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Las Virtudes Humanas

Tercera Parte: Generalidades: La Virtud. Tipos de virtudes

La santidad es la identificación con Cristo en el cumplimiento amoroso de la voluntad de


Dios, mediante el ejercicio de las virtudes.

Las virtudes son hábitos buenos que nos llevan a hacer el bien. Podemos tenerlas desde
que nacimos o podemos adquirirlas después (hay que aclarar que toda virtud se adquiere
con la práctica; solo se dice que la podemos tener desde que nacemos en el sentido en que
nuestra misma naturaleza exige ser perfeccionada, y para ello están latentes, en espera
desde que nacemos, las virtudes que nos permitirán llegar a la plenitud de ser persona).
Son un medio muy eficaz para colaborar con Dios, pues implican que hemos decidido,
libre y voluntariamente, hacer el bien, es decir, cumplir con el plan de Dios. De este modo,
la persona no sólo hace el bien, sino que da lo mejor de sí misma, por amor a Dios.

El objetivo de una vida virtuosa es llegar a ser semejantes a Cristo, pero esto no quiere
decir que es mediante la práctica de la virtud, iremos eliminando nuestros defectos porque
creemos que no podemos tener tal falla o mala inclinación en nosotros. La virtud no es una
higiene moral por la cual limpio mi persona; de hecho nunca podré decir que yo no cometo
ahora el pecado. No se trata de limpiar mi persona (de hecho ya Cristo lo hizo en el
Bautismo), sino que se trata de crecer como personas, de madurar uno mismo, y así vivir a
la manera de Cristo. Podríamos decir que se destierra el mal, haciendo el bien.

Dice St. Tomás de Aquino que las virtudes son hábitos operativos, es decir, hay que
actuarlos (operativos = que implican acción). No se trata de tener buenas intenciones como:
"pensar que tengo que ser más ordenado", sino que hay que ser más ordenado (debo de ser
= el nivel deóntico). Nos hacemos justos practicando la justicia, generosos practicando la
generosidad, valientes practicando la valentía. De hecho, dijo una vez alguien que “el
infierno está lleno de intenciones”.

Ahora, la perfección de la que hablamos al comienzo, es un crecimiento armónico de


toda la personalidad, por eso al crecer en una virtud crecen las demás porque el ejercicio de
una virtud implica la práctica de otras. La laboriosidad exige ser ordenado, responsable, etc.
La paciencia implica la tolerancia, la aceptación, la flexibilidad, etc. Del mismo modo,
sucede al revés: si disminuimos en una virtud, lo estaremos haciendo en las demás.

Aristóteles define la virtud moral como una “disposición voluntaria adquirida (hábito)
dirigida por la razón y que consiste en el término medio entre dos vicios”. Ahora, es una
equivocación pensar que las expresiones “término medio o justo medio”, significa
mediocridad: algo así como la mitad de lo que es posible realizar.
Es por eso que Aristóteles distingue la idea del término medio respecto a nosotros, y la
idea del término medio respecto a las cosas. Ejemplo de este último caso: el 6 es el término
medio entre 2 y 10. Es un punto de vista puramente matemático.
En el caso del primero, el término medio del valor, es el medio entre la temeridad y la
cobardía; la templanza (medio entre la intemperancia o libertinaje y la insensibilidad); y así
con las demás; aunque no todas las virtudes tiene un término medio. Por ejemplo, la
veracidad; no es que uno pueda decir un poquito de mentira o una mentira piadosa; si dice
la verdad o s miente.
El término medio es lo que no sobra ni falta, sino en la disposición de mantener un
equilibrio en la acción. O en el caso del robo, no es que uno puede robar solo dos pesos,
que mil pesos; se roba o no se roba. Se realiza el homicidio, o no; se comete adulterio o no.
Por otra parte, para las virtudes teologales no se admiten tampoco los equilibrios: no se
puede creer, esperar o amar demasiado.

La felicidad, dice Aristóteles, no se expone como una virtud, sino como el resultado del
actuar éticamente, es decir, conforme a las virtudes.
De ahí que una obra virtuosa, fruto de hábitos operativos buenos, tengan las siguientes
notas distintivas:
a. Naturalidad y estabilidad en las acciones
b. Prontitud y perfección al realizar una obra
c. Agrado al realizar dicha acción

Dice el C.I.C. que la "La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite
a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus
fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a
través de acciones concretas" (Catecismo 1803).

