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Revista literaria semestral. No.

0, Año 1
Centro Provincial del Libro y la Literatura
Santiago de Cuba 2009

Este número estuvo al cuidado de:


José Ramón Sánchez Leyva
Oscar Cruz Pérez
Roberto Trenard Castellanos
Raúl Fernández Companioni

Ilustración de cubierta y contracubierta:


Sinecio Verdecia

Ilustraciones Interiores:
Carlos Leandro Suárez (ps. 5, 8, 20)
Jasper Johns (p. 14)
Jan Saudeck (p. 19)
Egon Schiele (p. 22)
Gizeh Portuondo (p. 24)
Regino Rodríguez Boti (p. 38)

Redacción:
Centro de Promoción Literaria
“José Soler Puig”
Enramadas, no. 356 e/ Carnicería y San Félix.
Santiago de Cuba

Teléfonos:(53) 62 5907 / 62 8096-97-98


e-mail: centrosoler@cultstgo.cult.cu

I.S.S.N.: (solicitado)
2
En lo alto de una roca
He roto en líquidos mi cuerpo,
otra roca cantaba para el hijo
lo he macerado,
engendrado todavía.
trampas dispuse hechas mineral
de término ascendente.
Su voz le creaba unos pies
Y disimulo un recio andamiaje
que aplastaban de golpe la hierba
dilatando en filas un terreno
para luego ofrecerse por raíces.
sin medidas de luz.
Las manos las acertó pequeñas
Tan virtuoso el ardor
para que fuera poco lo a deber
que desprecia esto ordinario.
a la multitud de los vivientes.
Y toda analogía es repetir ademán.
Y lloraba la roca
hasta fundirle un cuerpo
Existe un lago al que se le ignora el sarmiento
de palabras deseables,
que naufraga en medio de sus aguas,
con gloria de los montes
y las reúne o esparce
y todos los ríos perpetuando su discurso.
hasta deteriorar las corrientes
que lo acercan a otra segmentación.
Pero era eterna la canción
y honda la garganta
No se ha consagrado al lodo
que estrelló a la roca.
y son otros los peces que le invaden,
Ahora se alza un cúmulo
los que alguna vez neutralizaron
bañado de la madre.
la emigración de sus orillas.
Inmenso.
Y el sarmiento se le pierde y recupera
en su sueño de islote, fecundo en ramajes
Las palabras pesan como mármol
que establece redoblado.
en progresiva alineación.
Y hasta el fondo la sorpresa demora la piel
Y el lago siempre existe,
obligada a escurrirse entre su norma
vegetal y abundante.
de estarse quieta, y aflora de imposibles.
Y el ojo yerra el giro a su reloj,
la variación del norte corta en trazos la luz
Rama de doble órbita
que acaso supe porque supe la mirada
al lento filo de tu existir
y le aproximo a otro impulso.
sin variable y abierta
hacia ningún ideal.
Hasta aventar mi flor debo la sal,
Rama de los sucesos
hasta la doble huella acontecida en músculos
creciendo en formas,
de confusión en plenitud.
índice de fe,
Caída antes de caer ofrezco y espero.
qué silente tu imagen
Porque esperar es certidumbre
en la ovación del día.
y no un madero pesando el pánico
y el granito que soy.
De qué género es esta sed hasta no poder rebasarla
en gloria de estallido, será su verdad para mí.
el apogeo de memorias sin numeración, Y que estas aguas caigan
el germen que habito. sobre los que mueven la cabeza
porque no he amado las palabras en su desarraigo,
La vida acecha extremando aptitudes y todas las abundancias me fueron funestas,
sobre el cuerpo mientras lo devora. y practicada toda forma del conocimiento.
Si alguien que no se fue
no regresa,
La materia en adopción procura el salto. cómo exculpar su declaración y jactancia
Perplejidad de la forma vencida, y con qué grito de triunfo.
registro de un pasado con desigual remate.
No es remedo del paisaje
distante en cambios y derivaciones. A qué viento de sauce pertenece esta alquimia
Se debe al agua que redime, sustraídos el fuego y el azar,
al viento que atempera. argumentado el lento sabor a nueces
Del espasmo se ocupa en frase mejor y costa que desea expandirse.
e ignora las palabras por ineficaces para sentir. A qué viento hacia el fondo se une el roce
Agotada en sí misma y del tono profano en que respiro la luz en su forma agresiva
hecha impulso donde despertó y la rompiente risa de paraje estudiado
y el amparo supera. halla morada en mí y se indefine.
Es la mudanza su otra manifestación. A qué viento en festividad del ser
y yo contradiga.

El hisopo en el muro sabe el imperio


que en hojas disfraza su adoración. Este misterio nunca fue hospedero en otra forma.
Y arrostra la vecindad con aleteos de madera Su connotación, su masa de amor
en tránsito que opera subrepticio. lo elevan a otra presencia.
Resuelve el tiempo en trayectorias de canto solo Dirán que su ciclo es indemostrable,
y columnas de bien en desuso. que es flor de tránsito, gesticulación.
Y paga su desmemoria por lo que no fue. Declinarán su conocimiento
Y paga su demencia por lo que será. hasta inventar las fórmulas que legitiman
espíritu y servicio ordenado.
Violentando superficies para que no se logre
Si alguien no regresa la experiencia de este énfasis que sobrepuja
el rostro conocido no se hallará. y en paz me contiene.
Los cauces de la vida
se harán visibles de sublevaciones
y no se hallará.
Como quien muere
y le es anchurosa la muerte Mayelín Mansfarrol Portes (Guantánamo, 1976).
4

Me daba lecciones de economía familiar con sus doce años. De pequeños ahorros y obsequios de
sus amigas se había agenciado una sección de manicure con la que arreglaba a vecinas y compañeras
de escuela. Me decía: “Es fácil mamá, cuando tengo cinco pesos se los cambio a los profesores por
veinticinco centavos de dólar, así completo y vuelvo a comprar pinturas”. Todo iba bien, llegué hasta
casi sentir orgullo por lo esmerado del arreglo, por su capacidad para vincularse con los demás.
Mientras tanto mi dinero secreto para arreglos domésticos debía crecer con tanto afán de no tocarle, y
que creciera así, privándome de ganas.

Un día hurgando en donde lo guardaba sentí la falta de más de su mitad. Pregunté al padre, a los
abuelos. Mi padre padecía un ansia de cumplir sus deseos por encima de cualquier impedimento.
Debía revisar sus ahorros bajo llave y probarlo, y no inculpar sus ochenta años. Tras muchas
conversaciones con nuestro ángel, con nuestra manicure, hubo de confesarlo. Lo había tomado para
alcanzar su sueño – su negocio – y en su ingenuidad y en sus ganas o en la secreta fe que le teníamos,
confió para sacar, billete a billete, lo más considerable de un arreglo doméstico.

***
Para Lila, Andrea Mendoza (30 de noviembre de 1928 - 23 de abril de 2005)
Querida:
He sabido serena de su muerte. La más delgada, la más alta de las hermanas. En apariencia la menos
agraciada. La única que para unirse tomó un hombre casado que casi le doblaba en edad, cuando
apenas había tiempo para aquello: En su pueblo hacía la zafra, mientras las vacaciones eran para sus
hijos y su esposa acá en la Habana. Pervivían en paz aquellas dos familias, hasta que el tiempo le dio
el marido entero. Una muerte, un dolor, una herradura que arrancaban.

Una vez cada año íbamos donde ella. Si guardaba el gesto tutelar. Su ropa sucia, sus uñas tiznadas del
fogón, pero siempre la comida a su hora y el café claro. Cuando murió el abuelo, al que siempre fue la
única que cuidó, llegaron de otras urbes sus hermanas, bien tenaces, a rifarse la cadena y su reloj de
oro. Si alguien se casaba o se operaba era ella quien cuidaba a los niños. Fue el alma de sus hijos hasta
que partieron. Una hacia afuera, otro perdidamente para dentro de sí. Le quedaba la casa. Hasta que la
casa de guano y de madera comenzó a derribarse. Como sus tablas, se averiaban sus piernas, sus
deseos. Nunca quiso mudarse de aquel sitio vastísimo por el que todos los nuestros habían pasado, y
como tal era el encaje oscuro de lo que no existía. Mi permanencia y mi recuerdo eran una explanada
para su sacrificio.
Si nunca me pegó siempre me dijo: “El que intente burlarse de ti le cortaré la cabeza”, y enseñaba el
machete, espléndido, de lujo. Era cual su botín. La hoja como espejo donde dos gallos iban al son de
su pelea, con el puño de nácar y la vaina labrada en un cuero magnífico.
Si la visita era de ley no dudaba en mostrarlo, proferir la amenaza y luego repetir: “Me lo gané en la
zafra”. Tenía más de veinte. Eso le daba cuerpo a la mentira. Mi madre lo miraba callada hasta que
supe lo exacto de su fantasía. El señor de la casa donde trabajaban lo había mandado a hacer para un
regalo, y tuvieron que irse de Cuba apresuradamente. Rápido lo guardaba, seguía conversando con
estúpido orgullo. Cruzaba la amenaza por sobre la mentira.
Aún me digo: ojalá pueda llegar en un solo pedazo. Ese tiempo sigue cayendo sobre ti.

***
Eres amarga. ¿Abre algún extraño el portón del jardín? Un recuerdo apacible te ha abandonado.
Todo brillaba de nada, y ahora es tarde. Hundiendo su pie contra tu vientre vacío el mundo te trasmite
la vida. Otra corteza sin humedad o el árbol que viajaba por su ruido. Como un ciego que oye mejor
brota de ti algo intenso.
Para Yamila Cabrera

***
Con lo que hiere me oculto. En la plaza de la mente se ve tan claro. Su fuerza volcada contra mí. La
voluntad contra el discernimiento. Velocidad y ceguera en contra del sacrificio. Como si el mundo se
negara con tus ojos, has de saber en el vientre que estás: el sitio donde la esquiadora y la lisiada deben
reconocerse. Como el arrobamiento que le falta. Como el árbol del plátano que conserva sus hojas
mucho después que mueren.

Caridad Atencio (La Habana, 1963).


6
Marabú

Escribo como quien alza El viejo cazador


hornos de marabú:
cada letra una espina Un hombre de pelo blanco y ojos grises
pues ya la inocencia camina junto a mí. Tiene en la mano izquierda
me sirve de poco. (Las vacas un bolso y en la derecha un bastón que gira.
que se lo comen El bastón es una rama de guayaba
dan leche buena). con una tosca cabeza de perro
labrada en la empuñadura. La luz
purifica todo. Entramos
en una hondonada
con árboles en el centro. Subimos
Contra el muro la pendiente. Descubro
el rostro que me acompaña:
Cada rebotar de la pelota es mi abuelo que habla de cacerías
es un tanto ganado o perdido. y colma de maíz los troncos de los árboles caídos.
Cintio Vitier Algo inexplicable: chorros de maíz que desbordan
por las grietas de la madera podrida.
Tiro la pelota contra el muro Es para los venados del monte dice.
de palabras
hasta incorporar
el mundo a él
hasta incorporarme
a la pelota
y yo ser ella
contra un muro sin palabras.
Cuadro de una exposición

Caído a bajos niveles de azúcar en sangre


me receto la dosis excesiva de un ensayo
Lavarse las manos sobre novelas de trama difícil
mientras escuchó a Modesto Mussorgsky
Acostado en la calle hay un hombre y me veo detenido por algunos
que convulsiona con dolores en el pecho. detalles anómalos. El menos importante una flor
No se queja. Está sucio y maloliente. (mariposa) de color madera y de un tacto exquisito:
Lo agarro por las piernas. Ayudo como venas de algún otro que conducen mi deseo.
a subirlo a un coche. Los caballos parten
al hospital. Cuando llegue a mi casa
me lavaré las manos cuidadosamente.
Belmonte
De vuelta los leones
Cuidaba animales en una granja del ejército
y una noche (veinte o treinta metros) De vuelta los leones.
les disparé con mi carabina a dos hombres Intensos me persiguen.
que robaban encerrados en un rectángulo A mí y a mi familia.
de intensa luz amarilla. El impulso de matar Incluso junto al mar.
fue tan grande que no pude contenerme. Se zambullen feroces
Cuando el humo y el fragor se disiparon y nadan hasta el fondo
corrían por lo oscuro rompiendo miles buscando a sus víctimas.
de ramas secas. Loma abajo. Como un incendio. Los hay grandes huesudos
Los llamé y no se detuvieron. Volví a disparar. y pequeños como gatos.
Días después supe que eran hermanos. Se han escapado y corren
detrás de mi familia.
El destrozo está cerca
El pozo pero no se produce.

