voluntad del hombre. Y los agustinianos, en su mayor del corazón. Esto lo llevará a cabo ayudando al penitente a traducir
parte, reconocen que la conciencia no es un mero acto de la volun- la nueva información en términos personales, hallando aplicaciones
tad sola y del corazón. Ambas corrientes ven en la conciencia un de los valores propuestos a la vida diaria del penitente. Sólo así
acto del hombre entero. se sentirá el penitente atraído por esta verdad.
La conciencia despierta al hombre, lo levanta desde lo más hondo
de su ser y lo impele hacia el bien real. Produce una búsqueda
conjunta del bien por el entendimiento y la voluntad, como facul- Principios básicos
tades no meramente yuxtapuestas, sino integradas internamente.
El hombre está hecho a imagen de Dios en la mente, en la vo- Si el confesor desea que el penitente se forme debidamente la
luntad y en su capacidad de amar. Pero el hombre refleja mejor y conciencia, él mismo debe dar testimonio del amor fundamental de
más perfectamente esta imagen cuando el penetrante deseo de con- Dios y del prójimo.
ciencia que brota de su ser une la inteligencia, la voluntad y el amor Una persona que no ama, sufre de una especie de ceguera espi-
y trata de mantenerlos unidos en el descubrimiento diario del bien. ritual. No puede ver ni apreciar la verdad básica de que todas las
En Dios, pese a la distinción de las personas, hay unidad abso- cosas reflejan el amor trinitario de Dios. El amor es la realidad
luta entre la Palabra y el Espíritu de amor. El hombre ha sido crea- mágica que devuelve la vista. El confesor que, falto de este amor,

138 139
La formación de una conciencia cristiana Responsabilidad personal y comunitaria

dirige a los penitentes podrá asemejarse a un ciego que guía a otro Para la formación de la conciencia no basta simplemente con
ciego. conocer principios abstractos. Una virtud típicamente cristiana es
Aunque uno conozca todas las soluciones casuísticas de los pro- la vigilancia y la atención a la oportunidad presente. Este concepto
blemas teológicos, no podrá nunca aplicarlos eficazmente a la vida del kairos, de la hora de la gracia preparada por Dios, es uno de
real si carece de amor. Podrá, sí, instruir la inteligencia de otros, los más profundos conceptos bíblicos. Dios revela al cristiano las
pero no podrá ayudarles a formarse una conciencia en sentido pleno. necesidades de los otros y le otorga dones especiales con que ali-
Si un confesor tiene una conciencia debidamente formada — tér- viar estas necesidades. Pero sólo con vigilancia puede uno percibir
mino que implica la noción de synteresis —, no sólo tendrá un juicio la llamada y la exigencia del momento.
maduro en su propia vida cotidiana, sino que además comunicará a Cristo, en su propia vida, habló de su hora como no llegada
los otros mediante su actitud integral la gran realidad del verdadero todavía o como llegada ya. Con frecuencia exhortó a sus discípu-
amor. Sintiéndose atraído por el bien en lo más íntimo de su ser, los a estar vigilantes y prontos. La parábola de las vírgenes pru-
aportará al penitente la buena nueva del amor de Dios que todo lo dentes y de las necias es un llamamiento a esta vigilancia. Para la
abarca, de tal forma que éste sienta el gozo y la paz del sacramento formación de la conciencia en el sentido más pleno se debe apre-
y se sienta a la vez movido en lo más profundo de su ser. ciar el hecho de que Dios ha preparado las presentes oportunidades
para hacer el bien. Así pues, una conciencia cristiana significa una
atención amorosa a las necesidades presentes de la comunidad y
La conciencia y el Evangelio
del prójimo.
El confesor debe convencer al penitente de la necesidad de
seguir buscando una más plena inteligencia de la vida religiosa y
Responsabilidad personal y comunitaria
moral. Si uno sólo piensa en lo que debe hacer para evitar el pecado
mortal, revela todavía una mentalidad de esclavo, de alguien que
La conciencia cristiana no implica una aplicación mecánica de
no ha alcanzado la libertad propia de la ley del Nuevo Testamento.
reglas generales. Significa, por el contrario, que uno trata de per-
No gozará de los frutos de la libertad hasta que aprenda el nuevo
cibir en lo más íntimo de su ser lo que actualmente quiere Dios
modo de vida contenido en el Evangelio. Este aprendizaje se refiere
de él en la comunidad de la Iglesia, en la familia, en la sociedad,
a mucho más que a reglas aisladas de casuística. Uno debe tratar
en los contactos de persona a persona. Se cuenta con que su re-
de comprender cómo puede agradar a Dios, cómo puede expresar
acción sea una función de los dones individuales que le ha otorga-
su fidelidad a la nueva ley, la ley total del amor de Dios y del pró-
do Dios. Todos los dones individuales son otorgados para el bien co-
jimo, en todas las cosas, mediante todas las virtudes y mediante el
mún, para la comunidad o para la vida común, para el logro en
cumplimiento de todos los mandamientos. En una palabra, debe
común de la salvación. Se puede decir que uno tiene una concien-
tratar de comprender el sentido de la fe y sus exigencias.
cia cristiana si enfoca sus problemas morales, y sobre todo su
relación con sus prójimos, desde el punto de vista de los dones de
Atención al kairos Dios, dones que procura usar para el mayor provecho de la
comunidad.
San Pablo expresa en la carta a los Efesios una actitud funda- El quehacer constante del confesor debe consistir en educar al
mental de la conciencia cristiana: «Aprovechad bien el momento penitente para que viva conforme a su conciencia. La gran tenta-
presente» (5, 16). ción de nuestros días es la de ceder ciega o instintivamente a las

140 141
La formación de una conciencia cristiana
Fe y oración
normas del ambiente, o al estilo de vida fomentado en la grande
Su singularidad como persona se expresará en una atención más
o en la pequeña pantalla. Hoy día, el cine y la televisión ejercen un
influjo tremendo en muchos de nuestros jóvenes. Se enfrentan cons- desarrollada y responsable al bien común.
tantemente con el mundo del celuloide, que da la preferencia a la
belleza y placeres del cuerpo. Y lo que todavía es peor: no pocos .<
de estos héroes del celuloide representados por los actores son, o Fe y oración
bien individuos violentos, o bien sencillamente amantes desapren-
sivos, y las cámaras se arreglan para captar únicamente los efec- La formación cristiana de la conciencia está basada en el espí-
tos cómicos de sus aventuras. ritu de fe. San Pablo escribe: Quod non est ex jide, peccatum est
(Rom 14, 23). Estas palabras podríamos traducirlas así: «Todo lo
Hay, por tanto, apremiante necesidad de ayudar a las gentes a
que no procede de la convicción de conciencia, es pecado.»
formarse una conciencia madura. La persona que tiene una con-
El juicio de conciencia debe brotar de las profundidades de la
ciencia cristiana bien formada experimenta la libertad de los hijos
propia fe. De ahí que los cristianos deban ser gente de oración.
de Dios. Esta experiencia lo fortalece contra la mediocridad y el
Sólo aquel que busque habitualmente la guía de Dios mediante la
egocentrismo y la ayuda a defenderse para no caer víctima de los
oración conocerá exactamente lo que Dios quiere de ella: «Vigilad,
descarriados criterios del ambiente. Tal persona reconoce que su
pues, y orad.»
aportación a su ambiente servirá al bien común únicamente en tanto
Sólo la oración puede hacernos sensibles a las posibilidades
conserve su propia personalidad y viva en conformidad con su pro-
apostólicas de la situación presente. Para recibir ayuda y guía de
pia conciencia de cristianismo.
arriba se requiere la oración. Ahora bien, la verdadera oración no
se reduce a la mera repetición de fórmulas o a un culto tributado
a Dios con los labios. En la oración se medita sobre la admirable
Signos de discernimiento
ley de nuestro Dios y sobre la buena nueva de Jesucristo.
Una persona entregada a la meditación puede comprender la
Todos los criterios de verdadera moralidad o de vida verdadera
llamada de la fe en la vida. Por esta razón, una formación típica-
deben en definitiva reducirse a esto: «¿Aporto yo una contribución
mente cristiana de la conciencia incluye un esfuerzo por profun-
positiva a la vida común de la comunidad o de la sociedad en que
dizar la propia fe. Recordemos una vez más que no nos referimos
vivo y a la Iglesia en general?» (Cf. 1 Cor 12; Ef 4; Gal 5, 19-24.)
a meros artículos abstractos de fe, que se pueden aprender de
Si el confesor desea ayudar a su penitente a formarse una con-
memoria, sino a una inteligencia real y gozosa de la fe. Gozosa,
ciencia cristiana, debe enseñarle a distinguir entre un amor egoísta
porque pertenece a la conciencia del hombre entero. Esto presu-
y un amor de Dios y del prójimo que lo lleve a olvidarse de sí.
pone la gran importancia de la reacción emocional, pero sólo como
Sólo el que ama desinteresadamente buscará sinceramente la vo-
parte de una personalidad bien equilibrada. La emoción y la inte-
luntad de Dios. Al crecer en el gozo de la fe y en el conocimiento
ligencia llevan adelante el dinamismo engendrado por su mutuo con-
de la revelación, buscará nuevos medios de dar expresión a este
tacto. Pero aisladamente, este dinamismo no tardará en extinguirse.
crecimiento en su vida cotidiana, sin arredrarse ante el sacrificio
El que tiene verdadera conciencia no sólo comprende, sino que
que esto le imponga.
siente realmente su compromiso con Cristo, y guiado por la fuerza
Si la fe del penitente en la vida eterna le hace atento a las opor-
de esta convicción inicia un proceso de perpetua acción y reacción,
tunidades presentes para la práctica de la virtud, entonces el peni-
en el que las convicciones inspiran acciones y las acciones fortale-
tente responde fielmente a la descripción del discípulo vigilante.
cen las convicciones.
142
143
La formación de una conciencia cristiana Profundizar el sentido de la contrición

No es ninguna novedad decir cuan necesario es que el confesor en hacer un acto de contrición, un acto de confianza en Dios des-
sea un hombre de una pieza, que su vida de oración alimente su pués de cada caída, podemos estar seguros de encontrarnos en
fe, su fe acreciente su gozo, su gozo sea tan desbordante que influya el cielo.»
en la vida de su penitente y de rechazo le mueva a él. Dado que la El papa Juan, en su Diario, escribe en forma conmovedora
palabra de la paz mesiánica debe ser comunicada al penitente con acerca del inmediato recurso a la contrición. Decía que si, cuando
una cierta solemnidad, importa también que llegue al penitente había faltado a Dios en alguna manera, hacía rápidamente un acto
inflamada por el calor de un corazón lleno de gozo. de contrición, notaba que podía obrar con alegría como si hubiese
recibido un beso de Jesús. Aparte de que esto está en conformidad
con la mejor tradición de la espiritualidad de la Iglesia, es una de
Profundizar el sentido de la contrición las expresiones más prácticas de la espiritualidad del papa Juan.

«Todavía no he alcanzado la perfección, sino que sigo corrien-


do por ver si alcanzo a Cristo Jesús, como él me ha alcanzado a
mí» (Flp 3, 12).
Cuanto más se acerca uno a Dios, tanto más se hace cargo de
sus muchas imperfecciones. La condición del hombre es la de un
viajero que camina hacia un horizonte de perfección cada vez más
alejado.
Nadie de nosotros puede asegurar que su conciencia esté per-
fectamente formada, ni siquiera un moralista con sus miles de pági-
nas de principios y de casos. El conocimiento no garantiza la buena
voluntad. Ni la buena voluntad puede tampoco sustituir el cono-
cimiento.
Nuestra naturaleza suspira por la perfecta armonía entre inte-
ligencia y voluntad. Cuando hay cisma entre estas dos facultades,
se convierte uno en una especie de esquizofrénico espiritual. No se
debe tardar en poner remedio a esta situación. En la práctica, el
confesor debe urgir al penitente para que cada vez que haya opo-
sición entre su inteligencia y su voluntad, cada vez que el penitente
caiga por haber rehusado una gracia, recurra inmediatamente a un
acto de contrición. Una verdadera formación de la conciencia im-
plica este profundo sentido de contrición en un humilde encuentro
con Jesucristo.
No poco se puede aprender acerca del penitente si el confesor
le pregunta: «Cuando cometió usted estos pecados ¿pensó siem-
pre en hacer un acto de contrición?» Nosotros mismos podemos
estimularnos juntamente con los penitentes: «Si ponemos cuidado

144
145
XI

GUIAR LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA

A veces, debido a defecto de formación, algunos penitentes


parecen preocuparse únicamente por saber si un pecado que han
cometido es mortal o venial. Se muestran sorprendidos al oir decir
al confesor que no puede darles una respuesta definitiva acerca
de la culpabilidad subjetiva de un acto particular. Cuando se pre-
sentan tales penitentes debe el confesor aprovechar la ocasión para
ayudarles a formarse la conciencia para en adelante. Esta forma-
ción incluirá, no sólo la consideración de la gravedad de un acto,
sino todavía más una orientación para el futuro a la luz de los
magníficos aspectos del sacramento, tales como el perdón de Dios
y el amor del prójimo. Sin embargo, la formación de una concien-
cia madura incluye la presentación de ciertos criterios para deter-
minar la gravedad del acto.
Para juzgar de la gravedad de la ofensa, debe el penitente
determinar ante todo cuál era su actitud fundamental al momento
de cometerla. «¿En aquel momento antepuse yo a Dios consciente
y deliberadamente mi propio egoísmo o alguna cosa creada? ¿Sentí
que me separaba deliberadamente de Dios? ¿Me di plena cuenta
de que resistía a la voluntad de Dios?» Esto puede suceder a veces,
aunque el acto externo en sí mismo sea una ligera violación de la
ley de Dios, si la actitud interna de la persona es una firme decla-
ración de desprecio de la voluntad de Dios. Tal actitud interior
(la opción fundamental) hace que sea grave la ofensa.
Si el penitente se declara inocente de una actitud contumaz,

147
Guiar la formación de la conciencia Guiar la formación de la conciencia

entonces los criterios pueden inducirle a considerar la importancia babilidad, estas acciones proporcionarán la pauta para futuras deci-
relativa de la acción misma. De esta manera sólo se puede obtener siones morales, por lo cual se debería retraer cuidadosamente ai
una apreciación vaga de la culpabilidad, dado que múltiples facto- niño de hábitos censurables y darle una dirección que le aprove-
res contribuyeron a hacer de tal acción lo que fue en realidad. chara mejor para el desarrollo de la libertad y satisfacción moral.
¿Dónde está exactamente la línea divisoria entre el pecado mor- La cuestión de si un acto particular es pecado mortal o venial
tal y el venial? A esto no se puede dar una respuesta tajante. Los se suscita con frecuencia cuando el penitente desea saber, no ya
límites entre el pecado mortal y el venial varían de penitente a si ha pecado mortalmente en el pasado, sino más bien si puede
penitente, y hasta en el mismo penitente varían de una vez a otra. cometer el mismo acto en lo sucesivo sin temor de incurrir en peca-
En efecto, el penitente no siempre presta la misma atención ni se do grave. En una palabra, el penitente espera poder eludir las exi-
da la misma cuenta de la gravedad de sus acciones frente a la santa gencias de la voluntad de Dios sin cometer un suicidio moral. Esta
voluntad de Dios. actitud es verdaderamente peligrosa. Esquivar deliberadamente la
Una de las glandes tradiciones de la Iglesia sostiene que la razón santa voluntad de Dios equivale a huir de la plenitud misma de
fundamental de que una ofensa a Dios pueda ser un pecado ligero, la vida. El único refugio de una persona en tal fuga será el puro le-
no es precisamente la relatividad de la materia, sino la deficiencia galismo. Librándose así de Dios, se esclaviza a la ley. Con amabili-
de la naturaleza del hombre, de la que se sigue la imperfección de dad, pero con firmeza, se debe procurar que tal penitente reforme
su conocimiento y la fragilidad de su voluntad. Un ángel no puede su estructura mental. Hay que hacerle comprender que la cuestión
cometer un pecado venial. Un ángel ve de golpe todo lo que la no debe ser «¿Es esto pecado mortal?», sino «¿Es ésta la debida
santa voluntad de Dios le exige o le ordena. En este caso una respuesta a la amorosa voluntad de Dios?».
negativa constituiría una negativa total a la voluntad de Dios. Los A veces un penitente preguntará si un acto es pecado mortal o
padres de la Iglesia enseñan que Adán no pudo en un principio venial porque tiene dudas reales y sinceras, y sobre todo no está
cometer un pecado venial. Su primer pecado tuvo que ser mortal, seguro de si está obligado a confesarse antes de comulgar. Esto no
dicen, a causa de su extraordinario grado de libertad. En una dis- plantea gran problema al confesor. Si el penitente es una persona
cusión sobre la mentira plantea san Agustín esta cuestión: «¿Puede de buena voluntad, una simple duda sobre si ha pecado o no gra-
la mentira de un hombre perfecto ser un pecado mortal?» Él, y tras vemente no debe retraerlo de recibir la comunión.
él otros muchos teólogos, se inclinan a pensar que un hombre per- Se dan ocasiones en que el penitente puede sufrir de una con-
fecto en el conocimiento y en la libertad vería claramente que tal ciencia perpleja. En una situación dada ha podido parecerle que
mentira no puede conciliarse con el amor de Dios y sus exigencias. todas las opciones que se le ofrecían implicaban pecado, mortal
Y así sería una ofensa grave. Sin embargo, un hombre corriente o venial. En su ansiedad juzgaba que una elección determinada
que por lo general tenga buena voluntad no comete un pecado implicaría sólo pecado venial, y así optaba por el menor de los
mortal cuando la materia es relativamente leve. males. Si el penitente no veía solución mejor, no es culpable
También la edad puede ser un factor que determine si un peca- de pecado alguno en absoluto. Creía, en efecto, que no era libre de
do cometido es mortal o venial. El confesor no ha de medir las elegir sino el pecado. Para ayudar a tal penitente, el confesor debe
transgresiones de los niños con el mismo rasero que las de los adul- formarse una idea clara del caso en cuestión y mostrarle que en
tos. Mi opinión personal es que un niño, por regla general, no este caso, como en todos los demás, una persona puede siempre
comete pecado mortal antes de la edad de doce o catorce años. elegir una manera buena de proceder sin verse nunca forzada
Esto no quiere decir, sin embargo, que todas las acciones morales a elegir el pecado, ni mortal ni venial. Se trata de ayudar al peniten-
de los niños hayan de ser ignoradas por el confesor. Con toda pro- te a adquirir una mejor inteligencia de la moral y de la ley.

148 149
Formación eclesial de la conciencia

Santo Tomás discute el caso de la absolución de uno que ha-


Formación sacramental de la conciencia biendo confesado un pecado de odio o de enemistad contra su
prójimo, vuelve luego a su misma actitud pecaminosa que pugna
La formación de la conciencia por parte del confesor debe ser contra su anterior detestación de dicho pecado. ¿Permanecerá per-
constructiva. El sacramento, al destruir los efectos de pecados pasa- donado su primer pecado? Responde que lo que Dios ha perdo-
dos, ha de ayudar también a destruir el afecto a tales pecados nado una vez, queda perdonado, pero que todo el grave peso de su
mediante profunda contrición y firme propósito de enmienda. Un pecado pasado y hasta el mismo perdón de Dips pesa sobre la reno-
sentido cada vez mayor de la caridad y de la responsabilidad social vada actitud de odio 1 . Nuestro Señor ilustró este mismo punto en
ha de reemplazar las aficiones pecaminosas. En efecto, la formación la parábola del buen rey y del siervo despiadado (Mt 18, 21-35).
de la conciencia debe ir siempre guiada por el principio de que Hay, pues, que procurar que el penitente se dé cuenta de que su
todos los dones de Dios son otorgados con vistas al bien común, experiencia de la bondad de Dios es la que le obliga a un amor más
no con vistas a una búsqueda egocéntrica de la salvación o de la grande, misericordioso y paciente del prójimo.
perfección. Un confesor que limitara su quehacer a catalogar peca- Lo primero que rige la vida del penitente es la gracia, es decir,
dos y obligaciones, practicaría un moralismo de la peor laya. Como la acción graciosa de Dios en el alma, en el corazón y en la mente
mensajero de paz que es, deberá más bien presentar claramente al del hombre. De aquí se sigue que él hace lo que tiene que hacer
penitente el admirable interés y actividad de Dios en el conjunto de como respuesta a los dones de Dios, y en vista de la presente mani-
la vida cristiana: lo que ha hecho en el sacramento del bautismo, festación de la bondad divina, así como de su esperanza final, la
lo que lleva a cabo en el sacramento de la confirmación, lo que vida eterna y la plena revelación. No está bien celebrar la liturgia
otorga en el sacramento de la eucaristía, cómo restablece y forti- de este sacramento sin llamar la atención del penitente hacia esta
fica la vida de gracia en el sacramento de la penitencia. La gracia realidad. La exhortación del confesor se reduciría a un puro mora-
de Dios ofrece al cristiano más que una mera ayuda para cumplir lismo divorciado de la acción sacramental de Cristo y difícilmente
los mandamientos. Mediante la acción del Espíritu Santo, esta gracia contribuiría a la formación de una conciencia cristiana madura.
purifica el corazón y los motivos y la voluntad del hombre, y fo-
menta una respuesta «sacramental», agradecida, en la vida del peni-
tente. Pero para que la gracia produzca tal respuesta, hay que hacer
Formación eclesial de la conciencia
que el penitente se percate de que Dios lo ha librado de las ataduras
del pecado ofreciéndole en su lugar los vínculos libertadores de
La doctrina que enseñan los sacerdotes no es propia de ellos.
amor y de gratitud.
El sacerdote no tiene derecho a adaptar la teología moral a su modo
La formación sacramental de la conciencia debe orientarse espe- personal de ver las cosas.
cialmente hacia el perdón y el amor de los enemigos. Porque nues- En el confesonario, el sacerdote representa a la Iglesia. Su con-
tro Señor dice: sideración primaria debe ser la de si él se mantiene fiel a las ense-
ñanzas de la Iglesia, incluso si su dirección de un penitente le humi-
«Si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? .. Sed per- lla a la vista de sus propias deficiencias.
fectos como perfecto es vuestro Padre celestial» (Mt 5, 46-48).
El no tener éxito en el confesonario no indica necesariamente
un fallo del confesor, una respuesta insuficiente por su parte a la
En el sacramento de la paz nos enseña Cristo: «Sed misericor-
diosos como misericordioso es vuestro Padre» (Le 6, 36).
1. Suma teológica, m, 88, aa. 2-3.

150 151
Guiar la formación de la conciencia •
Síntesis: El amor a Dios y al prójimo
plena responsabilidad de su función. Sin embargo, con frecuencia
que ella proclama no es una ley que mata. Es una ley que da al
se deberá a la negligencia del confesor en unirse él mismo con la
penitente una visión del corazón de Dios, de Dios que es a la vez
Iglesia para proclamar la «ley del Espíritu». Esta ley obliga al con-
padre y madre para su pueblo. Al enseñar las leyes positivas debe
fesor a ayudar al penitente a amar y comprender la doctrina de la
el confesor ayudar al penitente a comprender que la Iglesia sólo
Iglesia como doctrina de Cristo y a hacerse cargo de lo que esta
impone estas leyes movida por su amor y consideración maternal.
doctrina significa para él en el momento presente, aquí y ahora.
Uno no debe seguirlas literalmente, si al hacerlo va contra la inten-
Un buen enfoque eclesial presupone buenos fundamentos en ecle-
ción de la ley misma.
siología, es decir, conocimiento de lo que la Iglesia es realmente.
Todo confesor debería poner empeño en leer cuidadosamente la
constitución Lumen Gentium, que expone la idea que la Iglesia
Síntesis: El amor al Dios y al prójimo
misma tiene actualmente de su propia naturaleza.
Hay quienes piensan erróneamente que la formación eclesial de
Los diez mandamientos no son la mejor representación de la
la conciencia significa sólo enseñar las leyes positivas de la Iglesia,
moral cristiana. Después de la venida de Cristo se cuenta con que
por ejemplo, la de no trabajar los domingos. Sobre esta base, algu-
los cristianos acepten el Evangelio como la norma capital de su
nos de los antiguos devocionarios dedican un capítulo entero al
vida. Obrar de otra manera es ignorar el hecho de la encarnación.
examen de la conciencia. En realidad, recuerdo un devocionario
San Agustín, uno de los primeros padres de la Iglesia que tomó
de origen irlandés, bastante propagado, que basaba la gravedad de
los diez mandamientos como base para una breve presentación de
los pecados en un principio un tanto curioso. Entre los pecados
la moral cristiana, expuso cuidadosamente las condiciones funda-
mortales catalogaba: comer carne los viernes, hacer trabajos servi-
mentales para utilizar este enfoque. Insistió en que los diez man-
les los domingos, no oir misa el domingo o llegar tarde a la misa
damientos han de presentarse dentro del marco de la nueva alian-
dominical (es decir, después de descubrirse el cáliz), no contribuir
za, que hay que tener en cuenta el sermón de la montaña y la gran
al sustento de la Iglesia, y pecados contra el sexto mandamiento.
ley de Cristo, la ley del amor. Y en todas sus obras subrayó san
Luego seguía un catálogo de 72 pecados veniales, entre los que se
Agustín particularmente las operaciones del Espíritu Santo como el
incluía: no ayunar, no hacer actos de fe, odiar al prójimo, injus-
aspecto esencial de la ley del Nuevo Testamento. Así pues, se cuenta
ticias, y así sucesivamente. En total, el autor de aquel libro pare-
con que cada uno cumpla el mandamiento del amor a Dios y al
cía suponer que las leyes más importantes eran las que la Iglesia
prójimo, «conforme a la medida del don de Cristo» (El 4, 7) me-
misma se había impuesto. Luego se prestaba alguna consideración
diante la acción del Espíritu Santo.
a faltas más ligeras, a saber, faltas contra las leyes reveladas por el
En regiones donde las gentes estén acostumbradas a hacer el
Dios omnipotente y escritas en el corazón del hombre. Yo carac-
examen de conciencia a base de los diez mandamientos, el confesor
terizo esto como un enfoque eclesial completamente errado. La mi-
deberá poner el mayor empeño en proporcionar al penitente una
sión primaria de la Iglesia es anunciar la palabra de Dios, procla-
plena inteligencia de la vida cristiana. En mi obra, La ley de Cristo.
mar el Evangelio como ley fundamental. La tarea del confesor debe,
he tratado de responder a las diferentes regiones mediante dos pla-
pues, ser poner la ley natural, «los signos del tiempo» y las leyes
nes distintos. En la edición inglesa, por ejemplo, en el volumen n, i
positivas de la Iglesia en su debida relación con la ley de Cristo.
la vida de comunión con Dios se relaciona con los tres primeros
El penitente cuya conciencia se haya formado conforme a la ley
mandamientos. En el volumen m se desarrolla el amor del pró-
de Cristo considerará a la Iglesia como una madre, cuya primera
jimo mediante una consideración específica de cada mandamiento,
consideración debe ser la del bienestar de sus hijos. La ley de gracia
que mira a nuestra comunidad en Cristo (in-x). En cambio, la
152
153
Guiar la formación de la conciencia

edición francesa sigue un plan completamente distinto por razón


de la diferente tradición catequística predominante en aquel y
otros países.
Convenimos en que el plan externo en la presentación de las
obligaciones morales no es en modo alguno la consideración más
importante. El espíritu con que uno debe responder a estas obli-
gaciones, a saber, la insistencia en la primacía del amor de Dios y
del prójimo, es la consideración más importante. Y juntamente con XII
la fe y la esperanza, el amor debe reconocerse como uno de los
fundamentos de la vida cristiana. LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA:
Dios ha comunicado al hombre una revelación y promesa de FE, ESPERANZA Y CARIDAD
amor. La fe y la esperanza impelen al hombre a responder a esta
revelación. E incluso cuando el hombre responde, su respuesta no
proviene de su amor humano y débil, sino más bien del amor de La virtud de la je
Cristo que lo impulsa desde dentro. Éstos son algunos de los mag-
níficos aspectos que hay que presentar al penitente en la formación La fe, no el sexto mandamiento, es el punctum puncti en la
de su conciencia. Cuanto más logre el confesor que el penitente se formación de una conciencia cristiana. Es doctrina de la Iglesia que
haga cargo de la bondad amorosa de Dios, tanto mayor incentivo la fe es el fundamento, la fuente y la raíz de la justificación. De
le dará para responder a este amor. aquí que, si nuestra praxis confessarii ha de ser ortodoxa y fiel a
la doctrina de la Iglesia, hay que dirigir la mayor atención a la
profundización y purificación de esta virtud en el penitente.

Sacramento de je

La confesión contrita no es simplemente una relación de los


propios pecados, sino también una profesión de fe. Importa atraer
la atención del penitente hacia este punto, especialmente si hace
bastante tiempo que no se ha confesado. En efecto, si se logra que
el penitente se dé especialmente cuenta de las implicaciones de su
confesión, el sacramento adquirirá mucho más sentido para él. Y así
el confesor debe asegurarle que, contrariamente a la inclinación al
mal expresada por sus pecados, su relación humilde de estos peca-
dos ha dado una vez más expresión a su fe. En efecto, su confesión
equivale a un renovado reconocimiento de la bondad, santidad y
justicia de la ley de Dios. Además, manifiesta su fe en el poder del
Señor, que por el ministerio de la Iglesia lo libra de sus pecados.

154 155
Fe, esperanza y caridad
Sacramento de fe
El penitente debe ahora aprender a mantener esta profesión de
pia casa? Sin negar la necesidad de exhortar de vez en cuando
fe haciendo que informe su comportamiento en su vida de familia,
a los casados acerca de materias concernientes a la castidad con-
en su trabajo, en sus diversiones. Para decirlo en términos concre-
yugal, pienso que los confesores obtendrán mejores resultados — in-
tos: esto significa el empeño en incorporar a su vida cotidiana ese
cluso tocante a la castidad -^ si concentran sus mayores esfuerzos
humilde reconocimiento de la voluntad de Dios, sin vacilar en pro-
con vistas a profundizar la fe de la pareja. Ayudemos a las parejas
clamar la verdad ante los que, por una razón o por otra confunden
a mirar su vida de familia como una vocación, un llamamiento a
lo verdadero y lo falso, lo que es justo y lo que no lo es. Tal for-
crecer juntos en la fe. Si llegan a comprender que tienen una res-
taleza da a otros ocasión de reaprender su propia fe y las normas
ponsabilidad mutua de elevar los acontecimientos de la vida coti-
de moralidad.
diana a las alturas y a la luz de la fe, crecerán seguramente en el
A veces tendrá el confesor que llamar la atención del penitente
conocimiento de nuestro Señor Jesucristo y en una inteligencia más
hacia la necesidad de profundizar su conocimiento de fe. Un medio
profunda del misterio del matrimonio.
verdaderamente práctico a este objeto podrá ser, supuesto el con-
Los padres tienen la admirable vocación de mirar por la edu-
sentimiento del penitente, imponerle como penitencia una breve
cación sacramental de sus hijos. Mediante el bautismo introducen
lectura diaria de la Sagrada Escritura o de algún libro espiritual,
al niño en el ámbito de la fe. Con su ejemplo enseñan al niño cómo
o del boletín diocesano, suponiendo que sea apropiado.
ha de vivir la fe. El confesor ordinario de un buen matrimonio que
Ahora bien, el crecimiento en la fe no es mera cuestión de cono-
está para tener un hijo puede animarlos a celebrar el bautizo de
cimiento. Aun antes de que el penitente abandone el confesonario,
una forma que dé edificación al resto de la familia, como también
debe el confesor hacerle percatarse bien del significado de su abso-
a los vecinos. Una vez oí de un sencillo labrador que se dirigió a su
lución, como gran mensaje de fe y de esperanza. El confesor puede
párroco y le dijo: «Padre, he venido para preparar el bautizo de
hacerlo celebrando el sacramento de tal forma que su propia fe halle
mi octavo hijo. Después del bautizo de los otros, sentí cada vez
resonancia en el corazón del penitente. La fe de la entera comuni-
que algo no estaba en regla. La ceremonia se había celebrado casi
dad contribuye a fortalecer la de cada miembro con ocasión de
en secreto, algo así como si nos avergonzáramos de dar un nuevo
una celebración comunitaria del sacramento.
hijo a Cristo. Querría que este bautizo fuera lo más alegre posible.
La formación de la conciencia en la fe se lleva a cabo con éxito
¿Podrían repicar las campanas? ¿Querría usted invitar a los parro-
si el penitente reconoce que su vida ha de ser una gozosa respuesta
quianos a asistir si les agrada? De esta manera podría yo compartir
a la revelación de la salvación de Dios. El confesor, teniendo esto
mi alegría con todos. Deseo que la gente cante y alabe a Dios por-
presente, puede animarlo especialmente a fijarse en los aspectos de
que ha nacido un nuevo hijo a la parroquia.» La sinceridad del
su fe que le proporcionan satisfacción, por ejemplo, los aspectos
hombre conmovió tanto al párroco, que de todo corazón apoyó sus
relacionados con su vida de familia.
propuestas. En realidad, el párroco confesó que en aquel mismo
Por la fe es llamado el cristiano a ser una luz que brille en las
momento decidió examinar su conciencia acerca de la práctica del
tinieblas del mundo. No basta con que el cristiano no reniegue de
bautismo en su parroquia. Su reflexión acerca de lo que le había
su Maestro o lo desconozca. Tiene la obligación de conducir a otros
dicho aquel sencillo labrador le hizo comprender que no había cum-
a la felicidad que él mismo ha hallado. Este deber es especial-
plido con sus parroquianos tocante a la celebración de este gran
mente perentorio por lo que se refiere a su contorno próximo. El
sacramento de la fe. Yo no digo que haya que repicar las campa-
sacramento de la penitencia, como sacramento de fe que es, lo
nas a cada bautizo. Lo que sí quiero señalar es que párrocos que
invita a cumplir esta obligación como reparación por sus pecados.
tengan un poco de imaginación darán con medios de hacer que el
¿Qué contorno podría ser más próximo al penitente que su pro- sacramento tenga más sentido para toda la parroquia. En una cierta

156 157
. Fe, esperanza y caridad Sacramento de fe

localidad el párroco felicita a los niños que han sido bautizados, cuentro sacramental con Cristo y van a la comunión con él, no sólo
incluyendo sus nombres en la oración de los fieles que es rezada periódicamente, sino a menudo, entonces su niño se grabará en el
por toda la asamblea dominical. corazón la buena nueva de este sacramento central de la fe. La reli-
El confesor mismo debería considerar atentamente los medios gión vendrá a ser para él una forma de vida, no algo impuesto
apropiados para desarrollar su propia fe tocante al bautismo, y así durante las horas de la escuela.
de esta manera ayudar a los fieles a desarrollar la suya. Si él mismo El confesor debería aconsejar con frecuencia a los jóvenes matri-
tiene ocasión de bautizar a un niño, puede aprovechar la ocasión monios tocante a su vocación de ser los primeros heraldos de la fe
para recordar a todos los presentes que la palabra de Dios que se para sus hijos (cf. Lumen Geníium, art. 11). Puede recomendarles
va a pronunciar en esa ceremonia fue pronunciada una vez sobre buenos libros y revistas que los guíen en la formación espiritual del
ellos en su bautizo. Puede recordarles la gracia que se ofrece a los niño. Debe darles a entender que él mismo está dispuesto' a escla-
que asisten a esa ceremonia: la gracia de dar testimonio de su recerles todas las dudas que puedan tener. Ayudando a los padres
propia fe recitando gozosamente todos juntos el credo, y finalmente a ayudar a los hijos fortalecerá la fe de todos los interesados. Este
de traducir esta renovación en sus propias vidas. En su calidad de esfuerzo pastoral ayuda también a los padres a vencer toda tenta-
confesor puede inducir al padre y a la madre a asistir a la ceremo- ción de practicar el control de la natalidad en su mal sentido. Una
nia y a meditar sobre las implicaciones del mensaje transmitido por vez que los padres se percaten de las cosas tan valiosas que pueden
la liturgia tocante a la educación cristiana de su hijo. En el bau- proporcionar a su hijo, cosas que no se pueden procurar con todo
tismo, el Padre celestial, mediante el ministerio de la Iglesia, reco- el dinero del mundo ni con todos los colegios, no preguntarán ya
noce su título tocante a este niño: «Ahora ha venido a ser mi hijo tan fácilmente: «¿Por qué he de tener más hijos? ¿Qué es lo que
muy amado.» Los padres de ese niño no pueden ya limitar su puedo darles?» Esta misma pregunta, quizá de su colega o de algún
responsabilidad a educar al niño en la formación de buenos hábi- vecino, hará que pasen por su mente como un relámpago algunos de
tos: «Haz esto, no hagas aquello.» Tienen el privilegio de explicar los mejores momentos de su vida. Se acordarán del día del bautizo
continuamente de palabra y obra el sentido total de esta proclama- de su hijo, del gozo con que seguían la liturgia y la respuesta que
ción sacramental de la buena nueva. ésta les sugería:
Hay padres que creen que si envían a su niño a una escuela «¿Qué pides a la Iglesia?»
católica, cumplen con su obligación de procurarle una educación «La fe.»
cristiana. En realidad no es así. San Pío x, que fijó los siete años «¿Y qué te da la fe?»
como la edad corriente para recibir la primera comunión, expresó «La vida eterna.»
con toda claridad que los padres deben asumir la tarea sumamente Se acordarán de los días tan emocionantes de la preparación de
meritoria de preparar al niño para la recepción de la sagrada euca- su hijo para la primera comunión, y de la alegría que brillaba en
ristía. Si el niño es instruido únicamente por el sacerdote o por las los ojos del niño y que llenaba sus propios corazones la mañana que
religiosas, si los padres abandonan su deber totalmente, entonces el se acercaron con él al altar. Estos pensamientos disiparán rápida-
niño, en las profundidades del subconsciente, tenderá a asociar estas mente la tentación de practicar un control egoísta de la natalidad.
cosas más con la escuela, con las monjas y con el párroco, que con Porque tal género de egoísmo proviene en gran parte de falta de
la vida de todos los días. fe. Son los materialistas los que dicen: «No puedo darle nada.»
El niño es por naturaleza admirador de héroes, y sus primeros Para los padres que han estado implicados vitalmente en la educa-
héroes son su propio padre y madre. Si éstos desempeñan un papel ción sacramental de sus hijos, es la fe mucho más que un conoci-
de primera importancia en la preparación de su hijo para el en- miento abstracto. Es una experiencia real.

158 159
Fe, esperanza y candad

Habrá momentos en que el confesor tenga la oportunidad de


proponer a los padres la manera de educar a sus hijos para una La virtud de la esperanza
conveniente vida de oración. Deberá advertirles que eviten dar a
los niños la impresión de que la oración es un ejercicio maquinal El capítulo quinto de la constitución conciliar sobre la Iglesia,
al que se nos llama con la campana: «Ahora es el momento de Lumen Gentium, que lleva por título: «La vocación universal a la
rezar las oraciones.» Los padres deben más bien iniciar al niño en santidad», expresa el ideal de la esperanza cristiana en forma ver-
la vida de oración hablándole primero de la bondad de Dios y de daderamente admirable. Cada uno de nosotros, se nos asegura, ha
todo lo que Jesús hizo y no cesa de hacer por los hombres. El padre, sido llamado por Dios a la santidad, y el camino para llegar a esta
como jefe de la familia, puede proceder a consagrar los aconteci- santidad consiste en la fiel aceptación de todas las circunstancias
mientos del día en su familia mediante una oración personal hecha con que podamos encontrarnos en nuestra vida.
en presencia de los otros, dando gracias a Dios por los favores que El confesonario da a los sacerdotes más de una oportunidad de
les ha otorgado y pidiendo perdón por sus ofensas y las de la fami- exhortar al penitente a creer y esperar en el llamamiento general a
lia. Tal oración será una profunda vivencia para los niños. la santidad, pero también de ayudarle a comprender su particular
La costumbre de cantar himnos en familia está íntimamente llamamiento y vocación. El penitente, animado por esta doctrina,
relacionada con la oración familiar. Muchas familias han comen- renovará más fácilmente su firme resolución de aspirar a esta san-
zado a resucitar la costumbre de cantar juntos las alabanzas de tidad.
Dios. San Pablo, en la carta a los Efesios, antes de hablar del mis- Si un penitente camina todavía por la senda del legalismo, el
terio del amor conyugal, exhortaba a los fieles: «Recitad entre vos- mejor consejo que podrá a veces darle el confesor será recordarle
otros himnos y cánticos espirituales» (5, 19). Hay aldeas católicas que la promesa de Dios de salvar al pecador no se limitaba al hom-
en las que uno que recorre las calles por la noche oye resonar cán- bre que trata simplemente de evitar el pecado mortal. Más bien,
ticos religiosos que le llegan de las casas de la circunscripción. San Dios ha llamado a todos los hombres a la santidad y ha prometido
Alfonso puso especial empeño en promover esta costumbre en sus su asistencia a los que se fijan esta meta. El confesor, después de
misiones. Compuso himnos con las tonadas populares de la época instruir así al penitente, podrá continuar, imponiéndole esta peni-
y enseñaba a los fieles a cantarlos, no sólo en la iglesia, sino tam- tencia: rezar todos los días para pedir una fe y esperanza más
bién en casa y en los campos. Hoy día se está reanimando el espíritu robusta tocante a su vocación a la santidad. Otra penitencia puede
y la costumbre de cantar himnos, especialmente gracias al movi- ser también, para variar, pedir al penitente que examine su con-
miento de los cursillos, que han suscitado una reacción muy favo- ciencia sobre este punto al final de cada día, preguntándose: «¿Me
rable. Cantar puede ser una expresión admirable de fe gozosa, y he dejado guiar hoy por la fe y esperanza que profeso? ¿Han sido
Dios quiere que nuestra fe sea vivida gozosamente. mis pensamientos, palabras y acciones propios de un hombre que
El plan pastoral de todo sacerdote debe adaptarse al crecimiento está llamado a la santidad?»
de su pueblo en la fe. Este plan será incompleto si su expresión se La esperanza cristiana se pone a prueba con el sufrimiento. En
limita a la predicación y a la catequesis. Una sugerencia personal el capítulo octavo de la carta a los Romanos nos dice san Pablo
para fortalecer la fe, hecha al penitente en el sacramento de la peni- que hemos recibido en nuestros corazones al Espíritu que clama
tencia, será el mejor medio de elevar al máximo la eficacia del «.Abba!, ¡Padre!» y que da testimonio de que somos hijos de Dios,
ministerio de la predicación y de la catequesis. herederos de Dios juntamente con Cristo, con tal que estemos
dispuestos a sufrir con Cristo. La exhortación a confiar en Dios es,
pues, apropiada cuando el penitente revela sus aflicciones y difi-

160 161
Fe, esperanza y caridad La virtud de la esperanza

cultades. Que el confesor explique al penitente, en una forma apro- todavía no puedes hacer, puedes estar seguro de que estás en gracia
piada a su inteligencia, que Dios lo está probando, y que aceptando de Dios. Podrá ser una larga y dura batalla, pero acabarás por
esos sufrimientos se acercará él más a Dios. Como lo explicaba triunfar.» No hay que extrañarse de que un penitente como aquel
san Pablo: muchacho comience a dudar de si todavía tiene buena voluntad.
Para disipar tal duda puede el confesor explicarle que una prueba
«Y si somos hijos, somos también herederos: heiederos de Dios, y cohe- de buena voluntad será ésta: la fidelidad en confesarse, la joviali-
rederos de Cristo, puesto que padecemos con él y así también con él sere- dad con los otros, la oración cotidiana, y un serio esfuerzo en poner
mos glorificados» (Rom 8, 14-17) en práctica los medios que le indique el confesor para vencer tal
hábito. Con frecuencia se fortalecerá también su virtud de espe-
El confesor deberá asegurar al penitente que aceptando su cruz ranza, así como sus energías psíquicas, si el confesor lo invita a
profundizará su espíritu de esperanza y se asegurará una prenda comulgar sin confesarse previamente. Este procedimiento se reco-
cierta de las promesas y de la fidelidad de Dios. mienda especialmente si el muchacho está en una escuela o semi-
Ningún momento es quizá más propicio para que el confesor nario, donde todos van a comulgar y donde su ausencia frecuente
hable de esperanza al penitente, que cuando éste acude a él depri- de la mesa del altar o sus frecuentes confesiones antes de comulgar
mido por un hábito de pecado. Recuerdo a un adolescente que me pueden causarle apuros.
decía: «Padre, explíqueme cómo Dios puede ser amor. ¿Cómo La misma táctica se puede seguir también con personas casadas
puedo yo creer que Dios me ama si no puedo conservarme en que luchan y oran fervientemente para poder practicar la castidad
estado de gracia una sola semana, aunque rezo y quiero realmente conyugal, y sin embargo vuelven a recaer. En tanto muestren buena
ser bueno?» Afligido por su impotencia para vencer sus dificulta- voluntad, se les puede absolver; esta opinión se basa en principios
des cuando tanto deseaba avanzar en amistad, su corazón se extra- tradicionales. Pero, aparte la cuestión de la absolución y de la
ñaba de que Dios lo rechazara a pesar de su buena voluntad. Vaci- actual discusión sobre ciertos aspectos del «control de la natali-
lante en su creencia de que Dios es amor, el muchacho estaba en dad» en casos difíciles, prefiero decir una palabra sobre la posibi-
peligro de sucumbir a la tentación de perder la esperanza. Se es- lidad de que se acerquen a la comunión sin confesarse. Voy a ilus-
forzaba por evitar la masturbación, que hoy día molesta bastante trar esto con dos casos reales.
comúnmente a los muchachos. Su confesor había acentuado una y En un mismo día recibí dos cartas franqueadas en dos diferen-
otra vez la gravedad de aquella ofensa del Dios omnipotente. Aun- tes ciudades de España. La primera carta era de un señor anciano
que el chico deseaba sinceramente acercarse a Dios, se iba alejando cuya hija y yerno tenían seis hijos. Los padres habían educado a
más y más de la comunión. No tiene nada de extraño que se des- estos hijos en la fe, y a los dos mayores les habían preparado per-
animara. sonalmente para la primera comunión. Después del último parto,
Yo vi con toda claridad que el confesor ordinario del muchacho un doctor católico dijo a la madre que por lo menos durante algún
debía haber seguido otra táctica en aquel caso. En lugar de recalcar tiempo no debía tener más hijos. En concreto le dijo que si no
la gravedad de la ofensa, habría podido insistir en la importancia dejaba pasar algún tiempo antes de tener un nuevo hijo, su familia
de vencer aquella dificultad temporal. Podía haberse congratulado se encontraría sin madre. El firmante me aseguraba que la pareja se
con el muchacho por su admirable despliegue de buena voluntad. esforzaba por arreglar su vida conyugal de modo que pudieran
Era el momento oportuno para instruirlo acerca de la ley del vivir conforme a las enseñanzas de la Iglesia. Aunque los dos se
crecimiento: «En tanto puedas decir sinceramente que haces es- querían sinceramente y oraban sin cesar, no habían logrado obser-
fuerzos, en tanto sigas rezando y pidiendo ayuda para hacer lo que var completamente las normas de la Iglesia sobre la castidad

162 163
Fe, esperanza y caridad Hábitos inveterados y esperanza

conyugal. No se atrevían a ir a confesarse y menos todavía a comul- posible permanecer en estado de gracia, seguramente crecerá en
gar. De resultas de esto, los niños se extrañaban y comenzaban a todas las virtudes.
preguntar a los padres por qué no se acercaban ya con ellos al La esperanza cristiana es una virtud escatológica que estimula
altar. El pobre padre preguntaba qué se podía hacer, si es que se al hombre a aprovechar la presente oportunidad que Dios le ha
podía, por su hija y su yerno. La segunda carta trataba de un caso preparado. La educación en la esperanza cristiana significa, pues,
muy semejante a éste. una educación en la vigilancia y en la atención: ¿cómo puedo yo
Contestando a estas cartas dejé de lado las discusiones teológi- sacar el mayor provecho posible de la presente oportunidad? Un
cas sobre la materia y me limité a una analogía. Dije a mi corres- confesor fomentará la esperanza asegurando a su penitente que si
ponsal que aunque un sacerdote se percate perfectamente de que aprovecha generosamente la presente oportunidad de gracia tocante
el precepto de la caridad es el mayor, a veces falta a esta virtud. a otros mandamientos y virtudes, seguramente se verá libre de
Sin embargo, el sacerdote no vacila en comulgar, y hasta en celebrar aprietos y apuros con respecto a un mandamiento determinado, el
la misa, sin ir primero a confesarse. Renueva su amor de Dios con cual, debido al hábito o a algún problema especial, se le hace tan
un acto de contrición y sigue aspirando a la perfección. Yo no veía difícil.
por qué un matrimonio, en la situación arriba descrita, no podía
ir a comulgar haciendo antes un acto de contrición, supuesto que
tuvieran la misma buena voluntad que tenía el sacerdote con res- Hábitos inveterados y esperanza
pecto a la caridad. Quiero, sin embargo, llamar la atención hacia
los detalles del caso que he presentado, como también recordar al Conforme al moralismo legalista, un pobre penitente sólo tiene
lector que aquí aplico el principio de la ley del crecimiento expli- necesidad de buena voluntad y de oración para romper instantá-
cada ya más arriba, especialmente en el capítulo cuarto. neamente con los hábitos más inveterados. Prácticamente, tal teo-
A las personas que tienen buena voluntad, que se esfuerzan, logía no hace distinción entre una persona habituada a la incon-
incluso con la oración, por ser mejores, hay ante todo que inspi- tinencia, a la blasfemia, a la masturbación o a la sodomía, con
rarles esperanza. Es un principio psicológico umversalmente reco- otra que puede verse ocasionalmente tentada en estas direcciones.
nocido que un hábito no puede destruirse de la noche a la mañana. Si el hombre tuviera una libertad absoluta, entonces podría obser-
Por consiguiente, si una persona de buena voluntad hace lo que var en cualquier momento cualquier imperativo moral, supuesto que
le es humanamente posible por el momento y pide a Dios que sos- tuviera buena voluntad. Salta a la vista que tal clase de libertad es
tenga sus esfuerzos, ¿qué más se le puede pedir? ¿Cómo puede un un mito, algo propio únicamente de un hombre-Dios. Pero, por
confesor decir con certeza: «Cada vez que haga usted eso comete muy extraño que parezca, no han faltado en el siglo pasado quienes
un pecado mortal»? Cristo dijo que el mayor mandamiento es suponían esta clase de libertad en todo individuo corriente. Los
el de amor a Dios. ¿Puede verdaderamente un confesor fomentar el moralistas jurídicos aceptan esta postura errónea, por lo menos en
amor de Dios en los corazones de las gentes si continuamente con- la práctica.
dena sus esfuerzos y ahoga su esperanza? Si bien es cierto que el hombre es libre moralmente, la psico-
Naturalmente, la esperanza debe presentarse en tal forma que logía nos enseña que no pocas gentes sufren bajo el influjo de per-
no fomente la tibieza o el laxismo. Pero el confesor no debe temer turbaciones afectivas o patológicas. Tales personas no disponen de
fomentar la tibieza y el laxismo de su penitente si pone empeño en plena libertad de elección. Sin embargo, no faltan confesores que
fortalecer su fe y su buena voluntad. Si un penitente cree de todo dicen devotamente a los penitentes sin la menor discriminación:
corazón que Dios es amor y que a él, por muy débil que sea, le es «Si usted ora y recibe los sacramentos, puede estar seguro de no

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Fe, esperanza y caridad Hábitos inveterados y esperanza
volver a cometer esa acción.» Ahora bien, esto sólo es cierto cuan- Agustín usaba la parábola del buen samaritano y escribía que el
do se da el caso de situaciones y penitentes «normales». Si en todo samaritano condujo al herido a una posada y pagó por los cuidados
el ambiente que rodea a una persona hay un hábito de pecado o que eran todavía necesarios para que se repusiera aquel hombre.
una tendencia general hacia la «anormalidad», en no pocos casos El herido no se curó inmediatamente. Lo mismo se puede decir de los
equivaldrá esto a una enfermedad, a una falta evidente de sufi- que quieren romper con una vida de pecado. No pueden elevarse a
ciente libertad psicológico-moral. la justicia tan rápidamente como cayeron de ella. Pero se les pide que
Si el confesor adopta las nociones del moralismo jurídico, sólo hagan lo que puedan y oren pidiendo lo que no pueden todavía.
logrará destruir el amor divino y la esperanza en su penitente. El Una persona que se esfuerce sinceramente por vencer un mal
rigorismo no se basa en la verdad y no> puede aportar alegría, valor hábito de pecado, no pecará en modo alguno gravemente si su ac-
ni fortaleza a penitentes sumamente necesitados de ello. ción procede del mal hábito más bien que de un deficiente propó-
Dios es todopoderoso. No cabe duda de que puede, por un sito de enmendarse. Se le debe, pues, animar a examinarse en tres
milagro, librar inmediata y completamente a una persona de la puntos: «¿Tengo buena voluntad? ¿Oro y hago todo lo que está
influencia de un hábito. Pero ordinariamente prefiere Dios dar en mi mano en esta materia y en otras en que gozo de más liber-
al hombre la buena voluntad de orar y de aspirar a la perfección tad? ¿Renuevo e intensifico mis esfuerzos cuando caigo?» Tal
conforme a leyes psicológicas. Quisiera que quedase completamente examen de conciencia saldrá al paso a la tentación de decir des-
claro que lo que vamos diciendo aquí no se opone en modo alguno pués de cada caída: «Ya he cometido un pecado mortal. Ya no
a la enseñanza de la Iglesia, según la cual el hombre, si bien no pue- importa si cometo más. En la próxima confesión me los perdona-
de sin una gracia especial evitar durante toda su vida todos y cada rán todos.» El hecho de que dicha persona pueda creer que se halla
uno de los pecados veniales, puede, sin embargo, sin tal gracia evitar todavía en estado de gracia, pese a su evidente flaqueza habitual,
todos los pecados mortales. Notemos, sin embargo, que aquí estamos es un gran incentivo para no renunciar al esfuerzo. Dios recom-
tratando de un individuo concreto que sufre de un hábito inveterado pensará su buena voluntad. El penitente vuelve a mirar a Dios
de pecado y ahora quisiera romper con dicho pecado. Si esta per- como amigo, como un aliado que comprende y que ayuda.
sona tiene buena voluntad y recurre a la oración, aunque objetiva- El confesor, en su calidad de representante de Dios, deberá
mente pueda cometer el mismo acto pecaminoso, estoy plenamente animar al penitente que, aunque oprimido por el peso de un mal
convencido de que es por lo menos dudoso que tal acto sea una cul- hábito, lucha por mantener los ojos fijos en Dios, como un gesto
pa subjetivamente mortal. Si se tienen en cuenta los descubrimientos de esperanza cristiana. No debe vacilar en consolar al pobre hom-
de la psicología tocante a los hábitos y a la libertad de la voluntad, bre diciéndole: «No podemos decir definitivamente si usted ha
los moralistas no pueden ya sostener en bloque que una persona que cometido un pecado mortal o no, pero hay todas las razones para
pide ayuda a Dios puede evitar en concreto todos los actos que obje- ponerlo en duda en tanto usted tiene buena voluntad y se enco-
tivamente son pecados mortales. mienda a Dios. Será para usted un gran alivio conocer la doctrina
Tocante a la capacidad del hombre de evitar el pecado mortal, de la Iglesia en este punto: mientras no esté usted seguro de haber
el concilio de Trento cita a san Agustín: Deus itnpossibilla non cometido un pecado mortal, puede ir tranquilamente a comulgar.
iubet, sed iubendo admonet faceré quod potes et petere quod non Además yo, que soy su confesor, no veo razón de que no vaya usted
potes. «Dios no pide cosas imposibles, pero al ordenar algo te ad- a comulgar sin confesarse, si puede usted asegurar que hizo lo que
vierte que hagas lo que puedas y que pidas lo que (todavía) no pue- estaba en su mano. Haga un sincero acto de contrición y acerqúese
des.» El Concilio se hacía perfectamente cargo del contexto de esta confiadamente al altar.» Tal penitente abandonará el confesonario
cita (De Natura et Gratia, cap. 43, CSEL 50, 270; PL 44, 271). San maravillado de la paciencia y proximidad de Dios para con él.

