Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Hatajo de Sueños PDF
Hatajo de Sueños PDF
1
2
“La gente trabaja tanto que se olvida de quererse”.
Albert Camus.
distancia. ‘No tenía otro sitio adonde ir’ era la respuesta. ‘¿Qué demonios estaba
Debo admitir que en un principio me sentí muy raro, entre toda aquella gente. No
recordaba muy bien cuánto tiempo llevaba en la calle, quizá habrían pasado ya
comíamos, por eso… como para olvidarse de ellas. Algunos días, los más
acerca a la orilla ni te arrastra a alta mar. Es un eterno ir, sin lugar al que llegar, ni
espera del verdugo… que nunca aparece. Y me parece que la muerte debe
3
policiudadanos para retirarme la pulsera verde de mi muñeca derecha y
proporcionarme otra.
portavoz y se largaron.
La nueva era de color rojo, de unos cuatro dedos de ancho, con los dígitos
nombrecito, pensé.
día en que decidí abandonar nuestra glorieta del Somontano, sólo quedábamos
vivencias, gracias a las cuales, hoy puedo relatar con más detalle ésta, mi
historia.
4
Lunes, 32 de Noviembre de 2043.-
cartones y las mantas no tienen mucha culpa, los pobres, hacen lo que pueden.
Por aquella época nos alimentábamos del Sol de mediodía en la glorieta del
bancos (de sentarse), una fuentecita de agua potable (se rumoreaba que las iban
a retirar) y varios rincones con setos de plástico; todo ello empotrado sobre frío
recovecos que dejan para nosotros. Siempre nos reservan un hueco, no son tan
podrían ser Ricos. Hay que diferenciar los roles, piensan los del rolex. Por eso no
Aquel lunes me desperté con los primeros tranvías, debían ser las cinco y
5
únicamente un par de grados en la escala Yeltsin. El silencio era frío y oscuro. La
noche acechaba con sus ojos negros bien abiertos. Las farolas de las calles
dormitaban una luz tenue sobre las aceras de acero. Eché a un lado mi mantita
su calor corporal. Me dolían las orejas a rabiar, las imaginé amoratadas a punto
de explotar. Apenas sentía las manos y mis radios y cubitos no eran sino unos
Comenzó a andar mi rutina. Buscar por entre las aceras y los vehículos
una agencia de viajes, me topé con una cartera. Era de cuero negro, refulgía
como la noche… para el Sol. Aquí estoy, abrázame, soy tuya, me dijo. No lo podía
le dije y la besé. Desde entonces me llamo Lev Kaliayev. Ruso, nacido en San
Petersburgo, en 1997. Empecé una nueva vida, sin lugar a dudas. Lev no me dejó
indescifrable, su visado (de donde sonsaqué mis datos) y una foto de una rubia
serían las ocho de la mañana (no había peligro de que me sorprendiera alguna
veinticuatro horas de la calle Santander. Era un horno aquello; yo, el pan duro, tan
6
escudriñó con su mirada. Le respondí mostrándole mi preciosa cartera y
calorcito penetraba por mis poros en un grato cosquilleo. Había de todo allí.
transformó en unas luces rojas. Pensé que igual no se podía tocar, que sería una
alarma antirrobo o algo así. Me giré hacia la cajera y la jodida me estaba mirando
dígitos del precio del artículo. ¿Hace cuánto no entro aquí?, me dije.
tarros de caviar de medio kilo, uno tras otro, bajo las narices de la cajera, que me
escupió una mirada láser. Seguí con mi compra. Pulsé en los códigos de barras
devolvió dieciséis céntimos de union. Los rechacé. Para propinas, dije. Perdía mi
fortuna pero ganaba el duelo. Ella me despidió secamente con un exiguo y leve
adiós bañado en fuego. Que tenga usted un buen día, proferí, y salí victorioso del
7
azules del amanecer. Los edificios seguían de mala leche, entumecidos,
aprisionados unos contra otros, sin poder estirar los brazos. El tráfico ya era
Salazar gruñó y asomó la cabeza. Abrió las persianas de sus ojos lo justo
para percatarse de lo que ocurría ahí fuera. Me vería sonreír con cara de panoli,
digo yo. Esa hilaridad tan tempranera no era muy común en mí, por lo que se
Vamos, Hassan, que nos han traído el desayuno a la cama –exclamó hacia
los cartones.
error, advertí. Lev, Lev Kaliayev, ¿te acordarás no? Es importante que te
Comía de un a gusto que era para verlo. Sus carrillos semejaban los de un
8
Repetí mi nombre: Lev Kaliayev. Puedes llamarme Lev, es fácil. Es ruso, como tu
apodo. Pero no te pienses que ahora yo voy a ser un campesino y tú el zar, ¿eh?
Eso aquí nada tiene que ver. Aquí somos todos iguales, ¡ya lo sabes!
Justo antes de pronunciar palabra, tosía, como para encender la sierra. Podría
Me puse a comer como un loco también. El pan era tan cálido y esponjoso
que parecía absorber todos mis problemas. Podías haber cogido algo pa
unos almacenes. ¿Qué le ocurre a éste?, pregunté. Estará soñando con Paquita,
Fui a ver. Directamente removí los cartones y las mantas. Allí surgió la fea
9
¡despierta!, ¡que tenemos desayuno!... Al no hacer mención, le propiné unas
los ojos. Comencé a alarmarme. Lo palpé, así sus manos. Estaban frías, lo que
era normal. Pero aquel frío me resultó algo extraño, como artificial. Lo examiné
sucio… quise echarme el mundo entero a las espaldas como Atlas: ¡ahí lo tenéis,
sacarme el pajarito y mear hectolitros delante de todos los tranvías y de ocho mil
patrullas de policiudadanía. No pude llorar. Hace tanto calor en el desierto que las
lágrimas se evaporan nada más entrar en contacto con la atmósfera. Aquel rincón
puta muy lentamente con su voz de pizzicato. Yo tomé la barra de pan y la coloqué
dentro de la vieja chaqueta de Hassan: ya que no nació con él, por lo menos que
10
alarmas al irse. Ni Dios escuchó un amén.
Paquita al otro lado de la plazoleta y nos saludó con la escoba. Quizá ella
nunca lo entendí, pues no era muy agraciada que digamos. Hassan solía bromear
con Paquita, le pedía que lo llevase a pasear por el cielo con su escoba. Ella
contestaba que son las brujas las que vuelan sobre escobas, no las barrenderas.
Él sonreía y replicaba: ¡qué más dará bruja o princesa!... ¡lo importante es volar!
era Lev. Pero no me sentí con fuerzas en aquel momento para explicarle toda la
aquel pésame fuese el único, pero me valió más que una condolencia del palacio
de la presidencia.
11
amarilla. ¿Qué habría hecho?, me preguntaba yo a menudo, pues no tenía mucha
que estaría nuestra plazoleta rodeada por ellos; y para entonces, época de la
caída de la hoja, tapizada con una alfombra turca de matices ocres. De chaval,
entendí esa tarea. ¿Por qué quitarles el protagonismo? Con lo bucólicos que
resultaban antes los parques… ¿Qué pensarían en aquellos tiempos los árboles?
Cuando les arrebatábamos a sus hijas, muertas a sus pies. La retirada de la hoja
acercaron a por las migas. A ellas les parecían buenas. No veáis con qué ímpetu
observándolas. Los animales no tienen que andarse por las ramas (alegoría que
perdió su sentido), con protocolos de convivencia; hacen lo que les pide el cuerpo
12
desabrocharse la esclava y colgársela del cuello a una de ellas. Casi nos
morimos todos de la risa. Le costó mucho despegar, a la torpe ave, pero al final lo
logró y desapareció por entre los tejados. También desapareció Ernesto: esa
puerta del súper. De acuerdo, dije, y en un conato de rebeldía, como para vengar
horas por ahí, ¿te has vuelto majareta?, replicó con su voz de recortada, si te
marcha, a su modo.
Serían las cinco pasadas cuando llegamos. Para esas fechas, el Sol se
echaba a dormir cada vez más temprano. Allí andaba, al fondo de la avenida
Duquesa Villahermosa. Casi daba pena verlo y todo. Parecía tan triste. Como si
muy pero que muy lentamente de aquel colosal ojo amarillo y provocando un
colgante, regalo de mis padres. Pensé en mi hermano, en un tic que tenía muy
13
gracioso de estirarse la camiseta a la altura de la tripa, en las comidas familiares
también se me escapó alguna lagrimilla, algo más grande que la del Sol. El
incendio, en mi interior.
el espejo retrovisor de una furgoneta, me había escrito en la frente LEV (creo que
hasta sangré un poco y todo, de lo que recalqué aquellas tres letras). Me suena
que en la puerta del súper discutí con una vieja. Solían requerir mi acreditación,
pues yo tenía la manía de resguardar mis brazos del frío sacándolos de las
Seguramente le diría que era una vieja verde (por el juego de palabras con el
color de las pulseras de los ciudadanos normales), ya que me daba por ahí
era serio, que para pedir en la calle había que serlo y dar pena y mostrar la
esclava ¡siempre! y que me fuera a tomar por el culo con mis historias, con mis
Le hice caso.
14
Domingo, 11 de Diciembre de 2043.-
última y más compleja: permanecer inmóvil bajo unos tubos que expectoraban
óxido de nitrógeno. Mientras tanto, varios soldados nos encañonaban con sus
arma. Soñaba con escapar. Ansiaba salir con vida para embarcarme en la nave
espacial que me trasladaría a México, cuando irrumpió en la sala Ella. Todos los
puntillista monocromo.
15
insistentes.
mover los labios, parpadear, realizar cualquier mínimo gesto para intentar
salvarla. Me sentí el mayor de los cobardes. Ella, ajena a las amenazas policiales,
bomba atada a su cintura. Aquel tic tac hizo callar al mismísimo silencio. Justo
Estados Unidos fue el primero de aquellos sueños. Algunos los deseché porque
mis escritos en una vieja caja de habanos (junto con mi colgante, bolígrafo,
pasaporte, visado y foto de mi Claudia rusa) y los escondía por ahí. Con mi
mi humilde e inédita ópera prima, pues disponía de toda mi eternidad para pulirla
y abrillantarla.
Aunque, no tener tiempo para nada y tener todo el tiempo del mundo
16
respirar, el tiempo. Y no pide permiso. Arrambla con tu oxígeno y, si te he visto, no
beber algo menos, ya que cuando andaba muy piripi no acertaba a escribir tres
frases seguidas con sentido. A veces, releía mis papelajos y me reía como un
niño de medio año cuando su padre le pone cara de gilipollas para que se ría.
Ay… si los críos hablaran, dirían: papá, querido, déjalo estar… no me estoy riendo
una sita en calles secundarias, a la que podría acceder con menos problemas.
Tenía muy claro el tipo de libro que asaltaría: uno de ésos de mujiks, isbas,
kopeks… ¡oh!, alabado sea, ¡amaba esos relatos rusos! Encima, yo, que ya no
era Adrián Azcona, sino Lev Kaliayev, flamante compatriota de los Pushkin y
compañía.
cinco agentes a pie). Me dieron el alto. Dudé un momento si aquel sucio espacio
era de cuarta categoría… Sí, sí, seguro, me dije, vi el cartel al entrar. Uno de los
de la 5A me plantó en las narices una esclava roja de ciudadano. Era la mía, con
17
mi número bien clarito. ¡Joder!, pensé, ¿dónde diablos me la habré dejado?
Antes, hacía como unas seis o siete Navidades –me explicó Ernesto en su
acerqué a una fuente. Pulsé el botón y no salió lo que tenía que salir. Aquello
decidía a aterrizar. Manejaba dos opciones principales: una era marchar río
abajo, lejos de la ciudad, construirme un refugio y buscarme la vida por allí; la otra,
18
vuelto a escribir me llenaba, a veces, hasta el estómago (lo prometo). Asimismo,
la sempiterna imagen de Claudia… no quería morir sin verla una vez más. Y, por
formar una especie de suela córnea, bastante incómoda, por cierto. Me descalcé
cuando mis ojos tropezaron con los de una mujer de unos sesenta años que
Ella me imitó. Su pulsera era verde (las verdes no contenían dígitos y eran mucho
más estrechas). Todavía me extrañé más. Con los parques de que disponen los
hologramas arbóreos… pensé, ¿qué diablos estará haciendo esta señora aquí?...
Jamás había escuchado a nadie hablar así. Sus densas palabras flotaban en el
abiertas, como amasando sus frases. No tenía miedo. Aparentaba ser libre, tan
19
libre como un muerto.
Busco a mi hijo Ernesto, desde hace ya diez meses. Lleva mucho tiempo
casa. Es alto y fuerte, con el pelo rizado, barba y las cejas muy pobladas,
sonará de algo?
Sin lugar a dudas, sí. Sobre todo, por el detalle de las cejas
gente y gran compañero, Ernesto… hasta que desapareció el fatídico día en que
que le voy a decir, pero he de encontrar a mi hijo y no voy a parar hasta que
lo consiga.
