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LA INTERVENCIÒN PROFESIONAL, POLITICAS PUBLICAS Y DERECHOS

SOCIALES CLAVES PARA LA CONSTRUCCION DE CIUDADANÍA

Dra. Margarita Rozas Pagaza

El desarrollo de este tema implica necesariamente retomar algunas cuestiones que pueden
ser consideradas como obvias y/o reiterativas, sin embargo su no enunciaciòn puede dar por
supuesto que la pràctica se autoreferencia asì misma. Por ello debemos partir diciendo que
la pràctica profesional y, en este caso la del trabajo social se insertan en un contexto lleno
de tensiones que hacen de dicha pràctica profesional un campo en cuestiòn pero, al
mismo tiempo, su implicancia en dicho contexto la limita y/o facilita. Conviene aclarar que
esa implicancia no es de externalidad, por el contrario es una relaciòn significativa que
abarca dos condiciones: una, referida a nuestras propias condiciones que como
trabajadores nos enfrentamos en el marco de las transformaciones del mundo del trabajo y,
otra con las condiciones no sòlo materiales si no tambièn humanas de los sujetos con los
cuales trabajamos. Sumado a ello como agentes profesionales que se supone tienen un
dominio sobre su campo profesional. En esta direcciòn es necesario partir de algunas
premisas que orientan el desarrollo de nuestra exposición.

1. Las consecuencias que hoy vivimos después de la dècada de los 90 y que se ha revertido
parcialmente, respecto a la precarizaciòn laboral de una gran mayorìa de los trabajadores
entre ello los trabajadores sociales sigue siendo uno de los aspectos que necesariamente
condicionan la pràctica profesional. en el carácter y tipo de vínculos que se establece entre
trabajadores y empleados, este aspecto fue desde el punto de vista del empleo el rasgo
característico de la década del 90 ( Danani:2003, pág 264). Que considero ello no ha
cambiado y por el contrario se ha complejizado dichos vìnculos y referencias o en todo
caso podemos enunciar que estàn desdibujadas, una expresión de este proceso es el nivel
precarizaciòn laboral a la que estamos sometidos.

En este marco pensar el carácter de asalariado de los profesionales es una lìnea


interesante y al mismo tiempo polèmico para pensar la pràctica profesional al menos si
reconocemos que dicha pràctica està inserta en la dinàmica de las instituciones que
expresan relaciones de poder y formas de pensar y dar respuesta a las manifestaciones de la
cuestión social materìa prima en la que se que se desenvuelve la acciòn profesional.

En esta direcciòn Marilda Imamaoto señala “siendo el trabajo social un trabajador


asalariado depende de la venta de su fuerza de trabajo en el mercado profesional de
trabajo. Para que ello tenga valor de cambio es necesario que confirme su valor de uso”
(pàg.174) es decir que ello significa que la formación profesional tenga en cuenta la
demanda profesional del mercado de trabajo, sin que ello signifique una relaciòn
reducionista de la formación a esta variable. Al mismo tiempo y contradictoriamente para
mantener el valor de uso de nuestro campo existe una exigencia de mayor cualificaciòn
que simiente las bases de la argumentación de dicha pràctica.

Por lo tanto la pràctica profesional debe alcanzar cada vez màs un nivel de
profesionalización acorde con la complejidad social del siglo XXI cuya expresión màs
significativa es la crisis polìtico-institucional que tiene sus efectos en la incapacidad para
mejorar los criterios y mecanismos de distribución de los bienes y servicios que genera la
sociedad. Por ello, la profesionalzación como totalidad que implica diversos aspectos
(producción de conocimiento, formación de grado, postgrado, definición argumentada del
campo para la formación y la intervención) debería conjugarse en la construcción de un
sentido de profesiòn que aceite las competencias teóricas y técnicas, para afianzar su
campo. Dicho de otro modo, debe desarrollar la capacidad de emitir opinión profesional,
es decir la capacidad de hablar y actuar legítimamente y con autoridad sobre un
determinado área de conocimiento

