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- Rodríguez Reyes Andrés. “El tratamiento simbólico del espacio en el


Espiritismo Cruzado”. En
http://www.sociedadespiritistacubana.com/Espiritismo_Cruzado.mth . 7 -13 - 2005.
EL TRATAMIENTO DEL ESPACIO EN LA PRÁCTICA DEL ESPIRITISMO.

I.- INTRODUCCIÓN.

La ciudad de Matanzas, conocida como “tierra de santeros”, se caracteriza por ser una de las ciudades de mayor
y más variada presencia de los productos transculturales y sincréticos de las prácticas mágico-religiosas
introducidas por los esclavos africanos en Cuba. Ellas son la Regla de Ocha o Santería Cubana, la Regla Iyessá,
la Regla Arará, la Regla Palo Monte y la Sociedad Secreta Abakuá. Entre las personas que las practican está
ampliamente difundida una variante popular del Espiritismo, el cual tiene como fuentes al llamado Espiritismo de
Mesa o Científico, a la Religiosidad Popular Española y a las expresiones religiosas de origen africano,
fundamentalmente la Regla de Ocha o Santería Cubana y la Regla Palo Monte.

Debido a fenómenos de mutua influencia e interpenetración, esta variante popular del Espiritismo ha ido
asimilando elementos del culto a los muertos y a los antepasados, propio de las expresiones religiosas de origen
africano en Cuba. Ellos son, entre otros, la presencia de una determinada ritualidad, mayor dinamismo en la
ejecución de sus actividades, el uso de vehículos plásticos y músico-danzarios, y un connotado simbolismo en el
uso del espacio. A esta última problemática estará dirigido el presente trabajo.

II.- DESARROLLO.

El Espiritismo Científico o de Mesa fue introducido en Cuba desde los Estados Unidos en la 2da mitad del siglo
XIX. En la ciudad de Matanzas, hasta los años 60 del siglo pasado, se podían encontrar numerosos
centros de práctica espírita, la cual se caracterizaba por:
- Presencia de un sencillo ritual.
- Posibilidad de comunicación con los espíritus directamente o a través de los mediums.
- Trabajo con espíritus”elevados” (sacerdotes, monjas, médicos, poetas, próceres, indios, etc.)
- Misa abierta para dar luz a los espíritus “atrasados”.
- Carácter hipodinámico de las misas.
- Uso de vasos de agua, flores y perfume.
- Lectura de poesías, rezos, plegarias y cantos de elevadas transmisiones espirituales.

Los que asistían sus sesiones eran, fundamentalmente, representantes de la pequeña burguesía, médicos,
maestros, abogados, personas cuyo nivel cultural les permitía asimilar y llevar a la práctica las “elevadas”
doctrinas filosóficas y éticas que profesaba en Cuba el Espiritismo de Mesa o Científico. Este tiene tendencias a
las ideas y los sentimientos elevados, al perfeccionamiento moral y espiritual. Se identifica con el Catolicismo y
con las ideas acerca del cielo, el purgatorio, el paraíso, el infierno, y la inmortalidad del alma.

Al ir penetrando la práctica espírita entre las amplias masas populares, fue asimilando elementos tanto de la
religiosidad popular, introducida por inmigrantes españoles pobres, como de las prácticas rituales del culto a las
deidades y antepasados que trajeron consigo los esclavos africanos, y las que han sido transmitidas de
generación en generación, en todo un largo y contradictorio proceso de transculturación y de sincretismo,
independientemente del color de su piel y extracción social. Es necesario subrayar, que los practicantes de la
Religiosidad Popular Cubana han ampliado su concepción mágico-religiosa, a través de las generaciones, al
establecer los correspondientes lazos funcionales entre las diferentes expresiones religiosas de origen africano y
el Espiritismo. Ellos, de manera general, consideran que mientras más y variados elementos dominen, más
apoyo, poder y protección obtendrán de los seres y fuerzas sobrenaturales a los que rinden culto.. Un mismo
practicante puede ser espiritista, a la vez estar iniciado en las reglas de Ocha, Arará o Palo Monte, y pertenecer
además a la Sociedad Secreta Abakuá.

