Está en la página 1de 10

UNA VISION DE LAS CIENCIAS JURÍDICAS

DESDE IGNACIO ELLACURÍA1

El presente ensayo pretende ser un esfuerzo por explorar la riqueza conceptual del
potente y muy actual pensamiento de Ignacio Ellacuría, a la vez del intento por trazar
conexiones entre el mismo y las ciencias jurídicas. Por supuesto, cualquier esfuerzo por
resumir un pensamiento tan amplio en tan pocas líneas, es apenas un esbozo, una
invitación, el inicio de un dialogo que solo pretende abrir puertas y sugerir nuevas líneas de
investigación.

• El pensamiento de Ignacio Ellacuría

Ignacio Ellacuría nace en Portugalete (Vizcaya, España), el 9 de noviembre de


1930, estudió filosofía en la Universidad Católica de Quito, obteniendo su licencia en 1955,
e iniciando en 1958 sus estudios de teología en Innsbruck (Austria). Pocos meses después
de su ordenación como sacerdote, en 1961, conoce a Xavier Zubiri escribiendo su tesis
doctoral sobre él bajo la dirección del mismo Zubiri. Ellacuría regresa a San Salvador en
1967, laborando como docente en la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas"
(UCA), asumiendo la rectoría de dicho centro de estudios en 1979. Debido al talante
crítico, y la denuncia en su pensamiento, Ellacuría es asesinado en noviembre de 1989 por
miembros del batallón Atlacatl.

El pensamiento de Ellacuría atraviesa por distintas etapas, estudiadas entre otros


autores, por el profesor Hector Samour, que advierte cuatro etapas: 1) La primera (1954-
1962), sería un esfuerzo por construir un pensamiento que salga de los moldes escolásticos
que lo habían formado, en un compromiso profundamente ético y vitalista, 2) La segunda
etapa (1963 a 1971) en la que Ellacuría sería influenciado por el pensamiento Zubiriano,
que se quedaría con el filósofo vasco por el resto de sus días, y gracias al cual construiría su
metafísica de la realidad, 3) En la tercera etapa, el alumno se sube sobre los hombros de su
maestro, y desde la metafísica zubiriana vería más allá, construyendo su propuesta de
filosofía política, politizando la filosofía de cara a la transformación de la realidad, y d)
1
Oswaldo Ernesto Feusier Ayala. Catedrático, Departamento de Ciencias Jurídicas de la UCA.
Finalmente, Ellacuría conduce este proyecto político hacia la explicitación de una filosofía
de la liberación construida desde la matriz zubiriana de la realidad histórica y la
actualización de las posibilidades (Samour, Voluntad de Liberación, 2002).

Durante la tercera y cuarta etapa de su quehacer intelectual, Ignacio Ellacuría


desarrollaría sus escritos más conocidos sobre uno de los paradigmas justificativos del
Ordenamiento Jurídico, la Constitución Política y el Estado Democrático de Derecho: Los
Derechos Humanos, un tema al que el filósofo brindó mucha atención a través de múltiples
artículos2.

Así pues, en la etapa final de su pensamiento, truncado por su brutal asesinato,


Ellacuría estaba convencido sobre la necesidad de pensar e “historizar” los derechos
humanos de cara a una visión humanizadora y comprometida con la realidad de las grandes
mayorías populares de nuestro país, valoraciones que sin duda permiten trazar múltiples
conexiones y formas de re-entender el estudio del derecho en sentido general. Por supuesto,
no es posible llegar a estas ideas sin antes hacer un repaso por algunas de las categorías
fundamentales en el pensamiento del filósofo.