Me ordenaron buscar agua Hay una habitación.


pero no confiaban en mí Entramos.
y decidieron que uno de ellos Las puertas son un ripio
me acompañaría. El pozo y los leones atacan.
era circular y ancho Mandíbulas y garras
con el brocal de ladrillos. contra lo podrido.
Tuve que meterme dentro Con restos tapamos las heridas.
agarrarme del borde No es una gran defensa pero aguanta.
inclinarme y sacar el agua ¿Qué tiempo tendremos nosotros que aguantar?
con una lata sucia de conservas:
hasta que el bidón estuvo lleno.
Entonces para divertirse amenazó
con tirarme al agua. Paciente y asustado Conversiones
le pedí que me ayudara a salir.
Por fin lo hizo. Me dio la mano y gritó El león se forma de cordero
¡Sube! Yo moví el torso fingiendo la subida. y el hombre de las partes
Era el impulso que necesitaba para enviarlo que el león no ha recibido.
al fondo. Después le tiré el bidón a la cabeza:
a veces tengo buena puntería.
Pájaros de combate

Los pájaros de juguete llegaron de una vez


como la inmóvil avanzada de un ejército.
Los había de plástico madera y papel:
algunos sin pintar y apuntaban
en la misma dirección: el interior de la casa.
Cada vez que cruzamos por su lado
los de papel temblaban de furia contenida:
firmes en su sitio. Esa noche fue serena
excepto por la íntima reunión
en el patio de la casa.
Los pájaros en la penumbra
continuaban su guardia
como un homenaje a la muerte.
Al día siguiente notamos
que habían retrocedido un poco
apretándose a las paredes.
¡Qué lindo! (dijo alguien)
parece que nos respetan.
No (dije) es una señal de combate.

Mano poderosa

Un blanco orinal esmaltado


lleno de oscura arena de río
sirvió para sembrar una planta
que crecía como largas manos
de afiladas puntas. El saltamontes
de verano le seccionó dos hojas
con la aguzada maquinaria
de sus encías. Cuidadoso examiné
los cortes y dos cabezas femeninas
se revelaron
como si hubieran grabado el vacío
de una ejecución sumaria
José Ramón Sánchez (Guantánamo, 1972).
9
Retazos
No quiero. No puedo correr con la celeridad
del humo y andar de partícula en partícula
Continúa en mi templo como abeja hurgando en la flor.
vacío el campanario. Me intriga la flor.
La que dio néctar, adornó los recintos
Cómo encontrar lo coherente vasto, y en desafío a la memoria
el equilibrio donde la furia, donde la calma, yace
el no exigir carteles ni cobertores, sentada entre las páginas de un libro.
sin hoguera dispensando el frío, inventándome Quizás la flor conozca sus enigmas.
una excusa disponible al diseño Y yo,
de otro entonces. de qué polen soy hecha,
Cuántos meses cultivando, atendiendo plantas, de qué mundo he llegado,
precursoras de propósitos nuevos: nula cosecha. hacia qué mundo voy cuando lloro lo muerto.

Ahora qué importa si están cubiertas


o no las expectativas, Introversión
cubierto está el orificio por donde miraba.
Poniente en retiro hacia nueva agonía,
Trozos, pedazos inacabados como bandera exhibo. repetida mil veces, no se cuántas.
Nada impuse. Todo ajeno. Bajo este signo
que no es ni será
perpetuación de las cosas,
Columpio sin puntal, deambulo.
eso soy en este mundo de préstamos e impuestos,
tomando de aquí y de allá a tientas. La sangre, moretón en las manos
donde tuve una flor.

Pánico Hoy no es memoria el beso;


quién lo dio, cómo, dónde.
Es mi reflejo esta quietud de espantos:
marca en el papel de los años Testen los responsables del caos
cuando creí en la bondad del amor. que continúa, porque es mundo el mundo
y no deja de ser individual el ojo
No soy de entonces. Rehúso al derecho aunque inventen todos los derechos.
de pertenecer a esa especie. No mido las palabras, por más estoy aquí.
Ayer, hoy, para mí es símil.
No fui mi paraíso. Nadie sabe ni sé cómo hice estadía
No formé parte del ramaje de islas en este cayo,
que emergen y se solidifican para ser continentes. en esta playa igual al caracol abandonado en la arena.
Este acoso de medianez tritura la médula.
No camino. Tiemblo. ¿Qué debo esperar,
La sensación de miseria centraliza la duda: la sangre coagulada
¿Habrá que sacudirse más allá del desnudo o el beso donde hinque la flor su propia espina?
y evitar la hecatombe?
¿Y si llega el cansancio, o el aire es poco
para barrer la trazas que carcomen los órganos?
Ya no quiero esta imagen en mi mente Sombra de su sombra
Ya no quiero No hay rebelión frente al desamparo.
esta imagen Una presencia anónima frena el impulso.
en mi mente. Figura descarnada, oblicua a lo palpable
Voy a sacarla pone traspié añadiendo gusanos en la mente.
como a un animal Ella está en lo que es:
indeseable. mínimo esfuerzo de un espíritu hundiéndose
en lodo de impaciencia
De pronto, y que no alcanza a ver más allá de su locura.
el mismo sueño Pragmatismo que no logra un aliento en redor
perturbando porque es
la noche, a sí propia
repitiéndose a la que imita,
en las horas, a la que teme.
tedio,
noria sin fin. Juguetes los minutos vaciados y viciados en hacer nada
por una independencia que, si mata, será satisfacción
¿Quién retrocedió la página y si revive, también,
al frío en estaciones diferentes, porque es esfuerzo revertido en el ser.
el silencio plagado de ironía, rompiendo
la severidad pactada? ¿Por qué buscar muerte temprana a los impulsos?
¿Quién ha dicho: Duérmete antes del sueño.
Hoy vaticinio, retorno a la insolución a la disolución. Come antes del hambre.
Cuenta gravitando siempre. Muérete antes de haber vivido ?
Los que así sientan o piensen crearán sus propias charcas
Delinear memorias, obligándolas a discurrir pasivas, y se ahogarán inútilmente, aferrados a días anémicos,
no es acierto. Habrá un puñal acechando sin poros, sin fisuras donde penetre la luz.
en algún sitio para introducirse ahí,
donde más duele y se perfila el alma. Luz disipadora de un trillo hacia más luz
donde las sombras se rebelen
Pinto lástima; tanto color asombra al final.
al dominante gris.
Engullo lástima
y no reservo ni un bocado, hambre,
hambre única.
Así como visita mi noche cada noche
digiero esa vergüenza.
Ya no quiero
esta imagen
en mi mente.
Urjo de otra
materia,
donde se ahogue
el silencio. Sobidelia Iglesias Alberni (Guantánamo, 1947).
11
En el Laberinto de la Esfinge Night Long” ha terminado y comienza “Hello”
con su toque de piano y trompeta melódica.
–El No Yo es el dominio del espacio, nuestro
único amigo. Ahí podemos encontrar todo lo
–¡Hay más! necesario para defendernos. El Yo es lo que
–¡Ah! ¿Hay más? Miro al negro flaco, ex pueden destruir en nuestro cuerpo, y aquello que
policía de la Brigada Especial, sentado frente a podemos destruir en el contrario. Y el Súper Yo
mí del otro lado de la mesa. Está pensativo y es… ¡Como estar poseídos por Dios o los
toca el vaso de ron que mandé a servir. demonios y enfrentarnos contra varios!
–Existe la doctrina del No Yo, el Yo y el –Está buena también esa doctrina. Le quito el
Súper Yo, que debes dominar. Dice mientras me tabaco de las manos. Pero me conformo con el
apunta con el dedo índice de su otra mano. Laberinto de la Esfinge porque se empata con lo
–¿Eso me sirve para pasar por el Escuadrón infinito. ¡Acaba eso! Le acerco el vaso.
de la Muerte? –¡Ya jode! Es el Escuadrón de la Muerte.
–¡Oye esto! El No Yo es todo lo que está fuera ¿Qué coño te pasa? Coge el vaso, se embucha lo
de nosotros; por ejemplo, este bar, las mesitas, los que tiene dentro y mira la Avenida por el plástico
butacones en que estamos sentados, los ocre. “Hello! Its´ me, you´re looking for…”.
transeúntes, las parejas, ¡todo! Dice el estribillo que viene de la cantina.
–Incluso la música de Lyonel Richard que –Alayo, ¿acaso tú no me ves tranquilo,
están poniendo en la cantina. Le corto irónico. sosegado?
–¡Eso mismo! El Yo es lo que tenemos de –¡Mira, te…!
igual con nuestros semejantes; la cabeza, las –¡Está bien! Interrumpo alzando la mano.
extremidades, ¡el culo! ¿Entiendes? Mira, pasado mañana cae viernes. Voy por la
Quito mi cara de su vista y miro a la calle que está tarde a tu casa para ver lo que podemos hacer con
debajo de nosotros, por el ventanal de plástico los entrenamientos, pero cuadra la pelea que nos
ocre. hace falta el dinero… mira la cantidad para el
–¿Y el Súper Yo? Le quito el vaso, bebo un perdedor y para el ganador.
trago y dejo un cuarto de mitad. –¿Tú estás seguro que quieres entrar? Dice
–El Súper Yo no es más que el reflejo mientras me ironiza con un movimiento de
instintivo a todo lo que aspira un héroe, o las cabeza. Lo miro como si fuera un títere.
ambiciones de mando sobre los demás que están –Me voy, tengo que recoger un mandado en
dentro de nosotros. casa de mi hermana.
Enciendo la mitad del tabaco que me queda y –No faltes. Te voy a esperar. Se coloca una
lanzo al pasillo el fósforo encendido. mano en el mentón y vacila mi estampa mientras
–¿Y? Suelto una bocanada de humo. me pongo de pie. Chocamos en saludo nuestros
–¡Nada! Que en esas tres ecuaciones tiene que puños y camino por el pasillo que pasa al lado de
convivir un individuo determinado, pero no todo la cantina. “Because I can´t, where you are…”.
el mundo las conoce y hay que saberlas utilizar. Sigue la música. Alcanzo la puerta de salida en
–¿Cómo? Le brindo de fumar, echa una medio del humo y la penumbra, saludo al portero
bocanada y escupe una hilacha de tabaco. “All y bajo la escalera hasta llegar a la calle que
atraviesa la Avenida Camilo Cienfuegos. La
noche está fresca y el cielo despejado, pero apenas que el enemigo era un prójimo, un hombre, y para
se mueven las hojas de los árboles. Dos señoras mejorar cualquier técnica de combate la primera
vienen en dirección contraria. regla es odiar a muerte, y eso yo no estaba
–¡Cojone…! dispuesto a hacerlo: cambiar momentos divinos
–¡Mira quién está aquí! con cualquiera y convertirme en un asesino para
–¿Qué tal? lograr buenas técnicas no me hacía la menor
–¿Tú no vienes de “Las Antillas”, verdad? gracia. Entonces me fijé en el león del zoológico y
¡Recuerda que tú no puedes tomar! quise medir mis fuerzas con él, en las Artes
–¡No! Marciales, con las manos vacías, mediante
–¡Ah, bueno! Te estás tomando las pastillas, cálculos y auspicios que me dejaran vencedor.
¿no es verdad? Mira, Josefa, este es el muchacho Poco a poco, a golpes de errores y del despojo del
del que te hablé la vez que fui a tu casa… ¡Tan combate tradicional fue surgiendo un estilo. Lo
lindo! ¿No es verdad? Pero está enfermo de los primero era recibir golpes de toda clase, para
nervios… perder el miedo a cualquier contrario y adaptarme
–Bueno, voy llegando. a la fuerza ajena. Lo segundo era combinar los
–Bueno, mijito… golpes con la elasticidad, pero esta vez los golpes
Recibo su despedida como un latigazo en la eran contra muros y paredes, hasta hacer caer la
espalda. Atravieso por Pedro A. Pérez hasta llegar pintura. La tercera parte era crear la fuerza interna
a los faros que alumbran la cuadra que ocupa la mediante determinados ejercicios que le dieran
estación de la PNR, y cruzo a la calle opuesta en forma y potencia al cuerpo. Todo bien ordenado
medio de gente que quiere coger un coche. en una libreta, porque el entrenamiento sólo podía
Camino más despacio y diviso la parada de durar hora y media, días alternos; el día
ómnibus a través de las cercas del Zoológico. Hay intermedio era para correr por la autopista tres
más gentes y están esperando. Entonces me kilómetros, hacia el local a medio construir donde
recuesto del poste de alumbrado y enciendo el ejecutaba la teoría de la infinitud.
tabaco. Allí está, tirado como muerto entre la Cualquier tipo de miedo era reducido a golpes:
pestilencia, de manera que su gran melena luce hasta sentir la ira o el alma de un depredador.
como un montón de hebras para sedimentar Luego era caer en el nirvana o estado de ataraxia
basuras. Ver ese espectáculo horrendo es aceptar uniendo la mente con el cuerpo en danzas que
que la muerte se apoderó de Guantánamo y nunca despertaban cada órgano, y convertían el cuerpo
más podremos escapar de ella. Exhalo una en un arma: dueño de la zona.
bocanada de humo y miro las estrellas, no hay Por eso me hice amigo del rey de la selva, y
luna y esa es la causa por la cual brillan más en el también de la leona, pues en una de mis visitas la
firmamento. Aquí fue donde forjamos el pacto leona, que estaba en la celda posterior, me tiró, por
que me llevó a la creación del Laberinto de la así decirlo, una mirada anfitriona de fiereza; luego
Esfinge con su teoría del infinito. siguió de soslayo mis movimientos. Yo no me
Una de las cosas que más me atraía eran las peleas sentí como una presa, tampoco más fuerte que
experimentales. Los contrarios siempre estaban ella. Me cercioré de que la celda estuviera cerrada
nerviosos, como si no existieran las técnicas de porque tuve la impresión de verla libre, y quise
combate perfectas, y mi problema consistía en recuperar mi jerarquía hablándole: Hi! I´m
speaking you! You don't understand? Le grité, los felinos continuaron y la leona siempre ocupaba
aunque tenía la percepción de que ella me aceptaba. la misma posición ante mis conjuros y exorcismos;
La leona se encaramó en el techo de su caseta y se el león, a veces, lanzaba rugidos, atrayendo gente,
acostó con las patas en posiciones delicadas, con el sobre todo a las chicas que merodeaban en horas
busto erguido, mientras sus ojos se deleitaban con libres de estudio.
la brisa. Allí hice amistades, porque los felinos tenían otros
–Look at me! Look at me! I´m not a soldier! admiradores. La mayoría de las veces las
Listen to me! conversaciones terminaban en temas de historia y
La leona movía sus orejas buscando mis palabras. mitología: las relaciones de la humanidad con estos
Comprendí que la relación se me estaba haciendo animales; pero siempre, y por encima de todos,
necesaria, imprescindible para toda la vida. pues veía que se incrementaba el número de
–Okay! But, I´m your prince! It is a little admiradores, yo era el novio, el guardián. Y era
business between you and me. Dije, desbordando cierto: entre la leona y yo existieron relaciones
un gesto de realización. eróticas. Algunas veces, ella enseñaba su sexo bajo
La leona continuaba en la misma posición la más completa sumisión, haciéndole caso a mis
jerárquica sin hacerle caso a los transeúntes que plegarias. Nunca había sentido el deseo de zoofilia
pasaban no lejos de nosotros. El león había cogido de esa manera. Las vivencias fueron diferentes.
entre sus fauces una cabeza de toro y la hacía lucir Tenerla a ella significaba que el rito sexual oliera a
como trofeo de caza al chocarla contra las rejas de rock celestial, pues profería rugidos que se
su celda. agolpaban en mi pecho y salían por mi garganta
–Listen to me! I need your help, because I want como si estuviéramos tramando contra la
to find the glory, all the glory in the World! In the tranquilidad de las estrellas.
Universe! Las garras de la felina seguían en su Seguí entrenando, y en una de mis corridas por la
forma de delicadeza posesiva. autopista para desarrollar la resistencia llegué de
–You are my object! You are my instrument, nuevo al local semiconstruido y me dejé descansar,
because I get many secret in our conversation and entonces sentí que algo merodeaba por los
many misteries wait for us! And in the middle of our alrededores. Me paré alarmado. Eran los pasos de
prayer, please. I need you´r attention, only that. Sus algún animal que venían de todas partes: ¡Ya eres
sensaciones sustituían la atención que pueden un felino! ¡Ya eres un felino! Volví a la carretera
prestar cinco mujeres juntas con neuronas libres y atemorizado y regresé a la ciudad, decidido a liberar
hambrientas de espacio, y su mirada celaba el día y a los leones. Lo más peligroso era la vigilancia y el
el territorio. ir y venir de los policías en la estación de la PNR.
Me fui atravesando el zoológico y boté con Los quería libres, a ella y a su hermano, caminando
elegancia la papeleta de entrada. Al llegar a la por toda la ciudad. Mi temor era que ellos se fueran
esquina de La Hamburguesa miré a hurtadillas a las montañas y la magia del pueblo se esfumara,
hacia atrás, la leona estaba acostada en el piso, no en aunque por determinadas expectativas de los
el techo donde la dejé. habitantes no lo creí posible, y así soñaba, entre
Todo lo que me quedaba era atar cabos sueltos con rumbas y el folklore que se podía dedicar a seres
la lucha greco-romana, el Aiki do y el Judo, vivientes como ellos.
organizar la danza guerrera y resumir. Las visitas a
Luego, me fui dos meses al Cobre, a completar mi
aprendizaje, y al regresar vi su celda vacía; me
dijeron que estaba enferma y había muerto.

