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La noción de sistemas en el siglo XX. Algunos de


sus principales exponentes. Algunos…
Apuntes de clases
Ricardo Acevedo A.
Departamento de Informática
UTFSM

Tópicos.
Introducción.

El primer acercamiento.

El mecanicismo: algunas notas.

Biología organísmica.

El holismo.
La Gestaltpsychologie.
Las propuestas de Bertalanffy.

La Teoría general de sistemas.

Aproximaciones a la noción de sistemas.

El aporte editorial de Bertalanffy.


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Los exponentes cercanos a Bertalanffy.

Kenneth Boulding.

Karl Gerard.

Anatol Rapoport.

Las Conferencias Macy.


Antes de Bertalanffy Rapoport, Boulding, Gerard y las Conferencia
Macy.

Alexander Bogdanov.

Teoría general de sistemas: Algunos otros exponentes relevantes.

Fridjof Capra.

George Klir.

Norbert Wiener.

La noción de sistemas: Algunos exponentes.

Javier Aracil.

William Ross Ashby.

Stafford Beer.

Claude Bernard.

Philippe Braillard.

Mario Bunge.

Peter Checkland.

Idalberto Chiavenato.

Charles West Churchman.

John P. Van Gigch.


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Hall y Fagen.

Oskar Lange.

Niklass Luhmann.

Humberto Maturana y Francisco Varela.

Edgar Morin.

Joël de Rosnay.

Ferdinand Saussure.

Peter Senge.

Waztalwick, Beavin y Jackson.

Algunos conceptos con la impronta de metaconceptos.

Sistemas dentro de sistemas.

Sistemas abiertos.

Teleología.

Equifinalidad.

Retroalimentación.

Homeostasis.

Información.

Funciones y de un sistema dependen de su estructura.


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El significado de sistemas en diccionario, enciclopedias y en su origen


etimólogico.

La noción de sistemas: una primera aproximación.


Referencias.

Introducción.

Las breves y concisas notas de este cuaderno recopilatorio recogen lo


que algunos de los principales exponentes del “Pensamiento de
sistemas” durante el siglo XX, han señalado tanto respecto de la
noción de sistemas como en relación a lo que en dominio de aquel
pensar se identifica como teoría general de sistemas.

Consignan estos apuntes el decir de solo algunos exponentes,


aquellos a los cuáles la cercanía editorial ha colocado más a mano y
también a aquellos a quienes la memoria ha puesto más directamente
enfrente. He ahí porque algunos solamente. Quienes no han sido
consignados ya lo serán en las nuevas versiones de estas notas.

Dado que el “Pensamiento de sistemas” del siglo XX surge en gran


medida a partir de las críticas que la Biología organísmica, el Holismo
y la Teoría de la Gestalt, principalmente, formulan al mecanicismo
renacentista, resulta ineludible aunque sea en apretada síntesis hacer
referencia a los aspectos más relevantes de aquella postura
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epistemológica así como también al discurso central de aquellas


disciplinas que la cuestionan.

Cuando el pensamiento de sistemas se observa focalizando la mirada


en lo acontecido al respecto en el siglo XX, Ludwig von Bertalanffy
aparece como un referente ineludible, principalmente por su gran
visibilidad editorial, y aunque ello no le confiere preeminencia
significativa a su discurso, es destacable su actitud y su magnífico
esfuerzo tendiente a otorgar al Pensamiento de sistemas un sitial del
cual no disponía, generando como consecuencia de ello un
entusiasmo al cual se sumaron todo el resto de los exponentes de la
disciplina. Ello es lo que hace que sea el autor acerca del cual se
recoge de manera más extensa lo que sostiene.

Un sitial destacado entre todos los exponentes del Pensamiento de


sistemas lo ocupa Edgar Morín, principalmente porque le confiere al
una proyección de gran impacto ahora ya en el siglo XXI,
enriqueciendo significativamente sus lineamientos originales, aunque
envuelto ahora en un nuevo marco disciplinario, el “Pensamiento
complejo”, en cuyo contexto no tan solo deja de manifiesto lo que un
observador distingue cuando percibe la realidad bajo el prisma de la
complejidad sino que también postula, precisamente para que aquella
distinción ocurra efectivamente, una epistemología de lo complejo.

Por último, el texto recoge tanto lo que en torno a la propia noción de


sistemas señalan los diccionarios y las enciclopedias, como también lo
que expresa el origen etimológico del término que lo envuelve. Ello,
dado que, en términos generales, cuando se está en perspectivas de
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un primer acercamiento a una noción, cualquiera que ella sea, una


buena práctica sin dudas consiste en tomar nota de lo que se expone
en aquellos espacios explicativos.

Adicionalmente, las suscintas notas rescatan, más bien con


pretensiones de ejemplicar, algunos de los metaconceptos que le dan
contenido a lo que todos los referentes coinciden en denominar
“Teoría de sistemas generales”.

Este cuaderno, de notas, de apuntes, no tiene otra pretensión que no


sea aquella de constituirse en una instancia que facilite al estudiante o
al lector interesado el encuentro con una primera aproximación al
pensamiento de sistemas.

El primer acercamiento.

Un buen modo de acercarse a un concepto es por cierto remitirse


tanto a lo que sus principales exponentes han señalado en torno a él
como a las disciplinas que lo abordan. Y si de sistemas se trata, con
toda seguridad un referente de primera línea es Ludwig von
Bertalanffy, sobre todo por ser él quien, a mediados del siglo XX,
desde posiciones editoriales privilegiadas, rescata sus perspectivas
históricas y junto con exponer lo que entiende por sistema, esto es, en
lo central, una totalidad conformada por un entramado de
componentes en interacción, le confiere definitivamente relevancia
significativa, aunque la noción de sistemas asociada a dicha idea de
totalidad en la cuál el “todo es mayor que la suma de sus partes”
(Bertalanffy1968, p.55), se perfila ya con Aristóteles.
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Bertalanffy, biólogo y filósofo austríaco, postula sus ideas en torno a la


noción de sistemas en el contexto de su propuesta de una “Teoría
general de sistemas” que con sentido epistemológico desarrolla in
extenso, tanto en “General system theory: A new approach to united of
science” (Bertalanffy, 1951), como en “General system theory”,
(Bertalanffy, 1968), dos de sus publicaciones más importantes.

Las presenta haciendo suyos los cuestionamientos que la “Biología


organísmica o “Teoría sistémica de la vida” formula en torno al
Mecanicismo. Esta teoría fue desarrollada a comienzos del siglo XX,
principalmente por Paul Weiss (Weiss, 1970), de quien fue un
discípulo connotado.

Pero no tan solo Bertanlanffy y la “Biología organísmica” discuten


acerca de la idea de sistemas. También lo hacen tanto el “Holismo” de
Christiaan Smut y Kurt Goldstein como la “Gestaltpsychology” de Max
Wertheimer, Wolfgang Köhler, Kurt Koffa y Kurt Lewin, disciplinas,
además, todas influenciadas mutuamente.

El pensamiento de sistemas, dominio mayor bajo cuyo alero se cobija


la teoría de sistemas, se interesa en los arreglos de componentes que
interactuando entre ellos hacen que un cierto algo sea el algo que es
de tal manera que conocido aquel entramado sea posible a su vez
explicar en su funcionamiento orientado al cumplimiento de una
función.

Así, un punto focal del esfuerzo explicativo de esta teoría reside


precisamente en las interacciones, es decir, en las relaciones. Es, en
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consecuencia, como resultado de éste interés, que el pensamiento de


sistemas se despliega en torno a dos aristas. Una de ellas
corresponde al plano arquitectural en el cual todo algo visto como
sistemas despliega sus componentes en relación y la otra, a la
pretensión de integrar –relacionar- disciplinas y ciencias diferentes
como una reacción a la especialización de la ciencia. Pero, además, lo
que sostiene desde aquellas aristas se sustenta en una suerte de
nueva postura epistemológica que se desarrolla desde
cuestionamientos al mecanicismo modernista.

Aparece por tanto de interés presentar, aunque sea en los apretados y


sintéticos términos que proporciona una primera aproximación, los
aspectos centrales tanto del Mecanicismo como de la Biología
organísmica, el Holismo y la Gestaltpsychology.

El mecanicismo: algunas notas.

El Mecanicismo es la postura epistemológica en torno a la cual se


desenvuelve la ciencia clásica, prácticamente sin mayores
contrapesos, desde el siglo XVII hasta mediados del siglo pasado, por
lo menos. Se trata de una doctrina que, aunque adquiere significativa
prestancia con la física de Newton, ya antes, Descartes, en torno a
ella, se había perfilado como un exponente de primera línea, tanto que
no es inusual cuando se habla de mecanicismo, referirse a él como
“atomismo analítico cartesiano”. Pero no son solo Descartes y Newton,
en realidad son numerosos los estudiosos que se hacen parte de esta
nueva visión científica del mundo. Entre los que no se puede dejar de
mencionar se encuentran Nicolaus Copernicus (1473-1543), Galileo
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Galilei (1564-1642), Johannes Kepler (1571-1630), Francis Bacon


(1561-1626) y Thomas Hobbes (1588-1679).

El mecanicismo focaliza su interés explicativo prioritariamente en


aquello que en Descartes, el connotado matemático, físico y filósofo
del siglo XVII, corresponde a la materia extensa, una de las tres
manifestaciones que considera substancia, es decir, realidades que
existen de tal modo que no necesitan de ninguna otra realidad para
existir. Las otras dos son la res pensante y la res infinita (Descartes
1998).

La materia extensa es una sustancia finita cuyo único atributo esencial


es la extensión o magnitud, el que se expresa en términos de longitud,
anchura y profundidad siendo sus modos figura y movimiento, los que,
por cierto, presuponen la extensión. Los modos son las propiedades
inherentes a algunos de sus estados, dado lo cual se constituyen en
no esenciales, a diferencia de los atributos, que corresponden a sus
propiedades inalienables y que precisamente por ello, se manifiestan
en todos sus estados.

Aquella materia extensa no tiene cualidades ocultas, sino que


propiedades primarias y secundarias. Las primeras son las que se
encuentran realmente en ella y se derivan de la extensión o magnitud.
Son las que además de permitir su distinción, hacen posible que se
manifieste como materia en movimiento, dado que uno de sus modos
es precisamente el movimiento.
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Las cualidades secundarias, son por su parte, subjetivas, puesto que


corresponden a construcciones realizadas por un observador a partir
de lo que recogen sus sentidos dada una acción mecánica de la
materia, como ocurre con el color o el sabor, por ejemplo. Estas
propiedades secundarias, al no tener ninguna existencia fuera del
pensar, quedan marginadas del conocimiento de los cuerpos. Así lo
pone de manifiesto Descartes (1994) en la “Respuesta a la 6ª
objeción”, en sus “Meditaciones metafísicas”.

En (Descartes 1969), citado por (Rocha 2004), la naturaleza del


cuerpo no consiste en el peso, la dureza, el calor o cualidades
semejantes sino en la sola extensión. Al proceder así, se percibe que
la naturaleza de la materia, o del cuerpo considerado en general, no
consiste en ser una cosa dura, pesada, coloreada o que afecte de
algún modo los sentidos, sino tan sólo en ser una cosa extendida en
largo, ancho y profundidad, lo que el propio Descartes identifica como
res extensa. De esta manera los cuerpos se hacen perpetuamente
susceptibles de medición, puesto que la extensión siempre es, no
importando el tamaño, forma, ni aspecto de los cuerpos naturales, solo
varía su magnitud.

En síntesis, para Descartes, se puede decir que la materia en el


universo es una sustancia única, homogénea y extensa; sin
propiedades intrínsecas, ni vacío alguno, y sin influencias de tipo
espiritual; la materia y lo espiritual constituyen dos sustancias distintas,
las que corresponden, una y otra al dualismo cartesiano
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En consecuencia, para el Mecanicismo ya desde Descartes, solo


aquello que es mensurable y por lo tanto susceptible de expresar en
términos cuantitativos, como sucede frecuentemente con la materia
extensa respecto de sus propiedades primarias con sus atributos y sus
modos, adquiere las dimensiones necesarias para constituirse en un
real, significativo y verdadero objeto de estudio. Descartes no acepta
ideas vagas, o ideas basadas en lo metafísico o sobrenatural.

En esa perspectiva, Descartes considera como real solo aquello que


se puede describir cuantitativamente, dado lo cual presenta al
mecanicismo como una concepción matematizante de la realidad. Esa
es la razón por la cual una de sus herramientas fundamentales es la
ecuación diferencial, la que en esencia establece cómo cantidades
dadas se relacionan con sus tasas de cambio. Rapoport, (1978),
destacado exponente del pensamiento de sistemas, lo ejemplifica
claramente cuando señala que “la ley de movimiento de una partícula
en un campo gravitacional, se expresa por una relación que incluye la
aceleración que sufre la partícula y la fuerza y dirección del campo en
un tiempo particular y en un lugar particular”. La fuerza y dirección del
campo dependen de la posición de la partícula y su aceleración
incluye las segundas derivadas, las tasas de cambio de las
coordenadas de posición” (p.139). Es decir, simplemente una ley de
movimiento se expresa mediante una ecuación diferencial.

Además, conforme a la propuesta mecanicista, en particular la Física


clásica, para sus objetos de estudio no considera sus entornos, los
asume cerrados, dado lo cual, conforme al segundo principio de la
termodinámica, denominado también el “principio de la entropía”,
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marchan inexorablemente hacia la equiprobabilidad de existencia de


sus componentes, es decir, hacia la desaparición de la organización.

Todas aquellas primeras consideraciones ya configuran para el


mecanicismo un marco conceptual que se aleja de las propuestas
Aristótelicas, tan vigentes en el período de la escolástica medieval que
le antecede.

Sostiene (Aristóteles 1994), como lo señala en el libro V, capítulo


segundo de su Metafísica, que de lo que de algún modo depende la
existencia de un algo, los principios del ser, residen en cuatro causas.
La causa material, aquella de la cual está hecho o de lo cual surge
algo, como el bronce en una estatua; la causa formal, lo que determina
algo y lo hace ser lo que específicamente es, la figura que representa
la estatua; la causa eficiente, aquella que produce un algo, el trabajo
del escultor y la causa final, aquella para lo que existe ese algo, la
estatua como ornamento en una plaza.

Siguiendo a Aristóteles, explicar un fenómeno natural consiste en


referirse a las causas que lo producen. Así, conforme a su entender, la
realidad se explica recurriendo a las cuatro componentes de la
causalidad.

En relación a las posturas aristotélicas, el mecanicismo respecto de la


materia extensa, sólo acepta las causas materiales y las causas
eficientes, las primeras en cuanto constitutivas de su sustrato y las
segundas, en tanto generadoras de los movimientos locales. Rechaza
la existencia en ella de las causas finales y de las causas formales,
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dado su anticualitativismo, solo acepta las formas geométricas, y sus


expresiones cuantitativas como las referidas a tamaño, cantidad y
movimiento.

El no considerar las causalidades finales, esto es, los


comportamientos teleológicos, se constituye en un rasgo distintivo del
mecanicismo. El principio de finalidad afirma que las acciones que
lleva a cabo una entidad están dirigidas a un fin, lo que significa
sostener que tienen una razón y que justamente por tener esta razón,
son explicables desde aquel fin. En un sentido más amplio, la causa
eficiente sigue a la causa final, por ejemplo, la visión es la
causa de las estructuras oculares. Más aún, es pertinente agregar
que bien cabe identificar el principio de finalidad con el de razón
suficiente, incluso visto desde el sentido común y no filosófico de la
expresión.

El principio de finalidad se manifiesta con prestancia sobre todo en la


Filosofía, hasta la llegada del modernismo en el siglo XVII. Es
Descartes quien deja de lado su valor explicativo remitiéndolo más
bien al dominio del conocimiento de lo que tiene el carácter o se
acerca a la naturaleza de lo divino. El mecanicismo modernista
cartesiano no focaliza allí su interés, simplemente porque
prácticamente no es posible conocer sus designios a cabalidad desde
la razón que opera sobre lo observado.

Según las miradas sustentadas en la teleología aristotélica, la


conducta de un algo no solo está determinada por causas anteriores,
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sino que también por una causa posterior, la finalidad, que está por
encima y lejos de las causas inmediatas e instalada, cabe decir, de
algún modo en un futuro no inmediato.

El mecanicismo por su parte, asume que la materia extensa no se


comporta teleológicamente, dado lo cual para explicarla no es dable
considerar que en ella existe un propósito, o un fin preestablecido al
cual se ajusta su estructura y comportamiento. De este modo, el
movimiento de los cuerpos no se atiene, por ejemplo, al objetivo de
recuperar un cierto lugar natural que le corresponde por sí, sino que se
trata de una acción guiado por fuerzas y, en su defecto, es
simplemente inercia.

Todo comportamiento en ellos es consecuencia de cambios dados con


anterioridad. En otras palabras, según el mecanicismo el
comportamiento de la materia extensa no está determinada por algo o
alguien, sino más bien es producida por algo o alguien, dado lo cual es
que solo cabe explicarla en términos de causas eficientes, esto es, en
términos de materia en movimiento, lo que significa a su vez que en
los dominios causales que configuran las causas eficientes, tan solo
las acciones generan reacciones.

Las causas eficientes se desenvuelven conforme a tres instancias, una


causa, un efecto y una regla de transformación, un axioma o principio,
una ley de la naturaleza, de modo tal, entonces, que la causa y el
efecto se desenvuelven conforme a dicha regla. Por ejemplo, si una
persona deja caer una piedra que tiene en su mano, allí la causa es
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precisamente dejarla caer y el efecto la posición final de la piedra tras


la caída, en tanto que la regla o principio de transformación es la ley
de gravedad.

El que las propuestas explicativas del mecanicismo se desarrollen


principalmente en torno a las causas eficientes, significa aceptar que
la materia extensa se comporta de un modo que bien se puede asociar
a conductas algorítmicas lineales, en donde toda situación que se
suscita en un cierto momento es generada por eventos acontecidos
con anterioridad y en virtud de una situación inicial precisa y dada y
conforme a reglas. Siempre su movimiento tiene un sentido positivo de
avance y alejamiento de la causa, va hacia adelante y tan solo de una
manera, como cuando se golpea un balón con una fuerza y ángulo
determinado, su comportamiento solo se manifiesta de acuerdo a
manera particular que le imprimió el golpe. La causa eficiente es lineal
porque avanza desde la causa que precede al efecto y se agota en
éste. Este determinismo fenoménico es lo que hace posible, en
consecuencia, que el devenir futuro de la materia extensa sea
predecible.

Pero además el mecanicismo opera en virtud de algunas estrategias


cognitivas o principios epistemológicos, entre las cuáles sobresalen el
reduccionismo, la disyunción y el determinismo.

Según el reduccionismo mecanicista para explicar un todo, un algo


con las connotaciones de la materia extensa resulta efectivo
observarlo desde sus dimensiones o estratos inferiores. Así, si se logra
la reducción de un todo a sus componentes más pequeños y cuando
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ya se tiene el recuento de dichos componentes y se ha establecido


precisamente la función de cada uno de ellos, debería poder
explicarse también todo lo observado en los niveles superiores. Ello
quiere decir que. según el mecanicismo, las propiedades de un cierto
nivel se deben a las propiedades de sus componentes, como sucede
cuando se explican algunas propiedades de un átomo desde sus
componentes subatómicos o cuando se explica un cuerpo en cuanto
materia extensa en términos de masa y movimiento. De este modo
incluso, los procesos vitales se reducen a las categorías físico-
químicas del mundo inorgánico y lo físico a lo mecánico, en este caso
a expresiones estáticas o dinámicas de masa y fuerza.

Lo disyuntivo hace referencia a la tendencia a aislar, a considerar lo


que observa independiente de su entorno, lo que quiere decir, en otras
palabras, que cuando se aplica, simplemente no se consideran la
relaciones que lo vinculan a otras entidades. Así, bajo la disyunción, la
observación con pretensiones explicativas de lo que se observa es,
cabe señalar, analítica cartesiana, es decir, que opera mediante la
división de la realidad en unidades discretas y el aislamiento
fenoménico de líneas causales separadas.

Así, con Descartes para que un objeto complicado fuera


suficientemente claro y distinto, bastaba con “analizarlo”; es decir,
disolverlo en sus elementos básicos que se convertirían en objetos
intuitivos, destacando su especificidad. Además, y también conforme a
Descartes, este tipo de análisis no perjudicaría la comprensión del
objeto ya que éste podría volver a ser recompuesto. Esto sin dudas
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representa un mecanismo perfecto. Pero. además, para poder ser


analizado, el objeto en su esencia, también debía considerarse
inmutable, atemporal y con una estructura eterna, de lo contrario el
análisis no tendría sentido puesto que no llevaría a un resultado fiable
y definitivo.

Según el determinismo mecanicista solo se atribuye verdadera


realidad al orden. Así el conocer queda reducido precisamente a los
principios del orden, tales como leyes necesarias e inmutables e
invarianzas. Las leyes prácticamente eternas imponen el rigor de su
orden a toda la realidad natural clausurando todo espacio para la
autonomía. Supone que el universo está gobernado por un estricto
orden de causalidades formulables en leyes de la naturaleza y
demostrables matemáticamente.

Pero hay más, desde una perspectiva más global, cabe consignar que
una posición de base del mecanicismo lo constituye el que asume que
los fenómenos propios de la materia extensa, dentro de los cuáles se
encuentran los fenómenos naturales, tienen una estructura similar a la
de una máquina y se comportan como una máquina.

Ello concuerda con el significado del término que etimológicamente le


da su origen, esto es, con el vocablo griego “mechané”, que
literalmente significa “máquina”, el cual se refiere por cierto a un
dispositivo que no se agota en las dimensiones que manifiestan los
aparatos productivos o de uso doméstico.
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En aquellas máquinas, desprovistas de causalidades finales, las


piezas o componentes interactúan conforme a las leyes deterministas
de la mecánica, dado lo cual en esencia se la considera como materia
en movimiento, en donde a su vez, el principio rector es el principio de
causalidad eficiente, por el que además el mecanicismo considera que
se rigen todos los fenómenos que describe la física clásica.

Lo que mejor grafica aquella máquina, casi a modo de metáfora, es el


reloj, ya muy popular en el siglo de Descartes. Como es sabido el reloj
de aquellos años estaba conformado de piezas, de ruedas dentadas,
de engranajes, que son los componentes que conforman su materia. A
su vez, las piezas se transmiten el movimiento de unas a otras. Así el
reloj es materia en movimiento que se desenvuelve conforme al juego
de las relaciones causales que en él operan.

En línea con las directrices cartesianas, bajo la mirada mecanicista


newtoniana, el universo es un gigantesco mecanismo de relojería,
cuyo conjunto de componentes materiales, como las estrellas y los
astros del sistema solar por ejemplo, son piezas extensas o
engranajes extensos que se transmiten el movimiento de unos a otros
desenvolviéndose en términos de causas eficientes y regidos por leyes
que se expresan rigurosa y perfectamente en términos matemáticos,
bajo la aceptación de la absoluta inmutabilidad de la naturaleza, un
sistema conservador que permanece estable desde principio a fin. De
este modo, y con estos alcances, materia y movimiento bastan para
explicarlo todo.
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Para Descartes, la inmutabilidad de la naturaleza, es decir, su


condición de estable de comienzo a fin, reside en última instancia en
Dios. Desde la mirada mecanicista la función de Dios en el Universo
consiste en la creación de las sustancias: la res pensante y la res
extensa.

Si Dios es un ser perfecto, según Descartes, respecto de la res


extensa, el producto de su creación también ha de serlo, de modo que
el acto de creación divina, da origen a toda la materia necesaria y a
todo el movimiento necesario regido por unas leyes absolutamente
determinadas, inexorables, no deteriorables, ni susceptibles de
desajustes ni deterioro y perfectamente matematizables. Así el
Universo es perfecto en sus elementos desde el comienzo. Es como
un reloj constituido por piezas ordenadas que interactúan entre sí y
con interacciones que las mantiene intactas en todo sentido y
alcances. Por lo tanto, desde el punto de vista de las partes, como
desde el punto de vista del universo como un todo, no caben las
modificaciones, puesto que por la acción divina, que es perfecta, el
universo ha quedado definido para siempre.

Dios creó un sistema perfecto; como un relojero, construyó un artilugio


de piezas todas interconectadas; el movimiento de cada pieza
depende de la pieza que la precede y determina la pieza siguiente.
Este movimiento obedece a unas reglas inmutables; por consiguiente,
tiene un patrón cíclico en el que todo se repite, en toda circunstancia:
el lugar y el tiempo no afectan a los acontecimientos
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Pero todo algo conservador, que permanece siendo lo que es sin


cambio alguno, y que por serlo está realizado, se realiza en todas sus
partes. No es susceptible al desarrollo interno ni se modifica desde el
exterior. Su estructura no varía, como tampoco varían, las leyes que lo
regulan es perfecto.

En rigor, conforme al mecanicismo, las leyes que dan cuenta del orden
establecido son eternas dado lo cual, lo científico se ajusta a lo que
permanece. Lo que se observa para ser explicado no cambia, porque
está, en sí mismo, realizado, es eterno. Hay un orden definitivo, regido
por leyes deterministas que está en todo, por lo tanto lo que parece
desorden, sólo es una apariencia debida únicamente a la insuficiencia
del observador o sujeto cognitivo.

Y si es un algo realizado, epistemológicamente es potencialmente


cognoscible de manera perfecta, es decir, se puede describir
científicamente de manera completa. Así es que Newton, descubre la
ley eterna que regula el sistema solar. Newton fue quien dio al
mecanicismo la aprobación final al presentar formalmente la imagen
mecanicista del mundo, dejando simplemente fuera la dinámica del
cambio. Para Newton en los fenómenos no sólo hay una ley, sino
también contenedores eternos e inmóviles, en los que los fenómenos
mismos se ubican y fluyen: el tiempo absoluto, verdadero, matemático.

Pero no todo termina allí. Para el mecanismo, de igual modo, los


organismos vivos se pueden concebir como máquinas, Por lo tanto,
todas sus operaciones son susceptibles de explicar en virtud de las
causas eficientes inscritas en la materia en movimiento.
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En el siglo XVII, se manifiestan con mucha visibilidad aquellas


concepciones mecanicistas relativas a los organismos vivos.
Destacan, entre tantos, los desarrollos de Descartes y Thomas
Hobbes.

El hombre, con (Descartes 1998), se encuentra ontológicamente


dividido en dos substancias. Una de ellas es el cuerpo o res extensa,
la otra es el alma-espíritu-mente-conciencia-pensamiento o res
cogitans. En aquel dualismo el cuerpo es una substancia extensa a
diferencia de la substancia pensante que no lo es. El alma
corresponde a lo no corpóreo en tanto que el cuerpo a lo no pensante.

