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ENSAYO

¿QUÉ ES UN
INTELECTUAL?

Leyder Lasprilla Barreto

5/7/2019
La profunda sabiduría hace al hombre sencillo,

lo hace venerable. Los extensos conocimientos hacen comprender al hombre cuán

poco él sabe y cuán pequeño es. El poco conocimiento hace al hombre tonto y le hace pensar que lo

sabe todo y cuanto más se olvida de que sabe, tanto más grande se siente.

Podéis estar seguros de que cuanto uno más pequeño

se siente, tanto más sabe".

James Tyler Kent

“El verdadero intelectual

es aquel que tiene como proyecto de vida

la búsqueda de la verdad”.

Karl Raimund Popper

“El amante del estudio sabe

día a día lo que aún le falta y no olvida

lo que ya sabe, pues constantemente

hace su propio balance”.

Karl Jaspers

“Un intelectual es una persona

cuya mente se mira

a sí misma”.

Albert Camus

“El campo intelectual es por definición

la conciencia. Un intelectual que no comprenda lo

que pasa en su tiempo y en su país es una

contradicción andante”.

Ralph Waldo Emerson

2
Introducción
Con la democratización de la alfabetización y el ingreso al mundo académico a todo nivel (desde la
primaria hasta el postdoctorado), muchas son las personas que han tenido acceso al espacio
fenomenológico (a decir de Ken Wilber) o dominio de distinciones (a decir de Francisco Varela) del
pensamiento convencional. Nadie niega que esto ha sido un avance para la especie, ya que hay más
apalancamiento vital en quien puede hacer uso de la instrucción que en quien no puede. No se
necesita poseer dos dedos de frente para darse cuenta de esto. Quien ha tenido acceso a una
universidad puede llegar a albergar en su mente información para utilizar que no tiene quien jamás se
ha sentido interesado por ello o no ha podido hacer una carrera profesional.

No obstante, esta misma democratización de la academia, además de la buena nueva antes


comentada, ha traído también una mala nueva: el hecho de considerar que todos los puntos de vista
de las personas alfabetizadas tienen la misma validez por la simple razón de que cada cual puede
tener sus propias posiciones respecto de algo. Todo esto basado en el hecho de que se fue a una
universidad o se ha leído un conjunto de libros, artículos o noticias de prensa.

Tener una mente no es sinónimo, necesariamente, de emitir tesis verdaderas. No todo lo que se puede
pensar necesariamente es una verdad. De hecho, en términos estadísticos, es mucho más probable
pensar una falsedad que una verdad, pues el número de juicios que no concuerdan con un referente
real promulgado (enacción) es indefinido mientras que el número de los mismos que sí lo pueden
hacer es muy limitado. Así, lo que se puede explicar sobre las causas reales de la Segunda Guerra
Mundial es reducido si lo contrastamos con lo que puede ser dicho sobre las causas irreales de la
misma. Esto hace que la mente tenga una mayor inclinación en su producción espontánea de
pensamientos hacia la falsedad que hacia la verdad, de la misma forma en la que un sistema físico
tiende más fácilmente al desorden que al orden por el hecho de que el número de estados entrópicos
posibles es increíblemente mayor en cantidad al número de estados neguentrópicos posibles1.

De esta manera, para que el sujeto pueda avanzar en el camino hacia la verdad, debe realizar un
trabajo que se mueva en contra de la corriente espontánea de la mente en su producción de
pensamientos. Es decir, debe nadar en contra de la entropía de la misma para producir neguentropía
intelectual. Y este trabajo, para quienes lo hemos llevado a cabo, no es tarea sencilla2. No por
casualidad el número de personas dedicas al pensamiento es indefinidamente menor al número de
personas dedicadas a perder su tiempo en las banalidades de la existencia, ya que es muchísimo más

1
Esto fue descubierto, en mecánica estadística, por el brillante físico austríaco Ludwig Eduard Boltzmann (1844 - 1906)
y se expresa en la ecuación S = k 𝑙𝑜𝑔 W, que se puede leer ‘la medida de la entropía de un sistema termodinámico (S)
es igual al producto de la constante epónima (k) por el logaritmo de la probabilidad del estado (W)’. Aquí Boltzmann
establece la relación que hay entre los microestados posibles de un sistema a través del tiempo compatibles con el
macroestado de desorden que esté presente.
2
“Si en verdad se quiere pensar con seriedad, y no divagar, es preciso el estudio, la disciplina, el esfuerzo y el puntual
conocimiento del tema (porque no puede “criticarse” lo que se conoce solo superficialmente o no se conoce en
absoluto)”, escribió Adolfo Carpio. Sin embargo, hay que ver la enorme cantidad de “intelectuales del bronceado y
eruditos del supermercado”, enajenados, con su fanatismo recalcitrante sobre los clubes deportivos pseudocriticando
lo que no conocen.
3
fácil pensar en farándula3 que pensar sobre las leyes biológicas que rigen la aparición y el desarrollo
de una patología (como sí hizo el doctor Ryke Geerd Hamer)4 o es muchísimo menos complejo
analizar un partido de balompié que analizar la realidad económica de un país, por ejemplo5.

El presente ensayo tiene como finalidad definir, explicar y ejemplificar lo que es un intelectual, para
que el lector pueda diferenciarlo del estudioso y del profesional postgraduado, ya que muchos
piensan, por ignorancia, que todo el que estudia muchos libros es un intelectual o el que tiene
muchos títulos también lo es, cuando lo cierto es que para nada es así. Un intelectual es un ser más
allá de lo que el común de la gente, siquiera, puede imaginar. Un intelectual es un ser poco frecuente
de encontrar. No nace uno todos los días.

Desarrollo
Intelectual es una palabra que deriva del vocablo latino intellectualis, que significa relativo al
entendimiento. Entendimiento es el abrazo noosférico de la realidad. Por lo tanto, etimológicamente
intelectual es aquel que busca apasionadamente entender la realidad. Puede definirse como el sujeto
que se apalanca en el entendimiento en su búsqueda de la verdad6 como proyecto de vida para
vivir luego a la altura de ella. Es propio de un intelectual el considerar indispensable tener claridad
sobre las cartografías que describen y explican los referentes reales de su interés para así incrementar
la probabilidad de éxito en sus acciones sobre ellos. De esta forma, el intelectual se convierte en un
incansable e implacable estudioso e investigador de aquello que le permita manejar a carta cabal el
conocimiento del objeto de su interés.