20
propuesto irme a vivir a su casa. El caso era que yo debía cuidar de su marido,
incapacitado, hasta que ella diese con su hijo. No lo podía creer, cómo me alegré,
debí estirar mi sonrisa por detrás del cuello. De repente, la visión de mi esclava
tenía que perder, de todas maneras. Aguarde un momento, por favor, solicité, y fui
su bolso sin el menor interés. El Sol se hizo hueco entre las nubes e iluminó su tez
carmín carmesí. Su mirada era noble, limpia. Emma encontraría a su hijo, tarde o
Sí, claro.
21
encantado, ¿es suya?
Ella asintió con una sonrisa y nos dirigimos hacia su casa evitando las vías
desintegrará.
dos sumaban tristeza. El primer cuarto que visité fue el baño. Emma me invitó a
tomarme mi tiempo. Lo agradecí. Llené la bañera con agua calentita que parecía
una imagen de alguien que no era yo. Pero, ¿se ha equivocado alguna vez un
espejo? El espejo no yerra, sólo refleja el error. ¡Ése era yo! ¡Madre mía, cómo
había envejecido! Así una tijera y arramblé con mi barba y pelambrera. Puse todo
22
Más adelante averigüé que se trataba de la cocina. Amablemente me propinó un
saco atestado de ropa usada que olía a lavanda. Señalando los matojos de pelo
cuarto.
habitación de enfrente del baño. Había una cama al fondo. Sobre la mesilla se
algo así, y ahora me sucedía a mí en la vida real. ¿Qué más podía pedir?
Sin pedirlo, Emma me acercó una bandeja con un gran plato de sopa
humeante, pan y embutidos. Será mejor que coma y que descanse, me aconsejó.
detuve hasta contemplar el fondo. Era gris con motivos florales. Escuché el
funeral.
23
Mientras tanto, seguía arribando el ruido de fondo de la habitación secreta.
cama. Las sábanas no eran de seda pero eran de seda. Hojeé varios libros,
24
Plúteno, 12 de Diciembre de 2043.-
principales en una hoja, porque temía olvidarlo. Estaba realmente encantado con
el sueño, incluso llegué a pensar que obtendría un gran éxito aquel relato, por lo
por patas como un dibujo animado, sin dejar siquiera el reguero de polvo. Lo
lamenté muy mucho. Con absoluta concentración, hurgué durante un buen rato en
todos. Lo que sucede es que sólo recordamos lo que nos permite nuestro
cerebro, que es algo así como un juez, un inquisidor de sueños: éste puede usted
Por lo tanto, y aunque esté convencido que nada comparable con aquel
sueño perdido, añadiré a continuación uno que tuve hace unos meses. Dice así:
25
inundaba la habitación. Me levanté muy despacio de la cama, con la vista
ancorada en la ventana. Noté cómo mis pupilas se agazapaban tras mis ojos,
con el disco. El cielo níveo, casi transparente, abría los brazos reverberando el
poder de su amo. Volví al despertador: 3:29. Por lo menos, eso funciona bien, me
dije. Me dirigí al cuarto de estar para verificar la hora en el reloj de pared: estaban
todos los rincones. A un lado y al otro del piso. Era como si hubiese un millón de
hacia todos lados, atónitos, como buscando una explicación. Colocaban sus
con el reloj del horno. Parecía decirme: sí, sí, las 3:30 de la madrugada, ¿se
puede saber qué diablos está pasando aquí?, ¡con tanta luz es imposible dormir!
alterado.
¡esto es brutal!… León está como loco, no para de ladrar. ¡Algo malo va a
pasar, hermano!
26
canales intentaron venderme algún producto irrisorio. Evoqué la famosa frase de
en las Antípodas, era de día. ¡En todo el mundo era de día! Y la noche… ¿adónde
se habría ido?
ilustrase. Seguí cavilando e imaginé el Planeta Tierra como una pizza gigante
gratinándose al Sol.
Extrañísimo verla tan vacía bajo un Sol tan formidable. Hacía bastante calor. El
silencio era artificial, molesto, filoso. ¿Y los pájaros?, me dije, ¿qué diablos
Me vestí aprisa, con la intención de estar listo para no sé qué. Para correr, para
huir, para luchar, para llorar… Preparé café y, mientras lo saboreaba, me propuse
27
Eran ya las 5:18. Sobre las siete y media amanecía por aquella época del
Telefoneó mi madre.
Hijo mío, casi que podrías venir aquí, con nosotros, con tu padre y con tu
Mamá… no seas tan tremendista, mujer. No creo que sea el fin del mundo.
¡Adrián!
Jo que sí. Oye… y digo yo, esto es como un eclipse, pero al revés, ¿no
crees?
Sí, algo así, papá. Me da que ni los científicos de la Nasa sabrán qué es lo
28
No sé, digo yo…
Algo así debe ser, sí. Voy a ver si hace más calor afuera.
familiar.
Uf… madre mía… ¡qué calor, por Dios!, ¡se me va a joder la huerta!,
¿estás ahí, hijo mío?, ¿te has fijado que hace mucho más calor que cuando
piernas tenían todavía más miedo que yo. Menudo tembleque. Me senté en el
sofá.
¡Adrián!, ¡cierra las ventanas!, ¡cada vez hace más calor!, ¡cierra las
No sólo le hice caso sino que, además, bajé todas las persianas de casa.
Le propuse hacer lo mismo. Se oyó un grito: ¡Martina, cierra todas las persianas!,
¡rápido!
Atisbé por una rendija que muchos de mis vecinos habían obrado de igual
modo; otros estaban en ello: el ruido de las persianas semejaba al de dar cuerda
29
a un reloj gigante. Realmente era como darnos cuerda a nosotros mismos, en un
creo que casen mucho los términos rebelión y cobarde. Cerrábamos los
Millones de ave maría habrían saturado las líneas telefónicas divinas. A pesar de
Enarqué las cejas, estupefacto. Mis ojos se abombaron. No fui capaz de articular
una palabra durante varios segundos. Los segundos en los que constaté que era
otra vez de noche. Como si Dios, tan campante, pulsando un simple interruptor,
30
explicación, y ya podíamos haber rastreado en las entrañas del infinito, que nanay.
El reloj marcaba las 6:02 y era de noche, como de costumbre. Una hora y media
más tarde amaneció. Así pues, alrededor de dos horas y media duró aquel
Sur de África, fue la que sigue: aquel amanecer improvisto constituyó un punto de
todo el camino, ADIÓS. Sin lugar a dudas, me gustaba esa opción muchísimo
más que la ofrecida por Naciones Unidas: la formidable onda lumínica expansiva
religiosos estaban convencidos de que todo había sido obra de Dios, a modo de
afirmó que, minutos antes del insólito amanecer (así es como se bautizó al
zona de Asia era de día cuando sobrevino el incidente. El fenómeno consistió allá
en que las nubes y las lluvias se esfumaron como por arte de magia. El gobierno
31
de Malasia acusó a Singapur de rociar gases tóxicos en la atmósfera para
erradicar a las hijas de Néfele y atraer el turismo. Los raelianos de Corea del Sur
Sermonearon que más temprano que tarde comparecerían los alienígenas para
dejar las cosas claras, entre ellas, que son nuestros creadores. En Japón, se hizo
muy famoso el bebé recién nacido del primer ministro. Se ve que caía una tromba
desvanecióse la lluvia y brilló un Sol imponente. Con sólo unos días de vida, ya
naciente.
guerras, los robos, las catástrofes naturales, los asesinatos, la opresión, las
correveidile.
hice un par de minutos de caricias. Seis besos en total: para mi padre, mi madre
32
¿Sobre qué? –contestó mi padre frunciendo levemente el ceño.
¡El insólito amanecer!, ¿qué pasa?, ¿no lo recordáis?, ¡si está a todas
dejar de mirarme. Yo los observaba atónito, ¡patidifuso!... ¿qué diablos les estaba
ocurriendo?, ¿sería una broma?... Durante unos segundos cruzaron miradas entre
Ciudadano seis mil novecientos treinta y uno –dijo mi padre con voz
33
levantarme para echar a correr. Me resultó imposible. Estaba anclado en una silla
me agarró del cuello del jersey. Cual muñeco de trapo o bolsa de la compra, me
bajó por las escaleras. Ya en la calle, me arrojó a la parte trasera del coche
patrulla, como una colilla. Quedé boca arriba en el pétreo asiento. Giré el cuello y
Reposaba sobre una cama, desnudo, y no tenía frío ni me dolían los huesos. Tras
Las manecillas del reloj de pared señalaban las once y cuarto. Tenía
bastante mono de vino. Llamémosle sed concreta. Me dio los buenos días a su
cama y me vestí con un chándal gris. Me iba gigante. Probé con otra ropa:
34
idéntico problema.
como el día anterior. Pasé al baño y me llevé un buen susto al verme reflejado en
por el pasillo hacia el ruido. Mi curiosa oreja derecha se apoyó en la puerta del
madera dijo toc toc. Enseguida abrió Emma. El ruido del televisor estalló en mi
televisor. Cubría sus inertes piernas una recia manta, sobre la que dormitaba un
gato rubio con las patas blancas. Tomé asiento junto a Emma, en un cómodo
35
Había que gritar pero bien para hacerse entender allí. Emma, forzando
estallaba en la cabeza. Pensé en lo molesto que debía ser para los vecinos.
Pensé en por qué diablos no lo bajaban un poco. Pensé en que me importaba una
mierda que Península Valdés estuviese desapareciendo del mapa. Pensé en que
quizá estuviese también hasta el gorro del bullicio. Creí volverme loco, y apenas
Mefistófeles con un litro y medio de agua bendita. ¡Catatonia! Era todo espasmos
escondió bajo una mesita. Prefería yo, sin duda, el bullicio de la tele a ver aquel
señor así. Qué diablos, ¡añoré el alboroto televisivo!... Daba la sensación de que
36
De aquel extraño modo Emma me lo explicó. Comprendo, le dije con una
acomodó en su manta.
ayudado por los flashes que proyectaba el televisor. Su marchito rostro parecía
cabelludo. Tenía sesenta y nueve años, pero semejaba nonagenario. Vestía una
abúlico. Quizá hubiese contemplado con el mismo desinterés una pecera repleta
peces payaso olisqueando las piedras del fondo marino en búsqueda de comida
con tres sonrientes peces loro jugando al escondite por entre unas rocas
velero hundido réplica exacta del famoso Vasa… que una pecera vacía.
De tanto que había chillado Emma, imaginé sus cuerdas vocales de acero
He de encontrar a mi hijo.
37
Fue a la cocina y me trajo en una bandeja un vaso de leche con galletas. El
cuyo mobiliario se remontaba al siglo XX. Mientras hojeaba una vieja y preciosa
Emma. Sentí muchísima pena por su marido. Creí por completo todo lo que me
Pobre… me dije, y me volví a sentir algo bastante miserable por no revelarle que
eran algo así como ordenadores personales). Según me comentó Emma, todas
38
gobernantes mantienen un control atroz sobre la población, si no, fíjese lo que le
Menos mal que, para el mundo y también para ésta, mi historia, desde
pensando mi pensamiento.
39
Sábado, 18 de Diciembre de 2043.-
entre la cama. Debió nacer esa noche, no sé si por esporas o por huevos, pero
un solo sonido por su boquita de piñón. Vestía un mono vaquero muy gracioso. No
sé quién diablos se lo habría puesto o si nació con él, pero así iba el tío. Estaba
más majo que las pesetas. Me gustó mucho, mi hijo, la verdad sea dicha. He de
añadir que para nada en el mundo me lo esperaba, como podréis imaginar. Sin
¡Era igualito a mí! Qué feo va a ser el pobrecito, pensé… podía haber salido a su
40
trataba: de que no lo supiera. Porque… a ver cómo le explicaba yo que teníamos
un hijo.
¿a qué fin las universidades invisten tan a menudo con su Doctor Honoris Causa
que lo parió si era majo y divertido. Preparé café y le eché un poco en un chupito.
lengua. Le ofrecí más. Se puso como una moto. Cómo bailoteaba por encima de
la mesa, ¡por Dios!... lo teníais que haber visto. Cual bebé gorrión ebrio que
Hala, hijo mío, vámonos, ¡al tajo! ¡Lo que me voy a ahorrar en guarderías!,
oficina, anduve eligiendo un nombre para él. Porque lo tendría que bautizar,
nervioso me puse! Sólo quería saludarme y preguntarme qué tal. Algo debió notar
porque me insinuó que estaba raro. Voy con prisa, me excusé, luego te llamo.
Volvió a sonreír. ¡Vaya, le encantaba! Qué alegría me llevé. Entré a trabajar con
41
Menudo expediente me tocó fotocopiar. Como ocho mil páginas. Una a
una, ya que era muy antiguo y no me permitían quitar las grapas, no se fuera a
no sería muy saludable para él, tan joven, la emisión de los rayos ultravioleta de la
algo de tiempo libre y me propuso tomar un café. No me quedó otra que aceptar.
¡Joder!, ¡qué mala suerte!... Menos mal que Federico dormía, que siguiese así un
Pues ni caso. Mientras Claudia me estaba contando algo sobre una tarta
42
¿Se puede saber qué llevas ahí, Adrián?... ¿algún pajarico o algo así?, ¿es
A ver… enséñamelo…
Prefería bajarme los pantalones y exhibir mi pajarito delante del todo el bar
No, no, será mejor que no, Claudia… está muy asustado. Dejémoslo
fotofobia.
