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Quiero ser un televisor

En la oscuridad de su habitación un niño junta sus manos, cierra los ojos y


eleva su plegaria a Dios:
“Querido Jesús, yo quisiera que mañana temprano me conviertas en una
televisión. Debe ser fantástico.
En la casa hay rincón especial para la televisión. Es el único sitio donde nos
reunimos todos en familia, aunque no conversamos ni nos miramos
mutuamente. Allí a la única que se le permite hablar es a la televisión y
todos, papá, mamá y mis hermanos, no dejan de observarla ni un solo
instante. Que suerte tiene la televisión.
Cuando llego del colegio mi mamá está preparando el almuerzo. Yo quiero
contarle todo lo que ha pasado durante la mañana, pero ella me dice que
en ese momento no puede prestarme atención. Yo comprendo, mientras
ella cocina, observa cuidadosamente a dos personas hablando por la
televisión y si yo la interrumpo se le puede quemar la comida. A veces siento
celos de la televisión.
Cuando papá llega a la casa dice que está cansado, que no lo molesten y se
instala frente al televisor. Si yo me acerco a contarle algo se pone de mal
humor, me manda a callar y no me hace caso. En cambio la televisión puede
decirle cualquier cosa y el sigue prestando atención sin interrumpirla, sin
ponerse bravo. En ocasiones hasta come frente al televisor para no
perderse nada de lo que ella dice. La televisión debe sentirse muy bien.

Cuando yo estoy fastidiado y quiero jugar con mis hermanos, ellos me dicen
que no los interrumpa con niñerías, que están viendo televisión y que si
quiero estar allí debe ser en silencio y sin molestar. La televisión debe
divertirse mucho con mis hermanos.
Debe ser maravilloso sentirse el centro de atención de toda la familia, así
que, querido Jesús, mañana en la mañana yo quiero ser un televisor.”
¿Cuántas veces no le hemos dedicado el tiempo que nuestros padres,
nuestros hermanos, nuestro cónyuge y nuestros hijos se merecen, todo por
ver televisión, jugar con consolas de videos, navegar por Internet, hablar
por teléfono o estar pendientes de los mensajes de texto? En teoría
queremos más a nuestros seres queridos, pero en la práctica muchas veces
dedicamos más tiempo, espíritu y energía a las cosas en lugar de a las
personas. ¿Cuáles son realmente nuestras prioridades?

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