Así, revisa cuanto texto (libro, artículo, monografía, ensayo, etc.) cae en sus manos para obtener un
mapa mental claro y penetrante de los asuntos que le son menester. No escatima en dinero, tiempo o
energía alguna para lograr obtener la cartografía que le permitirá definir, explicar, ejemplificar y
actuar sobre la realidad de forma óptima. Por ello, un intelectual puede utilizar un fin de semana para
investigar o estudiar, madrugar para resolver lo que inquieta su intelecto, trasnochar para encontrar la
explicación de un fenómeno, invertir cientos de miles de pesos comprando productos textuales en

3
Platón dijo: “Comida, bebidas y mujeres son las necesidades del hombre inferior”.
4
Siendo lo más triste de todo que los que consumen su vida en bagatelas pretenden darle cátedra al que la invierte en
el divina otium (ocio divino) de los romanos o la ίó(bíos theoretikós, vida contemplativa) de los griegos,
desde el “Yo no sé, pero…”. Ya de esto René Descartes hablaba cuando acotó: “Ciertos espíritus, que tan pronto como
se les han dicho no más que dos palabras, se imaginan que saben en un día todo cuanto otro ha pensado en veinte
años”.
5
Respecto del trabajo intelectual expresó el filólogo y filósofo José Ortega y Gasset: “Todo esfuerzo intelectual nos
separa de lo cotidiano y nos conduce por caminos ocultos y difíciles, a lugares apartados donde nos encontramos en
medio de pensamientos desacostumbrados”. Es decir, el trabajo intelectual lo saca a uno de la zona de confort (la zona
neurotermodinámica en la que viven los animales).
6
La verdad es la correspondencia del pensamiento y el lenguaje con el referente real promulgado. Y a este tenor
escribió el maestro Paramahansa Yogananda: “La verdad es la correspondencia exacta con la realidad y no está
condicionada por las suposiciones atenuantes o las motivaciones racionalizadas impuestas por el hombre”.
4
librerías para iluminar su mente, promover espacios grupales para la búsqueda de la verdad, etc., y
no tener problema alguno con ello7. Por el contrario, eso para él deviene como autorrealización.

Para el intelectual, cualquier campo del conocimiento que clarifique su eterna búsqueda es un
excelente apalancamiento, jamás y nunca digno de menospreciar o rechazar. Si lo que le falta para
entender la dinámica atómica es estudiar la mecánica cuántica, no dudará en hacerlo; si observa que
necesita conocer el papel activo del organismo en la producción de isótopos pertinentes para su
nutrición, no vacilará en estudiar las transmutaciones alquímicas sobre la base de las corrientes
neutras de baja energía; si descubre que no termina de entender la dinámica de una patología en un
conjunto de enfermos, no pondrá reparos en investigar las leyes biológicas que rigen la misma; si
comprende que tiene todavía nociones y no conceptos sobre la naturaleza de la psique del hombre
masa, no descansará hasta encontrar los conceptos psicológicos que le den la luz; si apercibe su falta
de claridad sobre la escasez monetaria que aqueja su bolsillo, no procrastinará el encuentro con el
conocimiento que le ayude a resolver dicho problema; si observa oscuridad en su cognición política e
histórica sobre el país que habita, se lanzará con entusiasmo a la adquisición del entendimiento que
le impida caer en el populismo poblacional8 arquetípico de la protohumanidad (el hombre número
dos de Gurdjieff)… En fin, para él ningún conocimiento es ajeno a otro, pues ve la realidad de
manera unificada y por eso observa los diferentes campos del conocimiento como fichas de un
mismo rompecabezas.

Esta es la razón por la cual el intelectual es un pantónomo o polímata de primera línea. Llega a
moverse con facilidad en cuanto campo del conocimiento puede estudiar. Por eso, cuando habla con
un físico da la impresión de ser físico; cuando dialoga con un biólogo, hace pensar a este que
también lo es; cuando platica con un psicólogo, muestra un dominio de los conceptos psicológicos
poco frecuente; cuando debate con un estudioso de la filosofía, le hace sentir a este que está
intercambiando pensamientos con un igual, etc. En él no existe esa mentalidad alienada por la
especialización que caracteriza al profesional común que lo lleva a pensar que si estudió ingeniería,
no tiene por qué enterarse de nada vinculado con la teología, por ejemplo. Todo cuanto ayude en su

7
Al respecto dijo Lao Tsé: “Para el verdadero buscador de la verdad ningún esfuerzo es demasiado grande, ninguna
tarea ardua y ninguna espera larga” y, Osho, por su parte expresó: “Quien busca la verdad va hasta el final de su
búsqueda”.
8
Populismo es la presencia de la distorsión perceptiva (ilusión) e intelectiva (delusión) en política. Lo divido en dos: el
populismo lideral y el populismo poblacional. El primero es el uso de la ilusión y de la delusión deliberadamente para
mantener engañadas a las masas, de ahí que sea solo propio de quien forme parte de las élites con poder. El segundo,
es la ilusión y la delusión sobre la política que padecen los que no forman parte de las élites dominantes y no
comprenden las dinámicas de poder (materializadas en las 48 leyes que expuso Robert Green). Para el populista lideral,
la ideología es el instrumento a través del cual ciega y maneja al hombre masa (como muy diáfano tenían Karl Heinrinch
Marx y Friedrich Engels); para el populista poblacional, la ideología, erróneamente, es el pivote sobre el cual el
polítiquero justifica su actuar. De ahí que no comprenda que al mismo lo que le interesa es el poder para perpetuarse
en él y no la suerte de ese pueblo que dice querer. Por ello, también, el populista poblacional se la pasa idealizando
candidatos presidenciales, llegando hasta el punto de olvidar que ellos también mixionan y defecan como cualquier
otro ser vivo. No por casualidad dijo José Ortega y Gasset: “Ser de izquierda es, como ser de la derecha, una de las
infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía
moral”.
5
discernimiento intelectual sobre la realidad será bienvenido. De ahí que esté enfocado en lo que
Gregory Bateson denominó la pauta que conecta y que Ken Wilber tanto ha promulgado.

