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Arqueología Procesual
Arqueología Procesual
Sin embargo el verdadero impulso de la arqueología procesual vino diez años más tarde
de la mano de dos investigadores, el estadounidense Lewis Binford y el británico David
L. Clarke. Aunque la Arqueología procesual ha tenido una gran influencia en todo el
mundo, su desarrollo partió de los Estados Unidos en los años 60 y 70, habiendo recibido
un importante impulso por parte de muchos arqueólogos latinoamericanos y británicos.
La filosofía procesual era una reacción contra la arqueología prehistórica europea, cuya
base era fundamentalmente la Historia de la cultura, sobre todo de la cultura material. En
palabras de David L Clarke, la arqueología europea historicista era:
«…una ciencia empírica e indisciplinada carente de un esquema de trabajo sistemático y ordenado basado
en modelos y reglas de procedimiento claramente definidos y manifiestos; carecer, además de un cuerpo
teórico central capa de sistematizar las regularidades implícitas en sus datos de tal manera que los
residuos excepcionales que distinguen cada paso puedan ser fácilmente aislados y fácilmente valorados»
En opinión de los miembros de esta escuela, la arqueología europea era un caos y sus
practicantes se limitaban a una labor empírica, descriptiva y taxonómica, científicamente
desfasada y excesivamente ligada a la cronología estratigráfica. Los viejos arqueólogos no
recurrían al método científico, sino que se basaban en una amplia formación humanística,
diletante, sin objetivos concretos, y, por lo tanto, ajenos al Método científico. Los
arqueólogos procesuales achacan a los prehistoriadores europeos que, en lugar de
contrastar hipótesis científicas, tengan una fe ciega en las afirmaciones especulativas de
grandes figuras de prestigio y en los hallazgos de los yacimientos estelares.
Sin embargo, a los arqueólogos procesuales partían casi de cero, y les costó bastante
tiempo establecer unas pautas científicas aplicables a su campo de estudio; para
conseguirlo tomaron como modelo el Positivismo lógico del filósofo alemán Carl
Hempel, incluido en el círculo de Viena y la Filosofía analítica anglosajona. Además,
como se indica más arriba, toman muchas de las técnicas de campo de la Antropología
Cultural para reconstruir la vida en el pasado. Según Lewis Binford la etnografía
comparada es imprescindible para facilitar la comprensión del contexto arqueológico.
Los arqueólogos procesuales defienden que toda investigación arqueológica debe partir
de una idea previa que dirija toda la investigación. A partir de ella, se aplica el método
científico hipotético-deductivo. La validación de hipótesis se sustituye por la deducción y
el contraste comparando con grupos (primitivos actuales, o no) para establecer analogías,
comparaciones. Si se confirman se puede decir que el fenómeno trasciende y, así, pasar
de lo particular a lo general. Siguiendo a Hempel, esta validación tenía como objetivo
una aproximación científica a la cultura de carácter general (opuesta al particularismo
positivista e «histórico» de los prehistoriadores europeos) y a partir de ahí encontrar las
leyes del comportamiento humano que, forzosamente, no eran rígidas, como en otras
ciencias, sino probabilísticas.
A pesar de todo, como seguidores de las escuelas filosóficas arriba mencionadas, los
procesualistas soslayan el problema de la verificabilidad de sus hipótesis. Después crear
cuadros de referencia admirables, desde el punto de vista de la arqueología tradicional, se
estancan en el «principio de verificación». Es decir, se exigen a sí mismos la
verificabilidad de sus hipótesis, pero no siempre cumplen, ya que este principio sólo
exige que las hipótesis tengan significado cognoscitivo, pero no obliga a una
contrastación empírica. Si, a pesar de todo, la contrastación se lleva a cabo, tanto mejor,
pero es un paso no obligatorio. De hecho, tanto el Círculo de Viena como Wittgenstein
(que, aunque profesor de Cambridge, era austriaco emigrado por causas políticas), habían
señalado que las grandes teorías, aun siendo adecuadas, no podían verficarse si no se
descomponían en proposiciones más elementales («atómicas»): éstas fueron bautizadas
como «proposiciones protocolarias». Sobre ellas, como decimos, no se exigía una
verificación completa o concluyente, sino sólo lo que se denomina confirmación o, en su
defecto, traducibilidad. La «Traducibilidad» es usada en los casos en los que es imposible
observar los fenómenos directamente, entonces se extrapolan reglas de correspondencia
con otros fenómenos que sí son observables. En la arqueología la traducibilidad la
ofrecían los pueblos primitivos actuales. De este modo Binford desarrolló una brillante
fusión de este procedimiento con la Teoría del Nivel Medio, ya expuesta por el sociólogo
Robert K. Merton en la década de los 50, desarrollada para estudiar fenómenos sociales
en los que hay una enorme carencia de datos.
