Está en la página 1de 7

REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD DEL ZULIA


FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y POLÍTICAS
CÁTEDRA: SOCILOGÍA JURÍDICA

El liberalismo: radicalismo filosofíco.

Realizado por:
Bermúdez Jhoanny. C.I.: 28.336.049.
Montiel Nazareth. C.I.: 29.877.248.
Sánchez Patricia. C.I: 29.859.548.
Pírela Betzabe. C.I.: 29.523.526.
Rojas Trino. C.I.: 27.875.225.
Sección: 002
Profesor: Henry Vaivads

Maracaibo, abril 2019.


Los principios de la Era Revolucionaria expresados claramente por primera
vez por Locke y expuestos en grandes manifiestos políticos como la Declaración
de Independencia de los Estados Unidos y la Declaración de Derechos Francesa y
norteamericana, resumían ideales políticos que en el siglo XIX parecían volcados
a una realización progresiva en la política de todos los países donde la cultura de
Europa occidental prevalecía y existía la posibilidad de que se realizaran en todo
el mundo. Estos ideales incluían las libertades civiles – libertad de pensamiento,
de expresión y de asociación- , la seguridad de la propiedad y el control de las
instituciones políticas mediante una opinión pública informada. Estos fines habrían
de realizarse prácticamente mediante la adopción de formas de gobierno
constitucional, por la el gobierno debe actuar dentro de los límites fijados por la
ley, que el centro de la autoridad política debe corresponder a los poderes
legislativos representativos y que todas las ramas del gobierno deben ser
responsables ante un electorado que tendía a incluir a toda la población adulta.
Estos ideales y este tipo de factor político para realizarlo, habían sido defendidos
en nombre de los derechos naturales y en sentido amplio las realizaciones del
liberalismo del siglo XIX.

Entre la filosofía de los derechos que en la Era Revolucionaria y el


liberalismo del siglo XIX había una profunda diferencia de tono y de espíritu. La
filosofía de los derechos naturales era, en esencia; un credo revolucionario.
Chateaubriand expresó la actitud del liberalismo en todas partes cuando afirmó:
“Debemos conservar la obra política que es el fruto de la Revolución… pero
debemos erradicar a la Revolución de esta obra.” Posteriormente, la misma idea
fue expresada idealizando la evolución como antítesis de la revolución.
El liberalismo Francés, pues, mucho más que el inglés, tendió a ser la
filosofía social de una clase más bien aristocrático en su actitud hacia “las
masas” y esencialmente critico en su función, puesto que difícilmente podía
aspirar a aplicar una política nacional. Sólo en Inglaterra, que a lo largo del siglo
XIX fue el país más altamente industrializado del mundo, logró el liberalismo a la
vez el status de una filosofía nacional y política nacional. En contra de los
presupuestos implicados por el marxismo, aportó de los principios para una
transición ordenada y pacífica, para lograr la libertad de la industria y los
derechos ciudadanos para la clase media. Esto fue posible porque el desnivel
entre las clases sociales y económicas nunca coincidió exactamente con las
líneas entre los partidos políticos.

Como movimiento político real, el liberalismo en Inglaterra estaba integrado


por muchos elementos que aprendieron a cooperar para fines específicos sin
insistir en el acuerdo ideológico. Lo más notable, quizá, fue lo que Graham
Wallas llamó “la tradición de una alianza efectiva” entre el cristianismo evangélico
y el radicalismo no religioso de Jeremy Bentham y los radicales filosóficos. El
liberalismo político fue desde un principio menos doctrinario que su teoría y con
el tiempo la conciliación de diversos intereses se convirtió en una parte esencial
de su filosofía. Fueron los radicales filosóficos, sin embargo, los que aportaron la
estructura intelectual del primer liberalismo y, en consecuencia, su programa.

Con el fin de acentuar esta fase conciliatoria y sintética de la filosofía liberal


inglesa, es deseable que se divida en dos períodos. Los primeros liberales,
aunque con frecuencia eran provinciales y doctrinarios, también eran hombres
profunda y sinceramente interesados por la cosa pública que aplicaron una
filosofía social deficiente a fines que, en gran medida, eran benéficos desde el
punto de vista social y nunca simplemente de intención explotadora. Por esta
razón el liberalismo pudo transformarse en un puente intelectual entre el
individualismo de su primer periodo que era su herencia de la filosofía de la Era
Revolucionaria, y su reconocimiento de la realidad y el valor de los intereses
sociales y comunales, que tendían en general a plantearse en forma más
antiliberales. Así, el propósito del liberalismo posterior pudo ser, al mismo tiempo,
la conservación de las libertades civiles y políticas que encarnaba el
individualismo y su adaptación a los cambios progresivos del industrialismo y el
nacionalismo que procrearon filosofías que amenazaban con nulificarlos. La
división del liberalismo está compuesta por dos periodos es, pues, algo más que
una conveniencia para la exposición. Pretende sugerir un cambio de gran
importancia, unido a una continuidad de igual importancia.