Todos compartimos que el Trabajo Social es una disciplina de las ciencias sociales, de
naturaleza interventiva. Se constituye como profesión en el proceso de división social y
técnica del trabajo. Su naturaleza interventiva deviene de la atención a los sujetos
individuales y colectivos que presentan limitaciones para la satisfacción de sus necesidades
básicas derivadas de la cuestión social, en ese sentido se establece una relación mediada
entre la acción social del Estado y la complejidad social en las que se inscriben dichas
limitaciones, no sólo en el acceso a los recursos que se efectivizan en los denominados
servicios sociales sino también en la calidad de los mismos. Por lo tanto, su campo de
intervención se desarrolla a partir de un conjunto de demandas sociales que expresan el
grado de conflictividad de la "cuestión social", vinculada fundamentalmente a la relación
sujeto-necesidad. A mi juicio esta es la definición que permite compartir una visión de
profesión. Al mismo tiempo esta concepción de trabajo social no puede ser interpretada al
margen de las relaciones económicas, sociales, políticas y culturales que se articulan en la
sociedad denominada de manera general capitalista. Podemos también definir que una
profesión está

constituida por un conjunto de personas que logran tener un conocimiento específico que
es producto del desarrollo de una competencia intelectual, un conocimiento técnico-
operativo que los habilita a cumplir sus objetivos En consecuencia asumen una
responsabilidad respecto al manejo de esas competencias profesionales y a los actos que
realizan. El nivel de profesionalización permite, en cierto sentido, que se alcance niveles
de autonomía lo cual implica, según Emilio Tenti Fanfani y Víctor Manuel Gómez,1 los
siguientes atributos:

* Conocer mejor que nadie su campo de acción en virtud de un prolongado entrenamiento y


educación previa, a la cual denominamos “formación profesional.”

* Sostener de manera argumentada decisiones que competen a su campo, en consecuencia


su partencia está bajo la jurisdicción de la profesión y la entrada a la misma bajo el control
de la asociación profesional permanente.

En ese sentido la pràctica profesional deberìa estar regulada por un còdigo de ètica que
no sòlo delimite sus funciones y valores sobre los que se desarrolla el ejercicio profesional,
si no tambièn las sanciones que de ella derivan respecto a las responsabilidades que tiene el
agente profesional. De ninguna manera estoy tratando de pensar esta relaciòn como una
hecho coercitivo, simplemente estoy planteando niveles de regulación del ejercicio
profesional que son necesarios en tèrminos del fortalecimiento del campo profesional.
Avanzando un poco màs en la reflexiòn que gustarìa platear las posibilidades y
limitaciones de la pràctica no solamente como una descripciòn de situaciones en las que se
inscriben esas pràcticas. Dicho de otro modo las pràcticas profesionales tienen sus
limitaciones y posibilidades en tanto ellas se inscriben en el marco de las limitaciones que
la realidad presenta, esto planteado en dos sentidos: una porque es necesario aprehender la
pràctica vivida de los sujetos en un contexto determinado y , otra porque nuestros
conocimientos que se construyen para esa pràctica tambièn està limitada por su
complejidad y, por ello mismo no existe simultaneidad entre la lògica del conocimiento y la
lògica de la pràctica. Claro està que ellas tienen relaciones pero esas relaciones no sòlo son
constataciones sino que responden a modos de pensar y actuar y tambièn posibilidades de
direccionarla dicha pràctica en uno u otro sentido. Estas relaciones van màs allà de la
pràctica especìfica e inmediata, en tanto nosotros somos parte de construcciones
discursivas que expresan esos modos de pensar y actuar.