• La realidad histórica y el ser de realidades y posibilidades

En principio, cabe decir que Ignacio Ellacuría hace girar su filosofía alrededor de
una consideración principal: La realidad histórica, concibiendo una historia
indisolublemente vinculada con la realidad natural, una historia que a su vez se expresa en
cuatro momentos básicos: El momento material, el momento espacial, el momento
temporal y el momento personal. Así pues, la historia se presenta como materialidades
distendidas en el espacio y el tiempo, un tejido formado por unidades estructurales con su
propia autonomía, dinámica y distintas naturalezas (desde las unidades elementales,
pasando por las corporales hasta llegar a las materialidades biológicas), todas ellas en

2
Entre los que se puede citar: Historización del bien común y de los derechos humanos en una sociedad
dividida (1978, C.5, 19), Historización de los derechos humanos en los países subdesarrollados y oprimidos
(1981, C.5, 21), Hacia un replantamiento de los derechos humanos en centroamérica ([1988], C.5, 22),
Programa de derechos humanos (1989, C.5, 23), El mal común y los derechos humanos (1989, C.5, 24), Hacia
una conceptualización de los derechos humanos ([1989], C.5, 25), Historización de los derechos humanos
desde los pueblos oprimidos y las mayorías populares ([1989], C.5, 26), y, Los derechos humanos
fundamentales y su limitación legal y política (S.F., C.5, 27)
constante co-determinación y clausura cíclica (Ellacuría, Filosofía de la realidad històrica,
1990)

Pero la historia no flota en sí misma, como realidad humana y personal, es una


historia que se construye a través de distintos grupos humanos, unidades biológicas que
como especie, se ven obligados a hacer historia, a enfrentarse a la misma en un movimiento
prospectivo (viendo hacia el futuro) de sucesión y transmisión de formas de vida de una
manera distinta y singular en comparación a cualquier otra especie. Así pues, a diferencia
de los animales, que se enfrentan y responden estimulicamente a su realidad, nosotros nos
percibimos en la realidad y la historia, y en esta realidad es que decidimos autodefinimos en
la medida de nuestras posibilidades, el ser humano se percibe en la realidad y se ve inmerso
en ella, por ello es un animal de realidades, y de ahí que cuando engendre a otro de su
especie, no solo le entrega su vida, sino también le entrega una forma de comprender y
estar inserto en la realidad, un modo de comprensión adquirido como ser perteneciente a un
cuerpo social (Ellacuria, El sujeto de la historia, 2009).

Entonces, el proceso histórico es tradición de formas de estar en la realidad, y por


ende, de posibilidades de estar en la realidad, mismas que nos permiten apropiarnos de
nuevas formas de realización que potencialmente permiten la obtención de un mejor futuro,
con ello arribamos a otro importante concepto de la filosofía Ellacuríana, la realidad como
conjunto de posibilidades, pues según el mismo Ellacuría “El concepto que define lo
histórico inicialmente es el concepto de posibilidad, o mejor aún, de posibilidades”
(Ellacuria, 2009, p. 188). Así pues, en cada momento de la historia nos encontramos con
determinadas condiciones objetivas sociales que posibilitan determinadas opciones y
acciones.

Nos encontramos insertos en un mundo de posibilidades, posibilidades de volar en


un avión si lo queremos, posibilidades de comunicarnos en segundos con personas al otro
lado del mundo, o la posibilidad de protegernos contra determinadas enfermedades, estas
posibilidades no existían hace 200 años, apenas nos han sido entregadas hace unas pocas
generaciones.

Para Héctor Samour, este planteamiento Ellacuriano de una historia como escenario
de posibilidades, contrasta con otras concepciones de la historia cargadas de elementos
teleológicos y deterministas (Samour, 2012), visiones como la del marxismo clásico,
proyectada hacia un fin irresistible e ineludible (la construcción de la sociedad comunista) a
cargo de un sujeto histórico destinado a priori para llevarnos a dicho fin (proletariado),
visiones como la de Francis Fukuyama que anunciaba en 1992 el fin de la historia y de las
ideologías. En Ellacuría “la realidad histórica no se predice, sino que se produce” (Samour,
2012, pág. 114) sobre la base de las posibilidades que en cada momento estén presentes y
condicionadas. En términos del propio Ellacuría:

La historia es, en principio y por razón de sí, abierta e indefinida; podrán fallarse
sus bases materiales y con ellas toda posibilidad de curso histórico; podrá ir
consumiendo y degradando su sistema propio de posibilidades, pero de por sí no
tiene un curso cerrado ni una trayectoria fija que la lleve a su final ni en cada nación
ni en la totalidad de la humanidad (Ellacuría, Filosofía de la realidad històrica,
1990, págs. 449-450)

En este entramado, el hombre, animal de realidades y posibilidades, ha de


forzosamente auto-realizarse, “la vida humana, para irse haciendo humanamente, necesita ir
creando el ámbito de su libertad. La vida humana es así un proceso de liberación. A partir
de una liberación de las necesidades naturales –lo cual no supone su anulación, sino su
superación- y de los principios deshumanizadores del hombre, este va a la conquista de una
libertad cada vez mayor, una libertad para ser realmente lo que tiene que ser” (Ellacuría,
Curso de ètica, 2009, pág. 262)

Desafortunadamente, así como la historia humana puede ser un principio de recta


humanización y libertad, también puede convertirse en un entramado de opresión e
ideologización, citando a Rosillo en este punto “El ser humano se va configurando
históricamente en virtud de las posibilidades que en cada momento recibe y se apropia. En
este sentido, la realidad histórica puede ser principio de libertad, humanización y
liberación, pero también de alineación, dominación y opresión” (Rosillo, 2014, pág. 188).
Surge la noción del “mal común”, como una realidad propiamente humana, estructural y
negadora de las posibilidades de humanización y libertad, una condición constantemente
denunciada por Ignacio Ellacuría, quien la encuentra y señala en el lugar donde dicho mal
se presenta con mayor contundencia y claridad: La marginalidad y carencia en que viven
las pobres y empobrecidas mayorías populares de nuestro país, en palabras del mismo
Ellacuría:

Nuestra situación está configurada por el mal común. La sociedad, el país, están de
tal forma estructurados y dominan en él tales dinamismos, que la mayor parte de la
población queda afectada malamente, de suerte que para no estarlo hay que luchar
contra la corriente y no dejarse determinar por ese mal común. Ciertamente algunos
sacan provecho de este mal común, pero esto mismo les hace malos en un sentido
más profundo (…) el modelo dominante y los dinamismos reinantes hacen que cada
vez sean más lo que viven peor y que sea mayor la diferencia entre quienes viven
bien y los que viven mal, usando los términos bien y mal sin acepción ética.
Quienes, por tanto, impulsan este tipo de ordenamiento no están buscando el bien
común sino el mal común. Dicho en otros términos, allí donde la mayor parte de la
población vive mal, debe decirse que reina el mal común y de ningún modo el bien
común (Ellacuría, El mal común y los derechos humanos, , 2001, págs. 448-449).

• Una nueva visión de los derechos humanos y las ciencias jurídicas.

Congruente con su planteamiento filosófico y su misión pastoral, Ignacio Ellacuría


denunciara la presencia de ese mal común estructural y sistémico mediante una actividad
académica circunstanciada y comprometida. Esta actividad lo llevaría a toparse con el
paradigma de los derechos fundamentales, arquetipo que cimienta el mundo social y
político moderno, y por ello tendrá un lugar privilegiado en las reflexiones del filósofo.