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Amor de Dios

alianza a vivir en el amor de Dios. Cristo no cesa de ofrecer al


Amor de Dios
mundo la buena nueva que proporciona a los pecadores su gracia
de hacer un acto de perfecta contrición o de confesar los pecados
Formar una conciencia cristiana en el amor de Dios implica
con corazón contrito. La confesión sólo es obligatoria si uno sa-
que el confesor haga que algunos aspectos del gran mandamiento
be con certeza moral que ha cometido un pecado mortal.
del amor adquieran más significado en la vida del penitente.
Todo confesor debe hacer comprender a sus penitentes la nece-
El aspecto primero y básico del mandamiento del amor dado
sidad fundamental que tienen de hallarse en estado de gracia cuan-
por Cristo es éste: «Permaneced en mi amor. Vivid en mi amor
do reciben la eucaristía, el gran signo de la Alianza del amor.
como yo vivo en el amor de mi Padre celestial.» Si alguien está en
Luego, la entera celebración de la liturgia penitencial reforzará y
pecado grave, pese a sus buenas obras, ninguna acción suya redun-
profundizará todavía más su sentido de contrición de los pecados
da en gloria de Dios. Ésta es una dura realidad sobre la que hay
y aumentará su amor de Dios.
que instruir a las gentes: la esterilidad de una vida fuera de la
El confesor debe también formar la conciencia de su penitente
amistad de Dios. Vivir en el amor de Dios es la exigencia más fun-
de forma que se haga cargo de su obligación de crecer en el amor
damental de la caridad. Sin ello, el hombre se enajena de su Creador
de Dios. El gran mandamiento es un mandamiento dinámico. Para
y Redentor. Son asombrosas las consecuencias de tal enajenamiento.
permanecer en el amor de Dios no basta con que el penitente se
Si falta el amor de Dios, no se pueden ver los sentidos y valores
limite a evitar lo que probablemente destruye el amor de Dios en
profundos en los quehaceres ordinarios de la vida. Por lo que se
él. Debe hacer constantes y positivos esfuerzos para crecer en este
refiere a la fe, en esta situación se procede a tientas y a ciegas de-
amor: «Amarás al Señor con todo tu corazón y con toda tu mente.»
jando pasar las oportunidades de amor que la Providencia pone
Se le debe ayudar a hallar maneras de incrementar su gratitud por
en el camino.
todos los dones cotidianos de Dios: por proporcionarle el sustento
El confesor debe, pues, informar al penitente de lo mucho que
para él y para su familia, por el alivio y la satisfacción que le pro-
importa que haga un profundo acto de contrición después de come-
cura la oración, por las delicadezas de que es objeto por parte de
ter una falta que es, o puede ser, grave. Habrá de ponerlo en guar-
otros. Cuanto más se percate de las cosas por las que debe estar
dia contra el probabilismo en esta cuestión capital de la existencia:
agradecido, tanto más aumentará en él el amor de Dios.
«¿Vivo en el amor de Dios?» Tocante a los pecados dudosos, puede
El papel del confesor consiste en guiar al penitente a la santidad
uno atenerse a la ley que establece que no hay obligación de con-
por sus variados caminos, en iluminarlo en su marcha hacia Cristo
fesar tales pecados. Pero aquí no se trata de eso. Por ley divina,
ayudándole a desarrollar una vida más plena de oración. Sólo puede
por esta ley suprema de permanecer en el amor de Dios, el cristiano
reivindicar el título de «Padre espiritual» en la medida en que se
está obligado a seguir el camino que mejor le garantice que se halla
toma tiempo para animar a sus penitentes e inducirlos a realizar
en amistad con Dios (par tutior). Por esta razón no debe dejar
mejor lo que es la fe, la esperanza y la caridad y a apreciar mejor
pasar un solo día sin procurar borrar sus culpas con un acto de
la oración personal y comunitaria. Gran parte de la Praxis Confes-
perfecta contrición.
sarii de san Alfonso está consagrada a estos puntos concretos.
Siempre que una persona dude de si se halla en estado de gracia,
Actualmente teólogos que sólo conocen de san Alfonso la Theo-
deberá hacer inmediatamente un acto de perfecta contrición. Esta
logia Moralis lo consideran como un legalista. En realidad no
obligación de hacer un acto de perfecta contrición proviene, no de
lo es. Su manera positiva de tratar la teología moral aparece en
alguna ley escrita que estatuya que hay que confesar un pecado
su obra que lleva por título El gran arte de amar a Cristo, escrita
grave lo antes posible, sino de la apremiante invitación de la nueva
como comentario al capítulo trece de la carta primera a los Corin-

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Fe, esperanza y caridad

tios. Comienza con las palabras de san Agustín: Ama et quod vis
fac, «Ama y haz lo que quieras». Su táctica espiritual está indicada
expresamente en su Praxis Confessarii, que insiste notablemente en
la obligación del confesor, de fortificar la vida de oración del peni-
tente y en ayudarle a seguir su vocación a la santidad.
Aparte sus obras de moral, san Alfonso escribió diferentes libros
acerca del amor de Dios. Es interesante recordar que publicó tam-
bién un pequeño opúsculo sobre el amor de Dios titulado Dardos
de juego, que le fue inspirado por ideas que san Alfonso rescató de
XIII
un libro incluido en el índice de libros prohibidos. El santo
modificó algunos puntos discutibles y dio la obra a la prensa. LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA: RELIGIÓN
La entera vida cristiana debe enfocarse a la luz de la Alianza
de amor. En el sacramento de la penitencia, Cristo asegura al peni-
tente su participación en esta alianza. La acción purificadora de La fuente de todo pecado y de toda perversión está en la nega-
los otros sacramentos continúa la obra de conversión, llevando al tiva del hombre a adorar a Dios:
penitente a una unión cada vez más estrecha con Dios. Los sacra-
mentos se cuentan entre las más grandes manifestaciones del amor «Habiendo conocido a Dios, no le dieron gloria como a tal Dios ni le
de Dios. Acercándose a ellos, el penitente confirma su sumisión mostraron gratitud; antes se extraviaron en sus varios razonamientos, y su
a Dios y manifiesta su deseo de realizar su parte de la alianza insensato corazón quedó en tinieblas Por eso los entregó Dios a la impu-
reza de sus torpes deseos» (Rom 1, 21-25; cf. también Gen 3-4).
con él.
Es un grave error considerar el sacramento de la penitencia La conversión significa la restitución a la dignidad de adorar a
meramente como una especie de castigo del pecador arrepentido. Dios. En este sentido, el sacramento de la penitencia puede consi-
La penitencia lleva a cabo o acrecienta la conversión a la alianza derarse como restaurador, por cuanto reaviva la actitud del hombre
de Dios. Esto difícilmente se puede llamar castigo. Convendría que tocante a la glorificación de Dios. Es un sacramento de fe, que ase-
los confesores insistieran en este hecho, sustituyendo el disgusto gura al penitente la verdad más fundamental de la salvación, a
que los penitentes puedan sentir hacia el sacramento, por una verda- saber, que Cristo es su salvador. En cuanto liturgia, el sacramento
dera comprensión de sus ventajas. La dirección espiritual y las peni- de la penitencia es un acto por el que Jesucristo, Sumo Sacerdote,
tencias impuestas por el confesor influirán notablemente en la actitud incorpora la oración del penitente a su propio sacrificio, a su propio
del penitente frente a la confesión. El ideal de todo confesor debe- amor, adorador y redentor, del Padre. Así se magnifica la misericor-
ría ser el de inspirar a sus penitentes motivos de gratitud. Su meta dia de Dios. En consideración de la acción de Cristo, el penitente
como confesor debería ser hacer que los penitentes volvieran al que recibe el sacramento de la penitencia con fe, esperanza y amor
mundo haciéndose esta pregunta: «¿Qué pagaré al Señor por todo queda unido con Dios en Cristo. Así unido, ensalza perfectamente
lo que me ha dado?» Esta actitud del penitente será un testimonio el nombre de Dios. Dado que la debida celebración del sacramento
de su buena disposición para crecer en la fe, en la esperanza y en de la penitencia consiste en un acto de religión, el confesor no sólo
la caridad, y de la debida formación de su conciencia. debería sensibilizar la conciencia del penitente tocante a esta virtud,
sino que ante todo debería unirse con él en la glorificación de la
misericordia de Dios.

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Religión Obligación de la misa dominical

En este capítulo voy a tratar de diferentes aspectos de la vida externos, mientras que manifiestan públicamente su oposición, deben
cristiana, en los que el hombre puede dar mayor gloria a Dios ser amonestados severamente por el confesor. Si estos sacerdotes
mediante la práctica de la virtud de religión. buscan otro confesor que piense como ellos y los absuelva, es
dudoso que la absolución pueda salvarlos. No ignoro que esta posi-
ción sorprenderá a algunos, pero los sacerdotes, por razón de su
Celebración de la liturgia profesión, están más obligados a guiar al pueblo a través de este *
período, más bien difícil, de transición. Esos- sacerdotes cuya mala
El apremiante amor de Cristo y de la Iglesia invita a todo el voluntad les impide cooperar inteligentemente a la renovación, se
pueblo de Dios a participar de manera cada vez más profunda en oponen a la autoridad de la Iglesia y, en cierta medida, predican el
la celebración de la liturgia. La urgencia de este llamamiento se falso mensaje de la teología de la «muerte de Dios».
hizo patente con la promulgación de la Constitución sobre la sagra-
da liturgia, primer documento emanado del concilio Vaticano n.
Como lo ha dicho Pablo vi en diferentes ocasiones, la liturgia es Obligación de la misa dominical
una de las mayores fuentes de renovación espiritual y pastoral de
nuestro tiempo. No se puede ser buen católico si no se está dis- Un confesor que desee grabar en su penitente la importancia de
puesto a poner en práctica principios tan importantes como los la misa del domingo no logrará gran cosa si presenta el valor de la
que se hallan en la obra del Concilio. El papa Juan, al final de la misa bajo la forma de una amenaza: «Si falta usted deliberada-
primera sesión del mismo, dijo que era obra de la Divina Provi- mente a la misa del domingo, comete un pecado mortal. Quiere
dencia el que comenzara sus deliberaciones por la renovación de decirse que si muriera usted antes de confesarse o de hacer un acto
la liturgia. Los confesores deben abrir los ojos a los penitentes de perfecta contrición, se iría al infierno por toda la eternidad.»
que ponen impedimentos a la renovación mirando atrás y echan- Este método logrará a lo sumo que algunas gentes vayan de cual-
do de menos una liturgia muda o muerta; esto sólo sirve para quier manera el domingo a las iglesias, pero difícilmente las ins-
perturbar la paz de su espíritu y para poner en peligro la unidad truirá sobre los provechos que pueden reportar de la misa. Tanto en
de la acción pastoral de la Iglesia. Naturalmente, se comprende la el confesonario como desde el pulpito se debe dar más instrucción
resistencia de la gente de cierta edad a aprobar los cambios. Los destacando la belleza de la misa, presentándola como una carga de-
confesores deben, con la mayor paciencia, procurar hacer compren- seable, aceptada no meramente por deber, sino también por amor.
der a estas personas las razones en que se fundan los cambios. ¡Qué situación tan desoladora cuando los sacerdotes dicen a
Es de lamentar que también sacerdotes y párrocos hayan puesto niños de siete u ocho años que están obligados bajo pena de pecado
trabas al movimiento de renovación. Aunque podamos simpatizar mortal a no faltar a misa los domingos! Yo opino que a esa edad
con las dificultades personales halladas para adaptarse al cambio, los niños son incapaces de cometer pecado mortal. Ahora bien,
los sacerdotes tienen el deber incuestionable de no impedir y de aparte de esto, el método es contrario a toda buena psicología: se
apoyar los cambios patrocinados por el Concilio. Por consiguiente, habla acerca del sacramento de la eucaristía y se presenta el sacri-
los confesores de párrocos y miembros del clero que se muestren ficio de la misa como un test peligroso de obediencia más bien que
negligentes en poner en práctica la Constitución sobre la liturgia, como símbolo dinámico de unidad y de amor. ¿Cómo pueden los
deben hacerles constar que si se oponen de manera inflexible a la sacerdotes esperar que los niños crezcan con un verdadero deseo
reforma recomendada por los obispos, no merecen recibir la abso- de la misa si lo único que han oído acerca del culto dominical es:
lución. Los sacerdotes que desobedecen o que sólo hacen cambios «Tenéis que ir; si no...»?

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Religión Obligación de la misa dominical

Es por tanto difícil a los adultos apreciar la misa del domingo en privado que me distraía mucho el sermón durante la misa. Se rió
si no han oído nunca hablar de la misa como de un signo visible y me dijo que ya me acostumbraría. El domingo siguiente volví a
de una comunidad unida en fe, esperanza y gozo. Y aun después de cogerlo aparte y le dije que me daba escrúpulos aquello de las
habérseles expuesto esta doctrina, ¿cómo se los puede conven- distracciones durante la misa. Se extrañó al oir esto y me respon-
cer, si sus sacerdotes celebran la misa en forma chapucera? Des- dió que, puesto que yo era moralista, podría fácilmente dominar
pués de todo, estos mismos sacerdotes son los que les hablan de lo los escrúpulos. Una vez más me aseguró que ya me acostumbraría
valiosa que es la misa. al barullo durante la misa. Finalmente, el tercer domingo le expuse
Hace algunos años comencé a prestar ayuda los fines de semana mi caso sin rodeos: «Padre, como usted sabe, yo soy moralista.
en una parroquia de Roma. Mi primer sábado en el confesonario Creo que celebrando misa aquí falto a los principios de la teología
me encontré con bastantes penitentes que comenzaban la confesión moral y además me estoy desacreditando. Aquí me ve usted cele-
diciendo que daban gracias a Dios por haberlos preservado de peca- brando el sacrificio de la misa delante de esta gente, mientras que
dos graves. Luego se ponían a enumerar sus deslices menores. usted atrae sus miradas hacia el pulpito obligándolos a escuchar
Me llamó la atención oir confesar como «ofensa menor» el haber algo completamente incompatible con la liturgia del día. Si cree
faltado a la misa una o dos veces. En realidad, en cierto número usted que necesita mi ayuda los fines de semana, con mucho gusto
de casos el penitente reconocía que era más bien una falta habitual. se la prestaré, pero yo mismo tengo que predicar la homilía des-
Al principio pensé que aquellos penitentes tenían razones plausi- pués del Evangelio de la misa.» El párroco me respondió, como
bles para faltar a la misa, pero casi cada vez que preguntaba, disculpándose: «Mire, padre, yo creo que puesto que obligamos a
me contestaban: «No, padre, ha sido por pura pereza.» Algunos me la gente a oir misa el domingo bajo pena de pecado mortal, nos-
explicaban incluso por qué no podían comprender que fuera grave otros tenemos la obligación de entretenerlos.» Me dijo que real-
la obligación de ir a misa el domingo. Algunos confesaban que no mente le hacía falta un sacerdote los fines de semana y que me
creían estar realmente invitados a la misa en tanto que el sacer- agradecería que siguiera yendo como antes. Desde entonces yo
dote, vuelto de espaldas musitaba unas palabras en una lengua que mismo prediqué en mis misas, mientras que el párroco siguió, como
no entendían. Continuaban su lista de cargos diciendo que eviden- antes, predicando en las otras. Posteriormente el párroco fue tras-
temente la misa no debía significar gran cosa ni siquiera para los ladado a otra parroquia, y desde entonces desaparecieron la mayor
sacerdotes, puesto que la decían precipitadamente y el párroco parte de las quejas relativas a la misa en aquella iglesia. Así vemos
predicaba desde el Evangelio sin parar hasta la consagración. Los hasta qué punto el ejemplo de los sacerdotes puede contribuir a
temas de la predicación, por lo menos en gran parte, alternaban deformar la conciencia del pueblo...
pasando del dinero a la política, y luego... vuelta otra vez al dinero. No se puede dudar de la gravedad del precepto de la Iglesia de
Finalmente, acababa el penitente diciendo: «Yo puedo rezar mejor oir misa los domingos y los días festivos de obligación. Pero no
y pasar mejor el domingo quedándome en casa.» basta con presentar la intención legal del legislador; hay que ins-
Al día siguiente me dijo el párroco que no me preocupara por truir acerca del valor de la misa. La instrucción mantenida al puro
el sermón que iba a predicar durante la misa. Aquel primer domingo nivel verbal carece de vitalidad. Se aguarda de los sacerdotes que
predicó desde el Evangelio hasta la consagración. En mi segunda lo que predican acerca de la misa lo proclamen con su manera de
misa no dejó el pulpito hasta el momento de la comunión. Y, lo celebrarla. Procuremos que el pueblo experimente por sí mismo el
que es peor, sus sermones aquel primer domingo y los siguientes gozo y la unidad de su misa. Procuremos que oigan que se les pre-
tenían muy poco o nada que ver con la liturgia. dica la liturgia, y pronto cesará su oposición, su aburrimiento, y
Antes de despedirme del párroco para regresar a casa le dije su desidia espiritual. Si el sacerdote y la comunidad colaboraran en

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Religión Obligación de la misa dominical

celebrar la misa como lo exige la constitución conciliar, segura- Negative! Quia nunquam et nusquam in Ecclesia fuit lex assistendi
mente abrirían el corazón y la mente de aquellos cuya fe en la Missae die jeriali. Ergo, nulla est ratio iterandi Sacrijicium Missae.
misa se tambalea. Una instrucción apropiada, de índole verbal y En español: «Puesto que nunca ni en ninguna parte en la Iglesia
experimental, convencerá a todo cristiano de inteligencia corriente ha existido ley que obligase a ir a misa en días de labor, no hay
de que ofende gravemente a Dios si falta a la misa los domingos razón para binar en tales días.» En aquella ocasión había en el
sin razón suficiente. Reconocerá la oportunidad que le ofrece el aula unos seiscientos seminaristas y sacerdotes de todas las partes
domingo como lo que realmente es, una invitación del gran Rey del mundo. Yo pensaba que iban a poner el grito en el cielo cla-
a asistir a su banquete. El ejemplo más hermoso de la misa como mando que se había ultrajado su fe, pero nadie se dio por aludido.
banquete fue dado quizás en la última cena, cuando Cristo, Hijo de Lo que habían oído se aceptaba sencillamente como una cosa
Dios, Señor de toda la tierra, invitó a su porción escogida a ser normal.
sus comensales. El discurso que hizo como presidente de aquella Tenemos aquí un ejemplo típico del enfoque jurídico de la teo-
cena, fue el discurso más condescendiente y humilde que un Dios logía moral. La respuesta del padre Hürth no tenía en cuenta el
puede dirigir a sus criaturas: «Ardientemente he deseado comer hecho de que el cristiano, por el bautismo, está totalmente orien-
esta cena con vosotros.» Luego les ordenó a ellos — y a nosotros — tado hacia el signo de la Nueva Alianza. A mí me parece que hay
repetir una y otra vez aquella cena... «en memoria mía». que prestar alguna consideración al hecho de que Cristo mismo
La insistencia exclusivista en el aspecto puramente legal de la dijo: «Haced esto en memoria mía», y «El pan que yo os daré es
misa ha ido acompañada de negligencia en la formación litúrgica mi carne, por la vida del mundo» (Jn 6, 51). ¿Puede la respuesta
y en la celebración del sacrificio, lo cual es una de las razones de del padre Hürth hallar un puesto apropiado en el marco de la fe
que muchos católicos falten con frecuencia a misa, lleguen tarde, cristiana, que establece que la celebración de la eucaristía es el gozo
asistan al culto de manera distraída, por cumplir, o por temor del más grande de la vida cristiana? Todos estos puntos se pasaban
pecado mortal y del infierno. La tarea de formar una verdadera por alto. Se trataba de una ley. La ley dice que eso no se puede
conciencia cristiana es a veces una obra de romanos, debido a que hacer. La ley es inflexible. Desgraciadamente, este espíritu jurídico
algunos de los llamados «moralistas de primera fila» han infun- ha reinado durante mucho tiempo en la labor pastoral.
dido en la Iglesia su pensamiento legalista. La misa del domingo Los sacerdotes no lograrán nunca instruir eficazmente a los
y el descanso dominical han asumido un cariz de algo jurídico, fieles para que amen su religión si no cesan de subrayar el argu-
descarnado. mento de que tal o tal ley obliga bajo pecado mortal. Irónicamente,
debido a esta excesiva insistencia de tiempos pasados, la misa del
Hace unos veinte años asistía yo a una conferencia del célebre
domingo ha venido a ser para muchos católicos una especie de
moralista, padre F. Hürth, al que el cardenal Ottaviani llamaba
trabajo servil, un deber fastidioso, completamente falto de alegría.
«el pilar del Santo Oficio». El padre Hürth examinaba el siguiente
Hace pocos años, en un viaje de Colonia a Bruselas, me encon-
caso: «Un sacerdote en una zona de misión sólo puede visitar una
tré con dos jóvenes soldados belgas. Estaban sentados frente a mí
vez al año los puestos extremos de su territorio. Pide permiso a su
en el tren, y en el transcurso de nuestra conversación, que recuerdo
obispo para binar caso que la visita caiga en día de labor. Si no se
que versó sobre religión, me dijo uno de ellos: «Padre, yo soy
le permite binar, grupos enteros de la población se verán privados-
católico, pero he perdido la fe.» Su compañero intervino: «Yo to-
de misa durante todo el año. ¿Puede el obispo acceder a tal peti-
davía creo, pero mi familia y yo no vamos ya a la iglesia.» Le pre-
ción?» Nunca podré olvidar este caso. La respuesta del célebre
gunté si tenía alguna razón para no ir a misa. Él me contestó fran-
consejero del Santo Oficio y maestro de miles de futuros sacerdotes
camente: «Mi familia y yo pensamos que Dios no nos obligaría
y moralistas fue increíble. Dijo solemnemente: Respondendum est:
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Hanno Shalnm \1
Obras serviles
Religión

a participar en esa clase de misa que tenemos en nuestra parro- ininterrumpido tronar desde el pulpito y un insistir constantemente
quia. El sacerdote habla a Dios en un idioma extranjero. Todos en el confesonario en que faltar a la misa es pecado mortal. Tales
nosotros lo vemos de espaldas. Hay una especie de gran secreto son los ingredientes usados para hacer abortar la liturgia, la gran
entre el sacerdote y Dios. Ellos no tienen necesidad de nosotros.» fuente de fe y de gozo.
Continuó diciendo que estaba convencido de que a la mayoría de El Código de derecho canónico permite al párroco dispensar de
la gente que todavía iba a misa en Bélgica les disgustaba enorme- la misa del domingo por justas causas a personas o hasta familias
mente la misa. «Sólo van a misa por miedo al infierno.» Y todavía particulares de la parroquia (cf. CIC, can. 1245, 1). En una época
hoy, con la mayoría de los altares vueltos al pueblo, mucha gente como la nuestra, en que escasean los sacerdotes, se multiplican las
se arrastra todavía a la iglesia el domingo más para cumplir una parroquias de enormes proporciones y se inculca la responsabilidad
«obligación» que por la satisfacción de alabar a Dios. Todavía hay personal, los fieles decidirán cada vez más por sí mismos si en
que despojar a la misa de lo que le queda de pura obligación. Los ocasiones determinadas tienen justas razones para no ir a misa
confesores y predicadores tienen que aceptar el reto y orientar a los el domingo. Por esta razón, el confesor no debería reprender a un
fieles hacia una vida cristiana positiva y gozosa. penitente que hubiera decidido por propia cuenta que tenía razón
suficiente para dejar la misa del domingo, tanto más si resulta evi-
Una de las obligaciones del confesor es ayudar a sus penitentes
dente que si hubiere solicitado la dispensa, el párroco se la habría
a formarse la conciencia tocante a la asistencia a la misa. Pero
otorgado. A mi parecer, si en el transcurso del año algunas perso-
también está obligado, en su calidad de párroco o de simple sacer-
nas, ocasionalmente, faltan a la misa del domingo por alguna razón,
dote, a fijarse bien en el horario y en la liturgia que se ofrece en su
aunque no precisamente perentoria, pueden normal y legítimamente
parroquia. Hallará que ciertas reformas estructurales son peren-
ostentar buena conciencia. Esto se aplica especialmente a aquellos
torias. Por ejemplo, en muchas parroquias es demasiado apretado
que durante el año van a misa varias veces entre semana, pues tales
el horario de las misas; hay misas casi a cada hora, lo cual origina
personas muestran suficientemente que no carecen de buena volun-
graves problemas de aparcamiento. En algunos lugares se ha redu-
tad o de elevada estima de la eucaristía.
cido la duración de la liturgia a treinta y cinco minutos o, a lo sumo,
a cuarenta. Semejante horario crea una atmósfera de automatismo La Iglesia, con toda razón, da gran valor al domingo como cele-
en la parroquia: un asiento que queda vacío es arrebatado precipi- bración de la resurrección del Señor, y como día de culto público
tadamente por el primer parroquiano, mientras que los sacristanes comunitario. Pero esto no excluye que la Iglesia se muestre quizá
tratan de hacer avanzar a la muchedumbre. No hay tiempo para más flexible en el futuro, permitiendo a los fieles conmutar oca-
una verdadera homilía, ni para hacer las cosas como deben hacerse sionalmente la misa del domingo por una misa oída en día de labor.
para que la misa sea una auténtica vivencia espiritual para el pueblo,
que sirva para incrementar su fe. En tales casos más valdría soli-
citar del obispo la autorización de repartir mejor las misas entre Obras serviles
el domingo y el sábado por la tarde, para hacer más holgado el
horario. La Iglesia primitiva no prohibía cierta clase de obras serviles
Si el príncipe de los demonios quisiera instruir bien a sus hues- en domingo. En realidad, algunos sínodos más severos prohibieron
tes — para usar una comparación tomada de C.S. Lewis— con expresamente una casuística meticulosa en este punto: se limitaban
objeto de destruir la fe de los católicos, no podría darles mejor a afirmar que los fieles deben mantenerse el domingo libres para
consejo que el de inducir al clero a «celebrar» la misa y otros actos oir la palabra de Dios, para celebrar la eucaristía y para orar.
de la liturgia con negligencia y maquinalmente. Añádase a esto un La Regla de san Basilio establece que el abad o superior de un

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Religión Abnegación

monasterio puede señalar algún trabajo los domingos para los la abnegación, la penitencia en sentido lato son cosas esenciales
hermanos que no saben leer, pues de lo contrario se entregarían de la moral cristiana. El peligro de que la abstinencia del viernes
a la pereza y caerían en tentaciones. pudiera convertirse en una observancia puramente legalista, es decir,
Estas circunstancias históricas deben tomarse en consideración. de que los fieles obedecieran únicamente a la letra de la ley, ha
El padre Huber, de la Academia Alfonsiana, publicó un libro titu- inducido a los obispos de algunas zonas a suspender esta ley. Abri-
lado Geist und Buchstabe der Sanntagsruhe ( = Espíritu y letra gan la esperanza de que el pueblo llegue a percatarse de que el
del descanso dominical, 1959), en el que mostraba que en épocas de compromiso cristiano de la abnegación no se satisface con un for-
gran fervor se subrayaba siempre el domingo, día de la resurrec- malismo meticuloso. Una cena de langosta el viernes no tendría
ción del Señor, como un día de alegría y de celebración comunita- mucho que ver con la penitencia. Hoy día, que prácticamente no
ria, pero que en cambio se insistía menos en el tema de los trabajos existe la abstinencia de carne los viernes, los cristianos con una
serviles. Luego destacaba la insistencia en enseñar que los fieles no conciencia bien formada se verán inducidos a reconocer la necesi-
deben permitir que la codicia o la avaricia menoscaben la santidad dad de algunas formas más esenciales de penitencia y abnegación.
del día. Pero en tiempos de decadencia teológica, los predicadores La antigua ley de la abstinencia del viernes no se equiparó
comenzaron a desarrollar la casuística de los trabajos serviles, lo nunca, en cuanto a la obligación y la importancia, con la ley ecle-
cual acabó por desplazar inevitablemente el punto de vista. En la siástica de la misa dominical. La misa del domingo se impone con
temprana edad media, Irlanda y Francia adoptaron una actitud más fuerza a nuestra consideración por ser algo esencial de nues-
más bien rigurosa bajo este respecto. El rigorismo se propagó luego tra fe, signo de nuestra permanente adhesión a la alianza de amor.
por el mundo germánico. La Lex Alemannorum y legislaciones No fue nunca una ley meramente positiva. La abstinencia, en cam-
similares de las razas germánicas recientemente bautizadas amena- bio, es una ley meramente positiva de la que se ha dispensado a
zaban con los castigos más terribles a los transgresores del des- naciones enteras.
canso dominical. El cristiano al que se había amonestado varias En otros tiempos la abstinencia tenía mucho mayor significado
veces por infracción de dicho precepto, podía incluso ser vendido que en el siglo xx. Originariamente era un acto corriente de reli-
como esclavo. Gradualmente se fueron propagando leyendas sobre gión y un testimonio muy claro del espíritu de abnegación de una
la suerte de gentes que faltaban al precepto del descanso dominical. persona. La comida del viernes se componía de poco más que pan
El verdadero significado del domingo comenzó poco a poco a des- y algunas hierbas. Según avanzaba el tiempo, el pan y las hierbas
vanecerse. El mismo espíritu decadente puede observarse en algu- fueron sustituidos por infinidad de cosas, particularmente en el caso
nos manuales de teología de los siglos xix y xx. No es, por tanto, de aquellos a quienes la cartera o los títulos bancarios les permitían
sorprendente la confusión nacida en la mente de las gentes tocante una comida de pescado capaz de saciar el mayor apetito.
a la obligación de no quebrantar el descanso dominical. Por todo Hoy día ha quedado prácticamente abolida la abstinencia del
lo dicho, el confesor de nuestra era posconciliar debe ser prudente viernes, la Iglesia ha dejado a la conciencia de los fieles mismos
al tratar de esta materia. la responsabilidad de hacer alguna clase de penitencia. En consi-
deración de la pasión del Señor, todo cristiano está obligado a
practicar la abnegación durante su vida. El verdadero cristiano con-
Abnegación siderará como un deber pensar en el «sacrificio» al examinar su
conciencia tocante a las exigencias que impone su vocación a la
Una conciencia verdaderamente cristiana distingue entre lo que santidad: «¿Qué sacrificios entraña para el cristiano el gran man-
es esencial en la vida cristiana y lo que no lo es. La mortificación, damiento del amor al prójimo? ¿Estoy dispuesto a hacer estos

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Religión Superstición

sacrificios? ¿Estoy dispuesto a contribuir con mis bienes a aliviar acerca del cumplimiento de esa pequeña penitencia. En tales casos
las necesidades en mi país? Estoy dispuesto a hacer otro tanto con la penitencia es como un despertador de los motivos que ayudan
los pobres del mundo entero? ¿Me impongo a mí mismo estrictas a vencer el hábito. El confesor deberá, pues, decir al penitente:
reglas de templanza tocante al tabaco y a la bebida y a todas esas «Si se olvida usted de hacer lo que le he recomendado, no comete
cosas que pueden poner en peligro mi libertad interior o que pueden pecado. Espero que esto le ayude a ir disminuyendo y hasta quizás a
escandalizar a mi prójimo?» suprimir definitivamente el hábito de jurar, pero de todos modos le
El miércoles de ceniza y el viernes santo son los únicos días recuerdo que su buena voluntad es lo que cuenta, incluso si se
mencionados expresamente allí donde todavía existe la obligación olvida usted de rezar esas oraciones.» Luego se puede aconsejar al
del ayuno. penitente que conserve la práctica de rezar esas breves oraciones
Hoy sería absurdo plantear todavía la cuestión de cuántas onzas (que son expresión de su piedad) todo el tiempo que sea necesario.
de carne se puden comer en día de abstinencia sin violar grave-
mente el precepto. Tales discusiones tenían razón de ser para una
cristiandad que se hallaba todavía en la infancia, pero no la tienen Superstición
para una cristiandad adulta.
El confesor debe, por tanto, poner empeño en formar la con- Otro punto que podrá a veces llamar la atención del confesor
ciencia de los penitentes con respecto al deber de la abnegación. es la superstición. Esto se aplicará probablemente más en particu-
En la vida de muchos de estos penitentes la abnegación o mortifi- lar a ciertas zonas de América del Sur, pero tampoco se excluye
cación significaba poco más que la abstinencia del viernes, que mu- en regiones del Norte. El confesor debe poner empeño en conocer
chos observaban con la mayor buena fe. Ahora, es posible que bien la parroquia, de modo que si es necesario, pueda atacar las
les resulte difícil comprender perfectamente el cambio operado en formas graves de superstición, sin perder el tiempo con otras formas
la legislación o las nuevas responsabilidades que les impone este menores que son mero indicio de flaqueza humana. La superstición
cambio. El confesor puede contribuir en gran manera a darles una es una forma de ignorancia que hace aparecer ridículos a los cató-
nueva idea de su compromiso cristiano. licos y quita fuerza al verdadero testimonio de nuestra fe (cf. la
Constitución sobre la Iglesia en el mundo moderno, artículo 19-21).
El confesor debe procurar con delicadeza instruir a la persona
supersticiosa y formar o reformar su conciencia.
Costumbre de jurar

El confesor deberá a veces advertir a sus penitentes tocante a


la costumbre de jurar. A las víctimas de este hábito, o del de blas-
femar, que es todavía peor, habrá que exhortarlas a poner el mayor
empeño en dominar este mal hábito. Se les debe hacer comprender
que tal hábito va contra la vocación de un cristiano, cuya meta
suprema es la glorificación de Dios mediante la caridad fraterna y
el culto. El confesor podrá preguntar al penitente: «¿Aceptaría
usted la penitencia de rezar tres veces el Gloría Patri o "Bendito
sea Dios" cada vez que profiere un juramento?» Luego, se debe
aconsejar al penitente que se examine la conciencia por la noche

183
182
XIV

CARIDAD FRATERNA

El sacramento de la penitencia es por su misma naturaleza un


signo eficaz de unidad, puesto que sirve para reconciliar al penitente
con la familia de Dios. Hace que uno vuelva a la caridad fraterna
o que crezca en la misma al acercarse más a Dios. En la formación
de la conciencia, la caridad fraterna constituye un punto central,
puesto que está relacionada directamente con el mandamiento del
amor de Dios. Nuestro Señor explicó el mandamiento «Amarás a
tu prójimo como a ti mismo» cuando, al celebrar la Nueva Alianza
«en su sangre», dijo: «Amaos los unos a los otros como yo os he
amado» (Jn 15, 12). El amor a Dios puede distinguirse, pero no
separarse del amor al prójimo. No se puede amar al Padre celes-
tial sin amar a Cristo, ni se puede amar a Cristo sin amar al pró-
jimo. «Si alguno dice: yo amo a Dios, y odia a su hermano, es men-
tiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede
amar a Dios a quien no ve. Y este mandamiento tenemos de él:
que quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Jn 4, 20-21).

El mandamiento que todo lo abarca

En la formación de la conciencia tiene gran importancia para


el penitente hacerse cargo de que el amor de Dios debe manifes-
tarse en el amor del prójimo. Si ve en su prójimo la imagen de
Cristo amante, debe ver también en él al Dios invisible. El que

185
Caridad fraterna Amor redentor

ama verdaderamente a su prójimo, puede estar seguro de poseer cluye que el orden de la caridad le permite exponerse a tal riesgo
el amor de Cristo en su corazón. Este mandamiento de la caridad y.se lanza al agua. Puede dejar de salvar al otro, debido a este
fraterna es el gran mandamiento que todo lo abarca. El confesor cálculo complicado. Incluso si lograra sacarlo con vida, no habría
dejaría que se formase erróneamente una conciencia si al juzgar la hecho un acto de amor al prójimo. Se habría servido de su seme-
idea del penitente sobre la caridad fraterna, considerara ésta como jante como medio para aumentar sus propios méritos.
un mandamiento de tantos. Reinaría anarquía espiritual si la abs- Lo mismo se puede decir del hecho de dar limosna y de otras
tinencia del viernes, la asistencia a la misa del domingo y el pago obras que se suponen hechas en favor al prójimo. Su valor dismi-
de los diezmos se equipararan con el gran mandamiento del amor nuye si no se tiene en cuenta la dignidad de la persona en cues-
fraterno. El confesor debe ayudar al penitente a percatarse de que tión. Puede parecer que, como otros aceptan nuestros dones, nos-
el doble mandamiento del amor abarca todos los aspectos de la otros recibimos el mérito, pero en realidad la situación es diferente.
vida; ayuda a practicar todas las virtudes. Si falta una virtud, podrá Amar a alguien significa mostrarle buen corazón, reverenciarlo como
descubrirse la ausencia, o una notable debilidad, de la caridad persona. Es ofensivo para el beneficiario de nuestros dones consi-
fraterna. derarlo meramente como objeto de «lucro» o de méritos, y no como
La caridad fraterna está relacionada con todos los mandamien- persona creada a imagen de Dios.
tos, incluye todas las virtudes, penetra todas las potencias o fa-
cultades del alma. Comprende a todos los hombres, incluso a los
mayores pecadores. La fe, la esperanza y la caridad nos hacen ver Amor redentor
la imagen de Cristo en el prójimo, aunque esté desfigurada por el
pecado. El amor, anclado en la fe y en la esperanza, lo reconoce El amor fraterno es esencialmente redentor si se amolda a la
como uno que, con nosotros, fue redimido por la sangre del prescripción de Cristo: «Amaos los unos a los otros como yo os
Salvador. Si no fuera por el fruto mismo de la redención en nos- he amado.» Él nos ama como a hijos del Padre celestial. Análo-
otros, ¿cómo podríamos creer en nuestra vocación a la santidad, gamente, la caridad fraterna debe caracterizarse por una mentali-
que presupone plena solidaridad con nuestros hermanos y herma- dad apostólica y estar animada por un celo misionero. Tal amor
nas en Cristo? no es exclusivo de los sacerdotes y religiosos, sino que se extiende
a todos los cristianos por igual. Sería un error concebir el amor
fraterno como situado sólo un escalón más arriba de las disposi-
Signos de verdadero amor ciones humanas de amabilidad y cortesía. Llamarlo sobrenatural
sería introducir una distinción ridicula en el gran mandamiento.
Servirnos de nuestro prójimo como de ocasión para adquirir Un religioso decía una vez: «Mi amor a este hermano va siendo
méritos no es indicio de verdadero amor. Incluso en manuales con- cada vez más sobrenatural», con lo cual quería decir «apártate de
temporáneos se pueden hallar ejemplos como éste: Uno que está mí»; usaba la palabra «amor» sin el menor matiz de afecto o
en un puente ve a otro que se está ahogando. Se le ocurre que de cordialidad. Amar a nuestros hermanos en el Señor significa amar-
podría lanzarse al agua y salvarlo. Pero, según la ley divina, el los con la total cordialidad del Señor.
amor de uno mismo es más fuerte que el amor al prójimo; por Un amor redentor significa que todas las facultades y pasiones
eso le parece que no es justo exponer su propia vida para salvar se han despojado del egoísmo. La redención no deja de lado la
la de otro. Sin embargo, sería meritorio para él exponerse a tal creación, Dios redimió todo lo que creó, incluso nuestras pasiones.
riesgo. Después de detenerse a sopesar los pros y los contras, con- El amor redentor significa un amor plenamente humano; debe in-

186 187
Caridad fraterna La prueba de la caridad

cluir todas las capacidades de amar. Debe abarcar al amado en la tra vida cristiana. Siempre se puede crecer en generosidad y en
totalidad de su ser, de su vida. Si no nos interesamos por sus valo- calor de amor. Si un penitente está satisfecho de sí mismo y cree
res y por sus miserias, sino que únicamente nos preocupamos por que todo está en regla tocante a su amor al prójimo, no podemos
evangelizarlo, entonces el Evangelio no significará vida para él. llamarlo mentiroso, pero sí podemos rogar a Dios que le cure la
Debemos amarlo en serio, de veras, en todas las facetas de su vida. ceguera y le otorgue la gracia de conocer que su amor es todavía
El amor fraterno no es amor redentor si no es amor servicial, si no muy imperfecto. Su actitud se asemeja a la de los fariseos. Si una
es amor humano efectivo. persona no tiene nunca nada que confesar contra la caridad fra-
Si su vida diaria no nos afecta, interesándonos únicamente en terna, es evidente que o no se da plena cuenta de la importancia del
predicar la vida sobrenatural y el amor de Dios, nuestros oyentes mandamiento del amor fraterno, o no se examina la conciencia a
serán sordos a nuestro mensaje. Pensemos, por ejemplo, en una la luz de la nueva ley. Si confiesa que come carne los viernes de
mujer cuya cocina consiste en abrir latas, cuyo contenido es con- cuaresma, o que falta a misa los domingos, pero no tiene nada que
sumido ante la televisión, que descuida la casa; es irritable, pero decir sobre la caridad fraterna, hay razones de creer que el amor
* cada noche da a su marido una conferencia sobre la vida cristiana. al prójimo no desempeña gran papel en su vida. Es buena señal
Es la mejor manera de inspirar aversión a la religión. Si, en cam- cuando una persona confiesa humilde y sinceramente pecados con-
bio, fuera amable y servicial, creara una atmósfera alegre de fami- tra la caridad fraterna. El confesor puede asegurarle que va pro-
lia, preparara comidas deliciosas, entablara conversaciones agra- gresando y que tiene los ojos abiertos a las grandes realidades de
dables, se hallaría en una posición más favorable para tratar de la la vida.
vida cristiana. Nuestro Señor mismo trató de arrancar la venda de los ojos de
El amor redentor debe ser también un amor encarnado, un los fariseos y de los doctores de la ley y con respecto al precepto
amor que penetre la vida entera. En la formación de la conciencia de la caridad. No eran misericordiosos ni amables; descuidaban el
es necesario recordar una y otra vez al penitente la importancia de mandamiento principal del amor, mientras eran inflexibles tocante
la amabilidad. La amabilidad, la delicadeza y la mutua considera- a la observancia de bagatelas como el diezmo sobre las cosas más
ción son mucho más importantes para los que viven bajo un mismo pequeñas.
techo que cuando se trata de extraños con quienes sólo nos encon-
tramos ocasionalmente. Estar totalmente faltos de amabilidad con
nuestro prójimo más allegado, con los miembros de nuestra propia La prueba de la caridad
familia, es trastornar el debido orden de las cosas.
El distintivo de la caridad es el amor de los propios enemigos,
de los que nos son causa de pena y de aflicción. No podemos con-
La ley del crecimiento tentarnos con el aspecto negativo de no hacerles mal; el amor de los
enemigos entraña un amor típicamente redentor. Debemos ayudar-
Debemos procurar que nuestros penitentes, como también nos- les a superar sus dificultades tocante a nosotros mismos. Supon-
otros mismos, se den perfecta cuenta de que nuestro amor al pró- gamos que sufren por causa nuestra, aunque nosotros no hayamos
jimo no es todavía perfecto, y que todavía estamos ciegos frente hecho nada que pueda provocar tal actitud. Culpable o no, tenemos
a muchos aspectos de esta virtud. Puede darse que nuestro amor la obligación de vencer su animosidad. «Si llevas tu ofrenda al altar
sea, sí, eficaz y sincero, pero no penetre la totalidad de nuestra y te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja
vida. La caridad fraterna debe ser el elemento integrador de nues- tu ofrenda sobre el altar y vete primero a reconciliarte con tu her-

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Caridad fraterna Violación de la caridad fraterna

mano» (Mt 5, 23). ¿Se nos prescribe esto sólo en el caso de que una mujer perseguida. El marido agradeció, naturalmente, lo que
nosotros mismos hayamos ofendido a nuestro hermano, a nuestro el confesor había dicho. En el caso de aquella mujer, los confeso-
prójimo? De ninguna manera. Cuando quiera que lo hallemos en tal res no la ayudaban al confirmar sus ideas paranoicas y haciéndola
clase de dificultad espiritual debida a nuestro modo de proceder creer que era muy paciente. Al fin acabó por confesar que no había
o a falta de amor por nuestra parte, debemos procurar ayudarle. vuelto ya a molestar a su marido y que, además, éste era una buena
Si nosotros hemos causado positivamente la molestia, debemos ayu- persona. A veces es provechoso indicar a esta clase de personas
dar doblemente y pedir perdón. El Señor nos enseña en el sermón que también los otros pueden sufrir considerablemente por su
de la montaña que la nueva alianza nos llama a ser todo bondad, causa.
como el Padre celestial es todo bondad, y que su misericordia se Si el penitente se queja de que se ve tratado injustamente por
extiende tanto a los justos como a los pecadores (Mt 5, 48). «Vues- su enemigo, el confesor puede comenzar diciéndole que Dios le
tro Padre celestial es bueno aun con los desagradecidos y malva- ofrece esta situación de prueba para que demuestre su amor al pró-
dos. Sed misericordiosos, como misericordioso es vuestro Padre» jimo. Puede señalar al penitente el ejemplo del Padre celestial, que
(Le 6, 36). Como san Pablo lo acentúa enérgicamente, el Señor es bondadoso con todos. Podrá tratar de convencer a la persona
murió por nosotros, aunque éramos pecadores, sin mérito alguno que se cree justa, de que su actitud se parece a la de los fariseos.
por nuestra parte. Así nuestro Redentor nos dejó el ejemplo: El confesor hará bien en no pasar al extremo opuesto de decir a
«Amaos los unos a los otros como yo os he amado.» tal persona que sólo ella tiene la culpa de la situación. Podrá comu-
Nuestra caridad se prueba de veras cuando debemos extender nicar al penitente que la experiencia enseña que por lo regular la
una mano amorosa a los que realmente nos odian y pecan contra culpa está en las dos partes. La experiencia enseña además que
nosotros. No es raro que los confesores se encuentren en el confe- quien descuida la oportunidad de hacer bien a su prójimo porque
sonario con penitentes que abrigan ideas erróneas en esta materia. ha sido anteriormente ofendido por él, suele ser también culpable.
Tratan de justificarse fijándose únicamente en las injusticias de su El enfrentamiento con estas verdades puede con frecuencia ende-
prójimo. ¿Cómo debe proceder el confesor en tales circunstancias? rezar al individuo y volverlo al camino de la caridad fraterna.
Debe comenzar por el mandamiento de amar a los enemigos. Aun-
que nuestro enemigo proceda mal, debemos amarlo en verdad;
esta es una oportunidad que Dios nos ofrece para dar prueba de Violación de la caridad fraterna
nuestro amor. Sin embargo, será prudente que el confesor tome
precauciones para no confirmar el juicio negativo de su penitente Parece ser que muchos penitentes no perciben la relación que
sobre su «enemigo» sin pruebas suficientes. tienen con la práctica de la caridad fraterna los pensamientos poco
Supongamos el caso de la buena mujer que se imagina que su amables, a juzgar por lo raro que es oírlos acusarse en esta mate-
marido la tiraniza. Se veía confirmada en su creencia por confe- ria. A los penitentes les aprovechará traerles a la memoria que
sores que le aseguraban que su papel consistía en sufrir como «víc- el Señor dijo que de la abundancia del corazón habla la boca. Si el
tima» en manos de su esposo. Ahora bien, se dio el caso de que su corazón es puro, también lo serán las palabras y las obras, y vice-
último confesor conocía a su marido. Le dijo que nunca daría versa. Porque, repitámoslo, si una persona fomenta sospechas poco
bastantes gracias a Dios por haberle dado un esposo tan bueno; caritativas, no tardará en manifestar también con palabras los pen-
Dios lo había hecho amable y paciente con sus excentricidades. samientos poco amables. Los malos pensamientos no son del do-
Naturalmente, esto le causó como un choque, pues venía a destruir minio exclusivo de la impureza, y a los penitentes hay que con-
la espléndida imagen que se había formado de sí misma como de vencerlos de la necesidad de controlar sus pensamientos en relación

190 191
Caridad fraterna

con la caridad fraterna. La práctica de ésta resultará así más fácil


y menos penosa. Escándalo y medio social
Hay gentes que gastan un tiempo considerable en excogitar
medios para vengarse de su prójimo. Están obsesionados por hallar La eficacia de un sacerdote que predique sobre la confesión o
observaciones punzantes y palabras duras. Cuando se presenta la que oiga confesiones se verá muy realzada si de antemano procura
ocasión fracasan miserablemente. Sin embargo, el hecho de abrigar él adquirir buen conocimiento del clima moral de la zona en cues-
tales pensamientos es verdaderamente reprobable. También sacer- tión. ¿Cuáles son las tentaciones predominantes? ¿Qué actitud
dotes, religiosos y religiosas abrigan a veces tales pensamientos y adoptan frente a los problemas sociales las llamadas personas pia-
deseos, y hasta puede darse que el tiempo de la meditación se dosas? Por ejemplo, se descubren actitudes torcidas en una encuesta
preste como ninguno a tales cavilaciones. sociológica, en la que, entre otras cosas, se pregunta: «¿Cuál es
No faltan tampoco penitentes que dicen que perdonarán, pero su actitud frente a las madres solteras?» El resultado bastante uná-
que no olvidarán. Un caso significativo es el de un sacerdote orde- nime era que tales madres eran despreciadas por los que conside-
nado hace cincuenta años y al que su obispo ofendió cuarenta años raban el aborto como una solución normal; eran también desde-
atrás. No se cansaba de relatar aquel incidente. A un colega que ñadas por su ignorancia crasa de los anticonceptivos. El hecho más
le preguntaba: «¿Le ha perdonado usted?», contestó: «Naturalmen- sorprendente era que las llamadas almas buenas, con su falta de
te le he perdonado, pero no lo olvidaré.» Lo cierto es que esto no caridad y su desprecio de dichas madres, hacían la presión todavía
puede llamarse perdón. más intolerable. Tal actitud manifestada por personas mojigatas
Una buena confesión puede ayudar a desarraigar malos hábi- inducían muy a menudo a muchachas embarazadas a procurar el
tos, pero el hombre no actúa en el vacío; los malos hábitos deben aborto.
ser reemplazados por otros buenos. El capítulo trece de la primera En otra encuesta, un sacerdote (párroco) bien intencionado decía
carta de san Pablo a los Corintios puede servirnos para guiar nues- que él observaba una práctica útil. «A ninguna madre soltera se le
tros esfuerzos en este sentido. Proclama las características de la permite ir a la boda vestida de blanco.» Ocurrió que dos hermanas
verdadera caridad, las «señales de discernimiento». «El amor, todo se casaron en una misma ceremonia. Una de ellas iba vestida de
lo espera» (13, 7). El cristiano no debe perder nunca la esperanza. blanco; a la otra la obligó el párroco a vestirse de color porque
Tampoco la paciencia debe tener límites; la caridad puede siem- estaba embarazada. Sin embargo, era un secreto a voces que la
pre hacer y sufrir algo por la eterna salvación de los otros. El pensar muchacha vestida de blanco había tenido por lo menos tres abortos.
positivamente engendra esperanza de lo mejor y aprovecha mucho La hermana vestida de color se hallaba en mucha mejor condición.
cuando se quiere aportar alegría, consuelo y alientos a los que se Pese a las ideas conservadoras y estrechas, los excesivamente devo-
ven frustrados. Un cristiano, al examinarse la conciencia, puede tos escandalizan y son causa de que se cometan crímenes.
preguntarse: «¿Siento yo por los otros y con los otros? ¿Me doy El confesor hará bien en sacudir a tales personas si se le pre-
cuenta de los sufrimientos y dificultades de los otros? ¿Me esfuerzo senta la oportunidad de hacerlo, exactamente como algunas gentes
por iluminar la existencia de alguien que está abrumado por las se han sentido sacudidas al darse cuenta de que comparten la res-
vicisitudes de la vida?» ponsabilidad de la renovación preconizada por el concilio Vatica-
no II. Por ejemplo, ¿cómo pueden tales gentes pretender ser hijos
e hijas obedientes de la Iglesia si se oponen a sus enseñanzas?
Uno de los peores escándalos de nuestro tiempo es la mediocri-
dad de muchos católicos, particularmente sacerdotes y religiosos.