Boto la colilla de tabaco al badén de la acera, las


personas empiezan a agolparse en la parada de
ómnibus. Exhalo un poco de humo y camino
dejando atrás la celda del león, los cocheros y la
estación de policía. Me hundo entre la gente, pago
el pasaje y me recuesto de las pasarelas del pasillo.
El chofer arranca y veo alejarse el parque
zoológico.
–Te juro, leona de mi alma, que yo gano esa pelea!
¡Yo gano esa pelea!

Julio Verdecia Torres (Guantánamo, 1971).


15
Danza macabra polvo ni una mota: barrer, lustrar, fregar,
salir a la compra de cofia y mandil, cesta
Perdí Caperucita Roja, zuecos color punzó,
prenda, la saya de percal. No son, lo aseguro,
el dieciocho de los corrientes, mariconerías mías, sino un modo de
día fasto en el Lejano Oriente, a mí me tocó aquietar por dentro las encrespadas aguas
la negra: el monasterio una fantasía, para (del día). Y ver si travestido, el próximo
esa fantasía que es Dios: la ultraterrena dieciocho, me le escabullo a la yegua.
(sí, cómo no). Y un jamón. Fu p’al gato. Yeguaza. Lo que resta del mes lo voy a
Triaca dorada para el miedo. Eslabones, empeñar en hacer trabajo manual: cadenetas
desprendidos. Mi noche de los cristales de cartulina (seis colores) flores de trapo, en
rotos. Noche de Arzamás. La yegua negra, ébano tallar (moldear) figuras de yegua y
penacho de plástico, gualdrapa raída, hija caballo cogidas en el acto. Menos reflexionar.
de los estercoleros. ¿Cómo me recompongo? Soltar la mosca sin pensárselo más. Y viva la
La vi venir aquel dieciocho, por la peste que pepa. Reviva yo, entre quehaceres, a aquella
despedía: y me quedé con la carabina al fuerza vital con que imprimía mis actividades:
hombro. Síntomas, ninguno. Mas el café, chácharas y silencio alternando. Se anegaba
ya lo dije ayer, me supo a ceniza. Mal trago: mi elocuencia, llegaba visita, prorrumpía la
salvé no obstante la valla, despierto y veo interrumpida voz. Descansaba, de mí, callando.
que estamos, de los corrientes y molientes, No por moribundez ni por dejadez callaba:
a diecinueve. Algo habré hecho que la de repente me veía tocado por unos instantes
Cuadrúpeda pasó y no me vio, o vino por de esa cierta sabiduría a la que todos, mortales,
el vecino: me llegan lamentos de lloronas tenemos por un instante acceso. Pasó, a base
de la casa de al lado (adosada) a ver que el de banalidades, el día. El doce de la noche entró
mal no se cuele por la pared medianera. en su madrugada, y sigo vivo. Duermo, ligero,
Yegua ahora incolora, detenida ante un entre nueve doncellas regordetas, siglo dieciocho,
camellón elevado. Respiro, cadena áurea, llegaron a palacio a ejecutar, contradanza, una jiga
eslabones de nuevo engastados, ventanas y y dos pavanas. Una jiga y dos pavanas más. Estuvo
vitrinas intactas. Celebro, a la antigua: alzo en juego mi existencia. No despertar. Ir espabilando
un vaso de aloja, borona y queso de teta, poco a poco. Adufes, caramillos. Un clavicordio y
unas rajas dulce de membrillo. Bajativo. dos vihuelas, las tres más rollizas. La de atrás,
La prenda por hoy la recuperé. Hacer mis ladeada, flauta travesera. Una tiara misma de
necesidades, en la necesaria (así se decía madreselvas ciña la frente de todas las vestales.
en épocas de Quevedo). No pensar (dos Atención, podría darse vuelta en cualquier
formas del alivio: corregir y vaciar la momento la del fondo, flauta obstruida: y yo,
cabeza). No escribir. No leer. Desmirar, desatento, sin percatarme. Podría la yegua
sin dirimir, los espejos por donde pasé el azuzar a Pegaso, Ícaro al suelo, Faetón incinerado,
dieciocho. Zorra en mano, cubo y bayeta, volver a aparecer (negra) la yegua, llegar la
palo de trapear, palitos de tendedera, me Cuadrúpeda a arrancar a dos manos, de un tirón,
voy a dedicar éste santo día a inmacular el día (¿17?) (¿18?) (¿19?) del
la casa. Pátina los suelos, los féferes. Del almanaque.
Cántico espiritual
Se dificulta saber si se trata de alguien bailamos gigas, pasacalles y alemanas,
o de algo, donde desaparece la última vestimos hungarinas (leontinas) ropas
huella irrumpe un bosque de cuya a ojos vistas tirando a dieciochescas.
extrañeza ya apenas nos percatamos: Agarramos una cogorza (dos veces al
helechos arborescentes de piedra año) de padre y señor nuestro (o vuestro,
pómez, en apariencia. O un árbol no somos de la religión). Briagos,
único de cuya madera (¿boj?) bajamos a un valle (nada de josafat ni
(imposible, no crece acá) salen lugares últimos) nos sentamos en un
planchas de estaño, vigas y ruedo, las manos enlazadas, todo palpita,
travesaños, por alguna razón que nos tumbamos de espaldas, y créase que
se nos escapa no sirve para hacer no, somos fornicados. Fornicio del que
muebles (una mesa, mesa común no quedan huellas: en todo caso, algún
y corriente, no cobra forma). Mil vestigio recóndito, guarecido en un
veces retrocedimos al punto donde punto de nuestras vísceras, quiste
arranca la huella (vestigio ya) inorgánico, bulto mollar que intuimos
(pronto desaparece) (a la vez, el día menos pensado hará de las suyas
cosa rara, no hay molde que la para en un dos por tres (Señor, que sea
contenga) a veces nos confunde rápido) transportarnos de la casa al
menos su origen, podríamos bosque, al valle, a la nube (subsuelo)
concluir que proviene de una vernos volcados por la fuerza turbulenta
liebre, y no, de un cordero, tal de una masa de gusanos que en menos
vez (el tamaño de pronto parece de media hora se hace cargo, a Dios
agrandarse) un hombre abominable gracias, de la carcasa. Tremenda
de las nieves, surgen protestas, humera animal. Y no fue nada. Ni
dejémonos de fantasías, ya no hay para la alimaña ni para el interfecto.
bisontes ni mastodontes, aclarémonos Vaya verracada habernos pasado una
la vista, el pensamiento, no nos vida, y tanto, buscándole la cuarta pata
pongamos por favor a idear. ¿Y qué al gato, el sentido oculto de la huella:
más da todo esto? En verdad (os dijo) que si milenaria, que si trascendente,
qué más da. Los domingos almorzamos liebre u oveja, efímera o permanente.
en grupo en el bosque, los niños de Ya estamos bien, ahora sí estamos bien.
uniforme blanco de gala (veranos) Ni hacia delante ni hacia atrás (tampoco
uniforme azul de Prusia (inviernos). quiere decir que estamos detenidos,
Almortas. Vino casero. Tortas de quizás tan sólo retenidos). Toca a
ajonjolí. Ensalada de verdolaga. Pan pan por cabeza, la fruta, el vaso, las
de zahína. Cantos. Elevamos nuestros tinieblas, y detrás, otro pan por cabeza,
cantos (himnos luteranos) (cantos vaso, fruta, al respecto esperar un poco
gregorianos) (de postre boleros; y a que nuestros sabios diriman su
danzones que consideramos clásicos) naturaleza.
Cántico espiritual Cabios y largueros. Construye,
carpintero. Tala y talla. Se hinchan
los músculos del cuello. Sentémonos
Quizás, si me dejo llevar por el Vacío a beber. A bailar (danzas de Irlanda).
podré llenar una hoja de papel verjurado A desvariar (mesianadas). Dos sitios:
con amaranto, clavellinas, el Vacío; y al otro extremo, el lugar
canto matinal del zorzal (pío pío) donde darle la espalda, si se quiere
la vespertina historia de la flor y incluso, hacerse por qué no, el de la
el ave. vista gorda: todo ardid vale a la hora
de tirar, y no sólo a como sea, el día:
Vacío, acude, sé por favor zorzal, ave te imploro natural, tengo hambre, quiero mango. Quiero
su canto no es pa´ tanto que tenga que implorar, compañía, beber agua fresca, trigo
un canto un tanto exasperante, que llene mis días frutal, el cuerpo irrigado, el vientre
(no quiero plenitud sino un módico distendido, un orden ocular llenando
de trinos) mucha rutina (intermitente) el Vacío, quizás,
un tanto de aguardiente al mediodía,
nada de grandes efemérides, sólo unas si me dejo guiar por
rebanadas de pan, pan de centeno a dos el canto del zorzal
colores (ahora me dio por eso) café (circular) amaranto,
(nunca falte, Señor) color café de un caléndulas y vilanos,
mueble nuevo, algún día irá a parar al y entre la flora ora
basurero: Vacío. Amenaza lluvia. Las natural ora artificial,
torrenteras, zorzal, se van a hinchar. llenar, poro a poro,
Vacío, tú a tu territorio, deja el agua el papel (verjurado)
correr, el pájaro pío pío cantar: y tú, (intersticio propio)
al agujero; dentro del agujero el pueda el carpintero
hueco inserto en la oquedad perforada forjar una mesa,
ab ovo, vez única, ahí, el poro, ojal panes bazos a dividir
natural, cero sin contorno, no hay en dos, mitad hembra
retorno, evolución, resurrección, y mitad a regar (no
está vacío: huesa fosa vuelta broza, llueve) (no hace
matojo, bálago quizás para una viento) entre un hatajo
casucha rural donde pobreza de insectos, señores
constituye una dama riqueza, (y señoras, claro está)
ah unas gallinas, hórreo, el silo a todos llega, bien lo
a medias lleno, cáñamo, un saben Brecht y Villon,
boquete, se vea a Dios en el atrio. a secas la hora.
Absuelto, el Vacío. Abarcas.