En otras palabras, de acuerdo a Descartes, en el hombre hay que


distinguir el comportamiento que depende exclusivamente del cuerpo,
como los procesos físicos tales como la respiración o la circulación de
la sangre y que puede explicarse mecánicamente, de aquel otro cuyo
comportamiento depende de la mente, como el lenguaje y los
conceptos, los que por su parte no son explicables mecánicamente, es
decir, como materia en movimiento.

Es a partir de aquella división ontológica que Descartes presenta su


mirada mecanicista a lo que entiende por cuerpo. En la “Segunda
meditación” de sus “Meditaciones metafísicas”, Descartes (1994)
señala… “Por cuerpo entiendo aquello susceptible de ser determinado
por una figura, circunscrito por un lugar, ocupando un espacio en
forma tal que excluya de éste cualquier otro cuerpo; es perceptible
mediante el tacto, la vista, el oído, el gusto o el olfato, y se mueve de
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diversas maneras, si bien no lo hace por sí mismo, sino por algún otro
que lo impulsa; ya que juzgaba que no pertenece en absoluto a la
naturaleza del cuerpo el poseer fuerza para moverse a sí mismo, o el
pensar; para ser precisos, me sorprendía y admiraba que algunos
cuerpos poseyesen dichas facultades” (p.15)

Además, en su Tratado del hombre” Descartes (1980)


agrega…“Supongo que el cuerpo no es otra cosa que una estatua o
máquina de tierra a la que Dios da forma con el expreso propósito de
que sea lo más semejante a nosotros, de modo que no sólo confiere a
la misma el color en su exterior y la forma de todos nuestros
miembros, sino que también dispone de su interior todas las piezas
requeridas para lograr que se mueva, coma, respire y, en resumen,
imite todas las funciones que no provienen sino de la materia y que no
dependen sino de la disposición de los órganos” (p.50).

Por su parte Thomas Hobbes, quien ocupa sin dudas un sitial


privilegiado principalmente por sus teorías políticas y sociales,
presenta con su filosofía una de las doctrinas de mayor prestancia
dentro del Mecanicismo del siglo XVII. En “De corpore”, una
publicación clásica adscrita al Mecanicismo Hobbes sostiene que solo
existe el cuerpo físico negando la existencia del alma. Afirma además
en aquella publicación que el ser humano es como una máquina y que
como tal se mueve continuamente conforme a dos tipos de
movimiento: de acercamiento, cuando se aproxima a algo que desea;
y de alejamiento, cuando se distancia de aquello que reconoce como
peligroso Hobbes (2008).
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Esta postura de Hobbes es concordante con su idea universo. Thomas


Hobbes concibe el universo como una gran máquina corpórea, donde
todo sigue las estrictas leyes del mecanicismo, según las cuales,
cualquier fenómeno ha de explicarse a partir de elementos puramente
cuantitativos como lo son la materia o lo extenso, el movimiento y los
choques de materia en el espacio. En el “Leviatán” señala…"El
universo es corpóreo. Todo lo que es real es material y lo que no es
material no es real" Hobbes (2009).

Este fragmento del Leviatán sintetiza con claridad la filosofía


mecanicista materialista de Hobbes, estrechamente vinculada a una
postura determinista del mundo que postula que todos los fenómenos
del universo se hallan determinados inexorablemente por una cadena
causal de los acontecimientos. Nada surge del azar; todo acontecer es
el resultado necesario de la serie de las causas, y, por lo tanto, podría
ser anticipado, previsto Hobbes (2009).

Tanto Hobbes como Descartes utilizan claramente el expediente de la


analogía entre lo vivo y lo artificial, analogía que es tal que hace
posible que realidades tanto en lo uno como en lo otro, se pueden
explicar del mismo modo, es decir, a través de procesos mecánicos o
más específicamente, en términos de causas eficientes y sin recurrir al
expediente de las causalidades finalidades aristotélicas.

De este modo, conforme al Mecanicismo, los seres vivos al ser


concebidos como máquinas constituidos de materia y energía, igual
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que las entidades inertes, son explicables, en una clara perspectiva


reduccionista en términos físico-químicos, es decir, de acuerdo a las
leyes de la física y la química.

Es pertinente señalar que en el periodo en el cual se manifiesta con


mayor prestancia la mecánica de Newton, cuando se habla de
totalidad, no se hace referencia a la idea de totalidad que se inscribe
dentro de la noción de organismo con propiedades emergentes que
surge posteriormente a comienzos del siglo XX con la “Biología
organísmica”, (Ritter y Bailey 1926), sino más bien a la de una
máquina, a esa máquina cartesiana que como un todo nada añade y
que se explica sólo en función de sus componentes. De este modo es
que lo orgánico al reducirse a lo mecánico se considera simplemente
un mecanismo.

Por último, cabe dejar en claro que el mecanicismo, más que una
postura ontológica, es una propuesta epistemológica. Es decir, no se
esfuerza en sostener que tanto la realidad natural como los seres
vivos son una máquina. Más bien prioriza el concebirlos y explicarlos
como una máquina. Es, conforme a ello, un mecanicismo
metodológico cuyo ideal es dar forma y contenido a una única ciencia
basada en los principios de la mecánica.

Es interesante mencionar que tal fue la relevancia de dichas posturas


que no tan solo se manifiestan en el ámbito de la ciencia clásica,
incluyendo a la Biología. También así ocurre en otras esferas, bastante
25

más distantes, como en el “Enfoque clásico” de los comienzos de la


“Administración de empresas”, por ejemplo.

En aquel contexto disciplinario, Frederick Taylor, a comienzos del siglo


XX, expone los principios de la Administración científica. Su mirada
recoge los conceptos que se utilizan en el diseño, construcción y
operación de las máquinas propias de la revolución industria y los
ajusta, al trabajo manual de los operarios. Propone una organización
racional del trabajo que se configura tras descomponer las
operaciones a realizar en tareas individuales de tal modo que se
realicen con los menores movimientos posibles. (Fayol y Taylor, 1973).

Por los mismos años, a comienzos del siglo XX, el francés Henry
Fayol, postula lo que denomina “Teoría clásica de la Administración”, la
que expone en su texto “Administración industrial y general”, (Fayol y
Taylor, 1973).

Conforme a Fayol, la empresa en cuanto organización, debe


entenderse como una conjunción de unidades formales en
interrelación, la cual surge de la división del trabajo y la
especialización de las unidades constitutivas. Postula que dicha
interrelación debe estar signada por una acción de coordinación para
garantizar el operar armónico del todo y alcanzar así su efectividad.
(Fayol y Taylor, 1973).

Sin embargo, y aunque en un primer momento aparece como una


propuesta que rompe con las aproximaciones analítico-cartesianas, en
26

estricto rigor se ajusta a ellas, ya que se trata de un modelo explicativo


simplificado, en tanto se remite tan solo a los aspectos formales de las
empresas, ignorando las dimensiones informales, inevitables cuando
intervienen personas. Más aún, explica las organizaciones bajo el símil
de una máquina, en donde y precisamente por ello, lo central reside en
que a determinadas acciones o causas corresponden determinadas
consecuencias o efectos.

La Biología organísmica.

Aunque vista desde Ludwig von Bertalanffy, la Biología organísmica


adquiere prestancia con los trabajos de Paul Weiss, en realidad quien
acuña el término “Organicismo”, con el cual también se la identifica,
fue W. Ritter (Ritter y Bailey 1929), citado por Mayr (2016).

Las propuestas de la “Biología organísmica” se configuran


principalmente desde un análisis crítico a las principales aristas que
dan sustento al andamiaje conceptual del Mecanicismo, el que asume
que la realidad natural e incluso los organismos vivos tienen una
estructura similar a la de una máquina despojada de todo
comportamiento teleológico cuyas piezas o componentes interactúan
conforme a las leyes deterministas de la mecánica, dado lo cual en
esencia se la considera como materia en movimiento regida por el
principio de la causalidad lineal eficiente, por el cual, además asume
que se rigen todos los fenómenos que describe la física clásica.

Frente a ello, el Organicismo de partida, considera que sus


acercamientos epistemológicos no resultan del todo apropiados para
27

el estudio de los organismos vivos, los que, sostiene, aunque


obedecen a las leyes de la física y la química, no pueden sin embargo
ser cabalmente explicados solo en término de aquellas leyes.

Para Ritter y Paul Weiss, (Ritter y Bailey 1928), citado por Mayr
(2016), los organismos vivos son conformaciones multiniveles en
donde cada nivel que se constituye en virtud de una determinada
organización, emerge desde componentes pertenecientes a un nivel
inferior. Así, cada nivel de organización incluye a los niveles inferiores
y, a su vez, forma parte de otros superiores.

En aquellas conformaciones multiniveles las unidades orgánicas, que


van desde las más pequeñas hasta las más grandes y de las más
simples a las más complejas, desde las células hasta los tejidos, de
los tejidos a los órganos y de estos a los organismos, cada nivel no es
una simple agrupación de componentes, dado que en ellos éstos se
determinan y condicionan mutuamente resultando indisociables unos
de otros, de modo tal que su funcionamiento depende por completo de
la organización o arquitectura en la cual ellos participan precisamente
en interacciones mutuas.

Dado que el organicismo asume que cada nivel de organización en los


organismos se constituye a partir de componentes precursores que se
entrelazan de acuerdo a un orden, es en aquel contexto en el cual y
solo en el cual se manifiestan sus propiedades e interacciones
funcionales, las que por cierto no se deben a una mera composición,
sino a su organización.
28

Más aún, según Ritter (Ritter y Bailey 1929, citado por Mayr (2015), en
aquellas unidades orgánicas el todo está tan relacionado con sus
partes que no solo su existencia depende de la cooperación ordenada
y la interdependencia de las partes, sino que el todo ejerce además un
cierto grado de control determinista sobre sus partes (Ritter y Bailey
1926). Se puede decir que cada componente vive una doble vida, una
independiente en cuyo contexto se ocupa de si misma y otra
incidental que se manifiesta en cuanto es parte integrante del todo al
que pertenece.

En ese contexto arquitectural, por cierto, todo componente pierde


algunas de sus características cuando no está en la composición del
todo, del mismo modo que también muchas de sus interacciones más
importantes, puesto que ellas solo tienen lugar en el organismo como
un todo, el nivel superior del cual forman parte.

Pero hay más, en cada nivel de organización o unidad orgánica, al no


ser cada uno de ellos simples agregados de componentes, sino por el
contrario, la resultante del encuentro de componentes conforme a un
orden determinado coherente con su funcionalidad, su emergencia
ontológica va acompañada, a su vez, de la emergencia de nuevas
propiedades. Así, las unidades orgánicas son emergentes respecto de
sus componentes químicos, los cuáles, por su parte, del mismo modo,
también son emergentes respecto de sus componentes físicos. Una
proteína, por ejemplo, no es sólo la suma de los aminoácidos que la
29

conforman, sino que tiene características específicas que no se


encuentran en los aminoácidos vistos aisladamente.

Hay, por lo tanto, una emergencia que se ajusta al decir aristotélico de


que “el todo es más que la suma de sus partes", enunciado que
Bertalanffy (1968) parte calificando como “algo místico”, agregando a
continuación que lo que la sentencias declara es que en aquellos
todos del enunciado “sus características constitutivas no son
explicables a partir de las características de las partes aisladas”(p.55),
lo que quiere decir que las “características del complejo, comparadas
con las de los elementos, aparecen como nuevas o emergentes (p.55).

Habidas todas esas consideraciones, la Biología organísmica rechaza


el concebir a los seres vivos como las máquinas del Mecanicismo.

Dentro de aquella postura de rechazo, en primer término, no da cabida


explicativamente para un organismo vivo, o para sus unidades
orgánicas constitutivas, al reduccionismo mecanicista.

El reduccionismo mecanicista postula que los elementos simples, en


cuanto elementos, al ser considerados sus fundamentos ontológicos y
epistemológicos, son la única verdadera realidad y la única fuente del
verdadero conocimiento. Tanto es así que incluso los seres concretos
carecen de verdadera realidad, puesto que ésta se reparte entre los
elementos simples y las leyes deterministas a que todo se reduce.

De este modo, conforme al Mecanicismo, si se logra la reducción de


un todo a sus componentes más pequeños y cuando ya se tiene el
30

recuento de dichos componentes y se ha establecido precisamente la


función de cada uno de ellos, debería poder explicarse también todo lo
observado en los niveles superiores. En otras palabras, según el
mecanicismo, las propiedades de un cierto nivel se deben a las
propiedades de sus componentes.

La Biología organísmica, por su parte, sostiene que, aunque a nivel


molecular es posible en algunos casos dar cuenta de los organismos
vivos a través de sus procesos físico-químicos, éstos van perdiendo
influencia y significancia hasta hacerse casi nulas en niveles
superiores de integración. Explicar algunas propiedades de un átomo
desde sus componentes subatómicos puede resultar efectivo, pero
hacer lo equivalente en niveles superiores, dada la emergencia de
nuevas propiedades ya no resulta plausible. En otros términos, en los
organismos vivos, dada la emergencia de nuevas propiedades en
cada nivel de integración orgánica, dichas propiedades no se habrían
podido predecir por muy bien que se conozca el nivel anterior. O dicho
de otro modo, para el organicismo, toda propiedad emergente es
irreductible a las propiedades de sus elementos constitutivos, los
cuáles, para el Mecanicismo, al ser lo único real y con poder
explicativo no permiten conocer las propiedades emergentes de la
unidad orgánico de la cual forman parte. En síntesis, para el
organicismo no hay fundamento último en elementos simples, ni
ontológica ni epistemológicamente.

Tampoco concede cabida a la descomposición aislativa al modo del


disyuntivismo analítico cartesiano, tan propia del mecanicismo sobre
todo cuando es funcional al reduccionismo. El operar disyuntivo,
31

asociado al principio de análisis o descomposición del método


cartesiano, que propone dividir un algo en unidades de composición
fundamentales y estudiar las cosas más simples que aparecen, separa
los objetos de su entorno, separa los objetos unos de otros, separa los
objetos del observador, separa las ciencias unas de otras. Gomez
(2011) hace ver que unas de las consecuencias del disyuntivismo es
que “genera toda suerte de dicotomías que tienen efectos sobre las
categorías primordiales con que se piensa como objeto y sujeto,
cuerpo y alma, determinismo y libertad, causalidad y finalidad, materia
y espíritu. esencia y existencia, cantidad y cualidad, etc”. (p. 6).
Frente a ello, la Biología organísmica, tajante, sostiene que los
organismos no están conformados por unidades físico-químicas que
se pueden desmontar como las piezas de un motor para así
describirlas sin hacer referencia a la totalidad desde la cual fueron
extraídas.

Cuestiona también la propuesta mecanicista que sugiere explicar a los


organismos vivos tan solo en términos de causas eficientes. es decir,
en términos de relaciones causales o de causa efecto absolutamente
lineales, en donde la causa es siempre superior y exterior a los objetos
y completamente dependiente del impulso eficiente. No se hace cargo
ni de causalidades finales o teleológicas ni de causalidades circulares.

El mecanicismo al focalizar su atención en la materia extensa no


considera en absoluto comportamientos teleológicos, a los cuáles
32

La Biología organísmica considera que los comportamientos


teleológicos son parte de las expresiones fenoménicas de los
organismos. La finalidad inscrita en ellos y entendida como un algo
ineludible, es lo que incluso, al ser causalmente activo, le concede el
carácter de eficaz a las causas eficientes también fenoménicamente
propias de dichos organismos.

De mismo modo, considera que las causalidades circulares también se


manifiestan en los organismos. Cuando un efecto no es el deseado,
este efecto no deseado se transforma en causa tendiente a eliminarlo.
Es decir, la causa no se agota en los efectos que produce, sino que
hay una trayectoria que continúa con una retroalimentación que
transforma el efecto en causa.

El Holismo.

El “Holismo” adquiere notoria visibilidad editorial principalmente


gracias al aporte de Jan Christiaan Smuts, naturalista y filósofo
sudafricano, quien fue precisamente aquel que acuña el neologismo a
partir del vocablo griego “holos” -- que referencia algo “entero”,
“completo” o “total”, queriendo con aquel término referirse a aquellos
todos en donde lo relevante es la organización conforme a una trama
de relaciones funcionales de sus componentes y no tan solo su mera
composición al modo de los con juntos de la teoría de conjuntos . El
contenido de su propuesta lo desarrolla en “Holism and evolution”, su
publicación más importante (Smuts, 1926).
33

Como punto de partida, Smuts recoge lo que Aristóteles sostiene en


sus escritos sobre metafísica, esto es, que en una totalidad emergente
“el todo es mayor que la suma de sus partes”,

De tal relevancia resulta para el holismo de Smuts aquel enunciado y


sus alcances, que se constituye en el primer principio de sus
postulados. En palabras de Smuts (1926), “el holismo es la tendencia
de la naturaleza a través de la evolución creativa a construir sistemas
que en muchos aspectos son superiores y más complejos que la suma
de sus partes” (p.31).

Ello es lo que hace que su propuesta, epistemológicamente también


se aleje del mecanicismo, sobre todo porque lo que pretende explicar,
su objeto de estudio, al igual que en el caso de la “Biología
organísmica” y con alcances similares, lo constituyen las totalidades
emergentes.

Por lo tanto, el holismo es una propuesta que invita a la explicación de


las totalidades sin soslayar las interacciones ordenadas que en ellas
manifiestan sus componentes, lo que en otras palabras quiere decir
que propone hacerse cargo de su complejidad.

Pero no solo Smut adquiere relevancia significativa en las propuestas


del “Holismo”, También aparece como un exponente de primera línea
Kurt Goldstein, un notable psiquiatra y neurofisiólogo de origen
prusiano cuyos aportes adquieren visibilidad por los años treinta del
siglo pasado, sobre todo cuando presenta sus teorías organísmicas en
34

psicología. En su texto “El organismo: una aproximación holística a la


biología” (1934), plantea que el organismo no puede ser dividido en
órganos, mente y cuerpo porque es el organismo como un todo el que
reacciona con el entorno. En palabras de Goldstein (1934), "El
organismo no puede ser dividido en órganos y lejos menos en mente y
cuerpo, porque es el todo el que reacciona al ambiente. Nada es
independiente dentro del organismo. El organismo es un todo".

Pero no todo en el “Holismo” tuvo sus inicios con Smut y Goldstein,


puesto que propuestas coincidentes ya se encuentran en la escuela de
Mileto, fundada en el siglo VI a C, en particular entre los filósofos
milesios hilozoistas. En el “holismo” de aquellos años no se hace
diferencia entre lo animado y lo inanimado, entre el espíritu y la
materia ya que consideraban que todas las formas de vida eran
manifestaciones de la fisis dotada de vida y espiritualidad (Capra
1997). Luego fue Heráclito de Efeso quien le concede importancia
significativa a la noción de totalidad con sentido holístico. Heráclito
sostenía que todos los cambios en el mundo ocurren por la interacción
dinámica y cíclica de los opuestos, formando estos opuestos una
unidad que contiene y trasciende todas las fuerzas opuestas,
denominado logos (Capra 1997). Es interesante constatar que esta
visión del mundo también se manifiesta con los mismos alcances en
las culturas orientales como la budista, la taoista y la hindúe, en las
cuáles lo central reside en considerar como objetivo supremo llegar a
ser conscientes de la unidad de interrelación mutua de todas las cosas
(Capra1997). Hay, sin dudas, una clara correspondencia entre el
“Holismo” y el “Dharmakaya” del budismo, el “Brahman” de los
35

hindúes y el “Tao” de los taoístas (Capra 1997). Posteriormente, a


partir de la escuela de Elea, que postula la separación entre espíritu y
materia, las perspectivas holísticas pierden su prestancia sobre todo
porque los Eleatas no solo influyeron sobre los Atomistas sino que
también en Aristóteles, quien más allá de su resaltado enunciado
presenta una propuesta donde se pone de resalta la separación del
alma humana del mundo material. Este tipo de pensamiento perduró
con mucha prestancia hasta el término de la escolástica medieval.

Volviendo a lo contemporáneo, cabe destacar que el holismo incluso


ha sido calificado por algunos autores como un paradigma. Así por lo
menos lo sostiene Fragoso (2000) cuando rescatando a Smut (1926),
señala que se trata de un nuevo modelo que aboga por la concepción
de la totalidad, que lleva a despertar en los seres humanos la
conciencia de esa funcionalidad dentro de la inmensa totalidad.

El mismo sentido paradigmático, es el que recoge el “Diccionario de


Filosofía de C. Morató y R. Martínez al destacar que se trata de un
abordaje sistémico de la vida, que es un enfoque global,
interdisciplinario en que todo es considerado en continua relación e
interdependencia de los fenómenos físicos, biológicos, psicológicos,
espirituales, culturales y sociales.

Pero no tan solo por aquellos años Weiss con su “Biología


organísmica”, Smuts y Goldstein en el contexto del “Holismo”
construyen sus propuestas bajo el alero axiomático que señala que el
todo es mayor que la suma de sus partes. Así también sucede con la
Gestaltpsychologie.
36

La Gestaltpsychologie.

La Gestaltpsychologie, la Psicología de la forma, es una corriente de la


psicología que emerge en Alemania alrededor de la primera década
del siglo veinte gracias al aporte principalmente de Christian von
Ehrenfels, Max Wertheimer, Wolfgang Köhler, Kurt Koffa y Kurt Lewin.

En todos ellos el principal interés investigativo se posiciona en el


fenómeno de la percepción, al cual consideran el proceso fundamental
de la actividad mental, tanto que las otras actividades psicológicas,
como el pensamiento y el aprendizaje le quedan supeditadas.

Su irrupción como una propuesta significativa dentro de la psicología


coincide con la publicación de los estudios de Max Wertheimer sobre
el fenómeno Phi, es decir, sobre el movimiento estroboscópico, aquella
ilusión óptica que hace percibir movimiento continuo en donde hay
solo una sucesión de imágenes, lo que deja de manifiesto que en la
percepción el sujeto aporta algo que no se encuentra en el estímulo
(Garret, 1958).

El término “Gestalt”, que significa “forma” pero también “figura”,


“configuración”, “estructura” o “patrón”, connota en esencia, la idea de
estructura configuracional o de configuración de totalidades, lo cual es
coherente con el enfoque de esta escuela, la que dentro del dominio
de la percepción focaliza prioritariamente sus estudios precisamente
en el fenómeno de la organización perceptual.
37

Un buen primer acercamiento lo entregan Ehrenfels y Wertheimer. El


primero sostiene que en un todo organizado subsiste una cualidad
particular, una “gestaltqualität”, fuera y por encima de la suma de los
componentes. Wertheimer, citado por (Papp 1983, p 365). en tanto
afirma que “las partes están, pues, subordinadas a la totalidad; por ello
es imposible comprender un todo estructural a partir de sus
ingredientes o partes, puesto que los atributos de éstas, en la medida
que son accesibles a una definición, quedan establecidas mediante
sus relaciones con la configuración total que integran”

El principio fundamental de la organización perceptual se construye,


coincidiendo con las posturas de la biología organísmica y las del
holismo, desde aquella sentencia Aristotélica que señala, que “el todo
es mayor que la suma de sus partes”. Lo que ello, en el contexto de la
psicología de la forma quiere decir en concreto, es que las
propiedades de la totalidad configurada por un perceptor humano no
resultan de los elementos constituyentes, sino que emergen de las
relaciones que se suscitan entre ellos en el dominio del espacio-
temporal de la totalidad.

Según aquel principio, en consecuencia, para la Gestaltpsychologie, la


percepción humana no es una mera suma de los datos sensoriales,
sino que pasa por un proceso de reestructuración que configura, a
partir de la información que contienen esos datos, una forma, una
Gestalt.

En otras palabras, las personas registran la realidad que las rodea no


solamente a partir de sus cinco sentidos, sino que también con el
38

soporte de un principio de organización mental, es decir, sostiene que


la psiquis siempre otorga algún orden a los objetos que percibe.

La Gestalt asume el supuesto de que la mente tiene criterios o


categorías para organizar los datos de la experiencia y que dichas
categorías no están sometidas al influjo de los aprendizajes. Así, las
experiencias y los datos obtenidos son sometidos a su forma particular
de organizarlos. Es decir, hay una tendencia del sujeto a ver en el
mundo cualidades, totalidades y describir su forma de presentarse y
transformarse como representación mental

Según la Gestalt, como lo explica Kóhler (1969) citado por Gondra,


1996) la percepción busca de manera directa e inmediata atribuir
cualidades que definan un objeto a percibir y que permitan establecer
con claridad su naturaleza y composición en una representación
mental simple. Es decir, de organizar la información del entorno dentro
de aquella representación, sin que medie un despliegue secuencial de
pasos elementales entre los datos del entorno y la representación,
como lo sostienen las posturas analítico-mecanicistas, denominadas
en en dominio de la psicología como propuestas asociacionistas.

En términos generales, la labor de la percepción consiste en un intento


de agrupación de la información circundante dentro de unidades
simples que le permitan a la conciencia adquirir noción de objeto y con
ello afinar su capacidad abstracta. La percepción es entendida como
un permanente acto de conceptualización. Los eventos del mundo
externo son organizados a través de juicios categoriales que se
39

encargan de encontrar una cualidad que represente de la mejor


manera posible a los objetos.

La organización perceptual gestáltica opera según ciertos postulados


que en dominio de la propia Gestalt incluso adquieren el status de
leyes, como lo son la pregnancia; el cierre; la proximidad; la figura y
fondo y la semejanza.

La pregnancia o la buena forma se refiere a que la percepción siempre


adopta la mejor forma posible, coordinando la totalidad de los factores
que coexisten en el campo perceptivo en un momento determinado
(Katz, 1967).

El cierre o inclusión se refiere a nuestra tendencia a percibir formas


"completas", aun partiendo de datos perceptuales incompletos. Por
ejemplo, frente a un dibujo incompleto se reconstruye rápidamente lo
faltante. En todas estas situaciones se tiende a completar y cerrar para
así sostener el significado en su conjunto, obviando los vacíos (Katz,
1967).

La proximidad hace referencia a que aquello que está próximo en


tiempo y espacio en el campo perceptual tiende a agruparse
significativamente. Por ejemplo, estrellas próximas en el cielo se
reconocen como constelaciones o sea totalidades particularmente
significativas que por la proximidad espacial se particularizan y
distinguen de otras Kóhler (1969).
40

La figura-fondo se refiere a que la organización de la percepción se da


siempre en función de un recorte que define una figura sobre un fondo.
El ejemplo más conocido es aquel de las figuras reversibles, se ve una
copa o dos perfiles enfrentados, según sea el recorte de figura y fondo
(Garret 1958).

La semejanza señala que lo similar en tamaño color, peso o forma


tiende a ser percibido como conjunto o totalidad (Katz, 1967).