Por eso la práctica del Espiritismo dentro de las masas populares ha ido asimilando elementos del culto a las
deidades y a los antepasados de los diferentes sistemas mágico-religiosos de origen africano en Cuba. Esto lo
ha posibilitado también el hecho de que los procesos mediúmnicos y de evocación de espíritus, a pesar de su
diverso tratamiento, son inherentes no sólo al Espiritismo, sino también a las prácticas rituales mencionadas.
Esto favorece su mutua influencia e interpenetración. Incluso, las prácticas del Espiritismo y del Palo Monte
han enriquecido, entre los iniciados de la Regla de Ocha y la Regla Arará, la adoración de los antepasados,
pues a través los caminos del Espiritismo y el Palo, los muertos pueden "bajar y laborar” en beneficio de sus
hermanos que “animan materia”.

Antes de continuar debemos aclarar la posición del Espiritismo Científico con relación al culto a los muertos y
a los antepasados de origen africano Al respecto expresa Diolindo Amorín:
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“... El mediumnismo forma parte del Espiritismo, pero se impone aclarar que mediumnismo no es
Espiritismo; que existe mediumnismo en los cultos africanos es una cosa que no se discute y que en tal
base, puede presentarse la tesis de que aún cuando tengan por base la inmortalidad del alma y realicen
mediumnismo, las prácticas del Africanismo, a pesar de ser espiritualistas, no constituyen modalidades
del Espiritismo. ... El Africanismo tiene ritual organizado, de acuerdo a sus seculares tradiciones fundado
en la creencia en divinidades peculiares a su culto y, en lo que toca al Espiritismo, no adopta ni tiene
ritual de ninguna especie, no tiene forma de culto ni adora divinidades. Es una doctrina científica,
propensa al método experimental, de meditaciones filosóficas muy elevadas, toda vez que trata del
destino del alma humana, preparando al hombre para la práctica del Bien, única senda que conduce a
Dios” (1)

La invocación y evocación de espíritus tiene lugar en las llamadas misas o sesiones espiritistas, las cuales tienen
como objetivo fundamental la invocación y evocación de espíritus con el objeto de lograr su ayuda y protección
en los problemas de la vida cotidiana y trascendental. Además, en las misas, se trata de “dar luz” a aquellos
hermanos desencarnados que la necesitan, o sea, a los espíritus que posean alguna forma de atraso espiritual.
Ellas pueden clasificarse como misas de caridad, de recogimiento, para familiares, de investigación espiritual, de
carácter festivo, etc. Las misas se realizan con el concurso de los mediums, los cuales son personas que,
además de ser capaces de comunicarse con los espíritus, poseen ciertas facultades, tales como la clarividencia
(visual y auditiva), intuición, presentimientos, etc.