192 193
»
Háring, Shalom 13
Caridad fraterna

Por ejemplo, a veces se oye alabar al padre X porque puede decir


en quince minutos una misa de día de labor, y en veinte la misa
del domingo; no es como esos otros curas que no tienen reparo en
alargar las ceremonias en lugar de preocuparse de despejar la igle-
sia los domingos.
Un serio examen de conciencia se impone tocante al culto
público. Muchas de nuestras parroquias son un escándalo para pro-
testantes piadosos que hace tiempo tienen aprendido el significado
del culto público. XV

EL CUARTO MANDAMIENTO
Agresividad

Finalmente quisiera decir una palabra sobre la agresividad y la Los mandamientos que pertenecen a las relaciones interperso-
caridad fraterna. Los educadores, las religiosas, y en particular los nales van a ser tratados ahora a la luz del amor, que se* encarna y
sacerdotes deben aprender a apreciar la importancia del dominio halla su expresión en las diferentes dimensiones y en los diferentes
de sí mismos, y más aún a dar ejemplo de éste en su comporta- sectores de la vida. En primer lugar nos ocuparemos del cuarto
miento cotidiano. Los que consagran sus vidas a propagar el Evan- mandamiento, no sólo como imperativo moral, sino primariamente
gelio escandalizan a otros con su impaciencia y falta de dominio. como catalizador de la caridad social. Todo grupo societario: fami-
Esto se observa en el confesonario, en el pulpito y en las aulas. lia, escuela e Iglesia, así como los diferentes subgrupos de la socie-
Personas seguras de sí mismas se molestan apenas otros se nie- dad son comunidades que, de diferentes maneras, deben reflejar la
gan a aceptar sus ideas o se atreven a proponer cambios. No pocas fraternidad de Cristo.
veces, la agresividad que caracteriza a ciertos maestros y predica-
dores del Evangelio no procede tanto de celo apostólico como de
sentirse agraviados personalmente. Descargan su mal humor en los Vida de familia
fieles reprendiéndolos con la mayor severidad, siendo así que en
realidad son ellos los que han quebrantado la ley de Dios con su La preparación de los jóvenes para el matrimonio ha sido duran-
falta de dominio de sí. te demasiado tiempo una zona gravemente descuidada en cuanto
a la formación de la conciencia (cf. Constitución sobre la Iglesia en
el mundo moderno, art. 49, 52). Los mayores fallos inherentes a la
«carrera hacia el matrimonio» revelan la falta de preparación desde
el punto de vista moral y religioso. La elevada proporción de los
divorcios y la alarmante inestabilidad de la familia dan prueba de
una falta de responsabilidad social cristiana.
Nuestra sociedad, tecnológicamente avanzada, puede estar nota-
blemente adelantada en los ámbitos de pulsar botones, pero el per-
judicial desnivel en ámbitos como la educación para la libertad, y

194 195
El cuarto mandamiento Vida de familia

la responsabilidad podría dar al traste una civilización entera. Fijé- miento de una jerarquía de valores. Es imposible formar la volun-
monos únicamente en la relación entre padres e hijos, que todavía tad de un niño si no se forma su sentido de los valores. Por esto
se enfoca, en no pocos círculos, en forma victoríana o previctoriana. aprovechará a los padres el examinar ocasionalmente la naturaleza
Hay padres que siguen tratando a sus hijos adolescentes como a de sus reprimendas: ¿provienen éstas de irritación y mal humor
niños, y a sus hijos e hijas mayores como a adolescentes. Algunos o más bien de su deseo de ayudar a sus niños a alcanzar la madurez?
se niegan a recibir en sus casas a los amigos de sus hijos. Otros En ocasiones cometen los padres la falta de contradecirse mutua-
obran como si la juventud debiera ser vigilada constantemente. mente, y a veces de manera violenta, en presencia de los hijos. En
Tales actitudes pueden originar dos reacciones molestas: o el niño cambio, no hay inconveniente en que discutan tranquilamente y con
obedece a sus padres como esclavo o manifiesta explosiones de re- serenidad sus puntos de vista delante de ellos. Los niños tienen
belión. En el primer caso se despoja al niño de su energía y de derecho a saber que sus padres no son infalibles y que ellos mismos
su libertad para desarrollar su propia personalidad, y su consiguiente aprenden discutiendo pacientemente. ¿Qué mejor manera de hacer
deformación emocional lo hará incapaz de afrontar una vida pro- comprender a los niños que sus padres forman una verdadera socie-
ductiva. En el segundo caso, el influjo y prestigio de los padres dad, que se propone buscar en común la solución de sus proble-
no alcanza ya a los niños, que están totalmente impreparados para mas? En cambio, es muy perjudicial que uno de los padres dé una
exponerse a las normas predominantes en el mundo. Las más de orden al niño y que el otro venga luego a contradecirla; entonces
las veces, este último grupo fomenta una actitud negativa frente a se ven los niños colocados en una situación de conflicto. De estu-
toda autoridad. dios sociológicos resulta que la inconsecuencia en la disciplina fami-
Aprovechará a los padres recordarles que una buena educación liar prepara el camino a la delincuencia, que es un grave problema
de los hijos se logrará mucho más con el ejemplo que con meras social.
reglas y restricciones. Los padres son las primeras figuras en que Debido a la estructura de la sociedad de hoy, en la que el padre
ponen los ojos los niños, y cualquier cosa que hagan y defiendan trabaja ocho o más horas al día, la educación de los niños se deja
servirá de base para el desarrollo del sistema de valores del niño. en gran manera en manos de la madre. No obstante, el padre que,
Naturalmente, deben mantener su autoridad, pero ésta debe ser abrumado por el trabajo, renuncia completamente a su propio papel
una autoridad amable, que eduque con vistas a la madurez. La en la vida de los hijos, comete un grave error. Él es el padre y el
autoridad estará al servicio del amor si expresa humildad para compañero de su esposa en la educación de los hijos. No puede
con Dios y para con los hijos. Es una autoridad que ha de ayudar contentarse con ser el mantenedor de la familia; debe ser un ele-
a los niños a distinguir entre lo bueno y lo malo, entre la virtud mento de alegría y de estabilidad dentro de casa. Si para su mujer
y el vicio. y sus hijos es el hombre que se oculta tras el periódico o que mira
Algunos padres dan por supuesto que el niño los reconoce como la televisión, si no es más que el hombre que trae dinero a casa,
«héroes». Parecen ignorar completamente los perniciosos efectos entonces ha fallado en el aspecto más importante de la paternidad.
de su inconsecuencia en la disciplina y en otros sectores de la vida Es realmente una casa muy triste aquella en que el padre está fati-
cotidiana en general. Pensemos en padres que son sumamente tole- gado para poner la firma en una tarjeta postal o para escuchar las
rantes tocante a las malas formas, y en cambio se salen de sus experiencias de sus hijos en la escuela; en que un marido no hace
casillas cuando se hace una mella o una abolladura en una pantalla. caso de su esposa y olvida felicitarla por su labor, por su cocina
Es triste ver la anarquía que reina en el ámbito de los valores de y no se cuida de preguntarle cómo le va y cómo les va a los niños.
muchos padres. La buena educación, si de veras ha de merecer este
nombre, entraña instrucción de palabra y de obra, con el estableci-

196 197
Atención a la vocación

al niño cuando pone los ojos en la profesión para la que parece


La TV y la formación de la conciencia tener mejores disposiciones. Naturalmente, los padres deben tam-
bién promover vocaciones religiosas, pero en todo caso deben ser
El uso tan propagado de la televisión plantea graves problemas sumamente escrupulosos tocante a la libertad de sus hijos: no deben
tocante a la formación de la conciencia. Naturalmente, los padres sofocar una posible vocación del niño al sacerdocio o a la vida re-
deberían dar ejemplo con una prudente selección de los programas, ligiosa; por otra parte no deben tampoco forzarlos a ir al seminario
enseñando a los hijos a distinguir y a no aceptar sin más cualquier o al noviciado contra su voluntad.
cosa que ven en la televisión. El impacto de la TV en los especta- Hay todavía otros sectores en los que un confesor avisado pue-
dores americanos se atribuye a la «intimidad» del ambiente: las de prestar gran servicio a los padres que acuden al confesonario,
estrellas de la televisión vienen a ser huéspedes en la sala de estar. atrayendo más su atención hacia los deberes para con sus hijos. Si
Los padres deberían guiar a sus hijos en la selección de sus el confesor conoce el ambiente familiar, estará en mejores condi-
huéspedes. ciones de ofrecer a los padres consejos apropiados. Por ejemplo, si
Naturalmente, no podemos pretender educar las conciencias en se da cuenta de que en la inmediata vecindad hay muchachos que
esta materia si ingerimos todo lo que se nos ofrece en la semana, toman drogas y al mismo tiempo sabe que su penitente tiene uno
si no nos esforzamos por disciplinarnos nosotros mismos mediante o más adolescentes en su familia, puede recomendar a los padres
una dieta equilibrada de televisión. Se ha averiguado que en Amé- que tomen aparte a los niños y los adviertan de los peligros impli-
rica el niño medio pasa sentado delante de la pantalla de la televi- cados en unirse a tales muchachos, poniéndolos además en guardia
sión más horas que en la escuela. Los padres no se preocupan lo contra los medios empleados generalmente para atraerlos o para
más mínimo con tal que a los niños «se les vea pero no se les oiga». «pescarlos». Si es el confesor ordinario del padre o de la madre,
La vida de familia sufre por estar dominada por el aparato de vis- puede llamar la atención de su penitente haciéndole notar que es
tas y sonido. La TV es especialmente perturbadora porque no deja demasiado severo y tiende a censurar al niño cada vez que las cosas
tiempo para la conversación entre padres e hijos. Se echa de me- salen mal. O puede observar que se inclina a pasar por alto las bue-
nos ese tiempo para que los padres discutan sobre el valor de los nas cualidades de sus hijos, desanimándolos y decepcionándolos
programas, para ayudar a los niños a juzgarlos objetivamente. Los consiguientemente. El confesor se halla también en condiciones de
confesores harían bien en recordar a los padres sus obligaciones poder prevenir contra el excesivo prurito de alabar a los hijos, lo
en esta materia. cual puede inducirles a creer que son seres extraordinarios, supe-
riores a los demás. No bastan las preguntas para educar la concien-
Atención a la vocación cia de los padres. Hay que hacer sugerencias sobre el modo de
afrontar situaciones particulares. La confesión da oportunidades
Otro aspecto de la vida de familia que el confesor podría recor- para insistir en el tema de una sana educación de la prole. Por ejem-
dar ventajosamente a los padres es el de la vocación de los hijos. plo: imponer a un padre como penitencia hacer examen de con-
Es importante que los padres se pregunten de tiempo en tiempo si ciencia sobre cómo podría mejorar la educación de los hijos. Una
hacen todo lo que está en su mano para guiar y estimular a sus hijos de las preguntas más importantes que puede hacerse un padre es
en la elección de su vocación. Los padres debían buscar oportuni- la siguiente: «¿Educo a mis hijos para que adquieran una actitud
dades para discutir el valor de diferentes vocaciones, de diferen- social, con mentalidad amplia, para que se ayuden entre sí, a la
tes profesiones, enfocando su importancia para la sociedad en gene- familia, a la sociedad?» ¿Educan los padres a los hijos de modo
ral y para la Iglesia en particular. Hay que estimular especialmente que asuman sus responsabilidades sobrenaturales?

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Educación en la obediencia

El confesor puede estimular al joven penitente a aceptar incluso en


Educación en la obediencia su interior la ocasión que se le ofrece de poner a prueba su respeto.
Juzgar en bloque, sin saber hacer distinciones, es una de las
La educación en la obediencia plantea un problema especial en grandes tentaciones a que está sujeta la juventud. En la formación
nuestros días. En una sociedad cerrada, como en el pasado, cuando de la conciencia de los jóvenes hay que ayudarles a ser humildes
la sociedad estaba sujeta a un severo control de pautas uniformes, en su manera de juzgar, a darse cuenta de sus limitaciones; al mismo
había menos inconveniente en que se educaran los hijos en un tipo tiempo deben aprender a discernir y a pensar personalmente, a des-
externo, casi uniforme de obediencia. Esto no era obediencia cris- arrollar el sentido de las distinciones dentro de lo complejo de la
tiana, desde luego; era una formación en la conformidad. Si lo vida. El confesor puede pedir al joven penitente que se observe
mismo se practicara en nuestros días, en una sociedad abierta, diná- durante algunos días y tome nota de su tendencia a formular juicios
mica, pluralista, se producirían efectos desastrosos. Los medios severos, sin matices, en particular acerca de sus padres.
principales con que los padres pueden educar a sus hijos para la No pocos de la vieja generación deberían reconocer que real-
obediencia y la responsabilidad consisten en darles ejemplo y en mente están anticuados bajo algunos respectos. Yo estoy conven-
inspirarles buenos motivos; escuchando sus preguntas y respondién- cido de esto acerca de mí mismo. La experiencia del concilio Vati-
doles con la mayor sinceridad posible; pero sobre todo, compren- cano II sirvió para abrirnos los ojos a muchos de nosotros. Algunos
diendo a sus hijos. Por ejemplo, es descaminado que los padres que eran considerados generalmente como «pioneros» y «vanguar-
insistan en que los hijos se amolden a ciertas pautas religiosas sin distas» tuvieron que reformar sus opiniones retrógradas. Otros, en
inspirarles un verdadero espíritu religioso. Yo no me opongo a que cambio, a los que se tenía por excesivamente conservadores en al-
se enseñen prácticas religiosas, pero la obligación fundamental con- gunas materias, eran muy abiertos y liberales tocante a ciertas ideas
siste en instruir a los hijos en la espiritualidad. Todas las virtudes modernas. Deberían evitarse en general en la vida ordinaria las
son dones de Dios y han de adquirirse con responsabilidad perso- etiquetas de «liberal» y «conservador», de «izquierdista» y «carca»,
nal, pero mucho depende de lo que hagan los padres. puesto que la mayoría de nosotros somos una mezcla desconcer-
El confesor, tratando con niños y jóvenes, debe ayudar a fo- tante surgida de nuestras variadas experiencias.
mentar las debidas actitudes para con los padres. Sería fatal querer Los adolescentes muy en particular deben evitar la tentación
reducirlo todo a pura obediencia. La primera respuesta de los niños de ser tajantes y categóricos en sus juicios, pero también los padres
ha de ser de amor, de gratitud y religioso respeto, dado que los deben desplegar paciencia cuando sus hijos proceden así, pues tal
padres representan para ellos la autoridad de Dios. Los niños, y actitud representa un empeño de éstos por aparecer maduros. Tam-
en particular los adolescentes, deben aprender a ser respetuosos en bién aquí puede prestar gran ayuda el confesor. Sería una tragedia
su pensamiento y en sus acciones; hay que enseñarles el primado si los niños crecieran sin el menor entrenamiento en hacer juicios
del corazón. Los niños tienden a responder con estas actitudes críticos, aceptando sin más como verdadero todo lo que les dijeran
cuando se ven ayudados por los padres. los padres, los maestros o los sacerdotes. Deberían más bien tratar
Con frecuencia, el confesor dirá al joven penitente que si espera sus propios pensamientos como problemas, como hipótesis que hay
mejorar las relaciones con sus padres y hacer más feliz la vida de que verificar, no como decisiones categóricas definitivas. El mucha-
familia, deberá suprimir todos los resentimientos que pueda abrigar cho necesita ser educado en el ejercicio de la discreción. Es una
en su interior, así como toda tendencia a juzgar desfavorablemente vieja tradición, tanto en Oriente como en Occidente, la de insistir
sus motivos en la manera de tratarlo. La fuente de no pocas dife- en la ciencia del discernimiento que analiza los motivos y las accio-
rencias familiares se halla en formas torcidas de pensar y de juzgar. nes, distinguiendo el verdadero amor de sus falsificaciones.

200 201
Armonía interracial

bien como para el mal. Así pues, a los sacerdotes, en cuanto pre-
La familia abierta dicadores y confesores, les incumbe la responsabilidad de promover
la responsabilidad cívica. El sacerdote no puede, naturalmente, en
La vida de familia — o el cuarto mandamiento — entraña no su función sacerdotal, exigir que se vote por una persona o partido
pocas cuestiones. Son bien conocidos los deberes con los miembros particular. Su papel consiste en formar las conciencias de tal forma
ancianos de la familia, como son los abuelos. Pero los confesores que un buen cristiano sea un ciudadano consciente que viva a la
deben enseñar a los fieles que el «amor al prójimo» no se limita altura de sus responsabilidades sociales. El 'bien común reclama
al ámbito inmediato de la familia, aun cuando la familia sea el honorables y capaces hombres de gobierno. No está, por tanto,
lugar ideal para formarse en el amor. No vivimos únicamente en exento de pecado uno que a sabiendas vota en favor de un funcio-
familia, sino en un complejo mundo social. Los niños no sólo deben nario que no es honesto o que busca su prosperidad personal a
aprender a amarse unos a otros, a ser amables y respetuosos con expensas del bien común. Tal comportamiento electoral contrarres-
sus padres, hermanos y hermanas, así como con sus parientes, sino taría los esfuerzos de la Iglesia por crear y fomentar una atmósfera
que deben hacerse cargo de que la familia en conjunto es parte de
divina de amor y de justicia.
la vida social, de la vida del vecindario, de la ciudad, de la escuela,
El patriotismo es indiscutiblemente una materia que pertenece
del estado y del mundo en general. Pertenece al ámbito de la for-
a la formación de la conciencia, pero los confesores deben tener
mación de las conciencias hacer que las gentes se den cuenta de
cuidado de inculcar un patriotismo que se extienda a la entera
sus responsabilidades con respecto a los diferentes grupos de la
familia de Dios, no únicamente a una parte restringida del todo.
sociedad.
Según se va estrechando más y más el mundo, nuestras obligacio-
nes con el prójimo tienden a ganar envergadura. Por ejemplo, pocos
serán los que nieguen que en la América de hoy los problemas rela-
Moral cívica cionados con la integración social y racial son de suma importan-
cia para la solución de otros problemas concernientes a la vida
Dado que la sociedad moderna tiene que enfrentarse con tantos internacional.
problemas y obligaciones que anteriormente eran de incumbencia
de la familia, hoy día la formación de la conciencia debe ocuparse
del ciudadano y de su vida en sociedad. Por esto, los confesores no Armonía interracial
deben seguir repitiendo las máximas de teología moral que respon-
dían a una era pasada, sino que deben pensar en formar las con- Es imposible examinarse actualmente la conciencia sin tener en
ciencias en términos de responsabilidad social. Se debe enseñar a cuenta los asuntos interraciales. «¿Qué he hecho yo para fomentar
los cristianos que tienen la obligación de interesarse por los pro-
la integración social y racial en mis propios círculos sociales?»
blemas de la comunidad y del país, es decir, por los problemas
A veces, incluso católicos piadosos reivindican derechos exclusivos
culturales, sociales y económicos. Sería un error por parte del cris-
para las «buenas cualidades», y miran a todos los demás como
tiano que pretende ser «la sal de la tierra», limitar su visión a
inferiores e incapaces de ser incorporados en la gran corriente de
su propia familia o a los asuntos de su propia clase social o de su
vida americana. Tal sucede especialmente tocante a los hombres
vecindario.
de color. La parcialidad cierra la mente a los hechos objetivos.
La influencia constantemente creciente del gobierno a todos los No se puede negar que los negros de América, en términos gene-
niveles de la vida afecta al contorno de uno mismo, tanto para el rales, son tradicionalmente un pueblo religioso con gran capacidad

202 203
El cuarto mandamiento

de fe. Esto hay que reconocerlo aunque su expresión de la fe


difiera del modo como los blancos expresan la suya. Es conocida Fraternidad internacional
la extraordinaria paciencia de las gentes de color: los negros eran
pacientes cuando eran esclavos, y lo son todavía pese al largo perío- No podemos esperar promover la paz y la libertad si patroci-
do en que se han descuidado sus derechos de ciudadanos, por no namos la discriminación en nuestro país, o estado o vecindario;
decir que se les han negado. esto sería fariseísmo. La paz se edifica con palabras y con obras.
En la formación de la conciencia de los cristianos importa mucho Si las naciones, como los individuos, se respetan mutuamente, no
que los confesores induzcan a los penitentes a enfocar las cosas habrá más guerras. Los cristianos tienen el deber de promover el
positivamente. Si, por ejemplo, el movimiento de los derechos civi- entendimiento internacional acostumbrándose y acostumbrando a
les ha sufrido reveses y obstrucciones de todo género, se debe a la otros a fijar la atención en las cualidades positivas de otras nacio-
tendencia de muchos a ver sólo lo negativo en la parte contraria. nes. Aunque no podemos elogiar el comunismo como sistema, pode-
Si un negro se desmanda, se censura a la raza entera. El núcleo de mos mostrar discreción al juzgar a los particulares dentro del sis-
la cuestión está en que gran número de blancos siguen todavía tema, así como lo que éstos tratan de hacer. No todo es malo en el
mirando a los negros como intrínsecamente inferiores. Uno no podrá comunismo. Es que, además, hay clases y clases de comunismo.
fomentar la justicia social y la integración si ante todo no se decide Por ejemplo, el comunismo en Polonia no es el mismo que el de
a admitir la igualdad de los hombres ante Dios. Alemania oriental. Este último está todavía dominado por el esta-
¿Qué puede en concreto hacer un blanco por la causa de los linismo y tiende a suprimir bastantes derechos humanos. El polaco,
negros? El confesor, con vistas a la formación de la conciencia en en cambio, ha puesto en contingencia algunos de los principios
esta materia, podrá, por ejemplo, sugerir lo siguiente: no acudir básicos del sistema, tratando de reconciliarlos con las exigencias
a bares, restaurantes, teatros y clubs, en los que no son admitidos nacionales y sociales. En Polonia son muy pocos los comunistas
los negros. Cuando tengan la opción, deben recomendar los loca- convencidos, mientras que la mayoría no tienen nada de comunis-
les que promuevan la integración. Una manera de protestar los pe- tas. Se llaman comunistas a fin de distraer la atención de los otros
nitentes contra la segregación podría ser la de probar que los y de estar en buenos términos con los poderes constituidos. Por
actuales procedimientos y actitudes de los segregacionistas son con- otra parte, el comunismo en Checoslovaquia es completamente dis-
traproducentes. Si los padres pueden elegir, darán testimonio de la tinto del comunismo chino. Por lo demás, no debemos confundir
sinceridad de su fe llevando a sus niños a escuelas integradas más la nación con el sistema político. Como cristianos y realistas, debe-
bien que a las otras o, en los casos en que no se haya llevado a cabo mos aceptar estas distinciones; de lo contrario, no promoveremos
la integración, informando a las autoridades escolares locales de la paz y la mutua inteligencia, sino que fomentaremos la discordia
que ellos apoyan la causa de la integración. Se puede estimular a y la rivalidad.
los penitentes a utilizar su influencia con amigos y vecinos para Como nos lo recordó el papa Juan, debemos distinguir entre el
inducirlos a la actitud cristiana de aceptar a toda clase de gentes. sistema económico-político y el ateísmo, entre el sistema y las per-
Se puede añadir que la promoción de la integración social y racial sonas. Mis cuatro años de experiencia en Rusia durante la guerra
en un país contribuirá inevitablemente a la causa de la paz en el no hicieron sino confirmarme en lo que siempre había oído y creí-
mundo entero. do: los rusos son un pueblo de gran corazón, religioso y acogedor
por tradición. Como sacerdote y miembro del cuerpo sanitario,
tuve ocasión de tratar con muchos rusos. Puedo garantizar que
sería un grave error identificar los pecados de pocos con una pobla-

204 205
El cuarto mandamiento Miembros responsables de la Iglesia

ción entera. Tal injusticia no contribuirá lo más mínimo a la desea- decretos del concilio Vaticano. Los confesores, con objeto de que
da paz en la tierra. se conozcan mejor los documentos conciliares, podrían insinuar a
Hoy día, en muchos lugares no sólo es arriesgado, sino que es ciertos penitentes la lectura de alguno de ellos como penitencia.
cuestión de vida o muerte, expresar desilusión con respecto al régi- Los de más interés para los seglares son los capítulos 2, 4 y 5 de la
men comunista. A los cristianos se les debe enseñar que, si tienen Constitución dogmática sobre la Iglesia, el decreto sobre el laicado,
que hablar contra el comunismo, no deben en conciencia silenciar el relativo a la Iglesia en el mundo moderno, y el relativo al apos-
su profunda estima de las cualidades religiosas del pueblo ruso. tolado seglar. Los confesores no deberían argüir que esta penitencia
Hay que hacer comprender a las autoridades rusas que abrigamos sea impracticable. «Sólo perturbaremos sus conciencias por no
una actitud sumamente amigable para con su pueblo. Lo mismo haber todavía leído nada de los decretos»; «la mayor parte de
se diga cuando se hable de China y del comunismo chino. No de- nuestros penitentes no serían capaces de cumplir tal penitencia»;
bemos darles motivo de quejarse de nosotros, con vistas a la crea- «ni siquiera sabrían dónde encontrar alguno de los decretos». Tales
ción de una atmósfera más amistosa. Los confesores deben insistir argumentaciones son depresivas para muchos seglares y desaniman
en que esto es asunto de conciencia no sólo para periodistas y polí- a otros induciéndoles a ese tipo de apatía que ha tratado de disipar
ticos, sino para todos los cristianos, por cuanto contribuyen a la el Concilio.
formación de la opinión pública. No me cabe la menor duda de que el ecumenismo promovido
por el concilio Vaticano II haría muchos mayores progresos si los
sacerdotes y juntamente los seglares se tomaran más tiempo para
Miembros responsables de la Iglesia examinar los decretos del Concilio. El confesor, cuyo interés debe
cifrarse en la debida formación de la conciencia, no puede, en su
A los confesores se les plantea un formidable quehacer en la labor de consejero, ignorar los decretos del concilio Vaticano n.
reforma de las conciencias de los cristianos tocante a su actitud Obrar así sería negligencia crasa.
frente a la Iglesia. Son no pocos los que inducen al pueblo a con-
cebir «la Iglesia» reducida a su estructura jurídica, sin percatarse
de la importancia de la definición de la Iglesia como comunidad.
No han caído en la cuenta de que ellos — el entero pueblo de
Dios — son la Iglesia. El seglar que sufra de este malentendido sólo
podrá trabajar con apatía y somnolencia.
No todos los cristianos han entendido y ni siquiera estudiado
las enseñanzas del concilio Vaticano n tocante a la verdadera idea
y autodefinición de la Iglesia. Todos ganarán leyendo y releyendo
la Constitución sobre la Iglesia. El concilio Vaticano 11 nos ha dado
también una clara valoración del papel del laicado. Desgraciada-
mente estos documentos no han entrado suficientemente en la lista
de lecturas de las familias católicas. Si se ha de dar a los seglares
una mejor inteligencia de su Iglesia, si se ha de avivar en ellos
la responsabilidad que tienen de participar en la misión de la Iglesia,
habrá que informarlos una y otra vez sobre las Constituciones y

206 207
XVI

EL QUINTO MANDAMIENTO
Y LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA

Todos los mandamientos promulgados en el monte Sinaí nece-


sitan explicarse y aplicarse a nuestro propio período de la historia
de la salvación. Y así, el quinto mandamiento —en la perspecti-
va de la ley del Nuevo Testamento — es enfocado como consecuen-
cia del gran mandamiento del amor al prójimo.
Cuando en nuestros días se trata de dar una respuesta a la vieja
pregunta: «Señor, ¿quién es mi prójimo?», asoman a nuestros ojos
nuevas perspectivas. La cuestión tiene dimensiones internacionales,
por encima de todas las barreras raciales y abarcando a creyentes
e incrédulos; todos son mi prójimo. Si bien el veterotestamentario
«No matarás» ha evolucionado desde su forma negativa hasta la
positiva neotestamentaria del «Amarás», nuestro mundo no ha cap-
tado todavía plenamente el mensaje. En muchos casos un odio
hondamente enraizado tiene todavía que convertirse en amor, y
la violencia en compasión, antes de que se pueda hallar paz en la
tierra. Los hombres tienen primero que hallar a Cristo y su amor
en sus corazones.

La guerra moderna

En la época moderna puede muy bien darse que un joven sin-


cero pregunte al confesor si puede o no servir con buena conciencia
en las fuerzas armadas.

209
El quinto mandamiento La guerra moderna
Tradicionalmente los teólogos morales han sostenido la licitud Al tratar este tema no puedo menos de repetir la obligación,
de una guerra justa. Esto quiere decir que un gobierno puede reque- antes mencionada, de crear una atmósfera de respeto entre el
rir a los ciudadanos para que combatan y hasta sacrifiquen sus pueblo. Un país debe hacer lo posible por transmitir a otros una
vidas en defensa del bien común y de la libertad del país. En este imagen favorable de amor a la paz. Tal imagen pública es impo-
caso todo ciudadano debe responder a este requerimiento con sible si al mismo tiempo todos los esfuerzos van dirigidos a la pro-
conciencia clara. Sin embargo, si alguien está convencido de que una ducción de armas. Hay que subrayar también la actitud de perso-
guerra es injusta y, no obstante, toma parte en tal guerra y mata nas que se esfuerzan por conocer las buenas cualidades de otras
a otras personas, es un homicida. Ésta es, además, la opinión tra- naciones y por promover una opinión pública conducente a la paz
dicional. En el último caso, una persona privada que se pregunta entre todos los pueblos.
acerca del derecho de su gobierno a exigir el servicio, o acerca de Al tratar aquí de la guerra, quisiera reafirmar mi opinión tocante
la justicia de la guerra, debe hacer todos los esfuerzos posibles para al espía que se suicida. Anteriormente traté ya esta cuestión en
formarse una conciencia recta en la materia. «Familia Cristiana», revista en la que periódicamente respondía a
Acerca de la guerra atómica o nuclear, la cuestión es comple- preguntas de los lectores. Sin embargo, la opinión que entonces
tamente diferente. Sería sumamente difícil, por no decir imposible, expresé ha sido malamente desfigurada por la prensa americana.
justificar tal guerra. Los daños de la guerra atómica serían en todo El punto discutido era éste: ¿Puede un espía obedecer las órde-
caso mayores que el sacrificio de parte de los derechos civiles y nes de su gobierno que le intima el suicidio, si es éste el único
políticos de las personas. Cuando Nikita Khrushev era todavía pri- medio de proteger informaciones secretas que, si se revelaran,
mer ministro en Rusia dijo acerca de la guerra atómica: «...los podrían poner en grave peligro la paz? Mi respuesta era que el
supervivientes envidiarán a los muertos». Nunca se podrá justificar suicidio, en sentido estrictamente moral, no es lícito. Sin embargo,
moralmente el lanzamiento de bombas A o de bombas H sobre las yo añadía que se podía discutir si en tales circunstancias la acción
ciudades. Además, yo creo que un soldado que obedezca tales órde- del espía sería suicidio en sentido moral. Yo distinguía entre el
nes de su gobierno será millares de veces positivamente culpable hecho de quitarse uno la vida y el suicidio en sentido moral, y
de homicidio. Supongo que las gentes que tanto se horrorizaron al apoyaba mi razonamiento con varios ejemplos. Tal fue el caso de
oir las atrocidades cometidas por los individuos de la SS en la última Sócrates que, condenado a muerte por el gobierno, bebió tranqui-
guerra, no tendrán dificultad en aceptar este punto de vista. En efec- lamente la copa de veneno. En aquel tiempo, obligar a beber el
to, nadie puso en duda que aquellos alemanes que obedecieron las veneno era el medio empleado para dar la muerte en forma menos
órdenes del Führer y sacrificaron a millares de inocentes judíos penosa. Que yo sepa, ningún moralista ha calificado de suicidio en
fueran homicidas en todo el rigor de la palabra, aunque actuaron sentido moral la muerte del filósofo por su propia mano.
«obedeciendo» órdenes superiores. En el Japón, los miembros de la nobleza no eran condenados
En cambio, cuando sólo se trata de una guerra defensiva contra a la horca, sino que se les obligaba a quitarse la vida (harakiri)
un injusto agresor y el gobierno se limita a objetivos militares, como cuando eran condenados a muerte. Nadie llamaría esta acción sui-
la destrucción de aeropuertos, de fábricas, de plantas de almacena- cidio en sentido moral.
miento de bombas, entonces el soldado no sólo puede, sino que Quienquiera que tenga alguna experiencia de la guerra sabe que
debe obedecer. Sin embargo, no dejo de apreciar el testimonio de en ella hay muchas acciones, en las que uno cumple una orden,
objetores de conciencia, que al mismo tiempo movilizan todas sus aunque prácticamente sabe que obrando así sacrificará su vida.
energías de amor en favor de la paz y de la justicia social entre Nadie acusaría a tal hombre de suicidio en sentido moral.
las naciones. Finalmente, después de la Segunda Guerra Mundial se hizo

210 211
El quinto mandamiento

célebre el nombre del padre Kolbe. Aquel sacerdote había estado Aborto
en un campo de concentración. Cada vez que alguno de los presos
resistía a las órdenes, eran éstos conducidos a los patios y uno de Los confesores se ven con frecuencia llamados a iluminar o a
cada diez del campo era condenado a una terrible tortura y a una fortalecer las conciencias del pueblo en relación con el crimen del
muerte lenta. Sucedió que en una de aquellas ocasiones el padre aborto. Todo católico debería saber que éste es uno de los pecados
Kolbe vio a un hombre, padre de varios hijos, que había sido ele- más graves, una violación directa del derecho más elemental de
gido como víctima. Inmediatamente pidió que se le permitiera una persona inocente. Es un pecado contra la justicia y contra la
ocupar su puesto, aunque no podía tener la menor duda de que iba caridad o el amor, un pecado de desprecio, de burla del don de
a morir voluntariamente. Sin embargo, ¿quién pensaría en acusar la fecundidad dado por Dios a la mujer para el cumplimiento res-
de suicidio al padre Kolbe? ponsable de la vocación femenina.
Luego, después de establecer la distinción entre el hecho de qui- En lo más hondo de su ser sabe toda mujer que su consenti-
tarse uno la vida y el suicidio moral, dije que el caso del espía miento en el acto conceptivo implica el compromiso moral de
podía considerarse como una cuestión discutible. Yo no pretendía llevarlo a buen término; es una cuestión de justicia en relación con
haber probado que un espía que deliberadamente se quita la vida el don de su sexualidad y de su naturaleza femenina otorgado por
con objeto de servir a la causa de la justicia y de la defensa de la Dios. Todo confesor experimentado sabe que el aborto es un
paz, no comete suicidio en sentido moral. pecado que muchas mujeres no se sienten capaces de perdonarse
Repitamos la línea de la argumentación: por el hecho de que ni siquiera después de haber sido perdonadas por Dios mismo. Los
el espía tiene informaciones secretas de tal importancia, que reve- médicos y los psiquiatras saben también hasta qué punto las muje-
lándolas pondrían en peligro la paz de su país, su gobierno le da res, por su misma naturaleza, están vinculadas a la maternidad,
la orden de sacrificar su vida antes que entregar la información. aun cuando al nivel consciente puedan no darse mucha cuenta de
Se puede discutir si obedeciendo la orden del gobierno, el espía esta vinculación. En Flight {rom Wornan ( = Huida de la mujer),
comete suicidio en sentido moral, ya que, al disponer de su vida, el eminente psiquíatra Karl Stern ilustra este punto refiriéndose a
depende de órdenes superiores. (¿No es el gobierno el que en tiem- cómo el «sentido del tiempo» penetra a un ser femenino:
po de guerra decide que ciertos individuos han de sacrificar sus
vidas para proteger la paz?) El gobierno ejecuta su decisión dando «No pocas veces vemos que en los casos en que una mujer comete un
la orden a los que están dispuestos a sacrificar libremente sus vidas aborto artificial, digamos en el tercer mes de la gestación, este acto parece
caso que este sacrificio sea necesario para la patria. no tener consecuencias psicológicas. Sin embargo, seis meses después, pre-
La razón porque menciono este caso es la de mostrar cuan cui- cisamente cuando el bebé habría debido venir al mundo, el sujeto cae víctima
de grave depresión o incluso de psicosis. Ahora bien, acerca de esto se
dadosamente hemos de evitar enseñanzas apodícticas en casos in- observan dos circunstancias curiosas. La depresión se produce aun sin que
trincados. Condenar el suicidio o el aborto como pecados graves la mujer se dé cuenta conscientemente de que "ahora es el momento en
no debe ser un motivo que nos retraiga del estudio, sino que más que habría debido nacer mi bebé". Además, la filosofía de la paciente no
bien debe obligarnos a examinar más de cerca ciertos casos extre- es necesariamente tal que ella desapruebe el acto de interrupción del emba-
mos que se plantean en relación con el significado moral de estos razo. Sin embargo, su profunda reacción de perdida (que no va necesaria-
mente unida con una preocupación consciente por el parto fallido) coincide
actos. con el tiempo en que éste hubiera tenido lugar... La mujer, en su mismo
ser, está profundamente vinculada al bios, a la naturaleza misma.»

213
212
El quinto mandamiento Aborto
Se considera como altamente probable que el óvulo fecundado, ofrecerse a hablar con sus padres para tratar de reconciliarlos con
por lo menos una vez que ha sido implantado en el seno, es un el hecho de su embarazo y animarlos a tratarla con la mayor cari-
ser vivo dotado de un alma inmortal. Aunque esto no sea un dogma, dad. El confesor puede hallarse también en condiciones de tran-
el aborto de un óvulo fecundado se considera casi universalmente quilizar a una mujer que duda acerca de una operación prevista,
como un homicidio, así como es un homicidio el caso de un caza- explicándole, si tal es el caso, que se trata de una operación lícita,
dor que dispara cuando no está seguro de si apunta a un animal o que no tiene nada que ver con un aborto. Acerca de los casos
a una persona. Esta duda no lo dispensa del crimen de homicidio, en que se pueda dudar si se trata de aborto, de «aborto indirecto» o
sino al contrario. de una operación lícita, me permito remitir a mi libro La ley de
Las jóvenes, e incluso las mujeres adultas, tienen gran necesidad Cristo, vol. ni.
de instrucción en esta materia. Se debería hacer comprender a toda Con una muchacha o mujer que se ve embarazada por haber
mujer que al destruir el fruto de su seno, no sólo destruye la dig- sido violada, hay que sentir, y mostrarle, la mayor compasión. Los
nidad de la maternidad en sí misma, sino, lo que todavía es más casos no son frecuentes, pero existen. Éstos reclaman especial con-
importante, su maternidad espiritual. sideración, no sólo porque así lo exige todo instinto de humanidad,
El hecho de que se tenga tan poca conciencia de la gravedad sino por razón de una circunstancia que no se halla presente en
del crimen del aborto, es indicio de la insensibilidad de nuestro ninguna otra clase de concepción, si se exceptúan, posiblemente,
tiempo con respecto a lo sagrado de la sexualidad humana, mediante ciertos casos de incesto que pueden llamarse también propiamente
la cual la persona humana tiene el privilegio de verse asociada en la violaciones.
acción creativa del Dios todopoderoso. Muchas jóvenes y muje- En los casos de verdadera violación está absolutamente excluido
res proceden con la presunción de que al primer indicio de ameno- el consentimiento de la muchacha o de la mujer en el evento con-
rrea pueden recurrir inmediatamente al médico a fin de tener la ceptivo; se da, más bien, extrema aversión y repulsa. Se trata de
menstruación, aun cuando sospechen que un embarazo ha podido una situación originada no sólo con violación de la ley de Dios en
interferir con su período regular. cuanto expresada en los mandamientos, sino también con viola-
Hay quienes justifican el aborto por razones de mera incomo- ción de la naturaleza en cuanto indicada incluso en las formas infe-
didad o de ambiciones materiales. Para otras, en cambio, la ten- riores de vida bisexual, en las que el consentimiento de la hembra
tación o la decisión de hacerse practicar el aborto puede ser penosa es condición para el acto. Por razón de la dignidad de la persona
y difícil, originada por una desesperación psicológica debida a cir- humana, de la ordenación del acto sexual a la persona y a la fami-
cunstancias poco menos que insoportables. En estos casos, la cul- lia, y del destino y finalidad sagrada de la sexualidad humana, este
pabilidad subjetiva variará de grado exactamente como en cual- consentimiento — por lo menos en grado mínimo — es un derecho
quier otro pecado. inalienable de la mujer. Por ejemplo, en algunos casos de seduc-
El confesor, al aconsejar a estos penitentes, haría bien en suge- ción, es posible que la mujer no dé precisamente su consentimiento
rir motivos: la fidelidad a su condición de mujer y a la voluntad en toda regla, pero siempre hay algún grado de asentimiento. Los
de Dios, que llama a la mujer a cooperar con su poder creador. hombres son la única especie que viola esta regla de la naturaleza
Se les puede hacer ver cómo este crimen atroz es un pecado contra en el crimen incalificable del estupro. Hubo tiempos en que la vio-
el amor materno, y se las puede estimular a que amen a ese niño lación de la mujer era punible de pena de muerte; actualmente
que está por nacer de su carne y de Dios. Si se trata de un hijo la pena se ha rebajado hasta tal punto que no puede compararse
natural, el confesor podrá ayudar a la muchacha, insinuándole con lo abominable del crimen.
dónde podrá hallar abrigo durante el período de la gestación; podrá En los casos de estupro es moralmente lícito deshacerse del

214 215
El quinto mandamiento

semen masculino, que se considera como prolongación del acto


inicial de agresión. Sin embargo, el aborto no es lícito si ha tenido Vida y salud del prójimo
ya lugar la concepción. Cierto que no se puede decir que el feto,
que no se habría formado sin la presencia del semen «agresivo», El «No matarás» del Antiguo Testamento se convierte para el
sea en sí mismo un «agresor». No obstante, tenemos que recono- cristiano en el precepto afirmativo «conservarás la vida». No basta
cer que si el feto es inocente, no menos inocente es la muchacha. con evitar matar a nuestro prójimo, sino que debemos amarlo y, a
Podremos por tanto comprender su repulsa, pues siente que ese no la luz de este amor, atender a las cosas que atañen a su salud y
es «su» hijo ni un hijo que deba en justicia engendrar. a su vida.
Con todo, debemos tratar de inducirla a mirar al niño con amor Una conciencia cristiana formada se pregunta acerca de los de-
por razón de su inocencia subjetiva y a engendrarlo en medio de beres relativos a la vida de la familia y de la comunidad. El con-
los dolores del parto, con lo cual puede dar por satisfecha su obli- fesor deberá aguzar en sus penitentes el sentido de la responsabi-
gación de maternidad forzada, y puede luego entregar el bebé a lidad en esta materia induciéndolos a reflexionar sobre puntos tales
alguna institución religiosa o estatal, después de lo cual procurará como éstos: ¿Procuramos a la familia, en nuestra calidad de padres,
reemprender su vida con la santidad que sin duda habrá realizado los debidos cuidados médicos, una alimentación bien equilibrada,
con su gran sacrificio y sufrimiento. la limpieza que fomenta una verdadera higiene preventiva? ¿Pro-
Si, debido a los efectos psicológicos de su experiencia traumá- porcionamos escuelas especiales a los disminuidos física o mental-
tica, es incapaz de aceptar este consejo, puede darse que hayamos mente? ¿Cómo tratamos a los «viejos»? ¿Procuramos añadir vida
de dejarla en su «ignorancia invencible». Su propia salvación a sus años o nos contentamos con añadir años a su vida? ¿Ayu-
puede depender de ello, debido a su estado de extrema desespe- damos, como a prójimos, a nuestros vecinos en las incidencias de
ración. Si ha cedido ya a la violenta tentación de deshacerse lo la vida? En nuestra calidad de ciudadanos, ¿procuramos con nues-
más completamente posible de los efectos de su experiencia, pode- tra acción y nuestro voto un tipo de administración pública que
mos dejar a la misericordia de Dios el juicio del grado de su cul- actúe atendiendo sinceramente a la seguridad y a la salud de la
pabilidad y tratar de despertar en ella la voluntad de integrar sus comunidad entera? ¿Tenemos verdadero interés cívico en mejorar
sufrimientos y su culpa con los sufrimientos y los pecados del las condiciones de la vivienda, de la higiene, de los servicios sani-
mundo, que Cristo tomó sobre sí mismo en la cruz. tarios apropiados, la inspección sanitaria y contra incendios, espe-
En cuanto a los que han cometido el crimen de aborto, los con- cialmente en los barrios bajos? ¿Nos interesamos en procurar que
fesores deben generalmente procurar explicarles la gravedad de su los retrasados mentales reciban la asistencia profesional que nece-
ofensa y notificarles que la Iglesia excomulga a quienquiera que sitan? ¿Damos pasos para procurar que se creen institutos de asis-
autorice tal crimen o participe en él. Puede darse que sus concien- tencia social para las familias que necesitan de ayuda especial?
cias estén todavía a oscuras tocante a la verdadera naturaleza y Nuestra mayor información en psicología y medicina nos ha
gravedad de su acto. Con todo, hay que abrirles los ojos, ya que llevado a darnos más clara cuenta de los problemas psicosomáticos.
aquí no está implicada únicamente una cuestión de la conciencia Éstos nos hacen pensar en la necesidad de considerar las posibles
subjetiva. Hay que tener en cuenta el efecto en el contorno, en la repercusiones de nuestro comportamiento en la salud de los que
creación de la «atmósfera divina», en la que el amor y la bondad nos rodean, en particular en nuestra propia casa. Es muy sabido
da testimonio de la presencia de Cristo. Añadamos que la Iglesia que llevando gozo y esperanza a la vida de una persona, se con-
tiene el deber de proteger a los que carecen de protección y están tribuye también a su salud. Es, por consiguiente, grave pecado
cerca de Dios, los niños que van a nacer. menoscabar la salud de otros causándoles continuos disgustos.

216 217
El quinto mandamiento

La triste situación de ancianos abandonados merece especial con-


sideración por parte de las personas de todas las edades. Tanto su Vida y salud personal
soledad como sus necesidades físicas reclaman nuestro don de amor
y nuestra ayuda espiritual. No debemos contentarnos en conservar Un aspecto de la obligación concerniente a la vida y a la salud
su vida, sino que debemos ayudarles a reflexionar sobre el gozo y es la protección de la propia salud. Debemos regir nuestra vida de
la luz que aporta el amor de Cristo. modo que pueda servir a Dios y al prójimo. Nuestra obligación
La carretera. La proporción de muertes en la carretera ha ido primordial no es la de no gastar nuestras vjdas, puesto que las
constantemente en aumento estos últimos años. En los Estados Uni- hemos recibido para emplearlas. El ejemplo de Cristo puede ser-
dos, sólo el año 1965, hubo 49.000 muertos y 1.850.000 heridos en virnos aquí de modelo. Pero, precisamente por la obligación que te-
accidentes de circulación. Teniendo presentes estos hechos aterra- nemos de consagrar nuestras vidas al bienestar de los demás, no
dores, no se puede dudar de la obligación en conciencia de obser- tenemos derecho a quitarnos la vida o a acortarla indebidamente.
var el código de la circulación. Muchos moralistas consideran como De san Jerónimo, que, como es sabido, era un gran asceta, se re-
pecado venial toda violación de los límites de velocidad indicados fiere que dijo — y con ello concuerdan santo Tomás y el Corpus
en las carreteras. Yo no me atendría rígidamente a esta aprecia- Iuris Canonici—: «Hay poca diferencia entre matarse uno de una
ción, puesto que con frecuencia la velocidad mantenida por otros vez y matarse uno lentamente con penitencias y mortificaciones
conductores es una medida de prudencia mejor que los límites indi- inconsideradas.» Supongo que todos los cristianos, incluso religio-
cados oficialmente. La opinión más común es que se puede permitir sos y religiosas, darán hoy día la razón a san Jerónimo en este
un margen de cinco millas por hora (8 kilómetros). En todo caso, punto. Nadie tiene derecho a acortar tres o cuatro años su vida
conducir de modo que se ponga en peligro la propia vida o la de con mortificaciones externas.
los otros es pecado sin género de duda. Lo mismo hay que decir El (abaco. Sin embargo, dudo que todos los religiosos y segla-
del hecho de conducir coches que se sabe que sufren de defectos res cristianos convinieran con san Jerónimo acerca del acortarse la
peligrosos. No se pueden nunca diferir las reparaciones necesarias vida cinco o diez años por fumar en exceso. Si aceptamos el primer
•para conducir con seguridad. Sería, por ejemplo, contra el quinto punto, debemos aceptar el segundo. El uso excesivo del tabaco
mandamiento conducir con malos frenos. El creyente debe apro- hace que la persona pierda parte de su libertad, que, en sentido
vecharse de toda advertencia sobre las obligaciones en esta materia, psicológico, es el elemento más valioso de la salud de una per-
hecha en el pulpito o en el confesonario. sona. Es muy posible conservar la propia integridad, salud y liber-
Evidentemente, los que van a conducir no deben tomar bebidas tad, y al mismo tiempo practicar la mortificación renunciando a la
alcohólicas, o, a lo sumo, el mínimum que no afecte a su capaci- tentación de fumar inconsideradamente.
dad de conducir con seguridad. Algunas personas deberían renun- Muchos estudios, comprendidos los de la Royal Commission en
ciar en absoluto a conducir, por ejemplo, los que están sujetos a Inglaterra y los referidos por la Surgeon-General en los Estados
oscurecimientos de la vista y otros que no tienen suficientes reflejos Unidos, prueban que los grandes fumadores, por ejemplo, los que
o cuya visión no es segura. Nadie debe intentar conducir si está fuman habitualmente por lo menos quince cigarrillos al día, viven
agitado emocionalmente o bajo una fuerte sensación, así, normal- unos cinco años menos que el promedio de personas de su edad.
mente, cuando ha muerto un amigo íntimo o un pariente muy Un estudio sobre siete encuestas que incluyen la observación de
allegado. 1.123.000 casos llevada a cabo desde 1951, reveló que la propor-
ción de muertes por mil debida a toda clase de causas era del 68 %
más elevada entre fumadores que entre no fumadores. Así pues,

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El quinto mandamiento

los cristianos harían bien en inducir a otros, con su ejemplo de


abnegación, a despojarse del hábito de fumar inmoderadamente.
A los sacerdotes fumadores, su propio hábito puede enseñarles El confesor de enfermos
a comprender las dificultades que tienen algunos penitentes para
procurar adquirir buenos hábitos en otras materias. Todos los sacer- Importa extraordinariamente convencer al enfermo de que su
dotes necesitan deducir a veces analogías entre las dificultades o enfermedad es una etapa en el camino de la salud, en el sentido
debilidades en su propia vida y las de sus penitentes en las suyas. espiritual del término. Los enfermos se hallan en una situación
Esto sirve para ampliar la visión del confesor. redentiva. Si hacen buen uso del tiempo de su' enfermedad, pueden
Finalmente el confesor, como consejero espiritual, al tratar con crecer en el amor de Dios y al prójimo. Pueden ofrecer sus acha-
penitentes que sinceramente aspiran a una vida espiritual más ele- ques como reparación por sus faltas y como satisfacción por los
vada y que están dispuestos a hacer sacrificios a este objeto, podrá pecados de los otros. Éste es el verdadero sentido de la participa-
proponerles de vez en cuando que se nieguen el placer de fumar ción en la muerte redentora del Señor. En este punto, Tomás de
como penitencia por — y en solidaridad con— los fumadores y Kempis, en la Imitación de Cristo, aseguraba que nadie se hace
bebedores inmoderados. Su sacrificio servirá también de estímulo mejor por la enfermedad. Esto no es cierto. Si lo fuera, lo sería por
psicológico para cristianos más débiles. culpa de los confesores y de los moralistas.
La bebida. Lo que acabamos de decir acerca de la moderación Tenemos que enseñar a los fieles el sentido cristiano del sufri-
se aplica igualmente al exceso en la bebida. Muchos alcohólicos miento. Los cristianos deben percatarse del valor de la enfermedad.
conocidos se habrían ahorrado el estigma y las humillantes expe- Puede ser una bendición para algunas personas el tener oportuni-
riencias causadas por su debilidad, si hubiesen sido estimulados dad para reflexionar, para renunciar durante algún tiempo al acti-
por el ejemplo de otros que hubieran renunciado voluntariamente vismo y consagrarse a pensar en Dios y en su destino y salvación
a beber. En reuniones de sociedad, algunos se avergüenzan de no eterna. Es ésta una oportunidad fomentada con frecuencia por una
beber más. Puede haber grave obligación de ayudar al alcohólico, grave o prolongada enfermedad.
especialmente para sus parientes próximos o amigos íntimos. Los Precisamente debido a este papel redentor de la enfermedad, las
que gozan de plena libertad tienen, naturalmente, mayor obliga- religiosas dedicadas a las tareas de un hospital hallan en su voca-
ción que los que caminan ya por el camino del alcoholismo y han ción una notable forma de apostolado. Hasta los médicos, como
perdido, en cierta medida, el control de sí mismos. todos los buenos cristianos que despliegan su actividad en los
El sueño. Hay diferentes maneras de arruinar uno su propia hospitales, podrán sacar provecho si se les hace presente este aspecto
salud, entre otras el no dormir bastante o el dormir demasiado. de la enfermedad. Todos los que tienen el privilegio de cuidar de
Hay gentes que se pasan durmiendo no poca parte de su vida, con los enfermos, tratan de procurar la salud del cuerpo, pero al hacerlo
lo cual conservan la vida, pero tienen muy poco que ofrecer en contribuyen a la salud del hombre entero. Los médicos y las enfer-
términos de plenitud de experiencia personal. Dado que estamos meras pueden hacer mucho para colaborar con el confesor bajo
obligados a gastar nuestra vida razonablemente en el servicio de este respecto.
Dios y al prójimo, no tenemos derecho a perder la salud por falta Hace cosa de doce años traté de prestar alguna ayuda a un
de templanza en materias como el sueño y la comida. sacerdote que había apostatado de la fe hacía unos cuarenta años.
Había sido profesor de teología dogmática, pero había perdido la
vocación y la fe por causa de una mujer. Cuando lo visité, sus
primeras palabras fueron éstas: «¡Cómo!, durante cuarenta años
ningún sacerdote ha venido nunca a verme...» Hablamos un rato,
220
221
El quinto mandamiento El confesor de enfermos

pero en aquella ocasión no estaba él dispuesto a retractar pública- el enfermo consiste en preocuparse excesivamente por su propio
mente sus declaraciones pasadas. Algunas semanas después, hallán- caso. A estas personas les aprovechará mucho verse animadas a
dose en el hospital, se mostró muy preocupado y preguntó a su ocuparse de otros asuntos y a procurar interesarse por otras per-
médico, un joven doctor católico: «¿Qué dirían las gentes si un sonas. Su constante preocupación retarda su curación.
anciano como yo volviera a la Iglesia católica y retractara cuarenta Finalmente, una palabra sobre la gratitud durante una enfer-
años de su vida?» El joven doctor respondió: «Profesor, dentro medad. El enfermo debería, naturalmente, estar agradecido a todos
de pocas semanas o meses, puede que le interese más saber lo que los que se interesan por él: médicos, enfermeras y otros, especial-
dirá Dios.» Aquellas pocas palabras hicieron profunda impresión mente los parientes. Hay verdadero peligro de que el enfermo se
al anciano, que dijo al doctor que llamase inmediatamente al párro- vuelva egocentrista. Por esto los confesores deben ayudarle a ha-
co. El enfermo se confesó y recibió la comunión. cerse cargo de sus responsabilidades con otras personas e instarles
Al oir confesiones podemos influir mucho haciendo que los pe- para que hagan todo lo que puedan por el bienestar de los que los
nitentes comprendan que pueden ayudar a los enfermos de esta asisten.
forma. Los pacientes de un hospital pueden también prestar gran
ayuda unos a otros. Los que llegan a hacerse cargo del profundo
significado espiritual de su enfermedad deberían procurar ayudar
a sus prójimos y compañeros de dolencia a enfocar las cosas bajo
la misma luz.
Otro punto que conviene notar es que deberíamos tratar de
hacer que los enfermos miraran su situación desde un punto
de vista optimista y de conformidad. El optimismo tiene gran
poder curativo. El optimismo juntamente con el gozo cristiano son
poderosos factores que influyen en la buena salud.
Uno que ama el trabajo realiza quizá tres veces más que el que
no lo ama, y nunca se pone enfermo por exceso de trabajo. Los
que se preocupan por su salud están casi condenados a enfermar;
son víctimas de su propio enfoque pesimista. Con una prolongada
introspección y escudriñando constantemente posibles achaques,
acaban por hacerse hipocondríacos. El mejor medio que tiene el
enfermo para recobrar la salud consiste en entregarse enteramente
a la voluntad de Dios y en aceptar la enfermedad como una gracia
y una bendición disfrazada.
Otro punto que atañe a la conciencia es la obediencia que se
debe al médico. La actitud cristiana ante la enfermedad debe ser
la de conformidad con todo lo que Dios tenga dispuesto, incluso la
muerte, si es su voluntad. Pero la conformidad cristiana con la muer-
te no excluye hacer todo lo que sea necesario para cuidar de la
propia salud. Uno de los mayores peligros psicológicos que tiene

222 223
*

XVII

LA CASTIDAD
Y LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA

Una actitud positiva

En materia de castidad, una conciencia estrictamente prohibi-


tiva saca de su quicio a la persona humana y obstruye la acción
de Dios en ella. Si queremos formar una conciencia que induzca
al penitente a la integridad, aunque dejando intacto el amor y el
gozo, que son esenciales para la debida comprensión y uso de la
sexualidad humana, debemos tender a una apreciación más com-
pleta de la bondad y santidad de ésta.
Mediante la sexualidad humana encauza Dios la vida y el amor
en el mundo. Llama al hombre a participar con él en la formación
creativa de su pueblo y en la continua efusión de su amor reden-
tor en la tierra. En la medida en que se ayuda al penitente a lograr
el sagrado objetivo de su sexualidad, se le anima también a evitar
su profanación.
Una actitud verdaderamente torcida y demasiado predominante
es la de considerar el sexo como un mal o como una ocasión de
pecado, pecado que luego se excusa con el matrimonio. Esto sería
algo así como decir que la administración de los sacramentos es
pecaminosa, pero cesa de serlo una vez que el sacerdote ha sido
ordenado y ha recibido la facultad de oir confesiones. Natural-
mente, quienquiera que osase oir confesiones antes de estar orde-
nado no merecería ser confesor, pues revelaría una lamentable
ignorancia de la misión de éste.