Por ello me gustarìa detenerme en dos cuestiones: uno, referido a la relaciòn con la
institucionalidad social y, otra a la capacidad de agregar valor a la dimensiòn pùblica de lo
social. En cuanto a lo primero como señalaba anteriormente la crisis polìtico institucional
es la expresión màs clara de la fragmentaciòn de la vida social. Ello se expresa en la
ruptura de lazos entre representantes y representados, en la alteración de las funciones
institucionales no sòlo porque no cuentan con recursos y condiciones materiales si no
porque no logran comprender la complejidad de los problemas y en consecuencia la
capacidad de cambiar concepciones, modos y mecanismos que conjuguen acciones
innovadoras y propositivas. Como parte del engranaje institucional las pràcticas
profesionales se ven tambièn tensiondas por esta situación. La falta de motivaciones en la
pràctica profesional y en la pràctica de los sujetos ha llevado a vaciar de sentido las
acciones profesionales. Por otro lado, las transformaciones de las polìticas sociales y, sobre
todo la focalizaciòn anclada en una visiòn restringida de lo que es un problema social
influye obstruye la posibilidad de trabajar sobre otros criterios y visiones que en definitiva
son de carácter teòrico y polìtico.

El dominio de nuestros campo y las alianzas estratègicas deberìan aportar a la


construcciòn de una autoridad profesional en lo social que permita marcar la insuficiencia o
la insignificancia de las acciones instiucionales. Alcanzar esta autoridad profesional puede
permitir la visibilidad de los problemas sociales viejos y nuevos. Dicha visibilidad
enriquece lo pùblico como el lugar donde se instalan las demandas de los sectores sociales
que nos son escuchados.

En ese sentido el valor pùblico se refiere a la posibilidad de desarrollar


capacidades, potenciar pràcticas colectivas, volver a insistir en las referencias colectivas
que generan y que expresan fuerza y poder. Es decir, en el marco de las relaciones de
poder en la que se juegan la supervivencia de muchos, es importante el dominio de los
logros colectivos que como profesiòn nos permita entrar al juego de los debates, de las
posibilidades de incidir y alterar los criterios. Dicho de otro modo es entrar al juego
polìtico en la que se pueda construir una hegemonìa discursiva.
El valor pùiblico en tanto visibilidad de capacidades y visibilidad de
instalar los problemas explicitados por la sociedad o por la parte màs afectada de la
sociedad es en

definitiva lo que se denomina la dimensiòn ètico-polìtica de la pràctica profesional que nos


aleja del observador imparcial y de la neutralidad axiològica como base de una relaciòn
consensual del mundo social. El mismo genera discurso vacios anclados en un formalismo
que tiende al registro de los datos de los sujetos sin darle sentido y/o significado
interpretativo.

En este marco quiero señalar que el dominio del campo que le da autoridad
profesional y en tanto muestre su utilidad social adquiere legitimidad pero dicha autoridad
se fortalece, se enriquece en tanto hay un intercambio con los otros campos de las ciencias
sociales evitando de este modo el endogenismo de los pares que paraliza o ratifica y/o
certifica lo que se supone que se sabe en cuanto a la profesiòn.

La relaciòn con otros agentes profesionales posibilita articular las miradas sobre la
complejidad social, al mismo tiempo recrear formas de intervención construyendo un
trayecto posibilitador y aumentar la pontencialidad del poder pensar y hacer frente a la
complejidad de una trama social a veces difícil de transitar y de descifrar.

No quisiera caer en reflexiòn de la pràctica intentando decir de lo que ella deberìa


ser o hablar de ella como si su existencia fuese insignificante y muchas veces desligitimada
por los propios pares. Tampoco quiero hablar de la pràctica desde un lugar en la que se le
imprime una racionalidad autònoma. En ese sentido quisiera decir que no existe una
pràctica profesional existen pràcticas profesionales que dan cuenta de circunstancias y
particularidades que expresan realidades tambièn diversas. Por ello quizá es difícil recurrir
a genralizaciones y/o valoraciones que responde a parámetros estructurados. En esta
direcciòn hay practicas profesionales valoradas por sus agentes profesionales de buenas,
interesantes o no, reiterativas o no, crìticas o no. Es decir depende de las concepciones y
formas de mirar y concebir la profesiòn en relaciòn a la realidad. Por ello intento ser
cuidadosa.

