Está en la página 1de 659

PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA

luis felipe bate


C O N T E N I D O S

A manera de Introducción:
1. Arqueología Social Ameroibérica. 7
I. Temas generales de teoría y método.
2. Teorías y métodos en arqueología. ¿Criticar o proponer? 21
3. Notas sobre el materialismo histórico
en el proceso de investigación arqueológica. 33
4. “Del registro estático al pasado dinámico”:
entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 61
5. Teoría de la cultura y arqueología. 83
6. ¿Es la cultura el objeto de la antropología? 105
7. Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en arqueología. 111
8. Una nota sobre dialéctica en arqueología social. 123
II. Periodización histórica.
9. Sociedad concreta y periodización tridimensional. 141
10. El modo de producción cazador recolector
o la economía del “salvajismo”. 157
11. Sobre el modo de reproducción en sociedades pretribales.
Luis. F Bate y Alejandro Terrazas 189
12. Sociedades cazadoras recolectoras
y primeros asentamientos agrarios. 217
13. Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 253
14. Condiciones para el surgimientos de las sociedades clasistas iniciales. 311
III. Cazadores recolectores americanos.
15. Las sociedades cazadoras recolectoras pretribales. 329
o el “Paleolítico Superior” visto desde Sudamérica.
16. Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 387
17. ¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 411
18. Cazadores del trópico americano en México.
Luis F. Bate y Guillermo Acosta. 441
IV. Reseñas críticas.
19. Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América.
Luis F. Bate y Alejandro Terrazas 459
20. Arqueología, genética y lingüística:
sugerencias en torno al poblamiento americano.
Luis F. Bate y Alejandro Terrazas 493
21. Un fantasma recorre la arqueología (no sólo en Europa).
Luis F. Bate y Francisco Nocete 527
V. LA CUESTIÓN ÉTNICO NACIONAL.
22. Cultura, clases y cuestión étnico nacional. 553
23. Cultura, identidad e identificación 643
Nota previa.

Uno de los problemas actuales en la comunicación científica es la enorme dispersión de las


publicaciones .
En el caso de la difusión de la información empírica, los actuales sistemas de
evaluación académica, basada en criterios exclusivamente cuantitativos, han agravado el
problema al punto de hacer casi imposible la realización de obras de síntesis más allá del
nivel regional. Pues la “excelencia académica” ha dejado de ser una cualidad para
convertirse en una magnitud. De manera que los autores, generalmente un grupo de
autores dispuestos en diversas combinaciones, pueden atomizar la difusión de los
resultados de las investigaciones sobre un mismo sitio arqueológico en decenas de
articulitos distribuidos, si es posible, por todo el planeta: así se aseguran muchos puntos
que se traducirán en ingresos y financiamientos. De manera que la “excelencia” favorece la
miopía y mediocridad de gran parte de los trabajos. Y la posibilidad de reunir la
información empirica actualizada para una región amplia requeriría de enormes
presupuestos y un equipo de personal dedicado a su obtención. Lo cual resulta
prácticamente imposible para nuestras instituciones tercermundistas.
En el presente caso, afortunadamente no escribo mucho y acá me centro más bien en
proposiciones teórico metodológicas y sólo algunas de las hipótesis de integración de
información empírica para la explicación de procesos del pasado americano. Pero mis
artículos están igualmente dispersos en diversos lugares y momentos. Por lo que la
presente recopilación pretende disponibilizar algunas de las publicaciones mas
representativas de lo que, junto con las de varios otros colegas, ha ido conformando una
posición teórica orientada por una versión de la concepción materialista de la historia. Una
síntesis de la integración general de la temática arqueológica bajo esta posición teórica –la
“Arqueología Social Ameroibérica”- se encuentra en el texto “El proceso de investigación en
arqueología” [1998].
Acá se han reunido estos artículos en un orden estrictamente temático y no
cronológico. Ocurre también, en muchos casos, que el año de publicación puede estar
bastante desfasado de la fecha de su redacción Pero en cada artículo, la primera nota al pié
indica la referencia de la publicación o la instancia donde se ha expuesto.
Espero que esta recopilación sea de utilidad a los colegas y estudiantes interesados en
estos temas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 6
ARQUEOLOGÍA SOCIAL AMEROIBÉRICA

A la memoria de
Lenin Ortiz,
amigo, camarada y colega.

A. Breve historia.

1. La Arqueología Social. Puede decirse que esta posición comienza a configurarse a


principios de la década de los setenta, entre un grupo de colegas sudamericanos. Algunos de
los cuales fuimos acogidos en México, cuando las Juntas Criminales cerraron las academias
de ciencias sociales a todo lo que se sospechara de izquierdas.
Para la mayoría -que éramos pocos- se trataba de una búsqueda de coherencia entre el
compromiso político con la sociedad en que vivimos y nuestro quehacer profesional,
entendiendo a la arqueología como parte de las ciencias sociales.
Teníamos en común con otros arqueólogos el interés de orientar nuestras
investigaciones bajo un sistema conceptual de referencia, con el objetivo de encontrar
explicaciones de los procesos históricos. Es decir, de desarrollar una arqueología enfocada
teóricamente, buscando superar el empirismo miope que reducía la investigación al nivel de
las descripciones interminables, impuesto como "ciencia normal" por los enfoques
particularistas predominantes. En ese sentido, la referencia común era la obra de Vere
Gordon Childe.
Pero quienes confluimos en la conformación de este planteamiento, encontramos una
mejor orientación en distintas líneas del desarrollo de la teoría materialista de la historia. Sin
embargo, a pesar de los muy abundantes, complejos y diversos aportes y debates generados
en las diversas corrientes de pensamiento derivadas del marxismo, la distancia entre la teoría
disponible y la teoría necesaria para encauzar las particularidades del oficio de investigación


Comunicación presentada en el Tercer Congreso Ecuatoriano de Antropología y Arqueología, realizado en
Guayaquil, en octubre del 2008.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 8

social e histórica de la arqueología, era aún bastante grande. Por lo que se comenzó la tarea
de ensayar diversas propuestas en este sentido.
En esa época se producen los primeros textos, entre los cuales se cuentan Las
antiguas formaciones y modos de producción venezolanos [Sanoja y Vargas 1974], La
arqueología como ciencia social [Lumbreras 1974], Sociedad, formación económico social y
cultura [Bate 1978] o Marxismo y arqueología [Montané 1980].
2. La Arqueología Social Latinoamericana. Al iniciarse la década de los ochenta, debido a la
heterogeneidad de enfoques políticos, de intereses temáticos y a la desigual formación
teórica1, se presentaba una gran dispersión conceptual entre los diversos autores. Si bien
todos escribíamos y hablábamos desde "el" materialismo histórico, el contenido de los
conceptos que manejábamos era muy disímil y no pocas veces incompatible. Si se
conjuntaran y confrontaran los textos redactados hasta 1983, no sería posible dar una visión
coherente de todos esos planteamientos.
Entonces fue que se convocó a la primera reunión en Oaxtepec, México, con el
objetivo de argumentar nuestras diferencias. Y ocurrió lo que, si hubiera sido el propósito
explícito de la reunión, seguramente no habría ocurrido: se llegó a un consenso que permitió
una unificación conceptual básica. A dicho encuentro de 1983, siguieron las reuniones del
Cuzco (1984), Caracas (1985) y nuevamente en Oaxtepec, en 1986, conformándose lo que se
conoció como Grupo Oaxtepec. Y surgieron también varios grupos de discusión nacionales o
regionales, como el grupo Evenflo en México, 4 Ahau en Guatemala, el Cheverato en el
Caribe o Indea en Perú2.
Para entonces, buscando diferenciarla de las posiciones de Shanks y Tilley, se
comenzó a hablar de la Arqueología Social Latinoamericana.
A fines de la década, había ya un creciente número de autores generando una
producción abundante y temáticamente diversificada, incluyendo la propuesta de integración
publicada por Vargas [1989] bajo el título de Arqueología, ciencia y sociedad.
3. La Arqueología Social Iberoamericana. En la década de los noventa, el ámbito de interés
se extiende a la península ibérica y el desarrollo de las investigaciones es motivado de
manera importante gracias al recurso de la polémica y el debate. Se realizan entonces los
encuentros de Arqueología Social Iberoamericana, promovidos por los colegas Oswaldo
Arteaga y Francisco Nocete, bajo el auspicio de la Universidad Santa María de La Rábida. En
los que participaron cerca de un centenar de arqueólogos, no sólo de América Latina y de
España y Portugal, sino también norteamericanos, como Muse y McGuire.

1
Para principios de los setentas, antes de que el marxismo se pusiera de moda en los medios académicos, bajo
la influencia de Althusser, probablemente el único que poseía un conocimiento amplio del marxismo entre los
arqueólogos latinoamericanos era Julio Montané.
2
Donde hoy existe el grupo Runa, saludablemente crítico.
Arqueología Social Ameroibérica 9

Desde entonces, los diversos eventos realizados se han prestado a un fructífero


intercambio de opiniones e ideas a través del debate entre investigadores participantes de
distintas corrientes de pensamiento desarrolladas en la tradición académica marxista.
Para 1996 intentamos una nueva síntesis de integración de nuestras propuestas, en una
tesis presentada en la Universidad de Sevilla3, y organizada de acuerdo al concepto de
posición teórica, propuesto por Gándara.
4. La Arqueología Social Ameroibérica. Para la década del 2000, son decenas los jóvenes
que se graduan realizando sus tesis bajo un enfoque materialista histórico, pese al
generalizado repliegue de los movimientos políticos de izquierdas y al triunfo totalitario de la
"libertad y la democracia" que, ahora sí, nos asegura que todos los ciudadanos del mundo
estamos en igualdad de derechos para entrar en la "libre" competencia del mercado4.
En el 2006, por ejemplo, se hizo en México una reunión que, sin una convocatoria
internacional -aunque participaron cinco colegas extranjeros- contó con 30 participaciones
sólo de egresados y maestros de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Entonces,
considerando que la designación de esta posición -Arqueología Social, Arqueología Social
Latinoamericana o Arqueología Social Iberoamericana- en cualquiera de sus versiones es
inadecuada, pues se trata de una propuesta que pretende ser válida para cualquier parte del
mundo y aceptando que si sólo se trata de aludir a su origen histórico, dicha reunión se
convocó como Encuentro de Arqueología Social Ameroibérica.
De hecho, en la península Ibérica, el manejo y la discusión de los temas de
Arqueología y Prehistoria bajo enfoques histórico materialistas ha tenido un considerable
desarrollo. Baste ver la bibliografía de los trabajos publicados en RAMPAS (Revista
Atlántico Mediterránea de Prehistoria y Arqueología Social, de la Universidad de Cádiz).
Otro hecho importante es el de que un grupo de colegas cubanos, rompiendo el
aislamiento autoimpuesto por coyunturas particulares, se están incorporando a este amplio
debate [Torres 2006].
Pero también, por el camino, ha habido deserciones, casi siempre bajo el seductor
influjo del Poderoso Caballero, anteponiendo el interés personal a la consecuencia y el
compromiso social. Hasta hay quien haya abandonado su militancia político académica para
lucrar mejor con sus conocimientos como empresario privado.

Por lo que respecta al Ecuador, en esta muy escueta reseña histórica vale la pena
recordar que, desde 1979, Lenin Ortiz organizó, con el apoyo del entonces Prefecto de
Pichincha, Patricio Romero [†], las Semanas Culturales de Mayo en las que, con ocasión de
las Fiestas Patrias, se reunió a un grupo de colegas americanos. Y, desde entonces, fue el
promotor de múltiples iniciativas que buscaban acercar a los colegas, aún con diferentes

3
La cual se publicó, en 1998, bajo el título de El proceso de investigación en arqueología.
4
Donde compiten libremente sardinas y tiburones.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 10

puntos de vista. En los años siguientes le sucedieron diversos eventos, como la reunión en
homenaje a Carlos Zevallos Menendez, organizada por la Escuela de Arqueología de la
ESPOL recientemente fundada por Jorge Marcos. Hubo también diversos foros en los que
participaban el grupo de Historia del Consejo Provincial de Pichincha, arquéologos de la
Escuela de Arqueología de la ESPOL, de Historia de la UCE, colegas de la Universidad del
Estado de Guayaquil, como Gorky Elizalde, Víctor González o Iván Cruz. Y la oportunidad
de colaboración en los trabajos de campo en Mojanda, bajo el Proyecto Cochasquí dirigido
por Lenin Ortiz, a los cuales se integraron los colegas del Consejo Provincial, profesores y
alumnos de la ESPOL, Rosángela Adoum, entonces directora del Museo del Banco Central
de Quito y el equipo de la Misión Arqueológica de la Escuela Nacional de Antropología e
Historia de México. En todas esas ocasiones participamos, entre otros, varios de los
arqueólogos de diversos países latinoamericanos que confluimos en la conformación de esta
posición teórica.
En este contexto, nos es muy grato volver a participar en un evento en Ecuador, bajo
circunstancias políticas y sociales más esperanzadoras para los movimientos populares que lo
que han sido las dos décadas anteriores. Y encontrarnos con los pioneros, así como con los
jóvenes maestros de entonces, como Silvia Alvarez, Mike y Judith Muse o Jimmy Zeidler y
muchos de sus alumnos convertidos ya en experimentados profesionales. Vaya para nuestros
colegas ecuatorianos el reconocimiento de los que conformamos el Parque Jurásico de la
Arqueología Social.

Volviendo a la Arqueología Social Ameroibérica, podemos decir que, a estas alturas,


la producción es abundante y la temática abarcada es ampliamente diversificada. Pondremos
sólo algunos ejemplos, pues un listado más detallado podría resultar en un eficaz somnífero.
Uno de los conceptos desarrollados ha sido el de posición teórica, propuesto por
Manuel Gándara como alternativa a la concepción relativista de "paradigma", puesta de moda
en los setenta a través de la obra de Th. Kuhn [ver Gándara 2008]. Y que sí permite una
opción racional entre las distintas concepciones acerca de la realidad y de los procedimientos
para conocerla.
La categoría de sociedad concreta, que nos permite integrar realmente desde la
dimensión fenoménica de la sociedad, en sus aspectos empíricamente observables, hasta sus
regularidades causales y estructurales más generales y determinantes.
Una concepción de la realidad social, alternativa a otras concepciones sociológicas
como la del althusserismo, de moda en los setenta, que suponía que el concepto de modo de
producción sería una categoría abstracta, sólo ideal, mientras que la de formación económico
social (FES) aludiría a la realidad social concreta. Cuando, de hecho, se trataba sólo de una
combinatoria o articulación de abstracciones que no nos acercaba para nada a la realidad de
las manifestaciones observables de la sociedad, entre otros, por los antropólogos o
arqueólogos.
Arqueología Social Ameroibérica 11

Esta solución se plantea asumiendo a la sociedad como una totalidad histórica


concreta, a través de la formalización teórica explícita de la integración dialéctica de las
dimensiones de la cultura, los modos de vida y la formación social. Alternativa también al
funcionalismo de Merton, copiado por Binford, en su búsqueda de distintos "rangos" o
"niveles" de la teoría, para conocer una realidad que constituye objetivamente una totalidad
única.
Ello implicó precisar el contenido del concepto de modo de producción, que incluye
las relaciones establecidas en los procesos de producción, distribución, circulación y
consumo [MS Oaxtepec 1983]. Y proponer conceptos para la teorización del modo de
reproducción [Bate y Terrazas 2002]. Se propuso también una formalización teórica de la
categoría de la cultura, entendida como la singularidad formal de las manifestaciones
fenoménicas de la existencia real de una formación social [Bate 1978]. Donde se entiende a
la formación social como la unidad orgánica del ser social (modos de producción y
reproducción) y las superestructuras (sicología social e institucionalidad). Respecto a la
sicología social, por ejemplo, se introduce explícitamente a la afectividad como un
componente inexcluíble del reflejo subjetivo de la realidad por parte de los grupos sociales y
que, junto a los reflejos cognitivos a los que se asocian, integran las representaciones
sintéticas de la misma que denominamos valores. Que son los que motivan el
comportamiento de los individuos y los sujetos sociales.
Por su parte, Sanoja, Vargas y Veloz Maggiolo, a través de diversos textos [ver
bibliografía], introducen el concepto de modo de vida, referido a las mediaciones entre las
categorías de formación social y cultura. Lo que llevó a la introducción de diversos otros
conceptos, como modo de trabajo o proceso de trabajo determinado [Acosta 1999].
Conceptos que han resultado fructíferos en las investigaciones de diferentes procesos
históricos por parte de los usuarios de esta concepción teórica [por ej., Acosta 2000 y 2007;
Lazcano 2005]
Otro tema importante ha sido el de la periodización histórica que, sorprendentemente,
ha adolescido de una notable falta de homogeneidad teórica en las tradiciones marxistas. De
ahí que hemos debido explicitar las variables generales comunes que permitan una
periodización consistente y, en correspondencia con la categoría de sociedad concreta, tales
variables son las que incluyen las categorías que reflejan la dinámica histórica en sus distintas
dimensiones. Por ello, hemos propuesto que la investigación histórica requiere de una
periodización tridimensional [Bate 2008a], que vincule las dimensiones de la cultura, el
modo de vida y la formación social. En el nivel más general, el de las formaciones sociales,
se han formulado hipótesis para caracterizar los distintos tipos de sociedades preeuropeas
existentes en América, como serían las formaciones pre-tribales [Bate 1986, 2004], tribales
[Sarmiento 1986 y 1993; Vargas 1987] y clasistas iniciales [Bate 1984], entendiendo que los
procesos de revolución tribal y clasista constituyen períodos con particularidades propias.
Desde luego, tal propuesta no pretende ser válida sólo para el continente americano y también
se la ha manejado para explicar procesos europeos [p. ej., O. Arteaga 2000, J. Ramos Muñoz
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 12

1999; J. Jover y J. A. López Padilla 2006]. También hay trabajos como el de J. A. Flores
[2007] que discuten la periodización de las formaciones sociales en su articulación con
diversos modos de vida, en general, o como el de J. Sansores [2000], en particular para
Mesoamérica. También son varias las las publicaciones referidas a los procesos concretos en
diversas regiones americanas.
Además, una gran cantidad de propuestas sobre temas como el proceso de
hominización bajo el concepto de coevolución humana [Terrazas 2006], hacia una síntesis
biosocial [T. Monsalve y C. Serrano 2005], propuestas para una teoría de la estética en
sociedades precapitalistas [L. Delgado 1989; J. L. Pérez 2000, 2001], sobre la relación entre
arqueología y ética [R. González Quezada 2001] , arqueología y pedagogía [G. Sarmiento
2006]. O temas como el género en la historia [Vargas 2006], la relación entre estructura y
causalidad social en relación al uso del espacio [C. Ardeleán 2001, 2003], inferencias
sociales a partir de restos arqueofaunísticos [E. Camarós y J. Estévez 2006], o arqueología y
simbolización [S. Castillo 2005]. Igualmente una conceptualización del patrimonio cultural
[M. Gándara 2005; Fonseca 2000] o la relación práctica entre participación social y
protección del patrimonio [L. Meneses 1994 ].
También se ha participado en temas relacionados con las sociedades actuales, como la
cuestión étnico-nacional [H. Díaz-Polanco, C. Sánchez, L.F. Bate] con diversos trabajos y
propuestas sobre temas particulares como la autonomía regional, diversidad social,
multiculturalidad urbana o la relación entre cultura e identificación ideológica.
Desde luego, una enumeración tan breve deja sin mencionar un gran número de
aportes, pero sólo hemos querido dar una idea de la amplitud de la temática abarcada.

Una posición teórica.


La producción referida no constituye una colección de temas dispersos, pues están
enmarcados en una concepción general y explícita que integra -pensamos que
consistentemente- todos los tópicos pertinentes a la disciplina arqueológica como parte de las
ciencias sociales. En la cual no nos interesa establecer fronteras de territorios de propiedad
intelectual, sino crear puentes: entre las diferentes disciplinas y entre el pasado y el futuro, un
futuro distinto del presente.
En el área valorativa, se asumen expresamente juicios de valor ético políticos, desde
los cuales se define el objetivo cognitivo propuesto para la investigación científica. En este
sentido, se considera que, por razones históricas, la sociedad es estructuralmente injusta para
la mayoría de los seres humanos. Lo cual impone, como objetivo práctico, su transformación
en una sociedad cada vez menos injusta para estas mayorías. Y, entendiendo que sólo existen
sociedades concretas, se requiere un tipo de conocimiento lo más cercano a cómo es la
realidad: extraordinariamente compleja y dinámica. De ahí que el tipo de conocimiento que
puede orientar una práctica transformadora de la realidad debe permitir su explicación como
totalidades histórico concretas.
Arqueología Social Ameroibérica 13

En el área epistemológica se adopta el realismo o materialismo filosófico bajo una


concepción dialéctica. Lo cual, entre otras cosas, supone una prioridad epistémica y lógica de
la teoría respecto al método, de la ontología respecto a la lógica. Lo que representa una
inversión de la relación teoría-método propuesta por las arqueologías procesuales,
particularmente en la versión binfordiana, que espera que la aplicación reiterada del método
permitiría la construcción de la teoría de referencia para la arqueología5.
Respecto al área ontológica, consecuentemente con lo anterior, se identifican los
campos de la realidad con los cuales trata el oficio de la arqueología y que requieren de
teorización, como condición para generar propuestas metodológicas. Definimos así tres
instancias ontológicas concatenadas: la teoría sustantiva acerca de la sociedad y su desarrollo
histórico y dos instancias mediadoras entre ésta y los datos y la información a través de los
cuales accedemos a su conocimiento.
1. La teoría sustantiva que, en nuestro caso, es una versión del materialismo
histórico6. En este campo hemos desarrollado proposiciones en tres temas generales:
a. Formalización de un concepto general de la sociedad entendida como totalidad
concreta. Es decir, la categoría de sociedad concreta que, como señalamos, integra las
dimensiones de la formación social, el modo de vida y la cultura.
b. Una propuesta de perididización en las tres dimensiones de la sociedad concreta.
Y, en lo general, una periodización del tipo de formaciones sociales prefeudales otorgándole
una homogeneidad teórica de la cual han carecido la mayoría de las periodizaciones en la
tradición marxista.
c. La cuestión étnico nacional, que nos explica cómo se insertan las sociedades
indígenas que estudiamos como arqueólogos en el proceso de conformación de los estados
nacionales actuales.
2. La teoría de la historia de los materiales y contextos arqueológicos. Donde se
consideran los procesos de su formación y transformaciones, para explicar cómo se
presentan a la observación.
3. La teoría de la historia de la producción de información arqueológica. Donde se
busca explicar los procesos de generación de la información que requiere procesar la
investigación arqueológica, sea ésta producida por especialistas (arqueólogos) u otros agentes
sociales. Y que van desde la observación de los datos en campo o laboratorio, hasta la
presentación, bajo diversas formas, de la información generada a partir del procesamiento de
la observación de materiales o contextos arqueológicos.
En cuanto al área metodologica, proponemos una secuencia de cinco instancias que
nos permiten organizar los procesos inferenciales.

5
Postura acertadamente criticada por los grupos RATS (Radical Archaeology Theory Seminar) en Estados
Unidos o TAG (Theoretical Archaeology Group) en Europa.
6
Versión que difiere de la del althusserimo de moda en las academias occidentales desde fines de los sesenta.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 14

1. Producción sistemática de información. Se refiere a la planificación y definición de


protocolos de operación, observación y registro para los trabajos de campo y laboratorio,
sujetas a objetivos. Incluye la problemática considerada como relevante para la arqueología,
como son los procedimientos de clasificación tipológica o taxonómica.
2. Identificación de culturas arqueológicas. Es una instancia de acopio y análisis de
confiabilidad de la información disponible, orientada a identificar a las sociedades que
generaron materiales y contextos arqueológicos en un espacio y rango temporal
determinados.
3. Inferencia de las culturas. Se trata de conocer, pricipalmente por inducción
reconstructiva, el sistema y secuencia de actividades de la vida cotidiana, que incluye eventos
únicos o no regulares, como éstas se manifiestan en la dimensión fenoménica de la cultura.
4. Inferencia de las formaciones sociales. A partir de lo anterior se infieren, hasta
donde la información básica lo permite, las características de la causalidad y estructura
general de las formaciones sociales. Proceso mediado, en la secuencia inferencial, por las
particularidades de los modos de vida.
5. Explicación del desarrollo histórico concreto, proceso que requiere concebir a las
totalidades sociales en la unidad de las dimensiones de la formación social y la cultura, con
sus diversos ritmos de cambios y en su relación con un medio natural determinado y en las
interacciones entre diversos pueblos o sociedades.

Esto, desde luego, constituye el sistema general de referencia teórico metodológica en


el que se inscriben las investigaciones particulares, que no necesariamente abarcan todo ese
proceso, pero que les dan sentido, permitiendo la orientación, integración o replanteamineto
de los resultados de las mismas.
Así, se ha formalizado una propuesta bajo parámetro comparables con otras
posiciones teóricas. Entendemos que el desarrollo de la investigación científica se mueve
gracias a las diferencias y contradicciones manifiestas en debates y polémicas. De modo que
de ninguna manera nos interesa llegar a convertirnos en el "paradigma" de una arqueología
concebida como "ciencia normal" en el sentido de Kuhn. Mas bien esperamos encontrar
posiciones alternativas que le den altura a los debates.
Nos interesa contribuir al conocimiento de la historia a través del oficio arqueológico,
en la medida que entendemos que la historia debe ser la memoria crítica y razonada de la
experiencia de los pueblos, que nos permita tomar decisiones colectivas para crear un futuro
mejor para las grandes mayorías. O, al menos, no repetir los muchos errores trágicos que
abundan en el pasado lejano o cercano.
Arqueología Social Ameroibérica 15

Bibliografía.

Acosta, Guillermo
1999 Procesos de trabajo determinado. La configuración de modos de trabajo en la cultura arqueológica.
Boletín de Antropología Americana, nº 35: 5-21.
2000 Entre el lago y los volcanes. La cultura arqueológica asociada a la cerámica Azteca I. Tesis de
Licenciatura en Arqueología. Escuela Nacional de Antropología e Historia. México.
2007 La cueva de Santa Marta y los cazadores recolectores del holoceno temprano en las regiones
tropicales de México. Tesis de Doctorado en Arqueología. Universidad Nacional Autónoma de México.
México.
Ardelelean, Ciprián
2001 Ser social y espacio social en arqueología. Tesis de Maestría en Arqueología. Escuela Nacional de
Antropología e Historia. México.
2000 Por una nueva proxémica antropológica. Boletín de Antropología Americana, nº 37: 7-33.
2003 Una propuesta teórica de análisis del espacio social. Boletín de Antropología Americana, nº 39: 7-39.
Arteaga, Oswaldo
2000 La sociedad clasista inicial y el origen del estado en el territorio de El Argar. Revista Atlántico
Mediterránea de Prehistoria y Arqueología Social (RAMPAS), vol III: 121-219. Universidad de Cádiz.
Cádiz
Bate, Luis Felipe
1978 Sociedad, formación económico-social y cultura. Ediciones de Cultura Popular. México.
1984 Cultura, clases y cuestión étnico nacional. Juan Pablos Editor. México
1984 Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. Boletín de Antropología Americana, nº 9: 47-86.
1986 El modo de producción cazador recolector o la economía del salvajismo. Boletín de Antropología
Americana, nº 13: 5-31.
1998 Arqueología y periodización tridimensional. Boletín de Antropología Americana, nº 32: 41-56.
1998 El proceso de investigación en arqueología. Editorial Crítica. Barcelona.
2004 Cultura, identidad e identificación. Boletín de Antropología Americana, nº 40:79-97.
Bate, Luis y Alejandro Terrazas
2002 Sobre el modo de reproducción en sociedades pretribales. Revista Atlántico Mediterránea de
Prehistoria
y Arqueología Social (RAMPAS), vol. V:11-41. Universidad de Cádiz. Cádiz.
Camarós, Edgar y Jordi Estévez
2006 Aproximación a las relaciones sociales (modo de producción y modo de reproducción) a partir
de restos arqueofaunísticos. Encuentro de Arqueología Social Ameroibérica. ENAH. México.
Castillo, Stephen
2005 Elementos teóricos preliminares para la configuración de una arqueología social simbólica.
El caso del asentamiento de Tepetitlán. Boletín de Antropología Americana, nº 41: 123-133.
Delgado, Lelia
1989 Seis ensayos sobre estética prehispánica en Venezuela. Biblioteca de la Academia Nacional
de la Historia de Venezuela, serie Estudios, Monografías y Ensayos, nº 120. Caracas.
Díaz Polanco, Héctor
1985 La cuestión étnico-nacional. Editorial Línea. México.
1987 Etnia, nación y política. Juan Pablos Editor. México.
2006 Elogio de la diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia. Siglo XXI Editores. México.
Flores, José Alfredo
2007 Patrón de asentamiento e inferencia social. Una propuesta metodológica para la construcción de
inferencias con contenido social. Tesis de Licenciatura en Arqueología. Escuela Nacional
de Antropología e Historia. México.
Fonseca, Oscar
2000 Arqueología, patrimonio histórico, cultural y herencia pública. Boletín de Antropología Americana,
nº 36: 57-65.
Gándara, Manuel
2005 ¿Necesitamos un concepto marxista (realista) de patrimonio arqueológico?. Una aproximación
congruente con la arqueologá social. Boletín de Antropología Americana, nº 41: 17-41.
2008 El análisis teórico en ciencias sociales: aplicación a una teoría del origen del estado en
Mesoamérica.000
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 16

Tesis de Doctorado en Arqueología. Escuela Nacional de Antropología e Historia. México.


González Quezada, Raúl
2001 Ética de la arqueología. Boletín de Antropología Americana, nº 37: 35-83.
Grupo Oaxtepec
[Ms.] Documento de la reunión de Oaxtepec, 1983.
[Ms.] Documento de la reunión del Cusco, 1984.
Jover, Javier y Juan López Padilla
2006 Cultura, modo de vida y formación económico social. El proceso histórico en el extremo oriente
de El Argar. Encuentro de Arqueología Social Ameroibérica. ENAH. México.
Lazcano, Carlos
2005 Modos de vida y explotación de recursos naturales en el sur del valle de Tlaxcala durante el epiclásico.
Tesis de Maestría en Arqueología. Escuela Nacional de Antropología e Historia. México.
Lumbreras, Luis Guillermo
1974 La arqueología como ciencia social. Ediciones Histar. Lima.
Meneses, Lino
1994 Patrimonio y comunidad: la importancia de la participación comunitaria en la defensa y protección
del patrimonio Arqueológico. Fermentum, Revista Venezolana de Sociología y Antropologia,
nº 10: 47-56. Universidad de Los Andes. Mérida.
Monsalve, Timisay y Carlos Serrano
2005 La síntesis biosocial: una propuesta teórica en antropología biológica. . Boletín de Antropología
Americana, nº 41: 5-16.
Montané, Julio
1980 Marxismo y arqueología. Ediciones de Cultura Popular. México.
Navarrete, Rodrigo
2007 La arqueología social latinoamericana: una meta, múltiples perspectivas. Col. Cuadernos Codex
nº 129. Fac. de Ciencias Económicas y Sociales. Universidad Central de Venezuela. Caracas.
Pérez, José Luis
2000 La explicación de lo estético en arqueología. Boletín de Antropología Americana, nº 36: 5-46.
2001 La explicación de lo estético en arqueología. Tesis de Licenciatura en Arqueología. Escuela Nacional
de Antropología e Historia. México.
Ramos Muñoz, José
1999 Europa prehistórica. Cazadores recolectores. Sílex. Madrid.
Sánchez, Consuelo
1987 Elementos conceptuales acerca de la cuestión étnico nacional (Primera parte). Boletín de Antropología
Americana, nº 15: 53-73.
1987 Elementos conceptuales acerca de la cuestión étnico nacional (Segunda parte). Boletín de Antropología
Americana, nº 16: 85-111.
1999 Los pueblos indígenas: del indigenismo a la autonomía. Siglo XXI Editores. México.
2000 Identidad, género y autonomía. Boletín de Antropología Americana, nº 36: 67-76.
2006 Ciudad de pueblos. Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal. México.
Sanoja, Mario e Iraida Vargas
1974 Antiguas formaciones y modos de producción venezolanos. Monte Avila. Caracas.
Sansores, Javier
2000 Sociedad clasista inicial en Mesoamérica. Tesis de Licenciatura en Arqueología. Escuela Nacional
de Antropología e Historia. México
Sarmiento, Griselda
1986 La sociedad cacical agrícola. Hipótesis y uso de indicadores arqueológicos. Boletín de Antropología
Americana, nº 13: 33-64.
1993 Tribus y cacicazgos arqueológicos:una discusión acerca del origen de la estratificación social. Boletín
de Antropología Americana, nº 27: 95-108.
2006 La arqueología social y la enseñanza de la historia. Boletín de Antropología Americana, nº 42.
Terrazas, Alejandro
2006 Cultura, modos de vida y evolución humana: relaciones categoriales. Boletín de Antropología
Americana, nº 42.
Torres Etayo, Daniel
2004 Arqueología en revolución, ¿revolución en arqueología?. Boletín de Antropología Americana, nº 40.
Vargas, Iraida
1987 La formación económico social tribal. Boletín de Antropología Americana, nº 15: 15-26.
Arqueología Social Ameroibérica 17

1989 Arqueología, ciencia y sociedad. Ed. Abre Brecha. Caracas.


1985 Modo de vida: categoría de las mediaciones entre formación social y cultura. Boletín de
Antropología Americana, nº 12: 5-16.
2006 Historia, mujer, mujeres. Ministerio para la Economía Popular. República Bolivariana de Venezuela.
Veloz Maggiolo, Marcio
1984 Arqueología de la vida cotidiana. Boletín de Antropología Americana, nº 10: 5-21.
1987 Modos de vida cazadores-recolectores en el Caribe. Boletín de Antropología Americana, nº 1:
TEMAS GENERALES
DE TEORÍAY MÉTODO
TEORÍAS Y MÉTODOS EN ARQUEOLOGÍA
¿Criticar o proponer?

Antes que nada, deseo expresar mi agradecimiento a la organización e instituciones que


respaldan la realización de este evento por la invitación a participar en él. Por el gran honor
que representa para mí compartir con ustedes esta ceremonia de apertura, con la posibilidad
de reencontrarme o conocer a antiguos amigos y colegas, así como a las nuevas generaciones
que dan vida al ámbito académico en que se procesan las investigaciones que han constituido
el tema principal de mis estudios particulares: el de los cazadores recolectores de la Patagonia
y de América del Sur.

1. El tema.-
En primer lugar, ¿por qué he escogido el tema de las teorías y métodos en la arqueología?
Porque en ellos se generaliza lo que hay de común al quehacer concreto de las
investigaciones en cualquier parte del mundo.
Porque, al trascender la inmediatez del conocimiento empírico, nos permite generar
y debatir reflexiones necesarias sobre los problemas comunes y abrir posibilidades que, al
regresar al estudio de realidades históricas concretas, redundan -a mediano o largo plazo- en
avances en los enfoques y procedimientos de las investigaciones.
Ha sido el debate de los problemas de teoría y método el que ha mostrado a la
arqueología de las últimas dos décadas como una de las disciplinas más vitales de la ciencia


Conferencia Inaugural del XIII Congreso Nacional de Arqueología Argentina. Realizado en Córdoba, 2000.
Publicado en las Actas del evento.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 22

social, evitando que se ahogara sin pena ni gloria en el mar de la empiria, siempre
imprescindible, aunque aparentemente caótico.
Recordando la historia reciente, hace poco más de treinta años fue la "Nueva
Arqueología" o "Arqueología Procesual", con autores como Binford, Schiffer o Flannery en
Norteamérica y Renfrew o Clark en Europa, la que buscara un cambio radical del enfoque
tradicional -particularista histórico- de la arqueología, convocando a la comunidad académica
de los arqueólogos y a algunos filósofos de la ciencia a la reflexión teórica y metodológica.
El programa de Binford partía de algunas premisas que podíamos compartir:
- que la arqueología estudia procesos sociales,
- que estos procesos están regidos por leyes,
- que dichas leyes son cognoscibles y
- que, si la arqueología ha de ser realmente una ciencia, sus
métodos deberían ser explícitos.
Como reacción ante la incapacidad de ese programa para conseguir la meta que se
había propuesto -elaborar la Teoría Arqueológica- surgieron, a comienzos de los años 80, las
llamadas "arqueologías postprocesuales".
Una línea de críticas surgió de grupos como RATS (Radical Archaeology Theory
Seminar) en EE.UU. o TAG (Theoretical Archaeology Group) en Inglaterra. Destacaban la
inviabilidad del método hipotético-deductivo (el "martillo metodológico") para contribuir por
sí solo a la creación de una Teoría arqueológica, por la vía de contrastar "leyes de Mickey
Mouse" a diestra y siniestra, como predijera Flannery. Sostenían que lo adecuado sería
buscar, en las teorías sociales disponibles, los fundamentos heurísticos para desarrollar
creativamente propuestas a contrastar. Lo cual representó una inversión radical de la relación
teoría-método planteada en términos neokantianos por Binford.
La otra vertiente crítica fue la de la arqueología "post-moderna" (principalmente
Shanks y Tilley), que se limitó a atacar la fe "modernista" en el método científico y en la
exactitud y veracidad incuestionadas de los conocimientos así obtenidos. Crítica saludable
que barrió provechosamente muchos lastres y sobreentendidos. Sólo que, al llegar a los
extremos del relativismo subjetivista adoptando la contraregla del "todo vale" (Feyerabend),
se inviabiliza como propuesta y no tarda mucho en pasar de moda.
Lo que ha florecido es una multiplicidad de propuestas sobre tópicos diversos
-resultado de incursiones en diversas teorías- altamente sugerentes e interesantes pero, salvo
muy contadas excepciones, parciales y difícilmente articulables. Sin embargo, estimamos que
eso crea condiciones que llevarán a descubrir algunas de las muchas regularidades que reinan
en el caos.
Acá represento a una propuesta que se ha desarrollado paralelamente a la "nueva
arqueología" y que, si tiene algún mérito, es que ha surgido originalmente como respuesta a
la problemática de la investigación arqueológica en "Sub América", es decir, del río Bravo al
Teorías y métodos en arqueología ¿criticar o proponer? 23

sur. Que no es un recetario traducido de las lenguas de los centros hegemónicos de


dominación ideológica, política y económica a los que se subordinan nuestros países.
Y que tiene la pretensión de ser una respuesta global y consistente a los diversos
problemas con que se enfrenta el oficio de la arqueología.

2. ¿Criticar o proponer?.
La respuesta a tal pregunta resulta casi obvia: la existencia de la crítica es tan importante
como la generación de propuestas. No obstante, nos interesa centrar los esfuerzos en el
segundo aspecto, pues ahí reside la posibilidad de avances sustantivos en el conocimiento. Y,
en última instancia, sólo de ellas puede alimentarse la crítica que permite corregir caminos
errados y estimula la creatividad en la investigación. Sólo consignaremos un par de
anotaciones sobre el punto:
a) Respecto a la crítica, es tan indispensable como la elaboración de propuestas. La
ciencia sólo se desarrolla como efecto de las contradicciones entre planteamientos distintos y
opuestos. En las ciencias sociales, la hegemonía incontestada de cualquier posición sólo
puede llevar a la "investigación normal" a agonizar en la mediocridad de la repetición, por
inercia burocrática, de sus procedimientos y protocolos.
Tenemos en cuenta que hay distintos niveles de proposición y crítica. Así como hay
quienes consideran "teoría" a cualquier clase de conjeturas, hay también una clase de críticas
que no contribuye a enriquecer ni enorgullecer a la investigación. Como ejemplo de esa
concepción naive de la teoría recuerdo una reunión en que se planteaba la "teoría" de que las
puntas líticas más grandes eran para la caza mayor o la guerra, las medianas para conejos o
zorros y las más pequeñas para cazar pajaritos. Lo mismo puede decirse de la farsa
mercadotécnica del debate "pre-Clovis/Clovis first", donde los partidarios del primer término
aparecen como los paladines de "las nuevas teorías, que vienen a echar por tierra
heroicamente a las viejas teorías" sobre el poblamiento de América. Lo cual abusa del
desconocimiento de la historia reciente de la investigación, pues prácticamente todas las ni
tan viejas "teorías" suponen la existencia acá de poblaciones de tipo anterior al paleolítico
superior y a Clovis.
Igualmente existe la crítica mediocre, nacida de las envidias o de encarnizadas
competencias de poca monta -muchas veces poco valientes- pero que también es parte de la
vida académica real.
En el nivel de las generalizaciones teórico-metodológicas, las pasiones -que no
pueden estar ausentes de cualquier actividad humana- están obligadas, al menos, a trascender
las mezquindades coyunturales. Y se presentan, como dirían los partidarios del psicoanálisis,
"sublimadas", permitiendo un debate de altura.
En este nivel, el adversario no tiene por qué ser un enemigo personal ni la
cordialidad tiene por qué restar calidad a las polémicas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 24

b) El concepto de posición teórica es propuesto por Manuel Gándara como


alternativa al concepto de "paradigma" de Kuhn y como respuesta a la pregunta de la
corriente "racionalista crítica" (Popper, Lakatos, Kuhn y, por cierto, Feyerabend) acerca de la
posibilidad de optar racionalmente entre concepciones científicas.
Es una respuesta afirmativa que resuelve el impasse de la "inconmensurabilidad
interparadigmática" a que llega Kuhn, debido a su relativismo, típico del subjetivismo
idealista..
Fue, por tanto, concebido como un instrumento metodológico de evaluación y
crítica. Yo lo he tomado como concepto estructurador de una propuesta que busca ser
consistente.

Según Gándara, las posiciones teóricas, como concepciones acerca de la realidad y


de las ciencias que la conocen, responden de diferentes modos a una serie de problemas que
constituyen áreas a evaluar:

a) una área valorativa, que incluye los juicios de valor, siempre presentes y
que condicionan los objetivos cognitivos.
b,c) una área epistemológico-metodológica, que separo en
epistemológica (o gnoseológica) y metodológica. Y
d) una área ontológica..
Los principios de evaluación crítica suponen que es preferible una posición teórica:
- que da respuestas explícitas a los problemas que plantea cada área;
- que tiene mayor cobertura o potencialidad explicativa;
- que es más consistente, es decir, que evita la incompatibilidad lógica entre
sus diversas proposiciones.
¿Por qué retomo este concepto?. Porque coincide con afirmaciones que la dialéctica
materialista acepta de Hegel , sobre la necesidad de coincidencia entre teoría del
conocimiento, ontología y lógica. Y agrega una propuesta de Kant sobre la necesidad del
filósofo o investigador de asumir sus juicios de valor (en su caso, éticos: su "razón práctica").
Y porque, en tanto permite la crítica, permite también una autoevaluación crítica en el
proceso de construcción de una posición teórica.

3. Nuestra propuesta.-
Aunque la mayoría de las afirmaciones que hago son de mi autoría y responsabilidad, no
hablo en plural mayestático. Es una proposición compartida en diversas medidas (no puede
ser de otro modo) por otros colegas americanos y aún ibéricos. Ciertamente, muy pocos,
como constata el colega y amigo Politis. Yo diría que unos cuantos gatos. Pero comparto el
aserto popular patagónico de que "la esencia buena viene en frasco chico y el petróleo en
bruto se vende por barriles".
Teorías y métodos en arqueología ¿criticar o proponer? 25

Sucede que, aún todos los que nos dedicamos a estos temas desde diversas
posiciones, somos muy pocos. En la práctica, la arqueología real y cotidiana sigue siendo en
más de un noventa por ciento particularista histórica y, a lo más, de un evolucionismo
ramplón. En suma, ancianamente tradicional. Sólo que, ahora, lo que alguna vez he llamado
el "empirismo inmune" ya no puede seguir siendo un "empirismo impune", en la medida en
que, afortunadamente, en la ciencia la ignorancia no es argumento.
Nuestra propuesta se basa en una concepción histórico materialista de la sociedad y
su desarrollo. Cuyo "núcleo duro" es una concepción materialista dialéctica sobre la realidad,
incluyendo en ella el proceso de su conocimiento.
Vamos por partes:
A. En cuanto al área valorativa, asume una posición ideológico-política y ética que
considera que la realidad social existente es estructuralmente injusta y se propone
transformarla buscando reducir las injusticias.
Entiende que el conocimiento es una condición subjetiva necesaria en la
transformación objetiva de la realidad. Que, mientras más cercano esté de reflejar a la
realidad como es, más probabilidades hay de que los efectos de la acción, basada en tal
conocimiento, se parezcan a los fines previstos. Siendo la ciencia, bajo el principio de
objetividad entendido en sentido materialista, la forma de conocimiento más adecuada a tal
objetivo.
Que la realidad es infinitamente compleja y dinámica, por lo que el objetivo
cognitivo de la ciencia debe ser acercarse a conocerla como totalidad histórica concreta. Una
metodología congruente debería permitir acceder a ese objetivo.
Para ser consistentes -en cuanto a la relación entre una metodología adecuada a tal
objetivo cognitivo, la teoría de la que se deriva y la epistemología que las vincula- partimos
del principio dialéctico materialista de coincidencia entre teoría del conocimiento, ontología
y lógica.
Éste acepta, de Hegel, la necesidad de dar a estos problemas particulares una
solución unitaria y consistente, ya que su separación -en toda la filosofía anterior, hasta Kant-
llevaba a la imposibilidad de resolver los problemas cruciales de la lógica. Particularmente en
Kant, debido al fundamento idealista subjetivo de su lógica, a pesar de su gnoseología
materialista.
Y resuelve, a su vez -al replantearse desde una posición materialista- el problema de
incompatibilidad entre sistema y método (ontología y lógica) que, en Hegel, obedece a la
adopción del idealismo objetivo.
Se trata, en suma, de que no es posible plantearse cómo conocer adecuadamente la
realidad (problema de la lógica) si no se sabe nada acerca de cómo es la realidad (problema
central de la ontología). Entendiendo que, para hacer compatibles ontología y lógica (teoría y
método), es necesario adoptar una posición igualmente compatible en torno a la teoría del
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 26

conocimiento (epistemología), que defina qué relación se establece entre la realidad y su


conocimiento.
B. En cuanto al área epistemológica, particularmente la teoría del conocimiento, la cuestión
central -como señalamos- es qué relación hay entre lo que denomimamos realidad y el
conocimiento de la realidad.
El materialismo o realismo filosófico afirma que la realidad existe
independientemente de su conocimiento. Es decir, de si es conocida o no, o de cómo sea
conocida. El conocimiento de la realidad no es una condición de su existencia.
Para el idealismo, en cambio, no existe realidad independientemente de alguna
forma de conocimiento de la misma.
De tal modo, al adoptar una posición materialista, entendemos que podemos
conocer la realidad en tanto ésta existe. Esto es, que hay una prioridad de la existencia de la
realidad respecto a su conocimiento.
Consecuentemente, partiremos del principio lógico -y epistémico- de la prioridad
de la teoría respecto al método. Partimos de lo que hasta ahora sabemos acerca de la
realidad, de la teoría más corroborada (que siempre puede ser verdadera o falsa), para definir
los procedimientos probablemente más adecuados para conocerla -para investigar lo que no
sabemos- poniendo a prueba lo que suponemos que conocemos. Se avanza siempre de lo
conocido a lo desconocido.
C. La definición del área ontológica -de las teorías acerca de la realidad- para nosotros,
dependerá de cuáles son los ámbitos o niveles de la existencia de la realidad con los cuales,
de oficio, tenemos que tratar como arqueólogos. Lo cual, a su vez, depende de cómo
concebimos lo que es la arqueología.
Entiendo que la arqueología es una disciplina de la ciencia social, que no se
distingue de las demás por su objeto ni por su método. Es una tradición de oficio de
investigación, cuya particularidad reside en la clase de datos a partir de los cuales realiza
inferencias acerca de los múltiples aspectos de los procesos sociales.
Y los datos que procesa la arqueología se caracterizan principalmente por ser:
a) Efectos de las transformaciones de la naturaleza, a través de los cuales buscamos
inferir relaciones y procesos sociales.
b) Componentes materiales desvinculados de las actividades humanas y las
relaciones sociales que nos interesa conocer.
c) Manifestaciones espacial y temporalmente fragmentarias de la vida social, por
medio de las cuales inferimos propiedades de la estructura y procesos generales de la
totalidad social.
Teorías y métodos en arqueología ¿criticar o proponer? 27

d) Manifestaciones fenoménicas de la cultura, que a la vez ocultan y permiten la


inferencia de los contenidos fundamentales de la formación social, como condición de la
explicación del desarrollo histórico concreto.
Además, los materiales y contextos arqueológicos que constituyen nuestros datos,
generalmente muestran también múltiples efectos de las transformaciones sociales o
naturales que los han involucrado desde que fueron desvinculados de las actividades que
intentamos conocer.
De esta manera se establecen las relaciones entre los datos como objetos de
conocimiento empírico y los objetos sustantivos de la investigación, sujetos a inferencias y
explicaciones racionales. Y se definen los ámbitos de la realidad con que los arqueólogos
deben tratar, por lo que requieren de teorizaciones a partir de las cuales derivar
procedimientos metodológicos.
Los campos de la realidad que interesan a la arqueología son:
1) Las estructuras y procesos históricos de cambios de las sociedades, que
conforman el objeto central de investigación.
2) Los procesos de formación, transformaciones y atributos de los efectos materiales
de la naturaleza, generados por las sociedades.
3) Los procesos de generación de la información que utiliza la arqueología y sus
características.
A ellos se corresponden tres cuerpos de teorías o instancias ontológicas, cuyas
conexiones conforman lo que hemos denominado cadena genética de la información
arqueológica. Sobre las cuales hemos realizado diversas propuestas:
I. Materialismo histórico. Es una teoría materialista acerca de la dialéctica de las
sociedades y su desarrollo histórico. Nuestra teoría sustantiva sobre la historia de las
sociedades representa una de las diversas corrientes desarrolladas entre las tradiciones
generadas por el marxismo. De ahí que ha sido necesario precisar los contenidos
conceptuales que otorgamos a términos teóricos que son comunes a las distintas líneas de
pensamiento de orientación histórico materialista (como modo de producción, formación
social, ideología, etc.). Esto, debido principalmente al predominio, en las modas académicas
de las últimas décadas, de las posiciones del althusserismo, del cual diferimos en torno a
cuestiones básicas.
Los temas principales respecto a los cuales hemos formalizado propuestas son:
a) La sociedad concreta, entendida como categoría general del materialismo
histórico, que expresa las conexiones entre las diversas dimensiones de la realidad social,
formuladas a través de los conceptos de formación social, modo de vida y cultura. A través
de los cuales pretendemos explicar -desde las regularidades fundamentales y generales que
rigen a los procesos históricos hasta las singularidades de sus manifestaciones fenoménicas-
la compleja unidad dinámica que conforma su existencia concreta.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 28

b) Periodización histórica. Consecuentemente con lo anterior, se propone el


concepto de periodización tridimensional, en la medida en que las dimensiones de las
formaciones sociales, los modos de vida y las culturas, si bien están necesariamente
integradas, poseen diversos ritmos de cambios.
En el nivel más general, nos hemos ocupado de generar una propuesta teóricamente
homogénea, distinguiendo las formaciones sociales pre-tribales, tribales y clasistas iniciales,
definidas centralmente sobre la base de sus relaciones fundamentales de propiedad y
producción.
c) La cuestión étnico-nacional ha sido el tema en torno al cual buscamos explicar
las distintas formas de inserción de los pueblos americanos en el proceso general de
conformación de los estados nacionales, característico del desarrollo de la formación social
capitalista actual.
II. Historia de los Contextos Arqueológicos. Parte del supuesto de que los contextos
arqueológicos no son estáticos, por lo que es necesario considerar cómo se originan y qué
factores los modifican para explicar cómo se presentan a la observación. Es una teoría
mediadora que trata de explicar las conexiones entre nuestros objetos de observación
empírica (los materiales y contextos arqueológicos) y nuestros objetos sustantivos de
investigación (la historia de las sociedades) que conocemos y explicamos a través de
inferencias racionales.
Implica, por lo tanto, tres problemas básicos:
a) Los procesos de formación de los contextos arqueológicos a partir de diversos
contextos-momento;
b) Los procesos de transformaciones de los mismos, en que inciden diversos
factores sociales y naturales y
c) Las características de la presentación de materiales y contextos, como efecto de
los referidos procesos.
III. Historia de la Producción de la Información. Hacemos la distinción entre los datos
observables y la información, que es producida a partir de la observación de los datos.
Nuestras inferencias acerca de las actividades y relaciones sociales se basan, por lo general en
considerable medida, en la información arqueológicamente útil producida por otros agentes
sociales, no siempre profesionales. Es en estos procesos donde operan múltiples factores que
generan los mayores sesgos y pérdidas de información. Por ello, es necesario explicar las
relaciones y diferencias entre la información disponible y los datos observados.
Hemos propuesto el concepto de contextos de producción de información, para
sistematizar el análisis de estos procesos. Y, en el caso de la producción sistemática de
información arqueológica (como actividad profesional), distinguimos las fases de los trabajos
de campo, trabajos de laboratorio y las formas de presentación de la información.
Teorías y métodos en arqueología ¿criticar o proponer? 29

D. En cuanto al área metodológica nos basamos, en lo general, en una serie de


consideraciones y premisas básicas de una concepción dialéctica de los procesos de
conocimiento en la investigación científica de la realidad.
En lo particular, con base en el principio materialista de prioridad lógica de la teoría
respecto al método, proponemos una secuencia de instancias metodológicas derivadas de las
propuestas ontológicas ya mencionadas y que permiten estructurar un sistema general de
referencia para los procesos inferenciales en la investigación arqueológica. De alguna
manera, la lógica de la investigación recorre a la inversa la secuencia histórica de los
procesos que generan los datos e informaciones arqueológicas. Las instancias metodológicas
generales son:
1. La Producción Sistemática de Información. Se desarrolla una serie de conceptos que
orientan la organización de proyectos de trabajo orientados a la obtención de datos y la
generación de información, en el contexto del proceso general de inferencias.
Supone la sistematización de los trabajos de campo y laboratorio, así como de la
presentación de la información producida. Particular importancia tiene la discusión, como
trabajo de laboratorio, de los métodos tipológicos que permiten el análisis, ordenación y
síntesis de la información que pueden ofrecer los materiales y contextos arqueológicos.
Incluye también las líneas de procedimientos de producción de información
referencial útil a la arqueología, como son la etnoarqueología o la experimentación y
simulación.
2. La Identificación de las Culturas Arqueológicas, entendidas éstas como el conjunto de
contextos y materiales arqueológicos que son efectos de las transformaciones materiales de la
naturaleza realizadas por un grupo social en un rango temporal determinado.
Se trata básicamente de una instancia de acopio y análisis de confiabilidad de la
información disponible, que nos permiten identificar a las culturas y subculturas
arqueológicas, sobre la base de una red de asociaciones contextuales. Incluye también todas
las informaciones útiles que pueden proporcionarnos otras disciplinas científicas (como la
geología, la biología, la física, etc.), auxiliares importantes de la investigación arqueológica.
3. La Inferencia de las Culturas, es la instancia que tiene como objetivo la inferencia de las
múltiples actividades humanas que constituyen la vida cotidiana de una sociedad. Tales
actividades son realizadas por agentes sociales que se distribuyen y desplazan en el espacio,
en diversas secuencias temporales.
Ésa es la forma como se presentaría la cultura de una sociedad viva a la
observación, por ejemplo, de un etnógrafo. Sin embargo, en tanto los contextos arqueológicos
están desvinculados de las actividades humanas que los produjeron, para la arqueología es
necesario inferir lo que para un observador contemporáneo sería objeto de observación y
descripción.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 30

Sin embargo, la descripción o inferencia de la cultura, manifestación fenoménica


aparente de las actividades y estructuras sociales no es una explicación de las mismas, sino el
punto de partida para buscar explicaciones.
4. La Inferencia de Modos de Vida y Formaciones Sociales, consiste en abstraer las
regularidades estructurales y causales más generales y determinantes de los procesos sociales
formalizados bajo el concepto de formación social, a partir de sus manifestaciones culturales,
mediadas por la particularidad de los distintos modos de vida. Para lo cual pueden
desarrollarse diversas estrategias inferenciales, derivadas heurísticamente de tales categorías,
teóricamente definidas.
5. La Explicación del Desarrollo Histórico Concreto, constituye precisamente el objetivo
cognitivo propuesto y es posible al explicar la multideterminación singular de los procesos
históricos, manifiestos fenoménicamente en la dimensión fenoménica de la cultura, a través
de sus contenidos particulares y generales inferidos como modos de vida y formaciones
sociales.
Se apreciará que las dos primeras instancias metodológicas derivan necesariamente
de la teoría de la historia de la producción de información; la tercera supone una teoría de la
historia de los contextos arqueológicos; las dos últimas, a su vez dependen de la
potencialidad heurística del materialismo histórico.
Por supuesto, esta propuesta de estructura general del proceso de investigación en
arqueología, no implica que cada proyecto de investigación deba desarrollar o incluir todas
las instancias ontológicas y metodológicas. Se trata simplemente de un sistema de referencia
general que nos permite ubicar nuestro trabajo y abrir las posibilidades de que se integre
coherentemente en el marco de una posición teórica consistente.

Finalmente...
La historia del marxismo y, por consiguiente, del materialismo histórico, es la historia de una
muerte permanentemente anunciada. Sin lugar a dudas, como a todo lo existente, le llegará su
hora. Sin embargo, para desgracia de sus proclamadores, hay razones históricas por las cuales
esa hora no ha llegado y los reiterados anuncios no son otra cosa que la expresión de sus
deseos claramente incumplidos.
Como afirmara Lakatos, las teorías no caen ni siquiera por falta de corroboración
empírica, sino sólo cuando aparece otra con capacidad de sustituirla. Y es altamente
improbable que el materialismo histórico sea derrotado sólo a fuerza de ser descalificado sin
argumentos o sistemáticamente ignorado y desconocido en algunos ámbitos parroquiales,
independientemente de su extensión geográfica.
Para aquellos que se sienten cómodos traduciendo fragmentos de propuestas
importadas -sin siquiera el mérito de la creatividad- y con las cuales pretenden brillar como
Teorías y métodos en arqueología ¿criticar o proponer? 31

teóricos en un mundo de tinieblas que se empeñan en conservar, hay malas noticias: " el
muerto que habéis matado, goza de buena salud".
NOTAS
SOBRE EL MATERIALISMO HISTÓRICO
EN EL PROCESO
DE INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA

Desde fines de los años sesentas se ha venido desarrollando la llamada "arqueología social"
latinoamericana, buscando interpretar los procesos históricos de las sociedades que
precedieron a la colonización europea del continente con base en la información
arqueológica. Su vanguardia ha sido asumida por un grupo de investigadores que trabajaban
mas o menos independientemente en sus países, comunicándose sus preocupaciones y
avances principalmente con ocasión de algunos eventos científicos internacionales a partir del
Congreso Internacional de Americanistas llevado a cabo en Lima en 1970.
Este grupo, que hoy comparte una definida posición materialista histórica, ha
alcanzado un conjunto importante de acuerdos básicos en torno al significado y contenido
teórico de las nociones y categorías que integran su concepción de la sociedad y sus
desarrollos. Ellos conforman el ahora conocido como "Grupo Oaxtepec", debido a que su
trabajo conjunto comenzó en la reunión realizada en Oaxtepec (México) a fines de 1983.
Siguiendo esta tendencia y en vinculación con ellos, se han generado diversos grupos
nacionales como SOVAR en Venezuela, INDEA en Perú, el autodenominado "Grupo
Evenflo" en México y otros1 .


Publicado en el Boletín de Antropología Americana, nº 19. México 1989.
1
SOVAR (Sociedad Venezolana de Arqueólogos); INDEA (Instituto de Estudios Andinos); el nombre del grupo "Evenflo"
deriva de una marca comercial de biberones (en el español de México, 'mamilas'), haciendo referencia a un juego de palabras
intraductible que se mofa de la naturaleza supuestamente pedante e incomprensible de las discusiones del grupo.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 34

Como es lógico, las contribuciones de los diversos autores que han adoptado una
posición materialista histórica o marxista, tratan sobre una amplia gama de temas (teóricos,
metodológicos, técnicos, interpretaciones de la historia concreta a nivel local, regional o
continental, etc.) . Tales aportes son, desde luego, desiguales en calidad y, sobre todo, han
estado desarrollándose y cambiando permanentemente. Por ello, no resulta extraño que
muchas de las afirmaciones o propuestas realizadas recientemente por varios investigadores,
no sean exactamente las mismas que aquellas que han publicado hace unos pocos años atrás.
2

He tenido oportunidad de participar en los grupos Oaxtepec y Evenflo, así como de


conocer los trabajos y logros de muchos otros jóvenes colegas que participan de este enfoque
teórico en nuestro "sub-continente". En este artículo resumo los puntos centrales de un
trabajo que estoy redactando actualmente 3 , que consiste en un intento de ofrecer una visión
de conjunto de los diversos problemas que conciernen a la investigación arqueológica, así
como los nexos que los vinculan orgánicamente. Todo ello buscando mantener la coherencia
-esto es, compatibilidad lógica- con el materialismo histórico, lo cual implica necesariamente
también una posición materialista dialéctica.
De tal modo, se hace posible situar las muy variadas proposiciones o resultados de
investigación -cuyos vínculos no son siempre evidentes- en el contexto global de una
concepción teórico metodológica consistente. Además, esto nos permite evaluar la supuesta
cientificidad de nuestro planteamiento, así como su comparación con otros.
Esta concepción del proceso de investigación en arqueología se basa en algunos
supuestos generales, coherentes con una posición filosófica que corresponde, a su vez, a una
posición ideológica y política vinculada a nuestra realidad social contemporánea. A partir de
ahí se desarrollan las cuestiones teóricas (ontológicas) que permiten sistematizar los
procedimientos metodológicos.
Dado el tema de esta reunión, podré el énfasis en los tópicos de la teoría sustantiva,
que constituye la piedra angular de cualquier alternativa científica consistente. Sobre los
demás problemas teóricos y metodológicos, me limitaré a esbozar un esquema muy general
con el fin de mostrar sus conexiones orgánicas.
Podría parecer apropiado, aunque redundante, comenzar declarando que, como
marxistas, nos basamos en el materialismo histórico. Y de ahí, entrar directamente "en
materia", a tratar con la especificidad de los procedimientos arqueológicos; naturalmente, tan
aferrados a la tabla salvadora de los datos empíricos provenientes de nuestros estudios de
caso favoritos, como fuera posible. Hace quince años pensábamos que ese era el camino a

2
Es indispensable tomar en cuenta esta consideración psra comprender los planteamientos de esta corriente. De otro modo,
una lectura de los diversos textos publicados por los autores que la integran no mostraría el nivel de congruencia que
actualmente se ha alcanzado.
3
"Una proposición materialista histórica para la arqueología" (MS). De hecho, para esta ponencia he copiado varios textos
de ese trabajo.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 35

seguir y anduvimos a tientas hasta tomar conciencia de que era necesario volver al punto de
partida de los fundamentos teóricos y epistemológicos.
Por algún tiempo, dimos por sentado que el materialismo histórico era capaz de
explicar claramente cualquier aspecto relacionado con la sociedad y su historia, desde que
parecía evidente su mayor capacidad explicativa, al menos en comparación con otras teorías.
Hasta que caímos en la cuenta de que no solo había mas de un materialismo histórico sino
que, además, la mayoría de las cuestiones con las que debíamos tratar como arqueólogos
poseían desarrollos del todo insatisfactorios, considerando las necesidades de nuestras
investigaciones. Generalmente carecían de formulaciones coherentes o, simplemente, no
habían sido tratadas desde este enfoque teórico.
Ello nos condujo a una serie de replanteamientos; aunque, desde entonces, la
mayoría de nosotros coincidía en dos puntos:
1) Por razones diversas, cada uno difería de la corriente del marxismo derivada de
las propuestas de Althusser, prevaleciente aún hoy en el medio académico latinoamericano y,
como podemos apreciar, también entre nuestros colegas "de habla inglesa".
2) Si algo ha estado siempre claro, es que la vía fácil del eclecticismo no es una
solución a nuestras carencias. Engendros del tipo de Marx-Weber-Wittfogel, Marx-Kant,
Marx-Freud, Marx-Lévi-Strauss y similares, tal vez resulten buenas mezclas de tabaco para
pipa, pero no para las ciencias sociales. Las tijeras y el pegamento no son parte de nuestro
instrumental metodológico.
Por ello es que no consideramos superflua la tarea de discutir y, cuando es
necesario, elaborar propuestas nuevas en torno a la diversa complejidad de problemas que
presentan las sociedades concretas, pretéritas y presentes, y que carecen todavía de
formulaciones adecuadas desde el enfoque materialista histórico. De estos problemas se ha
ocupado principalmente el grupo Oaxtepec y son los que subrayaremos en esta ocasión.

Algunas premisas generales.


a. Objetivos del conocimiento.
La finalidad de la investigación es generar nuevo conocimiento, que refleje la realidad
concreta de la manera mas objetiva posible. Esto no obedece a un capricho de meticulosidad
intelectual, sino al hecho de que el materialismo histórico constituye el fundamento científico
de una posición ideológica y política que busca la transformación de la realidad a través de la
praxis, lo que requiere disponer del conocimiento mas preciso de la complejidad real. En esa
tarea, no estamos enfrentados a entidades abstractas, sino a sociedades concretas. El
conocimiento de las regularidades y leyes mas generales y fundamentales es
indispensablemente necesario, pero evidentemente insuficiente para manejar la complejidad
del mundo real. Para decirlo de manera breve, saber que una nación esta regida por la
contradicción capital-trabajo es obviamente insuficiente como para conducir un proceso
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 36

revolucionario. De ahí que nuestra teoría debe ser capaz de explicar las muy diversas
conexiones entre las leyes mas generales y la indiscutible singularidad cultural que presentan
las sociedades concretas.

b. Relación entre teoría y método.


En primer lugar, la concepción marxista se funda en el reconocimiento de la necesidad de una
solución unitaria a los problemas de teoría del conocimiento (gnoseología), teoría de la
realidad (ontología) y lógica (metodología). Esta propuesta central, argumentada
originalmente por Hegel, permite la superación de la problemática dejada por el agnosticismo
kantiano, debida a la incoherencia entre una gnoseología materialista y una lógica
radicalmente idealista subjetiva.
En este punto se originan todas nuestras diferencias con las posiciones positivistas
neokantianas contemporáneas, incluyendo las de la "new archaeology" norteamericana, y aún
con la corriente althusseriana.
El aporte principal del marxismo sobre este punto consiste en la superación de la
incompatibilidad entre sistema y método en Hegel -señalada por Feuerbach- al replantearse el
problema desde una posición materialista 4.
Así, el principio gnoseológico materialista de objetividad -que supone la existencia
independiente de la realidad respecto a cualquier conciencia o de cómo es conocida-,
formulado como principio de lógica (método) implica la prioridad de la teoría de la realidad
(ontología) respecto al método de investigación.
Dicho muy llanamente, no podemos plantearnos cómo conocer si carecemos de toda
noción sobre qué buscamos conocer; es decir, si no sabemos nada sobre el objeto de
conocimiento. Por lo tanto, la sistematización de los procedimientos adecuados para conocer
(lógica) una clase de fenómenos reales, arranca necesariamente de lo que hasta ese momento
se sabe acerca de ellos. Y este conocimiento (verdadero o falso) está resumido en la teoría de
la realidad 5 .
La teoría es, en cada momento y al mismo tiempo, resultado de las investigaciones
precedentes y punto de partida de las nuevas investigaciones.
Como punto de partida del proceso de investigación, la teoría cumple una función
heurística. En mi opinión, el papel mas importante de la teoría en la investigación es
precisamente ese. Es decir, permitir el planteamiento racional y sistemático de los problemas
y la planificación de los procedimientos para la investigación que genere nuevos
conocimientos. La eficacia explicativa y la objetividad de la teoría juegan un papel
importante en la lucha "interparadigmática", pero su función primordial es conformar la

4
Ver Kopnin, 1966.
5
Es un requisito del método el ser capaz , considerando la posibilidad de que la teoría contuviera juicios falsos, el de
exponerlos a mostrar su inadecuación como reflejo de la realidad (falsabilidad).
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 37

condición subjetiva necesaria para el manejo de la realidad a través de la praxis. También el


valor metodológico de los conceptos, categorías y leyes, depende de su objetividad y
capacidad explicativa.
El ejercicio de los procedimientos metodológicos congruentes con la teoría genera
nuevo conocimiento, permitiendo la corrección de errores y el enriquecimiento de la teoría
misma. Así, la teoría está siendo permanentemente recreada, haciendo posible definir
procedimientos metodológicos nuevos y mas precisos y el desarrollo de nuevos proyectos de
investigación.

c. ¿Qué es la arqueología?.
Ha habido diversas opiniones al respecto y son bien conocidas algunas afirmaciones como "la
arqueología es la ciencia que estudia la cultura de pueblos desaparecidos", "la arqueología es
antropología o no es nada", "la arqueología es historia o no es nada" y otras similares. Sin
embargo, la sentencia que refleja mejor el fondo del asunto es aquella de que "la arqueología
es arqueología es arqueología". Por lo visto, se trata en realidad de la definición un territorio
de propiedad privada intelectual, ya que la competencia en el mercado profesional está
regulada de acuerdo a los títulos de propiedad sobre tales parcelas (v.g., los títulos
profesionales). El afán positivista de distinguir unas ciencias de otras "por su objeto y por su
método" se ha prestado como regla del juego para dirimir estas disputas.
La arqueología es una disciplina de la ciencia social. Su objeto de investigación, por
lo tanto, son las sociedades concretas, como totalidades históricas. Como investigadores,
podemos estar interesados en conocer procesos sociales en conjunto o sólo algunos de sus
aspectos. Pero no nos parece relevante establecer cuál es el objeto propio de nuestra ciencia,
señalando límites temáticos o temporales.
Sin embargo, es indudable que la arqueología presenta particularidades que deben
precisarse si pretendemos formular enfoques críticos y ofrecer alternativas para su quehacer.
Lo específico de la arqueología se debe a las condiciones en que se ha desarrollado
tradicionalmente la investigación, conformando el oficio de esta actividad:
1) Sin ser algo exclusivo de la arqueología, ésta posee una particularidad debida a la
clase de información empírica a partir de la cual se infieren las características de las
sociedades bajo estudio. Los arqueólogos estudian efectos de las transformaciones de la
naturaleza, para lo cual y a través de los cuales los seres humanos se relacionan socialmente.
Estos efectos materiales que los hombres producen y generan al realizar las diversas
actividades de la vida cotidiana presentan, como conjunto, la singularidad fenoménica de la
cultura. Además, generalmente los arqueólogos registran estos elementos desvinculados de
las actividades que, a partir de ese momento, deben inferir.
2) Siendo lo mas común que el arqueólogo estudie sociedades pasadas, los datos no
se presentan a la observación empírica tal como podrían observarse en una sociedad viva. Por
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 38

ello, además de su desvinculación respecto a las actividades y relaciones sociales que los
generaron, los objetos arqueológicos han sido afectados por diversos y, a veces, complejos
procesos de transformaciones, hasta que se convierten en la información de que disponemos
para inferir procesos sociales.
Estas particularidades objetivas de la información arqueológica indican los
problemas teóricos que la disciplina debe resolver y condicionan la particularidad de las
mediaciones inferenciales que deben organizarse metodológicamente. El desarrollo y
formalización de opciones y la organización global de este cuerpo de problemas teórico-
metodológicos, constituyen la especificidad del oficio arqueológico como investigación
social, para el cual creemos que el materialismo histórico puede ofrecer alternativas
coherentes.

Instancias del proceso de investigación.


Una concepción del proceso de investigación no es un vademecum de recetas metodológicas.
Ciertamente, implica formular propuestas sobre procedimientos técnicos y lógicos para
operar en los distintos ámbitos de la realidad con los cuales los investigadores están
necesariamente en contacto.
Pero, como hemos visto, la formulación de procedimientos metodológicos debe
derivarse lógicamente de la teoría sobre la realidad en que operan. Por ello, es necesario
precisar, antes que nada, los campos de la realidad involucrados en las investigaciones
arqueológicas.

A. Instancias ontológicas.
Tales campos son todos aquellos implicados en las relaciones entre las sociedades estudiadas,
los datos arqueológicos observables y la información disponible.
Se puede apreciar que éstos conforman una cadena de procesos de diferente orden
que, causalmente vinculados, determinan la génesis e historia de los datos e información
arqueológica.
Estos aspectos de la realidad que interesan a la arqueología, pueden englobarse en
tres temas ontológicos específicos:
a. El materialismo histórico o teoría substantiva de la sociedad. Como teoría sobre el
objeto central de conocimiento de la arqueología, es compartido con todas las demás ciencias
sociales.
Por razones que veremos luego, ha sido necesario ocuparse de tres problemas
básicos: 1) discutir y definir conceptos generales con el fin de teorizar a la sociedad como
totalidad concreta, 2) discutir el sentido y conceptualizar la periodización histórica y 3)
proponer interpretaciones teóricas sobre la cuestión étnico-nacional.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 39

Otro problema propio de la teoría substantiva es el de la formación de los contextos


arqueológicos. Aunque esto requiere de una conceptualización selectiva de aspectos de la
realidad social que sólo interesan al arqueólogo y, probablemente, a los criminólogos y otros
chismosos profesionales similares. Por ello, y por comodidad de exposición, lo tratamos
como parte del tema siguiente, con el cual está estrechamente relacionado.

b. Historia de los contextos arqueológicos.


No por obvio ha sido menos importante asentar explícitamente que los restos arqueológicos
observables son contemporáneos del arqueólogo (Binford,1972; 3axapyk, l976). Esto
implica que es necesario explicar qué vínculos hay entre los restos arqueológicos actualmente
observables y las actividades y relaciones sociales que les dieron origen y de los cuales están
desligados. De otro modo, el pasado, que no se puede observar, sería incognoscible.
Nuestra posibilidad de conocer la historia -así como de definir procedimientos
metodológicos y de validar nuestras inferencias- se funda en algunas premisas básicas:
1. Que existen diferencias y relaciones objetivas entre las sociedades objeto de
investigación y las evidencias arqueológicas objeto de observación.
1.1. Las diferencias obedecen a que, si bien la información empírica está integrada
por objetos que, en su momento, han sido el resultado de las transformaciones de la
naturaleza por el trabajo y las actividades humanas, éstos ya no poseen las mismas calidades
y relaciones que tuvieron en el contexto de la sociedad que los produjo.
1.2. Las relaciones entre ambas se deben a un conjunto de conexiones causales que,
dadas las diversas condiciones de su ocurrencia, se dieron necesariamente.
2. Que hay una correspondencia determinada entre las propiedades o calidades de
los contextos arqueológicos y la cualidad de las actividades y relaciones sociales que, entre
otros factores, los generaron.
Sin embargo, el carácter determinado de los contextos arqueológicos, como efectos,
no implica que a similares actividades y relaciones sociales se correspondan contextos con
cualidades observables idénticas. Esta variabilidad se explica porque:
2.1. Las formas concretas de las actividades y objetos que involucra el desarrollo de
la vida cotidiana adquieren, en cada sociedad, calidades culturales singularmente distintivas y
2.2. Las combinaciones de factores causales que inciden en la dinámica de
transformaciones de los contextos, pueden ser muy diversas.
Una ontología de la historia de los contextos o restos arqueológicos implica teorizar
y vincular tres problemas:
1) Cómo se forman los contextos. Como dijimos, este es un problema de teoría
substantiva. Nos basamos en el concepto de contexto momento, como conjunto de artefactos,
elementos y condiciones materiales (componentes) en interacción dinámica integrada por la
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 40

actividad humana. Hablamos de contexto "momento", pues se refieren sólo a un segmento


espacial y temporal de la totalidad de actividades que, simultánea y sucesivamente,
constituyen la existencia concreta de la sociedad.
El contexto arqueológico se conforma cuando los componentes de un contexto
momento son desvinculados de la actividad humana.
2) Cómo se transforman los contextos. Como ha señalado Schiffer, los contextos
arqueológicos se transforman tanto por factores naturales como sociales (culturales). Importa
saber qué efectos produce, sobre los contextos arqueológicos, la incidencia de diferentes
combinaciones de variables naturales y sociales.
Para este efecto, una unidad mayor de análisis es la de ámbito de vida o espacio
vivido (Sanoja,1984; Vargas,1986) que, debido a los factores mencionados, se segmenta en
diversos contextos arqueológicamente identificables.
3) Cómo se presentan a la observación los objetos y contextos arqueológicos
cuando son "capturados" en un momento de su historia de transformaciones. Es un tema del
que se han ocupado muchos autores de las mas diversas posiciones. La formalización teórica
sobre este punto debe considerar:
3.1) Que toda teoría supone una jerarquización de conceptos. Esta, en particular,
debe guardar compatibilidad con la teoría substantiva (materialismo histórico). Sin embargo,
se puede jerarquizar de diversas maneras según los objetivos y estrategias de cada
investigación. Así, por ejemplo, para designar al conjunto de datos que permiten las
inferencias sobre una sociedad concreta en un rango temporal dado, manejamos la categoría
de cultura arqueológica.
3.2) Que los conceptos, por lo tanto, reflejan diversos niveles de integridad de los
atributos observables. Siguiendo el ejemplo anterior, pueden comprender desde los rasgos de
un objeto aislado, pasando por los contextos o grupos de contextos de diversas magnitudes,
hasta la cultura arqueológica.
3.3) Que los atributos objetivos potencialmente observables son infinitos y es
necesario definir criterios para la conceptualización selectiva de los mismos. Estos criterios
responden a las siguientes preguntas:
Primero, ¿qué queremos inferir a partir de la observación empírica?. Por lo pronto,
nos interesa todo lo que nos lleve a conocer, por una parte, los procesos de transformaciones
que han afectado a los materiales y contextos y, por otra, principalmente, las actividades
humanas que los generaron originalmente. Entre las características que sabemos inferibles a
partir de los datos arqueológicos y que tienen relevancia para nuestras interpretaciones sobre
este último punto, están la temporalidad, las singularidades culturales y los contenidos
sociales.
En segundo lugar, ¿qué atributos o relaciones empíricamente observables nos permiten
tales inferencias?. Podemos decir que, en los diversos niveles de integridad de los datos hay
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 41

algunas propiedades generales básicas, arqueológicamente relevantes, como son las


propiedades físico-químicas, la espacialidad y las magnitudes; a su vez, determinadas
relaciones entre tales atributos -en particular, espacialidad y magnitudes- permiten definir
otras calidades importantes como son las formas o las posiciones relativas. A partir de estos
atributos se pueden definir otros conceptos como asociación, superposición, recurrencia, etc.

c. Historia de la producción de la información.


Sea que el arqueólogo estudie sociedades como totalidades o sólo alguno de sus aspectos,
debería poseer una visión global; es decir, debe conocer la información disponible acerca de
las culturas arqueológicas de que se trate.
Sin embargo, difícilmente llegará a observar y registrar directamente en el campo
mas que la presentación de unos pocos sitios o contextos. Por lo cual su conocimiento de una
cultura arqueológica deberá basarse, en gran medida, en la información producida por otras
personas, que no siempre fueron arqueólogos profesionales. Aún en estos casos, pocas veces
nuestros colegas habrán registrado y procesado los datos siguiendo los mismos criterios que
adoptarían otros investigadores, según sus intereses y posiciones teóricas y metodológicas.
El problema central a considerar acá, es que la información producida guarda diversos
nexos y grados desiguales de correspondencia con los datos o atributos potencialmente
observables en los contextos arqueológicos. Por ello, la teorización de las condiciones y
características de los procesos que conducen a la producción de la información arqueológica
es necesaria para:
1) Sistematizar los procedimientos de producción de información, de acuerdo a los
niveles del desarrollo histórico de la disciplina -desde las técnicas a la teoría-, optimizando el
registro evaluable de propiedades empíricas potencialmente relevantes al conocimiento de las
realidades históricas estudiadas.
2) Sistematizar el análisis de confiabilidad de la información producida disponible,
en términos de su correspondencia con las propiedades que pudieron presentar en los
contextos arqueológicos.
Consideramos, de manera general, que la producción de la información arqueológica
implica la incorporación de contextos o componentes de contextos arqueológicos,
potencialmente portadores de información, en contextos momentos actuales; es decir, en
contextos momentos de los cuales pueden participar los observadores que generan
información útil a la investigación.
Ello nos permite definir criterios para analizar los procesos de producción de
información como, por ejemplo, según: 1) el tipo de actividades a las que se incorporan los
contextos arqueológicos y sus componentes, 2) las funciones que adquieren en esos contextos
actuales, 3) las características de los agentes (posiciones y actividades sociales, ideología,
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 42

conocimientos, etc.), 4) características de los contextos informativos actuales y de sus


componentes y otros.
Debemos suponer que las situaciones óptimas son aquellas en que se trata de
contextos de producción intencional y sistemática de información, realizada por especialistas
calificados, en que las variables objetivas y subjetivas que operan en el proceso son
explícitas.
Una ontología de la producción sistemática de la información arqueológica debe
considerar, al menos, las siguientes fases del proceso:
a. La observación, registro y manipulación de los contextos arqueológicos y sus
componentes.
b. El análisis de los datos y materiales.
c. Formas de presentación de la información, tales como conservación y archivos,
exposiciones y publicaciones.

B. Instancias metodológicas.
Conociendo los procesos de génesis de los datos e información arqueológica, podemos
definir y situar los problemas generales de metodología que se requiere formular para realizar
investigaciones.
Cabe mencionar que no hay solo una manera correcta de operar frente a cada
problema o situación. No solo es posible, sino deseable, la alternatividad técnica y
metodológica. Se amplían así las posibilidades de descubrir errores de planteamiento (de la
teoría o de las hipótesis) que, tal vez, un solo procedimiento no sería capaz de poner en
evidencia. En otras palabras, la alternatividad metodológica amplía el rango de falsabilidad
de las interpretaciones.
Las fases del proceso de investigación de sociedades concretas en arqueología, dicho
muy brevemente, son:
a. Producción de información.
Se refiere al conjunto de procedimientos técnicos y lógicos que permiten la obtención,
registro, procesamiento analítico, ordenación, descripción y comunicación de información
generada a partir de los datos arqueológicos empíricamente observables, desde sus contextos
en el campo a los laboratorios.
Implica formular protocolos de registro y procedimientos técnicos y analíticos (v.g.,
tipología), que sistematicen los trabajos de campo y laboratorio, así como la creación de
acervos y de procedimientos de comunicación de la información producida. Supone una clara
concepción de cuáles son los aspectos o atributos empíricos de los datos que tienen interés
para la realización de inferencias e interpretaciones.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 43

b. Definición de las culturas arqueológicas.


Esta es, principalmente, una instancia de análisis de confiabilidad y organización de la
información producida disponible. Se busca:
1) Determinar en qué grado los sesgos del proceso de producción de la información
han implicado pérdida y distorsión en el conocimiento de los atributos empíricamente
observables en los objetos y contextos arqueológicos. Hay que considerar, además, que buena
parte de la información producida se comunica o se presenta ya incorporada a la exposición
de interpretaciones.
2) Organizar toda la información arqueológica y medioambiental correspondiente a
cada cultura arqueológica y que tenga relación con su historia de transformaciones.
c. Inferencia de las culturas.
Se trata de inferir el conjunto de formas culturales que pudo presentar la cultura de la
sociedad viva, como un sistema de contextos momentos simultáneos y sucesivos, en los
cuales se desarrollaron diversas actividades, involucrando objetos y condiciones materiales
determinadas.
Parte de este problema consiste en identificar las diferencias subculturales que,
además de las distinciones de contenido funcional de los sitios, señalarían la existencia de los
grupos sociales que participaron diferencialmente en las estructuras sociales y cuya
manifestación cultural es también distinguible como parte de la cultura global.
Para esto es necesario intentar "reconstruir" la historia de los contextos, desde que
sus componentes se desligaron de las actividades sociales que los originaron, ya que las
inferencias deben apoyarse en el conocimiento de la presentación "actual" de los objetos y
contextos arqueológicos.
d. Inferencia de modos de vida y formaciones sociales.
En este nivel de integridad de los procesos inferenciales se busca abstraer el conocimiento de
las regularidades sociales, lo cual debe hacerse para cada una de culturas arqueológicas. Se
dispone, sin embargo, de la información reunida para inferir e identificar las asociaciones y
recurrencia de las formas culturales. A partir de ella se procederá a su análisis y ordenación
con el fin de conocer los contenidos sociales a que dichas formas culturales corresponden.
Se trata de identificar y reconstruir los diversos procesos económicos (producción,
distribución, cambio y consumo) que integran el modo de producción; las actividades de
reproducción y reposición de la población y la fuerza de trabajo; las diversas actividades
superestructurales institucionales y las formas de reflejo de la realidad. Es decir, todas
aquellas actividades y relaciones inferibles que constituyen tanto el ser social como las
superestructuras.
Esta instancia de la investigación, estudiando realidades concretas, opera
inductivamente y se organiza en torno a las implicaciones deducibles de la teoría. Por ello se
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 44

busca, en primer lugar, el reconocimiento de los diversos modos de trabajo que integran y
caracterizan a un modo de vida, a partir de lo cual se tratará de inferir las determinaciones
generales de la formación social.
e. Explicación del desarrollo histórico concreto.
En este punto del proceso investigativo se dispone de cuanto haya podido inferirse acerca de
las singularidades culturales de las sociedades estudiadas, así como de las calidades
fundamentales de las mismas en tanto formaciones socioeconómicas. Pero este conocimiento
está aún desagregado ya que tenemos, por un lado, las expresiones culturales y, por otro, sus
contenidos como modos de vida y las determinaciones de las formaciones sociales; además
de que este análisis ha debido realizarse separadamente a partir de cada cultura arqueológica.
El objetivo es, ahora, la realización de una síntesis que permita explicar la dinámica
de los procesos históricos en su singular concreción, desde las determinaciones
fundamentales y generales abstraídas a partir de los procesos mismos.

Apuntes sobre materialismo histórico.


Nos interesa exponer cómo hemos intentado reducir la gran brecha entre la teoría necesaria
para enfrentar los retos de la investigación de acuerdo a los requisitos que ésta presenta en su
desarrollo actual y la teoría disponible para hacerlo. Si bien es cierto que cada respuesta a un
viejo problema genera nuevas preguntas.
Por razones de espacio, nos tendremos que limitar a apuntar algunos aspectos que
esperamos nos permitan un constructivo intercambio de ideas. Por ello, destacaremos
selectivamente: 1) el contenido central de los conceptos básicos y nuestra posición frente a
cada tema, 2) los puntos en torno a los cuales se han elaborado propuestas y 3) los aspectos
en que diferimos respecto a otras interpretaciones del materialismo histórico.

a. Sociedad concreta.
Un problema clave surgía ante la pregunta sobre cómo el sistema conceptual del materialismo
histórico podía dar cuenta, de manera orgánica y lógicamente compatible con sus categorías
centrales, del nivel de la realidad social al que usualmente se enfrentan los antropólogos o
arqueólogos. Estos pueden llegar a conocer, o reconstruir por inferencias, las actividades de
la vida cotidiana, tal como se presentan bajo sus formas culturales singularmente concretas.
Y con base en esos datos pretendemos abstraer las regularidades fundamentales y generales
que rigen a la totalidad, como son las calidades del modo de producción o las relaciones de
las superestructuras con la base material.
Resulta obvio que las diversas connotaciones de categorías, como modo de
producción o formación social (aún bajo la acepción althusseriana de ésta última como
categoría "concreta"), no contribuían a resolver el problema.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 45

Tales inferencias solo son posibles si la teoría general es realmente capaz de explicar
a la sociedad como totalidad concreta (sensu Kosik). Esto es, como una totalidad dialéctica
de la cual es posible explicar, desde las relaciones fundamentales y en conexión con ellas,
cualquier hecho o clase de hechos; incluyendo, en nuestro caso, los fenómenos de la vida
cotidiana en su concreción sociohistórica.
Disponíamos, por una parte, de una concepción del materialismo histórico
demasiado general. Por otra, de una heterogénea diversidad de conceptos que, bajo el término
de cultura, aluden de diversas y muy desiguales maneras a los aspectos objetivos de la
realidad que nos interesan, pero sin posibilidades de coherencia ni homogeneidad teórica con
el materialismo histórico. Había dos fáciles seudo soluciones: 1) intentar fabricar un
Frankenstein ecléctico o 2) usar el término para aludir formalmente al problema, sin
enfrentarlo (ni, por lo tanto, resolverlo).
De hecho, el asunto exigía un examen de la realidad social y la formulación teórica
explícita de las relaciones existentes entre las regularidades formalizadas en la categoría de
formación social y las manifestaciones culturales, por complejas que fueran. Se requería de
una negación dialéctica (no es necesario hablar de "ruptura epistemológica") de las
concepciones de la antropología tradicional y, en particular, del culturalismo. Luego, en
Oaxtepec, se replanteó la categoría de modo de vida (que venían manejando Sanoja, Vargas y
Veloz), que pasó a designar las mediaciones entre cultura y formación social, expresando
particularidades de ésta.
De este modo, pretendemos que se puede explicar teóricamente a la sociedad como
totalidad concreta, mediante la explicitación de los nexos recíprocos entre los aspectos de la
realidad que se pretende reflejar en las categorías de formación económico social, modo de
vida y cultura.
1. Formación económico social.
Esta categoría designa al sistema de regularidades de mayor nivel de acción causal y
estructural de la totalidad social. Expresa la unidad orgánica de la base material del ser social
y las superestructuras. Mantenemos la distinción materialista fundamental en la teoría de la
historia y una concepción de causalidad jerarquizada 6 .
El ser social o base material de la sociedad no se limita a los procesos económicos
(producción, distribución, cambio, y consumo), comprendidos en la categoría de modo de
producción. Incluye también la amplia gama de actividades y relaciones sociales que median
la reproducción y la reposición cotidiana de la población, concebidas como modo de
reproducción.
La calidad del modo de producción, que sintetiza la correspondencia del sistema de
relaciones sociales de producción y el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, se

6
Jerarquía no significa reduccionismo. La jerarquía causal es objetivamente relativa a los diversos niveles de integridad o
dimensiones de la realidad. Es decir, se configura de diversas maneras en cada nivel de integridad, bajo el principio de
diversidad y acción mutua.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 46

manifiesta en la calidad de las relaciones fundamentales de producción. Esta es, a su vez, la


expresión condensada de la contradicción fundamental de la totalidad social.
En la sociedad real el modo de producción es uno, integrado por diversos tipos de
relaciones de propiedad y producción secundarios, en torno a las relaciones fundamentales
que determinan las posibilidades, necesidades y orientación del desarrollo del sistema y cada
una de sus partes.
El concepto de modo de producción de la vida material se refiere a la unidad de los
procesos económicos y no incluye a las superestructuras. En este punto, como en el anterior,
diferimos de la concepción althusseriano-balibariana. También se habrá advertido que la
categoría de formación económico social no significa, para nosotros, una "combinatoria
articulada" de modos de producción.
En cuanto a las superestructuras, comprenden dos esferas: la de la conciencia o
reflejo social y la institucionalidad. La primera se refiere a las diversas formas y niveles de la
conciencia social, de la afectividad y los sistemas de valores. La segunda, a las actividades y
relaciones sociales que median los vínculos de poder y la administración, regulando la
reproducción o cambios del sistema social como totalidad. Los términos de superestructura
ideológica y jurídico-política expresan la particularidad de la conciencia social y la
institucionalidad en las sociedades clasistas 7 .
2. Modo de vida.
1) La categoría de modo de vida expresa las mediaciones objetivas entre las regularidades
formalizadas a través de las categorías de formación económico-social y cultura. Se refiere,
por lo tanto, a las particularidades de la formación social, como "eslabones intermedios"
entre el carácter esencial de la formación social y su manifestación fenoménica en la cultura.
Consecuentemente, la categoría de modo de vida, al igual que las de formación
social y cultura, se refiere a las diversas instancias de la totalidad social, como unidad.
Siendo la categoría dialéctica de lo particular aquella que expresa las transiciones
entre lo general y lo singular y relativa a ambos términos extremos, el modo de vida puede
referirse a diversos grados de generalidad de las mediaciones entre formación social y
cultura, los cuales deben ser precisados en cada análisis.

7 Comentaré que, en mi opinión, el materialismo histórico ha respondido, en general, a una ideología "machista". En
nuestra tradición "occidental" existe en realidad una dicotomía entre la esfera pública (relaciones sociales de
producción y política) e inteligencia, por una parte y esfera privada (reproducción doméstica) y afectividad, por la
otra, asociadas respectivamente a los roles e imágenes de masculinidad y femineidad. Así, se espera que el hombre
sea intelectualmente brillante y afectivamente duro o reprimido y la mujer muy sensitiva y discretamente estúpida.
Por lo que respecta al ser social, esto se ha reflejado en una falta de preocupación por explicar teóricamente las
características de la esfera del modo de reproducción y sus vínculos con las relaciones fundamentales. Por lo que se
refiere a las superestructuras, como reflejo de la realidad por los sujetos sociales, casi se ha limitado a sus formas
cognitivas en términos de formas y niveles de conciencia; pero está casi ausente la consideración de los reflejos
afectivos que son los que en realidad mueven la conducta práctica y la acción política de los grupos humanos. Por
ello, nos hemos interesado en avanzar sobre estos temas.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 47

2) Los factores que inciden en las particularidades de la formación socioeconómica,


formalizadas como modo de vida, son principalmente:
- Especificidades de la organización técnica y social condicionadas por las
características del medio ambiente en el que el grupo humano vive y que transforma a través
del trabajo.
- Especificidades de la organización y dinámica social que responden a la naturaleza
de los contactos entre diversos grupos sociales o sociedades totales.
3) Entre las características del modo de vida debidas a los mencionados factores,
podemos señalar:
- Diversos ritmos históricos de desarrollo y viabilidad de cambios del grupo social,
condicionados por sus particularidades estructurales.
- Las características particulares del desarrollo se manifiestan como "líneas" de
modos de vida que, en la dimensión histórica, se refieren también a las fases cualitativamente
distinguibles en una formación social y su modo de producción.
4) En las sociedades donde las formas específicas de producción se han diferenciado
internamente, hay que distinguir entre el modo de vida como particularidad de la totalidad
social y los modos o submodos de vida como particularidades de los grupos sociales que
integran la totalidad social. En este sentido, el modo de vida es resultante de las
particularidades de cada submodo de vida, así como de sus formas de integración a la
totalidad.
3. Cultura.
La categoría de cultura refleja una aspecto de la existencia de la sociedad inseparable de las
regularidades que expresan, en distintos niveles de generalidad y esencialidad, las categorías
de formación social y modo de vida.
Se refiere al multifacético conjunto singular de formas fenoménicas que presenta la
existencia de una sociedad, como manifestación de las soluciones concretas a sus necesidades
generales de desarrollo histórico. Recíprocamente, la categoría de formación social alude al
sistema general de contenidos esenciales a que corresponden las formas culturales.
En la cultura de una sociedad se manifiestan tanto la unidad de la totalidad social
como la diversidad de los grupos sociales que la constituyen. Consideramos como
subcultura al conjunto de manifestaciones culturales de un grupo social que forma parte de
una sociedad. Los criterios principales -pero no únicos ni excluyentes- de distinción de los
grupos sociales que aparecen como subculturas son: a) su posición en el sistema de relaciones
sociales de producción, b) su posición en la división del trabajo y c) su origen histórico y
geográfico particular.
El orden objetivo de las formas culturales que, por su naturaleza fenoménica, se
presenta a la observación empírica como una multiplicidad aparentemente caótica de
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 48

manifestaciones sensibles, es el orden propio de los contenidos de la formación social a que


las formas culturales corresponden. El orden de los contenidos sociales es un orden dinámico,
cuyos cambios generales de calidad se corresponden con el desarrollo de las fuerzas
productivas.
Una calidad general de la cultura, en la esfera de lo fenoménico aparente, es su
singularidad. La cual solo puede ser explicada en el contexto de la multideterminación causal
de la totalidad social. Comprendiendo la unidad dialéctica de lo necesario y lo contingente,
como niveles de acción causal recíprocamente relativos, puede decirse que la singularidad
cultural es efecto de la concatenación de la contingencia y las regularidades necesarias del
desarrollo social. Entre los factores generales de contingencia que determinan singularidades
culturales, hay que considerar a las coyunturas sociohistóricas internas o externas que
enfrenta una sociedad y las propiedades concretas del medio geográfico en que la sociedad se
desarrolla.
Existe necesariamente una correspondencia entre la calidad singular de las formas
culturales y los contenidos fundamentales de la formación social. No obstante, dicha
correspondencia no es mecánica y los cambios en el nivel de las regularidades de la
formación no suponen necesariamente una sincronía de cambios en la totalidad de la
dimensión de la cultura o viceversa.
Puede decirse que la calidad singular de la cultura se corresponde, en última
instancia, con la magnitud del grado de desarrollo de las fuerzas productivas, ya que ésta
implica la diversificación y aumento cuantitativo de los productos materiales y de las
actividades sociales, de cuya combinatoria de formas fenoménicas resulta la irreductible
singularidad cultural.
Este condicionamiento "en última instancia" del conjunto singular de formas
culturales, por el sistema de contenidos de la formación socioeconómica, se establece a través
de una compleja red de relaciones contradictorias que median la unidad real de ambos
aspectos del proceso social concreto.

b. Periodización histórica.
Una periodización implica formular criterios generales que permitan definir unidades
clasificatorias de calidades diferentes de los procesos sociales, relacionadas con su dimensión
histórica.
Los criterios deben ser generales en cuanto a reflejar propiedades que sean comunes
a cualquier momento del desarrollo histórico de cualquier sociedad. Así es posible comparar
e identificar las calidades particulares distintivas de las diferentes unidades resultantes de tal
clasificación. En este sentido, los criterios de periodización deben ser homogéneos.
Tratándose de proposiciones que pretenden cierto nivel de cientificidad y
consistencia, éstos criterios deben derivarse de la teoría. En nuestro caso, estimamos
necesario que, además de posibilitar la identificación descriptiva, permitan la explicación de
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 49

los procesos históricos. La relevancia explicativa de tales criterios está definida por la
jerarquía causal que les asigna la teoría.
Por ello, al menos en los niveles mas generales, una propuesta de periodización debe
formularse bajo la forma de una teoría explicativa de la estructura y causalidad
fundamentales de los procesos históricos, aún cuando debe entenderse que sus enunciados
están condicionalmente sujetos a la corroboración empírica.
Es importante insistir en que las propuestas de periodización, como toda
generalización teórica explicativa, son un campo permanentemente abierto a las correcciones
y enriquecimiento generados por los resultados de las investigaciones concretas. No hay que
olvidar que la función investigativa de la teoría es heurística y que, en este aspecto, cuando
no hay correspondencia entre teoría y realidad, la que debe modificarse es la teoría.
Lo dicho significa que, si bien la investigación de la historia concreta se apoya en la
teoría, su explicación no se deduce de ésta, ni consiste en etiquetar y "meter" los casos reales
en los cajones de la periodización.
El cómo explicar los procesos históricos con relación a una periodización es un
problema metodológico que se refiere a los procesos inferenciales en la investigación
histórica concreta. El enunciado de los conceptos generales y sus conexiones orgánicas en
términos explicativos es un problema ontológico de la teoría sustantiva y del cual nos
ocuparemos acá.
Consecuentemente con la formulación de la categoría de sociedad concreta,
sostenemos la posibilidad de plantear una periodización que relacione tres dimensiones de
cambios; los cuales, aunque no ocurren de manera sincrónica, siempre afectan a la sociedad
como totalidad. Nos referimos a una periodización tridimensional que comprenda los
cambios que se dan en las calidades fundamentales de la formación social, en la
particularidad de los modos de vida y en la singularidad de las culturas.
Nos limitaremos escuetamente a sintetizar las propuestas de periodización en el nivel
mas general, referido a las particularidades históricas de las formaciones socioeconómicas.
En particular, de los estadios que nos han ocupado en relación a la historia pre-europea de
América.
Sobra decir que las periodizaciones existentes, desde los apuntes de Marx o los
escritos de Engels a Childe o gran parte de los autores contemporáneos, son del todo
insuficientes en cuanto a su real nivel de generalidad y precisión explicativa. La mayor parte
de las propuestas carece , principalmente, de homogeneidad. El problema no es solo el del
procedimiento usual de "etiquetar y meter en casilleros" (Kohl,1987), sino también el de que
los "casilleros" están muy mal definidos. Y la precisión no se logra gracias al no por
socorrido menos engañoso recurso de la referencia empírica. La referencia a los "casos"
puede ser un recurso muy válido de exposición, tal vez muy ilustrativo, clarificador,
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 50

amenizador o convincente, pero no explicativo; por lo que, a lo más, permite distraer al lector
ocultando las deficiencias de la teoría, pero no resolverlas 8 .
Solo indicaré que, al resumir una propuesta de periodización basada en los criterios
que define la formalización de la categoría de formación económico social, ha sido necesario
resaltar la distinción de las calidades de las relaciones fundamentales de producción. Para ello
hubo que definir con precisión los conceptos que involucran las relaciones de propiedad que,
a su vez, permiten distinguir las calidades de las relaciones fundamentales de producción de
cada etapa del desarrollo de las sociedades.
También tendremos presente que, bajo esta concepción, los cambios cualitativos de
una formación social a otra ocurren como procesos revolucionarios en los cuales se
interrumpe el ritmo de gradualidad evolutiva del desarrollo, generándose períodos de
transición que adquieren también calidades particulares. Intentando ser breves, acá los
tratamos como momentos finales o iniciales de cada gran etapa histórica.
1. Comunidad primitiva de cazadores-recolectores.
Como comunidad primitiva, esta sociedad se caracteriza por la falta de producción
sistemática de excedentes y la ausencia de clases sociales. Lo distintivo de la misma, en
cuanto a los contenidos de la propiedad, es que ésta se establece sobre la fuerza de trabajo y
los instrumentos de producción. No se ha establecido la propiedad real sobre los medios
naturales de producción. La apropiación de los medios naturales es resultado del trabajo y no
una condición necesaria para la producción. La forma de la propiedad que cualifica a las
relaciones fundamentales de producción es colectiva, con diversas formas de posesión
particular e individual. Los medios naturales de producción son también objeto de formas
particulares de posesión consensual.
La unidad del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de
producción se manifiesta particularmente, en ésta formación social, como contradicción entre
la precariedad estructural de la economía y las relaciones de reciprocidad que resuelven los
riesgos permanentes que aquella implica, tendiendo a estabilizar conservadoramente el
desarrollo social. La precariedad deriva del hecho de que la sociedad no interviene
directamente, invirtiendo fuerza de trabajo, en el control de la reproducción natural de las
especies biológicas que les sirven de sustento, debido al uso básico de técnicas de
apropiación de alimentos. La reciprocidad es la expresión aparente, en las esferas de la
distribución y el cambio, de las relaciones colectivas de propiedad.

8
Si, para decirnos que los procesos sociales muestran gran diversidad, se nos llama a comparar una sociedad de "bigman"
de Oceanía con la Unión Soviética, el ejemplo será clarísimo y convincente, pero no explica para nada en qué residen las
diferencias. La referencia a la empiria parece ser una ritualidad culturalmente obligada en la literatura norteamericana o
europea occidental; algo así como una vacuna contra las imputaciones de "especulación abstracta", lo que acusa la huella
dejada por el particularismo culturalista. Ritualidad tan superflua como suelen ser las consabidas referencias a las Obras
Completas de Lenin o al último Congreso del PC en los países socialistas. Usos rituales que solo sirven, en algunos casos,
para resguardarse de la inutilidad de las críticas estereotiopadas y, en otras, para ocultar la ausencia de ideas interesantes.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 51

Este modo de producción llega a su fase de transición revolucionaria cuando el tipo


de relaciones de reciprocidad no permite resolver desigualdades críticas entre las necesidades
de mantención y reproducción de la población y la disponibilidad de recursos accesibles a
través de la tecnología apropiadora de alimentos.
En cuanto a las superestructuras, hay poca diferenciación entre las instancias
institucionales y de la conciencia o reflejo social. Por una parte, la precariedad económica es
un factor suficientemente compulsivo como para asegurar cierta efectividad de los
mecanismos sociales de coerción; por otra parte, la economía es suficientemente simple como
para funcionar sin necesidad de un organismo especial de administración. Es decir que, en
general, la reproducción del sistema social se da normalmente a través de la incidencia, en la
conducta cotidiana, de una concepción de la realidad altamente normativa de las relaciones
sociales.
2. La comunidad primitiva tribal.
Surge como efecto de un proceso generado por sociedades que resuelven la crisis del modo
de producción cazador-recolector por la vía del desarrollo de una economía de producción de
alimentos, mediante técnicas de domesticación de plantas o animales. No obstante, la
tecnología de producción de alimentos no será una condición necesaria a la existencia de una
sociedad tribal.
El modo de producción de la comunidad tribal se caracteriza porque, si bien se
mantienen las formas colectivas de la propiedad, ésta se constituye también en propiedad
efectiva sobre los medios naturales de producción, tales como la tierra o el ganado. La
sociedad invierte fuerza de trabajo en los objetos naturales de producción, interviniendo en el
control de la reproducción biológica de las especies alimenticias. Pero, para poder estabilizar
una economía sobre esas bases, se requiere asegurar la propiedad real sobre tales objetos de
trabajo, con el fin de impedir su apropiación por otros pueblos. En estas sociedades, la
apropiación de la naturaleza no es solo un resultado de la producción, sino una condición
para la misma.
Una de las formas de garantizar la propiedad comunal sobre todos los elementos del
proceso productivo, como condición para la producción, es el aumento demográfico,
posibilitado por la elevación de la productividad media del trabajo. Sin embargo, para que
este mayor número de población adquiera cualitativamente la capacidad efectiva de defender
la propiedad comunal, se requiere de una nueva forma de organización social que
comprometa a los miembros de toda la comunidad, en un sistema de relaciones de mayor
escala. Esta es, en sentido estricto, la organización tribal.
La organización tribal se estructura sobre un modelo analógico de las relaciones de
parentesco que, en parte, regula la distribución de la fuerza de trabajo a través de la filiación
real. Pero, en realidad, es una organización multifuncional.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 52

En principio, el "parentesco" clasificatorio sobre el cual se organiza la estructura


tribal es, de hecho, la forma particular que, en estas sociedades, adquieren las relaciones
sociales de producción.
En la práctica del ser social, la unidad doméstica es, a la vez, la unidad básica de
producción y consumo, así como de la reproducción de la población. Por ello es fácil, en el
nivel de la conciencia social, proyectar por analogía las relaciones de reciprocidad solidaria
que comprometen a los parientes consanguíneos hacia las relaciones sociales de producción.
Con ello se logra, en la conducta de la vida cotidiana, la reproducción del compromiso
necesario de reciprocidad a gran escala, entre miembros de una comunidad que difícilmente
guardan ya relaciones reales de filiación y, tal vez, ni siquiera se conocen entre sí. La
mitificación de las relaciones sociales de producción bajo las formas del parentesco es una
eficaz forma superestructural de reproducción del ser social de la comunidad tribal.
Por otra parte, la estructura tribal funcionando en sus instancias de representación y
en distintos niveles, según la magnitud o naturaleza de los problemas a resolver, cumple
algunas actividades institucionales que se han hecho necesarias. Por lo pronto, organiza la
defensa bélica de la propiedad comunal -cuando es requerida- y se encarga de las relaciones
diplomáticas o de intercambio con otras comunidades; pero, además, administra el
funcionamiento de una economía algo mas compleja y de mayores proporciones que la de
una comunidad cazadora recolectora (rotación de tierras, distribución del agua, intercambio
intracomunal, etc.) y se ocupa de zanjar eventuales conflictos internos, de la administración
de justicia y demás asuntos similares.
La comunidad tribal tiene algunas fases que se corresponden, en general, con el
desarrollo de las fuerzas productivas y, en lo particular, con las características de diferentes
modos de vida. Como ya anotamos, la revolución tribal es generada por sociedades
productoras de alimentos cuyo crecimiento económico y demográfico se apoya inicialmente
en la ampliación del uso de las técnicas de producción agropecuarias hacia nuevos ámbitos
geográficos, con el consiguiente establecimiento de la propiedad comunal sobre los medios
naturales de producción en que aplican su fuerza de trabajo; lo cual ocurre usualmente a
expensas de los medios naturales explotados por comunidades vecinas de cazadores
recolectores. La migración de estos pueblos -que es una opción- tiene un límite, porque éstos
tendrán que presionar, a su vez, sobre otras comunidades similares y habrá necesariamente un
punto en que la disponibilidad de recursos de apropiación, para comunidades
demográficamente comprimidas, hará entrar en crisis a su economía cazadora recolectora.
Entonces, cuando no ocurre antes, a estas comunidades presionadas no les quedará otra
alternativa que la de elevar su productividad, crecer demográficamente y generar una
estructura social que les permita asentar la propiedad efectiva sobre sus medios naturales de
producción, limitando la ampliación territorial de aquellas sociedades expansionistas. Es
decir, se habrán convertido en formaciones socioeconómicas tribales. Con lo cual se genera
un proceso "en cadena" que transforma a diversas sociedades cazadoras recolectoras en
tribales, proceso que conocemos como "revolución neolítica".
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 53

Cuando la expansión territorial de las formaciones tribales se ve así limitada, sigue


siendo necesario su crecimiento económico para asegurar la mantención de un cierto
equilibrio intercomunal de fuerzas. Se da entonces una intensificación del desarrollo de las
fuerzas productivas. Se experimenta la domesticación de una amplia variedad de plantas o
animales; se desarrollan de manera importante las artesanías, ensayándose la transformación
de los mas diversos recursos naturales en objetos de trabajo con valor de uso, lo que lleva a
una división social del trabajo entre productores directos de alimentos y artesanos. Muchos
de estos productos son potencialmente intercambiables con otras comunidades, con el fin de
obtener aquellos que requieren de materias primas a las cuales ya no se tiene libre acceso.
En términos muy generales, hay una fase inicial que estamos llamando comunidad
tribal no jerarquizada y una fase desarrollada o terminal -que requiere de una estructura
efectiva de toma de decisiones, así como de la organización de la fuerza de trabajo y la
circulación de productos- que es la comunidad tribal jerarquizada o cacical.
En la fase cacical se agudizan las contradicciones de la sociedad tribal. Internamente,
se hace cada vez mas difícil compatibilizar la coparticipación en las decisiones sobre
disposición de los elementos del proceso productivo y la distribución igualitaria en que se
objetiva la propiedad colectiva, con una estructura social jerarquizada que mantiene a un
grupo de trabajadores especializados (controlando la circulación de sus productos o el uso de
su trabajo) y que decide sobre el uso de la fuerza de trabajo de la comunidad. Externamente,
el equilibrio de fuerzas en las relaciones intercomunales -que se mantiene gracias a sistemas
de intercambios equilibrados y al potencial defensivo de cada comunidad- tiene un límite que
terminará por ceder a las presiones de unas sobre otras por el acceso a recursos desigualmente
distribuidos en la geografía y de acceso limitado por las propiedades comunales. El desarrollo
de las desigualdades internas y externas conducirá a la crisis de la comunidad primitiva y al
proceso de conformación de clases sociales y estado.

3. La sociedad clasista inicial.


El factor de desarrollo de las fuerzas productivas que agudiza las contradicciones internas de
la formación social cacical, generando la necesidad de un nuevo sistema de relaciones
sociales de producción, es el surgimiento del conocimiento especializado, con el que se
establece una nueva división social del trabajo, entre el trabajo manual de los productores
directos y el trabajo intelectual. El campo del conocimiento especializado, cuyo uso se
convierte en factor de desarrollo de la productividad del trabajo, puede ser cualquier clase de
fenómenos naturales o sociales que resulten estratégicos para la sociedad: medición del
tiempo y predicción de eventos climáticos claves para la agricultura, procesamiento de
metales, construcción de sistemas de irrigación, manejo de los procesos de intercambios
extracomunales, organización militar u otros.
Para la mantención de estos especialistas, cuya actividad se hace necesaria y es
monopolizada por la organización central de la sociedad, se requiere que los productores
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 54

directos transfieran parte de su trabajo y de su producción. Esto se asegura a través del


sistema jerarquizado de toma de decisiones y uso de la fuerza de trabajo que, en principio,
está posibilitado por la estructura cacical. Con lo cual la transferencia permanente de
plustrabajo se convierte en un sistema social de enajenación de excedentes, es decir, de
explotación clasista.
En el intento de caracterizar al modo de producción de estas formaciones sociales, ha
sido necesario discutir el concepto de "modo de producción asiático", debido al supuesto
generalizado de que se trataría de la propuesta de Marx para explicar las primeras
formaciones clasistas, a lo cual él mismo dio pié en el famoso "Prólogo...". Sin embargo, lo
hemos descartado por ser su formulación teóricamente inadecuada e históricamente
restringida. Pensamos mas bien que se refiere a las particularidades de una de las líneas de
desarrollo -un modo de vida- de las primeras sociedades clasistas.
Dado que se trata de una formación social clasista, su modo de producción se
cualifica a través de la relación entre las clases fundamentales, aunque éste llega a ser un
sistema complejo, integrado también por diversos tipos de relaciones de producción
secundarias. Proponemos que las clases fundamentales son:
a) La clase explotadora, económicamente dominante, propietaria principalmente de
la fuerza de trabajo del campesinado agroartesanal y de una parte limitada de los
instrumentos de producción: el conocimiento especializado.
En la división social del trabajo, están retirados del trabajo manual directo y
desarrollan diversas actividades intelectuales: manejo político e ideológico de la sociedad,
administración, estrategia militar, estudio sistemático de fenómenos naturales ligados a la
producción, ingeniería de sistemas constructivos varios, procedimientos terapéuticos, etc.
Se apropian del excedente productivo enajenado bajo la forma de tributos en trabajo
vivo o pasado.
b) La clase explotada, económica y políticamente subordinada, es propietaria de los
objetos de trabajo, siendo la tierra el principal, y de los instrumentos de producción directa.
Esta clase está organizada en comunidades de producción agraria (o pecuaria) y artesanal y,
en tanto miembros de una comunidad, son copropietarios de los medios de producción de que
ésta dispone.
En cuanto a las formas de la propiedad, pensamos que, al menos en las primeras
fases del desarrollo de esta formación, predominó la propiedad particular. Es decir, las clases
fundamentales estaban integradas por copropietarios, en tanto miembros de la clase, de
determinados tipos de elementos del proceso productivo. Los elementos del proceso
productivo -o contenidos de la propiedad-, cuya capacidad real de disposición se detentaba de
tal forma, eran los que distinguían a una clase de otra. En algunas sociedades, la lucha de
intereses en el seno mismo de las clases -especialmente de las clases explotadoras- llevó a
una más acelerada transformación de la propiedad particular en privada, cual es el caso del
esclavismo clásico grecorromano. En otras sociedades, en cambio, parece ser que el
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 55

predominio de la forma particular de la propiedad de las clases fundamentales se mantiene


aún hasta la época feudal, cuando el contenido principal de la propiedad de la clase
dominante pasa a ser el objeto de trabajo básico, es decir, la tierra.
De cualquier manera, el modo de producción clasista inicial llegó a integrar una gran
diversidad de tipos de relaciones de producción secundarias, caracterizadas por distintas
formas y contenidos de la propiedad y la posesión de los elementos del proceso productivo.
Para mencionar sólo algunos ejemplos mas o menos comunes, observaremos que hubo
sociedades en que la propiedad de determinados recursos naturales -objetos de trabajo-, como
los metales preciosos o ciertas presas de caza selectas, fue monopolizada por la clase
dominante. Su explotación, sin embargo, suponía disponer de la fuerza de trabajo tributada
por las comunidades. Hubo también formas similares a la esclavitud clásica , en cuanto a la
existencia de trabajadores enajenados de toda propiedad, que sólo poseían su fuerza de
trabajo, la cual era generalmente destinada a la realización de obras públicas sujeta a la
copropiedad particular de la clase dominante; aunque también pudo estar destinada al
servicio personal de los miembros de esta clase. Existieron igualmente formas de
servidumbre, en que los productores agrarios pagaban renta en productos o en servicios y
podían retener parte de su producción en tierras de propiedad particular o privada de la clase
dominante. En fin, se podría hacer un largo inventario de tipos de relaciones de producción
secundarias. Sin embargo, la calidad del modo de producción está dada por las relaciones
fundamentales que rigen a los procesos económicos como una totalidad.
Como en toda sociedad clasista precapitalista, la coerción que permitía la
enajenación del excedente productivo, se dio a través de mecanismos extraeconómicos. La
clase dominante generó formas de coerción ideológica y militar y, sobre todo, mecanismos
políticos de dominación de mediación de los conflictos potenciales y reales que implican la
oposición desigual de intereses de clases.
Para tal efecto, las clases dominantes debieron desarrollar instituciones
especializadas en las actividades coercitivas, en particular manteniendo cuerpos militares y
policiales permanentes e imponiendo y reproduciendo concepciones ideológicas
justificadoras de la existencia de las clases y la explotación económica. Necesitaron,
asimismo, controlar y regular la nueva red de relaciones políticas entre clases
heterogéneamente organizadas bajo diversos tipos de relaciones sociales y administrar un no
menos complejo sistema económico, desde las tecnologías de producción a las formas de
distribución -especialmente la recolección de tributos-, la regulación de los intercambios y
del consumo.
La conformación y establecimiento de este sistema institucional, que es condición y
consecuencia del desarrollo de las sociedades clasistas, es el proceso de formación del estado.
Es el estado la superestructura institucional que sirve a las clase económicamente dominantes
que lo controlan políticamente, mediando las relaciones políticas entre las clases.
En cuanto a la conciencia social, se conforma la ideología de las clases dominantes,
las cuales necesitan justificar el nuevo tipo de relaciones sociales que rompen objetivamente
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 56

con la igualdad distributiva de las comunidades, violando las concepciones igualitarias y de


reciprocidad que les corresponden y están profundamente arraigadas entre los productores
campesinos. Las ideologías dominantes falsifican la realidad, no tanto por el hecho de que la
reflejen y la normen valorativamente a través de representaciones míticas o fantásticas, sino
porque, en su contenido, justifican lo injusto.
Sobre la base de las cosmovisiones de formas míticas de la mayoría de los
productores de origen comunal, se desarrolla la religión. En ella se proyectan analógicamente
las nuevas relaciones sociales. La religión se distingue del mito comunal en que las relaciones
entre el portador del mito religioso y las "divinidades" no son ya de reciprocidad, sino de
subordinación. Por lo general, además, los reproductores institucionales del mito religioso -al
menos en las altas jerarquías-, ya no representan a los intereses de los hombre frente a los
"dioses" sino a los dioses frente a los hombres. Y es común, en las religiones primitivas, que
los mismos representantes de las clases dominantes sean divinizados. Bastante heterogéneas
debieron ser las formas como las religiones oficiales se impusieron y articularon a las
cosmovisiones comunales o locales, implicando procesos de yuxtaposición, sincretismos,
resistencias, desplazamientos o cambios que pudieron reflejar hasta las situaciones políticas
coyunturales.
Hay que decir que, si bien no se puede desarrollar un sistema de explotación clasista
sin un aparato estatal con capacidad represiva y coercitiva, tampoco es posible ejercer el
poder político exclusivamente a través de la represión militar y policial o la manipulación
ideológica. Particularmente en las primeras fases del desarrollo clasista, con un nivel de
excedentes todavía no muy importante como para sostener un aparato estatal suficientemente
fuerte, creemos que la principal forma de cooptación de las comunidades debió ser el
consenso político. Mas aún, pensamos que difícilmente se pudo desarrollar un estado
incipiente mediante el ejercicio despótico del poder. El estado, por lo tanto, debió aparecer
como retribuyendo los tributos a través de servicios que beneficiaran objetivamente a las
comunidades productoras. Entre tales servicios puede mencionarse el desarrollo de
tecnologías mas eficaces en la producción, la organización de trabajo a gran escala para crear
obras de infraestructura, predicción de eventos naturales y climáticos incidentes en la
producción agraria, mantención de reservas alimenticias para sustentar a comunidades
sometidas a carencias por déficits productivos, regulación de los procesos de intercambio
intracomunales y extracomunales, imposición de la paz entre comunidades que, de otro
modo, vivirían en conflicto potencial por la disponibilidad diferencial de recursos naturales y
otros.
Otra característica de estas sociedades es que, una vez conformada la estructura
clasista, las clases dominantes se vieron en la necesidad permanente de extenderse,
subordinando a nuevas comunidades o casas estatales, con el fin de concentrar un mayor
volumen de tributos, no solo para aumentar sus privilegios de consumo, sino para asegurar su
existencia fortaleciendo el aparato estatal.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 57

Esto condujo a situaciones críticas desde que, mientras más se alejaban las fronteras
de los centros de dominación, era mas costoso mantener un aparato militar y administrativo.
Para solventarlo, resultaba mas fácil cargar el peso del tributo a las poblaciones cercanas al
centro; con lo cual se agudizaban los conflictos potenciales, llegando a traducirse en alianzas
y rebeliones exitosas que, en algunos momentos, llevaron al derrocamiento de los aparatos
imperiales.
La recomposición relativamente rápida de las comunidades liberadas, en torno a
casas estatales en aguda y necesaria competencia, generó nuevamente estados centrales
fuertes, con aparatos militares cada vez mas poderosos. Es posible que, en las fases mas
desarrolladas de estas formaciones sociales, el ejercicio despótico del poder alcanzara una
elevada generalización .
El tema es muy extenso y nos hemos propuesto sintetizar en la forma mas
condensada posible estos planteamientos. Por lo que nos limitaremos a destacar algunos
puntos en que nuestra proposición difiere de ciertos lugares comunes en las discusiones en
torno al llamado "modo de producción asiático", así como de algunas afirmaciones de los
clásicos del marxismo que hoy pueden replantearse a la luz de la nueva información:
- Se cualifica al modo de producción de éstas formaciones a través de las relaciones
de producción fundamentales, definidas por relaciones de propiedad que permiten una clara
distinción respecto a la particularidad del esclavismo clásico y al modo de producción feudal.
- Se introduce el concepto de propiedad particular que, en nuestra opinión, es la
forma histórica de transición de la propiedad colectiva a la propiedad privada. Como es
sabido, en la concepción de los clásicos, el origen y constitución de las clases sociales se
daría bajo la forma de propiedad privada. De hecho, tal es la forma que adquieren las clases
dominantes bajo el esclavismo clásico, que no era la primera sociedad clasista de la historia,
pero fue de aquella para la cual tanto Marx como Engels dispusieron de mejor
documentación.
- Permite explicar el surgimiento de relaciones sociales clasistas a partir de cualquier
tipo de comunidad tribal (germánica, antigua, eslava, "andina" y otras) y no sólo de la
comunidad de tipo oriental, que es lo que implicaría aceptar que el "modo de producción
asiático" fue la única primera forma de sociedad clasista.
- Se puede explicar la constatada persistencia de las relaciones comunales, que
constituyen las unidades básicas de producción material y reproducción de la fuerza de
trabajo, regulando el acceso a la propiedad particular de los medios de producción por los
productores directos. La pertenencia a las comunidades de productores agroartesanales pudo
darse por vínculos gentilicios o de vecindad y no son necesariamente "supervivencias" de la
comunidad tribal sino, muchas veces, comunidades creadas por necesidades del nuevo
sistema socioeconómico.
- Pensamos que la base de la soberanía estatal es fundamentalmente política y que
sólo en torno a los centros urbanos, o en fases desarrolladas de la formación social, el estado
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 58

se caracteriza por la "agrupación de sus súbditos según divisiones territoriales", como


planteara Engels.
- El ejercicio despótico del poder del estado sólo se referiría a una forma y no al tipo
general de estado de las primeras sociedades clasistas. El despotismo no sería una
característica necesaria sino, mas bien, propia de algunas vías particulares de su desarrollo, o
modos de vida, en fases relativamente avanzadas.

3. La cuestión étnico nacional.


Nos hemos ocupado de la cuestión étnico-nacional por un par de razones: 1) porque es la
temática que nos permite entender la inserción de los pueblos precolombinos en el proceso de
desarrollo histórico que, desde la colonización europea, los incorporó como partes integrantes
de las que serían las sociedades nacionales americanas actuales y, 2) porque constituye una
particularidad relevante de los procesos sociopolíticos contemporáneos a cuyo entendimiento
puede contribuir nuestro oficio de tradición antropológica.
Pretendemos que las diversas facetas de los procesos sociales involucradas en las
situaciones étnico-nacionales, pueden ser explicadas mediante las categorías de formación
social y cultura 9 . Las situaciones étnico-nacionales constituyen las formas estructurales e
históricas concretas de la lucha de clases, manifiestas en las diversas coyunturas políticas.
En la actualidad, todos los grupos sociales: 1) están integrados en naciones, al
menos territorialmente; 2) tienen posiciones determinadas en el sistema de relaciones sociales
de producción ; y 3) poseen una identidad distintiva manifiesta en su cultura.
La identidad de un grupo social puede abarcar parte, o la totalidad, de una o mas
clases sociales y obedece a la confluencia de una serie de factores cuyos efectos se
manifiestan en su cultura. Entre los factores que convergen en la reproducción diferencial de
la identidad social, consideramos:
l) Factores histórico naturales, como : a) La comunidad o composición racial y b)
Las características particulares del medio ambiente natural que han constituido el ámbito de
vida y el repertorio de medios naturales de producción.
2) Factores socio históricos: a) Unidad original del sistema socieoeconómico en
torno al cual se constituye históricamente el ser social del grupo; su modo de producción, o
su posición dentro de un modo de producción, puede haberse transformado pero es lo que
explica su existencia, así como la interacción de sus miembros que permite identificarlo
como un grupo. b) La comunidad particular de desarrollo histórico, que se refiere a la
cambiante continuidad de la reproducción real del grupo social, constituyendo una práctica
histórica compartida; la práctica y la experiencia histórica común no son necesariamente

9
Acá sintetizamos sólo nuestra propuesta (Bate,1984). Véanse también los trabajos sobre el tema de Díaz Polanco (1985 y
1987)
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 59

compartidas de igual manera por todo el grupo, sobre todo si éste está internamente dividido
en clases. c) La comunidad cultural, que es la esfera en que se manifiesta la identidad objetiva
de un grupo social (clase, etnia, nación, etc.) y es efecto, además de los factores
mencionados, de la singularidad de su propia cultura precedente. La cultura es una
manifestación objetiva y concreta de la existencia y la práctica del ser social del grupo y, a la
vez, es reflejada en su conciencia habitual, constituyendo el contenido inmediato de la
identificación ideológica.
En una nación distinguiremos, de acuerdo a estos criterios, a los grupos de origen
nacional y a los grupos étnicos. Acá sólo haremos hincapié en los últimos, señalando que
entendemos por etnia al grupo social en el que coinciden las siguientes características:
1) El sistema socioeconómico que dio origen al grupo, constituyéndolo como un ser
social definido, fue un modo de producción precapitalista.
2) Cualquiera fuese la calidad del modo de producción o de las posiciones en torno al
modo de producción originario del grupo, éstas han cambiado necesariamente al integrarse al
sistema de relaciones de producción capitalista. Sin embargo, si el grupo social ha persistido
como tal a través de los cambios, es porque sus miembros mantuvieron alguna comunidad de
relaciones de producción del ser social (en torno a la producción o a la filiación), que
permitieron la continuidad material del proceso de desarrollo de su identidad cultural
distintiva.
Debemos decir que la inserción estructural de un grupo étnico en el modo de
producción capitalista se da, mayoritariamente, en ramas de la producción agropecuaria y
artesanal, bajo relaciones de subsunción formal del trabajo al capital. Es decir, el núcleo de
reproducción del grupo étnico integra posiciones de clases secundarias en el modo de
producción, generalmente como un submodo de vida campesino.
3) Los grupos étnicos están integrados al modo de producción capitalista ocupando
mayoritariamente posiciones de clases secundarias que, estructuralmente, impiden la
viabilidad de proyectos nacionales autónomos. De hecho, por lo general, las reivindicaciones
étnicas no están orientadas a conformar nuevas naciones capitalistas, sino a garantizar el
control autónomo de sus condiciones naturales e históricas de producción 10 .
La condición estructural básica de viabilidad para un proyecto nacional, es que éste
involucre a las clases fundamentales del sistema. Si un proyecto de liberación nacional es
hegemonizado por la burguesía, tiene posibilidades de llegar a conformar un nuevo estado
nacional capitalista. Si es hegemonizado por la intelectualidad orgánica del proletariado,
puede conducir a un proceso de desarrollo socialista.
No obstante, ningún proyecto nacional autónomo o alternativo, de liberación o
revolucionario, tiene posibilidades de llevarse a cabo contando sólo con las fuerzas propias
10
Desde luego, esto ocurre con cualquier grupo social que posee tales posiciones de clase. Hay muchos grupos de origen
nacional que desarrollan, por lo tanto, las mismas conductas políticas que los grupos étnicos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 60

de una sola clase social, aunque ésta sea una clase fundamental; menos aún si se trata de una
clase o fracción de clase secundaria, por numerosa que sea. Para un cambio de ésta
naturaleza, la conformación de una amplia alianza de clases y sectores sociales, es condición
necesaria.
Por ello, cuando las demandas de un grupo étnico son incompatibles con los intereses
de las clases sociales que detentan el poder estatal, su única posibilidad de lucha efectiva se
da en el marco de una alianza de clases a nivel nacional, ya que el estado ejerce
objetivamente su soberanía y dominación sobre toda la nación, a pesar de las utopías
ideológicas que pudieran forjarse las clases y grupos sociales a que subordinan.
La capacidad de establecer alianzas políticas estratégicas, supone un nivel de
conciencia de clases capaz de superar la miopía inmediatista de la conciencia habitual. En
otras palabras, es necesario superar el reflejo inmediato de lo cultural para descubrir que, a
pesar de las diferencias culturales notables -por lo general, particularmente resaltantes para
un grupo étnico-, hay intereses comunes compatibles con otros grupos sociales. Y esos
intereses comunes en torno a los cuales se puede establecer alianzas políticas, son los
intereses esenciales de clases.
Para toda clase o grupo social (étnico o de origen nacional), los símbolos culturales
como elementos de identidad ideológica y cohesión política, constituyen el nivel primario de
conciencia y, probablemente, el factor mas poderoso de solidaridad. Sin embargo, la
posibilidad de generación y conducción política de un proyecto social y económico que
llegue a imponer efectivamente los intereses de las clases o grupos que los sustentan -
incluyendo la defensa del derecho a la diferencia cultural- implica un nivel de conciencia
social reflexiva capaz de concebir a la sociedad como la totalidad real que es, descubrir sus
relaciones fundamentales por sobre las manifestaciones fenoménicas de la cultura y
proyectarse a largo plazo.
"Del registro estático al pasado dinámico":
ENTRE UN SALTO MORTAL
Y UN MILAGRO DIALÉCTICO.

USA-URSS: viejas coincidencias.


Por lo que toca al “mundo occidental”, uno de los autores que contribuyó significativamente
a promover el cuestionamiento de la arqueología “tradicional”, motivando algunos de los
cambios relevantes experimentados en el desarrollo de la disciplina a partir de los años
setenta, es Lewis R. Binford. Menos familiares nos resultan los planteamientos que,
paralelamente, formulaba uno de los teóricos de la arqueología en la Academia de Ciencias
de la ex-Unión Soviética, Yuri Zajaruk. Aunque no parece que haya habido entre ambos
autores un conocimiento recíproco, al menos directo, de sus respectivas propuestas, resulta
interesante constatar algunas notables coincidencias en torno a cuestiones claves para los
desarrollos y discusiones que han incidido en la ostensible maduración y capacidad
propositiva que, en diversas direcciones, alcanza nuestra comunidad académica.
Acá retomaré algunos comentarios puntuales que he acotado marginalmente en
otros trabajos y que deberían discutirse en relación a la posibilidad de formalizar un cuerpo
de problemas como el que se refiere a los llamados “procesos post-deposicionales”. Y, sobre
todo, a la posibilidad de situarlos orgánicamente en una concepción general, lógicamente
estructurada, del conjunto de temas y quehaceres que atañen a la investigación arqueológica.
Un punto de partida básico que -sobre todo después que nuestros autores
consideraron necesario hacerlo explícito- ha parecido tan obvio como un “huevo de Colón”,
se refiere al carácter actual de los materiales y contextos arqueológicos. Con lo cual se
establece una primera condición de posibilidad del conocimiento histórico, al indicarse la


Publicado en el Boletín de Antropología Americana nº 26, 1992.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 62

contemporaneidad entre el arqueólogo y su objeto de observación empírica. Como recuerda


Binford, refiriéndose a sus apuntes de fines de los sesenta:
el registro arqueológico es contemporáneo; existe en la actualidad y cualquier observación que
realice acerca de él es una observación del presente. [1988:108]

En los términos de Zajaruk,


A diferencia de la realidad histórica y sus fenómenos, cuya existencia real atañe
tanto al pasado como al presente, las huellas y vestigios del pasado, como
fenómenos de la realidad fósil, tienen relación sólo con el presente [1976:5] 7.
El señalamiento es relevante, porque de ahí se sigue el hecho de que los restos
arqueológicos -como los documentos históricos- no permiten una lectura directa o
transparente del pasado objeto de investigación. Y deja claro que la arqueología trata, por lo
menos, con dos entidades distintas, cuyas diferencias y conexiones es necesario precisar: la
del presente, constituida por los restos arqueológicos, y la del pasado, que es la historia de las
sociedades que nos interesa conocer. Puede constatarse que ambos autores plantean el
problema de manera bastante similar, si bien presentan algunas diferencias conceptuales
importantes.
Binford, designando a la realidad presente, susceptible de observación empírica,
como estructura arqueológica o registro arqueológico, puntualiza:
el registro arqueológico es estático [...] (excluyendo los gusanos) no hay nada
dinámico en el registro arqueológico. En realidad lo que nos interesa del pasado es
la dinámica, es decir, qué hacía la gente, cómo vivían y si competían o colaboraban.
Éste es el problema básico y fundamental [...] de la arqueología: ¿cómo podemos
realizar inferencias dinámicas a partir de datos estáticos? [1988:108].
Zajaruk establece igualmente esa diferencia y no es menos enfático al asentar el
carácter estático del registro arqueológico. Su equivalente del concepto binfordiano de
“estructura arqueológica” es el de cultura arqueológica. Aunque hace la distinción,
pertinente en términos materialistas, entre el carácter gnoseológico de la cultura arqueológica,
como concepto referido al conjunto de información empírica, y el carácter óntico del
conjunto de “huellas y restos del pasado, como fenómenos de la realidad fósil” existente en el
presente, a la que tal concepto se refiere. Sobre el punto, no deja lugar a dudas:
Los fenómenos de la realidad histórica -la sociedad, su cultura y su medio natural-
forman un sistema dinámico en desarrollo, a diferencia del sistema muerto y estático
de la realidad fósil [...]. Las diversas huellas y restos de los fenómenos del pasado
histórico, por lo general conservados en las capas de la tierra, están muertos,
acabados y estáticos. [1976:5]8

7
Como la traducción del ruso no es literal y algunos términos tienen significados alternativos en español, transcribiremos al
pié de página el texto original de las citas. Ésta, en el original dice: “V otliqne ot istoriqeskoy deysvitel¡nosti i ee
fenomenov, real¡noe suxestvovanie kotor[h kasaetså kak prowlogo, tak i nastoåxego, sled[ i ostanki prowlogo
kak fenomen[ iskopaemoy deystvitel¡nosti ime]t otnowenie tol¡ko k nastoåxemu”.
8
“Fenomen[ istoriqeskoy deystvitel¡nosti –obxestvo, ego kul¡tura y prirodnaå sreda– obrazu]t dinamiqnu],
razviva]xu]så sistemu v otliqne ot mertvoy, statiqnoy sistem[ fenomenov iskopaemoy deystvitel¡nosti (...)
Razliqn[e sled[ i ostanki fenomenov istoriqeskogo prowlogo, kak pravilo, hranåxieså v tolxe zemli, mertv[,
zaverwn[ i statiqn[“.
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 63

Más adelante:
Las huellas y restos del pasado, estos restos de la realidad fósil, sólo fijan y reflejan
diversos momentos del desarrollo y estados de los fenómenos de la realidad
histórica y aparecen, en relación a éstos últimos, como fenómenos externos,
muertos, carentes de cualquier movimiento y desarrollo. [id.:6]9
Y cuando critica, como lo ha hecho Binford, el supuesto implícito que de algún modo
viciaba a la arqueología “tradicional”, sobre la posibilidad de lectura directa del pasado en los
restos arqueológicos, dice:
un grosero error metodológico consiste en transferir las propiedades y cualidades del
sistema dinámico del fenómeno cultural al sistema estático y agregativo de la
cultura arqueológica... [id.:9]10
Una vez establecida esta fundamental distinción, el punto crucial es precisar la
naturaleza de las conexiones entre ambas entidades, pues constituye la condición necesaria
para sustentar cualquier posibilidad de inferencia de las características del pasado a partir del
registro actual. Cuestión que Binford expresa con gran claridad:
Excepto en el caso de que conozcamos las articulaciones necesarias y determinantes
que se dan entre causas dinámicas y consecuencias estáticas ¿cómo podemos
justificar una inferencia realizada de unas a otras?. [1988:108]
En el mismo sentido se manifiesta Zajaruk:
Por lo tanto, la cultura arqueológica, desde el punto de vista genético, se encuentra
en directa relación de causa-efecto con determinadas sociedades y culturas del
pasado. [1976:4]11
Es decir, para ambos autores se trata de una relación causal.
Hemos querido señalar estas coincidencias entre Binford y Zajaruk, pues tales
reflexiones deberían ser -y en cierto modo lo han sido- fundacionales de una nueva manera de
enfocar la arqueología. Los puntos que consideramos básicos son:
a) Hacer conciencia explícita del carácter actual de las evidencias arqueológicas,
dando lugar a la necesaria diferenciación entre la existencia del presente observable
empíricamente y el pasado a inferir racionalmente.
b) Plantear la necesidad de explicar las conexiones -entendidas principal y
acertadamente en términos causales- entre pasado y presente, como condición necesaria para
validar cualquier inferencia acerca del pasado.
Sin embargo, a pesar del gran impulso alcanzado en el desarrollo de la arqueología
y que se debe, en parte, a contribuciones como las mencionadas, a estas alturas podemos

9
“Sled[ i ostanski prowlogo -ti fenomen[ iskopaemoy deystvitel¡nosti tol¡ko fiksiru]t, otraja]t soboy rasliqn[e
moment[ razvitiå i sostoåniå fenomenov istoriqeskoy deystvitel¡nosti i v[stupa]t po otnoweni] k poslednim kak
vnewnie, mertv[e, liwenn[e vsåkogo dvijeniå i razvitå fenomen[“.
10
“gruboy metodologiqeskoy owibkoy åvlåetså perenesenie svoystv i kaqestv dinamiqeskoy sistem[ fenomena
kul¡tur[ na statiqnu] i agregatnu] sistemu arheologiqeskoy kul¡tur[...”.
11
“Sledovatel¡no arheologiqeskaå kul¡tura v genetiqeskom otnowenii nahoditså b pråmoy priqinnosledstvennoy
svåzi k opredelenn[m obxestvam i kul¡turam prowlogo”.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 64

constatar que aún no se han llegado a conformar, a partir de ellas, las posiciones teóricas
consistentes que habría sido de esperar.
Es nuestra opinión la de que algunas inconsecuencias capitales con las propias
posiciones que estos autores dicen sostener, explican las inconsistencias lógicas que
imposibilitan la formalización de posiciones teóricas que permitirían articular las propuestas
valorativas, epistemológicas, ontológicas y metodológicas en una concepción general
coherente, de la cual derivar consecuentemente los respectivos programas de investigación.
Obedeciendo a distintas razones, en cada caso, tales inconsecuencias coinciden
también en manifestarse a través de la misma afirmación errónea: el carácter estático de los
materiales y contextos arqueológicos.
Es evidentemente falso que los materiales y contextos arqueológicos sean estáticos.
La afirmación de Binford en cuanto a que “el aspecto dinámico del pasado hace tiempo que
desapareció” (ob. cit.) sólo es cierta en lo que se refiere a las actividades y relaciones
humanas que queremos inferir 12. Lo que ocurre es que los componentes de la actividad
humana, al desligarse de ésta constituyéndose en contextos arqueológicos, adquieren una
dinámica diferente de aquella que nos interesa substantivamente conocer. Y sufren
transformaciones de diversos tipos y magnitudes hasta el momento en que intervenimos,
generalmente alterando, observando y registrando algunas de sus propiedades. Difícilmente
la relación de causa y efecto, que la hay, entre ese “sistema dinámico del pasado” y el registro
actual es “directa” (pråmoy), como asevera Zajaruk.
El “grosero error” consiste en atribuir status ontológico a los recursos y
procedimientos metodológicos, lo cual es ostensiblemente inconsistente con el materialismo
que ambos autores dicen sostener. Sucede que, metodológicamente, nuestras inferencias
acerca de la dinámica de las actividades se basan principalmente en la observación y el
registro de determinadas propiedades espaciales, fisicoquímicas o magnitudes actualmente
observables que son, en principio, objetivas. Pero es del todo incompatible con el
materialismo proceder a atribuir las características del registro empírico de nuestras
subjetivas observaciones o del proceso lógico inferencial a la existencia objetiva de los
contextos y materiales arqueológicos.
La consecuencia lógica mas obvia de la afirmación del carácter “estático” de los
materiales arqueológicos, o de la relación causal “directa” entre las actividades humanas del
pasado y el registro actual no es para nada intrascendente: implica que no cabe teorizar sobre
los complejos procesos de transformaciones que experimentan los contextos arqueológicos y
sus componentes, desde que se desligan de las actividades y relaciones humanas que
queremos conocer, hasta que adquieren las propiedades que podemos observar. En otros
términos, la preocupación por conformar un cuerpo de proposiciones para explicar los
denominados “procesos post-deposicionales” resulta del todo superflua.
12
Cuando es el caso de que ocurrieron “hace tiempo”. En principio, no hay un tiempo del que se ocupe la arqueología y
otro que pertenezca a las ciencias de la sociedad contemporánea. Aunque generalmente transcurre algún tiempo entre cuando
se forman los contextos que posemos observar y el momento en que lo hacemos.
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 65

De ahí se sigue necesariamente otra consecuencia no menos relevante: no se podrá


validar, es decir, justificar lógicamente, ninguna inferencia acerca del pasado a partir del
registro actual.
Huelga decir que ninguno de los dos autores desconoce la existencia e importancia
de éstos problemas13. Sólo que es evidente que no advirtieron el hecho de que, entre las
implicaciones de la inequívoca afirmación de la condición estática del registro, está la de que
se cierra la posibilidad de formalizar lógicamente el acceso al conocimiento del pasado a
partir del registro actual.

El salto mortal.
Como es sabido, Binford se ha planteado expresamente en favor de una posición materialista,
llegando a afirmar que “el paradigma de la ciencia, por excelencia, debe ser materialista”. Y
nos relata que ha sido de White de quien aprendió la necesidad de adoptar una posición
materialista.
Sin embargo, es perfectamente válido sospechar que, por un buen tiempo, no se
enteró de qué significa la diferencia entre materialismo e idealismo, como toma de posición
frente al problema central de la epistemología y que su postura, a lo más, podría calificarse
como realismo ingenuo. De otro modo, no se explicarían afirmaciones tan insólitamente
burdas como la de que
los arqueólogos inician su investigación con los objetos materiales y es natural que
adopten puntos de vista materialistas [1988:34]
Y, a pesar de que usaba términos como “propiedades del mundo exterior” [íd.:203], nada
indica que su afirmación materialista fuera consistente.
Ello permite suponer que transladaba indistintamente -bajo el término de
“materialismo”- el concepto tomado de un contexto ontológico particular, a la gnoseología,
con las consiguientes confusiones y errores a que lleva tal proceder. En el contexto
ontológico relativo a la existencia humana y social, el concepto de materialismo se refiere a
la oposición entre lo material y lo mental, afirmando la primacía de la existencia material
sobre el reflejo subjetivo o mental de la misma. En el plano epistemológico o gnoseológico,
el materialismo filosófico se opone al idealismo, afirmando la independencia existencial de la
realidad respecto a su conocimiento. Sólo desde la segunda mitad de los ochenta Binford
acusa claridad en esta distinción, pero sin corregir algunas inconsistencias básicas en que se
fundaron las proposiciones previas que acá nos ocupan.

13
Como dice Binford: “Los hechos observados del registro arqueológico son actuales y por si mismos no nos informan
acerca del pasado [...]. El único modo de poder entender su sentido [...] es averiguando cómo llegaron a existir esos
materiales, cómo se han modificado y cómo adquirieron las características que vemos hoy” [1988:23]. O Zajaruk, al
referirse a los vestigios arqueológicos: “Por diferentes motivos, cierta parte de estos componentes, en forma mas o menos
alterada , se ha conservado a lo largo de mucho tiempo, después de la desaparición de la realidad histórica de la sociedad
misma y su respectiva cultura” [1976:4].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 66

Lo mas notable es que su total inconsecuencia con el realismo filosófico, o


materialismo, se manifestó de manera flagrante precisamente en un concepto que es
fundamental en su propuesta de hacer de la arqueología una concepción verdaderamente
científica, como es el concepto de ley. En 1972 escribía
Los argumentos de White se convirtieron en lógicas, claras viñetas. La cultura no
era alguna fuerza etérea, era un sistema material de partes interrelacionadas,
comprensible como una organización que podía ser recuperada del pasado, tomando
el lenguaje de Spaulding. Estábamos a la búsqueda de leyes. Las leyes son
atemporales y aespaciales; deben ser igualmente válidas para los datos etnográficos
que para los arqueológicos. [traducido y citado por Gándara, 1980:29; subrayados
míos]
Desde luego, esto no tiene nada que ver con White, quien si sabía qué quiere decir
materialismo, tomando sus argumentos de Einstein:
toda ciencia establece una dicotomía entre la mente del observador y el mundo
exterior 4 [‘La creencia en un mundo exterior independientemente del sujeto es el
fundamento de toda ciencia natural’ dice Einstein (1934:6) ] -teniendo cosas y
acontecimientos su lugar de ocurrencia fuera de la mente del observador. El
científico establece contacto con el mundo exterior con, y a través de, sus sentidos,
formando percepciones. Estas percepciones se convierten en conceptos que se
manejan en el proceso de pensar [...] para formar premisas, proposiciones,
generalizaciones y conclusiones. La validez de tales premisas, proposiciones,
generalizaciones y conclusiones se establece por medio de su contrastación en
términos de experiencias del mundo externo [Einstein, 1936:350]. Este es el modo
como la ciencia procede y lleva a cabo su trabajo. [White (1959), 1975:130-131]
Y es consecuente cuando afirma que “el proceso de realidad en el cual son manifestados los
hechos es un proceso temporal-espacial (temporal-formal).
De ésta manera la relación primaria y fundamental que existe entre los
hechos es temporal formal
y
La labor de la ciencia debe adaptarse a la estructura de la realidad. [White, 1982:28-
29]
En el caso de Binford, podría ser que se tratara de una alegre y liberal interpretación
de la exigencia, para la formulación de una ley, en cuanto a que debe ser válida para
cualquier lugar y momento en que concurran las causas y condiciones necesarias
especificadas para la misma, si es que han de poseer carácter general 14. Pero, cualquiera sea
el caso, delata un evidente desconocimiento del concepto materialista de tiempo y espacio y
transparenta un neokantismo ramplón.
Para el materialismo, tiempo y espacio son propiedades fundamentales, antes que
nada, de la realidad misma. De manera que las leyes que la rigen sólo pueden ser más o
menos concretamente generales. Un concepto que excluye explícitamente propiedades
esenciales de la realidad objetiva, no se refiere a ésta. Dicho en otras palabras, afirmar que

14
Desde luego, estamos de acuerdo con este requisito que da el carácter nomológico a la formulación de una ley.
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 67

las leyes son aespaciales o atemporales, implica simplemente que no son reales y no pueden,
por lo tanto, ser atribuidas a la existencia de un “pasado dinámico” ni, menos, explicarlo.
De donde resulta que el concepto de ley queda restringido a su calidad de
formulación subjetiva destinada a organizar la experiencia sensible -como en Hempel 15-
eliminando nada menos que la posibilidad de definir su eventual correspondencia con la
realidad, si ésta es entendida en términos materialistas. Una “ley” así formulada no puede
pasar de ser un constructo lógico incontrastable, pues cualquier atribución determinada de
espacialidad o temporalidad, o le quita su calidad de ley (si, por definición, es atemporal y
aespacial) o, como en Kant, debería remitirse a un tiempo y espacio que sólo constituyen el
trasfondo intuitivo de la experiencia sensible. Es decir, las leyes serían juicios cuyo alcance
no trasciende el ámbito subjetivo de la estética, en el sentido de Kant, cuya lógica -como la
de Hempel- es rigurosamente idealista subjetiva.
Así, la pretensión de Binford de que tales leyes -sean “culturales o de la conducta
funcional”- pudieran regir la realidad del pasado o del presente, lo sitúan también,
inequívocamente, en el idealismo subjetivo. Lo que es claro es que no pueden explicar
ninguna realidad existente, como diría White, “fuera de la mente del observador”.
Menos aún cuando se supone que se busca explicar un pasado dinámico, puesto que,
cualquiera sea el concepto de movimiento que se sostenga, no puede dejar de aludir a los
atributos de tiempo y espacio, intrínsecamente inherentes a cualquier proceso dinámico.
Sobra decir que, si la relación entre el pasado y el contexto arqueológico es una entre “causas
dinámicas y consecuencias estáticas”, no será posible formular leyes para explicar las
“articulaciones necesarias y determinantes” entre tales entidades y, por lo tanto, ninguna
“inferencia realizada de unas a otras” podrá ser lógicamente justificada. Porque, como el
propio Binford lo ha señalado, la relación causa-efecto implica necesariamente la conexión
de eventos en una determinada secuencia temporal 16.
En suma, al resultar imposible definir ontológicamente los criterios que validen las
posibles conexiones lógicas entre la observación empírica del registro actual y un supuesto
pasado dinámico, la pretensión de que éste puede ser inferido a partir de aquel termina siendo
un salto mortal sobre un vacío lógico.
No obstante, Binford ha madurado sus proposiciones y, acusado de idealista (por R.
Gould), ha llegado a una afirmación materialista clara e inequívoca:
Sostengo firmemente el punto de vista de que hay un mundo real ahí fuera
[1989:110] ,
...el mundo exterior, una realidad ontológica independiente de nuestras ideas sobre
ella. [1989:111]

15
Hempel [1976:77]. Ver nuestro comentario al respecto [Bate, 1981:15].
16
Aún cuando, como advierte, no toda secuencia temporal de eventos implica una relación causal. Ver Binford, 1968:115
[citado por Gándara, 1980:33].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 68

Habría sido de esperar que, consecuentemente, replanteara su concepción sobre el


carácter estático del registro y la atemporalidad de las leyes. Pero esa incongruencia,
magnificada ante un concepto epistemológico materialista claro, sigue sin solución. Por lo
que, todavía, sólo un salto mortal salva el abismo lógico entre el pasado histórico y el registro
actual.
De lo que no cabe duda es que las salidas extralógicas ensayadas para salvar ese
vacío entre la subjetividad cercada en el solipsismo y la “realidad exterior”, tales como el
recurso de la fe o “razón práctica” de Kant o el “salto en la oscuridad” de Kirkegaard, están
totalmente fuera de cualquiera de las intenciones u objetivos que se haya planteado Binford
quien, como sea, siempre ha defendido una posición racionalista y en favor de la forma
científica de conocimiento para la arqueología, con lo cual concordamos plenamente. Desde
luego, simpatizamos con sus posiciones frente al irracionalismo crítico (Gándara) o
individualismo metodológico (McGuire) de Hodder y la corriente postmoderna 17.
Simpatizaríamos aún más si llegara a distinguir entre el postmodernismo y las diversas
posiciones marxistas. Lo mismo concordamos con sus críticas bien argumentadas contra el
empiricismo culturalista y contra el relativismo aunque, frente a éste, no siempre consiga
distanciarse nítidamente.
De manera que la incompatibilidad lógica entre su expresa intención materialista y
el idealismo subjetivo que connotan de hecho diversos conceptos y propuestas metodológicas
que ha formulado o tomado eclécticamente -sin el espíritu crítico que ha mantenido frente al
quehacer de la arqueología tradicional- no es mas que una cuestión de incongruencia teórica.
Lamentablemente, tal incongruencia imposibilita la formalización de una posición teórica que
permitiera alcanzar algunos importantes objetivos de su programa, fundado en el supuesto de
la cognoscibilidad de las regularidades que han regido el pasado que estudia la arqueología.

El milagro dialéctico.
Zajaruk establece expresamente algunas distinciones importantes. En primer lugar, hace la
diferencia entre la realidad histórica, es decir, los componentes que integran una sociedad
viva (y que, para la arqueología, sería una sociedad del pasado) y, por otro lado, la realidad
fósil, conjunto de efectos de la existencia pasada de una realidad histórica, existentes en el
presente.
Respecto a la realidad histórica, nos dice que está constituida por: a) las sociedades
humanas concretas, como sujetos de la historia, b) su cultura, que debe entenderse como la
actividad misma de una sociedad dada, así como los resultados de esa actividad, y c) la
naturaleza, condición indispensable para la vida de la sociedad y objeto universal al que se
dirige su actividad.

17
Lo cual no significa concordar con su concepción positivista e ideológicamente idealizada de La Ciencia como un cuerpo
único y excluyente de procedimientos "correctos". Posición que ha sido saludablemente evidenciada como insostenible -
entre otros y en la arqueología- por autores postmodernos como Shanks y Tilley.
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 69

Aunque no conozco toda la obra de este autor, no parece haber dedicado su atención
al desarrollo teórico de los conceptos relativos a lo que llama realidad histórica, como el de
cultura. De lo que he leído sobre este punto, mas bien se limita a hacer referencia a la obra de
E. Markarián, filósofo que realiza un interesante análisis categorial del fenómeno cultural en
su connotación antropológica, aunque su interés está orientado a los problemas de la
organización administrativa de la sociedad contemporánea 18. Lo cual es coherente con el
supuesto de que tales problemas son ajenos a la ciencia arqueológica y corresponden mas
bien a los teóricos de las ciencias históricas19. Planteamiento que coincide sorprendentemente
con la concepción positivista “de primera generación”, es decir, con la distinción que hace
Comte entre ciencias empíricas y ciencias abstractas.
Por lo que se refiere a la cultura arqueológica, distingue entre la realidad fósil de los
restos y vestigios arqueológicos, objetivamente existentes en el presente, y el concepto que,
refiriéndose a esa realidad, reúne la información registrada (“fijada”) y ordenada sobre la
misma. Otorga a la primera un carácter ontológico, mientras que el segundo poseería un
papel gnoseológico. Esta distinción no está expresamente establecida en Binford y, en todo
caso, habría sido inconsistente ya que, dado el carácter idealista subjetivo, no sólo del
concepto de ley, sino de la concepción sobre los procedimientos de contrastación a los que
adhiere, sería difícil saber qué quería decir cuando se refiería a las “propiedades del mundo
exterior”.
Para Zajaruk, la cultura arqueológica en su carácter gnoseológico constituiría el
concepto fundamental de la arqueología, con sus significados
por una parte, de reflejo de un determinado sistema de objetos arqueológicos y, por
lo mismo, de representación del objeto final del nivel de estudio de las fuentes de
investigación arqueológica y, por otra parte, de representación del concepto inicial y
básico de sus generalizaciones teóricas [1976:10]20
Generalizaciones que no correspondería realizar a la arqueología, sino a las ciencias
históricas teóricas. Así, la “paradoja” de la cultura arqueológica es la misma de toda fuente
histórica y consiste en existir en el presente en calidad de testigo del pasado [Zajaruk, 1978].
A pesar de la indudable importancia de estas distinciones, Zajaruk también hace
inviable la conexión lógica entre la “realidad histórica” y la “realidad fósil” actual de los
materiales arqueológicos.
Por lo pronto, plantea correctamente que la cultura arqueológica se constituye
cuando los componentes materiales de la realidad histórica pierden el vínculo con la actividad
cultural, así como con el sujeto de la misma, la sociedad. Sin embargo, es entonces cuando
ocurre un fenómeno que, desde una concepción dialéctica de la realidad, es un milagro: surge

18
Hay traducción al español de su obra Teoría de la cultura . Ver Markarián, 1987.
19
Este punto de vista ha sido sostenido por Ricardo Mata en las conversaciones del Grupo Oaxtepec en Venezuela (1985).
Mata fue discípulo de Zajaruk, con quien se graduó en Voronesh. Ver Mata, 1983.
20
“ ...s odnoy storon[ , otraja]xego opredelennu] sistemu arheologiqeskih ob™ektov i tem sam[m åvlå]xeyså
koneqnoy cel¡] istoqinkovedqeskogo urovnå arheologiqeskogo issledovaniå, a s drugoy, åvlå]xegoså ishodn[m,
bazov[m ponåtiem ee teoriqeskih obobxeniy”.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 70

un sistema “muerto, consumado y estático”. Lo que se acaba y consuma, en realidad, es un


segmento de la realidad histórica, siendo un error evidente atribuir tales propiedades a la
cultura arqueológica. Ciertamente, el conjunto de materiales y contextos arqueológicos no es
un sistema vivo, pero nunca lo fué. Desde su origen -el momento en que pierde conexión con
los sujetos sociales y su actividad- tiene lugar la aparición de un fenómeno cualitativamente
nuevo que, como sistema21, no es de naturaleza orgánica, de modo que podría acabarse, pero
no morir.
Pero lo que resulta del todo insólito es la aseveración de que se trata de un
fenómeno estático, cuando los principios fundamentales de la dialéctica -materialista o
idealista y aún en sus versiones mas superficiales- obligarían, heurísticamente, a pensar en el
movimiento, así como en la complejidad y la totalidad.
Usamos el término de milagro en el sentido de imposibilidad de explicación. El
hecho es que resulta imposible explicar cómo, desde que una cultura arqueológica se origina,
puede permanecer estática hasta nuestros días, cuando los sistemas naturales y sociales con
los cuales interactúa y de los cuales ha pasado necesariamente a formar parte, poseen una
dinámica con diversos ritmos temporales y desplazamientos espaciales, de la cual los
arqueólogos participan en un rango espacio-temporal determinado.
Es obvio que Zajaruk no piensa que no ocurre nada con los contextos arqueológicos
desde que se forman hasta hoy, tanto como que no pensó en las implicaciones de su
afirmación. De cualquier manera, si bien observa que los materiales arqueológicos se
conservan “en forma más o menos alterada” o se refiere al carácter acumulativo de los
contextos, al que se debe su “compresividad”, no se ocupa de hecho de la consideración de
los complejos procesos de transformaciones que afectan a los contextos arqueológicos, desde
que se forman hasta que son objeto de observación y, muchas veces, de destrucción por parte
de los observadores.

Procesos post-deposicionales
y procesos sociales: ausencias y desconexiones.
Los últimos veinte años han estado marcados por un considerable interés en los problemas
teórico metodológicos, buscando conformar posiciones teóricas que den fundamento a los
programas de investigación de la arqueología, como disciplina científica que alcanza un
notable grado de maduración. Me atrevería a afirmar que, ante la desarticulación de las
importantes corrientes y polémicas que animaban el desarrollo de las ciencias sociales en los

21
En la literatura soviética, el término de sistema alude simplemente a la relación entre el todo y sus partes integrantes [ver,
por ej., Kursánov et al.,1967:225]. En este sentido, una diferencia relevante entre Binford y Zajaruk se da cuando éste
asevera que la cultura arqueológica es un sistema puramente agregativo, lo cual implica una pérdida de información mucho
mayor que si se considera como sistema organizado simple -como lo hace Binford- y consecuentemente, un muy bajo nivel
de diagnosticidad.
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 71

años setentas, la arqueología es una de las disciplinas que ha manifestado mayor vitalidad y
capacidad propositiva hasta la fecha.
Acá hemos querido mostrar, sin embargo, cómo las inconsistencias teóricas tienen
consecuencias que no se pueden considerar intrascendentes en la constitución de una posición
teórica. Así, la inconsecuencia con el materialismo en el caso de Binford y con la dialéctica
en el de Zajaruk, acaban por coincidir en el mismo efecto: la imposibilidad lógica de
formalizar una posición teórica que de cabida a un cuerpo de problemas ontológicos de
indiscutible pertinencia y necesidad para la investigación arqueológica, cual es el de los que
se ha dado en llamar “procesos post-deposicionales”. Con la no menos relevante
consecuencia de que esto significa la imposibilidad de explicitar criterios de validación para
cualquiera inferencia sobre el pasado histórico, basada en la observación de materiales y
contextos arqueológicos.
Desde luego, este no es un problema que se resuelva a través de las “teorías de
alcance medio” que ha propuesto Binford, a las que asigna un objeto que distingue de los
procesos post deposicionales. A propósito de lo cual, será pertinente anotar un par de
comentarios para tocar un punto que se refiere a la posibilidad de conexión entre el registro
actual observable y las explicaciones acerca de las sociedades del pasado.
En primer lugar, este concepto se refería a los procesos de formación de los
contextos arqueológicos que, al menos en For theory building in archaeology, diferenciaba
de aquellos referidos
a las complicaciones mayores que surgen de la operación de dinámicas no culturales
sobre los restos arqueológicos que modifican lo estático mas allá de sus patrones
originales, tal como se derivan exclusivamente de las dinámicas del sistema cultural
-en términos de Schiffer (1972), ‘transformaciones-N’. [Binford, 1977:8]
Como sabemos, Schiffer no sólo incluye en los procesos de transformaciones a los factores
naturales (“N-transforms”), sino también a los culturales (“C-transforms”).
En los hechos, el programa de investigaciones, de cualquier modo muy sugerente e
importante, que ha desarrollado Binford en la tarea de construcción de sus teorías de rango
medio se ha basado en un ahistoricismo que -esta vez sí- es coherente con su concepción de
las leyes como atemporales. El punto de partida podría parecer correcto:
si intentamos investigar la relación entre la estática y la dinámica, debemos ser
capaces de observar ambos aspectos simultáneamente; y el único lugar donde
podemos observar la dinámica es en el mundo actual, aquí y ahora [1988;27]
De manera que, además de la arqueología experimental, que permitiría “la exacta
interpretación del registro arqueológico”, propone que
los nexos entre lo que encontramos y las condiciones que dieron lugar a su
producción sólo puede estudiarse a partir de pueblos actuales [id.:28]
Por lo que desarrolla un fructífero programa de observaciones en
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 72

algunos pueblos situados en partes remotas del mundo moderno que aún no se han
visto afectados por la revolución industrial y, por lo tanto, sus procesos están en
pleno desarrollo [id.:33, subrayados míos],
orientado a explicar procesos de formación de contextos.
No obstante, dicha asepsia sociocultural no es más que una idealización y sus
observaciones parecen haber sido bastante selectivas, limitándose arbitrariamente a las
conductas y componentes estimados como primitivos y prescindiendo del contexto histórico,
cuya consideración no puede obviarse al intentar responder a las preguntas de “¿qué
significa?”. Así, por ejemplo, en la descripción de los sitios de los complejos situacionales
del valle de Anakvutuk, no hay referencias a las estrategias que permitirían explicar algunos
items notables de la casa del poblado del Paso de Anakvutuk que ilustra [1988:195, fig.123;
véase también Binford, 1976]. Por lo pronto, en la foto se ven una tienda, que no parece de
piel de caribú, ni aún de lona tejida en telar de cintura, y tres artefactos de aspecto metálico
iguales a una lata de conservas y a un par de barriles de petróleo, que difícilmente se
explicarían fuera de una sociedad industrial; ítems que no podrían desestimarse al estudiar
las estrategias de subsistencia, seguramente muy distintas a las de los habitantes de un
“poblado” como el de Ipiutak, hace algunos milenios. Por otra parte, muchas conductas del
pasado difícilmente pueden observarse en el presente, ni podrían replicarse como arqueología
experimental. Sin duda, unos centenares o miles de sacrificios humanos para dar lucimiento a
la ascensión al poder de un tlatoani mexica no producen contextos similares ni tienen el
mismo significado que Auschwitz o que el sacrificio de algunos miles de irakíes más, para
aumentar en un 3% los índices de popularidad de un mandatario norteamericano en las
encuestas de la semana siguiente.
En segundo lugar, se supone que las “teorías de alcance medio” deberían articularse
con teorías generales. Como decía Binford en 1977,
hay necesidades urgentes para la construcción teórica. Un nivel es al que yo me
refiero como teoría de rango medio .
Y luego afirmaba:
Procuramos comprender los procesos responsables del cambio y diversificación de
las propiedades organizacionales de los sistemas vivos. En la aproximación a este
problema, buscamos el desarrollo de la teoría general. El arqueólogo debe buscar el
desarrollo paralelo de la teoría relacionada con determinados cambios y variabilidad
en los procesos que resultan en los hechos estáticos que quedan para nuestra
observación. Sólo con desarrollos en ambas teorías, general y de rango medio, el
método ‘científico’ puede ser apropiado. En ausencia de teorías e ideas a evaluar, la
discusión de métodos científicos apropiados parece extrañamente fuera de lugar.
[1977:6 y 7]
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 73

Aunque no recuerdo que lo mencione, el concepto de “teoría de alcance medio” está tomado
de Robert K. Merton, uno de los representantes mas conocidos de la sociología
funcionalista22. Merton planteaba mas o menos lo mismo a este respecto:
La teoría sociológica, si ha de avanzar de manera significativa, debe proceder sobre
estos planos interrelacionados: 1) desarrollando teorías especiales de las cuales
derivar hipótesis que se puedan investigar empíricamente y 2) desarrollando, no
revelando súbitamente, un esquema conceptual progresivamente mas general que
sea adecuado para consolidar los grupos de teorías posibles. Concentrarse
totalmente en las teorías especiales es arriesgarse a salir con hipótesis específicas
que sirven para aspectos limitados de la conducta social, organización y cambio,
pero que son mutuamente incompatibles. [1980:68]23
Binford nunca adoptó explícitamente ni se dedicó a la elaboración de una teoría
general. Desde luego, un investigador no está obligado a desarrollar y difícilmente podría
abarcar todos los campos que sabe que la arqueología debería cubrir. Pero la actitud posterior
de Binford, al constatar que sus propuestas no fueron tomadas en cuenta tal como él las
planteó, fue la de descalificar a quienes se ocupan de la teoría general:
los arqueólogos no han reconocido la necesidad de contar con una Teoría de
Alcance Medio propia. En su lugar han adoptado los argumentos teóricos generales
lanzados por los historiadores y etnógrafos, acomodando las observaciones del
registro arqueológico a dichos argumentos.
Los arqueólogos, por tanto, deben abandonar este pasatiempo inútil.
Necesitamos concentrarnos en el desarrollo de una Teoría de Alcance Medio.
[1988:209]
De modo que, en vez de partir de teorías a evaluar, opta ahora por su modesto modo de
investigar que
estriba en observar datos, reconocer modelos, tener intuiciones o ideas brillantes o
aún simplemente revivir viejas nociones ya gastadas pero que sobrevivieron durante
años... [id.:115],
que luego se evalúan a través de métodos científicos.
Y del mismo modo que descalifica a autores que hablan de una arqueología social,
desestima el trabajo de autores que entendieron perfectamente la necesidad de teorías
particulares para explicar no sólo los procesos de formación de los contextos arqueológicos,

22
Tal vez conviene recordar lo que este autor dice sobre este concepto: “lo que he denominado teorías de alcance
intermedio: teorías intermedias entre esas hipótesis de trabajo menores pero necesarias que se producen abundantemente
durante las diarias rutinas de la investigación, y los esfuerzos sistemáticos totalizadores por desarrollar una teoría unificada
que explicara todas las uniformidades observadas de la conducta, la organización y los cambios sociales.
“La teoría intermedia se utiliza principalmente en sociología para guiar la investigación empírica. Es una teoría
intermedia a las teorías generales de los sistemas sociales que están demasiado lejanas de los tipos particulares de conducta,
de organización y del cambio sociales para tomarlas en cuenta en lo que se observa y de las descripciones ordenadamente
detalladas de particularidades que no están nada generalizadas. La teoría de alcance intermedio incluye abstracciones, por
supuesto, pero están lo bastante cerca de los datos observados para incorporarlas en proposiciones que permitan la prueba
empírica” [Merton, 1980:56].
23
Este texto es traducción de la tercera edición en inglés , de 1968, de Social theory and social structures , para el cual
Merton redacta un capítulo que retoma el tema discutido desde 1949 con Parsons, su maestro, y ha desarrollado en otros
trabajos de la década de los cincuenta.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 74

sino también sus alteraciones post-deposicionales y que poseen una obra consistente al
respecto, como es el caso de Michael Schiffer, autor de Behavioral archaeology , entre otros
títulos. Así, se refiere bastante despectivamente a que
muchos arqueólogos jóvenes [...] creyeron que debían definir un tipo de arqueología
nueva: arqueología del comportamiento, arqueología social, astroarqueología, etc..
Mucho tiempo y energías se han gastado en los últimos años argumentando acerca
de estos nuevos ‘campos’. Personalmente, he intentado evitar tales debates, ya que
no contienen propuestas serias dentro de una disciplina científica... [1988;115-116]
La carencia de una teoría sustantiva general que, como advirtiera Merton, evitara la
proliferación de microteorías inconexas y difícilmente compatibles, es precisamente el punto
flaco, no sólo de Binford, sino de toda la “New archaeology”, aún de aquella de la que él
desea distanciarse. En ello se han basado razonablemente las diversas reacciones post-
procesuales de la arqueología norteamericana donde, a diferencia de Europa, ha habido poco
interés en el post-modernismo. Desde el grupo de “martillos y teorías” o RATS, hasta MICE,
ha habido un florecimiento de propuestas muy interesantes y creativas, que incursionan en el
ámbito de las teorías generales. Aunque me temo que, salvo excepciones, a pesar de las muy
sugerentes proposiciones que quedarán planteadas, predomina un eclecticismo que
difícilmente conducirá al desarrollo de posiciones teóricas consistentes. Si bien dejarán
expuesta una problemática apasionantemente compleja a la que deberán poder responder las
posiciones teóricas que logren conformarse como tales.
En el caso de Zajaruk, si lo hace, ignoro cómo plantea la conexión de las “fuentes”
arqueológicas de la historia, con la teoría sustantiva general, que sería el materialismo
histórico. Mas bien parece que sería entendido como un campo particular que no pertenecería
a la ciencia arqueológica, sino a las ciencias histórico teóricas, por lo que se supone que
debería ser tratado en ese ámbito donde el estudio de las fuentes, en general, es considerado
objeto de una ciencia particular y distinta. De hecho, al calificar a la cultura arqueológica,
objeto final de la investigación arqueológica, como “fuente” de la historia, el problema
pasaría a ser tema de los “filósofos, especialistas en materialismo histórico, lógica,
gnoseología [que] han desempeñado un importante papel en la elaboración de la problemática
para el estudio teórico de las fuentes” [Schmidt, 1975:248]. Todo indica que, a diferencia de
la arqueología binfordiana que carece de teoría general, ésta carecería de una teoría particular
“de bajo nivel” que explique los procesos “deposicionales” o de formación de los contextos
arqueológicos. En todo caso, en los trabajos que conozco de Zajaruk, no hay una propuesta
específica a este respecto, ni referencias a su tratamiento particular por los teóricos de las
“fuentes” históricas. De cualquier modo, está planteada la mediación en términos de que la
cultura arqueológica sería un conjunto de efectos de la cultura de la sociedad viva y habría
que ver cómo se entienden los nexos de ésta con las categorías del materialismo histórico, del
que aquella debería ser parte.
Finalmente, en los hechos reales, podemos constatar en la actualidad que ni los
motivantes planteamientos de Binford ni de Zajaruk llegaron a conformar posiciones teóricas
globales y consistentes en la arqueología, aún cuando tuvieron una importante y merecida
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 75

difusión en sus respectivos ámbitos. Zajaruk ha tenido indiscutible influencia en la esfera de


los ex-países socialistas y, para nosotros, es conocida la repercusión de Binford en el “mundo
occidental”24. Uno de sus méritos consiste en que fueron capaces de convocar a una
generación de arqueólogos e interesar a algunos filósofos de la ciencia, en la búsqueda de
alternativas que hicieran más científica a la arqueología. Sin embargo, si hay algo que
caracteriza distintivamente a la forma científica de conocimiento, es la estructuración lógica
de sus procedimientos y proposiciones, cuyo objetivo es la eliminación de las inconsistencias
teóricas e incompatibilidades lógicas. Y, como hemos podido apreciar en ambos casos, han
sido algunas inconsistencias cruciales las que han imposibilitado la formalización global de
estas propuestas como posiciones teóricas.
Cierto es que Binford, en los últimos quince años, no ha desperdiciado
oportunidades para quejarse de que es mal interpretado, lo que atribuye a las múltiples
confusiones que padecerían la mayoría de sus colegas. Aún cuando en sus trabajos mas
recientes ha contribuido a aclarar los contextos e intenciones de sus planteamientos anteriores
-haciendo, de paso, mas claras sus propias ideas- pienso que buena parte de las confusiones
de los demás arqueólogos se deben también a que sus propias propuestas conforman un
florido cuadro de inconsistencias de las que nunca parece darse por enterado y de las cuales
acá solo me he referido a alguna que tiene que ver con el tema que nos interesa. Como
señalaba Gándara, hace ya más de una década, a propósito de la “nueva arqueología” en
general y de su análisis detalladamente argumentado de la obra de Binford en particular,
resulta ser una posición teórica altamente incongruente a todos los niveles: mezcla
metodologías con objetivos distintos, confunde confirmación con corroboración,
adopta posiciones relativistas autorrefutantes y las mezcla con una epistemología
ecléctica en donde el substrato final es el idealismo subjetivo. Al parecer, existe
también una confusión sobre lo que las explicaciones nomológicas realmente son y
sobre la naturaleza de las leyes que forman parte de ella [1981:59]25
De lo comentado quiero concluir que ni Binford ni Zajaruk establecen
adecuadamente las conexiones ontológicas que harían posibles las mediaciones lógicas
necesarias para definir y validar los procedimientos inferenciales que permitirían vincular las
observaciones de registros arqueológicos con las teorías sustantivas generales que explicarían
la dinámica social del pasado histórico. Ambos autores coinciden, no en negar, sino en
inviabilizar la articulación de una teoría sobre los procesos post-deposicionales que
explicarían la dinámica de trasformaciones de los contextos arqueológicos. En el caso de
Zajaruk falta, además, una teoría que vincule la concepción general de los procesos sociales
con las actividades reales que dan lugar a la formación de los contextos o culturas
arqueológicas. En Binford, la ausencia de una teoría sustantiva explícita y su desestimación
como “pasatiempo inútil” mientras sus colegas no atiendan exactamente a sus propuestas,

24
Menos repercusión han tenido -ignoro por qué- las proposiciones mucho mas consistentes y “competitivas” del
materialismo cultural de M. Harris, desarrolladas en la arqueología por autores como Price o Sanders, con resultados menos
ruidosos, pero más sólidos.
25
El texto de Gándara estaba originalmente en inglés y no fué aceptado como tema para su tesis doctoral en la Universidad
de Michigan.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 76

pospone indefinidamente la posibilidad de explicar realmente la dinámica del pasado26.


Porque es dudoso que el objetivo vital y principal motivación de los seres humanos, agentes
de esa compleja “dinámica” del pasado, haya sido la de producir contextos arqueológicos
para nosotros. Paradojalmente -y tampoco es su intención- su actitud resulta en el mismo
vicio del inductivismo estrecho que criticó inicialmente a la arqueología tradicional, sólo que
desplaza el problema desde la acumulación de las observaciones empíricas directas a la de
los “¿cómo era?” y “¿qué significa?”. No obstante, no ha abandonado totalmente el objetivo
de la generalización teórica, desde luego, mientras se enfrente a su manera 27.

Entonces...¿Lloramos?
No es necesario. Es mejor buscar soluciones alternativas. Generalmente es más fácil
comentar lo que hacen los demás -y, sobre todo, advertir lo que hacen mal- que hacerlo uno
mismo. Como es el caso de los comentaristas deportivos que no corren riesgos de
equivocarse en las canchas o los doctorales críticos de arte, cuyas habilidades como literatos,
pintores o bailarines se mantienen prudentemente ocultas, en previsión de mayores
vergüenzas. El innegable aporte de la obra de autores como los que comentamos también
debe algo al valor de atreverse a cometer errores. La posibilidad de identificar los caminos
errados por nuestros colegas eleva las probabilidades de orientarnos por vías más adecuadas.
Y esa deuda debe retribuirse proponiendo alternativas, bajo el riesgo de incurrir en otros
desatinos.
Con el fin de situar el estudio de los procesos post-deposicionales, me referiré a los
aspectos ontológicos de una propuesta que he planteado para definir la estructura general del
proceso de investigación en arqueología, limitándome acá, por razones de espacio, a
enumerar los puntos básicos.
Tal alternativa se formula desde una posición histórico materialista y se refiere a las
conexiones entre las instancias ontológicas y metodológicas que abarcarían la problemática
global de la arqueología. Para ello, deben apuntarse algunas premisas generales:
1) Entre los supuestos del área valorativa, es necesario considerar los objetivos que
persigue el proceso de investigación. Entendemos que la arqueología busca explicar los
diferentes aspectos de la existencia histórica concreta de las estructuras y desarrollos de los
procesos sociales.
2) Por lo que respecta a la definición de las diversas instancias particulares de la
investigación arqueológica, se debe partir de una explícita concepción de la totalidad del

26
Hasta que se constituya “una Teoría de Alcance Medio -un campo en que las observaciones etnográficas son cruciales
como prueba- y [se pueda] emplear los métodos desarrollados de esta forma para obtener respuestas a preguntas como
‘¿qué significa ?’ y ‘¿cómo era?’. Únicamente si se pueden obtener respuestas seguras a tales preguntas resultará provechoso
intentar buscar respuestas a preguntas como ‘¿por qué ocurrió?’ “[1988:209].
27
“...lo que he llamado patrones derivativos de segundo -o tercer- orden, probablemente tienen relación con algunos
procesos organizacionales del pasado. Descubrir qué eran estos procesos organizacionales es el reto que enfrentamos”
[1989:489].
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 77

proceso, que sea congruente con sus objetivos y es necesario esclarecer su ubicación y nexos
en el contexto de esa totalidad.
Aunque hay excepciones, asistimos a la proliferación de aperturas de “nuevos
campos” particulares de la investigación, cuya justificación no va mucho mas allá de que es
“importante” o “pertinente” al quehacer arqueológico. Pero terminan siendo minifundios
inconexos entre sí, cuyos objetivos propios se convierten en la finalidad última de estudios
que resultan independientes de los objetivos de la investigación arqueológica. Esto obedece
precisamente a la ausencia de una concepción general de la arqueología como disciplina
científica.
3) La articulación de instancias teóricas y metodológicas se basa en el principio
epistémico materialista que implica la prioridad lógica de la ontología respecto a la
metodología . En otras palabras, la adecuación de los procedimientos orientados a conocer la
realidad depende de las características de la realidad, de la cual nos informa la teoría.
Es, por lo tanto, necesario precisar los ámbitos o campos de la realidad con los
cuales trata la arqueología. Luego, a partir de las teorías que sistematizan sintéticamente lo
que hasta ese momento sabemos acerca de esas áreas de la realidad, podemos definir los
problemas que deberá resolver la metodología, así como las alternativas y secuencias de
procedimientos adecuados para ello.
4) La determinación de las áreas de realidad con las cuales se enfrenta la
investigación arqueológica requiere de precisar en qué consiste su particularidad como
ciencia. En nuestra opinión, la arqueología es una disciplina de la ciencia social y no posee
un objeto ni un método propios que la diferencien de las demás ciencias sociales. Su
particularidad consiste en que, de oficio, la arqueología accede al conocimiento de los
fenómenos sociales y su historia a través de una clase particular de datos, a partir de los
cuales elabora la información empírica básica en que se apoyan los procesos inferenciales.
Tales datos -los materiales y contextos arqueológicos- se caracterizan porque:
a) son componentes materiales (productos, medios o condiciones) de actividades
humanas que, por lo general, se registran desligados de las actividades mismas;
b) las actividades que los generaron son sólo manifestaciones parciales de las múltiples
actividades que, simultánea y sucesivamente, constituyen la existencia concreta de la
totalidad social y,
c) entre las propiedades que presentan a la observación, se cuentan las singularidades
fenoménicas de la cultura de los grupos sociales que los generaron, así como los efectos de
los procesos de formación y transformaciones de los que han participado.
5) Es imprescindible tener en cuenta que, cuando realizamos una investigación -
sobre todo cuando nuestro marco de referencia debería ser la totalidad social de la que
nuestro objeto de estudio forma parte- la mayor parte de la información que necesitamos y
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 78

utilizamos no proviene de la observación directa de los contextos arqueológicos, sino que es


información producida por otras personas, que no siempre fueron especialistas.

Partiendo de estas consideraciones previas, podemos decir que hay tres órdenes
particulares de procesos de la realidad, con los cuales se relaciona la investigación
arqueológica y que constituyen problemas ontológicos a desarrollar permanentemente, con el
fin de derivar los procedimientos sistemáticos necesarios para generar nuevos conocimientos
y corregir viejos errores. Entre éstos, habría que distinguir entre la teoría sustantiva , que se
ocupa del objeto central de la investigación, es decir, de las características de los procesos
histórico sociales, y las teorías mediadoras (que no son teorías de “alcance medio”) , que
deben explicar las conexiones objetivas entre la información empírica disponible y los datos
observables y la existencia de las sociedades a que se refiere la teoría sustantiva, la cual
posibilitaría la explicación de los fenómenos históricos estudiados. Estos cuerpos de
proposiciones ontológicas necesarios son:
1. La teoría sustantiva que, en nuestro caso, es el materialismo histórico. La teoría
se formula en diversos niveles de generalidad, orgánicamente ligados. En el nivel mas
general, conceptualizamos a la sociedad como totalidad concreta (Kosik,1967) a través de la
categoría de sociedad concreta, que daría cuenta de las diversas dimensiones de la realidad,
comprendiéndolas en las categorías de formación social, modo de vida y cultura. Por otro
lado, se busca dar una homogeneidad teórica a la periodización histórica, en las tres
dimensiones indicadas. No abundaremos sobre este punto, que ha requerido de
replanteamientos y nuevas formulaciones.
Vinculamos la teoría del nivel más general (formación social) con la teoría de “bajo
nivel” -que incluiría a las actividades “deposicionales” o formadoras de contextos
arqueológicos- a través de la categoría de cultura, como conjunto singular de manifestaciones
fenoménicas de la vida cotidiana. Consideramos, analíticamente, el concepto de contexto-
momento para referirnos a la actividad humana misma, conjuntamente con los componentes
materiales vinculados por ella. Un contexto arqueológico se forma al desligarse un conjunto
de componentes materiales de la actividad de los agentes sociales.
Hay que advertir que la actividad humana es un sistema continuo de movimientos -
organizados bajo relaciones sociales- que, al desplazarse sus agentes, ocupan sucesivamente
segmentos discretos del espacio vivido de una sociedad. Por lo que los procesos de
formación de los contextos arqueológicos y reintegración de los mismos a nuevos contextos
momentos es un movimiento reiterativo en la vida cotidiana de la sociedad. Esto implica que
no hay un momento deposicional único, por lo que la demarcación entre procesos
“deposicionales” y “post-deposicionales” no está dada por un instante nítido sino,
generalmente, por una secuencia en que se intercalan sucesivamente ambos tipos de eventos.
2. Historia de los contextos arqueológicos. Como habrá quedado claro, entre los
momentos de formación de los contextos arqueológicos y el momento de su observación
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 79

como dato arqueológico, suelen mediar diversos y complejos procesos de transformaciones


con diversas dimensiones y ritmos temporales. El observador que genera la información
arqueológica “captura” los materiales y contextos en un determinado momento de esa
dinámica, de su historia.
a) La primera instancia lógica necesaria de una teoría sobre estos procesos es la
teoría de la formación de los contextos arqueológicos, que constituye parte de la teoría
sustantiva “de bajo nivel”, referida a la concreción de la vida cotidiana y que se integra a la
teoría general de la historia.
b) Un cuerpo central de enunciados en esta instancia ontológica debe referirse a los
procesos de transformaciones de los contextos y materiales arqueológicos, que es a lo que se
refieren propiamente los denominados “procesos post-deposicionales”, en que intervienen
tanto agentes naturales como actividades sociales.
c) Otro sistema de proposiciones conceptuales a formalizar, se refiere a la
presentación de los contextos. Se trata de conceptuar las diversas propiedades y
características que los materiales y contextos arqueológicos presentan a su observación,
buscando precisar aquellas que guardan conexiones explicables con las actividades y
relaciones sociales que se busca inferir. Dado que la correspondencia determinada entre
propiedades observables de materiales y contextos arqueológicos y las actividades y
relaciones sociales inferibles no es biunívoca, se trata de determinar las diferentes
configuraciones alternativas posibles a través de las cuales éstas se presentarían a la
observación arqueológica.
3. Historia de la información producida . Como consecuencia de la constatación de
que la mayor parte de la información disponible y necesaria para una investigación es
información ya producida a través de procedimientos muy variados, se puede apreciar que,
desde la obtención y observación directa de los datos, median múltiples factores de distorsión
y pérdida de la información, hasta que disponemos de ella. En éstos casos, deberemos inferir
muchas de las posibles características de los contextos arqueológicos de los que nos
informamos y de los que proviene parte de los materiales que, eventualmente, todavía
podemos observar.
La consideración sistemática de los factores de distorsión y pérdida, requiere
contemplar diversos problemas como: a) procedimientos de observación y registro (si los
hay) de los contextos y obtención de materiales; b) procedimientos de manipulación de
materiales (empaque, transporte, limpieza, almacenamiento, etc.); c) procedimientos de
análisis, ordenación y descripción/interpretación de materiales (incluyendo ecofactos) y
contextos; d) formas y condiciones de presentación y acceso a la información. Hemos
propuesto criterios de análisis de éstos procesos, considerando a la generación de información
como contextos-momento , en que los materiales arqueológicos, instrumentos y condiciones
de trabajo y las informaciones producidas, son componentes materiales de los mismos. Sin
embargo, la mayor relevancia suelen tenerla las actividades, tipo de calificación y
concepciones teórico-ideológicas de los agentes de dichos contextos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 80

En nuestra opinión, ésta secuencia de instancias teóricas debe dar cuenta de los
procesos genéticos de los datos e información arqueológica “actuales”, es decir,
contemporáneos del investigador. Para poder inferir las actividades humanas y el sistema de
relaciones sociales que las explican y de las cuales nos informan los restos arqueológicos, es
necesario poder precisar teóricamente las conexiones, principalmente causales, que las
vinculan. Como es obvio, no se trata de una causalidad lineal ni, mucho menos, simple, dada
la complejidad de los procesos involucrados.
Condiciones para inferir la historia pasada de los pueblos a partir de registros e
informaciones actuales, son: a) que las conexiones entre los distintos niveles de fenómenos
que intervienen en tal cadena de complejos causales deben ser precisadas adecuadamente y,
b) cualquier propuesta teórica sobre el particular debe articular todos los eslabones de la
cadena genética de la información arqueológica 28. La desconexión o ausencia de cualquier
eslabón de tal cadena, hará inviable la conformación de una posición teórica que desarrolle
procedimientos metodológicos capaces de alcanzar el objetivo cognitivo de la arqueología,
cual es la posibilidad de explicar los fenómenos sociohistóricos estudiados. Así, cualquier
propuesta de desarrollar un cuerpo particular de enunciados que no se ligue definida y
explícitamente con la totalidad de los problemas ontológicos que atañen a la arqueología
terminará convirtiéndose en un campo de investigación autónomo, paradojalmente desligado
de sus supuestos objetivos.
Por otro lado, cabe advertir que el objetivo final de la investigación no es la
acumulación de conocimientos sobre “conductas deposicionales”, lo que no pasaría de ser un
ramillete de descripciones etnográficas. La posibilidad de explicarlas realmente implica
vincularlas con una teoría general que de cuenta de las estructuras de relaciones sociales y
causales de los procesos históricos que integran.

México D.F., 1993.

Bibliografía citada.

Bate, Luis F.
1981 Relación general entre teoría y método en arqueología.Boletín de Antropología
Americana , nº 4.
1989 Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica.
Boletín de Antropología Americana , nº 19.
Binford, Lewis R.
1976 Forty-seven trips : a case study in the character of some formation precesses of the
archaeological record. En: Contributions toanthropology: the interior peoples of

28
De hecho, como observa Wylie este es un aspecto crucial en la evaluación de los criterios de "seguridad" o credibilidad en
la constitución del campo factual empíricamente observable en base evidencial de las inferencias en arqueología. En
particular, cuando se refiere "al número y complejidad de los vínculos requeridos para conectar un cuerpo de material
arqueológico con aquellas dimensiones del pasado cultural que interesan a la investigación" [Wylie, 1992:278].
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 81

southern Alaska. E. Hall (ed), National Museum of Man. Ottawa.


1977 General Introduction
En: For theory building in archaeology . Academic Press. New York.
1988 En busca del pasado. Crítica, Barcelona.
1989 Debating Archaeology. Academic Press. San Diego.
Gándara, Manuel
1980 La vieja “nueva arqueología” (Parte I).Boletín de Antropología Americana , nº 2.
1981 La vieja “nueva arqueología” (Parte II). Boletín de Antropología Americana , nº 3.
Hempel, Karl
1976 Filosofía de la ciencia natural. Alianza Editorial. Madrid.
Kant, Inmanuel
1972 Crítica de la razón pura. Editorial Porrúa, SA. México.
Kosik, Karel
1967 Dialéctica de lo concreto. Editorial Grijalbo. México.
Kursamov, G. y otros
1967 Problemas fundamentales del materialismo dialéctico. Editorial Progreso. Moscú.
Markarián, E.
1987 Teoría de la cultura. Redacción Ciencias Sociales Contemporáneas. Academia de
Ciencias Sociales de la URSS. Ed. Nauka. Moscú.
Merton, Robert
1980 Teoría y estructura sociales. Fondo de Cultura Económica. México.
Schiffer, Michael
1988 The structure of archaeological theory. American Antiquity, vol. 53, nº 3.
Schmidt, Sigur
1975 Ciencias históricas auxiliares. Ciencias Sociales, nº 2 (20). Acad. de Ciencias de la
URSS. Moscú.
Volkov, Vitali y Yuri Zajaruk
1975 Las investigaciones de los arqueólogos. Ciencias Sociales, nº 2 (20). Acad. de
Ciencias de la URSS. Moscú.
White, Leslie
1975 El concepto de cultura. En: El concepto de cultura: textos fundamentales.
(J.S.Kahn Ed.). Editorial Anagrama. Barcelona.
1982 La ciencia de la cultura. Ediciones Paidós. Barcelona
Wylie, Alison
1992 On "heavyly decomposind red herrings": scientific method in archaeology and the
ladening of evidence with theory. En: Metaarchaeology. L. Embree [Ed.]. Boston
Studies in the Philosophy of Science, vol. 147.
Mata, Rikardo
1983 Marksism i nekotor[e tendencii razvitiå arheologii b stranah Latinskoy
Ameriki.Diplomnaå Rabota. Universitet imeni Leninskogo Komsomola.
Voronej.
Zajaruk, }ri
1976 Arheologiqeskaå kul¡tura: kategoriå ontologiqeskaå ili
metodologiqeskaå ? V: Vostoqnaå Evropa v _pohu Kamiå i Bronz[. Akademiå
Nauk SSSR. Moskva.
1978 Paradoks arheologiqeskoy kul¡tur[. V: Problem[ Sovetskoy Arheologii.
Akademiå Nauk SSSR. Moskva.

TEORÍA DE LA CULTURA Y ARQUEOLOGÍA

El concepto de cultura:
entre las tradiciones antropológicas y el materialismo histórico.
Es indiscutiblemente notable el peso que se ha atribuido al concepto de cultura en disciplinas
como la antropología, la etnología, la sicología social o la arqueología, cualquiera sea el lugar
y conexiones que se le asigne en las diversas tradiciones académicas. Lo cual resulta
particularmente sorprendente si se considera la extraordinaria ambigüedad de su contenido
conceptual. La que se debe a la heterogeneidad de sus múltiples significados, tanto como a su
exiguo poder explicativo, aún en los casos en que se intenta superar el mero nivel descriptivo
en su definición. Más asombroso es que, en tales condiciones, se le haya asignado una
posición central al establecer el objeto de estudio de algunas disciplinas de la ciencia social.
La centralidad otorgada al concepto, tanto en Europa como en América, se debe
principalmente a las reacciones ideológicas (en estos casos, propiamente reaccionarias)
contra el evolucionismo del pasado siglo desarrolladas, respectivamente, por las escuelas
difusionistas -en particular la histórico cultural- así como por el culturalismo boasiano. Y, en
ambos casos,
el resurgimiento de la teoría evolucionista [...] como un retorno a la razón y el orden, ante el caos
empírico dejado por los particularistas [Ph. Kohl, 1987],

impulsado por la obra de Gordon Childe y de Leslie White, quienes influyen de manera
importante durante el último medio siglo en la arqueología y la antropología, mantiene al
concepto de cultura en un lugar prominente.
La escuela de Franz Boas designa a la totalidad social objeto de la antropología,
ciencia madre de la cual la arqueología es una de sus "ramas", a través del concepto de
cultura. De donde la arqueología resulta ser la ciencia que estudia "la cultura de pueblos


Publicado en el Boletín de Antropología Americana nº 26, 1995.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 84

desaparecidos". Definición no muy distinta de las que, por circunstancias diversas, recibe en
las tradiciones del Viejo Mundo.
De paso, los "diálogos" interdisciplinarios con otras ciencias sociales, como la
economía, la historia, la sociología o la politología, que no dan la misma relevancia al tema
de la cultura, aunque no estudian sociedades distintas de aquellas que ocupan a las "ramas"
antropológicas, resultan del todo tangenciales.
No es menor el peso que el término de cultura posee en el manejo ideológico-político,
cuya eficacia manipulatoria o como signo de identificación se hace patente en el lenguaje ya
usual, tanto en los discursos dominantes de contenido altamente conservador y
antidemocrático, como hasta en aquellos que expresan las demandas reivindicativas más
progresistas o revolucionarias.
El materialismo histórico, que participa de los momentos fundacionales de la
antropología como ciencia moderna y de la temática evolucionista desde el siglo XIX no
tuvo, dada su orientación política, motivos para compartir las reacciones ideológicas del
culturalismo norteamericano ni del difusionismo histórico cultural. Además, a poco andar
este siglo, sus cultores quedan aislados geopolíticamente de los desarrollos de las ciencia de
"Occidente" o, en estos países, por largo tiempo marginados de la academia y de las
instituciones oficiales, cuando no perseguidos de diversas maneras.
El hecho es que, en tales circunstancias, el marxismo desarrolló en cierto modo su
propia tradición, desplegándose en diversas corrientes. En éstas, la preocupación por el tópico
de la cultura ha sido muy dispar, con diversos contenidos conceptuales y, salvo en algunos
casos (como en Gramsci), ha constituido una cuestión un tanto secundaria. En cuanto a su
significado, para la mayoría de los autores designa a las manifestaciones de los reflejos
superestructurales -en particular, como formas de la "vida espiritual"!- mientras, para otros,
alude a las particularidades de los procesos de "civilización", siendo los menos quienes se
refieren a la connotación antropológica del término. La cultura, en sus diversos sentidos,
también ha constituido un ingrediente infaltable en el tratamiento de las cuestiones nacional y
étnica. Pero careciendo de un desarrollo teórico explícito y en el falso sobreentendido,
cómodamente consensual, de que todos sabrían de qué se trata.
El contexto particular en que desarrollamos esta propuesta fue el del auge de los
movimientos populares en la América Latina de los años 70 y su represión en los países
australes. Tiempos del "boom" de la sociología latinoamericana y de la amplia difusión
académica del marxismo, bajo el notorio predominio de la corriente althusseriano-
balibariana.
Como gran moda, el marxismo no escapó a la proliferación, entre sus muy abundantes
adeptos, de todo tipo de oportunismos. Las monsergas panfletarias de un marxismo fosilizado
en ideologías estatales distantes o las fórmulas estereotipadas a través de eficaces texto s de
divulgación, eran moneda corriente en todos los niveles de la academia. La "dialéctica",
como teoría general y como método generador de conocimiento "científico, crítico y
Teoría de la cultura y arqueología 85

revolucionario" era el aval implícito de cualquier afirmación. Gracias al consenso abrumador


de la moda, esa misteriosa dialéctica omnipresente estaba fuera de duda y de discusión. Lo
cual, junto con su ritualizada trivialización, mantenía a todos a salvo de la incomodidad o el
bochorno de poner al descubierto el insólito abismo de desconocimiento generalizado que se
ocultaba tras ese término mágico. Esto era así aun entre los académicos más merecidamente
destacados.
Afortunadamente, al ser sustituida la moda por el pretendido estigma de la
obsolescencia, al ritmo debidamente marcado por las instituciones de investigación y
docencia a través de las manipulaciones presupuestarias o por el mercado, los tonos
entusiastas o enardecidos, sentenciosos o proféticos de aquellos discursos, se han apagado.
Parecería que hablamos de muertos, pero no es así. Son nuestros contemporáneos y todavía
andan por ahí. La mayoría prefiere ocultar la cara en los múltiples resquicios de una
cotidianeidad cenicienta. Otros, que se habían sentido llamados por las doradas trompetas de
la historia, no acaban de reponerse del desconcierto, del desencanto, del desengaño.
Suponemos que no son pocos los que aguantan con dignidad callada, rumiando el rencor de
las verdades humilladas, guardando las semillas, esperando la hora o la generación de las
revanchas, de las nuevas primaveras. Los auténticos oportunistas, posesos de su personal
misión e interés, no se dejan arredrar por la vergüenza ni los escrúpulos y navegarán siempre
con los vientos favorables de las nuevas modas, vendiendo en cada puerto lo que mejor se
venda, al mejor postor. Las nuevas generaciones ya son suficientemente inocentes de esta
historia inmediatamente anterior y no saben cuántos pecados originales pueden cargar. Por lo
pronto, tal vez hacen bien en no interesarse.
Entre quienes hemos intentado sobrevivir con decoro, manteniendo la consecuencia,
hay todavía muchos diálogos inacabados, muchas cuestiones por resolver y esperamos que
aún muchas más por plantear. En torno a la cuestión de la necesidad de teorizar o no sobre la
cultura, queremos mencionar algunas viejas posturas que, aunque quienes las sustentaron han
desaparecido de las filas ultrarrevolucionarias, vuelven, por lo mismo, a ser presentadas. O se
sostienen aun en ámbitos donde nunca fueron cuestionadas.
Una de ellas ha consistido en descalificar el uso del término cultura, haciendo notar
que se origina en concepciones ajenas al marxismo, que responde a ideologías reaccionarias,
buscando demostrar la incompatibilidad lógica de aquellos diferentes discursos con el del
marxismo. Para concluir, de manera poco materialista y bastante dogmática que, desde que se
supone al discurso materialista histórico como único verdadero, dicha incompatibilidad
lógica mostraría que los demás son falsos y pueden ser descalificados. A pesar de lo cual no
existe ningún empacho en arrogarse el derecho a "rescatar" selectiva y arbitrariamente
diversas ideas y sugerencias de cualquier otro discurso, sin importar qué tan reaccionario sea,
con tal de exhibir actualidad y adquirir notoriedad en los juegos de "saber-poder" que regulan
las mezquinas competencias por las jerarquías internas de las academias y poco tienen que
ver con las causas populares.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 86

Otro recurso, que no por rudimentario es menos socorrido, consiste en descalificar de


partida el empleo del término cultura por su vínculo con concepciones antropológicas
clasistas y colonialistas e ideológicamente reaccionarias. Lo cual suele corroborarse por el
uso ideológico que de él hacen determinados políticos conservadores29. Alegándose que es
innecesario, ya que el materialismo histórico poseería categorías científicas que permitirían
dar cuenta de cualquier aspecto de la realidad social, lo que haría superfluo ocuparse de un
concepto como el de cultura.
Por lo pronto, estimamos altamente improbable que un acto de desdén académico, por
histriónico que consiguiera ser, alcanzara a avergonzar a ningún político de cualquier signo,
como para convencerlo de dejar de usar el concepto de cultura con fines proselitistas y
manipulatorios.
Lo que queremos destacar en los casos mencionados, es que sólo se cuestiona (aunque
lo sea razonablemente) a los contextos discursivos en que se inscriben distintos conceptos de
cultura. Pensamos que una estrategia materialista debería preguntarse primero -antes que por
los "discursos"- si los conceptos de cultura aluden o no a dimensiones objetivamente
existentes en la realidad. Y luego, si nuestro discurso es realmente capaz de dar cuenta
adecuada de tales dimensiones de la existencia social.
Es nuestra opinión la de que, independientemente del carácter reaccionario de las
concepciones de la antropología tradicional en que se ha desarrollado el concepto de cultura y
de lo insatisfactorio de sus diversas formulaciones, éstas aluden a aspectos reales de las
sociedades concretas. Y que los conceptos tradicionales del materialismo histórico, como los
de modo de producción, superestructura, o formación económico social -aún en la versión
althusseriana de la "FES" como articulación de modos de producción que, supuestamente,
daría cuenta de la concreción social- son impropios y altamente insuficientes para explicar las
dimensiones de las sociedades concretas a que alude una buena parte de los conceptos de
cultura.
En tales circunstancias, es claro que desestimar el problema de formular un concepto
que de cuenta de dichos aspectos de la realidad -independientemente del término que se
empleara- sería aceptar de partida una derrota frente a la antropología y la ciencias sociales
tradicionales que, como sea, sí se ocupan del tema. Aseverar que para el materialismo
histórico sería superfluo ocuparse de la llamada cultura, ya que sus categorías apuntarían a lo
verdaderamente importante de la realidad, resulta una retórica elusiva, nada convincente, y
que no contribuye a evidenciar su pretendida potencialidad explicativa.

29
Cuando se recurre a este argumento, es porque los políticos aludidos hacen un uso exitoso del concepto y, mas bien,
habría que preguntarse por qué. Además, habría que superar los ámbitos provinciales y preguntarse también si las banderas
de la cultura como elemento de identidad ideológica y solidaridad política sólo son enarboladas por políticos o movimientos
sociales conservadores.
Teoría de la cultura y arqueología 87

Hacia una teoría de la totalidad social concreta.


Los principios fundamentales, orientaciones heurísticas básicas de la vieja dialéctica
materialista, nos obligan a pensar a la realidad en su complejidad, en el contexto de su
concatenación concreta de interrelaciones como totalidad y en su permanente movimiento.
Hoy existe una amplia gama de demandas contra las pretensiones de omnipotencia
reduccionista de la ciencia "moderna" de orientación predominantemente neokantiana, las
que provienen principalmente de las disciplinas "duras" de las ciencias naturales.
Pensamos que, independientemente de la abundante paja que acompaña al concierto
mercadotécnico montado en torno a la etiqueta comercial de "teorías" del caos y las fanfarrias
de anunciación de una "nueva" ciencia -que todavía tardará en deshacerse de los fardos de
lastre de la moda, propiciada por las facilidades de financiación- se puede apreciar el
despuntar de cambios de fondo en la concepción ideológica tradicional y mas generalizada de
la ciencia, orientados a buscar respuestas mas satisfactorias a la elevada complejidad de la
realidad. De alguna manera, se está redescubriendo la dialéctica, pero con el apoyo de los
avances de indiscutible magnitud que están permitiendo las condiciones tecnológicas de la
investigación en la actualidad.
Como es lógico, muchos de los enunciados aún exploratorios y tentativos resultantes
de recientes iluminaciones, que apuntan a perfilar las características y principios en que
debería basarse una nueva visión científica, expresados en lenguaje fresco y con metáforas
originales, están a la búsqueda de articulaciones en una concepción generalizable y coherente.
Opinamos que hay grandes convergencias con los planteamientos que han mantenido por
largo tiempo marginada de la ciencia dominante, al menos en el "mundo occidental", a la
dialéctica materialista. Y que ésta es capaz de ofrecer las posibilidades de integrar en una
posición teórica consistente y ayudar a florecer a las nuevas preguntas que surgen de tales
enunciados. Parece, por ejemplo, de mayor amplitud connotativa y mas formalizable un
"principio de concatenación universal" que un "efecto mariposa". Es previsible, en fin, que el
empuje de los grandes nuevos descubrimientos e insurreccionales propósitos científicos,
alimentarán y sacudirán a la ya antigua dialéctica materialista, con resultados novedosos que
cabe esperar con optimismo.
Hace unos veinte años, nos planteamos como objetivo la conceptualización de la
realidad social como una totalidad concreta, en busca de poder explicar la conexión de la
diversidad de fenómenos empíricamente observables para el arqueólogo con las regularidades
generales de la sociedad expresadas en las categorías de modo de producción y formación
económico social.
Partimos de supuesto de que, si las dimensiones expresadas en los diversos y muy
ambiguos conceptos de cultura y aquellas designados en las mencionadas categorías del
materialismo histórico son objetivamente reales, debería haber necesariamente conexiones
entre ellas. Nos basamos en el supuesto de que la realidad social es una y la misma,
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 88

independientemente de cómo la conciban diversos observadores. Es decir, nos apoyamos en


el principio de unidad material del mundo o concatenación universal.
Si podíamos afirmar que tales conexiones existen efectivamente, el problema de
fondo y el verdadero reto era investigar y precisar la naturaleza de esas interrelaciones y el
cómo se integran en la totalidad social. Para ello partimos de supuesto de que, si las leyes y
categorías generales de la dialéctica son realmente generales, entonces deben operar en todos
y cada uno de los niveles de existencia de la realidad y también, por lo tanto, en las
articulaciones del fenómeno cultural con las dimensiones fundamentales de la formación
social, por complejas que fueran. El camino no sería el de los viciados intentos eclécticos
que, explicablemente, no han conducido a nada.
Así, la dialéctica materialista, como ontología general, nos permitió orientar nuestras
investigaciones y conocer una serie de determinaciones e interdependencias entre dichas
dimensiones de la realidad social. El lenguaje para expresar dichos resultados debía ser,
consecuentemente, el de las categorías y leyes de la dialéctica. Lo que permitió una perfecta
incomunicación -dado su carácter críptico, a pesar de las trilladísimas proclamas dialécticas-
aún con la mayoría de los colegas marxistas. Y explica el por qué los comentarios y críticas
se fueron a los terrenos fáciles e infructíferos que hemos mencionado.
Posteriormente, en las discusiones del que se ha conocido como Grupo Oaxtepec,
hemos concordado en que el análisis de la estructura y procesos sociales requiere de la
integración teórica de las categorías de formación social, modo de vida y cultura, permitiendo
la explicación de la unidad orgánica de las diversas dimensiones de la realidad social. Hemos
propuesto que esa unidad puede designarse a través de la categoría de sociedad concreta.
Acá nos referiremos particularmente a la conceptualización que hemos hecho de la
categoría de cultura y sus vínculos con la de formación económico social30.

La categoría de cultura.
Conviene aclarar las bases sobre las que formalizamos el contenido que otorgamos al
concepto de cultura31.
a) La categoría de cultura, como las de modo de vida y formación social, reflejan
aspectos, objetivamente distinguibles, aunque existen necesariamente integrados en la unidad
de la realidad social. No se trata, por lo tanto, de una relación entre "partes" de la sociedad,
sino de diversas dimensiones de la misma. De modo que la categoría de sociedad concreta

30
Dado que este texto sólo pretende ser una síntesis de la exposición de nuestras propuestas, he transcrito partes de algunos
trabajos que se encuentran en prensa o próximos a publicarse. Las partes transcritas corresponden a los textos que aparecerán
bajo los títulos de Estructura general del proceso de investigación en arqueología, Cacaxtla: un sitio y muchas preguntas
(en coautoría con M. Gándara) y "Del registro estático al pasado dinámico": entre un salto mortal y un milagro dialéctico
(éste, en Arqueología Espacial, nº 18).
31
El desarrollo mas extenso de la categoría de cultura está formulado en una publicación anterior [Bate, 1978] y resumido,
como lo hacemos acá, en otros trabajos [1981 y 1984].
Teoría de la cultura y arqueología 89

designa a la unidad de las diversas dimensiones, en todos los niveles de integridad de la


totalidad social, como una unidad concretamente multideterminada.
b) La formulación teórica de la categoría de cultura es relativa a la de formación social,
constituyendo el modo de vida un sistema de mediaciones entre ambas. Su formalización está
expresada a través de la particular interrelación de categorías generales de la dialéctica. Las
categorías y leyes de la dialéctica reflejan conexiones y dinámicas lógicamente válidas sólo
para los contextos relacionales claramente definidos que precisan el ámbito de su existencia
objetiva. En otras palabras, las relaciones categoriales que definen y explican lo que
conceptuamos como cultura están expresadas en su relación específicamente determinada con
las regularidades objetivas a que se refiere la categoría de formación social.
c) Pretendemos que la categoría de cultura refleja propiedades objetivas de la realidad
social constituyendo, en consecuencia, una categoría ontológica. Sólo como consecuencia de
ello, respondiendo primeramente al potencial heurístico de su contenido ontológico, puede
instrumentarse como categoría metodológica, al igual que todos los conceptos teóricos.
d) Planteamos la categoría de cultura como una categoría general del materialismo
histórico, en el sentido de que expresa propiedades y relaciones comunes a cualquier
sociedad, en cualquier momento histórico. Con lo que queremos precisar que no se la debe
entender como concepto que designe al objeto de investigación propio de la arqueología, la
antropología, ni ninguna disciplina particular de la ciencia social. El objeto de las distintas
ciencias sociales es, de hecho, el mismo, esto es, las sociedades en su desarrollo histórico.
e) Tampoco consideramos a la cultura como categoría central de ninguna disciplina de
la ciencia social, desde que no refleja las regularidades causales o estructurales
fundamentales que rigen el desarrollo de las sociedades. Estas están teóricamente contenidas
en la categoría de formación social, que incluye las contradicciones internas fundamentales
que se articulan en el modo de producción.
f) Sin embargo, la formulación teórica de la categoría de cultura es imprescindible para
una fundamentación consistente de la investigación de las sociedades reales. En el contexto
del proceso investigativo, es una condición necesaria para definir procedimientos y, sobre
todo, para validar lógicamente las inferencias que permiten abstraer las regularidades de los
modos de vida y las formaciones sociales a partir de una base de datos empíricos que se
presentan básicamente bajo formas culturales. Lo mismo cuando se trata de explicar los
aspectos de la historia concreta a partir de aquellas abstracciones. En general, dado que el
materialismo histórico se propone como objetivo cognitivo el conocimiento de los distintos
aspectos de la sociedad entendida como una realidad concreta, ningún análisis de la misma
podrá ser consistente con la teoría en tanto ésta no dé explícitamente cuenta de los aspectos
de la sociedad concreta a que alude la categoría de cultura. Desde luego, no es el término lo
que importa. Pero su rechazo entre algunos colegas que han sostenido una posición
materialista histórica (con argumentos como el de que recuerda al culturalismo, que tiene un
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 90

origen en la antropología colonialista y otros similares), hasta ahora, sólo se ha reducido a


eludir el problema conceptual32.
De ahí que hemos considerado necesario elaborar una propuesta frente al punto
conceptuando a la cultura, en relación con la formación social, en los términos que siguen.
1. Una relación tricategorial. Podemos sintetizar conceptualmente a la cultura como el
conjunto singular de formas fenoménicas que presenta toda sociedad real, como efecto
multideterminado por las condiciones concretas de existencia de una formación social.
Recíprocamente, la categoría de formación social se refiere al sistema general de contenidos
esenciales que constituyen la causalidad y estructura fundamentales de los procesos
históricos, manifiestos en su cultura. En este contexto se entiende mejor a la categoría de
modo de vida como el sistema particular de eslabones intermedios, que median entre las
regularidades fundamentales y generales de la formación socioeconómica y las
singularidades aparentes de la cultura.
Esta relación tricategorial permite definir, diferenciándola, a la dimensión cultural de la
sociedad, a la vez que expresa su necesaria correspondencia y unidad con la formación social.
Aunque es posible considerar analíticamente los distintos aspectos parciales de esta
triple relación (singular-general, forma-contenido, fenómeno-esencia), hay que tener claro
que sólo precisan la esfera determinada de la cultura en su simultaneidad (como formas-
fenoménicas-singulares, respecto a sus contenidos-esenciales-generales). Significa ésto que
no toda forma social (como, por ejemplo, las relaciones sociales de producción o las
superestructuras ideológicas), ni cualquier singularidad, ni toda manifestación fenoménica
son, por sí solas, culturales.
La categoría de forma se refiere a la organización espacio-temporal de los elementos
constitutivos del contenido. Entre las distinciones que se pueden hacer, tiene interés
considerar: a) los aspectos fundamentales y secundarios de la forma y, b) la relación entre la
forma general y las formas particulares que la integran. La forma mantiene una necesaria
correspondencia con respecto a su contenido, la cual se establece a través de los aspectos
fundamentales de la forma33. No obstante, hay un amplio rango de variabilidad posible en los
aspectos secundarios de la forma, en distintos niveles, pero que se multiplica a nivel de las
formas particulares. Por eso es que distintas configuraciones formales pueden corresponder,
con carácter necesario, a un mismo contenido. El modo de vida designa al rango
relativamente mas limitado de las variaciones de la forma general de la sociedad (de la
formación social), dado en las particularidades de algunos contenidos fundamentales. Por su
parte, es el amplio campo de la variabilidad posible de los aspectos secundarios de las

32
Ya hemos asistido a muchas seudorrevoluciones teóricas que no hacen mas que mudar terminologías, con mas o menos
aspavientos, y que no modifican para nada viejos contenidos conceptuales. Aunque el criterio de autoridad no es relevante,
no sobra recordar que Marx no inventó ni fue el primero en dar un estatuto académico a los términos de "plusvalía", "clase
social" y otros, ni decidió ignorarlos por reaccionarios. Entendió, mas bien, que era preciso darles un contenido teórico
cualitativamente diferente y consistente.
33
Dado que una forma puede corresponder, simultánea o secuencialmente a diversos contenidos, pueden ser diferentes los
aspectos de la forma que correspondan fundamentalmente a los diversos contenidos.
Teoría de la cultura y arqueología 91

múltiples formas particulares donde se despliega y realiza la irrepetible singularidad


fenoménica de la cultura.
En su existencia objetiva, el fenómeno incluye a la esencia y en él se unen lo esencial y
lo no esencial. Las múltiples y diversas combinaciones de ambos aspectos en las variaciones
formales de los elementos y procesos constitutivos de los contenidos de la formación social,
resultan en la manifestación aparente -perceptible- de la sociedad, que es su cultura. Por lo
que la existencia de cada grupo social se presenta a la observación bajo la singularidad
distintiva de lo fenoménico.
Es necesario aclarar que la singularidad cultural no se refiere a la individualidad
irreductible de cada elemento, objeto o conducta personal -que también se da-, sino a la
singular configuración de manifestaciones fenoménicas formada por las diversas clases de
elementos, objetos, conductas o procesos que caracterizan distintivamente a un grupo social
como tal.
Cabe indicar que el atributo de singularidad de la cultura tiene un doble significado. En
primer lugar, como manifestación fenoménica de las regularidades generales (contenidos) de
la propia formación social de la cual constituyen la forma concreta de existencia. Y, además,
como la singularidad distintiva de las diversas sociedades concretas, posean o no calidades
esenciales similares de sus formaciones sociales.
El culturalismo destaca el carácter singular de la cultura. Sin embargo, como han puesto
de relieve todos sus críticos posteriores, desde White o Childe hasta la "vieja New
Archaeology" norteamericana, carece de cualquier posibilidad explicativa desde que
desconoce o se desinteresa intencionalmente en la investigación de regularidades o leyes
comunes a diferentes sociedades. La existencia de la singularidad cultural es insoslayable,
pero también lo es el hecho de que la realidad social está regida por regularidades. Dado que
la realidad social es un fenómeno unitario, nuestra intención -y la diferencia básica respecto
al culturalismo- es que nos interesa explicar cómo se encadenan en la realidad social lo
singular y lo general.
Queremos, por otra parte, insistir en que la categoría de cultura se refiere a todos los
niveles de interacción de la sociedad. Es decir, son las formas fenoménicas que posee la
existencia tanto del ser social como de las superestructuras. El concepto no se limita solo a
las expresiones de la conciencia social. Precisamente, se trata de que las singularidades
culturales de la conciencia social se estructuran primariamente -desde luego, a través de
diversas mediaciones- como un sistema de reflejos de las formas culturales de la existencia
de la materialidad del ser social: tanto de las actividades y relaciones que establecen los seres
humanos como de los objetos que producen y que integran el medio en que la vida social se
desarrolla.
El contenido inmediato de las representaciones de la realidad social en la conciencia
habitual, base de la estructuración de cualquier "cosmovisión" o ideología, es el reflejo de la
cultura. También son culturales las claves del aprendizaje básico de la afectividad. De ahí que
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 92

la formulación clara de las relaciones entre cultura y formación social es también


indispensable para cualquier teorización consistente, por ejemplo, sobre las ideologías, los
sistemas de valores o los comportamientos políticos de los grupos sociales cuya existencia,
por lo demás, no se reduce a su posición de clase.
2. Cultura y sistema social. La categoría de sistema se refiere al grado de complejidad y
calidad de las relaciones entre el todo y las partes que lo integran. Es analíticamente posible
y lógicamente válido abstraer de la sociedad el sistema de formas que integran la cultura. En
ello consiste centralmente el enfoque estructuralista, tanto en sus aproximaciones sincrónicas
(Levi-Strauss) como diacrónicas (Phillip-Rey). Nuestra diferencia básica con el
estructuralismo reside precisamente en considerar que un sistema de formas (estructura) no
puede ser explicado sin considerar su contradictoria unidad con el sistema determinado de
contenidos a que las formas corresponden.
De ahí que entendemos a la cultura como el conjunto de formas fenoménicas que
evidencian la unidad y diferencias entre las partes de la sociedad, cuyo vínculo se establece
en el ámbito de los sistemas de relaciones sociales que integran la formación social.
También en este nivel, los "cortes" analíticos pueden seguir diversos criterios. Hemos
optado por privilegiar la distinción de los grupos sociales como partes que integran el todo de
una formación social y que se manifiestan fenoménicamente como "subculturas" de una
"cultura global"34. El criterio básico para distinguir grupos sociales se basará en el hecho de
estar integrados por individuos que comparten alguna práctica en común, determinada en la
base material del ser social. Lo cual puede obedecer a que poseen una misma posición en los
diversos sistemas de relaciones sociales o a que constituyen una unidad de interacciones
reales.
Algunos criterios relevantes para distinguir grupos sociales como "partes" del sistema
social, que aparecen como "subculturas" son: 1) Posición en el sistema de relaciones sociales
de producción (clase social), 2) Posición en la división (social o doméstica) del trabajo, 3)
Origen histórico-geográfico particular (barrios, etnias, naciones, etc.), 4) Posición en un
sistema de parentesco, 5) Grupos determinados por el género, etcétera. Es obvio que la
relevancia de estos criterios varía según si se trata de sociedades clasistas o no. No son los
únicos criterios aplicables y es claro que no son excluyentes entre sí. Un individuo pertenece
a diversos grupos y los distintos grupos de que participa no están necesariamente integrados
por el mismo conjunto de individuos.
Resumiendo, se puede decir que las subculturas:
1) Se refieren al conjunto de manifestaciones culturales que corresponden a los diversos
grupos sociales que componen una formación social.

34
De hecho, esta distinción es relativa a los niveles de integridad considerados en cada estudio, por lo que es mas
económico referirse simplemente a la cultura de cada grupo y usar el término de subcultura para indicar la pertenencia a una
unidad social mayor, que la incluye.
Teoría de la cultura y arqueología 93

2) Los grupos sociales que se presentan fenoménicamente como subculturas se definen


por su participación en las actividades y relaciones que se establecen y desarrollan en la base
material del ser social. Pero incluye también todas las formas culturales que constituyen
expresiones de su conciencia y sicología social, así como su participación institucional. Es
decir, se refiera tanto a las prácticas y objetos en que se materializa su ser social, como a las
superestructuras que se les corresponden.
3) Cada subcultura posee singularidades que la distinguen de las demás, a la vez que
comparte diversas formas culturales con las de otros grupos sociales que integran la misma
formación social. Por lo demás, parte de las formas culturales de cada grupo social es la
expresión de sus interacciones con otros grupos.
Recíprocamente, de la "cultura global" puede decirse que está configurada por las
diversas subculturas que la componen. La cultura de una sociedad concreta, como totalidad,
es la singular manifestación fenoménica de la unidad de los diversos grupos sociales cuya
imbricación constituye a la sociedad. En la cultura se manifiesta de manera aparente, a la vez,
lo que los diferencia y lo que los une en una totalidad dinámica.
3. El orden de las formas culturales. Dado que la cultura es la dimensión fenoménica
de la existencia social, se presenta a la observación como una multiplicidad aparentemente
caótica de manifestaciones sensibles35. Y éstas constituyen la información empírica que, por
tradición del oficio, la antropología y la arqueología analizan y ordenan, como base para la
inferencia de diversos aspectos de la organización social. La necesidad de sistematizar los
procedimientos metodológicos de ordenación levanta un problema al que debe responder la
teoría. Se trata de saber si existe un orden objetivo en el aparente caos de lo fenoménico, que
permita definir criterios consistentes de clasificación.
De hecho, hay diversas dimensiones de orden no aparentes. No obstante, nos
referiremos a aquellas que nos proporcionan un punto de partida, en el nivel mas general,
permitiéndonos realizar las inferencias que nos interesen. De ahí que consideraremos dos
dimensiones básicas de regularidades objetivas a que responde la heterogénea diversidad de
la cultura.
En primer lugar, el orden del sistema de contenidos de la formación social, que se
manifiesta de manera aparente en las formas culturales. Se trata de un sistema complejo y
dinámico, donde los elementos y procesos que lo constituyen poseen diferentes calidades -
como contenidos-, de manera simultánea y sucesiva, según los diversos nexos que se
establecen, en distintos momentos, con los demás elementos del sistema. En otros términos,
una forma cultural corresponde a diversos órdenes del contenido en movimiento y no habrá,
por lo tanto, un "casillero" único y absoluto para su clasificación.