225
La castidad Ofensas contra la castidad
Por la sexualidad humana están todos llamados, de una manera na para entregarse plena y gozosamente a testimoniar la presencia
o de otra, a una paternidad o maternidad de los hijos de Dios. de Dios mediante el servicio a los hijos de Dios.
La respuesta corriente al llamamiento de Dios está en la vocación
del matrimonio y de la paternidad natural; sin embargo, interesarse
con amor por el prójimo en la vida seglar, es también un papel de Ofensas contra la castidad
padre, y la total entrega de uno mismo a la paternidad o materni-
dad espiritual en el celibato consagrado, es una vocación, una forma Muchos cristianos piensan, u oyen decir, que todos los pecados
especialmente bendecida de fecundidad espiritual. contra el sexto mandamiento son ipso jacto pecados mortales. Sin
Todas las obligaciones de la castidad cristiana fluyen de estas embargo, esto no ha sido enseñado nunca por la Iglesia. Sería de
vocaciones, que testimonian, cada una en su forma especial y única, lo más ridículo equiparar el abominable pecado de estupro o de for-
la presencia del reino de Dios. Una vez que uno ha comprendido la nicación desdeñosa y desamorada, con las caricias demasiado ínti-
castidad a esta luz, sabe por qué debe evitar los pecados contra mas hechas a la novia, aunque con ellas se experimenta un cierto
el sexto mandamiento que contradicen o alteran el profundo signi- grado de placer egoísta. Ni se puede sostener que la falta de con-
ficado de su sexualidad y su expresión en su propia vocación. La trol en cuanto a la pasión sexual del amor haya de juzgarse más
formación de la conciencia del penitente bajo este respecto signi- severamente que el desenvolvimiento de pasiones tan destructivas
fica inducirlo a penetrar el sentido de las profundas verdades impli- como la cólera o el odio, de las que hemos tratado en el capítulo
cadas en esta materia. Entonces se percibe lo que significa pecar precedente.
contra Dios, sumo bien en nuestra escala de valores y revelador de
No hay normas especiales de moralidad aplicables al sexto man-
esta jerarquía de bienes.
damiento; éste se rige por las mismas normas y principios genera-
les que regulan el resto de la moral. Como en los demás casos, sólo
se comete un pecado mortal tras la necesaria deliberación y la li-
Matrimonio y celibato
bertad requerida por parte del individuo.
Tres elementos deben estar siempre presentes para que haya pe-
¿Qué es el matrimonio? Es una alianza estable y exclusiva de
cado mortal: 1) hay que darse plena cuenta de que se toma una de-
amor entre un hombre y una mujer en la presencia de Dios. Por
cisión acerca de la amistad de Dios y de la salvación, lo cual pro-
la acción del Espíritu Santo y la aceptación de esta acción por los
viene de la convicción de la importancia que tiene la decisión (o
esposos, su amor personal mutuo refleja el amor de Cristo al pueblo
la materia de la decisión); 2) una plena liberación proporciona-
de Dios, que es su Iglesia. Su gozosa colaboración con el grandioso
da, y 3) el grado de libertad correspondiente a la decisión sobre
o Amante, Dios Creador y Redentor, profundiza su propio amor
la salvación eterna. Sin embargo, sólo Dios conoce la exacta me-
hasta que éste se transforma en un don total del uno al otro y de
dida de la deliberación y de la plena libertad que merece conde-
ambos a los hijos nacidos de su unión. Así forman una comunidad
nación eterna. Los teólogos sólo pueden proponer tanteos o reglas
de amor, que da gloria a Dios.
aproximadamente de prudencia.
¿Qué es el celibato? El celibato es también una alianza de amor,
Hasta estos últimos años, la opinión más común entre los mora-
pero de un amor orientado hacia lo más alto, que en primer lugar
listas era que son mortales todos los pecados en los que una perso-
se da enteramente a Dios y luego refleja su amor divino, en actos
na busca directamente un placer sexual contrario al orden moral,
y actitudes, delante del mundo. Es una de las formas más elevadas
sea cual fuere el grado de ese placer sexual o desorden moral.
de apertura a Dios y al prójimo, apertura que capacita a la perso-
Con otras palabras: se enseñaba que todo desorden sexual o toda
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227
La castidad Ofensas contra la castidad

búsqueda desordenada de placer sexual era de tal importancia que cológicamente no querer ir más lejos; al final sucumbirá a esta ten-
el cristiano medio tenía que darse cuenta de que con ello destruía dencia más oculta y desarreglada. La advertencia es todavía más
la amistad con Dios y consiguientemente era merecedor de con- perentoria si está implicada la excitación sexual de otra persona,
denación eterna. Esto se sostenía aun en el caso de que una per- por razón del pecado contra la caridad y de la implicación mutua
sona tuviera la intención de detenerse antes de alcanzar la plena en un impulso creciente.
satisfacción sexual, es decir, antes del orgasmo. Sin embargo, mora- Los teólogos de ambas escuelas admitirán que se debe amo-
listas más avisados insistían en que esto sólo tenía lugar si había nestar lo más seriamente posible al cristiano acerca del peligro de
una voluntad directa, deliberada y plenamente libre de excitar la jugar con su sexualidad, especialmente si se hace con plena deli-
propia sexualidad hasta cierto grado. Ahora bien, muchos mora- beración o con obstinación. Esta advertencia era el objetivo esen-
listas tradicionales habrían aceptado la siguiente regla práctica de cial del enfoque tradicional en teología moral, aunque la forma de
discernimiento: personas que generalmente muestran buena volun- presentarlo nublaba con frecuencia el punto principal y daba la
tad y, por razones morales, se detienen antes de haber alcanzado sensación de que la moral sexual debía tratarse diferentemente de *
el orgasmo, tienen en su favor la presunción de no haber cometido otras materias morales.
pecado mortal, por lo menos en casos en que se dude de si obraron Sin embargo, conviene saber que ningún teólogo bien informado
con voluntad plenamente libre, con suficiente deliberación y con enseña que todos los pecados contra la finalidad de la sexualidad
intención directa de abusar de su sexualidad o de excitar hasta sean mortales, incluso desórdenes causados sólo indirectamente o
cierto grado la de otra persona. buscados indirectamente. Por ejemplo, no siempre que se cede a la
Hoy día un número creciente de teólogos rechaza esta posición. curiosidad o que no se evita una ocasión de pecado, se comete
Afirman que en este campo se debe abordar y expresar la cuestión necesariamente pecado mortal. Sin embargo, si uno sabe que caerá
en los mismos términos que en las otras categorías morales. Con en pecado como consecuencia de su curiosidad o de acciones incon-
esto se quiere decir que si hay un grado menor de desorden, tene- sideradas, entonces estos actos «indirectos» son mortalmente peca-
mos muy buenas razones de pensar que la persona media no tiene minosos, supuesto, naturalmente, que la persona se dé perfecta
la sensación de que en ese caso se arriesga la salvación ni toma cuenta de que la situación es para ella una ocasión próxima de
una decisión que brote de las profundidades de la voluntad; es un" pecado, ocasión que hubiera podido evitar, pero no quiso, y de que
acto imperfecto de decisión, un pecado venial. Naturalmente, los al obrar así procedía con deliberación y voluntad libre.
teólogos modernos reconocen también la gravedad de todo pecado Es evidente que muchas personas no pueden evitar todas las
que exprese un acto de decisión plenamente libre y deliberada de ocasiones que constituyen para ellas cierto peligro d e excitación
transgredir directa e intencionadamente la voluntad y la ley de Dios sexual. Sería, por ejemplo, ridículo sostener que parejas de prome-
(el orden del amor), sea cual fuere el punto en que quiera dete- tidos no pueden abrazarse o acariciarse si ello provoca una cierta
nerse en la búsqueda egoísta del placer. excitación y placer sexual. Si hoy día se impusiera y se llevara
Independientemente del enfoque teorético, en la práctica se puede adelante esta restricción, no podría casarse nunca ninguna mucha-
aplicar el siguiente criterio: una persona que generalmente mues- cha que siguiera este consejo. No obstante, una pareja de prome-
tra buena voluntad y con la más seria preocupación moral trata tidos debe evitar las ocasiones que saben que para ellos constituyen
por lo menos de evitar la satisfacción sexual completa, no ha come- peligros próximos de experimentar placer sexual completo y de
tido pecado mortal. Con todo, hay que advertir a los penitentes darle libre consentimiento.
que quien, con plena deliberación y libertad decide explotar su En la castidad, como en cualquier otra materia d e moralidad,
sexualidad en todos los grados sin llegar al orgasmo, no puede psi- quienquiera que tenga buena voluntad y aspire a realizar plena-

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La castidad Masturbación o «ipsación»

mente la virtud de la templanza, está en estado de gracia y se man- profana una facultad sagrada, y debe acentuar la necesidad del
tiene en él, aunque a veces tenga alguna debilidad. Lo que importa dominio de sí en todos los aspectos de la vida. En el segundo caso,
es que no cese de mostrar buena voluntad. Exagerando los peligros, quizá sea lo más conveniente no llamar la atención hacia el pecado,
concentrando demasiado la atención en ellos e imponiendo dema- por el peligro de intensificar las tensiones ya existentes. En cambio,
siadas restricciones tocante a las manifestaciones de cariño, nos podrá el confesor insinuar en términos generales cómo la confianza
exponemos a desanimar a las personas y a entregarlos completa- en Dios, el abrirse a Dios en la oración y en la comunión frecuente
mente en brazos del vicio. puede representar una ayuda para el penitente; puede hablar tam-
(Sobre el complejo problema de la homosexualidad, véase bién de la virtud de la generosidad en obras de misericordia, como
B. Haring, La Ley de Cristo, m, p. 316ss.) visitar a personas abandonadas. Lo más importante es dar áni-
mos. Hay que ayudar a la persona a apreciar su propio valor y
animarla a empeñarse generosamente en intereses exteriores a ella
Masturbación o «ipsación» misma.
La juventud está especialmente expuesta a esta dificultad par-
Los psicólogos han mostrado una cierta preferencia por el tér- ticular. En el ambiente de nuestros días penetrado de sexualidad,
mino «ipsación» (de ipse, uno mismo) en lugar de masturbación, la mayor parte de los muchachos y una gran minoría de las mucha-
porque expresa mejor la naturaleza egocentrista de la tendencia chas se entregan más o menos a actividades masturbatorias durante
o del acto. Aunque esta inclinación es más común en los jóvenes el proceso del desarrollo. Pero no es sólo el ambiente; otros hechos
(y aquí la trataré principalmente desde este punto de vista), esto nos obligan a repensar algunos de los principios formulados en
no quiere decir que el problema se limite a este grupo de edad; no circunstancias totalmente diferentes.
pocos adultos se ven molestados por este hábito. Con frecuen- Hoy día, en Europa y en América, se alcanza la madurez sexual
cia representa una persistencia de hábitos juveniles que no se domi- por término medio de dos a cuatro años antes que en el siglo pasa-
naron nunca totalmente. En otros casos la tendencia se desarrolla do, mientras que la personalidad tarda por lo regular más en alcan-
en condiciones de aislamiento de frustración que la persona no zar la madurez. Las mayores exigencias de la instrucción someten
puede cambiar o no tiene intención de cambiar. Una persona sol- a la juventud a un período más largo de dependencia de su familia,
tera que se halla en un ambiente extraño, lejos de la compañía de con la consiguiente dilación en los adolescentes de la asunción de
la familia o de amigos muy conocidos, o personas casadas separa- las responsabilidades y decisiones de los adultos. La inmadurez
das por la distancia o agobiadas por falta de inteligencia mutua, forzada viene a ser una circunstancia atenuante en los problemas
pueden verse tentadas en este sentido. Aquí entran en juego muchos de los adolescentes. La extensión del problema de la masturbación
factores psicológicos. pone de relieve el hecho de que la madurez biológica rebasa la psi-
Hay gran diferencia entre el género de culpabilidad asignada a cológica hasta tal punto que los jóvenes, al enfrentarse con el pro-
un abuso de la propia sexualidad con manipulaciones voluntarias blema, todavía no han adquirido los valores y la libertad necesa-
y la que proviene de ceder débilmente a este impulso bajo la pre- rios para tratarlo con suficiente conocimiento y deliberación; no
sión de una alteración emocional. En todos los casos, el esfuerzo están suficientemente maduros para afrontar el impulso biológico.
del confesor debe orientarse a ayudar al penitente a superar su De resultas de la nueva situación y de la importancia dada hoy
dificultad, pero sus consejos deben reflejar las diferentes necesida- día a los factores psicológicos, hemos creído necesario reformar
des y circunstancias. En el primer caso de los dos que hemos men- nuestra actitud frente a este viejo problema. La doctrina tradicional
cionado, el confesor debe subrayar la gravedad del pecado, que de la Iglesia conserva todavía su vigencia, pero hay que poner cui-

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La castidad Masturbación o «ipsación»

dado en expresarla e interpretarla de forma que pueda aplicarse cia son sanos, se arreglan para evitar absolutamente esta situación.
a la presente generación y ser entendida por ella. Ni se puede decir que la pasión sola destruye la imputabilidad
En una sociedad estática, en la que la mayoría de los jóvenes moral de los pecados contra el sexto mandamiento, pues si así
habían casi alcanzado la madurez personal antes de encontrarse con fuera, ello serviría de verdadera excusa de todos los pecados pro-
los problemas sexuales, no había tanto inconveniente en expresar cedentes de pasión. Entonces sólo un pecado diabólico sería mortal.
principios en forma estática e inflexible, pof ejemplo, afirmando André Gide, autor cuyos libros fueron puestos en el índice,
sin más que la masturbación era pecado. Hoy día, en cambio, los refiere en uno de ellos cómo él decidió hacer una experiencia única.
principios deben expresarse en términos dinámicos, teniendo en Decidió procrear un hijo sin tener la menor sensación de amor o
cuenta las tensiones y el grado de madurez actuales. De lo contra- de placer. Se preguntaba qué pasaría si dos personas que no se
rio los jóvenes no entenderán lo que queremos decir. tienen la menor simpatía ni sienten la menor pasión la una por la
Conviene subrayar que el hábito de la masturbación en un ado- otra tuvieran relaciones con vistas a la procreación. Él llevó real-
lescente es casi invariablemente signo de una tensión entre la tem- mente a cabo su plan. Por naturaleza, tal experiencia es diabólica y
prana maduración sexual y la maduración retrasada de la perso- patológica. Abusar de la facultad sexual sin la menor pasión ni
nalidad, y el problema sólo puede resolverse si la fuerza resultante amor revela en una persona normal una mala voluntad empeder-
es una fuerza de apertura a Dios y al prójimo. Este enfoque reviste nida. Una pasión desordenada es menos mala que un abuso calcu-
particularmente importancia en vista del hecho de que muchos lado fríamente.
jovencitos caen en el hábito antes de comprender realmente lo que Aunque la pasión sola no excusa de pecado, en muchos mucha-
sucede. Una dificultad temporal no tarda en convertirse en una chos y muchachas no se trata simplemente de pasión o de un enorme
condición permanente, especialmente si se tropieza con constan- impulso sexual. Hay implicados muchos factores psicológicos. Ceden
tes reproches o si uno concentra en ello la atención en forma a la masturbación porque no han sido preparados o instruidos
negativa. adecuadamente acerca del valor del matrimonio y la dignidad del
Naturalmente, sería contra la tradición sostener que la mastur- sexo. No saben lo que son esas fuerzas que están experimentando.
bación no es nunca pecado mortal o pretender que casi nunca es En muchos casos la masturbación viene a ser un acto compensa-
pecado. El papa Pío x n decía (AAS 1952, p. 275): torio con el que los adolescentes dan desahogo a sus frustraciones.
Se sienten abandonados y despreciados y a veces ellos mismos se
«Rechazamos como errónea la afirmación de los que consideran las desprecian.
caídas como inevitables entre los adolescentes, por lo cual no merecen Muchachos fracasados están especialmente sujetos a tales ten-
tomarse en cuenta. Aceptan como regla general la creencia de que las
pasiones destruyen la libertad necesaria requerida para hacer un acto impu- taciones. Con frecuencia se masturban después de una reprimenda
table moralmente.» del maestro o de sus padres. Su pecado solitario los convence de
su falta de valía, mientras que al mismo tiempo ellos afirman su
Aunque primeramente debemos observar que la palabra «ado- independencia y buscan consuelo. Ahora bien, incluso cuando un
lescente» puede tener diversas connotaciones y que hoy día muchos muchacho se entrega a manipulaciones consigo mismo n o se puede
que se enfrentan con problemas sexuales son todavía niños, la decla- siempre concluir que proceda con plena libertad; puede ser víctima
ración del Papa sigue siendo la línea directriz. Es cierto que no de un impulso psicológico incontrolado. A veces su ansiedad o su
podemos sostener que tales «caídas» son inevitables, pues las caídas miedo de sucumbir de nuevo puede crecer hasta el punto de hacerse
morales no son nunca inevitables en cuanto son decisiones libres. imposible toda tentativa de resistir al impulso. El muchacho puede
Además, muchos muchachos y muchachas cuyo ambiente y heren- tener deseos de resistir, pero no puede. Ésta es la razón por la cual

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La castidad Masturbación o «ipsación»

es recomendable una táctica positiva que distraiga la atención del chos y muchachas que presentan un problema de masturbación?
acto pecaminoso. Si el confesor invita a un penitente que incurre En primer lugar debe el confesor tener una idea de la clase de
en este pecado a hacer algo con el fin de ayudar a otros, le ayuda persona con quien trata. Si la persona es tímida, está desilusionada,
a él mismo a enderezar sus energías canalizándolas en forma cons- preocupada, el confesor podrá descubrir un problema principal-
tructiva. mente psicológico. Sería un error reprender al penitente o insistir
Algunos confesores, al tratar de ayudar, procuran resolver este demasiado en este aspecto. Podrá ayudarle recordándole la huma-
problema inspirando a los muchachos motivos de miedo y proce- nidad y amabilidad de Cristo. El penitente debe notar más que
diendo como si tales pecados fueran algo verdaderamente extra- nada que por lo menos el confesor es bondadoso y comprensivo
ordinario. De esta manera sólo consiguen suscitar un complejo de con él, que lo respeta y entiende sus problemas.
culpabilidad que hace que los muchachos se retraigan de confesar En cambio, si el penitente es agresivo y muestra una falta gene-
estos pecados o caigan en desesperación. Debemos ser absoluta- ral de dominio de sí, el confesor deberá mostrarse más enérgico.
mente francos con esta clase de adolescentes y decirles que no Mostrará al penitente por qué la vida cristiana exige dominio de
todos, pero sí buena parte de ellos, tropiezan generalmente con sí y abnegación. El adolescente sólo aprenderá a dominar su ego-
estas mismas dificultades, y que ellos mismos no deben tener miedo centrismo si practica la abnegación por el bien común, por el bien
de mencionar este problema o de tratar de él con sus padres o con de la familia o de los amigos y se consagra a sus propios deberes.
su confesor. Estas dificultades no son necesariamente señal de mala El confesor debe a toda costa tratar de integrar este punto en
voluntad y ni siquiera de pecado. la totalidad de la vida cristiana. Hablando en general, no debe per-
Una instrucción apropiada convencerá a estos penitentes de que mitir que el penitente tenga la sensación de que esta debilidad es
el hábito se dominará con más facilidad según vayan avanzando el más importante de sus fallos, sino que ha de esforzarse por dar
hacia la plena madurez de personas. Esta madurez la alcanzarán una fuerte impresión de lo contrario, preguntándole, por -ejemplo,
más pronto si procuran dominar su egocentrismo con vistas a su qué progresos ha hecho en la oración y en el espíritu de solida-
futuro estado de vida. El matrimonio y la paternidad sólo pueden ridad con su familia y sus amigos. Podrá preguntarle si le gustaría
prospernr si las partes se entregan una a otra totalmente; si se que le impusiera como penitencia la intención de practicar algunas
mantienen egocentristas, esto resulta imposible. Puede también darse gentilezas con su hermana, su madre o alguna otra persona y de
que Dios quiera llamar al muchacho o a la muchacha a la virgini- examinarse cada noche acerca de su fidelidad en estos puntos. En la
dad. Si se da este caso, uno sólo será capaz de tan alta vocación próxima confesión convendrá darle pie para que diga si ha cum-
si se eleva muy por encima de toda satisfacción egocentrista. La plido esto o si ha tratado de llevar adelante su intención. Si el peni-
vocación a la virginidad reclama completa apertura al amor de tente acepta esta penitencia, el confesor podrá determinar fácil-
Dios y' el don de la propia vida al servicio de la Iglesia y de los mente si es una persona de buena voluntad.
semejantes. Además de esto, el confesor debe ayudar a tales muchachos a
Será muy provechoso que el confesor pueda mostrar cómo las hacer las debidas distinciones. Sólo deben acusarse cuando se han
dificultades en esta materia están relacionadas con la persona en- masturbado dándose plena cuenta de lo que hacían. De lo con-
tera. La persona entera y no precisamente una parte es la que crece trario, no deben considerarse plenamente responsables de sus actos.
hacia la madurez y la apertura a Dios y al prójimo. Quienquiera El confesor puede ayudarle a distinguir entre prácticas voluntarias
que no logre dominar el egocentrismo estará necesariamente expues- de masturbación y poluciones nocturnas involuntarias (en sueños),
to a.-muchas faltas, no sólo contra la castidad. que con frecuencia son causa de grandes ansiedades para los mu-
¿Cómo puede el confesor ayudar de la mejor manera a mucha- chachos. Son también fuente de complejos de culpabilidad cuando

234 235
La castidad Necking y petting

los sueños van acompañados de representaciones eróticas. Si el truir la alegría y la libertad de la persona. Si ésta muestra gene-
padre del muchacho ha declinado la responsabilidad de instruirlo ralmente buena voluntad, ni la ley divina ni la de la Iglesia le
en materia de sexualidad, el confesor puede ser el mejor sustituto prohiben comulgar sin confesarse si hay alguna duda en esta ma-
de los padres, el más calificado para devolver al muchacho la tran- teria. Siempre que el confesor crea que esto ha de ayudar al pe-
quilidad tocante a los fenómenos naturales. Una polución (espon- nitente, deberá animarlo a sacar provecho de ello.
tánea, no procurada) cada quince días es lo normal en un mucha- Si el confesor nota que el penitente no hace progresos en esta
cho que no tiene relaciones sexuales ni masturbaciones, mientras materia, pero sí en otras virtudes, no deberá nunca dejar de com-
que la- frecuente excitación erótica mediante pensamientos, conver- partir con él su optimismo. Se hace gran daño si se considera el
saciones o pornografía puede dar lugar a poluciones más frecuentes. caso como «desesperado». Aun en el caso de que el penitente caiga
El muchacho acabará por desanimarse si no se le enseña a distin- con más frecuencia y deje de practicar lo que se le aconseja, el con-
guir entre lo voluntario y lo involuntario. fesor deberá seguir pacientemente tratando de ayudarle con aquella
Con frecuencia se plantea esta cuestión: cuando se trata de caridad que nunca desespera. Una y otra vez deberá animarlo a
penitentes que todavía no han dominado el problema de la mas- hacer nuevos esfuerzos, mostrándole la diferencia que hay entre uno
turbación, ¿puede permitirles el confesor que vayan a comulgar sin que desespera y uno que sigue esforzándose y esperando. El con-
confesarse? La respuesta dependerá del nivel moral del penitente, fesor podrá explicarle el significado de la absolución en esta pers-
de la medida de su buena voluntad y del efecto de tal permiso. pectiva: «Bueno, pues el mismo Jesucristo Nuestro Señor te da la
A veces sucede que muchachos y muchachas desean comulgar por garantía de que confía en ti. Teniendo la buena voluntad de hacer
la necesidad de conformarse a las normas de la comunidad o de la nuevos esfuerzos, una vez más puedes estar seguro de que eres su
familia que comulga regularmente. Sin embargo, muchos adolescen- amigo. Él te ayudará si todavía procuras hacer lo que puedas y, en
tes se oponen a la conformidad en este punto y desean comulgar cuanto a lo demás, pides ayuda a Dios. ¡Ánimo, hijo mío!»
por razón de lo que la comunión significa para ellos; su inten-
ción es sincera. Entonces sólo se trata de saber si tienen la necesa-
ria buena voluntad. ¿Se esfuerzan por alcanzar el pleno dominio de Necking y petting
sí mismos? Si muestran buena voluntad aceptando los pocos reme-
dios que les prescribe el confesor, se puede presumir que en general En la vida de la juventud americana, el petting y el necking están
tienen buena voluntad y se les puede decir esto o algo parecido: tan propagados, que parecen ser una parte integrante de su sub-
«Por ley divina y por la ley de la Iglesia sólo debemos confesar- cultura. Según el contexto, esto puede significar caricias banales
nos antes de comulgar si estamos moralmente ciertos de haber come- o actos que recorren toda la gama del «juego sexual» sin llegar al
tido pecado mortal. Ahora bien, en tu caso, puesto que eres tan coito. En cierto número de casos es una forma de comunicación
joven y tienes tan buena voluntad, no me atrevería a suponer que con la que los adolescentes inmaduros tratan de ponerse en rela-
has cometido pecado mortal. El juicio en esta materia podemos ción entre sí aunque sin tener nada que decir. Con frecuencia
dejarlo en manos de Dios. Haz un acto de contrición y un acto se inician tactos exploratorios la primera vez que un muchacho se
de confianza cada vez que caigas y repite estos actos antes de ir a encuentra con una muchacha. A los jóvenes que están expuestos a
comulgar; luego infórmame de tu progreso en la caridad fraterna estas tendencias, que notan que tienen que entregarse a tales acti-
y sobre este punto en la próxima confesión.» vidades para no ser menos que sus compañeros, habrá que expli-
Insistiendo demasiado en este mandamiento y tratando al peni- carles cuan perjudiciales pueden ser esas prácticas para su futuro
tente con severidad, con frecuencia se expondrá el confesor a des- estado de casados. El andar jugueteando con el sexo e n ese estadio

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La castidad Necking y petting

de su desarrollo obstaculizará su progreso hacia la madurez, hacién- monio pueden ser expresión del don mutuo, de la irrevocable per-
dolos incapaces de distinguir el juego sexual entre camaradas, el tenencia del uno al otro, espiritual y corporalmente. Pero el aspecto
cariño respetuoso entre prometidos y las intimidades inspiradas por de satisfacción espiritual se pierde de vista si las relaciones sexua-
el amor entre los cónyuges. les, perfectas o imperfectas, se reducen al elemento crudamente físico
Sin embargo, debe quedar claro que no toda expresión de afecto y externo de la mutua excitación. El petting entre adolescentes es
entre jóvenes pertenece a la categoría de necking y petting. Con todo lo contrario de las muestras de cariño entre los casados. Los
frecuencia pueden intercambiarse besos entre jovencitos de ambos matrimonios entre adolescentes que se han entregado a un necking
sexos sin la menor intención sexual, en casos en que esta práctica y petting pecaminosos se ven en grave peligro, debido a sus actitu-
ha podido comenzar en edad temprana sencillamente porque es uso des pervertidas de explotación mutua. Cuando esta actitud se tras-
corriente en su ambiente; raras veces tienen implicaciones sexua- lada al matrimonio, resulta imposible el respeto mutuo, y el matri-
les. Si esto tiene significación sexual para una de las partes, no por monio prácticamente se malogra. Por esto es necesario que se
ello ha de tenerla para la otra; sin embargo, esto es una cosa que enseñe a los jóvenes el verdadero significado del cariño y los peligros
se transmite fácilmente del uno al otro. La seducción no es una de las modernas prácticas de necking y petting.
experiencia infrecuente. Es bueno que el confesor se percate de que la razón oculta del
El necking y el petting pueden ser causa de pecado y en sí mis- predominio de estas prácticas malsanas puede ser la dura realidad
mos son más bien pecaminosos, porque generalmente se tiene de que los niños no han disfrutado de atenciones afectuosas durante
la intención de explotar el cuerpo de otra persona con vistas a la su infancia. En casa, la madre expresa su amor a su niño con dife-
propia satisfacción sexual. A la otra persona no se la ama verda- rentes actos de ternura. También el padre lo expresa a su manera.
deramente como persona, sino que sencillamente se usa, o abusa, El niño no tarda en darse cuenta de la diferencia y necesita las dos
de ella sólo como medio de la propia satisfacción. Aunque en el clases de atenciones. Mientras el niño necesita las atenciones de su
necking y el petting es posible buscar la plena satisfacción sexual, madre, no aprecia la misma clase de atenciones de un extraño.
por lo regular se evita llegar al coito. Esta manera egoísta e inmadu- Ni tampoco puede la madre ocupar el lugar del padre. También
ra de abordar el sexo hace que estos jóvenes carezcan de la debida los hermanos y hermanas de diferentes edades tienen diferentes
apreciación del significado de su propia sexualidad y del signi- maneras de expresarse mutuamente su cariño. Pero hasta el mismo
ficado del amor. Tales prácticas, si se entrega uno a ellas habitual- Freud admitía que estos actos no tienen significado sexual.
mente como la cosa más natural, pueden dar al traste con las pers- Es un hecho curioso, pero innegable, que los niños expresan
pectivas de un matrimonio próspero y feliz e incluso de verdaderas inconscientemente su necesidad de afecto y cariño demostrándoselos
amistades. Amistades simuladas basadas en explotación e indeli- unos con otros. El pleno desarrollo del niño, el sentido psicológico
cadeza fomentan actitudes que no pueden menos de ser destructi- y hasta moral del cariño en la vida posterior, depende de la clase de
vas de toda auténtica relación personal. amor y de cariño de que fue objeto en sus primeros años. La autén-
El confesor que se encuentre con casos de este género debe guar- tica afectividad y el calor de una persona madura no son indepen-
darse de dar la sensación de que el placer sexual es en sí pecami- dientes del clima psicológico que la rodeó en su infancia.
noso. De hecho el placer sexual es realmente bueno cuando forma
parte del cariño que los casados deben mostrarse mutuamente cuan-
do «dos se han hecho una carne». El placer sólo es malo cuando
se busca sencillamente por sí mismo, sin tener en cuenta el «orden
del amor». Las variadas y sumamente íntimas caricias en el matri-

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Fornicación

y otras intimidades sexuales en el matrimonio y fuera del matri-


Fornicación monio son experiencias totalmente diferentes. Una es genuina, la
otra falsificada. La pareja de casados se une para «darse» el uno
Las intimidades y la unión conyugal son, por su misma natura- al otro; los que se unen promiscuamente lo hacen para «separarse»
leza, expresiones del tierno amor de los esposos, de su total e irre- uno de otro. Los que no están comprometidos sienten el placer
vocable entrega mutua. Es la expresión auténtica y legítima del físico pasajero, pero nada del gozo profundo e inocente de los que
hecho de ser ambos «una carne». Salta a la vista que el significado han sellado la alianza de su amor en el matrimonio. El que no está
y la verdad de estos actos varía notablemente si son ofrecidos comprometido deja la escena únicamente para volver a la vaciedad,
mutuamente por los esposos, por personas prometidas o por per- mientras que los casados se quedan para gozar de la realización de
sonas que no están en modo alguno comprometidas entre sí y ni su amor constantemente creciente. El mismo deseo de hacer expe-
siquiera se conocen mutuamente como personas. Por consiguiente, riencias promiscuamente con la propia sexualidad es en sí señal
los que se entregan a experiencias sexuales sin estar casados, se de tal inmadurez e insensibilidad, que hace dudar de que la persona
entregan a una mentira sumamente trágica. Sus palabras de amor, en cuestión pueda hallar verdadera realización en el matrimonio.
al igual que su unión corporal expresa algo que para ellos no es Algunos moralistas enseñan que a las personas que tienen rela-
verdad. Son embusteros en un sentido tan hondo, que ellos mismos ciones fuera del matrimonio hay que preguntarles si usan contra-
pierden la comprensión de la más expresiva unidad «en un cuerpo». ceptivos. Explican que tal acción añade a la fornicación un nuevo
Ni siquiera desean ser los dos uno, irrevocablemente uno, aunque pecado «contra la naturaleza». Es evidente que el aborto sería un
no dejen de decirlo. nuevo pecado, un pecado contra la vida, pero tocante al uso de
Es cierto que la unión sexual entre prometidos que están fir- contraceptivos no debería haber problema. Las razones dadas por
memente decididos a casarse y a ser fieles el uno al otro, no tiene severos moralistas son fragües, pues la fornicación en sí misma es
el mismo carácter de «mentira» que tiene la promiscuidad. Pero contra la naturaleza de las personas y contra el significado de la
anticipando los derechos de las personas casadas cuando todavía sexualidad humana.
no lo están, se mofan, hasta cierto punto, del significado espiritual La sexualidad humana tiene una finalidad definida: el don
del matrimonio. Aunque puedan experimentar profundo amor mutuo de dos personas en un vínculo indisoluble de amor. Va contra
humano y una fuerte entrega mutua, pasan por alto la santidad del esta naturaleza misma de la sexualidad humana el entregarse a
matrimonio, la adoración de Dios. Cediendo a la pasión, dejan de relaciones sexuales fuera del matrimonio, aunque la pareja tenga
aprender otra cualidad esencial del amor conyugal, a saber, el domi- la intención de procrear. El pleno sentido humano de la sexualidad
nio de sí mismos. exige que la procreación tenga lugar dentro del matrimonio, único
Hoy día, debido a los medios de comunicación de masas y a que puede procurar una seguridad familiar a la criatura. El uso de
otros canales de la opinión pública, se ha propagado la idea de que contraceptivos en un acto de promiscuidad no hace que éste sea
los jóvenes no deben casarse antes de haber recogido toda clase de moral: por una parte, podría manifestar una intención deliberada
experiencias sexuales con diferentes personas. Theodor Bovet, pro- de pecar; por otra parte, podría expresar un cierto sentido de res-
testante, psicólogo de profundidades y consejero matrimonial, res- ponsabilidad de no procrear vida fuera del matrimonio. En todo
ponde así a esta patraña popular: «Es tan ridículo entregarse a una caso sería muy imprudente preguntar a quien se confiesa de forni-
actividad sexual premarital con el fin de prepararse para el matri- cación, si ha usado de contraceptivos.
monio, como tratar de saber lo que es la muerte entregándose a un Es chocante que en una sociedad que parece permitir las rela-
largo sueño.» Desde el punto de vista psicológico, la unión sexual ciones sexuales extramaritales, predomine una actitud condenatoria

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La castidad Fornicación

cuando una muchacha queda embarazada fuera del matrimonio. También se puede hacer esta otra pregunta (aquí importa mucho
Esto significa absoluta desconsideración, por no decir desprecio, de proceder con tacto): «¿Sabe usted quién le administra el sacramento
la madre soltera, y esto precisamente en un momento en que la del matrimonio?» Algunos sabrán responder, pero muchos no sa-
muchacha tiene necesidad de la máxima comprensión y compasión. brán y se limitarán a decir: «El padre fulano.» Los novios son,
La pobre muchacha, y hasta cierto punto también el padre, se ven naturalmente, los que se confieren mutuamente el sacramento. Por
forzados por todas partes a contraer matrimonio, aunque todos su unión con Cristo y con la Iglesia, son ellos los ministros del sacra-
prevean que el matrimonio no ha de ser feliz. Es una manera trá- mento, el uno para el otro; esto significa que cada uno es para el
gica de subsanar el primer error. otro un instrumento vivo de la gracia de Dios. Ellos desempeñan
Si una pareja espera un niño fuera del matrimonio, necesitan una función sacerdotalmente sacramental, que sólo marca el co-
especial comprensión por parte de sus familias, de la comunidad mienzo de un mutuo interés pastoral que ha de continuar a lo largo
y de su confesor; especialmente este último debe mostrar la mayor de su vida conyugal; están llamados a proporcionarse mutuamente
delicadeza e interés. Debe explicar a la muchacha que lo que ha la experiencia del santo amor de Dios. El período de su noviazgo
hecho no es más pecaminoso por el hecho de hallarse en buena es el tiempo oportuno para hablarles de esta manera, puesto que
esperanza; más bien, el embarazo le da una ocasión de hacer peni- su sincero amor les ayudará a ver el amor de Dios en el suyo pro-
tencia preparándose a asumir su plena responsabilidad. Si el con- pio. Deben mostrarse un amoroso respeto mutuo y de los dones
fesor tiene razones para temer que la muchacha se vea tentada a de Dios, que deben preservar fielmente hasta su debido tiempo.
procurar el aborto, puede informarla de la posibilidad de que la La juventud de hoy es sumamente deseosa de sinceridad. Mu-
criatura sea adoptada por una buena familia; hay instituciones chos de los jóvenes comprenderán que las relaciones premaritales
católicas de caridad que se ocupan de estos casos. no son totalmente sinceras porque expresan algo que no está aca-
La confesión de pecados de relaciones premaritales puede pro- bado. Al anticipar una experiencia sexual cuando todavía no se
porcionar al confesor la oportunidad de dar una breve instrucción han obligado a una fidelidad irrevocable, se exponen a que las rela-
sobre el sentido del matrimonio y sobre su motivación; esto ayu- ciones sexuales en la vida conyugal disten mucho de tener su ver-
dará a los jóvenes a resistir más enérgicamente a la tentación. Podrá dadero sentido; pueden incluso ir levantando una barrera psicoló-
decir, por ejemplo: «Sé que usted tiene buena voluntad y que sus gica que les impida tener relaciones normales y sanas. El confesor
faltas son debidas únicamente a flaqueza humana. Si usted penetra podrá ayudarles diciéndoles que una mejor inteligencia de lo que
más profundamente en el sentido de la castidad premarital, segura- la sexualidad es ante todo, fortificará su disposición hacia la
mente le aprovechará a usted y a su novio (o novia)...» Después castidad.
podrá hacer esta pregunta: «¿Qué diría usted de un seminarista De todos modos, el enfoque positivo de estos casos es siempre
que se fuera al confesonario y se pusiera a oir confesiones antes el más eficaz. A la joven pareja se le puede decir que el matrimo-
de haber sido ordenado sacerdote? ¿Creería usted que ese joven nio es el signo de la presencia de Dios, que desea tener asociados
iba a ser buen sacerdote?» Un «no» decidido será la respuesta por en su amor y en su creación. La Sagrada Escritura recomienda
lo regular, y ello dará pie para hacer una aplicación obvia. Apro- constantemente la castidad tanto en el matrimonio como fuera de
vecha también hacer notar que en el matrimonio no son sólo dos él. Subraya el lado cultual del matrimonio: ser castos significa ser
las partes, sino tres: la tercera es realmente Dios, el Amor por exce- capaces de glorificar a Dios, de tributar alabanza a Dios en nues-
lencia. Él es quien les ha dado el don del amor, por lo cual ellos tro propio cuerpo. La sexualidad bien entendida inspira respeto
no deben abusar de este don con relaciones premaritales, en las reverencial y gratitud por el poder y amor del Creador y Reden-
que el acto sexual tiene un sentido completamente diferente. tor, que comparte este poder y este amor con los hombres.

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La castidad Adulterio

La elección de las penitencias contribuirá notablemente a una no se pueden formar abstractamente: «hay que hacer esto, hay que
buena formación de la conciencia. A los penitentes que confiesen hacer lo otro». Los penitentes deben tener la sensación de que par-
sus dificultades de mantener relaciones castas durante el noviazgo, ticipan en un programa positivo, de que hacen algo que es escla-
se les podrá preguntar: «¿Querría usted aceptar como penitencia recedor y atrayente. De esta manera se les puede ayudar a esfor-
la de explicar a su novio (o novia) lo que le he dicho?» Usted puede zarse mutuamente con más sinceridad.
hacerlo mejor que yo. Reflexione sobre lo que le ha de decir y pro-
cure hallar Ja ocasión oportuna. Dígale: «He confesado este pecado
y he reconocido que no es expresión de verdadero amor. Había, sí, Adulterio
amor, pero era sobre todo egoísmo y falta de control.» El confesor
puede añadir: «No le eche la culpa a la otra persona. Excúsese y El adulterio es ciertamente uno de los pecados más abomina-
pídale perdón.» Si aceptan esta penitencia, no cabe duda de que bles. En la Iglesia primitiva se imponían largas penitencias a los
son realmente sinceros. Con mucha frecuencia se da el caso de que el adúlteros. En la edad media, los adúlteros tenían a veces que hacer
penitente ha dicho a su amigo (o amiga) que su comportamiento largas peregrinaciones, de Inglaterra o de Alemania a Santiago, a
era verdadera expresión de amor y que por tanto no podía haber Roma o a Jerusalén.
habido pecado. Así, si reconoce su parte de culpa y pide perdón Debemos predicar la palabra de Dios de tal forma que los fieles
al otro, éste responderá casi con toda seguridad: «No sólo tú tuviste entiendan el carácter criminal del adulterio. No conseguimos nada
culpa; yo también. Tenemos que procurar juntos hacer lo que se con reñir o sermonear. Si los penitentes confiesan el pecado humil-
debe.» demente, se los debe tratar con respeto y amabilidad. Con todo, al
Si están bien dispuestos, el confesor podrá preguntarles todavía: confesor le incumbe el deber de explicar la gravedad de la lesión
«¿Quiere usted aceptar como penitencia comprometerse con la otra que uno se ha infligido a sí mismo y a la otra persona, y la magnitud
persona a no volver a salir juntos — cuando hayan cometido pe- de la ofensa que han cometido contra Dios. Esto les ayudará a
cado— antes de ir a confesarse?» Si es que aceptan estas peniten- comprender cuan grande es la misericordia de Dios cuando senten-
cias, entonces ya no cabe duda de que han comprendido lo que ciamos: «Este tremendo pecado está perdonado.» Una vez más,
significa ser uno instrumento de la gracia de Dios en la conversión aquí también puede ser útil ver si los penitentes están dispues-
de otro. tos a aceptar alguna ayuda. El confesor debe basar su táctica
Tales penitencias no se deben imponer en forma autoritaria, en los motivos, explicando por qué este pecado es tan grave,
transcendentcditer, sino que se debe preguntar amablemente a los por qué Dios condena a los que lo cometen, a no ser que se
penitentes si querrían aceptarlas; casi siempre estarán dispuestos a enmienden.
hacerlo. Algunas veces la otra parte se presentará al confesor y le El confesor puede recordar al penitente las promesas del ma-
dirá: «Me gustó lo que le dijo usted a mi amiga. Hemos pensado trimonio hechas en presencia de Dios y del pueblo de Dios, cómo
en ello y creo que hemos emprendido un nuevo camino. Ahora las dos personas prometieron guardarse fidelidad mutuamente. Con
rezamos el uno por el otro.» Pero en otros casos no serán todavía el adulterio, el penitente ha traicionado a la otra parte y quebranta-
capaces de comprender el alcance de tal consejo. do una promesa. Esta malicia existe también cuando una persona
Este modo de tratar a esa clase de personas no tiene nada de soltera seduce a otra casada y la induce a romper su juramento.
artificial. Es sencillamente la aplicación de buenos principios teo- El adulterio es un pecado particularmente grave contra el sa-
lógicos Las razones que les damos no son meros principios abs- cramento del matrimonio, una especie de sacrilegio, dado que el ma-
tractos, sino que se refieren en gran parte de ellos. Las conciencias trimonio da testimonio de la alianza entre Cristo y su Iglesia, mien-

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La castidad Pecados contra la castidad en el matrimonio

tras que el adulterio da testimonio en favor del príncipe de las así. Le hablé del perdón divino. Esta experiencia me sirvió en gran
tinieblas. Es un pecado contra la verdad, una señal de desprecio de manera para tratar con penitentes que habían pecado contra la
la bendición de Dios y de su promesa. Los esposos vienen a ser «dos fidelidad conyugal. El gran quehacer del confesor consiste en hacer
en una carne», mientras que el adulterio ha hecho a uno de los dos comprender a los penitentes cuan misericordioso es Dios que los
una carne con una prostituida o con otro cualquiera. El adúltero descarga de tan gran pecado.
vive una mentira contra su estado de vida y contra su consorte.
El confesor debe tener mucho cuidado con el tono de voz que
emplea, sin mostrar nunca falta de amor o de respeto al penitente. Pecados contra la castidad en el matrimonio
Proclama en nombre de Dios lo que significa haber cometido adulte-
rio, pero lo hace con el amor del Redentor que perdona. Las palabras En la formación de la conciencia de personas casadas, nada
del confesor deberán ayudarle a estar más agradecido a Dios, al importa tanto como hacer que se percaten de lo magnífico de su
Dios de la misericordia que le dice: «Tus pecados te son perdo- vocación, y esto principalmente desde un punto de vista espiritual.
nados; vete y no peques más.» Éstas son las palabras del Señor mi- Ellas mismas deben verse a la luz de su asociación real, tangible,
sericordioso, que las dirigió personalmente a la mujer sorprendida con Dios en su obra creadora y redentora en el mundo.
en adulterio. La mujer en cuestión comprendió que debía haber si- Dios, en su gran sabiduría, ha hecho que la expresión física más
do apedreada, por lo cual aceptó sus palabras con gran gratitud. intensa y deseada de amor esté centrada en el acto humano con el
Seguramente no las olvidaría y no volvería ya a pecar. que se concibe una nueva vida. De ninguna manera podía expre-
En Rusia, sirviendo como sanitario en el ejército alemán, tenía sar con más claridad su voluntad de que los niños nazcan del mutuo
yo que cuidar de que los soldados no se contaminaran con enfer- amor de un hombre y de una mujer y de que se desarrollen en la
medades venéreas. Un soldado, un bravo periodista de 25 años, fue atmósfera de este amor. Uno y otro, el amor y la vida son sus dones
infectado por una mujer rusa. A mí me tocaba descubrir cómo creativos, introducidos en el mundo por el amor de una pareja
había cogido la infección. Él indicó la causa, el contacto con una casada que se comprometen a amarse y estimarse mutuamente du-
mujer casada que tenía un hijo de dieciséis años. Todos estos detalles rante toda su vida. Esto es realmente el matrimonio, y la compren-
debían consignarse y enviarse al comandante del regimiento. Me fue sión de sus dimensiones dará a los casados gran satisfacción en el
dada la orden de matar a la mujer, pues había pocas posibilidades cumplimiento de su vocación.
de curarla en el frente. El comandante me dijo: «Dispare contra Hay necesidad de reformar nuestra enseñanza y nuestra direc-
ella.» ¡Bonita orden dada a un sacerdote!... Así me dirigí a ella y ción en esta materia. En el pasado fue demasiado frecuente pre-
le dije: «Tengo orden de disparar contra usted. Usted ha infectado sentar el tema del matrimonio y de la moral conyugal subrayando
a un soldado y ha habido que enviarlo a Alemania. Pero esté usted desmedidamente las leyes exlernas y prestando demasiada poca
segura de que yo no la he de matar; soy sacerdote y no puedo atención al amor conyugal, que es la esencia de la vocación matri-
cometer homicidio. Dios perdona. Pero no me ponga usted en un monial. El mismo concilio Vaticano n prepara el terreno para que
compromiso infectando a otros de mis soldados. Si lo hace, darán se desplace el acento en la labor pastoral concerniente a las voca-
orden de que se me mate a mí.» Luego la instruí sobre la clase de ciones al matrimonio y a la paternidad. Desde entonces se han ido
medicación que debía practicar cada día para curarse. Regularmente desarrollando varias corrientes de pensamiento que pueden influir
recorría yo los grupos de mis soldados, y cada vez que me veía la en la dirección que se dé en el futuro sobre estas materias. Voy a
mujer, gritaba: «¡No lo haré más, nunca, nunca!» señalar aquí dos cuestiones en que se basan las nuevas investiga-
Naturalmente, me estaba agradecida, pero yo no dejé la cosa ciones. Las corrientes, sin embargo, son todavía especulativas y aún

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La castidad Pecados contra la castidad en el matrimonio

no tienen autoridad decisiva y ni siquiera han alcanzado en nuestros punto de vista del «máximo mandamiento» de Cristo, el manda-
días una formulación bien definida. miento de la caridad?
Primera cuestión: ¿Han de ser los procesos fisiológicos un fac- Hay que reconocer que hay una cierta incongruencia en estu-
tor determinante en la solución de problemas morales relacionados diar las cuestiones morales del matrimonio en el marco del sexto
con los métodos de control de la natalidad? mandamiento, si se considera primeramente el acto que tiene lugar
Hay una corriente creciente de opinión, según la cual, siendo fuera del matrimonio y que es contrario al significado del mismo.
la vocación al matrimonio y a la paternidad lo que plantea los pro- Los defectos morales que destruyen el matrimonio desde dentro
blemas morales de armonizar el amor conyugal con la responsabi- son casi invariablemente pecados contra la caridad, más bien que
lidad de un padre, aquella vocación, y no los procesos biológicos, pecados contra la castidad. Sin embargo, el juicio definitivo sobre
debe ser el factor determinante al juzgar sobre programas y méto- si algo es o no contra la castidad ha de pronunciarse sobre la base
dos de control de la natalidad. Esta cuestión ha sido abordada de una plena inteligencia de lo que es el amor y la caridad. No hay
desde diferentes ángulos. Desde el punto de vista tanto de la antro- pecado contra la castidad que, en último análisis no sea un pecado
pogénesis como de la teología, hay mucho que decir acerca de al- contra el amor de uno mismo y del prójimo.
gunos de los argumentos insinuados. El pensamiento sigue en cierto En el matrimonio, cada uno de los esposos tiene un derecho
modo esta línea: sexual al cuerpo del otro. El abuso de este derecho y la manera
Los procesos físicos no tienen responsabilidad moral; son mera- del abuso, así como otros tipos de pecados que menoscaban o pro-
mente parte de la herencia fisiológica prehumana del hombre. Por fanan el matrimonio e incapacitan a los esposos para su santa voca-
sí mismos no tienen nada que ver con la teología moral, que trata ción conyugal de paternidad, son ante todo pecados contra el gran
de la responsabilidad del hombre ante Dios en su vocación. El mandamiento de la caridad. Son pecados de egoísmo, de satisfac-
hombre no existió en cuanto hombre hasta que las facultades de ción propia, de desprecio de la persona del cónyuge o de los hijos,
inteligencia, de voluntad libre y de conocimiento espiritual fueron nacidos o sin nacer, y de esta manera son pecados contra la castidad.
añadidas a su estructura fisiológica. Éstas son las facultades que lo Podemos esperar que se produzca una corriente acelerada hacia
hacen humano y responsable ante Dios. Por consiguiente, afirmar la formulación de una teología del matrimonio que aborde los peca-
que Dios puede comunicar a los hombres su voluntad solamente, o dos y las virtudes en la vocación conyugal más desde el punto de
principalmente, a través de los procesos biológicos, es rebajar tanto vista del amor y don de uno mismo, de la caridad de los esposos
a Dios como al hombre, y negar las enseñanzas dogmáticas rela- consigo mismos y con sus hijos, y no tanto por la mera considera-
tivas a la acción del Espíritu Santo mediante las mentes de los ción del autodominio sexual o de los actos sexuales aún no plena-
hombres. Así la teología aborda los deberes morales del hombre mente integrados en su vocación a propagar la vida. Su vocación
basándose en los procesos de sus facultades superiores más bien total, tanto de esposos como de padres, será mejor considerada si
que en procesos físicos, que no tienen conciencia ni responsabilidad. se enfoca de esta manera, en una perspectiva de crecimiento del
El bien y la dignidad de la persona, en sus relaciones con otros, verdadero amor. Los valores y las decisiones se enjuiciarán a la
es la que confiere sentido a los procesos biológicos. luz del verdadero servicio de Dios y de la humanidad mediante el
Desde este punto de vista, la teología considera la sexualidad amor mutuo y así también mediante el cumplimiento generoso y
humana como una expresión de la vocación del hombre a la pater- responsable de su vocación de padres.
nidad, que al mismo tiempo incluye su vocación conyugal. Nos hacemos plenamente cargo de la importancia del nuevo
Segunda cuestión: La moral dentro del matrimonio ¿debe estu- enfoque de los problemas y seguiremos su progreso con vivo inte-
diarse desde el punto de vista del sexto mandamiento o desde el rés. Sin embargo, a los problemas de hoy no se les pueden dar toda-

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La castidad Pecados contra la castidad en el matrimonio

vía más que las respuestas que hoy tenemos disponibles. En vista amor conyugal son la raíz de la vocación, la paternidad a base
de la complejidad de la situación, y especialmente por respeto al de amor es el árbol y los hijos son el fruto. Sólo si la raíz está bien
magisterio de la Iglesia, voy a ofrecer aquí algunas soluciones prin- alimentada con el amor que la sustenta, habrá buenos frutos que
cipalmente pastorales dentro del marco de las doctrinas acepta- ofrecer al Señor. t
das actualmente. Voy a formular algunos principios que se deben Toda expresión que alimente el amor conyugal mediante autén-
subrayar al aconsejar sobre el matrimonio en general, especial- tico y generoso amor mutuo, es buena. Sólo un moralista verda-
mente acerca de los puntos en que ha insistido en particular el deramente menguado sostendría hoy, por "ejemplo, que caricias,
concilio Vaticano n. Finalmente, hay que prestar gran atención a íntimas entre personas casadas sólo son lícitas en el acto conyugal.
la encíclica Humanae vitae y a la evolución de la doctrina y de la Maridos y mujeres no deben nunca retraerse de expresarse mutua-
práctica pastoral debida a las declaraciones de algunas conferen- mente su cariño, y esto especialmente en ocasiones en que, por
cias episcopales tocante a este documento. una razón o por otra, no pueden practicar el acto conyugal.