José Kozer (La Habana, 1940).


18
Nazi Mi mujer está en el trabajo. No regresa hasta
tarde. Cuando vea al nazi muerto bajo la mesa
Hay un nazi muerto bajo mi mesa. Es mesa de va a poner el grito en el cielo. Va a despertar a
comer, así que supongo que el nazi no puede los vecinos. Alguien va a llamar a la policía y
quedarse mucho tiempo por allá abajo. Y no nos va a denunciar. La cosa se va a poner mala.
puedo invitarlo a cenar porque, ya se sabe, Voy a tener que intentar deshacerme antes del
está muerto. Tampoco puedo comer con el cadáver, por todos los medios. Mi mujer no
cadáver bajo la mesa, porque la comida se quiere hacer daño, y sé que me ayudará con el
llena de moscas, libélulas, y gusanos gordos y entierro y todo, pero va a poner el grito en el
azules como el brazo de un niño recién nacido. cielo y no quiero líos con los vecinos. Mucho
Todo un dilema el nazi muerto bajo la mesa. menos con la policía.
Habrá que esperar a que pase el camión de Si la policía viene y te coge con el cadáver de
desechos a ver si logro hacerlo pasar de un nazi bajo la mesa puedes pasarla bastante
contrabando. No sé si pueda. Es grande y mal. Te meten en el calabozo unos treinta días
fuerte y gordo. Constituirá un excelente y después te mandan a proyectos de interés
campo de juegos para gusanos y criaturas comunal.
afines. En conjunto, los nazis son tipos bajos.
Habrá que hablar con los del camión. A ver Nocivos y despreciables. Tratan mal a los
que dicen. A ver si no son nazis también y demás. Te mandan por cualquier motivo a los
corren a denunciarme a la Oficina Central. Por campos de concentración. Si te portas mal, te
cualquier descuido te mandan al campo de dan cincuenta o sesenta latigazos delante de
concentración, a sembrar papas y limpiar los demás presos y, si te portas aún más mal, te
baños gubernamentales. meten en los hornos colectivos como pastel de
No hay peor ciego que el que no quiere ver, navidad. Tipos malos los nazis.
pienso. Tal vez los del camión no sean ciegos. Este de aquí quería llevarme a un trabajo
Tal vez sí y todo mejor, porque de esa manera voluntario. Le dije que no. Trató de
puedo pasar el cadáver de contrabando sin convencerme, pero yo igual le dije que no. No
problemas. Terminaría el nazi muerto en el quería ir a ningún trabajo voluntario. Esto
basurero municipal, pasto para moscas y constituía la situación más peligrosa del
tábanos y gusanos gordos y azules como mundo: si le dices que no muchas veces a un
pesadillas de niño chiquito. nazi, entonces te manda como represalia a un
Mientras tanto, sigue bajo mi mesa. Podría campo de concentración. Sin darte tiempo a
enterrarlo en el patio, pero no sé si pueda pensarlo, puedes acabar con cincuenta o
arrastrar el cuerpo hasta allá. Tendría que sesenta latigazos tatuados en la espalda o,
ayudarme mi mujer. Habría que esperar hasta peor aún, metido en uno de esos hornos
el anochecer, porque si te cogen enterrando un colectivos como pollo asado.
nazi a plena luz del día, te ponen una multa Trato de meterlo en bolsas de polietileno. No
que no hay dios que la pague. Y si no pagas la puedo. Es grande y gordo y pesa demasiado.
multa, te mandan a los campos de Le aflojo el cinto y le quito todas sus
concentración. A sembrar papas y limpiar condecoraciones de militar glorioso. Aún así
baños gubernamentales. no cabe. Tendría que picarlo en pedazos y no
sé si quiera hacer eso: el riesgo es demasiado Una de las condecoraciones ha caído al suelo.
grande. Si te cogen picando a un nazi en Es una pequeña estrella de plata. Brilla en el
pedazos pueden mandarte al pelotón de suelo, media oculta por la pata de la mesa. La
fusilamiento. Terminas en la Televisión recojo y la miro. Me la pongo en la solapa. Se
Nacional, atado a uno de esos postes de ve bien. De todas formas, me la quito rápido,
madera, dos o tres balas trazadoras picándote no vaya a ser que alguno de los vecinos me
las entrañas. Tal vez la pena sea menor si te vea por la ventana o por la puerta entreabierta
cogen picándolo por la noche. No sé. y me denuncie. No sé cuál pueda ser la pena
También pueden no cogerte. Aún así, es máxima por usar condecoraciones de nazi
mejor no correr riesgos. Los vecinos pueden muerto. Y más si el nazi en cuestión yace
olerse el asunto, y denunciarte a la policía. envuelto en bolsa de basura bajo la mesa de
Puedes terminar pasándola verdaderamente comer. Podría acabar en un campo de
mal. concentración sembrando papas y limpiando
Pongo las condecoraciones y el uniforme en baños. Podría acabar en un trabajo de interés
una de las bolsas de basura. Aún queda comunal, sin opciones para días feriados. O
espacio para más, así que pelo unas cuantas en el pelotón de fusilamiento, con una mueca
papas, las pongo a hervir, y echo las cáscaras congelada en el rostro mientras las balas
en la bolsa. trazadoras entran una dos tres en el vientre y
Aún sigue quedando espacio pero, por el desgarran limpiamente las entrañas.
momento, no sé que más echar.
Claro, también lo podría enterrar en el sótano.
El suelo es de tierra blanda, y ya he enterrado
cosas allá anteriormente. Cinco o seis perros
que se murieron de viejos. Mi mujer no sé si
habrá enterrado algo ahí. Pero si entierro al
nazi en el sótano, el olor en verano será
insoportable. La casa se llenará de cucarachas
y otros bichos raros.
Lo mejor sería ir al supermercado para
comprar bolsas más grandes. Así que allá voy
y, en la sección de artículos domésticos, cojo
cinco o seis bolsas talla extra porque a lo
mejor una no me alcanza para el cadáver
grande y gordo y fuerte; y paso por la sección
de alimentos para coger también unas cuantas
pechugas congeladas de pollo.
De regreso a casa pongo a descongelar las
pechugas de pollo y meto el nazi muerto en
una de las bolsas. Esta vez sí cabe. Me siento a
esperar que vengan los de la basura. O a
esperar a mi mujer. A ver quien viene. Raúl Flores Iriarte (La Habana, 1977).
21
El mundo de los sentidos
1
Mi pubis está servido
mis labios están servidos
mi interior está servido
yo soy una servidora de esas que ya no quedan
y tú eres la antepenúltima carta de la baraja
(siempre hay algo peor)
lo dejo todo servido porque para comensales
se han hecho mis interiores
lo sirvo todo, abro mi sombrilla
abro los objetos que se pueden abrir
y tú cierras el cuarzo rosado porque el día luce
de manera incandescente
y tú cierras los objetos que se pueden cerrar
y yo pienso en Aristóteles
nunca tuve el placer de conocerlo pero pienso en él con ánimo
con el mismo ánimo que pienso en las anáforas
nada más cuando paso por la tienda de las joyas
me privo de pensar en Aristóteles
mi pensamiento es un solo de fagot
para los árboles del centro de la ciudad
los árboles tienen el tronco de yeso
en la tienda de las joyas una mujer vende árboles
cómo te llamas, le digo
Aristóteles, le dice.

2
Me levanto del sofá con una idea en la mente
al muchacho con nombre de muchacha
no se le ocurre ninguna idea
pero mi mente es un teléfono público
mi mente está pintada con un óleo verde claro
en mi mente un arquitecto diseñó dos torres góticas
al muchacho con nombre de muchacha
le sorprenden mis ideas y mi nombre de revista
y mi pubis de revista
pero no me levanto del sofá
hasta mi mente se desune del tapón
un arquitecto empotró mis tapones en la pared de su alcoba
y las patas del sofá me preguntan por un brillo
y son cuadradas
de madera y cuadradas
verde claro y cuadradas
la idea en mi mente capta una bella escena de cine
últimamente voy mucho al cine
voy mucho al taller de crítica cinematográfica
hablo de cine
me como al cine que sabe a manteca cinematográfica
me levanto del sofá con otra idea en la mente
mato al primero que pasa
cómo te llamas, le digo
Aristóteles, me dice.

3
Hay un número singular de objetos
que pudieran darme placer
pero el placer no es cosa de darse
el placer les pertenece
a las estatuas del parque de los impropios
y a las mujeres que van al cine con una flor en la oreja
y a los hombres que van al cine del brazo de un hombre joven
el placer también le pertenece al pájaro
la mandíbula de tu cara pudiera darme placer
y los verdes aguacates
y las frutas con forma de corazón
y las frutas con forma de palabra étnica
esa joya de bismuto pudiera darme placer
nos acostamos unidos bajo la sombra de las estatuas
una manta cubre su pecho
y otra manta cubre mi pecho
y la brisa convierte algodones en júbilo
cómo te llamas, le digo
Aristóteles, me dice.
La rueda de la fortuna

Con Galileo no puedo juntarme


ninguno de los dos sabemos trabajar
(Galileo no tiene casa y yo sembré una grosella en el patio
pero tampoco sirvió)
te lo dije mil veces, Galileo
que te pusieras la pulsa de Santajuanas y mates
que orinaras en mi boca cuando la luna menguara
que me dijeras que somos los sinónimos del éxtasis
pero tampoco
con Galileo no puedo ni bailar la macarena
te lo dije mil veces, Galileo
la macarena es un baile para calientes o sátiros
la macarena es el límite del amor que nos teníamos
y el amor que nos tenemos desde el tufo por la noche
un tufo a macabros huecos por donde se filtra el ámbar
y también las ambivalencias del amarillo al ceder
te lo dije mil veces, Galileo
es necesario ceder
con Galileo no puedo ceder
mañana me invitará a deslizarnos en una penca de yagua
y todo sucederá distinto a su teoría
el monte se llenará de trivialidades
y yo me desnudaré dejándome solamente los zapatos ortopédicos
sin embargo las aguas oxidarán zapatos
tú te irás, Galileo
a vivir entre residuos.

Legna Rodríguez Iglesias (Camagüey, 1984).


24
Algo mejor que el silencio
Conversación con Liliana Heker

Los cubanos te conocemos por tu libro Cuentos


editado por Casa de las Américas. Pero me gustaría
que te presentaras como quisieras.

