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Dialnet ElTrabajoYLaEticaDelCuidadoDeLuzGabrielaArangoComp 5278410 PDF
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Reseñas
femenina, de la que se derivan representa- Todos estos aspectos condicionan las mu-
ciones sobre la mujer como cuidadora na- taciones históricas de los cuidados, siempre
tural (Arango, Paperman, Molinier, Martín inscritos en una organización social del tra-
Palomo). Además, el cuidado es un trabajo bajo desigualmente distribuida (Paperman:
que solo es visible cuando falla y es bueno 35). Así, por ejemplo, las enfermeras estudia-
cuando es silencioso (Molinier: 54). En la das por Molinier recurren a mecanismos de
medida en que prevalecen actualmente estos defensa, a menudo violentos. La jerarquiza-
imaginarios, existe entre las autoras el interés ción que ellas establecen entre los pacientes,
de echar por tierra tales constructos teóricos clasificándolos como buenos o malos, es un
e ideológicos que han revelado su carácter ordenamiento que puede significar buenos
androcéntrico, clasista y etnocéntrico. Para tratos pero también violencia institucional
ellas, el cuidado –al que reconocen como una (Molinier: 59).
categoría polisémica y en construcción– po- El segundo bloque temático se dirige a la
see una ética particular, distinta a la ética de conceptualización del trabajo de cuidado. Se
la justicia (Paperman: 29), pues “antes que revisan las transformaciones económicas que
todo es un trabajo” (Molinier, 45) en el que ha sufrido este sector desde las últimas dé-
convergen dimensiones morales, materiales y cadas del siglo XX, entre ellas su crecimien-
emocionales (Martín Palomo: 83). to como sector de servicios, los procesos de
El enorme abanico de actividades engloba- flexibilización, la creciente incorporación
das en el trabajo de cuidado requiere una clasi- laboral femenina en el mercado de trabajo
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ficación que permita diferenciar, por ejemplo, remunerado, la demanda emocional de este
los trabajos no remunerados realizados en el trabajo. Otro tanto se hace en relación con
hogar, de los remunerados desempeñados las políticas y su impacto en la organización
por instituciones estatales o los realizados por social de los cuidados, en el papel que des-
profesionales del cuidado. Los trabajos de empeñan sus actores (mercado, cuidadores
cuidado se distinguen según “condiciones de y cuidadoras, cuidados y cuidadas y Estado)
trabajo, modalidades de empleo, calificación, y en su tratamiento político. Desde el naci-
remuneración y control”, actividades y tareas, miento del concepto ‘cuidado’ en la década
y el lugar que ocupan estos tipos de trabajos de los ochenta del siglo pasado, gracias al
en el orden social (Arango: 93-94 y 106). libro In a different voice, de Carol Gilligan
Desde esta perspectiva, resulta central la (1982) y a otros aportes como el de la socio-
discusión del término ‘crisis de los cuidados’, logía de las emociones (Hochschild, 1975) y
que señala el quiebre de los modos tradicio- la economía del cuidado, la apuesta ha sido
nales de provisión de cuidados, así como sus dar cuenta de los cambios estructurales y su
impactos en los proveedores y receptores. A influencia sobre las instituciones y personas
esta crisis se le suman procesos de creciente entre las que se distribuyen las funciones de
importancia como “las cadenas globales del cuidar (Arango: 16; Paperman: 38; Martín
cuidado” que evidencian una “división global Palomo: 68).
del trabajo de cuidado”, en la que ciertas fami- El libro reúne en su tercera sección un
lias europeas delegan el cuidado de sus hoga- conjunto de artículos orientados al trata-
res a mujeres provenientes del llamado Tercer miento del trabajo de cuidado, la familia y
Mundo, reproduciendo discriminaciones de la temporalidad. De esta forma se interesa
género, raciales y clasistas (Paperman: 38). por presentar herramientas cualitativas que
permitan medir el tiempo dedicado a tareas La cuarta sección temática retoma las
de cuidados. La actual crisis de los cuidados conceptualizaciones establecidas en los capí-
en tanto proceso no exitoso y la correspon- tulos introductorios para orientarse al trata-
diente desigualdad en su distribución se miento de los oficios de cuidado. Los cuida-
explica por las fragmentaciones del cuidado dores y cuidadoras y los cuidados y cuidadas
reflejadas. por ejemplo, en los malos enten- están insertos en diferentes jerarquizaciones
didos y fricciones entre familias y cuidadores económicas, sociales y políticas, que definen
profesionales. También en la frecuente des- privilegios y subalternidades. Esto se com-
consideración del trabajo de cuidado en su prueba en la inclusión del oficio de amas de
temporalidad, como responsabilidad a largo cría como asistencia social en la caridad ba-
plazo (Damamme: 166). rroca de Santafé de Bogotá en el siglo XVII.