A modo de síntesis bien cabe consignar que según Capra (2008), la


Teoría de la Gestalt, sustenta la idea de que “los organismos vivientes
no perciben las cosas como elementos aislados sino como Gestalten,
esto es, como unidades significativas dotadas de cualidades que no
existen en sus partes individuales” (p. 192).

Los psicólogos Gestalt, afirmaban que los seres vivos percibimos


holos irreductibles. Es decir, conforme a Capra, “los organismos vivos
perciben no en términos de elementos aislados, sino de patrones
perceptuales integrados, conjuntos organizados dotados de
significado, que exhiben cualidades ausentes en sus partes” (Capra,
2010, p. 51).

El enfoque de sistemas.

Todas estas expresiones disciplinarias, las que sin dudas se alejan de


la epistemología mecanicista, comparten las premisas a priori en virtud
41

de las cuáles enfrentan lo que observan con pretensiones de


explicarlo.

Si se considera que bajo la mirada o enfoque mecanicista cartesiano,


lo que se tiene es una explicación parcial, aunque no carente de rigor,
de aquello que se observa, cabe sostener por el contrario que cuando
se está bajo la mirada sugerida por la Biología organísimica, el
Holismo y la Gestalt, la relación entre el observador y lo que observa
ha cambiado respecto de la mirada mecanicista. Este nuevo
acercamiento, que amplía el espectro de lo observado, bien puede
denominarse enfoque de sistemas.

Las propuestas de Bertalanffy.

Bertalanffy formula sus propuestas dentro del contexto de lo que bien


cabe denominar “Pensamiento de sistemas”, un pensamiento que, sin
dudas, se interesa en sistemas, es decir, en elementos que se
encuentran en interacción. Así las interacciones y, por lo tanto, las
relaciones se constituyen en el foco de interés del pensamiento de
sistemas. Así, Bertalanffy discute en un escenario desplegado en dos
dimensiones que con alcances diferentes se desenvuelven en el
mismo dominio.

Una de ellas la desarrolla en torno a lo que denomina “Teoría general


de sistemas” Bertalanffy (1968), en donde, desde ya cabe destacar,
sugiere una integración entres disciplinas y ciencias alejadas entre
ellas. La otra la lleva adelante en función de una nueva aproximación
42

tendiente al conocimiento del objeto de estudio de la Biología, es decir,


los organismos vivos, aunque también envuelve en general a las
“totalidades emergentes”, esto es, aquellas realidades en donde
ciertos elementos heterogéneos se ordenan de acuerdo a un
entramado relacional para constituir una totalidad distinta, superior e
irreductible a todos ellos, en la cual los elementos no tienen otra
perspectiva que aquella que les confiere el todo, de modo tal que
operando conforme a dicho entramado organizacional, hagan posible
que la totalidad cumpla con la función que en un principio y antes de
su constitución efectiva le dio su origen. Son aquellas totalidades las
que en dominio de las propuestas de Bertalanffy adquieren el status de
sistemas.

La Teoría general de sistemas.

De cara al primer aspecto que envuelve en sus propuestas, Bertalanffy


postula su “Teoría general de sistemas”, la que puede entenderse
también, cabe señalar, como una Teoría de sistemas generales”. Estas
opciones denominativas que han sido motivo de controversias dentro
de las discusiones propias del pensamiento de sistemas, en el mundo
anglosajón no lo son, sin embargo, en el habla hispana contexto en
cual resulta más precisa la primera, puesto que no se trata de una
teoría sobre sistemas generales sino, obviamente, una teoría “general”
acerca de cualquier clase de sistemas.

De partida Bertalanffy manifiesta su inquietud por la creciente


especialización que, según su entender, ha experimentado la ciencia
sobre todo hasta las primeras décadas del siglo veinte, lo que, agrega,
43

trae aparejado una fragmentación tal que no hace otra cosa que
acrecentar las distancias y el aislamiento entre las diferentes
disciplinas que la conforman. Al respecto, Bertalanffy (1968), señala
que “la ciencia moderna se caracteriza por la especialización siempre
creciente impuesta por la inmensa cantidad de datos, la complejidad
de la técnica y de las estructuras teóricas de cada campo. De esta
manera la ciencia está escindida en innumerables disciplinas que sin
cesar generan subdisciplinas nuevas. En consecuencia, el físico, el
biólogo, el psicólogo y el especialista en ciencias sociales, están por
así decirlo, encapsulados en su universo privado y es difícil pasar una
palabra de una cápsula a otra”. En otros términos, conforme al decir
de Bertalanffy, la especialización en virtud de la cual las diferentes
áreas del saber científico asumen su desarrollo, crea dominios o
estancos prácticamente incomunicados entre ellos.

Bertalanffy desarrolla su propuesta, con alcances epistemológicos, a


partir de la constatación de que en el dominio de la mayoría de los
campos de la ciencia hay muchos isomorfismos u homologías entre los
modelos explicativos que generan desde sus propios y particulares
desarrollos, lo que quiere decir que si en dos o más disciplinas se
encuentran expresiones isomórficas relativas a fenómenos acerca de
los cuáles independientemente dan cuenta, existe una
correspondencia término a término tanto entre sus componentes
particulares como en las relaciones que se manifiestan entre ellos. Es
el propio Bertalanffy quien lo destaca al señalar que “existen modelos,
principios y leyes aplicables a sistemas generalizados o a subclases
suyas independientemente de su naturaleza, del carácter de los
44

elementos componentes y de las relaciones o fuerzas existentes entre


ellos”, (Bertalanffy 1968).

Cabe destacar que en estricto rigor, aquellos modelos no son


isomórficos a la realidad sino que tan solo lo son entre ellos. Una
buena aproximación a los efectivos alcances de aquellos isomorfismos
se encuentra en las discusiones que presenta el científico y filósofo
polaco Korzbski (1958), quien al respecto señala tajante que “el mapa
no es el territorio” (p.58).

Habidas esas consideraciones, Bertalanffy sostiene que es posible


lograr explicaciones metaconceptuales, es decir, propuestas
explicativas comunes y válidas para todas aquellas disciplinas en
donde se manifiestan fenómenos isomorfismos. Frente a ello sugiere,
como eje central operativo de su planteamiento, la promoción de lo
interdisciplinario e incluso, un tanto ambiciosamente, en algunos
espacios, la unificación del conocimiento científico.

Así, el ámbito del desarrollo de dicha Teoría general es sin dudas de


amplio espectro, sobre todo en el vasto dominio constituido por las
disciplinas que se hacen cargo de los fenómenos de carácter social y
cultural; de las organizaciones de actividad humana; de las máquinas
creadas por el hombre y también de los organismos vivos. Es en
aquellos espacios fenoménicos en donde al decir de Bertalanffy se
debe privilegiar, aunque no de modo excluyente, la búsqueda de los
isomorfismos que le ha de conceder a su propuesta el sentido general
al que aspira. En el mismo sentido bien cabe señalar también que la
Teoría general de sistemas pretende proporcionar herramientas para el
45

trabajo explicativo que vayan más allá de aquellas que se requieren en


el contexto de alguna disciplina particular.

Por cierto, que en aquel escenario tan diverso y de tan amplio alcance,
apropiado le resulta a su teoría general, el uso de las matemáticas
puramente formales como el adecuado lenguaje para dar a conocer
sus postulados.

Cabe destacar que la propuesta relativa a sistemas generales


apareció en Bertalanffy después de haber trabajado una “Teoría de
sistemas” en Biología, aunque desde sus inicios como investigador, lo
transdisciplinario siempre le fue significativo. A modo de muestra, una
parte sustancial de su tesis doctoral sobre Gustav Fechner trata sobre
biología, pero también remite a la física, la psicología y la sociología.

Sin embargo, la propuesta tendiente a la búsqueda de teorías


generales no ha estado ajena a juicios críticos. Incluso ya desde sus
primeros momentos fue recibida con muchas reservas, sobre todo
porque se la consideraba simplemente fantasiosa y hasta
presuntuosa. Más aún, en ocasiones se la califica de trivial,
por no ser los llamados isomorfismos sino meros ejemplos del hecho
palmario de resultar aplicables las matemáticas a toda
suerte de cosas, lo cual no llevaba a mayor “descubrimiento” que la
aplicabilidad de 2 + 2 = 4 a manzanas, dineros y galaxias (Bertalanffy
1968). Del mismo modo, cuando el entusiasmo extendido y exagerado
que se generas en torno a la “Teoría general de sistemas”, muchas
veces alejado de los rigores necesarios que exige el trabajo científico,
es el que guía las acciones, deja grandes espacios para considerar
46

analogías superficiales, con lo cual las teorías generales se vuelven


simplemente equívocas y falsas.

Con algo de posterioridad en relación a los años en que irrumpen por


primera vez con cierta prestancia las ideas relativas a la teoría general
de sistemas, (Checkland 1983) precisa también a modo de crítica
pero con sentido de aporte, que lo que más bien se requiere son
conceptos transdisciplinarios y no tan solo grupos interdisciplinarios,
con lo cual sugiere que el énfasis debe estar en la generación de
propuestas teóricas que sirvan para unificar el conocimiento en la
medida en que resulten aplicables en áreas que superan los
estancos que tradicionalmente delimitan las fronteras de la ciencia.

Aproximaciones a la noción de sistemas.

Respecto de la segunda dimensión que se perfila en sus propuestas,


aquella que se orienta a establecer lo que entiende por “sistemas”, o
dicho de otro modo, qué es aquello que hace que de un algo se
sostenga que es un sistema, Bertalanffy toma significativamente como
consideraciones de base lo que respecto de los organismos vivos
sostiene la Biología organísmica, esto es, que se trata de totalidades
emergentes, los que precisamente por serlo, se constituyen en
“totalidades integradas” o “totalidades de componentes coactuantes”.

Se trata de una aseveración que al ser vista en la perspectiva de la


idea de sistemas generales, también aplica, guardando todas las
distancias fenoménicas que corresponden, sobre todo en lo referente
47

a la naturaleza de los componentes, a todo lo que construyen las


personas.

Desde aquellas consideraciones de base Bertalanffy (1968), sostiene


que un “sistema” en perspectiva metaconceptual es “un complejo de
elementos interactuantes”, en donde, agrega, “interacción significa que
elementos, “p”, están en relación “R”, de suerte que el comportamiento
de un elemento “p” en “R” es diferente de su comportamiento en otra

relación “R´” (p.56). Se trata de una definición significativamente


concisa, sin dudas, porque también “un complejo puede ser entendido
como la suma de elementos considerados aisladamente” (p.58).

Pero es una definición a la que cabe agregar, incluso desde el propio


discurso de Bertalanffy cuando se extiende sobre su propia definición,
nuevas aristas explicativas.

De partida, cabe considerar que aquellas interacciones no son meras


yuxtaposiciones, ya que además de generar la emergencia ontológica
de la totalidad ésta va acompañada de la emergencia de nuevas
propiedades que solo se manifiestan en el todo. Así, “Pe” será un
atributo emergente en la totalidad solo si no se encuentra en ninguno
de los componentes de la totalidad.

De ello se desprende que las propiedades y los modos de acción de


los niveles más altos en un sistema, no son explicables por la adición
de las características y de los modos de acción de sus componentes
estudiados bajo aislamiento disyuntivo. Ello quiere decir que la
observación de los componentes por separado nada revela sobre la
48

organización de las totalidades y que sus propiedades son


irreductibles a las propiedades de sus elementos constitutivos. Es
decir, no se pueden encontrar dichas propiedades por muy bien que
se conozca el comportamiento de los componentes. Para Bertalanffy
(1968), solo “si conocemos el total de las partes contenidas en un
sistema y las relaciones que hay entre ellas, el comportamiento del
sistema es derivable a partir del comportamiento de las partes” (p.55).

Un claro ejemplo de aquello es lo que sucede en los organismos vivos.


Según Bertalanffy (1934) “la característica de la vida no reside en una
distinción de sus procesos singulares de la vida, sino de cierto orden
entre todos los procesos” (p.225), o visto desde otra arista y también
en palabras del propio Bertalanffy (1934), a que “no hay sustancias de
la vida, más bien el rasgo básico de la vida en la organización de
sustancias” (p.316).

Así conforme a Bertalanffy (1968), es distintivo de las totalidades que


se distinguen como sistemas el que “el que el todo es mayor que la
suma de sus partes” (p.55).

Además, del todo lo dicho por Bertalanffy se desprende que toda vez
que se distingue un sistema, necesariamente se está especificando su
entorno, en el cual, por su parte, se encuentra todo lo que no está en
él y con el que interactúa desde él mismo.

Es respecto de aquel contexto relacional, en donde Bertalanffy


sostiene, tras distinguir entre sistemas abiertos y cerrados, y en
49

acuerdo con la biología organísmica, que los sistemas vivos son


abiertos.

Aquella distinción la establece considerando las relaciones de


intercambio que un sistema mantiene con su entorno, y tomando en
cuenta la naturaleza de aquello que se intercambia. Así, Bertalanffy
señala que los sistemas abiertos son aquellos que intercambian
materia, energía e información con su entorno a diferencia de los
sistemas cerrados los cuáles solo intercambian energía. Viene al caso
consignar que a aquellos sistemas que no intercambian ni materia ni
energía se les considera aislados.

Por su parte, aquel proceso de intercambio es continuo, el cual,


cuando se interrumpe, hace que el sistema deje de ser el sistema que
es, principalmente porque pierde sus fuentes de energía. En el caso
de los organismos vivos, para ir contra la entropía, ellos requieren de
energía, la que obtienen de los enlaces químicos de sustancias
orgánicas. Para que ello ocurra la sustancia debe ser degradada
puesto que así es como se libera la energía de sus enlaces. Esa
energía se usa de manera eficiente, dado que cuando sobra, se
almacena ante la posible eventualidad futura de que falte. Aquel
proceso corresponde a las reacciones físicoquímicas que se
denominan metabolismo.

Por lo tanto, los sistemas abiertos son sistemas eminentemente


adaptativos, ya que para sobrevivir deben reajustarse constantemente
50

conforme a las condiciones del medio, restaurar su propia energía y


reparar pérdidas en su propia organización.

Además, en ellos existe una tendencia hacia mayores niveles de


heterogeneidad, lo que por el contrario no sucede en los sistemas
cerrados, en los cuales la tendencia es hacia la desorganización. Más
aún, ello es lo que hace que en los sistemas abiertos desaparezca la
contradicción entre entropía y evolución.

Es distintivo de igual modo en aquellas totalidades vistas como


sistemas, el que se configuran para el logro de algún propósito, lo que
quiere decir que exhiben comportamientos teleológicos, los cuales,
aunque no sin controversias, para el caso de los organismos vivos, la
Biología, ya desde la Biología organísmica, los adscribe a la noción de
función.

Los organismos vivos, de acuerdo al organicismo son unidades


autoorganizadas, autónomas y reproductivas y que en cuanto tales su
comportamiento se orienta hacia la finalidad de la autopreservación, lo
que es lo que precisamente le confiere su carácter teleológico.

Aún más, aquellos organismos para direccionarse hacia dicha finalidad


deben disponer de un tipo particular de organización en la cual los
componentes son funcionales, lo que quiere decir que sus operaciones
están orientadas a un fin que no es otro que el contribuir a que el
organismo como un todo pueda seguir automanteniéndose. En otras
palabras, cada componente es parte de la organización de este tipo de
51

unidades porque es funcionalmente útil para mantener las condiciones


que permiten precisamente el logro de su automantenimiento, es decir
de su finalidad.

Lo mismo sucede en todo aquello que construyen las personas. En


concordancia con (Aristóteles 1994), una de las causas de la que
depende la existencia de todo lo que es, es la causa final, aquello
para lo que existe. No es aventurado sostener que todos ellos están
configurados para un propósito o un fin que no es otro que el
satisfacer necesidades de uso. Por lo tanto, su organización-estructura
está configurada para responder a su finalidad de primer orden, a
aquello para lo cual el algo fue originalmente concebido, por cierto solo
cuando quien lo distingue para su uso lo emplea en esos términos, ya
que aquella finalidad no es la única posible, dado que a sus usuarios
les cabe emplearlo para otros propósitos siempre que su estructura lo
permita, conformando así un vector abierto de usos posibles, lo que
desde este primer acercamiento, desde ya, permite sostener que los
sistemas están estructuralmente determinados, determinismo que
queda precisamente establecido toda vez que el fin último determina
las operaciones específicas que los componentes estructurales han de
llevar a cabo.

El aporte editorial de Bertalanffy.

Con la intención de dar contenido efectivo al dominio de las teorías


generales, a la importancia del enfoque de sistemas y a la propia
52

noción de sistemas, Bertalanffy en “An outline of general system


theory”, (Bertalanffy 1950) publicado por The British Journal for
philosophie of science, destaca de sobremanera la importancia que a
su entender tiene la creación de un cuerpo teórico único capaz de
recoger explicaciones a fenómenos isomórficos que aparecen en
diferentes campos disciplinarios, postulando incluso la integración de
las ciencias naturales y sociales.

Años más tarde aparecen en la misma publicación, en 1955,


(Bertalanffy, 1955), unas notas que dan cuenta de la creación de una
“Sociedad para la investigación de Sistemas generales”.

Dicha agrupación se había constituido un año antes, en 1954, con la


participación en primera línea de Ludwig von Bertalanffy, biólogo;
Anatol Rapoport, matemático; Kennet Boulging, economista y Ralph
Gerard, neurofisiólogo. En su declaración de principios la sociedad
señala que sus objetivos centrales son: “investigar el isomorfismo de
conceptos, leyes y modelos en varios campos, y fomentar
provechosas transferencias de un campo a otro; estimular el desarrollo
de modelos teóricos adecuados en los campos que carecen de ellos;
minimizar la repetición de esfuerzo teórico en diferentes campos y
promover la unidad de la ciencia mejorando la comunicación entre
especialistas”.

Bajo el alero de aquella sociedad, se publica desde el año 1956 el


anuario “General Systems: Yearbook of the Society for General
53

Systems”, el cual posteriormente, a partir del año 1998, se edita como


el Issue 5 de de “Systems Research and Behavioral Science”.

En concordancia con aquellas iniciativas editoriales, aparecen siempre


en primer plano, en las propuestas de Bertalanffy, además del
desarrollo de lo que entiende por sistemas, sus ideas en torno a los
“sistemas generales”, las cuáles, a su vez, presenta en “General
system tehory”, (Bertalanffy, 1968) y en “General system theory: A new
approach to united of science”, (Bertalanffy, 1951).

Los exponentes cercanos a Bertalanffy.

Quienes acompañaron a Bertalanffy en la conformación de la sociedad


para la investigación de los sistemas generales, Anatol Rapoport,
Kenneth Bouding y Ralph Gerard, también destacaron por sus aportes
propios, no tan solo en relación a la idea de sistemas generales, sino
que también respecto a la propia noción de sistemas.

Kenneth Boulding.

Kenneth Boulding, destacado economista británico, quien también


acompañó a Bertalanffy, a Rapoport y a Gerard, en los primeros años
de la “Sociedad para la investigación de los sistemas generales”, por
su parte, destaca que un sistema es un conjunto de elementos en
interacción actuando en un determinado entorno con el fin de alcanzar
objetivos comunes y con capacidad de autocontrol (Boulding,1956).
54

Pero va más allá. Propone una escala jerárquica de sistemas,


sugerida en base a la idea de complejidad creciente, partiendo por
cierto desde los más simples hasta llegar a los más complejos.

Esta clasificación es relevante, entre otros aspectos, por cuanto el


proceso de recolectar, seleccionar y usar información, esencial para la
preservación de los sistemas, es mucho más complejo en algunos
sistemas y más simple en otros. Un termostato, por ejemplo, solo
reacciona a cambios en la temperatura. Un ser humano en tanto, tiene
una capacidad de autoconocimiento que hace posible la selección de
múltiples insumos de información, la cual, a su vez, está basada en
estructuras cognitivas. Según Boulding (1956), aquella jerarquía de
sistemas se estructura en torno nueve niveles.

El primero de aquellos niveles jerárquicos corresponde al nivel de las


“Estructuras estáticas”. Es el nivel de los marcos, en donde se ubica la
geografía y anatomía del universo, tal como el modelo de los
electrones dentro del átomo.

El segundo nivel en tanto lo denomina “Sistemas dinámicos simples”,


Es aquel que corresponde a la estructura teórica de la física, química,
allí caben los mecanismos de la relojería analógica y el de las
máquinas derivadas de la revolución industrial, Un buen ejemplo para
este segundo nivel, lo es el sistema solar.

El tercer nivel para Boulding es el que identifica como “Sistemas


cibernéticos o de control”, en donde el equilibrio estable, la transmisión
55

y la interpretación de la información es una parte esencial de dichos


sistemas. El termostato es un buen ejemplo.

Por su parte, el cuarto nivel corresponde, en la propuesta de Boulding


a “Los sistemas abiertos”, en los cuáles se destaca la auto
reproducción y el auto mantenimiento, en donde lo relevante es que la
vida empieza a diferenciarse de la no vida, tal como ocurre con las
células, por ejemplo.

El quinto nivel, lo denomina “Genético Social”, en donde ya es posible


percibir la diferencia entre genotipo y fenotipo, así como también la
división del trabajo en unidades diferenciadas y mutuamente
dependientes, Es aquel en donde su ubican las plantas.

El sexto nivel, lo identifica como el nivel “Animal”, en donde resalta la


movilidad y la existencia de receptores de información, tales como los
sentidos.

El séptimo nivel, en la propuesta de Boulding corresponde al


“Hombre”, nivel en el cual se destaca la autoconciencia.

El octavo nivel corresponde a “Las organizaciones sociales”, como la


empresa, por ejemplo.

Por último, el noveno es el de “Los sistemas trascendentes”, como lo


absoluto.
56

Además, más allá de aquella conocida clasificación, Boulding postuló,


lo que según sus interpretaciones deben ser las premisas o los
supuestos de base en virtud de los cuáles ha de desenvolverse la
“Teoría general de sistemas” (Boulding 1956). Estos supuestos son:

- Es preferible que exista una seguridad en el orden, regularidad y


carencia de azar, para no encontrarnos en la incertidumbre y esperar
un estado fortuito.

- El orden del mundo empírico hace de éste un buen lugar, que sea
motivante, y que origine mucha atracción con respecto a los teóricos
de los sistemas.

- El mundo externo y práctico mantiene un orden en el ordenamiento,


es decir un orden en segundo plano: una ley de leyes.

- El orden se mantiene con la matemática y el análisis cuantitativo, que


son herramientas de un valor.

- El tratar de encontrar la ley y el orden juntos hace que sea necesaria


la búsqueda de referencias prácticas.

Karl Gerard.

En la conformación de la “Sociedad para la investigación de los


sistemas generales”, junto a Rapoport, Bouding y Bertalanffy, también
estuvo Karl Gerard, prominente neurofisiólogo norteamericano.
57

Coincidiendo con sus compañeros de ruta, (Gerard 1949) sostiene que


la Teoría general de sistemas, surge como un intento de limitar la
notoria tendencia, claramente visible en occidente durante la primera
mitad del siglo veinte, hacia la hiperespecialización, la que, a su vez,
trae como consecuencia la compartimentalización del conocimiento,
acrecentada conforme los especialistas aprenden cada vez más y más
sobre menos y menos.

Gerard desde su particular mirada de neurofisiólogo, formula


importantes críticas al Mecanicismo modernista, sobre todo a la
práctica disyuntivista que en virtud del denominado “dualismo
cartesiano” separa mente de cerebro, la que también da paso a la
dicotomización de las teorías que pretenden explicar las funciones de
la mente, puesto que las explicaciones neurobiológicas,
psicoanalíticas y conductistas, entre otras, aparecen en ellas como
visiones aisladas que no logran dar cuenta de manera integral de los
fenómenos psíquicos que estudian. Cada cual aporta desde su
particular punto de vista. No hay pensamiento distorsionado sin una
molécula distorsionada agrega, como lo recoge (Fishman, 1994, pp.
86-91).

Desde aquellas consideraciones, aunque un tanto preliminares, bien


cabe afirmar que para Gerard la Teoría general de sistemas ofrece los
lineamientos necesarios para la configuración de modelos explicativos
integrales que se construyen desde el entender a los seres humanos
en toda su compleja dimensión fenoménica y también, a su vez, en
relación con su mundo circundante.
58

En los modelos explicativos de (Gerard, 1949), a los cuáles


consecuentemente denomina Biopsicosociales, todos los organismos
vivos están constituidos por unidades compuestas de elementos
formalmente interrelacionados, es decir, por sistemas. Estos complejos
organizados o sistemas se despliegan a su vez a diferentes niveles
jerárquicos, como célula, tejido, órgano, organismo, sociedad, en
donde sostiene, concordando con la Biología organísmica, que cada
sistema de nivel superior tiene propiedades que emergen sólo a ese
nivel. En consecuencia, agrega, que los sistemas se constituyen en
totalidades emergentes en donde las propiedades de los todos que
emergen no se pueden entender tan solo como una suma aritmética
de las propiedades de las partes, puesto que la emergencia envuelve
sinergía, como lo consigna (Fishman, 1994, pp. 86-91).

Más aún, según (Gerard, 1946) las unidades vivas no solo se


caracterizan por la interacción ordenada de sus componentes, sino
que también por sus mecanismos de control y por sus tendencias
tanto hacia la estabilidad homeostática como hacia el cambio
heterostático. Cada sistema, regula el balance entre estabilidad y
cambio a la vez que mantiene sus límites. Los organismos vivos son
concebidos, además, como sistemas abiertos involucrados en un
intercambio continuo de materia, energía e información. No son
unidades pasivas, sino que esencialmente activas, incluso aún sin
estimulación externa.

El modelo “biopsicosocial”, tiene sin dudas los alcances de una “teoría


59

general” y en cuanto tal, coincide con las posturas de Bertalanffy y


además como ya se señaló, no estando además el recalcarlo, se
adscribe a los postulados de la Biología organísmica, sobre todo
porque sostiene la inseparabilidad de los mecanismos que determinan
la actividad de un ser vivo, como es el caso de la mente y el cuerpo, lo
vivencial y lo conductual, lo individual y lo social.

Anatol Rapoport.