Ellacuría enuncia al menos cuatro significados de los derechos humanos que


quisiera remarcar: a) Como producto histórico, “resultado de una praxis histórica
determinada” que se estiman en la actualidad como algo aceptado e indiscutible, b) Como
realidades institucionales o positivadas, “otorgados y sancionados por las instancias
capaces de hacer”, c) Como realidades éticas, que pueden humanizar a los individuos, y
finalmente, d) Como principios de opresión, “momentos ideológicos de una determinada
praxis, que pueden convertirse en momentos ideologizados cuando ocultan o protegen
interés o privilegios minoritarios” (Ellacuría, Hacia una conceptualización de los derechos
humanos, 2001).
Si esto es así y los derechos humanos tienen tanta vocación de ser aquellos ideales
utópicos de libertad con que aspiraba la ilustración, como principios de deshumanización
que niegan tales aspiraciones, es necesario estar atentos y adoptar un modelo “historizador”
de los derechos humanos. “Historizar” es otra categoría fundamental en el pensamiento
Ellacuríano, básicamente significa “probar como se da, en una realidad histórica
determinada, lo que formalmente se presenta como bien común y como derechos humanos
y en mostrar cuales son los mecanismos por los cuales se impide o se favorece la
realización efectiva del bien común” (Ellacuría, Historización del bien común y de los
derechos humanos en una sociedad dividida, 2001, pág. 219). En resumidas cuentas,
“historizar” significa analizar un concepto a la luz de la historia, determinar a qué
dinámicas contribuye, y como participa en las mismas.

En el caso de los Derechos Humanos, la “historización” de los mismos pasará por


diferentes verificaciones o filtros, entre los cuales Ellacuría cita (Ellacuría, Historización de
los derechos humanos desde los pueblos oprimidos y las mayorías populares, 2001): a) La
constatación de que el derecho proclamado solo sirve para unos pocos siendo inefectivo
para los demás, b) Analizar las condiciones reales sin las cuales no tiene sentido el derecho
fundamental en cuestión, c) La confrontación con los planteamientos puramente brumosos,
formalistas o idealistas, que en vez de animar cambios sustanciales solo sirven como un
obstáculo para el mismo, d) el análisis del “ajuste/desajuste” del derecho proclamado, es
decir que tanto se cumplen o están dadas las condiciones reales y materiales para la
vivencia del derecho3.

Pero más allá de lo anterior, a partir de las anteriores ideas, puede formularse una
propuesta de revisión sobre las características y metodología de las ciencias jurídicas,
diferente a la visión curialesca a la que estamos acostumbrados en nuestras academias de
derecho. Un derecho renovado, cimentado en determinadas notas fundamentales: Una
ciencia jurídica crítica y liberadora, acompañada de una metodología coprológica que
finalmente sea una ciencia situada, circunstanciada y por ello comprometida.

En el primer sentido aludido, una ciencia jurídica a la luz del pensamiento


Ellacuríano debe convertirse en una disciplina problematizadora, en constante denuncia de

3
Para más detalle de esta propuesta, pueden estudiarse los trabajos del profesor senent, por ejemplo:
aquellas construcciones jurídicas, económicas o políticas que niegan la realización de los
derechos humanos, y en general, las posibilidades de humanización del individuo dentro del
orden jurídico, tiene que tratarse de una crítica no des-contextualizada ni hecha por el
simple afán de la pedantería academicista, sino en función de las necesidades de las grandes
mayorías populares, mismas en donde se presenta de forma apremiante e incontrovertible la
negatividad de la historia.

Con Ellacuría el jurista se transforma en el trapero de Walter Benjamin, el de-


constructor que cepilla el Derecho a contrapelo4, siempre viendo con sospecha toda norma
jurídica y las posibilidades de opresión que la misma puede engendrar, ocultar o fomentar.

Si lo anterior es cierto, entonces la metodología del jurista también debe sufrir


algunas modificaciones, con ello llegamos al segundo carácter, si la realidad histórica y su
negatividad son el punto de partida, o al menos el parámetro que no se pierde de vista en
cualquier estudio o revisión del derecho, el método de análisis adquiere connotaciones
coprológicas (el “copro-análisis” del que hablaba Ellacuría), la justicia se mira desde la
injusticia y el derecho desde el no-derecho, los mismos términos que propone Reyes Mate
cuando nos habla de la elocuencia de la negatividad, “precisamente allí es donde el hombre
es más negado y entregado, allí precisamente se hacen presentes las exigencias del ser
humano, las demandas de justicia” (Reyes Mate, 2011, pág. 70).

