Está en la página 1de 5

FRASER, NANCY, “MAPA DE LA IMAGINACIÓN FEMINISTA: DE LA

REDISTRIBUCIÓN AL RECONOCIMIENTO A LA REPRESENTACIÓN”,


ESCALAS DE JUSTICIA, PÁGS. 185-210.

I. RESUMEN

La autora busca determinar qué debería quedar descartado y qué preservado para
las luchas aún pendientes del feminismo, en el contexto de cambios del capitalismo
de posguerra y de la geopolítica poscomunista intenta animar el debate acerca de
cómo podríamos reinventar el proyecto del feminismo para un mundo en
globalización.

Fases del feminismo:

(1) REDISTRIBUCIÓN.

Década de los años setenta: el feminismo se mantuvo en estrecha relación


con varios movimientos sociales nuevos.

Se persigue un amplío ideal de igualdad social.

América del Norte y Europa Occidenta.

Cuestiona las estructuras normalizadoras de la socialdemocracia posguerra;


transformar el imaginario político economicista que había canalizado la
atención política hacia problemas de distribución entre las clases.

Se destaca un amplio abanico de formas de dominación masculina; se


propone una extensa visión de lo político en la medida en que abarca también
lo personal; se incorporan a un nuevo imaginario político emergente en el
que priman las cuestiones culturales.

Transgreden a una cultura política que había privilegiado a actores que se


presentaban como clases nacionalmente delimitadas y políticamente
moderadas, se opusieron a las exclusiones de género de la
socialdemocracia; cuestionaron el paternalismo social y la familia burguesa;
pusieron de manifiesto el profundo androcentrismo de la sociedad capitalista.
Al politizar lo personal expandieron los límites de la protesta más allá de la
redistribución socioeconómica, para incluir las tareas domésticas, la
sexualidad y la reproducción.

Feminismo radical que mantenía una relación ambivalente con la


socialdemocracia: se rechazada la marginación a las fracturas sociales
distintas a las de clase y los problemas sociales que no fuesen de
distribución, no obstante a ello, la mayoría de las feministas asumieron
rasgos típicos de la socialdemocracia para propósitos más radicales –se
comprometieron a controlar los mercados y a promover el igualitarismo,
transformar el Estado de Bienestar en una fuerza que pudiera poner remedio
a la dominación masculina-.

Consecuencia: el feminismo se reinventa como política de reconocimiento lo


que da paso a la segunda fase.

(2) RECONOCIMIENTO.

El feminismo se centra en la óptica de la política de identidad, para reconocer


la diferencia.

Estados Unidos.

Se preocupa por la cultura y la política de la identidad; se persigue el cambio


cultural.

Característico: relativa autonomización del proyecto cultural, se desacopla


del proyecto de transformación político-económica y de justicia distributiva de
la primera fase.

La lucha por la identidad coincide con la lucha de la socialdemocracia de


base nacional presionada por el neoliberalismo global, en este sentido, no
podía tener éxito una política de reconocimiento centrada en la cultura; en la
primera fase las feministas fueron incapaces de avanzar contra las injusticias
de la economía política, por ello, prefirieron apuntar a los daños que
provenían de los patrones androcéntricos de valor cultural o de las jerarquías
de estatus.

Se deja de lado la economía política y los desarrollos geopolíticos pues el


enfoque feminista de esta fase no podía desafiar con eficacia las políticas de
libre mercado ni el chovinismo de derecha.
El feminismo se convierte en la gramática clave de la producción de
reivindicaciones feministas de fin de siglo.

Política orientada a valorar la diferencia, no tanto a promover la igualdad –


como en la primera fase-.

Resultados de esta fase son mixtos: se centra el reconocimiento en las


nuevas formas de dominación masculina enraizadas en una sociedad
capitalista; se desplaza el imaginario socialista, se subordinan las luchas
sociales a las luchas culturales, la política de redistribución a la política de
reconocimiento.

