Está en la página 1de 1

SUSCRIBIRSE

VIAJAR CON EL
ARTE
de Sira Gadea

Publicado por Sira Gadea · enero 25, 2016

EL INTERIOR DE LA CATEDRAL
DE LEÓN, LA PULCHRA LEONINA

La catedral de León, ciudad con sede
episcopal desde mediados del siglo IX
gracias a Ordoño II, es una de las más
espectaculares catedrales góticas,
declarada Monumento Nacional, primera
declaración de este tipo en España, en
1844. Ya nos hemos recreado en
su historia y sus fachadas y ahora me
detendré en su maravilloso interior.

Catedral de León
De planta muy similar a la de Reims
aunque de menor tamaño, presenta cuerpo
de tres naves, la central casi dos veces
y media más alta que las laterales, de
cinco tramos, transepto también de tres
naves y cinco tramos, ábside de tres
naves de dos tramos con capillas
laterales y girola con capillas
radiales.

Planta de la catedral de León. IPCE. Las


indicaciones son mías

Las naves están separadas por arcos


formeros apuntados con arquivoltas que
apoyan sobre columnas adosadas a pilares
cilíndricos que también recogen los
arcos fajones y los nervios de las
bóvedas, que al no estar interrumpidos
por capiteles, marcan todavía más la
acusada verticalidad del templo. Por
encima de los arcos se sitúa un triforio
con vanos lanceolados y muro con
ventanas con vidrieras, el claristorio
de grandes ventanales también con
vidrieras y unas cubiertas de sencilla
crucería cuatripartita. Las naves
laterales también cuentan con grandes
vanos con vidrieras.

Desarrollo en alzado, con los arcos apuntados


que separan la nave central de
las laterales, el triforio y el claristorio

Crucería cuatripartita de la nave central

Las vidrieras de la catedral de León


forman uno de los conjuntos medievales
más importante y mejor conservado del
mundo, aunque no hay que olvidar que
están muy restauradas, perteneciendo a
tres etapas distintas. Las de origen
gótico se fechan entre los siglos XIII y
XV y ocupan, sobre todo, la parte alta,
realizadas con pequeños trozos de
cristal compuestos y emplomados. También
hay un grupo de vidrieras renacentistas,
de la primera mitad del siglo XVI,
ubicadas en algunas capillas de la
girola y en la capilla de Santiago,
caracterizadas porque, verdaderamente,
son pintura sobre vidrio.

Finalmente están las vidrieras


neogóticas de fines del siglo XIX,
realizadas por Juan Bautista Lázaro, con
un trabajo tan exquisito que son
difíciles de distinguir a simple vista
de las originales porque siguieron
técnicas constructivas medievales, con
una ingente labor que consistió en la
restauración de todo el conjunto y en la
recuperación del rosetón sur, el
triforio y la parte baja de los
ventanales de las naves laterales, que
entre los siglos XV y XVI ya se habían
tapiado buscando solucionar los
problemas estructurales del templo. De
todos modos, en estas restauraciones
también se utilizaron de forma
arbitraria unas partes para completar
otras, algunas se cambiaron de sitio
tergiversando la lectura iconográfica y
otras se rehicieron.

Vidrieras del presbiterio

Haciendo un esfuerzo para la correcta


lectura del programa iconográfico
original del cuerpo del templo, se
considera que se idearon de forma
tripartita en función del pensamiento
medieval. Así, con una intención
ascendente, los ventanales de las naves
laterales, los más cercanos al suelo,
muestran decoración vegetal por la parte
más baja y alegorías de vicios y
virtudes del hombre y las tareas
agrícolas por la parte superior, en el
triforio se ubican los símbolos de las
instituciones de poder, con escudos
civiles, nobiliarios y eclesiásticos, y
las grandes vidrieras del claristorio
están protagonizadas por escenas
bíblicas como representación del mundo
celestial, con figuras monumentales
cobijadas bajo arquitecturas góticas.

La temática tiene en cuenta la distinta


luminosidad que dan los lados norte y
sur. Así, hacia el norte, con menos luz,
los tonos son más fríos y se centran en
el antiguo Testamento, cuando todavía no
había llegado el Mesías, mientras las
vidrieras del sur son más luminosas, con
colores más cálidos y muestran escenas
del Nuevo Testamento.