35
Al tratar con leyes y categorías debemos considerar dos aspectos: su existencia real y su formalización lógica. Además,
generalmente, su formalización se mueve en dos terrenos diferentes: por un lado, sobre cómo existen en la realidad, por otro,
sobre cómo se conocen. En éste caso particular, el fenómeno y la esencia existen como una unidad real inseparable. No
obstante, el fenómeno se conoce empíricamente y la esencia por abstracción, a través de inferencias racionales. Esto en todas
las ciencias, las que buscan descubrir regularidades y leyes que expliquen la realidad.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 94

En segundo lugar, los cambios globales más importantes en el orden de los contenidos
de la formación económico social al que corresponden las formas culturales -y que se articula
en su nivel mas general en torno a la calidad fundamental del sistema de relaciones sociales
de producción- se deben a las variaciones en el grado de desarrollo de las fuerzas productivas.
Es decir, el orden general de los contenidos de la formación social reflejados en la cultura,
posee diversas determinaciones particulares y calidades específicas dependiendo del grado de
desarrollo de las fuerzas productivas.
Por lo que se refiere a la extensión espacio-temporal de las unidades de análisis del
conjunto de formas culturales, éstas deberían ser relativas a los niveles de integridad de los
contenidos de la formación social que se busca inferir y explicar. Por lo tanto, la delimitación
de las unidades de análisis adecuadas en cada caso, pueden variar según los distintos niveles
de integridad a que corresponden objetivamente.
Sobre estas bases puede plantearse la sistematización general de los criterios de
ordenación de las formas culturales.
4. Singularidad cultural y causalidad social. La calidad principal de la cultura, en la
propia dimensión aparente del fenómeno social, es su singularidad. La singularidad cultural
es una calidad general en el sentido de que todo grupo social y toda sociedad concreta poseen
una existencia cultural singularmente distintiva. Si es así, esta calidad relevante debería ser
explicada y un aspecto fundamental de una explicación científica consiste en conocer su
determinación causal, que siempre es histórica, compleja y multideterminada.
1) Cabe apuntar que parte de la singularidad cultural está condicionada por
singularidades de los contenidos de la formación social, mayormente notables en la
dimensión de los modos de vida. Estas singularidades, que tienen carácter general respecto a
sus manifestaciones fenoménicas cotidianas, se presentan como diferencias estructurales e
históricas respecto a otras sociedades concretas. Las condicionantes que llevan al desarrollo
de determinadas formas de organización técnica del trabajo o a la articulación, en variables
proporciones demográficas, de diversas formas socioeconómicas y modos de vida conducen,
por ejemplo, al desarrollo de singularidades estructurales de la sociedad que no son aparentes.
Inciden en ello factores medioambientales pero, sobre todo, la historia de las precedentes
negaciones dialécticas que conlleva todo proceso histórico
En ella, un par de factores se condicionan recíprocamente. Por una parte, las
características o vías de los procesos revolucionarios que han modificado al modo de
producción y, consecuentemente, a toda la formación social. Procesos que pueden ser
autogenerados o efectos de diversos modos de interacción entre sociedades. Por otro lado, la
singularidad de las calidades de la formación social también es efecto de los desiguales
grados de desarrollo y las formas socioeconómicas negadas. Mas aún cuando se trata de una
formación social que ha integrado a diversos grupos sociales o sociedades que han tenido una
historia anterior independiente.
Teoría de la cultura y arqueología 95

2) Contingencia y causalidad social. Para entender la compleja causalidad de la que


participa la generación de singularidades culturales, usamos el concepto dialéctico de causa
completa. Esto significa que la causalidad real no se reduce a la conexión entre causa esencial
y condiciones necesarias en la determinación de un efecto. De acuerdo al principio de
concatenación universal, dicha causalidad suficiente siempre va unida a múltiples
condiciones contingentes. La causa esencial y las condiciones necesarias determinan, en lo
general, las propiedades esenciales del efecto. Pero son las condiciones contingentes o
casuales, siempre necesariamente presentes, las que intervienen en la causalidad
determinando las propiedades secundarias del efecto.
Las condiciones contingentes se diferencian de las necesarias, porque no modifican la
calidad fundamental del efecto. Y su ausencia -que entonces será suplida por otras- no puede
anular la producción del efecto. De ahí que las configuraciones de condiciones contingentes
pueden ser muy diversas sin alterar en lo esencial el desarrollo de la causalidad necesaria. Sin
embargo, la configuración coyunturalmente singular de condiciones contingentes -
necesariamente presentes-, al determinar calidades secundarias del efecto, incide definiendo
su singularidad fenoménica, como efecto concreto.
Si bien entendemos que el desarrollo histórico está regido por leyes generales de
carácter necesario -teniendo como causa un determinado sistema de contradicciones de la
formación social-, es la contingencia, como factor integrante de la causalidad total, la que
determina de manera mas importante la singularidad cultural que se da en las dimensiones
secundarias y aparentes del fenómeno social.
Se puede decir que la cultura es la multifacética configuración de efectos fenoménicos
de la contingencia que opera en la causalidad social completa. La contingencia es relativa al
carácter necesario de las regularidades fundamentales del desarrollo de la formación
socioeconómica. Necesidad y casualidad son categorías recíprocamente relativas, que
objetivamente dependen del nivel de acción de las múltiples regularidades que operan en un
proceso.
Por tanto, se puede decir de modo mas preciso, que la cultura es el efecto fenoménico
de la articulación de necesidad y contingencia, en la causalidad completa que involucra el
desarrollo de una sociedad concreta.
Entre los principales factores de contingencia que determinan -necesariamente, en el
nivel fenoménico- las singularidades culturales se cuentan a los diversos factores del medio
geográfico y ecológico natural, contingencias históricas internas de la sociedad y
contingencias históricas externas, ocasionadas por la relación con otras sociedades36.
5. Dinámica de la correspondencia entre cultura y formación social. En la dinámica
real de los procesos sociales puede apreciarse que los cambios que ocurren en las

36
Como vimos, a propósito de la categoría de modo de vida, estos factores que despliegan una multiplicidad de efectos en el
nivel cultural, no solo afectan a la dimensión fenoménica de la sociedad sino también a características causales y
estructurales de mayores niveles de acción.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 96

dimensiones de la cultura, el modo de vida y la formación social, no se corresponden de


manera mecánica ni sincrónica. Tienen, de hecho, diversos ritmos de cambio, siendo mucho
mas ágiles aquellos que se combinan de modo altamente desigual en la esfera de la cultura.
Por lo que hay también elementos o rasgos culturales que trascienden a los grandes cambios
de las formaciones sociales.
Puede afirmarse de modo muy general que la cultura presenta una "relativa
independencia" respecto a la formación social, aunque ésta la determina "en última
instancia". Parafraseamos frases hechas o "clichés" altamente socorridos para describir las
relaciones base-superestructura, que carecen de mayor contenido en tanto no se investiguen,
en sus determinaciones específicas, las mediaciones que vinculan a ambas instancias.
Por lo mismo, para entender la dialéctica de la correspondencia de la cultura con la
formación social, mediada también por el modo de vida, es necesario analizar el sistema de
mediaciones que se establece entre esos niveles interpenetrados de la totalidad social. Nos
limitaremos a apuntar los criterios y líneas mas generales para ello.
Para analizar y explicar estas relaciones dinámicas, las categorías que empleamos son
las leyes generales del movimiento o leyes fundamentales de la dialéctica37.
Correspondencia de calidad y magnitud. Como vimos, la calidad principal de la cultura
es su singularidad, la cual se corresponde con diversas magnitudes inmediatas. Pero también,
a través de una red de mediaciones, esa calidad fenoménica se corresponde ("en última
instancia") con la magnitud esencial del grado de las fuerzas productivas. Se trata
básicamente de que todo desarrollo de las fuerzas productivas implica una ampliación y
diversificación, cada vez mayor, de la producción material. Esta requiere de una
complejización de las interacciones conductuales y de la red de relaciones sociales, así como
de las actividades institucionales, generando consiguientemente un enriquecimiento de los
contenidos de la conciencia y la sicología social. Así, con la multiplicación de las clases de
objetos materiales y de las actividades y reflejos sociales, que adquieren formas fenoménicas
propias y distintas, el rango de variabilidad de sus combinatorias posibles resulta en una
configuración formal irreductiblemente singular, que es la cultura.
Contradicciones. La relación general entre la cultura y la formación social está
mediada, en concreto, por un móvil y complejo sistema de contradicciones, articulando
cadenas de eslabones intermedios entre lo fenoménico y lo esencial38.
Es posible analizar tales mediaciones a través de las relaciones, de suyo contradictorias,
entre formas y contenidos, a través de las cuales lo fenoménico y lo esencial de una sociedad
real se eslabonan en diversos niveles de integridad. Por lo que puede generalizarse diciendo

37
Para quien sepa algo sobre categorías de la dialéctica, será claro que todas ellas reflejan diversos aspectos del movimiento
real, por lo que se las ha considerado también como leyes "secundarias" de la dialéctica.
38
En los Cuadernos filosóficos, Lenin acuñó el término, metafórico pero adecuado, de "eslabones intermedios" para
referirse a las mediaciones entre lo fenoménico y lo esencial.
Teoría de la cultura y arqueología 97

que la calidad singular del fenómeno cultural obedece a la contradictoria correspondencia de


sus formas con el sistema general de contenidos de la formación económico social.
Si se toma en cuenta la gran complejidad de la red de contradicciones que media entre
ambas dimensiones -incluyendo la dinámica del modo de vida, que es el ámbito principal de
tales mediaciones- se puede entender por qué la configuración cultural posee una relativa
independencia respecto al movimiento y los cambios de desiguales ritmos de sus contenidos.
Y, por lo mismo, cómo es que las regularidades particulares y generales quedan ocultas a la
observación empírica directa, tras la singularidad apariencial de la cultura.
Un análisis de las contradicciones encadenadas a través de las conexiones entre
diversas relaciones de formas y contenidos, debe considerar que:
- son contradicciones que rigen en distintos niveles de integridad del sistema social,
operando con distintos niveles de acción causal y estructural.
- las diversas relaciones contradictorias que se dan simultáneamente en cada momento
de la totalidad, poseen distintas dimensiones temporales y pueden encontrarse en diferentes
fases de sus desarrollos.
- las contradicciones se establecen entre entidades con diversas posiciones relativas
dentro del sistema social o entre éste y la naturaleza.
- las luchas de contrarios adquieren distintas intensidades y formas de resolución.
Negación dialéctica. La negación dialéctica implica la destrucción de la calidad de lo
viejo, al generarse nuevas calidades esenciales. Lo cual no significa una destrucción de todos
los elementos y procesos que integraban la totalidad anterior, haciéndola desaparecer para dar
paso a una nueva creación desde la nada. Ni que los elementos y calidades secundaria de lo
viejo "coexistan" con lo nuevo. Los viejos elementos y procesos que mantienen calidades, es
porque las recrean y transforman, incorporándose en la nueva totalidad, cuya calidad y
contradicciones fundamentales son diferentes. Esto determina que todos los elementos
recreados e integrados en la totalidad nueva adquieran nuevas calidades, cuando menos, en su
relación con las nuevas y diferentes calidades esenciales. Además de que los contextos de que
pasan a formar parte varían.
Esto nos permite entender cómo muchas formas culturales tradicionales, propias de las
sociedades anteriores (o de los momentos anteriores de la sociedad) persisten y se recrean
conservando la singularidad fenoménica que las distingue a nivel sensible, aunque su
cualidad contextual queda determinada por las posiciones y relaciones que adquieren dentro
del nuevo sistema, haciéndolas diferentes. Este hecho no se percibe sensorialmente en la
observación aislada de las formas persistentes, sino debe ser observado en sus contextos o
inferido racionalmente. Pero el hecho de que puedan ser analíticamente reconocidas e
identificadas las constituye en las importantes huellas que nos permiten seguir las líneas
genéticas concretas de los procesos sociales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 98

Nos hemos extendido en el resumen del concepto de cultura porque, como se verá,
tiene importantes implicaciones metodológicas para la arqueología. Además, para destacar el
hecho de que el materialismo histórico puede acercarse consistentemente al conocimiento
explicativo de la complejidad real, sin incurrir en reduccionismos abusivos ni negando la
posibilidad de generalizar teóricamente las determinantes de la sociedad como totalidad
concreta. Para ello, es necesario desplegar creativamente las implicaciones heurísticas del
materialismo dialéctico como ontología general. De este modo, proponemos que la categoría
de sociedad concreta nos permite aproximarnos a la investigación de la realidad social al
integrar orgánicamente, en su unidad, las categorías generales de formación económico
social, modo de vida y cultura.

El concepto de cultura
en el proceso de investigación arqueológica.
Con el fin de situar el lugar que ocupa y el papel que debe cumplir con carácter necesario el
concepto de cultura, me referiré a los aspectos ontológicos y metodológicos de una propuesta
que he planteado para definir la estructura general del proceso de investigación en
arqueología, limitándome acá, por razones de espacio, a enumerar los puntos básicos.
Tal alternativa se refiere a las conexiones entre las instancias ontológicas y
metodológicas que abarcarían la problemática global de la arqueología. Para ello, deben
apuntarse algunas premisas generales:
1) Entre los supuestos del área valorativa, es necesario considerar los objetivos que
persigue el proceso de investigación. Entendemos que la arqueología busca explicar los
diferentes aspectos de la existencia histórica concreta de las estructuras y desarrollos de los
procesos sociales.
2) Por lo que respecta a la definición de las diversas instancias particulares de la
investigación arqueológica, se debe partir de una explícita concepción de la totalidad del
proceso, que sea congruente con sus objetivos y es necesario esclarecer su ubicación y nexos
en el contexto de esa totalidad.
3) La articulación de instancias teóricas y metodológicas se basa en el principio
epistémico materialista que implica la prioridad lógica de la ontología respecto a la
metodología. En otras palabras, la adecuación de los procedimientos orientados a conocer la
realidad depende de las características de la realidad, de las cuales nos informa la teoría.
Es, por lo tanto, necesario precisar los ámbitos o campos de la realidad con los
cuales trata la arqueología. Luego, a partir de las teorías que sistematizan sintéticamente lo
que hasta ese momento sabemos acerca de esas áreas de la realidad, podemos definir los
problemas que deberá resolver la metodología, así como las alternativas y secuencias de
procedimientos adecuados para ello.
Teoría de la cultura y arqueología 99

4) La determinación de las áreas de realidad con las cuales se enfrenta la


investigación arqueológica requiere de precisar en qué consiste su particularidad como
ciencia. En nuestra opinión, la arqueología es una disciplina de la ciencia social y no posee
un objeto ni un método propios que la diferencien de las demás ciencias sociales. Su
particularidad consiste en que, de oficio, la arqueología accede al conocimiento de los
fenómenos sociales y su historia a través de una clase particular de datos, a partir de los
cuales elabora la información empírica básica en que se apoyan los procesos inferenciales.
Tales datos -los materiales y contextos arqueológicos- se caracterizan porque:
a) son componentes materiales (productos, medios o condiciones) de actividades
humanas que, por lo general, se registran desligados de las actividades mismas;
b) las actividades que los generaron son sólo manifestaciones parciales de las
múltiples actividades que, simultánea y sucesivamente, constituyen la existencia concreta de
la totalidad social y,
c) entre las propiedades que presentan a la observación, se cuentan las
singularidades fenoménicas de la cultura de los grupos sociales que los generaron, así como
los efectos de los procesos de transformaciones de los que han participado.
5) Es imprescindible tener en cuenta que, cuando realizamos una investigación -
sobre todo cuando nuestro marco de referencia debería ser la totalidad social de la que
nuestro objeto de estudio forma parte- la mayor parte de la información que necesitamos y
utilizamos no proviene de la observación directa de los contextos arqueológicos, sino que es
información producida por otras personas, que no siempre fueron especialistas.

Problemas ontológicos.
Partiendo de estas consideraciones previas, podemos decir que hay tres órdenes
particulares de procesos de la realidad, con los cuales se relaciona la investigación
arqueológica y que constituyen problemas ontológicos a desarrollar permanentemente, con el
fin de derivar los procedimientos sistemáticos necesarios para generar nuevos conocimientos
y corregir viejos errores. Entre éstos, habría que distinguir entre la teoría sustantiva, que se
ocupa del objeto central de la investigación, es decir, de las características de los procesos
histórico sociales, y las teorías mediadoras (que no son teorías de “alcance medio”), que
deben explicar las conexiones objetivas entre la información empírica disponible y los datos
observables y la existencia de las sociedades a que se refiere la teoría sustantiva, la cual
posibilitaría la explicación de los fenómenos históricos estudiados. Estos cuerpos de
proposiciones ontológicas necesarios son:
1. La teoría sustantiva que, en nuestro caso, es el materialismo histórico. La teoría
se formula en diversos niveles de generalidad, orgánicamente ligados. En el nivel mas
general, conceptualizamos a la sociedad como totalidad concreta [Kosik,1967] a través de la
categoría de sociedad concreta, que daría cuenta de las diversas dimensiones de la realidad,
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 100

comprendiéndolas en las categorías de formación social, modo de vida y cultura. Por otro
lado, se busca dar una homogeneidad teórica a la periodización histórica, en las tres
dimensiones indicadas. No abundaremos sobre este punto, que ha requerido de
replanteamientos y nuevas formulaciones.
Vinculamos la teoría del nivel más general (formación social) con la teoría que
incluiría a las actividades “deposicionales” o formadoras de contextos arqueológicos, a través
de la categoría de cultura, como conjunto singular de manifestaciones fenoménicas de la
vida cotidiana. Consideramos, analíticamente, el concepto de contexto-momento para
referirnos a la actividad humana misma, conjuntamente con los componentes materiales
vinculados por ella. Un contexto arqueológico se forma al desligarse un conjunto de
componentes materiales de la actividad de los agentes sociales.
2. Historia de los contextos arqueológicos. Como habrá quedado claro, entre los
momentos de formación de los contextos arqueológicos y el momento de su observación
como dato arqueológico, suelen mediar diversos y complejos procesos de transformaciones
con diversas dimensiones y ritmos temporales. El observador que genera la información
arqueológica “captura” los materiales y contextos en un determinado momento de esa
dinámica, de su historia.
a) La primera instancia lógica necesaria de una teoría sobre estos procesos es la
teoría de la formación de los contextos arqueológicos, que constituye parte de la teoría
sustantiva “de bajo nivel”, referida a la concreción de la vida cotidiana y que se integra a la
teoría general de la historia. En este sentido, las actividades generadoras de contextos
("conductas deposicionales") y los objetos desligados de la misma poseen, en cada grupo
humano, la singularidad característica de su cultura.
b) Un cuerpo central de enunciados en esta instancia ontológica debe referirse a los
procesos de transformaciones de los contextos y materiales arqueológicos, que es a lo que se
refieren los denominados “procesos post-deposicionales”, en que intervienen tanto agentes
naturales como actividades sociales.
c) Otro sistema de proposiciones conceptuales a formalizar, se refiere a la
presentación de los contextos. Se trata de conceptuar las diversas propiedades y
características que los materiales y contextos arqueológicos presentan a su observación,
buscando precisar aquellas que guardan conexiones explicables con las actividades y
relaciones sociales que se busca inferir. Dado que la correspondencia determinada entre
propiedades observables de materiales y contextos arqueológicos y las actividades y
relaciones sociales inferibles no es biunívoca, se trata de determinar las diferentes
configuraciones alternativas posibles a través de las cuales éstas se presentarían a la
observación arqueológica.
3. Historia de la información producida . Como consecuencia de la constatación de
que la mayor parte de la información disponible y necesaria para una investigación es
información ya producida a través de procedimientos muy variados, se puede apreciar que,
Teoría de la cultura y arqueología 101

desde la obtención y observación directa de los datos, median múltiples factores de distorsión
y pérdida de la información, hasta que disponemos de ella. En éstos casos, deberemos inferir
muchas de las posibles características de los contextos arqueológicos de los que nos
informamos y de los que proviene parte de los materiales que, eventualmente, todavía
podemos observar.
La consideración sistemática de los factores de distorsión y pérdida, requiere
contemplar diversos problemas como: a) procedimientos de observación y registro (si los
hay) de los contextos y obtención de materiales; b) procedimientos de manipulación de
materiales (empaque, transporte, limpieza, almacenamiento, etc.); c) procedimientos de
análisis, ordenación y descripción/interpretación de materiales (incluyendo ecofactos) y
contextos; d) formas y condiciones de presentación y acceso a la información. Hemos
propuesto criterios de análisis de éstos procesos, considerando a la generación de información
como contextos-momento, en que los materiales arqueológicos, instrumentos y condiciones
de trabajo y las informaciones producidas, son componentes materiales de los mismos. Sin
embargo, la mayor relevancia suelen tenerla las actividades, tipo de calificación y
concepciones teórico-ideológicas de los agentes de dichos contextos.
En nuestra opinión, ésta secuencia de instancias teóricas debe dar cuenta de los
procesos genéticos de los datos e información arqueológica “actuales”, es decir,
contemporáneos del investigador. Para poder inferir las actividades humanas y el sistema de
relaciones sociales que las explican y de las cuales nos informan los restos arqueológicos, es
necesario poder precisar teóricamente las conexiones, principalmente causales, que las
vinculan. Como es obvio, no se trata de una causalidad lineal ni, mucho menos, simple, dada
la complejidad de los procesos involucrados.
Condiciones para inferir la historia pasada de los pueblos a partir de registros e
informaciones actuales, son: a) que las conexiones entre los distintos niveles de fenómenos
que intervienen en tal cadena de complejos causales deben ser precisadas adecuadamente y,
b) cualquier propuesta teórica sobre el particular debe articular todos los eslabones de la
cadena genética de la información arqueológica39. La desconexión o ausencia de cualquier
eslabón de tal cadena, hará inviable la conformación de una posición teórica que desarrolle
procedimientos metodológicos capaces de alcanzar el objetivo cognitivo de la arqueología,
cual es la posibilidad de explicar los fenómenos sociohistóricos estudiados.

Instancias metodológicas.
Conociendo los procesos que conducen a la generación de los datos e informaciones
arqueológicas, es posible definir y situar en una secuencia lógica los problemas

39
De hecho, como observa Wylie este es un aspecto crucial en la evaluación de los criterios de "seguridad" o credibilidad en
la constitución del campo factual empíricamente observable en base evidencial de las inferencias en arqueología. En
particular, cuando se refiere "al número y complejidad de los vínculos requeridos para conectar un cuerpo de material
arqueológico con aquellas dimensiones del pasado cultural que interesan a la investigación" [Wylie, 1992:278].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 102

metodológicos generales que una investigación debe plantearse. Aún cuando las
investigaciones reales no están obligadas a recorrer dicha secuencia completa, ni siempre
pueden hacerlo, podemos señalar brevemente las fases del proceso de investigación de
sociedades concretas que deberían constituir el marco general de referencia metodológica.
Éstas son:
1. La producción de información. Implica la sistematización de los procedimientos
técnicos y lógicos para la obtención, registro, procesamiento analítico, ordenación,
descripción y comunicación de la información producida a partir de los datos empíricamente
observados en el campo y el laboratorio. Supone una concepción clara de cuáles son los
atributos observables que son relevantes para la realización de inferencias e interpretaciones
explicativas. A partir de ello, se define la formulación de protocolos de registro, los
procedimientos técnicos y analíticos para el trabajo de campo y de laboratorio (por ejemplo,
técnicas de excavación, procedimientos tipológicos, etc.). Igualmente se ocupa de la
formación de acervos y formas de comunicación de la información producida.
2. Reconstrucción de las culturas arqueológicas. Es una instancia que requiere la
sistematización del análisis de confiabilidad y la organización de la información disponible.
Se busca disponer ordenadamente de toda la información arqueológica y medioambiental
correspondiente a cada cultura arqueológica. Esta instancia, así como la anterior, se definen a
partir de la teoría sobre la historia de la producción de información.
3. Inferencia de las culturas. Supone la reconstrucción de la historia de los materiales y
contextos arqueológicos, con el fin de inferir las actividades que, bajo sus formas culturales,
presentaba la sociedad viva, como un conjunto de contextos momentos, simultáneos y
sucesivos, que constituían su vida cotidiana. Dado que una sociedad está normalmente
compuesta por grupos sociales diferentes integrados de diversas maneras a la estructura
social, parte de los problemas a resolver en esta instancia consiste en su identificación como
subculturas distinguibles en el contexto de la cultura global.
4. Inferencia de modos de vida y formaciones sociales. Este nivel de integridad de los
procesos inferenciales resulta de la abstracción de las regularidades causales y estructurales
de los procesos sociales, a partir de sus manifestaciones culturales, inferidas para cada
cultura arqueológica. En principio, el conjunto de formas culturales de una sociedad debe
posibilitar la inferencia de sus contenidos socioeconómicos, en la medida que sus conexiones
objetivas son explicadas teóricamente. Se trata de identificar y reconstruir los diversos
procesos económicos que integran el modo de producción; las diversas actividades y
relaciones que median la reproducción y reposición de la población, así como las actividades
institucionales y los contenidos y formas de reflejo social de la realidad.
Como es evidente, el desarrollo de esta instancia -como el de la siguiente- requiere
necesariamente de una formalización teórica de las complejas relaciones entre la dimensión
cultural de la sociedad y los contenidos del modo de vida y la formación socioeconómica.
Teoría de la cultura y arqueología 103

5. Explicación del desarrollo histórico concreto. Esta instancia tiene por objetivo la
explicación de la historia concreta de la sociedad, manifiesta en su singularidad cultural y
regida por las regularidades inferidas acerca de sus modos de vida y características como
formación socioeconómica. Hasta la instancia precedente, estos conocimientos están
desagregados, ya que los contenidos socioeconómicos y de las culturas han debido inferirse a
partir de cada una de las culturas arqueológicas. Como se podrá apreciar, las cadenas de
procesos inferenciales que permiten llegar a una explicación de los procesos reales son largas
y complejas y hay, en general, un orden necesario de precedencias. Por ello, el grado de
avance de las investigaciones está siempre sujeto a la cantidad y calidad de la información
producida. En el estado actual de la mayoría de las investigaciones, la información suele
resultar bastante fragmentaria. Esto se debe no sólo a problemas de los recursos necesarios
para la realización de buenos trabajos de campo y laboratorio sino, además, a que la mayoría
de las preguntas que se suelen plantear los investigadores, se enmarcan en posiciones teóricas
que muchas veces no se interesan en avanzar más allá del establecimiento de secuencias
cronológico-culturales.
------------------------------------
Esperamos haber dejado quedado claro que nuestra insistencia e interés en una formalización
teórica del concepto de cultura reside en la conciencia de que no es posible entender ni
explicar las complejidades de la realidad social concreta reduciéndolas al exclusivo manejo
de las tradicionales categorías del materialismo histórico. Que la reivindicación de la
necesidad de tal conceptualización obedece precisamente al interés en hacer posible superar y
trascender el nivel apariencial de la dimensión cultural, para acceder al conocimiento de las
regularidades fundamentales que rigen a los procesos sociales. Y para ello es necesario
dilucidar la trama de relaciones que imbrican, en la unidad real, a esas diferentes dimensiones
de la existencia social. Tarea para la cual, la concepción dialéctica materialista posee un
elevado potencial heurístico, muy escasamente explorado.

Bibliografía citada.
Bate, Luis F.
1978 Sociedad, formación económico social y cultura. Ediciones de Cultura Popular. México.
1984 Cultura, clases y cuestión étnico nacional. Juan Pablos Editor. México.
1989 Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica.
Boletín de Antropología Americana, nº 19.
Kohl, Phillip
1987 State formation: useful concept or idée fixe? En: Power relations and state formation.
Patterson & Gailey [Eds]. Washington D.C.
Wylie, Alison
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 104

1992 On "heavily decomposing red herrings": scientific method in archaeology and the ladening evidence with

theory. En: Metaarchaeology. . L. Embree [Ed.]. Boston Studies in the Philosophy of Science. Boston.
¿ES LA CULTURA
EL OBJETO DE LA ANTROPOLOGÍA?

1.- Sobre la Antropología.-


Antes de discutir sobre el "objeto" de la Antropología y, dado que el tema de este Coloquio es
el de las perspectivas de la Antropología, al fin del milenio, quiero apuntar un par de
consideraciones sobre qué es la Antropología, desde mi punto de vista.
Bajo la concepción positivista, aún ampliamente predominante en las ciencias
"normales", se supone que cada ciencia se caracteriza y distingue de otras por su objeto y por
su método. Generalmente se olvida a Kant, quien considera que el campo de las ciencias
posibles se puede fundar en las diferencias del objeto, del modo o de las fuentes del
conocimiento o en todas ellas40.
Al respecto, pienso que la antropología no tiene ni objeto ni métodos propios que la
distingan de otras disciplinas de la ciencia social.
Opino que se trata más bien de una tradición de oficio de investigación, cuyas raíces
históricas se encuentran, como es sabido, en las necesidades de expansión del capitalismo
colonialista, como el estudio de "los otros". Pero que, después de haberse constituido los
diversos campos de estudio de la sociedad en objetos de la ciencia durante el siglo pasado, en
el presente siglo se extiende a "los otros" de las propias sociedades metropolitanas y,
finalmente, a cualquier grupo social.
Las divisiones disciplinarias y los afanes de demarcación de las ciencias sociales ya
han perdido su utilidad e importancia aún para las clases dominantes y han surgido múltiples


Presentado en la reunión sobre “Antropología en el Año 2000”, Universidad de las Américas en Cholula 2000.
Publicado en Canindé. Revista do Museu de Arqueologia de Xingó. Nº 3: 205-211, 2005.
40
I. Kant: Prolegómenos a toda metafísica futura. Lo cito acá pues, como se verá, es pertinente al tema.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 106

"interdisciplinas" e "hibridaciones" en las fronteras imprecisas del dominio de las diversas


tradiciones de investigación social. Hoy no juegan otro papel que el de regular la
competencia en el mercado de trabajo intelectual.
¿Qué tienen en común las comunidades académicas de antropólogos o etnólogos?
Creo que lo que comparten es una temática de investigación, donde destaca de manera
recurrente y prominente una dimensión de la existencia social, que es la de la cultura.
Frente al tema no hay una unidad sino una diversidad de posiciones teóricas. Lo
cual es siempre deseable y enriquecedor en el desarrollo de las ciencias. Y no todas
consideran explícitamente, como designación del objeto de la antropología, al escurridizo y
multisemántico concepto de cultura, aunque hay consenso implícito o expreso en cuanto a
que se trata de un tema del dominio de la antropología. Y, aunque es sabido que tiene una
multiplicidad de significados -muchos de ellos contradictorios- en la cotidianeidad del
quehacer académico, cuando alguien habla de cultura, la mayoría aparenta y algunos hasta
creen saber perfectamente de qué se trata.

2. Sobre el objeto de investigación.-


En cualquier disciplina de investigación es necesario distinguir, al menos, tres aspectos de la
realidad estudiada:
a) Los objetos de observación empírica.
b) Los objetos de reflexión teórica y,
c) Las conexiones entre ambos.
La distinción es analítica ya que, en la realidad misma, los tres aspectos conforman
una unidad indisoluble y dinámica.
La forma científica de conocimiento se caracteriza por la búsqueda de explicaciones
de la realidad y por la estructura sistemática de los procedimientos de investigación y de
exposición. Donde los métodos de investigación y de exposición son claramente diferentes,
pues los primeros están sujetos a todas las sorpresas e imprevistos cambios de rumbo,
necesarios en la aventura de navegar en lo desconocido.
Es desde la observación de los objetos concretos de donde se elabora la información
empírica, a partir de la cual se infieren racionalmente las regularidades que rigen a la
realidad y que constituyen objetos de reflexión teórica. El conocimiento de estas
regularidades y leyes constituye la base de la explicación científica de la realidad.
En cuanto a la antropología, frente a este punto se presentan los planteamientos más
diversos y desiguales. Así, Levi-Strauss considera a la cultura como la particularidad de las
estructuras, pero centrará sus estudios en las estructuras y metaestructuras. Y una buena parte
de los autores toma a la cultura como su objeto de estudio, pero otorgando al concepto muy
diversos significados. Las definiciones van desde la enumeración de ítems sociales, como las
de Taylor o Bonfil, hasta quienes la consideran sinónimo del sistema social, como
Malinowski. O Boas quien, en una concepción "mosaical" de la cultura, heredada de Weber,
¿Es la cultura el objeto de la antropología? 107

alude a las múltiples manifestaciones de la existencia del hombre, desde su biología hasta la
mente, desde el remoto pasado hasta el presente. Sin olvidar a Leach que, aunque sea de
manera metafórica, se refiere a la relación entre lo fenoménico y lo fundamental, al señalar
que la cultura es como el ropaje que visten las estructuras sociales en cada sociedad humana.
Sin embargo, el concepto de cultura que realmente opera en "la ideología
espontánea del científico" -incluyendo a los antropólogos, desde luego- es absolutamente
nebuloso, ecléctico, intuitivo, impreciso. Como decía Lowie, "un batiburrillo hecho de
retazos y remiendos".

3. Sobre el concepto de cultura: una propuesta.


Hace poco más de veinte años publiqué una propuesta de formalización teórica del concepto
de cultura, desde la posición teórica del materialismo histórico. Se trataba de explicar,
precisamente, las relaciones entre la dimensión cultural de las sociedades y las regularidades
reflejadas en las categorías explicativas centrales del materialismo histórico: modo de
producción y formación social.
Partíamos del supuesto de que, si los conceptos de cultura aludían a aspectos
realmente existentes del fenómenos social, lo mismo que la categoría de formación social,
debía haber conexiones entre ambas.
Nos apoyábamos en el principio de unidad material del mundo o concatenación
universal. Es decir, el fenómeno social es uno solo y sus diferentes dimensiones deben estar
necesariamente vinculadas, por muy complejas y dinámicas que fueran esas interconexiones.
La tarea era desentrañar cuáles eran esos vínculos, esas redes de concatenación.
El materialismo histórico carecía también, entonces, de conceptos adecuados para dar cuenta
de lo que es la cultura, su especificidad, sus diferencias y su articulación con las
regularidades formalizadas en la categoría de formación social. Lo que hicimos fue
"subirnos" al nivel más general de la teoría disponible: el de la dialéctica materialista,
entendida como ontología general, y derivar de ahí una multiplicidad de implicaciones que
orientaran heurísticamente nuestro análisis del tema. Finalmente, ese es el papel de la teoría,
como punto de partida de la investigación. Empleamos básicamente las llamadas categorías
generales de la dialéctica.
Llegamos así a una propuesta de caracterización de la cultura, en su relación con las
regularidades de la formación social, que resumiremos muy brevemente en los siguientes
términos:
a) La cultura es el conjunto singular de formas fenoménicas que presenta la
existencia concreta de una formación social. Recíprocamente, la categoría de formación
social se refiere al sistema general de contenidos fundamentales, manifiestos en la cultura.
b) Analizando la sociedad como sistema, es decir, como relación todo-partes, en la
relación entre cultura y subculturas se manifiesta fenoménicamente la unidad y la diferencia
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 108

entre los distintos grupos que integran a la sociedad. Definiendo a los grupos sociales por una
comunidad de relaciones establecidas en la base material del ser social e incluyendo sus
expresiones superestructurales.
c) Señalamos que el orden objetivo de las formas culturales (siempre aparentemente
caóticas, dado su carácter fenoménico) es el orden dinámico y cambiante de los contenidos de
la formación social a que aquellas corresponden.
d) Dado que la calidad distintiva de la cultura, en el nivel de lo fenoménico, es su
singularidad, era necesario explicar esta calidad, en su correspondencia con el carácter
general de las regularidades que rigen a la totalidad social.
Desde el concepto dialéctico de causalidad completa, concluimos que la
singularidad cultural es efecto de la concatenación de lo necesario y lo contingente en el
desarrollo histórico de los procesos sociales. Del desarrollo de realidades determinadas,
como efecto de lucha entre alternativas de posibilidad.
e) Por último, explicamos la correspondencia no mecánica ni sincrónica de la
dinámica de la cultura respecto a los ritmos de cambio mayores de las formaciones sociales,
a través de las categorías más generales del movimiento, que son las llamadas leyes de la
dialéctica. Así, analizamos las relaciones de la calidad singular de la cultura en su
correspondencia multideterminada con la magnitud general del desarrollo de las fuerzas
productiva. Entendimos que la cadena de "eslabones intermedios" entre las manifestaciones
fenoménicas de la cultura y los contenidos esenciales de la formación social, puede
explicarse como un sistema combinado de contradicciones forma-contenido (entre otras) en
desiguales niveles de acción, ritmos y fases de desarrollo. Y de qué manera se dan las
manifestaciones de permanencia y cambios desiguales en la dimensión de la cultura, a través
de sucesivas negaciones dialécticas.
Hoy en día, proponemos que la categoría que expresa la unidad de las relaciones
entre cultura y formación social -mediada por la categoría de modo de vida- es la de
Sociedad Concreta. Ésta connota, precisamente, tanto a la realidad social empíricamente
observable, en su dimensión cultural, a las regularidades causales y estructurales que rigen a
la totalidad social, como formación social, así como a la compleja red de interconexiones
entre ambas dimensiones.

4. Conclusiones, algunas perspectivas, sugerencia.-


a. Conclusiones.
1. Respecto a la pregunta ¿es la cultura el objeto de la antropología? :
La respuesta es NO. Ni de la antropología ni de ninguna otra disciplina de la
ciencia social. Si la ciencia debe explicar, una categoría que se refiere a lo fenoménico, a la
singularidad, a la contingencia, difícilmente puede explicar por sí misma los procesos
sociales.
¿Es la cultura el objeto de la antropología? 109

La categoría que designa al objeto de investigación de todas las ciencias sociales es


la de sociedad concreta. Ésta incluye y explica las conexiones entre los objetos
empíricamente observables (cultura) y las regularidades de mayor nivel de acción y jerarquía
causal, que se infieren racionalmente (formación social).
2. Sin embargo, la formalización de la dimensión cultural de la sociedad y sus
múltiples nexos con las regularidades de diverso orden que la rigen es absolutamente
imprescindible, al menos por dos razones:
a) Porque no es posible validar lógicamente ninguna inferencia racional realizada
a partir de datos que presentan necesariamente formas culturales, si no se ha formalizado
explícitamente la explicación de sus conexiones con los aspectos inferidos.
b) Porque nos movemos en sociedades concretas y su existencia real no reside en
ningún otro tiempo y lugar que el que se manifiesta en la dimensión de la cultura

b. Perspectivas.
Lo dicho lo he sostenido desde hace más de veinte años. Y ¿qué sucedió entonces?.
Probablemente lo mismo que ahora: ¡no se entendió casi nada!. ¿Por qué?. Entonces el
marxismo era la gran moda en la academia. Y resultaba fácil navegar entre el consenso y los
sobreentendidos, sin tener que adentrarse en el estudio de la dialéctica, que se presentaba
como algo críptico y, sobre todo, demasiado complicado. A pesar de que ahí reside el "núcleo
duro" de la concepción materialista de la historia. Me atrevo a afirmar que eran y son
escasísimos aquellos autores que, aún entre los más eminentes y merecidamente reconocidos
investigadores marxistas, manejan realmente un análisis categorial dialéctico.
Hoy, las modas han cambiado: ahora están de moda las "teorías de la complejidad".
También en la ciencia se habla de un postmodernismo, contra la vieja ciencia "moderna".
Contra la pretensión de que la ciencia, sólo por serlo, garantizaría la generación de
conocimientos verdaderos y exactos41, capaces de explicar con elegante simplicidad y gran
precisión toda la realidad a partir de unas cuantas leyes generales.
Curiosamente, esta distinción entre ciencia moderna y postmoderna es la misma que
hacía Engels -con otros términos y en otros contextos históricos en cuanto a tradiciones
académicas- entre pensamiento metafísico y pensamiento dialéctico. Es que, finalmente, los
principios fundacionales o fundamentales de la dialéctica exigen acercarse a conocer la
realidad como es: elevadamente compleja y permanentemente dinámica.
La dialéctica es la primera teoría de la complejidad y, aún hoy, la única que tiene
un nivel general de formalización. Creo que lo que actualmente ocurre es que las teorías de la
complejidad, de algún modo, están redescubriendo la dialéctica desde los grandes avances
actuales de las ciencias naturales, prometiendo generar nuevas formas de concebir a la

41
En estos mismos términos se plantea, en la arqueología, L. Binford.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 110

realidad y a las ciencias que la estudian. En ese camino, la dialéctica materialista constituye
un sistema metaconceptual disponible, que puede servir de base para la tarea de
formalización de los nuevos descubrimientos y enfoques de la investigación, apoyado en la
vertiginosa acumulación de informaciones y los grandes saltos en las posibilidades
tecnológicas de procesamiento lógico de los mismos.
Diría, además, que la dialéctica materialista contiene aún un enorme potencial
heurístico totalmente sub-utilizado.

3. Sugiero que quienes se han interesado seriamente en las anunciaciones de "una nueva
ciencia", la de las "teorías de la complejidad", y que sepan prescindir intuitiva o sabiamente
de las veleidades de la moda, no desperdiciarían su tiempo en intentar profundizar en el
entendimiento de las propuestas de la dialéctica.
Estoy seguro de que será de mayor provecho que seguir papaloteando trillada y
superficialmente entre la frivolidad del "efecto mariposa" y los vericuetos del Conjunto M,
encandilados frente al espejo de Alicia.
HACIA LA CUANTIFICACIÓN DE
LAS FUERZAS PRODUCTIVAS EN ARQUEOLOGÍA

En el Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política, Marx sintetiza en su


forma más general una de las tesis fundamentales de la teoría materialista de la historia. Allí
sostiene, en primer lugar, el planteamiento materialista de que "el modo de producción de la
vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general". Y se
caracteriza al modo de producción como el conjunto de relaciones de producción establecidas
por los hombres, con carácter necesario e independientes de su voluntad, que se
corresponden con determinadas fases del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Y
que esta forma de las relaciones de producción, que han permitido el desarrollo del contenido
de las fuerzas productivas, se convierten en una traba para ello al llegar éstas a una
determinada fase de su desarrollo. Siendo la agudización de esta contradicción fundamental
la que conduce a una época de revolución social.
Estas generalizaciones, resultado de las investigaciones de Marx que, una vez
obtenidas, han servido de hilo conductor de sus estudios, junto con el hecho primordial de
descubrir leyes esenciales que rigen a la historia de los procesos sociales, permiten constatar
que se trata de formas específicas de la existencia objetiva de un sistema de regularidades
conceptuadas como leyes y categorías de la dialéctica.
En este artículo sólo quiero referirme a un aspecto de este sistemas de regularidades
objetivas, que se ha abstraído y formalizado como ley del cambio de cantidad en calidad y
viceversa. A la que prefiero enunciar como ley de correspondencia determinada de calidad y
magnitud, por cuanto es la relación fundamental que subyace como posibilidad de explicar
las formas evolutivas y revolucionarias en los procesos de desarrollo real, como lo constata


Publicada en Marxist Perspectives in Archaeology. Cambridge University Press.Cambridge, 1984. Versión en
español en: Teorías, métodos y técnicas en arqueología, L.F. Bate (Editor), IPGH. México, 1986.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 112

Engels en la Dialéctica de la naturaleza42. En este sentido, la tesis marxista implica el


descubrimiento de que, en general, la calidad del sistema de relaciones sociales de
producción se corresponde con un determinado grado de desarrollo cuantitativo de la
magnitud de las fuerzas productivas. Vale decir, que un determinado modo de producción se
da en una determinada medida del desarrollo de las fuerzas productivas. También las
investigaciones arqueológicas de autores como Gordon Childe constituyen una constatación
de la existencia de esta relación dialéctica en el proceso histórico general de las sociedades
pasadas, estudiadas en una prolongada dimensión temporal.
Agrega Marx, en el Prólogo citado, que dichos cambios materiales, ocurridos en las
condiciones económicas de producción, "pueden apreciarse con la exactitud de las ciencias
naturales".
De lo que deducimos teóricamente que si tal relación entre calidad y cantidad es
válida -y supuestamente verdadera- en lo general43, debería ser igualmente verdadera para
cada caso singular que investiguemos como realidad concreta, lo cual constituye nuestra tarea
científica. Esto significa que nuestras investigaciones no sólo deberían permitirnos descubrir
las calidades específicas del sistema de relaciones de producción de las sociedades
estudiadas, sino también llegar a una cuantificación aproximada de sus fuerzas productivas,
para mostrar su mutua correspondencia. Cuando hayamos alcanzado ese propósito estaremos
en condiciones de conocer, al menos, los rangos de variabilidad de las medidas del desarrollo
de las fuerzas productivas a que se correspondieron diferentes modos de producción,
caracterizados por las calidades esenciales específicas de sus sistemas de relaciones de
producción. Y ello constituiría un procedimiento de contrastación recíproca de la formulación
general que consideramos como ley fundamental del desarrollo histórico de las sociedades.
Sin duda la empresa es extraordinariamente ardua, compleja y de largo plazo. En
parte, porque sabemos que las medidas a que corresponden determinadas calidades tienen
márgenes de variación relativas a la concatenación específica de las condiciones en que
ocurre un proceso. Como señala Engels, "para los cuerpos vivos rige la misma ley, pero ésta
actúa bajo condiciones muy complejas y, hasta hoy, resulta todavía imposible, con
frecuencia, establecer la medida cuantitativa"44. Por otra parte, si esto resulta hasta hoy
imposible de establecer en arqueología, es porque la mayor parte de la información empírica
disponible se ha obtenido de acuerdo a orientaciones interpretativas completamente
diferentes a esta. Sin embargo, mientras el problema no esté planteado con alguna claridad,
seguiremos indefinidamente imposibilitados de encauzar las búsquedas a la obtención de los
indicadores que permitirían la cuantificación y las inferencias que nos interesa realizar. Pero
sucede que la realidad misma es compleja y tratamos de aproximarnos a conocerla como es..
La concepción dialéctica materialista se opone al reduccionismo y ello nos compromete a la

42
Engels 1961: 41.
43
Por principio, un razonamiento dialéctico obliga a considerar como hipótesis, para cada nueva investigación,
hasta las leyes generales más probadas.
44
Engels, ob.cit.: 42.
Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en arqueología. 113

difícil búsqueda de conocimientos cada vez más precisos de la complejidad y el movimiento


objetivos, es decir, de la concreción real.
Sin embargo, es posible derivar, del planteamiento teórico, las relaciones lógicas
operacionales que permitan llegar a cuantificar el grado de desarrollo de las fuerzas
productivas partiendo de la información que obtiene la arqueología. Sobre todo, porque los
datos primarios que obtiene el arqueólogo -no obstante las mediaciones entre su contexto real
en la sociedad viva y el contexto arqueológico actual- son precisamente los vestigios que
evidencian las transformaciones materiales realizadas por las sociedades pretéritas.
Por lo mismo, revestiría gran importancia metodológica el llegar a establecer los
rangos de las medidas a que correspondieron determinadas calidades esenciales de los modos
de producción, así como las condiciones que inciden en la variabilidad de dichas medidas.
Así, en tanto el arqueólogo tiene un acceso más directo al estudio de las transformaciones
materiales resultantes de la producción social, el conocimiento cuantitativo del grado de
desarrollo de las fuerzas productivas permitiría la formulación de hipótesis más consistentes -
basadas en el carácter necesario de la correspondencia- acerca de la calidad de las relaciones
de producción. Estamos ciertos de que no es esta la única vía para realizar tales inferencias, ni
la que permite mayor discriminación. Porque el grado de desarrollo de las fuerzas
productivas es sólo un promedio social del rendimiento del trabajo al que corresponde un
sistema orgánico de diferentes formas particulares de producción, aunque define su calidad el
tipo de relaciones fundamentales al que se subordinan las formas secundarias del sistema.
Pero también está al alcance del arqueólogo el estudio cuantitativo y cualitativo de las
evidencias materiales de los procesos de distribución, cambio y consumo. Dado que entre
éstos y el proceso fundamental de la producción se conforma un sistema específico de
relaciones causales recíprocas, pienso que está abierta la posibilidad de obtener un
conocimiento más preciso y detallado del sistema de relaciones de producción45. Me limitaré
ahora al problema de la cuantificación del grado de desarrollo de las fuerzas productivas.
Y quiero insistir en un punto, para situar claramente la intención de este breve
artículo. No espero haber resuelto todos los problemas básicos que implica tal cuantificación.
Pretendo, al menos, plantearlos señalando las condiciones que exige su solución y, en torno a
algunos puntos, presentar proposiciones. A la vez, deseo corregir imprecisiones de una
fórmula propuesta de paso en un trabajo anterior sobre problemas metodológicos generales
de la arqueología materialista histórica [1977].

Condiciones de medición.
La posibilidad de efectuar una cuantificación de las fuerzas productivas está sujeta a diversas
exigencias, las que deberán satisfacerse en encadenación orgánica desde el nivel teórico

45
Ver Bate 1977. También la "Relación general entre teoría y método en arqueología", en prensa en el Boletín
de Antropología Americana.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 114

general hasta los niveles instrumentales de la investigación propiamente arqueológica. La


principales serían:
a) Conocer las calidades determinadas a que corresponden las magnitudes que
buscamos cuantificar. Esta es una cuestión obvia que, en el afán de aparentar cientificidad
tras la supuesta imparcialidad y objetividad de los números , se olvida con demasiada
frecuencia. Mientras no se intente precisar a qué calidades corresponden las magnitudes o
variables cuantificadas, el alarde de precisiones matemáticas de una investigación carece de
toda relevancia científica.
En el caso presente, el marxismo ha logrado determinar que a la magnitud grado de
desarrollo de las fuerzas productivas se corresponde la calidad esencial del sistema de
relaciones sociales de producción. Debiendo tomarse en cuenta que dichas calidades y
magnitudes, sintetizadas como tales a nivel teórico son, en concreto, calidades y magnitudes
compuestas. El grado de desarrollo de las fuerzas productivas representa el promedio social
resultante de la productividad del trabajo humano en cada proceso de trabajo concreto. Y aún
el trabajo necesario para la producción de cada clase de bienes o valores de uso, es el
promedio de la inversión de fuerza de trabajo en cada producto singular, bajo condiciones
técnicas, sociales y naturales que pueden ser muy desiguales en una misma sociedad. La
calidad esencial del sistema de relaciones sociales de producción es también una síntesis de
diversas relaciones sociales concretas, en cuanto a la propiedad objetiva sobre los medios de
producción, a las condiciones y formas de la división del trabajo, a las formas y proporciones
de apropiación de la riqueza social o a las diversas formas y proporciones de participación
posibles en el intercambio y el consumo. Todo lo cual conforma un complejo sistema
concreto de tipos de relaciones de producción. Y si el arqueólogo tiene posibilidades de llegar
a esa síntesis teórica como resultado de los procedimientos inferenciales de su investigación,
es porque tiene un acceso instrumental más directo al conocimiento de la diversidad concreta
en que se expresan las calidades y magnitudes fundamentales señaladas.
b) Expresar la formulación lógica de las relaciones teóricas como relaciones entre
variables que, correspondiendo a sus nexos cualitativos, sean factibles de cuantificar.
c)Delimitar, con fines comparativos que conduzcan a generalizaciones y
particularizaciones, tangos temporales iguales para la realización de mediciones. Ello implica
considerar:
- que a cada momento histórico de la producción se incorpora una determinada
cantidad de trabajo pasado conformando las condiciones de las fuerzas productivas de ese
momento y
- que hay ciclos productivos de corto, mediano y largo plazo, siendo deseable que la
unidad temporal que limita la medición incluya los procesos de ciclos amplios. Lo cual, de
cualquier manera, será arbitrario, por cuanto cualquier límite de tiempo cortará ciclos
productivos en sus fases iniciales o terminales, además de que cada ciclo productivo genera
Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en arqueología. 115

nuevas condiciones de producción, aún cuando éstas no fueran, en lo general, mayormente


significativas..
d) Definir, para cada sociedad y en el período histórico estudiado, la significación de
los datos arqueológicos como indicadores del monto de la producción y la productividad del
trabajo. Lo que implicará, entre otras cosas, una considerable inversión de estudios respecto
al trabajo socialmente necesario para la producción de cada tipo de bienes, relacionado con
las condiciones históricas del medioambiente y la organización social y técnica de su
explotación.
e) Uno de los puntos más importantes a resolver será la definición convencional de
unidades de medida del volumen de productos en que se ha objetivado el trabajo humano.
Dichas unidades de medida deben ser suficientemente independientes de las variaciones
históricas de la productividad de la fuerza de trabajo como para hacer comparables estas
diferencias cuantitativas debidas a los cambios del desarrollo social , que es precisamente lo
que se trata de determinar.
Se presenta el mismo problema que para medir, con base en un patrón común, los
diferentes tiempos propios de nuestros ritmos vitales individuales o de nuestros ciclos de
actividad social. Para hacerlos comparables, medir sus diferencias y posibilitar coincidencias,
es necesario correlacionarlos con el tiempo objetivo propio de fenómenos que ocurren en
dimensiones de tiempo espacio mucho mayores o menores. De modo que los instrumentos
que usamos para medir el tiempo utilizan fenómenos cuya temporalidad se correlaciona de la
manera más precisa posible con fracciones de tiempo sideral o ciclos de actividad atómica.
Todos los productos tienen en común el constituir la objetivación de una determinada
cantidad de trabajo humano (trabajo abstracto). Sin embargo, el trabajo abstracto representa,
en cada periodo histórico concreto, una determinada cantidad de trabajo socialmente
necesario, la cual se modifica precisamente al cambiar el grado de desarrollo de las fuerzas
productivas. Por lo cual no puede medirse el volumen de la producción en base a indicadores
que dependan del trabajo socialmente necesario de cada periodo histórico, cuyas fuerzas
productivas se busca cuantificar con fines de comparación. Para este efecto, por ejemplo, no
serviría una medida en términos de "input" y "output" de energía. ¿Cómo mediríamos la
energía "producida" o incorporada a la sociedad con la construcción de la pirámide del sol en
Teotihuacán, o con la producción de siete puntas tipo Clovis?. Sólo podríamos medir la
energía humana gastada en su producción. Pero talo cantidad de energía humana, es decir, de
trabajo socialmente necesario, puede variar según el desarrollo en distintos periodos
históricos y generaría el mismo volumen de producción. El problema está en definir una
forma de traducir a una escala de intervalos la medición de una magnitud que objetiva y
teóricamente nos interesa como escala ordinal. En todo caso, los resultados de este tipo de
investigaciones deberán interpretarse como medidas de desarrollo relativo46.

46
Hay posibilidades de solución de éste problema, pero no entraré acá a su discusión detallada, la que exigiría
más espacio del que disponemos. Tal discusión no representa ni más ni menos complicaciones e implicaciones
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 116

Para los efectos de las relaciones que deseo expresar en este artículo, manejaré
una escala hipotética de medida de la cantidad de productos que supone unidades que
expresan cantidades iguales de productos (trabajo objetivado en valores de uso),
independientes de la variación histórica del trabajo socialmente necesario para su producción.
A estas unidades hipotéticas y arbitrarias las denominaré unidades Q.

Fórmulas para la medición.


Con el fin de formular matemáticamente las relaciones lógicas que expresa el concepto de
grado de desarrollo de la fuerzas productivas, comenzaré por señalar las variables a medir.
Basado en el actual desarrollo de las investigaciones consideré variables que se pueden
evaluar como accesibles a la medición a través de la información que proporciona la
arqueología, a condición de orientar las búsquedas al registro de los indicadores pertinentes.
Incluso actualmente se realizan algunos cálculos más o menos aceptables al respecto, que son
ciertamente perfectibles y sería necesario ponderar adecuadamente. Tales variables serían:
D : población total de la sociedad.
ft : fuerza de trabajo empleada por la sociedad, expresada como porcentaje de miembros
económicamente activos en relación a la población total. Una manera más precisa de
cuantificar esta variable será expresando el porcentaje de tiempo destinado al trabajo,
respecto al tiempo total de tiempo disponible en la sociedad. Este último debería
calcularse multiplicando por D el tiempo de trabajo realizado por un productor pleno,
considerando a éste como un promedio standard.
Pt : indica la producción total real generada por la sociedad en el periodo medido (expresada
en unidades Q).
csi: consumo subsistencial individual; indica la cantidad de productos (en unidades Q) que un
individuo necesita para subsistir. El csi debe considerarse como un promedio social
sujeto a variaciones históricas.
Disponiendo de tales índices, evaluados para un rango temporal definido,
comenzaremos por calcular un coeficiente de rendimiento del proceso productivo de la
sociedad (p.). Este coeficiente expresará porcentualmente la relación que hay entre la
producción total real (Pt) y el total de productos destinados a la subsistencia de la población
(Cs), de manera que:

que el problema de la transformación de valores en precios para la teoría económica del sistema capitalista. Una
de las alternativas sería calcular, para una sociedad más desarrollada que las que deseamos comparar, la
cantidad de trabajo socialmente necesario que se objetiva en cada tipo de productos, como una proporción del
trabajo socialmente necesario que se invierte en la suma total de los diversos tipos de productos. Y así,
generalizar convencionalmente dicho índice arbitrario para cuantificar los productos que contabilicemos en cada
sociedad estudiada. Sin embargo, ello no carece de imprecisiones y esperamos encontrar soluciones más
simples.
Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en arqueología. 117

Así, cuando una sociedad no es excedentaria Pt es igual a Cs, por lo que p. = 100. Y
en una sociedad excedentaria p. > 100.
Luego, conociendo el índice p. , podemos definir un coeficiente de rendimiento
relativo de la fuerza de trabajo (fpr) de la siguiente manera

El coeficiente fpr expresa la productividad promedio de la fuerza de trabajo en


términos de cuántas veces un productor reproduce las condiciones materiales de subsistencia
de un individuo de su sociedad. Sin embargo, el csi puede variar de una sociedad a otra de
modo que aún cuando fpr sea el mismo para dos sociedades con distinto csi, ésta diferencia
significa que, con la misma cantidad de fuerza de trabajo, un productor produce un volumen
mayor o menor de productos. Cuando esto sucede, quiere decir que tal diferencia obedece a
factores de las fuerzas productivas, como el desarrollo tecnológico o la productividad natural
del medio en lo referente a los recursos explotados.
Podemos ponderar estas diferencias de productividad media del trabajo a través del
indicador Fp, multiplicando fpr por csi, de manera que

El índice Fp mide el rendimiento promedio de la fuerza de trabajo (expresado ahora


en Q), por no que no es otra cosa que un índice del grado de desarrollo de las fuerzas
productivas, expresado en términos del volumen de productos que genera un productor
considerando, además, cuántas veces ese productor reproduce las condiciones subsistenciales
de un individuo de la sociedad.
Se notará que los cálculos se basan en el porcentaje de fuerza de trabajo que supone
una hipotética jornada media de trabajo de un "productor pleno". No obstante, la antropología
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 118

ofrece múltiples evidencias de que el tiempo que compone una jornada media de trabajo de
un productor medio puede variar bastante de una sociedad a otra47 pero la proporción o
intensidad del uso de la fuerza de trabajo humano en cada sociedad es uno de los aspectos en
que las relaciones de producción incide recíprocamente sobre el desarrollo del contenido de
la producción y la productividad del trabajo. Por ello es que evaluamos el grado de desarrollo
de las fuerzas productivas de la manera arriba expuesta. Sin embargo, estas variaciones -así
como la proporción en que se dispone del uso de la fuerza de trabajo- pueden estimarse con
mayor precisión. Para ello, podemos calcular la relación de la producción por tiempo (Qt), si
contamos con el dato de la duración media de la jornada de trabajo de un productor medio
(ht= horas de trabajo diario), de la siguiente manera

lo que podría haberse calculado de manera más directa a través de la fórmula

Así, Qt expresa el volumen total de productos que genera, en el período de tiempo


medido, el trabajo promedio de una hora diaria.

Implicaciones teóricas.
En las condiciones actuales del desarrollo de la arqueología, la posibilidad real de efectuar la
cuantificación de las fuerzas productivas nos puede parecer un tema de "arqueología ficción".
Es, en realidad, una tarea para el desarrollo futuro de esta ciencia.
Por lo pronto, sin embargo, la formulación lógico matemática del problema nos permite
operar teóricamente en el planteamiento de hipótesis que fundamenten alternativas de
explicación de algunos problemas importantes del desarrollo de las sociedades pasadas.
Plantearemos sólo algunos problemas asignando -en las tablas adjuntas- cantidades
hipotéticas a las variables mencionadas.

47
Véanse, por ejemplo, lo casos que menciona Sahhlins [1977].
Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en arqueología. 119

a) En primer lugar, se puede ver el hecho de que, aún en un mismo modo de


producción, la elevación del consumo subsistencial, por la vía del desarrollo tecnológico o de
la elevación de la productividad natural, permite el desarrollo de las fuerzas productivas sin
variar la proporción en que un productor genera las condiciones de subsistencia de un
individuo de su sociedad (fpr). Supongamos que esto sucede en el seno de una sociedad de
cazadores recolectores, comparando los casos A y B en la Tabla I.

Tabla I
___________________________________________________________________________

Caso A B C D E F G
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------
-
csi 10 15 10 15 15 14 15
D 1,000 5,000 10,000 10,000 10,000 10,000 100,000
Pt 10,000 75,000 100,000 150,000 180,000 170,000 2,000,000
Ft (%) 50 50 30 30 35 30 25
Cs 10,000 75,000 100,000 150,000 150,000 140,000 1,500,000
p. 100 100 100 100 120 121 133
fpr 2.00 2.00 3.33 3.33 3.43 4.03 _ 5.32_
Fp 20.00 30.00 33.33 49.99 51.43 56.46 79.99

b) Se puede explicar por qué, durante el comunismo primitivo, en el modo de


producción tribal agropecuario (barbarie), puede darse un sensible incremento de las fuerzas
productivas sin que ello conduzca a la generación de excedentes. Ya en su fase inicial, el
apoyo básico en técnicas de producción de alimentos supone y exige la diversificación de la
producción, con la elaboración de nuevos tipos de bienes no requeridos antes, así como la
sustitución o complementación de viejas técnicas en la producción de determinados valores
de uso (construcción de aldeas, producción alfarera, elaboración textil del vestido, etc.). Esto
significa, al menos, que se eleva el consumo subsistencial. Tómense los mismos casos A y B,
suponiendo que en el segundo el desarrollo tecnológico principal corresponde a la producción
de alimentos.
Pero, además, las leyes demográficas de la nueva sociedad tienden a un gran aumento
de la población. Desde el comienzo, este aumento está posibilitado por las nuevas técnicas, lo
que con el desarrollo de la economía productora llega a hacerse necesario, tanto para asegurar
la reproducción de la organización económica como para la defensa de la propiedad colectiva
de los medios naturales de producción (tierra y/o ganados). En una sociedad en proceso de
incremento demográfico aumenta la proporción de infantes, disminuyendo relativamente la
proporción de productores plenos (ft), por lo cual éstos deben elevar su productividad48. Aún

48
Este planteamiento coincide con el de Meillassoux [1977].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 120

si consideráramos esta sola variable se podría apreciar la elevación de Fp (Caso C). Pero en la
realidad histórica se combinaron ambos aspectos, por lo que la situación debe acercarse al
Caso D.
c) A propósito de las discusiones sobre el llamado "modo de producción asiático", se
ha sostenido la posibilidad de la generación de excedentes sin un importante desarrollo de la
tecnología. Ello es teóricamente e posible por la vía de la intensificación del uso de la fuerza
de trabajo. Sin embargo, no creo que esto haya significado un aumento de la proporción de
los productores plenos ( como podría mostrarlo el Caso E). El factor principal de la
acumulación de excedentes y base del modo de producción, es la disposición de fuerza de
trabajo explotable, por lo que probablemente también hubo una tendencia al aumento
demográfico. La alternativa al desarrollo de las fuerzas productivas debió ser la prolongación
de la jornada media de trabajo. En la Tabla II se ejemplifica esto comparando una sociedad
sin excedentes y otra con excedentes mostrando cómo, sin que varíe la cantidad de producto
por tiempo (Qt), es decir, sin elevación del rendimiento tecnológico ni de la productividad
natural, la prolongación de la jornada permite el desarrollo de las fuerzas productivas y la
generación de un excedente (Casos Y y Z). Muy probablemente esta variable también
incidió, entre otras, en el desarrollo de las fuerzas productivas en el seno de la barbarie
(Casos X y Y).

Tabla II
_______________________________________________
Caso X Y Z
-----------------------------------------------------------------------
csi 12 15 15
D 5,000 10,000 10,000
Pt 60,000 150,000 180,000
Ft (%) 30 30 30
Cs x 60,000 150,000 150,000
p. 100 100 120
fpr 3.33 3.33 4.00
Fp 40 50 60
_______________________________________________
Qt 7.1428 7.1428 7.1428
-----------------------------------------------------------------------
Ht 5.6 7.0 8.4
________________________________________________
Esta sociedad clasista inicial crece sobre la base de la acumulación de excedentes y se
extiende ampliamente de modo que, aunque la proporción de productos tributados por cada
productor resulte pequeña, la suma total representa un volumen considerable. Otra forma de
obligar a la tributación de excedentes, muy difícil de aplicar por razones políticas por una
clase dominante en formación, pero seguramente impuesta cuando ésta hubiera consolidado
un fuerte aparato estatal, pudo ser la reducción, al menos transitoria, del consumo
subsistencial (Caso F).
Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en arqueología. 121

En este tipo de sociedad no restamos a ft el tiempo de trabajo de los miembros de la


clase dominante, pues difícilmente pudo mantenerse en el poder como una clase ociosa, y no
lo son por el hecho de no producir directamente bienes materiales. Su carácter de
explotadores de trabajo ajeno debe medirse por la proporción de la cantidad de trabajo que
aportan y la cantidad de trabajo objetivado en productos o servicios que consumen. Sólo el
desarrollo de un amplio aparato militar, que llegó a requerir la clase dominante, llegó a
conformar una proporción importante de fuerza de trabajo ociosa. Entonces, al igual que hoy,
el hecho de que su acción permita la obtención de productos a través del pillaje, o permita el
saqueo "legal" o ilegal por parte de sectores de la clase dominante, no los convierte en un
factor productivo. Sin embargo, su manutención implica que los trabajadores deben elevar su
rendimiento productivo, sea en términos absolutos por la intensificación o prolongación de la
jornada de trabajo, o en términos relativos, elevando el rendimiento a través de la tecnología
y la racionalización de la explotación de los recursos disponibles.

Dejo esto hasta aquí, pues sólo espero haber esbozado un par de líneas de una amplia
perspectiva de investigación en un aspecto de la arqueología respecto al cual el marxismo
ofrece interesantes alternativas de desarrollo.

Bibliografía citada.

Bate, Luis Felipe


1977 Arqueología y materialismo histórico.
Ediciones de Cultura Popular. México.
(M.S.) Relación general entre teoría y método en arqueología.
En prensa en el Boletín de Antropología Americana.
Engels, Federico
1961 Dialéctica de la naturaleza.
Editorial Grijalbo. México.
Marx, Carlos
(s.f.) Contribución a la crítica de la economía política.
Editorial Progreso. Moscú.
Meillassoux, Claude
1977 Mujeres, graneros y capitales.
Siglo XXI Editores. México.
Sahlins, Marshall
1977 Economía de la Edad de Piedra.
Akal Editor, Colección Manifiesto. Madrid.
UNA NOTA SOBRE DIALÉCTICA
EN LA “ARQUEOLOGÍA SOCIAL”

En primer lugar, debo aclarar que no soy organizador de esta reunión. El reconocimiento a los
esfuerzos organizativos para realizar este evento en la ENAH (Escuela Nacional de
Antropología e Historia) corresponde enteramente a Lidia Iris Rodríguez y Omar Olivo. Y he
aceptado gustoso la invitación a participar, en tanto se ha constituido en un muy justo y
merecido homenaje a la obra del colega y amigo Tom Patterson.
Por lo demás, si de mi hubiera dependido, no la habría denominado “Arqueología
Social Latinoamericana”. Como he señalado en otros escritos, preferiría calificarla como
arqueología marxista o materialista histórica. Y, si sólo se trata de hacer referencia geográfica
a su origen histórico, creo que el rótulo más adecuado para designarla sería el de
“Arqueología Social Ameroibérica”.
Dado el reducido tiempo de exposición, me limitaré a anotar un par de comentarios
sobre el papel de la dialéctica en la formulación y el manejo de categorías y conceptos para el
desarrollo de investigaciones orientadas bajo esta línea de pensamiento y acción. La cual se ha
constituido ya en una posición teórica, en el sentido del concepto precisado por Manuel
Gándara [2008].
En lo que hay un consenso claro es que, en lo referente a la teoría sustantiva acerca de
las sociedades y su desarrollo histórico, adoptamos una concepción materialista histórica. La
cual compartimos con otras posiciones marxistas en la arqueología, con las cuales, en general,
mantenemos un diálogo abierto.
La particularidad de nuestra línea resultó de que la gran mayoría de los que la
conformamos diferíamos –por diversas razones- de la concepción althusseriana que impactó e
impuso moda en las academias del “mundo occidental” a partir de fines de la década de los
sesentas. Lo que nos obligó a explicitar el contenido conceptual que otorgamos a los términos
básicos del materialismo histórico, como los de modo de producción o formación social. Y a

Presentada a la reunión sobre Arqueología Social Latinoamericana, realizada en la Escuela Nacional de
Antropología e Historia, México 2009.
Una nota sobre dialéctica en la Arqueología Social. 123

fundamentar la introducción de conceptos que cubren temas descuidados no sólo por el


althusserismo, sino por la tradición marxista en general, como el modo de reproduccion, la
afectividad como componente superestructural, la dimensión de la cultura o una propuesta
teóricamente homogénea de periodización histórica49, entre muchos otros.
Otro punto en que coincidimos con las demás corrientes del marxismo y que casi
nunca se cuestiona –pues es algo que los “clásicos” (para mi, Engels, Marx y Lenin) dejaron
claramente asentado- es que el materialismo histórico es una concepción materialista
dialéctica50 acerca de la historia de las sociedades.
Pero me temo –y es a lo que quiero referirme en esta nota- que esta coincidencia, en una
buena mayoría de los casos, no va mucho más allá de ser solamente declarativa, respondiendo
a contenidos conceptuales bastante poco claros. Donde el refugio en el consenso es la base de
un pacto de reciprocidad implícito que nos evita la incomodidad de exhibir las miserias de una
desnudez teórica.
Y ¿tiene esto alguna relevancia si, al fin y al cabo, debemos desempeñarnos como
arqueólogos y no como filósofos?. Por lo pronto, es cierto que estamos bastante lejos de ser
filósofos profesionales. Pero estas fronteras disciplinarias no son, hoy en día, otra cosa que
una forma de regulación del mercado laboral en el ámbito profesional. Y si, en nuestro
quehacer como arqueólogos, antropólogos, sociólogos o cualquier otro oficio en las
disciplinas de la ciencia social, nos presentamos como “marxistas” o afirmamos sostener un
enfoque materialista histórico, estamos implicando que conocemos y manejamos una
concepción materialista dialéctica en la investigación de los procesos históricos de las
sociedades.
Si no es así, quiere decir que no se ha entendido el contenido teórico de la concepción
que queremos o pretendemos sostener. Y, por lo tanto, el discurso que se asume carece de la
riqueza explicativa que constituye la verdadera revolución histórica en el conocimiento que
aporta el pensamiento dialéctico respecto a las viejas formas de lo que Engels denominara
“pensamiento metafísico”51. Resultando en una fraseología más o menos elegante o
coherentemente expuesta, en apariencia, pero que no responde realmente a la teoría de la cual
se ha tomado. Pues, como acotaba Lenin en sus lecturas de la Lógica de Hegel:
Es imposible entender El Capital de Marx, y en especial su primer capítulo, sin
haber estudiado y entendido a fondo toda la Lógica de Hegel. ¡¡Por consiguiente,

49
Conceptos que se recogieron en los Documentos inéditos de Oaxtepec [1983] y el Cusco [1984] o se resumen
en Bate [1998].
50
Uso como sinónimos los términos compuestos de materialismo dialéctico o dialéctica materialista, no
obstante la crítica de Žižek, que comparto, respecto al uso del segundo en contextos materialistas vulgares o
mecanicistas, bastante usuales bajo el estalinismo. Dice, por ejemplo: “Respecto a la relación entre pensamiento
y ser, tanto el materialismo histórico como el dialéctico, por supuesto, superan la ingenua y prefilosófica noción
'dialéctica materialista' de pensamiento, por ser un reflejo/espejo del ser...” [2006: 15]. De hecho, prácticamente
toda la terminología del marxismo ha sido objeto de un abuso panfletario en el contexto de su conversión
estaliniana en cetro ideológico de estado.
51
Ver Engels en el Anti Dühring: Introducción, cap. I Generalidades.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 124

hace medio siglo ninguno de los marxistas entendió a Marx!! [Cuadernos


filofóficos: 174; cursivas en el original]
Creo que, afortunadamente, la situación no es idéntica para los arqueólogos marxistas de
nuestro continente en las últimas cuatro décadas. Pues al menos uno de los precursores de la
Arqueología Social sí conocía bien a Hegel y entendía claramente el significado de su
negación en la concepción materialista de los clásicos del marxismo. Y eso, desde antes de
que la coincidencia del auge de los movimientos populares y el impacto del althusserismo en
los medios académicos pusiera de moda el marxismo, como es el caso de Julio Montané. Esta
nota no es otra cosa que un intento de transmitir parte –una orientación central- de lo que
debo a sus enseñanzas.
Por cierto, a propósito de Lenin, valga una digresión para comentar una afirmación que
se ha repetido antes en esta reunión y es la de que tal vez la Arqueología Social ya ha acuñado
“demasiadas” categorías. Apuntaba Lenin en el texto citado que:
Ante el hombre aparece una red de fenómenos naturales. El hombre instintivo,
el salvaje, se confunde con la naturaleza. El hombre conciente se desprende de ella;
las categorías son fases de ese desprenderse, es decir, del conocimiento del mundo,
nudos de aquella red, que ayudan a conocerla y dominarla. [ob. cit.: 89]
En nuestro caso, se trata de conocer los procesos sociales y su relación con la naturaleza.
La formalización de conceptos y categorías, mientras no sean redundantes, es lo que nos
permite hacer cada vez mas fina esa red y acercarnos cada vez de manera más precisa al
conocimiento de la realidad que deseamos manejar, como condición necesaria para hacerlo.
Por lo que me parece que el problema no es que se hayan formalizado demasiadas categorías
sino, más bien, que ya sería hora de comenzar a entenderlas. Pero me temo que, si no nos
damos seriamente a la tarea de estudiar qué es una concepción materialista dialéctica de la
realidad, y de la realidad social en particular, la abundancia de categorías y conceptos nos
parecerá cada vez más abrumadora y nos dificultará movernos sin tropezar con ellos en
nuestros intentos de conocer y exponer resultados de nuestros estudios, en lugar de otorgar
mayor precisión y riqueza explicativa a nuestras investigaciones, que es a lo que nos
comprometemos al asumir una posición materialista histórica
Volviendo al tema, deberíamos preguntarnos ¿por qué la mayoría de los marxistas –ya
que no es sólo una situación propia de la arqueología- evaden la tarea de conocer más a fondo
la dialéctica materialista?. Cierto es que en todas las posiciones teóricas hay un buen número
de profesionales con una asimilación bastante superficial de los conceptos que usan; e incluso,
muchos que tienen una escasa conciencia de cuáles son las posiciones teóricas bajo las cuales
desarrollan sus investigaciones, muchas veces eclécticamente, por lo mismo. No obstante, en
las distintas líneas del desarrollo de la tradición académico-política marxista existen, sin lugar
a dudas, muchos investigadores merecidamente reconocidos por la seriedad y profundidad de
su obra. Esto se debe seguramente a que se trata de una posición teórica que posee –en nuestra
opinión, claro está- la mayor potencialidad explicativa, lo que permite un nutrido y
diversificado despliegue de implicaciones. Y si bien hay otras escuelas que con un buen curso
Una nota sobre dialéctica en la Arqueología Social. 125

semestral, bien trabajado, permiten la adquisición del bagaje necesario para manejarse
fluidamente dentro de sus parámetros, no ocurre así con el marxismo. Este exige una
preparación prolongada y actualización continua para obtener una formación medianamente
sólida. Aún así, en los mejores casos, entre los investigadores más destacados, el tema más
descuidado o permanentemente postergado es el estudio de la dialéctica.
Creo que hay factores que permiten entender este panorama, pero de ningún modo lo
justifican. Para comenzar, los clásicos no formalizaron un tratado sistemático de la negación
materialista de la dialéctica hegeliana, algo equivalente a la Ciencia de la Lógica o la
Enciclopedia de las ciencias filosóficas. Ni tenían por qué hacerlo, pues su tarea fundamental
y gigantesca fue la de fundar una ontología acerca de las sociedades, que constituyen el objeto
de una práctica política que busca transformar estructuras y procesos que han sometido a la
mayoría de los seres humanos a la explotación, iniquidad e injusticias históricas. Aunque es
claro que sus intereses intelectuales no se redujeron exclusivamente a eso. Pero el hecho de
que no hayan dejado esas obras para nosotros, que nos permitieran citarlas ritualmente, no
significa que tengamos que resignarnos a lamentar para siempre nuestro desamparo.
Por otro lado, también es cierto que la mayoría de los manuales disponibles son
bastante malos, la mayoría de las veces orientados a una función propagandística. Y aunque,
por esa razón, han sido despectivamente descartados, hay unos cuantos que a muchos les
habrían permitido una formación básica de la que carecen.
Por lo tanto, el camino más consistente es el de seguir la ardua ruta que emprendieron
Engels, Marx o Lenin. Es decir, estudiar a Hegel desarrollando la capacidad crítica de
reconocer sus muchos invaluables aportes y reformularlos desde una concepción materialista
muy clara; así como de desechar muchas disquisiciones que al materialismo no le interesan o
conocimientos que ya han sido largamente superados por el avance de las ciencias52.
Tenemos algunas notables ventajas, pues en la extensa obra de los clásicos hay múltiples
indicaciones explícitas sobre ese proceso de “inversión” materialista de la dialéctica hegeliana
que, ciertamente, no se reduce a la metáfora de “poner sobre sus pies al hombre que en Hegel
andaba de cabeza”, sino que implica un replanteamiento radical y cualitativamente diferente53.
Además, toda su obra es el resultado en que se ha plasmado esa nueva concepción. A lo que
debemos sumar una abundante producción, en la tradicción marxista posterior, que puede
ayudarnos a entender mejor y a ahorrarnos los muchos desvíos que inevitablemente implica el
proceso de ensayo y error de la primera vez.
Con todo, es verdad que la tarea resulta notablemente difícil, comenzando por el hecho
de que la mayoría de nosotros no poseemos la genialidad de pensadores de la estatura
histórica de nuestros clásicos. Además, tenemos la desventaja de desconocer la mayoría de los
contextos de las discusiones en que se desenvolvían sus ideas y el hecho cierto de que los
textos de Hegel nos resultan extraordinariamente difíciles, en parte, porque estaba rompiendo

52
Lo mismo ocurre hoy en día con el estado de los conocimientos del siglo XIX y comienzos del XX, del que
podían disponer los clásicos.
53
En este punto debemos concordar con Althusser.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 126

con todas las formas anteriores del pensamiento. Viejas formas que son, por lo demás,
aquellas en las que hemos sido formados y educados, ya que toda la modernidad es
prácticamente neokantiana. Pues no sólo parte importante de los marxistas contemporáneos
son los que han preferido evitarse la aventura de tener que ascender a las cumbres del
pensamiento hegeliano y han optado por rodearlo en tierras mas llanas. Sólo que se supone
que los marxistas han asumido el compromiso de asimilar la herencia hegeliana y no el
camino fácil de esquivarla.
Tales dificultades ayudan a entender por qué la mayoría de los marxistas suele
conformarse con las lecturas de Mao, algunas indicaciones diversas en los textos de los
clásicos y la lectura inconfesada de uno que otro manual. Lo cual hace que, por muy
interesante, atractivamente expuesta e importante que pueda resultar la obra de un autor, no
deje de ser, en el fondo, un marxismo mas o menos “barato”. Equivale a pretender ser
ingeniero aprendiendo sólo las cuatro operaciones matemáticas básicas, dejando “para
después” el cálculo integral o diferencial, por resultar muy complicados. Desde luego que
difícilmente de ese modo un ingeniero podría graduarse. Sin embargo, en el contexto laxo de
las ciencias sociales se puede navegar perfectamente con bandera de marxista obviando esos
incómodos detalles. Al fin y al cabo, sólo otro marxista de mejor formación podría advertirlo,
pero se espera que sea solidario y no tenga el mal gusto de ponernos en evidencia.
Ahora bien, tal vez no estará demás preguntarnos ¿qué es el materialimo dialéctico? Y
¿qué importancia tiene en la investigación de la realidad?. Unas cuantas discusiones que se
han desarrollado en el terreno de la arqueología y, en general, de las ciencias sociales, ponen
en evidencia la escasa claridad que hay sobre el tema. Desde luego, no es éste el lugar para
redactar un compendio sobre el mismo, pero creo necesario apuntar un par de tópicos que nos
permitan ver la relevancia que tiene para nuestra posición teórica.
Señala Engels, en el texto arriba citado, que la búsqueda del conocimiento de la
regularidades y leyes que rigen a la realidad, ligada al desarrollo histórico de la práctica social
de transformarla, se desarrolló necesariamente a través de procesos de abstracción. Pero el
proceso de abstracción, que permite el conocimiento de esas regularidades, separa
analíticamente lo que hay de común a diversos procesos de aquello que los diferencia en
concreto. Del mismo modo, descubre lo que es más estable54 en el desarrollo de los procesos,
pues es una de las características de las leyes que operan en ellos. Por lo tanto, prescinde de la
singularidad de lo real, de la contingencia siempre presente y del movimiento permanente de
los fenómenos. En este sentido la abstracción, siendo imprescindible en el conocimiento de la
realidad, genera representaciones relativamente “empobrecidas” de la misma. Que es lo que
llevó, históricamente, a un predominio de concepciones simplificadoras o reduccionistas y
relativamente estáticas o mecanicistas de la realidad. Es esto a lo que Engels denomina
“pensamiento metafísico”. No obstante, la realidad no es simple ni estática sino, por el
contrario, es absolutamente compleja y dinámica. Y si se busca una concepción que se

54
Estable no significa estático. Se refiere a fenómenos que se recrean reiterando formas o cualidades
esencialmente similares.
Una nota sobre dialéctica en la Arqueología Social. 127

acerque a la realidad como realmente es, ésta necesariamente debe reflejarla en su


complejidad y movimiento, que es lo que distingue al “pensamiento dialéctico”.
De ahí derivan dos de los principios en que se fundamenta la dialéctica como
ontología general, que son los de concatenación y desarrollo universal. Entendiendo, en
cualquier caso, que las causas del movimiento de la realidad residen en ella misma55. No
obstante, esta concepción general de la realidad se inscribe, desde Hegel, en un sistema de
referencia más amplio, que buscaba resolver el problema central de la lógica: ¿cómo
distinguir lo verdadero de lo falso?. Cuestión que Kant –el precedente histórico de Hegel- no
pudo hacer, debido a su posición relativista, propia del idealismo subjetivo, que finalmente
reducía la verdad a la validez lógica, con un criterio exclusivamente coherentista56. Hegel lo
hace adoptando un criterio de correspondencia y sostiene la imposibilidad de formalizar una
lógica, así como de explicar el “pensamiento real”, al margen de una ontología. Dicho en
otras palabras, no se puede formalizar una teoría sobre los procedimientos adecuados para
conocer la realidad, al margen de una teoría acerca de la realidad. Pues la adecuación de
aquellos no depende sólo de su coherencia interna sino, principalmente, de cómo es la
realidad, que es a lo que responde la ontología. Pero, como la lógica debe ser compatible con
la ontología, es también necesario adoptar una posición compatible frente a la teoría del
conocimiento o gnoseología, donde se define la relación entre la realidad y su conocimiento,
sobre los cuales predican, respectivamente, la ontología y la lógica.
Es decir, la dialéctica busca responder consistente y simultáneamente a las preguntas
particulares, diferentes, en torno a las cuales se estructuran esos tres grandes problemas
tradicionales de la filosofía que son la teoría del conocimiento, la ontología y la lógica. Pero, a
diferencia de Hegel, quien no consigue resolver la incompatibilidad que resulta entre estos
últimos –entre su sistema y su método-, debido a su posición idealista objetiva, el
materialismo dialéctico ensaya una solución radical adoptando precisamente un enfoque
materialista, o realista, frente al primero.
De esta manera el materialismo dialéctico es una concepción bastante más amplia e
incluyente que el materialismo histórico. La dialéctica como ontología general se ocupa de los
diversos procesos existentes en la realidad, como son los fenómenos naturales, los procesos
sociales y las particularidades del proceso de conocimiento. El materialismo histórico es una
teoría específica y particular acerca del desarrollo histórico de los procesos sociales. Pero
adoptar una teoría materialista de la historia implica, en nuestro caso, asumir necesariamente

55
En este sentido, tanto la versión idealista de Hegel, como el materialismo marxista son concepciones monistas.
Es decir, sólo existe una realidad: de naturaleza ideal, en el primer caso y material, en el segundo. De donde,
para éste, la concatenación universal se funda en la unidad material de la realidad.
56
No obstante Kant, en términos gnoseológicos, debería ser considerado materialista, pues aceptaba la
existencia de una realidad, “la cosa en sí”, exterior a nuestra conciencia Pero, para él, ésta no era accesible al
conocimiento empírico-racional –la razón pura- sino sólo a la “razón práctica”, por el camino de la intuición y la
fé. Por lo cual considera que el científico, como el filósofo, debe asumir sus juicios de valor.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 128

una concepción dialéctica, no sólo como ontología general, sino también en sus relaciones con
la teoría del conocimiento y la lógica57.
Ahora bien, la dialéctica como ontología -o dialéctica objetiva-, como teoría que
responde a la pregunta de cómo es la realidad, la explica a través de las denominadas leyes y
categorías generales de la dialéctica, que describen y explican los múltiples aspectos
interrelacionados del movimiento complejo de la materia58. Pero las leyes y categorías como
formalizaciones lógicas que integran la teoría son sólo abstracciones generales y analíticas. La
concreción de la realidad está constituida por las múltiples y complejas concatenaciones
particulares y singulares de dichas regularidades que la multideterminan. En este sentido,
siempre habrá que tener claro un par de distinciones: por un lado, no confundir las categorías
y leyes como regularidades objetivas, existentes en la realidad, con su reflejo conciente como
formalizaciones lógicas; por otro lado hay que distinguir cómo existen objetivamente estas
regularidades de cómo las conocemos, a través de procesos de reflejos subjetivos.
En este punto, la pregunta sería ¿qué papel juega el materialismo dialéctico en la
formalización y entendimiento de los conceptos y categorías del materialismo histórico?.
En primer lugar, la formalización de conceptos requiere necesariamente de la
investigación de qué regularidades generales operan, si es que lo hacen y de qué manera
específica, en los fenómenos sociales particulares que nos interesan. Para ello, las leyes y
categorías generales son la base del método de esa investigación, en la medida en que se
despliega su potencialidad heurística59. Se asume, en principio, que si dichas leyes y
categorías son realmente generales, deberían ocurrir en todos los procesos reales, incluyendo
los fenómenos sociales estudiados. Su formulación lógica general nos da los elementos que
nos permitirán identificar estas regularidades en las realidades estudiadas y la investigación
nos debería llevar, además, a descubrir de qué manera particular operan en tales fenómenos o
procesos. Lo cual, por cierto, no se deduce de la teoría general. La investigación también debe
ayudarnos a precisar tentativamente el campo, es decir, la clase de fenómenos específicos para
los cuales sería válida la formalización de conceptos particulares.
Procedimiento que está lejos de la no por nebulosa menos socorrida idea de la
“aplicación de la dialéctica” al conocimiento de la realidad, como si se tratara de una llave de
judo intelectual que nos permitiría someterla. Y que no consiste en otra cosa que meter, a
como dé lugar, la información concreta en cajones conceptuales estereotipados, generalmente
simplones y estáticos para facilitar su manipulación. Algo así como la versión carpinteril del
“marco teórico”, que sirve para acomodar retratos empíricos.

57
Una manifestación frecuente de la escasa claridad en este sentido, es la extrapolación sin mediaciones de un
materialismo ontológico a la teoría del conocimiento o epistemología. De donde el hecho real de la participación
de sujetos concientes como agentes de procesos sociales termina resultando en una pérdida de la independencia
gnoseológica de la existencia del ser respecto a la conciencia. Es decir, en una posición claramente idealista.
58
La categoría de materia, como categoría filosófica, designa a la existencia de la realidad.
59
Entendiendo a la heurística como la sistematización racional del planteamiento adecuado de los problemas.
Una nota sobre dialéctica en la Arqueología Social. 129

Usar la dialéctica como heurística es lo que hicieron los clásicos al establecer los
fundamentos de la teoría materialista de la historia. Tomemos como ejemplo uno de los más
conocidos párrafos de Marx:

El resultado general al que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a
mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su vida, los hombres
contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad,
relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de
sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levantan la
superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de
conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso
de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la
que determina su ser sino, por el contrario, el ser social el que determina su
conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas
materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción
existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo
de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre
así una época de revolución social…60

Desde luego, esta conclusión inicial no fue resultado de una revelación, ni una explicación
para un hallazgo casual, como el de las placas afectadas por el radio de Marie y Pierre Curie.
Marx sabía que lo que debía distinguir a un tipo de sociedades de otras debía ser una calidad
y podía sostener la hipótesis de que ésta debería corresponder a una magnitud determinada.
Entendía que, si las sociedades cambian, inluyendo a sus calidades fundamentales (que, por
serlo, adquieren un carácter necesario, opuesto a la casualidad), había que encontrar una
contradicción que explicara esos saltos cualitativos. Y es así como “descubre” esa calidad en
las relaciones sociales de producción, concepto no contenido ni deducido de la categoría
general de calidad, sino que debió ser formalizado en su particularidad. Y formula así mismo
el concepto de grado de desarrollo de las fuerzas productivas como la magnitud a que tales
calidades corresponden. Términos que también dan cuenta de la contradicción fundamental
que explica los cambios revolucionarios en las sociedades. Relación que, por lo demás, es una
entre forma y contenido, constituyendo la esencia del fenómeno social. Concibiendo dichas
leyes y categorías clara e inequívocamente desde un replanteamiento materialista.
Pero, como los conocimientos necesariamente avanzan y los clásicos no se ocuparon
de dejarnos resueltos todos los problemas que, después de un siglo, tendríamos los
arqueólogos, no nos queda otra cosa que el ejemplo de cómo enfrentarlos y, no menos
importante, de algunos errores que no habría que cometer.

60
K. Marx [1859]: Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 130

La importancia de conocer la dialéctica materialista reside en que así disponemos de


la misma heurística que permitió la fundación de la teoría materialista de la historia y nos
permite hoy enfrentar los múltiples y complejos problemas que presenta la investigación de la
realidad social. Y si nuestros estudios generan nuevos conceptos y conocimientos que se
acerquen a reflejar la realidad como es, correspondiendo a ella, pueden ser compatibles con la
anterior teoría disponible. La cual, por lo demás, ha estado permanentemente sujeta a
renovación, en la medida en que se actualiza, se corrige y se enriquece. Gracias a que se trata
de una posición crítica, ha sido capaz de superar fases de crisis –como la de su degradación en
panfletos de propaganda estatal o partidaria- y sigue siendo una alternativa de respuesta a
viejos y nuevos problemas.
En el caso de los usuarios de la teoría, que siempre serán más que los que se ocupan
de formalizarla, el conocimiento de la dialéctica tiene el papel no menos importante de
permitir entender los conceptos que se manejan. Sin lo cual, suponiendo que su uso no fuera
desacertado, no pasará de tratarse de una terminología carente de contenido explicativo que, a
lo más, facilitará una organización de las descripciones empíricas que aparecerán como
diferentes de las tradicionales categorías del culturalismo.
¿Por qué es preocupante el descuido de la dialéctica por los “arqueólogos
sociales”?. Porque ya no son tan pocos los jóvenes, tesistas o graduados, que adoptan
explícitamente los lineamientos de esta escuela. Ciertamente, no se les puede pedir que
conozcan y manejen a cabalidad la dialéctica puesto que, como hemos dicho, ello requiere de
una permanente y disciplinada formación que generalmente no se obtiene en las universidades
ni con unas pocas lecturas fáciles. Pero es muy posible que en unos cuantos casos tal interés
no sea otro que el de acomodarse provisionalmente en los “nichos” disponibles en los
diversos ámbitos académicos, actualmente sometidos a una ruda competencia. En los cuales
se ha generalizado la imposición de sistemas de evaluación académica basados en criterios
exclusivamente cuantitativos. Donde la acumulación desenfrenada de puntajes y papeles –
independientemente de la calidad de los trabajos o eventos que certifican- han pasado a ser
considerados como criterios de “excelencia”. No faltando los que se lo quieren creer, como
muestras ejemplares de la eficiencia alienadora del sistema. Lamentablemente, desde hace un
cuarto de siglo hemos podido conocer no pocos casos de jóvenes que, mientras tenían una
carrera incipiente con escaso curriculum, se proclamaban “arqueólogos sociales” y
materialistas históricos. Pero ahora son verdaderos “tigres del papel” (no dejan escapar
ninguno) y ya tienen los suficientes como para optar cómodamente a buenos complementos
salariales y, gracias a su excelencia cuantitativa, a los financiamientos oficiales. Para lo cual
no necesitan incomodarse en guardar consecuencia con caducas declaratorias y así, de
“jóvenes promesas”, han transitado, con notoria inocencia de la dialéctica materialista, a ser
“viejas deudas”. Hasta tenemos algún prócer, sin duda muy destacado arqueólogo,
“revolucionario radical” en los ámbitos oportunos, pero cuyo conocimiento de la dialéctica
nunca pasó de la lectura de las Tesis de Mao. Y hoy, convertido en empresario privado de la
arqueología, usa sus conocimiento y contactos institucionales en exclusivo beneficio
pecuniario personal o familiar. Son casos que no prestigian a la “Arqueología Social” y cuyo
Una nota sobre dialéctica en la Arqueología Social. 131

denominador común es que nunca se interesaron en acercarse seriamente a conocer el


materialismo dialéctico.
Para finalizar, a manera de ejemplos, quiero comentar un par de temas en cuya
discusión esta deficiencia ha sido notoria.
Uno de estos temas tiene que ver con la poca claridad que muestran las discusiones
acerca de la relación entre la arqueología y la práctica. En este caso, hay pocas excusas pues
existe, en español perfectamente legible, un buen texto que aclararía muchas de las dudas y
confusiones que las motivan, como es la Filosofía de la praxis de Adolfo Sánchez Vázquez.
Aparte de algunos casos anecdóticos y folclóricos61, el debate del tema se ha
orientado en dos sentidos. Por un lado, sobre la relación entre arqueología materialista
histórica y práctica arqueológica y, por otro, entre arqueología marxista y práctica política.
En el primer sentido, aparte de discusiones bizarras, que no han faltado 62, lo más
común es la demanda de colegas jóvenes que esperan que alguien les dé un recetario acerca
de cómo se hace en el campo o el laboratorio para que una investigación resulte ser
materialista histórica. Es decir, cómo se hace arqueología marxista “en la práctica”.
Lamentablemente para ellos, tal recetario no existe ni debería existir. Cierto es que se pueden
generar algunas rutinas generales de trabajo, pero no hay “técnicas marxistas” de prospección,
levantamiento de superficie, registro de pictografías o de excavación. Un arqueólogo,
cualquiera sea su enfoque, debe, en primer lugar, conocer y manejar el repertorio de técnicas
y procedimientos que forman parte del oficio profesional. Luego, el cómo organiza su trabajo,
qué actividades y procedimientos realizará en campo, dependerá, por una parte, de las
singularidades de los contextos arqueológicos y del espacio geográfico y social donde
desarrollará sus actividades. Y, por otra –lo que definirá la particularidad de su posición-
dependerá de las clases de información que necesite para responder a los problemas y
preguntas que plantea su investigación. Y los problemas a resolver o la relevancia de las
preguntas se definen desde la teoría. De manera que para hacer arqueología “marxista” es
necesario tener, de partida, una buena formación materialista histórica. En este sentido, opinar
que los conceptos y categoría son “demasiados” es, desde el comienzo, un mal síntoma.
Luego, parte del oficio de investigador en cualquier disciplina científica, es tener alguna idea
de lo que es metodología de investigación que nos permita saber cómo articular las técnicas
en que se basa la práctica del trabajo de observación y producción de información con los
procedimientos inferenciales. Lo cual sí presentará particularidades de acuerdo con la
posición teórica adoptada63.
El otro mito nebuloso es el de suponer que debe haber una determinada forma
particular de participación del arqueólogo marxista en la práctica política, particularidad que
debería ser definida desde la arqueología orientada por el materialismo histórico. Otra vez,
61
Como el de un grupo de estudiantes con algún maestro que se firmaba “Grupo XI Tesis” y cuyo lema,
profusamente grafiteado, era el de “No nos interesa conocer la realidad, sino transformarla”.
62
Como alguna acerca de si una excavación “marxista” debería ser vertical u horizontal (!!!).
63
En un trabajo anterior [1998] me he referido a ellas, proponiendo una alternativa de cómo estructurar la
metodología, en un capítulo que tiene similar extensión al de las proposiciónes teóricas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 132

hay malas noticas: no la hay. De hecho, cada uno de nosotros vive en distintos lugares del
planeta y se enfrenta a situaciones sociales y coyunturas políticas muy diversas. Y, aún
cuando una variable común a nuestras formas de inserción en la sociedad está condicionada
por nuestra posición de clase y nuestro oficio de arqueólogos, nuestra participación política
obedece a opciones individuales ante situaciones particulares. Un buen ejemplo de cómo un
arqueólogo consecuente con su orientación marxista incide en sus situaciones vitales es el
reciente libro de Randy McGuire Archaeology as political action.
Por lo que se refiere a la especificidad de los medios institucionales en que se
desarrolla la arqueología, nuestro compromiso es alcanzar los mejores estándares de la
disciplina, buscando mostrar que nuestra posición teórica posee mayor potencialidad
explicativa, mayores grados de compatibilidad lógica interna, que los procedimientos son
consistentes y sus resultados contrastables. Para lo cual, en suma, debemos esforzarnos por
adquirir una sólida calidad de oficio y una formación teórica consecuente con nuestras
propuestas. Me atrevo a afirmar que también debe ser evaluable nuestra consecuencia y
honestidad personal. Aún así, el mismo McGuire en una obra anterior [1992], muestra
claramente que no es lo mismo ser marxista en los Estados Unidos bajo el macartismo, en el
Bloque Soviético, en los países europeos desarrollados o en el llamado Tercer Mundo.
Una expresión frecuente de esta idea errónea es la pretensión de que la participación
en la práctica política sería garantía de que nos encontramos frente a un sólido arqueólogo
marxista (que apoya a los “ocupas”, que trabaja con unos “compas”, etc.). Pero eso sólo pone
de manifiesto que posiblemente se trate de un buen militante, lo cual estoy muy lejos de
pretender criticar. Sin embargo, no garantiza para nada que se trate siquiera de un buen
arqueólogo y, menos, que sea un buen arqueólogo marxista.
Cierto es que la práctica es la situación en la cual se genera el conocimiento de la
realidad, cuyo manejo y transformación constituye el objetivo del conocimiento. Y también,
como relación activa del sujeto en y sobre la realidad objetiva, abre la única posibilidad de
contrastar la correspondencia de los conocimientos con las propiedades de la realidad. Pero,
como afirmaba Lenin con toda precisión “sin teoría revolucionaria no hay práctica
revolucionaria”, lo cual no es necesariamente cierto al revés. Un marxista, se supone,
participa de la praxis, entendida como práctica teóricamente informada. Por ello, el que
participemos de diversas maneras en la práctica política no sustituye para nada la necesidad de
oficio como arqueólogos, ni la calidad académica que requiere de una buena formación
teórica. Que, en el caso de un arqueólogo marxista, debe ser un conocimiento tan sólido como
sea posible del materialismo histórico y dialéctico.
Otro tema en torno al cual la ignorancia de la dialéctica se ha mostrado de manera
flagrante ha sido el del concepto de cultura. El problema es que no resulta fácil fingir que que
se sabe dialéctica, a menos que se sepa que nuestros interlocutores tampoco la conocen. Es
como si yo pretendiera convencer a un auditorio japonés, después de un mes de estudiar la
lengua, de que hablo perfectamente japonés. Seguramente sólo conseguiría provocar su
hilaridad, si no su lástima.
Una nota sobre dialéctica en la Arqueología Social. 133

Pero ocurre que la ignorancia es campo fértil para la audacia y, en el terreno de la


crítica del concepto de cultura que formalicé hace unos treinta años [Bate 1978], es donde el
desconocimiento de la dialéctica se ha mostrado hasta el extremo casi cándido de la falta de
pudor. Pocos se han atrevido a ponerlo por escrito, pues queda constancia de la ostensible
falta de argumentos o de que no tienen nada que ver con la propuesta criticada. La mayor
parte de las veces se ha planteado a través de descalificaciones verbales más o menos
histriónicas, que sólo encuentran eco entre quienes, desde la misma indigencia categorial,
tienen ganas de creerlas. Los más prudentes fingen que no les interesa o, simplemente, lo
ignoran.
Los comentarios han ido en el sentido de que no hay por qué retomar una categoría
sostenida por las escuelas culturalistas, dando por sentado que sería inevitable acarrear sus
lastres colonialistas, así como sus fundamentos idealistas. O que, desde sus orígenes hasta
hoy, sigue siendo utilizada por políticos reaccionarios64. Por supuesto no pretendo en absoluto
desconocer los orígenes históricos clasistas y colonialistas del concepto ni el hecho de que en
él se apoya un buen número de políticos chauvinistas y xenófobos, desde que los
regionalismos y nacionalismos son la ideología más barata y permite la manipulación de las
mayorías más incultas y carentes de reflexividad. Pero, como ha señalado Omar Olivo en su
ponencia presentada esta tarde, sólo se ha buscado una negación política y una negación
científica del concepto de cultura. Los mismos “argumentos” que esgrimió Stalin para
intentar silenciar definitivamente las discusiones acerca del modo de producción asiático
(concepto que habría que suponer que Marx debió sugerir en un delirio idealista y
reaccionario cuando escribió el Prólogo), al clausurar las discusiones sobre el tema celebradas
en Leningrado en 1931: que era una noción “objetivamente inexacta y políticamente nociva”.
Lo cual era cierto, como lo han sido también la mayoría de las formulaciones del concepto de
cultura en la antropología tradicional.
Pero no se ha entendido para nada el significado científico, ideológico y político de
una negación dialéctica del concepto de cultura. Casi para Ripley, no fueron pocos los
comentarios del tenor de que “Intentar dotarlo de un sentido coherente demostrando que se
trata de un conjunto de formas fenoménicas singulares, y por tanto carente de poder
explicativo alguno, es, sin embargo ayudar a crear artificialmente una supuesta entidad
coherente que no existe en la realidad y es dar pié a los idealistas para que precisamente doten
a la idea de un poder explicativo (no olvidemos que para ellos la realidad no existe y que lo
único real son las ideas)”, que muestran que no se entendió absolutamente nada del sentido ni
el contenido de la propuesta criticada.
Creo que, en algunos casos, la negativa y cerrazón de algunos colegas a siquiera
pensar en replantearse el problema de la cultura, obedece no sólo a un evidente
desconocimiento de la dialéctica sino, más bien, a que ya tenían bien montado su numerito
académico-teatral de ataque a la antropología tradicional, descalificando lo que constituía para
aquella una noción central. Y no les ha caido muy bien que un pretendido marxista pudiera

64
No sé cómo catalogarían a Amílcar Cabral, autor de Cultura y liberación nacional.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 134

hacerlos parecer un tanto limitados, intentando avanzar hacia una negación dialéctica del
concepto.
¿Por qué no se hacen las mismas objeciones a Marx, quien retomó términos y
conceptos enraizados en las tradiciones científicas y filosóficas anteriores de claro contenido
idealista y reaccionario?. Es el caso de conceptos tan relevantes y centrales para el marxismo
como el de clase social o el de praxis65. Seguramente, porque tenía razón Lenin en la
referencia arriba citada y -sin ser tan radicales pues, desde entonces, ya pasaron cien años
más- al menos una buena mayoría de los marxistas nunca entendió a Marx, por no haber
estudiado ni entendido la dialéctica.
Creo que las autocríticas son saludables y, a más de treinta años de camino de la
llamada “Arqueología Social”, sería preferible que no hubiera “demasiados” sino mejores
arqueólogos sociales.

Bibliografía citada.

Bate, Luis Felipe


1978 Sociedad, formación económico-social y cultura. Ediciones de Cultura
Popular. México.
1998 El proceso de investigación en arqueología. Editorial Crítica. Barcelona.
---- “Arqueología Social Ameroibérica”. Ponencia presentada en el Congreso
Ecuatoriano de Antropología y Arqueología. Guayaquil, octubre del 2008
(en prensa).
Cabral, Amílcar
1981 Cultura y liberación nacional. Colección Cuicuilco, ENAH. México.
Engels, Federico
1968 Anti-Dühring. La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring.
Editorial Grijalbo. México.
Gándara, Manuel
2008 El análisis teórico en ciencias sociales. Aplicación a una teoría del origen
del estado. Tesis de Doctorado. Escuela Nacional de Antropología e Historia.
México.
Hegel, G. W. F.
1968 Ciencia de la lógica. Eds. Solar Hachette. Buenos Aires.
Lenin, Vladimir Ilich
1963 Cuadernos filosóficos. Ediciones Estudio. Buenos Aires.
Marx, Carlos
s/f “Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía Política” [1859]. En:
Marx y Engels. Obras escogidas: 181-185. Editorial Progreso, Moscú
y Ediciones de Cultura Popular, México.
McGuire, Randall
1992 A marxist archaeology. Academic Press, New York.
2008 Archaeology as political action. University of California Press. Berkeley.
Sánchez Vazquez, Adolfo
1972 Filosofía de la praxis. Juan Grijalbo Editor. México.
Žižek, Slavoj
2006 Visión de paralaje. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.

65
La praxis es, para Hegel, la forma de relación entre Espíritu y Naturaleza.
PERIODIZACIÓN HISTÓRICA
SOCIEDAD CONCRETA
Y PERIODIZACION TRIDIMENSIONAL

Desde hace unos veinte años, buscando alternativas teórico metodológicas para nuestra
disciplina, tuvimos que enfrentarnos al hecho de que, para dar cuenta de los efectos que las
estructuras y procesos sociales imprimen en los elementos materiales que llegan a convertirse
en evidencias arqueológicas, las categorías más generales disponibles en la mayoría de las
teorías de las ciencias sociales eran absolutamente insuficientes e inadecuadas. Esto incluía al
materialismo histórico, posición desde la cual hemos venido trabajando desde entonces.
Se trata de que no es posible definir metodologías de investigación que se basen en el
estudio de materiales arqueológicos, ni validar inferencias realizadas a partir de éstos, si es
que no podemos explicar sus conexiones con los diversos aspectos de la existencia de los
procesos sociohistóricos que investigamos. Las abstracciones conceptuales de las
regularidades generales, imprescindibles para la explicación del desarrollo de las sociedades,
estaban muy lejos de ofrecernos, por sí solas, la fundamentación necesaria de los
procedimientos e inferencias arqueológicas.
Tenemos así un problema nodal que no es exclusivo de la arqueología y que toda
disciplina científica debe resolver: es necesario descubrir, explicar y formalizar teóricamente
las relaciones existentes entre las diversas propiedades empíricamente observables en los
datos que constituyen las fuentes de la investigación de la realidad y las características de los


Publicado en el Boletín de Antropología Americana, nº 32, 1998.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 140

fenómenos o procesos que se busca inferir racionalmente. En el caso de la arqueología, se


trata de las relaciones entre las propiedades o atributos observables en los materiales y
contextos arqueológicos y las actividades y relaciones sociales de diverso orden que
constituyeron alguna vez los procesos históricos estudiados.
En este punto conviene hacer algunas precisiones iniciales:
1. Partimos del principio de prioridad epistémica y lógica de la ontología respecto a la
metodología. Esto es, que para poder formular procedimientos metodológicos que orienten el
descubrimiento de las características y regularidades propias de las sociedades que
investigamos, así como para justificar lógicamente las inferencias realizadas, necesitamos
arrancar de una teoría acerca de la realidad social que resuma y sistematice formalmente lo
que, hasta ese momento, se sabe acerca ella. Desde luego, no tendremos ninguna garantía
definitiva de que la teoría sea verdadera.
2. El problema de la insuficiencia e inadecuación de las teorías sociales disponibles,
para resolver los problemas particulares que de ellas requiere la arqueología, no se resuelve
por la vía de inventar o "construir" teorías sustantivas diferentes. En los niveles generales de
la existencia social, para los cuales predican las teorías, las sociedades que estudia la
arqueología no son esencialmente distintas de aquellas de las que se ocupan otras disciplinas
de la ciencia social.
3. Lo que ocurre es que el registro arqueológico66 (actualmente observable), objeto de
estudio empírico y las sociedades, objeto sustantivo de investigación (racionalmente
inferibles), son entidades diferentes. Presentan características y atributos propios y están
regidas por distintas regularidades particulares de estructuración y cambios. Desde luego, el
registro arqueológico no tiene nada de estático, pero posee una dinámica diferente a la del
pasado histórico del que se ocupa la arqueología como objetivo central.
Lo que se requiere, por lo tanto, es distinguir claramente esos dos niveles diferentes de
existencia de la realidad y desarrollar las teorías particulares que se les correspondan, así
como precisar los vínculos que existen entre ellos.
4. Parte de las propiedades o atributos de los materiales y contextos arqueológicos son
efectos de las características de las sociedades que, originalmente, los generaron. Se trata, por
lo tanto, de vínculos históricos y genéticos. Aquellos, sin embargo, también muestran efectos
de otros factores causales, como son los procesos tafonómicos o postdeposicionales que
intervienen en la historia del registro.
Hechas estas aclaraciones, podemos indicar que el tema que acá nos ocupa se refiere al
problema de cómo la teoría sustantiva -que trata de las características de la existencia de las
sociedades- puede dar cuenta de la generación, en la sociedad viva, de aquellos atributos del
registro arqueológico a través de los cuales inferimos el pasado histórico. E intentamos

66
Usamos la designación de registro arqueológico para referirnos al conjunto de materiales y contextos arqueológicos,
generados como efectos de actividades humanas y que observamos desligados de dichas actividades.
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 141

generar una propuesta consecuente y lógicamente compatible con la posición histórico


materialista que sustentamos.
La empresa asumida por Binford en este sentido nos muestra que el problema no se
solucionará por la vía de la construcción de una "teoría de alcance medio", concepto tomado
directamente de la teoría funcionalista en la versión de Robert Merton. Sobre todo, porque el
procedimiento inductivo seguido a través de la observación de grupos etnográficos nos
muestra claramente los estrechos límites de posibilidad de tal proyecto. En primer lugar, se
apoya en una premisa falsa, desde que ninguno de los pueblos considerados como "nuestros
contemporáneos primitivos" posee una estructura social como aquella que pudieron tener sus
antecesores antes de su incorporación ineludible al sistema capitalista actual. En segundo
lugar, aún si así fuera, quedan tan pocos grupos humanos "primitivos" que una tal teoría así
construida no nos permitiría establecer analogías mas que con un mínimo porcentaje de los
registros arqueológicos existentes.
En mi opinión, no se resuelve nada tratando de elaborar una teoría "de rango medio", ni
teoría de "bajo nivel" sin asumir la ontología general que está detrás de tales conceptos.
Mucho menos se trata de una "teoría arqueológica", propia y exclusiva de esta disciplina. Es
del todo falso que alguna vez se vaya a construir una nueva teoría general a través de
generalizaciones de "segundo o tercer orden", operando por inducción, a partir de una teoría
de bajo nivel que nunca se podrá elaborar.
El tema, desde nuestro punto de vista, debe ser abordado de otra manera. Partimos de
los principios de unidad material del mundo y -su necesario complemento- de concatenación
universal. Según el primero, para nuestro caso, tanto las regularidades mas generales que
rigen a la causalidad y estructura social, como las propiedades o atributos aparentes (por
tanto, observables) de cualquier actividad o producto de la transformación del medio natural
por seres humanos, son constitutivos de un fenómeno único, que es la sociedad en devenir.
Conforman distintos aspectos de la existencia de una misma totalidad real,
independientemente de las distintas concepciones que puedan tener, sobre la misma, distintos
observadores.
De acuerdo al segundo, todos los elementos, aspectos o dimensiones de la existencia de
un fenómeno determinado, guardan necesariamente diversos nexos entre sí. La tarea del
conocimiento y, en particular, la que se plantea el conocimiento científico, es investigar y
descubrir cuáles son esos nexos.
Si los múltiples vínculos y determinaciones entre los diversos componentes y
dimensiones de la realidad, en distintos niveles de integridad o "escalas", constituyen
totalidades elevadamente complejas, el conocimiento más adecuado de las mismas será aquel
que pueda explicar dicha complejidad en movimiento. No es a través de una parsimoniosa
simplicidad reduccionista como el conocimiento puede acercarse a reflejar la
multideterminación compleja de la realidad.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 142

Por ello, de acuerdo a los objetivos cognitivos de una posición dialéctico materialista, se
entiende que necesitamos una teoría de los procesos sociales concebidos como totalidades
concretas. Donde, de acuerdo a Kosik,
...la totalidad no significa todos los hechos. Totalidad significa: realidad como un todo
estructurado y dialéctico, en el cual puede ser comprendido cualquier hecho (clase de hechos,
conjunto de hechos). [1967:55]

Lo cual significaría poder explicar, al menos y por complejas que sean, las relaciones
entre las regularidades generales formalizadas en el materialismo histórico a través de
conceptos como modo de producción o formación social y esa clase de hechos que son las
formas concretas de existencia de los componentes materiales de las actividades humanas y
que, al desligarse de éstas, constituirán los materiales y contextos arqueológicos.
No se trata, entonces, de teorías de distintos rangos o niveles, sino de una misma teoría
que sea capaz de explicar consistentemente la unidad real de los diversos niveles de existencia
de la totalidad social. Para ello, hemos propuesto que la categoría general que permitiría
explicar a la realidad social como una totalidad concreta, sea la de sociedad concreta.

I. Teóricamente, la sociedad concreta se expresa como la unidad orgánica -el sistema


de interrelaciones- entre tres dimensiones de la existencia de la totalidad social a las que se
refieren los conceptos de formación social, modo de vida y cultura67.
La formación social designa y explica las dinámicas interconexiones recíprocas entre la
base material del ser social y las superestructuras. El concepto de ser social integra las esferas
del modo de producción y el modo de reproducción. El primero incluye a los procesos de
producción, distribución, cambio y consumo. La contradicción principal de todo el sistema
social se establece entre la calidad fundamental del sistema de relaciones sociales de
producción y la magnitud determinada del desarrollo de las fuerzas productivas. El modo de
reproducción alude a las actividades de reproducción de la población y mantenimiento de la
vida, las cuales están mediadas por relaciones sociales. Las superestructuras conforman el
sistema de reflejos subjetivos y actividades orientadas a la reproducción y cambio de la
totalidad social. Incluyen a la sicología social y la institucionalidad.
Bajo una concepción materialista, se afirma la primacía causal y estructural de la base
material del ser social respecto a las superestructuras, aún cuando las distintas instancias de la
vida social guardan entre sí relaciones de acción recíproca.
El concepto de modo de vida se refiere a diversas vías particulares del desarrollo de las
formaciones sociales. Expresa las mediaciones objetivas entre la dimensión general de la
formación social y la singularidad aparente de la cultura. Constituye la serie de "eslabones

67
No desarrollaré acá estos conceptos, limitándome a apuntar a qué se refieren, dado que nuestra conceptualización difiere
de la de otras corrientes del materialismo histórico. Para una explicación algo mas amplia, ver Bate, 1989 y 1996. Sobre el
concepto de cultura, nuestro trabajo de 1978 y, en este mismo volumen, la ponencia que presentamos en el Curso de
Arqueología Social Ibero-Americana el año pasado.
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 143

intermedios" entre las regularidades fundamentales conceptualizadas como formación social y


sus manifestaciones fenoménicas concretas en la cultura.
Las particularidades del modo de vida obedecen tanto a especificidades de la
organización técnica y social condicionadas por las características del ámbito de vida en que
el grupo humano se desenvuelve, así como de la organización y dinámica social que
responden a los contactos entre diversos grupos o sociedades.
Tales particularidades histórico-estructurales explican los ritmos y viabilidad de
cambios del grupo social, así como las fases cualitativamente distinguibles como momentos
del desarrollo de una formación social.
El concepto de cultura refleja un aspecto de la existencia de la sociedad inseparable de
las regularidades que expresan, en distintos niveles de generalidad y esencialidad, las
categorías de formación social y modo de vida.
Se refiere al multifacético conjunto singular de formas fenoménicas que presenta la
existencia de una sociedad, como manifestación de las soluciones concretas a sus necesidades
generales de desarrollo histórico. Recíprocamente, la categoría de formación social alude al
sistema general de contenidos esenciales a que corresponden las formas culturales.
En la cultura de una sociedad se manifiestan tanto la unidad de la totalidad social, como
la diversidad de los grupos sociales que la constituyen. Consideramos como subcultura al
conjunto de manifestaciones culturales de un grupo social que forma parte de una sociedad.
Los criterios principales, pero no únicos ni excluyentes, de distinción de los grupos sociales
que aparecen como subculturas son: a) la posición en el sistema de relaciones sociales de
producción, b) la posición en la división social del trabajo, c) su origen histórico y geográfico
particular, d) la pertenencia al género.
El orden objetivo de las formas culturales que, por su naturaleza fenoménica, se
presenta a la observación empírica como una multiplicidad aparentemente caótica de
manifestaciones sensibles, es el orden propio de los contenidos de la formación social a que
las formas culturales corresponden. El orden de los contenidos sociales de la cultura es un
orden dinámico, cuyos cambios generales de calidad se corresponden con el desarrollo de las
fuerzas productivas.
Una calidad general de la cultura, en la esfera de lo fenoménico aparente, es su
singularidad. La cual solo puede ser explicada en el contexto de la multideterminación causal
de la totalidad social. Comprendiendo la unidad dialéctica de lo necesario y lo contingente,
como niveles de acción causal recíprocamente relativos, puede decirse que la singularidad
cultural es efecto de la concatenación de la contingencia y las regularidades necesarias del
desarrollo social. Entre los factores generales de contingencia que determinan singularidades
culturales, hay que considerar las coyunturas sociohistóricas internas o externas que enfrenta
una sociedad y las propiedades concretas del medio geográfico en que la sociedad se
desarrolla.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 144

Existe necesariamente una correspondencia entre la calidad singular de las formas


culturales y los contenidos fundamentales de la formación social. No obstante, dicha
correspondencia no es mecánica y los cambios en el nivel de regularidades de la formación
social no suponen necesariamente una sincronía de cambios en la totalidad de la esfera
fenoménica de la cultura o viceversa.
Puede decirse que la calidad singular de la cultura se corresponde, en última instancia,
con la magnitud del grado de desarrollo de las fuerzas productivas, ya que ésta implica la
diversificación y aumento cuantitativo de los productos materiales y de las actividades
sociales, de cuya combinatoria de formas fenoménicas resulta la irreductible singularidad
cultural.
Este condicionamiento "en última instancia" del conjunto singular de formas culturales
por el sistema de contenidos de la formación socieconómica, se establece a través de una
compleja red de relaciones contradictorias que median la unidad real de ambos aspectos del
proceso social concreto.

II. Periodización tridimensional. La categoría de sociedad concreta pretende


conceptualizar, desde la teoría, la multiplicidad de variables que inciden en la
multideterminación de la singularidad de los procesos históricos, superando el nivel de
esquematización excesiva que implica reducir toda explicación a las regularidades o leyes
más generales, por objetivas que sean. Consecuentemente con ello, proponemos que la
periodización histórica debe comprender del mismo modo, las tres dimensiones de la
existencia social integradas en el concepto de sociedad concreta. Ello permite, a su vez,
superar el reduccionismo abstracto que conllevan las concepciones evolucionistas unilineales.
Tales concepciones simplificadoras han sido características del marxismo vulgar propio
de su conversión en ideologías estatales, las que han perdido posibilidad de sustentación junto
con los aparatos estatales que les dieron origen. No se trata, sin embargo, de que no sea del
todo necesario abstraer y distinguir analíticamente las regularidades explicativas del mayor
nivel de generalidad. La cuestión está en que eso es sólo una parte de la explicación de la
complejidad de las realidades concretas, la cual constituye el objetivo cognitivo central y
explícito de una concepción dialéctica de los procesos sociohistóricos. Y el carácter
"especulativo abstracto" que se ha criticado merecidamente a tales posturas reduccionistas
incide, por lo general, en un alejamiento del conocimiento de las características de las
historias reales que conduce frecuentemente a su inadecuación explicativa.
La periodización histórica, que ha constituido una de las preocupaciones principales de
la arqueología, supone la explicitación de las variables que permitan definir unidades
clasificatorias de calidades distinguibles de los procesos sociales, referidos a los cambios
manifiestos en la dimensión histórica de los mismos.
Un requisito básico de cualquier clasificación es que los criterios de ordenación deben
ser homogéneos; requisito que, sorprendentemente, muy pocas periodizaciones formuladas
desde el materialismo histórico han cumplido. Un ejemplo de ello es la heterogeneidad de
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 145

acepciones del concepto mismo de modo de producción implicadas en la discusión sobre el


"modo de producción asiático". Para cumplir con tal requisito, es necesario que las variables
explicitadas tengan un carácter general, es decir, que reflejen propiedades comunes a
cualquier momento del desarrollo social. Sólo de ese modo es posible establecer
comparaciones e identificar los atributos distintivos de las diferentes unidades resultantes de
la clasificación de los procesos históricos.
Es fundamental tener claro que la función de la periodización es principalmente
heurística. Esto es, nos permite orientar las investigaciones histórico concretas hacia el
descubrimiento de las características de las sociedades estudiadas. La explicación de los
procesos históricos no se deduce de la teoría, ni es una explicación el procedimiento de
etiquetar y meter los procesos reales en los casilleros de la clasificación.
El planteamiento de una periodización tridimensional se refiere a que, en tanto están
formalizadas teóricamente las interrelaciones entre las diversas dimensiones de la realidad que
incluye la categoría de sociedad concreta, es posible desarrollar una periodización que integre,
al menos, tres niveles o dimensiones de calidades y cambios de los procesos sociales. Esto es,
se pueden distinguir y relacionar las calidades fundamentales de la dimensión de la formación
social, de las particulares vías de desarrollo de los modos de vida y de las singularidades
características de la cultura. Se apreciará, por lo demás que se trata de ritmos de cambio
distintos, que no se corresponden de manera mecánica.
Por otra parte, se tratará de una periodización que no se limita a la identificación
descriptiva, como puede ocurrir para la ordenación de la dimensión cultural, sino que define
unidades que, en los niveles del modo de vida y la formación social, están formalizadas
necesariamente en términos explicativos.
Una periodización que articule las mencionadas dimensiones de la existencia de los
procesos históricos, debe cumplir un par de requisitos:
a) Dado que el concepto del modo de vida se refiere a las particularidades del desarrollo
de las formaciones sociales, y la categoría de lo particular expresa distintos niveles de
transición entre lo general (en este caso, de la formación social) y lo singular (de la cultura),
es necesario explicitar las variables que definen el nivel de particularidad determinado a
través del cual se realizan las distinciones analíticas. En el nivel más general, puede referirse,
por ejemplo, a particularidades de la forma de la propiedad que distingue a las relaciones
sociales de producción y, en el nivel más cercano a la singularidad cultural, a las
características de los modos de trabajo.

b) Cuando se distinguen unidades analíticas referidas a la dimensión cultural, como es


lo más común en la definición de las "fases" arqueológicas, cada unidad clasificatoria,
definida para un rango temporal determinado, debe incluir los elementos culturales
correspondientes a la totalidad de la sociedad. Al menos, claro está, todos los elementos
disponibles, pues de otro modo se carecerá de homogeneidad. Y como ocurre con frecuencia
cuando se periodiza de acuerdo a criterios dispares (tipologías cerámicas, modos de
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 146

enterramiento o sistemas constructivos), tendremos unidades incomparables, además de


incompletas.

III. Por lo que se refiere a la periodización en la dimensión de las calidades distintivas


de las formaciones sociales, el problema principal no ha sido sólo el de la práctica de
etiquetar y encasillar los procesos históricos en esquemas generales. Finalmente, es una
cuestión que se resolvería ampliando las investigaciones históricas hacia la explicación de los
procesos sociales en su historia concreta, de la cual las características de su formación
socioeconómica son una dimensión constitutiva.
En nuestra opinión, los problemas principales en este sentido, desde los enfoques
histórico materialistas, que es lo que nos interesa, han sido:
a) La falta de homogeneidad, imprecisión y ambigüedades notables en la formulación de
las periodizaciones propuestas para las sociedades precapitalistas. Lo cual implica falta de
consistencia lógica.
b) Falta de una formalización teórica explícita de los nexos entre las características
fundamentales de las formaciones sociales y la complejidad de sus distintos niveles de
existencia como totalidades concretas.
Hemos intentado buscar solución a este segundo punto, por la vía de formalizar
teóricamente la categoría de sociedad concreta. En cuanto al primero, hemos intentado dar
una homogeneidad básica a la periodización en la dimensión de las formaciones sociales con
las cuales hemos tenido que tratar en las investigaciones sobre las sociedades precapitalistas
de Latinoamérica, que han constituido nuestra materia de estudio.
En este sentido, dado que esta exposición no intenta ser una contribución original,
incluyo a continuación una síntesis de las propuestas que hemos elaborado con los colegas
latinoamericanos adscritos a la posición materialista histórica conocida como "arqueología
social". Esta está tomada de la redacción que hice para una trabajo aún inédito 68. Por razones
de espacio, no exponemos acá algunas de las propuestas de periodización regional que hemos
realizado bajo los conceptos de modo de vida y cultura.

La comunidad primitiva de cazadores recolectores pre-tribales.


En tanto comunidad primitiva, esta sociedad69 se caracteriza por la falta de producción
sistemática de excedentes y la ausencia de clases sociales. Lo distintivo de la misma, en
cuanto a los contenidos de la propiedad, es que ésta se establece sobre la fuerza de trabajo y

68
Se trata del trabajo de tesis para el Depto. de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, realizado bajo la
dirección de los Dres. Oswaldo Arteaga y Francisco Nocete, bajo el título de Una posición teórica en arqueología.
69
Para una caracterización algo mas amplia del modo de producción de estas sociedades ver Bate [1983, tomo 2, III parte] y
Bate [1986]. Aunque diferimos en algunos puntos con el autor, sugerimos también los excelentes trabajos de Testart [1982,
1985 y 1986].
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 147

los instrumentos de producción. No se ha establecido la propiedad real sobre los objetos


naturales de producción. Puede decirse que la apropiación de los medios naturales de
producción es resultado del trabajo y no una condición necesaria para la producción. La forma
de la propiedad que cualifica a las relaciones fundamentales de producción es colectiva, con
diversas formas de posesión particular e individual. Los medios naturales de producción son
también objeto de formas particulares de posesión consensual.
La unidad del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de
producción se manifiesta particularmente, en esta formación social, como contradicción entre
la precariedad estructural de la economía y las relaciones de reciprocidad que resuelven los
riesgos permanentes que aquella implica, tendiendo a estabilizar conservadoramente el
desarrollo social.
La precariedad de las fuerzas productivas obedece a diversos factores:
- El proceso productivo genera tres clases de bienes: alimentos, instrumentos y bienes
de consumo no alimenticio, como vestimentas, viviendas, adornos y otros. La actividad vital,
de la que depende rigurosamente la sobrevivencia, es la procuración de alimentos y es en
torno a ella que se estructuran las relaciones sociales fundamentales. Los alimentos se
obtienen por apropiación, a través de captura (caza o pesca) y recolección. Esto significa que,
la sociedad no invierte fuerza de trabajo en el control directo de la reproducción biológica de
las especies animales o vegetales, que son la base alimenticia. Por ello, el margen de
contingencias climáticas y ecológicas escapa al control social, pudiendo afectar a la
productividad mucho mas que en las sociedades que producen sus alimentos.
- Con el fin de evitar descensos catastróficos o extinción de determinadas especies, estas
sociedades aprenden a no sobreexplotar el medioambiente, creando mecanismos sociales que
limitan la apropiación a resolver las necesidades de subsistencia, evitando el abuso de los
recursos.
- El sistema de vida es nómada, en el sentido de que la población se desplaza en el
territorio para optimizar la obtención de recursos, de acuerdo a los ciclos de vida de las
especies alimenticias principales.
- Tanto por razones de mobilidad, como por prescripciones sociales70, se tiende a
suprimir o a limitar estrictamente el almacenaje y conservación de alimentos.
- Los ciclos de producción-consumo de alimentos son breves y necesariamente
continuos. El alimento obtenido se consume mas o menos de inmediato, lo que obliga a
nuevos procesos de trabajo que no pueden ser aplazados por lapsos mayores que la necesidad
de nuevo consumo.
La economía es precaria en el sentido de que siempre pueden ocurrir contingencias que
incidan en la falta de disponibilidad de recursos cuando se les requiere o en la interrupción de
los ciclos de producción-consumo.

70
Al evitarse el almacenaje, se mantiene la precariedad que hace necesarias a las relaciones sociales que la resuelven. Es, de
hecho, un mecanismo de refuerzo de las relaciones sociales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 148

Hay que hacer notar que las comunidades pre-tribales se organizan en unidades
domésticas, las cuales se agrupan en "bandas mínimas" u "hordas"71. Las unidades domésticas
constituyen las unidades básicas de producción y consumo y están integradas por las diversas
posiciones de la división del trabajo, según sexo y edad. Tienden a coincidir con las unidades
de reproducción biológica.
Ahora bien, para resolver el riesgo de carencias, se establecen relaciones de
reciprocidad entre los miembros de las unidades domésticas, entre unidades domésticas, entre
las bandas mínimas y entre las diferentes formas de organización mayor que pueden darse
estas comunidades72. La reciprocidad es, a la vez, un derecho y una obligación. Derecho a ser
asistido, a recibir, en situación de carencia. El cual se adquiere junto con el compromiso de
asistir, de dar, a quienes estén sometidos a privación. Los actos de dar y recibir se extienden
también a toda clases de bienes, servicios o favores. Los intercambios de regalos, aún sin que
alguien se encuentre necesitado, son formas sociales de refuerzo de los compromisos de
reciprocidad. La reciprocidad se realiza, generalmente, como un sistema de intercambios
inmediatos y diferidos, en diferentes plazos.
La reciprocidad es la expresión aparente, en las esferas de la distribución y el cambio,
de las relaciones colectivas de propiedad. Es que el derecho y la obligación de recibir o dar no
es un compromiso individual, lo cual no resolvería los problemas eventuales de la
precariedad. El riego de carencias vitales es previsible en general. Pero no se puede prever
quiénes estarán sometidos a privación en qué momento o quiénes, en ese momento, estarán en
posición de resolver esas carencias. La reciprocidad es así un compromiso colectivo, es decir
con cualquier otro miembro de la comunidad.
Lo cual significa que cada uno tiene el derecho a disponer sobre el uso de los
instrumentos y la fuerza de trabajo de los demás, para obtener lo que necesita con el fin de
satisfacer carencias. Y, recíprocamente, está obligado a poner a disposición de cualquier otro
que lo requiera, la fuerza de trabajo y los instrumentos que posee. De allí que, aunque la
posesión de los elementos del proceso productivo sea individual o particular, la capacidad de
disponer de ellos, es decir, la propiedad sobre los mismos, constituye una relación social
comunal, colectiva.
Por ello, y por el hecho de que la producción -que solo cubre las necesidades
subsistenciales- no genera sistemáticamente excedentes transferibles de unos grupos sociales
a otros, es que en estas sociedades no existen clases sociales.
En cuanto a las superestructuras, hay poca diferenciación histórica entre las instancias
institucionales y de la conciencia o reflejo social. Por una parte, la precariedad económica es
un factor suficientemente compulsivo como para asegurar cierta efectividad de los
mecanismos sociales de coerción; por otra parte, la economía es suficientemente simple como
para funcionar sin necesidad de un organismo especial de administración. Es decir que, en

71
Una banda mínima [v.g. Service, 1973] u horda [Meillassoux, 1977] se forma por la agrupación de cuatro a seis unidades
domésticas, totalizando unas veinticinco a treinta gentes, en promedio.
72
Como, por ejemplo, las divisiones comunales en mitades, secciones y subsecciones.
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 149

general, la reproducción del sistema social se da normalmente a través de la incidencia, en la


conducta cotidiana, de una concepción de la realidad altamente normativa de las relaciones
sociales. Por lo demás, cada unidad doméstica o cada banda mínima se ocupa de que sus
miembros observen un comportamiento socialmente aceptado, para no correr el riesgo de ser
excluídos de los circuitos de reciprocidad.
Las concepciones de la realidad, estructuradas en torno a la reciprocidad y reforzadas en
la conducta cotidiana o a través de rituales, se proyectan analógicamente también hacia la
naturaleza. Así como no se puede abusar de los congéneres, tomando mas de lo necesario,
cuando es necesario, tampoco se puede abusar de la naturaleza, que podría privar a los seres
humanos de sus dones.

La revolución tribal.
Este modo de producción llega a su fase de transición revolucionaria cuando el tipo de
relaciones de reciprocidad y la organización social no permiten resolver desigualdades críticas
entre las necesidades de mantención y reproducción de la población y la disponibilidad de
recursos accesibles a través de la tecnología apropiadora de alimentos bajo un sistema
nomádico.
La revolución tribal surge generalmente en el seno de sociedades que resuelven la crisis
del modo de producción cazador recolector por la vía del desarrollo de una economía de
producción de alimentos (mediante técnicas de domesticación de plantas o animales) o con
sistemas de preservación y almacenaje, para lo cual se requiere un nuevo tipo de organización
social.
La revolución tribal como un proceso en cadena que afecta a diversas comunidades en
relación de vecindad es, por lo general, impulsado inicialmente por comunidades productoras
de alimentos. No obstante, la tecnología de producción de alimentos no será una condición
necesaria a la existencia de una sociedad tribal.

La comunidad primitiva tribal


El modo de producción de la comunidad tribal73 se caracteriza porque, si bien se mantienen
las formas colectivas de la propiedad, ésta se constituye también en propiedad efectiva sobre
los medios naturales de producción, tales como la tierra, el ganado, los cotos de caza o las
áreas de pesca o recolección.
Cuando se desarrolla la producción de alimentos, la sociedad invierte fuerza de trabajo
en los objetos naturales de producción, interviniendo en el control de la reproducción
biológica de las especies alimenticias. Pero, para poder estabilizar una economía sobre esas
bases, se requiere asegurar la propiedad real sobre tales objetos de trabajo, con el fin de
impedir su apropiación por otros pueblos. En esta sociedad, la apropiación de la naturaleza no
es solo un resultado de la producción, sino una condición para la misma.

73
Para una ampliación de este concepto, véase Vargas [1987] y Sarmiento [1986 y 1992].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 150

Una de las formas de garantizar la propiedad comunal sobre todos los elementos del
proceso productivo, como condición para la producción, es el crecimiento demográfico,
posibilitado por la elevación de la productividad media del trabajo. Sin embargo, para que
este mayor número de población adquiera cualitativamente la capacidad efectiva de defender
la propiedad comunal, se requiere de una nueva forma de organización social que
comprometa recíprocamente a los miembros de toda una comunidad, en un sistema de
relaciones de mayor escala. Esta es, en sentido estricto, la organización tribal.
La organización tribal se estructura sobre un modelo analógico de las relaciones de
parentesco que, en parte, regula la distribución de la fuerza de trabajo a través de la filiación
real. Pero, en realidad, es una organización multifuncional.
En principio, el "parentesco" clasificatorio sobre el cual se organiza la estructura tribal
es, de hecho, la forma particular que, en estas sociedades, adquieren las relaciones
fundamentales de producción.
En la práctica del ser social, la unidad doméstica es, a la vez, la unidad básica de
producción y consumo, así como de reproducción de la población. Por ello es fácil, en el nivel
de la conciencia social, proyectar por analogía las relaciones de reciprocidad solidaria que
comprometen a los parientes consanguíneos hacia las relaciones sociales de producción. Con
ello se logra, en la conducta de la vida cotidiana, la reproducción del compromiso necesario
de reciprocidad a gran escala, entre miembros de una comunidad que difícilmente guardan ya
relaciones reales de filiación y, tal vez, ni siquiera se conocen entre si. La mitificación de las
relaciones sociales de producción bajo formas de parentesco es una eficaz forma
superestructural de reproducción del ser social de la comunidad tribal.
Por otra parte, la estructura tribal funcionando en sus instancias de representación y en
distintos niveles, según la magnitud o naturaleza de los problemas a resolver, cumple algunas
actividades institucionales que se han hecho necesarias. Por lo pronto, organiza la defensa
bélica de la propiedad comunal -cuando es requerida- y se encarga de las relaciones
diplomáticas o de intercambio con otras comunidades; pero, además, administra el
funcionamiento de una economía algo mas compleja y de mayores proporciones que la de una
sociedad cazadora recolectora (rotación de tierras, distribución de agua, intercambio, etc) y se
ocupa de zanjar eventuales problemas internos, de la administración de justicia y demás
asuntos similares.
La comunidad tribal tiene algunas fases que se corresponden, en general, con el
desarrollo de las fuerzas productivas y, en lo particular, con las características de diferentes
modos de vida. Como ya notamos, la revolución tribal como proceso en cadena es
generalmente iniciada por sociedades productoras de alimentos, cuyo crecimiento económico
y demográfico se apoya inicialmente en la ampliación del uso de las técnicas de producción
agropecuarias hacia nuevos ámbitos geográficos, con el consiguiente establecimiento de la
propiedad comunal sobre los medios naturales de producción de su interés; lo cual ocurre
generalmente a expensas de los medios naturales explotados por comunidades vecinas de
cazadores recolectores. La migración de estos pueblos -que es una opción- tiene un límite,
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 151

porque éstos, a su vez, tendrán que presionar sobre otras comunidades similares y habrá
necesariamente un punto en que la disponibilidad de recursos de apropiación, para
comunidades demográficamente comprimidas, hará entrar en crisis a su economía cazadora
recolectora. Entonces, cuando no ocurre antes, a estas comunidades presionadas no les
quedará otra alternativa que elevar su productividad74, crecer demográficamente y generar una
estructura social que les permita asentar la propiedad efectiva sobre sus medios naturales de
producción, limitando la ampliación territorial de aquellas sociedades expansionistas. Es
decir, se habrán convertido en formaciones socioeconómicas tribales. Con lo cual se genera el
proceso "en cadena" que transforma a diversas sociedades cazadoras recolectoras en tribales,
proceso que conocemos como "revolución neolítica". Cuando la extensión territorial de las
formaciones tribales se ve así limitada, sigue siendo necesario su crecimiento económico para
asegurar la mantención de un cierto equilibrio intercomunal de fuerzas. Se da entonces una
intensificación del desarrollo de las fuerzas productivas75. Se experimenta la domesticación de
una amplia variedad de plantas o animales; se desarrollan de manera importante las artesanías,
ensayándose la transformación de los mas diversos recursos naturales disponibles en objetos
de trabajo con valor de uso, lo que lleva a una división social del trabajo entre productores
directos de alimentos y artesanos. Muchos de estos productos son potencialmente
intercambiables con otras comunidades, con el fin de obtener aquellos que requieren materias
primas a las que ya no se tiene libre acceso.
En términos muy generales, hay una fase inicial que llamamos comunidad tribal no
jerarquizada y una fase desarrollada o terminal -que requiere de una estructura efectiva de
toma de decisiones, así como de la organización de la fuerza de trabajo y la circulación de
productos- que es la comunidad tribal jerarquizada o cacical.

La revolución clasista.
En la fase cacical se agudizan las contradicciones de la sociedad tribal. Internamente, se hace
cada vez mas difícil compatibilizar la coparticipación en las decisiones sobre disposición de
los elementos del proceso productivo y la distribución igualitaria en que se objetiva la
propiedad colectiva, con una estructura social jerarquizada que mantiene a un grupo de
trabajadores especializados (controlando la circulación de sus productos o el uso de su
trabajo) y que decide sobre el uso de la fuerza de trabajo de la comunidad. Externamente, el
equilibrio de fuerzas en las relaciones intercomunales -que se mantiene gracias a sistemas de
intercambios equilibrados y al potencial defensivo de cada comunidad- tiene un límite que
terminará por ceder a las presiones de unas sobre otras por la obtención de recursos
desigualmente distribuídos en la geografía y de acceso limitado por las propiedades

74
Lo cual, por lo general, se hará adoptando también técnicas de producción de alimentos. Pero hay casos en que se
racionaliza la explotación de un medio altamente productivo con técnicas de apropiación, conformándose sociedades
propiamente tribales, con una tecnología básica de cazadores recolectores, con sistemas de preservación y almacenaje cuando
la abundancia de recursos es estacional. Cuando la disponibilidad suficiente es permanente, no se requerirá de sistemas de
almacenamiento Como se advertirá, modo de producción y "tecnoeconomía" no son sinónimos.
75
Ver los conceptos de crecimiento por extensión y crecimiento en profundidad en Montané [1980].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 152

comunales. El desarrollo de las desigualdades internas y externas conducirá a la crisis de la


comunidad primitiva y al proceso de conformación de clases sociales y estado.

La sociedad clasista inicial 76.


El factor de desarrollo de las fuerzas productivas que agudiza las contradicciones internas de
la formación tribal cacical, generando la necesidad de un nuevo sistema de relaciones sociales
de producción, es el surgimiento del conocimiento especializado, con el que se establece una
nueva división social del trabajo, entre el trabajo manual de los productores directos y el
trabajo intelectual77. El campo del conocimiento especializado, cuyo uso se convierte en
factor de desarrollo del la productividad del trabajo, puede ser cualquier clase de fenómenos
naturales o sociales que resulten estratégicos para la sociedad: medición del tiempo y
predicción de eventos climáticos claves para la agricultura, procesamiento de metales,
construcción de sistemas de irrigación, manejo de los procesos de intercambios
extracomunales, organización militar, etc.
Para la mantención de estos especialistas, cuya actividad se hace necesaria y es
monopolizada por la organización central de la sociedad, se requiere que los productores
directos transfieran parte de su producción. Esto se asegura a través del sistema jerarquizado
de toma de decisiones y uso de la fuerza de trabajo que, en principio, está posibilitado por la
estructura cacical. Con lo cual la transferencia permanente de plustrabajo o plusproducto se
convierte en un sistema social de enajenación de excedentes, es decir, de explotación clasista.
En el intento de caracterizar el modo de producción de estas formaciones sociales, ha
sido necesario discutir el concepto de "modo de producción asiático", debido al supuesto
generalizado de que se trataría de la propuesta de Marx para explicar las primeras
formaciones clasistas, a lo cual él mismo dió pié en el famoso Prólogo...78. Sin embargo, lo
hemos descartado por ser su formulación teóricamente inadecuada79 e históricamente
restringida. Pensamos mas bien que se refiere a las particularidades de una de las líneas o vías
de desarrollo -un modo de vida- de las primeras sociedades clasistas.
Dado que se trata de una formación social clasista, su modo de producción se cualifica a
través de la relación entre las clases fundamentales, aunque éste llega a ser un sistema
complejo, integrado también por diversos tipos de relaciones sociales de producción
secundarios.
Proponemos que las clases fundamentales son:
a. La clase explotadora, económicamente dominante, propietaria principalmente de
la fuerza de trabajo del campesinado agroartesanal y de una parte limitada pero estratégica de
los instrumentos de producción: el conocimiento especializado.

76
Este tema puede complementarse con Bate [1984] y Lumbreras [1986 y 1995].
77
Véase el citado trabajo de Lumbreras [1986].
78
Marx, Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política [1859]. En: Marx y Engels s/f: 183.
79
Véanse, al respecto, los comentarios de Gándara [1986] y Bate [1984].
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 153

En la división social del trabajo, sus miembros están retirados del trabajo manual
directo y desarrollan diversas actividades intelectuales: manejo político e ideológico de la
sociedad, administración, estrategia militar, estudios sistemáticos de fenómenos naturales
ligados a la producción, ingeniería de sistemas constructivos varios, procedimientos
terapéuticos, etc.
Se apropian del excedente productivo enajenado bajo la forma de tributos en trabajo
vivo o pasado80.
b. La clase explotada, económica y políticamente subordinada, propietaria de los
objetos de trabajo, siendo la tierra el principal, y de los instrumentos de producción directa.
Sus integrantes están organizados en comunidades de producción agraria (o pecuaria) y
artesanal y, en tanto miembros de una comunidad, son copropietarios de los medios de
producción de que ésta dispone.
En cuanto a la forma de la propiedad, pensamos que, al menos en las primeras fases del
desarrollo de estas formaciones, predominó la propiedad particular 81. Es decir, las clases
fundamentales estaban integradas por copropietarios, en tanto miembros de la clase, de
determinados tipos de elementos del proceso productivo. Los elementos del proceso
productivo -o contenidos de la propiedad-, cuya capacidad real de disposición se detentaba de
tal forma, eran los que distinguían a una clase de otra. En algunas sociedades, la lucha de
intereses en el seno mismo de las clases -especialmente de las clases explotadoras-, llevó a
una mas acelerada transformación de la propiedad particular en privada, cual es el caso de
esclavismo clásico grecoromano. En otras sociedades, en cambio, parece ser que el
predominio de la forma particular de la propiedad de las clases fundamentales se mantiene
aún hasta la época feudal, cuando el contenido principal de la propiedad de la clase dominante
pasa a ser el objeto de trabajo básico, es decir, la tierra.
De cualquier manera, el modo de producción clasista inicial llegó a integrar una gran
diversidad de tipos de relaciones de producción secundarias, caracterizadas por distintas
formas y contenidos de la propiedad y la posesión de los elementos del proceso productivo.
Para mencionar solo algunos ejemplos mas o menos comunes, observaremos que hubo
sociedades en que la propiedad de determinados recursos naturales -objetos de trabajo-, como
los metales preciosos o ciertas presas de caza selectas, fué monopolizada por la clase
dominante. Su explotación, sin embargo, suponía disponer de la fuerza de trabajo tributada
por las comunidades. Hubo también formas similares a la esclavitud clásica, en cuanto a la
existencia de trabajadores enajenados de toda propiedad, que solo poseían su fuerza de
trabajo, la cual era generalmente destinada a la realización de obras públicas y sujeta a la
copropiedad particular de la clase dominante; aunque también pudo estar destinada al servicio
personal de los miembros de esta clase. Existieron igualmente formas de servidumbre, en que
los productores agrarios pagaban renta en productos o en servicios y podían retener parte de
su producción en tierras de propiedad particular o privada de la clase dominante. En fin, se

80
En algunos casos, el tributo de trabajo pasado llegó a darse bajo la forma dinero.
81
Sobre el concepto de propiedad particular, ver Bate, 1984: 59 a 62.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 154

podría hacer un largo inventario de tipos de relaciones de producción secundarias. Sin


embargo, la calidad del modo de producción está dada por las relaciones fundamentales que
rigen a los procesos económicos como una totalidad.
Como en toda sociedad clasista precapitalista, la coerción que permitía la enajenación
del excedente productivo se dió a través de mecanismos extraeconómicos. La clase dominante
generó formas de coerción ideológica y militar y, sobre todo, mecanismos políticos de
dominación de los conflictos potenciales y reales que implica la oposición desigual de
intereses de clase.
Para tal efecto, las clases dominantes debieron desarrollar instituciones especializadas
en las actividades coercitivas, en particular manteniendo cuerpos militares y policiales
permanentes e imponiendo y reproduciendo concepciones ideológicas justificadoras de la
existencia de las clases y la explotación económica. Necesitaron, asimismo, controlar y
regular la nueva red de relaciones políticas entre clases heterogéneamente organizadas bajo
diversos tipos de relaciones sociales82 y administrar un no menos complejo sistema
económico, desde las tecnologías de producción a las formas de distribución -especialmente la
recolección del tributo-, la regulación de los intercambios y del consumo.
La conformación y establecimiento de este sistema institucional, que es condición y
consecuencia del desarrollo de las sociedades clasistas, es el proceso de formación del estado.
Es el estado la superestructura institucional que sirve a las clases económicamente dominantes
que lo controlan políticamente, mediando las relaciones políticas entre las clases.
En cuanto a la conciencia social, se conforma la ideología de las clases dominantes, las
cuales necesitan justificar un nuevo tipo de relaciones sociales que rompen objetivamente con
la igualdad distributiva de las comunidades, violando las concepciones igualitarias y de
reciprocidad que se les corresponden y están profundamente arraigadas entre los productores
campesinos. Las ideologías dominantes falsifican la realidad, no tanto por el hecho de que la
reflejan y la norman valorativamente a través de representaciones míticas o fantásticas, sino
porque, en su contenido, justifican lo injusto.
Sobre la base de las cosmovisiones de formas míticas de la mayoría de los productores
de origen comunal, se desarrolla la religión. En ella se proyectan analógicamente las nuevas
relaciones sociales. La religión se distingue del mito comunal en que las relaciones entre el
portador del mito religioso y las "divinidades" no son ya de reciprocidad, sino de
subordinación. Por lo general, además, los reproductores institucionales del mito religioso -al
menos en las altas jerarquías- ya no representan a los intereses de los hombres frente a los
dioses, sino a los dioses frente los hombres. Y es común, en las religiones primitivas, que los
mismos representantes de las clases dominantes sean divinizados. Bastante heterogéneas
debieron ser las formas cómo las religiones oficiales se impusieron y articularon a las
cosmovisiones comunales o locales, implicando procesos de yuxtaposición, sincretismos,
resistencias, desplazamientos o cambios que pudieron reflejar hasta las situaciones políticas
coyunturales.

82
Al respecto vease, por ejemplo, el trabajo de Thomas Patterson [1987].
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 155

Hay que decir que, si bien no se puede desarrollar un sistema de explotación clasista sin
un aparato estatal con capacidad represiva y coercitiva, tampoco es posible ejercer el poder
político exclusivamente a través de la represión militar y policial o la manipulación
ideológica. Particularmente en las primeras fases del desarrollo clasista, con un nivel de
excedentes todavía no muy importante como para sostener un aparato estatal suficientemente
fuerte, creemos que la principal forma de cooptación de las comunidades debió ser el
consenso político. Mas aún, pensamos que difícilmente se pudo desarrollar un estado
incipiente mediante el ejercicio despótico del poder. El estado, por lo tanto, debió aparecer
como retribuyendo los tributos a través de servicios que beneficiaran objetivamente a las
comunidades productoras. Entre tales servicios puede mencionarse el desarrollo de
tecnologías mas eficaces en la producción, la organización de trabajos a gran escala para crear
obras de infraestructura, predicción de eventos naturales y climáticos incidentes en la
producción agraria, mantención de reservas alimenticias para sustentar a comunidades
sometidas a carencias por déficits productivos, regulación de los procesos de intercambios
intracomunales y extracomunales, imposición y garantía de la paz entre comunidades que, de
otro modo, vivirían en conflicto potencial por la disponibilidad diferencial de recursos
naturales, etc.
Otra característica de estas sociedades es que, una vez conformada la estructura clasista,
las clases dominantes se vieron en la necesidad permanente de extenderse, subordinando a
nuevas comunidades o casas estatales, con el fin de concentrar un mayor volumen de tributos,
no solo para aumentar sus privilegios de consumo, sino para asegurar su existencia
fortaleciendo el aparato estatal.
Esto condujo a situaciones críticas desde que, mientras mas se alejaban las fronteras de
los centros de dominación, era mas costoso mantener un aparato militar y administrativo. Para
solventarlo, resultaba mas fácil cargar el peso del tributo a las poblaciones cercanas al centro;
con lo cual se agudizaban los conflictos potenciales, llegando a traducirse en alianzas y
rebeliones exitosas que, en algunos momentos, llevaron al derrocamiento de los aparatos
imperiales.
La recomposición relativamente rápida de las comunidades liberadas en torno a casas
estatales en aguda y necesaria competencia, generó nuevamente estados centrales fuertes, con
aparatos militares cada vez mas poderosos. Es posible que, en las fases mas desarrolladas de
estas formaciones sociales, el ejercicio despótico del poder alcanzara una elevada
generalización.
El tema es muy extenso y nos hemos propuesto sintetizar en la forma mas condensada
posible estos planteamientos. Por lo que nos limitaremos a destacar algunos puntos en que
nuestra proposición difiere de ciertos lugares comunes en las discusiones en torno al llamado
"modo de producción asiático", así como de algunas afirmaciones de los clásicos del
marxismo que hoy pueden replantearse a la luz de la nueva información:
- Se cualifica al modo de producción de estas formaciones a través de las relaciones de
producción fundamentales, definidas por relaciones de propiedad que permiten una clara
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 156

distinción respecto a la particularidad del esclavismo clásico y al modo de producción


feudal83.
- Se introduce el concepto de propiedad particular que, en nuestra opinión, es la forma
histórica de transición de la propiedad colectiva a la propiedad privada. Como es sabido, en la
concepción de los clásicos, el origen y constitución de las clases sociales se daría bajo la
forma de propiedad privada. De hecho, tal es la forma que adquieren las clases dominantes
bajo el esclavismo clásico, que no era la primera sociedad clasista de la historia, pero fué de
aquella para la cual tanto Marx como Engels dispusieron de mejor documentación.
- Permite explicar el surgimiento de relaciones sociales clasistas a partir de cualquier
tipo de comunidad tribal (germánica, antigua, eslava, "andina" y otras) y no solo de la
comunidad de tipo oriental, que es lo que implicaría aceptar que el "modo de producción
asiático" fue la única primera forma de sociedad clasista.
- Se puede explicar la constatada persistencia de las relaciones comunales, que
constituyen las unidades básicas de producción material y reproducción de la fuerza de
trabajo, regulando el acceso a la propiedad particular de los medios de producción por los
productores directos. La pertenencia a las comunidades de productores agroartesanales pudo
darse por vínculos gentilicios o de vecindad y no son necesariamente "supervivencias" de la
comunidad tribal sino, muchas veces, comunidades creadas por necesidades del nuevo sistema
socioeconómico.
- Pensamos que la base de la soberanía estatal es fundamentalmente política y que sólo
en torno a los centros urbanos o en fases desarrolladas de la formación social el estado se
caracteriza por "la agrupación de sus súbditos según divisiones territoriales", como planteara
Engels84.
- El ejercicio despótico del poder del estado sólo se referiría a una forma y no al tipo
general de estado de las primeras sociedades clasistas. El despotismo no sería una
característica necesaria sino, mas bien, propia de algunas vías particulares de su desarrollo, o
modos de vida, en fases relativamente avanzadas85.

83
Generalmente, se ha caracterizado a modo de producción asiático a través de aspectos secundarios, que no definen
esencialmente a un modo de producción, que no tienen carácter necesario o que no permiten distinguirlo de otros modos de
producción, como es la tecnología hidraúlica, la forma despótica del estado o el tributo en especies y en trabajo. Los pocos
autores que han intentado definirlo por sus relaciones fundamentales de producción y propiedad, señalan a la clase dominante
como propietaria de la tierra, en lo cual no se distinguiría esencialmente del feudalismo, aunque a la renta de la tierra se la
adjetive de "primitiva".
84
Al respecto véase, por ejemplo, el trabajo de Thomas Patterson [1987].
85
Por lo demás, el mismo Marx, en las Formen... indica la posibilidad de que el modo de producción asiático adquiera
formas mas o menos despóticas o democráticas. Marx, 1977:430.
EL MODO DE PRODUCCIÓN
CAZADOR RECOLECTOR
o la economía del "salvajismo

Es necesario apuntar un par de advertencias previas. En primer lugar, se pretende


que los conceptos acá propuestos permitirían entender las características fundamentales de la
base económica de las sociedades que surgen con el llamado "paleolítico superior" integradas
por homo sapiens sapiens. Hemos sugerido esta formulación para explicar el tipo de
sociedades cazadoras recolectoras para las cuales tenemos buena documentación en América.
No pretendemos, por lo tanto, que este planteamiento sea generalizable para los grupos
humanos o sociedades anteriores, en sentido evolutivo.
En segundo lugar, hemos dejado intencionalmente de lado la discusión sobre las
formas de organización social a que aluden términos como los de "banda" u "horda". Ello no
obedece a un intento de ignorarla, sino a que hemos querido simplificar la exposición de éste
aspecto con el fin de resaltar la propuesta sobre relaciones sociales de producción que, de
hecho, se organizan en concreto bajo las diversas formas particulares del sistema de
parentesco clasificatorio, sin coincidir necesariamente con las relaciones reales de
apareamiento o filiación.
Por último, al limitarnos a tratar del modo de producción de éstas sociedades, no
nos referimos a la esfera del modo de reproducción -que incluye las relaciones de filiación y
parentesco- ni a las instancias superestructurales. Se trata de una abstracción analítica y no de
restar importancia a los demás aspectos de la sociedad que permiten entenderla como
totalidad. Estos temas serán objeto de un trabajo más amplio, en preparación.


Publicado en el Boletín de Antropología Americana, Nº 13, en 1986.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 158

Composición y desarrollo
de las fuerzas productivas.
El análisis de las fuerzas productivas de una sociedad debe considerar dos aspectos. Uno de
ellos es su composición, es decir, las formas de interacción entre la fuerza de trabajo y los
medios de producción, tomando en cuenta las calidades específicas de estos elementos del
proceso productivo y de su interrelación. El otro aspecto tiene que ver con la evaluación
cuantitativa, como grado de desarrollo, de las fuerzas productivas; entendiendo que es ésta la
magnitud fundamental del desarrollo social a la cual corresponden calidades determinadas del
sistema de relaciones sociales de producción.
Importa señalar que las relaciones sociales de producción se establecen a través de
las relaciones de propiedad objetiva, detentada por los agentes de la producción, sobre los
elementos del proceso productivo. Por lo tanto, la composición cualitativa del proceso de
producción, la organización técnica del mismo o las formas de división del trabajo, permiten
entender particularidades del desarrollo de las fuerzas productivas a las que corresponden
determinadas relaciones sociales de producción, pero no son idénticas a éstas. En suma, la
"tecnoeconomía" no es lo que define la calidad del modo de producción 86.
Para apuntar algunos rasgos relevantes de la composición cualitativa de las fuerzas
productivas, comenzaremos por distinguir las principales clases de bienes hacia cuya
generación está orientado el proceso de producción. Estos son:
a) alimentos,
b) instrumentos, y
c) bienes de consumo no alimenticio.
Clasificamos en éstos términos, porque consideramos que la estructuración social de
las comunidades cazadoras recolectoras, en su especificidad y en lo que se distingue
escencialmente de las comunidades tribales, está básicamente relacionada con las formas de
organización que permiten asegurar la obtención de alimentos, como condición primaria de
subsistencia.
Tecnología. Al respecto, desde el punto de vista tecnológico, las sociedades
cazadoras recolectoras obtienen sus alimentos a través de la apropiación. Esto quiere decir
que la característica fundamental del proceso productivo reside en que la sociedad no
interviene directamente, mediante inversión de fuerza de trabajo, en el control de la
reproducción biológica de las especies animales o vegetales que le sirven de sustento.
Teniendo presente que, con excepción del agua, la sal y unos pocos otros elementos, la base
de la alimentación humana está constituida por especies biológicas.
Los procesos de trabajo orientados a la adquisición de alimentos se desarrollan
principalmente mediante técnicas de captura de animales, como la caza o la pesca y técnicas

86
En este aspecto, el uso del término que hace M. Harris difiere del concepto materialista histórico que él decidió "arreglar",
restringiendo su connotación a las técnicas de producción como instancia infraestrctural y remitiendo las relaciones sociales a
una instancia estructural que intercala entre aquella y la superestructura (Harris, 1982). Esto, seguramente después de que se
enteró de que su interpretación del marxismo, en que suponía que Marx atribuía las relaciones sociales de producción a la
superestructura, era un disparate (1978). Sin duda, transparenta una extraordinaria audacia su alegre crítica a una posición
teórica que ostensiblemente desconoce o, simplemente, no entienede para nada.
El modo de producción cazador recolector. 159

de recolección de vegetales, de animales de poca movilidad como los moluscos, o de otros


productos de origen animal como huevos, miel, etc.
Cabe hacer una aclaración en este punto, por cuanto el término de "apropiación"
usualmente adquiere una connotación específica en oposición al de "producción" de
alimentos. No obstante, en este sentido restringido, la distinción se refiere estrictamente a que
en la apropiación la fuerza de trabajo no se invierte en el control reproductivo de plantas y
animales, como ocurre con la producción de alimentos a través de técnicas agropecuarias.
Pero no por ello las actividades apropiadoras dejan de ser procesos de trabajo que, como tales,
integran el proceso de producción social.
Por ello, cuando nos refiramos a los ciclos de producción de alimentos, estaremos
hablando de los procesos de apropiación en el sentido específico ya definido.
Por lo demás, aunque suele decirse que a través de la apropiación los hombres toman
de la naturaleza los bienes ya formados, o que las propiedades de estos productos, como
satisfactores, son ajenos a su intervención, no todos los alimentos se pueden consumir tal y
como el trabajo de apropiación permite disponer de ellos. En buena parte de los casos, a los
trabajos de apropiación -en que la captura o la recolección difieren de la predación animal por
el uso consciente de instrumentos- suceden otras actividades transformadoras de preparación.
Así, por ejemplo no basta con cazar un animal para poderlo comer, sino que es necesario
descuerarlo, destazarlo y, a veces, cocinarlo; lo cual, sobre todo cuando se trata de presas
mayores a procesar con un instrumental de piedra, hueso o concha, suele significar un
importante gasto de fuerza de trabajo, aún cuando no se trate de actividades muy complejas.
Hay diversas investigaciones experimentales que permiten conocer las diferentes operaciones
y el tiempo y calorías que es necesario invertir en el destazamiento de lobos marinos,
elefantes y otras especies.
Y hay que considerar que, como resultado de los trabajos de descuerar, desplumar,
descamar, desconchar o destazar, no sólo se obtienen productos alimenticios, sino también los
objetos de trabajo necesarios para la elaboración de instrumentos y otros bienes. Del mismo
modo, una gran variedad de semillas, raíces, tubérculos o frutos, deben ser preparados
mediante la molienda u otras labores que requieren de instrumentos específicos.
Todo lo cual no implica menos transformaciones de las propiedades naturales de los
bienes alimenticios que las que generan en ellos el cultivo o la domesticación en cada ciclo
productivo.
Por lo que se refiere a los instrumentos de trabajo y a los bienes de consumo no
alimenticio como la vestimenta, las chozas, los adornos y otros, la mayor parte de ellos son
productos de la transformación de diversos objetos naturales de trabajo, modificados para
obtener las propiedades funcionales requeridas.
Relación sociedad-naturaleza. Ciertamente, las formaciones sociales de cazadores
recolectores caracterizan a la primera etapa del desarrollo de la humanidad y, en términos
históricos, representan el menor grado de transformación social de la naturaleza. Lo cual
significa que, en la interacción de la sociedad y la naturaleza, las condiciones medio
ambientales y, en general, las regularidades naturales, inciden en la vida social en mayor
medida que en otras sociedades. Dicho de otro modo, la contradicción sociedad-naturaleza,
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 160

operando dentro del sistema social (como condiciones objetivas de la producción y


reproducción de la vida social), posee un mayor nivel de acción causal y estructural que en
otras etapas históricas.
Sin embargo, estimamos inadecuados algunos enfoques de esta relación que
consideran al medio ambiente como un conjunto de factores limitantes o de disponibilidad de
recursos escasos, bajo una óptica formalista de orientación marginalista; o aquellos que
reducen la concepción del sistema social a un conjunto de mecanismos adaptativos del
hombre al medio. Concepciones como éstas han sido generalizadas para todos los sistemas
sociales.
Consideramos que el medio ambiente en que se desenvuelve la sociedad humana
ofrece tanto un repertorio de posibilidades alternativas del desarrollo social, como de
condiciones determinadas y, por lo tanto, relativamente limitadas para el mismo. Sin
embargo, los límites que puede presentar la naturaleza en cada momento, son relativos al
grado de desarrollo histórico de las fuerzas productivas y de las prácticas sociales en general.
También las opciones que ofrece el medio geográfico son relativas a este grado de desarrollo,
así como a las especificidades adquiridas por la sociedad a través de su historia precedente.
El hecho es que, correspondiéndose con el grado de desarrollo de las fuerzas
productivas, el desarrollo social se ha dado. Y ha consistido precisamente en que los grupos
humanos no se han limitado a "adaptarse" a las condiciones naturales, sino a transformarlas a
través del trabajo para crear constantemente nuevas condiciones, reduciendo progresivamente
su carácter restrictivo.
Una especificidad de las sociedades cazadoras recolectoras deriva del hecho de que
la tecnología no permite el control de la reproducción de los recursos biológicos ni de la
disponibilidad, en general, de los recursos renovables o no renovables. Tal especificidad
consiste en que estas sociedades tienden a no sobreexplotar el medio y a mantener una
relación de equilibrio entre el tamaño de la población y la disponibilidad de recursos
accesibles a su tecnología. Más aún, tienden a mantener un margen de reserva de recursos
potenciales, en vista de la impredictibilidad de los cambios medioambientales que pueden
afectar a su economía. Seguramente esta tendencia es el resultado de la acumulación de las
experiencias históricas de ocurrencia de situaciones de disminución drástica de recursos,
debidas tanto a la predación humana como a fenómenos externos no controlados 87.
Ciclos producción-consumo. Una característica importante para entender las
relaciones sociales económicas en estas sociedades, consiste en que los ciclos de producción
consumo de alimentos son ciclos breves y no pueden ser interrumpidos por lapsos de tiempo
mayores.
Estos ciclos son breves, por cuanto la fuerza de trabajo no está involucrada en las
diferentes fases del ciclo natural de la reproducción de las especies biológicas. Esta se limita a
intervenir en dichos procesos en uno de sus momentos, a través de la captura o colecta. Esto
ocurre cuando los animales o vegetales (o parte de éstos) constituyen bienes que pueden ser
procesados para su consumo mas o menos inmediato. Entre los procesos de apropiación y

87
Este factor permite también explicar, en parte, el hecho destacado por Godelier, siguiendo a otros autores, de la relativa
estabilidad demográfica de éstas sociedades y está claramente vinculado a los factores por él analizados (Godelier, 1974).
El modo de producción cazador recolector. 161

consumo pueden mediar, desde luego, algunas formas simples de distribución y cambio 88
,tanto entre los productores participantes de estos procesos de trabajo, como en el seno de las
unidades domésticas. No obstante, entre apropiación y consumo pueden mediar, desde luego,
algunas formas simples de distribución y cambio, tanto entre los productores participantes,
como en el seno de las unidades domésticas. No obstante, entre apropiación y consumo tiende
a no haber acumulación, almacenamiento o preservación de alimentos, con excepción de
algunas situaciones especiales; lo cual ahorra los trabajos destinados a la preservación de
estos bienes, que salvo las semillas, son de rápida descomposición.
Entre las excepciones puede mencionarse la acumulación de reservas alimenticias
para la celebración de fiestas o ceremonias que podían durar varios días. Esto sucedía entre
los selk'nam de Tierra de Fuego, cuando se organizaba la ceremonia de iniciación de los
jóvenes varones (klóketem); previamente se realizaba una gran partida de caza que aseguraba
la alimentación de las mujeres y los niños, rigurosamente excluidos del ritual, y de ellos
mismos, por el tiempo que estarían retirados de las actividades productivas. Esta ceremonia de
tránsito no se celebraba en fechas fijas y ocurría cada uno o dos años.
También pudo darse el almacenamiento y consumo diferido de alimentos cuando,
por ejemplo, un recorrido a grandes distancias hacía necesario dejar reservas temporales en
lugares a los cuales había que retornar, pero donde la disponibilidad de recursos era incierta o
inexistente. En esos casos, no obstante, el diferir el consumo de esos productos concretos no
significaba la suspensión de nuevos procesos de apropiación consumo intercalados. Tampoco
tales reservas de alimentos constituían plusproductos o excedentes, sino formas de asegurar el
consumo subsistencial.
Cabe anotar que, como veremos más adelante, la tendencia a suprimir la
acumulación y preservación de alimentos no obedece a imposibilidades tecnológicas, sino a
restricciones sociales.
Por otra parte, como en toda sociedad, la necesidad de alimentación debe ser
satisfecha diariamente. Como, por lo regular, no se preservan ni almacenan alimentos y la
mayor parte de éstos es de rápida descomposición, en cada proceso de apropiación no se
produce una cantidad mayor que la que se pueda consumir antes de que ello ocurra. Así, el
consumo sucede de manera inmediata a la apropiación y elimina los productos con rapidez,
generado la necesidad inmediata de nueva producción. De manera que, siendo temporalmente
breves los ciclos producción-consumo-producción, las actividades apropiadoras se
caracterizan por una continuidad necesaria y permanente. Es decir, no pueden ser
interrumpidas por períodos de tiempo prolongados, más allá de lo que tardan en consumirse
los productos de la caza, pesca o recolección.
Como es obvio, los trabajos de apropiación no pueden ser interrumpidos, porque de
ellos depende estricta y cotidianamente la sobrevivencia. Es cierto que en cualquier sociedad
la disponibilidad de alimentos responde a una necesidad de consumo que debe ser resuelta a
diario. Pero en otras sociedades, cuando los ciclos productivos son prolongados, éstos
proporcionan una cantidad de productos alimenticios que, preservados y almacenados, cubren

88
La distribución y el cambio pueden estar regidos por normas socioculturales de cierta complejidad; no obstante, se trata
acá de procesos económicamente simples.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 162

las necesidades nutricionales por períodos largos, durante los cuales no todo el tiempo se
dedica necesariamente a esta clase de actividades productivas. De manera que una proporción
mayor de los procesos de trabajo pueden dedicarse a la producción de otra clase de bienes y a
la diversificación de los satisfactores.
En la sociedad cazadora recolectora, como anota acertadamente Service
El alimento, y las pocas maneras que se emplean para obtenerlo, es el foco de la vida económica
entre las bandas primitivas en un sentido mucho más fundamental que en las economías mas
complicadas [Service, 1973:19]
El nomadismo, condicionado por la necesidad de complementar recursos naturales, hace que
en estas sociedades apropiadoras el conjunto de bienes materiales que posee la unidad
doméstica sea lo más reducido posible para facilitar su permanente transporte. Así es que
resultaría antieconómica una producción demasiado voluminosa de bienes no alimenticios y
aún de instrumentos 89.
Los ciclos de producción-consumo de instrumentos y otros bienes no alimenticios no
son necesariamente tan breves como los de producción-consumo de alimentos. Así, un
cazador puede portar permanentemente en su carcaj unas sesenta flechas, sin utilizarlas todas
cada vez que sale de caza; aunque siempre estará reponiendo los proyectiles extraviados o
inutilizados en cada partida. El arco, sin embargo, será utilizado durante mucho tiempo. Del
mismo modo, la ropa o las pieles de los toldos pueden usarse durante un par de años. Lo que
queremos señalar es que la reposición de estos bienes no reviste la misma urgencia vital que
la obtención de alimentos.
Producción subsistencial. La producción de los cazadores recolectores estaba
orientada casi exclusivamente a cubrir las necesidades de sobrevivencia. Desde luego, la
cantidad de productos que aseguran la subsistencia no es un quantum absoluto, sino un
promedio histórico que depende de lo que la sociedad considera necesario para sobrevivir.
Incluso lo que hoy podríamos evaluar como un déficit nutricional permanente puede incidir en
las capacidades físicas y mentales medias de la población o en las expectativas de duración de
la vida. Sólo la interrupción del consumo alimenticio pone en riesgo la sobrevivencia dentro
de tales condiciones. Pero los niveles de consumo, tanto de alimentos como de otros bienes
que constituyen condiciones normales de subsistencia, pueden variar significativamente de un
pueblo a otro. Las condiciones climáticas o la necesidad de medios especiales de transporte
suelen incidir de manera importante en el inventario de bienes materiales necesarios. Y aún
así, debido a la necesidad de movilidad, este inventario será bastante exiguo.
Los esquimales, por ejemplo, disponen tanto de embarcaciones para la locomoción y
caza en el mar como de trineos para el transporte terrestre; para ésto necesitan poseer y
alimentar, además, a varios perros. Aparte de las viviendas no transportables necesitan, para
conservar el calor, de vestimentas adecuadas de elaboración mas o menos compleja. Los
pueblos de Tierra del Fuego y de los canales occidentales de Patagonia, en condiciones
climáticas no tan extremas, aunque bastante rigurosas, tenían viviendas portables de pieles.
Los selk'nam usaban una capa de piel de guanaco para protegerse del frío, pero se desprendían

89
Con todo, la carga puede llegar a ser bastante pesada, Gallardo señala que la carga transportada a espaldas por las mujeres
selk'nam al transladar el campamento, muchas veces pasaba de 50 kilos (Gallardo, 1910:240).
El modo de producción cazador recolector. 163

de ella rápidamente para cualquier actividad, como la caza, que requería mayor movilidad.
Los canoeros yámana o kawásqar apenas usaban cobertores púbicos y, a veces, una pequeña
capa para proteger la espalda del rigor de las incesantes lluvias y mas bien se cubrían el
cuerpo con grasa de foca. Pero era vital para cada unidad doméstica poseer una canoa, bien
cuya elaboración requería la mayor inversión de fuerza de trabajo, pero permitía el
desplazamiento a grandes distancias y el acceso al amplio repertorio de recursos marinos de
los que dependía la vida. Estos elementos, sin embargo, podían resultar del todo superfluos
para cualquier pueblo de cazadores recolectores en regiones templadas o tropicales.
Desde el punto de vista cuantitativo, puede decirse que la característica fundamental
de estas sociedades es que no hay excedentes. Ello quiere decir que los productores no
generaban mas bienes ni realizaban mas trabajos que los que permitían resolver las
necesidades de subsistencia; no producían bienes ni realizaban servicios que fueran
transferidos, perdiendo capacidad de decisión sobre su disposición. Los bienes y servicios
generados por un productor que no eran consumidos por él mismo y su unidad doméstica,
entraban en un círculo muy amplio de intercambio de elementos que aseguraban la
subsistencia y del cual el productor también se beneficiaba.
Más aún, así como no había acumulación de alimentos, tampoco había producción
de plusproductos que, mas allá de la satisfacción más o menos inmediata de la subsistencia, se
destinaran a resolver otras necesidades de la vida comunal. A lo más se construían cabañas
grandes para la celebración de ceremonias o rituales de carácter ocasional. Incluso cuando se
obtenían plusproductos extraordinarios, éstos eran distribuidos y consumidos en grupos
amplios. Así sucedía entre los diversos pueblos fueguinos cuando alguien encontraba una
ballena varada, que representaba unas dos toneladas de carne, grasa, huesos y otras materias
primas apreciadas: hacía señales de humo que reunían en el lugar a todos los que las vieran,
para dar pronta cuenta de tal recurso.
Desarrollo de las fuerzas productivas. El grado de desarrollo de las fuerzas
productivas o rendimiento promedio de la fuerza de trabajo está sujeto a variaciones debido a
diferentes factores. Entre ellos consideraremos:
a) la productividad natural,
b) el desarrollo técnico y
c) los sistemas de complementación económica.
El factor de productividad natural escapa al control de la sociedad, ya que ésta no
interviene ni siquiera en la reproducción de plantas o animales mas que en su predación. En
parte, la productividad del medioambiente tiene que ver con la abundancia o escasez relativa
de los recursos y con su concentración o dispersión geográfica, lo cual incide en la
disminución o aumento de los tiempos y distancias que se requiere cubrir para acceder a los
mismos para transportarlos. Por otro lado, depende de la cantidad de trabajo que es necesario
gastar en obtener los recursos naturales en relación al volumen o calidad de sus componentes
utilizables, trátese de captura o colecta de alimentos de obtención de materias primas como
piedras, maderas u otros; o del trabajo que las propiedades naturales de los objetos exijan para
su transformación en bienes de consumo útiles.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 164

En estos aspectos, de la mayor o menor productividad natural del medio en que se


desenvuelve un pueblo cazador recolector, depende la mayor o menor cantidad de fuerza de
trabajo que es necesario invertir para la producción de un mismo volumen de productos. De
ahí que los cambios que se operan en la naturaleza y que escapan al control de la sociedad,
pueden afectar significativamente a la productividad media del trabajo, incidiendo tanto en la
elevación como en el decremento de las fuerzas productivas.
Los hombres, actuando por lo general como predadores de la naturaleza, tienden a
convertirse en un factor depresor de los recursos que utilizan.
El desarrollo de las técnicas sí es un factor controlado por la sociedad. No obstante,
su incidencia en la explotación del medioambiente es limitada, en tanto se trata de técnicas de
apropiación. Esto se debe a la ya mencionada tendencia a no sobreexplotar el medioamiente.
De manera que, aún cuando el desarrollo técnico permitiera una mucho mayor eficacia de los
procesos de apropiación, los cazadores no aumentan el volumen de productos, sino mas bien
reducen la cantidad de trabajo necesario para la obtención de los satisfactores subsistenciales.
Ello incide en que probablemente sean estas sociedades aquellas en que, en términos
históricos generales, la jornada media de trabajo es más reducida.
Podemos pensar que la relativa lentitud de los progresos tecnológicos, con todas sus
implicaciones en cuanto al desarrollo y diversificación de las prácticas sociales y de los
conocimientos que de ellas derivan y que hacen del "salvajismo" la etapa mas larga de la
historia de la humanidad, no obedecen sólo a lo reducido de la experiencia acumulada y
menos a una falta de capacidad de inventiva. Mas bien, las limitaciones a la explotación de
recursos naturales condicionadas por la tecnología de apropiación conformaban una situación
poco estimulante para el desarrollo y difusión de grandes inventos. La misma disminución del
tiempo de trabajo socialmente necesario para asegurar la producción subsistencial tiene poco
sentido cuando lo reducido de las condiciones materiales limita las posibilidades de
diversificación de actividades para ocupar el tiempo liberado. Por ello es que, en la
comprensión de la vida cotidiana de los pueblos cazadores recolectores, tiene importancia
considerar el desarrollo de las actividades que se realizaban en lo que hoy llamamos "tiempo
libre".
Los mismos factores sociales que inhiben la conservación y acumulación de
alimentos -y, por ende, el desarrollo de tecnologías adecuadas para ello- tienden a mantener
una economía de apropiación que limita la explotación del medio y, por tanto, la inventiva
técnica.
En todo caso, esto no significa que no hubiera importantes avances en la tecnología,
particularmente cuando los hombres se vieron enfrentados a situaciones críticas que obligaban
a buscar soluciones a los problemas vitales de la sobrevivencia. Este desarrollo tuvo que ver
tanto con el perfeccionamiento de la eficiencia del instrumental, como con el detallado
conocimiento de las características del entorno geográfico, de las propiedades de los objetos
de trabajos, del comportamiento de las plantas y animales, etc. 90

90
Es importante analizar las formas y condiciones en que se desarrolló la tecnología en las sociedades cazadoras. No
obstante, hemos optado por no abundar acá en tema tan extenso, con el fin de no desequilibrar la exposición, que pretende
centrarse en las características socioeconómicas básicas de estas formaciones sociales.
El modo de producción cazador recolector. 165

Por ahora, nos importa señalar que el desarrollo de la técnica incidió en la elevación
de las fuerzas productivas en el sentido de elevar el rendimiento medio de la fuerza de trabajo,
pero por sí solo no llevó a un aumento de los volúmenes de producción. Incluso, seguramente
la producción no llegó a incrementarse a los niveles de rendimiento potencial permitido por la
tecnología y la fuerza de trabajo disponible.
Al ocuparnos de los sistemas de complementación económica no nos referimos
propiamente a un factor de desarrollo de las fuerzas productivas, sino a la racionalidad
económica global a través de la cual cada pueblo lograba el control de los factores de
productividad natural y técnica. De esta manera fue posible un desarrollo consistente de las
fuerzas productivas y un incremento progresivo de los volúmenes de producción; lo cual
permitió también incrementos demográficos relativamente importantes que llegan a incidir en
las situaciones críticas que desembocaron en la disolución de este modo de producción.
Habría que considerar dos principios o criterios que, en lo general, permiten
racionalizar la organización social de los procesos económicos tendiendo optimizar la
productividad del trabajo:
a) el uso de la fuerza de trabajo en los lugares y momentos en que ésta alcanza mayor
rendimiento y
b) la diversificación de los recursos explotados.
En ambos casos se trata de controlar indirectamente el factor de productividad
natural y es obvio que no siempre fue posible compatibilizar plenamente ambos criterios. En
cualquier situación, las posibilidades alternativas de organización del proceso productivo
están condicionadas por las características concretas del medio geográfico y, en torno a éstas,
la sociedad desarrolla determinadas opciones de formas de organización espacio-temporales
de los procesos económicos. Es en este aspecto en el que el medioambiente influye en la
conformación de modos de vida particulares, los cuales no sólo implican la estructuración de
las actividades económicas en el tiempo y el espacio, sino también generan particularidades
de diversos aspectos de la organización social que, de diferentes maneras, permiten optimizar
la disponibilidad de los recursos.
El primer criterio señalado implica la racionalización del gasto de fuerza de trabajo
en relación al volumen de productos que ésta proporciona. Por ello, la organización de los
sistemas de complementación económica implica también la consideración de las técnicas a
través de las cuales se explotan los recursos naturales. Sin embargo, por lo general, las
opciones técnicas están relativamente subordinadas a las posibilidades de control del factor
mas crítico que es la productividad natural, debido precisamente a que no se interviene
directamente en el control de la reproducción de las especies biológicas vitales para la
alimentación y la sobrevivencia.
El segundo criterio está orientado a mantener la disponibilidad de recursos,
limitando la explotación excesiva de algunas pocas especies, para evitar el riesgo de un
desequilibrio numérico que condujera a su extinción; o a prever la posibilidad de que ello
ocurriera aún por factores ajenos a la predación humana, abriendo alternativas para su
sustitución.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 166

Por otro lado, debe tomarse en cuenta que la permanencia prolongada y el


conocimiento tradicional de las características de un ámbito geográfico determinado,
contribuyen al desarrollo histórico de una mayor eficiencia de los sistemas de
complementación económica.
La arqueología sudamericana nos proporciona información sobre diversos pueblos
cazadores recolectores cuyo desarrollo histórico puede interpretarse al considerar la
racionalidad económica que permitió controlar los mencionados factores de productividad.
Nos referiremos sólo a uno de ellos, conocido como "tradición foliácea", por la morfología
típica de sus puntas de proyectil y que se remontaría hasta unos 13.000 años en lo que hoy es
Venezuela. Un par de parcialidades de este pueblo migra hace unos 11.000 años hacia la
región andina accediendo hacia la costa del Pacífico a la altura de Ecuador. Aparentemente,
algunos grupos se desplazan con relativa rapidez hacia el sur, coincidiendo con la extinción de
varias especies de fauna pleistocénica extinta como el caballo, algunos ciervos, milodón,
mastodonte, paleolama y otras. Procesos de extinción a los cuales no debió ser ajena la cacería
por el hombre. Otros grupos, a partir de hace 10.500 años, se establecen en diversas zonas,
creciendo y segmentándose para ocupar las zonas contiguas hacia el sur, llegando a poblar
toda la región andina, desde Ecuador hasta el sur de Chile y extendiéndose hacia las Sierras
Centrales de Argentina.
Nos interesa destacar las hipótesis propuestas por algunos investigadores para
explicar lo que serían sus sistemas de complementación económica 91. Según muestra la
evidencia arqueológica, estos pueblos ocuparon diversos medios ecológicos que cubrirían, en
sistemas de nomadismo estacional, desde la costa del Pacífico hasta la vertiente oriental de la
cordillera de los Andes. Peces, moluscos, aves y mamíferos marinos, crustáceos,
equinodermos y algas eran capturados y recolectados en la costa. En la quebradas de acceso a
las tierra altas se cazaban aves y roedores, se capturaban camarones de agua dulce, se
colectaban vainas de prosopis y raíces de plantas acuáticas (scirpus sp.) además de diversos
recursos vegetales que eran empleados en cestería y cordelería, las escasas maderas que se
usaban para fabricar astiles y mangos de instrumentos y las piedras que se tallaban para
confeccionar gran parte del instrumental. Las tierras altas proporcionaban abundante caza, en
especial de camélidos y roedores, además de una gran variedad de frutos, tubérculos, raíces y
semillas de recolección.
En una época posterior ocurriría un fenómeno que, a nuestro juicio, muestra un
proceso que incide de manera importante en el desarrollo de las fuerzas productivas. Las
comunidades se segmentan y cada segmento, cuyo tamaño debió guardar relación con la
disponibilidad de recursos, ocupa de manera permanente una parte del territorio. No se llega a
la sedentarización, pero el nomadismo se mantiene en ámbitos mas reducidos 92. La elevación
de la productividad del trabajo y de la producción global se debería a dos factores:
91
Thomas Lynch, 1971 y 1975; Lautaro Nuñez, 1972 y 1983; Silva y Weissner, 1973.
92
Esta hipótesis propouesta por Rick se ha supuesto como contradictoria con la poroposición de los autores antes
mencionados (John Rick, 1982). Creemos, sin embargo, que reflejan mas bien dos momentos distintos. En nuestra opinión,
esta situación se configura claramente en el norte de Chile y el noroeste de Argentina hacia el 3.500 a.C., cuando se
desarrollan, en la costa, el llamado "complejo Chinchorro" y, en las tierras altas y vertientes orientales de Atacama, las
diversas modalidades zonales del llamado "complejo Tambillo". Aclaramos que nuestra interpretación difiere en parte de la
del autor citado, quien supone la existencia de sedentarización.
El modo de producción cazador recolector. 167

a) se ahorra el desplazamiento de todo el grupo a través de grandes distancias para


cubrir todos los medios ecológicos y
b) ningún medio es abandonado estacionalmente y, aunque su productividad natural
varíe, cada zona es explotada durante todo el año.
Esto supone un conocimiento tradicional ya bastante preciso de la disponibilidad y
condiciones de reproducción de las especies animales y vegetales, así como de la existencia
de recursos no renovables. Junto con ello, este pueblo desarrolló una gran diversificación y
especialización del instrumental y la tecnología, como lo muestra el utillaje de piedra y de
apropiación marina.
Además, tal segmentación geográfica supone el desarrollo de nuevas formas de
intercambio y compromisos sociales entre los distintos segmentos comunales, que permiten a
cada uno de ellos el acceso a los recursos de los diferentes medios ecológicos.
De tal manera, a través de desarrollos regionales literalmente milenarios, este pueblo
logró incrementar sus fuerzas productivas, aumentar la población y crear las condiciones para
la revolución agropecuaria y tribal aún en el área del desierto de Atacama, la más árida del
planeta.

Organización social.
Antes de entrar en la caracterización de las relaciones fundamentales de producción,
queremos señalar algunos aspectos secundarios de la organización económica.
La unidad básica de producción en las formaciones cazadoras recolectoras es la
unidad doméstica, así como lo es la comunidad en las sociedades clasistas iniciales y la
fábrica o la empresa en la sociedad capitalista.
La unidad doméstica puede variar bastante en cuanto al tamaño, así como respecto a
las normas de filiación que generalmente rigen su conformación. Aunque debe señalarse que
la pertenencia a una unidad doméstica no está necesariamente sujeta a lazos reales de
consanguinidad. Podríamos decir que en las sociedades cazadoras recolectoras hay una regla
de composición que las distingue de las sociedades tribales, en las cuales la unidad doméstica
es también la unidad de producción. Esta consiste en que, en el seno de cada unidad, tienden a
incluirse todas las posiciones existentes en la división del trabajo relacionadas con la
producción material.
Dependiendo de las condiciones del medio geográfico, de los recursos utilizados y
de las técnicas que se emplean, la organización técnica del trabajo puede darse de dos
maneras:
a) procesos que sólo requieren del trabajo de los miembros de la unidad doméstica
para su autoabastecimiento o,
b) procesos de trabajo que requieren de la participación de miembros de varias
unidades domésticas, en relaciones de colaboración simple.
En algunos casos es normalmente la unidad doméstica la que se autoabastece, como
sucedía con frecuencia entre los selk'nam de la zona boscosa de Tierra del Fuego, donde un
cazador solitario tenía la posibilidad de acechar y acercarse a tiro de flecha a los guanacos,
que constituyeron la base de su provisión de carne. En otros casos, algunos trabajos requieren
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 168

de la colaboración simple de miembros de varias unidades domésticas, mientras que los


demás son de autoabastecimiento. Es lo que sucedía entre los aónikenk de la región de
llanuras de la Patagonia continental: era casi imposible acercarse a una manada de guanacos
sin ser vistos por los animales; de modo que se reunían varios cazadores (hasta algunas
decenas) y hacían un gran rodeo que les permitía encerrar a las presas 93.
Cualquiera sea la situación en cuanto a las formas de colaboración laboral, en el
seno de cada unidad doméstica se incluyen miembros que puedan participar en todos los
modos de trabajo que la comunidad realiza 94.
Por lo general, las sociedades, cazadoras recolectoras están organizadas en unidades
sociales mayores, que han sido consideradas como características de las mismas y que han
recibido las dominaciones de hordas, bandas o compañías 95.
La horda o "banda mínima" está formada por las unidades domésticas que
interactúan más estrechamente entre sí en lo que se refiere a las actividades laborales, cuando
éstas requieren de cooperación o aún en los casos en que la relación gregaria sólo sea
necesaria para defenderse de animales peligrosos. En el seno de la horda se resuelven las
formas de división técnica del trabajo que requieren las actividades realizadas con la
cooperación de miembros de varias unidades domésticas.
También es la horda o banda mínima la unidad social básica de los intercambios en
la circulación de bienes que resuelven los déficits productivos ocasionales de las unidades
domésticas.
Los individuos o aún las unidades domésticas pueden circular entre distintas hordas.
En cuanto a la división de trabajo, ésta se corresponde con el grado de desarrollo de
las fuerzas productivas e implica el desarrollo de las formas de intercambio. Con los
cazadores recolectores nos encontramos con el grado más bajo de desarrollo histórico de las
fuerzas productivas y la forma más simple de división del trabajo. No existe la especialización
en la producción material y la división del trabajo es doméstica, rigiéndose por los criterios de
sexo y edad. Dependiendo de las particularidades del modo de vida, en cada sociedad se
asigna determinadas tareas según la posición que, de acuerdo a su edad y sexo, cada individuo
guarda dentro de la unidad doméstica. Existe la idea errada de que habría tareas inherentes a
los hombres o a las mujeres: los hombres cazan, las mujeres cocinan y, a veces, recolectan,
etc. Sin embargo, eso puede variar mucho de un pueblo a otro. No hay trabajos que una mujer
no pueda realizar y la única actividad que no pueden efectuar los hombres es la de amamantar
a los lactantes.
Esta es la norma general pero no se excluyen situaciones particulares y coyunturales
en que puede darse una especialización ocasional. Así, puede ocurrir que algún miembro de la
comunidad muestre habilidades extraordinarias para algunos trabajos como confeccionar
arcos o construir canoas. En tal caso, es posible que los integrantes de otras unidades

93
Esto está documentado en la región desde el período "toldense" que se remonta a más de diez milenios, en una magnífica
escena de arte rupestre que muestra a más de cincuenta cazadores rodeando a una manada de guanacos (Menghim, 1952).
94
Tomamos el concepto de modo de trabajo propuesto por Veloz Maggiolo (1985).
95
Actualemente, entre otros autores, Meillassoux usa el término de horda y Service el de banda. Hemos referido el término
de "compañía" empleado por Gallardo (1910) pues, si bien su conceptualización es bastante ambigua y usa indistintamente
para lo mismo el término equivocado de "tribu", refleja adecuadamente la naturaleza de esta forma de agrupación social.
El modo de producción cazador recolector. 169

domésticas recurran a él para solicitarle la elaboración de un buen arco o dirigir las tareas de
construir la canoa, proveyéndolo de los recursos que deja de obtener para su unidad doméstica
mientras se dedica a esos trabajos. Pero, de todos modos, en cada unidad doméstica siempre
habrá alguien que sepa confeccionar un arco o construir una embarcación, pues no se puede
depender de las habilidades de alguien que no siempre estará cerca o que puede llevarse a la
tumba sus especiales dotes.
De igual manera, cuando los procesos de trabajo que implican colaboración simple
requieren de una distribución diferencial de tareas, habrá individuos a los que se les reconocen
mayores habilidades para ciertas cosas y se tenderá a asignarles los trabajos que realizan
mejor. Así, por ejemplo, los cazadores mas veloces correrán tras los animales para encerrarlos
o conducirlos hacia donde estén apostados aquellos que destacan por su certera puntería. Pero
ésto obedece a coyunturas de la división técnica del trabajo y no a una división social del
mismo.
Tal vez el primer especialista de la historia, que ya existe en la sociedad cazadora
recolectora, es el shamán. Es el único que reúnen una serie de conocimientos terapéuticos y
sobre algunos otros fenómenos que no son del dominio de toda la sociedad, Entre los recursos
terapéuticos mas comunes, se manejan las técnicas de hipnosis y los conocimientos de
herbolaria. La comunidad se ocupa de proporcionarle las condiciones para que adquiera y, en
su momento, comunique oportunamente sus conocimientos a sus sucesores, que no son
necesariamente sus descendientes consanguíneos. La especialización del shamán, sin
embargo, no le otorga ningún privilegio económico. Seguramente recibe el reconocimiento en
términos de prestigio social y su opinión puede ser especialmente considerada en la toma de
decisiones en torno a diversos asuntos que atañen a la comunidad. Pero ello no lo exime de
los trabajos que cualquier miembro de la comunidad y de su grupo cronológico sexual debe
realizar para contribuir al sustento de su unidad doméstica.

Hay una situación que hemos mencionado y consideramos pertinente tratar como
una forma de división del trabajo, pues se trata de una distribución diferencial y permanente
de tareas que contribuye al desarrollo de las fuerzas productivas. Pero no cabe tratarla como
una división doméstica, pues incluye a varias unidades domésticas con su división interna de
actividades, ni como división social, pues no genera un grupo de individuos especializados.
Se trata de la división geográfica que se da cuando la comunidad se segmenta y cada grupo
ocupa ecologías diferentes, intercambiando sus productos concretos, como ocurrió en Los
Andes o en Baja California.

Correspondencia entre fuerzas productivas


y relaciones sociales de producción.
Un modo de producción se cualifica y distingue de otros por la especificidad de la
correspondencia entre el contenido de las fuerzas productivas y la forma de las relaciones
sociales de producción fundamentales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 170

En primer lugar, el análisis de la composición y desarrollo de las fuerzas productivas


nos permite definir a la de los cazadores recolectores como una economía estructuralmente
precaria.
La precariedad de la economía obedece a la conjunción de diversos factores ya
señalados: no hay control directo de la disponibilidad de recursos naturales, los ciclos de
producción-consumo de alimentos son breves y, como no hay preservación ni reservas de
alimentos, no pueden ser interrumpidos.
Esto significa que cualquier situación que lleve a la interrupción o a un descenso
importante de los ciclos de apropiación por parte de una unidad doméstica, pone en riesgo real
a su sobrevivencia.
En tales condiciones, la exposición a una carencia vital es un riesgo permanente,
pues son muchas las circunstancias que la pueden provocar. Variaciones climáticas que
afecten a la regularidad temporal de disponibilidad de fauna o elementos de recolección en los
lugares donde se los espera encontrar; enfermedad o incapacidad temporal de algún miembro
de la "familia" que impida la movilización del grupo desde lugares de recursos muy escasos;
un brazo o una pierna quebrados en la persecución de las presas que incapacite una par de
meses al cazador que provee el sustento básico. En fin, como las referidas, muchas son las
situaciones que pueden someter a una unidad doméstica a los rigores de la inanición,
disminuyendo rápidamente su capacidad de sustitución -por otros miembros de la unidad o
mediante otros recursos- de los déficits de alimentación. Lo cual amenaza realmente la
subsistencia, dado que no hay mayores reservas de comida.
Aunque debe decirse que la precariedad no sólo se expresa en el riesgo de carencia
de alimentación, que es su manifestación mas drástica. La necesidad de movilidad permanente
hace que, por lo general, entre el reducido inventario de bienes materiales no se cuenten
repuestos. Por ello, la rotura del arco, el daño o la pérdida de la embarcación o el extravío del
arsenal de puntas de proyectil, podrían significar igualmente una situación difícil.
El riesgo de carencia es previsible, en el sentido de que, dadas las condiciones de la
vida material de estas sociedades, con frecuencia regular habrá algunas unidades domésticas
sometidas a esta situación. Pero, por otra parte, es impredecible en cuanto a que no se puede
saber de antemano quiénes ni cuándo estarán expuestos a alguna carencia vital.
La reciprocidad es la forma como la sociedad resuelve los riesgos permanentes a
que cada unidad doméstica o cada miembro de la sociedad está expuesto, debido a la
precariedad de la economía cazadora recolectora. En éste sentido, la reciprocidad nace
históricamente de la precariedad, que constituye su fundamento material originario.
La reciprocidad es, a la vez, un derecho y una obligación social. En un principio, es
el derecho de todo miembro de la comunidad a ser socorrido por los demás cuando está
sometido a una carencia. Y ese mismo derecho supone la obligación de auxiliar a cualquier
otro comunero expuesto a la necesidad.
La aceptación del compromiso de participar en el sistema de reciprocidad no es, en
las comunidades primitivas, una especie de contrato social libremente consentido. La
necesidad de integrarse a él, como obligación, se corresponde con la previsible posibilidad de
tener que recurrir a los demás en situación de urgencia vital. Dentro de la situación de
El modo de producción cazador recolector. 171

precariedad no hay otras alternativas y la sociedad no deja a los individuos más opciones que
la de integrarse al circuito de reciprocidad o marginarse, con todos los riesgos y amenazas que
ello significa. Por lo demás, desde que el individuo nace es socializado dentro del sistema y
pesa sobre él la amenaza de exclusión, a la que temerá poderosa y razonablemente.
Desde éste fundamento, el sistema de reciprocidad se refuerza desplegándose en
múltiples relaciones y conductas sociales, involucrando a los integrantes de la comunidad en
una red de compromisos mutuos que no se limita a las coyunturas de urgencia, sino se
manifiesta en diversas situaciones de la vida cotidiana que van desde las normas de
distribución a las reglas de cortesía o de las relaciones entre los hombres a la representación
de las relaciones con la naturaleza.

Las relaciones de reciprocidad no constituyen un compromiso individual. Cuando un


individuo o una unidad doméstica es auxiliada o recibe algo -trátese de bienes materiales o
favores- no adquiere una deuda personal, sino con toda la comunidad. Ello obedece a una
razón simple: no se puede predecir quien ni en qué momento necesitará recurrir a los demás,
ni quiénes estarán circunstancialmente en condiciones de socorrerlos. Por eso, recibir algo de
alguien no implica un compromiso con el donante eventual, sino con quien pudiera requerirlo
en cualquier momento.
Por lo mismo, la obligación de dar a quien lo necesite no tiene plazos definidos. De
cualquier modo, el reconocimiento de la obligación encuentra diversas posibilidades de
expresarse a través de la generosidad en las relaciones cotidianas de variado orden, sin que
existan necesariamente situaciones de apremio.
El dar y recibir tampoco pueden regirse dentro de la comunidad, para este efecto, por
medidas de equivalencias. En el momento de dar sería muy difícil, si no imposible, calcular
cuánto se ha recibido. Y aunque, pudiera hacerse, no es posible predecir cuánto se puede
llegar a requerir de los demás en el futuro, si es que ello ocurre. Simplemente, las normas de
comportamiento condenan el abuso.
Formas y contenidos de la propiedad. Bajo una concepción materialista de la
historia, se entiende que son las relaciones de propiedad detentadas por los agentes de la
producción sobre los elementos del proceso productivo las que definen las relaciones sociales
de producción; a su vez, las relaciones fundamentales de producción cualifican al modo de
producción lo que permite una explicación científica coherente de los diferentes aspectos de la
totalidad social multideterminada. Es obvio que un análisis materialista histórico debe intentar
conocer y formular la especificidad de las relaciones de propiedad y producción, si se
pretende dar una explicación congruente con el punto de vista teórico que supuestamente se
sustenta.
Razón tiene Godelier cuando critica a Service y Sahlins por el carácter empirista de
sus formulaciones, a propósito de la discusión sobre el concepto de "tribu". Y señala que el
error consiste
en el hecho de no haber analizado realmente esos modos de producción, de continuar
describiéndolos en las formas mismas en que aparecen y de haberse condenado a no poder
mostrar ni analizar la causalidad estructural específica, es decir la acción de determinación última
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 172

sobre de esos diversos modos de producción sobre los otros niveles de organización de esas
sociedades y sobre sus modos de aparición o sus formas generales. [Godelier, 1974]
En éste texto, critica a los mencionados autores el pretender generalizar la descripción
empírica de los sistemas de parentesco, aceptando su carácter multifuncional, pero sin
distinguir analíticamente ni jerarquizar en términos causales y estructurales sus diversas
funciones sociales. Pensamos que, en ello, Godelier está en lo cierto. Sin embargo, tampoco él
ofrece una proposición alternativa, coherente con su supuesta concepción marxista.
Lo cierto es que, con todas las ambigüedades que les han sido justamente criticadas,
Service y Sahlins han contribuido a comprender el papel de las relaciones de reciprocidad en
las "sociedades primitivas" y del "parentesco" como una forma social de regulación de las
mismas.
La pregunta nuestra, cuya respuesta no podemos exigir ni esperar del
neoevolucionismo, es saber si hay o no, en la reciprocidad, alguna determinación esencial en
términos de las relaciones de propiedad y producción; y en caso de haberlas, intentar precisar
cuáles son esas "determinaciones últimas".
En primer lugar, hay que hacer una distinción entre los contenidos y las formas de la
propiedad. Lo que distingue sustantivamente a un modo de producción de otro es el contenido
de la propiedad que define a las relaciones fundamentales de producción y se refiere a sobre
qué elementos del proceso productivo los agentes de la producción tienen capacidad efectiva
de disponer, como condición para la realización de la producción.
Desde el punto de vista de los contenidos de la propiedad, la sociedad cazadora
recolectora se caracteriza porque los productores tienen capacidad real de disponer sobre dos
clases de elementos del proceso productivo: su fuerza de trabajo y los instrumentos de
producción.
No hay realmente propiedad sobre los objetos de trabajo primarios, es decir, sobre
los medios naturales de producción. La propiedad sobre los elementos de la naturaleza sólo se
establece como resultado de la aplicación de la fuerza de trabajo, pero no constituye una
condición necesaria para el trabajo. Es decir, se establece propiedad sobre los productos de la
transformación de la naturaleza, pero la propiedad de los medios naturales no es una premisa
de la producción. Como las relaciones sociales de producción se establecen sobre la base de la
propiedad que condiciona, con carácter necesario, la posibilidad de relación entre la fuerza de
trabajo y los medios de producción para la realización del proceso productivo, se puede
caracterizar al modo de producción de los cazadores recolectores por la ausencia de propiedad
efectiva sobre los objetos primarios de trabajo.
De tal modo, los objetos de trabajo que constituyen contenidos de la propiedad
social son aquellos productos semielaborados o elaborados que se integran a nuevos procesos
de trabajo como objetos: la madera cortada y dejada a secar para la elaboración del arco, la
punta de proyectil tallada en piedra que se incorpora al proceso de confección de flechas o
dardos, etc.
Pero no es necesario ni posible establecer propiedad efectiva sobre los objetos de
trabajo en tanto medios naturales de producción.
El modo de producción cazador recolector. 173

No es necesario, mientras exista la disponibilidad natural de objetos de trabajo


primarios, que la sociedad invierta esfuerzos y se organice para asegurar la capacidad social
de disponer -es decir, para establecer propiedad objetiva- sobre los mismos.
Además y, sobre todo, no es necesario establecer propiedad sobre los medios
naturales de producción, porque no se ha invertido fuerza de trabajo en ellos 96. No contienen,
pues, trabajo pasado que fuera necesario defender.
Por su parte, tampoco es posible sostener, al menos de manera permanente, la
defensa de tierras o animales de su apropiación por extraños, debido a la precariedad de la
economía que no permitiría la interrupción de los ciclos productivos por períodos
prolongados.
El hecho de que no haya propiedad efectiva sobre los medios naturales de
producción disponibles en el territorio habitado por una comunidad, no implica que no haya
una territorialidad, la cual existe hasta en especies animales. En el caso de la sociedad
cazadora recolectora existen, de hecho, diversas forma de posesión consensual del territorio.
Los derechos de posesión pudieron establecer delimitaciones del uso de recursos entre
comunidades étnicamente diferentes o entre grupos integrantes de una misma comunidad
étnica.
Pero también la arqueología nos ofrece buenas evidencias de que hubo etnias
indiscutiblemente distintas que coexistieron compartiendo el mismo territorio; es posible que
la no existencia de conflictos mayores obedeciera a que sus modos de vida se orientaron a una
explotación preferencial de recursos diferentes 97.
Aunque incluso hay casos claros en que un mismo tipo se recursos y en el mismo
lugar geográfico, fue explotado contemporáneamente por dos pueblos distintos 98. En esta
situación, la coexistencia pacífica puede explicarse por la elevada productividad natural de los
recursos utilizados.
Esto significa que no hay propiedad social sobre los objetos primarios de trabajo
mientras la disponibilidad natural permita su posesión, es decir, la capacidad de uso de los
mismos. Todavía no ha surgido la propiedad sobre los medios naturales de producción. La
posesión del territorio es el precedente histórico de la propiedad territorial que se desarrollará
en la sociedad tribal.
De lo dicho se desprende una observación que estimamos relevante para la
comprensión de las condiciones de posibilidad histórica de la existencia de este modo de
producción. Y es que el mentenimiento de estas relaciones de producción supone la
disponibilidad natural de recursos como para asegurar la subsistencia de la población que

96
Ver Meillassoux, 1977: 28-29
97
Se trata de dos poblaciones culturalmente diferenciadas en Sudamérica desde hace unos 13.000 años. Una de ellas habitó
desde Venezuela hacia el sur, toda la región andina, tendiendo a explotar recursos de playa y roqueríos en la costa y
camélidos en las tierras altas. La otra, ocupó la parte septentrional de América del Sur, desde el norte del Perú, por el
Pacífico, hasta el centro del Brasil, por el Atlántico; en la costa tendieron al aprovechameiento de recursos de manglares y a
la caza de venados en el interior, en la región que compartieron con el pueblo antes mencionado (ver los denominados
Conjunto I y Conjunto III en Bate, 1984 y 1985).
98
Esto sucede, por ejemplo, en el sitio de explotación de recursos marinos en Huanaqueros (norte de Chile) donde coexisten
cazadores de la localmente conocida como "Cultura del Anzuelo de Concha" y la "tradición San Pedro Viejo". Ambos
pueblos mantuvieron, sin embargo, separados sus lugares de enterratorios.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 174

ocupa un territorio dado o su posibilidad de extenderse o desplazarse si es que aquellos sufren


una disminución relativa a niveles críticos.
En cuanto a la forma de la propiedad, en las sociedades cazadoras recolectoras la
propiedad es colectiva. Lo cual significa que no hay clases sociales y que todos los miembros
de la comunidad, como tales y como agentes de la producción, son co-propietarios de la
fuerza de trabajo y los instrumentos de producción disponibles.
Bajo esta forma general de la propiedad se dan diversas formas de posesión. La
posesión es un factor constitutivo de la propiedad y se refiere a la capacidad de uso,
subordinada a la capacidad de disposición. La capacidad de uso es transferible, como derecho
o como obligación, por parte de quien retiene la capacidad de disposición, es decir, detenta
efectivamente la propiedad. En las sociedades cazadoras recolectoras es la colectividad la que
retiene la capacidad de disposición y la posesión está transferida a los productores
individuales como derecho y como obligación 99.
Así, como en todo modo de producción, la fuerza de trabajo constituye posesión
individual del productor directo, desde que es indisociable de su existencia material. Suele ser
igualmente individual la posesión de diversos instrumentos de trabajo, como el arco y las
flechas, los dardos, los cuchillos, etc. Algunos otros medios auxiliares de trabajo, como la
embarcación, pueden ser de posesión doméstica.
También se dan formas particulares de posesión de instrumentos, en las que se
incluye a varios individuos; el grupo de co-poseedores o usuarios está normalmente integrado
por quienes han contribuido a su producción, así se trate de redes o trampas cuya elaboración
y uso requieren de relaciones laborales de cooperación, o de un arsenal de instrumentos de
empleo individual a cuyo uso tienen acceso varios individuos.
Hemos señalado que, si bien no existe la propiedad sobre los medios naturales de
producción que constituyen objetos de trabajo, sí se establecen, formas de posesión sobre los
mismos. Es común, entre los cazadores recolectores, que el uso de recursos o la ocupación del
territorio esté distribuido en grupos de posesión particular. Es común también que la
adscripción al grupo de co-poseedores esté definida por la pertenencia a la horda, como
sucedía aparentemente en Tierra del Fuego, cuyo espacio geográfico estaba distribuido entre
treinta y siete parcialidades 100. Estas divisiones generalmente se establecen para el uso de
determinados recursos, habiendo otros de libre acceso al uso común. En otros casos, la
posesión territorial se correspondía con una división geográfica del trabajo, asignándose
diferencialmente el derecho de uso de recursos distintos, y estableciéndose interdependencias
a través del cambio.
Por lo que se refiere a las relaciones de reciprocidad, opinamos que son
precisamente la expresión de las formas de propiedad existentes en esta sociedades.
Entendemos que las especificidades de las formas y proporciones de la distribución, el cambio

99 En el caso del esclavo clásico, que posee la fuerza de trabajo, su uso sólo constituye obligación; no puede disponer
sobre si hoy trabaja y mañana no o si prefiere cultivar claveles en vez de trigo. El campesino que renta tierras, en
cambio, adquiere el derecho a su uso por tiempo determinado a cambio de la renta; pero la propiedad es retenida por
el terrateniente.

100
Incluyendo el territorio ocupado por los háush, grupo étnico distinto de los selk'nam.
El modo de producción cazador recolector. 175

y el consumo, están, escencialmente condicionadas por las calidades de las relaciones que se
establecen para la realización del proceso fundamental de la producción. Por lo tanto, si la
reciprocidad se manifiesta básicamente en la distribución, o como un amplio sistema de
intercambios, debe guardar vínculos determinados con las relaciones de propiedad y
producción.
Habría que analizar lo que implica, en términos de la capacidad objetiva de
disposición sobre los instrumentos y la fuerza de trabajo, el hecho de que cada miembro de la
comunidad tenga el derecho a recibir y, a la vez, la obligación de dar a los demás, en caso de
necesidad. Entendiendo que tales compromisos se extienden mas allá de las situaciones de
apremio, pero se originan en la posibilidad permanente de carencia de medios materiales de
vida.
En primer lugar, hay que asentar el hecho de que los compromisos de reciprocidad
se originan y presuponen compromisos en torno a la producción. Si bien la reciprocidad se
realiza y se muestra de manera aparente en la circulación de bienes 101 -sea como un sistema
de redistribución o de un amplio circuito de intercambios diferidos- se trata de bienes que se
generan en el proceso productivo. Quien está en posibilidad de dar, es porque pone a
disposición de la producción la fuerza de trabajo y los instrumentos que posee. La garantía de
que quien recibe algo de la comunidad puede, en su momento, retribuir, está dada por su
compromiso de participación en la producción. El derecho y la obligación de recibir y dar, se
fundamentan en el derecho y la obligación de participar en la producción material.
En estos términos, la reciprocidad es el ejercicio del derecho de cualquier comunero
a disponer de la fuerza de trabajo o de los instrumentos que los demás han empleado en la
generación de los productos o servicios que de ellos recibe. La obligación de poner a
disposición de los demás los bienes o servicios que implican el uso de la fuerza de trabajo o
los instrumentos que un comunero posee, es la objetivación del mismo derecho, compartido
por los otros miembros de la comunidad.
Así es como, a través de las diversas manifestaciones de la reciprocidad, se objetiva
la existencia real de la propiedad colectiva como un derecho compartido.
La reciprocidad como obligación es la manifestación de que la capacidad de
disposición sobre los contenidos de la propiedad no es individual, sino está sujeta a las
regulaciones comunales.
Las relaciones de reciprocidad están reguladas y se establecen a través de los
compromisos que vinculan a las unidades domésticas que integran una horda o banda, a las
bandas que se relacionan entre sí a través de diversas formas de complementariedad (como el
sistema de mitades, secciones y subsecciones, cuando es el caso) o de afinidad y luego, en
general, a las diversas agrupaciones de bandas o parcialidades que integran una comunidad.

101
De manera análoga, en el sistema capitalista la plusvalía se genera en la producción, pero se realiza en la circulación. De
ahí que la burguesía centra el interés de sus análisis en el estudio del mercado. El mismo Marx inicia su exposición de las
determinaciones esenciales del sistema con el análisis de la mercancía, para descubrir las relaciones fundamentales de
producción que determinan sus características. El neoevolucionismo, en cambio, pretende que la generalización de las
regularidades empíricas manifiestas en la reciprocidad o el "parentesco", consituyen en si la explicación de las "economías
primitivas".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 176

Estos diversos niveles de integración constituyen las formas específicas del


establecimiento de las relaciones sociales que permiten la producción bajo la situación de
precariedad de las fuerzas productivas, al asegurar la estabilidad del sistema económico;
regulando así la reciprocidad solidaria tanto en la aportación a las actividades laborales como
en la distribución directa o a través de intercambios diferidos. De este modo, las relaciones
que regulan la reciprocidad son fundamentalmente las relaciones sociales de producción
basadas en la propiedad colectiva.
Es común que, en la designación de estos vínculos que comprometen concretamente
a los miembros de una comunidad de manera más directa o mediatizada según el nivel de
integridad a que se refieran, se usen por extensión analógica los términos del parentesco. No
obstante, aún cuando algunos de estos vínculos pueden coincidir aproximadamente con
relaciones reales de filiación, no se trata propiamente de relaciones de parentesco
consanguíneo. Se trata esencialmente de la particularidad de la forma de las relaciones de
producción, que organizan igualmente la distribución, el cambio y el consumo y a las cuales
se subordinan las alternativas posibles de filiación reproductiva. El tipo de organización que
se da una sociedad cazadora de acuerdo a los recursos y técnicas empleadas, a los sistemas de
complementación económica o a las necesidades de distribución de la fuerza de trabajo,
tiende a condicionar los patrones de movilidad de hombres y mujeres o de residencia
matrimonial. De allí pueden derivar diversas correspondencias o coincidencias con la
organización de las hordas o banda , las mitades, etc.; pero éstas no son necesariamente
relaciones de parentesco real ni están determinadas principalmente por las necesidades de
reproducción de la población.
Al respecto, con bastante precisión analítica, Meillassoux ha distinguido las
relaciones de adhesión de las de filiación o parentesco; señalado que
las relaciones sociales en la horda, se definen ante todo, en virtud de la adhesión presente de los
individuos a la misma, adhesión que se manifiesta por la participación en las actividades comunes
de producción y consumo [Meillassoux, 1977:32].
Otra característica que el citado autor apunta para estas sociedades es que, debido a
la brevedad de los ciclos de producción-consumo, a que no hay inversión previa de la fuerza
de trabajo en los objetos y la inversión en instrumentos de uso compartido es poca, un
individuo puede retirarse fácilmente de una unidad de producción y, al hacerlo, no interrumpe
ningún ciclo productivo. Por lo que las relaciones concretas de adhesión o cooperación laboral
no crean la necesidad de vínculos permanentes y son fáciles de disolver; a lo cual se debe la
posibilidad de circulación de los productores entre distintas hordas.
Se puede decir, en síntesis, que la particularidad distintiva de este modo de
producción, en cuanto a la correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones
sociales de producción, está dada por la ausencia de clases sociales y la existencia de
relaciones de reciprocidad que se corresponden con la necesidad de estabilizar una economía
estructuralmente precaria. En el entendido de que la reciprocidad es la expresión de las formas
colectivas de propiedad que se establecen sobre los instrumentos y la fuerza de trabajo, ya que
no se ha desarrollado históricamente aún la propiedad real sobre los medios naturales de
producción, debido a la naturaleza misma de las fuerzas productivas.
El modo de producción cazador recolector. 177

Conviene recalcar que son éstas las características que definen al modo de
producción cazador recolector y que el término no se refiere sólo a las técnicas
predominantes de apropiación.
Hay sociedades que mantienen una economía apoyada básicamente en técnicas de
caza, pesca, y recolección, pero que han desarrollado ya un modo de producción diferente al
establecer la propiedad comunal sobre los objetos de trabajo, generando una estructura tribal
en sentido estricto y donde las formas de la reciprocidad no se corresponden ya a una
economía precaria. Es el caso de los pueblos de la costa occidental de América del Norte y de
las llanuras del extremo sur americano, que se tribalizan bajo el impacto de la colonización
europea y, en algunos casos, antes. Del mismo modo, hay sociedades en transición que
comienzan a domesticar plantas y animales, pero que mantienen aún un modo de producción
cazador recolector, si se consideran los contenidos y formas de la propiedad.

Distribución, cambio y consumo.


De la existencia de formas colectivas de propiedad y la ausencia de clases sociales derivan
relaciones igualitarias de distribución, que es lo que sucede en las comunidades primitivas de
cazadores recolectores.
La igualdad en la distribución de los productos tiene ocasión de realizarse como
consecuencia de los procesos de trabajo que requieren de cooperación entre dos o más
productores. Las razones por las cuales la distribución es equitativa son más o menos simples.
En primer lugar, los productores se relacionan para trabajar en igualdad de condiciones: cada
uno es poseedor de la fuerza de trabajo y de los instrumentos que pone a disposición del
proceso laboral, trátese de instrumentos de confección y uso individual o grupal. No hay, por
tanto, posibilidad de justificar una distribución diferencial de los productos. Pero además, las
relaciones de colaboración productiva son breves y se disuelven con facilidad. De manera
que, si alguien pretendiera apropiarse sistemáticamente de una mayor cantidad de productos
que la que le corresponde proporcionalmente a su aporte laboral, obteniendo ventajas en la
distribución, sería fácil y rápidamente excluído de la unidad productiva, corriendo no solo el
riesgo de ser severamente sancionado, sino también marginado del circuito de reciprocidad.
Tal conducta, le impediría en breve tiempo encontrar nuevos grupos de adhesión y
reciprocidad a los cuales integrarse.
Tampoco hay incentivos ni necesidad para que algunos individuos o grupos dentro
de la comunidad realicen una acumulación de plusproductos, aún cuando para ello sólo
utilizaran su fuerza de trabajo o la de sus unidades domésticas sin involucrar la apropiación de
trabajo ajeno.
La imposibilidad no es técnica, sino social; pues seguramente bastaría con aumentar
algo el tiempo de trabajo para obtener mayor cantidad de productos que la necesaria para la
subsistencia. Pero ello no tiene sentido dentro de la racionalidad económica de estas
sociedades.
¿Para que querría alguien acumular plusproductos, sino para ponerse a resguardo de
eventuales carencias?. Socialmente, ello no podría tener otro significado que la intención de
prescindir del sistema de reciprocidad, lo cual conllevaría la ruptura con las estructuras y
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 178

normas sociales básicas y, sin lugar a dudas, sería claramente apreciado así por los demás, que
ejercerían todo el peso coercitivo de las sanciones sociales.
Para los demás comuneros probablemente no sería tan grave que alguien no ejerciera
su derecho a recibir, pero sería inaceptable que se desligara de su obligación de dar. De
manera que si algún cazador y su unidad doméstica obtuvieran y mantuvieran un volumen de
productos mayor que el considerado socialmente necesario para la sobrevivencia, sería
inocultable; y los demás presionarían ejerciendo su derecho a participar en la distribución de
tales bienes. Negarse a ello implicaría exponerse no sólo al rigor de las censuras morales, sino
aún a la exclusión del sistema. Y de cualquier manera no bastaría, para asegurar la
subsistencia, contar con la producción permanente de plusproductos confiando en la
potencialidad productiva del mediombiente ya que, como hemos visto, las situaciones de
carencia no están sujetas sólo a las variaciones de la disponibilidad natural de recursos. Pero,
además, se cerrarían las posibilidades de reproducción biológica para los miembros de esa
unidad doméstica.
En tales circunstancias, no tendría ningún sentido exponerse al rechazo social, si el
sistema de reciprocidad lo hace innecesario.
Podría uno preguntarse por qué no se ocupan todos de acumular reservas en
prevención de una posible escasez ocasional. Pero ello podría causar una depresión de los
recursos naturales cuya reproducción no se controla y correr el riesgo de un desequilibrio
completo de la economía. Por lo cual la sociedad genera los mecanismos que evitan la
sobreexplotación de la naturaleza. Y en el caso de que su productividad sea elevada y el
margen de riesgo de sobreexplotación sea bajo, la sociedad tenderá al crecimiento poblacional
y a la elevación de los niveles medios de consumo, que es como se han desarrollado
históricamente estos pueblos. En los casos en que se pudieran mantener pequeñas reservas
para solventar eventualidades (sin que ello redujera la movilidad del grupo), y todos hicieran
lo mismo, tales productos formarían parte de la producción media subsistencial.
De este modo, las relaciones sociales inhiben la acumulación diferencial de
productos, la generación de plusproductos, el almacenamiento y el uso de técnicas de
preservación de alimentos, regulando el proceso económico a través del derecho y la
obligación de participación igualitaria en la distribución 102.
Tal vez sea conveniente aclarar, en este punto, lo que significa distribución
igualitaria; pues no se trata de que, en todo momento y en cualquier situación se repartan
cantidades iguales de todo lo que se produce entre todos los miembros de una comunidad.
En un principio, no todos los individuos tienen las mismas necesidades en cada
momento de su vida. Un niño de pecho, un joven "soltero" que debe aprender a ser austero, un
cazador que debe sostener a una familia o un viejo ya retirado de las labores de caza, tendrán
necesidades diferentes en cuanto a consumo de calorías y alimentación; un manto de pieles
para un niño o un adulto, no serán del mismo tamaño; y cada uno requerirá de instrumentos
diferentes para la realización de las tareas que le corresponda, según la división doméstica del
trabajo.

102
Esto no quiere decir que no exista ningún tipo de reservas o formas rudimentarias de conservación.
El modo de producción cazador recolector. 179

Existe un reconocimiento de estas diferencias y, de acuerdo a la valoración social de


las mismas, se definen normas culturales que rigen las formas y proporciones de la
distribución para cada situación. Así, por ejemplo, es posible que un joven que aún no
constituye una unidad doméstica, reciba una menor cantidad de carne que éstos, aunque haya
aportado la misma cantidad de trabajo. O que se considere, cuando se dé el caso, que algunas
partes de los animales particularmente apreciadas deben destinarse a aquellos cuyas mujeres
estén amamantando. Habrá así una distribución diferencial. Pero ésta, a largo plazo, será
compensada cuando el joven sea ya responsable de proveer de carne a una unidad doméstica y
salga de caza con otros "solteros"; o cuando sean otros los que tengan niños lactando. Esta es
una de las formas como opera el sistema de reciprocidad.

Es en la esfera del intercambio aquella en que se manifiestan de manera mas


aparente las relaciones sociales de reciprocidad, originadas en las relaciones de producción
establecidas sobre la base de la propiedad colectiva. Se trata de una expresión y realización de
las relaciones sociales fundamentales, por lo que los diversos actos de intercambio están
normados con una fuerte carga valorativa. Por lo mismo, muchas veces la realización del
intercambio no obedece propiamente a la necesidad redistributiva de bienes de consumo de
los cuales alguna de las partes requiera realmente en el momento, sino mas bien al
establecimiento o refuerzo de las relaciones sociales básicas 103.
En general, el proceso económico del intercambio consiste en una redistribución que
permite a los consumidores obtener los valores de uso concretos que requieren para la
satisfacción de sus diversas necesidades específicas; entre las cuales también hay que
considerar la disponibilidad de medios de producción en nuevos ciclos productivos.
El grado de desarrollo y las formas del intercambio se corresponden con los niveles
de especialización y diversificación de la división del trabajo que conlleva el desarrollo de las
fuerzas productivas. En términos históricos generales, por lo tanto, se corresponden con las
calidades particulares de las relaciones sociales de propiedad y producción
En particular, es obvio que las categorías específicas para el análisis del cambio
desde un enfoque interesado en entender la racionalidad orientada a la obtención de utilidad
marginal -la que supone, por lo menos, la circulación de excedentes bajo formas de propiedad
privada- son del todo inadecuadas para entender la lógica de las sociedades cazadoras
recolectoras. En lo cual el planteamiento sustantivista de Polanyi contra el formalismo sin
duda está en la razón 104.
Por ello, nos permitiremos apuntar algunos criterios y consideraciones básicas que
nos posibilitan entender algunas características generales de los procesos de intercambio y las

103
Como señala acertadamente Service, refiriéndose a los pueblos cazadores " ...la sociedad primitiva no es comercial y los
intercambios de una forma particular tienden a acompañar una relación social de intensidad apropiada". Y, más adelante,
"...el establecimiento de relaciones sociales por si misma puede ser a menudo la función y el objeto de un intercambio de
bienes". (Service, 1973:28).
104
Karl Polanyi, "La economía como actividad insitucionalizada". En: Polanyi et al. (Eds.), 1976. De lo dicho, sin embargo,
no se deduce el absurdo en que han incurrido algunos autores de plantear que ninguna categoría analítica o explicativa es
generalizable. Si no hubiera regularidades o aspectos generales, es decir, objetivamente comunes a toda sociedad, tampoco
habría criterio alguno que permitiera comparaciones sistemáticas para mostrar las diferencias entre unas y otras.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 180

formas de manifestarse, a través del mismo, las relaciones de reciprocidad en las sociedades
cazadoras recolectoras.
En primer lugar, en todo proceso de cambio:
1. Participan dos o más agentes.
2. Se dan dos movimientos que, desde el punto de vista de uno de los agentes, son el de dar
y el de recibir.
3. Estos dos movimientos o calidades del proceso constituyen dos momentos que pueden
coincidir o diferir en el tiempo y el espacio 105.
4. Debido a esta posible diferencia de los momentos del cambio, los agentes pueden
aparecer, en cada momento como: donante, receptor, donante-receptor o receptor-donante.
De cualquier modo, para nuestro caso, un proceso de cambio se cumple cuando un donante
recibe o un receptor da.

En segundo lugar, las modalidades del intercambio se pueden caracterizar por la


combinación de varios factores:
1. Según la composición de los agentes puede tratarse:
a) de un individuo o,
b) de un grupo socialmente definido (por ej. unidades domésticas, hordas, secciones,
comunidades, etc.), En el segundo caso, puede ser un individuo o grupo el que representa a
una unidad social determinada, más amplia.
2. De acuerdo al contenido del proceso, los elementos intercambiados pueden ser:
a) productos que contienen trabajo pasado, como bienes de consumo, instrumentos u
objetos semielaborados o,
b) servicios (trabajo vivo), o favores.
Estos mismos elementos pueden ordenarse en una escala de valores de uso,
según el mayor o menor grado de urgencia vital de las necesidades que satisfacen. Ello puede
variar conyunturalmente dependiendo del grado de apremio o satisfacción de las diversas
necesidades en que se relacionan los agentes. Pero, de manera general, tal escala de
prioridades, para los productos, podría ser la de:
a) alimentos,
b) instrumentos y
c) bienes de consumo no alimenticio, para los productos.
Y, para el trabajo vivo; en primer lugar los trabajos productivos (según la
prioridad de los satisfactores que generan) y luego, los favores.
3. Según el grado de definición de las equivalencias, podríamos distinguir
intercambios:
a) De equivalentes definidos, cuando la cantidad y calidad de elementos
intercambiados se explicita de antemano

105
No entraremos acá en mas detalles, pero hacemos la distinción entre movimiento y momento, pues tiene implicaciones
importantes para una teoría de lo observable en el registro arqueológico, aunque la distinción no se refiere sólo a lo
empíricamente observable para el arqueólogo.
El modo de producción cazador recolector. 181

b) De equivalencias imprecisas, cuando los equivalentes no se especifican, pero a la


cantidad y calidad de elementos transferidos en el primer movimiento, se corresponde un
rango previsible de equivalentes concretos posibles.
c) De equivalencias indefinidas, cuando éstas no se explicitan ni puede el donante
prever la calidad o cantidad de elementos que obtendrá a cambio.
De cualquier manera, un sistema de equivalencias supone una escala de valores
relativos para el cambio. Cuando se trata de equivalencias definidas o imprecisas, el cambio
puede ser: a) equilibrado o,
b) desigual.
4. Según la temporalidad de los momentos del cambio, éste puede ser:
a) simultáneo o,
b) diferido.
De acuerdo a este criterio podemos considerar también si el plazo de cumplimiento
del proceso es definido o indefinido.
El intercambio simultáneo define su temporalidad en una sola acción recíproca
de dar y recibir.
El intercambio diferido tiene un plazo definido cuando, en la realización del
primer movimiento queda explicitado el momento de ocurrencia del segundo, o lo supone
implícitamente dentro de un rango temporal previsible.
El intercambio de plazo indefinido se genera con el primer movimiento,
dejando abierta la relación y difiere la ocurrencia del segundo momento sin posibilidades de
prever el lapso de tiempo entre ambos.
En los intercambios diferidos los agentes se presentan, en cada momento,
como donantes o como receptores.
5. De acuerdo a la dirección de los movimientos podemos distinguir:
a) intercambios bidireccionales, cuando la relación se cierra entre dos agentes:
donante-receptor y receptor-donante.
b) Intercambios en cadena, cuando participan más de dos agentes y la circulación de
elementos se da en los dos sentidos de una dirección determinada 106. El intercambio en
cadena puede tener puntos terminales o darse de manera circular.
c) Intercambios multidirrecionales, cuando participan mas de dos agentes, pero los
movimientos de dar y recibir pueden darse en cualquier dirección y sentido.
6. Según las expectativas de los agentes. Este es un aspecto subjetivo
(superestructural) que está culturalmente normado en cada sociedad. El hecho es que, de
acuerdo a tales normas particulares de conducta, los agentes saben en qué situaciones están en
obligación de dar, en derecho de recibir, si pueden esperar algo a cambio, si hay o no
definición de plazos, de equivalencias o de la dirección de los movimientos de bienes y
servicios. Mencionamos este criterio pues, aunque no se refiere directamente a la base
económica, debería ser tomado en cuenta para los análisis de casos concretos.

