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Introducción
(…)La secuencia inflación- estanflación- deflación tomará aquí una dimensión más clara. (…) No
estamos solo en presencia de una depresión económica de una gravedad y de una duración
excepcionales, sino de conmociones de gran amplitud en todas las instancias de una sociedad.
El autor rechaza una posición “mundialista” o “mundializada” para entender la Edad Media.
¿Qué tienen en común una sociedad señorial predominantemente agraria y el capitalismo
financiero de hoy? En el caso del feudalismo, fue la emergencia de un estado en que el aparato
fiscal tomó el relevo de una exacción señorial debilitada. En el caso del capitalismo, la
respuesta ha sido la financiarización del sistema, realizada en los últimos años y que significa el
control del mundo por los mercados financieros.
La depresión económica
El autor se pregunta qué criterio elegir para decidir cuando apareció la crisis:
Un estancamiento histórico
(…)El aumento continuo del número de unidades de producción sólo podía conducir a colmar
el vaso. No temamos exponernos aquí al reproche de un determinismo histórico. El mundo
lleno de la segunda mitad del siglo XIII no es ni un accidente histórico ni un capricho de la
demografía. Es el resultado de la implacable lógica propia del feudalismo. Tan implacable
como lo es hoy la concentración del capital financiero. Desde que se acabaron las roturaciones
hacia 1260 en la Europa densa que forma el eje del mundo medieval, el bloqueo agrario está
asegurado; el crecimiento está condenado y la sociedad medieval se ve lanzada a corto plazo
contra un muro.
Una estanflación
(…) Una verdadera fiebre monetaria se apodera del mercado inmobiliario y presiona los
precios al alza de manera irracional.
Los ahorros no son inagotables. Luego tdos los males nacidos del estancamiento agrario y de
la presión demográfica se agravan por las exacciones fiscales, a la vez pesadas y mal calibradas.
Para un campesinado es un golpe duro. (…) Se produjo una importante distorsión entre las
rentas del trabajo que se mantenían en un nivel bajo por la presión demográfica y la falta de
trabajo, y por otra parte la subida de los precios de casas y tierras.
Las hambres de 1314 y 1316 marcan el punto de inicio del descenso demográfico. Despúes el
hundimiento de los precios agrarios revela un agotamiento de los recursos monetarios debido
a los años de precios elevados y a las décadas de estancamiento.
La sociedad medieval entró en crisis porque ya no consiguió ir adelante. Ahora bien, una
sociedad compleja, monetarizada, no soporta una parada permanente de su crecimiento ya
que entonces se expone a un aluvión de disfunciones. En este sentido hablo aquí de una crisis
sistémica. Los orígenes del estancamiento se hallan en las estructuras del feudalismo. Es
sistémica también porque no puede encontrar salida en una autoregulación a corto plazo y,
por tanto, no puede confundirse con una mera fluctuación coyuntural. Es sistémica aún en la
medida en que desborda la esfera económica para penetrar en la esfera social. Es sistémica,
finalmente a causa de su gran importancia en la historia de las sociedades occidentales.
Un eje central lo constituye la guerra de los Cien años que oponía a los Valois y a los
Plantagenet entre 1337 y 1453. De hecho, las hostilidades habían empezado antes, desde
1294, con la confiscación de la Guyena por Felipe el Bello. La primera fase de la guerra (1337-
1360) jalonada por años de tregua fue dominada por los éxitos ingleses y terminó con el
tratado de Calais 1360 que consagraba la amputación territorial del reino de Francia: su parte
occidental pasaba a la soberanía inglesa.
A estos conflictos reconocidos hay que prestar atención a un fenómeno nuevo que se
convierte en la plaga de Occidente: las compañías de forajidos surgidas inmediatamente
después del tratado de Calais. Son los testimonios vivos de la crisis social que acompaña y
prolonga la guerra, desde el momento en que ya no se pagan los sueldos de los hombres de
armas. ¿Su composición? Nobles más o menos desclasados, campesinos liberados de sus
ataduras. Unos y otros de orígenes geográficos diversos: ingleses, alemanes, españoles se
unen a los franceses, sea en pequeños grupos o en agrupaciones más amplias. Su objetivo es
sobrevivir viviendo desde que una tregua o una paz pone fin al pago de los sueldos. ¿Su
método? Apoderarse de una fortaleza donde estarán protegidos, y después desde allí, hacer
hacer reinar el terror en la comarca circundante. Se impone a los campesinos un tributo para
asegurar el abastecimiento del castillo. Una especie de señorío bandolero toma así el relevo
del señorío tradicional o consuetudinario. Las ciudades o burgos fortificados son obligados a
pagar un rescate si quieren escapar al asalto.
