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2
Staff
Mel Cipriano

Sofía Belikov CamShaaw Clara Markov MaJo Villa


Mel Cipriano Jadasa Jeyly NatiiQuiroga
Annabelle Youngblood Carstairs Miry GPE
Mary Lauu LR Dannygonzal Jasiel Odair
Janira Vani Vanessa Jane
Alex Phai Issel Farrow Daniela
Val_17 Juli Katita Agrafojo
Anelynn* Verito Mire
Niki Julieyrr Anty
Josmary florbarbero Diana
3
Val_17 Verito Juli ElyCasdel
NnancyC Ampaяo Adriana Tate Valentine
Miry GPE LucindaMadd Eli Mirced Rose
Sofía Belikov ox Aimetz Meliizza
*Andreina F* Gabbita Vanessa Karool Shaw
AriannysG Lizzy Avett' Farrow SammyD
Key Dafne2 CrisCras Jasiel Odair
Laurita PI Amélie. Jane Dannygonzal
florbarbero Daniela itxi Niki
Anakaren Agrafojo Victoria Mire

Juli

Móninik
Índice
Sinopsis Capítulo 21 Capítulo 42
Capítulo 1 Capítulo 22 Capítulo 43
Capítulo 2 Capítulo 23 Capítulo 44
Capítulo 3 Capítulo 24 Capítulo 45
Capítulo 4 Capítulo 25 Capítulo 46
Capítulo 5 Capítulo 26 Capítulo 47
Capítulo 6 Capítulo 27 Capítulo 48
Capítulo 7 Capítulo 28 Capítulo 49
Capítulo 8 Capítulo 29 Capítulo 50
Capítulo 9 Capítulo 30 Capítulo 51
Capítulo 10 Capítulo 31 Capítulo 52
Capítulo 11 Capítulo 32 Capítulo 53 4
Capítulo 12 Capítulo 33 Capítulo 54
Capítulo 13 Capítulo 34 Capítulo 55
Capítulo 14 Capítulo 35 Capítulo 56
Capítulo 15 Capítulo 36 Capítulo 57
Capítulo 16 Capítulo 37 Rebound
Capítulo 17 Capítulo 38 Agradecimientos
Capítulo 18 Capítulo 39 Sobre la Autora
Capítulo 19 Capítulo 40
Capítulo 20 Capítulo 41
Sinopsis
Bienvenidos a Boomerang.com, el sitio de citas para la generación
del milenio. Sin escándalos, sin compromisos de conocerse y donde
trabajar es más caliente que un polvo casual.
Mia Galliano es una aspirante a cineasta. Ethan Vance acaba de
jugar su último partido como estrella de fútbol universitario. Son fuertes,
con hambre de éxito y los dos comparten un secreto.
La noche anterior, Ethan y Mia se encontraron en un bar y, bueno…
una cosa llevó a la otra, lo que los llevó a despertar a la mañana
siguiente… juntos. Las cosas se volvieron realmente incómodas cuando
ambos comparten un taxi… al mismo lugar: la sede de Boomerang.
Lo que comenzó como una poderosa conexión entre ellos se vuelve
un balde de agua fría a cortesía de dos complicaciones mayores. En primer
lugar, Boomerang tiene una política estricta sobre no salir con compañeros
de trabajo. Y en segundo lugar, ahora ambos compiten por el único puesto
disponible al final del verano. 5
A medida que sus internados terminan, ¿se las arreglarán para
mantener sus ojos en el futuro y sus manos para ellos mismos? ¿O la
fuerza de la atracción los pondrá justo donde comenzaron?
Boomerang #1
1
Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Val_17

Mia
En el único día más importante de mi vida, despierto pensando: Oh,
mierda, ¿dónde están mis bragas?
Lo pienso porque también despierto en la cama de un extraño, con la
endiablada luz color limón de Los Ángeles bisecando mi muslo desnudo y
ni un trozo de ropa interior o prenda a la vista. 6
Es tan impropio de mí, y aun así, aquí estoy, enredada en unas
cálidas sábanas que definitivamente no son mías.
Vagos fragmentos de la noche anterior se meten en mi entumecido
cerebro. Recuerdo pasarme por Duke’s después de mi entrevista con Adam
Blackwood, sintiéndome llena de anticipación y la sensación de que, por
fin, conseguí algo. Podría terminar mi película sobre Nana, entregarla y
despedirme de la universidad. Y convertiría esta pasantía con una de las
compañías de medios más grandes del país en una auténtica carrera
cinematográfica donde pudiera encontrarme a mí misma, y encontrar mi
estilo, no solo los estilos que estuve repitiendo como estúpida durante mis
años en la universidad.
Casi recordaba también al tipo. De hombros anchos, relajado, y esa
sensación de calor y oportunidad. Pero eso es todo. Ningún rostro. Ni
nombre. Ninguna idea de cómo esto —este pequeño milagro de auténtico
sexo— sucedió.
Lamentablemente, este misterio tendrá que permanecer sin resolver.
Tengo que irme.
Lucho por levantarme, sacando cautelosamente los mechones de mi
cabello rizado de debajo del hombro —tonificado y bien bronceado— de mi
nuevo amigo. Mi cabeza se siente como el interior de una licuadora, y el
sabor en mi boca sugiere que algo se arrastró allí dentro y murió.
Balanceando mis pies desnudos sobre el piso frío de concreto, me
levanto, alejando las náuseas que amenazan con apoderarse de mi cuerpo.
Muchas gracias, Patron Silver1.
Bordeo la cama para ver si tendré más suerte al encontrar mi ropa
interior —o, en realidad, cualquier prenda de ropa— de este lado del
mundo. Y, debo confesar, estoy muriendo por echarle un vistazo.
Mi curiosidad es definitivamente recompensada. Incluso aunque el
rostro del tipo está pegado a la almohada, y su corto cabello de color
caramelo yace pegado a su cabeza, es más que caliente. Tiene una fuerte y
hermosamente esculpida mandíbula con el rastro justo de barba, y el tipo
de pestañas oscuras y largas que las chicas necesitan un montón de rímel
para conseguir.
Estirado con la más pequeña esquina de la sábana cubriéndolo —lo
cual fue mi culpa por acaparar las mantas—, sus pies casi se salen de la
cama. Lo que significa que es alto. E incluso durmiendo, su rostro tiene
bastante intensidad, como si estuviera soñando con salvar el mundo. Sé
que tiene que tener una personalidad increíble o hay cero oportunidades
de que hubiera despertado en su cama.
No veo ninguna envoltura de condón, lo que me hace preguntarme
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qué, exactamente, pasó anoche. Definitivamente no soy imprudente. Por lo
que tal vez no pasó nada. Pero, bueno: no tengo bragas.
Mientras lo pienso, mi mirada se desplaza hasta el reloj a un lado de
su cama. Los números, 8:02 a.m., se abren paso por la neblina, y la
adrenalina fluye por cada una de mis moléculas.
Mi pasantía en Boomerang —la respuesta para convertirme en más
que la hija de una famosa fotógrafa, para entrar en mi auténtica vida y
preservar la vida de la persona más distinguida en el mundo— comienza
en exactamente cincuenta y ocho minutos. Y no tengo idea de dónde estoy
o dónde están mis jodidas bragas.
—Mierda, mierda, mierda. —Me paso las manos por el cabello, hago
un rápido inventario de la habitación, y decido que la ropa debe haber
aterrizado en algún otro lugar.
Esto debería ser divertido.
Atravesando apresuradamente el estrecho pasillo, atrapo destellos
de fotografías deportivas y carteles motivacionales con águilas remontadas
y amaneceres por encima de montañas. Uno dice: “La vida comienza al

1Marca de Tequila.
final de tu zona de comodidad”, lo que significa que mi vida está, sin duda,
comenzando. Ahora. Mismo.
Me encuentro en una sala de estar con el grumoso y esperado sofá
de soltero, la mesa de café manchada y la enorme televisión que elimina la
luz del sol que intenta colarse a través de las dos ventanas cubiertas con
sábanas arrugadas. También tiene el infaltable requisito de un tipo soltero:
el olor a alcohol, sudor y zarigüeya muerta que le pone la guinda al pastel.
Libros y revistas están esparcidos sobre la mayoría de las superficies,
junto a un montón de controles remotos que sugieren que en algún lugar
bajo el suelo hay una guarida secreta; una computadora que se ve muy
vieja como para pertenecerle a Fred Flintstone, y varios artículos de ropa;
una camiseta, pantalones cortos de gimnasia, y por suerte, el vestido que
usé anoche.
Me arrodillo en el suelo y lo inspecciono. Está tan arrugado que luce
como si un camión de basura le hubiera pasado por encima, y está rígido
en algunas zonas, con una mancha en forma de V.
Tratando de eliminar las arrugas, desearía haber escogido algo un
poco menos elegante para mi reunión con Adam Blackwood. Pero salí con
esto, y lo verá de nuevo hoy. Solo que esta vez luciré como si fuera un
vagabundo.
Oigo el rechinido de la cama y luego una puerta al ser abierta y
cerrada, seguido por el correr del agua en la ducha. Así que el tipo está
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despierto. Genial. Tal vez pueda darme una mano con la Misión Imposible:
La edición de mi ropa interior. No hay forma de que esto sea incómodo.
Después de buscar por toda la sala de estar, recogiendo ropa, cajas
de pizza, envolturas de juegos, y varias cosas de deporte, me las arreglo
para encontrar mis zapatos, cartera y —desparramado sobre el mesón de
la cocina— mi sujetador. Pero no mi ropa interior.
¿Habrán desaparecido? ¿Se disolvieron en mi cuerpo? En ese caso,
bien por el chico. ¿Evan? No, no es ese. Y esa es razón suficiente como
para que desee poder recordar, oh, incluso un par de minutos de anoche.
El reloj del microondas dice que son las ocho con nueve minutos.
Agarro mis zapatos, sujetador y vestido, y corro de regreso a la habitación.
Tirando todo en la cama, golpeo la puerta del baño y la abro al mismo
tiempo. Mis modales desaparecieron en algún lugar entre mi reunión con
Adam Blackwood y mi ropa al ser lanzada por este apartamento como
camisetas de juegos de los Lakers.
—Eh, oye —(¿Cuál diablos es su nombre?)—, hola —digo
débilmente—. Um, no es por ser rara o agresiva, pero estoy muy apurada.
Nuevo trabajo. ¿Te importa si entro y…?
Tira de la cortina de la ducha a un lado y saca la cabeza, dejándome
ver su torso cincelado en el proceso. Añadan sus conmovedores ojos azules
y el agua corriendo por las profundas ranuras de su clavícula, y bueno, es
demasiado para asimilar a estas horas de la mañana.
Claramente, siente algo parecido. Sus ojos hacen un rápido recorrido
de arriba abajo, y luego murmura algo.
—¿Qué? —digo y llevo una mano hasta mis labios—. ¿Tengo algo en
los dientes?
Se ríe. —Estás tan desnuda.
Le doy una sonrisa. —Lo siento, sí. ¿Estás bien con eso?
Entre modelar para mi madre, pasar ocho espectáculos a la semana
desnuda en una producción de verano de Hair, y ser la chica desnudista
para mis producciones estudiantiles, me siento como si hubiera pasado la
mitad de mi vida desnuda. ¿Y voy a pasar esa mitad sonrojándome y
disculpándome? No, no lo haré.
Su mirada me recorre y sus labios se curvan en una sonrisa, aunque
hace un esfuerzo excelente por mirarme a los ojos cuando habla. —Por
supuesto. Definitivamente estoy bien con eso. Haz lo que necesites.
—Genial. —Me giro y lo dejo con su ducha. Quito la condensación
del espejo y me miro, sobre todo a mi cabello, el cual siempre constituye
una situación. Está rizado en un millón de direcciones, pero ha estado
peor. Lo que significa, me doy cuenta con un montón de arrepentimiento, 9
que en definitiva no tuvimos sexo después de todo.
El sexo —el buen sexo, de todas formas— hace que mi cabello se
vuelva loco. Como muy loco. Ahora, está en un estado de defensa nivel
tres, lo que sugiere una vigorosa sesión de besuqueo, pero no mucho más.
Parece que continúa el periodo de sequía.
Encuentro un cepillo y lo paso por mi cabello, luego pongo una línea
de pasta dental en mi dedo y lo aplico en mis dientes. Después de eso,
hago gárgaras con casi la mitad del envase de su enjuague bucal y trago
un montón de agua del grifo.
—Es una pregunta estúpida, pero, ¿tienes idea de dónde están mis
bragas?
Corta el agua y alarga un brazo para coger su toalla, la cual le
entrego a través de la cortina. Pone a un lado la tela rayada, y veo la toalla
envuelta en su cintura para acentuar su impresionante y contorneado
abdomen.
—No estoy seguro —dice, sonriendo—. Déjame ponerme algo de ropa
y te ayudaré a encontrarlas.
En su habitación después de una rápida ducha sola, me pongo el
sujetador y el vestido, sintiéndome extrañamente asimétrica sin mi ropa
interior.
—¿A dónde vas? —pregunta al tiempo que se abotona una camisa
blanca.
Tengo un destello de él llevando un traje anoche y de mis brazos
colándose por debajo de la chaqueta para pasarlas por su fuerte espalda.
Parece acostumbrado a la buena ropa, así que probablemente es alguna
clase de profesional. Pero tiene un montón de cosas deportivas. Tal vez es
un entrenador de básquetbol. Ellos usan trajes, ¿cierto?
—¿A dónde necesitas ir? —pregunta de nuevo, y me doy cuenta de
que he estado totalmente fuera de sí.
Sonrojándome, digo—: A Century City, y voy muy tarde.
Sus manos siguen en sus botones. —Yo también —murmura, más
para sí mismo que para mí—. Pero se tarda veinte minutos con un buen
tráfico. Puedes llegar.
Lo que significa que tengo que irme ahora.
Me ayuda a buscar por el apartamento, levantando los almohadones
de las sillas, comprobando detrás de las cortinas. —¿Estás segura de que
las tenías cuando llegaste aquí?
—¿Crees que vine aquí sin mis bragas?
¿Vine aquí sin mis bragas?
Saca una corbata del ventilador en el techo por encima de una
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mesita, sonriendo mientras me la enseña. —Parece posible. No recuerdo
mucho los detalles, pero la evidencia sugiere que pasamos un buen
momento.
Tal vez no tan bueno como piensas, quiero decir, ¿pero para qué?
Encuentro una gomita en la encimera de la cocina y coloco mi cabello en
una cola de caballo baja.
Le doy otra inspección a mi vestido y me doy cuenta de que no hay
forma de que me presente luciendo así.
—Oye, ¿te importaría prestarme una camisa? —digo—. Como una
camisa formal. Yo… eh, te la devolveré. —Mientras espero que esto no me
haga sonar como una psicópata, mi necesidad de no lucir como si me
acabara de quitar la ropa en una taberna prevalece por encima de mi
preocupación por la primera —o segunda— impresión.
—Sí, claro —dice, y se dirige a su habitación. Vuelve con una camisa
azul, y me la tiende—. Tal vez te quede un poco grande.
—Estoy segura de que lo hará —digo, pero me la pongo y la envuelvo
alrededor de mi cintura, cubriendo la peor parte del problema. Ahora solo
luzco como un bicho raro arrugado. Pero si mi nuevo jefe ha pasado algún
tiempo con actores, definitivamente no seré el único bicho raro en su vida.
El tipo agarra un par de bóxers negros de una silla. —Llevaba estos
anoche, así que nos estamos acercando.
Me pongo más y más ansiosa a medida que encuentra artículos de
su propia ropa.
—Lo siento, Mia —dice después de haber abierto cada gabinete y
mirado en cada llanura del modesto apartamento.
Siento un pequeño sonrojo de placer al descubrir que él sabe mi
nombre, el cual es rápidamente suplantado por la vergüenza que siento
ante el hecho de que soy una idiota que no recuerda el suyo.
En la cocina, sirve un vaso con jugo del refrigerador, deslizándolo a
través de la mesa para mí. —No las veo por ningún lugar.
¿Dónde diablos pueden estar? ¿Y es mejor llegar tarde en mi primer
día de trabajo o deslumbrar a todos mis nuevos colegas? Decisiones,
decisiones.
Saco mi teléfono, 8:29 a.m., y suspiro. —Muy bien —decido—. Creo
que tendré que irme sin ellas.
—Andar sin ropa interior. —Sonríe—. Me gusta eso en una chica.
—Bueno, gracias. Si las encuentras, siéntete libre de quedártelas
como recuerdo.
—Las guardaré como un tesoro. A menos que sean de abuela. Pero
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creo que esas habrían sido más fáciles de encontrar.
—Ciertamente no son bragas de abuela. Son…
Se ríe, con la espalda hacia mí. —¿De un rosa brillante? ¿Con
mariposas blancas?
—¡Sí! ¿Cómo supis…?
Se hace a un lado y abre la puerta de su brillante tostadora Breville.
Allí, desparramadas sobre la rejilla del tostador, yacen mis bragas.
2
Traducido por Mel Cipriano
Corregido por NnancyC

Ethan
Durante unos segundos, no puedo quitarme la imagen de la tanga
rosa de Mia sobre mi tostadora. Es como si el tiempo se detuviera, y luego
la estoy imaginando usándolas, y luego sin ellas, hasta que la voz del
entrenador Williams aparece a través del golpeteo en mi cabeza.
Si estás a tiempo, entonces llegas tarde.
Eso me pone en movimiento, como lo ha hecho durante los últimos 12
cuatro años. Solo puedo imaginar lo que el entrenador Williams podría
pensar de mí: llegando tarde a las prácticas que se supone cambiarán todo
para mí, y con tanta resaca que todavía estoy un poco mareado.
Dejo la cocina y voy hacia la sala de estar. La chica con la que me
desperté —Mia— se apoya sobre su cadera mientras revisa en su bolso, así
que me tomo un segundo para apreciar la vista.
Maldita sea, ella es caliente. Me doy una palmada mental en la
espalda.
—¿Puedo pedir tu dirección? —pregunta, sacando un celular—.
Tengo que llamar a un taxi.
Una imagen de anoche destella en mi mente. Ella y yo saltando en
un taxi tan pronto como salimos del bar. Estábamos demasiado apurados
por estar a solas como para esperar a Jason e Isis. Pero ¿por qué demonios
vinimos aquí en vez de ir a su casa? Mi apartamento es un peligro
biológico.
—Creston Drive 44 —digo. Dejando a un lado los calcetines y
canilleras, me siento en el sofá maltrecho y me pongo los zapatos—. En
Westwood.
Mia hace la llamada, hablando rápido con el despachador, pero
presiento que no es solo porque está llegando tarde. El tono de su voz es
humeante y vívido, como si hablara a menudo y se riera mucho. Ella es
pequeña. No mide más de un metro sesenta, pero los tacones que usa le
dan un impulso de diez centímetros. Mi camisa cae un poco cuando se
agacha, y me da un excelente ángulo de su perfecta delantera.
—¿Cinco minutos? —dice Mia—. Gracias. —Cuelga y vuelve su
atención hacia mí. Sus ojos son de color verde, pero no de ese débil color
avellana por el que la gente los hacer pasar. Los ojos de Mia son claros y
brillantes.
—¿Todo listo? —Me pongo de pie.
—Sí, todo listo. —Deja el teléfono en su bolso y empuja un mechón
de cabello negro detrás de su oreja. Sus ojos hacen un viaje rápido por
todo mi cuerpo, y entonces echa un vistazo hacia la puerta principal—. Así
que… ¿Gracias por el jugo?
Me muevo, bloqueando su camino. El protocolo de los rollos de una
noche es entrar y salir, por así decirlo, pero no puedo dejar que se vaya.
No es la única que necesita llegar a Century City, y es muy tarde para que
vaya en bici. —¿Puedes esperar un segundo? Tengo que hablar con mi
compañero de cuarto.
Mira alrededor del apartamento, boquiabierta. Hace cinco segundos,
nuestra ropa estaba por todas partes. —¿Tienes un compañero de cuarto?
—Sí. Jason. E Isis. Es la novia de Jason, pero prácticamente vive
13
aquí. Creo que los conociste anoche en Duke.
Mia me da una sonrisa temblorosa. —Está bien, me siento horrible
al admitir esto, pero estoy tratando de recordar si tu nombre es Evan o
Ethan. Así que es seguro decir que recuerdo vagamente algunos detalles.
Mierda.
Yo no buscaba nada serio, obviamente. Después de dos años con
Alison, nada serio es un requisito. ¿Pero esta chica ni siquiera recuerda mi
nombre? Es una mierda, aunque me encojo de hombros y sigo el juego.
—No hay problema. Es Ethan. Ethan Vance.
—Soy Mia Galliano.
—Encantado de conocerte, Mia Galliano. —Nos quedamos allí por un
segundo incómodo. Las presentaciones parecen fuera de lugar, teniendo
en cuenta que estoy bastante seguro de que dormí con mi mano en su
culo—. Dame un minuto —le digo, rompiendo el silencio—. Sírvete más
jugo.
Muy bien, Ethan. Eso es lo que quiere la chica. Más PowerAde a las
8:33 de la mañana. Me dirijo a la habitación de Jason, llamo a la puerta
una vez y la abro.
Están sentados en la cama, mirando la puerta como si me hubieran
estado esperando. Isis sonríe y comienza a aplaudir lentamente. Jason es
menos sutil. Levanta una vuvuzela hacia sus labios y la sopla. El zumbido
fuerte de la bocina corta mi cerebro, convirtiendo el dolor de cabeza en un
Código Rojo.
—¡Sí, Ethan! —Se ríe Jason—. ¿Cómo te fue, hombre? ¿Fue como
andar en bicicleta?
—Un poco más divertido que eso —le digo. Pero, maldita sea. Ojalá
lo supiera.
—¿Se fue? —pregunta Isis.
—Todavía no, pero tiene que hacerlo.
—¡Ethan!
—Tranquila, Isis. Ambos necesitamos irnos. Ella tiene un trabajo, y
mi pasantía comienza hoy.
Isis resopla. —Eso apesta. Te ves como la mierda.
—Entonces me veo mejor de lo que me siento. J, necesito un poco de
dinero. —Las palabras arden en mi garganta. Odio pedir dinero—. Tengo
que ir en taxi.
Jason niega con la cabeza. —Lo siento, hermano. Estoy quebrado.
Anoche vaciaste mi billetera.
14
—¿Lo hice?
Isis se ríe. —¿No te acuerdas? Mia y tú tomaron tequila del cuerpo
del otro.
Cristo, ¿tomé tequila de su cuerpo? ¿Había vuelto a ser un estudiante
de primer año? —No importa.
Mientras me dirijo de nuevo a la sala de estar, considero revisar mis
bolsas de deporte para tratar de encontrar algo de cambio, pero no tengo
tiempo, y aun así, no encontraría lo suficiente para pagar el viaje. Solo
queda una opción. Va a matarme, pero que se joda. Es la única manera.
Encuentro a Mia de pie junto a la puerta principal, con una media
sonrisa sexy en su rostro, y mi cerebro colapsa cuando me imagino
lamiendo la sal de su piel aceitunada.
—¿Acabo de oír una vuvuzela? —pregunta.
—Sí. Mi compañero de cuarto piensa que es gracioso. Así que, sobre
ese taxi… ¿Te importa si voy contigo?
Mia frunce el ceño, y puedo decir que está sorprendida. Yo también
lo estoy. No esperaba que la mañana se desarrollara de esta forma. —Claro
—dice—. No hay problema.
—Genial. Y eh… ¿Otra cosa? —Joder. Estoy a punto de echar a
perder mi oportunidad de volver a ver a esta chica, y quiero hacerlo. Al
menos quiero averiguar qué diablos hicimos anoche. Pero estoy contra una
pared—. ¿Te importaría pagarlo?

15
3
Traducido por Annabelle
Corregido por Miry GPE

Mia
El pobre chico —Ethan— luce como si acabara de ordenar una lima
de uñas para su ojo. Así que no le gusta pedir favores. Interesante.
—Sí, no hay problema —le digo. Toma todo mi autocontrol no estirar
la mano y tocarlo, enderezar su corbata de dos tonos de rojo o frotar el
ligero remolino que se levanta sobre su recta y seria ceja. Moléculas de aire
16
se tensan entre nosotros, centelleando con esa deliciosa energía llena de
atracción.
O, bueno, lujuria.
Hace tanto tiempo que no sentía eso, que me encantaría quedarme
allí, anclada en este momento. Pero no tengo tiempo.
El claxon de un auto resuena, puntualizando mi pensamiento.
—Supongo que llegó nuestro auto —digo.
Se inclina frente a mí para abrir la puerta, y me vuelvo demasiado
consciente tanto de su altura —es como quince centímetros más alto que
yo, y eso que llevo tacones de diez centímetros— como de su esencia:
ahumado y tentador, como una fogata en la playa.
Otro destello viene hacia mí: el interior de un taxi, faroles matizando
y revelando su hermoso y serio rostro. Me atrae desde el otro lado del
asiento, pasando una de mis piernas sobre las suyas, y jalándome con sus
poderosas manos contra mi espalda. Luego, el recuerdo desaparece,
dejándome con el pulso acelerado y recordándome que en serio, en serio
tengo lugares a los que ir.
Entro a un estrecho balcón, seguida por él, parpadeando ante la luz
cristalina que convierte todo en un verde y dorado brillante. En la calle de
abajo, un taxi se escucha a la distancia y me dirijo hacia las escaleras de
aluminio, que parecen inseguras.
Soy consciente que viene detrás de mí. La sensación de su cuerpo es
tangible y ligera al mismo tiempo, mientras sus pasos rápidos y certeros
sacuden toda la escalera mientras descendemos.
Con la cabeza en el juego, Galliano. Esto se trata de convertirme en
quien quiero ser. En terminar mi película. De encontrar mi camino en el
negocio por mi propia cuenta. Esto definitivamente no se trata de un tipo,
cuyo gran movimiento consiste en esconder mi ropa interior en un
dispositivo.
Me deslizo dentro del auto primero y doy la dirección de las oficinas
de Boomerang.
Ethan entra por el otro lado. —Olympic y Avenida de las Estrellas —
le dice al conductor—. Probablemente cerca de dónde se dirige ella.
El conductor pelirrojo se gira y nos lanza una mirada. —Sí, muy
cerca.
Apenas conozco esa parte de la ciudad, pero al menos eso hace más
fáciles las cosas.
La camisa de Ethan se remueve a mi alrededor, y la tela del jersey se
pega a mis muslos. Esto no es bueno. Quizá aún haya tiempo para reunir 17
mis fuerzas y no entrar luciendo como “La Señorita Pantalones Calientes,”
como diría Nana.
Llamo a Skyler, quién parece contestar incluso antes que suene el
teléfono.
—Oh, por Dios. Cuéntamelo todo. Ahora. Mismo.
Supongo que debí haberle notificado a mis compañeras que no iría a
casa anoche. Suspirando, digo—: Buenos días para ti también.
—Al diablo con eso. ¿Qué sucedió? ¿Dónde estás? ¿Fue delicioso?
¿Te…?.
—Oye, Sky —interrumpo, completamente segura que Ethan puede
escuchar cada palabra de lo que dice—. Necesito un favor.
Comprende mi tono de voz de inmediato. —¿Está allí? —pregunta—.
¿Allí mismo, en este momento? ¿No se supone que deberías estar en tu
nuevo trabajo?
—Voy en camino. —Respiro profundo para calmar mi exasperación—
. Yo… um… me quede dormida…
—Me decepciona que hayas dormido, siquiera.
—¡Vamos, Sky!
—De acuerdo, de acuerdo. Entonces, ¿está allí ahorita?
—Sí, estamos… uh. —Siento la mirada de Ethan sobre mí, y me giro
para devolvérsela. Me sonríe de un modo que parece tanto imposiblemente
dulce, como imposiblemente sexy al mismo tiempo. Sonrío, deseando tener
un cono de silencio portátil que pueda activar para tener privacidad.
Pero el barco de la privacidad partió en algún momento durante la
noche. —Compartiendo un taxi ahora. De todos modos, escucha, yo…
—Hagamos una videollamada —dice Sky.
—¿Qué? Ni pensarlo. ¿Podrías, por favor, concentrarte? Necesito que
hagas algo por mí.
—Hazme una videollamada y lo haré.
—Lo harás igual porque eres mi mejor amiga, ¿recuerdas?
—Hazlo.
—Te mataré.
—Videollamaaaaaaada.
—¡Está bien! —Deslizo el ícono en mi pantalla, y el rostro de Skylar
aparece frente a mí: En toda su gloria rubia y con delineado de Cleopatra.
Como siempre, tiene la mano envuelta en el cuello de su chelo y toquetea
las cuerdas mientras hablamos. 18
—¡Muéstrame! —demanda.
Todo mi cuerpo se congela, luego se calienta y vuelve a congelarse
otra vez. —¿Por qué me odias tanto?
—Te adoro con la pasión de un millón de soles —dice—. Ahora
enséñame.
Oh, qué demonios. Uso la ropa de anoche mientras comparto un taxi
con mi aventura de una noche. ¿En verdad voy a utilizar ese poco respeto
propio que me queda?
Giro el teléfono hacia Ethan, quién sonríe a la cámara. Sin embargo,
las puntas de sus orejas se sonrojan, y encuentro extrañamente alentador
que se encuentre tan avergonzado como lo estoy yo.
—Guau —dice Skylar—. Hola, tú.
Ruedo los ojos. —Ethan, ésta es mi antigua compañera de cuarto,
Skylar Canby —digo—. Skylar, Ethan.
—Hola, Skylar. —Alza dos dedos a modo de saludo, y otro recuerdo
vuela a mi mente. En ese, Ethan le da ese mismo saludo al camarero de
Duke’s, apartando la manga de su chaqueta azul marino fuera del camino,
mientras se sentaba en el banco junto a mí.
—¿Estás celebrando? —preguntó, y su mirada llevaba un interés
vivo que me hizo enderezar y girarme por completo a mirarlo.
—Algo de trabajo y algo de diversión —dije.
—Yo igual —dijo Ethan y chocamos nuestras copas—. Por el trabajo
y la diversión, en casi la misma medida.
Sin embargo, ahora, tengo que dejar la diversión atrás y volver al
trabajo.
—De acuerdo, escucha —le digo a Skylar, mientras giramos hacia el
Boulevard de Santa Mónica—. ¿Podrían Beth o tú llegar al Century City en
los próximos… —Reviso el teléfono para ver la hora—. Diablos. ¿Dieciocho
minutos? ¿Acaso eso es posible?
—Es tu día de suerte. Beth tiene una audición en el Fox. Seguro ya
se encuentre allí desde las seis, acosando a su director.
—Llámala por mí, ve si tiene algo con lo que me pueda cambiar.
Aunque sea una chaqueta.
—De acuerdo, pero nada de chaquetas. No puedes cubrir esos senos.
—¡Skylar!
—Secundo eso —murmura Ethan.
Me giro hacia él, sorprendida. Esa sonrisa de nuevo —sexy, y un 19
poco tímida. Y esos ojos tan azules, tan profundos que parecen casi
negros.
—Son, uh… muy buenos aliados —dice. Me quedo atrapada en su
expresión, directa y juguetona, no sé si es un recuerdo o una fantasía,
pero puedo sentir sus manos sobre mí, sus dedos apartando los tirantes
de mi vestido…
—Ese hombre dice la verdad —secunda Skylar—. Las chaquetas te
hacen ver cuadrada.
Me repongo mentalmente. —Como sea. Solo por favor y gracias. —En
verdad, cualquier cosa sería de ayuda considerando mi vestimenta actual.
—Deja de hablarme para que pueda encargarme de esto. Te escribiré
para confirmar.
—Gracias, muñeca. —En serio tengo las mejores amigas del mundo.
—No te preocupes —dice Skylar, y me regala una enorme sonrisa
llena de dientes—. Dile a Ethan que es un ardiente pedazo de trasero.
Él se ríe junto a mí y sacudo la cabeza totalmente mortificada.
—Estoy bastante segura de que ya lo sabe.
4
Traducido por Annabelle
Corregido por Sofía Belikov

