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Poemas
Reseña biográfica
Artina cruzó sin dificultad el nombre de una ciudad. Es el silencio que hace surgir
el sueño.
Artina conservaba a despecho de los animales y de los ciclones una inagotable frescura.
Al andar adquiría una transparencia absoluta.
Por más que surja en medio de la más activa depresión el aparejo de la belleza de Artina,
los espíritus curiosos no dejan de ser espíritus furiosos, los espíritus indiferentes, espíritus
extremadamente curiosos.
Las apariciones de Artina superaban el marco de esas comarcas de sueño donde el pro y el
pro están animados de igual y asesina violencia. Ellas evolucionaban en los pliegues de una
seda quemante poblada de árboles con hojas de ceniza.
A veces una maniobra imprudente hacía caer sobre la garganta de Artina una cabeza que no era
la mía. El enorme
bloque de azufre se consumía entonces lentamente, sin humo, presencia de por sí e inmovilidad
vibrante.
El libro abierto sobre las rodillas de Artina sólo era legible en los días lóbregos. A intervalos
regulares los héroes acudían
a informarse de las desgracias que de nuevo se abatirían sobre ellos, de las sendas múltiples y
terroríficas por las cuales
sus irreprochables destinos se empeñarían nuevamente. Sólo preocupados por la Facultad casi
todos tenían un aspecto
agradable. Se desplazaban lentamente, se mostraban poco locuaces. Expresaban sus deseos
mediante amplios e imprevistos movimientos de cabeza. Parecía además que se ignoraban
totalmente unos y otros.
El poeta ha asesinado a su modelo.
Artine
Bailemos en Baronnies /
la Enamorada
había dicho:
Y desde entonces,
un valle abierto
un sendero de alianza
Bienvenida /
Consuelo /
I
El otoño para la hoja
El agua hirviendo para el cangrejo
Y el favorito el zorro
Ebrio sobre los hombros luminosos de la Actriz
II
He estrangulado a mi hermano
Porque no gustaba de dormir
Con la ventana abierta
Hermana mía
Dijo antes de morir
Pasé noches enteras
Mirándote dormir
Inclinado sobre tu brillo en el cristal.
III
Apretados los puños
Rotos los dientes
Con lágrimas en los ojos
La vida
Apostrofándome empujándome y riendo a medias
Yo espiga anticipada de las siegas de agosto
Distingo en la corola del Sol
Una yegua
Me abrevo en su orina.
IV
Mi amor es triste
Porque es fiel
No interpela el olvido de los demás
No cae de la boca como un diario del bolsillo
No es flexible en la angustia que en común se arremolina
No se aísla en las rompientes de la península simulando
pesimismo
Mi amor es triste
Pues está en la naturaleza turbada del amor ser triste
Como la luz es triste
La dicha triste
No has pasado libertad tus correas de arena.
No se mata a la rosa
En las guerras del cielo.
Destierran a una lira.
Mi pena persistente
De una nube de nieve
Gana un lago de sangre.
La crueldad ama vivir.
Dyne /
El beso /
El desnudo perdido /
El molino /
En las alturas /
¡Con cuánta ternura ríe la tierra cuando la nieve se despierta encima de ella! Día tras día, yacente
besada, llora y ríe.
El fuego que la evitaba se casa con ella apenas desaparece la nieve.
Hambre roja /
Estabas loca.
¡Qué lejos queda!
Moriste, con un dedo delante de los labios,
En noble movimiento,
Para atajar la efusión;
En el sol frío de un reparto verde.
Corta advenediza,
La flor de los taludes,
El dardo de Orión
Ha vuelto a aparecer.
Yo te amaba.
Amaba tu rostro de manantial abarrancado por la tormenta y la cifra de tu dominio que cercaba
mi beso.
Hay quien se confía a una imaginación redonda. A mí me basta ir.
He traído de la desesperación un cestillo tan pequeño, amor mío,
que ha sido posible trenzarlo con mimbre.
La eternidad en Lourmarin /
A Jean-Paul
Samson
No subsiste línea recta ni carretera iluminada hacia un ser que nos ha dejado.
¿Dónde se aturde nuestro afecto? Un anillo de árbol tras otro, si se acerca es para hundirse al
punto. Su rostro a veces viene a apretarse contra el nuestro, sin producir otra cosa que un
relámpago helado. El día que alargaba la dicha entre él y nosotros
Todas las partes -casi excesivas- de una presencia se han dislocado de golpe. Rutina de nuestra
vigilancia... Sin embargo
ese ser suprimido persiste en algo rígido, desierto, esencial que en nosotros hay, donde nuestros
milenios juntos alcanzan exactamente el espesor de un párpado cerrado.
Hemos cesado de hablar con el que amamos, y sin embargo no reina el silencio. ¿Qué es de él,
entonces? Sabemos, o creemos saber. Pero solamente cuando el pasado que significa se abre para
darle paso. Aquí le tenemos a nuestra altura, más lejos,
por delante.
En el momento, de nuevo contenido, en que interrogamos a todo el peso del enigma, súbitamente
comienza el dolor,
el de compañero a compañero, que esta vez el arquero no traspasa.
Vino por esta línea blanca que puede significar la salida del alba
o la palmatoria del crepúsculo.
La lujuria /
La desapariciones inexplicables
Los accidentes imprevisibles
Los infortunios quizá excesivos
Las catástrofes de todo orden
Los cataclismos que ahogan y carbonizan
El suicidio considerado crimen
Los degenerados intratables
Los que se enrollan en la cabeza un delantal de herrero
Los ingenuos de primera magnitud
Los que colocan el féretro de su madre en el fondo de un pozo
Los cerebros incultos
Los sesos de cuero
Los que ivernan en el hospital y conservan la embriaguez
de las ropas desgarradas
La malva de las prisiones
La ortiga de las prisiones
La higuera nodriza de ruinas
Los silenciosos incurables
Los que canalizan la espuma del mundo subterráneo
Los enamorados en éxtasis
Los poetas excavadores
Los que asesinan a los huérfanos tocando el clarín
Los magos de la espiga
Imperan temperatura benigna alrededor de los
sudorosos embalsamados del trabajo.
Ni eterno ni temporal /
Redoble /
Septentrión /
Página blanca
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Bajo palabra
Hay llamas
Más vistosas que las manos que hacen rodar las pesadillas
Sobre la memoria
Ralentir traveaux
Versión de Aldo Pellegrini
Último escalón /
Yvonne /
La sed hospitalaria
Nadie más que ella hubiera podido beber las cuarenta fatigas
sin morir,
Esperar, muy adelantada, a quienes venían después;
Desde el alba hasta el crepúsculo era su esfuerzo viril.