106
Usamos los términos de dirección y sentido con una connotación análoga a los de la física. Una dirección supone
movimientos entre dos puntos (por ej., norte-sur) y puede tener dos sentidos (de norte a sur o de sur a norte).
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 182

A partir de estos criterios apuntaremos algunas características de los procesos de


intercambio en estas sociedades.
Una primera observación general nos muestra que las modalidades del intercambio
varían principalmente entre dos términos. Por un lado, aquellos en que predominan las
relaciones entre agentes individuales, la temporalidad simultánea o definida, las equivalencias
definidas en intercambios equilibrados con expectativas de compensación a corto plazo, son
los que crean menor grado de compromiso y permanencia de los vínculos sociales. En el otro
extremo, la temporalidad diferida e indefinida, las equivalencias imprecisas o indefinidas en
intercambios entre agentes colectivos, sin expectativas precisas, se combinan en formas que
manifiestan las relaciones de reciprocidad que suponen estabilidad a largo plazo de los
vínculos y más elevado grado de compromiso social. Estas últimas caracterizan a la llamada
reciprocidad generalizada o solidaria y las primeras a la reciprocidad equilibrada o
compensada (Sahlins, 1972 y 1977; Service, 1973). Cuando predominan las formas de
reciprocidad compensada, se tiende hacia el extremo de la denominada "reciprocidad
negativa" que, en realidad, deja de ser reciprocidad y constituye una forma de enajenación que
tiende a disolver la reciprocidad de las relaciones comunales. Tal situación está severamente
limitada por las condiciones materiales y las normas sociales que se les corresponden en las
sociedades cazadoras recolectoras.
Otro aspecto importante es que la circulación de los valores de uso más necesarios a
la subsistencia supone el mayor grado de compromiso solidario en cuanto a la obligación de
dar y el derecho de recibir, sin más expectativas para el donante que la de reforzar su derecho
general a recibir e implica el menor grado de compromiso personal para el receptor. El
compartir los alimentos como norma de hospitalidad es probablemente la expresión más clara
y generalizada de esta situación.
De cualquier modo, hay que considerar la existencia de diversas modalidades del
intercambio, pues éstas tienden a responder a necesidades vitales y sociales específicas.
Veamos sólo algunos ejemplos:
1) Existe el trueque directo entre individuos, de equivalentes y plazos definidos
(simultáneos o diferidos), en que el donante espera recibir algo determinado a cambio. Es una
forma de intercambio equilibrado que permite a los agentes obtener los valores de uso que
necesitan como consumidores, cuando están en posibilidad de dar algo que interesa a la otra
parte. Bajo estas expectativas, si los valores intercambiados son desiguales, la relación queda
abierta a la completación del segundo movimiento.
2) El intercambio de "regalos" es una forma común de cortesía y de refuerzo de las
relaciones sociales; supone un sistema concreto de equivalencias imprecisas. Constituye un
acto social de manejo delicado, pues ninguna parte quiere aparecer dando o recibiendo demás
o de menos, ya que se trata precisamente de manifestar relaciones de igualdad. Si las
expectativas de los agentes son de un intercambio simultáneo y los valores intercambiados -
aún bajo la imprecisión de las equivalencias- son notoriamente desiguales, la situación puede
prestarse a tensiones y conflictos. Lo cual no ocurrirá si los plazos son diferidos, con lo que la
relación queda abierta a un nuevo movimiento y un compromiso social queda establecido.
Menos posibilidades de tensión hay cuando este intercambio es bidireccional entre agentes
El modo de producción cazador recolector. 183

colectivos, aún cuando se realice a través de múltiples movimientos desiguales entre


individuos, pues resulta más difícil intentar medir qué tanto se han compensado, en promedio,
tales diferencias.
3) El trueque entre distintas comunidades étnicas suele darse con plazos definidos,
equivalentes definidos o imprecisos, los agentes son colectivos (representan a cada
comunidad) y hay expectativas de compensación o equilibrio. Permite establecer un
compromiso de reciprocidad que no va mas allá ni significa menos que la creación de un
consenso mutuo de respeto a las posesiones comunales de medios naturales de producción. El
trueque expresa la búsqueda o refuerzo de una relación de "buena vecindad" que, de paso,
puede resolver conflictos potenciales al poner a disposición de los otros algunos recursos o
bienes no disponibles en su territorio 107. Esta relación puede darse bajo la forma del
"intercambio silencioso".
4) El intercambio intracomunal entre agentes colectivos, que pueden ser hordas
vinculadas, tal vez en un esquema de mitades y secciones, permite a cada grupo la obtención
de recursos de ecologías diferentes, cuando se da una división geográfica del trabajo. En tal
caso, los plazos y equivalentes están definidos. Se sabe qué puede aportar cada grupo y en qué
época del año, de acuerdo a los ciclos de disponibilidad natural de los elementos
intercambiados. Los movimientos y momentos pueden combinarse así de diferentes maneras.
Algunos de estos momentos son ocasión para la celebración de ceremonias colectivas que
refuerzan las relaciones grupales o permiten el movimiento de hombres y mujeres entre
grupos. Estos intercambios pueden ser bidireccionales o en cadena.
5) La dirrecionalidad de los intercambios en el interior de una comunidad,
particularmente los intercambios en cadena, contribuyen a delimitar los "circuitos de
reciprocidad" y a la definición de las distancias sociales. Por lo general, tienden a
corresponderse con las relaciones de adhesión productiva para la complementación de
recursos. En estos casos, los intercambios tienden a ser de equivalentes y plazos mas o menos
definidos.
Pero también estas cadenas determinadas de intercambios permiten resolver
carencias eventuales de alguno de los grupos que integran los circuitos de reciprocidad así
establecidos, por ejemplo, cuando se ven afectados por bajas drásticas de disponibilidad de
recursos debidas a factores naturales no predecibles. En tales casos, los plazos de retribución
son diferidos e indefinidos y los equivalentes imprecisos o indefinidos.
6) Dentro de unidades socialmente definidas, en particular al interior de la horda, es
común que se den intercambios multidireccionales, de equivalencias y plazos indefinidos,
generalmente diferidos. Implican la mayor proximidad social dentro de un circuito de
reciprocidad. En estos procesos, los movimientos de transferencia de bienes y servicios se dan
entre individuos; pero cada uno de ellos representa, en esos actos, al grupo al que pertenecen.
Es la forma como se resuelven cotidianamente las carencias eventuales o desigualdades
productivas entre las unidades domésticas. Se constituyen así los circuitos internos de

107
Como hemos mencionado, estas situaciones también se pueden resolver a través de compartir la explotación de los
mismos recursos, sin llegar al conflicto.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 184

reciprocidad que se corresponden con las unidades domésticas que mantienen las más
cercanas relaciones de adhesión laboral.
7) Mencionaremos una modalidad que podríamos denominar distribución diferencial
compensada a largo plazo y que supone intercambios dentro de determinados circuitos de
reciprocidad. En éste caso, el primer movimiento coincide con el proceso de distribución
directa. El segundo momento queda diferido con plazo indeterminado y las equivalencias son
definidas o imprecisas. Es como se compensan las necesidades diferenciales de consumo
condicionadas por la posición de los individuos dentro de su grupo sexual en diferentes
momentos del ciclo vital. Un ejemplo de ésto es el que ya mencionamos, a propósito de las
formas de distribución, de transferencia de productos del trabajo entre cazadores que
sostienen o no a una unidad doméstica.
Otro aspecto que debe destacarse es que, cuando se realizan intercambios de
equivalentes definidos o imprecisos, éstos se rigen por un sistema equivalencial concreto e
históricamente poco desarrollado. Al referirnos a su bajo desarrollo queremos decir que, si
bien existe ya la noción de la cantidad de trabajo necesario como medida del valor de
cambio108, suele primar el criterio del valor de uso para el establecimiento de las
equivalencias. Sin embargo, como la obligación de dar es mayor cuando se trata de bienes que
responden a necesidades subsistenciales mas urgentes entre individuos o grupos socialmente
mas cercanos, es posible que en esas condiciones éstos adquieran un menor valor relativo de
cambio que los bienes mas "superfluos". Además, si bien puede haber en cada pueblo una
noción ya definida de equivalencias aproximadas, los equivalentes tienden a definirse de
manera más precisa en cada situación particular, según las posibilidades, necesidades y
expectativas de los agentes. Es decir, los elementos intercambiados adquieren literalmente la
forma accidental del valor 109.
Pero, como hemos señalado antes, las formas del intercambio más adecuadas para
resolver la situación de precariedad económica son las que expresan reciprocidad solidaria o
generalizada. Es decir, aquellas en que las equivalencias son indefinidas o imprecisas, los
plazos diferidos e indefinidos y los movimientos multidireccionales entre agentes que
representan al colectivo. Así se ejerce el derecho a recibir sin crear deudas personales y la
obligación de dar, como movimiento recíproco, se cumple con aquellos que realmente lo
requieran en una nueva situación, cuando ésta se presente, transfiriéndose los valores de uso
determinados que se necesiten. En la reciprocidad solidaria el donante cumple con una
obligación social y no genera más expectativas que la de afirmar su derecho a recibir en caso
de necesidad.
La racionalidad económica de este sistema es notablemente ajena al mercantilismo.
Tanto que, desde la lógica predominante en los intercambios de la sociedad capitalista actual,
podría preguntarse si aquella conforma realmente un sistema de intercambios. Y lo es, desde
que permite a los consumidores obtener los valores de uso determinados que requieren para
satisfacer sus diversas necesidades específicas y en el momento en que los necesitan. Sólo que

108
Cfr. Sahlins, 1977
109
Sobre los conceptos de sistema equivalencial concreto y forma accidental del valor , ver C. Marx, "El Capital", Libro
primero, Sección primera, Capítulo I.
El modo de producción cazador recolector. 185

el sistema responde a la precariedad general de las fuerzas productivas que permite prever la
existencia permanente de carencias vitales, sin poderse predecir quiénes ni cuándo necesitarán
qué valores de uso. La reciprocidad solidaria obliga a todos los miembros de la comunidad a
responder a la satisfacción de tales necesidades cuando están coyunturalmente en situación de
hacerlo y garantiza a cada uno el derecho a ser asistido de igual manera.
Por ello es que la reciprocidad solidaria se manifiesta y realiza bajo diversas formas
de intercambio, y su función supone la existencia del contexto global de la economía en el
largo plazo. Y sólo puede ser cabalmente comprendida en ese contexto. Como observa con
acierto Service,
La reciprocidad generalizada es una forma de intercambio basada en la presunción
de que la devolución ocurrirá a la larga... Es la forma del más alto altruismo. Se
basa en el hecho de que la gente que intercambia va a estar asociada durante muy
largo tiempo. Por tanto la reciprocidad es sólo una esperanza muy vaga. A la larga
las cosas se compensan.
Y en efecto, las transferencias de bienes y servicios que realizan la reciprocidad
solidaria se incluyen y constituyen, en el largo plazo, un sistema de intercambios equilibrados
o compensados. Ello por una razón: la producción está destinada al consumo subsistencial.
Cada unidad doméstica produce normalmente para satisfacer sus necesidades subsistenciales.
Cuando no logra generar los productos necesarios para eso, lo cual ocurre por períodos
breves, será provista por otras unidades domésticas. En otro momento deberá producir o
trabajar algo por encima de sus necesidades de consumo, transfiriendo esa parte a otras
unidades domésticas o individuos en déficit. Como no hay necesidades sociales de
acumulación de plusproductos ni posibilidades de acumulación diferencial, el margen de
desigualdad de los valores transferidos en cada movimiento, se compensa necesariamente en
el largo plazo. Por lo mismo, dicho sea de paso, es innecesario el desarrollo de un sistema de
equivalencias más preciso.
Aunque nadie intentaría hacer un cálculo exacto de cuánto trabajo vivo o pasado ha
transferido y cuánto ha recibido a lo largo de su vida -pues la diferencia nunca será muy
notable y los parámetros de evaluación son imprecisos- es posible que haya quienes han dado
o recibido más que otros. Pero el que recibió más, es porque se vió enfrentado a mas
situaciones de carencia que, de seguro, no buscó voluntariamente. El que cedió más, fue
porque estuvo más veces en posibilidad de hacerlo y con ello garantizó no sólo su derecho a
ser ayudado, sino el de los miembros mas cercanos de sus grupos de filiación y adhesión.
De lo cual, curiosamente, se desprende un principio general que rige la distribución
en las comunidades de cazadores recolectores y que podría formularse rigurosamente como
"de cada quien de acuerdo a sus posibilidades y a cada quien de acuerdo a sus necesidades".

Resumen y conclusiones.-
El modo de producción de las sociedades cazadores recolectoras se caracteriza por que la
composición y desarrollo de las fuerzas productivas conforman una economía
estructuralmente precaria. Para estabilizar una economía sometida a tal riesgo, es necesario el
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 186

establecimiento de relaciones de reciprocidad, que resuelven las posibilidades permanentes de


situaciones de apremio vital.
La reciprocidad, que implica el derecho de recibir y la obligación de dar, se fundan
en la obligación y el derecho de participación en la producción. Es la expresión de la
existencia de formas colectivas de propiedad, como capacidad comunal de disponer de la
fuerza de trabajo y los instrumentos de producción, que se emplean bajo diversas formas de
posesión particular o individual. No hay necesidad ni posibilidad de establecer la propiedad
efectiva sobre los medios naturales de producción, que se utilizan bajo formas diversas de
posesión.
La unidad y contradicción entre fuerzas productivas y relaciones sociales de
producción se manifiestan particularmente en la relación entre precariedad y reciprocidad. La
reciprocidad se afirma permanentemente a través de relaciones de distribución igualitaria y se
refuerza tendiendo a mantener las condiciones de precariedad que la generan, por la vía de
inhibir la preservación y acumulación de alimentos. Lo cual también está relativamente
limitado por la falta de control directo de la reproducción biológica de las especies
alimenticias.
Las relaciones colectivas de propiedad determinan formas de distribución igualitaria,
así como un sistema de intercambios que garantizan la reciprocidad y el consumo
subsistencial.
Por ahora, nos limitaremos a adelantar una conclusión respecto a las condiciones de
existencia y de disolución de este modo de producción: éste existe mientras la disponibilidad
de recursos accesibles a la tecnología de apropiación permita la subsistencia de la población.
Cuando las relaciones de reciprocidad se vean imposibilitadas de resolver una crisis debida a
la agudización de la precariedad -ocasionada por un desequilibrio entre esos tres elementos
generales del proceso productivo-, el modo de producción cazador recolector entraría
necesariamente en un proceso de cambio cualitativo hacia la sociedad tribal.
Aumento relativo importante de la población, insuficiencia relativa de la tecnología
de apropiación o disminución drástica de los recursos naturales de producción, cualquiera sea
el factor desencadenante, se conjugarán generando el proceso de transformación social, que es
la revolución tribal o "neolítica". Ello supone otra condición histórica, cual es la de que las
posibilidades de expansión territorial y de apertura de nuevas fuentes de recursos estén
limitadas por la existencia de otras poblaciones vecinas, incapacitadas de permitir el acceso a
las mismas sin entrar en una situación similar. Por eso es que, históricamente, las primeras
revoluciones "neolíticas" ocurren cuando ya los vastos territorios de un continente están
completamente poblados.

Bibliografía.-

Bate, Luis F.
1982 Orígenes de la comunidad primitiva en Patagonia. Ediciones Cuicuilco. México.
1. Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamerica. Historia General
de América, Ediciones de la Presidencia de la República., Vol. 2,Tomos 1 y 2. Caracas.
1985 Los pueblos cazadores recolectores en Sudamérica. Ponencia al 45º Congreso
El modo de producción cazador recolector. 187

Internac. de Americanistas. Bogotá.


Childe, V. Gordon
1954 Los orígenes de la civilización. Brevarios del Fondo de Cultura Económica, México.
1972 Qué sucedió en la historia. Edit. La Pléyade. Buenos Aires.
Dierchxsens, Wim
1983 Formaciones precapitalistas. Ed. Nuestro Tiempo. México.
Emperaire, Joseph
1963 Los nómades del mar. Editorial Universitaria. Santiago de Chile.
Engels, Federico
s/f El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Progreso, Ed. Lenguas
Extranjeras, Moscú.
Gallardo, Carlos
1910 Los ona. Cabaut y Cía. Editores. Buenos Aires.
Godelier, Maurice
1974 Economía, fetichismo y religion en las sociedades primitivas. Siglo XXI Editores,
Madrid
Harris, Marvin
1982 El materialismo cultural. Alianza Universidad. Madrid
Hindess, Barry y P. Hirst
1979 Los modos de produccion precapitalistas. Ediciones Península. Barcelona
Lee, Richard e I. De Vore
1968 Man the hunter. Aldine Publishing Company
Lynch, Thomas
1971 Preceramic trashumance in the Callejon del Huaylas, Peru.American Antiquity,
vol. 36, nº. 2, pp. 139-148
1975 Algunos problemas básicos del estadio de caza recolección andina: trashumancia.
Estudios Atacameños, nº. 3 pp. 7-10 .San Pedro de Atacama.
Marx, Carlos
1959 El capital. Volumen I. Fondo de Cultura Enonómica, México.
1972 The ethnological notebooks of Karl Marx. Laurewnce Krader Editor. Van Gorcum.
Meillassoux, Claude
1977 Mujeres, graneros y capitales. Siglo XXI Editores.México
Menghin, Oswaldo
1952 Las pinturas rupestres de la Patagonia.Runa, vol. V. Buenos Aires.
Montané, Julio
1981 Sociedades igualitarias y modos de producción. Boletín de Antropología Americana,
nº. 3 pp. 71-89
Morgan, Lewis H.
1975 La sociedad primitiva. Editorial Ayuso. Madrid.
Núñez, Lautaro
1975 Dinámica de grupos preceramicos en el perfil de la costa y altiplano del norte de Chile.
Estudios Atacameños,nº 3, pp. 59-74. San Pedro de Atacama.
Polanyi, Karl, C. Arensberg y H. Pearson [Eds.]
1976 Comercio y mercado en los imperios antiguos. Editorial Labor. Barcelona.
Rick, John
1982 El precerámico peruano. Col. Mínima. INDEA. Lima.
Sahlins, Marshall
1972 Las sociedades tribales. Nueva Colección Labor, Barcelona
1977 La economía de la Edad de Piedra. Akal Editor. Madrid.
Service, Elman
1973 Los cazadores. Nueva Colección Labor. Barcelona.
Silva, Jorge y R. Weissner
1973 La forma de subsistencia de un grupo cazador-recolector del postglacial en los valles
transversales del área meridional andina. Actas del VI Congreso de Arqueología
Chilena, pp 353-370. Santiago de Chile.
Veloz Maggiolo, Marcio
1984 La arqueología de la vida cotidiana. Boletín de Antropología Americana, nº. 10,
pp. 5-21.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 188
SOBRE EL MODO DE REPRODUCCIÓN
EN SOCIEDADES PRE-TRIBALES

Luis F. Bate y Alejandro Terrazas

Según la teoría materialista, el factor decisivo en la historia es, en fin de cuentas, la


producción y reproducción de la vida inmediata. Pero esta producción y reproducción son de
dos clases. De una parte, la producción de los medios de existencia, de productos
alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos que para producir todo eso se
necesitan; de otra parte, la producción del hombre mismo, la continuación de la especie .

Federico Engels

Resumen.-
La configuración demográfica de las sociedades de cazadores recolectores se ha utilizado
tradicionalmente para explicar diferentes problemas de investigación, como los referentes al
poblamiento de América o el origen de la agricultura. Generalmente, se ha considerado que la
demografía de los pueblos cazadores recolectores prehistóricos estaba directamente
condicionada por factores ambientales, como la capacidad de carga del medio o los cambios
climáticos, condiciones a las cuales los grupos humanos habrían debido adaptarse para
sobrevivir. A pesar de que existen proposiciones teóricas que consideran variables sociales
para explicar los patrones demográficos de los pueblos nómadas, por lo general se termina
aduciendo condiciones ambientales como causas básicas, desconociendo el potencial de la


Publicado en la Revista Atlántico Mediterránea de Prehistoria y Arqueología Social (RAMPAS), vol. V: 11-
41. Universidad de Cádiz. Cádiz, 2002.


El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Prefacio a la primera edición de 1884.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 190

propia organización social concreta para modificar su propia estructura de población, con
relativa independencia de las condiciones del ambiente.
En esta comunicación se presentan algunas consideraciones sobre los aspectos
concretos a través de los cuales un sistema social puede influir directamente en su historia
demográfica, así como en las condiciones propias de su ecosistema.
Para ello se indican algunas de las variables a través de las cuales estamos en
proceso de formalizar el concepto de modo de reproducción. Y se señalan relaciones posibles
entre el modo de producción y el modo de reproducción en sociedades de cazadores
recolectores pre-tribales, derivando implicaciones que tendrían estas categorías en la
conformación de modelos sobre los primeros pobladores del continente.

1. Hacia la conceptualización del modo de reproducción.


El marxismo, como concepción general de la realidad, a pesar de haberse desarrollado sobre
una base esencialmente crítica y deconstructiva110, no ha escapado a la influencia de las
condicionantes ideológicas de su época. Una de éstas es la ideología machista111 cuyo influjo
se advierte en el descuido teórico de algunas de las esferas imprescindiblemente importantes
para la explicación de la existencia social. Y que ha resultado en el ocultamiento -por
desinterés en la reflexión, seguramente debido a negligencia involuntaria- del ámbito
doméstico y reproductivo, en la base del ser social, y de los reflejos afectivos en el campo de
las superestructuras. No le faltaban razones a Lonzi [1978], para acusar a Hegel, a Marx y a
Freud de ser unos detestables machistas.
Es Engels quien se ocupa, en El origen de la familia, la propiedad privada y el
estado, del tema de las relaciones sociales que median la reproducción biológica de la especie
humana y del rol fundamental que en ello juegan las mujeres 112. Pero el desarrollo ulterior del
marxismo, salvo contadas excepciones, no prestó la debida atención a dicha problemática.
Actualmente, estamos trabajando en un intento de formalización más adecuada del
concepto de modo de reproducción. Por ahora, nos limitaremos a señalar algunas de las
variables a considerar y algunas de las particularidades que presentarían, en éste aspecto, las
sociedades pre-tribales.
Los conceptos de modo de producción y modo de reproducción se refieren a las
prácticas y relaciones sociales que integran lo que se ha denominado infraestructura de la
sociedad o la base material del ser social. Permiten la distinción analítica de los ámbitos de
110
Ver Marxism and deconstruction, Ryan [1982].
111
Quedará claro que no nos referimos a la doctrina filosófica de Ernst Mach, sino a la concepción ideológica en
que se apoyan las prácticas discriminatorias de las mujeres en favor de la dominación masculina.
112
Aunque, como comenta Sanahuja Yll [2002:141]: "Considerando que la mayoría de las premisas de Morgan y
de Engels son etnográficamente erróneas y que Engels ha sido modernizado y criticado dentro de la antropología
marxista y del género [...], resulta sorprendente su popularidad aún hoy". Lo cierto es que "Engels suscitó un
problema que la Antropología no había planteado todavía y que tiene que ver con un intento de
'desnaturalización' y no con la tradicional explicación de que la dominación de los hombres había sido 'natural' "
[ibídem].
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 191

relaciones sociales que organizan la reproducción económica de las condiciones materiales de


la vida humana y las formas de su reproducción bio-social. En la realidad, están
necesariamente imbricadas entre sí, así como con las instancias superestructurales de la
sicología social y la institucionalidad, conformando una totalidad dinámica concebida como
formación social113.
El concepto de modo de reproducción se refiere al sistema de relaciones sociales y
actividades que median y realizan la reproducción biológica de la especie y la reposición
cotidiana de la vida humana.
La formalización teórica del concepto requiere de la consideración crítica de los
aportes realizados por diversos autores en torno al tema y de integrarlos en una concepción
que permita acceder a la explicación de estos aspectos de la estructura de los procesos
sociales. Entre ellos, por ejemplo, los conceptos de sistema de parentesco o demografía en
diversos autores, las distinciones entre parentesco y filiación o patrones de residencia y
movilidad (Meillassoux), red mínima de apareamientos (Wobst) o closed connubium
(Williams, Gilman). Igualmente conceptos como el de unidad doméstica (Sarmiento, Sanoja y
Vargas o Sahlins), producción de mantenimiento (Castro et al., Sanahuja) y otros.

La reproducción biológica.114
Una de las características distintivas de la reproducción biológica de la especie humana, es que
ésta se encuentra mediada por relaciones sociales objetivas las que, a su vez, son reflejadas de
diversas maneras en la conciencia social y en los sistemas de valores y, en parte, reforzadas a
través prácticas institucionales115.
Desde la tradición antropológica se ha supuesto que los sistemas o estructuras de
parentesco conformarían las relaciones que organizan la reproducción humana. Como observa
Meillassoux
Todo el problema de la reproducción está contenido, en la etnología clásica, en la
teoría del parentesco. [1977: 23]
Pero, como el mismo autor ha señalado,
...los análisis teóricos relativos a la etnología eran muy elementales como para hacer
una distinción entre las distintas formas de relaciones expresadas por lo que se
denominaba "consanguinidad". De hecho esta distinción aún está por hacerse en lo
que concierne al "parentesco", y en las páginas que siguen trataré de demostrar de
qué manera persiste la confusión en lo referente a la naturaleza de las relaciones

113
Ver Bate 1998.
114
Hemos revisado y reestructurado este apartado, por lo que difiere de la versión publicada en R.A.M.P.A.S,
vol. V: 11-41. Universidad de Cádiz. Cádiz, 2002.
115
Lo cual significa que su representación superestructural no siempre corresponderá con las relaciones reales u
objetivas. Del mismo modo, si se desarrollan prácticas de reforzamiento insitucional, es porque no siempre los
comportamientos reales de los individuos se ajustan a las normas definidas en el sistema de valores.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 192

sociales agrupadas en esta categoría. [ídem: 22]

De manera que, con el fin de sistematizar algunos conceptos básicos para la


elaboración posterior de una teoría del modo de reproducción, estimamos necesario establecer
dos distinciones básicas:
a) Adhesión y parentesco. De hecho, es a Meillasoux a quien debemos las
importantes distinciones conceptuales entre adhesión productiva y parentesco, acoplamiento y
filiación, residencia y movilidad. Veamos la primera distinción en sus palabras:
Es flagrante la confusión entre dos relaciones distintas: la de adhesión y la de
parentesco. En la horda116 la condición de un individuo depende de las relaciones
voluntarias, precarias y reversibles, que contraiga en los límites temporales de su
participación efectiva en las actividades comunes. Las relaciones de parentesco, por
el contrario, son impuestas por el nacimiento, son de por vida, estatutarias e
intangibles, y es a partir de ellas que se define la posición del individuo en las
relaciones de producción y de reproducción. En el primer caso, la sociedad se
reconstruye incesantemente a partir del libre movimiento de los individuos entre las
células constitutivas de la sociedad; en el segundo los individuos están sometidos a
las normas establecidas de la reproducción social, en el límite de su grupo de origen.
En uno la pertenencia social permanece individual, mientras que en el otro se
comunica de generación en generación. [ob. cit.: 34, cursivas nuestras]

Por lo tanto, las relaciones de adhesión se refieren a los vínculos que se establecen
sobre la base de las capacidades de los individuos117 para participar de diversas actividades
que requieren de colaboración, como son las relaciones laborales, de producción económica, y
que condicionan su participación en los procesos de distribución, intercambio y consumo. Pero
incluye también a los vínculos establecidos entre individuos, basadas en sus capacidades y
posibilidades de participación en torno a otras actividades comunes a nivel de la práctica del
ser social.
Mientras que el parentesco media y define socialmente las relaciones entre
individuos y grupos sociales de acuerdo a su ubicación dentro de un sistema de referencia
genealógico. Así se tiende a normar la reproducción, pero también sirve de marco para el
establecimiento de relaciones económicas. Lo que no debería confundirse es el diverso
contenido de las relaciones sociales que puede ser representado bajo los sistemas de
parentesco.
b) Normas y patrones. Esta es otra distinción analítica que, de diversas maneras, se

116
Meillassoux usa el término de 'horda' para referirse a lo que otros autores (p. ej. Service) denominan 'banda
mínima', y el texto citado está referido específicamente a sociedades cazadoras recolectoras.
117
Entendemos que también se establecen relaciones de adhesión, prescindiendo de los referentes genealógicos,
entre grupos sociales, como pueden ser las unidades domésticas que constituyen una horda o banda mínima.
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 193

ha hecho en la tradición antropológica118 y que debería ser muy clara, particularmente desde
un punto de vista materialista.
La normas son reglas de conducta definidas superestructuralmente, a través del
sistema de valores, que predican acerca de lo que para la mayoría de la sociedad 119 es deseable
o está permitido y lo que se juzga inadecuado o se prohíbe. En este sentido, hay sociedades
permisivas, en las cuales lo que no se prohíbe está permitido y sociedades restrictivas en las
que se entiende que lo que no está permitido, se prohíbe. En cualquier caso, en cada sociedad
hay diversos grados de flexibilidad o tolerancia a las diferencias entre el comportamiento real
y la normatividad.
Los patrones, por su parte, son las conductas reales, el comportamiento de hecho,
que se da aún cuando pueda diferir en diversas medidas respecto a la normatividad. Esta
distinción es importante, por cuanto las normas no se corresponden necesariamente a todas las
conductas reales y éstas no siempre se atienen a las normas.
Hechas estas distinciones, podemos apuntar algunos conceptos básicos:
1. Acoplamiento y filiación. Siguiendo con Meillassoux, este autor establece la
necesidad de diferenciar entre acoplamiento y filiación. Las normas de acoplamiento o
apareamiento se refieren a los apareamientos posibles, es decir, a qué relaciones de
procreación están permitidas y cuáles se prohíben. Los patrones de apareamiento se refieren a
los acoplamientos que se dan de hecho.
La filiación, en cambio, define el destino de la descendencia, es decir, a qué grupos
serán asignados los hijos que resulten de los apareamientos. Aclarando que
Es cierto que el parentesco regla también el acoplamiento con referencia a la posición
de los individuos en un cuadro genealógico, pero lo inverso no es verdad. Las normas
que sólo rigen el acoplamiento, cuando existen, se satisfacen con cuadros
referenciales más simples, los que permiten reconocer de una generación a otra las
posibles parejas, sin intervenir en el destino de la descendencia. [ob. cit.… 37]

Y, en cuanto a la filiación, la colocación de la descendencia estaría normada por:


a) las reglas de descendencia (matrilinealidad, patrilinealidad, descendencia
paralela) y
b) las reglas de residencia de los cónyuges (patrilocal, matrilocal, avunculocal) y de
los hijos.
Haciendo notar Meillassoux que este vocabulario de la etnología clásica
...se refiere totalmente a sociedades de parentesco en las cuales las relaciones de
filiación son institucionalizadas y genealógicas. Tienen un contenido más jurídico

118
Está, por ejemplo, en la distinción que hace Linton entre pautas reales y pautas ideales.
119
Esto, al menos, en las sociedades no clasistas. En las sociedades clasistas hay normas que las clases
dominantes imponen a las mayorías, en contra de su sentir o de sus creencias.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 194

que funcional. La generalización de su empleo a todas las formas de organización


social crea la confusión.[pág. 43, cursivas nuestras]

Cabe acá hacer algunas precisiones. Al referirse a la "comunidad doméstica",


Meillassoux critica acertadamente a Sahlins el hecho de que, en su Economía de la Edad de
Piedra, el concepto de "modo de producción doméstico"
se aplica tanto a la economía de los cazadores recolectores como a la de los
pescadores, pastores o agricultores" [pág. 19].
Y critica tanto al funcionalismo como al estructuralismo el no ofrecer
los medios teóricos para diferenciar dos modos de organización social distintos, uno
donde domina la adhesión y otro la filiación; [pág.39]

Agregando más adelante que


...las familias tienden a aliarse mediante relaciones de adhesión cuando la caza es el
elemento estructurante; mediante relaciones matrimoniales cuando domina la
agricultura. [pág. 47]

Más adelante discutiremos la distinción que hace entre comunidades cazadoras


recolectoras y comunidades agrarias en términos económicos. Lo que importa, por ahora, es
que fundamenta el hecho de por qué en las primeras predominarían las relaciones de adhesión
y, en las segundas, el parentesco con énfasis en la filiación como asignación de la
descendencia. De ahí que propone un criterio más generalizable que las categorías propias de
las sociedades agrícolas -que la antropología generalizaría abusivamente- introduciendo el
concepto de movilidad:
A un nivel estrictamente funcional e independientemente de las reglas de
filiación o de residencia, se establecen dos formas de movilidad de los adultos
púberes (que muchas veces son también normas, en razón de su relativa
incompatibilidad), dos formas de movilidad previas a las relaciones de filiación y
cuyas implicaciones demográficas, sociales y políticas, me parecen decisivas. [...]
La movilidad, según sea masculina o femenina, tiene efectos prácticos y
lógicos sobre la residencia y la filiación... [pág. 44]

Distingue así sistemas ginecoestáticos y ginecomóviles, según si las mujeres procrean


en su grupo de origen o fuera de él, en una comunidad aliada. El efecto práctico es que el
ginecoestatismo tenderá a la matrilocalidad y matrilinealidad y la movilidad femenina tenderá
a la patrilocalidad y patrilinealidad. Donde el primero es menos eficiente en la corrección de
los accidentes que ponen en riesgo la reproducción de las unidades sociales demográficamente
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 195

reducidas. Dejamos hasta acá, por ahora, las distinciones conceptuales que introduce
Meillassoux y que tendrán importantes implicaciones en la explicación de los procesos de
reproducción en sociedades con distintos tipos de economía, si bien luego se centrará en el
análisis de las sociedades agrícolas.
2. Parentesco. Por nuestra parte, queremos enfatizar una distinción que también se ha
hecho en la antropología, entre el "parentesco clasificatorio" -considerado por algunos autores
(como Service) como una forma de "parentesco político"- y lo que se ha llamado parentesco
"consanguíneo".
Proponemos que el parentesco clasificatorio, junto con otros arreglos estructurales
(como los sistemas de mitades u otras formas de afinidad) constituyen, en las sociedades
preclasistas, la forma como se representan las relaciones sociales de producción. En éste
sentido, su contenido real son básicamente las relaciones de producción. Pero también, como
representación superestructural valorativa de las relaciones sociales, permite definir normas de
apareamiento y filiación.
Esta equiparación analógica, en la representación superestructural, de dos clases
diferentes de vínculos sociales (las relaciones de producción y reproducción) se funda en la
práctica cotidiana del ser social: en la medida en que las unidades básicas de reproducción
tienden a coincidir con las unidades domésticas -entendidas éstas como unidades de
producción y consumo-, son fácilmente asociables en la inmediatez de la conciencia habitual.
En cada sociedad puede haber diversos grados de conciencia sobre la diferencia de contenidos
atribuidos a los términos del parentesco120.
Por otro lado, usaremos el concepto de parentesco genético para referirnos a los
vínculos bio-sociales resultantes de las relaciones reales de acoplamiento y filiación, con
independencia de cómo sean reflejadas en la conciencia social o normadas por el sistema de
valores. En consecuencia, el parentesco genético constituiría la base real del denominado
parentesco "consanguíneo", que supone nexos sociales dados por los vínculos biológicos que
requiere la reproducción. Y el cual, planteado claramente, no está determinado por los
ancestros genealógicos sino, más bien, éstos pueden adquirir vínculos sociales a través de los
apareamientos y distribución de su descendencia121.
Lo cual requería de precisar el uso de los términos de patrones de acoplamiento y
filiación para referirnos a la existencia real de tales relaciones, distinguiéndolas de las normas
o reglas de apareamiento y filiación. Donde éstas pueden guardar grados variables de
correspondencia con los patrones reales e incidir, también en diversa medida, en el
condicionamiento normativo de su realización. Sin olvidar que, en buena medida, tales normas
se realizan de acuerdo a los patrones reales de movilidad.

120
Y es muy posible que en muchos casos sea una diferencia explícita sin que los etnógrafos, imbuídos de sus
preconcepciones teóricas, se hayan percatado de ello.
121
Donde cabría observar, como ejemplo, que pese a los términos jurídicos actualmente usuales, no existen de
hecho hijos "ilegítimos". Ya que, en todo caso, los que se pueden ilegitimar son los padres. Igualmente, aunque
todo ocurre en un contexto social y exceptuando "niños de probeta", todos los hijos son naturales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 196

Desde el punto de vista teórico, éstas distinciones son necesarias y, desde el punto
de vista práctico de la investigación, es afortunado el hecho de que el prometedor desarrollo
de técnicas de investigación genética, aún incipientes, apunta a convertirse en una excelente
fuente de informaciones acerca del parentesco genético y de los patrones reales de movilidad,
apareamiento y colocación de la descendencia. Las cuales no son tan afectadas por las
concepciones subjetivas de los "informantes" arregladas, a su vez, por las preconcepciones de
los investigadores, como ha ocurrido con la teoría del parentesco en la etnología o
antropología122.
3. Redes de apareamiento. Otro concepto importante a tener en cuenta es el de red
mínima de apareamientos, acuñado por Wobst [1974] y que se refiere al número mínimo de
individuos que deberían integrar una población de supervivencia viable y que, en su caso,
establece en 519123. Por su parte Williams ha usado el término de closed connubium, para
referirse a la red de apareamientos, proponiendo que ésta fluctuaría entre un número mínimo
de 210 y hasta 1275 individuos, con una media de 600, constituida por "bandas mínimas" que
fluctuarían entre 25 y 75 integrantes124.
Desde luego, hay que tomar en cuenta las redes reales de apareamiento y no sólo la
mínima potencialmente viable. No obstante, éste último concepto tiene importancia para
evaluar las posibilidades reales de desplazamiento en los procesos de poblamiento, dado que
es necesario tomar en cuenta que la viabilidad de las nuevas ocupaciones dependerá de
mantener una "retaguardia" que permita sobrevivir a los grupos de poblaciones exploradoras o
colonizadoras.
4. Genotipos y fenotipos. Nos interesa retomar esta distinción tradicional en la
genética, con el fin de hacer énfasis en la interfase ineludible de lo biológico y lo social, a
nivel poblacional. Para la cual usaremos los términos de:
Composición genética, referida a la reserva de posibilidades de desarrollo biológico
contenidas en el "pool genético" y que está mediada socialmente por lo que enseguida
definiremos como estructura de la población. Lo que nos interesa destacar es que lo que se
queda y lo que se va eliminando del pool genético no obedece exclusivamente a los aspectos
biológicos de la microevolución, sino que lleva varios milenios siendo "filtrado" por normas y
patrones estrictamente sociales del comportamiento humano. Del mismo modo que diversos
eventos de flujo génico pueden ser concomitantes de relaciones sociales establecidas al
margen del interés de los grupos humanos respecto a la reproducción.

122
Por supuesto, nada garantiza la erradicación de posibles interpretaciones presentistas proyectadas por parte de
los investigadores.
123
Wobst obtiene esta cifra a través de un programa de simulación por computadoras, entre cuyas variables de
información incluye casos etnográficos. No hace una distinción entre cazadores pre-tribales y tribales, ni en los
térmitos de Testart: nómades sin almacenamiento y sedentarios o semisedentarios con almacenamiento (que
retomará Binford sin hacer referencia explícita a Testart). Por lo cual habría que ver si este promedio es
generalizable para cualquier sociedad.
124
Binford, por su parte, critica el "numero mágico" de 25 individuos para los grupos denominados "bandas
mínimas" y propone su propio número mágico: "I may argue that a local group capable of sustained subsistence
procurement tasks would be composed of approximately 20,47 persosn". [Binford 2001: 233] Este, por supuesto,
no debe ser considerado especulativo, sino resultado de la verdadera "buena ciencia ".
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 197

Configuración fenotípica es el conjunto de manifestaciones físicas aparentes de una


población, como la homogeneidad o diversidad del color de la piel, el pelo, los ojos, la
estatura, las proporciones y, en general, los diversos rasgos antropofísicos, tanto morfológicos
como funcionales. Como se acepta tradicionalmente, están contenidos como posibilidad en el
pool genético y se desarrollan, en parte, según las condicionantes medioambientales. Donde
no se puede dejar de tomar en cuenta que, en buena parte y desde hace milenios, el
medioambiente en que se desarrollan las poblaciones humanas es naturaleza socialmente
transformada en ámbito de vida.125
5. Con éstos elementos podemos definir un par de conceptos sintéticos, recíprocamente
referidos, como son:
La estructura de la población, que es una estructura dinámica multideterminada por:
a) El parentesco genético y los patrones de movilidad, apareamiento y filiación.
b) Los mecanismos sociales de control demográfico -que siempre son ejercidos sobre
la capacidad reproductiva de las mujeres- en dos sentidos básicos. Presionándolas hacia los
embarazos y partos múltiples, con la consecuente sobrecarga de estrés y desgaste físico que
ello implica, sumado al trabajo adicional que conlleva el cuidado de los infantes que llegan o
sobreviven al destete. Esto, cuando la sociedad o algunos grupos sociales están interesados en
la elevación de la población, al menos, del grupo social al que pertenecen las madres
potenciales o reales.
O, cuando se busca frenar el aumento poblacional, a través de los múltiples
mecanismos restrictivos de sus capacidades reproductivas. Que pueden ir desde el descuido
alimentario y sanitario de las hembras encintas o los abortos directos, hasta el infanticidio
femenino [Ver Harris y Ross 1987]. Estas prácticas sociales pueden operar, con diferentes efectos,
antes, durante o después del período que va entre la concepción y el alumbramiento, como
veremos.
Llamaremos configuración demográfica a la manifestación fenoménica de la estructura
de la población, que generalmente es descrita a través de cuadros demográficos referidos a
variables como la población total, natalidad, morbilidad y mortalidad, fertilidad y fecundidad,
distribución etaria y/o por sexos, densidad, etc.
Para finalizar este párrafo, cabría hacer notar que tanto la configuración fenotípica
como la configuración demográfica constituyen la materialidad biosocial aparente de una
comunidad humana. Es decir, la identidad biosocial característica y distintiva, generalmente
objeto de representación superestructural integrada al proceso de identificación cultural. Como
todos los reflejos superestructurales, la identificación cultural puede corresponder o no, o
diferir arbitraria y selectivamente en diversas medidas, respecto a la identidad real
representada.

125
Ver el concepto acuñado por Mario Sanoja [1984] y Vargas [1986].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 198

La reposición cotidiana de la vida humana.


La conservación de la vida humana requiere de la realización de diversas actividades cíclicas
que resuelven necesidades de diversos grados de urgencia vital y que permiten el
mantenimiento de la vida126. Se trata de la satisfacción de necesidades tanto biológicas como
sicológicas y sociales. Entre ellas contamos la alimentación, higiene, protección del clima
(pluviosidad y temperaturas), adorno personal, manejo de los afectos, diversión y uso del
tiempo libre o conservación de la salud. Tales actividades satisfacen necesidades inmediatas o
de mediano plazo127. Pero también hay necesidades que se resuelven a largo plazo y que
exigen una diversidad de actividades cotidianas. Tal es el caso de la socialización de los
infantes, que se inicia desde el nacimiento y está orientada a la producción de individuos
socialmente habilitados128.

Relaciones entre los modos de producción y reproducción.


Estos dos ámbitos de la vida social, como todos, están en estrecha interacción e
interpenetración. Por lo pronto, todas las actividades que permiten la reposición de la vida
implican necesariamente la actividad económica del consumo: se consumen tanto productos
como trabajo vivo.
Los alimentos, vestimentas, adornos o medicinas, son productos que contienen
trabajo pasado. No obstante, los trabajos de aseo, atención de los enfermos, cuidado y
socialización de los infantes son actividades en que el satisfactor de las necesidades es el
trabajo mismo, como trabajo vivo. También son productos los instrumentos que se usan
(consumen) en el desarrollo de tales actividades como ollas, escobas o mandil.
Pero es importante hacer una distinción analítica básica: quienes realizan los
trabajos que, como tales, constituyen satisfactores de necesidades, están realizando con ello su
participación en el proceso productivo, articulados bajo un sistema de relaciones sociales de
producción.
Aunque acá no tendremos espacio para comentarlos en detalle, recomendamos el
artículo de Castro et alliée [1998] y también el libro de Sanahuja [2002] en que se hace la
distinción de tres tipos de producción social: a) la producción básica o de cuerpos
(reproducción biológica), b) producción de objetos y c) la producción de mantenimiento.
Aunque no incluimos a la reproducción biológica bajo el concepto de modo de producción ni

126
En un antiguo texto [Bate 1978: 28] usamos el concepto de género de vida, para referirnos a estas actividades:
tomamos el concepto de Schtiuka, quien recopila varias definiciones similares de autores soviéticos, como la de
un Diccionario Filosófico, que dice:"El género de vida son las condiciones materiales y culturales en que
transcurre la vida del hombre fuera de su actividad directamente productiva y socio-política; son las condiciones
de satisfacción de las necesidades de alimentación, vestido, vivienda, descanso, distracciones, conservación de la
salud, etc." [en: Schtiuka 1971: 10]
127
Sanahuja [2002] también incluye las actividades orientadas a disponer de los muertos.
128
Y no sólo "biológicamente viables".
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 199

compartimos de manera exacta la caracterización de las producciones, nos parece importante


la distinción explícita entre estos tipos de producción, en la medida en que -como observara
uno de los autores [P. Castro, com. pers]- la intención es "desocultar" actividades y relaciones
sociales que han sido negligentemente descuidadas en su teorización, por razones ideológicas
que no son obvias para todos. En particular, distinguir la producción de mantenimiento, donde
el trabajo vivo es el satisfactor de necesidades. De alguna manera equivale a la producción de
"servicios" o "conductas de curaduría" en otros autores pero, en este caso, se plantea en el
contexto de una conceptualización más general.
En otro lugar hemos definido a las unidades domésticas como unidades básicas de
producción y consumo, actividades económicas que integran el modo de producción. Por otro
lado, también se constituyen unidades sociales orientadas a institucionalizar la reproducción,
esto es, la reproducción biológica y la reposición de la vida. A éstas las denominaremos
unidades de reproducción129.
En las formaciones sociales pre-clasistas tienden a coincidir en diversos grados, por
razones económicas, la unidad doméstica con la unidad básica de reproducción. No obstante,
no deben ser confundidas, de la misma manera que no deben confundirse las relaciones de
adhesión (en el sentido de Meillassoux) con las relaciones reproductivas. La unidad doméstica
puede integrar miembros que participan de la división doméstica del trabajo, pero no integran
la unidad de reproducción. Del mismo modo, algunos miembros de la unidad de reproducción
pueden habitar y/o trabajar fuera de la unidad doméstica130.
Por último, se notará que hemos insistido en distinguir las relaciones y actividades
reales que se establecen y desarrollan en la práctica del ser social, respecto a sus reflejos o
institucionalización superestructurales. No obstante, ello no significa, ni mucho menos,
desestimar el papel que las superestructuras juegan en la causalidad social objetiva. En este
sentido, son precisamente los sistemas de valores los que operan, normando los
comportamientos, en la orientación que adquiere la estructuración de las relaciones sociales
reales. Y la institucionalidad, a través de mecanismos organizativos y coercitivos tiende a
reforzar las actividades y prácticas reales que no son precisamente espontáneas y, en su forma,
poco tienen de "naturales".

2. Particularidades de las sociedades pre-tribales.


Será necesario comenzar aclarando qué entendemos por sociedades pre-tribales. La mayoría
de los autores clasifica a los cazadores recolectores como un tipo generalizado de sociedad (la
"sociedad de bandas") que, en sentido evolutivo, habría precedido a las sociedades tribales,
productoras de alimentos. Pocos autores, como Testart [1982 a y b], sostienen con claridad

129
De alguna manera, conforman lo que se ha llamado familia. No obstante, el origen del témino nos remite a la
esclavitud grecolatina (famulus=esclavo; familia=conjunto de esclavos) y otorga al concepto un sentido que no
corresponde en absoluto a su contenido real en sociedades pre-clasistas. Y, estrictamente hablando, tampoco al de
las sociedades modernas, en las cuales el término se usa con profusión.
130
Se apreciará que el lugar de residencia es una otra variable, que puede no coincidir exactamente con el
espacio de la unidad doméstica o de reproducción a las que se integran los individuos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 200

que no todos los cazadores recolectores corresponden a un mismo tipo de sociedad. Y


establece una diferencia entre nómades sin almacenamiento y sedentarios o semisedentarios
con almacenamiento131.
Para nosotros, todas las sociedades pre-tribales se basan en una economía
apropiadora (captura y recolección), pero no todos los cazadores recolectores son pre-tribales.
También hay sociedades tribales cazadoras recolectoras. La diferencia básica estriba, en
nuestra opinión, en el contenido de las relaciones de propiedad. Las relaciones fundamentales
de producción -que cualifican y distinguen al modo de producción- en las sociedades
pretribales se caracterizan porque la propiedad es colectiva y se establece sobre la fuerza de
trabajo y los instrumentos de trabajo y se realiza bajo formas particulares o individuales de
posesión. Pero lo distintivo es que aún no se ha establecido la propiedad sobre los objetos
naturales de producción, en tanto existe una disponibilidad natural de los mismos. Sólo existe
la posesión consensual del los territorios de apropiación. En la sociedad tribal, en cambio, la
apropiación de la naturaleza no es sólo un resultado del proceso productivo, sino una
condición necesaria para su realización. Por lo cual se establece históricamente la propiedad
(la capacidad social de disponer) sobre los objetos naturales de trabajo. La cual bajo forma
colectiva, se agrega a la propiedad sobre instrumentos y fuerza de trabajo. Que es lo que
caracteriza, al igual que a las comunidades agrarias o pastoriles, a las sociedades de cazadores
recolectores tribales. Lo cual conlleva la necesidad de crecer demográficamente y generar una
estructura social capaz de hacer efectiva la defensa de los medios de producción de la
comunidad132.
Estimamos que esta distinción es necesaria, por cuanto implica el desarrollo de
configuraciones demográficas diferentes, condicionadas por una diferente articulación de las
relaciones de producción y de reproducción.
Y nos plantea abiertamente el problema de que es probable que buena parte de las
generalizaciones realizadas a partir de investigaciones empíricas sobre sociedades "cazadoras
recolectoras" o "sociedades de bandas" en general, no serán válidas ni para las formaciones
sociales pre-tribales ni para las tribales133, ya que estarían basándose en una media teórica. Lo
mismo ocurriría con las teorizaciones generales que no contemplan esta distinción. Sin
embargo, nuestra distinción no se basa en las diferencias entre dos extremos de un continuum,
ya que supone la mediación de un salto cualitativo. Además, si consideramos que entre las
sociedades tribales la base tecnoeconómica fundamental condiciona modos de vida diferentes,
es previsible que las estructuras de población de las comunidades cazadoras recolectoras,
pastoriles, o cultivadoras de vástagos o de semillas134 puedan ser diferentes.

131
Aunque no lo cita explícitamente, es obvio que Binford toma como base la distinción de Testart cuando se
refiere a la reducción de la movilidad y el almacenamiento como factores de surgimiento de las sociedades
"complejas".
132
Para la discusión de ésta y otras propuestas, así como las del autor, recomendamos el excelente trabajo de
tesis doctoral de Ermengol Gassiot [2000].
133
Salvo, tal vez, cuando se han basado en información empírica proveniente de la observación de sociedades
del mismo tipo, pero no serían generalizables.
134
Ver la distinción que hace Sanoja [1981] entre vegecultores y semicultores.
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 201

Es pertinente esta aclaración, por cuanto varios de los autores que han hecho aportes
a la conceptualización de la reproducción, no hacen esta distinción o la establecen de acuerdo
a otras variables. De alguna manera, ha prevalecido la idea de que todas las sociedades
cazadoras, más "simples" o más "complejas", habrían antecedido, en términos evolutivos, a las
sociedades tribales. Donde éstas últimas se desarrollarían sobre una base agraria.
Coincidiendo, más o menos aproximadamente, con la propuesta general de Service [1962].
En el caso de Meillassoux, usa el término de "hordas" para referirse a las sociedades
cazadoras recolectoras y las distingue de las "comunidades domésticas", basadas en la
producción agroartesanal135. Habría que pensar que algunas de las características del papel del
parentesco que atribuye a las comunidades domésticas agrarias, podrían darse también entre
cazadores recolectores tribales. Otros autores, como Wobst, Williams o, por supuesto, el
mismo Service tampoco hacen distinciones en la caracterización general de las sociedades
cazadoras recolectoras. Sahlins no hace distinciones ni entre éstas y las comunidades
agropecuarias. Y Godelier [1974] tiene razón cuando critica la imprecisión e indeterminación
histórica del concepto de tribu entre los neoevolucionistas.
Nuestra distinción difiere también de la de Testart quien establece una primera
diferencia entre cazadores recolectores nómades sin almacenamiento y sedentarios o
semisedentarios con almacenamiento. Que luego explica en términos de diferentes relaciones
sociales de producción a las que, sin embargo, no caracteriza sobre la base de los contenidos y
formas de la propiedad, sino a través de las relaciones de distribución. Donde los últimos
conformarían ya una sociedad clasista, reservando sólo para los primeros el concepto de
comunismo primitivo. Por lo pronto, es perfectamente posible que una comunidad de
cazadores recolectores tribalizados no requiera de realizar la gran inversión que implica la
conservación para el almacenamiento, si es que su economía no depende de las migraciones
estacionales en grandes cantidades de especies marinas o terrestres, como ocurre en las altas
latitudes del hemisferio norte136. Es nuestra opinión la de que la primera sociedad tribal,

135
En cuanto al modo de producción, señala que "...es posible distinguir dos tipos primarios de economía
agreste, según que la tierra sea objeto de trabajo o medio de trabajo" [ob. cit.: 28]. Donde la diferencia cualitativa
entre la tierra (el medio natural) como objeto o medio de trabajo obedecería a que, en el segundo caso "...la tierra
como medio de trabajo, [ha sido] transformada en productiva mediante una inversión de energía" [ídem: 56].
No concordamos con ésta distinción: la tierra (o el medio natural) siempre es objeto de trabajo,
permanezca "natural" o sea transformada. Del mismo modo que un cuero curtido (a través de bastante energía del
trabajo invertido en la piel del animal) no deja de ser el objeto de trabajo para la producción de vestimenta o
calzado por el hecho de ser producto de procesos de trabajo previos. Así, gran parte de las tierras cultivadas en la
región andina son producto del trabajo humano acumulado históricamente a través de incontables generaciones,
que produjeron obras de retención y distribución de las escasas pero torrenciales lluvias que, de otro modo,
arrasaban todo dejando a su paso quebradas pedregosas y secas, en su fugaz carrera hacia el mar. Pero esas
fértiles tierras, obras del trabajo humano, siguen siendo objetos de trabajo en la producción agraria.
La distinción reside, en este caso, en el hecho de si los objetos fundamentales de trabajo constituyen o
no contenidos de la propiedad comunal.
136
Hay que decir que Testart menciona de paso esta posibilidad, aunque funda toda su explicación en las
repercusiones de la sedentarización y el almacenamiento que imponían las arribazones o migraciones
estacionales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 202

aldeana, con muy buena cerámica, textilería de telar y agricultura incipiente137 en Sudamérica
-que conocemos como la "cultura Valdivia" de Ecuador- no requería gran inversión de fuerza
de trabajo en la preservación y almacenamiento de alimentos, en la medida en que había una
disponibilidad permanente de especies marinas. El mar era un verdadero "almacén viviente"
(livestock) del cual se podían obtener presas frescas en cualquier época del año.
Desconcertante en la obra de Testart es su interpretación de la división sexual del
trabajo [1986]. Su planteamiento está mucho mas allá de las interpretaciones usuales basadas
en las restricciones del embarazo y la lactancia como condicionantes de las actividades
femeninas, las cuales analiza y refuta una por una. Lo insólito es que su interpretación se
apoya en la hipotética existencia138 de un mito generalizado entre los cazadores recolectores
que establecería una interdicción entre la sangre menstrual y la sangre escurriente de las presas
de caza, que despliega en una serie de complejas y (aparentemente) lógicas implicaciones. El
problema elemental consistiría en explicar por qué se generalizaría tal mito entre todas las
sociedades cazadoras, sin distinciones de modo de producción. Cuestión que Testart no
cuestiona, relegando lamentablemente su muy elaborada teoría a un idealismo básico e
innecesario.
Ahora bien, sobre la articulación entre las relaciones de producción y reproducción,
Estévez y Vila [1998] plantean una interesante propuesta en cuanto a que la contradicción
fundamental del modo de producción cazador recolector139, se establecería entre las relaciones
sociales de producción y las relaciones sociales de reproducción. El argumento se basa en la
consideración de que si, en efecto,
a) las relaciones de producción -que se manifiestan en la esfera del intercambio como
relaciones de reciprocidad- se corresponden con la necesidad de resolver la precariedad
estructural de las fuerzas productivas. Y si
b) tal precariedad obedece a la falta de control directo de la reproducción de las
especies biológicas básicas para la alimentación; los ciclos producción-consumo son breves y
no interrumpibles; no hay preservación ni almacenamiento de alimentos; se desarrollan
estrategias económicas que limitan la sobreexplotación de los recursos. Por lo cual la
reciprocidad viene a resolver el riesgo previsible de carencias vitales pero, a su vez, genera
mecanismos conservadores que mantienen la precariedad que la hace necesaria.

137
Jorge Marcos, el colega que ha trabajado el sitio de Real Alto, opina que la aldea basaba su economía
principalmente en la caza, pesca y recolección marina y que los aún reducidos cultivos de frijol y maíz eran una
manera de "acercar la recolección al espacio doméstico de residencia".
138
Que apoya en una amplísima bibliografía etnográfica que no tiene nada que envidiar a la base de datos de 339
casos con que Binford [2001] nos impresiona reiteradamente.
139
En este caso, se están refiriendo a cazadores recolectores pre-tribales, en el sentido en que acá lo hemos
planteado, pues se apoyan en la caracterización del modo de producción que hemos propuesto para estas
sociedades [Bate 1986]. Por lo visto, no consideran la existencia de cazadores recolectores con otro modo de
producción cuando dicen: "Aunque el estudio de las sociedades cazadoras recolectoras con registro etnográfico
nos permite analizar formaciones sociales que han conseguido equilibrar el sistema de manera conservadora,
entender cómo se desarrolló en su origen, la dialéctica que ha seguido la contradicción producción-reproducción,
el proceso de crisis (la contradicción máxima) y su salto cualitativo a otro sistema (agrícola/pastoril) sólo
podemos hacerlo a través de la Arqueología" [ob.cit.: 195, cursivas nuestras].
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 203

Entonces una explosión demográfica como la que caracteriza a la "revolución


neolítica" en los términos de Childe140, habría sido causal necesaria de un cambio de las
relaciones fundamentales de producción. La propuesta de Estévez y Vila afirma que uno de los
recursos sociales para mantener el modo de producción, es generar un control de la
reproducción:
Así, el hecho determinante es que el desarrollo de las fuerzas productivas
(por un aumento de la fuerza de trabajo) no significa necesariamente la posibilidad de
un mayor desarrollo social, sino que compromete las relaciones sociales de
producción y reproducción.

En general, las relaciones sociales de reproducción, al estar en contradicción


con el desarrollo de las fuerzas productivas, tiende a frenarlo. [Estévez y Vila 1998:
195]

De hecho, una condición de existencia de las relaciones fundamentales de producción


de las formaciones pre-tribales es la mantención de la reproducción simple (no ampliada) de la
población. En otro lugar hemos considerado que
...respecto a las condiciones de existencia y de disolución de este modo de
producción: éste existe mientras la disponibilidad de recursos accesibles a la
tecnología de apropiación permite la subsistencia de la población. Cuando las
relaciones de reciprocidad se ven imposibilitadas de resolver una crisis debida a la
agudización de la precariedad -ocasionada por un desequilibrio entre esos tres
elementos generales del proceso productivo-, el modo de producción cazador
recolector [pre-tribal] entrará necesariamente en un proceso de cambio cualitativo
hacia la sociedad tribal. Aumento relativo importante de la población, insuficiencia
relativa de la tecnología de apropiación o disminución drástica de los recursos
naturales de producción, cualquiera sea el factor desencadenante, se conjugarán
generando el proceso de transformación social que es la revolución tribal o
"neolítica". Ello supone otra condición histórica, cual es la de la que las posibilidades
de expansión territorial estén limitadas por la existencia de otras poblaciones vecinas,
incapacitadas de permitir el acceso a las mismas sin entrar en una situación similar.
[Bate 1986: 29-30]

Esto significa que, en efecto, las sociedades apropiadoras pre-tribales tenderán a


desarrollar un modo de reproducción que permita limitar el crecimiento de la población. Lo
cual no ocurriría en los procesos de poblamiento, como cuando el continente americano aún
constituía un ilimitado reservorio natural de recursos disponibles. Al contrario, una forma de
expansión territorial debió apoyarse precisamente en el crecimiento demográfico. Por lo tanto,
140
"Solamente después de la primera revolución -pero eso sí, inmediatamente después de ella- fué cuando
nuestra especie comenzó a multiplcarse con toda rapidez." [V. G. Childe 1954: 92]. Childe maneja así un criterio
propio de la teoría evolucionista como efecto indicador de las grandes revoluciones sociales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 204

el poblamiento de América debió presentar, al menos, dos fases generales de desarrollo en


cuanto a la estructura de población: una primera dirigida al aumento demográfico y una
segunda, orientada a disminuir ese crecimiento hasta restringirlo a un nivel de reproducción
simple, es decir, de mantención de una configuración demográfica más o menos estable.
Hay un otro punto que nos parece crucial en cuanto a la posibilidad de explicar las
articulaciones reales entre relaciones de producción y reproducción en las comunidades
primitivas y, en particular, en las pre-tribales. Tradicionalmente se ha supuesto que dichas
formaciones sociales conforman comunidades en que se integran las relaciones económicas y
los sistemas de parentesco y reproducción en un sistema unitario cerrado.
Al respecto, hemos sostenido la hipótesis de que las comunidades no son
necesariamente sistemas cerrados [Bate 2001]. Y esto quiere decir que las comunidades
mantienen diversas esferas de relaciones en las que no necesariamente participan todos los
mismos individuos y que tampoco se desarrollan necesariamente en los mismos espacios.
Así por ejemplo, un nivel de integración e interacción social es el de las bandas que
integran un sistema de complementación económica [ver Bate 1986: 11-13]141. Otro es el de
las relaciones sociales de producción que integran a una comunidad y que puede comprender a
más de un sistema de complementación económica, los que constituyen más bien una
organización técnica de la producción. Por otro lado, tenemos al sistema de relaciones sociales
de reproducción. También podríamos considerar distintos circuitos de relaciones de
intercambios.
Para efectos del tema que acá nos interesa, nuestra hipótesis implica que los sistemas
de relaciones de producción y de reproducción no tienen por qué coincidir entera y
necesariamente, ni en cuanto a los individuos que los integran ni al espacio en que se
desarrollan. Aunque, por supuesto, al menos parte de los grupos así conformados deben
coincidir.

3. Breve discusión de las implicaciones demográficas.


La mayoría de los estudios sobre la demografía de los grupos de cazadores-recolectores del
pasado hace énfasis en el impacto del medio ambiente, en la disponibilidad de recursos, las
variaciones climáticas y la capacidad de carga del ecosistema como principales factores que
determinan el tamaño y composición de la población.
Los estudios etnográficos realizados en poblaciones cazadoras-recolectoras existentes
en el siglo XX han permitido comprobar que estos grupos sociales muy rara vez llegan a
aproximarse al límite de la capacidad de carga del medio en que viven. Este límite no está
determinado por las características del ecosistema, sino por la forma como los grupos
humanos se organizan tecnológica y económicamente para su explotación y transformación.
De esta manera, desde mucho antes de que una banda se acerque al límite de su capacidad de
explotación del medio, entran en juego diversos factores sociales de regulación, como la

141
Corresponderían aproximadamente a lo que Binford [1988] denomina "complejos situacionales.
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 205

fragmentación del grupo para extenderse a nuevas áreas, el desarrollo de nuevas tecnologías
de uso de los recursos, nuevas formas de organización social o la autorregulación del tamaño y
estructura de la población por medio de la manipulación de la tasa de natalidad y mortandad,
principalmente de los recién nacidos, en el seno del grupo reproductivo o población
biológica142.
La reproducción biológica de una población depende de numerosos factores naturales
que pueden dividirse en dos grupos. Los primeros se refieren a las condiciones ambientales: el
clima, la geografía, la disponibilidad de agua, la composición, diversidad y distribución de la
comunidad animal y vegetal, principalmente. Estos factores pueden llegar a constituir límites
para el crecimiento de una población. Sin embargo, si cualquier población animal o vegetal
dependiera de los limitantes ecológicos para regular su población, el sistema entero sería
demasiado inestable, debido a que los factores límite solo operan cuando la población ha
rebasado, efectivamente, la capacidad de carga del medio, ocasionando una crisis ambiental.
Las fluctuaciones importantes del medio, como sequías y otros cambios climáticos también
conducen a situaciones de crisis, de modo que los factores ecológicos difícilmente pueden
considerarse como los principales determinantes del tamaño de una población a lo largo de su
historia, aunque es posible que influyan por períodos muy específicos de tiempo en la
composición general de las comunidades ecológicas.
El segundo grupo de factores biológicos se refiere a las características
reproductivas de los organismos mismos, se trata de variables como la capacidad
potencial de reproducción, el inicio de la vida reproductiva, los tiempos de embarazo
y crianza de los vástagos, las características de las parejas reproductivas, si son
temporales o permanentes, si el macho participa en los cuidados de la descendencia,
la cantidad de hijos por alumbramiento, etc.
En el caso de los seres humanos, durante el transcurso de la evolución se han modelado
las principales características reproductivas de la especie. Esto ocurrió, originalmente en
ambientes tropicales que han marcado muchas de nuestras características biológicas. La
familia de los homínidos se originó en los bosques tropicales de África, en un período
geológico de mayor humedad y relativa estabilidad climática. En esos bosques existía una
relativa abundancia de recursos alimenticios distribuidos de manera más o menos homogénea
a lo largo del año. Estas condiciones propiciaron el desarrollo de un patrón reproductivo
cercano a la llamada “estrategia K”, de la teoría de ecología de poblaciones de Wilson y
MacArthur [ver Gould 1977], en la que se muestra una tendencia a reducir el número de
vástagos, teniendo un solo descendiente por parto, espaciando el tiempo entre partos y
prolongando el período de cuidados maternos (infancia prolongada). Bajo estas condiciones,
los principales factores limitantes biológicos del tamaño de una población de homínidos son la
duración de la vida reproductiva de las hembras, la cantidad de hijos que pueden procrear en
este período y la capacidad del grupo para que la mayor cantidad posible de hijos lleguen a la
edad adulta.

142
Puede verse la discusión sobre las categorías bio-sociales de población y configuración demográfica en
Terrazas, 2001.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 206

Las especies de primates que han evolucionado hacia el extremo de la estrategia K,


como los gorilas, permanecen confinados en regiones limitadas y dispersos en grupos de
tamaño reducido. Sin embargo. Los homínidos se extendieron por todo el mundo y la tasa de
crecimiento demográfico de cualquier grupo cazador-recolector es en general más grande que
la de cualquier otro grupo de primates. Esto se debe a que, desde el Pleistoceno inferior, los
homínidos desarrollaron formas de organización social que les permitieron superar las
limitaciones de la estrategia K, explotar diferentes medioambientes y ejercer formas de control
social sobre su propia configuración demográfica. Muchas de estas formas de control se
centran el las características del modo de reproducción de las bandas de cazadores-
recolectores con una organización pre-tribal.
Sabemos que la organización social cazadora-recolectora tribal perduró durante
muchos miles de años y es claro que existen algunos aspectos poblacionales que deben
permanecer estables a lo largo del tiempo para que una banda pueda continuar existiendo.
Como hemos visto en los párrafos anteriores, los factores ecológicos no pueden determinar de
manera permanente y estable el tamaño de las poblaciones. Las limitaciones biológicas
impuestas por las propiedades reproductivas de los seres humanos pueden ser modificadas de
manera definitiva por las formas de organización social de la reproducción. La organización
económica de las sociedades apropiadoras podrían permitirles crecer por encima de los límites
dentro de los cuales su organización interna puede permanecer. De modo que una alternativa
conservadora haría necesario establecer mecanismos internos de control de la población: en
todas las poblaciones humanas, la reproducción biológica está mediada primordialmente por la
organización social de la reproducción.
Harris y Ross [1987: 5 y ss] han agrupado las prácticas ligadas al modo de reproducción
en cuatro categorías:
a) cuidado y tratamiento de los fetos, infantes y niños;
b) el cuidado y tratamiento de las niñas, mujeres (y en cierta medida niños y
hombres);
c) frecuencia de la crianza y la lactancia y
d) frecuencia del coito.
A pesar de la utilidad de las consideraciones de estos autores, hemos decidido
caracterizar los componentes del modo de reproducción de manera algo distinta, que permita
establecer relaciones más claras y precisas con otros aspectos constitutivos de las
organizaciones bio-sociales, principalmente con el modo de producción económica.
Como se ha señalado, los patrones reales de formación de parejas en las sociedades
cazadoras recolectoras tienen como funciones el establecer alianzas entre los miembros de las
unidades domésticas y las bandas. Con el fin de garantizar la supervivencia, las reglas de
filiación permiten establecer los grupos de pertenencia de cada individuo desde su nacimiento.
Para que estos mecanismos operen adecuadamente, es necesario que el tamaño de la banda en
su conjunto, y de las unidades domésticas que la componen se mantenga dentro de límites
flexibles pero bien delimitados. Si el tamaño de la población es muy grande es difícil hacer
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 207

efectivo el refuerzo de las alianzas143 y si el tamaño se reduce demasiado, se corre el riesgo de


que las unidades domésticas carezcan de suficientes jóvenes, tanto hombres como mujeres,
para mantener los intercambios de parejas con otras unidades con lo cual la reproducción se
colapsaría.
De este modo, como lo muestra claramente el estudio de Williams [1974: 20-24], no son
las limitantes ecológicas (al estilo de los modelos de Julian Steward), sino las necesidades de
la organización social, las principales condicionantes para el mantenimiento de una población
estable en los grupos de cazadores recolectores pre-tribales.
Los principales mecanismos de control de la natalidad se pueden agrupar de acuerdo al
grupo de sexo y edad sobre el que operan, así como por los efectos que estos mecanismos
tienen en la totalidad de la configuración demográfica.
El primer grupo de mecanismos opera sobre los adultos que han sobrepasado la edad
reproductiva, es decir, se trata de hombres y mujeres mayores. Debido a que en las sociedades
cazadoras recolectoras es poco común que un individuo sobreviva muchos años después de
terminada su vida reproductiva, suele pensarse que su destino tiene muy poca importancia para
la configuración demográfica del grupo. Sin embargo, existen casos en que debe considerarse
la pervivencia de los ancianos como una variable importante. En primer lugar, bajo
condiciones ambientales extremas, es posible que se desarrollen mecanismos de eliminación
(o autoeliminación) de los ancianos. En condiciones de mayor capacidad de explotación de los
recursos es posible que se proporcione sustento a los mayores, que pueden ser una fuente
importante de información, por la experiencia acumulada, para el grupo. Por otra parte, se ha
postulado la importancia de las mujeres mayores en el cuidado y crianza de los hijos de sus
descendientes, como en la famosa hipótesis de la abuela, que pretende explicar la evolución de
la vida postmenopáusica en los seres humanos [Diamond, 1993: 122-136].
Sin embargo, el mayor impacto en la configuración demográfica de las bandas
proviene del control sobre los patrones reproductivos de las mujeres en edad de procrear, así
como en la supervivencia de los recién nacidos. Estas prácticas ocurren de manera diferentes,
según se trate del momento anterior al embarazo, durante el embarazo y después del
nacimiento del infante.
A partir de la pubertad es posible que se establezcan mecanismos de control sobre la
actividad sexual, tanto de hombres como de mujeres. En ese momento, es posible que operen
costumbres como el celibato obligatorio, la restricción de la actividad sexual de la mujer en los
períodos de mayor probabilidad de fecundación, el establecimiento de acuerdos de enlace
entre un joven y una niña preadolescente, etc. Es la etapa en la cual es más posible que las
restricciones afecten tanto a hombres como a mujeres.
Durante el embarazo es posible que se intente interrumpir el proceso debido a
diferentes factores que incluyen la salud de la madre o la prioridad del hijo ya nacido, si es que

143
Para autores como Sahlins, Wobst o Gilman ese sería un factor limitante de los sistemas de relaciones de
reciprocidad que limitarían el tamaño de las comunidades, aunque hemos argumentado que esta restricción no
tiene un carácter necesario [Bate 1992].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 208

se piensa que con el nuevo niño la madre podría descuidar al mayor. También en grupos con
mucha movilidad a lo largo del territorio se trata aumentar el espacio de tiempo entre
nacimientos, de modo que la madre solo tenga que cargar a un nuevo hijo cuando el mayor
pueda andar por sí mismo. Se puede intentar resolver estos problemas mediante la interrupción
del embarazo de manera intencional, promoviendo la expulsión del producto mediante
sustancias, posiciones y presión sobre el abdomen, o bien de manera no intencional, mediante
el maltrato físico y emocional y la subalimentación de la madre. Sin embargo, estas prácticas
suelen poner en riesgo a la madre, por lo que es poco probable que hayan sido practicadas con
demasiada frecuencia en grupos prehistóricos144.
Una vez que ha ocurrido el parto, si el infante sobrevive entran en juego otras prácticas
tendientes a evitar un embarazo demasiado pronto. En un primer momento, se establece una
cuarentena mientras la madre se recupera físicamente del parto. Posteriormente, la amenorrea
puede prolongarse mediante el mantenimiento de la lactancia durante períodos de tiempo que
pueden ir de unos pocos meses hasta unos 30 meses en algunas sociedades contemporáneas
[Williams 1974: 21]. De acuerdo con los cálculos de Williams, el mantenimiento de las prácticas
de control de la natalidad arriba descritas pueden ayudar a mantener el equilibrio de la
población, aunque por sí solas resultan insuficientes, por lo que se hace necesario tomar en
consideración otros factores de regulación que incluyen las muertes naturales y el infanticidio.
Aparentemente, el principal mecanismo de control sobre la configuración demográfica
en cazadores recolectores lo constituye el infanticidio, más comúnmente de mujeres recién
nacidas. Este mecanismo opera reduciendo de manera directa el número de niños del grupo y,
de manera indirecta, al eliminar a una futura reproductora más. De acuerdo con los criterios
de Williams [op. cit.], la muerte del 12% de las niñas recién nacidas sería suficiente para
establecer un equilibrio estable de la población de una banda145.
Como concluyen Harris y Ross su capítulo sobre "Population regulation among early
human foragers":
To sum up: by analogy with contemporary foragers, the low average rates of
population growth throughout most of prehistory were a consequence of limited
food production capacities associated with hunting and gathering as a mode of
production. It was achieved by a combination of culturally mediated controls over
both birth and death rates. These controls dampened or amplified biological
processes such as spontaneous abortion, age specific mortality, onset of menarche
and menopause, and lactational amenorrhea, in conformity with fluctuations in the
cost and benefits of rearing children under technoeconomic and ecological
conditions. The notion that during prehistory human foraging populations were

144
Puede verse la impresionante revisión etnográfica en Devereux 1967.
145
Harris y Ross citan el artículo de Schrire y Steiger quienes, usando modelos de simulación, sugieren que
una tasa de infanticidio femenino sobre el 8 % llevaría a la población a una extinción genocida, concluyendo
que con ello refutarían el infanticidio femenino sistemático como un posible mecanismo de control del
tamaño de la población. Harris y Rosen comentan que,más bien, lo que dichos autores realmente han
demostrado es su extrema efectividad como mecanismo de control de población. [1987: 32-33]
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 209

regulated solely by "natural" birth an death rates belongs in the intellectually trash
heap alongside the idea that humankind once lived in a "state of nature". [ob. cit.:
34-35]

4. Algunas consideraciones sobre el poblamiento de América.


A pesar de que está claramente demostrado que el poblamiento de América antecede a los
11,000 a. P., todavía es muy poco lo que sabemos sobre estos primeros colonizadores del
continente. Se supone que se trataría de grupos humanos reducidos que, ingresando por
Beringia, habrían avanzado hacia el sur. Ya sea siguiendo un espacio libre abierto entre los
grandes casquetes glaciares o bien, mediante alguna tecnología de navegación, habrían
colonizado primero las regiones costeras y posteriormente las tierras del interior. También es
posible que hayan ocurrido ambos procesos, puesto que cada vez parece más probable que se
produjeran diferentes entradas de poblaciones con distintos orígenes en el viejo Mundo146.
Incluso, pudiera ser que algunas de estas poblaciones ancestrales hayan desaparecido
completamente, siendo absorbidas por otros grupos humanos con mayor capacidad de
crecimiento demográfico.
Pensamos que, por el momento, es imposible establecer las características
biológicas de estos primeros pobladores, así como definir con precisión las particularidades
económicas, tecnológicas y sociales de estos grupos humanos. Pero podemos considerar
algunas propuestas que se han publicado para tratar de ilustrar los procesos a través de los
cuales se habría dado la primera ocupación a nivel continental. Dillehay [2000: 254-255] ha
sintetizado algunas de estas ideas en su modelo sobre las formas de ocupación de un territorio.
Él ha supuesto que la primera presencia humana en una región sería esporádica -un proceso
de exploración ocasional (primera entrada)-, seguida de una dispersión oportunista.
Posteriormente, las incursiones se realizarían de manera sistemática, a manera de avanzadas
(migración). Y, por último, se lograría una verdadera colonización del territorio a partir de la
cual los seres humanos estarían presentes permanentemente, aunque los cazadores-
recolectores podrían establecer pautas de trashumancia estacional dentro de una región
delimitada. Estos territorios colonizados podrían servir como avanzada para la ocupación de
nuevas regiones, reproduciendo la pauta anteriormente descrita.
El modelo migracionista de Dillehay parece sensato y posible, aunque no nos
informa en nada acerca de las condiciones para semejante pauta de colonización sea viable.
No sabemos de qué tamaño deben ser los grupos, cómo puede ser la relación entre su
tecnología y organización del trabajo, la reproducción o las particularidades ambientales de las
nuevas áreas. No sabemos en cuánto tiempo puede suceder este proceso ni cuáles son las
causas que impulsan a un grupo social a fragmentarse para habitar un territorio completamente
nuevo (aunque nunca sea del todo desconocido). Pensamos que los modelos sobre el
poblamiento temprano deben intentar responder, aunque sea hipotéticamente, a estas

146
Ver Bate y Terrazas [2002].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 210

interrogantes para poder servir como guía en las investigaciones sobre la prehistoria del
continente americano.
Los modelos también deberían brindar pistas sobre las causas de la distribución de
la diversidad morfológica y genética de las poblaciones que ocupaban el continente americano
hasta antes del contacto con las sociedades europeas. Esta conformación obedece a una
diversidad de causas, entre las que se cuentan las migraciones originarias y otras posteriores,
pero también intervienen de manera notable los fenómenos microevolutivos ligados a la
selección natural en ambientes locales, así como a los efectos de la deriva génica, las
diferencias de tamaño de las poblaciones ancestrales, los cambios demográficos concretos en
cada grupo social, etc.
Todavía estamos lejos de tener los referentes empíricos necesarios para formular un
modelo con el grado de complejidad requerido para cumplir con las condiciones esbozadas
anteriormente. Sin embargo, es posible hacer algunas consideraciones preliminares con
respecto a las características bio-sociales de grupos tempranos de cazadores recolectores
pretribales posteriores al primer poblamiento. Tal es el caso de las poblaciones que ocupaban
el continente hacia el 11,000, tanto en Norteamérica como en Sudamérica. Para esta época se
observan en el registro arqueológico y antropofísico particularidades importantes que pueden
ayudarnos a formular hipótesis sobre sus patrones de producción económica y reproducción
biológica.
Podemos proponer un ejemplo muy general a partir de algunas pautas características
de las llamadas culturas del "paleoindio" de Norteamérica.

Pautas económicas del modo de vida del llamado Paleoindio temprano.


Como hemos señalado antes, lo que se sabe sobre el período anterior al 11.000 a. p. es casi
nada. Sin embargo, debió ser en ese momento -que perfectamente pudo comprender varios
milenios- cuando se inicia la colonización del continente americano. En ese período se inició
la diferenciación de los grupos de industrias líticas que dieron lugar a las tradiciones
posteriores que han sido mucho más ampliamente estudiadas. Como hemos mostrado para
Sudamérica, hacia el 12.000 a.p. ya se habían conformado tres poblaciones, organizadas en
modos de vida particulares, que abarcaban todo el continente meridional [Bate 1983, 1990 y
1992]. Para Norteamérica el lapso de tiempo comprendido entre el 11.500 y el 8.000 a. p., ha
sido llamado "período paleoindio" y se ha caracterizado por la tipología de industrias líticas
del Complejo El Llano. Tradicionalmente el "paleoindio" se entendió como una secuencia
lineal e ininterrumpida de industrias líticas que se sucedían en el tiempo, comenzando con el
complejo Clovis, seguido por las industrias Folsom, Plainview, Agata Basin, Cody, y así
sucesivamente hasta el inicio de la diversificación y regionalización de formas de puntas de
proyectil que se inicia en el 8.000 a. p. y se denominó "período arcaico".
Contra esta visión unilineal, se ha demostrado que en el llamado período
"paleoindio" existe una diversidad mucho mayor de industrias líticas: los complejos líticos se
sobreponen parcialmente en el tiempo y el espacio, existen abundantes variantes regionales de
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 211

conjuntos con puntas de proyectil foliáceas y se debe aceptar la existencia, desde antes del
paleoindio, de industrias con puntas de proyectil triangulares (Cactus Hill, Meadowcroft). Y
no se ha considerado, con la documentación empírica adecuada, a conjuntos poco
especializados tipológicamente que serían difíciles de identificar dada su escasa definición
formal pero que, para Sudamérica, han dado lugar a la identificación del que denominamos
"modo de vida de los cazadores del trópico americano". Y que si, como suponemos, es una de
las poblaciones tempranas de América, debió generar registros de su presencia en la América
septentrional. En suma, como señalan Bryan y otros autores, para los tiempos de Clovis, éstos
no eran la única población que ocupaba Norteamérica, ni el continente austral que para
entonces ya estaba habitado por otras diversas poblaciones.
Las industrias líticas del complejo El Llano han sido ampliamente estudiadas en
Norteamérica por lo que es posible hacer algunas generalizaciones sobre el modo de vida de
los grupos humanos fabricantes de las industrias Clovis:
La mayoría de los sitios del paleoindio temprano se encuentran en las grandes
llanuras norteamericanas. En parte esto de debe a un sesgo en las investigaciones, pero el
hecho es que en esa gran región se produjo un importante poblamiento, caracterizado no solo
por sus puntas de proyectil, sino por un modo de vida en el que se explotaron los recursos de
las llanuras, con la complementación de recursos provenientes de otras regiones. En las
grandes planicies los grupos Clovis se dedicaron a la explotación de recursos relativamente
poco diversos, a través de la caza de grandes mamíferos como el mamut, el bisonte y, en
menor medida, el berrendo. Sin duda los recursos vegetales fueron de gran importancia para
estas poblaciones, aunque es poco lo que se conoce al respecto debido a que prácticamente no
se han realizado estudios de polen o restos vegetales en sitios del paleoindio temprano. Sin
embargo, podemos suponer, en base a lo que sabemos del ambiente de la época, que los
productos vegetales recolectables se caracterizan por encontrarse dispersos en las llanuras y
por tener una distribución altamente estacional. Tanto la caza como la recolección el las
grandes planicies es poco predecible de un año para otro.
Por otra parte, se han estudiado algunos sitios importantes en los límites de las
planicies, en áreas de pié de monte y regiones montañosas. Se trata principalmente de áreas de
explotación de materias primas líticas, aunque también existen algunos posibles campamentos
base y sitios de matanza. La mayoría de los hallazgos son simples puntas de proyectil
acanaladas encontradas en superficie. Generalmente se ha supuesto que estos sitios
representan especializaciones de los grupos Clovis a los ambientes montañosos, pero nos
parece más probable que se trate de sitios relacionados con grupos de las llanuras que han
establecido extensas redes de complementación económica mediante las cuales obtienen
recursos distantes y explotan diversos medios para complementar los recursos disponibles147.
En las regiones montañosas, los recursos son más diversos: se puede cazar el borrego
cimarrón, el venado y posiblemente el bisonte, el mastodonte y hasta el mamut; la vegetación
es más diversa y de alta productividad y tanto la fauna como la flora siguen patrones anuales

147
Aún cuando Frison supone que la explotación de los llanos y del pié de monte y montaña requerían de
estrategias de subsistencia excluyentes [Frison 1990: 25].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 212

más predecibles. A pesar de la visión tradicional de una dieta monótona, es lo más probable
que los grupos Clovis explotaran un amplio espectro de recursos animales y vegetales.
Durante el invierno seguramente se requería refugio y en algunas áreas se
depositaban almacenes de comida que debían ser consumidos durante los meses de frío. Estos
depósitos requerirían de la participación colectiva de numerosas personas durante períodos
cortos de tiempo. También algunas estrategias de caza suponían la concentración de
numerosos grupos de cazadores durante períodos cortos de tiempo [ver Frison 1990].

Patrones poblacionales.
Ahora bien, suponemos que los patrones esbozados aquí implican que la organización de la
producción requiere de una baja tasa de densidad de la población a lo largo del territorio,
aunque la misma tenga la posibilidad de agruparse bajo determinadas condiciones en
comunidades mayores.
Todo indica que durante el período paleoindio el Continente americano ya se
encontraba extensamente poblado por grupos humanos técnicamente diferenciados y que
conformaban poblaciones relativamente aisladas, dispersas en extensos territorios, pero que
posiblemente mantenían redes de apareamiento que permitían cierto flujo génico entre las
poblaciones. Conocemos poco sobre las características físicas de los habitantes de
Norteamérica del período Clovis: los principales restos óseos de este período son los de
Anzick, en Montana, Arlington Springs, en California, Buhl en Idaho, Fishbone Cave en
Nevada, Marmes en Washington y Mostin en California. Son muy pocos materiales óseos para
caracterizar a las poblaciones tempranas de toda Norteamérica, por lo que pensamos que
todavía es prematuro hacer cualquier generalización sobre bases tan endebles. La antropología
molecular ha hecho grandes avances en los últimos años en la gigantesca labor de caracterizar
a las poblaciones americanas y esperamos que con el tiempo las bases de datos permitan
detectar patrones históricos y microevolutivos de mayor interés. En cuanto al estudio genético
de restos antiguos, las investigaciones todavía son demasiado preliminares como para poder
determinar su importancia real.
Las pautas de distribución de las evidencias arqueológicas y paleoambientales
permiten suponer que las poblaciones durante el paleoindio temprano eran abundantes, pero se
encontraban dispersas en extensos territorios que eran explotados por grupos reducidos que
solo se concentraban ocasionalmente con el fin de realizar actividades colectivas, entre las que
debió destacar el proceso de encontrar pareja.
El territorio explotado en términos económicos era extenso y poco poblado, por lo
que resultaría difícil encontrar pareja dentro de los límites del mismo. De este modo, se habría
hecho necesario establecer redes de apareamiento mucho más extensas, manteniendo un
patrón exogámico que posibilitara el intercambio de parejas entre bandas distantes. Esta
estrategia también permitiría mantener alianzas con grupos lejanos, a través de las cuales se
podían estructurar las amplias redes de complementación económica o de intercambios, por
medio de las cuales obtenían recursos de otras regiones.
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 213

La extensión y diversidad relativa de las industrias Clovis y similares, en el tiempo


y el espacio, es una manifestación de la extensión territorial de las redes de apareamiento
necesarias para encontrar pareja. Estas redes establecerían alianzas amplias fuera del grupo
productivo básico que harían posible, pero no necesario, congregar cantidades mayores de
gente y establecer redes de intercambio de bienes a grandes distancias, sin que se produjeran
efectos de acumulación de la producción o diferencias de acceso a los recursos. El sistema se
mantendría estable debido a las relaciones de reciprocidad en el intercambio de pareja a lo
largo de las generaciones entre grupos.
Lo importante aquí es que no existiría una correspondencia necesaria entre el
territorio objeto de explotación económica -extenso pero limitado, con una densidad de
población baja debido a las características de la organización de la producción- y el territorio
reproductivo, mucho mayor e involucrando a grupos económicamente independientes pero en
estrecha relación biológica. Esta diferencia en cuanto a la constitución del modo de
producción y el modo de reproducción pudo tener consecuencias importantes sobre las pautas
de distribución de los materiales arqueológicos que serían imposibles de entender si sólo se
consideran las variables económicas o ambientales en los modelos sobre la prehistoria
americana. Las características biológicas y genéticas de éstas poblaciones, y de los grupos
descendientes de las mismas, deberán ser entendidas también dentro de este esquema de
interacción estrecha, coevolutiva, de los factores sociales y biológicos que constituyen la
complejidad real de los grupos bio-sociales humanos que colonizaron el continente americano.
Hemos esbozado acá, a manera de ejemplo, uno de los múltiples problemas que nos
puede plantear la investigación, al integrarse el análisis de las relaciones de producción y
reproducción y los estudios arqueológicos y antropofísicos.
Quedará claro, por lo antes expuesto, que las hipótesis se referirían a una segunda
fase del desarrollo de las estructuras de población en el proceso de ocupación del continente.
La primera debió requerir de configuraciones demográficas en expansión, lo cual no quiere
decir que, como suponen algunos autores, el poblamiento americano haya sido una cruzada
maratónica para alcanzar la Tierra del Fuego en menos de un milenio. Por lo que concordamos
con el argumento de Dillehay en cuanto a que, si hace más de 12.000 años ya estaba habitado
todo el Nuevo Mundo por poblaciones que ostentaban una gran diversidad cultural, es
necesario pensar en complejos procesos sociohistóricos y demográficos que pudieron tomar
varios milenios en su desarrollo.

Bibliografía.
ANDERSON, D. y Ch. GILLAM
2000 Paleoindian colonization of the Americas: implications from an examination
of phisiography, demography and artifact distribution.
American Antiquity, vol 61, nº 1, pp. 43-66.
BATE, Luis Felipe
1978 Sociedad, formación económicosocial y cultura.
Ediciones de Cultura Popular. México.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 214

1990 Culturas y modos de vida de los cazadores recolectores en el poblamiento de América del Sur.
Revista de Arqueología Americana, nº 2, pp. 89-153.
1992 Las sociedades cazadoras recolectoras pre-tribales o el "paleolítico superior" visto desde Sudamérica.
Boletín de Antropología Americana, nº 25, pp. 105-155.
1986 El modo de producción cazador recolector o la economía del "salvajismo".
Boletín de Antropología Americana, nº 13, pp. 5-31.
1998 El proceso de investigación en arqueología.
Editorial Crítica. Barcelona.
[2001] Sociedades pretribales. A propósito de un sitio en Patagonia.
En prensa: III Coloquio de la Maestría en Arqueología. ENAH. México.
BATE, Luis F. y Alejandro TERRAZAS
[2002] Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América.
En prensa: Primer Simposio Internacional El Hombre Temprano en América. INAH. México
BINFORD, Lewis
1988 En busca del pasado.
Editorial Crítica. Barcelona.
2001 Constructing frames of reference.
University of California Press. Berkeley.
BORRERO, Luis Alberto
2001 El poblamiento de Patagonia.
Editorial Emecé. Buenos Aires.
BIRDSELL, J.B.
1968 Some predictions for the Pleistocene based on equilibria systems among recent hunters and
gatherers.
En: Man the hunter, Lee, R & I. De Vore [Eds], pp. 229-240. Aldine. Chicago.
BRYAN, Alan
2000 The original peopling of Latin America.
En: Historia general de América Latina, vol. 1. Las sociedades originarias, Capítulo 2.
Col. UNESCO. Versión online: http://www.unesco.org/culture/latinamerica/html_eng/chapter.htm
(Last update 30/10/00)
CASTRO, P., S. GILI, V. LULL, R. MICÓ, C. RIHUETE, R. RISCH y Mª. E. SANAHUJA
1998 Teoría de la producción de la vida material. mecanismos de esplotación en el sudeste ibérico.
Boletín de Antropología Americana, nº 33, pp.25-77.
DEWAR, Elaine
2002 Bones. Discovering the first americans.
Carroll & Graf Publishers. New York.
DILLEHAY, Thomas
2000 The settlement of the Americas. A new prehistory.
Basic Books. Perseus Books Group. New York.
ENGELS, Federico
1884 El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
En: C. Marx y F. Engels. Obras escogidas, 485-613. Publicado de acuerdo a la 4ª edición
de 1891. Ed. Progreso, s/f. Moscú.
ESTÉVEZ, Jordi y Assumpció VILA
1998 Tierra del Fuego, lugar de encuentros.
Revista de Arqueología Americana, nº 15, pp. 187-219.
ESTÉVEZ, J.,A. VILA, X. TERRADAS, R. PIQUÉ, M. TAULÉ, J. GIBAJA y G. RUIZ
1998 Cazar o no cazar ¿es ésta la cuestión?.
Boletín de Antropología Americana, nº 33, pp. 5-24.
FRISON, George
1990 The north american high plains paleoindian: an overview.
Revista de Arqueología American, nº 2, pp. 9-54.
GAMBLE, Clive
1990 El poblamiento paleolítico de Europa.
Editorial Crítica. Barcelona.
GASSIOT, Ermengol
2000 Anàlisi arqueològica del canvi capa l'explotació del litoral.
Tesi doctoral. Departament d'Antropologia Social i Prehistoria. Universitat Autonoma de Barcelona.
GODELIER, Maurice
1974 Economía, fetichismo y religión el las sociedades primitivas.
Siglo XXI Editores. Madrid.
GOULD, Stephen J.
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 215

1977 Ontogeny and philogeny.


Harvard University Press. Cambridge, Mass.
JONES, Martin
2002 The molecule hunt. Archaeology and the search for ancient DNA.
Arcade Publishing. New York
HARRIS, Marvin & Eric ROSS
1987 Death, sex and fertility.
Columbia University Press. New York.
LEVINS, Richard & Richard LEWONTIN
1985 The dialectical biology.
Harvard University Press. Cambridge,Mass. & London.
LEWONTIN, Richard, S.teven ROSE y Leon KAMIN
1987 No está en los genes. Racismo, genética e ideología.
Editorial Crítica. Barcelona
LONZI, Carla
1978 Escupamos sobre Hegel.
Ed. La Pléyade. Buenos Aires.
MEILLASSOUX, Claude
1977 Mujeres, graneros y capitales.
Siglo XXI. México.
MOURE, Alfonso y Manuel GONZÁLEZ MORALES
1992 La expansión de los cazadores. Paleolítico superior y mesolítico en el Viejo Mundo.
Editorial Síntesis. Madrid.
RODRÍGUEZ, Pepe
1999 Dios nació mujer.
Punto de lectura. Madrid.
RUIZ, Guillermina e Iván BRIZ
1998 Re-pensando la re-producción.
Boletín de Antropología Americana, nº 33, pp. 79-90.
RYAN, Michael
1982 Marxism and deconstruction.
The John Hopkins University Press. Baltimore & London.
SAHLINS, Marshall
1972 Las sociedades tribales.
Nueva Colección Labor. Barcelona.
1977 La economía de la Edad de Piedra.
Akal Editor. Madrid.
SANAHUJ A YLL, María Encarna
1997 Marxismo y feminismo.
Boletín de Antropología Americana, nº 31, pp. 7-13.
2002 Cuerpos sexuados, objetos y prehistoria.
Col. Feminismos, Ediciones Cátedra. Madrid.
SANOJA, Mario
1981 Los hombres de la yuca y el maíz.
Monte Avila Editores. Caracas.
1984 La inferencia en arqueología social. Boletín de Antropología Americana, nº 10:35-44.
SCHTIUKA, V. G.
1971 El género de vida y la religión.
Ediciones Suramérica. Bogotá.
SERVICE, Elman
1962 Primitive social organization: an evolutionary perspective.
Random House. New York.
1973 Los cazadores.
Nueva Colección Labor. Barcelona.
SUROWELL, Todd
2000 Early paleoindian woman, children, mobility and fertility.
American Antiquity, vol. 65, nº 3, pp. 493-508.
SYKES, Bryan
2001 The seven daughters of Eve.
W.W. Norton & Company. New York
TERRAZAS, Alejandro
1992 Bases para la elaboración de una teoría paleoantropológica.
Boletín de Antropología Americana, nº 25, pp. 5-18.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 216

2001 Teoría de coevolución humana.


Tesis de Maestría. Fac. de Filosofía y Letras, U.N.A.M., México.
TESTART, Alain
1982a The significance of food storage among hunter-gatherers: residence patterns,
population densities and social inequalities.
Current Anthropology, vol. 23, pp. 523-537.
1982b Les chasseurs-cueilleurs ou l'origine des inégalités.
Societé d'Ethnographie, Université de Paris X. Nanterre.
1986 Essai sur les fondements de la division sexuelle du travail chez les chasseurs-cueilleurs.
Cahiers de l'Homme, n.s. XXV, Éditions de l'École des Hautes Études en Sciences Sociales. Paris.
VARGAS, Iraida
1986 Arqueología, ciencia y sociedad. Boletín de Antropología Americana, nº 14: 5-52.
WILLIAMS, B. J.
1974 A model of band society.
American Antiquity, vol. 39, nº 4, pt. 2. Memoir 29.
WOBST, Martin
1974 Boundary conditions for paleolithic social systems: a simulation approach.
American Antiquity, vol. 39, nº 2, pp. 147.177.
1976 Locational relationschips in palaeolithic society.
Journal of Human Evolution, nº 5, pp. 49-58.
SOCIEDADES CAZADORAS RECOLECTORAS
Y PRIMEROS ASENTAMIENTOS AGRARIOS

Resumen.

En esta exposición enunciaré puntualmente un conjunto de hipótesis interrelacionadas,


orientadas a la explicación de las características generales de la estructura y causalidad de los
procesos de desarrollo de las formaciones sociales cazadoras recolectoras y sus relaciones con
las primeras comunidades agropecuarias.
Las propuestas se formulan en el contexto de una posición teórica de orientación
histórico materialista que he expuesto en el trabajo de tesis doctoral para su lectura en la
Universidad de Sevilla, al cual remito al lector148. La exposición se estructura de a cuerdo a
las categorías resumidas en dicho trabajo, principalmente en la dimensión de la formación
social149.
Se sostiene que hay dos tipos generales de formaciones sociales preclasistas,
distinguibles a partir de las calidades fundamentales de sus modos de producción: las
formaciones pretribales y las formaciones tribales. Propongo que todas las sociedades
pretribales se basan en una economía apropiadora de caza y recolección. No obstante, también
hay sociedades de cazadores recolectores que desarrollan un modo de producción tribal,
compartiendo las características básicas de las sociedades tribales sustentadas en una
economía productora de alimentos.


Artículo publicado en Sociedades recolectoras y primeros productores. Actas de las II Jornadas Temáticas de
Arqueología Andaluza, pp. 9-38 . Junta de Andalucía. Sevilla, 2004.

148
Publicado en 1998 por Editorial Crítica, Barcelona, bajo el título de El proceso de investigación en
arqueología.
149
Formación social, modo de vida y cultura son conceptos que aluden a las distintas dimensiones de la
existencia de una sociedad concreta.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 218

Acá pondré énfasis en una propuesta de conceptualización de las formaciones sociales


pretribales, la que servirá de referencia para indicar las principales diferencias que guardan
respecto a las formaciones tribales, tanto cazadoras recolectoras como a las comunidades
agropecuarias.

Introducción.
1. Cuestión de enfoques. Desde los destacados trabajos de J. Steward y A. Radcliffe-Brown,
publicados en los años 30 del siglo pasado, los estudios etnográficos sobre sociedades
cazadoras recolectoras se han realizado bajo dos orientaciones explicativas generales básicas.
Unos enfatizan los factores ambientales y otros los factores estructurales de la sociedad
misma. Como reseñan Lee y Daly, en la Introducción a The Cambridge Enciclopedia of
hunters and gatherers:
It is worthy of note that theories of band organization have continued to be dominated
by these two alterantive paradigms: an ecological or adaptationist approach which
relies on material factors to account for forager social life, and a structural approach
which sees kinship, marriage, and other such social factors as the primary
determinant.
Acotando en seguida que:
The two approaches are by no means incompatible, and although the two tendencies
are still discernible in hunter-gatherers studies, many analists have posited a dialectic
of social and ecological forces in the dynamic of forager life...[Lee & Daly 1999: 8]
También en la arqueología, tales aproximaciones aún se distinguen marcadamente en
los estudios sobre cazadores, predominando los enfoques ambientalistas. Es el caso de la
reciente obra de Binford [2001], quien mantiene su distinción entre los aspectos "funcionales
internos" de las sociedades cazadoras-recolectoras y la causalidad explicativa de los procesos
sociales que residiría necesariamente en factores "ecológicos externos", donde la conexión
entre ambos no es propiamente "dialéctica". Por diversas razones, los enfoques
adaptacionistas y ambientalistas predominan entre los pocos investigadores que han superado
las viejas concepciones particularistas históricas o histórico culturales, como es el caso en los
ámbitos académicos sudamericanos, por ejemplo150. También está presente en obras de
síntesis sobre los cazadores recolectores europeos [p.e., El poblamiento paleolítico de Europa de C.
Gamble].

Sin desconocer que el medioambiente constituye tanto un conjunto condicionante de


posibilidades alternativas como de restricciones relativas al desarrollo de las sociedades
apropiadoras, acá insistiré en la necesidad de avanzar en la investigación y formalización de
las dimensiones propiamente sociales de los pueblos cazadores recolectores. Ocurre que la

150
Ver Bate y Terrazas 2002a.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 219

comodidad de tomar prestadas propuestas que permiten múltiples correlaciones de variables


ambientales con rasgos culturales, amparada en el escudo de "cientificidad" de los
procedimientos151, ha permitido a los arqueólogos o prehistoriadores evadir lo que debería ser
su responsabilidad directa, que es la explicación de los fenómenos sociales.
Por lo visto, conviene aclarar que el hecho de centrar el análisis en la estructura y
causalidad de la organización social de los pueblos cazadores recolectores, entendidos como
agentes de los procesos históricos que han protagonizado, no implica, en modo alguno,
excluir de la explicación a los factores materiales. Ciertamente se puede asumir -y es lo que
pretendemos- un enfoque consistentemente materialista sin necesidad de adoptar las
posiciones ambientalistas o adaptacionistas asociadas al modo de explicación funcionalista,
donde las causas son externas al fenómeno a explicar.
Otro punto sobre el que quiero llamar la atención es acerca de la necesidad de
formalizar una conceptualización que integre consistentemente a los muy diversos aspectos y
ámbitos de relaciones que constituyen características generales, comunes a las sociedades
apropiadoras entendidas como totalidades. En este sentido, la mayor parte de los desarrollos
teóricos que han superado el nivel de las descripciones empíricas -incluyendo los nuestros- se
refieren a algunos aspectos más o menos parciales de la vida social. Muy pocas son las
propuestas que comprenden a la mayoría de las dimensiones de la totalidad social, como las
de Service [1973] o Testart [1985].
2. Criterios de demarcación. La referencia a sociedades o culturas de "cazadores
recolectores" implica una generalización de características que son comunes a diversos
pueblos concretos y que atribuimos a un tipo de sociedades, por lo general, en el contexto de
un esquema de periodización histórica. Las diferencias entre los varios enfoques y autores
tienen que ver con las variables en torno a las cuales se establecen las distinciones entre los
tipos de sociedades. Y, en algunos casos, conlleva un desarrollo conceptual explicativo de su
caracterización. En otros, son básicamente descriptivos.
Así, la clásica distinción establecida en el "sistema de las tres Edades" -que por
demasiado tiempo ha constituido la camisa de fuerza de la organización académico-
administrativa de la prehistoria europea- se basaba en indicadores descriptivos de los aspectos
tecnológicos más aparentes, a los que se agregaron los ítems que se presentaban en las
asociaciones más recurrentes. Y los muchos casos donde tales recurrencias no se cumplen no
han sido un obstáculo para mantener dicho esquema con pretensiones de generalidad.
Otro esquema basado en la recurrencia de asociaciones de rasgos culturales es el de la
escuela histórico cultural, que incluye a las sociedades apropiadoras en los ciclos pigmoide,
tasmanoide y del bumerang, entre las protoculturas, y el ciclo de los cazadores superiores
entre las culturas primarias [Ibarra Grasso 1971: 90-93].
Luego tenemos clasificaciones históricas que incluyen a las sociedades cazadoras
recolectoras en un mismo tipo de sociedad que a las comunidades preclasistas productoras de

151
La "buena ciencia", como presumirá reiteradamente Binford [ob.cit. : 48, 50 ] y que, por supuesto, es la que
él hace.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 220

alimentos, como en el caso de los conceptos de comunismo primitivo de Stalin [1938] y el


modo de producción doméstico de Sahlins [1977].
Otros autores incluyen a todas las sociedades cazadoras en un mismo tipo social,
donde la variable fundamental es la tecnoeconomía. Es el caso del concepto de salvajismo en
Morgan, Engels o Childe. Lo propio hacen Meillassoux [1977], Bender [ 1978, 1981], Montané
[1981] o Estévez y Vila [1998], al referirse a las comunidades de cazadores o sociedades de
bandas. Generalización que, con diversos enfoques, comparten varios otros autores.
Varios son los investigadores que apuntan una distinción muy general e imprecisa
entre las sociedades apropiadoras "simples" y "complejas", entre ellos Binford [2001]. Mucho
más precisa y de mayor profundidad analítica es, en este sentido, la obra de Testart [1982,
1985], quien hace una distinción inicial entre cazadores recolectores nómades sin
almacenamiento y sedentarios con almacenamiento. Que luego explica en términos de
diferentes modos de producción.
Al respecto, nuestra propuesta distingue entre sociedades apropiadoras pretribales y
tribales, con base en el contenido de las relaciones fundamentales de producción que
cualifican al modo de producción, en cuya caracterización mantenemos diferencias con
Testart152.

1. Las formaciones sociales pre-tribales.


La categoría de formación social se refiere a la integración de cuatro esferas básicas de la
estructura general de las sociedades: el modo de producción y el modo de reproducción, que
constituyen la base del ser social, por una parte y, por otra, las superestructuras, constituidas
por la sicología social y la institucionalidad. Abordaremos la propuesta de caracterización de
las formaciones pre-tribales en ese mismo orden, señalando sus interrelaciones cuando sea
pertinente.
Pero antes es necesario comentar una pregunta que, al generar propuestas para explicar
las características de las primeras sociedades americanas, hemos descuidado, pero que no se
puede eludir al tratar de la prehistoria del Viejo Mundo. Esta es ¿desde qué momento -y en
qué lugares del planeta- se puede comenzar a hablar propiamente de sociedades humanas?. Es
decir, desde nuestra concepción, de sociedades estructuradas como formaciones sociales, que
adquieren desarrollos particulares como modos de vida, manifiestas concretamente bajo su
singularidad cultural: lo que hemos denominado sociedades concretas. En las líneas
anteriores reseñamos algunas opciones en cuanto a cómo se diferencian las sociedades
basadas en una economía apropiadora, entendidas como una primera etapa del desarrollo

152
Mayores son nuestras diferencias con este autor en lo que se refiere a las relaciones entre la base material de
la sociedad y las superestructuras.
Quiero aclarar que el hecho de que haga algunas afirmaciones en el plural de la primera persona se debe
a que participo de una posición teórica compartida con otros colegas iberoamericanos. Aunque ninguna posición
teórica es compartida de manera idéntica, homogénea y total por todos los investigadores que la sustentan, de
manera que asumo la responsabilidad por las afirmaciones acá vertidas.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 221

social, respecto a las siguientes. Pero habría que definir criterios para distinguir la emergencia
de las primeras estructuras sociales respecto a las formas de organización de los homínidos
históricamente antecedentes. O, si fuera el caso, buscar explicaciones acerca de formas de
organización social precedentes a lo que estamos denominando formaciones pre-tribales.
De hecho, no tengo una respuesta para ello, pero creo que hay diversos aportes básicos
que permiten enfrentar el problema. En cuanto a los criterios de demarcación, en lo general,
resultan fundamentales las distinciones conceptuales planteadas y discutidas por Tim Ingold
[1986], por ejemplo, entre extracción y apropiación, forrajeros-predadores y cazadores-
recolectores, territorialidad y tenencia, etc. Por otra parte, pienso que un enfoque adecuado
para explicar los procesos de desarrollo que condujeron a tal cambio, crucial para nosotros, es
la propuesta de Terrazas [2000] sobre la teoría de la coevolución. Y supongo que este cambio
debió representar una interrupción de la gradualidad del proceso evolutivo de los homínidos
antecesores del sapiens sapiens. Es decir, entre el gradualismo filético del evolucionismo
darwiniano tradicional y la teoría del equilibrio puntuado de N. Eldredge y S. J. Gould [1972]
me inclino abiertamente por ésta última.
Creo que se puede afirmar que la categoría de formación social pre-tribal de cazadores
recolectores es aplicable, al menos, a las sociedades de sapiens modernos que desarrollaron el
paleolítico superior europeo, así como a las que, por otro lado, poblaron el continente
americano. Si bien Ramos Muñoz [1999] sostiene razonablemente que ya los neandertales del
paleolítico medio presentaban atributos atribuibles a una formación social cazadora
recolectora. Aunque, en este sentido, hay que considerar que la prehistoria europea es un caso
particular. Por un lado, como he sostenido antes, la secuencia de Paleolítico Inferior-Medio-
Superior no tiene validez universal153 y, por otro, el sapiens neanderthalensis fue un callejón
sin salida en la evolución humana y no es el antecesor del sapiens sapiens. Es claro que la
vieja hipótesis de la "fase neandertal" no se sostiene, si bien la alternativa hipótesis del
reemplazo debe ser matizada en tanto no constituyó necesariamente, en todas partes, un
evento catastrófico y, aparentemente, neandertales y hombres modernos coexistieron por
algún tiempo.
El problema principal es que aún no disponemos de hipótesis medianamente claras y
empíricamente sustentables acerca de las formas de organización de los neandertales
portadores del paleolítico medio y sólo se han debatido aspectos parciales del tema. Así, a
manera de ejemplo, el factor distintivo del surgimiento de relaciones sociales, según Ingold
[ob.cit.], sería la emergencia de la conciencia, la cual se asocia necesariamente al desarrollo del
lenguaje. Y aún cuando se ha discutido incluso acerca de las capacidades fonéticas de los
neandertales para emitir un lenguaje articulado, no cabe duda de que tuvieron las formas de
comunicación necesarias para sustentar las funciones cognitivas que implica, por ejemplo, la
ejecución de las secuencias operacionales que permitieron desarrollar las sistemáticas de

153
En el trabajo preparado para la exposición de una conferencia introductoria de la mesa sobre Paleolítico en
las VI Jornadas de Arqueología Andaluza, busqué mostrar que la secuencia Paleolítico Inferior-Medio-Superior
(así como la secuencia general en que se inscribe) no es generalizable mucho mas allá de Europa [Bate 1992].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 222

astillamiento lítico para la producción de los núcleos, lascas, láminas y puntas levallois154.
Tenían, por lo tanto, un código de memoria y la posibilidad de transmitir
"extragenéticamente" modelos culturales simbólicamente representados. Esto, aún cuando no
hubieran necesitado cerrar los sistemas de relaciones sociales, que es lo que se ha propuesto
que se manifestaría en el desarrollo de estilos culturales regionales -como expresión de
identificaciones grupales- durante el paleolítico superior [Wobst 1974 y 1976; Gilman 1984, entre
otros].

Acá sólo dejamos planteado este problema, que queda abierto a la discusión orientada
a la generación de propuestas explicativas más precisas.
El modo de producción.
Proceso productivo.
Comenzaremos por el análisis del proceso productivo, pues en torno a él se establecen las
relaciones fundamentales que cualifican a la organización social y la distinguen de otros tipos
de sociedades. Se trata de las relaciones sociales de producción, que se corresponden con el
desarrollo de las fuerzas productivas y se definen a través de las relaciones de propiedad que
los agentes de la producción establecen sobre los elementos del proceso productivo.
Fuerzas productivas.
En primer lugar, me referiré a la composición cualitativa de las fuerzas productivas.
Distinguiré, entre las diversas actividades laborales que integran el proceso
productivo: a) obtención de alimentos, b) producción de instrumentos, c) apropiación de
insumos no alimenticios (materias primas líticas, leña, etc.), d) trabajos de mantenimiento155
y, e) otros (vestimentas, ornamentos, representaciones rupestres, etc.). Propongo que las
relaciones sociales fundamentales de producción en las formaciones pre-tribales se establecen
básicamente en torno a la obtención de alimentos.\
Los procesos de trabajo orientados a la obtención de alimentos se caracterizan por:
a] Una tecnología de apropiación, que implica que la sociedad no invierte fuerza de
trabajo en el control directo de la reproducción biológica de las especies que constituyen la
base de la alimentación156. Los objetos de trabajo en los procesos de captura (caza, pesca) o
recolección -como en los de apropiación de insumos no alimenticios- son recursos naturales.
b] Los ciclos producción-consumo son breves y necesariamente continuos. Los
alimentos obtenidos son consumidos antes de que se descompongan perdiendo su valor de uso

154
Si bien es cierto que, como ha mostrado Böeda [1988 y 1990], hay diferencias en la conceptualización del
espacio y la organización de las acciones que implica la técnica de láminas levallois y las del paleolítico
superior.
155
Retomo esta distinción analítica explicitada por los colegas de la Autónoma de Barcelona [P. Castro et al.
1998; Mº E. Sanahuja 2002] que es más precisa y explícita que los conceptos de "servicios" o "conductas de
curaduría".
156
En este sentido, el concepto de apropiación se opone al significado restringido de producción de alimentos, a
través de técnicas de cultivo y domesticación. No obstante, los procesos de trabajo apropiadores forman parte del
proceso productivo general.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 223

como alimentos. Lo que obliga de manera más o menos inmediata a realizar nuevos procesos
de trabajo apropiador de alimentos. En este sentido, los ciclos producción (apropiación)-
consumo no se pueden interrumpir.
c] El sistema de vida es nomádico, es decir, la población humana se desplaza
periódicamente en torno a la disponibilidad espacio-temporal de los recursos naturales.
d] No hay preservación ni almacenamiento de alimentos. Esto no se debe a un
desconocimiento o imposibilidades técnicas sino, en parte, a la misma vida nomádica y , por
otro lado, está condicionado por las relaciones sociales de producción.
e] Hay una tendencia -posiblemente resultado del aprendizaje histórico- a la no
sobreexplotación del medioambiente. En la medida en que no se controla la disponibilidad de
los recursos, se tiende a prevenir su escasez o la extinción de algunas especies importantes
para la dieta. Seguramente no hay un cálculo de la "capacidad de carga" del medio y el
margen de reserva puede ser bastante variable157.
Esta serie de factores condiciona lo que he denominado precariedad estructural de las
fuerzas productivas, en el sentido de que cualquier circunstancia que interrumpa la
continuidad necesaria de los ciclos producción-consumo pone materialmente en riesgo la
sobrevivencia, dado que no hay reservas permanentes de alimentos158.
Hay que señalar que las actividades de producción de instrumentos, producción de
bienes de consumo no alimenticio y, en parte, los trabajos de mantenimiento, no son
actividades apropiadoras. De hecho, los objetos de trabajo, en estos casos, son resultados de
procesos de trabajo previo; contienen, por lo tanto, valor trabajo objetivado en ellos (trabajo
pasado). Los objetos de trabajo son materias primas, productos semielaborados o elaborados
que derivan de los trabajos de obtención de alimentos o de la apropiación de insumos no
alimenticios. Es el caso de las pieles, huesos, astas o tendones que se pueden incorporar en la
producción de vestimentas, de instrumentos de talla o como amarras; de las piedras
recolectadas y preformadas como matrices para la confección de instrumentos (cuchillos,
raederas) o partes de ellos (raspadores, puntas de proyectil); de la leña o los utensilios que se
usan para cocinar o calefaccionar, etc.. Además, por lo que se refiere a los trabajos de
mantenimiento, con o sin la mediación de instrumentos específicos, en algunos de ellos, el
satisfactor de necesidades es el trabajo mismo, como trabajo vivo (p.ej., cuidado y
socialización de los infantes).

157
En este punto, como en el anterior, puede haber excepciones más o menos coyunturales.
158
Sahlins, contestando a la imagen de sobrevivencia dramática de estas sociedades sostenida en algunas
versiones del viejo "marxismo oficial", contrapuso el concepto de "sociedades de la abundancia" (affluent
societies). Si bien las sociedades cazadoras recolectoras generaron soluciones que permitían controlar el riesgo
de carencias vitales, tampoco se trata propiamente de sociedades de "abundancia". Por lo que he opuesto el
concepto complementario de precariedad de la economía, como condicionante de los mecanismos de
reciprocidad.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 224

Desde el punto de vista cuantitativo, es decir, considerando a las fuerzas productivas


como una magnitud159, la característica principal de estas sociedades es que la economía no
genera sistemáticamente excedentes. Es decir, no se produce más que lo que la sociedad
considera necesario para la subsistencia. En cualquier caso, la cantidad de trabajo necesario
incorporado en los productos que permiten asegurar la subsistencia puede variar
objetivamente de una sociedad a otra, así como los niveles de vida establecidos en la
sociedad.
Los principales factores que inciden en el grado de desarrollo de la productividad
media del trabajo son:
a] Productividad natural del medio. Es un factor no controlado por la sociedad y
puede incidir en la necesidad de aumentar o la posibilidad de disminuir el trabajo necesario
para asegurar la subsistencia. Está condicionada por variables como: a)
dispersión/concentración de los recursos, b) movilidad de los mismos, c) estacionalidad, d)
masa disponible, e) predictibilidad, f) requisitos de procesamiento y otros.
b] Desarrollo tecnológico. Es un factor controlado por la sociedad que incide en la
elevación de la productividad del trabajo, pero no necesariamente en la elevación de los
volúmenes de producción, en tanto se tiende a la no sobreexplotación de los recursos
naturales.
Esto explicaría el que, salvo en coyunturas críticas, no haya habido incentivos apremiantes
para mantener un ritmo acelerado de desarrollo tecnológico. Por ello, debió incidir
mayormente en la disminución del trabajo necesario para producir los bienes de consumo
socialmente requeridos. Las principales variables que intervienen en el desarrollo tecnológico
son: a) desarrollo de los instrumentos , b) desarrollo de los conocimientos, c) organización de
los procesos de trabajo, d) división técnica del trabajo.
c] Sistemas de complementación económica. Se trata de la organización del proceso
productivo en ciclos mayores, comportando diversas estrategias económicas que pueden ir
desde sistemas altamente oportunistas a diversos grados de complejidad en la organización de
los que Binford llamaría "sistemas logísticamente organizados"160. Implican diversos grados
de optimización en la explotación de los recursos naturales, de acuerdo a dos principios
estructuradores básicos: a) la diversificación de los recursos explotados, que permitiría evitar
la sobreexplotación con riesgos de extinción de algunos de ellos o, en el caso de que ello
ocurriera, abrir posibilidades de sustitución. Y, b) la distribución espacio-temporal de la
fuerza de trabajo, situándola en los lugares y momentos de mayor productividad de los
recursos preferidos. Parte de estas estrategias, implicando diversas racionalidades
económicas, son las opciones en cuanto al desarrollo de instrumentales y tecnologías
expeditivas de uso generalizado o de diversos niveles de especialización.

159
En este sentido, las fuerzas productivas se refieren al rendimiento promedio de la fuerza de trabajo en las
condiciones históricas de cada sociedad.
160
Descriptivamente, se presentarían a la observación como lo que este autor [Binford 1988] ha denominado
"complejos situacionales".
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 225

Cabe agregar una forma de organización que también pudo contribuir tanto a la
elevación de la productividad media del trabajo como al manejo del riesgo de carencias,
consistente en la segmentación de la comunidad orientada a una "división geográfica del
trabajo". Esto conlleva la conformación de segmentos comunales complementarios
(articulados necesariamente en torno a una red de intercambios) que permitirían cubrir la
explotación de los diversos recursos del territorio no sólo en los momentos de mayor
productividad natural y ampliar, además, las posibilidades de diversificación.
Antes de entrar a analizar las relaciones sociales de producción, conviene ver un par
de puntos que también condicionan y son expresión de la composición cualitativa y el grado
de desarrollo de las fuerzas productivas. Estos se refieren a las formas de división del trabajo
y a las formas de organización socio-económica.
Al mencionar la organización socioeconómica de las comunidades pre-tribales, me
refiero a las formas de agrupación que han sido consideradas como típicas de las sociedades
cazadoras recolectoras "en general"161.
Por lo pronto, consideraré como unidad básica para el análisis de las relaciones
sociales a la unidad doméstica. Entiendo que la unidad doméstica es básicamente una unidad
económica de producción y consumo. Secundariamente, y también por razones económicas,
tiende a coincidir físicamente, en diversos grados, con las unidades de reproducción y de
residencia. Su regla de composición es que tiende a integrar las distintas posiciones en la
división del trabajo, asignadas socialmente de acuerdo al género y la edad. El hecho de que la
consideremos una unidad básica de análisis no significa que pretendamos explicar el modo de
producción de la sociedad, al estilo de Sahlins [1977], extrapolando las relaciones internas de
la unidad doméstica. Mas bien, al contrario: el modo de producción sólo se puede explicar
como el funcionamiento económico de la totalidad social, que condiciona las características y
prácticas de las unidades domésticas.
El siguiente nivel de agregación está conformado por una agrupación de unidades
domésticas en lo que, según los autores, se ha denominado banda (Steward, Service), horda
(Radcliffe-Brown, Meillassoux) o compañía (Gallardo, Gibson), destacando cada uno el tipo
de nexos en que se basarían dichas agrupaciones. Así, por ejemplo, tanto Radcliffe-Brown
como Service ponen énfasis en los vínculos de parentesco (kinship), mientras Meillassoux o
Gibson destacan las relaciones de adhesión laboral. En otro lado he mencionado el afortunado
uso descriptivo del término "compañía" por parte de Gallardo [1910], mientras que Ingold
destaca que
Gibson [1985] suggests that relations based on the experience of living and doing
things together, on "shared activity itself", can best be described as ones of
companionship. He opposes companionship to kinship... [Ingold 1999: 406]

161
Como veremos más adelante, no hay un tipo general de sociedades cazadoras recolectoras, por lo que
muchas de las generalizaciones al respecto pueden no corresponder a ninguna de sus formas particulares de
existencia.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 226

Por su parte, Binford [2001: 213], correlacionando su información sobre el tamaño de


los grupos con diversas variables, identifica
three separate kinds og groups: (1) the designation of GROUP1 refers to the mean
size of the social unit camping together during the most dispersed phase of the
settlement-subsistence system; (2) GROUP2 refers to the mean size of the camp
sharing groups during the most aggregated phase of the subsistem settlement system,
(3) GROUP3 designates the mean size of social aggregations accurring annually or
every several years that assemble for other reasons than subsistence-related activities.
Se ha discutido bastante sobre el tamaño de estos grupos que incluirían hasta unas seis
unidades domésticas. El tema interesa en tanto tendría que ver con la organización necesaria y
la densidad de su distribución en el territorio para asegurar la subsistencia en relación a la
disponibilidad natural de los recursos162.
Sobre esa base se desarrollan diversos arreglos estructurales, siendo el más conocido
el de la organización que es común entre los cazadores recolectores australianos (como los
arunta o aranda), donde la comunidad se dividiría en mitades y éstas, a su vez, en secciones y
subsecciones, constituidas las últimas por la agrupación de "bandas mínimas". No obstante,
puede haber distintas formas de agregación de acuerdo a nexos de afinidad que regulan las
cercanías o distancias sociales y los compromisos que implican.
En cuanto a la división del trabajo, la forma generalizada es la llamada división
doméstica del trabajo que, como mencionamos, se establece asignando una distribución
diferencial de tareas de acuerdo a la posición de los individuos en relación a las variables de
género y edad163.
Abundantes han sido los intentos de explicar las causas de la división sexual de tareas
y más las discusiones que ha suscitado el hecho de que, en su mayoría, involucran
proyecciones ideológicas presentistas, justificatorias de la condición subordinada de las
mujeres, incluyendo la devaluación del trabajo femenino. Como es el caso de la oposición
entre "hombre-cazador" y "mujer-recolectora". Testart [1986], discute y critica con razonables
argumentos la mayoría de las explicaciones ofrecidas al respecto. Pero resulta insólita, en un
autor de notable capacidad analítica como el citado, la propuesta de que la división sexual del
trabajo entre los cazadores estaría determinada por un tabú ideológico que establece
interdicciones basadas en la oposición entre la sangre menstrual y la sangre animal. De
manera que la estructuración de las tareas económicas estaría determinada por la
normatividad emanada de un mito superestructural universal entre esas poblaciones

162
El rango de variación en el tamaño de estos grupos varía también según los autores. Binford critica el manejo
de estos "números mágicos" -entre ellos el promedio de 25 individuos propuesto por Birdsell, discutido y
generalizado a partir de la Conferencia sobre Man the hunter- y termina proponiendo el suyo propio, resultado
de sus análisis estadísticos: "...I may argue that a local group capable of sustained subsistence procurement
tasks would be composed of approximately 20.47 persons" [ob. cit.:233].
163
El género es la categorización social relacionada con el sexo biológico, que puede no coincidir
necesariamente con éste. En este sentido, puede haber más de dos géneros.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 227

("l'idéologie du sang"), que se afirmaría sólo como una constatación empírica. Un


planteamiento inequívocamente idealista.
Desde nuestro punto de vista -lo que no podemos reclamar a Testart, quien asume
explícitamente su máxima proximidad con Hegel164- si tal tabú tuviera realmente un carácter
generalizado, el problema obvio a resolver sería encontrar, en la existencia objetiva del ser
social, las condiciones que explicarían tal concepción superestructural. Es decir, por qué
existe tal tabú. Por ahora, aún nos encontramos en un punto en que no se ha podido mostrar el
carácter necesario de las hipotéticas relaciones entre sexo, género y la asignación de tareas
determinadas en la división del trabajo. Aún es necesario intentar identificar, en el registro
arqueológico, quiénes fueron los agentes de la realización de las diversas actividades
inferibles165. Para ello, partiría del principio de que no hay actividades humanas que la mujer
no pueda realizar y que los hombres sólo están impedidos de embarazarse, parir y amamantar.
Advirtiendo que no podemos proyectar las valoraciones ideológicas de nuestra sociedad hacia
las sociedades remotas.
Por lo que se refiere a la división social del trabajo, se puede decir que los primeros
especialistas que surgen históricamente son los shamanes, dedicados, entre otras actividades
asociadas, básicamente a las tareas terapéuticas. Lo cual no les otorga privilegios económicos,
debiendo estar en capacidad de realizar cotidianamente todas las tareas que les corresponden
según su posición de género y edad.
Por último, existen formas de división técnica del trabajo que consisten en la
asignación diferencial de tareas orientadas a la generación cooperativa de un mismo tipo de
productos o satisfactores. Asignaciones que no son permanentes y se pueden reatribuir en
cada proceso laboral que lo requiera.
Las relaciones sociales de producción.
El sistema de relaciones sociales de producción es la forma que adquiere el contenido de las
fuerzas productivas y su calidad se define a través de las relaciones de propiedad y posesión
objetivas que los agentes de la producción establecen sobre los elementos del proceso
productivo. Se trata, pues, de dos aspectos inseparables de la misma realidad de la producción
social166. El hecho de que las relaciones sociales de producción (como las de reproducción)
sean reflejadas de diversas maneras en la conciencia social no quiere decir, en modo alguno,

164
"La définition que je done du communisme primitif comme résultat contradictoire d'une négation de
négation pourrait être située plus directement en rapport avec Hegel qu'avec tout autre penseur" [Testart 1985:
14].
165
Me remito al registro arqueológico, pues toda la información de que Testart dispone proviene de registros
etnográficos que, en su abrumadora mayoría, no corresponderían a pueblos "comunistas primitivos".
166
Nunca hemos concebido a las relaciones sociales de producción como "externas" al proceso de producción,
como ha entendido Gassiot [2000]. La relación de correspondencia entre fuerzas productivas y relaciones
sociales de producción es una indisociable relación de correspondencia entre forma y contenido. También está
implicada, además, la relación de correspondencia determinada de calidad y magnitud.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 228

que sean superestructurales, como lo ha entendido Binford, por lo visto, a partir de la lectura
de Ingold167. En este aspecto nodal, suscribo la célebre tesis de Marx en cuanto a que:
...en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones
necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que
corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura
jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.
El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social,
política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su
ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. [Marx:
Prólogo a la contribución a la crítica de la economía política, 1859]
Hemos señalado que, en las sociedades pretribales, las fuerzas productivas se
caracterizan por su precariedad. La precariedad se refiere al riesgo previsible de carencias
vitales, que amenazan la subsistencia. Pero si esas sociedades sobrevivieron por milenios, ha
sido generando mecanismos de solidaridad que les permitieron manejar el riesgo. Dichas
relaciones se manifiestan a través de lo que los antropólogos (Service, Sahlins) han
denominado reciprocidad. Las relaciones de reciprocidad no son, para nosotros, las relaciones
sociales fundamentales. Son la manifestación fenoménica, en la esfera de la circulación, de las
relaciones fundamentales de producción168. La reciprocidad es un amplio sistema de
intercambios diferidos. Y el punto que quiero tratar acá es el de cuáles son las relaciones
sociales de producción en que se funda y que explican el particular sistema de intercambios en
que consiste la reciprocidad. Primero veremos qué es y cómo opera la reciprocidad y, luego,
cuáles son las relaciones sociales de producción en que se sustenta y por qué.
La reciprocidad consiste, a la vez, en un derecho y una obligación. En principio, es el
derecho de todo miembro o grupo de una comunidad a ser asistido por los demás en situación
de carencia. Y, a su vez, es la obligación de todo miembro o grupo de la comunidad de
aportar a la solución de las carencias de quien o quienes se vean sometidos a esa situación.
Quien recibe algo, adquiere la obligación de retribuir y quien da, adquiere el derecho a ser
retribuido.
No obstante, tal compromiso no genera una deuda y un crédito personal o entre los
grupos determinados que han participado de una coyuntura concreta de solución de carencias.

167
"For the neo-Marxist, evolutionary ecology is irrelevant and general explanations are futile since it is the
superestructure -the ideological domain- that directs change and manifests itself as historically particular
variability" [Binford 2001: 25].
168
En esto, es adecuada la crítica que Godelier apuntó, entre otros, a Service y Sahlins, a propósito del
concepto de tribu, en cuanto a no haber trascendido de manera importante el nivel apariencial: "El error está...en
el hecho de no haber analizado realmente esos modos de producción, de continuar describiéndolos en las formas
mismas en que aparecen y de haberse condenado a no poder mostrar ni analizar la causalidad estructural
específica..." [Godelier 1974: 221]. Y, en este caso específico, a pesar de que tuvieron razón en su crítica
sustantivista, frente al formalismo marginalista, se quedaron en la explicación de las relaciones sociales tal como
se presentan empíricamente en la esfera de la circulación.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 229

La reciprocidad no es un compromiso bilateral, sino un compromiso comunal, y las


soluciones coyunturales de situaciones de carencias no son más que un momento de la
realización de un compromiso colectivo. ¿Por qué?. Porque, como hemos visto, los riesgos
permanentes de carencia, debidos a la precariedad de una economía básicamente apropiadora,
son previsibles. Pero lo que no se puede predecir es quiénes ni cuándo estarán sujetos a
carencias, ni quiénes, en ese momento -dados los ámbitos de movilidad de grupos e
individuos-, estarán en posibilidad de satisfacer esas necesidades. De manera que la
reciprocidad sólo puede resolver el problema estructural de la precariedad en la medida en
que se trate de un compromiso colectivo. Así, quienes reciben algo están en obligación de
retribuir ante cualquier individuo o grupo de la comunidad, cuando la situación lo requiera. Y
quienes dan adquieren el derecho de ser retribuidos por cualquier miembro o grupo que, en su
momento, esté en posibilidad de hacerlo.
Ahora bien, las relaciones sociales de producción, fundamentales y distintivas del
modo de producción pretribal, se definen por los contenidos y formas de la propiedad 169. Los
contenidos de la propiedad son los elementos del proceso productivo sobre los cuales se
establece la capacidad de disposición y uso por parte de los agentes de la producción. En este
modo de producción la propiedad se establece sobre a) la fuerza de trabajo y b) los
instrumentos o medios de trabajo. No hay propiedad sobre los objetos de trabajo, sino sólo
posesión (capacidad de uso) socialmente consensuada sobre el territorio. No hay propiedad
territorial170 ni sobre los recursos naturales que constituyen objetos de trabajo apropiador,
porque no se ha invertido trabajo en ellos transfiriéndoles un valor que fuera necesario
resguardar. Y tampoco existe la capacidad económica e institucional de establecer su defensa,
permitiendo disponer de ellos de manera excluyente. No hay, pues, necesidad ni posibilidad
de establecer propiedad sobre los objetos naturales de trabajo171. En el modo de producción
pretribal, por lo tanto, la apropiación de la naturaleza es resultado de los procesos de trabajo y
no una condición para su realización. En consecuencia, la propiedad de los productos
apropiados puede condicionar la distribución, el intercambio o el consumo, pero no la
producción.
En cuanto a la forma de la propiedad, ésta es colectiva. Y esta forma de propiedad de
los elementos del proceso productivo sobre los cuales se ha establecido, es la que se realiza en
la reciprocidad. El hecho de que un miembro o grupo de la comunidad tenga el derecho a ser
provisto en situación de carencia implica que tiene derecho a disponer del uso de la fuerza de
trabajo y los instrumentos de los demás. Recíprocamente, su obligación de proveer a cualquier
otro en situación de carencia es la obligación de permitir, a los demás co-propietarios de la
comunidad, el ejercicio de su derecho a disponer del uso de la fuerza y los medios de trabajo
que posee.

169
Sobre los conceptos de relaciones sociales de producción, propiedad y posesión, ver Bate 1998: 60-61.
170
En Sudamérica se constata la coexistencia, entre el XII y VI milenio a.P., de dos comunidades diferenciadas,
con distintos modos de vida, en el mismo territorio [Bate 1992].
171
Establecer la propiedad sobre los recursos implicaría necesariamente la posibilidad real de defenderla frente
a otras comunidades pero, como dice Service "una economía de caza y recolección no puede sostener un
esfuerzo militar durante un largo período a causa de la falta de alimentos almacenados" [1974: 74].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 230

Esto significa que la propiedad sobre fuerza y medios de trabajo es, de hecho, comunal
y que todo miembro de la comunidad, en tanto tal, participa de su co-propiedad. En este
sentido, la comunidad es la propietaria, si bien necesariamente la posesión de instrumentos y
fuerza de trabajo es individual o particular. La posesión es componente de la propiedad y
puede ser retenida o transferida por el propietario, como derecho o como obligación 172. En el
caso de estas sociedades, la posesión es transferida, a la vez, como derecho y como
obligación. Igualmente, la posesión de partes del territorio es particular y está gestionada por
los distintos grupos, generalmente las bandas, hordas o compañías y puede estar estrictamente
normada por razones técnicas de su aprovechamiento173.
En el caso de la producción de instrumentos, de mantenimiento o de otros bienes no
alimenticios, se establecen relaciones secundarias de producción, que se distinguen de las
relaciones fundamentales en el hecho de que los objetos de trabajo no son recursos naturales y
sí hay trabajo pasado objetivado en ellos, de manera que se establece la propiedad colectiva
de los mismos, también bajo formas de posesión individual o particular.
Distribución, intercambio y consumo.
La producción genera bienes satisfactores de necesidades cuyo valor de uso se realiza en el
consumo. La producción misma realiza parte del consumo: de trabajo, de medios de trabajo y,
en muchos casos, de objetos que son producto de procesos de trabajo previos. En algunos
casos, el consumo puede suceder directamente al proceso de trabajo174.
No obstante, la mayoría de las veces la relación entre producción y consumo está
mediada por los procesos de distribución e intercambio. La distribución es el reparto de los
productos que generan los procesos de trabajo (producción). El intercambio es un proceso de
redistribución que permite a los consumidores obtener los valores de uso concretos que
requieren para satisfacer sus necesidades. El consumo es la realización del valor de uso de los
productos y negación de la producción, por lo que genera la necesidad de nueva producción.
El fenómeno de compartir (principalmente alimentos) ha sido considerado como una
característica estructuradora de las relaciones sociales en las comunidades primitivas. Como
observa Binford
Food sharing in particular has become de definitive and pivotal criterion of human
relationships for many archaeologists.

[...] Sharing is considered to be a clue to, if not the basis of, communalism, and the
absence of sharing is thought to be indicative of individualism or the lack of
communal ties...[2001: 26]175

172
En el caso de la renta de la tierra, su uso es transferido como derecho, a cambio de la renta. En el caso de la
fuerza de trabajo esclava, el propietario dispone de su uso como obligación.
173
En este aspecto es muy clara la exposición que hace Ingold [1986] en el capítulo 6: Territorialidad y
tenencia: la apropiación del espacio en sociedades cazadoras recolectoras.
174
Por ejemplo, un/a recolector/a que consume directamente frutas o mariscos que está colectando o cuando los
valores de uso se realizan como trabajo vivo.
175
Cita también la opinión de Glynn Isaac [1978] en cuanto a que el compartir presas de caza traídas al
campamento sería uno de los primeros signos de "humanidad" en el proceso de hominización.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 231

El acto de compartir -alimentos u otros productos del trabajo- es, en principio, una
forma de distribución. Sin embargo en las sociedades pretribales generalmente constituyen, a
la vez, un momento en la secuencia de procesos de intercambio (circulación) basados en la
reciprocidad.
Las relaciones de distribución, intercambio y consumo están condicionadas
inicialmente por las relaciones de propiedad que se establecen en el proceso productivo. Las
formas colectivas de propiedad condicionan las formas de distribución denominadas
igualitarias.
Sobra decir que una distribución igualitaria no significa el reparto, en todo momento,
de una cantidad idéntica de valor (trabajo objetivado o trabajo vivo) ni de la misma calidad de
satisfactores. De hecho, los individuos no tienen siempre idénticas necesidades, pues éstas
varían en cada momento de su vida y aún en cada circunstancia. Igualmente, los procesos de
distribución, generalmente sujetos a una compleja normatividad cultural176, pueden presentar
diferencias cuantitativas y cualitativas en cada situación concreta. No obstante, al estar
inscritos en esquemas de circulación cuyos ciclos trascienden temporalmente la brevedad de
los ciclos producción consumo y operan en diversas escalas, tienden, en el mediano o largo
plazo, a asegurar una equidad distributiva que minimiza los riesgos que amenazan la
sobrevivencia de los miembros de la comunidad. Como señala Service [1973:24], a propósito
de la reciprocidad generalizada entendida como un sistema de intercambios, "Se basa en el
hecho de que la gente que intercambia va a estar asociada por muy largo tiempo ". Y, en el largo
plazo, la reciprocidad solidaria resulta en una reciprocidad compensada debido a que no hay
excedentes y el consumo es subsistencial.
El hecho de que diversos procesos puntuales de distribución se realicen de manera
desigual, al inscribirse en ciclos de circulación a largo plazo, está cerrando algunos y dejando
abiertos otros procesos de cambio, donde la expectativa de completación genera o refuerza
lazos de compromiso social que resultan estables.
La explicación del carácter igualitario de la distribución tiene que ver con las
relaciones de propiedad establecidas en el proceso de producción. Esto se pone en evidencia
cuando los procesos de trabajo requieren o se realizan en cooperación o cuando distintos
productores establecen una relación de intercambio: todos producen en igualdad de
condiciones en cuanto a la propiedad y la posesión de los elementos de trabajo que ponen en
acción, es decir la fuerza de trabajo y los medios de trabajo. Así, no hay posibilidad de
justificar una distribución desigual. Y, dado el hecho de que los ciclos producción-consumo,
en particular de los alimentos, son breves y no hay fuerza de trabajo invertida en los futuros
objetos de apropiación, si un individuo o grupo pretendiera obtener ventajas distributivas, en
muy corto plazo se vería marginado de las posibilidades de cooperación e intercambio. Por lo
demás, si la participación en el sistema de reciprocidad permite asegurar la subsistencia y
nadie consume más que lo necesario para ello, no hay ningún incentivo para acumular
diferencialmente y exponerse a la penalización social y a la marginalización.

176
Véase, por ejemplo, Binford 1989: cap. 15, o Testart 1985.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 232

Si la llamada reciprocidad es el mecanismo estabilizador que reduce los riesgos de una


economía precaria y se realiza como un sistema de intercambios diferidos en diferentes ciclos
temporales y en diferentes escalas de relación social, el análisis de los sistemas de
intercambios merece mayor atención. Para ello he propuesto, en un trabajo anterior, una serie
de variables cuyas combinaciones permiten caracterizar las múltiples modalidades que los
procesos de cambio adquieren en las comunidades primitivas y al cual, para abreviar, remito
al lector [Bate 1986; ver el Esquema 2 adjunto]. Se apreciará que hay modalidades o tipos de
intercambio que tienden de manera más eficiente al refuerzo de los vínculos sociales de
reciprocidad solidaria y otros que tienden a la solidaridad compensada.
No hay "reciprocidad asimétrica", que en realidad es una forma de enajenación o
explotación económica, en la medida en que el consumo es subsistencial. Y por lo mismo, en
tanto no hay reservas ni excedentes, podemos decir que en las sociedades pretribales la
reciprocidad puede redefinir la particularidad del proceso de circulación o intercambio como
una forma de redistribución que permite a los consumidores obtener los valores de uso
concreto que necesitan para satisfacer sus necesidades en el momento en que los requieren.
En suma, las relaciones sociales de producción bajo formas de propiedad colectiva,
que condicionan niveles de distribución y consumo igualitario, reforzados por el sistema
general de intercambios, definen una sociedad donde no existen clases sociales. Cuando se
habla de una sociedad "igualitaria", el término se refiere estrictamente a la no existencia de
clases sociales diferenciadas en torno a las relaciones de producción y propiedad. Lo cual no
significa que no haya ninguna forma de desigualdad social.

El modo de reproducción.
El modo de reproducción es el sistema de relaciones y actividades sociales que median y
realizan la reproducción biológica de la especie y la reposición cotidiana de la vida humana.
Es un tema que ha sido descuidado o inadecuadamente tratado -no solo para las sociedades
cazadoras recolectoras-, entre otras cosas, por falta de una conceptualización analítica
sistematizada. Ello ha requerido considerar críticamente los aportes de diversos autores, en
algunos casos replantearlos y, en cualquier caso, organizarlos en compatibilidad con los
demás enunciados de nuestra posición teórica177.
La reproducción biológica.
La reproducción biológica en la especie humana se distingue por estar mediada por relaciones
sociales objetivas. Estas son reflejadas de diversas maneras en las superestructuras y , en
parte, reforzadas normativamente y a través de prácticas institucionales.
Comenzaré por retomar la distinción que hace Meillassoux [1974] entre adhesión y
parentesco. Donde la adhesión se refiere a las relaciones estrictamente laborales que los
individuos establecen para la producción económica. Y el parentesco ubica a los individuos

177
Me limitaré acá a mencionar conceptos básicos que hemos discutido en un artículo en vías de publicación
[Bate y Terrazas 2002]
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 233

con relación a un esquema genealógico y, se supone, sería la referencia para normar la


reproducción. No obstante, como veremos, es principalmente el reflejo de las relaciones
económicas. Por lo que habrá que distinguir claramente los contenidos reales de las relaciones
sociales representadas superestructuralmente como un sistema de parentesco.
En adelante, será necesario tener presente la distinción entre patrones de
comportamiento real y normas o reglas superestructurales, donde hay que tener claro que los
valores que definen normas no siempre reflejan el comportamiento objetivo y éste no siempre
se atiene a las normas.
Distinguiremos normas de: a) acoplamiento, que definen los apareamientos posibles y
b) filiación, que regulan la colocación de la descendencia; éstas, a su vez, se normarían por las
reglas de descendencia (matrilinealidad, patrilinealidad, descendencia paralela) y de
residencia (patrilocalidad, matrilocalidad, avunculocalidad).
Estas se distinguirían de los patrones de acoplamiento y filiación, donde los últimos
tienden a responder más bien a los patrones de movilidad [Meillassoux 1974: 44], que pueden ser
ginecoestáticos o ginecomóviles y se refiere a si las mujeres procrean dentro de su grupo de
origen o fuera de él, incidiendo, en la práctica, en los patrones de residencia.
En cuanto a la distinción, tradicional en la antropología, entre "parentesco
clasificatorio" y "parentesco consanguíneo", proponemos que el parentesco clasificatorio,
junto con otros arreglos estructurales (como el sistema de mitades y otros) son, de hecho, las
formas como se representan superestructuralmente las relaciones sociales de producción.
Pero, como representación superestructural valorativa, permite también definir normas de
apareamiento y filiación.
En las sociedades pretribales, las relaciones de adhesión se establecen directamente en
torno a los procesos laborales, sin importar mayormente la posición de un individuo referida a
un sistema genealógico. Este, más bien, contribuye a definir los circuitos básicos de
reciprocidad.
Usamos el concepto de parentesco genético para designar a los vínculos bio-sociales
resultantes de las relaciones reales de acoplamiento y filiación, con independencia de las
representaciones valorativas o la normatividad. Es la base objetiva del denominado
"parentesco consanguíneo" y su análisis prescinde de las referencias a los ancestros
genealógicos ya que éstos adquieren vínculos sociales a través de los apareamientos y
distribución de la descendencia.
Otro concepto relevante es el de red mínima de apareamientos propuesto por Wobst
[1974], para designar al tamaño mínimo de una población de supervivencia viable, que él
establece en un mínimo de 519 individuos178. Desde luego, cualquier análisis deberá
considerar las redes reales de apareamiento, que no tienen por qué limitarse al mínimo de una
población viable.

178
Otros autores, como Williams [1974] proponen rangos más amplios de variación, con una media de 600
individuos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 234

Con base en estos conceptos podemos definir la estructura de la población, que es


una estructura dinámica multideterminada por179:
a) El parentesco genético y los patrones de movilidad, apareamiento y filiación.
b) Los mecanismos sociales de control demográfico, que siempre son ejercidos sobre
la capacidad reproductiva de las mujeres en dos sentidos básicos. Presionándolas hacia los
embarazos y partos múltiples, con la consecuente sobrecarga de estrés y desgaste físico que
ello implica, sumado al trabajo adicional que conlleva el cuidado de los infantes que llegan o
sobreviven al destete. Esto, cuando la sociedad o algunos grupos sociales están interesados en
la elevación de la población, al menos, del grupo social al que pertenecen las madres
potenciales o reales. O, cuando se busca frenar el aumento poblacional, a través de los
múltiples mecanismos restrictivos de sus capacidades reproductivas. Los que pueden ir desde
el descuido alimentario y sanitario de las hembras encintas o los abortos directos, hasta el
infanticidio femenino [Ver Harris y Ross 1987]. Estas prácticas sociales pueden operar, con
diferentes efectos, antes, durante o después del período que va entre la concepción y el
alumbramiento.
Llamaremos configuración demográfica a la manifestación fenoménica de la
estructura de la población, que generalmente es descrita a través de cuadros demográficos
referidos a variables como la población total, natalidad, morbilidad y mortalidad, fertilidad y
fecundidad, distribución etaria y/o por sexos, etc.

La reposición cotidiana de la vida humana.


La conservación de la vida humana requiere de la realización de diversas actividades cíclicas
que resuelven necesidades de diversos grados de urgencia vital y que permiten el
mantenimiento de la vida. Se trata de la satisfacción de necesidades tanto biológicas como
sicológicas y sociales. Entre ellas contamos la alimentación, higiene, protección del clima
(pluviosidad y temperaturas), adorno personal, manejo de los afectos, diversión y uso del
tiempo libre180 o conservación de la salud. Tales actividades satisfacen necesidades
inmediatas o de mediano plazo181. Pero también hay necesidades que se resuelven a largo
plazo y que exigen una diversidad de actividades cotidianas. Tal es el caso de la socialización
de los infantes, que se inicia desde el nacimiento y está orientada a la producción de
individuos socialmente habilitados182.
Relaciones entre los modos de producción y reproducción.
Estos dos ámbitos de la vida social, como todos, están en estrecha interacción e
interpenetración. Por lo pronto, todas las actividades que permiten la reposición de la vida
179
En los párrafo siguientes estoy transcribiendo el artículo antes referido.
180
Este tópico resulta de especial interés en los pueblos pretribales debido a que son, históricamente, los que
dedican la menor proporción del tiempo a las actividades económicas, por lo que disponen del mayor tiempo
libre.
181
Sanahuja [2002] también incluye las actividades orientadas a disponer de los muertos.
182
Y no sólo "biológicamente viables".
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 235

implican necesariamente la actividad económica del consumo: se consumen tanto productos


como trabajo vivo.
Los alimentos, vestimentas, adornos o medicinas, son productos que contienen trabajo
pasado. No obstante, los trabajos de aseo, atención de los enfermos, cuidado y socialización
de los infantes, son actividades en que el satisfactor de las necesidades es el trabajo mismo,
como trabajo vivo. También son productos los instrumentos que se usan (consumen) en el
desarrollo de tales actividades como ollas, escobas o mandil.
Pero es importante hacer una distinción analítica básica: quienes realizan los trabajos
que, como tales, constituyen satisfactores de necesidades, están realizando con ello su
participación en el proceso productivo, articulados bajo un sistema de relaciones sociales de
producción.
Otra distinción analítica se requiere por cuanto, en las sociedades pretribales, tienden a
coincidir la unidad doméstica, la unidad de reproducción y la unidad de residencia. Sin
embargo, esta coincidencia no tiene carácter necesario. Dadas las posibilidades de movilidad
de los miembros de ambos sexos, entre unidades domésticas o entre bandas183, hay muchas
probabilidades que las unidades de reproducción vinculadas por el parentesco genético no
coincidan con las unidades domésticas de las cuales participan sus miembros. Por lo mismo,
es posible que los integrantes de una unidad de reproducción, vinculados por el parentesco
genético (como padres e hijos), realicen las actividades de reposición de la vida cotidiana en
distintas unidades domésticas y, eventualmente, establezcan nuevos lazos reales de
reproducción. Tampoco es necesario que todos los miembros de una unidad doméstica o una
unidad de reproducción residan en el mismo espacio.
Por otro lado, se ha considerado una característica típica de las sociedades cazadoras
recolectoras el hecho de que la reproducción de la población se manifestaría en
configuraciones demográficas estables, de reproducción simple (no ampliada). Esto se
relacionaría con la necesidad de mantener una distribución territorial de la población de bajas
densidades y en "equilibrio" con la disponibilidad de recursos apropiables. Y se han discutido
los mecanismos de restricción del crecimiento poblacional, poniendo énfasis en el supuesto
hecho biológico -para el cual aún no hay explicaciones suficientes o satisfactorias- de que las
mujeres tendrían embarazos espaciados, pero se ha prestado poca atención a las prácticas
sociales, intencionadas o no, de limitación de sus capacidades reproductivas.
Esta situación se presenta, de hecho, en fases importantes del desarrollo histórico de
las sociedades cazadoras recolectoras. Una interesante propuesta al respecto es la que
formulan Estévez y Vila [1998], al sostener que la contradicción fundamental las formaciones
cazadoras recolectoras se establecería entre las relaciones sociales de producción y de
reproducción. El argumento básico sería el siguiente: a) Las relaciones sociales de producción

183
"Las células de producción, las hordas, son reconocidas, de hecho, como inestables y de composición
cambiante. [...] Esta movilidad libre y voluntaria de los adultos de ambos sexos entre hordas es el mecanismo
dominante de la reproducción social. El crecimiento biológico sólo es la materia. La distribución social de los
individuos no es decidida en el momento del nacimiento, en función de vínculos de filiación previamente
establecidos por el matrimonio, sino en el curso de la vida activa del individuo." [Meillassoux 1974: 31]
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 236

se corresponden con la necesidad de resolver la precariedad de las fuerzas productivas; b) La


precariedad, que obedece a la falta de control directo de la reproducción de los recursos
alimentarios, la brevedad y continuidad necesaria de los ciclos producción-consumo y la no
existencia de almacenaje de alimentos, lleva a generar mecanismos que limitan la explotación
de los recursos. De manera que, aunque la reciprocidad minimiza y estabiliza el riesgo
previsible de carencias vitales, la sociedad genera mecanismos conservadores que mantienen
la precariedad que hace necesarias tales relaciones de producción. Así, Estévez y Vila afirman
acertadamente que uno de los recursos sociales que mantienen, en esas condiciones, al modo
de producción, es generar un control restrictivo de la reproducción, por cuanto
...el hecho determinante es que el desarrollo de las fuerzas productivas (por aumento
de la fuerza de trabajo) no significa necesariamente la posibilidad de un mayor
desarrollo social, sino que compromete las relaciones sociales de producción y
reproducción.
En general, las relaciones sociales de reproducción, al estar en contradicción con el
desarrollo con las fuerzas productivas, tiende a frenarlo. [ob.cit.: 195]
Sin lugar a dudas, tal contradicción existió y la argumentación de los autores referidos
es perfectamente adecuada.
Pero habrá que tomar en cuenta que las sociedades pretribales se enfrentaron a
distintas situaciones en las cuales las estructuras poblacionales y sus configuraciones
demográficas debieron experimentar importantes cambios. Habría que considerar, al menos
en lo general, algunos contextos históricos distintos como:
a) La colonización de grandes áreas aún no ocupadas por otras poblaciones de sapiens.
Es una cuestión relevante cuando se trata de la colonización de nuevos continentes
deshabitados por humanos, como el caso del poblamiento de Oceanía o de América.
Necesariamente se requirió de estructuras poblacionales que permitieran un importante
crecimiento demográfico. Una variable crítica es la de la red mínima de apareamientos, que
significa que las poblaciones debieron desplazarse a un ritmo en que la expansión
demográfica les permitiera mantener una "retaguardia" reproductiva que hiciera viables las
poblaciones de avanzada184.
b) La colonización de áreas ocupadas por otras poblaciones, aún de muy baja
densidad. Un capítulo que merece una explicación particular es el del reemplazo de los
neandertales por hombre modernos. Pero aún en muchos otros casos, interpretados como
"migraciones" manifiestas en la "difusión cultural", será necesario explicar el problema de las
distintas estrategias, como el desplazamiento, asimilación o mestizaje, que debieron implicar
aperturas y cierres de los sistemas de relaciones sociales de reproducción.
c) La situación de grandes áreas ocupadas por sociedades pretribales, sin competencia

184
Es una de las razones que hace difícil sostener, por ejemplo, la hipótesis de la "conexión atlántica" en el
poblamiento de América. Ello habría significado la existencia de toda una flota de canoeros solutrenses
bordeando algunos miles de kilómetros de frentes de hielo, o el establecimiento de una exitosa línea de cabotaje
regular.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 237

con otros modos de producción y que debieron mantener configuraciones demográficas


cuantitativamente estables, pero que no descartan dinámicas de estructuras poblacionales
generando flujos genéticos entre comunidades.
d) Situaciones de crisis de la formación social y posibles relaciones con sociedades
tribales o clasistas. El mismo surgimiento de comunidades de cazadores recolectores tribales
implicó, al menos, como diría Binford, la "emergencia de la complejidad" asociada a una
reducción de la movilidad y aumento de la densidad poblacional.
Mencionamos, hasta acá, algunos puntos de la vasta y compleja temática discutida y
por desarrollar en torno al modo de reproducción y sus vínculos con la producción entre los
pueblos cazadores recolectores pretribales.

Superestructuras.
Probablemente una de las características que distinguen comparativamente a las
superestructuras de las formaciones pretribales es la escasa mediación y poca diferenciación
entre las esferas de la sicología social y la institucionalidad185.
Ello obedece al muy bajo desarrollo de la institucionalidad destinada a las actividades
de administración y coerción. Ocurre que la administración no requiere de aparatos sociales
especializados, dado que la organización de las diversas actividades es suficientemente simple
como para poder ser gestionada desde cada unidad doméstica o banda. Por otro lado, la
coerción orientada a encauzar la conducta de individuos y grupos dentro de los límites que
permite la reproducción de la totalidad social, se ejerce principalmente desde la normatividad
definida por los sistemas de valores. Opera igualmente a través de prescripciones que se
ejercen en el seno de las bandas y unidades domésticas.
Como afirma Service:
...en las sociedades de cazadores recolectores no existen sistemas formales de leyes ni
existe un Estado que pueda reforzar el código formal. Pero las sanciones sí que existen
y pueden variar desde castigos como el ostracismo, el ridículo, o la retirada de
privilegios, hasta la misma violencia física, e incluso la muerte. [1974: 64]
Probablemente, entre las pocas actividades institucionalizadas, dedicadas a la
reproducción del sistema de valores y la normatividad, se cuenta a las ceremonias de
iniciación.
Dado que no hay un sistema de autoridad jerarquizado que opere sobre el nivel de las
bandas, podemos decir que la institución más importante reside en la normatividad que define
el sistema de toma de decisiones, el cual también se basa en las diferencias de género y edad.
Y en este sentido, podemos hablar de sociedades patriarcales, matriarcales o mixtas. Donde

185
No usamos los conceptos de ideología ni superestructura jurídico-política, pues nos remiten a
particularidades de las sociedades clasistas. En sentido estricto, la ideología es una concepción de la realidad que
responde a intereses de clases y la política es la relación institucional entre clases sociales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 238

hay una completa subordinación de un género o donde ambos géneros toman las decisiones en
distintas situaciones específicas186. Por lo general, los infantes están subordinados a los
adultos.
La sicología social incluye los sistemas de reflejos compartidos por un grupo social en
las esferas de la conciencia social, la afectividad y los sistemas de valores187. La sicología
social busca básicamente explicaciones o interpretaciones de la realidad. Y, también de
acuerdo a Service, diríamos que hay dos clases de juicios sobre la realidad: los juicios
existenciales y los juicios normativos. Los primeros se refieren a cómo es la realidad y los
segundos a cómo debería ser, en términos de lo bueno y lo malo, lo deseable y lo indeseable.
En cuanto a la normatividad, indicamos que es la forma principal de ejercicio
superestructural de la coerción. Advertimos, de paso, que el materialismo histórico es una
concepción de causalidad social jerarquizada y, en ella, la superestructura tiene un nivel de
acción capaz de condicionar en parte los comportamientos del ser social.
Y, en el caso de las conductas consideradas antisociales, hay diferentes tipos de
castigos prescriptos, que generalmente ejecutan los mismos miembros de los grupos a los que
pertenecen los infractores. Esto, por el hecho de que un eje fundamental en la normatividad
tiene que ver con el refuerzo de las relaciones de reciprocidad, que son la manifestación de las
relaciones sociales de producción. Al punto que el sistema de reciprocidades involucra
comportamientos que se generalizan mucho mas allá de la necesidad de resolver situaciones
de carencia vital. Y la amenaza de exclusión de los circuitos de reciprocidad tiene, en general,
un carácter suficientemente compulsivo como para mantener las acciones de los individuos y
grupos dentro de las normas socialmente aceptadas. Por ello, cada grupo social -unidad
doméstica o banda- se asegurará de que sus miembros no transgredan las normas y ejercerá
los castigos necesarios, para garantizar su permanencia dentro del sistema de reciprocidad.
Las penalizaciones más severas pueden implicar la marginación de los individuos de los
circuitos de reciprocidad o del sistema de relaciones de reproducción . Por otra parte, se ha
reconocido a la fisión como un mecanismo práctico de evitación de conflictos característicos
de las sociedades cazadoras recolectoras. De manera que los individuos que entran en
conflicto con su grupo o las unidades domésticas que no están conformes en su banda tienen
la libertad de separarse e integrarse en otras unidades sociales.
Entre las conductas normadas superestructuralmente están la no acumulación
diferencial de bienes y la obligación de compartirlos cuando se generan plusproductos
ocasionales. Del mismo modo, la no preservación y almacenamiento sistemático de alimentos

186
En el extremo austral de América tenemos dos situaciones. Una es la de los s'elknam de Tierra del Fuego,
que mantienen un sistema estrictamente patriarcal, donde sólo los hombres se inician y la trasgresión del secreto
iniciático puede costar la vida a una mujer. Otra es la de los canoeros kawásqar de los canales occidentales de
Patagonia, donde las mujeres toman las decisiones a bordo de la canoa (donde ocurren las actividades más
importantes de la vida económica) y los hombres toman las decisiones en tierra (el ámbito de las actividades
domésticas). La iniciación a la vida adulta se da paralelamente a mujeres y hombres, concluyendo en una fiesta
común.
187
Defino a los valores como representaciones sintéticas de la realidad en que los reflejos cognitivos están
asociados a vivencias afectivas.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 239

no se debe a imposibilidades técnicas, sino a formas conservadoras de refuerzo social de la


precariedad en que se fundan las relaciones sociales. También se cuentan las normas que
tienden a regular las relaciones sociales de reproducción.
En cuanto a las concepciones existenciales acerca de la realidad, el nivel básico de la
conciencia social es el de las formas de conocimiento empírico espontáneo, donde gran parte
de las explicaciones operan por proyección analógica. Así, las concepciones animistas se
construyen a través de la proyección de explicaciones causales de los atributos y
comportamientos humanos a los fenómenos del mundo natural, configurando el mundo de lo
"supernatural". La mentalidad mágica se funda en la capacidad de la conciencia humana de
imaginar relaciones entre atributos y conexiones entre los fenómenos que no han sido
percibidas en la realidad. La misma capacidad que permite imaginar la producción y uso de
objetos que nunca han sido percibidos en la naturaleza, como una boleadora o un lanzadardos,
posibilita la concepción de representaciones fantásticas de fenómenos que se interpretan como
causalmente vinculados por relaciones de hecho inexistentes. Estas sirven para interpretar una
realidad cuyos vínculos causales reales son muy poco conocidos, dado el bajo nivel de
transformación práctica de la naturaleza. No obstante, ya desde las comunidades pretribales,
la sociedad es capaz de normar comportamientos desde concepciones mítico-mágicas que
pueden, en gran parte, no corresponder a la realidad e, incluso, negar la experiencia directa.
Sobre estas mismas bases se construirá, en las sociedades clasistas, la ideología religiosa.
Podríamos agregar que la tendencia a no sobreexplotar la naturaleza se realiza bajo
una normatividad basada en la proyección analógica de las relaciones sociales -la
reciprocidad- hacia las relaciones de la sociedad con la naturaleza. Donde los portadores del
mito guardan con los "espíritus" (representaciones de las entidades y relaciones causales
desconocidas entre los fenómenos naturales) relaciones de reciprocidad. Y donde los sujetos
sociales, los shamanes, que establecen comunicación con los "entes supernaturales"
representan los intereses de la comunidad frente a aquellos188.
He dicho que el contenido básico real del llamado parentesco clasificatorio son las
relaciones sociales de producción. El hecho de que la reciprocidad solidaria que exigen, entre
los miembros de una comunidad, se represente bajo la forma de los compromisos que implica
la consanguinidad, obedece a que, en la práctica del ser social, las unidades básicas de
producción y consumo, las unidades domésticas, tienden a coincidir con las unidades de
reproducción.

Los límites de las formaciones pretribales.


Las sociedades cazadoras recolectoras pretribales han constituido el tipo de formaciones
sociales temporalmente más estables en la historia de la humanidad. Pero ello no implica que

188
A diferencia de la religión, donde la jerarquía institucional de los oficiantes de los ritos que reproducen los
mitos religiosos representan los intereses de los "dioses" frente a los seres humanos, quienes guardan respecto a
ellos una relación de subordinación.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 240

hayan carecido de conflictos y contradicciones, incluyendo aquellas que generaron las crisis
que cambiaron cualitativamente al modo de producción y a la sociedad como totalidad.
El modo de producción pretribal entrará en una crisis que llevará al cambio
cualitativo de las relaciones sociales fundamentales de producción y con ello, de la totalidad
social, cuando las relaciones de propiedad en que se sustenta la reciprocidad se vean
imposibilitadas de resolver la precariedad ocasionada por un desequilibrio mayor -crítico-
entre los elementos del proceso productivo. Aumento relativo de la población, de la que
forma parte la fuerza de trabajo, insuficiencia relativa de la tecnología de apropiación o
disminución drástica de los recursos naturales objetos de la producción accesibles a la
tecnología apropiadora, cualquiera de ellos sea el factor desencadenante, repercutirá en todo
el proceso productivo, generando un proceso de cambios que afectará a las relaciones sociales
de producción y desembocará en la revolución tribal. Una condición histórica para que ello
ocurra es la de que las posibilidades de expansión territorial hayan llegado al límite
establecido por otras comunidades que, al ver reducidos sus recursos de apropiación entrarían
en el mismo proceso.

Hasta acá , he tratado de caracterizar, a grandes rasgos, las dimensiones que integran
la unidad del ser social y las superestructuras de las comunidades pretribales. No obstante,
creo que el concepto mismo de comunidad, tan caro a la antropología, merecería ser sujeto a
cuestionamientos. El concepto de comunidad ha resultado ser un recurso teórico muy
cómodo, al concebirlo como un sistema total y cerrado de relaciones sociales que, como tal,
establece vínculos con la naturaleza y, eventualmente, con otras comunidades. Sobre este
punto y para sustentar una hipótesis que pongo a consideración, transcribiré unos párrafos de
un artículo aún inédito189.
Es posible que haya habido algunas comunidades, en situación de aislamiento, donde
la identidad étnica coincidiera con un sistema completo y cerrado de relaciones sociales de
producción, reproducción, intercambios, institucionalidad, cosmovisión y sistema de valores e
idioma. Pero pienso que, si las hubo, debieron ser las menos. Es mucho más probable que las
comunidades, sin ser cerradas, hayan podido mantener una identidad cambiante pero
distintiva a través de largos períodos históricos, aún coexistiendo con otras en las mismas
regiones.
Provisionalmente, entenderé a una comunidad primitiva, como un sistema integrado
por todos los tipos de relaciones sociales que permiten la reproducción de la totalidad social.
Las comunidades no son necesariamente sistemas cerrados.
Por lo tanto, algunos aspectos del desarrollo y la reproducción social pueden ser
resueltos por la comunidad a través del establecimiento de diversos tipos de relaciones con
otras comunidades. Esto puede significar, a manera de ejemplos, que alguno de los sistemas

189
"Sociedades pretribales. A propósito de un sitio en Patagonia". Ponencia presentada al III Coloquio de la
Maestría en Arqueología de la E.N.A.H.. México, 2001.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 241

de complementación económica integrados a un sistema de relaciones sociales de producción,


se organice en cooperación con miembros de otra comunidad de relaciones de producción; o
que se establezcan relaciones sociales de reproducción (parentesco genético) entre miembros
de distintas comunidades étnicas y sistemas de relaciones de producción; que haya algunos
sistemas de intercambio restringidos a ciertos ámbitos de sistemas de complementación
económica, mientras otros traspongan los límites de posesión territorial de diversas
comunidades de relaciones de producción; o que un sistema de relaciones sociales de
producción integre a miembros de diferentes comunidades étnicas, hablantes de diferentes
lenguas.
Como hipótesis general, sostengo que un factor central en la explicación de la
dinámica histórica de las comunidades primitivas de cazadores recolectores pre-tribales -que
desembocará en la revolución tribal- lo constituye la causalidad generada por las
interacciones entre comunidades, sean relaciones de alianzas o de conflictos. [ver Esquema 4]
Así sería cómo las comunidades pretribales -con una economía apropiadora
estructuralmente precaria y una reproducción demográfica limitada (no ampliada)- resuelven
sus necesidades de reproducción social, enfrentando los cambios permanentes del medio
natural que constituye su fuente de recursos y ámbito de vida 190, así como los que genera la
misma interacción social.
Los vínculos entre comunidades, en distintas esferas de relaciones sociales, pueden
haberse establecido coyunturalmente o adquiriendo carácter estructural.
Una implicación importante de esta hipótesis, es la de que el análisis de los procesos
históricos de los pueblos pretribales deberá considerar necesariamente distintos niveles de
interrelación entre grupos sociales a una escala mayor que los que define un ámbito de
recurrencia de manifestaciones culturales.

2. Las formaciones sociales tribales.


De manera aún más breve y sólo a efectos de una comparación general, me limitaré a apuntar
las diferencias más relevantes que las sociedades tribales presentan respecto a las sociedades
pretribales, principalmente en lo que se refiere al modo de producción.
Por ello, comenzaré por señalar que la diferencia cualitativa básica se establece en
torno a las relaciones sociales fundamentales de la producción, donde la obtención de
alimentos sigue siendo central. Se mantiene la forma de la propiedad sobre los elementos del
proceso productivo como propiedad comunal o colectiva, pero se da un cambio en el
contenido de las mismas. Y consiste en el establecimiento de la propiedad sobre los objetos de
trabajo. En las sociedades pretribales, mientras existe la disponibilidad natural de objetos de
apropiación, no es necesario establecer la capacidad social de disponer sobre ellos, que es en
lo que consiste precisamente la propiedad. A la capacidad de uso o posesión de los recursos
naturales objeto de trabajo, se agrega la capacidad de disponer de ellos y la posesión se

190
Cambios que pueden ser graduales o catastróficos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 242

convierte en un componente de la propiedad. En las formaciones tribales, se establece la


capacidad social de disponer de los objetos de trabajo, como una condición para la realización
del proceso productivo, de tal manera que la apropiación de la naturaleza ya no es sólo un
resultado de los procesos de trabajo, como ocurre en el modo de producción pretribal. En
suma, el modo de producción tribal se caracteriza por la propiedad comunal sobre todos lo
elementos del proceso productivo: los objetos, medios y fuerza de trabajo. La cual se ejerce
bajo diferentes formas de posesión particular o individual.
Estas relaciones de producción se corresponden con diversos cambios, tanto en el
nivel de desarrollo como en la composición cualitativa, de las fuerzas productivas. Y en este
sentido, hay que decir que el desarrollo de las formaciones sociales tribales adquiere
diferentes vías particulares de desarrollo que denominamos modos de vida. Las variantes
principales están condicionadas por las tecnologías y objetos de trabajo en que se apoya la
base de la producción de las condiciones materiales de vida, principalmente la alimentación.
Así, podemos hablar de comunidades tribales cazadoras recolectoras, agrarias (con diferencias
entre cultivadores de vástagos o de semillas191) o pastoriles. Y muchas de ellas combinan
tecnologías y objetos de trabajo. La mayoría de las sociedades productoras de alimentos
complementan su producción a través de la caza y recolección, así como hay pueblos agro-
pastoriles, o comunidades cazadoras recolectoras que cultivan algodón para sus tejidos.
En cuanto a la composición de las fuerzas productivas hay cambios importantes
respecto a las sociedades pretribales, aunque algunos de ellos varían según los modos de vida
tribales. Entre ellos:
a] Con excepción de las comunidades tribales cazadoras recolectoras, se introduce la
producción de alimentos, con técnicas de domesticación y cultivo.
b] Los ciclos producción-consumo se prolongan, encadenando diversos procesos de
trabajo que se organizan, al menos, en ciclos estacionales o anuales192.
c] Se desarrollan técnicas de preservación y almacenamiento de alimentos que se
distribuyen a lo largo de los ciclos productivos extendidos. Aunque hay casos en que no se
almacenan alimentos procesados sino se mantiene un "almacén viviente" (livestock), como
entre las comunidades pastoriles o en comunidades que dependen de recursos marinos que
están disponibles todo el año193.
d] Sedentarización o semisedentarización, condicionada por la necesidad de
resguardar las reservas de alimentos. No es necesariamente el caso se los pueblos pastoriles.
De cualquier modo, independientemente del crecimiento absoluto de la población, ésta se

191
Es la diferencia que establece Sanoja [1981] entre semicultores y vegecultores, mostrando los distintos
requisitos de organización técnica y social entre ambos modos de vida .
192
Corresponde a la diferencia que establece Woodburn [1982] entre producción de retorno inmediato y de
retorno diferido.
193
En Real Alto, Ecuador, una de las primeras aldeas americanas, perfectamente estructurada, con desarrollo de
la cerámica y textilería, gran parte de la alimentación era provista por la caza y recolección marina,
complementada con el cultivo de maíz y frijoles, donde no hay registro de importantes almacenes de productos
de caza y recolección. [Zeidler 1978]
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 243

concentra en torno a sus reservas de alimentos procesados o a los recursos sobre los que se ha
establecido una propiedad que, eventualmente, es necesario defender194.
En términos cuantitativos, se comienza a requerir regularmente de plusproductos, para
prevenir el riesgo de ciclos de baja producción, para generar obras de interés comunal, para
estar en condiciones de hacer efectiva la defensa bélica de las propiedades comunales, para
destinarlos a un intercambio que reduzca los riesgos de conflictos debidos a accesos
diferenciales a los recursos, etcétera. Estos plusproductos, empero, no se constituyen en
excedentes, en tanto sus productores mantienen la capacidad de disponer sobre su uso.
En cuanto a la división social del trabajo, es en las comunidades tribales donde se
conforma la división del trabajo entre productores directos de alimentos y artesanos
especializados. Surgen también especialistas en la realización de actividades como el
intercambio entre comunidades o en la defensa militar.
Podemos decir que el modo de vida de las comunidades tribales cazadoras
recolectoras se desarrolla al requerirse una intensificación de la producción. Para ello
necesitan establecer la propiedad, como capacidad de disposición exclusiva de los recursos
naturales objetos de trabajo, particularmente cuando éstos se presentan estacionalmente en
grandes volúmenes (arribazón de salmones o migraciones de caribúes) y deben ser capturados
y procesados en cantidad suficiente par subsistir en los períodos en que no están disponibles.
Por su parte, las comunidades de economía agraria o ganadera, han invertido fuerza de
trabajo en el objeto de trabajo, y necesitan defenderla de una eventual apropiación por parte
de quienes no han participado de esos procesos de producción. En otras palabras, no pueden
permitir su recolección o captura por otros grupos, con lo cual el sistema económico
simplemente quebraría.
Una característica demográfica de las comunidades tribales es que, en un principio,
tienden a concentrar la población en torno a sus recursos y sus reservas acumuladas. Y luego,
uno de los recursos exigido por la necesidad de defensa de la propiedad comunal y
posibilitado por la intensificación de la producción y elevación de la productividad de la
fuerza de trabajo, es el crecimiento poblacional. En este sentido las comunidades tribales
cazadoras recolectoras tienen posibilidades limitadas de crecimiento, debido a la falta de
control de las condiciones de reproducción de las especies biológicas que les sirven de
sustento. Mucho mayor es la posibilidad de crecimiento de las comunidades pastoriles y, más
aún, las que se basan en producción agraria.
Otra característica de las comunidades tribales es la de que, al prolongarse los ciclos
productivos y haberse invertido fuerza de trabajo por parte de las unidades de producción, es
necesario asegurar la asignación más o menos homogénea y la disponibilidad continua de la
fuerza de trabajo en cada unidad de producción-consumo. Ello lleva a otorgarle un papel más
importante al parentesco clasificatorio, no sólo para el establecimiento de relaciones laborales,
sino también en la regulación de las relaciones de reproducción.

194
Los alimentos almacenados deben ser resguardados no solo de otros grupos humanos sino también de
animales predadores.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 244

Por otro lado, a nivel de las superestructuras, el desarrollo de sistemas productivos


más complejos y planificados, el crecimiento de la población y los potenciales conflictos pero,
más que nada, la necesidad de estar en capacidad real de defender las condiciones de
producción, es decir, la propiedad comunal, conducen a la necesidad de establecer
instituciones más estables, encargadas de cumplir con esas actividades. Son las tareas que
realizan los llamados "consejos tribales".

Para no extenderme más, lo que quiero concluir, como adelanté en el resumen, es que
no todas las sociedades cazadoras corresponden a un mismo sistema social. Nosotros
distinguimos, sobre la base de las diferencias en los modos de producción, al menos entre
pueblos cazadores recolectores pretribales y tribales. Y, en cuanto a las sociedades cazadoras
recolectoras y pescadoras tribales, podemos decir que, en lo fundamental, presentan el mismo
modo de producción que las primeras comunidades agrarias o agropastoriles. Si bien se
desarrollan con particularidades distintivas como modos de vida.
Tal vez es pertinente mencionar acá la hipótesis sustentada por el colega Antonio
Guilabert195, en cuanto a que los autores del "arte rupestre" levantino, serían comunidades
cazadoras recolectoras, tribalizadas ante el avance de las comunidades agrarias "neolíticas"
que se extendían ocupando vegas y valles bajos.
Para finalizar...
Sólo una recomendación de precaución. La mayoría de las generalizaciones cuantitativas y
cualitativas que se han formalizado para la explicación de las sociedades cazadoras
recolectoras, no hacen distinciones entre éstas en términos de diferentes sistemas sociales. Por
ello, es posible que muchas de ellas no correspondan a ninguna realidad, ni las de las
sociedades tribales ni las pretribales, resultando un promedio ideal imaginario. Así, por
ejemplo, las generalizaciones de Testart sobre la división sexual del trabajo no distinguen, ni
en sus propios conceptos, a qué tipo de cazadores recolectores se refiere. Meillassoux, cuando
diferencia el papel de la adhesión y el parentesco entre comunidades cazadoras recolectoras y
comunidades agrarias, generaliza el papel central de la adhesión para todas las "hordas",
cuando es posible -así me parece- que en las comunidades cazadoras recolectoras tribales el
parentesco juegue similar papel que en las comunidades domésticas agrarias. Wobst, en su
programa de simulación de donde resulta el número de 519 individuos para la red mínima de
apareamientos introduce, entre las variables, información etnográfica sin hacer distinciones.

Bibliografía.

195
Guilabert, comunicación personal. Esta hipótesis constituía parte de su tema de tesis doctoral que, dada la
difícil situación laboral que enfrentan los jóvenes colegas españoles, aún debe estar en proceso de elaboración.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 245

ANDREEV, I.
1988 El libro de Engels "El origen de la familia, la propiedad privada y el estado". Editorial Progreso.
Moscú.
BARNARD, Alan
1999 Images of hunters and gatherers in european social thought. En: The Cambridge Ecyclopedia
of hunters and gatherers : 375-383. Lee & Daly [Eds.], Cambridge Un iversity Press. Cambridge.
BATE, Luis Felipe
1986 El modo de producción cazador recolector o la economía del "salvajismo".Boletín de Antropología
Americana, nº 13: 5-31.
1992 Sociedades cazadoras recolectoras pre-tribales o el "Paleolítico Superior" visto desde Sudamérica.
Boletín de Antropología Americana, nº 25, pp. 105-155.
1998 El proceso de investigación en arqueología. Editorial Crítica. Barcelona.
BATE, Luis F. y Alejandro TERRAZAS
2002a Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. Ponencia al Primer Simposio
Internacional El Hombre Temprano en América. D.A.F. - I.N.A.H., México.
2002b Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. Ponencia al VII Congreso de la ALAB,
Simposio Poblamiento temprano de América. México.
BENDER, Barbara
1978 Gatherer hunter to farmer: a social perspective.World Archaeology, nº 10, pp. 204-222.
1981 Gatherer-hunter intensification. En: Sheridan & Bailey [Eds.], pp 149-157.
BENDER, Barbara y Brian MORRIS
1990 Veinte años de historia, evolución y cambio social en los estudios sobre cazadores recolectores.
Gens , vol. 4, nº 2.
BINFORD, Lewis
1988 En busca del pasado. Editorial Crítica. Barcelona.
1989 Debating archaeology. Academic Press. San Diego.
2001 Constructing frames of reference. University of California Press. Berkeley
BINFORD, Lewis & Sally BINFORD
1968 New perspectives in archaeology. Aldine. Chicago.
BÖEDA, Eric
1988 Le concept laminaire: rupture et filiation avec le concept levallois. En: L'homme néanderthal,
La mutation, vol. 8, pp. 41-59.Liège.
1990 De la surface au volume.Analyse des conceptions des débitages levallois et laminaire. Mémoires du
Musée de Préhistoire d'Ile de France, nº 3, pp.63-68.
CASTRO, P. , S. GILI, V. LULL, R. MICÓ, C. RIHUETE, R. RISCH Y Mº. E. sanahuja
1998 Teoría de la producción de la vida social. Mecanismos de explotación en el sudeste ibérico.
Boletín de Antropología Americana, nº 33, pp. 25-77.
CONKEY, Margaret
1978 Style and information in cultural evolution: towards a predictive model for the palaeolithic.
En: Ch. Redman et al. [Eds.], pp. 61-85.
ELDREDGE, N. y S. J. GOULD
1972 Punctuated equilibria: an alternative to philetic gradualism. En: Models in paleobiology.
T. J. Schopf [Ed.], pp. 82-115. Freeman, Cooper & Co., San Francisco.
ENDICOTT, Karen
1999 Gender relations in hunter-gatherers societies.
En: The Cambridge Ecyclopedia of hunters and gatherers : 411-418. Lee & Daly [Eds.],
Cambridge Un iversity Press. Cambridge.
ENGELS, Federico
s/f El origen de la Familia, la propiedad privada y el Estado. En: Obras escogidas de Marx y Engels.
Ed. Progreso.
ESTÉVEZ, Jordi, A. VILA, X. TERRADAS R. PIQUÉ, M. TAULÉ, J. JIBAGA I G. RUIZ
1998 Cazar o no cazar ¿Es ésta la cuestión?. Boletín de Antropología Americana, nº 33, pp. 5-24.
ESTÉVEZ, Jordi i Assumpció VILA
1998 Tierra del Fuego, lugar de encuentros. Revista de Arqueología Americana, nº 15, pp187-219.
GALLARDO, Carlos
1910 Los ona. Cabaut y Cia. Editores. Buenos Aires.
GAMBLE, Clive
1990 El poblamiento paleolítico de Europa. Editorial Crítica. Barcelona.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 246

GASSIOT, Ermengol
2000 Anàlisi arqueològica del canvi capa l'explotació del litoral. Tesis doctoral. Departament
d'Antropologia Social i Perhistòria. Universitat Autonoma de Barcelona. Barcelona
GILMAN, Antonio
1984 Explaining the upper palaeolithic revolution. En: Marxist perspectives in archaeology, pp. 115-127.
M. Spriggs [Ed.], Cambridge University Press. Cambridge.
GODELIER, Maurice
1974 Economía fetichismo y relición en las soceidades primitivas. Siglo XXI Edditores, S.A., Madrid.
MOURE, Alfonso y Manuel GONZÁLEZ MORALES
1992 La expansión de los cazadores. Paleolítico superior y mesolítico en el Viejo Mundo.
Editorrial Síntesis. Madrid.
HARRIS, Marvin y Eric ROSS
1987 Death, sex and fertility. Columbia University Press. New York.
IBARRA GRASSO, Dick Edgar
1971 Argentina indígena y prehistoria americana. Tipográfia Editora Argentina. Buenos Aires.
INGOLD, Tim
1986 The apropriation of nature. Manchester University Press.
1999 On the social relations of the hunter-gatherer band. En: The Cambridge Ecyclopedia of hunters and
gatherers : 399-410. Lee & Daly [Eds.], Cambridge Un iversity Press. Cambridge.
INGOLD, T., D. RICHES y J. WOODBURN
1988 Hunters and gatherers. En: History, Evolution and Social Change, t. I. Oxford: Berg.
ISAAC, Glynn
1978 Food sharing behavior of protohuman hominids. Scientific American, nº 238, pp. 99-109.
KABO, Vladimir
1978 Problemas de la economía de las sociedades cazadoras recolectoras. Estudios Soviéticos de
Etnografía, nº 72. Moscú.
LEACOCK, Eleanor
1978 Women's status in egalitarian society: implications for social evolution. Current Anthropology,
vol. 19, nº 2: 247-275.
LEE, Richard & Richard DALY
1999 Foragers and others. En: The Cambridge Ecyclopedia of hunters and gatherers : 1-19.
Lee & Daly [Eds.], Cambridge Un iversity Press. Cambridge.
LEE, R. & I. De VORE [Eds.]
1968 Man the hunter. Aldine Pub. Co., Chicago.
LEROI-GOURHAN, André
1964/ Le geste et la parole.
1965 (2 vols) Éditions Albin. Paris.
1972 Sociétés primitives. En: Les origines de la civilisation technique, M. Daumas [Ed.]. Presses
Universitaires de France. Paris.
1986 Los cazadores de la prehistoria. Biblioteca de Historia, Ediciones Orbis, S.A.. Barcelona
LEVI-STRAUSS, Claude
1985 Las estructuras elementales del parentesco. (2 vols) Ed. Artemisa., Origen/Planeta. México.
MAUSS, Marcel
1906 Essai sur les variations saisonnières des societés Eskimos: étude de morphologie sociale.
L'Année Sociologique, nº 9, pp. 39-132.
1988 Ensaio sobre a dadiva
Introdução de C. Lévi-Strauss. Col. Perspectivas do Homem. Edições 70. Lisboa
MEILLASSOUX, Claude
1972 From reproduction to production: marxist approach to economic anthropology. Economy and Society,
nº 1, pp. 93-105.
1973 On the mode of production of the hunting band. En: French perspectives in african studies,
pp. 187-203, P. Alexandre [Ed.], Oxford Un iversity Press. London.
1977 Mujeres, graneros y capitales. Ed. Siglo XXI. México.
MELLARS, Paul
1973 The character of the Middle/Upper Palaeolithic transition in south-west France. En: Renfrew [Ed.],
pp. 255-276.
MENA, Francisco
1989 Cazadores recolectores y arqueología. Boletín de Antropología Americana, nº 19: 31-47.
MONTANÉ, Julio
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 247

1981 Sociedades igualitarias y modos de producción. Boletín de Antropología Americana, nº 3.


MOORE, James
1981 The effects of information networks in hunter-gatherers societies. En: Winterhalder & Smith [Eds.],
pp. 194-217.
1985 Forager/farmer interactions: information, social organization, and the frontier. En: Green, S. & S.
Perlman [Eds.] The archaeology of frontiers and boundaries, Cap. 5, pp. 93-112. Academic Press.
New York.
MORGAN, Lewis Henry
1877 Ancient Society. New York.
ODELL, George [Ed.]
1996 Stone tools. Theoreticl insights into human prehistory. Plenum Publishing Corporation.
1996 Economizing behavior and the concept of "curation". En: G. Odell [Ed.), pp. 51-80.
ORQUERA, Luis Abel
1984 Specialization and the Middle/Upper Paleolithic transition. Current Anthropology, vol. 25, nº 1,
pp. 73-98.
ORQUERA, Luis Abel y Ernesto L. PIANA
1999 Arqueología de la región del canal Beagle (Tierra del Fuego, Rep. Argentina). Publicaciones de la
Sociedad Argentina de Antropología. Buenos Aires.
RAMOS MUÑOZ, José
1999 Europa prehistórica. Cazadores recolectores. Sílex. Madrid.
RUIZ, Guillermina e Iván BRIZ
1998 Re-pensando la re-producción. Boletín de Antropología Americana, nº 33, pp. 79-90.
SAHLINS, Marshall
1968 Notes on the original affluent society. En: Lee & De Vore [Eds.], pp. 85-99.
1977 La economía de la edad de piedra. Akal Editor. Madrid.
SANAHUJA, Mº Encarna
2002 Cuerpos sexuados, objetos y prehistoria. Col. Feminismos, Ediciones Cátedra. Madrid.
SANOJA, Mario
1981 Los hombres de la yuca y el maíz. Monte Avila Editores. Caracas.
SARMIENTO, Griselda
1986 Las sociedades cacicales agrícolas. Boletín de Antropología Americana, nº 13.
SERVICE, Elman
1962 Primitive social organizatin: an evolutionary perspective. Random House. New York.
1973 Los cazadores. Nueva Colección Labor. Barcelona.
STEWARD, Julian
1936 The economic and social basis of primitive bands. En: Essays in anthropology presented to
A. L. Kroeber, pp. 331-350; R. Lowie [Ed.], University of California Press. Berkeley.
1938 Basin-plateau aboriginal sociopilitical groups. Smithsonian Institute Bureau of American Ethnology,
bull. 20. Washington.
1955 Theory of culture change. Universityof Illinois Press. Urbana.
STEWARD, Julian [Ed.]
1946/ Handbook of south american indians.
1959 (7 vols) Bureau of American Ethnology, Smithsonian Institution. Washington.
STRAUS, Lawrence Guy et al. [Eds]
1996 Humans at the end of the Ice Age. Plenum Publishing Corporation
STRINGER, C. & C. GAMBLE (Eds.)
1992 The nenderthal world. Thames & Hudson, London.
TESTART, Alain
1979 Pourquoi les socétés de chasseurs-cueilleurs sont-elles des sociétés sans classes? Anthropologie et
Sociétés, nº 3, pp. 181-189.
1979 Les sociétés de chasseurs-cueilleurs. Pour la Science, nº 16, pp. 99-108.
1982 The significance of food storage among hunter-gatherers: residence patterns, population densities, and
social inequalities. Current Anthropology, nº 23, pp. 523-537.
1982 Les chasseurs-cueilleurs ou l'origine des inégalités. Societé d'Ethnographie. Paris.
1985 Le communisme primitif. I: Economie et idéologie. Editions de la Maison des Sciences de l'Homme.
Paris.
1986 Essai sur les fondements de la division sexuelle du travail chez les chasseurs-cueilleurs.
Cahiers de l'Homme, N.S. XXV. Èditions de l'École des Hautes Études en sciences sociales. Paris.
VARGAS, Iraida
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 248

1990 Arqueología, ciencia y sociedad. Editorial Abre Brecha. Caracas.


WHITE, Randall
1982 Rethinking the middle/upper palaeolithic transition. Current Anthropology, vol. 23, pp. 169-192.
WHITE, T. E.
1953 A method of calculating the dietary percentage of various food animals utilized by aboriginal people.
American Antiquity, vol. 18, pp. 396-398.
WILLIAMS, B.J.
1974 A model of band society. Society for American Archaeology, Memoir 29.
WILMSEN, Edwin
1973 Interaction, spacing behabiour and the organization of hunting bands. Journal of Anthropological
Research, nº 29, pp. 1-31.
WOBST, Martin
1974 Boundary conditions for palaeolithic social systems: a simulation approach. American Antiquity,
vol. 39, pp. 147-178.
1976 Locational relationships in palaeolithic society. Journal of Human Evolution, vol. 5, pp. 49-58.
1976 Stylistic behaviour and information exchange. En: Cultural change and continuity: essais in honour of
J.B.Griffin. Academic Press. New York.
1978 The archeo-ethnology of hunter-gatherers or the tyrany of the ethnographic record.
American Antiquity, vol. 43, nº 2, pp. 303-309.
WOODBURN, James
1982 Egalitarian societies. Man [N.S.], vol. 17: 431-451.
WÜNSCH, Germà
1989 La organización interna de los asentamientos de comunidades cazadoras-recolectoras: el análisis de
las interrelaciones espaciales de los elementos arqueológicos.Trabajos de Prehistoria, nº 46,
pp. 13-33.
ZEIDLER, James
1978 Social space in Valdivia society: community patterning and domestic structure at Real Alto, 3000-
2000 B.C.. Tesis Doctoral. University of Illinois. Urbana.
ZILHÃO,João
1995 O paleolítico superior da Estremadura portuguesa. Dissertação doutoral em Pré-História e
Arqueologia. Faculdade de Letras. Universidade de Lisboa. Lisboa
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 249

ESQUEMA 1 [Bate 1986]


Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 250

ESQUEMA 2 [Bate 1986]


Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 251

ESQUEMA 3 [Bate y Terrazas 2002]


Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 252

HIPÓTESIS SOBRE SISTEMAS DE RELACIONES SOCIALES


EN COMUNIDADES PRETRIBALES ABIERTAS

ESQUEMA 4 [ Bate 2001]


HIPÓTESIS SOBRE
LA SOCIEDAD CLASISTA INICIAL

I. Antecedentes:

El Modo de Producción Asiático.-


Se ha supuesto que el concepto de "modo de producción asiático" constituiría el modelo
teórico a través del cual el materialismo histórico explicaría las características fundamentales
de las primeras formaciones socioeconómicas precapitalistas clasistas. Por lo tanto, cada vez
que se discuten los problemas de interpretación del proceso de surgimiento y desarrollo inicial
de las clases sociales y el estado, se alude a este concepto.
Hay que decir que fue el propio Marx quién dió pié a tal suposición generalizada, al
incluir al modo de producción asiático, antecediendo al modo de producción antiguo, en una
explícita sucesión histórica determinada por el desarrollo de la correspondencia entre las
fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Esto está en el conocido texto de
1859, del Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política.
En reiteradas ocasiones los debates acerca del "modo de producción asiático" se han
transformado en moda y otras tantas la moda ha dejado de serlo sin haberse llegado a
resoluciones teóricas significativas, aunque la discusión se ha enriquecido notablemente. Es
probable que ello obedezca a las mismas razones que llevan a tal controversia al tapete de la
actualidad. En unos casos ellas coinciden con las polémicas en torno a la existencia y vigencia
del sistema socialista. Sus detractores, desde Wittfogel, se esfuerzan absurdamente por
respaldar "científicamente" su machacado estereotipo propagandístico del "totalitarismo",
asociándolo al carácter despótico atribuído por los clásicos del marxismo al estado de esa


Publicado en el Boletín de Antropología Americana, Nº 9, en 1983.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 254

difusa y antigua "sociedad oriental", como si se tratara de una inmanencia geográfica. O


buscando analogías entre el "poder de función" que justificaba a las clases dominantes en las
sociedades asiáticas y la burocracia partidaria de las naciones socialistas actuales* . Por lo
mismo, buena parte de los investigadores de los países socialistas rechazan razonablemente la
validez científica del concepto de "modo de producción asiático" y prefieren interpretar a las
primeras sociedades clasistas como formas de esclavismo. Sin embargo, a pesar de las
importantes contribuciones con que estos especialistas han aportado al conocimiento concreto
de esas sociedades -al menos a través de los trabajos disponibles en traducciones- no
conocemos formalizaciones teóricas que muestren con claridad las diferencias de sus
estructuras sociales con las del esclavismo clásico grecorromano 196.
Por otra parte, en América Latina vemos que también la actualidad del tema se vincula
al surgimiento del marxismo como una alternativa académica en las ciencias sociales y, en
particular, en la arquelogía y la historia colonial temprana. Tal alternativa no se ha librado de
los problemas de convertirse en moda que, en su campo específico, ha necesitado dar cuenta
de las características de las sociedades precolombinas desde el punto de vista del materialismo
histórico. El problema se presenta al tratar con las sociedades que, a pesar de haber sido
consideradas como barbarie por Engels 197, es claro que fueron clasistas y no parecen poseer
una estructura social identificable con el esclavismo o el feudalismo de las sociedades
"clásicas" de Europa occidental. Es entonces cuando se recurre al expediente fácil de recordar
el mencionado pasaje del "Prólogo " de Marx. Y a partir de tal respaldo de autoridad,
precario con todo, se intenta justificar o "demostrar" el carácter "asiático" del modo de
producción de sociedades como la Inka, Mexica, Maya y otras. Lo cual no resuelve, desde
luego, los problemas de nuestra ignorancia sobre la materia concreta ni de la carencia de
explicaciones teóricas. Pero pareciera permitir salir del paso con una provisionalidad que casi
se ha hecho tradición. Como si la tarea del marxismo fuese andar saliendo de aprietos.
Aunque debe decirse que si la provisionalidad de las interpretaciones se ha hecho estable, es
porque tampoco hay proposiciones alternativas mejores o más consistentes.
No es este un momento de auge de las polémicas sobre éste tópico, pero el problema
como tarea de investigación es permanente. Por ello queremos reseñar algunas observaciones
sobre el concepto de modo de producción asiático y las discusiones y proposiciones diferentes
que en torno a él se han generado, debido precisamente a la generalizada suposición de que
explicaría las características de las sociedades sobre las cuales tratamos en este artículo.
Resumiremos nuestra opinión en los siguientes puntos:

1. La conceptualización del "modo de producción asiático"


es ambigua e inadecuada.

*
Este ensayo fué redactado en 1983.
196
Véanse, por ejemplo, los comentarios sobre el particular en Guenther y Schrot, 1963.
197
F. Engels: El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Esta interpretación obedece a la información tomada
del libro de Morgan La sociedad antigua quien, a su vez obtuvo la información acerca de la sociedad mexicana prehispánica
de Bandelier, quien la consideraba en el estadio medio de la barbarie.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 255

Las principales características atribuídas a las sociedades cuyo modo de producción se supone
como "asiático" y que serían por ello distintivas del mismo, son inadecuadas por su
irrelevancia para la explicación del modo de producción. Es decir, no responden a una
conceptualización marxista de lo que es un modo de producción en sus aspectos
fundamentales. Con lo cual, el concepto de modo de producción asiático queda sin definir ni
explicar. Además de que su caracterización sólo considera aspectos secundarios en la
definición de un modo de producción, algunos de los rasgos más comunmente destacados son
de una ambigüedad tal que no permiten mostrar sus diferencias respecto a otros modos de
producción. Veamos esos aspectos que se consideran como distintivos de esas formaciones
sociales.
1. Tecnología hidráulica. Se supone que el surgimiento de la sociedad clasista se
habría originado en sociedades que requirieron de la organización y uso de la fuerza de
trabajo a gran escala, como condición para el desarrollo de las labores agrícolas. Ello habría
ocurrido principalmente en las regiones áridas donde las obras públicas de regadío habrían
requerido esa concentración de fuerza de trabajo colectiva. Otros autores consideran, de
manera más general, la exigencia de organización de la producción que supone una
cooperación ampliada más allá de los límites de la comunidad, como el condicionante de la
aglutinación de fuerza de trabajo bajo una dirección central.
Seguramente en algunos casos el surgimiento y desarrollo de la sociedad clasista debió
haberse apoyado en una economía con tal base tecnológica y organización técnica del trabajo.
Sin embargo, no son la tecnología ni la división técnica o social del trabajo los criterios que
definen un modo de producción.
El tipo de tecnología de una sociedad nos puede explicar de qué manera se desarrollan
las fuerzas productivas a las cuales se corresponde un determinado sistema de relaciones
sociales de producción. Pero la calidad fundamental de un determinado sistema de relaciones
sociales de producción -dada por las formas y contenidos de la propiedad- se establece
independientemente de cuál sea la tecnología principal que la sociedad aplica a la producción.
2. Tributo. Característica que la mayoría de los autores subraya es la de que la clase
dominante en estas sociedades se apropia del excedente que enajena a los productores bajo la
forma de tributo, sea en especies o en trabajo. Sin embargo, el tributo en especies y en
trabajo existe en todas las sociedades precapitalistas como forma de apropiación de
excedentes por parte de las clases explotadoras. Por lo tanto, este rasgo no permite en
absoluto una caracterización distintiva de este "modo de producción asiático", si es que
realmente fuera distinto del esclavismo o de la feudalidad.
En este aspecto concordamos con Hindess y Hirst en cuanto a que
...el binomio impuesto/renta en tanto que modo de apropiación del producto excedente
(...) no involucra ningún modo de apropiación especial distinto de la forma general de
toda imposición estatal...198

198
Hindess y Hirst, 1979:202.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 256

Solo hasta acá nuestra coincidencia. Debemos decir que no concordamos con estos autores ni
en los planteamientos "epistemológicos" en que se funda su teorización, ni en la
conceptualización que hacen de la categoría de modo de producción ni, por ende, en diversos
conceptos implicados en la misma. Para ellos el problema de la distribución (apropiación del
excedente) es crucial, desde que su concepto de modo de producción entendido como "una
determinada combinación articulada de relaciones de producción y fuerzas productivas" se
traduce de hecho -en sus construcciones conceptuales- en una combinación de "modos de
apropiación del trabajo excedente" articulados (¡por deducción!) con formas de organización
técnica del trabajo.
Del hecho cierto de que la distribución del excedente como tributo en especies o en
trabajo no involucre un "modo de apropiación especial", no se desprende que no se pueda
"construir un concepto" de modo de producción distinto del antiguo, esclavista o feudal. En
primer lugar, si tal modo de producción existió realmente, debe poderse conceptualizar.
Pero, claro está, si se parte del supuesto erróneo de que un aspecto secundario como las
formas de la distribución -y no el contenido de la propiedad- son el criterio fundamental para
definir y explicar el modo de producción, tal concepto no se podrá "construir" 199. El
problema está precisamente en este punto:
Buscar el rasgo distintivo de las diferentes clases de la sociedad en la fuente del ingreso
equivale a colocar en el primer plano las relaciones de distribución, que en realidad no es
sino el resultado de las relaciones de producción. Es un error que hace ya mucho tiempo
señalaba Marx, llamando a quienes no lo veían socialistas vulgares. La característica
principal a que responden las diferencias entre las clases es el lugar que ocupan en la
producción social y, por ende, la relación que guardan con los medios de producción . 200
En suma, el criterio de las formas de distribución no resulta discriminativo como para
diferenciar los modos de producción precapitalistas, pero tampoco es un factor fundamental
en la definición de un modo de producción.
3. Estado despótico. Se ha insistido en que las bases de la tecnología hidráulica en que
se fundaría la economía de estas sociedades, más concretamente, la organización técnica y
división social del trabajo que se requiere para la inversión colectiva y planificación del uso
de la fuerza de trabajo en la construcción de obras públicas, condiciona una centralización del
poder que, en su necesidad de reproducción, se institucionaliza bajo formas despóticas. Esta
característica se ha considerado tan relevante que, en los intentos por eludir la referencia
geográfica del término "modo de producción asiático" se ha pretendido que el de "modo de
producción despótico-tributario" sería más preciso.
No obstante, jamás un modo de producción se ha definido por las características de la
superestructura jurídica-política. Lo específico del modo de producción se define sobre la
basede las características fundamentales de las relaciones sociales que se establecen en torno a
la producción económica. De ahí que pretender que lo distintivo de un modo de producción

199
Suponer que lo que no puedo concebir no pudo existir es de un idealismo radical y transparente, aparte de poco modesto.
200
V. I. Lenin: El socialismo vulgar y el populismo, resucitados por los socialistas-revolucionarios. Obras Completas, vol.
VI.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 257

sea la forma de ejercicio del poder superestructural del estado es eludir la explicación de la
especificidad del modo de producción.
Y habría que recordar, además, como lo ha hecho notar Palerm (1969), que el mismo
Marx -en las "Formen..." 201- indica la posibilidad de que el modo de producción asiático,
como negación de la comunidad oriental, adquiera formas de estado más o menos despóticas
o democráticas. Lo cual dependería de si la producción en el seno de las comunidades
mantiene las formas de cooperación ampliada o si la explotación agraria se organiza a través
de la producción individual.
4. No disolución de las comunidades. Otro rasgo propio de las sociedades asiáticas
sería la de que no se disuelven las comunidades originadas durante la barbarie, con el
desarrollo del comunismo primitivo. Es decir, las comunidades tribales se mantienen, al
incorporarse a la sociedad clasista, como unidades de producción. Sin embargo, este hecho
que describe la forma de organización productiva de los campesinos sometidos a explotación,
no es explicada. La oposición entre ciudad-estado y comunidades nos describe -cuando existe
propiamente el centro urbano- la organización espacial de la relación entre clase dominante y
clase explotada, pero no nos explica cuáles son las relaciones fundamentales de producción
que cualifican la contradicción entre estas clases ni por qué, a partir de ello, las
organizaciones comunales se mantienen.

2. No hay una formulación teórica coherente de las


relaciones de propiedad fundamentales del "modo de producción asiático".
Un modo de producción se cualifica esencialmente a través de las relaciones fundamentales
de propiedad sobre los elementos del proceso productivo que median el establecimiento de las
relaciones sociales que permiten la producción y condicionan las formas de distribución,
cambio y consumo. Si el modo de producción asiático es un modo de producción
históricamente particular -distinto del comunismo primitivo, del esclavismo o del
feudalismo- o si no lo es, es éste el punto en torno al cual se debería dilucidar el problema.
Y justamente la carencia de solución más o menos clara a esta cuestión es lo que
posibilita la más amplia gama de interpretaciones acerca de este hipotético modo de
producción.
Podríamos resumir diciendo que la raz\on principal de las ambigüedades y dificultades
surgidas en los intentos de aclarar el concepto de "modo de producción asiático" gira en torno
a este problema central, debido a que el análisis de las relaciones de propiedad :
1) Está ausente de la exposición, o está tratado indirectamente en términos de qué
tanto "se parece" o se diferencia su estructura social respecto a la comunidad primitiva, al

201
C. Marx: Formas que preceden a la producción capitalista. Trabajo no publicado por Marx, contenido dem las Líneas
fundamentales de la crítica de la economía política ("Grundrisse..."). Este texto es ya conocido en la literatura sobre éstos
temas como "Formen", (que alude aprimera palabra de su largo título en alemán), por lo cual, en adelante, nos referiremos a
él de esa manera abreviada. En la cita que hemos referido, los subrayados son nuestros.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 258

esclavismo o al feudalismo, sin una explicación de las relaciones de propiedad sustantivas y


características del "modo de producción asiático".
2) Está imprecisamente formulado o los planteamientos presentan implicaciones
formalmente contradictorias. Esto sucede con frecuencia cuando se confunden o manejan
ambigua o equivocadamente los conceptos de "propiedad", "posesión", "tenencia",
"sujeción", "usufructo" y otros.
3) Está formulado en términos tales que no permite establecer una diferenciación
cualitativa fundamental respecto a otros modos de producción. O, por último,
4) Se refiere a relaciones secundarias que no cualifican la contradicción fundamental
del modo de producción. Por lo tanto, no tratándose de relaciones fundamentales y generales
para este modo de producción, sus implicaciones no tienen carácter necesario en la
explicación de la estructura y el desarrollo histórico de estas sociedades.
Todas estas alternativas y sus combinaciones, las podemos encontrar en la literatura
de los autores que aceptan que el modo de producción asiático caracterizaría en particular a
las primeras sociedades clasistas o, al menos, a una de las vías del surgimiento de éstas a
partir de la disolución de las comunidades primitivas. Pero también hay autores que opinan
que definitivamente tal concepto se refiere a modalidades no esencialmente diferentes de
otros modos de producción.
Comentaremos sólo algunas de las proposiciones que buscan caracterizar la
particularidad distintiva del modo de producción asiático basándose en el análisis de las
relaciones de propiedad de sus clases fundamentales, sobre los elementos del proceso
productivo. Aclaramos que, aunque ampliaremos un poco más estos comentarios que los del
punto precedente, no es porque los investigadores hayan mostrado más interés en este
aspecto ni haya recibido un tratamiento más vasto, sino porque nos parece que es el problema
más importante.
1. Entre los autores que han intentado formalizar las particularidades distintivas del
modo de producción asiático explicitando las relaciones de propiedad, se cuentan aquellos
que opinan que la clase dominante, personificada en el estado, es la propietaria del medio
fundamental de producción: la tierra. Las comunidades agroartesanales de productores que
constituyen la clase explotada serían, por lo tanto, sólo poseedores de la misma. En
consecuencia, el tributo como forma de transferencia de los excedentes sería una forma de
renta de la tierra, cuya especificidad se pretende precisar a través del calificativo de
"primitiva".
Este planteamiento, sostenido por diversos investigadores 202, está tomado de un
pasaje de El Capital de Marx en el cual, a propósito de la "Génesis de la renta capitalista del
suelo" se refiere a

202
En América Latina, se ha buscado caracterizar así a sociedades como la inka. Uno de los autores que expone de manera
clara este argumento es Dieterich (1978).
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 259

"cuando no sean terratenientes privados, sino el propio estado como ocurre en Asia,
quien les explota directamente como terrateniente, además de enfrentarse a ellos como
soberano, coincidirán la renta y el impuesto...",
caso en el cual
El Estado aquí es el supremo terrateniente y la soberanía la propiedad de la tierra
concentrada en su fase nacional. A cambio de ello, no existe propiedad privada sobre el
suelo, aunque sí posesión y disfrute tanto privados como colectivos de él. 203
La referencia a "Asia", no nos obliga a pensar necesariamente en "modo de
producción asiático", aunque no podemos descartar que Marx lo hubiera tenido en mente. Sea
cual fuere el caso, una cosa es clara. Y es que tal caracterización no nos establece una
diferencia substancial respecto al modo de producción feudal. El modo de producción que se
distingue porque la clase dominante es propietaria objetiva de la tierra, sujetando
generalmente a ella a la fuerza de trabajo del productor, que sólo la posee en tanto transfiere
excedentes en forma de renta, es el feudalismo.
En tal referencia a lo que "ocurre en Asia" se expresa, no obstante, una diferencia en
la forma de la propiedad de la clase dominante y es que en este caso no se presentaría como
propiedad privada, razón por la cual no se puede disociar la renta del impuesto. Si a esta
particularidad se hubiera referido Marx cuando pensaba en el "modo de producción asiático",
tendríamos que aceptar que se trata de una modalidad del feudalismo que podríamos llamar
"feudalismo asiático" u "oriental", si no "feudalismo primitivo".
2. Con todo, el mismo Marx al referirse al despotismo oriental ha concebido otro tipo
de relaciones de propiedad, incompatibles con la formulación que acabamos de comentar.
En las "Formen..." indica explícitamente que
En medio del despotismo oriental y de la carencia de propiedad que jurídicamente parece
existir en él, existe, por tanto, de hecho, como fundamento, esta propiedad tribal o
comunal...
a lo cual
...no le contradice en modo alguno el que, como en la mayoría de las formas asiáticas
fundamentales, la unidad aglutinante que se halla por encima de todas estas pequeñas
comunidades aparezca como el propietario superior o el único propietario. 204

En Marx, la diferencia entre "existir, de hecho, como fundamento" y "aparecer" como


propietario, tiene un sentido preciso y no cabe suponer que confunda la propiedad objetiva,
que existe de hecho y la apariencia jurídica o propiedad subjetiva, cuya diferencia él mismo
se ha ocupado de establecer. Esta misma relación entre la comunidad como propietaria de los
medios de producción y el estado como propietario jurídico, ha sido expuesta por Engels en
textos como el Anti-Dühring .
Hay autores que, a partir de estas referencias, han intentado conceptualizar el modo de
producción asiático de una manera que resulta del todo absurda. Así, por ejemplo, Krader nos
dice que

203
C. Marx: El Capital, vol. III, pág. 733. (Ed. FCE).
204
Idem.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 260

En el modo de producción asiático, la organización del trabajo social fue comunal en su


forma social y en su substancia. La comunidad de los productores determinaba la forma
concreta de propiedad sobre los medios de producción, siendo el medio de producción
fundamental, por sobre todo, la tierra cultivable. El propietario concreto de la tierra era la
comunidad de los labradores del suelo, el propietario abstracto era la agencia concreta
del estado, mientras que el terrateniente, como expresión abstracta de la propiedad de la
tierra, era el estado.
Antes de ello, Krader nos ha dicho que
En su historia temprana, al comienzo del desarrollo del modo de producción asiático, el
interés de la esfera pública no estaba dividido del de la esfera privada; la renta es el
interés privado y parte del producto excedente y del trabajo excedente, el impuesto es el
interés público y también es parte del producto excedente y del trabajo excedente; en ese
tiempo la renta no estaba dividida del impuesto.205
Citamos a Krader por ser uno de los pocos autores que es preciso en esta formulación.
El absurdo de la misma consiste en suponer que los propietarios objetivos de la tierra
tengan que pagar renta a otra clase social para poder disponer de su propia propiedad. Si los
productores (las comunidades) son los propietarios "concretos" u objetivos de la tierra,
tendrían que abonarse la renta a sí mismos, careciendo completamente de sentido la
explicación de la transferencia del excedente -como renta bajo la forma de impuesto- a otra
clase social, por el solo hecho de que en "abstracto" aquella se considere propietaria de la
tierra. A menos que pusiéramos otra vez "patas arriba" el fundamento materialista de la
teoría de la historia y aceptáramos que la forma subjetiva, jurídica o "abstracta" de la
propiedad, siendo además opuesta a la propiedad objetiva o "concreta", determina las
relaciones objetivas de producción y la enajenación material y concreta del excedente. La
renta de la tierra es siempre la forma bajo la cual los propietarios objetivos de la tierra se
apropian del excedente 206.
¿En razón de qué, entonces, si los productores directos son propietarios concretos de
la tierra, habrían de pagar renta? Se podría argüir que a través del ejercicio del poder estatal la
clase dominante ejerce la coerción sobre los productores para obtener el excedente. Pero si
eso sucede y la clase dominante enajena el excedente como renta de la tierra a través de la
"agencia concreta del estado", eso significa que se convierte en propietaria objetiva de la
tierra, perdiendo sentido el hablar de propiedad comunal "concreta" sobre la tierra. En tal
caso, volvemos a encontrarnos con una modalidad del feudalismo.
Acá está el meollo del asunto: si efectivamente la comunidad de productores
explotados es propietaria real de los medios de producción, el tributo no es renta de la tierra,
ni es este medio de producción aquel sobre el cual la clase dominante detenta la propiedad
objetiva que le permite la extorsión.

205
L. Krader, 1980: El estado en la teoría y en la historia. Mimeo del CIS-IHAN. México.
206
"Cualquiera sea su forma específica, odos los tipos de renta coinciden en que la apropiación de la renta es la forma
económica en que se realiza la propiedad territorial y en que, a su vez, la renta del suelo presupone la propiedad territorial, la
propiedad de determinados individuos sobre determinadas porciones del planeta, lo mismo si el propietario es la persona que
representa a la comunidad, como ocurría en Asia, en Egipto, etc.,...". C. Marx, El Capital , vol. III, pág. 591.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 261

3. Hay todavía otra modalidad del planteamiento comentado, que tampoco resuelve
este interrogante: la clase explotada -la comunidad campesina- es propietaria de las tierras
comunales y subsiste gracias a lo que en ella produce; pero la clase dominante es propietaria
también de otras tierras, de cuya labranza resulta el producto excedente del que se apropia
como tributo. Tal tributo tendría la forma de trabajo excedente a través del cual se explotan
las tierras estatales, o de especies producidas en ellas. Entonces sí se trataría de una renta -
"primitiva", claro está- de la tierra.
Lo que carece de sentido y nos vuelve a situar en el mismo punto de la cuestión
anteriormente planteada es la siguiente: si los productores subsisten gracias al producto de su
trabajo en las tierras comunales de su propiedad, ¿por qué habrían de ir a trabajar tierras del
estado o de la clase dominante, cuando todo lo que allí se produjera tendría que ser pagado
como renta? Evidentemente, no parece un negocio conveniente, bajo ningún patrón de
racionalidad económica. De manera que el hecho real de que tal trabajo excedente se realiza y
de que el tributo se paga, debe encontrar otra explicación.

3. Las formulaciones alternativas


al "modo de producción asiático" son igualmente imprecisas.
Como es sabido, las discusiones acerca de la interpretación de las primeras sociedades
clasistas, así como de las sociedades orientales, se abren en la Unión Soviética a fines de los
años veinte y ése es el contexto en el cual se genera la polémica en torno al modo de
producción asiático. Sin embargo, muy pronto la adopción de una posición ideológico-política
oficial, se traduce en el rechazo del concepto.
Como se verá, coincidimos con que se trata de una formulación teórica "objetivamente
inexacta y políticamente nociva", por lo mismo 207; y coincidimos aún en que la China de
entonces se enfrentaba a la transformación de relaciones feudales remanentes, en el sentido
del comentado "feudalismo asiático". Pero creemos que, de hecho, la sanción oficial de tal
postura, incorporada a la famosa secuencia de los cinco modos de producción de Stalin, en
1938 208, tuvo el efecto científica y políticamente nocivo de limitar las discusiones al respecto,
restringiendo las posibilidades de llegar a una conceptualización teórica menos ambigua que
las que conocemos a través de las publicaciones que llegan a ser traducidas.
De este modo, las interpretaciones de la mayoría de los investigadores de los países
socialistas se enmarcan en la conceptualización de las primeras sociedades clasistas como
regidas por relaciones esclavistas. Desde luego que, después de la "desestalinización" de las
ciencias históricas, se ha reabierto la polémica y encontramos una variada gama de
posiciones, incluyendo, sin duda, defensores del "modo de producción asiático".
Es así como entre los orientalistas de los países socialistas y también, claro está, entre
algunos investigadores "occidentales", encontramos diversas proposiciones alternativas al

207
Tal es la conclusión con que se clausuran las discusiones realizadas en febrero de 1931 en Leningrado. Ver Jan Pecirka :
Las viscisitudes históricas de la teoría del modo de producción asiático en la URSS . En: Chesneaux, 1969.
208
José Stalin : Materialismo dialéctico y materialismo histórico.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 262

concepto de "modo de producción asiático", cuya heterogeneidad queremos ejemplificar a


través de resumir algunas de ellas:
1. Por una parte, tenemos a los autores que no consideran la existencia de relaciones
de producción y propiedad diferentes a las de la esclavitud clásica grecorromana para las
primeras formaciones clasistas de Oriente y Africa. Entre éstos, podemos leer en Shteerman y
Sharevskaia que
El régimen esclavista es el sistema por el cual los medios de producción de todo lo
necesario para la vida (el suelo, el agua, el ganado) y los instrumentos de trabajo,
pertenecen exclusivamente a un determinado número de personas y no a toda la sociedad.
Los dueños de los medios de producción, de hecho, lo son también de los trabajadores
que, por ello, son verdaderos esclavos modernos. 209
Y consideran explícitamente que este régimen social tuvo vigencia em Mesopotamia, Egipto,
el Indo, China y, en general, en todo el Antiguo Oriente. Sin embargo, en algún párrafo acerca
de la agricultura se lee: "En las haciendas del Antiguo oriente el trabajo de los esclavos
desempeñaba un papel notable, aunque no el más importante. La masa fundamental de los
trabajadores se componía de miembros de las comunas, inhumanamente explotados".
2. Otros autores, sin llegar a cuestionar el carácter esclavista de Oriente Antiguo,
dirimen sus opiniones en términos de las "peculiaridades", "matices" o "modalidades" del
esclavismo. Puede notarse claramente, sin embargo, que aunque la mayoría coincide en que
los miembros de las comunidades constituyen la "masa fundamental de los trabajadores" no se
les identifica como esclavos (salvo cuando se habla de "semiesclavitud" o "esclavitud
patriarcal"), término que, cuando no se adjetiva, se entiende que se refiere a esclavos de tipo
clásico o grecorromano. De modo que los esclavos no son la clase fundamental en un modo
de producción que se califica de esclavista.
Llama la atención el grado de imprecisión de las conclusiones generales que obtienen
de los estudios investigadores que, como Struve, poseen indiscutiblemente un profundo
conocimiento documental de la historia antigua. Este autor, hacia 1950, viene a sintetizar sus
conceptos al respecto210. Considera que para Oriente Antiguo puede hablarse de sociedades
esclavistas primitivas, caracterizadas por una doble forma de explotación: "semipatriarcal" y
"semiesclavista". Señala que "el único productor directo que coexistía con el esclavo era el
miembro de la comunidad aldeana, el cual, cuando trabajaba todo el año para otros, era
similar a un esclavo".
Se hace, pues, la distinción entre esclavo y miembro de la comunidad. La pregunta que
surge es, ¿qué es lo que diferencia en términos de relaciones de propiedad -si es que hay tal
diferencia- a la posición en el sistema de relaciones sociales de producción que guardan los
miembros de las comunidades respecto a la de los esclavos?. Struve insistirá en su tesis de que
en el esclavismo oriental predominó la esclavitud por deudas, pero quedará sin caracterizar
esa "esclavituud doméstica patriarcal" que, aparentemente, afectaría a los miembros de las

209
Schteerman y Sharevskaia, 1965.
210
Referencias tomadas de J. Pecirka, obra citada.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 263

comunas. Muchos discutieron a Struve -entre ellos Kovaliov- la importancia exagerada que
otorga a la esclavitud propiamente tal, para las primeras sociedades clasistas de Oriente.
Struve, además, destaca para éstas, la "extraordinaria permanencia de las formas de
propiedad colectiva del suelo".
Kajdan y otros211, por su parte, señalarán como diferencias básicas entre la sociedad
esclavista oriental y la antigüedad clásica grecorromana:
1) Débil desarrollo del sistema esclavista; conservación prolongada de la esclavitud
patriarcal y de las formas semipatriarcales de explotación; 2) Débil desarrollo de la
propiedad de la tierra y estabilidad de la comunidad de vecindad.
Por lo visto, también se distingue el esclavismo de la esclavitud patriarcal y semipatriarcal. A
pesar de los esfuerzos de los autores por no alejarse del término "intocable" de esclavismo
tampoco consideran que el esclavo de tipo clásico haya sido una clase fundamental. Pero la
caracterización de la esclavitud patriarcal se acerca más a una descripción etnográfica que a
un concepto teórico:
La más antigua forma de esclavitud es la llamada patriarcal (o doméstica); en aquellos
tiempos el esclavo no ocupaba un lugar determinado en la producción (sic ); trabajaba al
lado del hombre libre, como auxiliar de éste. Podía, por lo tanto, tener una choza, una
piara de cerdos o una parcela de terreno; por su condición no difería mucho del hombre
libre: iva vestido como éste y los hijos de ambos jugaban juntos. No eran raros los
matrimonios libres entre hombres libres y esclavos; no solamente la mujer esclava podía
casarse con un hombre libre y traer al mundo hijos libres, sino que el esclavo podía tomar
una mujer libre y vivir con ella en su casa. Sin embargo, el esclavo era propiedad de su
amo, quien tenía derecho de vida y muerte sobre él.
Más adelante nos indican que Nikolski y Tiuménev subsanan la falta de atención prestada por
el académico Struve -a quien corresponde "el inmenso mérito de haber acabado con la teoría
del 'modo de producción asiático' y haber demostrado el carácter esclavista de las relaciones
sociales de Mesopotamia y Egipto, así como entre los hititas" -a la importancia de los
agricultores libres. Los citados académicos "demostraron que, en Súmer y en el Egipto
arcaico, la esclavitud era de naturaleza patriarcal y no excluía el trabajo activo de los
terratenientes, miembros de las comunidades".
En efecto, es posiblemente Tiuménev uno de los autores que, en oposición a Struve,
más se acerca a precisar las diferencias entre el esclavismo grecorromano y la "esclavitud
generalizada" que caracterizaría al Antiguo Oriente, opinión sustentada igualmente por
Parain para la historia clasista temprana del Mediterráneo. Entre estas diferencias, Tiuménev
señala que en Oriente la explotación no se ejerce significativamente sobre prisioneros o
esclavos extranjeros comprados, sino fundamentalmente sobre la población autóctona. No
habría tenido allá mayor relevancia la esclavitud por deudas. La "esclavitud general" o
"generalizada", como la habría denominado Marx, sería una esclavitud de facto y no de jure,
a la que se sometió a los miembros de las comunidades aldeanas. Considera también que, en
Mesopotamia y Egipto, "la necesidad del trabajo colectivo condujo a la aristocracia local a
disponer del trabajo y de los productos del trabajo de la población, en la medida en que el

211
Kajdan, A., N. Nikolski y otros, 1966.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 264

desarrollo de las diferencias en la propiedad hacía de la aristocracia local la clase dominante


de una forma general"212.
Parain caracteriza a la "esclavitud generalizada", como fuerza de trabajo de costo
mínimo, ya que solo debe ser mantenida mientras se utiliza; no es necesario comprar al
trabajador; se trata de "mano de obra" no especializada y abundante, porque la gran masa de
la población es la que se ve obligada a trabajar. Podría estar en lo cierto al observar que esta
situación sería la que "Marx denominó, con una precisión sin duda insuficiente, pero que no
es fácil hallar expresión mejor, 'esclavitud generalizada'"213.
Merecen ser mencionadas algunas observaciones de Nikiforov que nos parecen
pertinentes, a pesar de que su exposición no conforma un sistema conceptual coherente 214.
Rechaza el término de modo de producción asiática y sugiere el de "primera sociedad de
clases", advirtiendo que se trataría
...de una sociedad de clases que manifiestamente [...] presenta siempre en su estado
embrionario un carácter esclavista
Lo cual adquiere sentido al considerar que
no existe ninguna forma de explotación particular en el período de tránsito de la sociedad
sin clases a la sociedad de clases que sea inherente únicamente a este período, que pueda
ser distinto de la sujeción del indivuduo por la violencia (característica de la formación
esclavista), distinta de la explotación sobre la base del monopolio de la propiedad de la
tierra (característica de la formación feudal)...
Lo que nos interesa destacar es por qué razón se pronuncia en favor de un "carácter
esclavista" de tales sociedades y es porque,
En el período de disgregación de la formación comunal primitiva, por lo general abunda
la tierra libre y ésta no tiene gran valor, contrariamente a lo que ocurre con el régimen
feudal, en que la tierra es la principal riqueza. Lo que aparece en primer plano son los
métodos de coerción directa, de captura y de dominio sobre el individuo, gracias a los
cuales unos hombres pueden obligar a otros, por la fuerza, a trabajar para ellos, a
entregarles el fruto de su trabajo
3. Hay también investigadores que comparten la opinión de que las primeras
sociedades clasistas estuvieron regidas por un modo de producción de transición entre la
comunidad primitiva y el esclavismo, lo cual explican de diferentes maneras, pero ninguna
suficientemente clara.
Así, Guenther y Schrot, reconociendo la imposibilidad de explicar las sociedades
clasistas anteriores al esclavismo grecorromano a través de las relaciones fundamentales que
rigieron a éste, proponen que se trataría de una primera etapa del esclavismo que refieren a
Egipto, Mesopotamia Antigua, India, China y la Antigua Grecia y que caracterizan diciendo:
"La etapa patriarcal de la primera sociedad de clases, en que todavía no se puede hablar de
comunidad primitiva que termina y tampoco de sociedad esclavista antigua plenamente
212
Desafortunadamente no hemos podido consultar directamente a Tiuménev y hemos tomado éstas referencias del ya
citado trabajo de J. Pecirka.
213
Charles Parain: La propiedad mediterránea y el modo de producción asático. En: Bartra, 1969:204-225.
214
V. Nikiforov: La discusión entre los orientalistas soviéticos. En: Chesneaux, 1969.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 265

desarrollada", agregando que "la esclavitud y la explotación de esclavos no era aún el hecho
dominante en esos territorios". Es decir, no hay nada que caracterice sustantivamente a esas
sociedades. Para terminar de confundir lo que sería ese primer estadio de la sociedad
esclavista, de los tres que proponen y que "no presentaban diferencias fundamentales y
cualitativas entre sí, sino sólo diferencias cuantitativas y de grado", nos dicen que
Hay que subrayar que en el interior de la primera sociedad de clases hubo un período
durante el cual la explotación de hombres libres fue el fundamento de la producción de la
sociedad. 215
La verdad es que un esclavismo que se fundamenta en la explotación de hombres libres es
algo poco coherente.
Dierchxens, en un trabajo reciente, considera también al "modo de producción
asiático" como el modo de producción que rige la transición de una economía preclasista a
una sociedad de clases. Lo entiende como una sociedad constituída por comunidades de base
(trabajadores manuales) y una comunidad superior o directiva (trabajo intelectual). La
relación de ésta a través del tributo constituiría el cambio cualitativo que distingue a este
modo de producción de la comunidad primitiva, ya que identifica las relaciones sociales de
producción (y, por ende, el modo de producción) con las relaciones que generan la división
social del trabajo y las formas de distribución. Explica el desarrollo del modo de producción
asiático en dos etapas: una en que la comunidad superior invierte la mayor parte del tributo en
crear obras colectivas de infraestructura económica que también beneficiarían a las
comunidades de base, por lo cual la exacción del tributo no constituye una relación de
explotación: en la segunda etapa, concluídas ya las obras públicas, la comunidad superior
tiende a hacerse superflua y a justificar su presencia bajo pretextos religiosos, exigiendo
tributos para reaizar obras de culto, lo cual no beneficia a las comunidades de base,
convirtiendo la misma relación de distribución (el tributo), en una relación que será de
explotación clasista. Si bien la explicación que hace de este proceso es interesante, lo curioso
es que resulta que el mismo modo de producción puede no tener el carácter de una relación de
explotación clasista en un momento y en otro momento sí, lo cual tampoco parece muy
coherente. Creemos que el error obedece a la identificación incorrecta de las relaciones
sociales de producción con la división del trabajo y la distribución 216.
Otra concepción un tanto sui géneris es la interpretación con que Zubritski sintetiza el
análisis particular de las clases en el imperio inkaico o Tawantinsuyu:
La esencia de la sociedad, surgida en los Andes Centrales en la primera mitad de nuestro
milenio, se caracteriza por el hecho de la existencia de dos formas y dos tipos de
relaciones sociales: de la sociedad primitivo-gentilicia y de la esclavista. Esta
coexistencia es tan orgánica que no hay motivo para hablar del desarrollo revolucionario
de la sociedad en aquel período transitorio. Es un desarrollo puramente evolutivo.
Probablemente sin una explosión revolucionaria y sin un nuevo período transitorio

215
Guenther, R. y G. Schrot, 1963.
216
Wim Dierchxsens, 1984.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 266

revolucionario la sociedad incaica no hubiera podido llegar al trinufo completo del


régimen esclavista. 217
Se trataría, pués, de una sociedad clasista que no llega a convertirse en esclavismo después de
tres milenios de existencia y lucha de clases sociales en los Andes Centrales, por lo que debe
ser calificada de sociedad en "transición". ¿Cuántas explosiones y períodos transitorios
revolucionarios se necesitarían entonces para que el comunismo primitivo se transforme en
esclavismo?
En fin, creemos innecesario extendernos en más ejemplos de los más variados
planteamientos sobre este problema, entre los cuales se encontrarán los que opinan que las
primeras sociedades clasistas eran feudales, que contenían tendencias esclavistas y feudales y
otras.