Ethan
El taxi desciende por Wilshire a paso de caracol. No puedo hacer que
mi pierna deje de saltar con nerviosismo, incluso cuando es obvio que Mia
se da cuenta. Quiero abrir la puerta de un tirón, arrancarme la chaqueta,
y salir corriendo hasta Century City. Sé que podría llegar más rápido.
Sonrío, pensando en el comentario que a papá le gusta hacer cuando viene 20
de visita. ¿Por qué todos aquí siempre están tan jodidamente apurados?
Pero si quieres llegar a algún lugar, lo aceptas tal como es. Las personas
exitosas viven sus vidas jodidamente apresuradas.
—¿Trabajas para ESPN o algo así?
La pregunta de Mia me sorprende. Luego recuerdo que debió haber
visto mis pesas y todo mi equipo de fútbol.
—No, ya quisiera. —Sería genial ganar dinero haciendo deporte.
Estuve muy cerca de hacerlo realidad. Establecí varios récords en la
Universidad de Los Ángeles. Pero una lesión de rodilla en mi tercer año
descartó el fútbol profesional para mí. Luego de una cirugía de ligamentos,
nunca fue lo mismo—. Hoy comienzo un nuevo trabajo —le digo a Mia,
enfocándome en el futuro—. Haré mercadeo para un negocio en línea. —No
me atrevo a decir la palabra “pasantía.” Tengo un título de una de las
mejores universidades. Pensarías que podría encontrar fácilmente alguna
forma de ganar dinero trabajando, pero eso cambiará muy pronto—. ¿Qué
hay de ti? ¿Eres modelo de trajes de baño?
No sé por qué estoy coqueteando con ella. Ni siquiera la veré de
nuevo, y ya nos acostamos. No me acuerdo de nada, pero es ardiente, y
hay algo intrigante en ella. Es como un pequeño misterio, envuelto en mi
camisa de vestir favorita.
—Bueno, por supuesto. —Sonríe y palmea su cadera—. Con todo
esto, ¿qué más podría ser?
Es tan confiada con su cuerpo. Es sorprendente de ver luego de
estar dos años con Alison, quien aún quería las luces apagadas cuando
dormíamos juntos. No creo que Mia y yo siquiera hayamos comenzado en
la cama. Aunque terminamos allí, por supuesto.
—¿Qué más? —digo—. No lo sé. ¿Una bailarina de Las Vegas?
—Guau, gracias. Eso es tan progresivo de tu parte.
—Es mi imaginación la que está hablando. Entonces, ¿qué es en
verdad? ¿A qué te dedicas?
Cruza las piernas, y logro mantener el contacto visual. —Bueno, en
realidad, aún estoy en la escuela.
—En la escuela… genial. —Por favor, sé mayor de edad. Tiene que
serlo—. ¿En qué año y dónde?
—Soy de último año, en la secundaria de Los Ángeles.
Casi me atraganto con mi lengua. —¿Eres qué?
Se echa a reír. —Lo lamento. No me pude resistir. De hecho, estoy en
el último año en la Occidental. Estudio cinematografía. Pero tomé este
trabajo en mi último semestre para tener algo de experiencia en el mundo
real.
21
—¿Eres cineasta? Qué genial. Adoro un cine de arte y ensayo. ¿Star
Wars? Quizá no hayas oído de eso. Es un título oscuro.
Es lo único que se me ocurre para cubrir mi falta de conocimiento en
películas. No veo películas; juego fútbol. Cuando no estoy jugando fútbol,
leo libros sobre historia o biografías —temas que probablemente una chica
como Mia odiaría.
Entrecierra los ojos como si estuviese pensando. —¿Star Wars,
dices? No me suena, pero ya conoces a los estudiantes de cine. Si no es
alguna transferencia vieja en blanco y negro, doblada en eslovaco, y luego
de vuelta al inglés, no vale para nada nuestro tiempo.
Estira las piernas en mi espacio personal. No logro descifrar si está
coqueteando o si se siente cómoda. De igual manera, me gusta.
—¿Qué hay de ti? —pregunta—. ¿Qué te emociona, además de tostar
bragas?
Me río. —Oye. Eso no es lo que hago. —Aunque, ¿quién sabe? De
hecho puede que haya sido verdad. Me debato rápidamente si contarle
sobre mi carrera en el fútbol, pero decido no hacerlo—. Me acabo de
graduar de la UCLA en junio. Así que, ya sabes, apenas estoy marchando a
mi vida como adulto y todo eso. Hoy es mi primer día de trabajo.
—Y ambos comenzaremos con resaca. Genial.
—Pero al menos ambos estamos usando ropa interior.
—Por lo menos. —Descansa su cabeza contra el asiento y sonríe. No
hay coqueteo en su acción. Nada forzado o falso. Simplemente es una muy
buena sonrisa.
De pronto, nos vemos envueltos en un concurso de miradas. La suya
es tan directa que sus ojos verdes son como prismas. Tienen mucha luz en
su interior. Hay preguntas y chistes e historias en sus ojos. En este
preciso momento, sé que quiero esto otra vez. Quiero que me mire de
nuevo.
—Escucha, Mia, sé que esto no es como…
El taxi se detiene bruscamente.
—Dieciocho dólares —dice el conductor.
Alcanza su bolso. —También pagaré por su ruta. ¿Podría añadirla?
—Por supuesto, señorita. Aun así son dieciocho dólares.
Mia y yo nos miramos. No puedo creerlo. ¿Vinimos al mismo lugar?
No puede ser.
La corneta de un auto suena detrás de nosotros.
El taxista maldice y se estaciona un poco mejor. —Avenida de las
22
Estrellas doscientos diez. Ese era su destino, ¿no?
—Sí —soltamos al mismo tiempo.
—De acuerdo. Guau —dice Mia. Le pasa unos billetes al señor, y nos
bajamos del auto.
El edificio se encuentra frente a nosotros. Es una enorme pared de
vidrios ahumados que vuelan hacia el cielo. Cuando vine por mi entrevista,
me quitó el aliento. Recuerdo haber pensado que era el lugar que iniciaría
mi futuro, pero eso no es lo que estoy pensando en este momento. Intento
descifrar el presente.
Entramos y nos reunimos con una multitud que se encuentra
esperando por los elevadores.
No nos hemos dicho una palabra desde que bajamos del taxi.
No nos hemos mirado.
Ni siquiera sé si estamos juntos, o si simplemente estamos cerca.
Giro mis hombros, diciéndome que es el traje lo que se siente
extraño y constrictor.
El elevador llega y las puertas se abren. La sostengo, dejando que
docenas de personas pasen junto a mí. Luego entro y estiro la mano para
apretar el botón del piso diecisiete, pero ya está alumbrado.
Mia se encuentra de pie perdida detrás de una pared de trajes
oscuros. Siento la urgencia de dirigirme hacia ella. Parece desesperante,
aunque también se siente raro no estar cerca de ella. Pero entonces es
muy tarde. Las puertas se abren y me encuentro atrapado en frente,
mirando la abertura entre los paneles de metal.
Llegamos al piso siete, y se bajan cuatro personas.
No es hasta que las puertas se cierran de nuevo, que me doy cuenta
que estoy aguantando la respiración.
Mia sigue en el elevador.
Piso doce. Se van dos personas más.
Catorce. Tres más.
Miro hacia los controles del elevador. Solo un piso se encuentra
todavía alumbrado.
—Bueno, esto es una sorpresa. —Mia continúa a pocos centímetros
detrás de mí. No lo sé, pero creo que está sonriendo. Quiero hacerle al
menos una de las preguntas que se arremolinan en mi cerebro, pero las
puertas se abren hacia el vestíbulo de paredes de vidrio de Boomerang, y 23
ambos nos bajamos.
5
Traducido por Mary
Corregido por *Andreina F*

Mia
Mi cerebro decide que es un tiempo excelente para irse de huelga,
dejándome con cero recursos para descifrar el hecho de que: a) desperté
junto a esta hermosa persona después de participar en actividades que
trágicamente no puedo recordar; b) terminé en un taxi con él, el cual; c)
nos llevó exactamente al mismo destino; hasta d) nos encontramos 24
parados en el mismo piso. Una planta que alberga solo un negocio:
Boomerang.
Mi nuevo lugar de trabajo.
Y, aparentemente, también el suyo.
—Así que, ¿este es tu trabajo? —digo. Una espiral de cabello cae en
mi línea de visión como si resaltara mi estado inquieto.
—Prácticas —replica, y la palabra sale pesada, como una confesión.
—Para Boomerang.
Asiente, y sus manos se ocupan con el nudo de su corbata,
recordándome mi propio atuendo poco profesional. Tengo ganas de agarrar
mi celular para averiguar si Beth ya llegó. —¿Tú también, eh?
Estoy demasiado conmocionada para formar una respuesta, así que
solo asiento como un maniquí y empiezo lo que se siente como uno de esos
extraños sueños de caminata a través de un espacio que parece encogerse
y expandirse con cada paso.
Bromeé sobre nunca haber visto Star Wars, pero al mirar hacia un
largo, expansivo y reluciente piso de bambú, “La Marcha Imperial” suena
en mi cabeza. Sin embargo, el lugar es más Ridley Scott que George Lucas,
con sus curvadas paredes blancas y la iluminación púrpura. Los cubículos
tienen paredes bajas de cristal ahumado y un moderno medio círculo de
estaciones de trabajo. Como diría Skyler, parece como si alguien hubiese
tomado un coctel de feng shui y vomitó la decoración.
Pasamos un par de cubículos ocupados por chicas de gafas negras
gruesas con cortes de cabello asimétricos y chicos en vaqueros ajustados
con varias configuraciones de vello facial. Parece Central Hipster2, pero sin
embargo, Adam Blackwood, fundador y presidente de Boomerang, se ve
como el hijo bastardo de Ryan Gosling y… bueno, Ryan Gosling.
—Se supone que… —Compensa rápidamente Ethan—: Creo que se
supone que contactemos con Recursos Humanos, llenemos unos papeles,
entreguemos a nuestro primogénito. Esa clase de cosas.
—Mierda, ya entregué mi primogénito al último trabajo. ¿Tienes uno
de repuesto?
Me sonríe. —¿Cómo tendría un primogénito de repuesto?
—Oh, bien, ¿vas a arrastrar la lógica a la conversación?
Una imponente mujer rubia con un traje de color verde esmeralda,
que tiene solapas lo suficientemente afiladas como para cortar rebanadas
de queso, marcha hacia nosotros con una expresión dividida entre rabiosa
y asesina.
—¡Debes estar tomándome el pelo! —grita al tiempo que viene justo 25
a nuestro lado y echa un vistazo en mi dirección.
De inmediato creo que está hablando sobre mi vestimenta, la cual,
aunque no es muy apropiada, no parece merecer un berrinche Teutónico.
Pero cuando sus ojos rebotan lejos de mí, y presiona su mano en su oreja.
—Si este chico no funciona, no tendré problema en interferir un picahielo
en tu culo delgado, Paolo —dice, y finalmente noto el dispositivo bluetooth
escondido junto a su moño lo suficientemente apretado para darle ojos de
gato.
Se aleja, dejando que las flores se marchiten y aves caigan del cielo
en su estela.
—Jesus —murmura Ethan, y me doy cuenta que he agarrado su
brazo con pavor—. Espero que ella no sea la representante de Recursos
Humanos.
Me permito un momento de disfrute antes de soltarlo. —Espero que
ni siquiera trabaje aquí.
Sonríe. —Espero que se esté yendo a un crucero de diez años.

2 Es una subcultura asociada en mayor medida con la música independiente. Se


caracteriza por una sensibilidad variada, alejada de las corrientes culturales
predominantes, y afín a estilos de vida alternativos.
—A la Antártida.
—A reunirse con su clan, las bestias de nieve.
Río. Y mis ojos encuentran los suyos otra vez. Tal vez he tenido
suerte en algo más que una pasantía aquí.
—Siento arruinar la fiesta —dice una voz detrás de nosotros.
Me volteo para encontrar a Beth de pie cerca de una puerta marcada
con un corazón rosa, hecho de dos boomerangs. Lleva una peluca negra de
corte recto sobre su cabello rizado y mece un ridículo mameluco de
algodón azul a cuadros. Como una especie de chica vampiro de granja… de
Harlem.
Dándome una bolsa de plástico, dice—: Date prisa, chica. Vamos a
arreglarte. Tengo otro arreglo al mediodía, y es hasta Burbank.
—Gracias a Dios que viniste. —Me apresuro a su lado, gritando una
presentación rápida mientras abro la puerta del baño de mujeres.
Sus astutos ojos negros toman cada centímetro de Ethan, y extiende
un conjunto perfecto de uñas acrílicas de color púrpura para estrecharle la
mano.
—Me gustan tus… —Ethan hace un gesto que consigue abarcar
prácticamente todo de Beth.
—Sí, me gustan los tuyos también. —Golpea mi culo, moviéndome a
26
través de la puerta—. Si eres un buen chico, quizá Mia compartirá contigo
alguna vez.
—¡Beth!
La puerta se cierra frente a su expresión de boquiabierto, y ella deja
escapar una gran carcajada. —Ese chico no supo qué lo golpeó.
Antes de tener el chance de responder que conozco ese sentimiento,
me saca el vestido por encima de mi cabeza y lo ha reemplazado con una
camisa de seda violeta. Beth viene de una larga línea de ayudantes de
camerinos y directores de escena, así que esto es una hazaña que he
presenciado varias veces, aunque es mi primera vez en el extremo receptor.
—¿De dónde vendría esto? —pregunto.
—Estaba en mi cuerpo cuando dejé la casa esta mañana —me dice—
. ¿O piensas que estuve por ahí pareciendo a una mala versión de Dorothy
de Oz?
Se deja caer al suelo y saca una falda de brezo gris de su bolsa.
—Párate dentro —ordena, sosteniendo la prenda abierta para mí, y
lo hago.
Se pone de pie, me hace girar, tira hacia abajo la parte inferior de la
blusa, cierra la falda y luego mete sus manos debajo de mis ropas para
hacer algunos ajustes.
El atuendo es, lógicamente, una absoluta perfección.
Planto una mano en el hombro de Beth mientras me deslizo en su
par de botas de cuero suave, las cuales intercambia por mis sandalias de
tira. —Estás muy bien para mí.
—¿Tan bien como Ethan?
Me enderezo y miro al espejo. Mi piel se ve pálida en la iluminación
fluorescente, y la mitad de mi cabello se ha escapado de sus ataduras, por
lo que me veo como la semilla de una anémona. Pero aun así, es una
mejora. —Vas a matarme, pero apenas lo recuerdo.
Chasquea. —Qué lástima. Por eso no bebo. —Entonces agarra mi
cabello como riendas. En una ráfaga de uñas moradas y anillos de plata
gruesos, lo forcejea, suavizándolo en una versión más ordenada del moño
bajo que yo había intentado.
Parece un poco ingrato recordarle que ella en realidad dejó de beber
después de hacerlo accidentalmente con su primo.
—Sin embargo, me alegra que tuvieras un poco de diversión, Mia. Te
lo mereces después de ese idiota de Kyle. 27
—Gracias, hermosa. —Le doy un rápido abrazo, y luego le paso el
vestido de anoche y los zapatos. Pienso en regresarle su camisa a Ethan,
pero un impulso me hace pasársela también a ella—. Y muchas gracias
por esto. Eres un salvavidas.
Los deja en la bolsa de compras y luego me estudia por un momento.
—Luce bien, pero podrías usar un poquito de brillo de labios.
—¿Qué tienes contigo?
—¿Te gusta esto? —pregunta, señalando al brillante amapola en sus
labios carnosos.
—Es hermoso. ¿Puedo…
Beth agarra mi cara y planta un firme beso en mis labios.
—¡Voilà! —Quita el exceso, me hace girar hacia la puerta, y luego me
da otra palmada en el trasero—. ¿Ahora? Ve y muéstrale a este lugar quien
es el jefe.
6
Traducido por Mary
Corregido por *Andreina F*

Ethan
Mia se apresura a salir con su amiga, dejándome solo en la sala.
Entre empezar la pasantía y todo lo de esta mañana, estoy comenzando a
sentir que me paré dentro de la vida de alguien más, excepto que este es el
trabajo que busco. El que va a lanzar mi carrera profesional. Al menos eso
se siente correcto. 28
Apenas he llegado al escritorio de la recepción cuando veo a Rhett
Orlan, el gerente de Recursos Humanos, dando zancadas por el pasillo.
Durante mi entrevista para la pasantía, me enteré que Rhett está en
sus tempranos treinta, divorciado, sin niños, y recientemente se interesó
por el ciclismo, natación, levantamiento de pesas y correr. El tipo siempre
está enérgico; seguramente porque es un distribuidor de energía en polvo.
Estoy casi seguro de que conseguí este trabajo porque él quiere que le dé
unas tácticas de entrenamiento, pero oye, si eso es lo que me hizo entrar,
estoy bien con eso.
—¡Ethan! —exclama y estrecha mi mano—. ¡Te he estado esperando,
hombre! ¡Primer día! —Su cara luce como si ejercitara constantemente,
algo así como esqueleto y músculos, como un pitbull—. Te ves bien. ¿Has
estado pasando tiempo extra en el gimnasio?
—Nah. Últimamente solo hago algo de ciclismo. —Porque no puedo
disponer de un coche.
—¡Bien! Lo sabía. ¡Vamos, vamos a llevarte arriba! —Rhett enrosca
un brazo sobre mi cuello y me guía por el pasillo. Es raro porque soy más
alto. Y porque es, en serio, jodidamente raro.
Mientras dejamos el vestíbulo, miro hacia atrás, pero no la veo.
—¿Olvidaste algo? —dice Rhett.
Sí, estoy tentando a decir. Tal vez la noche más genial de mi vida.
Pero sacudo la cabeza. —No, estoy bien, hombre. ¿Cómo está yendo el
entrenamiento? ¿Estás listo para el triatlón?
Durante la próxima media hora, firmo algo de papeleo en su oficina
mientras me informa sobre su progreso. Para cuando me acompaña afuera
de nuevo; sé su peso actual, índice de masa corporal, frecuencia cardíaca
en reposo, entrada y salida diaria de calorías. Por mi conjetura, estamos a
cinco minutos de un detalle completo sobre sus movimientos intestinales.
No es que no me importe o que no esté interesado en el chico. Es que
para mí, estar en forma no se trata de números. Sino del juego. El bello
juego conocido como fútbol en Brasil. Jugar me permite presionar mis
límites físicos —lo cual es un gran límite— pero también se trata de ser
parte de un equipo. Pertenecer a algo más grande que tú mismo. Los
puntos de vista de Rhett con respecto a los deportes no podrían ser más
diferentes que los míos. Él es, básicamente, un equipo de uno solo.
Me detengo junto a su puerta. —Oye, Rhett. No quiero interrumpirte,
pero pensé que había solo un puesto para la pasantía.
Sus ojos se agrandan. —¡Oh! —Se inclina, por lo que parece que
estamos compartiendo un secreto—. ¿Conociste a Mia, eh? ¿Qué creerías?
Es un dulce pedazo de…
—Sí, la conocí —interrumpo. Después de una nebulosa noche con 29
ella, no debería importarme, pero siento que podría golpearlo si termina
esa idea—. Entonces, ¿qué pasó? ¿Crearon otro puesto?
—No, no. —Los pulgares de la mano de Rhett bajan a mi hombro, y
nos movemos hacia el pasillo otra vez. ¿Qué clase de persona de Recursos
Humanos no entiende el espacio personal?—. El jefe quiere ser el único en
darte los detalles, o sabes que te hubiese dicho todo.
Me da una mirada, como si él y yo fuéramos amigos íntimos.
—Entiendo —digo. Pero no. No esperaba esto.
Esto sería Mia.
Ya me estoy preguntando… no, ya estoy seguro de que ella va a ser
una distracción. O una tentación.
Mierda. Definitivamente será ambas.
Rhett me lleva a una oficina con paredes de cristal. El mobiliario es
moderno, pero no frágil ni rígido. Este espacio parece que perteneciera a
una persona organizada, elegante y rica. Elegantes sillas de madera, con
detalles de cuero negro brillante. Un escritorio que es de una sola pieza
gruesa de vidrio, con nada más que un ordenador portátil, un celular, y un
pequeño tigre de bronce que descansa sobre su superficie brillante.
Adam Blackwood levanta la vista de su ordenador cuando entramos
Rhett y yo. Detrás de él, se ve Los Ángeles, bañada por el sol y bulliciosa.
Es un inusual día despejado, y puedes ver todo hasta Santa Monica.
Se pone de pie para rodear su escritorio, y gemelos de plata destellan
cuando ofrece su mano. —Ethan. Es bueno verte de de nuevo. Bienvenido
a Boomerang.
Adam tiene veintidós años, solo uno más que yo, y ya es presidente
de una empresa multimillonaria. Por supuesto, ayuda cuando empiezas tu
primera compañía a los quince. Fue a Princeton, evidenciado por el tigre
en su escritorio, y Boomerang es la tercera compañía que ha fundado.
Anoche en Duke’s, cuando nos reunimos a tomar un trago, parecía
como si cada mujer en el lugar orbitara nuestra mesa. Conseguía miradas
de vez en cuando, pero nada comparado a lo que experimenté al estar en
su compañía.
La cuestión con Adam es que está siempre diez escalones por encima
de todo el mundo. Por eso es tan exitoso. Sé que aprenderé demasiado de
él.
—Gracias, Adam. Es bueno estar aquí.
Despide a Rhett, que se va con una mirada de pitbull decepcionado,
luego hace un gesto a una silla en un área lejos de su escritorio. —Toma
asiento, Ethan.
30
—Gracias. —Me acomodo en una suave silla de cuero. Una serie de
enormes pinturas modernas de las olas del mar se alinean en una de las
paredes. Hago una nota mental. Blackwood puede ser de la Ivy League,
pero también es un surfista… o un coleccionista de arte.
Pone la cola de su traje hacia atrás en un movimiento que es tan
inconsciente como el modo en que hago malabares con un balón de futbol.
—¿Cómo estuvo anoche después de mi partida?
Sonrío, porque una parte de mí quiere decirle la verdad. Bueno,
Adam, conocí a la otra pasante, tomé unos chupitos sobre su cuerpo, la llevé
a mi casa y probablemente estuve todo el tiempo entre sus muslos. Así que,
una muy linda noche, a fin de cuentas.
Me decido por la respuesta más segura. —Genial. Me encontré con
mi compañero de cuarto. Celebramos un poco.
—Bien. Eso es lo que me gusta escuchar. —Sus ojos pasan más allá
de mí, y ambos nos ponemos de pie cuando Mia entra con la mujer rubia
que vimos más temprano en el pasillo.
—Buenos días, Cookie —dice Adam.
—Adam, la interna. Interna, Adam. —Le da un empujoncito y luego
gira sobre sus tacones de aguja y se va.
La puerta de cristal tiene una de esas bisagras de cierre lento, por lo
que oímos y vemos su retiro por lo que parece una eternidad. —Necesito
esa presentación, Paolo —dice ella, apretando un dispositivo de oreja que
parece estar implantado en su oreja—. Tráemelos en una hora o deportaré
tu culo puertorriqueño, y no, no me importa si es imposible. Encontraré
una manera y no lo dudes ni por una maldita…
La puerta se cierra, y nos acomodamos, compartiendo un momento
de silencio tenso. Por la esquina de mi ojo, veo que Mia está usando ropas
nuevas. Quiero ver como luce, pero comprobarla no es una opción ahora.
Además, ya sé que se verá bien con cualquier cosa. Se ve muy bien sin
nada.
Adam sonríe y cruza las piernas. —Soy muy aficionado del talento y
la gente trabajadora, y resulta que Cookie tiene ambas cualidades, al igual
que ustedes dos. Se darán cuenta de que entre mi personal, perdonaré
excentricidades, siempre y cuando se produzca el trabajo a tiempo y con la
mejor calidad; pero sí tengo algunas reglas. —Se tensa un poco y sacudo la
cabeza—. Lo siento. Olvidé mis modales. Aún no se han conocido.
Nos presenta y estrechamos las manos, pretendiendo ser extraños
que, de ninguna manera, se han visto desnudos hace una hora y diez
minutos. No puedo decir si lo vendemos lo suficientemente bien. Adam nos
observa con una expresión curiosa, como si supiera algo que nosotros no.
O como si supiera algo que sí sabemos y tratamos de esconder. 31
—¿Qué decía? —pregunta.
—Las reglas —digo.
—Trabajos de la mejor calidad —agrega Mia.
—Sí, gracias. Sé que producirán un buen trabajo, no estarían aquí
de no ser así, pero se deben aclarar los términos de la pasantía. Ayudarán
en márquetin. Entiendo que ambos tienen diferentes áreas de interés, pero
a la marca Boomerang siempre le viene bien una inyección de pensadores
frescos y creativos. Y este es el mejor lugar para aprender sobre lo que
hacemos. Solo uno de ustedes, el que contribuya más, recibirá la oferta de
empleo permanente en el otoño. Demuestren su valía, y ganarán un lugar
en uno de los negocios de medios de mayor crecimiento en el mundo, pero
quiero ser claro: hay un puesto. Solo se quedará uno de ustedes.
Se detiene, para permitir que lo asimilemos. Y eso pasa. Como agua
congelada. Tomé esta pasantía debido a la promesa de un trabajo al final
del verano. No para trabajar gratis, solo para terminar con nada.
No puedo permitírmelo. Moriré de hambre si no consigo este trabajo.
Estoy demasiado cerca de ello tal como van las cosas.
Siento los ojos de Mia en mí. Esta chica que apareció en mi vida
hace menos de veinticuatro horas. Me acosté con ella. Compartimos un
taxi y le di mi camisa para usar. Pero esta nueva situación es un cambio
de juego.
Oficialmente, Mia es ahora mi competencia.
—¿Se entiende? —pregunta él, estrechando los ojos en mí y luego en
Mia.
Asiento.
Mia dice—: Sí.
—Bien. —Junta las manos—. Ahora, las reglas. En realidad solo hay
una. Este empresa contrata a personas que no quieren compromisos entre
la compañía. Eso es lo que vendo. Relaciones para personas que buscan
un rebote. Y que quieren divertirse, sin ningún enredo emocional. Pero la
política de la oficina prohíbe las relaciones y enredos de cualquier tipo.
Nunca. —Una vez más, nos mira de uno a otro y sus ojos azules brillan—.
¿He sido claro?
Esta vez, Mia asiente y yo soy quien responde.
—Eso no será un problema —digo.
Necesito este trabajo. Y siempre juego para ganar.

32
7
Traducido por Janira
Corregido por AriannysG

Mia
Eso no será un problema.
Las palabras de Ethan rebotan en mi cerebro maltratado al tiempo
que acompañamos a Adam Blackwood por un largo pasillo.
Me quedo atrás, dejando que los dos pasen de largo delante de mí. 33
Las botas de Beth aprietan mis dedos, y tengo que dar seis pasos por cada
dos de ellos. Me siento sin ánimos, magullada y no muy segura de qué me
molesta más; que esta gran oportunidad se convirtiera en un ring de lucha
o que acabo de recibir un golpe al ego de alguien que ni siquiera sé si
quiero.
Eso no será un problema.
Es probable que, si me hubiese levantado en mi propia cama y no
curando la resaca de un millón de estrellas de rock, podría haber ignorado
esas cinco palabras. Pero continúan punzando en mi interior, como los
músculos que olvidas que duelen hasta que te estiras de manera
equivocada.
Estoy aquí por el trabajo, me recuerdo. No por el chico. Hace una hora
ni siquiera podía recordar su nombre, ¿y ahora hago pucheros porque
quiere concentrarse en su trabajo? Es lo mejor. Así es mucho más fácil
aplastarlo.
Mmm, quiero decir, ganar esta fantástica oportunidad basándome en
mis méritos.
Pedazos de su conversación regresan a mí, mientras nos movemos
dentro y fuera de los halos de luz LED: Penetración de mercado, tasa de
abandono. Ethan ya tomó la batuta, y aquí estoy, deprimida en el fondo.
¿Esta es la Mia Galliano que va a enfrentarse a este maldito mundo? No,
no lo es.
Necesito un plan. Uno que incluya dejar hecho polvo a Ethan. Me
preparo y doy unos grandes pasos para alcanzarlos. Acuñándome al lado
de Adam, con un golpe de hombro, empujo a Ethan a la pared.
—Ya tengo un centenar de ideas estupendas —le digo a Adam—.
¿Qué tal un enfoque más cinematográfico para su publicidad? Como una
narrativa visual que podemos llevar a cabo en todo tipo de plataformas
transmedia. ¿Qué te parece?
—Me gusta cómo suena —dice y me da un guiño que relajaría al
cabello de Medusa.
Lo sigo, charlando hasta que llegamos a un lugar con un escritorio
enorme doble de vidrio orgánico y cromo. Tabletas descansan a cada lado,
con teclados inalámbricos y lujosos monitores triples esparcidos en el
escritorio. Por supuesto, la chica ñoña en mí, babea ridículamente.
En una larga encimera de concreto, una imponente máquina de café
exprés alterna entre silbidos y gorgoteos, y sus cuatro boquillas se hallan
cubiertas de espuma. Debajo, las puertas del gabinete están abiertas, y
muchos artículos de limpieza y vasos de papel se esparcen hasta el suelo.
Adam mira el área de la cocina y su expresión se oscurece, luego nos
hace un gesto hacia los elegantes sillones de cuero blanco que flanquean el
34
escritorio. Los dos vamos al mismo, golpeándonos de forma poco elegante
el uno al otro. Pone una mano en mi hombro para evitar que me tambalee
y, ese delicioso aroma a playa se hunde en mis entrañas.
Concéntrate, Mia.
Me relajo y descanso en el gran asiento, cuyas ruedas me mueven
rápidamente a dos metros más allá.
—¿Qué es lo primero en la agenda? —pregunta Ethan. Se acomoda
en su sillón como si hubiera nacido para él, no obstante, sus piernas son
tan largas que sus pulidos zapatos de tacón bajo terminan debajo de mi
sitio. Regreso rodando al escritorio, sintiéndome demasiado consciente de
cada pedacito de él; su pie derecho cerca del mío. Sus piernas tonificadas
y hombros anchos perfectamente revestidos en su traje. Sus ojos azules,
curiosos y amistosos, se centran en Adam. Sin ser agresivos. Ni muy
entusiastas. Solo profundos y reflexivos, vivos con su deseo de zambullirse
en un desafío.
—Hoy quiero que se registren en Boomerang. Necesitan tener la
experiencia del cliente para saber cómo venderlo, ¿no? Y lo que hacemos;
este sitio de citas, nuestras propiedades de cine y televisión; se trata de
aprovechar un cierto espíritu de la época. Si entienden cómo hablar con
nuestro público, ustedes tendrán carta blanca. Así que echen un vistazo al
lugar, rellenen los perfiles de los miembros, familiarícense con todo. —
Cepillando pelusas imaginarias de su manga, dice—: De hecho, quiero que
rellenen sus biografías el uno por el otro. Conozcan a su competencia. —
Sus astutos ojos van y vienen entre nosotros, y una sonrisa conocedora
hace una fugaz aparición—. ¿Bien?
Ethan asiente y enciende su tableta.
—Genial.
Me recuesto, pero engancho un dedo en la pata de mi escritorio, así
no se moverá de nuevo.
—Claro —digo, mirando a Ethan—. Eso no será un problema.