Tipos de Virtud
Para adentrarnos más al estudio de las virtudes, hemos de decir que esta disposición
habitual y firme de hacer el bien (virtud) se la puede adquirir por la repetición de actos o
por un don de Dios. En este último caso ya estamos hablando de las virtudes teologales que
son infusas, es decir dada por Dios. Él nos las regala para que mediante ellas, las virtudes
humanas sean más fáciles de llevarlas a cabo. Y si bien son dadas por Dios al hombre, sin
que este haga esfuerzo por tenerlas, también se necesita del esfuerzo del hombre por
ponerlas en práctica. Por ejemplo, si no realizo un esfuerzo desde mi inteligencia por creer
en Dios (ya sea estudiando más sobre Dios, o estando más en comunión con ÉL mediante la
oración), que corresponde a la virtud de la fe, desde luego que no creceré en tal virtud.
El tema de las virtudes es complejo, porque se habla de virtudes teologales, de virtudes
cardinales, morales, incluso hay algunos que hablan de virtudes cristianas, etc., pero quizá
sin saber qué diferencia existe entre ellas. Aquí vamos a aclarar estas cuestiones.
En primer lugar hemos de decir que hay tres virtudes teologales, que son: fe, esperanza y
caridad. Estas virtudes son infundidas por Dios en el hombre, para que éste pueda dirigirse
a Dios. El hombre las recibe directamente de su Creador; por eso se llaman infusas.
En segundo lugar tenemos las virtudes llamadas morales naturales o humanas. Estas son
adquiridas por el hombre, es decir que el hombre puede esforzarse para desarrollar la virtud
más y mejor. La virtud no viene sola, sino que necesita del esfuerzo continuo de quien la
quiere practicar. Esta virtud adquirida difiere de la virtud infusa en que esta última ordena
al fin último, es decir a Dios, en cambio las virtudes adquirida se ordena a la persona
misma es decir a mejorar a la persona en su nivel natural.

Cabe destacar que algunos autores prefieren añadir otro tipo de virtudes que también son
infusas, pero que no tienen por objeto directo al mismo Dios sino que ordenan rectamente
los actos humanos al fin último sobrenatural, es decir que mejoran a la persona en cuanto
persona pero para en su relación con Dios. Y a estas virtudes las llaman: virtudes morales
sobrenaturales.

Entonces tenemos:
Virtudes Teologales: su fin último es Dios.
Virtudes morales naturales: su fin es la persona misma.
Virtudes morales sobrenaturales: su fin es la persona misma pero en relación con Dios.

Ahora, si hemos afirmado en un principio que “la santidad es la identificación con Cristo en
el cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios, mediante el ejercicio de las virtudes”,
entonces podemos entender que toda práctica de la virtud necesariamente me relaciona con
Dios. Por lo tanto, nuestro estudio que se va a desarrollar en torno a las virtudes naturales,
siempre se van a relacionar con la vida de Dios, es decir vivir a la manera de Dios.
Si bien no es tema a desarrollar ampliamente, porque nuestro estudio se abocará
directamente a la educación de las virtudes humanas, es importante aclarar brevemente los
tipos de virtudes que hay.

Virtudes humanas: son rectos comportamientos según la ley natural. Perfecciones


habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras
pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Se adquieren mediante el esfuerzo
humano. Ej. Lealtad, orden, diligencia, solidaridad, respeto, gratitud, etc. Las virtudes nos
son dadas por la naturaleza en cuanto a que estamos aptos (aptitud) para realizarlas, pero no
en cuanto a su realización, tal como dice Aristóteles.
Pero para alcanzar la salvación no bastan las virtudes humanas naturales, sino que es
necesaria la ayuda de Dios y la acción del Espíritu Santo (virtudes teologales, dones del
Espíritu Santo).