4. Tampoco los "clásicos" del marxismo -Marx, Engels y Lenin-


ofrecen una caracterización única y coherente del modo de producción asiático.
Creemos que esta conclusión se desprende claramente de lo que ya se ha dicho. Al respecto,
compartimos las opiniones de Dubrovski y Krimov, referidas por Nikiforov al criticarlas
como inexactas, y que sustentan que " Marx no habló del 'modo de producción asiático', sino
de 'modos de producción asiáticos'. Marx habría pensado no en una formación económica y
social particular, sino en ciertas particularidades de la producción en Asia. Y los partidarios
de esta interpretación mantienen que en las obras de Marx la expresión 'modo de producción
asiático' adquiere sentidos diferentes"218.
Sobre este punto observaremos brevemente que:
1. La mayor parte de las citas de Marx o Engels que se usan para caracterizar el modo
de producción asiático son referencias del todo imprecisas a "lo que ocurre en Asia", "como
sucede en la India", "las sociedades de Oriente", "el despotismo oriental", etc.. Pero no
podemos suponer como necesariamente cierto que tales referencias deban tomarse como
caracterizaciones de un determinado y único modo de producción. Es difícil aceptar que Marx
o Engels -y en su caso con menos fundamento que en cualquier otro- pensaran que durante
toda su historia y en cualquier lugar de Asia sólo hubiera existido un solo modo de
producción: el "asiático".
2. Aún cuando fuera cierto que, en distintas referencias de las que aluden a Asia,
Oriente, la India o Egipto, Marx o Engels hubieran estado pensando en ese "modo de
producción asiático", es un hecho el que, en los distintos textos que tocan esos puntos, el
contenido conceptual adquiere sentidos diferentes y, en ocasiones, evidentemente
contradictorios.
Resumamos algunos de los sentidos que adquieren tales referencias:

217
Yu. Zubritski, 1979.
218
Nikiforov, op. cit, pág.109.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 267

2.1. A partir de las primeras referencias de junio de 1853 219, podríamos inferir una
modalidad del esclavismo, caracterizada por la ausencia de propiedad privada del suelo,
donde
el rey es el único propietario de toda la tierras del reino
y que explota a las
pequeñas comunidades (que) estaban contaminadas por distinciones de casta, y por la
esclavitud, que subyugaba al hombre a las circunstancias externas...
2.2. De las "Formen...""se aprecia que la antigua comunidad primitiva de tipo oriental
daría origen al modo de producción asiático, con modalidades más o menos despóticas o
democráticas, según el grado en que el proceso productivo exige del trabajo colectivo o
individual.
2.3. En 1859, en el "Prólogo...", la referencia es explícita e inequívoca en cuanto a
considerar al modo de producción asiático como característico de una época que antecede a
los modos de producción antiguo o esclavista y feudal.
2.4. Buena parte de las referencias de El Capital (1867)220, si bien no todas ellas, se
refieren a las formas de la renta de la tierra en Asia, configurando el concepto que, en nuestra
opinión, caracterizaría a las modalidades "orientales" del feudalismo.
2.5. El concepto de "esclavitud generalizada", que más bien es compatible con las
observaciones de Engels (también las encontramos en Marx), sobre el carácter comunal de la
propiedad de los productores sobre los medios de producción (v.g. Anti-Dühring, 1877-78).
Por lo demás, hasta en "El origen de la familia..." alude a la "esclavitud doméstica oriental",
como una forma de esclavitud desarrollada comparable a la "antigua esclavitud del trabajo".
De lo que no cabe duda es que, sobre la base de las citas de los clásicos acerca de las
modalidades de la propiedad y producción, el intercambio o las formas políticas de Asia u
Oriente, es imposible generar un concepto único y coherente.
3. Es necesario observar que, aún cuando en el "Prólogo..." de 1859 la referencia al
modo de producción asiático lo supone como la primera forma de sociedad clasista, ni Marx
ni Engels alcanzaron a tener acceso a la información de que disponemos a partir de este siglo
sobre aquellas sociedades.
De hecho, la información que los fundadores del marxismo manejaban sobre el Oriente
y la India, Turquía, Persia o China, era principalmentee información de lo que allá ocurriría
en el siglo XVIII y XIX.
4. Pensamos, en contra de las opiniones de Wittfogel -y de Palerm quien gustoso las
"enriquece"-, que el "extraño acontecimiento" del abandono del concepto de modo de
producción asiático, que insidiosamente explican como un "pecado (político) contra la

219
Carta de Marx a Engels (2-VI-1853) y el artículo sobre la dominación británica en la India en Tribune (25-VI-1853).
220
Según Czóbe (El Capital, vol.I:724), cuando aparece el primer tomo, Marx ya había redactado la mayor parte de los
manuscritos con que, a su muerte, Engels organizaría los tomos II y III.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 268

ciencia", para evitar las críticas anarquistas que ya preveían las semejanzas entre el
despotismo oriental y el socialismo futuro y para reforzar el carácter casi mesiánico que iba
adoptando la ideología marxista 221, en realidad no obedece a tales razones. Opinamos más
bien que el "extraño suceso" obedece precisamente a que la información de que disponían
Marx y Engels, no les permitió llegar a formular un planteamiento bien fundado sobre las
primeras sociedades clasistas, ya que se refería basicamente a la realidad -ciertamente
particular- de las sociedades orientales recientes que no mostraban diferencias esenciales
respecto al feudalismo. Pero además, en la década de los 90, cuando se publica el tercer tomo
de El Capital en el que ha estado trabajando Engels para poner en orden los manuscritos
dejados por Marx y donde hace las mencionadas referencias a las sociedades orientales, la
opinión de Engels parece ser diferente, ya que es cuando redacta El origen de la familia, la
propiedad privada y el estado, donde menciona a la esclavitud doméstica oriental como una
forma de esclavitud.
De ahí que Engels, quien no ha olvidado para entonces las preocupaciones sobre las
sociedades orientales, se dedica a redactar esa obra, manejando -sin duda con sus propios
criterios- los apuntes de Marx que rescatan el gran aporte de Morgan y que
consiste en haber descubierto y establecido los rasgos generales pre-históricos de nuestra
historia escrita y en haber encontrado en las uniones gentilicias de los indios
norteamericanos la clave para descifrar importantísimos enigmas, no resueltos aún, de la
historia antigua de Grecia, Roma y Alemania. 222
Y nótese que comienza diciendo que
Morgan fue el primero que con conocimiento de causa trató de introducir un orden
preciso en la prehistoria de la humanidad, y su clasificación permanecerá en vigor hasta
que una riqueza de datos mucho más considerable no obligue a modificarla (obra citada;
subrayados nuestros).
Concretamente, el texto retoma el orden introducido por Morgan para la prehistoria y que es
la clave para entender los problemas de la historia antigua de Grecia, Roma y Alemania, es
decir, para entender la antigüedad clásica occidental y el surgimiento del feudalismo en
Europa occidental. En ninguna parte pretende Engels que el suyo sea un intento de "introducir
un orden preciso" en la historia universal.

5. Por último y, en consecuencia, preferimos abandonar el término de "modo de


producción asiático", debido a que su diversidad de significados y la ambigüedad de cada
uno de ellos no responden a una conceptualización teórica más o menos precisa. Tal vez de
las connotaciones más claras que puedan rescatarse de Marx para Asia, sea aquella que daría
cuenta de las modalidades "orientales" del feudalismo. Pero no nos resulta de ninguna utilidad
para intentar dar cuenta de la estructura y causalidad fundamental de las primeras sociedades
clasistas.

221
Angel Palerm, 1969.
222
F. Engels: Prefacio a la primera edición de El origen de la familia, la propiedad privada y el estado.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 269

II. Delimitación del problema y conceptos básicos.


Antes de entrar a sintetizar nuestra proposición, deseamos explicar el campo para el cual se
formula y dejar asentado el contenido que otorgamos a los conceptos básicos que estamos
manejando, con el fin de evitar extrapolaciones e interpretaciones que no pretendemos hacer o
"lecturas" que traduzcan nuestro planteamiento a sistemas conceptuales diferentes al nuestro,
en cuyo contexto las hipótesis que exponemos tendrían un significado distinto.

1. Delimitación del tema.


La hipótesis que exponemos es una propuesta de interpretación de las característcas
distintivas de las clases fundamentales que cualificarían el modo de producción de las
primeras sociedades clasistas, ya conformadas como tales. Y suponemos que tal modo de
producción se distinguiría del esclavismo clásico y del feudalismo, sobre la base del
contenido de las relaciones de propiedad que caracteriza a dichas clases fundamentales, cuya
relación rige en un determinado período histórico. Y que no constituiría sólo una calidad de
'transición' entre la comunidad primitiva y la sociedad clasista, aún cuando todo proceso
histórico se distingue por calidades transitorias, en términos generales.
Queremos indicar explícitamente lo que no es el objetivo central de esta proposición,
aún cuando derivaremos algunos apuntes sobre esos temas:
1. En primer lugar, no pretendemos explicar el proceso de conformación de la
estructura clasista en la transición de las comunidades primitivas hacia la sociedad clasista.
No es, pues, nuestro problema acá el de las causas y orígenes de la explotación clasista,
proceso que entendemos se desarrolla a través de diversas vías particulares alternativas.
2. En segundo lugar, no intentamos explicar el origen ni las características del estado
ni, en general, de las formas superestructurales que corresponden al modo de producción de
las primeras formaciones socioeconómicas secundarias. No pretendemos pues, ocuparnos de
toda la formación social sino, en la esfera de lo que entendemos por modo de producción, de
lo que serían las relaciones sociales de producción fundamentales. Sólo anotaremos algunas
implicaciones parciales de este planteamiento, en relación con otros aspectos del modo de
producción o de las superestructuras.
Es menester aclarar también que ésto no significa que consideremos a tales problemas
como irrelevantes. Las prioridades que establecemos en el enfoque de estas cuestiones
obedecen más bien a razones metodológicas. Es decir, si se trata de investigar los procesos
que dan origen a la sociedad de clases, la pregunta inevitable será: ¿cuáles clases? Y en vista
de que el desarrollo de las clase sociales que se conforman en el proceso originario de
disolución de la comunidad primitiva es ya una realidad histórica dada, estimamos que la
investigación de tal proceso se debería abordar más fácilmente a partir de este "todo más
desarrollado". Es decir, la estructura y contadicciones de las primeras sociedades clasistas ya
conformadas representan, respecto al proceso que les dió origen, una totalidad en que se
pueden apreciar con mayor claridad las regularidades cuyo nivel de acción causal y estructural
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 270

fué el más determinante en tal proceso genético. Por ello, nos parece lo más razonable partir,
cuando menos, de una hipótesis coherente acerca de las características de ese "todo más
desarrollado" que sería la sociedad clasista inicial con respecto a la historia precedente.
Por otra parte, si nos interesa investigar los orígenes y características del estado de las
primeras formaciones socioeconómicas clasistas y aceptamos la afirmación materialista de
que lo determinante en última instancia de las superestructuras es la calidad del modo de
producción; y que el estado es la institucionalidad superestructural que sirve a los intereses de
determinadas clases, deberemos arrancar otra vez de la misma pregunta: ¿cuáles clases?
Generalmente, cuando se discute el "modo de producción asiático", se destaca la forma
despótica del estado. Sin embargo, es necesario plantearse varias preguntas al respecto: ¿en
todas las primeras sociedades clasistas, el ejercicio del poder estatal es despótico?, ¿se podría
decir, en consecuencia, que el tipo de estado despótico es característico de todas las
sociedades clasistas iniciales?, ¿o es el despotismo sólo una forma particular de estado?223.
Como sea, una cosa es clara: el tipo de estado se refiere a las características del mismo que se
corresponden necesariamente con una determinada calidad fundamental del modo de
producción, es decir, con una determinada estructura de clases. ¿Como podríamos entonces
sobrepasar el nivel descriptivo para poder explicar teóricamente el tipo de estado de una
sociedad de la cual desconocemos las calidades estructurales de sus clases fundamentales?
Es por ésto que la investigación de los aspectos esenciales del modo de producción nos
parece una tarea prioritaria respecto a los problemas del origen de las clases y el estado.

2. Conceptos básicos.
No pensamos desarrollar los conceptos básicos que estamos manejando, como el de modo de
producción, sino establecer explícitamente las diferencias respecto a algunas formulaciones
bastante difundidas con las cuales no coincidimos, en particular con las de los autores que
siguen lo que podría llamarse la "escuela" althusseriano-balibariana, así como al materialismo
cultural norteamericano.
1. Modo de producción. Restringimos el uso del concepto a la designación de la
esfera de la economía, como sistema fundamental en la determinación de la existencia
material del ser social. Es decir, no incluímos en el concepto a la superestructura institucional
ni a la conciencia social.
El modo de producción se refiere a la unidad orgánica de los procesos económicos de
producción, distribución, cambio y consumo, siendo determinante de esa totalidad la calidad
de la correspondencia entre el contenido del desarrollo de las fuerzas productivas y la forma
del sistema de relaciones sociales de producción, que se establece en torno al proceso
fundamental de la producción.

223
Nos estamos refiriendo a la distinción hecha por Lenin entre tipo y forma de estado.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 271

El modo de producción se organiza como un sistema unitario de relaciones sociales de


producción, cuya calidad esencial está dada -en la sociedad clasista- por la relación entre las
clases fundamentales, cuya contradicción orienta y determina las formas de integración y
desarrollo de los diversos tipos de relaciones sociales secundarias de producción que
conforman esa totalidad.
En suma, no concebimos al modo de producción como la "abstracción, ideal pura" de
determinados tipos de relaciones de producción con todo y sus superestructuras, cuya
combinatoria o "articulación concreta" sería la formación económica social. Concebimos al
modo de producción como un sistema de relaciones sociales de producción cualificado por su
contradicción fundamental y general y que integra, en su existencia siempre concreta, una
diversidad particular de relaciones de producción reales 224.
La categoría de formación económico-social designa a la integridad orgánica de la
base material del ser social (modo de producción y género de vida) y las superestructuras
(conciencia social e institucionalidad)225.
2. Relaciones sociales de producción. Entendemos a las relaciones sociales de
producción como las relaciones sociales reales que se establecen entre los productores en
tanto propietarios de los distintos elementos del proceso productivo: fuerza de trabajo,
instrumentos de producción y objetos de trabajo. Se trata entonces de relaciones sociales
mediadas fundamentalmente por la propiedad sobre tales elementos que constituyen las
condiciones de realización de la producción.
La distribución, en cambio, es resultado de la realización de las relaciones de
producción. Por su parte, la organización técnica del trabajo nos puede permitir explicar la
forma particular de desarrollo de las fuerzas productivas, a cuya magnitud se corresponden las
calidades de las relaciones sociales de producción226. La organización técnica y división
social del trabajo pueden contribuir a explicar el condicionamiento histórico particular de las
relaciones sociales de producción, pero no las determinan de manera general y necesaria. Las
relaciones técnicas de producción, la división social del trabajo y la distribución son, por lo
tanto, criterios secundarios en la cualificación de las relaciones sociales de producción y no
son necesariamente exclusivas de determinados modos de producción.
Lo distintivo de cada modo de producción son las relaciones de propiedad que
cualifican a las relaciones sociales fundamentales del sistema de producción históricamente
determinado.

224
En éste aspecto, diferimos de la conceptualización del modo de producción y la formación económico social que manejan
autores como Godelier, Terray, Rey o Pla y muchos otros.
225
Véase ésta delimitación de conceptos en Bate, 1984.
226
Sin embargo, la organización técnica de la producción no se identifica con las relaciones sociales de producción que
cualifican al modo de producción. Así, por ejemplo, hubo diversos grupos en la costa occidental del Canadá, que poseían una
organización tribal en sentido estricto, a través de la cual aseguraban la propiedad comunal de los medios naturales de
producción. Es decir, se encontraban el la "barbarie", pero su tecnología seguía siendo fundamentalmente de apropiación
(caza y recolección) y no de producción de alimentos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 272

Diferimos, en consecuencia, de autores como Hindess y Hirst, Dierchxsens, Price y


otros, que definen el modo de producción a través de la articulación entre la organización
técnica o división social del trabajo y la distribución, sin considerar las relaciones esenciales
de propiedad que median las relaciones sociales.
Además, es necesario recordar que las relaciones sociales de producción son la forma
objetiva de la estructura social y no forman parte de la superestructura, tal como interpreta
erróneamente Harris la concepción marxista 227, con lo cual el estudio de la base económica se
reduce a la "tecnoeconomía".
3. Propiedad objetiva y propiedad subjetiva. Las relaciones sociales de producción
se estructuran sobre la base de las relaciones materiales de propiedad o propiedad objetiva. La
propiedad objetiva consiste en la capacidad real de disponer, usar y gozar de un bien. El
establecimiento de relaciones de producción supone fundamentalmente la capacidad de los
agentes de la producción de disponer y usar de los elementos del proceso productivo, en el
cual se consumen -a través del uso- la fuerza de trabajo, instrumentos y objetos de trabajo. El
derecho de uso de uno de esos elementos puede ser transferido por los propietarios que tienen
la capacidad de disposición de los mismos 228. El derecho de goce o disfrute se refiere
generalmente al consumo de los bienes que genera el proceso productivo y que se realiza
fuera de la producción; está condicionado por la capacidad de disposición y/o uso de los
elementos que intervienen en tal proceso.
La propiedad subjetiva es el reflejo ideológico y jurídico -que puede expresarse como
norma legal- de las relaciones de propiedad. La forma jurídica de la propiedad es, por lo tanto,
distinta de la propiedad objetiva y, por ello, no tiene que coincidir necesariamente con ésta,
del mismo modo como la ideología de una clase social en general, no coincide necesariamente
con la realidad objetiva reflejada en la conciencia social.
Así, en tanto una clase dominante tiene la capacidad real -basada en su propiedad
objetiva y en el empleo de medios extraeconómicos de coerción- de extorsionar a los
productores del excedente, puede ocultar ideológicamente las relaciones objetivas de
propiedad y fundar en formas de propiedad aparentes la justificación de su "derecho" a la
explotación; con lo cual atenúa, en el reflejo de la inmediatez apariencial de la conciencia de
los explotados, esa injusticia. Y reduce las motivaciones de la rebelión política siempre
potencialmente presente en una relación de enajenación económica de los productores. Como
la forma ideológico-jurídica de la propiedad es un reflejo superestructural que no tiene que
coincidir necesariamente con la propiedad objetiva, la clase dominante, que es la que
establece la juridicidad, puede declararse propietaria del sol, de las nubes y la lluvia, tanto
como de las tierras y ríos, sin serlo realmente.
De allí la importancia del monopolio que las clases dominantes establecen sobre el
conocimiento especializado de los fenómenos naturales en todas las sociedades precapitalistas
clasistas, ya que no sólo les permite el incremento objetivo de la productividad del trabajo y

227
Véase Marvin Harris, 1978.
228
Así, por ejemplo, el uso de la tierra puede ser transferido a cambio de renta.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 273

de los volúmenes de producción enajenables, sino también la manipulación ideológica de los


productores.
Esta necesaria distinción entre propiedad objetiva y subjetiva nos advierte de los
riesgos de pretender reconstruir las relaciones de producción con base en una lectura acrítica
de textos escritos que reflejan las concepciones e intereses de las clases dominantes. La crítica
debe, en primer lugar, contrastar lo que dicen los textos con las relaciones reales que
interpretan o norman. Y luego, explicar por qué hay o no correspondencia entre la realidad y
el reflejo conciente materializado en un texto o código.
De cualquier manera, no será superfluo insistir en que una concepción materialista de
la realidad social, implica el conocimiento del modo de producción que se establece sobre la
base de las relaciones de propiedad objetiva.
4. Propiedad y posesión. Aún cuando no compartimos sus explicaciones, creemos que
que A. Pla ha insistido oportunamente en la importancia de la distinción entre propiedad y
posesión. El mencionado autor argumenta:
Cuando nadie es propietario, todos son propietarios.
Lo cual es un absurdo lógico evidente. Y ejemplifica
...aplicando al tema de la comunidad antigua, Marx utiliza indistintamente las expresiones
'ausencia de propiedad' o 'propiedad comunal' como sinónimos. 229
En realidad, y es a lo que se refiere explícitamente Marx, es que la propiedad comunal se da
en ausencia de la propiedad privada, es este caso, de la tierra. Así, resulta más coherente decir
que, cuando nadie es propietario privado, todos son propietarios.
Es que la diferencia entre propiedad y posesión no tiene que ver con el carácter
colectivo, comunal o privado de las mismas. La propiedad supone, como hemos dicho, la
capacidad de disposición, uso y goce de un bien. Entendemos la posesión como el derecho,
transferible por parte de quien dispone de un bien, sobre su uso. En algunos casos, quien tiene
como propietario el derecho de disposición de un bien, puede transferir su uso como
obligación. Por otro lado, cuando el que recibe la posesión de un bien no es su propietario, es
decir, no tiene capacidad de disponer de él, tampoco lo puede enajenar.
Esta distinción nos permite entender el hecho de que, en el esclavismo clásico, los
productores esclavos poseen la fuerza de trabajo, pero no son propietarios de ella. De hecho,
en todo modo de producción el productor directo es poseedor de la fuerza de trabajo, pero no
siempre es su propietario.
5. Contenidos y formas de la propiedad. Los contenidos de la propiedad, como
capacidad esencial de disposición, de uso y goce de ella son, cuando se refieren al
establecimiento de las relaciones sociales de producción, los elementos básicos del proceso
productivo: fuerza de trabajo y medios de producción.

229
Alberto J. Pla: 1979.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 274

En cuanto a las formas de la propiedad, se puede hacer una distinción básica en


términos de los extremos polares de la misma: propiedad colectiva y propiedad privada. La
propiedad colectiva significa que todos los miembros de la sociedad son propietarios de un
bien, por el hecho de ser considerados miembros de esa sociedad. Y en virtud de ello
adquieren el derecho de su uso o goce individual o grupal. La propiedad privada, en cambio,
implica la propiedad individual de un miembro de la sociedad sobre parte de los bienes
controlados o producidos por la sociedad.
Sin embargo, la transición de la propiedad colectiva sobre los elementos del proceso
productivo que distingue a las comunidades primitivas, a los regímenes de producción
basados en la propiedad privada, implica una diversidad de procesos históricos. Procesos
históricos que tienen que ver tanto con los contenidos del proceso productivo sobre los cuales
se establece diferencialmente la propiedad, como con las posibilidades que condiciona el
desarrollo de las fuerzas productivas y las formas que adquieren las contradicciones de
intereses de clases, tanto entre explotadores y explotados, como entre los miembros que
integran una misma clase social.
El análisis histórico de la transformación de las formas colectivas de propiedad a las
formas de propiedad privada, debe entenderse como la transición entre formas de propiedad
general y singular. Es decir, entendemos que debe analizarse categorialmente tal proceso de
cambio de la propiedad general o colectiva a la propiedad singular o privada, a través de la
categoría transitiva de las formas particulares de propiedad. En este sentido, por ejemplo, las
primeras sociedades clasistas -al menos en sus comienzos- enfrentan a clases que detentan
diferencialmente la propiedad sobre determinados contenidos o elementos del proceso
productivo. Serían las clases sociales, en tanto tales, las propietarias de diferentes elementos
del proceso de producción. Por una parte, las comunidades seguirían detentando una forma
particular de propiedad sobre determinados contenidos, pero no como propietarios privados
sino en la medida en que son miembros de una comunidad. Del mismo modo, por el otro lado,
la clase dominante detentaría como clase la propiedad sobre otros contenidos determinados, lo
cual no sería en sentido estricto una forma de propiedad privada. Tal propiedad compartida
por un grupo social -que puede ser una clase social, una fracción, sector o parcialidad de la
clase- tiene, dentro del grupo, un carácter general; pero no se trata de la propiedad de toda la
sociedad sobre determinados contenidos de la misma.
De allí que distinguiremos tres formas básicas de propiedad:
1) Propiedad colectiva, compartida por todos los miembros de la sociedad.
2) Propiedad particular, en que un grupo social y los miembros del grupo en tanto
tales, comparten la propiedad sobre determinados contenidos y,
3) Propiedad privada, detentada individualmente por algunos miembros de la sociedad.
De este modo, entendemos que una clase social puede estar integrada por miembros
que son co-propietarios de determinados elementos del proceso productivo o por una
agrupación de propietarios privados que tienen en común los intereses derivados de la
propiedad sobre la misma clase de elementos del proceso de producción. Lo que distingue a
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 275

una clase social de otra, en cualquier caso, es el contenido determinado de los elementos del
proceso productivo sobre los cuales se establece diferencialmente la propiedad, particular o
privada. Así es como se conforma, junto con la oposición de intereses, la relación necesaria de
unidad entre las clases sociales que integran el sistema de relaciones sociales de producción,
como condición para poner en relación todos los elementos que permiten la producción. La
relación entre las clase sociales es, por eso, una relación contradictoria de necesaria unidad y
lucha.

III. Clase fundamentales en la sociedad clasista inicial.


1. Proposición.
Aunque descartamos el término de "modo de producción asiático" por su ambigüedad e
imprecisa multiplicidad de significados, no nos parece un problema principal el acuñar nuevos
términos. Lo que nos interesa es intentar esclarecer la calidad distintiva, si es que la hay, del
modo de producción de las primeras formas de sociedad clasista.
Para ello partimos de las siguientes premisas:
1. Si se trata de una sociedad clasista, la calidad distintiva del modo de producción
deberá estar dada por la calidad de las clases fundamentales en torno a las cuales se organiza
y desarrolla el sistema de relaciones sociales de producción.
2. Si no se trata de un modo de producción idéntico, en lo esencial, al esclavismo
clásico ni al feudalismo, las clases fundamentales deben distinguirse de las de aquellos en
cuanto al contenido de los elementos del proceso productivo sobre los cuales establecen la
propiedad objetiva.
Tratándose de determinar la calidad distintiva de las clases de una sociedad,
manejaremos los criterios que nos parecen más adecuados para ello y son los que, en orden
de esencialidad de su determinación, ha propuesto Lenin en Una gran iniciativa , de manera
sintética y bastante precisa. Tal vez sea éste uno de los casos excepcionales en que uno de los
"clásicos" del marxismo resume la explicación teórica de uno de los conceptos básicos del
materialismo histórico en una definición. Escribe Lenin:
Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que
ocupan en el sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones
en que se encuentran con respecto a los medios de producción (relaciones que en gran
parte quedan establecidad y formuladas en las leyes), por el papel que desempeñan en la
organización social del trabajo y, consiguientemente, por el modo y la proporción en que
reciben la parte de la riqueza social de que disponen. 230
Tenemos así, cuatro criterios básicos, que manejaremos observando lo siguiente:
1. La posición de la clase en un sistema social de producción históricamente
determinado nos permitirá distinguir clases fundamentales o secundarias, explotadoras o
explotadas y dominantes o subordinadas. Tal posición, aún bajo las mismas condiciones de

230
V.I.Lenin: Ob. Comp., vol. 29: 413.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 276

relación con la propiedad, puede variar en los distintos modos de producción, según el grado
de desarrollo de las fuerzas productivas a que se corresponde la calidad esencial de las
relaciones de producción. Así, por ejemplo, en Roma clásica existió el proletariado como
propietario de su fuerza de trabajo y carente de medios de producción; no obstante, no
constituía, como sucede en el capitalismo, una clase fundamental, aunque era igualmente
explotada.
2. Al tratar de las relaciones de las clases, mediadas por las relaciones de propiedad
objetiva, nos referimos explícitamente a los tres elementos básicos del proceso productivo y
no sólo a los medios de producción. En el capitalismo, lo que define positivamente al
proletariado no es sólo la carencia de propiedad sobre los medios de producción, cosa que
ocurría igualmente con el esclavo grecorromano, sino el hecho de que aquél sí es propietario
de su fuerza de trabajo y el esclavo no.
3. El criterio de la posición en la división social del trabajo no siempre coincide con la
pertenencia a una clase, pero, aún así, permite distinguir fracciones de clase (v.g. burguesía
agraria, burguesía industrial, etc.).
4. Se advertirá claramente que el criterio de la distribución, considerado tanto en su
aspecto cualitativo como cuantitativo, es el último criterio en cuanto al nivel de determinación
y es una consecuencia ("consiguientemente") de los anteriores.
De estos criterios hay tres en torno a los cuales existe cierto consenso, cuando se trata
de las primeras sociedades clasistas: hay una clase dominante fundamental y al menos una
explotada; la clase dominante asume posiciones de trabajo intelectual mientras los campesinos
explotados realizan principalmente trabajo manual y, por último, la clase explotadora
dominante se apropia del excedente bajo la forma de tributo en especie y en trabajo. El punto
que suscita las polémicas y en torno al cual existe, muy lejos de un acuerdo, la más amplia
diversidad de opiniones, es el de las relaciones de propiedad sobre los elementos del proceso
productivo. Nuestra proposición, por lo mismo, pone énfasis en este punto. Veremos, no
obstante, cada uno de estos criterios y en el orden señalado por Lenin.
1. Posición en el sistema de producción social históricamente determinado. En
primer lugar, debemos delimitar el campo de la hipótesis, en particular, al modo de
producción que correspondería a las primeras formaciones socioeconómicas clasistas, que
suceden a las comunidades primitivas y anteceden al esclavismo clásico -cuando este se da- y
al feudalismo.
Dentro de este modo producción nos referimos a dos clases sociales que tienen en
común el ser las clases fundamentales en torno a cuya relación se estructura y desarrolla todo
el sitema de relaciones sociales de producción. Como en todo modo de producción clasista,
hay al menos dos clases fundamentales en torno a las cuales se establece la contradicción
principal:
a. La clase dominante en la estructura económica y política que es, desde luego, una
clase explotadora. Advertimos que el carácter de explotadora o explotada de una clase social,
no se define en relación a la dicotomía entre clases "ociosas" y "productoras". Es decir,
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 277

cuando se trata de una clase explotadora, ello no quiere decir que sea necesariamente una
clase ociosa y menos en el caso que analizamos. Su carácter de clase explotadora lo determina
el hecho de que se apropia de un volumen de trabajo, sea en servicios u objetivado en
productos, mayor que el que aporta a la producción. Esto aún cuando los miembros de la clase
dominante, que son minoría, pudieran trabajar como tiempo de promedio diario, más que
cada uno de la mayoría de los productores explotados.
b. Por otro lado, tendremos a la clase fundamental de los productores explotados
económicamente y políticamente subordinados.
2. Contenidos y formas de la propiedad:
a. En cuanto a los contenidos de la propiedad, proponemos que la clase explotadora es
propietaria objetiva de la fuerza de trabajo de la clase explotada fundamental y de una parte
de los instrumentos de producción: el conocimiento especializado.
La clase explotada, en cambio, constituída por los miembros de las comunidades
agroartesanales, es propietaria objetiva de los medios de producción básicos, es decir, de la
tierra como objeto principal de trabajo (o ganados, según el caso) y de los instrumentos de
trabajo manual.
b. En cuanto a las formas de la propiedad, pensamos que, al menos en el comienzo del
proceso clasista, la propiedad de la clase dominante tiene un carácter particular. Es decir, sus
miembros, en tanto integrantes de esa clase social, tienen capacidad real de disponer de la
fuerza de trabajo de los productores directos. El desarrollo histórico de la clase, sin embargo,
llevará a la diferenciación y lucha de intereses particulares en el seno de la clase, con lo cual
se iniciará un proceso paulatino de privatización. Sin embargo, aún cuando en la sociedad
clasista inicial se lleguen a configurar formas de propiedad privada en torno a determinados
bienes y áreas de la producción, pensamos que no llega a consolidarse la propiedad privada
individual, como ocurrió con el esclavismo clásico.
Por lo que respecta a la clase explotada fundamental, está constituída, como hemos
dicho, por los miembros de las comunidades agroartesanales que conforman las unidades
básicas de producción, como lo es el feudo en la Edad Media o la fábrica y la empresa en el
capitalismo. Las comunidades están integradas por miembros cuya pertenencia a la misma
puede estar condicionada por las relaciones gentilicias o de vecindad, pero que les garantizan
la participación de la propiedad comunal de los medios de producción. Cuando se trata de
comunidades que mantienen el sistema de relaciones gentilicias de las viejas sociedades
tribales de la barbarie 231, se mantiene internamente la tradicional propiedad colectiva sobre
los medios de producción; pero al ser integrados a una totalidad social mayor, tal propiedad

231
Distinguimos, por el contenido de la propiedad, dos modos de producción en la época del comunidmo primitivo: a) El
modo de producción cazador recolector (aproximadamente equivalente al salvajismo de Morgan o Engels), que se
caracteriza por el estableimiento de la propiedad colectiva sobre la fuerza de trabajo y los instrumentos de producción. La
apropiación de la naturaleza es resultado de la realización de proceso productivo. b) La comunidad tribal en cambio,
establece la propiedad colectiva sonbre todos los elementos del proceso productivo, incluyendo los medios naturales de
producción, como objetos de trabajo cuya propiedad se constituye en condición para la realización de la producción. El
establecimiento de la propiedad real sobre los medios naturales de producción lleva a la necesidad del desarrollo de la
estructura tribal en sentido estricto (Ver Bate, 1983).
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 278

colectiva pierde su calidad general, para transformarse en una forma de propiedad particular
en dos sentidos. En primer lugar, los medios de producción, como contenido de la propiedad
de la clase explotada, conforman la particularidad diferencial de ésta respecto a la clase
dominante. Por otro lado, en el seno mismo de la clase explotada, puede haber distintas
comunidades gentilicias o de vecindad, de diferente origen étnico y con territorios
históricamente diferenciados; en este sentido, la propiedad comunal de los medios de
producción será compartida de manera exclusiva por los integrantes de cada comunidad.
De cualquier modo, el cambio fundamental que ha sufrido la vieja propiedad tribal del
comunismo primitivo al integrarse la sociedad comunal a una sociedad clasista y como parte
de ella, no es tanto la transformación de la propiedad colectiva en propiedad particular de una
clase y de la comunidad, como la pérdida de la propiedad real sobre la fuerza de trabajo de
los miembros de la comunidad, que sólo retienen -y no puede ser de otra manera- su posesión.
3. División social del trabajo. Con el surgimiento de la sociedad clasista se desarrolla
la llamada "segunda división social del trabajo"232 y se establece entre trabajadores manuales
e intelectuales.
a. La clase dominante, en esta sociedad, asume las distintas funciones del trabajo
intelectual, que por lo general realiza y ejerce directamente, estableciendo en todo caso -por
medios políticos- el control monopólico del conocimiento especializado.
En este sentido, no sólo son trabajadores intelectuales aquellos que se dedican
sistemáticamente como especialistas a la investigación de los distintos fenómenos de la
realidad (astronomía, ingeniería, hidráulica, matemáticas, geometría, medicina, etc.) y que
entre los arqueólogos e historiadores se suelen englobar en la categoría de "sacerdotes", junto
con los que ejercen directamente el control ideológico y la ritualidad religiosa; también lo son
los especialistas en la administración pública, la organización militar, la diplomacia y el
intercambio y el ejercicio directo del poder político que, en algunos casos, pueden presentarse
como actividades diferenciadas de las que realiza la estructura institucional religiosa.
Hay que decir que la especialización del conocimiento aparece tan tempranamente
como en las comunidades primitivas de cazadores recolectores, con los shamanes y
curanderos. Sin embargo, aún cuando ello pudiera otorgarles una posición de prestigio entre
los integrantes de las comunidades primitivas, el shaman no se liberaba de la participación
directa en la producción material ni tenía una posición de privilegio económico como la que
adquieren los especialistas que realizan trabajo intelectual en las primeras sociedades
clasistas, integrándose a las clases dominantes.
b. La clase explotada fundamental, integrada por los campesinos miembros de las
comunidades, realiza básicamente el trabajo manual o producción directa de bienes
materiales, es decir, de bienes alimenticios y artesanales, con diversos grados posibles de
división del trabajo en el interior de las comunidades. Además, constituyen el contingente
principal de la fuerza de trabajo de la cual dispone la clase dominante para la construcción de

232
Históricamente, la primera gran división social del trabajo ocurre en el curso de la comunidad primitiva tribal, entre
productores directos de alimentos y artesanos especializados.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 279

obras públicas, la guerra, la colonización y otras actividades que rebasan el marco de la


producción comunal.
4. Distribución de la producción.
a. Desde el punto de vista cuantitativo, es decir, de la proporción de la riqueza social
que recibe la clase dominante, es claro que ésta se apropia del excedente de producción. Sin
embargo, hay diversas maneras de conceptuar lo que es el excedente, por lo que su
connotación debe ser explicitada. Entendemos que el excedente es una parte del trabajo
generado por los productores, sea directamente trabajo vivo, o sea trabajo pasado objetivado
en productos, y su monto lo constituye la diferencia entre la cantidad total de trabajo realizado
y la proporción del mismo que los productores consumen en su subsistencia. Pero no hay una
cantidad absoluta de productos bajo la cual el productor no subsiste y sobre la cual la
producción debiera considerarse excedentaria; ello porque el nivel de consumo subsistencial
es histórico y tiene que ver tanto con el grado de dasarrollo de las fuezas productivas como
con las situaciones políticas concretas del enfrentamiento de los intereses de clases. Por lo
tanto, consideramos al excedente como la cantidad de trabajo que los productores realizan u
objetivan en productos por encima de sus necesidades y posibilidades históricas de consumo
subsistencial y que transfieren perdiendo la capacidad social de disponer sobre su uso o
consumo.
La clase explotadora es tal en tanto se apropia, para sus necesidades de consumo y
acumulación, de un volumen de trabajo vivo y pasado mayor que el que aporta a la
producción material, enajenándolo a las clases explotadas. Hay que advertir, empero, que si
bien la clase dominante dispone de todo el excedente, no se apropia necesariamente más que
de una parte del mismo, ya que otra parte puede invertirla en obras públicas que beneficien
transitoriamente a las clases explotadas, en tanto permiten elevar la productividad del trabajo.
Aunque, a la larga, la mayor productividad se traducirá en un mayor volumen de excedentes
enajenables.
Desde el punto de vista cualitativo, como se ha mencionado reiteradamente, la
apropiación del excedente por la clase dominante adquiere la forma de tributo, sea en especies
(trabajo pasado) o en trabajo vivo. Lo que nos interesa destacar en este punto es que, en tanto
la clase explotadora no es la propietaria objetiva de los medios de producción ni, entre ellos,
del objeto de trabajo principal que es la tierra, el tributo no puede considerarse como renta de
la tierra, ni adornándola con el calificativo de renta "primitiva".
b. En cuanto a la clase explotada fundamental, la proporción de la riqueza social de
que se apropia en la distribución, es la cantidad de productos que le permiten su subsistencia,
con un nivel de consumo que, como vimos, puede variar históricamente, dependiendo de su
capacidad de negociación política con la clase dominante.
Las formas a través de las cuales la clase de campesinos explotados participa de la
distribución para asegurar su subsistencia, pueden ser diversas. Desde el autoabastecimiento
directo de las unidades domésticas en el interior de las comunidades, a la redistribución en
que todo el volumen de la producción se centraliza -con distintos modos de control- por la
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 280

clase dominante que les devuelve la parte necesaria para la subsistencia, una vez asegurada la
parte destinada a la tributación.

2. Diferencias respecto al esclavismo y al feudalismo.


De lo dicho se desprende que la calidad distintiva del modo de producción de las primeras
sociedades clasistas consiste en el hecho de que si la clase dominante es propietaria objetiva
de la fuerza de trabajo, es decir, en tanto tiene capacidad de ejercer por medios
extraeconómicos (ideológicos, políticos y militares, como en toda sociedad precapitalista) la
coerción sobre los productores que le permite disponer realmente de ella, no necesita para
nada de la propiedad de los medios de producción. Por lo cual carece de sentido suponer que
la extorsión del excedente constituya una forma de renta de la tierra. Pero la condición para
que ello sea así, es justamente el hecho de que los poseedores de la fuerza de trabajo
mantengan una relación directa, en este caso como propietarios, con los medios de
producción. Es decir, mientras se mantenga la llamada "relación natural" (de hecho siempre es
social) o directa del productor con los medios de producción, la producción se realiza y la
clase dominante puede disponer de la fuerza de trabajo para generar los excedentes de los
cuales se apropia. E históricamente tal condición se cumple en la medida en que los
productores, como miembros de una comunidad, tienen derecho a la propiedad comunal
sobre los medios de producción, a través de diversas formas de posesión o tenencia.
1. Así se establece la principal diferencia respecto al esclavismo clásico o
grecorromano, cuya calidad esencial está dada por la relación amos-esclavos como clases
fundamentales. En estas sociedades, el productor directo es reducido a la condición de esclavo
por dos vías: el endeudamiento, que afecta principalmente a los miembros de las mismas
comunidades -que por ello se disuelven- de las cuales proceden los amos esclavistas y como
prisioneros de guerra o cautivos, que proceden principalmente de las comunidades de
productores de sociedades saqueadas o conquistadas por el estado en expansión imperial.
Cualquiera de estas formas implica la pérdida, por el productor, de su propiedad sobre los
medios de producción: en el primer caso, la entrega de la propiedad de la fuerza de trabajo
completa el pago de la deuda que no alcanzó a cubrir con la cesión de los medios de
producción al esclavista, que de esa manera, a la vez, se convierte en terrateniente privado; en
el segundo caso, al ser sacado el productor de su comunidad de origen, como prisionero o
cautivo, pierde el acceso a los medios de producción, a los que tiene derecho mientras
pertenece realmente a ella. Es por ello que el amo esclavista propietario de la fuerza de trabajo
necesita ser, además, propietario de los medios de producción, ya que el productor poseedor
de la fuerza de trabajo no dispone ya de ellos.
Vale decir, no basta ya a la clase dominante con detentar la propiedad objetiva de la
fuerza de trabajo, debido a que, al disolverse las relaciones comunales o al ser sacado el
productor de su comunidad perdiendo la pertenencia a ella pierde, por el mismo hecho, sus
derechos a la propiedad comunal sobre los medios de producción. Y para materializar la
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 281

realización de la producción, el esclavista debe disponer también de los medios de


producción.
Cabe hacer acá una breve disgresión sobre la estructura de clases del esclavismo
clásico. Como bien ha observado Dierchxens 233, el carácter fundamental de la relación amo-
esclavo no implica que se trate de las clases mayoritarias. En cualquier modo de producción,
las clases fundamentales son aquellas en torno a las cuales se organiza la contradicción
principal, lo que quiere decir que una de ellas es la clase dominante y hegemoniza, además del
poder político que se lo permite, el control de la reproducción económica de la totalidad
social, determinando las formas de integración y desarrollo de las clases secundarias que
conforman el sistema de relaciones sociales de producción. En el esclavismo clásico son de
hecho los propietarios esclavistas los que asumen tal papel, subordinando a sus intereses el
desarrollo de la totalidad socioeconómica. Como observa el autor mencionado, la
esclavización por deudas de los miembros de las propias comunidades de los esclavistas y el
desarrollo de los latifundios a costa de los mismos, tiene un límite que obedece a razones
tanto económicas como políticas. La ventaja de la explotación esclavista en términos de la
productividad del trabajo reside en su elevado nivel de explotación y en el hecho (señalado
también por Meillassoux) de que el propietario de esclavos no costea su reproducción. Es
decir, que la reproducción de la fuerza de trabajo no se realiza en el seno de la clase de los
esclavos y los propietarios sólo la reponen mientras dura su explotación. En la medida en que
la clase esclavista se ocupa directamente del control de la producción, como relación amo-
esclavo, y del ejercicio del poder político, requiere de una clase social que se ocupe de la
provisión de esclavos para restituir y mantener tal relación social de producción, a través de
las guerras de conquistas y saqueo. Y esta clase se conforma con los ciudadanos que no
pasaron de ser pequeños propietarios empobrecidos. Esta "tercera clase" -en la terminología
de Dierchxens- subsiste de la actividad guerrera que le permite vender esclavos a la clase
dominante.
Siendo cierto que la existencia de esta "tercera clase", subordinada a la de los grandes
propietarios de esclavos y terratenientes, tiene un carácter necesario para el desarrollo del
modo de producción esclavista, quiere decir que también es necesaria la existencia de una
cuarta clase 234. Y es que, en esas condiciones, no habría prisioneros de guerra si no existiera
una clase social que se encargara de su reproducción, desde que nacen hasta que están en
condiciones plenas de producir y ser, por lo tanto, rentables para es esclavista. Y esta cuarta
clase, esta vez secundaria, pero siempre necesaria, sigue estando constituída por los
campesinos miembros de las comunidades agroartesanales que, junto con producir para su
subsistencia y autorreproducción, se ven extorsionadas todavía a través del tributo y, además,
por la violenta enajenación de la fuerza de trabajo que es separada de la propiedad de los
medios de producción para alimentar el mercado de esclavos. De esta manera, la "tercera

233
Dierchxens, op. cit., capítulo VI.
234
El carácter necesario de la existencia de una clase social, dentro de determinado modo de producción, no implica que se
trate obligatoriamente de una clase fundamental. En el capitalismo, por ejemplo, la existencia de la pequeña burguesía
intelectual o comercial son necesarias al sistema, sin que se trate de clases fundamentales. El caracter fundamental de una
clase social, en cambio, si implica que su existencia es necesaria al sistema
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 282

clase" obtiene sus medios de vida y financia en parte las expediciones de captura de esclavos
a través de su venta en el mercado. El esclavista sólo paga este costo por la adquisición de
esclavos, que es mucho menos que costear su reproducción y alimentación hasta que se
encuentre en condiciones plenas de producir. En gran medida abarata también ese costo en
tanto las expediciones de guerra y conquista son financiadas por el estado, a través de la
recaudación de impuestos y tributos. La necesidad de permitir la reproducción de la fuerza de
trabajo en sus comunidades de origen, pone así un límite tanto a la esclavización por deudas
como a la progresiva expropiación de medios de producción y, en particular, a la ampliación
de la propiedad territorial de la clase dominante. Lo cual constituirá una de las
contradicciones que no podrá superar el modo de producción esclavista por la vía de ampliar
las relaciones fundamentales, dando paso a la crisis del sistema y al surgimiento del
feudalismo.
De manera que puede decirse que, si la mantención de las comunidades de productores
campesinos como propietarios particulares de los medios de producción es una condición para
el desarrollo de la sociedad clasista inicial, para el desarrollo del sistema esclavista clásico es,
a su vez, necesaria la mantención de las relaciones de producción características de la
sociedad clasista inicial. Lo cual no significa que aquellas "coexistan" como modo de
producción comunista primitivo ni éstos como modo de producción clasista inicial, con las
nuevas relaciones fundamentales de producción en cada caso, ya que su misma calidad
cambia al integrarse al sistema de la nueva totalidad. Las primeras ya no serán sociedades
comunistas primitivas y las segundas dejan de ser clases fundamentales.
Sin embargo, en la constatación de la persistencia cuantitativamente mayoritaria de la
producción y reproducción comunal en los dominios de los grandes imperios grecorromanos,
se basan algunos autores que postulan que el esclavismo clásico nunca habría llegado a ser un
"modo de producción dominante", lo cual es también un error que probablemente se origina
en la concepción misma de la categoría de modo de producción.
2. La diferencia esencial del modo de producción de las primeras sociedades clasistas
con respecto al feudalismo, consiste en que en aquellas la clase dominante no necesita ser
propietaria de los medios de producción y, en consecuencia, la renta de la tierra no es la forma
fundamental de la enajenación de los excedentes como tributos. En el feudalismo, en cambio,
existe la propiedad territorial objetiva en manos de la clase dominante y la renta de la tierra -
sea como renta/impuestos tributados al estado o como renta pagada al propietario privado de
la tierra quien, a su vez, tributa impuestos al estado- constituye consecuentemente la forma
principal de apropiación de excedentes por la clase dominante en el proceso de distribución.
Tendríamos así, como hemos comentado, dos formas o modalidades del feudalismo,
diferenciables por el desarrollo de las formas de propiedad de las clases dominantes, y cuyo
contenido esencial es, en todo caso, el mismo.
Una de las razones por las cuales en las sociedades clasistas iniciales es difícil el
establecimiento de la propiedad sobre la tierra, por parte de la clase dominante, es aquella que
ha señalado Nikiforov y que citamos algunas páginas atrás: existe todavía tierra disponible
para la mantención de una producción subsistencial de las comunidades, de modo que no sería
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 283

fácil obligarlas a pagar renta por ella. Además, hay otra razón que hace difícil la coerción
ideológica-política sobre esa base, sin desencadenar reacciones de rebelión de parte de los
productores directos. Y es que toda la historia de la conformación de la comunidad tribal se ha
desarrollado y estructurado en torno al establecimiento y defensa de la propiedad comunal
sobre los medios naturales básicos de producción, consolidando una fuerte conciencia social
del derecho de acceso a los medios de producción.
Cuando surge el feudalismo, en cambio, se ha dado ya un largo desarrollo histórico
tanto de las fuerzas productivas, aumentándose notablemente el volumen y densidad de la
población y la tecnología que hace posible la explotación de la tierra bajo el control de la
clase dominante, como del volumen de excedentes que ha permitido fortalecer
considerablemente el aparato represivo militar. Con ello, se ha saturado la ocupación del
territorio, limitando completamente la disponibilidad de tierras cultivables para mantener a la
población con el nivel de la tecnología existente. Con lo cual los productores directos no
tienen otra alternativa, para sobrevivir, que la de aceptar las condiciones que imponga la clase
dominante para tener acceso a la tierra, sobre la cual la amplitud y eficacia del aparato
represivo le permite establecer objetivamente la propiedad.
En la sociedad clasista inicial, por el bajo nivel relativo de desarrollo de las fuerzas
productivas, el factor más importante en la producción, es la fuerza de trabajo. Y de nada
serviría a la clase dominante tener grandes propiedades territoriales si no pudiera disponer de
la fuerza de trabajo. La capacidad de disponer realmente de ésta hace, en cambio, innecesaria
a la clase dominante la propiedad sobre los medios básicos de producción, la cual sería aún
muy difícil de imponer a las comunidades agroartesanales con una arraigada y reciente
tradición de defensa de los mismos. Así, el surgimiento de un poder central que es capaz de
reprimir las luchas entre comunidades, precisamente por la defensa de su propiedad comunal
sobre los medios de producción -que además garantiza- aparece políticamente respondiendo a
un interés común de los productores que, en parte, contribuye a la aceptación de la existencia
del poder estatal y de la clase que lo ejerce.

3. Particularidades del modo de producción.


En los párrafos precedentes hemos formalizado como hipótesis una abstracción acerca de la
calidad de las clases fundamentales del modo de producción de las sociedades clasistas
iniciales, indicando su diferencia específica respecto a las calidades de las clases
fundamentales del esclavismo y del feudalismo. Tales relaciones sociales, por lo tanto,
tendrían un carácter esencial y general para las diferentes sociedades clasistas iniciales regidas
por ese modo de producción. Sin embargo, la existencia concreta de un modo de producción
se da siempre como un sistema de relaciones sociales de producción que se integran y
subordinan a las relaciones fundamentales más generales. Esto significa que, en las diversas
sociedades reales, pudieron darse particularidades del modo de producción manifiestas en la
existencia de diversos tipos de relaciones secundarias de producción conformando una
compleja estructura de clases. Las cuales deberán estudiarse analizando las distintas formas y
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 284

contenidos de la propiedad, posiciones en la división social del trabajo y formas y


proporciones de apropiación de la riqueza social.
Nos interesa ver brevemente, a manera de ejemplos, sólo algunos tipos de relaciones
de producción secundarias que pudieran integrar, de distintas maneras en diversas sociedades
concretas, este modo de producción.
a. Propiedad de tierras de cultivo asignadas jurídicamente al estado o a sus
representantes, en las cuales el tributo de fuerza de trabajo permitía una producción destinada
a subvenir necesidades de las clases dominantes, consideradas como sustentación de las
actividades de culto, de guerra, administrativas u otras. Hay que señalar que, aún cuando no
sólo jurídicamente sino también de hecho la clase dominante tuviera capacidad de disponer de
esas tierras y de gozar de sus productos, tal relación particular de producción se sustenta en
las relaciones fundamentales. Es decir, no se trata de una renta de la tierra, sino de la
obligación de los campesinos de transferir su fuerza de trabajo y de la capacidad de las clases
dominantes de disponer de su uso.
Si los miembros de las comunidades producen para su subsistencia y se reproducen a
través del trabajo realizado con los medios de producción de los cuales son propietarios
comunales, no tienen para ello ninguna necesidad de rentar tierras. Por eso es que lo que
puede sacarlos de sus tierras a trabajar con medios de producción ajenos, es la coerción que
permite a la clase dominante disponer de su fuerza de trabajo. Esta será explotada en las
tierras de las clases dominantes, las que deberán asegurar su reconstitución mientras duren en
esos trabajos. Sin embargo, la subvención de la alimentación y necesidades básicas de los
trabajadores en esas situaciones, también procede de la tributación de los campesinos, sea
como tributo en especies originados en las mismas comunidades o como prestaciones de
trabajo agropecuario cuyo producto se almacena en bodegas estatales destinadas a estos fines.
Es decir, se trata de modalidades de la propiedad de la tierra que no generan renta y
que se apoyan en las relaciones de producción fundamentales. Lo mismo ocurre con
frecuencia en relación con la explotación de determinados objetos de trabajo que eran
convertidos en bienes de consumo suntuario de la clase dominante y sobre la cual ella
establecía su propiedad exclusiva bajo control monopólico, como sucedía con la explotación
de metales preciosos en el inkario, donde esa exclusividad se extendía también a otros objetos
de trabajo, como las manadas de animales no domesticados y sometidos a cacerías periódicas.
b. También es posible que se dieran algunas formas de servidumbre en tierras de
propiedad particular de la clase dominante, fueran o no de posesión privada de sus miembros.
Situaciones como éstas pudieron darse en las tierras adyacentes a las ciudades-estado o dentro
de ellas, donde los productores carentes de tierras, posiblemente cautivos, recibieran tierras en
renta con la expectativa de alcanzar un nivel de subsistencia más o menos holgado, a
condición de cubrir la renta. Así, en condiciones de explotación poco drásticas, las familias de
la clase dominante residentes en las ciudades-estado, donde además el aparato represivo podía
tener máxima eficacia, aseguraban la subvención de su consumo cotidiano sin mayores
riesgos de rebelión de los productores explotados con quienes debían convivir.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 285

c. En estas sociedades pudo haber diversas formas particulares de esclavitud,


considerando las situaciones en que los productores no sólo carecían de la propiedad de su
fuerza de trabajo, sino también de medios de producción. La particularidad de estas formas de
esclavitud, como condición que el productor compartiría con la de un esclavo "clásico",
residiría en que no sería necesariamente objeto de propiedad privada, sino propiedad
particular de la clase dominante como tal. Dentro de este tipo de relaciones de propiedad
habría distintas modalidades que tendrían que ver con las formas de reclutamiento de los
esclavos como con las posiciones en la división social del trabajo y sus niveles de consumo
derivados de la distribución.
En un caso debieron estar los prisioneros de guerra o miembros de las comunidades en
rebeldía sacados de ellas como castigo y que pudieron constituir un contingente de fuerza de
trabajo de variable importancia cuantitativa, obligada a trabajar de manera permanente en las
obras públicas o a prestar servicio militar. Tal parece haber sido la suerte de los yana en el
imperio inkaico o de los esclavos obligados a participar en las obras de irrigación y el
transporte de fertilizantes en la sociedad mochica y de los cuales tenemos excelentes
testimonios plásticos en la cerámica.
Un caso diferente ha sido el de los artesanos especializados: ceramistas, tejedores,
herreros y otros, sacados de sus comunidades donde destacaban por la habilidad en su oficio,
con lo cual pierden el derecho a la propiedad de medios de producción, los que le ser´n
proporcionados por la clase dominante. En otros casos, quienes dispusieron de esos artesanos,
encargándose de su manutención y de la provisión de los medios de producción, pudieron ser
directamente los mercaderes, ya sea como miembros de la clase dominante o como clase
explotadora subordinada y protegida por aquella, bajo la obligación de rendirle tributos o
prestaciones. Parece ser que este tipo de relaciones fue más o menos común en la fase más
desarrollada del imperio Wari.
En estos casos, la situación de los artesanos esclavos pudo ser mucho más confortable,
en lo que respecta a condiciones de vida y niveles de consumo, que la de los artesanos o
campesinos que permanecían en las comunidades.
Relaciones similares con prerrogativas socioeconómicas variables, según los niveles de
confianza o responsabilidad requeridos para la realización de sus actividades pudieron regir,
al menos en parte, para quienes efectuaban los diferentes servicios de mantenimiento de los
centros urbanos, los templos o las residencias de los dignatarios estatales o familias de la clase
dominante.
En cualesquiera de los casos mencionados en este punto, se observa que la mantención
de la fuerza de trabajo, desprovista también de los medios de producción como para
procurarse el sustento, debió solventarse por medio de provisiones obtenidas a través del
tributo de excedentes generados por las comunidades campesinas. Y esto aún en el caso de
que los mercaderes que poseyeran artesanos esclavos hubieran obtenido los medios de vida
para mantenerlos a través de la realización de intercambios "asimétricos" o desiguales. Lo que
significa que también este tipo de relaciones de producción dentro del sistema históricamente
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 286

determinado de la sociedad clasista inicial, presupone la existencia de la relación entre las


clases fundamentales tal como lo hemos propuesto.
Estos son sólo unos pocos ejemplos de una amplia gama de relaciones secundarias de
producción que pudieron haber integrado el modo de producción de las primeras sociedades
clasistas, sin excluir modalidades "clásicas" de esclavismo o de servidumbre feudal (bajo
propiedad objetivamente privada), o la sujeción personal de quienes, a su vez, disponían de
fuerza de trabajo ajena y muchas otras.
Nos ha interesado explicitar estos ejemplos por una razón: muchas veces nos
encontramos con documentos escritos o inferencias arqueológicas que nos informan acerca de
que el Señor X de determinada dinastía en algún imperio, tenía a su servicio a tantos esclavos
o que tantos otros siervos cultivaban las tierras de su propiedad. Lo cual, aún sin ser exigentes
en cuanto a las reservas a que nos obligan los muy frecuentes sesgos de transcripción o
interpretación de documentos, podría corresponder a la realidad, sin que eso, de ninguna
manera, nos permita inferir que se trataba necesariamente de un modo de producción
esclavista o feudal, ya que pudieron ser relaciones de producción secundarias y estas no
cualifican al modo de producción. Sería como afirmar la existencia del modo de producción
capitalista en la Roma clásica, a partir de la constatación de la existencia de proletarios.

IV. Algunas implicaciones de la proposición.


La proposición de un concepto como el que hemos intentado formalizar para explicar el modo
de producción de las sociedades clasistas iniciales, implica con carácter necesario algunas
condiciones y consecuencias de su existencia real, que también habrá que llegar a formalizar.
Al mismo tiempo, como concepción alternativa a otras proposiciones, implica que diversas
características que en aquellas se consideran como condiciones y consecuencias necesarias,
no lo serían para nosotros. Queremos apuntar algunas de estas implicaciones teóricas,
poniendo tal vez más énfasis en aquellas que se han considerado como regularidades comunes
a las primeras sociedades clasistas y que, desde nuestro punto de vista, no tendrían carácter
necesario o general. Esto nos parece particularmente importante, porque, sobre todo bajo las
diversas concepciones del "modo de producción asiático", se han generalizado modelos sobre
la base de unas cuantas sociedades ya clásicas en la literatura de Oriente y Egipto, que limitan
las posibilidades de explicar otras sociedades clasistas iniciales que no cumplirían con algunas
exigencias de esos modelos y de las cuales pensamos que nuestra proposición podría dar
cuenta. En otras palabras, nuestro interés es el de ampliar las posibilidades de análisis de
sociedades concretas cuyo modo de producción correspondería al estadio de las primeras
sociedades clasistas, pero que no poseyeron las mismas características particulares de las
sociedades a partir de las cuales se han formulado los modelos del "modo de producción
asiático".
Algunas de las implicaciones de la concepción propuesta serían:
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 287

1. Sobre las comunidades.


El hecho de que la base de las relaciones fundamentales de producción suponga la propiedad
de los productores sobre los medios de producción, donde se establezca una relación directa o
"natural" del productor directo poseedor de la fuerza de trabajo con los medios de producción,
nos explica la persistencia de las comunidades, que se ha descrito como un rasgo común a
todas estas sociedades.
Históricamente, es lógico que en gran medida se trate de viejas comunidades en las
cuales la adscripción de sus miembros está dada por la pertenencia gentilicia a la organización
tribal. Sin embargo, la existencia de unidades de producción comunales integradas por co-
propietarios de los medios de producción no implica necesariamente que se trate de
comunidades gentilicias. Puede tratarse perfectamente de comunidades de vecindad, en las
cuales la pertenencia a la comunidad está dada por la ubicación de la residencia y la
aceptación de las obligaciones y normas comunales, lo que da derecho a la participación en la
propiedad de medios de producción. Estas comunidades de vecindad pueden organizarse de
diversas maneras: por confluencia voluntaria hacia centros de intercambio, por relocalización
de población determinada por el estado, etcétera.
De tal modo, hablar de la persistencia de las organizaciones comunales no significará
siempre la sobrevivencia o recreación de las viejas sociedades comunales primitivas, unidas
generalmente por lazos gentilicios reales o míticos en una organización tribal. La existencia
de comunidades de vecindad multiétnicas obedece principalmente a la reproducción de las
relaciones de producción de la sociedad clasista y en ello su posición en la estructura social
coincide con la de las comunidades gentilicias. Estas serían las modalidades más comunes en
cuanto a las formas de adscripción a la unidad comunal. Pero hay que pensar en diversas
variantes o combinanciones de las mismas, como cuando se trata de comunidades pastoriles
en que la comunidad de "vecindad" no tendrá que ver con la localidad de residencia o como
las comunidades de vecindad multiétnicas en que hay permanentemente un número de
productores tributando fuerza de trabajo en ciclos periódicos, como obligación de su
comunidad étnica de filiación gentilicia, a la cual retornan 235.

2. Sobre los orígenes.


Desde el texto de las "Formen..." de Marx apreciamos la importancia que concede a diversos
factores históricos y geográficos en el condicionamiento de distintas modalidades de
organización de la estructura tribal en la comunidad primitiva. En esos apuntes en borrador
analiza las diferencias entre, por lo menos, tres tipos de comunidades primitivas y sus formas

235
Este sistema fué comunmente usado por los inkas para asegurar el abastecimiento de bodegas y graneros que
permanecían como reservas para el eventual tránsito del ejército imperial, para sostener obras públicas o para redistribuir a
las comunidades en caso de necesidad, debida a malas cosechas o pérdida de la producción. Así, se formaban colonias
multiétnicas en los lugares donde se necesitaba disponer de esos excedentes y concurrían a ella a tributar fuerza de trabajo,
en forma rotativa, los miembros de distintas comunidades étnicas de adscripción gentilicia, bajo el sistema de mit´a. Se
puede observar que, como norma administrativa, tales comunidades multiétnicas, donde se concentra fuerza de trabajo
explotada, responden en su composición a la regla de oro de la tenencia de esclavos en el esclavismo clásico, que suponía no
juntar nunca muchos productores de la misma proveniencia étnica (como sucedió en Sicilia), ya que ello abre las
posibilidades de una unidad política coyuntural para la rebelión. Véase S.I.Kovaliov, 1968.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 288

de disolución 236, como son la comunidad oriental, antigua y germánica, mencionando además
la comunidad de tipo eslavo que sería diferente, aunque no analiza su especificidad. Y hay
que considerar que, al respecto, Marx estaba lejos de poseer la información de que hoy
disponemos acerca de una gran diversidad de formas de la comunidad primitiva tribal.
El supuesto de que el modo de producción asiático sería el que corresponde a las
primeras sociedades clasistas, implica que éstas sólo surgen a partir de la disolución de las
relaciones igualitarias en un determinado tipo de comunidades: las comunidades de tipo
oriental; y en particular aquellas en que la tecnología hidráulica y el proceso de producción
exigen la permanencia de la concentración de la fuerza de trabajo para su aplicación colectiva.
Si se acepta que la ley de correspondencia entre fuerzas productivas y el sistema de
relaciones sociales de producción tiene vigencia como ley del desarrollo histórico y, bajo esa
concepción, que los modos de producción asiático, esclavista y feudal representan calidades
de la sociedad que se corresponden con determinadas medidas de la magnitud grado de
desarrollo de las fuerzas productivas -con toda la flexibilidad que debiera otorgarse a esas
medidas- significaría prácticamente que las comunidades primitivas de tipo diferente a la
oriental no generarían revoluciones clasistas. Y deberían "esperar" a que su relación con
sociedades más desarrolladas (de tipo "asiático, esclavista o feudal) les permitiera incorporar
niveles superiores de productividad como para acceder a la historia clasista, bajo relaciones
esclavistas o feudales, como ocurrió de hecho históricamente con las comunidades helénicas o
germánicas que analizó Marx.
Al respecto, la proposición que hacemos significaría:
a. Que el modo de producción de la sociedad clasista inicial puede originarse como
efecto del desarrollo histórico de cualquier forma de comunidad primitiva, sea antigua,
germánica, eslava, "andina" u otras y que su origen en comunidades de tipo oriental sólo
representaría una modalidad particular del proceso histórico de génesis de sociedades clasistas
"primarias" o "secundarias".
b. En cuanto a los factores causales del desarrollo de relaciones sociales clasistas,
tampoco sería necesariamente el requisito de centralización de la fuerza de trabajo para la
ejecución y control de un sistema de obras hidráulicas el determinante de la diferenciación
social que lleva a la conformación de la estructura de clases y del aparato estatal. Esta
hipótesis, que correspondería a una de las vías particulares de génesis de ese proceso
histórico, presenta también algunas variantes. En unos casos, se supone que no sólo la
construcción de un sistema hidráulico podría exigir la conducción centralizada de fuerza de
trabajo, cuyo uso requiera la organización bajo formas de cooperación ampliada; en otros, se
ha propuesto que la función del control del agua, aún sin la necesidad de cooperación
ampliada para la construcción de un sistema hidráulico, podría generar un monopolio que
condicionara el desarrollo de la "estratificación" de la sociedad en clases.

236
Coincidimos en este punto con Vasíliev y Stuchevski (En: Bartra, 1969) En cuanto a que lo que preocupa a Marx en éste
texto es el análisis de las distintas vías alternativas de disolución de las comunidades primitivas. De hecho, lo que le interesa
es entender el inicio de un proceso que llevará a la total separación del productor respecto a los medios de producción.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 289

Pero hay aún otras alternativas al desarrollo del proceso de conformación de la


estructura social clasista. Y en él, los factores de mayor nivel de acción causal pudieron darse
tanto en el seno de determinadas comunidades o como efecto de la relación entre
comunidades primitivas que llegan a integrar una nueva totalidad social como sistema
socioeconómico, conformando las llamadas sociedades clasistas "primarias" o "prístinas". En
muchos otros casos, además, se dió la revolución clasista como proceso "secundario" o
derivado de la relación de comunidades primitivas con sociedades clasistas ya conformadas.
Entre estos casos, hay también un par de alternativas: por una parte hubo comunidades que
incorporaron activamente elementos nuevos adquiridos de sociedades clasistas, agilizando el
proceso de desarrollo interno de las contradicciones que conducen al cambio cualitativo hacia
la sociedad clasista y, quizá la vía más común, de las comunidades primitivas que fueron
incorporadas a nuevos sistemas socioeconómicos por imposición colonial o conquista de
sociedades clasistas que las sometieron.
Entre las formas de desarrollo primario de la sociedad clasista, por ejemplo, el
intercambio pudo jugar un papel principal como factor causal, aún independientemente de la
base tecnológica o de las formas de organización técnica y social del proceso productivo. Así,
cuando en una región llegó a haber varias comunidades tribales de desarrollo avanzado, que
alcanzaron a consolidar la propiedad comunal sobre determinados territorios o medios
naturales de producción, nos encontraremos con el control más o menos exclusivo de cada
comunidad étnica sobre ciertos recursos específicos transformables en determinados valores
de uso, de los cuales las otras comunidades carecerían, debido a su disponibilidad
geográficamente limitada: una comunidad pudo disponer de abundancia de sal o de buenas
arcillas para la alfarería y carecer de piedras semipreciosas apreciadas, o contar con buenas
maderas para hacer arcos, pero carecer de materias primas colorantes para los textiles o la
decoración cerámica. Estas situaciones pudieron llevar a fuertes presiones de unas
comunidades por el acceso a los recursos apropiados por otras, tanto mayores cuanto más
necesarios o vitales fueran los objetos de que se careciera. Sin descartar, desde luego, las
guerras debidas a tales causas, parece que el mecanismo más eficaz para la evitación de
enfrentamientos de resultados inciertos, fue el establecimiento de sistemas de intercambio
que, a la vez de implicar compromisos recíprocos, disminuían las causas objetivas de tensión
al establecerse una vía social de transferencia de los recursos o productos cuya necesidad
origina los conflictos que siempre estarán potencialmente presentes 237. En estas condiciones,
se puede formar perfectamente un pequeño sector de especialistas destacados por su habilidad
o experiencia en las funciones de diplomacia e intercambio en favor de sus comunidades. Sin
embargo, pudieron darse condiciones de disponibilidad de recursos muy favorables a unas
comunidades y desfavorables a otras, que llevaran a un intercambio sistemático desigual en
cuanto a la cantidad de los valores-trabajo intercambiados, permitiendo a las primeras la
acumulación y obligando a las segundas a aumentar su inversión de trabajo. Eso pudo poner a
los especialistas de las comunidades favorecidas en una situación prominente y aceptada por
los miembros de su comunidad, en tanto su actividad les resultaba conveniente, con lo que

237
Véase Marshall Sahlins, 1977.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 290

pudieron llegar a concentrar el poder comunal a su favor; llegando tal vez a controlar aún la
fuerza de trabajo de su propia comunidad a través de disponer qué se debía producir y en qué
cantidades, para satisfacer las demandas de un mercado favorable. Y, sobre todo, a imponer
condiciones a la producción de las comunidades ajenas, en situación cada vez más débil en
relación a aquellas que han podido ir acumulando excedentes y fortaleciendo su aparato
militar. De esta manera, la prestación de fuerza de trabajo también pudo ser una forma de
pagar deudas contraídas en el intercambio, sin que ello llevara a la cesión de la propiedad de
las comunidades deudoras sobre sus medios de producción.
También es posible que el conocimiento especializado en relación a diversos
fenómenos naturales cuyo manejo tuviera importancia para la organización y elevación de la
eficiencia productiva, fuera sujeto a control por el grupo de especialistas de una comunidad
tribal. Su aplicación exitosa al desarrollo de la producción debió otorgarles al menos una
situación de prestigio en su comunidad y, tal vez, también un consenso que les permitiera
ejercer cierto grado de control en la disposición de la fuerza de trabajo, llegando a convertirse
en un señorío tribal. La difusión de la fama de esos especialistas, seguramente revestido de
un halo mítico reforzado por una parafernalia ritual, pudo trascender los límites de su propia
comunidad, atrayendo a los representantes de otras tribus vecinas a solicitar los consejos
prácticos que les permitieranm igualmente elevar la productividad y, tal vez, llegar a
concederles ingerencia en otros asuntos de su vida comunal. A cambio de ello, esta espececie
de "oráculo" debió recibir, probablemente bajo la forma de ofrendas, algunos tributos en
especie o aún en trabajo, como retribución de sus servicios, dentro del esquema de la
reciprocidad. Así, el intercambio de conocimientos especializados por bienes materiales,
posibilitaría el desarrollo desigual de una comunidad que a mediano plazo alcanzaría a
establecer su supremacía ideológico-política sobre las demás, sustentada en una acumulación
de excedentes que la ponía en situación de ventaja en caso de enfrentamiento bélico en el
momento en que alguna comunidad decidiera independizarse de los servicios de los "dioses"
de la comunidad dominante. Es posible que este factor haya jugado un papel importante en el
desarrollo de la sociedad Chavín, en los Andes Centrales.
Lo que deseamos subrayar a través de este par de ejemplos, expuestos acá de manera
demasiado simple, es que el surgimiento de la estructura de la explotación clasista no supone
como condición necesaria la organización de la producción con base en la tecnología
hidráulica ni el control de fuerza de trabajo colectiva bajo un poder central. Más aún, tampoco
supone necesariamente que ese proceso histórico deba tener base en una economía
principalmente agrícola, ya que también pudo darse en pueblos cuya producción de alimentos
haya sido principalmente pecuaria.

3. Sobre el intercambio.
El hecho de que el régimen de propiedad en que se sustenta la relación entre las clases
fundamentales de estas sociedades suponga la reproducción de las relaciones comunales,
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 291

contribuye a explicar las restricciones que impone el estado a las formas de intercambio
mercantil desigual en el seno de las comunidades, ya que este llevaría a su disolución 238.
La existencia de una clase de mercaderes que, a través de su actividad, obtienen
medios de vida que ellos no producen, o que acumulan riqueza, se da en el exterior de las
comunidades -bajo control estatal- y puede realizarse de dos maneras: constituyendo los
mercaderes parte de la clase dominante o desarrollando su actividad bajo autorización del
estado, bajo compromiso de pagar tributos o prestar determinados servicios. Y así, pueden
conformar una red de circulación de mercancías entre las ciudades-estado y las comunidades,
entre comunidades o entre ciudades-estado, pudiendo acumular en su beneficio una
proporción de los excedentes enajenados a través del intercambio desigual.
En el interior de las comunidades habría algunas modalidades del intercambio. Una de
ellas sería a través de la redistribución, como centralización de la producción y redistribución
de los valores de uso específicos requeridos por los comuneros para la satisfacción de sus
necesidades subsistenciales concretas. Por medio de este mecanismo puede canalizarse
también el tributo de excedentes, separado del volumen total de productos concentrados, antes
o después de la redistribución que satisface las necesidades subsistenciales de los productores.
La redistribución, como toda forma de intercambio, cumple esta función en la medida en que
se desarrolla la división social del trabajo. En torno a este punto es que resulta relevante la
aportación de Murra 239, resultado de sus investigaciones sobre las formas de control de
múltiples pisos ecológicos por parte de las comunidades de los Andes centro-meridionales. En
ellas, los miembros de la comunidad extraen diversidad de productos de procesos de trabajo
concretos con valores de uso específicos en distintos medios geográficos, concentrándolos en
las bodegas de la aldea, de donde toman los productos que necesitan y que han sido aportados
por otros comuneros desde distintos lugares. De allí que las propiedades comunales sobre
medios naturales de producción se pueden graficar como un "archipiélago". La mantención de
este sistema de muy antiguo origen, seguramente desde las comunidades de cazadores-
recolectores, sólo puede explicarse hacia épocas tardías por la sanción y control estatal de las
relaciones entre las comunidades.
Cuando los medios de producción son apropiados por la comunidad en un territorio
unificado y no se da el intercambio a través de la centralización redistributiva, encontraremos
en cambio los mercados, en los cuales se realiza un intercambio de valores equivalentes,
generalmente bajo un sistema equivalencial concreto 240.

4. Sobre las formas de la propiedad.


Comunmente se acepta que la estructura de explotación social clasista y el surgimiento de la
propiedad privada son fenómenos necesariamente correlativos, en el sentido de que la
existencia, al menos, de la clase dominante, supone la forma de propiedad privada. Está

238
Sobre éste punto, véase, por ejemplo, de Marx en El Capital, el vol. I, págs. 44 o 51. O, en el Anti-Duhring de Engels, la
pág. 378.
239
Véase John Murra, 1972y 1973.
240
C. Marx, El Capital, vol. I, cap. primero.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 292

demás admitir que tanto Marx como Engels o Lenin lo han planteado así en diversos textos.
Aparte de que ello es históricamente cierto en el caso del surgimiento de las clases en las
sociedades esclavistas y feudales clásicas de Europa occidental, que constituyeron la principal
y más segura fuente de información para esos destacadísimos investigadores. Pero no hay que
olvidar que también es históricamente verdadero que el surgimiento de las relaciones clasistas
en esas sociedades obedeció a procesos derivados de las relaciones con otras sociedades
clasistas, que les precedieron en varios milenios y de las cuales incorporaron elementos
básicos para un elevado desarrollo de la productividad y hasta un sistema de intercambio
mercantil con la forma dinero como equivalente general. Los clásicos del marxismo, como
hemos visto, no podían disponer en su tiempo de la información mínimamente necesaria
como para explicar cabalmente la historia de las sociedades "pre-clásicas" que en Oriente,
Africa o América antecedieron a las de Europa occidental.
En la hipótesis que hemos expuesto, el surgimiento de una estructura social de
explotación indiscutiblemente clasista no presupone necesariamente la forma privada de
propiedad en sentido estricto.
Más bien se trata del comienzo de un proceso de lucha de clases que, como tendencia
histórica esencial, conduce a la conformación de la propiedad privada, que se establece ya
durante el esclavismo grecorromano y cuyo carácter esencial se cristaliza de manera evidente
en el sistema capitalista, como sistema mundial que constituye el todo más desarrollado de la
historia de las sociedades clasistas.
El modo de producción de las primeras formaciones sociales clasistas se inicia con
formas particulares de propiedad diferencial de las clases sobre los elementos del proceso
productivo. El desarrollo histórico del proceso de apropiación privada de los medios de
producción y la fuerza de trabajo, está condicionado al menos por dos factores de diferente
nivel estructural en el seno de las formaciones socioeconómicas clasistas: 1) con el desarrollo
de formas de posesión privada de los elementos del proceso productivo y de disfrute de los
productos del mismo que se hacen tradicionales y, 2) con el desarrollo de la lucha de clases
entre sectores de las clases explotadoras.
Respecto al segundo punto, como ha señalado Lumbreras al referirse a la lucha de
clases.
La lucha de clases es siempre por el poder, porque quien tiene el poder tiene los
instrumentos políticos y jurídicos en sus manos (con el respaldo de las armas) que le
permiten modificar los patrones de propiedad de acuerdo a sus intereses", e indica dos
formas de la misma "a. La lucha entre explotados y explotadores [y] b. La lucha de los
explotadores entre sí. 241
Desde luego que al desarrollarse una estructura de clases cada vez más compleja, surgen
diversas contradicciones coyunturales y estructurales (relaciones de unidad y lucha) entre
clases, fracciones y sectores de las clases explotadoras. Así éstas pueden surgir de la
oposición de intereses entre los sacerdotes y la aristocracia militar respecto a los mercaderes o

241
Luis G. Lumbreras, 1981: 112.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 293

los sacerdotes de las clases dominantes que hegemonizan el poder central de un imperio frente
a quienes lo ejercen en la administración de las provincias, por la proporción del excedente
enajenado del que se apropian, etc.. Sobre este proceso nos extenderemos en un próximo
trabajo, pero nos interesa señalar que, si bien la estructura de la sociedad clasista inicial no
supone necesariamente la propiedad privada, en su seno se originan las contradicciones a
través de las cuales se configura históricamente esa forma de propiedad. De hecho, también
en ella pueden darse formas de apropiación privada de la fuerza de trabajo de los productores.

5. Sobre la correspondencia entre fuerzas productivas


y el sistema de relaciones sociales de producción.
La discusión de la correspondencia entre el grado de desarrollo de las fuerzas productivas y la
forma esencial del sistema de relaciones sociales de producción, considerada como una de las
leyes generales de la teoría materialista de la historia fundada por Marx y Engels implica
discutir la vigencia, en los procesos sociales, de la forma particular que adquiere en ellos la
ley general de la dialéctica objetiva sobre la necesaria correspondencia de magnitud y calidad
242
. O, al menos, cuestionar si tal descubrimiento central de las investigaciones de Marx
refleja las magnitudes y calidades esenciales de los procesos sociales 243.
El llamado evolucionismo multilineal plantea que el surgimiento de la sociedad
clasista puede darse de diversas formas, a partir de las comunidades primitivas. Explicando
las diferencias sujetas a factores secundarios, como las características del medio geográfico o
de la organización técnica de la producción, se supone que las comunidades primitivas pueden
generar indistintamente formaciones sociales clasistas regidas por modos de producción
"asiáticos", esclavistas o feudales 244. Planteadas así las cosas, en lo general y, desde el punto
de vista de la ley de correspondencia necesaria de calidades y magnitudes determinadas, tal
proposición cuestiona implícitamente su vigencia en la historia de las sociedades, puesto que
significa que a la medida del desarrollo de las fuerzas productivas que sobrepasa a la
producción limitada a la subsistencia, puede corresponder casi cualquier calidad del modo de
producción 245. Que sepamos, el evolucionismo multilineal no ha hecho explícito este
cuestionamiento, probablemente porque no está interesado en desarrollar una concepción
teórica consistentemente marxista que compatibilice la teoría general de la dialéctica objetiva
con la teoría particular de la historia, lo cual incide, de hecho, en una disociación del
materialismo dialéctico e histórico y en una manipulación positivista de la terminología del
materialismo histórico. No obstante, el problema debe, por lo menos, ser discutido o
comentado, si es que pretendemos cierto nivel de congruencia de nuestra concepción teórica,

242
Enunciada generalmente como ley de la transformación recíproca de los cambios cuantitativos y cualitativos.
243
Véase el "Prólogo...".
244
Entre los investigadores soviéticos, este punto de vista es sostenido por Vasíliev y Stuchevski (En: Bartra, 1969) y en
"occidente", por autores que se adscriben al evolucionismo multilineal con posiciones eclécticas que incluyen al marxismo
entre sus ingredientes, como Wittfogel y Palerm. Por supuesto, no identificamos los planteamientos ni intenciones de éstos y
aquéllos.
245
Ideológicamente, también está implícita la consecuencia de que las formas del socialismo no serían la única alternativa de
solución a la crisis de la contradición fundamental del capitalismo.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 294

ya que de hecho pone en tela de juicio o exige una explicitación de la explicación de una de
las leyes básicas del materialismo histórico.
Concordamos con Vassíliev y Stuchevski cuando afirman que el problema que ocupa a
Marx en las "Formen..." es el de las formas de disolución de la comunidad primitiva y las
condiciones históricas en que las comunidades de tipo oriental, antigua o germánicas dan
origen a formaciones clasistas "asiáticas", esclavistas y feudales, respectivamente. También es
un hecho histórico el que tales procesos ocurrieron, con las salvedades que exige la
consideración del "modo de producción asiático".
Pero la proposición de que la comunidad primitiva contiene indistintamente las
posibilidades de generar sociedades clasistas con diversas calidades esenciales -dependiendo
de particularidades secundarias- aparece como una simplificación reduccionista que constata
la inmediatez empírica y se convierte en generalización teórica sin un análisis de la diversidad
de regularidades que se concatenan en la concreción histórica. Aclaramos que tampoco nos
parece sostenible, a la luz de los hechos históricos, la proposición unilineal mecanicista de
Stalin, ni nos preocuparía demasiado poner en tela de juicio una formulación comunmente
aceptada por el marxismo como ley general, si realmente estuviéramos convencidos de que no
refleja regularidades objetivas. Pero no es éste el caso.
En lo que respecta al surgimiento del esclavismo en el seno de las comunidades de la
península helénica o el desarrollo de las relaciones feudales en las comunidades germánicas
invasoras del Imperio Romano, hay que tomar en cuenta un par de factores que hemos
mencionado en un punto anterior. Uno de ellos es que, en ambos casos, se trata de procesos
derivados de las relaciones que las comunidades antiguas o germanas establecieron con
sociedades clasistas más desarrolladas. Y el otro es que, como efecto de esas relaciones, las
comunidades primitivas absorbieron o "heredaron" el importante desarrollo tecnológico de las
sociedades más avanzadas, acelerando el grado de desarrollo de sus fuerzas productivas a una
medida superior a aquellas que poseyeron las primeras sociedades clasistas.
De este modo, es perfectamente posible que diversas sociedades en su historia real se
"salten" determinadas etapas o calidades, en tanto acceden a medidas de la magnitud de las
fuerzas productivas a las cuales corresponden calidades más complejas.
Ahora, en lo referente a la secuencia de calidades de las formaciones socioeconómicas
que se corresponderían a medidas sucesivas en una escala ordinal de la magnitud de las
fuerzas productivas 246, surge la cuestión de cual sería tal sucesión y la significación de la
unilinealidad que ésta implicaría, frente a las concepciones del evolucionismo multilineal.
Sobre este punto, Bartra contribuye a plantear más adecuadamente el problema de la
pretendida oposición de concepciones unilineales versus multilineales, como un malentendido
que "consiste en que no se acaba de comprender que los marxistas, cuando hablan de
evolución unilineal, no se refieren a las formas o pautas concretas del desarrollo, sino a su
contenido, a su esencia. El marxismo plantea que la historia tiene un sentido: el progreso. Y

246
Entiendo, desde luego, que esas medidas tienen amplios rangos de variabilidad sujetos a las condiciones históricas
concretas.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 295

que ese contenido se expresa en una variedad limitada de formas o formaciones


socioeconómicas no necesariamente consecutivas conforme a un patrón establecido"247. En lo
cual concordamos con Bartra, en el entendido de que el sentido del desarrollo de las
sociedades como progreso se refiere a la tendencia histórica general de incremento del
desarrollo de las fuerzas productivas. Y al cual se corresponde cualitativamente la forma del
sistema de relaciones de producción, como vínculo entre los productores, mediado por las
relaciones de propiedad sobre los elementos del contenido de las fuerzas productivas.
Analizando de manera general las secuencias de desarrollo histórico de las
formaciones socioeconómicas clasistas precapitalistas, distinguiremos:
1. dos grandes estadios o etapas sucesivas de acuerdo al contenido de la propiedad y
2. por ahora, al menos dos grandes líneas de desarrollo de las formas de la propiedad
que se corresponden, en cada etapa, a un mismo contenido esencial.
Es decir, aceptamos la unilinealidad del desarrollo en cuanto al contenido esencial de
la propiedad y la multilinealidad de formas que se corresponden a dicho contenido esencial y
general. Veamos:
1. En cuanto al contenido de la propiedad, las etapas están cualificadas por los
elementos del proceso productivo sobre los cuales establece su propiedad la clase dominante
que, en tanto constituye el polo positivo de la contradicción fundamental de clases, cualifica a
la totalidad.
La primera etapa histórica correspondería a la existencia de formaciones
socioeconómicas regidas por modos de producción en los cuales el elemento del proceso
productivo convertido en contenido esencial de la propiedad de la clase dominante es la
fuerza de trabajo. Este es el denominador común a la sociedad clasista inicial y el esclavismo
clásico o grecorromano. Bajo este argumento, no nos oponemos a denominar a la sociedad
clasista inicial como "esclavitud generalizada" o, en algunos casos, "esclavitud inicial"248. Lo
que no aceptamos es pretender que la sociedad clasista inicial sea reductible, ni mucho menos
explicable a través de las relaciones fundamentales de propiedad y de clases específicamente
particulares del esclavismo clásico. Cuando éste se da, su calidad corresponde al nivel
superior del desarrollo de las fuerzas productivas y, por lo tanto, sucede a la sociedad clasista
inicial. La cual, en este caso, será propiamente un esclavismo inicial. El esclavismo clásico
representará la fase superior de una variante formal de esta gran etapa histórica.
El segundo estadio histórico estaría caracterizado porque el contenido esencial de la
propiedad de la clase dominante son los medios naturales de producción; particularmente el
objeto de trabajo principal que es la tierra, en el caso de las sociedades agrarias. Es decir, es la
época del feudalismo, en la cual la clase dominante ha acumulado históricamente suficientes
247
Roger Bartra, 1967.
248
De hecho, son términos que ya hemos usado en trabajos anteriores para referirnos a esta clase de sociedades. A lo largo
de éste trabajo hemos preferido mantener el término de "sociedad clasista inicial, con el objetivo de hacer reatar las
diferencias co el esclavismo clásico o con las hipótesis que diluyen su caracterización sustantivamente diferente a la de éste
en los conceptos difusos de "esclavismo". En este nivel general, se advertirá que coincidimos con Nikiforov y es la razón por
la cual lo hemos citado.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 296

excedentes como para sostener un aparato represivo que le permite copar objetivamente la
propiedad sobre la tierra cultivable, en una situación en que la población se ha incrementado
al nivel de no tener más alternativa que tributar renta a cambio de poder cultivar para
subsistir. De ahí que algunas variantes del feudalismo tendrán que ver también con el grado y
formas sujeción de la fuerza de trabajo, que puede o no ser propiedad de la clase dominante,
en términos objetivos.
2. En cuanto a las formas de la propiedad habría también al menos dos variantes o
"líneas" de desarrollo histórico. Una de ellas sería característica de la historia "clásica" de
Europa ocidental y está condicionada por una temprana consolidación y predominio de las
formas privadas de propiedad de la clase dominante. En la primera etapa, el esclavismo
clásico representaría su fase superior, necesaria y previa al proceso de transición al
feudalismo. La etapa feudal se caracterizaría, dentro de esta línea, por la existencia de
propietarios de la tierra (terratenientes) que cobran renta al productor directo y transfieren
parte de la misma al estado bajo la forma de impuesto.
La otra línea se caracterizaría por la persistencia del predominio de las formas
particulares de propiedad de las clases dominantes, sobre los mismos contenidos esenciales de
la propiedad. Dentro de esta línea o vía del desarrollo, el esclavismo clásico no sería una fase
superior necesaria del desarrollo del primer estadio histórico y se accedería directamente de la
"esclavitud generalizada" al feudalismo. En la etapa feudal, persistiría la propiedad particular
de la clase dominante, esta vez sobre la tierra. La clase dominante representada directamente
en el estado, presentará a éste jurídicamente como "supremo terrateniente" y la burocracia
estatal cobrará directamente la renta como impuesto o tributo.
Así como es posible que determinadas sociedades concretas se "salten" etapas, como
efecto de procesos derivados de su relación con otras sociedades más desarrolladas, también
se dan las situaciones en que estas interacciones sociales permiten a una sociedad cambiar su
"línea" de desarrollo, dentro de la multilinealidad formal de la historia.
De hecho, la diferencia principal entre estas "líneas" de desarrollo, consiste en que
poseen diferentes ritmos históricos, estructuralmente condicionados, de desarrollo del
proceso de privatización de la propiedad. Por eso es que la culminación de ese proceso que es
el tema que ocupa centralmente la atención de Marx en las "Formen...", -con el desarrollo del
sistema de relaciones capitalistas, es alcanzada más aceleradamente por las sociedades de la
"línea occidental". Y éstas, por su necesidad de expansión, son las que agilizan la
conformación del primer sistema socioeconómico mundial, subordinando a las sociedades
más atrasadas y generando en ellas procesos derivados de desarrollo capitalista.

6. Sobre el estado.
Desde que el surgimiento de la estructura de explotación clasista no supone necesariamente
un origen en comunidades de tipo oriental, ni centralización de la disponibilidad de fuerza de
trabajo para realizar obras públicas, el surgimiento del estado que es inherente a esta
revolución social, tampoco implica necesariamente que éste adquiera una forma despótica.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 297

Más exactamente, el tipo de estado que, al menos en sus comienzos, se correspondería con la
estructura fundamental de clases que hemos expuesto, no tiene por qué ser obligatoriamente
despótico. La forma despótica del estado, sería también una forma particular de ejercicio del
poder, que podría variar en las diferentes fases del desarrollo histórico de las sociedades
clasistas iniciales.
Más aún, es difícil que las formas de ejercicio del poder en el proceso de
conformación y consolidación de la estructura estatal, con un nivel de acumulación de
excedentes todavía bajo y, por ende, con un aparato represivo militar poco desarrollado,
hubiera podido tener un caracter abiertamente despótico, sin crear el riesgo permanente de
sublevaciones y tiranicidios.
Sin duda, el proceso de conformación de las clases y el estado llevó a desarrollar un
aparato militar que seguramente podía reprimir focos de rebelión en distintas comunidades,
pero que difícilmente podría enfrentar una rebelión general. Ello nos explica otra
característica señalada, desde Marx, para las "sociedades orientales" y que es la mantención
del aislamiento de las comunidades. Pero de todos modos, esto también significa que, entre
los procedimientos de coerción extraeconómica, debieron jugar un importante papel la
dominación ideológica y la estructura de sujeción política. Además, el estado debió justificar
su existencia realizando funciones que pudieran ser reconocidas como necesarias por las
comunidades subordinadas. Y éstas con seguridad no se limitaron a la organización de fuerza
de trabajo masiva para la ejecución de obras públicas, situación que pudo no darse. Pero el
control del intercambio entre comunidades evitando conflictos, la importación y exportación
de bienes, el control de excedentes de reserva para la prevención de catástrofes agrícolas que
exigieran un mecanismo de acumulación y reproducción y que permitiera incluso la
transferencia de productos de unas comunidades a otras en situación de crisis; la existencia de
una estructura militar con capacidad de reprimir los conflictos bélicos siempre
potencialmente presentes entre comunidades tribales desarrolladas; el desarrollo de
conocimientos especializados que redundan en la elevación de la productividad; todos éstos y
otros "servicios" que pudo prestar la clase dominante, pudieron permitir la consolidación de
un aparato estatal sin la necesidad de formas despóticas de ejercicio del poder, en la situación
del surgimiento histórico de las primeras dictaduras de clase. En todo caso, el desarrollo de
formas despóticas de ejercicio del poder estatal sería una característica mucho más común en
las fases imperiales más avanzadas de estas sociedades y estaría más bien en relación con la
profundización de las contradicciones sociales, en momentos en que se cuenta con un aparato
represivo más consolidado.
Otro punto relativo al estado que consideramos que debería investigarse más
ampliamente es -específicamente para las primeras formaciones socioeconómicas clasistas- la
de su relación con el territorio.
Este es uno de los puntos a través de los cuales Engels sintetiza las características del
Estado en "El origen de la familia...". Dice: "Frente a la antigua organización gentilicia, el
Estado se caracteriza en primer lugar por la agrupación de sus súbditos según divisiones
territoriales". El análisis del surgimiento del estado Ateniense y Romano, muestra este aspecto
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 298

con claridad. Y Engels generaliza: "Esta organización de los súbditos del Estado conforme al
territorio es común a todos los Estados. Por eso nos parece natural: pero en anteriores
capítulos hemos visto cuán porfiadas y largas luchas fueron menester antes de que en Atenas
y Roma pudiera sustituir a la antigua organización gentilicia".
Pensamos que en las sociedades clasistas iniciales, la "organización de los súbditos
conforme al territorio" no sería una característica necesaria de la organización ni la base de la
soberanía estatal. De hecho, la mayoría de esas formaciones socioeconómicas si bien pudieron
crear nuevas comunidades de vecindad, mantuvieron aún por milenios las organizaciones
tribales de base gentilicia, sin llegar al nivel de la expropiación territorial que se da en Atenas
o en Roma, por parte de la clase dominante, lo que permite sustituir la vieja base de
organización gentilicia. Por ello pensamos que, siendo el fundamento esencial de la soberanía
estatal de las primeras sociedades clasistas la estructura de sujeción política de la fuerza de
trabajo, la situación debió ser diferente que la que se dió en Grecia y Roma, y desde luego, en
la época feudal. Más bien sucedería que la organización del territorio -control de las fronteras,
organización de la producción y del tributo, etc.- se establecía conforme al sistema de
organización política de los súbditos. Es decir, la relación del estado con el territorio estaba
mediada básicamente por la real soberanía política del estado sobre los productores
propietarios del territorio 249.

7. Sobre la ideología.
Acá sólo queremos mencionar un par de problemas que cualquiera explicación del origen y
desarrollo de las relaciones clasistas deberá tener en cuenta:
1. Cualquiera sea la causalidad implicada en el surgimiento de las sociedades clasistas,
uno de los problemas que deberá resolver al considerar la ideología, creada y manejada por la
clase dominante, es el de la justificación de la violación de la reciprocidad que se gesta
objetivamente en el nivel económico con el establecimiento de relaciones de explotación y
enajenación del excedente a los productores directos que constituyen la mayoría de la
población. La existencia de relaciones económicas y sociales de reciprocidad en el seno de las
comunidades primitivas, en su prolongada tradición histórica, han conformado en ellas una
conciencia social y un sistema de valores que ha operado superestructuralmente como un
refuerzo de dichas relaciones en la conducta social cotidiana y se encuentran profundamente
arraigados en la conciencia de los miembros de las comunidades que, con el surgimiento de
las clases, pasan a convertirse en clase explotada. De ahí que, en los comienzos del proceso y
seguramente por un largo tiempo, ya que la organización comunal persiste y las relaciones
entre sus miembros siguen regidas por los principios de reciprocidad, es difícil que la clase
dominante abuse muy abiertamente en la extorsión de excedentes o ejerza el poder de manera
excesivamente arbitraria o despótica. Sobre todo, en el período en que aún la acumulación de
excedentes no permite la existencia de un poderoso aparato militar y represivo.
249
Así, tendríamos una sutuación general similar a la que implica el concepto de "soberanía territorial" del Derecho
Romano, que supone que los representantes de los intereses del Imperio (cónsules, mercaderes, etc.) son portadores de las
leyes romanas y éstas rigen, con sus personas, donde se encuentren. Para lo cual es obviamente necesario disponer del
respaldo del aparato institucional militar.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 299

La clase dominante cuenta a su favor con el hecho de que la concepción comunitaria


de la reciprocidad no supone necesariamente intercambio de unos bienes materiales por otros,
ni la retribución inmediata de bienes o servicios. Ello nos indica que los servicios que la clase
dominante otorga a las comunidades en "retribución" de los productos o prestaciones de
fuerza de trabajo que obtiene, tienen que aparecer ante ellos como un beneficio que cumpla
satisfactoriamente con las exigencias de la reciprocidad. Por lo cual, parte de los servicios que
ofrece deben beneficiar objetivamente a los productores: control eficiente del intercambio que
permite obtener los valores de uso deseados, seguridad de abastecimiento de agua en los
momentos oportunos a través del "control" de las lluvias o crecidas de los ríos o del retorno
del sol que amenaza con alejarse hacia el solsticio de invierno, hasta las garantías de una vida
eternamente feliz a cambio de una breve vida terrenal de sacrificios.
De cualquier manera, la conformación de una ideología dominante mediatizadora de
los conflictos de clases, debió jugar un papel importante en el convencimiento de los
productores en cuanto a que los beneficios que la clase dominante les podía otorgar,
equivalían a un intercambio recíproco de los excedentes tributados.
La consideración de este problema nos ha de permitir explicar las condiciones en que
se origina la explotación clasista. En algunos casos, ocultándose en el seno de la comunidad
que se divide en clases bajo la forma de relaciones de parentesco o de linajes, que opacan la
conciencia de clase bajo la expectativa de alcanzar una posición de privilegio, o a través de
sistemas de explotación interétnica que al menos no comprometen la reciprocidad en la misma
medida que entre los miembros de una misma comunidad tribal.
Por otro lado, observamos que con el desarrollo de la explotación clasista, se origina y
desarrolla igualmente la religión como concepción del mundo que, si bien opera a través de
las mismas estructuras y procesos mentales que los mitos, reflejan la nueva situación social,
convirtiéndose en instrumento ideológico de dominación: los sacerdotes que ofician los ritos
ya no son los representantes de los intereses de las comunidades ante las "divinidades", sino
los representantes de los dioses ante las comunidades, e intercambian con éstas productos
materiales y fuerza de trabajo por servicios "espirituales". Así la religión, como ideología
dominante, se convierte en una concepción falsificadora de la realidad, pues de otra manera
no es posible justificar la injusticia, en oposición a los arraigados valores de igualdad que
comprometen las relaciones en el interior de las comunidades.
2. Por las mismas razones, podemos pensar que en las primeras sociedades clasistas, la
juridicidad creada por las clases dominantes tenderá a ocultar las relaciones objetivas de
propiedad, lo cual haría, de otro modo, transparentes las relaciones de explotación. Por ello es
posible que jurídica o subjetivamente se acepte, por ejemplo, que los miembros de las
comunidades se llamen "ciudadanos libres", aunque de hecho no lo sean. O que la clase
dominante se atribuya la propiedad de las aguas de lluvia o de los ríos y lagos, como de las
tierras o el sol. El hecho es que cualquier documento registrado desde los intereses de las
clases dominantes deberá ser críticamente analizado con rigurosidad antes de aceptarse como
una prueba de objetividad histórica de las relaciones sociales que expresa, ya que con alta
probabilidad reflejan una concepción subjetiva de clase, parcial y falsificadora de la realidad,
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 300

adecuada a los intereses que representa. Particularmente en lo que se refiere a los aspectos
fundamentales de las relaciones sociales de explotación.

V. Algunos problemas del análisis histórico en América.


Deseamos concluir apuntando algunos comentarios sobre aspectos de la investigación
histórica en América Latina, frente a los cuales creemos que la hipótesis expuesta podría
ofrecer un punto de vista alternativo que contribuyera, por lo menos, a abrir nuevas
discusiones o a orientar nuevos enfoques en el estudio de viejos problemas que aún están lejos
de resolverse.

1. El sesgo "feudal" en las crónicas.


Es bastante sabido entre los etnohistoriadores de la Colonia temprana en América, que la
terminología empleada por los cronistas para describir las posiciones sociales de las
personalidades o grupos indígenas, tienen muy poca precisión, ya que constituyen una
interpretación traducida a términos que designan categorías sociales europeas: reyes,
príncipes, vasallos, esclavos, etcétera. Y que seguramente tienen un contenido que no refleja
la realidad de las estructuras sociales americanas. De manera que el historiador se ve obligado
a tratar de interpretar el contenido de esos términos a través de las explicaciones acerca de sus
atribuciones, funciones, derechos o privilegios, obligaciones o actividades que se relatan con
algún detalle. Sin embargo, aún así, existen los problemas del sesgo de la interpretación que
hace el cronista y que muchas veces tiene una concepción feudal de la sociedad, la cual
constituye el sistema de referencias con respecto al cual busca establecer analogías que le
permitan describir lo que observa.
Así, por ejemplo, suponiendo que tuviéramos una sociedad con las características que
hemos propuesto, si un español pregunta en una visita a un grupo de campesinos sujetos a un
miembro de la clase dominante o a un administrador local acerca de si tienen un "señor" o que
quién es el señor, desde luego que responderán afirmativamente y podrán decir sin vacilar
quién es el "señor", el que ordena y cobra los tributos. ¿Qué entenderá nuestro cronista y qué
nos dirá, si para él un "señor" es siempre un terrateniente? O ¿cómo interpretar un litigio de
tierras en que un documento nos cuenta que se presentó fulano de tal ante un funcionario
estatal a reclamar el establecimiento de los linderos de tal comunidad?. ¿Está solicitando
tierras en renta, lo cual supondría que la clase dominante es su propietaria? O reclama el
servicio, que supone una obligación del funcionario, de dirimir un pleito de tierras que disputa
otra comunidad?. O, cuando un antiguo señor reclama la propiedad sobre determinadas
comunidades, muchas veces designadas por voces que no sabemos si son designaciones de
origen geográfico o gentilicio, ¿reclama la propiedad de las tierras en que se asientan o el
derecho a disponer de su fuerza de trabajo?
Pero el problema es doble, y el mencionado es sólo un aspecto del mismo. Y la
cuestión del sesgo de los conceptos feudales o aún esclavistas de quienes escribieron los
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 301

documentos deberá ser tomado en cuenta cualquiera sea el punto de vista desde el cual se
busque su interpretación.
El otro aspecto del problema tendría que ver con las limitaciones del manejo de los
sistemas conceptuales desde los cuales el historiador orienta sus investigaciones. Supongamos
que se trata de un investigador que, desde una perspectiva marxista, posee como sistema
teórico de referencia las categorías de formaciones económico sociales y modos de
producción esclavista, feudales y "asiáticos", a través de los cuales busca interpretar la
información, ¿no resultará que encontrará diversos tipos de relaciones que, con todas sus
particularidades, se pueden referir más fácilmente a relaciones de tipo feudal o esclavista? Y
si descubre que, como sistema, no corresponden con exactitud a ninguno de esos modos de
producción, ¿no es la etiqueta de "modo de producción asiático", lo suficientemente ambigua
como para englobar todas las particularidades, donde pueden incluírse desde formas
"semiesclavistas" hasta "renta primitiva" de la tierra?.
Pensamos que el manejo de una hipótesis teórica alternativa como la que proponemos
puede al menos abrir las posibilidades de plantear preguntas e hipótesis que tal vez permitan
acercarse a interpretaciones más precisas al ampliar los sitemas conceptuales de referencia.

2. Posibles efectos en la sociedad colonial.


Diversas han sido las posiciones que han intervenido en las discusiones que suscita la
interpretación de la estructura económica y sociopolítica que se conformó con la conquista y
colonización europeas del territorio y los pueblos americanos a partir del siglo XVI. El tema
de la polémica en la década de los sesentas e inicios de los setentas se centraba en dirimir si el
modo de producción que regía las relaciones de producción coloniales era feudal o capitalista,
o qué tanto tenía de feudal, esclavista o capitalista, habiendo autores que proponían definir la
especificidad de un "modo de producción colonial" articulado al desarrollo capitalista. Luego
el tema se centró en el problema de caracterizar, desde distintos enfoques, la estructura de las
relaciones económicas vigentes durante la colonia, aceptándose en general el hecho de que
ésta debió presentar particularidades condicionadas en parte por las características
estructurales de las formaciones socioeconómicas propias de las sociedades precoloniales
americanas. Lo cual llevó a la necesidad de considerar las calidades de los modos de
producción de las mismas. Desde luego, no todas ellas estaban regidas por los mismos modos
de producción, ya que en las distintas regiones hubo desde sociedades comunistas primitivas
hasta sociedades clasistas en distintos grados de desarrollo. Y en el caso de éstas últimas, no
ha estado ausente de la polémica el concepto de "modo de producción asiático" que, para
algunos, explicaría las características de su formación socioeconómica.
Al respecto, hay que tomar en cuenta que en el siglo XVI, también el sistema
capitalista en Europa se encontraba en una fase incipiente de desarrollo. Es cierto que las
primeras expediciones de conquista y saqueo estuvieron motivadass por el interés de obtener
metales preciosos y otras riquezas destinadas a circular en el mercado europeo. También es
cierto que, como resultado de la subordinación político-económica de las sociedades
autóctonas, se instalan enclaves urbanos en los cuales comienzan a desarrollarse relaciones
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 302

capitalistas de tipo comercial, financiero y aún productivas (obrajes, etc.), y junto a ellas se
conforma la administración colonial. No obstante, para apoyar ese proceso se hizo necesario
estructurar un sistema de relaciones de producción que incorporara las nuevas extensiones
territoriales y la gran cantidad de fuerza de trabajo conquistadas, extendiéndose a las
actividades extractivas y a la producción agraria. Lo cual atrajo a una importante inmigración
peninsular que en el Viejo Mundo no tenía expectativas de adquirir o heredar tierras, ya
copadas por una sólida clase terrateniente cuya reproducción estaba regulada por mecanismos
bien establecidos. De manera que en estas ramas de la producción, el modelo que los
colonizadores intentan reproducir es el de las relaciones de producción feudales que todavía
predominan ampliamente en la producción agraria de la Península Ibérica.
Pero la situación en el nuevo continente no es la misma de Europa. Y en este punto nos
interesa plantearnos algunas preguntas acerca de cómo podría enfocarse el estudio del
enfrentamiento entre colonizadores europeos y el campesinado indígena, en el caso hipotético
de que éste hubiera integrado sociedades clasistas con una estructura como la que hemos
propuesto. En particular, en lo que se refiere al proceso de conformación de las relaciones de
producción agrarias y su integración política al nuevo sistema.
Aunque no afirmamos que todas las sociedades clasistas precolombinas que encuentra
la Conquista en América fueran lo que estamos llamando sociedades clasistas iniciales,
pensamos que hay antecedentes como para sustentar con solidez la hipótesis de que algunas
de ellas, como el Tawantinsuyu, estaban regidas por relaciones de "esclavitud generalizada"
en lo que se refiere a las clases fundamentales. Entre los autores que conocen en profundidad
la historia andina, desde la perspectiva de la información arqueológica o de la documentación
colonial temprana, Lumbreras afirma que
...los inkas más bien que colonizadores eran conquistadores, eso quiere decir que más que
a la tierra les interesaba tener acceso a la fuerza de trabajo, conquistaban hombres y no
territorios, pueblos más bien que valles o quebradas. Toda su organización y poderío
estaba determinada por su poder creciente sobre la fuerza de trabajo, de modo que donde
no había suficientes tierras las 'fabricaban' mediante el riego artificial o la construcción de
terrazas agrícolas. 250
Opinamos que también los resultados de las investigaciones lúcidamente sintetizadas y
expuestas por Murra251 son compatibles, dentro de su particularidad, con las generalizaciones
arriba expuestas.
En el enfrentamiento histórico que significó la Colonia tendríamos, por una parte, a los
colonizadores portadores de una concepción feudal de la producción agraria, que llegan a
América ávidos de conquistar tierras y obtener las mercedes que otorga la Corona. Derrotado
el poder central de los imperios americanos, se encontrarán en las diversas regiones con los
estamentos intermedios de las viejas clases dominantes, que probablemente no estuvieron
demasiado interesados en evitar el derrocamiento del imperio, al cual también estuvieron

250
Luis G. Lumbreras, 1984: 332.
251
John Murra, 1978 (versión original de 1955) y 1975, en particular, el artículo En torno a la estructura política de los Inka
(versión original de 1958).
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 303

subordinados en la obligación de transferirle parte importante del tributo enajenado


directamente a los productores. Y además, si el contenido fundamental de la propiedad de las
antiguas clases dominantes no era la tierra, tampoco debieron presentar una resitencia
intransigente al proceso de expropiación territorial desencadenado por los colonizadores. Si
ese hubiera sido el caso, explicable en el caso de que la tierra hubiera sido la base de la
propiedad que los constituía en clase social privilegiada, es altamemte probable que hubieran
sido arrasados y habrían desaparecido como tales, lo cual en términos generales no ocurrió. Es
cierto que la existencia del derrocado aparato estatal y la mantención de la propiedad
territorial en manos de las comunidades de productores constituían las condiciones de su
antigua situación de privilegio. Pero ante el hecho consumado de la desaparición de aquél y
ante la posición de desventaja y retroceso en cuanto a las posibilidades de defender la tierra,
seguramente estuvieron más interesados en retener las ventajas que les permitieran mantener
sus viejos privilegios en la nueva situación que, por su misma ambivalencia, debió
condicionar sus acciones, con más o menos acierto, hacia distintas opciones alternativas.
En las situaciones en que la tierra fue expropiada y pasó a ser propiedad del
terrateniente europeo, ¿le bastaba con obtener mercedes de tierras para asegurar la
producción agraria?; ¿porqué surge la necesidad de asegurar igualmente la encomienda de
indios?. Y, en concreto, ¿quiénes podían asegurar no sólo la disponibilidad de fuerza de
trabajo, sino también su sujeción política? Creemos que en ello debieron jugar un importante
papel los antiguos señores locales y sus herederos, sea negociando el control organizativo y
político de la fuerza de trabajo de la encomienda como capataces, o negociando su
"privilegio" de tributo de trabajo excedente de comunidades que se autorreproducen, ya como
trabajo vivo para las tierras de los nuevos señores o pagando renta en especies para asegurar
la disponibilidad (posesión) de tierras a las comunidades aún bajo su dominio.
Pero también la documentación colonial nos refiere la existencia de comunidades que
retienen sus tierras o de antiguos señores que tienen tierras de cultivo agrícola y ganadería. En
primer lugar, será necesario constatar si se trata de situaciones objetivamente diferentes o de
distintas maneras de aludir a una misma o similar situación en cuanto a las relaciones sociales
implicadas, ya que difícilmente pudieron permanecer demasiado tiempo las comunidades
liberadas de la explotación.
Pudo suceder, sin embargo, que subsistieran comunidades liberadas de la figura del
explotador directo, pero en la medida en que su producción se abre a un mercado local ladino
a través del cual transfieren excedentes. O de comunidades que siguen sujetas a un antiguo
"señor", quien mantiene con la comunidad el nivel de compromisos que le permiten retener
sus privilegios, pero se desentiende del control directo de la producción, adquiriendo la
movilidad necesaria para ampliar la red de intercambios en que comercia ventajosamente los
excedentes de la comunidad.
En cuanto a los señores que "poseen" tierras de labor o rebaños, pudieron darse
situaciones diversas. Tal vez hubiera casos en que, efectivamente, privatizaran la tierra
cobrando renta en trabajo a las comunidades. Pero lo más probable es que, de hecho,
independientemente de las argumentaciones ideológicas, se apropiaran en forma privada de la
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 304

parte de las tierras anteriormente destinadas a su cultivo con el trabajo excedente que se
tributaba al estado, manteniendo la fuerza de trabajo sujeta al tributo y conservando la
propiedad comunal de la tierra en que los productores reproducen su fuerza de trabajo con
niveles de consumo subsistencial. De cualquier modo, los excedentes acumulados por esos
señoríos se abrieron al mercado que abastecía a los enclaves urbanos y a los centros de
explotación minera. Lo cual podría explicar, por ejemplo, las fortunas que llegaron a
acumular durante la Colonia unos cuantos "señores" andinos.
Lo que importa subrayar es que, en general, la oposición entre colonizadores que se
proponen establecer relaciones feudales, cuyo objeto de apropiación es la tierra, y los
tradicionales señores locales que intentan retener los privilegios que les otorgaba la propiedad
de la fuerza de trabajo, no llegó a ser una contradicción antagónica.
Más aún, a la nueva clase terrateniente y a la administración colonial les convenía la
mantención de los estamentos intermedios de las viejas clase dominantes, ya que ello les
permitía asegurar la sujeción política del campesinado explotado y la relativa paz necesaria
para mantener el desarrollo de la producción agraria en que se apoyaba la explotación minera,
el comercio y la generación de los impuestos en metálico que subvencionaban tanto a la
administración colonial como la transferencia de excedentes a la Corona imperial, en el
proceso de conformación de un sistema de relaciones de producción integrado al progresivo
desarrollo del capitalismo.
Tal vez, también desde ésta perspectiva se podrían encontrar explicaciones al
desarrollo del caciquismo, integrado y apoyado por diversos Estados latinoamericanos, como
estructura de dominación política de los productores agrarios.

3. El prejuicio de la "mentalidad europea".


Actualmente se encuentra bastante difundida la opinión de que las concepciones teóricas
"occidentales" o "europeas", nacidas como resultado de las investigaciones de sociedades
diferentes a las del Nuevo Mundo, además del sesgo etnocentrista que implicarían, son
inadecuadas para captar "nuestra" tan singular peculiaridad histórica y tienden a operar como
sistemas de prejuicios subjetivos que limitan la "objetividad" del conocimiento de una
realidad tan sui generis .
Este prejuicio se ha extendido particularmente entre los investigadores de la historia
andina prehispánica o colonial 252. Lo chistoso del caso es que tal opinión es sostenida
principalmente por profesionales de formación "europea" u "occidental" . Probablemente
tengan tantas razones para desconfiar de su formación teórica como pretextos para ocultarlo o
justificarlo. En todo caso, los investigadores más connotados entre quienes comparten esta
posición son aquellos a quienes se les reconoce solvencia científica por su buen manejo de
información documental o empírica, a los que sigue un coro de colegas carentes de solidez
tanto en la teoría como en el conocimiento empírico.

252
También éste argumento ha tenido amplia difusión entre los investigadores de la sociología contemporánea, como se
puede apreciar a través de las acertadas críticas que al mismo opusiera Agustín Cueva ( A. Cueva, 1979).
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 305

De hecho, las críticas a las concepciones "europeas" son, en la actualidad,


generalmente alusiones demasiado cautelosas al marxismo, que han derivado en posiciones
que tienden a identificarse con la antropología "émica". Seguramente no existen en quechua,
aymara o maya los términos que equivalgan de manera muy precisa a conceptos "europeos"
como los de modo de producción, relaciones sociales de producción, fuerzas productivas o
superestructura jurídico-política, como no los había en las lenguas europeas de los siglos XVI
o XVII, De lo cual se deriva la suposición de que la plena "objetividad" se lograría
penetrando en la la mentalidad y cosmovisión del indígena, lo cual nos permitiría llegar a
categorizar fielmente la "realidad concreta" que los conceptos "europeos" no serían capaces
de aprehender en su sutil precisión autóctona. Planteamiento que resulta tan absurdo como
suponer que para entender cabalmente el proceso de hominización habría que tener
mentalidad de pitecántropo.
Por ello, cuando preguntamos a estos colegas si, en su opinión, la propiedad del curaca
se establecía sobre las tierras o sobre la fuerza de trabajo o qué grado de explotación
implicaba la mit´a , nos expresarán con doctoral prudencia sus reservas acerca de la utilidad y
precisión de tales conceptos para dar cuenta de fenómenos tan ajenos a la realidad y
mentalidad "europeas". Y nos contestarán con una muy significativa anécdota, o referencia a
lo que el cronista tal dijo que le oyó decir al indígena fulano de tal con ocasión de una gran
fiesta religiosa. En algunos casos es evidente que dichas posiciones reflejan una aversión
ideológica al marxismo, pero es probable que, en otros, no sea más que un mecanismo
elegante para ponerse a salvo de la imputación de ignorancia de la teoría.
La verdad es que creemos que el problema no reside en lo inadecuado de la mentalidad
occidental o europea, sino en la mentalidad estrecha de los investigadores que tratan de
achacar a aquella sus propias limitaciones.
El marxismo, como concepción teórica, no se limita a la conceptualización de las
relaciones que rigen al modo de producción de un número determinado de sociedades
conocidas. Y es evidente que un manejo positivista pobre y adialéctico de la teoría clásica de
los modos de producción es una barrera para que la concepción dialéctica materialista de la
teoría de la historia llegue a cumplir su función lógica heurística, como para permitir el
enfrentamiento creativo de la investigación científica de nuevos problemas.
Palerm advertía claramente este problema, al insistir en la necesidad de manejar
flaxiblemente modelos teóricos que permitieran, a la vez, descubrir leyes del desarrollo social
y dar cuenta de las sociedades que investigamos:
La consecuencia metodológica es clara. Cuando el investigador está interesado no sólo en
reconstruir la historia particular del desarrollo mesoamericano, sino también en descubrir
las regularidades sociales y en formular leyes de la evolución de las sociedades, tiene que
construir modelos y emplearlos de manera analítica y comparativa.
Es lamentable que la antropología de América todavía no haya sido capaz de
formular modelos a partir de la propia experiencia americana. La única excepción posible
está representada por los trabajos de Murra sobre la zona andina. Los antropólogos nos
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 306

hemos visto obligados a utilizar modelos construidos a partir de las experiencias


europeas, asiáticas o africanas. 253
Concordamos con Palerm en la necesiad de manejar creativamente sistemas
conceptuales que nos permitan avanzar tanto en el conocimiento de las regularidades
generales del desarrollo social, como en la explicación de la historia de las sociedades
concretas que estudiamos. Lo que nos parece que no tiene importancia es el continente
geográfico de las experiencias a partir de las cuales se formulan los "modelos". A propósito
de lo cual nos parece justo observar, de paso, que se olvida de Morgan. Pero lo que nos parece
realmente importante es conocer y manejar las teorías existentes, lo cual nos capacita para
buscar y proponer nuevas alternativas de interpretación -si es necesario- y, sobre todo, buscar
la comprobación de si tales proposiciones reflejan o no la realidad objetiva y concreta que
investigamos. También la hipótesis expuesta en este trabajo se formula como un intento de
explicar aspectos importantes de la historia de las sociedades prehispánicas americanas que
conocemos a través de la información arqueológica concreta. Pero la misma no podría haberse
formulado sin asimilar las contribuciones teóricas tanto de investigadores "occidentales"
como "oreintales", europeos o no.

4. Historia concreta y ortodoxia.


Un punto respecto al cual estamos, sin duda, de acuerdo, es en que a medida que avanzan las
investigaciones históricas en lo que se refiere al acceso a una más amplia documentación
fáctica y generación de una gran cantidad de nueva información, se hace necesario abrir
nuevas perspectivas teóricas para su interpretación, tanto de los aspectos generales como de
las particularidades de los procesos sociales. A su vez, la mayor amplitud y precisión de las
formulaciones teóricas abren nuevos caminos en la búsqueda de la información empírica.
Frente a estos problemas, pensamos que los planteamientos fundamentales del
marxismo y las múltiples orientaciones específicas de su desarrollo ofrecen aún muy vastas
posibilidades de despliegue de la creatividad científica, manteniéndose como una concepción
coherente con las formulaciones básicas de sus fundadores, es decir, en una posición
ortodoxa. Entendemos la ortodoxia en el marxismo como la adopción de una posición
compatible con las proposiciones de los "clásicos" -Marx, Engels, Lenin- , asumiendo una
solución unitaria, consistentemente materialista y dialéctica, a los problemas de la teoría del
conocimiento, la teoría de la realidad y el método, entendido éste como parte de la lógica
dialéctica -una ontología del proceso real de conocer- en fución de la práctica como
categoría y propósito fundamental. Y, en particular, una consecuente fundamentación de la
teoría de la realidad social, en distintos niveles generales y particulares de integridad, como
sistema de referencia y orientación de las investigaciones de la concreción histórica.
Es cierto que en la lucha ideológica y como reflejo de diversos intereses sociales, el
marxismo ha sido objeto de disputas y reivindicación desde concepciones opuestas que le son

253
Aunque la proposición de Palerm está tomada del marxismo en lo que se refiere al uso de las categorías de modo de
producción y formación socioeconómica, las proposiciones de Murra no se pueden inscribir en este contexto teórico, sin ser
tampoco incompatibles necesariamente con él.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 307

bastante ajenas. Desde los intentos de convertirlo en una especie de cetro ideológico con
funciones mesiánicas y bajo control eststal, hasta las reacciones neokantianas del
revisionismo francés que, al menos, puede atribuirse el mérito de haber reabierto importantes
discusiones largamente estancadas, al margen de calificar sus conclusiones. Cabe observar
que, desde éste punto de vista y otros similares, se ha derivado una connotación peyorativa del
concepto de "marxismo ortodoxo", referido a su fosilización dogmática y sectaria que se ha
hecho usual a pesar de ser totalmente errónea254. Afortunadamente, la "herencia marxista-
leninista" es ya patrimonio universal y se resistirá a los intentos de monopolización, por lo
que el marxismo consecuente se evaluará en sus efectos sobre la capacidad de reflejar
objetivamente la realidad y la incidencia en su transformación práctica.
En relación al tópico tratado acá sintéticamente, pensamos que es necesario investigar
la historia concreta con nuevas aproximaciones teóricas, congruentes con las bases del
marxismo, saliéndose del callejón sin salida del concepto de "modo de producción asiático",
de la exégesis ritual, de las referencias obligadas y del manejo panfletario de los conceptos.
Si hay algo de ortodoxia en el marxismo es el reconocimiento del hecho de que la
realidad se recrea y cambia permanentemente. Consecuencia con ello, en lo que respecta a la
actividad científica, es asumir la necesidad de enfrentar crítica y creativamente la búsqueda de
nuevas soluciones a viejos y nuevos problemas, para los cuales los clásicos no pudieron dejar
establecidas todas las soluciones, ni estaban obligados a ser infalibles.
México, D.F., 1983

Bibliografía citada.

Amin, Samir
1975 El capitalismo y la renta de la tierra. En: La cuestión campesina y el capitalismo.
Ed. Nuestro Tiempo. México.
Bartra, Roger
1967 La teoría de la sociedad hidráulica. Rev. Tlatoani, nº 21. México.
Bate, Luis Felipe
Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica. Historia
General de América. Vol. 2, tomos I y II. Ediciones de la Presidencia de la República.
Caracas.
1984 Cultura, clases y cuestión étnico nacional. Juan Pablos Editor. México.
Carrasco, Pedro y Johanna Broda [Eds.]
1978 Economía política e ideología en el México prehispánico. CIS-INAH/Nueva Imagen.
México.
Castillo Farreras, Víctor
1972 Estructura económica de la sociedad Mexica. Eds. UNAM. México.
Cueva, Agustín
1979 Teoría social y procesos políticos en América Latina. Línea Crítica. Edicol. México.
Chesneaux, Jean y otros
1969 El modo de producción asiático. Colección 70. Grijalbo. México.
Childe, Vere Gordon

254
Compartir las críticas a las incidencias que, en la actividad científica, ha tenido el fenómeno sociohistórico denominado
"stalinismo" -y que no es atribuible a una responsabilidad individual- no significa desconocer el relevante papel que ha
jugado y juega en este siglo el socialismo, repercutiendo profundamente en la historia de la humanidad.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 308

1968 Nacimiento de las civilizaciones orientales. Colección Historia, Ciencia y Sociedad,


nº 31. Ediciones Península. Barcelona.
1972 Qué sucedió en la historia. Editorial La Pléyade. Buenos Aires.
1978 La prehistoria de la sociedad europea. Icaria Editorial. Barcelona.
Delran, Guido
1981 Historia rural del Perú. Cuadernos de Capacitación Campesina, nº 4 (2ª Ed.). Cusco.
Diterich, Heinz
1978 Relaciones de producción en América Latina. Ediciones de Cultura Popular. México.
1982 La teoría del poder y el poder de la teoría. Ediciones de Cultura Popular . México.
Dieterich, Heiz y otros.
1981 Relaciones de producción y tenencia de la tierra en el México antiguo. Colección
Científica del INAH, nº 99. México.
Dierchxens, Wim
1983 Formaciones precapitalistas. Editorial Nuestro Tiempo. México.
Engels, Federico
1964 Anti-Dühring. Editorial Grijalbo. México.
s/f El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Editorial Progreso. Moscú.
Espinoza Soriano, Waldemar y otros
1978 El modo de producción en el imperio de los Inkas. Editorial Mantaro-Grafital. Lima.
Godelier, Maurice
1966 El modo de producción asiático. Eudecor. Buenos Aires.
1974 Economía, fetichismo y religión en las sociedades primitivas. Ediciones Siglo XXI.
Madrid.
Guenther, R. , G. Schrot y otros
1963 Estado y clases en la antigüedad esclavista. Editora Política. La Habana.
Gándara, Manuel
(MS) El modo asiático de producción: ¿una explicación marxista del origen del estado?.
Ponencia presentada al Simposio “Origen y formación del Estado en Mesoamérica” .
Organizado por el I.I.A.-U.N.A.M. Homenaje a Carlos Marx en el Centenario de su
muerte. En prensa.
Hindess, Barry y Paul Hirst
1979 Los modos de producción precapitalistas. Col. Historia, Ciencia y Sociedad, nº 156.
Ediciones Península. Barcelona.
Kajdan, A., N. Nikolski y otros
1966 Historia de la Antigüedad: Sociedad primitiva y Oriente. Colección Norte. Editorial
Grijalbo. México.
Kovalov, V. I.
1968 Historia de Roma. (2 tomos). Edición Revolucionaria. Instituto del Libro.
La Habana.
Krader, Lawrence
1975 The asiatic mode of production. Van Gorcum. Assen.
1980 El Estado en la teoría y en la historia. CIS-INAH. Mimeografiado. México.
Lenin, Vladimir Ilich
1960 El socialismo vulgar y el populismo resucitados por los socialdemócratas-
revolucionarios. Obras Completas, tomo 6. Editorial Cartago. Buenos Aires.
1960 Una gran iniciativa. Obras Completas, tomo 29, Editorial Cartago. Buenos Aires.
Lumbreras, Luis Guillermo
1982 La arqueología como ciencia social. 2ª Ed. revisada y corregida. Editorial Peisa.
Lima.
1984 Las sociedades nucleares de Sudamérica. Historia General de América,
vol. 4. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.
Marx, Carlos
1959 El capital. (3 tomos) Fondo de Cultura Económica. México.
1977 Líneas fundamentales de la crítica de la economía política (“Grundrisse”).
Obra de Marx y Engels, vols. 21 y 22. Edit. Crítica. Grupo Ed. Grijalbo.Barcelona.
s / f Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política. En: Marx y Engels,
Obras Escogidas. Editorial Progreso. Moscú.
Mandel. Ernest
1968 La formación del pensamiento económico de Marx. Editorial Siglo XXI. México.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 309

Matos, Eduardo
1979 Notas sobre el proceso de desarrollo en el centro de México. Nueva Antropología,
nº 12. México.
1983 El proceso de desarrollo en Mesoamérica. En: Teorías, métodos y técnicas en
arqueología. Reimpresiones de Antropología Americana. México.
Meillassoux,Claude
1977 Mujeres, graneros y capitales. Siglo XXI Editores. México.
Murra, John
1975 Formaciones económicas y políticas del mundo andino.Instituto de Estudios
Peruanos. Lima.
1978 La organización económica del estado Inca. Siglo XXI Editores.México.
Nikiforov, V.
1969 La discusión entre los orientalistas soviéticos. En: Chesneaux, 1969: 93-110.
Olivera, Mercedes
1978 Pillis y macehuales. Ediciones de la Casa Chata, nº6. México.
Parain, Charles
1969 La protohistoria mediterránea y el modo de producción asiático. En: Bartra, 1969:
204-225.
Pecirka, Jan
1969 Viscisitudes históricas de la teoría del MPA en la URSS. En: Chesneaux, 1969:
111-144
Palerm, Angel
1972 Agricultura y sociedad en Mesoamérica. Colección SEP- Setentas. México.
1976 Modos de producción. Edicol. México.
1980 Antropología y marxismo. CIS-INAH/ Nueva Imagen. México.
Pla, Alberto
1979 Modo de producción asiático y las formaciones económico sociales Inka y Azteca.
Ediciones El Caballito. México.
Shteerman, E. y B. Sharevskaia
1965 El régimen esclavista. Editorial Cartago. Buenos Aires.
Rey, Pierre-Philippe
1976 Las alianzas de clases. Siglo XXI Editores. México.
Sahlins, Marshall
1977 La economía de la edad de piedra. Col. Manifiesto. Akal Editor. Barcelona.
Sofri, Gianni
1971 El modo de producción asiático. Historia de una controversia marxista. Ediciones
Península Barcelona.
Stalin, José
1938 Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico. En: Historia del Partido
Comunista -bolchevique- de la URSS, Cap. 4, pp. 120-153. Moscú.
Sanoja, Mario e Iraida Vargas
1976 Antiguas formaciones y modos de producción venezolanos. Editorial Monte Avila.
Caracas.
Struve, Vasili
1974 Historia antigua de Grecia. (2 tomos) . Ediciones Anfora. Buenos Aires.
Terray, Emmanuel
1977 Clases y conciencia de clases en el reino Abrón del Gyaman. En: Análisis marxistas
en antropología social. Ed. Anagrama. Barcelona.
Wittfogel, Karl
1966 El despotismo oriental. Ediciones Guadarrama. Madrid.
Zubritski, Yuri
1979 Los Incas-Quechuas. Editorial Progreso. Moscú.

Nota: Un texto que no habíamos consultado al redactar éste -a pesar de haberse publicado
con anterioridad- y que no se puede dejar de mencionar, pues se observará que coincidimos en
muchas de sus críticas al concepto de “modo de producción asiático”, es el de Perry
Anderson: El estado absolutista, de Siglo XXI Editores. México, 1979.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 310
CONDICIONES PARA EL SURGIMIENTO
DE LAS SOCIEDADES CLASISTAS

El surgimiento y desarrollo de las formaciones clasistas iniciales a partir de


sociedades tribales supone una articulación de condiciones, estructurales e históricas, tanto a
nivel de la base material del ser social como de las superestructuras.
Es un tema bastante complejo como para ser tratado en detalle en unas pocas
páginas, de manera que nos limitaremos a apuntar algunas de dichas condiciones de
posibilidad, señalando algunas alternativas. Pondremos énfasis en discutir las condiciones
económicas que hacen posible el surgimiento de la explotación clasista, particularmente en la
esfera de las fuerzas productivas. Luego, veremos muy brevemente cómo éstas se relacionan
con otras diversas condiciones, tanto en lo que se refiere a las relaciones sociales que
constituyen el modo de producción y de reproducción, como a la psicología social y la
institucionalidad.
Como todos estos aspectos de la sociedad están relacionados y en interacciones
mutuas, aunque intentaremos sistematizar ordenadamente la exposición, el análisis suscinto
de los diversos tópicos nos hará ir apuntando a los aspectos por tratar, o regresar a lo ya
expuesto, desde diversas perspectivas.

1. Modos de producción. El modo de producción integra a los procesos de producción,


distribución, intercambio y consumo. Su calidad distintiva se define en torno al proceso
productivo, a través de las relaciones sociales de producción que se corresponden a un
determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas.


Publicado en las Actas del XIV Coloquio de Historia Canario-Americana. Las Palmas de Gran Canaria, 2002.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 312

Centraremos el análisis en la consideración de las condiciones del proceso


productivo.
1.1. Fuerzas productivas. Estas pueden analizarse desde el punto de vista de su
composición cualitativa, tanto como de su magnitud entendida como grado de desarrollo.
Por lo que se refiere a la composición cualitativa de las fuerzas productivas, una
condición que se desarrolla en la sociedad tribal tiene que ver con la división del trabajo255.
En este caso, se trata del surgimiento de especialistas en diferentes áreas del conocimiento.
Conocimientos que, en principio, no están disociados de los agentes de diversas actividades
prácticas necesarias a las comunidades. Y éstos no requieren estar necesariamente retirados
de las actividades productivas con que aseguran su subsistencia, al igual que otros miembros
de la comunidad en sus mismas posiciones de género y edad.
Puede tratarse de conocimientos relacionados con la organización y estrategias de
defensa de la propiedad comunal sobre sus condiciones de producción, del manejo de las
redes y rutas de intercambio, de técnicas constructivas especiales o de la planificación y
administración de sistemas de regadío, de los diversos procedimientos terapéuticos basados en
saberes tradicionales acerca de las cualidades de plantas, animales o minerales o en técnicas
sugestivas. Pero adquieren particular importancia los conocimientos especializados que
permiten la predicción de ciclos y eventos naturales que inciden en la producción o de las
propiedades de objetos y procedimientos de trabajo que permitan la producción de bienes que
pongan a sus productores en situación de exclusividad y ventaja en las relaciones de
intercambio, dentro o fuera de sus comunidades.
El desarrollo del conocimiento especializado constituye un importante factor de
desarrollo de las fuerzas productivas, cumpliendo un papel instrumental en la producción. Los
conocimientos se convierten en medios de producción, como instrumentos de transformación
de la naturaleza que racionalizan y elevan la productividad media de la fuerza de trabajo.
Como trabajo vivo, el conocimiento especializado también se consume en calidad de
instrumentos de manejo o control de las relaciones que rigen a la organización comunal o la
estructura de relaciones con otras comunidades.
El surgimiento de especialistas portadores de conocimientos especializados crea, por
otra parte, las condiciones de la división social del trabajo entre trabajo manual e intelectual;
entre los productores materiales directos ligados a la producción agroartesanal y los
especialistas que tienden a retirarse de la producción directa de bienes de subsistencia para
dedicarse de tiempo completo a sus actividades especializadas. En suma, crea las condiciones
de existencia de los grupos sociales distintos en que se fundará la división clasista256.
Considerando a las fuerzas productivas en su dimensión cuantitativa, es decir, en
cuanto magnitud del desarrollo económico de la sociedad, nos situamos frente a una

255
En otro lugar nos hemos referido a la relación entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la diversificación de la
división del trabajo ( Bate, 1978)
256
Lo cual no significa que todos los especialistas adquieran la condición de explotadores, ni las mismas posiciones de
clase, al estructurarse el nuevo sistema de relaciones sociales de producción.
Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales. 313

condición básica y fundamental de la existencia de las clases, como es la disponibilidad


potencial de excedentes productivos. La existencia misma de las clases consiste precisamente
en la enajenación sistemática de los excedentes, a sus productores, por parte de otro grupo
social.
El precedente histórico del excedente, en las comunidades tribales, es la existencia
de plustrabajo o plusproductos, según se trate de trabajo vivo u objetivado en productos.
Desde el punto de vista meramente cuantitativo, plustrabajo y plusproducto son equivalentes
y, para tal efecto, los usaremos como sinónimos. El plusproducto es un volumen de trabajo
vivo o pasado, que los productores directos generan además de lo que necesitan consumir para
satisfacer sus necesidades subsistenciales 257. El plusproducto se convierte en excedente
cuando sus productores lo transfieren, perdiendo la capacidad de disponer sobre el mismo.
En las sociedades tribales, son diversas las circunstancias que hacen necesaria la
producción de plusproductos, aunque difieren según los modos de vida 258. La situación más
común se da por la necesidad de obtener y almacenar reservas alimentarias en previsión de
eventualidades drásticas de escasés. El riesgo -previsible- se presenta cuando los ciclos
producción-consumo se extienden temporalmente tendiendo a coincidir con ciclos
estacionales, generalmente anuales, de disponibilidad de los recursos bióticos, base de la
alimentación. Sea que se trate de especies migratorias objeto de apropiación (caza y pesca 259)
o de los ritmos de reproducción biológica de especies objeto de recolección, domesticación o
cultivo. El riesgo se controla por la vía de generar y transferir reservas, desde un ciclo de
productividad normal elevada, al siguiente, que siempre es incierto.
El ejemplo nos regresa a otro aspecto relativo a la composición cualitativa de las
fuerzas productivas, cual es el de la viabilidad diferencial de conformación de estructuras
clasistas a partir de distintos modos de vida. Así, una sociedad tribal básicamente cazadora
recolectora o pescadora, tiene un límite a la producción de plusproductos, impuesto por la
productividad natural no controlada de las especies apropiadas260. Esto significa que están
imposibilitadas de mantener las tasas de crecimiento de los volúmenes de producción que
requiere la consolidación de una sociedad clasista. Los modos de vida pastoriles o ganaderos
deben realizar un plustrabajo sostenido, con el fin de mantener un "almacén viviente"
(livestock) algo mayor que el que habitualmente resolvería sus necesidades de subsistencia, en
previsión de posibles ciclos de baja notable de la reproducción. Y han tenido, históricamente,
capacidad de desarrollar relaciones clasistas. No obstante, han sido los modos de vida basados
en producción agraria las que han mostrado mayor potencialidad de crecimiento sostenido de
la producción y la productividad. En todo caso, estos modos de vida basados en distintas

257
Lo que necesitan para subsistir incluye, cuando es el caso, a las condiciones de vida de los miembros de sus unidades
domésticas que no son productores plenos.
258
Empleamos la categoría de modo de vida para referirnos a particularidades del desarrollo histórico de las formaciones
sociales [ ver el concepto en Vargas 1985; Bate 1998 , Acosta 1999]
259
No todas las sociedades tribales cazadoras recolectoras dependieron de los flujos migratorios estacionales de especies de
apropiación, ni tuvieron que depender necesariamente de sistemas de almacenamiento.
260
Además, los productos de caza y pesca requieren un a gran inversión de trabajo para su preservación que, aún así, no es
generalmente por largo plazo y los volúmenes de disponibilidad natural de especies vegetales recolectables y de conservación
más prolongada, como granos o semillas, son siempre limitadas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 314

orientaciones de la producción alimentaria no se dieron "puros" y muchas sociedades, desde


las formaciones tribales a su desarrollo clasista, complementaron diversos recursos y
tecnologías para resolver sus necesidades de reproducción o crecimiento.
Acá nos hemos referido sólo a uno de los aspectos de la sociedad tribal que requirió
de la generación de plusproductos. Sin embargo hubo otros, como la necesidad de sostener o
construir sistemas defensivos o de disponer de sobreproducción de determinados bienes
apetecidos por otras comunidades, para mantener un intercambio que evitara presiones por los
recursos de la comunidad, por poner un par de ejemplos.
Volviendo al aspecto cuantitativo del desarrollo de las fuerzas productivas, veremos
algunas alternativas que ese proceso presenta, lo cual nos llevará a considerar aspectos
demográficos o de relaciones intercomunales que tales opciones implican. Para ello me valdré
de una fórmula que he propuesto para medir las fuerzas productivas [Bate, 1974] y que, más que
para efectuar mediciones precisas -lo que requeriría de un esfuerzo considerable- está
orientada a mostrar que, en principio, tales mediciones son posibles. Pero, sobre todo, nos ha
interesado mostrar de qué manera pueden jugar diversas variables en el desarrollo de las
fuerzas productivas y, en particular, la producción de excedentes261.
La fórmula mencionada nos permite hacernos una idea acerca de la incidencia real
de los factores de la productividad en la generación de los excedentes en que se fundan las
relaciones sociales de explotación clasista. Tendremos en cuenta, antes que nada, que todas
las relaciones deben ser consideradas para rangos de tiempo determinado. Y que siempre se
parte de un monto determinado de trabajo pasado, que varía en cada momento del desarrollo
histórico y que, en el largo plazo, se da como un incremento acumulativo que eleva, por así
decirlo, la "composición orgánica" de las fuerzas productivas.
En primer lugar, tenemos un coeficiente de rendimiento del proceso productivo ( p ),
que expresa la relación entre la producción total real ( Pt ) y el consumo social destinado a la
subsistencia ( Cs ), donde éste se expresa como la media del consumo subsistencial individual
(csi ) multiplicado por la población (D ).
Así, si

de manera que en una sociedad sin excedentes, el 100 % de la producción se consume en la


subsistencia, incluyéndose en csi el plusproducto medio invertido por cada productor en obras
de interés comunal y que aseguran la subsistencia y el funcionamiento de la comunidad.
Si la sociedad es excedentaria, entonces p > 100

261
Éste es un ejercicio que he realizado para otro ensayo que escribimos con Manuel Gándara y nunca se publicó [Cacaxtla,
un sitio y muchas preguntas, MS de 1991]
Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales. 315

Luego, formulamos un coeficiente de rendimiento relativo de la fuerza de trabajo


( fpr ) que expresa cuántas veces un productor pleno produce las condiciones materiales de
subsistencia de un individuo de su sociedad.

donde ft es el porcentaje total de la población que se realiza como fuerza de trabajo. Es


importante considerar que no todos los trabajos son realizados por "productores plenos" y
que, particularmente a partir de las sociedades productoras de alimentos, los trabajos de niños
y ancianos pueden significar un importante porcentaje de la fuerza de trabajo desplegada por
la sociedad.
Y luego, considerando que los niveles medios de consumo subsistencial varían de
una sociedad a otra, tendríamos el coeficiente de rendimiento medio de la fuerza de trabajo (
Fp ) , que no es otra cosa que el grado de desarrollo de las fuerzas productivas:

Para este efecto, representaremos la medida del volumen de la producción en


hipotéticas unidades ( Q ) que expresarían unidades de trabajo vivo o su equivalente en
trabajo pasado, es decir, materializado en productos.
Así, podremos apreciar que hay diferentes maneras de elevar la productividad del
trabajo y de producir excedentes, para lo cual realizaremos un juejo de hipótesis alternativas
posibles, sintetizadas en el Cuadro 1.
Comenzaremos suponiendo la situación de una sociedad tribal no excedentaria, con
una población de unos 20.000 individuos, en que el consumo subsistencial individual es de 15
Q anuales (Caso A). A partir de éste, veremos cómo pueden operar las distintas variables, o
sus combinaciones, en la generación de excedentes y qué efectos posibles presentaría ésto en
la conformación de una estructura clasista inicial.
1) Una de las vías para generar excedentes es a través de la reducción del consumo
subsistencial. Como se ha reiterado en la literatura a propósito del llamado "modo de
producción asíatico" -término que se ha intentado aplicar a cualquier sociedad clasista inicial
y que hemos descartado262-, este poseería como característica frecuente el hecho de que el
instrumental básico de producción no evidenciaría cambios tecnológicos muy espectaculares,
como factor del desarrollo de las fuerzas productivas [p.e., Bartra, 1968].

262
Ver Gándara, 1985 o Bate, 1984.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 316

La reducción del consumo subsistencial sería una manera de explicar esta situación,
pues no implicaría cambios tecnológicos ni, de hecho, del grado de desarrollo de las fuerzas
productivas. Calcularemos esta reducción en un mínimo, pues hay que pensar que los grupos
dominantes aún no han logrado acumular volúmenes de excedentes suficientes como para
costear acciones represivas mayores. Y, aún así, su actividad debe aparecer, al menos
ideológicamente, ya que no lo es del todo en lo económico, como conveniente a los intereses
de la comunidad de productores directos.
En el Caso B, tendríamos a la misma comunidad del Caso A, donde la mayoría de la
población ha reducido su consumo subsistencial a 14 Q, es decir, en un quinceavo263.
De esta manera, en el caso B se produce un plusproducto transferible como excedente
enajenable de 20.000 Q, lo que equivale a las condiciones de subsistencia anual de 1.428
individuos de esa sociedad. Eso podría permitir mantener, retirados de la producción
subsistencial directa264 a, por ejemplo:
a) una élite de 100 especialistas de tiempo completo, con un nivel de consumo cinco
veces mayor que la media de la población, cubriendo en parte los insumos requeridos para sus
actividades;
b) más un cuerpo militar de 500 efectivos disponibles de tiempo completo en
condiciones de consumo subsistencial medio, contingente que, eventualmente, estaría
disponible para otras tareas y
c) además, otro contingente de fuerza de trabajo de 428 individuos por año (o su
equivalente en productos), ocupables en tareas separadas de la producción subsistencial. Eso
equivaldría a disponer, cada 50 años, de la fuerza de trabajo de 21.400 individuos por un año
completo, con la cual puede emprenderse la construcción, curaduría y ampliación de obras
públicas, ceremoniales o administrativas de mayor magnitud.
2) Otra vía para aumentar el volumen de la producción y la proporción de excedente
enajenable es la de intensificar el uso de la fuerza de trabajo o, más probablemente, de
extender las jornadas medias de trabajo. Para no complicar las cosas con más fórmulas265,
consideraremos que la jornada media de los productores plenos en el Caso A , era de 6 horas
diarias y un hipotético Caso C , en que ésta se ha aumentado a 7 horas. Así, el volumen total
será de 350.000Q, lo que genera un excedente 2.5 veces mayor que en el caso anterior.
3) Sin embargo, el hecho de que los instrumentos de producción no muestren un
desarrollo espectacular, no quiere decir que estas sociedades estén tecnológicamente
estancadas, ni mucho menos. Por lo pronto, una de sus características es que cuentan entre
sus especialistas de tiempo completo a aquellos que desarrollan y sistematizan principalmente

263
Menos de lo que suele reducirse anualmente el poder adquisitivo de los trabajadores del "tercer mundo" en la actualidad,
debido a políticas económicas inflacionarias que aumentan la tasa de la plusvalía por la vía de la perdida de capacidad
adquisitiva del salario de la mayoría de la población.
264
Al retirarse de la producción subsistencial directa no significa que sean retirados de la producción sino que participan en
ella a trvés de otro tipo de tareas. Por ello, no los hemos descontado del cálculo de la fuerza de trabajo generadora de
excedente
265
Hemos propuesto otras para medir productividad por tiempo de trabajo [Bate 1984:56].
Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales. 317

los conocimientos que redundan en una mayor productividad del trabajo, que a todos
conviene: a los productores, porque al elevar la productividad aseguran su subsistencia y, a
los especialistas, porque así es como justifican y consolidan situaciones de privilegio y, en el
largo plazo, un aumento de la proporción de excedentes enajenables. Dichos conocimientos
van desde la astronomía y el establecimiento de ciclos calendáricos cuya ritualización
religiosa marca los ritmos de los procesos productivos, al desarrollo de técnicas de regadío y
fertilización o a la gestión del uso de fuerza de trabajo a gran escala para producir obras de
infraestructura productiva.
Podemos suponer conservadoramente que el incremento de la productividad debido a
factores de desarrollo tecnológico tuviera una incidencia similar a una no exagerada
prolongación de la jornada media de trabajo que hemos ejemplificado en el hipotético Caso C
.
4) Otra variable que puede incidir en el aumento del volumen de excedente enajenable,
una vez que se ha asegurado su producción sistemática, es el incremento de la población y,
consecuentemente, del número de individuos que constituyen el porcentaje de fuerza de
trabajo. Aunque hay considerar que, en cualquier población en proceso de incremento
demográfico, aumenta la proporción de infantes que no son productores plenos y que deben
ser mantenidos por éstos, como pretendemos mostrar en el Caso D . Por lo tanto, aumenta el
número de productores, pero disminuye su proporción en relación a la población.
Desde luego, insistiremos en que este ejercicio solo busca mostrar de qué manera las
variables apuntadas afectan a la productividad y podrían contribuir a explicar las posibilidades
de generación de excedentes.
Un panorama más cercano a la realidad de los procesos de surgimiento y desarrollo de
las sociedades clasistas debió ser resultado de la combinación del incremento del volumen de
la producción por:
1) extensión de la jornada de trabajo, y
2) el aumento demográfico, además del desarrollo de la productividad del trabajo
debido a
3) factores de desarrollo tecnológico y racionalización del uso de la fuerza de trabajo.
De modo que no debió ser muy exageradamente diferente de la que mostramos en el
hipotético Caso E , que combina la incidencia de los tres factores mencionados. Además
debe pensarse en que los grupos dominantes podían recurrir de vez en cuando al expediente
de la reducción del consumo subsistencial bajo diversos pretextos (Caso F ), en situaciones
que debieron parecer menos drásticas que la amenaza de un año de malas cosechas debido a
factores climáticos.
En el ejemplo del Caso E, tendríamos un volumen de excedentes que equivaldría a la
posibilidad de sostener, para una sociedad de 30.000 habitantes:
a) Una elite dirigente y de especialistas de 500 miembros con un consumo cinco veces
superior a la media subsistencial.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 318

b) Una servidumbre permanente de 1.000 personas.

Cuadro 1

c) Un contingente militar o policial de otros 1.000 individuos.


d) Un contingente equivalente a 3.000 hombres por año, destinables a la
construcción de obras públicas, sean infraestructurales o cúlticas. Mismos que podrían sumar
30.000 hombres cada diez años o distribuirse de diferentes maneras.
e) Además, un excedente de 2.500 personas o su equivalente en productos,
eventualmente disponibles para ser tributados anualmente hacia centros mayores, si se tratara
de una casa estatal incorporada a una estructura clasista mayor, en calidad de subordinada.266
Por supuesto, en las sociedades concretas, los usos del excedente y las proporciones
destinadas a ellos, pudieron configurarse de muy diversas maneras. Es claro que el ejemplo no
tiene otra finalidad de permitirnos imaginar las posibilidades y magnitudes de excedentes que
las diversas combinaciones de variables permitirían generar.
Luego será necesario hacer algunas observaciones acerca de los usos y transferencia
de los excedentes. Constatar, por ejemplo, que no todo el excedente se pudo consumir en
266
Desde luego, concentraría para sí misma todo el excedente si estuviera en posición central.
Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales. 319

obras o artículos suntuarios y actividades no productivas, aún cuando éstas fueran muy
importantes en la conformación de mecanismos superestructurales de transformación y
reproducción social. Particularmente en las fases más tempranas del desarrollo de las
sociedades clasistas, parte de los excedentes debieron invertirse en obras y actividades que
redundaran en beneficios reales para sus productores y que, en parte, inciden en nuevos
aumentos de la eficiencia productiva o del volumen de la producción..
1.2. Sobre las relaciones sociales de producción. Si la ley de correspondencia
determinada de calidad y magnitud tiene que ver con la realidad histórica, la constitución de
la sociedad clasista no puede ser tratada como el proceso de surgimiento de clases "en
general", de desarrollo de cualquier tipo de clases sociales. Implica la conformación de un
modo de producción determinado, cualificado por un tipo específico de relaciones de
producción y propiedad fundamentales, en torno a las cuales se articularán diversos tipos de
relaciones secundarias de producción.
Al respecto, hemos planteado una propuesta para definir las relaciones de clases que
caracterizarían a las que denominamos sociedades clasistas iniciales 267. Estas se
estructurarían en torno, al menos, a dos clases fundamentales:
a) Una clase explotadora -políticamente dominante-, propietaria de la fuerza de
trabajo de los productores directos del excedente y de una parte de los instrumentos de
producción: el conocimiento especializado.
b) Una clase explotada de productores que, mientras están organizados en
comunidades agroartesanales -sean gentilicias o de vecindad- conservan la propiedad comunal
de los medios básicos de producción. Es decir, de los objetos de trabajo (tierras, ganados) e
instrumentos de trabajo manual.
Esta división en clases tiende a coincidir con la división social del trabajo entre los
agentes del trabajo intelectual y manual.
Las bases de esta diferenciación surgen también en un tipo determinado de
formaciones sociales, como son las que caracteriizan a las sociedades tribales jerarquizadas.
Además de los especialistas en diversas áreas del conocimiento, se crean en ellas las
condiciones de la futura expropiación de la fuerza de trabajo. En primer lugar, las jerarquías
se conforman en la medida en que se da la necesidad de estructurar un sistema efectivo de
toma de decisiones que afectan a la colectividad, cuando ésta ha alcanzado una magnitud
demográfica y extensión espacial que harían prácticamente imposible responder con la
oportunidad necesaria a cada coyuntura, consensando cada decisión. Los mecanismos que
permitirán la expropiación de la fuerza de trabajo se originan cuando las jerarquías han
adquirido el consenso de los productores para organizar (y controlar) el uso de la fuerza de
trabajo y de los plusproductos que ésta crea, respondiendo, en principio, a los intereses de la
comunidad y de los mismos productores.

267
Bate 1984: Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 320

La relación clasista se establece cuando los productores pierden la posibilidad de


participar en esas decisiones y los representantes de las jerarquías comienzan a disponer de la
fuerza de trabajo y de la plusproducción. En otras palabras, la conversión de la capacidad
consensada de uso (posesión) en capacidad de disposición (propiedad), con o sin consenso, es
el proceso de expropiación y apropiación de la fuerza de trabajo de la población, por parte de
un grupo social que asienta de ese modo las bases de su constitución en clase explotadora.
Consecuentemente, en el proceso de distribución, la explotación clasista se realiza
en la conversión, por enajenación, de la plusproducción en excedente, sea en trabajo vivo o
pasado. Cabe anotar que una clase explotadora no es necesariamente, y mucho menos en sus
fases iniciales, una clase ociosa. Es explotadora porque se apropia del trabajo o los productos
del trabajo ajeno, obteniendo en la distribución una mayor cantidad de éste que el que aporta a
la producción, pudiendo disponer de él en cuanto al consumo.
Las formas de la distribución, esto es, la manera en que una clase transfiere el
excedente y la otra se apropia de él, pueden ser diversas. Puede darse de manera directa como
tributo, en trabajo o en especies268, o a través de los procesos de intercambio "asimétrico".
Los procesos de intercambio pudieron tener diversas formas, a distintos niveles.
Desde el ámbito doméstico e intracomunal, hasta el que se desplegaba entre comunidades y a
largas distancias. En el intercambio intracomunal, una forma de enajenar excedentes fué a
través del control del sistema de centralización y redistribución en los casos en que éste se
dió. Y, por lo general, las jerarquías tribales y, luego, las clases dominantes, tendieron a
controlar los intercambios entre comunidades.
Donde las desigualdades sociales crecientes que se generaron con la sociedad
clasista se hizo más patente fué en el acceso diferencial al consumo, tanto en las calidades de
los bienes consumidos, habiendo algunos reservados sólo a las clases dominantes, como en
los montos del consumo posible.

2. Modo de reproducción. Un tema que sería muy importante para explicar los desarrollos
históricos de las sociedades concretas es el de las calidades y magnitudes que presentan
diversos tipos de relaciones sociales comprendidas en la dinámica de sus modos de
reproducción. No se expondrán acá, pues aún estoy trabajando en ello y, de cualquier modo,
el punto se extendería más que el espacio del que disponemos. Los aspectos cualitativos
tienen que ver tanto con los diversos tipos de relaciones de parentesco, localidad, movilidad y
filiación, así como con la estructura de la población. Esta última se manifiesta en la
configuración demográfica, que puede ser analizada en términos cuantitativos. Sólo
mencionaremos acá un par de puntos que tienen que ver con la reproducción de la población y
la fuerza de trabajo.
Una característica central de las formaciones tribales es que han establecido la
propiedad comunal sobre los medios de producción, incluyendo los objetos naturales de

268
Y, en las fases más desarrolladas, también en dinero.
Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales. 321

trabajo y, para ello, necesitan estar en capacidad real de defenderlos. Uno de los recursos
adoptados para esa defensa fué aumentar la población, bajo el principio de que es más difícil
atacar a un grupo grande que a uno pequeño269. La otra medida, sin la cual la anterior no
habría tenido efectividad, fué la de crear un sistema de relaciones sociales que comprometía
recíprocamente a todos los miembros de la sociedad en la defensa de los medios comunales de
producción y de las gentes mismas, como forma de asegurar la subsistencia. Dicha
organización fué, en sentido estricto, la estructura tribal. Como hemos indicado en otro lugar,
el denominado parentesco clasificatorio es la principal forma que adquieren, en las sociedades
pre-clasistas, las relaciones sociales de producción. Secundariamente, en las sociedades
tribales, el parentesco clasificatorio puede enmarcar la operación de las normas de
acoplamiento y la asignación de la descendencia, tendiendo a regular la distribución de la
fuerza de trabajo entre las distintas agrupaciones de unidades domésticas..
A diferencia de las formaciones pre-tribales, las sociedades tribales necesitan y están
en capacidad de crecer demográficamente. Como lo constatara Childe [1954], la "revolución
neolítica" muestra la primera "explosión demográfica" de la historia. Pero no por ello ha sido
un crecimiento descontrolado sino, por el contrario, siempre sujeto a diversos mecanismos de
regulación, como el aborto, el infanticidio, la malnutricion selectiva y otros. Y, como lo han
mostrado con claridad Harris y Ross [1987], los costos vitales, los riesgos biológicos, la
discriminación alimentaria y las cargas laborales que dichas regulaciones implican,
organizadas bajo relaciones sociales de reproducción -con sus concomitantes
superestructurales-, generalmente son cargadas a las mujeres. Esto, por cuanto los
mecanismos más efectivos de regulación de la estructura poblacional se vinculan a la
realización, limitación o eliminación de sus capacidades reproductivas.
Los sistemas de linajes basados en el parentesco clasificatorio, en algunas
sociedades clasistas incipientes, pueden encubrir las relaciones de explotación, como sería el
caso del reino Abrón del Gyaman, documentado por Terray [ 1977]. Pero, por lo general,
adoptan un papel secundario en este sentido, pasando a constituir una de las formas -no la
única- de adscripción a las distintas clases sociales, tanto dominantes como subordinadas. En
el imperio Inka, por ejemplo, la adscripción a la clase dominante es étnica y gentilicia. En la
mayoría de los casos, las relaciones gentilicias son una forma de pertenencia a las
comunidades tributarias y de participación en la co-propiedad de medios comunales de
producción. Aunque el reclutamiento también puede darse a través de comunidades de
vecindad. En otros casos, los sistemas de linajes incluirán a miembros de las mismas
comunidades étnicas de origen, que pertenecen a distintas clases sociales. En cualquier caso,
el parentesco clasificatorio continúa siendo una de las formas de regulación de las dinámicas
de la estructura poblacional y de distribución de fuerza de trabajo.
Debe anotarse que una de las características de las sociedades clasistas iniciales -
incluyendo el modo de vida esclavista clásico grecorromano- es que las clases explotadoras
269
" Another value of rearing children relates for the need of individual and group defense. Where internecine threats
and/or chronic warfare exists, childless individuals and smaller groups are exposed to greater hazards and higher mortality
rates than larger groups. Small groups also are less able to contract marriage-mediated alliances essential for military
success" [Harris & Ross 1987:11-12].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 322

no se ocupan de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo. Estos recaen sobre las
comunidades agroartesanales que, para ello, disponen de medios de producción. Y de las
cuales, aparte de los posibles tributos en especies, la fuerza de trabajo es sacada -bajo la forma
de tributo o de "cautivos" de guerra- cuando ésta está en capacidad más o menos plena de
producir.
Y hay que considerar que, en las sociedades clasistas, desde que la fuerza de trabajo
puede producir excedentes, se convierte en el principal factor de creación de riquezas y la
posibilidad de disponer de fuerza de trabajo ajena se convierte en una motivación social. Y,
como hemos visto, en la medida en que la fuerza de trabajo es una proporción de la población
y, por lo tanto, del volumen de excedentes acumulables, la tendencia general al aumento
demográfico responde a los intereses de las clases dominantes.
Sin embargo, si analizáramos diversas configuraciones demográficas posibles
(considerando, por ej., tamaños y composiciones de las unidades domésticas, tasas de
crecimiento y mortalidad) comparándolas con las vías de producción y proporciones de los
excedentes, apreciaríamos que ambos factores están en interdependencia. Es decir,
determinadas alternativas y volúmenes de producción de excedentes, se corresponden con
alternativas determinadas de composición y dinámicas poblacionales. Se podrían, así mismo,
evaluar las tasas de explotación de los trabajadores.
Y habría que considerar que, habiendo clases sociales diferenciadas, las
configuraciones demográficas de ambas serán diferentes. Y también habrá diferentes
configuraciones y ritmos de desarrollo entre distintos sectores de los productores. La
regulación del crecimiento demográfico y los flujos o desplazamientos de población es tarea
que, hasta donde resulte posible, deben efectuar las instituciones de una sociedad clasista.

3. Superestructuras. Con el desarrollo de la estructura clasista, en las esferas


superestructurales de la sicología social y la institucionalidad, surgen nuevas instancias
específicas como son, respectivamente, las ideologías y el estado.
El concepto de ideología se refiere, en sentido estricto, a una concepción de la
realidad que responde a intereses de clases. En una sociedad, por lo tanto, hay más de una
ideología. Las clases dominantes en formación usarán medios institucionales buscando, si no
imponer desde un principio, al menos sobreponer a las concepciones de las clases explotadas
su propia cosmovisión y sistema de valores, convirtiéndose en ideología dominante.
Por lo general, con la aparición de la cosmovisión clasista de la ideología, surge
históricamente la religión como centro de la ideología dominante. La principal diferencia
entre los mitos comunales y la religión no es de forma, sino de contenido. Debido a la
proyección analógica de las relaciones sociales, las representaciones de las relaciones de los
hombres con los entes míticos o "divinidades" -más bien divinizaciones- ya no son de
reciprocidad, sino de subordinación. Y los máximos representantes de la institucionalidad
religiosa, que instaura los ritos reproductores de los mitos, ya no representan a los hombres
Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales. 323

frente a los "dioses", sino a los "dioses" frente a los hombres. Donde la mayor parte de las
veces los dioses han sido humanos, aunque de una naturaleza diferente: sobrenaturales.
Las ideologías, en particular las ideologías dominantes, son necesariamente
concepciones falsificadoras de la realidad. No tanto por lo fantásticas e imaginarias que
puedan ser las representaciones más o menos metafóricas de la realidad, sino porque necesitan
justificar lo injusto: la explotación y la enajenación.
La principal dificultad que presenta la conformación de ideologías dominantes es
que tienen que romper, con la menor violencia aparente o aparentando que no lo hacen, con
los ancestrales valores tribales de reciprocidad y solidaridad, profundamente arraigados en
tanto constituían la base del sistema social. Buscan aparentar no romper radicalmente, en la
representación, unas relaciones que, en la realidad social, se violan inexorablemente. Uno de
los mecanismos ideológicos, en este sentido, es establecer un "intercambio" de elementos o
servicios intangibles o inconmensurables a los que se otorga elevado valor, a cambio de los
trabajos y tributos, considerados como "ofrendas"270.
La naturaleza diferente de las "divinidades" permite también hacer incomparables
los elementos del intercambio. De ahí que los conocimientos especializados, monopolizados y
crípticos, se manejen ideológicamente para evidenciar la naturaleza y capacidades diferentes
de los representantes de las clases dominantes ocupados del control ideológico. Y, de
cualquier manera, sobre todo cuando sea difícil asegurar la credibilidad de las clases
subordinadas, algunos elementos importantes en tales intercambios deben beneficiarlas
objetivamente. El riesgo es la sublevación indignada o el tiranicidio -que no fueron
históricamente infrecuentes-, cuando los aparatos represivos aún no han crecido lo suficiente
como para enfrentar eventos generalizados de ese tipo.
Así, los conocimientos que se tradujeron en predicción de fenómenos
medioambientales que favorecieran notablemente las cosechas, la provisión a través del
control de un sistema de intercambio de bienes necesarios, la creación de obras de
infraestructura, como los sistemas hidráulicos, que elevan o hacen más segura la producción,
la mantención de reservas para ser redistribuídas en tiempos de escasés, la regulación de los
conflictos entre comunidades, son elementos que pueden parecer suficientemente
convenientes a los productores directos.
La nueva institución, que tiene sus antecedentes en los consejos tribales y que ahora
gestiona la relación entre clases sociales, es el estado. Esta nueva relación, institucionalizada,
entre las clases sociales, es la política. El estado es básicamente una institución política. Y su
papel es gestionar la mediación entre las clases sociales a través de las actividades de
administración y coerción. La gestión del estado debe aparecer, ante las clases, como una
gestión conveniente. Es el estado el que se encargará de organizar, cuando sea necesaria, la
fuerza de trabajo a gran escala para crear obras de infraestructura, el que garantizará la paz

270
Hasta el día de hoy hay religiones que nos presentan "ofertas" que ningún supermercado ni lotería alguna podría
igualar: la felicidad celestial eterna a cambio de unos poquísimos y miserables años de sacrificios e injusticias en este terrenal
"valle de lágrimas".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 324

entre diferentes comunidades, que regulará los intercambios a largas distancias, que
organizará los procesos productivos buscando elevar la productividad.
Así, por ejemplo, una estructura de dominación clasista requiere de un aparato
militar especializado, que ya no es "el pueblo en armas". Pero en una sociedad pequeña, de
relaciones cara a cara, difícilmente sería bien visto un contingente militar o policial muy
numeroso, ni en ociosidad permanente ni en constante acción represiva. El cual, por lo demás,
tampoco podría ser tan numeroso como para enfrentar una rebelión popular masiva en
respuesta a tales abusos. De ahí que, aunque fuera un grupo social que debía estar siempre
disponible para las actividades represivas, también debió mantenerse movilizado realizando
actividades más aceptables para el resto de la población, como el transporte de
comunicaciones, resguardo de caravanas de mercaderes, colaborar en la construcción de obras
públicas y aún, apoyando la producción en sus unidades domésticas. En general, como hemos
mencionado, la gestión del excedente también debió ocuparse en parte en tareas que
redundaran en beneficio de la población y, por supuesto, ya que interesará a las clases
explotadoras, en la elevación de la productividad y la producción.
También pudo darse a una parte de los excedentes un uso común en diversas
sociedades, que nace desde las sociedades tribales en ceremonias como el pótlach y que aún
hoy está presente en la tradición de las mayordomías: la reintegración de plusproductos a la
comunidad a través de fiestas y ceremoniales que tienen, por lo demás, una importante
función cohesionadora de las relaciones sociales.
Por último, una referencia a un punto que estimamos relevante en la explicación del
surgimiento y conformación de sociedades clasistas iniciales a partir de las sociedades
tribales: el de la gestión política de las relaciones interétnicas.
La historia de las sociedades tribales es la historia de una compleja red de relaciones
entre grupos étnicos, entendiendo que éstos conformaban unidades de reproducción social -
económica y biológica- que se identificaban y distinguían de otros a través de diversas
dimensiones de la cultura. Pero, sobre todo, que se unificaban internamente alrededor de la
defensa de la propiedad de los medios de producción compartidos que constituían la
condición básica para producir sus condiciones materiales de vida. Las relaciones interétnicas,
sin embargo, podían alcanzar diversos grados de tensión, hasta el enfrentamiento, debido a los
conflictos que causaban las presiones por acceso a recursos desigualmente distribuídos en la
geografía, apropiados por unas comunidades y de los cuales otras carecían. O se mantenía un
equilibrio pacífico mediado por relaciones de intercambios.
Sin lugar a dudas, en el interior de algunas comunidades tribales se produjo la
diferenciación que conducía a la división en clases. No obstante, como hemos apuntado, en el
seno de sociedades con relaciones gentilicias, de origen y tradición comunal, se hacía difícil
desarrollar un sistema eficiente de explotación y enajenación económica, sin socavar las bases
de la estabilidad social interna que residía en la existencia de ya precarios vínculos de
reciprocidad y que no podían ser violados muy abiertamente sin crear un ambiente de
violencia social que podía ser irreversible.
Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales. 325

De ahí que uno de los mecanismos eficaces en la conformación de relaciones


"asimétricas", inequitativas, debió ser el establecimiento de relaciones interétnicas, entre
antiguas organizaciones tribales que obtienen recíprocas ventajas relativas y que no arrastran
compromisos de reciprocidad solidaria o compensada que debería objetivarse en una
distribución igualitaria de la producción. Así, si una comunidad es propietaria exclusiva de
medios naturales de los cuales otras no disponen, pero demandan, o que han desarrollado
originales técnicas de producción, pueden destinar su capacidad de trabajo no subsistencial a
la explotación de tales recursos y técnicas para un intercambio ventajoso, aún para obtener
alimentos a bajos costos. También aquellas comunidades que carecieran de recursos naturales
suficientes para asegurar su subsistencia tendrían la posibilidad de transferir fuerza de trabajo
a otras sociedades que les garantizaran medios de consumo subsistencial a cambio de trabajo
generador de excedente. Además, aquellas sociedades que hubieran conseguido consolidar
aparatos estatales más fuertes, tenderían a reforzar sus posiciones de privilegio frente a otras
similares por la vía de imponer, a las comunidades o casas estatales menos poderosas, la
generación y transferencia de excedentes. Aunque de todas maneras estamos hablando de
relaciones políticas que debían ser manejadas con cautela, otra ventaja que tenía la
explotación de comunidades étnicas distintas era la de que la clase dominante también podía
gestionar los desplazamientos de contingentes de fuerza de trabajo a distintos territorios, fuera
de sus ámbitos tradicionales, donde su productividad fuera más rentable.
Dejamos hasta acá estos apuntes sobre algunas condiciones de posibilidad del
surgimiento y desarrollo de las sociedades clasistas iniciales, que creemos que pueden
contribuir a orientar la investigación arqueológica de esos procesos en la historia concreta.

Bibliografía citada.

Acosta, Guillermo
1999 Procesos de trabajo determinado: la configuracióin de modos de trabajo en la cultura
arqueológica. Boletín de Antropología Americana, nº 35.
Bate, Luis Felipe
1978 Sociedad, formación económicosocial y cultura. Ediciones de Cultura Popular.
México.
1984 Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. Boletín de Antropología Americana,
nº 9.
1984 Towards quantification of productive forces in archaeology. En. Marxist
perspectives in archaeology, M. Spriggs [Ed.]. CUP. Cambridge.
1998 El proceso de investigación en arqueología. Ed. Crítica. Barcelona.
Childe, Vere Gordon
1954 Los orígenes de la civilización. Fondo de Cultura Económica. México.
Gándara, Manuel
1985 El modo asiático de producción ¿Explicación marxista del origen del Estado?
En: El origen y desarrollo del estado en Mesoamérica, Serra, Medina y
López Austin [Eds.]. UNAM, México.
Harris, Marvin & Eric Ross
1987 Death, sex and fertility. Columbia University Press. New York.
Terray, Emmanuel
1977 Clases y consciencia de clases en el reino Abrón del Gyamán. En: Análisis
marxistas en antropología social, Llobera [Ed.]. Anagrama, Barcelona.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 326

Vargas, Iraida
1985 Modo de vida: categoría de las mediaciones entre formación social y cultura.
Boletín de Antropología Americana, nº 12.
CAZADORES RECOLECTORES AMERICANOS
LAS SOCIEDADES
CAZADORAS RECOLECTORAS PRE-TRIBALES
o el "paleolítico superior" visto desde Sudamérica

En esta presentación deseamos apuntar un temario de problemas que se plantean a la


investigación de las sociedades cazadoras recolectoras pre-tribales del denominado
"paleolítico superior", llamando la atención sobre la necesidad de su conceptualización
teórica. Nuestro enfoque se basa en los antecedentes que ofrece, al respecto, la arqueología
sudamericana.
Agradecemos a los organizadores la invitación a participar en este Encuentro de
Arqueología Andaluza, así como la posibilidad de extendernos en el texto mas de lo que
permite el tiempo de una conferencia, con el fin de redondear algo mejor algunos temas.

I. Posiciones en torno al poblamiento de América.


La cuestión de la posible antigüedad del poblamiento humano de la América del Sur está
obviamente implicada en las discusiones en torno a las primeras ocupaciones del Nuevo
Mundo en general.
Las preguntas y problemas comprendidos en las búsquedas y debates relativos a tal
evento, han respondido a diversos intereses de los investigadores y se desarrollan con desigual
rigor en los procedimientos técnicos y lógicos, desde la obtención y registro de datos a la
elaboración e interpretación de la información. Los motivos y objetivos van desde un evidente
afán de notoriedad fácil -asociado a la supuesta espectacularidad de "lo más antiguo"- hasta


Presentada en las VI Jornada de Arqueología Andaluza, realizadas en Huelva en 1993. Publicado en el Boletín
de Antropología Americana nª 25, con fecha (atrasada) de 2002.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 330

la procura de soluciones a problemas históricos concretos o a cuestiones teóricas, formulados


en diversos niveles de complejidad y coherencia.
Iniciamos con una breve reseña que permite contextuar el estado actual del tema.

El "hombre fósil" americano.


Trabajos precursores fueron los del naturalista danés Peter Wilhelm Lund, quien revisó más
de ochocientas cuevas y abrigos rocosos de la región de Lagõa Santa, en Brasil, en la primera
mitad del siglo XIX. Es notable la cautela que mantuvo respecto a las relaciones
estratigráficas de las osamentas humanas fosilizadas que encontró junto con los restos de
animales extintos que mostraban " haber pertenecido a una creación distinta a la que se
presenta hoy a nuestra vista " . No obstante, en 1843 reporta ya una asociación segura entre
dicha fauna y restos humanos que indicaban que América estaba poblada desde épocas
remotas, anteriores a los "tiempos históricos", y que tales habitantes pertenecían a la "raza
americana" conocida desde la llegada de los europeos y emparentada con los mongoloides del
Viejo Mundo.
Resalta el compromiso con el rigor de su quehacer, desde el cual enfrenta los
prejuicios de la comunidad científica de su época. Eran los tiempos en que el medio
académico hacía el vacío en torno a Boucher de Perthes y los hallazgos de Frère aún no eran
reevaluados. Todavía no se abría el capítulo de las ávidas búsquedas de "antropolitos" y
"eslabones perdidos" que seguirían al reconocimiento de las asociaciones de artefactos de
pedernal con restos de fauna "antediluviana".
Para entonces, la importancia de los hallazgos de Lagõa Santa no debía ser menor
que la de los restos del Neanderthal. Sin embargo, no tuvieron la misma repercusión, a pesar
de que ya habían sido comunicados en la Real Sociedad de Anticuarios del Norte, a la que
Lund pertenecía. Es posible que su propia concepción creacionista lo haya limitado en cuanto
a avanzar más en sus conclusiones y en la difusión de sus descubrimientos.
Otro hito relevante, entre los precursores de los estudios prehistóricos
sudamericanos, fué establecido por las meritorias investigaciones de Florentino Ameghino,
quien publica en Paris, en 1880, "La Antigüedad del Hombre en El Plata " . Las propuestas
centrales allí vertidas, ya ampliamente superadas, tuvieron el mérito de ser el punto de
referencia de las más enconadas polémicas que, aún en las primeras décadas de este siglo,
estimularon las investigaciones sobre los más antiguos habitantes del continente.
Entre sus antagonistas se contaba a Ales Hrdlicka, cuyas opiniones sobre el tema
también ya están largamente sobrepasadas, pero jugaron el importante papel de imponer
mayores condiciones de rigor a la fundamentación de conjeturas que solían carecer de
suficiente sustento. Junto con él participó William Holmes, cuyos prolijos y acertados trabajos
sobre las industrias líticas habrían ahorrado un par de décadas de errores sobre ese tópico, de
haber sido considerados.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 331

Con todo, como se ha podido apreciar a distancia del fragor de esos debates,
Ameghino efectivamente encontró asociaciones culturales con fauna extinta y las líneas
básicas de la secuencia cultural de Córdoba, su tierra, estaban correctamente descritas.
Fué así como el dilema central en discusión, hasta fines de la tercera década de este
siglo, sería el de la coexistencia o no del hombre con fauna pleistocénica ya desaparecida.
Ese ciclo se cierra con la aceptación de los hallazgos del entonces llamado "complejo
Clovis-Portales" en Norteamérica y los trabajos de Margaret y Junius Bird en las cuevas de
Fell y Pali Aike en la Patagonia chilena, que resuelven afirmativamente la cuestión de manera
concluyente.

Industrias o culturas "primitivas" y "modernas".


El desarrollo de las investigaciones conduce, desde comienzos de los sesenta, a la formulación
de diversas interpretaciones que intentan abarcar las líneas generales del desarrollo
"prehistórico" a nivel continental. Casi todas las propuestas surgidas entonces, coinciden en la
suposición de la existencia, entre los pobladores más antiguos, de unas culturas
supuestamente primitivas y otras modernas, entendiendo que las primeras antecederían a
éstas, al menos en su origen e ingreso al continente. El supuesto, explícito o implícito, es el de
que aquellas corresponderían al paleolítico inferior o medio del Viejo Mundo.
Entre los autores que proponen secuencias generales se cuenta a Menghin, Krieger,
Lanning y Patterson, Willey, Schobinger, MacNeish y otros. Apoyadas por lo general en una
tipología formal y en fundamentos cronológicos poco consistentes, carecían de una base
empírica concluyente. La obra mejor documentada en esa época, fué la primera "Prehistoria
de Suramérica " de Juan Schobinger [1969].
Las pocas críticas formuladas entonces a esas secuencias generales provenían de
norteamericanos como Paul Martin, quien fustigó enfáticamente la falta de solidez de los
antecedentes en que se apoyaban las afirmaciones de la existencia de poblaciones anteriores a
Clovis en América. Pensamos que, en su momento, no le faltaba razón, al igual que a Haynes
y Lynch, quienes también enderezaron críticas en el mismo sentido para las propuestas sobre
Sudamérica.
Paralelamente, durante la década de los setenta, se comienza a producir un desarrollo
significativo de investigaciones realizadas con mayor precisión de registros que, enmarcadas
en la perspectiva de aclarar las historias regionales tempranas, conforman una base empírica
mucho más amplia, que hoy sigue incrementándose con buen ritmo.
Si bien las interpretaciones así producidas no se formularon en un marco de
propuestas alternativas de alcance continental, constituyeron, en su mayoría, una contestación
a las mencionadas secuencias generales.
En 1983 publicamos un trabajo crítico de las interpretaciones referidas, que todavía
estaban en vigencia, y propusimos una reorganización sistemática de la información
disponible, en su dimensión cultural.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 332

En 1988 aparece la nueva versión de la "Prehistoria de Sudamérica " de


Schobinger, actualizada, en la que flexibiliza adecuadamente sus planteamientos, aceptando el
cuestionamiento que los nuevos datos e interpretaciones de los mismos introducen a las
propuestas anteriores, ya superadas en su simplismo difusionista.
Abusando de la generalización, podríamos decir que el dilema de ésta época gira en
torno a si los primeros habitantes de América pertenecieron o no a poblaciones portadoras de
culturas anteriores o diferentes a las del paleolítico superior del Viejo Mundo.
Aún hay quienes, en la línea apuntada por Martin, centran la cuestión alrededor de la
existencia o no de culturas "pre-Clovis". Aceptando la pregunta planteada así, los autores que
MacNeish considera "radicales" -entre los cuales se incluye- postulan una posición afirmativa.
Mientras que investigadores como Lynch, aún sostienen la inacreditabilidad de todos los
registros anteriores a Clovis; actualmente, esto es algo así como unos 11.900 años a.p.. Tal
criterio de demarcación, un tanto localista, es bastante arbitrario, se basa en una clasificación
cultural cuestionable ("paleoindio"/"arcaico") y, a pesar de que contribuye saludablemente a
la exigencia de calidad en los registros, ya no se puede mantener.
De manera más amplia y adecuada, el problema que se ha planteado es el de saber si
los primeros americanos ya eran portadores de culturas de tipo "paleolítico superior" o lo
fueron de poblaciones que en el viejo continente precedieron al paleolítico superior, como
sostiene la actual postura de Schobinger, Bryan y otros.
Desafortunadamente, es todavía igualmente difícil de sostener, por otros motivos.
Aparte de que no la favorece el hecho de que abundan entre sus adherentes autores que
tansparentan más un afán oportunista de espectacularidad que una genuina actitud científica,
es también verdad que la documentación que permitiría dilucidar confiablemente el punto es
bastante escasa y aún no conclusiva. Hay que considerar que la existencia de evidencias "pre-
Clovis" no significa necesariamente que se trate de poblaciones de tipo "pre-paleolítico
superior", sean"pre-puntas de projectil", "protolíticas" u otras denominaciones, según los
diferentes autores.
Con todo, el problema principal reside en que la caracterización de la cultura
material de tales supuestos pueblos se ha basado mayoritaria y erróneamente en vestigios
líticos provenientes de canteras y talleres o encontrados en sitios cuyas actividades no
requerían más que de artefactos de talla sumaria (v.g. choppers) y que no pueden adscribirse,
por su tipología, a culturas diferentes de las de los pueblos de tipo "paleolítico superior". Los
materiales de otro tipo de sitios, como los habitacionales o de matanza, son todavía muy
escasos y, entre éstos, ha sido difícil garantizar una documentación incuestionable de los datos
en que se apoyan las asociaciones cronológicas y, más aún, las caracterizaciones culturales.

El empirismo inmune.
Lo dicho significa que toda la información disponible debe ser reevaluada, sin excluir la
necesidad de nuevos datos. Sin embargo, se puede prever que tal empresa no tendrá mejor
fortuna si el problema mismo -y los criterios a seguir consecuentemente- no fueran
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 333

replanteados a la luz de los avances actuales de la disciplina arqueológica. De hecho, los


términos en que se discute el tema ofrecen actualmente poco interés, desde que no se han
desplegado explícitamente las consecuencias históricas y teóricas implicadas, reduciéndose a
esquemas un tanto viciados y de un simplismo parroquial.
Por lo que se refiere a las conexiones entre los fundamentos epistemológicos de la
ciencia y sus métodos o a las teorías sobre la realidad social, puede decirse que ha sido una
temática casi ausente en estas investigaciones sobre Sudamérica, con algunas excepciones que
resultan, por lo mismo, notables. Entre éstas, la de Ameghino quien, a principios de siglo,
fundamenta una posición materialista de corte enciclopedista. Su exposición de "Mi credo "
ante la Sociedad Científica Argentina en 1906, tampoco contribuyó a congraciarlo con un
medio académico y social elevadamente conservador.
Por los años cincuenta, sólo se ocupa expresamente de estos temas la "Escuela de
Buenos Aires", de orientación histórico-cultural, particularmente a través de los trabajos de
Bórmida. Luego, desde los setenta, se mostró alguna preocupación por los problemas
metodológicos, principalmente a partir de las influencias de la "New Archaeology"
norteamericana. En buena parte, las proposiciones teóricas, no desligadas de la base empírica,
se han venido formulando a partir del materialismo histórico.
No obstante, en general, el medio académico dedicado a la problemática de los
cazadores recolectores sudamericanos ha sido bastante ajeno a éstas preocupaciones y aún es
común el uso del término "teoría" para referirse a conjeturas de cualquier índole. De hecho,
las investigaciones se han venido desarrollando bajo el influjo de concepciones heterogéneas
y frecuentemente contradictorias, asimiladas escasamente, de manera fragmentaria y con
evidente bajo nivel crítico.
Las influencias provienen mayormente de un culturalismo particularista impregnado
de un empirismo notablemente ingenuo y de un neoevolucionismo esquemático, reducido a
periodizaciones clasificatorias de entidades que no superan el nivel descriptivo 271. Por lo que
predomina en este campo de la arqueología una chismografía historiográfica, en los mejores
casos, muy ilustrada. Tal vez, las formulaciones más explicitas, aunque no menos simplistas,
sean aquellas de tipo ambientalista. Desafortunadamente, también éstas se traducen con
frecuencia en la adición de rigor de un apartado de antecedentes medioambientales, cuya
conexión explicativa de los eventos socioculturales suele ser escasa o, simplemente, ausente.
Así, el panorama general muestra que la mayoría de los investigadores dedicados a
este tema han sabido mantenerse inmunes a las discusiones teóricas generales de la
arqueología actual, a pesar de que muchos representantes prominentes de las diversas
posiciones que se ventilan actualmente, refieren sus propuestas a sociedades cazadoras
recolectoras, abarcando una variedad de tópicos de elevado interés 272 . Con todo, dada la

271
Resulta excepcional, dentro de una concepción evolucionista, el trabajo de Luis A. Orquera (1984), sobre el tránsito y
diferencias entre el paleolítico medio y superior.
272
El artículo de Mena Larraín [1989] ofrece un buen panorama de algunos de los temas generales que se discuten en torno
a la arqueología de las sociedades cazadoras recolectoras.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 334

formación a que tienen acceso las nuevas generaciones, hay indicios de que la inocencia
teórica acabará por perderse como característica dominante en este ámbito de la investigación.

II. Reorganización de la información.


Bastaba constatar que las secuencias cronológico-culturales de nivel general basaran la
definición de 'culturas', 'horizontes', 'industrias', 'tradiciones' o 'estadios' diferentes en la
separación de vestigios producidos por un mismo pueblo, para advertir que las propuestas así
organizadas distorsionaban la realidad histórica de manera ostensiblemente poco sutil.
Paradojalmente, la coincidencia en suponer, de manera expresa o implícita, que la
ordenación de las evidencias culturales en términos espacio-temporales constituyen el
objetivo principal de la arqueología, condujo a los mayores yerros precisamente en ese
aspecto tenido como central. Ello obedece a haber desestimado, de hecho si no de intención,
la consideración de los contenidos sociales de los procesos históricos y las regularidades que
los rigen.
De ahí que fué necesario darse a la tarea de reorganizar ( o "reciclar" ) la información
disponible para los cazadores sudamericanos, en el entendido de que un pueblo realiza
diversas actividades en distintos lugares y que la tipología de los artefactos rescatables
difieren según las actividades realizadas en cada sitio (Bate,1983). Posteriormente,
interpretamos los que habíamos denominado conjuntos culturales en términos de sus
contenidos sociales como modos de vida , entendidos éstos como particularidades de la
formación social . De cualquier modo, es claro que la identificación de estas poblaciones se
realiza a través de aquella parte de la cultura material que podemos registrar o inferir en la
cultura arqueológica 273 .
De tal modo, proponemos que hacia el 13.000 a.p.274 la América del Sur estaba
completamente ocupada por tres poblaciones que darían origen a prolongadas "tradiciones" de
desarrollos regionales, distribuídos en amplias áreas de ese continente. A partir de aquellas se
desarrollan otros grupos culturalmente diferenciados desde el 11.000 y hacia poco antes del
9.000 ingresan, desde Norteamérica, grupos vinculados al Complejo El Llano 275 .
No es la intención de esta conferencia el ofrecer una nueva versión interpretativa de
la información básica sobre los cazadores tempranos de Sudamérica. Sin embargo, dado que
la propuesta que hemos elaborado no circula entre los colegas del ámbito ibérico, nos
permitiremos transcribir parte de una síntesis que hemos publicado hace un par de años en una
revista americana y que pueden ofrecer un panorama general de las sociedades cazadoras

273
Una síntesis del significado que damos a éstos conceptos se encuentra en Bate [1989].
274
Para abreviar, en adelante todas las fechas se indicarán en años antes del presente. Además, dado que se trata de un
panorama general, no citaremos las fechas exactas dadas por el laboratorio, con sus sigmas de error, sino que redondearemos
a cifras cercanas. De cualquier modo, las dataciones radiocarbónicas no pueden tomarse como referencias precisas y, hay que
advertirlo, aún no han sido calibradas, de modo que este sesgo es homogéneo.
275
El cual incluye a la "cultura" o "fase" Clovis. Para una breve síntesis actualizada, ver Frison [1990].
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 335

recolectoras de esa vasta y distante región del mundo 276. Por lo mismo, si bien sólo nos
interesará retomar las tres poblaciones más antiguas, que son las más pertinentes al tema de
esta exposición, incluiremos una reseña mas breve de las restantes, con las cuales aquellas
coexistieron por milenios.

El modo de vida I .
Antiguos cazadores recolectores panandinos.
Culturalmente, esta población ha sido identificada por los arqueólogos principalmente a
través de los instrumentos de mayor grado de elaboración y definición formal de su industria
lítica, como son las puntas de talla bifacial. El elemento característico sería la forma foliácea
con una gran diversidad de variantes aunque, en nuestra opinión, el rombo es otra de las
formas básicas de ese instrumental.
Su distribución geográfica tendría un núcleo de posible origen en Venezuela y una
expansión a través del eje de Los Andes hacia el sur. Ha sido reconocido como "tradición de
puntas foliáceas", "horizonte El Jobo-Lauricocha-Ayampitín" y otras denominaciones.
Las fechas mas antiguas del conjunto aparecen vinculadas al "complejo El Jobo" de
Venezuela, donde un par de fragmentos de sus puntas características estarían asociadas a
restos de mastodonte y glyptodonte, datados en unos 13.000 años a.p. [Bryan et al.,1978]. Sin
embargo, la problemática involucrada en el llamado, con toda propiedad, "complejo" El Jobo
en esta región, está todavía por dilucidar. Creemos que éste es uno de los casos típicos en que
el afán por coleccionar "primitividad" y de encontrar "lo mas antiguo", ha incidido en que no
se hayan registrado o, al menos, publicado mas antecedentes que permitieran conocer otros
aspectos del desarrollo histórico de estos grupos.
Descartando la supuesta "secuencia" del río Pedregal propuesta por Cruxent y Rouse
(Camare-Las Lagunas-El Jobo-Casitas) que a todas luces es un constructo que no corresponde
a una realidad histórica, el del complejo El Jobo es un problema que tiene, con seguridad,
diversas implicaciones importantes por resolver. Por lo pronto, debe haber un desarrollo
regional cuya temporalidad, así como la naturaleza de los cambios ocurridos, están aún sin
definir. Aparte de que a fines del pleistoceno cazaron fauna mayor hoy extinta, sabemos que
también tuvieron asentamientos de explotación costera [Veloz y Martin,Ms.]. Por otra parte,
pensamos que desde épocas bastante tempranas, antes del 11.000, ya se habrían diferenciado
algunas parcialidades que pudieron dar origen a pueblos con particularidades culturales que se
desarrollaron con formas propias características en otras regiones de Sudamérica y el Caribe.
Una de esas parcialidades sería aquella que desarrolló un instrumental como aquel
que definió al "complejo Canaima", atribuído a un "mesoindio" venezolano para indicar que
sería posterior al "paleoindio" al que pertenecería el complejo El Jobo, a pesar de que se
carece completamente de registros cronométricos 277 . Pensamos que estos grupos habrían
276
Esta síntesis está tomada de Bate [1990]. Si algún lector está interesado en aburrirse fatalmente con la empiria, puede
remitirse al trabajo de 1983 que, desde luego, ya requiere de una actualización.
277
Tal vez, también se asocien a este grupo algunas puntas pedunculadas tipo "Casitas", sin que ello indique que sean
tardías.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 336

participado de las migraciones que se desplazan hacia la región andina, cruzando la cordillera
entre el sur de Colombia y el Ecuador.
Veloz Maggiolo y Martin han propuesto que habría sitios del complejo El Jobo que
se caracterizan por instrumentos sobre lascas con astillamiento dorsal del borde y ausencia de
las típicas puntas bifaciales. Pensamos que es muy probable que alguna parcialidad del
complejo El Jobo haya desarrollado una industria lítica de estas características, a las que se
agregaría un empleo importante de la técnica de láminas para producir las matrices sobre las
que se confeccionaron instrumentos. A partir de allí pudieron derivar los cazadores que se
distribuyeron ampliamente por el centro y nordeste del Brasil, donde se le conoce como
"complejo Antiguo" de Goiás o "fase Paranaíba", atribuídos a una "tradición Itaparica". Es
típico de ese conjunto el instrumento sobre lámina de dorso muy alto y todo el contorno
retocado dorsalmente que se conoce como "lesma" y que es frecuente en el instrumental de El
Jobo. También sobre una base similar, pero con una historia que alcanza hasta momentos
bastante tardíos, se habría desarrollado en la región insular caribe-antillana la "tradición
mordanoide" (o Modo de Vida II, según Veloz y Vega, 1980). Por lo que respecta a su
indutria lítica, destaca el instrumental sobre láminas en sílex, sobre las cuales se
confeccionaron también puntas pedunculadas, obtenidas con un sumario retoque marginal.
Sus fechas mas antiguas, por ahora, se remontan a unos cinco milenios en el sitio cubano de
Levisa 278.
El ingreso de este pueblo a la región ecuatorial andina debe haber ocurrido hace unos
11.500 años, probablemente desde el oriente de la cordillera en pos de fauna mayor,
incluyendo especies extintas. No parece que sus desplazamientos hayan ocupado
masivamente la sabana de Bogotá y sus vestigios se encuentran desde Popayán al sur, aunque
hay que mencionar la existencia de algún sitio de este pueblo en Panamá.
Uno de los grupos que llegan a Ecuador, con gran probabilidad vinculado a las
modalidades culturales del complejo Canaima habría sido aquel que ocupó Cubilán (10.500) y
que, expandiéndose desde esta región, donde perduró, da origen al pueblo que se desarrolla
luego en el norte y centro del Perú, donde se le identifica como "complejo Paiján-Luz". En
Ecuador también es clara la presencia de la población portadora de la tradición foliácea
"clásica" en los sitios de El Inga y Chobshi, donde probablemente perdura hasta épocas mas
tardías, cuando se pone de moda el uso de puntas triangulares en todos los Andes. No
podemos saber aún qué relaciones guardó este pueblo con el que, para esta región,
denominaremos Paiján-Cubilán. De cualquier modo, el pueblo de la tradición foliácea clásica
generó un desarrollo regional que, en nuestra opinión, alcanzó a vivir el proceso de revolución
tribal en que lo involucró, sin asimilarlo, la sociedad Valdivia.
En el norte del Perú, la parcialidad Paiján aparece claramente diferenciada y, aunque
la mayoría de sus sitios hasta ahora conocidos son cercanos a la costa, ya se ha detectado su
presencia en tierras altas, en las nacientes del río Sechín. En el alero de Quirihuac posee una

278
Hay dataciones de colágeno residual que indican que este pueblo podría remontarse a unos nueve o diez milenios en
Cuba [Martínez y Rodríguez, en prensa; Domínguez, Febles y Rives, en prensa].
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 337

fecha de 12.700 años y, aunque no hay elementos de juicio para cuestionarla, parece
exageradamente temprana, pues el rango temporal de los sitios de Cupisnique se sitúa entre
hace 10.500 y 8.000 años [Chauchat,1982]. Su distribución llega claramente hasta la costa de
Lima y posiblemente algo mas al sur, donde se le ha denominado "complejo Luz", con fechas
mas tardías, aunque proceden de una secuencia cuestionable.
En los Andes centrales, las ocupaciones de la tradición foliácea clásica, con múltiples
variantes, están marcadas ya por fechas anteriores o cercanas al 11.000 (Guitarrero, Laguna
de Conococha, Pachamachay), aunque también sus desarrollos regionales, prolongados y
consistentemente representados en el registro arqueológico, se manifiestan desde hace unos
10.500 años. Se ha intentado establecer periodizaciones cronológicas basadas en los cambios
tipológicos (Ancón-Chillón, Lauricocha, Junín, Ayacucho, Quebrada de Chilca); pero, o
carecen de validez -como la de Ancón-Chillón establecida por seriación- o los límites
temporales son muy arbitrarios y la tipología supuestamente diagnóstica de los cambios no es
generalizable. Sólo puede decirse que se advierten cambios generales notables hacia el 5.500,
con la moda del uso de collares de cuentas y las puntas triangulares. Esta población ocupó
masivamente todo el ámbito centroandino, desde la costa a la puna, hasta la época en que se
desarrollan las técnicas agropecuarias y la revolución tribal.
En los Andes centro-sur, desde el sur del Perú hasta la Bahía de Coquimbo en Chile,
su presencia posee también múltiples testimonios desde hace casi unos 10.000 años
(Toquepala, Tojotojone, Tiliviche, Quebrada de Las Conchas). Hay buena documentación de
la presencia y desarrollo histórico de ésta población en toda esta región, sea en la costa, las
quebardas altas occidentales, la zona circumpuneña, la puna o las quebradas y el piedemonte
oriental, comprendiendo el noroeste argentino y el suroeste boliviano. Desde las épocas mas
tempranas se nota ya una diferenciación de parcialidades zonales, con variantes culturales
identificables.
Hacia el 9.000 alcanzan las Sierras Centrales argentinas, donde se les conoce como
"cultura Ayampitín" y en 8.500 están en los Andes meridionales, entre Coquimbo y San Juan,
en su modalidad Huentelauquén-Cárcamo-La Fortuna. Hacia el 8.000 están en la zona central
chilena y hacia el sur de ese país hay diversas evidencias no datadas. Aparentemente, en el
extremo sur habrían desarrollado un modo de vida de explotación marítima, sin poderse
precisar qué tanto llegaron a incursionar en el interior selvático y boscoso de los canales
occidentales de la Patagonia. Tales grupos, de filiación posiblemente andina, habrían dejado
sus huellas desde la isla Quiriquina hasta Túnel, en Tierra del Fuego y su antigüedad en la
región podría remontarse a unos cinco a seis milenios 279 .
Como hemos indicado, estos pueblos han sido identificados como "horizonte" o
"tradición" a través de sus puntas de proyectil y hojas de cuchillos foliáceos con una
amplísima gama de variantes, muchas de ellas características de determinados desarrollos
regionales o zonales. También el rombo fué otra de las formas básicas de este instrumental

279
Este pueblo habría dejado restos de ocupaciones en sitios como Bellavista, Ralún, Gamboa, Ponsomby y Lancha
Packewaia.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 338

bifacial. Para su confección, dependiendo de la disponibilidad de materias primas, se tendía a


la utilización de grandes y espesas lascas como matrices, rebajadas como preformas bifaciales
elongadas. En realidad, la mayoría de las canteras y talleres atribuídas a "tradiciones" u
"horizontes" de bifaces (v.g., "horizonte andino de bifaces") son los lugares donde se
realizaron las fases iniciales del proceso de elaboración -entre otros- de éstos instrumentos
que, ciertamente, no se usaban ni desechaban en esta clase de sitios. La talla bifacial se
empleaba principalmente en la producción de puntas de proyectiles y de cuchillos. El resto del
instrumental, como raederas, raspadores y otros, se confeccionó principalmente sobre lascas o
láminas de astillamiento marginal dorsal.
Otros elementos culturales comunes a éstos cazadores son el uso del propulsor o
lanzadardos y el trabajo de fibras vegetales con técnicas de entrelazado y espiral, desde las
épocas mas remotas.
En las fases mas antiguas practicaron sistemas de caza generalizada, incluyendo
presas de caza mayor hoy extintas, las que probablemente los llevaron a cruzar la cordillera de
los Andes desde el oriente. Es posible que en la región andina se haya dado un primer
desplazamiento temprano hacia el sur. Pensamos que luego, desde el 10.500
aproximadamente, su expansión colonizadora se dió por crecimiento demográfico y
segmentación, habitando distintas zonas donde fundaron prolongados desarrollos históricos,
hasta que el uso de técnicas agropecuarias desplazó revolucionariamente a las economías
apropiadoras.
Cuando gran parte de la fauna plaistocénica se había extinguido en esta área,
posiblemente en parte por la predación humana, se siguieron cazando camélidos en las tierras
altas, así como roedores. Parece ser que el óptimo climático habría favorecido las condiciones
de pastura para los camélidos. Desde ese momento se aprecia un incremento constante de la
productividad y de la población. Este proceso fué apoyado tanto en la especialización técnica
como en la racionalización de las actividades apropiadoras, conformando circuitos de
complementación económica con diversas características.
Ignoramos cómo eran estos sistemas en la región venezolana, donde sólo sabemos
que en la costa, como sucedió en el litoral del Pacífico, se orientaron a la explotación de
recursos de playas y roqueríos. Casi nada sabemos al respecto para los Andes ecuatoriales ni
para el altiplano boliviano y podemos suponer que en las Sierras Centrales argentinas
debieron darse particularidades aún no estudiadas.
Sin embargo, en los casi tres mil kilómetros de la región andina que van del norte del
Perú al Norte Chico chileno, hubo algunos patrones de ocupación mas o menos comunes. Los
cursos de agua de las quebradas y oasis que descienden hasta el mar por la vertiente
occidental de la cordillera, fueron los ejes de amplios circuitos de complementación
económica que, cortando transversalmente a los Andes, aprovecharon la gran diversidad de
ecologías que se corresponden con las distintas alturas sobre el nivel del mar. Pensamos que,
en el desarrollo de estos sitemas hubo un par de momentos distinguibles por cambios
importantes. En una primera época, los desplazamientos cubrirían todo el perfil que va desde
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 339

el mar a las tierras altas y aún al oriente de la cordillera, cruzando la puna. Salvo en la región
del altiplano y la puna, el movimiento de las hordas (bandas mínimas) debió darse en una
distribución linear, siguiendo la ruta básica de los escasos cursos de agua. Desde luego que
este arreglo linear no pudo ser homogéneo, siendo probable que se tendiera a mayores
concentraciones de población y movimientos mas lentos en las zonas de mayor productividad
estacional y menos densas y mas ágiles en las regiones de recursos mas escasos en épocas de
baja productividad. De cualquier modo, parece haberse dado un movimiento de rotación
cubriendo inicialmente la diversidad de ecologías, de estos perfiles transversales a los Andes.
Es posible que éstos grupos, organizados en un patrón aproximadamente linear en
sentido oeste-este, tuvieran mayores posibilidades de movilidad norte-sur en las tierras altas y
puna, con mayores contactos entre sí y, tal vez, flexibilidad o apertura en las relaciones de
apareamiento. Pareciera ser también que en ésta área la comunicación y "difusión" de
innovaciones tanto culturales como tecnológicas hubieran tenido lugar con mayor agilidad.
Hacia el 5.500, coincidiendo con el auge de las nuevas modas culturales
mencionadas, parece haberse definido ya claramente un proceso de conformación de grupos
zonales, organizados en algo así como una división geográfica del trabajo.
Culturalmente, esto se aprecia en las proporciones de los tipos predominantes en el
instrumental lítico -que no obedecerían solamente a las especializaciones funcionales de las
actividades de cada zona- además de algunos tipos característicos (por ejemplo, las puntas
"Diablo", "Perchel" o las monofaciales de "Saladillo" asociadas a la técnica de láminas del
"aguilarense"). De cualquier modo, parece claro que estos segmentos comunales que habrían
restringido el ámbito de sus desplazamientos nomádicos, especializándose en la explotación
de cada zona ecológica durante todo el año, mantuvieron entre sí vínculos permanentes. De
hecho, el intercambio de variados elementos de las diversas ecologías del perfil andino es
evidente, así como la mantención de un conjunto de formas culturales comunes. Así, por
ejemplo, para la época del desarrollo del llamado "complejo Chinchorro" en la costa del norte
chileno, que coincide con el del "complejo Tambillo" de tierras altas, hasta allende los Andes
en Argentina, tenemos desde pieles de camélidos hasta madera de chonta en el litoral
Pacífico, mientras las conchas marinas y la cordelería Chinchorro se encuentran en los sitios
de la vertiente oriental andina.
Debemos pensar en que se desarrolló un particular sistema de relaciones sociales que
regulara los vínculos de intercambio y reciprocidad para permitir la mantención del acceso a
una gama amplia de recursos a los habitantes de las distintas zonas. Un sistema de linajes del
tipo de mitades y secciones o algún otro esquema similar pudo prestarse a estructurar esos
lazos. Es posible que tal sistema de alianzas requiriera de refuerzos rituales que podrían haber
estado asociados al consumo de alucinógenos (morteritos de lava y otros) o, si hubo alguna
forma de simbolizar esos nexos comunales, ello pudo ocurrir en torno a las prácticas
funerarias, que recibieron especial atención (incluyendo la momificación) y, hasta ahora, se
muestran abundantemente en cementerios cercanos a la costa 280 .

280
Por ejemplo, enterrando allí algunos personajes importantes de los distintos segmentos comunales o linajes.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 340

En todo caso, éstos procesos pudieron darse de diversas maneras en cada desarrollo
regional andino. Es necesario mencionar que toda esta historia involucró un desarrollo
constante de las fuerzas productivas, el que se dió a través de sistemas de complementación
económica cuya estructuración tendió a optimizar la combinación de: a) la organización
espacio-temporal de las actividades, en los lugares y momentos de mayor productividad de la
fuerza de trabajo; b) la máxima diversificación posible de los recursos utilizados y, c) la
especialización del instrumental y de la tecnología. Sólo así se comprende cómo se dió un
desarrollo económico y demográfico consistente en la explotación de ésta área que en buena
parte está constituída por el desierto mas árido del planeta.
En cuanto al desarrollo tecnológico, se dieron paralelamente tres procesos. Así, por
lo que se refiere a la explotación del mar, en un primer momento se pescaba y mariscaba en
las orillas y a poca profundidad; luego se desarrolló un instrumental altamente especializado
que hacía más eficaz la captura de determinadas especies y permitía extender su obtención
hacia las aguas mas profundas; en un tercer momento, las técnicas de navegación posibilitaron
la extensión de la captura a mayores distancias de la costa [Llagostera,1983]. En las tierras
altas, por su parte, se pasó de una caza generalizada a una especialización en la caza de
camélidos, a la que sucede un control de su territorialidad por seguimiento; luego, al control
de los apareamientos por captura selectiva, hasta llegar a la domesticación [Wheeler et
al.,1977; Lavallée,1985]. Un proceso similar se dió en torno al control de los vegetales, que
ya entre el 10.000 y el 9.000 incluía, entre las especies objeto de recolección, algunos
cultígenos como calabazas, maíz, ají y porotos. Se han planteado diversas hipótesis para
explicar el proceso de domesticación de las especies que serían sometidas a cultivo [v.g.,
Lynch,1975; Lumbreras,1974]. Es así como el desarrollo de una economía que racionalizaba
el uso de la fuerza de trabajo, que amplió la diversidad de recursos biológicos evitando una
predación excesiva que los condujera a su extinción (o, eventualmente, permitía su
sustitución), y que especializó su instrumental y la tecnología en estos tres rubros básicos de
la producción, conformaron las bases materiales en que se dió la revolución agropecuaria y
tribal.

El modo de vida II.


Los cazadores recolectores Australes.
Se trata de una población cuya más remota datación conocida hasta ahora se remonta a unos
12.500 años (nivel 11 de Los Toldos y, posiblemente, Cueva del Milodón; Borrero,1981).
Habría dado origen a la "tradición toldense" distribuída principalmente en la gran área de
llanuras orientales del Cono Sur, comprendiendo originalmente desde Tierra del Fuego,
posiblemente hasta Minas Gerais en Brasil. Sin lugar a dudas, debe tener precedentes aún no
identificables claramente en otras regiones del continente. A pesar de la insuficiencia de
elementos de juicio, existe la posibilidad de que estuviera tempranamente relacionada con la
fase Ayacucho y los cazadores de Quereo I, Tagua-tagua I o Monte Verde, en el occidente
sudamericano.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 341

La llamada "tradición toldense" se identifica originalmente por la producción de


puntas del tipo "cola de pescado" que, entre otras diversas formas de puntas bifaciales, la han
caracterizado a partir de fechas del orden de 11.000 años (Cueva Fell, Cueva del Medio,
Cerro La China) en Patagonia Austral y la provincia de Buenos Aires. El contexto lítico al que
se asocian es de diversos útiles sobre lascas grandes con retoques marginales. Es posible -
como se ha propuesto- que la confección de puntas o cuchillos bifaciales haya sido el
resultado de un proceso de desarrollo técnico regional, a partir de un equipo de instrumentos
sobre lascas de gran tamaño, denominado "Industria del Nivel 11". No obstante, esta es aún
una hipótesis sujeta a contrastación con mayores antecedentes. Las puntas del tipo "cola de
pescado" se encuentran distribuídas, casi siempre en sitios superficiales, en casi toda el área
patagónico pampeana, Uruguay y el sur de Brasil hasta la zona de Lagõa Santa 281 . También
es característico de este conjunto, desde sus épocas mas tempranas, el uso de boleadoras,
intrumento de muchísima utilidad para la caza en zonas de llanuras.
Es nuestra opinión la de que se trata de una población temprana que, desde hace por
lo menos diez milenios participó en diversos procesos de interacción sociocultural y
mestizajes con otros pueblos, dando origen a diferenciaciones regionales en el sur de Brasil y
Uruguay, en la región pampeana y Nordpatagonia, en Patagonia Central, en Patagonia Austral
y en Tierra del Fuego.
En el sureste del Brasil, es posible que la población original del conjunto esté
relacionada con los restos arqueológicos de la Capa V de Alice Boer (sin que esto implique
aceptar las adivinaciones cronológicas de Beltrão) y con la "tradición paleoidígena" de Miller
[fases Ibicuí y Uruguai; Schmitz,1984:8]. Para nosotros es difícil interpretar con mayor
precisión los desarrollos ocurridos en esta región, debido a insuficiencias de información y
falta de conocimiento directo de los sitios y materiales. Lo que complica el panorama para
quien sólo maneja la información producida y publicada por los investigadores del área es la
heterogénea ordenación de la misma, combinando criterios que llevan a configurar un
esquema que probablemente no corresponda a la diversidad cultural y cronologías reales 282.
Pensamos, por ejemplo, que el criterio de "presencia o ausencia de puntas" que llevó a la
distinción inicial de las supuestas "tradiciones" Humaitá y Umbú -que, en lo substancial, los
colegas brasileños han mantenido- puede no corresponder a diferencias culturales sino, mas
bien, a la distinta funcionalidad de los sitios 283, lo mismo que sucede en Uruguay con las
diferencias entre los talleres "catalanenses" o "aceguaenses" respecto a sitios con puntas de
proyectiles, como los de Tacuarembó o Yaguarí, para mencionar algún ejemplo.
De cualquier manera se puede apreciar que, desde hace unos diez milenios se utiliza
un instrumental con puntas de proyectil y cuchillos bifaciales. Hacia el norte, con centro en

281
En posición estratigráfica aparece, además, en Cueva del Medio, Pali Aike y Abrigo de los Pescadores (Patagonia
Austral), en el sur de Brasil, asociados a la fase Vinitu (ca. 8.600 a 7.100) y en la Cueva de Eucalipto, en Lagõa Santa.
282
Los trabajos de síntesis de P.I.Schmitz han venido a dar una visión mas organizada de la información. En un trabajo
anterior he querido mostrar que, a partir de lo publicado hasta entonces [1982] no era posible estructurar un panorama
histórico coherente [Bate,1983:tomo 2: Cap.6].
283
Esto fué advertido por Schmitz, quien hace notar que casi todos los sitios de la tradición Humaitá son talleres, aunque
observa que hay clavas bifaciales que muestran uso como intrumentos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 342

São Paulo predominan las puntas de hoja triangular con pedúnculo largo de base redondeada
(v.g., Río Claro). Hacia el sur, hasta Uruguay, son predominantes las puntas pedunculadas de
base cuadrangular, a veces con marcada escotadura basal, asociadas a algunas formas
triangulares alargadas. En todo caso, es notable la gran variedad de formas del utillaje
bifacial. Esta es también la región donde se produjeron y usaron con profusión las "clavas"
bifaciales espesas ("altoparanaenses") que pensamos que se usaron para trabajos que
requerían de excavar, como la recolección de raíces y tubérculos u otros similares. También
acá se emplearon abundantemente las boleadoras. Una buena síntesis sobre esta región es la
de Schmitz [1984], quien distingue y precisa la diversidad de ecologías en que se distribuyen
las múltiples "fases" en que se han clasificado los abundantes sitios de la región.
En la región pampeana, los testimonios mas antiguos muestran la presencia del
toldense "típico" en el onceavo milenio. Sin embargo, pensamos que, sobre esa base, el
desarrollo regional adquiere sus particularidades debido al influjo de un pueblo de origen
andino, portador de un equipo de caza con puntas triangulares (¿modo de vida V?). También
las materias primas disponibles, utilizadas selectivamente, incidieron en la morfología de la
industria lítica, así como las funcionalidades requeridas en un ambiente donde la fauna
pleistocénica parece persistir mas que en otras áreas del continente, habiendo megatéridos,
glyptodonte y caballo hasta bien entrado el holoceno. El uso de puntas pedunculadas será muy
escaso aún hasta en las épocas mas tardías, con excepción de una zona en que pareciera
haberse mantenido el tránsito entre Uruguay y la Patagonia. Cerca de nuestra era, los
cazadores pampeanos incorporan la alfarería desarrollada por los pueblos de la región
litoraleña284 .
En la Patagonia central existen ocupaciones desde hace más de doce milenios y se
encuentran las puntas "cola de pescado" y los litos discoidales típicos del llamado "toldense
clásico", que se ha ubicado cronológicamente a partir del 11.000, a pesar de no haber para
esta región dataciones directas de sus inicios. De cualquier modo, el "toldense clásico" de
Patagonia central muestra especificidades culturales que lo diferencian del de Patagonia
austral, tanto en la tipología de puntas como, particularmente, en el arte rupestre. No nos
parece imposible pensar en un temprano desplazamiento hacia el sur de parcialidades del
"modo de vida V" que pudieran haber influído este proceso de diferenciación regional. El
hecho es que predominan las grandes puntas triangulares de bases rectas, o convexas o
acuminadas. El florido desarrollo del arte rupestre con estilos seminaturalistas y negativos de
manos es propio de esta región. En el período del "toldense final", hacia el 8.000, este pueblo
genera migraciones que, desde Nordpatagonia hacia el norte, alcanzarán las Sierras Centrales
y posiblemente hasta el noroeste argentino; hacia el sur, extenderán la moda de las puntas
triangulares durante el "período III" de Magallanes.
Hacia el 6.000 se desarrolla ampliamente el uso de láminas como matrices para los
instrumentos y, en algunos lugares, la profusa utilización de boleadoras llega a sustituir el
empleo de proyectiles penetrantes ("casapedrense"). El uso de la tipología "patagoniense",

284
Se denomina así a la región comprendida entre los ríos Paraná y Uruguay, que confluyen en el Plata.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 343

con puntas de dardo pedunculadas, parece darse bastante mas taríamente que en Uruguay
(donde, por lo visto, hasta las "culturas subpatagónicas", nunca dejaron de usarse) y que en
Patagonia austral, donde el "surpatagoniense" está de moda desde hace unos 4.500 años.
Hacia fines del primer milenio de nuestra era, esta población "patagoniense" (que en
Patagonia central es identificable desde principios de la misma) incorpora el uso de arco y
flechas, además de la cerámica, probablemente tomados de grupos cordilleranos de la zona de
Cuyo.
En la Patagonia austral, parece haberse ocupado la Cueva del Milodón desde el
toldense temprano, hace unos 12.000 años. Las fechas de 11.000 años de Cueva Fell se han
tomado como referencia para el inicio del "toldense clásico", con sus características puntas
tipo "cola de pescado" (entre otras), sus litos discoidales de lava o arenisca, grandes
raspadores y raederas, etcétera. Concordamos con los colegas que opinan que podría tratarse
de un instrumental desarrollado en el contexto de una industria como la del Nivel 11 de Los
Toldos, El Ceibo o Arroyo Feo. Mas aún, pensamos que el toldense clásico austral guarda
similitudes mucho mas cercanas que el toldense de Los Toldos, con la "Industria del Nivel
11" de esos sitios. Para estas fechas, Tierra del Fuego también estaba ocupada por este pueblo,
por grupos que pudieron ingresar allá por tierra firme.
Sabemos que estos cazadores capturaban camélidos, venados, aves, zorros, caballos,
milodones, y delfines, cazaban aves, recolectaban mariscos y tenían instrumentos de
molienda. Usaban también boleadoras y, hacia el 10.000, producían igualmente azagayas de
hueso ("período II" de Bird).
Hacia el 8.500 ya se ha impuesto el uso de puntas líticas triangulares como las del
toldense clásico y final de Patagonia central, cobrando marcada importancia el uso de
boleadoras. Para entonces, los ascensos del nivel del mar ya habrían desconectado a la Tierra
del Fuego del continente.
Por el 6.500 se desarrollan técnicas de navegación marítima por grupos que se
segmentan del toldense final ("período III" de Bird) y orientan sus sistemas de apropiación a
este nuevo gran reservorio de recursos que ofrece el mar, elaborando un nuevo instrumental
de caza con puntas de hueso. Es posible que por ésta vía se haya difundido el uso de puntas
triangulares en Tierra del Fuego.
Para el 4.600 ya se ha vuelto a imponer el uso de puntas de piedra pedunculadas para
los dardos entre los cazadores continentales de Patagonia Austral, conformándose el
característico utillaje "surpatagoniense" ("período IV" de Bird), que luego recibirá influencias
del "casapedrense" manifiestas en el empleo definido, aunque minoritario, de la técnica de
láminas. Parte de éste pueblo pasa también a Tierra del Fuego, al parecer tardíamente -hacia
comienzos de nuestra era o algo después-, presionando a sus antiguos habitantes que
quedarían relegados al extremo oriental de la isla y emprenderán un nuevo proceso de
colonización marítima, como antecesores de los háush y los yámana.
Es por el siglo XIII de nuestra era cuando los cazadores continentales adquieren el
uso de arco y flechas, que luego también pasarán a formar parte importante del instrumental
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 344

s'elknam de Tierra del Fuego. Así se conforma el panorama étnico básico que conoceremos
durante la colonización europea y nacional.
Es francamente poco lo que se puede decir acerca de los aspectos sociales del modo
de vida de estos pueblos, a pesar de que regiones como el Extremo Sur o el Brasil han sido
objeto de abundantes investigaciones. Un primer problema reside en que, antes de poder hacer
inferencias acerca de los contenidos socioeconómicos de las sociedades estudiadas,
necesitamos tener claro de qué pueblos se trata. Y ésta área pampeano patagónica en
particular, ha sido objeto de múltiples interpretaciones polémicas, de las que ha participado
figuras de peso en la historia de la arqueología sudamericana. No solo nos referimos a las
discusiones sobre "el origen del hombre en el Plata" (Ameghino, Hrdlicka, Holmes y otros) ya
totalmente superadas, sino a los planteamientos de la "escuela de Buenos Aires" (Menghin,
Bormida). Estos, si bien dieron gran impulso a las investigaciones, participaban de los sesgos
teóricos de la escuela histórico-cultural austroalemana, lo que derivó en clasificaciones
meramente formales de las culturas de la región, de las que surgieron interpretaciones que no
corresponden a la realidad histórica ni cultural, pero que nadie se atrevió a cuestionar, al
menos en Argentina, en vida de sus autores 285 . Los criterios básicos de interpretación de la
escuela de Buenos Aires predominaron en las investigaciones realizadas desde Uruguay al
Extremo Sur. Pero además, una figura importante como la de Schobinger, cuya obra ha sido la
de mayor circulación y una de las mejor documentadas en los últimos veinte años, también
adhirió a las posiciones de la escuela de Buenos Aires, aún cuando ha sabido flexibilizarlas
conforme a los avances alcanzados en este campo. Por lo que respecta al Brasil, el Programa
Nacional de Pesquisas Arqueológicas (PRONAPA), contando con el importante respaldo de
Evans y Meggers, constituyó el gran impulso inicial que da nacimiento a la tradición de
investigación arqueológica nacional que lleva ya un par de fructíferas décadas, habiendo
sentado las bases mínimas para orientar un quehacer sistemático en esta actividad. Sin
embargo, la aplicación mecánica de algunos criterios elementales como "presencia o ausencia
de puntas" ha llevado a interpretaciones convergentes con las de la escuela de Buenos Aires,
pero no por los sesgos de una teoría anacrónica sino, en este caso, por el abuso de la
generalización empírica carente de teoría. Todavía se hace necesario poder estructurar
confiablemente la información arqueológica en unidades culturales y secuencias históricas
que correspondan mas aproximadamente a la realidad de los pueblos y procesos
comprendidos en la historia de esta gran área.
El otro problema residiría en que, si nuestras suposiciones se acercan a la realidad, el
modo de vida II comprendería a una antigua población básica que, además de sus desarrollos
propios, al menos en el extremo austral, habría recibido variadas influencias e incorporado a
otros pueblos, integrando con ellos el desarrollo de diferentes modos de vida en cada región.
Este conjunto de procesos se vió agilizado y complicado en las épocas mas tardías debido al
influjo de grupos que migran hacia el "fondo de saco" sudamericano, presionados por la
expansión territorial de las revoluciones tribales que ocurren en las regiones septentrionales.

285
Hacen excepción los trabajos de Guillermo Madrazo sobre el tandiliense y el blancagrandense.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 345

Volviendo a las manifestaciones culturales, queremos indicar en qué concordamos y


en qué diferimos de las proposiciones de la escuela de Buenos Aires y de las actuales
opiniones de Schobinger. Por lo pronto pensamos que, en la realidad, el intuído "substrato
protolítico" corresponde a la herencia de la tecnología lítica básica de una antigua población
ya ampliamente distribuída en la parte sur del continente sudamericano hace unos doce
milenios, que se caracterizó por la producción de grandes lascas como matrices para la
confección de instrumentos. Aún cuando no se ha determinado la existencia de una
sistemática del astillamiento definida para su extracción, que sea común 286, la técnica se fué
adecuando al tamaño y formas de las materias primas, disminuyendo el espesor de las lascas
matrices para facilitar el uso de sus filos, retocados o no, y el rebaje bifacial para la
confección de puntas, cuchillos y perforadores. También se tendió, segun la disponibilidad de
las materias primas, a darles un uso diferencial, empleando las mas duras y de granos mas
gruesos para los instrumentos más faciles de confeccionar a través de percusión directa y que
requerían filos mas resistentes al desgaste (raspadores, raederas, cuchillos de filo vivo,
muescas, etc.) y destinando las materias primas de granos mas finos y fáciles de astillar para
la confección de instrumentos bifaciales.
En nuestra opinión, el "toldense clásico" típico, con puntas "cola de pescado" y litos
discoidales, que se extiende hace once milenios entre la pampa bonaerense y la Tierra del
Fuego, correspondería al desarrollo propio de esa población inicial, sea que el instrumental
bifacial haya constituído una revolución tecnológica regional o no. En cualquier caso, no se
trataría de un pueblo diferente de aquella y su desarrollo independiente se mantiene en
Patagonia austral hasta cerca del 9.000 y, en Tierra del Fuego, algo más. También es posible
que algunas parcialidades de este pueblo se hayan mantenido con sus características culturales
propias, al margen de los desarrollos regionales, en los territorios de Patagonia central hacia el
norte.
Los desarrollos regionales de Patagonia central, Nordpatagonia y la región pampeana
son diferentes y parecen influídos culturalmente por pueblos de origen andino que se habrían
integrado con la población antecesora del toldense temprano, en un proceso que pudo ocurrir
desde hace, mas o menos, unos 10.500 años. Por lo pronto, el arte rupestre del "toldense
clásico" de Patagonia Central, caracterizado por los negativos de manos y escenas
seminaturalistas [Gradín et al., 1977] no aparece en la región pampeana ni se extiende hacia la
Patagonia austral donde, para entonces, se desarrolla el "estilo del Río Chico" [Bate, 1971].
Aunque ya desde entonces tenemos culturalmente diferenciada a mas de una
población, no se puede hablar de coexistencia entre cazadores "protolíticos" y "miolíticos".
Para el 11.000 todos son "miolíticos", aunque se mantenga la vieja tecnología básica para la
producción de lascas matrices y, sobre todo en el extremo austral, esas características de la
industra lítica persistan marcadamente hasta los tiempos más tardíos.

286
En realidad, faltan estudios sistemáticos generales; pero a pesar del aspecto "musteroide" de las industrias no puede
desirse que haya claramente una técnica levallois. Mas bien, parece ser que el astillamiento de los nódulos de materia prima
era mas o menos asistemático y se adecuaba a sus formas. Solo hay unos pocos buenos análisis de las técnicas para la
producción de conjuntos limitados de artefactos .
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 346

Una de las características de la población inicial del modo de vida II que se puede
apreciar por lo dicho -obedeciendo probablemente a razones de baja densidad demográfica- es
que sus sistemas de apareamiento se muestran bastante flexibles y abiertos. Aunque esta
situación debió variar a través del tiempo en las distintas zonas, aún para las épocas tardías
Casamiquela [1973] destaca la presencia de "pueblos metamórficos", racial y culturalmente
híbridos, en las fronteras entre cazadores continentales y canoeros, los que no solo se
distinguen culturalmente, sino difieren también notablemente en su modo de vida. Del mismo
modo, en el momento de la tribalización para enfrentar a la colonización europea, los
cazadores "tehuelches" no parecen resistirse a las alianzas matrimoniales y al mestizaje con
los mapuches.
El holoceno trajo consigo cambios importantes en la ecología que afectaron a esos
pueblos, en particular a los del extremo sur, donde las ingresiones marinas postglaciales
contrajeron considerablemente el territorio conocido por sus primeros pobladores. Esto
significa, sin considerar las variaciones en el número de habitantes, una tendencia al
incremento de la densidad demográfica. Paralelamente, mientras mermaba la fauna
pleistocénica, con el óptimo climático parecen aumentar las especies vegetales forrajeras,
elevándose la población de auquénidos, cuya cacería se especializa e intensifica notablemente.
Parece ser que esta situación, iniciada en Patagonia central, genera movimientos migratorios
hacia el norte y hacia el sur. Puede ser que en la región de los canales y el Estrecho de
Magallanes, esto se tradujera en presiones demográficas, las que podrían haber motivado
posteriormente la explotación y ocupación del gran reservorio de recursos naturales de los
mares australes.
Hacia el norte, en el sur brasileño y Uruguay, se puede apreciar que los sistemas de
apropiación estaban bastante diversificados, incluyendo desde la caza de venados a la
recolección de tubérculos o la pesca fluvial.
Sabemos, en general, que algunos de estos pueblos cubrieron grandes distancias
complementando recursos, pero se desconocen la organización y regularidad de sus ciclos.
También sabemos que su amplio repertorio de técnicas de captura era tan diversificado como
la variedad de especies cazadas o recolectadas. Lo cual se acompañó de una especialización
eficaz del instrumental. Curiosamente, casi no hay evidencias del uso del lanzadardos 287 ,
aunque es notable el empleo de boleadoras, con lo cual se aumentaba grandemente la
eficiencia de la cacería el tierras llanas, al reducirse substancialmente el gasto de fuerza de
trabajo que implica perseguir a las presas heridas, lo que puede tomar muchos kilómetros.
También debe destacarse la documentación de técnicas de caza a través del arte rupestre que,
nos permite saber que desde el toldense clásico de Patagonia central hubo formas de
organización técnica del trabajo que requerían la adhesión laboral de mas de medio centenar
de cazadores.

287
No obstante, aparece un gancho de propulsor en Cueva Fell, contemporáneo con las primeras puntas triangulares del
Período III, características del toldense clásico de Patagonia Central.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 347

Desde poco antes de nuestra era, estos pueblos comienzan a recibir las migraciones e
influencias culturales, tanto de los Andes como del Chaco y en el mismo Brasil, debidas a las
presiones de poblaciones desplazadas por la revolución tribal que se desarrolla en el resto del
continente. Con lo cual los cazadores del Cono Sur y sus tradiciones culturales se verán
involucrados en ágiles movimientos y procesos de cambio, sin llegar a modificarse
esencialmente la estructura comunal de cazadores- recolectores sino hasta la tribalización
durante la colonización europea o a su reducción o persecusión criminal que los llevó
rápidamente a la extinción que se consuma pasando la mitad de nuestro siglo.

El modo de vida III.