Uno de los aspectos más significativos de lo que debe situarse en el centro de la gran
depresión: el proceso de descomposición social. Esta especie de militarización disimulada de la
sociedad es un cáncer que la corroe. La arruina material e ideológicamente. ¿Cómo dar crédito
al esquema trifuncional de los tres órdenes cuando no solo la aristocracia no solo no protege a
los que trabajan, sino que las bandas que los asaltan son dirigidas por nobles? Arruina hasta
sus valores morales cuando para cada hijo de vecino los botines y los rescates se convierten en
un modo de vida normal. Incluso dispersadas por el ejército, los restos de estas bandas
transportan a otros lugares, sobre todo hacia las grandes ciudades, sus prácticas de violencia y
de rapiña.
Bandoleros u hombres de guerra asolados, la frontera entre unos y otros, por otra parte
imprecisa. A falta de intendencia, los ejércitos oficiales vivían del país. Practicaban resquisas –
sistema de tomas en Francia, de purveyance en Inglaterra-a cambio de una promesa de pago
ulterior, evidentemente muy aleatorio. En el combate, no se tenía como objetivo principal
vencer al grupo adversario sino capturar a un combatiente-si era posible, de rango social
elevado- de ponerlo a resguardo para apropiarse del botín y del rescate.
(…) Al tiempo que las finanzas del estado se estancan, la fiscalidad se volvió una condición
necesaria para la reproducción del estado en el ejercicio de sus funciones en el nuevo contexto
de la crisis.
(…) Los costes de la guerra se elevan rápidamente. Al sueldo de los hombres de armas y de
infantería, hay que añadir las enormes exacciones ligadas a su abastecimiento, a las
inversiones defensivas y al mantenimiento de los castillos.
La peste negra fue un cataclismo. Occidente parecía que se había desembarazado hace siglos
del bacilo de Yersin, confinado desde entonces a las esepas asiáicas. Sin embargo, este
reaparece en 1347 y provoca un desastre demográfico sin precedentes. (…) El contagio se
produjo en una factoría italiana en el corazón del mar negro.
La epidemia se presenta bajo dos formas: peste bubónica, por una pae cuyos vectores son la
pulga y la rata, y peste pulmonar contagiada directamente de una persona a otra. Las dos
formas se muestran igualmente mortíferas. “Solo estaban enfermando dos o tres días y morían
rápidamente, escribía el cronista Jean de Venete.
(…) Es cierto que a veces se ha hablado de “epidemia proletaria” al considerar que los barrios
más pobres y los más superpoblados pagaban un tributo mayor, lo cual parece lógico. Pero hay
que constatar que la gente acomodada y los notables bien alimentados caían también como
moscas. Sin duda la miseria social, la falta de higiene, la promiscuidad son otros tantos factores
de explosión de la pandemia.
La peste negra abre una nueva era en la historia europea. En el centro: el miedo. Miedo de la
cólera divina, cuya manifestación más evidente para todos es la peste. Miedo alimentado por
los sermones que asocian sin cesar el pecado y el castigo, la falta y la muerte, agitando el
espantajo del infierno. Sumado al sentimiento de pesimismo, o el sentimiento de que todo va
a estar de mal en peor, y que el hombre es frágil encerrado en su condición de pecador.
Las dos interpretaciones que se han propuesto han desembocado en un callejón sin salida.
Se presentaron dos objeciones posibles: 1) una teoría semejante no explica las distorsiones
entre las diferentes categorías de precios, 2) la fórmula de Fischer se limita a describir una
relación entre diversas variables y no implica de ninguna manera que las determinaciones
procedan de la masa monetaria. Razonar así es una tautología.