35
8
Traducido por Alex Phai
Corregido por AriannysG

Ethan
Adam se va, dejándonos en nuestros nuevos escritorios.
Durante unos segundos, Mia y yo solo nos miramos. Me pregunto si
está tan cansada como yo.
Sea lo que sea que hicimos anoche, dormir no fue gran parte de ello. 36
No tomo café, pero estoy tentado a encender la enorme máquina sobre el
mostrador e inyectarme un poco de café exprés.
—¿Deberíamos empezar? —pregunta con un tono demasiado alegre.
No le alegra competir por algo que se suponía era algo seguro.
Tengo un deseo salvaje de retirarme de la carrera y dejarla tener la
maldita práctica. Entonces recuerdo la caja en mi armario llena de
facturas de servicios públicos, préstamos estudiantiles y las aplicaciones
de la facultad de derecho. Retirarse sería jodidamente estúpido. Apenas
conozco a esta chica.
Pero al parecer, eso está por cambiar.
Mia da golpecitos en el teclado que está frente a ella. —¿Quieres que
nos turnemos o vamos al mismo tiempo?
—Al mismo tiempo. Por lo general eso es más divertido.
Sus ojos se fijan en mí. Supongo que no soy el único que tiene una
mente sucia.
—Empiezo yo. —Abro el ordenador portátil frente a mí y al encontrar
el icono de perfil Boomerang, hago clic para abrirlo—. ¿Apellido?
—Galliano. Dos L. Una N.
—¿Eres italiana? —Toda la mañana había estado pensando que es
griega o brasileña.
—Mitad italiana, mitad judía —dice—. La culpa es mi kriptonita.
Sus ojos permanecen en la pantalla, pero noto que está luchando
contra una sonrisa.
—El mío es Vance. Así como suena. ¿Edad?
—Veintiuno —responde—. Tuve desarrollo precoz.
Tengo la sensación de que su sentido del humor no puede ser
contenido. Eso es un problema. Esto sería mucho más fácil si ella fuera
más como Alison, quien tenía cambios emocionales durante semanas por
razones que nunca entendí. Mia no puede ser tan relajada.
—También tengo veintiuno.
Seguimos adelante, metiéndonos en cosas básicas, por lo que supe
que nació en Little Silver, Nueva Jersey, y es hija única. Su libro favorito
de la infancia es La caseta mágica, y su postre favorito es algo que se llama
“halvah”.
Le cuento que nací en Colorado, en realidad, en la bolera de mis
padres; que mi color favorito puede ser el marrón —o tal vez el rojo o el
naranja—, pero que trágicamente nunca lo sabré ya que tienden a verse
iguales, gracias a mi leve daltonismo; y que mis comidas favoritas son 37
todas menos lo chino.
Entonces llegamos a las preguntas más difíciles.
—¿Duración y final de la última relación? —pregunto.
—Puf. —Hace una mueca y lleva sus dedos a su cabello rizado—. ¿La
gente de verdad tiene que responder a esto?
—Este servicio es para las personas despechadas.
—Supongo. Pero el tipo de pregunta es deprimente, ¿no? De todos
modos, mi última relación duró un año, y terminó hace aproximadamente
un año. ¿Tú?
Me quedo mirando el cursor titilante en la pantalla. ¿Hace un año?
¿Nadie más desde entonces? No sé por qué, pero eso me sorprende.
—¿Ethan?
—¿Qué…? Oh. Dos años de duración, y terminó hace dos meses.
—Guau. ¿Dos años?
—Siguiente pregunta.
—¿Tema delicado?
Levanto la mirada y veo una sonrisa burlona.
—Podría decirse que sí. —Por un momento, pensé que el día de hoy
no podría ser más raro, pero hablarle de Alison a una chica con la que me
acosté y ahora trabajo es, sin duda, otro nivel más arriba.
—Siguiente. Pregunta —digo—. A menos que me quieras ver destruir
una cara máquina de café exprés.
—¿Número de parejas sexuales? —dice.
—¿Qué diablos? —Mis ojos caen a la pantalla. Efectivamente, esa es
la pregunta.
—Creo que la pregunta se refiere a la cantidad. No a eso.
—Cristo. En serio quieren llegar a conocerte, ¿no es así? —Ruedo los
hombros, sintiéndome de repente como si estuviera hirviendo—. Está bien.
Eso sí, no me juzgues, ¿de acuerdo? Este es un tema sensible para mí.
Ochenta y tres.
Mia rueda los ojos. —En tus sueños.
—En realidad, esa cifra sería mucho más alta. Infinita, quizá. Sin
embargo, si quieres un número auténtico, es diez. Y te recuerdo que estuve
con una chica por dos larguísimos años, por lo que tienes que tomar ese
factor en cuenta.
Estoy esperando comentarios con respecto al diez, pero dice—: Dos
larguísimos años, ¿eh? Suena como un buen momento. 38
—No tienes ni idea.
—En realidad —dice—. Creo que sí.
Oigo tristeza en su voz, y estoy tentado a preguntarle sobre su ex,
pero es mayor mis ganas de evitar el equipaje. —¿Que pasa contigo? ¿Cuál
es tu número?
—Con Kyle son cuatro.
Al procesarlo, mi cerebro se bloquea durante un breve momento.
Cuatro. Cuatro tipos han estado con ella. Cuatro chicos que no conozco,
pero que de repente no me agradan.
Entonces repito lo que dijo. —¿Así que, conmigo, es cinco, ¿no?
Me da una mirada como diciendo “baja la voz” y susurra—: Cuatro
en total, porque nosotros no lo hicimos.
Me recuesto en mi silla y cruzo los brazos. —Oh, sí. Lo hicimos. Más
de una vez, diría yo.
Se inclina hacia delante, juntando los dedos y me da una mirada
escrutiñadora. —¿Y por qué crees eso?
—Bueno, para empezar, tu tanga se encontraba en mi tostador.
—Oye, es un gran lugar para almacenarlas. Podría empezar a hacer
eso todo el tiempo. Podría ser el próximo exitazo. Piensa en ello. Gavetas
de calentamiento para tanga.
—¿En serio estamos hablando de tangas calientes?
—Al parecer. Pero eso no lo convierte en un encuentro sexual.
—Me parece justo, pero despertamos desnudos en mi cama.
—Aun así, no significa nada.
Me llevo la mano al pecho. —Eso duele. Bueno, qué tal esto: nunca
he estado desnudo con una chica hermosa, en una cama, y que nada
sucediera.
Espera. ¿Acabo de llamarla hermosa? Sí, lo hice.
Una vez más, Mia no reacciona. O está acostumbrada a que le digan
que es hermosa, o no podría importarle menos que yo acabe de hacerlo, o
no demuestra que le gusta que yo le diga hermosa.
Detengo mi hilo de ideas y quiero golpearme a mí mismo.
El trabajo, Vance. Enfócate.
—Déjame pensarlo —dice Mia. Golpea ligeramente su barbilla con
los dedos y entrecierra los ojos como si estuviera reflexionando sobre el
significado de la vida—. Por lo tanto, has estado en la cama con diez chicas 39
desnudas, ¿y siempre, has tenido sexo con ellas?
—Eso es correcto. Tengo un historial perfecto.
—¿Y me estás contando?
Separo las manos. —Tú estabas desnuda en mi cama.
Recuerdo la forma en que se veía, todas las hermosas curvas, ojos
verdes y ese salvaje cabello rizado.
Es muy bueno que esta mesa esté proporcionando una protección,
porque ahora mismo estoy levantando una tienda de campaña debajo de
ella. Lindo jodido momento.
Mia sonríe y da un pequeño encogimiento de hombros.
—Entonces creo que tu número es nueve. —Oprime unas cuantas
teclas, cambiándolo en mi perfil—. Siento estropear tu racha de victorias.
Pero el brillo de sus ojos me dice que no lo siente en absoluto.
9
Traducido por Janira
Corregido por Key

Mia
Inmediatamente después de llegar a la Casa Galliano aquella noche,
fui metida en un taburete bajo las suficientes luces brillantes como para
sacar unos de rayos x, y al mismo tiempo, una gigante cuchara de madera
cubierta de algo verde es empujada a mi cara.
—Joe, estás en medio de mi toma —se queja mamá, saliendo detrás
de su cámara para ajustar la lente, mira a mi padre y me lanza una lluvia 40
de besos volados. Su cabello teñido de rojo está mezclado con plata, y lleva
unos sucios pantalones de chándal de color rosa y una remera sin mangas
negra, así sé que ella está en una fiesta de creatividad.
—Pearl —responde papá—, estás en medio de mi degustación. —Él
se vuelve hacia mí y guiña—. ¿Qué te parece el pesto, Mia Moré? ¿Bueno?
¿Malo? ¿Muy salado? ¿Necesita más albahaca?
Resistirse es ciertamente inútil así que tomo la cuchara y pruebo. —
Necesita algo de pasta de chile, Jo Jo y un poco de spezia. —Luego limpio
mi boca con el delantal de mi padre, peino mi cabello con los dedos y hago
una pose para mi mamá, la cual inmortaliza con un par de tomas rápidas.
—¿Qué soy esta vez?
—El rostro del desenfrenado capitalismo —dice—. Voy a imprimirte
en un billete de ocho dólares de dos metros. Es para una instalación de la
Bolsa de Valores de Nueva York.
Me sorprende que dejaran que mi madre se salga con la suya, pero
cuando eres tan famosa como lo es ella, tienes la última palabra. —¿En
serio? —Le tomo el pelo—. Eso parece tan tranquilo para ti.
—Bueno… —Desaparece detrás de la cámara otra vez, así que casi
no oigo el resto, pero creo que atrapo la palabra “empalar”.
Las he tenido peores.
Mirando a la variedad de equipos y el tablero de anuncios de la
pared atestado de fotos, pienso en lo que parece ser mi madre, como todos
sus proyectos, tan bizarros y etéreos como a veces pueden ser, parecen tan
absoluta y perfectamente ella.
—Oye, mamá —digo—. ¿Cómo hiciste…?
No estoy segura de qué quiero preguntar, exactamente, y siempre se
siente como si hiciera trampa, de cualquier modo, al recurrir a mi madre
para pedirle un consejo. Como tomar un atajo a través de una propiedad
privada. —¿Cómo decidiste, mmm, como sería tu perspectiva artística? Por
ejemplo, supongo, ¿ves las cosas tal como las ves?
—Solo me dejo llevar —murmura—. No me aferro tan fuerte como tú.
Trago, decepcionada, y miro más allá, hacia el matorral salpicando
las paredes del cañón en nuestro patio trasero.
—¿Dónde está Nana? —pregunto, cambiando de tema—. ¿Cómo está
hoy?
—Bien —dice mi madre, pero mi padre se rasca la barba gris de su
barbilla y niega. El don especial —y maldición— de mi madre es ver lo que
quiere. Es bueno para el arte. No tanto para la vida.
Suspiro, mirando más allá de mi madre mientras toma algunas fotos
más. 41
Papá cae sobre una silla Eames original, que ellos tratan como un
hallazgo de venta de cochera, completamente indiferente al pesto que cae
de su cuchara al mullido piso de lino amarillo del estudio de mi mamá. Por
suerte, ella tiene el equivalente al daltonismo de Ethan en lo que respecta
a las manchas.
Lo cual, por supuesto, me hace pensar en él, en las cosas que supe
durante nuestra entrevista mutua. Me enteré de que prácticamente se crió
en la bolera de su familia y una vez perdió una puntuación perfecta por un
bolo. Aprendí que sus cejas se unen sobre su nariz cuando está sumido en
sus pensamientos. Y aprendí —sin que me lo diga— que ama a los niños.
Su rostro brilló más que las luces del estudio de mi madre cuando habló
sobre ser entrenador de fútbol juvenil.
No importa. Lo sé. Aunque supongo que si te tienes que despertar
junto a alguien después de una noche que no puedes recordar y trabajar
con esa persona todos los días, es mejor si es decente, inteligente y sexy.
—¿Cómo fue tu primer día, pequeña? —pregunta papá, en ese modo
espeluznante de leer mi mente que tienen mis padres—. ¿Hiciste algún
amigo?
—Genial —digo—. Aunque resulta que estoy compitiendo con otro
interno para un trabajo allí. Y estamos en Marketing, lo cual no es lo mío.
Mi mamá chasquea en desaprobación, pero papá se alegra.
—Eso es genial —dice—. Lo mejor del mundo es ganar algo por lo
que luchaste realmente. Y no importa si es lo tuyo. Haz que sea tuyo.
—Supongo.
—Confía en tu viejo con esto. —Se para otra vez. Desde su accidente,
cuando un aprendiz de electricista apagó el interruptor equivocado,
poniendo a mi papá en contacto con un cable con corriente, es físicamente
incapaz de sentarse por más de dos minutos. Me entrega la cuchara y
carga un inestable laberinto de sombrillas de luz, cables eléctricos
enrollados y cajas de accesorios que parecen ser de una producción de la
obra de Lisístrata montada en la luna.
Agachándose detrás de mi madre, envuelve los brazos alrededor de
ella y acaricia su cuello. —Esta me dijo que no como unas cien veces antes
de darme el sí.
—¿De qué estás hablando? —digo—. Quedaste embarazada de mí en
tu prima cita.
—Sí, pero me tomó como unos cien intentos conseguir esa cita. No
es de extrañar que estuviéramos tan cachondos para entonces.
Riendo, mi mamá inclina la cabeza hacia atrás y lo acerca para un
beso; mi señal para reunir los pedazos de mi cerebro y huir. 42
Saco mi cámara del armario del vestíbulo, donde la había escondido
desde que un invitado de la fiesta de Sky la usó para hacer una toma muy
reveladora de sus bolas.
Dirigiéndome a través de la soleada cocina toscana a la habitación
de Nana, cojo una manzana de la cesta, miro a través de la pila de correo
para ver si algo es para mí y pongo a un lado la copia de Aperture de mi
mamá para robarla más tarde.
La televisión de Nana está encendida en un volumen más allá de lo
ensordecedor, así que toco vigorosamente y luego abro la puerta.
Encuentro a mi abuela en ropa interior y zapatillas, tratando de
ponerse sus pantalones de pijama de seda, lo único que usará en estos
días porque, según ella, todo lo demás hace que le piquen las piernas. Un
centenar de horquillas se incrustan en su cabello ondulado —también
castaño rojizo teñido— lo que significa que acaba de la lavarlo y fijarlo.
—¡Oh, bien, estás aquí! —exclama. Detrás de los gruesos cristales de
sus anteojos, sus vivaces ojos avellana lucen claros y enfocados, y lo
agradezco.
Algunas veces, siento como si Nana estuviera en un barco, y yo en la
orilla, despidiéndome y viéndola hacerse cada vez más pequeña en la
distancia. No puedo nadar tras ella, ni traerla de regreso. Solo puedo
capturar las partes que quedan a la vista.
Me libro de la tristeza.
—¡Hola, Nana! —Le doy un beso en su mejilla fría como papel y
luego la llevo a una silla—. Déjame ayudarte.
Me deja sacar sus zapatos y luego los paso por sus pantalones de
pijama, los cuales deslizo por sus piernas y luego, levantándola de su silla,
sujeto su cintura. Tiro del cordón, ajustándolo, como le gusta, consciente
de lo liviana y pequeña que se siente para mí estos días.
—¿Está aquí la camiseta? —pregunto, yendo a su armario.
Pero solo se encoje de hombros y me da una mirada que me dice que
ha perdido el hilo. Encuentro una camiseta de algodón suave en azul
medianoche con florcitas blancas a lo largo de las mangas y la ayudo a
ponérsela, abrochando los botones por ella.
—Me alegro que la hayas traído —dice, señalando a la cámara de
video que puse sobre su buró—. Ellos me dijeron que grabe mis cosas en
caso de que vuelva la chica y los tome.
—¿Qué chica? ¿Quién te lo dijo?
—La chica que consiguieron para ayudarme.
Debe referirse a una de sus ayudantes, aunque no puedo imaginar a
43
alguno de ellos robándole.
—¿Podemos empezar? —pregunta—. Tráeme mi bolso.
Lo hago y prendo mi cámara, enfocando sus sábanas frescas para
ayudarme a ajustar el balance de blancos y luego abriendo el iris para que
entre un poco más de luz.
Ella busca y saca un largo collar de perlas con un colgante diamante
del símbolo jai; el símbolo hebreo de la vida.
—Stan trajo esto de Israel —dice y yo la grabo mientras juguetea con
las perlas, pasándolas una y otra vez por sus dedos—. Gastó trescientos
dólares en ellas, una fortuna en esos días.
—Supongo que pensó que lo valías, Nana.
Se permite sonreír para sí, aunque luego frunce el ceño y empuja las
perlas hacia mí. —Tómalas.
—Oh, no. —Las pongo en su regazo, colocando sus manos de vuelta
en la parte superior de ellas—. Son tuyas. Consérvalas.
Las enrolla y las deja caer de nuevo en su bolso, el cual cierra de
golpe y abraza contra su pecho. —Es solo que no quiero que esa chica se
las lleve —dice—. Ella viene aquí y toca todo.
—Probablemente está tratando de limpiar o ayudarte a ordenar las
cosas. —Hago una nota mental para preguntarle a mi mamá acerca de
esta nueva persona.
De momento, sin embargo, volteo la cámara de nuevo a mi abuela,
tratando —pero fallando— de verla a través del ojo más objetivo de la
lente. La observo; la media sonrisa torcida en sus labios me dice que se
encuentra en algún sueño secreto, tal vez sobre mi abuelo o sobre ella de
joven, cuya ambición la llevó a la ley y a luchar por los derechos civiles en
el sur.
Miro alrededor, a sus joyas, a sus libros, vestidos y recuerdos. El de
al lado de la foto de ella de pie, hombro con hombro con Martin Luther
King es la que me gusta más. Está sentada detrás del volante de un auto
viejo, un Studebaker, me dijo, con uno de los cigarros de mi abuelo, sin
encender, entre sus dientes. Su sonrisa es absolutamente deslumbrante, y
le da a la cámara un guiño, que como el momento durará para siempre.
Algo reacciona dentro de mí, y me doy cuenta de que he encontrado
la idea para mi película. Estos objetos, las fotografías, las joyas, las
botellas de perfume antiguas alineadas en su tocador con incrustaciones
de marfil, todas estas cosas que ha guardado durante su adultez, a través
de la perdida de mi abuelo y sus dos hermanas mayores, a través de su
viaje desde un extravagante apartamento en Forest Hills a esta modesta
habitación al otro lado del país, pueden contar su historia por ella. Pueden 44
ayudar a decirle al mundo quien es ella.
—Dime más sobre el collar, Nana —digo y levanto la cámara una vez
más.
10
Traducido por Val_17
Corregido por Laurita PI

Ethan
Cómo el maldito gerente de Recursos Humanos terminó dirigiendo a
mi equipo para hacer ejercicios de calentamiento es un misterio que nunca
resolveré.
Un minuto me encontraba en Century City tomando un descanso de
Rhett Orland después del trabajo. Al siguiente, estoy en el campo de fútbol
de Beverly Hills High viéndolo dirigir a mi equipo de chicos menores de 45
nueve años, para que hagan una tercera serie de flexiones.
He estado de pie aquí por diez minutos, y todavía no puedo creerlo.
—¡Vamos, chicos! —grita Rhett. Une las manos detrás de la espalda
y se pasea por la fila de niños quejosos como un sargento instructor—.
¡Pongan un poco de deseo! ¡Espaldas rectas, traseros abajo! ¿Sienten eso,
chicos? ¿Pueden sentir la bondad?
Increíble. ¿Sentir la bondad? El tipo dice algo de mierda épica y
extraña.
Tyler, al inicio de la parte izquierda, levanta la vista de la posición de
flexión de brazos, con la nariz arrugada y la cara roja. —Entrenador
Ethan, ¿por qué tenemos que hacer flexiones?
Es una pregunta justa. Los brazos de los niños de nueve años son
básicamente ramitas, y me estoy preocupando de que los de Milo se vayan
a romper justo frente a mis ojos. Sin mencionar que fuerza en la parte
superior del cuerpo no es lo que necesito de ellos. Necesito resistencia.
Fuerza central. Demonios, solo necesito que se concentren por más de dos
segundos a la vez. Pero hoy las cosas son diferentes: mis chicos me están
ayudando con una pequeña habilidad llamada adular.
—Porque si no haces flexiones —le digo a Tyler—, el entrenador Rhett
me va a despedir de mi nuevo empleo.
Rhett detiene su asalto verbal y sonríe. —Eres un interno, Vance, así
que legalmente no puedo despedirte. Simplemente puedo desestimarte. —
Su cabeza gira de vuelta a la fila de niños gruñendo—. ¡Cameron, te vi!
¡Puedes bajar más que eso! ¡Esfuércense, chicos! ¡Dos series más!
Esta solía ser la mejor parte de mi día.
Dejo que Rhett termine los calentamientos y luego pongo a los niños
a hacer algunos ejercicios. Malabares. Regate. Pases. Estos chicos saben
qué hacer una vez que están en movimiento. Son jóvenes, pero es un
equipo de primera liga, con pruebas, torneos, clasificaciones. Todo el
asunto. Cuando tomé a este grupo, me aseguré que querían estar aquí.
Puedo lidiar con los molestosos y los que se hurgan la nariz, si muestran
un poco de corazón cuando nos ponemos manos a la obra con el fútbol
real; y ellos lo muestran. Mi equipo tiene un enorme corazón.
Cuando llega el momento de la línea de ataque, me uno, en parte
porque eso anima a los chicos y los hace esforzarse más, y en parte porque
no puedo resistir la oportunidad de tocar el balón.
—¡Oye, Vance! —grita Rhett mientras trota hacia la portería. No sé
cuándo lo hizo, pero ha ido a su auto por guantes para atajar y una
apretada —incluso para ser licra— camiseta amarilla brillante. Su intento
de traje de portero, creo. Une sus guantes y cae en una postura de béisbol,
con las manos sobre las rodillas. El sudor rueda por su rostro y gotea por
su nariz a pesar de que todo lo que ha hecho hasta ahora es gritar, pero
46
Rhett siempre está sobreexcitado, incluso en la oficina.
—A ver si puedes hacerme un gol —dice.
Eso me hace temblar un poco. —Nah. Estoy bien, Rhett.
Les tiro unas cuantas pelotas a mis delanteros, Tyler y Milo,
orgulloso de ellos por superar a Rhett la mayoría de las veces. Incluso más
orgulloso cuando deciden empezar a llamarlo entrenador Sudor en vez de
entrenador Rhett.
Le hago un pase a Tyler de nuevo, cuyo pie izquierdo está en llamas
hoy, pero me lo regresa. —¡Vamos, entrenador Ethan! ¡Dispare este!
—Ve tú, Tyler. —No estoy aquí para dar un espectáculo, así que se lo
paso de nuevo—. Tómalo.
Tyler me envía el balón otra vez. —¡Usted, entrenador Ethan! —grita.
Luego se detiene y levanta los brazos de ramitas en el aire, al estilo
campeón—. ¡Sienta la bondad!
Bueno, mierda. No puedo decirle que no a eso.
Dirijo mi pie a la pelota, sin retener nada. El tiro es un cohete y la
pelota se sumerge en el fondo de la red, justo donde la quería. Rueda
hasta detenerse antes de que los niños incluso reaccionen; luego hay
celebraciones de aviones y golpes en el pecho en todas partes, excepto por
Rhett, que sacude la cabeza.
—¡Tuviste suerte, Vance! ¡Tíramelo otra vez! ¡Tráelo, cariño!
—Seguro, Rhett —digo—. Pero necesito un minuto. ¿Puedes manejar
esto por un rato?
Correr despertó a la bestia que es mi resaca. Mi cerebro se siente
como un globo de agua tintineando en mi cráneo, y necesito beber algo.
Bien podría tomarme un breve descanso y hacer la llamada que he temido
todo el día.
Rhett parece genuinamente afectado. —Sí, sí. Cualquier cosa, Vance.
Yo me encargo.
—Gracias. —Me muevo hacia el estacionamiento, donde aún puedo
ver el campo y sentarme en el capó del Mini Cooper de Rhett, el cual está
equipado con un porta esquís, un soporte para bicicletas y por supuesto,
rayas de carreras.
Sacando el teléfono de mi bolsillo, llamo a casa, esperando atrapar a
mi papá antes del grupo de la tarde en la bolera.
Responde al tercer tono. —Bolera Black Diamond.
—Oye, viejo. Soy yo.
—¡Ethan! ¿Cómo está mi chico? ¿Aún no te eligen para las películas?
47
Papá es una de esas personas que grita por todo. Veinte años en una
bolera te causa eso. También piensa que albergo un deseo secreto de
convertirme en actor, ya que esa es la única razón válida a la que pudo
llegar para que yo aún viva en Los Ángeles después de la graduación.
El ruido de los pinos al caerse llena mi oído —suena como una
chuza— y me inunda una ola de nostalgia. Lo que no haría por estar allí
esta noche, puliendo bolas de boliche, arreglando máquinas expendedoras
y solo pasando el rato con mi papá.
—Nop. Todavía sin películas —digo—. ¿Cómo van las cosas allí?
¿Cómo está mamá?
—¡Bien! Acaba de llamar de Arizona hace diez minutos.
Oh, sí. Lo había olvidado. Mamá llevó a mi hermano pequeño a la
Universidad de Arizona. Terminé la universidad justo cuando Chris va
entrando.
Entonces me doy cuenta: eso no va a hacer que esta conversación
sea más fácil.
Conseguí una beca parcial de UCLA por el fútbol, y mis padres
ayudaron tanto como pudieron, pero aun así tuve que tomar préstamos
estudiantiles por la cantidad de veintiocho mil dólares para cubrir el resto.
Ahora mamá y papá tienen cuatro años que pagar por la universidad de
Chris y…
—¿Ethan? —dice mi papá.
—¿Qué? Oh… eso es bueno, papá. ¿Chris está bien? ¿Ya se instaló
en la residencia y todo?
—Síp. Recién desempacaron el auto, y se dirigen a cenar.
—Genial —digo, y estoy sin palabras. No puedo preguntarle más.
El choque estruendoso de los pinos se vuelve más tranquilo, y sé que
mi papá ha entrado en su oficina y cerró la puerta.
Me lo imagino allí, observando a su negocio en crisis a través de las
persianas polvorientas del gran ventanal que da a los carriles ocho y
nueve. Me imagino pilas de facturas en su escritorio; pilas que no son muy
diferentes a las que hay en la caja en mi apartamento.
—¿Qué pasa, hijo? —pregunta, con voz más suave.
—Papá, yo… sé que no es un buen momento para pedírtelo, pero
necesito que me prestes algo de dinero.
Hay silencio por unos segundos. —¿Cuánto?
La parte trasera de mi garganta comienza a quemar. —¿Mil dólares?
Este trabajo que conseguí… va a tomar un poco de tiempo para ver un 48
cheque de pago.
—Ya veo. Bueno. No puedo prestarte dinero, Ethan.
Las palabras aterrizan como un puñetazo en el pecho. Me quedo
mirando la hierba a mis pies, concentrándome solo en contener el aliento y
dejarlo salir.
Siempre imaginas a la gente que está completamente en la ruina
empujando carritos de supermercado llenos de basura, o sentado en una
acera con un perro callejero durmiendo y un cartel de cartón.
Ese no soy yo.
Mis zapatillas de fútbol valen quinientos dólares. Mi educación vale
más de cien mil dólares.
Hace dos meses firmaba autógrafos después de mis partidos de
fútbol.
—Está bien, papá. Lo entiendo —digo. Y ahora me pregunto con qué
está lidiando él. Sé que las cosas no han ido bien en la bolera durante un
par de años, ¿pero si mamá y él están en problemas?
—No creo que lo entiendas, Ethan. No te voy a prestar dinero. Eres
mi hijo. Te mandaré tres mil dólares esta tarde. ¿Es suficiente?
La opresión en mi pecho no se alivia, pero parece que puedo respirar
de nuevo. —Sí, papá. Gracias. Eso es suficiente.
En realidad puede que no sea suficiente para ayudarme a pasar el
verano, pero es más de lo que debería aceptar.
—¡Bien! —dice, alzando la voz a su tono habitual—. Así que, ¿has
conocido a algunas chicas bonitas por ahí?
La cara de Mia aparece en mi mente. La tarde se está desvaneciendo,
y los árboles bañados por el sol al lado sur del campo me recuerdan a sus
ojos, brillantes y verdes. —En realidad, sí, pero ella, uh… se me escapó.
—Bueno, nunca has sido un cobarde, Ethan. ¡Ve tras ella!
Sonrío, sacudiendo la cabeza. —Veremos, papá. Ya veremos.

Cuando llego a casa del entrenamiento, el aroma a comida me atrae 49


a la cocina, donde encuentro a Isis y Jason.
—Hola, E. —Isis levanta la mirada de la lechuga que está picando en
el mostrador—. Estoy haciendo tacos. ¿Tienes hambre?
Envuelvo los brazos alrededor de sus hombros, abrazándola por
detrás. —Eres increíble, Isis.
—Tomaré eso como un sí —dice ella—. Bien, porque también estoy
horneando galletas con chispas de chocolate.
—Deshazte de este perdedor. —Asiento hacia Jason—. Vamos a huir
juntos.
—Manos fuera de mi chica, Vance —dice Jason desde la mesa, sin
levantar la vista de su portátil—, a menos que quieras sufrir un hematoma
periorbital.
—En realidad, quédate aquí. —Isis empuja un manojo de cilantro en
mi dirección—. Lávate las manos y corta esto por mí. —Luego le envía a
Jason una mirada mordaz que finalmente consigue que él levante la vista.
Cuando entré a la casa, noté unas cuantas cajas desconocidas
apiladas en la sala de estar, y estoy bastante seguro de que ya sé lo que
viene.
Levanta la cerveza junto a su portátil y toma un pensativo sorbo. La
baja de nuevo. —Isis se está mudando. Nos echará una mano con la renta.
Traducción: deberías estar de acuerdo con esto porque no es tan
diferente a cómo han sido las cosas y también, va a bajar tu renta mensual
unos pocos cientos de dólares.
—¡Jason! —Isis le lanza un paño de cocina. Aterriza en su hombro,
pero él ni siquiera pestañea. Mi compañero de cuarto es el ser humano
más relajado en la tierra—. Se suponía que debías preguntarle si le parecía
bien —dice—. No decirle.
Jason me mira, y ambos sabemos que esto está bien. Más que bien.
Me gusta estar cerca de ellos. Isis es una aspirante a novelista de
terror, con un montón de tinta y el pelo con rayas rosadas. Jason era mi
compañero de equipo. Mandamos en el campo de juego durante algunos
años, como delanteros de izquierda y derecha, pero él se graduó un año
antes que yo. Ahora está en su segundo año en la facultad de medicina de
la UCLA, en camino a convertirse en un médico de urgencias. Parecen una
pareja normal en la superficie. Luego los escuchas hablar sobre vísceras y
fluidos corporales con verdadera pasión desenfrenada, y te das cuenta que
están hechos el uno para el otro.
Después de que las cosas terminaron con Alison, me ayudó mucho
ver su relación. Jason e Isis son grandes amigos, algo que Alison y yo 50
nunca fuimos.
—No hay ningún problema, Isis. En serio. —Hago un amplio gesto,
abarcando nuestro pequeño apartamento—. Bienvenida a nuestra humilde
morada.
—¿Seguro? —Se mueve a la estufa y revuelve la carne picada—. No
quiero que te sientas incómodo porque estoy aquí. Este es tu lugar.
—Puedo arreglármelas para bajar el asiento del inodoro.
—Me refiero a traer chicas aquí. Ese tipo de cosas.
Jason se ríe. —Sí, parecía muy incómodo anoche. Muy inhibido. —
Cierra su portátil y me sonríe—. ¿Qué parte fue más dura, E? ¿Conectar
con Mia frente a un bar repleto? ¿O el bombardeo a la alfombra del lugar
con la ropa del otro?
Tomo esto con total fascinación. —¿Podrías ser más específico sobre
lo que viste?
Entrecierra los ojos. —Vamos… ¿vas a decirme que no te acuerdas
de anoche? ¿En serio te desmayaste?
—Eso es lo que estoy diciendo.
Suelta una risa estridente. —Eso es una tragedia, hermano.
—Lo sé. Creo que podría quedar con cicatrices. —Me doy cuenta que
he estado desquitando mi frustración con el cilantro, el cual he cortado
hasta una papilla verde.
—Ella me gustó —dice Isis al tiempo que saca la carne picada de la
estufa—. No tuve mucha oportunidad de hablarle porque tú monopolizaste
su boca, pero parecía genial. ¿Vas a volver a verla?
—Síp. Voy a verla mañana. Y al día siguiente. Y al siguiente después
de eso. Trabaja conmigo.
Isis jadea. —¿En serio? Bien, necesito saberlo todo.
Cargamos nuestros platos y nos sentamos. Mientras cortamos los
tacos, les cuento lo que pasó en Boomerang. Para el momento en que tomo
un par de calientes galletas de chocolate, Jason e Isis me tienen riendo por
cuan extraña es toda la situación, y me siento mejor de lo que he estado
en todo el día.
—Guau. Hablando de completa divulgación —dice Isis, cuando llego
a los cuestionarios que llenamos Mia y yo.
—Descansa tranquilo, mi amigo —dice Jason—. Mia y tú llegaron
hasta el final. Prácticamente fuimos testigos de eso en Duke’s. Ya tienes a
diez.
Isis estira la mano para tomar otra galleta. —No estoy segura. Apoyo 51
a Mia en esto. No creo que lo hicieran.
—Voy a tratar de no tomar eso como una ofensa personal —digo.
—Sin duda no deberías —dice con la boca llena—. Tu destreza
masculina fue expuesta anoche, E. Estuviste genial. Me impresioné
poderosamente.
Jason hace una mueca fingida. —¿Qué demonios, Isis?
—Lo digo objetivamente. Como un espectador totalmente imparcial.
—Ya verás, chica. —Jason hace el gesto mis ojos/tus ojos—. Tú y yo.
Destreza poderosa. Más tarde.
—Está bien, doctor corazón, allí estaré —dice, antes de girarse hacia
mí—. De todos modos, ¿por qué es tan importante si Mia y tú lo hicieron o
no anoche?
—¿Es una pregunta seria?
—Solo quiero decir que trabajan juntos. Tu historia con ella está
lejos de terminar.
—Esa es la parte divertida. Está fuera de los límites. Política de la
empresa. Nos dieron una estricta advertencia de mantenerlo profesional.
—¿Qué piensas, Spicy? —dice Jason, usando su apodo para ella—.
¿Cuánto tiempo hasta que nuestro chico se comporte poco profesional?
Isis deja de masticar y me mira como si acabara de desarrollar visión
de rayos X. —Dos semanas.
—¿Qué tan segura estás? —pregunta Jason—. ¿Segura para apostar
veinte dólares?
—Cuarenta. Y cuando gane, voy redecorar el apartamento.
—Hecho —dice Jason, y se dan la mano.
—No va a pasar, chicos —digo—. Soy un hombre de palabra. Y no
puedo permitirme arruinar este trabajo.
Termino mi cerveza, luego arrojo la botella y los platos desechables a
la basura. —Gracias por la cena, compañera —le digo a Isis. Pero incluso
cuando me estoy yendo, continúan con su debate.
—Voy a perder, ¿no? —dice Isis.
—Sí —responde Jason—. No durará una semana.
—Apestas, Jason —grito por encima del hombro.
Cierro la puerta de mi habitación de un golpe, callando el sonido de
su risa. Entonces pateo mis zapatillas y me tiro a la cama.
Mi almohada huele levemente dulce y floral. ¿Tal vez lilas o violetas?
52
De una cosa estoy seguro: no es mi olor.
La imagen de Mia sonriéndome en el asiento trasero del taxi llena mi
mente. Luego, sonriéndome desde su escritorio en la oficina. Entonces
empiezo a involucrar a mi imaginación, y ella está justo aquí, desnuda
debajo de mí, con los rizos oscuros extendidos alrededor de su cara. Aún
sonriendo. Lista para mí.
Mierda. Jason podría tener razón.
11
Traducido por Alex Phai
Corregido por Key

Mia
Estoy en la ducha, afeitándome las piernas y trazando mi estrategia
para el día, cuando entra Skyler y se sienta a orinar.
—¿Cómo va todo por ahí? —pregunta ella, y me asomo por detrás de
la cortina de ducha de Hello Kitty para verla con una camiseta, pantalones
cortos rojos, con una copia de la revista Vanity Fair en el regazo, y un 53
reproductor de música y delineador de ojos en sus manos.
—¿En serio, Sky?
—¿Qué? Soy multitarea. —Retira el cabello rubio platinado de su
cara y se delinea los ojos—. Además, aguantarse te puede provocar una
infección urinaria.
Termino con una pierna y pongo un poco de espuma de afeitar
perfumada con lavanda en la otra. —Siento como si este momento entrara
en la categoría de demasiada información.
—¡Por favor! Esto es siempre un gran festival de coños. No vas a
ponerte quisquillosa conmigo ahora, ¿verdad?
Lo siguiente que sé es que Beth también entró en la habitación. —
¿Un festival de qué? —pregunta.
—Oh Dios —me quejo.
Beth mete la mano en la ducha para mostrarme sus uñas pulidas, y
luego veo que su silueta se mueve adelante y atrás frente al largo tocador.
Las luces del baño se atenúan, diciéndome que ella está enchufando sus
ruleros.
—Hablando de eso —dice Sky—. ¿Estás planeando romper algunas
reglas con Atleta McSemental?
Yo les había dicho acerca de mi primer día en el trabajo y la estricta
política de no-fraternización de Adam Blackwood. Lo que hace que la
posibilidad de mis futuros encuentros con Ethan, sea más tentadora para
ellas que para mí. Es mi futuro, pero es su entretenimiento.
—No, no voy a romper las reglas. —Cierro el grifo del agua y empujo
la cortina—. Además, no creo que él esté interesado en mí. Toalla —agrego,
y Sky me pasa una.
—Correcto —dice Beth. Ella tiene la mitad de su pelo en los ruleros
en el tiempo que me lleva secarme y salir de la bañera—. Porque todos los
hombres odian a las chicas bonitas e inteligentes con grandes tetas.
—No digo que me odia —les digo, tratando de alejar de nuevo el
fantasma de mi relación inestable con Kyle—. Y no importa. Quiero hacer
mi película, y quiero este trabajo. Es una oportunidad increíble y una
manera de entrar en el negocio.
—Él también —dice Beth—. Me refiero a una oportunidad increíble.
—Termina con los ruleros, luego, salta sobre el mostrador y comienza a
pintarse las uñas de los pies.
—Hay otros chicos.
—¿Cuándo? —pregunta Sky, levantándose por fin sus pantalones
cortos y jalando de la cadena. Ella se acerca al lavabo, y Beth aparta sus
pies del camino para que pueda lavarse las manos. Es impresionante la
54
coordinación para un espacio de dos por tres.
—¿Cuándo qué?
—¿Cuando hay otros chicos? —Se vuelve hacia mí y se apoya contra
el mostrador, con los brazos cruzados—. Estás dejando que ese idiota de
Kyle te convierta en la señorita Havisham3.
Me río. —No soy la señorita Havisham. En primer lugar, no tengo un
vestido de novia mohoso.
—Ríete, pero sigues dejándole que te afecte.
Quiero discutir, pero como de costumbre, es como si hubiera leído
mi mente. No es que yo crea que se trata de Kyle. En realidad no. Nunca
encajamos bien porque él no tenía pasión. No para mí. Ni para casi nada.
Pero hay algo más allá, algo que me ha mantenido en espera durante
el año pasado, algo que sigue irritándome, un desgaste sutil de mi deseo
de ponerme de nuevo en esa situación.

