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El presente ensayo pretende ser un esfuerzo por explorar la riqueza conceptual del
potente y muy actual pensamiento de Ignacio Ellacuría, a la vez del intento por trazar
conexiones entre el mismo y las ciencias jurídicas. Por supuesto, cualquier esfuerzo por
resumir un pensamiento tan amplio en tan pocas líneas, es apenas un esbozo, una
invitación, el inicio de un dialogo que solo pretende abrir puertas y sugerir nuevas líneas de
investigación.
En principio, cabe decir que Ignacio Ellacuría hace girar su filosofía alrededor de
una consideración principal: La realidad histórica, concibiendo una historia
indisolublemente vinculada con la realidad natural, una historia que a su vez se expresa en
cuatro momentos básicos: El momento material, el momento espacial, el momento
temporal y el momento personal. Así pues, la historia se presenta como materialidades
distendidas en el espacio y el tiempo, un tejido formado por unidades estructurales con su
propia autonomía, dinámica y distintas naturalezas (desde las unidades elementales,
pasando por las corporales hasta llegar a las materialidades biológicas), todas ellas en
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Entre los que se puede citar: Historización del bien común y de los derechos humanos en una sociedad
dividida (1978, C.5, 19), Historización de los derechos humanos en los países subdesarrollados y oprimidos
(1981, C.5, 21), Hacia un replantamiento de los derechos humanos en centroamérica ([1988], C.5, 22),
Programa de derechos humanos (1989, C.5, 23), El mal común y los derechos humanos (1989, C.5, 24), Hacia
una conceptualización de los derechos humanos ([1989], C.5, 25), Historización de los derechos humanos
desde los pueblos oprimidos y las mayorías populares ([1989], C.5, 26), y, Los derechos humanos
fundamentales y su limitación legal y política (S.F., C.5, 27)
constante co-determinación y clausura cíclica (Ellacuría, Filosofía de la realidad històrica,
1990)
Para Héctor Samour, este planteamiento Ellacuriano de una historia como escenario
de posibilidades, contrasta con otras concepciones de la historia cargadas de elementos
teleológicos y deterministas (Samour, 2012), visiones como la del marxismo clásico,
proyectada hacia un fin irresistible e ineludible (la construcción de la sociedad comunista) a
cargo de un sujeto histórico destinado a priori para llevarnos a dicho fin (proletariado),
visiones como la de Francis Fukuyama que anunciaba en 1992 el fin de la historia y de las
ideologías. En Ellacuría “la realidad histórica no se predice, sino que se produce” (Samour,
2012, pág. 114) sobre la base de las posibilidades que en cada momento estén presentes y
condicionadas. En términos del propio Ellacuría:
La historia es, en principio y por razón de sí, abierta e indefinida; podrán fallarse
sus bases materiales y con ellas toda posibilidad de curso histórico; podrá ir
consumiendo y degradando su sistema propio de posibilidades, pero de por sí no
tiene un curso cerrado ni una trayectoria fija que la lleve a su final ni en cada nación
ni en la totalidad de la humanidad (Ellacuría, Filosofía de la realidad històrica,
1990, págs. 449-450)
Nuestra situación está configurada por el mal común. La sociedad, el país, están de
tal forma estructurados y dominan en él tales dinamismos, que la mayor parte de la
población queda afectada malamente, de suerte que para no estarlo hay que luchar
contra la corriente y no dejarse determinar por ese mal común. Ciertamente algunos
sacan provecho de este mal común, pero esto mismo les hace malos en un sentido
más profundo (…) el modelo dominante y los dinamismos reinantes hacen que cada
vez sean más lo que viven peor y que sea mayor la diferencia entre quienes viven
bien y los que viven mal, usando los términos bien y mal sin acepción ética.
Quienes, por tanto, impulsan este tipo de ordenamiento no están buscando el bien
común sino el mal común. Dicho en otros términos, allí donde la mayor parte de la
población vive mal, debe decirse que reina el mal común y de ningún modo el bien
común (Ellacuría, El mal común y los derechos humanos, , 2001, págs. 448-449).
Pero más allá de lo anterior, a partir de las anteriores ideas, puede formularse una
propuesta de revisión sobre las características y metodología de las ciencias jurídicas,
diferente a la visión curialesca a la que estamos acostumbrados en nuestras academias de
derecho. Un derecho renovado, cimentado en determinadas notas fundamentales: Una
ciencia jurídica crítica y liberadora, acompañada de una metodología coprológica que
finalmente sea una ciencia situada, circunstanciada y por ello comprometida.
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Para más detalle de esta propuesta, pueden estudiarse los trabajos del profesor senent, por ejemplo:
aquellas construcciones jurídicas, económicas o políticas que niegan la realización de los
derechos humanos, y en general, las posibilidades de humanización del individuo dentro del
orden jurídico, tiene que tratarse de una crítica no des-contextualizada ni hecha por el
simple afán de la pedantería academicista, sino en función de las necesidades de las grandes
mayorías populares, mismas en donde se presenta de forma apremiante e incontrovertible la
negatividad de la historia.