De la lectura del prólogo de “Modern System Research for the


Behavioral Scientist”, se desprende lo que (Rapoport 1978),
matemático y psicólogo norteamericano aunque nacido en Rusia,
entiende por sistema, esto es, una totalidad que funciona como una
totalidad en virtud de la interdependencias de sus partes, dado lo cual
éstas, a su vez, mantienen una relación funcional con la totalidad. En
otras palabras, se trata de una totalidad que tiene lugar entre los
diferentes componentes de la totalidad, lo que le confiere el status de
complejidad organizada, la que siguiendo a Rapoport (1978), “es tal
cuando la adición de una nueva entidad introduce no solamente las
relaciones de esta entidad a todas las otras entidades, sino que
también modifica las relaciones entre algunas o todas las otras
entidades” (p.141)

Agrega (Rapoport, 1978, p.155) que el método que apunta a discutir


como operan aquellas totalidades en la más amplia variedad de
dominios fenoménicos se denomina “Teoría de sistemas”, entendida
en su propia perspectiva como una Teoría general, es decir, como una
Teoría general de sistemas.
60

A su vez, sostiene que la Teoría general de sistemas, coincidiendo con


Bertalanffy, es una metateoría cuyos modelos explicativos son
aplicables a cualquier disciplina pertinente. Sin embargo, deja de
manifiesto que, según su entender, (Rapoport, 1978, p.155), no es
propiamente una teoría en el sentido de un cuerpo de conocimientos
con determinadas reglas de operación, sino más bien una
metodología. Sostiene también que los orígenes de la teoría general
de sistemas se sitúan tanto en la crítica a la concepción mecanicista
de la ciencia como en la creciente necesidad de unificar la expansiva
diversidad científica.

Las Conferencias de Macy.

En realidad, no fue la Sociedad para la investigación de Sistemas


generales la que en las perspectivas del pensamiento de sistemas
alcanza mayor notoriedad.

Una de las manifestaciones que asume el desafío de romper los


modos estancos en virtud del cual se desarrollan las ciencias durante
la primera mitad del siglo XX, se suscitó en torno a la Cibernética, la
que despierta un marcado interés durante la segunda guerra mundial
convocando principalmente a matemáticos, ingenieros y biólogos
dedicados a la neurociencia. El foco de atención de estos
investigadores se centra en un primer momento en la necesidad bélica
de captar aviones enemigos en vuelo con el propósito por cierto de
hacerlos caer con efectividad. Estos cientificos e ingenieros no
respondían a una organización formal, los convocaba el interés común
61

en asuntos que les interesaban a todos ellos. Es así que, además del
afán por alcanzar efectividad en el derribo de aviones, destinan
significativos esfuerzos al estudio otros tipos de fenómenos como el de
los mecanismos en virtud de los cuáles funcionan los procesos
mentales con la clara intención de modelarlos matemáticamente,
puesto que su pretensión última era la formulación de una ciencia
rigurosa sobre el comportamiento de la mente. Lo notorio es que ya
había en ellos una marcada tendencia en avanzar hacia
acercamientos transdisciplinarios.

A fines de la década de los cuarenta del siglo pasado, una vez


finalizado el conflicto bélico, se llevaron a cabo en la ciudad de Nueva
York periódicamente las “Conferencias de Macy”, patrocinadas por la
fundación filantrópica Josiah Macy, Jr. a las cuáles asistían
investigadores ligados a múltiples y diversas disciplinas. Se trataba de
coloquios interdisciplinarios de inusitados alcances para la época,
sobre todo por la búsqueda de nuevas propuestas epistemológicas.

Aunque en los primeros momentos los participantes eran


principalmente ingenieros, matemáticos y neurocientificos, pronto se
incorporaron pensadores provenientes de las ciencias sociales y de
las humanidades, entre los que se destacaron los antropólogos
Gregory Bateson, inglés y Margaret Mead, norteamericana. Fue
precisamente la diversidad de intereses de los asistentes lo que los
llevó casi de manera natural al compromiso de romper los estancos y
acortar las distancias que separaban a las diferentes disciplinas
62

científicas, con la clara intención de encontrar nexos entre ellas y


formular propuestas metateóricas.

Luego en el año 1948 precisamente en la quinta conferencia, se


incorpora el cibernético austríaco Heinz von Foester, el que fue
invitado debido a una importante investigación que había desarrollado
acerca de la memoria.

Cuenta el anecdotario de los coloquios, que fue debido a que nada de


inglés sabia, lo que hizo que se le nominara como editor de las
conferencias. Así fue que aprendió inglés. Pero las conferencias no
tenían un nombre que diese cuenta del contenido de las
conversaciones, frente a lo cual von Foester propone denominarlas
como conferencias sobre cibernética, ya que el matemático
norteamericano Norbert Wiener, también activo participante de los
encuentros, había expuesto acerca de otras realidades que se
comportan de modo diferente a la materia extensa -el objeto de
estudio del mecanicismo- en donde las explicaciones se focalizan en
la búsqueda de relaciones causales en la cuáles los efectos y las
causas se encadenan linealmente conforme a causas eficientes de
modo tal que la secuencia causa-efecto se agota en el efecto.

Aquellas otras realidades, que se constituyen en los objetos de


estudio de Wiener, se comportan no tan solo conforme a causalidades
lineales eficientes, sino que también de acuerdo a causalidades finales
y circulares.
63

Pero no sólo destacaron Wiener, von Foester, Bateson y Mead.


También los matemáticos John von Neuman, húngaro-norteamericano;
Claude Shannon, norteamericano y Walter Pitts también
norteamericano; los neurofisiólogos mexicanos Arturo Rosenblueth y
Rafael Lorente de Nó; el neuropsiquiatra norteamericano Warren Mc
Culloch; los psicólogos Kurt Lewin, alemán y León Festinger
norteamericano; el psiquiatra y psicoanalista norteamericano Natham
Ackerman; el médico neurólogo inglés William Ross Asbhy; el
psicoanalista norteamericano Eric Erickson; el linguista ruso Roman
Jacobson y el psicosociólogo norteamericano Alex Bavelas, entre
muchos otros (Dupuy, J.P. 2000)

Todos ellos muestran interés por diferentes campos disciplinarios. A


modo de ejemplo, Wiener además de su preocupación por las
matemáticas y la filosofía, se interesa por la Biología, por los
mecanismos de comunicación tanto en los seres vivos como en las
máquinas y por los problemas de la organización como fenómeno y su
manifestación en las sociedades. Von Neuman, además de sus
aportes en matemáticas, fue importante en el desarrollo de la Teoría
cuántica, en la Teoría de los juegos y uno de los creadores del
computador digital, también destacó con sus estudios acerca del
funcionamiento de cerebro pensando en entenderlo desde la lógica
formal. Bateson, por su parte, no solo se desarrolla como antropólogo,
sino que también como biólogo, sin descuidar la psicología, la
etología, la terapia familiar y los problemas organizacionales, sobre
todo de aquellos relacionados con la vida.
64

Todo el grupo estuvo siempre intelectualmente abierto al tránsito


transdisciplinario, lo que trajo aparejado el descubrimiento de múltiples
conexiones entre ciencias particulares, configurando así un escenario
de perspectivas holísticas para los fenómenos que particularmente
interesaban a cada cual. Se formulan en consecuencia, principios y
modelos explicativos coherentes con las amplias perspectivas que
sugiere la Teoría general de sistemas, los que van acompañados de
una mirada sistémica a aquello que se observa con pretensiones de
explicarlo.

Sin dudas, las conferencias de Macy propiciaron uno de los cambios


epistemológicos más importantes en el ámbito de la ciencia, marcando
un alejamiento significativo respecto del mecanicismo.

Entre los aportes específicos de las conferencias se destacan algunas


propuestas como las de Wiener y von Neuman, quienes establecen
una clara diferencia entre los alcances de lo analógico y lo digital; se
habla de retroalimentación tanto negativa como positiva; se postulan
modelos para medir la información a la vez que se entiende ésta
como neguentropía; se estudia la Teoría de los tipos lógicos del
matemático, lógico, filósofo y literato ingles Bertrand Russell; también
se estudian las oscilaciones patológicas de los computadores frente a
la paradoja de Russell; se establece que las comunicaciones
dependen de la información y no de la energía.

Pero, seguramente, fue la Cibernética la que se proyecta con la mayor


prestancia. Norbert Wiener a mediados del siglo 20, utilizó el término
65

“Cibernética” para hacer referencia a la disciplina que explica el


operar de los sistemas de autogobierno y es en esa perspectiva en
virtud de la cual la define, según sus palabras, como “la ciencia que
estudia los mecanismos de control y comunicaciones tanto en el
hombre como en la máquina”. (Wiener 1965). Postulada así, es decir,
haciendo referencia “tanto al hombre como a la máquina”, la enmarca
dentro del contexto de las teorías generales o metateorías, puesto que
no hace diferencia entre máquinas y organismos. La única diferencia
considerada es que los organismos no son fraccionables en sus
componentes, como sucede con las máquinas que se constituyen
mediante piezas fabricadas de antemano y después ensambladas.

La cibernética de Wiener, por lo tanto, se hace cargo de fenómenos


transdisciplinarios, es decir, de todas las máquinas cibernéticas en las
cuáles se manifiestan conductas tendientes a metas, propósitos,
objetivos o fines, las que se autocontrolan para que las metas sean
efectivamente alcanzadas, dado lo cual, además de las causas
eficientes a través de las cuáles se desenvuelven avanzando hacia
sus propósitos esperados, operan también conforme a causas finales,
Así en aquellas máquinas, los comportamientos teleológicos adquieren
significativa relevancia explicativa.

Por lo tanto, las causas eficientes se encuentran conectadas a las


causas finales mediante bucles de retorno configurando de este modo
un dominio de causas circulares, que van desde los efectos a las
causas. La cibernética las denomina canales de retroalimentación. Por
66

lo tanto, pensando temporalmente bien se puede decir que, en las


máquinas cibernéticas, dado que existe una causa final, para que algo
ocurra, la causa de que algo precisamente suceda, está en el futuro y
el efecto en el presente.

Cabe dejar de manifiesto que la cibernética, además, configura sus


modelos explicativos como sistemas, esto es, como una red de
componentes enlazados conforme a un determinado ordenamiento
preestablecido.

Sitial privilegiado tienen también los desarrollos de la denominada


Escuela de Palo Alto creada en 1984 en California, Estados Unidos,
en la que participan científicos como de M. Mead, G. Bateson, P.
Watzlawick, o E. Laszlo, entre otros. Esta Escuela focaliza su interés
en los sistemas complejos, es decir, va más allá del dar cuenta de un
orden que es, como ocurre con los desarrollos de la teoría de sistemas
de mediados del siglo XX. Se propone el estudio aquellos sistemas en
los cuáles hay dinámicas y relaciones que, rompen con un
orden existente, o lo alteran de modo tal que a partir del
desorden que se genera surge un nuevo orden respecto del
que había antes.

Antes de Bertalanffy Rapoport, Boulding, Gerard, las conferencias


de Macy y la Escuela de Palo Alto.

En la primera mitad del siglo veinte, Bertalanffy, Rapoport, Boulding y


Gerard, no fueron los únicos en hablar de sistemas. Por los años
67

veinte, varios antes de las primeras publicaciones de aquellos,


particularmente en relación a la “Teoría general de sistemas”, también
lo había hecho Alexander Bogdanov.

Alexander Bogdanov.

La mayoría de quienes se acercan por primera vez al concepto de


sistemas indudablemente se encuentran con innumerables
publicaciones en la cuáles se le concede a Bertalanffy el status de
padre y fundador. Sin embargo, según Capra (2010) “veinte o treinta
años antes de que publicase sus primeros escritos sobre su teoría
general de los sistemas, Alexander Bogdanov, desarrolló una teoría
de sistemas de igual sofisticación y alcance que, desafortunadamente,
es aún muy poco conocida fuera de Rusia” (p. 63).

Alexander Bogdanov, comunista y bolchevique y como tal,


revolucionario antizarista, investigador en medicina y psiquiatría,
filósofo, poeta, político y economista, nació en Goradnia, actual
Bielorrusia, en el año 1873. Comenzó sus estudios de medicina en la
Universidad de Moscú, viéndose obligado a continuarlos en 1894
como un joven exiliado en la Universidad de Járkov, en Ucrania,
debido a su participación en una protesta estudiantil. Allí se especializó
en psiquiatría. En 1904 fue arrestado por sus actividades
revolucionarias y debió exiliarse nuevamente, momento en el cual se
convierte en uno de los fundadores del movimiento bolchevique y
como uno de sus cuadros, participó activamente del levantamiento de
1905 como líder del Soviet de San Petersburgo.
68

Bogdanov fue un activo militante cuyas pugnas políticas con Vladímir


Ilich Uliánov, más conocido como Lenin, desembocaron en la Filosofía.
Fue así que en 1909, Lenin en “Materialismo y empiriocriticismo”, uno
de sus trabajos más profundos y desde el rigor del debate de las
ideas, enfrenta las posturas de Bogdanov, las que éste había
presentado unos años antes principalmente en su famoso tratado
publicado bajo el título de “Empiriomonismo”.

Más aún, en Junio de 1909, Lenin, desde su postura dialéctica


materialista descalifica las propuestas de Bogdanov por considerarlas
más bien propias del idealismo filosófico en una mini-conferencia
bolchevique en París, organizada por el consejo de redacción de la
revista Proletary. Pero no solo eso, además lo derrota en el plano
político. Luego de ser expulsado del movimiento bolchevique se unió a
su cuñado Anatoli Lunacharski, a Maximo Gorki y a otros otzovistas en
la isla de Capri, donde fundaron una escuela para los trabajadores de
una fábrica rusa. En 1910, Bogdánov, Lunacharski, Mijail Pokrovski y
sus seguidores se trasladaron a la escuela de Bolonia, para impartir
clases hasta 1911. En el intertanto, Lenin y sus partidarios crean una
escuela de orientaciones filosóficas opuestas a las que sustenta
Bogdanov cerca de París. Bogdánov en 1911 al romper con los
otzovistas, hace un abandono táctico de las actividades
revolucionarias. Después de seis años de exilio político en Europa
occidental, volvió a Rusia en 1914.
69

Lideró la facción izquierda de los bolcheviques, hasta que perdió


protagonismo frente al dominio de Lenin. Después de la revolución,
Bogdanov fundó en 1918 el Proletkult, un movimiento cultural con
asiento en el proletariado. Desde ese mismo año hasta 1923, dirigió la
Academia de Ciencias Sociales. En 1926,de vuelta a la medicina,
fundó el Instituto de Hematología y Transfusiones Sanguíneas de
Moscú. Dos años después murió como consecuencia de participar en
sus propios experimentos.

Pero más allá de todos esos increíbles avatares de la historia de la


revolución, Bogdanov, dedica gran parte de su esfuerzo intelectual al
estudio, desde una perspectiva epistemológica, al modo en que ciencia
en general se desenvuelve a comienzo del siglo XX.
Al mismo tiempo y en coherencia con su epistemología, se aboca a la
elaboración de una teoría general de lo organizado cualquiera sea su
naturaleza.

Sin embargo, dadas las controversias filosóficas y políticas que


mantuvo con Lenin y el desagrado con que posteriormente Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Iósif Stalin, recibió
sus ideas, principalmente por no concordar con la esencia del
materialismo dialéctico, institucionalmente en la unión soviética
perdieron visibilidad. Sin embargo, su texto más relevante en el ámbito
de la epistemología, “Tectología: la organización universal de la
ciencia”, sí fue publicado en Rusia durante la segunda década del
siglo XX.
70

Debido a ello es que su postura epistemológica solo alcanza mayor


difusión a partir de las dos últimas décadas del siglo pasado gracias al
texto “Alexander Bogdanov and the origins of systems thinking in
Russia” que publican en 1988 John Biggart, Peter Dudley y Francis
King. Pero también gracias a las investigaciones, a partir de las dos
últimas décadas del siglo pasado y la primera de este siglo, de Simona
Poustilnik (Poustilnik, 2008) destacada bióloga, filósofa e historiadora
de la ciencia rusa, quien se dio a la tarea de rescatar, ordenar y
difundir el pensamiento del filósofo.

No menos importante es el rescate que lleva a cabo Fridjof Capra en


su texto “La trama de la vida. Una nueva perspectiva de los sistemas
vivos”, en donde pone en primera línea el pensamiento de Bogdanov.

Respecto de la difusión editorial del trabajo de Bogdanov, según Capra


(2010), en las primeras décadas del siglo pasado el texto de Bogdanov
fue publicado en tres volúmenes entre 1912 y 1917 en Rusia y una
edición alemana fue publicada y ampliamente revisada en 1928.

No obstante, durante el siglo XX muy poco se conoció en Occidente


acerca de esta primera versión de la Teoría General de los Sistemas,
la que si tuvo notoria difusión con Bertalanffy (1968) y con la
cibernética de Norbert Wiener Y William Ross Ashby en cuanto
metateoría o teoría general. Sin embargo, aún siendo así, de todos
modos, llama poderosamente la atención el que Bertalanffy, quien
71

relata en varios capítulos la historia de la teoría de sistemas, no haya


hecho referencia a Bogdanov.

Coincidiendo con Capara (2000), indudablemente no resulta fácil


comprender cómo Bertalanffy, quien escribía todos sus trabajos
originales en alemán y leía prácticamente todo lo que al respecto se
publicaba en este idioma, no se haya encontrado, como pareciera, con
el trabajo de Bogdanov.

Los estudios de Bogdanov en el ámbito de la ciencia, tal como la


encuentra a comienzos del siglo pasado, se centran prioritariamente
en sus perspectivas epistemológicas. En aquel dominio cuestiona los
alcances de la efectividad de la ciencia en general y se aboca a la
tarea de sugerir una propuesta de reorganización.

Coincidiendo con los posteriores aportes de la Biología organísmica, el


Holismo y la Gestalt, de las primeras décadas del siglo XX, considera
que el desarrollo de la ciencia que el observa, lleva a la
especialización y ésta especialización, al establecimiento de métodos,
teorías y lenguajes también especializados. Sostiene que este
desarrollo conduce a la creación de estancos disciplinarios aislados, y
que como consecuencia de ello, los resultados científicos de cada
disciplina tienden a quedar encerrados en espacios de
incomunicabilidad. Afirma, en coherencia, que así las ciencias no
aprovechan la sinergia que se puede generar al compartir resultados y
se desdibuja una perspectiva general. Fue así que de cara a este
escenario y en línea con su postura epistemológica, se aboca a la
72

elaboración de una teoría general de lo organizado cualquiera sea su


naturaleza.

Respecto de aquellos planteamientos, Biggart, Dudley y King, (1988),


a partir del texto referencial “Tectología: la organización universal de la
ciencia”, afirman que lo que lo motiva, es “la sistematización de la
experiencia organizada", a través de la identificación de “principios
organizativos universales” inherentes a una “ciencia universal de las
organizaciones”, referida tanto a unidades vivientes como no
vivientes.

Bogdanov denomina a su propuesta “Tectología”, o “Tektología”, un


neologismo que deriva del vocablo griego “Tekton”, que quiere decir
constructor, dado lo cual se la puede asociar a una suerte de ciencia
de las estructuras que se instalan sobre entramados de componentes
organizados, puesto que son ellas, por cierto, ineludibles en el acto de
construir.

Para Bogdanov, y este es su punto de partida, la naturaleza tiene


como característica general el estar organizada, en donde lo
organizado se rige por un conjunto de leyes válidas para todo lo que
comprende. Más aún, este conjunto de leyes también organiza el
desarrollo interno de las unidades complejas (Biggart et al., 1988).

El concepto básico de la teoría de Bogdanov es el concepto de forma


de organización de acuerdo a la cuál se conforman los complejos, es
decir, totalidades cuyos componentes están organizados de algún
73

modo. Son estos complejos con su forma de organización a los que se


refiere Bogdanov, los que cabe adscribir a la noción de sistemas que
adquiere prestancia posteriormente a mediados del siglo XX . De
acuerdo a aquel concepto y en perspectiva metateórica, es decir con
los alcances propios de las teorías generales sugeridas por
Bertalanffy, Gerard, Rapoport y Boulding, postula que todos los
complejos sólo pueden ser entendidos a través de su organización, en
la cual los ensamblajes generan resultados sinergéticos, es decir,
conformaciones en donde el todo es mayor que la suma de las partes.

Bogdanov entiende lo organizado como una totalidad de conexiones


entre los elementos del complejo general, distinguiendo a la vez tres
tipos. Los complejos organizados, donde el todo es más que la suma
de sus partes; los complejos desorganizados, donde el todo es menos
que la suma de sus partes y los complejos neutrales, donde la
actividad de organización y desorganización se cancelan la una a la
otra (Biggart et al., 1988).

Capra (2000) destaca al respecto que para Bogdanov “ la estabilidad


y el desarrollo de todo sistema pueden ser comprendidos en términos
de dos mecanismos organizadores básicos: formación y regulación
(p.64). Al respecto, cabe agregar que la formación hace referencia a la
emergencia de totalidades postulada en relación los organismos vivos
posteriormente por la Biología organísmica, alrededor de la segunda
década del siglo XX y la regulación a las propuestas de primera
cibernética de mediados del mismo siglo.
74

Según consigna Capra (2000), para Bogdanov, “la dinámica de la


formación consiste en la conjunción de complejos a través de varios
tipos de vínculos que Bogdanov estudia con gran detalle (p.64)”. El
mismo Capra (2000) agrega a continuación que “enfatiza en particular
que la tensión entre crisis y transformación es crucial en la formación
de complejos” (p.64). interpretando a Bogdanov desde Fritjof Capra, la
crisis no es necesariamente destructiva ya que puede ser
organizadora. Así los sostiene el propio Capra (2000) al agregar que la
“crisis organizadora se manifiesta como un colapso del equilibrio
existente en los complejos, representando al mismo tiempo una
transición organizadora hacia un nuevo estado de equilibrio” (p.64).
Coinciden estas consideraciones con lo que también posteriormente
postula Ilya Prigogine (Prigogine 1965) Cabe destacar que dichos
postulados se ajustan al concepto de catástrofe sugerido por Rene
Thom, (Thom, 1987). Interpretando a Bogdanov y Thom catástrofe
puede tener un sentido positivo al representar positivamente un
cambio súbito, imprevisto e irreversible.

Bogdanov, además, considera que cualquier complejo, debe mantener


correspondencia con su entorno y adaptarse a él desde su condición
de unidad estable y organizada. En la Tectología, el término
"estabilidad" no se refiere exactamente a una estabilidad dinámica,
sino más bien a la posibilidad de preservar el complejo en un entorno
dado (Biggart et al., 1988).

En concordancia, agrega que los sistemas vivos, considerados


complejos o totalidades integradas, son abiertos, coincidiendo con lo
75

que posteriormente, a mediados del siglo pasado, sostiene Bertalanffy


(1968). Sostiene que dichos complejos operan lejos del equilibrio en el
contexto de aquel operar estudia los mecanismos de regulación que le
permiten seguir siendo los complejos que son. Afirma que no precisan
de regulación externa puesto que se autorregulan denominando al
mecanismo que lo hace posible ”birregulador” (Capra 2000). Se trata
de un mecanismo que responde a las mismas consideraciones que a
mediados del siglo XX recogen Norbert Wiener y Ross Ashby cuando
explican la retroalimentación negativa, concepto básico en la
cibernética de primer orden que postulan, una disciplina cercana o
incluso considerada parte del Pensamiento de sistemas.

Bogdanov, además, considera que cualquier complejo, debe mantener


correspondencia con su entorno y adaptarse a él desde su condición
de unidad estable y organizada. En la Tectología, el término
"estabilidad" no se refiere exactamente a una estabilidad dinámica,
sino más bien a la posibilidad de preservar el complejo en un entorno
dado (Biggart et al., 1988).

Las propuestas de Bogdanov sin dudas se perfilan como un


significativo intento tendiente a la formulación de una teoría general.
Así lo subraya el mismo al sostener que las relaciones de los
componentes en un complejo pueden ser generalizadas a un alto
grado de pureza formal de manera análoga a las relaciones
matemáticas de magnitudes, dado lo cual y sobre esta base, las tareas
de organización se pueden resolver por procedimientos semejantes a
los matemáticos (Dudley 1996).
76

Sin embargo, a pesar de ser la propuesta de Bogdanov claramente


una teoría general, no intentó formular sus ideas matemáticamente,
aunque sí pensaba en la necesidad de contar con lo que denomina a
priori un “simbolismo tectológico”. Notable resulta constatar que dicho
simbolismo sí fue posteriormente desarrollado. Quien lo lleva adelante
fue el matemático francés Rene Thom, (Thom, 1987), un referente
obligado en el dominio de las matemáticas de complejidad.

Pero no tan solo Bogdanov adquiere relevancia en los tiempos que


anteceden al irrumpir de las propuestas en torno al pensamiento de
sistemas de Bertalanffy y los investigadores que le son
contemporáneos.

A comienzos de la primera década del siglo XX Bancroft (1911), el


connotado químico norteamericano, publica “A universal law”. Allí le
concede perspectiva de teoría general al principio formulado por el
químico industrial francés Henry-Louis Le Chatelier en el contexto de
la físico-química.

El principio de Le Chatelier afirma que si se presenta una perturbación


externa un cambio de concentración, presión, volumen o temperatura
que altera el estado de equilibrio de un sistema, el sistema se ajustará
de tal manera que se cancele parcialmente dicha perturbación en la
medida que el sistema alcanza una nueva posición de equilibrio
(Chang, 2013, p. 638).
77

Bancroft explica metaconceptualmente aquel principio señalando que


todo sistema tiende a modificarse de tal modo que se coloca en
condiciones de reducir al mínimo las interferencia externas, postulando
en relación a él, que se trata de un principio universal que con
diferentes denominaciones es parte de lo que sostienen otras ciencias,
como la física, la biología, la economía entre otras.

También en referencia al principio de Le Chatelier, E. J. Witzaman, en


los primeros años de la década de los 30 del siglo pasado, publica
cuatro artículos en la revista “American Naturalist” bajo el título “La
mutación y la adaptación como partes integrantes del principio
universal”, en los cuales manifiesta que partiendo precisamente de
aquel principio, al cual denomina “principio de adaptación” y de los
principios de ritmo y periodicidad, es posible en el plano metodológico
salir de los dominios particulares de las ciencias particulares y lograr
una nueva síntesis del saber.

Dentro del mismo dominio que se configura en torno al principio


formulado por Le Chatelier, Evgraf Stepanovich Feodorov, matemático,
mineralogista y cristalógrafo ruso, en su ponencia “El perfeccionismo”,
publicada en San Petersburdo en 1906, habla de un mecanismo
generador de reacciones ante estímulos externos y que es tal que no
tan solo se manifiesta en la físico-química sino que también en los
fenómenos biológico, los psicológicos y los sociales. La misma
perspectiva que desarrolla en sus trabajos sobre cristalografía,
particularmente en “An introduction to the theory of figures”, Feodorov
(1885).
78

Feodorov, en su escrito, además de ratificar los alcances universales


del principio de Le Chatelier, asevera que el “perfeccionismo” es en
esencia una teoría sobre las leyes más generales del
“perfeccionamiento” de la naturaleza”.