3 Personaje de Charles Dickens. Es una solterona rica que vive en su mansión en ruinas.
El vidrio esmerilado de la ventana del baño resplandece de color
naranja cuando el sol cruza a este lado de nuestro edificio. Será mejor que
me mueva.
—Sabes lo qué es —le digo, dándome cuenta yo misma—, es toda la
situación. No quiero tener que luchar por nada. No quiero tener que
esconderme ni demostrar que vale la pena romper las reglas por mí,
¿sabes? Quiero a alguien que me quiera, sin dudas. Y quiero quererlo
también. Y solo ir a por ello.
No digo el resto, que quiero la clase de amor que se siente como una
flecha al separarse de un arco; intenso, inevitable, vertiginoso. Es muy
temprano para la poesía, y esta conversación ya me está haciendo sentir
tonta y llorosa.
Quiero este trabajo. Quiero hacer mi película. Y no quiero a nadie
que no sepa si me quiere o no.
Sencillo, ¿no?

55

Cuando llego a Boomerang veinte minutos temprano, encuentro que


la silla de Ethan sigue vacía y me doy una felicitación petulante por
ganarle en el trabajo. Agarro mi bolso, conecto mi tableta, y me siento allí,
mirando el espacio que va a ocupar pronto, recordándome yo misma que
debo tratarlo como un colega, nada más.
Doy vueltas en mi silla, y algo en el movimiento me devuelve una
parte de mis recuerdos: girando en mi taburete, mi pierna rozando la de
Ethan, una sensación de abatimiento en la boca del estómago. Pruebo el
licor en mis labios y me siento apoyarme en él, con la mano en su muslo,
mi cara frente a la suya, y un beso, suave y cálido, allí mismo, en un bar
lleno de gente.
Recuerdo retirarme y a él mirándome con esos ojos tan azules, esas
pestañas largas y oscuras; su rostro vivo con sorpresa y diversión.
Así que hice el primer movimiento.
Viva, yo.
—Esa es la prisa que me gusta ver.
Levanto la mirada para encontrar a Adam Blackwood apoyado en la
larga encimera de la cocina. Él es todo lujos y brillos; su traje gris se le
adapta a una perfección elegante. ¿Cómo puede alguien tan joven, apenas
un año mayor que yo, verse como si hubiese salido desde el vientre con un
Armani?
—Gracias. —Maldita sea, no quiero dejar pasar ese recuerdo, pero lo
hago a regañadientes—. Yo, um, no podía esperar para venir a trabajar.
Tranquila, Mia.
—¡Excelente! —Enfatiza el comentario con una palmada—. Vamos a
reunirnos en la habitación de conferencias. ¿Quieres unírtenos?
Hasta allí llegó ser la que madruga. —Por supuesto.
—Genial. Toma tu tableta, y nos vemos allí. Me voy a reunir a los de
siempre.
Luego de que él se va, recojo mis cosas y me dirijo a la sala de
conferencias. Las paredes son de concreto de color musgo opaco, y un
brillante boomerang cromado sirve como una manija para la puerta.
Abro la puerta y me encuentro cara a cara con una habitación llena
de gente.
Y un cuadro, que ocupa toda la pared, de una modelo desmontada
—una mándala abstracta, de cabello oscuro y piel morena, tacones rojos, 56
cerezas y sombrero de marinero. Es más un diseño que un retrato, pero
reconozco al artista y la imagen.
Debido a que es el trabajo de mi mamá.
¿Y la modelo? Esa soy yo.
12
Traducido por Anelynn*
Corregido por florbarbero

Ethan
—Gracias por venir, a todos. —Adam toma asiento en la cabeza de la
mesa de conferencias. Su sonrisa es tan genuina, que casi puedes creer
que él no nos paga, a su equipo de mercadotecnia, para estar a su entera
disposición.
De hecho, él no me paga para estar a su entera disposición, pero eso
va a cambiar. 57
Es mi segundo día en el no-trabajo, y me siento cien por ciento
mejor que ayer. Conseguí dormir algo, tengo efectivo en mi cartera, y con
la mudanza de Isis, podría ser capaz de hacer durar el dinero que envió
papá hasta finales de agosto, cuando termine el periodo de prácticas. Otra
ventaja fue enterarse de que Rhett vive en Brentwood, a solo cinco minutos
de mi apartamento. Ahora tengo un viaje hacia y del trabajo todos los días,
así que adiós a la moto. ¿Y, qué si Rhett hace sangrar mis oídos?
Las cosas están comenzando a caer en su lugar. Tengo un plan y es
ir a trabajar. Terminar este trabajo, pagar unos préstamos estudiantiles,
aplicar para entrar a la escuela de leyes. Y toda esta situación con Mia va
a mejorar.
Echo un vistazo hacia mi derecha, echando una rápida mirada a su
perfil. Ojos verdes. Salvaje cabello oscuro que cae en rizos por todos lados,
barbilla y nariz delgada. Es más bonita de lo que recuerdo, y la recuerdo
siendo muy bonita, pero eso es irrelevante ahora. No va a enfrentarme. No
me va a dejar conseguir mis metas. Su esencia —violetas, casi estoy
seguro— ni siquiera distrae tanto.
—Los traje aquí para hablar de DateCon —continúa Adam—, la
convención más grande en nuestra industria, la cual tiene lugar en Las
Vegas el... —Mira la agenda frente a él—. ¿Cuándo es en este año, Cookie?
—La tercer semana de agosto en el Hotel Mirage. Como siempre —
agrega Cookie, con una voz que suena como congelada.
Toda su apariencia es ártica. La camisa azul pálido que está usando
tiene un cuello dentado que se ve tan filoso como su cabello en puntas, y
su maquillaje hecho en capas gruesas de plateado. Se ve como uno de esos
raros del capitolio de Los Juegos del Hambre.
—Sí, agosto. Eso es —dice Adam—. Eso nos da ocho semanas para
preparar lo que quiero que sea nuestro mejor show hasta el momento.
Para eso, este año voy a doblar el presupuesto, Cookie. Quiero un nuevo
stand. Quiero una fiesta, y cuando digo fiesta, quiero decir la mejor fiesta
del espectáculo. Quiero que cada uno de los que asistan al DateCon estén
hablando del servicio de citas en línea: Boomerang.
—¿Eso es todo? —pregunta Cookie.
No sé cómo no es despedida con las cosas que salen de su boca. ¿Tal
vez se la está follando? Pero cuando sopeso su actitud despreocupada
contra la frialdad de Cookie, no puedo verlo. Además, Adam me da la
impresión de ser la clase de persona que practica lo que predica.
—No, hay más —dice Adam—, voy a invitar a nuestros inversionistas
al show. Haremos nuestra junta anual ahí, y es muy pronto para hacer
promesas, pero estoy buscando tomar a Blackwood Entertainment y
hacerlo público el próximo año, así que es imperativo que todo salga 58
perfectamente bien. Quiero que ustedes deslumbren a los inversionistas.
Se detiene y lanza una mirada relajada alrededor de la mesa, que
tiene diez veces más impacto que la mirada fría de Cookie. Adam espera
excelencia, lo cual me hace querer dársela.
—De acuerdo —dice—. Cookie va a hacerse cargo de esto, así que...
Reth abre de un empujón la puerta de la sala de conferencias. —Lo
siento, Adam, pero te necesito.
—Ahora voy. —Adam se pone de pie y sonríe—. Esto es algo grande,
chicos. Boomerang está en la cúspide de ser exitoso y mostrar algo de
dominio real en el mercado. Y cuando lo haga, cada uno de nosotros va a
salir beneficiado. Necesito todo de ustedes, que pongan sus mentes en el
espectáculo y den lo mejor que tienen.
Cuando se va, Cookie toma la palabra.
—Sadie, estás en la planeación de la fiesta. No lo arruines, ¿está
bien, cariño? La logística y la planeación del lugar y la conferencia te toca
a ti, Paolo. Has un buen trabajo y consideraré poner una recomendación
buena para ti en el INS. La encargada de realizar los arreglos para los
viajes y mimar a los inversionistas serás tú, Vanessa. Eres buena besando
culos. Esta es tu oportunidad de ser genial en eso. Y el rediseño del stand
va para los tontos, Mia y Ethan. Eso es todo. Ahora vayan a trabajar.
El personal desaparece a través de las puertas, como bolas de pool
después un golpe genial, pero con Mia somos más lentos. Estoy atorado
reproduciendo en mi cabeza lo que dijo Cookie para ver si tiene más
sentido.
Entonces Mia se levanta de golpe de su silla. —Cookie, ¿tienes un
minuto?
Su mano se detiene sobre la manija de boomerang en la puerta.
Cuando vuelve la cabeza lentamente hacia Mia, me tenso con la urgencia
de lanzarme hacia la línea de fuego para protegerla.
—Yo sola puedo hacer el rediseño del stand —dice Mia—, quiero
decir, todas las otras tareas fueron para una sola persona.
Ha quitado las palabras de mi boca; pretendía buscar a Cookie para
decirle lo mismo. Quiero una oportunidad de brillar. ¿Cómo demonios se
supone que pruebe que merezco este trabajo si con Mia trabajamos juntos
en las asignaciones?
Cookie se toma un segundo para sacar un juego de manoplas de
metal y lanzar un rápido tiro de veneno. —No eres una persona. Eres un
interno, una tonta, y también él. —Me lanza una mirada enojada—.
Juntos, en su mejor día, los dos podrían calificar como un empleado
capaz.
Jesucristo.
59
—Ve a ver a Rhett para que te dé una tarjeta de crédito de la
compañía —agrega—. La compañía de stands está fuera del valle.
Exhibidores Ganadores. Voy a asumir que los dos son lo suficientemente
listos para encontrarlo sin ayuda. Quiero planes y un presupuesto para
mañana temprano. Salgan de aquí y hagan que se rediseñe ese stand.
—No hay problema —dice Mia—. Nos ocuparemos de todo.
Tengo que concedérselo. Esta chica es buena. Sólida bajo presión.
Cookie resopla. —Ya lo veremos.
No sé si es la actitud con que trata a Mia, o simple estupidez, pero
algo surge dentro de mí.
—Oye Cookie. Espera un segundo. —Alcanzo mi bolsa de mensajero
y saco una bolsa de plástico de almuerzo—. Mi compañera de habitación
horneó estas anoche. Pensé que podrían gustarte. —Le ofrezco la bolsa—.
Para ti.
Me mira como si le hubiera ofrecido mierda en vez de galletas con
chispas de chocolate. Entonces jala la puerta para abrirla y se marcha.
—¿Tienes deseos de morir? —dice Mia en voz baja en tanto nos
dirigimos hacia la oficina de Rhett.
—Quería ver lo que iba a hacer.
—¿Cómo se desmorona la Cookie4?
—Exactamente. Pensaba que si me lastima, tal vez conseguiría una
oferta para ser empleado permanente como parte del acuerdo. Ya sabes,
con las cosas divertidas como los beneficios y los sueldos.
—Mmm. Usando tácticas de guerrilla, ¿verdad?
—¿Puedes culparme? —digo.
—No. Pensé que iba a destriparme en el lugar.
—Pensé que iba a arrancarme mis ojos y alimentar a los cuervos con
ellos.
Mia se detiene fuera de la puerta de Rhett. Se pone de puntillas y se
acerca, mirando profundo en mis ojos. —Bueno, estás de suerte. Parece
que siguen ahí.
Sigue ahí mi atracción por ella. Mi pulso se acelera, y no puedo
apartar la mirada. Puedo ver la misma intensidad en sus ojos que vi ayer,
en el taxi, y mi mente se llena con preguntas. Quiero saber más sobre su
película y su familia. Quiero decirle que mi horno tostador extraña su
tanga.
Alguien se acerca por el pasillo y Mia se para derecha, pero todavía
estoy mirándola.
Vamos, Vance. Rompe el contacto visual. Puedes hacer esto.
60
Lo logro, y mi mirada cae en su sexy sonrisa ladeada, y entonces se
mueve más abajo y la estoy imaginando tal como lucía en mi apartamento.
Desnuda.
Genial, Ethan. Gran mejoría.
Detrás de mí, oigo abrirse la puerta de la oficina de Rhett. Me giro
justo cuando Adam sale.
—¡Oye Ethan! —grita Rhett desde su escritorio—. Le decía a Adam
que estamos entrenando juntos.
Mia se mueve junto a mí. —¿Ustedes se conocían? —me pregunta—.
¿Antes de Boomerang?
—No, para nada. —Sé cómo debe de verse para ella, como que soy
un lameculos. Tal vez si lo soy, pero solo porque necesito a Rhett como mi
chófer.

4 Realiza un juego de palabras con Cookie, el nombre del personaje, que además significa
“galleta” en inglés.
—Oí que eres muy bueno. —Adam se inclina contra el marco de la
puerta, deslizando sus manos en los bolsillos—. Cuatro años en el UCLA.
Rhett me contó de tus registros allí. Estoy impresionado.
—Gracias, fue una buena carrera. —Me resisto a la urgencia de ver
la reacción de Mia. Estoy al borde de sentirme avergonzado. No tengo
problemas de fanfarronear en los deportes, pero hacerlo para impresionar
a tu jefe es bajo. La voz del entrenador Williams estalla en mi cabeza.
Cuando se trata de mostrar tus fuerzas, los ojos van sobre los oídos: no les
digas que eres bueno, muéstraselos. Se ha vuelto mi estrategia.
—¿Sigues jugando? —me pregunta Adam.
—Solo un juego informal los sábados con algunos de los chicos que
se quedaron en la ciudad y cualquiera que se apunte.
—Oye —dice Rhett—, vas a permitirme jugar este fin de semana.
¿Verdad, E?
Lucho contra la urgencia de estrangularlo. Solo mis más cercanos
amigos me llaman “E”, y no quiero que Rhett juegue fútbol conmigo este
fin de semana. Pero con Adam aquí, mis opciones de sacarlo son nulas.
—Claro, Rhett.
—Solía jugar un poco —dice Adam—. Mediocampista.
A diferencia de Rhett, Adam es demasiado genial para invitarse solo. 61
Pero veo un brillo en sus ojos que me dice que su espíritu competitivo se
acababa de encender.
Quiere jugar.
Ahora soy yo quien está impresionado. Los tipos que creen poder
competir con jugadores de nivel universitario son audaces, o idiotas. Entre
Adam y Rhett, parece que ambos campos están cubiertos.
—Eres bienvenido a unirte, Adam. Cuando quieras.
—Gracias —dice, palmeándome en el hombro cuando se va—.
Cuenta conmigo para el sábado.
13
Traducido por Anelynn*
Corregido por Anakaren

Mia
Paso un muy largo viaje en el ascensor para bajar hasta el
estacionamiento, ensayando y rechazando mentalmente una serie de
comentarios fulminantes que me muero por hacer. Como: “¿Qué tal es la
vista desde adentro del trasero de Adam Blackwood?” y “¿Rhett y tú se
acarician las bolas entre sí?”
Pero mantengo los labios cerrados y los ojos en el panel del elevador. 62
Por un lado, Ethan parecía como si quisiera arrancarse la piel y golpear a
Rhett con ella, lo cual me dice que él no está lamiendo el culo del tipo. Por
otro lado, no estoy enojada con Ethan, pero sí con el pequeño intercambio
de “los chicos del club vamos a levantar unas cervezas después de un
juego sudoroso de fútbol”. Tengo la gracia atlética de un cachorro en
Ritalin, así que no hay manera de que me encuentre con Adam en ese
nivel. Lo que significa que tengo que encontrar otra área, algo que maneje.
Eso me recuerda al retrato en la sala de conferencias. Que resulta sé
que se vendió en una subasta por tal vez el equivalente a una década de
sueldo en este lugar. Entonces Adam va en serio con lo de coleccionar. Y le
gusta el trabajo de mi madre.
Siento una punzada de conciencia cuando considero utilizar este
conocimiento como ventaja, pero lo archivo —solo para emergencias, desde
luego. Quiero hacer esto sola, sin saltar al tren expreso Pearl Bertram. Si
no, no hay desafío en ello. Y más que eso, cero satisfacciones si gano.
Cuando gane.
Las puertas del elevador zumban al abrirse, y salimos al sofocante
estacionamiento. Me inunda el aroma a asfalto y aceite; una esencia que
extrañamente amo.
—Entonces, ¿qué buscamos? —pregunto, evaluando las hileras de
Lexus y BMWs. Imagino a Blackwood en algo veloz como un Aston Martin
o un Bugatti. Él parece un tipo al que le gusta ir rápido. Pero ¿para un
auto de la compañía? No tengo idea.
El cabello de Ethan se revuelve con la brisa, revelando una pequeña
cicatriz de media luna sobre su ceja izquierda. Algo en ella parece juvenil y
adorable. Pero su expresión en blanco me dice que no tiene idea.
Escarba en los bolsillos del pantalón, buscando la llave —una llave
de aparcacoches que pone en su palma extendida para mi inspección.
—Guau, una llave de aparcacoches. Me conmueve la confianza que
nos da Cookie —digo, tomándola—. Bueno, sabemos que es un Toyota.
—Gracias a Dios que nadie en Los Ángeles maneja uno de esos.
—Claro. Gracias a Dios.
Nos quedamos ahí parados por un momento, mirando una hilera de
autos tras otra, las cuales se extienden hasta el extremo más lejos de la
cochera cavernosa.
Sin pensarlo digo—: ¿Deberíamos volver y preguntar?
—Sí, creo que deberíamos hacer eso —dice y mueve un brazo hacia
la puerta del elevador—. Después de ti.
—¿Por qué creo que me vas a empujar y a bloquear la puerta detrás
63
de mí?
—Me lastimas, Rizos. En serio.
Alzo la mirada hacia él, a esos ojos azules, eléctricos e insondables a
la vez, y unas arrugas suaves los curvan en las esquinas externas. Las
sombras de la cochera endurecen los planos de su rostro, haciéndolo lucir
mayor y más ridículamente hermoso; como un vistazo del hombre que será
en diez años.
—De algún modo, creo que vivirás —le digo. Girándome otra vez
hacia las hileras de autos, digo—: ¿Podemos solo, tú sabes, probar nuestra
llave en todos los Toyotas?
—Sí, si no te importa demorarte hasta el siguiente martes. —Me
sorprende al agarrarme la mano y jalarme hacia el elevador—. Vamos, lo
haremos juntos.
Planto mis tacones juguetonamente y me jalo hacia atrás. —Oh,
Dios, no me hagas enfrentarlo… ¡a esa bestia otra vez! Tiene un carácter
malvado. No puedo, ¡No lo haré!
—¿Dónde se encuentran tus agallas, amiga? —provoca Ethan, dando
otro jalón que me lanza contra él. Entonces estamos peleando y riendo. Y
está tan cerca de mí, que siento su calor, la energía de sus músculos.
Trato de agarrar la llave de su mano, pero la levanta demasiado alto
por encima de mi cabeza.
—Vamos, Rizos —se burla Ethan—, intenta agarrarla.
—Vas a caer. —Me impulso en un salto suicida y la tomo, pero al
girarme para irme, él me agarra por la cintura, atrapándome en un firme
agarre.
Trato de liberarme de su agarre, pero estoy débil por reírme tan
fuerte. —Suéltame, idiota, o alimentaré a ese monstruo Yeti con tus
huesos.
La puerta del elevador se abre para revelar a Cookie; sus ojos brillan
con dureza a cien kilovatios de puro odio en nuestra dirección.
—El Solara rojo, idiotas —dice, y las puertas se cierran de golpe
enfrente de ella con una rapidez mágica, como si la maldad tuviera una
velocidad especial.
Ethan me deja manejar, lo cual es una sorpresa porque ningún
chico jamás me lo ha permitido. Bajamos el descapotable y disfrutamos de
la dorada claridad de la tarde de Los Ángeles, la agitación de las palmeras.
Afuera huele a alquitrán y madreselva, y mi cabello se libera de su trenza y
golpea mi cara. Sé que para cuando lleguemos a nuestro destino, estaré
terrorífica a la vista, pero no me importa. El sol calienta mi piel; la 405
está milagrosamente despejada, y nos estamos moviendo hacia un destino
64
real.
Grito sobre el rugido del motor y el revuelvo de mi blusa al ondear en
el viento. —¿Qué idea tienes para el tema?
—¿El tema? —Ethan está con los ojos cerrados, el rostro volteado
hacia la luz del sol. Su sonrisa contiene tanta felicidad que me siento casi
culpable por traer el tema del trabajo.
—Sí, para el stand. El show. ¿Cómo queremos que sea el diseño?
Se sienta derecho y me mira de reojo, entrecerrando los ojos. —¿Qué
te parece un tema de deportes? Tu sabes, “Diviértete. Anota más”.
—Qué asco.
—Vamos —insiste—. No somos eHarmony. No se trata sobre el
compromiso para toda la vida. No hay nada de malo en divertirse.
—Lo sé pero…
—Y nos llamamos Boomerang. Ya es deportivo. ¿Qué opinas de
“Juega con muchas ganas, lánzalo de nuevo”?
—Bueno, eso es peor. —Trato de sujetar mi cabello así puedo darle
una mirada enojada, pero no tiene caso—. Y ¿qué hay que “lanzar” en el
pequeño eslogan?
Sonríe. —Tú sabes.
—No, señor, no sé. Porque parece que hablaras de partes femeninas.
Como, “úsenlas y láncelas a la basura, chicos”.
—Eso es una locura —protesta—. Son las partes de las damas y
caballeros. Tú también eres libre de lanzarla.
Me río. —Entonces ¿esa es la imagen que vamos a exponer para los
inversionistas? ¿Órganos sexuales lanzados por el aire?
—Es ingenioso. Dale tiempo. Te acostumbrarás. En serio, ¿por qué
no algo relacionado con los deportes?
—No lo sé —digo—. Se siente superficial o… no lo sé. No todos lo
consideran un juego.
—Pero eso es lo que está vendiendo Blackwood, ¿no? ¿La recreación?
Se trata de divertirse y entonces superarlo al final de la noche, ¿verdad?
Vive para anotar otro día.
Una repentina frialdad surge en su tono, y me pregunto si está
pensando en esa chica, sea quien sea. La que lo hizo pasar dos años de
infierno.
Salimos de la autopista y cruzamos algunas carreteras residenciales.
Estamos callados mientras pasamos por las moteadas sombras opacas que
se forman por las ramas entrelazadas de los árboles. 65
—¿Cuál es tu idea para el tema? —pregunta silenciosamente.
—Bueno, por supuesto me encantaría hacer un tema de películas.
Algo divertido, tal vez. Como si Annie Wilkies hubiese usado Boomerang,
tal vez las cosas no habrían sido tan intensas en Misery5.
—Claro —dice—. O tal vez el capitán Ahab pudo haber cazado, umm,
a una ballena y un delfín. Para extender el amor por todas partes.
Me río. —Y te comportas como si solo supieras de deportes.
—Entonces te escucho, Rizos, dices que es saludable tener muchas
citas y esa monogamia te hace peligrosa. ¿Al menos para los escritores y
las ballenas?
Siento una pizca de algo —melancolía, tal vez— pero le sonrío. —
Algo así.
El GPS nos guía por una hilera de pequeños edificios de almacenes
con un letrero en forma de pulgares hacia arriba, transmitiendo “Anuncios
Ganadores” en un tipo de burbuja de los setenta. Me detengo a unos pasos

5 Película basada en un libro de Stephen King. Trata de una enfermera que ayuda a su
escritor favorito cuando tiene un accidente en una carretera con nieve. Lo mantiene
secuestrado y lo tortura.
de la puerta, la cual está cubierta con una escarapelada capa de tinta
ultravioleta.
—Veo —dice Ethan, saliendo deprisa antes de que haya quitado la
llave de la ignición—, anuncios Ganadores. Es una señal. Ganó el tema de
los deportes.
—Es una señal de que Cookie está más loca de lo que pensamos.
Salgo y hago lo mejor para alisar el alboroto de mi cabello, entonces
aplico una rápida capa de lápiz labial y me aseguro que todo lo demás está
más o menos en su lugar. Me pregunto si Ethan a veces se siente como yo.
Como si jugáramos a ser adultos. En ser confiados frente a situaciones
totalmente extrañas.
Dentro del edificio, nos enfrentamos a hilera tras hilara de viñetas,
cada una en un tipo de stand diferente y un letrero elaborado. Un hombre
encorvado, con orejas gruesas y patillas tupidas que se encuentra detrás
del escritorio de recepción circular, nos murmura un saludo en general.
—Candy estará enseguida con ustedes —nos dice y hace señas hacia
el sofá de piel afelpado, el cual rápidamente me traga completa. Lucho por
sentarme derecha y me inclino en el borde.
Unos minutos después, una rubia alta se acerca, gruñendo órdenes
a otros al cruzarlos.
66
Ethan la mira, con los ojos amplios. —De ninguna manera. ¿Esa…
no puede…?
—No crees que… —Pero ni siquiera puedo procesar la vista.
Ella nos alcanza, y nos ponemos de pie de un salto como soldados
atrapados durmiendo en la vigilia.
—Entonces. ¿Ustedes son de Boomerang? —Estrecha mi mano con
precisión mecánica y entonces se mueve hacia Ethan.
—Sí, nosotros… —comienza él.
—Llegan tarde —espeta—. Mi hermana me dijo que estarían aquí a
las once. —Ejecuta una marcha militar y se aleja rápidamente.
—Oh, Dios —susurro—. Cookie y Candy. —Nunca en la historia de
la procreación hubo dos nombres menos aptos otorgados a un conjunto de
seres humanos.
—Se dan cuenta que deben seguirme, ¿no? —grita furiosa sobre el
hombro—. No sabía que era necesario deletrearlo todo.
—Lo siento —digo—. Ya vamos.
Nos apresuramos para alcanzarla, acercándonos lo suficiente para
escucharla murmurar “tontos”.
67
14
Traducido por Niki
Corregido por Verito

Ethan
Seguimos a Candy más allá de los stands de bajo presupuesto hasta
los más elaborados en el fondo. Pasamos un stand para una empresa de
bronceadores con un tobogán de agua que cae en una piscina amurallada,
un stand donde los lados son de pared de roca, y luego una con cocina de
un chef bien abastecido.
Cuando llegamos a un juego de dormitorio completo con sábanas de 68
satén brillante y flores falsas en las mesitas de noche, me inclino hacia
Mia y susurro en su oído—: ¿Qué piensas? ¿Nuestra competencia?
—Distribuidor de colchones, zopenco —dice Candy sobre el hombro,
luego se detiene y hace señas hacia el stand a nuestra derecha—. Esto es
lo que hizo el año pasado Blackwood.
Asimilo el mobiliario blanco y las luces empotradas. El mostrador
largo y blanco con varias pantallas de ordenador, donde estoy suponiendo
que la gente probó el sitio web y se hizo miembro de la interfaz Boomerang.
Sobre el mostrador, hay un logo de Boomerang púrpura grande que es
retroiluminado.
—Vaya. Es muy... —Me recuerda al estilo de una terminal del
aeropuerto de Virgin America, un estilo que fue usado para darle cabida a
las masas, pero no estoy seguro de si debería decir eso con Candy parada
aquí.
La boca de Mia hace una mueca. —¿Soso? ¿Sin inspiración?
Asiento. —Sí. Y predecible.
—Y genérico. Es casi corporativo —dice como si fuera una blasfemia,
y recuerdo que ayer descubrí que su madre es una artista. Una fotógrafa—
. Fácil de olvidar.
—Sí —concuerdo—. Ni siquiera puedo recordar lo que estamos
viendo.
Mia sacude la cabeza, cada vez más alterada. —Es decir, ¿cuál es el
mensaje de esto? —Me enfrenta—. ¿Hay algo de esto que te haga querer
divertirte? ¿Siquiera te pone remotamente en un estado de ánimo sexy?
—No, pero esa cama sí.
Gira bruscamente la cabeza hacia el stand del colchón, y su cabello
se esparce sobre un hombro. —¿En serio? ¿Incluso las sábanas cursis de
satén?
—Diablos, sí. Se ven como un buen momento resbaladizo para mí. —
El hecho de que nos encontramos en un stand de almacén no hace nada
para disuadir a mi imaginación sexual. Podría ponerme manos a la obra
en esa cama con ella—. ¿Qué dices, Rizos? ¿Deberíamos lanzar algunos
órganos sexuales?
Sonríe. —Bueno, cuando lo haces sonar tan atractivo.
La mano de Candy golpea su cadera, y el movimiento es tan mordaz
como un saludo militar. —Qué linda sorpresa —dice—, pensé que ninguno
de los dos entendería nada sobre el diseño de un stand. ¡Resulta que son
genios!
Se gira sobre sus tacones y se marcha, al igual que Cookie. 69
—Bien hecho, genio —articula Mia acusadoramente al tiempo que la
seguimos. Me da un empujón juguetón en el hombro, por lo que la empujó
de vuelta.
Y así comienza de nuevo.
Ya lo hicimos en el estacionamiento y mis brazos terminaron a su
alrededor. No estoy seguro de que es lo que pasa, pero mi cuerpo parece
reaccionar ante cualquier oportunidad de tocarla. Cuando me empuja otra
vez, hago un movimiento rápido, levantándola con facilidad por encima de
mi hombro.
Mia suelta un pequeño chillido, tensando su cuerpo, y me congelo, a
la espera de que Candy se dé la vuelta, pero no lo hace.
En este punto, algunas cosas se disparan en mi cabeza.
Primero, está el hecho de que mi mano está en el culo de Mia. Ella es
suave, con curvas en los lugares correctos y su peso se siente increíble.
Sostenerla se siente increíble. Estoy muy tentado a hacer una pausa en el
stand del colchón y echarnos sobre todo ese satén.
Segundo, está el concepto de que estoy coqueteando con la chica que
podría potencialmente robarme mi trabajo, lo que es un poco aguafiestas.
Y tercero, la cámara de seguridad que cuelga del techo. Quienquiera
que esté viendo en el otro extremo, Mia y yo estamos haciendo su día.
Doy unos pasos como si la estuviera llevando a la cama hasta que
me da un golpe en las costillas. Entonces la suelto de mala gana.
A través de la fina seda de su vestido, siento su figura en mis dedos
mientras se desliza por mi cuerpo —la curva de su cintura, la muesca de
su columna vertebral, los ángulos de sus omóplatos— antes de que esté de
pie.
Durante un largo momento, estamos presionados uno contra el otro
y no puedo ocultar la verdad, la verdad física de cómo reacciono a ella.
Estoy duro como el acero, pero la expresión de su cara no es sorpresa. Mia
sabe que me excita. Lo que veo en sus ojos es incertidumbre. Un tipo de
dolor sombrío.
Nos apartamos torpemente, mirando por todas partes excepto el uno
al otro. En silencio, Mia se pone al día con Candy, pero yo necesito unos
segundos. No solo para hacer que mi polla se calme, sino porque también
tengo que controlar mi ira.
¿Qué hice mal? Definitivamente acabo de cruzar algún tipo de línea.
¿Esta pasantía le molesta? ¿El hecho de que estamos compitiendo? ¿O es
algo con su ex? Pero eso no es posible. Ella ha estado sola durante todo un
año. 70
¿Por qué diablos le estoy dando vueltas a esto? Debería alegrarme de
que ella tiene algún tipo impedimento para estar conmigo. Debería estar
jodidamente emocionado al respecto.
Al doblar la esquina, Candy nos espera en un stand más grande, con
los brazos cruzados y dando golpecitos con el pie. Mira de mí hacia Mia.
Seguramente, sintió el cambio en el estado de ánimo entre nosotros, pero
no me importa una mierda.
—Este es el diseño que vamos a utilizar para la feria de este año —
dice Candy, señalando a un gran stand que tiene forma de T—. Blackwood
va a pagar por una ubicación esquinada, lo que significa que tendrá ciento
ochenta grados de alcance. Utilizaremos la misma paleta de colores y
mobiliario, el mismo aspecto que el año pasado, pero vamos a dividir el
stand con una pared, manteniendo el salón a un lado y las terminales de
computadora en el otra. De esa manera, las personas que se sientan más
inclinadas a quedarse y mezclarse pueden hacerlo, mientras que los que
solo quieren ver el sitio web podrán conectarse, comprobar cómo funciona,
y seguir adelante. ¿Alguna pregunta?
Mia y yo nos miramos.
—Espera —dice ella—, ¿es decir que el stand para la conferencia ya
está planeado? ¿Ya está hecho?
—No. Todavía no ha sido pagado. ¿Trajeron la tarjeta de crédito de la
empresa?
No tengo nada. Todo lo que puedo hacer es no empezar a romper los
stands de mierda.
Mia permanece callada a mi lado.
La cara de Candy se divide en una sonrisa. —No creyeron que mi
hermana iba a dejar que ustedes dos tomaran una decisión, ¿verdad?
Todavía no puedo pensar en nada para decir, y al parecer, tampoco
Mia.
—Oh, lo creyeron. —Sacude la cabeza—. Eso es tan lindo.

