Está en la página 1de 6

GUY BOIS. La gran depresión medieval: siglos XIV-XV.

El precedente de una crisis sistémica,


Biblioteca Nueva, Valencia, 2001

Introducción

(…)La secuencia inflación- estanflación- deflación tomará aquí una dimensión más clara. (…) No
estamos solo en presencia de una depresión económica de una gravedad y de una duración
excepcionales, sino de conmociones de gran amplitud en todas las instancias de una sociedad.

La cuestión de la significación globlal de esta depresión multiforme atraviesa el libro de parte a


parte. Pero la atención se ha centrado principalmente en las relaciones, las conexiones entre
las diferentes manifestaciones de la depresión. (…) ¿Por qué extraña paradoja la modernidad
ha tomado para imponerse la vía de un desastre económico social, político e intelectual?

El autor rechaza una posición “mundialista” o “mundializada” para entender la Edad Media.
¿Qué tienen en común una sociedad señorial predominantemente agraria y el capitalismo
financiero de hoy? En el caso del feudalismo, fue la emergencia de un estado en que el aparato
fiscal tomó el relevo de una exacción señorial debilitada. En el caso del capitalismo, la
respuesta ha sido la financiarización del sistema, realizada en los últimos años y que significa el
control del mundo por los mercados financieros.

La depresión económica

Cerca de un siglo y medio de paralización y desordenes asolan Europa.

El autor se pregunta qué criterio elegir para decidir cuando apareció la crisis:

1. Si es un indicador demográfico habría que ir a Inglaterra 1270.


2. Si se elige como indicador un volumen de producción agrícola habría que ver las
roturaciones de 1240- 1250.
3. También podría elegirse como indicador la intensidad de los flujos comerciales.
4. Pero el autor prefiere quedarse con la Peste negra como el gran articulador de todos
estos factores.

Un estancamiento histórico

(…)El aumento continuo del número de unidades de producción sólo podía conducir a colmar
el vaso. No temamos exponernos aquí al reproche de un determinismo histórico. El mundo
lleno de la segunda mitad del siglo XIII no es ni un accidente histórico ni un capricho de la
demografía. Es el resultado de la implacable lógica propia del feudalismo. Tan implacable
como lo es hoy la concentración del capital financiero. Desde que se acabaron las roturaciones
hacia 1260 en la Europa densa que forma el eje del mundo medieval, el bloqueo agrario está
asegurado; el crecimiento está condenado y la sociedad medieval se ve lanzada a corto plazo
contra un muro.

El estancamiento de entrada es económico. Centenares de campesinos que se endeudan con


judíos de la ciudad para pagar las rentas o comprar simientes. (…)El límite de la producción
agraria no habría producido más que un simple ajuste demográfico, a través de algunas
hambres severas. Sucede algo totalmente diferente desde el momento en que todo el edificio
es sacudido por el bloqueo agrario.

El estancamiento es a continuación social. Un síntoma son las hambrunas producidas en torno


al 1300. Otro síntoma es la inestabilidad geográfica ligada a las migraciones de campesinos
hacia las ciudades, migraciones que son la última oportunidad de hombres endeudados que
han visto forzados ceder sus tierras. Este proceso ha desembocado en un proceso de
pauperización cuyas consecuencias biológicas no deben subestimarse más. Poblaciones
castigadas por la malnutrición y condenadas por una higiene deplorable están amenazadas por
la enfermedad. De allí que no podemos suponer que un fenómeno como la Peste Negra 1348
sea puramente accidental.