Federico se movía cada vez más y más. Mi chaqueta cobraba vida propia. Recé
porque con una espectacular pirueta se posó Federico en la mesa, tan radiante
como siempre.
hielo y fuego. Mis hombros se encogieron, presa del pánico. De todas maneras,
coche.
43
Espera y verás –contestó seria.
observándole: no había visto una cosa más salada en mi vida. Su cara de granuja
distancias).
Silencio.
una agilidad fabulosa se instaló en el salpicadero. Observó tras los cristales. ¡Qué
dónde. Procuré calmarla varias veces más, en balde. Sin embargo, recibí la
44
inesperada ayuda de mi hijito Federico. Bajó éste hasta las piernas de Claudia y
arribamos a los nichos de los mortales. Claudia se detuvo. Cuando leí el nombre
del difunto casi me da algo. ¡Era el mío!, ¡mi tumba!, ¿mi tumba? Grité como un
poseso. ¡Claudia, estoy aquí!, ¿pero qué diablos estás haciendo?, ¿a quién
Siguió sin mirarme. Debía ser invisible yo. O estar muerto realmente. Sentí
“El tiempo que pierdes en vida lo utiliza tu muerte para vivir eternamente”.
45
*** *** *** *** *** ***
¿por qué no bebérmela antes que el vino?... Cuando entré en la cocina, eché de
menos el platito con las medicinas de Emilio que todos los días me dejaba
B9 y B12. Preparé el mismo platito con las pastillas. Advertí que era la última
Emma.
televisor, sobre todo por las noches. Enseguida me hice muy amigo del gato. No
honor al sueño que había tenido esa noche). Supuse que sería varón. Emilio no se
movía, no hablaba, sólo veía la tele. O eso aparentaba. ¿En qué diablos estaría
producía una pena horrible. Sus ojos eran tan tristes como: el mejor caviar ruso
servido en una bandeja de cerámica turca sobre la arena blanca de una playa de
las Islas Seychelles bajo un cielo dorado por el Sol: pudriéndose. Sentado a su
46
lado, observándole, escribí:
del hermafrodita estéril. La tristeza es la sonrisa del patíbulo. Las muletas del
Control Digital). Era una persona completamente sana y de una semana para otra
enfermó de tal modo. Estaba segura de que le inocularon un virus. Sus jefes
sospecharon que Emilio había sustraído algunos elementos del laboratorio, pero
casa.
Los libros son muy orgullosos, solitarios y cerrados para con sus congéneres;
47
Domingo, 19 de Diciembre de 2043.-
El suelo oscilaba. Estaba recubierto por una película líquida, viscosa y muy
extraños seres asomaban sus cabezas justo por encima de la pátina que tapizaba
como si Dios estuviese perforando el planeta con su taladro percutor. Sentí cómo
48
esparcía por doquier: una explosión de oscuridad.
dejado el día anterior, seguía durmiendo allí, sobre su cama. Tampoco había
Sólo tuve que pulsar en una pantalla táctil que se encontraba en el pasillo
que me quedé ahí en medio, esperando una respuesta, como un tonto, mirando
hacia todos lados, buscando un altavoz que me hablase o algo así. Pero nada.
49
Sólo el silencio del ruido del televisor. Volví a llamarla como unas diez veces más
bolígrafo. Antes de escribir un solo trazo, pensé en los grandes, como Nietzsche,
Zola o Dostoievski. Las frases realmente buenas son aquellas en las que es
imposible sustituir una sola palabra, me dije. Por tanto, el silencio es perfecto.
Pero demasiado fácil, luego su perfección es fútil. Escribí: ‘Yo sólo pretendo
concilié el sueño.
york. Se los zampó al vuelo. Sus ojos melindrosos me rogaron: ¡más! No me dejé
persuadir.
Emilio. Del susto, se me cayó el plato de susto, digo, de puré, de las manos. El
50
gato salió volando. Quise ir tras él pero yo no cabía debajo de la mesita. El agente
spray. Ni caso: Emilio prosiguió con sus agónicas convulsiones. El intruso lo miró
asombrado. Dirigió el bote de spray hacia mi cara y (yo sí) entré en un fulminante
espasmódico.
51
Martes, 27 de Enero de 2044.-
Los privilegios, cuanto más limitados más preciados. Por un lado, me sabe
mal que la mayoría de los humanos no puedan (o no sepan que pueden) volar. Por
otro, NO.
A pesar de que suene a tópico: ¡cómo llega a cambiar tu vida en tan sólo
dolía una barbaridad el simple hecho de respirar. Como si me sondasen los dos
orificios nasales. Insoportable. Que yo sepa, no existe anestesia para ese tipo de
realmente. Más os voy a decir. La última vez que inspiraba (eso pensaba yo, al
52
menos), todavía me molestó más. De pie, sobre la cornisa, al borde del abismo,
sentí cómo aquel aire enemigo arañaba mis conductos respiratorios y abrasaba
cara es el suelo.
suicidarme, hoy no sabría que soy capaz de volar. ¡Merece la pena!, ¿verdad?
sobrevino una fuerza interior extraordinaria. Como una inyección de litro y medio
de ese modo, casi sin quererlo, comencé a desviar mi trayectoria y alcé el vuelo.
semejanza.
Había renacido, ¡y sin necesidad de morir!… Jesucristo, según dicen, precisó tres
53
No estaba solo. El Sol ofrecía un masaje psicoanalítico a un par de
rostros, con los labios de sus ojos y los párpados de sus bocas sellados. Sólo las
ventanas de sus narices se abrían de par en par. El Sol parece ser el único que
ellos. Sólo el Sol solapa su soledad. No quiero dar ideas… pero imaginé que un
futuro próximo los estados cobrasen por los masajes solares… Toda una vida
las que han dedicado buena parte de sus vidas, deberían telefonearles todos los
sea del 3%. Deberían cambiar el nombre de la especie. Pero no seré yo quien
Cuartel General Alef 4. Islas Georgias. Mar del Scotia. Océano Atlántico
única enfermedad sin cura. Quizá para acabar con las guerras habría que liquidar
54
un mes de acuartelamiento.
les importaba tanto nuestro estado físico como nuestra agilidad mental. Digamos
que los verdaderos soldados eran los exoesqueletos, nosotros sólo los pilotos. La
mayoría de los pulseras amarillas y los pulseras rojas. Allí estábamos. Aparte del
cama, agua y comida. Un lujo. El cuartel era una colosal estructura cerrada,
metros de altura: nuestro cielo. No salíamos del recinto. Daba la sensación de que
mañana hasta las diez de la noche. Un universo níveo que se extinguía cuando
55
Las drogas. Todos éramos conscientes. Pero se trataba de una agradable
En una lánguida cadencia, todos teníamos algo que hacer en cada momento. Las
treinta. Un total de cinco o seis sesiones, según los días. En los breves ratos de
ocio, aprovechábamos para leer los manuales del armamento, lavar nuestros
ventisca que peinaba las dunas de hielo se colaba por mis oídos, ululando en mi
especial: Dios.
Excepto los uniformes grises de los superiores, el resto era blanco. Las
paredes. Los suelos. Los techos. Nuestros atuendos. Los exoesqueletos. Hasta la
comía parecía blanca. De día, Alef 4 era como una piscina de leche. Como un
gran folio blanco, vacío e imborrable donde todo estaba escrito. Disponíamos de
un maletín, también blanco. En él, un neceser con lo básico para nuestra higiene y
varios folletos con los horarios de las maniobras, comidas y normas elementales
56
del recinto. Tras los panfletos anotaba mis sueños y vivencias. Fabriqué una
extraído de un bote de gel hacía las veces de mango y, como tinta, usaba
en sentido metafórico. Mucho peor que correr una maratón. Algo así como sudar
por dentro de tu cuerpo. Este sudor es mucho más espeso y viscoso, se aferra a
esa desgana literaria, aquel dulce belicismo místico me vencía casi siempre, se
erigía ante mí como el más poderoso de los ejércitos. El eterno romper de las
olas suaviza.
La atmósfera era muy apacible. Yo, maleable. Todos flotábamos. Paz para
bebía lo mínimo, porque sospechaba (¡error!) que ahí escondían los narcóticos.
objetivos por los que luchar. Me propuse recuperar mi colgantito de ámbar, que
57
¿pensaría en mí?... También echaba de menos al pobre Emilio, a Emma, al gato
Mi culpa seguía ahí, y ahí debía seguir. Jamás me desprendería de ella. Pero
le habría ocurrido?, ¿por qué no volvió a casa?, ¿qué estaba haciendo allí?, ¿me
asimilarlo. Mi cerebro iba al ralentí. Digamos que recibí una silenciosa bofetada
mucho de lo que la gente pensaba allí adentro. Si es que alguien pensaba por sí
58
No había ninguna guerra en la Antártida: he ahí el descomunal subterfugio.
Nos hallábamos al Sur de Chipre, diez kilómetros al este de Lárnaka. Alef 4 era
ambiente: las respirábamos. Las primeras conclusiones referían que, tras dos
reinserción.
del día siguiente en la mesa 598 del pabellón 6. Tres millones y medio de
un globo ocular. Una cama, una mesilla con un par de cajones y un lavabo con su
espejo. Había que fijarse bien para distinguir el mobiliario, pues el pequeño
recinto, de unos seis metros cuadrados, semejaba ser una sola pieza blanca. Me
vestí con el uniforme nocturno y me cepillé los dientes. Parecían más blancos que
nunca. Me tumbé en la cama y me arropé hasta el cuello con la finísima manta que
Titanic. Suspiré y cerré con fuerza mis ojos y mis oídos. Naufragué en mis sueños.
59
Miércoles, 28 de Enero de 2044.-
desnudo!, ¡en plena calle!... ¿Me habría vuelto loco?, ¿cómo es que se me había
olvidado vestirme? Menos mal que lo advertí recién salido del portal, ya que todos
los viandantes se desternillaron al verme. Podría haber sido peor, pensé, con la
calle vacía, y habiendo recorrido diez manzanas. Así que, aterrado y con la mayor
de las prisas, comencé a subir las escaleras de tres en tres (no había ascensor y
que parecía descender solo. Tuve que ceder el paso. Afortunadamente, el colchón
60
Por poco tiempo, ya que no tardaron ni tres segundos en encender de nuevo mi
puesto que comenzaron a reírse pero que muy a gusto. Apoyaron el armario en el
suelo. Seguramente, las risas debilitarían sus brazos. ¡Putas!, pensé. Una de
hasta el mueble. Así, sin parar de esputar carcajadas, las zorras malvadas
pasasen pronto, a poder ser, sin verme; a poder ser, hombres. Anhelaba
vestirme. Aunque sólo fuesen unos calzones color beis pasados de moda. La
con operarias sólo rubias y atractivas? Ahí tenía a otras dos. ¡Joder! Calcos de
las anteriores. Éstas bajaban con sendos y opulentos sillones de piel de leopardo,
mis narices. Sin embargo, una de ellas mostró un atisbo de humanidad para con
mi persona. Me preguntó:
61
¿Qué te ha ocurrido?, ¿por qué estás desnudo?
había salido a la calle desnudo, por descuido? Entonces saqué mi mala leche a
relucir y contesté:
Vengo de cazar zorras. Por el gran bosque. Pero si llego a saber que
tortazo en la cara. ¡Plaaaaash! Sonó como en los cómics. Me hizo un daño brutal.
¡Con el frío que hacía!, ¡con lo sensible que yo estaba! Sentí una tremenda presión
en la mejilla, como si me fuese a estallar. Lo único bueno fue que cesaron de reír.
Algo es algo.
ascensión con la peor de las suertes: justo cuando pasaba por el 4º B, salía de su
miró de arriba abajo. Sentí cómo mi colita se hacía invisible. La puta loca (porque
Hijo mío, si yo pensaba que eras hombre. Ay, madre mía, cuando le diga a
paso a los muebles. ¡Dos rubias más!, ¡la madre que me parió! Se me ocurrió
escudriñar los rincones en busca de cámaras ocultas o algo por estilo. Ni rastro.
62
Lamentablemente, aquello era mucho peor que una broma. Esta vez bajaban
veían. Les haría gracia la situación, no mi humilde pene. Me tapaba con todas mis
fuerzas, con las dos manos. Ansié tener las de Gaznategrande, Gargantúa,
Pantagruel y Panurgo (las manos). Por fin, encontré el camino expedito hasta mi
casa.
¡Qué mal rato pasé con el dichoso sueño! Me vestí con el uniforme diurno
generada para aquel inmenso cuartel: una sublime barbarie. A pesar de todo, me
gustaba pilotar mi exoesqueleto. Temí que fuese efecto de las drogas. Era como
63
mucho y se le entendía bien. Quizá tuviese experiencia, pensé. Más novedades.
que lo buscase y me las ingeniase para hacerle tragar una pastilla. La otra es
para usted… confío en que no sea demasiado tarde para Ernesto, musitó,
mientras introducía sigilosamente varias fotos de su hijo y las dos cápsulas en uno
20. Ernesto debía estar allí. Me dijo que sintió no volver a casa, pero se le
Emilio. Rememoré con una tenue sonrisa interior el estruendo del televisor de su
cuarto. Emma era una buena mujer, sin duda. Así lo intuí desde el primer momento
las celdas y me emplazó para el plúteno, en la cena, mesa 89, pabellón 4. Venga
con Ernesto, por el amor de Dios. Mucha suerte, añadieron sus profundos ojos.