71
15
Traducido por Josmary
Corregido por AmpaЯo

Mia
Nos detenemos en un parque para compartir un sándwich antes de
regresar a las oficinas de Boomerang. Observo mientras Ethan limpia un
banco de picnic para mí, y su camisa de vestir se sale de su cinturón para
exponer un pedacito de piel bronceada.
Oh, Mia, pienso. Estás tan jodida.
72
Debido a su cuerpo, por supuesto: su pulcra solidez, la sensación de
él, apretado contra mí. Duro. La sensación de estar en el lugar exacto,
molécula con molécula, como en la sala de exposición.
Pero puedo resistirme a un cuerpo. Aun así, estoy jodida debido a su
sonrisa, debido a sus hoyuelos, que se profundizan cuando se ríe, sus
dientes rectos, parejos y perfectos, a excepción de un incisivo ligeramente
volteado. Estoy jodida debido a sus cejas gruesas, a su perfecta nariz
angular y a sus ojos como un lago en la lluvia. Estoy jodida, sobre todo,
debido su bondad, la cual irradia por todos los poros. Su pasión, cuando
se deja hablar sobre las cosas que ama. Debido a que él insistió en pagar
el taxi y pagar por nuestro sándwich. Estoy jodida debido a él, completo.
Mi cuerpo y mi cerebro conspiran en mi contra, pero no puedo rendirme
ante ellos.
—¿Qué haremos con respecto a la situación de Cookie? —pregunto,
dándole manotazos a una mosca que se posa en el papel de cera que se
extendía abierto entre nosotros. Muevo la mitad del sándwich de pavo y
aguacate hacia mí y abro la Coca Cola Light. Burbujea en mi mano, lamo
mi dedo y lo atrapo mirándome, lo que amenaza con enviarme por otro
camino de pensamientos verdaderamente improductivos.
—¿La situación? —murmura, levantando poco a poco la mirada a la
mía como si estuviera saliendo de un sueño.
—Sí. Cookie. Va a seguir poniéndonoslo difícil para que ninguno de
nosotros consiga este trabajo. Aunque no sé por qué.
—Quizás un interno mató a su madre.
Río. —O a su trilliza desaparecida, Cupcake.
Ethan le da un mordisco al sándwich y mastica cuidadosamente. Su
fuerte mandíbula se flexiona, y tengo que admitir que el chico hace que
incluso comer luzca bien.
—Creo que podemos seguir convenciéndola, tratar de descongelarla
un poco. Pero es probable que debamos evitarla e ir a por Adam.
—¿Y decir qué? ¿Que su diseño de stand es una mierda?
Sonríe. —Algo por el estilo. —Acaba su sándwich de dos bocados
más y añade—: Tal vez debería ser el que hable, Rizos. Me di cuenta de
que tienes algunos problemas con la diplomacia.
—Sí, porque tu táctica de galletas de chocolate fue impresionante. —
Una vaina cae en espiral entre nosotros, y la retiro de la mesa con un
dedo. A pesar de que fui yo quien trajo el tema a colación, de repente me
molesta estar hablando de trabajo—. Tal vez puedas convencer a Adam
durante el partido de fútbol de este fin de semana. 73
Como le gusta señalar a Skyler, a veces tengo problemas con mi
modulación de tono, y la frase suena más sarcástica de lo que me propuse.
—Oye —dice Ethan, sentándose—, Adam se invitó él solo. Yo no lo
quería allí.
—¿Por qué no? —Quito la pieza de pan superior de mi sándwich y se
la lanzo a una pareja de ardillas que rondaban por ahí—. Es una buena
estrategia.
—Eso me importa un comino —dice, y su tono inestable coincide con
el mío—. No estoy tratando de elaborar estrategias. Solo quiero jugar un
poco de fútbol. Eso es todo lo que quiero.
—Claramente quieres algo más que eso.
—¿Qué quieres decir?
—El puesto. Deseas el empleo. —Doblo la mitad inferior del
sándwich y muerdo un bocado. De repente, estoy hambrienta.
—¿Y tú no?
Trago y el sándwich se mueve lento y dolorosamente por mi esófago.
Mastica, Mia. Por el amor de Dios.
—Sí, lo deseo —le digo—. Y creo que está bien quererlo. Así que no
tienes que comportarte como si cada movimiento que haces no fuera
intencional. Conseguiste que Rhett y Adam fueran a jugar fútbol. Eso está
muy bien para ti. Así que… está bien querer cosas.
Lo que hace que me pregunte si tengo que ser menos aprensiva
sobre usar a mi mamá como cebo. Si me ayuda a conseguir este empleo,
¿qué daño podría hacer?
Me mira y permanecemos en silencio por un largo rato. Recojo mi
sándwich, solo para hacer algo. Una brisa mueve la envoltura, la cual
patina sobre la mesa, hacia el suelo. Me agacho para recogerla, consciente
de que las cosas tomaron un giro muy extraño y que soy la responsable.
Santo infierno. ¿Qué está mal conmigo?
Camino hacia un cubo de basura, fallando en evitar la imagen que
surge en mi mente. Kyle, en nuestra última noche. La cantina frente al
mar, donde la luna dio un resplandor mágico y sus palabras casi
desaparecieron bajo la furia insistente del océano. —Es que no sé lo que
quiero, Mia.
Nada de eso es culpa del pobre Ethan, por supuesto. Tomo algunas
respiraciones profundas, pero es algo estúpido hacerlo sobre un bote de
basura; y vuelvo a la mesa.
—Lo siento —le digo—, estoy siendo injusta. 74
—Está bien —me dice y se pone de pie.
Él sonríe, pero su sonrisa no alcanza sus ojos. Lo que hay allí,
curiosidad, preocupación, me da ganas de meterme en su bolsillo y solo
vivir allí. Kyle me daría una mirada de pánico, buscando la salida más
cercana cada vez que tuviera la irregularidad más pequeña en mi estado
emocional.
—¿Quieres conducir? —pregunto y levanto la llave del aparcamiento.
—Claro.
Entramos y enciende el motor. —Lo resolveremos.
—¿Qué?
—Lo del stand. Vamos a hablar de ello con Adam cuando volvamos.
Iremos juntos.
—Está bien.
Me mira por un largo rato y luego se quita la corbata y me la entrega
con una sonrisa.
—¿Para qué es esto?
—Pensé que podrías atarla alrededor de tu cabello —me dice—, debí
haber pensado en eso antes.
Deslizo la tela de seda entre mis dedos, deseando que no hiciera tan
fácil quererlo.
—Eso es muy considerado. —Peino mi pelo hacia atrás y lo amarro
con la corbata. Los bordes hacen cosquillas en mi nuca, erizando la piel.
—¿Lista? —pregunta.
Asiento. —Vámonos.

75
16
Traducido por Niki
Corregido por LucindaMaddox

Ethan
Isis golpea la puerta del baño. —¡Nos vamos, E! ¡Ten una buena cena
con tu nuevo novio!
—No seas dura con él, Spicy —dice Jason—. El hombre está en
crisis. —Su voz se vuelve casi inentendible y más fuerte, como si estuviera
justo al otro lado de la puerta—. Ethan, lo siento por eso. Oye, se me
olvidaba. Dejé tu ramillete para Blackwood en la mesa de la cocina. 76
Apenas puede terminar la frase. Nadie es más divertido para Jason
que él mismo. Escucho su risa tranquilizarse hasta que se cierra la puerta
del frente, y el apartamento está en silencio.
Limpio una gota perdida de crema de afeitar de mi oreja, observando
mi reflejo en el espejo. Parece que estoy a punto de iniciar una pelea o
sostener un banquillo en una esquina de un ring, en lugar de unírmele a
Adam para la cena.
Es sábado por la noche. Debería estarme dirigiendo a The Reel Inn
para comer tacos de pescado y tomar una cerveza con Jason, Isis, y el
resto del grupo. Sobre todo teniendo en cuenta que Blackwood y Rhett
fueron al juego de esta mañana. Fue un éxito. Adam aguantó como un
campeón, y Rhett no murió de agotamiento por calor. Pasé un buen rato
con ellos. ¿No debería ser suficiente?
Tiro la toalla sobre el estante y me dirijo a mi habitación. Con una
oleada de esperanza, agarro mi teléfono de mi armario para ver si Adam
canceló, pero lo único que encuentro es su mensaje de hace una hora.
Adam: Necesito que vengas a una cena esta noche. Te paso a buscar
a las siete.
¿Qué podía decir excepto estar de acuerdo?
Compruebo la hora, viendo que tengo diez minutos para matar antes
de que llegue. Durante medio segundo pienso en limpiar mi habitación,
luego, me siento en el extremo de la cama y aprieto mis manos en puños.
¿Por qué me invitó? El hombre se volvió millonario por sus propios
medios a los dieciocho años. ¿Las mujeres no hacen cola para pasar una
noche con él? ¿Y por qué me importa? Es un buen tipo y esto es una señal
positiva para mis perspectivas profesionales. Cuanto más conectemos,
mejores son mis probabilidades de vencer a…
Ay… Mierda.
Mia.
Una imagen me viene a la mente. Ella, sonriente en el convertible
con mi corbata enrollada alrededor de su cabello oscuro.
Eso fue el martes.
La última vez que estuve a solas con ella.
La última vez que actuamos relajados en compañía del otro, antes de
que una pared se levantara en el medio.
Está bien querer cosas, me dijo ese día en el parque.
Se necesitó todo lo que tenía para no decir: Te equivocas, Mia. No
está bien que te quiera así. 77
Toda la semana he estado sentado frente a ella. Aprendí que deshace
sus sándwiches y los hace de nuevo antes de comérselos. Me enteré que
habla de sus amigos más que de sí misma, y de su familia más que sus
amigos. Supe que la película que está haciendo es sobre su abuela, que
tiene Alzheimer. Aprendí que su cabello es como una especie de barómetro
—un buen indicador de su estado de ánimo.
Y me di cuenta que me gusta todo de ella.
Cada. Maldita. Cosa.
Antes de que pueda convencerme de hacer lo contrario, busco su
nombre en mi lista de contactos y le envío un mensaje.
Ethan: Hola, Rizos.
Mi corazón se instala en mi garganta cuando veo el mensaje como
enviado. Esta es una mala decisión. Muy estúpida. Estoy a punto de tirar
mi teléfono a un lado cuando aparece su respuesta.
Mia: ¡Hola! ¿Qué pasa?
Bueno. Tiempo para compensar una razón para haberle enviado un
mensaje de texto.
Ethan: ¿Grandes planes para esta noche?
Mia: No mucho. Noche familiar. ¿Tú?
Ethan: Nada tan emocionante como el domingo pasado.
Mia: Lo pasaste con Adam en Duke’s, ¿verdad?
Ethan: Esa noche fue todo tu culpa, Rizos.
Hay una pausa de dos segundos.
Mia: ¿Estás coqueteando conmigo?
Ethan: Eso significaría romper las reglas de la empresa.
Mia: Sí, ¿pero lo estás haciendo?
Ethan: Sí.
Ethan: Lo estoy haciendo.
Ethan: Hablando de eso…
Ethan: ¿Qué llevas puesto?
Estoy bromeando, en su mayoría. Pero no puedo resistirme a probar
con algo clásico ya que soy más o menos virgen en lo del sexteo. Alison se
resistió a cualquier coqueteo de esta manera. No le gustaba coquetear, y
punto.
Me quedo mirando mi teléfono, esperando a que Mia me ponga en mi
lugar. Entonces llega su respuesta y casi dejo caer mi teléfono.
Mia: Tu corbata y nada más.
78
Mierda.
Ethan: ¿¿¿En serio???
Mia: No.
Mia: 
Mia: ¿Sigues ahí?
Ethan: Sí. Entrando en la ducha fría.
La erección que estoy luciendo va a requerir más de una ducha.
Impresionante. No hay nada como una ración extra grande de frustración
sexual cuando estás a punto de salir.
Mia: Te ves bien cuando te duchas.
Jesús. Está tratando de matarme.
Me quedo mirando las palabras, y surgen en mi mente imágenes de
nosotros juntos. Ducha. De pie. Cama. Sofá. Enjuague y repita. Es como el
mejor tipo de presentación de diapositivas en el universo.
No puedo recordar la última vez que una chica me afectara tanto. Ya
sea que está bien quererla o no, parece no tener ningún efecto negativo.
Joder, la quiero.
Compruebo la hora. 06:57.
¿Qué hice para merecer esto?
Ethan: Me tengo que ir. Están por recogerme.
Mia: Bien.
Ethan: Diviértete esta noche, Rizos.
Mia: Tú también.
Me siento allí y releo nuestro intercambio hasta que Adam me envía
un mensaje diciendo que está abajo. Le digo que voy en camino y luego me
tomo unos segundos para reponerme.
Vómito. Accidentes automovilísticos.
Vomito en accidentes automovilísticos.
Bueno. Bastante bien.
Busco mi corbata, pero me detengo y cierro mi armario. No necesito
una distracción colgando alrededor de mi cuello toda la noche. Tendrá que
ser una camisa de vestir blanca.
Encuentro a Adam, esperando en la acera en un Bugatti gris carbón.
Subirse en el coche es como intentar montar una pantera, todo musculoso
y bajo. No me gustan mucho los coches lujosos y deportivos —mi idea de
un buen coche es un gran todoterreno— pero este me hace cambiar de
79
opinión en el acto.
—Es un poco llamativo —admite al tiempo que sale a la calle—, pero
fue un gesto simbólico para mí.
—¿Simbólico? —Los olores en el interior son fuertes: tapicería de
cuero y un débil rastro de aceite de motor. Una combinación ruda. Inhalo,
y mi cabeza va a una zona libre de Mia—. ¿Cómo es eso?
—Tuve dos inversores en mi primer emprendimiento. Uno francés, el
otro alemán. Antes de entrar a la bolsa, intentaron unirse y dejarme en
bancarrota. —La sonrisa de Adam es diabólica—. No pudieron.
El tipo es un jefe. Siento una oleada de optimismo. ¿Por qué estaba
alterado antes? Estoy saliendo con Adam Blackwood. En un jodido Bugatti.
—¿Compraste el coche después de entrar a la bolsa? —pregunto.
Asiente. —Fue lo primero que hice. Los Bugattis son de diseño
francés, pero la compañía es una filial de Volkswagen.
—Un fabricante de automóviles alemán —digo, llenando el espacio
en blanco.
—Exactamente. Este coche me recuerda que debo tener cuidado con
mis allegados. —Su voz disminuye, enturbiando con cierta emoción oscura
cuando añade—: Es una lección que he tomado a pecho.
Cambia a tercera, ya que entrará en la Autopista. El coche sigue
adelante y caemos en el silencio, dando por terminada la conversación.
La forma en que se mueve por el tráfico es desafiante y un poco
viciosa, como si estuviera compitiendo con sus propios demonios. Pero
cuando nos retiramos de la autopista, sonríe, y está de vuelta el Adam
carismático y fresco.
—Aprecio que hayas venido conmigo —dice, y el rugido del motor por
fin se calma—. No quería dejar pasar la oportunidad. Tenerte aquí, aliviará
cualquier incomodidad.
Estoy totalmente perdido. —¿Incomodidad?
—Bueno, soy su jefe.
No.
De ninguna jodida manera.
Tengo que recordarme cómo respirar. —Adam... ¿A dónde vamos?
—¿No te lo dije? —dice—. A cenar a la casa de los padres de Mia. Soy
un gran fan del trabajo de su madre. —Su mirada cae a mi cuello y sus
ojos se entrecierran—. Mira detrás de tu asiento. Creo que allí tengo una
corbata extra. Lo mejor es ir a lo seguro.
Sí, eso es un punto negativo. Ver a Mia esta noche va a ser lo
contrario de seguro.
80
17
Traducido por Josmary
Corregido por Gabbita

Mia
Al parecer, el mundo se ha inclinado de su eje porque mi mamá ha
decidido cocinar. Lo que significa que la comida hogareña que había
planeado, la lasaña a la milanesa especial de mi papá, se convirtió en...
bueno, no sé qué, exactamente. Es azul; huele a pie; y de alguna manera,
producirla requiere cada olla y sartén en un radio de veinticuatro
kilómetros. 81
—Estará aquí en diez minutos —le digo, tratando de enderezar lo
que crea ella, que es igual de efectivo a barrer después de un tornado—.
Mamá, ¿por qué no vas a cambiarte, y yo voy... —Miro a mi padre, que ha
entrado en su estado de fuga usual de selección de vinos, y le gesticulo—…
pedir una pizza?
Debí haberlo pensado bien. No podía soportar la idea de que Adam y
Ethan hicieran deportes juntos, sin encontrar alguna manera de igualar
las probabilidades, pero me siento tan bruta como esperaba sentirme al
sacar a relucir a mi madre. Me siento culpable y agotada, y el coqueteo por
mensajes de texto con Ethan no ayuda.
Hago mi mejor esfuerzo para olvidar eso. Junto con la imagen de él
entregándome la corbata en el coche, sonriéndome a través de nuestros
escritorios en el trabajo. De pie en la ducha, con el agua haciendo un
camino lento hacia abajo por el contorno de sus abdominales.
Mi mamá vuelca una tabla de cortar completa de lo que parece ser
cebollinos dentro de algo marrón y burbujeante. Estoy bastante segura de
que hay un ojo de tritón en alguna parte.
—Pearl —dice mi papá. Deja caer pesadamente tres botellas sobre la
mesa, un Chianti, un Pinot Grigio, y una botella medio consumida de Jim
Beam que estoy bastante segura es para él—. Déjame ocuparme por un
rato. Ve a ponerte algo agradable para que podamos hacer que la niña
quede bien.
—¡Muy bien! —Mi madre tapa unos cuantos botes y comienza a salir
de la cocina, desatando su delantal—. No dejes que se queme el messicant.
—¿Qué diablos es messicant? —Mi papá pone un brazo alrededor de
mí y levanta con cuidado una de las tapas. El vapor se eleva, formando un
cráneo con dos huesos cruzados antes de salir flotando hacia la campana
extractora.
Bueno, en realidad no, pero huele como la axila de la muerte, y nada
en la cocina parece comida real.
—¿Por qué la dejaste cocinar? —pregunto, limpiando las manchas de
algo que parecía bacalao en las encimeras.
Mi padre vierte un par de dedos de bourbon y me lo da. Luego vierte
una porción más grande para él mismo. —La pone juguetona —dice, y
tintinea su vaso contra el mío—. ¡Salud!
Mátenme. Ahora.
Suena el timbre, y considero lanzarme por la ventana, al estilo del
León Cobarde6, pero empujo mi vaso de bourbon en la mano de mi padre.
—Por favor, si me amas —le digo, haciendo un gesto hacia la estufa—, haz
algo con esto. 82
Voy rápidamente por el pasillo, arreglo mi cabello hacia atrás, aliso
las arrugas de mi vestido de lino color melocotón, y me deslizo de nuevo en
las sandalias de plataforma plateadas que había dejado cerca de la puerta
principal.
Estampo una sonrisa en mi cara y abro la puerta para encontrar allí
a Adam Blackwood, con una botella de vino en una mano y un ramo de
narcisos de color rosa en la otra.
Y Ethan junto a él.
Parpadeo, bastante segura de que estoy alucinando, pero no, es
Ethan. Se ve absolutamente devastador en una camisa de vestir blanca y
una delgada corbata negra.
—Ethan —chillo. Aclarándome la garganta, lo intento de nuevo—.
Hola.
—Sorpresa —dice, con un pequeño encogimiento de hombros.
Adam me pasa para entrar a la casa. —¿Sorpresa? —dice, y me da
una mirada de perplejidad—. Lo siento. Llamé por teléfono a tu madre y le
pregunté si le parecía bien que trajera a un compañero. ¿No te dijo?

6 Es una referencia al León Cobarde del Mago de Oz.


Por supuesto que no. —No, pero eso es…
—Está bien que lo invitara, ¿no?
—Siento colarme —dice Ethan, cerrando la puerta tras de sí y se
acerca más. Huele fresco de la ducha, y yo estoy en grandes problemas—.
No tenía ni idea hasta que estábamos en camino.
—Está bien. —Parezco haber perdido todas las funciones motoras y
me quedo ahí parada, boquiabierta ante él—. Um... Adelante.
Seguimos a Adam por el corto pasillo a la sala justo cuando mi
madre entra desde el otro lado. Vestida con pantalones de seda holgados y
un top kimono negro, extiende una mano elegante a Adam. Ahora es Pearl
Bertram, notable fotógrafa, no Pearl Bertram, mamá y horrible chef. Es tan
afable cuando quiere, y yo soy una idiota.
—Aquí está el compañero que mencioné —dice Adam. Lo presenta a
mi madre y luego a mi padre, que viene con una bandeja de embutidos y
copas de vino. Dios lo bendiga.
—Ethan consiguió una pasantía, como yo —menciono, obligándome
a no añadir lo maravilloso que hubiese sido saber que se unía a la
diversión de esta noche. Ahora no es el momento, y no tiene sentido hacer
que se sienta aún más incómodo de lo que claramente se siente.
—Pasantes y competidores —añade Adam—. Me gusta mantener la 83
emoción.
Intercambiamos una mirada con Ethan, y me meto una aceituna en
la boca para no lanzar una sonrisa idiota. Diría que tenemos cubierta la
parte emocionante.
Atrapo a Ethan mirando a su alrededor, y trato de ver nuestra casa
desde su perspectiva. Una extensión de ventanales que van desde el suelo
a seis metros de altura, con vistas a un jardín inglés cubierto de maleza,
mobiliario danés moderno y elegante en tonos color pizarra, marrón y
bronce. Un cuadro de Lucien Freud cuelga sobre la chimenea, y un par de
esculturas de Judy Chicago apuntalan libros de viajes sobre la repisa de la
chimenea. Todas opulentas y pulidas, gracias a Bitsy, nuestra paciente
ama de llaves.
De repente, todo se siente ostentoso para mí, como si tuviera que
pedir perdón por mis padres o por mí misma. O como si no tuviera derecho
a querer cosas porque vengo de la riqueza.
Quiero explicar que es a causa de la riqueza de mi familia que este
trabajo es importante para mí. Mi madre tiene su arte. Mi padre tenía un
negocio que construyó de la nada. Quiero esa oportunidad para crear algo
totalmente por mi cuenta, para sentirme completamente orgullosa de lo
que gané. Quiero tomar a esta persona que es tan preciada para mí, mi
Nana, e inmortalizarla para que de alguna manera, ella viva para siempre.
Y quiero pasar mi vida haciendo películas. Este trabajo no solo es el mejor
camino; sino que es el único disponible para mí en este momento.
—Adam, Ethan, ¿por qué no les muestro el estudio? —pregunta mi
madre—. La luz es preciosa a esta hora del día, y podemos terminar las
bebidas en la terraza.
Gracias, Pearl Bertram, por sacar la normalidad cuando es
necesario.
Me levanto, y entonces recuerdo que con mi padre escondimos todos
los desnudos en el estudio de mi madre.
—Oh, eh, mamá, tal vez deberías omitir el estudio.
—Tonterías —dice Adam, frotándose las manos—. Nunca me lo
perdonaría si me pierdo la oportunidad de ver el trabajo en progreso de tu
madre. Es un honor.
Mierda.
No es tanto que no quiero que Ethan me vea desnuda. Obviamente.
Es que no quiero que me vea desnuda y sentada en lo que parece una copa
de cóctel llena de sangre. O con los ojos y pezones atados.
—Ethan, ¿por qué no... uh, ¿por qué no vienes a conocer a mi Nana?
—Claro —dice, dándome una mirada de perplejidad—. Aunque
también me encantaría ver el trabajo de tu mamá.
84
—Estoy segura de que estaría feliz de sacar unas pocas piezas para
mostrártelas más tarde —le digo mientras trato de enviarle un mensaje
telepático a mi madre de que no me humille.
Ethan me sigue por el pasillo hasta la habitación de mi abuela, pero
se detiene frente a una serie de fotografías que me tomó mi madre —
veintiuna, tomada en cada año para mi cumpleaños. En cada una, estoy
cubierta de blanco, con el cabello peinado hacia atrás, fuera de mi rostro,
sin maquillaje u otros adornos. Me encantan, no porque sean de mí, sino
porque revelan parte del corazón de mi madre, más que cualquiera de sus
otras fotografías.
Se queda de pie, mirándolas en orden, de bebé a niña a adolescente
a… lo que sea que soy ahora.
—Éstas son increíbles. Algo en tus ojos ha permanecido igual a
través de los años. —Se da vuelta para mirarme, y la luz del pasillo forma
halos en su cabello, dándole un brillo líquido—. Dicen mucho... tus ojos.
—¿Sí? —pregunto— ¿Qué están diciendo ahora? —Oh Mia, pienso,
estás jugando con fuego.
Algo se lanza a través de mi conciencia: Ethan húmedo, mis manos
en su cabello. Nuestros cuerpos desnudos, resbaladizos. Nos besamos y
reímos. ¿Qué demonios hicimos esa noche?
Estamos en un territorio peligroso, de pie en la sala, separados solo
por centímetros, sus dulces ojos pensativos fijos en los míos. Pero ahora
mismo, no me importa. Solo sé que quiero eso de nuevo.
Doy un paso hacia él. No puedo resistirme; su atracción es muy
fuerte. Al diablo con el trabajo. Al diablo con Kyle. Necesito envolverme en
su magnífico aroma a playa-fuego. Quiero sentir su longitud contra mí,
quiero esos labios suaves y cálidos por todo mi cuerpo. Y quiero recordarlo
esta vez.
Doy otro paso, y me mira yendo hacia él, con ojos medio cerrados,
los labios húmedos y tentadores.
Y entonces, Nana me llama desde la habitación contigua.