Para el intelectual es claro que en el kósmos no hay nada tan oscuro como para no poderse expresar
con la precisión que evite la confusión. Él comprende que quien se expresa con nociones -y no con
conceptos- tiene oscuridad de pensamiento y por ello transmite oscuridad, ya que, como expresó
Thomas Hobbes, el lenguaje es la cara exterior del pensamiento. Él sabe que el problema lo tiene el
emisor y no la realidad, como muchos charlatanes quieren hacer creer: que la razón de su oscuridad
discursiva radica en una imposibilidad ontológica para precisar la naturaleza del referente real en
cuestión. Por ello, estos esperpentos del conocimiento acostumbran decir que ‘tal palabra no se
puede definir’ o que ‘tal concepto es tan complejo que nadie podrá dar una definición clara de él’.
Obviamente, estas son pamplinas con las que los farsantes ocultan su incompetencia cognitiva.

El intelectual tiene totalmente claro que si tiene ideas oscuras y confusas (a decir de Descartes) sobre
un tema, el único responsable es él y por ello toma un papel activo en el aprendizaje o
descubrimiento de las verdades necesarias para esclarecer dichas ideas, volviéndolas (como también
decía Descartes) claras y distintas. No descansará hasta lograr su objetivo, ya que es la verdad lo que
da sentido a su vida y no la oscuridad de la falsedad. Por esto, este ilustre personaje, cuya especie
está en vías de extinción, no duda del hecho de que ubi verba non sunt ambigua, non est locus
interpretationibus (donde las palabras no son ambiguas, no hay lugar para las interpretaciones). De
ahí que sepa definir, explicar y ejemplificar aquello que dice conocer y por ello sus discurso es fluido
y contundente.

En esta misma línea, se puede captar muy fácilmente la razón por la cual el intelectual es parrético:
se expresa con libertad, concisión y veracidad. Dice lo que tiene que decir sin miedo al qué dirán, lo
dice con claridad y se expresa con la verdad. Su certeza discursiva es tal que el que escucha y no está
acostumbrado a la diafanidad, pero la desea vehementemente, se asombra y, a su vez, expresa que
sus posibles preguntas ya han quedado respondidas por el intelectual, pues, en virtud del manejo que
ha llegado a tener de lo complejo, lo hace fácil a los demás 9. Por ello es un experto en transposición
didáctica, haciendo que el que tiene menos conocimientos se beneficie de la zona de desarrollo
próximo vygotskiana.

Esta facilidad, que ha conquistado con el sudor de su frente, en el discernimiento, le da autonomía al


intelectual. Esto significa que ejerce la adultez kantiana: la adultez real. Para Kant, adulto era aquel
que bajo el dominio de su propia voluntad actuaba con base en criterios definidos asumiendo las
consecuencias de sus acciones. Esta autonomía, fundamentada en una efectiva criteriología, hace del
intelectual un ser difícil de controlar y de alienar en asuntos políticos, psicológicos, religionarios y
económicos, pues, además de claridad, vive lleno de valor para enfrentar los obstáculos que se
interponen entre él y la verdad10. Para él es natural e indispensable pasar por el racero de sus criterios
de validez todo cuanto observa o escucha, por ello sigue causas y no a personas; sigue principios y

9
Por ello dejó sentado Mulah Nasrudín: “El que sabe hablar no desperdicia palabras ni aburre a los demás”.
10
No por azar Osho llegó a decir: 1)“Las verdades de la vida no son para los débiles”, 2) “Solo los rebeldes pueden
conocer la verdad; los cobardes, jamás” y Paramahansa Yoganada escribió: “Quien no tiene dificultades, no crece”.
6
no figuras de poder11. Esto, en ocasiones, lo hace parecer frío e indolente en sus juicios y decisiones,
pero tal condición es aparente, ya que lo que lo mueve es la máxima de hacer lo correcto para el
beneficio de él y los demás y no la máxima de la conveniencia camaleónica, que tanto caracteriza a
los diplomáticos12 amantes de la retórica, ese nefasto “arte” de utilizar el lenguaje para decir lo que
parece verdadero, pero no lo es, que tanto encantaba a los sofistas.

El intelectual es un ser que tiene por plataforma de búsqueda de la verdad la ética. Por esto evita
perturbar injustamente al prójimo, es transparente en su actuar, acepta que lo corrijan, privilegia el
reconocimiento de sus faltas por encima de la conservación a ultranza de su reputación, da la razón a
quien la tiene así salga él perdiendo en algo, aplaude el éxito del prójimo, es ajeno a la pedantería y
enseña lo que está a su alcance cuando ve la necesidad y el merecimiento de quien desea aprender13.
Es un ser cuyo perfil psicosocial es neuropsicológico y en esto se diferencia enormemente del simple
estudioso. Este último es un ser que apalanca su búsqueda de conocimiento en lo antiético, por ello
perturba injustamente al prójimo, no tolera que lo corrijan14, es deshonesto en su accionar, privilegia
su reputación por encima del reconocimiento de sus errores, evita dar la razón a quien la tiene (más
cuando tiene algo que perder), no es dado a enseñar cuando ve la necesidad y el merecimiento de ello
en su prójimo y es pedante15 cuando le toca hacerlo. El estudioso es un ser lleno de conocimientos,