La expansión había atenuado o diferido el debilitamiento de los ingresos señoriales: más


tierras establecidas a censo, tenentes más numerosos, era lo que compensaba mal que bien la
tendencia a la disminución de la exacción señorial por cabeza. (…)Los hidalgos, como sus
tenentes cayeron en las garras de sus usureros. (…) Desde entonces ningún príncipe de Europa
podía escapar al endeudamiento. (…) La caída de las rentas señoriales no tenía sólo
implicaciones sociales. Al debilitar los recursos patrimoniales de las monarquías o de los
estados urbano, adquiría una dimensión política de primer rango. (…) La única legitimación del
impuesto real era entonces la urgente necesidad de la defensa del reino, y una nobleza
empobrecida, amenazada de desclasamiento, hallaba en la guerra la respuesta a sus
inquietudes, gracias a las pagas, a los rescates y al boín que podía esperar. (…) Estamos ante un
campesinado agotado y a punto de desmoronarse, una aristocracia herida y agresiva, unos
poderes públicos en bancarrota. Es decir un estancamiento histórico de dimensiones múltiples,
económica, social, política.

Una estanflación

Galbraith utilizó el término “estanflación” para caracterizar la coyuntura económica posterior a


los Treinta gloriosos, cuando simultáneamente las tasas de crecimiento disminuyeron a la
mitad, mientras que se instaló una inflación de tres a cuatro veces superior a la anterior
erosión monetaria. La estanflación era definida como una especie de estado febril que
mantenía artificialmente el nivel de actividades por el aumento de los precios, una
especulación incontrolada y el recurso a expedientes de todo tipo.

(…) Una verdadera fiebre monetaria se apodera del mercado inmobiliario y presiona los
precios al alza de manera irracional.

En 1303 la moneda pierde de nuevo el 50 % de su valor intrínseco. Después de un golpe de


timón deflacionista en 1306, las devaluaciones se suceden casi cada año hasta 1311. No hay
nada de misterioso en estas repetidas manipulaciones: las nuevas acuñaciones reportaban
cada vez varios centenares de miles de libras a un tesoro real en situación desesperada.

Volvamos a los síntomas de la estanflación. Por un lado un producto estancado o en declive.


Este aun se mantiene en un nivel alto por el encarecimiento del grano sumado a los flujos de
moneda en circulación y el vlumen del crédito. Por otro lado, los conflictos militares juegan un
papel considerable en este proceso: amplifican las inextricables dificultades de unos estados
cada vez más voraces. La guerra aparece como resultado y factor de problemas
presupuestarios.

Los ahorros no son inagotables. Luego tdos los males nacidos del estancamiento agrario y de
la presión demográfica se agravan por las exacciones fiscales, a la vez pesadas y mal calibradas.
Para un campesinado es un golpe duro. (…) Se produjo una importante distorsión entre las
rentas del trabajo que se mantenían en un nivel bajo por la presión demográfica y la falta de
trabajo, y por otra parte la subida de los precios de casas y tierras.

Las hambres de 1314 y 1316 marcan el punto de inicio del descenso demográfico. Despúes el
hundimiento de los precios agrarios revela un agotamiento de los recursos monetarios debido
a los años de precios elevados y a las décadas de estancamiento.

La sociedad medieval entró en crisis porque ya no consiguió ir adelante. Ahora bien, una
sociedad compleja, monetarizada, no soporta una parada permanente de su crecimiento ya
que entonces se expone a un aluvión de disfunciones. En este sentido hablo aquí de una crisis
sistémica. Los orígenes del estancamiento se hallan en las estructuras del feudalismo. Es
sistémica también porque no puede encontrar salida en una autoregulación a corto plazo y,
por tanto, no puede confundirse con una mera fluctuación coyuntural. Es sistémica aún en la
medida en que desborda la esfera económica para penetrar en la esfera social. Es sistémica,
finalmente a causa de su gran importancia en la historia de las sociedades occidentales.

La medida del hundimiento

Al hundimiento demográfico se asocia un impresionante retroceso del espacio cultivado. Los


abandonos de pueblos, pero también la producción agrícola es el segundo parámetro
significativo de la evaluación del hundimiento. (…) La otra aproximación posible a la evolución
de la producción cerealista consiste en seguir los ingresos de los diezmos, una proporción
constante recaudada sobre el conjunto de las cosechas de un lugar determinado. Este
indicador se enfrenta a una multitud de dificultades q no podemos tratar aquí.