En este sentido, los arqueólogos procesuales tiene mucha fe en los modelos matemáticos
y, particularmente en la teoría de sistemas. De hecho, Clarke dedica varios de los
capítulos de su libro principal a adaptar esta teoría, con tanto detalle que, muchos de sus
colegas han quedado desconcertados ante lo que consideran una aplicación excesiva e
innecesaria a causa de su exposición poco familiar y oscurantista. Por ejemplo, Clarke
define la cultura humana como un sistema de subsistemas, a saber:
Este Sistema cultural humano no es cerrado, pues es afectado por otros sistemas
culturales vecinos y, sobre todo por el entorno ambiental, otro sistema de subsistemas con
el que se establece un equilibrio dinámico. Sin embargo el problema resulta difícilmente
resoluble pues, como diría Clarke, trabajamos con «Un sistema complejo totalmente
velado, salvo por un terminal de input y un terminal de output» (Op. cit. página 50).
Binford, en cambio, divide los sistemas culturales en tan sólo tres subsistemas: el
tecnológico, el sociológico y el ideológico; estos subsistemas sirven al grupo para
adaptarse al entorno y organizarse internamente. A continuación, expone una de sus ideas
más atrevidas: aunque sólo conservemos la cultura material de un yacimiento, es posible
reconstruir todos los subsistemas a partir de ésta, puesto que sus componentes pueden
cumplir diferentes papeles, relacionados con estos subsistemas. Así, hay objetos
exclusivamente funcionales, llamados por Binford «Tecnómicos» (acrónimo de técnico y
económico); otros que pueden ser elementos de prestigio, de protocolo o con alguna
función comunitaria, éstos serían los artefactos «sociotécnicos» (de social más técnico);
por último, estarían los objetos ceremoniales, relacionados con las creencias y la
psicología, son los artefactos «ideotécnicos» (de ideológicos y técnicos). Si el arqueólogo
es capaz de asignar el papel adecuado a cada uno de los elementos materiales conservados
en un yacimiento, podrá reconstruir todos los subsistemas del mismo. Esta reconstrucción
es una inferencia, por supuesto, que se inspira en datos antropológicos, por lo que
requiere una verificación científica posterior por medio de la traducibilidad (citada más
arriba).
Las dos figuras principales, que venimos mencionando continuamente, son el americano
Lewis Binford y David L. Clake. Pero hay arqueólogos que han conseguido importantes
logros científicos:
• Lewis Roberts Binford (1930-2011): arqueólogo estadounidense cuyo papel en
la arqueología procesual es más teórico que práctico, siendo el profesor de
numerosos discípulos de esta escuela. Sus aportaciones principales radican en la
construcción de una estrategia de aplicación del método hipotético-deductivo a la
arqueología, la comparación o traducibilidad etnográfica a través de la Teoría del
Nivel Medio, la importancia de determinismo natural y la visión atemporal de los
problemas. Binford es, además, conocido por su dogmatismo, su incapacidad para
aceptar las críticas (llegando a abandonar incluso algunos foros de discusión por
esta causa) y por su agrio enfrentamiento con François Bordes en la
interpretación de las diferentes facies del Musteriense. Otro debate con
Braidwood por el origen de Neolítico y con su propio discípulo Flannery por
cuestiones personales.