11
Con toda razón Albert Einstein expresó: “Si quieres vivir una vida feliz, átala a una meta, no a una persona u objeto”.
12
Cuando dicha condición mental (la del intelectual), se expresa desde temprana edad, los padres y profesores,
normalmente, se molestan por los cuestionamientos sensatos del menor ante sus actitudes y procederes. Estos
pseudoadultos que tienen el rol de orientar al menor en su psicoformación, se conturban al no comprender que el
menor intelectual sigue principios y no a ellos como figuras de poder ante él e, ipso facto, contrasta el pensar, el sentir,
el predicar y el actuar de ellos con los principios que se supone deben regir la dinámica vital de las personas en la sana
coexistencia. De ahí que al ver incongruencias en sus orientadores se las mencione, generando en estos un sentir de
haber sido irrespetados para nada acertado, pues lo que ha sucedido es que el menor les ha golpeado el orgullo
infundado que tienen, lo cual termina despertando su intolerancia. Ser mayor, cronológicamente hablando, no tiene
absolutamente nada que ver con tener la razón. De hecho, lo que normalmente se ve es que los adultos cronológicos
tienden a ser bastante insensatos. No por casualidad expresó Alexandre Dumas: “¿Cómo es que siendo tan inteligentes
los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres?”. Si el menor de corte intelectual no llega a ser consciente
de que el problema está en los adultos inmaduros que lo rodean y no en él, puede llegar a desquiciarse o malograr el
camino. En este tenor, no están de más las siguientes palabras que atribuyen a Sigmund Freud: “Antes de que te
diagnostiques con depresión o baja autoestima, primero asegúrate de no estar rodeado de idiotas”.
13
Resonantes con este modelo de vida son las palabras de Adolfo Carpio: “…El respeto a la personalidad ajena es una
condición primordial del pensamiento responsable”.
14
“No hay nada más amargo que la verdad para aquel que no quiere cambiar”, escribió George I. Gurdjieff y Osho
comentó: “La verdad es la mayor ofensa”, obviamente, para el que adora la mentira.
15
Fernando Savater define la pedantería como el uso del conocimiento para mancillar al prójimo. Es un proceder que
no busca enseñar sino mostrar superioridad en la misma medida y proporción en la que se le hace sentir, sin razón
alguna, inferioridad al interlocutor por el solo hecho de disfrutar pisoteándolo. El pedante dicta una clase para hacerle
sentir a sus alumnos que al lado de él no son nada o dicta una conferencia para que el público lo convierta en leyenda.
Es decir, hace todo, menos enseñar, pues en la medida en la que el otro aprende no puede conservar su posición de
superioridad, que tanto le gusta tener. De ahí que, si bien los estudiantes le legitimen su nivel de conocimientos, se
quejen de que en la práctica han aprendido poco con él. Así, por ejemplo, si enseña medicina en cursos independientes,
hable mucho de sus logros y de la parte teórica de esta έ (téchne), pero diga muy poco de la parte práctica que les
permitirá, realmente, a sus alumnos curar a sus pacientes, haciendo de estos alumnos sempiternos (¡excelente
negocio!).
7
pero con los afectos de un salvaje16. De ahí que, mientras el intelectual tiene como fin la verdad, el
estudioso tiene como fin el conocimiento para sacar provecho en detrimento del bienestar de los
demás. Si bien es superior a un profesional postgraduado en su desarrollo mental generalmente es
una porquería en su aspecto emocional17. No por casualidad tiende a ser farsante en cuanto a la
imagen de pureza y grandeza que ofrece de sí mismo a los demás, alejando con calumnias de su
gremio relacional a quien lo tiene descubierto. Es un híbrido coprológico supremamente peligroso,
pues se vende como un probo apasionado por la verdad cuando en el fondo es un oportunista que
tiene la suficiente preparación como para dañar cuando nadie se dé cuenta de ello. Esta posibilidad
de dañar se ve acentuada por el hecho de que, muchos de ellos, dictan seminarios y publican libros
con abundantes páginas dedicadas a las referencias bibliográficas (pues saben que eso engendra
respeto en el lector) en los que se ofrecen al mundo como dueños de la verdad con altos desarrollos
conscienciales que han sido vituperados por la sociedad para despertar compasión en los demás,
logrando así vestirse de ovejas cuando realmente son superdepredadores. Al estudioso le interesan
más la fama y las mieles del poder, en tanto que al intelectual le interesan más la verdad y la
autoridad18. La diferencia entre uno y otro es abismal; por esta razón, quien los confunde será una
perfecta víctima para el estudioso, pues lo verá como un dios sin saber que tiene al mismísimo diablo
en frente19.

Igualmente, un intelectual está muy lejos de ser homologable a un profesional postgraduado. Es


impresionante ver cómo muchos profesionales, por hacer una maestría, tener un doctorado o lograr
un postdoctorado, se sienten ya individuos de la talla de un William Whewell o de un José Manuel
Sánchez Ron. Sus desmedidas posturas de señores infalibles del intelecto los tornan ridículos en
cuanto que derivan su soberbia de los cartones adquiridos, mas no de sus competencias
teoricoprácticas y axiológicas reales. Estos pobres personajes, que gustan más de las apariencias que
de las esencias, se imaginan que un Christian von Ehrenfels, un Max Planck o un Jürgen Habermas
no son muy diferentes de ellos y se pasean por los claustros universitarios, cuando son docentes,
como si fuesen los nuevos Paltones o Aristóteles a los que sus colegas de menores titulaciones y sus
alumnos debiesen rendirles pleitesía, ignorando que con sus posturas desubicadas hacen las veces de
payasos de la academia20. Para ser un intelectual no se necesitan titulaciones de ningún tipo. Michael

16
A este tenor resuenan las palabras de Erich Fromm: “El hombre de hoy surca los espacios siderales, pero
emocionalmente sigue siendo el mismo primate de ayer”.
17
“Un hombre muy erudito puede ser totalmente carente de corazón”, escribió Kirpal Singh.
18
El poder es, según Humberto Maturana, la capacidad de negar al otro en tanto que otro. Es decir, la potestad de
cosificar al otro alienándole sus derechos. La autoridad es la competencia que se tiene sobre un proceder que faculta al
sujeto para ser escuchado en lo relativo al mismo por los demás.
19
Normalmente la envidia carcome al estudioso, por eso ataca indignamente al intelectual que se le cruza en su camino
(falacia ad honimen). Le duele ver la superioridad de este último y, además, lo percibe como un peligro para el
mantenimiento de su fachada ante los pobres liliputienses que lo tienen idealizado. El estudioso es la encarnación de la
inmoralidad en el mundo del conocimiento, no por azar tiende a ser un sujeto supremamente sucio en su
interpersonalidad.
20
Los más agrandados, recalcitrantes e ignorantes, en una inmensa mayoría de casos, son los que hacen postgrados en
especialidades médicas o quirúrgicas, a pesar de que una especialización es el menor grado académico a nivel de
postgrados. Son los menos preparados dentro de la jerarquía académica y se consideran por encima de un postdoctor
en sus titulaciones. Estos pobres portadores de bata blanca, que de científicos no tienen absolutamente nada
normalmente ni conocen la biología y su dinámica sistémica ni entienden que no la entienden (incompetentes
8
Faraday logró avances increíbles en las ciencias básicas y solo llegó a cursar hasta cuarto de
primaria; Leonardo Da Vinci se paseó por cuanto campo del conocimiento pudo sin tener un
doctorado; y Lord Bertrand Arthur William Russell ganó el Premio Nobel de Literatura sin haber
hecho una maestría en dicha área. El conocimiento y, más aún, la intelectualidad no están en los
títulos universitarios21. Están en la mente del sujeto. Cuando un individuo hace alarde de los títulos
que tiene, deja ver muy claramente su escasez mental, pues pretende compensar con cartones lo que
no ha podido desarrollar dentro de sí mismo22. Y cuanto más alarde haga, tanto menos competente
será, ya que, como dice la paremia popular, dime de qué haces alarde y te diré de qué careces23.