64
reencontrarse con su hijo, sino ahora para salvarlo.
mujeres se les permitía un gorro blanco (Emma lo usaba, la mayoría no). Además,
mi hermano. Ese día hubiese cumplido cuarenta y tres años. A modo de las
a uno mismo, y para eso… primero, hay que expiar la culpa y mi culpa, cuando no
podría agradecer a mis padres y a mi hermano todo lo que hicieron por mí. El
modo en que me quisieron. ¿Por qué demonios no era capaz de llorar? Con lo
llorón que yo era. En realidad, sólo conseguía llorar cuando bebía. Mi culpa no
dejaba sitio ahí adentro para nadie más, ni siquiera para la escurridiza rabia. Mi
65
culpa era la Hidra de Lerna, pero yo no me sentía ningún Heracles. La culpa lo
término guerra semeja una detonación. Es como si fuese siempre entre signos de
que los podéis percibir. Cada vez que alguien pronuncia la palabra guerra debe
fallecer alguien en ese mismo instante. Seguía sin poder llorar, hacia afuera.
Además, las lágrimas no son válidas para la guerra. Sólo para el antes y el
después. Continué meditando durante varios minutos más acerca de la guerra sin
lento ahí adentro. Ése 28 de Enero en que todos nosotros creíamos vivir, en el
66
Plúteno, 33 de Enero de 2044.-
catatónico?
herido.
mi cabina.
¡Prosiga su lucha!
67
Eché un vistazo hacia los habitáculos que ocupaban los mandos, insertos
apareció otro enemigo. Recibí varios impactos en zonas no vitales. El juego era:
todos contra todos. Los exoesqueletos caídos abandonaban la gran sala durante
víctima, un árbol majestuoso. Era un arce muy frondoso, con las hojas rojas, en
semejante obra de arte, sentí un cosquilleo tras los párpados: mis depósitos
lucha!
Teñir todo el cuartel con aquella fastuosa rojez. Que el charco anegase Alef 4. No
¡Más!
68
Los dos primeros charcos de sangre se habían unido y avanzaban más
de la guerra. Aquél parecía ser el último exoesqueleto con vida. Le cogí por
dos metros de mi rival. Permanecía con los ojos muy abiertos, como terriblemente
color carmesí…
entregó Emma. Notaba algo así como una descompresión en mi cerebro. Una
grata sensación de alivio. Similar a cuando, por fin, se descongestiona la nariz del
sempiterno paciente resfriado. No sé por qué, pero sentía una constante (casi
69
obsesiva) necesidad de música. Un agujero en mi interior que colmar con
efervescencia.
pastilla?... El sábado 31 de Enero, sobre las cinco de la tarde, por fin encontré a
Ernesto. Sus cejas seguían tan pobladas como siempre. Era el único rasgo que
cambiado. De aquel aspecto rugoso, tenaz y vivaracho a ese rostro suavizado por
cumplida.
otro. Más expresivo, pero sobre todo: más reflexivo. Lo abordé, pues no había
tiempo que perder. Se mostraba pusilánime, con los ojos entornados, como si
luchase contra sí mismo, ansioso por despertar. Se atisbaba una luz. Esta vez,
70
Confié que su corazón tronase y se desatase la tormenta en su interior.
para otoño. Tendría yo catorce años o así. Se hablaba del peligro de extinción de
los árboles pero nadie lo tomaba muy en serio. En el tren de Montreal a Québec,
con Claudia (mi futura novia) sentada a mi lado, no dejamos un solo instante de
mirar por la ventana. Atardecía. Millones de arces con sus hojas verdes, amarillas
destellos de los últimos rayos solares. ¡Buen viaje!, ¡buenas noches!, parecían
decir.
La cita que tanto esperaba. Por fin Emma se reencontraría con su querido
miré hacia el cielo y me di de bruces con el inmenso pináculo del recinto, atestado
un abrazo inenarrable.
71
Miércoles, 1 de Febrero de 2044.-
Vendí los cinco dedos de mi mano izquierda por 3.500 union. Con esa
cantidad me propuse vivir durante todo un año. Sin embargo, el invierno fue muy
desnudo, posé frente al espejo durante un buen rato. Decidí vender mi brazo
izquierdo, enterito. Pedí 8.500 union por él, me ofrecieron 5.800 y el 3 de Marzo
esfumaron. Ni siquiera me coloqué una prótesis ni nada. Iba todo el día con la
manga colgando.
Para entonces, ya me manejaba bien sólo con el brazo derecho. Pero llegó la
primera de las multas: 2.500 union por hurgarme la nariz en la vía pública. En los
hechos de la denuncia, referían los agentes que el día 4 de Marzo, a las 9 horas
izquierda. Yo recurrí la sanción, porque para esa fecha ya no tenía brazo izquierdo
había sacado un moco. ¡Fue un día justo después de la venta! Lo demostré con el
72
contrato de compraventa pertinente. Lamentablemente, la palabra de los agentes
iba a misa. Yo fui a misa a rezar a Nuestro Señor Dios Todopoderoso y éste me
costó lo mío, y al final opté por las orejas, las dos. Las vendí enseguida por 4.260
union y con ellas pagué mi multa y expié mi culpa, quedando en paz con la excelsa
Administración Pública.
cabreé, la verdad. Pero tenían razón. Los hechos acaecieron cuando todavía
nuevo delante del espejo. Resultó muy duro, mas no me quedaba otra. Vendí mis
dos piernas por 21.760 union. Confié tener un poco de tranquilidad durante una
borde del síncope, pensé en dejarla ahí. Pero debía abrirla. Y lo hice. Lloré
amargamente. Lo confieso. Multa de 19.520 union por correr en la vía pública. Fue
un día que se le escapó el perro a una viejecita y fui tras él. Ocurrió cuando aún
73
Nada. Declararon firme la sanción. La pagué a tocateja y me quedé a dos velas.
el suelo, en medio del pasillo. De esa manera podía observarme todo entero. No
era muy agradable verme, que digamos. Busqué y busqué pero no encontré nada
Vendí mi ojo derecho por 10.500 union, justos. Elegí el derecho para
perjuré que sería lo último. Al día siguiente, cuando vi otra carta certificada en el
Qué mal rato pasé. Me imaginé de qué se trataba y acerté. Una chica que me
Siempre que pasaba por ahí le guiñaba un ojo. No lo podía remediar. Era todo lo
que hacía. La saludaba alzando mi único brazo y le lanzaba un guiño picarón con
mi ojo derecho. Ni siquiera recurrí esta vez. Para más inri, la infracción tuvo lugar
cuando disponía de los dos ojos. La sanción por escándalo sexual ascendía a
hacer. No paraba de llorar por mi único ojo. Trabajo doble para el pobre. Jamás
suicidio.
Un buen día, mejor dicho, un mal día, pero el primero que bajaba a la calle,
74
mostró un folio manuscrito con el siguiente mensaje:
negociable...
de nuevo a casa. Me eché a llorar. Abrí el portátil y leí las últimas frases del relato
Incrusté una bala en cada recámara del tambor. Empuñé mi revólver con
sólo alcanzaba a ver el perfil derecho del arma. Refulgía el metal. Sentí varias
muros de contención y salpicaron mis mejillas. Apreté el gatillo con todas mis
cálido frío me envolvía de nuevo. Los conductos de aire y sus drogas me hacían
75
exoesqueleto. Gritos de auxilio en mi interior: ¡una pastilla!, ¡que no se apague la
música!, ¡Emma!...
hacia ella. Formaba una brigada de limpieza, junto con cuatro mujeres más. Sólo
velozmente:
Pabellón 2, mesa 161. No pueden fallar. Venga con mi hijo. Nos largamos.
brincos. Él también quería escapar, sin duda. No podía borrar de mi cabeza sus
trataba sobre geografía antártica. El temido Mar de Weddell, por donde otrora
creían que se accedía al fin del mundo. La curvatura del indlandsis. El volcán
76
magnético y el de frío. Los sastruguis o dunas de hielo. Las morrenas de la
Península Riiser Larsen. Las escarpadas costas de Tierra de San Martín. El lago
77
Viernes, 3 de Febrero de 2044.-
siempre. Qué ganas de llegar al parque. Yo quería ir más deprisa, pero la correa
quiero, de todas formas. Sin ella, a saber qué y cuándo iba a comer. Estaba
convencido de que ella cascaría antes que yo. Tendríais que haber oído cómo
Cuando me liberó, eché a correr sin sentido hacia todos lados. Intentaba
Corretear por aquí y por allá sin rumbo fijo. Orinar un poco bajo ese holograma
y por fin descargó. No tenía mucha fuerza la pobre, pero la pelota botaba y botaba
qué. Lo importante es que volvió a lanzarla. Ahora en otra dirección. ¡A por ella!...
78
Y así un buen rato. Ya no podía más. Mi lengua cobraba vida propia. Sentía los
latidos de mi corazón palpitar bajo mis papilas gustativas. Menudo alivio cuando
camino! Meé un par de veces más. Unas gotitas aquí y otras allá. No por orgullo,
Lo hacía muy bien, pues casi siempre venía rápido. En cambio, esa noche algo
izquierda, pollo asado con patatas fritas. ¡Delicioso! La correa tiraba lo suyo. Me
esprintando. ¡Qué extraño que me suelte por las escaleras!, pensé, y bajé en
ventana, justo debajo del extintor. Entre la primera y la segunda planta. Comencé
a ladrar como un loco. Tenía mala pinta la cosa. De su boca emanaba una
Encendió las luces. Pronto, comenzó a venir más y más gente. Yo, aproveché el
revuelo y me colé en casa de los del primero izquierda. No os podéis hacer una
79
*** *** *** *** *** ***
un hueco entre nosotros dos. He ahí el anhelado reencuentro madre e hijo. Debido
devoraba mi plato de judías verdes con patata, imaginé cómo aquella madre
acariciaría bajo la mesa la mano de su hijo. Cómo lo abrazaría con una mirada
80
píldora bajo la mesa. Me la tragué en un santiamén. Supuse que a su hijo le habría
principio de un largo corredor. Nos hizo un gesto y accedimos tras ella. Por el
simple hecho de haber traspasado esa nimia frontera me sentí infinitamente libre.
estancia. Guiñaba su ojo, la bombilla. Agradecí esa leve avería, ante el fatuo y
cara. Sus ojos se anegaron. Hijo mío, decía. Oh, hijo mío, repetía, qué alegría
Tu padre también, aunque te haya hecho sufrir tanto. Quizá ahora mismo te esté
81
Échese a un lado, Lev –solicitó.
del hallazgo de la cartera. También le hice saber la pérdida de Hassan, pero nada
metálica fijada a la pared. Bajó primero Emma, después Ernesto y, por último, yo.
minutos llegaremos al túnel principal, anunció Emma. Menos mal, pensé. Al cuarto
embargo, el conducto se estrechó más y más, hasta que no quedó otra que
punto de luz en el horizonte. Una meta a la que aferrarme. Pregunté a Emma unas
cuantas veces cuánto restaba, como un niño pequeño que, antes de salir de viaje,
82
ya está solicitando llegar a destino. Ella nos animaba. Admiré su condición física,
vida. Mis pulmones más. No obstante, no sobrevino el vórtice de luz solar que
tanto ansiaba. Ahí afuera nos esperaba la noche. El susurro del batir de las olas
nos dio la bienvenida al mundo real. Nos abrazamos. Emma volvió a cubrir de
una inmensa playa agreste cercana al cabo Greko, al suroeste de la isla, a unas
cien millas de la costa del Líbano. Nubes grisáceas formaban un vasto telón
cósmico, que ocultaba los actores principales: los astros y planetas que brillan
con luz propia en el firmamento. Sólo la espuma de las crestas de las olas y
rondaría los quince grados. Clima tropical, comparado con el adulterado frío del
83
maquiavélicos de Alef 4. Mutaciones adulteradas en el tiempo, narcóticos por
prueba original, iniciada en el año 2023, en las islas Azores. El propósito final
túnel. Aprovecharon una red subterránea que recorría toda la isla, establecida en
compañeros de Emma crearon una vía que comunicó el viejo pasadizo con Alef 4.
con los pesados uniformes de Alef 4, pero tras varios minutos, por fin
84
Lunes, 7 de Marzo de 2044.-
Sin tiempo para dormir. Sólo un único sueño: escapar. La zódiac apenas
la noche garganta abajo. Thomas, que hacía las veces de patrón, empuñaba el
prolongador del timón que sobresalía del motor fuera borda. Yasser se hallaba
Por fin nos libramos de nuestra empapada vestimenta. Yasser nos acercó
terminado, meted en ella vuestro uniforme junto con la esclava negra (la que nos
cuerpos. Casi olvido que en uno de los bolsillos de mi uniforme había guardado
en una bolsita de plástico todos mis apuntes escritos en los folletitos de Alef 4.