Los mediums pueden trabajar con diferentes comisiones de espíritus, entre ellas, la árabe, la india, la africana, la
gitana, la marina, la médica, etc., pero en la variante popular del Espiritismo. De estas comisiones se ha
consolidado la comisión africana, presidida por los espíritus congos. Estos últimos han introducido su rica
ritualidad, en la práctica espírita, Ella es evidente en la invocación y evocación de los espíritus, en la posibilidad
de su manipulación mágico-religiosa y en la propiciación de la atmósfera espiritual necesaria con la ayuda de
“limpiezas y despojos”. Estos espíritus son tan vitales que necesitan de ofrendas (comidas, bebidas, flores, etc.)
y hasta de sacrificios de animales (palomas, pollos y gallos) para propiciar su existencia y poderes
sobrenaturales. En sus manifestaciones, a través de los mediums, ellos fuman, ingieren bebidas alcohólicas, y
realizan diversas acciones mágico-religiosas. Estos espíritus se presentan en las misas “con la corriente” de las
deidades de Palo Monte que adoraban en vida, con la acción de Lucero (Elegguá), Zarabanda (Oggún), Siete
Rayos (Changó), Madre Agua (Yemayá), Mama Chola (Oshún) y otros. Además, por emplear vehículos músico-
danzarios para crear la atmósfera adecuada y como factor desencadenante de los estados de posesión, ellos le
han concedido un carácter hiperactivo a las misas. De ahí que hayan surgido misas espirituales de carácter
festivo, en las que se logra la manifestación de los espíritus, no con la ayuda de elevados rezos, plegarias y
transmisiones espirituales, sino por medio de cantos y bailes donde se entremezclan las más ricas tradiciones
músico-danzarias paleras (“hala congo”) y de la Rumba Cubana. Esas variantes festivas son: el Tambor, el
Cajón, y la Rumba al Muerto. En ellas la utilización del espacio es mucho más activa que en el Espiritismo
Científico o de Mesa.

El practicante del Espiritismo Popular, como los practicantes de los sistemas religiosos de origen africano, está
inmerso en un ininterrumpido diálogo trascendental con los seres y fuerzas sobrenaturales que adora, con el
objetivo de hallar ayuda y protección. Esto los arrastra a una realidad especial de existencia, a un mundo de lo
fabuloso, donde el agua, las plantas, el aroma de ciertos alimentos, la palabra, y los más disímiles objetos,
acciones y fenómenos que lo rodean, resultan ser las representaciones, los contenedores, de las fuerzas que
pretende desencadenar, y cuyos sentidos y supuestas propiedades trata de manipular, para así propiciar su
protección y ayuda. Con relación a esa "especial" realidad expresa J.J.Figarola:
"...la realidad tenida convencionalmente como normal coincide con la realidad que hemos denominado
aspirada y esta coincidencia conduce, a su vez, a que la realidad factual, habitual, resulte sustituida por
una realidad representada, dentro de la cual nada de lo que se ve, se toque o se guste, tiene propiedad
alguna en su específica materialidad, sino sola y simplemente en lo que constituye como
representación. Claro que no es una representación caótica o caprichosa, sino también ajustada a un
código preestablecido, frecuentemente críptico y altamente complejo de descifrar." (2)

Y en esa realidad especial o aspirada:


"…Un vaso de agua no es un vaso, una vela no es una vela, un chivo degollado no es un chivo
degollado, un árbol no es un árbol, el suelo no es el suelo, el viento no es el viento, la vida no es la
vida, la muerte no es la muerte. Son expresiones de un mundo subjetivo único y totalizador que no es
igual para todos los sistemas mágico religiosos." (3)

De esta manera, también el espacio físico donde transcurren las actividades mágico religiosas propias del
Espiritismo Popular tampoco es el mismo espacio objetivo donde transcurre la actividad natural y social del
hombre, y con el cual establece ciertas relaciones. Este sufre una reinterpretación simbólica a través del prisma
de las ideas y representaciones mágico religiosas de la creencia en cuestión. Resulta ser el mismo espacio,
pero a la vez no lo es. Como resultado de un cambio de representaciones, propiciadas por la acción de
determinados rituales, se ha ido desprendiendo de su universo cotidiano, ha adquirido determinadas
características, cierta atmósfera especial, que lo han transformado, y lo hacen diferente. Para los espiritistas,
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ese espacio está situado, fundamentalmente, frente a la mesa altar. Ese espacio “especial”, según Yalexis
Castañeda Maché, resulta ser:
"¨…el lugar propicio para hacer trascender sus ideas, "sentir" en su cuerpo las fuerzas o corrientes
espirituales o "pasar un muerto", al decir de los entrevistados. Allí todo lo que sucede se interpreta
como expresión de una "realidad" que en el curso de la actividad se va legitimando frente a los
presentes y que sólo encuentra pertenencia a través de la práctica misma. A esto le denominamos
espacio real-simbólico, en el cual el practicante recrea su propio imaginario de la creencia dotándolo de
sentido, virtudes y poderes sagrados, los que se hacen explícitos en la práctica según la dimensión
social y subjetiva de la necesidad que presentan." (4)