Valorar el trabajo de cuidado requiere Ramírez expone que en la institucionaliza-
medirlo temporal y espacialmente y hacer ción estatal de este oficio “de caridad a las
un diagnóstico de estas actividades y sus criaturas abandonadas” de la ciudad, se les
aportes paralelos al mercado de trabajo. pagaba un salario diferencial a las mujeres
La importancia de las encuestas de uso del cuidadoras, de manera que a las ‘indias’ se les
tiempo es fundamental a pesar que dejan pagaba un salario inferior que a las mujeres
por fuera rasgos de la subjetividad, como ‘blancas’ (Ramírez: 206).
por ejemplo la ‘disponibilidad femenina’. Las autoras enfatizan en la relación entre
que escapa a cualquier registro de orden identidad, trabajo y género. Así, por ejem-
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cuantitativo, pero que denota las exigencias plo, Molinier entrevistó a un conjunto de
que los órdenes patriarcales imponen a las empleadoras feministas francesas, quienes
mujeres en términos de cuidado y que se revelaron un quiebre en la división sexual
prolongan en el tiempo (Martín Palomo: del trabajo al contratar mujeres para evitar
68; Legarreta: 114). choques con sus esposos y manifestaron ade-
Legarreta realiza un aporte considerable más su deseo de invisibilizar a las emplea-
en este campo, al sugerir otras maneras de das, signo inequívoco de despersonalización
comprender el tiempo. La perspectiva ‘del de estas actividades (Molinier: 229). Posso
tiempo donado’, no vendido ni regalado, su- muestra que en su proceso de socialización,
giere que el funcionamiento del don se da a las empleadas domésticas afrocolombianas
través de pautas tácitas que requieren de una establecidas en la ciudad de Cali requieren
relación recíproca, basada en la obligación de no solo un aprendizaje técnico sino también
dar, recibir y devolver. Es un sistema de inter- un aprendizaje social, adquirido mediante
cambio que funciona con una concepción de formas de comportamiento que las lleva a
tiempo circular, opuesta a la mercantil que negar su cultura a través de un proceso de
es de tipo “lineal, acumulativa, secuencial”. ‘blanqueamiento’ (Posso: 209).
En efecto, “en el ámbito doméstico es el ciclo El propósito de afirmar una identidad
vital el que determina la relación y entra en laboral se trunca ante la pervivencia de ló-
juego, de este modo, una noción de tiempo gicas de invisibilización y desvalorización
que presupone que este es constitutivo no de los cuidados. Escuchar las voces de los
solo del intercambio, sino del sujeto mismo proveedores del cuidado constituye un paso
que forma parte de él (el tiempo encarnado, fundamental para conocer su realidad con-
incorporado)” (Legarreta: 131). creta, con el propósito de recrear una ética
Reseñas
y una política del cuidado. Sin embargo, la gobierno colombiano sus derechos laborales
investigación empírica constata una dificul- (Molinier y Arango: 296).
tad para tal propósito, pues el conflicto en- Si bien la compilación deja por fuera al-
tre subjetividad y condiciones de trabajo es gunas temáticas y dimensiones importantes
permanente, ya que trabajar por el bien de del cuidado, como por ejemplo la discu-
otros determina la propia subjetividad, que sión del aborto como una forma particular
es puesta en peligro constantemente en el de cuidado, el cuidado de la naturaleza, la
trabajo. La subordinación de las empleadas adopción, entre otras, recoge varias de sus
domésticas (Posso: 216) las sitúa en una po- discusiones centrales y logra sentar las bases
sición incómoda, ya que no pueden estar “ni teóricas y conceptuales para futuras inves-
tan arriba, ni tan abajo”. Ni tan arriba como tigaciones. Su aporte principal consiste en
para igualarse socialmente a sus empleadores, acudir a distintos campos políticos y discipli-
ni tan abajo como para desconocer sus labo- nas académicas para echar por tierra las con-
res domésticas y ejecutarlas con eficiencia cepciones tradicionales que le desconocían al
(Molinier: 244). cuidado su carácter de trabajo. Al igual que
Finalmente, la interacción entre actores plantear alternativas en la forma de analizar
e instituciones (Estado, sociedad civil, mer- la organización social de los cuidados y con-
cado) comporta particularidades regionales, cebir métodos que mejoren las condiciones
y en esa medida el tránsito de la ética a la de vida de todas las personas que requerimos
política implica tratamientos también parti- ser cuidadas y somos cuidadoras. Este es un
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culares acordes a cada sociedad. Las diversas paso fundamental para reinventar una ética
perspectivas y aproximaciones desarrolladas de la justicia en la que participemos en la
por las autoras revelan un interés por estu- formulación de políticas públicas y accio-
diar las realidades concretas. En el artículo nes colectivas que continúen reivindicando
“Conversación con madres comunitarias co- nuestros derechos al cuidado.
lombianas” se recrean las relaciones prácticas
entre el Estado colombiano, el cuidado de los Héctor Fabio Bermúdez Lenis
niños y las madres comunitarias, quienes han Estudiante de maestría,
desarrollado un proceso político en el cual Facultad Latinoamericana
se reivindican como cuidadoras y exigen al de Ciencias Sociales, Sede Ecuador