85
poseía. Confiaba en que mi preciada caja de habanos siguiese en casa de
distancia. Cuando hubo recibido las tres mochilas, Yasser las roció con un spray y
rostros de Yasser y Thomas. La noche sólo me permitió advertir una larga y tupida
Mi cuerpo chorreó sudor diciendo gracias. El agudo estruendo del motor, cual
carraca dentro del tímpano, nos obligaba a gritar para hacernos oír. Ernesto
pero somos mucho más listos que ellos y jamás nos encontrarán. No se
86
¡camino de la salvación!
optimismo fatuo. Más adelante confirmé mis cábalas: su mente era realmente
prodigiosa.
a los buenos ratos que pasó junto a mí en la glorieta del Somontano. Súbitamente,
pagas?... No, no lo puedo creer… ¡no lo puedo creer!, ¡no puede ser
enteraría, de que aquel momento llegaría, pero nunca calibré sus funestas
Ernesto me exculpó, aduciendo que todo el mundo hace lo posible por dormir
87
lo puedo creer!, ¡embustero! y similares. Agradecí las conciliadoras palabras de
Thomas:
Suspiré.
inmenso ojo azul zafiro. A lo lejos se escuchaban los plañideros graznidos de las
amerizaba varias millas a estribor. Thomas puso a rugir el motor incontinenti y nos
88
una gran ave posada sobre las aguas. En la cola figuraba una bandera turca. Los
para siempre bajo las aguas. ¡Buen trabajo, querida!, voceó entre carcajadas. A
nórdicos, debido a sus rubias y salvajes melenas, ojos azules y tez marmórea. El
piloto del hidroavión era su hermano Isaac, más joven, de treinta y pocos, muy
parecido a Thomas, aunque muy delgado y con el pelo más corto. Louise, mujer
Y por otro lado, las tres bolas de billar: Emma, Ernesto y yo. Ella pidió algún
89
pañuelo. No había otra cosa. El enfado de Emma para conmigo parecía remitir,
mercancías, los asientos se anclaban en las paredes del fuselaje. Por delante un
ópera nueve número dos del Señor Frederic Chopin que crepitaba a través del
90
Viernes, 35 de Marzo de 2044.-
Los observaba desde la mirilla. Pero aquella vez se trataba del contador del agua.
Es decir, el trabajador que se dedica a ir por las casas anotando las cifras de los
Le abrí. Vestía uniforme azul. Muy apropiado. Muy acuático. Era un tipo
rudo, con la voz muy grave. Buenas tardes, saludó. Correspondí. Amablemente, le
hice pasar a la cocina. Le señalé la puertecita del armario, bajo el grifo, donde se
¿Cuáles eran sus pretensiones? ¿El robo? ¿La violación? ¿La violencia
91
El muy cabrón no me explicó sus planes. Me obligó a tragar una pastilla
amarilla. Le costó lo suyo, porque la escupí en su cara como unas cinco veces. Se
fue mucho peor, para mí, claro está… porque para él… ya lo dudo.
novia no. Mejor será que no os la describa, para que no tengáis pensamientos
Sigamos con los hechos. ¡Pues el muy hijo de puta del contador de agua
idea. Disculpad mi lenguaje pero estoy bastante enojado, como podréis imaginar.
Bien: si él era yo; yo, ¿quién era? He ahí el quid. Yo era el canario Eustaquio.
Canaria!, ¡el mismo que nos despertaba todos los días con dulces cantos!, ¡el de
casa. Y no perdía el tiempo, el intruso, ¡estaba en la cama con ella dale que te
pego! Para más inri, el amable y encantador farsante había trasladado mi jaula al
dormitorio. ¡Se estaba tirando a mi novia en mis narices! O quizá debería decir:
¡en mi pico!
92
¡chillaba! Me dolían hasta las plumas de tanto gritar. ¡Natacha!, ¡estoy aquí,
Natacha, ni caso. Sólo decía ¡oh! ¡oh! ¡oh! ¡oh!... y no imitaba a Papa Noel,
habitual. Tranquilo, Eustaquito, tranquilo, me decía con ñoña voz de niña buena.
Volví a gritar ¡Natacha!, a un palmo de su cara, con todas mis fuerzas de ave. En
vano.
Si hay por ahí algún científico que pretende sostener que los canarios
tienen cerebro, les diré lo siguiente: ¡y una puta mierda! ¡Me resultaba imposible
quedé frito al instante. De pie. Raro eso de dormir de pie, por cierto.
93
hallaba el contador. Pero extrañamente, él replicó que no debía revisar ese
contador sino el otro. ¿Cuál otro?, pregunté yo, sorprendido. Acompáñeme, dijo y
se dirigió hacia la jaula del canario. A éste me refiero, apuntó, señalando al mini
estaba dentro del recipiente ahogándose, luchando por salir a flote. Rápidamente,
acudí en su ayuda pero nada pude hacer para salvarlo. Se quedó pajarito. Saqué
Gracias a Roc y al Ave Fénix que mis queridos dueños Natacha y Eustaquio me
Giuseppe Verdi.
suyo. Me crecía el pelo y me propuse dejarme barba, por lo menos, tan larga
Alef 4.
94
La isla de Büyükada era antiguamente el paraíso vacacional de la clase
por completo la isla. Fallecieron más de mil personas. Casualmente los árboles
disidencia, al período del 2015 al 2020 se le conocía como ‘el lustro del fuego’.
organización) mantenía que los desastres naturales fueron provocados por los
Sólo permitían la pesca con caña desde la costa. Las capturas fueron
decreciendo hasta desaparecer casi por completo. Más del noventa por ciento de
palmos del suelo. La vegetación del Planeta consistía en pequeñas huertas, cada
vez más en desuso. La venta de semillas era controlada férreamente por los
nuevo vellocino de oro. Ya podían buscar Jasón y los argonautas, que sólo
95
hallarían esqueleto telúrico. El mar parecía apropiarse del color verde, en peligro
Asimismo, no debemos olvidar que más de la mitad de las especies animales del
Planeta vivían en las zonas tropicales. Miles de ellas se extinguieron junto con los
Gracias a los relatos de Gógol, Chéjov, Pushkin y compañía, que hoy resultan
fósiles de museo.
Camus. Sumac era el anagrama del apellido del magnífico escritor que, poco
sin duda. A unos cien metros de una playa riscosa muy escarpada. Disponíamos
de un embarcadero natural. En unas cuevas formadas entre las rocas por el tenaz
estucadas a jirones, sin pintar y cubierta por techos de uralita. Telas de saco
96
desperdigados por doquier le daban un aspecto de inacabada. Semejaba ser el
sempiterna pirámide social. Podríamos decir que los vagabundos estaban algo
interior.
podéis observar, me sentía parte de Lostruth, desde el primer día en que nos
97
Lostruth, en las noticias, y lo relacionaba equivocadamente con el terrorismo, tal
principalmente del contacto con los compañeros y amigos esparcidos por todo el
Los anfitriones y reales dueños de aquellas tierras eran Biddu y Usha, tíos
de Yasser, nativos de la vecina isla Sedef Adasi, la más oriental del archipiélago.
gran incendio, Biddu y Usha decidieron comprar aquella porción baldía de terreno
me había traído suerte. Ernesto y yo, que todavía no habíamos salido de la isla,
sonriente. Daba gusto trabajar con él, para él, o lo que fuese, quiero decir, que
98
daba gusto estar con él. Aparte del riego, los abonos y nitratos, todos los días
Permanecíamos en silencio los tres, Ernesto, Yasser y yo, escuchando. Sin duda,
dos. No los hay mejores. Quizá me quedaría con Dvorak, por su mayor
turco.
sonrisa. Se dedicaban a las labores básicas del hogar, sobre todo a la cocina.
visita. El café turco, llamado kahve, era una auténtica bomba. Lo servían en una
minúscula taza. En un par de sorbos acababas con él, y tras unos segundos,
notabas cómo fluía por tus venas, se estiraba tu cuello y te sentías listo para la
acción. Aunque no sabían una palabra en inglés, Biddu y Usha tampoco hablaban
99
mucho turco, ni entre ellos ni con el resto. Daba la sensación de ya lo habían dicho
religión o rito o algo así. Su particular rezo nocturno a Afrodita. Y no eran muy
silenciosos, que digamos. Louise semejaba ser la mujer que instauró en Francia
época del año, la temperatura era muy agradable. Tras el kahve, yo solía marchar
a pasear con Omi, el perro de la casa, un cariñoso pastor belga. Provisto de algún
libro (en Villa Sumac había miles, desperdigados por estanterías o por el suelo),
descendía hasta la playa, escogía alguna roca plana y tomaba asiento. No hay
mejores acompañantes que un Libro y un Mar. Hubiese rechazado los tronos más
100
con la intención de atravesar el estrecho del Bósforo durante la noche, con destino
al Mar Negro.
plan de las pulseras que tan buenos resultados ofrecía a numerosos países de
Gracias a Yasser, sobre todo, Villa Sumac era casi autosuficiente. Aparte
energía para toda la casa, sembrábamos los productos que nos alimentaban,
Me hubiese llevado noventa y cinco mil vidas, como poco, aprender los
habitaciones, el cerebro, como la llamaba él, cualquiera se hubiese vuelto loco tan
echarle una mano a Yasser. Parecía excitado. Nada más verme, me dijo:
ámbar.
101
estaba. Ya lo sabía. Lamentablemente, mi colgante de ámbar quedó en casa de
Una verdadera pena, quizá nos podría servir –murmuró Yasser, entornando
sus ojos.
databan del Cretácico. La resina que exudaban los árboles, sobre todo las
expolios gubernamentales.
Pero… ¿por qué es tan importante el ámbar?, ¿qué pretendes hacer con
él?
queridos árboles.
102
Jueves, 7 de Abril de 2044.-
“Queridos humanos:
Nací hace más de mil millones de años. Terminé de dar el estirón hace dos
pues soy la más alta. Todo el mundo me conoce. En su día, he de reconocer que
yo, porque últimamente he estado muy tranquila. El chino no está mal, pero
prefiero el nombre con el que me conocen los tibetanos: Qomolangma (madre del
universo). Resulta muy poético. Muy cósmico. Además, no me caía muy bien Sir
George Everest, un tipo bastante altivo. Nunca entendí por qué le rindieron
semejante homenaje.
miríadas de aves me sobrepasan camino al Sur. Les cuesta lo suyo, a las pobres,
hasta que toman la corriente buena que les impulsa hacia el cielo. Los
103
convierten en sus sudarios. Advierto que lloráis sus muertes y lo siento de veras.
kársticas, de la vergonzosa pérdida del Mar de Aral, de los viles incendios del
Oriente Medio... Océanos han hecho todo lo posible para venir a saludarme. Casi
latoso conversar con ella, sólo llegamos a unas dos frases por año, y no muy
largas. Hemos de utilizar con destreza las traicioneras corrientes de aire. Fijaos
que una vez, un par de palabras mías llegaron hasta Gunnbjorn, en Groenlandia.
Pues eso, que me encantaría ver a Aconcagua. He oído hablar maravillas sobre la
montaña más alta de América (oh, mi desconocida América), pero ella es muy
104
Qomolangma
una broma. En cambio, ese mismo fax fue recibido a la misma hora en todos los
los gobiernos. Celebraron una cumbre secreta en París con representantes de los
revelásemos el secreto. Aquello era una locura. ¿Una montaña que habla?, y no
sólo eso… ¿qué también conversa con sus semejantes?… Por lo menos,
¿habrían consultado a los científicos sobre la posibilidad del tsunami? Ojalá sí…
me decía. Por otro lado, publicar crearía una alarma social innecesaria,
misterioso emisor del fax. ¿Desde dónde lo habrían enviado? Nadie lo sabía.
105
El 5 de Agosto, me repetía.
hablaba de nada más en la Tierra. El fax del Everest. ¡Pero si no le gusta ese
nombre!, pensaba yo… Comenzó el éxodo del litoral del Índico y del Mar de
caos. A pesar de que los gobiernos decidieron cerrar sus fronteras, la población
temerosos viajeros. ¡Todo por un fax enviado a los medios de comunicación por
una montaña! ¡Tamaña locura! Visto así: increíble. Sin embargo, increíblemente
cierto. Los gobiernos acabaron por sellar a cal y canto sus lindes. Desplegaron
Por fin llegó la fecha señalada en todos los calendarios del Planeta. El 5 de
resaca de la III Guerra Mundial, se cayó el mito de las montañas que hablan.
Todo resultó haber sido una macabra estrategia de China. Debido a sus
106
problemas de superpoblación, proyectaba ocupar sus países limítrofes, y utilizó el
puerto, inició al poco tiempo, como es sabido por todos, los primeros conflictos
ciudad cuales turistas. Emma nos acompañó. Thomas había solicitado unos días
107
expulsar a la atmósfera otros gases enmascarados. Sudamérica parecía ser el
conejillo de Indias. Uno de los datos que apoyaba esta tesis era la rápida
disolución de los otrora combativos grupos disidentes de aquella parte del Globo.
escala, los estados por sí solos o mediante alianzas puntuales, urdían sus propios
decía Yasser, esbozando una sonrisa, pero si encontramos ámbar, ya veréis qué
pronto ascendemos al primer puesto. Digamos que las tres entidades eran ramas
nombres con crímenes y falacias de todo tipo. Ellos poseían el sistema global de
todo aquello como la verdad. Lostruth era Pacifista. Aunque no sirva para mucho,
lo dejo aquí bien claro. El cambio climático, que tanto atemorizó al mundo a
108
segundo plano, quedaron ocultos tras el resplandor del nuevo redentor. Tras las
trabajo sea cual fuere, sino que se enorgullecían de tenerlo y daban las gracias
primera vista, se vivía una etapa de prosperidad insólita en los siglos pretéritos.