En general, esta expresión religiosa no posee centros o locales especializados para sus misas o sesiones. El
espiritista utiliza una habitación de su propia casa para colocar su mesa-altar, la cual resulta ser el centro de
fuerzas ante el cual se desarrollan las actividades espiritistas fundamentales. Esta es una mesa cubierta por un
paño o tela blanca sobre el cual se disponen una serie de objetos que representan o simbolizan las fuerzas
espirituales a las que se rinde culto, y los cuales resultan necesarios para los procesos de invocación y
evocación de espíritus. La preside un crucifijo y una copa de cristal con agua, dedicados al Santísimo. Esta
entidad espiritual resulta ser la superior fuerza espiritual adorada, dador de luz y paz espiritual, de fe, esperanza
y caridad, tan necesarios para los espíritus encarnados o desencarnados, que según la creencia espírita,
habitan la Tierra.. Se disponen también 6 ó más vasos de agua, dedicados a los espíritus guías, protectores y
familiares de la persona a la que pertenece la mesa altar. En ella se colocan barajas, búcaros con flores y una
vela. También pueden estar presentes imágenes de santos, muñecas y muñecos “cargados”, los cuales
representan a determinados espíritus protectores

Si el practicante del Espiritismo está iniciado en la Regla de Ocha, en la Regla Arará, e incluso en la Regla Palo
Monte, entonces en la misma habitación puede estar situada la mesa altar espiritista junto a objetos y atributos
sagrados, propios de estas diferentes expresiones religiosas de origen africano. De esta manera, la mesa altar
puede estar colocada a un lado del llamado canastillero de la Regla de Ocha, mueble donde se encuentran las
llamadas soperas, recipientes que contienen los atributos de sus deidades. Sus objetos sagrados pueden
compartir el espacio de la misma habitación, pero sus prácticas rituales, por tradición establecida, no se
entremezclan. Se excluyen entre sí. Este hecho conlleva a que habrá un mismo espacio físico que será
compartido por la práctica de las diversas expresiones religiosas en las que está iniciado el creyente. Pero
mediante determinados rituales, cada una de las diferentes expresiones religiosas nombradas asimilará,
transformará, el espacio físicamente compartido, y lo convertirá en su propio espacio real simbólico durante el
transcurso del ritual. En las misas este espacio es establecido, a su inicio, con la lectura del rezo espiritista “Al
empezar la reunión”, y por la invocación y evocación de los espíritus mediante diferentes rezos y cantos
espirituales. El rezo “Al fin de la reunión”, que señala la conclusión de la sesión espiritista, reestablece el
“carácter normal” del espacio utilizado. Se debe tener en cuenta que en ocasiones las fronteras entre los
espacios propios de las diferentes expresiones religiosas se desdibujan un poco. Tal es el caso de la
manifestación de los llamados “santos muerteros” en las misas. Son deidades de la Regla de Ocha, pero con
“camino” espiritual. Ellos son La Caridad del Cobre (Oshún), La Virgen de Regla (Yemayá) y San Lázaro (Babalú
Ayé)