Los cazadores recolectores del Trópico americano.
Hemos propuesto considerar la existencia de otra gran población, culturalmente diferenciada
hace ya más de trece milenios, cuyas características la distinguen notablemente de los
conjuntos antes descritos y que, seguramente, no ha sido adecuadamente reconocida por el
hecho de que las puntas de proyectil no eran su elemento mas característico ni presenta su
instrumental lítico tipos bien definidos.
Su distribución geográfica llegó a cubrir toda la parte septentrional del continente
sudamericano, desde el norte del Perú por el lado del Pacífico, hasta el centro-sur del Brasil,
por el Atlántico.
Es posible que los niveles antiguos de Boqueirão da Pedra Furada, Calderon dos
Rodríguez y el Sitio do Meio correspondan a las ocupaciones mas tempranas de este conjunto
que se remontarían a más de veinte milenios. En todo caso, en espera de reportes mas
detallados de aquéllos, podemos mencionar la fecha de 12.400 años para el sitio de El Abra en
Colombia.
Entre los sitios, grupos de sitios o "fases" que incluiríamos en este conjunto estarían:
Chorrillos, los sitios de la discutible, como tal, secuencia de Talara (Amotape-Siches-Estero-
Honda) y algunos componentes de la "fase" Mongoncillo en el norte del Perú; el complejo
Vegas y el "foco" El Encanto de Ecuador; la mayor parte de los sitios tempranos de la sabana
de Bogotá como El Abra, Tequendama, tal vez Tibitó, Sueva 1, Nemocón 4, Vista Hermosa y
varios otros en Colombia; Cueva de Los Ladrones y otros sitios vinculados en Panamá; Ño
Carlos, Guayana, Las Varas, Remigio y otros en Venezuela; el "modo de vida banwaroide"
caribe-antillano; Cêrca Grande, Caieiras, Lapa Vermelha (PL) en Minas y la "fase
Serranópolis" de Goiás en Brasil; es posible que los sambaquis costeros de este país, la mayor
parte tardíos, estén vinculados originalmente a esta población, que persiste en algunas zonas
hasta la difusión de la cerámica.
La característica mas notable del modo de vida III es precisamente la confección y el
uso de un instrumental lítico muy poco definido formalmente, debido a que no es
especializado. Generalmente se elaboró con las materias primas más cercanas a los sitios
ocupados, sin importar su buena o mala calidad como objetos de talla. Se fracturaron las rocas
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 348

locales y las lascas, obtenidas asistemáticamente, se acomodaron mediante sumarios retoques


de percusión a las diversas necesidades funcionales.
La poca especialización e indefinición formal que hace a este utillaje muy poco
"típico", implica también una menor eficiencia funcional relativa que debe compensarse con
un mayor gasto de fuerza de trabajo en su uso. Esto se compensa, a su vez, posiblemente con
creces en algunos casos, debido a que no se invierte la mayor cantidad de fuerza de trabajo
que requiere la producción de instrumentos especializados sujetos a formas definidas. Pero,
más que nada, se ahorran los grandes desplazamientos que, en los otros casos, suelen implicar
la búsqueda de buenas materias primas. Conocían la talla bifacial pero la emplearon muy
escasamente. Por contraste, elaboraron artefactos como hachas, copas y cantos ranurados
(¿pesas para redes?) con técnicas "neolíticas" de piedra martillada y, a veces, alisada por
abrasión.
Otra característica de estos pueblos es que sustituyeron frecuentemente a la piedra
por el hueso para producir instrumentos de funciones análogas. En huesos confeccionaron
puntas, cuchillos, raederas, perforadores y otros.
Como se podrá apreciar, el aspecto "rudimentario" de este utilaje no implica que se
trate de sociedades con menos nivel de rendimiento productivo ni, por ello, mas "primitivas",
sino de un modo de vida diferente que desarrolla una racionalidad particular en el uso de la
fuerza de trabajo y de los objetos naturales de trabajo disponibles. De hecho, la medida del
desarrollo social no se puede establecer sobre la base de la escala de valores estéticos de
arqueólogos con mentalidad de coleccionistas.
Los sistemas de complementación económica de estos pueblos llegaron a cubrir
grandes distancias y una diversidad de medioambientes, desde las costas marinas a las tierras
altas. En los litorales prefirieron los recursos de manglar, lo cual les evitaba competir por esos
recursos con los cazadores del modo de vida I, con los que coexistieron en Perú, Ecuador y
Venezuela, donde éstos optaban por las especies de playas y roqueríos. Casi todas sus
ocupaciones, especialmente las de los sitios del interior, dejan restos muy escasos; por lo que
puede pensarse que su estadía en los mismos era muy breve y que sus desplazamientos eran
de bastante movilidad. En estas circunstancias, la poca especialización del instrumental podría
representar otra ventaja relativa.
Pensamos que en el Norte del Perú llegaron a integrarse parcialmente con algunos
grupos del modo de vida I, así como con otros del modo de vida II en el centro oriental del
Brasil.
Hay buenos antecedentes para afirmar que es éste el pueblo que realiza la primera
revolución agraria y tribal del continente, conformando la sociedad que conoceremos como
Valdivia, en el actual territorio ecuatoriano.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 349

El modo de vida IV.


Cazadores recolectores del Brasil.
Se refiere a un pueblo que se extendió ampliamente por el centro y nordeste de Brasil desde
hace unos 11.000 años, donde se le identifica como "tradición Itaparica". Tal vez también se
expandió mas tarde hacia el sur, a través del Chaco. Pensamos que se deriva de parcialidades
desprendidas originalmente del complejo El Jobo. El instrumental lítico publicado para la
"fase Paranaíba" [Schmitz,1984] es notablemente similar al de las colecciones del complejo
El Jobo, si prescindimos de las puntas de proyectiles que abundan en éste último.
Una de las características culturales notables del modo de vida IV, es el uso
importante de una definida técnica de producción de láminas líticas, las que se emplearon para
confeccionar diversos útiles de retoque marginal o monofacial dorsal. En los sitios de Goiás,
donde se empleó la cuarcita de abundante disponibilidad, éstas láminas eran grandes y
gruesas. Las distintas fases de los procesos de trabajo de talla, así como de utilización y
desecho de estos artefactos, han sido correctamente identificadas. Uno de los instrumentos
mas notorios del conjunto es la llamada "lesma", elaborada sobre una espesa lámina o lasca
alargada, con todo el contorno astillado dorsalmente y de bordes apicales convexos. Son
contadas las puntas de piedra atribuídas a este pueblo, aunque sí las hay de madera y hueso.
También produjeron "quiebracocos", alisadores, bolas y litos discoidades con técnicas de
piqueteo o martillado..
Otro elemento que promete aportar antecedentes muy importantes para el estudio de
estos cazadores es el arte rupestre, que es muy abundante en los abrigos rocosos que habitaron
y que está siendo clasificado.
En Goiás, la fase Paranaíba tiene fechas de 11.000 a 9.000 años, hasta que es
desplazada por la fase Serranópolis. También hay evidencias de este pueblo en Piauí (Sitio do
Meio), en Pernambuco (Bom Jardim), en Bahía (Gruta do Padre), en Mato Grosso, en Minas
Gerais (Santana do Riacho) y, tal vez, en São Paulo.
El aprovechamiento de los recursos de su geografía por parte de estos cazadores
recolectores está bien estudiado, al menos en Goiás. Explotaron con eficiencia una gran
variedad de frutos y vegetales en general, capturaron aves, reptiles, tortugas, mamíferos de
diversos tamaños y peces. Desde algunos campamentos base podían tener acceso mas o
menos permanente a diversos medios ecológicos; lo cual debió significar, al menos en este
medio, una elevada productividad del trabajo. Es de esperar que la abundancia de arte rupestre
y otros posibles marcadores culturales de "estilos", permitirán conocer mejor algunas
características de la organización social y su relación con la posesión territorial.

El modo de vida V.
Cazadores recolectores Surandinos.
Esta población se puede distinguir desde hace unos 11.000 a 10.500 años y parece derivarse
de parcialidades desprendidas del modo de vida I a la altura de los Andes centrales. Incluiría
al que Schobinger ha denominado "horizonte andino de puntas triangulares". Entre sus
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 350

manifestaciones mas tempranas y definidas se cuentan a las de Tuina, San Lorenzo y Chulqui
en el Norte Grande chileno, con fechas de 11.800 a 9.500, Inca Cueva 4 y Huachichocana
(10.700 a 9.600) en el noroeste argentino y San Pedro Viejo de Pichasca, en el Norte Chico de
Chile, con casi 10.000 años. Sus orígenes, por lo tanto, se remontarían a unos once milenios y
podrían tener sus antecedentes en sitios con contextos tempranos como los de Guitarrero o
Pachamachay, desplazándose por los Andes con rapidez y precediendo, de hecho, a los
asentamientos típicos del modo de vida I de allí hacia el sur.
Este pueblo se establece entre el Norte Chico de Chile y Cuyo en la Argentina,
fundando ahí un prolongado desarrollo histórico. Existe la posibilidad, todavía difícil de
evaluar, de que algunas parcialidades hayan continuado tempranamente hacia el suroriente,
incidiendo en la conformación del toldense clásico de Patagonia central y afectando, quizás
también, a la región pampeana.
De todos modos, es claro el hecho de que esta población coexistió e interactuó
regularmente con el Conjunto I en la región andina meridional. Hace aproximadamente unos
7.000 años, desde el Norte Chico y Cuyo desarrolla una expansión migratoria hacia las Sierras
Centrales y las Pampas argentinas, así como a la zona central chilena. En ésta, llegan a
sustituir el uso de puntas foliáceas y consolidan un desarrollo regional que también implicó
sistemas de complementación económica entre la costa (complejo Papudo) y los valles
centrales del interior (Cuchipuy II y Tagua-tagua II), manteniendo vínculos con grupos
culturalmente similares de la vertiente oriental de los Andes.
En las Sierras Centrales, como se aprecia en los sitios de Intihuasi, Ongamira y Casa
de Piedra, parece integrarse fácilmente con los tradicionales cazadores "ayampitinenses", ya
que por un largo tiempo persistió el uso de puntas foliáceas junto con la nueva moda de las
puntas triangulares.
Pensamos que este pueblo tiene una incidencia importante en la conformación de la
historia particular de la región pampeana, donde debió relacionarse con los descendientes de
la tradición toldense. Hay que notar que, también por el séptimo milenio, tenemos la presencia
e influencias culturales de grupos del toldense final de Patagonia central y Nordpatagonia
migrando hacia la pampa seca y Sierras Centrales.
Hacia el 5.500, parece ser que la relación de este pueblo con las comunidades del
modo de vida I es muy estrecha y llega a poner de moda el uso de puntas de proyectiles y
hojas de cuchillos triangulares, así como las cuentas de piedra, en casi toda la región andina.
Sería muy interesante investigar más precisamente la relación entre ambos pueblos que
parecen tener un origen común, pero llegan a diferenciarse claramente en lo que se refiere a
sus formas culturalmente distintivas, aún cuando ocupan las mismas zonas y hasta los mismos
sitios. En zonas como el Norte Chico, estas diferencias se mantienen hasta épocas tardías 288,
mientras en otras zonas, hacia el norte, es difícil establecer estas diferencias a través de los
registros arqueológicos a partir de mediados del sexto milenio.

288
En sitios como Guanaqueros, donde coexisten, separaron sus lugares de enterramiento.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 351

Las diferencias culturales respecto al modo de vida I se dan principalmente en


algunos aspectos de la tecnología y tipología lítica, mostrando una tendencia a la obtención de
lascas menos espesas como matrices para elaborar sus útiles y el uso de las referidas puntas
triangulares de secciones delgadas, requiriendo formas adecuadas y específicas de
enmangamiento. Sin embargo, comparten con aquél el uso del lanzadardos y el manejo de
fibras vegetales con técnicas de entrelazado y espiral. Cabe mencionar que, también desde las
épocas mas tempranas, recubren cestos con barro para exponerlos al fuego, aún en las zonas
donde la producción alfarera es bastante tardía. Merece señalarse que el sitio de San Pedro
Viejo es uno de los muy pocos que presenta pinturas rupestres con negativos de manos en
Sudamérica, fuera de la Patagonia.
Respecto a su economía, en los sitios mas antiguos del norte de Chile y el noroeste
argentino se evidencia una captura selectiva o preferencial de camélidos y roedores. La
colecta vegetal era variada y, ya desde el décimo milenio, incluye algunos importantes
cultígenos como maíz, frijoles y ají. Para las llanuras y sierras orientales de los Andes, no
sabemos claramente cómo estructuraron sus actividades subsistenciales, aunque el guanaco y
el avestruz fueron sus principales presas de caza mayor.
En los sitios andinos se muestran, además, como hábiles artesanos en el labrado y
decoración de maderas y huesos, además del empleo de las técnicas de lapidaria para la
confección de cuentas de collares 289. Es probable que estas actividades cumplieran un papel
importante en el auge de la difusión que evidencia su presencia generalizada en toda la región
andina.
También éstos cazadores llegan a usar tempranamente el arco y flechas y se
incorporarán, posteriormente, a la revolución agropecuaria y tribal.

El modo de vida VI.


Tradición de cazadores del Norte.
En el noroeste de Sudamérica se han encontrado, desde el Perú hasta Venezuela, unos cuantos
hallazgos de cazadores que produjeron puntas tipo "cola de pescado" y de los cuales casi nada
mas podemos saber a través de los registros arqueológicos.
Opinamos que es una población diferente a la del toldense del sureste del Cono Sur.
Sería una situación de paralelismo cultural y, en este caso, se trataría efectivamente de una
expansión migratoria hacia el sur por parte de grupos derivados del complejo El LLano , con
variantes tipológicas que pueden rastrearse perfectamente desde México (Sonora, Hidalgo,
Chiapas) y Centroamérica. Su presencia en el sureste de México está fechada en 9.300 años y
se encuentran igualmente en Guatemala, Costa Rica (Turrialba) o Panamá (Lago Madden),
donde las puntas tipo "cola de pescado" se asocian a puntas acanaladas derivadas de formas
Clovis o similares.

289
En los Andes meridionales producen en abundancia piedras horadadas. Creemos que buena parte de las mismas pueden
ser volantes de un instrumento de acción rotatoria de elevada eficiencia para funciones que van desde encender fuego hasta
perforar huesos, conchas o piedras.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 352

En América del Sur, estas puntas pedunculadas o sus formas asociadas se encuentran
en Bahía Gloria, Restrepo y Cajibío en Colombia, en La Hundición y en Paraguaná en
Venezuela, El Inga, Papallaqta y El Azuay en Ecuador, en La Cumbre, Piura Alto y, tal vez,
en Ayacucho en Perú.
Estimamos que el rango temporal de su presencia en la región va de 9.000 a 7.000
años a.p.. Desafortunadamente no se posee mayor información sobre sus contextos,
actividades económicas ni formas de relación con los otros pueblos que llevaban ya varios
milenios establecidos en el área.

III.¿Quiénes pudieron ser los primeros americanos?


Nos limitaremos a las tres poblaciones más antiguas conocidas hasta ahora para América
meridional, suponiendo que pueden suscitar sugerencias para ir afinando el planteamiento de
los problemas que enfrenta el estudio del poblamiento americano y la caracterización de los
grupos que lo llevaron a cabo.
En relación a éste punto y entrando en un terreno puramente conjetural , pensamos
que podría esbozarse, en rasgos muy generales, una distinción en dos grandes conjuntos, si
nos basamos en la observación de las industrias de piedra tallada.
Uno de ellos, que incluiría a los modos de vida I y II presentaría en común un
instrumental que aceptaría vinculaciones con tecnologías musterienses. Aún cuando los
estudios sistemáticos sobre las técnicas de talla son bastante escasos y referidos a sitios o
conjuntos locales [p.ej., Aschero, 1975; Orquera et al ., 1977], puede decirse que presentan un
variado utilaje sobre lascas o láminas con astillamiento marginal dorsal, reservándose la talla
bifacial para las puntas de projectil, las hojas de cuchillo o los perforadores, cuando los hay.
La gran diversidad de tipos obedece, al menos, a las especializaciones y estandarizaciones
regionales, condicionadas por requisitos funcionales específicos, por la disponibilidad de
materias primas y el desarrollo de sistemáticas de astillamiento particulares.
Desde luego, no se puede asegurar que tengan un origen musteriense. Al señalar su
notable aspecto "musteroide" queremos decir que presentan algunas características tipológicas
-técnicas, morfológicas y funcionales- por las que no resultaría insólito encontrar algunos
vínculos en un musteriense. Podría decirse que, si bien las configuraciones de características
que diferencian a éstos conjuntos sudamericanos y a los del paleolítico superior europeo
respecto al musteriense, son distintas, el grado de diferenciación de aquéllos no es mayor que
el de éstos. Sobre todo si consideramos que, geográficamente al menos, aún bajo la hipótesis
del "reemplazo", la distancia del paleolítico superior europeo respecto a sus supuestos
antecesores "modernos" portadores de musteriense del Cercano Oriente (Qafzeh) sería mucho
menor que la de las poblaciones sudamericanas.
El otro conjunto, representado por el modo de vida III, muestra un instrumental lítico
completamente diferente, poco elaborado y sin tipos estandarizados. El conjunto, en general,
muestra responder a una estrategia económica bastante diferente que, sin embargo, no puede
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 353

considerarse como "menos desarrollada" en términos de eficiencia o "más primitiva" en


términos evolutivos.
Nos basamos en las características de los materiales líticos, porque tratándose de
comparaciones con el paleolítico medio, son los únicos que se han conservado en cantidades
suficientes como establecer comparaciones razonables con el paleolítico superior, aún cuando
se registren ocasionalemnte agunos otros objetos de materiales mas fácilmente perecibles,
como huesos o maderas [ Roebroeks et al. ,1992]
Hemos hecho esta observación, porque, volviendo a la pregunta de quiénes pudieron
ser los primeros americanos, los antecedentes sudamericanos, muy esquemáticamente
reseñados, nos sugieren que todavía están abiertas diversas posibilidades, ninguna de las
cuales puede ser definitivamente confirmada o rechazada, por ahora. Las principales serían:
a. Que pertenecieran a poblaciones que, culturalmente, participaran de tecnologías
relacionadas a alguna tradición musteriense. En tal caso, caben las siguientes posibilidades:
a.1. Que ingresaran al nuevo continente portadores de industrias musteroides
propias del paleolítico medio. Cronológicamente, ello podría haber ocurrido antes del
surgimiento del paleolítico superior europeo o durante su desarrollo, a partir de poblaciones
ya establecidas en el extremo asiático oriental 290.
De haber sido así, es perfectamente posible que tales pueblos hubieran impulsado en
América una "revolución" que diera origen a comunidades con culturas análogas a las del
paleolítico superior del Viejo Mundo (como son El Jobo, Clovis o el Toldense).
a.2. Una segunda posibilidad es la de que, después de una ocupación inicial por
poblaciones del paleolítico medio, hubieran ingresado otras, de tipo paleolítico superior,
siendo responsables del desarrollo de estas "culturas" en América. Aunque, en tal caso, es
improbable que cualquier clase de procesos históricos ocurridos fuera ajeno a la interacción
entre esas hipotéticas sociedades diferentes.
a.3. Otra posibilidad es la de que, aún habiendo tenido lugar una revolución
autóctona hacia el paleolítico superior, ingresaran posteriormente, además, poblaciones
asiáticas del paleolítico superior, integrándose a un proceso americano. Esta variante no es
excluyente de la primera.
a.4. La cuarta alternativa sería la de que sólo hubieran ingresado a América
sociedades derivadas del paleolítico superior originado entre Europa y el Medio Oriente o en
algún otro "foco" asiático.
b. Variante interesante, que no se puede dejar de considerar, es la de que hubieran
participado de la ocupación temprana de América grupos históricamente originados en un
paleolítico medio o inferior ajeno a las tradiciones musterienses y a la revolución paleolítica
superior europea. También ésto abre alternativas:

290
Mochanov [1978] propone que las raíces de la "tradición Diuktai" presente en diversos sitios del extremo oriental
asiático, con 35.000 años en Ezhantsy (río Lena), se remontarían a un substrato cultural Levallois-Achelense.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 354

b.1. Que éstos hubieran sido los primeros habitantes del continente, llevando
adelante un proceso evolutivo propio, por algún tiempo. En éste caso, pudieron generar o no
un cambio cualitativo autónomo hacia formas de organización y manifestaciones culturales de
tipo paleolítico superior (como el arte rupestre).
b.2. Que ingresando antes, simultánea o posteriormente, hubieran coexistido e
interactuado en diversos grados con poblaciones de tradiciones "musteroides" del paleolítico
medio.
De modo que el "paleolítico superior americano" pudo ser resultado de los procesos
de interacción entre ambos tipos de comunidades, dando origen a algunas sociedades
integradas racial y culturalmente por componentes de ambas tradiciones y/o generando
desarrollos tradicionales diferenciados 291.
b.3. Que se tratara de poblaciones de un paleolítico superior notablemente
diferenciado de las culturas "musteroides", ingresando a América antes o después que
aquellas.
c. Una otra posibilidad es la de que, a partir de variantes de la primera alternativa, se
hubiera dado en América un desarrollo particular drásticamente diferenciado de la tradición
originaria, generando un modo de vida y culturas claramente diferentes desde hace, por lo
menos, trece milenios.
Se advertirá que sería posible derivar o incorporar otras variantes, intentando dar
cuenta de las ocupaciones iniciales del Nuevo Mundo, realizadas por pueblos llegados desde
Asia. Lo único que es claro, hasta hoy, es que hubo un "paleolítico superior americano", con
suficientes evidencias aceptables de ocupaciones "pre-Clovis". Es decir, con evidencias que
deberían aceptarse si aplicamos los mismos estándares de rigor que se han exigido y aceptado
para la documentación de hallazgos correspondientes a ocupaciones posteriores. Es cierto que
pueden y deben formularse las dudas que llevarían a condicionar la aceptación de los registros
más tempranos a una corroboración por la vía de una mayor acumulación de antecedentes
indiscutibles. Pero deberían mantenerse las mismas exigencias para los registros e
interpretaciones de que son objeto los vestigios atribuídos a épocas posteriores y que no se
cuestionan en sus detalles porque caen en un rango temporal que ya es aceptado sin reservas.
En cualquiera de los casos, se trata de un problema que requiere de una
documentación suficientemente amplia, que maneje los antecedentes de la vertiente asiática y
del Viejo Mundo en general, ya que están necesariamente involucrados en los eventos en
cuestión. Tal vez es cierto que pueden fundamentarse objeciones a algunas "perspectivas
europeas" determinadas, a las que Lynch dirige, de manera general, su crítica 292 . Sin

291
Esto último ocurrió de hecho. La disyunción estaría en determinar si habría sido o no el único efecto de un proceso
hipotético como el apuntado.
292
Ver, por ejemplo, Clark & Lindly [1991] o Graves [1992]. Hay que decir, sin embargo, que tampoco el calificativo de
"perspectivas europeas" para estas posiciones es afortunado, pues acusa desactualización. Si hay una "perspectiva europea"
predominante actualmente, es la idea de que el paleolítico superior fué precedido necesariamente por un paleolítico medio
caracterizado por la asociación neanderthal-musteriense (aunque hay asociaciones musteriense-hombre moderno) que no
tendría capacidad de adaptación a las condiciones climáticas periglaciares de las áreas septentrionales. Bajo este supuesto, se
piensa que los portadores del musteriense no pudieron alcanzar las latitudes necesarias para llegar a América antes del
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 355

embargo, también de manera general, es dudoso que la extrapolación de una "perspectiva


cowboy" con centro en el rancho Clovis, ofrezca suficientes luces para aclarar esta temática.
Como hemos advertido, en el planteamiento del problema nos hemos referido sólo a
sus manifestaciones culturales arqueológicas comparables, sin tomar en cuenta el aspecto
antropofísico. No es que desestimemos este componente de la cuestión. Se trata, de hecho, de
que no poseemos ninguna documentación adecuada de restos tempranos que permitan anclar
una conjetura en el terreno fáctico. Es decir, que permitan al menos superar las especulaciones
demasiado generales que, desde hace muchas décadas, se remiten a considerar las líneas más
amplias de las distribuciones raciales de poblaciones generalmente tardías, proyectadas
abusivamente hacia épocas remotas. Hace falta, en realidad, una sistematización actualizada
del problema, referido a un manejo empírico detallado y realizado por especialistas 293 .
Es un hecho que el punto de si entraron a América poblaciones de un paleoítico
medio o "protolíticas" y de qué tipo, tiene también repercusiones importantes para dirimir
algunas propuestas levantadas por los estudiosos de las fases mas recientes del proceso de
hominización.
Hasta ahora, el tema de la transición del paleolítico medio al paleolítico superior se
ha discutido principalmente en torno a Europa, como un proceso que se presenta altamente
correlacionado, pero no de manera biunívoca, con la transición del neanderthal al "hombre
moderno".
Todavía no se establece de una manera clara si hubo una continuidad evolutiva o un
proceso de mutaciones entre ambos o si el neanderthal fue "reemplazado" en Europa por el H.
sapiens sapiens . Menos claro está aún el proceso de desarrollo cultural a partir del
musteriense hasta el auriñaciense pleno, si fuera preciso dar cuenta de la extinción del
neanderthal a través de tal proceso de reemplazo [ver Tillier, 1990; Otte, 1990]. De cualquier
manera, ésta hipótesis sólo consigue desplazar hacia fuera de Europa la necesidad de explicar
el surgimiento y desarrollo de las "culturas" del paleolítico superior. De ahí que la mayoría de
los autores que apoyan esta interpretación, remiten el problema del origen a Africa 294.
Si se constatara el ingreso a América de poblaciones de tipo "pre-paleolítico
superior", es obvia la importancia de poder determinar de qué tipo de sapiens se trata. Pero
con mucho mayor razón si se tratara de poblaciones ajenas al musteriense, ya que las cosas se
inclinarían en favor de una evolución multilineal amplia hacia el h. sapiens sapiens .
Desde el punto de vista sociocultural, las implicaciones no serían menos relevantes.

desarrollo de los sistemas adaptativos del paleolítico superior. Por lo tanto, a los colegas europeos les resulta mas cómodo
preferir dar crédito a quienes no aceptan un poblamiento "pre-Clovis", careciendo de interés por una mejor documentación
para opinar respecto a un área tan alejada del "centro del mundo".
293
A principios de los setenta, Juan Munizaga realizó un estudio sobre los escasos restos atribuibles a cazadores tempranos
en el continente rastreando, entre otras cosas, posibles rasgos neanderthaloides. Encontró algunos elementos (apófisis
paramastoidea accesoria desarrollada, amplitud e inclinación del plano occipital) en cráneos que no constituían los vestigios
mas antiguos, e incluso, en las poblaciones fueguinas supérstites (Munizaga, 1976)
294
Es una versión de la hipótesis del "Jardín del Edén" sostenida por diversos autores [los "jardineros" según Gamble,
1991].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 356

Por lo pronto, en el primer caso, si esos "musteroides" hubieran desarrollado en


América las culturas autóctonas de tipo paleolítico superior, sería una evidencia flagrante de
que tal proceso no fué un evento único, destacando la importancia de la formulación de
principios generales tipo ley para su explicación.
En el caso de una ocupación por poblaciones ajenas a las tradiciones musteroides,
sería insoslayable la necesidad de la reformulación del concepto mismo de "paleolítico
superior" hacia uno más amplio y más preciso, replanteando los criterios de demarcación con
respecto a un paleolítico anterior. Entre los cuales no sería irrelevante precisar el grado y la
naturaleza de la relación entre el paleolítico superior y el homo sapiens sapiens y tal vez no
sería superfluo requerir más claridad sobre el concepto mismo de "hombre moderno".

IV. ¿ Qué es el "Paleolítico Superior"?


Los antecedentes expuestos nos permiten contextuar nuestro enfoque de un problema de
investigación que podemos compartir con los colegas del Viejo Mundo. Se trata básicamente
de una cuestión de orden conceptual o teórica de la cual depende, en nuestra opinión, la
posibilidad de afinar la determinación de los indicadores empíricos para su contrastación en el
estudio de historias concretas. Al fin y al cabo, la teoría intenta explicar los diferentes
procesos singulares a través del descubrimiento de regularidades de orden general. Lo general
es una síntesis de lo que hay de común en los diversos fenómenos concretos que nos ocupan
y, por ello, nos sitúa en el terreno mas adecuado para establecer un diálogo sobre nuestras
experiencias en tierras tan distantes.
El tema que queremos destacar acá se refiere a la importancia de precisar la
naturaleza de aquello que se denomina paleolítico superior, diferenciándolo de lo que no es
paleolítico superior. Si no precisamos cómo es el fenómeno que nos interesa y en qué
condiciones ocurre, difícilmente podríamos identificarlo para saber qué eran y qué sucedió
con las primeras poblaciones que ingresaron a América, ocupando tal vez hasta el Extremo
Austral.
Podemos observar que la gran mayoría de los vestigios de sociedades cazadoras
recolectoras pre-tribales registrados en el Nuevo Mundo, parecen corresponder al tipo de
sociedades englobadas bajo ese término que, dicho sea de paso, es muy poco usado en el
continente americano.
Veamos, en primer lugar, cuáles son las cuestiones que se ha considerado importante
discutir en relación a la diferencia entre paleolítico superior y paleolítico medio. Los aspectos
principales que han centrado los debates sobre el punto corresponderían a las siguientes
preguntas generales:
-¿Cómo se identifica, "arqueológicamente", al paleolítico superior y a las formas de
organización humanas precedentes o diferentes?
-¿A qué características de la organización social corresponden esas manifestaciones
empíricamente observables?
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 357

-¿Cuál es la causalidad que conduciría, desde formas de organización históricamente


precedentes, hacia el paleolítico superior y qué vías o modalidades adquiere el proceso?
En seguida debemos observar, como lo han hecho otros autores, que éste problema y
su discusión se ha abordado básicamente en torno a Europa y sus vecindades, entre el Medio
Oriente y el Norte de Africa. Sin embargo, dado que entre las preguntas consideradas
principales y que aún buscan solución en la arqueología americana están las que se relacionan
con el hecho de si el poblamiento del continente fué realizado por poblaciones de tipo
"paleolítico superior" o "pre-paleolítico superior", las polémicas en torno a estas diferencias
deberían iluminarnos, por lo menos, para poder identificar a qué tipo de sociedad
pertenecieron esos "primeros descubridores de América"

Los "indicadores" en el registro arqueológico.


Unos cuantos trabajos han intentado sistematizar el procedimiento de idenficación
arqueológica, enumerando los indicadores empíricos cuyo registro permitiría establecer un
diagnóstico diferencial entre paleolítico medio y superior.
En algunos casos, la sistematización se ha limitado a producir un listado de
indicadores, bajo el supuesto de que éstos permitirían inferir características de las respectivas
formas de organización social, cuya pertinencia para su conceptualización, sin embargo, no es
explicada. Es el caso de los trabajos que, a pesar de estar específicamente referidos al suroeste
de Francia, todavía constituyen los principales hitos referenciales al respecto, como los de P.
Mellars [1973] o R. White [1982]. En otros casos, el listado resulta de una concepción general
de los procesos que darían cuenta de ésta diferenciación, como en el ensayo de Orquera
[1984].
Retomaremos acá algunos de los principales indicadores para, posteriormente,
compararlos con los registros corresponientes a los cazadores sudamericanos.
a. Material lítico. a.a. Tecnología 295. En cuanto a los métodos de fractura , se
supone que en el paleolítico medio predominó el uso de la percusión directa. En el paleolítico
superior se habría desarrollado significativamente el empleo de percusión indirecta y presión,
aplicadas a la producción de astillas matrices y al desbaste o retoque facial de las piezas 296.
Por lo que se refiere a la sistemática del astillamiento , White coincide con Mellars
quien, siguiendo a Bordes, prefiere no dar relevancia a la distinción según la cual en el
paleolítico medio predominarían las industrias de lascas y en el paleolítico superior las de
láminas [White,1982:85 ]. Sin embargo, Orquera [1984] replantea adecuadamente el
problema, haciendo notar que los índices de laminaridad se basan en una definición
operacional (proporción largo/ancho) que no registra necesariamente la presencia o no de una
determinada sistemática de talla, como es la producción intencional de láminas, generando un
producto estandarizado que optimiza el aprovechamiento de la materia prima.
295
De hecho, tanto las técnicas como la funcionalidad no son observables, sino inferidas a partir de la morfolofía y la
materia prima de los materiales. No obstante, dado que no se trata de características de la organización social, las hemos
incluído en éste punto.
296
Es posible que no hubiera diferencias notables en cuanto a las técnicas de retoque marginal [cfr. White,1982: 85].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 358

Los posteriores trabajos de Boëda [1988 y 1990] definen con bastante precisión las
diferencias entre los sistemas de astillamiento característicos del paleolítico superior y de las
modalidades levallois. No sólo muestra claramente los cambios cuantitativos que esta
distinción implica, sino también el salto cualitativo que ésta práctica técnica conlleva
necesariamente en el nivel conceptual [Boëda, 1988:45].
a.b. Morfología . Hay consenso en cuanto a que la novedad más evidente que trae el
paleolítico superior es el rápido desarrollo de una gran variedad de nuevas formas de los
instrumentos, con una importante estandarización.
Esta notable variedad tipológica no respondería exclusivamente al efecto de las
nuevas modalidades técnicas o a los requisitos funcionales inmediatos.
a.c. Funcionalidad. Si bien no sería un factor único en su determinación, también la
diversificación y estandarización mostrarían la especialización funcional del instrumental,
adecuado a una explotación más eficiente de recursos específicos [Orquera,1984]. Igualmente
se observa un desplazamiento de la proporción de tipos funcionales, hacia actividades que no
eran comunes en el paleolítico medio.
También se ha propuesto que el rango de variación morfológica que da lugar al estilo
cultural permitiría -como otros elementos materiales y conductuales-, más allá de la
funcionalidad instrumental inmediata, una función informativa, mas o menos intencional
[siguiendo a Wobst,1976].
b.Materiales óseos y conchas.La evidencia arqueológica, hasta ahora, muestra un
desarrollo técnico, morfológico y funcional de los objetos de hueso, asta, dientes, marfil y
conchas durante el paleolítico superior, que no se registra para el paleolítico medio. Esto,
independientemente de los sesgos de conservación y de la proporción de restos con
modificaciones atribuíbles a la actividad de animales predadores que, como ha mostrado
Binford en diversos trabajos, puede ser importante.
Para tal efecto, se desarrolla una diversidad de nuevas tecnologías que no se
limitarían a la percusión y torsión, como el desbaste, incisión o abrasión.
Funcionalmente, se producirían objetos que no se limitan a la sustitución de la piedra
para usos instrumentales directos. Es decir -excusada la incongruencia de los términos- que se
destinarían a un uso "no utilitario".
Por lo mismo, se crean nuevas formas, a las que hay que agregar, en algunos casos,
la decoración.
c. Instrumentos compuestos. Junto con la diversificación y especialización del
utillaje, sería en el paleolítico superior cuando se desarrolla ampliamente la producción de
artefactos compuestos de manufactura mas compleja que el simple enmangamiento de los
instrumentos, combinando objetos de piedra, hueso, madera y otras materias primas.
También artefactos mecánicos para multiplicar la fuerza muscular, como el
lanzadardos o el arco serían una invención del paleolítico superior [Gilman,1984:117].
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 359

d. Fuego. Binford ha hecho notar la ausencia general de fogones preparados (p.ej.,


embancados), así como de rocas partidas por fuego para el paleolítico medio, de lo que
infiere "una falta de medios para maximizar la potencia radiante de los combustibles"
[Binford,1982:97]
e.Adornos personales. La mayoría de los autores concuerda en que los objetos que
usualmente se consideran como "adornos" personales son característicos del paleolítico
superior.
f."Arte" parietal o mobiliar. Uno de los registros mas notablemente característicos
del paleolítico superior sería el desarrollo de representaciones gráficas y plásticas, como el
arte rupesre o las figuras modeladas o esculpidas en barro, hueso y otros materiales. No todas
estas manifestaciones se plasman en un registro duradero, ya que otras representaciones a las
que pudiera atribuírseles funciones análogas (bajo el supuesto de que éstas fueran
correctamente inferibles) pudieron elaborarse en maderas, pieles y otros materiales
perecederos 297.
De cualquier modo, el punto debería plantearse en términos de que el arte rupestre
sería una característica distintiva del paleolítico superior, si bien no todas estas sociedades
plasmarían estas manifestaciones en materiales duraderos.
g. Densidad de las ocupaciones. Se ha planteado que el número y tamaño de los
sitios del paleolítico superior sería notablemente mayor que en el paleolítico medio. Deben
tomarse en cuenta las críticas que observan que la notable mayor dificultad para la
conservación y localización de los sitios mas antiguos, así como el hecho de que muchas de
los yacimientos son, en realidad, "palimpsestos" de diversas ocupaciones introduce un
importante factor de distorsión en las comparaciones. Pero, por otra parte, estas variables se
compensan cuando se considera la gran diferencia en los rangos temporales de los registros.
De cualquier modo, se acepta que la densidad espacio-temporal de los vestigios
ocupacionales se incrementaría ostensiblemente en el paleolítico superior.
h. Variación entre conjuntos. En principio, se supone que la "variación entre
conjuntos" (interassamblages variation) se refiere al conjunto de evidencias correspondientes
a la transformación material del medio realizada por un grupo humano en un determinado
período de su historia 298 . En la práctica, las comparaciones entre paleolítico medio y superior
han debido limitarse a los conjuntos de materiales líticos, por las razones ya comentadas.
Son conocidos y aceptados los argumentos de Binford en cuanto a que tales
comparaciones están sesgadas por el hecho de que los criterios de ordenación tipológica en
uso, se orientan a objetivos diferentes. De modo que la tipología de Bordes para el paleolítico
inferior y medio se orienta a definir tipos tecnofuncionales, mientras que las tipologías de De
Sonneville-Bordes y Perrot con que se ha clasificado el paleolítico superior producen tipos

297
También se conocen códigos bastante elaborados de pintura facial y corporal que no podrían calificarse de "adornos"
personales. Tal es el caso de los s'elknam de Tierra del Fuego, que no produjeron arte rupestre ni un "arte" mobiliar.
298
Lo que nosotros denominamos cultura arqueológica.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 360

sensibles a las diferencias cronológico-culturales. Lo cual afecta la confiabilidad de las


comparaciones que concluyen una mayor variación entre conjuntos en el paleolítico superior.
Con todo, resulta claro que durante el paleolítico superior se configuran conjuntos
arqueológicos altamente idiosincráticos, regionalmente distribuídos y con ritmos de cambio
que no se presentan en el paleolítico medio. Son las nuevas opciones de variación morfológica
permitidas por la aplicación de nuevas técnicas en una diversidad de materiales las que
posibilitan una combinatoria de propiedades que otorgan a los conjuntos, como tales, una
singularidad distintiva.

Características de la organización social.


Acá nos referiremos a algunas de las características que diversos autores atribuyen a las
formas de organización social que, se supone, serían propias del paleolítico superior,
distinguiéndolas del paleolítico medio o, en general, de formas de organización precedente.
Las hemos distinguido de los "indicadores" arqueológicos, pues constituyen atributos
hipotéticos. Las hipótesis son juicios condicionales que buscan vincular las informaciones
empíricas con generalizaciones descriptivas o explicativas. Pueden, por lo tanto, formularse
como generalizaciones inductivas a partir de la empiria o como implicaciones empíricas
deducidas de la teoría. Por lo mismo, la corroboración empírica de las enunciadas
características que acá veremos brevemente, no es necesariamente aceptada por todos y
siempre caben hipótesis alternativas. Esto es lo que abre un margen de disensiones que
estimulan el desarrollo de las investigaciones.
a. Demografía. Uno de los supuestos generalmente aceptados -que se basa en la
densidad de los vestigios ocupacionales- es el de que el desarrollo del paleolítico superior
registraría un importante incremento demográfico, así como de la densidad de las
poblaciones.
b. Actividades de subsistencia . b.1. Algunos autores proponen que habría
diferencias en cuanto a la estrategia económica global, por lo que se refiere a las actividades
subsistenciales.
Orquera, por ejemplo, establece una fundada distinción entre una estrategia
generalizada y una estrategia de especialización. Plantea que los procesos de cambios,
respondiendo a diversos factores en particular, no obedecen al azar sino a la necesidad de
explotar el medioambiente con eficiencia creciente. En este sentido, la especialización
presenta la ventaja de que los cambios se dirigen a una mayor eficiencia en funciones
determinadas, pero pierde eficiencia en funciones alternativas o complementarias. La ventaja
relativa de la generalización, como estrategia, es que no está limitada por sus opciones
preferentes. Propone que "el término de 'Paleolítico Superior' debe reservarse para aquellas
manifestaciones culturales que lograron el mas alto nivel de especialización alcanzable por
grupos cazadores" [1984:76] y que el paleolítico medio e inferior estarían caracterizados por
una estrategia generalizada.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 361

Parcialmente semejante es la propuesta de Binford en cuanto a la distinción entre


estrategias de asentamiento y subsistencia "forrajeras" y "colectoras". Cuestionando los
procedimientos interpretativos tradicionales del registro arqueológico, pone en tela de juicio
la evidencia en que se fundan las inferencias sobre especialización en la caza. Sugiere, no
obstante, que un mejor conocimiento de las estrategias forrajeras de cazadores tropicales
ayudaría a acercarse a una comprensión de las estrategias económicas del paleolítico medio,
pero advierte que aún grupos como los bosquimanos san desarrollan tácticas forrajeras que,
sin embargo, están logísticamente organizadas. Piensa que, antes del paleolítico superior, el
carroñeo de grandes animales era parte importante de la estrategia de obtención de alimentos,
que no había sistemas de caza estacional a gran escala de animales gregarios y que el
almacenamiento -asociado a la caza especializada de tales especies- no era una actividad
regular en la subsistencia.
La distinción, por lo tanto, consistiría en el desarrollo de sistemas de caza y
recolección ("complejos situacionales") logísticamente organizados en el paleolítico superior.
Lo que no ocurriría en el paleolítico medio, debido a que la habilidad para prever eventos y
condiciones no sería el fuerte de nuestros antepasados antes del claro surgimiento de la
capacidad de simbolizar [Binford, 1982:94].
b.2. En parte, las variaciones internas de los conjuntos, que contribuyen a configurar
las singularidades culturales que los distinguen de otros conjuntos, tendrían que ver con la
organización de las actividades subsistenciales.
En primer lugar, con la organización espacio-temporal de las actividades
condicionadas por: 1) la distribución geográfica de los recursos biológicos y minerales, 2) la
disponibilidad estacional de los recursos bióticos, 3) el hecho de que para la realización de
diversas actividades se requieren instrumentos específicos y 4) el hecho de que el dominio de
nuevas técnicas ofrecían la posibilidad de producir una tipología de instrumentos más
especializados (más estandarizados y más eficientes).
b.3. Otra característica comunmente aceptada es la de que las nuevas tecnologías del
paleolítico superior elevarían la eficiencia productiva en la explotación del medioambiente,
así como los volúmenes de producción que permitirían, entre otras cosas, el desarrollo
demográfico.
c. Estructura organizacional. Uno de los aspectos que se supone que
caracterizaría esencialmente al paleolítico superior es el surgimiento de nuevos tipo
relaciones sociales, no existentes con anterioridad. En la expresión más radical de White,
habría
una posible ausencia de agregación social regular durante el Paleolítico Medio, en contraste con su
probable presencia durante el Paleolítico Superior. [1982:92]

De ahí en adelante, las opiniones o los argumentos de los autores pueden diferir.
Wobst y Gilman proponen la conformación de un sistema de cooperación y de filiación
endogámica. Gamble, siguiendo a Bender también plantea que se conforman alianzas y
propone que manifestaciones como el arte -cuando se da- revelaría el intercambio de
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 362

información y conocimientos sociales que involucraría la "negociación" de nuevas estrategias


y relaciones sociales, en una moderna versión del "contrato social".
d. Desarrollo sicológico. La mayoría de los autores concuerda con que en el
paleolítico superior se habría dado, si no el nacimiento, sí el mas significativo avance de las
capacidades de representación simbólica de la realidad, la capacidad de previsión de eventos y
de organizar secuencias complejas de actividades orientadas a fines preconcebidos.
De ello serían evidencia no sólo las manifestaciones de arte rupestre y mobiliar, sino
también desde las técnicas de talla hasta la organización general de las actividades de
subsistencia.
e. Identidad. También se acepta que la conformación de estilos culturales
idiosincráticos expresaría, entre otros posibles contenidos, formas mas o menos intencionales
de identificación corporativa en torno a diferentes órdenes posibles de relaciones sociales.
También se discute si los "adornos personales", serían una forma de expresión de esa
identidad.

La explicación causal del proceso.


Si hay un autor que ha realizado contribuciones importantes y atinadas a la crítica de las
interpretaciones tradicionales del registro arqueológico de los cazadores recolectores, ha sido
L. Binford, basado en sistemáticas observaciones de campo, tanto arqueológicas como
etnográficas, orientadas por ideas claras y un sentido común inusualmente agudo.
En el terreno de la teoría es más desconcertante y no menos categórico. En su jugoso
comentario a White nos previene sobre el hecho de que
una de las mayores confusiones que ha plagado a las ciencias sociales es la confusión
entre las regularidades en la dinámica interna de los sistemas culturales (sincrónicas y
funcionales-internas) y la naturaleza de las dinámicas que condicionan los cambios en la
organización de los sistemas mismos y su diversificación y cambio evolutivo (diacrónicos
y ecológico-externos). He tratado de sugerir, con relación al primer problema, que los
arqueólogos buscan entender las condiciones dinámicas que producen los restos estáticos
para nuestra observación. Esto bien puede envolvernos en muchos argumentos relativos a
las relaciones entre los aspectos 'no materiales' o 'no preservados' de los sistemas pasados
y los derivados materiales de esas dinámicas 'no materiales'. He llamado a ésto
investigación de rango medio y es, obviamente, investigación que podría permitirnos,
idealmente, la descripción precisa de las condiciones pasadas. Cuando tornamos hacia el
interesante trabajo de explicar la naturaleza de los sistemas pasados nos movemos en el
ámbito [mode] de los patrones diacrónicos y de la construcción teórica ecológico-
evolutiva. La comprensión funcional [functional understanding] nunca puede servir como
explicación de los cambios evolutivos. Esta distinción fundamental parece haber sido
pasada por alto y sumergida en una vía confusa en las discusiones de White y muchos de
sus colegas que abogan por una 'arqueología social'. [Binford, 1982:97]
Me parece que estas afirmaciones de Binford que, sin duda, deberían iluminarnos a
la mayoría de los confusos partidarios de una "arqueología social", son bastante mas rotundas
que convincentes. Desde luego, seguimos sin tener claro por qué una explicación causal de los
procesos sociales debe ser externa y ecológica. Binford tiene el derecho a optar por un modo
de explicación funcionalista (externidad de las causas respecto a los fenómenos a explicar) y
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 363

también a pensar que los cambios sociales obedecen a factores ecológicos. Pero resulta una
pedantería desafortunada suponer que quien no comparta su posición es necesariamente
víctima de la confusión.
Sin duda -y es lo que queremos retomar acá- es importante hacer la distinción
analítica entre la estructura y el proceso. Pero podríamos pensar, si fuéramos
congruentemente materialistas 299, que dada la unidad material de la realidad, una explicación
consistente de la misma no puede disociar la causalidad de las características estructurales de
los procesos. También se podría pensar que estas dicotomías tajantes, que divorcian aspectos
complementarios de una explicación, podrían dar parcial cuenta de por qué la propuesta de
construcción de una "teoría de rango medio" no ha fructificado a pesar del entusiasmo inicial
de Binford al respecto 300.
Son diversas las propuestas para explicar la causalidad involucrada en los cambios
que generan a la sociedad del paleolítico superior. Dado que se trata de encontrar hipótesis
que pudieran explicar tal proceso en cualquier lugar y momento en que hubiera tenido lugar,
deberemos considerar aquellas que estén formuladas en términos de regularidades de orden
general301. Esto, de partida, nos lleva a poner de lado aquellas explicaciones ad hoc,
formuladas para explicar el "caso ejemplar" del paleolítico superior europeo. Esto no porque
estén necesariamente erradas en relación al caso particular sino porque, como las
proposiciones de S. Binford y del mismo Wobst, suponen como condición básica la caza de
animales de manada con migraciones estacionales en un ambiente periglaciar lo que, aún para
Europa, no es generalizable 302. Cosa similar ocurre con los planteamientos de Gamble, que
supone que este evento se explicaría por las diferencias de capacidad biológica y cultural de
adaptación de los hombres arcaicos y modernos a los cambios climáticos y ecológicos
específicamente europeos 303. Además, para la situación europea, hablar de sapiens arcaico
significa referirse específicamente al neanderthal. Las dificultades para generalizar serían

299
En otro lugar nos referimos a cómo la enfática pero inconsistente afirmación del materialismo en Binford no es otra
cosa que un planteamiento neokantiano que hace incontrastable cualquier explicación del pasado "dinámico" a partir de la
observación del registro arqueológico "estático". Por lo demás, es claramente falso que el contexto arqueológico sea estático.
Se trata, simplemente, de que posee una dinámica diferente , cuyas regularidades deben ser investigadas y explícitamente
formuladas para explicar las conexiones entre los "sistemas culturales" del pasado y el registro arqueológico actual y así
poder validar cualquier contrastación de juicios sobre el pasado. Por lo que éste, contra las declaraciones del autor , resultaría
de hecho, incognoscible.
300
En realidad, este concepto ha sido vulgarizado en los medios de las ciencias sociales (hasta en algunos países de
América Latina) a través de la obra de Merton [1968]. Por otro lado, pese a las propuestas de generalizar el método hipotético
deductivo como método para tal "construcción teórica", podría pensarse que la lentitud de ese proceso se debe a que el
mismo autor, a través de sus diversos y muy importantes trabajos de observación arqueológica y etnográfica, estaría
procediendo mas bien inductivamente. Lo cual, en mi opinión, no restaría mérito ninguno a sus investigaciones ni a sus
importantes aportes de rango medio.
301
Como señala Orquera, "si una categorización no es referible a principios generales, entonces no es científica" [1984:74].
302
Sobre la situación de Cantabria, argüída en este sentido, hay una nueva síntesis de Straus [1992].
303
En la discusión de una ponencia suya, en Barcelona, acota de modo sintético y sorprendente que: "La diferència,
pensant a grans trets en allò que apareix molt claramente al registre arqueològic, entre Neandertals i paleolític superior, és
que quan es veu que el clima es va degradant, els neandertals empren la següent estratègia: comencen a desaparèixer, i va
tenint lloc l'extinció local en diferents àrees" [1990:224]. En realidad, "cualquiera que haya trabajado para GCHQ
Cheltenham, o cualquier otro servicio de inteligencia..." [Gamble, 1991:3] puede imaginar el sobresalto que debió
experimentar en su tumba el espíritu de von Klausewitz, o al de Kutusov intentando expresar que no se trataba exactamente
de eso.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 364

mucho mayores si consideramos la posibilidad de que tal proceso hubiera ocurrido en ámbitos
tropicales y que no todos los portadores de culturas previas al paleolítico superior debieron ser
necesariamente neanderthales. De cualquier modo, una explicación general debe ser
compatible con las explicaciones de los casos particulares y, aún si no hubiera otros, sólo se
corre el riesgo de hacerla mas parsimoniosa.
Hemos preferido tomar como referencia la propuesta de Antonio Gilman [1984],
porque:
1) Es, en nuestra opinión, una de las mejores revisiones sintéticas del tema.
2) Está formulada en términos generales, presentando mayor completud y
parsimonia.
3) Asume una posición teórica explícita (marxista), que implica un sistema categorial
de referencia que la hace más fácilmente evaluable. Digamos que tiene asidero, a diferencia
de muchas formulaciones que carecen de columna vertebral.
Gilman considera el desarrollo del paleolítico superior -junto con la revolución
neolítica- como una de las dos grandes revoluciones sociales ocurridas antes de surgimiento
de las clases sociales.
Formula dos requisitos para la explicación de este proceso:
1) Que debe ser suficientemente comprensiva como para vincular los diferentes
rasgos técnicos y sociales en una sola red causal explicativa304.
2) Que debe referirse a los aspectos estructuralmente básicos, de manera de poder dar
cuenta de esta revolución en cualquier lugar donde hubiera ocurrido.
En su propuesta integra, como premisas y como objetivos, proposiciones importantes
planteadas por diversos autores. Coincide con White, Conkey y Wobst , en que la
característica distintiva del paleolítico superior, como hecho fundamental a explicar, sería la
aparición de estilos culturales.
Concuerda con Bender en que la teoría de las alianzas permitiría entender las
relaciones sociales de producción de las formaciones sociales preclasistas. Y con Tylor en que
las alianzas obedecen a la necesidad de asegurar el acceso a un territorio propio, así como a la
posibilidad de participar del territorio y recursos de otros grupos en situaciones de escasez. De
modo que las alianzas evitan el conflicto y facilitan el apoyo económico entre los grupos que
participan de ellas. Aunque, siguiendo a Wobst, acepta que, más allá de determinadas
distancias geográficas y sociales, su mantención implicaría mas costos que ventajas. De
acuerdo con este autor, se conformarían grupos endogámicos (connubia, en términos de
Williams) conformando un sistema de cooperación regido por la "reciprocidad generalizada".
Recurre al concepto de "modo de producción doméstico" de Sahlins para explicar las
contradicciones internas entre los grupos que integran estas unidades sociales. De manera que

304
De donde se ve que no se ha dejado confundir por la dicotomía binfordiana.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 365

cada hogar desea establecer alianzas con otras unidades domésticas con el fin de prevenir las
eventuales deficiencias de su producción. Pero, a la vez, también prefiere limitar esos
vínculos, para disponer de sus propios recursos con independencia de aquellos.
Es así como se conformaría una red de relaciones sociales basadas en la reciprocidad,
cuya intensidad y amplitud guardaría una relación proporcional inversa al grado de seguridad
que proporciona la producción autónoma de cada unidad doméstica. Sin embargo, la necesaria
unidad del sistema se vería amenazada por la tendencia a la autonomía autosuficiente de cada
hogar. Por lo que se requeriría regular esta contradicción a través de un refuerzo ritual de las
relaciones sociales de reciprocidad.
Partiendo de estas premisas, la estructura causal básica propuesta por Gilman para
explicar este proceso sería, en síntesis: que con el paleolítico superior se da un desarrollo
tecnológico evidente que eleva la productividad, disminuyendo los riesgos de la subsistencia.
Lo cual origina dos series de efectos. Por un lado, disminuye la necesidad de cooperación con
los vecinos, posibilitándose la limitación de las obligaciones sociales. Por otro lado, se dió un
desarrollo demográfico que aumentaría el número de vecinos, haciéndose necesario limitar
las relaciones sociales de cooperación, debido a su costo. Así, la necesidad y la posibilidad de
limitar las obligaciones sociales con los vecinos convergerían en la constitución de grupos
endogámicos (closed connubia) relativamente reducidos 305. Entonces, habría sido preciso el
refuerzo ritual del sistema de relaciones de reciprocidad social, necesarias pero inestables,
debido a la elevación de la productividad del trabajo. El desarrollo de los estilos culturales
regionales típicos del paleoltítico superior serían parte de la ritualización de la identidad
corporativa de estos grupos de cooperación.
Resumiremos algunas observaciones que hemos hecho a ésta propuesta.
1. Hay un eclecticismo involuntario, debido tanto a a cuestiones de estilo literario
como a la falta de una demarcación crítica explícita respecto a los conceptos de otros autores,
cuya consideración es indiscutiblemente pertinente, pero cuyas propuestas se formulan en
contextos teóricos bastante diferentes entre sí y con respecto a la posición asumida por
Gilman. Algunos ejemplos de ello:
1.1. El hecho de que Sahlins u otros autores (como M. Harris o B. Price) empleen el
término de modo de producción, en el contexto de posiciones teóricas distintas, hace que sus
propuestas no puedan ser transplantadas a una propuesta materialista histórica sin la debida
ponderación crítica.
En este sentido, es posible que la tendencia de las unidades domésticas a la
autogestión de sus recursos e independencia respecto a sus vecinos exista y guarde relación
con la correspondencia entre fuerzas productivas y relaciones de producción. Pero nos parece
dudoso que pueda caracterizarse así a la contradicción fundamental que debería explicar la
estructura y causalidad del desarrollo de esas sociedades.

305
Concordamos plenamente con el hecho de que, en general, la dirección de la historia se ha orientado por los puntos de
mayor coicidencia de necesidad y posibilidad y ésta es, en nuestra opinión, una importante virtud de la hipótesis de Gilman.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 366

Resulta, por lo demás, demasiado tentador pensar que es mas bien una típica
proyección de la ideología competitiva de libre empresa independiente, tan cara a la pequeña
burguesía a la que pertenecemos, entre otros, los trabajadores intelectuales.
1.2. Concordamos con la sugerencia de Barbara Bender en cuanto a que la teoría de
las alianzas podría ayudarnos a entender las relaciones sociales de producción en las
formaciones sociales preclasistas. Sin embargo, la propuesta es pertinente en lo que se refiere
a la forma de las mismas y una posición materialista histórica consistente debería considerar
su contenido. Es decir, los elementos del proceso productivo sujetos a diversos tipos de
relaciones de propiedad y posesión
En nuestra opinión, la ambigüedad en la distinción entre formaciones cazadoras
recolectoras y tribales obedece a que, en ambas, las formas del parentesco clasificatorio
juegan un papel mas o menos análogo, debido a que presentan en común una forma de
propiedad colectiva. Los criterios distintivos, por lo tanto, deberían buscarse en el contenido
de las relaciones de propiedad y producción.
Hay que agregar que, como para el materialismo histórico no es la tecnoeconomía la
que define el modo de producción, cabe la existencia de sociedades cuya subsistencia se base
fundamentalmente en la caza y recolección sin ser formaciones típicas del "paleolítico
superior" del pleistoceno final, sino formaciones socioeconómicas cuyas relaciones
fundamentales de producción sean tribales.
1.3. Al referirse a "la teoría de las alianzas de la antropología social" es necesario
precisar de cuál se trata, para evitar mayores confusiones. Es obvio que no da lo mismo si nos
basamos en Lévi-Strauss, Tylor, Sahlins o Meillassoux. Dado que la propuesta de Gilman se
apoya en la referencia al "modo de producción doméstico" de Sahlins, es relevante tomar en
cuenta las observaciones de Meillassoux (autor citado por Gilman) respecto a la "teoría de las
alianzas" en general y las críticas específicas a Sahlins.
En relación a las primeras, Meillassoux apunta la necesidad de distinguir
analíticamente con claridad entre las relaciones económicas de adhesión laboral y las
relaciones de filiación. Precisamente por el hecho de que en las comunidades primitivas se
dan diversos grados de coincidencia entre las relaciones de producción y consumo y las
relaciones sociales que median la reproducción biológica, la falta de consistencia en esta
distinción ha permitido en gran medida su confusión, conduciendo a imprecisiones y
distorsión tanto en la teorización de las relaciones de producción como del parentesco.
Por lo que se refiere a Sahlins, Meillassoux le critica certeramente el hecho de que su
concepto de "economía de la Edad de Piedra" no diferencia entre cazadores-recolectores y
agricultores mostrando que, en cada caso, la adhesión y la filiación se vinculan de diferente
manera. Así, la "Edad de Piedra" resulta mas o menos equivalente al rótulo general de
"comunismo primitivo", pero sin distinción entre salvajismo y barbarie. En los términos que
acá se discuten, el concepto de Sahlins no hace diferencias entre paleolítico y neolítico.
2. En la hipótesis de Gilman, la aparición de estilos regionales sería expresión de la
necesidad de reforzar ritualmente las unidades sociales de cooperación económica, que se
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 367

reducen debido a la posibilidad y necesidad de limitar las obligaciones sociales, disminuyendo


el costo de su mantenimiento, bajo el supuesto de que las unidades domésticas estarían
principalmente interesadas en disponer autónomamente de la mayor parte de su producción y
que tales relaciones sociales se han hecho relativamente superfluas debido a la mayor
seguridad económica generada por la elevación de la eficiencia productiva.
Si fuera así, cabría esperar más bien que el tamaño de los grupos de cooperación se
redujera hasta estabilizar la relación entre su menor costo de mantenimiento y el nivel real de
su necesidad. De tal manera que resultaría también superfluo el costo de su reforzamiento
ritual, por lo que el desarrollo de los estilos regionales -fenómeno que realmente ocurre-
debería encontrar otra explicación.
De hecho, la reducción del closed connubium de Gilman presenta un límite que,
siguiendo a Wobst, no se explica por la necesidad de la cooperación económica. Representa la
unidad social mínima necesaria para constituir una "red de apareamientos" que asegure la
reproducción biológica del grupo.
De modo que si la elevación de la productividad hace posible y necesaria la
reducción del tamaño de las comunidades, no es evidente que lo que esté en riesgo sean las
relaciones necesarias de solidaridad económica, sino las posibilidades de la reproducción
biológica. Así es que si hubiera necesidad de reforzar ritualmente algo, serían las relaciones
de filiación y no las de producción.
2.1. En éste punto, nos parece que habría sido imprescindible establecer otra
distinción explícita. Una cosa es el "rasgo clave" del registro arqueológico 306, que requiere
explicación y otra la cualidad fundamental de la formación social, dado que se trata, en este
caso, de un planteamiento marxista. Concordamos en que una posición teórica debería ser
capaz de dar cuenta de ambos aspectos, que es lo que Gilman se propone. No obstante,
entendemos que la manifestación fenoménica del registro arqueológico "actual" no tiene por
qué corresponder directamente a la cualidad fundamental de una formación socioeconómica
pasada o a la causalidad esencial que la genera.
Retomando la observación anterior, si la lógica del "modo de producción doméstico"
del paleolítico superior fuera la que Gilman plantea, es mas probable que el rasgo mas notable
del registro arqueológico no sea una manifestación del refuerzo de las relaciones sociales de
producción, sino de las relaciones sociales de reproducción biológica.
2.2. De lo anterior se desprende que, si bien concordamos con la afirmación de que
los sistemas de alianzas serían una forma de organización de las relaciones de producción en
las comunidades primitivas, y que aquellas se presentan como sistemas de parentesco social o
clasificatorio, eso no significa que deban coincidir necesariamente con las relaciones reales de
filiación consanguínea.

306
Gilman asume como correcto que "the key feature which requires explanation in the Upper Paleolithic Revolution is the
appearance of style in its various manifestations" [1984:121].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 368

3. El problema básico en relación no sólo a la hipótesis de Gilman, sino a todas las


propuestas sobre el tema, es el de que, hasta ahora, todos los significados atribuídos al
desarrollo de las expresiones culturales que conforman estilos regionales distintivos, siguen
siendo meras suposiciones, mejor o peor fundamentadas. Pero aún no se alcanzan
explicaciones con el suficiente grado de completud como para hacer notorio el grado de
probabilidad de corresponder, mas que otras, a la realidad. Las proposiciones que se han
formulado son pasos que nos acercan a ese objetivo que consideramos, en principio,
alcanzable aunque no definitivo.
El mismo Wobst, quien ha formulado las sugerencias más interesantes y propone
originalmente que el desarrollo de estilos regionales sería una manifestación del cierre de las
relaciones de parentesco y la constitución de la "sociedad de bandas", comenta que
dadas las desventajas del cierre del sistema de apareamientos en comparación con los
sistemas de apareamientos abiertos, tales como el elevado costo social para el ritual y la
comunicación y el decreciente éxito reproductivo y, suponiendo que el umbral de
densidad de población ya ha sido reiteradamente sobrepasado , uno podría preguntar por
qué se habría desarrollado la sociedad de bandas en este momento particular de la
evolución humana. [1976a:55]
En otra publicación del mismo año agrega que
abandonamos el campo del consenso arqueológico cuando consideramos el papel de los
artefactos en el intercambio de información como, por ejemplo, en la simbolización del
territorio o de fronteras sociales, en el contexto ritual, en el sustentamiento de la etnicidad
o en la mantención y refuerzo de redes de apareamiento, relaciones de intercambio o
arreglos estructurales [1976b:320]
De modo que es posible que el desarrollo de estilos regionales exprese, como propone
Gilman, la conformación de sistemas económicos de cooperación solidaria. Pero de ahí no se
sigue necesariamente el cierre de los sistemas de apareamiento, aunque podría ser el caso. A
la inversa, es también posible que sea una manifestación de la conformación de unidades
sociales endogámicas, sin que éstas deban coincidir necesariamente con un sistema de
alianzas de cooperación económica.
Antes de ver otras alternativas, es preciso volver al punto acerca de qué es lo que los
registros arqueológicos informan, para lo cual hay que apuntar algunas consideraciones.
3.1 Concordamos con la afirmación de que todas las acciones, así como los objetos
materiales producidos por los hombres, poseen formas culturales 307 ("estilos") y, por lo tanto,
son portadores de diversas clases de información.
Sin duda, la cultura puede ser enfocada semióticamente y, desde éste punto de vista,
siempre dice algo al sujeto que conozca el código y sus contextos. Y, aunque no conozcamos
el código, como cuando escuchamos una lengua desconocida, sabemos que se dice algo,
aunque no sepamos qué. Esto ocurre con los datos arqueológicos como con otros fenómenos
de la realidad (los colores de las tierras "informan" que éstas pueden contener determinados
minerales, un cielo densamente nublado "informa" sobre la posibilidad de lluvia, etc.).

307
Bate, 1978:60.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 369

Por lo que se refiere a la cultura y su relación con la cultura arqueológica, habría que
considerar que:
a) Los miembros de una sociedad generan información cultural, material o
conductual, y pueden hacerlo de manera intencional o no intencional. En el primer caso, claro
está, las intenciones pueden ser diversas.
b) La información cultural puede referirse a diferentes actividades o esferas de la
vida y las relaciones sociales.
c) Un mismo elemento o clase de elementos culturales puede portar información
sobre un determinado aspecto de la sociedad o sobre varios de ellos. La "carga" informativa
de los elementos culturales puede ser mayor o menor, y mas o menos directa, en relación a los
diversos contenidos sociales sobre los cuales informan.
d) La singularidad fenoménica del conjunto de formas culturales distintivas de las
actividades de un grupo social es "delatora" de la existencia de diversos aspectos y
dimensiones de las relaciones sociales, independientemente de la intención comunicativa de
sus autores.
e) Por lo tanto, el registro arqueológico como efecto, entre otros factores, de las
actividades y objetos culturalmente realizados por una sociedad, puede permitir inferir parte
de la información tanto voluntaria como involuntaria de que es portadora la cultura.
La tarea de la investigación arqueológica es formular hipótesis que nos permitan
acercarnos al conocimiento y explicación del contenido de la información registrada.
3.2. Volviendo a nuestro punto, lo que tenemos hasta ahora son las mejores hipótesis
para dar cuenta del registro arqueológico del llamado paleolítico superior basadas, a su vez,
en hipótesis sobre características estructurales que serían propias de dichas sociedades.
Como ha señalado Wobst, el tipo de información que pueden comunicar los
artefactos, incluyendo el "arte" rupestre y mobiliar o los "adornos personales", es diversa y
puede aludir a diversas dimensiones de la sociedad no habiendo un consenso general sobre su
significado308.
Pienso que debemos tomar en cuenta el hecho de que un mismo pueblo puede
realizar diversas actividades y establecer diferentes tipos de relaciones sociales, realizándose
en espacios coincidentes o diferentes. Cada clase de "mensajes" puede materializarse en
distintas clases o tipos de artefactos y es muy posible que los objetos que los portan tiendan a
distribuirse en los espacios en que las actividades o vínculos sociales tenían lugar, o a

308
Quisiéramos agregar que no hay consenso entre quienes se ocupan de la conceptualización explicativa de las sociedades
que produjeron los restos. Sin embargo, hay algunas palabras mágicas capaces de concitar consenso general, evitando estas
discusiones, como el término de "ritual", altamente socorrido para designar a la mayoría de los vestigios que no sospechamos
para qué sirvieron. Como observa Gamble, refiriéndose a los "restes materials d'una esfera ideològicament anomeada art,
joieria, instruments musicals i objectes rituals" cuya "aparició i proliferació d'aquests objectes és acceptada taxativament com
a reflex del desenvolupament de la complexitat sociocultural entre els caçadors-recol.lectors del pleistocè tardà, i és utilitzada
com a 'fòssil-director' col.lectiu pel comportament ritual..." [1990:214, subrayados míos].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 370

delimitarlos 309. De ahí que no resulta necesario que las distribuciones de artefactos
portadores de información de diferente contenido social coincidan en los mismos espacios.
Sin duda, el conjunto de vestigios producidos por una sociedad comprende diversos
artefactos o rasgos que pueden poseer elementos estilísticos portadores de información,
intencional o no, integrando conjuntos culturales altamente idiosincráticos. Pero habría que
intentar discriminar qué tipo de información contienen las diferentes clases de artefactos o
configuraciones de rasgos estilísticos dentro de cada conjunto cultural o cultura arqueológica.
Considerando que puede haber interpenetración espacial de los mensajes indicativos de las
relaciones entre grupos socioculturalmente distintos.
Pensamos que algunos de los estilos marcados por la tipología de artefactos líticos o
el arte rupestre podrían corresponder al uso de un territorio cuya explotación requeriría de la
organización espacial y temporal de determinadas secuencias de actividades en sistemas
específicos de complementación económica, que equivaldrían a lo que Binford denomina
"complejos situacionales". Los cuales tampoco implican coincidencia necesaria con los
sistemas comunales de relaciones sociales de producción o de filiación.
Un punto que nos parece importante hacer resaltar se refiere al hecho de que, en
cualquiera de estas tres situaciones posibles -que no excluyen otras- se trataría de procesos de
conformación de relaciones sociales bajo condiciones de presión demográfica, donde la
densidad poblacional relativa requeriría de la racionalización del acceso y uso del territorio y
los medios naturales de producción. Al menos ésta es la condición que supone Wobst para el
cierre de las redes de apareamiento y Gilman para los sistemas de solidaridad económica.
Además, cual fuera de éstas u otras dimensiones de las relaciones sociales que
conforman una comunidad de cazadores recolectores, estaríamos de acuerdo en que los
marcadores tipológico estilísticos exhibirían, mas o menos intencionalmente, una identidad
corporativa de los grupos o subgrupos que las integran.
4. Tanto en la propuesta de Gilman, como en la de Wobst en que aquélla se sustenta,
el supuesto de la identificación de las relaciones de producción y filiación, se basa en un
cálculo de la relación costo/beneficio cuyo carácter necesario -requisito de cualquier
explicación causal basada en principios tipo ley- no nos parece evidente.
Aún sin entrar a cuestionar tal principio310, nuestra observación se refiere a que la
evaluación de los costos y los beneficios en una sociedad cazadora recolectora podrían
responder a parámetros diferentes, dependiendo de cuál fuera la lógica real de la estructura y
causalidad histórica de dichas comunidades. Y, en nuestro caso, de la corrección objetiva de
la concepción teórica sobre las mismas.
Así, por ejemplo, no me atrevería a sostener enfáticamente que el costo de la
mantención de un sistema de relaciones sociales de reciprocidad solidaria o de filiación

309
Esto es particularmente posible cuando hay una intención comunicativa en que emisores y receptores no se encuentran
personalmente [Wobst, 1976b:322].
310
Básico para el materialismo cultural, al igual que el principio del menor riesgo [Harris, 1982; Price, 1982].
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 371

reproductiva sea un factor que incida necesariamente en la tendencia a reducir el tamaño de


las comunidades, al menos al punto de poner en riesgo las relaciones fundamentales de
reciprocidad económica y la reproducción biológica.
4.1. En el planteamiento original de Wobst se parte del supuesto explícito de que los
"grupos locales" o "bandas mínimas" poseen un determinado territorio en el cual desarrollan
las actividades económicas de apropiación y producción y desde el cual hay que salir para
establecer cualquier relación o actividad social con otros grupos, que propicie oportunidades
de reforzar las relaciones de reciprocidad y de encontrar parejas. Bajo la condición de
posesión de localidades fijas, resultaría antieconómico extender la red de relaciones sociales,
principalmente porque implicaría desatender las actividades productivas para dedicarse a la
"vida social". El costo, lógicamente, se incrementaría al aumentar la distancia de los
desplazamientos.
Como el mismo Wobst lo ha advertido posteriormente, este supuesto no es
generalizable. Y, desde luego, no se puede fundar una explicación de orden general en
premisas que no lo son.
Si bien es cierto que "la visión tradicional del hombre paleolítico como el eterno
nómade de la prehistoria no puede ser sostenida" [Wobst,1974:152], al menos como una
característica general de las sociedades cazadoras recolectoras, la de los grupos locales
enquistados en su campamento base con su "territorio de dos horas de camino" o su "área de
captura" que obedece más a la "tiranía de los constructos etnográficos" [Wobst,1978:304]
erigidos sobre las observaciones de cazadores recolectores contemporáneos, tampoco es
generalizable. Como no lo son los supuestos de Wobst sobre la ausencia de medios de
transporte en el "paleolítico".
Por lo demás, aún en los casos en que sí hay grupos residenciales definidos, como
entre los s'elknam de Tierra del Fuego, que poseen un territorio consensualmente
determinado, nunca permanecen éstos mas de una semana sin mudar de campamento. Y si son
capaces de mudar permanentemente de lugar transportando todos sus enseres, en términos de
"costo" da lo mismo que lo hagan dentro de su "área de captura", que es de más de dos horas
de camino, o mudando de localidad, que es lo que hacen cuando salen de visitas.
En otro lugar, hemos mostrado que la rotación de las "bandas mínimas", que es una
alternativa posible, permitiría resolver los problemas básicos que, en el planteamiento de
Wobst, resultan condiciones limitantes, tales como el "gasto" que significa compartir cuando
para ello hay que salir del área residencial fija. Además, y sobre todo, las desigualdades de
acceso a los recursos del medioambiente y las que surgirían de las diferencias entre las
posiciones centrales y la periferia. Mostramos que, aún la distribución mas "antieconómica" y
menos igualitaria en la concepción de Wobst, que sería la distribución linear, puede permitir
igualdad de oportunidades de acceso a medios de diferente productividad natural y de
posibilidades de apareamiento, optimizando el uso de los recursos económicos destinados a la
sustentación del sistema de relaciones sociales, si es que se establecen las normas adecuadas
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 372

de circulación de las hordas o bandas mínimas de manera que coincidan los contactos sociales
con los movimientos orientados a la explotación económica de los recursos naturales 311.
4.2. Por otra parte, se ha mostrado que las sociedades cazadoras recolectoras son las
que disponen de la mayor proporción de tiempo libre. Se trata, en nuestra opinión, de que las
técnicas para asegurar la alimentación son fundamentalmente apropiadoras. Lo que significa
que la sociedad no somete a las especies vegetales y animales que les sirven de sustento, a un
control directo de su reproducción biológica, dependiendo básicamente de su productividad
natural. De ahí que se tiende a equilibrar la relación entre la población y los recursos
alimentarios accesibles a través de las técnicas de recolección y captura. Por lo mismo, debió
aprenderse históricamente la tendencia a limitar la apropiación para evitar una
sobreexplotación catastrófica que llevase a los recursos biológicos a la extinción.
De ahí que hay un límite al aumento del volumen de la producción que no depende
de la sociedad. El mismo incide en una regulación de la densidad demográfica (que tampoco
depende sólo de la voluntad social de reproducirse), tendiendo a establecer y mantener
determinadas distancias geográficas medias entre los grupos vecinos, sean unidades
domésticas aisladas o agrupadas en "bandas mínimas".
A su vez, limitada la posibilidad de aumentar los volúmenes absolutos de la
producción, el desarrollo tecnológico posibilita la reducción del trabajo socialmente necesario
para asegurar la subsistencia, aumentando la disponibilidad de tiempo libre, que se puede
dedicar a la mantención de las actividades y compromisos sociales 312.
Estas consideraciones permitirían sugerir una propuesta diferente de la de Gilman,
también compatible con una posición histórico materialista y no menos válida en términos
lógicos: que el desarrollo tecnológico -o, mas bien, el aumento de la productividad del
trabajo- propio del paleolítico superior, habría permitido la conformación y desarrollo
histórico de un un sistema estable de relaciones sociales de producción, consolidando las
seguridades basadas en la reciprocidad y asegurando igualmente las posibilidades de
apareamiento y reproducción313. De modo que, si bien las relaciones de filiación tenderían a
coincidir con las relaciones de producción por razones económicas, su cierre endogámico no
sería un requisito necesario.
En otras palabras, el aumento de las fuerzas productivas haría posible el
mantenimiento, bajo la forma de un sistema de alianzas y a través de la inversión en diversas
actividades de refuerzo social, de relaciones sociales de producción que, siendo

311
Ver Bate, 1990:116-119. La posibilidad de sistemas de localidades en distribución linear no se plantea sólo como una
alternativa teórica, sino a partir de la observación de los ejes de ocupación entre el mar y tierras altas de las comunidades
andinas del modo de vida I.
312
Sobre todo, cuando no parece haber jornadas demasiado agotadoras que exigieran mucho descanso, ni un rango muy
variado de excitantes diversiones, como la televisión, el cine, el futbol, las novelas policiales u otras que hicieran tan deseable
no ser importunado en los ratos de ocio.
313
Esto concordaría con la opinión de diversos autores que, como White, suponen que el paleolítico superior se
caracterizaría por el establecimiento de relaciones que no existirían en el paleolítico medio. Sin embargo, para contrastar la
propuesta, habría que poder demostrar -al menos argumentalmente- que no existió tal sistema de relaciones sociales de
producción en el paleolítico medio.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 373

fundamentales, adquieren un carácter necesario. El desarrollo de los estilos regionales


manifestaría también el proceso de conformación de las diversas dimensiones de las
relaciones sociales.
5. Tampoco es evidente que el desarrollo demográfico haga necesaria -ni claramente
deseable - la limitación de las obligaciones con los vecinos. Menos aún, que ésta tendencia
constituya un polo de la contradicción principal del modo de producción.
Igualmente podrían encontrarse, en una concepción materialista histórica,
argumentos en contrario. Partimos del supuesto de que el establecimiento de un sistema de
alianzas que regula las relaciones de reciprocidad y cooperación constituiría una forma de
estabilizar una economía que es estructuralmente precaria. La precariedad obedecería a las
condiciones que impone una economía fundada en la apropiación de alimentos, como el
hecho de que no se controla la reproducción y disponibilidad natural de las especies
alimenticias, que el acceso a los recursos condiciona diferentes sistemas de movilidad que,
generalmente, no permiten transportar intrumental de repuesto ni cargar reservas de
alimentos, o que los ciclos producción-consumo son breves y no pueden ser interrumpidos por
tiempos mayores, Así, las unidades doméstica o las "hordas" están expuestas a
eventualidades que pueden amenazar la susbsistencia. No obstante, nadie morirá de hambre ni
se verá sometido a carencias graves en tanto participe de un amplio sistema de relaciones de
reciprocidad.
El incremento de la producción, cuando la productividad natural y el desarrollo de
las tecnologías adecuadas lo permiten, incide efectivamente en el desarrollo demográfico, de
modo que la sociedad mantiene o acorta la distancia de equilibrio entre población y
disponibilidad de recursos accesibles a la tecnología apropiadora. Pero, en caso de
restricciones ocasionales de recursos, las posibilidades de migración se verían limitadas por
las posesiones territoriales de un número mayor de vecinos. Por lo cual sería mas bien
deseable ampliar la red de compromisos de reciprocidad.
Podemos pensar que, si las relaciones de producción basadas en la reciprocidad
resuelven los riesgos de unas fuerzas productivas precarias, entonces la mantención de esa
precariedad resultaría un mecanismo social que hace necesaria la permanencia de esas
relaciones de producción, consolidándolas.
En éstos términos, cuando se posibilita la elevación de la productividad y la
producción, el aumento de la población y un consecuente incremento en los "gastos" de
mantención de las relaciones sociales -así como la inhibición de la producción sistemática de
plusproductos- podrían ser formas efectivas de mantener conservadoramente la precariedad de
las fuerzas productivas, para requerir de la reproducción de las relaciones sociales de
producción. Sería la particularidad que adquiere en éstas sociedades un aspecto característico
de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción que se da en
cualquier sociedad.
Dejemos, por el momento, estos comentarios para contrastar estas diversas
proposiciones con los problemas que se nos presentan en Sudamérica.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 374

V. ¿ Qué "paleolíticos" hubo en Sudamérica?.


Aplicar los criterios empleados para distinguir al paleolítico superior del paleolítico medio a
los cazadores recolectores sudamericanos conocidos a través de los vestigios arqueológicos,
no sólo presentaría algunas dificultades sino, sobre todo, nos llevaría a plantear algunos
problemas conceptuales aún pendientes, tanto en América como en Europa.

1. En cuanto a los "indicadores" arqueológicos, sin entrar en mayores detalles,


podría decirse que hay dos de las tres más antiguas poblaciones sudamericanas que, con las
debidas ponderaciones, podrían clasificarse en el "paleolítico superior", por lo menos a partir
del onceavo milenio a.p., como son los que hemos denominado modos de vida I y II.
Cierto es que los estudios sistemáticos de las industrias líticas son escasos y, más que
nada, poco homogéneos. De modo que no es posible indicar con mucha precisión qué tanto
los "tecnocomplejos" autóctonos se diferencian de un paleolítico medio de tipo "musteriense".
Seguramente los "índices de laminaridad" serían, en general, más bajos que en el paleolítico
superior de Europa centro-occidental, aunque en algunas zonas esta técnica se empleó con
cierta abundancia (como en el "mordanoide" del Caribe, El Inga y otros en Ecuador, Tulán y
el aguilarense en los Andes centro-meridionales o el casapedrense de la Patagonia). Es posible
que las raederas y raspadores laterales sean tan abundantes como los raspadores terminales,
mientras los denticulados y, sobre todo, los buriles, son francamente escasos.
Tal vez los arqueólogos americanos han prestado mayor atención al empleo de la
talla por presión para producir instrumentos bifaciales, como puntas de proyectiles y hojas de
cuchillos. Como las puntas del complejo El Llano de Norteamérica, las hojas bifaciales de
Taltal (Chile) y en particular las que constituyen ofrendas funerarias, nada tienen que envidiar
al solutrense. Es cierto que hay algunas "culturas" sin puntas, como el casapedrense, que
posee en cambio una desarrollada industria de láminas y una marcada especialización en la
caza de guanacos, con boleadoras trabajadas con técnicas "neolíticas". Cuando se conservan
los restos óseos hay una variedad de instrumentos trabajados con diferentes técnicas,
incluyendo desbastado, pulimento y grabados decorativos y, además de punzones, leznas o
anzuelos (que también se fabrican en conchas) hay "adornos personales" y hasta instrumentos
musicales. Las cuentas de piedra y de concha o de dientes de animales son, en algunos casos,
abundantes y no faltan los "bastones" de astas de cérvido horadadas.
Los fogones son rodeados de piedras y hay cementerios que indican especiales
cuidados hacia los muertos, desde fardos con especiales envolturas de pieles hasta elaboradas
formas de momificación intencional, incluyendo ofrendas de objetos que resultan
"identificadores" de su pertenencia cultural.
En el arte rupestre, que en algunas regiones se desarrolla con profusión
contribuyendo a caracterizar marcados estilos regionales, hay una constatación interesante. Y
es que, en el área noroccidental de Sudamérica (Ecuador, Colombia, Venezuela) donde
coexistieron en el mismo territorio y por varios milenios las poblaciones de los modos de vida
I y III, esta manifestación es casi inexistente, al menos por lo que se reporta en la literatura
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 375

actualmente disponible. Y si bien puede haberlo, no sería una expresión notable, como en el
resto del continente meridional.
El modo de vida III, en cambio, es bastante mas difícil de ubicar en éstos esquemas.
La industria lítica no posee ninguna estandarización. Los instrumentos se producen retocando
lascas obtenidas por percusión directa sin una sistemática definida y no incluyen puntas de
proyectil diagnósticas. Si nos limitásemos a la industria lítica, sería muy difícil determinar la
variación entre conjuntos en términos de funcionalidad y la variación morfológica puede
atribuirse en gran medida a la disponibilidad local de las materias primas.
De modo que, con base en éstos indicadores -base de la mayoría de las
comparaciones-, no se puede atribuir el conjunto a un paleolítico superior. Pero tampoco
presenta ninguna característica asimilable al paleolítico medio. Desde luego, no hay nada
comparable a las técnicas levallois 314. Ni siquiera puede decirse, en realidad, que se trate de
una "industria de guijarros", ya que lo que se utilizaba eran principalmente las lascas.
También el hueso se usó frecuentemente, trabajado con técnicas de percusión y
torsión, para sustituir a la piedra en la confección de instrumentos igualmente simples y
expeditivos.
No obstante, embancaban sus fogones con barro, producían artefactos con técnicas
"neolíticas" de piqueteo y abrasión, entrerraban a sus muertos con formas pautadas
incluyendo el uso de ocre rojo y solían acompañar entierros primarios con paquetes funerarios
de entierros secundarios cuidadosamente dispuestos.

2. En lo que respecta a las características socioculturales inferidas, se plantean


problemas interesantes, por lo pronto, en relación a la organización de las "actividades de
subsistencia" y a lo que éstas, vistas globalmente como "sistemas organizativos", significan en
términos de capacidad de previsión. Nos limitaremos a éste punto, para no extendernos
excesivamente.
Puesto el problema en los términos de Orquera, quien busca hacer mas flexible las
clasificaciones del paleolítico y entiende al inferior, medio y superior como estadios o etapas
de un proceso creciente de adaptación y eficiencia en la exploltación del medio [1984:83], los
modos de vida I y II presentarían mas atributos del paleolítico superior, sin haber alcanzado el
máximo de especialización que exhiben las culturas de Europa occidental. Por lo que se
refiere al modo de vida III, de los cinco indicadores arqueológicos que considera (tecnología y
tipología lítica, industria del hueso, arte y adornos personales y variación interconjuntos)
cuatro de ellos lo situarían en un paleolítico inferior o medio. Y si consideramos que en toda
el área noroccidental tampoco presentan arte rupestre, no habría nada que permitiera pensar,
en términos evolutivos, que tuvieran algo que ver con el paleolítico superior. Su industria
lítica y ósea representaría, en realidad, el extremo de una estrategia generalizada, si bien
sabemos que en el área de coexistencia con el modo de vida I desarrollaron opciones

314
La única forma algo recurrente y parecida a las "puntas levallois" primarias, procede de los sitios de la sabana de Bogotá.
Esta se debe a que la materia prima mas abundante es lidita de forma tabular y resulta de percutir cualquiera de sus aristas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 376

preferentes hacia la explotación de determinadas especies y nichos ecológicos con lo cual, tal
vez, se evitaron potenciales conflictos de competencia por recursos.
Visto en los términos de Binford, todos los cazadores sudamericanos mostrarían
sistemas logísticamente organizados. Los patrones de asentamiento del modo de vida III están
poco estudiados, pero los restos indican que cubrirían largas distancias complementando
recursos desde el mar hasta las tierras altas. Tal vez los únicos que, en algunas regiones,
presentarían una explotación de tipo "forrajero" serían los cazadores del modo de vida IV, que
poseían una particular industria lítica sobre láminas, bastante estandarizada.
Más útil en este sentido puede ser el criterio que propone para interpretar las
diferencias entre conjuntos del paleolítico superior como resultado de diferentes sistemas de
organización tecnológica. Por lo que habría unos "tecnocomplejos" basados más en el sentido
de la oportunidad y otros en la previsión. Los tecnocomplejos basados en la previsión
implican un mayor esfuerzo en la producción de los instrumentos ya que, una vez usados, se
recuperan para volver a ser utilizados. Las tecnologías basadas en la oportunidad invierten
poco esfuerzo en la producción de instrumentos que serán usados y descartados. De ahí que,
para evaluar estas diferencias, más que precisar la proporción de determinados tipos en cada
conjunto, habría que poner énfasis en cuantificar la inversión de trabajo requerida para la
producción del instrumental [ver Champion, Gamble et al.,1988:79]. Bajo este ángulo, los
modos de vida I y II no sólo estarían organizados logísticamente, sino también sus sistemas
tecnológicos estarían basados en la previsión. El modo de vida III, en cambio, aún cuando
tuviera una estrategia de subsistencia logísticamente organizada, poseería una tecnología de la
piedra tallada basada exclusivamente en la oportunidad y no en la previsión.
Estas consideraciones nos llevan a ver alguna de las razones por las que habría sido
un error tomar al paleolítico de Europa centro-occidental como el modelo de referencia para
establecer una caracterización general del paleolítico. Y, sobre todo, considerar a la forma
más desarrollada de su paleolítico superior como la forma paradigmática por excelencia de su
manifestación evolutiva mas "madura" o acabada, por el hecho de presentar la mayor
especialización, estandarización de manufacturas, organización logística de la subsistencia y
sentido de la previsión.
Es razonable pensar que tal afirmación tenga sentido y sea correcta para el contexto
ambiental específico en que se da. Y tiene sentido que también Binford lo acepte como
modelo, desde que su concepto de explicación de los procesos sociales debe ser "externa y
ecológico-evolutiva".
Pero en realidad, hasta los magdalenienses, con todo su arsenal altamente
estandarizado, habrían muerto de hambre a la espera de alguna manada de cualquier especie
en los manglares habitados por el pueblo del modo de vida III donde, aún en los sitios
costeros, éstos conseguían la mitad de su ingesta de proteínas animales a través de la caza de
venados. Y donde, a pesar de su aparente "imprevisión", tuvieron la oportunidad de
desarrollar rápidamente la primera revolución "neolítica" americana, estableciendo grandes
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 377

aldeas con elevado sentido de la organización (como Real Alto), cultivando maiz, frijoles
(judías) y otras especies, desarrollando textilería a telar y una cerámica de alta calidad 315.
Por otro lado, difícilmente podría realizarse mejor el sentido de previsión orientado
por la "eficiencia e integración con su ambiente" [Orquera, 1984:83] que como lo hizo el
modo de vida I, consiguiendo la máxima optimización posible en el aprovechamiento de sus
recursos, para mantener un incremento demográfico consistente hasta desarrollar también una
agricultura variada, combinada con la domesticación de animales y eficientes sistemas de
apropiación marina en la región más desértica del mundo.
Lo que queremos señalar es que "la máxima especialización posible" habría
resultado una estrategia del todo inadecuada en términos de previsión, eficiencia máxima e
integración a un medioambiente, cuando una dependencia mayor en cualquiera de las especies
explotadas las habría llevado a la extinción, al menos con técnicas apropiadoras.
La diversificación es también parte de una estrategia que aprovecha las ventajas de
la "generalización" y que, permitiendo racionalizar la administración de los recursos bióticos
accesibles a la captura y recolección sin correr el riesgo de extinciones, a través de la
organización adecuada de sistemas de asignación de la fuerza de trabajo en una distribución
espacio-temporal de las actividades, implica un elevado nivel de previsión.
De ahí que resulta inadecuado evaluar el nivel de desarrollo evolutivo de las
sociedades cazadoras recolectoras de cualquier parte del mundo, intentando ver qué tanto se
parecen a la cultura material del modelo europeo occidental.
Es verdad que las posiciones teóricas que comparten una concepción evolucionista
requieren de formulaciones de los procesos que, a la vez de tener un caracter general, posean
la flexibilidad necesaria para hacerla compatible con la explicación de la diversidad de los
casos singularmente concretos. También compartimos la opinión de que las sociedades no
están obligadas a pasar necesariamente por todad las etapas de la evolución. Mas bien, nunca
existió ninguna que lo hiciera, manteniendo su identidad cultural.
Pero si resulta que tenemos algunas "proposiciones de rango medio para comprender
funcionalmente" los sistemas organizativos de la sociedad [Binford] o "abstracciones que
creamos para entender mejor la acción de las fuerzas reales" [Orquera, 1984:84] y que nos
permitirían identificar las tendencias de los procesos, según las cuales podríamos
encontrarnos hace seis milenios con una población oportunista del paleolítico inferior
desarrollando un proceso primario de revolución neolítica, mientras los esquimales quedan
presos de su elevada previsión y organización logística, cazando caribúes hasta el siglo XX,
es que realmente no sería una exageración solicitar las explicaciones que debería haber detrás
de tales abstracciones. Donde la alta eficiencia y adaptación o la compenetración ideológica
con el medioambiente probablemente no serían suficientes.

315
La hipótesis sobre una colonización transpacífica venida del Japón han sido abandonada, desde que se observó que la
cerámica de la fase Kyushu de la secuencia de Jomón, con la cual las vajillas de la cultura Valdivia guardan gran semejanza,
era sólo un par de milenios posterior a ésta.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 378

También es verdad que los dos autores que hemos citado, explícitamente advierten
que no pretenden que tal comprensión funcional o tales abstracciones sean explicativas de los
procesos de cambios, sino que están destinados a identificar, describir y ordenar el
conocimiento de los procesos reales. Lo cual es perfectamente válido. Sin embargo, hemos
querido llamar la atención sobre este punto en el sentido de que una posición teórica
consistente debería ser capaz de mostrar las conexiones entre sus propuestas ontológicas y las
categorías orientadas metodológicamente a la investigación. Las que, por lo demás, en éstos
casos sin duda existen, pero sólo se harían evaluables si fueran explícitas, como sucede con la
comentada proposición explicativa de Gilman.
De otro modo, la "investigación de rango medio" resulta una manera de quedar
indefinidamente a medio camino entre la descripción y la explicación nomológica, sin
arriesgarse a la evaluación de los supuestos ontológicos implícitos que hasta es posible que el
investigador desconozca realmente. No pretendemos identificar ni confundir las diferencias
entre las proposiciones de los autores citados pero, para cualquier caso, es válido afirmar que
el objetivo de la investigación científica es descubrir y formular explicaciones de orden
general 316. Todas las propuestas orientadas a ese fin pueden ser importantes contribuciones al
conocimiento científico y consideramos que las que hemos referido lo son. Pero también es
importante que estos aportes no se extravíen en el limbo del "rango medio".

3. En el terreno de la explicación causal de los procesos eventualmente ocurridos,


no hay formulaciones específicamente para Sudamérica, como las hay para Europa,
incluyendo las que pretenden que el "telón de fondo" de la ecología constituiría un "marco
teórico", supuestamente explicativo de los procesos sociales.
Por lo demás, si hubiera propuestas particulares de explicación para los procesos
acaecidos en ese continente, incluyendo el de su poblamiento inicial, deberían ser compatibles
con una formulación general válida para cualquier momento y lugar en que hubieran ocurrido.
Por ahora, sólo tenemos las conjeturas que hemos mencionado y que, en el nivel en que están
formuladas, si no carecen de la pretensión de ser "teorías", sí carecen de cualquier condición
de posibilidad explicativa.
En éste punto, y a la luz de los antecedentes revisados, queremos acotar sólo un par
de implicaciones específicas que podría tener la cuestión del poblamiento temprano de
América.
1) La presencia de poblaciones con manifestaciones culturales como las del modo de
vida III hace razonable abrir conjeturalmente algunas posibilidades que han estado
generalmente fuera de las consideraciones de los investigadores del paleolítico europeo.
En primer lugar, se refiere a la posibilidad de existencia de pueblos que tendrían un
tipo de organización social similar a la del denominado "paleolítico superior", pero con un

316
Este objetivo se supone que sería compartido o, por lo menos, aceptado por las diversas posiciones teóricas respecto a lo
que se entiende por ciencia. En nuestro caso, pensamos que el objetivo del descubrimiento de diversas regularidades de orden
general debería ser el permitir dar cuenta, en sus concatenaciones específicas, de las singularidades de la realidad concreta.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 379

registro arqueológico que escapa sensiblemente a las caracterizaciones que se han hecho de
éste estadío del desarrollo.
Esto nos lleva a observar, por otro lado, que no hay nada que lo vincule con etapas
previas similares a las del paleolítico medio, caracterizado principalmente por las tradiciones
tecnológicas y tipológicas del musteriense. De ahí que sería difícil ubicar a sus culturas
antecesoras en un "paleolítico medio" como etapa evolutiva previa, tanto como determinar en
qué tipo de paleolítico inferior pudo haberse originado 317. Por lo mismo, tampoco puede
atribuirse su autoría al neanderthal y es altamente más probable que sus ancestros, como el
"hombre moderno", se deban buscar fuera de Europa, hacia el oriente.
Estas circunstancias hacen que todas las consideraciones acerca de las limitaciones
adaptativas, tanto biológicas como culturales, que se han argüído para explicar la incapacidad
del binomio neanderthal-musteriense para colonizar los ecosistemas de las altas latitudes 318
no sean aplicables a un posible sapiens cuyas capacidades biológicas o culturales
desconocemos. Sólo sabemos que, en tiempos "tardíos", ha sido capaz de alcanzar elevada
eficiencia a través de una estrategia de subsistencia altamente generalizada.
Si tomamos en cuenta:
a) La observación de Roebroeks et al., citando a Guthrie [1990] y Storch [1969] en
cuanto a que la información sobre los grandes mamíferos del pleistoceno
indica que existió una estepa árida muy productiva a través de Eurasia y Alaska, aún en el
máximo del último glacial. La evidencia de mamíferos fósiles sugiere que las áreas
septentrionales libres de hielo tuvieron tanto una mayor capacidad de carga como mayor
diversidad de grandes mamíferos durante el pleistoceno que las que vemos hoy.
[1992:558]
O el comentario de Graves quien dice
concuerdo plenamente en que Siberia no fué un medioambiente altamente marginal
durante el último glacial. Con el aparente retroceso de la taiga y niveles del mar mas
bajos, Siberia y Beringia probablemente fueron ricas en biomasa secundaria. [Id.:572]

b) Que Lorenzo [1985] ha estimado razonablemente que las condiciones mas


adecuadas para la existencia de un puente terrestre habitable en Beringia se dieron entre hace
70.000 y 40.000 años.
c) Que ya entre 90.000 y 60.000 tenemos en el Cercano Oriente (Zuttiye y Qafzeh)
restos de sapiens considerados anatómicamente modernos, aunque en contextos musterienses
[Otte, 1990:147] y nada impide que para esas fechas hubiera, sea algún otro tipo de sapiens
arcaico sin las mismas características del neanderthal o ya el mismo "hombre moderno"
accediendo a las estepas asiáticas y en capacidad de colonizar las latitudes boreales que daban
acceso a América 319.

317
En todo caso, sería mas probable que derivase de alguna "industria de guijarros" que de alguna otra industria de las
conocidas.
318
Aún cuando ya hay registros de paleolítico medio en Rusia, cerca de Perm, a 58° N.
319
En cuyo caso, el "jardín del Edén" podría haber sido mas florido de lo que se supone.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 380

Podríamos concluir que, aún si se aceptaran los argumentos sobre la incapacidad de


los hombres del paleolítico europeo para poblar las regiones que permitirían alcanzar América
320
, la posibilidad de que ésta fuera ocupada por otros sapiens, arcaicos o modernos, con otras
estrategias de subsistencia, es una posibilidad perfectamente abierta, sobre la cual está lejos
de haberse dicho la última palabra.
2) Vale la pena observar que, si realmente los primeros habitantes del nuevo
continente sólo hubieran sido pueblos del paleolítico superior típico del Viejo mundo, podrían
haber pasado algunos milenios antes de que desarrollaran la configuración característica de
los rasgos de ese nivel de organización o evolución social, como es la conformación de estilos
regionales propios y distintivos. De hecho, por ejemplo, en el área donde se distribuye el
modo de vida II, incluyendo algunos sitios tempranos de la vertiente andina occidental y
posiblemente vinculados al mismo, tenemos que -aunque todavía escasos- los vestigios
anteriores al 11.000 muestran una industria de grandes lascas retocadas marginalmente para
producir instrumentos (raederas, raspadores, cuchillos) con aire de familia "musteroide", pero
aún indiferenciada. En los términos de Menghin , constituiría el "substrato protolítico"
temprano en el área.
Sin embargo, debemos tomar en cuenta que las principales explicaciones posibles
para el desarrollo de los estilos regionales, trátese de la constitución de sistemas de
cooperación económica solidaria (relaciones sociales de producción), del cierre de los
sistemas de apareamiento (relaciones sociales de reproducción) o de la definición de sistemas
de complementación económica (relaciones técnicas de producción), serían relaciones que se
conforman bajo condiciones de relativa presión demográfica. Pero seguramente, tanto en las
florestas o estepas asiáticas nororientales como en el extenso continente americano, pudo
transcurrir un par de milenios antes de que se dieran las condiciones de densidad demográfica
que harían necesarias las manifestaciones típicas del paleolítico superior,
En suma, aún cuando América sólo hubiera sido habitada por cazadores recolectores
del "paleolítico superior", por un buen tiempo el registro arqueológico difícilmente los
presentaría como tales.

VI. Estado actual del problema:


una cuestión conceptual.
Lo anterior nos lleva a la necesidad de preguntar por el contenido del término de "paleolítico
superior" y si es que éste tiene verdaderamente una connotación objetivamente general como
para hacer de utilidad su empleo fuera del ámbito específico donde se ha generado
históricamente.
Hasta ahora, las discusiones sobre el surgimiento y características de las sociedades
cazadoras recolectoras del denominado "paleolítico superior" se han centrado
fundamentalmente en la referencia al modelo europeo occidental.

320
Resulta, en verdad, una concepción bastante eurocéntrica el suponer que América no pudo ser ocupada si no fuera por
los mismos europeos.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 381

El desarrollo de las investigaciones sobre el tema ha conducido a la necesidad de


intentar formalizar el concepto, sea en términos de un conjunto de indicadores arqueológicos
que permitirían su identificación a nivel descriptivo, sea como una enumeración de
características inferibles de la organización social que darían cuenta de esos indicadores o,
todavía, de la posible explicación de la causalidad de su desarrollo, buscando dar cuenta de
sus manifestaciones fenoménicas y del registro arqueológico.
Sin embargo, la generalización del concepto, tal como está planteado hasta ahora, se
resistirá a la inclusión de una serie significativa de "casos" fuera del continente europeo,
cuando se sobrepase el nivel superficial en el manejo de la información. Y, sin duda, es básico
en la formalización de un concepto científico, junto con precisar su contenido, intentar
determinar su nivel objetivo de generalidad o inclusividad.
El supuesto que hay tras tal objetivo es el de que el "palolítico superior" comparte
algunas características comunes con otras sociedades cazadoras recolectoras, es decir, que
corresponderían a un tipo general de sociedad. En el contexto de las posiciones teóricas que
participan de una concepción evolucionista de los procesos históricos, se intenta saber qué
caracaterizaría a la etapa o fase del desarrollo en que se incluiría el paleolítico superior
europeo, bajo el supuesto de que, como tal, se trataría de un tipo de sociedades que también se
desarrolló en otras áreas del planeta.
En este intento de caracterización, quienes arrancan del modelo clásico han buscado
evaluar qué atributos de estas sociedades son generalizables. Y se ha comenzado por los
atributos del registro arqueológico cuando, con gran probabilidad, nunca se llegará a
conformar un listado aplicable a todas las sociedades que podrían compartir un tipo de
organización social común con ese paleolítico superior. Seguramente, éstas se manifestarán en
diferentes configuraciones alternativas a nivel del registro arqueológico.
No cabe duda que, aunque todavía escasas, las propuestas y debates en busca de una
explicación causal nomotética del proceso de surgimiento y conformación del paleolítico
superior han sido mucho mas fructíferas en relación al objetivo de generalización conceptual.
Sin embargo, es mi opinión la de que, en el medio de la arqueología de las
sociedades cazadoras recolectoras, se ha omitido el enfrentamiento de una cuestión central. Y
es el de la formalización teórica de un concepto general que intente dar cuenta de qué tipo de
sociedades se trata. De qué es lo que caracteriza substantivamente a esta forma de
organización social y qué la diferencia de otro tipo de sociedades.
Hasta ahora, de hecho, se ha intentado elaborar un "listado de lavandería" de
atributos propios del "paleolítico superior": que se basaría en sistema de alianzas, que la
tecnología puede organizarse de acuerdo a diferentes estrategias, que habría un importante
desarrollo de la representación simbólica, que el establecimiento de relaciones sociales
requeriría de actividades rituales, etcétera. Pero no se ha propuesto y discutido una
concepción teórica que integre orgánicamente tales atributos, de manera que se pueda
comprender y explicar lógicamente las características estructurales y causales de ese tipo de
sociedades, entendidas como totalidades.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 382

Tampoco se han sometido sistemáticamente a análisis los atributos reconocidos por


la etnografía [v.g., Lee y DeVore, 1968] para sociedades que, por lo menos, compartirían con
el paleolítico superior una economía basada en tecnologías apropiadoras y lo que se ha hecho
es tomar aisladamente o relacionar sólo algunas de esas características. Menos aún se ha
intentado someter a análisis y contrastación concepciones teóricas formuladas orgánicamente,
como la de Service [1973].
Del mismo modo, en las propuestas más avanzadas de explicación causal del
surgimiento del "paleolítico superior", se ha carecido de una concepción teórica de qué es una
sociedad cazadora recolectora de ese tipo. Y si bien se ha buscado integrar diferentes aportes,
que sin duda son pertinentes, la falta de explicitación de la lógica interna del sistema social y
su relación con la naturaleza, lleva inevitablemente a agregaciones eclécticas que difícilmente
resistirían un análisis de compatibilidad.
Aún dentro de la tradición marxista, los precursores trabajos de Engels o de Childe
que, en su momento fueron una contribución notable, son hoy de una insuficiencia abismal
para tratar con el cúmulo de información y problemas que se plantean a la investigación de la
historia concreta. Además, las mismas periodizaciones generales de las sociedades comunales
primitivas y clasistas precapitalistas adolecen de una sorprendente falta de homogeneidad
teórica.
Pensamos que éste es uno de los retos que hoy no puede eludir la investigación
arqueológica de las sociedades cazadoras recolectoras. Tal vez, una opción sea aceptar que el
término de "paleolítico superior" no es generalizable como una etapa del desarrollo histórico
evolutivo de las sociedades y que exprese sólo una vía particular de ese desarrollo (un modo
de vida), común a aquellas sociedades que sí compartan algunas características básicas de esa
etapa del desarrollo europeo centro-occidental. Tal vez haya que concluir que el "paleolítico
medio" tampoco fué una etapa general necesaria en el proceso de hominización. O que no
todas las sociedades que basaron su economía en la caza y recolección tuvieron un mismo tipo
o nivel histórico de organización social.
Pero, para ello, debemos podernos referir a conceptos generales que nos permitan,
por ejemplo, la evaluación del nivel de desarrollo de una sociedad que no se limite al
concepto de tecnología que, a secas, es ostensiblemente insuficiente. Para todo esto habrá que
trabajar en la formalización y discusión de propuestas que contextúen estos problemas como
aspectos de una totalidad dinámica y que, como consecuencia, permitan definir
configuraciones alternativas de atributos identificadores en el registro arqueológico.
Esta es una tarea que podemos y deseamos compartir, desde nuestras experiencias
particulares de investigación, con quienes intentan contribuir a la explicación científica de la
historia de nuestros pueblos, en áreas tan distantes del planeta. Hoy existen las condiciones
para ello y nos sumamos a la convocatoria que, en este sentido, formulan investigadores como
Conkey, Bender, Gamble, Gilman y muchos otros.
Otra alternativa, posiblemente mas divertida, sería recostarnos en la complacencia
del "todo vale" fundado en el "irracionalismo crítico" (expresión gandariana) del
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 383

postmodernismo de moda. Entonces intentaríamos una mejor argumentación literaria para


contarles que la concepción de la relación entre las dimensiones tiempo-espacio y vida-muerte
de los cazadores mesoamericanos siempre fué "a toda madre" o que los recolectores del
Caribe no pudieron tener un sentido de la vida tan "chévere" cuando aún no se introducía la
particular noción negra de gozo y sufrimiento difundida por el rojo espíritu del ritmo africano.
Para lo cual no es necesario ocupar un espacio en la academia. Sería más agradable
desplazarse a un contexto de bares, en los cuales se podría brindar por el pasado y por el
futuro con los antiguos colegas que mascullan para nadie "¡que sí hubo paleolíticos inferiores
en América!", mientras arrojan migas de pan a las palomas.
Lisboa, 1993

Bibliografía.

Ameghino, Florentino
1906 Mi credo.
Disertación del 4 de agosto de 1906.Conmemoración del XXXIV Aniversario de la
fundación de la Sociedad Científica Argentina. (Reed. en: Boletín de Antropología
Americana, nº 2, México, 1980)
1918 El origen del hombre en El Plata. (Primera edición en París, 1880). Buenos Aires.
Ardila, Gerardo y Gustavo Politis
1989 Nuevos datos para un viejo problema. Investigaciones y discusiones en torno del
poblamiento de América del Sur. Boletín del Museo del Oro, nº 23, pp.3-45. Bogotá.
Aschero, Carlos
1975 Secuencia arqueológica del Alero de las Manos Pintadas. Las Pulgas, Depto. Río
Senguerr, Chubut. Relaciones, n.s.,t. XI, pp.187-209. Buenos Aires.
Bate, Luis Felipe
1971 Primeras investigaciones sobre el arte rupestre de la Patagonia chilena (Segundo
Informe). Anales del Instituto de la Patagonia, Vol. II. Punta Arenas.
1981 El poblamiento temprano de Sudamérica. Actas del X Congreso de la UISPP. México.
1982 Orígenes de la comunidad primitiva en Patagonia. Ediciones Cuicuilco. México.
1983 Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica. Historia General
de América. Vol. 2, tomos I y II. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.
1986 El modo de producción cazador recolector. Boletín de Antropología Americana, nº 13.
México.
1989 Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica.
Boletín de Antropología Americana, nº 19. México.
1990 Cultura y modos de vida cazadores recolectores en el poblamiento de América del Sur.
Revista de Arqueología Americana, nº 2, pp. 89-153.
Binford, Lewis
1982 Comments [on Whites's communication]. En: White,1982.
1988 En busca del pasado. Editorial Crítica. Barcelona.
Bird, Junius
l988 Travels and archaeology in Southern Chile. Edited by John Hyslop. Iowa University
Press. Iowa City.
Birdsell, J. B.
1968 Some predictions for the pleistocene based on equilibrium systems among recent
hunter-gatherers. En: Man the hunter. (Lee y De Vore Eds.).Aldine. Chicago.
Böeda, Eric
1988 Le concept laminaire: rupture et filiation avec le concept levallois. En: L'homme
néanderthal, La mutation, vol. 8, pp. 41-59.Liège.
1990 De la surface au volume.Analyse des conceptions des débitages levallois et laminaire.
Mémoires du Musée de Préhistoire d'Ile de France, nº 3, pp.63-68.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 384

Borrero, Luis Alberto


1981 El poblamiento de la Patagonia Austral. Revalorización de los cazadores de mylodon.
Actas del X Congreso de la UISPP. Comisión XII. México.
Bryan, Alan
1981 The archaeological evidence for human adaptation to cold climates on the way to
America. Actas del X Congreso de la UISPP. Miscelánea. México.
Bryan, Alan et al.
1978 An El Jobo mastodon kill at Taima-taima. Venezuela. Science, vol. 200, june 1978,
pp.1275-1277.
Bryan, Alan [Ed.]
1978 Early man in América from a Circum-Pacific perspective. Archaeological Researches
International. Edmonton.
Cardich, Augusto y Nora Flegenheimer
1978 Descripción y tipología de las industrias líticas mas antiguas de Los Toldos. Relaciones
de la Soc. Argentina de Antropología, t.XII,n.s., pp. 225-242. Buenos Aires.
Casamiquela, Rodolfo
1973 Alakalufes, canoeros occidentales y pueblos marginales o metamórficos.
Relaciones de la Soc. Arg. de Antrop., t.VII, pp.125-243.Bs.As.
Chauchat, Paul
1982 Le Paijanien du déssert de Cupisnique. Thèse d'Etat es-Sciences. Université de
Bordeaux I. Bordeaux.
Champion, T., C. Gamble, S. Shennan y A.Whittle
1988 Prehistoria de Europa. Editorial Crítica. Barcelona.
Cinq-Mars, Jacques
1990 La place des grottes du Piosson-Bleu dans la préhistoire béringienne. Revista de
Arqueología Americana, nº 1, pp. 9-32.
Clark, G. y M. Lindly
1991 On paradigmatic biases and paleolithic research traditions. Current Anthropology,
vol. 32, nº 5, pp. 577-587.
Dillehay, Tom y Michael Collins
1991 Monte Verde, Chile: una réplica a Lynch. Revista de Arqueología Americana, nº 3,
pp. 79-100.
Domínguez, Lourdes, Jorge Febles y Alexis Rives
1991 Historia de Cuba. Cap. I. Borrador de trabajo. La Habana.
Frison, George
1991 The North american high plains paleoindian: an overview. Revista de Arqueología
Americana, nº2, pp.9-54.
Gallardo, Carlos
1910 Los Ona. Cabaut y Cía. Editores. Buenos Aires.
Gamble, Clive
1990 La producció alimentària i els orígens de l'agricultura: una perspectiva caçadora-
recol.lectora. En: El canvi cultural a la prehistòria, pp.197-234. Anfruns y Llobet
(Eds.), Columna.Barcelona
1991a The social context for european palaeolithic art. Proceedings of the Prehistoric
Society, vol. 57,part I, pp.3-15.
1991b Raising the courtain on modern human origins.(Review) Antiquity, nº 65,
pp. 412-417.
Gardner, Peter
1991 Foragers' pursuit of individual autonomy. Current Anthropology, vol. 32, nº 5,
pp. 543-572.
Gilman, Antonio
1984 Explaining the Upper Palaeolithic Revolution. En: Marxist Perspectives in
Archaeology. M.Spriggs (Editor), C.U.P.. Cambridge.
Gradin, Carlos et al.
1977 Investigaciones arqueológicas en la Cueva de Las Manos. Estancia Alto Río Pinturas.
Relaciones de la Soc. Arg. de Antrop, t. X, Buenos Aires.
Godelier, Maurice
1974 Economía, fetichismo y religión en las Sociedades Primitivas. Siglo XXI Editores.
Madrid.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 385

Graves, Paul
1991 New models and metaphors for the Neanderthal debate. Current Anthropology,
vol. 32, nº 5, pp. 513-541.
Harris, Marvin
1982 El materialismo cultural. Alianza Editorial. Madrid.
Hublin, Jean-Jacques
1990 Les peuplements paléolithiques de l'Europe: un point de vue paléogéographique.
Mémoires du Musée d'Ile de France, nº 3, pp. 29-37.
Kozlowski, Janusz
1988 L'apparition du paléolithique superieur. L'Homme de Néanderthal: La mutation,
vol. 8, pp. 11-21. Liège.
Lavallée, Danièle
l985 L'occupation préhistorique des hautes terres andines. L'Antropologie, t. 89, n´3,
pp. 409-430. Paris.
Leakey, Richard
1982 El origen del hombre. Ciencia y Desarrollo. CONACYT. México.
Lee, Richard e Irven DeVore [Eds.]
1968 Man the hunter. Aldine, Chicago.
Llagostera, Agustín
1983 Las formaciones pescadoras recolectoras de la costa del desierto de Atacama.
Tesis de Doctorado. CIESAS. México.
Lorenzo, José Luis
1985 Etapa lítica en Norte y Centroamérica. Sobre los orígenes del hombre americano.
Historia General de América, vol. 5. Ediciones de la Presidencia de la República.
Caracas.
Lumbreras, Luis Guillermo
1974 La arqueología como ciencia social. Ediciones HISTAR. Lima
Lund, Peter Wilhelm
1950 Quinta memória de paleontología brasileira. Instituto Nacional do Livro. Río de
Janeiro.
Lynch, Thomas
1974 The antiquity of man in South America. Quaternary Research, nº 4 ,pp.356-377.
1975 Algunos problemas básicos básicos del estadio caza-recolección andina:
transhumancia. Estudios Atacameños, nº. 3, San Pedro de Atacama.
1990 El hombre de la edad glacial en Suramérica: una perspectiva europea. Revista de
Arqueología Americana, nº 1, pp. 141-185.
1991 Buscando a los primeros americanos: problemas y polémica en Monte Verde. Revista
de Arqueología Americana, nº 3, pp. 101-111.
Mansur-Franchomme, Estela
1983 Traces d'utilisation et technologie lithique: Examples de la Patagonie. Thèse d'Etat es-
Sciences. Université de Bordeaux I. Bordeaux.
Martínez, Aida y Roberto Rodríguez
(MS) Antigüedad del hombre en Matanzas según las más recientes investigaciones
arqueológicas. En Prensa. La Habana.
Meillassoux, Claude
1977 Mujeres, graneros y capitales. Siglo XXI Editores. México.
Mena, Francisco
1989 Cazadores-recolectores y arqueología: problemas y proyecciones teóricas. Boletín de
Antropología Americana, nº 19. México.
Mochanov, Yuri Alekseevich
1978 The paleolithic of northeast Asia and the problem of the first peopling of America.
En: Bryan (Ed.), pp. 67-77.
Munizaga, Juan
1976 Análisis de los restos óseos asignados al período paleoindio. Actas del XLI Congreso
Internac. de Americanistas. Vol.III, pp.498-503. México.
Orquera, Luis Abel
1984 Specialization and the Middle/Upper paleolithic transition. Current Anthropology,
vol. 25, nº 1, pp.75-98.
Otte, Marcel
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 386

1990 Les processus de transition du paléolithique moyen au supérieur. Mémoires du Musée


de Préhistoire d'Ile de France, nº 3, pp. 145-149.
Price, Barbara
1982 Cultural materialism: a theoretical review. American Antiquity, vol. 47, nº 4.
Roebroeks, Wil, N. Conard y T. van Kolfschofen
1992 Dense forests, cold steppes, and the palaeolithic settlement of northern Europe.
Current Anthropology, vol. 33, nº 5, pp. 551-586.
Sahlins, Marshall
1972 Las sociedades tribales. Nueva Colección Labor. Barcelona.
1977 La economía de la edad de piedra. Akal Editor. Madrid.
Schmitz, Pedro Ignacio.
1984 Caçadores e coletores da pré-História de Brasil. En 2 partes. Instituto Anchietano de
Pesquisas. UNISINOS. São Leopoldo.
Schobinger, Juan
l969 Prehistoria de Suramérica. Nueva Colección Labor. Barcelona.
1988 Prehistoria de Sudamérica. Culturas precerámicas. Alianza América. Quinto
Centenario. Madrid.
Service,Elman
1973 Los cazadores. Nueva Colección Labor. Barcelona
Straus, Lawrence Guy
1992 Iberia before the iberians. The Stone Age prehistory of cantabrian Spain. University of
New Mexico Press. Albuquerque.
Tillier, Anne-Marie
1990 Néanderthaliens et origine de l'homme moderne en Europe: quelques réflexions sur la
controverse.Colloque International de Nemours. Mémoires du Musée de Préhistorire
d'Ile de France, nº 3, pp. 21-24.
Vargas, Iraidas
1985 Modo de vida: categoría de las mediaciones entre formación social y cultura. Boletín de
Antropología Americana, nº 12. México.
Veloz, Marcio y Alberto Martín
[MS] Las técnicas unifaciales de los yacimientos El Jobo y sus similitudes con el paleoarcaico
antillano. Fotocopia del mecanuscrito original.
Veloz, Marcio y Bernardo Vega
1987 Modos de vida en el precerámico antillano.Boletín de Antropología Americana , nº 16.
México.
Wheeler, Jane et al.
1977 Domesticación de camélidos en los Andes Centrales durante el período precerámico: un
modelo. Journal de la Societé d'Americanistes, t. XLIV,pp.155-165. Paris.
White, Randall
1982 Rethinking the Middle/Upper Paleolithic transition. En: Silvermann (Ed.),
1991 (Current Anthropology), pp.85-108.
Wobst, Martin
1974 Boundary conditions for paleolithic social systems: a simulation approach. American
Antiquity, vol. 39, nº2,pp.147-177.
1976a Locational relationships in paleolithic society.Journal of Human Evolution, vol. 5,
pp.49-58.
1976b Stylistic behaviour and information exchange.En: Cultural change and continuity
Essais in Honour of J.B.Griffin. C. E. Cleland. Academic Press. New York.
1978 The archaeo-ethnology of hunter-gatherers or the tyrany of the ethnographic record in
archaeology. American Antiquity, vol. 43, nº2., pp.303-309.
1989 The origination of Homo Sapiens, or the invention, control and manipulation of
modern human nature. Wenner-Gren Foundation Symposium nº 108 "Critical
approaches in archaeology: material life, meanings and power".
Cascais.
COMUNIDADES ANDINAS PRE-TRIBALES:
LOS ORÍGENES DE LA DIVERSIDAD

Aunque todavía no se sepa a qué antigüedad se remonta la presencia humana en la América


del Sur, ni quiénes fueron sus descubridores, puede afirmarse que hace poco mas de doce
milenios ya había sido poblado todo el continente. Con el retroceso de las condiciones
climáticas mas rigurosas de la última edad glaciar, que marcaría el fin de los tiempos del
pleistoceno, hace unos 10.500 años, se asientan en toda la región andina diversas
comunidades de cazadores recolectores. Estas ocupaciones dieron origen a diversos
desarrollos históricos regionales que, no sin cambios, se prolongarían hasta que la producción
de alimentos generó las condiciones para la primera revolución social que se extendió a lo
largo de los Andes, la revolución tribal.
La colonización consistente del área andina se dio a partir de grupos que, hacia el
8.500 a.C. se establecen en territorios de baja densidad poblacional en relación a una
naturaleza poco explotada y de recursos abundantes. Lo cual permitió un rápido crecimiento
demográfico que conduciría a su segmentación, constituyéndose así nuevas unidades sociales
que, hacia el 7.000 a.C., alcanzan una relativa estabilidad, configurando un panorama que se
diversifica progresivamente, marcando las líneas generales de la historia de los milenios
siguientes.
Podemos conocer algunos aspectos de la diversidad cultural de esas comunidades,
porque se manifiestan en las peculiaridades de los diversos objetos que produjeron y usaron y,


Publicado en: Historia de América Andina, vol. I Las Sociedades Aborígenes, Capítulo II. Universidad Andina
Simón Bolivar. Quito, 1999.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 388

en general, en las formas características perceptibles en todas las huellas de las


transformaciones directas que la vida humana ocasiona en la naturaleza. En éstas siempre
queda, de un modo u otro, algún sello intencional o involuntario de sus autores y que hoy los
arqueólogos, entre otros objetivos, se dan a la tarea de reconocer y distinguir.
La cultura de cada pueblo, así como de los diferentes grupos sociales que lo
integran, cambia permanentemente. En todo caso, para las remotas épocas que acá nos
ocupan, la velocidad de los cambios culturales era muchísimo menor que en nuestros días. Y,
como ocurre con las modas, los distintos aspectos o comportamientos culturales de una
sociedad, tienen diferentes ritmos de cambio, modificándose relativamente rápido algunos,
mientras otros se recrean y mantienen por mas largo tiempo.
Aquellos elementos que perduran, mientras otros van cambiando, son los
indicadores que pueden permitir identificar las relaciones genéticas entre unos pueblos y otros
en distintos momentos cronológicos. Es decir, conocer los vínculos de descendencia de
determinadas sociedades respecto a sus ancestros históricos y viceversa. Incluso, como es
común en el desarrollo de las sociedades cazadoras recolectoras, podemos saber cuándo hubo
una historia anterior compartida por los ancestros de grupos que posteriormente se
desarrollaron en forma independiente, conformando comunidades diferenciadas social y
territorialmente, aunque coexistan en el tiempo. Del mismo modo, podemos apreciar cuando
grupos o comunidades diferentes se integraron en una nueva unidad social. A la existencia de
pueblos que guardan diversos nexos genéticos a través de los tiempos se refieren los
arqueólogos con el término de tradición, que alude generalmente a los elementos culturales
que los identifican.
La diversidad cultural que ya se aprecia hacia el 7.000 a.C. en las regiones
vinculadas por la cadena cordillerana de los Andes y que luego adquiere contornos mas
nítidos, responde a diversos factores.
En primer lugar, al hecho de que, para entonces, las comunidades poseen una larga
historia cuyo origen se remonta a poblaciones ya diferenciadas hacía por lo menos dos o tres
milenios. Y tal diferenciación, que se manifestaba claramente en la dimensión cultural, no se
limitaba a ella, sino que obedecía a aspectos menos evidentes pero mas importantes de su
estructura social. Se trataba de diferencias en lo que se ha denominado el modo de vida, que
tiene que ver con distintas estrategias de organización general de la economía, que debieron
condicionar particularidades de las relaciones sociales, de los sistemas de parentesco, así
como de las concepciones de la realidad. Estos modos de vida, como veremos, generaron sus
propias tradiciones culturales.
Luego, hay que considerar que cada comunidad se fue conformando a través del
establecimiento de relaciones sociales e interacciones preferenciales entre individuos que
habitaban espacios regionales determinados, desarrollando y compartiendo una singular
historia común, distinta de aquellas de las comunidades vecinas o distantes, con cuyos
miembros los contactos eran menos frecuentes. Parte importante de estas historias comunales
propias -que se refleja sensiblemente en los restos arqueológicos- tiene que ver con las
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 389

soluciones específicas que adoptaron para producir sus medios y condiciones de vida,
transformando ámbitos geográficos con características y recursos naturales determinados.
A propósito de lo cual conviene observar que, si bien el medio natural ofrece a las
sociedades un repertorio de recursos y condiciones de desenvolvimiento que no es ilimitado,
tampoco determina de manera necesaria sus características particulares. La amplitud de la
gama de alternativas de desarrollos posibles depende en buena medida del grado de desarrollo
de las fuerzas productivas de la sociedad. Y aún cuando las comunidades primitivas de
cazadores recolectores son de las menos desarrolladas y, por lo tanto, internamente mas
restringidas en este sentido, podremos apreciar que la mas antigua historia andina nos enseña
cómo, bajo idénticas condiciones ambientales, fue posible el desarrollo de opciones bastante
disímiles. Veremos cómo pudieron coexistir no sólo en el tiempo, sino también en un mismo
territorio, pueblos que, aún poseyendo el mismo tipo general de estructura social como
formaciones cazadoras recolectoras pre-tribales, desarrollaron diferentes modos de vida.
Una característica demasiado frecuente en las interpretaciones arqueológicas de las
sociedades cazadoras recolectoras sudamericanas, de las que no se excluyen aquellas sobre la
región andina, es el empleo de criterios ambientalistas de muy bajo o nulo nivel explicativo y
usados mas bien como marcos de referencia para la organización de la información empírica.
Particularmente de moda se encuentra el uso del concepto de "sistema adaptativo" o,
simplemente, de "adaptaciones" para referirse a estas sociedades, bajo un grosero
reduccionismo biológico que evidencia el generalizado bajo nivel teórico que, salvo contadas
excepciones, campea en las investigaciones sobre este vasto tema histórico. La reiteración del
"adaptacionismo" parecería translucir mas bien una ideología coyuntural propia de los
investigadores mejor adaptados a los requisitos implícitos de la mayoría de las instituciones
patrocinantes, muchas veces sensibles a incomodarse con el tratamiento de problemas sociales
de fondo. Podría pensarse que el sincero y consecuente desconocimiento de los importantes
debates teórico ideológicos que envuelven a las ciencias sociales constituye, en éste campo,
una ignorancia adaptativa.
No es que no sea válido enfocar también el estudio de la sociedad como sistema
adaptativo sino que, en éste caso, se trata de simplificaciones reduccionistas que eluden el
problema fundamental de intentar explicar la especificidad y complejidad de los procesos
sociales.
El desarrollo de la complejidad de los sistemas sociales no es sólo un fenómeno
cuantitativo, sino que conlleva un notable cambio cualitativo respecto a las formas de
organización de las demás especies animales. Podría afirmarse que la sociedad humana es
muy poco adaptada en el sentido de las demás especies biológicas y, mas bien, lo que hace es
adaptar el medio a sus necesidades, transformándolo a través del trabajo, en una escala,
diversidad y velocidad que no se corresponden con sus capacidades y ritmos biológicos de
adaptación. El desarrollo correlativo de la conciencia y la rapidez de comunicación por la vía
extragenética del lenguaje, junto con el establecimiento de complejos sistemas de relaciones
sociales, han permitido a la sociedad humana adaptar -no sin contradicciones- la naturaleza a
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 390

sus requerimientos en escalas sin precedentes. La diferenciación de las comunidades humanas


enfrentadas a las mas disímiles condiciones medioambientales y coyunturas históricas
conducen mas bien al desenvolvimiento de distintos modos de vida, manifiestos en la
concreción de cada cultura, sin perder la recíproca capacidad biológica de cruzamiento
reproductivo que permitiría la procreación de crias fértiles.
Así, la historia nos muestra que los sistemas sociales mejor "adaptados" a su entorno
son los que -en un sentido evolutivo- han permanecido mas largamente "estancados", con los
menores niveles de desarrollo de las capacidades y potencialidades propiamente humanas. Las
sociedades menos adaptadas son las que han generado los cambios históricos mas relevantes.
Igualmente, en el interior de las sociedades, son los individuos y grupos mas "desadaptados"
los que promueven los cambios sociohistóricos, desde que los mas "adaptados" son mas
propensos a temer a los riesgos de que su medio social se modifique.

Modos de vida y desarrollos


culturales en las regiones andinas.
Veremos enseguida cómo, a partir de algunas poblaciones ya existentes hace mas de doce
milenios en América del Sur y que conformaron particulares formas de organización
socioeconómicas, tuvieron lugar los variados desarrollos regionales de las poblaciones de
cazadores recolectores pre-tribales en las diversas regiones andinas.

El modo de vida de los


cazadores recolectores del trópico americano.
Con ésta designación no hacemos mas que aludir al área de dispersión geográfica donde
hemos identificado a una de las poblaciones mas antiguas de Sudamérica. Los sitios donde se
constata su presencia se distribuyen desde el sur del desierto de Talara en el Perú, por la
vertiente del Pacífico, pasando por las regiones caribeño-antillanas en el norte, hasta el Brasil
centro-meridional en el trópico oriental de Sudamérica. Hasta ahora, sus vestigios mas
tempranos se han encontrado en Piauí, en el nordeste brasileño.
En la región norteandina su presencia se encuentra consistentemente registrada
desde los 10.400 a.C.321 del sitio de El Abra, en una secuencia regional claramente
identificada a través de prolijas excavaciones en diversos lugares de la sabana colombiana,
como Tibitó, Tequendama, Sueva 1, Nemocón 4, Potumo, Vista Hermosa y otros. En esta
zona hay ocupaciones humanas datadas desde el 14.400 a.C. en Pubenza, si bien no se ha
establecido aún su adscripción cultural. Igualmente, las prospecciones en el valle del
Magdalena, así como algunos elementos procedente de las excavaciones en tierras altas,
señalan la ocupación de las tierras bajas del litoral. Pensamos que a estos mismos pueblos se
remonta el origen del desarrollo del denominado modo de vida banwaroide, en el área insular
caribe-antillana. Seguramente vinculados al extremo septentrional de Los Andes, pero en la

321
Para simplificar la exposición y, dada la magnitud de la escala temporal que comprende el periodo histórico que tratamos,
redondearemos las cifras aproximándolas a las centenas.
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 391

costa, sus restos se han encontrado hasta en la península venezolana de Paria, en sitios como
Guayana, Ño Carlos, Las Varas, Remigio y otros. Su existencia también se ha constatado en
Panamá, tanto en sitios costeros como de tierras altas (Cueva de los Ladrones). En Ecuador,
atestiguan su presencia las prolongadas ocupaciones del sitio de Vegas en la Península de
Santa Elena, así como los materiales del denominado "foco" El Encanto. En el Perú se les
puede identificar en los diversos yacimientos arqueológicos costeros del desierto de Talara, en
la supuesta secuencia de Amotape, Siches, Estero y Honda, la cual probablemente refleja mas
bien diversas actividades del mismo pueblo en distintos momentos de su historia, que se
remonta a unos doce milenios. Todavía mas al sur, en la península de Illescas, son bien
reconocibles en los sitios de Chorrillos y Reventazón.
Se puede decir que la característica cultural mas sobresaliente de estos antiguos
habitantes de la mitad septentrional del área andina -a la cual se debe el hecho de que no haya
sido adecuadamente identificada- es la producción y empleo de un instrumental de piedra
tallada no especializado, que presenta una escasa definición de formas. No hay pues, formas
suficientemente típicas que permitan fácilmente su reconocimiento. Esto obedece, sin
embargo, a una particular racionalidad en el aprovechamiento de los recursos líticos, en el
contexto de una concepción tecnoeconómica general.
Es así como esas gentes utilizaron principalmente, como materias primas, las rocas
mas cercanamente disponibles en los sitios en que se les requería como instrumentos, sin
importar su calidad. Las piedras se tallaban mas o menos asistemáticamente para obtener
lascas, las que eran sumariamente retocadas por percusión directa. De ese modo, se las
adaptaba para servir a diversos usos.
El hecho de que el instrumental fuera poco especializado o, como se usa decir,
ocasional y expeditivo, presentaba inconvenientes y ventajas. La desventaja mas evidente
consistía en una eficiencia funcional menor, que exigía un gasto mayor de fuerza de trabajo
para su utilización. Entre las ventajas debe considerarse el ahorro de fuerza de trabajo
dedicado a la producción de los instrumentos. Pero, sobre todo, no se gastó tiempo y energías
en la procuración de las materias primas de mejor calidad, para lo cual otros pueblos llegaban
a realizar grandes desplazamientos. En términos económicos, éstas circunstancias pudieron
compensar con creces la inversión adicional que requería el empleo de útiles poco definidos y,
tal vez, muchas veces no enmangados. Cualitativamente, además, el hecho de que el utillaje
lítico no fuera especializado permitía una mayor flexibilidad funcional para el procesamiento
de una gama mas diversificada de recursos.
Al aspecto rudimentario de la industria de piedra lascada contribuyó el que, si bien
no desconocían la talla bifacial que permite adelgazar las piezas dándoles un mejor acabado,
la emplearon escasamente. Sin embargo, de manera contrastante, produjeron artefactos tales
como hachas, copas, pequeños morteritos para partir vegetales de cáscara dura y cantos
ranurados que pudieron servir como pesas para redes con técnicas consideradas "neolíticas"
de piqueteo o martillado y en ocasiones -como en el filo de las hachas- con acabado por
abrasión.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 392

Otro aspecto interesante del equipamiento instrumental de estos pueblos es que, en


vez de la piedra, también utilizaron abundantemente los huesos de los animales cazados para
producir utensilios destinados a las mismas funciones. Confeccionaron así puntas, cuchillos,
raederas, perforadores y otros instrumentos. Utilizaron preferentemente, para tal efecto, los
huesos largos que fracturaban por percusión y torsión, lo que daba un aspecto alargado a los
productos de esta industria. También la elaboración de los objetos de hueso resultaba
mayormente de un trabajo sumario, aunque hay piezas que muestran alisado o pulido por
abrasión.
Se ha considerado como un avance técnico propio del "paleolítico superior" el
aprovechamiento de la energía de los combustibles naturales a través del recurso de embancar
los fogones. Por ello, merece mencionarse el hecho de que se han encontrado evidencias en
cuanto a que éstos pueblos lo hacían bordeándolos de barro.
También hay que referirse a sus diversificadas costumbres funerarias. En algunos
casos, los enterratorios en aleros o cuevas -como en Tequendama- la flexión de las
extremidades parece indicar que los cuerpos eran depositados en fardos y, a veces,
abundantemente rociados de ocre rojo. En el conchero de Vegas, Ecuador, sitio que
probablemente evidencia una superposición de ocupaciones en prolongada secuencia
temporal, se han encontrado restos de mas de ciento setenta individuos. Así como hay
sepulturas individuales, también las hay con mas de un cuerpo. Es el caso de los que se ha
dado en llamar "los amantes de Sumpa", que registra dos cuerpos abrazados. Fuera de las
fantasías románticas de algunos arqueólogos, no habría que descartar que se tratara del
sacrificio del cónyuge superviviente al morir uno de ellos. También se encuentra la asociación
de un entierro secundario a uno primario. Esto es, la inhumación de los huesos ya descarnados
de un individuo fallecido con anterioridad, cuidadosamente ordenados en posición no
anatómica, junto a los restos de un cuerpo enterrado en el lugar, cuyos huesos estaban
articulados en posición anatómica.
Lo que se debe resaltar es que el aspecto rudimentario de la industria lítica de esta
población no debe conducir en modo alguno a pensar que eran gentes mas "primitivas" en
sentido evolutivo, si las evaluamos desde el punto de vista del rendimiento productivo de su
economía. Se trata propiamente de un modo de vida que racionalizó de una manera particular
la organización del uso de la fuerza de trabajo y los recursos naturales disponibles como
objetos de trabajo.
Aún no se han estudiado con mayor precisión sus sistemas generales de
complementación económica, debido probablemente a que la identificación de sus diversos
sitios y restos arqueológicos como pertenecientes a una misma población, distinta de otras, es
relativamente reciente. Puede decirse que explotaron territorios amplios, que comprendían
desde las costas oceánicas hasta las tierras altas del interior del continente, obteniendo
recursos de una diversidad de medios ecológicos. Así, en la costa optaron preferencialmente
por los recursos propios de los manglares y de sus entornos, incluyendo mariscos, peces y
algunos mamíferos marinos o terrestres. En tierras altas, entre las presas de caza podían
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 393

contarse de cuyes y conejos a jabalíes, aunque predominaban las especies de venados. Pero la
recolección también los proveía desde productos vegetales a caracoles de agua dulce.
Todavía no sabemos qué tipo de organización social para el uso del espacio fue la
que permitió esta complementación de recursos. Tal vez los grupos de tres o cinco unidades
domésticas que solían integrar las llamadas "bandas" se desplazaban cubriendo los diversos
ámbitos del territorio, o éste estaba convencionalmente dividido en segmentos espaciales
ocupados por distintos grupos, estableciéndose redes de intercambios. Ocurre que la mayoría
de los sitios de la costa se localizan en lugares donde había una alta concentración de recursos
que, al parecer, eran accesibles la mayor parte del año. Lo cual no significa necesariamente
que su ocupación fuera permanente sino, mas bien, que allí se encuentran superpuestos los
vestigios de ocupaciones mas o menos esporádicas, pero que se pudieron reiterar
periódicamente por siglos y hasta milenios. En los sitios del interior, en cambio, donde los
recursos explotados se presentan relativamente mas dispersos, las ocupaciones dejan escasas
evidencias, sugiriendo un sistema de mayor movilidad que el de otros cazadores andinos.
En nuestra opinión, el pueblo correspondiente a este modo de vida y que desarrolló
una milenaria tradición en los Andes ecuatoriales -el que dejó los mencionados vestigios del
sitio de Vegas-, fué el mismo que procesó la primera revolución agraria y tribal de América,
generando la que se ha conocido como cultura Valdivia hacia el 3.800 a.C..
Como puede apreciarse a partir de excavaciones como la del sitio de Real Alto, es
posible que este proceso se haya basado inicialmente en una sedentarización apoyada en la
explotación de recursos marinos de alta productividad y de carácter no estacional, por lo que
no se habría requerido de sistemas especiales de almacenaje. Todo indica que, mas o menos
simultáneamente, desarrollaron sistemas incipientes de cultivo de frijoles y maíz (especie que
se encuentra en Vegas, por lo menos desde el 5.000 a.C.), la textilería a telar, y la cerámica,
organizando su vida en asentamientos aldeanos y generando una organización tribal que les
permitiera establecer una propiedad comunal exclusiva sobre los medios naturales de
producción.

El modo de vida de los


antiguos cazadores recolectores andinos.
Nos referimos a un amplio conjunto de comunidades que poblaron toda la región andina,
desde el oriente de Venezuela hasta el sur de Chile y cuya antigüedad podría remontarse a
poco antes del 11.000 a.C.. Sus instrumentos de piedra de mayor definición formal y bien
tallados bifacialmente han permitido su fácil identificación, habiendo sido reconocidos por
diversos arqueólogos como "tradición de puntas foliáceas" u "horizonte El Jobo-Lauricocha-
Ayampitín", entre otras designaciones.
El rasgo cultural considerado como más característico es el uso de puntas de
proyectiles y hojas de cuchillos de forma foliácea, aunque debe anotarse que el rombo es otra
forma básica de tales componentes de su instrumental. A partir de ambas, se despliega una
vasta gama de variantes tipológicas en las diferentes regiones habitadas por las comunidades
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 394

derivadas de esta "tradición". Veamos, en primer lugar, sus diversas modalidades culturales y
sus distribuciones geográficas.
Las dataciones mas tempranas de esta población aparecen vinculadas al denominado
"complejo El Jobo" de Venezuela, donde se encontró un par de fragmentos de puntas
foliáceas junto a restos de glyptodonte -una especie de armadillo de gran tamaño, ya extinto-
así como de mastodonte, también desaparecido ancestro de los elefantes. Sin embargo,
lamentablemente, los registros científicos de los materiales atribuidos al citado complejo El
Jobo son muy deficientes. Lo cual impide dilucidar una serie de problemas muy importantes
que ellos plantean, tales como las diferencias internas entre los conjuntos de materiales que
debieron pertenecer a distintos grupos humanos en diferentes épocas, probablemente
cubriendo una larga secuencia temporal. Por lo mismo, cualquier inferencia respecto a la
significación socioeconómica y aún cultural de la que tales materiales son testigos, corre el
riesgo de distorsionar las diversas realidades históricas a que deben corresponder.
Con base en las evidencias de las regiones vecinas, es posible proponer la distinción
de algunos componentes del llamado complejo El Jobo, parte de los cuales obedecerían a
diferenciaciones que pueden remontarse hasta antes del 9.000 a.C.. Uno de ellas se referiría al
instrumental asociado a las puntas foliáceas, de diversas formas y tamaños, prolijamente
talladas, que algún autor ha denominado "tradición foliácea clásica". Por lo pronto, se puede
decir que, así como cazaron fauna pleistocénica terrestre ya extinta, en épocas tempranas,
también tuvieron ocupaciones costeras, probablemente en momentos mas tardíos.
Por otra parte, se ha propuesto con buen fundamento que existiría otro conjunto
caracterizado por un instrumental de lascas retocadas dorsalmente en los bordes y sin las
típicas puntas bifaciales. Parece bastante probable que una parcialidad del complejo El Jobo
haya producido, aún antes del 9.000, una industria de tales características, agregando el
desarrollo de una técnica de láminas que permite la obtención sistemática de matrices de
instrumentos de forma alargada, mas o menos estandarizada. Tales grupos se habrían
desplazado tempranamente por el Caribe insular, conformando el modo de vida
"mordanoide", que se podría haber extendido aún a las costas de Centroamérica, hasta Belize.
Igualmente, podrían estar en el origen de una población que se extendió ampliamente hacia el
oriente y el sur, por el territorio brasileño, conformando la llamada "tradición Itaparica".
Otra parcialidad, también temprana, se extendió, en parte, por el oriente de
Venezuela donde se le conoce como "Complejo Canaima". A pesar de que se le atribuyeron
cronologías tardías sin base en registros confiables, investigaciones recientes y mas rigurosas
permiten ubicarlo hacia el 8.000 a.C.. Y, hacia la región andina, se extendieron por el sur de
Colombia, Ecuador y el Perú, dejando diversos restos de asentamientos bien datados entre el
8.500 y el 6.000 a.C.. En Ecuador, por ejemplo, estuvieron en un campamento ubicado en el
paso mas bajo de la cordillera de los Andes, en Cubilán. También en tierras altas, mezclado
con otros componentes, en El Inga o, en superficie, en Puerto Bolivar. En Perú se le conoce
como "complejo Paiján-Luz" y está muy bien estudiado, sobre todo en el desierto costero de
Paiján y Pampa de los Fósiles, aunque se le ha encontrado también en tierras altas, en las
nacientes del río Sechín y, por el sur, se extiende nítidamente hasta Lima y algo más allá. Los
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 395

artefactos líticos culturalmente mas distintivos han sido las puntas de proyectil foliáceas bien
aguzadas y de base peduncular estrecha o las piezas de hoja mas ancha y pedúnculo
subtriangular, probablemente hojas de cuchillos.
Volviendo a la que podríamos llamar tradición foliácea básica o "clásica", ésta se
encuentra ya en los Andes centrales hacia fechas poco anteriores al 9.000 a.C. en lugares
como Guitarrero, Laguna de Conococha o Pachamachay, aunque su presencia consistente y
continua, generando desarrollos regionales literalmente milenarios, se aprecia con claridad
también a partir del 8.500. Cabe mencionar, de paso, que no serían éstas las ocupaciones mas
antiguas de la región andina, ya que en las cuevas peruanas de Pikimachay o Huargo, hay
algunas evidencias de presencia humana entre el 12.000 y el 11.000 a.C., si bien todavía no es
posible definir su pertenencia cultural.
Los antiguos cazadores recolectores andinos de la tradición foliácea clásica están
abundantemente representados en Ecuador, en los sitios de El Inga y Chobshi.
Lamentablemente, aunque hay fechas de esos sitios que denotan antigüedades del orden de
nueve a diez milenios, se presentan en ellos materiales de diversos grupos y distintas épocas,
mezclados o en estratigrafías sin valor cronológico. Por lo que no es posible definir
secuencias o coexistencias que permitan aclarar mejor el panorama histórico de esos pueblos.
Lo que puede decirse es que perduraron en la región andina ecuatorial hasta los tiempos en
que se desarrolló la revolución tribal que inicia la sociedad Valdivia.
En los Andes centrales del Perú están muy bien representados en una gran cantidad
de sitios con muy buenos registros, desde los campamentos costeros hasta la puna: en el curso
del río Santa, en Ancón-Chillón, Lauricocha, Junín, Ayacucho, la Quebrada de Chilca, en fin.
La información es abundante y permite apreciar diversos aspectos de la vida de estas
comunidades de cazadores recolectores en sus persistentes desarrollos regionales que
ocuparon plenamente toda el área andina. Se ha tratado de establecer secuencias cronológicas
basadas en los cambios de la muy variada tipología de los instrumentos de piedra,
particularmente las puntas de proyectiles pero, cuando no carecen de validez, solo tienen valor
local y no son generalizables. Los cambios notables y que afectarán a todas estas
comunidades, se presentarán hacia el 3.500 a.C., cuando se generaliza a lo largo y ancho de
los Andes el uso de puntas triangulares -que no excluyen a las tradicionales foliáceas o
romboidales con sus variantes- así como de cuentas de collares de piedra pulida.
También son muy abundantes las evidencias de esta población en los Andes centro-
sur, desde el sur del Perú hasta la latitud de la bahía chilena de Coquimbo, en sitios como
Anillo, Toquepala o Caru en Perú, Ichuña en Bolivia, Tojotojone, Tiliviche, Acha,
Camarones, Aragón, Quebrada de las Conchas en Chile, Gruta del Inca, Río Grande o
Espinazo del Diablo en Argentina y muchos otros, incluyendo centenares de sitios en
superficie, sean talleres líticos o campamentos. En suma, estas comunidades ocupan toda la
región, desde la costa a las quebradas altas occidentales, la zona circumpuneña y la puna,
hasta las quebradas y el piedemonte oriental, desde aproximadamente el 8.000 a.C., notándose
desde muy temprano una diversificación de parcialidades zonales, con modalidades culturales
distinguibles.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 396

Por el 7.000 a.C. ya están en las Sierras Centrales argentinas donde constituyen el
llamado "horizonte Ayampitín" y, en 6.500 a.C., han alcanzado los Andes meridionales, entre
Coquimbo y San Juan, conformando las particulares modalidades culturales del conjunto que
comprende a Huentelauquén, Cárcamo y La Fortuna. Por el 6.000 a.C. llegan a la zona central
de Chile y, hacia el sur, dejaron diversos testimonios en sitios aún no datados, tanto en el
interior cordillerano como en la costa. Aparentemente, serían descendientes de esta gran
población quienes en el sur de Chile desarrollaron o participaron de un modo de vida basado
en la explotación del mar, extendiéndose hasta los laberintos de la región insular austral,
pudiendo haber llegado hasta la misma Tierra del Fuego en un proceso que se remontaría al
4.000 o 3.000 a.C.
En cuanto a los aspectos tecnológicos, hemos mencionado que una de las
características mas comunes e identificables de estos pueblos fue el uso de proyectiles y
cuchillos con puntas u hojas talladas en piedra, teniendo como formas básicas la hoja y el
rombo, produciendo una amplia gama de variantes, muchas de las cuales fueron
características de determinados desarrollos regionales y zonales. Dependiendo de la
disponibilidad y calidad de las materias primas, se utilizaron lascas grandes y espesas, las que
luego eran rebajadas bifacialmente, como preformas alargadas, destinadas a convertirse en
puntas o cuchillos. Enormes cantidades de desechos de talla y piezas en diversas fases del
proceso de elaboración se abandonaron en las canteras y talleres. La gran mayoría de esos
sitios fueron erróneamente atribuidos a culturas supuestamente mas primitivas, debido al
grosero aspecto de esos materiales descartados en los lugares donde se llevaron a cabo las
tareas de extracción o recolección de las materias primas y las primeras fases del proceso de
talla de los instrumentos que, desde luego, no estaban destinados a usarse y desecharse allí
mismo. La talla bifacial, que podía incluir delicados rebajes y retoques con técnica de presión,
se utilizó principalmente para producir las mencionadas puntas de proyectiles y hojas de
cuchillos. Los demás instrumentos, como las raederas y raspadores para trabajar las pieles, se
elaboraron básicamente sobre lascas o láminas a las que se daba forma astillando y retocando
los bordes hacia la cara superior.
Cabe resaltar que la racionalidad del sistema de aprovechamiento de los recursos
líticos para la producción de instrumentos o partes de ellos, entre las comunidades que
compartieron este modo de vida - así como las otras, que veremos mas adelante-, difiere
notablemente de la de aquellas del modo de vida de los cazadores del trópico sudamericano.
En la antigua tradición panandina de cazadores recolectores, el instrumental es especializado
para ejecutar funciones específicas, formalmente bien definido y con un grado variable -
aunque aún no se ha medido- de estandarización. Así, algunas de esas comunidades
desarrollaron ampliamente la técnica de láminas para la producción sistemática de matrices
alargadas en las que se confeccionaron diversos instrumentos, como en Tulán, en el Norte
Grande chileno, o en la industria "aguilarense" de la puna jujeña de Argentina.
Para la producción del utillaje de piedra se buscaron las materias primas mas
adecuadas, aún cuando ello significara cubrir grandes distancias con el exclusivo fin de
obtenerlas. Así, por ejemplo, los cazadores que acamparon en diversas épocas en las riberas
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 397

de río Loa, norte de Chile, alcanzaban hasta el salar de Talabre con tal objetivo, dejando
evidencias en centenares de canteras y talleres explotadas por milenios, aunque distan unos 40
kilómetros del río.
En éstos casos, el gasto mayor de fuerza de trabajo que representaba la obtención de
las materias primas y la producción de un instrumental especializado, se compensaba, en
parte, con su mayor eficacia funcional.
Hay que decir que, en la arqueología de los pueblos cazadores recolectores, se suele
poner el mayor énfasis en las tecnologías y formas culturales de la producción y uso de los
artefactos de piedra, debido a que son los materiales que se conservan mas fácilmente y por
mas largo tiempo. De algún modo, están sobre-representados en los registros arqueológicos en
relación a los demás elementos de la cultura material. De ahí que buena parte de los procesos
inferenciales acerca de los diferentes aspectos de la sociedad han tenido que basarse en la
industria lítica.
Pero también hay que anotar la circunstancia de que la antigua tradición andina de
cazadores recolectores que acá nos ocupa, pobló masivamente, entre otras, una extensa región
de ambientes desérticos y semiáridos , desde el norte del Perú hasta el norte de Chile,
incluyendo el lugar mas desolado del planeta que es el desierto de Atacama. Por lo cual, la
visibilidad de sus restos arqueológicos, así como la conservación de restos orgánicos es
mucho mayor que en otras áreas. Lo que explica, en parte, y se suma al hecho de que también
ahí las investigaciones y hallazgos de las evidencias de la vida y muerte de estos pueblos son
muy abundantes. Así, por ejemplo, se sabe que, desde las épocas mas remotas, desarrollaron
técnicas de entrelazado y espiral -e incluso telar- para tejer fibras vegetales y se conoce la
forma de las cabañas construidas con armazones de madera y cubiertas de paja (ichu), tanto
en los campamentos costeros como en tierras altas, como ocurre entre Paracas y la puna a
través de la quebrada de Chilca. Incluso, como se ha hecho para el norte de Chile, se han
podido estudiar los cambios en las modas del peinado a partir de restos humanos natural o
artificialmente momificados.
De cualquier modo, los materiales de piedra son los elementos que permiten la
comparación con los conjuntos y contextos arqueológicos de las demás regiones, menos
favorecidas en estos aspectos. Sin embargo, lo que interesa es alcanzar, hasta donde las
evidencias permitan las interpretaciones, una visión mas general de los procesos económicos
y superestructurales, enlazados por una red de relaciones sociales. Pero, por lo dicho y,
principalmente, por la cantidad y, en muchos casos, la calidad de los trabajos arqueológicos
sobre esta población, sabemos muy poco acerca de sus formas de organización en la región
colombiano venezolana y los andes ecuatoriales, así como en el centro y sur de Chile.
De manera general, se puede decir que, en los primeros tiempos, practicaron un
sistema de caza generalizada que incluía algunas presas de caza mayor ya desaparecidas. Es
posible que en su seguimiento hayan cruzado la cordillera de los Andes desde el oriente, entre
el sur de Colombia y Ecuador, realizando un primer desplazamiento hacia el sur. Luego,
desde alrededor del 8.500 a.C., habrían desarrollado una colonización consistente, con un
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 398

rápido crecimiento de las poblaciones y segmentación de las comunidades para habitar las
diversas regiones donde fincaron prolongados desarrollos históricos, literalmente milenarios.
Cuando buena parte de la fauna del pleistoceno se había extinguido, debido en parte
a su cacería por los hombres, en las tierras altoandinas que se extienden desde el Ecuador al
sur se orientaron preferencialmente a la captura de camélidos y roedores. De manera que, en
el noroeste del continente, donde coexistieron territorialmente con las culturas del modo de
vida de los cazadores del trópico sudamericano, no presionarion mayormente sobre los
recursos que éstos explotaban, como eran las diversas especies de venados. Del mismo modo,
al igual que en las costas venezolanas, en el litoral pacífico los cazadores recolectores de la
antigua tradición andina usufructuaron principalmente de los recursos de playas arenosas y
roqueríos, mientras aquellos explotaban recursos de los manglares.
Si para otras regiones la evidencia es aún algo escasa, para la región andina
comprendida entre el norte del Perú y el Norte Chico de Chile los antecedentes son bastante
mas abundantes y pueden reconocerse formas de ocupación y aprovechamiento de la
naturaleza característicos y comunes a las diversas comunidades pertenecientes a este modo
de vida.
Los ejes transversales a la cadena andina que son trazados con regularidad por los
oasis y las quebradas cuyos cursos de agua surcan la vertiente occidental de la cordillera hasta
el océano, orientaron el desarrollo de sistemas de complementación económica que
aprovecharon la gran diversidad de ámbitos ecológicos desplegados a distintas alturas
respecto al nivel del mar. Aún los cursos excepcionales cuyo recorrido se desenvuelve en gran
parte paralelamente al litoral y a las líneas de cumbres de los Andes, como los ríos Santa y
Loa, jugaron el mismo papel.
Se han propuesto dos modelos para interpretar las formas de ocupación del espacio
por parte de estas comunidades. Uno de ellos supone que habrían desarrollado
desplazamientos estacionales cubriendo todo el perfil de diversos ambientes naturales
comprendido entre el mar y las tierras altas alcanzando, incluso, las vertientes orientales de la
cordillera, tras cruzar la puna. Dado que es característica de las sociedades cazadoras
recolectoras nómadas su organización en hordas o bandas mínimas constituídas por unas
pocas unidades domésticas, se ha pensado que una distribución linear -como sería el caso en
estas regiones- resultaría del todo antieconómica y generaría necesariamente desigualdades
entre aquellas localizadas en el centro, respecto a las de los extremos. Lo cual se basa en el
supuesto de que se trataría de grupos situados en localidades residenciales fijas y se explicaría
por las distancias que deberían cubrir las bandas periféricas, abandonando sus tareas
productivas, con el fin de mantener las relaciones sociales que dieran oportunidades de
apareamiento a sus miembros. Se supone, además, una distribución homogénea de recursos.
Teniendo en cuenta la distribución efectivamente linear de las ocupaciones de estos circuitos
transversales a los Andes hemos mostrado, en otro trabajo, que un sistema nomádico, bajo
adecuadas reglas de circulación, no solo permite optimizar las oportunidades de convivencia
entre todos los miembros de la comunidad sino, también, posibilita un acceso igualitario a los
recursos naturales.
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 399

El otro planteamiento propone que los territorios andinos habrían sido ocupado por
distintos grupos, circunscritos a determinados medioambientes, sea en las tierras altas o en las
tierras bajas. Ninguno de estos modelos se ocupa de la explicación de los sistemas de
organización social que cualquiera de ellos implicaría.
Pienso que es posible que se hayan dado ambas formas, en cuyo caso se trataría de
dos fases del desarrollo histórico de las comunidades andinas. El hecho que parece claro es
que, por lo menos a partir del 4.000 a.C., se da efectivamente una diferenciación interna de las
comunidades, donde distintas parcialidades circunscriben sus movimientos a territorios mas o
menos delimitados que no abarcan todo el perfil costa-tierras altas-vertiente oriental de los
Andes. Mas bien se especializan en la apropiación de recursos locales, lo cual se manifiesta en
la presencia de tipos y asociaciones particulares de artefactos, que probablemente responden a
necesidades funcionales específicas.
Sin embargo, es también un hecho el de que, desde los tiempos mas remotos hasta
los mas tardíos, se presentan igualmente afinidades culturales indudables entre los
asentamientos registrados en todo el perfil andino, además de que en cada uno de ellos
encontramos productos de la explotación de recursos de todos los otros medios ecológicos.
Nunca faltan conchas marinas en los sitios de tierras altas o de la vertiente oriental de la
cordillera, así como hay pieles y restos de camélidos o de maderas o plumas de aves tropicales
en sitios costeros del Pacífico. En cualquiera de los casos, es evidente que, entre los diferentes
segmentos o parcialidades de las comunidades andinas, se mantuvieron vínculos sociales de
algún orden, permitiendo el transporte o intercambio de elementos provenientes de las
diversas ecologías explotadas.
El sistema de relaciones sociales que debió regular los procesos de intercambios
pudo ser el de una estructura de linajes organizado en mitades, secciones y subsecciones o
algún arreglo similar, basado en compromisos de reciprocidad. Con ello se posibilitaría el
acceso de las diversas unidades sociales a la diversidad de recursos distribuidos en los
distintos ecosistemas comprendidos en las amplias áreas habitadas por cada comunidad.
Normalmente, estas formas de organización social conllevan la realización de
determinadas prácticas rituales destinadas a reforzar la vigencia de los lazos comunales.
Considerando que las modalidades rituales, tanto como las particularidades de la organización
social debieron diferir entre las diversas comunidades regionales pensamos que, en algunos
casos, esta ritualidad pudo desarrollarse en torno a las prácticas funerarias. Es la situación que
se presenta, por ejemplo, entre el sur de Perú y el Norte Grande de Chile, donde se encuentra
una serie de cementerios en lugares cercanos a la costa. Allí pudieron sepultarse individuos
representativos de diferentes segmentos comunales, traídos de los distintos territorios por
ellos ocupados. El hecho es que la preparación de las actividades funerarias llegó a ser
bastante compleja, incluyendo elaborados procedimientos de momificación artificial, como
ocurrió con el llamado "complejo Chinchorro". Hay también en esos sitios algunos objetos
que estarían vinculados al consumo de alucinógenos, lo cual ocurría desde épocas bastante
remotas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 400

Una característica común a las comunidades que han podido estudiarse con mayor
amplitud, es que mantuvieron un desarrollo sostenido de las fuerzas productivas, basados en
una racionalidad económica que distingue a su modo de vida y se caracteriza por:
a) La especialización del instrumental y de la tecnología.
b) La mayor diversificación de los recursos naturales explotados y,
c) La organización espacio-temporal de las actividades orientada a la utilización de
la fuerza de trabajo en los lugares y momentos de mayor productividad.
Así es como se integraron sistemas de complementación económica que tendieron a
optimizar la combinación de éstos factores, permitiendo un desarrollo económico y
demográfico consistente, aún en aquellas áreas que incluyeron al desierto mas árido del
mundo.
En cuanto a la tecnología, ya se ha mencionado el hecho de que el utillaje lítico, que
frecuentemente se integró en diferentes instrumentos con otros componentes de madera,
hueso, concha, fibras vegetales y animales u otros materiales, estaba dedicado a funciones
muy específicas. Es decir, utilizaron un instrumental especializado.
Cabe mencionar que, entre los instrumentos de caza, conocieron desde épocas
tempranas el propulsor o lanzadardos, que aumenta notablemente el alcance y la potencia de
impacto de los proyectiles. Hacia el 2.500 a C., conocieron también el uso de arco y flechas.
El instrumental de pesca incluyó redes, anzuelos simples de concha o de espinas de cactus y
una amplia gama de anzuelos compuestos con elementos de piedra, concha o hueso
confeccionados para la captura de determinadas especies. Desarrollaron ampliamente la
cordelería y la cestería con técnicas de entrelazado y espiral e, incluso, textilería a telar.
En términos mas generales, impulsaron tres grandes procesos de especialización en
torno a la explotación de las diferentes clases de recursos alimenticios y de obtención de
variadas materias primas derivadas o asociadas a los mismos.
En las tierras altas, donde la fauna terrestre fue mas abundante, se pasó de una fase
de caza generalizada a una especialización en la captura de camélidos, como presas
principales. En cuanto a los camélidos, que constituían los animales de mayor tamaño,
después de la extinción de diversas especies del pleistoceno, se procedió a un control de su
territorialidad por seguimiento y, posteriormente, al control de los apareamientos por captura
selectiva -según la época del año y el sexo y edad de las presas-, hasta alcanzar la
domesticación.
En cuanto a los recursos vegetales recolectados, la amplia variedad de especies de
tubérculos, bulbos, frutos y gramíneas incluían ya, desde cerca del 8.000 a.C. a las calabazas,
el maíz, porotos y ají que, en épocas posteriores constituirían las principales especies
alimenticias cultivadas. Se han propuesto algunas hipótesis para dar cuenta de los procesos de
domesticación que llevaron al cultivo de esas plantas. Así, por ejemplo, se ha propuesto que el
maíz pudo ser objeto de una recolección a destiempo por parte de cazadores recolectores
trashumantes. es decir, que éstos, cuyos desplazamientos estarían orientados por especies mas
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 401

productivas, habrían recolectado aquella parte del maíz que mas tardaba en soltar la semilla.
Se habría seleccionado así una parte de esa especie, de muy baja productividad natural, pero
de elevada productividad en condiciones de cultivo por el hombre.
Por lo que se refiere a los recursos marinos, que tuvieron gran importancia debido a
su elevada productividad, se han propuesto tres fases en el desarrollo de su explotación, En
una primera etapa, se mariscaba y se pescaba en las orillas, a poca profundidad, extendiéndose
el ámbito de apropiación a lo largo de la línea de la costa. Luego, con la especialización del
instrumental que elevó la eficacia en la captura de determinadas especies, el aprovechamiento
de esos recursos se amplió hacia aguas mas profundas. Finalmente, con el desarrollo de las
técnicas de navegación, la captura se pudo llevar a cabo a mayores distancias de la costa. En
realidad, ya desde las épocas tempranas, el inventario de especies marinas consumidas en
cada sitio se mostraba variado, incluyendo generalmente un par de decenas de especies de
peces, aves y mamíferos marinos, cangrejos y algas.
En general, la amplia variedad de recursos animales, vegetales y minerales que
fueron procesados, evitó que su explotación excesiva los llevara a la extinción o agotamiento.
O, si ello ocurrió eventualmente , los recursos agotados pudieron ser sustituidos.
Por otro lado, la economía se organizó racionalizando el uso de la fuerza de trabajo.
Si existió realmente una primera fase de nomadismo trashumante, éste debió regirse por
reglas de circulación de los grupos de unidades domésticas que optimizarían la utilización de
los diversos recursos en un perfil de distribución aproximadamente linear. Es posible pensar
que la rotación se hacía algo mas lenta hacia los extremos: en verano, desplazando mayor
fuerza de trabajo hacia las tierras altas, cuando las manadas de camélidos se concentraban
para redistribuir los grupos de apareamiento; en invierno, hacia la costa, si bien la
concentración y disponibilidad de recursos debió ser mas o menos similar durante todo el año.
Luego, al segmentarse la comunidad, las distintas parcialidades debieron circular en
fracciones menores del territorio. La elevación de la productividad media del trabajo habría
obedecido a la intensificación que habría significado el hecho de que ningún conjunto de
recursos accesibles era desaprovechado, aún en las épocas de su menor productividad natural.
Este desarrollo de las fuerzas productivas por la vía de una división geográfica del trabajo,
como vimos, habría requerido de un ágil sistema de intercambios a cortas y largas distancias,
lo cual aparece atestiguado en el registro arqueológico.
La organización del modo de vida en torno a la articulación de estas bases
económicas crearon las condiciones materiales generales en que se dio la revolución tribal y
agropecuaria en estas comunidades de antigua tradición andina. Para esas alturas, aún
evidenciándose rasgos culturales que atestiguan una historia original común, la diversidad
cultural debida a la variedad de ambientes colonizados y de interacciones históricas
particulares entre distintos grupos sociales, exhibía ya matices regionales bastante
diferenciados.

El modo de vida de
los cazadores recolectores surandinos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 402

Nos referimos a una población que parece haberse derivado de los antiguos cazadores
andinos, desprendiéndose de éstos a la altura de los Andes centrales hace unos 9.000 a 8.500
años a.C.. Incluiría a los productores de los restos que un autor [Schobinger] agrupó como
"horizonte andino de puntas triangulares". Sería precisamente el uso de puntas triangulares
uno de sus rasgos culturales distintivos. Sus testimonios mas antiguos y ya bien definidos, se
encuentran en los sitios de Tuina, San Lorenzo y Chulqui, con fechas de 9.800 a 7.500 a.C.,
en el Norte Grande de Chile, San Pedro Viejo de Pichasca (ca. 8.000 a.C.) en el Norte Chico e
Inca Cueva 4 y Huachichocana (8.700 y 7.600 a.C.) en el noroeste de Argentina. Sus orígenes
podrían encontrarse en sitios de los Andes centrales como Guitarrero o Pachamachay,
desplazándose hacia el sur con cierta rapidez, de tal modo que, de hecho, precedieron allí a los
asentamientos típicos de la ocupación consistente que desarrollaron en esos lugares los
cazadores de la antigua tradición panandina ya reseñada. Algo similar y aproximadamente
simultáneo a lo que ocurrió en los Andes ecuatoriales y centrales con los grupos de Cubilán-
Paiján-Luz.
Existe la posibilidad, aún algo difícil de precisar, de que algunas parcialidades de
este pueblo se hubieran desplazado tempranamente hacia el sur, integrándose al desarrollo del
toldense clásico de Patagonia central y, tal vez también, a las poblaciones de la región
pampeana. En todo caso, se asientan con claridad en el Norte Chico chileno y la región de
Cuyo en Argentina, donde establecen un desarrollo histórico prolongado, a partir de el cual se
extenderán también hacia el este y hacia el sur.
El hecho que resalta notablemente es que, en los Andes meridionales como en las
Sierras Centrales argentinas, coexistieron territorialmente y debieron interactuar regularmente
con las comunidades del modo de vida de los antiguos cazadores andinos, caracterizados en
éstas regiones por la tradición de puntas foliáceas. Y es particularmente interesante constatar
que, aún ocupando el mismo territorio y, a veces, los mismos sitios, se mantienen
culturalmente diferenciados de aquellos, separando -por ejemplo- sus lugares y modalidades
de enterramiento.
A partir del 5.000 a.C., esta población se extiende hacia las Sierras Centrales de
Córdoba y San Luis y hacia las pampas en Argentina, lo mismo que hacia la zona central de
Chile.
En las Sierras Centrales están presentes en los sitios de Intihuasi, Ongamira y Casa
de Piedra, donde parecen interactuar cómodamente con la tradición de cazadores
"ayampitinenses", pues coexisten en ellos las puntas foliáceas y triangulares.
En la zona central de Chile, la moda de las puntas triangulares que éste pueblo
introduce viene a sustituir, algo antes del 4.000 a.C., el uso de puntas foliáceas. También
desarrollan allí un sistema de complementación económica entre la costa, donde se les
identifica como "complejo Papudo", y los valles del interior, donde están claramente
representados en los sitios de Tagua Tagua II y Cuchipuy II. Además, mantienen vínculos con
grupos culturalmente similares del otro lado de la Cordillera de Los Andes.
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 403

Una cuestión por dilucidar es la relación de éstos pueblos con aquellos de la región
pampeana y patagónica. Pensamos que participan de la ocupación de la región pampeana,
vinculándose con los descendientes de la tradición toldense. Por otro lado, coexisten no sólo
en las Sierras Centrales, sino también en el noroeste argentino (Inca Cueva) y aún en Lípez, al
sur de Bolivia, con evidencias atribuidas a migraciones de poblaciones de origen patagónico.
Identificadas éstas por el uso de puntas triangulares de base convexa o acuminada y extremo
distal particularmente aguzado.
Parece ser que es la relación con éstas comunidades la que pone de moda en toda la
región andina de "tradición foliácea" el uso generalizado de puntas triangulares y cuentas de
piedra pulida. Moda que se generalizará plenamente por el 3.500 a.C., alcanzando hasta las
comunidades que habitaban en el Ecuador. Ello nos estaría indicando una interacción
estrecha, probablemente mediada por un ágil proceso de intercambios, entre comunidades de
dos modos de vida y tradiciones culturalmente diferenciadas. Estamos hablando de una época
en que ya se desarrollaba la revolución tribal por parte de los cazadores recolectores del
trópico sudamericano en las costas ecuatorianas. Proceso que impactaría rápidamente a las
comunidades andinas hacia el sur, precisamente a través de sistemas de intercambios que
buscaban amortiguar las presiones expansionistas de las nuevas comunidades agropecuarias.
Todo lo cual indicaría que, a pesar de las grandes distancias y de la relativa autarquía de las
comunidades primitivas, el mundo andino constituía ya un sistema en formación, de
interacciones socioculturales diferenciadas, pero interconectado.
Las diferencias culturales de estas comunidades con las del antiguo modo de vida de
los cazadores panandinos se aprecian principalmente en algunas características de la
tecnología lítica y la tipología de las piezas. Estas van desde la producción de lascas poco
espesas como matrices para elaborar su instrumental, incluyendo las mencionadas puntas
triangulares, generalmente de sección delgada, para cuyo enmangamiento se requirieron
también modalidades específicas. Pero comparten con aquellos el uso de lanzadardos y el
desarrollo de cestería con técnicas de entrelazado y espiral. Y, aún cuando en las zonas que
habitaron estos cazadores surandinos la producción cerámica es tardía, desde tiempos remotos
recubrían sus cestos con barro para exponerlos al fuego.
Merece notarse que el sitio de San Pedro Viejo, que habitaron por largo tiempo, es
uno de los muy escasos que, fuera de la Patagonia, presentan pinturas parietales con negativos
de manos en Sudamérica.
En cuanto a su alimentación, desde las épocas mas tempranas realizaron una variada
colecta vegetal que también incluyó maíz, porotos y ají. Las presas de caza preferidas en los
sitios andinos fueron camélidos y roedores. Y, en las Sierras Centrales argentinas, guanacos y
avestruces.
Sus testimonios arqueológicos los muestran como hábiles artesanos en el labrado y
decoración de maderas y huesos, produciendo objetos diversos, entre los que se contaban
instrumentos musicales. Igualmente diestros fueron en la lapidaria, técnica con que
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 404

produjeron abundantemente cuentas de collares. También son los productores de las piedras
horadadas de diferentes tamaños y funciones que abundan en Chile central y el Norte Chico.
Esta población se incorporó a su vez, aunque tardíamente, a la revolución tribal y
agropecuaria.

Tradición de cazadores del norte.


En la región noroccidental de Sudamérica hay una buena cantidad de hallazgos de un tipo
particular de puntas denominadas "cola, de pescado". Los suficientes como para atestiguar
con claridad la presencia de una población distinta a las ya mencionadas, pero demasiado
exiguos como para inferir algo mas sobre las particularidades de su modo de vida en el
continente meridional.
El tipo de puntas "cola de pescado" es muy similar aquellas que caracterizan a las
ocupaciones mas antiguas de la Patagonia austral. Por una serie de circunstancias, hace unas
dos o tres décadas se pensaba que esas antiguas ocupaciones patagónicas representaban una
expansión meridional del llamado "complejo El Llano" de Norteamérica y que las puntas
"cola de pescado" constituían una transformación de las puntas acanaladas tipo "Clovis", a las
cuales se les formaba un pedúnculo estrechando la base enmangable. No obstante, las
ocupaciones del extremo sur oriental sudamericano resultan ser tanto o más antiguas que la
cultura Clovis norteamericana y las "colas de pescado" ecuatorianas eran no menos de dos
milenios mas tardías.
Es mi opinión la de que esta presencia noroccidental en la América del Sur
corresponde a una población distinta de la del Cono Sur y que constituye efectivamente una
expansión hacia el sur por parte de cazadores derivados del Complejo El Llano. Sus variantes
tipológicas pueden seguirse muy bien a través de México y Centroamérica, en Sonora,
Hidalgo y Chiapas. En el sureste mexicano (Cueva de los Grifos) poseen una datación de
7.300 años a.C.. Luego se encuentran asociadas a puntas acanaladas claramente similares a las
Clovis en Turrialba (Costa Rica) o Lago Madden (Panamá).
Ya en Sudamérica, estas puntas y las formas que se les asocian, se encuentran en
Bahía Gloria, Restrepo y Cajibío en Colombia; en Paraguaná y en dos sitios cerca de Quíbor -
como La Hundición- en Venezuela; en El Inga, Papallaqta y El Azuay en Ecuador y en los
sitios de La Cumbre y Piura Alto e incluso, tal vez, en alguno de Ayacucho, en el Perú.
Su cronología en la región andina septentrional puede ir de poco antes del 7.000 al
5.000 a.C.. Sin embargo, todavía la información arqueológica sobre sus contextos, tipos de
actividades o relaciones con las otras poblaciones contemporáneas es del todo insuficiente
como para avanzar mayores inferencias.
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 405

Características de las formaciones


cazadoras recolectoras pre-tribales.
La posibilidad de explicarnos las características de estas antiguas poblaciones andinas o dar
cuenta de fenómenos como su evidente coexistencia en los mismos territorios, nos conduce a
la necesidad de entender las características estructurales mas generales y que fueron
compartidas por las sociedades mencionadas.
Su estructura social básica consiste en un sistema de relaciones sociales que se
organizan en torno a las actividades, entonces vitalmente centrales, de obtención de alimentos.
Los rubros principales de la economía consistían en: a) la obtención de alimentos, b) la
producción de instrumentos y, c) la producción de bienes no alimenticios, como vestimenta,
adornos etc..
Las actividades del proceso productivo orientadas a la procuración de alimentos se
caracterizaban por ser actividades apropiadoras. Lo que significa que la comunidad no
invertía fuerza de trabajo en el control directo de la reproducción biológica de las especies
biológicas que constituían la base de la alimentación. Los animales y plantas eran capturados
o recolectados tal como los ofrecía la naturaleza. No existía aún lo que, en sentido mas
restringido, se concibe como producción de alimentos. Lo cual no significa que las
actividades de apropiación no implicaran inversión de fuerza de trabajo organizados en una
diversidad de procesos laborales, tanto para la captura por caza o pesca y la recolección, como
para la transformación de animales y plantas apropiados en bienes consumibles.
Esto significaba que las sociedades cazadoras recolectoras estaban sometidas, mas
que cualquier sociedad con otro tipo de economía, a los riesgos imprevisibles de los cambios
medioambientales y contingencias ecológicas diversas. La experiencia histórica debió
enseñarles que la depredación excesiva de determinados recursos biológicos o minerales no
renovables podía conducir a su extinción o agotamiento. De ahí que estos pueblos
desarrollaron una tendencia no solo a no sobreexplotar, sino a mantener un margen de reserva
de recursos potenciales, para hacer frente al carácter impredecible de las contingencias
medioambientales que podían afectar drásticamente a su economía.
Otra característica de esta economía, que nos permitirá entender las particularidades
de sus sistemas de relaciones sociales, tiene que ver con el hecho de que los ciclos de
producción-consumo de alimentos son breves y necesariamente continuos En los pueblos
cazadores recolectores nómades, estrictamente pre-tribales, los ciclos entre producción
(apropiación) de alimentos y consumo son breves, porque tienden a eliminarse los procesos de
conservación, almacenamiento o transporte de alimentos, facilitando, entre otras cosas, su
movilidad. Con lo cual, al eliminarse rápidamente la producción a través del consumo, se
genera la necesidad inmediata de nueva obtención de alimentos. Es obvio que la continuidad
necesaria de los ciclos producción-consumo, la imposibilidad de su interrupción, obedece al
hecho de que de ellos depende rigurosamente la sobrevivencia cotidiana. Como veremos, la
tendencia a suprimir la preservación y almacenaje de alimentos no obedece a impedimentos
técnicos, sino mas bien a restricciones sociales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 406

Por otro lado, la producción, en general, era subsistencial. Es decir, no se producía


un volumen de bienes mas allá de lo que se consideraba históricamente necesario para la
sobrevivencia. Característica condicionada sólo en parte por la tendencia a la no
sobreexplotación del medio natural. En otros términos, no había una producción sistemática
de excedentes, esto es, bienes o trabajos que el productor directo realizara perdiendo la
capacidad de disponer sobre ellos.
Los bienes eran distribuidos diferencialmente, de acuerdo a las necesidades de los individuos
en las distintas posiciones y momentos de su ciclo vital, sin que hubiera necesidad de
plusproductos ni excedentes acumulables de manera sistemática o permanente.
El desarrollo de las fuerzas productivas de estas sociedades dependía: a) de la
productividad natural del medio, factor no controlado por los hombres, b) del desarrollo
tecnológico, limitado por las restricciones a la predación excesiva y c) de la organización de
los sistemas generales de complementación económica. Este último es el que la sociedad
podía controlar, optimizando el uso adecuado de la fuerza de trabajo en su distribución
espacio temporal, la diversificación de los recursos utilizados y la tecnología empleada. Como
vimos, gracias a la disponibilidad de los antecedentes arqueológicos, el modo de vida de los
antiguos cazadores recolectores andinos, consiguió desarrollar una gran eficacia productiva,
racionalizando la combinación de los criterios mencionados.
En cuanto a las formas de organización social, podemos decir que la unidad básica
de organización social, que era principalmente un grupo de producción y consumo, fue la
unidad doméstica, que se organizaba tendiendo a incluir en su seno a todas las posiciones en
la división del trabajo que era eminentemente regida por criterios de sexo y edad. Las
unidades doméstica se agrupaban regularmente en grupos de cooperación más amplios,
constituidas por unas cuatro o seis de ellas conformando las que se han denominado hordas o
bandas mínimas. Las cuales se insertaban en grupos mayores de cooperación y reciprocidad
regulados por sistemas de linajes.
Estas unidades domésticas tendían a coincidir con las unidades de reproducción
biológica, reguladas por distintos sistemas de filiación. No obstante, la correspondencia entre
la adhesión de los grupos de producción-consumo y los de filiación reproductiva no tenía un
carácter necesario y, desde luego, era mucho mas flexible que en las sociedades tribales.
Si atendemos a la relación de correspondencia que se establece entre las fuerzas
productivas y las relaciones sociales de producción, podremos apreciar sus particularidades
distintivas en las sociedades pre-tribales. Puede decirse que, dadas las características de la
economía, el signo de las fuerzas productivas es el de la precariedad. La precariedad se debe
a la confluencia de los factores mencionados: no se controla directamente la disponibilidad de
recursos naturales, los ciclos producción-consumo son breves y, no habiendo preservación y
almacenaje permanente de alimentos, no pueden ser interrumpidos. Lo que significa que
cualquier circunstancia que lleve a un descenso importante o a la interrupción de los ciclos
producción-consumo, pone en riesgo real la sobrevivencia de los individuos o de las unidades
domésticas. Los factores contingentes que pueden provocar carencias vitales son variados y
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 407

constituyen una amenaza potencial permanente. El riesgo de carencias no se manifiesta, claro


está, solo en relación con la alimentación, sino también, eventualmente, de instrumentos o de
algunas materias primas para reponerlos. Una embarcación dañada o un arco quebrado
constituyen también una situación difícil
La forma como estas sociedades resuelven el riesgo permanente de carencias o de
déficits severos, es a través de un sistema de relaciones sociales de reciprocidad. La
reciprocidad es un compromiso social que consiste en el derecho de cualquier miembro o
grupo de la sociedad a ser auxiliado en sus necesidades por los demás, cuando está sometido a
carencias. Derecho que se adquiere a través de asumir, recíprocamente, la obligación de
ayudar a cualquiera otro que se encuentre en situación difícil.
El riesgo de carencia es permanente y, en ese sentido, previsible. Pero no es
previsible cuándo ni quiénes estarán sometidos a ellas. De ahí que el compromiso de
reciprocidad que une a los miembros y grupos de una sociedad cazadora recolectora no puede
ser individual, sino colectivo.
El sistema de relaciones sociales de reciprocidad es, de hecho, la forma que asume,
entre los cazadores recolectores pre-tribales, el sistema de relaciones sociales de producción,
que se fundamenta en un sistema de relaciones de propiedad que los agentes de la producción
establecen sobre los elementos del proceso productivo: la fuerza de trabajo, los instrumentos y
los objetos de trabajo. Estos constituyen los contenidos de la propiedad. Desde el punto de
vista de los contenidos de la propiedad, podemos decir que las relaciones sociales que
distinguen a este modo de producción, consisten en el establecimiento de propiedad colectiva
sobre la fuerza de trabajo y sobre los instrumentos de producción. No se ha conformado
históricamente la propiedad sobre los objetos naturales de producción. En tanto se mantenga
la disponibilidad natural de esos medios, no es necesario establecer la capacidad social de
disponer sobre los mismos, que es la propiedad. No hay necesidad de establecer propiedad
sobre los objetos naturales de trabajo, pues no se ha invertido en ellos fuerza de trabajo que
fuera necesario defender. Tampoco la precariedad de las fuerzas productivas otorga muchas
posibilidades de hacerlo, al menos de manera permanente.
Esto es lo que explica el que, si bien las comunidades cazadoras recolectoras que
hemos visto para las regiones andinas, tenían una territorialidad (como ocurre hasta en las
especies animales), no tenían propiedad territorial y eran capaces de compartir, por milenios,
los mismos espacios geográficos. En parte, como hemos visto, los conflictos potenciales se
evitaron desarrollando modos de vida distintos, orientados a la explotación preferencial de
recursos distintos. Lo que nos muestra, de paso, que el medio ambiente no es determinante de
los sistemas económicos y sociales que los pueblos desarrollaron. Que, mas que
"adaptaciones", se trata de diferentes opciones a través de las cuales la sociedad humana
enfrentó a su medio ambiente, transformándolo para satisfacer sus necesidades. Que en gran
medida las limitaciones han tenido mas que ver con el grado de desarrollo de las fuerzas
productivas que con las restricciones -también existentes, desde luego- del medio natural.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 408

El carácter colectivo de la forma de la propiedad implica que cada miembro o grupo


de la comunidad tiene el derecho a disponer sobre el uso de la fuerza de trabajo y los
instrumentos que poseen los demás y que la comunidad, representada en los demás
comuneros, retiene igualmente la capacidad de disponer de la fuerza de trabajo y los
instrumentos que cada individuo o grupo posee. Desde luego que la posesión, como capacidad
de uso -que en este caso es un derecho y una obligación-, tiene formas individuales o
particulares de cada grupo integrante de la comunidad.
Las relaciones de reciprocidad se realizan, por lo general, en un amplio y, a veces,
complejo sistema de distribución e intercambios diferidos de bienes, que no detallaremos acá.
Superestructuralmente, la formación pre-tribal se caracteriza por una escasa
diferenciación entre las esferas de la institucionalidad y la conciencia social. De hecho, el
sistema no es tan complejo como para no poder ser representado por cualquier miembro de la
comunidad. Y los riesgos de la precariedad son suficientemente compulsivos como para no
requerir de aparatos institucionales complejos para regular la conducta social dentro del
sistema. La inhibición de la acumulación y el almacenamiento, mas que a limitaciones
técnicas, obedecía a restricciones sociales que, manteniendo la situación generalizada de
precariedad, hacía necesaria la permanencia del sistema de relaciones de reciprocidad.
Es claro que, en tales condiciones, la cohesión social se aseguraba a través de
rigurosos sistemas de valores y normas, que las mismas unidades domésticas u hordas se
encargaban de hacer respetar, por propia conveniencia. Como es de esperar, la estructuración
de la conciencia social y de los sistemas de valores que integran la afectividad asociada a las
representaciones cognitivas de la realidad, giró principalmente en torno a la proyección
simbólica de las relaciones sociales de reciprocidad. Estos sistemas de valores que regían las
relaciones humanas, fomentando la generosidad y limitando el abuso hacia los demás
integrantes de la sociedad, regulaban también -bajo concepciones animistas- las relaciones
con la naturaleza, evitando su predación excesiva y el riesgo de que ésta se desquitara
negando los recursos de subsistencia.
Un sistema social cuyas bases materiales esbozamos brevemente, entra en crisis
cuando el particular sistema de relaciones de reciprocidad resulta incapaz de asegurar la
sobrevivencia de sus miembros a través de los recursos naturales accesibles a la tecnología
apropiadora. La crisis del sistema se desenvolverá como un proceso de contradicciones entre
población y fuerza de trabajo, instrumental y tecnología y objetos naturales de trabajo, que
conducirá a nuevas formas de organización social. Estas deberán permitir la elevación de la
productividad del trabajo y la estabilidad o el crecimiento de la población.
Esos procesos, de los que tratarán los proximos capítulos, tuvieron lugar en los
Andes, a partir de una historia propia de milenarios desarrollos regionales e interacciones
intercomunales.
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 409

Bibliografía

Bate, Luis Felipe


1983 Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica. Historia
General de América, Vol. 2, tomos I y II. Ediciones de la Presidencia de la República.
Caracas.
1986 El modo de producción cazador recolector.Boletín de Antropología Americana, nº 13.
Schobinger, Juan
1988 Prehistoria de Sudamérica. Culturas precerámicas.Alianza América, Col. Quinto
Centenario. Madrid.
Testart, Alain
1985 Le communisme primitif. I Economie et idéologie. Editions de la Maison des Sciences
de l'Homme. Paris
¿TEHUELCHES Y CHONOS?
SOBRE LA APERTURA DE LAS RELACIONES
COMUNALES.

Resumen.
El sitio Alero del Toro se encuentra en la selva costera de Aysen, que constituyó una barrera
de muy difícil tránsito entre los territorios de los antecesores de aónikenk y chonos. No
obstante, el registro muestra que fué atravesada. No habiendo razones para explicar ese paso
-probablemente ocasional- por motivos económicos, se sugiere la hipótesis de que obedecería
a la búsqueda de relaciones de apareamiento y filiación, como ocurrió en otras zonas
patagónicas de más fácil acceso.
A propósito de lo cual se discute el concepto de comunidades étnicas como sistemas
cerrados, en un intento de despertar interés por un debate acerca de las estructuras y procesos
sociales que explicarían la historia de los cazadores recolectores del extremo Austral.
Temática notablemente descuidada, dado el predominio de concepciones ambientalistas y
adaptacionistas que eluden el tratamiento de los problemas sustantivos de la organización
social y no consideran a los pueblos fuego-patagónicos como agentes de su propia historia
sino como epifenómenos de los cambios climáticos y biogeográficos.


Escrito en 2005, para las Sextas Jornadas de Arqueología de la Patagonia, a las que no pude asistir al serme
retirado el apoyo institucional del I.N.A.H., que ya se me había otorgado. Rechazado para su publicación en
Magallania, revista del Instituto de la Patagonia en Punta Arenas. Dictaminado por el Dr. Francisco Mena.
Por cierto, Magallania tampoco aceptó para publicación nuestro trabajo “Arqueología, genética y lingüística”
[ver Bate y Terrazas, en este volumen], por ser “teórico” y no responder a sus políticas editoriales. Por lo visto,
dichas políticas excluyen concepciones teóricas que difieran del ambientalismo y adaptacionismo al que
aludimos, reflejando el miedo de los arqueólogos australes a ser considerados científicos sociales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 412

Antecedentes.
La importancia de los hallazgos del Alero del Toro -resultantes, por lo demás, de un trabajo
breve y somero realizado con Francisco Mena en 1999322- no estriba en su espectacularidad,
abundancia o gran antigüedad de los restos arqueológicos allí encontrados, ni en la
circunstancia de ser el primer sitio con sus particulares características registrado para esa
amplia zona del bosque selvático de Patagonia central. Reside, más bien, en el interés de las
preguntas que nos obliga a formular y de los problemas explicativos implicados en su
consideración. Apuntaré acá algunos de ellos, tanto en relación a cuestiones generales de la
teoría sobre pueblos cazadores recolectores, como a la situación histórico concreta en cuyo
contexto se discuten.
Redacté la primera versión de este artículo en 2000, antes de recibir el resultado de
una datación radiocarbónica solicitada por Mena. No obstante, conservaré la versión original
que obligaba a hacer consideraciones en torno a la cronología e identidad de los grupos
sociales posiblemente implicados que, dado el estado de las investigaciones, aún merecen
atención. Y agregaremos las precisiones mayores que nos permite un primer fechado
radiocarbónico. También con posterioridad redactamos un artículo con una propuesta de
conceptualización teórica del modo de reproducción en sociedades pretribales [Bate y Terrazas
2004] motivado, en parte, por la problemática tratada en este artículo y que permite ampliar y
precisar las consideraciones acá apuntadas.

Consideraciones generales.
Uno de los problemas planteados por investigadores de las sociedades cazadoras recolectoras
-particularmente a propósito de las diferencias entre el Paleolítico Medio y Superior en
Europa central- ha sido el del surgimiento y desarrollo de estilos regionales manifiestos en
diversas expresiones culturales de los mismos, tales como en la tipología del instrumental o el
"arte" rupestre [ver Gilman, 1984].
Una contribución significativa a esta cuestión, aún no resuelta, han sido los trabajos de
Martin Wobst, tanto sobre redes de apareamiento [1974 y 1976], como sobre los estilos
culturales entendidos como formas de comunicación de información [1977]. Aunque
planteadas en un contexto diferente a las discusiones de la arqueología sobre el tema, son
igualmente relevantes las distinciones precisadas por Claude Meillassoux [1977] entre
adhesión y parentesco, acoplamiento y filiación o patrones de movilidad, descendencia y
residencia. Por nuestra parte, hemos formalizado una propuesta para explicar las
singularidades formales de la cultura como manifestaciones fenoménicas de los diversos
contenidos de una formación social [Bate, 1978]. A su vez, en el denominado "grupo Oaxtepec"
se propuso usar el concepto de modo de vida para designar a las mediaciones entre la

322
También colaboraron activamente en los trabajos Alian Gedda y Massimo Gedda, como parte del apoyo
logístico que nos brindó Francisco Gedda, director y productor del programa de televisión Al Sur del Mundo.
Igualmente agradecemos las atenciones y facilidades otorgadas por el propietario del predio, Dr. Horacio
Croxatto.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 413

dimensión fundamental y general de la estructura y causalidad social expresada en la


categoría de formación social y la singularidad aparente en la dimensión de la cultura. Se
refiere, por lo tanto, a vías particulares y alternativas del desarrollo de una formación social
[ver Vargas, 1985; Veloz Maggiolo, 1987 o Bate, 1998].

También es pertinente anotar que hemos hecho una distinción entre sociedades pre-
tribales y tribales, la cual no se funda en diferencias de la tecnoeconomía básica, sino de los
contenidos de las relaciones sociales de producción fundamentales y, por lo tanto, del modo
de producción323. Lo dicho para indicar que, en el caso presente, asumiremos que estamos
tratando con sociedades pre-tribales. Lo que supone que las ocupaciones de cazadores
presuntamente provenientes de las estepas patagónicas serían anteriores a la adquisición del
caballo europeo, factor que los condujo a la tribalización.
El hecho es que, para las sociedades cazadoras recolectoras pre-tribales, las
singularidades estilísticas observables en el registro arqueológico pueden ser la manifestación
cultural de diversos tipos de relaciones, independientemente de la posible intención
comunicativa de los grupos sociales que las entablaron. Entre las relaciones sociales
características -aunque no exclusivas- de estos pueblos podemos considerar:
a) Las relaciones sociales de reproducción que constituyen las formas reales de
mediación social orientadas a organizar socialmente la reproducción biológica de la especie
humana y a su formación como fuerza de trabajo potencial324. De acuerdo a Meillassoux [ob.
cit.] es necesario distinguir entre las relaciones de acoplamiento y la colocación de la
descendencia. Las normas que definen los acoplamientos posibles tienden a conformar lo que
Wobst ha denominado redes de apareamiento. O, como prefiere Gilman, tomando una
expresión de Williams [1974], "closed connubia". Las relaciones de filiación, por su parte,
condicionan a qué unidades sociales será asignada la descendencia. Asignación que se
objetiva o realiza principalmente a través de los patrones de movilidad de los adultos en edad
reproductiva325. Como lo dice Meillassoux:
A un nivel estrictamente funcional e independientemente de las reglas de filiación o
residencia, se establecen dos formas de movilidad de los adultos púberes (que muchas
veces son también normas en razón de su relativa incompatibilidad), dos formas de
movilidad previas a las relaciones de filiación y cuyas implicaciones demográficas,
sociales y políticas me parecen decisivas.
En un primer caso las mujeres permanecen e su comunidad de origen y los hombres
son invitados a procrear y, eventualmente, a residir en ella [...]
En el segundo caso las mujeres, cambiadas sobre una base de reciprocidad, no
procrean en sus comunidades sino en una comunidad aliada que recoge la descendencia.
[1977:44]

323
Bate, 1986 y 2004.
324
Esto, desde luego, entre las distintas actividades de socialización que producen individuos capacitados para
vivir en sociedad.
325
Las reglas de residencia y descendencia serían la representación superestructural, de formato normativo, de
los modos reales de movilidad. La realidad, por lo tanto, puede corresponder o no a tales preceptos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 414

Cabe señalar que las relaciones sociales de reproducción condicionan la estructura de


la población que se manifiesta en determinadas configuraciones demográficas (proporción de
sexos, distribución de edades, morbilidad, mortalidad, expectativas de vida, etc.).
b) Las relaciones de adhesión laboral de diverso orden. Entre ellas nos parece
relevante apuntar las que constituyen lo que hemos denominado sistemas de complementación
económica326. Se trata de la organización de grupos de población en torno a la distribución
espacio-temporal de la fuerza de trabajo para la realización de las tareas productivas, siendo
central la apropiación de alimentos. Son relaciones técnicas de producción condicionadas por
la distribución espacial de los recursos en el medio natural así como, en el caso de los
recursos bióticos, por sus ciclos de desarrollo temporal, como la estacionalidad o
desplazamientos.
Los sistemas de complementación económica se organizarían tendiendo a optimizar la
relación entre dos principios estructuradores. En primer lugar, la asignación de la fuerza de
trabajo a los lugares y momentos de mayor productividad. En segundo lugar, la
diversificación de recursos tendiente a limitar una predación excesiva que pudiera llevar a su
extinción o, en el caso de que esto ocurriera, a abrir posibilidades de sustitución. Desde luego
que, en la configuración de opciones, pueden operar también valores sociales ajenos a la
estricta racionalidad económica. Es claro que al optar por una combinación y secuencia
determinada de actividades y movimientos, se excluyen algunas otras alternativas posibles.
En otro lugar hemos mencionado que una forma de desarrollo de las fuerzas
productivas pudo consistir en una "división geográfica del trabajo", organizada a través de la
segmentación de la comunidad en diversos circuitos de complementación económica -
complementarios éstos entre sí- con lo cual se conseguiría acceder a los recursos aún en sus
momentos de baja productividad. Este copamiento del territorio se realizaría acortando los
desplazamientos, o restringiendo la circulación de los grupos a porciones territoriales
menores. Al ampliarse así la cobertura espacio-temporal de los recursos, es probable que ello
permitiera también acceder a algunos cuyos momentos de mayor productividad serían
desaprovechados al priorizarse otras opciones generales. Además, esto habría permitido
profundizar en el conocimiento concreto -acumulable en la memoria colectiva- de las
potencialidades del medio. Es claro que la complementación entre los distintos segmentos
comunales debió requerir de un sistema de intercambios.
c) Las relaciones sociales de producción, que definen la calidad distintiva del modo
de producción a través de relaciones de propiedad sobre los elementos del proceso productivo.
En las sociedades pre-tribales, las relaciones fundamentales de producción se establecen en
torno a la obtención de alimentos. La forma de la propiedad es colectiva y se asienta sobre la
fuerza de trabajo y los instrumentos, desplegándose en diversas formas de posesión
(capacidad de uso) particular o individual. Históricamente, no se ha establecido aún la
propiedad sobre los objetos naturales de trabajo. La apropiación de la naturaleza no es una
condición para la producción, sino el resultado de ésta. En tanto se mantiene la disponibilidad

326
Equivalen aproximadamente al concepto descriptivo de "complejo situacional" de Binford (1988)
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 415

natural de objetos de trabajo, no es necesario asentar la capacidad social de disponer de ellos,


es decir, la propiedad en sentido estricto. Lo que existe son diversas formas de posesión sobre
los recursos y/o el territorio, las cuales pueden llegar a ser objeto de estrictas regulaciones
sociales327.
Diversos arreglos de agrupación y alianzas, como la división en mitades/ secciones/
subsecciones o el parentesco clasificatorio y otras relaciones de afinidad son las formas
básicas que adquieren, en la sociedades pre-clasistas, las relaciones sociales de producción.
En el caso de las economías apropiadoras pre-tribales su papel central es regular las relaciones
de solidaridad necesarias para asegurar las condiciones de la producción y la sobrevivencia en
la situación de precariedad estructural y riesgo que caracteriza a las fuerzas productivas.
d) Sistemas de intercambio de bienes. Aún bajo diversas maneras de organización de
los grupos, parcialidades o comunidades en el territorio, el desarrollo de variados tipos de
relaciones de intercambio ha sido una forma de posibilitar el acceso a recursos o a productos
elaborados con recursos desigualmente distribuidos en los distintos medios geográficos.
Además, los sistemas de intercambio en estas comunidades constituyeron una importante
manera de reforzar relaciones de solidaridad o, al menos, de no agresión. De hecho, la
reciprocidad característica de las sociedades pre-tribales es la manifestación aparente de las
relaciones sociales de producción realizándose en el ámbito de la circulación.
Ahora bien, volviendo al punto de las manifestaciones culturales arqueológicamente
observables, se acepta que -en las comunidades primitivas de cazadores recolectores- la
conformación de los "estilos"328 regionales puede ser la expresión de esos diversos tipos de
relaciones sociales, entre otros. Aunque, como advierte Wobst:
...abandonamos el campo del consenso arqueológico cuando consideramos el papel de los
artefactos en el intercambio de información como, por ejemplo, en la simbolización del
territorio, o de fronteras sociales, en el contexto ritual, en el sustento de la etnicidad o en
la mantención y refuerzo de redes de apareamiento, relaciones de intercambio o [otros]
arreglos estructurales. [1977: 320]
En lo que no hay consenso es en cuanto a cuáles serían las relaciones sociales
manifiestas en los diversos estilos regionales.
También aprovecharemos esta referencia para señalar que algunas de las dimensiones
sociales, que podrían aparecer manifiestas como estilos regionales, involucrarían a diversas
combinaciones de relaciones sociales que necesitamos diferenciar sólo con fines analíticos.
Así tendríamos, a manera de ejemplos:

327
La posesión es el precedente histórico de la propiedad y, posteriormente, un componente de ella.
328
Tal vez es necesario apuntar que el concepto de "estilo" en arqueología no es autoevidente -ni neutro- como
advierten Conkey y Hastorf, editoras de una obra dedicada al tema. Más bien tiene múltiples significados,
generalmente imprecisos y difícilmente podrían unificarse. Las citadas autoras intuyen atinadamente que "Any
general theory of style that is [sic] so inclusive as to cover the range of assumptions noted above (and perhaps
more) may also be not much different from a general notion of culture" [Conkey & Hastorf 1990: 2].
De hecho, en tanto parto de una formalización teórica definida de la categoría de cultura, entiendo a los
"estilos" como manifestación cultural (fenoménica) de actividades y relaciones sociales, plasmadas en el
registro arqueológico en artefactos y patrones de distribución.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 416

e) La posesión territorial de los grupos componentes de una "comunidad", que puede


estar referida al espacio de operación de sistemas de complementación económica, en
coincidencia (al menos parcial) con unidades sociales definidas a través del parentesco
clasificatorio, involucrando a unidades domésticas que también constituyan unidades de
reproducción.
f) Identidades de género, implicando a grupos social y culturalmente diferenciados
que, al menos respecto a su base biológica de referencia, establecen vínculos necesarios en
torno a las relaciones de reproducción. Pero que pueden distinguirse espacialmente en los
ámbitos de realización de actividades productivas (adhesión laboral) asignadas
diferencialmente de acuerdo a la división doméstica del trabajo329.
Por supuesto, los diversos tipos de relaciones sociales mencionadas se articulan e
integran de diversas maneras y, para ello, deben encontrar múltiples puntos de coincidencia en
el tiempo y el espacio.
No obstante, aunque entre los autores ocupados de estos temas no haya consenso
respecto a cuáles serían las relaciones sociales específicas destacadas en la dimensión cultural
como "estilos regionales", parece haber un acuerdo implícito en cuanto a que éstos tienden a
coincidir con la "comunidad". Es decir, que habría una comunidad conformada como una
unidad social total, en cuyo sistema se integran -más o menos armónicamente- las diversas
relaciones constitutivas de la sociedad, distinguiéndose de otras comunidades330. Lo cual nos
enfrentará a la necesidad de discutir los conceptos mismos de comunidad, de etnia o de
comunidad lingüística331.
Es posible que haya habido algunas comunidades, en situación de aislamiento, donde
la identidad étnica coincidiera con un sistema completo y cerrado de relaciones sociales de
producción, reproducción, intercambios, institucionalidad, cosmovisión y sistema de valores e
idioma. Pero pienso que, si las hubo, debieron ser las menos. Es mucho más probable que las
comunidades, sin ser cerradas, hayan podido mantener una identidad cambiante pero
distintiva a través de largos períodos históricos, aún coexistiendo con otras en las mismas
regiones.
Intentando alentar un necesario debate sobre este tema, partiré de algunas premisas y
conceptos para derivar de ellos algunas de sus implicaciones sociales y sus posibles efectos en
el registro arqueológico.

329
Que, además de la edad, tiene como referencia al género y no necesariamente al sexo, es decir, es social y no
biológica. La cualificación de las categorías de edad son igualmente sociales.
330
Aún cuando se hayan rechazado las identificaciones cultura:etnia, cultura:comunidad o cultura:sociedad y
aunque el punto ha sido implicado en algunas discusiones importantes de la sociología, en éste supuesto tácito
tienden a coincidir desde el difusionismo histórico cultural, el particularismo culturalista, el neoevolucionismo y
el marxismo childeano hasta el funcionalismo. Yo mismo he incurrido en la identificación de cultura
arqueológica-etnia [Bate 1982], lo cual es una simplificación que debe ser replanteada.
331
Entiendo que intentar aclarar conceptos no significa intentar reducir el reflejo de la realidad, siempre
altamente compleja, a la cómoda simplicidad de términos sencillos y redondos, de transparente correspondencia
con los registros empíricos. Eso sería más bien rehuir al compromiso de explicación de la realidad, que se
supone es la tarea de las ciencias.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 417

Antes que nada, aclararé el concepto de grupo social, que entiendo como un conjunto
de individuos que presentan en común una o diversas posiciones determinadas en torno a un
tipo de relaciones sociales (p.ej., de producción, reproducción, afinidad, etc.), con diversos
objetivos y niveles de organización. Por lo que el término de grupo social, en general, es
indeterminado en el sentido de que no indica cuál es el tipo de relaciones sociales que lo
constituyen.
Provisionalmente, entenderé a una comunidad primitiva, como un sistema integrado
por todos los tipos de relaciones sociales que permiten la reproducción de la totalidad social.
Las comunidades no son necesariamente sistemas cerrados.
Por lo tanto, algunos aspectos del desarrollo y la reproducción social pueden ser
resueltos por la comunidad a través del establecimiento de diversos tipos de relaciones con
otras comunidades (p.ej., intercambio de bienes o de gentes, sistemas de alianzas, etc.)332.
Como hipótesis general, sostengo que un factor central en la explicación de la
dinámica histórica de las comunidades primitivas de cazadores recolectores pre-tribales -que
desembocará en la revolución tribal- lo constituye la causalidad generada por las interacciones
entre comunidades, sean relaciones de alianzas o de conflictos.333
Así sería cómo las comunidades pre-tribales -con una economía apropiadora
estructuralmente precaria y una reproducción demográfica limitada (no ampliada)- resuelven
sus necesidades de reproducción social, enfrentando los cambios permanentes del medio
natural que constituye su fuente de recursos y ámbito de vida 334, así como los que genera la
misma interacción social.
Los vínculos entre comunidades, en distintas esferas de relaciones sociales, pueden
haberse establecido coyunturalmente o adquiriendo carácter estructural.
Como implicaciones sociales de estas premisas, apuntaremos que:
- Un individuo participa, simultánea y/o secuencialmente, en diversos grupos sociales.
Pero no todos los grupos sociales de los que participa están integrados por el mismo conjunto
de individuos.
- No todos los individuos nacidos y/o criados en los grupos sociales integrantes de una
comunidad determinada, deberán participar necesariamente sólo de las relaciones sociales de
la misma comunidad. De ahí que algunos individuos integrantes de algunos grupos sociales de

332
Como hace notar Wobst, siguiendo a Barth [Williams 1974:viii], las fronteras étnicas no surgen en ausencia
de comunicación entre grupos étnicos, sino que se establecen y mantienen precisamente como una relación entre
ellos. Lo mismo puede decirse del llamado "intercambio silencioso", en que los agentes que representan a los
grupos en relación no se encuentran físicamente.
333
Espero que quede claro que, cuando hablo de relaciones o interacciones entre comunidades, me estoy
refiriendo a relaciones de contenido social y no a las relaciones estilísticas manifiestas en la esfera cultural, que
sólo son una expresión fenoménica de aquellas.
En cualquier caso, quiero advertir que no es el objetivo de este artículo desarrollar esta hipótesis
general, sino sólo algunas de sus implicaciones.
334
Cambios que pueden ser graduales o catastróficos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 418

una comunidad pueden ser originarios de otra comunidad 335 y pueden seguir participando de
algunas relaciones sociales de su comunidad originaria.
Considerando las manifestaciones culturales que pueden tener efectos en el registro
arqueológico, podríamos decir que:
- Los diversos tipos de relaciones sociales que constituyen la estructura de una
comunidad (cerrada o abierta) pueden manifestarse, intencionada o involuntariamente, en
diversos elementos o combinaciones de elementos de la cultura material. Esto es, en las
pautas reales de comportamiento o en los elementos materiales producidos o usados por la
sociedad. Consecuentemente, se reflejarán en diversos aspectos o "items" del registro
arqueológico.
- Las manifestaciones, en la cultura material, de diversos tipos de relaciones sociales
no tienen que coincidir necesariamente en los mismos espacios. Por lo tanto, pueden generar
distintas distribuciones espaciales y en distintas escalas del registro arqueológico.
Este es un aspecto al cual se ha prestado poca atención en la arqueología sobre
cazadores recolectores en América. No abundan los estudios en que se intente correlacionar
con alguna precisión los diversos aspectos de la cultura material en el registro arqueológico.
Si se llevaran a cabo, lo más probable es que se descubriría que la distribución geográfica de
los estilos o subestilos de las representaciones rupestres, de la tipología característica de
diversas categorías de instrumentos líticos u óseos, de ornamentos de concha o las sepulturas,
no coinciden exactamente en los mismos espacios para los mismos rangos temporales. Y tal
vez pocos investigadores se sorprenderían, no porque haya respuestas para ello, sino porque
no se han formulado las preguntas.
A pesar de lo cual se mantiene el establecimiento de las "fases culturales" o "culturas",
definidas a través de privilegiar alguno de esos indicadores, bajo el supuesto de que
identificarían a determinadas comunidades étnicas.
En el caso de la Patagonia, los intentos de correlacionar las industrias líticas, la gráfica
rupestre y los tipos físicos, derivados principalmente de la propuestas de la Escuela de Buenos
Aires (Menghin, Bórmida y otros), se fundan en cronologías altamente imprecisas, en
supuestos culturales especulativos, en una interpretación equivocada de los materiales líticos
y, con seguridad, no corresponden a la realidad histórica.

A propósito del Alero del Toro.


Este sitio, ubicado en la zona del río Cisnes Medio, a unos 35 kilómetros del mar, se
encuentra en medio de la franja de selva lluviosa y fría del litoral pacífico de Patagonia
central336. La densidad del sotobosque hace extraordinariamente difícil desplazarse a pié,
donde no se hayan abierto "picadas" a golpe de instrumentos de hierro o motosierras o

335
Podría tratarse de individuos de más de una otra comunidad.
336
El sitio fué descubierto por el Sr. Ciro Hoencke Cayuqueo, quien trabaja para el Dr. Horacio Croxatto,
propietario del terreno en que se localiza el alero.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 419

caminos con motoconformadoras y dinamita. Una buena idea la da la descripción de la costa


de Chiloé continental que hace Margaret Bird en su diario de viaje del verano de 1935
Junius tried to go overland, but could not get past the crevasses. The woods are the
most impassable I have never seen -living trees lying on their sides and on one another in a
jackstraw mess which must be seen to be beleaved. All the trunks are thickly covered with
mosses, lichens, and ferns, and among the trees is a variety of undergrowth. [Bird & Bird,
1988:11]
La navegación en canoas es también casi imposible a lo largo de un río de peligroso
lecho rocoso, lleno de bloques y rodados de cualquier tamaño y de saltos de agua que
impedirían el avance mas allá de tramos muy cortos, de donde habría que portear la
embarcación por tierra. Hoy en día, son navegables en canoa los primeros 12 o 15 kilómetros
a partir de la desembocadura. Además, hacia el comienzo de las ocupaciones del alero, las
corrientes debieron ser mayores ya que el desnivel respecto al mar arrancaba, en ese punto,
unos diez metros sobre el cauce actual337.
Por ello es que, tradicionalmente, se ha considerado que los campos de hielo y la selva
litoral conformaron una formidable barrera física entre el bosque del interior continental338 y
la estepa que se extiende hasta el Atlántico, por un lado y, por otro, la intrincada costa del
Pacífico, haciendo muy improbable su tránsito. Opinión de la que he participado.
No obstante, el hecho innegable es que los seres humanos ocuparon el lugar, aún
cuando fueran breves paradas de paso entre el interior y la costa.
Hay que decir que el alero presenta, en relación a su entorno inmediato y a las
caractrísticas generales de la zona, una característica notable. Y es que, probablemente debido
a un efecto singular de la circulación del aire y a un buen drenaje del suelo arenoso, el
microambiente formado al interior de la línea de goteo es completamente seco. Al punto de
que era imposible retener los bordes de las excavaciones que, de tan secos, se desplomaban
por efecto de la gravedad. Y que, en los estratos de arena y ceniza volcánica del piso, se
conservaron perfectamente, tal vez por varios siglos, las hojas caídas de los árboles que
cierran el exterior del alero.
La elección del sitio resulta así muy explicable, pero no el hecho de que se haya
transitado por un medio tan difícil. Por lo pronto, se advertirá que estamos considerando al
curso medio del río Cisnes como un lugar de paso. Y es que, si se hubiera dado una ocupación
plena a esta zona, lo más probable es que un sitio de condiciones tan favorables para la
habitación habría presentado ocupaciones mucho más densas que las que ahí se registran. Por
lo demás, los pocos vestigios encontrados nos apuntan a elementos naturales y culturales
propios tanto de la costa como del interior.
La pregunta de la que partiremos se refiere a los motivos que llevaron a los ocupantes
del sitio a transitar por la zona, considerando:

337
El mismo topónimo regional alude a la topografía de la zona: "Aysen, derivado de áichern aike. Áichern
quiere decir 'torcido' en aóniko-áish, posiblemente por las curvas del río de igual nombre" [Escalada 1949:66].
338
Me refiero al bosque con predominancia de nothofagus, de sotobosque ralo que no impide el desplazamiento
a pié. Es lo que, en la región, se llama "monte colgado".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 420

a) El notable grado de dificultad que implica desplazarse en ese medio, dentro de las
posibilidades técnicas de una comunidad cazadora recolectora.
b) Que se trata de un hábitat marginal a los ámbitos de vida de los pueblos
arqueológica e históricamente conocidos para la región, tanto en el interior cordillerano y
estepario, como en el litoral selvático y el medio insular del Pacífico. Lo que nos lleva
necesariamente a notar que lo que se sabe de los pueblos que habitaron esas áreas en los
últimos dos a tres milenios es casi nada.
c) Que las tecnologías de apropiación de alimentos desarrolladas tanto por los
canoeros del litoral como por los cazadores esteparios y cordilleranos debieron ser limitadas y
poco eficientes para asegurar la sobrevivencia en la zona.
d) Que la productividad de los recursos accesibles a las tecnologías apropiadoras de
dichos pueblos no compensaría la sustitución ni siquiera temporal de sus recursos habituales.
En el caso de los cazadores esteparios, se encontrarían sin sus presas principales,
como el guanaco o el avestruz. Y uno de los instrumentos más usados, la boleadora, resultaría
imposible de manejar. Sin embargo, el uso de arco y flechas, de adquisición tardía, podría
haber servido bien para la caza de huemules y pudúes, cuyos restos se encuentran en el
sitio339. Y aunque son especies que complementarían el espectro de recursos de esas
poblaciones -como se constata en otros sitios de la Patagonia- es improbable que alcanzaran la
importancia y eficiencia como para substituir sus técnicas y dietas habituales.
Para los canoeros del Pacífico, no hay ningún recurso que no pudieran obtener
normalmente en la costa340 y faltan del todo las diversas especies marinas de muy alta
productividad que capturaban regularmente. Sí disponían de técnicas de pesca que explicarían
la presencia de una vértebra de pez, pero seguramente se trata de un ejemplar capturado en el
mar y traído al sitio.
De lo anterior concluimos que es ampliamente improbable que una motivación
económica explicara el hecho de que algunos miembros de las comunidades del interior o de
la costa se desplazaran hacia el territorio de la comunidad vecina, venciendo la elevada
dificultad de tránsito por esta zona.
La pregunta, por lo tanto, sigue en pié. En la ciencia, se intenta responder a las
preguntas a través de hipótesis. Estas se formulan como respuestas posibles, razonablemente
argumentadas, con diversas probabilidades de corresponder a la realidad. Hemos intentado
argumentar la baja probabilidad de que se tratara centralmente de un interés, por parte de
alguna de las comunidades involucradas, en el acceso directo o a través del intercambio a
recursos de la zona o del territorio de las comunidades vecinas. Lo cual no excluye el hecho

339
Desde luego, no debemos descartar la posibilidad de que hayan utilizado técnicas apropiadas a las
particularidades de este medio, incluyendo trampas u otras.
Por lo demás, la fecha de las ocupaciones iniciales las ubicarían bastante antes de la adopción del arco y
flecha en la Patagonia.
340
Donde probablemente el huemul fuera más escaso.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 421

de que ésto se haya dado, asociado secundariamente a las relaciones que pudieran haberse
establecido.
Pensamos que tampoco es probable que se trate de vínculos orientados a reforzar el
consenso en torno a las respectivas posesiones territoriales. Las características mismas del
ámbito selvático interior debieron conformar una frontera natural suficientemente nítida, por
lo menos como para no requerir de esfuerzos especiales para su definición.
Por ello, ensayaremos acá una hipótesis alternativa, relativa a los modos de
reproducción:
Las ocupaciones del Alero del Toro responderían al tránsito entre los territorios de
comunidades cazadoras recolectoras pre-tribales con modos de vida diferentes, orientadas al
establecimiento de relaciones de acoplamiento y filiación.
Como intento de responder a la pregunta de ¿por que se dió el transito en la zona que
nos ocupa?, esta hipótesis nos llevará a otra pregunta. Y es la de ¿qué razones pudieron llevar
a miembros de las comunidades involucradas a abrir sus redes de apareamiento a los
integrantes de comunidades con modos de vida y, probablemente, idiomas y tradiciones
culturales tan diferentes?. Cuestión que veremos más adelante.
No pretendemos acá desarrollar la contrastación de la hipótesis planteada, lo que
requerirá de la obtención y evaluación de datos e informaciones mas amplias de las que ahora
disponemos. Pero lo que es claro es que no se puede pretender encontrar respuestas a
preguntas que no hayan sido formuladas.
Por ello, no esperamos adelantar más que en la evaluación de la viabilidad de la
hipótesis, de sus implicaciones y de las condiciones que harían posible su contrastación. Ello
es lo que nos permitirá definir cómo y hacia qué objetivos orientar las próximas
investigaciones.
En este sentido, surgen algunas cuestiones inmediatas orientadas a intentar definir
mejor el problema. O, mejor dicho, a evidenciar la amplia gama de imprecisiones y
desconocimientos que lo circunscriben.
a. La primera de ellas se refiere a ¿qué pueblos fueron aquellos que podrían haber
establecido contacto en la zona que nos interesa?. Lo cual nos sitúa frente a uno de los
grandes vacíos de la arqueología y la historia de la Patagonia.
Por lo que se refiere a la etnografía basada en documentación histórica, ésta presenta
notables sesgos que, además, son desiguales. Para la costa, la información se refiere a un
hipotético grupo étnico que prácticamente se extingue como tal en el siglo XVIII, a raíz del
impacto de la presencia europea. En el interior patagónico el único panorama más o menos
claro -establecido por Casamiquela [1965]- se remite hasta el siglo XVIII, cuando ya los
grupos "tehuelches" habrían adquirido el caballo y, con ello, una movilidad que seguramente
modificó las distribuciones territoriales de los siglos anteriores. Vamos por partes.
Respecto a los canoeros del litoral, los llamados "chono" o "chono-waitekas", cuyo
gentilicio propio se desconoce, habrían ocupado la región comprendida por el litoral y
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 422

archipiélagos de Chiloé y Aysén. Antes de la ocupación del norte de Chiloé por los williche
(mapuches) se habrían extendido desde la costa sur de Llanquihue hasta la península de
Taitao. La única indicación de su presencia estaría dada por una toponimia consistentemente
identificable -aunque de significados desconocidos- y no atribuible de las lenguas mapuche o
kawéshqar propias de los pueblos con que habrían limitado al norte y al sur, respectivamente.
Por lo que se refiere a su tipo físico, aunque hay versiones notablemente dispares entre
los cronistas, la mayoría coincide en que serían de estatura baja y similares a sus vecinos
canoeros del sur. Por lo que algunos antropólogos se han aventurado a afirmar que serían
"fuéguidos", lo cual nos remite a las nomenclaturas establecidas por la "Escuela de Buenos
Aires" (Imbelloni, Bórmida) y que no son compartidas por todos los antropólogos físicos que
se ocupan de Sudamérica.
La información arqueológica disponible para esta extensa región no puede ser más
mezquina y poco clara. Los artículos con información provenientes de excavaciones no llegan
a un decena [Bird 1938, Díaz y Garretón 1973, Ocampo y Aspillaga 1984, Aspillaga et al. 1997, Porter, 1993,
Rivas et al 1999, Gaete y Navarro 2004]. Habría que agregar el único trabajo que recopila la
información disponible para Chiloé, hace cuarenta años [Vázquez de Acuña 1963].
La secuencia propuesta por Bird supone:
-una época representada en los concheros más antiguos, caracterizados por una
"desconcertante ausencia de artefactos" en los cuales sólo habrían quedado choppers
(unilaterally flaked hand axes) y lascas sin retoques.
-Luego, en lo que opina que podría ocurrir unos pocos siglos antes de la llegada de los
españoles, aparecerían puntas de arpón o cuchillos tallados bifacialmente y acabados por
presión. Junto con ellos aparecerían perforadores enmangados y hachas de piedra pulida, pero
no cerámica.
- Sólo en superficie encontró cerámica, junto con tiestos de cerámica vidriada europea.
Todo indica que la mayor parte de su información se basa en las excavaciones
realizadas en seis días en la isla Capera (Capera Wapi) en el seno de Reloncaví, frente a
Puerto Montt [Bird & Bird 1988].
El único trabajo que reporta con cierto detalle las excavaciones, estratigrafía y
proveniencia de los materiales descritos, es el de Díaz y Garretón sobre el Conchal de
Gamboa, situado en las riberas del río del mismo nombre en el fiordo de Castro, en la costa
oriental de la Isla Grande de Chiloé. Los autores afirman que, ante la ausencia total de
instrumentos de piedra pulida y cerámica, el conchero corresponde a ocupaciones de canoeros
anteriores a la presencia mapuche en Chiloé. Aunque en toda la secuencia se encuentran tanto
puntas foliáceas bifaciales como choppers, señalan que en los estratos inferiores predominan
los artefactos toscos de piedra y hueso. A partir de los estratos medios aparecen 23 cuentas de
collar en concha de lapa (fisurella sp.), un pendiente en concha y otros en hueso y canino341.

341
Reportan, en signos de interrogación, posibles cuentas en concha de almeja, aunque indican la posibilidad de
que las perforaciones no fueran intencionales sino debidas a una patología de los bivalvos.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 423

Y destacan el comienzo de la utilización de rocas volcánicas, incluyendo obsidiana, indicando


contactos con el continente.
También incluyen las únicas descripciones antropofísicas disponibles para la región,
sobre dos osamentas de individuos sepultados en el conchal.
El par de páginas publicadas por Ocampo y Aspillaga, informa escuetamente de las
prospecciones y excavaciones realizadas propiamente en los archipiélagos de las Guaytecas y
Chonos. Del sondeo realizado en un conchal de las Guaytecas -sitio Repollal 2- se obtuvo, en
la base, una fecha de 2.430+80 a.p. y de un alero con enterratorios en la isla Benjamín 342, una
fecha de 410+70 a.p., que data la práctica atribuida a los indios chono de sepultar a sus
muertos en cortezas de ciprés, con unas lajas encima. No hay ninguna descripción de
materiales, pero los autores aseveran que
Las características de esta muestra plantean una nueva problemática de poblamiento y
alteran en cierta medida el inventario cultural previo.
Aún con lo preliminar de la prospección los primeros resultados adquieren un valor
significativo para la formulación de hipótesis, y proveen de explicaciones a algunos
problemas de la prehistoria de la Patagonia .[ob.cit., pp. 155-156]
Sería muy interesante saber por qué tales afirmaciones pero, a más de quince años de
realizados los trabajos, siguen sin ser publicados.
Mucho más informativo resulta, por la riqueza de imágenes, el documental realizado
por Francisco Gedda, cuyo programa de televisión [Al sur del mundo], auspició dichos
trabajos [Gedda 1985].
Porter realizó sondeos sistemáticos en el sitio GUA-10, ubicado en una caleta de la
isla Gran Guaiteca. Se trata de un conchal, erosionado en la zona expuesta a las mareas
después del terremoto de 1960, que se continúa en una terraza más alta, ya forestada. La
mayor parte de los artefactos proviene de la zona intermareal, que ha vaciado el depósito de
concha, deflactando los elementos líticos, más pesados. En la base de los estratos culturales de
la parte forestada se obtuvo carbón, que fue datado en 5.020+90 años a.p.
Entre los artefactos ilustrados destacan cantos con muescas o ranuras piqueteadas,
probablemente pesas para la pesca, choppers, preformas bifaciales y puntas bifaciales
foliáceas, retocadas por presión.
En suma, lo que se puede decir es que no podemos definir una "fase" inicial
caracterizada sólo por choppers y otros artefactos toscos. Estos, sin duda, aparecerán en toda
la secuencia debido a que se trata de instrumentos adecuados tanto para la explotación de
recursos forestales como de mariscos. Otro ítem que aparece en todas las excavaciones son
las piedras abrasivas usadas muy probablemente para pulir o aguzar instrumentos de hueso.
La tipología de las puntas foliáceas se corresponde con aquella de los sitios de los canales

342
En la misma latitud del río Cisnes, al occidente del canal de Moraleda.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 424

australes, como Ponsomby343 o Lancha Pakewaia, con las cuales la fecha de cinco milenios es
coherente.
En 1997, Aspillaga, Ocampo, Olivares, Arensburg y Meyer y, en 1999, Rivas,
Ocampo y Aspillaga, reportan brevemente una excavación en Puente Quilo-1, Quetalmahue.
Bajo el estrato actual hay una capa con fragmentos cerámicos. Luego, dos estratos con lascas,
láminas y puntas foliáceas. El inferior presenta una fecha radiocarbónica de 5.500 años a.p.
con enterratorios. Los restos antropofísicos, segun los autores, presentan más parecidos con
los arcaicos de Chile central, aún cuando denotarían un modo de vida canoero. Más abajo hay
aún una capa con lascas y puntas de gran tamaño.
Por último, el trabajo del equipo reportado por Gaete y Navarro [2004] para el conchal
Piedra Azul, localizado en el Seno de Reloncaví, Llanquihue, muestra una secuencia
consistente que se inicia desde el 6.430 a.p.. Donde las piezas bifaciales de tradición foliácea
se encuentran en los estratos IV a II, entre 5.560 y 3.700 a.p.. El estudio muestra claramente
una ocupación de cazadores recolectores, explotando recursos forestales y la caza, pesca y
recolección de especies marinas. También hay restos óseos humanos de siete individuos,
atribuidos a las ocupaciones del estrato III, anterior al 4.400 a.p.
Lo que no queda nada claro es hasta qué fechas perdura el uso de esas puntas líticas
pues, al menos en el área ocupada tardíamente por los kawéshqar, hacía ya por lo menos un
par de milenios que estaban en desuso. Pero no sabemos qué es lo que ocurre al norte de la
península de Taitao. Si éstas realmente hubieran perdurado hasta los tiempos tardíos de la
ocupación mapuche de Chiloé -caracterizada por la introducción de hachas de piedra pulida y
cerámica- tendríamos un buen indicador arqueológico para diferenciar entre sitios chonos y
alakalufes. En Piedra Azul no las hay posteriores al 3.700, pero hay un hiato ocupacional
hasta el 775 a.p, donde se registra una reocupación por canoeros, pero esta vez con cerámica y
sin puntas líticas
Otro antecedente que debe ser mencionado lo aporta Vázquez de Acuña y se refiere a
la presencia, en Chiloé, de puntas pedunculadas de tipo "patagoniense" o "tehuelchense",
incluyendo algunas que, por su tamaño, serían puntas de flecha, del tipo característico del que
Bird definió como período V de Magallanes. Y que, aún en esas latitudes, indicarían la
presencia de cazadores aónikenk, ya que las puntas características del "nordpatagoniense"
tardío serían mas bien triangulares.
En cuanto a los cazadores de la vertiente oriental de los Andes patagónicos, tenemos
que los individuos que pudieron acceder al río Cisnes medio debieron ser antecesores, más o
menos cercanos o lejanos, de un pueblo componente de lo que Escalada [ob. cit.] llamara
"complejo Tehuelche". Pero nuestro problema, como he señalado, reside en que la

343
En 1989, gracias a la gentileza del Dr. Levin y la Dra. Susana Monzón, del Museo del Hombre en París, tuve
la oportunidad de abrir las cajas con parte de los materiales todavía empacados de las excavaciones de
Ponsomby, donde perdiera la vida Joseph Emperaire. Las grandes puntas foliáceas, algunas de bordes aserrados,
son del mismo tipo de las del Componente Antiguo de los sitios de Tierra del Fuego [ver Laming-Emperaire
1968, Orquera et al. 1977]. Y, como hemos hecho notar, se las encuentra hasta en los concheros de la
desembocadura del río Ralún, en el seno de Reloncaví.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 425

panorámica definición de los diversos grupos étnicos y lingüísticos y su distribución en


Pampa y Patagonia, que alcanza la mayor claridad en los trabajos de Casamiquela [1965 y
1969], no puede ser remontada en el tiempo mucho más allá del siglo XVIII. Como el mismo
autor precisa:
Pero yo he subrayado las fechas expresamente; porque desde la primera mitad del
siglo XVII hacia atrás las cosas pueden haber sido muy diferentes. No olvidemos que la
difusión del caballo en el área pampeana ya era impresionante hacia comienzos de aquel
siglo, y con ella, desde luego, lo serían todos los restantes elementos vinculados al "horse
complex". [1965:139]
Lo más importante de la adopción del caballo por los cazadores recolectores del
"Cono Sur" americano, en mi opinión, es que habría sido el factor central de su tribalización
lo que, más allá de todos los cambios correlacionados en la dimensión cultural, implica una
revolución en toda la estructura social. Y recuerdo que, en principio, la hipótesis que he
planteado para explicar las ocupaciones del Alero del Toro, supondría que se trata de una
relación entre sociedades pre-tribales.
En todo caso, de acuerdo a esos antecedentes, las nacientes del río Cisnes quedan en el
territorio en que se sobrepondría el límite sur de los chëwach a këna, parcialidad cordillerana
de los tehuelches septentrionales o gününa këna, y de la parcialidad boreal de los aónikénk o
tehuelches meridionales. A menos que la extensión de los primeros hasta estas latitudes
meridionales (hasta el lago Buenos Aires, de acuerdo a Escalada) fuera una expansión tardía
facilitada por el uso del caballo. Y es probable que, en épocas pre-tribales, los grupos
aónik'enk ocuparan plenamente la Patagonia central hasta el río Chubut. En todo caso, cabe
recordar que en las sociedades pre-tribales no se ha establecido la propiedad territorial en
sentido estricto, y se da el caso de pueblos que compartieron, al menos parcialmente, un
mismo territorio. Lo cual también ocurrió posteriormente en la Patagonia debido a diversas
alianzas tribales, más o menos coyunturales o estructurales, entre distintos grupos integrantes
del "complejo Tehuelche". Y al hecho de que el nuevo objeto de trabajo en torno al cual se
organiza la propiedad comunal que define a las relaciones de producción tribales debieron ser,
en este caso, principalmente las caballadas y no las tierras.
Y, aunque en la región hay una mayor cantidad de buenos trabajos arqueológicos, la
información disponible todavía no permite aclarar con la precisión necesaria una serie de
eventos importantes ocurridos en los últimos dos a tres milenios. Entre los eventos relevantes
a nuestro problema y que carecen de precisiones cronológicas están la adopción del arco y
flecha, de la cerámica, el desarrollo de diversas modalidades de la gráfica rupestre -
particularmente de los denominados estilos de "grecas" y "miniaturas" de acuerdo a Menghin-
la popularización del uso del caballo y la adquisición de diversos elementos de origen europeo
(como el vidrio, algunas cerámicas, el hierro y otros). Para los dos últimos, es claro que no
son anteriores al siglo XVI. Para los otros, la situación aún no es clara y sólo tenemos unas
acotaciones cronométricas aún precarias. El problema reside en que de ello depende la
caracterización de los pueblos y parcialidades que habitaron en distintos momentos la zona
que nos interesa.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 426

No obstante, hay diversas secuencias estratigráficas que nos dan una idea general del
inventario cultural de los pueblos que incidieron en la conformación del "complejo tehuelche"
conocido históricamente. En el Chubut tenemos, entre otras, las de la zona de Piedra Parada,
Cerro Shequen, Alero de las Manos Pintadas o Chacra Briones; en Aysen, las excavaciones
realizadas por Mena en Río Ibáñez, Baño Nuevo y La Quemada, aunque los dos últimos sitios
aun están sin publicar.
El panorama que tenemos para la Patagonia central en los tres a cuatro cuatro milenios
antes de la invasión europea, nos lo da la secuencia de lo que Menghin definiera como
"Patagoniense". Aschero [1983] ha precisado para esta región la existencia de un "proto-
patagoniense" de fuerte influencia "casapedrense", referida al empleo de la técnica de
láminas, incluso para la obtención de matrices destinadas a la confección de raspadores
terminales en lascas laminares 344, que son muy abundantes y persistirán en épocas
posteriores.
El patagoniense, en la región, se distingue por el uso de las puntas de proyectil
características, pedunculadas de hoja triangular, con muchas variantes y que, entre los ríos
Pinturas y Chubut, están datadas a comienzos de nuestra era. Aunque en la Patagonia
meridional y Norpatagonia son anteriores por un par de milenios. Las técnicas de talla
bifacial se emplearon para producir puntas de proyectil, hojas de cuchillos y perforadores.
También hay raederas de rebaje monofacial dorsal. Cuando se adquiere el uso del arco, al
parecer a comienzos del último milenio o algo antes, se mantiene la forma de las puntas,
aunque éstas se hacen mucho más livianas, pequeñas y de pedúnculo estrecho. La cerámica
más temprana está fechada en Cerro Shequen alrededor del año 700 d.n.e.. Otros elementos
distintivos son las placas grabadas, los molinos planos (conanas) y manos de piedra alisada,
una variedad de bolas de boleadoras y, ocasionalmente, algunos otros artefactos de piedra
piqueteada o pulida, como las hachas dobles con cintura o mazas erizadas. Los inventarios
suelen incluir otros elementos como la cestería (plana o en espiral), cordelería, fragmentos de
cuero, a veces cosidos o pintados, tientos y nudos, elementos en piedra, concha o hueso,
incluyendo pendientes o cuentas, o artefactos de madera y bambú (quila o colihue).
Además, se desarrollan distintas modalidades de representaciones rupestre basadas en
elementos geométricos.
También se presentan en la región elementos líticos distintivos del que Bórmida
definiera como "Norpatagoniense" que se distingue por el uso de puntas triangulares
apedunculadas, de base escotada, y raspadores laterales sobre lascas.
Como afirma Aschero:
Patagoniense I y Patagoniense II o Tehuelchense corresponden a dos fases del
desarrollo de un complejo cultural extendido en Patagonia central y gran parte de la
Patagonia septentriopnal a partir de los primeros siglos de la era, constituyendo el
antecedente arqueológico de los Tehuelches históricos. Pero este complejo Patagoniense
no representa una única cultura sino un conjunto de rasgos compartidos por varias

344
Las cuales se obtendrían seccionando transversalmente las láminas.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 427

culturas regionales -indicando su interacción- las que pueden presentar variaciones


significativas entre sí. [ob. cit.: 95]

Este cuadro, sumamente escueto, nos muestra que aún no se ha llegado a afinar la
secuencia de eventos que nos permitirían explicar de manera más precisa los procesos de
interacción que llegarían a conformar la base de las poblaciones que conoceremos
históricamente como aónikenk y gününa këna. Pero, por ahora, el panorama sirve a los fines
de comparación para el problema que nos interesa.