Ahora, si bien el intelectual es un sujeto que utiliza su entendimiento para encontrar la verdad y
cuanto más la haya tanto más se enamora de ella (a pesar de las mayores dificultades encontradas),
esto no lo convierte en un ratón de biblioteca con temor a la vida. Es decir, el intelectual no es un ser
que evite la vida a través de los libros por terror al riesgo que involucra vivirla. Muy por el contrario,
este ilustre sujeto es un vehemente asumidor de riesgos en la vida práctica. Es un marcado hombre
de acción al que el conocimiento le sirve como pivote para afinar su puntería en la vivencia de la
verdad que busca y termina siempre hallando, ya que el que busca encuentra. Para él, el aprendizaje
sin acción carece de sentido; el entendimiento sin aplicación es un absurdo24, y por ello enfoca el
conocimiento de la verdad como un medio para llegar a la vivencia de la verdad25. De ahí que,
además de sus enciclopédicos conocimientos, llegue a tener, también, un considerable caudal de

inconscientes, diría la programación neurolingüística), confundiendo su έ (téchne) con una


ἐῆ(epistéme). Son analfabetas epistemológicos completos que carecen de la posibilidad, casi siempre, de
entender que ven el mundo a través de modelos conceptuales perimidos y que, ipso facto, su acción terapéutica deja
mucho que desear. Intentar un diálogo con ellos es encontrarse con la ó (dóxa) aparentando ser
ἐῆ(epistéme).
21
Ahora, en peores condiciones está el que solo siendo profesional, y por ese solo hecho, ya se considere un
intelectual. Aquí está el “apaga y vámonos” de este texto.
22
Personalmente puedo decir que los más altos niveles de dogmatismo y brutalidad los he encontrado, no en las calles,
sino en las universidades que he pisado. La gangrena cerebral abunda, aunque ocultada con el estatus de los cargos
ocupados, los títulos obtenidos y los sueldos recibidos. Más de una vez tuve que dialogar con burócratas directivos de
las mismas a los que se les pintaba la Edad de piedra en el rostro, a pesar de sus bolígrafos de lujo. Pocos son los
individuos que dentro de las universidades son realmente dignos de ser legitimados como serios investigadores. La
inmensa mayoría no llegan ni al nivel del estudioso. Las universidades de hoy no son más que espacios en los que la
instrucción se ha reducido a la mercantilización de diplomas. ¡Qué vergüenza! Por eso, peca por ingenuo el que
pretende encontrar intelectualidad en una universidad.
23
Con estos individuos, generalmente, sucede otro problemita, cual es que al ser mano de obra calificada (por lo menos
bajo las exigencias del Ministerio de Educación Nacional), carecen de la estructura mental para entender la dinámica
real de la economía en la que están insertos, ya que son proletarios. Esto los conduce a ser supremamente necios en lo
relativo a sus reflexiones sobre sociología, psicología, política y derecho, ya que no están calificados para comprender
que la sociedad, en su inmensa mayoría, se mueve con base en los intereses económicos realmente.
24
“El que aprende y aprende y no practica lo que sabe es como el que ara, ara y no siembra”, dijo Platón.
25
Un intelectual tiene más que claro que, como dijo el Maestro Kirpal Singh, “hablar de la verdad es una cosa; vivir en
ella, otra muy diferente”. Por ello, busca incansablemente el entendimiento de la verdad para luego, si la vida le pone
primero los libros y la experiencia después, comprenderla a través del contacto directo con los referentes reales
pertinentes (vivencia). Él no olvida que “además de decir la verdad, nuestra conducta debe también coincidir con ella”,
como expresó el Maestro Sawan Singh, ni tampoco que: “La verdad más bella no sirve de nada si no se la ha convertido
en experiencia interna”, como escribió Carl Gustav Jung.
9
sabiduría. Por ello logra comprender la enorme diferencia que hay entre el conocimiento y la
sabiduría, manejando su conocimiento desde la plataforma de esta última26.

Para el intelectual lo mejor no está en el menú del restaurante, a pesar de estudiarlo minuciosamente.
Lo mejor del mismo está en la cena que se va a comer, ya que comprende que la vivencia tiene más
peso que la teoría27. Para él, una vida sin el condimento de la vivencia de lo novedoso carece de todo
valor28, pues comprende que la teoría sin la acción correspondiente es, además de aburrida,
improductiva, tanto material como consciencialmente. Por esto, apenas construye nuevos
conocimientos, se va a la búsqueda de las vivencias que le permitan desarrollar el correlato
sapiencial de los mismos. Tiene muy claro que el solo conocimiento deja inmadura la consciencia;
por ello, agrega el factor vivencial que hace madurar a aquella29. Un intelectual que carezca de
universidad de la calle no es tal. Podrá ser un estudioso, mas no un intelectual, pues este último hace
de su vida un instrumento para el estudio y la encarnación vivencial de la verdad30. De esta forma,
no es de extrañar que el intelectual hable tanto de mecánica cuántica como de lo que significa una
verdadera fiesta o hable de finanzas y de cuáles fueron las estrategias que utilizó para capitalizarse en
su vida práctica, por ejemplo. Es un ser que unifica la prédica con la práctica, la calle con la
academia y la vivencia con la teoría. Por ello, si predica para la derecha, actúa para la derecha y si
predica para la izquierda, actúa para la izquierda. En él no existe hiato alguno entre palabra y
acción: hace lo que dice y dice lo que hace31.