Los aportes de Feodorov que dieron sustento significativo al posterior


irrumpir del concepto de sistemas, son indudables. En referencia a los
organismos vivos, habla de colectividades organizadas, esto es, de
elementos relacionados conforme a un ordenamiento preestablecido,
que se transforman según la ley de la evolución. También hace
referencia a colectividades complejas en los fenómenos físicos las que
presentando la misma configuración no pueden estudiarse desde sus
componentes vistos en forma individual. Es (Blauberg, 1973, p.20) el
filósofo ruso que se constituyó en un destacado exponente del
pensamiento de sistemas, quien en el anuario “Investigaciones
sistémicas”, reivindica la mirada bajo enfoque de sistema de Feodorov.
A comienzos de la década de los setenta del siglo anterior, pone de
relieve la coincidencia de las propuestas de Feodorov con lo que
sostuvo posteriormente Warren Weaber, el matemático
norteamericano, quien junto a Claude Shannon se constituyó en el
padre de la teoría de la información. Conforme al decir de (Blauberg,
1973, p. 20), Weaber al igual que Feodorov, sostuvo, en una suerte de
enunciado sintético que la ciencia clásica trató sólo con la simpleza
organizada mientras que el objeto de la ciencia contemporánea es la
complejidad organizada.
79

Aunque Feodorov, no empleó el término “sistema”, ni tampoco se


refirió a “teoría general de sistemas”, poca duda cabe de que su
impronta científica se ajusta a lo que años más tarde sostienen
primero Alexander Bogdanov y luego Bertalanffy, Bouldign, Gerard y
Rapoport.

También, entre los predecesores de Bertalanffy y los exponentes del


pensamiento de sistemas que le son contemporáneos, adquiere
visibilidad el matemático soviético G. H. Gruzinzev. Según consigna el
texto “La dialéctica y los métodos científicos generales de
investigación”, publicado por el Departamento de Filosofía de la
Academia de Ciencias de la Cuba, Gruzinzev, en su libro “Ensayo
sobre la teoría de la ciencia”, publicado en Dniepopetrovsk, en 1928,
da cuenta de una ponencia que el mismo había presentado poco
tiempo antes en una conferencia sobre teoría de la ciencia (Ursul et al.
1985). Consignan que no tienen a su disposición el mencionado libro,
pero sí “algunas de las citas de él, recogidas por (Blauberg 1973, p.
17), que son suficientes para darnos una idea del camino recorrido por
Gruzinev en la formulación de los principios básicos de una teoría
general de sistemas”.

En un plano ya más específico, Ursul et al. (1985) destacan que


según Gruzineven, “en la década del veinte del siglo pasado, la ciencia
va experimentando cambios que se materializan en tres momentos:
punto de vista sistémico; relativismo y exactitud o un tendencia haca
la materialización de ésta” (p.133). Agregan que para Gruzinev, “todo
sistema está constituido por elementos vinculados por determinadas
80

relaciones, las que en conjunto constituyen la síntesis que forma el


fundamento de dicho sistema...añaden que “según su criterio: Para el
punto de vista sistémico es característico el movimiento que va del
sistema a los elementos, debido a que este punto de vista excluye la
idea de que las propiedades de los elementos condicionan
íntegramente las propiedades del sistema. El estudio de cualquier
objeto complejo o simple, está indisolublemente vinculado al estudio
del sistema al cual pertenece” (p.133).

Los otros dos momentos, señalados por Gruzinev, igualmente


encuadran dentro del enfoque de sistemas. Ursul et al. (1985)
desatacan que el relativismo sugiere “pasar del estudio de las
propiedades al estudios de las relaciones” (p.134), en tanto que la
exactitud por su parte “presupone, primero, el descubrimiento y la
definición del sistema mínimo, cuyo estudio es necesario para
conocer un objeto determinado, y segundo, la necesidad de operar
sólo en los marcos de éste sistema” (p.134).

Lo dicho primero por Bogdanov, Bancroft, Feodorov y Gruzinzev, y


luego por los partícipes de la sociedad para la investigación de los
sistemas generales, Bertalanffy Rapoport, Boulding y Gerard, y los
expositores habituales de las Conferencias Macy, bien puede ser
reconocido como los dos primeros momentos dentro del contexto de
este relato histórico focalizado en la medianía del siglo veinte. Allí, es
constatable que se hacen claramente visibles tres nociones asociadas
a la idea de sistemas, la teoría general de sistemas, el propio concepto
81

de sistemas y el enfoque de sistemas, todos los cuales, bien pueden


ser envueltos en un dominio mayor susceptible de denominar
Pensamiento de sistemas.

Teoría general de sistemas: Algunos otros exponentes relevantes.

No solo Bogdanov, Bancroft, Feodorov y Gruzinzev y quienes dieron


vida a la “Sociedad para la investigación de los sistemas generales”,
se han pronunciaron acerca de los conceptos propios del pensamiento
de sistemas. También están quienes participaron activamente en las
conferencias Macy, y aquellos que forma parte de la Escuela de Palo
Alto en California. Pero, además, muchos otros destacados
exponentes también lo han hecho, incluso algunos de ellos con
significativa resonancia editorial.

La prestancia y el rol protagónico que este hecho otorga, hace que


también no puedan no tener en este relato histórico un sitial de
privilegio. Sin embargo, de todos ellos, numerosos por lo demás, se
dará espacio tan solo a quienes la memoria casi espontáneamente
coloca, sin más, en un primer plano inmediato.

Todos quienes forman coyunturalmente parte de dicho universo algo


antojadizamente restringido, en mayor o menor medida formulan
precisiones tanto en torno a la Teoría general de sistemas como en
relación a lo que entienden por Sistema, aunque algunos discurren
preferentemente en una u otra de de aquellas dos nociones. Algunos
abundando en palabras otros, más escuetos.
82

De todos modos, cabe destacar que en cualquier búsqueda de


referentes que se han pronunciado en torno a la “Teoría general de
sistemas, aunque sea a título de un primer acercamiento,”, se repiten
ineludiblemente los autores acerca de los cuales se recoge
brevemente lo que al respecto puntualizan. Por cierto, no se trata de
un recuento ni exhaustivo ni completo, pero si, aclarador.

Fridjof Capra.

Relevantes en primera línea son sin dudas las discusiones en torno al


pensamiento de sistemas que lleva adelante el físico teórico austríaco
Fridjof Capra. Lo hace con mucho entusiasmo desde su crítica a las
posturas analíticas cartesianas. Su punto de partida reside en el
enfoque en virtud del cual sostiene que deben enfrentarse “los
problemas críticos de nuestro tiempo”, como el mismo lo señala
(Capra 1992).

Dicho enfoque se adscribe a la idea de que ellos no pueden ser


entendidos aisladamente, puesto que todos están interconectados y
son interdependientes, dado lo cual se trata de problemas sistémicos.
Capra incluso va más allá cuando perfila desde su mirada un nuevo
paradigma que identifica como una “Visión holística del Mundo”, o
como una “Ecología profunda”. (Capra, 1992) sustenta su propuesta a
partir de lo que entiende por sistema, esto es, un todo integrado cuyas
propiedades no pueden ser reducidas a aquellas de las unidades más
pequeñas que lo componen. En consecuencia, siguiendo a Capra, el
83

mundo es más bien un todo integrado de componentes interligados


antes que una colección disociada de partes, dado lo cual para su
comprensión solo cabe considerarlo en términos de relaciones e
integración.

George Klir.

Es el caso también de George Klir, un renombrado exponente de las


Ciencias de la computación de nacionalidad checa, quien respecto de
las teorías generales de sistemas señala que “en el sentido más
amplio se refiere a una colección de conceptos generales, principios,
instrumentos, problemas, métodos y técnicas relacionadas con
sistemas”, entendiendo, a su vez por tales a “disposiciones de
componentes interrelacionados para formar un todo”. Agrega que “a
distintos tipos de componentes e interrelaciones corresponden
distintos sistemas”, (Klir, 1987).

Norbert Wiener.

Entre los exponentes que desde un sitial destacado han aportado a las
discusiones relativas al pensamiento de sistemas, está Norbert
Wiener, estadounidense, matemático del Instituto tecnológico de
Massachusset, creador de la Cibernética. Wiener comparte las ideas
matrices de la “Sociedad para la investigación de los sistemas
generales, y desde esa postura también percibe que la creciente
especialización, sobre todo en las ciencias naturales, limita su
desarrollo debido principalmente al aislamiento de los especialistas
que se desenvuelven en sus diferentes áreas (Wiener, 1965).
84

Constata que aún en este escenario de atomización de las ciencias,


algunos grandes descubrimientos aparecieron como consecuencia de
los intercambios que a pesar de la atomización fueron posibles,
muchos de ello simplemente por la curiosidad de los investigadores.
Norbert Wiener al respecto señala que “las zonas limítrofes de la
ciencia abren las más amplias posibilidades para el investigador
adecuadamente preparado” (Wiener 1965).

La noción de sistemas: Algunos de sus principales exponentes.

Sin embargo, otros también destacados exponentes, si bien


comparten las ideas centrales comprendidas dentro del marco de las
teorías generales y las sostienen en sus escritos, se pronunciaron,
además, acerca de lo que entienden por sistema.

Consignar lo señalado por ellos resulta de interés prioritario puesto


que una de las pretensiones de primera línea de esta mirada histórica
es recoger las precisiones que aquellos han establecido en torno al
concepto de sistemas, para así lograr, a modo de una primera
aproximación, una síntesis que rescate su esencia conceptual.

Javier Aracil.

Javier Aracil, investigador español graduado en la Universidad


Politécnica de Madrid, en donde ejerció como académico, es un
destacado exponente de la Ingeniería de sistemas. Aracil trabaja
preferentemente en la aplicación de la Teoría cualitativa de sistemas
85

dinámicos -basada en los modelos de la Dinámica de sistemas


propuestos por Jay Forrester en su trabajo “Industrial dynamics” a
mediados del siglo pasado, bajo el alero de la Sloan School of
Management del Massachusetts Institute of Technology- al diseño de
controladores en general y al análisis de problemas de control no
lineales, como el problema del péndulo invertido. (Aracil, 1981), deja
ver que un Sistema es un conjunto de partes operativamente
interrelacionadas y del que interesa su comportamiento como un todo.

William Ross Ashby.

También está William Ross Ashby, médico neurólogo británico, para


quien un sistema tiene su inicio en la existencia de partes separadas,
las cuales luego se ordenan en una conformación de conexiones.
Ashby distingue en ello un primer momento que identifica como el
tránsito de lo no organizado a lo organizado, momento que se
constituye en la base para el operar de un segundo momento que
entiende como el tránsito de una mala organización a una buena
organización, (Ashby1956).

Stafford Beer.

También en estas perspectivas expone el destacado cibernetista


británico Stafford Beer, prominente también en Investigación de
operaciones. Para (Beer, 1959) un sistema es un conjunto de ítems
que están dinámicamente relacionados, en donde los elementos son
las partes o los órganos del sistema cuya interacción genera una red
de vínculos que da origen a una actividad correspondiente a la
86

operación que lleva a cabo el sistema para alcanzar un propósito. Lo


hace sobre datos/energía/materia, que son los insumos o entradas de
recursos para que el sistema pueda operar en una referencia dada de
tiempo, que constituye el ciclo de actividad del sistema, para
suministrar información/energía/materia, que son los resultados de la
actividad del sistema.

Claude Bernard.

Sitial privilegiado, entre quienes formulan precisiones en torno al


concepto de sistemas, ostenta sin dudas Claude Bernard, biólogo
francés que, en los primeros años de la década de los treinta del siglo
pasado, utilizó el concepto de “medio interno” para describir el operar
de los organismos vivos señalando que las variables a través de las
cuáles se manifiesta aquel operar deben mantenerse constantes
dentro de ciertos rangos. Los sistemas vivos operan en “constancia del
medio interno”, señala expresamente Bernard, pero no solo eso, pone
de manifiesto, además, que uno de los rasgos distintivos de aquel
medio interno, lo constituye su complejidad, en donde y precisamente
por ello, no es posible considerar a una parte de aquel organismo
separada de las otras, más aún, destaca que todas son
interdependientes, configurando de este modo una dinámica que no es
posible describir en términos de las posturas cartesianas. Para
Bernard el organismo es un sistema, es decir, un entramado de
componentes ordenados de acuerdo a una determinada conformación
organizacional.

Philippe Braillard.
87

De igual modo también adquiere visibilidad de primera línea en torno a


lo que se entiende por sistemas, el profesor Philippe Braillard, cientista
político francés y destacado especialista en relaciones internacionales.
Para Braillard (1977), “un sistema es un conjunto de elementos en
interacción que constituyen una totalidad y manifiestan una cierta
organización” (p.53). Si se observa, en aquella definición hay cuatro
aspectos que adquieren relevancia significativa. El primero se refiere a
los elementos que lo constituyen, el segundo a las relaciones o
interacciones que se establecen entre dichos elementos, el tercero a
su configuración como una totalidad distinta de los elementos que lo
integran y por último el cuarto, a la existencia de una cierta
organización en ese todo.

Mario Bunge.

Mario Bunge, físico, filósofo, epistemólogo y humanista argentino, fue


un destacado exponente de la Filosofía de la ciencia cuyas ponencias
ocuparon un sitial preferente a fines del siglo pasado. También se
pronunció acerca de sistemas. Bunge (1980), señala que un “sistema”
es “un todo complejo cuyas partes están relacionadas de tal modo que
el objeto se comporta en ciertos respectos como una unidad y no
como un mero conjunto de elementos. Un sistema concreto es un
sistema cuyos componentes son objetos concretos, cosas, en donde
cada uno de los componentes de un sistema concreto influye sobre
algunos otros componentes del sistema” (pp.101-102).
88

Señala también (Bunge,1980), que todo sistema se puede analizar en


función de su “composición”, es decir, del conjunto de sus partes; de
su “entorno”, esto es, del conjunto de objetos distintos de sus
componentes y relacionados con estos; de su “estructura”, del
conjunto de relaciones entre componentes y entre éstos y los
elementos del entorno y de su “mecanismo”, esto es, del conjunto de
procesos que le son peculiares y que lo hacen funcionar.

Bunge también presenta su propia distinción de sistemas. Sostiene


que “existen fisiosistemas, como una roca o un campo magnético;
quimiosistemas, como una hoguera o una batería eléctrica; “
biosistemas, como las bacterias o los bancos de coral; psicosistemas,
como los pájaros y lo mamíferos; “sociosistemas, como las sociedades
y los tecnosistemas”, como las fábricas (Bunge, 1980, p. 91).

La esencia de lo que Bunge entiende por sistemas, queda bien


graficado cuando señala que “los biosistemas son quimiosistemas de
características especiales, sus propiedades no se encuentran todas
juntas ni relacionadas de la misma manera en los quimiosistemas
inanimados: Hay emergencia sin trascendencia y enraizamiento sin
reducción. Puesto que las relaciones constantes entre propiedades
son leyes, se puede reformular lo anterior de la siguiente forma: Aún
cuando cada una de las propiedades básicas de los biosistemas
puedan encontrarse en el nivel químico, los organismos poseen leyes
peculiares” (Bunge, 1980, p. 91).

Peter Checkland.
89

Peter Checkland, británico, es un destacado profesor de sistemas de


la Universidad de Lancaster a la par que un renombrado estudioso de
los problemas de gestión. Para (Checkland, 1993), la noción de
sistemas, connota la idea de un grupo de elementos conectados entre
sí, los que forman un todo de modo tal que manifiesta propiedades
que no se encuentran en sus partes componentes. Señala, a modo de
ejemplo que el sabor del agua, es una propiedad de la sustancia agua,
no del hidrógeno ni del oxígeno que se combinan para formarla.

Deja de manifiesto, además, (Checkland 1983) lo que entiende por


“Pensamiento de sistemas”, el cual, señala, tiene que ver con el
desafío de dar cuenta del mundo circundante mediante el empleo del
concepto de integridad que envuelve la noción de sistemas. También
destaca el sentido práctico con que se proyecta dicho pensamiento, el
cual está asociado directamente al uso del producto de ese
pensamiento para iniciar y guiar acciones que posibiliten, dada su
perspectiva holística, un mejor operar en las dimensiones complejas
de la realidad en la que se desenvuelve el ser humano. Consecuente
con su noción de sistemas, el autor estudia tanto el pensamiento como
la práctica de sistemas, sin descuidar, por cierto, su relación.

Idalberto Chiavenato.

Idalberto Chiavenato, filósofo y pedagogo brasilero, especialista en


psicología educacional, abogado y posgraduado en Gestión de
empresas, lleva adelante sus estudios acerca de la Administración
90

concediendo un lugar de preeminencia al enfoque de sistemas,


perspectiva bajo la cual también deja en claro lo que entiende por
sistemas. Chiavenato (2007) señala que un sistema es “un conjunto
de elementos dinámicamente relacionados, en interacción que
desarrollan una actividad para lograr un objetivo o propósito operando
con datos, energía o materia unidos al ambiente que rodea al sistema
para suministrar Información, energía o materia” (p. 360).

Charles West Churchman.

Charles West Churchman (1993), norteamericano, filósofo de origen,


teórico de la administración de empresa y estudioso de la
investigación de operaciones, señala en su texto “El enfoque de
sistemas”, que un sistema es “un conjunto de partes coordinadas para
lograr un conjunto de metas”.

En la misma publicación agrega algunas consideraciones de base a


tener en cuenta cuando se piensa en sistemas. Cinco son, según su
parecer:

- Los objetivos del sistema. Es decir, las metas o fines hacia los que
el sistema tiende. La persecusión de metas o comportamiento
teleológico es una de las características de los sistemas.

- El entorno. Esto es, todo lo que está más allá de los bordes del
sistema. El entorno se reconoce por tener dos características:
primero, el entorno incluye todo lo que se encuentra fuera del
91

alcance del control del sistema y segundo, el entorno incluye todo lo


que determina, al menos en parte, el desempeño del sistema.

- Los recursos. Son los medios que el sistema dispone para la


realización de las actividades necesarias para el logro de sus metas
u objetivos. Los recursos están dentro del sistema y contrariamente
a lo que está en el entorno incluyen todo aquello que el sistema
puede cambiar y utilizar en beneficio propio.

- Las actividades. Son los trabajos que el sistema debe efectuar para
el logro de los objetivos.

- La administración. Se focaliza en dos actividades: planeación y


control. La planeación del sistema considera todos los aspectos del
sistema antes identificados: metas, objetivos, entorno, utilización de
recursos y sus actividades. El control considera el examen y ejecución
de planes y la planeación para el cambio. Asociado al concepto de
planeación y control se introduce el de realimentación o flujo de
información que permiteverificar si lo que se desea lograr, las metas,
se está alcanzando efectivamente.

John P. Van Gigch.

Entre aquellos que se pronunciaron explícitamente en torno a la


noción de sistemas, igualmente está Van Gigch (1974), argentino
norteamericano, estudioso de los problemas inherentes a las
organizaciones. (Van Gigch 1974) señala que “un sistema” es la
92

conjunción de elementos relacionados, los cuales pueden ser ya sea


conceptos, objetos, sujetos, o bien incluso unidades en donde se
encuentran conceptos, objetos y sujetos, como acontece en un
sistema hombre-máquina, que comprende aquellas tres clases de
elementos. Un sistema puede ser un agregado de entidades vivientes
o no vivientes o de ambas” (p.2).

Cualquiera sea el caso y a modo de síntesis, señala que un sistema es


la unión de partes o componentes, conectados de una manera
organizada, de modo tal que las partes se afectan por estar en el
sistema y cambian si lo dejan (Van Gigch,1974).

Arthur D. Hall y Robert E. Fagen.

En la misma línea, para los ingenieros norteamericanos y prominentes


investigadores en Ingeniería de sistemas Arthur D. Hall y Robert E.
Fagen “un sistema es un conjunto de objetos y sus relaciones y las
relaciones entre los objetos y sus atributos” (Hall y Fagen, 2008, p.81).
Frente a lo breve de dicho enunciado (Hall y Fagen, 2008), agregan
que los objetos son las partes o componentes del sistema, las que
manifiestan una variedad limitada. Estas partes pueden ser físicas,
como, por ejemplo, átomos, masa, estrellas, alambres, huesos,
neuronas, músculos, pero también pueden ser abstractos como
variables matemáticas, ecuaciones, reglas o leyes, procesos. Los
atributos, en tanto, son las propiedades de los objetos, como para un
átomo lo son el número de electrones planetarios, la energía atómica,
el peso atómico, o la fuerza de tensiones, la resistencia eléctrica, el
diámetro en un alambre” (p.81).
93

Oskar Lange.

No menos relevante resulta lo que señala Oskar Lange, distinguido


economista polaco, quien alcanza notoriedad significativa en la década
de los 60 del siglo pasado al abordar la economía con el apoyo del
aparato conceptual de la cibernética. Para (Lange, 1975), un sistema
“es un conjunto de elementos activos acoplados”, en donde por
“elemento activo” entiende un “objeto material que depende de una
manera determinada de otros objetos materiales y actúa de un modo
determinado sobre otros objetos materiales”.

Niklass Luhmann.

La sociología, por su parte tampoco se ha visto ajena al pensamiento


de sistemas. Con toda seguridad el exponte de mayor visibilidad en
cuanto a su empleo para el estudio de los fenómenos sociales es
Niklass Luhmann. Para este sociólogo alemán, la teoría de sistemas
es una teoría con pretensiones universalistas y en cuanto tal puede
ser aplicada al estudio de la sociedad.

Luhmann parte del entender que un sistema es un entramado de


componentes, cuyas relaciones son las que posibilitan su existencia
en cuanto tal sistema.

El concepto de sistemas utilizado por Luhmann solo puede entenderse


en relación con su entorno, ya que ambos se constituyen en la medida
que el sistema a través de sus operaciones traza un límite que lo
distingue de aquello que no está incluido en él, de su entorno. De esa
94

manera el sistema no puede operar fuera de sus límites, pero puede


sobrepasarlos para relacionarse con su entorno, generándose así una
interdependencia operativa entre ambos.

A partir de esta noción explica como entiende la sociedad. La sociedad


es un complejo en donde los constituyentes, las unidades básicas, no
son las personas sino las comunicaciones. Más aún, ni siquiera son
las personas las que comunican, solo las comunicaciones comunican.
No corresponden a acciones humanas ni a expresiones tecnológicas,
tampoco a intercambios de información.

Al decir de Luhmann la sociedad es autopoiética. Lo sostiene en la


misma perspectiva que le conceden al concepto Maturana y Varela
(1995), quienes acuñan el neologismo. Ello significa, en el caso de las
sociedades, que sus componentes básicos, las comunicaciones, son
producidas en sus propias operaciones de comunicación.

En síntesis y conforme a Luhmann, un sistema social es distinto de su


entorno y operacionalmente cerrado, es decir, capaz de producir por si
mismo elementos propios y estructuras propias

Humberto Maturana y Francisco Varela.

La idea de sistemas para los biólogos chilenos Humberto Maturana y


Francisco Varela queda de manifiesto cuando sostienen que los seres
vivos son sistemas autopoiéticos. El término “autopoiesis es un
neologismo introducido por ambos para marcar desde el comienzo el
95

sentido y los alcances de su explicativa. En dicha expresión, “auto”,


quiere decir "sí mismo" y connota la autonomía de los sistemas
autoorganizados. Por su parte, “poiesis”, significa producir, o mejor
aún poesía o creación, por lo tanto, literalmente significa hacerse a sí
mismo", lo que, en perspectiva de sistemas, se refiere a sistemas que
se auto-producen.

Según Maturana y Varela (1995), “una máquina autopoietica es una


máquina organizada como un sistema de procesos de producción de
componentes concatenados de tal manera que producen
componentes que generan los procesos (relaciones) de producción
que los producen a través de sus continuas interacciones y
transformaciones, y constituyen a la máquina como una unidad en el
espacio físico" (p.115). Esto supone una dinámica de auto-
mantenimiento homeostático en donde lo que se mantiene constante
es la propia organización. Más aún acción y constitución significan lo
mismo para el sistema, es decir, su ser es su hacer.

A mayor abundamiento, la organización de los sistemas vivos consiste


en una red de procesos de producción, en la que la función de cada
componente es participar en la producción o transformación de otros
componentes de la red. De esta forma, toda la red se hace a sí misma
continuamente. Es producida por sus componentes y, a su vez, los
produce. En los sistemas vivos, el producto de su operación es su
propia organización. Más aún, su organización autopoiética envuelve
la creación de un perímetro que especifica el dominio territorial de las
operaciones de la red y define el sistema como una unidad.
96

No está demás consignar, como lo señalan “De máquinas y seres


vivos” (Maturana y Varela 1995, pp18-19 y 51-52), que el concepto de
autopoiesis es inherente a sistemas vivos en su expresión mínima,
esto es, a nivel molecular. Por lo tanto, la autopoiesis para estos
autores es, en estricto rigor, una dinámica de autoorganización
molecular que se manifiesta en dominios fenoménicos biológicos.

Así, posicionados como observadores frente a la unidad biológica más


básica, la célula, argumentan que un ser vivo es una unidad
autopoiética que se constituye como un todo sistémico en el que las
partes componentes del sistema no tienen sentido si se aíslan de una
red global de procesos constructivos íntimamente relacionados entre
sí y que continuamente produce y transforma dichos componentes, los
cuáles, a su vez, no son vistos en términos de sus propias
propiedades intrínsecas (Maturana y Varela, 1973, 1980; Varela,
1979). En otras palabras y a modo una de interpretación tendiente a
una expresión sintetizadora, un sistema, para Maturana y Varela viene
a ser cualquier conjunto señalable de componentes que se especifican
como constituyendo una unidad.

Aún ya desde una primera aproximación, es posible constatar que


conforme a Maturana y Varela, para hablar de sistemas hay que hacer
referencia directa al rol que juegan los componentes dentro de ellos,
esto es, considerando sus componentes y los procesos que llevan a
cabo.
97

Edgar Morin.

Una mención importante merece en este recuento Edgar Morin, por


ser él quien coloca al pensamiento de sistemas en una nueva
perspectiva, la perspectiva del Pensamiento complejo.

Edgar Morin, filósofo y sociólogo francés de origen serfardí, es sin


dudas también un referente ineludible cuando se habla de sistemas,
aún cuando su principal aporte está en el dominio de aquello que él
mismo denomina “Pensamiento complejo”. Morin también, al igual que
los miembros de la Sociedad para la investigación de los sistemas
generales, es decir de Bertalanffy, Boulding y Gerard, coincidiendo
además con Bogdanov, desarrolla su propuesta a partir de lo
considera la crisis del Mecanicismo, del “Paradigma de la
simplificación”.

Morin observa al Mecanicismo con la mirada puesta tanto en su idea


de sistemas como en lo que entiende por complejo y desde esa
perspectiva explica lo que entiende por las prácticas en que se
sustenta, esto es, la disyunción, la reducción, la abstracción y la
causalidad. Según Morin, el Mecanicismo, mediante la disyunción,
aísla, considera los objetos independientes de su entorno, ignorando
conexiones. A través de la reducción, da cuenta de la realidad por sólo
uno de sus elementos, ya sea psíquico, biológico o espiritual, entre
otros, ve el mundo como una máquina perfecta desconociendo la
complejidad de la realidad y del hecho humano. Por medio de la
abstracción, establece leyes generales desconociendo las
98

particularidades de donde surgen. Conforme a la causalidad, por


último, el Mecanicismo tiende a ver el comportamiento de la realidad
como una serie de relaciones causa-efecto en trayecto lineal.