La mesa altar preside el círculo en que se disponen los asientos que ocupan los participantes de la misa. En su
extremo izquierdo y en el derecho se sientan los mediums cabeceras que dirigirán la actividad. Los demás
participantes completarán el círculo. Esta figura geométrica representa de manera simbólica el espacio finito por
el cual pueden circular las fuerzas o corrientes espirituales de una manera más eficiente, y que serán
canalizadas con la ayuda de los elementos sagrados que componen la mesa altar, presidida por la cruz y la
copa del Santísimo, y simbólicamente iluminada por la llama de la vela. En el caso de una “investigación”,
“desarrollo”, o “coronación” espiritual, la persona en cuestión se sentará en medio de ese círculo de frente hacia
la mesa altar, con el objetivo de que hacia ella confluyan las “fuerzas o corrientes” espirituales necesarias para
alcanzar el objetivo propuesto. La concepción del círculo también es utilizada en los bailes que tienen lugar en
las misas de carácter festivo que se realizan en algunas casas-templos de la Regla de Ocha en la Ciudad de
Matanzas. Es también para favorecer la adecuada transmisión de las corrientes espirituales entre los
participantes, lo que a su vez propicia los estados de posesión de los espíritus invocados. Debemos recordar
que el baile en círculo frente a los tambores rituales en las fiestas dedicadas a los orishas es parte de la
tradición ritual de la Regla de Ocha, realizado con el propósito de concentrar las fuerzas que desencadenan los
estados de posesión de los orishas entre sus participantes.

A los muertos, llamados eggun en la Regla de Ocha, en esta expresión religiosa de origen yoruba se les rinde
culto en el “Rincón de Eggun o del Muerto”. Este rincón debe estar situado en el patio del iniciado. Allí se les
dedica a los eggun diferentes ofrendas de flores, comida, bebida o sangre de los sacrificios de animales
(paloma, pollo o gallo), y se realizan hasta sacrificios de animales, para lograr su propiciación en el culto a los
orishas o santos. Es tradición, para los santeros, realizar misas en la Iglesia, o misas espirituales, ante cualquier
ceremonia importante de la Regla de Ocha, tales como comidas a los santos, cumpleaños, iniciaciones, etc. Los
muertos son los primeros en ser atendidos en la realización de las diversas ceremonias rituales de la Regla de
Ocha. Es tan importante su culto que, entre los santeros, está ampliamente difundida la frase: “”Ikú lobi Ocha”
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(“El Muerto pare al Santo” o “Primero el Muerto y después el Santo”.). Al hablar sobre los eggun expresó la
difunta santera Noemí González:
“Eggun y espíritu son el mismo muerto, pero espíritus son aquellos que están más cercanos a Olofin, y
se les pone vasos de agua en alto, y se les hace misas espirituales o en la iglesia. Ellos pueden hablar
por la boca de los espiritistas que son los mediums.

Los eggun están apegados a la tierra, a las obras de la santería, por eso se les pone, en un rincón, un
poco de todo lo que comemos los vivos, y además, café, aguardiente y tabaco. Ellos hablan, pero por
los cocos y los caracoles. Sin contar con ellos no se puede hacer ninguna obra en la santería. Un
muerto se puede manifestar o como eggun o como espíritu, depende de cómo venga trabajando...” (5)

El Rincón de Eggun es un sitio especial que ha traspasado los límites del sistema religioso que lo originó, pues
los muertos, sin tener que venir necesariamente por el camino de la Regla de Ocha, pueden recibir en él una
atención “más material”. Además, allí se realizan determinadas acciones rituales que pueden propiciar el curso
de las actividades espiritistas.

En el caso de que el creyente esté iniciado en las prácticas de Palo Monte, su nganga, cazuela o prenda debe
estar situada en otra habitación o sitio de la vivienda. Su carácter “material” puede interferir en el buen
funcionamiento del campo espiritual, debido a que este último es considerado “más puro” por los practicantes.
Debemos recordar que la nganga resulta ser el recipiente – contenedor de los objetos y sustancias que
representan o simbolizan las fuerzas o poderes mágico religiosos adorados en Palo Monte. Contiene, entre
otros elementos, a distintos palos del monte, partes de ciertos animales, tierra o polvo de diferentes lugares, y
hasta restos óseos humanos, pues el muerto resulta ser el catalizador, el que canaliza las fuerzas mágicas
representadas en la nganga. Ella también ocupa un lugar significativo dentro del espacio real simbólico de la
vivienda del practicante del Espiritismo. En las misas espirituales se pueden presentar también estos nfumbes o
“espíritus de cazuela”, que pueden ser los muertos de las ngangas, pertenecientes a alguno de los
participantes de la misa. Los nfumbes pueden presentarse también como “espíritus enviados” por un enemigo
para perturbar la casa, o a una de las personas que participa en la misa. Con relación a ellos se realizan
diversas acciones con carácter exorcista para alejarlo de las personas obsesadas por él, o expulsarlo de la
casa donde se realiza la misa.

