Está en la página 1de 1

Una carta a mi agresor:

Tu motivo más ruin, tu apetito más bajo, tu pasión más vulgar fueron para ti leyes a las que había
que amoldar siempre las vidas de los demás y a las cuales, llegando el caso, había que sacrificarlas
sin escrúpulo. Sabiendo que con una escena podías siempre salirte con la tuya, era natural que
recurrieras, no dudo que casi inconscientemente a todos los excesos de violencia ruin. Al final no
sabías que meta corrías, ni con qué propósito. Habiendo entrado violentamente en mi genio, mi
voluntad y mi fortuna quisiste, con la ceguera de una codicia sin fondo, mi existencia entera. (Oscar
Wilde en Teleny)

No tenías derecho a decidir, con tanta libertad, si lastimarme, matarme o dejarme vivir.
De ser indiferente a mi sentimiento al estar a punto de arrebatar lo más preciado que tengo.
Porque mi vida no está en tus manos, mi vida es mía, pero fue tuya en un instante.

Odio temerte al verte, me siento tan pequeña e insegura


porque aunque reconozca mi fortaleza, sé que soy débil ante tus acciones
Acciones inconscientes que lastiman al otro y tu sólo logras ver entretenimiento en ello.

No tienes derecho de influir en mi presente, a pesar del daño sigo aquí, dándole valor a lo que
merece.
Haciendo visible lo que se invisibiliza.
Porque todo pasa tan rápido y el presente se vuelve pasado, se olvida, se deja de lado.
Pero eso no significa que el hecho y la marca desaparezcan.
El recuerdo se vitaliza en la fragilidad del momento, cuando la oportunidad de seguir en este mundo
parece desvanecerse en un instante.

El tiempo pasa esperando justicia, aunque no tenga idea de lo que signifique tenerla.
Estamos acostumbrados a dejarlo pasar, pagar con la misma moneda o ser culpados por “estar en
el lugar incorrecto” … pero no estamos solos.
El soporte será la gente que escucha y comprende. Las acciones que no se detienen ante lo
inaceptable y la expresión del dolor, miedo, enojo y angustia, que tenemos derecho a sentir.

No se trata simplemente de ser espectadores, lo que me pasó a mí, como a muchos que han sufrido
violencia, no es “una historia dramática que contar” que llene oídos de rencor y corazones de
melancolía por lo que pudo pasar.
Se trata de reaccionar y detenerlos a pensar …
Ser moralmente responsables y capaces de participar en la búsqueda de una moral recíproca.

Porque la verdadera lucha siempre ha sido con uno mismo.

Parte del proceso de rehabilitación (atención-acción) ante la violencia.


Mishell Amairany Vázquez Mendoza
Xalapa, Ver. Al 6 de noviembre de 2018

También podría gustarte