1. Las relaciones conyugales sólo pueden ser plena y fiel expre- 2. Hay que ver con toda claridad la relación espiritual entre la
sión del amor mutuo, si los casados tratan de expresar un vocación matrimonial y la vocación de la paternidad.
amor no egoísta y un respeto mutuo mediante la totalidad
de su vida común. El matrimonio es una alianza de amor, pero hay que notar que
se trata de un amor orientado, natural y sobrenaturalmente, al servi-
El amor entre un hombre y una mujer es una forma específica cio de la vida: término que prefiero con mucho al de «reproduc-
de amor. Su expresión central y característica está en la unión ción». El amor mutuo de los esposos, fundido con el amor crea-
sexual, pero no se puede limitar a esto. Serán inútiles todos los tivo de Dios, trae al mundo nueva vida concebida en su sagrada
esfuerzos por educar a las gentes para la castidad y para la correcta unión.
comunicación del amor conyugal, si los casados no ponen empeño El amor viene primeramente a un hombre y a una mujer y sólo
en expresar el sentido del sacramento del matrimonio como una después los une físicamente en el matrimonio. Por consiguiente, el
alianza de amor bajo todos los aspectos de su vida común. Debe amor conyugal no es sencillamente un elemento que acompaña al
haber algo que penetre y dirija todas sus alegrías y pesares cotidia- acto conyugal, ni tampoco un telón de fondo. Es la causa directa
nos, y todos los actos y actitudes que les afecten a ellos y a los del acto y por tanto la verdadera fuente de la vida humana, cana-
hijos nacidos de ellos. Esto da una prueba constante de una volun- lizada por Dios, que es el manantial de todo amor y de toda vida.
tad mutua de soportar las cargas comunes, de estimarse mutua- No sólo psicológica y ontológicamente. sino también teológicamente
mente. es un error rebajar la importancia del amor conyugal con el fin de
Los documentos del magisterio eclesiástico no nos obligan en acentuar el servicio a la vida. La perspectiva de la teología es la to-
modo alguno a sostener que el amor es una finalidad secundaria tal responsabilidad de la persona ante Dios dentro de su vocación
del matrimonio, aunque no pocos de entre nosotros enseñaron en total. En este punto la encíclica Humanae vitae revela un progreso
otro tiempo que esta posición era obligatoria. No es que ésta fuera notable en comparación con la Casti connubü de Pío xi.
sencillamente la doctrina de la Iglesia, sino que era una interpreta- Antes de san Alfonso, muchos moralistas enseñaban que toda
ción errónea de muchos moralistas. relación conyugal era pecado, por lo menos venial, si no había la
Sin el amor conyugal se agota muy pronto la fuente de la voca- intención de procrear hijos. Dios Creador ha hecho al hombre total-
ción total del matrimonio y de la paternidad. El matrimonio y el mente diferente de los animales. En los animales la cópula es so-

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La castidad Pecados contra la castidad en el matrimonio

lamente procreación. Entre personas, las relaciones sexuales tienen riora de un hogar que alberga a 360 niños abandonados. Nadie
un profundo sentido espiritual como expresión de amor. Como dice acusará a mis padres de irresponsabilidad. No eran personas adine-
la Biblia, los casados «se conocen mutuamente» de la manera más radas. Fueron sencillamente capaces de educarnos bien, y nada más.
íntima. No el acto particular, sino la entera vida matrimonial está Un buen amigo mío jesuíta fue el primer hombre que cayó
orientada al servicio de la vida, y si los casados excluyen en su tota- muerto ante mis ojos en el frente de Rusia el 21 de junio de 1941.
lidad la vocación a la paternidad, no pueden experimentar el amor Tenía quince hermanos y hermanas. Su padre era un sencillo tra-
conyugal en su sentido más pleno. Su matrimonio es meramente bajador, pero todos ellos recibieron la enseñanza media. Su madre
una expresión de egoísmo entre los dos, lo más contrario de lo que era un genio de la economía doméstica. Los niños aprendieron
debiera ser. El verdadero amor conyugal desea ardientemente los pronto a ayudarse unos a otros y todos tomaban parte en los que-
hijos de la esposa querida, hijos que son parte de ambos y son haceres de casa. Sus padres cargaron con una responsabilidad he-
hechos a imagen de Dios. roica, pero tal heroísmo no se puede imponer a todos. Hay parejas
que aun con ingresos de 5000 dólares al mes serían incapaces de
educar a los hijos, de ayudarles a crecer, como es debido, «en edad,
3. La paternidad consciente y responsable, y no la procrea-
sabiduría y gracia».
ción instintiva debe ser el ideal de las personas casadas.
La paternidad responsable no mira en primer lugar a los aspec-
Los padres deberían saber lo que significa una paternidad res- tos económicos, sino a las dotes del corazón, al poder de un amor
ponsable. No deben confundir el término con una actitud negativa verdadero, al poder de una profunda fe y esperanza, que ayuda a
de «control de la natalidad» que con frecuencia significa la limita- los padres a darse cuenta de lo que significa educar a un niño para
ción artificial de las familias basada en una decisión previa desde este mundo y para la vida eterna.
el comienzo del matrimonio acerca del número de hijos que ha de Los padres con paternidad responsable no calculan desde el
tener la pareja. La paternidad responsable significa que una pareja principio si han de tener diez hijos o sólo uno, y nada más. Una
de casados, durante las varias circunstancias de su vida, hace un planificación absoluta refleja una actitud torcida. La responsabili-
juicio prudente y sano con pleno conocimiento de su alta vocación dad, en cambio, exige que se mantengan disponibles en oración y
a la paternidad y del valor eterno de cada hijo. Significa una res- vigilancia en consideración de las nuevas situaciones. Tratan de
puesta positiva y agradecida a todos los dones naturales y sobre- conocer la voluntad de Dios aquí y ahora y de saber cómo pueden
naturales que han recibido de Dios. Regulan los embarazos con- servirle mejor en las circunstancias de su vida. Desean tener el
forme a la perspectiva verdaderamente cristiana: «¿Cómo podemos número de hijos que, en dichas circunstancias, pueden criar para
prestar el mejor servicio a Dios por todo lo que él ha hecho por gloria de Dios.
nosotros? ¿Cómo podemos obsequiarlo con buenos frutos del amor Los confesores no tienen, naturalmente, derecho a decir a los
que él nos ha otorgado?» padres cuántos hijos han de tener. Los textos del Concilio no dejan
La mera procreación de gran número de hijos no es en sí misma lugar a duda en este punto (cf. la Constitución sobre la Iglesia
algo digno de elogio; puede deberse a falta de verdadero sentido en el mundo moderno, art. 50). No tienen responsabilidades di-
de la responsabilidad por las almas inmortales que se traen a la rectas tocante a los hijos, como las tienen los padres, y esto por la
existencia. Las grandes familias pueden y deben ser alabadas si los sencilla razón de que no pueden conocer todos los factores psico-
padres tienen la voluntad y la capacidad de criar convenientemente lógicos, y otros, que deben tenerse en cuenta. Sin embargo, el con-
a los hijos. Yo soy el undécimo hijo de mi familia; tres años des- fesor puede ayudar a los penitentes a ser cada vez más generosos.
pués nació el duodécimo, mi hermana más joven; ahora es supe- Si los esposos tienen dudas acerca de la línea de acción que han

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La castidad Pecados contra la castidad en el matrimonio

de seguir, pueden pedir consejo; el confesor puede recomendarles El concilio Vaticano n no trató de dar una plena interpreta-
que oren cada día hasta la próxima confesión para que Dios los ción de la ley divina. Los obispos no pretendieron conocer perfec-
ilumine acerca de lo que deben hacer para cumplir su santa volun- tamente la ley divina con todas sus implicaciones tocante a las
tad. El confesor puede ayudarles a tomar sus propias decisiones dificultades de los esposos en nuestro tiempo. Esto se desprende es-
sin esclavizarse a una opinión pública malsana, pero al mismo pecialmente de la nota 14 de dicha constitución y de la recomenda-
tiempo debe poner cuidado en no rebasar nunca los límites de su ción hecha a las diferentes profesiones, de que «se esfuercen por
propia competencia. dilucidar más a fondo, con estudios aunados, las diversas condi-
ciones favorables a la justa regulación de la natalidad» (loe. cit.).
La encíclica Humanae vitae repite la misma recomendación, pero,
4. En los consejos que se dan y en la formación de la concien-
como han observado algunos, el documento pontificio parece
cia de los esposos hay que insistir en los puntos de la doc-
restringir su sentido. Los obispos de los EE. UU. dan una explica-
trina católica y en las directrices prácticas que han sido
ción correcta de la intención de la recomendación papal, afirman-
reafirmados en nuevas formas para el mundo actual por el
do: «El recurso a los ritmos naturales, por ejemplo, presenta pro-
concilio Vaticano n.
blemas para cuya solución el padre santo pide ayuda a la ciencia
Sin embargo, no hay que insistir especialmente en puntos que médica.»
están todavía en discusión, aun después de la publicación de la En la misma constitución pastoral se dice claramente que la
Humanae vitae. Se impone la prudencia tanto a los partidarios de buena intención no justifica toda clase de medios de control de la
las opiniones más avanzadas, como a ios que sostienen las más natalidad. El carácter moral de la conducta no depende sólo de
rigoristas. Ahora bien, en la Constitución pastoral sobre la Iglesia la buena intención, sino que «debe determinarse con criterios obje-
en el mundo moderno, el Concilio ha propuesto los problemas cru- tivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos, cri-
ciales del matrimonio, a saber: terios que mantienen íntegro el sentido de la mutua entrega y de
la procreación humana en el contexto del verdadero amor» (loe.
a) La paternidad responsable, cit.). Es sumamente interesante notar que el Concilio ni siquiera
b) reconociendo claramente las dificultades y los peligros cuando «se menciona lo que en otra parte se dice ser el criterio capital, a saber,
rompe la intimidad de la vida conyugal» (art. 51) y
«la inviolabilidad del proceso biológico en relación con el acto
c) la necesidad de «armonizar el amor conyugal con el respeto de la
vida humana».. «No puede haber verdadera contradicción entre conyugal como acto procreativo». Pero no se puede pasar por alto
las leyes divinas relativas a la transmisión responsable de la vida que la Humanae vitae da gran importancia a las «leyes y ritmos
y las relativas al fomento de un auténtico amor conyugal» (loe. cit.). naturales», que permiten a los esposos evitar, más bien que impe-
dir, la concepción. Otras formas de regulación de la natalidad pare-
La encíclica Humanae vitae vuelve a llamar la atención sobre cerían incluir una intervención más directa en las funciones bio-
los aspectos biológicos de la sexualidad, sobre las «leyes y ritmos de lógicas.
la naturaleza». El punto esencial parece ser aquí la advertencia En el texto del Concilio se considera la ley natural principal-
de que el hombre no tiene dominio ilimitado sobre sus facultades mente desde el punto de vista de la persona, y el acto conyugal
generadoras (art. 13). No cabe duda de que el hombre sólo tiene como un acto de personas en relación interpersonal. Un medio no
un dominio limitado sobre sus órganos, por lo cual no puede nunca es sencillamente malo porque regule efectivamente los nacimientos,
proceder arbitrariamente. Pero, ¿qué significa esto prácticamente? pero puede ser inmoral si no salvaguarda el sentido del acto con-
La Iglesia entera está buscando ahora el significado y los límites. yugal como entrega mutua y el de la transmisión responsable de la

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vida en el contexto del verdadero amor. En esta perspectiva, todos


7. Sea cual fuere el método, la castidad conyugal impone una
los medios de control de los nacimientos, comprendida la ruptura
enérgica lucha contra el egoísmo. La castidad se basa en
de «la intimidad de la vida conyugal», deben examinarse y juz-
un amor verdadero, que respeta a la otra persona, propor-
garse con los mismos criterios objetivos basados en la naturaleza
ciona gozo y acepta el gozo con gratitud y está dispuesto
de la persona y de sus actos.
a renunciar cuando así lo exige el bien de la otra persona.
El amor mismo impone una constante abnegación. El amor
5. Todos los medios de control de la natalidad —compren-
conyugal es causa de dominio de sí y lo reclama. Pero el dominio
dida la continencia total o periódica — son disolventes peli-
de sí debe estar al servicio de un amor conyugal normal y debe
grosos para el matrimonio y para el amor conyugal si son
fomentarlo. La abstinencia total o una falta de ternura y de comu-
malos la intención y los motivos.
nicación íntima del afecto puede en la mayoría de los casos poner
El sacerdote tiene el deber de poner en claro que ninguna auto- en peligro la fidelidad y la armonía, tan necesarias para la educa-
ridad de la Iglesia católica puede nunca aprobar el uso de contra- ción de los hijos «para aceptar los que puedan venir» (art. 51).
ceptivos si el motivo es egoísta, debido a consideraciones del propio La amonestación de san Pablo es tan actual hoy día como lo
interés. La discusión actual en el seno de la Iglesia afecta sólo a era para la comunidad de Corinto: «No os neguéis uno a otro, a
los que desean sinceramente tener el número de hijos que pueden no ser de común acuerdo, por algún tiempo, para dedicaros a la
criar y educar como es debido, que quieren espaciar razonable- oración. Pero volved de nuevo a vivir como antes, no sea que
mente los nacimientos, y que se preocupan por los factores esen- Satanás os tiente por vuestra falta de dominio de vosotros mismos»
ciales para criar a sus hijos en un ambiente verdaderamente huma- (1 Cor 7, 5). Esta tentación del demonio no ha de ser necesaria-
no y con el espíritu sano. mente una tentación sexual. Un matrimonio puede destruirse tan
completamente por falta de comunicación o por excitaciones sur-
gidas de tensiones no calmadas, como por infidelidad sexual.
6. Los sacerdotes deben ser sumamente cautos en la estima-
ción de los hechos científicos tocante a la continencia perió-
dica, dejando que doctores competentes determinen hasta 8. Es un deber fomentar el amor conyugal no sólo en el con-
qué punto es cierto el período seguro. Es por lo menos texto del acto conyugal completo, sino también, y especial-
problemático considerar este método como completamente mente, en los momentos en que los esposos no tienen inten-
seguro en cuanto a la intención de evitar una nueva con- ción de practicar el acto conyugal.
cepción, y al mismo tiempo juzgarlo abierto a la procrea-
ción. Debemos preocuparnos por la credibilidad de nuestro Los últimos cuarenta años muchas discusiones de moralistas y
modo de hablar. predicadores versaban acerca del hecho, o del peligro, de «pérdida
del semen por parte del marido». Así, una de las cuestiones era:
El valor y los límites de estos métodos no se conocen todavía «¿Qué gravedad tiene el pecado de los actus impudici (caricias
perfectamente, pero todos los expertos están de acuerdo en que no íntimas) entre personas casadas si ello constituía una ocasión
pueden resolver todos los problemas matrimoniales y que el méto- próxima de "pecado de" pérdida de semen?» (Uno de los padres
do puede incluso ser perjudicial para ciertas parejas en ciertas con- conciliares llamaba a esto espermatolatría.)
diciones psicológicas. Es un error llamar actos impúdicos a las caricias conyugales.
Son expresiones de amor que se dan entre sí en la intimidad de la

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La castidad Pecados contra la castidad en el matrimonio

vida conyugal dos personas que se pertenecen mutuamente con un En los casos en que la continencia periódica no puede resolver
vínculo indisoluble. Las caricias forman parte del «conocimiento» problemas de vida conyugal y de paternidad responsable, algunas
y del amor mutuo y del gozo del amor. En tanto el motivo y actitud conferencias episcopales indican una solución basada en el princi-
predominante es el amor conyugal y no un egoísmo, no debe inquie- pio tradicional de la «colisión de deberes».
tarse a las parejas en este punto si se produce un orgasmo fuera Los obispos canadienses, de los que se hacen eco algunos otros,
del acto conyugal mientras se dan muestras de cariño. Natural- escriben: «Los que tienen que aconsejar pueden encontrarse con
mente, los esposos deben procurar un dominio más pleno de pasio- personas que, aceptando la enseñanza del papa, se hallan en cir-
nes fuertes en tales momentos, pero no precisamente con ansieda- cunstancias particulares que les parecen crear claramente un con-
des y miedos. A mi parecer, ésta es seguramente una «opinión flicto de deberes, por ejemplo, el de compaginar el amor conyugal
probable» y puede ser seguida por todos los esposos que en su
y la paternidad responsable con la educación de los hijos que ya
propia conciencia lo crean justo. Esto no contradice a las normas
tienen, o con la salud de la madre. De acuerdo con los principios
formuladas por Pío xi y Pío XII.
admitidos de teología moral, si dichas personas han procurado sin-
ceramente, aunque sin resultado, observar las directrices dadas, se
9. Hay que formar las conciencias de los esposos en orden a les puede asegurar sin peligro que quien quiera que escoge since-
la obligación de tomar decisiones tocante a la «armoniza- ramente el procedimiento que le parece recto, obra con buena con-
ción del amor conyugal con la transmisión responsable de ciencia.»
la vida». Los obispos franceses declaran: «Impedir la concepción no
puede ser nunca un bien. Es siempre un desorden. Pero este des-
El Concilio puso en claro que las decisiones tocante a la regula- orden no es siempre culpable. Puede efectivamente suceder que un
ción de los nacimientos incumbe a las parejas mismas. La necesi- matrimonio se encuentre ante un verdadero conflicto de intereses...,
dad de fomentar el amor conyugal como de educar a los hijos a en particular cuando la observancia de los ritmos naturales no les
los que han transmitido la vida, es de su exclusiva responsabilidad. proporciona una base suficientemente segura para la regulación de
Por consiguiente, hay que inducir a todas las parejas a ser genero- los nacimientos... Cuando alguien se halla ante una alternativa
sas en el cumplimiento de esta alta misión y hacerles comprender de deberes, no puede evitar un mal, sea cual fuere la decisión que
que la práctica de esta generosidad es un asunto fundamental de adopte; la prudencia tradicional aconseja que se considere delante
conciencia. Debemos, sin embargo, confiar en la buena voluntad de Dios qué obligación parece ser la más grave en tal circunstan-
de las parejas que tan generosamente han engendrado ya varios hijos, cia. La pareja deberá entonces adoptar una decisión después de
y hay que decirles que si tienen dificultades, la elección de limitar haber deliberado en común con todo el cuidado que exige lo ele-
la familia en este punto, o de seguir teniendo más hijos, les incumbe vado de su vocación conyugal. Nunca deben subestimar u olvidar
en definitiva a ellos, y a nadie más que a ellos. una u otra de las obligaciones que están en conflicto.»
Tocante a los métodos de regulación de los nacimientos, la Hú- También los obispos de los EE. UU. hablan de un posible con-
mame vitae aprueba únicamente la continencia periódica (art. 16), flicto de valores e indican, como lo hacen otras jerarquías, por
aunque permite el uso terapéutico de medios que, conforme al ejemplo, la italiana, que el pecado implicado (si es que hay siquiera
principio del doble efecto, originan también una esterilidad (tem- pecado en la situación concreta de conflicto) en el uso de medios
poral). Así resulta evidente que el papa no excluye totalmente el artificiales está en estrecha relación con el grado (o ausencia) de
dominio del hombre sobre sus facultades generativas en la medida egoísmo.
en que entra en juego la salud. Cuando se trata de resolver un conflicto de valores y debe-

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Pecados contra la castidad en el matrimonio
La castidad
de su cuerpo, sino únicamente en el acto conyugal que ha comen-
res, quienquiera que busque la mejor solución posible, tratando de
zado (normalmente antes del abuso del marido), acto que es com-
salvaguardar la necesaria armonía y estabilidad de su matrimonio,
pletamente lícito para ambas partes» (Theologia moralis, liber vi,
no debe tener el menor complejo de culpabilidad.
cap. 11, n. 947).
El Vaticano n recalca, como criterio capital, la necesidad de
Todavía es más notable el hecho de que san Alfonso, en las
salvaguardar el «sentido pleno de la entrega mutua» en el acto
circunstancias referidas, reconoce a la mujer el derecho de pedir
conyugal. Ésta es también una cuestión de formación de la con-
el débito. Y lo justifica no sólo por la razón de un posible peligro
ciencia, puesto que sólo los esposos mismos pueden saber si en su
de incontinencia, sino también por una razón que enlaza directa-
modo de proceder se salvaguarda el pleno sentido de la entrega
mente con la entrega mutua (mutua traditio): «O si de lo contrario
mutua. En un matrimonio concreto y en un determinado conjunto
se ve ella privada de su derecho de pedir el débito más de alguna
de circunstancias podrá darse que un acto perfectamente completo
que otra vez, con la duda perpetua de si en tal situación la conti-
no exprese amor en absoluto, mientras que en otro matrimonio y
nencia no significará para ella un inconveniente bastante grave»
en otra situación un acto incompleto o limitado, podrá expresar el
(loe. cit.).
más tierno amor de la esposa y de los hijos. No se trata de una
No veo por qué esta opinión de san Alfonso no pueda aplicarse
estimación en abstracto, sino de una evaluación efectuada por la
igualmente al marido que sabe que su mujer usa un diafragma.
conciencia individual.
La argumentación del santo vale aquí incluso a fortiori. Mayor es
la dificultad del caso en que el marido usa un preservativo. Pero
10. Por lo que se refiere a la cooperación, considero que la aun en este caso opino que la cooperación será más bien material
opinión de san Alfonso es la más razonable bajo las con- y por tanto lícita si la esposa tiene buenas razones, como, por ejem-
diciones de la doctrina tradicional. plo, la de salvaguardar el matrimonio o la armonía conyugal. Al
decir esto nos atenemos todavía a los principios tradicionales.
Acerca de la cuestión de si «es lícito a la mujer prestar el
"débito" o acto conyugal o pedirlo cuando el marido tiene la inten-
ción de derramar fuera el semen una vez iniciado el acto», comien- 11. Pablo vi ha reiterado la condena de la interrupción del acto
za san Alfonso señalando las dos opiniones existentes sobre el conyugal como medio para regular la natalidad, aunque
particular. La opinión más benigna sostiene que la esposa puede con un lenguaje pastoral mucho más suave que el usado
cooperar si no le es posible modificar la intención del marido; la en Casti connubii (1930). Evita la calificación de «grave-
opinión más severa lo niega. Luego expresa san Alfonso firmemente mente pecaminosa». El pecado y sus grados dependen del
su propia opinión: Sed probabilius videtur uxor non sólum posse, grado de egoísmo y arbitrariedad.
uí dicit prima sententia, sed etian teneri. «Es más probable que la
Muchos teólogos, a puerta cerrada e incluso públicamente, han
esposa no sólo pueda, como dice la primera opinión, sino que in-
manifestado dudas acerca del carácter absoluto e irrevocable de
cluso deba cooperar, prestar el acto. La razón es que, si bien puede
esta condenación. La doctrina de Pío xi y de Pablo vi, como in-
haber culpa por parte de la persona que pide el débito, sin embargo,
terpretación de la ley natural, en lo cual hay que tomar en consi-
tiene derecho a éste, y la otra parte no puede rehusarlo sin cometer
deración los cambios históricos, obliga a los fieles en conciencia,
injusticia, una vez que no le es posible con todas sus advertencias
pero no es una doctrina infalible, por lo cual n o es irreformable
modificar las intenciones que no aprueba. Es también claro que la
en casos en que haya buenas razones en sentido contrario.
esposa, al prestar el acto, no coopera ni siquiera materialmente en
El Espíritu Santo actúa en la historia de la salud mediante un
el pecado del marido, ya que no coopera en su inseminación fuera

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La castidad Pecados contra la castidad en el matrimonio

desarrollo del conocimiento en la búsqueda más seria de la verdad terrumpir el acto conyugal, aun cuando haya de seguirse la polución
por el hombre. En esta búsqueda, el «pecado de Onán» en el Anti- por razón de la excitación natural, con tal que haya alguna razón
guo Testamento, en el que se basó ampliamente la condenación de justa para la interrupción» (loe. cit., n. 954). Los motivos que da
este acto en el pasado desde san Agustín hasta nuestros días, hoy como ejemplo san Alfonso son serios, como el peligro de la salud;
día es interpretado por la mayoría de los estudiosos de la Biblia no sin embargo, mientras que otros teólogos dicen ex gravissima causa
como el acto de derramar el semen en la tierra, sino más bien como (por motivos gravísimos), san Alfonso se limita a decir iusta ex
una infracción despreciativa de la ley en su tiempo y como un peca- causa (por justos motivos).
do contra la caridad y la justicia implicado en su acto. Por el hecho En los casos en que los esposos noten que sus motivos y su
de ser Onán absolutamente egoísta, mostró con su acto el despre- modo de proceder no han sido del todo irreprochables, aunque fun-
cio de su hermano y de la viuda de su hermano, y fue condenado a damentalmente han obrado con buena intención, no deben des-
muerte por aquel pecado. animarse; convendrá que hagan un acto de contrición y confianza
Yo, personalmente, opino que la práctica deliberada de retirarse, como lo hacen los buenos cristianos después de todo pecado venial o
aunque no haya de destruir necesariamente la espontaneidad del imperfección; pero todavía pueden tener la confianza de que se
acto de amor, tiende a hacer que el marido se acostumbre a fijarse hallan en estado de gracia, supuesto que sea recta su actitud fun-
demasiado en su propio placer (y en el momento en que lo alcanza) damental. Pueden recibir la comunión sin necesidad de confesarse.
sin la debida consideración respetuosa con su esposa. Esto puede También al decir esto seguimos los principios tradicionales.
representar una actitud meramente masculina de explotación de la
mujer, que rebaja la dignidad del acto conyugal como acto de en-
12. Todos los medios artificiales de regulación de la natalidad
trega mutua. Sin embargo, puede darse que algunas parejas, con
son inmorales en cuanto son —ciertamente o con alguna
recta conciencia, o con conciencia perpleja, consideren la práctica
probabilidad— abortivos, o ponen considerablemente en
de interrumpir el acto sencillamente como la «mejor» solución,
peligro la salud de la madre o de la futura prole.
aquí y ahora, para evitar el peligro de incontinencia, de desarmo-
nía o de agresividad. En el caso de parejas que viven en regiones Este incluye todos los métodos posconceptivos o drogas usadas
de suma pobreza, donde están excluidos otros métodos de regula- para impedir el parto. En medio de todas las discusiones suscita-
ción de la natalidad (fuera de la abstinencia total), y al mismo tiem- das tras la publicación de la Humanae vitae, ha aparecido cada vez
po hay gran necesidad de regulación si se quiere librar a los niños más claro que entre los católicos no hay discrepancia en este punto.
de crecer en condiciones infrahumanas, la interrupción podrá pare- La jerarquía americana expresa la firme enseñanza de la Iglesia:
cer el único medio disponible para armonizar el amor conyugal con «Una persona humana, nada más y nada menos, está en juego en
las responsabilidades que implican los hijos. todos los casos, una vez que ha tenido lugar la concepción.» Sin
La práctica sistemática de la interrupción no debe confundirse embargo, los obispos no dicen con certeza que la concepción dé
con la situación del marido que en un principio sólo desea mostrar inmediatamente origen a una persona humana. Su argumento se
cariño y fomentar el amor mutuo, pero habiendo comenzado el acto basa en el hecho inconcuso: «La concepción inicia un proceso,
impensadamente, se retira tan luego se da cuenta de lo que sucede. cuya finalidad es la realización de una persona humana.»
Esta debilidad por lo menos no cae bajo el severo juicio de Casti Por consiguiente, si penitentes usan medios como el dispositivo
connubii. Una vez más, san Alfonso dice algo en este sentido: licite intrauterino que, según la respetable opinión de muchos hombres de
interrumpitur actus coniugalis, etsi ex naturae concitatione secutura ciencia, pueden ser abortivos (expeliendo el óvulo fecundado, o el
sit pollutio, dummodo sit iusta causa interrumpendi. «Es lícito in- ser vivo adherido ya al seno materno), el confesor deberá amones-

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La castidad Pecados contra la castidad en el matrimonio
tarlos explícitamente, haciendo así todo lo que está en su mano para y de consejo contenidas en las declaraciones de tales episcopados
proteger una vida inocente. Evidentemente, aquí entra en juego — como los de los EE. UU., de Austria, Bélgica, Canadá, Holanda,
algo más que una conciencia subjetivamente buena. Francia, Alemania, Italia y Escandinavia—, aunque diferentes en
la expresión y en el acento. El desarrollo convergente de las ideas
13. Tocante al uso de medios artificiales para el control de la parece ser el siguiente:
natalidad, como también al uso sistemático del método de a) Mucho más importante que la decisión acerca del método
interrumpir el acto conyugal, el sacerdote debe informar a de regulación de la natalidad es una cuestión fundamental de con-
los fieles sin ambages acerca de la enseñanza de Pablo vi ciencia, a saber, si la transmisión de la vida es responsable o irres-
en la Humánete vitae. ponsable, aquí y ahora, en el caso concreto. Por consiguiente, el
enjuiciamiento moral del uso de anticonceptivos (comprendidos in-
Los obispos americanos, que, como también otras jerarquías, cluso los «métodos» de continencia total o periódica) es totalmente
reconocen explícitamente la legítima libertad de investigar y de pen- diferente si tal uso está motivado por una negativa egoísta al cum-
sar, aunque indicando al mismo tiempo las normas de disentimiento plimiento de la vocación de padres, o si más bien se escoge de resul-
lícito, afirman claramente: «Ni siquiera un disentimiento respon- tas de graves dificultades para armonizar las exigencias del amor
sable dispensa de presentar fielmente la auténtica doctrina de la y unión conyugal con la regulación responsable de la natalidad (es
Iglesia cuando uno desempeña un ministerio pastoral en su nombre.» decir, con la legítima y responsable no transmisión de vida).
Dado que la encíclica Humanae vitae no sólo ha dado lugar a b) La «apertura» de cada acto conyugal particular a la trans-
disentimiento y discusiones entre los teólogos y los seglares, sino misión de la vida, entendida en el sentido de que la concepción
que además ha dado origen a explicaciones y directrices pastorales puede evitarse sistemáticamente mediante el recurso exclusivo al
preparadas muy cuidadosamente por numerosas conferencias epis- período infecundo, pero no debe impedirse con medios artificiales
copales, ningún sacerdote puede desechar tales directrices, especial- de control de la natalidad, es un ideal, o una norma ideal (hablan-
mente las que explícita, o por lo menos implícitamente, hayan sido do en abstracto). En situaciones difíciles no puede siempre obser-
aprobadas por el papa. Por consiguiente, no debe imponer a sus varse, pero en los casos difíciles de colisión de deberes se puede, o
penitentes su interpretación personal de la encíclica, sobre todo en se debe, ceder a valores más urgentes o más elevados. Sin embargo,
casos en que una opinión más rigorista perjudicaría a la armonía, la decisión contraria no se debe adoptar a la ligera y sin un esfuerzo
paz y estabilidad del matrimonio o a la salud mental de uno de los general por lograr la meta ideal. Este esfuerzo debe enfocarse a la
esposos. Dado que los episcopados no han ignorado u olvidado luz de la «ley de crecimiento».
— ni podían hacerlo— la enseñanza del papa, los sacerdotes par- c) Diferentes episcopados reconocen que, por lo menos en el
ticulares no pueden formar ni imponer su propia opinión sin tener momento presente, el uso de la continencia periódica crea proble-
en cuenta todos los esfuerzos de los episcopados y en realidad del mas y no pocas veces es absolutamente imposible. Merece tenerse
pueblo entero de Dios. La enseñanza autoritativa de numerosos en cuenta que ni el papa ni ninguno de los grandes episcopados
episcopados, dado que responde a la decisión del papa, está por enseñan que en este caso la continencia total deba ser una norma
encima de las opiniones de teólogos disconformes. No se puede absoluta, cualesquiera que sean sus consecuencias tocante a la
negar que la enseñanza de numerosos episcopados constituye una armonía, paz y estabilidad del matrimonio. Así, la atención debe
opinión probable. Aunque algunos obispos y algunas jerarquías dirigirse al grado y urgencia de los valores y deberes.
nacionales han dado directrices más bien severas, no deben dejar d) Ningún episcopado asume la responsabilidad de aprobar o
de tomarse en consideración las líneas convergentes de pensamiento recomendar alguna técnica determinada de control de la natalidad

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La castidad La pildora

o algún medio terapéutico específico. Los episcopados no han ha- de que todo acto conyugal concreto debe estar abierto a la procrea-
blado en absoluto de la pildora, sino más bien de la responsabilidad ción, incluso en los casos en que no se podría asumir con responsa-
de los esposos en escoger —en casos de colisión de deberes— el bilidad la transmisión de la vida) son favorables al uso de la pildora
medio que les parece ser el mejor tras seria reflexión, información de progesterona. El problema de la propagación del uso de las pil-
y oración. A la clara conciencia que tienen los episcopados de los doras hormonales como medio para el control de la natalidad es
límites de la competencia en cuestiones técnicas, debe responder discutido críticamente tanto por adversarios de la encíclica de Pa-
una actitud similar de prudencia por parte del confesor o del blo vi, como por otros que se han sentido aliviados por la encícli-
sacerdote que debe aconsejar. ca y la han acogido con gratitud.
e) El sacerdote debe poner el mayor empeño en ilustrar la con- Desde un punto de vista teológico conviene insistir en que nues-
ciencia de los fieles, proponiendo la doctrina auténtica de la Iglesia, tra esperanza de salvación eterna no está en absoluto ligada a pil-
pero después de todo debe respetar la conciencia sincera y leal del doras, aunque tenemos gran estima de todas las ayudas médicas
creyente. en situaciones humanas difíciles. La ciencia médica tiene que re-
El confesor que se encuentre con penitentes que se han forma- flexionar sobre el problema del control de la natalidad, dado que, so-
do la conciencia tras seria consideración de la enseñanza de la bre todo, debido al progreso de la ciencia médica, se nos plantea
Humanae vitae, de las directrices dadas por las conferencias episco- un problema de envergadura mundial. Personalmente yo pienso que
pales, y de las opiniones de la generalidad de los teólogos, debe guar- hay buenas razones para poner en guardia contra la esperanza cifrada
darse de llamar tal convicción «ignorancia invencible», supuesto en un eventual descubrimiento de una «pildora católica», es decir,
que haya buenas razones de creer que tales penitentes piensan y de una pildora que regule artificialmente el momento de la ovula-
obran de acuerdo con la línea de pensamiento propuesta por grupos ción y haga así posible el control de la natalidad mediante la obser-
mayores de obispos, de teólogos y de seglares expertos en la mate- vancia de «los ritmos naturales». No soy yo el único que no ve
ria. Sin embargo, si el confesor está personalmente convencido de gran diferencia entre una pildora que garantice una ovulación
que esto no concuerda con la doctrina de la Iglesia y es por consi- puntual con vistas a un efectivo control de la natalidad, y una pil-
guiente un error, o «error invencible», entonces obrará prudente- dora que difiera efectivamente la ovulación hasta que una nueva
mente siguiendo los principios tradicionales tocante a la «conciencia concepción pueda ser deseada con responsabilidad. La cuestión que se
invenciblemente errónea». (Cf. san Alfonso, Praxis conjessarii, plantea en un enfoque antropológico de la medicina es ésta: ¿Cómo
n. 8, donde insiste enérgicamente en la obligación del confesor de la interferencia con las funciones biológicas afecta al bienestar y a la
no inducir al penitente a rebelión y a pecado «formal» cuando po- dignidad de la persona en cuanto ser responsable?
demos dejarlo en su opinión o en su ignorancia invencible sin gra- La encíclica Humanae vitae ha destruido las esperanzas casi
ve daño para él para otro.) místicas que algunos habían puesto en la pildora, y hay que reco-
nocer que esto ha sido un bien. Por otro lado ha dado nuevos es-
tímulos a discusiones acerca del uso terapéutico de medios que de
La pildora hecho tienen efectos anticoncepcionales aunque puedan ser usados
con intenciones muy diferentes. Así la discusión acerca de los
No se habría entendido la encíclica Humanae vitae si se busca- medios de regulación de la natalidad y de la terapéutica en esta
ra en ella una respuesta a las cuestiones relativas a la pildora de materia dista mucho de estar circunscrita dentro de las estrechas
progesterona para el control de la natalidad. No todos los que hallan perspectivas de la pildora hormonal.
dificultades en la enseñanza de la Humanae vitae (en particular la La referencia que en la Humanae vitae (art. 15) se hace a los

266 267
La castidad La pildora
medios terapéuticos dará probablemente lugar al mismo género pecho a la criatura. Hormonas naturales llamadas progesterona, las
de discusiones que suscitó la alocución de Pío xn en septiembre de mismas que se producen artificialmente y se contienen en estas pil-
1958, a la que se hace referencia en la nota (ibid.). Por esto men- doras (enovid, norlutin, anovlar, etc.), inhiben la ovulación. Ahora
cionaré aquí las diferentes soluciones u opiniones probables de bien, si la «naturaleza» inhibe la ovulación durante la lactancia en
teólogos dentro del marco de un concepto de ley natural que presta la mayoría de los casos, podemos considerar esto como expresión
primariamente atención a las «leyes y ritmos de la naturaleza» (es de la sabiduría de Dios que quiere permitir a los esposos desplegar
decir, de la naturaleza biológica), así como de la doctrina tradi- su pleno cariño conyugal sin temor de nuevos embarazos durante
cional, según la cual la «contracepción» ( = impedir la concepción) el período de la lactancia. Por consiguiente, si en algunos casos la
es siempre intrínsecamente malo y pecaminoso. «naturaleza» no cumple su función, debido a incapacidad de criar,
Como en otras muchas cuestiones modernas, las opiniones va- a las circunstancias de la vida o a otras razones, la ciencia médica
rían entre los teólogos. Gran número de moralistas respetables tiene derecho a corregir los defectos de la naturaleza biológica.
explicaban la doctrina de Pío xn dentro del marco de los princi- Según muchos teólogos, tal tratamiento médico se justifica mo-
pios tradicionales, concluyendo que será lícito el uso de la pildora, ralmente si se tiene la expresa intención de hacer posible la expre-
por ejemplo en la mayoría de los trastornos de la menopausia. sión del amor conyugal sin temer nuevos embarazos, que en el
Si se ha manifestado ya claramente la tendencia de la naturaleza a momento presente no son deseables por razón de ciertas exigencias
suprimir la ovulación y, además, un ciclo irregular provoca pertur- materiales o por razón de la salud de la madre. Este deseo es legí-
baciones o está relacionado con dificultades para la salud, y si timo, pues está en consonancia con el designio del Creador que
médicos competentes opinan que estas pildoras son un buen reme- hace esto posible cuando funciona normalmente la naturaleza de la
dio para la mujer, pueden usarse lícitamente. Esta opinión no es mujer. Análogamente, la naturaleza hace posible esta misma liber-
reprobable y no cambia por el hecho de que la pildora tenga un tad conyugal durante 24 días de cada ciclo. Cuando las funciones
efecto secundario, a saber, la supresión de la ovulación, a la que biológicas de la naturaleza están alteradas por falta de salud o por
tiende ya la naturaleza misma. alguna desviación de la norma biológica, es lícito ayudar al orga-
En segundo lugar, la mayoría de los doctores y teólogos conve- nismo a restablecer el perfecto funcionamiento.
nían en que si la pildora es capaz de regularizar el ciclo de la mujer,
Otros moralistas son de parecer contrario, sobre todo cuando la
es lícito usarla. Pero por ahora muchos médicos no fomentan esta
madre misma no cría por no poder hacerlo. Pero también en este
teoría, por no ser cierto en absoluto que la pildora pueda tener
caso buen número de moralistas aseguran que aunque la madre no
este efecto regulador. Es una cuestión que han de decidir los doc-
críe o no pueda criar, todavía tiene derecho a desear el efecto de la
tores. Hay que averiguar si la pildora puede o no normalizar el
función biológica normal: la inhibición de la ovulación, que per-
ciclo. La regularización es el efecto directo, el cual tiende a resta-
mita a la pareja expresarse el amor conyugal sin temer un emba-
blecer el perfecto funcionamiento de la naturaleza, y esto en sí es
razo en un período en que éste no es deseable, en un tiempo en
bueno. La supresión o inhibición temporal de la ovulación es cosa
que la madre normalmente habría de amamantar a la criatura.
secundaria, ya que para muchas mujeres puede ser un grave incon-
Estas opiniones se discutieron durante varios años y ambas es-
veniente la falta de un ciclo regular; una supresión temporal de la
cuelas estaban convencidas de mantenerse fieles a la enseñanza de
ovulación implica la imposibilidad de concebir.
Pío xn. A mi parecer, puesto que esta cuestión se ha discutido
El tercer punto de la discusión era éste: ¿Se puede usar la pil-
tanto tiempo a los ojos de la autoridad de la Iglesia, cada cual
dora durante el período de la lactancia? Es bastante probable que
puede seguir libremente una u otra opinión. Se trata de dos opinio-
la naturaleza misma inhiba la ovulación mientras la madre da el
nes probables. Quienquiera que esté convencido de que la opi-
268
269
La castidad

nión más severa es la que está en lo cierto, debe seguirla en su


propia vida conyugal. Pero, aun cuando un moralista esté conven-
cido de que sólo su opinión es la cierta, debe comportarse ecle-
sialmente, es decir, tiene que ser leal con la otra parte de la
Iglesia, por lo cual no puede imponer su opinión como si sólo su
partido, su facción, fuera la Iglesia. Debe informar sinceramente a
las parejas de casados de que hay divergencias de opiniones, de que XVIII
ninguna de las opiniones ha alcanzado todavía plena certeza, y de
que hasta ahora la Iglesia sigue dejando libertad de elección; cada LA JUSTICIA AL SERVICIO DE LA CARIDAD
cual puede, por consiguiente, seguir su propia conciencia. En este
caso podrá decir: «Mi opinión personal es que eso no es lícito, pero
yo no tengo el derecho de imponer mi opinión personal mientras la Justicia y caridad
solución es discutida por teólogos católicos de renombre y dignos de
consideración.» En nuestra vida entera debe aparecer bien claro que la caridad
Si bien Pablo vi habla de medios terapéuticos únicamente con —el amor— no es puro sentimentalismo. Hay que corresponder
vistas a la salud del cuerpo (corpus), sin embargo, el entero proceso al orden del amor (ordo amoris), a la manifestación del amor de
teológico y especialmente las directrices dadas por numerosos epis- Dios revelado en toda su obra. Así pues, para que el amor sea ver-
copados parecen indicar que la «salud del cuerpo» no ha de enten- dadero no ha de restringirse a un asunto del corazón. El amor da
derse en la estrecha perspectiva de un concepto más o menos mate- prueba de sí cuando penetra la entera estructura de la vida del
rialista de la medicina, que trata únicamente el organismo en sus hombre. El amor se convierte en justicia cuando uno busca en serio
funciones particulares, sin una idea clara de la persona en tanto el ordo amoris objetivo en la vida social y económica y luego hace
que persona. «La salud del cuerpo» habrá de entenderse más bien todo lo posible para expresar su amor mediante el ejercicio de la
en la perspectiva de la «medicina antropológica» (tal como la pro- justicia en los ámbitos socioeconómicos de la vida.
ponen pensadores y doctores cristianos, como Viktor Weizsácker, Objetivamente, todas las cosas creadas, sean de orden material,
Viktor Frankl, Igor Caruso). Así volvemos a la idea bíblica del intelectual o psicológico, son dones del amor de Dios. Todos estos
«cuerpo» en una perspectiva de la totalidad de la persona, más dones llevan el sello de la intención del Dador, a saber, el de la
allá de la dicotomía helenística entre cuerpo y alma. Una autén- orientación social al servicio de la humanidad. Nosotros nos apro-
tica terapéutica no debe ocuparse únicamente del organismo, sino piamos todas estas cosas y reivindicamos verdaderamente su pro-
que en todo caso debe interesarse por el concepto total de salud de piedad convirtiéndolas en medios de amor fraterno para gloria del
un ser personal, que en su vida corporal y espiritual está constan- único Señor y Padre. Todos estos dones otorgados por Dios están
temente en camino hacia una mejor integración y perfección. La hipotecados socialmente en el sentido de que son dados con miras
clase de cura que ayude a acercarse más y más a esta meta, es una a la totalidad de la humanidad. Esta hipoteca social no es secun-
terapéutica auténtica. daria; las cosas materiales son ante todo propiedad común. La ne-
cesidad de propiedad individual es una función del bien común.
Las expresiones y el significado de la propiedad individual o pri-
vada pueden diferir al cambiar las situaciones históricas, pero en
cualesquiera circunstancias, el objetivo primario de los bienes mate-

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La justicia al servicio de la caridad Egoísmo individual y de grupo

ríales es el de servir al provecho de la comunidad; sólo así están Este egoísmo de grupo es todavía peor cuando se observa en
también destinados al individuo para que se le conviertan en fuente superiores y administradores religiosos. Cierto que tienen respon-
de dicha. El hombre halla su verdadero yo, se halla él mismo, usan- sabilidades para con su grupo, pero también deben percatarse de
do los dones de Dios para el servicio de la comunidad, para el bien la responsabilidad de su grupo para con la comunidad más extensa
común. y superior.
Si tratamos de establecer la relación entre justicia y caridad, o Muchas personas son escrupulosas en la esfera de la justicia
amor, hallamos que la justicia es un eslabón en la cadena del amor. conmutativa que regula los derechos entre los individuos, pero en
La justicia se cuida del orden de los derechos en nuestras relaciones cambio votarán por un partido que fomenta la injusticia en favor
sociales; el amor relaciona a una persona con otra persona. Una de su propio grupo. Tales personas apoyan a un partido o a un
justicia sin amor, sin el calor del corazón, es una de las formas más político determinado por razón de sus intereses creados. Los sin-
flagrantes de injusticia contra la persona, dado que el supremo dicatos obreros pueden servir de ilustración de este punto. Algunos
derecho de la persona es el de ser amada y respetada como tal. pueden ser injustos por el hecho de no hacer nada con vistas a
Sin amor está uno ciego incluso para ver las exigencias de la justi- fomentar el bienestar de la clase trabajadora o por negarse a par-
cia. Pero el amor nos obliga también a aprender la manera «de ticipar en una huelga justa. En cambio, puede darse el caso de que
poner orden en nuestra vida económica, social y cultural». sindicatos fomenten la injusticia social con respecto a otros secto-
res del mundo del trabajo fomentando así el odio de clases. La par-
ticipación en tales actividades se convierte en injusticia social.
Egoísmo individual y de grupo Los obreros que participan en una huelga deben hacer primero
examen de conciencia: ¿Es justa o injusta esta huelga? Tal examen
La formación de la conciencia en nuestra época exige que se de conciencia debería emprenderse por parte del capital y por parte
dé el golpe de gracia al dragón moderno del egoísmo de grupos. del trabajo, por los superiores y por los inferiores. Los managers
Muchos católicos, mientras condenan la injusticia individual en la y los capitalistas que convienen en negarse a las exigencias de los
forma de egoísmo individual que perjudica a otros, canonizan el sindicatos, así como los obreros mismos, deben examinar seriamente
egoísmo de grupos. Esta acusación se extiende tanto a seglares como la base de las exigencias en términos de justicia. Deberían también
a sacerdotes y religiosos. Algunos sacerdotes, ejemplares en su gene- examinar su posición con respecto a la integración social y racial:
rosidad tocante a su propiedad personal, son fanáticos tocante su ¿están contentos del mantenimiento de un orden injusto o han dado
propiedad parroquial. Su interés se restringe a los límites de la pasos para promover la injusticia social en el ámbito de la inte-
parroquia, a la que desean enriquecer; en alguna manera llegan gración?
hasta a olvidarse totalmente de la diócesis, o de la Iglesia en su Pueden citarse también no pocos ejemplos de posiciones insos-
totalidad. Las recaudaciones del sistema de diezmos impuesto a los tenibles basadas presuntamente en la doctrina de la Iglesia, con
parroquianos se destinan a veces a cambios prácticamente inútiles objeto de mantener el status quo en favor de clases o razas privile-
en la iglesia, sin consultar a los dirigentes o representantes de giadas. Esas personas, con sus explicaciones bastardas y sus tergi-
la parroquia. Muchos párrocos fomentan su manía parroquial de la- versaciones, incurren en la culpa de promover activamente la injus-
drillos y mortero y prestan poca atención, o ninguna a mejorar y ticia. Al confesor incumbe el quehacer de llamar la atención de
ampliar las escuelas y colegios en la diócesis. Tal comportamiento personas que ocupan posiciones elevadas, sobre la gran injusticia
sólo puede designarse con un nombre: es un egoísmo de grupo, y que cometen abusando así de la doctrina de la Iglesia o del Evan-
hay que reconocer que es malo. gelio. Tales injusticias sociales son más y más evidentes hoy día

272 273
La justicia al servicio de la caridad Justicia social con los trabajadores

a la luz de las convicciones adquiridas mediante las ciencias del seria consideración por parte de todos los cristianos. Forma parte
comportamiento, que proporcionan un conocimiento más profundo del quehacer tanto del pulpito como del confesonario subrayar la
de la igualdad y solidaridad humanas. Manipular las variables so- dimensión eclesial de la justicia y atraer hacia ella la atención de
ciales en una situación con vistas a mantener un cómodo status quo, las conciencias tanto individuales como de grupos. El concilio Vati-
implica un flagrante pecado contra la justicia. Las personas interesa- cano II se mostró explícito en los puntos relacionados con los pro-
das en cuestiones sociales como los problemas de clases o inte- blemas sociales; sin embargo, los documentos conciliares serán letra
rraciales, deberán proceder con amor en sus corazones. Si llevan muerta a menos que los sacerdotes y los fieles se esfuercen por
adelante su obra con odio, no lograrán nunca el objetivo por el que integrarlos en su vida. El confesor tiene especial obligación de
combaten. La reivindicación de derechos debe emprenderse con un formar las conciencias siguiendo las enseñanzas actuales de la Igle-
espíritu de mutua inteligencia y con la mayor paciencia; éste es el sia y no conforme a los manuales del siglo pasado... Los profeso-
sentido de la no violencia (cf. la Constitución sobre la Iglesia en res de teología moral, a quienes resulta más cómodo utilizar viejas
el mundo moderno, art. 78). notas de clase basadas en manuales del siglo xix, descuidan la de-
bida formación de las conciencias conforme a la enseñanza pre-
sente y viva de la Iglesia de hoy. Los recientes documentos del
Justicia y amor a todos los niveles Vaticano n tocante a la justicia social reclaman intenso estudio por
parte de todos. En estrecha relación con estas enseñanzas, debido
Las encíclicas sociales del papa Juan xxm y la Constitución a su insistencia en la solidaridad social, se hallan las encíclicas
sobre la Iglesia en el mundo moderno (art. 63-93) subrayan no Mater et Magistra y Pacem in Tenis.
solamente que la justicia es una cuestión entre el capital y el tra-
bajo, sino también que la justicia social impone una responsabilidad
de amor para con todas las gentes y todas las naciones. Las nacio- Justicia social con los trabajadores
nes favorecidas con la posesión de extensos territorios, con abun-
dancia de recursos naturales y con ventajas históricas tienen la res- El derecho del trabajador a un salario justo es un aspecto de su
ponsabilidad de ayudar a las naciones pobres que carecen de tales derecho primordial a ser tratado como persona humana. Nadie
recursos y habilidades naturales y que por consiguiente no logran puede mostrar amabilidad y delicadeza auténticas al trabajador si
rebasar el nivel del subdesarrollo. La obligación se extiende al fo- se niega a pagarle un salario justo. Se comprende perfectamente
mento de la paz y de la mutua inteligencia entre todos los pueblos. por qué el trabajador rechaza la llamada afabilidad y caridad de
Obrando así se hace justicia y se da gloria a nuestro común Padre su patrono: desde su punto de vista, son medios que el patrono
celestial, que ha destinado todas las cosas al bien común de la raza usa para explotarlo más eficazmente. La justicia y la amabilidad
humana; a él pertenecen todas las cosas. Esta obligación de justi- deben ir de la mano: la justicia en forma de salarios equitativos, y
cia resulta imposible si pueblos y naciones privilegiadas atienden la amabilidad en tratar a los trabajadores como personas. Donde
únicamente a mantener su elevada posición y su poder. La paz entre y cuando sea posible habrá que introducir o desarrollar el sistema
los hombres se basa en la justicia. de participación de los trabajadores en los beneficios de la empresa.
Se coopera formalmente en graves pecados de injusticia social Hay diferentes caminos abiertos para el logro de esta meta. Podrían
si se vota por un hombre o un partido que proclama su oposición excogitarse métodos mediante los cuales los trabajadores tuvieran
a la integración racial o a prestar ayuda a las naciones que se hallan voz en la determinación de decisiones concernientes a su propio
en extrema necesidad. Asuntos sociales de tal magnitud reclaman trabajo y hasta a la vida de su familia. No es justo que un puñado

274 275
La justicia al servicio de la caridad Justicia en la publicidad

de hombres en la cúspide de la pirámide decidan todas las líneas y injusticia imponer el diezmo indiscriminadamente a los ricos y a
procedimientos a seguir tocante a millones de trabajadores y a sus los pobres. Tal imposición por parte de las autoridades eclesiásticas
familiares. hiere los sentimientos del pueblo, tanto más cuando salta a la vista
Ahora bien, también el trabajador tiene obligaciones correlativas que hasta el Estado en este mundo moderno renuncia a imponer
para con su patrono, lo cual exige un examen de conciencia: ¿es impuestos regresivos que desangrarían a los grupos que sólo dis-
él justo y equitativo con su patrono dando el tiempo y la calidad frutan de rentas bajas. El sistema americano de impuestos de la
de servicio que se espera de él? ¿Es equitativo con sus colegas y renta exige un porcentaje mucho mayor a los que perciben rentas
con otros grupos sociales? ¿Cumple, como particular, con su papel elevadas que a los que se hallan en los escalones inferiores; en todo
de cristiano en la vida social y económica? ¿Cumple con este mismo caso, se tiene en gran consideración el número de los miembros de
papel juntamente con sus colegas en cuanto forma parte de un la familia. Por consiguiente, exigir el 10 % de los ingresos globales
grupo? Estos puntos entrañan serias responsabilidades. Hay indivi- sin distinguir entre grandes y pequeños ingresos y sin tomar en
duos devotos que se muestran verdaderamente generosos con su consideración las responsabilidades pecuniarias de la familia es un
parroquia, pero a los que convendría exhortar a pagar primero a pecado evidente contra la justicia.
sus empleados y sólo después hacer donativos a la parroquia. Los
escritores de catecismos deberían caer en la cuenta de que inducen
a los católicos a la injusticia y a la desobediencia al inculcarles que Justicia en la publicidad
paguen primero el diezmo a la parroquia y que salden luego sus
deudas con lo que les quede. Es exactamente lo que prohibe el Los teleexpectadores están sujetos a diario a una dosis exage-
Señor diciendo que no hable del corbcui — ofrenda sagrada — el que rada de mentiras en los miles de anuncios comerciales que cruzan
da el diezmo a la Iglesia y descuida a sus padres. El deber de sos- las pantallas. Aunque ya no parecen llamarse a engaño, puesto que
tener a la iglesia no dispensa de la obligación de justicia que uno todo el mundo entiende que se trata de vulgares hipérboles. Sin
tiene con sus acreedores. Obran mal e injustamente los que al reco- embargo, deberíamos educar la conciencia pública con vistas a
mendar las contribuciones a la Iglesia recurren a tácticas de extor- modificar la opinión pública, ayudando al consumidor a percatarse
sión como la de proponer el principio de que esas contribuciones de que el criterio ideal en la publicidad debe ser la verdad; un buen
pertenecen a Dios y que por tanto deben pagarse antes de pensar anuncio dice la verdad. Es un pecado especial contra la justicia
en las otras deudas y obligaciones. Millares de catecismos confun- cuando una firma no sólo ensalza los valores de sus propios produc-
den así a Dios con los intereses de la parroquia. Cuando tratan de tos, sino que además niega o rebaja los valores de los productos
probar la obligación de los diezmos basándose en el Antiguo Tes- de otra compañía. Igualmente es un pecado contra la justicia vender
tamento, para ser consecuentes deberían también insistir en la obli- un coche de segunda mano sin revelar los defectos ocultos. Si los
gación de cumplir otras leyes del Antiguo Testamento, como, por granjeros que vendían caballos debían informar al comprador so-
ejemplo, la de la circuncisión. Son más los pasajes del Antiguo bre los defectos importantes de los caballos, lo mismo deberían hacer
Testamento que prescriben la circuncisión que los que prescriben los vendedores de coches. Pero ha venido a ser ya práctica corriente
el diezmo en el sentido literal de pagar el 10 % del total de los vender los coches de segunda mano sin descubrir tales defectos,
ingresos. y el posible comprador debe hacer por su cuenta la investiga-
Es injusto imponer el diezmo en lugar de hacer algunas asigna- ción sobre las taras ocultas. Debería tratar menos con vendedo-
ciones para las pobres gentes que tienen que penar para instruir a res sin conciencia y fiarse únicamente de vendedores que revelaran
sus hijos y que desearían enviarlos a escuelas católicas. Es una los defectos ocultos. Nosotros no debemos fomentar con nuestra

276 277
La justicia al servicio de la candad Restitución

casuística este tipo de injusticia diciendo, por ejemplo, que como Por consiguiente, si alguien tiene escrúpulos en estas materias,
es práctica corriente la de no revelar los defectos ocultos, el ven- debemos aconsejarle que consulte a un experto. Podríamos perju-
dedor no está obligado a hacerlo. Si los vendedores han de hacer dicar mucho a las gentes si no les diéramos esta indicación.
honor a su profesión, se requiere que garanticen el objeto que van A veces tienen remordimientos sin haber cometido falta alguna
a vender y que revelen los defectos ocultos del mismo. objetiva. Otros han podido tropezar con abogados desaprensivos;
A veces deberemos recordar a nuestros penitentes que los mane- en estos casos hay que proceder con mucha cautela en el confeso-
jos fraudulentos son pecado. Sabemos por el Evangelio de san nario. Hay que pagar los impuestos justos en el verdadero sentido de
Marcos cómo respondió el Señor al rico que le preguntó: «¿Cómo la ley, tal como se entienden comúnmente las decisiones del Estado.
alcanzaré la vida eterna?» Le dijo: «No defraudarás» (Me 10, 19). Otra manera de defraudar al Estado consiste en obtener subsi-
Después que aquel joven rico dijo que había cumplido todos los dios de manera subrepticia, con mentira o presentando falsamente
mandamientos desde su juventud, pero no tuvo valor para renun- los hechos. Debemos ilustrar las conciencias de los penitentes, ha-
ciar a todo, dijo el Señor: «¡Qué difícilmente entrarán en el reino ciéndoles comprender que tales prácticas son contrarias a la justicia.
de Dios los que tienen riquezas!»