Si el espiritista posee una nganga o cazuela, su poder estará latente durante las misas espirituales. Se puede
invocar la capacidad de exorcismo en el caso que sea necesario expulsar de la sesión, y de la casa, a algún
espíritu muy “endurecido” o “de cazuela”, espíritu con el que no hayan sido suficientes los comunes
procedimientos de “darle luz” (convencimiento, imposición de crucifijo, etc.) El poder de la nganga se invoca y se
canaliza con la ayuda de ciertos procedimientos mágicos en los que se trazan las llamadas firmas de Palo
Monte. Estas resultan ser unos signos gráficos de carácter pictográfico donde se combinan elementos
figurativos (sol, luna, estrellas, calaveras, etc.) y geométricos (líneas, círculos, cruces, etc.

Otro lugar altamente significativo en el espacio real simbólico utilizado por el espiritista lo es la puerta de su
propia casa. Ella por ser el sitio que establece el límite entre la seguridad del hogar y la posibilidad de lo
imprevisto, del azar y del peligro de afuera, ha sido objeto de creencias y de ritos especiales que le conceden un
carácter sagrado a lo largo de la historia de la Humanidad, en el seno de numerosos pueblos. Se le da mucha
importancia a su capacidad de detener las malas influencias y dejar pasar las buenas. A pesar del carácter
intangible de los espíritus, de su capacidad para atravesar los objetos sólidos, como paredes y muros, ellos sólo
pueden entrar a las casas a través de sus puertas, las que poseen un valor simbólico plenamente reconocido en
la dimensión espiritual.

En el Espiritismo Popular, por influencia de la Regla de Ocha y de Palo Monte, “se le da de comer” a la puerta,
con el objetivo de fortalecerla. Se utilizan, entre otros elementos, harina de maíz, cacao, cascarilla, maíz
tostado, pescado y jutía ahumados, miel, y hasta sangre de pollitos sacrificados al efecto. Durante las misas se
coloca detrás de la puerta de la calle, con una vela encendida, a Elegguá (Regla de Ocha) o a Lucero (Regla
Palo Monte) Estas son deidades que representan el azar, lo imprevisto, “abren y cierran” todos los caminos”.
Ellos desempeñan allí su función de guardieros, para no dejar pasar las “malas influencias. En este sentido,
también se colocan diferentes objetos que tienen la virtud de detener y alejar esas ”malas influencias”, se
colocan ramas de ciertos árboles o manojos de ciertas hierbas, cadenas, machetes, clavos de línea
preparados”. Incluso, se trazan firmas de Palo Monte en la parte interior de la puerta, lo que estaría
representando el poder de guardiero y protector de una nganga.

En las misas, además del espacio real simbólico, que se puede segmentar, que posee lugares y objetos que lo
delimitan, y con el que se establecen especiales relaciones, también se puede hablar de un espacio referencial
al que aluden los seres sobrenaturales que en ella se manifiestan. Es un espacio que es objeto de referencias
por formar parte de sus individuales historias o posibles escenarios de acción, pero que también puede ser el
posible sitio o entorno donde tendrá lugar uno de los “trabajos” ( acciones mágico religiosas) propuestas por los
mediums o los espíritus que se han presentado en la misa. Ellos pueden indicar, por ejemplo, que para
propiciar la ayuda y protección de Oshún, deidad que simboliza la sensualidad y alegría femeninas en la Regla
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de Ocha, la persona debe dedicarle a ésta 5 panetelas con miel de abejas, a los 5 días llevarlas al río y
plantearle allí su petición.

