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LEY DE SIGNOS DE MULTIPLICACION Y DIVISIÓN

La multiplicación y división de enteros se realiza de izquierda a derecha, igual que


las mismas operaciones con números naturales, pero en dos fases: por un lado
calculamos el resultado de operar los signos (+ o -, según los números sean
positivos o negativos), y por otro lado calcularemos el resultado de operar
las cantidades (ya sin su signo).
Por ejemplo, para operar (-7)·(-4), multiplicaremos - · - por un lado, y 7 por 4 por
otro.
La operación de "multiplicar signos" se rige de nuevo por la regla de los signos, que
ya conoces.
Así, 7 por 4 da 28, y "menos" por "menos" da "más", de manera que el resultado es
+28 (si el número es positivo escribiremos simplemente 28).
Esto sirve también para el caso de la división y la regla de los signos es igualmente
válida.

Regla de los signos para la


multiplicación

 + · + = + ("más por
más da más")
 + · - = - ("más por
menos da menos")
 - · + = - ("menos por
más da menos")
 - · - = - ("menos por
menos da más")

Regla de los signos para la


división

 + : + = + ("más entre
más da más")
 + : - = - ("más entre
menos da menos")
 - : + = - ("menos entre
más da menos")
 - : - = - ("menos entre
menos da más")

HECHOS DE VIOLENCIA DURANTE EL CONFLICTO EN GUATEMALA, REPRESIÓN, MASACRE,


RECLUTAMIENTO MILITAR FORZADO EJECUCIÓN.
Las masacres en Guatemala se refieren a eventos bélicos contra pobladores civiles, las cuales han
sido perpetradas durante varios períodos de la historia de Guatemala. Estos hechos acontecieron
durante la conquista y colonia españolas, durante el régimen conservador de los 30 años de Rafael
Carrera, durante los gobiernos liberales entre 1871 y 1944, y más recientemente durante la
agudización de la Guerra Civil de Guatemala entre 1978 y 1983.
Sobre una pequeña colonia, donde la sequía ha desvanecido el olor del maíz o del frijol, Juan
Chen Chen observa como un grupo de mujeres achí de la colonia Pacux, Rabinal, Baja Verapaz,
realiza una ceremonia en el monumento a las víctimas de la masacre de Río Negro, donde en
1982 el Ejército mató a 177 indígenas.
Los nombres de las víctimas, separados por sexo, están escritos en los cuatro laterales del
pequeño obelisco, rodeado de velas y flores de colores. Juan echa la mirada atrás y recuerda que
él también perdió a alguien durante aquellos años. Como todos en el pueblo.
Niño fue desaparecido
Chen recuerda a su sobrino Emilio Osorio cuando tenía 9 años, edad en la que fue desaparecido.
Otros 19 familiares, entre hermanos, tíos y compadres, perdieron la vida en varias masacres. Años
después no encuentra sosiego, la justicia para él no existe.
“Mientras jefes militares, comisionados y patrulleros
andan libres, nuestros familiares están muertos”,
manifiesta Chen.

“El Gobierno no ha resarcido la sangre de los


muertos”, clama con una angustia que le da valor
para señalar a algunos de los culpables como el
exdictador Efraín Ríos Montt (1982-1983) o el exjefe
del Estado Mayor General del Ejército Manuel
Benedicto Lucas García, hombres a los que no duda
en llamar “Herodes” por su falta de piedad y
atrocidades.
Les quitaron todo
Les quitaron a sus familias y su propia vida. “Lástima
la vida de nosotros aquí ahora”, exclama Bernardo
Chen, un hombre de 58 años que fue llevado por
militares, junto a otras siete personas, a la zona
militar 21, en Cobán, Alta Verapaz.
“Allí los maltrataron como si fueran animales. Nos
encerraron cinco días sin comer y sin beber”, refiere.
Años después el dolor sigue en su interior. Pide
justicia para las víctimas y cumplir con las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH), que obligan al Estado a reconocer su responsabilidad y construir infraestructura
y servicios públicos. La resolución es del 2012, pero sigue postergada. Ni salud, ni agua, ni casa, ni
educación.
Dolor de corazón
“Somos gente abandonada”, dice Teodora, de 80 años, una de las ancianas del pueblo. Ella
sobrevivió a cuatro masacres, Río Negro, Aguas Frías, Xococ y Los Encuentros, en la guerra
interna perdió a su esposo, seis hijos y 15 nueras y yernos, además de varios nietos.
“Es difícil llevar la cuenta aún cuando se trata de los tuyos”, refiere mientras observa el contorno.
Sentada sobre un mueble de madera desde el que observa el camino polvoriento que conduce a
su casa, pequeña y de madera. La anciana, a la que le duele “el corazón de tanto llorar” por los
suyos, vive con su hijo Juan y su familia.
En idioma achí, antes de que algunos jueces de la CIDH lleguen a visitarla, Teodora cuenta el
“milagro” de que aún esté viva, como también lo está Juan, otro anciano de 89 años al que le
mataron a la esposa y a sus hijos.
El hombre, con una dentadura que muestra el sufrimiento de toda una vida, narra como el dolor
aún está presente en ellos. “El hambre y la falta de agua nos mata lentamente”, dice.
En la zona no hay nada para producir y por eso piden la ayuda del Estado para salir de la miseria.
A unos 12 kilómetros, por un camino empinado, sinuoso y arenoso, está la aldea Plan de Sánchez.
Allí, el 18 de julio de 1982, efectivos del Ejército masacraron a 268 personas, después de haber
violando a algunas mujeres y torturado a otras. Algunos sobrevivieron escondidos en la montaña.
Los queman
A los que atraparon los metieron en varias fosas y les prendieron fuego. Sobre las fosas fue
consturida una iglesia católica cuyas paredes recuerdan a los hermanos “torturados y masacrados”
con el lema “Nunca más”. En el interior, una decena de personas reza por los suyos.
Plácido se acerca con un montón de papeles. Son las actas de defunción de su mujer y sus hijos,
muchos de ellos aún desaparecidos.Su segunda esposa, Margarita, que también perdió a su
primer cónyuge, recuerda que la iglesia de paredes amarillas y construida en 1995, está sobre un
camposanto.

e-grafia

https://www.prensalibre.com/ciudades/baja-verapaz/los-indigenas-las-victimas-sin-llanto-del-
conflicto-armado-de-guatemala/

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