85
18
Traducido por CamShaaw
Corregido por Verito

Ethan
Sigo a Mia por un largo pasillo, más allá de un patio interior de
cristal con una moderna fuente de piedra, diciéndome a mí mismo que
solo estoy imaginando nuestra química.
No acababa de verse como si quisiera besarme. Y no se ve increíble
en ese vestido color melocotón. Y no voy a perder la cabeza por ella.
86
Nop. Estoy bien.
Se detiene junto a una puerta y golpea suavemente. —¿Nana? ¡Voy a
entrar! —Da un paso adentro y hacia la derecha para situarse en un
rincón en el extremo del dormitorio. La decoración es moderna, como el
resto de la casa, pero un poco más elegante, con lámparas arañas de
cristal y muebles blancos, y paredes de color marrón claro. Creo. Todo eso
podría estar en mi zona daltónica y en realidad ser rojo.
Mia se arrodilla delante de una mujer delgada que lee un libro. Está
en el final de los sesenta años, por mi suposición. Me sorprende lo joven
que parece en realidad, sabiendo que tiene Alzheimer.
—Oye, Nana —dice Mia—, este es mi amigo Ethan. —Me sonríe—.
Ethan, esta es mi Nana, Evelyn Bertram.
Evelyn me mira con los ojos verdes que son sorprendentemente
familiares, hasta que me doy cuenta de que están neblinosos, como el
cristal que ha sido expuesto a la intemperie durante décadas. Aun así, hay
suficiente humor y calidez como en los de Mia, por lo que me encuentro
sonriéndole a Nana como si la conociera desde siempre.
—Hola, Ethan. —Extiende su mano—. Llámame Evie.
—Es un placer conocerte, Evie.
Nana me sonríe. Y luego a Mia. Entonces, de vuelta a mí. —Bueno,
siéntate.
—Gracias. —Me siento en la silla frente a ella. Mia se sienta sobre
sus rodillas, con la mano sobre la de su abuela, que se apoya sobre el
libro. Hay amor en la postura de Mia y en su sonrisa. Lo hay en todo su
ser. Tal vez estoy inspirado, al estar en la casa de una famosa fotógrafa,
pero quiero tomarle una foto de esa manera.
—¿Eres un amigo de la universidad? —pregunta Nana.
—No. Mia y yo trabajamos juntos.
—¿Trabajan? —La mira como si estuviera perdida, y quiero retirar lo
que he dicho. De repente, las palabras se sienten un poco peligrosas.
—Es reciente, Nana. Acabo de empezar a principios de esta semana.
Ethan y yo establecemos ideas de marketing para una empresa llamada
Boomerang.
Habla constantemente y despacio, pero sin condescendencia, y tengo
la sensación de que ya le ha dicho a Nana todo esto. Entonces me mira, y
la tristeza en sus ojos me hace sufrir por ella.
—En realidad, Mia da todas las buenas ideas. Yo estoy allí más que
nada para acompañarla.
—Tú ciertamente admiras el trabajo. 87
Mia deja escapar una risita. —¿Qué quieres decir, Nana?
—Míralo. Él es lindo.
—Gracias, Evie. Y tú eres una mujer hermosa.
Mia me lanza una mirada. —¿Estás coqueteando con mi abuela?
—Sí, pero empezó ella —digo. Entonces me doy cuenta de la foto en
blanco y negro con el marco de plata sobre la mesa—. Guau… ¿eres tú?
Me inclino hacia delante, viendo a una mujer joven que estoy casi
seguro es Evelyn. El hombre a su derecha es su marido, supongo, pero es
el hombre junto a su marido lo que llamó mi atención. Martin Luther King
Jr. Mia mencionó que su abuela se involucró en el movimiento de derechos
civiles en los años sesenta, pero esto es alucinante.
—¿Cuándo se tomó esa? ¿Cómo era él en persona? —Las palabras
surgen repentinamente. No puedo creer que ella fue parte de la historia.
Pero en el instante en que Nana mira la foto, me doy cuenta de que he
cometido un error. No hay un destello de reconocimiento en sus ojos. Solo
de confusión.
—Eso fue en… fue… —Se inclina un poco hacia Mia y le susurra—:
¿Cuál era el nombre de ese lugar?
—Selma —ofrece Mia suavemente—. Selma, Alabama.
Nana asiente, y puedo notar que está decepcionada consigo misma
por no recordar. Entonces, la veo hacer un esfuerzo para sonreír.
—Stan se ve tan joven allí. ¿O no, Mia? —Mira más allá de nosotros,
hacia la habitación—. ¿Dónde está Stan? ¿No viene a cenar?
Oh, no. Mia me dijo que su abuelo falleció cuando era niña.
—No puede venir hoy —dice Mia, apretando la mano de su abuela—.
Pero de todos modos vamos a tener una gran noche.
—¿Qué demonios podría ser tan importante para que no pueda venir
a cenar?
—Nana, él está… —Se muerde el labio inferior—. El abuelo está…
Es brutal mirar esto. ¿Qué dices? ¿Tu marido murió hace dos años?
¿Cuántas veces esta mujer tiene que revivir la muerte del hombre que aún
ama? ¿Cuántas veces Mia necesita verla pasar por eso?
—Siento que no pueda estar aquí —digo, necesitando ayudarla de
alguna manera—. Pero es una suerte para mí. Mira, vine aquí sin una
pareja y espero que estés de acuerdo en unirte a mí, Evie. —Me levanto y
extiendo la mano hacia ella—. ¿Quieres venir a cenar conmigo esta noche?
La sonrisa de Nana regresa. —Sí —dice, tomándome la mano—.
Gracias, Ethan. Lo haré. Pero no intentes nada. Stan se pone celoso
88
fácilmente.
—Intentaré comportarme.
Uno su brazo con el mío y le ofrezco mi mano libre a Mia, que la
toma.
Al salir de la habitación, Mia suelta mi mano y la siento rodearme
con su brazo. Se presiona cerca, apretando mis costillas. —Gracias —
susurra.
Y solo así, mi noche está hecha.
En el comedor, Adam y el padre de Mia están sentados en la mesa,
fundiéndose en una conversación. Adam hace remolinos con el vino dentro
de la copa, con aire ausente mientras lo escucha. Siento algo de envidia
por la atención que está consiguiendo el señor Galliano hasta que me doy
cuenta del gorrión posado en la parte posterior de una de las otras sillas.
Una autentica ave real.
Despeina sus plumas y hace esa cosa de inclinar rápidamente la
cabeza como hacen todas las aves, luciendo como si estuviera muy
sorprendido de verme.
—Dejamos que se abran mucho las puertas del patio —explica Mia.
Soltó mi mano en algún momento a lo largo del pasillo, lo que apesta, pero
Adam está aquí—. Baudelaire adoptó a nuestra familia.
—¿Tienen un gorrión por mascota llamado Baudelaire? —pregunto,
acompañando a Nana hacia la silla—. ¿Cómo no me has mencionado eso?
—Shhh —dice Mia—, él es muy sensible acerca de esa palabra.
—¿Qué palabra?
—Mascota. Le resulta degradante.
—Lo siento, Baudelaire.
—Él te perdona.
—Genial.
Sé que ambos estamos simplemente diciendo palabras. Prolongando
este pequeño momento en el que nos encontramos cerca y centrados entre
sí. Puedo ver cada una de sus pestañas. Su lápiz labial es color melocotón,
al igual que su vestido, y si me inclinara hacia adelante un poco, podría
besarla.
Mia se lame los labios y un estremecimiento corre a través de mí.
Estamos pensando en lo mismo.
—¿Qué hay para cenar? —pregunta Nana—. Apesta. 89
Mia se aleja bruscamente, cortando nuestra conexión. —¿Papá, la
cena? —pregunta, un poco nerviosa.
Su padre levanta la vista de su charla seria con Adam y le guiña un
ojo a ella. —Está bajo control. Debería estar lista en diez minutos.
No veo cómo eso la consuela. Nana tiene razón. Lo que vamos a
comer huele a animales atropellados, pero ella se relaja visiblemente.
—¿Bebidas? —pregunta, dirigiéndose al bar—. Nana, ¿lo de siempre?
¿Ethan?
—Cualquier cosa —digo—, pero tenía la esperanza de ver el estudio
de tu madre primero.
—Sí, que lastima por eso —dice sobre el hombro, mientras se sirve
un vaso de vino—. Tal vez en otro momento.
No estoy muy seguro de entender. —¿Por qué en otro momento?
—¿Qué hay de ahora? —La mamá de Mia entra al cuarto. La mujer
tiene algo de presencia escénica, pero el padre solo sigue hablando, sin
duda acostumbrado a la gran personalidad de su esposa—. ¡Ahora suena
maravilloso!
Llena su copa de vino casi hasta el borde, toma la que sirvió Mia e
inclina la cabeza, llamándome para que me una a ella. —¡Ven, ven! ¡El
siguiente tour sale de inmediato!
Adam termina con el padre de Mia y llama mi atención. —Sin duda
vas a querer verlo.
Al instante, Mia sale disparando como un velocista olímpico, pasa a
su madre y desaparece en el pasillo. Dos pensamientos aparecen en mi
mente. Uno, la chica dice que no es una atleta, pero definitivamente puede
moverse, y se ve bien haciéndolo. Y dos, obviamente estoy perdiéndome de
algo.
—Gracias —digo, uniéndome a Pearl—. Estaba decepcionado cuando
pensé que me lo había perdido.
—Tonterías. —Me entrega un vaso muy lleno de vino tinto—. Por este
camino. —Luego, une su brazo con el mío.
—Guau. —Mi copa de vino tiembla un poco, pero por suerte, no se
derrama.
Pearl se ríe. —Lo siento. Somos una familia delicada. A veces, me
olvido que es incómodo para la gente.
—No… Está bien. Solo que no me lo esperaba.
Sonríe. —Las cosas inesperadas son mis favoritas. 90
Me gusta también lo inesperado, pero esta noche está empezando a
sentirse como si estuviera en Space Mountain: en la oscuridad e incapaz
de anticipar los giros.
Pearl es pequeña como Mia, pero camina rápidamente y tengo que
alargar mis pasos para seguirla y no derramar el vino. También porque
donde quiera que miro, hay imágenes, cada una más interesante que la
anterior.
—Ya sabes, Ethan —dice Pearl—, Mia nos ha dicho mucho acerca de
tu pasantía.
—Es una gran oportunidad. —No agrego: solo para uno de nosotros.
Se detiene frente a una puerta de madera tallada que es diferente a
las otras de la casa. Todo está retorcido y envejecido, como si hubiera sido
sacada de un naufragio.
Se pone derecha y permanece muy quieta. Después de un segundo o
dos, ni siquiera se mueve el vino en la copa.
Me siento como si fuera la primera vez que ella está viéndome y es
intenso. Tengo que esforzarme para simplemente estar allí y aceptar su
escrutinio con ojos de águila. Retirarme bajo su mirada se sentiría perder,
de alguna manera.
—Tienes una fantástica estructura ósea, una magnifica contextura
física al estilo Bernini, y estoy absolutamente loca por el hoyuelo en tu
barbilla —dice ella.
¿Qué. Diablos?
De repente, sudo tal como Rhett, pero me las arreglo para responder
como si estuviera tomando todo esto con calma. —Gracias.
—No me lo agradezcas. Da gracias a tus padres.
—Está bien.
—Y probablemente a tu régimen de ejercicios. ¿Deportes?
—Fútbol.
—Ah.
Asiente, entendiéndolo.
—No he escuchado ni pío acerca de ti de parte de mi hija.
—Yo… no lo sabía.
—Bueno, ¿cómo lo sabrías?
—Cierto.
¿Está tratando de meterse con mi cabeza? Nunca me he sentido tan
mal parado cerca de otro ser humano.
91
Pearl inclina la cabeza como lo hizo antes Baudelaire. —¿Sabes en lo
que te convierte eso, Ethan?
—¿Imprevisto?
Me muestra una gran sonrisa, y siento como si hubiera pasado una
gran prueba. —Sí —dice enfáticamente—, y extremadamente único.
Abre la puerta de madera, dejándome con ese pequeño acertijo que
me desconcierta. Muy considerado por su parte, ya que no tenía suficiente
con lo que enfrentarme esta noche.
La sigo a un enorme espacio de estudio con techos altos. Un extremo
luce como parte de un laboratorio, parte de una fábrica, con un grupo de
monitores de ordenadores de gran tamaño y lucen como un equipamiento
industrial, que puedo imaginar que es para ampliar y transferir fotografías.
Por encima de los equipos, las paredes están llenas de impresiones
de todos los tamaños. Cosas increíbles. Mis ojos van rápidamente a unos
zapatos de tacón alto con lentejuelas brillantes y un lazo. Las reconozco
como las zapatillas del Mago de Oz, excepto que tienen un tacón asesino
de diez centímetros, y la punta presiona una curva de piel suave.
Es la parte del cuerpo lo que es tan cautivador. No puedo apartar la
mirada. No puedo averiguar si se trata del pecho, la espalda, la pantorrilla,
y así es con cada pieza. Lo miras y quieres saber más. Tienes que hacerlo.
El otro extremo del estudio es mucho más abierto, con una lona,
una variedad de fondos, algunos accesorios como pelucas y sombrillas y
alas de ángel, y unos taburetes. Más allá de eso, las enormes puertas de
cristal conducen a un patio exterior y es una de las vistas más increíbles
que he visto.
—Hola —dice Mia.
—Oh, ahí estás —dice su madre, volteándose. Entonces sacude la
cabeza con desaprobación—. ¿En serio, Mia?
Ahí es cuando me doy cuenta de las sábanas puestas sobre algunos
marcos descansando contra la pared.
—¿Qué es eso? —pregunto.
—Nada —dice Mia—. Nada en absoluto.

92
19
Traducido por vals <3
Corregido por Lizzy Avett’

Mia
Por supuesto, mi madre procede a sacar las sábanas de los cuadros
como si estuviera inaugurando un carro nuevo. Ni siquiera sé por qué lo
intenté.
El más grande de todos y probablemente el más llamativo, es un
tríptico enorme que hizo mi madre, basado en un desnudo del escultor y
pintor Modigliani. Me encuentro recostada en un diván de terciopelo rojo, 93
con los brazos sobre la cabeza y una sábana blanca de seda serpentea
debajo mi cuerpo para desparramarse por encima de mis muslos. Mi piel
parece pulida, casi de color ámbar. Y porque es mi madre, mi cuerpo está
cortado en espirales finos, como si estuviese pasando por un pelador de
manzanas.
Los quita de la pared y los coloca al lado de los otros que intenté
ocultar: Mia con una copa de martini, Mia con muchos-pezones, Mia como
una diosa vengadora, con ocho brazos, una aureola destacando los globos
oculares y llamas azules donde deberían localizarse mis partes femeninas.
—Como puedes ver —le dice a Ethan—, mi hija es mi musa.
Desde la perspectiva de Ethan, es probable que parezca que la musa
de mi madre son los hongos, pero por lo que sé, nunca en su vida ha
estado drogada.
Pero él retrocede para ver mejor las piezas y una vez más, lo observo
mirarme, pero a una versión diferente de mí. Manipulada digitalmente,
iluminada atractivamente, posicionada poderosamente. Esa Mia.
—Estos son… extraordinarios —murmura, pero no puedo notar si lo
dice en serio. ¿Extraordinario en un sentido genial o bizarro?—. Nunca he
visto algo como esto. —Es tonto, pero al tiempo que lo observo admirar su
trabajo, siento una punzada de celos.
—¿Ves, querida? —Mi madre captura mi mentón en sus manos y me
planta un beso—. Nunca te escondas. —Añade para Ethan—: Es hermosa,
¿verdad?
—¡Mamá!
Él me mira y su mirada es caliente y considerada, como si me viera a
mí —a la verdadera yo, la que está enfrente— por primera vez.
—Mucho —dice.
—Déjame mostrarte en lo que estoy trabajando —dice mi madre,
cordialmente—. Es una serie llamada “zorros.”
Gimo. Esas son unas de mi persona con diferentes máscaras de
animales, tomadas en raros ambientes urbanos. Mia con máscara de zorro
en un carrito de compras debajo de luces fluorescentes. Con máscara de
un gato acuclillada junto a las escaleras eléctricas del centro comercial,
ascendiendo de las sombras. Hay más de esos, pero tal vez no necesitemos
inundar al chico con nuestra completa y absoluta ¿rareza?
—Mamá, la cena estará lista pronto. ¿Por qué no regresamos con los
otros invitados?
—Quiero verlos —responde Ethan, sonriéndome. Otra vez, no puedo
leer su expresión. ¿Le interesa genuinamente, adula a mi madre, o solo me
causa preocupaciones, como diría Nana? 94
—Está bien, pero no lo retengas por mucho tiempo, mamá —digo. No
añado: “Y por favor no le cuentes nada mortificante acerca de ti. O de mí.”
Me dirijo a la puerta, distraída, y enredo el tacón de mi sandalia en
una maraña de cables en el suelo. Tambaleante, me agarro del brazo de
Ethan y mando a volar su copa de vino —llena de Chianti— hacia su cara,
la garganta y la hermosa camisa blanca.
—¡Oh por Dios, Ethan! Lo siento mucho.
Se queda parado ahí, totalmente en shock y luego mira hacia abajo.
Una gota de Chianti se resbala por su nariz y montones por sus zapatos.
—¡Feliz accidente! —dice mi madre, moviendo las manos como si
estuviésemos en una mañana de navidad—. Mia, porque no vas corriendo
y traes una toalla. Y ve si puedes conseguirle una camisa limpia.
—Lo lamento tanto —le digo—. Quédate aquí. Volveré en un minuto.
Con más cuidado, me voy de la habitación, queriendo detenerme y
golpearme la cabeza contra la pared varias veces. ¿Por qué me siento como
una catástrofe andante cerca de este chico?
En mi camino al armario paso por la cocina. Al ver, me sorprendo de
encontrar a mi papá, Adam y Nana sentados alrededor de la mesa junto al
nicho de la ventana. Los dos hombres lucen como si ya hubiesen causado
un gran daño a la botella de bourbon; a pesar de que Nana aún tiene llena
su copa de vermouth.
Adam está sentado de espaldas, con la cabeza apoyada contra la
pared y una expresión extraña en su cara. —Eso es lo que no entienden —
dice con voz ronca.
—¿Cómo podrían? —Mi padre rellena su vaso—. Esa sensación como
si alguien apretara un botón en tu vida. ¿Y es de repente algo nuevo?
—Y algo que no pediste —replica Adam—. Ni quieres.
—¿Chicos? —digo, entrando a la cocina—. ¿Qué pasa? ¿Todo bien?
—Ah, mi dulce Mia Moré. —Papá ondea una mano y yo voy. Pasa un
brazo por mi cintura y aprieta—. La cuestión es, Adam —dice—, que debes
encontrar algo que te importe. Que cambie tu vida de algo que no querías,
a algo que sí.
Adam brinda con mi padre. —Es genial que tengas esto. Una familia.
—¿De qué están hablando? —pregunto.
Adam se fija en el resto del Borbón, en busca de una respuesta pero
no dice nada.
—¿Jo-Jo?
—Oh —responde papá—. Le conté a Adam sobre mi accidente. 95
—¿En serio? —Nunca habla de eso. Así que ¿por qué decirle a Adam,
un extraño?
Las personas hablan del voltaje cuando se refieren a electricidad.
Pero solo se necesitó un amperio para detener el corazón de mi papá. Tiene
el pecho lleno de deslumbrantes y rosadas cicatrices que nos recuerdan lo
que sucedió; pero olvidé de las otras heridas, las que lleva por dentro.
—Es bueno recordar que las cosas se van rápido —dice mi padre—.
Y nada está garantizado. Solo puedes luchar por tu pedacito de felicidad,
¿capisci?
—Capisco —responde Adam. ¿Hay algo que no sepa?
Con ojos vidriosos, se toma lo último de su bourbon. Por primera vez
en todo lo que lo he visto, se ve un poco… desalineado. Su collar cae por
un lado y el nudo de su corbata está demasiado apretado, como si hubiese
estado tirando de él.
—¿Tal vez deberíamos servir la cena? —sugiero. Podría venirles bien
algo de pan para limpiar el alcohol.
Papá me suelta. Poniéndose de pie, dice—: Bien pensado, cariño. —
Extiende una mano hacia Nana—. ¿Evie?
Nana se levanta y me sonríe. Sus ojos volvieron a ser los auténticos;
verdes y cargados de humor. —¿Dónde se ha ido ese chico apuesto? —
pregunta.
Oh, demonios. Lo olvidé completamente.
—Ya regreso —les digo y les explico acerca de Ethan y el vino.
Voy rápidamente hacia el cuarto de mis padres, busco una camisa
en el armario de papá, agarro una toalla y corro al estudio de mi madre.
—Oye, disculpa por… —Pero la escena en la habitación corta las
palabras a medio decir. Las luces del estudio brillan y mi madre está de
pie detrás de la cámara, tomando fotos y gritando animadamente.
A Ethan.
Que está encima de un taburete y posando para mamá, sin camisa.

96
20
Traducido por vals <3
Corregido por Dafne2

Ethan
Mia se detiene, con una camisa en la mano, una toalla en la otra y
sus ojos se encuentran con los míos. El momento se extiende en el aire
entre nosotros, mientras tratamos de procesar la situación.
Me he estado preguntando cómo reaccionaría cuando regresara.
Mi mejor teoría era con humor, una risa, una broma o algo parecido,
pero no descartaba la vergüenza. 97
Sin embargo el modo en que me mira —sus ojos grandes, sus labios
rosados relajados en un mohín—, tampoco. La he dejado sin palabras, lo
que podría ser tremendamente caliente si su madre no estuviera parada a
tres metros de mí.
En realidad, aun así lo es.
Pearl baja su cámara y le sonríe a Mia. —Ah, regresaste.
—Um, ¿mamá? —chilla Mia—. ¿Qué estás haciendo?
—Tomando ventaja de una oportunidad —dice Pearl—. Nunca me
hubiese perdonado si él dejaba esta casa y no le tomaba una foto a su
barbilla. Ven, mira.
Toca la parte trasera de la cámara y Mia se acerca a ella, mirando la
pantalla digital que se ilumina
Situadas al borde de la luz amarilla lanzada por los reflectores, ellas
se encuentran casi a oscuras, pero puedo ver la boca de Mia curvarse en
una sonrisa mientras Pearl se desplaza a través de las fotografías.
En los segundos de silencio que siguen, me doy una pequeña charla
de motivación. Estoy seguro de mi cuerpo. Nunca me preocupó lo que una
chica pensara de mí al verme sin camisa porque sé que tengo un físico
decente. Mejor que decente, en realidad, gracias al futbol. ¿Así que por qué
estoy sentado aquí, preguntándome qué piensa Mia?
—Esa —dice, deteniendo la mano de Pearl con la suya—, esa es la
foto.
Pearl me mira y luego a Mia. —Es un lado diferente de él. Oscuro.
Y eso me da una pista en cuanto a lo que están viendo.
Cuando Mia se fue, Pearl me preguntó si podía tomarme una foto.
Le dije—: No, gracias.
Me respondió—: Seguro puedo convencerte.
Lo que siguió fue intercambio riguroso en el que estuve de acuerdo
con sentarme para que me tomara algunas fotos a cambio de que Pearl
respondiera mis preguntas acerca de Mia.
Como siempre, tenía un objetivo en mente, por lo que dirigí las
preguntas hacia los amigos de Mia, esperando el momento perfecto para
mencionar a su ex. No quería saber mucho acerca de él sino qué hizo para
arruinar las cosas con ella. Fue ahí cuando Pearl me contó lo imbécil que
fue el tipo y como trató a Mia, dándola por garantizada.
—¿La engañó? —le pregunté.
—No —dijo entre las tomas—, fue peor que eso. —Foto, foto—. Jugó 98
con ella. —Foto, foto—. Algunas veces sólo desaparecía o perdía interés,
clamando unas tonterías sobre necesitar encontrarse a sí mismo. —Foto,
foto—. Luego regresaba y le daba esperanzas. El pequeño bastardo siguió
haciéndolo hasta que le quitó todas las esperanzas.
Sentí ganas de perseguir a Kyle y golpearlo hasta hacerlo mierda y
supongo que en las fotos eso se tradujo en un “oscuro Ethan”.
—Deberías imprimir algunas, mamá —dice Mia.
—¿Tienes novia, Ethan? —pregunta Pearl y noto un rastro de desdén
en su voz.
—Ya no. ¿Terminamos?
—¡La cena! —La voz del padre de Mia llega por el pasillo.
—¡Mi cena! —Pearl le tira la cámara a Mia—. Guarda esto por mí,
¿quieres? —Sus pantalones flojos se agitan mientras sale alegremente del
estudio.
Cuando se ha ido, Mia apoya la cámara sobre una mesa. —Creo que
decir lo siento no bastará para arreglarlo.
Me encojo de hombros. —No es para tanto. Tuve que trazar la línea
con la del desnudo frontal, pero por lo demás fue divertido.
—Mojigato.
—Oye, ¿quién está medio desnudo aquí?
—Claro, ¿pero has mirado dónde estamos?
—En realidad, no puedo dejar de hacerlo.
Ya era complicado apartar la mirada de las fotos de Pearl, pero ahora
que sé que Mia está en ellas, no puedo evitarlo. No puedo creer que no la
reconocí de inmediato, porque ahora su figura parece tan familiar.
Quedamos en silencio y los focos zumban ruidosamente. Expulsan
una cantidad considerable de calor y siento como si me bronceara. Por
suerte, las puertas del patio están abiertas y es una noche fría.
Mia está lejos del alcance de las luces, pero la siento mirándome.
—¿Mia?
—¿Sí?
—¿La camisa?
—Oh, cierto —dice, mirando su mano. Lanza la toalla a la mesa y se
acerca con la camisa—. Aquí tienes. —Por fin me mira—. Intentaré limpiar
la tuya. O remplazarla. Junto con la otra que robé.
Agarro la camisa de su padre. —Gracias.
Sé, solo con verla, que va a ser muy pequeña. No es una sorpresa ya
que mido un metro ochenta y dos, y el señor Galliano, tal vez, un metro
99
setenta y cinco. Pero eso no es lo que me hace dudar.
No quiero añadirle ropa a este escenario, sino restarle. Imágenes del
vestido melocotón de Mia amontonado a sus pies y el modo en que se vería
debajo de estas luces pasan por mi mente. Debajo de mí y me pregunto…
Miro a sus ojos, buscando la conexión que sentí con ella durante la
conversación por mensajes, o cuando entró al estudio, pero no está ahí. No
hay invitación por su parte y no sé si es por mí, el trabajo, o su imbécil ex,
y ahora mismo, realmente no importa.
Necesito una luz verde y no la estoy consiguiendo
Los ecos de la risa de Adam llegan desde la cocina, como si fuera la
llamada de retirada.
Mia dice—: Creo que deberíamos irnos.
—Cierto.
Me pongo la camisa. Justo como sospechaba, me queda como una
segunda piel. Es cuatro tallas más pequeña. Mia se está riendo antes de
que siquiera empiece abotonarla.
—¿Al menos puedes respirar? —pregunta.
—Apenas, pero no creo que sea capaz de comer algo.
—Solo estás tratando de evitar la comida de mi madre.
—Para nada. El ácido sulfúrico es mi favorito. —El botón más alto
no logra mantenerse abrochado, así que me rindo y observo a Mia—. Ojalá
tuviera algo de vello en el pecho para completar el look. ¿Tienes alguna
cadena de oro que pueda pedirte prestada?
Sacude la cabeza, sonriendo. —No puedes ir a comer mostrando ese
escote. Ven acá, te la abotonaré.
Tan pronto como toca mi camisa, mis manos enmarcan su cara y me
inclino más cerca, dejando solo unos centímetros entre nosotros.
No se tensa ni reacciona sorprendida, y tengo la sensación de que
ella sabía lo que planeaba hacer incluso antes de que yo me diera cuenta.
Nos quedamos inmóviles, simplemente respirando el mismo aire por
unos segundos, creando un pequeño lugar de sombras en la luminosidad
que nos rodea.
Este tiene que ser nuestro secreto, o podríamos perderlo todo.
Nadie puede saberlo.
No decimos ni una palabra, pero el acuerdo está justo ahí, entre
nosotros.
Y luego sus dedos se cierran alrededor de mi cuello, acercándome y
no puedo esperar más.
100
Rozo sus labios con los míos. Este no es nuestro primer beso, pero
segurísimo que se siente como tal y parece importante, de alguna manera,
ser tierno con ella.
No dura mucho. Quiero más de ella inmediatamente, y mi lengua se
desliza dentro de su boca. Sabe fresca y dulce, como uvas congeladas.
Cuando la siento responder, besándome como si quisiera más, envuelvo su
cuerpo con los brazo, atrayéndola hacia mí, y se lo doy.
Después de un momento retrocede un poco, depositando besos a lo
largo de la esquina de mi boca. Aprovecho la oportunidad para robarle un
vistazo de cerca: tiene el cuerpo más sexy que he visto. Deslizo las manos
por sus costillas y encuentro la curva de su pecho. Suspira, presionándose
más cerca, y el sonido casi me hace perder la cabeza.
Necesito más. La levanto y me giro, sentándola en el taburete al
tiempo que la beso. Sus rodillas están en mi camino, por lo que separo sus
piernas, subiéndole el vestido por sus muslos. Y luego me coloco en ese
espacio.
—Te sientes increíble, Mia. —le digo.
Pero la verdad es que se siente jodidamente perfecta.
21
Traducido por Jadasa
Corregido por Amélie

Mia
Agarro los bíceps tensos de Ethan y aflojo mis muslos, separándolos
más, y atrayéndolo hacia mí. No puedo tener suficiente de su fuerte brazo
apoyado en la parte baja de mi espalda o sus dedos perfectos moviéndose
sobre mi pezón, rozando la longitud de mi cuerpo; familiar y nuevo al
mismo tiempo. Quiero más de sus labios, suaves y exploradores, y su
deliciosa lengua se conecta contra la mía. Nos encontramos atrapados en 101
este mundo entre las sombras del estudio y las luces omniscientes, y se
siente como un sueño, como un momento que ya pertenece al recuerdo.
Mis manos se enredan en su cabello, y lo acerco más, envolviendo
las piernas a su alrededor y cruzo los tobillos, atrapándolo. Lo siento, todo
—su pecho ancho y sólido, el calor pulsando entre nosotros, y su dura
longitud contra mi bajo vientre, innegable, insistente y enviando ondas de
choque a través de mi centro.
—Jesús, Mia —respira Ethan contra mis labios.
Me presiono contra él, ya que mis labios y lengua necesitan estar en
todas partes: sobre sus labios, sobre el hoyuelo de su mentón, sobre su
mandíbula, su garganta, donde mis dientes rozan contra el pulso latente.
Mis labios se quedan ahí, explorando, mientras mi mano se desliza
hacia abajo, más abajo...
—Mia —dice mi papá en voz alta. Sus pasos pesados resuenan en el
pasillo.
Ethan y yo nos alejamos del otro de un salto, y para el momento en
que aparece mi padre, ya salí del taburete y me encuentro a medio camino
de la puerta; mi corazón es un embolo furioso.
—Cariño, ya está la cena —dice, y se da un golpe leve con una de las
paredes. Se ha emborrachado—. ¿No nos escucharon?
—Oh, lo siento, no —digo, resistiéndome a la tentación de alisar mis
ropas o mi cabello, el cual sé que debe ser un enredo loco—. Con Ethan
estábamos... um, hablando. Ya estaremos ahí.
—Hice lo que pude —susurra—, pero es momento de enfrentar las
consecuencias.
—¿Qué? —Me invade el pánico. ¿Nos descubrieron? ¿Cuánto tiempo
hemos estado fuera?
—Añadí algunas hierbas. Puse algo de pollo y verduras. —Se encoge
de hombros—. Es lo mejor que pude hacer.
—¡Oh, está bien! —Exhalo con la suficiente fuerza para apagar una
vela—. Cena. Bien.
—Vengan. Se está enfriando. O congelando. —Da un giro descuidado
para volver a la sala de comedor.
Respiro y echo un vistazo al estudio. Ethan está apoyado contra la
mesa de trabajo de mi madre, con las piernas cruzadas, sonriendo de este
modo petulante, encantador y descarado, y básicamente me hace querer
quemar la casa alrededor de nosotros, así nunca tendremos que salir de
esta habitación.
—La cena —digo. Aunque quiero tomarle la mano y deslizarnos a
través de las puertas francesas al frescor de la noche. 102
—Lo escuché.
—¿Vienes?
—En un minuto. —Sonríe, mirándose abajo—. Tengo una... umm...
una situación de la que hacerme cargo.
Sigo su mirada. Sip. Definitivamente es una situación.
—Te dejo para que lo hagas —digo. Pero porque no puedo resistirlo,
me acerco y me lanzo de nuevo sobre él, para darle un último beso intenso
y echarme contra su cuerpo. La situación se convierte en un incidente, y
me alejo, riendo.
—Eres mala —dice en voz alta detrás de mí.
Llevo mi sonrisa por el pasillo, agradecida por el murmullo de la
conversación y el compás de Béla Fleck que me dice que la noche marcha
cómodamente sin nosotros.
No puedo sacar de mi mente la imagen de Ethan en las fotografías
de mi madre. Es verdad que lo retratan más oscuro. Pensativo, con esa
misma intensidad en su rostro que me recuerda a la mañana —hace
menos de una semana— en que me desperté en su cama. Quiero saber lo
que pasaba por sus pensamientos en ese momento.
Todo mi cuerpo se siente ligero y libre. Como si estuviera borracha o
drogada. Me deslizo en una silla frente a Adam, quién se instala y se sienta
con su habitual aire de serenidad.
—¿Ya acabaron con la competencia? —pregunta, sonriendo.
—Sí. —Pongo la servilleta sobre mi regazo—. Ha estado totalmente
inmovilizado.
Mi madre aborda a Ethan cuando viene por el pasillo, y lo siguiente
que sé, es que él está tambaleándose con una fuente lo suficientemente
grande como para contener un pavo enorme. La deja abajo y se sienta al
otro lado de la mesa, al lado de Nana. Tengo miedo de mirarlo, porque sé
que me traicionaré a mí misma. Pero debo hacerlo, y sus ojos se mueven
rápidamente hacia arriba para encontrarse con los míos antes de
concentrarse en su plato. Una media sonrisa sexy cruza sus labios, y sé
que está divertido por los mismos pensamientos.
Mamá saca la tapa de la fuente para servir, y jadeo. Uno sorprendido
del tipo ¿qué clase de alquimia rara es esto? Porque la comida se ve y
huele, normal. Incluso, tentadora. Como un beneficio adicional, también
parece comida de verdad; pollo en una especie de salsa. Reconozco las
cosas como tubérculos.
Alrededor de la mesa, todos quedan boquiabiertos por la sorpresa.
Salvo por mi mamá, que los presiona en una línea de exasperación. Mi 103
papá está en problemas, pero la cena se halla a salvo.
—Guau, eso huele diferente —espeta Ethan. Se sonroja y trata de
recuperarse—. Quiero decir, delicioso.
Nana se ríe y palmea el brazo de Ethan. —Buen intento, joven.
La cena es servida, y todos se instalan en una conversación cómoda.
—¿Qué tipo de cosas han estado produciendo en la oficina Ethan y
tú? —pregunta mi madre.
Casi me ahogo con mi vino, pero me doy cuenta de que se refiera a la
oficina de Boomerang. —Bueno, mamá, no hemos hecho más que empezar.
Pero estamos trabajando en la campaña de una marca.
—De hecho, cambio de imagen —corrige Adam—. Le pedí a Ethan y a
Mia que ayuden con el progreso de la marca Boomerang. Están trabajando
en aumentar nuestra presencia en una próxima feria comercial en Las
Vegas.
—Hablando de eso —agrega Ethan, con suavidad—, esperábamos
hablar contigo sobre el diseño de la demostración.
Nos centramos en Adam mientras le decimos nuestras ideas, pero en
realidad es como si estuviéramos hablando uno al otro, como si fuéramos
una máquina perfectamente mejorada.
—Sería mucho más animado —le digo a Adam—. Sexy y atrevido.
Podría hablarle a la gente que tratas de alcanzar. El diseño actual… —Miro
a Ethan en busca de ayuda.
—Solo le habla a la gente perezosa, quienes quieren un lugar para
sentarse —termina—. Es un bar cafetería, seguro, pero como uno del
aeropuerto. No tiene vida de verdad. No es…
—Romántico —digo, animándome y gesticulando con las manos en
medio de mi plática—. O aventurero. O nuevo.
—O genial —agrega Ethan.
—¡Exactamente! No importa qué se nos ocurra, o cómo queremos a
la marca Boomerang, va a caer de bruces en ese espacio.
—Es como pegar a la Mona Lisa en el estante en una farmacia —dice
Ethan. Sus ojos tienen ese sagaz brillo competitivo. Está en su estado
natural. Relajado, cargado de entusiasmo.
Jesucristo, lo deseo.
Adam se ríe. —Así que, ¿están creando la Mona Lisa de los medios
de presentaciones? ¿Es así?
—Malditamente cierto —dice Ethan.
Asiento. —Es posible, con un telón de fondo más inspirador. Déjanos
hacer algo más con la demostración.
104
—Más les vale que lo que tienen en mente sea digno de la ira de
Cookie
Nos miramos con Ethan.
Caramba. Cookie.
—Estoy seguro de que Cookie quiere lo mejor para la compañía —
dice Ethan—. Y queremos aprovechar al máximo esta oportunidad.
—Está bien —dice, levantando una mano para detener el bombardeo
de preguntas—. Me convencieron. Nuevo diseño de la demostración, como
lo quieran. Por supuesto, dentro del presupuesto. Lo cual es un montón.
Divídanlo y cada uno se apropia de una mitad. Las dos piezas tienen que
sentirse orgánicas, pero también tienen que reflejarlos y a su punto de
vista específico sobre la marca Boomerang. ¿Entendido?
—Perfecto —digo, y mi mente ya piensa en las posibilidades. Esto va
a ser divertido—. Sé que ambos estamos preparados para el desafío.
—No lo dudo. —Adam frota la esquina de su labio con una servilleta
y luego sigue—: Hablando de desafíos, me hiciste acordar a mi plan para la
próxima semana.
—¿Qué plan? —pregunta Ethan.
—La investigación de campo —dice—. El próximo miércoles, ambos
empiezan a tener citas.