Restitución
Justicia y lealtad con el Estado
Si se nos pregunta: «¿Tengo obligación de restituir?», debemos
Hay obligación en conciencia de pagar los impuestos justos al proceder con la mayor cautela. La decisión puede implicar sumas
Estado. Es evidente que si el pagar los impuestos acarrea la ruina considerables. Si no somos peritos en la materia, debemos respon-
personal, eso no le conviene al Estado. Es bastante frecuente que der honradamente: «No lo sé. Consulte usted a alguien versado en
si uno no pide consejo en materia de impuestos, probablemente materias de justicia económica.»
haya de pagar más de lo justo. Por consiguiente es prudente pedir Puede darse que no sea aconsejable en algún caso la compen-
consejo, no para eludir el pago de los impuestos, sino para cumplir sación oculta, pues uno podría exponerse al peligro de perder la
el deber responsablemente. Siempre está presente la tentación de confianza de los otros. Puede suceder que uno no haya pecado
encubrir algo cuando uno no conoce todas las leyes y piensa que contra la justicia porque su patrono no le ha pagado un salario
ha cometido fraude contra el Estado; a lo mejor, la verdad será justo. Sin embargo, en la mayoría de los casos deberá el confesor
que ha pagado demasiado en impuestos. Hay que estar al corriente disuadirlo de continuar con ese procedimiento de compensación
de la legislación y de su interpretación. Las leyes, debido a su voca- clandestina, y esto por amor a su familia, por su paz interior y por
bulario técnico, son a veces difíciles de entender. Por ejemplo, en su buen nombre, como también por amor del bien común. Sin
Alemania, una sentencia del tribunal obligó a una orden religiosa embargo, no debemos imponerle la obligación de restituir si no ha
a pagar impuestos por los derechos de autor de sus miembros. pecado contra la justicia conmutativa.
Esto suponía impuestos muy elevados, si un individuo había fir- Generalmente deberemos formar las conciencias de los peniten-
mado el contrato personalmente; pero si lo firmaba el superior, no se tes de modo que se hagan cargo de que no es posible una sincera
exigían impuestos. Es un ejemplo de las sutiles distinciones legales; conversión si se desean conservar riquezas mal adquiridas. Si uno
pero si uno conoce estas cosas, puede evitarse muchos disgustos. se ha hecho millonario recurriendo a métodos injustos, no puede
Tal es el caso del que sufre por ignorancia o se ve tentado a trans- desear la conversión y al mismo tiempo utilizar tranquilamente sus
gredir las leyes. millones para su provecho privado. De alguna manera debe des-

278 279
La justicia al servicio de la caridad

prenderse de lo que a todas luces ha adquirido injustamente. Los


grandes millonarios deberían practicar un serio examen de con-
ciencia: «¿He obrado justamente con mi personal?» Y si han sido
injustos: «¿Cómo puedo restituirles lo que les debo o, por lo menos,
contribuir al bien común?» Naturalmente, con frecuencia es difícil,
si no imposible, restituir directamente a los trabajadores lo que se
les debe. Una solución posible sería la de darles participación en
los beneficios. Muchas personas adineradas hacen generosos dona- XIX
tivos para fines culturales y sociales. Ésta es una forma de restitu-
ción. Pero si las riquezas han sido adquiridas justamente, tales LA VERDAD EN LA CARIDAD
asignaciones son actos de loable generosidad. Y LA CARIDAD EN LA VERDAD
No es imposible que un rico se halle en el caso de decir: «Mis
métodos eran tan honrados como los de las gentes más honradas.»
Sin embargo, sólo fue capaz de acumular tales riquezas por razón La verdad, expresión de amor
de las estructuras corrientes de la economía, que no estaban de
acuerdo con la justicia. ¿Qué hace tal persona para lograr mejorar El Padre celestial, con un amor infinito, expresa su propia gloria,
las estructuras y las convicciones? amor y majestad en su Hijo. Y el Hijo a su vez expresa y revela
También la injusticia cometida contra el Estado debe repararse el amor mismo, el Espíritu Santo. Santo Tomás expresó la misma
mediante restitución. Algunos moralistas afirman erróneamente que verdad con estas palabras: Filias Dei non est verbum qualecumque,
sólo las infracciones de la justicia conmutativa obligan a la restitu- sed Verbum spirans Amorem. El Hijo no es una palabra cualquie-
ción. Tal aserto se basa en una interpretación incorrecta de un texto ra; es la Palabra que exhala esencialmente al Espíritu, una perso-
de santo Tomás, y hoy día es rechazada comúnmente. Si uno ha na; es la Palabra que expresa este Amor que se da a sí mismo. La
faltado claramente a la justicia, tiene que restituir. Sin embargo, verdad auténtica debe ser siempre una imagen del Uno que es
cuando se trata de injusticias cometidas contra el Estado, con fre- la Verdad. Por consiguiente, si uno hace mal uso de un hecho o de
cuencia es muy difícil, por no decir imposible, restituir sin expo- una información contra su prójimo, eso no puede ser una expre-
nerse a ir a la cárcel. En tal caso se puede practicar la restitución sión de la verdad. Y si pretende ser amante de la verdad, no puede
mediante donativos a hospitales o a otras instituciones públicas, servirse de la información que tiene contra su prójimo sembrando
incluso a las escuelas católicas en países en los que el Estado, con odio contra él. Si alguien sabe lo que es la verdad — y un cristiano
la mayor probabilidad, comete injusticia con la doble imposición debe conocerla en Jesucristo—, estará siempre seguro de expresar
a católicos que envían sus hijos a escuelas confesionales. Debemos la verdad en una forma que promueva el diálogo en una comunión
obrar con la mayor prudencia al tratar de estas materias en el con- verdaderamente personal, en una forma que contribuya a edificar
fesonario. El confesor no deberá nunca tratar de obtener que al- el Cuerpo místico.
guien restituya en favor de su propia institución o de su propia Esta expresión de amor se aplica especialmente a las verdades
parroquia. Esto podría causar muy mala impresión e inducir a muy de la salvación. Un sacerdote o teólogo que use la verdad revelada
malas interpretaciones. Si alguien desea restituir en favor nuestro, como arma contra otras escuelas de pensamiento, o como medio
convendrá insinuarle que entregue la suma a otra institución o que para realzar su propia gloria, hace mal uso de estas verdades. No
la dedique a otro fin social. está en la verdad, ya que la verdad de la salvación es esencial y

280 281
Verdad y caridad Malicia de la mentira

totalmente expresión del amor de Dios. La verdad sólo se puede redimido por él. Todas sus faltas deben verse en la perspectiva de
expresar y entender rectamente si amamos a Dios y a aquellos a su redención, porque juntamente con nosotros ha sido llamado a la
quienes está destinada la verdad de salvación. Lo mismo se aplica felicidad eterna, a la comunión de los santos y a la unión con el
a cualquier expresión de verdad, puesto que en realidad toda ver- Dios uno y trino. Cuando tratamos con nuestro prójimo, hagá-
dad es imagen de la verdad eterna, del Hijo de Dios. moslo de manera digna. No siempre somos capaces de hablar de
A veces convendrá que el confesor sacuda cortésmente al peni- materias profundas, pero por lo menos debemos procurar que nues-
tente si observa que se sirve de la verdad sólo para su propio pro- tras conversaciones enriquezcan a nuestros -semejantes y les pro-
vecho, o diplomáticamente. Hay gran diferencia entre una persona porcionen una mayor inteligencia de la verdad. Esto requiere que nos
que acepta la verdad sin ambages y otra que la enfoca únicamente hagamos escuchar: un arte que, desgraciadamente, se ha perdido.
a la luz de su interés personal. Por ejemplo: Hay teólogos que Finalmente, debemos ser sinceros en nuestras obras. Uno de los
ante todo se preguntan: «¿Haré buena impresión al afirmar esto?; rasgos que distinguen a la juventud moderna es la sinceridad; su
¿me proporcionará molestias o me dará noches de insomnio?» La fuerte disgusto por la insinceridad de los adultos influye en el hecho
teología no se presta a esta táctica. La fe exige una franqueza total, de que éstos los tengan por iconoclastas. En la formación de la
aunque nos moleste o nos exponga a algún peligro. Nuestra vida conciencia de los jóvenes debemos hacer llamamiento a su since-
entera exige esta manera de abordar la verdad. En nuestra expre- ridad y mostrarles que la sinceridad de los fines repercute en la
sión de la verdad debemos siempre tener consideración con el oyen- sinceridad del comportamiento. Sus acciones deben expresar lo que
te. En definitiva debemos preguntarnos: «¿Con mi manera de expre- ellos son; deben expresar también sus nobles ambiciones. La juven-
sar la verdad contribuyo a edificar la comunidad de caridad y de tud debe ser un testimonio en favor de la verdad.
verdad?»

Malicia de la mentira
Verdad en pensamientos, palabras y obras
Podemos ver fácilmente la malicia de la mentira si miramos a
La formulación marcadamente negativa del octavo mandamien- Cristo, cosa que debemos hacer siempre, ya que él es la Verdad y
to : «No levantar falso testimonio ni mentir» llama fácilmente nues- el testigo fehaciente de la Verdad. Como cristianos que somos, esta-
tra atención acerca de la obligación de no dar falso testimonio y mos llamados a ser apóstoles; esto quiere decir que debemos ser
de no mentir con nuestras palabras. Pero a la luz del Nuevo Tes- testigos de la verdad de la salvación. Pero si estos testigos salpican
tamento, dado que estamos comprometidos con el Uno, que es la su testimonio con pequeñas mentiras, acaban por perder el cré-
Verdad, la Nueva Alianza nos obliga también a cultivar la verdad dito. Esto se aplica tanto al sacerdote como a cualquier cristiano.
esencial en nuestro corazón y en nuestra mente. No debemos entre- Cada cual debe repetir periódicamente su credo en relación con
garnos a charlas inútiles, ni gastar nuestro tiempo leyendo perió- sus condiciones de vida. Su vida entera debe ser un testimonio en
dicos o delante de la TV, a no ser que se trate de cosas que mere- favor de la fe. La entera Iglesia católica, en cada uno de sus miem-
cen nuestra atención. Estamos obligados a captar en toda nuestra bros, debe hacer creíble este testimonio y procurar que vaya en
persona la verdad esencial, la verdad de la salvación, y las ciencias aumento su credibilidad. Si damos motivo para que no se crea
que nos ayudan en nuestro quehacer de desarrollar nuestra entera nuestro testimonio, destruimos nuestra más alta misión. En cam-
personalidad. Debemos también pensar con verdad acerca de nues- bio, viviendo con verdad nuestro compromiso cristiano, impedimos
tro prójimo, teniendo siempre presente que es imagen de Dios, que se abra brecha en nuestra credibilidad.

282 283
Mentiras por flaqueza humana

embargo, hay también injusticia en la violación de la verdad. Para


Especies de mentiras obtener el perdón en estas materias es necesario restituir, tanto en
la esfera económica como en el ámbito de la verdad.
Algunas mentiras van contra la unidad de la Iglesia. Fue triste
oir tales mentiras durante las sesiones del Concilio. Si uno afirma,
como lo hizo un monseñor, que sabe de un párroco holandés que Mentiras por flaqueza humana
contrajo matrimonio civil en presencia de sus dos coadjutores y
que el obispo, al saberlo, permitió que siguiera desempeñando sus La plena deliberación no es siempre un distintivo de nuestros
funciones, peca contra la unidad de la Iglesia. Si, además, es una actos humanos. Por esto se da fácilmente el caso de que se nos
persona que oye cuentos de este género y los repite sencillamente escape una palabra antes de que nos demos plena cuenta de ello.
porque le gusta, no sólo falta al octavo mandamiento, sino que peca Si nos damos cuenta de nuestro fallo, debemos confesar sencilla-
también contra la unidad de toda la Iglesia católica. Provoca por mente: «No quise decirlo», especialmente si la cosa era de impor-
su parte una especie de cisma en la Iglesia. También, cuando sin tancia. Esto nos servirá para estar más atentos en adelante incluso
conocer los hechos, difama uno a otras escuelas de pensamiento o a en cosas secundarias.
otras Iglesias cristianas diciendo que enseñan esto o lo otro, perju- Un problema especial se plantea a los que han crecido en una
dica en gran manera a la unidad de la Iglesia. Peca contra la fe, atmósfera en la que no se cultivaba el respeto de la verdad. A tales
contra la fe que crea la unidad. personas les es prácticamente imposible ser veraces por algún tiem-
Los que critican libros que no han leído nunca, los que acusan po. Pero en tales condiciones no perjudican gravemente a los hom-
a personas a las que no han conocido ni estudiado nunca, ellos bres o a la unidad de los cristianos. En general, se trata de men-
mismos son causa de irrisión para la Iglesia. Pecan contra la verdad tiras de fragilidad que no constituyen pecados graves. Cuando falta
en cuestiones fundamentales. Si uno afirma que tal o cual obispo la deliberación, son mentiras debidas a flaqueza.
o teólogo es hereje, sin conocer la lengua del país, sin tener el menor Los católicos no debemos dar la sensación de que las mentiras
contacto con dicho obispo o sin haber estudiado en serio los pro- son cosa de poca importancia, de que sólo son deslices ligeros.
blemas en cuestión, comete grave pecado contra la verdad. Antes Trabajos de investigación llevados a cabo en diferentes países pare-
de hacer tales acusaciones o de formular aserciones tan especiosas, cen indicar que algunos ambientes católicos tienen más propensión
debe procurar verificar su posición. a mentir que los ambientes protestantes. ¿Habrá que decir que la
Mintiendo se puede pecar también contra la unidad de las Igle- actitud de «salvar la faz» fomentada en las escuelas católicas ha
sias, como, por ejemplo, imputando a los protestantes ciertas creen- llevado a tales desviaciones? Quizá se deba esto a que los mora-
cias sin saber si realmente las profesan. Por el error de uno no se listas nos han enseñado demasiado en general que las mentiras sólo
puede pasar a generalizarlo afirmando que todos los protestantes son pecados veniales. Había notable incongruencia en afirmar que
son culpables de ese error. Así se peca contra la unidad de las Igle- según el precepto de la abstinencia era pecado mortal comer dos
sias cristianas, lo cual es un mal muy grave. onzas y media de carne en viernes, pero que decir un montón de
En general, hay necesidad de despertar las conciencias de los mentiras entre una confesión y otra no pasaba de materia leve.
católicos en esta materia. Muchos hacen afirmaciones sin u n a base Es una manera bastante torcida de pensar. Como también es des-
suficiente de conocimientos o sin haber puesto el necesario empeño atinado que con la mayor rigidez pretendamos que una persona que
por informarse. No pocas veces limitamos nuestro concepto de in- ha comido cincuenta y ocho minutos antes de la comunión no pueda
justicia a las violaciones de la justicia en materias económicas. Sin acercarse al altar y en cambio permitamos que vaya a comulgar

284 285
Verdad y caridad Cuentos inocentes e inofensivos

quien no cesa de mentir, con tal que no cometa pecado mortal. Debemos ayudar a los niños en este asunto tan importante como
Otra cosa muy distinta es que una persona rompa el ayuno euca- es el de vencer la mala costumbre de mentir. Podemos decirles que
ristía) durante la hora que precede a la comunión porque le falta esto es una enfermedad de la infancia, una señal de que tienen
buena voluntad o mostrando desprecio de la abnegación y de la que «crecer». Los niños tienen buena voluntad y por regla general
ley. El que miente continuamente necesita gran esfuerzo para aban- aceptan fácilmente las sugerencias que se les hacen. Se los debería
donar su mal hábito. Causa gran menoscabo a sí mismo y a la animar a confesar su mentira a su madre, y entonces la madre
comunidad. Hablando en general, es tan importante vencer el hábito debería mostrar cuánto le agrada la sinceridad del niño.
de mentir como vencer el hábito de la masturbación. Esto no quiere
decir que una mentira en particular sea pecado mortal, sino que es
gravemente peligrosa la actitud de quien no da importancia a la Cuentos inocentes e inofensivos
verdad.
Cuando contamos cuentos o historietas a los niños deberíamos
explicarles que lo que les contamos es una imaginación. Hay que
Las mentiras de los niños ayudar a los niños a entender el cuento, no en su sentido literal,
sino como método para explicar algún aspecto de la vida. Con
Muchos niños mienten porque es cosa admitida en la familia; todo, hay que evitar confusiones cuando se trata de acontecimien-
es como un deporte familiar. Se han contagiado del ambiente. Aun- tos de la historia sagrada. Los niños no deben confundir los cuentos
que los niños se crean los cuentos, como, por ejemplo, el de la de hadas con los grandes hechos del Evangelio. Los padres tienen
cigüeña, más tarde les hace daño cuando descubren que los cuen- cierta responsabilidad en este punto.
tos no eran verdad; su fe y confianza en los adultos puede verse ¿Son mentiras los chistes? No. No son peligrosos porque sólo
gravemente socavada. La entera atmósfera familiar ejerce fuerte tienen por objeto distraer y embromar, y hay personas a quienes
influjo en el niño. Si las mentiras están a la orden del día, si la gusta que se les embrome. Los chistes se basan por lo regular en
sinceridad es una magnitud despreciable, mentir viene a ser algo un uso peculiar del lenguaje, en juegos de palabras o en cambios
natural para los niños. Pueden incluso temer decir la verdad cuan- de significado. Son una cierta expresión de sabiduría, y al fin nadie
do se los coge en algún fallo. se siente engañado o molestado.
Hay que enseñar a los padres a no castigar a los niños cuando Las medias verdades son algo muy diferente y con frecuencia no
confiesan sinceramente su fechoría. Además, hay que tener muy carecen de malicia. Se saca del contexto una parte de la verdad
presente que para un niño pequeño es muy difícil, y a veces hasta entera, de donde resulta que queda trastornada la verdad total.
imposible, distinguir entre un hecho y una imaginación, entre una Ésta es una forma corriente de maledicencia, como también una
vida de fantasía y la realidad. Los padres y los maestros no deben forma corriente de propaganda. En teología moral importa muchí-
reprender a los niños llamándolos «mentirosos». A un niño de simo que no suprimamos parte de la acción entera y formulemos
cinco o seis años, o de ocho, tampoco el confesor debe decirle que la moralidad de sólo una parte. El todo es lo único que sirve para
ha mentido... Deberá decirle más bien: «Eres un chico listo y percibir el verdadero significado, y la justicia exige que se presente
debes aprender la diferencia que hay entre lo que es verdad y lo el cuadro entero.
que es cuento. Luego serás un hombre. ¿Qué te parece un hom-
bre que miente sin parar, que mezcla lo que es verdad y lo que es
cuento?»

286 287
Restricción mental

ción, habría protegido a los niños y habría salvaguardado la «ver-


La verdad y la corrección fraterna dad». El hecho de que los niños eran deficientes mentales era
verdad, pero en la situación concreta de la caridad cambiaba com-
La corrección fraterna es una de las expresiones más importan- pletamente de sentido. Es perentorio mirar a la situación total. Las
tes de la caridad fraterna. Ahora bien, no hay que corregir al pró- palabras solas dan una apariencia de mentira, pero la situación total
jimo a cada momento, ni cualquiera está calificado para hacerlo. les da un sentido completamente diferentes.
Algunos están especialmente capacitados para la corrección fra- Sucede con frecuencia que las personas que se hallan en situa-
terna; en su modo de pensar van guiados por la mejor intención y ciones difíciles no pueden hallar las palabras apropiadas para eludir
tienen una habilidad psicológica innata para tratar a las personas. preguntas indiscretas; sólo saben que no pueden revelar la verdad
Puesto que tienen dotes especiales, tienen también las correspon- sin causar graves daños. Saben que deben ocultar la verdad, pero
dientes responsabilidades. de momento no saben cómo hacerlo. Por tanto dicen lo que obje-
Sin embargo, si la corrección fraterna puede volverle a uno tivamente suena como una mentira. Su buena voluntad los salva
escrupuloso, no está obligado a practicarla. También, si uno sabe de una mentira subjetiva.
que no está hecho para ello y que la persona en cuestión ha de re- A veces sucede que damos con soluciones verdaderamente apro-
accionar violentamente, cesa para él la obligación de corregir; ya piadas sin darnos plena cuenta de ello. Al final de la Segunda Guerra
habrá alguien que lo haga. Mundial servía yo como párroco en una iglesia de Polonia. En aquel
tiempo sólo tenía pasaporte alemán, aunque debía tener pasaporte
polaco. Los soldados rusos habían recibido órdenes de enviar a todos
Restricción mental los hombres al trabajo, y a fin de que permanecieran en el trabajo,
había que retirarles los pasaportes. La anciana madre del sacristán
Ante todo debemos darnos perfecta cuenta de la complejidad me insinuó que me escondiese debajo de la cama cuando vinieran
del tema. En la primera edición de mi obra, La Ley de Cristo, pre- los soldados. Yo, en cambio, les pregunté qué deseaban. Yo sabía
senté ingenuamente varios ejemplos de restricciones mentales toma- que me pedirían el pasaporte, y así les dije con gran empaque:
dos de viejos moralistas. Esto suscitó enérgicamente reacciones de «Yo no voy al trabajo; ¿no saben ustedes que soy párroco de esta
la crítica, sobre todo por parte de los protestantes. Las restriccio-
parroquia?» Y luego, con la misma desenvoltura, les dije, sin saber
nes mentales pueden a veces parecer mentiras. Sin embargo, tienen
si era verdad lo que decía: «¿No saben ustedes que el mariscal
su razón de ser. La restricción mental debe hacerse con espíritu de
Stalin ha dado órdenes tajantes de respetar a los sacerdotes?» Ellos
caridad.
se excusaron y se marcharon. Nueve años más tarde me enteré de
A título de ejemplo, permítaseme citar el caso de un coman-
que Stalin había dado efectivamente aquella orden...
dante de Hitler que se presentó en un hospital alemán. Preguntó
a las hermanas si tenían algunos niños deficientes mentales. Le res-
pondieron que tenían algunos. Esto significó la muerte de ochen-
ta niños. Si las hermanas hubiesen dicho sencillamente que no tenían
niños deficientes mentales, habrían dicho la verdad, porque en rea-
lidad no tenían niños para entregarlos a la muerte. La situación
explica el sentido de las restricciones mentales. En este caso una
restricción mental habría impedido la ejecución de una mala inten-

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289
4

XX

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
Y LA ATMÓSFERA DIVINA

El sacramento de la penitencia purifica a la Iglesia en sus miem-


bros, haciéndola así más eficazmente la atmósfera divina en el
mundo. La Iglesia misma es la atmósfera divina como comunidad
de amor y como comunidad de culto. La Iglesia es un sacramento,
un signo visible, eficaz, de la presencia del reino de Dios, un signo
que nos impele a esperar la plena manifestación de su reino.
La Iglesia, como sacramento del reino de Dios, es semejante a
una red de pesca con peces buenos y malos, o a un campo en el
que crecen juntos la buena semilla, el trigo, y plantas venenosas.
La Iglesia peregrinante, dice el concilio Vaticano n, es consciente
de la constante necesidad que tiene de purificación. El sacramen-
to de la penitencia, en un sentido muy especial, mantiene a los miem-
bros de la Iglesia entera conscientes de su necesidad de continua
purificación, conscientes de la necesidad de luchar durante el tiempo
escatológico de la separación.

Proclamación del kairos

El sacramento de la penitencia puede compararse a una


proclamación del kairos, de la oportunidad presente. Donde se
pronuncia la palabra de Dios, hay una oportunidad de gracia, de
purificación o de crecimiento, una oportunidad de constante conver-
sión. El sacramento de la penitencia proclama no sólo una opor-

291
Eh este tiempo de separación
El sacramento de la penitencia
mente que el hombre se deja conducir por el amor y la gracia de
tunidad oculta de una realidad invisible; proclama la oportunidad Dios. Dios mismo es el que dirige, pero no mediante intimidación,
presente para este hombre concreto que vive en esta sociedad, en sino por su amor misericordioso que se hizo visible en su Hijo uni-
este contorno, que representa a la Iglesia entera, la cual vive en las génito hecho hombre, por el corazón abierto del Redentor, por la
realidades positivas de cultura y de sociedad y se enfrenta con Iglesia en cuanto comunidad de amor. Se acepta el reino de Dios
las fuerzas peligrosas de este mundo. El sacerdote confesor que cele- cuando, en lugar de preguntar «¿Hasta dónde puedo llegar sin pecar
bra el sacramento y proclama la presente oportunidad de conver- mortalmente?», se dice «¿Cómo podré pagar a Dios todo lo que me
sión, deberá conocer la historia de la salvación y la presente opor- ha dado?». Para ello debemos conocer los grandes dones de Dios.
tunidad que se ofrece dentro de ella. Debe hacerse cargo de que la El confesor proclama los dones presentes de Dios, dones de con-
historia de la salvación no está fuera de la historia humana, sino versión, en el sacramento de la penitencia. Aquí quisiera recomen-
que en gran manera forma parte de ella. dar el solemne rito de la penitencia, tal como se halla en el Pontifi-
El confesor debe conocer, por lo menos en sus líneas genera- cóle Romanum. En esta liturgia solemne de reconciliación, la Iglesia
les, las condiciones sociológicas en que se halla el penitente. expone al penitente los aspectos sociales del pecado. Nuestros peca-
¿Cuáles son las oportunidades, las fuerzas positivas en su con- dos inficionan el ambiente, disminuyen la fuerza y el testimonio de
torno? ¿Cuáles son en la parroquia, que es idealmente una represen- la atmósfera divina de la Iglesia y así intensifican las fuerzas del
tación de la Iglesia entera, del ambiente divino, aunque con príncipe de las tinieblas. Todos los pecados perjudican a la consu-
frecuencia, desgraciadamente, se asimila no poco del mundo egoísta? mación social de la salvación. El reino de Dios es el gran Estado
¿Cuáles son las condiciones de vida — la fábrica, las oportunidades mundial bajo el único régimen del amor. Es un llamamiento que
de recreo, los medios de comunicación (televisión, prensa, cinemató- reúne, que auna. El obispo, en la primera parte del rito (exclusión
grafo) — que influyen en él? Para un cristiano, las presentes oportu- del pecador de la comunidad del altar) muestra a los penitentes que
nidades de convertirse, de cambiar de vida no pueden concebirse en no son dignos de estar alrededor del altar y de recibir el gran signo
términos abstractos, como una mera reforma interior, o como una del Cuerpo místico, el signo de la eucaristía. Por sus pecados han
buena intención. Debe insertar esta buena intención en el mundo real, menoscabado notablemente la unidad de los cristianos, la atmósfera
que es una parte del hombre. Con todos sus pensamientos y deseos, divina, el altar. Por esto, deben mantenerse alejados durante el tiem-
está relacionado con ese mundo y con sus posibilidades, buenas y po de penitencia, de modo que se hagan más cargo de que sus peca-
malas. Él es parte de su contorno, y esto presenta al sacerdote. La dos son perjudiciales para la comunidad. Tienen que convertirse
Iglesia debe entonces proclamar el tiempo de la salvación, el tiempo y luego contribuir a la edificación del Cuerpo místico. Este rito, en
favorable, la gran posibilidad, pero en forma realista, sabiendo que todas sus oraciones, himnos y en la reconciliación pública, muestra
si uno no aprovecha la presente oportunidad al máximo, puede su- el gozo que hay en el cielo y en la Iglesia entera por estos miem-
cumbir a los males de su día (cf. Ef 5, 16; Col 4, 5-6). bros que se han reconciliado y que ya no son perjudiciales, peli-
grosos o contagiosos. Han regresado, se han reunido en torno al
altar, el gran signo de la unidad. Ahora están purificados y son dig-
En este tiempo de separación nos de construir, de expiar con la penitencia y con una nueva vida.

El resumen de la predicación del Señor presentada en el Evan-


gelio de san Marcos (1, 14ss) revela que Nuestro Señor comenzó
a proclamar la buena nueva: «Se ha cumplido el tiempo, el reino
de Dios está cerca.» ¿Qué entiende por el reino de Dios? Sencilla-
293
292
Ambiciones egoístas

espíritu de discordia entre aquellos con quienes tienen que vivir y


Pecados que contaminan el ambiente dar testimonio de la presencia de Cristo. Es muy sabido con qué
energía el papa Pablo amonestó a las instituciones y colegios ecle-
Cristo dice que donde dos o tres están reunidos en su nombre, siásticos en su alocución en la universidad de Letrán el año 1963.
se halla él en medio de ellos. La fraternidad cristiana transmite el Severamente exhortó a evitar las competencias y rivalidades que se
llamamiento unitivo del amor de Cristo. Donde los hombres res- habían mostrado en el pasado.
ponden a este llamamiento y se reúnen en el amor, sienten la presen- San Pablo habla de esto cuando dice: «Algunos proclaman a
cia de Cristo. Hacen a Cristo visible mediante su amor mutuo. Hay Cristo por envidia y rivalidad» (Flp 1, 15), y así no manifiestan la
pecados que expulsan a Cristo, de modo que en una comunidad no atmósfera divina, la unidad del cuerpo de Cristo. Con la envidia
hay ya testimonio de la presencia de Cristo, de su amor. Ya no se no persigue uno el bien de los otros o de la comunidad, sino úni-
puede decir de esa comunidad: «Mirad cómo se aman, cómo mues- camente la idea egoísta que él tiene de la vida.
tran que son discípulos de Cristo, cómo está Cristo en medio de
ellos.»
San Pablo habla de los pecados de la carne, del sarx, de una Ambiciones egoístas
existencia egocéntrica, concentrada en sí misma. Es interesante ver
que la mayor parte de los pecados que menciona el apóstol son Grandes pecados se cometen por miembros del clero, que con-
pecados que destruyen directamente la atmósfera divina, el ambien- sideran el sacramento de la diakonia, el ministerio, como un medio
te de caridad que hace presente a Cristo. «Ahora bien, las obras de elevarse a una clase social más alta, o de incrementar su prestigio
de la carne están patentes, a saber: lujuria, impureza, libertinaje, y su poder. Buscando tales ventajas para sí mismos, dan ocasio-
idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, celos, animosidades, nalmente lugar a disensiones, a intrigas de partido y cosas seme-
rivalidades, partidos, sectas, envidias, borracheras, orgías, y cosas jantes. Fijémonos en un monasterio: de suyo debería ser un ver-
semejantes a éstas» (Gal 5, 19-20). dadero testigo de Cristo, un verdadero signo visible de unidad y
El pecado de sarx es verdadero egocentrismo, en el que el peca- caridad que fomentara la santidad de cada uno. Pero si en él hay
dor se busca a sí mismo sin reservas. En la fornicación busca uno facciones, disensiones e intrigas de partido, el esfuerzo común por
sus propios intereses y abusa de otra persona, destruyendo la seme- aspirar a la santidad quedará oscurecido por un deseo de suplantar
janza de Cristo en sí mismo y en el otro, y edificando juntamente al otro partido. Quienquiera que contemple este espectáculo no ten-
una atmósfera de tinieblas. Podrá decir «te amo», pero en realidad drá la sensación de que Cristo está en medio de ellos. Tales perso-
lo único que pretende es explotar a la otra persona para su propio nas expulsan a Cristo de su comunidad, negándose a experimentar
placer; así no hay comunidad de amor, no hay presencia de Cristo. su presencia y su proximidad mediante la comunión de espíritus
Los dos vienen a ser, sí, una carne, pero en forma egocéntrica. que crea el sentido comunitario. No dan testimonio de la presencia
Todos los pecados de impureza, de impudicia y de malas conver- graciosa de Cristo.
saciones sustraen gloria a Dios entre esas gentes. Lo mismo puede suceder con el apostolado seglar en la parro-
En el centro de este catálogo de actitudes egocéntricas vemos quia. En las fábricas, en el vecindario, en el Estado, en los Sindica-
algunas que destruyen la atmósfera divina, destruyendo propiamente tos es donde los cristianos, con envidias y rivalidades, actúan unos
el testimonio de Cristo que se halla en medio de ellos. Los cristia- contra otros. Otra cosa sucedería si sus diferencias fueran en reali-
nos hacen esto criticando indebidamente a sus superiores, a sus dad diferentes enfoques para llegar a una solución más elevada y
colegas y a sus semejantes en general, poniendo de manifiesto un mejor, un verdadero y fructuoso diálogo o compromiso; en cambio,

294 295
El sacramento de la penitencia Ambiciones egoístas

cada uno quiere afirmar su propia posición. Tales seglares no dan varios razonamientos, y su insensato corazón quedó en tinieblas»
testimonio de la atmósfera divina, de la presencia de Cristo. (Rom 1, 21). El pecador busca su propia gloria. San Pablo cataloga
Las francachelas y reuniones en que abunda el alcohol y brilla los pecados que destruyen la unidad y dignidad de la humanidad,
por su ausencia el autodominio y el respeto mutuo, no contribuyen y añade: «No sólo hacen ellos mismos tales cosas, sino que hasta
ciertamente a crear un ambiente que dé testimonio de la presencia aplauden a quienes las practican» (Rom 1, 32). La situación se hace
del Señor crucificado. La actitud del sacerdote que ha renunciado más grave si uno, no contento con testimoniar contra la ley de Dios
al matrimonio y luego trata de disfrutar todo lo que puede de la con sus actos pecaminosos, aplaude también tales prácticas.
vida, es completamente desordenada. El exceso en fumar y beber, Nosotros debemos conocer el ambiente social al que servimos
el entregarse a la comida y al sueño, el disfrutar de la vida des- si hemos de ser sensibles a las situaciones y circunstancias que aplau-
empeñando los ministerios en una atmósfera de campo de golf, den prácticas pecaminosas. Se han llevado a cabo diferentes estudios
todas estas actividades no contribuyen lo más mínimo a crear una sociológicos empíricos que se extienden a ciertos aspectos de nues-
atmósfera divina; no edifican el cuerpo místico; no dan testimo- tra moralidad cristiana. Se ha comprobado que en Europa y en los
nio del misterio pascual. Aquí falta la fuerza redentora y unificadora Estados Unidos, aun entre quienes frecuentan regularmente la misa,
del olvido de sí, que conduce al verdadero gozo cristiano. el petting (véase más arriba, cap. xvn) y experiencias sexuales com-
La atmósfera divina se presenta en forma positiva en la misma pletas antes del matrimonio, son tenidas por algunos por experien-
epístola de san Pablo cuando dice: «No nos hagamos vanidosos, cias humanas lícitas y necesarias. Y no sólo lo afirman de sí mis-
provocándonos recíprocamente y envidiándonos unos a otros. Her- mos, sino que lo predican en público.
manos, aun en el caso de que alguno fuera sorprendido en alguna Puede darse que tales opiniones se proclamen sólo como algo
falta, vosotros los espirituales, con espíritu de mansedumbre, procu- aceptado por otros, sin que necesariamente expresen profundas con-
rad que se levante, mirándote a ti mismo, no sea que tú también
vicciones personales. Un ejemplo servirá para ilustrar este punto:
seas tentado» (Gal 5, 26-6, 1). En la corrección fraterna hay un
En una pequeña ciudad había una sección de una organización na-
elemento sacrificial. Creo que es una gran tentación para el indo-
cional de seglares que trataba de mejorar las costumbres en todo
lente la de decir: «Ya se arreglará.» Cristo está entre nosotros si
el país y hablaba de buenas prácticas entre los jóvenes no casa-
tenemos valor para corregirnos unos a otros con amabilidad. Es
dos, insistiendo en la necesidad y posibilidad de la pureza antes
evidente que esto no se ha de hacer con «arrebatos de furor» (Gal
del matrimonio. Un funcionario de la organización dirigió la pala-
5, 20), sino con toda amabilidad sacando fuerzas del amor.
bra a unas doscientas personas, la mayoría jóvenes. Después de su
Y san Pablo continúa: «Llevad cada uno las cargas de los otros, discurso, se levantó el hijo del granjero más importante y fondista
y así cumpliréis la ley de Cristo» (Gal 6, 2). Ésta es la ley de Cristo :
de la ciudad y dijo: «Todo eso son tonterías. Cada uno de los aquí
solidaridad, esfuerzo común por purificar el ambiente. Se requiere
presentes ha tenido relaciones por lo menos con diez muchachas
un esfuerzo en común y plenamente solidario para crear un ambiente
diferentes, y eso es necesario antes de que uno pueda elegir su
que testimonie a todos que Cristo está entre nosotros, que Cristo
compañera.» Ni uno solo se levantó para contradecirle. Nadie dio
está en nuestros corazones y que nosotros estamos reunidos en su
testimonio. Había muchos muchachos y muchachas que no compar-
nombre y nos apoyamos unos a otros pacientemente.
tían sus ideas, pero el joven en cuestión era tenido por un líder.
Hay pecados que tienden muy directamente a destruir la atmós-
Los asistentes no querían causar mala impresión. Cinco meses des-
fera de verdad y caridad divina. San Pablo muestra la raíz y fuente
pués el mismo joven se casó por la Iglesia con una liturgia muy
del pecado: «Habiendo conocido a Dios, no le dieron gloria como
solemne, sin haber dado pública reparación por un pecado que de
a tal Dios ni le mostraron gratitud; antes se extraviaron en sus
tal manera había envenenado el ambiente. L a noche misma de la
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297
El sacramento de la penitencia La purificación del ambiente

boda la pasó con otra mujer. Con todo, nadie en la comunidad le debe dar testimonio del valor del niño y de toda persona, de la
dio una respuesta valiente. Sin embargo, hubieran debido dejar sen- alianza de amor y del matrimonio.
tado bien claro que aquel muchacho y otros como él no tenían nada
de cristianos.
La purificación del ambiente

Contaminación ambiental El signo visible y la meta visible del sacramento de la peniten-


cia es la unidad del pueblo de Dios. (Res et sacramentum paeniten-
Contribuir a crear una opinión pública contraria a la justicia tiae est unitas populi fidelium. Ésta es una fórmula escolástica que
social o a la integración racial es un pecado que envenena el revela toda una tradición.) El sacramento de la penitencia mani-
ambiente. Si un párroco aconseja a los fieles que no vendan casas fiesta, y tiene como su gracia primaria y más eficaz, la unidad del
a gentes de color porque la llegada de familias de color depreciará pueblo de Dios. Su objetivo es edificar una comunidad que haga
la propiedad parroquial y hará bajar el nivel de la parroquia, nos visible la presencia de Cristo. Por esto todos los actos, tanto del
hallamos con un caso de este tipo. Quienquiera que piense de esta penitente como del confesor, deben estar orientados a este ambiente.
manera o trate de inducir a otros a pensar como él fomentará una El examen de conciencia y la confesión de los pecados han de estar
neurosis racial. Los fieles que reciban tales consejos mirarán muy orientados explícitamente a su ambiente, hacia esas cosas que des-
probablemente con recelo la perspectiva de vivir con familias de truyen y corrompen el ambiente de la Iglesia, que envenenan y con-
color en el vecindario y así, tan luego llegue una de esas familias, taminan el ambiente humano en la vida social, cultural y económica.
se verán dominados de pánico. Ésta es una forma de contaminar Tal sucede cuando se ha enseñado a los fieles a ver todos los
el ambiente. Tal sacerdote habría ciertamente pecado contra la actos, deseos y palabras a la luz del gran mandamiento del amor
misión de la Iglesia considerada como un medio ambiente divino. fraterno. No sólo amor de una persona a otra, sino amor fraterno
La actitud verdaderamente cristiana habría sido ésta: «Si viene a como factor de la edificación de la comunidad de verdadero amor.
nuestra parroquia gente de color, tenemos la obligación de darles la Los opúsculos que ayudan a los fieles a hacer el examen de con-
bienvenida y de mostrarles que somos una comunidad de amor, ciencia, la predicación sobre el sacramento de la penitencia, la exhor-
recibiéndolos como recibiríamos a Cristo mismo. Nos sentiremos tación y la ayuda prestada en el mismo sacramento: todo esto sirve
dichosos al testimoniar en favor de nuestro Padre celestial y del para robustecer la conciencia tocante a la responsabilidad hacia el
único Señor Jesucristo que redimió a todos.» ambiente.
Los que defienden la injusticia social y prácticas comerciales Hoy día, la conciencia cristiana debe hacerse plenamente cargo
reprobables, y quizás hasta las aplauden, envenenan todo el ambien- de que vivimos en una sociedad pluralista, privada de valores cris-
te de nuestra vida económica y social. Lo mismo se diga de los que tianos; no es posible evitar sin más el ambiente envenenado del
propagan ideas de control egoísta de la natalidad — uno o dos hijos mundo. Con otras palabras: no puede liberarse de la solidaridad
nada más—; de los que dicen: «Indonesia y el Japón están super- con el egocentrismo del primer Adán, a menos que escoja explí-
poblados, por eso en los Estados Unidos nadie debería tener una citamente la atmósfera divina del amor, de la solidaridad con Cristo
familia numerosa»; o de los que dicen que no importa la forma y con todos en Cristo.
cómo se limite el número de los hijos, que el fin justifica los medios, Este gran principio pastoral podría descubrir por qué muchos
etc. Afirmaciones como éstas envenenan el ambiente y perjudican pecados, especialmente cuando se siguen servilmente las normas de
directamente a la atmósfera divina de la Iglesia, que en todas partes este ambiente envenenado, con frecuencia no están exentos de culpa.

298 299
El sacramento de la penitencia
La purificación del ambiente
El pecador parecía no ser libre y ni siquiera deseaba serlo, porque
no había puesto verdadero empeño en dar testimonio de su solida- ambiente, también el acto de dolor y contrición debe mirar direc-
ridad con Cristo, en iluminar su ambiente. Nuestra élite social debe- tamente al daño que se ha hecho al ambiente. Esto corresponde
ría hacer un examen de conciencia sobre su gran responsabilidad. perfectamente a las más viejas tradiciones de la Iglesia. El padre
En la sociedad existen miembros débiles. La persona que sólo ha Iréné Hausherr, renombrado profesor del Instituto Oriental de
recibido un talento no se ha de considerar tan responsable del Roma, publicó un libro titulado Le Penthos, en el que mostró que
ambiente como la que ha recibido cinco. El menos afortunado está los padres orientales reconocían como el principal motivo de sus
en gran manera excusado. Comprendemos su confesión, e incluso lágrimas, de su compunción precisamente esto: que por su infide-
su ceguera, si comprendemos su ambiente. Pero esto no debe llevar lidad a las gracias especiales de Dios eran responsables de la falta
al fatalismo. Sabemos, en efecto, que debemos formar una clara de luz y de calor en el cuerpo místico y en su contorno. El acto de
conciencia de la responsabilidad social en los que forman la élite dolor debe mostrar nuestra convicción de que con nuestros peca-
desde el punto de vista sociológico, cultural y religioso. Todos los dos hemos lastimado a Cristo, haciéndole sufrir en el huerto de los
cristianos deberían estar incluidos en esta última categoría. Pero Olivos y en la cruz, y que continuamente lastimamos y afligimos
entre los cristianos, los hay que han recibido «cinco talentos». a su cuerpo místico. «Si un miembro es honrado todos los miem-
Si estas personas quieren ser religiosas sólo para su propia salva- bros se alegran con él; en cambio, si un miembro sufre, daña al
ción, la salvación de su alma, y no se cuidan expresamente de crear cuerpo entero, en cuanto éste es afectado por él.» Por consiguiente,
un ambiente divino de justicia, pureza, verdad y caridad, deben el acto de dolor debería extenderse especialmente a los pecados que
saber que son culpables, culpables de los fallos de aquellos a quie- más claramente dañan al cuerpo de Cristo, a un miembro y al
nes habrían debido apoyar con sus cualidades relevantes. contorno entero, que está llamado a formar parte de la atmósfera
Vuelvo a repetir lo que ya insinué en otro contexto. El pecado divina. Toda infidelidad al llamamiento de Dios a la unidad — y
de los sacerdotes y de los fieles que destruyen el medio divino de toda gracia representa tal llamamiento — es un pecado contra el
la eucaristía es sumamente grave. La celebración debería propor- cuerpo místico. Por consiguiente, un profundo acto de dolor hecho
cionar la vivencia más visible, delicada y fuerte de una comunidad por uno que se hace perfectamente cargo de las implicaciones socia-
fraterna, la presencia de Cristo entre los que se han reunido en su les de su pecado, contribuye a formar una conciencia social con la
nombre. Los que no obedecen al concilio Vaticano n en este gran correspondiente responsabilidad.
tiempo de la Iglesia, y no renuevan la liturgia, especialmente la El propósito de enmienda no debería formularse así: «Quiero
eucaristía como la expresión de una comunidad de amor, de espe- salvar mi alma y dejar el mundo abandonado al diablo.» Un ver-
ranza y de fe, como una comunidad que alaba a Dios, los que des- dadero propósito de enmienda acepta el reino de Dios en todas las
truyen la liturgia con un sentido individualista y egocéntrico, son dimensiones de la vida y, en cuanto está en nuestra mano, pro-
responsables de las consecuencias. Son responsables de múltiples y mueve todas las cosas en nuestra vida y en el ambiente entero, que
variados pecados en todo el ambiente, en el ambiente económico proclama que Dios nos rige por medio de su amor. Hay que hacer
y social, en el vecindario, en la fábrica, etc. A nuestros sacerdotes y un propósito especial de evitar todos los pecados que envenenan
laicos recalcitrantes se les debe enseñar esto en el sacramento de la opinión pública y, en sentido más positivo, contribuir con todas
la atmósfera divina. Hay que hacerles caer en la cuenta del daño nuestras fuerzas, con todo nuestro poder y con todas nuestras capa-
que se hace si el centro mismo de la atmósfera divina se desvirtúa cidades, a crear un ambiente que dé testimonio del amor, con la
con individualismo, egocentrismo y formalismo. justicia y la pureza, la sinceridad y la honradez.
Si el examen de conciencia y la confesión se deben referir al

300
301
Llamamiento a la unión y a la separación

con prudencia, puede usted contribuir a crear un ambiente mejor.»