La crisis frumentaria precedió a la epidemia y no a la inversa. Diez años antes de su irrupción,


el declive era de un 30 a un 40 %, es del 40 al 50% a finales de siglo.

 Desindustrialización de los viejos centros de producción


 Hundimiento de la demanda
 Deslocalización de actividades texiles
 La mayoría de las obras urbanas se abandonaron definitivamente o se interrumpieron.
 Los propietarios ya no tienen ningún interés en gastar las sumas necesarias cuando los
alquileres caen, ya no se pagan y cuando sus casas están cargadas de rentas que hacen
disminuir su valor.
 La explotación de minerales de hierro entra también en recesión. La metaurgia
cisterciense desaparecen, pero también un gran número de forjas artesanales. Las
salinas mediterráneas y la producción de sal gema retroceden fuertemente.

Sobre el papel de la guerra


Sobre la guerra y la peste, asociadas al hambre, han sido a los ojos de los contemporáneos los
tres azotes de Dios, responsables de la mayoría de sus males. Con respecto a las tesis de
algunos historiadores, aquí rechazaremos la disyuntiva del todo o nada. Negar el impacto de la
guerra en nombre de un rechazo sumario de la historia es totalmente absurdo. Negar el de la
peste lo sería al menos otro tanto. Sin embargo, una cosa es admitir sin reservas el papel
jugado por estos dos parámetros de la gran depresión medieval, y otra considerarlos como
factores primarios, surgidos de no se sabe dónde. (…) No podemos disociar guerra y peste
(añadamos el hambre). En un lugar dado, en un momento dado, sin que sea fácil determinar el
orden de su aparición. Un hambre ofrece un terreno favorable a la epidemia. Una epidemia
puede desorganizar las cosechas y provocar una crisis de subsistencias. Entre el hambre y los
desórdenes militares o civiles los lazos son también muy estrechos y los desplazamientos de
los hombres de guerra han sido, más de una vez, los primeros vectores de la enfermedad.

Un eje central lo constituye la guerra de los Cien años que oponía a los Valois y a los
Plantagenet entre 1337 y 1453. De hecho, las hostilidades habían empezado antes, desde
1294, con la confiscación de la Guyena por Felipe el Bello. La primera fase de la guerra (1337-
1360) jalonada por años de tregua fue dominada por los éxitos ingleses y terminó con el
tratado de Calais 1360 que consagraba la amputación territorial del reino de Francia: su parte
occidental pasaba a la soberanía inglesa.

A estos conflictos reconocidos hay que prestar atención a un fenómeno nuevo que se
convierte en la plaga de Occidente: las compañías de forajidos surgidas inmediatamente
después del tratado de Calais. Son los testimonios vivos de la crisis social que acompaña y
prolonga la guerra, desde el momento en que ya no se pagan los sueldos de los hombres de
armas. ¿Su composición? Nobles más o menos desclasados, campesinos liberados de sus
ataduras. Unos y otros de orígenes geográficos diversos: ingleses, alemanes, españoles se
unen a los franceses, sea en pequeños grupos o en agrupaciones más amplias. Su objetivo es
sobrevivir viviendo desde que una tregua o una paz pone fin al pago de los sueldos. ¿Su
método? Apoderarse de una fortaleza donde estarán protegidos, y después desde allí, hacer
hacer reinar el terror en la comarca circundante. Se impone a los campesinos un tributo para
asegurar el abastecimiento del castillo. Una especie de señorío bandolero toma así el relevo
del señorío tradicional o consuetudinario. Las ciudades o burgos fortificados son obligados a
pagar un rescate si quieren escapar al asalto.

Uno de los aspectos más significativos de lo que debe situarse en el centro de la gran
depresión: el proceso de descomposición social. Esta especie de militarización disimulada de la
sociedad es un cáncer que la corroe. La arruina material e ideológicamente. ¿Cómo dar crédito
al esquema trifuncional de los tres órdenes cuando no solo la aristocracia no solo no protege a
los que trabajan, sino que las bandas que los asaltan son dirigidas por nobles? Arruina hasta
sus valores morales cuando para cada hijo de vecino los botines y los rescates se convierten en
un modo de vida normal. Incluso dispersadas por el ejército, los restos de estas bandas
transportan a otros lugares, sobre todo hacia las grandes ciudades, sus prácticas de violencia y
de rapiña.