105
22
Traducido por Lauu LR
Corregido por Daniela Agrafojo

Ethan
—¿Que acabas de decir? —Pongo los codos sobre la mesa, sintiendo
que las costuras de la camiseta del señor Galliano se tensan y explotan.
Adam me mira con calma. —Van a tener citas —repite—. Para darle
al producto de la compañía una prueba de manejo, por decirlo así. Una
comprensión de primera mano del servicio que ofrecemos. No es
obligatorio, pero casi nadie deja pasar la oportunidad. Y obviamente el 106
compromiso solo es pasar algunas horas con uno de nuestros prospectos,
nada más.
Sigue hablando, acerca de cómo pensaba que Rhett nos dijo, como
es algo que sugiere a todos sus nuevos empleados solteros, pero mi
atención se centra en Mia. Se ve un poco pálida, pero es difícil notarlo a la
luz de las velas. Aun así, veo que está reaccionando mucho mejor que yo.
No tengo ninguna duda de que el Ethan oscuro acaba de reaparecer. Pero,
¿qué maldita clase de trabajo es este? Ya estoy trabajando gratis. ¿Ahora
también tengo que sacrificar mi jodida vida social?
Esa ni siquiera es la peor parte.
La peor parte es pensar en Mia siendo sometida a pasar una noche
con alguno de los cabrones que seguro utilizan Boomerang estrictamente
para acostarse con alguien.
Mierda.
Adam detiene lo que sea que decía. —¿Tienes algún problema con
esto, Ethan? Nunca he forzado a un empleado a una situación incómoda.
De hecho, hice a Lena, mi asistente, programara sus citas en el mismo
lugar y hora, pensado que sería más fácil para ustedes, como cualquier
otra asignación de trabajo. Les permitiría comparar notas después. Y, voy
a admitir que soy un poco anticuado en este punto, pero me gusta la idea
de que cuides a Mia. —Sonríe, levantando el vaso en su dirección—. No lo
tomes a mal, Mia. Sé que tú puedes manejarlo sola, pero me sentiría más a
gusto sabiendo que Ethan está ahí.
—Tener a Ethan ahí es una gran idea —dice Pearl, mirándome con
esos ojos penetrantes.
—Si —concuerda el señor Galliano—. Eso aliviaría mi conciencia.
Ajá, pienso. No estaría diciendo eso si supiera que estuve estacionado
entre las piernas de su hija hace diez minutos.
De repente, estoy nadando entre la ira y la lujuria. Mis ojos caen a la
copa de vino frente a mí. La inclino hacia atrás, necesitando algo que me
tranquilice.
—Umm… ¿Cuándo pasará esto? —pregunta Mia.
—El miércoles por la noche es la primera. Creo que también hay dos
más programadas para esta semana.
—Está… bien —dice Mia—. Eso suena… genial.
—¡Tres citas que esperar! —chilla Nana—. ¡Qué maravilloso!
Adam asiente. —Puede proporcionarles la perspicacia que necesitan
para crear las presentaciones perfectas para la conferencia.
—Oh, definitivamente nos dará perspicacia —le digo. 107
Mia me dispara una mirada de advertencia, y luego dice—: Oigan,
¿sabían que Ethan aprendió a jugar fútbol en un salón de bolera?
Eso envía la conversación a un rumbo totalmente diferente. Estaba a
punto de hacerle saber a Adam exactamente como me sentía acerca de su
idea. Mia lo sintió, y me salvó.
Todos están encantados cuando les digo que aprendí a patear en los
bolos. Qué adorable, dicen. Pero en realidad era solo falta de opciones. No
siempre podía darme el lujo de jugar en ligas de interiores o en equipos
que viajaban, así que jugaba al fútbol donde podía.
Sé que Mia tiene buenas intenciones al mencionar esa anécdota,
pero todo lo que quiero hacer es levantarme de esta maldita mesa. Ni
siquiera he probado la comida, pero el vino viene muy bien.
Una vez que nos terminamos la comida, ayudo a Mia a llevar los
platos a la cocina, luego el señor Galliano presenta el postre… una crème
brûlée que enciende en la mesa, la cual Adam jura es la mejor que ha
probado jamás.
Pura mierda.
Mia y yo volvemos a recoger el resto de los platos, pero tan pronto
como los bajamos, toma mi mano y me lleva a una pequeña alcoba, que
queda oculta del comedor. Compartimos el espacio con una escultura que
luce como la pila de desperdicios de un taller mecánico.
—¿Estás de acuerdo con esto? —pregunta.
—¿Las citas? Diablos, no. ¿Tú?
Sacude la cabeza, pero hay algo en su mirada que no me gusta.
—¿Qué pasa, Mia?
—Este trabajo, Ethan. Tú necesitas este trabajo.
No estoy loco por la forma en que dice necesitas. Me afecta mucho.
No tengo una casa como esta. No soy dueño de una pila de metal
que seguro vale un millón de dólares en una habitación especial. No poseo
ni siquiera la camisa sobre mi espalda, literalmente.
—Tienes razón. Lo necesito. ¿Qué hay de ti, Mia? ¿Por qué haces
esto? No lo necesitas para los documentos de tu abuela. Obviamente no
estás corta de dinero.
Queda boquiabierta. —Ethan… ¿Se supone que debo justificarme?
Que no esté desesperada por el dinero no significa que este trabajo no sea
importante para mí. Podría significar mi carrera, algo que construí con
mi… —Sacude la cabeza como si no quisiera ir ahí—. Mira, estoy muy
confundida por todo esto. 108
—Yo no —miento. Ya no sé lo que quiero. Estoy enojado. Tanto,
joder. Y el maldito galón de vino que tomé durante la cena está haciendo
girar mi cabeza—. No hay ningún problema, Mia. Nos dejamos llevar antes.
No hicimos nada malo.
—¿Qué quieres decir?
—Coincidimos en que no habría ninguna relación romántica con
nuestros compañeros de trabajo, y no hemos roto esa promesa. Tonteamos
un poco, pero no fue nada…
¿No fue nada qué? ¿Maravilloso? ¿Increíble? Jodido mentiroso. Fue
todo eso. Todo.
Pero no puedo parar. No soy su ex. No doy marcha atrás ni dudo, y
no voy a empezar ahora.
Así que trato de nuevo. —Lo que estoy tratando de decir es que lo
que pasó entre nosotros no fue nada…
—Nada —repite rotundamente, pero veo el dolor en sus ojos.
—Me refiero a nada de lo que no podamos recuperarnos. Tenemos
que enfocarnos en donde estábamos antes. El trabajo.
No sé qué demonios digo. Quiero besarla de nuevo. La quiero contra
mí. Quiero presionarla contra la pared.
No quiero que salga con otros tipos.
Un sabor amargo se arrastra por la parte posterior de mi garganta, y
un dolor se construye en mi pecho que no había sentido en semanas. En
dos meses, para ser exactos, cuando entré al apartamento de Alison y la
encontré en la cama con su asistente de investigación.
Y me doy cuenta, de repente, lo que me tiene tan jodida la cabeza.
No soy bueno compartiendo.
Y no voy a exponerme a ese tipo de mierda de nuevo.

109
23
Traducido por Issel
Corregido por Laurita PI

Mia
El lunes a la mañana, entro a la oficina de Boomerang como si fuese
a la guerra. Me he puesto un vestido ceñido color esmeralda con un suéter
ajustado, botas negras de cuero con tacón fino, y mi cabello cuelga suelto
en grandes rizos peinados y controlados por Skyler. Camino por la fila de
cubículos, cargando una caja gigantesca de buñuelos y pasteles recién
horneados que distribuyo entre mis compañeros de trabajo en el trayecto
hacia mi escritorio. Dejo detrás, un sendero de pastosa dulzura y gruñidos
110
de placer.
Qué comience el juego.
Porque él podría haber dicho cualquier cosa. Eso es lo que sigo
pensando. Tenemos un maravilloso lenguaje cargado con palabras, frases,
incluso oraciones completas. Ethan tenía una selección de miles de ellas,
una cornucopia verbal, y dijo que esto no significaba nada.
Nuestro caliente y soñador momento en el estudio de mi mamá. La
carga de conexión —no solo sexo— que pasó entre nosotros. La sensación
de estar bien, en el lugar adecuado, con la persona indicada, haciendo lo
correcto; todo esto.
No significó nada.
Lo que se traduce en que yo no significo nada.
Al menos eso fue lo que escuché al tiempo que me alejaba, ahogada
por las repentinas lágrimas que me rehusé a derramar. Y después de que
se fueron, cuando descansaba en el sofá en la sala con mi cabeza en el
regazo de Nana, eso era lo que seguía retumbando en mi mente: nada,
nada, nada.
Pensar que había estado a un respiro de dejar estas prácticas; por él.
Porque quería más a Ethan que el trabajo y porque la idea de salir en citas
de “investigación de campo” me hacía querer vomitar dentro de mi cartera.
Aunque ahora, planeo disfrutarlo. Mi vida, posterior-a-actuar-como-
una-idiota-por-algún-chico, es una caja de chocolates, y voy a darle un
mordisco a cada uno de ellos.
Ethan ya está en nuestro escritorio, con la tableta abierta ante él.
Viste el mismo traje que usó para el primer día de trabajo, y mi mente
quiere llevarme justo a esa mañana, al levantarnos en su cama, riendo
mientras tratábamos de localizar mi ropa.
Reprimo las imágenes de mi mente y extiendo la caja
—Buenos días —digo, con la voz brillante y falsa como el neón—.
¿Pastelitos? —Eso es todo lo que queda, aparte de un pedazo de rosquilla
frita.
—Buenos días. —Mira a la caja y después a mí. Sus ojos se ven
sombríos—. Gracias, estoy bien.
Me giro para alejarme y coloco el último pastel en la cocina y luego
meto la caja en la papelera, aplastándola viciosamente con la punta de mi
bota. Regresando a mi escritorio, me acomodo y enciendo mi tableta.
—Mia, mira… —comienza. 111
Al mismo tiempo digo—: Gran día hoy.
Ambos decimos—: Lo siento. ¿Qué?
—Tú primero —le digo, evocando mi perfil de Boomerang y tratando
de decidir si necesito nuevas fotos. A lo mejor debería usar algo más sexy
que la blusa de seda que usé en mi primer día de trabajo, quizá mostrar
un poquito más de escote. Y hacer que Ethan tome las fotos.
—Solo... —Se frota la nuca—. ¿Lo que dije la otra noche? Lo dije de
manera más dura de lo...
Levanto una mano para detenerlo. Ya es bastante malo haber tenido
que oírlo, tanto que pasé un fin de semana sintiéndome tonta, miserable y
usada.
Y ya sé que está arrepentido. Lo vi en su cara al instante en que lo
dijo. Pero eso no importa. Lo que no puedo soportar es la vacilación. Todo
el sube y baja, atrás y adelante, es una tortura sin fin. Mi corazón tan solo
no puede tomar ese viaje.
—Está bien —le digo—. De verdad. Tenías razón. Nos dejamos llevar,
y fue divertido, pero... —Casi no puedo mirarlo, así que me enfoco en un
lugar entre sus cejas derechas y expresivas—. Solo pongamos todo eso en
una caja y deshagámonos de ello, ¿está bien?
—Está bien —dice—. Genial.
El siseo de la máquina de expreso llena el incómodo silencio por un
largo momento. No sé lo que quería que dijera. Pero sé que no era eso.
—¿Qué ibas a decir? —pregunta.
—Oh, que hoy es un gran día. Podemos escoger nuestras primeras
citas Boomerang.
—Sí —murmura—. Qué divertido.
—Podría serlo. —Me desplazo a través de algunos de los perfiles y me
detengo en el tipo que tiene más apariencia de lisonjero; gafas tipo espejo,
una margarita gigante en la mano y sus brazos sobre los hombros de
rubias gemelas amazónicas. A quienes sostenía en la foto—. Aquí hay
alguien: “RobbyLPF”. —Giro la tableta hacia Ethan—. ¿Qué piensas?
—RobbyLPF —dice, dándome una mirada—. Qué sutil.
—Bueno, ¿por qué molestarse por ser sutil? ¿No es esa la promesa
del sitio? “Juega con muchas ganas, lánzalo de nuevo”. ¿No? Robby parece
el tipo de chico que puede hacerlo.
Ethan hace una mueca. O a lo mejor lo imagino. —¿Y no eras tú el
que hablaba sobre todas las grandes experiencias que pueden tener los
miembros de Boomerang? ¿Los recuerdos que pueden crear?
—¿Ese chico parece que fuera a darte un buen recuerdo, Mia?
112
—Oh, no lo sé. —Giro de nuevo la tableta y pretendo considerarlo. El
bronceado anaranjado de Robby me recuerda a una pelota de basquetbol,
y sus dientes tienen un brillo amenazante, como los de un tiburón—. A lo
mejor algunas noches no se tratan de crear recuerdos. Quizá de acostarse
y divertirse.
Ahora se conectan nuestras miradas, y veo el dolor y la frustración
en la suya. Pero la bola de nieve ya está rodando por la colina.
Paolo, el director de arte, viene y se coloca sobre el borde de mi
escritorio, dándole la espalda a Ethan. Está usando unos vaqueros negros
ajustados, doblados abajo para revelar medias blancas y zapatillas rojas.
Es compacto, con lentes de montura roja, barba oscura inmaculada y piel
bronceada que me hace querer sacarlo a la luz del sol y filmarlo.
—Buñuelos adictivos —dice, al tiempo que extiende un puño para
chocarlo.
Me río y toco mis nudillos con los suyos. Esta es su primera visita al
campo de internos, además de pasar en su camino hacia la máquina de
café.
—Es mejor que refuerces tu juego, hijo —le dice a Ethan—. Ésta va a
sacarte a costa de buñuelos del trabajo.
—Mañana te traeré un pastel de bodas —dice con el ceño fruncido—.
¿Qué necesitas?
—Es más lo que tú necesitas —responde, y toma mi tableta—. ¿De
verdad, Mia? ¿RobbyLPF? Solo. No.
—Pero mira ese bronceado —digo sonriendo—. Y a lo mejor viene
también con las chicas.
—Bueno, eso sería un extra. Pero no. Sigue intentando. —Camina
cerca del costado del escritorio de Ethan y se inclina sobre su hombro.
—En serio. —Ethan se aleja de él—. ¿Qué sucede?
—¡Estoy aquí para ayudarte a elegir una cita, hombre! —dice—. Es
como un rito de paso aquí. Tu primer encuentro incómodo en Boomerang.
Necesito involucrarme en esa acción.
—Creo que lo tenemos —digo—. Pero, muchas gracias.
—No entiendes —me dice—. Trabajo por debajo de Cookie. ¿Sabes lo
qué significa? Que me muerden el trasero alrededor de veintiséis veces al
día. —Sonriendo, mete su pulgar en la presilla de los pantalones—. Puedo
mostrarte la marca de los dientes.
—No es necesario —digo—. Aunque te compadezco.
—Deberías. Así que, lo que estoy diciendo es que no puedes negarle
sus pequeños placeres a un hombre.
113
—Bien, entonces, adelante. —Ethan le pasa su tableta—. Tú eliges.
—Tamborilea sus dedos en nuestro escritorio y me da una mirada—. Has
que sea sexy.
—Obvio, viejo. Por supuesto. —Toma la tableta, y veo un reflejo de la
pantalla en sus lentes mientras se desplaza por los perfiles. Se detiene en
uno y, moviendo los labios, lee por un minuto—. Oh, hombre —gime—,
ella.
Ethan echa una mirada y sonríe. —Definitivamente.
Girando la tableta en mi dirección, Paolo pregunta—: ¿Qué piensas?
La chica es esbelta, pelirroja con ojos marrones y una lluvia de pecas
en su nariz. Su nombre es Raylene Powers, y su perfil dice que es una
ávida escaladora de rocas y que ayuda a construir casas para las personas
sin hogar. En una foto, de hecho, está de pie entre el ex presidente, Jimmy
Carter, y Beyoncé. Quiero hacer una broma sobre que necesita encontrar
más que a una ambiciosa, pero mi boca se siente llena de algodón. —Linda
—logro decir.
—¡Anotación! —exclama Paolo—. Eso es un ganador. —Alcanza la
mano a mi computadora—. Ahora hagamos lo tuyo.
—Por amor de Dios, Paolo —dice una voz chillona que congela mi
columna vertebral.
—¡Mierda! Cookie —susurra Paolo. Salta, mirando los alrededores en
busca de una ruta de escape—. Escóndeme.
Estoy a punto de meterlo debajo de mi escritorio cuando Cookie
dobla la esquina. Se detiene y se para allí, con los brazos cruzados, y hace
un agujero a través del cráneo de Paolo con sus ojos.
—Paolo —dice con un tono de voz que es terroríficamente
agradable—. ¿Amas este país?
—Estás por tu cuenta, niña —me dice, y se aleja apresurado.
Ella dirige su enfoque muy definido en mi dirección. —¿Querías
ofrecerme un pastel, Mia?
Es tan aterradora que casi me hago pis. —Bueno, umm, no parecías
querer las galletas de Ethan el otro día.
Se aleja con una rabieta, y la miro marcharse.
Giro hacia la pantalla y suspiro. —Oh, ¿qué maldita diferencia hay?
—murmuro, y lanzo mi Boomerang virtual hacia RobbyLPF.

114
24
Traducido por Vani
Corregido por Juli

Ethan
Sea quien sea el que inventó el escritorio doble merece una muerte
lenta y agonizante.
No puedo levantar la vista de mi tableta sin ver la sonrisa de Mia.
Sus labios. Su escote. Ella está literalmente en mi posición visual “a
gusto”. Justo en frente de mí. A un metro de distancia.
Ha sido una tortura toda la semana y no se ha hecho más fácil. 115
Estoy tentado a cambiar lugares con la máquina de café y trabajar
en el mostrador de la cocina, pero eso es probablemente lo que quiere ella.
Tengo que ser la razón por la que reforzó su ropa de trabajo adecuada a
sexy fatal. La forma en que se ve en ese vestido negro está destruyendo mi
enfoque. Matándolo. Pero de ninguna manera voy a hacérselo saber.
Para tratar de distraerme, abro el perfil de mi cita.
Las pelirrojas nunca han sido de mi gusto ya que ese color de pelo
casi no me provoca nada, pero se ve prometedor, incluso si fue a la
Universidad del Sur de California. Puedo superar una rivalidad
intercolegial e ignorar su nombre, Raylene Powers, lo cual es solo...
confusamente masculino. Paolo dijo que era sexy. Es un poco generoso,
pero ella no se queda atrás en el departamento de apariencias.
Trato de imaginarme divirtiéndome con ella, tal vez llevándola a mi
apartamento y terminando con el recuerdo de Mia desnuda en mi cuarto
de baño, cepillándose los dientes con el dedo.
Bien hecho, Vance. Eso funcionó.
Moviéndome al plan B en mi Estrategia Evitando a Mia, levanto los
archivos en los que trabajo para el diseño del stand. Decido que todo mi
enfoque se va a centrar en el movimiento, porque es lo que más conozco.
Para mi tesis de graduación en psicología, hice un estudio sobre la
repercusión de las endorfinas en atletas. En base a mi encuesta, la
sensación de euforia después de un entrenamiento extenuante tuvo un
resultado predecible, con setenta y dos por ciento de mis sujetos de
prueba, escogiendo tener sexo como la actividad más deseable después de
un golpe de endorfinas. Lo que resulta sorprendente, en cierto modo, ya
que la sensación de euforia del corredor es similar al resplandor de un
orgasmo, pero bueno. No se puede tener demasiado de algo bueno, ¿no?
Creo que el Viejo Newton tenía razón. Los cuerpos en movimiento
tienden a querer permanecer en movimiento.
Escribo algunas notas sobre cómo integrar todo eso en un diseño del
stand, dividiéndolo en zonas por un rato, hasta que la voz chillona de
Cookie explota al final del pasillo.
Levanto la mirada y encuentro a Mia mirándome, sus ojos verdes
sosteniendo un trasfondo de tristeza. Vuelvo a mirar la pantalla y mi
estómago se endurece. Las cosas que le dije en la alcoba de la casa de sus
padres me vienen a la mente, y siento el calor en mi cara.
Qué maldito idiota.
Saqué la tarjeta de un novio celoso después de un beso. Pero, Jesús.
Qué beso. Y no fue solo la noche del sábado. Fue nuestra primera noche,
también. La misteriosa noche. En la que me desperté con una chica sexy, 116
inteligente y divertida desnuda en mi cama.
Que ahora es mi compañera de trabajo.
Que también, irónicamente, me está dificultando poder trabajar.
Cristo. Esto tiene que acabar.
Los únicos verdaderos errores son fallos para aprender, solía decir el
entrenador Williams y lo estoy aprendiendo. No voy a dejar que esta chica
arruine mis planes. No voy a dejar que se convierta en una obsesión.
O tal vez sí.
Golpeando en mi teclado, levanto el perfil de Robby LPF. Robby Listo
Para Follar. Excelente maldita elección, Mia. Sacudo la cabeza, mirando su
bronceado falso. Acercándome, noto que tiene una mala dentadura. Luego
me paso el resto del día pensando las maneras en que puedo forzar la
ortodoncia que tanto necesita. En serio, le estaría haciendo un favor al
chico.
A las seis, me paro y cuelgo mi bolsa de mensajero por encima de mi
hombro. —Entonces —le digo a Mia. Me he negado al placer de mirarla por
horas, pero lo malo es que ahora siento que me muero de hambre por
verla. Me froto mi pelo, tratando de no mirar—. ¿Nos vemos esta noche en
Rock Sugar?
—Vaya —dice Mia—, el tiempo vuela.
Casi ruedo los ojos. El tiempo no vuela. Hoy el tiempo se rompió un
ala y tuvo que ser sacrificado. Acabo de pasar cuatrocientos ochenta
minutos pensando en Mia, mirándola, y activamente no pensando y
mirando a Mia.
Cierra su tableta y tira su bolso en el regazo. Por lo general, me
vuelve loco cuando las chicas no pueden encontrar la basura en sus
carteras, pero soy un fan de esta peculiaridad suya. Es un pase libre para
observarla. Lo cual no debería estar haciendo, pero diablos. El autocontrol
de un hombre tiene un límite.
La chica es pura seducción y esas botas son asesinas. La estoy
imaginando únicamente en ellas cuando Mia se levanta y se queda parada
con sus llaves.
—¿Necesitas que te lleve? —pregunta, moviendo rápidamente su silla
con la cadera—. ¿Ethan?
—¿Qué? Oh, no gracias. Estoy bien. Rhett me está esperando.
Asiente, y no puedo estar seguro de si es decepción lo que veo en sus
ojos. —¿Qué hay de esta noche?
—Gracias, pero tengo el coche de Jason.
—Bueno... ¿Qué tal te va con Isis? 117
Es genial que lo pregunte. Quiero decirle, pero las cosas entre
nosotros tienen que permanecer estrictamente profesional. El sábado
dibujé una línea en la arena y no voy a cruzarla.
—Genial —digo, usando la madre de todas las no-respuestas.
—Genial —dice y me da una probada de mi propia medicina.
Tira su bolso sobre el hombro. —Supongo que te veré más tarde.
—Espera —digo—. ¿Deberíamos tener una señal de interrupción o
algo para esta noche? Si es horrible, debemos comunicarlo, así podemos
rescatarnos. ¿Qué dices?
Lo que en verdad quiero, es ser capaz de intervenir si lo necesita.
Mia se encoge de hombros, como si no pudiera imaginar a Robby
Listo Para Follar como nada más que un caballero. —Bueno. ¿Qué tal la
palabra Baudelaire?
Niego. —Demasiado difícil de deletrear bajo coacción. ¿Qué tal...
Cookie?
Sonríe —una sonrisa real— que me destripa. No puedo ganar,
maldita sea. Ella puede ser fría o caliente, o cualquier cosa entre ambos y
no me importa. Estoy jodido.
—Cookie será —dice—. Nos vemos en la noche.
—Bien —me oigo decir, pero no es así.
Nada acerca de este escenario me parece bien.

Soy el primero en llegar al restaurante, lo cual es una mala decisión.


Técnicamente Rock Sugar no es comida china, es fusión asiática, pero mi
cuerpo no puede notar la diferencia. El olor me lleva a esa noche hace dos
meses con Alison y una sensación de náuseas se asienta en mis entrañas.
Agarro una cabina y me tomo un momento para darme un poco de
charla acerca del compromiso con el estilo de vida individual, el cual era el
plan Pre-Mia y todavía es el maldito plan. Conseguir el trabajo. Pagar
algunos préstamos estudiantiles. Aplicar a la escuela de leyes. Todas esas
cosas.
Abro el menú y me quedo mirando, preguntándome si voy a lanzarlo
118
antes de que incluso llegue la comida.
Siento la llegada de Mia antes de verla. Levanto la mirada y,
efectivamente ahí está, detrás de la anfitriona al otro lado del restaurante.
Lleva un vestido —rojo, estoy casi seguro— que hace que el negro anterior
se vea de aspecto suave en comparación. Sus rizos se suavizan en ondas
largas y se ve completamente diferente pero sigue siendo la misma; todavía
es increíblemente sexy.
Observo mientras la dueña de casa la lleva a una mesa a pocos
metros de distancia de mi cabina y dice—: ¿Cómo está?
Mia mira dos veces cuando me ve. —Oh... Um, está bien.
Entonces se sienta de modo que tengo una vista lateral perfecta de
su cuerpo perfecto.
Impresionante. Parece que torceré mi visión periférica esta noche.
Saco mi teléfono del bolsillo y compruebo la hora. Cinco minutos
hasta que lleguen nuestras citas. Abriendo el menú de nuevo, me quedo
mirando las lista de alimentos, en realidad sin ver nada, hasta que Mia
cruza las piernas. Entonces mis ojos van hacia ella como si estuvieran
unidos por una cadena.
Se ve malditamente increíble. ¿No podría haber llevado pantalones
de chándal? ¿Una gabardina, tal vez?
Ella me atrapa mirando, así que me aclaro la garganta.
—¿Lista para Robster?
—Lista. ¿Tú?
—Sip.
Estamos callados, pero seguimos mirándonos. Me gustaría que fuera
incómodo, pero no lo es. Mirarla a los ojos solo se siente correcto.
Mia es la primera en apartar la mirada y su atención cambia al
frente del restaurante, donde una chica con una bolsa de regalo color
turquesa en sus manos está hablando con la anfitriona. Reconozco a mi
cita, Raylene. Por detrás de ella está RobbyLPF, escaneando el restaurante
con la mirada hambrienta de un gran tiburón blanco.
Me levanto de la cabina, alzando una mano para que mi cita me vea.
—¿Ethan Vance? —chilla mientras se acerca. Aplaude, luego me
mira de arriba abajo con tanto entusiasmo loco en su cara que quiero salir
corriendo—. Soy Raylene Powers. ¡Dios mío! ¿No eres precioso? ¿Cuánta
diversión vamos a tener? ¿Esta noche no es ya lo mejor?
No tengo idea de qué responder primero y estoy demasiado ocupado
concentrándome en el abrazo de cuerpo entero que Robby le da a Mia. La
119
levanta del suelo prácticamente.
—Encantado de conocerte, Raylene. —Sacudo su mano, tratado de
ignorar la forma en que sus uñas postizas se clavan en mi piel. Entonces
espero a que se siente antes de tomar el asiento de enfrente.
Raylene alcanza su servilleta. Su mano se congela, flotando allí por
unos segundos y sus dedos tiemblan ligeramente. —¿Quieres que me
siente a tu lado? —pregunta—. Me senté aquí porque parece habitual, pero
me puedo mover, si quieres, ¿así estamos más cerca? ¿Qué piensas?
¿Demasiado o está bien?
Mierda.
Santa. MIERDA.
—Qué… no —tartamudeo—. Creo que estamos bien así.
Caen los hombros de Raylene y veo mi noche prenderse en llamas,
asando mi carrera, todo porque no pude sobrevivir a una sola cita. Las
palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas. —Lo que sea
que te haga sentir cómoda. Si quieres sentarte a mi lado, por supuesto.
Por favor, hazlo.
—¡Genial! —Se escabulle a mi lado—. Es muy amable de tu parte.
Encantador, en realidad. La gente dice que la caballería está muerta, pero
no saben de lo que hablan. —Mientras habla, endereza todo delante de ella
con total precisión, solo en ángulos rectos. Luego endereza mi tenedor y mi
cuchillo. Copa de vino. Vaso de agua.
—¡Perfecto! —dice, cuando ya no queda nada—. ¡Estamos listos para
usarlos! ¿No es genial? Ya me estoy divirtiendo mucho. ¿Tú no?
De repente, me resulta difícil procesarlo todo. Raylene afirmó tener
veinticuatro años en su perfil, pero pienso que tal vez tiene diez más por lo
menos. La otra cosa es la manera en que veo todo blanco alrededor de sus
pupilas dilatadas, como si ella acabara de ver un fantasma. Y un auto
nuevo. Luego, está la forma en que Robby le habla a Mia y cómo sus ojos
están a la altura del pecho. Es demasiado para manejar.
Una gota de sudor corre por mis costillas. Inhalo profundamente —
luego exhalo cuando veo pasar un humeante plato de fideos chinos.
Demasiado tarde. Mi estómago se retuerce.
—¿Ethan? —dice Raylene.
—¿Sí? —Estoy encerrado. La única manera de salir de esta cabina es
trepándola y en realidad, lo estoy considerando. Una parte de mí se está
muriendo ahora mismo. Muriendo y gritando: ¡Cookie! ¡Baudelaire!
Raylene gira un poco, ocultando una sonrisa detrás de su hombro en
un gesto que creo que se supone sea tímido. —Te he traído algo pequeño. 120
No te preocupes, no es nada extravagante. No haría algo precoz o
cachondo. Ese no es para nada mi estilo. —Los ojos de Raylene bajan aún
más y se paran en mis pantalones antes de volver arriba—. Comprobé que
el vendedor de la tienda estuviera de acuerdo. Dijo que era perfecto para
una primera cita. No es demasiado. Solo correcto. —Me da la bolsa de
regalo, que dice Tiffany en un lado—. Entonces, toma. ¡Ábrelo!
—Vaya, Raylene. Esto es muy amable de tu parte, pero no puedo...
—Sí, ¡puedes! ¡Ábrelo!
—Disculpe, ¿camarero? —digo, agarrando a un ayudante de
camarero que pasa con una bandeja de platos vacíos—. Un trago, ¿por
favor? Whisky doble, en serio. Raylene, ¿quieres algo?
—¿Bebes? —Hace una cara como si yo acabara de decirle que soy un
pedófilo. Debo parecer aterrorizado porque se apresura a decir—: Está
bien. Todos tenemos vicios, ¿no? Nadie es perfecto. ¡Ábrelo, ábrelo!
Meto la mano en la bolsa y saco fajos de papel de seda, casi
esperando encontrar una cabeza de caballo o tal vez un conejo como
mascota hervida, pero solo es una pequeña caja. Lo saco y lo abro, y en el
interior encuentro gemelos de plata, similares a los que lleva Adam.
Me siento un poco mareado, pero puedo manejar esto. Tengo que
manejarlo.
—Raylene... Son geniales, pero no puedo aceptarlos.
—¡Pero tienes que hacerlo! No puedo devolverlos. —Los lleva hacia
mí y los mantiene cerca de la vela—. Están grabados, ¿ves? EJV. Ethan
James Vance. ¡Eres tú! ¿No son los mejores? Van, permíteme ponértelos.
No puedo encontrar nada que decir, así que me quedo sentado,
observando sus uñas largas, sacudiéndolas en los puños de mi camisa.
—Se ven taaaaaan bien en ti —dice una vez que están puestos—. Mi
Dios, eres tan lindo. Me preocupaba mucho suscribirme a un sitio de citas,
pero eres un buen partido. Dios, apuesto a que eres bueno en la cama. ¿Te
gustan?
—Um... —Todavía nada. Sin palabras. Mi boca empieza a llenarse de
saliva caliente. Me siento como aquellos animales que se mastican una
extremidad para liberarse de una trampa. Daría mi mano derecha por no
estar aquí.
—Puedes besarme ahora si quieres —dice Raylene—. Solo digo que
me parece bien, como una forma de mostrar tu gratitud. No creo que fuera
demasiado rápido.
Baja su mano a mi muslo, moviéndola más alto, y mi polla se retira,
literalmente.
En ese momento, Mia mira a nuestra mesa por primera vez. 121
25
Traducido por Issel
Corregido por Juli

Mia
Mi cerebro intenta absorber la imagen en frente de mí. Ethan y su
cita se sientan uno al lado del otro en la cabina, tan cerca como una
pintura a la pared. Y en la mesa en frente de ellos, hay una caja de Tiffany.
No puedo darle sentido.
¿Ese gran jengibre gigante le propuso casamiento a Ethan?
122
Tomando un largo y necesitado trago de mi coctel ruso blanco, me
inclino hacia adelante para una mejor visión. Porque a juzgar por la
locación de sus manos, ella no trata de colocar el anillo en el dedo de él.
—Oh, chica, mírate —dice mi cita, observando mis pechos con ojos
saltones con la sutileza de un lobo de dibujos animados.
Me enderezo agudamente y exhalo mi urgencia por apuñalarlo en su
Corbata de Bettie Page con mi tenedor. Una cosa tiene a su favor: no teme
formar un juicio.
Y ese juicio es: soy un asqueroso.
Robby se inclina hacia atrás y hace la cosa rara de masaje de pecho
que ha hecho al menos dieciséis veces en la última media hora. Como:
mira mi brillante camisa, chica. Deja que te hipnotiiiice.
Lo que sería efectivo. Si yo fuera Baudelaire.
—Dime —digo esforzándome para apartar mi mente de Ethan y la
señorita manitas riendo tontamente—, ¿por qué elegiste Boomerang en vez
de otro sitio de citas?
Adam nos metió en la cabeza que no podemos hacerles saber que
trabajamos para la compañía, así que debo tener cuidado con el
interrogatorio de mi cita. Aun así, necesito obtener algo de esta noche; algo
diferente a un dolor de cabeza y un caso de contacto de clamidia.
Robby levanta los dedos hacia nuestra mesonera, y quiero saltar a
través de la mesa y romperles los nudillos. —Voy a tomar uno más de
estos —le dice, dándole vueltas al hielo en su vaso—. ¿Y tú cariño?
—Dios, sí —respondo y me tomo el reto de mi bebida de un solo
trago—. Así que, ¿Boomerang?
—Bueno, ya sabes... —Sus ojos rebotan de mi pecho, a su trago y
hacia un trío de chicas que cruzan detrás de mí hacia su mesa. Ha estado
haciendo eso toda la noche también, ese extraño triángulo visual, como si
tuviera que mantenerse alerta por oportunidades más interesantes. Como
cuando reciba una invitación a alguna orgía cercana—. El LPF no es por
“quiero amigos verdaderos”7.
—Entiendo.
La mesera viene con un plato de empanadas chinas y caigo en
cuenta que apenas hemos comenzado con la porción de aperitivos de la
noche. Se me escapa un silencioso gemido de pánico, pero él no parece
darse cuenta.
—Adelante, dulzura —dice y empuja la bandeja hacia mí—. Luces
como una chica que sabe comer. ¿Tengo razón?
Me congelo. —Yo... ¿Qué?
Pone una expresión de pánico y un sonrojo sube por su cuello, 123
cambiando su complexión de calabaza a sopa de tomate. —Oh, Jesús, no
quería decirlo de esa forma. No digo que eres gorda. No lo eres. Tienes algo
de carne, claro. Pero es... —Toma su vodka, como si pudiera tragarse su
estupidez—. Me refiero a que luces como que sabes cómo, uh, disfrutar las
cosas. Que no eres una de esas perras delgadas que solo comen ensalada.
—Otro trago y su volumen va disminuyendo como una muñeca de cuerda
quedando sin manivela—. No es que sea, uh, malo que... te gusten...las
ensaladas.
¿Estaría mal que colocara mi cabeza en mis manos y comenzara a
lamentarme? Escucho la tos de Ethan y echo un vistazo a su mesa para
ver a la pelirroja Madre Teresa blandiendo una cuchara de cerámica y
riendo.
—Oh Dios mío —dice ella, rozándole su chaqueta—. ¿Estaba muy
caliente? ¿Te quemé?
¿Lo está alimentando?
—Uh, no... Solo empujaste esa cuchara un poco más profundo de lo
que esperaba. —Mira en mi dirección, pero está muy oscuro aquí para
interpretarla.