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En su tesis VII sobre la historia, Walter Benjamín nos recordara: “Todos aquellos que se hicieron de la
victoria hasta nuestros días marchan en el cortejo triunfal de los dominadores de hoy, que avanza por encima
de aquellos que hoy yacen en el suelo. Y como ha sido siempre la costumbre, el botín de guerra es conducido
también en el cortejo triunfal. El nombre que recibe habla de bienes culturales, los mismos que van a
encontrar en el materialista histórico un observador que toma distancia. Porque todos los bienes culturales que
abarca su mirada, sin excepción, tienen para él una procedencia en la cual no puede pensar sin horror. Todos
deben su existencia no sólo a la fatiga de los grandes genios que los crearon, sino también a la servidumbre
anónima de sus contemporáneos. No hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie.
Y así como éste no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de la transmisión a través del cual los
unos lo heredan de los otros. Por eso el materialista histórico se aparta de ella en la medida de lo posible. Mira
como tarea suya la de cepillar la historia a contrapelo”
(http://www.bolivare.unam.mx/traducciones/Sobre%20el%20concepto%20de%20historia.pdf)
determinado enunciado jurídico, por ejemplo el de “salario digno”, no importa quién gane
el debate (si es que alguien lo gana), lo que no se puede negar es la realidad negada tras el
concepto de “salario digno”, un salario para el sector agrícola de apenas 118 dólares
mensuales, un pago abiertamente injusto e inhumano, incapaz de completar las necesidades
más fundamentales de un trabajador en un país en el cual 160 super-ricos acumulan 21,000
millones de dólares, es decir el 87% del producto interno bruto5.
Finalmente, el reto más fuerte para el jurista viene dado por la asunción del
compromiso, mismo que se opone al análisis formalista y dogmático del derecho al que
estamos acostumbrados. Retomando al profesor Antonio Senent en este punto, para la
visión tradicional de las ciencias jurídicas (enfoque privilegiado por nuestras escuelas de
derecho) lo primario es la visión de un orden jurídico a-cultural, a-historico, universal, y
absoluto (Senent, 2014)6. Por supuesto, esto es imposible en una visión del derecho que se
ampare en el pensamiento de Ignacio Ellacuría, pues tal como citó el filósofo cuando habló
de la labor universitaria “nosotros somos libremente parciales a favor de las mayorías
populares porque son injustamente oprimidas y porque en ellas negativa y positivamente
esta la verdad de la realidad”7.
No puede existir análisis objetivo del derecho, esto es un resabio del pensamiento
positivista y su pretensión de alcanzar una verdad “pura”, no puede existir un análisis del
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https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2015-05-19/160-millonarios-en-el-salvador-
acumulan-riqueza
6
Universal pues parte de la presunción que es un derecho de todos y para todos, absoluto pues se
encuentra desligado de toda practica social, a-histórico y a-cultural pues se presenta al margen de la
tradición cultural, fruto de una razón trascendente.
7
http://www.uca.edu.sv/upload_w/5/file/articulos/Web_3-El-desafio-de-las-mayorias-pobres.pdf
derecho imparcial desde el mismo momento que la norma jurídica analizada está inserta en
la historia, nace de la historia, se nutre de la historia y sirve para determinados fines y usos
históricos, en palabras de Senent “las normas no son reales fuera de las acciones sociales en
las que se desenvuelven y actualizan” (Senent, 2014, pág. 175), podemos sostener una
interpretación que perpetúe o que niegue estos fines y usos históricos, pero nunca podremos
estar por encima de los mismos, pues no podemos estar por encima de la historia. Un
fenómeno muy similar sucede con el jurista, que nunca podrá separarse de su contexto y
experiencia vital, podrá asumirlo o negarlo críticamente para adoptar otro sistema de
valores con el que también ha tenido experiencia vital, pero nunca podrá estar por encima
de su contexto y experiencia social, en los términos que expresaba Horkheimer “La razón
no puede hacerse transparente a sí misma mientras los hombres actúen como miembros de
un organismo irracional”.
Bibliografía.
! Ellacuría, I. (2001). El mal común y los derechos humanos, . En Escritos filosóficos III (págs.
447-450). San Salvador: Uca editores.
! Ellacuría, I. (2001). Historización del bien común y de los derechos humanos en una
sociedad dividida. En Escritos filosóficos III (págs. 207-225). San Salvador: uca editores.
! Ignacio, E. (2009). Curso de ética. En Cursos universitarios (págs. 253-280). San Salvador:
Uca editores.
! Rosillo, A. (2014). Una crítica a la visión desarrollista de los derechos humanos desde el
pensamiento de Ellacuría. En J. J. Tamayo, & L. Alvarenga, Ignacio Ellacuría. Utopía y teoría
crítica (págs. 179-195). Valencia: Tirant humanidades.
! Senent, J. A. (2014). Teorìa crìtica del derecho en Ignacio Ellacuria. En J. J. Tamayo, & L. (.
Alvarenga, Ignacio Ellacuría. Utopía y teoría crítica (págs. 155-177). Valencia: Tirant
Humanidades.