La problematización sobre la política social en el Trabajo Social Profesional, sigue


concitando interés, preocupaciones diversas, concepciones y definiciones en la medida que
las transformaciones ocurridas en las políticas sociales han tenido y tienen consecuencias
inmediatas en la vida de los sujetos, situación que pone en evidencia que los cambios
generados en la dinámica contradictoria del capitalismo parecen irreconciliables con las
necesidades humanas básicas, en ese marco las respuestas a la cuestión social
contemporánea son absolutamente irrelevantes. Por lo tanto se hace necesario que la
problematización de las

políticas sociales deben incorporar necesariamente la responsabilidad social y los derechos


sociales como constructores de ciudadanía. Por otro lado, esta perspectiva se complejiza
con el debate actual sobre los modelos de desarrollo social: el Europeo (vinculado más al
mantenimiento del rol de Estado como generador de Políticas sociales) y el
norteamericano, (inclinado a la reducción del rol de Estado en la generación de las políticas
sociales y a la sustitución por la acción voluntaria de los ciudadanos y la privatización de
los servicios sociales más rentables). A partir de esta premisa general el artículo tiene dos
partes: una, referida a la trayectoria histórica que ha seguido las políticas sociales y, su
constitución en el espacio público estatal; la segunda parte, intenta esbozar la implicancias
que ella tiene, en la intervención profesional, en tanto relación histórica y base de la
configuración del campo profesional.

TRAYECTO DE LAS POLITICAS SOCIALES

En este ítems parto de una hipótesis de trabajo: hay un retroceso en las políticas sociales y
una vuelta a las acciones de caridad y beneficencia que marcaron el antes de la política
social como conformación de lo “público estatal” en materia de respuestas a la cuestión
social. y, en este sentido los derechos, la justicia y la igualdad están socavados. Si
entendemos que las políticas sociales, son intervenciones específicas del Estado dirigidas a
mejorar las condiciones de vida para la reproducción de la vida de distintos sectores
sociales, en este sentido, podemos afirmar que las políticas sociales son fundamentales para
la construcción de una sociedad. Esta posibilidad hoy se encuentra obstaculizada, cabe
preguntarse entonces ¿ Qué aspectos se conjugararon para este retroceso?, por qué hoy las
políticas sociales dejan de vincular su función con la idea de derechos sociales?, en qué
medida esa desvinculación ha naturalizado la existencia de pobres ? ¿ por qué hoy sigue
creciendo el hambre?, por qué para muchos no existe un futuro? Y qué pasó con la
responsabilidad social?. Para intentar dar alguna respuesta a la complejidad de estas
interrogantes, quiero recordar que la primera configuración de las políticas sociales, se da
en la última década del siglo XIX con Otto Von Bismark con la creación del seguro social,
bajo el principio de seguridad social obligatoria que activara la protección contra todo tipo
de riesgos (control de las enfermedades, infortunios laborales y, posteriormente el
desempleo). Lo importante a destacar de esta experiencia es la creación de instituciones
modernas con una visión de responsabilidad social que superaron las acciones caritativas y
de beneficencia como matriz de respuesta a la problemática social, desarrollada

fundamentalmente por la Iglesia. Esta diferencia, no es menor porque la propuesta de Otto