El problema es que la realidad, conforme a Morin, es compleja,


coherente con la etimología del término que la envuelve. La palabra
“complejidad” es de origen latino, proviene de complectere", cuya raíz
"plectere" significa trenzar y estaba asociada a la construcción de
cestas, mediante trenzado de ramas. El prefijo "com" incorpora la
dualidad de dos elementos opuestos que se enlazan íntimamente,
pero sin anular su dualidad. En castellano la palabra "complejo"
aparece a comienzos del siglo XVII, con su variante "complexo" que
viene del latín "complexus" y significa "que abarca". De complejo se
deriva complejidad y complexión. A su vez, esta última palabra, que
aparece en el castellano a mediados del siglo XIII, proviene del latín
"complexio" que significa ensambladura.

Así, la realidad en virtud de su complejidad, según Morin, es un tejido


de constituyentes heterogéneos inseparablemente unidos, que
presenta la paradójica relación de lo uno y lo múltiple. Más
explícitamente, dicha realidad se manifiesta mediante la emergencia
de procesos, hechos u objetos multidimensionales, multirreferenciales,
interactivos, retroactivos y recursivos y con componentes de
aleatoriedad, desorden ambigüedad determinación e indeterminación.

Frente a dichas perturbadoras manifestaciones de la realidad, Morin


postula que los fenómenos complejos exigen de parte del observador
99

una estrategia de pensamiento diferente, una distinta epistemología, la


que conceda inteligibilidad a un dominio que además de
manifestaciones de orden y de determinismo, se expresa también
como inextricable, ambiguo, desordenado e incierto.

A aquella epistemología es a la cual Morín denomina “Pensamiento


complejo”. Se trata de una propuesta que concibe el conocimiento
como dotado de la capacidad de interconectar distintas dimensiones
de lo real, pero también como un proceso que es a la vez, biológico,
cerebral, espiritual, lógico, lingüístico, cultural, social e histórico, a
diferencia de la epistemología simplificadora tradicional que enfrenta el
conocimiento sólo desde el punto de vista cognitivo. El Pensamiento
complejo de Morín se sustenta en tres principios, el dialógico, el
recursivo y el hologramático.

Conforme al principio dialógico, y a diferencia de la dialéctica, postula


que no se debe superar los contrarios, sino que hacerlos coexistir sin
que pierdan su antagonismo. Morín (1954) señala al respecto…“Orden
y desorden son dos enemigos: uno suprime al otro pero, al mismo
tiempo, en ciertos casos, colaboran y producen la organización y la
complejidad. El principio dialógico nos permite mantener la dualidad en
el seno de la unidad” (p.151). Es decir, la dialógica asocia dos
términos a la vez complementarios y antagonistas.

De acuerdo a la Recursividad el pensamiento complejo sostiene que el


efecto se vuelve causa y la causa se vuelve efecto, es decir, los
productos son productores, como sucede cuando los individuos hacen
100

cultura y la cultura hace a los individuos. Así lo destaca textualmente


Morín (1994), “un proceso recursivo es aquél en el cual los productos y
los efectos son, al mismo tiempo, causas y productores de aquello que
les produce (p. 151).

Por último, de acuerdo al principio hologramático, el pensamiento


complejo busca superar tanto el holismo como el reduccionismo, vistos
cada uno desde sus propias trincheras. Dado que el holismo no ve
más que el todo y el reduccionismo no ve más que partes, conforme a
este principio, es preciso ver las partes en el todo y el todo en las
partes, una ciudad está en un país y el país en la ciudad, por ejemplo.
Así lo explica Morín (1994)…”en un holograma físico, el menor punto
de la imagen del holograma contiene la casi totalidad de la información
del objeto representado. No solamente la parte está en el todo, sino
que el todo está en la parte. El principio hologramático está presente
en el mundo biológico y en el mundo sociológico” (p.151).

En consecuencia, según Morin, para comprender y explicar


efectivamente la realidad, hay que hacerlo simultáneamente desde
todas las perspectivas posibles, desde las más diversas áreas del
conocimiento, mediante un entramando transdisciplinario, evitando la
habitual reducción del problema a una cuestión exclusiva de la ciencia
desde la cual se observa. Pero no solo ello, según el Pensamiento
Complejo, el estudio de un fenómeno se debe hacer desde tanto
desde una perspectiva holística, como desde una reduccionista. La
primera, se refiere al estudio desde el todo y la segunda, al estudio
desde las partes. Ratifica que la realidad o los fenómenos se deben
101

estudiar de forma compleja, ya que dividiéndolos en pequeñas partes


para facilitar su estudio, se limita el campo de acción del conocimiento.
Concibe la organización que contextualiza, globaliza, pero también
reconoce lo singular y lo concreto. Y por último debe ser en esencia
reflexiva puesto que la irreflexividad solo convoca a estados de
irresolución, duda y confusión.

Así puesto que tanto la realidad como el conocimiento son complejos,


solo cabe usar la complejidad para entender el mundo. En síntesis,
sostiene que se necesita de un pensamiento que dialogue con la
realidad, bajo una estrategia que debe ser en esencia reflexiva.

Los fundamentos teóricos de su propuesta los rescata de la Teoría de


la información y de la Teoría de los sistemas autoorganizados
propuesta por Heinz von Foester, pero por sobre todo, además, de la
Cibernética y de la Teoría de sistemas, dentro de la cual para él, la
aristotélica sentencia, “El todo es mayor que la suma de sus partes”
(Bertalanffy 1968, p.55), adquiere sin dudas trascendencia
significativa.

Para Morin (1994), “La Teoría de sistemas y la Cibernética se recortan


en una zona incierta común. En principio, el campo de la Teoría de
sistemas es mucho más amplio, casi universal, porque en un sentido,
toda la realidad conocida, desde un átomo hasta la galaxia, pasando
por la molécula, la célula, el organismo y la sociedad, puede ser
concebido como sistema, es decir, como asociación combinatoria de
elementos diferentes. De hecho, la Teoría de sistemas que empezó en
102

Bertalanffy como una reflexión acerca de los organismos vivos dentro


de la Biología, se expandió frondosamente, a partir de los años 1950,
en las más variadas direcciones” (pp.41-42).

Al decir de Morin (1994), la gran virtud de la Teoría de sistemas reside


en “haber puesto en el centro de la teoría de sistemas, con la noción
de sistema, no una unidad discreta, sino una unidad compleja, un todo
que no se reduce a la suma de sus partesconstitutivas; en haber
concebido la noción de sistema, no como una noción real. Ni como
una noción puramente formal, sino como una noción ambigua o
fantasma; en haberse situado en un nivel transdisciplinario que
permite concebir, al mismo tiempo, la unidad como la diferenciación de
las ciencias, no solamente según la naturaleza material de su objeto,
sino también según los tipos y complejidades de los fenómenos de
asociación/organización. En este último sentido, el campo de la teoría
de sistemas es, no solamente más amplio que el de la Cibernética,
sino de una amplitud que se extiende a todo lo cognoscible” ( p.42).

Para Morin, la Teoría de sistemas se anima allí donde hay un juego


activo de interacciones, retroacciones, emergencias, constreñimientos;
allí los antagonismos entre las partes, entre las partes y el todo, entre
lo emergente y lo sumergido, entre lo estructural y lo fenoménico, se
ponen en movimiento. (Morin, 1993, p.179).

Es en aquel contexto dentro del cual explicita lo que entiende por


“Sistema”. Lo hace en su texto “El método I: la naturaleza de la
naturaleza”, en donde declara que un sistema es “una interrelación de
103

elementos que constituyen una entidad global”. Tal definición comporta


dos caracteres principales: el primero es la interrelación de los
elementos y el segundo, es la unidad global constituida por estos
elementos en interacción. Se puede concebir el sistema como unidad
global organizada de interrelaciones entre elementos, acciones o
individuos. (Morin, 1993, pp.123-124)

Lo importante de la noción de sistemas en la construcción teórica de


Morin, reside en la incorporación a ella de la idea de complejidad para
hacer aparecer así la noción de sistemas complejos. En la perspectiva
de la noción de sistemas, sostiene que la complejidad apareció,
justamente, como resultado de la organización del todo bajo la presión
de las infinitas combinaciones de interacciones simultáneas y que
abundaron en interacciones lineales.

Como lo señala Morin (1994), “la complejidad nació de laintersección


de las partes que lo componen, es decir, la complejidad se manifestó
en el sistema mismo”. La complejidad no ha resultado una cualidad
adicional, por fuera, de los sistemas complejos, sino, que forma parte
constitutiva del mismo.

Agrega, tomando en consideración el carácter de totalidades


emergentes que manifiestan los sistemas, en concordancia con la
Biología organísmica, que un sistema complejo, entendido, a su vez,
como una unidad global,tiene propiedades que no pueden ser
explicadas a partir de sus componentes. El todo, sostiene Morin
(1994), “manifiesta propiedades emergentes, colectivas, propiedades
104

que no tenían ningún significado para la dinámica de sus partes


componentes.

Cabe agregar que cuando Morin adiciona la idea de complejidad a la


noción clásica de sistemas, para dar lugar a la idea de sistemas
complejos, lo hace en el marco de una teoría de los sistemas
autoorganizadores.

Según su entender Morin (1994), “el ser humano se ha constituido


como un sistema autoorganizado en la medida que se producea sí
mismo de manera constante y posee una relativa independencia con
respecto a sumedio o contexto. Presenta una clausura operacional en
la medida que se mantiene idéntico organizacionalmente a sí mismo, a
pesar de los cambios y perturbaciones estructurales tanto internos
como externos en tanto que se halla abierto desde el punto de vista
informacional a su entorno, a su ecosistema. Esta apertura
informacional se ha materializado y objetivado en las múltiples
interrelaciones comunicativas que mantiene consigo mismo y con el
resto de sus congéneres. El ser humano resulta, por lo tanto,
productor y producto de sí mismo” (pp.23-24).

Sin embargo, y por último, conforme al propio Morín, el pensamiento


complejo no existe como explicación o como fundamento para dar una
explicación, sino que se hace cargo de una dificultad para explicar
(Morin, 1994). Un pensamiento complejo, de existir como lo resalta el
propio Morin, no es un pensamiento capaz de abrir todas las puertas,
sino de identificar nudos constantes de dificultades que en la medida
105

en que son despejadas y abordadas, hacen aparecer nuevas y más


complejas dificultades. Es un espiral constante e infinito, pero a su vez
alcanza ciertos niveles de lucidez que permiten a las personas
comprehender y aprehender de los cambios y dinámicas del universo y
de la civilización humana.

Joël de Rosnay.

Otro destacado exponente del pensamiento de sistemas es sin dudas


el biólogo molecular mauritano francés, Joël de Rosnay. Como lo
señala Rosnay (1977), “según la definición usual, un sistema es un
conjunto de elementos en interacción”. Una ciudad, una célula, un
organismo son sistemas, pero también un ordenador o una máquina
de lavar”. Concluye la idea señalando que “se ve que una definición
como ésta es demasiado general” (p.73).

En el mismo texto Rosnay, introduce posteriormente algo nuevo a su


primer entender cuando dice que “Un sistema es un conjunto de
elementos en interacción dinámica, organizados en función de un
objetivo” (p.81). Introduce la finalidad. Sin embargo, se desprende que
para él, aún así no mejora mucho, ya que sostiene que aquellas
definiciones tan generales, simplemente son de poca utilidad. Frente a
ello, sugiere que en vez de buscar definiciones es mejor
conceptualizar. Es así que propone ”…enriquecer el concepto de
sistema describiendo, de la forma más general posible, las principales
características y propiedades de los sistemas, cualquiera que sea su
nivel de complejidad” (p.81).
106

Ferdinand Saussure.

Ferdinand Saussure, destacado lingüista suizo, en su Curso de


Lingüística General, Saussure (1989) señala que “un sistema es una
totalidad organizada, hecha de elementos que no pueden ser definidos
más que los unos con relación a los otros en función de su lugar en
esta totalidad.” Morin, 1991, p. 124).

Es constatable que organización, totalidad e interrelación, además


poder ser caracterizados individualmente, mantienen una reciprocidad
circular, mediante la cual se puede definir cada uno con la ayuda de
los otros. Es constatable también que la interrelación comprende los
tipos y formas de vinculación entre componentes, entre estos
componentes y la totalidad de la que forman parte.

“Saussure (1989), destaca que la idea de sistema remite a la unidad


compleja del todo interrelacionado, a sus características y sus
propiedades fenoménicas. La idea de organización remite a la
disposición de las partes dentro de un todo.” (Morin, 1981, p. 127).

Conforme a Saussure (1989), citado por (Morin 1981, p.151), “los


elementos deben ser definidos, pues, a la vez en y por sus caracteres
originales, en y con las interrelaciones de las que participan, en y con
la perspectiva de la organización en la que están dispuestos, en y con
la perspectiva del Todo en el que se integran. Inversamente, la
organización debe definirse en relación con los elementos, con las
interrelaciones, con el Todo y así sin interrupción”.
107

La lengua es un sistema, el más complejo y extendido de los sistemas


de expresión y en ella, los elementos son los signos lingüísticos. Sin
embargo en cuanto sistema presenta una particularidad que se hace
manifiesta si se precisa delimitar sus unidades. No es posible realizar
aquello por medio de la observación, ya que mediante ella sólo se
puede acceder a los datos del habla, dado lo cual no es posible
determinar las partes sobre una base sustancial o material (Saussure
1989).

Saussure (1989) señala “las unidades del sistema de la lengua no


puedan determinarse ni por medio de conceptos fundados filosófica,
sociológica o psicológicamente o de cualquier otra manera
extralingüística, ni por referencia a su sustrato material. Sólo queda la
posibilidad de determinarlo desde el propio sistema, por su posición en
él. Allí es donde se pregunta qué es lo que constituye una pieza de
ajedrez: no es parte del sistema por su materia ni por su figura, sino
por sus relaciones con las demás piezas, es decir, por su valor. Una
unidad del sistema de la lengua existe únicamente en y a través del
sistema que lo configura junto con las demás unidades” González
(2008, pp. 287-288).

El sistema de la lengua, dice Saussure (1989), es "un sistema cuyos


términos son solidarios y [...] el valor de cada uno es el resultado de la
presencia simultánea de los demás en la lengua sólo hay diferencias
por lo cual sus unidades son puramente diferenciales u oposicionales:
su característica es ser lo que las demás no son. El sistema de la
108

lengua no es equivalente a la suma de sus componentes; de hecho,


éstos sólo existen una vez que el sistema ha sido determinado. No
podemos definir un signo lingüístico simplemente como la unión de un
cierto sonido con cierto concepto; definirlo así sería aislarlo del
sistema del que forma parte; sería creer que se puede comenzar por
los términos y construir el sistema haciendo la suma, mientras que, por
el contrario, hay que partir de la totalidad solidaria para obtener por
análisis los elementos que encierra” (p. 142).

De lo que señala Saussure se podría interpretar que su visón de


sistemas de la lengua, no rompe absolutamente con el cartesianismo
mecanicista, puesto que se percibe un cierto sesgo analítico con
impronta cartesiana, cuando invita a obtener por análisis los
elementos. De todos modos, es tan solo una interpretación posible.

Peter Senge.

Peter Senge, norteamericano, es un destacado referente en el ámbito


de la gestión de empresas que adquiere renombre al observar y
explicar las organizaciones de actividad humana como sistemas. Es
en ese ejercicio en donde se pronuncia en torno a la idea de sistemas.
Señala Senge (1998), que ”un sistema es una totalidad percibida
cuyos elementos se aglomeran porque se afectan recíprocamente a lo
largo del tiempo y operan con un propósito común. La palabras deriva
del verbo griego “synistanai” que originalmente significaba causar una
unión” (pp. 93-95).

Senge (1988) explica del siguiente modo los alcances que tiene
observar la como sistema. "Se espesan las nubes” comienza diciendo,
109

luego agrega, “el cielo se oscurece, las hojas flamean, y sabemos que
lloverá. También sabemos que después de la tormenta el agua de
desagüe caerá en ríos y lagunas a kilómetros de distancia, y que el
cielo estará despejado para mañana. Todos estos acontecimientos
están distanciados en el espacio y en el tiempo, pero todos están
conectados dentro del mismo patrón. Cada cual influye sobre el resto,
y la influencia está habitualmente oculta. Sólo se comprende el
sistema de tormenta al contemplar el todo, no cada elemento
individual." (p.15).

Paul Waztalwick, Janet H. Beavin y Don D. Jackson.

También en el ámbito de la Teoría de las comunicaciones se


encuentran referentes que focalizaron su interés en la noción de
sistemas. Destacan en el ámbito de esta teoría el psicólogo austríaco
norteamericano Paul Waztalwick, la psicóloga candiense Janet H.
Beavin y el psiquiatra norteamericano Don D. Jackson. Waztalwick,
Beavin y Jackson (1967) dan a entender que un sistema “se comporta
no sólo como un simple compuesto de elementos independientes, sino
como un todo inseparable y coherente de elementos en interacción en
donde "cada una de las partes de un sistema está relacionada de tal
modo con las otras que un cambio en una de ellas provoca un cambio
en todas las demás y en el sistema total” (p.121).

Waztalwick et al (1967) agregan que “quizás esta característica se


entienda mejor en contraste con su opuesto polar, el carácter
sumatorio: si las variaciones en una de las partes no afectan a las
110

otras o a la totalidad, entonces dichas partes son independientes entre


sí y constituyen una suerte de montón, el cual muestra, como rasgo
distintivo, el que no es más complejo que la suma de sus partes.

El significado de sistemas en el diccionario, las enciclopedias y


su origen etimólogico.

Una buena opción para contar con un primer acercamiento a las


dimensiones explicativas de un concepto, es sin dudas recoger lo que
señalan en esos magníficos compendios conocidos como diccionarios,
las palabras que los acogen. Lo mismo ocurre, por cierto con las
enciclopedias. Se constituyen ellos también en referentes ineludibles,

Así, en el caso de la lengua hispana, el Diccionario de la Real


Academia de la Lengua Española dice que “sistema” viene del latín
“systēma”, y este del griego “σύστημα”. Agrega que significa “Conjunto
de reglas o principios sobre una materia racionalmente enlazados
entre sí”. También indica que es un “Conjunto de cosas que
relacionadas entre sí ordenadamente contribuyen a determinado
objeto”.

Destaca además, dos significados específicos. Uno de ellos asevera


que en el dominio de la biología significa “conjunto de órganos que
intervienen en alguna de las principales funciones vegetativas, como
ocurre con el Sistema nervioso”. El otro deja de manifiesto que en
lingüística significa “conjunto estructurado de unidades relacionadas
111

entre sí que se definen por oposición; por ejemplo, la lengua o los


distintos componentes de la descripción lingüística”.

Por su parte, el Diccionario Webster sostiene que un sistema es “una


unidad compleja formada por muchos y diversos hechos componentes
subordinados a un plan común u obedeciendo a un propósito común”.
Agrega que es “un conjunto de unidades combinadas por la naturaleza
o creadas de modo que conformen un organismo integrado o todo
organizado”. También señala que “es un agregado o montaje de
objetos, agrupados en interacciones regulares o interdependencia”. Y,
por último, subraya que es una “totalidad operante ordenada”.

Asimismo, José Ferrater Mora en su “Diccionario de Filosofía”, también


consigna el significado de “sistema”, aunque respecto del cual, por
cierto, pone preferentemente el énfasis en sus alcances dentro del
dominio de la Filosofía.

No obstante, también da cuenta del significado que adquiere en el


ámbito más específico que se configura en torno a la Teoría general de
sistemas, destacando de partida que dicha noción “se ha convenido
en calificar de sistémica a diferencia de sistemática”. Bien lo aclara el
filósofo, considerando que ésta última acepción se refiere a seguir un
conjunto ordenado de normas y procedimientos. En aquel contexto,
según Ferrater Mora, por “sistema” se entiende “un conjunto de
elementos relacionados entre sí funcionalmente, de modo que cada
elemento del sistema es función de algún otro elemento, no habiendo
ningún elemento aislado”. Destaca que el término elemento está
tomado “en un sentido neutral, de modo tal que puede entenderse por
112

él una entidad, una cosa, un proceso, en cuyo caso cabe hablar de


sistema real, o puede entenderse por él algún concepto, término,
enunciado, en cuyo caso cabe hablar de sistema conceptual, sistema
lingüístico, etcétera”. En algunos casos, agrega “el elemento de que se
habla tiene un aspecto real y un aspecto conceptual; ello sucede
cuando, como ocurre a menudo, el sistema de que se habla está
compuesto de reglas o normas”.

Consigna además que “los sistemas son de muchas clases”,


señalando al respecto que “por lo pronto, puede distinguirse entre
sistemas naturales, esto es, sistemas en sentido real u ontológico y
sistemas cognoscitivos, es decir, sistemas en sentido metodológico y
conceptual”, agregando en este mismo sentido que “cabe distinguir
entre múltiples tipos de sistemas, ya que, de hecho, se piensa que
todo en la realidad –natural o social– se presenta en forma de sistema:
sistemas físicos, sistemas orgánicos, ecosistemas, sistemas sociales”.

Sin embargo, además de las precisiones que presenta en torno al


propio significado de “sistema”, Ferrater Mora, da cuenta también de lo
que en el marco de la Teoría general de sistemas se entiende por
“sistémico”. Al respecto, a modo de punto de partida y más allá de lo
que recoge el filósofo, cabe consignar que es frecuente que cuando en
el devenir cotidiano de quienes hacen uso del término, cuando se
habla de ”sistemas”, se utilice también en algunas situaciones el
término “sistémico”.
113

Es usual, por ejemplo, que cuando se apunta hacia “una mirada de


sistemas en relación a un algo que se observa”, lo que por su parte
quiere decir que lo que se distingue en la observación es una totalidad
constituida por determinados componentes ordenados de acuerdo a
un cierto entramado relacional, se utilice en el mismo sentido la
expresión “una mirada sistémica a lo que se observa”.

Es de acuerdo a aquellos alcances que Ferrater Mora sostiene que


“todo sistema tiene carácter sistémico” y además que “toda
consideración de sistemas es sistémica”.

Así, en su aproximación al término “sistémico”, de comienzo lo asocia


a algunos vocablos que considera le son cercanos, agrupándolos en
dos conjuntos. Señala que uno de ellos lo conforman las expresiones
“sistemático”; “sistematismo”; “sistemática”; “sistemidad” y
“sistematicidad” en tanto que en el segundo incluye “sistémico”;
“sistemismo”; “sistémica” y “sistemidad”.

Los términos del primer conjunto, y en particular “sistemático”, indica,


“se emplean cuando se trata o de la noción de sistema de un modo
muy general o de esta noción tal como ha sido empleada y estudiada
en el pasado, particularmente en el tratamiento de cuestiones relativas
a la naturaleza de los sistemas filosóficos”.

Los vocablos del segundo conjunto, y en particular “sistémico”, aclara


“se emplean en todo tratamiento de sistemas dentro de la llamada
teoría general de sistemas”. Agrega que “puede emplearse asimismo
en los análisis de las características de los sistemas formales, pero,
salvo algunas excepciones, los lógicos, matemáticos y filósofos que
114

han desarrollado la metateoría de los sistemas formales no han usado


mucho el adjetivo sistémico”.

Aclara luego que se tiende a emplear “sistémico” en el caso de ciertos


tipos de sistemas, como aquellos “constituidos por elementos que se
hallan entre sí en relación funcional tal que se produce una
interdependencia de acuerdo con un conjunto de reglas”, como ocurre
como también lo menciona “con los sistemas cibernéticos de equilibrio
estable”, es decir, con aquellos en donde, según sus palabras, “el
carácter principal de tales estructuras sistémicas es el poseer un
mecanismo de retroacción o, como se llama asimismo, un mecanismo
de feed-back”. Agrega que “sistémico” también “se ha venido usando
asimismo con relación al estudio de otros sistemas, tales como los
organismos vivientes, las estructuras ecológicas -eco-sistemas o
estructuras sistémicas que implican series de reacciones entre
organismos y su contorno natural, incluidas las llamadas cadenas de
nutrición- y los sistemas sociales, tanto humanos como animales”.

También indica que “el significado de sistémico varía según se acentúe


uno u otro aspecto del sistema. A menudo se trata de caracterizar un
método de estudio; caso en el cual cabe hablar de un sistemismo
metodológico o sistemismo conceptual”. Por otra parte, puntualiza que
“en ocasiones se supone que la realidad estudiada tiene un carácter
sistémico, y por ello puede estudiarse sistémicamente; perspectiva en
la cual cabe hablar de un sistemismo real, de un sistemismo
ontológico o inclusive de un “sistemismo metafísico”. Sostiene por
último al respecto, que “en ocasiones se combinan, explícitamente o
no, los dos aspectos mencionados del sistemismo”.
115

Un poco más allá de los diccionarios, mejor dicho, ya en el ámbito de


las enciclopedias, la (Enciclopedia Mirador Internacional 1981), junto
con destacar que el término sistema connota la idea de “juntar”,
agrega que, en sentido amplio, significa "un conjunto o una totalidad
de objetos, reales o ideales, recíprocamente articulados e
interdependientes, uno en relación a los otros." Esclarecedor por cierto
desde ya (p. 10465).

Pero no solo remitirse a lo que señalan los diccionarios y


Enciclopedias, en relación a un concepto es ilustrativo. También lo es
lo que se encuentra en el origen etimológico del término que lo
envuelve. Así, según la Enciclopedia Mirador Internacional el término
“sistemas” tiene su origen en el griego “synhistanai”, que quiere decir
"poner junto".

Por su parte y coincidentemente el “Diccionario Etimológico de la


Lengua Castellana” de Joan Corominas, consigna que el término
“sistema”, tuvo su origen, en el lenguaje español a principios del siglo
XVIII, como derivado del griego “sýstema”, “conjunto”. El cual deriva a
su vez de “synístemi”: yo reúno, compongo, constituyo.

En la misma línea explicativa, Peter Senge, un destacado exponente


del pensamiento de sistemas, en “La quinta disciplina en la práctica”,
sostiene que el origen etimológico del término sistemas se encuentra
en un vocablo griego que se corresponde en español con el término
“synustanai” o “synhistanai”, que quiere decir algo así como “crear
116

junturas” o “poner juntos” En ambos casos se trata de un


acercamiento aunque, cabe destacar, solo se trata de una
aproximación, puesto que en la traducción al español no es fácil lograr
una exacta rigurosidad, ya que de hecho, ni siquiera las letras del
alfabeto griego coinciden con las letras del alfabeto español. No
obstante, y aún así, es de significativa ayuda.