La filosofía social de los radicales filosóficos era, en esencia, un programa


de reformas legales, económicas y políticas relacionadas, como ellos suponían,
por el hecho de que todas se derivan del principio de la mayor felicidad para el
mayor número. Sostenían que este principio era la única guía racional de la
moral privada y la política pública y la parte más teórica de su filosofía estaba
destinada a hacer más justamente aplicable este principio a los problemas
prácticos. Bentham se interesó exclusivamente en las reformas legales y
esperaba que éstas se realizarían más pronto mediante un despotismo ilustrado
que a través del liberalismo político, alrededor de 1808, James Mill convenció a
Bentham de que la reforma legal dependía de la liberación de la representación
parlamentaria y sólo entonces abandonó la política tory en la que se había
formado. El cambio no se debió, en ningún sentido, a la dependencia lógica del
liberalismo del principio de la mayor felicidad sino únicamente a la esperanza de
que pudiera resultar un factor más practicable de reforma legal que la
aristocracia o el despotismo ilustrado.

El principio de la mayor felicidad en la ética podía haber sido adoptado,


como lo había sido con frecuencia en el pasado, sin la psicología hedonista que
se suponía lo fundaba y las reformas apoyadas en nombre de la mayor felicidad
sólo estaba implícitas si el principio era complementado por un gran número de
premisas sin relación con el sistema.

El Fragment on Government estableció, así, las principales ideas que


animaron a los radicales filosóficos: el principio de la mayor felicidad como
medida del valor, la soberanía legal como presupuesto necesario de la reforma
mediante un proceso legislativo y una jurisprudencia dedicada al análisis y
“censura” de la ley a la luz de su contribución a la felicidad general.
El Fragmento on Government era esencialmente crítico, pero Bentham
procedió de inmediato a la tarea constructiva. La introduction to the principles of
moral and legislation, públicada en edición privada en 1870 y editada en 1879,
unía la psicología, la ética y la jurisprudencia en torno a las líneas ya sugeridas
por Helvecio.

El placer y el dolor, sostenía Bentham, aportaban no sólo la norma de valor


necesaria para una jurisprudencia “critica” sino también las causas de la
conducta humana mediante las cuales el legislador hábil puede controlarla y
dirigirla. En consecuencia, Bentham incluía ahora en su teoría una exposición
bastante prolongada y muy esquemática del placer y el dolor como fuerzas
motivadoras, destinada a demostrar cómo un cálculo de su cantidad e influencia
es posible.

La teoría del placer y el dolor y la psicología sensacionalista asociada a ella


tenían para Bentham otro valor además de permitirle calcular los efectos de la
legislación. Creía que, utilizando esta psicología, podía advertir y neutralizar las
“ficciones” que observaba en los estudios sociales y en el razonamiento político.

Para Bentham, la utilidad de esta teoría de las ficciones residía


principalmente en las esferas de la política y la legislación. Desde su punto de
vista, cualquier organismo corporativo como la sociedad o el estado, es
evidentemente ficticio. Lo que se haga en su nombre es hecho por alguien y su
bien, como decía Bentham, es “la suma de los intereses de los diversos
miembros que lo componen”.

Fue en su teoría del procedimiento legal y la organización judicial, donde


Bentham desarrolló sus ideas más características y fue sin duda allí donde se
apartó más de la tradición liberal tal como se había desarrollado antes de él.
Señalo correctamente que el formalismo legal y las reglas artificiales acerca de la
admisión de las pruebas dependían en gran medida de una creencia en que el
derecho sustantivo es malo y que el gobierno es peligroso y sostenía que, si esta
creencia es válida, el remedio racional es mejorar la ley, no debilitar a los
tribunales.

El ideal de Bentham era que “Cada hombre sea su propio abogado”. Para
este fin propugnaba por la sustitución de los alegatos formales por
procedimientos informales ante un árbitro que intentaría la conciliación, la
aceptación universal de cualquier tipo de pruebas pertinentes y una gran medida
de discreción judicial, en vez de las reglas rígidas, para excluir lo no pertinente.

Las ideas de Bentham nunca fueron sistemáticamente adoptadas y


aplicadas en un momento dado y también es cierto que algunas de sus ideas,
especialmente una codificación general del derecho inglés, no se adoptaron
jamás. Pero en una larga sucesión de leyes, se implantó una reforma general del
derecho y de los tribunales, y en un número sorprendente de casos, las reformas
siguieron la dirección indicada por las críticas de Bentham.

La filosofía liberal del derecho se inspiró casi totalmente en Bentham. Su


teoría económica, formó otra corriente del pensamiento liberal que debía poco a
Bentham, pero se parecía por sus fines y su punto de vista.
La economía surgió, así como un estudio social independiente junto a la
jurisprudencia de Bentham y al estudio de la política.

El supuesto de que la economía y el gobierno son mutuamente


independientes o sólo indirectamente relacionados a través de la psicología
individual fue uno de los elementos más característicos en el punto de vista de
los inicios del liberalismo. El hecho fundamental, puesto cada vez más en
evidencia por la psicología social y la antropología, es que tanto las instituciones
políticas como las económicas son siempre factores relacionados en una cultura
y que las instituciones de una cultura conforman desde el nacimiento los
caracteres de los individuos que la componen.

También podría gustarte