Virtudes teologales: son las que se reciben de Dios por su acción sobrenatural en el alma.
No son fruto del esfuerzo humano, sino que son virtudes infusas.
Fe: virtud teologal por la que creemos en Dios y en las verdades que El ha revelado, según
las enseñanzas de la Iglesia. Ha de ser custodiada (no ponerla en peligro), aumentada (por
la oración y los Sacramentos), defendida (salir al paso de los errores) y extendida
(propagarla a quienes desconocen el mensaje cristiano).
Esperanza: garantiza al cristiano la certeza de la salvación eterna y le concede la fortaleza
para mantenerse seguro en medio de las dificultades para alcanzarla. El cristiano confía no
apoyado en sus fuerzas, sino fiado en la ayuda de Dios.
Caridad: virtud teologal por la que se ama a Dios sobre todas las cosas y a los hombres por
amor a EL. Cuando Jesucristo dijo que tenemos que amar a nuestros enemigos, nos estaba
pidiendo que vivamos esta virtud. El corazón humano no es capaz de producir ese amor,
sino que es una pura donación gratuita de Dios.

Virtudes cardinales: son las virtudes humanas más importantes. Se llaman "cardinales"
porque son los ejes en torno a los cuales giran las demás. La palabra cardine en latín,
significa eje. Son: la prudencia, la fortaleza, la justicia y la templanza. Estas virtudes
cardinales aparecen enumeradas en Sab 8,7: templanza, prudencia, justicia y fortaleza.

Virtudes cristianas: Algunos autores agregan este tipo de virtudes. Son rectos
comportamientos según el ejemplo de Cristo en el Evangelio. Podríamos mencionar la
mansedumbre, la humildad, la paciencia, etc., según la manifestación clara que dio
Jesucristo de ellas. Por ejemplo cuando dijo una vez: “Sean mansos y humildes de
corazón".

Virtudes sociales: el término virtud social estrictamente no existe. Se usa ese adjetivo para
destacar el papel que juegan ciertas virtudes en facilitar el servicio a los demás, a la
sociedad. Por eso es que algunos hablan de virtudes sociales significando el conjunto de
virtudes que ayudan a cada persona a ser más señor de sí mismo para mejor servir a los
demás.

Todo lo que sea contrario a la virtud son malos hábitos, que llamamos vicios.

Hemos dicho que dentro de las virtudes morales naturales o humanas, hay cuatro que se
llaman virtudes cardinales, y que son: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.
En torno a ellas girarán todas las demás.
PRUDENCIA
Virtud que inclina a la persona (inteligencia) a distinguir lo que es bueno de lo que es malo
en un lugar y tiempo preciso. La raíz etimológica del Prudencia es procul videre: ver lejos
(Fernández Aguado, 2002).
San Agustín la llamó “la madre de todas las virtudes” porque sin ella sería imposible
engendrar las otras. Por ejemplo, si soy imprudente no podre llegar a ser generoso con una
persona que tiene dificultad para subir la bolsa al colectivo puesto que por mi entusiasmo
desmedido no mire el pozo que había en el camino, y ahora soy yo el que necesito ayuda. O
también no puedo ser amable si antes no distingo lo bueno de lo malo.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que: "La prudencia es la virtud que dispone la
razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios
rectos para realizarlo" (C.I.C. 1806)
La virtud de la prudencia, señala Castañeda (2003), nos ayuda a saber cuándo aplicar qué
virtud y en qué modo. Por ejemplo, un padre de familia tiene que determinar, ante una mala
acción de su hijo, cómo aplicarle la justicia en un caso concreto. Por ejemplo, si su hijo no
quiere comer, y no le obedece a su padre cuando este se lo pide, la prudencia le hará obrar
correctamente al decirle que debe de corregirlo en un lugar aparte y no delante de todos los
familiares, para que de este modo el niño aprenda a obedecer. O ante un banquete, un
comensal tiene que usar la prudencia para saber cuánto comer sin caer en el vicio de la
gula, o sea, cómo ejercer la virtud de la templanza.

Para ejercer la prudencia hay 8 partes integrales que son muy importantes. Cinco
pertenecen a lo intelectual y tres a la práctica. Solo mencionaremos las más necesarias.