Hasta acá nos hemos referido a los contextos regionales más amplios. Veamos ahora
hacia qué direcciones apunta la información registrada en el sitio mismo del Alero del Toro.
En primer lugar, se verá que me he limitado a las épocas más tardías, lo cual implica
explicitar las consideraciones necesarias en torno a la cronología del sitio, careciendo aún de
dataciones radiocarbónicas345.
Cronología. Las ocupaciones del alero se presentan en dos estratos básicos:
a) El primero es una capa de arenas y grava fina que indica que sus ocupantes se
asentaron la orilla del río -en depósitos fluviales de baja energía- cuando éste aún no había
descendido a sus niveles actuales.
b) El estrato superior de cenizas volcánicas con lentes de elementos vegetales,
incluyendo principalmente hojas de árboles.
Ahora bien, de acuerdo al análisis de las cenizas solicitadas por Francisco Mena a
Charles Stern [Mena, com. pers.], éstas presentan las mayores similitudes con las tefras
correspondientes a las erupciones del volcán Melimoyu, la primera de las cuales sería
posterior al 2470 a.P. y anterior a 1750 años a.P.. La segunda, posterior al 1380 a.P. 346
Por otro lado, tenemos el hecho de que la ladera desalojada por el curso del río al
descender hasta su lecho actual fue colonizada por la densa vegetación que incluye, entre
otras especies, al coihue (nothofagus dombeyii). Arboles entre los cuales aún hay en pié
algunos ejemplares muertos de una generación anterior a la actual. Si consideramos que los
coihues viven entre 500 y 600 años, ésto significaría que las primeras ocupaciones se dieron
por lo menos hace más de 500 años y antes de la erupción registrada en el sitio. Lo cual
podría ser antes del 500 a.C. o 250 d.C., si la tefra correspondiera a la primera erupción o del
600 d.C. si se tratara de la segunda.
Además, es mi opinión la de que éstas ocurrieron antes de la adopción del caballo, si
es que los ocupantes fueron cazadores de la región oriental. Es muy difícil imaginar que
alguien intentara cruzar esta selva a caballo, aunque nada impide que miembros de un pueblo
ecuestre prescindieran de este animal para internarse a pié. Mi opinión se basa en el supuesto

345
Como indicamos arriba, hemos mantenido el texto redactado antes de la obtención de una fecha
radiocarbónica.
346
Menores son las posibilidades de correspondencia con las erupciones anteriores de los volcanes Macá/Cay/
Mentelot.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 428

de que, si se hubiera tratado de gentes de pueblos estepario-cordilleranos, las razones que


pudieron moverlos a buscar apareamientos hacia la costa tendrían que ver con dificultades de
encontrar parejas debidas a problemas de densidad demográfica y distancias entre grupos de
su propia población. Cuestión que, de haber ocurrido, se habría resuelto fácilmente al
disponerse de un ágil medio de locomoción como fue el caballo. Por lo mismo es que estoy
suponiendo que serían grupos pre-tribales.
En el caso de tratarse de canoeros desplazándose hacia el interior, ocurre que éstos se
extinguen simultáneamente con la generalización del uso del caballo entre los "tehuelches".
Sin embargo, su vertiginosa declinación demográfica pudo ser un poderoso motivo para
desplazarse en busca de parejas o, al menos, para aceptar fácilmente apareamientos con
individuos de los pueblos cazadores recolectores terrestres.
Por lo tanto, me parece lo más probable que las ocupaciones del Alero del Toro
representen episodios ocurridos antes de la conversión de los tehuelches en pueblos ecuestres
y tribales.

Materiales arqueológicos. Por lo que se refiere a los componentes de los contextos


arqueológicos, éstos incluyen fogones, restos de comida (huemul, pudú y una vértebra de
pescado) y artefactos líticos, en hueso, en concha y cuero.
La procedencia de la vértebra de pescado y el par de conchas apunta claramente a las
costas del Pacífico. Los restos de huemul y pudú indican la caza de fauna local. El huemul es
la principal presa de caza registrada en el sitio Alero Fontana de la zona boscosa cordillerana
del Alto Río Ibáñez [Mena 2000] y aparece en algunos otros sitios de cazadores terrestres. Creo
que es la primera vez que se diagnostica la presencia de pudú en un sitio no costero.
En cuanto al material lítico, tenemos una categoría de instrumentos y abundantes
desechos de talla. Los instrumentos son pesados tajadores (choppers y chopping tools),
confeccionados sobre cantos de origen local. Con excepción de uno de ellos, que recuperamos
en las excavaciones, los demás estaban agrupados en la línea del fondo del alero y
probablemente provienen de las remociones asistemáticas realizadas por el descubridor del
sitio. Son comunes en los concheros de la costa, aunque también los hay en los sitios boscosos
del borde de la estepa (como en Punta del Monte; Bate 1970). No permiten, por ahora, un
diagnóstico cultural y su presencia acá se explicaría principalmente por razones de
funcionalidad, generalmente atribuida a la explotación de recursos forestales.
De gran interés, en cambio, resultan los desechos de talla. No se ha precisado el origen
de las materias primas, pero éstas presentan una cierta variedad característica de los sitios de
cazadores terrestres de toda la Patagonia. Los hay de diversos tamaños, pero la abrumadora
mayoría -y en gran cantidad- corresponden a esquirlas producidas por rebaje y retoques
marginales. Es particularmente significativa la presencia de unas cuantas esquirlas laminares
que indican más o menos claramente técnicas de rebaje y retoque de instrumentos bifaciales.
Lo notable es que no se encontró ninguno de los instrumentos en cuya confección se
generaron estos abundantes desechos de talla.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 429

Sin lugar a dudas, este patrón de desechos es perfectamente compatible con la


producción de los conjuntos instrumentales "patagonienses" o "tehuelchenses" (o anteriores,
como los "toldenses" o "toldense-casapedrenses") que incluyen, entre otros, variados tipos de
raspadores, raederas, cuchillos y puntas.
Esto podría ser una indicación clara de la procedencia de los ocupantes del alero, si no
fuera porque aún no se ha podido precisar hacia qué fechas se dejaron de producir las grandes
puntas foliáceas bifaciales que se han encontrado en concheros de la región de los canales
occidentales en estas latitudes de la Patagonia. Al respecto, la única información,
singnificativa pero no concluyente, es que en las excavaciones de El Repollal 2, cuya base se
dató en 2.430 a.p., "no apareció ningún instrumento especializado", por lo tanto, ninguna
punta de proyectil [Gedda 1985]. Lo que lleva a pensar en una situación más o menos análoga a
la del área de los kawéshqar, donde las grandes puntas foliáceas se dejaron de producir hace
unos 3.000 años. En cuyo caso sería claro que, al menos algunos de los ocupantes del Alero
del Toro, habrían sido cazadores terrestres orientales o "tehuelches".
Otro elemento de gran interés es la presencia de una cuenta circular de concha con
horadación central. Hasta ahora, éstas sólo han aparecido en sitios de cazadores terrestres
desde la Pampa hasta la Patagonia austral, desde temprana data347 y hasta épocas tardías
[Restos del traje ceremonial de un médico patagón, Vignati 1930]. Me refiero a conchas planas
(generalmente de mytilus u otras similares), recortadas en forma circular y con perforación
central intencionalmente producida. Las distingo de aquellas con las cuales pueden aparecer
asociadas (como en Cañadón de la Leona o Pali Aike, Bird & Bird 1988), confeccionadas en
conchas de fissurellas, de las cuales se aprovecha el orificio central, ligeramente alargado.
Estas últimas sí aparecen en sitios costeros de canoeros, como en el Conchal de Gamboa, en
Chiloé o en el Sitio M2 de Bahía Escondida en la península Brunswick [Johnson 1976]. Las
cuentas de concha horadadas y, a veces, las conchas enteras, se encuentran hasta en sitios de
cazadores terrestres bastante alejadas -al menos en jornadas de camino- de las costas, sean del
Atlántico o del Pacífico. Las hay, por ejemplo, en la Piedra Cementerio del Río Limay [Vignati
1944], en Mallín Tromen [Pastore1974] o en Baño Nuevo [Mena, com. pers.].

Para los kawéshqar o alakalufes, al sur de la península de Taitao, Joseph Emperaire


describe:
En la vida de todos los días, las mujeres de más edad llevan ornamentos que recuerdan
a los de tiempos pasados: collares con monturas de hilo hechos de conchas de caracoles
violetas y nacarados o de piezas tubulares de moluscos...
Collares de mujer, perfectamente semejantes a los descritos por viajeros de tiempos
pasados, eran usados todavía hace 25 años, según testimonios fotográficos: collares de
conchas distribuidas artísticamente y con mucha solidez en minúsculas trenzas de
tendones, igualmente collares de conchitas de moluscos o de perlas de hueso pulido .
[Emperaire 1963: 140]

O Junius Bird:

347
Por ejemplo, en Arroyo Seco. Ver foto gentileza de G. Politis en Bate 1983, t. 2: 78, Lám. 170.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 430

Ornaments consist only of strings of crudely made tubular bird-bone beads, a few
perforated snail shells, and sections of calcareous marine-worm tubes. [Bird 1946: 66]

Para el área de los chono, Cooper [1946: 51] menciona que usarían collares de concha y
hueso. Por su parte, Cárdenas et al. [1993: 124-125] refieren una cita del padre Del Techo, según
la cual "llevan las partes vergonzosas con una red de conchitas engarzadas". No obstante, no
describe la formas de esas conchas ni con qué especies se confeccionaban. Y lo cierto es que
la arqueología de la región es demasiado exigua como para descartar que se pudieran haber
elaborado cuentas circulares horadadas.
Lo que es claro, hasta ahora, es que sí fueron usadas por los tehuelches y su
distribución geográfica indica que las habrían podido portar tanto los aónik'enk como los
gününa kena, incluyendo los de la parcialidad cordillerana o chewache kena.
Entre los restos de pudú, aparte de los desechos de comida, tenemos un punzón de
muy buena factura hecho con un metapodio de este animal, así como un tiento de cuero
anudado que aún conserva los pelos. No presentan una morfología culturalmente distintiva
que pudiera atribuirse a alguno de los pueblos de la región.

Pues bien, hasta acá las conjeturas en torno a la cronología y posible identidad cultural
de los individuos que pudieron dejar los vestigios ocupacionales en el Alero del Toro, antes
de recibir una primera datación radiocarbónica. La muestra fechada es de carbones de un
fogón en la capa de arena, bajo la capa con cenizas volcánicas. Procesada bajo el registro
Beta-168667 dió una fecha standard de 2.560± 90 años a.P. la que, calibrada con 2 sigmas, da
entre 2.840 y 2.360 a.P.
Lo cual sitúa la base de las ocupaciones del alero precisamente antes de la primera
erupción del volcán Melimoyu. Además, nos indica que se trataría de los antecesores de los
tehuelches o los chonos conocidos durante la colonización europea. Esto nos sitúa en un
momento en que, por lo que hasta ahora sabemos, aún no se han adoptado en Patagonia el uso
de arco y flechas ni la producción cerámica. Época claramente anterior a la adquisición del
caballo y al consiguiente proceso de tribalización que este hecho habría generado
necesariamente348.
Y, lo que no deja de ser interesante ante la escasés de información para la zona,
resultan contemporáneas de la sepultura de Repollal 2, que es la fecha para el registro
arqueológico de canoeros más cercana a nuestro sitio.

b. La segunda cuestión que se plantea es ¿por qué motivos individuos o grupos de


individuos de distintos pueblos se habrían interesado en buscar apareamientos interétnicos?
Lo que nos lleva a considerar otra serie de dificultades para el establecimiento de tales
interacciones, como:

348
Aunque autores como Rafael Goñi proponen la posibilidad de que la tribalización hubiera sucedido antes,
debido a procesos de nucleación poblacional ocurridas como respuesta a fenómenos de sequía y reducción de las
fuentes seguras de agua y recursos.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 431

a) Las notables diferencias en el modo de vida condicionados por los ámbitos de vida
y la clase de recursos explotados. Los cuales condujeron a la estructuración de distintos
sistemas de complementación económica, implicando el aprendizaje de distintas técnicas de
caza, de recolección, de producción de instrumentos, de movilización o de hábitos
alimenticios. Y, con ello, de los conocimientos asociados a tales prácticas, como el de la
disponibilidad de recursos, con sus ciclos temporales, distribución espacial, concentración o
dispersión, accesibilidad y demás.
b) Las diferencias en todas las formas de comportamiento culturalmente aprendido,
particularmente de las variadas conductas de relación social. Entre las cuales debería resaltar
la diferencia de idiomas, sobre todo si los contactos no fueran muy frecuentes o habituales.

Con todo, es un hecho que estas circunstancias no fueron un impedimento para el


establecimiento de relaciones interétnicas en otras zonas de la Patagonia y Tierra del Fuego.
Quien ha llamado expresamente la atención sobre estas situaciones ha sido Casamiquela al
ocuparse de los que llama "pueblos marginales o metamórficos" [Casamiquela 1973; ver también
Martinic 1999]. Las descripciones que toma de las crónicas, sin embargo, no se referirían
propiamente a "pueblos" metamórficos sino más bien se trataría de unidades domésticas o
"bandas mínimas" integradas por individuos de origen étnico diferente. Y no tenemos,
todavía, los elementos de juicio como para evaluar la magnitud de este fenómeno en las
distintas zonas de contacto, en las cercanías del Estrecho de Magallanes o en la zona norte de
Chiloé.
Tampoco en nuestro caso podríamos decir que se tratara de un proceso masivo de
mestizaje y "transculturación", puesto que lo que se aprecia -al menos en este sitio- son
eventos más bien fugaces y esporádicos de tránsito entre interior y costa, aparentemente en
ambos sentidos. Por lo tanto, no es de esperar que esto hubiera generado un impacto genético
recíproco muy notable en los segmentos de las poblaciones involucradas.
En cuanto a la motivación que pudo llevar a algunos individuos de las estepas o el
bosque cordillerano a cruzar la selva costera para alcanzar el Pacífico, o a alguna gente de los
canales occidentales hasta el interior patagónico, hemos propuesto que pudo tratarse del
interés en establecer relaciones de apareamiento, en tanto no hay razones económicas
aparentes que pudieran explicar las considerables dificultades naturales y culturales que tal
travesía debió superar.
Esto significaría que alguna de las poblaciones implicadas, o ambas, estuvieron
sometidas a una situación demográfica precaria, haciendo difícil encontrar parejas en su
propia comunidad étnica. En el caso de los pueblos costeros, al menos para los chono en la
época de contacto con la conquista y colonización europeas, se hizo notoria la estrecha
diferencia entre la red real y la red mínima de apareamientos, creando una inestabilidad
demográfica que los llevó rápidamente a la desestructuración social y a la extinción biológica.
No obstante, en nuestra opinión, es más probable que quienes transitaron por el Alero
del Toro hayan sido cazadores terrestres, predecesores de los aónikenk. Ello, porque no está
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 432

claro que los pobladores costeros mantuvieran, todavía hace unos tres milenios, la producción
de artefactos de talla bifacial, lo cual es positivamente claro para los cazadores terrestres del
oriente de la cordillera andina. Hecho que estaría bien documentado en el sitio. Por otro lado,
la presencia de una cuenta de concha con horadación central intencional, muestra un rasgo
cultural consistentemente registrado para los cazadores de la vertiente atlántica, pero no para
los pueblos canoeros. Lo que, si fuera el caso, indicaría la presencia de cazadores orientales
yendo a la costa y regresando, como lo sugeriría también la presencia de una vértebra de
pescado 349.

Posibilidades de contrastación.
Las posibilidades de obtención de nuevos datos culturales que nos informen acerca de los
contactos entre pueblos costeros y del interior patagónico son muy amplias. Particularmente
en una latitud donde los trabajos arqueológicos realizados son notablemente escasos, por lo
que cualquier investigación de campo y laboratorio que se realice tiene grandes
probabilidades de generar aportes para el esclarecimiento de los lineamientos básicos e
indispensables acerca de las cronologías y caracterización cultural de los ocupantes tanto del
litoral como de la zona cordillerano-esteparia. Un panorama que aún está lejos de ser claro.
En todo caso, nuestra hipótesis se relaciona específicamente con relaciones sociales
del ámbito de los modos de reproducción de estas poblaciones. Por lo que los considerables
avances de las últimas dos décadas y las nuevas técnicas desarrolladas en el campo de la
investigación de la genética humana, nos ofrecen promisorias posibilidades de contrastación
más directamente ligadas al tema que nos ocupa.
Pero el que la información que puedan generar los nuevos procedimientos y técnicas
actualmente empleadas por la antropología física sea mucho mas amplia que aquella de que
podíamos disponer hace un par de décadas, y pueda estar más directamente vinculada con
hipótesis relativas a las relaciones de reproducción, no significa que esta cuestión encuentre
necesariamente respuestas inmediatas y precisas. Simplemente, abre un abanico de nuevas
posibilidades.
Ocurre que, de alguna manera, parte de la moda actual en los trabajos arqueológicos
de orientación multidisciplinaria consiste en incorporar antropólogos físicos o solicitar
"estudios de ADN", en general, a la espera de alguna revelación notable, sin mucha claridad
acerca de sus posibilidades reales y limitaciones. Es decir, sin precisar cuáles son las
preguntas a las cuales tales estudios podrían responder. En nuestro tema, por ejemplo, no
tendría caso solicitar "estudios de ADN" que concluyeran que ambas poblaciones poseen tales
o cuales haplogrupos propios de los amerindios, o estudios de rasgos dentales que nos
revelaran que son probablemente mongoloides.

349
Ciertamente, estos hechos igualmente podrían explicarse si se tratara de canoeros que portan objetos
apreciados por los cazadores terrestres, con el fin de ofrecerlos como regalo o para el intercambio.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 433

El problema acá es que el escenario de las investigaciones antropofísicas para la región


no es, en modo alguno, menos confuso ni más abundante en información que los estudios
arqueológicos. El estado de la cuestión es confuso por diversas razones:
a) En primer lugar, la única sistematización de tipos físicos generalizada para la
Patagonia es la establecida por Bórmida [1953/4], siguiendo las propuestas de Imbelloni,
basada en estudios de cráneo y cara, quien definió cinco tipos básicos, ooides fueguinus
(fuéguidos), ellipsoides patagonicus (pámpidos), hipsistegoides lagoides (láguidos)
platistegoides onensis (mestizaje fuéguido-pámpido) y cráneo araucano (ándido). Con base en
lo cual, la Escuela de Buenos Aires (Menghin, Bórmida) propone una secuencia del
poblamiento austral asociando dichos tipos físicos a determinadas industrias líticas ( e incluso
a los estilos de "arte rupestre"), que, claramente, no corresponde a la realidad histórica [ver
Bate 1983].

Por lo que respecta a nuestra zona, para los últimos tres milenios, se supone que lo que
tendríamos en el litoral pacífico serían los antecesores de los chono, hipotéticamente
fuéguidos de baja estatura y, para la vertiente oriental, los antecesores del "complejo
tehuelche", que serían pámpidos y altos. Un cuadro bastante impreciso. Un primer problema
es que se supone que los pueblos típicamente fuéguidos serían los canoeros de los canales
occidentales y australes conocidos etnográficamente. Pero también los restos antropofísicos
registran la presencia fuéguida en toda la costa atlántica [Fortich Baca 1976], sin precisar
cronologías. Por lo que, si pudiéramos constatar mestizajes "pámpido-fuéguidos" en la zona
adyacente a la cordillera en la latitud de Chubut-Aysén, habría que discriminar si este proceso
se origina en la costa atlántica, más distante pero accesible y donde seguramente ocurrió, o se
dio también hacia el Pacífico, que es lo que buscamos contrastar.
De hecho, bajo tal nomenclatura se ha registrado la presencia fuéguida en sitios de la
Patagonia central, como en la zona del río Pinturas. En los restos de la estancia La Elisa,
Pastore [1977] diagnostica un individuo de baja estatura (1,50 m.), con cráneo "metamórfico"
(pámpido-fuéguido) con predominancia de atributos fuéguidos350. Pero en el puesto El Rodeo
tenemos una estructura tipo chenque [Gradín 1994:347] con un individuo datado en 1380±90 a.p.
que Patti y López [1994] identifican como ellipsoides patagonicus. Y "muy poco tiempo
después, si no al mismo tiempo, sobre él se depositó el esqueleto nº 1" [Gradín ibídem], también
masculino y que las mismas autoras clasifican como "Ovoides Fueguino [sic] en la
clasificación de Bórmida" [ob. cit.:278]351.
b) El tema se complica más, en la medida en que no todos los antropólogos físicos
manejan la misma nomenclatura de Bórmida e Ibelloni, como es el caso de Munizaga, por
una parte, y de autores como Cocilovo, Aspillaga o Guichón por otra. Éstos conforman una
corriente de la antropología física sudamericana que, apoyándose en técnicas

350
No tiene datación ni diagnóstico cultural. Un fenómeno similar ocurre en la Patagonia austral, en Cerro Sota
[Casamiquiela 1973].
351
Hay una discordancia en cuanto a la estatura, por cuanto Patti y López, que analizaron los restos, reportan
1.73 m. para el esqueleto nº 1, depositado sobre el nº 2, y 1.78 m para éste. Mientras, en el artículo de Gradín las
medidas se refieren a la inversa.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 434

norteamericanas, han desarrollado nuevos procedimientos y enfoques en la investigación. En


esta orientación se incluirían también autores como Neves o Pucciarelli. Por lo que, luego, las
descripciones son difícilmente comparables.
Así, entre estos autores, Cocilovo y Guichón [1985/6] compararon restos humanos de
zonas de la Patagonia central (río Deseado), Patagonia austral (San Gregorio y Última
Esperanza) y Tierra del Fuego (isla Grande y canal Beagle), sugiriendo que
Entre todos estos grupos existe una transición clinal sin solución de continuidad y con un
alto grado de interacción biológica... [ob. cit.: 115].
Donde hay, en todo caso, una diferencia entre las muestras del canal Beagle y Última
Esperanza, muy similares entre sí, y el resto de las muestras. Posteriormente, Guichón y otros
[1989/90], incluyeron en el análisis una muestra de las islas Guaitecas (obtenidas por Aspillaga
y Ocampo), justo al occidente de la zona del río Cisnes, concluyendo, como resume Guichón
[1994: 284], que
...de toda la muestra disponible los materiales del Deseado y el Archipiélago Güaitecas
[sic] son los que reflejan el menor grado de interacción.
El trabajo de Guichón y colaboradores [...] nos orientan [sic] a suponer que la
cordillera de los Andes pudo haber actuado como una barrera reproductiva entre las
poblaciones del archipiélago Güaitecas y las de la región del Río Pinturas.
Esto es precisamente lo que puede esperarse, dada la magnitud de las dificultades que
impone, en esta zona, la franja cordillerana. No obstante, en este artículo sugiero que, ante
situaciones de estrés demográfico, hubo algunas excepciones. Y se trata de encontrar maneras
de identificarlas empíricamente.
En este sentido, los estudios usuales de ADN (mitocondrial, nuclear o de cromosoma
Y) no nos serían, actualmente, de gran utilidad, a menos que resultara que la composición de
los haplogrupos presentes en la población costera y la del interior fueran significativamente
diferentes. Los pocos estudios realizados muestran que, tanto los canoeros fuéguidos
(kawéshqar y yámana) como los pámpidos aónikenk y los supuestos mestizos fuéguido-
pámpidos selknam, presentan los mismos haplogrupos C y D, siendo notoria la ausencia de
los A y B [Lalueza et al. 1995; García-Bour et. al. 1998]. Y, desafortunadamente, el estudio permite
concluir cualquier cosa:
"que los habitantes de Tierra del Fuego-Patagonia serían los descendientes de una primera
oleada migratoria en América, distinta de otros epiosodios posteriores...",
que "...podrían representar, a su vez, descendientes mitocondriales de esta primera
migración absorbidos por episodios migratorios posteriores..."
y que "...algunas secuencias de Fueguinos caen bien dentro de la variabilidad general
amerindia, pudiéndose interpretar como correspondientes a aportes posteriores arribados
a Tierra del Fuego.Patagonia" [García-Bour et. al.: 75]

Lo que nos permite prever que tales análisis no serían muy discriminativos, a menos que
restos atribuíbles a los chono sólo poseyeran los haplogrupos A y B, lo cual es poco probable.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 435

Podemos esperar, no obstante, que una selección ad hoc de variables morfométricas


para el estudio de restos esqueletarios permita establecer distinciones diagnósticas más
precisas entre ambas poblaciones y, eventualmente, la posibilidad de identificar efectos de
mestizaje en algunos individuos. Para ello, al menos en la costa, aparte de unos contados
individuos bien contextuados y estudiados, hay abundantes restos de osamentas en diversos
sitios, aunque la gran mayoría han sido removidos y vandalizados por buscadores de
supuestos tesoros. De cualquier modo, aún cuando los contextos de enterramiento estén
alterados y los restos desarticulados es, en principio, factible su fechamiento directo y análisis
morfométrico. Para la vertiente oriental habría que inventariar y buscar más restos en las
zonas relativamente cercanas a los bosques cordilleranos para un estudio comparativo.
Esto, con todo, supondría tener al menos hipótesis generales sobre los aportes
genéticos básicos (composición genotípica) que pudieron contribuir a la definición de los
tipos físicos (configuraciones fenotípicas) de los pueblos de la Patagonia. Al respecto, me
atrevería a arriesgar una hipótesis muy general, basada fundamentalmente en la información
arqueológica sobre la dimensión cultural:
a) Al menos desde el 12.500 a.p., tendríamos una primera población inicial habitando
el territorio fuegopatagónico. Nos parece razonable suponer que es la misma que, entre el
11.000 y 10.000 a.p. generaliza la producción de las llamadas puntas tipo "cola de pescado",
entre otras. Equivaldría a los conjuntos designados como "Nivel 11" y toldense I-II de
Menghin o Período I de Bird.
b) Hacia el 9.500 a.p., aproximadamente, ingresa una nueva población, culturalmente
diferente, portadora de una tecnología lítica más eficaz en la producción de filos en las puntas
de proyectil y hojas de cuchillos triangulares apedunculadas y utilizando lanzadardos o
estólicas. Conformarían lo que conocemos como el toldense de Cueva de las Manos o Período
III de Magallanes352. Se trataría de un pueblo de origen andino, que identifiqué inicialmente
para el norte de Chile y el noroeste Argentino (a partir de la ocupaciones iniciales de Tuina,
San Lorenzo, Huachichocana y San Pedro Viejo de Pichasca)353. Es una población andina que
allá está claramente presente desde hace 11.000 años y que, al menos culturalmente, se
diferencia de los cazadores andinos de la llamada "tradición foliácea". Hay osamentas en el en
el registro que permitirán evaluar si, también físicamente, serían distintos de aquellos o se
trata de una población similar.
Creo que, dada la rapidez de su ocupación del territorio austral, alcanzando a Tierra
del Fuego justo antes de su separación del continente, establecieron relaciones de
apareamiento (mestizaje) con la población antecesora y posiblemente, en algunas zonas, de
reemplazo parcial. Pienso que el resultado histórico de ese proceso sería la conformación del
tipo físico antecesor de lo que conoceremos como "fuéguidos".

352
Al cual también pertenecerían los materiales atribuídos por Bird a un hipotético Período II [ver Bate 1982:
18]
353
Bate 1983, t. I: 262. Posteriormente, L. Núñez [1989] lo denomina "componente Tuina".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 436

c) Hacia el 7.000-6000, si no algo antes, se iniciaría un proceso de colonización de la


zona de los canales occidentales por parte de un pueblo perteneciente a lo que hemos
denominado antiguos cazadores panandinos, que corresponde a la tradición "foliácea". Estaría
registrada desde los concheros de Ralún, en Llanquihue (con grandes puntas foliáceas y
romboidales) pasando por Gamboa, Puente Quilo, Guaitekas, hasta Ponsomby y el
componente antiguo de Lancha Packewaia. Su tipo físico podría derivarse de una población
identificable a partir de los restos de Cochipuy I y muchos otros de la región andina.
Culturalmente su presencia, muy distintiva en sus comienzos, prácticamente
desaparece, al menos en los canales australes, hacia el 3000 a.p..
d) Paralelamente, hacia el VI milenio a.p., se iniciaría una colonización de los canales
australes por parte de los cazadores terrestres del Periodo III de Magallanes, conformando
modalidades culturales propias registradas en sitios como Bahía Buena, Punta Santa Ana o
Englefield. Modalidades que perdurarán hasta poco después del 3.500-3.000 a.p.
e) Hacia el V milenio, tendríamos el ingreso de la población pámpida, que
desarrollaría la tradición patagoniense que llevaría a la conformación del "complejo
tehuelche". Aparentemente se desarrollaría básicamente un proceso de reemplazo poblacional,
con mestizajes (cuyo efecto se manifestaría, según Bórmida, en el platistegoides onensis) en
el extremo austral y Tierra del Fuego y, probablemente también en parte en la costa atlántica.
f) Según Bórmida, habría una "cuña litoraleña" tardía, procedente del Brasil, que
identifica como hipsistegoides lagoides. Es posible que tal fenómeno ocurriera. Pero creo que
será posible encontrar bastantes cráneos altos, hacia el holoceno medio, como efecto del
ingreso a la región pampeana y nordpatagónica de un pueblo andino correspondiente a lo que
Schobinger [1969 y 1988] denominara "horizonte andino de puntas triangulares". Del lado
chileno estarían representados en Cuchipuy II (y Tagua-Tagua II) y el "complejo Papudo".
Recientemente Barrientos y Pérez [2005] encuentran sustentable la hipótesis de un reemplazo
poblacional en el sur de las pampas y habría que ver si se corresponde con el ingreso de los
pámpidos o de estas poblaciones de cazadores recolectores andinos, o de ambos.
De manera que es posible que, para los momentos de ocupación del Alero del Toro,
se hubiera configurado ya un panorama antropofísico más o menos similar al que se
presentaría en la época del contacto europeo, y los posibles vínculos entre la población costera
y del interior se habrían dado entre los antecesores de los chono y los aónikenk. Y algunos
casos de mestizajes entre ambos serían potencialmente identificables.
De cualquier modo, sería indispensable efectuar además, a partir de las distinciones
osteológicas básicas, análisis de isótopos estables. Estudios de isótopos de oxígeno,
relacionados con las principales fuentes de agua disponibles en costa e interior, podrían
indicar la zona de residencia de los individuos en sus últimos años de vida. Isótopos de bario-
estroncio podrían indicarnos las proporciones de vegetales y animales o de recursos marinos y
terrestres en la dieta. La proporción de C14/C13, podrían servir para identificar eventualmente,
a partir de los componentes vegetales de la dieta, la proporción de recursos del bosque
cordillerano o de la estepa.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 437

En suma...
La idea central que he querido sostener es el cuestionamiento del concepto de comunidad
como un sistema social cerrado.
Se plantea a propósito de un sitio donde se evidencia el paso, al menos ocasional, de lo
que se ha considerado razonablemente como una verdadera barrera geográfica y que
permitiría poner en contacto a individuos de dos grupos sociales con notables diferencias
culturales y de modos de vida.
Considero que no hay razones estrictamente económicas que explicaran tan riesgoso
tránsito. Parece más probable que la motivación se relacionara con búsqueda de parejas y
descendencia, lo cual implicaría la apertura de las redes de apareamientos entre comunidades
diferentes, con sus propios sistemas de relaciones técnicas y sociales de producción.
Aunque se trata de una hipótesis derivada de la teoría, se muestra que es relativamente
fácil orientar investigaciones a su contrastación empírica.

Bibliografía.

ASCHERO, Carlos, C. PÉREZ de MICOU,


M. ONETTO, C. BELLELLI, L. NACUZZI y A. FISCHER
1983 Arqueología del Chubut. El valle de Piedra Parada. Gob. de la Pcia. del Chubut,
Serie Humanidades. Rawson.
ASPILLAGA, Eugenio, Carlos OCAMPO,
Juan C. OLIVARES, Baruch ARENSBURG y Jorge MEYER
1997 Una visita a los canoeros de Quetalmahue. Excerpta nº 9. Fac. de Ciencias Sociales,
Universidad de Chile. En Internet: http://rehue.csociales.uchile.cl/rehuehome/facultad
/publicaciones/Excerpta/excerpta9/canoeros.htm
BARRIENTOS, Gustavo y Sergio Iván PÉREZ
2005 Was there a population replacement during the Late mid-Holocene in the southeastern Pampas of
Argentina?. Archaeological evidence and paleoecological basis. Quaternary International, vol. 132:
95-105.
BATE, Luis Felipe
1982 Orígenes de la comunidad primitiva en Patagonia. Ediciones Cuicuilco. México.
1983 Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica. 2 tomos. Historia General
de América. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas
1986 El modo de producción cazador recolector o la economía del "salvajismo". Boletín de Antropología
Americana, nº 14.
1998 El proceso de investigación en arqueología. Editorial Crítica. Barcelona.
2004 Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. En: Sociedades recolectoras
y primeros productores. Actas de las II Jornadas Temáticas de Arqueología Andaluza: 9-38. junta
de Andalucía. Sevilla
BATE , Luis Felipe y Alejandro TERRAZAS
2004 Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. Revista Atlántico Mediterránea de
Prehistoria y Arqueología Social (RAMPAS), vol. V: 11-41. Universidad de Cádiz. Cádiz.
2004 Arqueología, genética y lingüística: sugerencias en torno al tema del poblamiento americano.
Ponencia presentada a la XXVII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología. Xalapa.
BINFORD, Lewis
1988 En busca del pasado. Editorial Crítica. Barcelona.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 438

BIRD, Junius
1938 Antiquity and migrations of the early inhabitants of Patagonia. Geographical Review, vol XXVIII-2,
pp. 250-275. N.Y.
BIRD, Junius & Margaret BIRD
1988 Travels and archaeology in South Chile. Edited by John Hislop. University of Iowa Press.
Iowa City.
BORMIDA, Marcelo
1953/4 Los antiguos Patagones. Rev. Runa, t. VI, pp.5-96. Buenos Aires.
CÁRDENAS, Renato, Dante MONTIEL y Catherine Grace HALL
1993 Los Chono y los Veliche de Chiloé. Ediciones Olimpho. Santiago de Chile.
CASAMIQUELA, Rodolfo
1960 Sobre la significación mágica del arte rupestre nordpatagónico. Cuadernos de Sur. Univ. Nal. del
Sur. Bahía Blanca.
1965 Rectificaciones y ratificaciones hacia una interpretación definitiva del panorama etnológico de la
Patagonia y el área septentrional adyacente. Cuadernos del Sur. Universidad Nacional del Sur.
Bahía Blanca.
1969 Un nuevo panorama etnológico del área Pan-Pampeana y patagónica adyacente. Ediciones del
Museo Nacional de Historia Natural. Santiago de Chile.
1973 Alakalufes, canoeros occidentales y pueblos marginales o metamórficos. Relaciones, t. VII, n.s.,
pp. 125-143. Bs. As.
COCILOVO, José y Ricardo GUICHÓN
1986 Propuesta para el estudio de las poblaciones aborígenes del extremo austral de la Patagonia. Anales
del Instituto de la Patagonia. Serie Ciencias Sociales, vol XVI: 111-123. Punta Arenas.
CONKEY, Margaret & Cristine HASTORFF [Eds.]
1990 The uses of style in archaeology. Cambridge University Press. Cambridge.
COOPER, John
1946 The Chono. Handbook of South American Indians, vol. I. Bull. 143, pp. 47-54. Bureau of South
American Indians, Smithsonian Institute. Washington.
EMPERAIRE, Joseph
1963 Los nómades del mar. Ediciones de la Universidad de Chile. Santiago de Chile.
ESCALADA, Federico
1949 El complejo "Tehuelche". Estudios de etnografía patagónica. Imprenta y Casa editora "Coni".
Buenos Aires.
FORTICH BACA, Virginia
1976 Antecedentes antropológico físicos de Nordpatagonia. Relaciones, vol. X, n.s., pp. 173-183.
GAETE, Nelson y Ximena NAVARRO
2004 Estrategias de vida de canoeros cazadores pescadores recolectores del seno de Reloncaví: entre el
bosque siempreverde y el mar interior. Región de Los Lagos, Chile. En: Contra viento y marea.
Arqueología de Patagonia [Civalero, Fernández y Guráieb, Compiladores]: 218-235. Instituto
Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano- Sociedad Argentina de Antropología.
Buenos Aires.
GARCÍA-BOUR, J., A. PÉREZ-PÉREZ, E. PRATS y Y. D. TURBON
1998 Secuencias de Mt DNA de aborígenes de Tierra del Fuego-Patagonia y el origen de los fueguinos.
Anales del Instituto de la Patagonia, Serie C. Humanas, vol 26: 69-75.
GASSIOT, Ermengol
2000 Anàlisi arqueològica del canvi capa l'explotació del litoral.
Tesi Doctoral. Departament d'Antropologia Social i Prehistòria. Universitat Autonoma de Barcelona.
GEDDA, Francisco
1985 El mundo perdido de los nómades del mar. Documental de televisión para la serie "Al sur del
mundo", Surimagen y Canal 13 de Televisión, Santiago de Chile.
GILMAN, Antonio
1984 Explaining the Upper Palaeolithic Revolution. En: Marxist Perspectives in Archaeology , pp. 115-
126. M.Spriggs (Editor), C.U.P.. Cambridge.
GOÑI, Rafael
s/f Arqueología de momentos históricos fuera de los centros de conquista y colonización:
un análisis de caso en el sur de la Patagonia. Fotocopia.
GRADÌN, Carlos
1994 Algunas apreciaciones finales sobre Puesto El Rodeo. . En: Contribución a la arqueología del
Río Pinturas. Provincia de Santa Cruz. Gradín y Aguerre [Eds.]. Págs. 343-350. Ed. Búsqueda de
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 439

Ayllu. Concepción del Uruguay. Argentina.


GUICHÓN, Ricardo
1994 Datos para una recosnstrucción de la biología humana de las poblaciones aborígenes del Río
Pinturas. En: Contribución a la arqueología del Río Pinturas. Provincia de Santa Cruz. Gradín y
Aguerre [Eds.]. Págs. 282-296. Ed. Búsqueda de Ayllu. Concepción del Uruguay. Argentina.
GUICHÓN, R., I. MARTÍ, E. ASPILLAGA, J. COCILOVO y F. ROTHAMMER
1989/90 Contribución al conocimiento de las relaciones biológicas entre las poblaciones aborígenes de
Patagonia austral y Tierra del Fuego. Runa, vol. XIX: 27-39.
JOHNSON, Lucille
1976 Informe sobre una prospección arqueológica en Magallanes. Anales del Instituto de la Patagonia,
vol. VII, pp. 87-94. Punta Arenas.
LALUEZA, C., A. PÉREZ-PÉREZ, E. PRATS y D. TURBON
1995 Linajes mitocondriales de los aborígenes de Tierra del Fuego y Patagonia. Anales del Instituto de la
Patagonia, vol. 26: 69-75. Punta Arenas.
LAMING-EMPERAIRE, Annette
1968 Missions archéologiques françaises au Chili austral et au Brésil meridional. Datations de quelques
sites par le radiocarbone.Journal de la Societé des Américanistes, t. LVII, pp. 75-99.
1972 Los sitios arqueológicos de los archipiélagos de Patagonia occidental. Anales del Instituto de la
Patagonia, vol. III, nº 1-2, pp. 87-96. Punta Arenas.
LEGOUPIL, D. y M. FONTUGNE
1997 El poblamiento marítimo en los archipiélagos de Patagonia: núcleos antiguos y dispersión reciente.
Anales del Instituto de la Patagonia, vol. 25: 75-87 Punta Arenas.
LEGOUPIL, Dominique [Ed.]
2003 Cazadores recolectores de Pnsomby (Patagonia Austral) y su paleoambiente desde VI al
III milenio a.C.. Magallania, tirada especial (Documentos), vol.31. Universidad de Magallanes.
Punta Arenas.
MARTINIC, Mateo
1999 Dawsonians o selkkar: otro caso de mestizaje aborigen histórico en Magallanes.
Anales del Instituto de la Patagonia, Serie Ciencias Humanas, vol. 27, pp. 79-88.
2005 De la Trapananda al Áysen. Primera Parte: El poblamiento originario, pp. 19-48. Biblioteca del
Bicentenario, Ed. Pehuén. Santiago de Chile.
MENA, Francisco
1999 Investigaciones sobre cazadores continentales en Aisén. Tierradentro, nº 14, pp. 9-17. Coyhaique.
2000 Un panorama de la Prehistoria de Aisén oriental: estado del conocimiento a fines del siglo.
Serie Antropológica nº 2. Universidad de San Sebastián. Concepción.
MEILLASSOUX, Claude
1977 Mujeres, graneros y capitales. Ed. Siglo XXI. México.
NAVARRO, Ximena
1998 Informe sobre el valor patrimonial arqueológico del conchal de Ilque, sector Panitao, X región.
En Internet: http://www.chiper.cl/fff/arqueolgia.html
NAVARRO, Ximena y Mario PINO
1999 Estrategias adaptativas en embientes costeros del bosque templado lluvioso de la zona Mapuche.
Una reflexión desde el precerámico. Soplando en el Viento. Actas delas III Jornadas de Arqueología
de la Patagonia, pp. 65-82. Neuquén- Buenos Aires.
NAVARRO, Ximena y Keiko TERANISHI
1996 Arqueología de asentamientos humanos en ambientes boscosos del litoral valdiviano, Chile.
Un acercamiento etnobotánico. Meridiano, pp. 54-62. Buenos Aires.
OCAMPO, Carlos y Eugenio ASPILLAGA
1984 Breves notas sobre una prospección arqueológica en los archipiélagos de las Guaitecas y los Chonos.
Revista Chilena de Antropología, nº 4, pp. 155-156. Universidad de Chile, Santiago.
ORQUERA L.A., A. SALA, E. PIANA y A. TAPIA
1977 Lancha Pakewaia. Arqueología de los canales fueguinos. Editorial Huemul. Buenos Aires.
PATTI de MARTÍNEZ SOLER, Josefa y Teresa A. LÓPEZ
1994 Osteometría de los esqueletos humanos del puesto El Rodeo. En: Contribución a la arqueología del
Río Pinturas. Provincia de Santa Cruz. Gradín y Aguerre [Eds.]. Págs. 273-281. Ed. Búsqueda de
Ayllu. Concepción del Uruguay. Argentina.
PORTER, Charles
1993 GUA-010, un sitio costero erosionado en una zona sísmica activa. Actas del XII Congreso Nacional
de Arqueología Chilena (Temuco 1991), t. I, pp. 81-88. [Boletín del Museo Regional de la
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 440

Araucanía, nº 4]. Temuco.


RIVAS, Pilar, Carlos OCAMPO y Eugenio ASPILLAGA
1999 Poblamiento temprano de los canales patagónicos: el núcleo ecotonal septentrional.
Anales del Instituto de la Patagonia, Serie Ciencias Humanas, vol. 27, pp. 221-230.
SEGUEL, Zulema
1969 Excavaciones en Bellavista, Concepción. Actas del V Congreso Nacional de Arqueología, pp.327-
350. La Serena.
SERVICE, Elman
1973 Los cazadores. Nueva Colección Labor. Barcelona
VARGAS, Iraida
1985 Modo de vida: categoría de las mediaciones entre formación social y cultura. Boletín de
Antropología Americana, nº 12.
VARELA, H., J. COCILOVO y R. GUICHÓN
1993/4 Evaluación de la información somatométrica por Gusinde sobre los aborígenes de Tierra del Fuego.
Anales del Instituto de la Patagonia, Serie Ciencias Humanas, vol. 22: 193-205. Punta Arenas.
VÁZQUEZ de ACUÑA, Isidro
1963 Arqueología chiloense. Yacimientos y material lítico. Instituto Español de Prehistoria. C.S.I.C.
Madrid.
VERNEAU, Rene
1903 Les anciens patagons. Mónaco.
VIGNATI, Milcíades Alejo
1930 Restos del traje ceremonial de un "médico" patagón. Notas del Museo Etnográfico, nº 4,
Fac. de Filosofía y Letras. Buenos Aires.
1944 Antigüedades de los lagos Nahuel Huapi y Traful. [V partes] Notas del Museo de La Plata,
t. IX, Antropología nº 27. La Plata
WILLIAMS, B. J.
1974 A model of band society. Memoirs of the Society for American Archaeology, nº 29.
WOBST, Martin
1974 Boundary conditions for palaeolithic social systems: a simulation approach. American Antiquity,
vol. 39, pp. 147-178.
1976 Locational relationships in palaeolithical society. Journal of Human Evolution, nº 5, pp. 49-58.
1877 Stylistic behaviour and information exchange. In: Cleland [ed.], Papers for the Director: Research
Essays in Honour of James B. Griffin. Anthropological Papers, Museum of Anthropology,
University of Michigan, nº 61, pp. 317-342.
1978 The archaeo-ethnology of hunter-gatherers or th turanny of the ethnographic record in archaeology.
American Antiquity, vol. 43, pp.303-309.
WORKMAN, William & Allen McCARTNEY
1998 Coast to coast: prehistoric maritime cultures in the North Pacific. Arctic Antropology, vol. 35, nº 1,
pp. 361-370.
YESNER, David
1998 Origins and development of maritime adaptations in the Northwest Pacific region of North America:
a zooarchaeological perspective. Arctic Antropology, vol. 35, nº 1, pp. 204-222.
YESNER, David, María José FIGUERERO, Ricardo GUICHON y Luis A. BORRERO
2003 Stable isotope analysis of human bone and ethnohistoric subsistence patterns oin Tierra del
Fuego. Journal of Anthropological Archaeology, vol. 22, nº 3: 279-291.
CAZADORES DEL TRÓPICO AMERICANO
EN MÉXICO

Luis Felipe Bate y Guillermo Acosta

Resumen.-
Se discute la conceptualización y el contenido empírico atribuido a las "etapas" o "estadios"
formulados para describir las supuestas evidencias de las ocupaciones más antiguas del
continente americano: el "pre-puntas de proyectil" de A. Krieger y, particularmente, el
"arqueolítico" de J. L. Lorenzo.
Bajo una concepción teórica diferente, se propone la existencia y posibilidades de
identificación arqueológica, en la actual República Mexicana, de una de las poblaciones más
tempranas del continente, claramente identificable en Sudamérica. Para ello, nos basaremos
principalmente en la información producida a partir de contextos y materiales arqueológicos
de Chiapas, que incluirían a la "industria" de Teopisca-Aguacatenango, atribuida por
Lorenzo al "arqueolítico". Finalmente, se señalan otros posibles registros de la presencia en
México de esa población de amplia dispersión americana.

¿Qué fué del "arqueolótico" y el "pre-puntas de proyectil"?


En las décadas de los 50 a los 70, bajo el abrumador predominio del particularismo
histórico, la mayoría de los investigadores americanos coincidía, en los hechos, en
considerar el establecimiento de secuencias cronológico-culturales como un objetivo
principal de su trabajo, aún cuando aceptaran o propusieran que podía o debía ser
trascendido, lo que muy raramente llegó a ocurrir. Y concordaron, en eso, tanto autores de
orientación difusionista como evolucionista.


Presentado en el IV Simposio sobre el Hombre Temprano en América, realizado en México en 2008.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 442

Eran tiempos en que las discusiones teóricas en la arqueología de las sociedades


cazadoras recolectoras eran notablemente escasas y esos temas eran tratados de modo
excesivamente somero. Por lo demás, generalmente se trataba sólo de préstamos tomados de
otras disciplinas de la antropología o aún -como todavía sucede- de las ciencias naturales.
Con todo, en nuestra opinión, las preguntas generales que orientaban los estudios
sobre los pueblos cazadores recolectores americanos y, particularmente, el tema del
poblamiento del continente, eran más relevantes que las que planteó el debate entre las
"teorías" Pre-Clovis/Clovis first en los 80 y 90. Cuestión que nunca fue objeto de una
verdadera discusión teórica -que a estas alturas debería considerarse claramente resuelta por
la vía empírica- y esperamos que pierda definitivamente la relevancia y centralidad que
nunca mereció fuera del ámbito de los Estados Unidos de Norteamérica354.
Se trataba principalmente -aunque pocas veces se sobrepasara el nivel descriptivo- de
saber qué tipo de pueblos fueron los que ingresaron a América: si se trataba de portadores de
"culturas" o "industrias" de tipo Paleolítico Inferior-Medio o propias del Paleolítico Superior
del Viejo Mundo. Ello tenía, entonces, otras implicaciones como, por ejemplo, que si
hubieran sido cazadores del Paleolítico Medio, podía esperarse encontrar restos de
neanderthales.
El hecho es que, para entonces, surgen muchas propuestas de periodización
formulando grandes esquemas generales que fijaban secuencias cronológico culturales para
los cazadores recolectores americanos. Y, sea que se tratase de autores con posiciones
difusionistas (como Menghin, Bormida o Schobinger) o evolucionistas (como Krieger,
Willey, McNeish, Lanning, Rouse, Cruxent o Lorenzo), todas esas "viejas teorías" suponían
que los primeros habitantes del Nuevo Mundo eran portadores de "culturas" de origen
anterior al Paleolítico Superior europeo.
Pero el gran problema, que afectó por igual a todas esas periodizaciones, era que se
basaban en materiales y contextos arqueológicos muy mal interpretados y, prácticamente,
sin registros mínimamente confiables. Sin embargo, no todas las especulaciones de aquellos
autores eran descabelladas y valdrá la pena un posterior análisis más detallado de algunas de
sus consideraciones y sugerencias.
Hacemos estos comentarios, porque una de esas propuestas que pretendía tener validez
continental, si bien se formuló originalmente para los registros mexicanos, fue la de José
Luis Lorenzo. Este autor distinguió tres "sub-etapas": Arqueolítico, Cenolítico (Inferior y
Superior) y Protoneolítico. Tomó como referencia la clasificación de Alex Krieger, quien
distinguía entre Pre-puntas de proyectil, Paleoindio y Arcaico:
El [sistema clasificatorio] que en fecha reciente ha producido Krieger (1964) era el
que más se acercaba a nuestra idea, aunque también mantiene una heterogeneidad de
nomenclatura, pero fue con él, como base, como creamos el nuestro, ampliándolo y

354
Como señalaba Bryan [1989: 83] "In frequent use currently is the term pre-Clovis, which is completely
innapropriate in geographical areas where the Clovis complex was never manifested -as in South America." Por
lo demás, ya son varios los autores que critican la relevancia de tal debate, como Carole Mandrik [2004].
Cazadores del trópico americano en México. 443

corrigiendo bastante, sobre todo en aquello que sus buenas intenciones han llevado a
incluir. [Lorenzo 1967: 25]
Cierto es que no fue adoptado en ningún otro país y, tal como sucedió con todas las
secuencias sostenidas por autores como los mencionados, a partir de los 80 o 90 la mayor
parte de los investigadores que realizan proyectos zonales o regionales simplemente dejaron
de tomarlos en cuenta. Pero muy pocas veces fueron objeto de la evaluación crítica que
merecían, para poder descartarlos razonadamente.
Respecto al sistema de Krieger, si lo mencionamos en vez de otros autores, es porque
su terminología se sigue usando hasta hoy, por inercia, con un contenido conceptual
bastante ambiguo. Y los términos de Paleoindio y Arcaico siguen siendo aplicados a diestra
y siniestra en toda América por los arqueólogos norteamericanos y por los latinoamericanos
que gustosos los imitan, a falta de concepciones alternativas. En cuanto al "Pre-projectile
point", después de las discusiones más recientes, mas bien se ha generalizado el término de
"Pre-Clovis", lo cual tampoco contribuye a un panorama más coherente.
Pero, si hemos considerado pertinente hacer una breve consideración sobre este tema,
es porque, desde su primera versión de La etapa lítica en México, de 1967, Lorenzo incluyó
materiales de Teopisca en el "Arqueolítico". En 1977, en un trabajo específico sobre dicho
conjunto lítico, duda de las posibilidades de incluirlo en dicha etapa, por razones
cronológicas. Aunque en 1987, asociándolo a los materiales provenientes de la cercana
localidad de Aguacatenango, es claro al afirmar que
Independientemente de un fechado directo y de lo que éste pueda decirnos, se trata
de una industria cuyas características tipológicas permiten incluirla, aunque sea
tentativamente, en el Arqueolítico. [Lorenzo 1987: 212]
El problema con la definición del Arqueolítico es que se trata de un concepto
demasiado general -en el sentido de escasa precisión- y la aplicación que de aquella se
deriva resulta poco consistente.
En primera instancia, se define como una etapa de desarrollo en el proceso evolutivo
que destaca, para "el gran público", el cómo se presentaría a la observación empírica en el
registro arqueológico. En cuanto a la lítica, indicador privilegiado por su mayor durabilidad
y visibilidad en el registro, supone, por lo tanto, un menor grado de evolución de las
habilidades técnicas que en las etapas que le suceden. Se trata, como el autor aclara, por
necesidades de simplicidad expositiva, de una fase de
...una periodificación que ejemplificase el tránsito que había tenido la etapa [...]
dentro de un proceso evolutivo cultural. [Lorenzo 1967: 24]
Donde
El conjunto se considera como la Etapa Lítica, criterio indudablemente tecnológico,
adoptado por su sencillez frente a las demás disyuntivas, pues el económico y el
social son más complejos de enunciar. [ob. cit.: 27]
Importa destacar que Lorenzo entiende claramente que una secuencia cronológico-
cultural no es el objetivo único ni último de la investigación arqueológica. Aunque,
lamentablemente, como la mayoría de los autores que propusieron periodizaciones de
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 444

alcance continental, nunca redactó para los especialistas una explicación de los contenidos
socioeconómicos de su propuesta.
Pero, si bien los atributos morfo-tecnológicos de los materiales líticos del Arqueolítico
implicarían un menor grado de desarrollo evolutivo, en el momento de atribuir sitios o
conjuntos de materiales a las diversas sub-etapas, se basa en un criterio estrictamente
cronológico: incluye en ésta a todos los registros que considera anteriores al 14.000 a.P.
Por ello, cuando describe en detalle el conjunto de Teopisca [19767] -motivo de estas
consideraciones-, pone en duda su atribución al Arqueolítico, ya que no se podía determinar
su cronología y era muy probable que no correspondiera cronológicamente a esa sub-etapa.
No obstante, como vimos, diez años después se decide a considerar a Teopisca-
Aguacatenango355 como una industria arqueolítica, independientemente de su cronología.
El problema está en que, de acuerdo a las variables evolutivas de la tecno-morfología,
en las que claramente se basa tal atribución, incluye en el Arqueolítico mexicano y
americano a conjuntos artefactuales notablemente diversos. Pues es claro que este conjunto
de Chiapas difiere considerablemente, por ejemplo, de otros que presentan grandes bifaces,
como Chapala en Baja California Norte. Y en otros casos, por razones obvias, simplemente
no es comparable con conjuntos a los que se pueden considerar probablemente tempranos,
como los artefactos en hueso recolectados en superficie, en Jalisco, por el Ing. Federico
Solórzano.
Lorenzo no hace, por ejemplo, la distinción que establece posteriormente Bryan, en
una obra de homenaje a Lorenzo:
The Archeolithic can be conceibed of as a technological stage which is divisible into
a lower substage withouth bifaces and an upper substage after the innovation of
bifacial flaking,... [Bryan 1987: 91]
Lo cual no tiene sentido, pues el mismo Bryan, en ese y otros trabajos, ha sido claro -y, en
nuestra opinión, acertado- en mostrar que las secuencias del "Paleolítico" de Europa
occidental difieren completamente de las del continente asiático y, por lo tanto, no se puede
poner a sus diversas fases o etapas en una misma secuencia. Y menos, incluir a sus distintas
manifestaciones en una misma etapa evolutiva, aunque en América pudieran coincidir
cronológicamente.
Lorenzo conocía bien esa distinción y el posible origen asiático de alguna población
temprana en América -propuesta también por varios otros autores, como G. Carter o R.
McNeish- pues lo menciona a propósito de su crítica atinada al poco sentido de hablar de
"culturas de núcleos y lascas" ya que, necesariamente, todas las industrias líticas incluyen
lascas y núcleos. Pero no hizo las distinciones que habrían sido pertinentes en su sistema.
En un trabajo más amplio, en preparación, analizaremos más detalladamente el tema
del Arqueolítico, así como el de la confiabilidad de algunos registros que la "buena voluntad
han llevado a incluir" en él, como El Cedral o Tlapacoya. En este último sitio, por ejemplo,
355
Se basa, entonces, en los trabajos más recientes realizados por Arturo Guevara y Joaquín García-Bárcena en
la localidad de Aguacatenango.
Cazadores del trópico americano en México. 445

se incluye como evidencia hasta una lámina de obsidiana, a todas luces característica de
"etapas" evolutivas más tardías, no sólo en México. Y que, insólitamente, Mirambell
considera como producto de una ¡técnica bipolar!. Lo cual exhibe un sorprendente
desconocimiento de las técnicas reales de talla lítica. Seguramente, porque de otro modo no
podría incluirse en una etapa evolutiva temprana.356
En suma, pensamos que del Arqueolítico propuesto por José Luis Lorenzo, puede
decirse lo mismo que hemos mostrado con base en un detallado análisis de la información
empírica sudamericana respecto a las "tradiciones", "estadios", "periodos", "etapas",
"industrias" o "culturas" propuestas en su momento por autores como Krieger, Menghin,
Bormida, Schobinger, Mc Neish, Lanning y Patterson, Willey, Rouse y Cruxent y otros 357.
Que:
Salvo en contados casos, no es la existencia de los datos arqueológicos lo que hemos
cuestionado, sino la interpretación de que han sido objeto, desde el nivel de la elaboración de la
información empírica. [Bate 1990: 95]
...no nos anima el interés de negar empecinadamente la existencia de pueblos
más o menos "primitivos" en América ni su ingreso temprano al continente.
La intención de nuestra crítica es la de mostrar que, en el intento de afirmarlo,
se ha procedido a interpretar equivocadamente gran parte de las evidencias dejadas
por los pueblos cazadores recolectores en el territorio americano, Que, bajo una
concepción de la arqueología como ciencia clasificatoria orientada al establecimiento
de secuencias cronológico-culturales como objetivo central, se ha operado sin el
rigor que la complejidad del objeto de investigación exige. Y que, como
consecuencia de ello, las erróneas interpretaciones resultantes constituyen una
grosera distorsión de la historia real, precisamente en sus aspectos culturales y
cronológicos. [Ídem: 99]

Cazadores recolectores del trópico americano.


Hace unos 25 años [Bate 1982, 1983] identificamos para Sudamérica, en la dimensión
cultural, a una población que presentaba entonces los registros confiables más antiguos del
continente meridional, al que designamos como Conjunto Cultural III. Luego, considerando
que tales manifestaciones correspondían a particularidades del desarrollo de las formaciones
sociales, la presentamos como Modo de Vida III [Bate 1990, 1992]. Posteriormente, el
colega J. Zilhão nos sugirió que es más fácil retener tales identificaciones por nombres que
por números, por lo que la denominamos Cazadores recolectores del Trópico Americano
[Bate 1999].
De hecho, la identificamos originalmente en la franja tropical sudamericana. Sin
embargo, era claro que si se trataba de uno de los primeros pueblos en ocupar Sudamérica,

356
"Du site Tlapacoya II, provient una lame prismatique d'obsidienne sur laquelle nous ne pouvons donner
beaucoup d'information technologique, puisque le talon manque. Cependant, tout indique qu'elle fut obtenue par
la technique de la percusion bipolaire, ce qui signifique que cette technique était connue, dans le continent
américain, depuis des étapes très anciennes." Mirambell 1994:245]
357
Para un desarrollo extenso de esas críticas, ver Bate 1983. Una síntesis de las mismas en Bate 1990.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 446

debió ingresar al continente por las latitudes boreales extremas de Beringia, que nada tienen
de tropicales. La razón para tal designación es que concordamos con Gilman [1984] en que
la explicación de un proceso como el surgimiento del Paleolítico Superior debe tener
carácter nomológico y considerar variables para cualquier lugar y momento del planeta
donde pudiera haber ocurrido y no, como ocurría hasta entonces, en que todas las "teorías"
sobre el mismo eran axplicaciones ad hoc, para el fenómeno europeo. Y todas implicaban
sistemas de cacería de animales gregarios con migraciones estacionales en ámbitos
periglaciares. Considerando que esta población nada tendría que ver con la secuencia
centroeuropea, pero que compartiría con el Paleolítico Superior el mismo tipo general de
estructura social, como formación social, quisimos aludir a un origen en condiciones
probablemente muy diversas a las de los ambientes glaciares de Europa.
Algunas de sus características observables o inferibles a partir de los registros
arqueológicos sudamericanos son358:
1. Distribución geográfica: estaría presente desde el norte del Perú, en sitios como
Chorrillos y Reventazón, los de la supuesta secuencia de Talara (Amotape-Siches-Estero-
Honda), algunos componentes de la "fase" Mongoncillo, Quebrada Jahuay o Quebrada
Tacahuay; el "complejo" Vegas y el "foco" El Encanto en Ecuador; la mayoría de los sitios
tempranos de la sabana de Bogotá, como El Abra, Tequendama, posiblemente Tibitó, Sueva
1, Nemocón 4, Guavio, Vista Hermosa y Galindo, o El Prodigio, Peña Roja y otros en
Colombia; la fase Talamanca en Panamá (Tradición Arcaica de las Selvas Tropicales); en
Venezuela, Ño Carlos, Remigio, Guayana ("tradición Guayana"), El Espino ("tradición
Caroní") y al menos la fase I de la "tradición Atures" en los sitios de Culebra, Provincial y
Pozo Azul Sur-2, en el Orinoco; el "modo de vida" Banwaroide caribe-antillano, y los sitios
de Piauí en Brasil (Boqueirão da Pedra Furada, Caldeirão dos Rodrígues, Sítio do Meio en
sus niveles antiguos), la "fase" Serranópolis en Goiás, el nivel inferior da Lapa do Boquete,
Cêrca Grande-6, Caieiras, Lapa Vermelha (P.L.) parte de las ocupaciones de Santana do
Riacho en Minas, y otros.
2. Cronología: esta población estaría presentando los registros más tempranos en
Sudamérica, aún cuando algunos han sido cuestionados. No obstante en Pedra Furada, hay
un fragmento de roca pintada, desprendida de la pared, incluida en un estrato datado en
17.000 a.p.359. Hay también una fecha similar en Caldeirão dos Rodrígues. En el Sítio do
Meio, hay igualmente restos de esta industria con fecha de 13.900 360. En Colombia tiene

358
Estoy copiando una síntesis que redacté para la discusión del sitio Covacha Babisuri (Baja California,
México), en una ponencia presentada al Segundo Coloquio Internacional El Hombre Temprano en América,
realizado en la Ciudad de México, en cuyas actas este texto no fue incluido [Fujita, Téllez y Bate 2004]. En mi
opinión, dicho sitio -entre otros en México- correspondería a esta población.
359
Las paredes del abrigo están profusamente pintadas, en distintas épocas. La secuencia de fechas alcanza
hasta los 48.000 a.p., pero se ha discutido el carácter cultural primario de los estratos inferiores.
360
Aunque también se reporta, en el estrato inferior, la presencia de dos "lesmas", instrumento sobre lámina
gruesa, de forma oval alargada, con todo el margen retocado dorsalmente. Este elemento es característico de otra
población, que pudo estar originalmente vinculada al "complejo El Jobo" y que se define bien para el noreste
brasileño desde hace unos 11.000 años como "tradición Itaparica". Su presencia temprana en el Sítio do Meio, si
no es una intrusión, estaría indicando un origen también pre-Clovis para este pueblo.
Cazadores del trópico americano en México. 447

fechas de 12.400 en El Abra y 11.700 en Tibitó, pero la tradición continúa hasta el 5.000.
Más o menos las fechas que presenta en los sitios costeros de Venezuela y en Banwari
Trace. En Vegas y en Talara, se remonta al 11. 200 a.p. y persiste también por varios
milenios.
3. La industria de piedra tallada: la principal característica de la piedra tallada por
esta población es el escaso grado de formatización de los instrumentos. Estos se producen
básicamente sobre lascas obtenidas por percusión directa, sin una sistemática de
astillamiento definida. No obstante, en algunos sitios, hay alguna regularidad en la
producción de lascas triangulares con arista dorsal longitudinal o de lascas laminares, que
resultan del aprovechamiento de las formas que presentan los nódulos de materia prima. Se
utilizan como instrumentos los filos vivos o se acondiciona el borde funcional mediante
retoques marginales de percusión directa361. Conocían la talla facial, pero la emplearon muy
escasamente. Hasta ahora no se ha podido identificar en asociaciones claras ningún tipo de
puntas líticas características. Y, si las hubo, fueron muy escasas. La tipología funcional de
los instrumentos no está estandarizada. Responde indudablemente a lo que se han
denominado industrias "expeditivas" u "oportunistas". Presentan trabajo sumario y falta de
especialización. La gran mayoría de las piezas están talladas en materias primas locales, las
más cercanas a los sitios donde se realizan diversas actividades de procesamiento y/o
consumo.
La escasa definición formal del instrumental y la ausencia, hasta ahora, de puntas
características -que es lo que distingue a esta industria- hacen que pocos investigadores
hayan identificado estos materiales como culturalmente distintivos de una población
determinada. De hecho, es posible que muchos autores consideren a estos restos como
desechos de talla, sobre todo si no están claramente asociados con otros materiales,
generalmente perecederos, que indiquen actividades domésticas u otras similares.
4. Técnicas "neolíticas": contrastando con la apariencia "rudimentaria" de la piedra
tallada, estas poblaciones produjeron diversos artefactos con técnicas de piqueteo y abrasión,
como los "quiebracocos", piedras ranuradas o con surcos (probablemente pesas para pesca),
hachas o copas líticas, o unos "chopping tools" con el borde alisado por abrasión después de
ser lasqueado y que son comunes en los sitios brasileños362.
5. Trabajo de hueso y conchas: utilizaron abundantemente el hueso para la confección
de instrumentos. En este material no sólo produjeron puntas y punzones, sino también
instrumentos que generalmente otros pueblos manufacturaban en piedra, como raspadores,

Hay que mencionar que, si bien el registro arqueológico aún no permite una adecuada identificación
cultural para el sitio de Pubenza, sus ocupaciones tempranas tienen una fecha de ca. 16.500.
361
Muchos autores, particularmente quienes publican en inglés, la describen erróneamente como industria
"unifacial". De hecho, los artefactos unifaciales son muy escasos. El término más adecuado para referirse a éstos
instumentos sería, en todo caso, el que emplearon Correal y Van der Hammen [1977], de "edge-trimmed tool
tradition".
362
Probablemente también los machacadores enmangables de sitios como El Prodigio (Colombia, ca. 7.300
a.p.); aunque en El Pital, donde también se encuentran, Salgado [1995] afirma que el conjunto lítico difiere
notablemente del "abriense" y el "tequendamiense".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 448

raederas y cuchillos. Para ello usaron generalmente los huesos largos de animales de talla
media, que partían por percusión y torsión, rebajando luego los extremos o los bordes. A
ello se debe el hecho de que el instrumental presente, en general, formas alargadas.
También produjeron artefactos sobre conchas, desde luego en los sitios cercanos a la
costa, y hay algunos caracoles de agua dulce con perforaciones en los sitios de tierras altas.
6. Tipos de sepulturas y tipo físico: Los enterramientos asociados a los sitios de esta
población son abundantes y variados. En algunos sitios se presentan algunos enterratorios
primarios, generalmente en posición flectada lateral. No obstante, hay otros como Vegas y
Santana do Riacho donde se formaron verdaderos cementerios por la inhumación recurrente
de restos, tanto en entierros primarios como secundarios. Como en las de otros pueblos,
también algunas de sus sepulturas presentan ocre rojo.
Un hecho importante es que el tipo físico de esta población ha sido objeto de recientes
estudios de morfología craneofacial. La osamenta que, en su momento, se consideró la más
antigua de Sudamérica y que se ha conocido popularmente como "Luzia", proviene de un
estrato de Lapa Vermelha IV datado en poco más de 9.000 años a.p. y corresponde a la
población que nos ocupa. Y, al igual que otros restos tempranos de Tequendama, así como
de sitios de la misma región de Minas, presentan rasgos de un tipo de Sapiens sapiens
generalizado de filiación afro-australoide o australomelanesia claramente distinguible de los
restos del paleoindio norteamericano del "complejo Llano", que incluye a Clovis y que sería
de tipo mongoloide363, como la mayoría de las poblaciones indígenas americanas más
tardías.
7. Otras expresiones culturales: es lo más probable que buena parte de los muy
abundantes registros de arte rupestre de los sitios del Brasil correspondan a esta población y
esperamos que se establezcan algunas correlaciones seguras entre los estilos que se están
definiendo y los estratos ocupacionales.
Otro rasgo que se ha asociado a estas ocupaciones -en algunos sitios- lo presentan los
fogones, que son embancados con bordes de barro en lugar de piedras.
8. Racionalidad económica y sistemas de complementación. La industria lítica, por su
mayor durabilidad, es la clase de materiales que ha servido de referencia para comparar las
culturas de diversos pueblos cazadores recolectores. Desde este punto de vista, la piedra
tallada de los cazadores recolectores del trópico americano debe ser del todo frustrante para
los arqueólogos con mentalidad de coleccionistas. Tampoco pueden ser sometidos a
esquemas evolutivos simplistas, que supongan que las formas más "rudimentarias" o simples
deben ser mas "primitivas" que aquellas de las sociedades que producen bellas piezas de
talla bifacial, como las de los complejos Llano y Plano de Norteamérica. De hecho, esta
tipología escapa completamente a la generalización de las secuencias eurocentristas del
Paleolítico. Nada tiene que ver, por ejemplo, con las técnicas y formas características del
musteriense y, menos, con el Paleolítico Superior [ver Mellars 1973, White 1982 y Bate

363
Ver la descripción de los restos de Buhl Site en Green et al. [1998] y la comparación con "Luzia" en Neves
y Blum [2000].
Cazadores del trópico americano en México. 449

1992]. Pero ello no nos autoriza en absoluto a concebir a estas sociedades como mas
"primitivas" o evolutivamente "atrasadas".
En suma, ni criterios estéticos ni una preconcepción evolucionista estrecha nos
permiten evaluar el desarrollo histórico de estos pueblos. Preferimos, por tanto, manejar el
concepto de grado de desarrollo de las fuerzas productivas, que se refiere a la productividad
media de la fuerza de trabajo de una sociedad, para explicar las particularidades de su
organización económica.
En este sentido, los cazadores del trópico americano tienen un modo de vida
caracterizado por una racionalidad particular en el uso de los recursos líticos. En principio,
el instrumental presenta formas expeditivas y generalizadas y en su confección se recurre a
las materias primas más cercanas a los lugares en que se utilizan, sean éstas de buena o mala
calidad. Lo cual tiene la desventaja que se gasta más fuerza de trabajo en el uso de los
instrumentos que si se tratara de un utillaje especializado. Pero esto puede ser compensado,
probablemente con creces, en la medida en que no se gasta fuerza de trabajo en
desplazamientos a medianas o largas distancias para obtener y transportar buenas materias
primas ni en la confección misma de útiles especializados. Bajo el mismo esquema, se suele
sustituir la piedra por el hueso para producir instrumentos que, bajo una estrategia de
especialización, se producirían en piedra, como raederas o cuchillos.
Por otro lado, el uso de un instrumental no especializado, pese a su menor eficiencia
funcional, presenta la ventaja de que puede adecuarse a la explotación de variados recursos
en muy diferentes entornos medioambientales. Flexibilidad conveniente cuando, como se ha
visto en Sudamérica, desarrollaron sistemas de complementación económica de amplio
espectro y, aparentemente -por la baja densidad de sus ocupaciones-, de gran movilidad.
9. Territorialidad, coexistencias y recursos. Una característica que debe mencionarse
es que estas sociedades de cazadores recolectores pretribales no han establecido propiedad
sobre los objetos naturales de producción y menos aún sobre el territorio. Generaron, sin
embargo, normas de posesión consensual sobre las áreas de recursos que pudieron ser
estrictas. Esto nos permite explicar cómo, en el noroeste sudamericano, en lo que hoy son
Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador y norte del Perú, las comunidades de cazadores
recolectores del trópico americano coexistieron en los mismos territorios que los antiguos
cazadores recolectores andinos de la "tradición foliácea" por casi seis milenios. Y, aunque
no excluimos la posibilidad de mestizajes y alianzas en algunos lugares y momentos, en
general se consigue diferenciar culturalmente sus contextos364.
Tampoco significa que no hubiera ocasionalmente conflictos de diversa magnitud.
Pero parece que una forma de evitar conflictos mayores fue la organización de sistemas de
complementación económica orientados a una apropiación preferencial de recursos
diferentes. Así, los antiguos cazadores panandinos, en las costas, explotaron
preferencialmente recursos de playas arenosas y roqueríos y, en tierras altas, cazaban

364
Es notable el hecho de que esta amplia región, compartida por dos poblaciones, es el área de Sudamérica
donde el arte rupestre atribuible a cazadores recolectores pretribales es casi inexistente.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 450

camélidos y roedores. Mientras los cazadores del trópico americano optaron, en las costas,
por los recursos de manglar y la caza de venados en tierras altas.
Una implicación arqueológica de esto es que, si bien es probable que habitaran sitios
diferentes, bien podemos encontrar ocasionalmente algunos vestigios culturales de otros
pueblos en los sitios de nuestros cazadores del trópico americano.

A diferencia de otros sitios con “apariencia arqueolítica” en Chiapas, como Teopisca,


Santa Marta es posiblemente un caso ejemplar y que corresponde cronológica y
culturalmente a las características descritas para los Cazadores del Trópico Americano. La
ausencia de puntas de proyectil y la lítica poco formalizada, en comparación con el abrigo de
Los Grifos, de ocupaciones contemporáneas, con puntas acanaladas, le sugería a McNeish
ubicarla entre su Estadio II, datado tentativamente desde hace 15,000 a 40,000 años y
caracterizado por artefactos de hueso y lítica “unifacial”:
It might be added that there are two other possible examples of this stage that have
also not been reported. One includes the lower levels of the Santa Marta cave of
Chiapas where Mirambell put in a test that prevented the senior author from
redigging it with an NSF grant. Again there were but a few unifacial tools and no
date, but the stratigraphy was clear: these levels lay under strata that dated to 9,000
B.P. The lower levels of this cave need to be dug once again with the same sensitive
techniques used in the initial testings, and should, at that time, produce a more
adequately documented example of Stage II. [MacNeish y Nelken-Terner 1983:73].
Obviamente, no hay ninguna razón para asignar a los materiales Pleistocénicos de
Santa Marta la temporalidad que MacNeish quiso atribuirles, pero resalta el mismo principio
empleado por J. L. Lorenzo, tomado criterios estéticos como base para su asignación
cronológica.
Fue Joaquín García-Bárcena sin embargo, tras los resultados obtenidos en sus
excavaciones de Santa Marta y Los Grifos, quien sugiere la posibilidad de distinguir dos
posibles poblaciones conforme a sus características tecnoeconómicas:
Sólo futuros estudios permitirán aclarar si las diferencias entre las poblaciones
representadas en la Fase I de Santa Marta, y aquellas que entre su instrumental tenían
puntas de proyectil del grupo Clovis y/o “colas de pescado” se reducen únicamente a
la tecnología de manufactura de ciertos artefactos, o si para estas fechas tenemos
grupos humanos más o menos especializados en la caza, y otros con economía mixta
de caza-recolección, que comienzan ya a emplear instrumentos de molienda.
[García-Bárcena, 1982b:71]
Esta posibilidad de distinguir grupos humanos distintos de los típicos cazadores de
puntas acanaladas nos llevó a formular un proyecto de investigación en la región occidental
de Chipas y excavar sitios con buena sedimentación para evaluar tal hipótesis [Acosta y
Bate 2006, Acosta 2008].
Los resultados indicaron grandes similitudes con otros grupos de tecnología expeditiva
de Sudamérica, sugiriendo que podíamos considerarlos como cazadores del trópico
Cazadores del trópico americano en México. 451

americano. Los resultados de esta investigación serán presentados en otra ponencia, pero
podemos adelantar que se caracterizan por:
1. Ausencia de puntas de proyectil. En cambio, gran parte de los artefactos son simples lascas
con retoque marginal o incluso empleadas sin retoque, como filo vivo, de las cuales las
huellas de uso sugieren el empleo constante de fibras vegetales, particularmente madera
[Pérez, en prep.].
2. Los restos arqueozoológicos no muestran una preferencia específica por animales de cierta
talla. En cambio, se observa una amplia variedad de mamíferos que van desde venados (cola
blanca y cabrito), pecarí, zorro gris, hasta ardillas, conejos, armadillos y guaqueques,
pasando por reptiles como ranas, víboras de cascabel, tortugas de lodo y una amplia
variedad de aves, entre las que se pudieron identificar gansos y posiblemente chachalaca
[Eudave 2008]. Otra especie de gran importancia, pero obtenida por recolección, fueron los
caracoles o shutis (Pachichylus)
3. Los restos macrobotánicos indican una elevada importancia de la recolección de vegetales en
la dieta, en particular frutos tropicales como nanche (Byrsonima crassifolia), cajpoquí
(Bumelia laetvirens), higo (Ficus cookii) y tempisque (Celtis). Los análisis químicos de las
superficies de ocupación indican que las actividades de procesamiento eran tan importantes
como el procesamiento de animales, y las piedras de molienda en los niveles del Holoceno
Temprano sugieren tal importancia.

Los fechamientos obtenidos por MacNeish y Peterson [1962] y por García-Bárcena y


Santamaría [1989] sugerían inicialmente que estos grupos se ubicarían hacia inicios del
Pleistoceno, circa 8,900 y 9,300 a.p. Pero nuevos fechamientos sugieren que al menos los
tres primeros niveles de ocupación son pleistocénicos, anteriores al 10,000 a.p. [Acosta
2008:132, presente estudio].

No. Lab Fecha Procedencia Referencia


14C

Beta-233470 10,460 ± Capa XVII, nivel Presente estudio


AMS 50 2

UNAM-07-22 10,055 ± Capa XVI, nivel Acosta 2008


90 7

Beta-233476 9,950 ± Capa XVI, nivel


Presente estudio
AMS 60 6

Beta-233475 9,800 ±
Capa XV, nivel 1 Presente estudio
AMS 50

I-9260(2) 9,330 ± Capa XVI García-Bárcena y Santamaría


Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 452

290 1989

I-9259(2) 9,280 ± García-Bárcena y Santamaría


Capa XVI
290 1989

I-8955(2) 8,785 ± García-Bárcena y Santamaría


Capa XVb
425 1989

Beta-233470 8,740 ±
Capa XI, nivel 1 Presente estudio
AMS 50

M-980 8,730 ±
Nivel 9, Piso 2 MacNeish y Peterson 1962
400

Tabla 1. Fechas no calibradas para el Pleistoceno final y Holoceno temprano en Santa Marta

Otros posibles registros en México.


El sitio de la Covacha del Babisuri es, actualmente, uno de los mejores candidatos para la
identificación de esta población en México. La importancia del sitio, independientemente de
la cronología de sus ocupaciones iniciales, es que representaría la presencia de un pueblo
anterior y contemporáneo a Clovis que, probablemente, como lo hizo en Sudamérica, generó
algunos prolongados desarrollos regionales hasta avanzado el holoceno. Y una de sus
particularidades, acá, sería la utilización no sólo de piedra y hueso como materia prima para
la producción de artefactos, sino también el trabajo de las conchas mineralizadas.
Proponemos que los restos materiales del primer estrato ocupacional de la Covacha
del Babisuri -y, en particular, su industria lítica- presentan características que permitirían
incluirlos perfectamente en la tradición cultural y el modo de vida de esa antigua población
que ocupa la parte norte de Sudamérica desde hace más de doce milenios, donde es
claramente pre-Clovis.
En las primeras ocupaciones de dicho sitio hay varias conchas de dossinia, astilladas
por percusión, fechadas alrededor de hace 40.000 años, que fueron recogidas de un antiguo
cordón litoral formado en esas fechas, cuando el descenso delnivel del mar de la última fase
glacial del pleistoceno las puso al descubierto. Las ocupaciones, por lo tanto, no tienen
cuarenta milenios, pero seguramente son anteriores a la gran ingresión marina que, para el
9.000 a.p., ya las había vuelto a cubrir.
El tema es que se trataría de una población también físicamente diferenciada365 y
que, con toda seguridad, debió ingresar por Alaska y desplazarse por algunas regiones de

365
Sería tentador apoyarse en la hipótesis de González José et. al. [2003] que afirma que los pericúes serían
descendientes de esa antigua población australomelanesia presente en Lagõa Santa, que se habría mantenido
debido al supuesto aislamiento en el fondo de saco de la península. Hipótesis, por lo demás, sugerida en su
Cazadores del trópico americano en México. 453

Norteamérica y México, donde indudablemente debería haber registros de su presencia, aún


cuando no hayan sido adecuadamente identificados ni reconocidos.
Por otro lado, Cristina García ha reevaluado en Sonora el denominado "complejo
San Dieguito", incluyendo la fase Malpaís. Es altamente probable que una parte de los
materiales atribuidos a tal "complejo" estén identificando a una población efectivamente
diferente, con un instrumental expeditivo [Hayden 1976]. No obstante, es muy posible que
no se haya tomado en serio, entre otras cosas, debido al interés de los autores por otorgarles
especulativamente una cronología espectacular que, por lo demás, contradecía el mito de
"Clovis first", bien establecido en la academia norteamericana. No sobrará transcribir un
párrafo de la descripción de la "fase Malpaís" para la zona del Pinacate
...in the Pinacate, tabular basalt blocks or, preferably, basaltic pyroclastic ejecta of
suitable forms were used. The Pinacate sites which contains the largest number of
Malpais tools are those adjacent to craters where the pavement is composed of
dense, gray, finely crystalline basalt ejecta, which had been thinned and smoothed
during the crater-forming eruptions. These were excellent tool material, readily
selected for shape, and needed only edge flaking to make knives, spokeshaves,
hollow-sided scrapers, notched and beaked tools, and choppers of varying weights
and sizes. Core tools of the disk chopper type accur throughout the period, but are
not common, No projectile points have been found. [...]
Of special interest is the discovery that shell was used in the manufacture of
small knives, scrapers, and gouges. Unreported in the literature, these implements
are percussion flaked from heavy bivalve shells, specially of Dosinia sp., which are
readily available in Adair Bay. [Hayden 1976: 280-281]
Uno de los problemas que habría que resolver, tratándose de materiales de superficie,
es mostrar que tales artefactos no fueron sólo desechos de talla, descartados al probar la
calidad de las materias primas disponibles -y que los habrá en abundancia-, sino que también
parte de ellos fueron efectivamente utilizados como instrumentos. Para ello, pensamos que
sería necesario experimentar con las piedras que no presentan eventuales retoques, con el fin
de encontrar alguna forma química de diluir y eliminar la pátina. De ese modo se podrían
analizar microscópicamente buscando huellas de uso, lo que podría confirmar su carácter
instrumental.
Cabe mencionar que, en las cercanías de la Covacha del Babisuri, abundan los
desechos de talla dispersos, resultado precisamente de la prueba de las piedras locales.
Dejamos planteada esta hipótesis que puede servir de referencia para evaluar muchos
sitios -como el de Los Alacranes, reportado por A. Bryan [2002]- que, aparentemente, no

momento por Ten Kate quien les atribuía rasgos melanesios. O por Dahlgren y Romero [1951] que reportaron
para la península: "del estudio de los entierros se desprende que pertenecieron a un grupo humano, según todas
las posibilidades considerado como uno de los más viejos del Continente: el de Lagõa Santa o neoaustraloide,
que pudo haber sobrevivido en Baja California durante mucho tiempo...". No obstante, nos parece demasiado
riesgoso aventurar tal propuesta -que tampoco se debe descartar- mientras no tengamos una mínima claridad
acerca de la historia sociocultural de los pueblos que habitaron ese territorio, para explicar cómo se mantuvieron
ajenos a procesos de microevolución, flujos o deriva génica, por más de nueve milenios [ver Bate y Terrazas
2004]
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 454

presentan elementos culturales muy diagnósticos y que bien podrían corresponder a una
población aún no identificada claramente en México ni en Norteamérica.

Bibliografía.
ACOSTA, Guillermo
2008 La cueva de Santa Marta y los cazadores-recolectores del Pleistoceno final - Holoceno temprano
en las regiones tropicales de México. Tesis de Doctorado. UNAM. México
ACOSTA, Guillermo y Luis Felipe BATE
2006 “Ocupaciones en cuevas y abrigos de Ocozocoautla, Chiapas: de la Prehistoria a las sociedades
clasistas”, en: Cristina Corona, Patricia Fournier y Alejandro Villalobos (coords.), Perspectivas de
la Investigación Arqueológica II: Homenaje a Gustavo Vargas, Escuela Nacional de Antropología
e Historia, México: 89- 100.
BATE, Luis Felipe
1982 Sobre el poblamiento temprano de Sudamérica. Actas del X Congreso de la UISPP
[1981], pp. 423-427. México.
1983 Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica. Historia General
de América, Vols 2-I y 2-II. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.
l990 Culturas y modos de vida cazadores recolectores en la América del Sur.
Revista de Arqueología Americana, Nº 2. México.
1992 Comunidades primitivas de cazadores recolectores o el "Paleolítico Superior" visto
desde Sudamérica. Boletín de Antropología Americana, nº 25: 105-155.
1999 Comunidades andinas pre-tribales: los orígenes de la diversidad. en: Historia de América Andina,
vol. I, Las Sociedades Aborígenes, [L.G.Lumbreras Editor], Cap. II : 77-108. Universidad Andina
Simón Bolívar-Libresa. Quito.
BRYAN, Alan
2000 The original peopling of Latin America. En: Historia general de América Latina, vol. 1.
Las sociedades originarias, Capítulo 2. Col. UNESCO. Versión online:
http://www.unesco.org/culture/latinamerica/html_eng/chapter.htm (Last update 30/10/2000).
DAHLGREN, Barbro y Javier ROMERO
1951 La prehistoria bajacaliforniana. Redescubrimiento de pinturas rupestres. Cuadernos Americanos,
vol 58: 153-178.
EUDAVE, Itzel
2008 Subsistencia de los cazadores recolectores, un estudio de los restos faunísticos de la cueva Santa
Marta, Chiapas. Tesis de Licenciatura, ENAH, México.
FUJITA, Harumi, Miguel TELLEZ y Felipe BATE
2006 Una probable ocupación desde el pleistoceno en la Covacha Babisuri, Isla Espíritu Santo,
Baja California Sur, México. En: 2º Simposio Internacional El Hombre Temprano en
América: 61-72. Conaculta-INAH. México
GARCIA, Cristina
2005 Lascas, raspadores, choppers y percutores con pátina. La industria lítica del componente
Malpaís del sitio arqueológico La Playa, Sonora. Tesis de Licenciatura, Escuela
Nacional de Antropología e Historia. México.
GARCIA-BARCENA, Joaquín
1982 La etapa lítica del Sureste de México. Actas del X Congreso de la UISPP [1981],
pp. 400-422. México.
1982b El Precerámico de Aguacatenango, Chiapas, México, Colección Científica no. 11, México, Instituto
Nacional de Antropología e Historia, México.
GILMAN, Antonio
1984 Explaining the upper palaeolithic revolution. En: Marxist perspectives in
archaeology, pp. 115-127. M. Spriggs [Ed.], Cambridge University Press. Cambridge.
GONZÀLEZ JOSÈ, Rolando et al.
2003 Craniometric evidence for paleoamerican survival in Baja California. Nature, nº 415: 62-65.
GUEVARA, Arturo
1981 Los talleres líticos de Aguacatenango, Chiapas. Colección Científica, nº 95. INAH. México.
Cazadores del trópico americano en México. 455

HAYDEN, Julian
1976 Pre-altithermal archaeology in the Sierra del Pinacate, Sonora, Mexico. American Antiquity 41: 274-
289.
HEILEN, Michael
2004 Julian Hayden's Malpais model: a pre-Clovis claim from the American Southwest.
KIVA, The Journal of Southwestern Archaeology and History, vol. 69, nº 3: 305-331.
KRIEGER, Alex
1964 Early man in the New World. En: Prehistoric man in the New World, Jennings & Norbeck Eds,
págs. 23-81. Chicago.
LORENZO, José Luis
1967 La etapa lítica en México. Depto. de Prehistoria, INAH. México.
1991 Un buril de la cultura precerámica de Teopisca, Chiapas. [Original de 1961]. En: J.L.
Lorenzo, Prehistoria y Arqueología : 175-195 [L.Mirambell y J.A.Pérez, compiladores].
Antologías, Serie Arqueología. México.
1977 Un conjunto lítico de Teopisca. Informes, Depto. de Prehistoria, INAH. México.
1987 Etapa lítica en Norte y Centroamérica. Sobre los orígenes del hombre Americano.
Historia General de América, Vol. 5. Ediciones de la Presidencia de la República.
Caracas.
MACNEISH, R. S. y A. NELKEN TERNER
1983 “The preceramic of Mesoamerica", Journal of Field Archaeology 10 (1):71-84.
MAC NEISH, Richard S. y F.A. PETERSON
1962 The Santa Marta Rock Shelter, Ocozocoautla, Chiapas, México, Papers 14, New Worid
Archaeological Foundation, Brigham Young University, Provo Utah.
MANDRIK, Carole
2004 Invented traditions and the ultimate american origin myth: in the beginning...there was an ice-free
corridor. En: The settlement of the american continents. M. Burton, G. Clark, D. Yesner and G.
Pearson Editors. The University of Arizona Press.
MIRAMBELL, Lorena
1994 Recherches récentes sur le stade lithique au Mexique. Bulletin de la Société Préhistorique
Française, t. 91, nº 4-5: 240-245.
PEREZ, Patricia
En prep. Análisis de huellas de uso y residuos orgánicos en materiales líticos de la cueva de Santa Marta,
Chiapas. Tesis de Licenciatura, ENAH, México.
RESEÑAS CRÍTICAS
APUNTES SOBRE
LAS INVESTIGACIONES PREHISTÓRICAS
EN MÉXICO Y AMÉRICA

Luis F. Bate y Alejandro Terrazas

Donde no hay teoría no hay ciencia



Mario Bunge

...o sea, el marco teórico: ¡eso es una mierda!


**
José Luis Lorenzo

Resumen.

Se trata, de manera muy general, de un par de aspectos del estado actual de las
investigaciones sobre prehistoria en el continente americano, específicamente en torno a los
procesos de poblamiento del mismo.
Uno de ellos se refiere a la casi total ausencia de teorías explícitas que conformen
concepciones explicativas integradoras de los distintos aspectos relevantes de las estructuras y
procesos sociales. Por lo cual las investigaciones tienden a carecer notablemente de
orientación y articulación coherente, manteniéndose sometidas a la exaltación del empirismo
más ramplón.


Publicado en: El Hombre Temprano en América, Primer Simposio Internacional [2002], J.C. Jiménez, S.
González, J.A. Pompa y F. Ortiz [Coords]. Colección Científica del INAH, nº 500: 23-48. México, 2006.


Bunge 1969: 417.
**
Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH: "Arqueología de mi corazón", Documental de entrevistas
videograbadas. México, 1995.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 460

En cuanto a las orientaciones temáticas, se apuntan algunas consideraciones acerca del


supuesto debate "pre-Clovis / Clovis first". A propósito de lo cual, se esbozan las bases para
una hipótesis acerca del poblamiento americano.

I. ¿Qué tan científica es nuestra Prehistoria?.


En México, como en otros países americanos, se ha usado el término de "Prehistoria" para
referirse a la historia de las sociedades cazadoras recolectoras y aún para sociedades pre-
estatales productoras de alimentos. Hoy, el término resulta algo anticuado, lo mismo cuando
se refiere a la disciplina científica que estudia dichas sociedades. Y tiende a hablarse más bien
de arqueología de sociedades cazadoras recolectoras. Esto es sólo una cuestión de modas
terminológicas, pero también puede deberse, en parte, al desarrollo de las investigaciones.
En esta ponencia queremos limitarnos a esbozar algunos apuntes orientados a evaluar
qué tan desarrolladas se encuentran las investigaciones arqueológicas americanas en cuanto al
estudio de las sociedades cazadoras recolectoras y, en particular, en relación al problema del
poblamiento del continente.
No pretende ser una revisión general del "estado de la cuestión" y nuestros
comentarios serán parciales, pues no nos centraremos en los aspectos del nivel de
acumulación de información empírica alcanzado, ni del desarrollo de las técnicas o
procedimientos metodológicos aplicados en las investigaciones sobre el tema. Sin lugar a
dudas, puede decirse que, desde hace unos veinte años, ha habido un aumento explosivo de la
producción de información, particularmente en algunas regiones, como el área andina, el
Brasil o el Extremo Sur desde Uruguay (Pampas, Patagonia y Tierra del Fuego). Mientras en
otras, como en México o el Caribe, si bien no puede hablarse de un estancamiento absoluto,
los avances han sido bastante más modestos366.
Por su parte, los avances tecnológicos y de procedimientos también han afectado
favorablemente al desarrollo de las investigaciones, elevando la calidad de los trabajos de
prospección, localización, excavación, registros y dataciones, hasta el análisis y ordenación de
la información realizada en los gabinetes o laboratorios. En este sentido, puede mencionarse
el impacto de la generalización del uso de computadoras personales que, además de haber
permitido hacer mucho más eficiente el procesamiento de información, ha contribuido
notablemente a agilizar el intercambio de la misma. Por supuesto, la disponibilidad de los
recursos económicos que implica la posibilidad de utilizar estos medios es desigual y la
brecha mayor se establece entre Norteamérica y el resto del continente.
En estos desarrollos también ha incidido el considerable aumento del número de
practicantes de la arqueología con formación profesional y de las instancias académicas de
comunicación de información. Pero sobre todo -aunque ha ocurrido en menor medida- la
apertura de foros que abren la posibilidad de entablar diálogos y debates. En lo cual también
366
Entretanto, hay que registrar la desaparición del antiguo Departamento de Prehistoria del Instituto Nacional
de Antropologíaa e Historia de México. Circunstancia que pasó más o menos inadvertida, pues no causó ningún
impacto en las investigaciones sobre el tema.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 461

se advierten desigualdades que se reflejan en el estado de la investigación. Así, por ejemplo,


las Jornadas de Arqueología de la Patagonia se vienen llevando a cabo con regularidad desde
1984, convocando a un gran número de investigadores, mientras en México no se realizaba un
evento de esta naturaleza desde hace quince años367.
Y hay que decir que el desarrollo tecnológico y la abundancia de medios de
comunicación no siempre han resultado necesariamente en la elevación de la calidad de las
investigaciones, tal vez porque permiten incrementar cuantitativamente la producción de
resultados ahorrando trabajo humano, sobre todo, el de las neuronas. Como advertía con
claridad Dillehay [1988:12], refiriéndose al "exceso de arqueólogos con el grado de doctorado y
un incremento de los fondos para investigaciones y publicaciones":
...el aumento de la cantidad parece siempre llevar a la inevitable reducción del
promedio de la calidad (y probablemente no aumenta finalmente en términos
absolutos, el número de buenos trabajos). El proceso de publicación ha dejado
también de actuar como mecanismo de control de calidad. Nada lo ha reemplazado.
En síntesis, parece que la arqueología ha estado preocupándose más con la cantidad
y con la difusión de información, que con la comunicación real.
Concordamos plenamente con el autor haciendo notar que, en este aspecto, México sí
se ha puesto al día en cuanto a la prevalencia de criterios cuantitativos para la evaluación del
rendimiento académico.
El tema en que centraremos nuestros comentarios es el que se refiere al desarrollo y
uso de las teorías, en la medida en que, de acuerdo a Bunge368:
Es una peculiaridad de la ciencia contemporánea el que la actividad científica más
importante -la más profunda y la más fecunda- se centre en torno a teorías, y no en
torno a la recolección de datos, las clasificaciones de los mismos o hipótesis sueltas.
Los datos se obtienen a la luz de teorías y con la esperanza de concebir nuevas
hipótesis que puedan a su vez ampliarse o sintetizarse en teorías.
...lo que caracteriza a la ciencia moderna es la insistencia en la teoría -en la teoría
empíricamente contrastable, desde luego- y no el interés primordial por la
experiencia en bruto.

y, más adelante,
La dimensión y la adecuación relativas del trabajo teorético miden, pues, el grado de
progreso de una ciencia.369
En primer lugar, distinguiremos entre posiciones teóricas y teorías sustantivas. Las
posiciones teóricas son concepciones generales acerca de cómo es la realidad y cuáles son los
procedimientos científicos adecuados para conocerla. Las teorías sustantivas forman parte de
las posiciones teóricas, constituyendo los componentes ontológicos referidos a campos

367
Seminario Orígenes del Hombre Americano, realizado en 1987 en el Museo Nacional de Antropología,
entonces bajo la dirección de Eduardo Matos.
368
Obra citada: 413. Hemos tomado varias referencias de la obra La investigación científica de Mario Bunge,
autor que no puede calificarse de marxista -concepción de la que participa la posición que adoptamos-, por
cuanto sus opiniones encontrarán mayor aceptación en los medios académicos. Por supuesto, las citas que
tomamos de él se refieren a afirmaciones con las cuales concordamos.
369
Obra citada: 416. Subrayados (cursiva) nuestros.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 462

particulares de las realidades estudiadas. Además del área ontológica, una posición teórica
incluye el conjunto de planteamientos expresos o implícitos respecto a los juicios de valor que
orientan la investigación, los enunciados epistemológicos y las propuestas metodológicas con
los cuales la ontología está necesariamente interrelacionada, con diversos niveles de
consistencia370.
Acá nos referiremos a las teorizaciones relativas al objeto sustantivo de investigación,
esto es, sobre las sociedades cazadoras recolectoras y su dinámica histórica. No nos
ocuparemos centralmente, por el momento, de las teorías mediadoras, indispensables para
conectar la realidad de la información disponible y los datos observables con la existencia de
las sociedades que investigamos [Bate 1998: 106].

1. Un poco de historia: sobre el empirismo predominante.


Desde hace ya unas cuatro décadas, el mundo de la arqueología, en general, fue
saludablemente impactado por el surgimiento de la entonces llamada "new archaeology" o
arqueologías procesuales, tanto desde la Gran Bretaña (Clarke, Renfrew) como desde
Norteamérica (Binford, Flannery, Schiffer). Sus planteamientos vinieron a cuestionar las
bases de las arqueologías ya tradicionales, instaladas en una "normalidad" kuhniana, donde
coexistían las orientaciones teóricas englobadas en el concepto de particularismo histórico.
Tanto el difusionismo como el relativismo cultural -representados en América por
algunos de sus máximos exponentes, como Menghin o Boas, respectivamente- conformaron
posiciones teóricas literalmente reaccionarias: una reacción contra el evolucionismo del siglo
XIX. Reacción creacionista y clerical por parte del difusionismo histórico-cultural y contra la
justificación de la "vanguardia de la historia" -frente a la emergencia exitosa de los
movimientos socialistas371- por parte del relativismo.
Claramente se transparenta el fondo ideológico de la disputa en torno al área
valorativa, desde la cual se definen los objetivos cognitivos que cada posición propone para la
ciencia. Una maniobra de traspaso de la ideología de una burguesía industrial del siglo XIX,
vanguardista y anticlerical, disputando el poder ideológico político a una burguesía
terrateniente apoyada en la institucionalidad y en la ideología religioso feudal, a la burguesía
industrial financiera del siglo XX, triunfante e instalada en el poder político y económico que
descubre la efectividad de la ideología religiosa como instrumento de dominación, esta vez a
su servicio. El mecanismo de ocultación de tal maniobra se dio a través de la imposición de
otro mito ideológico, absolutamente falso, pero eficiente: el de que la "objetividad científica"
se garantiza prescindiendo de juicios de valor, de modo que el científico "objetivo " no
permite que sus juicios de valor interfieran en la diáfana transparencia de sus observaciones
empíricas, base de una ciencia veraz.

370
Nos estamos refirendo al concepto de posición teórica acuñado por Gándara (1993 y 1994), como un
instrumento de evaluación que permitiría una opción racional entre teorías. Ver también Bate 1998: 24-30.
371
En este sentidio, la versión staliniana de la sucesión de modos de producción -adoptada por los "marxismos
oficiales"- asume una postura claramente evolucionista decimonónica, en pleno siglo XX.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 463

Debido a lo cual, el desplazamiento del evolucionismo se dió bajo el pretexto de que


constituía una concepción "especulativa" y "abstracta". La alternativa: no arriesgar
generalizaciones antes de disponer de toda la información empírica que, algún día, permitiría
explicaciones adecuadas para cada caso, para cada cultura singular e irrepetible. Donde la
cultura es la categoría que alude a la totalidad social. La tarea central de la ciencia
arqueológica viene así a definir, de hecho, su objetivo cognitivo: la descripción. Aún cuando
el planteamiento resultara inconsistente con el hecho de estar orientada a fundamentar la
existencia de entidades abstractas preconcebidas y preestablecidas, como "círculos
culturales"372 o "universales de la cultura", levitantes en el mundo de las ideas o de la unidad
psíquica de la humanidad.
El rescate de la racionalidad científica "que amenazaba con ahogarse en el mar de la
empiria", por parte del neoevolucionismo de V.G. Childe o L. White, no escapó a la
influencia arrasadora del empirismo entre los practicantes americanos de la arqueología. Se
trataba de fundamentar, en una sólida base empírica, los particulares procesos de evolución a
nivel regional, para evitar el riesgo de ser calificados como "especulativos abstractos". Y, en
el caso de los estudios de las sociedades cazadoras recolectoras en América, difusionistas,
culturalistas, ambientalistas y neoevolucionistas coincidieron en cuanto al objetivo de la
arqueología: el establecimiento de secuencias cronológico-culturales. Donde los mismos
planteamientos evolutivos se redujeron a referencias generales simplistas y esquemáticas
pero, eso sí, con muchos más datos e información. Es el caso de las propuestas generales o
regionales de periodización, por ejemplo, de Krieger, Willey, MacNeish, Lanning, Rouse o
Lorenzo.
Frente a esa situación, no puede dejar de considerarse a la "new archaeology",
particularmente en la versión de Binford, como una alternativa radical, históricamente más
relevante que las posturas súper críticas y radicales posteriores, del posmodernismo, por
ejemplo. Abrió el terreno a una época de fecundas discusiones teóricas, que cobran auge en
los 80, polemizando con las propias posiciones de las arqueologías procesuales de la ya
entonces "vieja nueva arqueología" [Gándara 1982].
No obstante, el número de arqueólogos que se ocupan de temas teóricos, a través de
propuestas o críticas, sigue siendo mínimo. Y el porcentaje de colegas que son usuarios de las
teorías actualmente en competencia, aplicándolas a sus trabajos de investigación, aún muy
escaso. Por supuesto, no podría esperarse que la mayoría se dedicara a la producción teórica
dado que el espectro de temas y problemas a cubrir es amplísimo y variado, tanto como las
vocaciones y posibilidades reales de trabajo de los arqueólogos.
Pero resulta notable el hecho de que la gran mayoría de las investigaciones
arqueológicas que se llevan a cabo a lo largo y ancho del continente americano siguen siendo
inspiradas, sin mayor conciencia crítica por parte de los investigadores, en los lineamientos
derivados de las antiguas posiciones particularistas históricas. Y, a pesar de la vitalidad de los
debates teórico metodológicos que se dan en la disciplina, nuestra arqueología real sigue

372
O ciclos culturales entendidos como "sistemas de isoidas", en el caso de Bórmida (1954).
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 464

siendo abrumadoramente "tradicional" y su aparente modernización es el resultado de la


mayor sofisticación de las técnicas y procedimientos de obtención y análisis inmediato de la
información empírica. Es decir, aún predomina un empirismo, por lo demás, bastante
rudimentario. Que se presenta, en los mejores casos, "técnicamente sofisticado".
Una otra circunstancia vino a reforzar esta situación en varios países de Centro y
Sudamérica, y fue la instalación de dictaduras militares, cuya aversión a las ciencias sociales
era abierta y sus métodos represivos brutales373. En ese contexto, el temor a la teoría se
convirtió, literal y explicablemente, en terror. Del marxismo, desde luego, ni oír hablar. La
reducción de las investigaciones al manejo de datos y producción o procesamiento de
información empírica se convirtió en el refugio donde los arqueólogos podían aparentar su
total "objetividad" y "neutralidad" como científicos.
Con la supuesta restauración de las "democracias" el temor a la teorización no se ha
perdido. Y , otra vez, se presentan distintas reacciones. En Brasil, por ejemplo, que
comprende la mitad del territorio de Sudamérica, hay una profusión espectacular de
publicaciones de información desde fines de los 70. Pero, ignoramos por qué, a diferencia de
lo que ocurre en otras disciplinas de la ciencia social, la ausencia de producción o uso directo
de teorías en la arqueología es casi total. Bastan los dedos de una mano para contar a los
autores interesados en esa temática (Funari, Lima)374. En Argentina o Chile, en cambio, donde
hay investigadores trabajando sobre cazadores recolectores, bien informados y usuarios de
algunas de las teorías disponibles (p.ej., Politis, Mena y varios otros), la atención se ha
centrado mayoritariamente375 en posiciones evolucionistas, ambientalistas o adaptacionistas,
desplazándose los intereses y la especialización más bien al campo de las ciencias naturales,
evitándose el involucramiento directo con los temas específicamente sociales. Y nadie
arriesga la menor conjetura generalizadora sin la referencia compulsiva a los datos -
considerados como "la evidencia"- por temor a ser tachado de "especulativo", entendido como
algo poco serio.
Hasta en Norteamérica se le perdió el miedo antes al marxismo, reestablecido el mito
de la democracia después de un macartismo más distante y convenientemente olvidado376.
En suma, compartimos la apreciación general de Politis sobre Latinoamérica, en
cuanto al predominio notable del empirismo:
Firstly, Latin American archaeology is largely empiricist. Although there are
a few original theoretical approaches, such as Latin American social archaeology

373
Como dijo el 11 de septiembre de 1973 uno de los oficiales que allanaron la Universidad Técnica del Estado
en Santiago de Chile (donde fueron asesinadas cerca de 400 personas), metralleta en mano frente al
Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Ingenieros Industriales: "se acabó esta huevada de las
ciencias sociales, acá hay que enseñar Historia y Geografía" (historia oficial de las "glorias militares", por
supuesto. Com. pers. Dr. Guillermo Yáñez).
374
J.A. dos Reis 2001.
375
Con algunas excepciones: p.e. Llamazares y Slavutzki (1990), Alvarez y Fiore (1993), Zarankin y Acuto
[Eds.] 1999.
376
Para la Tierra del Fuego chileno-argentina, hay que mencionar la síntesis de la etnografía sobre los Selk'nam
publicada en España por Anne Chapman [1990], quien adopta el materialismo histórico como sistema
conceptual de referencia.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 465

[...] and serious attempts have been made to incorporate and develop North
American and European methodological and theoretical perspectives[...], the
practice of archaeology within the region remains heavily empirically grounded.377
El hecho es que, por razones diversas, predomina en la arqueología americana un
empirismo que hace que los siguientes comentarios de Bunge, a propósito de las ciencias
humanas, nos resulten cercanamente familiares:
... la teorización se considera frecuentemente como un lujo, y no se admite como
ocupación decente más que la recolección de datos, o sea, la descripción. Y esto
hasta el punto de que está de moda en esas ciencias oponer la teoría (como
especulación) a la investigación (entendida como acarreo de datos). Esta actitud
paleocientífica, sostenida por un tipo primitivo de filosofía empirista, es en gran
parte la causa del atraso de las ciencias del hombre. En realidad, ese punto de vista
ignora que los datos no tienen sentido ni pueden ser relevantes más que en un
contexto teorético, y que la acumulación al azar de datos, e incluso las
generalizaciones que no son más que condensaciones de datos, son en gran parte
pura pérdida de tiempo si no van acompañadas por una elaboración teorética capaz
de manipular esos resultados brutos y de orientar la investigación.378.

2. La producción teórica.
La arqueología americana no carece de investigadores que trabajen en la generación de
propuestas teóricas para explicar distintos aspectos de las sociedades cazadoras recolectoras.
Por el contrario, algunos de los más destacados investigadores en el tema son americanos o
trabajan en instituciones americanas, como Binford, Wobst, Painter, Gilman y otros. Sin
embargo, paradojalmente, la mayoría de ellos no se ocupa, en sus investigaciones concretas,
de la arqueología de los cazadores americanos, sino de los problemas del "paleolítico" del
Viejo Mundo. Aunque algunos de ellos sí utilizan la etnografía americana como apoyo para la
formulación de sus propuestas.
Por los comentarios que haremos sobre el uso de las teorías, queremos aclarar de
antemano que no consideramos que ésto sea un defecto, pues estamos lejos de sostener un
chauvinismo disciplinario o geográfico. Lo importante es contar con teorías disponibles y
utilizables en la investigación, y no es relevante el que las propuestas provengan de la
antropología, la sociología o la historia, ni en qué lugar del planeta sean formuladas. Pues
tampoco podemos dejar de considerar a los investigadores de instituciones no americanas que
trabajan en o sobre América, realizando interesantes propuestas teóricas379.
Lo que sí es preocupante es que, habiendo teorías disponibles, el encasillamiento
disciplinario sirva de pretexto para ignorarlas y prescindir de ellas en la realización de las

377
Gustavo Politis 1999: 2.
378
Bunge ob.cit: 416; cursivas nuestras. Cabe hacer notar que nosotros utilizamos el término dato para
referirnos a la realidad observable, existente con independencia de nuestro conocimiento y entendemos a la
información como el conocimiento empírico elaborado a partir de la observación, es decir, el resultado
comunicable de nuestra subjetiva experiencia sensible. Teniendo clara esta distinción, Bunge, como otros
autores, usa el término de "dato" para referirse a nuestro concepto de información empírica.
379
Como, por ejemplo, Estévez y Vila 1998 .
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 466

investigaciones arqueológicas específicas sobre la mayor parte de nuestra historia o


"prehistoria", que fue protagonizada por esas sociedades concretas.

Variables para el análisis


En cuanto a la producción teórica disponible acerca de las sociedades cazadoras recolectoras,
usada o potencialmente utilizable en la investigación de los procesos de poblamiento de
América, nos limitaremos a sugerir algunas variables para su análisis y a anotar un par
ejemplos, ya que es una tarea que excedería largamente la extensión de una ponencia.
1) De acuerdo al nivel de generalidad distinguiremos entre:
a. Metateorías, para designar a aquellas que se formulan para un campo de realidad
más amplio que el de la existencia de las sociedades humanas. Algunas de ellas explicitan
formalizaciones particulares para el campo social. Entre las metateorías podríamos mencionar
a la Teoría General de la Evolución, la Teoría General de Sistemas o a la Dialéctica
Materialista.
b. Teorías sociales, formalizadas explícitamente para dar cuenta de la organización
y/o procesos de desarrollo de las sociedades humanas. Algunas se plantean como apartados
particulares de metateorías, como el materialismo cultural o el materialismo histórico. Otras
se refieren sólo a éste campo de la realidad, como el funcionalismo o el estructuralismo.
c. Teorías particulares sobre las sociedades cazadoras recolectoras. Por lo general,
aunque no necesariamente, son propuestas en el contexto de una teoría general de la sociedad.
Y acá habrá que hacer un par de distinciones. En algunos casos, queda comprendida en un
concepto que abarca a otros tipos de sociedades, como el de Modo de Producción Doméstico
de Sahlins380 o el de Comunismo Primitivo (salvajismo y barbarie) en algunas versiones
marxistas, que incluyen también a sociedades productoras de alimentos. En otros casos, no
todas las sociedades con tecnoeconomía basada en la caza y recolección corresponderían a un
mismo tipo de sociedad. Testart, por ejemplo, reserva el concepto de Comunismo Primitivo
para sociedades de cazadores recolectores nómades sin almacenamiento y los distingue del
modo de producción de aquellos sedentarios o semi sedentarios con almacenamiento381.
2) De acuerdo a la cobertura explicativa, podríamos distinguir
a. Teorías integrales, aquellas que dan cuenta de la totalidad social, integrando las
diversas esferas de la vida social: la economía, las relaciones sociales, la reproducción, la
institucionalidad, las concepciones o sistemas de ideas, etc.. Teorías de este tipo pueden ser
consideradas las propuestas de Service o de Testart382.
b. Teorías parciales, formuladas para explicar determinadas esferas o niveles de
relaciones de la estructura social, como la tecnoeconomía, el intercambio de bienes, el

380
M. Sahlins 1977: La economía de la Edad de Piedra.
381
Ver Alain Testart 1982 y 1985.
382
Ver, por ejemplo, Service 1973 o Testart 1985. Aunque sus propuestas no se reducen sólo a éstos trabajos.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 467

intercambio de información, las relaciones de parentesco, la cosmovisión, etc. No por ello son
menos importantes, ya que hay algunas que constituyen aportes cruciales para buscar
respuestas a problemas determinados. Unas están formuladas como una concepción general
(que se refiere a aspectos comunes a distintos tipos de sociedad) y otras son específicas para
las sociedades cazadoras. Ejemplos de importantes contribuciones de este tipo son los trabajos
de Wobst, en la definición de las "redes mínimas de apareamiento" o las conductas de
intercambio de información, las distinciones de Meillassoux entre adhesión laboral y
parentesco, acoplamiento y filiación o patrones de movilidad y residencia383.
También hay algunas teorías que, privilegiando sólo algunas dimensiones de la
sociedad, limitan la explicación de la totalidad social a las mismas, aún cuando no pretendan
explícitamente hacerlo. Es el caso de la propuesta de B. J. Williams [1974], A model of band
society, que formula proposiciones para explicar aspectos relevantes de la demografía de las
sociedades cazadoras recolectoras. Aunque, a diferencia de otros autores que basan sus
explicaciones casi exclusivamente en variables medioambientales, Williams funda su modelo
en la articulación, principalmente, de las variables socioculturales conceptualmente
sistematizadas. Desafortunadamente es un texto poco utilizado por los interesados en el tema.
3) Otro aspecto que es necesario considerar es que hay concepciones teóricas en cuyo
interior se han desarrollado diferentes corrientes de pensamiento que pueden llegar a ser
incompatibles entre sí frente a determinados temas. En éste sentido, no es lo mismo el
funcionalismo de Parsons, Buckley o Luhman. O los planteamientos marxistas de Mc.Guire,
de Testart384, de los arqueólogos de la Universitat Autónoma de Barcelona, o de la llamada
Arqueología Social Latinoamericana. Para no hablar del que se ha denominado
estructuralismo marxista de autores como Godelier o Rey.
4) Una otra distinción que suele hacerse tiene que ver con los niveles de la teoría y que
también se distinguirían por el grado de generalidad y abstracción. Así, se han considerado
como teorías de bajo nivel a las que se refieren a lo que, en los estudios etnográficos, serían
las conductas más cercanas a la observación empírica y que explicarían, entre otras cosas, los
procesos deposicionales. Las teorías de alto nivel serían aquellas referidas a la abstracción de
las regularidades que explicarían la organización general de la sociedad. Y, entre ambas,
autores como Binford han propuesto la necesidad de inducir una "teoría de rango medio",
concepto tomado de Robert Merton [1992].

Un par de casos
A propósito de ésto, solo mencionaremos un par de ejemplos, por cuanto el objetivo de ésta
ponencia no es el de realizar el análisis de la producción y uso de las teorías en las

383
M. Wobst 1974, 1976a y 1976b; C. Meillasoux 1977.
384
La línea de McGuire, que incluye a otros autores como Marquardt o Crumley se autodenomina marxista
hegeliana, adjetivo que enfatiza la necesidad de retomar la dialéctica, aunque no deja de incurrir en
planteamientos idealistas [ver Bate y Nocete 1993]. Testart, en cambio, se considera hegeliano, aunque en su
análisis notablemente preciso y detallado de la economía de las sociedades cazadoras recolectoras muestra un
manejo fluido de las categorías del materialismo histórico [Testart 1985].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 468

investigaciones prehistóricas americanas, sino solamente llamar la atención sobre la necesidad


de reflexionar sobre el problema.
a. La arqueología procesual binfordiana. Como hemos señalado en otro lugar385, a
pesar de la indiscutible relevancia de la obra de Binford en el desarrollo de la arqueología en
las últimas décadas, no ha llegado a conformar una posición teórica consistente, debido tal
vez a la falta de una sistematización general que le habría permitido advertir
incompatibilidades lógicas entre distintas afirmaciones expresadas a lo largo de su abundante
producción científica, así como de algunos vacíos -a veces intencionales- que impiden la
articulación coherente de sus diversas propuestas. No por ello deja de constituir una posición
teórica que debe ser considerada.
En este sentido, nos remitimos al pormenorizado análisis realizado hace unos veinte
años por Gándara, en el contexto de la discusión de la "nueva arqueología", en el cual,
respecto a nuestro autor concluye que:
resulta ser una posición teórica altamente incongruente a todos los niveles: mezcla
metodologías con objetivos distintos, confunde confirmación con corroboración,
adopta posiciones relativistas autorrefutantes y las mezcla con una epistemología
ecléctica en donde el substrato final es el idealismo subjetivo. Al parecer, existe
también una confusión sobre lo que las explicaciones nomológicas realmente son y
sobre la naturaleza de las leyes que forman parte de ella. [Gándara 1981: 59]
Posteriormente, Binford [1989] clarifica adecuadamente su concepto de materialismo
filosófico, pero no advierte que ello lo habría obligado a revisar y reformular muchos de sus
planteamientos anteriores. A nivel de las metateorías, comparte planteamientos tanto
evolucionistas como de la teoría de sistemas. En cuanto a la teoría general de la sociedad,
participa de la ecología cultural así como del funcionalismo, lo cual se expresa en distintos
textos, como el siguiente:
una de las mayores confusiones que ha plagado a las ciencias sociales es la
confusión entre las regularidades en la dinámica interna de los sistemas culturales
(sincrónicas y funcionales-internas) y la naturaleza de las dinámicas que condicionan
los cambios en la organización de los sistemas mismos y su diversificación y cambio
evolutivo (diacrónicos y ecológico-externos)386

Acá nos referiremos a sus propuestas respecto a la ontología de las sociedades


cazadoras recolectoras, en las que ha centrado la mayor parte de sus investigaciones.
Como es sabido, ha promovido reiteradamente la necesidad urgente de la arqueología
de construir una teoría propia,"de rango medio", que debería referirse a las actividades
características de las sociedades cazadoras recolectoras y que permitiría explicar, de hecho, la
formación de los contextos arqueológicos. Para lo cual habría que proceder a través de una
estrategia nomológico deductiva, la cual debería consistir en partir de formulaciones
generalizadoras, de las cuales se derivan implicaciones de prueba a ser contrastadas con la

385
"Del registro estático al pasado dinámico": entre un salto mortal y un milagro dialéctico. [Bate 1992b]
386
Binford [1982: 97], en sus comentarios al ensayo de R. White.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 469

información empírica. No obstante, en su obra de 1983, In pursuit of the past: decoding the
archaeological record387, nos dice que su manera de proceder consiste
en observar datos, reconocer modelos, tener intuiciones o ideas brillantes o aún
simplemente revivir viejas nociones ya gastadas pero que sobrevivieron durante
años... [1988: 115]
las que luego deben ser evaluadas a través de métodos científicos. Por esa vía se podía
anticipar, como lo hiciera Flannery, que sólo se conseguiría una colección de "leyes de
Mickey Mouse" que difícilmente integrarían una teoría general. No obstante, no dejó de
descalificar a quienes no respondieron a su convocatoria para elaborar la "teoría de rango
medio", a través de los procedimientos por él propuestos, afirmando que quienes se abocaron
a otros temas incurrían en "un pasatiempo inútil", que "no contienen propuestas serias dentro
de una disciplina científica" u otras consideraciones similares.
Ahora nos ofrece una nueva e importante obra con un conjunto de propuestas teóricas
y metodológicas que se puede prever que será un modelo a seguir para muchos
investigadores. Constructing frames of reference [2001] es un modelo de cómo se hace la
"buena ciencia"388. Por lo pronto su libro
...is unapologettically written from a scientific perspective. It is largely an exercise in
inductive reasoning, in that it asks questions regarding the character of the world of
organized variability among ethographically documented hunter-gatherers groups.
[pág. 3, subrayado nuestro]

De hecho, desarrolla una estrategia metodológica explícita, paralelamente a la


exposición de los resultados progresivos de su investigación. Comienza con un interesante
análisis crítico del conocimiento previo aportado por algunos de los fundadores de la
antropología a los que reconoce contribuciones pertinentes al tratamiento del tema, como
Mauss, Steward, Service, Lee y De Vore, Sahlins o Kaplan, entre otros. Lo que le permite
seleccionar tópicos y conceptos que considera relevantes para orientar la búsqueda de
patrones que conduzcan a generar explicaciones de la variabilidad interna de los sistemas
sociales. Entre ellos, los conceptos de banda, compartir (sharing), cooperación, tamaño del
grupo, patrones espaciales de asentamiento y movilidad, mutualismo, manejo del riesgo y
varios otros, que "demandan una investigación rigurosa"389. Luego, a través de diversos
procedimientos de correlación estadística, se da a la tarea de identificación de patrones, que le
permitirán construir marcos de referencia sobre la variabilidad medioambiental, que le
servirán para la contrastación de diversas variables sociales a través de las cuales analizará su
base de información sobre 339 grupos de cazadores recolectores documentados
387
Manejaremos la traducción al español como En busca del pasado, de 1988.
388
Quedamos advertidos de que "Theory building is not for sissies! It is a rigorous, time-consuming process,
and there is no guarantee that a comprehensive, defensible theory will reslult from the effort that has been
invested in its development. Thankfully, intellectual tactics do exist that can make the process less daunting, as a
review of the sequence of steps I have taken in this study far will illustrate" [pág. 243].
389
Curiosamente, aunque está citado en la bibliografía, no discute en el texto más que de paso, la relevancia de
la obra de Testart para quien las variables de reducción de movilidad y almacenamiento son fundamentales en la
distinción entre dos modos de producción diferentes entre los cazadores recolectores y que jugarán también un
papel crucial en su explicación de los procesos de intensificación productiva y emergencia de los "sistemas
complejos" en estas sociedades.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 470

etnográficamente. De esta manera, irá induciendo múltiples generalizaciones, planteando


problemas y generando proposiciones que permitirían la explicación de la variabilidad y los
cambios en distintos aspectos del sistema social. La contrastación sucesiva de marcos de
referencia medioambientales y culturales le permite ir integrando patrones derivativos de
segundo o tercer orden, accediendo a mayores niveles de generalización.
No llega a integrar una formalización teórica explicativa general acerca de las
sociedades cazadoras recolectoras, pero ofrece una larga lista de proposiciones y
explicaciones que deberían servir precisamente para lo que se propone: proporcionar marcos
de referencia para que los arqueólogos puedan deducir implicaciones explicativas a contrastar
con los registros arqueológicos. Suponemos que también a quienes estén interesados en
continuar esa tarea de construcción teórica.
En lo general, es consistente con sus premisas en cuanto a que la explicación
funcional-interna de la variabilidad y los cambios en los sistemas socioculturales se basaría
fundamentalmente en variables medioambientales (ecológico-externas), como las
características del hábitat y los cambios climáticos (principalmente niveles pluviosidad e
irradiación solar). Es interesante anotar que ha tomado un par de ideas importantes de algunos
autores "posmodernos" de las nuevas teorías de la complejidad390, como los conceptos de
dependencia sensible de las condiciones iniciales y emergencia de la complejidad, que adecua
a su propia conceptualización.
b. La "arqueología social latinoamericana". Aunque no compartimos esta
designación, se trata de una serie de propuestas desarrolladas inicialmente por un grupo de
investigadores latinoamericanos que se estructuran en torno a una línea particular de
desarrollo de la teoría materialista de la historia, de orientación marxista. Probablemente para
muchos no es una posición importante. Como dice Politis
Outside Latin America the theoretical production of Latin American social
archaeology has been largely ignored; only recently has it been discussed in Spain,
Portugal and, to a much lesser extent, Great Britain. However, for the North
American Marxist archaeologists the development of social archaeology has been an
impressive achievement of the last twenty years and they attribute an important role
to this school of thought in the recent history of the archaeology of Latin America
(e.g. McGuire 1992; Patterson 1994). [Politis 1999: 7]
Pero, como se trata de la posición de la que participamos, abusaremos de los lectores
haciendo una breve reseña de la misma. Se plantea como una posición teórica que pretende
ser menos inconsistente que otras e integrar, en lo general, los distintos temas y problemas
que atañen a la investigación arqueológica391. Asume la dialéctica materialista como
metateoría y, respecto a la teoría social, desarrolla una versión propia del materialismo
histórico a partir de la formalización de sus categorías básicas y la introducción de conceptos

390
Cita expresamente a autores como Prigogine, Gleick, Lewin o Waldrop .
391
Como afirma Eli de Gortari al referirse a los criterios de compatibilidad y completud: "...estos dos requisitos
no pueden ser cumplidos plenamente por sistema alguno, ni siquiera dentro del más estricto formalismo lógico,
porque las consecuencias deducibles de los elementos ya determinados de un sistema siempre son infinitas e
inagotables" [1970: 19].
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 471

nuevos, tanto a través de la categoría general de sociedad concreta, como de una propuesta
general de periodización histórica392. La categoría de sociedad concreta, entre otras cosas,
integra los distintos "niveles" de la teoría, en una concepción unitaria de las distintas
dimensiones de la existencia social expresada en la relación entre los conceptos de formación
social, modo de vida y cultura. De la cual se deriva congruentemente una propuesta de
periodización tridimensional.
Por lo que respecta a la teoría particular, en su artículo sobre La arqueología de
cazadores recolectores en América Latina, Lanata y Borrero opinan que
The languaje is different but, as far as hunter-gatherers are concerned, the result is
a purely theoretical stance which is difficult to reconcile with the archaeological
record. Archaeological interpretation by such researchers is, in addition, more in
line with a Kulturkreiss mode of research than with anithing else (see Bate 1983;
Vargas Arenas and Sanoja Obediente 1992)
[...] Developments in relation to hunter gatherers adaptations were keept to a
minimum, as Ardila Calderón (1992) has noted.
Con lo cual denotan un entendimiento notablemente limitado y erróneo, si no calumnioso, del
texto citado. Además de un desconocimiento de las propuestas específicas sobre el tema393.
Hemos hecho una distinción entre las formaciones de cazadores recolectores pre-
tribales y tribales, basada en el contenido de las relaciones sociales de producción. Y
desarrollado una propuesta particular sobre el modo de producción de las sociedades pre-
tribales [Bate 1986].
Ésta, al igual que la de Binford -con quien compartimos una ontología y una heurística
materialistas-, es aún una teorización parcial, referida a los aspectos básicos de la economía y
las relaciones sociales de los cazadores recolectores. Consecuentes con la categoría general de
formación social, actualmente trabajamos en la formalización de una concepción integral de
las formaciones cazadoras recolectoras, que comprenda no sólo la instancia del modo de
producción, sino también sus conexiones con el modo de reproducción, que integrarían la
base del ser social, así como con las instancias superestructurales de la institucionalidad y la
sicología social. Así como el tratamiento de las complejas interacciones bíosociales.

3. Usuarios de teorías.
En la mayoría de nuestros países ocurre lo que, siguiendo a Politis, señalan Lanata y Borrero
para Sudamérica:

392
Ver una síntesis general en Bate 1998.
393
Por supuesto, éstos comentarios merecerán oportunamente una discusión que acá no cabría. Por lo que se
refiere a la opinión de Ardila, está en lo cierto: no somos adaptacionistas. Pero el estudio de las "adaptaciones"
no es lo único que hay en la arqueología, si es lo que supone (ver nuestros comentarios al respecto en Bate 1992:
81). Igual podríamos decir que sus contribuciones respecto a los modos de producción o formaciones sociales de
los cazadores recolectores se reducen al mínimo, lo cual no tendría caso.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 472

The development of archaeological theory was slow in South America, with


most of the practitioners in archaeology relying at best on schemes developed
elsewhere. [Lanata y Borrero 1999: 77]
Como hemos visto, sería absurdo esperar que todos los investigadores tuvieran que producir
teoría para poder llevar a cabo sus investigaciones . Esto es una cuestión de división del
trabajo al interior de la disciplina. Y, así como hay una gran diversidad de orientaciones
temáticas, hay también quienes prefieren el trabajo de campo, el de laboratorio, el trabajo
interpretativo-explicativo, el desarrollo de aplicaciones metodológicas o de proposiciones
teóricas. La mayoría de los investigadores trabajan preferencialmente en algunos de esos
ámbitos, lo cual es perfectamente válido. Pero lo importante sería procurar la articulación de
las distintas instancias de la investigación bajo posiciones teóricas o concepciones teórico-
metodológicas consistentemente integradas.
Probablemente ésta es una de las mayores deficiencias de nuestras investigaciones
prehistóricas. No obstante, tampoco puede decirse que la ausencia de uso de teorías es total, si
bien la mayor parte de las investigaciones concretas teóricamente orientadas hacen un uso
parcial de las teorías disponibles o manejan teorías parciales acerca de las sociedades en
estudio.

Préstamos y retazos de teorías.


Son diversos los casos en que las teorías científicas empleadas con el fin de proponer
explicaciones para los fenómenos que son objeto de estudio de la arqueología han sido
tomadas de escuelas de pensamiento derivadas de otras ciencias, comenzando por el
evolucionismo del siglo XIX. Este intercambio teórico entre disciplinas científicas es , sin
duda, necesario y puede ser fructífero. Sin embargo, toda transferencia de postulados teóricos
debe ser cuidadosamente analizada, puesto que, generalmente, una posición teórica
determinada se desarrolla con el fin de explicar aspectos muy definidos de la realidad y sus
enunciados básicos no siempre pueden aplicarse a otra clase de fenómenos.
Los conceptos derivados de determinadas posiciones teóricas suelen migrar hacia otras
disciplinas de diferentes maneras:
1) En la forma más "blanda", suele tratarse de la adquisición de términos o conceptos
solamente como metáforas; en cuyo caso, sirven más a la reflexión filosófica que a una
explicación estricta.
2) En otros casos, algunos procedimientos, conceptos "duros" o ideas clave de una
teoría son utilizados en un contexto disciplinar diferente.
3) En una tercera posibilidad, cuerpos teóricos completos son aplicados a fenómenos
para los cuales no habían sido enunciados inicialmente.
Un ejemplo de migración de conceptos entre disciplinas en forma de metáfora es el
uso de la noción de caos, definido en forma dura para los estudios de fenómenos de
turbulencia en fluidos pero que, como metáfora, se encuentra en la mayoría de los discursos
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 473

de corte posmoderno de la década de los noventa. Como caso de un cuerpo teórico trasladado
de manera íntegra a una nueva disciplina, podemos pensar en la aplicación que hace la
primera sociobiología de la teoría neodarwiniana al estudio de las sociedades humanas. La
alternativa intermedia en que algunos conceptos o elementos teóricos son trasladados a un
contexto disciplinario completamente distinto, se encuentra en el desarrollo de los pocos
modelos explicativos sobre las sociedades cazadoras recolectoras del continente americano.
En su nivel más pedestre, en los últimos 25 a 30 años se ha puesto profusamente de
moda un préstamo terminológico que, sin contenido teórico real (es decir, explicativo), se ha
empleado como comodín para organizar espacialmente la información arqueológica: las
"adaptaciones":
More often than not the adopted approaches confused theoretical innovations with
technical advances, or with the use of a jargon. As a result, what were previously
known as 'traditions' were updated and renamed 'adaptative systems'. [Lanata y
Borrero ob. cit.: 82, subrayado nuestro]
De lo cual hay innúmeros ejemplos394, donde el término "adaptación" -con variantes a
gusto del consumidor, como "sistema adaptativo", "patrón adaptativo", "estrategia
adaptativa"- no implica más que la perogrullada (que bien podría ser falsa) de que si un grupo
humano habitó un ámbito geográfico o ambiental, es porque se adaptó a él y que, cualesquiera
sean los artefactos o patrones del registro arqueológico, evidencian dicha adaptación a los
recursos del medio395.
Por supuesto, no todas las propuestas son de ese nivel. De cualquier modo, representa
un avance el que se multipliquen los estudios que desarrollan implicaciones de prueba para
contrastar hipótesis derivadas de diversas propuestas teóricas. Aunque, como dice Bunge
Un manojo de hipótesis sin coordinar, aunque siempre es mejor que la completa falta
de hipótesis, puede compararse con un acúmulo de protoplasmas sin sistema
nervioso. Es ineficaz, no ilumina nada y, además, no da razón de las efectivas
interrelaciones que se dan entre algunas de las estructuras reales (leyes objetivas) El
progreso de la ciencia supone siempre, en mayor o menor medida y entre otras cosas,
un aumento de la sistematicidad o coordinación. [ob.cit.: 415]
Merecen una mayor atención otras propuestas teóricas de mayor alcance, debido a que
no solo se han incorporado unos cuantos retazos de teoría, sino que se ha pretendido aplicar
todo un corpus teórico generado en otras disciplinas a la resolución de los "problemas
planteados por los materiales arqueológicos". Recordemos que, contrario a lo que muchos
colegas opinan, los materiales no pueden proponer nada, son cosas dadas; es solo desde el

394
Una de las pocas propuestas generalizadoras sobre los cazadores sudamericanos en la pasada década
[Dillehay, Politis, Ardila y Beltrão 1992] no escapó a esa moda.
395
Lo cual nos puede llevar a descubrimientos notables como que las redes, anzuelos y arpones de la costa del
Pacífico muestran "adaptaciones marítimas" o las puntas de proyectil, cuchillos, raederas y raspadores donde
había camélidos, evidencian "adaptaciones de altura". En casos más complicados, la ausencia de puntas líticas
bifaciales en algunas zonas selváticas, se debe a que se las hacía de madera o hueso, materiales perecibles que no
aparecen en los registros pero indican "adaptaciones a las selvas tropicales". Creemos que resultaría odioso
abundar en citas de ejemplos concretos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 474

área de las valoraciones de la sociedad, el investigador y, en el mejor de los casos, la posición


teórica, donde se plantean los problemas de investigación pertinentes.
Tal es el caso de la aplicación de algunos principios de la ecología evolutiva y la
ecología de poblaciones, campos de investigación desarrollados inicialmente para el estudio
de grandes conjuntos de poblaciones animales y vegetales, que han sido empleados, con
diferentes grados de éxito, en la interpretación de la relación del ser humano con el entorno en
que vive. Cuando estas teorías, aunadas a la biología evolutiva, se han empleado para
comprender procesos biológicos de largo alcance, han producido notables avances en el
conocimiento del proceso de evolución humana. Como ejemplos, podemos anotar los estudios
sobre adaptaciones morfológicas y fisiológicas de las poblaciones humanas a las grandes
alturas de la región andina, la relación existente entre clima, dieta y braquicefalización, los
patrones de morfolología corporal en relación a la temperatura y la humedad, etc.. Todos estos
son procesos microevolutivos en los que la adaptación se explica por un proceso de selección
natural.
Existe una variedad de rasgos biológicos que se presentan en una población que no son
condicionados por la selección natural, sino por deriva génica. Estos mecanismos explicativos
resultan importantes e ineludibles cuando estudiamos características biológicas de las
poblaciones humanas, aunque cada día es más evidente que la teoría biológica no es en modo
alguno suficiente para explicar todas las pautas en evolución biológica que caracterizan al ser
humano [cfr. Terrazas, 1998, 2001]. Se hace, por lo tanto, necesario explicar los procesos
evolutivos y revolucionarios de la organización de las sociedades humanas y sus
manifestaciones culturales, en el corto y en el largo plazo, por sus propiedades internas.
Algunos autores han considerado, de manera explícita, que los principios de la teoría
biológica, o alguna modificación funcionalista de la misma, son suficientes para explicar el
desarrollo de la cultura humana. Tal es el caso de la definición de la cultura como un conjunto
de adaptaciones extrasomáticas al medio ambiente, comportamientos adquiridos por medios
cognitivos (no hereditarios genéticamente), que forman parte de la adaptación de una
población a su entorno ecológico. Esta postura clásica de la antropología funcionalista ha sido
llevada a su extremo por autores que sostienen que los elementos de la cultura material
(léanse evidencias arqueológicas) constituyen verdaderos componentes del fenotipo humano,
por lo cual estarían sujetas a los mismos principios de mutación y selección natural que los
órganos biológicos [cf. Lanata y Borrero, 1999]. Por lo tanto, los patrones de distribución regional
de diferentes artefactos líticos podrían explicarse en términos de dispersión, vicariancia,
variación y selección entre cazadores recolectores, como los autores citados sostienen.
Functionalist views interpret diversity as adaptation to a changing resource base [op.
cit., 81]396
Nos parece que estos modelos adolecen de dos grandes problemas que los hacen
inoperantes para el estudio de los procesos de poblamiento temprano en América. El primero
es que se trata de teorías que se encuentran bajo ataque en el propio campo de la teoría

396
En realidad, la variabilidad se origina de manera aleatoria y la selección opera reduciendo la diversidad
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 475

biológica y ecológica, precisamente porque resultan insuficientes para explicar la diversidad


de la vida y, en segundo lugar, porque carecen de una definición de la sociedad humana y de
la cultura que se corresponda con la realidad.
En efecto, los enfoques clásicos de la ecología evolutiva sostienen que la estructura de
las comunidades ecológicas y su evolución, a lo largo del tiempo, es tan solo un producto
pasivo de los procesos de adaptación y evolución que operan en cada una de sus poblaciones,
en respuesta a los cambios ambientales, básicamente los climáticos [Foley 1984]. Desde esta
perspectiva, resultaría normal considerar que la evolución de las características culturales
humanas produciría modificaciones como respuestas totalmente pasivas a los cambios del
entorno. Sin embargo, se ha encontrado que las comunidades ecológicas son capaces de una
autoorganización mucho mayor de la que anteriormente se había supuesto. La evolución de
las comunidades ecológicas no es una respuesta simple a los cambios del clima, sino que se
trata de un proceso de interacción múltiple entre las poblaciones componentes. La capacidad
de respuesta de una comunidad depende de su estructura interna y no de la direccionalidad
impuesta por el ambiente. Es en el interior de la comunidad donde tenemos que buscar las
causas de su evolución [Margulis 1995]. Incluso se ha postulado que la estructura de las
comunidades biológicas es capaz de modificar las condiciones del clima, llegando a una
escala planetaria, formulada bajo el concepto teórico de Gaia [Lovelock, 1995].
Esta conclusión nos remite a la segunda problemática, que consiste en la inadecuada
definición de la sociedad y la cultura humana en los enfoques funcionalistas. Principalmente,
en los que el reduccionismo biológico es rampante, se presenta a la sociedad como un sistema
cuya función es reproducirse y, para hacerlo, debe responder adecuadamente a los cambios
del ambiente. Cuando sostienen que la cultura es la manera cómo estas sociedades se adaptan
de manera pasiva a las presiones exteriores, están olvidando que la capacidad de respuesta, de
cambio o permanencia cultural, no depende de las supuestas condiciones “modeladoras” del
ambiente, sino de las características internas del sistema social (lo que hoy en día se conoce
como capacidad autopoiética). Olvidan que es en el interior de las sociedades, y en su
estrecha relación con las características biológicas de las poblaciones (la relación bio-social)
que sustentan esas sociedades, donde debemos encontrar las explicaciones de las
características históricas de esas sociedades.
Por otra parte, los modelos funcionalistas hacen caso omiso de la principal
característica de la cultura humana y se trata de que las sociedades humanas no se adaptan al
ambiente, sino que se organizan para modificar este entorno de acuerdo con sus necesidaes.
Aún en el caso de los grupos de cazadores recolectores de tecnología más simple,
encontramos que su manejo cultural produce efectos de transformación a diversas escalas en
el ecosistema en que viven. Esta capacidad transformadora, que ocurre de manera no
intencional, pero que también implica una planeación por parte de los seres humanos
(característica inexistente en la teoría biológica, y por lo visto, también en los modelos
biologicistas de algunos colegas), es uno de los problemas centrales que deben explicar las
ciencias humanas y los modelos funcionalistas y “adaptacionistas” la ocultan haciendo lucir a
la sociedad como una verdadera “caja negra”, como veremos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 476

"Black box societies". Desde hace un tiempo, hemos venido usando la metáfora de la "caja
negra" para referirnos a uno de los usos más frecuentes de las teorías por parte de nuestros
colegas evolucionistas y adaptacionistas. Y, en un típico caso de "redescubrimiento",
encontramos a nuestro "predescubridor"397 en el uso de tal analogía, nada menos que en
Edmund Leach, hace treinta años. Hace las mismas analogías que nosotros, aunque llega a
conclusiones diferentes.
Dejemos que sea el mismo Leach quien nos resuma el concepto de "caja negra":
A Black Box is any imaginary mechanism, the workings of which cannot be
investigated. Notionnally we can observe the input (x) to the Black Box and also the
output (y). This may show us that the relationship between x and y is ordered and not
random, i.e. that y = F (x). In such circumstances we cannot infere with any
confidence whatsoever what goes on inside the Black Box. [Leach 1973: 675]
Tal relación es esquematizada en la fig. 1,

mostrando cómo operaría en el caso de las investigaciones antropológicas y arqueológicas en


la figura 2. [Tomadas de Leach, págs. 765 y 766 respectivamente]

Anotaremos alguno de sus comentarios, que son pertinentes a nuestro tema


...these same "new" archaeologists -and I am thinking here of Professor Binford's
contributions to our present discussions- give the impression that they are naively

397
Véase éstos conceptos en R. Merton 1992: 25 y ss.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 477

optimistic. They appear to believe that, given sufficient scientific ingenuity and
sufficient wealth of ethnographic parallels, they will not only be able to make
inferences about x from a study of y, but further they will then be able to extend the
study of x to a point at which they can reconstruct the structure of the internal
organization of the Black Box itself.
This is an illusion. There are always an indefinitely large number of
alternative ways in which particular human social systems might be adapted to meet
particular ecological and demographic situations. It is quite untrue that forms of
social organization are some 'determined' by the environmental situation and the
cultural repertoire with which a particular group is equipped to encounter that
environment. [ob. cit.: 767]
Pero pensamos que Leach incurre en un pesimismo poco sustentable al suponer que
los sistemas sociales no son inferibles para los arqueólogos. Y exhibe, por su parte, un
optimismo notablemente ingenuo al argumentar que, si bien para la arqueología
...the contents of the Black Box, social organization as the social anthropologist
understands that term, must for ever remain a mistery. In contrast, the
ethnographer-social anthropologist has no Black Box problem; he can observe the
workings of the system at first hand, and that is always the focal point of his interest.
y, which forms the data of archaeology, does not fall within the purview of social
anthropologist at all. [pág. 767]
En efecto, la diferencia entre el etnógrafo y el arqueólogo consiste en que el primero puede
observar directamente las manifestaciones fenoménicas del sistema social y el arqueólogo
debe inferirlas. Pero en ninguna ciencia las regularidades del "sistema" o de la "estructura"
que rigen en los distintos campos de la realidad se observan, ni "de primera mano" ni
directamente398. Si así fuera, es posible que uno de los primeros americanos fuera un Newton
ya que, seguramente, desde hace muchos miles de años, los primeros sapiens observaban
diariamente una multitud de manifestaciones de la existencia de la ley de gravedad. Del
mismo modo, ni la estructura del parentesco, las relaciones de producción o las conexiones
entre institucionalidad e ideología se revelan a la observación del sociólogo ni del
antropólogo. Se trata de regularidades que sólo pueden ser conocidas a través de inferencias
racionales, las que no se derivan ni espontánea ni necesariamente de la observación.
En lo que tiene razón Leach, específicamente en su crítica a Binford, es en cuanto al
error de las premisas bajo las cuales se pretende elaborar una teoría social -de cualquier
rango- sobre las sociedades cazadoras recolectoras consideradas ahistóricamente
...I appreciate your difficulty as archaeologists; you would like to use the data of
ethnography to give flesh and blood to your archaeological remnants. Used with
great discretion, I believe that ethnographic evidence can help you to do this; but too
far many of the participants at the Seminar seemed to think that the analogies
between the ethnographic society and archaeological society are direct... i.e. that the
'primitive' societies fron the 20th century can be treated as fossillised survivals from
proto-historical or even palaeolithic times. This is a very 19th century idea. [pág.
761]

398
El mismo Leach ha hecho esta distinción a través de los conceptos de "cultura" y "estructura social".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 478

Volviendo al tema que nos interesa -acerca del uso que se está haciendo de los
préstamos teóricos entre los prehistoriadores americanos- hay que decir que no se trata de que
busquen inferir x (las condiciones paleoambientales) a partir de y (el registro arqueológico).
Más bien se opera al revés: se pretende que, dadas determinadas condiciones ambientales x,
conocidas gracias a las disciplinas pertinentes (paleo climatología, arqueozoología, etc.) se
podría explicar y, es decir las características del registro arqueológico. Bajo el supuesto de
que éstas son el efecto de un "sistema adaptativo" que es el que opera como una verdadera
"caja negra", es decir, no se sabe cómo. Y, bajo el supuesto de que lo que interesa es explicar
la variabilidad y el cambio, lo más común es que se nos presenten correlaciones que nos
muestran que "en la época tal cambió el clima, se modificó la composición y distribución
espacial de la flora y la fauna, los cursos o niveles de las aguas y, como consecuencia, se
modificó el patrón de asentamiento, o la distribución y composición porcentual de los
artefactos". Se subentiende que algo tuvo que ver la organización social, pero no se sabe qué,
ni por qué. Es una buena manera de eludir el compromiso de tratar los temas específicamente
sociales.
Lo que queremos es llamar la atención acerca de la notable falta de uso de teorías
sociales, que expliquen no sólo las supuestas "adaptaciones" sino, en general, los distintos
aspectos de los procesos sustantivamente histórico sociales. Se supone que la arqueología
estudia "pueblos", "culturas" o "sociedades" y es precisamente sobre lo cual se carece de
teorías explícitas. De manera que los agentes del cambio no resultan ser los pueblos ni las
sociedades sino, como lo diría explícitamente Binford, se trata de agentes "ecológicos
externos". Con la diferencia de que este investigador sí asume, al menos y a su manera, la
tarea de explicar las relaciones "funcionales internas" de las sociedades cazadoras
recolectoras.

Para sintetizar este punto, podemos decir que, en cuanto a la "Prehistoria" en México,
como en el resto de América, los muy abundantes estudios empíricos guardan una notable
desconexión con la producción teórica que deberían servir de orientación e integración de la
investigación sobre el tema. Y las excepciones, no muy numerosas, muestran en general una
subutilización y retraso respecto a esa producción.

II. Las "teorías" sobre el poblamiento americano.


Tal vez resultaría demasiado grandilocuente hablar, como se hace con mucha frecuencia,
acerca de las "teorías" sobre del poblamiento americano. La mayor parte de las propuestas son
conjeturas mejor o peor fundamentadas acerca de quiénes fueron, cuándo, cómo o por dónde
ingresaron los primeros pobladores del Nuevo Mundo. Escaseando las tentativas de respuestas
a preguntas de tipo por qué399.

.399 A lo más, se limitan a explicaciones del tipo de que ingresaron por la costa o por un posible corredor
lauréntido porque el resto del continente habría estado cubierto por casquetes glaciares.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 479

Por lo demás, las caracterizaciones hipotéticas de esos pueblos se limitan a su posible


filiación racial o a sus acervos artefactuales, fundamentalmente su industria lítica. Y no es que
se trate de información poco relevante, pero el hecho es que no se sobrepasa el nivel de lo
empíricamente observable. No hay hipótesis acerca de sus posibles formas de organización
social, por ejemplo.
Para una síntesis del estado actual de los conocimientos y desconocimientos en torno
al tema no nos remitiremos a las preclaras intuiciones del padre Joseph de Acosta y sólo
mencionaremos de manera abusivamente breve los problemas que han orientado las
investigaciones desde los comienzos de los trabajos "científicos" sobre la cuestión, para
reseñar los aspectos más relevantes de los debates de las tres últimas décadas, que configuran
la situación presente. Para una discusión más amplia de la historia de las propuestas, nos
remitimos a trabajos anteriores [Bate 1983, 1990 y 1992a; también Lorenzo 1986].

El "hombre fósil" americano.


La primera etapa de estas investigaciones se remonta a la primera mitad del siglo XIX,
cuando el naturalista danés P.W. Lund reporta el hallazgo -en Lagõa Santa, Brasil- de
osamentas humanas junto con restos de animales desaparecidos que mostrarían "haber
pertenecido a una creación distinta a la que se presenta hoy a nuestra vista". Asociación
estratigráfica que confirma en 1843. Fue la etapa de búsquedas del "hombre fósil" americano,
en que la cuestión en debate era si el hombre llegó a coexistir con fauna pleistocénica extinta
en este continente. Polémica que alcanza un punto culminante con la propuesta de F.
Ameghino -publicada en 1880, en París, en La Antigüedad del Hombre en El Plata-,
rechazada por Ales Hrdlicka en 1911, quien no aceptaba ocupaciones del final del período
glacial. Ambos planteamientos ya están largamente superados. Esa fase se cierra a fines de los
años 20 y principios de los 30 del siglo XX, al aceptarse los hallazgos que confirman dicha
coexistencia en el que se llamó "complejo Clovis-Portales" en Norteamérica y el "Período I"
de Bird, registrado en las cuevas de Fell y Pali Aike, en el extremo sur de la Patagonia.

Culturas "primitivas" y "modernas".


Luego, desde mediados del siglo XX, se genera una serie de propuestas que, aunque se fundan
en distintas orientaciones, comparten el objetivo particularista histórico de culminar con la
elaboración de secuencias cronológico-culturales. Prácticamente todos los autores que
formulan secuencias generales -de escala continental- coinciden en la distinción entre culturas
de cazadores de tipo "primitivo" o "moderno", basadas fundamentalmente en la morfología de
las industrias líticas.
La pregunta central a la que responden tales planteamientos se refiere a si los primeros
habitantes de América fueron pueblos atribuibles al Paleolítico Superior del Viejo Mundo o
anteriores a él, del Paleolítico Inferior o Medio. Cuestión sin duda más relevante y de
implicaciones más interesantes que el "debate Pre Clovis/Clovis First" [ver Bryan 2000]. Y, en
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 480

torno a ella, la mayoría de los autores proponía la presencia americana de poblaciones de tipo
Paleolítico Inferior-Medio y, por lo tanto, anteriores a Clovis. Se trata del Pre-projectile point
de A. Krieger [1964], del Protolítico de O. Menghin [1963] y de J. Schobinger [1988], los
Estadios I y II de R. MacNeish [1976, 1977], las tradiciones de lascas, de buriles y de bifaces de
G. Willey [1971], de acuerdo con Lanning y Patterson [1967], o el Arqueolítico de J.L. Lorenzo
[1967, 1986], entre otros.

La debilidad capital de esas propuestas es que respondían a una interpretación errónea


de las industrias líticas y carecían de confiabilidad de registros arqueológicos y cronológicos,
implicando la imposibilidad de sostener la existencia real de esas supuestas entidades
culturales, tal como habían sido definidas. Tema que, en su oportunidad, criticamos
detalladamente para Sudamérica, aceptando unos cuantos registros confiables anteriores al
12.000 a.p., que incluyen a Monte Verde [Bate 1983].
Hacia comienzos de la década de los 80, las mencionadas secuencias pierden peso
como sistemas de referencia, principalmente porque el desarrollo de investigaciones
regionales con mejores técnicas y registros más confiables no las toman en cuenta. Pero son
muy escasas las nuevas propuestas de alcance general [vg., Dillehay, Ardila, Politis y Beltrão 1992] y
la discusión se vuelca hacia el tema más puntual de la cronología, posible proveniencia y rutas
de ingreso de los primeros americanos.

El "debate Pre-Clovis/Clovis first": una farsa mercadotécnica.


La obra general más reciente sobre este tópico es The settlement of the Americas de Thomas
Dillehay [2000], director de las acuciosas investigaciones sobre el sitio de Monte Verde, en el
sur de Chile. Esta nos da una buena idea de la orientación que han seguido la mayoría de las
publicaciones de divulgación científica en los últimos años y de cómo se plantea la
problemática en la actualidad.
Se ha puesto como centro de la "polémica" una controversia parroquial norteamericana
acerca de si los primeros habitantes del Nuevo Mundo fueron los "paleoindios" que iniciarían
con la cultura Clovis, o poblaciones anteriores a ella (el debate Pre-Clovis/Clovis First).
Donde Dillehay aparece como el adalid de la "nueva teoría", echando por tierra a las "viejas
teorías", que suponían que los primeros pobladores de América habrían sido los portadores de
la cultura Clovis, de supuesta filiación mongoloide400, extendiéndose a una velocidad
vertiginosa por todo el continente y arrasando con la megafauna, hasta el extremo austral.
Esto no corresponde a la realidad histórica de las últimas décadas de la arqueología
americana -menos aún en Sudamérica- y tiene más apariencia de ser un buen recurso
mercadotécnico, presentado como si fuera el centro de la gran polémica "teórica" en toda
América. Es posible que haya servido para sensibilizar a las instituciones financiantes pero, de

400
Hoy en día, gracias a los importantes avances en los estudios genéticos, se sostiene que las poblaciones
atribuídas al "paleoindio", no compartirían las características mongoloides de las poblaciones "amerindias", las
cuales se generalizarían después del 9.000 a.p. [p.e.: Powell, Neves, Ozolins y Pucciarelli 1999].
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 481

hecho, la pregunta a que responde es mucho menos relevante que las cuestiones planteadas
por las "teorías" anteriores.
Ocurre que la hipótesis de que la población Clovis fuera la primera de América nunca
tuvo mayor trascendencia fuera de los EE.UU. y, fuera de ese país, muy pocos autores fueron
conocidos por haberla sustentado, como V. Haynes, P. Martin o Th. Lynch. Tal propuesta
nunca llegó a ser predominante en el resto de América.
En los hechos, como hemos visto, la gran mayoría de las "viejas teorías", es decir, las
que estaban en boga cuando se dan a conocer las primeras publicaciones sobre Monte
Verde401, proponían la existencia de poblaciones o "culturas" pre-Clovis.
Por supuesto, todo esto es algo que Dillehay sabe muy bien402. No obstante, no sólo no
se ha molestado en aclarar las cosas a sus colegas norteamericanos que serían, en todo caso,
quienes se pueden haber creído el mito de "Clovis first", sino que él mismo presenta la
cuestión como si fuera un debate de alcance continental403. Lo único que llega a decir es que
Because many South American archaeologists did not see the North American
Clovis theory as applicable to the Southern Hemisphere, they developed different
and exiting ideas about the peopling of the Americas that are largely unknown in the
English-speaking world404.
Y, líneas más adelante
Only in recent years have North American archaeologists looked seriously beyond
North America to study the origins of the first Americans.[Ibídem]
Lo cual ya no corresponde a la verdad, desde que varios autores norteamericanos
ocupados del tema como Krieger, Willey, Rouse, Lanning y Patterson o Mac Neish siempre
incluyeron la información latinoamericana disponible. Los últimos desarrollaron incluso
algunos de los más importantes proyectos regionales en Perú, Chile, Ecuador o México, con
respaldo de la Universidad de Columbia o la Peabody Foundation.
Pero otra afirmación errónea aparece desde la primera página del Prefacio [ob.cit.:XIII]:
Many books have been written about the archaeology of the first North American
and the processes that led to their arrival and dispersion throghout the Americas.
No such book exists for South America. [Subrayado nuestro]
Difícilmente Dillehay desconoce la obra de Schobinger Prehistoria de Sudamérica [1988] que
acepta Monte Verde, no porque sea un converso a "la nueva teoría", pues sus planteamientos
estaban ya claros en el libro anterior, de 1969. O nuestro trabajo Comunidades primitivas de
cazadores recolectores en Sudamérica [1983], para el cual tuvo la gentileza de enviarnos las
fotos que ilustran Monte Verde. Creo que fuimos de los primeros en aceptar, en una obra

401
Dillehay 1981, Collins 1981.
402
Dillehay, com. pers, en reunión de convivencia con arqueólogos asistentes al XIII Congreso Nacional de
Arqueología Argentina en Córdoba,1999.
403
Tal vez no está demás aclarar que cuando usamos el adjetivo americano, entendemos que América se
extiende desde Alaska a Tierra del Fuego (además de la Antártida) y, cuando nos referimos al continente se trata
de toda América.
404
Dillehay 2000: XIV.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 482

general sobre los cazadores recolectores sudamericanos (sin haberlo cuestionado antes), al
sitio de Monteverde -con una fecha de 12.500 años a.p.- como el más temprano del área
meridional andina, seguido por Quereo y Tagua-tagua. Para no remontarnos al volumen sobre
Sudamérica de An introduction to American Archaeology de Gordon Willey [1971].
Y el mito se construye, al buen estilo norteamericano, pasando de la modesta historia
del ciudadano común al protagonismo continental:
...I thought Monte Verde probably dated in the late Ice Age, sometime between
11,000 and 10,000 years ago.
My colleages and I were startled, however, when radiocarbon tests on the
bone, charcoal from firepits, and wooden artifacts consistently yielded dates of more
than 12,000 years ago. These dates were simply impossible. As a graduate student, I
had been trained to believe (and never seriously question) that the first culture in the
New World was the Clovis culture... [ob.cit.: XV]
Donde, de paso, nos informa de la mala formación que reciben los graduados
norteamericanos en arqueología. Pero, ya en la siguiente página, no es sólo un defecto de la
enseñanza local, pues se trata de que
...Clovis represented one of the most deeply entrenched archaeologiacal theories in
the New World... [pág. XVI, subrayado nuestro]
Lo cual, como resulta evidente, es simplemente falso. Y cuando resume, mas adelante
What all this boils down to is the politics of science and the replacement of one
paradigm by another [pág. XVIII],
se trata de una aseveración que probablemente sea válida para el medio norteamericano, pero
de ninguna manera para todo el Nuevo Mundo. Lo que ocurrió con Monte Verde fue lo
mismo que pasó con la mayoría de las "viejas teorías" que proponían que sí hubo poblaciones
pre-Clovis: que fueron sometidas a rigurosos cuestionamientos fácticos, debido a que la
información en que se sustentaban las supuestas entidades culturales más antiguas carecían de
confiabilidad, tanto de los registros como de las interpretaciones405.
De manera que no faltó el capítulo de "Monte Verde under fire", resistiendo a los
múltiples ataques de los fundamentalistas "Clovis first". Ni el del "gran jurado" que acaba por
absolver a Dillehay de toda sospecha, con lo cual la "nueva teoría" triunfa finalmente sobre
las "viejas teorías". Y mientras tanto, han proliferado en casi todas las revistas de información
científica, en la páginas de Internet o en las revistas y programas televisivos de divulgación,
los apóstoles de la "nueva teoría"406.

405
Ver Bate 1982, 1983 y 1990. Donde quedará, además, suficientemente claro que nunca sustentamos la idea
de que la primera población americana fuera Clovis. Desde un principio aceptábamos fechas anteriores a 12.000
a.p. para El Abra, El Jobo [Taimataima], Huargo, Sitio do Meio, Santana do Riacho, o Los Toldos, para
mencionar algunas.
406 Hasta en una revista para pasajeros de una línea aérea sudamericana, el traductor(a) de un artículo

publicado originalmente en Discover Magazine -seguramente alguien más o menos informado sobre el
tema- se toma la libertad de enfatizar el punto a su manera: "...un grupo de arqueólogos llegaron a un
punto de consenso de que el cercano sitio de Monte Verde tenía 12.500 años de antigüedad. Esa
concordancia de opiniones invalidó la vieja teoría de que los primeros americanos fueron fueron los
pobladores de Clovis,..." Y, más adelante, "...hasta los más acérrimos enemigos de la nueva teoría quedaron
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 483

Si todo esto ha permitido obtener buenos apoyos para la investigación habrán sido, al
fin y al cabo, recursos bien invertidos407. Pero es poco justo que Dillehay, exceptuando a
Bryan y Krieger, no cite a ninguno de los investigadores que, desde siempre, han propuesto el
poblamiento de América por poblaciones pre-Clovis en el contexto de dicha polémica408. Con
lo cual aparece, al menos ante sus lectores norteamericanos, como el gran precursor radical de
la "nueva teoría" , de la gran revolución paradigmática. Y el pretender poner el tema en el
centro del gran debate del Nuevo Mundo, tiene todos los visos de ser una nueva modalidad de
lo que, en su tiempo y en otras circunstancias, Evans y Meggers calificaban como
"imperialismo" de la arqueología norteamericana en América Latina [Evans y Meggers 1973].
Por lo demás, el libro comentado contiene una buena síntesis actualizada de la
información relevante sobre el tema. El argumento básico es correcto y está bien sostenido:
hace unos 11.000 años ya existía en Sudamérica una tal diversidad cultural que resulta
absolutamente inexplicable a través de una colonización relámpago que se hubiera iniciado en
Alaska unos 280 años atrás. Por lo tanto, compartimos su opinión de que el tema de la fecha
del ingreso de los primeros grupos humanos a América queda abierto y bien puede remontarse
a varios milenios antes de Clovis.
Se incorporan también a la obra los aportes relevantes proporcionados por otras
disciplinas como la antropología física, los estudios genéticos o lingüísticos, como ya lo están
haciendo otros autores [p.ej., Dixon 1999]. Y, poniendo el ejemplo en cuanto a la necesidad de
superación del empirismo llano predominante409, incorpora la discusión de aspectos teóricos y
de orientaciones temáticas más recientes. Pero, aunque hace aseveraciones como la de que
The environment should not, of course, be emphasized unduly: Although people's
natural world is important, it is not so important that it overshadows their history.
Phisiography and climate can force people to change their mode of life, but even so
these factors remain external to the history of a people. [pág. 45]
-que, por lo demás, seguramente compartirían muchos colegas en su línea410-, en los hechos,
sus planteamientos asumen eclécticamente aportes diversos, predominando un enfoque

atraídos con los hallazgos." [Shanti Menon: Los primeros del continente/First settlers on the continent,
Ladeco Magazine, pp. 57-63, enero-febrero del 2000].
La versión original en inglés dice: "...a dozen archeologists toasted the passing of a paradigm.
They have finally accepted that the nearby site of Monte Verde was 12.500 years old. In doing so, they put
to rest the long-standing theory that the first American were the Clovis people". Luego "...even the
staunchest skeptic was converted".
407
Sin lugar a dudas, mucho mejor invertidos y menos costosos que cada misil "inteligente" con los que se están
asesinando "colateralmente" a miles de civiles afganos. Sirva esta comparación desproporcionada para evaluar la
importancia que las instituciones otorgan a la investigación arqueológica.
408
A Schobinger, por ejemplo, sólo lo menciona en la larga lista de colegas sudamericanos a los cuales agradece
la oportunidad de haber dicutido o conocido de primera mano la información sobre el registro arqueológico del
Pleistoceno tardío.
409
Inquietud manifiesta en textos anteriores, como el ya citado de 1988, en que participa de las críticas de la
corriente ontologista de la arqueología postprocesual, frente al reduccionismo metodológico de la New
Archaeology. Aunque toma de Kaplan [1984] los planteamientos sostenidos por investigadores del RATS
[Radical Archaeology Theory Seminar] en el libro editado por Keene y Moore Anthropological hammers and
theories [1983].
410
También nosotros estamos de acuerdo con tal afirmación.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 484

marcadamente ambientalista y adaptacionista. Es, con todo, la mejor síntesis actualizada de la


información para los cazadores recolectores sudamericanos.
En realidad, si hemos considerado pertinente opinar -en tono impertinente411- sobre
este "debate", es principalmente para destacar el hecho de que ha incidido en desviar la
atención de las investigaciones sobre los temas más importantes que ya estaban planteados en
la prehistoria americana, aún cuando fuera desde posiciones empírica y teóricamente bastante
precarias.

La problemática del poblamiento americano.


Dado que la cuestión de la existencia de ocupaciones pre-Clovis en América debería
considerarse una cuestión definitivamente resuelta, se trata de ver cuáles son los problemas
que hoy debería enfrentar la investigación del tema. Muchos de ellos estaban esbozados ya,
implícita o expresamente, antes del episodio poco relevante del debate en torno a Clovis. El
cual, por lo demás, no es un debate teórico, sino estrictamente empírico: se trata de si existen
o no existen datos confiables de ocupaciones humanas anteriores a las más antiguas
dataciones asociadas a Clovis. Cuestión que se resuelve simplemente con un par de registros
bien documentados y fechados.
Estas cuestiones tienen que ver con la explicación tanto de problemas de los procesos
de desarrollo y cambios en la historia de la evolución humana, como del tipo de sociedades
que podrían estar implicadas en los procesos de poblamiento de nuestro continente. Lo que
implica un cuestionamiento de la concepción general sobre el desarrollo de las sociedades.
En lo general, nos parece adecuada la forma como Bryan [2000] ha situado el
problema. Se ponen en discusión afirmaciones acerca de qué tipo de homo sapiens habrían
integrado las poblaciones que alcanzan hasta el Nuevo Mundo. Y no sólo el hecho de si éstos
correspondieron tecnológicamente a "culturas Paleolíticas" en su estadío Inferior-Medio o
Superior, sino incluso si esas clasificaciones corresponden a una secuencia histórica de
validez universal.
Como tampoco cabría acá una caracterización general del "estado de la cuestión", para
lo cual existen varias síntesis recientes [p. ej., Dixon 1999, Dillehay 2000 o Chatters 2001] nos
remitiremos a una síntesis de las alternativas abiertas a la discusión que hemos resumido en
trabajos anteriores, subrayando aquellas que nos parecen más probables412.
Nos basamos -al igual que Dillehay- en una síntesis de la información arqueológica
sobre cazadores recolectores sudamericanos, de donde concluimos que hace unos 12.000 años

411
Que, esperamos, se entienda que no tiene más intención que la de ser un recurso polémico .
412
Bate 1992a. Propuesta que retomamos y actualizamos para un proyecto de investigación [Bate y Terrazas
2001] que presentamos a CONACYT y que fué categóricamente rechazado, bajo el argumento principal de que
era "muy ambicioso y, por lo tanto, inviable". Independientemente de la calidad del proyecto, de tal argumento
deberíamos deducir que nuestras instituciones están mas bien interesadas en promover la mediocridad, o que las
instancias evaluadoras de la principal institución promotora de la investigación científica en México reflejan una
situación de las investigaciones prehistóricas más deplorable que lo que queremos imaginar.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 485

todo el continente meridional estaba ya ocupado por tres poblaciones culturalmente


diferenciadas, que correspondían a distintos modos de vida. Entendidos éstos como
desarrollos particulares de formaciones sociales pre-tribales, que implicaban distintas
estrategias de utilización y transformación de una diversidad de medioambientes y de
organización de sus relaciones sociales.
En la dimensión cultural, dos de esos modos de vida, los de los "antiguos cazadores
recolectores panandinos" y los "cazadores recolectores australes", considerando las enormes
distancias geográficas implicadas, aceptarían - como los materiales de Meadowcroft o Cactus
Hill y de las posteriores poblaciones del llamado "complejo El Llano", incluyendo a Clovis-
comparaciones tipológicas con algunas variantes musteroides que podrían estar en la base de
las secuencias euroasiáticas de los paleolíticos medio y superior. Una tercera población, la de
los "cazadores del trópico americano" -que, de acuerdo a la información actual, presentaría los
registros más antiguos en Sudamérica - presentan en cambio una tipología artefactual y una
racionalidad en la explotación del medio notablemente diferente. Donde la apariencia de
mayor simplicidad y "generalidad" no corresponde a una menor eficiencia económica.
Habría que esperar que se contrastaran adecuadamente las hipótesis acerca de un
sapiens moderno situado hace unos 75 milenios en el noreste de Africa (la "Eva africana")
extendiéndose por el sureste asiático (hacia la hipotética "Sundaland"), por una parte. Pero
también una otra población -originalmente la misma o distinta- avanzando hacia el norte y
noreste y que podría estar igualmente involucrada en el desarrollo de la "revolución del
Paleolítico superior" europeo [Gilman 1984]. De ser así, tendríamos dos poblaciones en
posibilidad de haber ingresado a América por Beringia. Nos parece más probable -aunque no
tendría que ser necesariamente así- que la primera población proviniera del sureste asiático sin
poder argumentar claramente una cronología aproximada, aunque bien pudiera ser cercana o
algo superior a 40 milenios. La otra podría corresponder a una población relacionada con una
"tradición musteroide"-"paleolítico superior". Dependería de las fechas de ingreso a América
y de la temporalidad de los procesos que habrían tenido lugar en el centro-noreste asiático la
caracterización de la organización social que éstas habrían tenido al poblar el Nuevo Mundo.
Pues una de las implicaciones de la discusión sobre las fechas de tal evento sería saber si se
trataba de cazadores del "paleolítico" medio o superior. Y, aunque ya no estaría ligado
directamente a esa secuencia413, queda pendiente el problema de cómo caracterizar al tipo de
sapiens que fuera el primer ancestro americano.
Lo que parece claro es que, aún los antecesores de las diversas poblaciones
contemporáneas de Clovis, habrían entrado antes de la reapertura del corredor lauréntido-
cordillerano. En cualquier caso tanto la hipótesis del ingreso costero [Fladmark, Dixon,
Bryan], como la del puente continental, requerirán de mayores argumentaciones y apoyos
empíricos414.

413
Y, por lo tanto, no se estaría implicando la eventual participación de neanderthales.
414
Por ahora, nos parecen bastante razonables los argumentos de Strauss [2000] respecto a la hipótesis de la
"conexión solutrense" por vía atlántica, aunque habrá que esperar a la publicación que estarían preparando
Stanford y Bradley.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 486

Hemos sostenido que la tradicional secuencia centroeuropea de los paleolíticos


inferior-medio-superior no puede ser sustentada como una periodización histórica universal,
tanto por las variables que se han manejado en su formulación, como por no permitir dar
cuenta empíricamente de las "anomalías" asiáticas o americanas. Pensamos que es necesario
replantear teóricamente los sistemas de hipótesis que permitirían explicar, como una totalidad,
las estructuras y procesos de desarrollo de las sociedades antiguas de cazadores recolectores.
Y, aunque aún no tenemos elementos de juicio para afirmar desde qué momento
quedan claramente estructuradas la formaciones sociales que hemos denominado pre-tribales,
proponemos que todas las sociedades concretas americanas para las cuales tenemos algo de
información a partir de hace unos doce milenios -y que, claramente, no corresponden al
primer momento del poblamiento americano- ya podrían ser categorizadas de esa manera. Por
lo que queda abierta la posibilidad de que su constitución como tal fuera un proceso resuelto
en el Viejo o en el Nuevo Mundo415. Y las alternativas podrían ser distintas en el caso -que
nos parece más probable- de que hubiéramos tenido más de una inmigración pleistocénica.

Bibliografía.

ÁLVAREZ, Myrian y Dánae FIORE


1993 La arqueología como ciencia social: apuntes para un enfoque teórico epistemológico.
Boletín de Antropología Americana, nº 27, pp. 21-38.
ANDERSON, D. y Ch. GILLAM
2000 Paleoindian colonization of the Americas: implications from an examination of phisiography,
demography and artifact distribution.
American Antiquity, vol 61, nº 1, pp. 43-66
BATE, Luis Felipe
1982 Sobre el poblamiento temprano de Sudamérica.
Actas, del X Congreso de la UISPP [1981], pp. 423-427. México.
1983 Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica.
Historia General de América, tomos 2-I y 2-II. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.
1986 El modo de producción cazador recolector o la economía del "salvajismo".
Boletín de Antropología Americana, nº 13, pp. 5-31.
1990 Culturas y modos de vida de los cazadores recolectores en el poblamiento de América del Sur.
Revista de Arqueología Americana, nº 2, pp. 89-153
1992a Las sociedades cazadoras recolectoras pre-tribales o el "paleolítico superior" visto desde Sudamérica.
Boletín de Antropología Americana, nº 25, pp. 105-155.
1992b "Del registro estático al pasado dinámico": entre un salto mortal y un milagro dialéctico.
Boletín de Antropología Americana, nº 26, pp. 49-67.
1998 El proceso de investigación en arqueología.
Ed. Crítica. Barcelona.
1999 Comunidades andinas pre-tribales: los orígenes de la diversidad,
En: Historia de América Andina, vol. 1 Las sociedades aborígenes [L. Lumbreras Ed.], cap. II,
pp.77-108.
Universidad Andina Simón Bolívar. Quito.
BATE, Luis F. y Francisco NOCETE
1993 Un fantasma recorre la arqueología (no sólo en Europa).
Arqcrítica, nº 6. Librería Tipo. Madrid
BENDER, Barbara y Brian MORRIS

415
Ramos Muñoz [1999] opina que, en Europa, ya las poblaciones neanderthalenses, al menos al final del
Paleolítico Medio, presentarían algunas características de organización como cazadores recolectores pre-tribales.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 487

1990 Veite años de historia, evolución y cambio social en los estudios sobre cazadores recolectores.
Gens, Boletín de la Sociedad Venezolana de Arqueólogos, vol. 4, nº 2. Caracas
BINFORD, Lewis
1988 En busca del pasado.
Ed. Crítica. Barcelona.
1989 Debating archaeology.
Academic Press. San Diego.
2001 Constructing frames of reference. An analytical method for archaeological theory building
using ethnographic and environmental data sets.
The University of California Press. Berkeley.
BONNICHSEN, R. y D. STEELE [Eds.]
1994 Methods and theory for investigating the peopling of the Americas.
Oregon State University. Corvallis.
BRYAN, Alan
2000 The original peopling of Latin America
En: Historia general de América Latina, vol. 1. Las sociedades originarias, Capítulo 2. Col.
UNESCO. Versión online: http://www.unesco.org/culture/latinamerica/html_eng/chapter.htm (last
update 30/10/00).
BRYAN, Alan [Ed.]
1978 Early man in America from a Circum Pacific perspective.
Archaeological Researches International. Edmonton.
1986 New evidence for the pleistocene peopling of the Americas.
Center for the Study of Early Man. Orono.
BUNGE, Mario
1969 La investigación científica. Su estrategia y su filosofía.
Editorial Ariel, Barcelona.
BURNHAM, Philip
1973 The explanatory value of the concept of adaptation in studies of culture change.
En: The explanation of culture change: models in prehistory. Colin Renfrew [Ed.],pp. 93-102.
Duckworth, Liverpool.
CAVALLI-SFORZA, Luca
1998 Genes, pueblos y lenguas.
Col Drakontos. Editorial Crítica. Barcelona
CHAPMAN, Anne
1990 Economía y estructura social de la sociedad Selk'nam (Tierra del Fuego).
En: Culturas indígenas de la Patagonia, J.R. Bárcenas [Ed.]; pp. 171-199. Quinto Centenario,
Turner. España.
CHATTERS, James
2001 Ancient encounters. Kennewick man and the first americans.
Simon & Schuster. New York.
COLLINS, Michael
1981 The implications of the lithic assamblage from Monte Verde.
X Congreso de la UISPP, Comisión XII: El poblamiento de América. México.
DILLEHAY, Thomas
1981 Early man in soth-central Andes: Monte Verde.
X Congreso de la UISPP, Comisión XII: El poblamiento de América. México.
1988 Un ensayo sobre el reduccionismo metodológico y la "ley del instrumento" en la arqueología
norteamericana.
Revista Etnia, nº 33, pp. 3-16. Olavarría.
2000 The settlement of the Americas. A new prehistory.
Basic Books. Perseus Books Group. New York.
DILLEHAY, Th., G. ARDILA, G. POLITIS y Mª. BELTRÃO
1992 Early hunters and gatherers of South America.
Journal of World Prehistory, vol. 6, nº 2, pp. 145-202.
DIXON, James
1999 Bones, boats & bison.
University of New Mexico Press. Albuquerque.
ESTEVEZ, Jordi y Assumpció VILA
1998 Tierra del Fuego, lugar de encuentros.
Revista de Arqueología Americana, nº 15, pp. 187-219.
EVANS, Clifford y Betty MEGGERS
1973 United States "imperialism" and Latin American Archaeology..
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 488

American Antiquity, vol. 38, nº 3, pp. 257-258.


FOLEY, Robert
1984 Putting people into perspective:an introduction to community evolution an ecology.
En: Hominid evolution and community ecology. Academic Press. New York
FRISON, George
1990 The north high plains Paleoindian: an overview.
Revista de Arqueología Americana, nº 2, pp. 9-54.
GÁNDARA, Manuel
1980 La vieja "nueva arqueología". [primera parte]
Boletín de Antropología Americana, no 2, pp. 7-45.
1981 La vieja "nueva arqueología". [segunda parte]
Boletín de Antropología Americana, no 2, pp. 7-70.
1993 El análisis de posiciones teóricas: aplicaciones a la arqueología social.
Boletín de Antropología Americana, nº 27, pp. 5-20..
1994 Consecuencias de la adopción de una ontología de la cultura: una perspectiva desde la arqueología.
En: Metodología y cultura, González y Galindo [Eds.]. Col. Pensar la Cultura. CONACULTA.
México.
GASSIOT, Ermengol
2000 Anàlisi arqueològica del canvi capa l'explotació del litoral.
Tesis Doctoral. Departament d'Antropologia Social i Prehistòria. Universitat Autonoma de Barcelona.
Barcelona.
GILMAN, Antonio
1984 Explaining the Upper Palaeolithic revolution.
En: Marxist perspectives in archaeology, M. Spriggs [Ed.]. Cambridge University Press. Cambridge.
1989 Marxism in american archaeology.
En: Archaeological thought in America, Langberg-Karlowsky [Ed.], pp. xxx, Cambridge University
Press. Cambridge.
GORTARI, Elí de
1970 El método dialéctico.
Colección 70, nº 93. Grijalbo. México.
HAYNES,Vance
1969 The earliest americans.
Science, vol. 166, pp. 709-715.
KEENE, Arthur y James MOORE
1983 Anthropological hammers and theories.
University of New Mexico Press. Albuquerque.
KELLY, Robert
2000 Elements of a behavioral ecological paradigm for the study of prehistoric hunter-gatherers.
En: Social theory in archaeology, M. Schiffer [Ed.], cap. 5, pp.63-78. F.A.I., Univ. uf Utah Press.
Salt Lake City.
LANATA, José Luis y Luis Alberto BORRERO
1999 The archaeology of hunter-gatherers in South America.
En:Archaeology in Latin America, Politis y Alberti [Eds.], pp. 76-89. Routledge, London & N.Y.
LANNING, Edward y Thomas PATTERSON
1967 Scientific American, vol. 217, nº 5, pp. 44-50.
LEACH, Edmund
1973 Concluding address.
En: The explanation of culture change: models in prehistory. Colin Renfrew [Ed.],pp. 761-771.
Duckworth, Liverpool.
LEE, Richard e Irven DE VORE
1968 Man the hunter.
Aldine Publishing Co.. Chicago.
LLAMAZARES, Ana María y Ricardo SLAVUTZKY
1990 Paradigmas estilísticos en perspectiva histórica: del normativismo culturalista a las alternativas
postsistémicas.
Boletín de Antropología Americana, nº 22, pp. 21-45..
LORENZO, José Luis
1986 La etapa lítica en Norte y Centroamérica. Sobre los orígenes del hombre americano.
Historia General de América, tomo 5. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.
1994 La pemière colonization du Noveau Monde.
Bulletin de la Société Préhistorique Française, t. 91, nº 4-5, pp. 342-346.
LOVELOCK, James
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 489

1998 Gaia.
Tusquetes. Barcelona.
LYNCH, Thomas
1974 The antiquity of man in South America.
Quaternary Research, nº 4, pp. 356-377.
1990 El hombre de edad glacial en Suramérica: una perspectiva europea.
Revista de Arqueología Americana, nº 1, pp. 141-185.
MARGULIS, Lynn
1995 La vida temprana. Los microbios tienen la palabra.
En: Gaia, implicaciones de la nueva biología. Ed Kairós. Barcelona
MARTIN, Paul
1973 The discovery of America.
Science, vol 179, pp. 969-974.
MacNEISH, Richard
1976 Ealy man in the New World.
American Scientist, vol. 64, pp. 316-327.
1978 Late pleistocene adaptations: a new look at early peopling of the New World as of 1976.
Journal of Anthropological Research, vol. 34, nº 4, pp. 475-496.
1987 La importancia de los primeros doce sitios del Nuevo Mundo.
En: Orígenes del Hombre Americano, A. González [Comp.], p. 57-67. SEP, Col. CIEN de México.
México.
McGUIRE, Randall
1992 A marxist archaeology.
Academic Press. San Diego.
MEILLASSOUX, Claude
1977 Mujeres, graneros y capitales.
Siglo XXI , México
MENA, Francisco
1989 Cazadores recolectores y arqueología.
Boletín de Antropología Americana, nº 19, pp. 31-47.
MENGHIN, Osvaldo
1963 Industrias de morfología protolítica en Suramérica.
Anales de la Universidad del Norte, nº 2, pp. 69-77. Antofagasta.
MERTON, Robert
1992 Teoría y estructura sociales.
Fondo de Cultura Económica [3ª ed. en español, traducción de la 3ª edición en inglés, de 1968].
México.
MIRAMBEL,Lorena
1994 Recherches récentes sur le stade lithique au Mexique.
Bulletin de la Société Préhistorique Française, t. 91, nº 4-5, pp. 240-245.
MONTANÉ, Julio
1981 Sociedades igualitarias y modo de producción.
Boletín de Antropología Americana, nº 3, pp. 71-89.
NICHOLS, J.
1995 Linguistic diversity and the peopling of the Americas.
The University of Clifornia Press. Berkeley.
ORQUERA, Luis Abel
1984 Specialization and the Middle/Upper paleolithic transition.
Current Anthropology, vol. 25, nº 1, pp. 75-98.
PLUMET, Patrick
1994 Le premier peuplement de l'Amerique et de l'Arctique.
Bulletin de la Société Préhistorique Française, t. 91, nº 4-5, pp. 228-239.
POLITIS,Gustavo
1999 Introduction. Latin american archaeology: an inside view.
En:Archaeology in Latin America, Politis y Alberti [Eds.], pp. 1-13. Routledge, London & N.Y.
POWELL, J., W. NEVES, E. OZOLINS Y H. PUCCIARIARELLI
1999 Afinidades biológicas extracontinentales de los dos esqueletos más antiguos de América:
implicacion es para el poblamiento del Nuevo Mundo.
Antropología Física Latinoamericana, nº 2, pp. 7-22.
PRICE, Barbara
1985 Intensificación y transición en el modo de producción: implicaciones teóricas.
Boletín de Antropología Americana, nº 12, pp. 17-37.
RAMOS MUÑOZ, José
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 490

1999 Europa prehistórica. Cazadores recolectores.


Sílex. Madrid.
ROSE, Mark
1999 The importance of Monte Verde.
Archaeology Magazine, Archaeological Institute of America.
Online features: http://www.archaeology.org/online/features/clovis/rose1.html
SAHLINS, Marshall
1977 La economía de la edad de piedra.
Akal Editor. Madrid.
SCHIFFER, Michael
2000 Social theory in archaeology. Building bridges.
En. Social theory in archaeology, M. Schiffer [Ed.], cap. 1, pp. 1-13. F.A.I., Univ. of Utah Press.
Salt Lake City.
SCHOBINGER, Juan
1988 Prehistoria de Suramérica. Culturas precerámicas.
Alianza América, Col. Quinto Centenario. Alianza Editorial. Madrid.
1990 La Patagonia en el marco de la más antigua prehistoria americana.
En: Culturas indígenas de la Patagonia, J.R. Bárcenas [Ed.]; pp. 151-168. Quinto Centenario,
Turner. España.
SERVICE, Elman
1973 Los cazadores.
Nueva Colección Labor. Barcelona.
STEWARD, Julian
1936 Tthe economic and social basis of primitive bandas.
En : Essais in honor of A.L. Kroeber, pp. 331-350. University of California Press. Berkeley.
1955 Theory of culture change.
University of illinois Press. Urbana.
STRAUS, Lawrence Guy
2000 Solutrean settlement of North America? A review of reality.
Scientific American, vol. 65, nº 2, pp. 219-226.
SUROWELL, Todd
2000 Early paleoindian woman, children, mobility and fertility.
American Antiquity, vol. 65, nº 3, pp. 493-508.
TERRAZAS, Alejandro
1992 Bases para la elaboración de una teoría paleoantropológica.
Boletín de Antropología Americana, nº 25, pp. 5-18.
2001 Teoría de coevolución humana. Una posioción teórica en Antropología Física.
Tesis de Maestría. Fac. de Filosofía y Letras, U.N.A.M., México.
TESTART, Alain
1982 The significance of food storage among hunter-gatherers: residence patterns, population densities
and social inequalities.
Current Anthropology, vol. 23, pp. 523-537.
1982 Les chasseurs-cueilleurs ou l'origine des inégalités.
Societé d'Ethnographie, Université de Paris X. Nanterre.
1985 Le communisme primitif I. Economie et idéologie.
Éditions de La Maison des Sciences de l'Homme. Paris.
1986 Essai sur les fondements de la division sexuelle du travail chez les chasseurs-cueilleurs.
Cahiers de l'Homme, n.s. XXV, Éditions de l'École des Hautes Études en Sciences Sociales. Paris.
WILLIAMS, B. J.
1974 A model of band society.
American Antiquity, vol. 39, nº 4, pt. 2. Memoir 29.
WOBST, Martin
1974 Boundary conditions for paleolithic social systems: a simulation approach.
American Antiquity, vol. 39, nº 2, pp. 147.177.
1976a Locational relationships in paleolithic society.
Journal of Human Evolution, vol. 5, pp. 49-58.
1976b Stylistic behabiour and information exchange.
En : Cultural change and continuity, Essais in honour of. J.B. Griffin. C.E. Cleland. Academic Press.
New York.
1978 The archaeol-ethnology of hunter-gatherers or the tyrany of the ethnographic record in archaeology.
American Antiquity, vol. 43, nº 2, pp. 303-309.
(1989) The origination of Homo Sapiens, or the invention, control and manipulation of modern human nature.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 491

Wenner Gren Foundation Symposium nº 108: Critical approaches in archaeology. Cascais.


ZARANKIN, Andrés y Félix ACUTO [Eds.]
1999 Sed non satiata. Teoría social en la arqueología latinoamericana contemporánea.
Col. Científica, Ediciones El Tridente. Buenos Aires.
ZILHÃO, João
1990 Theoretical paradigms and practical research.
En: Arqueologia hoje, T.J Gamito [Ed.]. Faro.
ARQUEOLOGÍA, GENÉTICA Y LINGÜÍSTICA:
sugerencias en torno al tema del poblamiento americano

luis f. bate y alejandro terrazas

Resumen. Las investigaciones en relación al poblamiento inicial del continente americano


se encuentran actualmente ante las limitaciones de los registros arqueológicos confiables
necesarios para dirimir opciones entre las distintas hipótesis en discusión sobre el tema.
Buscando ampliar los elementos de juicio, se ha recurrido al creciente número de
investigaciones realizadas con las nuevas técnicas y procedimientos metodológicos
desarrollados por los genetistas, así como a la introducción de argumentos lingüísticos. Al
respecto, se sugiere:
a) Excluir la consideración de argumentos lingüísticos que, por ahora, carecen de la
confiabilidad mínima necesaria para su proyección a las cronologías implicadas.
b) Vincular más estrechamente las investigaciones genéticas a las hipótesis
arqueológicas. Esto supone que los arqueólogos hacen su tarea y se ocupan de fundamentar
con mayor precisión sus hipótesis acerca de las poblaciones tempranas de América. A manera
de ejemplo, se expone un par de propuestas.

Antecedentes generales.
Desde los comienzos de la investigación "científica" del tema del poblamiento americano,
éste ha sido objeto de interés tanto por parte de la arqueología como de la antropología física.


Boletín de Antropología Americana, nº 38, México 2002.


Participantes del Proyecto Sociedades Cazadoras Recolectoras, Convenio IIA-ENAH, México.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 494

No obstante, la influencia de la concepción positivista de la división de las ciencias, donde la


primera aparece entre las ciencias humanas o sociales y la segunda como una disciplina
biológica, se ha dejado notar en la conformación de comunidades académicas diferenciadas,
con un bajo nivel de interacción entre ellas. Esto, a pesar de la moda que, desde fines de los
sesenta, insistía en la necesidad de las investigaciones multidisciplinaras o interdisciplinarias.
La lingüística, por su parte, ha tenido su propio desarrollo como una ciencia más bien formal.
Si bien las tres han tenido cabida bajo el concepto general de la "Antropología", como el
estudio del "Hombre" en el sentido boasiano.
En el último medio siglo, las investigaciones sobre el poblamiento de América se han
centrado en diversos temas de interés, bajo distintas orientaciones y, en cada momento, han
sido objeto de debates entre diferentes posiciones. Paralelamente, se han ido dando
desarrollos importantes en el campo de las técnicas de manejo de datos y producción de
información, así como de los métodos para su procesamiento, orientados a apoyar los
procedimientos inferenciales. Mientras que el notable desarrollo y discusión de posiciones
teóricas en un reducido -aunque significativo- ámbito de la arqueología, ha tenido muy baja
incidencia en las polémicas sobre el tema que nos interesa, aún cuando no ha estado ausente
en el trasfondo de las mismas.
La década de los 50 se inicia con la crucial aportación, desde la física, del
procedimiento de datación radiocarbónica. Y, ya en 1951, Junius Bird se ocupa de obtener y
fechar una muestra de la base de las ocupaciones en Cueva Fell, de donde sus trabajos de
hacía veinte años habían evidenciado la coexistencia de una población humana con fauna
pleistocénica extinta. La cual arroja una cifra (11.000±170) prácticamente sincrónica a las de
la "cultura" Clovis y el "complejo" El Llano de Norteamérica.
Entre los 50 y los 70, difusionistas y evolucionistas coinciden en torno al
objetivo particularista histórico de establecer -para Norte y Latinoamérica- esquemas
generales que buscan organizar la información disponible sobre las primeras poblaciones de
cazadores recolectoras del continente en secuencias cronológico-culturales. Entre las
propuestas destacan las de autores como Menghin, Krieger, Willey, Rouse y Cruxent,
Lanning, Lorenzo, Schobinger, MacNeish y otros. Con referencia principal a los materiales
líticos -por ser los elementos mejor conservados y, por ello, más abundantes- se distinguían
industrias "primitivas" y "modernas", interpretadas como manifestaciones de distintos tipos de
"culturas". A partir de lo cual, todos los planteamintos coincidían en sustentar la existencia en
América de poblaciones de tipo paleolítico Inferior-Medio y Superior, respectivamente.
Ya en los 70, con el desarrollo de investigaciones a escalas regionales, tales
referencias clasificatorias generales dejan de ser tomadas en cuenta por los investigadores y,
en algunos casos, comienzan a ser abiertamente criticadas (p.ej., Martin 1973, Lynch 1974,
Bate 1974). El problema básico residía en la falta de confiabilidad de la gran mayoría de los
registros en relación a las atribuciones cronológicas de que eran objeto y a la errónea
interpretación de los materiales a partir de lo cual se creaban supuestas entidades culturales,
resultando en el establecimiento de secuencias que no correspondían en absoluto a la realidad
histórica.
Arqueología, genética y lingüística. 495

En los años 80, a raíz de los importantes trabajos de Dillehay en el sitio de Monte
Verde, sur de Chile, adquiere centralidad lo que originalmente fuera una discusión doméstica
entre arqueólogos norteamericanos, que fue conocida como la polémica "Pre-Clovis/Clovis
first" y presentada como si fuera un gran debate "teórico". Donde los partidarios del primer
término se consideraban revolucionarios innovadores416, por el hecho de sostener que hubo en
América ocupaciones anteriores a Clovis. Que era lo mismo que afirmaban casi todas las
propuestas anteriores. Mientras los partidarios del segundo, sustentaban las tesis de Martin
-que, por lo visto, habían arraigado en la academia norteamericana- en cuanto a que los
portadores de la cultura Clovis fueron los primeros pobladores de América, ocupando todo su
territorio a una velocidad digna de registro en el Libro de Guiness y acabando con gran parte
de la megafauna pleistocénica. A lo cual no era ajena, como comenta Dillehay, una ideología
de la exaltación del "american way of life", con su sello desde las Clovis a la Coca-Cola.
Hoy en día, dicha polémica debería considerarse definitivamente superada. No ha
sido sólo Monte Verde, el registro sudamericano antecediendo en más de un milenio a Clovis,
lo que explica la falta de interés de los colegas meridionales por participar en tal debate417. Ya
había allá varias dataciones contemporáneas o anteriores a Clovis, como El Abra (12.400),
Tibitó (11.700), Taimataima (12.300), la fase Amotape en Talara (11.200), Quirihuac
(12.400), Guitarrero (12.500), Huargo (13.100), Pachamachay (11.800), probablemente parte
de la fase Ayacucho (14.000), Tagua-tagua (11.300), Quereo (11.400), Lapa Vermelha P.L.
(11.700), Santana do Riacho (11.900), Sitio do Meio (13.900), Caldeirão dos Rodrigues
(17.000), Boqueirão da Pedra Furada (17.000-18.000) o Los Toldos (12.600)418. A las cuales
se han ido sumando varios sitios más, como Piedra Museo, en la Patagonia (12.800). Si bien
cada uno merece un cuidadoso análisis, estamos hablando de registros que no tienen una
confiabilidad media menor que la mayoría de los sitios Clovis de Norteamérica. Y, aún allá,
sitios como Meadowcroft han sido sometidos a duros escrutinios, mostrando una consistencia
que no resistirían muchos registros Clovis, pero que no se cuestionan porque la academia los
acepta de antemano.
Para nosotros, este debate -que nada tiene de "teórico"- se ha resuelto simplemente
por la vía de la constatación empírica de que sí hay registros anteriores a Clovis. Y que
muestran, además, una cierta diversidad cultural de pueblos que, para entonces, ya están
abarcando todo el continente americano. Creo que, sin bajar el nivel de exigencias en cuanto a
la calidad de los registros arqueológicos, deberíamos irnos habituando a la idea de la
necesidad de explicar una historia -por ahora- de no menos de quince milenios. Entender, por
ejemplo, qué hacen unos cazadores de hace 12.500 años produciendo típicas puntas tipo El
Jobo, de muy buena factura, en el sur de Sudamérica; en una zona donde la "tradición
foliácea" solo reaparecerá hace unos siete o seis milenos. Entender cómo, hace ya doce
milenios, esa antigua población de cazadores recolectores panandinos que posee una

416
"Nosotros los radicales", como proclamaba MacNeish 1987: 57.
417
Con excepción, por supuesto, de aquellos que no desperdician oportunidades de estar a la moda, sobre todo
si es norteamericana.
418
Todas las dataciones se presentan en años radiocarbónicos antes del prersente y sin calibrar.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 496

estrategia de gran especialización, incluyendo a las puntas bifaciales foliáceas y romboidales


en su instrumental de caza, coexiste en parte del territorio con una población de cazadores
recolectores del trópico americano, que se desarrolla en toda la parte norte de Sudamérica y,
muy probablemente, hasta México, con una estrategia logísticamente organizada pero
completamente "generalizada", con un instrumental lítico expeditivo, de retoques marginales
y prácticamente sin estandarización. Buscar explicar qué relación tienen esas poblaciones con
los cazadores del extremo austral, que desarrollarán el tipo de puntas conocidas como "colas
de pescado", contemporáneas o anteriores a las Clovis, pero que tienen, en la región,
antecedentes desde un par de siglos antes que Monte Verde. Preguntarnos qué relación
tuvieron los ocupantes de Meadowcroft o Cactus Hill, productores de puntas triangulares, con
la población Clovis que le sucede. O indagar qué vestigios dejaron en Norteamerica los
antecesores de las mencionadas poblaciones sudamericanas y que no pudieron ser los
cazadores Clovis.
No obstante, si hemos estimado pertinente reseñar este contexto, por demás
conocido, es porque la idea de una población inicial única para el pleistoceno tardío, Clovis y
mongoloide, es parte de las hipótesis que todavía se defienden entre los genetistas y algunos
arqueólogos. Y que es parte del tema al que nos referiremos.

Nuevos aportes.
Desde hace unos veinte años, el aporte de nuevos antecedentes a las discusiones sobre el
poblamiento americano, ha provenido de la antropología física y, en particular, de los
genetistas419. El desarrollo de nuevas técnicas y métodos en ese campo es lo que ha permitido
generar valiosas informaciones que constituyen nuevos elementos de juicio a tomar en cuenta.
También se han puesto a consideración argumentos desarrollados por la lingüística.
La genética se ha enfocado a la investigación tanto de la composición genética de las
poblaciones americanas, como de sus configuraciones fenotípicas a nivel osteológico.
a) Respecto a la primera, con las nuevas técnicas de genética molecular, los avances
más significativos se han dado en relación a la investigación del ADN mitocondrial, seguidas
de los estudios sobre ADN nuclear y del cromosoma Y [ver Stone 1999, Merriywether 2000], así
como de los sistemas inmunológicos. La proliferación de trabajos en ADNmt se han debido a
su relativa mayor facilidad de duplicación en laboratorio y a la ventaja de que se transmite por
línea materna sin recombinarse, permitiendo el seguimiento de linajes a escalas temporales de
varios milenios. Siendo las mutaciones en algunos de sus loci las que permiten la
identificación de haplotipos que integran haplogrupos definidos y distintivos. Así es como se
han identificado los haplogrupos básicos de la gran mayoría de las poblaciones indígenas
americanas, denominados A, B, C, D y X.

419
Tal vez debemos aclarar que, cuando hablamos de genetistas, no nos referimos sólo a los investigadores
dedicados a la genética molecular, sino también a loos osteomorfólogos abocados a temas de genética.
Arqueología, genética y lingüística. 497

b) En cuanto a la configuración fenotípica, los principales aportes provienen de


la osteomorfología, que ha desarrollado nuevos procedimientos de análisis comparativos para
el estudio de morfología craneofacial , dental y del esqueleto postcraneal. A diferencia de los
estudios de genética molecular, de reciente desarrollo, los análisis osteomorfológicos tienen
larga tradición, bajo distintos enfoques, en la antropología física. La novedad y sofisticación
de los procedimientos se apoya en el manejo de estadísticas más complejas, posibilitadas por
el vertiginoso desarrollo y accesibilidad de los sistemas computacionales. Además, por nuevas
concepciones explicativas de los rasgos físicos, como el enfoque morfo-funcional de los
estudios craneofaciales [Neves y Pucciarelli 1991, Powell y Neves 1999, Turner 1990].
Como era de esperar, por lo que respecta al tema del poblamiento de América,
tales investigaciones se han realizado teniendo como referencia general la moda impuesta por
los norteamericanos: el "debate Pre-Clovis/Clovis first". Y, para referirse a las cronologías de
los contextos cronológico-culturales, la única distinción que se hace, en la misma línea, es
entre "paleoindio" y "arcaico"420, si bien algunos autores prefieren hablar de cazadores del
pleistoceno tardío o del holoceno. Para referirse a los restos humanos, actualmente se
correlacionan con tal distinción los términos de "paleoamericanos" y "amerindios".
Ahora bien, a partir de la información generada con base en esas clases de datos,
se realizan inferencias que los explican en términos de migraciones o de procesos de
evolución. El tema, como veremos brevemente, es objeto de diferentes hipótesis explicativas:
a veces, sobre la base de los mismos datos y, en otros casos, con base en información
diferente, lo que las hace incomparables. Posteriormente, comentaremos la diversidad de
estimaciones cronológicas que resultan de los cálculos tanto de los genetistas como de los
lingüistas.

Las migraciones.
Como señalan acertadamente Powell y Neves,
Migration/founder models ultimately have their roots in diffusionism, which is at
odds with neo-darwinian concepts of population variation and adaptation [...]
Models of colonization and replacement based on skeletal morphology tend to
demarcate populations geographically, and give little attention to microevolutionary
processes... [Powell & Neves 1999: 24]
No obstante, es un hecho que los procesos de poblamiento del Nuevo Mundo,
implicaron necesariamente migraciones poblacionales, las que se explicarían según diversos
modelos.
a) El modelo de las tres migraciones fue originalmente propuesto por Turner
[1983] sobre la base de tres subdivisiones que establece en el patrón dental que denomina

420
Términos bastante imprecisos y excesivamente generales que, por lo mismo, muchos autores han criticado
[p.ej., Lorenzo 1987, Clermont 1992].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 498

sinodonte (primer molar de tres raíces e incisivos en forma de pala 421). La primera migración
sería la antecesora de la mayoría de las poblaciones americanas. La segunda antecedería a los
pueblos del interior de Alaska y la costa noroccidental de Norteamérica. La tercera
correspondería a la de los pueblos eskimo-aleutianos de la franja costera de Alaska. Esta
hipótesis sería apoyada por estudios genéticos de Williams y su equipo, basados en el análisis
de anticuerpos (inmunoglobulina G; Williams et al. 1985). Posteriormente, a la información sobre
morfología dental y genética, Greenberg et al. [1986] agregarán su interpretación de la
existencia de tres grupos lingüísticos que denominan Amerindio, Na-dene y Eskimo-
aleutiano, que correlacionan con las tres "oleadas" poblacionales antes mencionadas422.
Expresamente, este planteamiento señala que es compatible con la hipótesis de los Clovis
como primera población americana.
b) Mas recientemente, diversos autores -trabajando con ADNmt- coinciden en
que la diversidad de los haplogrupos o linajes "fundadores" en la gran mayoría de las
poblaciones americanas modernas podría explicarse a través de una sola oleada poblacional
temprana, bajo el supuesto que la población asiática originaria tendría una composición
genética similar [Merrywether et al. 1995, Lorenz y Smith 1997]. Más específicamente, Meriwether
[2000] afirma que el poblamiento americano obedece a una población mongoloide y así se
explicaría el que esos marcadores genéticos se encuentren presentes en la gran mayoría de las
poblaciones nativas americanas.
Dado que la diferenciación del tipo mongoloide, aún en Asia, ocurre en el
pleistoceno tardío, tendríamos que considerar que el poblamiento americano sería aún más
tardío. Y, aunque esta interpretación tiende a coincidir con quienes suponen que la población
originaria en América es mongoloide y portadora de la cultura Clovis, autores como Bonatto y
Salzano [1997b], también partidarios de una sola migración, proponen una cronología de
30.000 a 40.000 años, al menos para la separación de la población americana respecto a sus
ancestros asiáticos. Stone, por su parte, calcula una fecha mínima de 16.000 a 26.000 años
para la separación de las poblaciones americanas423. Stone, al igual que Bonatto y Salzano,
coincide con la propuesta de Szathmáry [1993] que explicaría las particularidades de los Na-
Dene y Eskimo-Aleutianos suponiendo una oleada poblacional hacia el Nuevo Mundo, de la
cual algunos grupos logran pasar los glaciares, mientras otros quedan bloqueados en
Beringia, expandiéndose posteriormente hacia Canadá, con el retroceso de los hielos.

421
Para distinguir entre el patrón sinodonte y el sundadonte, que existieron en el pleistoceno tardío en Asia,
Turner define 28 rasgos clave. No obstante, desafortunadamente hay antropólogos que diagnostican de buenas a
primeras un patrón sinodonte sólo a partir de la observación de la forma general de los incisivos.
422
Merece anotarse que, en dicho texto, se advierte que "it should be emphasized that we view the
interpretation of the genetic data as secondary support for the primary inferencies based on lingüistic and
dental data" [ob. cit.: 486]. De hecho, refiriéndose a muestras de ADNmt, se aclara que "Unfortunately, the
necessary Na-Dene and Aleut-Eskimo data hve not yet been collected, but they will be"[id.: 488].
423
Esto, considerando una tasa media de mutaciones relativamente rápida. La misma autora considera que es
probale una tasa más lenta, que daría un rango de fechas entre 23.000 y 37.000 años [ver Mammoth Trumpet,
vol. 12, nº 3, 1997].
Arqueología, genética y lingüística. 499

c) Se han planteado diversos modelos que implican cuatro o más migraciones.


Uno de ellos, considerado muy poco probable, es el de Horai et al. [1993] que propone que
cada uno de los cuatro haplogrupos (A, B, C y D) habría respondido a diferentes migraciones.
Por otro lado, Torroni y su equipo [Torroni, Schurr et al. 1993] argumentan que la
variabilidad de secuencias dentro de los haplogrupos fundadores A, C y D es mucho mayor
que en el B. Lo que interpretan como evidencia de que el linaje B correspondería a una
migración posterior hacia América. Suposición que parecería verse reforzada por el hecho de
que el haplogrupo B no se encuentra entre las poblaciones modernas de Siberia oriental
[Torroni, Sukernik et al. 1993]. Consideran que esas dos migraciones serían anteriores a las que
dan origen a los pueblos Na-Dene y Eskimo-Aleutianos, por lo que su propuesta implicaría, al
menos, cuatro migraciones.
Procesando una clase diferente de información y en la línea de la antigua
tradición de la antropología física -a la que dan crédito- Neves y Pucciarelli, en colaboración
con otros investigadores, han venido sosteniendo desde hace unos quince años la existencia
de una población diferente a las que se han inferido a partir de la genética molecular [Neves y
Pucciarelli 1989, 1991, 1998; Neves, Powell y Prous 1999; Powell y Neves 1999; Neves, Prous et al. 2003]. A
partir del análisis morfológico de cráneos antiguos del Brasil (particularmente el de "Luzia",
proveniente de Lapa Vermelha IV, al que se atribuye una fecha de 11.000-11.500 a.p.424) y
Colombia (Tequendama), han propuesto la existencia de una población temprana no-
mongoloide. Se trataría de un Homo sapiens sapiens cuyos antecesores habrían precedido, en
Asia, a la conformación del tipo mongoloide425. Esos antiguos restos sudamericanos presentan
características más cercanas a poblaciones afroaustralianas o "australo-melanesias" que a las
del centro y noreste asiático. Como resumen Neves y sus colegas, a propósito del análisis de
cráneos de Santana do Riacho (Minas Gerais, Brasil) fechados entre 8.200 y 9.500 a.p.,
...they exhibit strong morphological affinities with present day Australian and
Africans, showing no resemblance to recent North Asians and Native Americans.
These finds confirm our long held opinion that the settlement of the Americas was
more complicated in terms of biological input that has been widely assumed. The
working hipothesis is that two very distinct populations entered the New World by
the end of the Pleistocene. [Neves et al. 2003]
Es al comparar la morfología de los cráneos de Lapa Vermelha IV y de Buhl Site
en Norteamérica [Neves y Blum 2000; Green et al. 1998], cuyo contexto paleoindiano del "complejo
424
No obstante, Lessa y Guidon [2002], basándose en el análisis de los procesos posdeposicionales del sitio,
publicado por Cunha y Guimarães [1978], concluyen que la posición estratigráfica relativa de los restos no
garantiza la antigüedad asignada a los restos, de los cuales no se pudo obtener fecha directa por AMS del
colágeno, sino una del carbón del lavado de la muestra, que dió 9.330 ± 60 a.p.. Con lo cual resulta
contemporánea de los otros restos antiguos del Brasil y de Colombia.
425
Jia Lanpo cita a Wu Xinzhi, con quien concuerda, cuando afirma que "El Hombre de la Caverna Superior
representa la primitiva raza mongola, relativamente próxima a los antecesores de los chinos modernos; los
esquimales y los indígenas de América, aunque tienen algunas características típicas de la raza mongola, no
habían conseguido desarrollarse aún en aquel tiempo" [Jia Lanpo 1981: 65]. No obstante, Neves et al. [2003]
afirman que ninguno de los tres cráneoas de la Caverna Superior se asemeja a las poblaciones asiáticas modernas
y el UC 101 muestra marcadas similitudes con los australo-melanesios. Y coinciden con otros autores en que
"the fixation of classical Mongoloid morphology in North Asia could have been a recent phenomenon (terminal
Pleistocene/early Holocene)".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 500

el Llano" es claro, así como lo son sus rasgos mongoloides, cuando concluyen que hubo al
menos dos poblaciones paleoamericanas claramente diferenciadas.
Mientras Steele y Powell resumen las investigaciones de morfología
426
craneofacial de la última década , en los siguientes puntos: 1) Los restos americanos más
antiguos presentan características claramente distintas de los indígenas americanos del
holoceno tardío o de las poblaciones recientes; 2) los paleoindios norteamericanos se
asemejan más a poblaciones prehistóricas tardías o vivas del sudeste asiático que a las del
noreste asiático, 3) los paleoindios sudamericanos presentan mayores semejanzas con los
paleoindios norteamericanos que con cualquier otro grupo de nativos americanos vivos o ya
desaparecidos; 4) los paleoindios sudamericanos, si bien se asemejan a los paleoindios
norteamericanos, se distinguen de ellos por su mayor semejanza con muestras de poblaciones
australianas y africanas; 5) los paleoamericanos de ambos continentes se acercan más a las
poblaciones "arcaicas" del holoceno medio que a las poblaciones prehistóricas tardías o a los
nativos americanos vivos y, 6) hay tanta variación en las poblaciones americanas del holoceno
medio como en las prehistóricas tardías. [Steele y Powell 2002: 112].
Por su parte, Lalueza et al. [1996], analizando el ADNmtn de cuatro grupos
étnicos recientes de Fuego-Patagonia427, reportan la absoluta ausencia de los Haplogrupos A y
B en esas poblaciones. Lo cual, sumado al hecho de la presencia decreciente del haplogrupo A
hacia las latitudes más meridionales y la ausencia del B en latitudes mayores a 55° Norte en
Asia y América, es interpretado en términos de que
...the first settlers entering America 21000-14000 years ago already lacked both mtDNA
lineages . [ob. cit.:41]
Lo cual supone que dichas etnias del "fondo de saco" austral serían
descendientes de esa primera población que precedería a los ancestros paleoindianos de los
amerindios. Lo cual parece compatible con la afirmación de Neves, Powell y Ozolins [1999]
en cuanto a que la morfología de los restos de Pali Aike presentarían afinidades con la
población brasileña relacionada con "Luzia" y que representarían a la primera población, no-
mongoloide. Como veremos más adelante, desde el punto de vista arqueológico el problema
es algo más complejo.
d) Brown y sus colegas [Brown et al. 1998], analizando una muestra amplia de ADNmt
en poblaciones indígenas americanas, confirman la existencia de un haplogrupo que, en
investigaciones anteriores [Ward et al. 1991, Torroni et al. 1993], se presentaba en haplotipos
diferentes a los reconocidos A, B, C y D. Por su similitud con el haplogrupo X, presente en
poblaciones europeas, se pensó que serían casos debidos a contactos postcoloniales. Incluso,
cuando se sostenía que el hombre de Kennewick tendría rasgos caucasoides428, se prestó a

426
Donde no se incluyen algunos restos importantes, como Buhl Site o Peñón III .
427
Aunque dos de ellos -selk'nam y yámana- ya están extintos y de los otros dos -kawéshqar y aónikenk- solo
perviven unos pocos individuos. La muestra incluye, además, restos de dos individuos de Patagonia austral y
Tierra del Fuego, fechados en 4.030 y 5.000 a.p. respectivamente.
428
Luego se observó que esos rasgos son más bien semejantes a los de poblaciones polinesias o a los Ainu del
Japón.
Arqueología, genética y lingüística. 501

conjeturas acerca de una antigua migración europea. No obstante, se ha confirmado como un


linaje diferenciado, presente -en porcentajes reducidos- no sólo entre los modernos ojibwas,
sino también en restos asociados a contextos arqueológicos precoloniales429.
Uno de los problemas que se ha planteado es el del origen de este linaje. No obstante,
según Eshleman y sus colegas:
Some of the mistery surrounding haplogoup X seems to have been solved
by the recent detection of this haplogroup, assessed by both restriction fragment
length polymorfism and correspondin CR mutations, in Altaian individuals of South-
Central Siberia. Haplogroup X is not as common in Native Americans as are the
other four haplogroups. Accordingly, there is no reason to believe that it need ever
have been common in Asia in order to achieve its present distribution in the
Americas. It is noteworthy that Y chromosome haplotype 1C is also found in Europe,
Lake Baikal region, and the Americas. [...]
The Altaians of South-Central Asia have been identified as one population
outside the Americas that contain all five of the founding Native American
haplogroups. [Eshleman et al. 2003: 11]
Esta información430 podría resultar relevante ya que, si hubo una migración por el
centro-norte asiático que pudiera explicar las similitudes de la tecnología y tipología lítica de
algunos pueblos tempranos de América431 con la tradición musteroide-paleolítico superior
centro europea, lo más probable es que hubiera conexiones culturales mediatizadas a través de
algún eslabón del tipo de la secuencia de Kostenki432. La cual no existe en el sudeste
asiático433.

Microevoluciones.
Con la novedad y el auge de los estudios de genética molecular, que se ocupa más de
fenómenos de amplia escala, antiguas migraciones u "oleadas poblacionales", se han
descuidado las investigaciones de los notables cambios que pueden manifestarse a nivel
fenotípico, debidos a procesos microevolutivos, como efectos de adaptación, selección
natural, deriva génica o flujos genéticos. Además de la incidencia de factores sociales en la
apertura o cierres de las redes de apareamientos u otras formas de selección social.

429
Además de las poblaciones algoquinas, se ha encontrado en restos de un cementerio arqueológico en Norris
Farms Oneota (Illinois), en Vantage (Washington) e incluso en tres muestras amazónicas, una fechada en 1.000
a.p. y las otras dos en 4.000 a.p..
430
Ver Derenko et al. 2001.
431
Como la secuencia de Meadowcroft y Cactus Hill al "complejo El Llano" en Norteamérica, o la "tradición
foliácea" de los antiguos cazadores panandinos y la de los cazadores recolectores australes (con 'colas de
pescado') en Sudamérica.
432
Aunque, a propósito de los rasgos dentales, en Greenberg et al. [1986: 480] se afirma que "There is no
support in this genetically sensible spatial pattern for theorizing that Native Americans originated in Europe or
that they are some form of European-Asian hybridization".
433
Las industrias comparables a las del paleolítico superior europeo aparecen en las postrimerías del
pleistoceno y se desarrollan en pleno holoceno (cultura de Xiachuan, en China).
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 502

Una situación que tiene implicaciones para la investigación de los


poblamientos tempranos, desde que la gran mayoría de los estudios de ADNmt se han
realizado sobre poblaciones indígenas modernas. Y éstas presentan una gran diversidad de
configuraciones fenotípicas que no se explican sólo por la cantidad de migraciones originarias
o la profundidad temporal de las mismas. A partir de la arqueología, podemos seguir diversos
desarrollos históricos regionales, desplazamientos territoriales o interacciones entre grupos
sociales, a partir de los pueblos más antiguos. Pero si tenemos en cuenta que su origen puede
remontarse bien a unos 15 milenios, la mayoría de los restos humanos que han sido objeto de
estudio y poseen antigüedades de 9 a 7 milenios, ya acusan los efectos de seis o más milenios
de procesos regionales de microevolución. A lo que hay que sumar los flujos génicos que se
debieron dar en diversos procesos de mestizajes434.
Ésto, para referirnos sólo a los desarrollos de las primeras sociedades americanas de
cazadores recolectores. Procesos que adquieren mucho mayor complejidad con la revolución
tribal435 o, posteriormente, con la conformación de sociedades clasistas. Las modernas
poblaciones indígenas no sólo son culturalmente herederas de tales procesos históricos, sino
también han sido impactadas en sus características antropofísicas. Y, en este sentido, es
necesario evaluar qué tan confiables pueden ser, o bajo qué condiciones se define un rango de
aceptabilidad para las inferencias acerca de procesos ocurridos hace doce o siete milenios a
partir del estudio de poblaciones indígenas modernas436.
Como es obvio, estos factores de diversificación fenotípica, afectarán de manera más
importante a los estudios osteomorfológicos.

Estimaciones cronológicas.
Existen muchas estimaciones acerca de cuándo pudo ocurrir, o afirmaciones sobre cuándo
habría ocurrido, el ingreso de las primeras poblaciones humanas al Nuevo Mundo, con base
en antecedentes geomorfológicos, genéticos o lingüísticos.
Desde la geomorfología y la paleoecología se ha especulado en relación a cuáles
fueron los momentos en que el paso de grupos humanos desde Asia a América era viable. Y
se han debatido al respecto algunos temas principales: el de Beringia como puente
continental, el del corredor Lauréntido como vía posible de paso desde Beringia al centro de
Norteamérica, el de un posible corredor costero, alternativo al Lauréntido, y el de las
condiciones paleoambientales que habrían permitido la travesía y el abastecimiento
alimenticio durante la misma.

434
Como se afirma en Greenberg et al. [1986: 486] "microevolutionary components of human population
structure such as genetic drift, inbreeding, and gene flow can interact with natural selection to obscure the
genealogical relationships of Native Americans [...] Trying to decipher these 12,000 + years of population
history is a very complex undertaking, specially with a data base of 20 th- century genetic data."
435
Algunos de estos procesos microevolutivos pueden implicar cambios importantes, como el tránsito de la
dolicocefalia a la braquicefalización [Rothamer et al. 1982].
436
Hay autores que cuestionan la validez de tales inferencias, realizadas sin mayores ponderaciones [p.ej., van
Vark y Williams 2003].
Arqueología, genética y lingüística. 503

El tema del puente terrestre se explica por los descensos del nivel del mar, que se
dieron cuando esas aguas formaban masas de hielo sobre los continentes, dejando expuesta la
plataforma marítima que habría permitido el paso a pié por tierra firme. Si bien hay que tomar
en cuenta que
Durante un interglaciar o interestadial, las condiciones del mar de
Bering en el estrecho del mismo nombre y en el Pacífico Norte, así como en las
costas del Océano Ártico, son las que existen en la actualidad, con mínimas
diferencias, si es que existe alguna. De acuerdo con ello el mar de Bering y el
estrecho, están cubiertos de hielo en su mayor parte, teniendo la mayor extensión en
el mes de febrero, área que se va reduciendo hasta que el mar ocupa todo a fines del
verano y gran parte del otoño, cuando el hielo vuelve a establecerse. [Lorenzo 1987:
141]

De manera que, en principio, cuando no había corredor terrestre, era posible cruzar
Bering, como lo hacen hoy los inuit, en la estación en que el mar se congela. Si bien es la
época de grandes tormentas, que harían difícil el paso.
La explicación de cómo se desplazaron esos grupos humanos desde Alaska hacia el
sur es posiblemente un problema más crítico. Ello por cuanto, durante los avances glaciares,
los grandes casquetes de hielo debieron ser una barrera formidable. De ahí que tenga
importancia la hipótesis del "corredor" Lauréntido, un espacio entre los frentes del campo de
hielo Cordillerano, al oeste y el Lauréntido, al oriente. Parece claro que ambos frentes se
juntan desde hace unos 22.000 años, hasta los 12.000 a.p., fechas en que el desplazamiento
desde Alaska sería imposible.
De ahí que, sobre todo cuando se piensa que el poblamiento americano no se dio
antes de unos 22 milenios, es necesario encontrar una alternativa. Y es Fladmark [1979] quien,
mostrando la impracticabilidad del corredor Lauréntido, propone una ruta a través de un
corredor costero, que se habría formado precisamente con el descenso del nivel del mar437.
Hipótesis retomada más recientemente por Dixon [1999].
No obstante, si se acepta la posibilidad de una migración anterior a 22 milenios
La realidad hace innecesario buscar corredores puesto que el paso de
norte a sur pudo hacerse con facilidad durante el Farmdale, de 28 a 22.000 o durante
el Altoniense, de 70 a 28.000, cuando los hielos, efectivamente, no coalescieron.
[Lorenzo ob.cit.: 153-154]
Claro está que, si es verdad que el "paleoindio" norteamericano de tipo Clovis438 fue
desarrollado por poblaciones mongoloides -tipo físico que se habría desarrollado en Asia
después de las fechas de la Caverna Superior, prácticamente hacia el neolítico439-, entonces la
437
La viabilidad de este corredor costero también es puesta razonablemente en dudas por Lorenzo [1987: 149-
153].
438
Si hubo otras poblaciones paleoamericanas, con modos de vida y culturas diferentes al complejo El Llano,
necesariamente tuvieron que habitar también, por algún tiempo, en Norteamérica.
439
"...parallel sudies (ee.g., van Vark and Dijkema 1988) which used a morphometric analysis to suggest that
Zhoukoudian Upper Cave (U.C.) specimen 101, dated at ca. 20,000 years, belonged to a population that was
unlikely to be ancestral to recent East Asians and that 'Neolithic replacement is the most reasonable explanation
of the morphometic differences ' (between the U.C. 101 skull and the skulls of recent Chinese)" [cita en van Vark
et al. 2003: 181]
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 504

identificación de un corredor que hubiera permitido la migración hacia el sur entre hace 22 y
12 milenios sí sería un problema. Esto, aún cuando, antes de esas fechas, ya hubiera ingresado
desde Asia una población distinta.
Desde la genética molecular, bajo el supuesto de que la tasa media de las mutaciones
que distinguen a los haplogrupos y su grado de diversificación interna implicarían
dimensiones temporales regulares, se han realizado diversos cálculos acerca de la cronología
de los momentos de separación de los linajes americanos respecto a sus ancestros asiáticos, o
del desarrollo del rango de variabilidad de los mismos en América, a partir del paso por el
"cuello de botella" de Bering, por la vía que fuese.
El hecho es que las diversas estimaciones acerca de las fechas en que los "linajes
fundadores" se separan de sus precedentes asiáticos o de los comienzos de la diversificación
supuestamente desarrollada en América varían, según los autores, entre 11.000 y 40.000 años.
Eshleman, Malhi y Smith nos explican, en una buena síntesis, algunas de las razones
a las cuales se deben tan notables divergencias. Por ello los citaremos con cierta extensión:

The calculation of mutation rates has achieved certain tautological qualities as well:
Attempts to calculate a rate of mtDNA sequence divergence used the peopling of the
Americas, assumed to have occurred between 12,000 and 20,000 years BP as a
benchmark at a time when relatively few Native American samples had been
analyzed.
Other estimated are based [...] on the accumulated diversity in the New World
using coalescent theory. Such estimates exhibit a variability that in all probability is
too large to be usefull for selecting among alternative hypotheses regarding the
initial peopling af the Americas. [Eshleman et al. 2003: 12]
Más adelante, agregan
It has been demonstrated that molecular estimates do not always match the
empirical data [...] This discrepancy between the molecular estimates and the
molecular archeological record provides no confidence in molecular estimates of the
times of past events when those estimates are derived solely from studies of living
populations. [Ibídem]
que es el caso de la mayoría de los cálculos realizados para estimar la profundidad temporal
de la diversificación en poblaciones americanas.
En suma, tal como apuntan los autores citados, el rango de estimaciones -de 11 a 40
milenios- no nos permite ninguna discriminación como para optar en favor de cualquiera de
las hipótesis razonables sobre la cronología del poblamiento americano.
Por otro lado, se ha puesto de moda entre los arqueólogos el referir aportes de la
lingüística en apoyo de las distintas hipótesis en juego. Habrá quienes se dejen impresionar
bien por ello. En unos , refieren los trabajos de Greemberg, Turner y Zegura [1986] quienes
se manifiestan explícitamente en favor de la hipótesis de Clovis como los primeros
americanos. Mientras quienes sostienen un poblamiento anterior se apoyan en la
argumentación de Johanna Nichols, quien propone fechas de 35 milenios para explicar la
diversidad lingüística presente en América.
Arqueología, genética y lingüística. 505

No obstante, en el caso de Geenberg, después de señalar "varios problemas mayores"


en el uso del método glotocronológico, concluye que
Our opinion is that for Amerind we are dealing with a time period probably
greater than 11.000 years and beyond the limits of glottochronology. [ob.cit.: 480]

En el caso de Nichols, el argumento básico es que habría una correlación, más o


menos lineal, entre el grado de diversificación lingüística y la profundidad temporal del
proceso que la genera, a partir de lo cual estima el proceso de colonización de América en
unos 35.000 años a. p.. No obstante, Daniel Nettle no sólo critica los cálculos de Nichols, sino
también su interpretación de la información empírica. Y, además, propone una bien fundada
hipótesis para argumentar que la misma información puede ser explicada en contra de las
conclusiones de Nichols. Nos dice Nettle:
I argue that Nichols' assumptions lack empirical validity, and that the very lunguistic
data she discusses are equally compatible, if not suggestive of, a recent colonization.
[...] Not only does the Nichols model, with a small tweaking of parameters, generate
any date between 12.000 and 91.000 years ago, but its assumptions lacl general
support, as I shall sow. [Nettle 1999: 3325 y 3326]
Luego, mostrando que en el "Viejo Mundo" (Africa, Sur y Sudeste asiático, Australia)
donde el poblamiento humano sería claramente anterior al de América, sean cuales fueran las
fechas de éste, la diversidad lingüística es, en todos los casos, menor que en América. Y se
divierte proponiendo una fórmula para describir el hecho de que, luego de una radiación
inicial de diversificación se produciría una reducción de la diversidad:
Any model in which the rate of ramification is high early in colonization when there
are many empty niches, then levels off, while the extinction rate is proportional, will
produce the same general pattern: an early steep rise, followed by a gradual decline.
[ob. cit.: 3328]

Para concluir que:


The problem of colonization of the Americas will be definitively answered only by
archaeology, because archaeology has direct methods for dating human presence.
[...] This paper shows that there is no basis for the argument from linguistic diversity
for any early date. The linguistic data are quite compatible with any date... [Ibídem]
No haremos más que estar plenamente de acuerdo con este autor. Es claro que si los
resultados de las inferencias a partir de información lingüística nos pueden dar lo mismo
estimaciones de 12.000 que de 35.000 años, al igual que las estimaciones genéticas, carecen
de cualquier utilidad para contribuir a dilucidar el problema que nos ocupa.