Sin embargo, la sonrisa del ciudadano no era sino el disfraz del esclavo.
Con todo aquel postizo bienestar, nadie parecía advertir la ampliación de los
antídotos, pero a muy pequeña escala, para los nuestros, y pronto habría que
repartir diez mil millones de cápsulas diarias para evitar el control mental de la
imposible...
109
de Gálata, disfrutando de las hermosas vistas del Cuerno de Oro. Un kahve
restaurante cercano, comimos lüfer, un delicioso pescado azul, típico del Bósforo.
Mezquita Azul ya casi negra, sentí que alguien me llamaba. ¿Adrián? Oí a mis
espaldas, una voz femenina que creí reconocer. Habituado a Lev, me resultó
acudir a mis oídos. ¡No puede ser!, me dije, refutando la evidencia. Por fin, decidí
Claudia.
110
varias gotas de sudor frío recorriendo lentamente mi espalda. Como en un flash,
me sentí orgulloso de estar sobrio, sobre todo, de que Claudia me viese sobrio.
grupo de amigas, al lado de un puesto de souvenirs. Haría como unos cinco años
tontamente.
tiempo no pasaba por ella o pasaba de pasar por ella. Averigüé dónde residía
todo el color verde que le faltaba al Planeta: en sus ojos. Señaló a sus amigas y
me comentó que habían venido a pasar unos días, de turismo. Y emergió la gran
Vivo aquí, es largo de contar –alegué–. Tengo prisa, Claudia, es una pena,
pero hemos de tomar el último ferry hacia las Islas Príncipe o nos
favor, me encantaría…
diablos colocar a las Islas Príncipe en el mapa. Accedió a la cita. Mañana, a las
111
doce en punto en la puerta principal del Gran Bazar, convinimos y nos
trajo a primera plana el accidente, por cierto, al cual todavía no he hecho alusión;
porque ni puedo, ni quiero hacerlo. Y mi culpa, ajena a mí, se renueva día a día, se
durante semanas, pero siempre sigue ahí, en la sombra. Y justo se alzó ese día
Desalmada.
112
Viernes, 8 de Abril de 2044.-
trata de uno de mis sueños. Aquel día en que me reencontré con mi amada
vecino. Conducía yo. Claudia, a mi derecha, ocupaba el puesto del copiloto. Mis
dormiríamos todos juntos en casa de mis padres, pues el día siguiente habíamos
que, últimamente, le daba por decir que quería comprarse una escopeta (pero,
¡de fogueo!, ¿no?, apuntábamos el resto). Como lo horrible que llevaba el pelo mi
madre (era preciosa). Como el estricto orden con que mi hermano apilaba las
113
latas de conserva en el garaje (el hombre método, le apodaba yo). Como las
el piano de Franz Liszt debería conocer las palmas de las manos de su dueño.
Jamás olvidaré esa imagen. Fue la última vez que lo vi con vida.
Ya estábamos llegando. Quizá por los dos palmeros de whisky que llevaba
encima, cuando comencé a subir por el puente que sorteaba la autopista, perdí el
control del vehículo y caímos al vacío, a una altura de tres metros y medio. Tras el
impacto contra el asfalto, reventaron las lunas. Quizá también la del Cielo. Los
autopista. Escuché gritar a mi madre, presa del pánico. Me giré hacia ellos pero
arcén.
Una vez más. ¿Por qué no pude verlos una vez más?
114
La transformo en lágrimas. Lluevo. Y qué triste una lluvia que no se puede ver.
vagabundeo. Es tan firme y resistente como aquel maldito camión. Es él. Mi culpa
A las doce menos cuarto del mediodía llegué al Gran Bazar. De poco me
bien, su torva mirada denotaba que había advertido mi lamentable estado. Qué
mala suerte, ¡joder!, me decía, había aguantado más de tres meses sin beber, sin
apenas esfuerzo, y justo volvía a caer el día en que me reencontraba con ella. Eso
tres meses seguidos contemplando sus ojos. Era como introducir el Sol dentro de
115
una esmeralda. Fuego verde. Le hubiese jurado y perjurado: anoche fue la única
vez que probé el alcohol desde Diciembre. Sin embargo, no me sentía con
fuerzas.
Silencio.
relatar todo lo que me había sucedido. Claudia, impaciente de por sí, no estaba
Seguía tan firme, tan esbelta, tan vivaz, tan radiante. Sólo reuní fuerzas para
siguiente frase:
Sí que le debí dar pena, pues tornó a sentarse, instándome a hablar con un
leve movimiento de su cuello hacia arriba. Saqué del bolsillo las llaves que le
que estoy loco, pero… esa pequeña piedra de ámbar puede cambiar el
116
mundo.
Biddu & Usha Boshle. Adalar Avenue, 793. Büyükada, Istambul (Turkey)
parpadeaba. Emitía dos rayos de luz verde cuales sendos hologramas arbóreos.
No entiendo nada… ¿se puede saber a qué viene todo esto?, ¿ámbar?,
¿un queso?... ¿para quién trabajas?, ¿te has vuelto loco? Como no me lo
Está bien, murmuré. Pedí kahve para los dos, bebí el mío de un trago y
Lostruth. Ella se quedó sólo con el último nombre. ¡Lostruth!, exclamó, ¿ahora
117
eres un terrorista?, por Dios, no me lo puedo creer. Miré hacia todos lados. Por
que soy buena persona. Y sigo siendo el mismo de siempre. Y te diré más.
términos ‘ámbar’, ‘queso’ y ‘Lostruth’ practicando lucha libre todos contra todos.
Quizá debería haber sido algo más discreto, me recriminé… demasiado tarde.
extraño… Quiero creer que has estado desde diciembre sin probar una
Lo sé, Claudia –interrumpí–, lo sé. Pero está yendo todo demasiado lejos.
por nosotros mismos!, apenas hablábamos, nos parecía todo bien, incluso
118
las guerras y toda esa mierda! ¿No te das cuenta? No es mi verdad, o
leales soldados!
locura, musitó. Eso parece, añadí, pero es la verdad. Por favor, envíame la caja de
habanos. No sólo me harás un favor a mí. ¿No te apetece volver a pasear por un
arbóreos. ¡Árboles! Tú y yo los hemos conocido. Somos afortunados por ello. Los
podíamos creer lo rápido que sucedió. Formaba parte de un gran plan, ¡digno de
conseguirlo. ¡A punto!
que seguirás de profesora. Sabes que te quiero, y esto no te lo digo para dar
pena o para que vuelvas conmigo, porque, además, no creo que lo merezca. Te lo
digo porque tú eres una persona buena y cabal, y pronto, sin notarlo, serás otra.
antojo sin que adviertas un mínimo cambio en tu vida. ¡De eso se trata! Aquí
119
disponemos de antídotos. Si no me los hubiesen proporcionado a tiempo, quizá
habría salido limpio de Alef 4 y estaría ahora en Zaragoza, con una pulsera verde,
trabajando como un loco en una de sus fábricas, feliz, sin necesidad de beber,
menta y ella de frutas del bosque. Regresaba a Zaragoza esa misma tarde. Sus
paquete, de esa manera no tienes nada que temer. Por favor. Vuelve. Yo te puedo
Ella dijo que lo pensaría, pero que no me aseguraba nada. Tras los besos
curiosear cada recoveco, ladrar a las gaviotas, feliz, ajeno al mundanal ruido.
120
azul.
121
Martes, 29 de Abril de 2044.-
existiendo el néctar…
una larga temporada. Desde el magnífico salón, tras aquellas enormes cristaleras,
se contemplaba la vasta mar, la marcha eterna del subir y bajar las mareas... A
ésas eran las vistas: las gotas del mar y del cielo se fusionaban en excelentes
122
Aprovechaba yo cuando los señores no se hallaban en casa. En el salón,
Los señores tenían cuatro hijos y quince nietos. Todos los domingos se
reunía la familia al completo. El señor siempre andaba con su cartera llena entre
ella, que leía libros por doquiera, a la luz del día o de una vela, la conocíamos
me refería, una vez acabada. Pensaba yo que ojalá Dios le gustara. Con tantos
contactos en el mundo de la cultura, podría echarme algo más que una simple
Cantábrico me poseía, Poseidón por mí escribía. Jamás errático, mi estilo era ora
123
novela. Permanecía en el salón todo el día. Debía guardar reposo varios meses.
a entremeses…
mientras dormían, con sendos disparos acabé con sus vidas. A mis compañeros
los despertó el estruendo. Contemplaron los cuerpos inertes. Les repartí el dinero
Los enterré a los dos juntos. Me resultó duro el asunto de cavar un hoyo tan
cuarenta y cinco años después, recibo en este acto el Premio Nobel. Sin
mental. Todavía me pregunto si estuvo bien o mal lo que hice en su día; empero,
gracias a ello creé mi genial ópera prima. El arte es un vendaval y el artista un reo
de su fuerza vital. Además, debemos diferenciar, que los señores fuesen buena
Sea lo que sea, cada quien habrá de juzgar. Yo, de aquesta forma sin
parangón, en este opulento salón y ante todos los medios de comunicación del
124
siguiente, Dorian fue detenido, y semanas más tarde, se encontraron los
El testamento del asesino de las letras . Dorian Czoni finalizó su obra con la
siguiente frase:
menos, por algo será. Deberíamos estirarla todavía más, hasta que, por sí sola,
Esperanza.
Así es. Colma la línea. De sobra. Tras ella, no son necesarios los puntos
suspensivos. Sólo para lectores obtusos. Esperanza. Que nos devuelva lo que es
parte más septentrional de la isla, a la espera del buque correo. Casi siempre
125
pasaba de largo. Quizá fuese demasiado pronto, me decía yo. O, seguramente,
querido. O habrán interceptado el paquete. O no, porque era una buena idea el
ante todas aquellas maravillas de la ciencia. Por su parte, Biddu y Usha, siempre
noticia del ámbar, Thomas había retornado hacía varios días de los países
Estados Africanos.
palmo del suelo azul movedizo, observando al frente la ciudad, que se hallaba
perfectamente las matrículas de los coches que transitaban por Çetin Emeç
navegar rumbo a alguna de las salas del Museo del Bósforo. Me dio la sensación
126
a una sobredosis de esperanza. ¡Con lo pesimista que yo había sido siempre!
porque muere. Cotejé con los anteojos lo que antes percibieron mis ojos. Me di
de bruces con la proa oxidada del buque correo. En efecto, se acercaba. Me puse
en pie. Lancé mentalmente una alfombra roja sobre el mar para mostrarle el
pesaba, flotaba. No era una isla sino un iceberg. Se hundía en el Mar para
hacerme el camino más fácil. No sabía dónde meter mi sonrisa. Bajaba y subía
por entre los acantilados, mi sonrisa. Que fuese, me daba igual, sabía que volvería
aves tropicales revoloteando entre las ramas. No me dio tiempo a imaginar más:
irrumpí en casa. Atravesé el cuarto de estar. Con las prisas, olvidé a Biddu y
Usha. Volví tras mis pasos y los besé apresuradamente. Cuando retomé la
laboratorio. ¿Qué diablos está pasando aquí?, pensaría el can. Abrí la puerta.
hacia mí. Jadeaba yo mucho más que Omi. Alcé el paquete. Era consciente de
127
que portaba buenas noticias, pues cuando me lo entregó el cartero, lo abrí lo
yo por mis adentros. Usamos un escalpelo para sacar a flote la caja de habanos.
¡Hela ahí! Más preciada que un fósil del Paleolítico. Mis papeles escritos, mi
bolígrafo, mi cartera (la de Lev Kaliayev, con la foto de mi Claudia rusa), y el rey
resolvimos sentarnos a comer y hablar con tranquilidad acerca del plan a seguir.
toma las últimas decisiones. Digamos que cada uno tenía su espacio, su zona de
entonces. Disponíamos de la llave que abre todas las puertas, pero debíamos
abrir la del salón principal. Nuestro objetivo era desbancar la verdad oficial.
brillo de sus ojos. Anunció que, con la inestimable ayuda de todos sus
128
detalles de su experimento.
La resurrección del color verde. ¡Claudia, ven aquí para verlo con tus ojos!,
pensaba yo.
Bósforo, me abrazó al recibir la inesperada buena nueva. Me dio las gracias con
una transparente mirada azul. Abracé sus palabras. A media tarde, nos sentamos
los futuros bosques del Planeta. Salimos a tomar el aire Ernesto, Emma y yo. Omi
129
habían enterrado en una fosa común cercana al cementerio de Torrero de
si en realidad los detestan, ¿por qué los entierran tan cerca de los muertos
buenos? Hipócritas…
–conjeturó Ernesto.
–añadí.
Emma sonrió.
cuantas gaviotas revoloteaban por allí, negándose a olvidarla. Otrora fue la idílica
130
permanecí vestido sobre la cama releyendo mis apuntes de la caja de habanos y
vigilando a Claudia. Lo último que pretendía era causarle más daño. No debería
debía. ¡Qué menos!… ¿Y por qué no habría incluido en el paquete una cartita?