Inteligencia: conocer el presente nos ayuda a discernir sobre lo bueno o malo, conveniente
e inconveniente. Tener un buen conocimiento de la realidad nos ayudará a decidirnos por el
bien, venciendo toda tentación de cobardía, injusticia e intemperancia.
Docilidad: saber pedir y aceptar consejo de personas que saben más. Nadie puede saber
todas las respuestas. Hay que tener docilidad y humildad para aceptar lo que nos dicen y
reconocer las propias capacidades y limitaciones.
Sagacidad: disposición para resolver los casos urgentes cuando no hay tiempo de pedir
consejo.
Circunspección: es tomar en consideración las circunstancias para juzgar según ellas, si es
conveniente o no hacer o decir algo. Hay ocasiones en que lo que se pretende es bueno y
conveniente, pero debido a las circunstancias, puede resultar negativo. Ej. Corregir a
alguien cuando hay personas ajenas presentes.
Cautela o Precaución: ante los impedimentos externos que pueden ser obstáculos para
conseguir lo que se pretende. Ej. Evitar la influencia de las malas compañías.
Cuando nuestros hijos empiecen tomar decisiones personales dentro de una zona limitada
de autonomía, necesitarán de la prudencia. Esto por lo general sucede en la adolescencia.
Cuando esto suceda tenemos que guiarlo para que sepa en qué cosas debe obedecer y pedir
consejo, y en cuales puede decidir libremente.

Es importante en estos momentos, el desarrollo de una serie de capacidades en los hijos:


• de buscar información, distinguiendo entre lo importante y lo secundario
• de analizar críticamente la información recibida y comprobar cualquier aspecto dudoso
• de reconocer qué información es necesaria en cada caso
• de recordar.

Un ejercicio que ayuda a nuestros hijos a desarrollar estas habilidades es la lectura, pues
implica un análisis mental, memoria, reconocimiento del tema principal y secundario. Se
dice que un buen libro es el mejor amigo de un niño. Fomentemos con nuestro ejemplo o
sugiriendo lecturas formativas para la familia.
Otro ejercicio útil es el análisis de programas de tv o anuncios, señalando los valores y
antivalores, que es lo que está bien y lo que está mal.
Educar en la prudencia es también permitir que asuma las consecuencias de sus errores,
no tratar de resolverles la vida, ya que esto traerá graves consecuencias en el futuro. Un
buen consejo oportuno es valioso.
Se notará que un hijo está desarrollando la virtud de la prudencia, porque pide consejo,
porque busca las fuentes adecuadas para documentarse, y porque a tal información la
discute con sus padres y otras personas, porque llega a ser una persona de criterio, y porque
actúa o deja de actuar después de considerar las consecuencias del acto para él y para los
demás.

Pecados contra la prudencia: La imprudencia que se divide en cuatro:


La precipitación que es actuar inconsiderada y precipitadamente, guiados por la pasión o
capricho. Por ejemplo, el hijo que se puso caprichoso por no dejarle ir al ciber, actúa de
modo inconsiderado cuando prende la TV a la hora de la siesta, o precipitadamente
cerrando la puerta con fuerza y despertando a los demás.
La inconsideración por la cual se desprecia o se descuida el atender las cosas necesarias.
Por ejemplo, el niño que está escuchando a su amigo que le está contando algo importante,
y aquél no le presta la debida atención por estar jugando con el celular.
La inconstancia que es abandonar los propósitos por motivos sin importancia. Por ejemplo,
dejar de estudiar para la prueba de mañana cuando los amigos le piden que vaya al club con
ellos.
La negligencia que supone la falta de interés por actuar eficazmente en lo que debe hacerse.
Por ejemplo, acudir a misa solo para cumplir con lo que me piden mis padres, para luego si
tener el permiso para ir al boliche. Cuando se refiere a algo pertinente a la salvación, el
pecado de negligencia es grave.
JUSTICIA
Es la constante y firme voluntad de dar a cada uno lo suyo. Consiste en la constante y firme
voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido. Esta virtud equilibra las relaciones
sociales. Precisamente ser justo significa reconocer al otro en cuanto a otro, que tiene
derecho a lo suyo; hacer el bien o el mal significa dar o retener lo que pertenece a otra
persona con la que estoy comprometida de alguna forma. Y como la Justicia se realiza en
función de los demás, es como no podemos desligarla de la caridad.
La religión, la define St. Tomas como una virtud de justicia dada a Dios, sentando de
esta manera que no se trata de un sentimiento en primer lugar como lo afirma el común de
las personas y tampoco una simple creencia en Dios (porque si no sería algo opinable y
subjetivo). La justicia a la que se refiere la religión es el agradecimiento que el hombre le
debe a su creador por los numerosos beneficios que recibe diariamente de él. Por ejemplo,
dar las gracias por un día más de vida, o por el aire por el cual vivimos, y por otras tantas
cosas que tenemos, y que a veces no olvidamos de agradecer.