El penitente aprende a ver Otro caso parecido: Una familia católica esperaba el tercer hijo
en el quinto año de matrimonio. La mujer se ocupaba en asocia-
El sacerdote en cuanto enseñante, predicador y confesor tiene ciones católicas. Cuando nació el tercer hijo, habló a todo el mundo
evidentemente la misión de ayudar al penitente a hacer este claro de los grandes gastos que le acarreaba aquel hijo, de las grandes
examen de conciencia, a confesarse en la debida forma y a contri- restricciones a que le obligaba a aquel aumento de la familia. Las
buir a este perfeccionamiento social de la salvación. Tal debe ser gentes reaccionaron como era de prever: «¡Qué tonta es usted!
su empeño en el diálogo con el penitente. Debe mostrar, hasta cierto ¿Por qué tiene hijos si no le gusta?» El marido procedió de otra
punto, su profunda comprensión de las circunstancias atenuantes manera. Sus colegas lo embromaban a veces, pero él respondía:
debidas a las influencias ambientales. «¿Quiere alguno de vosotros ser el padrino de mi cuarto hijo?
Con un ejemplo lo comprenderemos mejor. Una mujer confiesa Porque ya nos preparamos para tener otro.» Así, con buen humor,
que aborrece a su marido. El confesor podrá decirle: «Me permite mostraba su orgullo de ser padre. Él estaba creando un ambiente
usted que le pregunte por qué lo odia? Quizá pueda así prestarle luminoso, y su mujer, que parecía desplegar más actividad católica
alguna ayuda.» La mujer responde: «Me ha puesto en estado, y eso que nunca, contribuía a entenebrecer más y más el ambiente. Tene-
que tengo ya cuatro niños.» El sacerdote que conozca el ambiente mos que instruir a las gentes sobre la importancia de sus palabras
podrá decirle: «Ya sé que usted es una buena madre y que le gus- y de sus obras para la vida del mundo que las rodea.
taría tener hijos. Usted podría ver todavía mejor la grandeza y ele-
vación de su misión, si no fuera por las gentes que la rodean, las
cuales la acusan a usted de imprudencia y a su marido de falta de Llamamiento a la unión y a la separación
dominio.» La mujer responde: «Eso es lo que sucede. Son especial-
mente mi madre y mi suegra, que no nos dejan en paz.» Esto da al El sacramento de la penitencia ha de proclamar con insistencia
sacerdote la oportunidad de explicar en sentido positivo esta misión el reino de Dios que nos reúne en una comunidad de amor; este
en la atmósfera divina: «Si usted es una mujer de gran fe, que no sacramento debe hacer visible la presencia de la Iglesia donde hay
ignora todo lo que puede dar a sus hijos — la fe y la vida eterna —, una comunidad de amor, y proporcionarnos una vivencia especial
si sufre usted por la ceguera de su contorno en forma tan peligrosa de la presencia de Cristo entre nosotros. Este sacramento ha de pro-
que a veces tiene usted incluso dificultad en amar a su marido, en- clamar el reino de Dios que nos obliga y nos apremia a vivir como
tonces podrá usted comprender por qué otras mujeres tienen toda- hijos e hijas adultos de la Iglesia, a vivir conforme al llamamiento
vía mayores molestias. En una situación como la suya se verían de Cristo y a transmitir este llamamiento a los otros. El «tiempo
incluso tentadas a cometer aborto. Ahora puede usted comprender favorable» de la celebración del sacramento de la penitencia pone
lo importante que es que no tenga usted altercados con su marido al penitente en contacto con la primera venida de Cristo y sitúa su
ni se queje de él con otras gentes; haga el propósito de profundizar vida en la perspectiva de la segunda venida del Señor, llenándolo
su fe, de aceptar la prueba y de decir a otros que le agrada ser así de vigilancia, de esperanza y de energía. E l penitente suspirará
madre. No se haga usted ridicula lamentándose y no exponga a por esta segunda venida si le enseñamos a reconocer y utilizar las
toda su familia al ridículo. Diga usted a los otros: "Tenemos un posibilidades presentes de su vida a la luz de la primera y segunda
techo para cobijarnos, tenemos pan para la familia. Mi marido ha venida del Señor.
dejado de fumar y ha renunciado a otras muchas cosas. Podemos El sacramento de la penitencia es el sacramento de la solidaridad
educar a nuestros hijos y no necesitamos la ayuda de nadie." Y así, en la conversión. Con el pecado entra uno en solidaridad con el

302 303
El sacramento de la penitencia Dolor y propósito con vistas al ambiente

primer Adán y sus secuaces. Con el pecado combate uno en favor Iglesia hace un esfuerzo no sólo por renovar a sus miembros en sus
del príncipe de las tinieblas, aislándose de la atmósfera divina de corazones, sino también en renovar las comunidades, de modo que
la Iglesia, integrándose en el ambiente contaminado de este mundo éstas sean un testimonio, un signo visible del pueblo de Dios reno-
(el «mundo» se toma aquí en el típico sentido joánnico: el mun- vado, y un signo de redención para su ambiente. La responsabili-
do que ha tomado partido contra el Señor y contra la atmósfera dad social del particular se subraya en la celebración de este sacra-
divina de la caridad). mento. El signo visible de la renovación debe expresarse en todos
El sacramento de la penitencia es la renovación de las promesas los actos del penitente y sobre todo en la proclamación de la paz
del bautismo tocante a la integración en la atmósfera divina en mesiánica.
orden a convertirse uno en miembro vivo del cuerpo místico, y a dar Ya hemos visto cómo debe expresarse esto en el examen de
testimonio de la presencia de la atmósfera divina en su ambiente. conciencia y en la confesión misma, confesando especial y explí-
Es un sacramento de separación escatológica; la firme resolución citamente los pecados que han envenenado el ambiente de la Igle-
no es sólo un propósito de la enmienda hecho por un indivi- sia misma, la parroquia, o que se oponen a la unidad en el aposto-
duo; es un firme propósito de segregarse del príncipe de las tinie- lado seglar o envenenan la atmósfera de la familia, los amigos, el
blas y de su mundo tenebroso; significa separación, abandono de vecindario y todas las demás estructuras culturales, económicas o
la actitud de los que viven la existencia egocentrista de Adán y así sociales. La celebración comunitaria del sacramento (con un examen
implantan el colectivismo de Satanás. Es un empeño positivo de dar de conciencia apropiado) nos hace adquirir una conciencia cada
testimonio de Cristo y de la comunidad de salvación dondequiera vez mayor de esta necesidad de renovación.
que uno se halle y actúe; en su familia, en su oficina, en la fábrica,
o en su vecindario.
Dolor y propósito con vistas al ambiente

Renovación de la Iglesia El acto de dolor no debe limitarse a las heridas infligidas a


nuestra propia alma con nuestros pecados. Un profundo acto de
El sacramento de la penitencia fomenta la renovación de una dolor de una persona convertida al reino de Dios debe incluir la
parte de la atmósfera divina. La Iglesia misma es «el pueblo de inteligencia de que sus pecados (pecados de pensamiento, de deseo,
Dios que peregrina» y que, en cuanto tal, tiene siempre conciencia y más aún de palabra y de obra) han ofendido y afectado al ambien-
de la constante necesidad de purificación. La Iglesia se hace más te terrestre y a la atmósfera divina, la Iglesia. Han disminuido el
consciente de esto en el sacramento de la penitencia, donde el sacer- esplendor y la fecundidad de la Iglesia. Por esto, una persona con
dote y el penitente, así como el entero pueblo de Dios, confiesan su un corazón renovado de veras no sólo tiene pesar por su pérdida
necesidad de purificación. La Iglesia misma, en sus miembros y personal, sino todavía más por la pérdida experimentada por el
comunidades, se renueva, renueva su espíritu; pero esta renovación cuerpo místico entero, por la humanidad entera. Todo el pueblo
no sería sincera si no fuera unida con el firme propósito de renovar de Dios debería representar la atmósfera divina de la redención.
las estructuras de nuestra vida cristiana: renovación de la familia El sacerdote ha de ayudar al penitente a enfocar de esta manera la
cristiana, haciendo más visible el reino de Dios; mayor colabora- penitencia y el arrepentimiento.
ción en la parroquia, en la liturgia, en el empeño por formar una Nuestro propósito de enmienda debe referirse al ambiente. Si nos
sana opinión pública, en todas las formas del apostolado seglar, confesamos en la oscuridad del confesonario y no estamos franca-
implantando así el reino de Dios. Debería hacerse patente que la mente dispuestos a declarar las mismas convicciones en las calles

304 305
El sacramento de la penitencia Función de la penitencia
y en las plazas, nuestra confesión no es sincera. La confesión en el Nosotros mismos debemos librarnos de la rutina de los siglos
sacramento se debe continuar en la profesión de fe; parte esencial pasados que hacían de la oración esencialmente una penitencia.
de la profesión de fe es confesar y profesar que la ley de Dios es Es cierto que para muchos sacerdotes el breviario se ha convertido
santa, buena y justa, y darlo a conocer con el testimonio de nuestra en una penitencia y que para muchos era una decepción el rezo
vida. Por consiguiente, el propósito de enmienda ha de ir orientado del oficio. Éste da ahora gran satisfacción a muchos sacerdotes que
al-ambiente social y cultural, y especialmente al medio eclesial de entienden ya el mensaje en su lengua viva, materna. Igualmente es
las comunidades de la Iglesia, la familia, la parroquia, la diócesis uno de los cambios más esenciales introducidos por el Concilio el
y la Iglesia entera. Este propósito de enmienda ha de integrarse en que nuestro pueblo vuelva a ser consciente del privilegio de orar,
el medio terrestre, en el que tenemos que testimoniar la presencia del Espíritu Santo que clama en nuestros corazones: «.Abba!,
de la Iglesia como sacramento de redención para el mundo entero. ¡Padre!»
El sacerdote, en su explicación del mensaje de paz, lo cual Falsificamos el concepto de la oración si en el confesonario sólo
incluye la celebración comunitaria o el diálogo que el sacerdote imponemos oraciones como penitencia. La oración no es esencial-
entabla con el penitente, ha de hacer a éste consciente de la gran mente una penitencia. Sólo es penitencia para los perezosos; éstos
injusticia de su pecado contra Cristo y contra su cuerpo místico, deben vencer su indolencia y pereza. Podrá darse que el confesor
como también contra la humanidad entera, contra el mundo entero tenga que amonestar a tales gentes exhortándolas a no descuidar
que ansia la redención. Y entonces podrá comprender el penitente la oración y a fijarse durante el día algunos momentos destinados
cuan grande es la misericordia de Dios, que lo libra de estos peca- a la oración: por ejemplo, leer cada día tres minutos la Sagrada
dos y le confiere una nueva misión de dar testimonio de la atmós- Escritura y rezar cada noche una breve oración hasta la próxima
fera divina en los lugares en que vive y actúa. confesión. Pero todos deberían comprender y sentir que la oración
El sacerdote puede ayudar mucho más si conoce la situación y la lectura de la Sagrada Escritura no son de suyo una penitencia,
actual en la historia de la salvación, la situación del ambiente tanto sino más bien un placer espiritual. Sólo es una penitencia para el
eclesial como secular del penitente. Por esta razón el sacerdote de que la descuida y cede a su desidia.
hoy tiene necesidad de sólidos fundamentos de psicología y de socio- Supongamos que un niño nos dice en el confesonario que gene-
logía religiosa. ralmente olvida las oraciones de la mañana y de la noche. Enton-
ces podemos usar el siguiente razonamiento: ¿verdad que eres res-
petuoso con tus padres, y los saludas al levantarse y al acostarse?
Función de la penitencia Pero lo eres menos con Dios, si olvidas tus oraciones. Si sabemos
que el niño tiene un hermano, no le impondremos la penitencia de
El sacerdote puede dirigir la atención del penitente hacia la arrodillarse todas las mañanas y rezar las oraciones, porque quizá
penitencia como sacramento de renovación con la clase de peni- le dé vergüenza aparecer tan devoto a los ojos de su hermano. En
tencia que le imponga. Mediante esta penitencia debe el penitente cambio se le puede proponer que pida a su hermano que rece con
comenzar a percatarse de la injusticia que ha hecho al mundo de él, porque así no tendrán tanto peligro de olvidarlo. Esta peniten-
Dios, a su ambiente, el entero cuerpo místico. Luego, con un cora- cia, si es aceptada — y sé por la experiencia de muchas confesiones
zón transformado, deberá intentar la renovación de su contorno, que con frecuencia la aceptan gustosos — creará la atmósfera divina
colaborar mejor con todos los hombres de buena voluntad, dar entre los dos hermanos. Entonces serán más conscientes de su unión
testimonio de caridad y de unidad, de justicia y de amabilidad, de en Cristo.
prudencia y de fortaleza. Para parejas de prometidos que hayan pecado juntos será una

306 307
El sacramento de la penitencia Función de la penitencia

penitencia apropiada el que, después de haber explicado al peni- divina y sus falsificaciones. Si conocemos la situación presente de
tente por qué tal comportamiento no está en regla, se le pida que nuestros penitentes, si sabemos dónde y cómo viven, no es difícil
con amabilidad y delicadeza explique a la otra parte las mismas obtener su cooperación para hallar penitencias adecuadas. Procu-
razones y le pida que le prometa ayudarle. «Él (o ella) mostrará remos hallar una penitencia que cree una atmósfera de delicadeza
su amor redentor ayudándole, y usted también le prometerá ayu- y amabilidad.
darle. Y si vuelven a caer a pesar de su buena voluntad, ¿por qué En algunos sectores rurales hay la mala costumbre de imponer
no renunciar a salir juntos hasta que hayan renovado su amor re- demasiado trabajo a las mujeres: tienen que ordeñar las vacas los
dentor mediante el sacramento de la penitencia?» Esto crearía una domingos mientras que los hijos y el marido andan holgazaneando
atmósfera divina entre los que están llamados a formar la atmós- por casa. Una buena penitencia sería insinuar a estos jóvenes peni-
fera divina de una familia cristiana. tentes que no deberían permitir que sus madres, mujeres y herma-
Supongamos el caso de un marido que es brusco y descortés nas trabajaran solas en la granja. Aunque los hombres tengan algún
con su mujer ¿Por qué imponerle como penitencia un rosario? Es quehacer en otra parte, pueden contribuir a las tareas de la familia.
posible que no sepa rezarlo; es también posible que le disguste. Si chicos jóvenes hicieran esta penitencia hasta la próxima confe-
Puede ser que lo único que se consiga sea que en la próxima con- sión, les costaría trabajo dejar de ser amables con su madre. Nos-
fesión acuse un pecado más, el de no haber cumplido la penitencia otros podemos cambiar la atmósfera, pero tenemos con nuestros
o de haber estado distraído en sus oraciones. Procuremos más bien penitentes el deber de saber qué aspecto de su vida discrepa del
convencerlo de que la penitencia más natural en su caso será la de testimonio cristiano de amabilidad, delicadeza, humildad y solida-
excusarse cada vez que ofenda a su esposa. Por lo menos una vez ridad.
en su vida se le habrá hecho reconocer que podía ser más amable Estas penitencias dan buenos resultados si el confesor no las
con su esposa. Recuerdo que una vez una buena señora me decía: impone en forma autoritaria. No las impongamos de tal forma que
«Lo que me molesta no son tanto las indelicadezas y las pala- demos al penitente la sensación de que tiene que someterse al edicto.
bras fuertes de mi marido; estas cosas no me irritarían tanto si al En cambio, si celebramos el sacramento juntamente con él, si ana-
menos una vez me dijera que lo sentía.» Le ayudaría psicológica- lizamos con él los motivos, entonces le agradará y estará mucho
mente si se impusiera al marido esta penitencia. No es demasiado más dispuesto a cooperar. En realidad, yo nunca he tenido dificul-
pedirle que reconozca por lo menos una vez que no tiene razón. tad en hallar penitencias.
Y hasta la próxima confesión podría imponerse como norma excu- Mejores resultados se obtendrán si los confesores de toda una
sarse lo antes posible por sus arrebatos y por su trato descortés de diócesis o de toda una zona se ponen de acuerdo sobre el modo de
su mujer o de sus hijos. Esto ayudaría a crear un ambiente divino imponer penitencias. Si uno comienza imprudentemente, puede per-
de delicadeza y de amabilidad en la familia, y al mismo tiempo a judicar mucho a la renovación; en cambio, si todos han reflexionado
dar buen ejemplo. También, si hay otros pecados que perturben la juntos y han explicado en los sermones cuáles son la razón, el
atmósfera divina de la familia, procuremos que el penitente acepte motivo y la finalidad de la penitencia y luego van todos a una, la
una penitencia con la que comience a edificar de nuevo. táctica será mucho más eficaz. Nosotros hemos tenido grandes éxi-
Debería también excusarse ante los niños si los castiga sólo por tos en este particular en nuestra labor misionera. Reuníamos a todos
razón de los daños materiales o por impaciencia, en lugar de hacerlo los misioneros de la misma zona para ponernos de acuerdo sobre
por interés en su educación. Si se atiene a esta regla, crecerá su este tipo de penitencia con vistas a crear el ambiente. Por ejem-
autoridad basada en el amor, en lugar de causar temor o violencia plo, a los que viven alejados de los sacramentos durante muchos
en los niños. Ayudará a los niños a distinguir entre la atmósfera años no les daremos como penitencia rezar oraciones. Naturalmen-

308 309
El sacramento de la penitencia

te, los exhortaremos a orar, ya que la oración es un medio necesa-


rio para la conversión. Pero, como nosotros celebramos con ellos La liturgia de la atmósfera divina
el sacramento de la reconciliación, les preguntamos si gustarían de
expresar su gratitud al Señor procurando ganar a otros amigos para La actual renovación de la liturgia —unos comienzos prome-
que fueran a confesarse o asistieran a los sermones. Mas para ello tedores— hace de la liturgia un testimonio del Dios vivo, mientras
hay que explicar las razones. Esto debe hacerse porque hasta ahora que anteriormente al Vaticano n la liturgia en muchas parroquias
el penitente ha ejercido en otros un influjo negativo y ha dejado y comunidades religiosas era casi un sermón de la teología de
de edificar la comunidad cristiana. Parecía que se sentía contento de «la muerte de Dios». La liturgia del sacramento de la penitencia
vivir alejado del Señor y de su invitación; ahora da testimonio tiene necesidad de grandes reformas. La obscura garita del confeso-
en su contorno. Así se compromete a crear una atmósfera mejor. nario es ya por sí misma un problema. No fomenta el calor de una
Finalmente, el sacerdote tiene la misión suprema de proclamar
real «con-celebración» del amor misericordioso de Dios por el con-
Shalom: la paz del Señor sea contigo. Es anunciador de paz y a la
fesor y el penitente. No se manifiesta bastante el aspecto comunita-
vez pacificador. Nuestro quehacer de oir confesiones lleva la ben-
rio del sacramento. La absolución sacramental en su forma actual no
dición del Señor, y nosotros somos pacificadores en el mismo grado
transmite suficientemente el gozoso mensaje de una renovada y pro-
en que inducimos al penitente a sentir que está recibiendo la paz
fundizada unidad y caridad. El único elemento «eclesial» que toda-
del Señor; así lo obligamos, lo apremiamos a llevar la paz de Dios
vía se expresa formalmente es la absolución de la excomunión y del
a su contorno, a dar testimonio de la reconciliación con Dios y de
entredicho. Sin embargo, estas palabras son un formalismo cho-
la reconciliación entre los hombres. Debe sentir que no se trata
de una penitencia impuesta arbitrariamente, sino que ésta dimana del cante cuando se proclaman en una lengua viva y se dirigen a niños
mensaje de paz del Señor, de la reconciliación con la Iglesia y con pequeños, a personas que viven santamente en el matrimonio, a
su Dios. devotas religiosas o a celosos sacerdotes. Cuando se daba la abso-
lución en latín no me chocaba oir a un sacerdote darme la absolu-
Él tiene que proporcionar gozo a los demás, como los apósto- ción de excomunión y suspensión. Si lo hubiese hecho en una lengua
les que la tarde de pascua recibieron la garantía de Cristo, «La paz viva — y no faltan quienes lo hacen — me habría preguntado a qué
sea con vosotros», tras lo cual alentó el Señor sobre ellos y les dijo: se refería. ¿Pensaba realmente que su penitente estaba excomul-
«Recibid el Espíritu Santo», y repitiendo después «La paz sea con gado?
vosotros» los constituyó en mensajeros de la paz. Todo el que es La actual renovación en la Iglesia nos permite desarrollar nue-
reconciliado con el Señor, si desea conservarse en constante con- vas formas comunitarias del sacramento de la penitencia. Podemos
versión, tiene que ser testigo de la paz mesiánica en su contorno. esperar que pronto nos dé la Iglesia una liturgia renovada, y hasta
No es sólo una paz del alma con Dios, con «el dulce Jesús de mi quizá diferentes formas o ritos para diferentes ocasiones. Por lo
alma». No es así como los evangelios y los profetas predican la menos para el período cuaresmal se requieren ritos diferentemente
paz mesiánica. Tendremos amistad íntima con Cristo si trabajamos estructurados. Nuevos experimentos dentro de la actual estructura
por su reino, si edificamos el orden del amor y de la justicia. Así de la liturgia podrían ser sugeridos por la admirable liturgia del
debemos sentir que el mensaje mismo del sacramento, es decir, la sacramento de la penitencia, que todavía forma parte del Pontificale
palabra efectiva de paz, es lo que apremia al que lo recibe y lo hace Romanum. En ella se distinguen claramente las dos fases: 1) publica
capaz de ser transmisor de la paz mesiánica, de llevar la experien- expulsio peccaíorum feria quarta cinerum, una celebración litúrgica
cia de la atmósfera divina, de la Iglesia, al ambiente de su familia, de la palabra de Dios, oraciones y admoniciones que, en conjunto,
de su vecindario, al entero ambiente cultural, económico y social. hacen sentir en gran manera el aspecto social de los pecados per-

310 311
El sacramento de la penitencia Situaciones difíciles en vista del ambiente

sonales; 2) la parte conclusiva lleva por título publica reconciliatio capaces de volver a su marido o a su mujer respectivamente. Per-
feria quinta, in Coena Domini. La absolución se da en forma de un sonas divorciadas pueden dar un elevado testimonio de la indiso-
prefacio cantado. El motivo es la alegría en el cielo y en toda la lubilidad del matrimonio si viven en caridad y contribuyen a formar
Iglesia. Como lo hemos insinuado más arriba, los penitentes «son la opinión pública en esta misma materia.
conducidos de nuevo al santo altar», llevados de la mano por el 2. Personas divorciadas que han vuelto a casarse. Las perso-
obispo, en un rito sumamente impresionante. nas divorciadas que han vuelto a casarse han dado de hecho mal
En la celebración comunitaria del sacramento \ el rito puede ejemplo. Han obrado contra la autoridad de la Iglesia que había
concluirse con la absolución solemne, dada actualmente con la declarado válido el primer matrimonio. Las gentes que vuelven así
fórmula oficial, pero sin mencionar la «excomunión». Si un penitente a casarse contaminan de muchas maneras el ambiente cristiano.
está excomulgado, hay que absolverlo individualmente. El conjunto Si van a confesarse personas divorciadas que han vuelto a ca-
de esta liturgia debería contener himnos y cánticos de arrepenti- sarse, ¿qué puede decirles el confesor? En las misiones regionales
miento, de confianza y de agradecimiento. Una forma más desarro- en Europa invitamos siempre a todos a asistir y para todos tene-
llada de «absolución» puede en todo caso añadirse como explica- mos una palabra amable. Es posible que una determinada pareja
ción catequética «paralitúrgica». no se hayan convencido todavía de que pueden, o deben, vivir como
Tal celebración comunitaria en las parroquias, repetida para hermano y hermana. Es posible que hayan comenzado a pensar en
diferentes grupos, es el único medio pastoral de crear una renovada esto, pero que todavía no se sientan con las fuerzas necesarias para
atmósfera eclesial y contribuye en gran manera a hacer más eficaz- hacerlo. Si han llegado ya a este punto, podemos comenzar a pre-
mente del pueblo de Dios una atmósfera divina para el mundo que pararlos para su confesión, para el día de su reconciliación visi-
lo rodea. Ayuda también a penetrar más hondamente en las dimen- ble. Deberían decir a las gentes con quienes tratan que saben que
siones comunitarias, en la confesión individual que sigue a con- no está bien lo que han hecho. No deberán tratar ya de justificar
tinuación. públicamente su segundo matrimonio. Deberían exhortar a otras
personas divorciadas a no volver a casarse. Tales personas, aunque
casadas ilegítimamente, son seguramente testigos calificados para
Situaciones difíciles en vista del ambiente poner en guardia a otros. Haciendo esta especie de confesión públi-
ca, dan testimonio de que «la ley de Dios es buena y santa». Crean
1. Personas divorciadas. ¿No hemos usado hasta ahora un una sana opinión pública y pueden preservar a otros de caer en la
procedimiento equivocado? En algunas diócesis se practica todavía misma miseria.
la discriminación contra estas personas. En algunas tienen necesi- Si tales parejas vienen a nosotros, debemos ayudarles. Debemos
dad de permiso especial para ser admitidas a recibir el sacramento animarlas recordándoles que están ya cerca del sacramento de la
de la penitencia. Hay parroquias, donde el párroco no permite al penitencia y de la palabra de paz si proceden como acabamos de
coadjutor que visite a personas divorciadas. Contra los divorciados indicar. Podemos despertar con frecuencia en tales parejas un acto
se practica la discriminación. Es posible que muchos sean inocen- de contrición. Podemos ayudarles a renovar su propósito de en-
tes. No debemos perpetuar el colmo de la injusticia. Es posible que mendarse. Y si a veces faltan a la continencia por el hecho de vivir
sean pecadores en este punto particular, pero la paz del Señor juntos bajo un mismo techo, mientras educan a los hijos y cum-
puede restituirlos a la plena comunidad de vida, aunque no sean plen con otras responsabilidades, deben tratar de hacer juntos un
acto de contrición y de confianza. Y el confesor habrá de darles
1. Véase la última sección del cap 2 ° consejos apropiados. Si comienzan a corregirse de esta manera,

312 313
El sacramento de la penitencia

entonces llegará pronto el momento en que sea posible procla-


marles la paz mesiánica de Cristo en el sacramento. En tanto hacen
lo que pueden y piden al Señor ayuda para lo que todavía no pue-
den hacer, son amigos del Señor, y el sacerdote tendrá entonces
para ellos el mensaje de paz que se da a todos los hombres de
buena voluntad.
3. Matrimonios mixtos. Podemos mostrar la atmósfera divina
en relación con los matrimonios mixtos. Esto se aplica al caso de
matrimonios mixtos tanto válidos como inválidos. Las personas que XXI
viven en tales matrimonios tienen todavía la mayor necesidad de
ayuda pastoral; deberíamos proporcionarles la experiencia de la SACRAMENTO DE CONVERSIÓN Y CRECIMIENTO
atmósfera divina, del hecho de que la Iglesia los ama. Debemos
mostrarles que nos interesamos por ellos; aun en casos en que las
parejas no hayan vivido conforme a su responsabilidad de educar El bautismo es el gran sacramento de conversión. Por la fe y
a los hijos católicamente, todavía podemos prestarles ayuda. De el bautismo somos convertidos por Dios mismo de las tinieblas de
hecho, si muestran buena voluntad, tienen derecho a ser absueltos la incredulidad a la luz del pueblo elegido de Dios. En el bautismo
de excomunión y de los pecados. Es un principio general que si da la persona el gran paso de la vida a la muerte, de una existencia
uno no es contumaz, tiene derecho a la absolución. Y si esas per- sin vida divina, a la gracia, a la vida en Cristo Jesús.
sonas hacen lo que pueden, se las puede absolver, aunque no se les Debemos pensar que normalmente la persona bautizada perma-
pueda permitir comulgar inmediatamente en la parroquia en que su nece en la vida de Cristo. Debería considerarse como anormal e
caso es notorio. Conviene que comprendan que nuestro procedi- infrecuente que un cristiano bautizado, sellado con la sangre del Re-
miento no es un castigo, sino sólo un punto de gran interés pasto- dentor, volviera a la vida de las tinieblas. Pero aun después del
ral, a saber, el de procurar que un influjo negativo no se extienda bautismo tiene el cristiano necesidad de una plena transfusión de
al ambiente. Se les podrá aconsejar que vayan a comulgar en otra nueva vida. Debe hacer un esfuerzo constante para desarraigar todas
parroquia, a fin de que vean que la Iglesia es efectivamente su las consecuencias de la vieja actitud egoísta y contrarrestar con el
madre amorosa y que ellos mismos obran así por amor de sus debido antídoto los efectos nocivos del ambiente y colectivismo
hermanos. satánico. Todo el que después del bautismo recae en la muerte del
Procediendo de esta manera podemos llevar alegría a los cora- pecado mortal puede todavía recibir «un segundo bautismo» (tér-
zones de estas personas. Y sólo si son cristianos que viven gozosos mino usado por el concilio de Trento para hablar del sacramento
su cristianismo, se hallarán en condiciones de ser testigos de la fe de la penitencia), no de un bautismo como el primero, sino de un
católica para la parte no católica y para los hijos. Debemos ayu- bautismo que invita a la penitencia y satisfacción. Ha de servir de
darles a comprender este mensaje de paz. Y para asegurarse de despertador pensar que es horrible que una persona que ha gustado
que reciben esta urgente llamada en ese caso particular de su matri- la bondad del Señor y el verdadero significado de la vida en Cristo,
monio mixto, conviene que sientan el gran amor y comprensión vuelva a las tinieblas de los días anteriores al bautismo.
de la Iglesia. En la vida cristiana normal, el sacramento de la penitencia no
es un sacramento de conversión de la muerte a la vida o una pri-
mera conversión reiterada. La entera tradición de Oriente y de

314 315
Sacramento de conversión y crecimiento Necesidad de crecimiento
Occidente llama al bautismo la conversión primera. San Justino lo examina sus acciones, sino que escudriña sus más profundos deseos
llama el «baño de conversión». Para los que han pecado mortal- y motivos de obrar. Nadie se conoce perfectamente; quien así piense
mente, el sacramento de la penitencia es el sacramento de la pri- será fariseo, una persona muy necesitada de conversión. Los que
mera conversión reiterada. Para el cristiano que vive en gracia, el hacen progresos, por lo regular comienzan su carrera dirigiendo una
sacramento de la penitencia es el sacramento de la segunda con- mirada objetiva a sí mismos, procurando alcanzar su conocimiento
versión, que significa una conversión continuada, un signo de cre- más profundo de su propio corazón. Se requiere humildad para
cimiento en la vida del amor de Dios, signo de una resistencia más entregarse a una crítica de uno mismo, pero ésta ha de hacerse
decisiva contra el egocentrismo y el pecado. En este caso, cuando bajo la mirada misericordiosa del Señor.
se trata de un sacramento de conversión continuada, lo llamamos 2) Un segundo aspecto de este continuado crecimiento y con-
sacramento de devoción. «Confesión de devoción» no es una expre- versión es el crecimiento en sinceridad ante Dios y ante los hom-
sión adecuada; yo prefiero decir «conversión continuada». Hay dife- bres. El apóstol Santiago exhorta a los cristianos: «Confesaos, pues,
rencia entre las dos, y esta última tiene raíces más profundas en la los pecados unos a otros; orad unos por otros» (Sant 5, 16). «No
tradición, remontándose hasta los primeros días de la Iglesia. os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser juzgados» (5, 9).
Uno que no confiesa sinceramente ante los ojos de Dios «soy peca-
dor», es ciego y está en las tinieblas. Y san Juan añade: «Si deci-
Necesidad de crecimiento mos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y
la verdad no está en nosotros» (1 Jn 1, 8). El mismo apóstol ase-
Donde hay vida tiene que haber crecimiento. Si uno comienza gura que el que ha sido regenerado en Cristo no peca: «Quien ha
a resistir a la ley del crecimiento o se niega a seguir creciendo, se nacido de Dios, no peca, porque su germen permanece en él»
condena a sí mismo a la muerte. El tiempo presente, que compren- (1 Jn 3, 9). Esto quiere decir que no vuelve a recaer en pecado
de parte del período entre la primera y la segunda venida de Cristo, mortal. Ahora bien, todo el que crece en la vida divina y en el amor
es un tiempo de esperanza y de crecimiento. La esperanza signi- de Dios es cada vez más consciente de profundo egocentrismo y
fica suspirar por la venida de Cristo, por su victoria en la batalla lucha denodadamente contra los bajos instintos de la naturaleza
decisiva contra Satán, el cual combate «en la convicción de que su inferior desarreglada. Así confiesa delante de Dios no sólo que ha
tiempo es limitado» (Ap 12, 12). Por esto, el cristiano obra en la hecho esto o aquello, sino también: «Soy pecador. Porque mi cora-
convicción de que sólo una firme resistencia en esta batalla contra zón no está todavía suficientemente purificado, por eso cometo esos
las asechanzas de Satán mismo, contra las tinieblas del ambiente pecados sin darme cuenta de lo que estoy haciendo.» Pero si uno
y contra la esencia misma del egocentrismo, lo mantendrá en vida y se confiesa delante de Dios, debe también confesarse delante de su
le ayudará a crecer. prójimo al que ve. Esto significa especialmente que debemos con-
En esta conversión continuada debemos crecer en: fesar nuestras faltas a aquellos a quienes hemos ofendido; debe-
1) El examen de la conciencia. Nuestros ojos deben despejarse mos confesarles que hemos procedido mal.
con el arrepentimiento y un conocimiento más profundo de Cris- Ir a confesarnos cada semana será una especie de fariseísmo si
to, con un conocimiento más profundo de los fundamentos de una no nos «confesamos» a los que hemos lastimado con nuestros des-
verdadera vida cristiana. El penitente no debe examinar sólo sus manes, si todavía pretendemos que nuestra rivalidad es puro celo
pecados contra el decálogo, sino que ante todo debe mirar a la apre- del reino de Dios. Debemos reconocer cuan radicalmente somos
miante realidad de la gracia, a la ley proclamada en el sermón de la todavía pecadores. Algo tenemos que cambiar en nosotros. Nos con-
montaña. Al comparar su vida presente con esta ley de fe, no sólo fesamos al Dios todopoderoso en presencia de los santos, de los

316 317
Sacramento de conversión y crecimiento La segunda conversión

ángeles y de la Iglesia. Nos confesamos a la Iglesia. La prontitud eucaristía fue instituida sobre todo —enseña el concilio de Tren-
para ir a confesarnos y el empeño por confesarnos más humilde- to — como alimento espiritual para la unión de amor con Cristo y
mente delante de Dios y delante de nuestro prójimo son signos de con los miembros de su cuerpo. Pero, dado que esta unidad se lleva
la constante conversión, signos de crecimiento. a cabo mediante el amor, cuyo fervor nos proporciona no sólo el
La ley general que puede urgir el confesor como obligatoria para perdón de culpa y pena, sino también la transformación interna,
todos es únicamente la de confesar los pecados mortales. Puede consiguientemente obtenemos el perdón del pecado y la conversión
haber razones especiales de abandonar esta norma; por ejemplo, más y más profunda en la medida en que aumenta el fervor de
a una persona escrupulosa se la puede a veces retraer de entrar en nuestra devoción.
demasiadas enumeraciones, si no se le prohibe efectivamente con- Un fervor creciente de devoción exige crecimiento en el espíritu
fesarse con frecuencia. Pero si no hay razones especiales, lo normal de penitencia. Si falta el espíritu de penitencia, si falta fervor en
es que el amor de Cristo nos impela a hacer una confesión cada este empeño por lograr una purificación cada vez más profunda, y
vez más profunda, más humilde y más aceptable. si uno es descuidado tocante a sus pecados veniales, no sólo dis-
Esta confesión debemos hacerla no sólo delante de Dios, sino minuye la eficacia de la eucaristía en cuanto a borrar los pecados
también delante del pueblo de Dios. Tal es la ley del crecimiento en veniales, sino que disminuye el fruto de todos los sacramentos de
la penitencia. Los que salen de una profunda oscuridad están suje- vivos, y todos los medios de salvación pierden algo de su eficacia.
tos a las leyes ópticas de «adaptación a la luz»; no están abiertos No se puede afirmar que la recepción del sacramento de la peni-
de manera tan perfecta a la gracia, que ésta pueda disipar comple- tencia sea absolutamente necesaria para los que no tienen pecados
tamente su ceguera. Todavía no están dispuestos para una peniten- mortales. Sin embargo, habrá que entender que la confesión de los
cia completa, una plena reparación y satisfacción. Es señal de cre- pecados mortales es el mínimum exigido por la ley, que obliga bajo
cimiento, señal de que se va avanzando más y más en el camino pena de pérdida de la vida eterna. La vida eterna de uno depende
de la conversión, cuando una persona reconoce la necesidad de de la confesión de sus pecados mortales ciertos. Hay que confe-
hacer más penitencia, la necesidad de una conversión más profunda sarlos por lo menos en el próximo tiempo pascual, a fin de poder
en pensamientos, palabras y obras. cumplir el precepto de la comunión. La conversión, sin embargo,
no debe diferirse hasta la próxima pascua. Hay que convertirse in-
mediatamente. Hay que hacer todo lo necesario para convertirse,
La segunda conversión ya que no hay mayor mal en la vida que el de permanecer, aunque
sea poco tiempo, en las tinieblas del pecado mortal.
Sería un error afirmar que el sacramento de la penitencia es el Quien por desprecio rechace los medios más eficaces ofrecidos
único medio de promover y atestiguar una conversión continuada. por el Señor, no logrará una conversión efectiva. Sin embargo, nadie
El concilio de Trento dice claramente que hay diferentes medios tiene absoluta obligación de confesarse lo antes posible cuando ha
disponibles y que se han de elegir con libertad. Los pecados venia- pecado mortalmente. No obstante, debe hacer todo lo posible por
les se pueden perdonar de muchas maneras, incluso sin confesión recobrar la amistad de Dios mediante un acto de perfecta contri-
y absolución sacramental. El mejor coronamiento del perdón puede ción, y esto lo antes posible. Aún así, no es infrecuente hallar per-
lograrse mediante la humilde y frecuente recepción de la comunión, sonas que no recobran la paz del corazón hasta que reciben el sacra-
que nos purifica de nuestros defectos cotidianos. Mediante la amo- mento de la penitencia.
rosa conversación con el Señor se expulsa del alma esa flojedad Para todo cristiano bajo la ley de gracia es de la mayor impor-
que es la fuente de la mayoría de nuestros pecados veniales. La tancia enfocar la vida cristiana en su totalidad. Salta a la vista que

318 319
Sacramento de conversión y crecimiento Recepción frecuente del sacramento de la penitencia

en este tiempo, en el que se desarrollan más claramente tanto la tente. No debería proceder como si se tratase simplemente de dar
doctrina como la práctica, no puede uno negarse a recibir el sacra- la absolución. Si las gentes reciben el sacramento como signo de
mento sin disminuir sus posibilidades de continuo crecimiento y de continua conversión, es que desean la ayuda especial de la Iglesia
continua conversión. para su crecimiento. El confesor debe ayudar al penitente a conocer
Según la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, mediante la más y mejor su conciencia, de modo que logre llevar una vida cris-
piedad eucarística es como principalmente se alcanza una creciente tiana integrada más maduramente en el amor de Dios y del prójimo.
conciencia de la santidad de Dios y se obtiene el santo temor de La dirección espiritual no debería mirarse como un servicio acce-
Dios. El cristiano sólo puede experimentar el gozo pascual mediante sorio destinado a unos pocos; la tradición espiritual la recomienda
el contacto con el Dios todo santidad. Debe sentir la necesidad de en gran manera como una finalidad especial de la confesión, no
purificación como el profeta Isaías, que no tenía pecado mortal cuan- como algo artificial y arbitrario. Debe versar sobre el núcleo de las
do vio el misterio de la santidad de Dios y gritó: «Soy hombre per- dificultades, ocupándose con los problemas reales de la vida. Tal
dido... Tengo que morir, porque he visto al Dios del universo, yo es el quehacer del director espiritual.
que soy un hombre de labios impuros y que vivo en medio de peca-
dores» (Is 6, 1-5). Luego fue purificado por el fuego salido del
altar del Altísimo. Así, si un católico desea crecer en la piedad Recepción frecuente del sacramento de la penitencia
eucarística, sentirá también la necesidad de conversión que viene
del fuego mismo del amor, del altar, de la cruz del Señor. Así reci- Las prácticas que están dejadas por principio a la libertad del
birá con gratitud el sacramento de la penitencia como signo de individuo, no deberían inculcarse por vía de corrección y discrimi-
continua conversión. nación; sólo un mínimum necesario puede ser urgido por la autori-
La confesión, como signo de la continua conversión, lleva con- dad humana. Si uno es consciente de haber cometido pecado mortal,
sigo la bendición de la primera bienaventuranza: «Bienaventurados entonces se le pueden hacer notar los peligros a que se expone si se
los que saben que son pobres, porque en ellos está el reino de Dios.» niega a confesarse. Pero un párroco no debería nunca inducir a los
«Conocer que somos pobres pecadores», como las otras palabras, fieles a la frecuencia de la confesión o de la comunión tronando o
«Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados», fulminando censuras contra el penitente. El único procedimiento
se aplican convenientemente a la recepción del sacramento de la viable consiste en celebrar el misterio o el sacramento de la peni-
penitencia. Con razón afirmó el concilio de Trento que a veces los tencia gozosamente, de modo que todos se sientan invitados a reci-
que reciben el sacramento con fervor experimentan un gozo y con- birlo. Debemos predicar la buena nueva, los valores, la invitación
suelo extraordinarios. Dios mismo amplía el consuelo de las biena- del Señor por medio de este sacramento. Deberíamos hacer sentir
venturanzas para atraernos al altar con un temor más filial, con a los fieles que lo que los obliga no es una ley externa, sino el apre-
la experiencia de la beatitud de Dios. miante amor de Cristo, el deseo de crecer en santidad.
El confesor mismo puede exhortar al penitente, como lo haría
un amigo, a responder más a menudo a la invitación de Cristo. En
Dirección espiritual todo caso, debe evitar reprender al penitente si deja de acudir con
frecuencia. Lo que hacen falta son cristianos maduros, que obren
El sacramento de la continua conversión es un servicio, y el con libertad, no bajo presión.
sacerdote, al aplicarse a este ministerio de la Iglesia, debería con-
siderar su papel correlativo de director o guía espiritual del peni-

320 321
H irire Shalom 21
Frecuencia de la comunión

vistas a su celebración diaria del misterio de la santidad de Dios,


Frecuencia de la comunión • la eucaristía. En el Código de derecho canónico no hay una defi-
nición exacta de lo que se entiende por «frecuentemente»; no hay
La mayoría de los cristianos practicantes reciben el sacramento ninguna ley acerca de la confesión semanal. Mi experiencia en mu-
de la continua conversión por lo menos en cada tiempo pascual. chas regiones me ha mostrado que los buenos sacerdotes se con-
La ley de la Iglesia universal no nos obliga a confesarnos por pas- fiesan una o dos veces al mes, o cada semana. Si viven a grandes
cua; sólo nos obliga a comulgar. Sólo surge la obligación de la distancias, lo hacen una vez al mes, pero entonces lo hacen más en
confesión en el tiempo pascual si se tienen pecados mortales — sólo serio. La legislación actual obliga a los religiosos generalmente a
así se puede cumplir con el precepto de la comunión pascual—, confesarse cada semana; esto es una indicación del Código, como
aunque creemos que los buenos cristianos no tienen dificultad en también una regla de la respectiva congregación u orden; pero, a
recibir el sacramento de la penitencia en este tiempo, aun sin estar mi parecer, no es una ley que obligue bajo pecado. Es un ideal al
estrictamente obligados a hacerlo. que debemos aspirar si no hay razones especiales que lo disuadan.
Algunos pueden engañarse pensando que no habiendo cometido El confesor puede — y a veces debe — aconsejar a religiosos escru-
pecados mortales, no necesitan la confesión anual. Es posible pasar pulosos que es mejor para ellos que sólo se confiesan una vez al mes
la vida en estado de gracia, pero convendría pensar más en la nece- o incluso con menos frecuencia. Puede también recomendarse que
sidad de mayores esfuerzos y la necesidad de la acción purificadora sólo confiesen uno o dos pecados, y en todo caso aquellos de
del Señor. El episcopado francés, en su directorio pastoral sobre que quieran realmente corregirse o enmendarse.
la administración del sacramento de la penitencia (n. 45) dice: La cuestión más importante no es la de la frecuencia con que
«Aunque no se requiere confesar los pecados veniales cada vez que hay que confesarse, sino la de cómo debemos confesarnos. Si des-
se ha de recibir la comunión, sin embargo, la recepción frecuente pués de cada pecado hacemos un acto de dolor y de confianza en
de la sagrada comunión nos invita a la correspondiente frecuencia Dios en vista de los signos de su gran misericordia, estaremos me-
del sacramento de la penitencia, que nos sirve especialmente para jor preparados a la hora del sacramento de la penitencia. Es más
obtener la verdadera pureza de conciencia.» provechoso ir a confesarse dos veces al mes y entonces hacer una
El pretexto de que la práctica presente de la confesión de devo- confesión verdaderamente seria con perfecta preparación, con un
ción es contraria a la práctica de la primitiva Iglesia, como lo mues- buen propósito de enmienda, que hacerlo cada día o cada semana
tran los estudios sobre la historia de la penitencia, es a mi parecer con menos seriedad y preparación. De suyo no es peligroso la fre-
absurdo. La Iglesia primitiva hizo mucho más de lo que hacemos cuencia del sacramento, pero tenderemos a la rutina si lo hacemos
nosotros para mantener el elevado ideal y un espíritu vivo de peni- tan superficialmente. Debemos poner empeño en celebrar el sacra-
tencia entre todos los fieles. Si alguien pretende que la Iglesia pri- mento como un encuentro real con el Señor Resucitado, un encuen-
mitiva no hacía esto, no tiene más que unirse a la Iglesia primitiva tro con el Señor en su pasión, un encuentro con el Señor que ha de
en sus penitencias. venir para ser nuestro juez.
Conviene tener presente que hay un aspecto del desarrollo del Acerca de la confesión general se hallará una exposición más
sacramento de la penitencia que se pasa por alto con frecuencia. completa en La Ley de Cristo i, p. 533ss. Es lástima que muchos
Este desarrollo forma parte del desarrollo del rico tesoro de la fe, sacerdotes, especialmente los que predican misiones, hayan dado a
no sólo al nivel de la doctrina, sino también al de la disciplina y veces la impresión de que la mayor parte de las confesiones son
de la práctica. indignas o inválidas y por consiguiente la mayoría de los fieles deben
Los sacerdotes deben recibir con frecuencia este sacramento con hacer confesión general. Hay que hacer notar con toda claridad que

322 323
Sacramento de conversión y crecimiento Frecuencia de la comunión

La razón teológica es que si uno, por la gracia de Dios, tiene un


Dios dio este sacramento de misericordia en tal forma que quien-
conocimiento más profundo de lo que es el pecado y de lo que
quiera que tenga algo de buena voluntad lo recibe en verdad digna-
fueron sus propios pecados y los confiesa con mayor humildad y
mente, aunque no sea muy ducho en estas materias o no se confiese
con más profundo dolor y propósito de enmienda, se dispone para
conforme a la terminología científica en boga entre los teólogos.
recibir el sacramento en forma más consciente. De esta manera
Pueden darse, sí, casos de confesiones indignas, inválidas, de recep-
muestra que tiene más clara percepción del estado de su vida pasa-
ción sacrilega del sacramento, pero más bien deben considerarse
da y de la gracia de Dios, y de que la purificación y la gracia de la
como excepcionales. En tales casos, el penitente está obligado a
perseverancia son sencillamente dones divinos.
confesar todos los pecados mortales cometidos desde su última con-
El confesor, en cambio, no debe nunca fomentar confesiones
fesión válida. Sin embargo, si vuelve al mismo confesor, le bastará
generales afirmando que las confesiones pasadas fueron en su mayor
a éste con poder recordar en general lo que el penitente tiene ya
parte inválidas. El agudo sentido de discernimiento del sacerdote
confesado en el pasado y podrá decirle que todos esos pecados
debe hacerle comprender que al comienzo de una conversión o des-
están incluidos y que por tanto se limite a añadir los que todavía
pués de largo tiempo de abandono de los sacramentos, las primeras
no ha confesado.
confesiones fueron probablemente imperfectas. No pueden ser tan
A veces será saludable la confesión de pecados sometidos ya
perfectas como lo serán más tarde de resultas de un tiempo pasado
al juicio de la Iglesia, especialmente si hay alguna duda prudente
en fiel servicio de Dios.
sobre las confesiones pasadas, y si no se trata de penitentes escru-
Si uno, libremente, hace confesión general, hay que decirle que
pulosos. A un escrupuloso que dude no se le debe nunca permitir
no tiene obligación de hacer una confesión completa de todos los
que vuelva a confesar sus pecados. Si no puede jurar sin temor de
pecados mortales absueltos anteriormente, sobre todo de los peca-
condenarse que ha hecho una mala confesión, no se le permita
dos contra el sexto mandamiento: Como decía san Alfonso a per-
nunca que vuelva a confesar sus pecados pasados. Es muy peligroso
sonas que hacían confesión general con cierta escrupulosidad, vale
mirar constantemente atrás y nunca hacia adelante. Por consiguien-
más que empleen mejor su tiempo: potius pus meditationibus tem-
te, a esas personas que viven constantemente mirando al pasado,
pus impendant.
volviendo a examinarlo constantemente, hay que ayudarles a encau-
zar sus energías por canales más productivos.
Si los que están obligados a hacer confesión general se pre-
ocupan ansiosamente por ser completos, el confesor deberá expli-
carles el sentido de la integridad, de la buena voluntad y la nece-
sidad de evitar los escrúpulos. Si alguien desea hacer confesión
general, aunque no tenga dudas sobre la validez de anteriores con-
fesiones, podrá ser provechoso, con tal que no se trate de personas
escrupulosas. Santo Tomás dice que con la frecuente confesión
sacramental se obtiene mayor remisión de la pena debida por el
pecado, tanto por la humillación en acusarse, que se considera como
un acto penitencial, como por el poder de las llaves de la Iglesia.
Es bueno hacer confesión general en grandes momentos de la vida,
por ejemplo cuando se entra en la vida religiosa, antes de recibir
las sagradas órdenes, los seglares antes de casarse, en ejercicios, etc

324 325
XXII

DIFERENTES ESTADOS DE VIDA

La proclamación de la paz que exige también el necesario com-


promiso de un empeño futuro por vivir una vida más plena en
Cristo, debe referirse a la situación actual de la vida de las perso-
nas, penetrándola toda entera, respetando siempre el sexo, la edad
y el ambiente. Importa, pues, que el confesor sepa bien con quién
está tratando. Si no conoce al penitente, convendrá que le dé pie
para declarar: soy carnicero, tendero, casado con hijos, una buena
mujer católica, etc. Tales declaraciones le sirven al confesor para
tratar al penitente apropiadamente.