En realidad ese libro que publicó Casa de las


Américas reúne cuatro libros de cuentos míos, y es
un recorrido de vida, ya que el primero, Los que
vieron la zarza, ganó acá en Cuba, cuando yo tenía veintitrés años, la mención única del Concurso
Casa de las Américas. Reunía textos que yo había escrito entre los diecisiete y los veintidós años. Y el
último libro que es La crueldad de la vida, se publicó en el 2001.
En realidad mi origen como escritora pertenece a una época que ya es mítica en la literatura argentina:
la década del sesenta. Y ese auge, esa gran politización, toda esa pasión de los jóvenes escritores, tuvo
mucho que ver con la Revolución Cubana. Nosotros, mi generación, es la que empieza a tomar
conciencia política y comienza a descubrir la literatura cuando en Latinoamérica se ha hecho una
revolución socialista. Yo creo que eso nos marcó para siempre. Parte de la pasión que nos constituye,
de la convicción de que hay que jugarse por lo que uno cree, tuvo que ver con Cuba, con su revolución.
Tenía quince años cuando ocurrió, y a los dieciséis años descubrí una revista literaria, El grillo de
papel, que fue desde entonces mi revista. La dirigía, entre otros, Abelardo Castillo, que era muy joven
en esa época. Era una revista de izquierda, independiente, que ya enseguida se pronunció por la
Revolución Cubana. En esa época era una definición política pronunciarse a favor o en contra de la
Revolución Cubana. Y tomaban la literatura como una pasión. Me acuerdo de una frase que yo leí en
el editorial del número uno de El grillo de papel, que fue definitivo para mí: “La literatura más que un
medio de vida para nosotros es un modo de la vida”. Y ahí me integro, y formo parte de ese grupo y
sobre todo tengo un maestro de narrativa como fue Abelardo, aun cuando era muy joven.
El grillo de papel, del que yo llegué a ser secretaria de redacción a los diecisiete años, finalmente es
prohibida junto con otras publicaciones de izquierda a fines de 1960 y entonces con Abelardo
fundamos El escarabajo de Oro, sucesora de El grillo de papel. Estaba dirigida por Abelardo Castillo.
Fui primero secretaria de redacción y después subdirectora. Salió hasta 1974, en esa revista además
de publicar a los grandes escritores de Latinoamérica y Europa, y en particular de Argentina, se dio
a conocer una excelente generación de narradores jóvenes. Los que constituimos la generación del
60, en la que estaba el propio Abelardo, Ricardo Piglia, Miguel Briante, Vicente Battista, es decir, una
generación de muy buenos narradores. No se volvió a dar en la Argentina una generación tan precoz y
yo creo que estaba motivado justamente por la efervescencia de esa época y también por la
posibilidad de publicar.
Era un período en el que a los escritores jóvenes no nos resultaba difícil publicar nuestro primer libro,
había muchas editoriales chicas que se jugaban por los escritores nuevos y también había muchas
revistas literarias. Creo que es fundamental para los escritores jóvenes tener revistas literarias, donde
den a conocer sus textos, antes de haber publicado su primer libro, donde se pueda ejercer una crítica
amplia, que logre fijar su posición acerca de la literatura. Los jóvenes no tienen compromisos con lo
que ya está establecido, pueden instalar esa nueva voz, hablar de las otras generaciones, rescatar lo
rescatable, cuestionar lo cuestionable. Creo que esas revistas son en todos los países, en Cuba
también, fundamentales. Me crié en una revista literaria y buena parte de mi vida la pasé haciendo una
revista, que no solo requiere trabajo intelectual, sino también trabajo físico; nosotros la
distribuíamos. Con este físico que tengo agarraba dos paquetones y las distribuía por los kioscos. Y
eso sí pasa en países como Argentina, que no tienen compromisos con los grandes medios y con las
grandes editoriales. Realmente pueden ejercer una crítica libre, porque las revistas que ya están
subvencionadas por una gran editorial, tienen compromiso con la misma.
Tuve la suerte de hacerme en una revista de mucha repercusión. Entre sus colaboradores además de
Cortázar, estuvo por ejemplo, Fernández Retamar. Ayer, cuando me encontré con él, recordábamos
que nos conocimos en el 61. Yo era una niña y él era un escritor joven, que estaba haciendo la
revolución. Esa es la verdad.
El escarabajo de Oro dejó de salir en 1974 porque vino un primer golpe de hiper inflación en
Argentina y ya con lo que recaudábamos de un número no podíamos pagar el papel del número
siguiente. Pero en 1977, en plena dictadura militar, decidimos sacar otra revista porque sentimos que
la dictadura no solo mató a mansalva, instaló la muerte, sino que también quiso instalar una muerte
cultural. Estábamos convencidos de que la censura no es infalible, que a veces lo peor que le puede
pasar a un intelectual, a un escritor, es autocensurarse.
Sacamos una revista que se llamó El Ornitorrinco, le pusimos así porque en ese momento era un
bicho raro, las palabras que nosotros habíamos utilizado en los sesenta y principios de los setenta eran
muy politizadas, estábamos acostumbrados a hablar de marxismo y proletariado, de burguesía. Yo me
acuerdo que en el número dos de El Ornitorrinco, como había acabado de salir un libro mío, los
integrantes de las revistas me hacen una entrevista. Yo hablaba del proletariado y de la burguesía, y lo
hablábamos con Abelardo, y decía cambiálo porque eso es como una marca. Entonces qué hice,
cambié el proletariado por trabajadores, y burguesía por clase media. El lector lo entendía
perfectamente. Y por ahí los militares, la represión, lo entendía menos. No estaban demasiado
preocupados por una revista que tiraba tres mil ejemplares. Era un lance que nos tirábamos, y por
suerte, sobrevivimos y pudimos sacarla y cada vez fue teniendo más repercusión porque es cierto que
nosotros teníamos que cuidar nuestras palabras, pero también la sensibilidad de los lectores estaba
más aguzada. Podían entender perfectamente lo que decíamos y además en épocas como esas es que
vale más el oficio de un escritor, que sabe utilizar sus palabras, sabe decir lo que quiere decir, en las
épocas en que no se puede ser demasiado explícito, el oficio es un arma también para un escritor. Por
eso yo hablo con tanta pasión de las revistas literarias, porque un escritor, tal vez está años
escribiendo una novela, un libro de cuentos, y requiere un largo trabajo y yo creo profundamente en
ese trabajo. Pero en cambio, una revista, dialoga siempre con su presente, es de alguna manera, la
militancia de un escritor. Las revistas creadas por los grupos de jóvenes, y que no tienen que rendirle
cuentas a nadie, que instalan su verdad: la rebeldía, los cuestionamientos, el rescate. A lo mejor
ciertos escritores clásicos están olvidados por una generación, y una de las funciones de un grupo es
rescatar esas voces. No se trata solo de la crítica sino de instalar: “bueno, nosotros creemos que la
literatura es esto, esta es nuestra convicción, esta es nuestra voz”. Eso de alguna manera es lo que
hace o lo que puede hacer una revista literaria.

Hablas del compromiso del escritor con la sociedad y la literatura, de la postura del escritor, de
escribir porque necesita hacerlo. Sin embargo, al final, necesitas insertarte en el mercado para
compartir, pero creo que el escritor no debe pensar en el mercado mientras escribe.

Exactamente. Si el mercado se interesa por vos es cuestión del mercado, son sus intereses, y estos no
deben ser los intereses de un escritor, es decir, un escritor escribe, y si tiene que estar años trabajando
una novela, porque le da mucho trabajo y lo que quiere decir es algo complejo, no le va a importar que
el mercado diga: “no; hay que publicar una novela por año”.
Eso va contra natura, no se escribe una novela por año, uno necesita un tiempo de gestación, y el
lector también lo necesita. Ese bombardeo de libros que está ocurriendo en los países capitalistas, en
Argentina está ocurriendo, y ya la gente está tan confundida porque las novelas, los cuentos, se han
transformado en productos de consumo, no se sabe qué es bueno, qué es malo, promocionan, salen
grandes páginas. Los medios te buscan, como escritor, entras en eso. De pronto tu herramienta
fundamental, que es el pensamiento, la creatividad, la palabra, está degradada. Un escritor tiene que
encontrar, buscar sus formas, trabajar su obra y no preocuparse tanto por esas leyes del mercado.

Me gustaría que hablaras sobre la Liliana Heker mujer, el ser humano que se enfrenta ante la página
en blanco. ¿A qué horas te levantas a trabajar?

Soy más bien una escritora diurna, incluso cuando estoy muy embalada con algo que estoy
escribiendo me encanta levantarme a las cinco, cinco y media de la mañana y escribir a esa hora. Soy
muy desordenada para escribir, no soy de esos escritores que dicen yo escribo toda la mañana de ocho
a doce, y en la tarde de dos a cuatro. Sinceramente no, no me estoy ponderando por eso. No sé si está
bien o está mal. Por ejemplo, estoy trabajando ya en la última parte de una novela, y estoy muy
entusiasmada, y puedo escribir desde la madrugada hasta que las velas no arden, y hay otras épocas en
que no escribo. A lo mejor estoy tratando de encontrar lo que quiero escribir. Cuando esos períodos se
prolongan mucho me provocan una angustia considerable. No le tengo miedo ni me produce angustia
la página en blanco, o la pantalla en blanco, porque escribo en computadora. Cuando yo estoy ante la
página en blanco, o ante la pantalla, ya sé lo que quiero hacer. Lo que sí me produce angustias son los
períodos en blanco que existen sin dudas. Y mientras ocurre uno no sabe si se van a pasar o no. Estoy
escribiendo embalada y de pronto tengo que parar y camino, ya ves que soy muy movediza, estoy
sentada hablando con vos, y sin embargo, me muevo. Yo creo que tengo la energía creadora, bajo una
gran energía cinética. En mi caso necesito moverme.
Escribía con la máquina de escribir, que era mi herramienta, era casi una prolongación de mis manos,
y desde 1992 escribo con la computadora. Lo hago a mano si estoy en un café, corrijo a mano, necesito
imprimir y ver lo que escribí sobre el papel, pero en general, escribo en computadora porque soy muy
desprolija y no me entiendo la letra. Corrijo muchísimo, muchísimo hasta la manía, porque creo que a
nadie le sale de entrada bien nada que quiere hacer. Yo sé algo que quiero hacer, pero lo que sale está
muy lejos de lo que quiero. Siempre digo que la primera versión de algo para mí es nada más que un
mal necesario, lo necesito para seguir trabajando sobre eso, pero el verdadero acto creador es la
corrección, ir trabajando, ir buscando poco a poco ese clima que uno percibió, ese efecto que uno
quiere dar, uno lo va buscando, poco a poco se va encontrando y eso sugiere mucha corrección, es un
trabajo apasionante.
Si tuvieras que cuestionarle algo a Liliana Heker, ¿qué le cuestionarías?

Cuestionaría a veces la vagancia. Ya a estas alturas convivo también con la vagancia. De cualquier
manera el trabajo creador requiere del ocio. Hay un ocio creador que por lo menos en mi caso es
absolutamente necesario, pero a veces ese ocio se extiende más de lo que yo desearía. Eso me lo
cuestiono a mí misma, sin dudas.

Nosotros los cubanos a la hora de leer, admiramos a muchos escritores argentinos. ¿Qué escritores
cubanos se manejan en Argentina?

Alejo Carpentier ha sido uno de los grandes escritores latinoamericanos a todos los niveles, un
clásico. Para mí El siglo de las luces ha sido una novela realmente de las más bellas que he leído.
Novelas como El acoso, sus cuentos.
Lezama Lima también, debo decir que yo cuestioné muchas cosas de Paradiso, a mí me resultó una
novela excesivamente barroca, de cualquier manera reconozco al gran escritor, y lo admiro
profundamente. Después bueno, poetas como Fernández Retamar, Cintio Vitier y Miguel Barnet.

A lo largo de nuestra conversación has dado consejos a los jóvenes, pero si tuvieras que enfatizar en
alguno.

En principio la pasión, si uno no tiene pasión por lo que hace no va a trabajar con las ganas que hay que
trabajar. Saber que para hacer la literatura, se necesita una buena mezcla de humildad y arrogancia.
De humildad, pero saber que uno está escribiendo en un mundo donde ya escribió Cervantes,
Shakespeare, Thomas Mann y Rulfo y en realidad el mundo de la literatura y el mundo, se arreglan
perfectamente si uno no escribe, y ya está completo sin que uno escriba; y arrogancia para, pese a eso,
decir, bueno hay algo que yo tengo para decir, y que lo tengo que decir nada más que yo. Ahora esa
arrogancia exige una gran exigencia. Si uno acepta entrar en ese mundo donde ya han escrito los
grandes, tiene que dar algo que merezca ser leído por los otros, algo que sin duda sea mejor que el
silencio.
27 de marzo de 2008.