Vidrieras de la fachada norte

En el quinto ventanal del claristorio de


la Epístola hay una vidriera conocida
como “La cacería” porque representa a
jinetes y hombres armados que parecen
dispuestos para la caza, aparente
temática ajena a los santos y profetas
del resto, de ahí que en el siglo XIX
Juan Bautista Lázaro defendiera que esta
vidriera se trasladó desde el palacio
real, considerándola obra civil. Pero
posteriores interpretaciones parecen
indicar que serían las representaciones
del trivium y el quadrivium junto a
Carlomagno y a Alfonso X el Sabio, en
relación con un vano cegado en la
antigua capilla de Saint-Charles en la
que se muestra el gran interés que el
emperador manifestó por las artes
liberales y que en León buscaría mostrar
las aspiraciones imperiales de Alfonso X
haciendo un paralelo con Carlomagno.

Otra vidriera de temática profana es la


de “Simón el Mago”, protagonizada por la
alquimia, ciencia medieval muy
prestigiosa y que también se relacionaba
con el arte de la construcción de
catedrales.

El rosetón de la fachada occidental


occidental,
por donde se pone el sol, en referencia
al Juicio Final de la portada central de
esta fachada, se fecha a fines del siglo
XIII, aunque con una importante
restauración a fines del XIX. Está
protagonizado por una Virgen con el Niño
central rodeada de doce ángeles tocando
las trompetas y motivos ornamentales.

Rosetón de la fachada occidental

El crucero también tiene bóveda


cuatripartita gótica pero construida a
fines del siglo XIX para sustituir a una
cúpula barroca añadida en el XVII. En
los pilares que abren al ábside se
ubican las esculturas de San Gabriel y
la Virgen, formando una Anunciación, y
en los de las naves están las de un
obispo y un rey.

Cubiertas de crucería sencilla del crucero


realizadas a fines del siglo XIX

El rosetón del transepto del


Evangelio es también del siglo XIII
aunque con añadidos en el siglo XV, y
muestra a Cristo rodeado de doce rayos
de luz y de doce reyes del Antiguo
Testamento tocando instrumentos de
cuerda.

Triforio y rosetón del transepto del Evangelio

En este transepto del Evangelio está el


sepulcro del obispo Martín
Rodríguez “el Zamorano”
Zamorano”, fallecido en
1242. Copia el modelo del sepulcro de
don Rodrigo en la Capilla del Carmen
pero lo supera, convertido en obra
maestra de la escultura funeraria y
atribuido al Maestro de la Virgen Blanca
del parteluz de la portada central de la
fachada occidental. Lo mismo que su
referente, se conforma mediante
arcosolio de medio punto polilobulado
con decoración vegetal y angélica que
aloja un sarcófago con frontal en el que
los criados del finado reparten
alimentos a los pobres, yacente rodeado
de clérigos oficiando el funeral y un
grupo de “plañideras” y tímpano con un
Calvario, aunque este último está muy
deteriorado y sólo se conserva la figura
de san Juan.

Sepulcro del obispo Martín Rodríguez "el


Zamorano"

Detalle del sarcófago, con el yacente y la


escena de reparto de alimentos a los pobres

En este mismo transepto del Evangelio


hay una pintura colosal de San
Cristóbal y debajo se conserva un
sepulcro que albergó las cenizas de
san Alvito
Alvito, que fueron traídas a León
junto con las de san Isidoro por orden
de Fernando I en el siglo XI.

Pintura colosal de san Cristóbal y sepulcro de


san Alvito

Este transepto también acoge un


magnífico retablo gótico de fines del
siglo XV procedente de Quintanilla del
Olmo dedicado a san Babilés, patrón de
esa localidad zamorana, compuesto por
banco y tres cuerpos de siete calles que
alojan una escultura central de la
Virgen con el Niño, procedente de la
capilla de los Betanzos del claustro, y
tablas con ocho apóstoles, la Vida de
san Babilés y otras escenas relacionadas
con la Pasión de Cristo, Santiago o san
Roque.

Retablo de Quintanilla del Olmo

El rosetón del transepto de la


Epístola es una reconstrucción de fines
del siglo XIX tomando como referente el
del transepto norte, justo enfrente,
pero en vez de representar a Cristo,
cuenta con una Coronación de la Virgen
rodeada de símbolos marianos procedentes
de las Letanías.