Esclarecedor también resulta al respecto lo que destaca (Garciandia


2011) quien revela que la raíz griega “syn” viene de la raíz
igualmente griega “gen”, que significa” unidad o conección. Así, “Syn”,
da origen a “sinfonía”, que significa unidad de sonidos; a “simposio”
que quiere decir unidad de temas; a “síntesis”, cuyo significado es
unión de aspectos en oposición; a “synustanai”, que como ya se
señaló significa crear junturas y a “sistema”, que se refiere a complejo
de elementos en interacción.

La noción de sistemas: una primera aproximación.

De todo aquel recorrido histórico que recoge lo dicho por algunos de


los principales exponentes del pensamiento de sistemas y de lo
señalado por las disciplinas que desarrolladas con antelación o
contemporáneamente le dieron en alguna medida sustento, en ambos
casos desde posturas de un modo u otro alejadas del mecanicismo,
pero además, de lo que recogen los diccionarios y enciclopedias; de lo
que se desprende del origen etimológico del término e incluso de lo
que se puede rescatar de su uso cotidiano, bien es posible desde
117

todos aquellos espacios dar contenido explicativo, a lo que significa


hablar de sistemas.

Así, desde aquel amplio dominio, no es aventurado sostener que toda


primera aproximación hace ver que el ser sistema es serlo de un algo,
como un sistema económico, un sistema eléctrico o un sistema
respiratorio. Además, como bien lo puntualizan prácticamente todas
las definiciones entregadas por los principales referentes en la
medianía del siglo XX o, como así como también lo dejan de
manifiesto, algunas décadas antes, los exponentes del frente
sistémico soviético, se trata de un complejo o un ensamblaje, una
totalidad ordenada de componentes en interacción, sea ésta dinámica
o estática y como agregan algunos, con comportamientos teleológicos.

Aquella primera aproximación conceptual es tan amplia y general que,


aunque se sostiene desde posturas críticas al mecanicismo, es posible
encontrar la dimensión de sistemas incluso en cualquier algo que se
observe explicativamente bajo su alero epistemológico.

Desde aquella epistemología, todo algo objeto de estudio se asume


como no sujeto a cambios, estático, inmutable, atemporal y
conformado por componentes yuxtapuestos o ensamblados. Además,
con una estructura que es eterna o por lo menos eterna mientras es,
puesto que la interacción entre componentes, así como las relaciones
entre éstos y su entorno no provocan cambio estructural alguno. Todo
es determinado, permanente y operando conforme a causas lineales
eficientes.
118

De acuerdo al Mecanicismo, aquel algo no cambia porque él está en sí


mismo realizado, así como también lo está en todas sus partes
constitutivas, puesto que es la consecuencia de una transición de un
estado de desorden a un orden definitivo y para siempre, o mientras
es. Así ocurre, conforme a dicha epistemología, cuando por ejemplo,
en la naturaleza se pasa del caos al cosmos.

Es decir, tanto la dimensión de su estructura como el comportamiento


relacional de sus componentes es invariante. Así se observan los
fenómenos naturales y orgánicos, los relojes mecánicos, las máquinas
de la revolución industrial o los objetos de uso doméstico creados por
las personas, guardando las diferencias correspondientes entre los
dos primeros y los otros, por cierto.

Por lo tanto, desde las miradas mecanicistas un algo será un sistema


cuando en él, lo que se distingue a modo definitivo, como una
fotografía que permanece, es la arquitectura que presenta su arreglo
de componentes interactuando entre ellos y con entidades de su
entorno de manera determinada, permanente y conforme a causas
lineales eficientes.

Más allá del mecanicismo.

Fuera ya de los territorios mecanicistas, aceptar lo que generalmente


una primera mirada entrega, esto es, que un sistema es un complejo
de elementos en interacción y que además persiguen un propósito,
aunque relevante, es contar tan solo de lo más básico. Se hace
119

necesario en consecuencia profundizar respecto de aquel primer factor


explicativo, dando contenido a otras precisiones o alcances
susceptibles de derivar de aquella primera mirada, con la clara
intención, por cierto, de dar visibilidad a nuevas aristas explicativas
complementarias.

En primer término, es pertinente y necesario subrayar los


presupuestos epistemológicos desde donde se han de perfilar los
referentes explicativos complementarios a lo que aquella mirada
primera entrega Estos presupuestos corresponden a los lineamientos
del constructivismo, según los cuáles todo lo que tiene existencia
ontológica como un algo específico y determinado, es tal solo en la
medida en que aparece en el espacio de las distinciones realizadas
por un observador, tras una operación mediante la cual lo separa,
conforme a sus propias determinantes y limitaciones, de su dominio
de distinciones posibles o dominio de experiencias en donde se
encuentra previamente como un correferente posibilitante de las
distinciones. En consecuencia, desde esta postura epistemológica no
hay un algo como sistema existiendo objetivamente puesto que solo lo
será tras una operación de distinción llevada a cabo por un observador
y solo por cierto cuando aquel observador puede realizar la distinción,
tras haber distinguido previamente el algo que luego aparece como
sistema.

Estas consideraciones se proyectan en línea con la cibernética de


segundo orden propuesta por Heinz von Foester, quien sostiene que la
realidad no es causa sino un efecto de los procesos cognitivos, dado
120

lo cual el conocimiento es una actividad constructiva del observador


que se lleva a cabo sin considerar, porque no es posible, lo que hay
fuera de él en cuanto sujeto cognitivo, la que solo se constituye en un
correferente que posibilita la distinción de la realidad que se ha de
conocer. Por lo tanto, el mundo que aparece para un observador, es lo
que él puede distinguir.

Así, conocer no consiste en representar un mundo externo, sino en


crear o construir realidades que aparecen tras operaciones de
distinción que el propio observador lleva a cabo. De acuerdo a von
Foester, el observador es parte de lo observado, así, lo que observa
incluye su propia acción dentro de lo que observa (Foester 1991).

Dadas ya aquellas consideraciones epistemológicas de base, cabe


ahora focalizar el interés en lo referente a la propia noción de
sistemas. Es decir, en qué es aquello que hace que de un algo se
pueda afirmar que es un sistema.

A modo de punto de partida, es preciso previamente destacar que


dada la amplia variedad los algos susceptibles de considerar sistemas
y tomando en cuenta que no todos exhiben las mismas dimensiones
fenoménicas, resulta adecuado para el ordenamiento de estas
discusiones, hacer algunas diferenciaciones, puesto que las
observaciones a considerar, no todas aplican a todos los sistemas. Es
conveniente, sin embargo, dejar en claro que aquellas, al ser
funcionales a estas discusiones solo tienen validez dentro su contexto
explicativo.
121

Así, bien cabe diferenciar entre sistemas viables, sistemas no viables y


sistemas naturales. Los primeros corresponden a aquellos que por sí
solos sobreviven en entornos hostiles y cambiantes, como los
organismos vivos, incluyendo a las organizaciones de actividad
humana, en tanto que, en los segundos, como en todo lo que
construyen las personas, simplemente aquello no sucede. Los
sistemas naturales en tanto, en un primer acercamiento, son todos
aquellos explicados por la ciencia natural

Ahora, ya directamente focalizando el interés en la idea de sistemas y


sin responder a un orden estrictamente riguroso respecto a las
precisiones posibles de considerar en relación a lo que la primera
mirada entrega, bien cabe otorgar primacía a las observaciones que
hacen referencia a lo que indudablemente siempre aparece de partida
cuando se habla de sistemas, esto es, que se trata de un algo
respecto del cual lo que se distingue es su arquitectura, de
comportamientos teleológicos, constituida por un complejo ordenado
de componentes en interacción, tal como lo señalan de un modo u
otro, todos los principales exponentes del pensamiento de sistemas.

La finalidad en los sistemas.

Respecto de los fines inherentes a un algo visto como sistema, o


sistema simplemente, esto es, de sus comportamientos teleológicos, si
se analiza las explicaciones que la mayoría de los partícipes del
pensamiento de sistemas en el siglo XX presentan en relación a la
noción de sistemas, es constatable que, en muchas de ellas, no se
122

deja de manifiesto explícitamente que el operar de su estructura está


direccionado al logro de un propósito o fin determinado, aunque en la
generalidad de los casos sí cabe deducirlo.

De todos modos, no está demás recoger lo que al respecto sostiene


Gigch (1974, p.2) para quien son ineludibles. Lo deja de manifiesto
cuando señala que si un sistema queda definido como un ensamblaje
o un conjunto de elementos relacionados, en donde los elementos
pueden ser conceptos, como en el caso del lenguaje; objetos, como
una máquina de escribir; o sujetos como en un equipo de fútbol, no es
aventurado sostener que en los tres casos están implícitos los fines u
objetivos de tales sistemas. Incluso va un poco más allá cuando
señala que bien cabe sostener que todo sistema es producto de una
acción ordenadora aplicada sobre sus elementos constitutivos por
parte de un sujeto, o voluntad Gigch ( 1974, p.2) .

No cabe duda, en relación a los algos construidos por las personas,


que pueden ser vistos como sistemas, sea que sean objetos de
estructuras estáticas para el uso cotidiano, artefactos domésticos,
máquinas propias de la revolución industrial, o del tipo reloj, o
máquinas cibernéticas, que todos ellos han sido construidos para el
logro de un propósito o un fin que no es otro que el satisfacer
necesidades de uso. Se trata de una finalidad que cuando responde
directamente a aquello para lo cual el algo fue originalmente
concebido, asume el carácter de primer orden.
123

Primer orden puesto que aquella finalidad primaria se puede


desdibujar, ya que no es la única posible. A los usuarios de dichos
algos les cabe emplearlo para otros propósitos siempre que su
estructura lo permita, conformando así una suerte de vector abierto de
usos posibles, dado lo cual la finalidad, bien se puede decir, la
adscribe al algo en cuestión quien lo distingue para su uso.

También las organizaciones de actividad humana, creadas por


personas, susceptibles de ver como sistemas, lo son para el logro de
ciertos fines, sean éstos económicos, sociales, políticos o culturales.

En el mismo sentido, la Biología organísmica considera que los


comportamientos tendientes a un fin, es decir, teleológicos, son parte
de las expresiones fenoménicas de los organismos.

En el caso de los seres vivos, en cuanto organismos, ya un primer


acercamiento, sobre todo a la Biología organísmica (Ritter y Bailey
1928), citado por Mayr (2016), cabe asumir que se trata de unidades
autoorganizadas, autónomas y reproductivas y en virtud de ello, se
comportan tendientes a mantener su cohesión, a su autopreservación,
es decir, a permanecer en su ser. Siendo éste su propósito vital, se
constituye en su finalidad, la cual, cabe destacar, la Biología
organísmica adscribe, no sin controversias, a la noción de función.

Cabe consignar además, que si estas unidades que se autopreservan


se perciben como sistemas, pueden, a su vez, integrarse como
124

componentes a sistemas mayores, como en el caso particular de las


personas que se incorporan a sistemas sociales. Allí cuando se les
adscribe una finalidad, coherente con sus potencialidades, cumplen
una función que está determinada por la finalidad global del sistema
del cual han de formar parte.

Por su parte, respecto de los fenómenos naturales –los que también


pueden ser vistos como sistemas- cabe indicar que su finalidad, desde
un acercamiento muy preliminar, reside, a lo menos, en su particular
interactuar desde su estructura, unívoca o biunívocamente, con otros
fenómenos, a lo menos en términos de causas eficientes.

La emergencia en los sistemas.

Pero, además, si se observa analíticamente aquellos algos


susceptibles de ver como sistemas de comportamientos teleológicos,
ellos no aparecen en cuanto a los algos que son antes de ser
sistemas, en el dominio de las distinciones posibles de un observador
-constituido por quien observa por cierto constructivistamente- sin más,
de súbito como unidades compactas. Por el contrario, desde dicha
mirada analítica, surgen tras un proceso que les confiere realidad,
mediante la acción de una voluntad creadora que ordena
determinados potenciales componentes de acuerdo a una
configuración organizacional. Ambos factores se constituyen en los
precedentes que conforme a la acción ordenadora hacen emerger
aquellos algos, concediéndoles de este modo precisamente, el
carácter de totalidades emergentes.
125

Es Paul Weiss, (Ritter y Bailey 1928), citado por Mayr (2016), dentro
de la Biología organísmica, así como Ludwig von Bertalanffy (1068),
biólogo también, quienes le otorgan a la idea de “emergencia” un
status explicativo relevante, cuando sostienen que los organismos
vivos son, precisamente, totalidades emergentes.

Se trata de una emergencia que se manifiesta en dos dimensiones,


coherentes entre ellas. La primera corresponde a la “emergencia
ontológica” y es la resultante de proceso que le confiere al organismo
el status de ser lo que es.

Son aquellas propiedades las que se constituyen en la segunda


dimensión de la emergencia en los organismos, la emergencia de
propiedades, las que por su parte aparecen -o emergen- como
consecuencia del operar conjunto de los componentes que le
conceden sus status ontológico.

En todo organismo visto como una totalidad, las propiedades


emergentes en él, son propiedades nuevas que no se encuentran
explícitas en los atributos individuales de los componentes observados
aisladamente, es decir, fuera de las relaciones de composición en las
cuáles participan como partes de los organismos, dominio aquel en el
cual, por cierto, no son componentes.

De aquello se desprende que las propiedades emergentes son


irreductibles a las propiedades de sus elementos constitutivos, de
modo tal que, en dominios todo-partes, propios de un sistema
126

emergente, no es posible conocer la parte sin su referencia a la


totalidad. Por lo tanto, existen las partes y algo más, lo que emerge,
dado lo cual en ellos, coincidiendo con Aristóteles, “el todo es mayor
que la suma de sus partes”.

Sin embargo, y a su vez, los componentes en cuanto ellos mismos, no


pierden sus propiedades intrínsecas, las que pueden exhibir en
plenitud cuando son vistos fuera de las relaciones de composición del
sistema al cual pertenecen, puesto que en dichas relaciones operan
en virtud sólo de los atributos que el sistema como una totalidad
requiere de ellos. Así, dado que las otras propiedades quedan en ellos
en latencia, cabe sostener también, que “el todo es menos que la
suma de las partes”, tal como lo destaca Edgar Morín, Morín (1977),
Morin (1990).

Cabe considerar que la noción de emergencia, cuyos alcances se han


rescatado de la Biología organísmica, y para los análisis propios de
estas discusiones, bien es posible tomarla en consideración respecto
de todo aquello que construyen las personas, guardando, por cierto,
todas las salvedades que las diferencias fenoménicas exigen.

Por último, es aquella emergencia con sus dos dimensiones la que


permite reconocer a cualquier algo que se ha de ver como sistema,
organizacional y estructuralmente, tras las distinciones recurrentes
correspondientes por cierto, como “totalidades integradas” o
“totalidades de componentes coactuantes”, operando para el logro de
una determinada finalidad.
127

Comportamientos teleológicos, causas finales y causas eficientes.

Si se acepta que un algo visto como totalidad emergente, susceptible


de distinguir como sistema, se constituye como el tal algo que es para
el logro de una finalidad, debe, en consecuencia, disponer a nivel
global de los atributos necesarios para que aquel propósito sea
efectivamente logrado.

Estas propiedades, aparecen en un primer momento, en dimensiones


de atributos potenciales, como consecuencia de la emergencia
ontológica de la totalidad.

Por lo tanto, residen en el entramado relacional de componentes que


le conceden su existencia. Además, dado que se trata de propiedades
que deben ser coherentes con la finalidad de la totalidad, asimilable
ésta al resultado operacional de una función, aquel entramado de
componentes con sus capacidades operacionales, en última instancia
queda determinado precisamente por dicha finalidad.

En términos procedurales, es conforme a la acción ordenadora a la


que se refiere van Gigch (1974, p.2), es decir, de acuerdo a la voluntad
que los hace emerger ontológicamente, cualquiera que ésta sea, que
los algos susceptibles de distinguir posteriormente como sistemas,
cuyo comportamiento tiende a un fin determinado, hacen suyos
aquellos atributos potenciales. Ello ocurre a través de un proceso que,
al conjuntar ciertos componentes de acuerdo a una determinada
organización con la que se cuenta en dimensiones arquitecturales de
128

diseño, permite que la totalidad, que de ese modo estructuralmente


emerge, materializando la organización, disponga de propiedades que
no se encuentran en los componentes vistos individualmente.

Por lo tanto, es la estructura de la totalidad la que lleva inscrita


su finalidad al tener que operar orientada a ella. De este modo la
determina, puesto que está configurada precisamente para su logro.

A su vez, en aquella estructura, los componentes, al estar alineados


con la finalidad de la totalidad a la cual pertenecen, también deben
responder, en coherencia con ella, a una finalidad local -o más de una-
la que, a su vez, determina la estructura que en el componente ha de
posibilitar su logro.

Es decir, todos los algos vistos como sistemas se comportan


teleológicamente y son estructuralmente determinados, dado que lo
que pueden hacer depende de su estructura.

Desde una perspectiva operacional, es decir visto el algo funcionando


efectivamente en pos de un propósito, las acciones que los
componentes llevan a cabo en su dominio estructural, se despliegan
en principio como una red de relaciones del tipo causa-efecto de
naturaleza lineal, dado que en ellas siempre la causa precede y
determina el efecto.

Pero además, en aquella red, dado que los componentes que la


materializan deben ser funcionales a la finalidad de la totalidad, en
129

última instancia, el operar de cada uno de ellos queda determinado


precisamente por dicha finalidad, dado lo cual se amplían las
dimensiones de la red causa-efecto para incorporar ahora los
conectivos circulares propios de la causalidades finales.

En otras palabras, lo que en aquella red lineal realiza cada


componente, considerando la relaciones circulares propias de las
causalidades lineales, cabe señalar, queda determinado por las
directrices mandatorias contenidas en relaciones que van del todo a la
parte, puesto que la organización de la totalidad establece una suerte
de control determinista sobre ellos, al convocarlos a la realización, en
dominio estructural, de determinadas funciones y no otras, las que son
necesarias, precisamente, para el logro de su finalidad.

Así, por ejemplo, cuando un componente, “x” de un sistema se


relaciona con un componente “y”, o con algún agente externo, dicha
relación al ser la expresión de la función que dentro del sistema le
corresponde a “x”, es el resultado de su actividad particular o, en otras
palabras, manifestación de su propia finalidad, concordante con la
finalidad del sistema como un todo. Por lo tanto, cada componente
participa en el sistema operando siempre en coherencia funcional
tanto con algunos otros como con el todo al cual pertenece.

Saborido (2014) explica con sentido teleológico la razón de la


existencia de un componente en un organismo. Lo hace haciendo
referencia a alguno de sus efectos, esto es, a su función cuando
señala que la actividad “y” de un componente “X” contribuye al
mantenimiento de la organización a la cual pertenece “X” vista como
130

un todo y, por tanto, al mantenimiento de ciertas condiciones


necesarias para su auto-mantenimiento. Así para responder a la
pregunta “¿por qué existe X en ese sistema?”, Saborido responde
“porque X tiene la función y”.

No está demás agregar que los sistemas al estar orientados a una


finalidad y operando funcionalmente, se relacionan con su entorno
tanto por el por el lado de sus salidas, como por el lado de sus
entradas. Por el lado de sus outputs, la relación cristaliza mediante el
resultado de su función caso en el cual tienen también cabida los
desechos eventuales. En tanto que, por el lado de sus inputs, lo hacen
mediante la recepción de insumos directos para la operación
transformacional que ha de realizar dado que debe cumplir una
función los para ello son sin dudas necesarios, y también mediante
otros inputs cuyo rol es el servir de soporte a dicha operación.

Lo mismo ocurre por cierto con los componentes. Estos se


desenvuelven en un entorno que le es propio y con el cual se
relacionan por las salidas entregando el resultado de su trabajo
funcional ya sea a otros componentes con los cuales participan en el
entramado relacional del sistema o bien en algunos otros casos, a
ciertas entidades externas, caso en el cual dicha relación corresponde
al resultado de la función del sistema, salvo que sean desechos, los
que también se constituyen en salidas, muchas veces indeseadas. Por
el lado de las entradas en tanto, algunos se vinculan recibiendo el
resultado del trabajo funcional de otros componentes y algunos
131

terceros, o ellos mismos, insumos transformacionales o energía


provenientes de entidades externas al sistema.

Así ocurre por ejemplo en el caso de los objetos construidos por las
personas para satisfacer necesidades de uso. En algunos de ellos
como los bienes muebles como una mesa, por ejemplo, la relación
queda establecida mediante servicios prestados, los que coincidentes
con su función se manifiestan en correlato con determinadas
peticiones previamente declaradas por quien los distingue para su uso.
En este caso, el input puede ser un objeto que se desea dejar en ella y
el output el objeto por ella misma sostenido, siendo este servicio
prestado la finalidad funcional de la mesa. En otros, como un
electrodoméstico, además, está como input relacional la energía que
necesita para operar.

Cabe concluir que todo sistema puede ser susceptible de calificar de


teleológico. Por lo tanto, cuando se les describe, corresponde hacerse
cargo de estos comportamientos orientados a un fin, a diferencia del
Mecanicismo que no los considera al asumir que los fenómenos
naturales y los organismos vivos están totalmente realizados y que en
ellos no es evidente su finalidad.

El comportamiento teleológico en los sistemas hace que su


arquitectura no sólo se despliegue en una configuración que opera
conforme a causas lineales eficientes que otorgan un sentido
direccional orientado a un fin, sino que, además, hace suyas las
132

relaciones que genera el considerar fenoménicamente el rol


determinista de las causalidades finales.

Causalidades circulares en bucle de retorno.

Pero el operar de los sistemas conforme a estructuras que se


configuran de acuerdo a causalidades finales, cuyos propósitos se
logran mediante relaciones causales eficientes de naturaleza lineal, no
garantiza la efectividad en el logro de los fines, puesto que la
trayectoria generada por las causas eficientes, dado que los sistemas
no se encuentran aislados, se puede ver afectada por perturbaciones.

En aquellos sistemas, mediante la retroalimentación negativa, en


cuanto ciclo causal circular de retorno, su operar es intervenido
precisamente con la intención de otorgar efectividad al logro de sus
fines o propósitos. Así sucede con el termostato de una estufa
calefactora. Si se desea mantener la temperatura de una sala a 20 º
C y la temperatura baja de los 18º C, el termostato enciende la estufa
para que caliente la sala y, cuando la temperatura supera los 20º, el
termostato apaga la estufa. Así la acción del termostato afecta la
estufa, pero también la acción de la estufa afecta al termostato

Más allá de aquel ejemplo, considerado tan solo en perspectivas


explicativas, los bucles de retroalimentación negativa, posibilitan
ajustar comportamientos reales, cuando se ve afectado por algunas
perturbaciones, a comportamientos esperados, dado que este último,
133

marca la ruta –o rutas- establecida a priori, conducente al logro de los


fines de un sistema.

Así, frente a la ocurrencia de perturbaciones que afectan a su dominio


operacional, en el despliegue en este espacio del sistema conforme a
causas eficientes, un efecto, en lugar de avanzar sin tropiezos
conforme a lo que dictan aquellas causalidades lineales, se constituye
en la causa de un nuevo efecto, dado que se dirige a la causa que lo
ha generado volviendo a actuar sobre ella. Así, el efecto, actúa como
causa sobre la causa.

En ese ámbito relacional, que se expresa como lazo causal circular de


retorno, la retroalimentación negativa, en cuanto expresión conceptual
de aquellos bucles, actúa a partir del establecimiento de un vector de
variables de control asociadas al desenvolvimiento efectivo del
dominio operacional del sistema. Allí, cada variable, de partida, lleva
adscrita un valor esperado, el que se mueve dentro de un intervalo
pequeño alrededor de un valor de referencia, constituyéndose así en
norma.

Sin embargo, y como consecuencia de las perturbaciones que afectan


al dominio operacional, las variables de control pueden alcanzar
valores que se alejan de la norma constituyéndose así en valores
reales.

La instancia que toma nota y mide el efecto de las perturbaciones es el


sistema de información del que disponen los sistemas con
retroalimentación negativa, los cuáles, vinculados por sus inputs con el
134

dominio operacional, residen en los canales de retorno. El sistema de


información, tras comparar los valores reales con los valores
esperados obtiene un nuevo valor que es el que da cuenta efectiva de
la magnitud de las perturbaciones, valor que, como información,
entrega por sus outputs a una instancia de control del tipo unidad de
gestión, con el cual por cierto se encuentra también en relación. Esta
instancia es la que genera las acciones de ajuste para que
determinados mecanismos efectores eliminen el impacto negativo de
las perturbaciones, lo que en las variables de control se hace visible al
llevar sus valores reales de regreso a su intervalo normal.

De este modo estos sistemas neutralizan los efectos de causas que


afectan su operar, solo mediante acciones internas sin anular la causa
generadora de la perturbación. Pero aquella acción de neutralización
tiene límites, puesto que cuando el efecto de las perturbaciones va
más allá de un determinado umbral de tolerancia, el sistema puede
destruirse.

Por lo tanto, en estos sistemas en los cuáles la retroalimentación


negativa, que se materializa como lazos o bucles de retorno circular,
se constituye en una expresión ineludible de su organización-
estructura. Aquellos bucles en realidad son multi-bucles toda vez que
habrá uno de ellos por cada variable control considerada.

De este modo la organización-estructura de un sistema, en la cual


descansa su comportamiento, no solo se despliega en términos de
configuraciones lineales que acogen componentes que operan
135

conforme a causas eficientes que se originan en su entorno y se


proyectan hacia él y de relaciones del tipo efecto-causa que aparecen
cuando se consideran las causalidades finales, sino que también
conforme a causalidades circulares de retorno del tipo
retroalimentación negativa.

La homeostasis como bucle circular de retorno.

Pero la retroalimentación negativa no solo se manifiesta operando


complementariamente y con sentido de valor positivo, en el dominio de
las trayectorias lineales de las causas eficientes. También opera en los
fenómenos homeostáticos, es decir en aquellos que ajustan a norma
el medio interno en cuyo contexto inmediato se desenvuelven los
sistemas, o sus componentes vistos como sistemas. Ello ocurre sobre
todo en los organismos vivos en cuanto sistemas abiertos y también
en algunas máquinas cibernéticas que se observan a sí mismas. Cabe
desde ya dejar de manifiesto que los organismos vivos en cuanto
sistemas viables son homeostáticamente abiertos.