Yunier Riquenes García (Jiguaní, 1982).


29

D.H. Lawrence y la marea del tiempo

Aunque Desmond Hawkins consideró a David Herbert Lawrence


“un verdadero sucesor de los profetas románticos ingleses” en la
introducción de Stories, Essays and Poems (título editado por
J.M.Dent & Sons. LTD. (1976), destacándolo como “figura
dominante” en la literatura del siglo XX y “la voz profética que
despertó el mayor entusiasmo entre la generación de posguerra”,
debe admitirse que su poesía no es muy conocida por el lector de
habla hispana. El propósito de este trabajo es rescatarla para un
potencial de lectores vasto y exigente.
D. H. Lawrence nació el 11 de septiembre de 1885, en la villa minera de Eastwood, en
Nottinghamshire. Graduado de maestro en el Nottingham University College, trabajó dos años
en Croydon, hasta que la gran acogida de sus narraciones y poemas inclinó la balanza de su
vocación.
Desde la juventud siempre alternó la poesía con la prosa, publicó más de diez poemarios, entre
los que pueden destacarse Pájaros, Bestias y Flores, de 1923, y un libro publicado post mortem
con el título de Últimos Poemas, en 1932.
Es posible que los frecuentes cambios de residencia de un espíritu tan inadaptado como el suyo,
y la tisis que lo fue consumiendo, le indujeran a concluir muchas de sus cartas con la expresión
“este lugar no me gusta”. Se afirma que al morir en Vence el 2 de marzo de 1930, su esposa
decidió poner sobre su tumba la expresión referida con guijarros recogidos junto al mar, y que
por aquello de que ningún sitio era de su gusto fue exhumado posteriormente y trasladado a
México donde lo sepultaron detrás de un rancho de su propiedad.
Imagen de Hombre
¡Qué lástima, cuando un hombre se mira
en un espejo,
no se ladra a sí mismo, como hace un perro,
o se eriza en furia indignante, como un gato!
¡Qué lástima, se ve a sí mismo tan admirable,
un poco más humilde que los ángeles,
y tan interesante!

El deseo está muerto


El deseo puede estar muerto,
y el hombre todavía puede ser
un sitio para el sol y la lluvia,
admirarse soportando el dolor
como de un árbol de Invierno.

No es bueno

No es bueno, las mujeres están en erupción,


y aquellas que han sido buenas, muy lejos
comienzan siniestramente a empañarse,
y si están sobre los cuarenta y cinco, lanzan
grandes piedras en el aire,
las cuáles son probablemente para golpearte
en la cabeza
mientras te sientas en los muchos declives Realidad última
de la montaña matrimonial, Una joven me dijo: Me interesa el problema
donde te has sentado tranquilamente de la realidad,
todos estos años. le dije: ¡De veras!
Luego le vi echar una ojeada, discretamente,
Es mía la venganza, dijo el Señor en el gran espejo, fascinada con su sombra.
pero son las mujeres mis vasos favoritos
de la ira.
Viejos

Hoy todo el mundo quiere ser joven,


tanto así, que aún los jóvenes son viejos Mística
esforzándose por ser jóvenes.
Mientras los que pasan de los cincuenta, Ellos llaman a toda experiencia de los sentidos
también se precipitan en sus propias mística, cuando la experiencia es considerada.
afirmaciones, espantados de contemplarse, Así una manzana se convierte en mística cuando
o profesan una envidia horrible y mugrienta pruebo en ella el verano y las nieves, el peso
a causa de sus sesenta o setenta salvaje de la tierra y la intensidad del sol.
u ochenta veranos. Todo lo que puedo saborear seguramente
Cómo si fuera mi culpa que la muchacha envejecida, en una buena manzana. Aunque algunas manzanas
tenga setenta y siete. sepan principalmente como agua lluviosa
y ácida, y que alguna, muy soleada, dulce paréntesis
como laguna, haya tomado demasiado sol.
Si digo que pruebo estas cosas en una manzana,
Después de la ópera
soy llamado místico, lo cual es una mentira.
La única manera de comer una manzana
Las muchachas bajan los escalones de piedra
es acapararla abajo como un cerdo y nada de sabor,
con sus ojos grandes de par en par, y con la tragedia
eso es real.
levantan miradas de susto, emociones importantes
Pero si como una manzana, me gusta comerla
sobre mí y sonrío.
con todos mis sentidos despiertos.
Las señoras
Acaparándola como un cerdo le llamo, alimentar
pasillan como pájaros con sus brillos y pies puntiagudos.
cadáveres.
Miran adelante ansiosas, como si un bote las llevara
fuera a pesar del naufragio.
Y entre la ruina del atestado teatro, me paro y sonrío.
Ellas toman la tragedia tan favorablemente, lo cual
me agrada.
Pero cuando encuentro los ojos cansados, enrojecidos,
Selección, traducción y nota
dolientes ojos del cantinero con brazos delgados. de Eduardo Montalbán Quintana
Estoy alegre de volver hacia el lugar de donde vine. (Santiago de Cuba, 1967).
32
William Carlos Williams: El arte de ver las cosas
El poeta, narrador y ensayista estadounidense William Carlos Williams (1883-1962), médico de
profesión, vivió casi toda su vida en su natal Rutherford, en el estado de New Jersey. Para
Williams, que simultaneó el ejercicio de la medicina con una escritura intensa, amplia y
renovadora, el reconocimiento crítico y académico llegó tarde, en los años 50. Hoy se le
considera un clásico de la poesía contemporánea estadounidense universal, junto a Pound, Elliot
y Stevens.
A diferencia de estos tres maestros, a quienes se puede definir grosso modo como culturalistas, el interés de Williams se
concentra en el mundo cercano y contemporáneo y en la lengua vernácula estadounidense. El término elementalismo,
que he propuesto para caracterizar parte de la poesía del austríaco Ernst Jandl, puede aplicarse también a Williams:
ambos se remiten, más que a la intertextualidad, a observaciones, experiencias y reflexiones de índole universal, que
están al alcance de un lector quizás no familiarizado con la alta cultura, pero sí dispuesto a una relación activa e intensa
con el texto.
El poeta de Rutherford desarrolla una escritura muy personal desde finales de la década de 1910. Poemas en su mayoría
breves, en que habla una voz impersonal, observaciones agudas de objetos, casi siempre en movimiento. Una poesía que
presenta y no explica, alejada de las formas de rima y métrica tradicionales, en versos breves, pero conscientemente
estructurada. Pintura o foto en movimiento, filmes sintácticos, danza de palabras. Desde mediados de la década de 1940,
al par que trabaja en el ambicioso y complejo “Paterson”, poema que abarcaría finalmente cinco libros, pasa Williams a
componer textos más extensos, escritos generalmente en peculiares tercetos quebrados, en que se exterioriza un sujeto
personal y hay más espacio para lo discursivo y lo reflexivo. De esta época son “El gorrión”, “Asfódelo”, y “Una flor
verdosa”, conocidos por las versiones de Octavio Paz. En los últimos años de su vida vuelve a predominar la brevedad,
sobre todo en el homenaje a la pintura de los cuadros de Brueghel.
En realidad, las formas sintéticas del objetivismo, por lo cual entendía Williams no sólo la visión objetiva sino también
la consideración del poema como objeto verbal, el trabajo con un lenguaje de palabras breves y concretas, y las formas
más extensas y discursivas, alternan en toda la obra del poeta estadounidense. Lo que hay en determinados momentos es
predomino de una de ellas.
En sus poemas cortos hay una inagotable capacidad para encontrar el potencial poético de lo aparentemente gris, de las
cosas en que no reparamos. En sus poemas más extensos exhibe una gran libertad mental en la yuxtaposición de lo lírico
y lo reflexivo. Williams no sólo expande los límites de la poesía con la inclusión de lo que aparentemente no es
importante, sino que también descubre el valor poético de un mundo intermedio entre el de los objetos producidos por la
cultura tecnológica y los objetos naturales: cosas abandonadas en su camino hacia la destrucción y la disolución,
botellas rotas, pedazos de metal deteriorados con los que se improvisa una cerca, un puente que quedó sin terminarse.
El objetivismo de Williams, en textos que van expandiéndose en la mente del lector, alude de una manera novedosa y
exenta de patetismo a asuntos como, las intervenciones humanas en el mundo de animales y plantas, como en
“Destrucción completa” y “Árbol”. Es esta una poesía que nos enseña a ver y pensar mejor y nos acerca a vivencias de
revelación. Estas traducciones se publican por primera vez, salvo “La carretilla roja” y el “Término”, que ya aparecieron
traducidos en el número 6 de la revista Opción. Al final pongo un poema mío, “Ícaro” (desavenencia con W.C.W.)”.
El árbol pelado
El cerezo pelado
Árbol más alto que el techo
dio el pasado año
El árbol es rígido, la rama fruta en abundancia. ¿Pero cómo
se está arqueando, se arquea hablar de fruta
hacia el suelo. Ya su punta frente a ese esqueleto?
llega a los sombreros de los transeúntes, Por vivo que pueda estar
los niños saltan y se cuelgan de ella. no hay fruta en él.
La muerden. Está podrida. Estará Por eso tálenlo
cargada de flores en y usen la madera
la primavera. Entonces se partirá contra este frío espantoso.
por su propio peso o por los tirones
de los buscadores de flores que la
saquearán. Liberado de esa desgracia De: The Descent of Winter
el árbol permanecerá, rígidamente erguido. 9/30

No hay olas perfectas—


Tus escritos son un mar
Destrucción completa
lleno de errores ortográficos y
oraciones torpes. Tranquilo. Agitado.
Era un día helado.
Enterramos al gato,
Un centro distante de la tierra
después llevamos su caja
tocado por las alas
hasta el patio
de pájaros casi silentes
y la encendimos.
que nunca parecen descansar—
Las pulgas que escaparon
a la tierra y el fuego
Esta es la tristeza del mar—
murieron de frío.
olas como palabras, todas rotas—
una monotonía de subir y bajar
El acto Me inclino observando el detalle
de las crestas frágiles, la delicada
Había unas rosas bajo la lluvia. espuma imperfecta, hierbas amarillas
No vayas a cortarlas, le pedí. un cúmulo igual a otro.
No van a resistir, me dijo ella.
Pero son tan hermosas No hay esperanza a no ser una isla
donde están. coralina formándose lentamente
Ah, todos fuimos hermosos una vez, para esperar por pájaros que arrojen
me respondió las semillas que la harán habitable.
y las cortó y me las puso
en la mano.
Pastoral El gran número

Cuando era más joven Entre la lluvia


sabía muy bien y luces
que debía hacer algo en la vida. vi el número 5
Ahora, más viejo dorado
Paisaje con la caída recorro calles de suburbios en un carro de bomberos
de Ícaro admirando las casas rojo
de los que son muy pobres: que avanzaba
Según Brueghel techo desnivelado tenso
cuando Ícaro cayó los patios atestados sin ser notado
era primavera de tela de gallinero, cenizas, entre campanadas
muebles deteriorados; alaridos de sirena
un labriego araba las cercas y letrinas y retumbar de ruedas
su campo hechas de duelas de barriles cruzando la oscura ciudad
toda la pompa y partes de cajas, todo,
si tengo suerte,
del año estaba manchado de un verde azuloso
El término
despierta hormigueando que bien decolorado por el tiempo
cerca Una hoja estrujada
es el que prefiero
de papel de envolver
de todos los colores.
del borde del mar como del largo
Nadie
ensí- creerá que esto sea
mismada y bulto aparente
sumamente importante para la nación.
de un hombre estaba
sudando bajo el sol rodando y rodando
que derritió
la cera de las alas arrastrada por
insignificante La carretilla roja el viento en
lejos de la costa la calle cuando
hubo tanto depende
de un carro le pasó
un chapoteo inadvertido por encima y
era una carretilla la aplastó contra
Ícaro ahogándose roja
el suelo. Diferente a
barnizada con agua un hombre se levantó
de lluvia rodando una vez más

junto a los blancos y rodando arrastrada


pollitos por el viento para
ser como antes.
La ciudad olvidada Ícaro (desavenencia con W.C.W.)