Von Bismark implicaba compartir los costes de los riesgos sociales, en la que la presencia
del Estado cumplía la función de garante de este reparto. Este modelo alcanza su madurez
al final de la segunda guerra mundial a través del informe de Sir Willians Beveridge, quien
intenta prevenir que la situación de su país (Inglaterra) retorne a las desigualdades del
pasado, por ello, ideo un sistema de solidaridad entre clases sociales. En este contexto, él
consideraba que para hacerlas efectivas, las políticas sociales deben estar sustentados por el
compromiso entre los empleadores, empleados, incluyendo trabajadores por cuenta propia
y los desempleados. El aporte de Willians Beveridge está en la consideración que él tenía,
respecto a un piso mínimo de beneficio para todos los ciudadanos, sean trabajadores o no.
En este sentido, las políticas sociales crecieron cualitativa y cuantitativamente en relación a
la extensión de los derechos sociales de ciudadanía. Pasó mucho tiempo desde este
encuadre de las políticas sociales; hasta que otro investigador británico Richard Titmus
(1974) avanza en determinar que la función de la Política Social es distributiva. En tanto,
reconoce que la responsabilidad pública no implica solamente la provisión de servicios
sociales, de lo que se trata es de construir una base de protección universal para todos los
ciudadanos es decir, un principio redistribuidor de los ingresos, independientemente de que
las personas contribuyan o no a la política fiscal. De este modo, los impuestos, gravámenes
y otras medidas de excepción tiendan a corregir las extremas desigualdades de distribución
del ingreso. Estas propuesta permitió moldear el desarrollo de los estados de bienestar de
Europa y en gran medida el modelo norteamericano. No se dio de la misma manera en
nuestros países, para que ello ocurra es necesario una base económica que permita
redistribuir y en tanto se establezca una política de impuestos a la riqueza, para lo cual se
necesita una voluntad política que emana de una consideración de fondo, el lugar de la
responsabilidad pública y social de aquellos que más tienen. En esta dirección los que
concentran la riqueza y el capital en general en el mundo globalizado deberían pensar que
la restricción en el consumo por la falta de algún ingreso mínimo, afecta al proceso de
acumulación capitalista, aún cuando algunos consideran que sólo con el consumo de esa
minoría más rica se garantiza la ganancia del capital.

El principio de responsabilidad social y las soluciones que se fueron dando a las


desigualdades sociales tal como hemos recordado, fue sin duda una respuesta necesaria a la
gran transformación iniciada en el siglo XVIII que ha significado grandes posibilidades de
vida para importantes segmentos de la población, una respuesta que nace de los desafíos
planteados por la lucha de clases. Sin embargo, estos cambios dependían de la sociedad del
trabajo. En la

década de los años 90, se rompe este principio a través de las políticas de ajuste y reforma
del Estado, gestándose de este modo un nuevo trayecto de orientación de las políticas
sociales a través de la privatización de los servicios vía arancelamiento de los mismos, así
mismo se extiende la participación de capitales privados, y focalización en la asistencia a
la pobreza como compensación a las políticas de ajuste. Como diría Andrenaci (2001) se
genera un desplazamiento de las políticas sociales hacia los márgenes constituido por las
grandes mayorías pobres y empobecidas. Y las políticas del empleo reducidas a aquellos
sectores que aún conservan su condición de asalariados pero; que cada vez, son menos.
Subyase en estas medidas una concepción de que el Estado no está en condiciones de pagar
ni debe hacerlo para todos, sólo para aquellos que no pueden sostenerse asimismo. Es decir,
que la función de la política social se asistencializa perdiendo su inspiración inicial,
respecto a la protección social. Al mismo tiempo, que el Estado desplaza sus funciones a
diversas organizaciones privadas de la sociedad y apelando a la solidaridad de los
voluntarios. De este modo, se afianza una tendencia de disolución de la acción colectiva del
Estado para pasar a un proceso refilantropización o neofilatropización con apoyo y
financiamiento de las acciones asistenciales de grupos privados e instituciones motivados
por la buena voluntad. De esta forma, volvemos a las instituciones de caridad y
beneficencia que habían sido superadas por las instituciones modernas que posibilitaron la
responsabilidad social de los riesgos.

CONTEXTO DE LAS TRANSFORMACIONES

En esta dirección, aparece dos cuestiones básicas: la concepción de lo que hoy se


denomina políticas sociales y, el modo en el que se resuelve desde la esfera del Estado la
complejidad y la crisis de los sistemas de protección social . Ambas cuestiones son
producto, sin duda de las grandes transformaciones que corresponden a la década de los
años 90. Dicha década ha sido ampliamente analizada por todos, unos con mayor precisión
que otros, en las que ineludiblemente está puesta también una mirada ideológica y política
sobre los acontecimientos que hemos vivido y estamos viviendo. No quisiera repetir en esta
exposición dichos análisis para no abundar sobre lo mismo. Pero si quisiera marcar algunas
premisas que son ineludibles a la hora del debate y el contexto de regresión de las políticas
sociales.