Observaciones metodológicas.
Nos referiremos brevemente a un par de cuestiones metodológicas de orden muy general:
a) Inconmensurabilidad. Parafraseando a Kuhn, una de ellas tiene que ver con el
hecho de que algunas de las principales propuestas en discusión, diferentes y opuestas, no
pueden ser evaluadas por falta de homogeneidad de los criterios necesarios para la evaluación.
Es decir, se procesan diferentes clases de información -donde las variables consideradas son
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 506

diferen0tes- de manera que los resultados no son comparables. Sólo pueden ser evaluados
respecto al rigor de obtención de información y consistencia lógica interna de los
procedimientos inferenciales o la compatibilidad lógica con sus supuestos ontológicos. Pero
los resultados permanecen incomparables. Esto no es un defecto si consideramos, de acuerdo
a un concepto materialista de objetividad, que hay otras dimensiones de la misma realidad
respecto a los cuales las propuestas pueden ser contrastadas.
No obstante, hay temas relevantes que pueden y deberían dirimirse homogeneizando
las variables para efectos de contrastación. Uno de estos temas centrales es el de si hubo uno,
tres o más pueblos ingresando a América. Así, por ejemplo, la propuesta original de
Greemberg , Turner y Zegura, no era comparable con los resultados de los estudios de
ADNmt, porque se basaba principalmente en variables lingüísticas y de morfología dental y,
secundariamente, en estudios genéticos basados en caracteres inmunológicos.
Pero para nosotros un tema crucial respecto al poblamiento temprano -prescindiendo,
por el momento de las diferencias genético-cronológicas posibles de los Na-Dene y Eskimo-
Aleutianos-, es el de si en el pleistoceno tardío ingresó una sola población o hubo más de
una. En el primer caso, pudo ser Clovis o los antecesores más o menos directos de Clovis y el
complejo El Llano. De acuerdo a dicha propuesta [p.ej., Merriwether], toda la diversidad
cultural manifiesta desde antes y durante la breve fase Clovis (11.200-10.900 a.p.) obedecería
a los antecesores del pueblo Clovis. Sin embargo, nuestras hipótesis, basadas en la
organización de la información cultural -arqueológica- son mucho más compatibles con las
propuestas de Neves, Puciarelli y colaboradores, que suponen una población diferente a la
mongoloide, presente desde fines del pleistoceno en Sudamérica.
El problema está en que las variables manejadas en ambos casos son diferentes y los
resultados, por lo tanto, incomparables. Quienes postulan una sola migración temprana, de
rasgos mongoloides, trabajan principalmente sobre ADNmt. La propuesta de una población
diferente, australo-melanesia, resulta de análisis de morfología craneofacial 440. Con este
último procedimiento sólo se ha realizado una comparación directa de restos antiguos -los de
Lapa Vermelha IV y Buhl Site- que corrobora el carácter mongoloide del complejo El Llano
en Norteamérica, mostrando claras diferencias con una de las poblaciones tempranas de
Sudamérica. Pero no sabemos, por ejemplo, cuáles son los haplotipos de los restos tempranos
de Brasil y de Colombia (ni los de Pali Aike) que corresponderían a dichas poblaciones
meridionales, morfológicamente diferentes441. Tampoco está claro que las poblaciones
"paleoindias" de Norteamérica sean tan homogéneas. Así, desde el punto de vista
morfológico, hay quienes sostienen que los amerindios norteamericanos serían algo diferentes
a los sudamericanos, pareciéndose más a los ainu442.

440
Con la excepción de algunos trabajos puntuales, como el citado de Lalueza y su grupo.
441
A través de la versión en Internet de Hoje em dia, un reportaje del periodista Ney Soares Filho nos informa
que la investigadora Juliana Alves da Silva, bajo tutoría de Vânia Prado, del equipo de Sergio Danilo Pena, ha
comenzado a procesar muestras de ADN de restos de Lagõa Santa en el instituto Max Planck, si bien tardaremos
en conocer los resultados.
442
Características que se atribuyen también a los cráneos de Spirit Cave y Kennewick.
Arqueología, genética y lingüística. 507

Acá mencionamos sólo un problema mayor. Pero las dificultades de manejar


diferentes clases de información, aún sólo en el campo de la genética molecular, por ejemplo,
han sido muy bien ilustradas por Salzano, quien resume los resultados de múltiples
investigaciones realizadas con base en ADNmt antiguo y de poblaciones actuales, sobre
diversos marcadores autosómicos (HLA y otros), sobre las variaciones de los cromosomas Y
y X, o sobre diversos tipos de virus. Concluye que es previsible que no sea tan fácil, en el
cercano o mediano plazo, uniformar los resultados sobre bases tan diversas de información
[Salzano 2002].

b) Otro de los errores metodológicos flagrantes es la utilización de métodos para


situaciones que están fuera del rango de aplicabilidad para el cual han sido formalizados. Es
claramente el caso de la aplicación de la glotocronología para escalas de tiempo que exceden
los 11 milenios cuando, de manera optimista, se han propuesto su utilidad hasta 4 o 7 milenios
[Swadesh, Sapir]. Sería lo mismo que discutir cronologías de más de 100.000 años basándose
en fechas radiocarbónicas.

Consideraciones ontológicas.
Un problema similar se presenta al comparar los resultados e hipótesis de las investigaciones
arqueológicas con los de los estudios de biología humana. Pero el problema de fondo, en este
caso, es ontológico y tiene que ver con cómo se concibe la relación entre lo social (o lo
"cultural") y lo biológico desde distintas posiciones teóricas443.
Así, por ejemplo, es claro que cuando se da, de hecho, una correlación entre
los hablantes de una lengua y el tipo físico de la población que la habla, debe haber alguna
conexión explicable a través de la singular historia de dicho grupo social. No obstante, ni en
la teoría ni en los hechos existe una conexión necesaria entre una lengua determinada y,
digamos, la forma de los dientes o entre determinadas formas dialectales y la estatura media
de la población. Y, aunque difícilmente algún autor se atrevería a hacer afirmaciones
semejantes, alguna conexión no explicada está implícita en la base de la presentación
empírica de tales correlaciones. Y así como nada impide que un porcentaje de población
sundadonte se comunique a través de lenguas clasificadas como "amerindias", nada indica que
poblaciones "australo-melanesias" hayan desarrollado tecnologías líticas expeditivas no
estandarizadas debido a la carencia de los genes mongoloides que se asociarían a las
poblaciones productoras del instrumental especializado de los grupos sociales
arqueológicamente clasificados como "Clovis".
Respecto a este tema, concordamos con la ya referida afirmación de Powell y
Neves en cuanto a que, tras las diversas hipótesis acerca de las migraciones hacia América,
están presentes las viejas tradiciones difusionistas de la antropología física, que se
corresponden con posiciones teóricas asumidas también en la antropología "cultural" y en la
arqueología. Y, entre éstas -cuyo objetivo cognitivo es básicamente la descripción- y las

443
Ver el concepto de posición teórica en Gándara [1993] y Bate [1998].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 508

posiciones evolucionistas que asumen como objetivos la explicación, estamos más cerca de
las últimas. No obstante, se trata de concepciones evolucionistas limitadas al campo de la
biología, que no pueden dar cuenta de las estructuras y procesos sociales. Lo que no significa
que los autores sean siempre ajenos a la pretensión de explicar procesos sociohistóricos. Si
bien la fórmula retórica "políticamente correcta" -que indicaría prudencia en este sentido-
consiste en afirmar que sus resultados son o no "compatibles" con tal o cual interpretación
social o histórica. Con lo cual parecería que todo está en orden: al fin y al cabo, se trata de
biólogos que hacen lo suyo para contribuir a un campo del conocimiento que requiere de
colaboración multidisciplinaria. Por lo demás, se ven peor los arqueólogos -supuestamente
científicos sociales- que, eludiendo la especificidad del fenómeno social, pretenden reducir la
explicación de los procesos históricos a través de las categorías del evolucionismo biológico.
Al respecto, nos parece pertinente retomar algunos puntos planteados en un trabajo
anterior [Bate y Terrazas 2002] acerca de la exportación teórica de un campo disciplinar a otro.
Se trata, en este caso, del uso, en el campo de la arqueología, de conceptos originados en la
biología. Consideramos que los intercambios teóricos pueden ocurrir en tres niveles. En el
primero, algunos términos y nociones son manejados como metáforas en la disciplina
receptora. Sería el caso de ideas como la de la complejidad, que posee un sentido preciso en la
teoría de lo números y en la física mecánica. Es algo más difícil de delimitar en la biología y,
definitivamente, no ha podido ser aplicado de manera axiomática en las ciencias sociales
donde, no obstante, ha estimulado algunas ideas originales en investigadores de modelos y
procesos no lineales.
En un segundo nivel, algunos conceptos separados de sus contextos originales
son tomados en "préstamo" e integrados en posiciones teóricas diversas. Es el caso del intento
de adopción de nociones sistémicas desde el materialismo histórico, o de la aplicación del
término adaptación a la organización de las actividades subsistenciales de grupos cazadores
recolectores. Y se ha extendido la moda, entre numerosos colegas en América -quienes no se
han formado necesariamente en el ámbito de la ecología cultural-, de clasificar a los grupos de
cazadores recolectores en términos de sus "adaptaciones" (adaptaciones costeras, adaptaciones
selváticas, adaptaciones de altura, etc.), sin considerar que el espacio de habitación y
subsistencia no determina necesariamente el modo de vida del grupo, si bien puede
condicionar particularidades del mismo. Sobre todo, cuando la mayoría de las sociedades
humanas, incluyendo las de desarrollo tecnológico simple, se caracterizan porque, lejos de
amoldarse paulatinamente a las condiciones extremas impuestas por el medio (que es lo que el
concepto duro significa en biología), tienden a transformar esas condiciones, adecuándolas a
sus necesidades, según las características de su organización social. Por ello, resulta
desafortunada la trivialización de conceptos como éste, cuando son mal comprendidos y peor
aplicados444.
Algo similar se debe decir del concepto de migración que, en biología tiene un
sentido poblacional y demográfico bien definido, pero en la arqueología suele interpretarse de

444
Ver, al respecto, los acertados comentarios de Gnecco 2003.
Arqueología, genética y lingüística. 509

cualquier manera. Tratándose de migraciones de animales, por ejemplo, se hace referencia a


desplazamientos estacionales y más o menos cíclicos. Mientras que, para el caso del ingreso a
nuevos territorios que posteriormente son habitados de manera permanente, se suele preferir
los términos de colonización o proceso de fundación, los cuales sí se relacionan con efectos
genéticos, como el efecto fundador o la deriva génica. En tanto el término de migración no
implica necesariamente un cambio en la estructura genética de la población. El uso
apresurado de estos términos como equivalentes, tanto para la biología como para las ciencias
sociales (donde el concepto de migración tiene un sentido válido, pero diferente) conduce a
malentendidos que pueden evitarse manteniendo claridad de conceptos, precisando la clase de
contenidos ontológicos a los que se refieren.
Por último, en algunos casos se pretende la aplicación integral de una teoría
desarrollada en un campo disciplinar para explicar fenómenos completos de otro nivel de
organización. Es el caso de los intentos de aplicación de la teoría sintética de la evolución
biológica buscando explicar los diversos procesos sociales que pueden inferirse del registro
arqueológico. De manera que los movimientos de grupos humanos se relacionan con
fenómenos de vicarianza, las transformaciones tecnológicas aparecen como respuestas pasivas
a los cambios del medio ambiente o la aparición y desaparición de sistemas sociales enteros se
explicarían por su capacidad o incapacidad de adaptarse a las condiciones dinámicas del
medio natural. Consideramos que esta forma de reduccionismo ignora las particularidades de
las sociedades humanas, las que no responden a las constricciones, mecanismos y cualidades
de los procesos de los sistemas biológicos, sino que poseen un nivel propio de desarrollo
histórico que debe ser explicado en su especificidad distintiva, para luego entender cómo lo
social se relaciona con el entorno, incluyendo a los sistemas biológicos y el medio ambiente.
Nuestra posición al respecto asume el hecho de que lo social y lo biológico no son
fenómenos yuxtapuestos ni superpuestos, sino procesos concatenados. Nos basamos en la
propuesta de que las dimensiones biológica, social y sicológica son instancias
cualitativamente diferentes pero interrelacionadas, integrando el proceso de coevolución
humana [Terrazas 2001].
Por ello, el contenido que asignamos a algunos conceptos que ya hemos mencionado,
como composición genética o estructura de la población, no es idéntico (sin ser
necesariamente incompatible) al que le dan los genetistas445, pues implican la "interfase entre
lo biológico y lo social. Así, la composición genética se refiere a la reserva de posibilidades
de desarrollo biológico contenidas en el "pool genético" y está mediada por la estructura de la
población, mediación dinámica que, a diferencia de otras especies del reino animal, se
establece básicamente a través de las relaciones sociales que caracterizan al modo de
reproducción. Mientras que la configuración fenotípica se refiere al conjunto de
manifestaciones físicas aparentes de una población, como la homogeneidad o diversidad en el
color de la piel, la forma y el color de pelo o los ojos, las proporciones, la estructura ósea y,
en general, los diferentes rasgos antropofísicos. Están contenidos como posibilidad en la

445
Entre los cuales, al Menos Neves y sus coautores, se ocupan de ofrecer definiciones explícitas, lo mismo
que cuando toman términos de la literatura arqueológica.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 510

composición genética y se desarrollan, en parte, de acuerdo a condicionantes


medioambientales. Recordando que, históricamente en medida creciente, el medioambiente en
que se desarrollan las sociedades humanas es naturaleza socialmente transformada en ámbito
de vida446.
Por su parte, cuando los genetistas manejan términos como "cultura" o "etnia" [p.ej.,
Torroni et al. 1993], suelen darle un contenido bastante diferente, si bien no menos impreciso,
que el que se le da entre los antropólogos o arqueólogos Sobre estos conceptos también hemos
hecho formalizaciones explícitas447.

Sugerencias.
De lo anteriormente expuesto, surgen algunas sugerencias más o menos obvias, que
sintetizaríamos en los siguientes puntos:
a) Aún cuando el manejo de diferentes clases de información permite aparentar una
supuesta amplitud de criterios, hay resultados de investigaciones que, por el momento
-mientras no garanticen mucho mayor precisión- deberían ser excluidos de las
argumentaciones en torno al tema del poblamiento americano448.
Es claramente el caso de los aportes de la lingüística que, independientemente del
mérito de las investigaciones de los autores citados, generan conclusiones a través de
procedimientos que no garantizan la más mínima confiabilidad al ser proyectados a las
cronologías implicadas. Por lo demás, la misma clase de información en que se basan, puede
ser razonablemente interpretada en sentidos completamente distintos, como lo muestra con
claridad Nettle [ob. cit.].
Similar es el caso de las estimaciones cronológicas basadas en la tasa de mutaciones
o el grado de diversificación, realizadas por la genética nuclear. Es obvio que, todavía, las
estimaciones tienen un rango tal de flexibilidad e imprecisión que igual arrojan fechas de 11
que de 40 milenios, según la manipulación a que se someta la información. Lo cual no
contribuye en nada a acotar las cronologías de los eventos en cuestión, que es de lo que se
trata.
Por lo demás, también es claro que no se trata de resultados independientes de
los planteamientos generados por los arqueólogos respecto al poblamiento continental.
b) Los resultados de las investigaciones geomorfológicas y ambientales del
cuaternario tampoco contribuyen a definir claramente los rangos temporales posibles del
ingreso a América desde Asia desde que, si hubo puentes terrestres o no, el paso pudo darse
caminando sobre el mar estacionalmente congelado.

446
Estos y otros conceptos han sido desarrollados en el artículo Sobre el modo de reproducción en sociedades
pretribales [Bate y Terrazas 2003], presentado como ponencia a la VII Reunión Internacional de la ALAB en
México. Se encuentra en prensa en Bate: Propuestas para la arqueología, Editorial Bellaterra.
447
Ver Bate 1978 y 1984.
448
Obviamente, no queremos decir que nuevas o diversas informaciones deben ser ignoradas.
Arqueología, genética y lingüística. 511

No obstante, todas las novedades que se van produciendo en esos campos son
relevantes para explicar cómo y por dónde pudieron desplazarse y resolver la subsistencia una
o más poblaciones, con gente suficiente como para iniciar la ocupación de todo el continente.
Sin duda, en este sentido, si será muy importante saber más claramente si hubo y cuándo fue
transitable un corredor lauréntido o costero. O qué condiciones hubo antes de hace 22.000
años, si es que el poblamiento americano tuviera una antigüedad mayor, posibilidad que no
debe ser descartada.
c) En cualquier caso, la arqueología deberá remitirse a sus propios
procedimientos de obtención y evaluación de datos e información cultural y cronométrica
para fundar sus hipótesis así como las de la antropología física.
d) Tanto para la genética como para la arqueología resultaría en una mayor
productividad investigativa el desarrollar nexos de colaboración más estrecha. Lo cual, como
declaración general de buena voluntad, no es más que una perogrullada. Por lo que resultaría
necesario definir de manera más precisa las condiciones que harían que tal vinculación una
condujera a una racionalización y optimización de la investigación en ambos campos.
Hasta ahora, como hemos mencionado, la mayor parte de las investigaciones
genéticas se han orientado de manera muy general en torno al tema de moda impuesto
principalmente por arqueólogos norteamericanos: la disyunción "pre-Clovis-Clovis first".
Ello, sin una evaluación crítica sobre la relevancia del tema, ya que se considera que sería el
"debate" central de la arqueología americana, aún por parte de investigadores distantes de los
grupos de investigación y docencia en Norteamérica. Esta situación se explica, en parte, por el
hecho de que las instituciones norteamericanas están en notable ventaja económica449 para el
financiamiento de investigaciones en campo y laboratorio, de reuniones y eventos de
intercambio académico o de publicaciones que compendian los trabajos más recientes.
Instancias de las que no sólo participan arqueólogos norteamericanos, sino también muchos
colegas latinoamericanos que obtienen apoyos para acceder a las mismas. Situación que se
presta para la imposición de temas y autores de moda.
Sugeriríamos a los colegas genetistas tomar en consideración una serie de
variables para evaluar las hipótesis de los arqueólogos que buscan contrastar en sus propias
investigaciones. Consideraciones similares a las que deberían tener en cuenta los arqueólogos
a la hora de citar a los genetistas:
1) Que los temas relevantes en la investigación no son necesariamente los que están de
moda. Tampoco los investigadores más importantes son necesariamente los que aparecen en
todas las primeras planas. Pues, si bien es cierto que hay unos pocos expertos en la
integración de buena academia y mercadotecnia, lo más frecuente es que un buen grupo de
oportunistas coyunturales de poca monta se las arregle para aparecer en todas las fotos.

449
Finalmente, el imperialismo económico se basa en la apropiación, por todos los medios de extorsión y
carente de cualquier escrúpulo, de gigantescos volúmenes de plusvalor generado por la fuerza de trabajo de los
países "subdesarrollados" hacia los centros de la economía transnacional.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 512

2) Que la confiabilidad del manejo de información en que los arqueólogos apoyan sus
propuestas es muy desigual en distintas escalas y temáticas. Lo más frecuente es que cada
investigador conozca bien sus sitios y materiales y tenga una buena información del contexto
de su zona o región, pero no posea una referencia muy precisa de los contextos continentales.
Y también es lo más usual que, en esos casos, limiten prudentemente sus propuestas a las
áreas o temáticas que conocen mejor.
Pero, cuando se discute un tema como el del poblamiento americano, tenemos
situaciones diversas. Algunos autores -como Bryan [1986 o 2000]- presentan atinadas
propuestas y argumentaciones a nivel continental. Pero muestran una desafortunada falta de
análisis crítico del registro de los sitios concretos. Otros -como Roosevelt [1999]- conocen
muy bien su sitio y su zona pero, en sus generalizaciones continentales, cubren con audacia la
falta de conocimientos detallados acerca de otras áreas sobre las que escriben.
De manera similar, hay que considerar que los arqueólogos se especializan en
diferentes aspectos del registro. En este sentido, es frecuente que haya colegas muy bien
informados acerca de los aspectos paleoambientales, botánicos o zoológicos, pero tengan muy
vaga idea de tecnología y tipología lítica. Tema este que sí es relevante cuando tratamos del
registro de pueblos cazadores recolectores. Y así encontraremos, sorprendentemente, que no
son pocos los autores que nos hablan (y escriben) de industrias o instrumentos "unifaciales"
para referirse a artefactos de astillamiento marginal. O cuando, en referencia a las técnicas de
talla bifacial Clovis se dice: "including long, regular, diagonal, parallel soft-hammer
thinning" [Roosevelt et al. 2002: 170] es obvio que no se entiende lo que se cita. Las preformas
bifaciales, ciertamente se rebajan con percutor suave. Pero el astillamiento laminar paralelo,
largo y oblicuo, no se obtiene por percusión, sino por presión.
3) Que el conocimiento arqueológico de las sociedades cazadoras recolectoras se ha
integrado en distintos niveles como: a) los "indicadores" del registro arqueológico, b) la
inferencia de características de la organización social, generalmente consideradas de manera
parcial y, c) la explicación causal de los procesos históricos considerando la totalidad social
[ver Bate 1992: 130 y ss.]. Obviamente, es preferible una investigación orientada desde un mayor
nivel de integridad. Es decir, desde un nivel de integración teórica con buen manejo de
información empírica. Pero también en esto hay desigualdades. Y se da el caso de colegas
brillantes en la teoría, que carecen de información empírica más allá de la que "ilustra" sus
generalizaciones. Afortunadamente no es una situación común en la discusión sobre el
poblamiento americano. Por otro lado, hay quienes poseen un muy buen manejo de campo y
de información empírica, pero cuando dicen "teoría"450 sólo se escucha un rebuzno.
4) Que en la arqueología, como en cualquier disciplina científica, siempre existen
diferentes posiciones teóricas, que definen diferentes concepciones acerca de la realidad
estudiada y de las formas adecuadas para su investigación, que definen la relevancia de las
preguntas que se plantea la investigación, etcétera [ver Bate y Terrazas 2002]. Pero es diverso el
grado de conciencia y de consistencia con que los investigadores asumen la o las posiciones

450
Con frecuencia, para calificar despectivamente a "los teóricos".
Arqueología, genética y lingüística. 513

de las que participan. Lo que incide en la claridad y profundidad analítica de los


planteamientos de los autores.
e) No incurrir en reduccionismos en la consideración acrítica, desde la arqueología,
de las posiciones teóricas de la biología, lógicamente predominantes en la genética. Una
colaboración interdisciplinaria estrecha debería hacer explícito el dialogo acerca del contenido
de los diferentes conceptos empleados y el significado preciso que adquiere en cada
disciplina.
Por lo demás, una consideración básica a tener en cuenta, cuando se toman préstamos
teóricos, es que las teorías que se importan no hayan sido refutadas en su propia disciplina.

Un par de ejemplos.
Se expondrán, a manera de ejemplos, dos casos tal como han sido tratados por los genetistas y
cómo se explicarían, desde nuestro punto de vista, a partir de los antecedentes
arqueológicos451:
a) No es casualidad que los diversos cuestionamientos a la posición que
considera al pueblo Clovis como el ancestro americano provenga de arqueólogos
norteamericanos que han trabajado en Sudamérica [Dillehay 2000, Roosevelt et al. 2002], desde que
el volumen de información sudamericana sobre el tema es un sólido argumento contra tal
supuesto.
Por lo que a nosotros respecta, nos parece claro que la posición "Clovis first"
es insostenible desde que hay registros confiables suficientes como para arbitrar tal debate por
la vía empírica. En su momento, la propuesta de Martin [1973] constituyó una hipótesis
importante, por cuanto señalaba acertadamente la debilidad documental de los registros
argüidos como muy antiguos y ofrecía un modelo posible para explicar las extinciones de
fauna pleistocénica. No obstante, es un modelo indefendible a la luz de la información actual,
que revela claramente la existencia de pueblos culturalmente diferenciados anteriores y
contemporáneos a Clovis a lo largo de todo el continente. Lo cual se puede apreciar muy bien
desde los registros sudamericanos, que seguramente se originaron en pueblos que se
desplazaron con anterioridad en la América septentrional.
Acá nos referiremos a una propuesta que uno de nosotros ha venido
sosteniendo hace más de veinte años, en relación al poblamiento sudamericano. Afirmábamos
entonces que
El panorama de la evidencia actualmente disponible muestra que hacia el
12,000 a. P., había por lo menos tres grandes poblaciones, diferenciables en sus
manifestaciones culturales y cubriendo ya casi todo el continente. [...]

451
Dadas las limitaciones de espacio y para efectos de una referencia sumaria a los registros arqueológicos
conocidos en el medio, tomamos principalmente algunos elementos característicos de la industria lítica. No
obstante, es claro que la identificación de una cultura arqueológica no puede reducires sólo a esos elementos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 514

Dos de estos conjuntos han sido fácilmente identificados por la mayoría de


los arqueólogos como "horizontes" o "tradiciones", debido a que su instrumental
posee distintivas puntas de proyectil. Queremos postular acá la existencia de un
tercer conjunto en que ese elemento no es el más "típico", aunque existe. [Bate 1981:
425]
Resumíamos, para entonces, una obra en dos tomos sobre cazadores recolectores
sudamericanos que ya estaba en prensa [Bate 1983]. Descriptivamente nos referíamos a tres
Conjuntos Culturales (I, II y III), que después interpretamos como modos de vida y
actualmente denominamos, respectivamente, antiguos cazadores recolectores andinos,
cazadores recolectores australes y cazadores recolectores del trópico americano.
Se trata de tres pueblos que generaron prolongados desarrollos regionales,
diferenciándose localmente a lo largo de algunos milenios, pero manteniendo algunos
elementos culturales distintivos que permiten identificar sus vínculos históricos.
El primero de ellos ha sido conocido como "tradición foliácea" por una de las
formas básicas (la hoja y el rombo) de sus instrumentos bifaciales: puntas de proyectiles y
hojas de cuchillos, que exhiben una notable variabilidad a lo largo de toda la región andina,
desde Venezuela hace unos 12 milenios, hasta Tierra del Fuego, donde llegan hace más de
5.000 años para desaparecer hacia el cuarto milenio. La mayor densidad de registros se
encuentra en Perú (Laguna de Conococha, Guitarrero, Ayacucho, Junín, Lauricocha, múltiples
sitios costeros y de tierras altas), el norte de Chile y el noroeste y las Sierras Centrales de
Argentina (Intihuasi). Pero alcanzan a la zona centro-sur de Chile entre el 8.000 (Cuchipuy) y
el 5.500 (Chiloé y Aysen).
La segunda población, presente desde hace más de 12 milenios en el Cono Sur
(Piedra Museo, Los Toldos, Cueva Fell y varios otros sitios), se caracterizó tempranamente
por las llamadas "puntas tipo cola de pescado", datadas entre 11.400 y hasta después del
10.000, presentes desde el sur de Brasil y Uruguay hasta el Extremo Sur.
El tercer pueblo -los cazadores del trópico americano-, como los anteriores, también
debió haberse desplazado por Norteamérica. Tiene fechas de 12.400 en El Abra, en Colombia,
donde ha dejado registros en varios sitios, a lo largo de unos seis o siete milenios:
Tequendama, Tibitó, Sueva 1, Huavio, Nemocón 4, Galindo, Vista Hermosa, Peña Roja y
otros. Puede tener algo más de 15.000 años en Brasil, en los sitios de Pedra Furada y
Caldeirão dos Rodrigues, 13.900 en el Sítio do Meio, en Piauí. Y está presente También en
Lapa Vermelha IV, Cerca Grânde 6, Caieiras, Lapa do Boquete, probablemente Santana do
Riacho y varios sitios más en Minas, la fase Serranópolis de Goiás y otros. En el interior de
Venezuela está representada en la Fase I de la "tradición Atures" y en varios sitios costeros,
como Guayana, Ño Carlos o Remigio. Da origen a la tradición Banwaroide en el Caribe. Está
presente en el "complejo Vegas" de Ecuador, en la secuencia de Talara (Amotape, Siches,
Estero y Honda), Quebrada Jahuay y Tacahuay y otros sitios en el norte del Perú.
De las "tradiciones" generadas por las dos primeras poblaciones -los antiguos
cazadores andinos, o panandinos, y de los cazadores recolectores australes- puede decirse
que comparten algunas características en común: presentan industrias líticas con
Arqueología, genética y lingüística. 515

instrumentales especializados y algunas formas estandarizadas; las puntas de proyectil y


cuchillos son generalmente bifaciales, las raederas y raspadores de retoque marginal dorsal;
en algunas zonas desarrollan una definida técnica de láminas para producir astillas matrices.
De alguna manera, puede decirse que aceptarían comparaciones con las técnicas y tipologías
de la secuencia del paleolítico medio y superior europeo. Se ha dicho, por ejemplo, que las
industrias líticas patagónicas presentan un "aire de familia" musteroide. No nos interesa
especular acá sobre hipotéticos vínculos de tal naturaleza -que, en todo caso, serían
considerablemente lejanos en el espacio y el tiempo- sino resaltar la notable diferencia que
presentan respecto al instrumental lítico de los cazadores del trópico americano. Se trata, en
este caso, de un modo de vida con una lógica diferente de utilización de la piedra para la
producción de instrumentos: los utensilios son netamente expeditivos, sin tipos
estandarizados. Producen lascas o astillas laminares sin mayor sistemática que la que imponen
zonalmente las matrices de las materias primas, a las que adecuan funcionalmente con
retoques marginales sumarios, independientemente de su calidad. Usan las material primas,
buenas o malas, más cercanas a los lugares de utilización. No desconocían la talla bifacial,
aunque la emplearon muy escasamente. No gastan fuerza de trabajo en los desplazamientos
que implicaría obtener las mejores piedras, ni en la producción de un instrumental
especializado, compensando el mayor gasto de trabajo que implica el uso de un utillaje no
especializado [ver Bate 1983]. De alguna manera, se asemejan más a las industrias líticas del
paleolítico medio y superior de China que del centro de Europa o del centro-norte siberiano.
Sin duda, este planteamiento resulta ampliamente coincidente con la hipótesis
planteada originalmente por Neves y Pucciarelli [1989 y 1991] y reiterada en los trabajos
posteriores de Neves y colaboradores. Es decir, nos parece perfectamente posible, desde el
punto de vista del registro arqueológico, que una población de Sapiens sapiens
generalizados, desplazándose por el sur de Asia -en condiciones de acceder a Australia hace
algo más de 50 milenios- haya podido ir poblando el sureste asiático hacia el norte, hasta las
latitudes que le permitirían acceder a América [ver Neves et al. 2003: fig. 9].
Es claro que cuando planteamos la existencia de este pueblo culturalmente
identificable en el registro arqueológico -y que luego denominamos cazadores del trópico
americano452- no conocíamos los estudios de esos autores, que se publicaron años después. Y
parece obvio que tampoco ellos conocen nuestros trabajos, de manera que se trata
genuinamente de resultados de investigaciones independientes. Sería muy tentador estar
simplemente de acuerdo con que hubo más de un ingreso poblacional temprano, anterior a
Clovis, donde tales afroaustraloides serían claramente los ancestros de nuestros cazadores
recolectores del trópico americano, puesto que han sido identificados precisamente en restos
humanos de sitios que hemos incluido entre sus manifestaciones culturales. Sin embargo el
452
Les denominamos así, en principio, por el área geográfica donde los identificamos. Pero sobre todo, para
resaltar el contraste con la mayoría de las hipótesis sobre el surgimiento del "paleolítico superior" en Europa a
través de explicaciones ad hoc, que suponen como condición la cacería de animales gregarios en ambientes
periglaciares. Es evidente que estos grupos, con un nivel de organización social de tipo "paleolítico superior"
(preferimos llamarles sociedades pre-tribales) no pueden ser evolutivamente evaluados a través de la apariencia
rudimentaria de su industria lítica.Y que, si accedieron tempranamente a América no fué a través de navegación
oceánica, por lo que debieron desarrollar también estrategias para ocupar ambientes muy poco tropicales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 516

acervo de información arqueológica disponible para Sudamérica nos sugiere que el panorama
puede ser bastante más complejo453.
En primer lugar, debemos tomar en cuenta que prácticamente no tenemos en
Sudamérica restos humanos claramente datados que excedan los 10.000 años radiocarbónicos
sin calibrar. Hay probablemente un individuo en Santana do Riacho de entre 10 y 11 milenios
y no se puede afirmar, como se ha hecho reiteradamente, que "Luzia" sea el resto más antiguo
de América. La mayoría de los restos tempranos confiablemente datados están en el rango de
9.900 a 8.000 años de antigüedad. Pero, para entonces, ya no sólo estaban los descendientes
de las tres grandes poblaciones que mencionamos y que mantuvieron tradiciones
culturalmente identificables, sino había también otros pueblos culturalmente diferenciados
entre hace 11.000 y el 10.500 años y cuyas posibles conexiones con los anteriores no están
claras.
Uno de ellos se diferencia en la región surandina entre el 10.800 y el 9.600 a.P. en
los sitios de Tuina, San Lorenzo, Chulqui y San Pedro Viejo de Pichasca, en el norte de Chile
e Inca Cueva 4 y Huachichocana, en el noroeste argentino, dando origen a una tradición
andina con uso de puntas triangulares, que alcanzará gran desarrollo en los milenios
posteriores [ver Bate 1983, t. 1: 262]. También hay restos humanos tempranos asociados a estas
ocupaciones en Huachichocana.
Otra modalidad cultural que se desarrolla claramente entre el 10.500 454 y hasta el
8.000 en las regiones ecuatorial y central de los Andes, tiene probablemente su origen en el
"complejo Canaima" de Venezuela (pésimamente excavado y fechado "a ojo"). Se encuentra
en Cubilán, Ecuador, y se desarrolla en Perú como Paiján-Luz. Presenta puntas de proyectil
pedunculadas, de pedúnculo estrecho de base convexa y escotaduras laterales unas y de
pedúnculos subtriangulares otras. También hay osamentas humanas asociadas e los materiales
Paiján [Chauchat y Dricot 1979].
Otro pueblo que se diferencia en el norte y centro de Brasil oriental a partir de 11.000
en Bom Jardim caracteriza a la "tradición Itaparica", denominada "fase Paranaíba" en Goiás
(10.800) y se distingue por una industria lítica con instrumentos de retoque marginal dorsal
sobre gruesas láminas, siendo el tipo más distintivo la denominada "lesma", que presenta
retoque continuo en los extremos, de bordes convexos, y en los bordes laterales. Aunque sólo
se conocen muy pocos ejemplares quebrados, tallaron puntas bifaciales con pedúnculo. En
algunos sitios habitados por los cazadores del trópico americano aparecen también las
"lesmas" y algunos otros artefactos de estos grupos, mostrando ocupaciones alternadas o en
secuencia por ambos pueblos, como en el estrato temprano del Sítio do Meio (13.900-11.000),

453
Por lo pronto, nos resulta difícil ubicar a Monte Verde, bien documentado y datado, en estos contextos
tempranos. La presencia de dos puntas foliáceas corresponde claramente a la antigua tradición foliácea andina.
Pero ésta no está documentada en la región sino hasta unos cinco milenios después. Y, por otro lado, los demás
elementos: una industria lítica expeditiva con materias primas locales, unas pequeñas bolas de piedra ranuradas y
una punta de hueso con bitumen en la base muy bien podrían corresponder a las características de los cazadores
recolectores del trópico americano.
454
Si bien Ossa y Moseley registran materiales líticos de Paiján en el alero de Quirihuac, en posición
estrátigráfica sellada, con cuatro fechas que van del 12.800 al 8.600 a.P.
Arqueología, genética y lingüística. 517

o precediendo a la "fase" Serranópolis en Goiás, o en algunos estratos de Santana do Riacho.


Lo que nos advierte, por ejemplo, que los enterratorios de este sitio podrían pertenecer a dos
pueblos diferentes.
Aunque bien documentadas, las ocupaciones iniciales de la Caverna da Pedra
Pintada en la Amazonía brasileña, datadas entre 11.200 y 10.000 son difíciles de identificar
culturalmente. De los elementos comparables, como la industria lítica, se registran 30.000
lascas de desecho y 24 "instrumentos formales". De éstos se ilustran 5 piezas bifaciales -tres
de ellas quebradas y las otras dos preformas- que no permiten inferir con claridad la forma de
las piezas terminadas, si bien dos de ellas sugerirían la formación de pedúnculo [Roosevelt et al.
1996: 378]. Roosevelt y otros [2002: 190-191] suponen que los pueblos "paleoindios" de la
región amazónica serían portadores de las puntas triangulares, pedunculadas (similares a las
del "complejo Canaima") o alguna de base ligeramente cóncava, que se encuentran en
distintos sitios de la región. Lo cual bien pudiera ser cierto, aunque también podría tratarse de
ocupaciones de los cazadores del trópico americano que, como en los sitios de la sabana de
Bogotá, o en Cerca Grânde, siempre presentan algunas escasas piezas bifaciales. Y no es
imposible que esas puntas triangulares pedunculadas pertenecieran a ese pueblo, aunque sean
sumamente escasas en sus contextos, como ocurre con la "tradición Itaparica".
En suma, para las fechas de los restos más antiguos hasta ahora registrados en
Sudamérica, tenemos bien configurado un panorama cultural complejo y diversificado desde
hace, por lo menos, dos o tres milenios. Si, como es muy válido suponer, no se trata de una
"colonización relámpago" desarrollando "adaptaciones instantáneas", es una situación cuyos
orígenes bien pueden remontarse a 15 milenios o más455. Por lo tanto, la mayoría de los
restos, holocénicos tempranos, estarían presentando efectos de diversos procesos
microevolutivos y de posibles mestizajes, manifiestos ya entonces, como señalaran Steele y
Powell [2002], en una gran diversificación.
De cualquier modo, la presencia de rasgos afroaustraloides que podrían indicar más
de un poblamiento temprano en América, sigue siendo una hipótesis válida, que habría que
buscar correlacionar más cercanamente con estudios de genética molecular.
Una línea interesante de investigación que deriva de lo expuesto, plantea a la
arqueología y a la antropología física la tarea de contrastar tales hipótesis, por la vía de
intentar identificar en México y Norteamérica, la presencia de los pueblos antecesores de
aquellos sudamericanos y que debieron ser anteriores y, probablemente en parte
contemporáneos, del complejo El Llano y Clovis. Por el momento, Acosta ha emprendido la
tarea de identificar a los cazadores del trópico americano en México, habiendo algunos sitios
en el sureste que podrían corresponder a ese modo de vida. Lo mismo hemos propuesto para
la Covacha del Babisuri en Baja California456. Y es posible que otros sitios de la península y
de Sonora pudieran incluirse entre tales ocupaciones. Sin olvidar que los restos humanos de El

455
También hay que tomar en cuenta que, para ese rango de fechas, las dataciones radiocarbónicas sin calibrar
están comprimiendo una cronología real bastante más amplia.
456
Fujita, Téllez y Bate: ponencia redactada para el Segundo Simposio Internacional sobre El hombre
temprano en América, organizado por la DAF (INAH) para septiembre del 2004 en México.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 518

Peñón III, actualmente de los más antiguos en América (10.700), también presentan,
aparentemente, rasgos afroaustralianos similares a los de los cráneos de Brasil y Colombia.
b) Otro caso que requeriría una colaboración más precisa entre genetistas y
arqueólogos es el de los pueblos de Patagonia y Tierra del Fuego. Cabe recordar que, hace
medio siglo, Bórmida publica Los antiguos patagones. Estudio de craneología, definiendo
cinco tipos craneofaciales: Ooides fueguinus (fuéguido), Ellipsoides patagonicus (pámpido),
Platistegoides onensis, Hipsistegoides lagoides y cráneo Araucano. A los que correlaciona
con tradiciones culturales de acuerdo con la interpretación de la Escuela de Buenos Aires
(capítulo criollo de la Escuela Histórico Cultural, de los Kulturkreiss), de la arqueología del
extremo austral. De acuerdo a tal propuesta, la población más antigua era la fuéguida,
portadora de industrias de tipo "protolítico". Luego ingresarían los pámpidos, portadores de
industrias "míolíticas", desde el toldense I (Los Toldos) y II (Período I de Magallanes, en
Cueva Fell y Pali Aike) asimilando o arrinconando a los fuéguidos en casi toda el área,
excepto en el extremo sur, donde se habrían mestizado originando el Platistegoides onensis.
Luego habría alcanzado, hasta el norte de Patagonia por la costa atlántica, una cuña láguida, la
que sería asimilada por los pámpidos. Finalmente, la influencia andina se habría hecho notar
en la deformación pseudocircular, para impactar masivamente en la época de las invasiones
araucanas.
Cabe hacer notar que Bórmida no incluyó en su amplia muestra a ninguno de los
restos que, para su época, podían considerarse como antiguos, como los de Mata Molle, Pali
Aike o Cerro Sota. Por otro lado, hoy es claro que no hubo tal tradición "protolítica" (de tipo
paleolítico Inferior-Medio) o "epiprotolítica" diferente de las "miolíticas" sino que los
materiales arqueológicos que les fueron atribuidos responden mas bien a diferentes
actividades realizadas por los mismos pueblos, en diferentes épocas [Bate 1974; Orquera 1982].
También sabemos que el ingreso a Patagonia de los pámpidos ( o "patagonienses") ocurre
hace unos 4.500 a 5.000 años.
Veamos cómo se plantea el panorama por parte de los genetistas en la última década:
a) Lahr [1995] propone que los Fuego-Patagones compartirían con los
Paleoamericanos una morfología propia de un ancestral grupo mongoloide de rasgos
generalizados.
b) Neves, Powell y Ozolins, por su parte, situando a Pali Aike en Tierra del Fuego y
analizando los restos incluidos en el estrato datado en 8.600 a.P., concluyen que
Los resultados muestran que los fueguinos tempranos tampoco presentan afinidad
morfológica con los mongoloides. Conjuntamente con los esqueletos de Brasil
central y la sabana de Bogotá (Colombia), el especimen de Palli Aike muestra una
marcada afinidad con africanos y australianos [1999: 259].
c) Lalueza y su grupo [1997], analizan 60 muestras de ADNmt obtenidos de los restos
de 75 individuos pertenecientes a cuatro grupos étnicos recientes de Patagonia y Tierra del
Fuego, más un resto de 4.030 a.p. (Cueva Lago Sofía, Patagonia) y otro de 5.000 años de
Marazzi (Tierra del Fuego). Dos de esos grupos: kaweskar y yámana, tenían un modo de vida
Arqueología, genética y lingüística. 519

canoero, habitando respectivamente los canales occidentales de Patagonia austral y la Tierra


del Fuego, desde la costa sur del canal Beagle. Ambos incursionaban en el Estrecho de
Magallanes. Las otras muestras fueron de los selk'nam de Tierra del Fuego y los aónikenk de
Patagonia central y austral. Para los autores, los canoeros serían "morphologically related and
unambiguously distinguishable from the Selknam and the Aonikenk" [ob. cit.: 41]. Lo
importante es que la investigación revela un hecho notable y es que todos esos grupos
recientes sólo poseen haplogrupos C y D, careciendo absolutamente de la presencia de los
haplogrupos A y B. Lo cual se explicaría por la existencia de más de una "ola migratoria"
desde Asia, diferente de los mongoloides típicos. De manera que tal antigua población habría
carecido de los haplogrupos A y B y los grupos étnicos del extremos austral no los habrían
incorporado posteriormente, debido a su aislamiento.
d) González José y sus colaboradores [2002], por su lado, proponen un modelo del
poblamiento de Tierra del Fuego considerando que los estudios arqueológicos, de genética
molecular y de morfología ofrecerían resultados similares. Según los autores
Most analyses tend to cluster the three Fueguian groups (Selknam, Alakaluf, and
Yahgan) together and to place the nearest continental group (Tehuelche) in an
external branch [ob. cit.: 310] 457
Fenómeno que explican también debido al aislamiento de los tres grupos más australes,
particularmente selk'nam y yámana, aislados desde hace 8.000 años al desconectarse Tierra
del Fuego, por la elevación del nivel del mar que abrió el Estrecho de Magallanes. Su modelo
explicaría el desarrollo de los fueguinos a través de mecanismos microevolutivos suponiendo
que:
1) Fueguian-Patagonians shared a common ancestor, 2) Tierra del Fuego was first
settled around 10,000 to 12,000 years BP by groups of undifferentiated economy, 3)
Fueguian populations remained isolated from the continent during the last 8,000
years and were less numerous than the continental populations, and 4) Fueguian
groups mantained some degree of gene flow between them...[ídem: 317]
Observaremos, estando de acuerdo con los autores recién referidos, que
Before evaluating the Fueguian-Patagonian populations in a local context, it must
be noted that their position in the settlement of the America's is unresolved, or at
least, controversial. [ídem: 315]
De hecho, parte del problema tiene que ver con la explicación de los procesos
históricos ocurridos en el Extremo Austral, que son objeto de diferentes interpretaciones a
partir de la información arqueológica. Nos permitiremos sugerir una muy breve síntesis de los
aspectos más generales de esa historia, a través de alguno puntos más relevantes:
1) Hace 12.000 años ya hay ocupaciones en la Patagonia, por grupos humanos
cuyo tipo físico es desconocido, cazando huanacos y caballos y, al parecer, carroñeando
ocasionalmente otros herbívoros como el milodón. Tenían, al menos, un instrumental de

457
Aclaramos que los alakaluf y yaghan son, respectivamente, los ya mencionados kaweskar y yámana.
Mientras los Tehuelches, en general, son dos grupos étnicos: los del norte o gününa këna y los del sur o
aónikenk.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 520

grandes lascas retocadas marginalmente. Hacia el 11.400 y hasta después del 10.000
produjeron, entre otros tipos de puntas o cuchillos, las denominadas puntas tipo "cola de
pescado", muy características, que muestran su presencia en todo el Cono Sur, incluyendo
Chile central. Entonces, Tierra del Fuego era accesible a pié.
2) Hace aproximadamente unos 9.500 años ingresa a Patagonia un pueblo de origen
posiblemente andino458, portador de puntas y cuchillos triangulares, de bordes más afilados y
extremo distal más agudo que las "colas de pescado"; utilizando lanzadardos e intensificando
el uso de boleadoras, de gran eficacia para la cacería en llanuras. Una tecnología que sería
más eficiente que la del toldense clásico, conformando el toldense final de Patagonia central
y los períodos II y III de Patagonia austral (Cueva Fell, Pali Aike y otros) que se extiende en
medio milenio por toda la Patagonia, y habría alcanzado a llegar a Tierra del Fuego antes de
la apertura del Estrecho de Magallanes. Pensamos que tan rápida expansión debió darse a
través de un proceso de mestizaje, relativamente pacífico, con la población anterior. Los
restos humanos más antiguos de Patagonia (Baño Nuevo-1 y Pali Aike) corresponden a este
momento. Pensamos que esta población poseería los rasgos antropofísicos que darían origen a
los grupos fuéguidos. Los ocupantes de Tierra del Fuego, aislados del continente, habrían
desarrollado una economía mixta, explotando recursos terrestres y marítimos, conformándose
probablemente parcialidades especializadas.
3) En el sexto milenio a.p., se daría un doble proceso de colonización de la rica
e intrincada zona de canales, fiordos e islas de Patagonia occidental y el sur de Tierra del
Fuego. Por una parte, entre el 5.500 y 5.000 tenemos desde Chiloé (conchal de Gamboa,
Puente Quilo y Gran Guayteca) y hasta Tierra del Fuego (Lancha Pakewaia), pasando por
Ponsomby, la presencia de ocupaciones por navegantes originados en la tradición andina con
puntas foliáceas, cuyos ancestros podrían buscarse en los restos de Cuchipuy (Chile central).
No obstante, su presencia a nivel cultural prácticamente ha desaparecido hacia el 3.500.
Paralelamente, en las costas accesibles desde el tierra firme, tendríamos evidencias
de intensificación de la explotación de recursos del mar y navegación (Punta Santa Ana y
Bahía Buena), por parte de los mismos cazadores que ocupaban el interior continental y
fueguino, lo que pudo haber dado origen al pueblo kaweshqar o alakalufe. De manera que, si
bien Tierra del Fuego seguía desarrollos propios, su aislamiento del continente no era
completo.
4) A partir del 4.500, se desarrollan en Patagonia austral y más tardíamente en
Patagonia central, las modas del Patagoniense, con puntas triangulares pedunculadas
características del Período IV de Magallanes. Un proceso en conexión con las poblaciones del
área Charrúa, del sur de Brasil y Uruguay, que debieron transitar por las pampas y el Neuquén
donde, sin embargo, se mantuvieron en uso las puntas triangulares -probablemente también de

458
Se trataría, en nuestra opinión, del mismo grupo que identificamos en el norte de Chile y noroeste
argentino, en sitios como Tuina, San Lorenzo, Chulqui, Huachichocana, Inca Cueva 4 y San Pedro Viejo de
Pichasca.
Arqueología, genética y lingüística. 521

origen andino-, pero algo diferentes a las del todense final y las que se encuentran en el
noroeste argentino.
5) En algún momento cercano a nuestra era, estos pámpidos de economía
preferentemente terrestre, ingresan a Tierra del Fuego desarrollando modalidades propias de
puntas triangulares pedunculadas En nuestra opinión, el mestizaje con parte de la población
preexistente habría dado origen al pueblo selk'nam, quienes adquirirían la cultura que les es
etnohistóricamente conocida con la adopción del arco, después del siglo XII de nuestra era,
cuando este instrumento se incorpora al acervo de los antecesores de los aónikenk
continentales (Período V de Magallanes).
6) No obstante, no todos los antiguos habitantes de Tierra del Fuego se incorporan a
ese proceso. Y, probablemente entre el 600 y 800 de nuestra era, parte de esa población -de
los cuales los háush permanecerán en el extremo oriental de la Isla Grande- se vuelca al mar,
especializándose en la explotación de sus recursos y originando al pueblo que conocemos
como yámana. Y, si bien irán abandonando elementos que en ese medio no son de gran
utilidad, como la boleadora, mantendrán sus vínculos con los háush.
Para nuestro tema, esto tiene algunas implicaciones tales como:
a) Difícilmente las poblaciones recientes del Extremo Sur americano representan a
una población inicial de América, afectada sólo por procesos microevolutivos. A menos que,
en un ejercicio de historia ficción especuláramos que la población septentrional de origen
andino (distinta a los portadores de la "tradición foliácea"), se hubiera mestizado
principalmente con mujeres de la población del toldense inicial y clásico, que hubieran
mantenido sus linajes genéticos por línea materna.
b) Los fuéguidos -kawéshqar y yámana y, tal vez, los chono), tendrían un ancestro
común en la población que se desarrolla durante el toldense final y el Período III de
Magallanes y que ocupa ambas riberas del Estrecho cuando la Tierra del Fuego se separa.
Pero ésta sería ya una población mestiza, cuyas similitudes con los afroaustraloides
contemporáneos del Brasil, aún no es claramente explicable.
c) El impacto de los pámpidos a partir del quinto milenio es importante y, tal vez por su clara
vinculación cultural con pueblos del sur del Brasil, y a pesar de las notables diferencias
culturales con los cazadores del trópico americano, pudieran tener algún vínculo genético, aún
por explicar, con estas poblaciones. Lo cual, de cualquier modo, no alcanzaría a dar cuenta de
la supuesta homogeneidad de los pueblos australes tardíos.

Bibliografía.

ANDERSON, David & Christopher GILLAM


2000 Paleoindian colonization of the Americas: implications from an examination of phisiography,
demography and artifact distribution. American Antiquity, vol 61, nº 1, pp. 43-66.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 522

BATE, Luis Felipe


1974 Los primeros poblamientos del Extremo Sur americano. Cuadernos de Trabajo, nº 3. Depto de
Prehistoria del INAH. México.
1978 Sociedad, formación económico-social y cultura. Eds. de Cultura popular. México.
1981 Sobre el poblamiento temprano de Sudamérica. Actas del X Congreso de la UISPP: 423-427. México.
1983 Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica . 2 tomos. Historia General
de América. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.
1984 Culrura, clases y cuestión étnico-nacional. Ed. Juan Pablos. México.
1986 El modo de producción cazador recolector o la economía del "salvajismo". Boletín de Antropología
Americana, nº 14.
1990 Culturas y modos de vida de los cazadores recolectores en el poblamiento de América del Sur.
Revista de Arqueología Americana, nº 2: 89-153.
1992 Sociedades cazadoras-recolectoras pretribales o el "Paleolítico Superior" visto desde Sudamérica.
Boletín de Antropología Americana, nº 25: 105-155.
1998 El proceso de investigación en arqueología. Editorial Crítica. Barcelona.
BATE, Luis F. y Alejandro TERRAZAS
2002 Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. Revista Atlántico Mediterránea
de Prehistoria y Arqueología Social (RAMPAS), vol. V: 11-41. Universidad de Cádiz. Cádiz.
2006 Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. En: El Hombre Temprano
en América, Primer Simposio Internacional [2002], J.C. Jiménez, S. González, J.A. Pompa y
F. Ortiz [Coords]. Colección Científica del INAH, nº 500: 23-48. México.
BIRD, Junius & Margaret BIRD
1988 Travels and archaeology in Southern Chile. Edited by John Hyslop. Iowa University Press.
Iowa City
BONATTO, Sandro y Francisco SALZANO
1997 A single and early migration for the peopling of the Americas supported by mitochondrial DNA
sequence data. Proceedings of the National Academy of Sciences of the U.S.A., vol. 94: 1866-1871.
1997b Diversity and age of the four founding major mtDNA haplogroups, and their implications for the
peopling of the New World. American Journal of Human Genetics, vol 61: 1413-1423.
BONICHSEN, Robson & Karen TURNMIRE
Ice Age people of North America. Environments, origins and adaptations. Center for the Study of
the First Americans. Oregon State Univerity Press. Corvallis.
BORMIDA, Marcelo
1952 Pámpidos y australoides. Coherencias ergológicas y míticas. Archivos Ethnos, vol. I, Entrega 2: 51-81.
Buenos Aires.
1953/ Los antiguos Patagones. Estudio de craneología. Runa. Archivo para las Ciencias del hombre,
1954 vol 6, nº 1-2: 5-96. Buenos Aires.
BROWN, Michael, S. HOSSEINI, A. TORRONI, H. BANDELT,
J. ALLEN, T. SCHURR, R. SCOZZARI, F. CRUCIANI & D. WALLACE
1998 mtDNA halogrup X: an ancient link between Europe/Western Asia and North America?
American Journal of Human Genetics, vol. 63: 1852-1861.
BRYAN, Alan
1978 Early man in América from a Circum-Pacific perspective. Archaeological Researches International.
Edmonton.
1986 New evidence for the pleistocene peopling of the Americas. Center for the Study of Early Man.
Orono.
2000 The original peopling of Latin America. En: Historia general de América Latina, vol. 1.
Las sociedades originarias, Capítulo 2. Col. UNESCO. Versión online:
http://www.unesco.org/culture/latinamerica/html_eng/chapter.htm (Last update 30/10/00).
BRYAN, Alan & Ruth GRUHN
1989 The evolutionary significance of the american Lower Paleolithic. En: Homenaje a José Luis
Lorenzo: 81-102. L. Mirambell [Coord.], Col. Científica del INAH. México.
CHAUCHAT, Claude et Jean-Marie DRICOT
1979 Un nouveau type humain fossile en Amérique du Sud: l'Homme de Paiján (Pérou). C.R Acad. de
Sciences Paris, Série D, t. 289: 387-389.
CLERMONT, Norman
1992 L'Archaïque dans le nord-est américain. Revista de Arqueología Americana, nº 5: 7-25
DERENKO, M., T. GRZYBOWSKI, B. MALYARCHUK,
J. KZARNY, D. MISCICKA-SLIWKA & IA. ZAKHAROV
Arqueología, genética y lingüística. 523

2001 The presence of mitochondrial palugroup X in Altaians from South Siberia. American Journal
of Human Genetics, vol. 69: 237-241.
DILLEHAY, Tom
1989 Monte Verde. A late pleistocene settlement in Chile. Volume I. Smithsonian Institution Press.
Washington and London.
1997 ¿Dónde están los restos óseos humanos del pleistoceno tardío?. Problemas y perspectivas en la
búsqueda de los primeros americanos. Boletín de Arqueología PUCP, vol. 1: 55-63. Lima.
2000 The settlement of the Americas: a new prehistory, Basic Books. New York.
DIXON, James
1999 Bones, boats and bison. Uniuversity of New Mexico Press. Albuquerque.
ESHLEMAN, Jason, Ripan MALHI & David SMITH
2003 Mitochondrial DNA studies of native americans: conceptions and misconceptions of the population
prehistory of the Americas. Evolutionary Amthropology, vol. 12: 7-18.
FERRÉ D'AMARÉ, Ricardo
1965 El antropógeno de Siberia y el hombre americano. Instituto Nacional de Antropología e Historia.
México.
FLADMARK, Knut
1979 Routes: alternative migration corridors for early man in North America. American antiquity,
vol. 44: 55-69.
FRISON, George
1990 The North american High Plains paleoindian: an overview. Revista de Arqueología Americana,
nº 2: 9-54.
1991 Prehistoric hunters of the High Plains. Second Edition. Academic Press. San Diego.
GÁNDARA, Manuel
1993 El análisis de posiciones teóricas: aplicaciones a la arqueología social. Boletín de Antropología
Americana, nº 27, pp. 5-20.
GENOVÉS, Santiago
1967 Some problems in the physical anthropological study of the peopling of America. Current
Anthropology, vol. 8: 297-312.
GNECCO, Cristóbal
2003 Against ecological reductionism: Late Pleistocene hunter-gatherers in the tropical forest of northern
South America. Quaternary International, vols. 109-110: 13-21. Elsevier Science Ltd.
GONZÁLEZ- JOSÉ, Rolando, Silvia DAHINTEN,
María A. LUIS, Miquel HERNÁNDEZ y Héctor PUCCIARELLI
2001 Craniometric variation and the settlement of the Americas: testing hypotheses by means of R-Matrix
and Matrix Correlation Analises. American Journal of Physical Anthropology, nº 116: 154-165.
GONZÁLEZ JOSÉ, Rolando, Clara GARCÍA ROMO,
Silvia DAHINTEN y Miquel HERNÁNDEZ
2002 Origin of Fueguian-Patagonians: an approach to populatiuon history and structure using R Matrix and
Matrix Permutation methods. American Journal of Human Biology, nº 14: 308-320.
GOWLETT, J. A. J.
1986 Problems in dating the early american settlement of the Americas. Archaeological Results from
Accelerator dating. Oxford University Committee for Archaeology. Oxford.
GREEN, Th., B. COCHRAN, T. FENTON, J. WOODS,
G. TITMUS, L. TIESZEN, M. A. DAVIS & S. MILLER
1998 The Buhl burial: a paleoindian woman fron southern Idaho. American Antquity, vol. 63, nº 3: 437-456.
GREENBERG, Joseph, Christy TURNER & Stephen ZEGURA
1986 The settlement of the Americas: a comparison of linguistic, dental and genetic evidence. Current
Anthropology, vol. 27 : 447-497.
HAYNES, Vance
1969 The earliest americans. Science, vol 166: 709-715.
HORAI, S. , R. KONDO, Y. NAKAWAGA-HATTORI,
S. HAYASHI, S. SONDONA y K. TAJIMA
1993 Peopling of the Americas, founded by four major lineages of mitochondrial DNA. Molecular Biol.
Evol. vol. 10: 23-47.
JANTZ, R.L & D. OWSLEY
2001 Variation among ealry North American crania. American Journal of Physical Anthropology,
nº 114: 146-155.
JIA Lampo
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 524

1981 El hombre primitivo en China. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Beijing.


KELLY, Robert
2002 Maybe we do know when people first came to North America; and what does it mean if we do?,
Quaternary International, vols. 119-110: 133-145.
KRIEGER, Alex
1964 Early man in the New World. En: Prehistoric man in the New World, Jennings & Norbeck (Eds.):
23-81.Chicago.
LALUEZA, Carles, A. PÉREZ-PÉREZ, E. prats, L. CORNUDELLA i D. TURBÓN
1997 Lack of founding Amerindian mitochondrial DNA lineages in extinct Aborigines from Tierra del
Fuego-Patagonia. Human Molecular Genetics, vol. 6, nº 1: 41-47. (Oxford Journals Online)
LANNING, Edward & Thomas PATTERSON
1967 Early man in South America. Scientific American, vol. 217, nº 5: 44-50.
LESSA, Andrea y Niède GUIDON
2002 Osteobiographic analysis of skeleton I, Sítio Toca dos Coqueiros, Serra da Capivara National Park,
Brazil 11,060 b.p.: first results. American Journal of Physical Anthropology, nº 118: 99-110.
LYNCH, Thomas
1974 The antiquity of man in South America. Quaternary Research, nº 4: 356-377.
LORENZO, José Luis
1967 La etapa lítica en México. Depto de Prehistoria del INAH, publ. nº 20. México.
1987 Etapa lítica en Norte y Centroamérica. Sobre los orígenes del hombre americano. Historia General
de América, vol. 5. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.
MacNEISH, Richard
1976 Early man in the New World. American Scientist, vol. 64: 316-327.
1987 La importancia de los primeros doce sitios del Nuevo Mundo. En: Orígenes del hombre americano:
57-67. Alba González [Comp.]. SEP. México.
MARTIN, Paul
1973 The discovery of America. Science, vol. 179: 969-974.
MELTZER, David
2002 What do yoy do when no one's been there before? Thouchs on the exploration and colonization
of new lands. En: N. Jablonski [Ed.] The first americans. The pleistocene colonization of the New
World. Memoirs of the California Academy of Sciences, nº 27, Cap. 3: 27-58. San Francisco.
MENA, Francisco, O. REYES, Th. STAFFORD & J. SOUTHON
2003 Early human remains from Baño Nuevo-1 cave, central Patagonian Andes, Chile. Quaternary
Research, vol. 109-110: 113-121.
MENGHIN, Osvaldo
1963 Industrias de morfología protolítica en Suramérica. Anales de la Universidad del Norte, nº 2: 69-77.
Antofagasta.
MERRIWETHER, Andrew
2002 A mitochondrial perspective on the peopling of the New World. En: N. Jablonski [Ed.]The first
americans. The pleistocene colonization of the New World. Memoirs of the California Academy of
Sciences, nº 27, Cap. 11: 295-310. San Francisco.
MERRIWETHER, Andrew, F. ROTHHAMER & R. FERRELL
1995 Distribution of the four founding lineage halotypes in North America suggests a single wave of
migration for the New World. Americam Journal of Physical Anthropology, vol. 98: 411-430.
MUNIZAGA, Juan
1976 Paleoindio en Sudamérica (Restos óseos de las Cuevas de Pali Aike y Cerro Sota, Prov. de
Magallanes, Chile). En: Homenaje al Dr. Gustavo Le Paige: 19-30. Univesidad del Norte.
Antofagasta.
NEVES, Walter & Max BLUM
2000 The Buhl burial: a comment on Green et al. American Antiquity, vol. 65, nº 1: 191-163.
NEVES, Walter, Joseph POWELL & Erik OZOLINS
1999 Extra-continental morphological affinities of Pali Aike, southern Chile. Interciencia, vol. 24,
nº 4: 258-263.
NEVES, Walter, Joseph POWELL & Andre PROUS
1999 Lapa Vermelha IV Hominid I: morphological affinities of the earliest known american. Genetic
Molecular Biology, vol. 22, nº 4: 461-469.
NEVES, Walter, André PROUS,
Rolando GONZÁLEZ-JOSÉ, Renato KIPNIS ey Joseph POWELL
2003 Early holocene human skeletal remains from Santana do Riacho, Brazil: implications for the settlement
Arqueología, genética y lingüística. 525

of the New World. Journal of Human Evolution, vol 45, iss. I : 759-782.
NEVES, Walter & Héctor PUCCIARELLI
1991 Morphological affinities of the first Americans: an exploratory analysis based on early South American
human remains. Journal of Human Evolution, nº 21: 261-273.
1998 The Zhoukoudien Upper Cave skull 101 as seen from the Americas. Journal of Human Evolution,
nº 34: 219-222.
NEVES, Walter, M. ZANINI, Danusa MUNFORD e Héctor PUCCIARELLI
1997 O povoamento da America à luz da morfologia craniana. Revista da Universidade de São Paulo,
vol. 34: 96-105.
NETTLE, Daniel
1999 Linguistic diversity of the Americas can be reconciled with a recent colonization. Proceedings of the
National Academy of Sciences of the U.S.A., vol 96: 3325-3329. Antropology.
NICHOLS, Johanna
1990 Lingüistic diversity and the first settlement of the New World. Language, vol. 66: 475-521.
POWELL, Joseph & Walter NEVES
1999 Craniofacial morphology of the first americans: pattern and process in the peopling of the New World.
Yearbook of Physical Anthropology, nº 42: 153-188.
PUCCIARELLI, Héctor, Marina SARDI, José C. JIMÈNEZ y Carlos SERRANO
2003 Early peopling and evolutionary diversification in America.Quaternary Research,
vol. 109-110: 123 132.
ROOSEVELT, Anna
1999 Archaeology of South American hunters and gatherers. En: Lee & Daly [Eds.] The Cambridge
Encyclopedia of hunters and gatherers, cap. I.II.2: 86-91. C.U.P. Cambridge.
ROOSEVELT, A. C., M. LIMA da COSTA, C. LOPES MACHADO, M. MICHAB, N. MERCIER,
H. VALLADAS, J. FEATHERS, W. BARNETT, M. IMAZIO da SILVEIRA, A. HENDERSON,
J. SILVA, B. CHERNOFF, D. REESE, J. HOLMAN, N. TOTH & K. SCHICK
1996 Paleoindian cave dwellers in the Amazon: the peopling of the Americas.. Science, vol. 272: 373-384.
ROOSEVELT, Anna, John DOUGLAS & Linda BROWN
2002 The migrations and adaptations of the first americans Clovis and Pre-Clovis viewed from South
America. En: N. Jablonski [Ed.]The first americans. The pleistocene colonization of the New World.
Memoirs of the California Academy of Sciences, nº 27, Cap. 7: 159-235. San Francisco.
ROTHAMMER, F., J. COCILOVO, S. QUEVEDO y E. LLOP
1982 Microevolution in andean prehistoric populations. I. Chronologic craniometric variation. American
Journal of Physical Anthropology, vol. 58: 391-396.
SALZANO, Francisco
2002 Molecular variability in Amerindians: widespread but uneven information. Anais da Academia
Brasileira de Ciências, vol 74, nº 2. Scientific Electronic Library Online.
SCHOBINGER, Juan
1969 Prehistoria de Suramérica. Nueva Colección Labor. Barcelona.
1988 Prehistoria de Sudamérica. Culturas precerámicas. Alianza Editorial, Col. 500 Años. Madrid.
SOTO-HEIM, Patricia
1994 Paleo-Indian human remains of Patagonia-Chile. Current Research in the Pleistocene, vol 11: 55-57.
STEELE, Gentry & Joseph POWELL
2002 Facing the past: a view of North American human fossil record. En: N. Jablonski [Ed.]The first
americans. The pleistocene colonization of the New World. Memoirs of the California Academy of
Sciences, nº 27, Cap. 5: 93-122. San Francisco.
STONE, Ann
1999 Reconstructing human societies with ancient molecules. En: Who were the first Americans?: 25-39.
R. Bonnichsen [Ed.]. Center for the Study of the First Americans, Oregon State University. Corvallis.
STRAUS, Lawrence Guy
2000 Solutrean settlement of North America?. Aview of reality. American antiquity, vol. 65: 219-226.
SUROWELL, Todd
2000 Early paleoindian woman, children, mobility and fertility. American Antiquity, vol. 65, nº 3: 493-508.
SZATHMÁRY, Emöke
1993 Genetics of aboriginal North Americans. Evolutionary Anthropology, nº 1: 202-220.
1993b mtDNA and the peopling of the Americas. American Journal of Human Genetics, nº 53: 793-799.
TERRAZAS, Alejandro
2001 Teoría de coevolución humana. Tesis de Maestría. Facultad de Filosofía y Letras, U.N.A.M.. México.
TORRONI, Antonio, Theodore SCHURR, M. CABELL, M. BROWN,
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 526

J. NEEL, M. LARSEN, D. SMITH, C. VULLO & D. WALLACE


1993 Asian affinities and continental radiation of the four founding Native American mtDNA. American
Journal of Human Genetics, vol. 53: 563-590.
TORRONI, Antonio, R. SUKERNIK, T. SCHURR, Ye. STARIKOVSKAYA,
M. CABELL, M. CRAWFORD, A. COMUZZIE and D. WALLACE
1993 mtDNA variation of aboriginal Siberians reveal distinct genetic affinities with Native Americans.
American Journal of Human Genetics, vol. 53.
TURNER, Christy
2002 Teeth, needles, dogs, and Siberia: bioarchaeological evidence for the colonization of the New World.
En: N. Jablonski [Ed.]The first americans. The pleistocene colonization of the New World. Memoirs of
the California Academy of Sciences, nº 27, Cap. 6: 123-158. San Francisco.
van VARK, Gerrit , Don KUIZENGA y Frank L'Engle WILLIAMS
2003 Kennewick and Luzia: lessons from the european Upper Paleolithic. American Journal of Physical
Anthropology, vol. 121: 182:184
WALLACE, Douglas & Antonio TORRONI
1992 A merican indian prehistory as written in the mitochondrial DNA: a review. Human Biology,
vol. 64: 403-416.
WARD., R., B. FRAZIER, K. DEW-JAGER & S. PAABO
1991 Extensive mitochondrial diverity within a single American tribe. Proceedings of the National
Academy of Sciences of the U.S.A., vol. 88: 8720-8724.
WILLIAMS, R. , A. STEIMBERG, , H. GERSHOWITZ, P. BENNET, W. KNOWLER
D. PETIT, W. BUTLER , R. BAIRD, I. DOWD-REA, T. BURCH, H. MORSE & C. SMITH
1885 Gm allotypes in native americans: evidence for three distinct migratiosn across the Berin land bridge.
American Journal of Physical Anthropology, vol 66, nº 1: 1-19.
WILLEY, Gordon
1969 An Introduction to american archaeology. Vol. 1: North America. Prentice Hall, Englewood Cliffs..
New Jersey.
1971 An Introduction to american archaeology. Vol. 2: South America. Prentice Hall, Englewood Cliffs..
New Jersey.
UN FANTASMA RECORRE LA ARQUEOLOGÍA
(no solo en Europa)

Luis F. Bate y Francisco Nocete Calvo

Comentarios al libro:
A marxist archaeology,
de Randall McGUIRE
Academic Press. New York, 1992.

Como para celebrar las reiteradas exequias del marxismo, nos referiremos a una obra
más, esta vez de un testarudo colega que aún sostiene su viabilidad formulando una propuesta
para la arqueología, desde los Estados Unidos de Norteamérica.
La exposición de la obra que comentamos se puede dividir, según McGuire, en
cuatro partes desiguales, además de que el capítulo introductorio apunta ya algunas bases
interesantes. La primera revisa, en dos capítulos, el desarrollo del marxismo y sus diversas
corrientes, así como su conexión con la teoría arqueológica. La segunda, en tres capítulos,
constituye el núcleo de la propuesta teórica sostenida por el autor. La tercera es el capítulo de
ineludible referencia al "caso" que ejemplifica su aplicación. Finalmente, dos capítulos de
análisis crítico de la práctica arqueológica, específicamente en Norteamérica uno y, el otro, en
lo general y a manera de conclusión.
Explícitamente, McGuire pretende comunicar su personal concepción del marxismo,
como
una lectura dialéctica de Marx alcanzada en el contexto del moderno marxismo
hegeliano occidental y en el mundo social del ocaso del siglo veinte [p. 12]


Publicado en Arqcrítica, nº 6, Librería Tipo Eds.. Madrid, 1993.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 528

Y está dirigida primordialmente a las cuestiones y preocupaciones que se plantean en el


contexto de la arqueología anglo-americana.
La temática abordada es bastante amplia y cada tópico se presta a levantar
comentarios y polémica. De modo que este texto no es propiamente una reseña y consistirá
más bien en la expresión de opiniones en torno a una selección arbitraria de unos pocos de
estos puntos.

Contextos históricos, marxismo y arqueología.


El capítulo tercero está dedicado a mostrar que, contra las versiones de algunos historiadores
de la arquelogía americana (como Willey y Sabloff), la deuda de la antropología y la
arqueología anglo-americanas con las tradiciones de pensamiento marxista, es considerable.
Si bien, dadas las condiciones del sistema sociopolítico, sólo recientemente las referencias
pueden ser abiertas y, en todo caso, se restringen principalmente a la actividad académica. Se
refiere, para efectos de comparación, a las corrientes marxistas en la ex-Unión Soviética (en
una revisión mas suscinta que la de Trigger, 1989) y en América Latina. Tratándose, en el
primer caso, de una situación donde el marxismo es considerado como ideología oficial del
estado y, en el otro, donde constituye una ideología de abierta oposición al sistema social
establecido. Es uno de los pocos autores dentro del mundo de la "arqueología-en-inglés", que
manifiesta preocupación por otros ámbitos, particularmente, por aquella que se está
escribiendo en español, tanto en España como en América Latina, aún cuando no sea éste el
objetivo de su trabajo.
Hay que tomar en cuenta que el trabajo de McGuire se desarrolla en un contexto
donde la arqueología es objeto y resultado de una formación profesional sistemática y
especializada. Es decir, donde el nivel de exigencias compulsivas y las orientaciones
institucionalmente establecidas, están diseñadas para limitar estrictamente la posibilidad de
que el estudiante tienda a "distraerse" con informaciones y, menos aún, con una formación
consistente en otras áreas del conocimiento diferentes de aquellas que ha escogido libremente
y son de su competencia. Por lo que, luego, el buen arqueólogo profesional standard suele
poseer una amplia ignorancia en áreas que no se supone que sean de su incumbencia, como la
filosofía, la economía, la sociología o la lingüística. De ahí que sea víctima fácil de las recetas
de moda de cualquiera que recolecte unas cuantas ideas "novedosas" picoteadas por acá y por
allá : trocitos de Marx perfectamente deshuesado, remojados en caldo de Weber; mucho Kant,
pero que no se note; para ello, se agrega Derrida, Feyerabend, Dilthay o Saussure al gusto,
con toques de Foucault, Freud o Adorno. Hegel por ningún motivo, ya que es muy difícil de
digerir. Y ¡Voilá!. Desde luego, no hay que dar tiempo a que los comensales se metan en la
cocina para ver cómo se hace, porque, naturalmente, pierde el encanto. Para mañana habrá
otra receta que se espera vender tan bien como la anterior.
En este contexto debe ser valorado el que un investigador como McGuire haya
decidido invertir una considerable parte de su tiempo en darse una formación sistemática en
áreas consideradas ajenas a su especialidad profesional. La obra que comentamos, sin
Un fantasma recorre la arqueología 529

embargo, muestra que en el mediano plazo ha sido una inversión inteligente, en que la
previsión fué confiada a la propia capacidad de trabajo. Un conocimiento aceptable de la
concepción marxista no se adquiere a través de cinco manuales y nadie puede hacer por cada
uno las lecturas necesarias. Esto suele aparecer a la mayoría de los profesionales normales
como una barrera infranqueable o un riesgo innecesario. Aunque no faltan quienes no corren
el riesgo, pero opinan.
También hay, en Norteamérica, una circunstancia favorable. Para la imagen
democrática y pluralista que las instituciones deben exhibir se requirió, después de Kennedy,
por lo menos un negro en la administración; luego, desde los setentas, un marxista en la
academia ("el marxista"). Y ahora, claro, una mujer donde sea, además de las secretarias y las
cocineras. Aunque no siempre sea así, también esos espacios son ocupados por quienes los
asumen interesados en ser consecuentes.
El hecho es que, por diferentes motivos, como ha dicho Perry Anderson, "El
panorama actual a este respecto es radicalmente distinto de todo lo imaginable hace quince
años. Ahora el Business Week puede lamentar la amplia penetración del materialismo
histórico en los campus americanos tan solo cuatro años después de que Time proclamara que
Marx había muerto definitivamente, y pueden publicarse manuales sobre la izquierda
simplemente para guiar al estudiante curioso a través de las espesuras -en estos momentos,
medianamente exuberantes- del "marxismo académico", por parafrasear un título reciente"
[1986:27]. Por lo visto, como en España [Sanahuja, 1988], el muerto goza, si no de la mayor
popularidad, sí de muy buena salud.
Es, de hecho, interesante constatar que ahora siempre está apareciendo algo de Marx
en el "menú", cosa que antes no ocurría. Pero hay que observar que generalmente ocurre en el
contexto del eclecticismo invertebrado de moda.
Cabe mencionar que McGuire presenta una posición argumentada contra el
eclecticismo. Que es, por cierto, lo que critica al post-estructuralismo inglés. A propósito de
lo cual merece ser dicho que el estilo del autor, quien introduce una propuesta verdaderamente
novedosa y discordante con la tradición, denota una madurez de la que carecen los colegas
"postprocesuales-postestructuralistas-postmodernos" (en México se abrevia "posmos"). Tal
parece que, particularmente en Inglaterra, desde la generación de los Beatles, uno de los
recursos mercadotécnicos usuales -tal vez dirigido a los jóvenes- consistiera en asumir poses
de "enfant terrible ", "provocativo", "contestatario" o "desafiante de la tradición y el
stablishment ", para promover modas intelectuales mas estridentes que consistentes (a
diferencia de los Beatles) lo cual, a estas alturas, desentona un poco.
El capítulo dedicado a la tradición anglo-americana vale la pena también para
apreciar mejor las diferencias entre las corrientes postprocesuales en Inglaterra y
Norteamérica en los últimos diez años. Los postprocesualistas norteamericanos no se
identifican con los ingleses de orientación "postmodernista" (Hodder, Shanks y Tilley). En
América, el grupo que promueve una alternativa frente a la "nueva arqueología" a comienzos
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 530

de los ochenta (el de "Martillos y teoría" o RATS 459 ) comparte la idea -en nuestra opinión,
acertada- de que la incapacidad de nuevos desarrollos de la arqueología procesual se debe a
que cifró sus esperanzas en la eficaz instrumentalidad de un método determinado y que carece
de teoría orientadora de la investigación. Se apreciará que la diferencia es radical, desde que
implica un rechazo al neokantismo y propone una inversión epistemológica de la relación
entre teoría y método. Aunque subscribimos tal planteamiento pensamos que, de paso, se ha
descartado erradamente la pertinencia de programas de investigación como el propuesto por
Schiffer, orientados a la formulación de una teoría de los procesos de formación y
transformación de los contextos arqueológicos. Sobre este punto, McGuire observará
atinadamente que
algunos han menospreciado esos principios como triviales o como leyes de Mickey
Mouse [...], pero tal conocimiento nos es esencial para hacer observaciones sobre el
registro arqueológico. Sin embargo, los arqueólogos [procesualistas] han fallado en
generar principios comparables o teorías generalizantes para la explicación del
cambio cultural. [p.121]
Así, los postprocesualistas norteamericanos se han dedicado a ensayar la viabilidad
de diversos planteamientos teóricos en la investigación arqueológica, tomando
frecuentemente referencias en las diversas corrientes del marxismo. El texto que comentamos
es, en este sentido, uno de los esfuerzos mas importantes por constituir una posición teórica
consistente.

Sobre el materialismo y la dialéctica.


McGuire inicia el capítulo dedicado al tema cuestionando el difundido infundio de Marvin
Harris sobre la dialéctica como el mono hegeliano colgado de la espalda de Marx, en el
sentido de que constituiría "una violación metafísica de las leyes mas básicas de la lógica y
del pensamiento racional". Opone la opinión de Gramsci sobre la dialéctica como una
concepción del mundo y del conocimiento diferente a la lógica "analítica común del mundo
occidental".
En primer lugar, habría que situar las afirmaciones de Harris al respecto. Es posible
sospechar que realmente no conoció la concepción hegeliana de la dialéctica mas que de
oídas, al menos hasta cuando escribe El materialismo cultural . Sin embargo, por lo que se
atreve a publicar, caben dos alternativas. Una de ellas es que habría tenido la audacia
arrogante y el desparpajo de opinar -con la sabrosa ironía que maneja hábilmente y aceptamos
como un recurso polémico válido- sobre un autor y un tema que ostensiblemente desconoce,
aprovechándose de la ignorancia generalizada que, sobre el particular, se da entre los
estudiantes y colegas a quienes llega su obra. Lo cual sería una deshonestidad intelectual
inexcusable. La otra posibilidad es la de que sí haya leído a Hegel, en cuyo caso simplemente
exhibiría de manera innecesaria, con ruidosa falta de pudor y exceso de inocencia, las
limitaciones de su entendimiento.

459
Se refiere al libro editado por A. Keene y J. Moore "Hammers and theory in archaeology"; RATS significaba Radical
Archaeology Theory Group.
Un fantasma recorre la arqueología 531

Volviendo a nuestro autor, tiene razón en cuanto a que la concepción dialéctica de la


realidad, incluida la realidad del pensamiento, difiere de la lógica del sentido común y podría
violar el "sentido de racionalidad" predominante en "Occidente". Pero hay que hacer algunas
distinciones. De hecho, para el pensamiento empírico espontáneo estructurado en torno a la
lógica del "sentido común" -la conciencia habitual del común de los mortales de cualquier
parte del mundo- la formalización lógica de cualquier concepción teórica reflexiva, sea
filosófica o científica, puede parecer igualmente críptica e inexpugnablemente ardua.
Por otro lado, no hay que olvidar que la dialéctica hegeliana y el marxismo también
se inscriben plenamente en la flor y nata de la tradición del pensamiento "occidental". Que el
marxismo haya sido convertido en cetro ideológico por los estados socialistas "orientales" es
harina de otro costal. Lo cierto es que, lamentablemente, sigue predominando entre la amplia
mayoría de los investigadores una concepción metafísica, en el sentido que Engels otorgaba al
término. El cual, por cierto, no es necesariamente peyorativo, sino se refiere a los niveles de
desarrollo histórico de las formas del pensamiento. En la Introducción al Anti-Dühring ,
donde hace la distinción entre pensamiento metafísico y dialéctico, observa que el primero,
correspondiendo a la necesidad de abstraer para conocer las leyes que rigen a la realidad -es
decir, descubrir las regularidades más generales y relativamente constantes- tiende a
conformar concepciones estáticas y reduccionistas de la realidad. Sin embargo, si la filosofía
y la ciencia tienden a conocer la realidad como es, puede constatarse que ésta no es estática ni
simple. Partiendo de estos principios (movimiento y concatenación universal), el pensamiento
dialéctico intenta reflejar la complejidad de la realidad en su movimiento. Que es a lo que no
está acostumbrada nuestra "racionalidad occidental", predominantemente analítica
(atomizadora), antinómica (en el sentido de que cualquier oposición aparece como
contradicción lógica excluyente) y habituada a inmovilizar el reflejo conceptual de la realidad
para facilitar su aprehensión.
Por lo que respecta a la propia posición de McGuire, está llamada a levantar
interesantes polémicas, algunas de las cuales requerirán de aclaraciones mas explícitas del
autor.
Su propuesta se inscribe en lo que denomina "marxismo hegeliano". Señala que
muchos marxistas modernos todavía mantienen a la dialéctica de Hegel en el centro
de su teoría y su método. Tienden a ver los conceptos de Marx en términos culturales
y a la acción humana como la fuente del movimiento en la historia. [p. 48]
Dentro de ésta corriente, distingue a autores que, por lo visto, presentarían
posiciones diferentes frente a la cuestión gnoseológica fundamental. Por un lado, Laclau y
Mouffe - cuya posición es abiertamente idealista- habrían inspirado a algunos arqueólogos
marxistas y postprocesuales en Gran Bretaña. Por otro lado, señala que, en los Estados
Unidos,
las lecturas de Bertell Ollman y Derek Sayer del marxismo como una filosofía de las
relaciones internas ha influenciado el trabajo de William Marquardt [...] y provee la
base filosófica para mi propio trabajo. [Ibid., subrayados nuestros].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 532

Al referirse a Ollman 460, sin embargo, nos aclara que


retiene un fundamento en las relaciones materiales que se ha perdido o subestimado
[down played] en el trabajo de muchos teóricos modernos. [p. 49].

Hasta acá, no avanzamos demasiado, porque es claro que la dialéctica es una


concepción centrada en la dinámica de las relaciones internas de la realidad y que lo que
diferencia radical y fundamentalmente a Marx de Hegel es su replanteamiento materialista de
la dialéctica. Si la novedad consistiera en la reinstauración del idealismo de Hegel -que no
pareciera ser la intención- , el término de "marxista" sería, como en el caso de Laclau y
Mouffe, simplemente un abuso, ya que allí reside un "núcleo fijo" irrenunciable de la
concepción materialista de la dialéctica y de la historia.
Acá convendría hacer una traducción de contexto cultural. En la "tradición anglo-
americana", el término de materialismo alude a la relación entre lo material y lo mental,
donde es bien vista una ecuanimidad que pondere salomónicamente ambos aspectos. Lo que
en español consideramos como materialismo filosófico -y que es a lo que nos estamos
refiriendo- alude, "en inglés", a la relación entre realismo e idealismo. Y no todos los autores
vinculan una ontología "materialista" con una epistemología "realista", como es el caso del
materialismo histórico 461.
En cuanto a su posición epistemológica, McGuire defiende un enfoque realista que
expresa claramente:
El realismo acepta que hay un mundo real independiente de nuestros sentidos y
conciencia. También acepta que los estudiosos pueden adquirir [gain] conocimiento
empírico de ese mundo [...] Nuestro conocimiento de ese mundo es, sin embargo,
imperfecto y diverso, debido a que está condicionado por el conocimiento humano.
Así, el conocimiento no es ni una imagen fiel [true] de la realidad ni simplemente
creada en nuestra conciencia. Para entender el conocimiento, los estudiosos deberán
mirar tanto hacia la realidad como al contexto y procesos de pensamiento humano.
[p.112]
Las contradicciones lógicas aparecen cuando explicita la versión de la
dialéctica de Hegel a la que se adscribe. Considera que los marxistas asumen tres posiciones
frente a ésta: 1) Los que, como Bernstein, la rechazan por absurda, 2) La versión "de Engels y
la Segunda Internacional", que proclamaron que la dialéctica es universal, aplicable (sic )
tanto al mundo social como a la naturaleza y 3) La tercera, de la que participa, es la de un
grupo de estudiosos, entre ellos Lukács, Gramsci, la Escuela de Frankfurt y Sayer, que ponen
a la dialéctica en el centro de su estudio, pero la dejan de lado para el estudio de la naturaleza
[p.92].
Frente a éste punto, McGuire se hace eco de algunos de los lugares comunes que
tergiversan a Engels, respondiendo claramente a una posición idealista. Al referirse a la

460
A cuyos trabajos no hemos tenido acceso.
461
Y del materialismo cultural. En este aspecto, hay que decirlo, Marvin Harris es claro y consistente.
Un fantasma recorre la arqueología 533

posición de Engels frente a la dialéctica como una concepción generalizable, incluyendo a la


dialéctica de la naturaleza, nos dice que
Lukács (1971) reveló la falacia de ésta lógica y, al hacerlo, separó a la dialéctica del
estudio de la naturaleza. [p.108]
Por lo pronto, convendría recordar la profunda autocrítica a que Lukács sometió ese
mismo texto, a cuya publicación condicionó la reedición de 1967 462 advirtiendo, entre otros
antecedentes, sobre los errores idealistas en que había incurrido bajo el influjo de su
hegelismo.
En segundo lugar, en efecto, Engels sostenía una posición uniformitaria y suponía la
necesidad de coherencia entre ontología y lógica (método). El argumento básico del
separatismo metodológico conduce, por reducción al absurdo, a la negación de la posibilidad
de cualquier generalización. De allí que Engels se interesara en explorar la concepción
dialéctica como una ontología de la naturaleza en un texto que, por lo demás, no publicó.
No obstante, contrariamente a las tergiversaciones vulgarizadas al respecto y,
precisamente porque estaba mejor informado, fue Engels quien reiteradamente corrigió las
"desviaciones naturalistas" de Marx -evitándole incurrir en importantes disparates-,
advirtiéndolo de la necesidad de considerar las importantes diferencias cualitativas entre las
regularidades de la naturaleza y la sociedad. Convendría, además de leer la "Correspondencia
...", conocer el estudio de Timpanaro 463 sobre este punto.
Volviendo al problema substantivo, el argumento que maneja McGuire para
distinguir las contradicciones sociales respecto a las de la naturaleza, difundido
probablemente a partir de Alfred Schmidt, es el de que "Las contradicciones que crean las
entidades sociales tienen sus orígenes en la conciencia humana y son socialmente creadas
entre tales entidades, humanas" [p.93, subrayados nuestros].
Difícilmente se puede formular de manera mas clara y flagrante el principio
fundamental del idealismo: la existencia de las contradicciones y de la dialéctica en la
realidad (social, en este caso), se origina en la conciencia y depende de ella .
Por detrás, se transparenta fácilmente la "dialéctica espíritu-naturaleza" -que son
términos en que Hegel plantea la relación entre conocimiento y realidad-, donde la primacía
gnoseológica y la causalidad necesaria residen en el espíritu.
En torno a esta cuestión, nos remitiríamos a una petición de principio del mismo
McGuire, con la que no podemos dejar de concordar:

462
Al menos fué así desde la edición en español de Historia y consciencia de clases , de Grijalbo. Podría ser que todavía no
apareciera en la edición de 1971 en inglés. Desde luego, aún si Lukács mismo no hubiera modificado sus opiniones, nada les
restaría el caracter idealista.
463
En realidad, la posteridad ha sido bastante injusta con Engels, abusando de su reiterada generosidad manifiesta, por
ejemplo, en el discurso ante la tumba de su amigo. Tuvo también la lucidez de ceder el lugar protagónico a Marx, para evitar
conflictos que habrían debilitado la elaboración de una nueva concepción de la cual ambos son fundadores. Así, McGuire
llega a decir que "Engels extrajo una serie de leyes de las lecturas de Marx de la dialéctica de Hegel". Sobra absolutamente
decir que Engels hizo sus propias lecturas de Hegel, que fué lo que los acercó a Marx y él. Igualmente, para quien lea los
"Notebooks..."será claro que la elaboración y estructuración de "El origen de la familia..."se debe a sus propias ideas y
trabajos. Y que no es responsable de las tergiversaciones de Stalin que le atribuyen quienes no lo leen.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 534

Tal vez sobraría decir que nuestras teorías sobre el pasado deben ser coherentes.
Ellas no deberían ser tautológicas o estar llenas de contradicciones lógicas . [p.113]
Sin duda, el inequívoco idealismo de las afirmaciones comentadas es lógicamente
incompatible con su afirmación del realismo filosófico y resulta sorprendentemente
discordante con la agudeza que manifiesta en el abordaje de la diversidad de temas de que
trata.
El contexto es el de la usual confusión de los problemas ontológicos y
epistemológicos, en que el principio ontológico de identidad del ser y el pensar se asume
como principio gnoseológico, en abierta contradicción lógica con el fundamento
epistemológico central del realismo filosófico, que establece la diferencia esencial entre el ser
y la conciencia.
En este camino, uno de los abusos de que ha sido objeto Gramsci 464, consiste en
otorgar, incorrectamente, valor epistemológico a la acertada afirmación histórico materialista
de que la existencia de los sujetos sociales, con capacidad de conciencia y previsión, es parte
de las condiciones objetivas fundamentales y características de la causalidad y de las
posibilidades de cualquier acción política. Bajo esta afirmación ontológica, Gramsci abre todo
un campo de acceso al tratamiento del problema de la relación entre sujeto y estructura, donde
el althusserismo sufrió uno de sus mayores fracasos (Anderson, op. cit. ). Y que es uno de los
temas que ocupará de manera relevante la atención de la obra de McGuire.
Si nos hemos detenido en ello, es porque se trata de una cuestión obviamente crucial
en la conformación de cualquier posición teórica. Y, porque las consecuencias de tales
planteamientos en la fundamentación de una posición frente a la arqueología no son para nada
banales.
Así, por ejemplo, al tratar a la arqueología como una ciencia cuyo estudio involucra
tanto al mundo social como al físico-natural y que requiere de métodos dialécticos y
empíricos, el autor considera pertinente la distinción, por "la Escuela de Frankfurt", entre
teoría científica y teoría crítica. De ahí deriva algunas distinciones muy poco afortunadas:
La teoría científica supone una separación de sujeto y objeto. Tal separación no
puede existir en el mundo social, porque los investigadores son parte de lo que
investigan.
Agregando,
Este no es el caso de la naturaleza. En éste mundo, el investigador no es (en el
mismo sentido) tanto sujeto como objeto, porque los objetos de estudio carecen de
conciencia humana. Ellos son objetos. [p. 109]
Acá se presenta una falacia notable: el investigador y su conciencia existen en el
presente y no son parte del pasado que estudia. Tampoco la existencia del pasado es obra de
su conciencia. A menos que, en la mas florida fantasía idealista, supongamos que la
conciencia humana del arqueólogo está dotada de un extraordinario poder ontogénico-

464
Quien, efectivamente, llega a incurrir en inconsistencias gnoseológicas no atribuíbles al "lenguaje críptico de la cárcel",
no siendo éste el caso.
Un fantasma recorre la arqueología 535

dialéctico transtemporal capaz de crear el pasado, tal vez al estilo husserliano. Donde puede
anticiparse que la noción de "feedback" difícilmente explicaría cómo el efecto precede a las
causas. Otra cosa diferente es decir que podemos perfectamente inventar historias sobre el
pasado.
De tal posición podrían derivarse legítimamente propuestas de sustitución de la
excavación por cómodas técnicas espiritistas, o la pertinencia de una teoría "observacional" de
la reencarnación o de la retroencarnación.
En el párrafo siguiente, "para ampliar el punto", ejemplifica :
Los geólogos se definen por lo que estudian (rocas), pero los objetos de su estudio
existen independientemente de ese estudio; el estudio de la geología crea geólogos,
pero no crea rocas.
Es cierto que algunos arqueólogos fabrican pirámides, pero sería absurdo fundar una
disciplina bajo el supuesto de que la realidad del pasado o los contextos arqueológicos,
actuales y que se pueden registrar, son creados por la poderosa conciencia humana del
arqueólogo.
Como para que no haya equívocos, a continuación observa que las teorías científicas
se constituyen en formas de dominación cuando se aplican al fenómeno social, porque no hay
una separación entre sujeto y objeto. Y aclara que
La relación de dominación no existe cuando no hay una unidad que vincule a sujeto
y objeto [habría que preguntárselo a Galileo, F.N.yF.B.]. Las rocas no tienen interés en
dónde y cómo el geólogo encuentra petróleo, ni valoran la búsqueda de petróleo de
manera diferente que el geólogo. [p.109]
Que nos disculpe McGuire, pero es dudoso que los muertos o los restos arqueológicos estén
muy interesados en lo que hacen los arqueólogos.
Que nos disculpe también por la insistencia en este tema, pero es de las pocas
oportunidades en que, en el medio arqueológico, se presenta la posibilidad de polemizar en
torno a una cuestión fundamental, sobre una concepción bastante difundida y que
consideramos del todo ajena al marxismo consecuente.
Para entender la presentación introductoria de lo que es la concepción dialéctica, es
necesario situarse en el contexto en que se mueve el autor. Es decir, en el centro del imperio
mundial, ya repuesto del trauma de Vietnam e interesado en conformar la ideología de un
sistema inamovible y abrumadoramente estructurado, donde todos los cambios que son bien
vistos ("hay que moverse para que nada cambie") serían sólo expresión de su
perfeccionamiento. Una ideología desalentadora de cualquier intención de transformaciones
verdaderamente fundamentales. Donde el radicalismo no es más que una manifestación de la
retórica democrática, aparentando una vitalidad que realmente no modifica nada esencial.
La muy subjetiva impresión que nos deja la lectura del texto es la de que, para un
público con "ansiedad de estructura" como el norteamericano, McGuire presenta un mensaje
adecuado. Mas o menos: la dialéctica apunta centralmente al cambio; pero no hay que
preocuparse porque, finalmente, siempre ha sido así. De modo que la incertidumbre y la
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 536

ambigüedad son características domesticables de la realidad, compleja y cambiante, que la


dialéctica concibe rompiendo con enfoques simplificadores e inmovilistas, exigiendo un
cambio de mentalidad. Así, por ejemplo, asevera que la dialéctica
no busca la estabilidad, homeostasis o integración funcional de partes. Reconoce que
esos estados pueden existir, pero los ve como transitorios y fugaces [temporary and
fleeting]. Rechaza la idea de que el mundo social es inherentemente estático, inerte o
estable, de donde se requeriría invocar causas externas para dar cuenta del cambio.
[p.94]
De tales afirmaciones, que son correctas, deriva a algunas exageraciones que se
convierten en errores. Como la de que
La dialéctica procura darnos una nueva visión del mundo social que no es accesible por la vía
del sentido común o la lógica formal. Los intentos de usar términos causales o de dar
[apply] significado causal a términos dialécticos, limitan al lector a la perspectiva
común.
Los términos en la dialéctica se refieren a relaciones en un contexto mas que a
entidades discretas limitadas [bounded] [...] Como el contexto de esas relaciones
cambia, también puede cambiar el significado de los términos usados para
describirlas. Una cosa, designada [called by] con un término en un contexto, puede
ser designada por uno diferente en otro, debido a que la relación entre esa cosa y
otras ha cambiado. [p.94]
Por este y otros párrafos pareciera que McGuire identifica al sentido común con una
mentalidad con entrenamiento universitario.
Más importante, sin embargo, es el hecho de que no queda clara la relación entre la
concepción dialéctica de la realidad y la lógica formal. Desde luego, no incurre en el
argumento tan burdo como usual de decir que, como la realidad es contradictoria, la lógica
formal está errada porque parte del principio de no contradicción y, por ello, debería ser
sustituida por una lógica dialéctica 465. En ésto sí es claro:
Las contradicciones a que se refiere la dialéctica son contradicciones relacionales y
no lógico formales. [...] La lógica formal asienta que A=A y que existe una
contradicción si A=no A. La dialéctica acepta esta observación trivial, pero no es
ésto lo que significa contradicción en la dialéctica. [p.95]
Existen diversas formas de reflejo subjetivo de la realidad y no hay unas que sean
"mejores" o más "legítimas" que otras. Son diversos tipos de concepciones que existen en la
realidad social, de las que los sujetos sociales y los individuos participan y son portadores en
diversas medidas y que conforman parte del componente subjetivo de su acción objetiva,
poseyendo diversos ámbitos de eficacia en la generación de múltiples efectos. Es el caso de la
conciencia habitual del sentido común (el mundo de la "seudoconcreción" en el sentido de
Kosik), de las formas de conciencia mítico-mágica y de las representaciones religiosas, de las
concepciones éticas, de las representaciones artísticas, más o menos fantásticas y con diversas
modalidades (plásticas, musicales, literarias), así como de la ciencia.

465
Lo que ha llevado hasta al folklorismo de desarrollar elaboradas demostraciones superfluas de que Marx, en El Capital ,
se atenía a una rigurosa formalización lógica (v. g., El antimétodo de R. Olmedo ).
Un fantasma recorre la arqueología 537

La forma científica se caracteriza por ser básicamente cognitiva, su propósito es


reflejar objetivamente las propiedades de la realidad (es decir, tiende a distinguir el
conocimiento verdadero), busca explicaciones de la misma y se desarrolla y codifica a través
de procedimientos y formas distintivos de sistematización que requieren del rigor lógico
formal. Desde luego, la afectividad y la fantasía imaginativa no pueden ser ajenas a la
actividad creativa del científico, pero éste debe ser capaz de dominar el oficio, presentando
sus procedimientos y resultados bajo la forma científica por excelencia, que es la lógica.
Si la concepción dialéctica pretende disputar la legitimidad de un espacio en el
ámbito de la actividad científica, debe ser capaz de mostrar su calificación para ofrecer
alternativas de solución a los problemas de contenidos y procedimientos que la ciencia se
plantea, que sean demostrables como tanto o más válidas que otras opciones. Y, para ello,
debe ser capaz de formalización lógica. Es verdad que la misma lógica formal es histórica, de
modo que, si una nueva concepción pretende que posee un arsenal de verdades incontenibles
en los moldes de la lógica "tradicional", debería ser capaz de desarrollar procedimientos de
formalización lógica que le permitan argumentar y demostrar su mayor consistencia o
posibilidades de completud y compatibilidad.
En este sentido, una de las cualidades del "postmodernismo" en la arqueología ha
sido su saludable crítica a toda una armazón de subentendidos sostenidos sólo por la
complacencia consensual del medio académico, que prefiere desenvolver su actividad en una
cómoda "normalidad" kuhniana. Tirar piedras y romper vidrios de viejos o nuevos edificios
debe ser altamente divertido. Pero también, para ello, muchos tienen que haber contribuido a
construir edificios. El postmodernismo se presenta como un francotirador lúdico, que dispara
contra todo lo que se mueva en el horizonte, de izquierda a derecha. Sin embargo, su
debilidad consiste, como ha señalado McGuire, en que no presenta propuestas alternativas
estructuradas. Aparte de que sus intereses parecen más atentos a las demandas del mercado
que a la elaboración de proposiciones científicas viables 466.
El marxismo, desde su fundación, se ha caracterizado por usar el recurso de la
crítica. Como ha observado Ryan [1982], si algo caracterizó a la obra de Marx y Engels, fue
la deconstrucción de los discursos que respondían a las construcciones ideológicas mas
sólidamente establecidas. Y si ha sido capaz no sólo de mantenerse vigente por mas de un
siglo, sino de generar amplios desarrollos sobreviviendo a tantos epitafios, es porque
permanece abierto a las críticas, desde fuera y desde dentro, de las que surge con nuevas
propuestas. Merecerá desaparecer verdaderamente cuando deje de hacerlo. Entonces, no habrá
ya nadie interesado en anunciarlo y festejarlo con tantas trompetas y aspavientos.
Volviendo al texto y al párrafo que comentamos, es rigurosamente cierto que la
concepción dialéctica de la realidad entiende que las cualidades de los fenómenos son
objetivamente relativas a los contextos en que están incluidos. Y que cada fenómeno o
466
Como ha observado Kristiansen [1988] a propósito de Geertz, suelen poseer un estilo de "merchants of astonishments".
En algunos casos, tras el "irracionalismo crítico" (expresión gandariana) del postmodernismo, se ocultan literatos frustrados
que, incapaces de competir en ese ámbito, cuestionan los parámetros de la ciencia para legitimarse en un espacio a cuyos
rigores tampoco desean someterse. Tampoco falta algún cualificado literato que, movido mas bien por la vanidad, ha
deseado extender su ego al ámbito de la arqueología, con lamentable carencia de autocrítica.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 538

aspecto de la realidad participa simultánea y sucesivamente de múltiples contextos y de


diversos niveles de integridad (o procesos de diferente "escala" 467). Y los mismos fenómenos
poseen, en relación a sus diversos contextos, cualidades diferentes.
A riesgo de ser demasiado pedestres, digamos que, si Lucrecia es hija de Carlota, no
puede ser, a la vez, madre de Carlota ni Carlota ser hija de Lucrecia. En general, una persona
puede ser hija o madre de otra pero, en la misma relación, nunca puede ser las dos cosas a la
vez, ya que son necesariamente excluyentes. Eso no significa que la cualidad distintiva,
exclusiva y absoluta de Lucrecia, sea el ser hija. La misma Lucrecia puede llegar a ser madre
de Domitila y seguirá siendo, a la vez y objetivamente (cualidades existenciales que no
dependen del capricho ni de las posturas epistemológicas de los observadores), hija de
Carlota. En un contexto, Lucrecia es objetivamente hija y sólo hija y, en el otro, simultánea y
objetivamente, es madre y sólo madre, cualidad que en el primero está rigurosamente
excluida. Con ésto queremos decir que, del mismo modo y por muy novedoso que sea el
punto de vista de la dialéctica, no está reñido con la formalización lógica. En el ejemplo
mencionado y en cualquier otro, sólo es necesario cumplir con la exigencia de definir
explícitamente los contextos en que se dan objetivamente las calidades y relaciones
determinadas. Y podemos cambiar perfectamente de perspectiva, de escalas y de contextos
para referirnos a la misma realidad, sin tener que romper con la lógica tradicional, a condición
de ser capaces de definirlos.
En suma, la concepción dialéctica de la realidad no es inaccesible por la vía de la
lógica formal. Lo que suele suceder -y nos salimos otra vez del texto de McGuire- es que
cuando se concibe de una forma nueva la complejidad de la realidad en su movimiento, puede
haber una parte del proceso afectivo-cognitivo en que no tenemos suficientemente claras
todas las ideas sobre esa realidad ni sus contextos perfectamente determinados. De ahí que, en
ese momento, no seamos capaces de formalizar lógicamente ese conocimiento en proceso.
Estamos, transitoriamente, "paralogizados". Tal vez quedemos simplemente paralizados. Pero
cuando alcanzamos una concepción clara de la realidad, sí podemos formalizar su reflejo en
conceptos y describir y explicar sus interrelaciones en forma lógica.
Tal vez ocurra, con mas frecuencia que lo que se acepta, que no superamos el trance
de dilucidar racionalmente la multiplicidad de cualidades y conexiones que podemos percibir
e intuir conceptualmente de la complejidad real y nos quedemos con la sensación de que hay
ahí muchos aspectos que no han sido develados y formulados explícitamente. Pero no
podemos atribuir nuestras limitaciones a la lógica formal, ni pretender que nuestra novísima
y poderosa concepción -aunque lo fuera- es inexpresable por esa vía.
Sucede que la concepción dialéctica de la realidad tampoco es un estado de
iluminación mística que nos autorice a mirar con condescendencia al resto de los mortales
cuando estamos poseídos en trance de incomunicabilidad. Ese es un recurso que pertenece al
ámbito de la religión. Y están a la vista los efectos lamentables a que ha conducido la práctica

467
Es el término que usa Marquardt [1989] para referirse a las diferentes dimensiones espacio-temporales de los niveles de
integridad en que se incluye un fenómeno o proceso real.
Un fantasma recorre la arqueología 539

política orientada por un marxismo místico y los vergonzosos virajes a que lleva con
frecuencia el pragmático llamado de retorno de la realidad. Para tales situaciones, podría
sugerirse más modestia y -sin pretender superioridad científica- intentar la comunicación por
la vía literaria que es un recurso válido y puede llegar a ser más eficiente en ayudarnos a
aclarar nuestras ideas. Ya habrá quien se ocupe de formalizarlas.
Un otro comentario tal vez no será superfluo. Se refiere a la necesidad de distinguir
entre la lógica formal y la lógica dialéctica. Lo que se ha dado en designar como lógica
dialéctica no es, de hecho, una lógica en el sentido tradicional y aún vigente. La lógica
dialéctica es propiamente una ontología : una teoría sobre el proceso real del conocimiento.
Es una teoría sobre la relación objetiva entre sujeto y objeto, mediada por la praxis. La lógica
"tradicional" es una codificación de las formas de operación y presentación de los procesos
cognitivos del sujeto y sus resultados, involucrados en esa relación real. Y para una
concepción dialéctica materialista de la lógica, la validez formal de los procedimientos
lógicos está subordinada al problema de la verdad. El principio de objetividad, entendido en
términos materialistas, implica el problema de la correspondencia de la codificación del
reflejo subjetivo con las propiedades y relaciones "exteriores" al sujeto, en una conexión que
sólo puede ser mediada por la práctica468. Donde el conocimiento verdadero es relativo a la
realidad objetiva y no a los parámetros lógicos ni a la posición epistemológica que permiten
su evaluación en términos de probabilidades (grados de posibilidad de verdad).
Del párrafo que estábamos comentando se desprende otra observación que sí apunta
a una debilidad del texto de McGuire. Y es que el problema de la causalidad merecería ser
tratado menos superficialmente. Sobre todo, porque aseveraciones como las citadas
comprometían a algo más.
En realidad, sólo toca el tema en términos de oponer dos nociones de determinismo:
la de la arqueología procesual y la dialéctica [págs. 119-123]. Por lo pronto, los procesualistas
podrían rechazar la analogía de su concepto de sistema con el funcionamiento de un motor,
después de las distinciones que han hecho entre sistemas mecánicos y orgánicos [v.g.,Watson
et al .,1974]. Es correcta, en cambio, su crítica a la concepción funcionalista de exterioridad
de las causas de los cambios en el sistema.
Luego, advierte que limitará sus comentarios a dos puntos:
Primero, la ecuación de causalidad, o determinismo, con predicción es lógicamente,
defectuosa. Segundo, el enfoque [procesualista] ha fallado en su propio objetivo. No
nos ha conducido a las leyes deterministas, generalizaciones tipo-ley, o a las teorías
generales que den cuenta del cambio cultural, que prometía. [p.120]
Comenzando por el segundo punto, si la arqueología procesual no ha sido capaz de
conformar ni la "teoría de rango medio" que había prometido, no se debe a su concepto de
causalidad. Obedece mas bien, como hemos observado, al planteamiento epistemológico de la
relación método-teoría en que se ha fundado la propuesta. "El método científico", esto es, el
uso explícito del método nomológico deductivo, crearía esa teoría. Sólo que, careciendo de
468
Hay que advertir que el criterio de verdad es falsificacionista. El "exito" práctico de las predicciones no "demuestra" la
verdad del conocimiento.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 540

una ontología -aún formulada en términos condicionales- han estado operando, de hecho,
inductivamente en busca de regularidades. Tarea que tomaría algunas generaciones de muchos
Mickey Mouses, operando por ensayo y error, tal vez sólo para descubrir que podrían haber
partido deductivamente de las teorías disponibles, por malas que fueran 469.
Respecto al primer punto comenta, siguiendo a otros autores, que no se puede
identificar la explicación con la predicción. Su argumento se limita a que
Las predicciones no nos dan cuenta necesariamente del verdadero [actual] mecanismo a
través del cual se produce, de hecho, un efecto dado. No nos dice cómo el efecto llegará a
realizarse [come to be]. [p.120]

Mas adelante nos dirá que el enfoque dialéctico


revelará las contradicciones que transformarán al conjunto social, pero no nos dirá la
secuencia específica de los eventos que ocurrirán [p.122]
De modo que esa limitación no lo es sólo de la arqueología procesual, cuya falla
consiste mas bien en suponer que la predicción precisa es posible. De tal modo, en su versión
de la dialéctica, en lugar de predicción se tratará de una prognosis referida al curso posible de
los eventos futuros, basada en el análisis de los mecanismos y condiciones del caso a la que
"no se puede llegar por simple deducción". Señala que las llamadas "leyes" en el marxismo
son tendenciales, que deben considerarse los contextos específicos y que no pueden reducirse
a generalizaciones atemporales y aespaciales.
Es claro que el mundo real es elevadamente complejo y que el conocimiento que
tenemos de las múltiples regularidades que lo rigen es histórico, limitado y falible y que el
"éxito práctico" de las predicciones no verifican el conocimiento. Pero este reconocimiento no
es una particularidad exclusiva de la dialéctica.
Y, en relación a su crítica del procesualismo, hay que decir que, si bien no se puede
identificar la explicación con la predicción, eso no significa que "la dialéctica" pueda
desestimar la búsqueda de explicaciones ni que éstas puedan excluir el conocimiento de la
causalidad.
Para el marxismo, el conocimiento de la realidad es una condición para la acción,
para la praxis, que McGuire acertadamente define como una práctica teóricamente informada.
De ahí que interese crucialmente el conocimiento de las complejidades de la causalidad que
permitan situar los posibles efectos objetivos de diferentes alternativas de acción, tanto de los
individuos como de los sujetos sociales. En principio, mientras mas cercano a la verdad sea
nuestro conocimiento de la causalidad real, incluyendo la acción de los sujetos, mayores
deberían ser las probabilidades de acortar distancias entre las previsiones de los sujetos (que
son parte de la causalidad) y los efectos reales.
Por ello, habría valido la pena desarrollar más el punto, ya que de la ontología
dialéctica materialista de la causalidad derivan interesantes consecuencias metodológicas que
sí constituyen diferencias de fondo respecto al neopositivismo de la "new archaeology".

469
Lo cual ya fué advertido, al menos, por Schiffer [1988], aceptando el papel de la teoría social y redefiniendo el papel de
la teoría sobre la formación y transformaciones de los contextos.
Un fantasma recorre la arqueología 541

Habría sido importante apuntar, al menos, el papel en el análisis de situaciones concretas de


conceptos como causa completa y las conexiones entre necesidad y contingencia, posibilidad
y realidad, de los conceptos de nivel de acción, de jerarquía causal y heterarquía estructural,
de diversidad y acción recíproca, para dar una idea menos ambigua y difusa de la dialéctica
que, de algún modo, trasciende al tratamiento de otros temas.

Conceptos sobre la sociedad y la historia.


En esta obra, McGuire no expone ni discute la conceptualización de las instancias y relaciones
sociales en términos tales como modos de producción, formaciones sociales u otros usuales en
la concepción materialista histórica.
Mas bien discute y toma posición en torno a los temas que captan centralmente la
atención de las polémicas en las ciencias sociales de tradición anglo-americana. Analiza las
temáticas puestas por las diferentes corrientes arqueológicas, pero siempre con una
perspectiva y documentación mas amplias que aquellas que se presentan tradicionalmente en
los ámbitos de la especialidad.
En su concepción dialéctica de la historia, ve la necesidad de deslindarse respecto al
determinismo del materialismo cultural, el reduccionismo biológico de la ecología
humana y el individualismo metodológico de una arqueología post procesual.
[p.142-3]
Su tesis básica es la de que
una verdadera comprensión [understanding] del proceso de cambio se logra cuando
los investigadores parten del examen del poder (la universal aptitud de todos los
humanos de actuar) y se preguntan cómo el poder conforma todas las relaciones
sociales. [p.119]
En este sentido, dedica un apartado a uno de los temas de elevado interés actual,
cual es el de la relación entre el poder, la acción y la estructura social. Critica la unilateralidad
de la noción weberiana del poder, entendida sólo como capacidad de dominación, desde una
posición mas bien cercana a Foucault. Y disiente también del concepto de acción [agency]
centrado en el individuo, sin vinculación consistente con las estructuras sociales, puesto de
moda por Giddens. El cual resulta muy atractivo en el contexto de un individualismo huérfano
de opciones políticas viables como alternativa frente al sistema imperante. Una ideología
típica de yuppies, "managers" y "altas esferas", principales usuarios de la megalomanía
adquirida en el mercado de la cocaína y que no deja de trascender al resto de la sociedad a
través de los diversos medios de difusión masiva. Discute también, como conceptos
referenciales de la estructura mas populares en la arqueología anglo-americana, al
estructuralismo althusseriano en la versión de Friedman y a la teoría de los sistemas
mundiales de Wallerstein.
La posición de McGuire es la de que
La gente hace la historia. Sin embargo, no la hacen como individuos libres de actuar
como les plazca. Lo hacen como miembros de grupos sociales cuya conciencia
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 542

común deriva de compartir las relaciones sociales, las experiencias vividas, las
culturas e ideologías que los vinculan y los oponen a otros grupos sociales del
mundo a su alrededor. Sus acciones están constreñidas por condiciones materiales y
estructuras sociales heredadas de su pasado, productos de la pasada acción humana.
[pp.249-50]
Entiende que esas diversas condiciones son, a la vez, las que posibilitan y limitan las
alternativas de la acción.
Otra discusión importante apunta a situar adecuadamente el papel de la abstracción y
la teoría en la investigación. Señala que el enfoque dialéctico invierte la primacía que la
arqueología procesual otorga a la relación entre lo abstracto y lo concreto. Su argumentación
es correcta en cuanto a que la concepción dialéctica se sirve de la abstracción con el fin de
explicar la multideterminación de la realidad concreta. Cabe observar que, en realidad, no se
trata propiamente de una inversión. Es conocido el planteamiento marxista de que la
investigación procede de lo concreto representado a lo abstracto y de éste a lo concreto de
pensamiento. De algún modo, puede decirse que éstas fases del proceso investigativo han
constituido los objetivos de la investigación para las distintas corrientes predominantes en la
arqueología. El particularismo histórico limita su objetivo a la descripción de la empiria, a la
acumulación sistematizada de la información "concreta". La arqueología procesual representó
un gran avance al proponerse como objetivo la abstracción de las "leyes cobertoras
generales", que incluirían a los casos singulares. El materialismo histórico se propone la
explicación racional de la realidad concreta.
En este mismo sentido, McGuire es claro al sostener que la teoría, como conjunto
de abstracciones, cumple fundamentalmente un papel heurístico. Es decir, provee de una
orientación racional y sistemática a la investigación de las historias reales, pero no constituye
el objetivo final de la investigación.
Otra idea presente en su análisis es la de que la perspectiva dialéctica marxista,
entendida como una teoría de las relaciones internas,
nos ofrece la vía para escapar a las oposiciones irresolubles entre ciencia y
humanismo, evolución e historia, materialismo y mentalismo y determinismo que
complican la teoría arqueológica hoy\. [p.148]
Bajo estas orientaciones, trata de una diversidad de temas altamente interesantes,
como las relaciones cultura-naturaleza, los problemas de periodización histórica, las
relaciones entre familias, unidades domésticas y estado, la cuestión étnico-nacional 470 y otros.
Dado que sería imposible comentar todos esos puntos con un mínimo de detalle, como su
exposición lo requeriría, nos limitaremos a uno de ellos que, además, está involucrado en la
investigación específica a la que hace referencia para efectos de ejemplificar la aplicabilidad
de su propuesta a la arqueología.

470
Dedica todo un capítulo a este tema - en la tradición de Trigger y Patterson- referido a la situación nacional en la
historia de los Estados Unidos.
Un fantasma recorre la arqueología 543

Propuestas para la contrastación arqueológica


de las formas prístinas de estado471.
Dentro de la amplia temática desarrollada en la obra de McGuire, donde cada aspecto tratado
por el autor nos permitiría un amplio comentario, dado el sugerente perfil de sus propuestas,
hemos decidido abordar, como ejemplo, uno de ellos: el referido a su concepto de “estado”,
en la medida en que revela una especial significación a lo largo de su obra, ya que de él
depende la comprensión del “caso” arqueológico objeto de su propia investigación, el de los
Hohokam de Arizona.
Es insistente en la obra de McGuire la búsqueda de un marco conceptual operativo
de la categoría “estado” que, alejada de toda definición analógica472, permita abordar sus
formas prístinas. Para ello, nuestro autor reclama una valoración crítica del concepto “estado=
sociedad ordenada territorialmente” como una manifestación más del presentismo derivado de
la percepción histórica de los modelos de sociedad estatal desarrollados en el mundo
capitalista tras el siglo XVIII [p. 163]. De igual forma, McGuire reclama una definición más
amplia del problema, desde la conceptualización del “poder” ya que, para él, partimos
maniqueamente de una concepción idílica e igualitaria de las sociedades preestatales que
difícilmente nos permite entender la aparición del conflicto dentro de la sociedad 473.
Sí coincidimos con McGuire en su insistencia sobre la idea de que “el estado” no
existe (realmente es una abstracción). Existen estados concretos, históricamente constituidos
y, lo importante, tras entender esta puntualización, es no caer en el particularismo, pues
aquello que debe interesarnos se encuentra en la regularidad esencial que une a todas las
formas históricas de estado, ya que es la única vía para el análisis de su formación.
Para McGuire, la característica general de los estados (en ello sigue a Ch. W. Gailey
& T. Patterson y a B. Jessop) estriba en la coyuntura de la articulación de ciertas formas de
poder. De un lado, el de grupos elitistas, de otro, y que acaba por convertirse en resistencia, el
de la sociedad civil [p. 164].
Si históricamente la forma estatal se constituye mediante varias formas
institucionales de poder recreadas por procesos históricos de estructura política (ejército,
policía, burocracia, etc.) [p.164], la coyuntura histórica en que se presenta la relación “poder
de élite/poder de la sociedad civil” (en opinión de McGuire) implica su estructura concreta y
el hecho de que no todas las instituciones existan al mismo tiempo, ni que todas ejerzan el
poder estatal [p.164]. Por esta razón, para nuestro autor, preguntarse por el estado es
preguntarse por la articulación histórica de las relaciones antagónicas de las clases sociales.

471
No pretendemos, en este apartado, ofrecer alternativas a las formulaciones de McGuire, ya que ello no es el objetivo de
una recensión. Sólo intentarmos explicar, en la medida de lo posible, el alcance de sus propuestas.
472
Recurrentemente, los usuarios de la arqueología, al abordar los aspectos generales del concepto de estatalidad, presentan
como indicadores de rango general las fenomenologías concretas de la manifestación material de formas específicas de
estado
473
No podemos estar de acuerdo con la parcial lectura que McGuire realiza de la obra de F. Engels El origen de la familia..,
al calificarla de una supuesta idea romántica e idílica sobre las formaciones sociales preestatales, ya que Engels reconoce la
existencia de diferencias en el seno de dichas sociedades. Véase el análisis de la obra de Engels propuesto por I. Andréev
[1985].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 544

Pero, al igual que no existe el “estado”, sino estados, tampoco existe la "clase social”, sino
clases sociales concretas, históricamente constituidas.
Recientemente algunos colega, seriamente afectados por las propuestas
“postmodernas” de la relación sujeto/objeto, llaman la atención sobre el concepto “clase
social” en la medida en que su “contextualizada” presentación a fines del siglo XIX, , en el
marco del análisis marxista de la sociedad capitalista occidental, la convierte en una dudosa
categoría para el análisis histórico de las sociedades precapitalistas474. De igual forma
deberían ser consecuentes con esa idea cuando intentan usarla para el análisis del final del
siglo XX, dados los profundos cambios que en el sistema capitalista han acaecido en la última
centuria. También el concepto de bipedia se generó en los últimos siglos, y por el Homo
sapiens sapiens, y no por ello debemos desecharlo para la comprensión de la formación de la
humanidad. Aunque difícilmente podremos tener la mentalidad de un Australopithecus, no
podemos ni debemos renunciar a la posibilidad de su análisis.
Debemos aplicar también la relación sujeto/objeto y la contextualización a los
discursos “nuevos” -aunque ya viejos- en las posiciones idealistas del irracionalismo crítico
de ciertas corrientes “post”, ya que el pasado, si nos interesa, es desde el presente y para el
futuro. Factor que no invalida el uso de categorías creadas con posterioridad al marco
temporal donde se inscriba nuestro objeto de estudio, o incluso la creación de otras nuevas,
siempre y cuando éstas generen explicaciones mas verosímiles. El concepto de “clase social”
no es un obstáculo para la contrastación de nuestras hipótesis sobre las sociedades “pre” y “no
capitalistas”; de serlo, sería fruto del contenido con que dotemos al concepto o la translación,
al concepto general, de las implicaciones históricas de la articulación de las clases sociales en
el seno de la sociedad capitalista estudiada por K. Marx. Es por ello que McGuire nos
propone un concepto de “clase social” cuya formulación general busca la regularidad que
existe tras sus formas históricas, eliminando las analogías funcionales de las coyunturas de su
fijación. Por esta razón, McGuire analiza críticamente ciertas propuestas del concepto de
“clase social” que presentan, como categorización general, formas concretas de su desarrollo
histórico y que, en la preocupación de los usuarios de la arqueología por buscar
“regularidades-indicadores”, han sido objeto de cierto abuso. Tales son los casos de la
excesiva fijación de “clase social” desde conceptos como propiedad privada de los medios de
producción, división técnica del trabajo o la existencia de sobreproducto [p.182 y ss].
McGuire considera, siguiendo a Gailey y Patterson, que las clases sociales se
constituyen en la esfera de las relaciones de producción [p.185] y, desde el principio de su
obra [p.49] sale al paso de opiniones como las de E. Laclau y Ch. Mouffe, quienes confunden
la naturaleza política del estado con la de las clases sociales, al entender que éstas no están
dadas por la relación económica, sino que son categorías creadas por la lucha política,
dependiendo su existencia de ciertos grados de conciencia, ya que constituyen su hegemonía
desde el simbolismo. Esta, no nueva, forma de idealismo que prima la conciencia sobre la

474
Véanse las interesantes sugerencias y opiniones que, sobre el uso del concepto de “clase social”, aplicado a las
sociedades precapitalistas, apunta Terray en su obra “Clases y consciencia de clases...” [1977].
Un fantasma recorre la arqueología 545

existencia475, muy acorde con la idea norteamericana de recuperar para la historia la voluntad
del individuo, pretende reabrir el debate del concepto de “clase para si”476. De ahí que
McGuire, en su búsqueda de un concepto operativo de “clase social” nos remita a la propuesta
de Gailey y Patterson [p.183]:
Class implies a relationship of permanent or consistent control over the goods,
resources, and labor that ensure the continuity of the social group. In class relations,
there is always a power relationship: at least one group is permanently removed from
direct production and extracts goods and services from other groups in the society.
Esta definición de clase social no resulta en ningún momento novedosa, ya que es
recurrente en las definiciones de E. Terray y P. Ph. Rey en su intento de aunar los conceptos
friedianos (M. Fried) con la categoría ampliada del “no productor”, aunque en éstos últimos
autores la idea está algo mas desarrollada y con una mayor claridad que en la obra de Gailey y
Patterson.
A esta concepción general de clase social propuesta por Gailey y Patterson, McGuire
une la crisis de las categorías tradicionalmente en uso para la definición de la transición al
estado477, por su fijación evolucionista, que no histórica; incluidas recientes versiones como
las de "Estado Arcaico" que, descriptivas en la aceptación del conflicto social en las formas
prístinas de estado, no acaban de articular el conflicto de su génesis (Teorías del Conflicto
Light), ni de superar el marco evolucionista. Como consecuencia de ello, y ante el análisis de
las formas prístinas del estado -de nuevo siguiendo a Gailey y Patterson- McGuire propone en
su obra abrir otro debate, el del análisis de las formas de organización del parentesco como
marco donde analizar los estados prístinos ya que, lejos de implicar una negación del estado,
expresan, en ciertas coyunturas de su desarrollo histórico, marcos susceptibles de articular y
regular relaciones entre clases sociales.
La propuesta de McGuire tampoco es novedosa. Aunque podemos remontarnos a
una larga tradición que arranca desde el pasado siglo con la obra de Maine, continuada por
Firth y Kirchoff, el tema ha presidido los mejores debates en el seno de la antropología
francesa desde los años sesenta (Balandier, Godelier, Terray, Meillassoux, etc.) y ha estado
presente en la segunda mitad de los ochenta en algunos trabajos de la arqueología marxista
española. Sin embargo, debemos destacar la novedad de sus propuestas en el seno de su país,
donde las referencias a debates antropológicos se han centrado exclusivamente en el
endógamo mundo del funcional-evolucionismo. Una prueba mas del peso de las tradiciones
disciplinares que también nos debe hacer reflexionar sobre el camino, bien distinto, que está
presente en el seno de la arqueología española sobre la problemática de la formación del

475
Sin duda, podrían derivarse de estas acepciones nuevas propuestas para que los gobiernos del presente ratifiquen sus
insistentes campañas dirigidas a la población que, con el propósito de eliminar las diferencias sociales insalvables, aboguen,
para su erradicación, a prácticas de sugestión o a la eliminación por decreto de las clases sociales, dado que simplemente se
trata de un problema de conciencia y, a la postre, de percepción subjetiva. El ensayo ya se ha hecho y recordamos que uno de
los primeros bandos militares de Pinochet, tras el golpe de estado en Chile, en 1973, prohibía la lucha de clases.
476
Véase la articulación de clase “en si/para si” en la obra citada de E. Terray [1977].
477
Un claro ejemplo de ello podemos encontrarlo en el concepto funcional-evolucionista de “jefatura” que, desde mediados
de los años ochenta (véanse los trabajos de Feinman &Neitzel y D’Altroy & Earle) comenzaría a desestimarse en el seno de
la antropología norteamericana por su generalidad e inconsistencia teórica frente a la Teoría del Conflicto Social, tras
comprobarse que bajo el ejercicio del poder de los jefes subyacían auténticas relaciones de clases.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 546

estado, aunque en éste último caso con un mayor peso del analogismo de las funcionalidades
derivadas de la percepción de las manifestaciones arqueológicas del mundo clásico
grecolatino.
Esta propuesta de McGuire tendrá una importancia crucial en su obra, en la medida
en que el modelo arqueológico que nos propone en su texto radica en el análisis de las
relaciones clasistas entre los Hohokam de Arizona, una sociedad constituida bajo un sistema
de linajes, en la línea de la lectura de "clan cónico" de M. Godelier, autor que, de haberlo
cotejado con mayor profundidad, le hubiese sido de gran ayuda para presentarnos una
propuesta mas sólida y operativa.
Para McGuire, el caso Hohokam es revelador de una doble problemática que se
deriva y que subyace en la expresión de la relación entre clases sociales desde el marco de las
relaciones de parentesco. La primera de ellas radica en el hecho de que, al no poder ejercerse
un control coercitivo sobre los medios de producción desde el parentesco (no revela McGuire
si ello estriba en la inexistencia de propiedad privada de los medios de producción), la
"coacción" se revela como la forma para disponer de la fuerza de trabajo en la sociedad
Hohokam. La segunda de ellas estriba en que el parentesco se expresa en la esfera ideológica
para amortiguar la existencia de los conflictos de clase, articulándose como un mecanismo de
"maquillaje" [p.211] que potencia ideológicamente la igualdad en la muerte de una sociedad
cuya vida está regida por diferencias insalvables. No dice McGuire si esa afirmación/negación
de la comunidad que expresa la muerte se define como el mecanismo posible para generar la
extorsión interna entre clases sociales, o si es una condición para generar nuevas formas de
extorsión respecto a otras comunidades.
El modelo arqueológico que se deriva del estudio de la sociedad Hohokam y que nos
propone McGuire (intencionada igualdad en la muerte/ creciente desigualdad en la vida), al
contraponer "aldea/necrópolis" tiene una especial relevancia en las discusiones sobre la
existencia de disimetrías sociales que los usuarios de la arqueología española proponen desde
contrastaciones empíricas exclusivas del ámbito funerario (desde esa cosa denominada
"arqueología de la muerte"), con el consenso generalizado que presupone, desde la idea de
una cultura integrada donde una parte determina la naturaleza de la totalidad social y donde la
muerte se perfila siempre como un reflejo directo y automático de las relaciones económicas,
que, en ausencia de marcos estadísticos significativos en cuanto a la distribución de objetos en
las deposiciones funerarias, es una prueba irrefutable de la inexistencia de disimetrías
sociales. De igual forma la, para algunos, nueva disección de la arqueología, ahora de la
muerte, mala cuenta daría de la sociedad del presente si nos propusiese realizar una lectura de
la organización desde el análisis de un cementerio contemporáneo478.
La lectura del texto de McGuire sería de una considerable importancia para ayudar a
reflexionar a algunos usuarios de la arqueología sobre los paradigmas en que se basan sus
propuestas y, muy especialmente, a ciertos colectivos de colegas de Andalucía Occidental que

478
Algunos estadistas contemporáneos agradecerían a los usuarios profesionales de la arqueología que demostrasen que
nuestra sociedad no responde a una organización desigual de sus miembros.
Un fantasma recorre la arqueología 547

pretenden, dándose prisa, incorporarse olímpicamente a los debates sobre la existencia de la


desigualdad social en la prehistoria desde el análisis exclusivo de unos registros funerarios
descontextualizados, dispares, de dudosa significación y exhumados con un fin bien distinto
al de resolver problemas mas allá de una normativa caracterización arqueográfica e intentando
resolver problemas que el registro disponible no permite acometer, no solo por su cantidad,
sino fundamentalmente por su cualidad. Incluso presuponiendo, lo que ya es mucho, que el
registro arqueológico funerario estuviese debidamente contextualizado y fuese
numéricamente significativo, nos faltaría resolver su correlación con otros registros
arqueológicos, y no precisamente funerarios, para verificar la posibilidad de su
instrumentación para explicar la vida. En segundo lugar, debemos tener presente que,
indicadores arqueológicos como la presencia de armas metálicas entendidas como mecanismo
de disimetría social, son el reflejo de una forma específica en las relaciones sociales y no un
universal tal que su ausencia refute toda forma de expresión de desigualdades.
Antes de abordar los "indicadores arqueológicos" para todo mecanismo de
contrastación empírica sobre problemas de "estado", debemos preguntarnos por qué tipo de
clases sociales son las que definen la estructura del estado concreto que deseamos abordar y
en qué coyuntura de su relación se expresan. En segundo lugar, en qué unidad arqueológica
debemos movernos para que nuestra contrastación empírica esté suficientemente validada. Por
último, debemos entender que entramos en el análisis de categorías sociales e históricas. Para
ello debemos articular una lectura diacrónica de los procesos sociales. Pero las relaciones
sociales no se presentan directamente a la observación en el registro arqueológico y, por tanto,
éste debe codificarse en una especial contextualización que, desde la fijación de recurrencias
de conducta, sea capaz de responder sobre problemas de propiedad, posesión, uso, coerción,
coacción, etc.. De no ser así, difícilmente podremos, desde la arqueología, contrastar y validar
las hipótesis sobre problemas de índole social tan complejos como la relación entre clases
que, en sus coyunturas históricas, dan cuenta del problema de los estados y su formación. De
no ser así, no podremos movernos en el ámbito de las explicaciones, sino en el de los juicios
de valor y en el de la literatura de evasión.
Hasta aquí, el planteamiento de McGuire no resulta especialmente novedoso salvo,
tal vez, para los usuarios norteamericanos de la arqueología. Sin embargo, las propuestas del
autor van algo mas lejos.
La compleja lectura y articulación del ámbito arqueológico de los registros
funerarios llevan a McGuire a la búsqueda de una unidad categorial más operativas desde la
práctica arqueológica. Para ello, nuestro autor parte de dos líneas argumentales. En la primera,
bajo su opinión, en las formas prístinas de estado, éste, emergente del conflicto entre poder de
élite/poder de la sociedad civil, genera un sistema de dominación y hegemonía separado de las
relaciones de producción, las cuales asumen el poder de resistencia frente al estado desde el
ámbito doméstico familiar. En la segunda, siguiendo a Gailey, el ámbito doméstico se perfila
no sólo como lugar de resistencia, sino como motor de la desigualdad social pues, en la línea
expresada por E. Leacock, la opresión hombre/mujer se define como la primera forma de
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 548

poder y embrión de las formas de extorsión de clase. Por tanto, la mujer (representante del
poder doméstico) encarna el poder de resistencia.
Ambas líneas argumentales y la necesidad de buscar una unidad de contrastación
que supere e integre el ámbito funerario, le conducen a definir el "household" como el marco
donde es posible una lectura completa de las relaciones de poder del estado y la resistencia a
éste siendo, además, una unidad arqueológicamente abarcable.
La propuesta del "household" como "unidad arqueológica" por McGuire presenta
un fuerte grado de coherencia como mecanismo de superación y contrastación de los registros
funerarios -que se convertirían en una parte de esa misma unidad- y una coherencia añadida
en el ámbito de la progresía USA, donde el festival de las ideologías contemporáneas ha
convertido en obligación el asumir "la forma" de algunos discursos feministas
(constantemente invocados por McGuire) y la idea de la familia como núcleo de resistencia
frente al estado, como consecuencia de la frustración generalizada por el fracaso en la gestión
de las reivindicaciones sociales por parte de los partidos políticos y como expectativa de
participación de la voluntad del individuo en la historia.
Es indudable que el nivel de unidad propuesto por McGuire es superior (mejores
explicaciones y contrastaciones más amplias) a las propuestas de la exclusividad funeraria,
mucho más cuando es del todo abarcable arqueológicamente. Sin embargo, debemos
reflexionar sobre su viabilidad teórica más que sobre su operatividad instrumental, en la
medida en que puede responder sólo sobre ciertas articulaciones concretas de la formación de
las clases sociales, ya que no en todas -de ser cierto- el estado no interviene en la
reproducción de la sociedad.
Somos de la opinión de articular una unidad arqueológica mayor que nos permita
contrastar si el ámbito del household se comporta como unidad pues, de no ser así, podríamos
recaer en la formulación de Chang que identifica comunidad=asentamiento y desarrollar una
línea interpretativa donde la conceptualizazión del asentamiento aislado poca cuenta puede
darnos de otras formas históricas de estados prístinos donde la contradicción fundamental se
perfila entre comunidades, expresada en una diversidad de asentamientos. Necesitamos una
unidad mayor que el household ya que, de no ser así, seríamos incapaces de explicar
coyunturas donde las unidades domésticas (que tendríamos que definir arqueológicamente) se
comportan, al igual que la muerte entre los Hohokam que presenta formalidades de igualdad,
como mecanismos de camuflaje de niveles de disimetría que superan la de los ámbitos
domésticos, trasladando las contradicciones fundamentales fuera de la comunidad y, por
tanto, articulando el household como un mecanismo de reproducción del poder estatal.
Este es un aspecto de vital importancia cuya falta notamos en la discusión de
McGuire sobre los hohokam de Arizona, dado que su defensa y expresión del análisis del
nivel del household, para afirmar su significación, tendría que demostrar la inexistencia de
contradicciones a otros niveles. Aspecto que no refleja su trabajo al no dar cuenta alguna de la
expresión territorial de la comunidad Hohokam estudiada y su posible relación con otras
Un fantasma recorre la arqueología 549

comunidades del entorno, que sólo son mencionadas de paso. En el texto de McGuire, los
Hohokam se definen por un sólo asentamiento y, además, aislado del mundo exterior.
Es indudable la preocupación por problemas de registro arqueológico que
insistentemente reclama McGuire, y el diseño de su registro extensivo del sitio La Ciudad
donde contextualiza su análisis de los Hohokam es una prueba de ello. Sin embargo, igual de
patente en esta obra es la ausencia de categorías arqueológicas, validaciones empíricas,
contrastaciones sobre recurrencias materiales, etc., que den cuenta de las instrumentalidades
en las que basa sus interpretaciones, pues, sin articular aspectos como propiedad, producción,
consumo, almacenaje, etc., resulta difícil entender una explicación que insistentemente se
expresa en formas verbales de inseguridad y especulación. Aunque ello nos anima a recabar
una mayor información sobre su trabajo arqueológico de los Hohokam -dado que esta obra no
tiene la finalidad de dar cuenta de ello- hay otro aspecto que sí nos ha resultado revelador de
su concepción de la arqueología y, en cierta forma, de la ausencia de una categorización
arqueológica a tono con su discurso inicial. En lugar de asumir el yacimiento arqueológico
como el laboratorio donde contrastar empíricamente la verosimilitud de sus hipótesis, el autor
ha preferido validar éstas desde una contrastación alejada del registro arqueológico, al
sustentar sus explicaciones en mecanismos de contrastación etnográfica (los Pomo de
California y los enterramientos Yumanos) que, siendo de un indiscutible nivel de
significación, en ningún caso ratifican ni validan su lectura del yacimiento de La Ciudad.
Esta tradición disciplinar, que no pretendemos juzgar en este texto es, a su vez,
reveladora del escaso énfasis manifiesto por McGuire en el poder del análisis diacrónico pues,
en lugar de convertirse en un mecanismo de contrastación y explicación de los procesos
sociales, se deriva hacia una inconexa articulación descriptiva que sólo le permite moverse en
el plano de la azarosidad para explicar por qué ciertos linajes Hohokam han podido
desarrollar procesos de mayor disimetría social y generar ciertas formas de clientela.
* * *

Para terminar, debemos insistir en que estos comentarios puntuales no hacen del todo justicia
a la riqueza temática del texto, ni dan una idea equilibrada del mismo y, de ninguna manera,
pueden substituir a su lectura, que recomendamos ampliamente. Quienes así lo hagan,
llegarán a coincidir con nosotros en que, dado que el libro de McGuire está dirigido a los
usuarios de la arqueología y está publicado en inglés, ya no se podrá volver a escribir
capítulos sobre "el marxismo" con la increíble superficialidad y parcialidad como el que le
dedica Ian Hodder en su Interpretación en arqueología, sobre las corrientes actuales en la
disciplina.
Huelva, 1993.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 550

Textos citados.

Anderson, Perry
1986 Tras las huellas del materialismo histórico. Siglo XXI Editores. México.
Hodder, Ian
1988 Interpretación en arqueología . Editorial Crítica, Barcelona.
Kristiensen, Kristian
1988 The black an the red: Shanks & Tilley´s programme for a radical archaeology.
Antiquity , vol. 62, nº 236.
Marquardt, William
1989 Agency, structure and power. Comunicación presentada al Symposium 108 de la
Wenner-Gren Foundation . Cascais.
Ryan, Michael
1982 Marxism and deconstruction. The John Hopkins University Press. Baltimore &
London.
Sanahuja, María Encarna
1988 Marxisme i Arqueologia. En: Corrents teórics en arqueologia. Columna, Barcelona.
Schiffer, Michael
1988 The structure of archaeological theory. American Antiquity , vol. 53,nº 3.
Timpanaro, Sebastiano
1973 Praxis, materialismo y estructuralismo . Editorial Fontanella. Barcelona.
Trigger, Bruce
1989 A history of archaeological though. Cambridge University Press. Cambridge.
Watson, P.J, S. Le Blanc y Ch. Redman
1974 El método científico en arqueología. Alianza Editorial. Madrid.
LA CUESTIÓN ÉTNICO NACIONAL
CULTURA, CLASES Y
CUESTIÓN ETNICO NACIONAL

Introducción.

1. Antecedentes generales.
El "problema indígena", la "cuestión étnica" y la "cuestión nacional" son temas que se
plantean eminentemente desde la búsqueda de respuestas a exigencias de la práctica política.
Su discusión y análisis nace, inseparablemente, como problema teórico-científico y como
toma de posición ideológico-política, de los requerimientos del proceso de conformación del
actual sistema socioeconómico y de la lucha de clases que se desarrolla en su interior.479
Confluyen, por lo tanto, en el tratamiento de estas "cuestiones", diversas posiciones y
corrientes de pensamiento científico e ideológico, condicionadas en su óptica por los intereses
de diferentes clases y sectores sociales, enfrentadas en variadas situaciones históricas
particulares.
De una manera muy general, la oposición de planteamientos llega al antagonismo
como reflejo de la polaridad contradictoria fundamental de clases, con una diversidad de
matices que responden no sólo a éstas y a las distintas posiciones inmediatas del sistema de
relaciones de producción, sino por la incidencia de las mismas dimensiones particulares del


Publicado por Juan Pablos Editor. México, 1984 (2ª edición en 1988).
479
Hoy debe entenderse al actual sistema socioeconómico como una formación económico social mundial,
caracterizada por la transición del capitalismo al socialismo. Es decir, por el acercamiento a la crisis de la
contradicción capital-trabajo en el seno de una totalidad geopolíticamente dividida en naciones, en cuyo interior
domina uno de los polos de dicha contradicción fundamental: en los países capitalistas el capital, en los países
socialistas, los trabajadores. La lucha de clases se expresa así de diversas maneras en cada parte de la totalidad,
configurando la tensión de fuerzas antagónicas característica de un proceso de transición revolucionaria.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 554

fenómeno social sometidas a estudio. De cualquier manera, las reflexiones sobre los
problemas involucrados han debido tocar con diversos aspectos de la sociedad, objetivamente
existentes, pero precaria y un tanto confusamente conceptuados por las ciencias sociales, en
particular por la etnología o la antropología, que se han ocupado algo más definidamente de
los mismos.
La ambigüedad, contradictoriedad y dispersión de las conceptualizaciones que sirven a
los intereses de las clases opresoras tienen que ver con diversos factores: con las limitaciones
propias de los paradigmas que los sustentan en el ámbito de la investigación científica; con la
inserción orgánicamente muy poco precisa de la investigación científica a las instituciones
encargadas directamente de la ejecución de las políticas estatales, mediada por el mito
ideológico de la asepsia política de la ciencia; con el hecho de que los "problemas" indígena,
étnico o nacional se han ido resolviendo eficazmente a través de políticas pragmáticas,
apoyadas en la empiria del ejercicio del poder y en la ventaja de la disposición del aparato
institucional administrativo y policial-militar. Pero esto mismo, sumado al carácter opresor de
la dominación clasista, ha significado que tales "problemas" están aún lejos de dejar de serlo,
amenazando permanentemente con convertirse en una puerta abierta a la irrupción de las
contradicciones de clases. Razón demás para constituir un objeto de insoslayable
preocupación para quienes buscan servir los intereses de las clases oprimidas.
Desde este punto de vista, las reflexiones teóricas que han orientado las acciones de
oposición a la explotación, desde la resistencia ideológica o insurrección popular hasta la
consolidación de un poder estatal y la construcción de una base económica anticapitalista,
poseen una no menor heterogeneidad conceptual al respecto. Esto debido a que, si bien la
mayoría de las formulaciones guardan diversos grados de relación con el marxismo y, en
particular, con la teoría materialista de la historia como sistema conceptual de referencia
básica, hay diversas intencionalidades en cuanto a los objetivos de la práctica en que se
participa y al hecho de que los procesos sociales han atravesado por condiciones históricas
particularmente diferentes y la mayoría de las formulaciones reflejan posiciones frente a
situaciones coyunturales.
Resultado de todo esto es que no se ha arribado a una concepción teórica general
capaz de sintetizar una explicación científica de la diversidad posible de situaciones concretas
en las que se interrelacionan de manera particular las diferentes dimensiones sociales que
conforman las alternativas de estas "cuestiones". Es decir, un sistema conceptual capaz de
permitir explicaciones de las relaciones entre clases sociales, etnicidad, cultura, formas de
organización de la comunidad humana, sus vínculos con la territorialidad, etcétera.
De ahí que las pretensiones de elevar al rango de teoría general sustentadora de una
política de principios a las reflexiones nacidas al calor de situaciones determinadas -aún
cuando hubieran resultado acertadas para esos casos- pueden generar tantos aciertos como
tropiezos y desatinos en su traducción a situaciones diferentes y siempre cambiantes.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 555

2. Conocimiento y práctica.
Consideramos que la búsqueda racional de generalizaciones teóricas es una tarea de vigencia
permanente, precisamente porque constituye una de las condiciones básicas de la práctica
política, entendida como una de las formas y niveles más complejas y totalizantes de praxis
social creadora y reflexiva480. La magnitud de los problemas que implica la práctica política
requiere de un conocimiento que refleje de la manera más precisa la gran complejidad del
movimiento de la sociedad concreta que se pretende transformar. De ello dependerá la
claridad en la previsión de los fines de la praxis y la mayor adecuación entre tal previsión y
los resaltados objetivos de la misma.
Por ello es que la finalidad del conocimiento científico, como condición subjetiva de
la acción -desde una concepción dialéctica materialista del proceso de conocimiento-, es
alcanzar una explicación racional de la multideterminación concreta de la realidad. La
práctica no se enfrenta a entidades abstractas y de ahí que una concepción reduccionista que
se limitara teóricamente a las abstracciones generalizadoras -aún en el terreno de la teoría
marxista- es insuficiente y limitante de las posibilidades de una transformación efectiva de la
realidad.
Sin embargo la abstracción, como una instancia del proceso lógico del conocimiento,
constituye una condición indispensable, necesaria para permitir alcanzar explicaciones
racionales de la concreción real, como concreto pensado. Pues cuando entendemos a la
realidad como multideterminación concreta, estamos relevando el hecho de que en ella se
encadenan, de una manera singular, múltiples leyes de distintos niveles de generalidad, de
diversos niveles de acción y grados de esencialidad, en la configuración de un proceso
individualmente determinado. Conocer la realidad concreta significa descubrir en ella misma
esa concatenación singular de leyes generales, la cual no es deducible de la teoría general.
Pero el conocimiento de esas regularidades objetivas que llamamos leyes sólo puede
obtenerse por abstracción. Y la teoría es una síntesis orgánica de tales abstracciones,
generadas a partir de una multiplicidad de conocimientos concretos sensibles.
Entendemos así que la teoría general resume lo que en cada momento histórico
sabemos acerca de una clase de fenómenos, como un sistema conceptual que refleja
sintéticamente las regularidades descubiertas a partir de las experiencias generadas en la
práctica social precedente. En ese momento, la teoría cumple la función de un sistema de
hipótesis que se convierten en los instrumentos lógicos que nos permiten profundizar en el
conocimiento de la realidad o de las nuevas realidades que nacen permanentemente,
avanzando de lo conocido hacia lo desconocido. Y este proceso de conocimiento ha de
conducirnos a la explicación teórica de las realidades concretas.
Mientras más preciso y cercano a la complejidad de la interdeterminación causal real
sea nuestro conocimiento, mayores posibilidades tendremos de comprender el nivel de acción

480
Concordamos en esta caracterización con Sánchez Vázquez en Filosofía de la prexis. Aclarando que las
"cuestiones" étnicas y nacionales no sólo son objeto de preocupación de la praxis política, sino también de otras
prácticas que involucran a estas dimensiones sociales, como la pedagogía,la sicoterapia, la comunicología, etc.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 556

objetivo de nuestra participación como individuos, grupos o clases en los procesos sociales.
Así podemos prever con mayor claridad los efectos alternativos probables de las opciones
prácticas sobre las que tenemos capacidad de decidir. La conciencia de la necesidad histórica
nos da la libertad de orientar que nuestro "qué hacer" individual y colectivo. Y de esta manera
cobra sentido la afirmación de que "sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria".

3. Supuestos y objetivos del trabajo.


Este trabajo parte de la consideración de que las situaciones étnico-nacionales constituyen las
formas estructurales y coyunturales concretas en que se desarrolla la lucha de clases. Nuestra
tesis central propone que las categorías de clase social y cultura permiten explicar dicha
concreción real, al comprender los diversos niveles de integridad del proceso social, desde las
regularidades esenciales y generales que lo determinan en su estructura y desarrollo, hasta las
singularidades fenoménicas que presentan en la realidad. Sin embargo, ello supone que la
complejidad del sistema de mediaciones existentes entre la categoría de clase social,
comprendida en el sistema de una formación, económico-social dada las manifestaciones
culturales de su existencia, han sido formuladas teóricamente. Al respecto, nos estamos
basando en una proposición teórica que explica el sistema de relaciones generales que median
entre los aspectos de la realidad social que designamos con las categorías de formación
económico social y cultura, buscando un replanteamiento teórico de los fenómenos objetivos
que, de diversas maneras, han sido connotados con el manejo del concepto de cultura, pero
desde una posición congruente con las formulaciones centrales del materialismo histórico. En
este ensayo nos limitamos a particularizar el manejo de las implicaciones de tal proposición -
ya publicada- en relación con el problema específico de la explicación y análisis de las
cuestiones étnica y nacional.
Por otro lado nos interesa proponer, de manera muy general, una sistematización
esquemática de las categorías analíticas que permitirían organizar una metodología de
investigación de las situaciones étnico-nacionales concretas. Esta proposición implica también
una determinada concepción de la relación orgánica entre método y teoría y supone que los
procedimientos metodológicos se derivan coherentemente de una formulación teórica que
sintetiza los conocimientos alcanzados acerca del nivel de la realidad estudiada en un
momento dado y sobre el cual la investigación se propone avanzar. Al respecto, este trabajo
se apoya también en uno anterior en que, a propósito de los problemas de la investigación
arqueológica, hemos explicitado lo que entendemos por una proposición materialista
dialéctica sobre la relación general entre teoría y método, ciclo y estructura del proceso
investigativo y que sirve de antecedente a la proposición particular que acá nos interesa.
Consideramos justificado este proyecto, dentro de sus limitaciones -y entre ellas la
brevedad de la exposición en relación a la complejidad del tema- , como un intento de
contribuir a la unificación de categorías explicativas y de criterios analíticos en torno al
problema planteado. En particular, hechas las consideraciones acerca de la gran
heterogeneidad de formulaciones, enfoques, conceptos y terminología que se emplea, aún
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 557

cuando sólo tuviéramos en cuenta las propuestas vinculadas con las diversas posiciones que se
asumen como marxistas. Lo cual conlleva grandes dificultades de comunicación y
entendimiento hasta en los casos en que no hay divergencias mayores de posición política.
Entendemos en general, que una mayor precisión teórica, como condición de la
práctica política, puede permitir análisis, previsiones y acciones más eficientes en los
procesos de transformación de la realidad social. Pero como los agentes de esta práctica social
no son individuos aislados, es necesario avanzar en la clarificación mutua del uso y
contenidos conceptuales que nos permitirán alcanzar, al menos, un entendimiento menos
ambiguo de los problemas en torno a los cuales podemos concordar o diferir.
Creemos conveniente, en este punto, hacer una advertencia acerca de la orientación
temática preferencial de este trabajo. Es cierto que la proposición teórica que exponemos es
válida para comprender tanto los problemas étnicos, como la tradicionalmente llamada
"cuestión nacional". Al menos, eso pretendemos. Sin embargo, como se verá, establecemos
una diferencia en la caracterización de lo que son los movimientos étnicos y las luchas
nacionalistas. Por otro lado, hemos tomado a la nación como unidad de análisis de las luchas
de clase, punto de referencia desde el cual se pueden distinguir contradicciones internas y
externas, las que de hecho siempre existen en un condicionamiento recíproco. Al respecto,
hemos puesto mayor énfasis en el tratamiento del problema étnico en el contexto de las luchas
de clases que se desarrollan en el ámbito interno de la nación, aunque ello no significa que
nuestras proposiciones se formulen exclusivamente para esta problemática.
Esto obedece a que nuestros intereses más inmediatos están vinculados al análisis de
las formas que adquieren las luchas sociales en América Latina en la actualidad. Y los
conflictos nacionales y las luchas anticolonialistas y antiimperialistas han recibido mayor
atención, principalmente, en las investigaciones sociológicas y de las ciencias políticas. Los
problemas étnicos y el factor cultural en la lucha de clases, tal vez por ser temas que
tradicionalmente se han considerado como problemas de la antropología, se encuentran en
cambio, bastante más descuidados. De allí nuestro interés en intentar avanzar
preferencialmente en este sentido. Lo cual no es, en todo caso, un intento de destacar el
carácter "antropológico" de esta tesis, ya que no nos interesa dirimir disputas de
"territorialidad" científica, cuestión que más bien tiene que ver con intentos delimitadores de
la propiedad privada intelectual, movidos por razones de mercado profesional.

4. Sobre la exposición.
En el primer capítulo planteamos las limitaciones que, en nuestra opinión, tienen diversos
enfoques a través de los cuales se ha enfrentado, desde el marxismo, el problema de la
formalización de la categoría de cultura; resumimos las premisas en que se ha apoyado
nuestro planteamiento del problema y sintetizamos los puntos básicos de la proposición
teórica que hemos desarrollado al respecto.
En el segundo capítulo, nos interesa destacar la significación muy importante que tiene
la cultura en la conformación de la conciencia, la sicología y la conducta social. Explicitamos
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 558

estos conceptos en el contexto de la categoría de formación económico-social, considerando


que el grado de incidencia que tienen en la lucha de clases no ha sido reflejado de manera
suficiente y adecuada en la teoría política y sociológica y que un intento de conceptualizar las
situaciones étnico-nacionales concretas no puede prescindir de su categorización. Estos
conceptos constituyen antecedentes necesarios para el último capítulo.
En los capítulos tercero y cuarto se discuten los conceptos de "etnicidad", cultura y
clases en su relación recíproca, con el fin de llegar a una delimitación de los conceptos de
nación, grupos étnicos y grupos de origen nacional que integran las situaciones étnico-
nacionales. Lo cual permite establecer características diferenciales entre los movimientos o
luchas étnicas o luchas nacionalistas.
El quinto capítulo sistematiza sintéticamente una proposición metodológica para el
estudio de situaciones étnico-nacionales concretas, partiendo de las categorías básicas de
clase social y cultura.
Por último, el capítulo sexto expone la necesidad del conocimiento de las situaciones
étnico-nacionales concretas y sus manifestaciones culturales, como condición para una
práctica política orientada hacia una transformación más eficiente de la sociedad, en la lucha
contra las distintas formas de explotación económica, opresión o segregación social

1 . La categoría de cultura.

Si hay algo de común en las diversas conceptualizaciones de lo indígena, de la etnicidad, de la


nacionalidad y aún de la nación es que, casi sin excepciones, la mayoría de los autores
considera como un rasgo o elemento definitorio de esas categorías sociales a la cultura. Es
posible que buena parte de la ambigüedad y heterogeneidad de estos conceptos obedezca
precisamente a la imprecisión y polivalencia de los conceptos que, como el de cultura,
intervienen en su definición.
Desde luego, el nivel de importancia que se otorga a la cultura en la caracterización de
estos fenómenos es bastante desigual y, en general, resulta difícil otorgarle un peso muy
relevante, ya que ello implica referirse a otros aspectos del fenómeno social sobre los cuales
las disciplinas sociales y en particular las antropológicas, han desplegado las mas variadas
proposiciones y discusiones, sin alcanzar un mínimo de claridad y consenso acerca de su
contenido objetivo.
La categoría de cultura, como elemento caracterizador de la etnicidad, la nacionalidad
o lo indígena, ha sido tratada de diversas maneras:
a) Incluyéndola como un factor definitorio y característico de los fenómenos sociales
en cuestión, dando por sentado -erróneamente, sin duda- que el lector entiende perfectamente
de qué se trata. Con lo cual sólo se resuelve en apariencia el problema formal de las
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 559

definiciones, soslayando la cuestión fundamental de reflejar con mínima claridad y precisión


las múltiples propiedades de la realidad objetiva a la que, se supone, se hace referencia. Ello
sólo contribuye a complicar el panorama de las formulaciones lógico-teóricas, sin avanzar en
el desarrollo de los contenidos del conocimiento de la realidad.
b) Explicitando su contenido, pero sin avanzar más allá de las tradicionales
discusiones de la antropología. Queremos decir, a través de definiciones generalmente
enumerativas de rasgos y, por lo tanto, siempre incompletas y abiertas a la ambigüedad; o
como concepto sinónimo de la totalidad social que alude a la obra del hombre, mas carente de
explicaciones de las leyes que rigen su desarrollo.

Esto en lo general. Pero hay que señalar que, en la tradición marxista, encontramos
más elementos en común -con los que concordamos- y que se refieren a las regularidades más
esenciales en la explicación de la totalidad social. Es decir, se entiende a los problemas
étnicos o nacionales como manifestaciones particulares de la lucha de clases. Y se explican
las clases sociales y sus relaciones en el contexto de una concepción teórica general acerca de
la sociedad, cuyas características fundamentales están precisadas en el concepto de modo de
producción, cuya existencia es parte de un sistema global, expresado en la categoría de
formación económico social. Sin desconocer el hecho, saludable, de que aún en este nivel hay
importantes diferencias de opiniones entre los distintos autores, es indudable que esta
concepción presenta una coherencia y profundidad notablemente mayores, en que las
divergencias aludidas pueden ser delimitadas con cierta precisión.
No obstante, como observa Najenson, "el problema de la concepción y uso del
concepto de cultura en el contexto del materialismo histórico es aún más arduo que en otras
teorías globales. Esto se debe básicamente al innegable hecho de que la teoría de la cultura es
una de las áreas menos desarrolladas del pensamiento marxista, a la utilización
fundamentalmente pragmática que de esa categoría han hecho la mayoría de los grandes
pensadores marxistas clásicos, y a la superposición de sentido y objetivo con respecto de
algunos conceptos marxistas esenciales -como la noción de estructura- que a menudo ha
suscitado confusiones"481.
Así, las connotaciones que se ha dado a la categoría de cultura desde la concepción
materialista histórica, con diversos grados de precisión y coherencia, han sido también
diversas. Por una parte, hay quienes entienden a esta categoría como la totalidad de las
transformaciones efectuadas por la sociedades en oposición a la naturaleza, buscando precisar
el sentido del desarrollo histórico como civilización. Otros, en cambio, le dan un sentido más
restringido, como especificidad socio histórica de las manifestaciones de la conciencia social,
vinculándolas a veces a las obras de creación artística y hasta científico-filosóficas; en esta
línea de pensamiento, reconociendo las diferencias clasistas, se han planteado los conceptos
de cultura dominante, cultura de masas, cultura subalterna o cultura popular. Otros aún,
intentando recuperar el contenido antropológico del término, incluyen tanto los diversos

481
J. L. Najenson: Cultura nacional y cultura subalterna. Universidad Autónama del Estado de México,
Toluca, 1979, pág. 20.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 560

aspectos de la "cultura material" y la "cultura espiritual", sin coincidir necesariamente con el


concepto de civilización. Por último, hay quienes opinan que debe descartarse el uso del
concepto por tener un origen ajeno al paradigma marxista y ser, por lo tanto, incompatible con
las formulaciones lógicas de esta teoría.
Al respecto, hemos adoptado una posición frente al problema, basada en la siguientes
premisas:
a) Que al cuestionamiento del uso del término y de la necesidad de formular un
concepto materialista histórico de "cultura" se ha fundando en procedimientos o
argumentaciones incompatibles con un enfrentamiento materialista del problema que, además,
transparenta no poco dogmatismo: se comparan los diversos paradigmas sociológicos y
antropológicos que se han ocupado del problema de la cultura con el materialismo histórico y
se demuestra la incompatibilidad lógica de aquellos con éste; luego se sostiene que, como
nuestra concepción marxista es la verdadera, los demás son -por su incompatibilidad lógica-
falsos; y se explica que dicha falsificación de la realidad obedece, obviamente, a la distorsión
ideológica originada en diferentes intereses de clase.
Tal vez el planteamiento no sea falso. Sin embargo el procedimiento es incorrecto, por
lo menos desde el punto de vista materialista: se compara los contenidos subjetivos de las
diferentes teorías de la realidad social, a través de argumentos igualmente subjetivos
(incompatibilidad lógica), lo que no nos permite juzgar qué es lo que ocurre en la realidad,
desde que no nos movemos del plano de la subjetividad.
b) Que el problema central es saber qué ocurre en la realidad social objetiva, en su
materialidad existente aún independientemente de nuestra conciencia. De tal modo, el
procedimiento a seguir debe ser investigar si los fenómenos denominados "culturales" en los
diversos paradigmas socio-antropológicos existen o no, y cómo, independientemente de las
posibles distorsiones ideológicas que pudieran afectar a sus formulaciones, o de que estén o
no formulados por nuestra teoría.
Si se trata de fenómenos reales, deben ser materia de nuestra preocupación y debemos
ser capaces de formular los conceptos que permitan dar cuenta de los mismos. Para ello sería
necesario investigar, antes que nada, las propiedades de esos fenómenos en la realidad misma
y no enmarañarnos el las telarañas lógicas de las diversas conceptualizaciones que, con gran
probabilidad, nos llevarían más bien a soluciones eclécticas, ajenas a nuestra concepción.
c) Que, observados los procesos sociales concretos, se puede constatar que los
fenómenos llamados "culturales" existen objetivamente, constituyendo aspectos de una
dimensión real de las sociedades. Y que, como lo han señalado diversos autores (Kloskowska,
Najenson, etc.), no hay en la teoría marxista clásica una preocupación especial por los
mismos, ni han sido conceptualizados. Agregaríamos que tampoco, entre los continuadores de
la tradición marxista, hay una teorización suficientemente adecuada a la complejidad objetiva
que implicaría un tratamiento sistemático del fenómeno de la cultura.
d) Que, si aceptamos el principio de unidad material del mundo y los fenómenos
culturales son materialmente tan reales como las regularidades fundamentales de la sociedad
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 561

reflejadas teóricamente en la categoría de formación económico social, éstos deben vincularse


de una manera determinada, conformando la unidad real que es la sociedad. La teorización
sobre los fenómenos culturales debe ser coherente -cumpliendo los requisitos lógicos de
compatibilidad y completud- con la formulación central del materialismo histórico, de la
categoría de formación económico-social.
e) Que el problema a resolver por la investigación era precisamente desentrañar las
regularidades generales a través de las cuales se establecen las relaciones específicas entre los
aspectos culturales y las regularidades fundamentales explicadas por la categoría de
formación social. Se trataba, pues, de un problema metodológico que enfrentamos razonando
de la siguiente manera: si las leyes y categorías fundamentales del materialismo dialéctico son
objetivamente generales, quiere decir que reflejan propiedades y relaciones existentes en cada
uno de los procesos reales. Así, podemos transformar las leyes y categorías de la dialéctica
objetiva en instrumentos lógicos que orienten las investigaciones del problema particular que
nos ocupa. Buscando descubrir si, en este aspecto de realidad, rigen realmente tales relaciones
y de qué manera específica se interrelacionan en ese determinado nivel de existencia del
proceso social. Además, las mismas formulaciones lógicas de dichas leyes y categorías nos
permiten exponer con mayor precisión y claridad teórica los resultados de nuestra
investigación.
f) Es necesario aclarar que precisión o claridad teórica no son sinónimos de
simplicidad. Como vimos, al efectuar la investigación es imposible hacer concesiones a la
generalizada monserga populista de que los resultados de la investigación científica deben
reducirse al panfleto dirigible por las "masas"482. La concepción dialéctica de la realidad, en
oposición al reduccionismo metafísico, busca acercarse lo más posible a reflejar la realidad
como es. Y los principios fundamentales de la dialéctica materialista asientan el
reconocimiento de que la realidad es extraordinariamente compleja y dinámica. Su reflejo en
el conocimiento científico no puede, en consecuencia, ser reducido al panfleto o al recetario.
Es tarea de las instituciones partidarias disponer de las vías orgánicas para traducir el
conocimiento científico de la sociedad en consignas y líneas orientadoras de la acción
accesibles al reconocimiento en ellas, por las masas, de sus intereses objetivos. Y, por lo
tanto, capaces de moverlas a la acción.
Desde esta perspectiva hemos formulado la relación entre la categoría de cultura y la
de formación económico-social, en un trabajo publicado con anterioridad y del cual extraemos
los planteamientos básicos que tienen implicaciones que es necesario retomar para la
comprensión de las proposiciones relativas al problema específico de las cuestiones étnica y
nacional. Para mayor claridad, no nos queda más remedio que remitirnos a la mencionada
obra483.
Pero deseamos apuntar un par de consideraciones previas. En primer lugar, para
aclarar el sentido de tal formulación y, luego, para precisar el contenido que otorgamos a la
482
Exigencia que, por lo general, no nace de las masas, sino de los supuestos intelectuales que desearían serlo, a
condición de no tener que invertir en ello demasiados esfuerzos.
483
L.F. Bate 1978: Sociedad, formación económico-social y cultura. Eds. De Cultura Popular, México
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 562

categoría de formación económico-social.


Respecto al primer punto, entendemos la proposición teórica en que se explicita el
contenido de la categoría de cultura, en los siguientes términos:
A) Consideramos que la cultura, como la formación económico social, son categorías
que reflejan dos aspectos, objetivamente diferenciables pero necesariamente
interrelacionados, integrando una totalidad única que es la sociedad. No se trata, pues, de una
relación entre partes de la sociedad, sino de aspectos de la misma. Así, la categoría de
sociedad designa a la unidad entre los diversos niveles de integridad de la totalidad social
como unidad concretamente multideterminada.
B) La formulación de la categoría de cultura es relativa a la de formación económico-
social. Es decir, las diversas relaciones categoriales dialécticas que caracterizan y explican lo
que entendemos por cultura, se expresan en su relación específicamente determinada con las
regularidades objetivas que designa la categoría de formación económico-social.
C) La categoría de cultura refleja propiedades objetivas de la realidad social. Sólo
como consecuencia de ello -de su contenido ontológico- puede ser una categoría
metodológica. Es, pues, primariamente una categoría que integra la teoría de la realidad
social. Y esa condición es la que autoriza su manejo lógico "instrumental" en la metodología
de investigación.
D) Hemos formulado la categoría de cultura como una categoría general del
materialismo histórico que refleja propiedades y relaciones comunes a cualquier sociedad.
No debe entenderse como una categoría que designa al objeto particular de alguna disciplina
de la ciencia social 484. De hecho, el objeto de las diversas ciencias sociales es uno solo: la
sociedad en su desarrollo histórico.
E) No debe entenderse en modo alguno a la cultura como categoría explicativa central
de ninguna disciplina de la ciencia social, pues no refleja les regularidades fundamentales que
rigen al desarrollo de las sociedades. Tal papel corresponde a la categoría de formación
económico-social, que incluye las contradicciones internas fundamentales que se desarrollan
en el seno del modo de producción de la sociedad.
F) La formulación teórica de la categoría de cultura es, con todo, imprescindible para
la investigación de las sociedades reales. Necesidad manifiesta en dos momentos del proceso
investigativo: en el proceso de abstraer las regularidades de la formación social de una
sociedad a partir de un conjunto de información empírica de carácter cultural; luego, cuando
el conocimiento avanza, desde las abstracciones ya efectuadas, a la explicación racional de la
historia concreta. Por lo demás, un conocimiento de la realidad que considere su concreción
cultural, puede permitir una ampliación de la conciencia sobre la misma como objeto de la
transformación práctica, elevando las posibilidades de mayor coincidencia entre los fines
previstos subjetivamente y sus resultados reales.

484
Señalamos esto pues, como hemos formulado, antes esta categoría en el contexto de problemas
metodológicos de la arqueología, hay quienes han supuesto que se trataría de una categoría "arqueológica"
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 563

Ahora, en relación a las categorías de formación económico-social y modo de


producción, nos interesa hacer algunas precisiones, sólo con la intención de deslindar
posiciones respecto a los diversos contenidos conceptuales que se les han otorgado, en
particular a las formulaciones popularizadas por la corriente althusseriano-balibariana, a la
que no sin bases se ha considerado como una tendencia estructuralista.
Entendemos que el fundamento materialista de la teoría de la historia se establece en
torno a la distinción esencial entre la base material del ser social y las llamadas
superestructuras (ideológica, jurídico política y otras denominaciones). La categoría de ser
social se refiere a todas las actividades y relaciones reales que se realizan y establecen entre
los seres humanos y que permiten la reproducción biológica de la especie humana. El
concepto de modo de producción se refiere al conjunto de procesos económicos y relaciones
sociales a través de los cuales se reproducen las condiciones de la vida material: producción,
distribución, cambio y consumo. El proceso fundamental es el de producción y en torno a él
se organiza el sistema de relaciones que cualifica la estructura esencial de la sociedad: el
sistema de relaciones sociales de producción y que se corresponde con el grado de desarrollo
promedio del conjunto de las fuerzas productivas de la sociedad.. Con esto queremos decir
que un modo de producción está cualificado por un tipo fundamental de relaciones sociales de
producción, que determinan las formas de integración y orientan el desarrollo de los diversos
tipos secundarios de relaciones de producción que integran este sistema de relaciones sociales
del modo de producción. Estas relaciones sociales de producción se establecen como un
sistema de relaciones de propiedad objetiva de los agentes de la producción, sobre los
elementos del proceso productivo: fuerza de trabajo y medios de producción (instrumentos y
objetos de trabajo). Es la posición que los productores guardan en torno al proceso
fundamental de la producción lo que determina las formas y niveles de participación de éstos
en los procesos de distribución, cambio y consumo.
Pero la categoría de ser social es más amplia que la de modo de producción, e incluye
también la esfera de la reproducción de la población y la fuerza de trabajo, en la cual se
realiza parte del consumo que no retorna al proceso al proceso productivo en calidad de
medios de producción. En la especie humana, la reproducción biológica está mediada por un
sistema de relaciones sociales: las relaciones de la filiación y parentesco. Pero la reproducción
de la fuerza de trabajo, condicionada por necesidades del modo de producción, no sólo se
resuelve socialmente a través de las relaciones de filiación y hay también otras formas
sociales de satisfacer necesidades como la conservación de la salud, la diversión, etc. A esta
instancia la denominaremos todavía, a falta de un término mejor, género de vid a.485
Así, el ser social es el conjunto de relaciones que reproducen las condiciones reales de
la existencia social, independientemente de cómo éstas sean concebidas en la conciencia
social, e incluye las instancias del modo de producción y el modo de reproducción.

485
Hemos usado este término siguiendo aproximadamente las definiciones manejadas por Schtiuka en El
género de vida y la religión. Nota del autor: posteriormente, hemos denominado a esta instancia modo de
reproducción, que será el término que usaremos en adelante, aún cuando en la publicación original del texto
aparezca como "género de vida"
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 564

Entendemos por superestructura al sistema de ideas y reflejos generados en la práctica


del ser social y las organizaciones o instituciones que, correspondiéndoles, instrumentan
normativamente la voluntad de los grupos sociales de mantener o transformar las formas de
reproducción de la base material de la sociedad. Hemos preferido usar los términos generales
de conciencia o reflejo social e institucionalidad para designar a las dos instancias principales
de la superestructura, en lugar de hablar de superestructura ideológica y jurídico-política. Ello,
porque la connotación de tales términos usuales se refiere de manera particular a las
superestructuras de las sociedades clasistas, resultando equívocos e inadecuados cuando se
trata de la prolongada historia de las sociedades preclasistas. En los siguientes capítulos nos
referiremos más detenidamente a las superestructuras, en particular a la conciencia social,
dada la relevancia que en su conformación adquiere la cultura y su incidencia en la práctica
política.
Ahora bien, planteadas las cosas en esos términos, concebimos a la categoría de
formación económico-social, o formación social, como reflejo de la unidad orgánica real e
indisoluble de la base material del ser social y las superestructuras. Dicha unidad implica
relaciones estructurales y causales recíprocas, en las cuales el mayor nivel de acción está
determinado por las contradicciones fundamentales que se establecen en la esfera del modo de
producción. Por ello es que la calidad históricamente determinada de una formación social,
está dada por las características de la calidad fundamental del modo de producción. El
desarrollo de las contradicciones esenciales del modo de producción conlleva el desarrollo del
sistema complejo de contradicciones que integran a la totalidad social. Entre éstas, la
resolución de las contradicciones a nivel superestructural es condición para el cambio de la
base económica, cuyo salto cualitativo implica la transformación de la formación social como
totalidad.
Para precisar algunas implicaciones básicas de la delimitación conceptual que
queremos explicitar respecto al manejo que usualmente se hace en nuestro medio de estas
categorías, diremos que:
a) La diferencia entre "formación económico-social" y "modo de producción" no está
dada por un carácter más "abstracto" o más "concreto" de una de estas categorías. Implican un
mismo nivel de generalidad, conocido por abstracción, de las regularidades comunes a las
diversas sociedades concretas. Su manejo teórico o metodológico, en la investigación de la
historia real, puede significar el reflejo más simple o más rico de las múltiples
determinaciones objetivas de la sociedad.
b) La categoría de modo de producción no incluye las superestructuras jurídico-
política ni ideológica, ni aún toda la base material del ser social y se refiere particularmente a
la unidad de los procesos económicos de producción de la vida material.
c) La categoría de modo de producción no es una abstracción ideal "pura" de un tipo o
forma de producción que, combinado o coexistente en subordinación o dominancia con otros,
constituya la formación económico-social. Es nuestro caso, aceptando a negación dialéctica
(no "ruptura") como efecto de la negatividad de la materia, todo modo de producción real es
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 565

un sistema de diversas formas de producción, determinando y cualificado por el tipo o forma


de relaciones fundamentales del sistema.
d) La categoría de formación económico-social, por lo tanto, no designa una
"combinatoria" o "articulación" particular de modos de producción, entendidos estos con todo
y superestructuras. Es la categoría que expresa la unidad real de la base material y las
superestructuras, que incluye al modo de producción como la estructura dinámica
fundamental de la totalidad social, reconociendo la distinción básica esencial asentada por la
teoría materialista de la historia.
Hechas estas aclaraciones que nos han parecido pertinentes, tanto para precisar el
contenido de estas categorías centrales del materialismo histórico como por el hecho de que la
formulación de la categoría de cultura está referida a la de formación económico-social,
entraremos a reseñar la formulación que hemos hecho específicamente sobre la categoría de
cultura.

A) Podemos sintetizar conceptualmente a la cultura como el conjunto singular de


formas fenoménicas que presenta una sociedad concreta, como efecto históricamente
multideterminado por las condiciones particulares del desarrollo de las regularidades
generales de su formación económico-social. De manera de las regularidades estructurales y
causales objetivas que expresa la categoría de formación social, constituyen el sistema de
contenidos esenciales generales a que corresponden las manifestaciones culturales.
Así, a través de esta relación tricategorial básica entre cultura y formación social,
podemos delimitar qué es lo que entendemos por fenómenos culturales. Pero ello significa
considerar esta triple relación (formas fenoménico singulares-contenidos esenciales generales)
simultáneamente, como una unidad. Pues hay formas esenciales -como las formas de las
relaciones sociales de producción- que no son culturales; hay también singularidad formal,
por ejemplo, en la integración de diversos tipos de relaciones de producción secundarias al
modo de producción, que son esenciales respecto a la cultura; y puede haber formas
fenoménicas, como en la representación ideológica de las relaciones de explotación, que
tengan un carácter general, común a diversas sociedades con el mismo modo de producción.
Es decir, cada una de esas relaciones categoriales por sí solas no permiten precisar la
connotación del concepto de cultura.
Es posible considerar analíticamente los aspectos parciales de esta relación (forma-
contenido, fenómeno-esencia, singular-general), pero siempre entendidos como aspectos de
una relación tricategorial indisociable.
Si consideramos a las formas, en relación a los contenidos, debemos apreciar que en
aquellas se puede distinguir: a) los aspectos fundamentales y secundarios de la forma y, b) la
forma general y las formas particulares que la integran. La forma mantiene siempre una
relación de correspondencia necesaria respecto a su contenido. Pero la necesidad de la
correspondencia se establece a través de los aspectos fundamentales de la forma. Sin
embargo, en lo que se refiere a los aspectos secundarios de la forma, tanto a nivel general
como de sus aspectos particulares, hay un amplio rango de variabilidad posible. Y es lo que
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 566

permite explicar por qué diferentes configuraciones formales pueden corresponder a un


mismo contenido. Este es el campo de variabilidad posible en el cual se realiza la singularidad
fenoménica de la cultura.
El fenómeno, objetivamente, incluye a la esencia y en él se presentan unidos lo
esencial y lo no esencial. Sin embargo, al manifestarse fenoménicamente tal unidad como una
totalidad, la singularidad cultural resulta de la combinación específica de ambos aspectos, en
el rango de la variabilidad formal de los múltiples elementos y procesos integrantes del
contenido de la formación social. Por lo que aparecen como una singularidad distintiva de la
existencia de cada grupo social.
En este sentido, debe aclararse que la singularidad cultural no interesa como la
individualidad irreductible de cada elemento, objeto o conducta personal de los integrantes de
un grupo social. Se trata de la singular configuración compuesta por las distintas clases de
elementos, conductas o procesos que caracterizan a un grupo social como tal.
Hay que señalar que el carácter singular de la cultura se puede apreciar en dos
sentidos. Por una parte, como la singularidad de las diversas formas fenoménicas de
existencia de las regularidades generales de la formación social, en la sociedad misma de la
cual son una expresión concreta. Por otro lado, como la singularidad que distingue la
existencia real de diversas sociedades, aún cuando éstas compartieran las mismas calidades
esenciales de la formación social. Y, con mayor razón, cuando sus modos de producción son
diferentes.
Un punto que nos interesa subrayar es el hecho de que, al considerar a la cultura como
el conjunto de manifestaciones fenoménicas concretas de la formación económico-social, se
trata de las manifestaciones de la totalidad social, considerando tanto a las formas de
existencia del ser social como de las superestructuras. El concepto no se restringe de ninguna
manera a las expresiones ideológicas o de la conciencia social. Mas aún, entendemos que si
existe una singularidad cultural de las manifestaciones de la conciencia social, es porque ellas
reflejan -sin duda a través de diversas mediaciones- las formas culturales de existencia de la
materialidad del ser social; tanto de las conductas y relaciones objetivas que se establecen
entre los hombres, como de los objetos con los cuales y por medio de los cuales ellos se
relacionan.
B) Otro aspecto importante de la caracterización de la cultura se aprecia al analizarla
considerando a la sociedad como un sistema. Es decir, según el grado y calidad de las
relaciones entre el todo social y las partes que lo integran. Desde esta perspectiva, no nos
interesa analizar a la cultura en sí misma como un sistema. No porque no sea posible hacer tal
abstracción, sino porque el análisis de un sistema de formas que prescinda de la consideración
del sistema de contenidos con los cuales se corresponden necesaria y contradictoriamente,
carece de posibilidades explicativas. En esto radica la diferencia básica entre una concepción
dialéctica de la sociedad y una concepción estructuralista 486.

486
Esto no se refiere sólo a las concepciones estructuralistas que, como la de Levi-Strauss, prescinden de la
dimensión histórica. La categoría dialéctica de forma no se refiere sólo a la disposición espacial en cuanto a la
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 567

Entendemos, por lo tanto, a la cultura como el conjunto de formas fenoménicas en las


cuales se manifiesta la unidad y diferencia a las partes cuya integridad orgánica se establece
en torno al sistema esencial de relaciones sociales de la formación económico-social.
Podemos hablar de "cultura global" o "subculturas" para referirnos a las manifestaciones
culturales del sistema como totalidad o de los grupos sociales que forman parte de esa unidad.
De cualquier modo, "cultura global" o "subculturas" son conceptos transitivos y relativos a los
niveles de integridad de los grupos sociales a los cuales corresponden. Es decir, se puede
hablar de subculturas que integran subconjuntos culturales mayores, los cuales constituyen
aún la manifestación de una parte de la sociedad.
El criterio básico a través del cual distinguimos a los grupos sociales que forman
"partes" de la formación social y que se manifiestan fenoménicamente como subculturas, se
funda en el hecho de que éstos comparten una práctica común en la base material del ser
social. Y ello puede deberse a que posean una misma posición en el sistema de relaciones
sociales o a que constituyan a una unidad de interacciones reales. Así, entre los criterios
básicos para la distinción de "partes" de una formación clasista, hemos considerado como
relevantes a:1) los grupos que comparten una misma posición en el sistema de relaciones
sociales de producción (clases y sectores sociales); 2) los grupos que comparten una misma
posición en la división social del trabajo487 y; 3) grupos de origen histórico-geográfico
particular (etnias, naciones y otros). Desde luego, no son los únicos criterios aplicables y no
son excluyentes entre sí. En el caso de las sociedades preclasistas, el primer criterio es
inaplicable y adquieren relevancia otros, como la posición en el sistema de relaciones de
filiación, en la estructura tribal (cuando ésta existe), o en la división doméstica o social del
trabajo. Al transformarse las comunidades en sociedades clasistas o en parte de ellas, estas
diferencias pueden persistir y, por lo tanto, también sus manifestaciones culturales distintivas.
Podemos resumir las características de las 'subculturas' diciendo que:
1) Conforman el conjunto de manifestaciones culturales correspondientes a los
diversos grupos sociales que se pueden distinguir como partes de una formación económico-
social.
2) La distinción básica de los grupos sociales, manifiesta como subculturas, se
establece en la base material del ser social. Pero incluye las formas culturales tanto de sus
relaciones sociales objetivas y de los objetos que involucra su interacción, como de las
expresiones superestructurales de su conciencia social o de su participación institucional.
Podemos decir que la distinción de partes de una formación social se establece -

estructuración de los elementos del contenido. La forma también implica una ordenación temporal de la
disposición dinámica de los elementos componentes del contenido, conformándose así la estructura como
proceso histórico. Pero el sólo hecho de considerar la dimensión histórica en el desarrollo de la estructura, como
lo hace Pierre-Phillippe Rey, no significa que se adopte una concepción materialista dialéctica, desde que se
mantiene la prescindencia , en el análisis formal de las estructuras, de su correspondencia contradictoria con el
sistema de contenidos que permiten explicar los procesos históricos.
487
De hecho, también la posición en la división social del trabajo es un aspecto definitorio de la posición de
clase, subordinado a las relaciones de propiedad sobre los elementos del proceso productivo. Sin embargo, lo
explicitamos por caracterizar una particularidad de la práctica del ser social que se manifiesta claramente como
subcultura.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 568

metafóricamente hablando - a través de divisiones "verticales", incluyendo desde la posición


común en la práctica del ser social, hasta sus correspondientes formas superestructurales.
Debe advertirse que estas distinciones no pueden ser tajantes, por cuanto uno de los
principales aspectos distintivos de cada grupo social se refiere a su particular forma de
relación con otros grupos y de integración a la totalidad social.
3) Esto último implica que cada subcultura posee singularidades que la diferencian de
las demás, pero comparte, a la vez, diversas formas culturales con aquellas de otros grupos
que integran la misma formación social.
4) Hay que decir que no siempre un grupo social comparte posiciones idénticas en
todos los aspectos de su ser social. Es decir, un grupo que comparte determinadas posiciones
comunes como ser social -y que es diferencialmente identificable como subcultura-, puede
estar
integrado por grupos o parte de grupos que, en otro nivel de relaciones de la práctica social,
mantienen distintas posiciones o interacciones, las que también son culturalmente
diferenciables. Así, por ejemplo, un grupo étnico puede integrar diversas clases sociales; una
clase social puede pertenecer a distintas naciones y una nación estará siempre integrada por
distintas clases.
En cuanto a la cultura "global", podemos decir que está configurada por múltiples
subculturas que la componen. Es decir, en general, la cultura de una sociedad concreta, como
totalidad, es la manifestación fenoménica de la unidad de lo diverso. En ella se expresa y
reconoce, a la vez, lo que diferencia y lo que une en una totalidad contradictoria a los distintos
grupos sociales que la integran.
C) Como es la cultura la expresión fenoménica de la sociedad, ésta se muestra a la
observación como una multiplicidad aparentemente caótica de manifestaciones sensibles. Y
ello es lo que constituye la información empírica que las disciplinas antropológicas o la
arqueología deben ordenar para proceder al análisis e inferencia de la formación social de una
sociedad concreta. Lo cual plantea un problema metodológico básico, cuya respuesta debe
encontrarse en la teoría: ¿ hay un orden objetivo en el caos aparente del fenómeno, en el cual
se puedan fundar criterios consistentes de ordenación?
Al respecto, y de manera general, consideramos que esta heterogénea diversidad de
manifestaciones fenoménicas responde a regularidades objetivas que se establecen en dos
dimensiones:
1) El orden del sistema de contenidos de la formación social al que corresponden,
como expresiones aparentes, las formas fenoménicas de la cultura. Pero ello implica
considerar que se trata de un sistema complejo y dinámico, cuyos elementos y procesos
constitutivos pueden adquirir calidades de contenidos diferentes, simultánea y sucesivamente,
en las diversas relaciones que guardan en diferentes momentos con los demás componentes
del sistema.
2) El grado de desarrollo de las fuerzas productivas, como magnitud esencial a la que
se corresponden las transformaciones fundamentales de la calidad del sistema de contenidos y
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 569

que está dada por determinados sistemas de las relaciones de producción. Tales cambios
fundamentales conllevan las modificaciones más importantes del orden específico de los
contenidos de la formación socioeconómica a que se corresponden las formas culturales.
Con base en estos criterios, se plantea que la extensión espacio temporal de las
unidades de análisis -elementos o rasgos culturales- es relativa y se correlaciona con los
niveles de integridad de los contenidos de la formación social que se busca inferir y explicar.
Sobre la misma base se plantea la sistematización general de los criterios de ordenación de las
formas culturales.
D) Hasta acá, hemos visto las conexiones que muestran las diferencias y unidad básica
de la cultura y la formación económico-social. Una concepción dialéctica, sin embargo, nos
exige la explicación de este complejo sistema de relaciones en su dimensión histórica y
dinámica de una manera más explícita, aún cuando todas las relaciones categoriales
manejadas implican en su formulación la existencia de regularidades del movimiento.
Analizamos este aspecto comenzando por la explicación de la singularidad cultural -
entendida como calidad esencial de la cultura en su propio nivel fenoménico- en el contexto
de la compleja unidad de interacciones que integran la causalidad social. Si la cultura es
singular, tal característica debe ser explicada y un aspecto fundamental de la explicación
científica consiste en el conocimiento de la determinación causal, que es siempre histórica y
multideterminada.
Siendo la singularidad cultural una calidad general, es decir, la cultura en todas y cada
una de las sociedades es singularmente distintiva, consideramos los factores más generales,
estrechamente vinculados, que intervienen en la singularización de las formas culturales y
deben, por lo tanto, ser considerados en su explicación.
1) Singularidad de los contenidos sociales. Los contenidos de la formación social son
esenciales y generales respecto a su propia manifestación concretamente multiforme en la
cultura. Sin embargo, guardan entre sí diversos niveles de esencialidad y grados de
determinación, configurando un sistema de relaciones fundamentales que, respecto a otras
formaciones sociales -aún con el mismo modo de producción como calidad esencial-, presenta
diferencias secundarias que lo hacen singular. La singularidad fenoménica del conjunto de
formas culturales de una sociedad obedece así, en parte, a su correspondencia con esta
singularidad de contenidos socioeconómicos.
La conformación y el desarrollo de estas singularidades del contenido de la formación
social, que tienen carácter general respecto a sus expresiones culturales, deben ser
comprendidos con el contexto de la causalidad de la historia concreta de la sociedad. En parte,
inciden en ellas los condicionantes del medio geográfico, a través de las particularidades que
adquieren la organización técnica del trabajo y el modo de vida, como formas de racionalizar
la explotación específica de los recursos disponibles. Pero los factores de mayor incidencia en
este proceso responden a las particularidades de las sucesivas negaciones de las calidades
sociales que conlleva todo el proceso histórico. Y ello tiene que ver con dos factores que se
condicionan recíprocamente. Por un lado, con las vías de los procesos revolucionarios que
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 570

modifican cualitativamente el modo de producción y, con ello, a toda la formación social. Y


que pueden ser procesos autogenerados o derivados de la interacción entre sociedades con
diversas modalidades. Por otra parte, en la generación de las singularidades de las nuevas
calidades de la formación social, inciden también los niveles de desarrollo y calidades de las
sociedades dialécticamente negadas. Siendo más notable este proceso cuando se conforma
una nueva totalidad socioeconómica integrando a distintas sociedades que, antes de ello, han
tenido desarrollos históricos independientes.
2) Contingencia y causalidad social. En análisis de la causalidad objetiva nos lleva a
considerarla como causalidad completa. Esto quiere decir, aceptando el principio de
concatenación universal, que la causalidad real no comprende sólo a una causa esencial y sus
condiciones necesarias, en la génesis de un efecto determinado. Siempre esa causalidad
suficiente va unida a diversas condiciones contingentes. La causa esencial y las condiciones
necesarias determinan con carácter necesario la generación de un efecto en sus aspectos
esenciales. Y las condiciones contingentes, siempre presentes, se caracterizan porque no
pueden modificar los aspectos esenciales del efecto, ni su ausencia puede anular su
generación. Por ello, el conjunto de condiciones contingentes puede ser muy diverso y ello no
altera el desarrollo de la causalidad fundamental o necesaria. Pero la calidad coyunturalmente
singular del conjunto de contingencias, desde que determina los aspectos secundarios del
efecto, tiene capacidad de definir su singularidad como fenómeno individual. Es este un
problema apasionantemente complejo, pero que no podemos ampliar en esta apretada síntesis.
Volviendo a la sociedad, diremos que, desde que la contingencia es un componente
indisociable de la causalidad, es la que determina de la manera más importante la singularidad
cultural que se da en los niveles secundarios y aparentes del fenómeno social.
En otros términos, podemos decir que la cultura es la configuración multifacética de
efectos de la contingencia que opera en la causalidad social completa. Contingencia que es
relativa al carácter necesario de las leyes que rigen, como regularidades fundamentales, el
desarrollo de la formación económico-social. Contingencia y necesidad son categorías
objetivamente relativas y dependen recíprocamente del nivel de acción de las regularidades
que operan en los distintos niveles de integridad en un proceso.
Entre los factores de contingencia que determinan las singularidades culturales hemos
considerado a los factores naturales del medio geográfico, contingencias históricas internas y
contingencias históricas externas, debidas estas a la relación entre distintas sociedades.
E) Uno de los puntos más importantes para entender las relaciones dinámicas entre la
formación social y sus manifestaciones culturales es -junto con el análisis de la causalidad
social como causalidad completa- el sistema de mediaciones que se establece entre ambos
niveles, interpenetrados, de existencia de la totalidad social. Es lo que nos permite explicar la
dinámica del movimiento social real, en que los cambios que ocurren en ambos niveles no se
corresponden de manera mecánica ni sincrónica, aunque la relación entre las formas culturales
y los contenidos de la formación social, es de correspondencia necesaria.
Se puede afirmar de manera muy general, que la cultura presenta una "relativa
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 571

independencia" respecto a la formación socioeconómica, pero que ésta la "determina en


última instancia"488.
Las categorías de análisis que nos permiten analizar y explicar tal relación dinámica,
son las leyes generales del movimiento o leyes fundamentales de la dialéctica.
1) Correspondencia de calidad y magnitud. La calidad esencial de la cultura, en el
nivel apariencial de lo fenoménico, es su singularidad, la cual corresponde a diversas
magnitudes inmediatas. No obstante, tal calidad fenoménica se corresponde también con la
magnitud esencial del grado de desarrollo de las fuerzas productivas a través de una
complicada red de mediaciones. Básicamente, esto se explica por el hecho de que el
desarrollo de las fuerzas productivas conlleva una ampliación y una diversificación cada vez
mayor de la producción material. Lo cual exige la complejización de las relaciones sociales e
interacciones conductuales y genera un enriquecimiento de los contenidos de la conciencia
social. Así, la calidad singular de la cultura se corresponde con la ampliación de los objetos,
conductas y reflejos sociales, cada uno de los cuales adquiere formas fenoménicas propias y
distintas. Con lo cual, el rango de variabilidad posible de sus combinaciones resulta una
configuración formal irreductiblemente singular, como cultura.
2) Contradicciones. El sistema de mediaciones que une a la cultura y la formación
social, es un complejo y dinámico sistema de contradicciones. Es lo que Lenin llamó,
metafóricamente pero acertadamente, el sistema de "eslabones intermedios" entre lo
fenoménico y lo esencial.
Puede plantearse, también de manera general, que la calidad singular del multifacético
fenómeno cultural, obedece a la contradictoria correspondencia de sus formas con el sistema
general de contenidos esenciales de la formación socioeconómica. Pero ello exige un análisis
al que se puede proceder observando las relaciones contradictorias entre la formas y
contenidos a través de las cuales se eslabonan ambos aspectos de la sociedad en distintos
niveles de integridad.
Es posible entender por qué la configuración cultural guarda una relativa
independencia respecto al desarrollo y cambios de diferente ritmo que poseen las
regularidades de la formación social -en que lo fenoménico llega a ocultar dichas
regularidades a la observación empírica- si se piensa en la complejidad del sistema de
contracciones que media entre ambas. Puesto que, a la vez, son contradicciones diversas que
rigen con distintos niveles de acción, se encuentran simultáneamente en diferentes fases de
desarrollo, se establecen entre elementos con distintas posiciones relativas dentro del sistema
o entre éste y la naturaleza, las luchas de contrarios adquieren distinta intensidad y pueden
resolverse de manera antagónica o no antagónica.

488
Dicho así, a través de un par de socorridos clichés que se emplean para describir las relaciones entre base y
superestructura, se presenta como una afirmación con muy poco contenido. Ello es porque la "relativa
independencia " y la "determinación en última instancia" sólo cobran sentido cuando se investigan y explican en
su específico encadenamiento, las mediaciones que unen, bajo tales relaciones, a los distintos aspectos de la
realidad social. Desafortunadamente no será posible ampliar acá tales explicaciones, que están explicitadas en el
trabajo mencionado y que estamos comprimiendo en este resumen.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 572

3) Negación de dialéctica. El proceso de negación dialéctica de lo viejo por lo nuevo


en la sociedad, nos permite explicar por qué se da una persistencia en las formas culturales
aún cuando ocurren cambios cualitativos importantes en la formación social. La negación
dialéctica implica la destrucción de la calidad de lo viejo, al generarse nuevas calidades
esenciales. Pero no es una destrucción de todos los elementos y procesos que integraban la
vieja totalidad, haciéndola desaparecer para dar lugar a una nueva creación desde la nada.
Tampoco significa que los elementos y calidades secundarias del proceso negado coexistan
con lo nuevo. Los elementos, procesos y algunas calidades de lo viejo, se transforman
incorporándose a una nueva totalidad, cuya calidad y contradicciones fundamentales son
diferentes. Por este sólo hecho, todos los elementos que se han recreado e incorporado a la
nueva totalidad, adquieren nuevas calidades, por lo menos, dada su relación con relaciones
esenciales nuevas y diferentes. Por esto es posible que muchos de los rasgos culturales de las
viejas sociedades persistan, recreándose, manteniendo la singularidad fenoménica que los
distingue a nivel sensible, aunque su calidad determinada por las posiciones y relaciones que
adquieren en el nuevo contexto sistémico, sea diferente. Pero este hecho no se percibe
sensorialmente, sino que se pone en evidencia a través de la inferencia racional.
F) La sociedad como totalidad concreta. En las líneas precedentes hemos reseñado de
manera más o menos enumerativa los diversos tipos de relaciones que guardan los distintos
aspectos de la sociedad, para poder entender lo que diferencia al conjunto de fenómenos que
conforman lo que denominamos cultura de las regularidades de la estructura y causalidad
esenciales y generales de toda la sociedad que han sido teorizadas y designadas bajo el
concepto de formación económico social. Pero, a la vez, habremos podido apreciar que en
cada tipo de relación que distingue a ambos aspectos de la sociedad, se manifiesta la necesaria
e insoluble unidad de los mismos.
Para comprender los diversos vínculos y regularidades de determinación, diferencia y
unidad, estructura y secuencia causal que operan en el proceso social objetivo, es necesario
descomponerlo analíticamente, a través de la abstracción, en sus relaciones más simples. Sólo
a partir de ello podemos acceder a la comprensión de la complejidad real y unitaria de la
sociedad. Del mismo modo, la exposición de los resultados de tal investigación sólo puede
hacerse comprensible y comunicable formulando de manera sucesiva las diversas
abstracciones realizadas en el análisis. Y así hemos procedido, viendo primero las relaciones
más simples: forma-contenido, singular-universal, fenómeno-esencia, todo-partes, causa-
efecto, necesidad-contingencia, posibilidad-realidad, contradicción, calidad-magnitud,
negación, etcétera. Luego, se pueden apreciar los vínculos que se entretejen entre estos
distintos tipos de relaciones.
Sin embargo, la sociedad, como cualquier proceso real, es una totalidad concreta.
Objetivamente, esta categoría se refiere al hecho de que ninguna de las diversas y múltiples
relaciones que conocemos por abstracción y de manera analítica, existe independientemente
de las demás. Todas ellas conforman un sistema de regularidades objetivamente unitario. Eso
es lo que refleja el principio de la unidad material del mundo o de concatenación universal,
que son en realidad las dos caras de la misma moneda. Materialmente, la categoría de
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 573

totalidad concreta significa que todas las relaciones que podemos abstraer y formular como
categorías o leyes generales -es decir, que operan en todos y cada uno de los procesos reales-
se encadenan de una manera específica en cada proceso real y en cada momento histórico. Por
ello, la realidad social concreta es un proceso unitario y único y debe llegar a conocerse
como tal.

2 . Cultura, conciencia y psicología social.

En el capítulo precedente nos hemos referido de una manera muy general y sintética a los conceptos de
ser social y superestructuras, cuya diferencia y unidad se expresa en la categoría de formación
económico-social. Tal diferencia coincide, de manera aproximada -aunque no en el contenido de su
formulación teórica-, con la distinción que tradicionalmente se ha establecido en la antropología entre
"cultura material" y "cultura espiritual". Acá nos detendremos un poco más en un aspecto específico
de la relación entre ser social y sus correspondientes formas estructurales de reflejo subjetivo.
En particular, nos interesa mostrar la importancia que tiene la materialidad de la
cultura -como conjunto de formas fenoménicas de existencia de ser social- en la
conformación de la conciencia social y, en general, de la llamada sicología social.
La explicitación de las conexiones entre las posiciones estructurales de las clases en
torno al modo de producción y demás relaciones objetivas que, como grupos humanos,
establecen en la práctica del ser social, y la conformación de su subjetividad como un factor
relevante en el condicionamiento de la conducta social, que es un aspecto bastante descuidado
en las teorizaciones sociológicas, desde la perspectiva marxista. Uno de los pocos autores que
se ha ocupado especialmente del problema, aunque de manera poco sistemática pero
persistente, ha sido Gramsci. De cualquier manera existe al respecto un relativo vacío que a
dado espacio a una corriente que ha llegado a convertirse en moda, y que intenta
compatibilizar el psicoanálisis con el marxismo489 .
Queremos aclarar que no es nuestra intención la de "sicologizar" el análisis social y
menos a través de tal clase de engendros eclécticos, que sólo son concebibles desde un
manejo superficial, si no necesariamente del sicoanálisis, con seguridad sí del marxismo.
Cuando se plantea el problema de la complejidad de las relaciones entre base y
superestructura, se recurre con frecuencia a la frase de Engels, escrita en carta a J. Bloch (21-
22/XI/1890) "...según la concepción materialista de la historia, el factor que en última
instancia determina la historia es la producción y reproducción de la vida real".
Pero también, con frecuencia, el recurso a la "determinación en la última instancia" ha venido

489
Como toda moda intelectual, se manifiesta en proposiciones de desiguales niveles, desde las superficiales y panfletarias a
las más pedantescamente elaboradas. Y hay también tras ellas diversas intenciones: desde la búsqueda de coherencia hasta el
más pedestre oportunismo, muy atento a las modas del mercado.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 574

a sustituir la explicación de cómo se da ese específico sistema de mediaciones entre la base y


la superestructura, a través de las cuales las determinaciones de mayor nivel de acción de la
estructura económica y el ser social generan determinados efectos en las superestructuras, y
de las cuales éstas actúan recíprocamente en la reproducción de aquel.
No pretendemos teorizar aquí la relación base-superestructura, tarea compleja y
pendiente de mayores desarrollos por parte del marxismo. Sólo nos interesa hacer resaltar un
aspecto de esa relación, en el contexto de la concepción materialista de la historia y que tiene
relevancia para entender los problemas particulares a que se refiere nuestro estudio. Se trata,
reiteramos, de comprender cómo las formas concretas de existencia del ser social, manifiestas
como "cultura material" inciden en la formación del reflejo superestructural subjetivo que es,
a su vez, un componente inseparable –y, además, necesario en la explicación- de la conducta
social, a través de la cual se reproduce el ser social.
Conceptualmente, entendemos a la sicología social como el conjunto de procesos
subjetivos que integran la conducta de los grupos humanos que comparten características
comunes como ser social. Aunque, de hecho, la sicología social como disciplina científica
incluye necesariamente en su objeto de estudio a la conducta social como totalidad, ya que
sólo en ese contexto global se expresa objetivamente y puede ser explicado su aspecto
subjetivo.
La incidencia de los aspectos culturales de la sociedad en la conformación de la
sicología social ha sido considerada de diversas maneras por los distintos autores que se han
ocupado del problema. Sin embargo, hay diferencias en su conceptualización debidas también
a la ambigüedad o arbitrariedad en el manejo de concepto de cultura, según las connotaciones
que a éste se otorgan. La consideración del aspecto cultural se muestra, por ejemplo, en el
hecho de que la mayoría de los autores hacen referencia a la "sicología nacional", como una
particularidad de la existencia de la sicología social.
Chesnokov, concibe a la sicología social como el primer grado o "peldaño inicial de la
conciencia social, derivado directamente del ser social". E incluye en ella tres elementos
esenciales, conformando una unidad, que son: a) "...las ideas y representaciones engendradas
por el conjunto de las condiciones de vida de la clase y de la sociedad toda, así como también
las ideas que se han recibido de las generaciones anteriores y que los hombres aceptan como
propias" b) "...los sentimientos, las tendencias y los estados de ánimo que caracterizan a la
clase o grupo social, expresan las actitudes emocionales de la clase o grupo frente a otros
grupos y condiciones sociales, e inducen a las personas a conducirse de cierto modo." y, c)
"las tradiciones, los usos y costumbres, los hábitos que constituyen una fijación 'material' de
las ideas y sentimientos de las clases y grupos sociales..." (Chesnokov, 1966: 332-333). Y
define a la cultura como "...el conjunto, históricamente condicionado, de hábitos,
conocimientos, ideas y sentimientos de los hombres, así como su fijación y materialización en
la técnica de la producción, en los servicios públicos, en el nivel de instrucción del pueblo y
los institutos que reglamentan y organizan la vida social, en los resultados de la ciencia y de la
técnica, en las obras de la literatura y del arte" (Idem: 417).
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 575

Por su parte, autores que se ocupan específicamente de la sicología social, como


Predvechni y colaboradores, destacan la importancia del medio social concreto en la
conformación de la personalidad. Afirman que "El concepto de medio social designa la
peculiaridad concreta de las relaciones sociales en una etapa determinada de su desarrollo. De
este modo se distingue del concepto de formación económico-social y lo completa. El
concepto de medio social no caracteriza la esencia de las relaciones sociales, sino su
manifestación (Predvechni et. al., 1977: 37). Señalan que el concepto de medio social "es
ampliamente utilizado por la sociología y la psicología social burguesa de hoy...", Criticando
el hecho de que "...lo entienden preferentemente como medio cultural, sin conectarlo con la
actividad productiva de los hombres, con la estructura socio-clasista de la sociedad lo cual
hace, en última instancia, que la interpretación del medio social en la formación de la
personalidad sea idealista"490 . Los citados autores establecen, además, otra mediación entre
medio social y personalidad, a través de la categoría de "modo de vida" de la personalidad,
entendida como "el conjunto de relaciones prácticas" de la personalidad con el medio social.
Resumen su planteamiento al respecto diciendo que "la formación económico-social, por
consiguiente, en su plasmación histórica, demográfica, geográfica y étnica forma un medio
social determinado y, consiguientemente, un modo de pensar y de sentir. En consecuencia,
formación económico-social - medio social - modo de vida - personalidad, tal es el esquema
básico del proceso de penetración de las relaciones sociales en las relaciones del hombre con
otros hombres, de la sociedad en lo individual, la vía por la que se realiza la socialización de
la personalidad" (Ibídem).
Nos hemos extendido un tanto en estas referencias para destacar la importancia de las
formas concretas de la existencia social, regida por regularidades generales, en la
conformación de la personalidad humana y su subjetividad, aunque no formalizamos el
problema con los mismos términos. Al formular el concepto de cultura, lo que hemos hecho
es precisamente explicar sus conexiones con las regularidades esenciales que connota la
categoría de formación económico-social y con las cuales integra una totalidad concreta
unitaria. Acá, lo que pretendemos, desde nuestra formulación, es mostrar cómo interviene la
cultura en la conformación del reflejo subjetivo, considerando como sujetos a los grupos
humanos que comparten aspectos comunes en la práctica del ser social.
La premisa fundamental en que se sustenta nuestra exposición es la afirmación de que,
en la materialidad objetiva del ser social, todas las actividades y relaciones sociales, así
como los objetos que involucran todas las prácticas humanas presentan, en cada sociedad o
grupo social, una concreción fenoménica que ostenta formas propiamente culturales. Es
decir, la cultura existente materialmente, objetivamente en relación con la conciencia social,
como conjunto de manifestaciones fenoménicas concretas del ser social.
A partir de ello, veremos cómo incide la materialidad de la cultura en la formación del
reflejo social, como conciencia y afectividad y, en general, en la sicología social como efecto
y condicionante de la conducta social.

490
Idem: 40 (subrayado mío). Cabe decir que, de lo expresado, puede deducirse un carácter empirista o
reduccionista de las interpretaciones “burguesas”, pero no necesariamente su carácter idealista.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 576

A. La conciencia o reflejo social.


Los términos que se usan para designar a esta esfera de la vida social (superestructura
ideológica o conciencia social) con insuficientes para denotar su contenido que es, en
realidad, mas amplio. Es cierto que en algunos autores restringen el concepto a las formas y
contenidos específicamente ideológicos del reflejo conciente. Pero, de hecho, la mayoría de
los investigadores incluyen diversas formas del reflejo social como la ideología, ciencia,
sicología social, etc.
Expondremos el contenido que otorgamos al concepto, partiendo de las dos formas
básicas del reflejo subjetivo de la realidad consideradas como formas sociales de reflejos que,
prescindiendo de las múltiples diferencias de personalidades individuales, corresponden a los
contenidos de la práctica común de un grupo humano que comparten diversas características
similares de su ser social.
1. Reflejo cognitivo.
Es al que se refiere con propiedad el término de conciencia social. Debe tenerse en
cuenta que, como todo reflejo consiente, es un efecto generado por las propiedades de la
existencia real. Sin embargo, el reflejo puede correspondes adecuadamente o no a las
propiedades del ser. En este caso, las propiedades del ser social y las condiciones en que se
desarrolla su praxis. Esta diferencia entre conciencia y ser, que no son idénticos permite
entender, en teoría el conocimiento, el error. Y, en el proceso social, la falsificación
ideológica de la realidad.
Se pueden distinguir, en lo general, dos niveles de la conciencia social cuyos límites
son recíprocamente relativos:
1.1 Conciencia habitual es el nivel de conocimientos que se originan a partir de la
experiencia de la práctica social cotidiana. Su forma es básicamente empírico-espontánea491.
Sus contenidos son reflejos de la inmediatez sensible y del razonamiento elemental acrítico.
Es el mundo de la seudoconcreción492. Se estructura sobre la base de la lógica asociativa del
"sentido común" (generalización básica por analogía, contigüidad, oposición). Los
argumentos que refuerzan los juicios son de autoridad (están contenidos en la tradición, son
aceptados por la mayoría, son emitidos por una personalidad reconocida) o de su seudo
evidencia empírica (colección de hechos unilateralmente seleccionados). El criterio de verdad
es pragmático: el conocimiento se considera verdadero cuando no entra en contradicción con
la práctica cotidiana restringida. Como concepción de la realidad, agrupa un conglomerado de
estereotipos, representaciones simplificadas de la realidad que permiten la comunicación
convencional y liberan al individuo de la necesidad de reelaboración creativa de sus
conocimientos. El estereotipo, como el prejuicio, es aceptado y creído. Como su origen es

491
Véase la caracterización del conocimiento empírico que se hace en el libro Metodología del conocimiento
científico, por un colectivo de autores de las Academias de Ciencias de la URSS y Cuba.
492
Según la acepción que otorga a este concepto K. Kosik.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 577

exterior a la crítica conciente del individuo, puede provenir de la tradición o ser una
invención actual, puede ser creado por el grupo o ser impuesto por otros.
En relación a la conciencia habitual hay un punto central que nos interesa destacar: la
inmediatez sensible, el punto de partida del conocimiento de la realidad, está dominada por la
percepción de la concreción fenoménica o aparencial de la realidad. Y en el caso de la
realidad social, las formas que ésta presenta como concreción sensible -apariencia
fenoménica- es precisamente el conjunto de formas singulares que caracterizan a la cultura.
La conciencia habitual refleja el mundo de las formas, colores y texturas de las cosas,
en todos los productos de la transformación material, de los diferentes objetos con los cuales,
y a través de los cuales, los seres humanos se relacionan; de los olores de las comidas, de los
combustibles y de los perfumes; de la lengua y sus modalidades y los acentos del habla; de las
formas objetivas de saludarse; de las normas de etiqueta, de las convenciones del cortejo o de
los rituales religiosos; de las conductas particularmente convencionales en general; del oír y
repetir los refranes populares, con toda su sabiduría y todos sus prejuicios; de los juicios
ideológicos aceptados sin crítica, etc.
Importa señalar que, entre los contenidos de la conciencia habitual como conciencia
cultural, se cuentan no solo los productos del trabajo humano, sus conductas y sus
pensamiento estereotipados, sino también los diversos aspectos naturales -no determinados en
sus formas y propiedades básicas por el hombre- que constituyen condiciones inseparables de
la vida social y objetivos de percepción cotidiana. Nos referimos a las características raciales
del fenotipo humano y las características del medio geográfico en que se desarrolla su
actividad. Hay que indicar igualmente que, si bien la conciencia habitual se forma en la
práctica cotidiana del ser social, los contenidos que se acumulan en ella como memoria
colectiva y cultural, no son sólo los reflejos de la vida estrictamente cotidiana o de los hechos
que, aun siendo esporádicos, se dan con cierta regularidad socialmente prevista. También se
incorporan algunos hechos, naturales o históricos, extraordinarios: el terremoto del año tanto
o el tiempo de la guerra tal.
Así, todos los contenidos de la conciencia habitual, acumulados en la memoria
colectiva, reflejan la realidad social bajo sus formas culturales aparentes, bajo las formas
singularmente culturales de la materialidad en que se desarrolla la práctica del ser social. El
reflejo de lo concreto sensible, el primer nivel de conocimiento del grupo social -para todo el
que nace y aprende a vivir en él, como para el extraño que lo observe- es el reflejo de su
singularidad cultural, configurada por la multiplicidad de sus manifestaciones objetivas.
Además, los prejuicios, estereotipos y lugares comunes constituyen elementos estructuradotes
que condicionan las formas culturales del reflejo cognitivo en cuanto a la selectividad
perceptual, esquemas de referencia organizadores del conocimiento, etcétera.
El seno de una sociedad internamente diferenciada en grupos caracterizados por su

posición en el sistema de relaciones de producción, en la división social del trabajo, por su

origen histórico/geográfico, por su género y otras variables objetivas, es claro que las formas
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 578

y contenidos culturales de la conciencia habitual se corresponden con las particularidades de

la práctica y materialidad del ser social que tales diferencias sociales condicionan.

Corresponden a las "subculturas" de una cultura global. Pero, como las mismas bases

objetivas que los diferencian son las que los unen en una totalidad social, comparten muchos

elementos en común, además de los estereotipos impuestos por las clases dominantes a través

de diversos mecanismos institucionales.

1.2 La conciencia reflexiva es un conocimiento que supera el nivel de la conciencia


habitual en su forma empírico-espontánea. Implica la destrucción analítica de la
seudoconcreción, a través de procesos de abstracción activamente críticos de la concreción
sensible. El contenido real adquiere las formas de los conceptos y explicaciones resultados de
la reflexión nacional y se estructura en base a argumentaciones lógicas. Es la esfera de la
ideología y la ciencia.
Desde luego que hay niveles de profundidad y amplitud de la conciencia reflexiva. En
el primer sentido, la distinción respecto a la conciencia habitual marca dos calidades básicas
generales dentro de un rango de variabilidad social relativamente continuo. La amplitud se
refiere a las áreas de la realidad social, objetivos del conocimiento, que son concebidas
reflexivamente. En cada individuo o grupo puede haber grandes desniveles en cuanto a las
diferentes áreas del conocimiento: el biólogo o el físico que conoce racionalmente en
profundidad los objetos de su disciplina específica y cuya concepción sociopolítica no escapa
de los más burdos estereotipos, o el político que conoce con lucidez los problemas
económicos y contradicciones institucionales, pero en su vida familiar o sexual actúa de
acuerdo a las concepciones vulgares de la conciencia habitual. Podemos hablar de grados de
congruencia de la conciencia social en relación a la amplitud de contenidos que son
integrados en un determinado nivel de la misma.
A diferencia de la conciencia habitual, no todos los individuos de un grupo social
acceden a niveles superiores de la conciencia reflexiva y no todos alcanzan los mismos grados
de congruencia en este nivel. En gran medida el desarrollo de la conciencia reflexiva es
resultado de las necesidades de especialización en la división social del trabajo que requiere el
desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones socio-históricas de producción.
Buena parte de los conocimientos generados por la conciencia reflexiva se socializan
incorporándose como contenidos de la conciencia habitual. La elevación progresiva de los
niveles de la conciencia social de las masas responde a las exigencias de la práctica social en
el seno de formaciones socioeconómicas cada vez más complejas. El desarrollo de las
capacidades reflexivas, como fenómeno general, encuentra probablemente sus puntos más
elevados en el contexto de los procesos revolucionarios que involucran a la totalidad de una
población en la necesidad de enfrentarse a situaciones vitales nuevas de manera creativa.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 579

Como es sabido, el nivel de conciencia predominante en el seno de una clase,


conciencia habitual o reflexiva, establece la diferencia entre "clase en sí" y "clase para sí".
Entre la clase social que sólo es capaz de demandar reivindicaciones inmediatas o aquella que
está en capacidad de proponer proyectos económico-políticos alternativos al mayor alcance.
Queremos señalar de paso que, en tanto formas lógicas de conciencia reflexiva, no
concebimos a la ideología y la ciencia como formas esencialmente diferentes. Las diferencias
entre ellas, que pueden llegar a derivar en contradicciones antagónicas, son históricas:
dependen de las posibilidades históricamente determinadas de congruencia. El carácter
ideológico del conocimiento se refiere a su correspondencia con los intereses de una clase
social, mientras que el carácter científico tiene que ver con la corrección de su estructura
sistemática y la correspondencia con las propiedades de los fenómenos reales reflejados. En
este sentido, no siempre ideología y ciencia se excluyen necesariamente. Es más, desde el
punto de vista marxista, a los intereses de la clase social que puede transformar a la compleja
sociedad actual en una sociedad sin clases, corresponde necesariamente una concepción de la
realidad del máximo nivel posible de objetividad y que sólo puede generarse a través del rigor
sistemático de la ciencia. Se requiere, para responder a los intereses objetivos de la clase, la
mayor congruencia e identificación entre la ideología y la concepción científica.
2. El reflejo afectivo.
El conocimiento no es la única forma de reflejo humano subjetivo de la realidad. La
afectividad, como la conciencia, es un sistema complejo de reflejos diferentes pero
estrechamente vinculados a la cognición, en que se manifiesta el estado del sujeto en relación
a los diversos objetos o situaciones reales.
El reflejo afectivo -emociones, sentimientos- expresa de qué manera los diversos
objetos (incluyendo desde luego otros individuos o grupos) afectan al sujeto. Y ello tiene que
ver con la relación que hay entre los objetos y las necesidades del sujeto
Es muy amplia la variedad de necesidades humanas así como los objetos que permiten
su satisfacción y los vínculos que los seres humanos establecen entre sí para proporcionarse
esos objetos o situaciones satisfactorias. En términos sociales, hay dos conjuntos de
necesidades básicas estructuradoras de las distintas modalidades de relaciones sociales: por
una parte, la reproducción económica de las condiciones materiales de vida y, por otra, la
reproducción biológica de la especie. En torno a las segundas se establecen las relaciones de
filiación y parentesco493 .
Hay que anotar que, si bien existe una serie de necesidades elementales de
subsistencia, sobre esa base y la de las formas a través de las cuales los grupos humanos se
organizan para satisfacerlas, se desarrolla ampliamente en cantidad y calidad la variedad de
objetos y posibilidades de satisfacción. Ello genera, a su vez, nuevas necesidades,
individuales y sociales, en correspondencia con el desarrollo de las fuerzas productivas y la
complejidad de las relaciones sociales orientadas a su satisfacción.

493
Véase esta distinción en Meillassoux, 1977.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 580

Las necesidades básicas o suntuarias y el volumen y calidad de objetos satisfactores,


dependen del grado de desarrollo histórico de la sociedad. Por otro lado, en las formaciones
socioeconómicas clasistas, los niveles de necesidades y las posibilidades de su satisfacción,
así como el volumen y calidad de los bienes necesarios para ello, dependen de la posición de
clase que se tenga dentro del sistema. Respecto al primer punto, una aqlla en el incario
(artesana esclava) tenía mayor variedad de necesidades y volúmenes de consumo que un
cazador batswa del Kalahari. Los campesinos y obreros de Centroamérica luchan hoy por no
morir de inanición y falta de atención médica o por conseguir trabajo, mientras que los
campesinos y obreros polacos, satisfechas ya estas necesidades, luchan por la elevación de los
niveles de consumo, la reducción de las jornadas de trabajo o la mayor participación en las
decisiones administrativas que les afectan. Respecto al segundo punto, en cualquier sociedad
capitalista, el volumen, calidad y condiciones de los satisfactores que requiere un campesino,
un obrero, un intelectual o un burgués son diferentes. En síntesis, las tensiones y expectativas
que generan las necesidades varían y arrancan siempre de los niveles habituales de
satisfacción de cada grupo, según el desarrollo sociohistórico de la formación social o según
la posición que se tiene dentro de ella.
En este sentido, los diversos objetos y fenómenos tienen significaciones determinadas
para los sujetos: adquieren determinados valores. En los extremos polares de los valores
positivos y negativos (pueden ser neutros o ambivalentes) generan vivencias afectivas
agradables o desagradables, provocando posiciones de aceptación o rechazo y actitudes de
acercamiento o evitación/agresión. También los estados afectivos pueden tener diversos
tonos en el rango de la tensión-distensión o excitación-relajamiento. Y pueden ser estados
más o menos pasajeros o permanentes (emoción-sentimiento).
La consideración de los reflejos afectivos, bastante descuidada en la sociología, y aún
en la ciencia política, tiene especial relevancia para comprender algunos aspectos importantes
de la teoría social, en particular de la lucha de clases en las diversas esferas de la vida social.
De otro modo no podrían entenderse conceptos básicos como el de "interés de clase". La
diferencia de los intereses de clase radica en el hecho de que, dada la diferente posición en el
sistema de relaciones de producción, la relación con diversos aspectos de la realidad y la
manera en que éstos afectan a cada clase es objetivamente diferente. Así, aunque un
fenómeno como objeto de conocimiento sea el mismo, afecta y tiene una significación
afectiva distinta para los distintos sujetos sociales. Un alza de precios, por ejemplo, es
vivenciada de manera diferente por quienes realizan la plusvalía en condiciones más
ventajosas que por quienes ven con ello reducidas sus posibilidades de consumo. O un desfile
militar conmemorativo no es afectivamente reflejado de igual manera por parte de quienes
detentan el poder, que pueden vivenciar desde un sentimiento de seguridad hasta una emoción
"patriótica" que por aquellos que perdieron algún familiar asesinado por el ejército y que
vivenciarán desde el dolor a la indignación, la impotencia y la inseguridad. Y de ello se
derivarán actitudes políticas que pueden ser radicalmente opuestas.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 581

3 . "Etnicidad", cultura y clases.

En este punto queremos exponer una proposición central de este trabajo. Y es la de que las
categorías de cultura y clase social, en su definida correspondencia, permiten entender los
distintos niveles de integridad social en que quedan comprendidos los diversos aspectos de la
realidad que han sido objeto de las discusiones sobre lo "étnico" y "lo nacional". Por lo tanto,
proponemos que las categorías de clase social, como posición fundamental determinante de la
participación de un grupo social en las diversas instancias de la formación socioeconómica, y
cultura, como singular conjunto de efectos de su desarrollo histórico y manifestación de sus
formas concretas de existencia e integración a la estructura nacional, son las categorías
básicas que nos permiten teorizar coherentemente la particularidad de las situaciones étnico-
nacionales. Ello supone que las categorías de cultura y clase social -en el contexto de la
formación social- han sido adecuadamente formalizadas en la teoría. Respecto a lo cual
pretendemos haber avanzado al precisar de manera explícita el contenido conceptual que
otorgamos a la categoría de cultura y que constituye el antecedente en que se fundamenta
nuestra posición particular frente a las "cuestiones" étnica y nacional.
Sostener que tales categorías permiten explicar las situaciones étnico-nacionales, exige
aclarara algunos problemas. En primer lugar, es necesario determinas cuáles son los aspectos
de la realidad a que se refieren las discusiones sobre "lo étnico". Y, principalmente, constatar
si tal problemática refleja aspectos de la realidad de los cuales sea necesario dar cuenta. Esta
necesidad derivaría del hecho de tratarse de problemas objetivos, reales, y que se encuentren
inadecuada o insuficientemente tratados. En segundo lugar, si esto es así, debemos mostrar de
qué manera y en qué término nuestra propuesta permite avanzar la explicación teórica de tales
aspectos en la realidad, contribuyendo al menos a una mayor precisión y coherencia lógica de
su formulación en el contexto general del sistema conceptual del materialismo histórico. De
estos problemas nos ocuparemos en el presente capítulo y en el siguiente.