Cuando con mi madre regresaba del campo Con el pretexto de representar el cuadro de Brueghel
el día del huracán, en un poema-cosa o poema-cuadro
había árboles atravesados en el camino y pequeñas ramas William Carlos hace de Ícaro un signo
no dejaban de golpetear contra el techo del carro. de la insignificancia de los mitos.
Había diez pies de agua o más Lo reduce a la espuma de su caída en el mar
que hacían intransitables las avenidas mientras el viento casi en el margen de la tela
traía más lluvia en cortinas. Pardos torrentes espuma que no ve ninguno de los campesinos
brotaban por nuevas bocas en el concentrados en su faena
suelo del valle así que tuve que tomar el camino pues lo más importante
que se me presentaba hacia el sur y el centro es que lo cotidiano
para volver a la ciudad. Atravesé hombres que trabajan, una mujer que camina,
lugares extraordinarios, tan animados como cualquiera una ardilla que salta, un árbol seco
que hubiera visto donde la tormenta había roto donde todavía se posan los pájaros,
la barrera dejando pasar deje de ser invisible.
una extraña condición ordinaria. Avenidas largas, Pero un poema (él mismo empezó a decirlo) es
abandonadas con nombres ignorados en las esquinas una máquina de palabras
y gente que parecían borrachos con modales un artificio cuyos engranajes o transistores
completamente extraños. Monumentos, instituciones cambian sus propiedades
y también una gran masa de agua y entonces la máquina sorprende al autor
me sorprendió con un acre o más de surtidores lanzando imprevistos rayos de sentido
calientes que brotaban simétricamente de ella. Parques. y el antimito que destruyó el mito ancestral
No tenía idea de donde estaba y me prometí se apaga en su centro y su evidente superficie
volver algún día para estudiar a esta y el breve círculo de espuma
gente curiosa y laboriosa que vivía o penacho en la cabeza de un calvo cacique sumergido
en aquellos apartamentos, en aquellas angulosas funciona como signo o como anuncio
esquinas y curvas de avenidas que se cruzaban de una gloria o catástrofe
con tan poca comunicación aparente llama o alud de fango del instante.
con un mundo exterior. ¿Cómo podían quedar
aislados así de la representación en nuestros
periódicos y otros medios de publicidad
estando tan próximos a la metrópolis, rodeados
tan de cerca por lo familiar y lo famoso?

Selección, traducción y nota


de Francisco Díaz Solar
(La Habana, 1946).
36
Manual de Literatura para caníbales/ Rafael Reig
Arte y Literatura. Colección Orbis

Un caníbal anda suelto


Los caminos que llevan a la novela son como los caminos que
llevan a Dios. Son inescrutables. Tal vez sibilinos. Dígase: La
vida. Instrucciones de uso / Georges Perec; Rayuela / Julio
Cortázar; El buen soldado / Ford Madox Ford; Palinuro de
México / Fernando del Paso y así en sucesivos zapping hasta
formar un mapa variopinto de lecturas que hacen exclamar al
menos autosuficiente ¡Qué hijo de puta! Por qué no se me
ocurrió a mí. Manual de Literatura para caníbales / Rafael
Reig (Arte y Literatura, 2006) es una de esas novelas que nos
pone en guardia para sonreír y pensar.

Carnavalización e irreverencia se dan las manos en estas 260 páginas y hacen trizas a caja destemplada
eso muy serio que los críticos llaman Canon literario. ¿Qué habrá dicho de esta novela Harold Bloom?
Como una radiografía hacia lo más profundo del mundillo de los que pergeñan con las letras nos
muestra esas conciencias arribistas, poetas menores y epigonales que intentan tomar la delantera y
olvidan las horas nalgas que necesita la literatura para que sea literatura. Por aquí transitan los
oportunistas de buena tinta y los hacedores de mala leche para que el prójimo sufra letras mediante.

El pivote de esta novela es una familia de apellido Berlichón (tal vez estemos rodeados de algunos
Berlichones) que como una especie de saga cultural se ha montado en el tren de las tendencias e istmos
pero aquí ha fallado la puntualidad inglesa y la mala literatura ha florecido como algunas plantas
trepadoras en tiempo de primavera.

Rafael Reig carnavaliza, desentona desde el punto de vista de la oficialidad, se ríe hasta de la madre de
los tomates y no cree en cenáculos, vacas sagradas ni en pilares o cotillos literarios.

En este Manual se le pasa la cuenta a todo el mundo. A veces cuentas duras. Tal vez el mejor parado sea
Rubén Darío donde no faltan los acercamientos como buen poeta pero también de glotón, sibarita,
fornicador y persona de humor irascible. Al susodicho Camilo José Cela lo lleva contra la pared. Atrás
no se quedan el Neruda del Chile mineral y claro que algunos conteos de protección al cholo Vallejo.

Estamos en presencia de una novela demasiado intelectual en el buen sentido de la palabra como para
dejar pasar por alto. Novela que usa a la literatura para hacer literatura. Novela de enseñanza pero a la
vez de divertimento. Paso a paso, página a página, a pura carcajada recorremos dos siglos de creación
literaria al punto de tener tristeza, lástima de esos tarados por la literatura que son esa suerte de
Cronopios Berlichón.

Sentencioso y apocalíptico se va desde un muy bien definido Romanticismo a una muy creíble
guerrita mundial con aires de guerra civil entre diferentes corrientes literarias en un no muy lejano
2012.

Novela juego. Novela pastiche. Novela collage. Novela que para rematar viene dividida en temas a la
mejor usanza de los verdaderos manuales para aprender literatura y cada capítulo o tema termina con
ejercicios prácticos y un condensado para saber más. Véase dos de estos ejercicios:
Si Cela es, en Literatura, el paralelo de Dalí, ¿quién es el Picasso de Cela? Pistas: ¿López Salinas?
¿Juan Goytisolo? ¿Acaso Gabriel García Márquez? (p. 209).

Tómese al azar un texto de Azorín. Subráyense todas las palabras desconocidas. Averígüese su
significado y, a continuación, sustitúyanse por sinónimos ordinarios. Con lápiz de otro color,
elimínense todas las repeticiones. ¿Qué le queda a usted? Ahora resuma esas tres frases en una sola
idea y expóngala en el bar como si fuera suya. Si le toman por idiota, el ejercicio ha sido realizado con
éxito. En caso de que alguien encuentre interesante lo que usted dice, vuelva a casa y repita de nuevo
el proceso. (p. 139).

Rico en referencias e intertextualidades. Este libro viene a demostrar lo elástico del género y lo que
todavía se puede aportar en materia de novela. Tesis total del sentido parricida que se debe asumir a la
hora de vivir en tiempo de literatura.
Novela que debiera ser leída por los que ignoran que el oficio de escribir es una carrera de larga
distancia. Novela que debiera ser leída por aquellos que asumen a la literatura con un espíritu de
humildad. Un Manual para escritores menores y mayores. Un Manual para los que van a tener un
puesto de primera clase en el Parnaso. Se los digo yo que la he disfrutado a plena risa, desde las
gradas, junto al menor de los Berlichón.

Reynaldo García Blanco (Venegas, 1962).


38
Unos meses antes de la publicación de El Mar y la Montaña, Regino E.
Boti le escribía cartas y poemas a su novia. Poemas de cortesía amorosa,
cartas donde lo afectivo queda entreverado de paisaje y política, a tal
punto que la carta del 27 de octubre de 1920 queda organizada desde el
cuarto párrafo como una zigzagueante marcha proselitista (Partido
Conservador) tierra adentro, al suroeste de la ciudad de Guantánamo.
Esta carta es la confirmación (o tal vez el antecedente) de varios poemas
de El Mar y la Montaña:

Por fin como un gran boquete de luz, se anunció la sabana. (…) Recogí
una flor silvestre de pétalos rosados, que es como la alegría de aquellos
parajes.

Pudor franciscano de virgen desnuda,


rosada cruz de malta,
temblando te abres al ósculo ardiente
que te da la sabana,
tu hermana
mayor.
“Flor silvestre”

Se hizo la noche. Penetramos en lo que llaman vereda de El Vínculo, que es como un ataúd de leguas
y más leguas, abierta en medio de la selva, a esa hora, poblada de sombras, llena de precipicios, de
espantos y horrores. Yo estaba desesperado. Como que de noche no distingo nada en la oscuridad, era
la víctima de mi caballo. Iba por donde él quería.

Sarcófago de leguas,
metido en tu noche fangosa y terrorífica
todos los monstruos de la sombra salen
y agarran mi caballo por las bridas.
“La vereda”

Volvimos para atrás y llegamos a un bohío próximo. (…) Me quité la capa, que dejé para recuerdo de
aquella gente. (…) Cogí la hamaca y me la puse de bufanda. Pedí un poco de ron para reaccionar
porque me sentía enfriar por momentos. No había. Me dieron el indispensable café. Y así, empapado,
esperamos cuatro horas, de ocho a doce de la noche.

Me come la fiebre. En el bohío


brinca la charla. Pero un aire
de agua me espeluzna, y al desgaire
me arropo en la capa.
Sorbo el pozuelo de café.
Y el devaneo de mi carne raspa
la escoria carnal. Ensueño, sueño
con los ojos abiertos y sin fe.

“El café”

Agradecemos a Regino Rodríguez Boti, albacea y nieto de Regino E. Boti, por habernos cedido
esta carta para su publicación.

* * *

27, octubre. 1920


Divina amada mía:

Ante todo salud.

¿Cómo ocultarte nada de lo que pasa en mi alma? Respondo a tus actitudes como sigue la sombra al
cuerpo; y alégrate de que no sepa ser hipócrita contigo. Mi sinceridad podrá hacerte daño un rato, un
momento; pero mi hipocresía te haría desdichada siempre.
Figúrate que salí de aquí angustiado, lleno de anhelos inconfesos y buscando algún pretexto para
suspender el viaje toda vez que no salimos por la madrugada como teníamos pensado. Me decidí y te
alisté los últimos versos que te tenía hechos. Te iba a escribir y a quitarme la ropa de campo, cuando
aparecieron los badulaques de la excursión. No pude contener mi contrariedad y la exterioricé en
algunas frases. Con Miguel Momparlé te mandé los versos mediante Arturo Duverger.
Salimos a las 11 y media bajo un sol fuerte. Tu recuerdo me obsedía, tu imagen no se apartaba de mi
vista. Era como un lazo que me unía a ti. Recordaba punto por punto nuestra felicísima noche
anterior, tus miradas dulces, cariñosas, llenas de promesas y de amor. Recordaba tus besos ardientes,
todo entrega, todo arrobo, todo éxtasis. El camino se me hacía penoso.

Me llamó a la realidad el paso del río Guantánamo. Estaba crecido, ancho, tendido, con aguas rojas y
turbulentas. No había que pensarlo. Y vadeamos el río. Después seguimos una marcha penosa, gris y
torpe. Tras un alto en Limones y de las charlas del caso, seguimos camino, de casa en casa y de puerta
en puerta, deteniendo a las gentes transeúntes y diciéndoles a todas la misma cosa, con monotonía
desesperante. Pasamos nuevos ríos. Visitamos enfermos. El crepúsculo nos sorprendió
deambulando sobre terrones y charcos. Puso su nota azul fuerte y nácar con mil cabrilleos y sombras.
Un momento para el ensueño que gusté con placer porque me unía a ti. ¿Será así el crepúsculo en
Guantánamo? ¿Lo estará mirando ella? Se hizo la noche. Salió la luna. La siguió nuestra marcha por
caminos solitarios y desiertos. Cominos en una cantina. Después de medianoche llegamos al punto
de nuestro destino. Y a esa hora, repetir la misma canción antes de dormir.

A la mañana siguiente, sábado, salimos tarde, como a las doce. Hubo que complacer al dueño de la
casa y “sacrificarnos”. Entonces, para adelantar, retrocedimos. Fuimos a parar al Término Municipal
del Caney. Todo estaba verde. Los campos llenos de flores silvestres. Desde lo alto de las montañas
descubrí nuevos horizontes, desconocidos valles y aspectos soberbios, majestuosos e imponentes de
nuestras montañas nativas. Y desde allá, a lo lejos, desde la alterosa cima de las serranías del Caney,
frente y ante La Tontina, la visión suprema de las montañas de El Toro, Montes Rus, alturas de Santa
Fe, Yateras, La Sierra del Maquey, y más allá las de Doña Marina y El Cristal. Todo azulino,
blancuzco, idealizado por un velo como de perlas en polvo. Y menos distantes, los “bajíos” de Santa
Rita, Limones y Jaibo Abajo. Y en medio de todo, como un listón de plata bruñida, relampagueante
bajo los rayos del sol, la bahía de Guantánamo, bella más aún porque la vestía el prestigio de la
distancia. Y tú y tu recuerdo, como un punto ideal en medio de tanta majestad.