Sólo unas líneas donde me hablase. Ansiaba conocer sus reflexiones sobre todo
por todo lo alto. A pesar de que la envidia comenzaba a corroerme, sonreí. Pero
los oídos y que el fabuloso primer concierto para piano de Tchaikovski acallase el
amor. Pensé que si colocasen semejante hilo musical en las ciudades, nadie
vuestra música. Escuchadla y hacedla escuchar. Yo, que era muy dado a los
sueños, estaba viviendo uno de ellos, sin duda. En una humilde habitación de un
prohibida. En una isla olvidada por el mundo. No es que me hallara en otro siglo.
No sabría datarlo. Unos pobres campesinos armados con las más novedosas
131
dije. Y es muy difícil que termine bien. Nos atraparán tarde o temprano. Aunque
que abracé la muerte, hice las paces con ella. Ven cuando quieras, le dije.
Me estaba conformando.
132
Plúteno, 32 de Mayo de 2044.-
convirtió en una auténtica pesadilla. Nadie acertaba a dar con la causa. Nos
explicarlo.
caras raras para hacerle reír. Pedos con la boca. Cosquillas en cada rinconcito de
había manera. Yo casi me meo cuando la vi aparecer por la puerta, pero nuestro
133
Como mucho muchísimo, ponía cara de pocos amigos, o de mala leche.
trocitos de jamón. Nada, ni una sonrisa. El tío se los comía de buena gana. Otra
Por la calle, todo aquel que lo veía, murmuraba: ¡qué niño más serio!... ¡Y
con razón! A sus tres años, que debería estar como unas castañuelas… Cuando
fuese mayor, meditábamos, ¿qué será de él? ¡Qué triste! Toda una vida sin
sonreír.
estudiante, pero un cubito de hielo para con nosotros. En la primera tutoría con el
adaptarse, pues los otros niños no se lo pusieron fácil… ya saben… los niños son
crueles… pero como bien dijo el magnífico príncipe Hamlet: ‘debo ser cruel para
muy simpático, muy querido por el resto del grupo… y muy sonriente, por cierto.
134
No tienen de qué preocuparse’.
ojo. La culpa era nuestra, sin duda. Pero, ¿en qué diablos nos habíamos
equivocado?, ¿por qué estaba tan enfadado con nosotros?... éramos sus padres,
lo queríamos más que a nuestras vidas… ¡no nos merecíamos ese castigo tan
estuvimos con tu director, ¿no eres feliz en casa? Nos comenta que allí te
diviertes, tienes muchos amigos… Sin embargo, en tu hogar, con tus padres que
te quieren lo que más del mundo… no sonríes. Jamás nos has regalado una
sonrisa. Ni siquiera pensábamos que fueses capaz de hacerlo. ¡No sabes lo que
significa para nosotros! ¿Qué hemos hecho mal? ¿Qué te ha molestado de tus
padres, desde el primer día en que naciste? ¿Qué?... Claudia comenzó a llorar.
Nuestro hijo se largó pitando. Fui a consolar a mi mujer. ¡Qué pena me dio!
quedamos de una pieza. ¿De qué se trataba?, ¿qué contendrían esos impresos?
135
más mínimo el que con tanto mimo habíamos elegido para él.
bromear con el asunto. Él nos recriminaba, sonriendo, que cómo diablos no nos
habíamos dado cuenta. Nosotros aducíamos que, desde siempre, éramos muy
fijado bien, nos achacaba él, cuando lo escuché por primera vez, aún en la tripa,
¡Es verdad!... ¡pues si que te creó un buen trauma, porque para que tengas
recuerdos de tu etapa de feto!, ¡como Dalí!, ¡eso no debe ser muy común!
pataditas!
pasa, Marcianito!, ¿te escondes como tus amiguitos del Espacio?... Ay,
nombre.
punto. Yasser suponía que germinarían coníferas, pero dudaba acerca del tipo
136
proporcionaba el ámbar no era del todo precisa. Había incluido nutrientes para
era reutilizado por la misma planta para respirar: un flujo constante de dióxido de
Yasser y sus colegas, con los que mantenía contacto permanente por intranet, era
la fabricación de abejas. Así las llamaban. Como todos sabemos, tras la extinción
de la mayoría de las flores del planeta, las abejas, en paro, pasaron a mejor vida.
terrestre. Como proveer a Dios de un gran bote de spray para que con un simple
polinizadoras?
137
henchido de savia nueva, despegó rumbo al Mar Negro con destino a Constanza
nosotros mismos. Los parques erigían sus hologramas arbóreos sobre cemento u
otros materiales. Ni rastro de tierra en la mayoría de las urbes del mundo. En caso
oficial, pero el tiempo jugaba, qué diablos jugaba, competía en nuestra contra.
utilizar la cumbre internacional del primer plúteno de Junio en Nueva York, hacia
138
plúteno (en honor a la desaparición de Plutón tras la colisión con el asteroide
Aphophis), cada año contaba con la friolera de 417 días. Adiós al mes sinódico
lunar y al popular código mnemotécnico de utilizar los nudillos de las manos para
recordar cuántos días tenía cada uno. Todos los meses, que continuaban siendo
los doce de toda la vida, contaban con 35 días, excepto el siempre desamparado
Febrero, con 32. El domingo pasaba a ser laborable, quedando únicamente como
festivo el plúteno, por tanto, sumando miles de horas más de trabajo a los
ciudadanos cada año. Los gobiernos ocultaron ese leve dato con la promesa de
que de esa forma habría empleo para todos, refiriendo que las épocas de crisis
eran vestigios del pasado y que la prosperidad regaría en un futuro muy cercano
todo el planeta Tierra (y, en efecto, regaron… pero antes quemaron). Las
protestas callejeras que florecían por doquier eran violentamente aplacadas por
los ejércitos y fuerzas y cuerpos de seguridad de los estados y acalladas por sus
Lostruth, así como Nayyar, Expressions y otras muchas, que más tarde se
ciudad distinta, saltando siempre de continente. Los países, mientras tejían sus
planes secretos, engatusaban al mundo con lo que esperaba oír. Los dirigentes
colmaban sus bocas con palabras tales como progreso global, era del bienestar,
denominábamos sonrisa digital. Las cumbres más célebres fueron la del año
139
con la creación de los Estados Unidos Africanos.
kebab. Carne que gira, significa. Aquella tarde, Usha lo preparó de cordero, con
y para postre, exquisito sütlaç, un tipo de arroz con leche. Una verdadera
ambrosía. Usha era toda una maestra de la cocina, nunca nos dejaba de
sorprender.
árboles. Yo tenía muy claro que me presentaría voluntario para lo que hiciese falta.
podría quedar en paz conmigo mismo. Sólo así podría acabar con ella. Mi culpa,
ajena a mis reflexiones, flamante como el magma del corazón del volcán, ocupaba
Mientras me dirigía hacia las butacas, ora cómodas, ora punzantes, desde
todavía en las aguas del Mármara? Mañana sin falta, llueva o truene.
140
Plúteno, 5 de Junio de 2044.-
es el incendio mental”.
brazos. Yo todavía no apuntaba a nadie. Sin embargo, el Sol hacía un rato que me
apuntaba a mí. El sudor perlaba mi frente. No disponía de agua para beber o para
vez concluida la misión. Las diez y cincuenta y uno. Faltaban tres minutos. El cielo
marcaba cuarenta y ocho grados. Pensé en la ducha fría que tomaría después,
quizá en menos de media hora. El edificio sobre el que me hallaba era el más
utilizamos dar muerte en lugar de matar. Son las reglas. Dar muerte resulta más
141
sino la razón. El mendigo sedicioso se llama Adrián Azcona, pero no tiene
nombre. Dejó de tenerlo cuando infringió las normas. Éstas se crean simplemente
para cazar a estos elementos disidentes, para llevar a cabo la purga. Ellos se
creen listos, pero no son más que unos famélicos ratoncillos. La ley es la trampa;
cualquier tontería, como por ejemplo, correr por la calle; seguramente, muchos de
Las diez y cincuenta y tres minutos y cincuenta segundos. Ahí viene Adrián
142
pesimismo. Aunque nuestro plan se ejecutase correctamente hasta el final, otra
cosa era que luego la noticia se propagase como debiera, y eso ya no dependía
nos acercó en su hidroavión hasta Venecia. Desde allí, en autobús para Milán,
en la multinacional WorldCleaning.
deje mexicano. Según sus palabras, era hijo de Malcom X. Muy gordo y tranquilo
de las cuencas para irse a dormir a cualquier lado. Se deshizo en halagos hacia
Yasser.
Gracias a tus antídotos, brother, si no… porque por aquí la cosa está ya
tren de la mañana hacia nuestro destino final. John se quedó, ya que él debía
143
infestados de agentes anti inmigración. Nuestro aspecto físico difería muy mucho
de las fotografías publicadas por la I.P. Los hombres, nos habíamos afeitado la
pulseras verdes en la muñeca derecha. Qué raro me sentía otra vez con la maldita
esclava; verde, roja o amarilla, me daba igual. Los colores que no son libres no
sirven de nada. Si el cielo fuese finito, su azul sería deplorable. Mi esclava pesaba
ganas terribles de acabar con todo el asunto de la cumbre, aunque sólo fuese por
días atrás, en el sedoso Mármara. Me sentí como un bebé dentro de una inmensa
Menudos cinco. Nos tuvimos que contener más de una vez para no romper a
compañeras de viaje. Louise, enhiesta, con lo alta que era, semejaba una mujer
144
hace falta decir que nuestros pasaportes eran más fraudulentos que los discursos
políticos que lloverían sobre todo el mundo esos días. Los cinco tomábamos el
conductos de aire de Alef 4. Y, sobre todo, para esas fechas de la cumbre, donde
acercaba al 0,1%. Menuda fiesta. Con este dato se ganaban a toda la población:
el simple hecho de poseer un trabajo era algo así como una bendición.
El resto, permanecemos en las tumbas del silencio. Las coníferas habían tocado
imposibilidad de seguir por ese camino. Como un pívot de baloncesto debe torcer
su cuello para atravesar las puertas de las viviendas corrientes. Igual. Yasser
había bautizado a sus árboles, una mezcla entre pino y ciprés con un
Desconocía cuánto llegarían a medir, pero suponía que lo suficiente como para
145
llamar la atención.
Cuatro calles más arriba del Empire State y cinco más abajo de Times Square.
por salir a dar una vuelta por la gran manzana… La sala de recepción era un
los cinco en una mesa a desayunar. Por fin había llegado el gran día. Nuestro tren
salía a las diez y cuarto de la mañana de la Grand Central Terminal, unas calles
146
El viernes discutimos acerca de visitar o no el Central Park Mausoleo.
habían hecho con los árboles, ir allí suponía besarles el culo (sic). Su madre, con
impoluta, profirió, insinuándole que se lo tomase como una visita turística más.
unos cuantos años ha, antes del vagabundeo, también hubiese pensado como él.
todas maneras, tanto Ernesto como Emma tenían su parte de razón. Yasser y
siendo los mismos, apuntilló Yasser. A éste sólo le delataba su sonrisa. Serio, sin
barba y tan elegante con su traje negro, hubiese sido imposible reconocerlo. En el
último momento, Ernesto resolvió ir. Supuse que lo hizo por su madre, para que
cristal. Todos habíamos visto miles de fotos, ya que era una de las construcciones
más famosas del mundo, pero estar allí y palparlo con los ojos resultó
147
impresionante. Vergonzoso, pero impresionante. El punto más alto de la copa del
árbol alcanzaba los 859 metros de altura. La estructura era achatada, para
adecuarse a la planta rectangular del espacio inicial que ocupaba el Central Park.
La base del tronco, de 2 kilómetros de largo por 800 metros de ancho, abarcaba
árbol refulgía como toda una constelación, día y noche. Más de cinco millones de
bombillas LED proyectaban una fulgurante luz blanca. Se divisiva desde todos los
principal (la entrada sur) del gran tronco de cristal. Una vasta alfombra roja,
poderosos del mundo desde el Museo de Arte Moderno, en la calle 53, siguiendo
por la quinta avenida hasta el Last tree (‘último árbol’, otro nombre, más popular,
con que era conocido el Central Park Mausoleo). Unos veinte minutos a pie. Pero
largo de todo el camino y en los alrededores del Last Tree para conseguir la
Nueva York fue, en su día, una de las pioneras en instalar ese tipo de protección
148
para salvaguardar su área metropolitana de posibles ataques terroristas.
de 550, esparcidos por las aceras y los aledaños del Last Tree. Y en el interior de
en el 30, en el 40, así hasta el 550. Los 55 sanitarios en cuestión, en lugar de una
taza de wáter, contenían una gran maceta con un combat. Habíamos elegido los
más esbeltos para nuestra humilde exposición universal. Emma, Ernesto, Louise,
Yasser desarmaría la estructura del sanitario (de plástico), debilitando las juntas
Isaac, como casi siempre, se había encargado del trabajo sucio. Trasladó
149
avión correo descargó el material en Boston, donde fue recogido por el hijo de
Malcom X en su tráiler.
A las nueve horas, seis minutos y treinta y dos segundos, Yasser accionó el
una red segura, rebatió Emma. Todos conformes. Me daba la sensación de que
como esperando una orden interna para proceder a nuestra detención. En un par
tranquilizarme. No había manera. El más calmado era el que menos debía estarlo:
John Ridenhour. En unas horas, miles de agentes de la I.P. andarían tras él.