En el caso de los niños pequeños, estos realizan en ocasiones, actos injustos porque no
los considera como tales. Pero en cuanto empiezan a razonar, reconocen la injusticia. Esto
es alrededor de los siete u ocho años.
Hacia los once años se da cuenta que lo justo no es necesariamente el trato igualitario,
sino más bien un trato de equidad, teniendo en cuenta la responsabilidad y las
circunstancias de cada persona.

¿Qué herramientas son útiles para la construcción de esta virtud?

De 7 a 9 años:
· Aprender a establecer un acuerdo con un hermano, padres, o un amigo y cumplirlo.
· Aceptar reglas, una vez conocidas y explicadas sencillamente.
· Respetar la propiedad ajena.
· Respetar las necesidades y derechos ajenos: las habitaciones de los hermanos, el silencio
en momentos de estudio, o en la siesta; llamar a la puerta antes de entrar; no interrumpir
conversaciones, etc.

De 9 a 13 años:
· Seguir insistiendo en actuaciones justas, explicando lo que es injusto pero más
ampliamente.
· Ayudarles a comprender los motivos para ser justos.
· Aclarar las diferentes condiciones y circunstancias de cada persona. Por ejemplo, no es
injusto el profesor que presta más atención a un compañero con una enfermedad, que a él.
· Enseñarles a rectificar lo dicho o hecho y por lo tanto, a reparar. Por ejemplo, si un niño
ha roto la ventana de su vecina con la pelota, y le dijo a su mamá que él no fue cuando la
vecina vino a reclamar, enseñarle a pedir perdón y así reparar el daño de la mentira, aunque
no sea materialmente. Esto último le da más alegría a la vecina (el que se acerco a pedirle
perdón) que el que no haya pagado la ventana.
· Fomentar su capacidad de reparar o rectificar ante el error, pedir perdón. Tiene que ver
con el ejemplo anterior.
· Ayudarles a reflexionar sobre la actuación adecuada, después de sufrir una injusticia de
otro. Esto es muy doloroso, pero tenemos que fomentar el perdón, no la venganza, pues a
quien más daña es a él mismo.
· Hablar de los demás con respeto, buscando lo positivo. Evitar el chisme y la calumnia.
· Devolver lo que nos prestan, en buenas condiciones.
· Hacerles ver las posibilidades que tiene los demás de realizar un acto bueno.
· Cumplir con las órdenes de los papás y otras autoridades.
· Evitar actos de injusticia, aunque sean pequeños y parezcan no tener importancia, pero
repetidos crean un ambiente en el que es difícil realizar actos positivamente (contar
pequeñas mentiras, entrar al cine cuando no tienen edad, tirar un papel a la calle cuando
nadie me ve, etc.).

Es importante ser justo con cada uno de nuestros hijos, de acuerdo a su condición y
circunstancias: edad, necesidades, estados de ánimo.

FORTALEZA
Es la virtud moral que, en medio de las dificultades, asegura la firmeza y la constancia en la
búsqueda del bien. Inclina a la persona a mantener el equilibrio en las situaciones más
desgraciadas o difícil en la vida.
El vocablo fortaleza deriva del latín fortis,e , que abarca tanto el concepto de fuerza
física como el de fortaleza o energía de ánimo. Así como por la primera el hombre supera y
rechaza los ataques corporales, por la segunda soporta las más grandes dificultades que se
oponen a la realización moral del bien según el orden de la razón. Capacita para ir hasta la
renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. Por eso dirá Pieper
(1998) que «no es tanto el mero vencer dificultades, como permitir obrar el bien cueste lo
que cueste».