En esta inteligencia, dos juristas pueden debatir interminablemente sobre el


concepto de “justicia” en los más celebres autores o los más conspicuos sistemas, la
superioridad de la concepción neo-contractualista de Rawls frente a la noción dialogal de
Habermas, a su vez pueden discutir desde estos frondosos sistemas cual es el alcance de

4
En su tesis VII sobre la historia, Walter Benjamín nos recordara: “Todos aquellos que se hicieron de la
victoria hasta nuestros días marchan en el cortejo triunfal de los dominadores de hoy, que avanza por encima
de aquellos que hoy yacen en el suelo. Y como ha sido siempre la costumbre, el botín de guerra es conducido
también en el cortejo triunfal. El nombre que recibe habla de bienes culturales, los mismos que van a
encontrar en el materialista histórico un observador que toma distancia. Porque todos los bienes culturales que
abarca su mirada, sin excepción, tienen para él una procedencia en la cual no puede pensar sin horror. Todos
deben su existencia no sólo a la fatiga de los grandes genios que los crearon, sino también a la servidumbre
anónima de sus contemporáneos. No hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie.
Y así como éste no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de la transmisión a través del cual los
unos lo heredan de los otros. Por eso el materialista histórico se aparta de ella en la medida de lo posible. Mira
como tarea suya la de cepillar la historia a contrapelo”
(http://www.bolivare.unam.mx/traducciones/Sobre%20el%20concepto%20de%20historia.pdf)
determinado enunciado jurídico, por ejemplo el de “salario digno”, no importa quién gane
el debate (si es que alguien lo gana), lo que no se puede negar es la realidad negada tras el
concepto de “salario digno”, un salario para el sector agrícola de apenas 118 dólares
mensuales, un pago abiertamente injusto e inhumano, incapaz de completar las necesidades
más fundamentales de un trabajador en un país en el cual 160 super-ricos acumulan 21,000
millones de dólares, es decir el 87% del producto interno bruto5.

En este atroz y cruel fragmento de la historia se observa el “mal común” que


apremia en nuestro país, la negatividad de la historia, pues niega las posibilidades de
liberación de un pueblo oprimido, y será desde esta negatividad donde el jurista deberá
iniciar su reflexión (¿Qué derechos laborales o constitucionales se niegan con esta realidad?
¿Qué estructuras sociales sostienen tal injusticia? ¿Qué concepciones jurídicas perpetúan la
conculcación del derecho? ¿Qué instituciones jurídicas pueden utilizarse para cambiar esta
realidad?). Será desde los desechos del sistema que el jurista iniciara su reflexión, desde los
lugares donde el derecho se niega y con aquellos que nunca cobijan los códigos.

Finalmente, el reto más fuerte para el jurista viene dado por la asunción del
compromiso, mismo que se opone al análisis formalista y dogmático del derecho al que
estamos acostumbrados. Retomando al profesor Antonio Senent en este punto, para la
visión tradicional de las ciencias jurídicas (enfoque privilegiado por nuestras escuelas de
derecho) lo primario es la visión de un orden jurídico a-cultural, a-historico, universal, y
absoluto (Senent, 2014)6. Por supuesto, esto es imposible en una visión del derecho que se
ampare en el pensamiento de Ignacio Ellacuría, pues tal como citó el filósofo cuando habló
de la labor universitaria “nosotros somos libremente parciales a favor de las mayorías
populares porque son injustamente oprimidas y porque en ellas negativa y positivamente
esta la verdad de la realidad”7.