3.1 "Etnicidad" o reproducción de la identidad diferencial.


Nos parece pertinente iniciar la discusión acerca de "lo étnico" a partir de la distinción que
establece Díaz-Polanco entre la etnicidad y etnia, en un artículo que propone una nueva
orientación general de la problemática, respecto a las formas como ha sido tratada en nuestro
medio, tanto por la "antropología tradicional" como por la "tradición marxista"494. Nos
interesa precisar hasta qué punto y en qué términos compartimos sus planteamientos como un
punto de partida en el desarrollo de estas investigaciones sobre la "cuestión" étnica.
Al respecto, el autor citado:
A) Critica acertadamente las posiciones del indigenismo oficial y del etnopopulismo
que, bajo el supuesto de que lo étnico y la posición de clases son fenómenos de distinto
"orden", los vinculan arbitrariamente o rechazan explícitamente o de hecho la posibilidad de
494
Héctor Díaz-Polanco: “Etnia, clase y cuestión nacional”. Cuadernos Políticos, nº 30, México, 1981.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 582

analizar la situación de los grupos étnicos o indígenas desde la perspectiva de su posición o


inserción en la estructura y lucha de clases. Nos parece importante esta crítica, pues el
etnopopulismo -convertido ya en política estatal- ha llegado al extremo de la utopía
reaccionaria pretendiendo que sería una reivindicación de los grupos étnicos la restauración
de su "pureza original", desde la cual podrían "reiniciar" su desarrollo verdaderamente
autónomo y autóctono. Lo cual implica la necesidad de descontaminar -por obra y gracia de
un estado paternal- a estos idílicos pueblos de las nefastas influencias de la "cultura
occidental". Y entre éstas, claro está, de las posibles influencias de la ideología marxista,
teoría indiscutiblemente "occidental", ajenas en su origen al pensamiento vernacular indígena.
B) Critica también las posiciones de un marxismo simplista y dogmático que niega la
relevancia del fenómeno étnico, pretendiendo que todo el problema es reductible al análisis de
clases.
C) Aceptando el carácter fundamental de la estructura de clases, aclara que todo
grupo social -étnico o no- tiene posiciones de clase. Reconoce, a la vez, la existencia de una
"dimensión" o nivel de existencia de clases, que no se reduce estrictamente a los aspectos
económicos: la etnicidad. Como señala al distinguir los que para él serían grupos étnicos de
los que no lo son: "otros grupos sociales, sin dejar por ello de poseer su propia etnicidad,
desarrollan formas distintas de identidad al enfatizar dimensiones de otro 'orden'. Lo étnico,
por consiguiente, no es un elemento extraño (o incompatible con) lo clasista; y los grupos
étnicos no pierden por ser tales su carácter y raíz de clase" (op. cit., p.58)
Concordamos con Díaz-Polanco, desde luego, en que lo fundamental de la existencia
y, por lo tanto, de la explicación que hagamos de las características de cualquier grupo social
es su carácter de clase su posición en el sistema de relaciones sociales d producción. También
concordamos en que la comprensión de la existencia real de los grupos sociales no se reduce a
su participación en los procesos económicos del modo de producción y que existe una
"dimensión" o "nivel" mas amplio de la existencia de las clases y que es común a todas las
clases sociales, se les considere o no como grupos étnicos. Es lo que el llama "etnicidad".
Creemos sin embargo, que ese concepto de "etnicidad" es aún ambiguo y merece ser
explicado con mayor amplitud. Veamos cómo considera nuestro colega el concepto: "es
probable que la mayoría de los autores estén de acuerdo en definir lo 'étnico' (o la etnicidad)
como un complejo particular que involucra, siguiendo formas específicas de interrelación,
ciertas características culturales, sistemas de organización social, costumbres y normas
comunes, pautas de conducta, lengua, tradición histórica, etcétera. Pueden concebirse diversas
variantes respecto a esta definición, especialmente por lo que se refiere a los 'factores' que se
hacen entrar en juego. Pero en lo fundamental puede decirse que lo étnico consiste en las muy
variables formas en que se articulan y estructuran concretamente tales elementos de orden
sociocultural." (op. cit., p. 57, subrayados nuestros). Y afirma que " no es congruente atribuir
la cualidad étnica exclusivamente a ciertos grupos o conjuntos sociales. En el fondo, ello
equivale a reducir la etnicidad a ciertas formas específicas de las mismas; y a sostener que
existen grupos socioeconómicos que no poseen tradición, sistemas culturales y normativos,
formas de organización, etcétera, comunes. Lo adecuado sería admitir, en nuestra opinión, que
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 583

todo grupo social constituido posee su etnicidad propia." (Ibidem).


Ahora bien, si aceptamos que en la realidad existe esa dimensión o nivel de existencia

de toda clase o grupo social que Diaz-Polanco está llamando "etnicidad", y que ésta consiste

en una particular configuración de características o aspectos comunes que pueden llamarse

"factores" o "elementos" de la etnicidad, nos parece que se plantea la necesidad de avanzar

proposiciones que contribuyan a precisar cuáles son esos factores componentes o

condicionantes de "lo étnico". En otras palabras, de definir cuáles son los factores que inciden

en la conformación de esa "dimensión" que, siendo común a todas las clases y sectores

sociales, permite explicar también ese "orden" de fenómenos que tradicionalmente se ha

considerado como una especificidad de los grupos étnicos. Con ello dispondremos de

elementos de juicio para discutir el concepto de "etnicidad" y entender de qué manera puede

ser replanteado.

Por lo demás, la importancia que le otorgamos a la necesidad de definir tales factores


es, en lo inmediato, metodológica. La categorización de los "factores de la etnicidad" nos
deberá auxiliar en la sistematización de una metodología para el análisis de situaciones étnico-
nacionales concretas. De allí, la abstracción analítica nos podrá conducir a síntesis
interpretativas de las realidades sociohistóricas en que se desarrollan las prácticas políticas a
las que sirve el conocimiento de la concreción real. Al respecto, queremos apuntar algunas
sugerencias intentando ordenar los diversos criterios que se han propuesto en torno a la
definición de "lo étnico". Aclaramos que, sólo para este efecto, usaremos provisionalmente el
término de "etnicidad", a reserva de que posteriormente restringiremos su uso a situaciones
particulares. Ya nos hemos referido antes a esta variables, aunque de manera más general
como factores de singularización cultural495. De hecho, de lo que se trata es de explicar una
comunidad de rasgos que identifican la particularidad de los grupos sociales,
independientemente de las situaciones en que se comparten las mismas posiciones de clase
con otros grupos, o de que el grupo mismo se encuentre internamente dividido en clases. Por
ello los trataremos como factores de identificación diferencial o factores de reproducción
diferencial de la identidad social, implicando la participación de características comunes a un
grupo social -en diversos niveles de integración- y que conforman una causalidad histórica
que permite la reproducción social del mismo como una unidad cambiante pero distintiva.

Los factores de reproducción diferencial de la identidad social.


495
“Causalidad social y singularidad cultural” (En: Bate 1978, cap.. 4)
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 584

Distinguiremos, de manera general, los factores histórico-naturales y los factores


sociohistóricos.
A. Factores histórico-naturales. Nos referimos a aquellos fenómenos cuyas
propiedades básicas aparentes no están determinadas por la práctica social, si bien ésta
interviene en ellos modificándolos en cierto grado. Y su reproducción e incidencia en la
conformación de las formas culturales está mediada por las relaciones sociales de filiación o
de producción.
A.1. Comunidades raciales. Se trata de las características heredadas genéticamente del
tipo físico humano. El hecho de que en el seno de un grupo humano se establezcan relaciones
interpersonales específicas implicará que, a través de las relaciones de filiación que los
vinculan, se desarrollen determinadas combinaciones genéticas a través de las cuales se
reproducen características más o menos particulares del tipo físico, como el color de la piel o
del pelo, forma de los ojos, de las narices, promedio de estatura, etc. Las mezclas de
características raciales evidenciarán así mismo los contactos sociales con otros grupos y el
comportamiento social en cuanto a los grados de apertura de las relaciones de filiación que se
han dado a través de esa comunidad.
A.2 El medio geográfico. Se refiere a las particularidades del territorio en el cual se
han desarrollado la producción material y la vida social del grupo. En buena medida -aunque
en diversos grados a través de la historia- las características climáticas, configuración
morfológica, constitución geológica, disponibilidad de recursos bióticos y otras propiedades
naturales del medio ambiente, han condicionado las orientaciones del desarrollo de las fuerzas
productivas de la sociedad, así como las opciones culturales realizadas en los productos de la
transformación material de la naturaleza a través del trabajo. Nos parece que la consideración
de este factor como condición natural de la producción en su relación con las fuerzas
productivas, como ha sido formulada por Borojov, debe ser considerada como un aporte
teórico a ser tomado en cuenta en cuenta496.
B) Factores sociohistóricos. Nos referimos a los distintos factores que han incidido
históricamente, en el contexto de la causalidad social, en la conformación de la cultura actual,
como manifestación indicadora de la individualidad social. Hemos incluido también, entre
esos factores, a la cultura misma, pues si bien es la única expresión de la existencia actual en
un grupo social en que se manifiesta el efecto singular de la interacción de factores históricos,
las tradiciones culturales del pasado deben contarse entre éstos. Insistimos, además, en el
carácter singularmente distintivo de un grupo social, siempre actual, de la cultura.
B.1. Unidad original de sistema socioeconómico. El hecho de que un grupo humano
llegue a compartir diversas modalidades particulares de lengua, normas de conducta, símbolos
culturales, etcétera, solo pueden darse en tanto se han relacionado y comunicado
materialmente en el seno de una sociedad determinada. Y si ese grupo ha sobrevivido y se ha
reproducido, es porque debieron participar, en principio, del sistema de relaciones de
reproducción del modo de reproducción de esa sociedad. Según la calidad de ese modo de

496
Ver B. Borojov: Nacionalismo y lucha de clases.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 585

reproducción, en correspondencia con rangos de desarrollo de las fuerzas productivas, los


miembros de dichas sociedades pudieron estar organizados en diversas formas históricas de
comunidad social497.
Cuando la participación en un determinado modo de producción y en las diversas
esferas de la formación social de esa determinada sociedad, es lo que explica la particularidad
de un grupo social en una sociedad actual, en una nación determinada, ello implica que se
trata de grupos de descendientes de sociedades ya negadas dialécticamente o provenientes de
una sociedad contemporánea o nación diferente (inmigrantes).
Es importante conocer las características del modo de producción y de la forma
histórica de comunidad social original de los grupos sociales que se constituyen en
parcialidades étnicas de la sociedad nacional actual. Ello nos permitirá entender las
particularidades de su inserción en la composición actual del sistema de relaciones de
producción y por ende, su inserción en las diversas esferas de la formación social: su género
de vida, formas y niveles de la conciencia social, relaciones con la institucionalidad, etcétera.
Nos permitirá, en buena medida, por lo tanto, entender su particularidad como subcultura en
la sociedad nacional.
De manera breve, reseñaremos las características básicas y más generales de los
distintos modos de producción históricamente determinados, por lo menos en cuanto a las
relaciones básicas de la propiedad. Particularmente, en América nos encontramos con una
amplia gama de formaciones socioeconómicas que abarcan al menos desde las comunidades
primitivas de cazadores-recolectores hasta el esclavismo inicial. Con la colonia se introducen,
además, modalidades específicas de servidumbre y esclavitud, en un proceso de acumulación
originaria de capital que cristalizaría en la conformación de los estados nacionales capitalistas.
Formaciones precapitalistas primarias o comunidades primitivas: Comunidades
primitivas de cazadores recolectores. La forma de propiedad es colectiva y se establece sobre
la fuerza de trabajo y los instrumentos de trabajo. No hay propiedad sobre los medios
naturales de producción. Esta solo se establece como resultado de la utilización de la fuerza
de trabajo. Se dan diversas formas particulares de articulación de relaciones de adhesión y
filiación, sin llegar a conformar un sistema tribal498.
Comunidades primitivas tribal agropecuarias. La forma de la propiedad sigue siendo
colectiva (por lo tanto aún no existen clases sociales diferenciadas) pero surge un nuevo
contenido de la misma: los objetos de trabajo. Nos referimos principalmente a los medios
naturales de producción, cuya propiedad pasa a ser condición para la inversión de fuerza de
trabajo. A las necesidades de reproducción y mantenimiento del nuevo sistema productivo,
responde el surgimiento de la organización tribal en sentido estricto. Como forma histórica de

497
Véase Glezerman, 1976; Guerrero y Lópezy Rivas, 1982
498
Una caracterización más amplia de la formación social de cazadores-recolectores la hemos planteado en el
libro Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica (tomo 2 de la Historia General de
América, dirigida por G. Morón, caracas 1983).
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 586

comunidad social, la organización tribal puede mantenerse aún después de negado el modo de
producción comunal primitivo, en el seno de sociedades clasistas. Es posible la existencia de
organizaciones tribales compuestas por segmentos de diferente origen étnico.

Formaciones precapitalistas secundarias o clasistas.


Esclavismo inicial.
Se constituyen dos clases fundamentales499. La clase dominante detenta la prioridad
objetiva sobre la fuerza de trabajo, a la cual extorsiona -como en todas las sociedades
precapitalistas- por medios extraeconómicos, con el fin de obtener la tributación de
excedentes; ejercen el poder y asumen las tareas del trabajo intelectual, en la división social
del trabajo. La clase explotada mayoritaria son los campesinos (productores de alimentos y
artesanos) que, en tanto miembros de diversas comunidades -gentilicias o de vecindad- tienen
la propiedad objetiva sobre los medios de producción (tierras o ganados). En cuanto a las
formas de la propiedad, es probable que, en un comienzo, las clases dominantes detentaran de
manera colectiva -en el seno de la clase- la propiedad sobre la fuerza de trabajo. Los
campesinos, por su parte, tenían derecho, en tanto miembros de una determinada comunidad,
a la propiedad comunal de los medios de producción.

Con el desarrollo de las clases y la conformación del Estado, surge una nueva forma
histórica de comunidad social que es la nacionalidad. La clase dominante, a través del
Estado, organiza reinos o imperios cuya soberanía sobre las condiciones de la producción se
estructura fundamentalmente en torno al sistema de sujeción de la fuerza de trabajo. Por ello,
la nacionalidad, o se identifica con un sistema tribal o integra diversas organizaciones tribales,
conformando una unidad política que puede ser, por lo mismo, multiétnica. Sin embargo, esta
unificación implica la difusión de elementos culturales comunes que distinguirán a cada
nacionalidad. Durante el desarrollo de las sociedades clasistas iniciales llegan a conformarse
imperios que someten a diversas nacionalidades, como resultado de la lucha entre Estados
originalmente independientes.
Esclavismo clásico. El desarrollo de las fuerzas productivas y la lucha entre fracciones
de las clases dominantes he llevado a una privatización de la propiedad. La clase dominante
detenta la propiedad sobre todos los elementos del procesos productivo: fuerza de trabajo,
instrumentos y objetos. Los productores esclavos, al ser sacados de sus comunidades, pierden
la relación "natural" con los medios de producción, su acceso a la propiedad de los mismos en
cuanto miembros de una comunidad. Por ello, los esclavistas deben disponer, además del

499
Desde luego que la composición de clases y sectores es mucho más compleja y se desarrolla históricamente.
Nos referimos solamente a las clases en torno a las cuales se establece la contradicción fundamental. Hemos
formulado esta proposición en la ponencia “Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial”, presentada al simposio
Origen y formación del Estado en Mesoamérica, organizado por el Instituto de Investigaciones Antropológicas
de la UNAM, para conmemorar el Centenario de C. Marx.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 587

esclavo, de la propiedad de tierras e instrumentos.


Comienza a conformarse la soberanía estatal sobre una base territorial, si bien gran
parte de los excedentes acumulados por la clase dominante provienen de la tributación de
nacionalidades sometidas que mantienen aún las relaciones de "esclavitud generalizada" que
caracterizan al esclavismo inicial. Las nacionalidades seguirán siendo, como en todas las
sociedades precapitalistas clasistas, la forma principal de comunidad social.
Feudalismo. Las clases dominantes establecen la propiedad sobre el objeto de trabajo
fundamental: la tierra. La clase subordinada principal puede tener la propiedad sobre su fuerza
de trabajo y sobre los instrumentos. Se consolida la soberanía estatal con base territorial.
Capitalismo. La contradicción fundamental de clases se establece entre propietarios de
los medios de producción bajo la forma de capital, como clase dominante, y los propietarios
de la fuerza de trabajo. Se consuma, en esta fase superior de la sociedad clasista, el proceso de
disolución de las "relaciones naturales" de producción que ocupaba a Marx en las
Formaciones económicas precapitalistas. Surge la nación como forma histórica de
comunidad social500. Las naciones constituyen la base geopolítica y administrativa en cuyo
espacio el Estado burgués organiza la producción capitalista. En su seno se concreta la
estructura y lucha de clases que caracterizan al nuevo y complejo sistema de relaciones
sociales de producción, resultante de la negación de la gran diversidad de sistemas
socioeconómicos precedentes, que se transforman o disgregan, integrándose a la nueva
totalidad.
Al referirnos a la unidad del sistema socioeconómico original, en el que se dieron las
interacciones y práctica social de un grupo, conformando un factor de su base étnica, no
quiere decir que necesariamente éste grupo esté integrado por descendientes de quienes
ocupan todas las posiciones integrantes de aquel sistema, como totalidad. Puede haberse
tratado de determinados grupos o clases de dicha formación socioeconómica que emigran,
incorporándose a otra sociedad.
B.2. Comunidad particular de desarrollo histórico. Toda la sociedad está sometida a
permanentes transformaciones a través de su devenir histórico. Y estos cambios afectan tanto
a los aspectos culturales secundarios como a las estructuras fundamentales de la sociedad. La
tradición histórica particular no es otra cosa que la experiencia de una práctica compartida,
acumulada y transmitida por un grupo social. Durante su desarrollo histórico, un grupo social
va perdiendo algunas propiedades, recreando otras y generando otras nuevas. De esa manera,
adquiere una continuidad cambiante la reproducción del ser social.
La historia tiene un solo sentido y nunca existe el retorno al pasado. Mantención de la
tradición (etno-reproducción o etno-restauración) es siempre la re-creación reiterativa de
antiguas formas de conducta, de los objetos, de las creencias, pero siempre con nuevos
elementos, en nuevas situaciones, diferentes. Lo cual implica que, en ese nuevo contexto, las
viejas formas recreadas van adquiriendo nuevas calidades. La mantención de la tradición

500
Para poder establecer la diferencia pertinente, al adjetivar los conceptos de nacionalidad y nación, usaremos
los términos de nacionalitario y nacional, respectivamenteß
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 588

como particularidad distintiva de la "etnicidad" no es más que la creación permanente de una


nueva individualidad social, en la que la particularidad histórica tradicional se comporta como
uno de los factores causales de este proceso.
La utopía del retorno a la "pureza étnica tradicional" sólo puede ser un burdo -y no por
ello menos eficaz- engaño ideológico. El retorno al paso es imposible. Por lo demás ¿a cuál
pasado, si cada momento del mismo fue diferente?501 .
B.3. Comunidad cultural. Consideramos a la cultura en sus aspectos objetivo y
subjetivo. Es decir, como manifestación del ser social y como factor de identificación
subjetiva de los grupos sociales.
B.3.1. Cultura objetiva. Si hay un elemento caracterizador de la particularidad de un
grupo social y, por lo tanto, de la etnicidad, es precisamente la comunidad cultural. La cultura
es el conjunto de efectos fenoménicos de la causalidad completa del desarrollo social, de las
específicas interacciones entre lo necesario y lo contingente. Es el conjunto de efectos
concretos de la concatenación de las calidades esenciales y secundarias de la posición en la
estructura de la sociedad, de la particularidad histórica determinada por leyes necesarias que,
sin embargo, siempre se enlazan a la causalidad social y natural, de las condicionantes
medioambientales, etc. En la cultura se reflejan las singularidades de las soluciones que el
grupo ha dado a diversas necesidades más o menos generales, según el grado de su desarrollo
sociohistórico y económico. Estas se muestran en la singularidades que el grupo ha dado a
diversas necesidades más o menos generales, según el grado de su desarrollo sociohistórico y
económico. Estas se muestran en la singularidad cultural de los productos de la
transformación material, de los intercambios, de las conductas cotidianas, de las formas de su
conciencia práctica concreta: la lengua, etc. Esa singularidad es el efecto del desarrollo
interno del grupo social y de las diversas relaciones con otros grupos.
Si hay un aspecto en el que se evidencia la identidad individual objetiva de un grupo
social (etnia, clase o nación) es precisamente en su cultura. Y es en este sentido estricto en el
que concordamos con Díaz-Polanco en que la "etnicidad" es una dimensión de toda clase o
grupo social. Es decir, en el sentido de que la particular historia y estructura de cualquier
sociedad o grupo social posee una manifestación singularmente concreta y objetiva en su
cultura. Aún sin considerar a un grupo social como una etnia, aceptaríamos que todos poseen
"etnicidad" en el sentido de que todos poseen una cultura distinta. Al tratar la cultura como
manifestación del sistema social -de la formación socioeconómica- hemos tenido en cuenta
este criterio, explicitando el de la posición en el sistema de relaciones de producción, que se
manifiesta en la particularidad cultural de un grupo social como parte de la totalidad social.
Pero, si bien la cultura sería el componente más claramente definitorio de la
individualidad étnica, no se trata de su propiedad o calidad esencial como grupo social, sino
de su expresión fenoménica. La calidad fundamental de un grupo social no está determinada
por su cultura sino por su modo de producción. O, cuando el grupo es parte de una totalidad

501
Véase A. Burguete: “¿Quiénes son los amigos del indio?”, Boletín de Antropología Americana, nº 5, México
1982.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 589

social mayor, por sus posiciones dentro del sistema de relaciones sociales de producción. Aún
cuando no se considere a todo grupo social o sociedad como etnia, debemos aceptar que toda
etnia integra un modo de producción determinado. Es decir, tiene determinadas posiciones
esenciales de clase y, a la vez, posee una etnicidad en el sentido de que ostenta un conjunto de
manifestaciones culturales distintivas.
En términos de grados de esencialidad o niveles de determinación causal y estructural
de cualquier grupo social, considerémoslo o no como "étnico", lo fundamental es su modo de
producción. La cultura, que puede evidenciar la individualidad étnica, es lo secundario.
B.3.2 La identidad cultural. Los elementos que pueden conformar una conciencia de
identidad de un grupo social, están contenidos básicamente en la conciencia habitual. La
identidad o conciencia de la individualidad étnica se desarrolla a través de la comparación con
la individualidad distintiva del ser social concreto de otros grupos sociales, lo cual implica
necesariamente algún tipo de relaciones con éstos.
La representación más patente, más inmediatamente evidente de la etnicidad y de
cualquier grupo social, como identidad y diferencia, se da en el plano de la singularidad
cultural. En el contraste de la representación cultural del propio grupo con la cultura de los
demás. Esta representación colectiva de la propia cultura está contenida en la conciencia
habitual.
La focalización de la conciencia habitual como conciencia cultural, como conciencia
de la individualidad social, es un proceso que se agudiza particularmente cuando la relación
del grupo con aquellos que conforman la referencia de lo diferente, se establece en términos
de oposición de intereses. Específicamente cuando esta oposición es un conflicto de
competencia por la disponibilidad de condiciones materiales de producción (en el sentido
planteado por Borojov). Sea como interés por la soberanía o propiedad sobre las condiciones
de producción.
La identidad cultural se desarrolla así como una ideología unificadora del grupo social
frente a otros. De esta manera, la lengua, la tradición histórica, la raza, el territorio y otros
elementos adquieren el carácter de símbolos distintivos de la identidad y se convierten en
valores sociales cuya reproducción se propicia y se defiende. Su recreación permite evaluar y
reforzar la unidad política del grupo. Es posible, sin embargo, que algunos de esos valores
culturales ya no compongan la materialidad del ser social. Incluso, muchos de esos rasgos
supuestamente comunes pueden ser no más que una ficción ideológica atribuida a la
"tradición", donde no existe. Como la memoria colectiva es siempre actual, suele ser mala
memoria. Por lo mismo, bastante manipulable a condición de que los elementos que se le
incorporen aparenten una cierta congruencia con su contexto.
La identidad social, como ideología unitaria de un grupo, adquiere una cierta
estructura lógica como reflexión de los intereses del mismo. Pero en esto hay también niveles
de profundidad y objetividad. Cuando el grupo es una comunidad social internamente dividida
en clases, se otorga mucho mayor fuerza a los símbolos culturales de la unidad, a la
representación de los fenómenos culturales compartidos. La selectividad ideológica elude así
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 590

evidenciar las contradicciones y diferencias internas, ocultándolas en la conciliadora


apariencia unitaria de lo fenoménico, como conjunto de símbolos. De hecho, tal ideología
responde fundamentalmente a los intereses de las fracciones (o clases) del grupo que son
capaces de hegemonizarla.
De hecho, la conciencia social tiene mayores posibilidades de objetividad y de
correspondencia con los intereses del grupo cuando éste es estructuralmente más homogéneo.
Una ideología que reconozca con claridad los intereses de clase tiene mayores posibilidades
de conducir la imposición de proyectos políticos de diverso alcance. Sin embargo, ello supone
la superación de la inmediatez de la identificación cultural. Lo cual no significa una
desidentificación, sino la posibilidad de una comprensión más profunda y racional de la
identidad social, desde la cual se amplía el campo de las alianzas políticas y la posibilidad de
defensa real de la especificidad cultural como parte del proyecto clasista.

3.2 Cultura y clases.


Volvamos a la comentada proposición de Díaz-Polanco, en el sentido de entender a la
"etnicidad" como una dimensión de la existencia de todo grupo o clase social. Pensamos que
el citado investigador estará de acuerdo con que, entre las características de los grupos
sociales que hemos intentado ordenar como factores de identificación diferencial, quedan
incluidos los que él llama "componentes de la etnicidad"
Desde esta perspectiva, concordamos con él en el contenido medular de su
proposición, en el sentido de que: a) ciertamente, la comprensión de las formas de existencia,
organización y lucha social no pueden reducirse exclusivamente a las determinantes
esenciales de la posición de clase; que el rescate de "lo étnico" como una dimensión real de la
existencia social, permite entender un orden de fenómenos objetivos, relativo a las
particularidades de la existencia de las clases y, b) No obstante, la "etnicidad" no es una
dimensión exclusiva de los llamados grupos étnicos o etnias, por lo que su reconocimiento no
autoriza en lo absoluto a pretender que tales particularidades deban ser analizadas en un
contexto distinto que el de su posición en la contradictoria lucha de clases de la totalidad
social; lo cual no es más que un intento, ideológicamente falsificador, de sustentar bajo
apariencia científica la instrumentación de políticas que permiten la subordinación real de las
clases que integran mayoritariamente los grupos étnicos a las clases explotadoras que detentan
el poder estatal.
Sin embargo, con los antecedentes expuestos, podemos preguntarnos ¿cuál es esa
dimensión de la existencia de cualquier grupo social que caracteriza su particularidad,
independientemente de que lo consideremos o no grupo étnico o independientemente de qué
nivel de conciencia social posea o de qué elementos son los que enfatiza su identificación y
solidaridad de grupo?502.

502
Planteamos asíla pregunta pues, como veremos, la identificación y solidaridad social en torno a “lo étnico”
sería, según Díaz-Polanco, lo que permite definir la etnia.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 591

En nuestra opinión, como hemos dicho, si hay una "dimensión" común a cualquier
grupo, en su existencia social actual, es la singularidad de su cultura, en la acepción teórica
que hemos propuesto para este concepto. Pero la cultura de un grupo, cualesquiera sean sus
posiciones de clase o niveles de conciencia o identificación, se muestra tanto en la
materialidad del ser social, como en la conciencia social o en su participación institucional.
Ponemos el énfasis en la cultura por ser el único aspecto de la existencia actual de la
singularidad de un grupo social, en tanto los otros factores sociales que originan y definen esa
"etnicidad" ya no existen, pertenecen al pasado. La unidad original del sistema socio-
económico de las etnias ya no existe puesto que, aún cuando los descendientes de los
miembros de aquella formación social todavía mantengan un sistema de interacciones y
conformen unidades sociales de reproducción económica y biológica, tal sistema
socioeconómico ha sido negado dialécticamente al ser integrado a la formación social
capitalista, como parte de una totalidad social mayor y cualitativamente diferente. Del mismo
modo, la tradición histórica común es la historia forjada en una práctica social del pasado,
aunque entre aquel y el presente haya una cierta continuidad.
La realidad actual, con todo, es en buena medida efecto de aquella realidad pasada que
contribuyó de manera importante a generar las particularidades de su situación presente. En
tanto la cultura es efecto de la multideterminación concreta de una etnia, en que tales "factores
étnicos" tienen especial relevancia en la determinación de la reproducción y recreación
diferencial de la misma, lo que hoy queda del pasado son sus efectos manifiestos de manera
más evidente en la esfera de la cultura. Aunque, desde luego, también la dimensión estructural
de la posición de clase de un grupo social ha estado causalmente condicionada por las
posibilidades de inserción al nuevo sistema de relaciones de producción, dependiendo del
grado y calidades del desarrollo socio-histórico de la sociedad "original".
Por otro lado, por muy heterogénea que sea la proveniencia étnica o nacional de los
miembros que integran una nueva clase social y, aún cuando su identidad no se base en los
elementos -en este caso no compartidos- de la "etnicidad", sino en torno a los aspectos
comunes que implica la pertenencia a esa clase, todas las formas de existencia de su ser social
conformarán una cultura material de la cual se nutrirán la conciencia habitual y reflexiva,
conformando una cultura particular de clase o subcultura nacional.
Así pues, si hay algo en común a toda clase o grupo social, del mismo "orden" de
fenómenos que la "etnicidad", es el hecho de que todos poseen una manifestación cultural
distintiva, efecto de la singular historia del desarrollo antecedente de su actual existencia. En
este sentido, que la base material y superestructuras, tanto de un grupo étnico como de
cualquier clase social, se manifiestan en el aspecto cultural de su existencia presente concreta.
De esta manera, podemos aceptar que las particularidades étnicas que se manifiestan
en la cultura de una etnia, como de cualquier otro grupo social, corresponden a un "orden" de
fenómenos diferentes al de su posición de clase. Pero en el entendido de que se trata de
diferentes órdenes de esencialidad en la multideterminación histórica y estructural de las
clases sociales a que pertenecen. Es decir, son "ordenes" o grados de esencialidad de dos
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 592

aspectos inseparablemente unidos en la realidad: la posición de clases y el conjunto de sus


formas culturales.
Desde ésta perspectiva derivamos la proposición de que posición de clase y cultura
son las categorías básicas más generales para el análisis de los contenidos y formas que
adquieren las luchas de clases que se desarrollan en el seno de una nación o entre naciones. Es
decir, situaciones étnico-nacionales que conforman las condiciones estructurales y
coyunturales, objetivamente singulares, en que se libran sus luchas sociales reales.
Planteadas así las cosas, podemos ahorrarnos hablar de "etnicidad", desde que la
categoría de cultura nos permite dar cuenta coherentemente de esa dimensión objetiva de las
clases sociales, sean o no etnias.

4 . Nación, clases y etnias.

En este capítulo nos ocuparemos de la delimitación del concepto de nación y su relación con
las clases sociales que la integran, desde la perspectiva de las particularidades culturales que
éstas presentan. Para ello haremos una distinción básica entre grupos étnicos y grupos de
origen nacional, la cual tiene implicaciones principalmente políticas y analíticas.
Entendemos esa diferencia objetiva como efecto actual de factores históricos en la
determinación de su particularidad cultural más que como una correspondencia necesaria con
determinadas posiciones de clase.

1. Nación y "cuestión nacional".


Muy diversas implicaciones puede tener el planteamiento de la "cuestión nacional". Sin
embargo, el cómo se enfoca su estudio, qué aspectos son los que se consideran relevantes o
qué soluciones teóricas se proponen, son cuestiones que siempre están en relación con los
objetivos prácticos a los cuales se supone debe servir el conocimiento de estas dimensiones de
la realidad social, desde determinadas posiciones ideológico-políticas. Las alternativas de
acción posibles se apoyan en el conocimiento que se tiene de la realidad. Conceptualización
de la situación real y toma de posición, siempre están relacionadas. Sin embargo, buena parte
de los problemas que ha suscitado la discusión de las "cuestiones" nacional o étnica, derivan
de la confusión de estos dos planos.
Un ejemplo ya clásico de esto es la exposición de Stalin en su artículo El marxismo y
la cuestión nacional. La tarea política que enfrentaba, cuando se le encarga la redacción de
ese texto, era la de exponer la posición socialdemócrata rusa frente a la situación nacional de
ese momento, en particular, el principio leninista del derecho de las naciones a la
autodeterminación. Y arranca su exposición con una exposición de la nación que, de hecho, es
la definición de qué entidades sociales son aquellas a las cuales, en esa coyuntura, se les
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 593

reconoce el derecho de autodeterminación. Múltiples son las críticas que ha recibido tal
definición, por su carácter escolástico, empirista, reduccionista y por su rigidez que la ha
hecho inoperante para entender posteriormente una gran diversidad de situaciones que se dan
en distintas partes del mundo503. Ya desde entonces, su argumentación asume una actitud que
caracterizará sus posteriores políticas hacia la investigación científica, convirtiendo al
marxismo en una especie de cetro ideológico, usado ritualmente como criterio de autoridad,
con las nefastas consecuencias conocidas: su definición de nación es la teoría marxista sobre
la cuestión nacional. Además, en su ataque contra Bauer, Renner y Bund estaba
comprometida la defensa de la concepción leninista de la organización del partido. Pero, por
acertada que fuera, ello le impide considerar algunos aportes que estos autores pudieron
realizar en el estudio de la cuestión nacional. De allí que Lenin se viera luego en la necesidad
de volver a intervenir en el asunto, flexibilizado el análisis y la fundamentación de sus
posiciones, sin mencionar el trabajo de Stalin. Para terminar condenando su política como
"comisario del pueblo" respecto a las nacionalidades.
Antecedentes como éste nos advierten de los riesgos de pretender definir en forma
rígida un concepto como el de nación. Sin embargo, intentaremos delimitar, más o menos de
manera general, el fenómeno a través de algunas de sus características distintivas y señalar
qué aspectos del mismo son los que nos ocupan.
Aceptamos que la formación de las naciones es un proceso histórico concomitante con
el desarrollo de la formación económico-social capitalista que, por primera vez en la historia,
llega a integrar en una totalidad social a todas las sociedades del planeta. En toda la historia
de la sociedad clasista, la lucha de clases ha sido dirimida entre clases y fracciones de clases
explotadoras que correlacionan a su favor los descontentos y aspiraciones de las clases y
grupos oprimidos, consiguiendo el apoyo político para asentar su hegemonía y dominación
económica.
El proceso de conformación de las naciones refleja las coyunturas de unidad y lucha
entre fracciones de clase de la burguesía, convertida en clase dominante, en diversas etapas de
la conformación de las unidades sociales en cuyo seno se organiza la reproducción y
expansión de las relaciones capitalistas de explotación de la fuerza de trabajo.
Estas unidades sociales de reproducción y desarrollo de la formación social capitalista,
que se estructuraron principalmente sobre bases políticas y territoriales, son las naciones.
Sus dimensiones territoriales, composición social y grado de desarrollo económico,
tienen que ver con las condiciones específicas y capacidades históricas de las burguesías
nacionales para establecer políticas de alianzas que les permiten dominar o generar poderes
estatales (militares y administrativos), a través de los cuales consiguieron el control de los
mercados y la soberanía sobre las condiciones naturales y sociales de producción.
La conformación de las naciones es un proceso tan heterogéneo, desigual y complejo,
como lo es el de la implantación y expansión del modo de producción capitalista. En cuanto al

503
Véase: Rodinson, 1977; Zavaleta, 1981; Díaz-Polanco, MS.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 594

control de los aparatos estatales que apoyan este proceso, generalmente se originó en las
revoluciones burguesas que conquistan el poder de estados nacionalitarios y los transforman
en estados nacionales. La expansión colonial de las naciones de implantación temprana del
capitalismo pudo revestir diversas formas: la formación de aparatos estatales a partir de la
colonización y conquista o el sometimiento de viejos estados nacionalitarios. Es decir, el
ejercicio del poder estatal y la explotación económica de manera directa o indirecta, formas
que en muchos lugares se suceden504.
Así, los nuevos estados nacionales, centrales o coloniales, pudieron establecer su
soberanía sobre las condiciones de producción de una determinada nacionalidad convertida en
nación o sobre los territorios que ocupaban más de una nacionalidad o, en general, etnias. Y,
en muchos casos, la capacidad política y militar de asentar la soberanía nacional sobre
determinados territorios, no coincidió necesariamente con los territorios ocupados por las
diferentes etnias involucradas. Lo cual generó desajustes de las relaciones de éstas con sus
condiciones de producción y los consecuentes conflictos sociales que ello implica.
Si tomamos en cuenta que la nación es la unidad social en cuyo seno se reproduce el
modo de producción capitalista, resulta que la misma estructuración fundamental de las
relaciones de clases, puede ser bastante compleja. La penetración y evolución del modo de
producción capitalista implica la integración y transformación de diversos tipos o formas de
relaciones de producción, determinadas por la contradicción fundamental capital-trabajo, en
que éste puede encontrarse real o formalmente subsumido a aquel. Se integra así el sistema
capitalista de relaciones de producción, cuyas particularidades dependen de la diversidad de
sociedades o etnias comprometidas en el proceso; es decir, dependen de los diferentes grados
de desarrollo económico y estructuras de relaciones de producción preexistentes a la nación.
Lo cual no significa que las cualidades esenciales específicas de aquellas "sobrevivan" para
"coexistir" con el capitalismo, sino que se transforman bajo formas cualitativamente
específicas al integrarse a la nueva totalidad mayor que es el modo de producción capitalista,
siempre concreto.
Junto con el explosivo desarrollo de las fuerzas productivas -gran aumento de
volumen y diversificación de productos- y las múltiples nuevas interacciones sociales que se
crean con el desarrollo del capitalismo, se multiplican las formas de los objetos y conductas
que, en su manifestación fenoménica concreta, configuran una verdadera revolución de la
cultura, que corresponde a los nuevos contenidos del ser social y que se plasma en todas las
esferas de la formación socioeconómica. Además, el desarrollo de la circulación de bienes, el
transporte y los medios de comunicación, "difunden" una nueva variedad de elementos que,
integrándose a las diversas culturas particulares, nacionales y étnicas, evidencian la
interdependencia de las naciones a escala mundial. Sobre la base de los elementos culturales
aportados por los más diversos grupos sociales, de los aspectos culturales de los bienes
materiales que circulan en el mercado interno, de las múltiples interacciones conductuales en
un espacio socio-geográfico común y las formas específicas de las lenguas y la comunicación

504
Véase G. Léclerc: Antropología y colonialismo.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 595

simbólica que acompañan a dichas relaciones concretas, que articulan la unidad del nuevo
sistema socioeconómico en desarrollo, se configura la cultura nacional. La cultura nacional
resulta de la singular combinación de la multiplicidad de elementos culturales, presentándose
como la unidad de los diversos grupos sociales que integran la nación.
Entendido así, sumariamente, el concepto de nación, la "cuestión nacional" nos
interesa como unidad de análisis de las contradicciones y luchas concretas de las clases y
sectores que integran la dinámica histórica del sistema capitalista de relaciones de producción.
El objetivo de tal análisis es obtener un conocimiento de la realidad social que permita
organizar conciente y coherentemente estrategias políticas globales orientadas a resolver las
contradicciones que implican las diversas formas de explotación económica, de opresión y
discriminación social, de represión ideológica y política.
Al tomar a la nación como la unidad social de referencia para el análisis, deberemos
considerar que las luchas étnicas o nacionales se libran tanto en el seno de una nación como
entre grupos sociales integrantes de diversas naciones o entre naciones como totalidades. Por
lo tanto, las luchas étnicas y las luchas nacionales deberán analizarse como sistemas de
contradicciones internas o externas a la nación, considerando los intereses de las clases,
fracciones de clases o sectores sociales involucrados. Y, dado que toda nación está
internamente dividida en clases, ello significa que las contradicciones que envuelven a más de
una nación y que, por lo mismo, se presentan como contradicciones externas respecto a
aquellas, implican necesariamente también un nivel de existencia interno en cada nación
comprometida.
Hemos dicho que en este trabajo nos interesa poner énfasis en la caracterización de
los grupos sociales que se distinguen en el seno de una nación. Por lo cual la distinción
conceptual entre grupos étnicos y grupos de origen nacional la trataremos básicamente en
relación a la sociedad nacional en que se encuentran comprendidos. Es decir, desde el punto
de vista de las contradicciones internas que representan en el plano nacional. No obstante, el
hecho de que los mismos grupos étnicos o minorías nacionales pueden participar de distintas
naciones debe ser tomado en cuenta. Esas situaciones serán consideradas en la proposición
metodológica que se esboza en el siguiente capítulo.
Pero antes de entrar en ese análisis, apuntaremos un par de líneas sobre la
especificidad de la "cuestión nacional". Pues si bien es cierto que tanto la "cuestión étnica"
como la "cuestión nacional" se vinculan en torno a un mismo problema central -las formas
históricas concretas de la lucha de clases-, hay entre ellas algunas diferencias que tienen que
ver con el nivel de integridad social comprendido, con los contenidos y alcances de los
proyectos políticos que sustentan y con la viabilidad real de los mismos.
La llamada "cuestión nacional" propiamente tal, se ha planteado históricamente en
términos de las luchas orientadas a la constitución de las naciones. En tal proceso, el papel
protagónico lo han jugado por lo general los sectores de la burguesía que, en competencia con
otros sectores o fracciones de la misma, internas o externas a la nación en conformación,
aspiraban o aspiran a delimitar unidades de reproducción del sistema capitalista. Fundadas
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 596

éstas en la soberanía sobre las condiciones materiales de producción, con capacidad de


regulación y desarrollo de la competencia en un mercado interno y con ejercicio del poder
político sobre las unidades y clases sociales integrantes de la nación. Sin embargo, tal proceso
histórico ha afectado indudablemente el desarrollo de la conciencia y las luchas del
proletariado y, en general, de las clases sociales subordinadas. Por lo que, desde Marx y
Engels hasta hoy, sus organizaciones políticas e intelectuales orgánicos se han tenido que
ocupar de las implicaciones e incidencias de la "cuestión nacional" en la lucha de clases,
buscando definir, de la manera más adecuada a los intereses de las clases explotadas, las
posiciones y conductas políticas a adoptar frente a tales situaciones.
Uno de los autores que ha realizado un aporte importante a la fundamentación teórica
del problema, refiriéndose a las contradicciones generales básicas que el mismo implica y
desde una posición materialista coherente con los planteamientos marxistas, ha sido Borojov.
Sus trabajos, en particular Nacionalismo y lucha de clases, no han tenido las repercusiones
que merecían en las discusiones sobre la cuestión nacional, en parte al parecer por no haber
tenido la "suerte", en su época, de ser conocido por Lenin y, posteriormente, porque el
desprestigio que el contenido marcadamente reaccionario asumido por el movimiento sionista,
ha despertado recelos que hacen descartarlo superficialmente sin una evaluación objetiva de
los contenidos de sus proposiciones. Según Borojov, las luchas nacionales obedecen
fundamentalmente a la disputa por la soberanía ("posesión" o "patrimonio", en su
terminología) sobre las unidades sociales y las condiciones materiales de su reproducción
económica, en la que participan las distintas clases sociales en defensa de sus intereses de
clase. Por lo cual el nacionalismo adquiere un contenido diferente según la posición de la
clase que lo sustenta. Desde esta perspectiva, analiza los intereses fundamentales, en torno a
la nación, de las clases que caracterizan específicamente al modo de producción capitalista:
los grandes terratenientes, la alta burguesía, las clases medias y pequeña burguesía y el
proletariado. Sostiene además que, al no estar resuelta la "cuestión nacional" en términos de
una relación "normal" de la nación con sus condiciones de producción, el nacionalismo
domina en la conciencia de las clases, oscureciendo el reconocimiento de los intereses
fundamentales de las clases. Lo que para el proletariado significa desviar su atención de las
luchas orientadas a la imposición de su propio proyecto político.
Cabe agregar que otro aspecto importante para entender los conflictos nacionales en el
sistema capitalista, es la disputa por los mercados nacionales e internacionales, como
condición para la realización de la plusvalía505 . Este problema, que constituyó la
preocupación central de Lenin en El desarrollo del capitalismo en Rusia, es retomado como
elemento definitorio de la nación -el mercado nacional- en el mencionado trabajo de Stalin.
Siendo éstas las contradicciones fundamentales que motivan las luchas nacionalistas,
el nacionalismo como ideología puede revestirse de los más diversos pretextos, adquiriendo
variadas formas políticas.

505
También Borojov se refiere a las expectativas de acceso al mercado nacional e internacional como intereses
particulares y diferentes, según la posición de clase.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 597

Uno de los problemas que han suscitado centralmente las discusiones acerca de la
cuestión nacional , es el de la conformación histórica y política de esas unidades sociales que
aspiran a constituirse en naciones o liberarse de la presión política y económica por parte de
otras naciones. A raíz de lo cual han surgido las más diversas posiciones en torno a cuáles son
los factores históricos, económicos, políticos, ideológicos o "naturales" que inciden en la
conformación de unidades nacionales o que legitiman el derecho de un pueblo a aspirar a
constituirse en nación o a independizarse. Sobre estas bases se ha intentado justificar diversas
concepciones políticas: desde el "derecho" de una nación a dominar otras o a sojuzgar a los
grupos sociales que la integran, hasta las posiciones que debe asumir el proletariado frente a
tales conflictos en cada coyuntura, cómo y sobre qué bases establecer alianzas políticas con
otras clases nacionales o internacionales, cómo deben organizarse los partidos de vanguardia,
etcétera.
Y en este sentido, han constituido temas básicos de la preocupación por definir la
constitución y legitimidad de las naciones y nacionalidades, de qué manera se relacionan los
pueblos con el territorio, la raza y, particularmente, con la cultura, la tradición histórica, la
lengua506, sus usos y costumbres, sus sentimientos de unidad, su identificación subjetiva y
otros aspectos. Ese tipo de discusiones fueron las que animaron, por ejemplo, las célebres
disputas entre los social-demócratas rusos y el Bund, en las que se jugaban significativas
opciones políticas. Todas estas discusiones, que prosiguen en nuevos contextos, han estado
afectadas por los problemas de ambigüedad y polivalencia de connotaciones dadas a tales
conceptos, a los cuales nos hemos referido.
Ahora bien, es claro que las naciones, como unidades sociales, están integradas por

diversas clases sociales. Y lo dicho anteriormente, reflejo de históricas situaciones reales, deja

ver que las luchas sociales casi nunca se presentan de manera transparente como luchas

políticas en defensa estricta de los intereses esenciales de clase, ni son esos los únicos

intereses que las clases defienden. Tampoco todos los grupos sociales se comparten una

misma posición de clase se identifican con intereses comunes y es un hecho que hay

características estructurales de las clases que oponen objetivamente a fracciones de las

mismas entre sí. De allí que en gran medida las luchas sociales, teniendo objetivos de distinto

alcance histórico, se presenten la mayor parte de las veces como luchas reivindicativas bajo

diversos pretextos. Parte de estas contradicciones se manifiestan bajo formas culturales como

luchas étnicas, pero éstas siempre se insertan en un sistema de contradicciones generales de

506
Entendemos a la lengua y las formas dialectales del habla como formas culturales del lenguaje, por lo cual
no la hemos tratado como un aspecto distintivo separado de la singularidad cultural de los grupos sociales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 598

clases, más amplias. Por ello es que tomaremos a la nación como unidad analítica, intentando

distinguir entre los que podrían considerarse como grupos étnicos y los demás grupos sociales

integrantes de la estructura clasista de la nación.

2. Etnia y "cuestión étnica"


La cuestión de la especificidad de "lo étnico" o, más bien, de las características distintivas de
los llamados grupos étnicos o etnias, se ha planteado, al igual que la "cuestión" nacional y
con la interrogante que connota el término, como un problema: problema sociopolítico cuyo
enfrentamiento práctico exige algunas definiciones y, sobre todo, explicaciones. Cierto es que
una buena definición sintetiza un conocimiento. Pero la comprensión cabal de un problema
estriba en la posibilidad de su explicación.
Pensamos que "lo étnico", como especificidad de la existencia de algunos grupos
sociales, tiene que ver con particularidades históricas en la reproducción del ser social y la
conformación de su cultura actual como una subcultura en el seno de las naciones. En el
capítulo precedente hemos resumido algunos factores causales de esa reproducción diferencial
de la identidad cultural de los grupos sociales en general. Pero, por lo tanto, se nos presenta el
problema de delimitar el concepto de etnia, si es que puede hacerse tal distinción. Nos
limitaremos a la discusión de lo que podría considerarse como una etnia en el contexto actual,
vale decir, en el seno de las sociedades nacionales actualmente existentes.
Ha propuesto Díaz-Polanco que "...la etnia o el grupo étnico se caracteriza por ser un
conjunto social que ha desarrollado una fuerte solidaridad e identidad social a partir de los
componentes étnicos", mientras que otros grupos sociales, sin carecer por ello de "etnicidad"
en el sentido que da a este concepto, desarrollan formas de identidad diferentes, enfatizando
dimensiones de otro "orden".
Centrándonos en el contenido del concepto, tal como hemos formulado la categoría de
cultura y los factores que inciden en su particularización histórica507, esto significaría que, en
la identificación y solidaridad del grupo étnico al que se considera propiamente como tal,
predomina el manejo de los símbolos y valores culturales. En lo que coincide de alguna
manera con la definición general que propone Lumbreras para "etnia", como un grupo social
con una "cultura para sí"508. Sin embargo, tal caracterización presenta algunos inconvenientes
formales. Puesto que, por ejemplo, una nación actual, en la que la clase dominante impone
una hegemonía ideológica formando la conciencia de "identidad nacional" sobre la base de
símbolos culturales tradicionales o creados y, en todo caso, reunidos en un nuevo sincretismo,
debería ser también considerada como una etnia. O las luchas de liberación nacional, que
recurren necesariamente a los valores de la cultura nacional como conjunto de claves que

507
Concepto que incluye los que Díaz-Polanco llama “factores” o “componentes étnicos”.
508
Se trata de una proposición expresada verbalmente en una reunión de arqueólogos realizada recientemente
en Oaxtepec, México, donde se discutieron los contenidos de diversos conceptos teóricos.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 599

mueven a la resistencia y a la lucha serían, con propiedad, luchas de liberación étnica.


Sin embargo, la mayoría de los investigadores hacen la diferencia entre nación y etnia
y no todos o en todos los casos, estarían de acuerdo en considerar a las luchas
antiimperialistas de liberación nacional como movimientos étnicos.
Por otra parte, suponiendo que la etnia pudiera identificarse no sólo por este aspecto
de la conciencia social, sino por algunas características de la materialidad de su ser social que
lo explicaran, la definición comentada implicaría que los grupos étnicos, aún sin perder las
calidades culturalmente distintivas de su ser social, dejarían de serlo por el hecho de acceder a
un nivel reflexivo de la conciencia de clase.
Respecto al primer comentario, Najenson propone una delimitación del concepto de
etnia que, hasta cierto punto, permitiría distinguirla de una nación o diferenciar un
movimiento étnico de una lucha nacionalista al señalar que "...el origen o momento inicial de
su emergencia histórica como formación social, como 'sociedad' particular -aunque no
necesariamente la conciencia política de su identidad étnica- fue siempre previo, en cada caso,
al surgimiento de naciones y/o estados nacionales que, entendidos como procesos
concomitantes en general al desarrollo del capitalismo..."o,"...el límite histórico del concepto
de etnia, por oposición al de nación, puede y debe remontarse -en cuanto al origen y dentro de
la variabilidad histórica y geográfica pertinente en cada caso- a etapas anteriores al
surgimiento del capitalismo, sea cual fuere el momento que consideremos como inicial para
este último." (Najenson, 1982:52).
Planteando esto en los términos en que hemos ordenado los factores históricos de la
reproducción diferencial de la identidad social, o cultura, tal proposición significaría que la
unidad del grupo se conformó originalmente entorno a un sistema socioeconómico
precapitalista y que las etnias se constituyeron, al menos inicialmente, como tribus o
nacionalidades.
Otra ventaja que ofrece esta propuesta consiste en que la caracterización de un grupo
social está referida a factores de la reproducción de la materialidad del ser social. Sin
embargo, no deja de presentar igualmente limitaciones, en tanto no es generalizable sin
mayores precisiones. Pues sucede que también se dan los casos clásicos de las naciones
capitalistas europeas, surgidas de la transformación de nacionalidades y en las cuales la
cultura nacional tiene en gran medida su precedente histórico claramente identificable en esa
tradición feudal precapitalista.
De allí que este criterio, por sí solo, tampoco permite una delimitación suficientemente
clara del concepto de etnia, como reflejo de una realidad social objetivamente distinta de la
nación y de todos los otros grupos de origen nacional.
Por ello, consideremos a los grupos étnicos, como aquellos en que coinciden los
siguientes factores y características objetivas de la reproducción histórica de su identidad
diferencial:
a) El sistema socioeconómico que originó la unidad social de la población antecesora
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 600

del grupo étnico, se conformó en torno a un modo de producción precapitalista.


b) La calidad del modo de producción o de las posiciones de clases en el sistema
socioeconómico original, han cambiado necesariamente al integrarse el grupo de diversas
formas al sistema de relaciones sociales de producción capitalista. Sin embargo, los miembros
de la etnia mantuvieron alguna comunidad de relaciones de reproducción del ser social (en
torno a las relaciones de producción y/o filiación), que permitieron una continuidad en el
proceso de desarrollo de su identidad cultural distintiva, desde la base de su tradición cultural
real.
c) Los grupos étnicos están integrados al sistema de relaciones de producción
capitalista ocupando mayoritariamente posiciones de clases que, por sus calidades
estructurales, los imposibilitan a generar proyectos nacionales autónomos y viables.
Ampliaremos un poco más estos puntos. Respecto a la segunda característica
enunciada, puede decirse que, por lo general, la mantención de una identidad cultural
distintiva ha obedecido al hecho de compartir un desarrollo histórico como unidad social.
Pero ello no significa que todos los miembros del grupo compartan dicho desarrollo de la
misma manera. Pues si se trata de sociedades nacionalitarias, ya divididas internamente en
clases, la diferencia de posiciones en un sistema de relaciones de producción o en la división
social del trabajo ha debido generar una desigual participación en los aportes de fuerza de
trabajo al proceso productivo, en la distribución y el consumo de bienes, etc. Lo cual se debió
manifestar como una expresión diferencial de las subculturas que integran esa cultura que
hoy, en el contexto nacional, aparece como una unidad. Aunque de hecho es una cultura que
muestra la unidad del sistema de relaciones sociales a través de las cuales se ha reproducido
materialmente el grupo social.
Pero además, no hemos querido generalizar como característica de una etnia tal
comunidad de desarrollo histórico ya que, en sentido estricto, no siempre se ha dado
necesariamente. Hay pueblos que constituyeron unidades sociales originalmente y que se han
disgregado en parcialidades por diversas causas históricas: pudieron quedar separadas en
diversas unidades nacionales, haber sido territorialmente relocalizados o simplemente, haber
perdido el contacto al ser incorporados y subordinados a entidades políticas y administrativas
diferentes dentro de un Estado nacional, cuyas divisiones territoriales resultaron arbitrarias
respecto a las unidades sociales tradicionales de las etnias. Lo cual pudo conducir a
desarrollos históricos diferenciados. Sin embargo, tal vez hasta después de unos siglos, las
necesidades políticas de enfrentamiento a situaciones comunes de segregación y explotación,
pueden generar la búsqueda de nuevas alianzas que, en primer término, los lleve a
identificarse en torno a aspectos culturales. Los cuales, a pesar de cierta diferenciación, aún se
mostrarán como efectos similares de una causalidad histórica originalmente común: pueden
persistir la comunidad de lengua, tipos de relaciones de filiación, mitologías y rituales y otros
rasgos. Todo ello permite un grado de identificación cultural que, en el contexto de la
sociedad y la cultura nacional, contrasta como una comunidad humana diferenciable. Y de
hecho, también se da el caso en que las parcialidades étnicas derivadas de una sociedad
antecesora común se encuentren geográfica y políticamente dispersas, aún cuando persiste tal
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 601

nivel de comunidad de manifestaciones culturales.


Respecto a la tercera característica enunciada en la definición de los grupos étnicos,
nos parece que es aquella cuyas implicaciones son las más importantes para comprender el
problema social y político que representan. Para el Estado, presenta un problema de
integración al proyecto nacional burgués, intentando minimizar el conflicto social que ello
genera. Para las etnias es generalmente un problema de supervivencia, en las condiciones de
explotación económica, de discriminación y segregación social, de subordinación político-
militar o policial.
Hemos señalado, al respecto, que es la posición estructural en el sistema de relaciones
sociales de producción la que condiciona la inviabilidad histórica de un gran proyecto
nacional autónomo de los grupos étnicos. Ello se debe a que, si se trata de grupos cuyo
sistema socioeconómico original es precapitalista y, a la vez, han mantenido una cierta
continuidad en las formas de reproducción de su ser social, es porque al incorporarse al modo
de producción capitalista han sustentado un modo de vida vinculado a las ramas tradicionales
de la producción, que siguen siendo necesarias a este sistema. Es decir, mantienen una
posición, en la actual división social del trabajo, vinculada fundamentalmente a la producción
agraria y artesanal, que constituían las bases de la economía de las sociedades precapitalistas.
La tecnología de la revolución industrial en que se funda el desarrollo capitalista les es
bastante ajena y genera formas de reproducción del ser social radicalmente diferentes como
para sustentar la mantención de culturas "tradicionales". Por otro lado, las condiciones
sociales del trabajo intelectual -posiciones que asumían las clases dominantes en las
sociedades precapitalistas- han cambiado tan radicalmente en el capitalismo que es aún más
impensable que, como clase o sector social, permitan la reproducción de las tradiciones
culturales de sus unidades sociales. De allí que los únicos intelectuales orgánicos del sistema
capitalista que han asumido la mediatización ideológica de los grupos étnicos con cierto éxito,
sean los representantes de las instituciones político-religiosas, derivados de los viejos
estamentos sacerdotales precapitalistas.
De tal manera, la inserción estructural de los grupos étnicos en el modo de producción
capitalista se da mayoritariamente (no exclusivamente), en las siguientes condiciones:
1) Ocupando posiciones, dentro de la división social del trabajo, en las ramas de la
producción agropecuaria y artesanal. Es decir, constituyen lo que, de manera general, se han
llamado unidades de reproducción económica campesina.
2) Desarrollan formas de producción -o adquieren tipos de relaciones sociales de
producción- que generalmente se encuentran en diversos grados de subordinación o
subsunción formal del trabajo al capital. La subsunción real, que implicaría posiciones de
proletariado agroganadero, requeriría de fuerza de trabajo "libre". O sea, carente de propiedad
sobre medios de producción y con una libertad de movimiento que, debido a las
determinaciones del mercado de fuerza de trabajo, desestructurarían rápidamente las formas
tradicionales del ser social que reproduce materialmente a las "culturas étnicas".
Hay que decir que, en tanto una de las formas de inserción formal de las economías
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 602

campesinas "tradicionales" al sistema capitalista se da a través del mercado como vía de


transferencia de excedentes, hay también un espacio social para sectores que igualmente
tienen tradición de existencia en las economías recapitalistas y que suelen integrar algunos
grupos étnicos: los antiguos mercaderes, convertidos en pequeña burguesía comerciante.
Es lo dicho lo que explica la inviabilidad histórica de un proyecto nacional autónomo,
en el contexto del modo de producción capitalista que están integrando los grupos étnicos. En
primer lugar, todas las formas de "economía campesina" -que pueden darse bajo diversos
tipos de relaciones de producción, es decir de propiedad y posesión de la fuerza de trabajo y
los medios de producción-, son formas secundarias del sistema de relaciones sociales de
producción capitalista. Están económicamente subordinadas al capital e integradas por clases
o sectores sociales subordinados políticamente a la burguesía bajo distintas formas de
ejercicio institucional de los poderes del Estado.
Sabido es que, históricamente, el campesino no tiene capacidad de hegemonizar un
proceso revolucionario. Pero la única posibilidad real de disputar al Estado nacional y a las
clases que éste representa, el control de las condiciones de producción, sería cambiando las
bases fundamentales de la estructura social, las relaciones fundamentales de propiedad sobre
las cuales aquellas se asientan.
Borojov ha mostrado que los conflictos y luchas nacionalistas están movidas por el
interés de las clases nacionales en controlar las condiciones históricas y naturales de
producción. Podemos decir que las luchas étnicas están movidas por intereses materiales
similares: buscan el control autónomo de sus condiciones de producción. Sólo que su
proyecto político no está orientado a conformar nuevas naciones capitalistas, ni, por lo
general, a hegemonizar un proyecto revolucionario de contenido socialista. En este sentido,
los grupos étnicos no tienen intereses nacionales sino, más bien, disputan a la soberanía
nacional, dentro de su ámbito, la autonomía del control sobre sus condiciones de producción.
De ahí que la utopía del "retorno a la pureza original", no obstante ser una estafa ideológica
mediatizadora, puede llegar a prender con entusiasmo como bandera de lucha de los
movimientos étnicos.
Pero es también sabido, por la experiencia histórica, que el campesinado puede llegar
a desarrollar una gran capacidad de asedio a las clases nacionales que hegemonizan el poder,
movidos por la defensa de sus intereses y acicateados por las necesidades de sobrevivencia.
Por ello es que la "cuestión étnica", como la "cuestión nacional", representan para el Estado
nacional un conflicto potencial permanente, cuando no es un enfrentamiento social abierto.
Lo expuesto permite una caracterización general de lo que entendemos por grupos
étnicos o etnias. Sin embargo, debe reconocerse que el problema étnico es bastante más
complejo, si consideramos que, tanto los modos de producción que cualificaban la unidad del
sistema socioeconómico original precapitalista, por una parte, y los tipos de relaciones de
producción a través de los cuales se integran al modo de producción capitalista, por otro,
pueden ser muy diversos.
Ello incidirá en distintas particularidades estructurales del ser social actual de los
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 603

grupos étnicos, que condicionan distintos intereses y actitudes específicas que orientarán el
contenido de sus expectativas de reivindicación del control de las condiciones de producción,
así como las formas de su actividad social al respecto. Con lo cual el sistema de
contradicciones entre las expectativas reivindicativas o políticas y su viabilidad real, en
relación con sus posiciones estructurales, adquiere diversas especificidades, opera en distintos
niveles de integridad social y alcanza diversos grados de desarrollo.
Nos limitaremos, como ejemplo, a ver someramente algunas de estas particularidades,
de acuerdo al criterio de la calidad del sistema socioeconómico desde el cual las etnias se
integran al sistema capitalista. En el caso de las sociedades pre-tribales de cazadores
recolectores, puede decirse que no aspiran a otra cosa que a la disponibilidad de recursos
naturales apropiables a través del trabajo. Desde luego que también están interesados en
obtener algunos productos que no están en capacidad de producir y que elevan
considerablemente la productividad de su trabajo, tales como armas de fuego o instrumentos
de metal. Sin embargo, carecen de una organización institucional y, desde luego, de
organización política. En algunos casos, han llegado a la tribalización, en alianza con
sociedades tribales, intentando contrarrestar la reducción de la disponibilidad de recursos
debido a la expansión colonizadora del capitalismo. Debido a su incapacidad de respuesta
política y, menos aún, militar, puede decirse que han corrido con suerte aquellas etnias que
habitan territorios donde la explotación de los recursos de apropiación que constituyen su base
de subsistencia no es rentable a la empresa capitalista o a la explotación campesina. O cuando
la obtención de algunos productos de su actividad les permiten una relación de intercambio
que interesa a pequeños comerciantes (pieles, perlas u otros) que no están interesados en
realizar el trabajo de su obtención directa. De alguna manera, su destino está sujeto al papel
ideológico-político que la relación del Estado con estos pueblos juega en la sociedad civil
nacional.
Los pueblos de origen tribal preclasista conocían ya las técnicas de producción de
alimentos, explotando recursos agrícolas o ganaderos que generalmente constituían la base de
su economía, además de haber alcanzado cierto grado de desarrollo y especialización en la
producción artesanal. Poseían instituciones administrativas más o manos simples y estaban
organizadas para la defensa de los medios colectivos de producción que, especialmente
tratándose de agricultores, incluían un territorio comunal. Dependiendo de la magnitud de su
población y de su posición geográfica, en algunos casos pudieron estar en condiciones de
resistir, aún militarmente, por tiempo prolongado a la expansión colonial capitalista. Los
resultados históricos del enfrentamiento con la sociedad clasista invasora de sus territorios y
subordinadora de su fuerza de trabajo, pueden haber sido diversos. Yendo desde el exterminio
físico a su disolución como grupo, integrándolos a las clases de origen nacional o, en los
casos de sobrevivencia de la etnia como una unidad social -que es lo que hoy nos interesa-,
desde el sometimiento a reducciones o el desplazamiento a zonas de baja productividad, hasta
la mantención de parte de sus territorios donde han retenido parte de sus tierras bajo distintas
formas de propiedad o posesión. De cualquier modo, han tenido que enfrentarse
permanentemente a la expansión de la propiedad agraria capitalista, que incorpora al mercado
las tierras de mayor productividad.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 604

Es común que la situación de permanente enfrentamiento les haga volver a la


tradicional reciprocidad solidaria, como recurso de unidad estratégica frente a la agresión.
Aunque, cuando la disponibilidad de tierras se les reconoce bajo formas de pequeña propiedad
privada, ello ha llevado a la disgregación parcial del grupo. A la vez, el carácter privado de la
pequeña propiedad, que la hace alienable, ha sido la forma de su enajenación progresiva.
Quedando a los campesinos expropiados la alternativa de la proletarización o de recurrir a la
"tradicional" reciprocidad comunal. De cualquier modo, los grupos étnicos sobrevivientes han
mantenido su unidad, en términos de conciencia social, exaltando en primer lugar su unidad
cultural distintiva, como conciencia étnica en sentido estricto. No obstante, el hecho de que en
el contenido de la tradición cultural se refleje el carácter comunal solidario de las relaciones
de producción, hace al grupo estructuralmente más homogéneo. Al reconocerse culturalmente
como una unidad social, con cierta homogeneidad estructural, se comparte la conciencia de la
segregación política sufrida en común. Sobre esa base, el grupo étnico puede acceder a la
conciencia social, como clase explotada, con muchos más intereses en común que diferencias
internas. La mayor posibilidad de tal conciencia de clase permite la búsqueda de alianzas
políticas con otras clases nacionales que se enfrentan igualmente a la explotación. Pero la
conciencia de clase sólo puede surgir paralelamente, con el reconocimiento de la inviabilidad
de un proyecto autónomo, en el contexto del sistema de relaciones capitalistas.
De modo tal que, si bien el primer momento y el nivel de conciencia del grupo es su
identidad étnica como unidad cultural, y dentro de ella cabe la expectativa del control
autónomo de las condiciones de producción y reproducción social, es posible el surgimiento,
sobre esa base, de la conciencia de clase. El acceso a una conciencia de clase hace viable la
lucha reivindicativa, no ya como un proyecto autónomo, sino en términos de una alianza de
clases en contra de la explotación capitalista. Ello, sin embargo, no implica la pérdida de la
identidad étnica, ni en la materialidad del ser social del grupo, ni en su conciencia social.
La situación de los grupos étnicos originados en sociedades nacionalitarias, es decir,
conformados en torno a sociedades precapitalistas secundarias o clasistas, es más compleja y
con mayores contradicciones internas. Aún limitándonos a aquellas sociedades esclavistas
iniciales se tratará, por lo general, de sociedades multiétnicas509 en que las clases dominantes
explotaban la fuerza de trabajo de distintas comunidades campesinas y la estructura piramidal
de la sujeción política podía tener distintos grados de complejidad e instancias de mediación.
Pero sin duda, llegó a haber variados aspectos de la cultura en que se manifestaban las
relaciones de unidad de la totalidad social, como la lengua franca común, si es que la hubo, y
otros rasgos que mostraron las formas del sistema administrativo o la imposición de una
ideología religiosa sobre las tradiciones míticas y los rituales particulares de las diversas
comunidades campesinas sometidas. Se trata de sociedades que poseían una desarrollada
estructura política y un aparto militar organizado, por lo que su subordinación pudo implicar
conflictos militares de variadas proporciones. Sin embargo, las contradicciones internas

509
Tratándose de sociedades precapitalistas, consideraremos a las etnias como unidades sociales que presentan
culturas distintivas, en cuya conformación diferencial han incidido singularidades de desarrollo histórico y
origen geográfico.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 605

inherentes al carácter clasista de su estructura social, conllevaba las bases de una debilidad
estructural que, en casi todas partes, permitió a la expansión colonial capitalista su
desmoronamiento político y la desarticulación de la unidad que podría haber permitido el
enfrentamiento a las nuevas clases dominantes y a la subordinación a la sociedad nacional.
Las luchas internas de clases no sólo se establecían entre explotadores y explotados, sino
también entre estamentos y parcialidades de las clases nacionalitarias dominantes, lo que
posibilitó a corto o mediano plazo el desmantelamiento y sustitución de su poder estatal
central por la burguesía colonizadora.
Históricamente, contribuyeron a ello principalmente los estamentos intermedios de las

clases explotadoras divididas en parcialidades, cuyos intereses se orientaban en dos sentidos:

a mantener la sujeción directa de la fuerza de trabajo, por una parte, lo que les permitía, en la

otra mano, negociar políticamente con las nuevas clases dominantes -generalmente con los

terratenientes y, a veces, con los comerciantes- la mantención de privilegios económicos y

sociales.

Las comunidades campesinas, entre tanto, intentaron mantener su control sobre los
medios de producción -al menos bajo la forma de posesión- cuando las tierras eran apropiadas
por los terratenientes. Las luchas de las comunidades de productores campesinos pudieron ser
apoyadas por los antiguos "caciques", que de esa manera buscaban asegurar el apoyo político
que les permitía mediar con los nuevos propietarios de la tierra la disposición de la fuerza de
trabajo, de manera directa o a través de la renta en especies. O, si es que las comunidades
lograban retener la propiedad de los medios de producción, la apropiación de los productos
que entraban a la circulación mercantil.
Sin embargo, no hay que considerar que siempre las luchas de las distintas
comunidades o parcialidades étnicas de las viejas nacionalidades se dieron ya desarticuladas
de su unidad político-militar central, resolviéndose regional o localmente a través de diversas
formas y coyunturas. Con todo, lo dicho permite entender de manera global por qué -aún
cuando la situación del campesinado atravesó en algunos casos por el proceso de reforma
agraria, como proyecto de la burguesía industrial- el sistema de su denominación política se
estructuró con éxito variable, pero generalmente sobre la base del caciquismo, conformando
esa forma de Estado llamada "bonapartista", en las naciones cuya territorialidad "encerró"
viejas sociedades nacionalitarias de avanzado desarrollo.
Con la expansión capitalista al agro, tanto a través de la apropiación de las tierras
como a través de la apertura de las comunidades campesinas al mercado interior, éstas se
vieron cada vez más reducidas en sus posibilidades de reproducción. Lo que ha causado en
parte la expulsión de población a las ciudades, sin que ello les permitiera tampoco una
incorporación ilimitada a otras formas de producción. Por lo que en el campo se agudizan las
luchas de clases generando situaciones complejas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 606

Como vemos, muchas veces, la lucha se da separadamente por parte de las distintas
parcialidades étnicas que una vez integraron una nacionalidad. No obstante, se llegan a
conformar situaciones críticas para el campesinado cuando las políticas agrarias del Estado
nacional -sea por la crisis económicas del sistema capitalista mundial o por crisis e
incapacidad política de las clases dominantes nacionales para resolver el "problema agrario"-
los afectó drásticamente de manera general. En tales situaciones, el campesinado busca
ampliar las bases de una acción política para enfrentar al Estado nacional. Y una de las formas
que adquieren las alianzas, es la unificación de las distintas comunidades y parcialidades que
han integrado históricamente las viejas nacionalidades. Generalmente, a tales necesidades de
unificación se corresponde la generación de un nuevo sistema de representaciones ideológicas
que, sobre la base de rasgos culturales comunes (como la lengua, la mitología, etc.) alude a la
vieja unidad como sustento de las grandezas del pasado histórico, bastante mitificado, bajo
formas de pensamiento mítico-religioso ("milenarismo", "mesianismo"). En tales condiciones,
la capacidad de asedio del campesinado al Estado nacional puede alcanzar gran magnitud,
sobre todo si se trata de etnias demográficamente importantes. Las limitaciones de sus
proyectos políticos se deben, a pesar de ello y en primer lugar, a sus contradicciones internas.
Por una parte, los elementos de la conciencia social serán predominantemente culturales,
debido a que se trata de un campesinado dividido en clases. Por lo que, si una unidad étnica se
fortalece, no sobrepasará en sus manifestaciones a la simbolización cultural de lo común. Por
lo demás, los elementos culturales comunes que pueden conformarla han sido históricamente
"difundidos" por las viejas clases explotadoras y las relaciones entre formas y contenidos de
estas expresiones de la conciencia social suelen ser poco congruentes con su contenido
político anti-explotador. Ello limita los niveles de conciencia política, opacando las
posibilidades de una conciencia de los intereses y posiciones estrictamente de clases, que les
llevarían al desarrollo de las luchas intestinas. Lo que, por lo demás, ocurre con bastante
frecuencia, debilitando la unidad interna de tales alianzas.
Pero cuando la unidad política se da y cobra fuerza con el movimiento social en
ascenso, el proyecto político que se presenta bajo la ideología de la identidad cultural, por su
carácter excluyente de la "otredad" social, hace muy difícil las alianzas con otras clases
explotadas de la sociedad nacional. Se puede llegar a coincidir, en coyunturas de rebelión
contra el estado, con las acciones del proletariado o la pequeña burguesía. Pero se hace difícil
la estructuración de una unidad política orgánica. De hecho, los proyectos políticos de las
etnias de origen nacionalitario se presentan como anticapitalistas. Por lo que no debemos
confundir un movimiento nacionalitario de liberación con las luchas nacionalistas de
liberación.
Lo cual no quiere decir que una alianza de parcialidades integrantes de antiguas
sociedades nacionalitarias estén históricamente imposibilitadas de integrarse a un proyecto
nacional. De hecho, el capitalismo los ha integrado ya a la nación. Pero no se trata de un
proyecto autónomo: no es su proyecto. Y es justamente esta situación la que el movimiento
campesino, unificado como etnia, rechaza.
Es un rechazo al Estado nacional burgués, las etnias nacionalistas pueden llegar a
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 607

proclamar a su proyecto como "socialista". Pero generalmente tal concepción del socialismo
es algo sui generis y está empíricamente referida más bien al carácter internamente
igualitario de las relaciones comunales que constituían las unidades de producción y
reproducción social en que se sustentaba el esclavismo inicial, aunque ya las relaciones
comunales hayan alcanzado diversos grados de disgregación por la penetración del
capitalismo. Un proyecto "socialista" de tal naturaleza, con todo, tiene viabilidad histórica a
condición de tener como bases sociales a las comunidades campesinas y de establecer con
otras clases nacionales explotadas una alianza política que las apoye también en su lucha
contra la explotación tradicional de los caciques. Pero, en tal caso, se trataría ya de un
proyecto político que subordina al interés y conciencia de clase la identidad étnica y, además,
no será un proyecto autónomo, sino integrado a una coalición de fuerzas con otras clases que
no se identifican culturalmente con la etnia.
Volviendo al plano general, para resumir lo anterior, podemos decir que las etnias son
grupos sociales con una cultura distintiva que, entre los factores históricos de su
diferenciación cultural, se caracterizan por pertenecer a pueblos originalmente unificados en
torno a una formación social precapitalista. Y que se ven inevitablemente incorporados al
sistema de relaciones de producción capitalista, en un proceso histórico irreversible. Dicho
proceso de confirmación de la nación capitalista conlleva necesariamente el establecimiento
de la soberanía territorial por el estado burgués, restringiendo progresivamente, hasta llegar a
la eliminación, el control del las etnias sobre sus condiciones naturales de producción.
Por una parte, la tierra misma -medio y condición fundamental de producción
económica y de reproducción social de las sociedades precapitalistas- entra inevitablemente
en el proceso de acumulación de medios de producción en que se funda el desarrollo
capitalista, modificando las viejas relaciones de propiedad sobre ella y condicionando con eso
las formas de posesión por los productores directos, así como las diversas formas de
transferencia de excedentes. Por otra parte, se rompe la autosuficiencia de la producción
campesina tradicional, al ser abierta al mercado nacional que es, a la vez, una instancia de
integración al sistema capitalista (transferencia de excedentes de productos) cuando las
unidades de producción campesinas sobreviven, y una vía de desintegración de las viejas
formas de las relaciones de producción (mercado de medios de producción -tierras- y de
fuerza de trabajo), que incorpora progresivamente a las poblaciones de origen étnico a las
clases de origen nacional. Una minoría se constituirá en pequeña burguesía agraria o
comercial y la mayoría en proletariado o en "ejercito de reserva" agrario o urbano.
Ante la violencia de este proceso expropiador y disgregador de las viejas formas de
producción -que tampoco les ofrece alternativas mejores, desde que el mismo sistema no está
generalmente en condiciones de subsumir realmente toda esa fuerza de trabajo al capital510-,

510
En las primeras fases del desarrollo del capitalismo no existía un desarrollo industrial suficiente como para
absorber la fuerza de trabajo desplazada del agro. Cuando el desarrollo industrial ha alcanzado grandes avances,
elevándose la composición orgánica del capital, la automatización comienza a rechazar a una importante
proporción de fuerza de trabajo que, aún con la extensión de la producción industrial, tampoco alcanza a ser
proletarizada. De ahí que los llamados “sectores informales” constituyen una proporción de población urbana sin
posibilidades de incorporarse realmente a la producción capitalista “típica”.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 608

las poblaciones étnicas tienden a unificarse para resistir. La base social a la cual pueden
recurrir de manera más inmediata para conformar una unidad de resistencia, es el grupo
mismo. Y los contenidos de la conciencia en que se refleja tal unidad en la inmediatez, son
precisamente los contenidos culturales de la conciencia habitual. Como hemos visto, la
identificación cultural -étnica en este caso- se ve proporcionalmente agudizada en relación
al grado de conflicto con los "otros" grupos sociales, es decir, con las clases representadas por
el Estado nacional. Al decir clases "representadas" por el Estado nacional, nos referimos
también al proletariado, que se presenta de manera aparente como contrario a los intereses del
campesinado, al demandar en el mercado de productos agrícolas la baja de los precios, desde
que los alimentos constituyen parte importante del valor del salario. En el mercado se
establece así una contradicción de intereses inmediatos de clases entre el campesinado y el
proletariado que, aún no siendo antagónica, dificulta las alianzas de clases contribuyendo al
aislamiento político del campesinado en general y los de origen étnico en particular, pues su
unidad se suele convertir en pretexto fácilmente identificable de discriminación social.
La inviabilidad histórica de un proyecto nacional autónomo de los grupos étnicos no
obedece sólo a las relaciones externas al grupo, dentro de la sociedad nacional, sino también a
las debilidades del mismo debidas a las contradicciones internas de sus aspiraciones,
condicionadas por el hecho de que las etnias están integradas al sistema capitalista. Por un
lado, aspiran al control autónomo de sus condiciones de producción. Pero ello supone su
explotación bajo formas "tradicionales", correspondientes a un grado de desarrollo de las
fuerzas productivas que no les permitirían ni la defensa militar de su soberanía ni la
producción de bienes que se han convertido en necesarios, pero que sólo pueden obtener a
través del mercado capitalista. Por otro lado, tampoco aspiran a romper con el mercado
nacional respecto del cual, desde que como campesinos representan una rama de la
producción en la división social del trabajo, han entrado a depender, tanto para obtener
instrumentos y tecnología básica, como diversos otros bienes de consumo a los cuales no
pretenden renunciar. Respecto al mercado nacional, "exterior" para la etnia, sólo pretenden
obtener condiciones más favorables en el proceso de intercambio.
Así las cosas, los movimientos étnicos, aún pudiendo llegar a ejercer fuertes presiones
contra el Estado nacional, levantan demandas fundamentalmente reivindicativas y no llegan a
conformar proyectos políticos alternativos. Lo que explica por qué el nivel de la conciencia
social enfatiza la identidad cultural, que es la que predomina en el nivel de conciencia
habitual y espontánea.
Otro aspecto del concepto de etnia que se debe precisar se refiere al hecho de que, si
bien el grupo étnico está mayoritariamente integrado por productores campesinos con las
características señaladas, ello no significa que sus miembros ocupen exclusivamente tales
posiciones en el sistema de relaciones sociales de producción. Estos, sin embargo, constituyen
el núcleo o la base de la reproducción del ser social y la cultura de la etnia.
Hemos mencionado que una minoría de los miembros de la etnia puede incorporarse a
la pequeña burguesía comercial, generalmente asentada en zonas urbanas. La mantención de
los vínculos con el grupo étnico y el reforzamiento de su identificación cultural es, para ellos,
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 609

un recurso que les permite asegurar un cierto control del proceso de intercambio de los
productos agroartesanales de las comunidades campesinas en condiciones ventajosas. Cuando
se trata de comerciantes de productos artesanales, explotan también la imagen de su identidad
cultural "hacia afuera", como garantía de "autenticidad" de los productos, lo que forma parte
del valor socialmente asignado a los mismos y que el comerciante se hace pagar. También
suele generarse una pequeña burguesía agraria que se asegura la disponibilidad de fuerza de
trabajo más o menos barata, comprometiendo a los miembros de su grupo étnico a través del
intercambio de "favores".
Pero hay fracciones más amplias de los grupos étnicos que, debido a la pauperización
de la economía campesina, se incorporan a otros tipos de relaciones de producción dentro del
capitalismo, como una forma de subsidiar las pérdidas de la producción agraria que es, sin
embargo, el ámbito de su reproducción social y la base de la reproducción de la cultura con
que se identifican. Es el caso de los que Bartra incluye en el campesinado pauperizado y
semiproletario, que desarrollan esa "...agricultura (que) se sostiene en el pequeño comercio, el
dinero que envían las hijas de la ciudad donde trabajan como sirvientas, los jornales, los
beneficios del trabajo artesanal o las ganancias de un ejercicio de un oficio" (R. Bartra,
1974:90). Tanto los campesinos pauperizados que no llegan a proletarizarse y viven de
realizar actividades "terciarias", como los semi proletariados que se sustentan básicamente en
un jornal o salario, participan de la producción agraria como una actividad económicamente
secundaria. Meillassoux, por su parte, explica el por qué es importante para el proletariado
campesino la mantención de los vínculos con la que llama comunidad doméstica y que, en
nuestro caso, es válido para la etnia campesina. Se trata, en su calificación de los sectores del
proletariado, del "proletariado campesino que sólo obtiene del capitalismo los medios para la
reconstitución inmediata de su fuerza de trabajo, pero no para su mantenimiento y
reproducción, medios que él se procura en el marco de la economía doméstica" y que, en
cuanto a su conciencia de clase y conducta política, se caracteriza porque "reivindicará
particularmente mejores condiciones de trabajo y de resistencia durante el periodo de empleo,
pero tendrá una débil conciencia de clase por cuanto piensa que puede replegarse a su país y a
la comunidad rural" (Meillassoux 1977: 189-190). En este caso, la mantención de los vínculos
con el grupo étnico es lo que permite al proletario de origen campesino, en principio, su
reproducción social como fuerza de trabajo barata, cuyo costo no ha sido cargado al capital
variable del empresario capitalista y, además, garantiza su sobrevivencia ante los riesgos de
cesantía como proletario. Es decir, es lo que le permite al proletario de origen campesino
resolver situaciones vitales que su venta ocasional de fuerza de trabajo a bajos precios no le
permite solventar. De ahí por qué su trabajo asalariado contribuye a subsidiar una producción
agraria deficitaria y por qué mantiene su identificación con el grupo étnico -que en parte
reproduce-, aún cuando sus aspiraciones pudieran estar más orientadas a incorporarse al
proletariado estable que a participar de las reivindicaciones de su etnia como campesino.
También suele haber sectores del proletariado estable o "clásico", integrados por
miembros de origen étnico que, aún prescindiendo de sus vínculos económicos con la
producción campesina, reproducen su identidad cultural originaria de manera aparente,
cuando a la imagen esteriotipada de su etnia se asocia la posesión de alguna habilidad
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 610

particular que se cotiza bien en el mercado de la fuerza de trabajo: "son muy trabajadores",
"son muy serviciales" o, como sucede con los iroqueses, que tienen gran demanda en las
empresas de construcción, porque se supone que no sufren de vértigo.
También habrá algunos miembros salidos de la etnia que se han integrado a otras
clases sociales, como la pequeña burguesía administrativa o profesional, que no desconocen
su origen étnico aunque estén totalmente desconectados de su grupo, pues éste constituye la
referencia desde la cual valoran su posición actual de términos de prestigio social.
Para terminar con este punto, sin la pretensión de haber respondido a todos los
problemas objetivos que implica el concepto de etnia, ni mucho menos, queremos explicitar
los aspectos de su categorización que intentamos contribuir a resolver a partir de la
formulación precedente:
1) Buscando congruencia en la formulación materialista del concepto, creemos que la
especificidad de los grupos étnicos se puede precisar así, reflejando los aspectos
fundamentales de la causalidad histórica de su ser social, de la reproducción material de las
peculiaridades distintivas de su cultura.
2) Que es el reconocimiento de la particularidad material de su ser histórico-social lo que

permite extender la tendencia predominante de los grupos étnicos a la focalización de su

identificación y solidaridad social en torno a la identidad cultural en el nivel de la conciencia

habitual. Lo cual no es, en todo caso, una característica exclusiva de las etnias.

3) Este enfoque del problema permite entender el hecho de que una etnia, sin dejar de
serlo como ser social con una determinada cultura, puede, en determinadas situaciones,
acceder a la conciencia política. De hecho, un desplazamiento de la identidad social respecto a
los contenidos y niveles de la conciencia, no implica ni genera por sí mismo un cambio del ser
social de la etnia. Pero puede convertirse en una condición subjetiva importante en su
transformación histórica, como sujeto activo y conciente de la misma.
4) La formulación propuesta busca precisar algunas diferencias importantes en cuanto
a las formas y niveles de la práctica política en la lucha de clases, entre las luchas étnicas,
básicamente reivindicativas, y los movimientos nacionalistas o las luchas nacionales de
liberación anticolonial o antiimperialista , que constituyen proyectos políticos alternativos.

El problema indígena.
El llamado "problema indígena" no es otra cosa que una particularidad de la "cuestión étnica".
Es una particularidad americana511. Se refiere a etnias cuya tradición histórica se desarrolló en
territorios americanos y que suelen compartir algunos componentes raciales en común. Y los
elementos culturales que -integrándose de diversas maneras con una gran cantidad de

511
Aunque el término “indio” no se ha aplicado sólo a los habitantes nativos de América.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 611

elementos originarios del viejo mundo- defienden su individualidad, tienen que ver con la
cultura de diversas sociedades precapitalistas y pre-europeas autóctonas. No obstante, la
unidad del sistema socioeconómico que los integró como grupos sociales involucrados en la
confirmación de las naciones americanas, fue generalmente el complejo sistema de relaciones
de producción que se estructuró en el proceso de acumulación originaria del capital, durante la
colonia. Prevemos que un intento escolástico de distinguir si se trata estrictamente de etnias -
si "encajan" en la definición- estará afectado por las polémicas en torno así el modo de
producción entonces fue feudal o capitalista, qué tanto o desde cuándo.
De cualquier modo, podemos decir que las etnias indígenas actuales descienden de
aquellas que, involucradas de diversas maneras en la estructura socioeconómica colonial antes
de la conformación de las actuales naciones americanas, participaban de sociedades
precapitalistas establecidas en territorio americano.
La cuestión indígena es de gran complejidad, dada la multiplicidad de etnias existentes
antes de la colonia y el hecho de que esas sociedades americanas se encontraban organizadas
en diversos modos de producción condicionando diversas particularidades de relación con los
colonizadores europeos y aún con las clases sociales del capitalismo organizado en naciones.
Había desde comunidades primitivas de cazadores recolectores y comunidades tribales
agropecuarias hasta sociedades esclavistas en distintos grados de desarrollo. Las sociedades
más fáciles de conquistar y someter económicamente fueron las más desarrolladas, que ya
poseían un aparato estatal de dominación clasista bien estructurado. Las mayores dificultades
las representaron las comunidades tribales, algunas muy numerosas, organizadas para la
defensa y nunca antes sometidas a explotación ni a dominación política, pero que interesaban
a los colonizadores por representar una buena cantidad de fuerza de trabajo capacitada para
las labores productivas como la agricultura, minería y artesanías. Los pueblos cazadores pre-
tribales, en cambio, no reconocían la propiedad sobre los medios naturales de producción -
pues nunca la conocieron-, y se resistieron a las grandes transformaciones tecnológicas y
sociales, además de no ser una fuente importante de fuerza de trabajo. Fueron exterminados a
través de dos formas de etnocidio: el asesinato sistemático y masivo en unos casos y, en otros,
la política de reducciones o reservaciones donde su fuerza de trabajo fue forzada a contribuir a
la acumulación de unos cuantos capitales antes de extinguirse en condiciones inhumanas.
La existencia de sectores mas o menos importantes de ladinos y mestizos, es uno de
los efectos del proceso de integración y subordinación le las etnias indígenas en la
conformación del modo de producción capitalista y los Estados nacionales americanos.

3. Grupos de origen nacional.


Si podemos apreciar la existencia de grupos étnicos, como unidades sociales particulares en
la organización de la estructura clasista de la nación, es porque presentan algunas diferencias
objetivas respecto a otros tipos de grupos sociales, también particulares, que integran en
sistema de clases sociales. Y la diferencia debe establecerse como una característica distinta
respecto a los mismos factores que se han tomado como criterios para la delimitación de la
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 612

particularidad "étnica". Si nos parece pertinente hacer esta explicitación es porque nos
interesa ver qué papel juega la singularidad cultural en la lucha de clases, como una
dimensión de la existencia de toda clase social, trátese o no de etnias.
Para tal efecto, consideraremos como grupos de origen nacional a aquellos cuyo
sistema socieoeconómico originario común se genera con el desarrollo del sistema de
producción capitalista. Es decir, se trata de grupos sociales que, aún integrados por miembros
de proveniencia heterogénea, adquieren una particularidad cultural común y distintiva, que se
corresponde con el surgimiento de las nuevas clases y sectores sociales específicos del modo
de producción capitalista. Es esta posición en estos nuevos tipos de relaciones de producción
la que constituye el contenido sociohistórico particular a que corresponden las subculturas de
los grupos de origen nacional: las culturas burguesa, proletaria y de la pequeña burguesía. Sin
embargo, esto requiere de algunas precisiones.
De hecho, todas las clases y sectores que integran el modo de producción capitalista,
son cualitativamente nuevas, incluso la de los grupos étnicos que no se integran a las clases
mencionadas. Si hubo, por ejemplo, en lo que se constituyó en la base territorial de una
nación, comunidades tribales, éstas perderán las calidades esenciales del comunismo
primitivo al convertirse en clases sociales explotadas que transfieren excedentes a través del
mercado. Aun cuando se distribuyan igualitariamente la producción que retienen o que
obtienen del mercado, aún si mantienen viejas técnicas y formas de la organización
productiva, formas tradicionales de filiación, etcétera, su antiguo modo de producción habrá
desaparecido, transformándose cualitativamente en nuevas formas de producción.
Además, es perfectamente posible que diversos sectores o parcialidades de las nuevas
clases sociales, sean grupos sociales que conserven sus identidad étnica.
Por lo tanto, diremos que los grupos de origen nacional están integrados generalmente
por grupos o sectores sociales que, en el desarrollo de la lucha de clases que llevan a la
implantación y expansión del sistema capitalista, han luchado en contra y han roto con los
sistemas de reproducción que permitían mantener culturas "tradicionales". La revolución
burguesa nace de la lucha radical contra los viejos órdenes sociales, contra los antiguos
sistemas de producción, generalizándose a sus demás manifestaciones en la religión, la
cultura, etcétera. La burguesía hegemoniza, por lo demás, un violento proceso expropiador de
los medios de producción, con lo cual el nacimiento del proletariado es también el
surgimiento de una clase que proviene de la desarticulación de las viejas formas del ser social
que permitían la reproducción de sus culturas tradicionales, ya despojados y amalgamados en
el nuevo ser social de vendedores de fuerza de trabajo. Para lo cual requieren de una libertad
de movimiento que les permite desplazarse bajo las compulsiones de la demanda de ese
mercado de fuerza de trabajo. Con lo que rompen progresivamente con todos sus vínculos
tradicionales, viéndose en la necesidad de generar nuevas formas de organización y de
establecer nuevos vínculos sociales adecuados a su situación real: mutuales, clubes
deportivos, sindicatos, partidos políticos. La burguesía genera, además, una nueva clase o
sector social que sirve a sus intereses: la pequeña burguesía, con diversas posiciones en la
división del trabajo. La pequeña burguesía comercial que realiza la plusvalía en la circulación
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 613

al detalle, sin mayores capacidades (no sin expectativas) de reproducción ampliada, ni de


convertirse en competencia para la alta burguesía; la pequeña burguesía de servicios,
encargada de la administración burocrática y del mantenimiento de las funciones
institucionales; la pequeña burguesía intelectual, propietaria de conocimientos especializados
que permiten la multiplicación y calificación de la fuerza de trabajo, la planificación social o
la creación y reproducción de las ideologías al servicio de las clases dominantes.
Probablemente la única fracción de clase que tenga una cierta relación de continuidad

real con las tradiciones anteriores a la revolución burguesa sea aquella que, habiendo

confirmado parte de las viejas clases feudales, pero escapando al proceso expropiador, se ha

convertido en sector de la burguesía terrateniente. Por lo que puede reclamar, en su

identificación, de una "tradición cultural" más o menos real, conformando además por razones

estructurales e históricas, a la fracción más conservadora y reaccionaria de la burguesía. Pero

tales sectores de la burguesía no suelen ser mayoritarios ni entre la misma burguesía

terrateniente. Además, tal situación sólo puede darse aún donde el desarrollo del capital

industrial-financiero no ha realizado una reforma agraria, que le permita restar del costo de la

fuerza de trabajo (salario) el porcentaje destinado a la renta de la tierra incorporado al precio

de los alimentos, lo que resulta un lastre para el avance del capitalismo moderno.

Por eso es que, por lo general, los grupos de origen nacional integran
mayoritariamente a las clases comprometidas en la negación de la reproducción de las viejas
formas del ser social y están compuestas por miembros de una heterogénea proveniencia
cultural, los que generan nuevos intereses de clases que se disputan en el ámbito nacional. Por
lo que crean nuevas formas de identificación social: formas particulares de ideologías
nacionalistas que se corresponden con sus nuevos intereses de clase. Borojov es uno de los
autores que con mayor claridad ha intentado mostrar a relación entre las ideologías
nacionalistas y los intereses de clases (Borojov:op.cit.).
Sin embargo, también los grupos de origen nacional poseen manifestaciones
culturales distintivas. Y la singularidad de las subculturas de estos grupos no sólo se
corresponde con la posición en la estructura de clases, con una diferenciación cultural
respecto a los grupos que integran otros tipos de relaciones tipos de relaciones de producción
integradas al sistema capitalista, sino que presentan también una singularidad nacional. Lo
que nos permite apreciar diferencias a veces notables entre el proletariado o la burguesía de
una nación a otra o de las distintas regiones de una misma nación. En gran medida, tales
particularidades tienen relación con las coyunturas históricas en que se han formado y
desarrollado estas clases y sectores sociales. También sus modalidades obedecen a las ramas
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 614

de la producción en que se insertan, en la división nacional e internacional del trabajo. Las


que pueden manifestarse como subculturas de la burguesía agraria o ganadera, industrial,
comercial o financiera. Lo mismo podemos distinguir las subculturas del proletariado minero,
de las haciendas ganaderas, de la industria urbana, etcétera.
Debemos tomar en cuenta que las clases sociales y grupos de origen nacional, nacidas
con el capitalismo, si bien tienen un cierto grado de cohesión ideológica y política en torno a
los intereses comunes de su posición de clase, son al mismo tiempo clases que están
internamente sometidas a fuertes pugnas que les impone la competencia en el mercado:
compiten los burgueses entre sí por colocar sus capitales financieros, por introducir sus
mercancías en condiciones ventajosas al mercado; compiten los obreros entre sí por vender su
fuerza de trabajo o los pequeño-burgueses por vender sus servicios o conocimientos
profesionales. En esta situación, se conforman diversos tipos de alianzas entre sectores
menores de las clases sociales que, unificados con cierto grado de solidaridad interna, están en
mejores condiciones de enfrentar la competencia. Y, muchas veces, la unidad interna de estos
grupos de poder se conforman en torno a una comunidad de referencias culturales, que puede
obedecer a particularidades históricas o de proveniencia geográfica.
Todos estos factores deben ser considerados si queremos comprender la causalidad
que incide en los procesos de creación de la diversidad de subculturas propias de los grupos
de origen nacional, en diversos grados de amplitud, como cultura nacional, subculturas de
clases y, dentro de éstas, las subculturas que generalmente diferencian a distintos grupos
económicos y de poder en la estructura de clases y en la sociedad civil. Se trata de un proceso
en que los diversos sectores que intervienen originalmente en la construcción del sistema
capitalista en su momento revolucionario rompen, en un comienzo, como hemos visto, con
todas las "tradiciones culturales" que son manifestaciones de viejas formas de reproducción
del ser social y que la revolución burguesa niega. Pero las clases sociales comprometidas en
ese proceso crean, junto con la implantación y desarrollo del nuevo sistema de relaciones
sociales de producción, nuevas formas de organización y de identificación ideológica. Una
vez consolidadas las nuevas relaciones sociales y políticas, dentro de su permanente
dinamismo, la lucha ideológica genera un proceso de apropiación -que en buena medida es
invención- de la historia y de las "tradiciones culturales".

La cultura nacional.
En general la "cultura nacional", objetivamente formada en el mercado, en la necesidad de
una lengua franca común, en las nuevas redes de interacción económica, social y política
dentro del espacio nacional es, como ideología, una creación de las fracciones de la burguesía
que hegemonizan la vida política. Para lo cual compran y disponen de los servicios de la
pequeña burguesía intelectual, es decir, de sus intelectuales orgánicos, en la acepción
gramsciana. Las formas y contenidos ideológicos que adquiere la creación y a apropiación
burguesa de la "cultura nacional", variará en su desarrollo en cada nación, de acuerdo con las
formas de ejercicio de los poderes de Estado (forma de Estado). La creación de símbolos y
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 615

valores culturales "nacionales" busca inicialmente la hegemonía e identificación de los grupos


de origen nacional, siendo altamente discriminativa y segregadora de los valores culturales de
los grupos sociales y étnicos sometidos a violenta expropiación o aniquilamiento en la
creación del espacio nacional. Valores y perjuicios discriminativos que se mantendrán o
resurgirán con todas las formas dictatoriales y antidemocráticas del ejercicio del poder. Sin
embargo, cuando la burguesía consolidada económica y políticamente en un territorio
nacional y una población sobre los que ejerce su soberanía, está también capacitada pera
ejercer su dictadura de clase bajo formas democrático-liberales o populistas y presentándose
como conciliadora de los intereses de las distintas clases, desarrollará ideologías de "rescate"
de las múltiples "raíces" de la nación. Se apropiará de la profundidad histórica de las
tradiciones culturales de las distintas etnias o aceptará como "forjadoras" de su singularidad a
la concurrencia de las culturas portadas por los inmigrantes que provienen de otras naciones.
De cualquier manera, estos valores culturales "rescatados" ideológicamente, tienen una
calidad totalmente diferente a la del contexto del ser social que los ha reproducido como una
forma de su existencia real. En fin, son alternativas diversas de desarrollo las que adquiere la
creación, siempre actualizada, del mito ideológico de la unidad nacional que difunden las
instituciones estatales y los medios de difusión al servicio de la burguesía.

Las culturas de clase.


Junto con ello, existen también las diferencias culturales objetivas y la creación ideológica de
la identificación cultural de las distintas clases sociales. Cultura material en que se
manifiestan fenoménicamente las diferencias cuantitativas y cualitativas de acceso al
consumo, los hábitos y particularidades del modo de vida, el acceso a la calificación e
instrucción, las relaciones reales de filiación, las posibilidades y formas de disfrute del tiempo
libre, las formas de organización institucional, etcétera. A la comunidad de intereses de la
clase y según sus niveles de conciencia social y de organización, corresponderá igualmente la
creación de sistemas ideológicos y estereotipos culturales. También la intelectualidad
orgánica de las clases se apropiará y creará símbolos de su tradición y unidad culturalmente
distintiva. Resaltará de su historia de participación en la vida nacional e internacional los
hechos y manifestaciones que se consideren memorables, perderá la memoria o tergiversará
aquello que resulte incongruente con su sistema de valores, se disputará la "propiedad" de los
símbolos nacionalmente aceptados cuando ello parezca meritorio, rescatará las culturas
étnicas si es que eso significa la posibilidad de alianzas aún cuando en la tradición real se
hayan estereotipado despectivamente.

Las minorías nacionales.


El concepto de minorías nacionales se ha usado con bastante flexibilidad para designar tanto a
los grupos étnicos, fracciones de las clases de origen extranjero o comunidades raciales
integrantes de una nación. El término de "minorías", por lo general no tiene una significación
cuantitativa respecto a la proporción de la población nacional que representan, si no más bien
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 616

hace referencia al hecho de que conforman partes de las clases nacionales.


Acá usaremos el concepto de minorías nacionales para designar específicamente a los
grupos de origen nacional que conforman entidades sociales identificables como subculturas
en el seno de las clases surgidas o creadas por el capitalismo. Es común que la pertenencia a
una minoría nacional, así entendida, coincida con posiciones determinadas en la estructura de
clases. No obstante, una minoría nacional puede estar integrada por miembros de distintas
clases sociales, lo que significa que la dimensión social que la distingue, dentro de la cultura
nacional, es su manifestación cultural, que no se corresponde necesaria o estrictamente con la
posición de clase.
Se trata principalmente de las parcialidades de clases que se solidarizan respondiendo
a la necesidad de enfrentar más favorablemente las condiciones de la competencia capitalista.
Por lo que pueden conformarse como minorías privilegiadas o subordinadas.
Las minorías nacionales privilegiadas son aquellas que representan subculturas de las
clases dominantes y que las manipulan a su favor como símbolos de prestigio y exclusividad,
habiendo logrado asumir posiciones de privilegio económico y de poder político. Su identidad
cultural puede crearse en torno a diversos pretextos, de "antigua" raíz aristocrática o en
relación a eventos históricos recientes. Generalmente son grupos sin larga tradición, puesto
que corresponden a las fracciones más avanzadas de la burguesía, lo que no impide que se
apropien de alguna particular y exclusiva "tradición" como referencia de identificación. Su
unidad cultural es manejada ideológica y políticamente como pretexto para la exclusión (es el
sentido de la "exclusividad") de otras fracciones de las clases explotadoras del monopolio de
las posiciones del privilegio en el seno de la misma. Esto implica que, también en el seno de
las clases dominantes, hay fracciones socialmente segregadas bajo pretextos culturales o
raciales y que muchas veces tienden a conformar sus propios mecanismos de solidaridad.
Las minorías nacionales subordinadas son aquellos grupos de origen nacional
segregados socialmente y que enfrentan en condiciones desfavorables la competencia
capitalista, excluidos de las posiciones de privilegio que monopolizan las fracciones de las
clases dominantes que hegemonizan a su favor el poder político. Están fundamentalmente
integradas por miembros de las clases trabajadoras explotadas, aunque pueden pertenecer a
ellas algunas fracciones de las clases explotadoras. Por lo general tienden a identificarse
internamente -con independencia del grado de cohesión y organicidad que posean como
grupos- en torno a las mismas manifestaciones culturales por las cuales son segregados o que
sirven de pretexto ideológico-político para marginarlos en la competencia económica y el
acceso al poder político. Sobre todo cuando se trata de formas culturales inocultables, como el
acento del idioma, el tipo físico, sus hábitos particulares, religión u otros rasgos similares. Se
trata así de grupos subordinados o explotados en el seno de una clase. Los factores culturales
con que se estructurará la identificación de las minorías nacionales serán diversos,
estableciéndose una jerarquía de rasgos en la conformación de su estereotipo social.
A veces las características físicas los harán identificarse como grupos raciales,
independientemente de su pertenencia cultural específica. Es el caso de las minorías de origen
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 617

africano o asiático en el continente americano, que son segregadas por sus rasgos
antropofísicos aparentes, sin importar cuáles hayan sido las naciones o etnias de las cuales
provienen, que posean diferentes dialectos, que profesen distintas religiones. En estos casos,
suele darse un sincretismo cultural que amalgama elementos de diversas viejas tradiciones,
creando nuevas identidades culturales unitarias en torno a las cuales puede establecerse la
solidaridad social necesaria para sobrellevar o enfrentar activamente la situación de
discriminación. En otros casos, el factor de discriminación cultural se relacionará con las
particulares tradiciones heredadas de culturas de origen nacional extranjero o en etnias
autóctonas históricamente disueltas como tales, pero de las cuales persisten, integradas a una
nueva subcultura, algunos rasgos distintivos.
Cuando el origen nacional extranjero o "criollo"512, o las características raciales son un
pretexto de discriminación muy fuerte y se da en el seno de distintas clases, la unidad en torno
a los símbolos y valores culturales comunes puede implicar niveles de solidaridad social que
subordinan las contradicciones internas del grupo, derivadas de la diferencia de posiciones de
clases, sobre todo en las situaciones en que la lucha de clases antagónicas no ha llegado a
niveles críticos.
Es importante destacar que la identificación de los grupos de origen nacional, que se
establece primariamente como identidad cultural, puede llegar a adquirir gran fuerza
ideológica como factor de unidad y solidaridad en la acción política. Sin embargo, su grado de
desarrollo y contenido político puede ser bastante disímil. Ello dependerá de la composición
clasista de las minorías y de su nivel de participación, como tal, en la lucha de clases.
En algunos casos, su comportamiento político no diferirá del de un grupo étnico.
Particularmente cuando los integrantes de la minoría nacional se han incorporado a posiciones
secundarias en el sistema de relaciones de producción generadas por el modo de producción
capitalista. Es lo que sucede con diversos grupos afroantillanos y caribeños que, conformados
como tales por la expansión colonial capitalista en su momento de acumulación originaria,
los sometió a particulares relaciones de esclavitud en el argo (la "segunda esclavitud"). Y con
la liberación de su condición de esclavos, que les otorga la burguesía que encabeza las luchas
de independencia y conformación de los Estados nacionales, se integran a comunidades de
economía campesina.
En otras situaciones, cuando las minorías nacionales subordinadas están compuestas
por miembros integrantes de distintas clases sociales, incluyendo las clases fundamentales, y
representan una proporción importante de la población nacional, pueden aspirar a imponer un

512
En muchas de las naciones donde el capitalismo obedeció a su expansión colonial, las clases dominantes
hegemónicas han sido propiamente de origen extranjero discriminándose a la población nativa o mestiza, aún
cuando parte de ella conforme la burguesía nacional. De hecho, en estos casos la burguesía extranjera ha hecho
“suya” la nación, apropiándose de los aspectos culturales de su tradición. En otras situaciones, donde domina
una burguesía nativa o mestiza, se discrimina a los comerciantes o empresarios de origen extranjero que han
llegado como inmigrantes a buscar fortuna (a “hacerse la América”), como sucede en América con los
inmigrantes árabes, judíos y algunos europeos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 618

proyecto nacional autónomo, como ha sucedido de hecho en Haití. Con lo cual se


"normalizan" -en el sentido de Borojov- las relaciones de la nación con sus condiciones
históricas y naturales de producción, dando paso a la manifestación descarnada de las
contradicciones estrictamente clasistas.
Cuando las minorías nacionales están integradas principalmente por clases
trabajadoras explotadas, pueden llegar a conformar importantes grupos de presión política
frente al Estado nacional. Pero difícilmente conformarán un proyecto nacional alternativo
viable, mientras el nivel de conciencia política no desplace el centro de su identificación de la
identidad cultural, que los contrapone a los demás grupos integrantes de las clases con que
comparten una posición estructural común. Es lo que sucede con las minorías nacionales de
negros y chicanos en los Estados Unidos de Norteamérica513.
Pero tal unidad, como minoría nacional, podría ser una primera etapa histórica en el
desarrollo de la conciencia de clase. Es posible que una minoría nacional integrada por
proletarios y trabajadores explotados en general, accedan a una conciencia política como clase
para sí, movida por su situación de explotación económica agudizada por la discriminación
social. Y, en tal caso, adquiere la posibilidad de entrar en alianzas o incluso hegemonizar un
proyecto nacional alternativo, de contenido anticapitalista y revolucionario.
En síntesis, podemos apreciar que la dimensión cultural es expresión de las formas
particulares de existencia tanto de los grupos de origen nacional como de las etnias y, en
ambos casos, adquieren funciones ideológico-políticas similares. Y en cualquier caso, el
contenido fundamental de las manifestaciones culturales se relaciona con la posición en el
sistema de relaciones sociales de producción. Tanto en unos como en otros, la cultura es una
dimensión real de las clases sociales, que reflejan las formas concretas de la historia y
desarrollo de la lucha de clases, con sus diversos matices.
En este contexto, la distinción entre los grupos étnicos y los que no son, no tiene ni
más ni menos relevancia que la necesidad de entender las singularidades concretas de la lucha
de clases.

5 . El análisis
de situaciones étnico-nacionales concretas.

La distinción básica que hemos esbozado entre grupos étnicos y grupos de origen nacional
tiene un carácter muy general. Pero resulta evidente que cada una de estas categorías sociales
puede presentar muy diversas modalidades particulares, según como hayan incidido en su
determinación histórica los diversos factores que condicionaron tanto su cultura como su

513
Este es el caso de las que, en sentido estricto, López y Rivas y Perera (1971) definen como minoría
subordinada.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 619

inserción en la estructura de clases. Si intentáramos la explicitación de estas modalidades


posibles, ello nos llevaría, sin lugar a dudas, a la caracterización de una interminable -y
seguramente siempre incompleta- tipología de subgrupos sociales diferenciables de acuerdo a
las distintas alternativas de combinación de los factores y variables mencionados, que
incidieron en su determinación particular.
La clasificación tipológica es una de las formas usuales de ordenar nuestros
conocimientos acerca de las propiedades de los fenómenos reales y responde a la necesidad de
sistematizar el resultado de los procedimientos analíticos que nos permiten descubrir tales
propiedades. Pero hay distintas maneras de enfrentar el problema metodológico de la tipología
y ellas están relacionadas con la concepción global (o la falta de la misma) de la investigación
científica.
Al respecto, es bastante común una aproximación que podríamos llamar "inmediatista"
del problema, que responde a una concepción estrecha y limitada de la ciencia. Se da cuando
el investigador se enfrenta a un conjunto de información empírica relacionada con lo que se
supone es el objeto de su ciencia y se ve en la necesidad de darle un orden, pues también se
supone que es lo que debe hacer un investigador. Y la primera pregunta que se plantea es
cómo hacerlo. A partir de la cual se defienden con cierta arbitrariedad diferentes criterios de
análisis que, por lo general, resultan de las características comunes más aparentes que llaman
su atención. Por lo que sucede que cada investigador que se precie de tal inventa su método
clasificatorio, generando resultados que después son difícilmente comparables con los otros
colegas. Sobre la base de tal proceder, no pueden sino sustentarse posiciones empiristas que,
bajo el supuesto de la "objetividad" del dato que resultaría de su ordenación con el rasero de
criterios comunes claramente "observables", conducirá a generalizaciones de las regularidades
empíricas cuya relevancia no se puede evaluar.
En otros casos, se concibe erróneamente al método tipológico, no como el
procedimiento de ordenación, sino como el resultado del mismo. Es decir, se procede con
mayor o menos acierto a la definición de los tipos y luego el "método" consiste en meter los
datos de la realidad en esos casilleros. Un ejemplo de ello es el llamado "método de Bordes",
usado para la clasificación de artefactos de piedra tallada. François Bordes definió -en su
caso, bastante adecuadamente- los rasgos característicos del instrumental de piedra del
paleolítico europeo514 y quienes usan su "método" no hacen otra cosa que meter las piezas que
obtienen en el campo en cajoncitos con los rótulos de cada tipo, ya definido por dicho autor.
Las piezas que no corresponden a ninguna de sus definiciones, son consideradas "atípicas".
Tal manera de operar puede funcionar más o menos bien en Francia. El problema surge
cuando se le usa para intentar clasificar otros materiales, como sucede en América, donde la
mayoría de las industrias líticas resultan completamente "atípicas".
De allí que, cuando nos referimos al método de análisis y ordenación, no debemos
confundir el procedimiento mismo con sus resultados. Y, al proponer un método de
ordenación, lo que se debe hacer es precisamente definir los criterios del análisis que nos

514
François Borde: Tipologie du Paléolothique ancien et moyen. Bordeaux, 1961.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 620

llevarán a descubrir un orden en los datos empíricos. Sin embargo, este problema debe ser
planteado con referencia a la concepción del método de investigación como una totalidad.
Pues no es la tipología la totalidad de la investigación, ni la pregunta de cómo clasificar es la
primera cuestión a resolver.
El cómo investigamos es una cuestión subordinada al para qué lo hacemos. Situados
en el problema de cómo clasificamos (qué categorías de análisis manejamos, en qué orden lo
hacemos, etc.) depende de qué aspectos de la realidad queremos inferir a partir de esa
información ordenada. Es decir, en cada instancia de la investigación, podemos necesitar
ordenar una clase de información con el fin de realizar determinadas inferencias que nos
descubran a la vez lo general y lo singular de un nivel dado de la realidad. Según cuáles sean
los aspectos de la realidad que buscamos inferir, podremos definir no sólo cómo ordenamos la
información, sino también qué información necesitamos obtener. En este sentido, la
concepción general del método de investigación se deriva de la teoría acerca de la realidad
que nos interesa transformar, permitiéndonos definir los criterios adecuados para proceder en
cada fase del proceso investigativo y acceder a los distintos niveles de integridad del
conocimiento (ver Bate, 1981).
Hemos considerado pertinente esta disgresión a propósito del método tipológico, para
explicar por qué no intentaremos exponer una tipología de grupos sociales que, convertidos en
un conjunto de casilleros "típicos", resultaría necesariamente incompleta, ya que lo que nos
proponemos llegar a conocer, más allá de la combinación de unas cuantas características
particularmente comunes, es su singularidad concreta, históricamente determinada. Para lo
cual, prácticamente tendríamos que convertir a cada entidad social real en un "tipo" único, y
ello escapa del todo a nuestras intenciones presentes y posibilidades.
Sin embargo, como es nuestro propósito intentar avanzar algo en la sistematización de
las investigaciones sobre las formas concretas que adquiere la lucha de clases y las distintas
dimensiones de la existencia social que en ella se involucran, consideramos más adecuado
delinear, aunque sea muy esquemáticamente, una proposición de criterios metodológicos. Al
ser explicitadas las categorías y variables que organizan los procedimientos investigativos, se
responde a dos objetivos. Uno de ellos es la posibilidad de generación de conocimientos
acerca de las cualidades de los grupos sociales y los procesos históricos en que participan. El
otro es el de facilitar la comunicación de los problemas y aspectos de la realidad a que
hacemos referencia, desde que sabemos de qué manera los estamos analizando.
Como señalamos en la introducción, la teoría es a la vez es un resultado de la
investigación precedente y un punto de partida para el desarrollo de nuevas investigaciones.
La búsqueda de soluciones mejores a problemas del contenido e interrelaciones entre los
conceptos que integran la teoría, nos interesa acá precisamente como un punto de partida
desde el cual podemos organizar racionalmente los procesos investigativos que nos conduzcan
a generar nuevos conocimientos cada vez más coherentes y precisos acerca de nuestro objeto
de estudio.
La teoría se formula como un sistema de categorías y conceptos que reflejan distintos
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 621

niveles de generalidad y esencialidad de las regularidades objetivas que ocurren en las dos
dimensiones inseparables del proceso social: las dimensiones estructural e histórica. Y los
conceptos o categorías que reflejan los distintos niveles de generalidad y particularidad de la
realidad, deben ser compatibles entre sí.
Si, como hemos visto, la metodología de la investigación se deriva de la concepción
teórica sobre la realidad, la mayor adecuación en la definición de los procedimientos
metodológicos se alcanzará cuando estos se deriven de las formalizaciones teóricas más
cercanas al nivel particular de existencia de los procesos que nos interesa conocer.
Esto supone que las categorías más generales son formuladas reflejando la mayor
riqueza de determinaciones que, hasta donde se sabe en un momento dado, intervienen en al
particular nivel de existencia cuyo conocimiento se desea profundizar. Pero de cualquier
modo, para ese nivel de existencia particular, las categorías deben tener el suficiente nivel de
generalidad como para posibilitar la investigación de diversos fenómenos y procesos que en él
ocurren. Por eso, para definir la adecuación del uso metodológico de determinadas categorías,
es necesario delimitar el nivel de existencia real del objeto de estudio. Con lo cual se define el
nivel de particularidad teórica pertinente, del que se derivará una metodología particular.
Al delimitar el concepto de nación y tomarlo como unidad de análisis, estamos
definiendo como objeto de estudio a las situaciones étnico-nacionales concretas, entendidas
como las formas estructurales y coyunturales concretas que adquiere la lucha de clases en la
formación social capitalista. En ellas están contenidas las contradicciones de clases de distinto
nivel de acción tanto internas como externas a la nación.
Hemos propuesto que las categorías básicas y más generales para aproximarse a este
problema son de las de clase social y cultura, desde que la relación objetiva entre la clase
como categoría fundamental en la formación social y la cultura, comprenden y explican las
distintas dimensiones de la estructura del fenómeno social, desde sus determinaciones
esenciales hasta sus manifestaciones fenoménicas. Por lo tanto, dichas categorías son también
metodológicamente básicas para el análisis de las situaciones étnico-nacionales concretas,
desde que permiten explicar, en su unidad, a la sociedad como totalidad concreta. Siendo
pertinente la aclaración de Kosik en cuanto a que, metodológicamente, totalidad no significa
"todos los hechos", si no "realidad como un todo estructurado y dialéctico, en el cual puede
ser comprendido racionalmente cualquier hecho (clase de hechos, conjunto de hechos)". En
relación a nuestro problema, al entender a la sociedad como una totalidad concreta, formulada
teóricamente como la unidad orgánica de la estructura dinámica y fundamental de la
formación socioeconómica y la cultura, podemos investigar y explicar racionalmente esta
clase de hechos que son las situaciones étnico nacionales concretas en que se desenvuelve la
lucha de clases.
Si es posible la instrumentación lógica -como base de una metodología de análisis- de
estas categorías, es por lo que partimos de una formulación teórica que explica las relaciones
entre ambas. Y es precisamente sobre esa relación que hemos formulado la mencionada
proposición, que, si no es (ni puede ser) acabada, pretendemos que nos permita avanzar con
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 622

bastante mayor coherencia en el estudio de estos complejos procesos objetivos. Al señalar que
entre la clase social y sus manifestaciones culturales hay una unidad de diferentes órdenes de
esencialidad, entendemos que la cultura es la forma fenoménica de su existencia, cuya calidad
esencial es su posición de clase. Pero la relación entre cultura y clase no se reduce a la
relación entre fenómeno y esencia, lo que ya nos abre una vía metodológica para enfrentar
esta análisis. Partiendo del supuesto de que, si las leyes y categorías de la dialéctica son
generales rigen en todos y cada uno de los niveles de la realidad, hemos investigado cómo se
encadenan, específicamente en la particular relación entre cultura y formación social, esa
multiplicidad de regularidades objetivas: fenómeno y esencia, forma y contenido, lo singular
y lo general, todo y partes, causas y efectos en el contexto de la causalidad completa,
contingencia y necesidad, posibilidad y realidad, correspondencia entre calidades y
magnitudes en una estructura compleja y de mediaciones contradictorias, negaciones
dialécticas, etc.
Esto hace que la tarea de investigación sea mucho más ardua y compleja, pero a la vez
abre muchas más alternativas metodológicas. E insistimos en que, si nuestro objetivo es
conocer a la realidad como es, no podemos soslayar el hecho de que la realidad es,
objetivamente, altamente compleja y dinámica por lo cual deberíamos perder las esperanzas
de simplificar la metodología de investigación, reduciéndola a un cómodo recetario
operacional. Si la realidad es compleja, no podemos reducir su conocimiento a una metafísica
simplicidad, sobre todo si pretendemos que el conocimiento nos permita transformar
realidades concretamente complejas. Y si nos consideramos "intelectuales" o investigadores
profesionales "comprometidos", sería saludable que fuéramos asumiendo tal compromiso con
la responsabilidad y los esfuerzos cada vez mayores que el desarrollo de la ciencia exige, en
vez de esperar que alguien descubra por nosotros alguna milagrosa piedra filosofal que
convierta lo complejo en simple, la espesura en transparencia o el sentimiento en conciencia,
sin el requisito del trabajo.
Por ello insistiremos en un punto: el conocimiento de la realidad concreta no se
deduce de la teoría general. Pero sólo mientras manejemos consistentemente una teoría
podremos sistematizar eficazmente los procedimientos lógicos de investigación de la realidad
objetiva, directamente accesible al conocimiento empírico. En nuestro caso, la formulación
teórica de la diferencia y unidad entre cultura y formación social, es una formación general,
supuestamente válida para cualquier sociedad. Sin embargo, en la medida en que ésta nos
muestra las conexiones existentes entre la manifestación fenoménica de la cultura y la
estructura contradictoria fundamental de clases, nos permite sistematizar la investigación
desde la empiria hasta la explicación racional de la realidad histórica concreta.
Por otro lado, también en la dimensión histórica hemos delimitado la particularidad
del objeto de estudio, desde que las situaciones estudiadas están demarcadas por el
surgimiento del capitalismo y la conformación de las naciones. Lo cual no significa que
diversos aspectos que concurren en su determinación causal no deban ser rastreados en una
profundidad histórica mayor. De cualquier manera esta indicación, así como la delimitación
de los conceptos de etnia y grupos de origen nacional, nos circunscriben el campo particular
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 623

de la teoría en que se despliegan las implicaciones de las categorías más generales de clase
social y de cultura.

Proposición metodológica.
Se puede estructurar lógicamente el proceso de investigación que nos permita acceder a un
conocimiento sintético de las situaciones étnico-nacionales concretas, para lo cual sólo
apuntaremos algunos criterios básicos de análisis y ordenación en las principales instancias
metodológicas.
En estas instancias, el análisis puede proceder desde la identificación de los grupos
sociales a través de sus manifestaciones concreto-sensibles como conjuntos y subconjuntos
culturales, pasando por las abstracciones que nos dan a conocer su inserción en la estructura
de clases, hasta la explicación de la situación histórica concreta de la lucha de clases.
Desde que el análisis de estas situaciones trata con sociedades contemporáneas -para
las cuales podemos obtener información más directamente vinculada con los contenidos
fundamentales de la formación social, siendo posible que muchas de las investigaciones
necesarias para su conocimiento ya se hayan realizado-, la estructura metodológica que
esbozamos no implica una secuencia necesaria de procedencias, particularmente en las dos
primeras instancias515. Si existen, por ejemplo, estudios sobre la estructura de clases de una
nación, se podría proceder tanto desde su descomposición analítica para llegar a la
identificación de grupos socioculturales, como desde estos a aquélla, o aún desde ambos
simultáneamente. Lo que importa es entender la coherencia de la estructura lógica de sus
conexiones, la cual deriva de la organicidad de la formulación teórica de las relaciones entre
cultura y formación social.

I. Composición cultural de la nación.


En esta instancia se trata de acumular la información que nos permita conocer la singularidad
histórica de los diversos grupos sociales integrantes de una nación, manifiesta en sus
expresiones culturales. Obtendremos así lo que podríamos llamar un perfil étnico-nacional
que nos posibilitará la comparación y reconocimiento de las diferencias e identidades de los
grupos étnicos y grupos de origen nacional que lo componen.
a) A través del conocimiento de la comunidad de manifestaciones culturales, se
pueden distinguir los diferentes grupos sociales integrantes de una nación, entendidos como
partes de la totalidad social. Una ordenación de ésta índole supone la existencia de distintos
niveles de comunidad de rasgos culturales, pudiéndose identificar, dentro de la cultura
nacional, grupos mayores y subgrupos componentes de uno o varios grupos mayores. Así por
ejemplo, un grupo étnico que integre parcialmente una clases social, mostrará algunos rasgos

515
Lo señalamos, porque en una proposición metodológica que he formulado para la arqueología, dada la
especificidad de esa clase de investigaciones, se da un orden necesario de precedencia de instancias
metodológicas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 624

que serán comunes a toda la clase; por otra parte, puede haber etnias divididas y distribuidas
en diferentes clases y su subcultura mostrará igualmente esas diferencias internas.
Lo que interesa, en principio, es poder diferenciar cada uno de los grupos étnicos o
nacionales de acuerdo a sus rasgos culturales. Estos conjuntos de rasgos distintivos incluirán
tanto los que corresponden a las específicas formas de relación con otros grupos sociales
como los que pueden compartir con diversos grupos. Para establecer tal diagnóstico
diferencial, se deberá proceder por comparación de conjuntos de manifestaciones culturales.
Ello significa tener en cuenta que los criterios o variables sobre cuya base se establezca la
comparación deben ser los mismos y aplicables a todos los grupos516.
b) Población. En este aspecto, estimamos importante considerar dos variables
diferentes: 1. Composición racial de cada grupo y, 2. Cuantificación de los miembros de
cada grupo y la distribución estadística de acuerdo a los criterios que pudieran interesar para
el análisis, como sexo, edad, distribución de los miembros de una etnia por clases sociales y
otros.
c) Distribución territorial. Se trata de identificar los espacios geográficos dentro de los
cuales se mueven normalmente los miembros de un grupo social. Pueden distinguirse éstos de
acuerdo a varios criterios. Por ejemplo: 1. Si se trata de un territorio unitario o fragmentado;
2. Si comprende territorios de una o más naciones; 3. Si se trata de espacios rurales, urbanos o
ambos; 4. Clasificación de espacios según actividades: productivas, de residencia o vivienda,
ceremoniales, funerarias, etc.; 5. Si se trata de espacios compartidos con otro grupo social; 6.
Comparación de los espacios geográficos actualmente ocupados con aquellos ocupados en el
pasado (restricciones o ampliaciones territoriales, desplazamientos, migraciones).
d) Génesis socioeconómica, Se refiere al sistema o sistemas socioeconómicos de los
cuales descienden los miembros de un grupo social. Una "etnia" diferirá de los grupos de
origen nacional si la unidad actual deriva de un sistema socioeconómico común precapitalista
o si el grupo ha sido integrado por descendientes de diversas sociedades originadas durante el
proceso de desarrollo del modo de producción capitalista.
e) Tradición histórica particular. Interesa el conocimiento de la historia particular real
del grupo social, de su conformación como unidad social, relaciones con otros grupos o
sociedades, particularidades de su devenir y procesos de integración al sistema actual 517. De
hecho, también en este caso, los grupos étnicos poseerán una historia como unidad social
diferenciable, anterior a su incorporación al sistema capitalista. Los grupos nacionales
generalmente son de origen más heterogéneo y la historia de su identidad, como tales, se
inscribe en la historia del desarrollo capitalista, lo que no excluye la incorporación de diversos
rasgos culturales que recrean viejas y diferentes tradiciones precapitalistas.

516
Sobre los criterios de ordenación de formas culturales véase el capítulo "El orden de las formas culturales"
en Bate, 1978.
517
Nos referimos a la historia real, pues los mitos históricos forman parte de la ideología cultural actual.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 625

II. Estructura socioeconómica.


En esta instancia se analizaran los contenidos fundamentales de la cultura, como aspectos
generales de la inserción de los distintos grupos sociales en la formación económico social.
Los primeros criterios analíticos (a, b y c) se manejarán separadamente para cada uno de los
grupos étnicos o nacionales. Los últimos (d y e), suponen una síntesis de las relaciones
estructurales y causales básicas de la formación socioeconómica en conjunto.
a) Posición de clase. Se refiere al análisis de la posición en el sistema de relaciones
sociales de producción y contradicciones que caracterizan a los integrantes del grupo social.
La posición de clase, fracción de clase, o sector puede ser caracterizada con bastante precisión
a través de los criterios propuestos por Lenin518: 1) Posición en un sistema de producción
históricamente determinado; 2) Relaciones de propiedad respecto a los elementos del proceso
productivo. Estimamos necesario subrayar que se trata de la propiedad objetiva
independientemente que ésta coincida o no con la propiedad subjetiva (jurídica). Además
consideramos importante señalar, cuando las hay, las diferencias entre propiedad y posesión;
3) Posición en la división social del trabajo, y, 4) forma y proporción en que se apropian de la
riqueza social (distribución de los productos). Importa, además, considerar de qué manera se
integran al sistema global las relaciones de producción o las formas de subordinación del
trabajo al capital.
Desde este punto de vista, debe considerarse si el grupo social es : 1) Explotador,
explotado o guarda una posición intermedia (por ejemplo: enajena excedentes pero transfiere
parte de ellos a la clase dominante) 2) En el caso de los grupos étnicos, 2.1 Si este es unitario
o disgregado, es decir, si conforman aún -dentro del modo de producción capitalista- una
unidad de reproducción económica o si sus miembros están incorporados a diversas unidades
productivas (ejidos, empresas industriales, etc.). 2.2 Si la etnia, en cualquiera de los dos casos,
es uniclasista o pluriclasista es decir, si sus miembros pertenecen o conforman una sola clase
social a varias clases o sectores.
b) Conciencia social. Deben analizarse las formas, contenidos y niveles de la
conciencia social. En este sentido, pueden distinguirse: 1) Los elementos de identificación del
grupo; éstos pueden ser culturales o de clase, entendiéndose que la existencia de una
identificación clasista no excluye la conciencia de la identidad cultural. 2) Niveles de
conciencia y solidaridad. Se consideran las jerarquías en cuanto a la identificación y
solidaridad del grupo en términos de una conciencia de lo cultural o de la posición clasista; en
el seno de cada grupo que puede haber diferencias al respecto; así por ejemplo, es posible que
parte de la clase obrera como grupo de origen nacional subordine sus intereses de clase a los
intereses "superiores" de la nación, mientras otros subordinen su solidaridad con la nación a
los "intereses nacionales de clase" (en la terminología de Borojov); también puede suceder
que un sector de una etnia, privilegiado por su posición clasista, resalte su identidad cultural,
mientras los sectores explotados de la misma se solidaricen entre sí sobre la base de sus
intereses de clase y estén más dispuestos a solidarizarse con miembros de la misma clase que

518
V. I . Lenin: Una gran iniciativa.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 626

no pertenezcan a su grupo étnico. 3) aspiraciones y expectativas: relacionado con los niveles


de conciencia, se refiere a cuáles son las reivindicaciones a que aspira el grupo y sus
expectativas de conquistarlas. Pueden plantearse por la defensa de la cultura propia o la
mantención de la lengua, contra la segregación social bajo pretextos étnicos o raciales, por la
propiedad, colectiva o privada, sobre medios de producción o por el cambio del sistema
global de relaciones de producción. 4) Actitudes sociales, en las diversas esferas de la
vida social, hacia los otros grupos integrantes de la nación o hacia otras naciones.
c) Relaciones entre grupos. Interesa ver qué vínculos guarda el grupo social con los
demás, en qué niveles de la formación social se establecen (en la producción, el intercambio,
el modo de reproducción, en organismos "culturales", sindicales o políticos). Especialmente
importante es el análisis de las formas y grados de relación con los aparatos del Estado
nacional.
d) Estructura y características del estado nacional. Se refiere a la organización
general de las acciones de coerción y administración estatal y las formas específicas de
dominación política, militar-policial e ideológica a través de las cuales opera en el ámbito
nacional.

III. Situaciones étnico-nacionales concretas.


Alcanzar a esta instancia es el objeto de la investigación. Conocidas las posiciones a intereses
fundamentales de clase de los diversos grupos integrantes de la nación, sus contenidos y
niveles ideológicos, la estructura de relaciones institucionales entre ellos y respecto al estado,
por una parte, y las particularidades culturales históricamente generadas, con sus peculiares
especificidades diferenciales en el contexto de la totalidad, de las formas y contenidos
concretos de sus intereses y motivaciones, es posible obtener un conocimiento que explique
racionalmente las situaciones étnico-nacionales concretas.
Los criterios apuntados suponen la posibilidad de analizar y acceder a una síntesis del
conocimiento de la concreción histórica de la nación como totalidad, tanto como la
realización de estudios particulares de determinados grupos étnicos o de origen nacional,
comprendidos en el contexto de la totalidad social.
Por el momento, pensamos que lo fundamental será ponernos de acuerdo en cuanto a
los criterios objetivos cuya consideración metodológica nos permitirá enfocar de manera
sistemática el estudio y discusión de las "cuestiones" étnicas y nacionales.

6. Cultura y praxis política.


Siguiendo a Sánchez Vázquez519, entenderemos a la praxis como una forma particular de
actividad, es decir, de relación entre un agente transformador y un objeto de esta
transformación. Su particularidad consiste, en cuanto al agente, en que éste es un ser

519
A. SánchezVazquez: Filosofía de la praxis.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 627

conciente y se trata, por lo tanto, de un sujeto humano. Por otra parte -y en ello estriba el
fundamento de la concepción materialista de la praxis- el objeto de la transformación existe
independientemente de la conciencia del sujeto. De allí que pretender que la actividad teórica
subjetiva sea una forma de praxis ("practica teórica") transparenta claramente una concepción
idealista de la misma. La actividad consciente del sujeto no modifica por sí misma ningún
objeto, pero constituye una condición necesaria de la acción práctica. El grado de conciencia
sobre las propiedades del objeto y de los niveles de acción posibles del sujeto en relación con
aquel, inciden en una mayor o menor adecuación de los resultados reales de la praxis con
respecto a los fines previstos por el sujeto y que orientan su acción transformadora.
En este capítulo haremos algunos apuntes acerca del papel que juega la conciencia
cultural de la realidad, como elemento de la actividad subjetiva de la praxis política, en la cual
los sujetos son las clases sociales. Estas luchan entre sí movidas por intereses históricos
contradictorios en cuanto a los fines del manejo y la transformación de las relaciones sociales,
que constituyen el objeto de la práctica. A partir de ello, nos referiremos a la importancia de la
conciencia reflexiva de la cultura, es decir, del manejo teórico de la categoría de cultura, en el
contexto de una praxis política orientada a la transformación revolucionaria de la sociedad.

1. La cultura como ideológica política.


Como hemos señalado reiteradamente, la cultura es el conjunto de formas fenoménicas a
través de las cuales se manifiesta singularmente la existencia concreta de los grupos y clases
sociales o de la sociedad como totalidad. En su reflejo consciente, los grupos o clases sociales
asocian, a la representación cognitiva de la realidad, determinadas significaciones o valores de
acuerdo a sus intereses respecto a los objetos o situaciones objetivas representados o
simbolizados. En este sentido, la representación o conceptualización de las manifestaciones
culturales de la existencia social o de los aspectos de la realidad con los cuales se relacionan
los intereses de los grupos sociales, adquieren el carácter de símbolos o valores culturales.
Es indudable que el reflejo de la realidad social bajo sus formas culturales y el manejo
de los símbolos culturales como representaciones estereotipadas convertidas en valores por las
significaciones afectivas que los objetos simbolizados guardan con los intereses de las clases,
juegan un importante papel, como condición subjetiva de la praxis política, en la
conformación de posiciones, de actitudes, en el "estado de ánimo de las masas" que pueden
motivar su acción o conducta política en diversos sentidos. Definir la importancia de las
representaciones y simbolizaciones culturalmente concretas de la realidad, como elementos
que integran la conciencia de las clases, condición subjetiva de su práctica política, requiere la
consideración de algunos puntos que veremos enseguida.
A. En primer lugar, las formas culturales como tales no tienen un signo político
determinado. Vale decir, la cultura no es en sí misma conservadora o progresista, reaccionaria
o revolucionaria. Las formas culturales adquieren tal carácter o tales calidades sólo en su
correspondencia concreta con los contenidos de clase que manifiestan o con los intereses de
las clases sociales que las manejan como símbolos ideológicos en situaciones históricas
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 628

determinadas. Por su carácter fenoménico, las formas culturales no muestran de manera


transparente sus contenidos. Mas aún, como se trata de símbolos, estos adquieren un carácter
convencional cuyo signo político debe ser comprendido en relación al contexto en que se da.
Así, un mismo símbolo cultural puede tener valores y sentidos políticos diferentes, en
primer lugar, para las distintas clases de una nación que identifican su significado contextual.
Además, en un contexto distinto puede variar completamente su significado y su signo
político. La capacidad de movilización política bajo pretextos religiosos seguramente tendría
efectos diferentes entre la pequeña burguesía o el significado. Pero además, los mismos
símbolos religiosos, desde que tienen una fuerte carga afectiva tradicional entre el
campesinado, pueden adquirir contenidos distintos en diversas zonas rurales o en distintas
naciones, sirviendo a las causas más retrógradas y oscurantistas en unos casos o hasta a
movimientos insurreccionales contra la explotación en otros.
También las tradiciones culturales de diferentes clases o pueblos constituyen contextos
diferentes en los cuales los hechos o discursos políticos generan efectos disímiles. En algunos
países, saber que las dictaduras militares sudamericanas asesinan y secuestran a los opositores
causa menos impacto que enterarse de que en las cárceles se viola a las mujeres, mientras en
otros países esto resulta casi indiferente, en tanto que indigna el hecho de que se viole la
correspondencia.
Por otro lado, el mismo contenido ideológico puede cambiar de formas de expresión
cultural, desplazándose según las coyunturas históricas. En épocas de fuerte represión a los
trabajadores, cuando éstos no pueden expresar abiertamente sus opiniones u ostentar sus
símbolos tradicionales, canalizarán sus expresiones, por ejemplo, a través del discurso
religioso, mítico o desplazarán su identificación hacia figuras artísticas o deportivas. Así,
algunos símbolos culturales que no han tenido significación política, pueden adquirirla,
llegando a desplazar su contenido tradicional. Es lo que sucedió con la cruz gamada que, antes
de Hitler era un signo de buena suerte: el desplazamiento fue tan radical que hasta una
conocida empresa trasnacional que la usaba como logotipo, debió cambiarlo.
No se debe dejar de considerar que también hay símbolos culturales que tienen
significados políticos, si no idénticos, similares para distintas clases. Es lo que sucede con los
símbolos de la unidad nacional, creados como tales en el proceso de conformación nacional,
generalmente en las guerras de independencia (nos referimos al continente americano) o
aquellas en que se han dirimido las disputas territoriales a través de las cuales se ha definido
la soberanía nacional. Por lo general, ha sido la burguesía la que se ha apropiado del manejo
de tales símbolos, aunque la agudización de las luchas de clases en que se disputa la
hegemonía del poder, genera también pugnas ideológicas por la apropiación de tales
símbolos. Así como se disputan los valores reconocidos a la tradición histórica que, aunque ha
sido vivida de maneras distintas por las diferentes clases, la mayoría de ellas la reconoce
como historia propia. Es el papel que juegan los "héroes nacionales", los emblemas patrios,
etc.
B. La eficacia del manejo de la simbología cultural, en términos políticos, varía de
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 629

acuerdo con los niveles de conciencia de las clases sociales y con el grado de compromiso
afectivo asociado a tales valores. De ello depende su grado de incidencia en la definición de
posiciones, en la generación de actitudes y en la motivación de las conductas políticas.
Los símbolos culturales poseen mayor fuerza cuando predomina el nivel de la
conciencia habitual espontánea, los prejuicios y los estereotipos acríticamente asimilados. Un
desarrollo de la conciencia crítica y reflexiva permite conocer con mayor lucidez los intereses
objetos de la clase que pertenece. De allí que, generalmente, las clases opresoras manipulan
ideológicamente los símbolos culturales, a través de los cuales puede crearse una imagen
aparente de unidad en la cual basar el consenso que permite ejercer el poder político y la
dominación clasista. El manejo ideológico de la cultura por parte de la burguesía se orienta en
diversos sentidos, sirviendo a sus intereses. Se crea la imagen de una unidad nacional, para
atenuar las manifestaciones de las contradicciones profundas y antagónicas de clases,
permitiendo el desarrollo de su propio proyecto político. Simultáneamente, se manipula y se
fomenta bajo el pretexto del respeto a las diferencias culturales (algunas más "respetables"
que otras, claro está), la desunión y pugnas entre minorías nacionales y grupos étnicos
integrantes de las clases oprimidas, impidiendo su unidad política y el reconocimiento
recíproco de su comunidad de intereses como clases explotadas. Manipulación que puede
adquirir diversas orientaciones, según las coyunturas. El imperialismo norteamericano
encuentra, por ejemplo, apoyo político para su gobierno en torno a la "american way of life",
al papel de guardián internacional del "mundo libre" y la "democracia", pretextos bajo los
cuales sojuzga y masacra a otros pueblos y a los "enemigos" de sus superiores intereses
internacionales. Mientras que, internamente, se mantienen las fricciones y la discriminación
social entre los trabajadores negros, latinos y sajones. En muchas de las naciones
latinoamericanas, con un campesinado de composición multiétnica, se ha fomentado la
discriminación social entre los trabajadores urbanos y mestizos, respecto a los campesinos
indígenas, devaluando y destruyendo progresivamente sus símbolos culturales. Por ello,
cuando el campesinado amenaza con convertirse en un movimiento político fuerte, bajo las
banderas ideológicas de identificación y defensa de la cultura, la burguesía puede permitirse
el juego demagógico y populista ("etnopopulismo") de aceptar, y, más aún, asumir
paternalmente como tarea del Estado, la "defensa" y "conservación" de las culturas
autóctonas, de las "raíces históricas de la nación", etcétera. Con ello "desinfla" el vigor de los
movimientos reivindicativos, sobre cuya base podría forjarse una unidad política de mayores
alcances. Así, cuando el campesinado está integrado por diversas etnias, los campesinos se
desunirán como clase, en la expectativa de obtener concesiones o beneficios del Estado bajo
el pretexto de su singular identidad étnico-cultural.
Al fin y al cabo, el Estado burgués, en su forma democrática, tiene un amplio campo
de manejo ideológico, ya que no afecta a sus intereses de dominación y explotación
económica el hacer todas las concesiones necesarias en el terreno de lo cultural. Ceder
políticamente respecto a las reivindicaciones étnicas de defensa de su cultura no significa mas
que ceder en lo aparente, en lo fenoménico, permitiéndole reforzar la sujeción política que le
asegura no ceder en lo esencial, que es su explotación económica como clase.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 630

Por ello es que, cuando domina el horizonte de la conciencia social el conjunto de


símbolos, valores y estereotipos culturales, sea como conciencia étnica, de minorías
nacionales o como "cultura nacional", ya por activa imposición ideológica de las clases
dominantes o por el escaso desarrollo histórico de la conciencia social, nos encontramos ante
una ideología reaccionaria o, a lo más, conservadora, si es que ello establece una diferencia de
matiz. De allí que, desde Marx a Borojov, la resolución de la "cuestión nacional" -o, en
términos de éste último, la normalización de las condiciones nacionales de producción- sea
vista como una condición previa para el desarrollo de la conciencia de clase y la consecuente
posibilidad de lucha del proletariado en defensa de sus propios intereses de clase y de su
proyecto político revolucionario. De ahí también que, cuando los gobiernos burgueses ven en
crisis su hegemonía política, sea por el auge de los movimientos populares o por su propia
incapacidad de conducción económica para mantener un nivel estable de satisfacción de las
necesidades de la población, recurren con cierta frecuencia a la farsa del amago de conflictos
bélicos con otras naciones, con lujo de propaganda. Para lo cual resulta siempre útil la
mantención prolongada de diferendos limítrofes sin solución, que se pueden reactivar de vez
en cuando, si las circunstancias políticas lo hacen conveniente, como sucede entre casi todas
las naciones sudamericanas: Perú y Ecuador, Venezuela y Guyana, Chile y Argentina y
muchas otras. Claro está que solo a un gobierno militar con tanta audacia como miopía y falta
de cálculo político -y, desde luego, militar-, como el de Argentina en 1982, se le ocurre
pretender realizar tal aventura bélica frente a Inglaterra, buscando desviar la atención de su
incapacidad de resolver la crisis económica y política interna. Cuando no se dispone de tal
pretexto, existe el expediente, de la xenofobia, de cierta eficacia aún hasta en ciertas naciones
que, como la francesa -cuna de la "libertad, igualdad y fraternidad"- poseen una tradición de
organización y luchas proletarias, donde se convierte en culpables de la crisis y la cesantía a
los árabes y "tercermundistas", independientemente de que sean fuerza de trabajo a bajos
costos conveniente a las empresas capitalistas.
El por qué el recurso a los símbolos culturales nacionales y a la xenofobia o etnofobia
tiene cierta eficacia en desviar el "ánimo de las masas" hacia aspectos secundarios a los de su
propia lucha y en opacar su conciencia de clase, aún cuando existan clases nacionales
explotadas con alguna tradición de conciencia y lucha política, requiere explicaciones
adicionales.
Al respecto, hay que considerar algunos factores que ya hemos mencionado a
propósito de la incidencia de los aspectos culturales en la conformación de la conciencia y la
sicología social, como son:
1) El problema de la congruencia, que implica que no todos los fenómenos de la
realidad son reflejados por el sujeto -en este caso las clases- con el mismo nivel de conciencia.
2) Que los mismos "símbolos", como formas de reflejo de la realidad, pueden
corresponder a contenidos de diferente nivel de conciencia y de diferente riqueza conceptual.
3) Que un mayor nivel de abstracción o de "reflexividad" de los conceptos no implica
necesariamente objetividad o veracidad. Aún hasta en las más complejas elaboraciones
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 631

científicas existe el error, al que se expone la reflexión teórica. Riesgo mayor mientras más
larga es la cadena de mediaciones lógicas respecto a la empiria y a la realidad. Con mayor
razón ello puede ocurrir en la ideología, como conciencia reflexiva, desde que muchas de sus
premisas constituyen juicios de valor, en cuya formación incide la manera cómo las
situaciones reales afectan a los intereses de las clases a las que la ideología corresponde.
De tal modo podemos entender por qué aún el proletariado que, en condiciones
nacionales "normales", ha alcanzado un determinado desarrollo de conciencia social de sus
intereses de cases y una tradición de luchas en defensa de los mismos, suele tener bajo nivel
de conciencia de los problemas y necesidades de las otras clases y sectores sociales a los
cuales recurre en busca de alianzas y aún apoya en sus luchas reivindicativas. La comprensión
crítica de su propia situación de clases resulta mucho más fácil de alcanzar por ser, además,
una posición situada en uno de los dos polos de la contradicción fundamental del sistema
capitalista. Pero no siempre alcanza la misma lucidez crítica ni la sensibilidad social para
comprender más cabalmente las necesidades y conflictos de las clases y sectores secundarios
en el sistema de relaciones sociales de producción, desde que ello tampoco afecta de manera
muy inmediata a sus propios intereses. Por lo que los estereotipos, la imagen de "los malos"
de las novelas y películas de vaqueros, los prejuicios sobre "el campesino flojo" que no
comparte la rutina de la jornada obrera, etcétera, entran con facilidad a ocupar un lugar vacío
en el nivel reflexivo de la conciencia. A lo cual se suma un factor históricamente objetivo,
generado en la competencia por el mercado interno de fuerza de trabajo, que ha servido de
base para la creación de mecanismos de discriminación social bajo pretextos culturales,
raciales, lingüísticos, etc.
No obstante, más allá de los intereses reivindicativos inmediatos, y aún para ello, la
alianza de las clases sometidas por la burguesía constituye una necesidad política que
condiciona la viabilidad del proyecto revolucionario que puede plantearse el proletariado. En
ese momento, se recordará sin duda que los campesinos constituyen también la amplia,
aunque ya menos precisa, categoría de explotados. Y no faltará la alusión a los mitos
históricos, que pueden corresponder o no a la realidad , con el del "carácter indómito y bravío
de la raza" de los indígenas y que la burguesía ha producido (junto con su imagen de
"holgazanes"), porque magnifica la proeza pacificadora de los pioneros y forjadores de la
nación, convertidos naturalmente en próceres de las clases dominantes. También tales
situaciones de necesidad de alianzas convocan al carácter internacional e internacionalista del
proletariado, que se suele sobreponer a las "excepciones" que exige la discriminación
xenofóbica de los competidores concretos del proletariado nacional.
Del segundo punto mencionado arriba se deriva otra consideración importante. Y es la
de que el hecho de que los mismos símbolos culturales, aún manteniendo su forma como tal,
pueden contener o corresponder a conceptos de diferente nivel de abstracción. Por lo tanto, es
posible que un grupo social que alcanza mayores niveles de conciencia mantenga, por razones
de tradición y de identificación solidaria, toda una simbología cultural que, sin embargo, no
corresponda necesariamente al nivel de conciencia habitual o espontánea.
Pero lo mismo pede ocurrir a la inversa. Existe todo un lenguaje y una terminología,
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 632

creados por el pensamiento reflexivo, que da origen a ala ideología. Como la ideología opera
cotidianamente en el nivel de conciencia habitual, muchos de los conceptos que aluden a las
características esenciales de las relaciones clasistas han llegado a perder su capacidad
explicativa "desgastados" por el uso trivial cotidiano y convertidos en estereotipos; también se
ha perdido en ocasiones el sentido original, por la apropiación demagógica que de ellos hace
el discurso burgués, de manera que los obreros llegan a manifestar total indiferencia y hasta
aversión al uso de los términos "revolución" o "justicia social"; o pueden incorporarse
sincréticamente a contextos mágico-religiosos, cambiando completamente su contenido, y
podremos encontrarnos a los campesinos más pobres, para quienes la palabra "comunismo"
hace el mismo efecto que la mención del demonio en noche obscura.
C. La posición estructural de las clases condiciona las posibilidades objetivas de
desarrollo de la conciencia social. Por ello es que, metodológicamente, el análisis de la
posición de clase es un punto de partida para comprender el nivel de conciencia accesible a
los grupos sociales. Sin embargo, esta afirmación de carácter general solo cobra sentido real si
tomamos en cuenta una dimensión esencial de todo el proceso social, que es la dimensión
histórica. Ello, porque las condiciones de acceso a diversos grados de desarrollo y formas de
la conciencia social varían según el contenido y orientación de los procesos sociales que
involucran a las clases y que se manifiestan a través de las distintas coyunturas políticas. En
ellas convergen los factores diversos de la tradición histórica de las relaciones entre las clases.
Ciertamente el modo de vida, determinado por la relación con los medios de
producción, la organización técnica y social del trabajo, el acceso a los medios de
información, el grado y calidad de las interacciones sociales en determinados espacios, son
características del ser social que condicionan las necesidades y posibilidades objetivas de
desarrollo de la conciencia social. De este modo, se condiciona un nivel medio de desarrollo
de la conciencia social. Cuando la práctica del ser social se desenvuelve en condiciones
normalmente cotidianas, el grupo social genera pautas y respuestas estereotipadas,
culturalmente normadas, que permiten a sus integrantes ahorrarse el esfuerzo de buscar
explicaciones y soluciones creativas. Pero hay coyunturas políticas y sociales -que desde
luego afectan diferencialmente a las distintas clases y sus relaciones recíprocas- que
involucran a los grupos sociales en situaciones excepcionales y a las cuales no pueden
sustraerse porque les afectan de manera importante, que crean situaciones para las cuales no
hay respuestas o soluciones culturalmente establecidas y exigen esfuerzos reflexivos y
creatividad que pueden contribuir de manera importante al desarrollo de la conciencia social y
a la movilización y organización política. Por ello es que algunas experiencias breves pero
intensas, de enfrentamiento y luchas sociales abiertas, enseñan a las masas más que muchos
meses o años de práctica social cotidiana y reiterativa.
Así es como las condiciones estructurales del ser social, tanto como las experiencias
acumuladas en su desarrollo histórico a través de distintas coyunturas, determinan los niveles
de desarrollo de la conciencia social y la mayor o menor importancia que en ella tiene la
representación cultural o reflexiva de la realidad.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 633

2. La cultura y las tareas de la vanguardia política.


No es nuestro problema, ahora, la discusión acerca de si la vanguardia revolucionaria debe ser
un partido de cuadros o un partido de masas, un partido único o una coalición de
representaciones políticas.
Una vanguardia revolucionaria debe ser aquella organización que, respondiendo a los
intereses de las clases trabajadoras sea capaz de conducir las acciones políticas que llevan
exitosamente a la transformación revolucionaria del sistema de relaciones sociales de
producción capitalista. Para lo cual debe estar orgánicamente vinculada al proletariado como
clase y fuerza política fundamental del proceso de transformaciones, por ser la única clase
históricamente posibilitada, en el seno del capitalismo, de generar las bases de una
organización económico-productiva y social capaz de negar dialécticamente al modo de
producción capitalista.
El solo hecho de que un partido político considere o sea realmente representante de la
clase obrera o de que se auto designe ideológicamente propietario a la "herencia" marxista-
leninista, no garantiza en absoluto su carácter de vanguardia revolucionaria. El carácter de
vanguardia es una posición que se gana en la lucha política en la medida que las clases
populares ven en ellas representados sus intereses y aceptan sus orientaciones políticas desde
que éstas conducen a logros objetivos y se enmarcan en proyectos viables que generan
fundadas expectativas de transformaciones reales.
Para ello, la vanguardia revolucionaria debe estar orgánicamente en capacidad de
desarrollar adecuadamente entre sus tareas esenciales: 1) En análisis e interpretación de la
realidad social, 2) La agitación y educación de las bases populares, y, 3) La movilización y
conducción a las acciones políticas.
Es nuestro interés, en este último punto, el de señalar la incidencia que, en la
realización de esas tareas, tiene el manejo teórico y el conocimiento concreto de los aspectos
culturales de la realidad social.
A. En el análisis e interpretación de la realidad social, el conocimiento científico-
político de la concreción estructural y coyuntural de la sociedad en cuyo seno se liberan las
luchas de clases, es la condición subjetiva fundamental para el desarrollo de una praxis
política con posibilidades de llevar a efecto las transformaciones esperadas.
La sociedad actual ha alcanzado los más complejos y dinámicos niveles de desarrollo
histórico. Si el objetivo de la praxis política es transformar esta realidad, es una exigencia
insoslayable el conocimiento teórico que nos permita explicar la organicidad real de las
múltiples dimensiones de la existencia social.
No es posible conducir exitosamente un proceso revolucionario con un análisis de la
realidad social apoyado en conceptos teóricos de nivel panfletario. Ello reduce de hecho el
análisis al empirismo y la praxis al pragmatismo inmediatista. Pero no pocos cuadros
dirigentes consideran que la lectura diaria de los periódicos o de los noticiarios de radio y
televisión son fuente suficiente de conocimiento concreto de la realidad. Y en cierto modo lo
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 634

es: un conocimiento concreto sensible . No obstante, hay partidos rutinizados y


burocratizados que tienen capacidad de vincularse a las masas, debido a su persistencia y
consecuencia en la conducción de las luchas reivindicativas. Para ello puede bastar el
pragmatismo carente de teoría: ¿ no alcanza el dinero para comprar alimentos?: hay que exigir
más salario o baja del precio de los alimentos; ¿exigimos y no se nos hace caso?: si se para la
industria llegará un momento en que los patrones pierdan más que si otorgan un aumento. A
los seis meses ¿otra vez no alcanza...? Y así, infatigablemente, muchos hechos y acciones
similares, todos los días de muchos años.
Cuando se trata de un partido que no tiene intención de conducir a ningún cambio
realmente revolucionario, tal rutina puede funcionar exitosamente. El problema se da cuando
existe una voluntad auténtica de transformación revolucionaria y las masas son capaces de
participar decididamente en la acción, persuadidas por el pragmatismo exitoso desarrollado
hasta entonces. Es que tal pragmatismo es miope. Los cuadros más "fogueados" y
experimentados seguramente atinarán a predecir los efectos de corto alcance de las opciones
que se presentan frente a la nariz. Pero serán incapaces de medir los efectos, a plazos
mayores, de sus acciones. Mientras se trata de acciones reivindicativas "normales" y
relativamente rutinarias, que no ponen en peligro al sistema social, no habrá consecuencias
graves. Pero cuando se intenta desencadenar un proceso de cambios revolucionarios reales, de
imponer un proyecto político alternativo que debe atentar necesariamente contra las bases
fundamentales del sistema capitalista y enfrentar a su aparato estatal, las consecuencias se
harán imprevisibles, el proceso escapará a las posibilidades de control y la derrota será
desastrosa.
La confusión de la necesidad de un conocimiento concreto de la realidad,
entendiéndolo como un concreto sensible, tiene otros riesgos concomitantes. Se reflejará la
realidad en su nivel fenoménico y nos encontraremos ante la irreducible singularidad cultural.
De ahí a convencerse del carácter tan peculiar y excepcional de la propia historia nacional y a
pensar que "nuestro" proceso revolucionario escapará a las determinantes fundamentales que
han regido a los demás procesos revolucionarios, hay solo un paso. Y, ya vistas las cosas así,
se puede prescindir de la experiencia histórica "ajena" así como de la teoría en general básica
que sintetiza los conocimientos alcanzados a través de esas experiencias. Así, las acciones se
orientarán basadas en el conocimiento "concreto" de nuestra singularidad histórica, que no es
si no el reflejo de la singularidad cultural aparente. Perdiéndose, en consecuencia, la
capacidad de atacar efectivamente los problemas esenciales.
La praxis política implica una transformación de la realidad que, por la complejidad de
su objeto, exige el máximo nivel de creatividad y reflexividad.
Ciertamente, el imperialismo aprende de sus derrotas y toma las medidas pertinentes
para evitar que se repitan, con todas las ventajas de disponer ya de un aparato estatal
consolidado y a su servicio. Por ello es poco adecuado tratar de copiar y de reiterar otras
experiencias revolucionarias. Son irrepetibles y eso hace inútil la "exportación" de
revoluciones. Desarrollar una praxis política creativa significa tener capacidad de generar
nuevas soluciones para enfrentar nuevas situaciones, siempre cambiantes. Pero para crear
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 635

nuevas alternativas se necesita tener un conocimiento cabal de la realidad a transformar y


poseer elementos de juicio con qué enfrentar la búsqueda de las diferentes alternativas de
acción frente a esa realidad dada.
Es la teoría la que nos provee de un arsenal de instrumentos con qué enfrentar la tarea
de descubrir, en esa realidad objetiva, las alternativas que nos permitirán generar nuevas
soluciones estratégicas o tácticas. Y si este instrumental teórico es insuficiente para ello, ¡hay
que crear nuevos conceptos que nos permitan reflejar con propiedad los aspectos de la
realidad, cuyo conocimiento nos posibilitará su manejo creativo!. Para ello es necesario,
primero, conocer bien la teoría de que ya disponemos, así como las otras experiencias
históricas, para no desperdiciar tiempos y trabajos que pueden ser considerables en inventar y
repetir soluciones ya inventadas y ensayadas. Es ya suficiente esfuerzo el de adquirir y
asimilar críticamente la experiencia histórica y su reflejo en la teoría ya formalizada.
Dada la complejidad de la realidad social, la praxis política genera una multiplicidad
de efectos y es cierto que no todos son previsibles, ni todos aquellos previstos corresponden a
lo esperado. Particularmente cuando se ensayan creativamente nuevas formas de
enfrentamiento a la realidad se corren esos riesgos. Sin embargo, hay efectos y errores que
son previsibles, que se han mostrado como tales a través de la experiencia histórica, o que se
pueden esperar o inferir a partir de un conocimiento de la realidad concreta. Y los errores en
la acción política pueden tener consecuencias graves, especialmente en los procesos
revolucionarios. Pueden significar la vida o la muerte para muchos seres humanos, la
profundización y prolongación de la miseria o la pérdida de expectativas y desmovilización de
las clases en su lucha. La imprevisión de lo previsible, por parte de la vanguardia política es,
en esos casos, históricamente imperdonable.
La posibilidad de prever la diversidad de efectos probables de la praxis política y de
decidir entre distintas alternativas de acción, está condicionada a un correcto conocimiento de
la sociedad concreta. Pero no como un concreto sensible o representado, reflejo de la
inmediatez cultural, sino como un concreto pensado. Y para llegar a ese conocimiento de la
realidad concreta hay que pasar por la abstracción. Hay que abstraer, a partir de la
representación concreta, las múltiples regularidades causales y estructurales esenciales que
están determinando a la realidad y ello es lo que nos permitirá explicar racionalmente la
realidad concreta, manifiesta en diversas coyunturas. Para sistematizar el proceso de
abstracciones, necesitamos conocer y manejar la teoría que es la que nos auxilia en la
búsqueda de las explicaciones y el conocimiento de las leyes y tendencias que rigen a los
procesos reales. Si el manejo de la teoría es pobre y panfletario, difícilmente accederemos al
conocimiento racionalmente explicativo de la riqueza de manifestaciones de la concreción
social. Por eso es necesario conocer y manejar con la mayor profundidad, amplitud y
actualidad posible la teoría, que se desarrolla y enriquece constantemente.
En este punto, creemos que el uso teórico de la categoría de cultura juega un papel
significativo, ya que nos explica las relaciones existentes entre la singular manifestación
fenoménica de la concreción social y las leyes y regularidades fundamentales de la sociedad,
conceptualizadas en categorías como las de la formación económico-social, modo de
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 636

producción, clases sociales y otras. En esa medida, nos permite sistematizar los
procedimientos analíticos e inferenciales que nos llevarán, de una "lectura" de la realidad
directa, que se percibe bajo sus formas culturales, al conocimiento abstracto de las diversas
leyes objetivas que operan en el proceso social . Y luego, a la explicación de cómo se
interrelacionan recíprocamente esas diversas regularidades y leyes , en distintos niveles de
integridad de la totalidad y con distintos niveles de acción , constituyendo orgánicamente esa
realidad concreta , singularmente multideterminada que se manifiesta como una cultura
determinada , integrada por diversas subculturas . Y que no escapa a las determinantes
generales y necesarias de todo proceso social.
Al poder explicar cómo se integran a un sistema múltiple y de acciones recíprocas y
diferenciales las muchas causas que intervienen en la determinación de los procesos sociales,
adquiriremos la capacidad de prever cuáles serán los efectos posibles de nuestras acciones,
como partidos y como clases en lucha -que son parte de esa causalidad - en las distintas áreas
de la sociedad y en su totalidad . Con ello se reducen y minimizan los riesgos de la comisión
de errores graves , de efectos adversos o muy diferentes a los esperados .
Con toda razón Lenin fue siempre tan enfático, como en ¿Qué hacer?, en la necesidad
de una sólida actividad teórica como fundamento de una acertada práctica política.
Entre los efectos previsibles de una praxis política, deben contarse los problemas que
pueden generarse por una consideración superficial de las "cuestiones" étnica nacional. Y no
son éstas cuestiones que puedan resolverse a base de citas de los "clásicos" del marxismo,
sino que se requiere un permanente análisis del desarrollo que han seguido y presentan
actualmente esos problemas.
Hoy, por ejemplo, no puede pensarse que las etnias sean "reliquias de pueblos"
condenadas a desparecer por la progresiva extensión de las relaciones de subsunción real del
trabajo al capital. La elevada composición orgánica del capital alcanzada por el desarrollo
tecnológico y la automatización, comienza a requerir cada vez menos proporciones de fuerza
de trabajo. Y no se puede pensar que se ampliará la industria a niveles capaces de atraer a la
migración desde el agro, con opciones mejores que las que ofrece la mantención de la
economía campesina "tradicional" ya que, en condiciones de control monopólico, no conviene
a la burguesía ampliar los volúmenes de producción -ni siquiera ocupar plenamente la
capacidad industrial ya instalada- para mantener los niveles de precios moderando la oferta.
Mas bien, lo que puede esperarse es que los productores campesinos constituyan un problema
cada vez más serio, agudizando las contradicciones de clases. Tampoco puede pensarse que
estos "pueblos sin historia" sean en sí necesariamente reaccionarios y opuestos a todo
"progreso". Al contrario, debe verse -como se vio en lo que era el imperio ruso -cómo
convertir todo ese potencial de asedio político en fuerzas aliadas de la revolución.
Pues si bien es cierto que el proletariado, como clase social, es el contrario antagónico
de la burguesía y el que puede hegemonizar un proceso revolucionario para destruir las bases
sociales de la explotación capitalista, nunca podrá hacerlo solo, como nunca en la historia una
clase social ha llevado a cabo una revolución contando tan sólo con sus propias fuerzas. La
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 637

necesidad del establecimiento de una amplia alianza de clases, obliga a las vanguardias
proletarias a conocer con precisión la situación real, intereses y expectativas, tanto de las
clases y sectores sociales potenciales aliados, como de todas las clases de la sociedad. Para lo
cual será necesario conocerlas a través de sus múltiples formas de existencia y
manifestaciones culturales, como etnias, minorías o mayorías nacionales.
El que la vanguardias revolucionarias sepan adoptar a tiempo y adecuadamente una
posición clara con relación a los grupos étnicos y minorías nacionales, podría llegar a ser
decisivo en momentos cruciales. Pues, con frecuencia, al descuidarse estos problemas, las
clases reaccionarias acudirán a su tradicional y bien experimentando manejo de los símbolos y
valores culturales para movilizarlos, apoyándose en su bajo y engañoso nivel de conciencia,
en contra de los procesos revolucionarios. Sin ir muy lejos, un descuido o torpeza política por
parte del actual gobierno de Nicaragua en el tratamiento de la situación de los misquitos o de
las minorías nacionales de la costa atlántica del norte, podría significar abrir la cabeza de
playa que el Estado norteamericano, usando a Honduras, busca para perpetrar una invasión y
"liberar" una zona donde montar un gobierno provisional, a su servicio.
Este tipo de situaciones, que si es difícil de superar en el proceso de luchas por la
conquista del poder, llega a convertirse en un problema cuando se accede a él, puesto que se
trata de grupos con capacidad de asedio que, si asumen una acción contrarrevolucionaria,
podrían obligar a su represión. Pero, como se trata de grupos tradicionalmente explotados y
oprimidos, ello generaría dificultades en la creación del consenso necesario en torno a la
conformación de un poder que debe representar los intereses de los trabajadores y la
liberación de las clases oprimidas.
En todo caso, las vanguardias que saben prever anticipadamente las complejas
situaciones alternativas que pueden derivarse de las particularidades concretas de las formas
étnicas y nacionales que adquieren las luchas de clases, cuentan a su favor con el hecho de
que las etnias, minorías nacionales y naciones oprimidas, conforman mayoritariamente parte
de las clases sociales explotadas, cuyos intereses fundamentales son los que debe defender
consecuentemente una verdadera vanguardia política.
B. En cuanto a la agitación y educación de las masas, serían tarea casi imposible si no
se conocen las singularidades culturales de las formas y contenidos de la conciencia de
distintos grupos sociales. Será tan difícil como si se ignorara su lengua. Hay que recordar que
el primer nivel de conocimiento es la conciencia habitual, dominada por las representaciones
seudoconcretas de lo cultural, de lo fenoménico. Cualquier intento de elevar la conciencia de
las clases populares, implica conocer el mundo específico de su seudoconcreción cultural,
cuya inmediatez se debe superar analíticamente. Pero es, a la vez, la empiria que refiere a la
sociedad concreta el conocimiento reflexivo de las regularidades fundamentales de la
sociedad y de cómo afectan a los intereses particulares de las clases. La educación de las
clases populares es siempre una tarea urgente, puesto que el dominio de las representaciones,
símbolos y valores culturales en la conciencia habitual constituye un "oscurecimiento" de la
conciencia, siempre potencialmente reaccionario, debido a las facilidades de manipulación
que ofrece a las clases retrógradas, ya habituadas a hacerlo.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 638

C. Para terminar, creemos que es claro que si la vanguardia política revolucionaria se


hace responsable de una adecuada conducción política, debe generar líneas de acción en torno
a las cuales los heterogéneos grupos sociales integrantes de las clases trabajadoras puedan ver
reconocidos sus intereses y que conduzcan a transformaciones que respondan a sus
expectativas. Para lo cual el conocimiento real de la diversidad de formas culturales a través
de las cuales se pueda establecer una comunicación inequívoca, las claves culturales en torno
a las cuales se mueven los afectos, se definen las posiciones y actitudes y se genera la
disposición a la acción política, es de una importancia evidente.
En fin, esperamos haber argumentado suficientemente el hecho de que, si el objetivo
de la investigación al servicio de una praxis política es contribuir a la transformación real de
sociedades concretas, ellas deben ser conocidas en su concreción.
Y que las sociedades reales están regidas por las regularidades fundamentales de su
formación económico-social, cuya existencia concreta se despliega en una multifacética
diversidad de manifestaciones -de las cuales las luchas de clases bajo formas étnicas o
nacionales forman parte- y que se expresan con toda su riqueza aparente en los fenómenos
culturales.

Bibliografía.

AGUIRRE BELTRAN ,Gonzalo


1967 Regiones de refugio .El desarrollo de la comunidad y el proceso dominical en
meztizoAmerica. Publicaciones del INI. México.
AGUIRRE BELTRAN , Gonzalo
1976 Obra polémica. Compilación y prólogo de A. Palerm. SEP
INAH, México.
ALTHUSSER, L. y E. BALIBAR
1969 Para leer El capital. Siglo XXI, México.
AMIN, Samir
1974 Elogio del socialismo. Cuadernos Anagrama, No.88.Barcelona.
AMIN, Samir
1974 La acumulación a escala mundial. Siglo XXI editores, Madrid.
ANDREANI, Tony
1974 Marxismo y antopología. Cuadernos Anagrama, No. 82, Barcelona.
BARTH, Fréderick y otros
1976 Los grupos étnicos y sus fronteras.
BARTRA, Armando
1976 Las clases sociales en México. Cuadernos Agrarios, No. 7, México.
BARTRA, Roger
1974 Estructura agraria y clases sociales en México. Serie Popular Era, México.
BARTRA, Roger y otros
1975 Caciquismo y poder político en el México rural. Ed. Siglo XXI, México.
BATE, Luis F.
1978 Sociedad, formación económico-social y cultura. Ediciones de Cultura Popular,
México.
BATE, Luis F.
1981 Relación general estre teoría y método en arqueología. Boletín de Antropología
Americana, No.4. México.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 639

BATE, Luis F
1984 Comunidades primitivas de cazadores-recolectors en Sudamérica. Tomo 2.
Historia Genral de América, Dir. G. Morón, Caracas.
BAUER, Otto
1979 La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocrácia. Ed. Siglo XXI, México.
BENEDICT, Ruth
1971 El hombre y la cultura. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires
BONFIL, Guillermo
1972 El concepto de indio en América: una categoría de la situación colonial. Anales de
Antropología, Vol, IX; pp. 105-124, Publicaciones de la U.N.A.M., México.
BOROJOV, Ber
1979 Nacionalismo y lucha de clases. Cuad. de Pasado y Presente, No.83, México.
BURGUETE, Araceli
1982 ¿ Quienes son los "amigos del indio"? Bol. de Antropología Americana, No. 5,
México.
BURGUETTE, Ricardo
1976 La teoría marxista de las clases sociales y la estructura de la sociedad
contemporánea. Ediciones de Cultura Popular, México.
CABRAL, Amílcar
1981 Cultura y liberación nacional. Ediciones Cuicuilco, México.
CLAUDIN-URUONDO, Carmen
1978 Lenin y la revolución cultural. Edit. Anagrama, Col. Elementos críticos. Barcelona.
COLOMBRES, Adolfo
1982 La hora del `bárbaro´. Premia editores, México.
CUEVA, Agustín
1979 Teoría social y procesos políticos en América latina. Edicol. línea Crítica, México.
CHESNOKOV, D. I.
1966 Materialismo histórico. Ediciones Pueblos Unidos. Montevideo.
CHILDE, Gordon
1973 La evolución social. Alianza Editorial, Madrid.
CHILDE, Gordon
1972 Qué sucedió en la historia.Editorial Pleyade. Buenos Aires.
DE GORTARI, Eli
1963 Introducción a la lógica dialéctica. Publicaciones Diánoia. UNAM, FCE, 3a. Edic.
México.
DE GORTARI, Eli
s/f Fundamentos la lógica. La actividad científica y su explicación dialéctica. Ed. Océano,
Barcelona.
DE LA PEÑA, Sergio
1978 El modo de producción capitalista. Teoría y método de investigación. Siglo XXI
Editores, México
DE LA PEÑA, Sergio
1982 Acumulación originaria y negación de la sociedad indígena en México. Boletín de
Antropología Americana, No.6, México.
DELDRAN, Guido
1981 Historia rural del Perú. Cuad. de Capacitación Campesina, No. 4 (2a. Ed.) Cusco.
DIAZ-POLANCO, Héctor
1977 Teoría marxista de la economía campesina. Juan Pablos editor, México.
DIAZ-POLANCO, Héctor
1981 Etnia, clase y cuestón nacional. Cuadernos Políticos, No.30, México.
DIAZ-POLANCO, Héctor
1981 El discreto encanto del indigenismo. Bol. de Antropología Americana, No.4,
México.
DIAZ-POLANCO, Héctor
MS La cuestión nacional en las obras de Lenin y Stalin. Estudio introductorio al libro
"Marxismo y cuestión nacional" (En prensa).
DOS SANTOS, Theotonio
s/f Concepto de clases sociales. Ed. Nuevos Horizontes. México.
ENGELS, Federico
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 640

1971 Las guerras campesinas en Alemania. Col. 70, Grijalbo, No. 108, México.
GARCIA CANCLINI, Néstor
1982 Las culturas populares en el capitalismo. Editorial Nueva Imagen, México.
GLEZERMAN, G.E.
1976 Clases y naciones. Ediciones Estudio. Buenos aires.
GODELIER, Maurice
1974 Economía, fetichismo y religión en las sociedades primitivas.Siglo XXI Editores.
México
GRAMSCI, Antonio
1970 Antonio Gramsci. Antología. Selección, trad. y notas de M. Sacristán, Siglo XXI
Editores, México.
GRAMSCI, Antonio
1975 Los intelectuales y la organización de la cultura. Obras de A. Gramsci, No.2.
Juan Pablos Editor. México.
GRAMSCI, Antonio
1975 Notas sobre Maquiavelo. Obras de A. gramsci, No. 1, Juan Pablos Editor, México.
GUERRERO, Javier y Gilberto LOPEZ Y RIVAS
1982 Las minorías étnicas como categoría política en la cuestión regional.
Boletín de Antropología Americana, No. 5. México.
HAUPT, Georges y Claudie Weill.
1978 Marx y Engels frente al problema de las naciones. Editorial Fontamara, Barcelona.
HERSKOWITS, Melville
1952 El hombre y sus obras. Fondo de Cultura Económica. México.
HINDESS, Barry y Paul HIRST
1979 Los modos de producción precapitalistas. Ediciones península, Barcelona.
JAFFE, Hosea
1976 Del tribalismo al socialismo. Siglo XXI Editores, México.
KOPNIN, P.V.
1966 Lógica dialéctica. Editorial grijalbo, México.
KOSIK, Karel
1967 Dialéctica de lo concreto. Editorial Grijalbo. México.
LENIN, Vladimir Ilich
s/f ¿Qué hacer?. Editorial Progreso. Moscú.
LENIN, Vladimir Ilich
s/f El desarrollo del capitalismo en Rusia. Editorial Progreso. Moscú.
LENIN, Vladimir Ilich
s/f Acerca del problema de las nacionalidades o sobre la "autonomización". Ediciones
en Lenguas Extranjeras. Moscú.
LENIN, Vladimir Ilich
s/f La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación.
En: Obras Escogidas, Vol. 3. Editorial Progreso. Moscú.
LE NY, Jean François.
1974 Psicología y materialismo dialéctico. Ed. Granica, Col. Psiquiatría y Sociedad. Buenos
Aires.
LINTON, Ralph
1945 Cultura y personalidad. Brevarios del F.C.E., No. 145. México.
LIPSCHUTZ, Alejandro
1984 El porblema racial en la conquista de América. Siglo XXI Editoriales. 3a. Ed. Correg.
y Aument. México.
LOMBARDI SARTRIANI, L.M.
1983 Apropiación y destrucción de la cultura de las clases subalternas. Editorial Nueva
Imagen, México.
LOPEZ Y RIVAS, Gilberto
1971 Los chicanos. Una minoría nacional explotada. Editorial Nuestro tiempo.
LOPEZ Y RIVAS, Gilberto y Eduaredo PERERA
1979 El concepto de minoría subordinada. Rev. Iztapalapa, No. 1 México.
LÖWY, Michel y Georges HAUPT
1980 Los marxistas y la cuestión nacional. Editorial Fontamara. Barcelona.
LUXEMBURG, Rosa
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 641

1979 La cuestión nacional y la autónomía. Cuad. de Pasado y presente, No. 81, México.
MARIATEGUI, José Carlos
1943 Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Biblioteca Amauta (2a. Ed.).
Lima.
MARX, Carlos
1973 El Capital. 3 Tomos, Fondo de Cultura Económica (8a. reimp). México.
MARX, Carlos
s/f El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. Obras escogidas de Marx y Engels,
Editorial Progreso. Moscú.
MARX, Carlos
1977 Formas que preceden a la producción capitalista. En: Líneas fundamentales de la
crítica de la economía política (Grundrisse). Primera mitad, pág. 427 y ss. O.M.E., Crítica. Grupo
Editorial Grijalbo. Barcelona.
MARX, Carlos
1973 Crítica del programa de Gotha. Editorial Anteo, Buenos Aires.
MAO TSE TUNG
1975 Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo. En:
Cuatro tesis filosóficas. Ediciones de Cultura Popular (5a. reimp.). México.
MEILLASSOUX, Claude
1977 Mujeres, graneros y capitales. Siglo XXI Editores. México.
MELLAFE, Rolando
1973 Breve historia de la esclavitud negra en América. Sep Setentas, México.
MEZHUIEV, V.M.
1980 La cultura y la historia. Editorial Progreso. Moscú.
NAJENSON, José Luis
1979 Cultura nacional y cultura subalterna. Univ. Autónoma del Estado de México.
Toluca.
NAJENSON, José Luis
1982 Etnia, clase y nación. Bol. de Antropología americana, No. 5. México.
NAWOTKA, Elzbieta
1982 El problema indígena: los orígenes. Bol. de Antropología americana, No. 6. México.
PALERM, Angel
1976 Modos de producción. Edicol. México.
POZAS, Ricardo e Isabel HORCASITAS
1971 Los indios en las clases sociales de México. Siglo XXI Editores, México.
PREDVECHNI, G.P. y otros
1977 Psicología social. Ediciones Ciencias del Hombre. Buenos Aires.
REY, Pierre-Philippe
1976 Las alianzas de clases. Siglo XXI Editores, México.
ROSDOLSKY, Roman
1980 Friedrich Engels y el problema de los pueblos sin historia". Cuadernos de Pasado y Presente, No.88.
México.
SANCHEZ VAZQUEZ, Adolfo
1967 La filosofía de la praxis. Editorial grijalbo. México.
SCHTIUKA, V.G.
1971 El género de vida y la relogión. Ediciones Suramérica. Bogotá.
STALIN, José
s/f El marxismo y la cuestión nacional. Ediciones Cuahutémoc.México.
STAVENHAGEN, Rodolfo
1969 Las clases sociales en las sociedades agrarias. Siglo XXI Editores. México.
ZAVALETA, René
1981 La cuestión nacional en América Latina. Bol. de Antropología americana, No.4.
CULTURA, IDENTIDAD
E IDENTIFICACIÓN

Cultura.
La mayor parte de los discursos que se refieren al tema de la identidad -recurrente desde hace
un par de décadas- señalan alguna relación con la cultura. En este punto nos encontramos con
una situación notablemente sorprendente si tomamos en cuenta la pretensión de cientificidad
de la mayor parte de los autores que participan con propuestas o discusiones sobre este tópico
o de los ámbitos y eventos en que éstas se plantean. Y es la absoluta ambigüedad con que se
maneja el término de cultura.
Aunque se ha pretendido que el rigor de pensamiento atribuído a la forma científica de
conocimiento obedecería, entre otras cosas, al uso de un lenguaje preciso, sería una
ingenuidad pretender que, en las ciencias o en la filosofía, todos los autores utilicen cada
término con idéntico contenido conceptual que los demás. Pues es de esperar que, habiendo
diferentes posiciones teóricas, cada una de ellas (y aún cada autor) utilice los mismos
términos aludiendo a la realidad de diferentes maneras o connotando distintas propiedades y
relaciones de la misma. Pero, precisamente por ello, lo mínimo que se puede exigir es que
cada autor haga explícito, de la manera más clara posible, el significado que otorga a los
términos que utiliza. Cuando menos por lo que respecta a los términos que tienen cierta


Esta comunicación se presentó en el Primer Coloquio Internacional de Antropología Social y Cultural
sobre Modelos, temas y corrientes contemporáneos, organizado por la Licenciatura de Antropología
Social de la ENAH. 19 al 21 de julio del 2006.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 644

centralidad o relevancia en los discursos y que, como el de cultura, son reconocidamente


polisemánticos.
Es claro que los significados de los conceptos para los cuales usan el término de cultura
Edward Taylor, Bronislaw Malinowski, Franz Boas, Alfred Radcliffe-Brown, Edmund Leach,
Claude Lévi-Strauss o Leslie White, por poner sólo unos ejemplos, difieren completamente.
Pero cada uno de los autores mencionados le da un contenido explícito y nos enteramos
perfectamente a qué se refieren, estemos o no de acuerdo con ellos.
Lo insólito de la situación que comentamos es que, cuando se usa y abusa del término de
cultura, los textos o discursos se manejan, de hecho, en una nebulosa conceptual en la cual la
mayoría de los participantes finge complacientemente que todos entienden claramente a qué
se refieren. Y, dado que obviamente no es así, la mayoría de las veces lo menos que se puede
decir es que, en este aspecto, se trata de textos o discursos del todo ambiguos y, sin duda,
superficiales.
Resalto este punto, porque pienso que una conceptualización precisa de la dimensión
social de la cultura es indispensable para un análisis adecuado de una multiplicidad de
problemas de la realidad social -entre ellos el de las identidades grupales-, así como para la
derivación de procedimientos para su investigación sistemática. Pero, sobre todo, para
viabilizar las posibilidades de intervención práctica en la realidad.
Por ello, me basaré en una propuesta que he formalizado antes [Bate 1978], desde una
posición materialista histórica, buscando precisar las relaciones entre la dimensión de la
cultura y las regularidades estructurales y causales conceptualizadas a través de la categoría
de formación social.
Como el materialismo histórico no es una sola posición homogénea, habiendo diversas
líneas de desarrollo y corrientes de pensamiento derivadas de los clásicos del marxismo, y la
mayor parte de los conceptos que persisten en los ámbitos académicos derivan de la posición
desarrollada por Althusser y sus discípulos (entre los más destacados -habiendo muchos
destacados-, Balibar y Harnecker), es necesario aclarar que el contenido que otorgamos a
categorías como modo de producción o formación social, no es el mismo que le asignan los
autores de esa escuela. En este sentido, no entendemos al modo de producción como una
categoría "mas abstracta" que la de formación económico social, la cual se referiría a
sociedades concretas que articulan modos de producción 520. Para nosotros, el concepto de

520
Hablo en plural, pues comparto las coincidencias -en este punto- con los colegas del "grupo Oaxtepec" y la así
denominada "arqueología social latinoamericana", buscando distinguirla de las propuestas de Shanks y Tilley,
aunque la designación es poco adecuada. Por lo pronto, en justicia, unos cuantos colegas españoles sugieren que se
hable de arqueología social iberoamericana. Pero la alusión geográfica es poco afortunada, a menos que se refiera
a su origen histórico. En cuyo caso sería apropiado denominarla "arqueología social ameroibérica". Pero, por otro
lado, no hay arqueología que no se ocupe de sociedades, de manera que el adjetivo de "social" discrimina muy
poco.
En todo caso, hay que observar que ninguna corriente de pensamiento es monolíticamente homogénea ni sus
participantes comparten de manera idéntica todos los conceptos, aún en los casos en que han alcanzado merecido
reconocimiento internacional, como "el círculo de Viena" o la "escuela de Frankfurt". En nuestro caso -bastante
más modesto- hay que señalar que autores que participaron del grupo Oaxtepec, como Lumbreras, se deslindan del
644
Cultura, identidad e identificación 645

modo de producción se refiere estrictamente a la organización de los procesos económicos y


está cualificado por las relaciones fundamentales de un sistema que integra diversos tipos de
relaciones sociales de producción. La formación social, por su parte, se refiere a la unidad
orgánica entre el ser social (que incluye a los modos de producción y reproducción) y las
superestructuras (sicología social e institucionalidad) 521.
El concepto de cultura que sostengo, sintetiza las complejas y dinámicas relaciones
(relaciones dialécticas) entre esta dimensión de las sociedades y las regularidades de las
formaciones sociales a que corresponden. Así, la cultura se refiere al conjunto singular de
formas fenoménicas que presenta la existencia real de una formación social. Recíprocamente,
respecto a su manifestación cultural, la formación social constituye un sistema general de
contenidos esenciales. La singularidad irreductible que presenta toda cultura como
configuración fenoménica, es efecto de la concatenación de necesidad y contingencia en el
desarrollo histórico de una sociedad. La unidad indisoluble de la cultura y la formación social,
mediada por la particularidad de los modos de vida, conforman una sociedad concreta, es
decir, a la sociedad concebida como totalidad histórica concreta.
Como el concepto es altamente complejo y su tratamiento necesariamente bastante más
extenso que el espacio de una comunicación como ésta, no queda más remedio que remitirme
al trabajo citado. Publicado, por lo demás, cuando aún no estaban de moda las “teorías de la
complejidad”.

Identidades.
Para referirnos al tema de las identidades sociales y su relación con la cultura, estimamos
necesario explicitar el concepto de grupo social. Dicho así, se trata de un concepto
indeterminado que alude a un conjunto de seres humanos que comparten en común algún tipo
de vínculos o atributos a nivel de la práctica del ser social, que son los que determinan la
cualidad del grupo. Pero, si bien las propiedades que definen a un grupo social determinado se
establecen a nivel del ser social, el concepto incluye la participación del conjunto de
individuos en las instancias superestructurales de la sicología social y las instituciones. Y es
preciso señalar que las sociedades constituyen totalidades integradas por múltiples grupos
sociales, donde cada integrante pertenece, simultánea y sucesivamente, a diversos grupos
sociales. Pero no todos los grupos sociales a los que pertenece están integrados por los
mismos individuos. Es decir, los diversos tipos de relaciones sociales se entrecruzan de
diversas maneras. Este hecho es básico para entender que las identificaciones ideológicas de
los grupos sociales a nivel superestructural siempre conforman sistemas de ideas y valores
heterogéneos, compartidos de maneras muy diversas por los integrantes del grupo.

uso del concepto de cultura consensuado en dichas reuniones, porque "En los escritos post-1982 he ido
abandonando el concepto y, por tanto, no lo discuto" [2005: 38] o, como Díaz-Polanco [2006], quien simplemente
no lo toma en cuenta.
521
Ver una síntesis de estos conceptos en Bate 1998. También allí hay algunos párrafos argumentando el deslinde
con respecto al althusserismo.
645
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 646

Estas y otras precisiones me parecen importantes porque, cuando nos referimos a las
"identidades", siempre se trata de la identidad de algún grupo social. Indicaremos brevemente
algunas características de los grupos sociales.
a. Determinación. Un grupo social adquiere un carácter determinado de acuerdo a las
propiedades o vínculos que sus integrantes comparten en común, como señalamos,
principalmente en las relaciones y prácticas del ser social. Determinación que se establece de
hecho, independientemente de cómo sus miembros conciban la naturaleza del grupo. Entre las
variables que pueden definir a un grupo social podemos mencionar:
1) La posición en el sistema de relaciones sociales de producción que, en una sociedad
clasista como la nuestra, permite distinguir a clases o fracciones de clases sociales.
Entendiendo que el modo de producción de una sociedad integra a diversos tipos de
relaciones sociales de producción y su calidad está definida por las relaciones de producción
fundamentales. En el sistema capitalista actual, las clases fundamentales están conformadas
por los propietarios privados de medios de producción, por una parte y de la fuerza de trabajo,
por la otra. Pero hay muchas otras clases y sectores sociales de diversa importancia
cuantitativa, definidos por diferentes tipos de relaciones de propiedad y producción. Como los
diversos tipos de campesinos, de artesanos, de pequeña burguesía de servicios, de trabajadores
intelectuales, etc.
Aprovecho para señalar que, si bien algunas de las variables que introduciré en el análisis
son más generales, en esta comunicación me limitaré a grupos sociales existentes en la
sociedad capitalista.
Sirva esta variable para mostrar la heterogeneidad posible en la composición de un grupo
social. Si tenemos una clase social como el proletariado, lo que sus integrantes comparten en
común es la propiedad de su fuerza de trabajo, la carencia de medios de producción y la
experiencia de la necesidad de vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, transfiriendo
sistemáticamente el nuevo valor creado, sin posibilidad alguna de acumulación importante de
bienes. Pero los integrantes de la clase pueden provenir de diversas zonas de la ciudad o el
campo, o de distintas naciones, ser de diferente género o participar en distintas ramas de la
producción.
2) Posición en la división del trabajo, trátese de las grandes divisiones sociales del mismo
o de la división doméstica de las tareas. Aunque Lenin introduce la posición en la división
social del trabajo como una variable secundaria -respecto a las relaciones de propiedad- en la
definición de las clases sociales, ésta, por si misma, determina la existencia de grupos que
comparten experiencias laborales y hábitos de vida en común y que se diferencian
notablemente de otros, aún perteneciendo a la misma clase social; a la vez que los acerca a
quienes, aún bajo diferentes relaciones de producción, desarrollan la misma actividad en
ámbitos similares: trabajadores urbanos, campesinos agrícolas, pastores y ganaderos, mineros,
pescadores, burócratas, profesionales, etc.

646
Cultura, identidad e identificación 647

3) Origen histórico-geográfico. La interacción, en diversas dimensiones de profundidad


temporal, en espacios geográficos de características propias y de distinta extensión,
condiciona experiencias de vida compartidas diferencialmente, pero que tienen
necesariamente referencias comunes. Por lo pronto, aunque se hable más de una lengua y
algunos grupos lingüísticos sean más o menos cerrados, habrá lenguajes hablados,
radiotransmitidos y visuales compartidos. Las características de los entornos, naturales o
socialmente producidos, sus relieves, vegetación, el clima, las plazas, los mercados, las calles
y todo ello contribuye a generar experiencias comunes. Pero éstas son compartidas
diferencialmente, según la ubicación relativa dentro del espacio, las posiciones de clase y
niveles de acceso al consumo, a la salud, a la educación y muchas otras variables de
diferenciación social.
De acuerdo a esta variable podemos distinguir medios rurales o urbanos, costeros o
mediterráneos, desérticos o boscosos. Áreas de interacción cara a cara pueden ser las
rancherías, las aldeas o el barrio. En espacios mayores podemos considerar a las zonas,
regiones y provincias, o las ciudades. La pertenencia a una nación también implica
condiciones histórico geográficas comunes y aún hay identidades supranacionales diferentes,
como ser latinoamericano, europeo, africano o asiático.
4) Posición de género, entendiendo al género como una categoría social relativa al sexo.
En este sentido, hay dos sexos, pero puede haber más géneros. Hoy han adquirido importancia
ideológico política los grupos sociales identificados con demandas de género,
tradicionalmente subordinados o segregados, como los movimientos feministas u
homosexuales.
5) Grupos etarios. En principio, son grupos que tienen que ver con la edad biológica. En
nuestra sociedad podríamos hablar de infantes, adolescentes, adultos, adultos mayores o
ancianos.
6) Posición en un sistema genealógico, define grupos que se dan en las sociedades que
aún conservan formas de organización en sistemas de linajes. No hay que olvidar que en
algunas sociedades de este tipo, las categorías de "jóvenes" y "adultos" no tienen que ver con
la edad cronológica, sino con la posición en un sistema de linajes [Terray 1977].
7) Grupos de afinidad, compartiendo muy diversas actividades y objetivos, como pueden
ser los clubes deportivos, mutuales, sindicatos o partidos políticos, la masonería, los rotarios,
grupos religiosos, coleccionistas de objetos diversos, los "motards", etc.
8) Hay además grupos sociales que se definen por un conjunto de variables, como son
los grupos étnicos. Éstos, por lo general, tienen un origen histórico geográfico rural, si bien
actualmente la mayoría ha expulsado a los centros urbanos parte de su población, de la cual
hay una proporción variable de personas que mantienen vínculos con su comunidad de origen.
Éstas principalmente, pero no de manera exclusiva, participan de economías campesinas, con
posiciones -respecto a la división social del trabajo- en la producción agropecuaria y
artesanal, bajo relaciones sociales de producción secundarias dentro del sistema capitalista. Es

647
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 648

decir, bajo formas de subsunción formal del trabajo al capital, sin que esto signifique que
internamente las relaciones sean igualitarias. Esto es lo que caracterizaría a los núcleos de
reproducción de los grupos étnicos. Pero en muchos casos, parte del grupos adquiere distintas
posiciones en las relaciones sociales de producción y en la división social del trabajo 522. Para
una ampliación de este tema nos remitimos a un trabajo anterior [Bate 1984].
b. Organización. Podemos apreciar que los grupos sociales pueden tener distintos niveles
de integración y funcionamiento. Desde la simple sumatoria de integrantes hasta formas de
organización bien estructurada, desarrollando actividades orientadas a la consecución de
objetivos que responden a los intereses del grupo.
c. Formas y niveles de conciencia. En parte, la organización de los grupos sociales está
en relación con el grado de desarrollo de la conciencia de quienes los componen. Podemos
referirnos a los grupos como sujetos sociales cuando consideramos sus formas y niveles de
conciencia, así como sus capacidades organizativas y de acción.
En este sentido se podrían distinguir:
1) Las formas de conocimiento predominante, que podrían ser: empírico-espontáneo,
mítico-mágico, reflejo artístico, religioso, lógico científico, etc.. Entendiendo que un mismo
individuo y, con mayor razón un grupo social, puede ser portador de diversas formas de
conocimiento. Como puede ser un científico de gran capacidad de razonamiento lógico
respecto a temas de su especialidad, pero supersticioso en diversos aspectos de la práctica
cotidiana.
2) Los niveles de conciencia, que van desde la conciencia habitual, básicamente empírica,
hasta diversos niveles de reflexión racional. Es necesario tener en cuenta que todos los
miembros de un grupo social comparten el nivel de la conciencia habitual, pero no todos
desarrollan iguales niveles de reflexión. De manera que habría un nivel medio de conciencia
grupal, de composición desigual, que varía dependiendo de las circunstancias y coyunturas
históricas.
Por otro lado, hay que considerar que también es desigual el grado de atención y
reflexividad en relación a las distintas áreas de fenómenos de la realidad (objetos de
conocimiento), según cómo éstos afecten a los intereses de cada grupo.
Es en relación a esta variable que se ha hecho la distinción entre "clase en sí" y "clase
para sí", pero no sólo los grupos definidos en torno a su posición de clase poseen la capacidad
de adquirir distintos grados de conciencia y desarrollar proyectos y objetivos de acuerdo a sus
intereses grupales.
3) Otra variable a considerar es que, si bien un grupo comparte situaciones prácticas y
experiencias de vida que son referencias comunes, esto no significa necesariamente que todos

522
Es común, por ejemplo, que algunos adquieran formación como maestros u otras actividades especializadas. En
el caso de los iroqueses del Canadá, mantienen organizaciones urbanas de proletarios muy requeridos por las
empresas constructoras dado que han mantenido la fama de no padecer de vértigo, por lo que tienen bajos índices
de accidentes trabajando a grandes alturas.
648
Cultura, identidad e identificación 649

sus integrantes las conciban de la misma manera. Porque, generalmente, respecto a otras
dimensiones de relación social, el grupo es internamente heterogéneo. Así, podemos decir
que las mujeres comparten la condición de su género en nuestra sociedad. Pero una mujer de
la burguesía, una pequeño-burguesa intelectual, una proletaria o una campesina indígena
viven, en la práctica del ser social, de maneras muy diferentes y difícilmente conciben su
situación femenina de manera idéntica.
De manera que la heterogeneidad interna de los grupos se manifestará tanto en las
formas, niveles y contenidos de una concepción diferencialmente compartida.
d. Desarrollo y cambios de los grupos sociales. Una dimensión fundamental de la
existencia de todo grupo social es su historia. Los grupos sociales tienen un origen y
conformación, se desarrollan, cambian y en algún momento dejan de existir. Como veremos,
la singularidad propia de todo grupo social es efecto de su historia, forjada a través de una
secuencia de coyunturas, aún cuando esté regida por regularidades de orden general.

Identidad y cultura.
Cuando me refiero a una identidad, me refiero a la identidad de un grupo social. Y un grupo
social sólo puede ser idéntico a sí mismo523. En otras palabras, un grupo social sólo es como
es. "Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí
mismo..." 524, tampoco podemos definir lo que es un grupo social por la forma como sus
integrantes se identifican ideológicamente. De manera que, si bien su ideología es una
dimensión de su existencia real (y, por lo tanto, material), deberíamos más bien explicar su
conciencia y sistema de valores a partir de sus condiciones materiales de existencia a nivel de
su inserción en las relaciones y condiciones del ser social y de su historia real.
En este aspecto, podríamos considerar los elementos constitutivos y factores causales de
la identidad de un grupo social. A propósito de la particularidad de la "cuestión étnico-
nacional" indiqué algunos a los que denominé factores de reproducción diferencial de la
identidad [1984: 55 y ss.]. Es claro que estas dimensiones y variables tienen distinta importancia
-es decir, se jerarquizan de manera diferente- dependiendo del grupo social de que se trate.
En primer lugar, mencionaremos algunas dimensiones constitutivas de la identidad
objetiva de los grupos sociales.
a. Condiciones histórico-naturales. Nos referimos a condiciones materiales de existencia
de la sociedad cuyas propiedades básicas no aparecen directamente determinadas por las
prácticas sociales, aunque éstas siempre intervienen modificándolas en diverso grado a través
de las actividades productivas o las relaciones de reproducción.
1) El medio geográfico, que constituye siempre un territorio particular en el que se ha
desarrollado histórica y actualmente la producción material y la vida social de los grupos

523
Es decir, la identidad es una entidad igual a sí misma.
524
K. Marx, Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política, 1859.
649
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 650

humanos. Las características generales del paisaje, su topografía, constitución geológica,


características del clima, flora, fauna, distribución de recursos minerales o hídricos y en
general las diversas calidades naturales del medioambiente, condicionan las posibilidades
alternativas del desarrollo de la producción y, en parte, las opciones culturales en cuanto a las
formas de los productos. Además constituye el entorno obligado de referencia, el ámbito de
vida en que se desarrollan todas las actividades sociales.
2) La configuración fenotípica o tipo físico de las poblaciones humanas, cuyas
propiedades son parcialmente condicionadas por el ambiente -recordando que en buena
medida el ambiente en que se desarrolla la vida humana es socialmente construido-, si bien
son heredadas genéticamente525. Se refiere a los colores de la piel, del cabello o los ojos, la
estatura media, las formas del pelo, las narices, los ojos, etc.. También constituye un conjunto
de manifestaciones fenoménicas de la población accesibles al reflejo empírico de la
conciencia habitual.
b. Condiciones sociohistóricas. Hay condiciones actuales, nunca estáticas, en la
conformación de la existencia de los grupos sociales como partes interpenetradas de la
totalidad social, constituyendo a la formación social como un sistema. Algunas de estas
condiciones y variables principales son:
1) La inserción en el modo de producción. Aunque no sean las dimensiones de la realidad
que determinan la cualidad que identifica a un grupo social, todos los individuos que lo
integran participan necesariamente de alguno de los procesos económicos que organiza el
modo de producción, aunque sólo sea como consumidores. La reproducción y reposición
cotidiana de la vida humana requiere del consumo de bienes materiales y servicios (trabajos
de mantenimiento) socialmente producidos. Para lo cual el proceso productivo se estructura
en torno a un sistema de relaciones sociales de producción y se organiza a través de la
división social y doméstica del trabajo. Y, para posibilitar que los consumidores obtengan los
valores de uso concretos que requieren y están en posibilidad de consumir, entre la
producción y el consumo median las relaciones de distribución e intercambio.
Las relaciones sociales de producción y la división del trabajo, como vimos, determinan
por sí mismas la calidad de los grupos sociales que conforman la contradictoria dinámica
fundamental de la estructura de clases sociales. Pero también pueden constituirse grupos
definidos en torno a redes de intercambio (el kula) o como cooperativas de consumo.
Y en otros casos, donde no es la posición de clase la que define básicamente a la calidad
distintiva del grupo social, las diversas formas de participación en las actividades y relaciones
del modo de producción puede contribuir a explicar la homogeneidad o heterogeneidad de su
composición. A modo de ejemplo, si consideramos a un grupo de afinidad constituido -e
identificado- en torno a un club de fútbol profesional observaremos que la composición y
participación de sus adeptos es altamente heterogénea. Por un lado tendremos a los
525
También lo que queda y lo que se desecha de la composición o pool genético de una población ha sido afectado
durante milenios por las normas sociales que median las relaciones de reproducción biológica [ver Bate y
Terrazas, 2002].
650
Cultura, identidad e identificación 651

empresarios propietarios del club que invierten en él su capital con el objetivo de apropiarse
de los excedentes que genere la empresa. Por otra parte, habrá un conjunto de especialistas:
jugadores, entrenadores, preparadores físicos, médicos, dietistas, contadores, representantes
legales, relacionadores públicos, contadores, publicistas y servidores diversos, cuya fuerza de
trabajo muy mal o demasiado bien pagada genera la plusvalía que transfieren a los
propietarios capitalistas de la empresa. Además, tendremos a los aficionados o adeptos que
asisten a los estadios o que ven y/o escuchan los partidos por televisión o radio y se enteran de
las actividades del club y sus miembros a través de los medios de comunicación de masas.
Éstos están realizando actividades recreativas que contribuyen a reponer sus condiciones de
vida, en algunos casos consumiendo parte de sus ingresos en la adquisición de boletos o
información.
Un análisis similar podría explicar, por ejemplo, la composición de grupos religiosos que,
en algunos países latinoamericanos como el Brasil, proliferan prodigiosamente.
2) La participación en el modo de reproducción. Todos los individuos participan de
alguna manera en las redes de relaciones de parentesco genético y de parentesco
clasificatorio. En algunos casos, el parentesco clasificatorio conlleva la pertenencia a
determinados grupos, como en las sociedades donde aún se mantienen sistemas de linajes o en
las "familias" extendidas que, como las italianas, mexicanas o de otros países latinos,
implican diversas obligaciones de interacción social. Y junto a otras variables puede regular la
pertenencia a determinados grupos, como entre los judíos, en que la calidad de tales se
reconoce sólo a través de las líneas de descendencia materna. Pero también la reposición
cotidiana de la vida humana, que incluye actividades que se pueden realizar fuera de las
unidades de reproducción o de residencia permiten establecer las relaciones sociales que
implica la realización de tales actividades, como el uso del tiempo libre.
En la constitución de muchos grupos sociales éstas relaciones no son importantes, pero
contribuyen a explicar su homogeneidad o heterogeneidad interna.
3) La participación en la práctica de actividades institucionalmente organizadas,
orientadas directa o indirectamente a la reproducción ideológica. Algunas constituyen grupos
de afinidad, como mencionamos a propósito de la formación de agrupaciones sindicales,
políticas, religiosas. Pero también puede generar el "espíritu de cuerpo" de grupos definidos
en torno a instituciones educativas, militares u otras.
4) Comunidad cultural: la cultura objetiva es efecto de la compleja multideterminación
histórica de la existencia de una sociedad y de los diversos grupos que la integran y, como
manifestación fenoménica de los mismos, presenta una singularidad irrepetible que los
distingue inequívocamente. Es la combinación de las formas de las casas, las calles, los
olores, colores y sabores de los alimentos, los acentos del habla, la manera de saludarse, la
forma de caminar, en fin, de todas las conductas humanas y de los efectos de su
transformación del medio ambiente.

651
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 652

A nivel superestructural, el reflejo empírico de la realidad social, por lo mismo, no es


otra cosa que el reflejo cognitivo de las formas culturales de existencia de la sociedad. A
dichas representaciones se asocian diversos tipos de reflejos afectivos, constituyendo valores
sociales. Dichos valores, que incluyen juicios existenciales o normativos (en el sentido de
Service), constituyen el componente subjetivo del comportamiento de los individuos y de los
grupos sociales. El reflejo superestructural de la cultura objetiva y las formas culturales de la
conciencia social y los sistemas de valores son la base sobre la cual se desarrollan los
procesos de identificación ideológica: de lo que se ha denominado la "construcción de las
identidades sociales".
Entre los factores históricos causales de la identidad objetiva actual de los grupos
sociales deben considerarse las diversas variables que operan en la causalidad histórica, como:
a. Las posiciones de los grupos en sistemas de relaciones de producción o reproducción
precedentes, sus transformaciones y las formas de articulación en la totalidad social actual.
b. También son referencias comunes -aún cuando se hayan vivido y reflejado de manera
diferente- los procesos y coyunturas históricas compartidas que se acumulan en la memoria
histórica.
c. Y desde luego, las antiguas configuraciones culturales que se transforman
permanentemente, pero pueden recrear largamente antiguas formas que se integran a las
siempre nuevas configuraciones fenoménicas.
Así se da la interrelación de las regularidades y leyes generales que rigen a los procesos
históricos, con la infinitud de contingencias que intervienen en la causalidad real: la
interdependencia de lo necesario y lo casual en los procesos de desarrollo de las sociedades
concretas y la articulación de los diversos grupos sociales que las integran como totalidades.

Identificación.
Una cosa es cómo son los grupos sociales y los seres humanos que los componen y otra cosa
es cómo se conciben a sí mismos o cómo son concebidos por otros grupos. Enfatizando esta
diferencia, central desde una concepción materialista de la sociedad, creo que es preferible
usar el término de identificación para distinguir más claramente al sistema de reflejos
subjetivos que constituyen la identidad como ideología de la identidad real de los grupos
sociales 526.

526
En la reciente obra de Díaz Polanco, Elogio de la diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia
[Ms., 2006] encontramos la referencia a una publicación de Zigmunt Bauman - La sociedad individualizada,
2001(que no he leído directamente)- quien usa el término de identificación, para referirse al fenómeno de
"construcción" de identidades emergentes en el contexto reciente de la "globalización", distinguiendolo del de las
identidades anteriores o tradicionales. Dice Díaz Polanco "...a diferencia de la identidad, la identificación nace en
el seno mismo del sistema globalizador y éste no encuentra mayor dificultad para integrarla en su lógica. La
identificación es un sucedáneo de lo colectivo, regularmente inocuo para el sistema globalizante e
individualizador. Al no superar la individualización, la identificación crea la ilusión de una comunidad salvadora;
652
Cultura, identidad e identificación 653

De este modo, entenderé a la identificación como un proceso grupal-subjetivo de


vinculación superestructural. De manera que en la sociedad actual, clasista, la identificación
es un conjunto de procesos de formación, desarrollo, cambios y sustitución ideológica.
La identificación ideológica se orienta a la creación de solidaridades reivindicativas o
políticas movilizando afectos, creando valores y motivando comportamientos 527.
Los objetivos pueden ir desde la reivindicación de intereses coyunturales e inmediatos
hasta el desarrollo de proyectos históricos a largo plazo. Pero el reflejo inmediato de la
realidad es el nivel a partir del cual se elaboran las ideologías de identificación, mediante una
serie de recursos de "construcción" cognitivo-afectivos, sobre los cuales haremos algunos
apuntes.

Recursos de identificación ideológica.


1) Objetos referenciales. La base de la elaboración de una concepción ideológica es
siempre un conjunto de reflejos subjetivos de la realidad objetiva. Su contenido objetivo
puede incluir diferentes fenómenos de la realidad social o de su entorno, existentes
independientemente de la conciencia de los sujetos. Sin embargo, es necesario recalcar que el
punto de partida del componente cognitivo de la identificación siempre se refiere a la
experiencia sensible, al conocimiento empírico espontáneo contenido en la conciencia
habitual. Es lo que Kosik denominara "el mundo de la seudoconcreción" 528. Es el nivel
básico de la conciencia que comparten todos los miembros de un grupo social. Allí es donde
residen las representaciones que permiten que la ideología pueda hacer sentirse aludidos a sus
portadores 529.
La ideología de un grupo puede alcanzar diversos niveles de reflexividad y teorización
por parte de sus "intelectuales orgánicos" o puede generar representaciones bastante alejadas
o distorsionadas de la realidad, pero sólo opera si consigue introducir juicios, normas o
estereotipos en el nivel de la conciencia habitual.
El punto medular -en cuanto al tema de esta comunicación- es que, en tanto nuestro
concepto de cultura se refiere a la dimensión fenoménica singular de la existencia objetiva de
la sociedad y de los grupos que la integran, todas las representaciones empíricas de la realidad
social son el reflejo de sus formas culturales objetivas. Por lo tanto, el reflejo de los
fenómenos sociales contenido en la conciencia habitual es el reflejo de la cultura.
2) Correspondencia. Es un lugar común la afirmación de que la ideología es una falsa
conciencia de la realidad. No obstante, no se puede generalizar. Como todo reflejo consciente

o si se quiere: crea una "comunidad" en el marco de la lógica global...". Aunque tal distinción es interesante, es
claro que acá no uso los términos de identidad e identificación en el sentido que le otorga dicho autor.
527
La movilización de afectos también puede significar su neutralización, así como las actitudes pueden llevar a la
inacción.
528
Karel Kosik: Dialéctica de la totalidad concreta.
529
Es a lo que Althusser [1975] se refiere cuando habla de la "interpelación" de los sujetos por la ideología.
653
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 654

los contenidos de la ideología pueden corresponder o no a las propiedades y relaciones de y


entre los fenómenos reales. Y esto vale para todos los niveles de la conciencia social, sea ésta
la conciencia habitual o reflexiva en diferentes grados de elaboración. Es decir, si bien la
generación ideológica pueden conllevar notables procesos de metamorfosis en la
representación de la realidad, no todos los contenidos de la ideología son necesariamente
representaciones falsas de la realidad. 530
3) Valoración. Un aspecto crucial en la conformación de identidades ideológicas es que
el comportamiento de los seres humanos, manifiesto en la práctica del ser social, se mueve
(está motivado) flexiblemente por sistemas de valores 531. Donde los valores son
representaciones de la realidad que asocian o ligan vivencias afectivas -que cualifican el signo
de los valores 532- a representaciones cognitivas. Y, salvo los componentes de reflejos
incondicionados o instintivos, la gran mayoría de los afectos (emociones y sentimientos) son
socialmente aprendidos.
Todo proceso de aprendizaje se asocia a lo que se denominan claves de aprendizaje. En el
caso del aprendizaje de los afectos, éstos se asocian a representaciones cognitivas de la
realidad. Y es necesario tener en cuenta que la gran mayoría de los afectos, la base de la
afectividad, se aprende en la infancia cuando aún no se han desarrollado suficientemente las
capacidades de pensamiento reflexivo. Por lo tanto, las claves del aprendizaje de los afectos
que conforman valores sociales, son principalmente representaciones empíricas de la realidad
y, muchas veces, estereotipos contenidos en la conciencia habitual. En este punto es
imprescindible considerar que, por lo que se refiere a las representaciones cognitivas de la
realidad social, las claves del aprendizaje de afectos y valores son básicamente
representaciones de la dimensión fenoménica de la cultura.
Cierto es que la afectividad y los valores pueden ser reelaborados al madurar las
capacidades de reflexión racional533 pero, en general, predomina ampliamente la base
valorativa y afectiva aprendida tempranamente. Y, cuando se trata de un grupo social, no
debemos olvidar que no todos sus integrantes desarrollan mayor reflexividad, permaneciendo
la mayoría en un nivel de conciencia habitual, actuando de acuerdo a los valores asociados a
ella.
En suma, uno de los recursos fundamentales de los procesos de identificación es la
constitución de valores. Y son los valores los que confieren sentido a las relaciones y
situaciones sociales, definen actitudes y motivan los comportamientos de los individuos que

530
No concordamos en ésto con Althusser, quien recurre incluso a un supuesto principio de "opacidad estructural"
en virtud del cual la ideología, por el sólo hecho de formar parte de una estructura, tergiversa necesariamente la
realidad. Bajo tal supuesto, también la ciencia sería un sistema de reflejos necesariamente falsos.
531
Los valores condicionan actitudes, entendidas éstas como disposición a la acción (o a la inacción).
532
Hay complejas clasificaciones de los afectos de acuerdo a múltiples variables, como la intensidad, la duración,
la valencia afectiva (positiva o negativa, de acercamiento o rechazo) y desde luego respecto a la cualidad
específica de emociones y sentimientos. Una aproximación interesante al tema es el de Agnes Heller [1985], a
pesar de que, probablemente por su formación de filósofa, conceptualiza los términos de sentimiento y emoción
exactamente a la inversa de como se manejan en la investigación sicológica.
533
Ver Agnes Heller: Teoría de los sentimientos.
654
Cultura, identidad e identificación 655

integran los grupos. Dicho de otro modo, los valores, actitudes y comportamientos adquieren
sentido en el contexto de la cultura de las sociedades concretas 534.
4) Selección. Los fenómenos, situaciones, atributos y relaciones de la realidad
representada son prácticamente infinitas. De ahí que los grupos incorporan selectivamente
algunos de aquellos en el proceso de identificación. En esta operación selectiva interviene la
valoración de los aspectos de la realidad representada.
5) Simbolización. Además, dada la potencial infinitud de representaciones empíricas
concretas de la cual son portadores los miembros de un grupo en relación a la diversidad de
aspectos de la realidad seleccionados, aquellas son objeto de una síntesis generalizadora,
donde la abstracción de lo común se resume en símbolos, los cuales adquieren significación y
sentido. Y los símbolos, que generalmente adquieren también formas culturales, pueden
sintetizarse y estereotiparse en conceptos (a "saudade") , enunciados existenciales ("los indios
son flojos", "los judíos son avaros", "nuestro pueblo es ingenioso"), enunciados normativos
("los hombres no lloran") o aludir a las generalizaciones conceptuales por referencia a
imágenes concretas (la bandera, el himno) o a la memoria de situaciones o prácticas
concretas.
6) Estructuración. El conjunto de símbolos a través de los cuales se representa (y se
opera en) la realidad se organiza como un sistema de formas (de los reflejos subjetivos: ideas,
juicios valores), es decir, se estructura 535.
¿Cómo se organiza básicamente el sistema de ideas que integran los componentes
cognitivos de la ideología?. Comenzaría por aceptar el aserto de que "El lenguaje es tan
antiguo como la conciencia, el lenguaje "es" la conciencia real, práctica, existente también
para otros hombres [...]; y al igual que la conciencia, el lenguaje nace con la necesidad de
relación con otros hombres" 536.
Pero la ideología no se limita a sus componentes cognitivos, sino que comprende también
al sistema de valores: "La moral, la religión, la metafísica, y todo el resto de la ideología,
juntamente con las formas de conciencia correspondiente..." 537. De ahí que no puede
reducirse la organización del sistema de ideas y valores que integran la ideología a la
estructura del lenguaje hablado o escrito y el sentido que adquieren no es necesaria ni
solamente "lógico". Al respecto, es mucho más adecuado afirmar que los procesos de
conformación ideológica se basan en lo que Haidar denomina "prácticas semiótico-discursivas
y [que] tienen una relación directa con la producción y reproducción del sentido" 538. De
donde se puede sostener que la explicación de la estructuración de la ideología nos remite "...a

534
En este aspecto, aunque conceptualizamos a la cultura de manera diferente, concordamos con la propuesta de
Gilberto Giménez [2005, tomo I, Capítulo 4]
535
Entiendo a la estructura como un sistema (relación todo-partes) de formas. Y a la forma como la organización
espacio-temporal de los elementos en interacción dinámica que constituyen el contenido.
536
Marx y Engels, La ideología alemana: 45 [Cursivas mías].
537
Ídem: 37-38.
538
Julieta Haidar 2005, "El análisis del sentido: propuestas desde la complejidad y la transdiciplina": 422.
655
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 656

la construcción semiótico-discursiva, que supera la dimensión propiamente lingüística" 539.


Para lo cual la autora propone una serie de "materialidades y funcionamientos" como
componentes constitutivos de todas las prácticas semiótico-discursivas.
7) Jerarquización y heterarquía. Se integra así un complejo sistema de representaciones
de la realidad, dentro del cual algunas variables o contenidos adquieren un sentido referencial
más destacado, considerados más relevantes y algunos que se presentan con mayor
recurrencia que otros, introduciendo una jerarquización de las representaciones simbólicas
identificatorias. Así, por ejemplo, Hernando señala -entre varias otras variables que distinguen
a las sociedades tradicionales de las modernas- el hecho de que "el eje prioritario de
ordenación de la realidad" en las primeras es el espacio y, en las segundas, el tiempo 540.
Pero, en la medida en que las prácticas semiótico-discursivas se realizan a través de
"materialidades y funcionamientos" diversos y heterogéneos, la estructura de la identificación
resultará generalmente en un todo heterárquico. Además de que la centralidad o relevancia
que adquieren los distintos elementos de la identidad y las distintas identidades o grupos
sociales en el contexto de una sociedad concreta varía permanentemente de acuerdo a las
coyunturas sociales y políticas.
A lo que cabe agregar que, como cada miembro del grupo participa de distintas
identidades, por una parte y, por otra, puede jerarquizar dichas materialidades en distintos
órdenes, participará de la identificación grupal compartiéndola diferencialmente.
De manera que la identificación presentará una jerarquización dinámica y flexible,
cambiando en el contexto de un todo heterárquico.
8) Interpretación. Parte de las referencias identificatorias del grupo -atributos
considerados como cualidades o defectos, actitudes, posiciones o participación ante o en
situaciones o eventos del pasado o del presente, etc.- son procesados y justificados a través de
interpretaciones. Estas, obviamente, filtradas desde el punto de vista de las conveniencias o
intereses del grupo y orientadas -como la mayoría de los recursos que apuntaremos a
continuación- a la creación de una imagen ante sus integrantes y ante los demás.
Las formas de interpretación no responden necesariamente a explicaciones nomológicas
y causales. Más bien son "explicaciones" ad hoc, donde los principios explicativos no son
necesariamente nomológicos, o se asume que son autoevidentes y no problemáticos y la
mayoría de las veces sólo son implícitos; o las relaciones establecidas adquieren apariencia
lógica sólo en el contexto que les da sentido (un "sentido común"); a veces se trata de
descripciones ejemplares de las que deberían desprenderse conclusiones evidentes. Los
criterios de verdad pueden ser empírico-pragmáticos, seudoestadísticos o de autoridad. En fin,
también la narrativa es una forma de presentación de interpretaciones implícitas donde "...se
utiliza los recursos narrativos e imaginería para producir una forma de conocimiento con la

539
Ibídem.
540
Almudena Hernando 2002:97.
656
Cultura, identidad e identificación 657

intención de 'enganchar' al lector [u oyente, F.B.] en una experiencia total, ya no sólo cognitiva
sino afectiva" 541.
9) Exaltación y ocultamiento. Otro recurso común es la exaltación de las cualidades
positivamente valoradas del grupo o sus miembros o de su participación en eventos o
situaciones históricas memorables. A la vez que se ocultan u olvidan los atributos o eventos
valorados negativamente, a veces considerados vergonzosos.
10) Negación. En la negación, a diferencia del ocultamiento, que más bien "olvida", se
establecen afirmaciones contrafácticas, negando dimensiones inocultables de la realidad. Así,
por ejemplo, en la República Dominicana "no hay negros" (negros son los haitianos).
11) Apropiación. Es la reivindicación de valores, eventos, personajes históricos
destacados -en general, símbolos altamente apreciados- en el contexto del resto de la
sociedad, como méritos propios del grupo o la exaltación de la co-participación en dicha
valoración simbólica.
12) Fabulación. Consiste en el recurso común de simplemente inventar eventos,
situaciones, entidades o tradiciones que no han existido. O que atribuyen cualidades o méritos
a determinados personajes que no corresponden a su realidad. Nuestras historias están llenas
de frases célebres atribuídas a personajes históricos, seguramente inventadas bastante tiempo
después por los historiadores, de actos heroicos que bien pudieron ser perfectas estupideces, o
de tradiciones "milenarias" que seguramente no re remontan más allá de algunas décadas.
13) Mitificación. Otro recurso usual, una forma de exaltación, es la mitificación de
eventos y personajes reales (legendarios) o inventados, donde su carácter real o ficticio o el de
las acciones que se les atribuyen no tiene relevancia, sino sólo como referentes comunes
ejemplares.
14) Diferenciación. Sin lugar a dudas, un recurso fundamental en la identificación
ideológica de un grupo es el de resaltar la diferencia respecto a otros grupos, principalmente
aquellos que definen su identidad en torno a variables similares. Es decir, los participantes de
una comunidad religiosa buscan distinguirse, antes que nada, de los de otras comunidades
religiosas, los adeptos de un club deportivo respecto a los de otros clubes, los de una
determinada clase social, sobre todo los de las clases privilegiadas y dominantes, de los de
otras clases sociales. Y, en éste caso, los mayores esfuerzos de diferenciación los realizan
aquellos que están cerca de los límites en que pueden ser confundidos. Así, en Guatemala,
donde las diferencias de clases se ven parcialmente enmascaradas e imprecisamente
suplantadas por la distinción indios/ladinos, son los ladinos que corren riesgos de ser
confundidos con indios por sus rasgos inocultables quienes mayor empeño ponen en la
diferenciación.
También es frecuente el fenómeno de alienación en que los integrantes de una clase
subordinada o desfavorecida intentan identificarse ideológicamente con las clases

541
Manuel Gándara 1994:80.
657
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 658

económicamente y socialmente dominantes, aparentando ignorar su identidad real. Fenómeno


frecuente entre los miembros de las llamadas "clases medias".
En general, es claro que la identidad propia sólo puede establecerse a través de la
distinción respecto a "los otros" para lo cual se recurre a resaltar las diferencias, contrastes y
oposiciones, a juicios de inclusión/exclusión, etc.
15) Prescripción y proscripción. Otro recurso importante de identificación,
diferenciación y relación grupal es el establecimiento de orientaciones del comportamiento a
traves de juicios normativos de fuerte carga valorativa y de mecanismos de reconocimiento o
castigo. Los cuales pueden ser más o menos restrictivos o permisivos, en relación a diversas
situaciones.

En suma, los procesos de conformación y desarrollo de la identificación ideológica de


los grupos sociales es notablemente complejo, dada la diversidad de variables que en él
intervienen. El resultado es un sistema dinámico de representaciones cognitivas, valorativas y
normativas cuyas mediaciones respecto a la realidad que reflejan son múltiples, al punto de
resultar difícil descubrir y explicar la largas cadenas de eventos que pueden estar implicadas.
No obstante, la estructura de los procesos de producción y reproducción de sentido permite
condicionar con eficacia el establecimiento de las relaciones sociales que organizan las
actividades constitutivas de la práctica real del ser social. Así es como históricamente, entre
otras cosas, los seres humanos han sido capaces de establecer sólidas relaciones y justificar la
violencia de procesos a veces cruentos de enajenación, guerras y asesinatos, en nombre de
entidades ficticias y referentes imaginarios encastrados en la ideología (como las Cruzadas, la
Inquisición o las Guerras mundiales).
Acá me he limitado a mostrar las conexiones entre la dimensión cultural de la sociedades
y los heterogéneos grupos que la integran, distinguiéndolos en su calidad de entidades reales
respecto a sus procesos ideológicos de identificación. En los cuales la cultura objetiva y los
reflejos subjetivos de la cultura intervienen de manera crucial.
Lo anterior supone necesariamente una conceptualización precisa de la categoría de
cultura en el sentido en que la hemos formalizado.
Quedan muchos otros aspectos del problema por analizar, como la materialidad de la
memoria grupal, los mecanismos de operación de las representaciones superestructurales en la
conformación y mantenimiento de los diversos tipos de relaciones sociales y el desarrollo de
las actividades que realizan la vida cotidiana, o la dinámica de las identificaciones grupales en
el contexto de las luchas reivindicativas y políticas de los mismos en la secuencia de
coyunturas bajo las cuales se presenta la lucha de clases.
Es decir, hemos visto parcialmente una fase de un proceso que es dialéctico. He intentado
mostrar de qué manera la realidad social concreta es reflejada subjetivamente -"interiorizada"-
por los grupos sociales en el proceso de conformación ideológica. Falta considerar el otro

658
Cultura, identidad e identificación 659

aspecto de la relación entre sujetos sociales y realidad, que se refiere a cómo este sistema de
reflejos ideológicos opera en el desarrollo de la práctica del ser social, como condición de la
acción de los sujetos sociales en la realidad, que no es idéntica a cómo es concebida.
Y luego -puesto que se ha considerado analíticamente la identificación de cada grupo-
será necesario considerar las cualidades que adquieren las relaciones ideológicas de los
distintos grupos actuando como un todo, considerando el hecho de que todos los individuos
participan de más de un grupo social.

Textos citados.

ALTHUSSER, Louis
1975 Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Comité de Publicaciones de Alumnos de la ENAH,
México.
BATE, Luis Felipe
1978 Sociedad, formación económicosocial y cultura. Ediciones de Cultura Popular. México
1984 Cultura, clases y cuestión étnico-nacional. Juan Pablos Editor. México.
1998 El proceso de investigación en arqueología. Editorial Crítica. Barcelona.
BATE, Luis Felipe y Alejandro TERRAZAS
2002 Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. Revista Atlántico Mediterránea
de Prehistoria y Arqueología Social [RAMPAS], vol. V: 11-41. Universidad de Cádiz. Cádiz.
DÍAZ-POLANCO, Héctor
2006 Elogio de la diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia. (En prensa).
GÁNDARA, Manuel
1994 Consecuencias metodológicas de la adopción de una ontología de la cultura: una perspectiva
desde la arqueología. En: Metodología y cultura, J.A. Gonzáles y J. Galindo [Coords.],
Cap. II: 67-118. Col. Pensar la Cultura. Conaculta. México.
GIMÉNEZ MONTIEL, Gilberto
2005 Teoría y análisis de la cultura. (dos volúmenes). Colección Intersecciones. Conaculta-Icocult.
México.
HAIDAR, Julieta
2005 El análisis del sentido: propuestas desde la complejidad y la transdiciplina. En: La
arquitectura del sentido, J. Haidar (Coord.): 409-435. Pub. Escuela Nacional de Antropología e
Historia, México.
HERNANDO, Almudena
2002 Arqueología de la identidad. Akal Ediciones. Madrid.
HELLER, Agnes
1985 Teoría de los sentimientos. Fontamara, México.
LUMBRERAS, Luis Guillermo
2005 Arqueología y sociedad. E. González Carré y C. del Aguila Eds. Instituto de Estudios Peruanos.
Lima.
MARX, Carlos y Federico ENGELS
1971 Ideología alemana. Ediciones de Cultura Popular. México.
TERRAY, Emmanuel
1977 Clases y conciencia de clases en el reino Abrón del Gyaman. En: Análisis marxistas en
antropología social Llobera [Ed.]. Anagrama, Barcelona.

659

También podría gustarte