Por otra parte, el intelectual es un ser que sabe que la verdad tiene muy pocos amigos, en tanto que la
mentira, muchos. Es totalmente consciente de que su proyecto de vida lo conduce a la senda de la
soledad32, pues comprende que el mismo es para seres con el valor y la sed de verdad suficientes33

26
Conocimiento es la construcción interpretativa de la realidad teñida de coherencia y que tiene como pivote el
entendimiento. Sabiduría, la apropiación vivencial de la realidad que tiene como pivote la comprensión. “El intelecto
entiende, el ser sabe”, expresó Osho y comentó Sai Baba: “El conocimiento está relacionado solamente con la cabeza.
Lo que llaman conocimiento es la esencia de la ciencia. La sabiduría es algo que se obtiene como resultado de la
práctica. El conocimiento adquirido por medio de libros difiere mucho del conocimiento logrado por la experiencia. El
conocimiento que se aprende en los libros los hace hábiles para experimentar y comprender la fraseología, pero no los
puede llevar más allá de este punto”.
27
“Confundir el mapa con el territorio es como comerse la carta en vez de la comida”, expresó Gregory Bateson.
28
“Una vida tibia es una vida pésima”, dijo Osho.
29
Sobre la condición de predicar aquello que no se ha vivido, dice Osho: “El lenguaje cuyos enunciados carecen del
respaldo de las respectivas vivencias es un lenguaje vacío y los hombres que se solazan con su frecuente empleo son,
además de instrascendentes, unos farsantes y de estos está lleno el mundo académico”. Y comentó Avtar Singh Overoy:
“Palabras que no tengan respaldo de la vida práctica son inútiles”.
30
A tono vienen las palabras de Baltasar Gracián: “¿Qué importa que el entendimiento se adelante, si el corazón se
queda?”.
31
Esto es precisamente lo que no puede hacer el estudioso, pues su afectividad no está a la altura de su mentalidad; de
ahí que actúe de manera diferente a como piensa o se expresa. Por ello escribió Piotr Demiánovich Ouspensky: “Usted
puede pensar correctamente y, sin embargo, actuar incorrectamente. Con las mejores razones usted puede ejecutar las
peores acciones”; muchos siglos atrás, decretó Confucio: “Un hombre que tiene un alma hermosa siempre tiene
algunas cosas que decir; un hombre que dice cosas hermosas no tiene necesariamente un alma hermosa”. Y en la
primera mitad del siglo XX Yogananda aludió a los “adultos en cuanto a edad, pero infantes en sabiduría”.
32
No por casualidad dijo Anthony de Melo: “Si buscas la verdad, debes estar preparado para la soledad”. El intelectual
ha comprendido que la soledad es su mejor compañía y por ello no se afana nunca por estar socializando. Si socializa,
bien y, si no, también. Él sabe estar solo (además de que lo disfruta) e, ipso facto, sabe estar acompañado.
10
como para enfrentar las muy pero muy duras adversidades que comportan la búsqueda y la vivencia
de la verdad34. Esto le permite ver muy fácilmente que porque muchos estén de acuerdo respecto de
una tesis, dicha tesis, por ello mismo, no se hace verdadera; que el hecho de que las mayorías tengan
las mismas costumbres no hace de las mismas algo correcto35. Es decir, él ve de manera diáfana que
la verdad y la eticidad no son un asunto de legitimación social, sino de correspondencia con la
realidad promulgada y la evolución, respectivamente36. Por eso no vacila ni un milisegundo en nadar
contra la corriente si en esa dirección se encuentra la verdad o se lo exige la práctica de la misma, ya
que en su autonomía es consciente de que la vida le va poniendo a quienes necesita para lograr sus
fines y la aprobación de los ignaros proletarios (con o sin títulos) le significa un cero a la izquierda.
Para él lo único importante es la realización de sí mismo con base en la verdad y la ética, de ahí que
jamás le dé importancia a los necios comentarios que hacen aquellos que no saben de dónde vienen,
en dónde están ni para dónde van37, pero a pesar de ello se sienten sabios en su actuar porque se
dejan arrastrar por la corriente social38, al estilo de Vicente: para donde va la gente.

Ahora bien, como el intelectual es un amante de la praxis de vida desde la verdad con fines
constructivos (no destructivos, como puede suceder en el estudioso), no tiene ningún tipo de
problema con el hecho de asociarse o entablar diálogos39 con personas de igual preparación que él o
de las que, incluso, pueda aprender. Tiene la suficiente humildad, a pesar de su fundamentado