Consecuencia: indefensión ante el fundamentalismo del libre mercado;


mientras se discutía sobre el reconocimiento se descuidó la alianza entre el
libre mercado y cristianos fundamentalistas.

Las elecciones de 2004 de Estados Unidos resultaron victoriosas pues se


invocaba una política de reconocimiento codificada en términos de género
para ocultar una política regresiva de redistribución: Bush vs. Kerry; Bush
representaba una figura ideal para atacar al terrorismo en tanto que Kerry se
le vislumbraba débil, gana Bush, resultado es que redistribuye la riqueza en
favor de los intereses empresariales y las clases adineradas –elimina el
impuesto sobre sucesiones y disminuye los tipos impositivos de la riqueza,
por lo tanto, las clases trabajadoras contribuyen muchísimo más que antes
en la parte correspondiente del presupuesto nacional-, es decir, se invirtió la
política de redistribución y se promovió una mayor injusticia social, pero nada
de esto parecía importar frente a la guerra contra el terrorismo.

(3) REPRESENTACIÓN. No es sólo asunto de garantizar igual participación política


a la mujer en comunidades políticas ya constituidas, exige también re-
enmarcar los debates sobre la justicia que no pueden quedar debidamente
contenidos dentro de sociedades políticas establecidas. La justicia de género
es un problema de tres dimensiones: redistribución, reconocimiento y
representación.

El feminismo se ejerce como una política transnacional en espacios


transnacionales emergentes; surge debido a las desigualdades de
distribución debidas a la clase que se ocultan con las desigualdades de
reconocimiento por el estatus; sensibilizadas ante el creciente poder del
neoliberalismo se trata de conciliar la política de redistribución con la política
de reconocimiento.

Con mayor auge en Europa. Las feministas descubren nuevos espacios


políticos transnacionales.

Se reinventa el feminismo como un proyecto y un proceso de políticas


transnacionales. Se pretende integrar los mejores aspectos de las dos fases
anteriores en esta.

Se concientiza sobre la vulnerabilidad de la mujer ante las fuerzas


transnacionales, no se puede avanzar en términos de injusticia de género si
se permanece dentro del marco estatal que limita el alcance de la justicia a
instituciones intraestatales que organizan las relaciones entre
conciudadanos, sistemáticamente oculta las formas y fuentes
transfronterizas de injusticia de género que estructuran las relaciones
sociales transnacionales; consecuencia: se dejan fuera del alcance de la
justicia todas las fuerzas que configuran las relaciones de género que
ordinariamente superan los límites territoriales.

Se rechaza el marco estatal territorial para el ejercicio político de las


reivindicaciones porque es un importante vehículo de injusticia ya que impide
que muchas mujeres puedan oponerse a las fuerzas que las oprimen; el
Estado impone una especie de enclaustramiento política, aísla sus
reivindicaciones en esferas internas de Estados débiles o impotentes,
dejando así libres de crítica y control a los agentes externos de la dominación
sexista. EL RESULTADO FINAL DEL MARCO ESTATAL TERRITORIAL ES LA EXCLUSIÓN
DE UNA REFLEXIÓN DEMOCRÁTICA SOBRE LA INJUSTICIA DE GÉNERO
TRASFRONTERIZA.

Nueva apreciación del papel de las fuerzas transnacionales en el


mantenimiento de la injusticia de género. Los retos son el calentamiento
global, expansión del sida, terrorismo internacional, unilateralismo de la
superpotencia.

Se cree que las oportunidades que las mujeres tienen de vivir una vida buena
dependen por lo menos tanto de procesos que desbordan los límites de los
Estados territoriales como de otros que se encuentran dentro de los mismos.
Las reivindicaciones actuales se vinculan a las luchas del cambio por el
marco estatal; ante una producción trasnacionalizada muchas feministas
rechazan el supuesto de las economías nacionales.

También podría gustarte