No puede existir análisis objetivo del derecho, esto es un resabio del pensamiento
positivista y su pretensión de alcanzar una verdad “pura”, no puede existir un análisis del

5
https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2015-05-19/160-millonarios-en-el-salvador-
acumulan-riqueza
6
Universal pues parte de la presunción que es un derecho de todos y para todos, absoluto pues se
encuentra desligado de toda practica social, a-histórico y a-cultural pues se presenta al margen de la
tradición cultural, fruto de una razón trascendente.
7
http://www.uca.edu.sv/upload_w/5/file/articulos/Web_3-El-desafio-de-las-mayorias-pobres.pdf
derecho imparcial desde el mismo momento que la norma jurídica analizada está inserta en
la historia, nace de la historia, se nutre de la historia y sirve para determinados fines y usos
históricos, en palabras de Senent “las normas no son reales fuera de las acciones sociales en
las que se desenvuelven y actualizan” (Senent, 2014, pág. 175), podemos sostener una
interpretación que perpetúe o que niegue estos fines y usos históricos, pero nunca podremos
estar por encima de los mismos, pues no podemos estar por encima de la historia. Un
fenómeno muy similar sucede con el jurista, que nunca podrá separarse de su contexto y
experiencia vital, podrá asumirlo o negarlo críticamente para adoptar otro sistema de
valores con el que también ha tenido experiencia vital, pero nunca podrá estar por encima
de su contexto y experiencia social, en los términos que expresaba Horkheimer “La razón
no puede hacerse transparente a sí misma mientras los hombres actúen como miembros de
un organismo irracional”.

Frente a un sistema donde prima el mal común, y en el cual la objetividad no es


posible ni deseable, solo queda el compromiso y la congruencia como tabla de salvación
para las ciencias jurídicas. Ellacuría expresa esta idea con claridad:

En vez de esa concepción abstracta, ideologizada y ahistórica del derecho, en este


caso de los derechos humanos, se propone enfocar el problema general del derecho
y el particular de los derechos humanos, no solo desde la perspectiva del triunfo de
la razón sobre la fuerza sino, más en concreto, desde la defensa del débil contra el
fuerte (Ellacuría, Historización de los derechos humanos desde los pueblos
oprimidos y las mayorías populares, 2001, pág. 435)

Bibliografía.

! Ellacuría, I. (2001). El mal común y los derechos humanos, . En Escritos filosóficos III (págs.
447-450). San Salvador: Uca editores.

! Ellacuria, I. (2009). El sujeto de la historia. En Cursos universitarios (págs. 281-326). San


Salvador: Uca editores.

! Ellacuría, I. (1990). Filosofía de la realidad històrica. San Salvador: Uca editores.

! Ellacuría, I. (2001). Hacia una conceptualización de los derechos humanos. En Escritos


filosóficos III (págs. 431-433). San Salvador: Uca editores.
! Ellacuría, I. (2001). Historización de los derechos humanos desde los pueblos oprimidos y
las mayorías populares. En Escritos filosóficos III (págs. 433-445). San Salvador: Uca
editores.

! Ellacuría, I. (2001). Historización del bien común y de los derechos humanos en una
sociedad dividida. En Escritos filosóficos III (págs. 207-225). San Salvador: uca editores.

! Ignacio, E. (2009). Curso de ética. En Cursos universitarios (págs. 253-280). San Salvador:
Uca editores.

! Reyes Mate, M. (2011). Tratado de la injusticia. Barcelona: Anthropos.

! Rosillo, A. (2014). Una crítica a la visión desarrollista de los derechos humanos desde el
pensamiento de Ellacuría. En J. J. Tamayo, & L. Alvarenga, Ignacio Ellacuría. Utopía y teoría
crítica (págs. 179-195). Valencia: Tirant humanidades.

! Samour, H. (2012). Crítica y liberación. Ellacuría y la realidad historica contemporanea.


Valencia: ADG-N Libros.

! Samour, H. (2002). Voluntad de Liberación. San Salvador: Uca editores.

! Senent, J. A. (2014). Teorìa crìtica del derecho en Ignacio Ellacuria. En J. J. Tamayo, & L. (.
Alvarenga, Ignacio Ellacuría. Utopía y teoría crítica (págs. 155-177). Valencia: Tirant
Humanidades.

También podría gustarte