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Considero que el juicio hecho por Inmanuel Kant hace más de 200 años nos sigue
interpelando porque aseguraba el filosofo de Konisgberg que la Trinidad es “algo
especulativamente incomprensible y moralmente irrelevante” 1, pues permítanme decirles
que durante mi proceso formativo en el seminario la referencia trinitaria quedó restringida
solamente a unas pocas experiencias, por ejemplo durante el año litúrgico, el domingo
después de Pentecostés se dedica en la liturgia un domingo explícitamente a la Trinidad, o
cuando iba a dar catequesis de confirmación uno de los temas obligatorios es hablar del
Trinidad, y de igual manera cuando estudie el II semestre de Teología vi el tratado de la
santísima Trinidad. Incluso recuerdo, que tuve que leer y exponer el libro “El Dios de
Jesucristo” de Walter Kasper. Luego, cuando me ordené presbítero tuve la oportunidad de
ser miembro del equipo de formadores de nuestro seminario diocesano, y ser director del
curso propedéutico, y parece que la historia se vuelve a repetir. Por ello, con el animo no
solo de responder a Kant sino de propiciar una espiritualidad que inspiración trinitaria tanto
en mí, como en quienes se están formando actualmente en los en los seminarios, quise
acudir a uno de los textos patrísticos más divulgados en la Iglesia latina como es el De
Trinitate, de manera que a partir de este texto patrístico se fomente una verdadera
primavera trinitaria para la Iglesia en general, pues solamente en la medida que pongamos
en conexión la teología trinitaria con la espiritualidad será posible glorificar a la Trinidad
“en espíritu y en verdad”2.
b) Limites de la investigación
1
Schulz, La cuestión del ser y la Trinidad, 168.
2
Juan 4,24.
2
trinitario aquí tratado encuentra su fuente de documentación en los contenidos de los 15
libros del De Trinitate, que viene leído en una óptica donde lo espiritual y doctrinal se
complementan.
3
Optatam Totius N°1.
4
Ibíd. N° 22.
5
“La formación inicial se realiza durante el tiempo precedente a la ordenación sacerdotal, comenzando con el
período propedéutico, que forma parte integrante de la misma. Por tanto, debe caracterizarse por contenidos
formativos que preparan al seminarista para la vida presbiteral. Este objetivo requiere un paciente y riguroso
trabajo sobre la persona, abierta a la acción del Espíritu Santo, con la finalidad de formar un corazón
sacerdotal” (Ratio N° 55).
6
“La formación permanente representa una necesidad imprescindible en la vida y en el ejercicio del
ministerio de cada presbítero; en efecto, la actitud interior del sacerdote debe caracterizarse por una
disponibilidad permanente a la voluntad de Dios, siguiendo el ejemplo de Cristo. Tal disponibilidad implica
una continua conversión del corazón, la capacidad de leer la vida y los acontecimientos a la luz de la fe y,
sobre todo, la caridad pastoral, para la entrega total de sí a la Iglesia según el designio de Dios” (Ibíd. N° 56).
7
Pastores Dabo Vobis. N° 42.
8
Ibíd. N° 45.
9
Ibíd. N° 24.
3
Entonces, es a partir de estas tres delimitaciones es como surge la pregunta que guió la
investigación, sobre ¿qué contribuciones ofrece el De Trinitate de san Agustín, para
favorecer una espiritualidad que haga posible relaciones de comunión entre los miembros
de casa de formación sacerdotal?. Y para responderla doy paso a la tercera parte de mi
intervención.
Efectivamente antes de llegar a una respuesta, se hizo una lectura integral del De Trinitate
de san Agustín, para buscar los aspectos más significativos de espiritualidad que subyacen
en toda la obra, ciertamente, los vestigios trinitarios son innumerables pero en líneas
generales los contenidos de espiritualidad trinitaria que aparecen en el Obispo de Hipona a
partir del De Trinitate, que presentes en el primer capítulo son: la Palabra de Dios que
viene creída por la Iglesia nos pone en relación con la Trinidad, la práctica inseparable
entre lex orandi lex crendendi, el humilde testimonio de la obra redentora de Cristoenviado
por el Padre y ungido por el Espíritu, el deseo insaciable del corazón humano de buscar la
imagen del verdadero Dios, la llamada permanente a la conversión moral tanto personal
como eclesial, el amor de Dios que ha venido a nuestro encuentro, y la belleza que
resplandece en el «sí» de la Virgen María como Madre que concibe al del Hijo del padre
por obra del Espíritu Santo. Son solamente algunos de los destellos trinitarios agustinianos
que cimentan la vida espiritual de la Iglesia de todos los tiempos. Es un capítulo que lee con
mucho agrado y provecho espiritual, cuya lectura les recomiendo hacer.