III.- CONCLUSIONES.

En las sesiones de la variante popular del Espiritismo observadas en nuestra ciudad se hace evidente que el
practicante establece en ellas todo un diálogo trascendental con las entidades espirituales que invoca con el
objetivo de lograr su ayuda y protección. Este diálogo resulta ser un especial proceso de comunicación, pues
hace interactuar interlocutores que provienen de diferentes planos de existencia, real y sobrenatural. Por medio
de rituales de palabra y acción se logra crear la justa dimensión que permite confluir hombres y espíritus en el
plano físico, en el espacio donde tiene lugar la sesión espiritista. Pero toda la casa entra a formar parte de ese
espacio real simbólico establecido por el ritual, desde la habitación donde tiene lugar la sesión espiritual, el
llamado “Rincón del Muerto”, y la puerta de la calle, hasta los simples rincones de las habitaciones. Estos
últimos son los sitios preferidos, como escondrijos, por los “espíritus oscuros”, los cuales deben ser expulsados
de allí, y de la casa, por medio de “limpiezas y despojos”.

La funcionalidad de ese espacio transformado por el ritual está condicionada por una convención establecida
por la tradición, la que garantiza la integridad del mismo, y evita, o limita, las interferencias de fuerzas o
entidades sobrenaturales pertenecientes a otros sistemas rituales. Si no hay transformación del espacio no hay
un adecuado curso de la actividad espiritista, y no habrá entonces un favorable diálogo con los espíritus
invocados. La sesión espiritista estaría a merced de la improvisación, y también de la posibilidad de atraer a
entidades espirituales desfavorables o maléficas, que vendrían a perturbar el curso de la misma, lo cual se trata
de evitar a toda costa. En ello consiste la importancia del adecuado tratamiento del espacio en el Espiritismo.

REFERENCIAS.

1. - Amorín Diolindo. Africanismo y Espiritismo. Buenos Aires. Ed. Constancia. . 1958. p.19.
2. - Figarola, J.J. Sistemas mágico religiosos cubanos: principios rectores. Ciudad de la Habana. Ed. Unión.
2001. pp. 177 – 178.
3. - Obra citada. p. 178.
4. - Castañeda Maché, Y. Lo simbólico en el ritual del Espiritismo Cruzado. En Religión, Cultura y Espiritualidad.
La Habana. Ed. Caminos. 2000. p. 328.
5. - Rodríguez Reyes, A. La muerte, los muertos y los santeros. Del Caribe (Santiago de Cuba)(22): p.19 – 20.
1994.

BIBLIOGRAFÍA.
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- Árbol del Mundo. Diccionario de imágenes, símbolos y términos mitológicos. La Habana. Casa de las
Américas. 215 p.
- Argüelles Mederos, Aníbal e Ileana Hodge Limonta. Los llamados cultos sincréticos y el Espiritismo. La
Habana. Ed. Academia. 1991. 278 p.
- Figarola, Joel James. Sobre muertos y dioses. Santiago de Cuba. Ed. Caserón. 1998. 86 p.
- Hall, Edward T. Madrid. Alianza Editorial, S.A. 1989. 232 p.
- Kardec, Allan. El Libro de los Mediums. Barcelona. Edicomunicación, S.A. 1991. 452 p.
- León, Argelier. De paleros y firmas se trata. Del Caribe (Santiago de Cuba)(1); p 70 – 106. 1985.
- Martiatu, Inés H. El rito como representación. Ed. Unión. Ciudad de la Habana. 2000. 215 p.
- Millet, José. El Espiritismo. Variantes Cubanas. Santiago de Cuba. Ed. Oriente. 1996. 68 p.
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