Bandoleros u hombres de guerra asolados, la frontera entre unos y otros, por otra parte
imprecisa. A falta de intendencia, los ejércitos oficiales vivían del país. Practicaban resquisas –
sistema de tomas en Francia, de purveyance en Inglaterra-a cambio de una promesa de pago
ulterior, evidentemente muy aleatorio. En el combate, no se tenía como objetivo principal
vencer al grupo adversario sino capturar a un combatiente-si era posible, de rango social
elevado- de ponerlo a resguardo para apropiarse del botín y del rescate.

La dimensión económica de la guerra aumentó. No se vacilaba en golpear al adversario,


incendiando las cosechas, los molinos, las construcciones de las explotaciones, a veces incluso
los pueblos. Salvo en el caso de las viñas –cuando se cortaban las cepas- y de las
infraestructuras costosas –los molinos- las huellas de la guerra en una economía rural incluso
debilitada podían borrase fácilmente.

(…) Al tiempo que las finanzas del estado se estancan, la fiscalidad se volvió una condición
necesaria para la reproducción del estado en el ejercicio de sus funciones en el nuevo contexto
de la crisis.

(…) Los costes de la guerra se elevan rápidamente. Al sueldo de los hombres de armas y de
infantería, hay que añadir las enormes exacciones ligadas a su abastecimiento, a las
inversiones defensivas y al mantenimiento de los castillos.

El papel de la peste y las epidemias

La peste negra fue un cataclismo. Occidente parecía que se había desembarazado hace siglos
del bacilo de Yersin, confinado desde entonces a las esepas asiáicas. Sin embargo, este
reaparece en 1347 y provoca un desastre demográfico sin precedentes. (…) El contagio se
produjo en una factoría italiana en el corazón del mar negro.

La epidemia se presenta bajo dos formas: peste bubónica, por una pae cuyos vectores son la
pulga y la rata, y peste pulmonar contagiada directamente de una persona a otra. Las dos
formas se muestran igualmente mortíferas. “Solo estaban enfermando dos o tres días y morían
rápidamente, escribía el cronista Jean de Venete.

(…) Es cierto que a veces se ha hablado de “epidemia proletaria” al considerar que los barrios
más pobres y los más superpoblados pagaban un tributo mayor, lo cual parece lógico. Pero hay
que constatar que la gente acomodada y los notables bien alimentados caían también como
moscas. Sin duda la miseria social, la falta de higiene, la promiscuidad son otros tantos factores
de explosión de la pandemia.

La peste negra abre una nueva era en la historia europea. En el centro: el miedo. Miedo de la
cólera divina, cuya manifestación más evidente para todos es la peste. Miedo alimentado por
los sermones que asocian sin cesar el pecado y el castigo, la falta y la muerte, agitando el
espantajo del infierno. Sumado al sentimiento de pesimismo, o el sentimiento de que todo va
a estar de mal en peor, y que el hombre es frágil encerrado en su condición de pecador.

Las dos interpretaciones que se han propuesto han desembocado en un callejón sin salida.

En primer lugar se encuentra la interpretación monetarista. Procede de la aplicación de la


fórmula de Fischer que establece una relación entre los precios, la masa monetaria y la rapidez
de la circulación de la moneda. Si los precios bajan a fines de la edad media es a causa de una
escasez monetaria.

Se presentaron dos objeciones posibles: 1) una teoría semejante no explica las distorsiones
entre las diferentes categorías de precios, 2) la fórmula de Fischer se limita a describir una
relación entre diversas variables y no implica de ninguna manera que las determinaciones
procedan de la masa monetaria. Razonar así es una tautología.

También podría gustarte