33
Aludiendo al sujeto que alcanza el centro de gravedad operativo del cuarto chakra (anahata), John Nelson escribe: “El
individuo ‘renacido’ se ve así infundido de una visión moral más exacta y depurada y experimenta una sed de verdad
que no puede ser saciada con trivialidades…”. Es en este nivel en donde aparece, por primera vez, en el desarrollo
filogenético, la figura del intelectual. El estudioso aparece en el centro de gravedad operativo del tercer chakra
(manipura).
34
Al respecto dijo Swami Vivekananda: “La verdad incomoda. Quien esté seriamente interesado en hallar la verdad
tiene que asumir las incomodidades que su búsqueda comporta”; Osho expresó: “El que ama y busca la verdad será
siempre objeto de críticas, burlas y ofensas de parte de aquellos que, por su profunda ignorancia, se sienten orgullosos
de pertenecer a la estúpida mayoría”; y Thorwald Dethlefsen escribió: “La verdad es dura y amarga porque no se presta
a los engaños sentimentales ni al engaño moral de uno mismo”.
35
La tauromaquia es un psuedoarte acostumbrado en grandes partes de la población mundial, pero no por ello su
ejercicio es correcto. De hecho, es una práctica ignominiosa que solo gusta a los corazones necrosados que se solazan
en la crueldad (basuras morales).
36
Hace más de 200 años Inmanuel Kant escribió: “…El consentimiento universal no demuestra el valor objetivo de un
juicio…” y Johan Wolfgang von Goethe dijo también: “Hay que repetir insistentemente la verdad, porque a diario se nos
predica la mentira por parte de aquellos cuya única seguridad la extraen del hecho de sentirse en mayoría”.
Igualmente, hace casi un siglo le dijo el maestro Kuthumí a su discípulo Jiddhu Krishnamurti: “Recuerda que aunque mil
personas estén de acuerdo sobre un asunto, si nada saben acerca de tal asunto, su opinión carece de valor”.
37
Refiriéndose a este tipo de hombres, que además de inferiores constituyen la vasta mayoría, escribió Piotr D.
Ouspensky: “El hombre no se conoce, no conoce nada; empero, tiene teorías sobre todo. Estas teorías son mentira en
su inmensa mayoría”. En este mismo tenor, se expresó Lord Bertrand A. W. Russell: “El hombre que no tiene ningún
barniz de filosofía, va por la vida prisionero de los prejuicios que derivan del sentido común, de las creencias habituales
en su tiempo y en su país, y de las que se han desarrollado en su espíritu sin la cooperación ni el consentimiento
deliberado de su razón”. Y ambas citas aplican tanto para los que tienen estudios superiores como para los que no.
Personalmente he visto más charlatanería en el sujeto con postgrados que en el que carece de estudios universitarios.
Los primeros confunden la abundante información sin orden ni concierto recibida en sus claustros académicos con
verdadero conocimiento. Viviendo llenos de nociones, se consideran poseedores de conceptos.
38
Su lema es: “Solo le debemos obediencia a la verdad”, como escribió James Tyler Kent.
39
“Solo es posible una discusión saludable entre dos personas que son incansables buscadores de la verdad”, acotó Karl
R. Popper.
11
orgullo, para reconocer, aceptar, asumir y admirar abiertamente la superioridad ajena, lo que le
permite beneficiarse de ella en su propio crecimiento interno. El intelectual comprende el valor,
dentro del trabajo en equipo, de la ley de lo trascendental, esgrimida por John Maxwell (el gurú del
liderazgo) y el concepto expuesto por Steven Covey de interdependencia. Esto lo lleva a lograr más
en menos tiempo de lo que solo pudiese lograr y con más tiempo40. Por eso promueve y acepta que la
unión hace la fuerza (sinergia). Para este personaje, que no abunda en el planeta, la sinergia es un
excelente catalizador del crecimiento intelectual y personal; por ello, jamás entra en choques de
protagonismo por cuestiones de orgullo con otro que ha trabajado en sus mismas líneas de interés y
también ha descollado. Nunca se lo verá apagando la luz ajena, por los medios más sucios que se
puedan imaginar (como sí hace el estudioso), para poder hacer notar el brillo propio. Por esta razón
aplaude el éxito ajeno y lo promueve en quien lo necesita y se lo merece. Él no busca convertirse en
leyenda sobre la base de la opresión de los demás, sobre todo de los prójimos que abiertamente
manifiestan un gran potencial para estos menesteres41. Igualmente, tiene más que claro que si llegare
a tener alumnos, los tendría por un tiempo y no para toda la vida, ya que sabe perfectamente que
cada cual debe volar una vez aprenda a hacerlo.

En esa misma línea de la acción como medio de encarnación de la verdad, es menester dejar muy en
claro que para el intelectual un error no es el fin del mundo, sino el medio vivencial de aprender y
comprender por dónde no volver a meterse en la vida. Es decir, el intelectual se apalanca en las
consecuencias de sus errores para crecer en las dimensiones en las que falla el tiro42. Es por ello que,
para él, la asunción responsable de sus acciones autónomas es de gran valor, pues allí radica la
posibilidad de adquirir sabiduría. De esta forma, ante cada caída que tenga, se levanta con el
entusiasmo de quien sabe que es hoy más sabio que ayer43. Esta es la razón por la cual no sataniza el
error, sino que, por el contrario, lo diviniza44. No obstante, si ve que con el conocimiento puede
evitarse varios entuertos, obviamente, aprovechará el mismo para catalizar la llegada al éxito en
aquello que emprenda. Para nadie es un secreto que es mejor intentar escapar de una cárcel con los
planos de la misma, que sin ellos.

El constante estudio de textos (teoría) y la consecuente aplicación de ellos (práctica) hacen al


intelectual un ser totalmente consciente de sus límites sapienciales y cognitivos. Sabe hasta dónde

40
No por casualidad, Erwin Rudolf Josef Alexander Schrödinger (1887 - 1961), Premio Nobel de Física, escribió: “La
colaboración intelectual entre dos individuos puede producir una fusión entre ambas esferas de consciencia de un
grado tan increíble que lleguen incluso a fundirse dando una unidad empírica”.
41
Casos se han visto en las diferentes esferas culturales de padres que no toleran el potencial de sus hijos y por ello no
los apoyan e, incluso, dañan su imagen, aprovechando el poder moral que como padres tienen, para que se les cierren
las puertas. Un ejemplo en el arte se observó en la relación de Julio Iglesias y su hijo Enrique Iglesias.
42
Robert Kiyosaki dice con frecuencia que la razón principal por la que la mayoría de personas no llegan muy lejos en la
vida radica en el hecho de que no llegan a cometer el número suficiente de errores para extraer la sabiduría pertinente.
Él tiene muy claro, por todo lo que ha vivido y estudiado, que el fracaso es la propedéutica del éxito. En esta misma
línea, expresa Paramahansa Yogananda: “Cada fracaso te brinda el privilegio de aprender algo nuevo” y Friedrich
Nietzsche escribió: “Si quieres alcanzar el cielo con tus manos, procura primero enterrar muy profundamente tus pies
en el infierno”.
43
“Sin dolor es imposible la consciencia”, expresó Osho.
44
Esta actitud del intelectual ante el error es muy afín a la actitud de los seres iluminados ante el mismo. “El error
enseña y no hay otra manera de llegar a Dios”, escribió Swami Vivekananda.
12
sabe y hasta dónde llegan sus conocimientos45. Esto le impide caer en la charlatanería y, además, le
permite ir expandiendo su continente o contexto cognitivo (a decir de la programación
neurolingüística) sin límites, pues tiene consciencia de qué le hace falta por conocer y qué le hace
falta por comprender en su vida cotidiana46. Y, por ello, nunca confunde lo que conoce con lo que
sabe. Ve diáfanamente en su consciencia qué fue estudiado y entendido, qué fue vivido y
comprendido y qué ha sido estudiado y vivido conjuntamente. Por esto, si va a enseñar algo a alguien
y no lo ha vivido, aclara inmediatamente que la información que transmitirá es referenciada y no
experimentada en su propio ser, para que su interlocutor sepa que lo que aprenderá será un mapa del
territorio sin los detalles que puede dar quien sí lo ha pisado de verdad y a quien debe buscar para
una mejor orientación47.