1. Los cambios generados en la región y el mundo, no son cambios coyunturales, son por el
contrario, transformaciones estructurales del régimen de acumulación capitalista, ello
implica mudanzas en el proceso de trabajo y la restricción del Estado Social. Ambos

aspectos, tienen como consecuencia las transformaciones realizadas en las políticas


sociales. Estos cambios, no han resuelto los grandes problemas ya señalados
desencadenado una crisis generalizada que afecta de manera concreta la configuración del
mundo social, cultural, político y el sistema de valores de referencia colectiva.

Los cambios generados en el proceso de trabajo que en la sociedad industrial fue la base de
las políticas sociales o, dependían de la sociedad del trabajo, tienen como base de dichas
transformaciones, la necesidad de recuperar las ganancias del capital en el menor tiempo
posible, alcanzar niveles de e gran competitvidad, y apertura de los mercados sin ningún
tipo de restricciones. Para lo cual, el desarrollo de la tecnología y la informático han sido y
son sustanciales; al mismo tiempo, que generan desplazamientos de grandes contingentes
de mano de obra. Si bien todos sabemos de este proceso. Es necesario señalar que, la
intensificación de la competencia en todos los mercados del mundo a cualquier precio,
significó la disminución de los salarios reales, el desmantelamiento de las protecciones
sociales, el crecimiento sin límites del desempleo, la precarización de todos lo empleos y el
deterioro de las condiciones de trabajo. De este modo, se fue constituyendo la hegemonía
del capital financiera cuya lógica de funcionamiento rompe con formas rígidas de
producción para abrir un proceso de producción flexible que pone en tensión la relación
equilibrada entre capital, trabajo y Estado que funcionó en la última etapa del predominio
del capitalismo industrial. En este contexto, se modifica el proceso de trabajo sometiéndola
a la desestandarización, desmasificación y desburocratización como dice André Gorz. Las
leyes del mercado basadas en la rentabilidad del capital reorganizan el proceso productivo,
esta vez desligadas de las leyes que regulaban antaño un política económica, generando una
marcada autonomización entre la política y la economía. En este proceso de modificación
entran también los oficios profesionales y, entre ellos la del trabajo social profesional que
está sometido a un proceso de precarización laboral y se modifica la materialidad sobre la
cual interviene, es decir las políticas sociales.

2. La restricción social del Estado en materia de las políticas sociales ha significado un


agravamiento de la cuestión social en desmedro de las empeoramiento de las condiciones
de vida de amplias mayorías de la sociedad que han caído en la exclusión, en la
marginalidad, en la vulnerabilidad y en el empobrecimiento general de la sociedad,
producto de las transformaciones anteriormente mencionadas. En esta dirección las
concepciones sobre la política social se han multiplicado, pero al mismo tiempo se ha
privilegiado aquellas que intentan disminuir las garantías ofertadas a los ciudadanos y
alcanzadas durante el Estado de Bienestar, al mismo tiempo que se propone que el diseño
universal de la protección social se transforme en un sistema focalizado que asista a los
grupos sociales más débiles. Los que plantean esta postura consideran que el sistema
vertical que organizaba la relación entre Estado y Sociedad basado en el sistema público
Estatal, está debilitada y en crisis; por lo que será necesario incorporar otros actores que
participen en el diseño de un nuevo sistema de protección social, es decir que no sólo sea
sólo el Estado el que resuelva la complejidad de la cuestión social por la imposibilidad de
generar mayor capacidad financiera. En esta dirección las políticas sociales se las visualiza
bifurcadas, por un lado opera para una sociedad salarial reducida y, por otro acude a la
filantropía para las grandes mayorías empobrecidas. Su carácter de respuesta a las
desigualdades sociales se diluye, este carácter dual de la política social expresa también el
sentido universal que se le había asignado. Por ello, el debate actual pasa por renovar
nuestra comprensión sobre la política social como la definición estratégica de todo
desarrollo y en tanto tal como estructurador de ciudadanía y de derechos sociales, es decir
la configuración de un sistema de protección social que tenga un efecto de redistribución.

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