Triforio y rosetón del transepto de la Epístola

En el testero occidental de este


transepto se ubica el conocido como
sepulcro del obispo Martín III
Fernández
Fernández, iniciador de la catedral
gótica, aunque otros autores defienden
que sería el de su antecesor, el obispo
Munio Álvarez. Atribuido también al
Maestro de la Virgen Blanca, se organiza
mediante tres arcos apuntados que
cobijan un yacente sobre un sarcófago,
este último muy deteriorado. Lo mismo
que en el sepulcro de don Rodrigo,
presenta las escenas de las exequias y
el Calvario pero añade otras de la
Infancia de Cristo y de la Pasión junto
a una de carácter hagiográfico
protagonizada por san Martín repartiendo
su capa, patrón del finado.

Sepulcro del obispo Martín III Fernández

El gran desarrollo del altar mayor


en la catedral de León se debe a que se
dividió en dos partes, el presbiterio
en la parte circular y un coro
coro, lugar
reservado para los canónigos para las
obligaciones que conllevaba su vida
reglada, fundamentalmente el rezo
comunitario en las horas canónicas,
ubicado en sus dos primeros
intercolumnios, en una alteración de la
disposición tradicional, heredera de la
scola cantorum en las basílicas
paleocristianas, en los últimos tramos
de la nave central, justo antes del
crucero, de las iglesias cluniacenses y
cistercienses, que dio lugar a un ámbito
autónomo e independiente en la propia
cabecera, una especie de iglesia
capitular dentro de la catedral, lo
mismo que también tuvieron las
catedrales de Ávila, Burgos, Cuenca,
París, Reims o Amiens.

El acceso a este coro se realizaba desde


el crucero y para entrar en el
presbiterio se utilizaba una solemne
portada que comunicaba con la girola por
el lado de la Epístola, y desde ahí con
la sacristía, la llamada Puerta del
cardo
cardo, obra de Juan de Badajoz el
Viejo, conformada mediante arco triunfal
rebajado culminado por tres arcos
conopiales entrecruzados con otro de
medio punto, todo ello cubierto de una
profusa decoración vegetal de cardinas,
florones, hojarasca… mezclada con
animales fantásticos y escudos.

Detalle de la Puerta del Cardo

Su traslado a los últimos tramos de la


nave central antes del crucero fue muy
tardío, con una historia que merece un
artículo aparte que he titulado Las
vicisitudes del coro en la catedral
de León y que publicaré próximamente.

En pendant con la Puerta del cardo, en


el lado del Evangelio estuvo otra puerta
solemne de acceso al presbítero, hoy
ocupada por el altar de san Alvito
Alvito,
mandado construir por el obispo Pedro
Manuel en 1527 a Juan de Badajoz el
Mozo, con arco de triunfo de medio punto
decorado con relieves de la Virgen, el
Entierro de Cristo, la Anástasis y la
Resurrección en su intradós y flanqueado
por columnas decoradas con pámpanos que
arrancan del dios Baco, tumbado en la
parte inferior, que soportan un
entablamento sobre el que se ubica una
urna con las cenizas del santo.

Trascoro de la catedral de León

El altar mayor contó con un retablo


gótico que fue desarmado y con sus
tablas dispersas en distintas parroquias
de la diócesis. Realizado por Nicolás
Francés a mediados del siglo XV,
ocupaba los cinco intercolumnios
centrales del presbiterio, compuesto de
cinco calles y cuatro cuerpos, salvo en
la calle central, que sólo tenía tres
para cobijar un camarín de la Virgen,
con dieciocho tablas grandes dedicadas a
la Vida de la Virgen, la Vida de San
Froilán, el Traslado del cuerpo de san
Isidoro a León por san Alvito y el
Martirio y el traslado a Compostela de
Santiago, y otras veintidós más pequeñas
en las entrecalles.

Hay autores que afirman que el retablo


se completaba con una pintura mural, hoy
perdida, del Juicio Final en la bóveda,
también de Francés, realizado a
semejanza del de Nicolás Florentino
sobre el Retablo Mayor de la
Catedral Vieja de Salamanca
Salamanca, aunque
hay otros que, basándose en
declaraciones de Demetrio de los Ríos
durante las labores de restauración que
realizó en la catedral a fines del siglo
XIX, afirman que el Juicio Final de
Francés ocupaba la contrafachada de la
catedral.

A mediados del siglo XVIII este


magnífico ejemplar fue sustituido por
otro nuevo de Narciso Tomé
Tomé, el autor
del Transparente de la catedral de
Toledo, y su primo Simón Gavilán Tomé
Tomé,
y que con las restauraciones de fines
del siglo XIX, buscando recuperar la
pureza gótica del templo, también se
retiró, hoy en la iglesia de los
Capuchinos.

También podría gustarte