Fernández Aguado establece tres relaciones básicas de la fortaleza que se vuelven


indispensables para la realización de la virtud:
Sabiduría y fortaleza: La fortaleza ha de buscar vencer los temores y la temeridad siguiendo
a la recta razón y no un impulso descontrolado. La sabiduría y la prudencia indicarán
cuándo habrá que actuar con fortaleza.
Fortaleza y paciencia: La fortaleza hace que el hombre se mantenga en el camino de llegar
a la meta; la paciencia contribuye con la fortaleza a sobrellevar los obstáculos y evitar un
estado de desánimo.
Fortaleza y valentía: La valentía se sitúa entre el miedo y la temeridad. Hay que saber
cuándo arriesgarse sin temor y cuándo retroceder, porque seguir sin temor conduce a un
riesgo innecesario.

Los tres vicios que se oponen a la Fortaleza son:


1. El temor. Se contrapone al valor que tenemos que tener para atacar (la injusticia, por
ejemplo). Cuántas veces, por el temor al rechazo social, al que dirán de los demás, los
jóvenes sienten vergüenza y así son incapaces de luchar por sus valores. Aquí entra también
la impaciencia, la inconstancia, la terquedad, la insensibilidad o dureza de juicio, la
ambición, la vanagloria, la presunción, la pusilanimidad.
2. La osadía. Cuando actuamos con osadía, no tenemos prudencia, no medimos el riesgo.
3. La indiferencia. Se adopta una actitud pasiva, cómoda o perezosa por no querer
reconocer el deber de mejorar uno mismo, o por no querer enterarse de las influencias
perjudiciales. Hoy en día es muy común lo que se llama “la ley del menor esfuerzo”, que
consiste en hacer algo pero sin esfuerzo. Por ejemplo, investigar una tarea, copiando toda la
información que hay en internet. Se evita ir a la biblioteca, y leer un libro. Se dice que la
pereza, que es madre de todos los vicios.

Por lo que debemos:


* Proporcionar a nuestros hijos posibilidades, no sólo para que hagan un esfuerzo, sino para
que aprendan a resistir.
* Estimularlos para que por su propia iniciativa, emprendan caminos de mejora que
supongan un esfuerzo continuado.
* Como padres, formarnos y superarnos continuamente, poniendo ejemplo de lucha diaria
por un ideal.

Qué importante es enseñarles a los hijos a esforzarse, a dominarse por lograr el bien; que
sepan reconocerlo a pesar de las influencias de su propio medio, a resistir las tentaciones y
a luchar por lo que quieren conseguir. Para ello, un ingrediente necesario para enseñarles la
fortaleza a los hijos, es la paciencia, que significa no perder la serenidad.

¿Qué podemos hacer como padres por nuestros hijos?


· Dejarlos luchar contra la frustración, no resolverles mágicamente sus problemas.
· Enseñarles a controlar sus impulsos.
· Retrasar los satisfactores inmediatos.
· Cumplir hasta el final con sus tareas asignadas.
· Practicar algún deporte.
· Enseñarles a decir que no ante un peligro.
· No decirles siempre que sí ni ceder a sus caprichos.
· Permitirles medir las consecuencias de sus actos.
· Evitar sobreprotegerlos.
· Permitirles la iniciativa.
· Educar en la perseverancia, de hábitos y de actividades.

TEMPLANZA
Es la virtud que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los
bienes creados. Cuando decimos moderar nos referimos a controlar, no a reducir la
cantidad. No hay templanza en emborracharse sólo una vez cada tres meses, y luego decir
“yo soy templado”, sino en saborear el alcohol sin perder el dominio sobre sí mismo.
Nos capacita para controlar y canalizar correctamente nuestros apetitos y tendencias que
tienen que ver con la comida, la bebida y la sexualidad. Todas estas cosas son buenas, pero
si las dejamos que nos controlen nos llevan al desastre.
Durante la vida se nos presentara muchas ocasiones para disfrutar distintos placeres, pero
aquellos que se excedan pueden caer en los siguientes vicios:

• Pereza = exceso del placer del descanso.