No es de extrañar que el intelectual sea una persona que respete los derechos de autor: cita
constantemente a los autores de los que ha aprendido lo que dice o en quienes encuentra refuerzos de
lo que ha vivido. Su amplia capacidad para citar fuentes deriva de su ética, no de una pedantería,
como en el estudioso. Lastimosamente, muy pocas personas comprenden esto y se fastidian
(¿envidia?) por la enorme facilidad del intelectual para señalar referencias textuales en la
fundamentación de su discurso.

Para finalizar, retomando las palabras de Emerson, un intelectual que no comprenda lo que se vive en
su momento de vida adulta a nivel económico, jurídico, político y sociológico, no es tal. Su
espontáneo y vehemente deseo por conocer la verdad de las cosas lo lleva fácilmente a estudiar e
investigar lo que sucede en su país para ver de qué manera optimizar su calidad de vida y la de los
que así lo deseen. Es por esta razón que jamás se verá a un intelectual ejerciendo el populismo y
diciendo barbaridades, como si fuesen genialidades, sobre la situación económica de la sociedad en
la que reside. De esta manera, uno no lo ve pensando que los noticieros (y la prensa en general)
operan con transparencia o creyendo en un politiquero como si fuese el mesías salvador que su país
necesita o pensando que lo legalmente prohibido necesariamente es antiético, por ejemplo. El
intelectual se esmera por ubicarse muy bien respecto de las condiciones socioeconómicas en las que
desarrolla su vida. De ahí que jamás se niegue a estudiar un tema histórico, por muy horrible que sea,
para entender por qué en el presente su ciudad, departamento o país está como está. Por esto sus
juicios sociales son tan fundamentados y cargados de argumentación racional, contrastando
fuertemente con los juicios irracionales y carentes de argumentación que tienen los populistas
poblacionales, que por una inconsciencia total de su ignorancia y su desconocimiento, se sienten
intelectuales analíticos de las condiciones estructurales y superestructurales (a decir de Karl H.
Marx) de la población en la que están insertos. Pobres ilusos, consideran que porque leen periódicos,
ven noticieros de gran rating, tertulian con sus amistades sobre la situación de su país y escuchan la
radio ya son expertos estadistas. Un intelectual nunca en su vida perdería el tiempo con estos
hombres masa a los cuales, además de enajenarse en los clubes deportivos, los empresarios someten,

45
“Mucho sabe el que conoce su propia ignorancia”, escribió Platón.
46
Esta autoconsciencia, a su vez, lo faculta para saber de qué manera aprende su mente. Por ello, es un hábil
autodidacta, ya que comprende muy bien cómo enseñarse a sí mismo.
47
Para el intelectual, estas palabras de Swami Vivekanada no son extrañas: “Nadie puede trascender lo que no ha
vivido y no puede enseñar lo que no ha trascendido”.
13
por la autoincosnciencia en la que viven, al consumismo y a la explotación laboral y, por otro lado,
los politiqueros, a punta de populismo lideral, manejan para obtener sus votos.

Post scriptum: El intelectual, al operar desde el cuatro chakra, como muy bien sabía Gurdjieff, se
afirma como el sujeto de más evolución dentro de los mortales que no han accedido a las olas o
niveles de desarrollo de tercer grado o divinos. Por encima del intelectual solo están los sabios
iluminados (consciencialmente hablando), en sus diferentes estructuras evolutivas. Para estos,
incluso, un intelectual sigue siendo un ser inferior y de poco desarrollo en términos de sabiduría,
pues operan desde la supraconsciencia, que trasciende con creces los alcances de la autoconsciencia
que encarna el intelectual. De ahí que el Maestro Kirpal Singh escribiera: “Una persona letrada no es
más que un ignorante, porque todo lo que ve es pura ilusión y todo lo que cree saber es pura
ignorancia”. Sin embargo, esa ignorancia del intelectual ante un Param Sant -como Kirpal- es mucho
saber si la contrastamos con los niveles de desarrollo alcanzados por el estudioso y el profesional
postgraduado.

Conclusiones
 El intelectual hace de su vida un medio para la búsqueda de la verdad.
 El intelectual se siente incompleto si no vive a la altura de la verdad.
 El intelectual se enfoca en la pauta que conecta los conocimientos, ya que ve al universo
como una unidad.
 El intelectual toma el conocimiento de la verdad como un puente para lograr la vivencia de la
verdad.
 El intelectual es un ser más práctico que teórico.
 Para el intelectual más valor tiene la vivencia que la discursividad.
 Para el intelectual la claridad de su pensamiento y del discurso es un requisito sine qua non
de su actividad.
 Para el intelectual la soledad no es un problema.
 Para el intelectual la autonomía es una necesidad vital.
 En el intelectual la interdependencia es una virtud a cultivar cada que vez que sea posible.
 El intelectual es un hombre de una sola pieza: habla, piensa, actúa y siente en una misma
dirección.
 El intelectual se diferencia del estudioso, entre otras cosas, por su afectividad.
 El intelectual abraza con cariño el éxito ajeno.
 El estudioso es un ser con mentalidad postmoderna, pero afectividad premoderna.
 El intelectual tiene consciencia de los límites de su conocimiento y de su sabiduría.
 El intelectual entiende la dinámica social en la que está inserto.
 Intelectualidad y populismo son inversamente proporcionales.
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 La intelectualidad impide la enajenación consumista.
 El intelectual no permite en su humanidad, ni la ejerce sobre los demás, la aplicación de la
explotación laboral.
 Aunque todavía no sea un sabio en todo el esplendor de la palabra, el intelectual no es tan
ignorante como el hombre masa.
 El profesional postgraduado no es nadie al lado de un intelectual.
 Al lado de un ser supraconsciente, el intelectual es, todavía, muy ignorante.
 El intelectual es un ser ubicado; por ello se aleja del necio y se acerca al sabio que lo puede
orientar.
 Para un intelectual es más importante enseñar que convertirse en leyenda, pues sabe que con
lo primero ayuda al prójimo, en tanto que con lo segundo no.
 Intelectualidad y fanatismo son inversamente proporcionales.
 La intelectualidad es el inicio de la emancipación interna.

15
Dedico este escrito a todos los que

dedicaron, se dedican y dedicarán su vida a la

búsqueda y vivencia de la verdad, pues almas como esas pocas veces

vienen a este podrido mundo carcomido por la falsedad y la maldad,

que, además, los mancilla sin parar.

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