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Artículo 255. [...] Los jueces o juezas son personalmente responsables, en los
términos que determine la ley, por error, retardo u omisiones injustificados, por la
inobservancia sustancial de las normas procesales, por denegación, parcialidad y por los
delitos de cohecho y prevaricación en que incurran en el desempeño de sus funciones.
De forma que habrá responsabilidad del Estado por la actuación de sus jueces a
consecuencia de la privación judicial de la libertad, cuando se produce la revisión de
sentencias definitivamente firmes o se revoquen sentencias que no hayan adquirido firmeza,
a través de los recursos ordinarios. También la hay en los casos de falta en la
Administración de Justicia que ocurre por error judicial; omisión y el retado judicial
injustificado; inejecución total o parcial de sentencias; y la responsabilidad que deriva de
actuaciones no jurisdiccionales. La responsabilidad del Estado en este sentido se puede
verificar en cualquier tipo de proceso, sea este penal, laboral, civil, mercantil, contencioso-
administrativo y sobre cualquier tipo de decisión, autos o sentencias, tanto definitivas como
interlocutorias. Si el Estado resulta condenado por defecto, errores u omisiones de su
actuación judicial, debería estar motivado a escoger de mejor forma a sus funcionarios
judiciales y organizar de manera más eficiente la prestación de este servicio.