• Gula = Exceso en el placer de las comidas.
• Lujuria = exceso en los placeres sexuales.
• Soberbia = exceso en el placer de creerse mejor o superior a todos. Los autores tomistas
están de acuerdo que la soberbia es el peor de los vicios porque afecta a la inteligencia que
es la facultad que ilumina lo que es la verdad; al obnubilar la inteligencia conduce a la
persona a cometer grandes errores. La virtud que combate este vicio es la prudencia y la
humildad. La soberbia es tan persistente que un autor cristiano llego a decir
metafóricamente que "muere diez minuto después del cuerpo" es decir que esta incrustada.
• Envidia = exceso en el placer exagerado del bienestar ajeno; este vicio puede estar
relacionado además con el deseo malicioso de ver a los privados de ese bienestar y también
con el reproche excesivo hacia uno mismo de verse privado del bienestar de los otros. Una
de las pautas para detectar este vicio es la falta de alegría en ver en los demás el progreso.
• Ira = es el exceso y la falta de contención de aquellas experiencias negativas que son
desplazadas voluntariamente hacia el mundo externo o interno del individuo.
• Avaricia = exceso en el placer de acumular bienes y no compartirlo con los demás. El que
posee este vicio llegan a veces al extremo de ni siquiera disfrutar de los bienes que posee.
• Vanidad = es el exceso de atención en los detalles vanos. Observamos que este vicio lleva
al sujeto a desvalorizar los elementos esenciales de la vida. Comúnmente se lo confunde
con el narcisismo que es un exceso en el amor y cuidado hacia la persona misma hasta tal
punto de creerse la más bella. Un efecto del narcisismo es la anorexia.
La templanza regula en y medie las tendencias naturales del hombre. Así, aparece como
castidad, sobriedad, humildad y la mansedumbre; en contra de la lujuria, el desenfreno, la
soberbia o la cólera.
La castidad modera el instinto sexual por medio de un orden dictado por la razón.
La sobriedad distingue entre lo razonable y lo inmoderado en cuanto al uso del dinero,
del tiempo y del esfuerzo, de acuerdo con criterios rectos y verdaderos. Se consigue un
autodominio.
La humildad implica reconocer nuestros propios límites, aceptar una realidad primaria y
definitiva, aceptar la condición del hombre de "ser creado", y por ello a no confiar en
nuestras propias fuerzas, sino en la fuerza de Dios.

La ideología del mundo de hoy nos pone, y sobre todo a los jóvenes, una gran cantidad de
estímulos en pro de la satisfacción de sus deseos, ya sea vía placer o consumismo. Suele
tomar frases como:
· "¿Qué hay de malo en pasarla bien?"
· "Si yo trabajo, porqué no gastar mi tiempo y dinero como quiero... "
· "Cuando me divierto, no le hago daño a nadie... "
· "La moda es... "

La sociedad de consumo hace difícil distinguir entre lo necesario y lo superfluo y nos


crea necesidades.
El hombre sobrio no se engaña, disfruta de lo que tiene pero no se ata a ello. Controla sus
pasiones sin permitir que sus caprichos lo controlen a él.
Si se entiende al trabajo únicamente como una manera de ganar dinero, es probable que
la finalidad del tiempo libre sea gastarlo. De ahí la revalorización que debemos hacer no
sólo del trabajo, sino del uso de nuestro tiempo.

¿Cómo educar esa sobriedad? Enseñándoles:


1. A valorar lo que poseen y lo que pueden poseer.
2. A dominar sus caprichos con alegría.
3. A reflexionar el porqué de sus gastos.
4. Que nuestros reconocimientos a nuestros logros no sean materiales.

Bibliografía:
 CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA. 1993
 R.SIMON, Moral. Barcelona 1968
 ARISTÓTELES, Ética a Nicomaco, México 1961.
 JULIO RAÚL MENDEZ, Teología Moral Fundamental, apuntes de clase, 2008.
 O. F. BOLLONOW, Esencia y cambios de las virtudes. Madrid.1960
 G. GAY, De la vida y de las virtudes antiguas. Madrid 1937
 J. PIEPER, Justicia y Fortaleza. Madrid 1961
 DAVID ISAAC, La Educación de las Virtudes Humanas, EUNSA, España, 1996.
 M. A, JANVIER, La virtud de la Fortaleza. Turín 1938
 Otros apuntes: “virtudes en general”, “la virtud según los griegos”.

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