Al bajar la pendiente pisamos tierras del Caney. En dos pasos recogí unas flores silvestres para ti,
rotos por las aguas al rodear el río Maca. Y seguí la jornada, muda, sombría. Llegamos a una cantina.
Estaba vacía, pero con políticos. Nuevos discursos y caras. Distintos aspectos de la naturaleza.
Bajamos a lo hondo del valle. Llegamos a La Tontina. Iniciando el regreso, dimos con otra cantina…
vacía, pero con nuevos políticos. No se surten porque esperan una revolución detrás de las
elecciones. Como que no había nada que ingerir, recurrí a la comida del mambí: a las guayabas de
emergencia que llevaba en las alforjas.
Conocí el nacimiento del río Maca y tuve el verdadero placer de lavarme la cara y cepillarme los
dientes aprovechando su agua. Comenzó a llover. Terminé pronto mi lavado. Me incorporé a la
comitiva y seguimos hacia el sitio de Maca (tierra sin dudas de los macacos). Y nos cayó el diluvio!
Tres horas de lluvias incesantes. Cada gota parecía un pedrusco. Pasaban mi sombrero de panamá y
poco a poco me fue calando hasta sentirme completamente invadido por el agua. Nadie decía una
palabra. Truenos y relámpagos amenizaban nuestro paso silencioso. Todo estaba cubierto de nubes.
No había esperanzas de que cesara de llover. Y así, sin término.

Se hizo la noche. Penetramos en lo que llaman vereda de El Vínculo, que es como un ataúd de leguas
y más leguas, abierta en medio de la selva; a esa hora, poblada de sombras, llena de precipicios, de
espantos y horrores. Yo estaba desesperado. Como que de noche no distingo nada en la oscuridad, era
la víctima de mi caballo. Iba por donde él quería. El guía nos dice que era una locura seguir para El
Vínculo, por los malos pasos de ríos y lo imposible del camino, que debíamos volver a su casa en
Filipinas. No habíamos comido ni almorzado. De seguir camino encontraríamos una cantina como a
dos leguas de Guantánamo. Una delicia. Decidí volver a Filipinas. Desechamos la vereda y a campo
traviesa dimos de nuevo con el río Maca y lo seguimos por una de sus orillas. Teníamos que vadearlo
de nuevo.

Estábamos sobre un farallón. El río discurría manso. De repente sentimos un ruido sonoro, como de
maderas y ramas que se quebraban, follajes que se agitaban, y de aguas en tumulto. Era la creciente
que venía de improviso, arrastrando palizadas y abatiendo los sembrados de sus márgenes. Íbamos a
cruzarlo cuando la creciente colmó las orillas. Vi con placer aquel espectáculo imponente de la
Naturaleza. Volvimos para atrás y llegamos a un bohío próximo. Había que esperar que la creciente
bajara. Me quité la capa, que dejé para recuerdo a aquella gente. Para lo que servía! Me quité la
chaqueta que manaba agua como si la hubiera sacado de un barril. Cogí la hamaca y me la puse de
bufanda. Pedí un poco de ron para reaccionar, porque me sentía enfriar por momentos. No había. Me
dieron el indispensable café. Y así, empapado, esperamos cuatro horas, de ocho a doce de la noche. Y
seguimos. Pero para esquivar el paso abandonado, que aún seguía siendo peligroso, tomamos por
desechos y por entre fincas, abriendo portillos y “quita y pones”, echando pie a tierra, llevando el
caballo de la brida. En fin, un martirio terrible. La luna fría sobre nuestras cabezas. Troncos que nos
apretujaban por donde quiera. El yerbazo lleno de agua que nos erizaba. Y yo pensativo. Siempre
pensando en ti. Repasando las horas, que seguía por el curso de los astros. Cada retraso era motivo de
una contrariedad sin nombre. Eso me apartaba de ti y retrasaba la hora de mi regreso. En todos los
casos de dudas cuando se nos consultaba para hacer altos y esperar, siempre disponía yo que
siguiéramos. El ansia de verte y tenerte a mi lado, era todo mi anhelo.
Tres nuevos pasos de río tuvimos que hacer. Y el último, en medio de la oscuridad, porque se había
nublado, a nado. Si uno hubiera dicho que no, o vacilado siquiera, nos hubiéramos detenido otras
cuatro horas esperando que bajara la corriente. Y los animé y pasamos. Se mojó mi hamaca (que
llevaba al cuello), se mojaron las alforjas y lo que es peor, se me mojaron de nuevo las piernas cuando
ya las tenía oreadas. Y después, el mismo martirio hasta salir, al cabo de una hora larga, al camino real
de Filipinas. Aunque de noche las cosas cambian tanto de aspecto en el campo, lo conocí enseguida.
Estábamos más cerca de donde pensamos salir. Llegamos. De comer, nada. Nos volvieron a dar café.
Café antes de dormir! Ya acostado, me comí otras… guayabas. No había más remedio.

A la mañana siguiente vi pronto que se trataba de volvernos a “sacrificar”, haciéndonos perder la


mañana. Pero se acabó la complacencia. Mandé a buscar los caballos. Y yo mismo comencé a
ponerle la montura al mío, cosa que no hago y que me carga sobre manera. Entonces el dueño de la
casa se movió y concluyó por dejarnos ir. Nos dio desayuno y salimos.
Qué sería de ti? La mañana estaba clara, el cielo azul. El sol un poco fuerte. En la primera cantina
estaban Ismael y otros. Charlamos un rato y seguimos. Desandamos el monótono camino de
Filipinas hasta que lo abandonamos por otra vereda, que nos habría de dejar en la sabana de El
Vínculo. Fangosa, sombría, entre la selva virgen hicimos aquel camino. Por fin, como un gran
boquete de luz, se anunció la sabana. Qué linda! Recogí una flor silvestre, de pétalos rosados, que es
como la alegría de aquellos parajes. Como venía en mangas de camisa, me la puse en el bolsillo de
ella. La flor era para ti. Atravesamos los distintos tramos de la sabana; contemplé otros variados
aspectos de las montañas y más cerca nuestro Guantánamo y más cerca tú en él. Bajamos a la
hondonada. Cruzamos el río Guantánamo. Y comenzamos a visitar y “latear” de nuevo. Tierra árida y
monótona. Veredas y trillos. Visitas y charlas. Subir y bajar. Estaba aburrido y desesperado. Cuándo
llegaremos? Avanza, retrocede. Cada vez que nos decían de volver para atrás por cualquier causa,
bufaba. Pero, no te rías, no decía nada. Lo aceptaba como la cosa más natural. Que fulano no está en
su casa y que salió para la cantina, pues vuelta atrás y a la cantina. Que cogió por tal vereda, pues allá
con el hombre. Un rayo!

Mi caballo parecía conocer mi desesperación y a pesar de lo largo del viaje, corría por cuenta propia.
Estaba fogoso. Cuando desesperaba de estar aquí a las cinco de la tarde, y sin darme cuenta de que
había devorado el camino, me encontré en la cantina de La Horqueta. Albricias! Comimos como
bestias, con las manos sucias y tomándolo todo con ellas. Era cuestión, luego, de retroceder, para
encontrar a un sujeto y ver a otro. Estaba decidido a dejarme maltraer de nuevo, cuando se dio contra
orden. A Guantánamo!
Venía jubiloso. No sentía ni el sol. Recordé todos los puntos del camino. Es decir, me fijaba ya en las
cosas. Pero, cuando ya no nos hacía falta, otra cantina. Allí fue mi desgracia. El dueño era político y la
mujer lo es también. Se traba la conversación con aquel. Llega ésta. Llegan otros. Nos dicen que en
El Caney nos esperan. Volver atrás? Eso era atroz. Nos anuncian que cerca hay un baile y que allí
están varias personas de las que deseamos ver. Pues al baile!

Y llegamos. No es para contarte. Lo notable es que desde el bohío, que está en una eminencia, se ven
a la distancia las montañas por donde nos cayó tanta agua y que se apreciaba que volvía a llover como
la tarde anterior. Mas a esa agua, respondió la del sitio y se desplomó una serie de aguaceros. Menos
mal, porque si nos coge en el camino, me vuelve a caer el chaparrón. Bullas, malos alientos,
apretones, malos olores, impertinencias; y lo que es de rigor: un mitin y un discurso! Alabado!

Me prestaron una capa y después de la lluvia seguimos marcha. No podíamos arrear. Una delicia.
Repasamos todos los sitios, ya conocidos, y otra historia al llegar al arroyo Salado. Lo pasamos. Y me
bebí el camino hasta La Unión a Guantánamo, corrí todo lo que pude. Qué hora sería? Me estarías
esperando? Tendría tiempo de verte? Apenas llegué por el cementerio castigué el caballo y de un
carrerazo llegué a mi casa. Miré el reloj. Lo hice todo volando. Probé algún bocado y me bañé.

Cogí un coche y a tu casa. Qué contento iba! Cuál no fue mi decepción. Estabas acostada! Me
desesperé tanto que no me desesperé. Hice varias cosas para distraerme y llegué a casa. Me lo
merecía. ¿Por qué afanarme tanto para regresar y verla si todo eso le era indiferente? Ni la atención de
una espera para mis afanes. Me acosté.

A la mañana siguiente me despertó tu recuerdo. Y me avergoncé de no haber contenido mis deseos


ante ti. Debí haber llegado y no ir a tu casa hasta ayer. Pero ya estaba hecho y no había que lamentarse.
Había adquirido una nueva experiencia, nada más. Y estuve toda la mañana loco de ti y por mil ideas
encontradas. Iré a verla? La esperaré a las doce? No la espero? Quería no esperarte, pero no tenía
valor. Necesitaba de un pretexto para no hacerlo. Además, le es tan indiferente mi regreso que, con
todo y estar acostada cuando llego, ni se molesta en darme una excusa. No la esperaré. Pero podré
hacerlo? Tendré fuerza de voluntad para hacerlo? En eso visitas. Y entre ellas Moisés Carbonell que
me consulta una cuestión profesional. Y se lleva el resto de la mañana. Eran las doce. Me sentí
contento. Desaparecía la ocasión de mostrarme débil. No tenía por qué salir media hora después,
tomando tiempo para lavarme. Y me quedé en mi casa.
Tocan como a las dos. Era el muchacho del bufete. Es carta de ella que me trae. Efectivamente, no te
acordabas del santo de mi nombre. Era una carta urgente para una cuestión de bufete. Agradecí al
destino el cambio. Eso me obligaba a trabajar sin descanso y el trabajo me haría mitigar un poco mis
pensares. Y me puse a trabajar. Estaba resentido contigo. No quise ni pude ser hipócrita. No puedo
ocultarte nada. Quería verte, pero deseaba no verte.

Llegó la noche y fui a tu casa. Estaba como tenía que estar. No era posible que después de lo ocurrido
fuera a llegar a ti como unas pascuas. Porque no soy insensible y porque ante ti no puedo mostrarme
sino como soy. Cómo negarte lo que siento? Si actitud era la que correspondía a mi dolor, dolor que tú
me habías provocado, y que por tanto sobre ti tenía que caer.

Tal el secreto de mi fría llegada y de mi fría conversación. Luego me dijiste que qué me había hecho
cambiar. Pues el tiempo. Los resentimientos y los pesares se mitigan con el tiempo. Cambié cuando
dejé de sentir dolor por tu acción. Y tu presencia contribuyó a desvanecer mi pesar. Y tu carta
amantísima, que ya supondrás que leí en el bufete, terminó por hacerme dichoso de nuevo. Se ha
desvanecido la nube de verano.

Ya ves que es así. Ayer te hice unos renglones porque no tenía tiempo para más, en correspondencia a
tu carta, y como anticipo de esta. Charlamos a mediodía y por la noche me hiciste feliz. Amo tu última
carta porque la encuentro llena de nimiedades de tu alma, de “boberías” como tú dirías. Quiero
saborear todos los pormenores de tu alma y tu pensamiento. Tu carta es un anticipo. Por qué no me
escribes así siempre? Por qué no me hablas cuando menos así como me hablaste anoche?

Quiero mucho el traje que tenías puesto anoche. Parece que te continúas en él, que tu cutis se
desprende de él o que él es parte de tu cuerpo divino. Es, además, mi cómplice, porque no se detiene
para dejarme ver tu lunar, tu precioso lunar que está como el guardián de un templo todo gloria.

Quiero tus brazos; amo tus manos; me obseden tus ojos; me enloquecen tus labios, porque son bellos
y porque me besan con desesperación. Te amo como eres, toda tú. Te recuerdo sin cesar.

Sin ti no podría vivir ya tu prieto que te recuerda, te besa y te abraza


Regino

P. S.- Excusa este papel, pero no tengo corto sin timbrar. Y disimula tantas correcciones.
R

Regino E. Boti (Guantánamo, 1878-1958).

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