Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
4
Gen 31,19: Como Labán estaba ausente, esquilando sus ovejas,
Raquel se adueñó de los ídolos familiares que pertenecían a su
padre.
Vemos como Raquel, esposa de Jacob, le roba los ídolos a su padre
Labán. Y leemos en:
5
Y así es como Israel fue comprendiendo que Yahveh era el único
Dios de todos los pueblos. Así, el peligro de creer que se adoraba a
dioses extraños, empezó a desaparecer.
Hasta que llegó el tiempo en que el propio Dios, que se había
mantenido invisible hasta ese momento, percibió que la humanidad
estaba en una etapa madura, y decidió enviarle su propia imagen,
para que todos lo pudieran contemplar.
Y eso pasó. En la noche de Navidad, Dios mismo deseó acercarse a
los hombres mediante una figura, la de Jesús, para que lo vieran,
oyeran, tocaran, sintieran.
Así lo confirma más tarde San Pablo
6
Antes de finalizar, resolvamos una última cuestión. Si tomamos el
texto del Ex 20,1-17 que hemos visto al comienzo y lo leemos,
vamos a percatarnos de algo interesante. Allí no hay 10
mandamientos, sino 12 mandamientos. Entonces ¿de dónde surgió la
idea de que nosotros tenemos 10 mandamientos?
Surgió precisamente por esta cuestión que estamos desarrollando.
Cuando empezó el movimiento del cristianismo, en los primeros
siglos, comenzaron a hacer representaciones del mismo Cristo.
Pero los mandamientos que dio Dios a Moisés, en el segundo decía
que no había que hacer imágenes. Entonces, los primeros cristianos
cuando enumeraban los mandamientos, salteaban siempre el 2º (no
te harás otro dios) porque ya no tenía sentido y vigencia. Entonces,
quedaban 11 mandamientos. ¿Qué hicieron? A los dos últimos, lo
unieron en uno solo, y así quedó 10 mandamientos. ¿Y porque
juntarlo en 10 y no dejarlo en 11 si no había ya ningún problema?
Porque siempre era más fácil acordarse de 10, como contar con los
dedos de las manos y de esa manera era más fácil memorizarse los
10 mandamientos. Una gran idea, que se le ocurrió a San Agustín.
Los cristianos desde muy antiguo empezaron a hacer imágenes de
Cristo y representar escenas de su vida, ya que ayudaban al pueblo a
acercarse a Dios.
Entendieron el valor psicológico y pedagógico de las imágenes
como soporte de la oración. Con el tiempo, las imágenes se
convirtieron en la Biblia de los niños, de los que no sabían leer.
Hasta el mismo Martín Lutero, reconocía la importancia que tenían,
al decir que las imágenes son: “el evangelio de los pobres”.
Lutero intuyó muy bien lo que muchos protestantes no quieren aún
entender: que no se trata de adorar una imagen sino de adorar a Dios
7
mediante el estímulo que la imagen puede ofrecer. Cuando uno se
arrodilla ante una imagen y aun así cree que está malgastando la
adoración que debe darle sólo a Dios, es tener aún una mentalidad
primitiva. Seguir pensando que dentro de estas imágenes hay un
flujo de otras divinidades, es habernos quedado todavía en el
Antiguo Testamento. Y esto que les digo, es porque pasa en la
actualidad…
En fin, nunca podemos basarnos en la Biblia para prohibirlas, como
erróneamente hacen algunas sectas e iglesias. Lo que sí hay que
tener cuidado, es evitar toda superstición y errores que a veces se
cometen en el empleo que de ellas hacemos.
Cómo aquella vez en la que entraba en la iglesia alguien para rezarle
al santo de su devoción. Resulto que aquella vez la imagen no estaba
allí, pero si una réplica, y ante su pregunta, le dije: no está aquí, pero
puede rezarle a esta que es la misma (refiriéndome a una réplica), y
me contesto: “si, pero…la otra es más milagrosa”. Ellas no hacen
milagros, es Dios quien obra por la intercesión de tales santos
representados.
Cuantas veces entré a hogares donde tienen en un rincón un montón
de estampitas de todos los santos, habidos y por haber ¿y de
Jesucristo? Ninguna. Esos no son altares cristianos, sino altares
paganos porque divinizan a seres humanos olvidándose de quien es
realmente nuestro Dios y creador.
Queridos hermanos, evitemos el error que solemos cometer muchos
católicos, de cuando entramos a una iglesia, y como flechas que no
paran hasta su fin, nos dirigimos hacia las imágenes, olvidándonos
de la presencia real de Dios en el sagrario.