La homeostasis es un concepto incubado originalmente en el dominio


de la fisiología y en aquel contexto explicativo, José Luis González de
Rivera en su artículo, “Homeostasis alostasis y adaptación” publicado
en la recopilación que acerca de crisis emocionales edita (Guimón,
2008) destaca que fue el fisiólogo francés Claude Bernard, fundador
de la Medicina Experimental, a mediados del siglo XIX, quien acuñó el
famoso aforismo “La constancia del medio interno es la condición
indispensable para la vida libre” (p.31). sin utilizar el término
“homeostasis”.
136

Dentro de los sistemas viables, es posible distinguir entre organismos


unicelulares y organismos pluricelulares. Los unicelulares, que viven
directamente ligados a medios externos acuosos, dependen por
completo de su medio ambiente, de modo que, si las condiciones
ambientales se hacen desfavorables, el organismo deja de ser el
organismo que es o se mantiene en un estado de vida latente.

A diferencia de estos, los organismos pluricelulares viven en


independencia relativa respecto del medio externo, para lo cual
disponen de un medio interno, correspondiente al líquido que rodea
sus células y cuyas propiedades son radicalmente diferentes de las de
aquel.

El medio interno de los organismos pluricelulares, constituido por el


líquido intersticial de los tejidos, la linfa, el plasma sanguíneo y los
líquidos celomáticos, tiene como función la de servir de protección a
dichas células, así como de vehículo para el intercambio de
sustancias. Para ello, sus características físicas y químicas se deben
mantener constantes y son los propios organismos pluricelulares los
que tienen las capacidades de mantener constantes las características
físicas y la composición química de dicho medio interno, de manera
que sus células se encuentran siempre en condiciones ambientales
favorables para la vida. Esta capacidad de regulación del medio
interno es la que hace que el organismo mantenga una independencia
relativa respecto del medio ambiente.

Aquella regulación es necesaria puesto que el medio interno se ve


afectado por las variaciones que tienen su origen en el medio
137

ambiente, dado lo cual, para mantener la constancia, el organismo


posee mecanismos reguladores que inmediatamente compensan
dichos cambios y restauran la condición de equilibrio.

Así, el mantenimiento de las constantes del medio interno de las


células se constituye en su contribución para que el organismo al cual
pertenecen pueda seguir siendo la organización que es.

Sin embargo, Walter Cannon fisiólogo norteamericano, a comienzos


de siglo XX, sostiene que más que constantes, las características del
medio interno son estables. Fue a partir de esta consideración que
(Cannon, 1928) habla ahora de “homeostasis” para referirse al mismo
fenómeno.

Ello quiere decir que la homeostasis conceptualizada por Cannon,


permite la estabilidad del medio interno dentro de un rango de
variación como resultado de la existencia de mecanismos
compensadores encargados de la regulación. Es decir, el medio
interno se mantiene dentro de un rango de valores más que en un
valor fijo (pp. 399-443). En palabras del propio Cannon (1932)…”la
condición constante que mantiene el cuerpo podría denominarse
equilibrio” (p.24).

Pero la homeostasis no solo aplica al comportamiento biológico de los


organismos vivos. Adquiere el status de teoría general en la medida en
que también se puede hablar de homeostasis psicológica, y también
de homeostasis cibernética, por ejemplo. En el caso de los fenómenos
138

psicológicos corresponde al equilibrio entre necesidades y


satisfacción. Así cuando las necesidades no son satisfechas, se
produce un desequilibrio interno el que se busca eliminar a través de
conductas que le permitan satisfacer dichas necesidades. La
homeostasis cibernética se refiere a aquellos casos en los cuáles un
cierto dispositivo -cibernético- mantiene ciertas variables de su medio
interno, en valores de equilibrio dinámico o estacionario.

De todos modos, cualquiera sea la realidad fenoménica, los sistemas


orgánicos controlados homeostáticamente mantienen las variables,
asociadas a su medio interno y que en estos sistemas se pueden
entender como variables de control, en un intervalo pequeño alrededor
de un valor de referencia, el que se constituye en un valor esperado.

Los mecanismos de regulación homeostática operan en base a bucles


de retorno del tipo retroalimentación negativa y están constituidos por
un receptor, un control central y un efector.

El receptor es a quien corresponde medir las condiciones internas,


como los receptores en los vasos sanguíneos del cuerpo humano que
miden el pH de la sangre. En la mayor parte de los mecanismos
homeostáticos el centro de control es el cerebro, que cuando recibe
información sobre una desviación en las condiciones internas del
cuerpo, manda señales para producir cambios que corrijan esa
desviación y lleven las condiciones internas de regreso al intervalo
normal. Los efectores son músculos, órganos y otras estructuras, que
cuando reciben señales del cerebro u otro centro de control, actúan
para corregir la desviación.
139

De ese modo todo organismo se ajusta para lograr su equilibrio y así


mantenerse con vida.

Equifinalidad.

Pero el logro de la finalidad de un sistema, en los sistemas viables, en


las máquinas cibernéticas y en algunos sistemas naturales, se puede
alcanzar a partir de diferentes condiciones iniciales y por diferentes
caminos, del mismo modo que diferentes resultados pueden ser
generados por las mismas causas. Es decir, operan con equifinalidad,
pero en el caso de los sistemas viables, ello solo ocurre cuando están
abiertos a su entorno.

Un sistema físico cerrado se mueve hacia un estado de equilibrio, el


cual sólo depende de sus condiciones iniciales. Si cambian dichas
condiciones, cambia el estado de equilibrio.

La equifinalidad, al decir de Bertalanffy (1968) es "la tendencia a un


estado final característico a partir de diferentes estados iniciales y por
diferentes caminos, fundada en la interacción dinámica en un sistema
abierto que alcanza un estado uniforme" (p.46).

De ello se desprende que los sistemas vivos, por ejemplo, en tanto


abiertos, no son absolutamente explicables en términos de
causalidades unidireccionales, dado que las circunstancias iniciales no
los determinan totalmente. Así y de acuerdo a Bertalanffy, un sistema
abierto alcanza una finalidad, o un cierto estado, independiente de sus
condiciones iniciales, determinado por la organización del sistema, lo
que quiere decir que un estado alcanzado por dichos sistemas al
140

transcurrir un período de tiempo, no está determinado tanto por las


condiciones iniciales sino que también por la naturaleza de su
organización.

La equifinalidad también se manifiesta en los dispositivos cibernéticos


vistos a su vez como máquinas teleológicas. Ellos, mediante la
retroalimentación negativa, sustentada en información relevante
acerca del comportamiento operativo del sistema, pueden continuar en
pos del mismo fin con diferentes estrategias. Ello así sucede sobre
todo cuando ciertas causas provenientes de su entorno atentan contra
el efectivo logro de lo que el sistema espera.
Las relaciones con su entorno.

Pero hay más. De acuerdo a la Biología, sobre todo conforme a lo que


sostiene Bertalanffy respecto de los organismos vivos, éstos en cuanto
totalidades emergentes, no se desenvuelven aisladamente, lo hacen
en su entorno. Así, en el dominio de las distinciones posibles operan
configurando un área de intercambios, en donde éstos van más allá de
un desenvolverse tan solo a nivel de causas eficientes, puesto que son
homeostáticamente abiertos.

Pero en un escenario más amplio de aquel en el cual se desenvuelven


los organismos vivos, si se considera las relaciones de intercambio
que un sistema puede mantener con su entorno, y tomando en cuenta
la naturaleza de aquello que se intercambia, conforme a Bertalanffy y
según su propia perspectiva, aquella desde la cual sostiene sus
afirmaciones, cabe distinguir entre sistemas abiertos y cerrados.
141

Los sistemas abiertos son aquellos que intercambian materia, energía


e información con su entorno, a diferencia de los sistemas cerrados los
cuáles solo intercambian energía. Viene al caso consignar que a
aquellos sistemas que no intercambian ni materia ni energía
Bertalanffy los considera aislados.

Por cierto, en los sistemas abiertos aquel proceso de intercambio debe


ser ininterrumpido puesto que, si así no acontece, el sistema deje de
ser el sistema que es, principalmente porque pierde sus fuentes de
energía. Más aún, solo a través de un equilibrio dinámico es que
pueden mantenerse en su interacción con el medio exterior. En este
sentido, aquel equilibrio. se convierte en una condición para su
existencia.

En el caso de los organismos vivos, para ir contra la entropía,


requieren de energía, la que obtienen de los enlaces químicos de
sustancias orgánicas. Para que ello ocurra la sustancia debe ser
degradada, puesto que ese es el modo en que se libera la energía de
sus enlaces. Esa energía se usa de manera eficiente, dado que
cuando sobra, se almacena ante la posible eventualidad futura de que
falte. Aquel proceso corresponde a las reacciones físicoquímicas que
se denominan metabolismo.

Por lo tanto, los sistemas abiertos son sistemas eminentemente


adaptativos, ya que para sobrevivir deben reajustarse constantemente
142

conforme a las condiciones del medio, restaurar su propia energía e


incluso, reparar pérdidas en su propia organización.

Además, en ellos existe una tendencia hacia mayores niveles de


heterogeneidad, lo que por el contrario no sucede en los sistemas
cerrados, en los cuales la tendencia es hacia la desorganización. Más
aún, ello es lo que hace que en los sistemas abiertos desaparezca la
contradicción entre entropía y evolución.

Por lo tanto, los sistemas viables, como los organismos, que son
abiertos, conforme al decir de Bertalanffy, lo son para seguir siendo los
sistemas que son, y desde allí cumplir con una finalidad, es decir,
responder a comportamientos teleológicos.

Sin embargo, los sistemas no viables también mantienen vínculos con


su entorno, los que se manifiestan simplemente en virtud de un
intercambio funcional del tipo input-output con su entorno.

Lo que aparece cuando se distingue un sistema

Cuando respecto de un algo, que ya ha sido distinguido como un tal


algo o un algo específico, tras una segunda distinción recurrente
respecto de la totalidad que aparece en aquella primera distinción, lo
que se tiene, en un primer momento, es su dimensión de totalidad
emergente y luego en un segundo momento dentro de la segunda
distinción, la organización materializada por el entramado estructural
-biunívoco respecto de la organización- que acoge a los componentes
143

que le conceden su emergencia ontológica y la operacionalidad que


posibilita el logro de su finalidad inherente. lo que se tiene es la
esencia, de la dimensión de sistemas de aquel algo distinguido en un
comienzo, en coherencia con lo señalado por los principales
exponentes del pensamiento de sistemas del siglo XX. La arquitectura
que así aparece se expresa conforme a redes de causas eficientes,
equifinalistas, determinadas por causalidades finales y reguladas a su
vez por bucles de retroalimentación negativa.

Pero, además, toda vez que distingue un sistema desde un dominio de


distinciones posibles, al aparecer una totalidad que tiene bordes, se
configura inmediatamente lo que es su entorno, el que corresponde a
todo aquello que no está en él pero que es tal en la medida en que es
parte de las relaciones de intercambio con que opera el sistema,
dominio en el cual se manifiesta el carácter abierto por lo menos de los
sistemas viable. Pero hay más, en el dominio configurado por el
sistema y su entorno, el sistema se puede percibir existiendo en una
red que lo envuelve junto a otras entidades también susceptibles de
distinguir como sistemas.

En la visión sistémica, cualquier algo visto como sistema está


constituido por una red de componentes en donde éstos son sólo
componentes, lo que quiere decir que en cuanto tales en un sistema
tan solo son unidades simples o cajas negras. Sin embargo, si se
acepta que también son totalidades emergentes, pueden a su vez, ser
distinguidos como sistemas, es decir, como un entramado de
componentes. Y si así sucede, y es pertinente destacarlo, también un
144

sistema en su dimensión de unidad compuesta es posible de ser


distinguido como englobando componentes que también pueden ser
distinguidos como sistemas.

Todo esto muy bien lo clarifica Fritjof Capra en “La trama de la vida”.
“La trama de la vida está constituida por redes dentro de redes. En
cada escala y bajo un escrutinio más cercano, los nodos de una red se
revelan como redes más pequeñas. Tendemos a organizar estos
sistemas, todos ellos anidando en sistemas mayores, en un esquema
jerárquico situando los mayores por encima de los menores a modo de
pirámide invertida, pero esto no es más que una proyección humana.
En la naturaleza no hay un “arriba” ni un “abajo” ni se dan jerarquías.
Solo hay redes dentro de redes (Capra, 2010, p. 54).

Las dos dimensiones en la distinción de un sistema.

Dado que la trayectoria que se debe recorrer para distinguir un algo


como sistema pasa por dos distinciones, en donde la segunda es
recurrente respecto de la primera que lo hace aparecer como algo
específico, su dimensión de sistemas se despliega en el ámbito
temporal de las distinciones en dos dominios: primero como una
totalidad o unidad simple y luego como una totalidad de componentes
coactuantes o unidad compuesta. Es decir, a dos estratos.

Su dimensión de totalidad o unidad simple, corresponde a aquel


estrato en el cual el algo distinguido aparece como un todo que queda
caracterizado por las propiedades que la distinción que lo hace
aparecer le atribuye.
145

A su vez, es en virtud de aquellas propiedades que se manifiestan


algunas de las relaciones que mantiene con su entorno, las referidas a
su despliegue funcional asociado a sus propiedades, sean o no en
primer orden respecto de sus propiedades funcionales.

Por otra parte, cuando tras operaciones recurrentes aplicadas sobre el


algo en dimensiones de unidad simple, aparece su dimensión de
totalidad emergente y luego el arreglo de componentes,

lo que se tiene es su expresión de totalidad de componentes


coactuantes o unidad compuesta. En esta, por cierto, cada
componente se despliega como unidad simple puesto que para que se
constituya el sistema, aquellos se incorporan a su ordenamiento
vinculante en dimensiones de caja negra, dado que lo que interesa
prioritariamente es que, en aquel entramado, se enlacen
funcionalmente de un modo y no de otro.

No está demás agregar que aquel arreglo de componentes, el que le


concede emergencia ontológica al sistema, le define sus bordes.

Organización y estructura.

Además, cuando los componentes de un algo que ha de ser visto


como sistema se ordenan de acuerdo a un determinado entramado
relacional, configurando así la dimensión estructural que lo hace ser lo
que es, aparecen invariablemente dos dimensiones biunívocas que
cohabitan: organización y estructura.
146

La organización corresponde a la configuración que establece a modo


de un modelo, las relaciones estáticas o dinámicas entre los
componentes. Por lo tanto, la organización en un sistema define las
relaciones que aquel requiere para que los componentes participen en
él. A su vez, las relaciones además de especificar las posiciones
relativas entre componentes, especifican ciertos modos particulares de
acción a partir de los cuales ellos se vinculan en la unidad compuesta.
Son aquellos modos particulares de acción los que en conjunto
determinan las propiedades del sistema en cuanto unidad simple y que
lo hacen pertenecer a la clase que pertenece. Der este modo es la
organización la que le confiere la identidad de clase a un sistema.

La estructura, por su parte queda constituida por los componentes


actuales y las correspondientes relaciones entre ellos. Son éstos y sus
relaciones los que realizan o materializan en cada momento, la
organización de la unidad compuesta.

Cuando se reconoce que la organización define un sistema, el sistema


aparece en el instante en que se materializa su organización y se
conserva como tal mientras se conserva la organización, pero
desaparece en el momento en que esa organización deja de
conservarse. Esto quiere decir que si cambia la organización de la
unidad compuesta, el sistema pierde su identidad de clase. De ello se
desprende que todo sistema es constitutivamente conservador.
147

Sin embargo, la estructura puede variar, ya que corresponde al modo


particular en que desde componentes específicos se realizan las
relaciones propias de la organización del sistema. Así, un algo
determinado visto como sistema, puede materializarse de diferentes
modos dependiendo de la naturaleza de los componentes
estructurales específicos que lo realicen en cuanto sistema.

Por lo tanto, la singularidad de un algo visto como sistema, mientras


es, está dada por la disposición y conexión de sus componentes, dado
lo cual lo que lo distingue de otro algo no es el material del que está
hecho, sino que lo que lo diferencia se funda en el orden en virtud del
cual aquellos componentes se relacionan entre si. Y como este orden
es permanente mientras es, ya que solo el material de los
componentes puede cambiar, su descripción y conocimiento en cuanto
sistemas puede ser total y perfecto considerando que es mientras es.

Es pertinente agregar que los nexos que vinculan a un componente


con los otros con los cuáles participan en un sistema, ya no se
manifiestan necesariamente en él cuando no están en las relaciones
de composición que el propio sistema requiere. Más aún, si se desea
preservar un sistema no es dable intervenir en alguno de sus
componentes sin arriesgar efectos en otro u otros y posiblemente
incluso retroefectos sobre el propio componente intervenido, dado lo
cual el sistema puede dejar de ser el sistema que es.

Los sistemas complejos.


148

El desarrollo de la idea de sistemas de la cual se ha dado cuenta,


aquella que aflora tanto a comienzos del siglo XX, como en su
medianía, se refiere a un sistema que es conservador, es decir, que es
tal sistema mientras se mantiene su organización y si ésta ya no está,
deja de ser el sistema que es. Por lo tanto, focaliza su mirada en un
orden que es mientras es, agotando allí su explicación.

Pero no todos los sistemas son conservadores respecto de su


organización. No todos la mantienen, más aún, algunos la modifican y
cuando esto ocurre, se les denomina complejos y son las ciencias de
la complejidad las que se hacen cargo de sus explicaciones.

De acuerdo a la mirada de sistémica tradicional, Si en un algo visto


como sistema su organización cambia, se asume que lo que se tiene
es otro sistema y, por lo tanto, al ser otro, se presenta explicativamente
con independencia del anterior. Pero las ciencias de la complejidad lo
sugieren de otro modo. Sostienen que en el caso de los sistemas que
cambian, el interés explicativo no solo debe focalizase en su orden
existente, en el orden que es, ya que ello corresponde a una mirada
parcial y por lo tanto no exhaustiva, sino que en su trayectoria histórica
evolutiva, puesto que en ellos hay dinámicas que, en ocasiones,
quiebran el orden, lo subvierten, lo rompen o lo alteran, de modo tal
que a partir del desorden de la anomia, del caos, de la incertidumbre
que aparece, surge otro orden, uno nuevo respecto al que había antes
del desorden, aunque en la arquitectura de aquel orden nuevo el
entrelazado se conforme con el juego de las mismas categorías de
redes, esto es, redes de causalidades eficientes, finales y de retornos
retroalimentantes.
149

Lo fundamental, en consecuencia, es que en aquellos sistemas lo que


se manifiesta en relevancia es una dinámica o transición entre el orden
y el desorden, o entre el desorden y el orden. Así, la noción de
emergencia, además de la emergencia ontológica y de propiedades,
característica de los sistemas vistos desplegados tan sólo en los
momentos en que son tales, asume ahora otra dimensión, la
emergencia referida a nuevos ordenamientos.

Aquellos sistemas son no ergódicos, y la no-ergodicidad expresa, de


manera precisa, el hecho de que cualquiera que en un sistema
complejo sea el orden existente, éste siempre, inevitablemente se
romperá para, a partir del desequilibrio que aparece, conformar un
nuevo equilibrio de mayor complejidad.

Por lo tanto, se trata de totalidades que evolucionan de forma


continua. Como lo dice Prigogine (1965), desde el átomo hasta la
sociedad, todo ha de considerarse como urgencia de novedad, como
evento, como estructura disipativa. Es decir, como una estructura que,
diferentemente de la de equilibrio, se forma y se disipa en el tiempo,
alternando organización y desorganización. Es decir, dejando ver
como lo sostiene Prigogine (1984) que el orden surge del desorden, y
viceversa.

Se trata, en consecuencia, de una dinámica de cambio que se


caracteriza por ser no-lineal, con turbulencias y de complejidad
150

creciente lo que, a su vez, envuelve tanto evolución como sorpresa y


emergencia.

Una diferencia fundamental de las Ciencias de la complejidad respecto


de la Teoría de sistemas de comienzos y mediados del siglo XX, reside
en que ninguna de las teorías que comprende la primera de ellas,
como la teoría de fluctuaciones, la teoría de turbulencias, por ejemplo,
sostienen la existencia de sistemas cerrados, tampoco de sistemas
aislados. Desde la complejidad únicamente existen sistemas abiertos.
Más aún los sistemas cerrados o aislados son una imposibilidad y si lo
son, son abstracciones. Ni siquiera el universo es cerrado o aislado.

La idea de que tan sólo existen sistemas abiertos está anclada en la


termodinámica del no equilibrio. Todos los sistemas necesitan para
operar, funcionar o vivir, de información materia y energía, elementos
de los que no disponen los sistemas, sino que los recogen de su
entorno.

Así, respecto de la energía recogida, ésta en parte conservada, en


parte transformada y en muy buena parte incluso desechada llegando
de nuevo a aquel entorno, un entorno que es esencialmente
indeterminado.

Por lo tanto, los sistemas complejos están ya lejos de aquellos en


donde la característica fundamental era la inmovilidad, el equilibrio y el
orden final. Estos últimos, solo existen en el dominio de la física
clásica
151

La noción de sistemas: una síntesis integrativa.

A modo de un último acercamiento y con todas las observaciones


consideradas, cuando dentro de los sistemas viables y sistemas
naturales, un algo ya distinguido como un tal algo, se distingue como
un sistema, ya sea en sus diferentes expresiones sucesivas como tal
dentro de su trayectoria evolutiva histórica o en un momento
específico de ésta, fuera del continuo que marca su evolución, lo que
se tiene a la mano es el entramado relacional de componentes, en
términos de organización y estructura, que le ha concedido su status
ontológico y las propiedades necesarias para el logro de determinados
fines, los que puede alcanzar operando como una función, es decir,
vinculado con su entorno tanto por la entrada como por la salida.

En dimensiones arquitecturales, aquel arreglo de componentes,


determinado relacionalmente por causalidades finales, se desenvuelve
conforme a causas eficientes y en despliegue equifinalista, a las que
se asocian, también relacionalmente, bucles circulares del tipo
retroalimentación negativa.

Aquella arquitectura acoge, por cierto, también las interacciones con


su entorno. Éstas, por sus inputs, pueden ser funcionales al operar de
su estructura, como las entradas transformacionales o de soporte a las
operaciones que se acoplan a las redes de causas eficientes o
perturbaciones, las que pasando por las causas eficientes se acoplan
a los bucles de retorno del tipo retroalimentación negativa. Por sus
outputs, en tanto, aquellas interacciones corresponden a sus
152

resultados funcionales o en algunos casos, cuando se dan, dada la


naturaleza de las operaciones estructurales, a desechos.

Aunque hay algunas discusiones, también todo aquello aplica a las


máquinas no triviales, como las máquinas cibernéticas de alta
tecnología, dentro de los sistemas no viables. Solo que no es
constatable en ellas el desarrollo histórico evolutivo de su organización
caso este último en donde tras el quiebre de un orden existente y del
desorden que así aparece, surge un nuevo orden.

En lo medular, además, lo mismo es válido para los sistemas no


viables, solo que con algunas salvedades. Así, en los objetos de uso
doméstico de estructuras estáticas como una mesa, por ejemplo, o en
las máquinas triviales, en su arquitectura no aplican las causalidades
finales ni las causas circulares del tipo bucles de retroalimentación
negativa. Tampoco los comportamientos equifinalistas.

El porqué del observar como sistema.

El propósito de dar cuenta de un algo como sistema, si se acepta que


aquel algo es una totalidad emergente y que persigue determinados
fines inherentes, no es otro que el dejar de manifiesto la arquitectura
en la que se envuelven sus componentes, los que interactuando entre
ellos le confieren emergentemente su status ontológico y los atributos
de que dispone como totalidad.

También, y dada aquella arquitectura relacional, exponer su


funcionamiento, considerándolos como entidades orientadas al logro
153

de un propósito específico. Más aún cuando cabe que sus


componentes se presenten a su vez como sistemas.

Pero también, en el caso de los sistemas que muestran evolución


histórica, toda la dinámica procedural que permite la emergencia de un
nuevo orden a partir de uno anterior que se ha desordenado.

Por último, cabe destacar que la noción de sistemas es un


metaconcepto. En un plano epistemológico, tal como ha sido
presentada, es una “teoría general”, dado que aplica en todos
aquellos casos en los cuáles respecto de un algo, independientemente
de su naturaleza, se distingue aquello que hace que de él se pueda
afirmar que es un sistema. En coherencia, componente al invocar lo
general puede referirse a una unidad orgánica, a un elemento físico-
químico a un concepto o a un objeto. Es decir, acoge a todo elemento
que se vincula funcionalmente en un arreglo para hacer aparecer una
entidad ontológica nueva y con nuevas propiedades.

Notas finales.

Desde estos alcances explicativos el término “sistema” ha sido


profusamente utilizado en las más diversas expresiones del devenir de
las personas, desde lo cotidiano hasta las ciencias naturales y
sociales, las humanidades y el arte.

Así lo consigna Klir (1991), una autoridad sin dudas en el ámbito de


las discusiones acerca de sistemas, para quien “el término sistema, es
incuestionablemente uno de los términos más ampliamente usados no
154

solo en la ciencia sino también en otras áreas del quehacer humano”


(p.4). Más aún, agrega subrayando que se trata de “un término
altamente sobretrabajado” (p.4)

Es claramente constatable que en el contexto de aquel profuso uso del


término, la mayoría de las definiciones o explicaciones que allí
aparecen se encuentran muy cercanas a lo que generalmente se dice
desde el sentido común o bien se adscriben al estilo en que los
diccionarios presentan el significado de las palabras. Muy pocas
incursionan en sus alcances técnicos, e incluso como también lo
señala Klir (1981) “casi nunca el término ha sido explícitamente
definido” (p4).

Sin embargo, estas primeras precisiones acerca de lo que se distingue


cuando se distingue un sistema, no se agotan en ellas, puesto que se
configura, además, una suerte de nueva perspectiva epistemológica.

El Mecanicismo, al considerar sus objetos de estudio como materia


extensa, los asume comportándose como materia en movimiento y
desenvolviéndose conforme a causas eficientes. Así es que enfrenta el
estudio tanto de los fenómenos naturales como el de los organismos
vivos. Pero la propuesta mecanicista resulta insuficiente cuando lo que
se tiene enfrente con pretensiones de explicarlo, se distingue como un
fenómeno en donde se manifiestan tanto, la emergencia ontológica
acompañada de la emergencia de nuevas propiedades en aquello que
emerge como las causalidades finales y circulares, como ocurre por
155

ejemplo en los organismos vivos y las organizaciones de actividad


humana e incluso en las máquinas no triviales o inteligentes.

Frente a ello, la Teoría de sistemas, se puede considerar como una


propuesta con alcances epistemológicos al hacerse cargo de dichas
dimensiones fenoménicas. Su propuesta adquiere aún más prestancia
con el irrumpir de la Cibernética, disciplina ineludiblemente ligada al
pensamiento de sistemas, tanto en sus expresiones de primer como
de segundo orden. en donde, a modo de una primera aproximación, la
diferencia entre ambas reside en que en la Cibernética de primer
orden, el observador es externo a lo observado en tanto que en la de
segundo orden el observador es parte de lo observado.

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