Pero dado que la formación espiritual es para los candidatos al sacerdocio ministerial, el
capítulo segundo, busca identificar los pilares que orientan actualmente cada uno de los
momentos formativos de la dimensión espiritual en la formación inicial de los seminaristas,
por ello siguiendo las directrices del Magisterio de la Iglesia, en particular la Pastores davo
vobis (1992) y última edición de la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis (2016), se
configura una categoría pata cada etapa de la siguiente manera: para el curso propedéutico
o introductorio, el discernimiento; en la etapa discipular o filosófica, el discipulado; en la
etapa configurativa o teológica, el servicio; y en el período de síntesis vocacional o
pastoral, la caridad pastoral.
De manera que, una vez descubierto en el De Trinitate una fuente de vida espiritual
trinitaria, y vista la necesidad de una cuidadosa formación espiritual inicial de los
candidatos al sacerdotal ministerial, se pretende explicitar una espiritualidad de los futuros
pastores de la Iglesia con matices trinitarios, al estilo de los Padres de la Iglesia, pues ellos
apreciaban la utilidad de la especulación, pero sabían que eso no bastaba y, en su esfuerzo
intelectual por comprender la propia fe, practicaban el amor pues “ningún bien es
perfectamente conocido si no es perfectamente amado”10. Entonces, así llegamos al tercer
capítulo donde se encuentran algunos aportes del De Trinitate que pueden servir de
fundamento a la espiritualidad de los miembros de la casa de formación
10
Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal. N° 39.
4
particular; es una antropología teológica integral, una estructura en la que diversos temas
doctrinales se hallan entretejidos en una explicación sobre cómo el actuar, el desear y el
pensar pueden participar en la acción de Dios”11. Así que la Trinidad al ser el punto de
partida de la realidad humana tanto individual como comunitaria, se convierte en el
referente no externo sino interno determinante de toda los procesos formativos del
seminario mayor, de manera que la espiritualidad sea como una emanación de la Trinidad,
una prolongación de la experiencia de Jesús con los doce, “donde se refleje de manera
paradigmática la belleza de la comunión trinitaria”12, porque al hacer una comprensión de
la persona humana a la luz de la revelación divina, es decir, trinitaria, es posible
comprender mejor, tanto la propia personalidad como la identidad especifica del sacerdocio
ministerial.
El tercer aporte está en la tensión doxológica, tal como expresa san Agustín en diferentes
momentos del escrito: “de Él, y por Él, y para Él son todas las cosas, a Él la gloria por los
siglos de los siglos. Amén”.15, es aquella “gloria por cuya posesión gozosa suspira el que se
afana por amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente”16. Así que
todas las actividades eclesiales deben moverse en la medida de sus posibilidades en buscar
la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, por tanto, los seminarios mayores no
puede ser la excepción, debe ser una comunidad capaz de contrarrestar la «mundanidad
espiritual»17 o el «clericalismo»18, y cualquier otra práctica idolátrica. La tarea es hacer del
11
Williams, De Trinitate, 1294.
12
Gaudete et Exsultate, N° 143.
13
Boff, La Trinidad, la Sociedad y la Liberación, 99.
14
Comisión Teológica Internacional. Dios Trinidad, unidad de los hombres. El monoteísmo cristiano contra
la violencia, N° 42.
15
Ibíd. 1.6.12.
16
Trin. 2.17.28.
17
“Los seminaristas serán acompañados para identificar y corregir la «mundanidad espiritual»: la obsesión
por la apariencia, una presuntuosa seguridad doctrinal o disciplinar, el narcisismo y el autoritarismo, la
pretensión de imponerse, el cultivo meramente exterior y ostentoso de la acción litúrgica, la vanagloria, el
individualismo, la incapacidad de escucha de los demás y todo tipo de carrerismo. Al contrario, sean educados
para la simplicidad, la sobriedad, el diálogo sereno, la autenticidad y, como discípulos a la escuela del
5
seminario una comunidad que esté en permanente proceso de conversión, de revisión de
vida, de implementar nuevos dinamismos de crecimiento humano y espiritual, donde la
liturgia sea un encuentro de los hijos del mismo Padre, que acogen la presencia del
Resucitado que les otorga su Espíritu, para que impulsados por su gracia vayan en salida,
en misión a compartir con los hermanos el amor divino.
Maestro, aprendan a vivir y a actuar desde la caridad pastoral que corresponde, al ser «siervos de Cristo y
administradores de los misterios de Dios » (1Cor 4,1)” (Ratio N° 42).
18
“El clericalismo es una permanente tentación de los sacerdotes, que interpretan «el ministerio recibido
como un poder que hay que ejercer más que como un servicio gratuito y generoso que ofrecer; y esto nos
lleva a creer que pertenecemos a un grupo que tiene todas las respuestas y no necesita ya escuchar ni aprender
nada»” (Chistus vivit N° 98).