También viajaba con identidad falsa, para evitar que nos estuviesen esperando a
Sumac. No parecía tener miedo. Me recordó cuando vi por primera vez a Emma.
150
sentido de las Ilusiones Perdidas de Balzac. Las palabras semejaban reunidas al
tuntún. Culpa mía, no de Honoré de. Cuando sólo restaba media hora para
tras los muros de mis presas de contención. Con un poco de vino o raki hubiesen
151
Jueves, 17 de Junio de 2044.-
parte. Debía ser muy importante para él, pues le daba vueltas y más vueltas. Sin
con él. Llegará a ser un gran escritor, sin duda. Cuando estaba muy inspirado,
hasta que se decidió por Ariadna. Me pareció perfecto, pero, ¡qué iba a decir yo!,
no era muy objetiva, la verdad... Yo, una novela, y con nombre de mujer:
repasó un par de veces. Una coma allí. Un punto allá. Algunas variaciones de
152
palabras. Me leía y releía. Estaba ansioso por terminarme. Javier Lahoz, amigo
imprimió por primera vez. Era como un regalo de los dioses. Como un renacer.
Sentía que volaba. Y todo fue a más. Me leyó Claudia de principio a fin, a pesar
de que ya me conocía. Muchos días, cuando ella llegaba a casa, mi creador leía
alguna de mis partes. Claudia le miraba y sonreía. Está muy bien, Adrián, de
verdad, le decía. Luego se besaban. Yo le debo mucho a Claudia, pues ella fue
llamaban por teléfono para darle la enhorabuena. Qué feliz era él. ¡Y yo más! Con
marido Gelo, gran pescador, por cierto. Y seguí pululando. Me sentía abrazada
por doquier. Fue mi época dorada, sin duda. Pero arribaron los malos tiempos
para mi creador. Yo no pedía nada más. Sé que a muchas las imprimen miles de
ISBN (el número estándar que nos dan), etcétera, etcétera… ¡pero eso a mí no
153
Duré, pero yo soy feliz como soy, viendo sonreír a mi creador y a los suyos.
Cuánto daría por poder decirle que estoy orgullosa de él, que no se preocupe de
elegir un ganador. Y somos muchas las candidatas. Pase lo que pase, yo confío
Postdata: ¡Madre mía qué contenta estoy!, ¡¡¡¡voy a tener una hermanita!!!!
hermanita comienza así: “La verdad se halla siempre muy cerca, pero solamente
Tras el desayuno, besé a Biddu y Usha y descendí entre las rocas hasta
inspiraba fuertemente y flotaba. Me dejaba llevar. Mi resaca era mucho mayor que
la del Mármara. Nuestro plan había fracasado. Peor que eso. El mando a
154
distancia de Yasser funcionó correctamente y los combat surgieron imponentes
de sus caparazones. Hasta ahí todo correcto. Pero jamás nos hubiésemos
Ellos los asesinaron. Todo para vender la noticia en los medios como un atentado
Sumac, como tantos y tantos compañeros del resto del mundo. Cuando la tristeza
se apodera del odio no hay lugar para la venganza. Quizá con el tiempo. Lostruth
nombre, tantas otras veces salpicado por sus embustes. Tras su abyecto crimen,
Louise no se despegaba de él. Ernesto hacía lo propio con Emma, cuyo rostro
semejaba una lágrima seca. Incluso, el grandullón de John Ridenhour (el principal
ejecutor del atentado, según ellos) lloró durante alguna comida, ante todos
nosotros. Los fríos semblantes de Thomas e Isaac parecían derretirse por dentro.
Biddu y Usha nos ofrecían continuamente té, café y pastas, haciendo lo posible
por esbozar una sonrisa con la que dulcificar nuestro pesar. A mí me acompañaba
155
despensa y me asediaron con discursos paternalistas. Nada que decirles.
Asentía. Les prometí que intentaría dejarlo. Emma me insinuó que me cobijase en
los libros y me acercó uno: Los justos, de Albert Camus. Se trataba de una obra
de teatro muy corta. Me propuse leerla esa misma noche. Sin raki.
aunque no podía provenir de nadie más. Justo la noche anterior había soñado con
ella. Pues bien, Claudia me envió Ariadna, mi novela. Adjuntaba la siguiente carta
mecanografiada:
“Querido Adrián:
visto tu cara en la televisión miles de veces estos días, así como tu fotografía en
terrorista’, dicen. Yo hago todo lo posible por creerte, porque siempre has sido
una buena persona, incluso preso del alcohol. Me niego a pensar que seas capaz
de tan cruel atentado. Recuerdo tus palabras de Estambul. Según las noticias, los
árboles que explotaron cerca del Last Tree eran réplicas artificiales. Nadie creería
hoy que se trataba de los viejos árboles. Quiero pensar que así era, que la
piedrecita de ámbar que te envié sirvió para algo. Sin embargo, no hago otra
cosa que darle vueltas y vueltas al asunto en mi cabeza. Resulta todo tan irreal.
verdadera locura.
156
Zaragoza. No la hago constar en el sobre por si acaso. Escríbeme cuanto antes,
por favor. Quiero creerte. Explícame cómo ocurrió todo. Si el experimento dio sus
frutos. Dime que lo que había dentro de los wáteres de Nueva York eran árboles
favor.
Con cariño,
Claudia”.
No tuve tiempo para Los Justos de Camus, pero tampoco para el raki. La
157
silenciosas noches. La tristeza se reproduce por esporas. El Mar ronroneaba ahí
atravesando lentamente el Bósforo camino del Mar Negro más negro que nunca.
Medité. Soñé despierto que Claudia venía a vivir conmigo. Villa Sumac se había
instándome con sus ojos a arrancar el motor para salvar sus vidas. Súbitamente,
convertido en una utopía. Y sólo el término utopía resulta inalcanzable. Así nos lo
han hecho creer, estirando el adjetivo irrealizable hasta el infinito. Enviar la carta a
Claudia al día siguiente, eso era todo lo que me sentía capaz de hacer. Sin
158
Viernes, 18 de Junio de 2044.-
sorprendió mientras paseaba por el barrio. Serían las diez y media de la mañana.
Ocurrió de repente. Era algo así como una gran nube multicolor tapizando el
no tardaron en bajar para obtener un campo visual más amplio. Los vehículos se
hacíamos el gesto de coger algo en el aire. Aunque, realmente, ese algo era luz
sobre mis pasos hasta saborear todos los colores. Me detuve en el añil. Era lo
más hermoso que había visto en mi vida. Todos debíamos pensar lo mismo. La
ciudad quedó paralizada ante semejante obra de arte de la naturaleza. Tras unos
159
Pero lo que estaba ocurriendo no parecía tener nada de artificial. Temí que se
acabase enseguida, que fuese fruto de algún fugaz fenómeno óptico. El gentío
No puede haber nada más bonito en el mundo, dijo un vejete a mi lado, pero se
contacto con la multitud de bandas que dividían el espacio. Como si el gran arco
iris que era el cielo se estuviese licuando. El mundo al revés: se bajaba el telón y
daba comienzo la función. Las gotas eran muy gruesas, descendían lentamente,
chocaban por doquier y se deshacían como rellenas de pintura. Yo abrí las palmas
brazos abiertos con las palmas hacia arriba. La de suplicar perdón. Incluso vi a
más de uno arrodillarse. Llovía con más fuerza. A nadie le importaba. Resultaba
inimaginable que alguien se cubriese con un paraguas. Era como si Dios fuese el
media hora. Después, tan rápido como había comenzado, todo volvió a la
normalidad. El cielo se tornó azul mate y el Sol emergió sobrio, impasible, como
si nada extraño hubiese ocurrido. Nadie encontró una explicación científica para
160
Desde los siete años, cuando perdí por completo la visión, nunca me había
besé. Le dije que para mí era la mejor escritora del mundo. Palpé la sonrisa de
su cara. Era preciosa, larga y soleada como una playa de arena. Después ella
extinción, parecían hablar unas con otras, rememorando los viejos tiempos en que
siempre, tan rugosas, tan expresivas. Bajo sus enormes cejas, exhalaba una
mirada mordaz.
161
soliviantarme–, lo que han hecho es una atrocidad. Todo el mundo debería
saberlo.
Todos estamos muy enfadados. Pero cada vez es más difícil. Hoy en día,
Tendríamos que pensar más… algo se nos tiene que ocurrir. No podemos
volviese… me inyectaría fuerzas para seguir luchando. Me invadió una brutal sed
otro error. Ni Claudia, ni yo. A la altura de la torre Gálata, propuse dar media
vuelta hacia el muelle. Ernesto continuó con su arenga el resto del trayecto hasta
serio, no es tan difícil dejarlo. Sólo se trata de ser fuerte aquí arriba –y con
162
unas carantoñas y nos acercamos hacia Biddu y Usha, que nos miraban
nos sentamos con ellos a disfrutar de un delicioso çay (té turco). Al rato, nos
Pregunté por John. Louise contestó, con su mirada fija en la pantalla del
Liszt. Imaginé a los combat extasiados con el melancólico sonido del piano,
Emma nos informó que estaban reclutando muchísima gente para Alef 4.
Había como unos cincuenta folios. En cada folio, diez fichas. Éstas
cotilleando, por si conocía a alguien. Igual me encuentro con el Zar, cavilé, aunque,
probablemente, él habría pasado ya por allí; para entonces, sería un robot más,
insertado en la sociedad con esclava verde. Me quedé petrificado cuando creí ver
la foto de Claudia. Retrocedí varias páginas y, en efecto, era ella. A punto estuve
observaron, extrañados.
163
Tras unos segundos, recuperé el sentido. Le acerqué el folio donde se
adoptar una decisión ya. No sabíamos cuándo vendrían a por nosotros. Sin
embargo, era seguro que conocían nuestro escondite. Además, les había enviado
una ramita de combat y un bote con antídotos. Lo tenían todo. Yo no hablé. No era
por mi culpa, para recoger mi caja de habanos. No probé bocado. Todos mis
164
resto, lo mismo. Toda aquella buena gente quedaría a la deriva por mi culpa.
susurró:
pollo humeante. Isaac dictaminó que deberíamos largarnos cuanto antes. El resto
nórdica:
Observaba a mis compañeros. Los únicos que comían eran Biddu y Usha.
Los que más me afligían. Todos se habían hecho a la idea excepto yo. Me negaba
a aceptar la nueva situación, por mí provocada. Omi pululaba inquieto por toda la
165
allí mi presencia, junto con las consecuencias de mi acto. Desaparecer, en una
palabra. Sin mí, aquello derivaría en una plácida cena familiar. Yo la estaba
crucé con una tierna mirada de Usha que me partió el alma. Thomas e Isaac,
John consultó mi opinión. ¿Qué iba a decir yo? Suspiré como respuesta.
ahí adentro, insinuó Ernesto, irguiéndose. Quedaron solos en la sala de estar los
sentaron por última vez en la mesa camilla para saborear su tacita de kahve. En
166
gigantescos trofeos. El hidroavión se convertiría en nuestra particular Arca de
novela, porque no la sentía mía; había formado parte de su vil engaño y estaba
fletar una zódiac para acercar a los hermanos a tierra. Ellos fueron los últimos en
167
¿Qué haces, Lev?, ¿escribes?
hombre, que todo va a salir bien. Anímate y quítate esa maldita culpa de
encima.
Claro, claro…
Todavía nos queda un largo viaje hasta Bautino… No había oído el nombre
Según han dicho, está en Kazakhstan, a orillas del Mar Caspio. Al fin y al
cabo, aquí comienza otra etapa de nuestras vidas… Seguro que en poco
Ya… Ojalá.
Tras esta breve conversación que mantuve con él, Lev Kaliayev, Adrián
su diario, es decir, el libro que ahora estáis terminando de leer. Lev miraba
168
mano, a su lado. No lloraba, pero su cara estaba descompuesta por el dolor.
noche lo acogió para siempre. Nada pudimos hacer, sino seguir hacia nuestro
sombra, antes que la nada. Hay mucho por lo que luchar, siempre lo hay, pero ya
Cuando ambas llegan a su punto álgido, se rozan levemente y todo estalla. El odio
noche fluye y confluye en armonía. Una puerta es una elección. Donde no hay
puertas, sólo hay muerte. Una puerta siempre está viva, aunque te encamine a la
muerte. Alégrate de poder elegir. Alégrate de estar vivo. Alégrate de estar triste.
Entristece tu alegría hasta hacerla llorar. La muerte te permite llorar como, cuando
porque no tiene nada que ofrecer. El recuerdo siempre resulta demasiado breve.
169
Cerrad los ojos y abridlos ahí adentro. ¿Qué veis? Oscuridad infinita. Muerte.
Cread vuestra propia luz. No hay límites ni reglas. Ahí se encuentra la felicidad. La
vuestra. El amanecer del crepúsculo. El Mar que baña el Cielo bajo el Sol.
Lágrimas riegan sonrisas. Los ojos son eternos manantiales. De ahí que la boca
intente acercarse hasta ellos cuando sonríe. Llorad en vida, cuanto más, mejor,
Postdata:
170
Papá, Mamá, Hermano. Allá voy.
171