Las confesiones de niños

¿Hay que obligar a los niños a confesarse antes de la primera


comunión? No podemos prohibir la práctica. Si el confesor es pru-
dente y sabe cómo tratar con niños, podrá serles de provecho con-
fesarse antes de la primera comunión. Pero no hay obligación en
este sentido. Diversas diócesis recomiendan que los niños vayan
primero a comulgar. Normalmente un niño debe ser preparado por
sus padres para recibir la primera comunión a la edad de cinco o
seis años; la razón es sencilla: los padres tienen más tiempo que
nadie para ir hablando a los niños sin fórmulas y técnicas especia-
les, como sucede en la educación «informal». La cooperación de los
padres en esta noble tarea contribuye a reforzar la vida de familia,

327
Diferentes estados de vida Las confesiones de niños

haciendo que la vida sacramental constituya un importante elemen- sensación de que el confesor o el párroco imponen leyes que no
to de la misma. Además, los niños asimilan e interiorizan más han sido hechas por Dios o por la Iglesia universal. Más bien con-
fácilmente los valores ejemplificados por los padres —que para vendría atraer a los niños celebrando debidamente el sacramento
ellos son las primeras figuras ideales— que los que les vienen de de la penitencia, de modo que adquieran gran estima de la grun-
cualquier otra fuente. Si los padres no se cuidan de los hijos, puede deza de la gracia de Dios. Procuremos que vean claramente que
darse que éstos no estén preparados ni siquiera a los ocho años. todo no se reduce al esfuerzo del penitente por ser mejor, sino que la
En todo caso, si se viene a tratar del sacramento de la penitencia, palabra eficaz del Señor es la que asegura su amistad y hace que
hay que procurar que no aprendan los niños fórmulas estereotipa- uno progrese hacia la plena amistad con él. La acción de Cristo es
das. Los padres deben explicarles, en una forma que ellos puedan la que da valor a nuestros propios esfuerzos. Es muy provechoso
entender, cómo han ofendido al Señor. Los niños deben confesar que se haga comprender a los niños que no están obligados a la
más bien unos pocos casos concretos: «Mi madre me preguntó si integridad material en tanto no son capaces de cometer pecado
le había pegado a mi hermana, y yo le dije que no, pero sí le había mortal.
pegado y sabía que decía una mentira.» «Tengo una hermanita Parece ser que la opinión más rígida sostiene que los niños son
muy buena y le tengo envidia porque le hacen más caso que a mí. capaces de pecado mortal pasados los diez años. Como insinuó más
Yo no soy tan bueno como los otros, pero no quiero ser envidio- arriba, yo dudo de que un niño medio pueda cometer pecado mortal
so.» Aquí tenemos unos ejemplos en términos adaptados a la inte- a los once, doce o trece años. Primero deben comprender qué es
ligencia de los niños. un pecado mortal que el Dios misericordioso y justo castiga con una
El confesor no debe nunca seguir preguntando en esta forma: terrible sentencia por toda la eternidad. Sin embargo, debemos incul-
«¿Qué más cosas malas has hecho?» Más bien, ayudará al niño carles en casa la importancia de su esfuerzo por vivir bien con
explicándole cómo, en los puntos que ha mencionado, agradaría al vistas a su futuro desarrollo. Un niño o una persona mayor no
Señor un esfuerzo mayor por su parte y que entonces el Señor se decide su destino en un momento, sino con la totalidad de su vida.
complacería en ayudarle. Luego puede explicar el confesor lo que Toda exageración es perjudicial para el sacramento de la mise-
el Señor hace actualmente: purifica los corazones, los prepara para ricordia. Por consiguiente, es doctrina cierta que los niños no están
que puedan recibir la comunión con mayor confianza. «Te ha pre- obligados a confesarse si no están seguros de haber cometido peca-
parado cuando te ha dicho: quedan perdonados tus pecados.» do mortal; ahora bien, para un pecado mortal se requiere clara
¿Es buena la práctica que existe entre nosotros de que los niños deliberación y suficiente libertad. Los esfuerzos del sacerdote no
vayan a confesarse cada mes en un momento determinado? En deben limitarse a hacer que el niño llegue a distinguir debidamente
casos en que son rigurosamente vigilados y observados, pueden lo bueno y lo malo en términos de los diez mandamientos; el apren-
sentirse forzados a ir a confesarse aun sin estar preparados; puede dizaje debe centrarse principalmente en la inteligencia de la Nueva
darse que se sientan rebajados cuando durante las sesiones de con- Ley, de la ley de gracia, y en cómo pueden expresar al Señor su
fesión general para los adultos, se les dice que deben ir en el mo- gratitud por tan gran sacramento, especialmente con un amor com-
mento designado para los niños de escuela. Evidentemente, esta pasivo y paciente de los otros. Por una parte, no hay que inducir
práctica no es buena, puesto que no hay ley divina que los obligue. nunca a los niños a hacer una enumeración escrupulosa de todos
¿Cómo podemos, pues, obligarlos y tenerlos en menos si no acuden sus pecados y deficiencias; por otra, deben aprender a lijarse en sus
a confesarse? El párroco puede invitar a los niños a ir a confesarse motivos. Dado que los motivos son sumamente decisivos en el pro-
en días y horas determinadas, pero en todo caso deben los niños ceso de la conversión continuada, los niños deberán hacerlos objeto
sentir que son hijos de Dios y que son libres. No deben tener la de su examen de conciencia y de una humilde confesión. Así estará

328 329
Diferentes estados de vida Las confesiones de seminaristas

el sacerdote en condiciones de ayudarles más eficazmente en el no es sólo cosa de la escuela, sino que es un derecho y privilegio de
camino de la madurez cristiana. Ellos comprenderán también mejor los hijos de Dios responder libremente a la invitación del Señor.
el mensaje de paz que pone orden en la mente y en el corazón
del hombre. 4
¿Con qué frecuencia deben confesarse los niños? Aquí no es Las confesiones de seminaristas
posible fijar una regla general; esto depende en gran parte de las
circunstancias. Si la parroquia es pequeña y el párroco tiene el Los seminaristas deben tener en gran estima la confesión fre-
tiempo suficiente para ocuparse de los adultos y de los niños, es cuente, porque la recepción de este sacramento indica en ellos el
bueno que éstos vayan con frecuencia a confesarse, digamos una deseo de ponerse más útilmente en el ámbito del reino de Dios,
vez al mes si van a misa y a comulgar ocasionalmente entre semana. profesando su gran sumisión a la ley de gracia. La confesión fre-
Pero si la extensión de la parroquia impone obligaciones apremian- cuente reanimará las iniciativas amortiguadas por el pecado venial
tes al párroco, no será recomendable que vayan los niños a confe- y hará al seminarista más atento a su promesa de responder fervo-
sarse cada mes. Esto daría lugar a que se despachara la confesión rosamente al llamamiento de Dios y a cada una de sus gracias. Los
superficialmente y de prisa por ambas partes, por el confesor y el seminaristas tienen especial derecho a ser ayudados por un director
niño. Esto fomentaría la rutina y un sacramentalismo externo. Yo espiritual que pueda animarlos en el camino de la santidad. Pero
por mi parte prefiero que no se practiquen las confesiones obliga- tampoco aquí debe haber presión legal ni una regla que obligue a
torias durante las horas de escuela. El ideal sería que los confeso- confesarse cada semana, cada mes, o a un tiempo determinado.
res dieran a los niños alguna ocasión de celebrar en forma comu- Déseles la oportunidad de confesarse durante las horas del día, pero
nitaria el rito penitencial, o de procurar sesiones periódicas de sin forzarlos lo más mínimo; ellos deben aprender a ser testigos de
confesiones en días elegidos por ellos. Convendría invitar a los la libertad de los hijos de Dios. Ayúdeseles a apreciar la liturgia
niños a ir a confesarse con sus padres. Sin embargo, todos deben de los sacramentos, especialmente la liturgia de la penitencia, como
saber que pueden ir a confesarse cuando quieran. gran don de Dios. La celebración comunitaria del sacramento es
De todos modos, si hasta ahora se había insistido en el tipo de más apropiada para seminaristas, pero no deberá inducir a depre-
confesiones de clase, en este tipo de transición no convendrá intro- ciar la confesión individual. Tenemos especial obligación de no
ducir cambios bruscos. Se podrá considerar la posibilidad de redu- obstruir su gratitud, el gran gozo pascual del sacramento, con un
cir a tres o cuatro veces al año las «confesiones de clase», diciendo legalismo desacertado. A seminaristas escrupulosos se les aconseja
a los niños que pueden ir a confesarse en cualquier momento. generalmente no confesarse con demasiada frecuencia. Ya que se
Conviene enseñarles en edad temprana a tomar sus propias deci- aconseja a los seminaristas que tengan un confesor fijo, al escrupulo-
siones, pues sólo así darán luego testimonio de la libertad de los so se le puede indicar que se confiese sólo una vez al mes, o menos,
hijos de Dios y mostrarán un verdadero espíritu de gratitud y de según los casos. Muchos muchachos tienen períodos pasajeros de
espontaneidad. El recurso a diferentes técnicas de presión que im- escrúpulos, de los que se librarán mucho más fácilmente si se les
pongan a todos los niños sin distinción la confesión mensual, sólo dice que no se confiesen con demasiada frecuencia. El confesor
logrará infundir a los niños disgusto del sacramento y los inducirá puede incluso aconsejarles que aguarden dos meses hasta la
a alejarse de él tan luego abandonen la escuela. No se puede cifrar próxima confesión, pero a la vez se les puede recomendar que hagan
el éxito en que todos los niños vayan a confesarse; el verdadero cada noche un acto de contrición y de profunda confianza en Dios.
éxito consistirá en que lo hagan libremente y aprendan a tomar sus La celebración del sacramento de la penitencia en el caso de
propias decisiones. Conviene que se percaten de que la confesión los seminaristas va guiada por lo regular por dos aspectos del reino

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Diferentes estados de vida El problema de la castidad de los seminaristas

de Dios: 1) hay que dejarse guiar por el espíritu, por la ley de gra- madurez de la personalidad es condición de la castidad en cual-
cia, por la ley del Espíritu con gratitud; 2) el segundo aspecto es quier estado de vida. La masturbación es con frecuencia (aunque
el llamamiento del reino de Dios a la unidad: toda su vida ha de no siempre) indicio de un desarrollo retardado o detenido de la
estar penetrada del espíritu de respuesta a Dios, de generosidad personalidad. La madurez tocante al desarrollo de la personalidad
para con la llamada de Dios, frente a toda gracia, y ellos mismos cierra la puerta al egocentrismo. La masturbación es con frecuen-
deben considerar toda gracia como dada con vistas a la formación cia expresión de egocentrismo: sus víctimas no están todavía sufi-
del cuerpo místico, mediante el espíritu de responsabilidad con gene- cientemente abiertas a su prójimo y a Dios. -Si desean superar sus
rosidad y solidaridad. Además, partiendo del verdadero significado dificultades —muchos tienen dificultades en este sentido sin ser
del sacramento, debería subrayarse esto, de modo que aprendan a por ello «malos chicos» — deben esforzarse por alcanzar la madu-
enfocar la totalidad de su vida en la perspectiva de la consumación rez, la plena madurez de la personalidad, aspirando a una forma
social de la salvación, con espíritu de libertad, de generosidad, y verdaderamente personal de vida de oración, a una atención ver-
al mismo tiempo con espíritu de responsabilidad para con Dios daderamente vigilante a las formas en que pueden hacer bien a su
y con la comunidad. prójimo: cómo pueden ser buenos camaradas, cómo pueden mostrar
espíritu de deportividad y de solidaridad en los juegos y ejercicios
físicos, y su responsabilidad en clase y en su vida cotidiana.
El problema de la castidad de los seminaristas Su aptitud para el sacerdocio no debe juzgarse sólo atendiendo
a este punto, especialmente en los seminarios menores; no se puede
Lo que es verdad para todos los adolescentes y para todas las formar un juicio contra la vocación por el hecho de que mucha-
personas en general, se aplica mucho más perentoriamente a los chos de 15 a 17 años tengan dificultades tocante a la masturbación.
seminaristas. Me refiero a la necesidad de integración de la propia Un juicio sobre su aptitud para el sacerdocio sólo puede formarse
vida: los problemas de la castidad no deben aislarse de la totali- a la luz de la personalidad total; su vida de oración, su reverencia
dad de la vida cristiana. Los seminaristas deben valorar la castidad y amor de Dios, su propensión a la liturgia, su participación activa
en relación con el celibato y el matrimonio. Conviene que se hagan en la vida de familia del seminario, y su iniciativa.
cargo de que todavía son candidatos a una u otra vocación; todavía No es infrecuente sobreestimar la obediencia pasiva a los supe-
no pueden estar seguros de su llamamiento. Por consiguiente, ambas riores. Con mucha frecuencia van parejas las dificultades en cuanto
cosas se les deben presentar, el celibato y el matrimonio, y de ante- a la masturbación y una gran pasividad, aparentemente gran doci-
mano deben aprender a respetar su propia sexualidad y los cuerpos lidad en la obediencia. Algunos son obedientes porque no poseen
de los otros, es decir, la persona de los demás. voluntad propia. En la mayoría de los casos de masturbación, se
El sexto mandamiento y la insistencia corriente en su aspecto trata de personas que desde niños han tenido la voluntad anulada,
negativo deben enfocarse diversamente, acentuando la belleza y los por lo cual son externamente obedientes — evitan siempre las difi-
grandes valores de la castidad a la luz del celibato con vistas al reino cultades con los superiores y con los demás— y cediendo al más
de Dios, y a la luz del matrimonio. Por ejemplo, el matrimonio fuerte, ceden también a sus deseos sexuales. Por esto los confesores
debe presentarse como en el capítulo quinto de la carta a los Efe- deben fijarse en esta clase de obediencia. Muchachos que a veces
sios o como en el séptimo de la primera carta a los Corintios, a manifiestan voluntariedad, que muestran su incapacidad de com-
saber, en el sentido de que los casados han de tener libertad para prender todas las órdenes de los superiores, dan mayor esperanza
trabajar por el reino de Dios, análogamente a la libertad de los que que los que son capaces de superar este problema. Si el confesor y
no están casados. Hay que mostrar lo primero de todo, que la todas las demás personas del seminario obran conjuntamente para

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Diferentes estados de vida Elección de vocación o profesión

quebrantar la voluntad de los estudiantes, sólo para que sean obe- Iglesia. Como director espiritual puede hacer notar a los peniten-
dientes y se conformen con una pauta, no se puede esperar educar- tes que lo que mejor responde a sus capacidades personales es tam-
los para la madurez y es inútil intentar destruir su hábito de mas- bién lo mejor para la Iglesia, pues cada uno debe hallar el nombre
turbación. individual con que Dios lo ha llamado. El cristiano da su contri-
A veces, esta clase de dificultades no se pueden resolver satis- bución individual en orden a edificar el cuerpo místico en su unidad
factoriamente sólo en el confesonario. Profesores y educadores deben y variedad.
ayudar con amabilidad a los muchachos, dejándoles libertad, edu- El confesor tiene razón de prestar atención al reclutamiento de
cándolos para la iniciativa, etc. Claro que se dan casos en que vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa en general. ¿Qué sería
muchachos de 16 a 18 años se masturban frecuentemente y no coope- de los católicos americanos sin las religiosas? Sería imposible el
ran con sus directores espirituales para vencer el hábito; entonces entero sistema de las escuelas católicas. No sólo faltarían escuelas,
esto es señal de que no están llamados al sacerdocio. En cambio, sino también un testimonio de la verdadera libertad de los hijos
si cooperan y se esfuerzan por prestar servicios a los otros, toman- de Dios, de la generosidad, de la entrega total al servicio de Dios
do la iniciativa de crear mejor espíritu en el seminario, procurando y del hombre. Por esto, un confesor debe hacer todo lo que esté
hallar maneras de hacer bien sin que se les haya ordenado, entonces en su mano para promover vocaciones que Dios vaya preparando,
podemos confiar que venzan también sus dificultades en este terreno. aunque siempre con espíritu de libertad.
La falta de cooperación no debe enfocarse solamente a la luz de El concilio Vaticano n enseña que todos los cristianos tienen
sus dificultades presentes. Si a la sazón de entrar en el seminario participación en la vocación de la Iglesia a una santidad cada vez
mayor no da uno señales de dominar la masturbación y al mismo mayor. Cada uno está llamado a la santidad. A la vez afirma el Con-
tiempo no muestra buen carácter en otras cosas, el confesor deberá cilio que cada uno tiene que desempeñar un papel específico dentro
aconsejarle que escoja otra vocación o profesión. Si se hace hombre de la Iglesia universal.
y viene a ser buen cristiano, todavía se podrá examinar la cuestión ¿Cómo podemos promover vocaciones? El primer esfuerzo no
de si tiene vocación al sacerdocio. debe ir nunca encaminado a promover vocaciones a la propia orden
o congregación, al sacerdocio o a la vida religiosa. El primer es-
fuerzo debe ser el de educar cristianos que vivan «no bajo la ley,
Elección de vocación o profesión sino bajo la gracia» (Rom 6, 14). Los que viven bajo la ley, es
decir, los legalistas que sólo preguntan qué deben hacer para evitar
Los confesores tienen el deber de ayudar a los penitentes en la el pecado, mortal o venial, no están preparados para elegir una
recta elección de la vocación, puesto que en ello está implicado vocación. Nunca comprenderán la sublimidad y dignidad de una vo-
uno de los juicios más decisivos que tiene que hacer un cristiano, cación sacerdotal o religiosa ni tampoco entenderán, verdadera-
tanto para su propia salvación como para el bien de la Iglesia en mente la vocación al estado matrimonial.
general. El confesor debe por tanto tener presente la salvación de Jóvenes cristianos que en fecha temprana de su vida buscan en
la persona en cuestión, su personalidad y el bien común. La salva- primer lugar lo que deben hacer para devolver a Dios todo lo que
ción individual se ha de lograr en todo caso en el ambiente social. les ha dado, cómo pueden agradar a Dios y expresar espontánea-
Cuanto más se oriente el enfoque total de un cristiano a la realiza- mente su gratitud por todos los dones que les ha otorgado, esas
ción social de la salvación, tanto más asegurada estará su salvación son las personas generosas que están dispuestas a responder a la
individual. llamada del Señor.
En el sacramento de la penitencia, el confesor representa a la Una persona, a la que sólo preocupa la cuestión de lo que ha de

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Diferentes estados de vida Las confesiones de sacerdotes y religiosos

hacer para evitar el pecado mortal, no es capaz de prestar oído al el sacerdocio y el matrimonio deben incluirse también bajo el tér-
llamamiento de Dios. La invitación de Dios al sacerdocio, y espe- mino «vocación».
cialmente la vocación religiosa, es un llamamiento a la libertad. Pero Además, un cristiano influirá más en su ambiente si escoge una
la libertad efectiva de los hijos e hijas de Dios comienza cuando ocupación o profesión en la vida civil poniendo la mira en la cari-
uno se entrega totalmente a Dios y se deja guiar por el Espíritu de dad. ¿Dónde puede hacer más por el bien común y dónde puede
Dios (Gal 5, 25). Puesto que el Espíritu es nuestra vida, dejémo- desempeñar mejor su misión apostólica? Si todos los cristianos
nos guiar por el Espíritu. Éste es el gran principio de san Pablo y miraran sus ocupaciones o profesiones en las-esferas social y eco-
debe ser el motivo fundamental del cristiano, a saber, vivir bajo la nómica como un servicio al bien común, entonces nuestra sociedad
ley de gracia, vivir conforme a las bienaventuranzas, acercarse cada entera sería mucho más sana. Entonces tendríamos suficientes voca-
vez más al gran mandamiento: «Amaos los unos a los otros como ciones religiosas. Entonces se comprendería mejor la importancia
yo os he amado.» de los sacerdotes y religiosos en la vida de la Iglesia. Hay que pro-
Cuando se habla de vocaciones importa mucho hacer hincapié curar que cada uno llegue a esta comprensión.
en la libertad de los hijos de Dios. ¿Qué significa esta libertad com-
pleta? Significa, por ejemplo, que no hay autoridad humana, sea la
de los padres o la del confesor, que pueda forzar a una persona a Las confesiones de sacerdotes y religiosos \
seguir esta o aquella vocación. La libertad completa significa que
una persona no tiene otro motivo o intención que la de agradar a Vista la importancia de los sacerdotes y religiosos en la vida de
Dios. Tal persona reconoce los dones de Dios, la acción del Espíritu la Iglesia, los confesores y los directores espirituales deben adquirir
Santo, las necesidades de su prójimo, como regla y medida de su conciencia de su especial papel en relación con ellos. Deben dar
vida. generosamente su tiempo cuando se trata de aconsejar espiritual-
Cuando se habla de vocación se incluye también, naturalmente, mente a sacerdotes y religiosos y de oir sus confesiones. Como estos
el matrimonio. El gran teólogo protestante Karl Barth escribió en hombres y mujeres consagran su vida entera al bien de la Iglesia,
uno de sus volúmenes sobre la dogmática de la Iglesia (edición merecen que la Iglesia se cuide lo mejor posible de ellos procu-
alemana, m-4, p. 164) que la Iglesia católica es sin duda alguna fiel rándoles no sólo buenos predicadores, sino también buenos confe-
a la Sagrada Escritura en su enseñanza tocante a la virginidad, pero sores. Todo el que es responsable de oir confesiones de sacerdotes
hace una aplicación que olvidan muchos sacerdotes. El matrimonio y religiosos debe prepararse con estudio y reflexión y preguntarse
puede ser una vocación sólo para los que saben que no están con- cómo podrá cumplir de la mejor manera su misión.
denados al matrimonio, para los que hacen su elección sólo des- Los religiosos y sacerdotes deben ser testigos de la libertad de
pués de haber reflexionado si es en el matrimonio donde pueden los hijos e hijas de Dios, y por tanto deben ser conscientes de haber
desempeñar mejor su papel con vistas al reino de Dios, o más bien sido llamados a la santidad en una forma tan señalada, que para
en el celibato. Sólo después de haber reflexionado con la intención todos los cristianos sean testigos del llamamiento de cada individuo
de hacer lo que Dios quiera, puede ser para ellos el matrimonio una a la santidad.
vocación. E n la formación de las conciencias de religiosos y sacerdotes
La predicación de la virginidad en la Iglesia es una condición merece consideración la importancia de la obediencia al obispo o al
para una buena vocación al estado matrimonial, de modo que el superior religioso. Las críticas irreflexivas y poco caritativas de los
matrimonio no sea sólo una cosa terrestre, sino una vocación, una superiores se les deben presentar como algo que corrompe la atmós-
función en la Iglesia. Así, finalmente, no sólo la vida religiosa, sino fera divina, el ambiente de caridad que debe prevalecer. General-

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Diferentes estados de vida Las confesiones de sacerdotes y religiosos
mente, los confesores pueden ayudarles no sólo con exhortaciones, formar las conciencias de los penitentes en esta materia. Aprove-
sino también con penitencias. Una buena penitencia para los que chará recordarles que deben reflexionar antes de formarse un juicio
gustan de criticar al obispo o al superior de la comunidad puede en todas las dificultades en que creen que ellos tienen razón y que
ser rezar un «padrenuestro» por él antes de criticarlo, pidiendo a los superiores se equivocan.AAsí les ayudaremos a comenzar la crí-
Dios que sea criticado debidamente por amor de Dios mismo. Si, tica por sí mismos.
con todo, critican antes de rezar de la manera dicha, entonces debe- La formación de la conciencia va más allá de la cuestión de la
rán rezar mucho más por él y por sí mismos; podrá eventualmente obediencia a los superiores y a la regla. Hay un aspecto más impor-
suceder que se den cuenta de que ellos mismos tienen que conver- tante que considerar. Ante todo, procuremos formar buenos cris-
tirse los primeros. tianos. Esto significa enfocar las cosas a la luz de la plenitud de los
Ahora bien, el derecho de discernimiento corresponde a los cris- tiempos, bajo la ley de gracia, usando hasta el extremo la oportu-
tianos tanto como a los que dan testimonio de la vida cristiana, nidad presente (el kairos), las oportunidades de hacer el bien ofre-
a saber, los sacerdotes y los religiosos. Pueden con justo título cidas por Dios, estando atentos y vigilantes. Con estas virtudes que
hacer esta pregunta: «¿Procede nuestro superior francamente de se elevan tan alto y confieren tanta dignidad al Evangelio, los sacer-
acuerdo con el Evangelio, o tenemos la obligación de hablar, de ob- dotes y religiosos se hacen testigos del tiempo de gracia, de la ley
servar que no procede así?» Quizá el superior se oponga al espí- de gracia. Los sacerdotes y religiosos que sean nuestros penitentes
ritu de la nueva ley expresado en el sermón de la montaña, que se aprovecharán de la dirección en el examen de su conciencia a
contiene el entero espíritu del Evangelio, el espíritu de los conse- este tenor: «¿He estado atento y vigilante tocante a la presente
jos evangélicos. oportunidad de practicar la caridad perfecta?» En la consideración
El Corpus luris Canonici que estuvo en vigor hasta el año 1918, de tales materias, lo primero que habrá que preguntarse puede ser
contiene un capítulo especial de peccato taciturnitatis, en el que esto: «¿Cómo puedo yo expresar mi gratitud a Dios? ¿Cómo puedo
se inculca una debida corrección fraterna aplicada a los prelados. Se yo amar a mi prójimo como a mí mismo?» O uno puede atenerse
exhorta a los cristianos bajo pena de pecado a tener el valor de dar al Nuevo Testamento, que dice que nos amemos los unos a los
fraterna corrección a los superiores. Por ejemplo, si en nuestros otros como Cristo nos ama.
tiempos difíciles el obispo muestra una actitud vacilante con res- Luego pueden seguir los deberes de su estado: el sacerdocio y
pecto a los decretos del Concilio, los cristianos de la entera dióce- los quehaceres especiales que tienen que desempeñar el sacerdote,
sis, y otros obispos, deben con medios apropiados procurar hacerle el religioso o la religiosa. No es infrecuente que sacerdotes, religio-
caer en la cuenta del escándalo que está causando. Éstos son casos sos y religiosas olviden hacer un examen de conciencia tocante a
excepcionales. Pero no faltan sacerdotes y obispos que manifiestan sus deberes específicos por no hallar esto señalado explícitamente
este espíritu de resistencia a la renovación de la Iglesia y con ello en el speculum conscientiae general. San Alfonso redactó un Spe-
causan gran daño a la Iglesia a la que quieren servir. Si las gentes culum Conscientiae para obispos y lo envió gratis a todos los obis-
se expresaran en las debidas ocasiones y los advirtieran acerca de pos circunvecinos. Ésta es una regla fundamental para el confesor:
esa actitud malsana y perjudicial, es probable que no cayeran tan ser más positivo que negativo. Quizá sea muy oportuno recordar
fácilmente en ese error. Pero debemos también decirnos a nos- nuestras muchas obligaciones de seguir nuestra vocación y los que-
otros mismos y a nuestros queridos colegas y hermanos que no haceres que tenemos que desempeñar en el cuerpo místico. A este
hemos de considerarnos infalibles en todas las cosas, como si el objeto me permito recomendar la obra de Lebret y Suavet, El exa-
obispo y los que lo rodean se equivocaran siempre. Especialmente men de conciencia para católicos modernos.
en el sacramento de la penitencia es donde tenemos obligación de

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Confesiones de enfermos

optimismo artificial. Este optimismo se refiere a la vida eterna y a


Confesiones de enfermos la plena utilización de la oportunidad presente, aquí y ahora. Este
optimismo sobrenatural se extiende a todas las facultades natura-
Ya dejamos tratadas algunas de estas cuestiones cuando nos les y es una de las grandes fuerzas curativas. Uno está convencido
ocupábamos de la formación de la conciencia en relación con la de que «todo está bien» si lo acepta como venido de la mano de
responsabilidad por la salud. Todos y cada uno debemos consagrar Dios. Y, naturalmente, una persona que tiene esperanza cristiana
nuestra salud al servicio del prójimo y todos estamos obligados a no es pesimista en cuanto a la posibilidad de- recobrar la salud.
proteger la salud de los otros. Todos los que están llamados a oir Tratándose de enfermos graves, el confesor hará bien en infor-
confesiones de enfermos deben convencerse de que la enfermedad marlos de que no están obligados a esforzarse desmedidamente
es un medio especial de salvación. A las personas enfermas se les tocante a la integridad de la confesión. Su esfuerzo resulta imposi-
puede explicar delicadamente cuan próxima está su situación al ble debido a nuestro sistema de hospitales, donde diferentes per-
misterio de la muerte del Señor, el misterio de la salvación. Si acep- sonas comparten la misma sala muy cerca unos de otros. Pero aun
tan generosamente esta explicación, entonces están próximas al caso que se hallen solos, su misma enfermedad les impide entrar
misterio de la resurrección. El confesor puede ayudarles a dar de en las materias con demasiados detalles. Es posible que aguarden
todo corazón un sí a su situación presente. a ser interrogados por el confesor. Ahora bien, sólo lo haremos en
Esto se aplica aun si los propios enfermos son hasta cierto punto el caso en que ellos mismos muestren tal deseo, pero ni siquiera
responsables de su mala salud o ellos mismos se han puesto en entonces debemos perdernos en los detalles. Al cabo de un rato
peligro. Lo que importa es aceptar la situación como un llama- vale más decirles que no se molesten en buscar lo que han olvidado.
miento e invitación a seguir a Cristo en sus sufrimientos, a hacer Cuando mejore su estado de salud podrán volver sobre los puntos
penitencia por sí mismos y a hacer penitencia y dar satisfacción importantes que no hayan confesado.
por otros, a aprovechar hasta el extremo la presente oportunidad. Si un paciente está gravemente enfermo, una búsqueda detallada
Lo mismo se aplica a los que sufren de escrúpulos o de algún género le perjudicará en gran manera. Para una persona que está grave-
de neurosis. mente enferma es una experiencia verdaderamente descorazonadora
Hay que aceptar no sólo la enfermedad del cuerpo, sino también tener que confesarse y verse interrogada punto por punto haciendo
la enfermedad mental o neurosis. Esta clase de enfermedad no se un examen de conciencia conforme a los textos de Noldin o Tan-
puede superar ni se puede recobrar la salud en sentido pleno si no querey.
se acepta el sufrimiento, la limitación y la inquietud. Aceptar con Si el paciente ha mencionado algunos puntos esenciales de la
amor su condición presente ayudará al enfermo a hallar más fácil- vida cristiana, el confesor podrá decirle que ya ha hecho un esfuerzo
mente sus posibilidades reales de hacer bien, de utilizar en forma humilde y suficiente. A veces se hallan en tan triste condición que
constructiva lo que todavía le quede de fuerzas del alma. tenemos que explicarles: «Le basta a usted con hacer un acto de
Al tratar con los enfermos no podemos pasar por alto el papel contrición que muestre que está usted arrepentido, que como humil-
de la esperanza cristiana. En la confesión debe el enfermo volver de pecador delante de Dios desea que se le perdonen los pecados.»
continuamente a este motivo: nada está perdido para quien ama a Aunque no puedan hablar, oirán que esto es suficiente. En efecto,
Dios. Todas las cosas redundan en provecho de uno e incluso son están seguros de que las palabras del Señor «Tus pecados te son
para su mayor bien si uno se entrega a Dios y pone su confianza perdonados» son verdad en su caso y ellos no están obligados a
en él. Debemos predicar un auténtico optimismo acerca de la en- hacer más de lo que pueden. Será para ellos un consuelo oir esto
fermedad, un optimismo nacido de la esperanza cristiana, no un formulado explícitamente.

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Diferentes estados de vida Confesiones de enfermos

¿Tenemos obligación de avisar a los penitentes cuando se hallan más que ellos se encarguen de esta tarea. A veces, sin embargo,
en peligro de muerte? Esta cuestión la he tratado más explícita- tendremos que hacerlo nosotros. Entonces prestaremos uno de los
mente en La Ley de Cristo, vol. m . Si los penitentes se hallan espi- mayores servicios de caridad si lo hacemos con amabilidad y deli-
ritualmente en bastante buena forma y han vivido como buenos cadeza, procurando que la persona enferma se percate de que ha
cristianos, recibiendo los sacramentos, etc., el sacerdote no tiene llegado el momento de prepararse para la respuesta final: «Aquí
necesidad de comunicarles expresamente la gravedad de su situa- me tienes, Señor.»
ción. Tal deber incumbe a los padres, al cónyuge, a los hijos o a los
parientes próximos, los cuales deben exponer la situación al paciente
con la mayor caridad. A veces, el confesor hará bien en recurrir a
su ayuda. Pero hasta el mismo diagnóstico del doctor, según el cual
no hay ya ninguna esperanza, deja todavía una puerta abierta a
ésta, pues al fin y al cabo, los médicos no son omniscientes.
Si los pacientes están preparados para aceptar la enfermedad,
lo están también indirectamente para aceptar la muerte. No obs-
tante, uno de los mayores quehaceres de los cristianos consiste en
aceptar consciente y explícitamente la última llamada de Dios, la
llamada a la suprema función sacerdotal del pueblo de Dios, la de
unir su muerte con la muerte de Cristo.
Un confesor tiene cierta responsabilidad de procurar que la
persona enferma se haga cargo de que ha podido llegar esta hora.
Por lo menos, en general, en medio de sus conversaciones, puede
sugerir este pensamiento: «Si Dios me llama, estoy dispuesto.»
Uno de los mayores consuelos del cristiano es el de ser capaz de
decir esto. La cuestión se complica si la persona enferma no se da
cuenta del peligro y se niega a confesarse. La tarea del confesor es
entonces bastante ardua, por lo cual convendrá que pida al Señor
ayuda para hallar las palabras apropiadas. Con gran amabilidad
podrá abordar al paciente con estas palabras: «Aunque sólo haya
alguna posibilidad de que pueda agravarse la enfermedad, ésta ya
es una razón suficiente para recibir los sacramentos.» Una vez se
hayan confesado podemos explicarles, con amabilidad y delicadeza
lo que representa poder confiar en Dios; con ello podemos com-
pensar el choque inicial que pudo ser nocivo para la salud.
En todos los casos y tiempos debemos hacer esto con la mayor
delicadeza y finura; sin embargo, podrá llegar el momento en que po-
damos insistir más. Pero si hemos hallado alguna persona que
pueda hacerlo, si se puede contar con familiares próximos, vale

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XXIII

LAS CONFESIONES DE LOS ESCRUPULOSOS 1

La psicología moderna nos ayuda a distinguir diferentes fenó-


menos, diversas ansiedades o dificultades, y situaciones patológicas
que antes se designaban como «escrúpulos». Es necesario que el
confesor sepa distinguir por lo menos las principales formas de los
llamados escrúpulos.
Puede haber un momento de despertar de la conciencia, en el
que personas que anteriormente habían vivido a un nivel superficial
con una falsa certeza o seguridad, se ven sacudidas por una viven-
cia profunda — de temor, o de amor de Dios —, de modo que por
un período de tiempo pierden toda certeza y firmeza de conciencia,
que antes habían tenido a un nivel superficial. En lugar de enfocar
la situación como patológica, habrá que ver más bien en ella un
síntoma de crecimiento, un tiempo en el que una persona necesita
ser guiada hacia una inteligencia más profunda de la llamada de
Dios, que la aparte de una certeza superficial o de un temor mal-
sano.
Hay también escrúpulos debidos a obsesión neurótica, la cual
puede adoptar diferentes formas. Una de éstas es la neurosis angus-
tiosa. Puede tratarse de una angustia o ansiedad general, no limi-
tada a un área, una mera actitud de temor en general. Difiere del
miedo por cuanto el objeto del miedo no se ha precisado, no se
conoce. En cierta medida es esto resultado de vivencias de la infan-
1 Cf B HÁRING, La ley de Cristo, vol i, con un extenso capítulo sobre este tema,
p 216-227

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Confesiones de los escrupulosos Confesiones de los escrupulosos

cia; por ejemplo, si un padre era cruel y tiránico, si castigaba al Si lo que les preocupa es el sexto mandamiento, esto, juntamente
niño demasiado y con demasiada frecuencia, o si la madre mos- con la ansiedad, puede ser causa de continuas tentaciones e inquie-
traba ansiedad y temor frente al padre. Semejante clima familiar da tudes. Ayúdeseles a aceptar su cruz, y al mismo tiempo a apren-
con frecuencia lugar a vivencias psicológicas que atribuyen tales der a desarrollar sus energías y a actuar su potencial en otras áreas,
características a Dios mismo, imaginando un Dios que está al ace- especialmente en la de la caridad fraterna. Pueden concentrarse en
cho para cogerle a uno en cualquier fallo y juzgarlo merecedor del el deseo de procurar alegría a otros.
infierno. Esta imagen de Dios, hondamente grabada en la persona Muy diferente de esta neurosis angustiosa' es la escrupulosidad
escrupulosa como resultado de una vivencia terrorífica en relación neurótica obsesiva. Con mucha frecuencia se trata aquí de ansiedad
con el padre, es prolongada por el catequista, por el sacerdote, y por quisquillas legalistas. Esos tales desean a veces en lo más hondo
luego por el confesor que dice: «Eres la mejor madera para el in- de su alma aparecer como personas de conciencia, y en realidad lo
fierno.» Tras una confesión ansiosa, excitada, en la que el penitente son, por ejemplo, tocante al ayuno eucarístico, negándose a recibir
escrupuloso exagera siempre su situación, nada puede aprovecharle la comunión si han faltado por un minuto al ayuno prescrito por la
más que presentarle la imagen de Cristo como el buen pastor, como ley. Una vez el padre Cappello, profesor de la Universidad Gre-
imagen del Padre celestial. El confesor debe de hecho representar goriana, dio una conferencia en la que dijo que la ley del ayuno
la comprensión y amabilidad de Dios; la entera celebración del debía interpretarse humanamente, y que no había que estar miran-
sacramento de la penitencia es la proclamación de la bondad de do al reloj para estar seguros de que se había cumplido el tiempo
Dios. Pero el confesor debe ayudar también a estas personas a exacto prescrito para recibir la comunión. Después del padre Hürt
comprender más profundamente el origen de su inquietud y a resol- insistió en su conferencia en que una hora tiene 60 minutos y un
verse a aceptar el sufrimiento, aunque haciendo a la vez lo que minuto 60 segundos, y que si falta un segundo, sencillamente no es
puedan para cambiar la situación. una hora. Naturalmente hay que tener verdadera voluntad de hacer
A menudo la ansiedad va de la mano con una obsesión fijada un sacrificio, pero no la obsesión por los segundos que tienen
en un área determinada. Entonces el problema resulta psicológica- algunos.
mente muy difícil y muy diferente del anterior. Hay también gran La escrupulosidad neurótica obsesiva puede amargarle a uno
diferencia si la ansiedad se fija en un mandamiento capital, como, la existencia en cantidad de casos. El neurótico obsesivo preferirá
por ejemplo, en la caridad, en la corrección fraterna, en la castidad morir antes que comer carne en un viernes de cuaresma, aunque
o en la veracidad. Nos hallamos con un alma que desea lo esen- esté invitado a comer en casa de un buen amigo protestante que
cial, pero la educación se ha centrado obsesivamente en un punto no recuerda o que ha olvidado la legislación eclesiástica relativa a
y se ha convertido en exclusivismo. La insistencia excesiva en una la cuaresma. Esta clase de escrupulosos se negarán a comer carne,
obligación o en una virtud tiene de rechazo un efecto morboso en aun sabiéndoles muy mal el afligir a unos amigos. Son puntillosos
las emociones, causa presentimientos ansiosos con respecto al futuro en la observancia de la ley. No tienen ojos para ver las consecuen-
y perturba la entera vida afectiva. En gran medida puede consi- cias morales fundamentales si éstas no les son propuestas en forma
derarse esto como un problema de integración, de cómo ayudar a legal. Si parecen olvidar los valores y preceptos morales esenciales,
tales personas a hallar su libertad, su gozo en otras áreas. Hay que esto se debe a su cortedad de vista resultante de no fijarse más que
ayudarlas a hacer el bien que puedan en otras materias y decirles en las reglas y preceptos definidos con precisión matemática. En
que durante algún tiempo no deben prestar tanta atención a este muchos casos, el individuo ha ido creándose progresivamente esta
punto. Cuanto más fijen la atención en este punto, tanto más obs- estructura psicológica mediante repetidos refuerzos causados por
trucción hallarán y tanto más contrahecha quedará su vida entera. una formación legalista.

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Confesiones de los escrupulosos Conclusión

Otra forma de obsesión neurótica es la tendencia a estar segu- especialmente versado en el manejo de tales casos. En casos verda-
ros de sí mismos. Se trata de obsesivos compulsivos, los del ciento deramente intrincados, el penitente puede necesitar el tratamiento
por ciento, los perfeccionistas. Una persona de esta clase está cons- de un psicólogo de profundidades o de un psiquiatra.
tantemente excitada, se acuerda del 100 % en un área y olvida Una auténtica praxis conjessarii, en la que el confesor ve la
el 99 % en otras. No aspira a la perfección y al progreso cristianos; debida jerarquía de valores, en la que ante todo proclama la paz de
sólo quiere ser exacta en cosas pequeñas, especialmente si la for- Dios, en la que dirige toda la atención del penitente a Dios y le
mación religiosa y moral ha insistido demasiado en ellas. Su natu- ayuda a liberarse del egocentrismo, tiene en sí gran poder curativo.
raleza entera está orientada así, y las condiciones psicológicas le Uno de los grandes escritores espirituales protestantes, Tersteegen,
ayudan en el mismo sentido. Esto se convierte en una forma ver- estaba convencido de que el constante ocuparse de sí mismo pone
daderamente legalista de escrupulosidad, que difiere mucho de otros a la persona enferma, y de que la salud se restablece mediante la
tipos de escrúpulos que sienten almas verdaderamente nobles sobre contemplación de Dios y el interés por el prójimo. En todo caso,
los deberes y responsabilidades que pueden compartir con otros. iba por una senda más segura que los confesores y directores de
El escrupuloso limitado en forma legalista no piensa siquiera en almas que tienen a sus penitentes constantemente ocupados consigo
que la gran virtud del cristiano es la de ser vigilante, de atender a mismos. La formación de la conciencia mediante el gran manda-
las oportunidades presentes y utilizarlas hasta el extremo. Se de- miento del amor de Dios y del prójimo ayuda a las personas
tiene en sus pensamientos. Se requiere educación y mucha pacien- a aceptar sus sufrimientos, a hacerse cargo de sus limitaciones, a
cia para hacerlo volver a los primeros pasos, a enfocar el examen hallar, paso a paso, sus reales posibilidades de libertad. Si el con-
de conciencia de esta manera: ¿he sido vigilante, he aprovechado fesor, además de haberse asimilado el Evangelio del buen pastor,
las grandes oportunidades, he sido comprensivo y sensible con mis tiene profunda penetración psicológica, puede hacer mucho bien.
prójimos? ¿He procurado ayudarles para su propio bien? Por ello debe procurar adquirir una buena formación psicológica.
Puede haber también una escrupulosidad de compensación, o,
como lo califica la moderna psicología, casos de reaction jormation.
Tal escrupuloso siente la necesidad de cumplir el gran mandamiento Conclusión
del amor de Dios y del prójimo, pero1 cuando se enfrenta con una
situación real de la vida cristiana, es infiel. Faltándole humildad La teología y las ciencias modernas nos proporcionan variadas y
para aparecer pecador a sus propios ojos y a los de sus semejantes, valiosas convicciones. Sin embargo, el conocimiento sólo nos sirve
cae en extremos, en detalles insignificantes del derecho canónico; para transmitir el mensaje de paz si somos hombres de fe y amamos
está obsesionado con unas pocas cuestiones de la ley o de la regla a las personas con quienes tenemos que tratar. No hemos sido envia-
religiosa. Más o menos inconscientemente puede ocultar su falta dos para analizar «casos», sino para dar testimonio del amor mise-
de conciencia tras su «personalidad escrupulosa». ricordioso de Dios. Por consiguiente, la fe y el amor es lo que capa-
Todas estas formas de escrúpulos tienen hondas raíces en viven- cita al confesor y lo obliga a percibir y a cumplir su papel y a
cias de la primera infancia, en irremediables disposiciones psicoló- «conocer» a las personas a quienes es enviado.
gicas o en la errada instrucción moral recibida de un maestro o El confesor, como mensajero de paz, no ocupa el primer pues-
confesor de mentalidad legalista. Es importante distinguir las dife- to; ha de ser más bien como Juan Bautista, que con toda su exis-
rentes formas de escrúpulos. Si no nos sentimos a la altura en este tencia señalaba a Cristo y manifestaba su amor. Cristo mismo es
particular, si nos creemos incapaces de hacer las distinciones nece- quien por los ministros de la Iglesia proclama la paz y da a cono-
sarias, es recomendable que enviemos al penitente a un confesor cer el amor misericordioso del Padre celestial. Él es quien con su

348 349
Confesiones de los escrupulosos

paz trae el orden del amor y de la justicia. Sólo su ley que da vida
puede librar al hombre de la esclavitud del pecado.
La suprema función del confesor consiste en ocultarse él mismo
tras la persona de Cristo, en conducir al penitente a la profunda 4
experiencia de que se encuentra con Cristo mismo, que le pregunta:
«¿Me amas?» y le da la paz. Y con esta paz viene la invitación: APÉNDICE
«Ven y sigúeme.» Entonces comprenderá mejor el penitente lo que
significa ser invitado por el Señor a ser su discípulo y amigo y a dar
así prueba de una vida semejante a la de Cristo, mediante el cum-
plimiento del gran mandamiento en todas las cosas, en todas las CELEBRACIÓN COMUNITARIA
situaciones que piden que se ame al prójimo como Cristo nos ha DE LA PENITENCIA Y DE LA PAZ
amado a nosotros.
El amor del Señor vivido en el sacramento de la penitencia es
un amor redentor. El confesor que está penetrado del amor redentor 1. Procesión de entrada-
Himno de entrada.
de Cristo, puede, con profunda gratitud y con gran humildad, comu- El celebrante y los asistentes avanzan hacia el altar; reverencia al altar;
nicar este amor redentor. El amor redimido puede conducir a la luego van a sus respectivos puestos en el santuario.
experiencia del amor redentor de Cristo. Todas las demás cosas PRESIDENTE: «A Aquel que nos ama y nos redimió de nuestros pecados
deben verse a la luz esencial de Cristo, de su admirable presencia, por su sangre, que nos llamó a la penitencia y a la paz para que sea-
de su poderosa palabra, y del nuevo camino que nos prepara, de mos un reino de sacerdotes ante Dios, nuestro Padre, sea dada glo-
ria y poder ahora y por siempre.»
la nueva vida que abre delante de nosotros.
TODOS: «Amén.»
PRIMER ASISTENTE: «Te ruego, padre, tu bendición.»
PRESIDENTE: «El Señor esté en tu corazón y en tus labios para que debi-
damente confieses todos tus pecados juntamente con nosotros. En el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.»
TODOS: «Amén.»
2. Primera lectura: Libro de Daniel, 9, 3-19.
Conveniente examen de la conciencia según las especiales necesidades
de la comunidad. Después de cada pregunta repiten todos:

«Ten misericordia, Señor, porque hemos pecado.»

El coro canta el salmo 50. Tras cada versículo repiten todos:

«Ten misericordia, Señor, porque hemos pecado.»

3. Segunda lectura: Jn 21, 15-23 (u otro Evangelio sobre el poder de


Cristo de perdonar los pecados"). Homilía.
4. Servicio de arrepentimiento.
TODOS : «Señor, abre mi boca para que te alabe en humilde confesión;
infunde en mi corazón un nuevo espíritu.»

350 351
Apéndice

PRESIDENTE: «Hermanos y hermanas: Nosotros somos culpables no sólo


con Dios, nuestro Padre, y con nuestro Señor Jesucristo, por haber
despreciado la gracia del Espíritu Santo, sino también con la co-
munidad de la Iglesia. Por nuestros pecados se ha enfriado el amor
en el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Así pues, confesamos nues-
tros pecados ante Dios y ante cada uno de nosotros.»
TODOS: «Yo, pecador, me confieso a Dios...»
(Después de las palabras «por mi grandísima culpa», una pausa para
el examen individual de la conciencia.)

«Por tanto ruego...»

5. Confesiones individuales. Todos los que desean confesarse se dirigen a


un sacerdote, a su elección. No se usa forma introductoria. Conforme ÍNDICE ALFABÉTICO
a la legislación litúrgica del país o de la diócesis, el sacerdote da la
absolución individual o (antes de dar la absolución más solemnemente)
dice: «La paz del Señor sea contigo.» Abnegación 180-182 familiar 198-199
6. Proclamación solemne del perdón y misión de Dios. Aborto 126 132 213-217 mejoramiento del 131-135 156-160
Uno de los celebrantes puede cantar el prefacio de la Liturgia de la Abreacción (Pío xn) 115 202 299-303 308-310
reconciliación del Pontificóle Romanum (Publica reconciliatio peccato- Absolución 79-87 viciado 94 141-142 285-286 297-
rum feria quinta in Coena Domini). condicional 84-85 299
TODOS LOS CONFESORES REZAN JUNTOS: condición para la 81 Amor al prójimo 185s
diferir la 85-86 enemigos 189-192
«El Dios todopoderoso tenga misericordia de vosotros...» en lengua vernácula 21-22 humano 186-188
«El Dios todopoderoso y misericordioso os conceda » general 37 redentor 187-188
«La pasión de nuestro Señor Jesucristo. » recusación de la 85-86 172-173 signos 186-187
sentido de la 86-87 violaciones del 191s
Todos los sacerdotes que han oído confesiones dan juntos (si lo permiten Abstinencia 181-182 186 257 262 Animar 52 80
las reglas diocesanas) la absolución en la forma corriente. Actitudes 147-157 151 Anticonceptivos 193 241 255-256 265
Tercera lectura: Evangelio según san Lucas 5, 11-33 (o: Mt 9, 2-8; aspectos sociales 193-194 diafragma 261
Mt 18, 22-35). Breve homilía para alabar a Dios. de contumacia 147 «la pildora» 266-270
7. Todos cantan: «Padrenuestro...» véase motivos Anuncios 277-278
PRESIDENTE: «Se os perdonan los pecados; vuestra fe os ha salvado; id Adulterio 62 82 116-118 130 245 Apostolado 93-94
en paz. 247 Arrepentimiento 45 54 67-70 155 168
Vuelta de la procesión. Agapeico 62 Atmósfera divina 91 216 296 308
Agresividad 194 renovación de 304-305 311-312
Agustín, san 34 71 117 138 148 153 Atrición 68-70
166-167 170 Autoridad, actitud hacia la 196 200-
Agustinianos 138 201
Alfonso, san 25 58-60 101 123 160 valor de la 92
169-170 260-261 262-263 266
Ambiciones 295-298 Baile 99-100
Ambiente, visión cristiana 90-95 301- Barth, K. 336
303 316 Bautismo 43 113 315
contaminación del 293-294 313 Bebida 105-106 220 296

352
353
Índice alfabético índice alfabético

Boda, confesión con ocasión de Confesor, función del 15-17 39-49 Enmienda, propósito de 70-75 89 Hábito 165
81 Conformidad 56-58 93 200 150 305-306 Harakiri 211
Bombas 210 Connell, F. 130 valoración del propósito 71 s Hausherr, I. 301
Bovet, Theodor 240 Continencia 256-257 261 262 265 Epikeia 63 Hermano y hermana, vivir como 108-
Buenaventura, S. 138 «Contracepción» 268 Equiprobabilismo 59 111
Contrición 67-70 144-145 150 Error de identidad 111 Hipocondríacos 222
Caridad 168-170 Control de la natalidad 131-134 159 Escándalo 193-194 Homicidio 214
fraterna 64 72 185-194 288 208 252 256 258-261 262-270 Escrupulosidad 124 318 331 Homosexualidad 230
ocasiones contra la 96-97 Conversión 171 315-321 en la confesión 345-350 Honestidad 277-279
Caruso, I. 270 Cortesía 124-125 formas, ansiedad 345 Huber, padre 180
Casti Connubii 261-262 Crecimiento, ley del 52 54-56 60-61 obsesiva 347 Huelga 273
Castidad 225-270 73-78 81 169 188-189 316-319 obsesivo-compulsiva 347-348 Humanae vitae 251 254-255 258 263-
actitud positiva 225-226 Cuestiones raciales 203-204 274-275 obsesión neurótica 345-346 266
conyugal 163-164 255-258 Culpa 40-41 166 214 legal 121 Humildad 51-54 70 144 155-156 189
obligaciones 226 Esperanza, virtud de la 161-167 186 Hürth, padre F. 176
ocasiones contra la 97-103 Charladurías 282 316s
ofensas contra la 227-230 Espía 211-212 Ignorancia invencible 52 58-61 84
seminaristas 332-334 Delincuencia 197 Estalinismo 205 216
Celebración (sacramento) 20 43 94 De Meo, padre 59 Estupro (violación) 62 215-216 Impaciencia 308
156 171-172 292 309-310 Derechos civiles 96 204-205 Ética cristiana 62 126 Impuestos 276-279
comunitaria 24 27 34 35-37 121 Diafragma 261 Ética de situación 62-63 101 Incontinencia 165
156 303-305 311-312 Diakonia 295 Eucaristía 23 173 300 318-322 Inquisición 22 24-25 47 128
concelebración 30 Diezmos 272 275-277 Examen de conciencia 124 Integración 203-204 273
rito comunitario 351-352 Difamación 83 Excesos 296 Integridad, formal 114 125
Celibato 226-227 Dirección espiritual 117 169-170 320- Excomunicación 216 311 material 113-114 119 123s
Cine 142 321 Exhortación 43 54 55 70s 84 161 Interrupción del acto conyugal 261-
Comadronas 104 Discernimiento, signos de 142 263
Compensación oculta 279-280 Discreción 201 Falso testimonio 282-283 «Ipsación» 230-237
Comprensión 75 Divorcio 195 312-314 Fe 67 143 155-160 164 186
Comunidad, abierta 201-203 Docilidad 56 conocimiento de la 156 Juan XXIII 145 172 205 274
cívica 202-203 Dominio de sí mismo 194 257 ocasiones contra la 95-96 Jerónimo, san 219
internacional 209 Dones individuales 141 sacramento de 24 155 156 Jurar (blasfemar) 165 182-183
Comunión, frecuente 321-322 Drogas, afición a las 199 Flechter, J. 62-63 101 Juridicismo 57-58 177
Comunismo 205-206 Fornicación 116 117 240-245 Justicia 271-280
Conciencia, significado de 137-140 Ecumenismo 207 Frankl, V. 270 conmutativa 273
el juicio de 143 Educación 195-201 253 Fraude 96 ocasiones contra la 96-97
examen de 121 152 167 192 299- Educación, inconsecuencias 195-1% Freud, S. 239 social 204-205 210 275-280
300 302 305 Egocentrismo 46 142 256-257 272- Fumar 219-220 296 Juventudes Obreras Cristianas 127
Concubinato 82 106 108 273 294 316-317 333
Conferencias episcopales 65 Egoísmo 272-274 Generosidad 56 Kairos 14 23 140 291
Confesión de devoción 316 322 Enemistad 73 Gide, A. 233 Kerygma 21
general 323-325 Enfermedades venéreas 246 Gracia, ley de 41-44 319-320 Khrushev, N. 210
individual 28 Enfermos, confesiones de 221-223 Guerra, características 209-212 Kolbe, padre 212
integridad de la 113-116 340-343

354 355
Índice alfabético índice alfabético

Legalismo 40 44 47 57 63 161 165 Mortificación 180 función de las 306 310 en el apostolado 135
176 Motivaciones 68-69 93 139 147-148 imposición de las 75-77 244 internacional 205-206
Lehmkuhl, A. 48 154 170 242 245 Periodismo 206 personal 92-93 156
Le penthos 301 Movimiento de los cursillos 160 Petting 98 118 237-239 social 195 202-203 217 274-275 293
Lewiss, C.S. 178 Pildora, la 266-270 * 298
Ley natural 62-63 Necking 98 237-239 Pío x 158 Restitución 279-280
Libertad 55 142 195 321 Newman, J.H. 60 Pío xi 258-261 Restricción mental 288-289
del país 210 Niños, confesiones de los 327-331 Pío xn 115 232 258 268-269 Ritmos naturales 267
falta de 82 Noldin, H. 341 Planeamiento pastoral 65
moral 149 165-167 181-182 Noviazgo 100-103 242-243 Pluralismo 299 Sacerdote penitente 64
Limosna 187 Políticos 206 confesión del 322 337-339
Liturgia 14 19-20 35 41 46 67 69 Obediencia 200 Poluciones nocturnas 235-236 Sacramentalismo 17
172-173 176 311-312 ciega 92 196 Pontificóle Romanum 32 293 Salud 216-220
Lów, padre 21 Objetores de conciencia 210-212 Pragmatismo 62 Salud del cuerpo 270
Lumen Gentium 152 159 161 206- Obras serviles 179-180 Praxis Confessarii 16 22 24 26 58 Sarx 294
207 Ocasión de pecado 89s 155 169-170 266 349 Satisfacción de sí mismo 52
el empleo como 103-104 Preguntas 125 128-132 Segregación 203-204
Madres solteras 193 próxima 89 Preservativo 117-118 261 Semen, pérdida de 257-262
Madurez 65 92-93 141 197 321 relatividad de la 89 Presión social 80 Seminaristas, castidad 332-334
falta de 230-238 240-241 333 voluntaria 90 Probabiliorismo 59 confesiones de 331-334
Maledicencia 287 Occasionarii 81 Procusto 56-57 Sexualidad 132 213-216 225s 257
Masturbación 40 116 117 162-163 Odio 73-74 274 Promesa del penitente 105-106 extramarital 241-242
164 229 237 333-334 Onanismo 261-262 Promiscuidad 62 101 240 jugar con la 229 233
Mater et Magistra 275 Opiniones 297 Prostitución 119 premarital 102-103 241-243
Matrimonio 226-227 234 241-243 245 véase opinión pública Psicología 39 44 65 72 118-119 128 Sinceridad 283
247 Opinión pública 131 134 206 210- 165-166 217 Sindicatos 273
inválido 107-111 211 254 Psicosomático 217 • Sociología 39 65 132
mixto inválido 111-112 314 Oración 71 72 75 143 Psicoterapia 40-41 Sodomía 125 165
pecados en el 247-266 como penitencia 307-309 Solidaridad 17 30-37 61 141 186 296-
santidad del 226 240 243 Organizaciones masónicas 96 Recidivi 81 300 303
Mediocridad, sacerdote y religioso Orgasmo 228 Reconciliación, personal y comuni- Soloviev, W. 116
193 Ottaviani, cardenal 176 taria 32-33 Sospechas 191
Medios terapéuticos y salud del Relaciones interpersonales 195s Stalin, J. 289
cuerpo 270 Pablo vi 172 264-266 270 295 cívicas 202-205 Stern, K. 213
Meditación, necesidad de 143 Pacem in Terris 275 familiares 195-202 Sueño 220
Mentira 283-287 Paciencia 58 65 82 167 204 Relación sexual 118 240-244 249-252 Sufrimiento 161 221-22
contra la unidad de la Iglesia 283- Parcialidad 203-204 Religiosa penitente 64 Suicidio 211
284 Paternidad 247-248 250-254 Religioso, confesión del 323 337-339 Superstición 183
de los niños 286-287 responsable 252-255 Renovación 172-173 306s Synteresis 137 140
por flaqueza humana 285-286 Patriotismo 203 litúrgica 31 ls
Misa dominical 83 173-179 Paz 274 Respeto 200-202 Tanquerey, A. 341
Moralismo 39 43 58-59 61 150-151 Pecado interno 129-130 Responsabilidad 55 142 241 251 253 Televisión 142 197-198
165-166 Penitencia 29-30 319-320 274 Testimonio de fe 94 204
Moral nueva 63 Penitencias 75s educación de la 195-196 199-200 Tomás, santo 151 280

356 357
índice alfabético

Tomás de Kempis 221 Ventas de segunda mano 277


Tomistas 138 «Verse, el» 97-99
Trento, concilio de 29 71 117 166 Víctor, H. de S. 49
318-319 Vida familiar 157-160 202
Vigilancia 56 141 143 253
Utilitarismo 62 Virginidad 336
véase castidad, celibato
Valores 93 196-200 Vocación 198-199 334-337
jerarquía de 92 Voto 203-274
sentido de los 196-198
Vaticano n, concilio 22 172 206-207 Weizsacker, V. 270
247 254-255 258 260-261 300

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