7 En ingles DTF: Desiring True Friends.


—Oh, pobre bebé —exclama ella, y coloca un brazo alrededor de su
cuello. Levantando la cuchara una vez más, dice—: Déjame intentarlo de
nuevo. No la colocaré tan lejos.
Robby se ríe disimuladamente. —Eso es lo que dijo él.
Me levanto de la mesa como si estuviera levitando. —Ya regreso —
digo en un extraño tono formal, como si de repente me hubiera convertido
en una condesa viuda. Estoy segura de que mis sinapsis han fallado y que
estoy a dos minutos de ser capaz de oler colores.
Alejarme de la mesa se siente como lo mejor que me ha pasado. Me
quiero parar en el medio del restaurante y levantar un puño al cielo como
Tim Robbins en Cadena perpetua. Incluso mejor, quiero pasar el baño de
mujeres por completo y encaminarme a mi carro, pero no he aprendido
exactamente nada del cliente número uno de Boomerang, aparte del hecho
de que él, único entre las especies masculinas, disfruta del sexo.
Un Buda gigante tallado en madera cuelga sobre el área principal del
salón. Tengo ganas de encender algo de incienso y rezarle por un incendio
en la cocina o un ataque de extraterrestres a la ciudad. En vez de eso, me
muevo a través del apenas iluminado espació, pasando una pareja feliz
tras otra. El lugar es pura suntuosa tapicería roja, paneles dorados
tallados e iluminación suave y sexy, haciendo lucir a todos absolutamente
fantásticos y dichosamente enamorados. 124
En el baño, abro mi cartera y busco mi teléfono, esperando con
todas mi fuerzas encontrarme un mensaje de “rescátame” de Ethan.
Nada.
Y no es una sorpresa. Tengo una visión cercana y personal de lo bien
que las cosas están yendo allí. Ella está encima de él, y él está comiendo
con una cuchara. Literalmente.
Mirando a mi cetrina complexión bajo las luces fluorescentes, hago
un pacto conmigo misma. Si logro terminar la cena sin vomitar ni empapar
a mi cita en ruso blanco, puedo pasar todo el día de mañana en mi pijama,
hartándome de reposiciones de la serie Dollhouse.
La puerta se abre, casi golpeándome y entra Raylene Powers.
—Oh, Dios, lo siento —dice y me lanza una sonrisa de infinitos
kilovatios. Tiene dientes alineados y una perfecta piel de alabastro, aunque
bajo las implacables luces, veo que es bastante mayor de veinticuatro.
—No hay problema —le digo, y porque soy una glotona del castigo,
pregunto—: ¿La estás pasando bien?
—Oh, la estoy pasando de lo mejor —dice, moviéndose hacia un
cubículo y continúa hablando mientras hace pipi—: Tuve tanta suerte. ¡No
lo creerías!
—¿De verdad? —Busco algo a lo que pueda colgarme pero digo—:
¿Cómo es eso?
—Dejé que mis amigos me hicieran un perfil en un sitio de citas. Y
en mi primera salida, consigo un completo galán. ¡No puedo creer mi
suerte!
Continúa orinado y me pregunto si tiene algún tipo de trastorno.
—Y también es lindo —agrega—. Un poco callado, pero creo que es
porque le gusto.
Finalmente, tira la cadena y sale de nuevo. En el lavamanos, se lava
meticulosamente, enjabonándose hasta los codos como un cirujano. La
escucho cantar en voz baja.
—El doctor Oz recomienda cantar “feliz cumpleaños” dos veces
mientras te lavas —me informa. Sus ojos son de un vivo marrón chocolate,
pero lo blanco brilla febrilmente, como si acabara de tener un encuentro
cara a cara con Dios.
—Es bueno saberlo.
Me mira. —Estás con ese chico lindo, ¿verdad?
—¿Yo?
—¡Sí! —Me guiña un ojo y luego se inclina en el espejo, como si
estuviera mirando al infinito—. Ese chico apuesto de camisa morada.
125
¿Estás con él? —Inserta una uña entre sus dientes, y dice—: ¡Lo tengo!
¡Dios, creo que estaba ahí desde el almuerzo!
—Umm... Sí, esa es mi cita.
—Bueno, espero que tu noche vaya tan bien como la mía.
—Y yo deseo completamente lo mismo.
—Oh, tengo grandes planes para la mía —dice y me taladra una vez
más con una mirada de casi obsesión—. Lo voy a arrastrar a casa y me lo
voy a follar con todo. —Mueve los dedos hacia mí—. ¡Gracias!
—Gracias —digo, mientras la puerta se cierra en mi cara.
26
Traducido por Jane
Corregido por Amélie.

Ethan
Cuando llega la comida, Raylene se lanza en una discusión sobre
sus lugares de vacaciones preferidos, Hawai y El Desierto, lo cual aprendí
que es como llaman a Palm Springs la gente en Los Ángeles. Debido a que
Los Ángeles es una selva como tal.
—¡Debemos ir juntos! —dice, limpiando cada gota de condensación
de su vaso de agua—. A cualquier lugar. O, oh Dios mío, ¡a ambos! No en 126
poco tiempo, no te preocupes. Solo algún día. No hay presión. Es solo una
sugerencia, pero ¿no sería tan divertido?
Me tomo un momento para pensar una respuesta que sea grosera.
—En realidad, no me agrada mucho la playa, Raylene. Crecí en
Colorado, por lo que las montañas son más…
—Apuesto a que te ves increíble en traje de baño. —Pone el vaso de
agua en su ubicación simétricamente óptima y me sonríe, arrugando la
nariz—. Creo que antes sentí un six-pack. ¿Sí? ¿Lo tienes? ¿Tienes uno?
La respuesta es sí. Siempre he tenido un estómago fuerte, pero voy a
comer todo este plato de fideos chinos —que ni siquiera puedo mirar—,
antes de admitirlo. —Bueno, Raylene, yo… ¡Guau!
Me presiono contra el extremo de la cabina mientras ella toca mis
abdominales.
—¡Oh, solo estoy jugando contigo! —Se ríe. Retrae sus garras y niega
con la cabeza como si estuviera haciendo el ridículo—. Algunas cosas son
mucho mejores si las esperas. La anticipación es lo mejor, ¿no crees?
Además, sentí un six-pack, cuando mi codo rozó contra ti, ¡así que ya sé!
Como estudiante de psicología, pasé todo un trimestre aprendiendo
los síntomas del shock. Sin duda estoy sudando. No puedo calmarme.
¿Dificultad para respirar? Marcado. ¿Confusión, ansiedad, agitación?
Marcado por tres.
Raylene coge su tenedor. —¿Tienes esos músculos más bajos del
estómago? ¿Esos en forma de V? Mi amiga Mona les llama indicadores de
polla. ¡Qué nombre!, ¿verdad? —Cubre una sonrisa detrás de su mano—.
¡Mi Dios! ¡No puedo creer que haya dicho eso, pero me siento tan cómoda
contigo! Eres tan lindo, Ethan. Esta comida es tan buena. Pero no estás
comiendo mucho. ¿No es esta noche la mejor?
—Sí, la comida es muy… fragante. —El olor de aquí va a matarme si
Raylene no lo hace primero.
Mientras Raylene come unos bocados, miro a Mia. Está en modo
profesional; la expresión de su cara es un poco reservada, la inteligencia
en sus ojos muestra una fuerza brillante. Eso significa que no le agrada
Robster, lo cual es el único punto positivo de esta noche. Pero no me gusta
el hecho de que él haya consumido cuatro copas en la última hora y que
siga hablándole directamente a sus pechos.
—¿Lo crees, Ethan James? —dice Raylene, escalando las paredes de
mi fortaleza mental—. Quiero decir, es difícil de imaginar, ¿no es así?
Me perdí el momento en que me convertí en Ethan James.
—Yo, eh… —Mi mente rebobina y reproduce, buscando qué debería
resultarme difícil de creer—. Guau. ¿En serio llega a haber cuarenta y tres
127
grados en El Desierto? Ni siquiera puedo imaginar ese tipo de calor.
Lo que es una maldita mentira, porque estoy bastante seguro de que
es la temperatura de mi cuerpo en estos momentos.
Raylene asiente lentamente y una sonrisa se extiende sobre sus
labios. —Existe ese calor, Ethan James. ¡Voy a demostrártelo!
Abro de un tirón el primer botón de mi camisa y me quedo mirando
mi vaso de agua, tentado a tirarlo sobre mi cabeza. Raylene ha roto mi
alma oficialmente.
Es algo idiota, pero tan pronto como ella termina de comer un poco
más, pido la cuenta. Una mirada sobre la mesa de Mia me muestra que
ellos ni siquiera tienen sus platos principales, pero no puedo quedarme
por más tiempo.
Voy a sufrir daños permanentes si no me voy ahora.
—¿No estás ansioso? —dice Raylene, mostrando su tímida sonrisa—.
Bien.
—Lo siento, Raylene. Es que mañana temprano tengo trabajo. Pero
me divertí. La mejor noche. Y te voy a acompañar a tu auto. Jesús, qué
calor hace aquí, ¿no es así?
Raylene mira el botón que abrí y me dice—: Mucho.
—¡Está bien, vámonos! —La saco de la cabina, más o menos con
cuidado, y llamo a la camarera, que tiene la factura. Escribo mi nombre en
algún lugar de la recepción antes de que pueda dármelo, y luego hago una
línea recta hacia la puerta principal.
Estoy fuera en dos segundos.
Me rodea una multitud de adolescentes, hablando de una película de
miedo que acaban de ver, pero me quedo ahí, respirando como si estuviera
en la tundra de Alaska. En el borde del mundo. Libre de nuevo.
Raylene engancha su brazo con el mío. —Me estoy divirtiendo tanto,
Ethan James. ¡Tanto! Mi auto está por aquí. Encontré estacionamiento en
la calle, ¿cuánta suerte tengo? ¿Estás bien?
Mientras habla, de alguna manera, ella se pone bajo mi brazo. No
puedo imaginarme un lugar muy divertido en el que estar mientras siento
el sudor post-fútbol.
—Sí, sí. Genial. —Es hora de bajar sus expectativas—. Escucha,
Raylene. Te voy a acompañar a tu auto, y luego voy a volver a casa, ¿de
acuerdo?
Y por primera vez, sus ojos de ciervo asustado se debilitan.
Esto me atrapa con la guardia tan baja que casi caigo del bordillo.
—Bueno. Sí. Está bien. Pero nos divertimos, ¿verdad? Esto es todo. 128
Guau. ¡Qué noche!, ¿no te parece?
Se detiene frente a un Lexus blanco, y cuando nuestros ojos hacen
contacto, creo que debe ver la verdad en los míos porque baja la mirada a
su bolso rápidamente. —Supongo que no quieres que vaya contigo. Está
bien. Lo entiendo. Es que tengo una niñera y todo eso.
—¿Raylene? —digo—. ¿Puedo hablar?
Asiente. —Sé que hablo mucho. Bueno. Tu turno.
—Gracias. —Me froto la cara, tratando de quitarme el calor y hedor
de Rock Sugar—. ¿Por qué haces esto? Los gemelos. Hawaii y El Desierto.
¿Por qué todo esto? Apenas me conoces.
—Naciste en Fort Collins, Colorado, el once de agosto. Eres un poco
daltónico. Jugaste cuatro años de fútbol en la UCLA, y tu libro favorito es
“The Gates of Fire” por Steven Pressfield.
—Buena memoria, pero eso no responde a mi pregunta. ¿Por qué
tanta prisa? ¿Por qué yo?
Los ojos de Raylene se llenan de lágrimas.
Ay, mierda.
—Vaya —digo—, Raylene… No quería molestarte. Me preguntaba si
en realidad estás bien.
Y eso es todo lo que se necesita para romper las compuertas.
—No —dice—. No lo estoy.
De repente, está llorando y no puedo entender una palabra de lo que
dice. Me las arreglo para conseguir las llaves y abrir su auto. No sé cuál es
mi plan. Todo lo que sé es que está llorando tan fuerte que apenas puede
mantenerse en pie, y el mismo instinto básico que me llevó a abandonar el
restaurante me impulsa a ayudarla. Darle un poco de privacidad mientras
llora.
La meto en el asiento del pasajero y luego subo al lado del
conductor.
Hurgo en el asiento trasero y encuentro una caja de pañuelos. Hay
también una mochila de un niño y un balón de fútbol, y siento un nudo en
la garganta porque Raylene es mamá, y no se debe lastimarlas así. Solo de
pensar en mi mamá llorando de esta manera me hace enloquecer.
—Lo siento, Ethan —dice entre sollozos—. Lo siento mucho.
—No te preocupes —le digo, dándole pañuelos—. En realidad esto
me resulta más fácil que la cena, así que no te disculpes, ¿de acuerdo? —
Se ríe, lo que me anima—. ¿Qué pasó? ¿Qué está pasando? 129
—¿De verdad quieres saber?
—Sí. —¿Qué más puedo decir? Necesita ayuda—. Sí, Raylene. Quiero
saberlo.
Entonces me cuenta. Durante la hora siguiente, oigo del hombre que
fue su novio en la secundaria. La forma en que se casó a los veintitrés
años, tuvo un hijo, y pasaron nueve años muy buenos antes de que, de la
nada, él se fuera hace seis meses. Me dice que su corazón parece romperse
cada vez que mira a su hijo, Parker, que ya no tiene padre. Que el divorcio
es desagradable, y ella es muy joven para sentirse tan utilizada y cansada,
y que se arrepiente de poner tanta presión en mí, en nuestra cita, pero
estaba desesperada por una noche, solo una noche en la que no pensara
en sus problemas. En la que se sintiera joven y querida de nuevo. Y todo lo
que deseaba realmente era reírse.
Cuando termina, me quedo en el asiento, procesando todo. Mis ojos
van hasta el Prius de Mia, y me prometo que tan pronto como sea posible,
me dirigiré de nuevo al restaurante para comprobar que está bien.
—Admítelo —dice Raylene al tiempo que suaviza las arrugas de un
pañuelo usado y lo pliega de nuevo—. ¿Crees que soy un desastre?
Sacudo la cabeza. —No. Solo me sorprende un poco que pasáramos
tan rápido de indicadores de pollas a divorcios, pero me estoy adaptando.
Raylene cubre la cara con las manos. —Dios. Lo lamento. Es que ha
pasado mucho tiempo. Y se siente tan bien ser capaz de tocar a alguien, y
supongo que lo echo de menos.
Me identifico con eso. Desde la noche del sábado, no he sido capaz
de sacar de mi mente los cinco minutos que pasé con Mia en el estudio de
su madre. Exploro las escaleras que conducen al centro comercial, en
busca de ella.
—Bueno, entonces admítelo —dice Raylene, volviendo a doblar otro
pañuelo usado—. Esta es la peor cita que has tenido.
—Admito que es un aspirante fuerte. Pero no es mi peor noche.
—¿No?
Niego con la cabeza. —No. En lo absoluto. —Pero no voy a ir allí. He
experimentado suficiente trauma esta noche. Si Alison entra en escena,
voy a necesitar una camisa de fuerza. Así que redirijo las cosas hacia
ella—. Lamento que estés pasando por todo eso, Raylene.
—Ya sé. Lo noto. Tienes unos ojos amables, Ethan. Me di cuenta de
inmediato. —Me da una sonrisa triste y se queda mirando a la pila de
pañuelos utilizados en su regazo, dejando escapar un largo suspiro—.
¿Qué se supone que debo hacer? —dice, de un modo filosófico.
—Déjalos secar durante un día, a continuación, ponlos de nuevo en 130
la caja. Van a estar como nuevos.
Se ríe y el sonido crea un nudo en mi garganta, porque es agradable.
Y es una lástima que falte tanto en su vida.
—Tu hijo, Parker. ¿Dónde juega? —pregunto.
—Oh. —Mira al asiento de atrás y sonríe como si él estuviera allí.
—Jugaba en un equipo de Laguna Beach, pero tuve que mudarme
cerca de mis padres para que pudieran ayudarme. Así que ahora mismo,
en ninguna parte. —Intento hablarle de mi equipo, pero me interrumpe—:
Gracias, pero no es muy bueno. Solía serlo, pero ahora le tiene miedo a la
pelota. En realidad le escapa.
—Esta es mi especialidad, Raylene. Llévalo. Admítelo: confías en mí.
Sonríe. —Lo admito. Confío en ti.
Le doy los detalles de mis prácticas en Dynamo. Entonces quito los
gemelos y los suelto en su palma abierta.
—¿Podrás llegar bien a casa? —pregunto.
—Sí —dice—. Vas a volver con la chica del restaurante, ¿no es así?
¿La guapa con el pelo rizado?
No sé qué decir. Me sorprende mucho que antes notara algo, además
de los músculos de mi estómago y la geometría de nuestros lugares.
—Está bien, Ethan. Vi que la miraste un par de veces. ¿Ella es una
antigua novia?
—No, es… alguien que me gusta.
Las palabras suenan intensas, y mientras termino de despedirme de
Raylene, me siento aturdido y, enojado por ponerle voz y reforzar esto que
trato de borrar.
Alguien que me gusta.
Bien hecho, Vance. No podría haber dicho alguien con quien trabajo,
¿verdad? O alguien con quien me acosté. O alguien con quien compartí
sándwiches.
Jesús.
Cuando Raylene se va, me dirijo de nuevo al restaurante, subiendo
las escaleras de dos en dos. Veo a Mia fuera y al instante noto que algo
anda mal.
—Robby, estoy bien —dice, alejándose de él—. Me las arreglo desde
aquí. Gracias y buenas noches.
Los pasos de Robby serpentean a medida que avanza hacia ella. —
Vamos, cariño —balbucea—, son solo las nueve en punto.
131
Me acerco y toco el brazo de Mia. —¿Estás bien?
Da un pequeño salto por la sorpresa, entonces veo su alivio. —Sí.
—¿Quién eres tú? —dice Robby, detrás de mí.
Me giro, asegurando a Mia detrás de mí. —Vete a casa, hombre. Tu
noche se acabó.
Infla su pecho morado. —¿Qué mierda es esto? ¿Trajiste a otro chico
a nuestra cita?
—Tiene razón, Robby —dice Mia—, debes irte a casa.
—¿Me tomas el pelo? Perra, acabo de comprarte la cena.
Avanzo un paso, dispuesto a molerlo a golpes, pero él levanta las
manos y retrocede unos pasos. —Me voy —dice, y luego aparta la mirada
de mí—. Ten una gran noche, putita.
Lo sigo, pero la mano de Mia se cierra en mi muñeca. —No lo hagas.
—No me suelta, y la estoy arrastrando conmigo mientras me muevo detrás
de Robby. No puedo alcanzarlo sin lastimarla—. Ethan, para.
La miro, pero me lleva un segundo verla realmente.
—¿Seguro que estás bien? —Me oigo preguntar.
Duda. —Sí. Estoy bien.
Tomo su mano. —Vamos a salir de aquí.
La subo al Jeep de Jason sin siquiera detenerme a considerarlo. Mia
me da instrucciones para llegar a su casa, y ambos nos quedamos callados
durante el paseo.
Una parte de mí se siente bien por lo que hice con Raylene, como si
tal vez la ayudé. La otra parte es auto-odio puro. ¿Qué pensaba al dejar a
Mia a solas con ese idiota?
Por último, no puedo soportar más el silencio.
—¿Ese imbécil te tocó?
—No —dice suavemente, como si esperara mi pregunta—. Lo intentó.
Supongo que lo suficiente para inquietarme un poco, pero viste donde nos
encontrábamos. Había gente. Él no iba a hacer nada… real.
Durante un tiempo, lo único que puedo hacer es aferrarme al volante
y asegurarme de no meternos en un accidente de auto. Pierdo tiempo
después de eso. Estoy en la autopista, entonces me detengo en su lugar de
estacionamiento. Apago el motor y me quedo mirando los escalones hasta
su apartamento.
No me soporto ni yo mismo.
Quiero encontrar a Robby y hacerle daño. Mucho.
132
Y no puedo mirarla.
Está a punto de salir del auto y desaparecer en su apartamento, y
mi única oportunidad de superar eso es al fingir que el camino frente a mí
es el único que existe.
Entonces rompo mi propia regla y la miro, porque esta noche no
puede terminar así. No hay manera de que vaya a dejar que eso suceda.
—¿Quieres subir? —pregunta—. Podemos pasar un rato juntos. Ya
sabes, ¿hablar de esta noche y reportar?
—Sí. Quiero subir —le digo.
Pero la verdad es que lo necesito.
27
Traducido por Juli
Corregido por Sofía Belikov

Mia
Dentro de mi apartamento, arrastro a Ethan más allá del grupo de
amigos y vecinos amontonados en mi sofá, viendo American Horror Story y
nos dirijo directamente a mi dormitorio.
Por lo general, amo a mis compañeros de habitación, la calidez y el
caos de la vida con esta tribu en constante cambio de amigos y amigos de
amigos. Pero esta noche, solo quiero encerrarme en un lugar tranquilo, 133
incluso si es con una persona que me hace anhelarlo con solo mirarlo.
Enciendo la lámpara de noche y me echo sobre mi edredón. Junto
todas mis almohadas detrás de mí, me estiro y le hago un gesto a Ethan
para que tome asiento en la silla de respaldo alto junto a mi escritorio. Lo
que en realidad quiero es que se siente en la cama, me jale hacia sus
brazos y me mire de ese modo en que lo hace él —como si me viera, como
si fuera algo más que un par de senos y un tomacorriente en busca de un
enchufe. Pero ese camino conduce a la locura, por lo que también estoy
aliviada cuando gira la silla y se instala en ella.
Lo observo mirar las cortinas de gasa, las mariposas blancas
estampadas en las paredes grises suaves y mi equipo de vídeo apilado en
un banco de cuero a los pies de la cama. Entonces sus ojos se posan sobre
mí y las emociones revolotean en su cara más rápido que los fotogramas
en un rollo de película. Parece que esta noche inútil le está resultando tan
dura como a mí.
Extiende una mano y sin poder evitarlo, la tomo. Es cálida y
perfectamente áspera, y puedo sentir su vida golpeando contra mi piel.
—¿De verdad estás bien, Rizos? —pregunta.
—Estoy bien —le digo.
Pero sentada aquí, tan cerca de él, con las palabras feas de Robby
removiéndose en mi cabeza, me doy cuenta de que no estoy nada bien. Un
duro nudo de resentimiento se instala en mi estómago y no puedo decidir
si es hacia Robby o Adam Blackwood o Ethan por darme un atisbo de algo
tan correcto y luego volvérmelo a quitar.
Trato de olvidar y digo—: Supongo que los dos elegimos a ganadores
esta noche, ¿eh?
Se encoge de hombros y retira la mano. —Raylene estaba bien.
Lo miro boquiabierta. —¿Qué? ¡Era una loca!
—Ella es… —Recorre la parte superior de la silla con sus largos y
delgados dedos, midiendo sus palabras—. No lo sé. Solitaria.
Mi cara se calienta. De repente, la idea de pasar un minuto más con
él, volviendo a discutir los acontecimientos de nuestra noche, charlando
como colegas, se siente tan atractivo como masticar arena. No quiero
maravillarme por lo justo y compasivo que es él. O por su amabilidad. Es
demasiado. No puedo sentarme tan cerca de Ethan en mi dormitorio y
saber que tengo muchos RobbyLPF en mi futuro, pero esta persona dulce y
reflexiva está completamente fuera de los límites.
Esforzándome para mantener mi nivel de tono, digo—: Lo siento. Sé
que te invité, pero creo que necesito simplemente relajarme aquí sola.
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Sus cejas se levantan por la sorpresa. —Yo…
—Solo tengo que tomar una ducha y acurrucarme por un rato. Estoy
bien.
Niega con la cabeza. —¿Puedo decir algo, Mia?
—Lo siento —le digo—. Continúa.
Se levanta y viene a sentarse en la cama, lo que empeora todo diez
veces más. Tengo que luchar contra las lágrimas y las ganas de tirarme
encima de él.
Cuando me mira, sus ojos son suaves y profundos como la noche. —
Escucha —me dice—, tengo que disculparme por la otra noche. Soné como
un idiota y no quise hacerte daño.
Me haces daño ahora, quiero decirle. Duele que te sientes aquí y no
pueda tocarte.
—Pero es lo correcto —termina—. Los dos tenemos una gran
oportunidad en Boomerang. No quiero ponerlo en peligro. Para ninguno de
nosotros.
—Lo entiendo —le digo. Todo este tiempo he deseado lo contrario
de ese idiota Kyle, alguien que sabe lo que quiere. Que toma una decisión
y se mantiene firme. Debería haber sido más específica—. Y está bien. Nos
vemos mañana en el trabajo, ¿de acuerdo?
Siento su renuencia a irse como una fuerza palpable entre nosotros.
Pero se levanta y cruza la puerta del dormitorio. —Está bien —dice en voz
baja. Siento sus ojos en mí, pero no puedo mirarlo—. Hasta mañana.

Cookie, Rhett y Adam han volado a Las Vegas para un viaje turístico
de planificación previa, lo que significa que Intern Gulag es ahora Party
Central. Cierto, al menos es en parte culpa mía, como el empleado de la
hierba gatera de hoy que vino en forma de una hamburguesa bien caliente.
¿Qué puedo decir? Soy como el flautista de Hamelín de los sobornos
alimenticios.
Vanessa —de IT, creo— y Trent de Atención al Cliente han creado
una excelente carrera de obstáculos de filtros de café y vasos de plástico, y 135
se compite, con los ojos vendados y en sillas de rueda, para llegar a la
última hamburguesa, colocada como el trofeo del vencedor, encima de la
fotocopiadora de la esquina.
—Eres mi nueva mejor amiga, Mia —me dice Vanessa y baja un lado
de la venda para hacer trampa en su camino por un zigzag peligroso.
Saco mi pequeña cámara Canon Vixia y los sigo mientras ellos
chocan entre sí, desviándose del camino, riendo y agarrando la silla del
otro. Verlos despierta el indicio de una idea dentro de mí, algo que puedo
utilizar para la presentación de Boomerang.
Tal vez cuando edite la película pueda reducir la velocidad de las
escenas. Darle una calidad soñadora y romántica. Sin embargo, no estoy
muy segura de lo que quiero expresar, pero tal vez es, que la diversión
puede ser significativa, que algo puede durar poco, pero aun así vale la
pena.
Pienso en cuando mi madre me dice que tengo que “jugar” y giro la
cámara a Ethan, que está cliqueando —con dos dedos— en el teclado de
su tableta. Hoy estamos siendo cuidadosos con el otro, pero en general
está bien.
Sin levantar la vista, pregunta—: ¿Qué estás haciendo, Rizos?
—Nada. Solo ignórame. —Acerco la imagen, consiguiendo un primer
plano de su cara, a los pocos mechones de pelo rubio-dorado mezclado en
sí mismo con el marrón acaramelado y a esa pequeña cicatriz en la frente,
curvada como la abolladura hecha por una uña. Me muevo a sus labios
carnosos y el hoyuelo en la barbilla, que veo que está fuera del centro por
solo un milímetro.
Incluso tomado por separado, cada parte de él contiene una belleza
cruda e imperfecta. Entiendo por qué mi mamá quería tomar fotos de él,
aunque este Ethan es uno más iluminado, ya que la luz del sol que entra
por las ventanas cercanas dejan un halo sobre su piel y crean pequeñas
curvas senoidales en sus amplias y oscuras pestañas.
Una sombra moteada llena mi lente, sobresaltándome y me aparto
del visor para ver la sonrisa de Paolo. Él salta encima de la esquina de mi
escritorio, el lugar que reclamó como su hábitat legítimo.
—¿Cómo van las citas, niños?
—Bueno, supongo que lo pondría a la altura de la vez que intentaste
hacerle la broma del trío a Cookie.
Hace una mueca. —Oooh. ¡Qué brusca!
—Sí.
—Está bien, hoy voy a hacerte conectar con alguien, Mia, y sin 136
discusiones, ¿entendido?
—Entendido. —Ingreso en mi cuenta de Boomerang y le entrego mi
tableta. Ni un mono ciego podría hacer una elección peor que yo.
Mientras se desplaza por mis opciones, me paseo por los alrededores
y tomo más fotos de Vanessa y Trent, que han despejado la isla de la
cocina y ahora parecen estar usando a la pequeña Pippa del Departamento
de Arte como una especie de piedra de curling humana.
—No te vas a caer, lo prometemos —le asegura Vanessa, pero en
efecto, ella va descendiendo por el extremo de la barra en la tercera pasada
y termina tirada en una caja de toallas de papel.
—¡Falta! —llora débilmente desde el suelo.
—Ella se refería a que no ibas a caer en el suelo —dice Trent y la
ayuda a ponerse de pie.
Me invade un pequeño cosquilleo de emoción, porque ahora empiezo
a verlo realmente. Imágenes como esta. Personas jugando, divirtiéndose,
siéndose tal vez un poco atrevidos. Probando cosas nuevas. Puedo filmar
en Los Ángeles y contratar a Skyler y Beth.
Paolo lanza un silbido agudo. —Mia, regresa aquí.
Prácticamente regreso de un salto a mi escritorio, muy contenta de
comenzar a poner en marcha algunas de mis ideas, aunque menos
entusiasmada por la idea de otro arreglo doloroso.
—Está bien, tengo dos opciones para ti. Las dos son increíbles.
—Suéltalo.
—Primero… —Golpetea la pantalla—. Brian. Un chico de cine. Es
admirador de Whedon como tú, así que tiene un gran punto a favor. Y
tiene una banda. De blues y versiones de música alternativa. Él subió un
video y no es un asco.
—Suena increíble —le digo. Y tengo que admitir que es bastante
cierto—. Boomeranglo.
—¿Quieres ver su foto? —pregunta Paolo—. Es un tipo guapo.
—Sorpréndeme. ¿Quién más?
—¡Vamos, Frisky, sal con dos hombres a la vez!
Sonrío. —No, tendría que hacer dos citas más. Elige tú.
—¿Y si te gusta mucho este Brian?
Soy consciente de la atención de Ethan en mí y el peso de su
concentración.
—Lo resolveré si llega a ser necesario —le digo, sin arriesgar una
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mirada en su dirección—. Pero, ya sabes, para fines de investigación…
Creo que es importante experimentar, eh, una diversidad de la clientela.
—Para fines de investigación, por supuesto. —Me guiña—. Entonces
te presento al rey.
—¿Rey? No.
—Está bien, lo entiendo perfectamente. Es un nombre tonto. Pero
confía en mí. Él es un escritor; tú eres una directora de cine. Es de Nueva
Jersey; tú de Nueva York. Ni siquiera voy a mencionar el hecho de que
parece que podría ser el gemelo de Drake. Sé que no quieres verlo, pero…
—Jala el gatillo —le digo a Paolo—. Confío en ti.
—Yo no te guiaría hacia un mal lugar, nena —dice y toquetea la
pantalla—. Está bien, dos citas, dos semanas. Me lo agradecerás.
—Te doy las gracias ahora. —Sobre todo por evitarme que tenga que
elegir yo.
Paolo se vuelve hacia Ethan. —Tu turno.
Empuja hacia atrás su asiento y se levanta. —Estoy bien, hombre —
dice—. Ya me ocupé de ello.
—¿En serio? —pregunta Paolo.
¿En serio?
—Sí, estoy listo. Gracias. —Él levanta la vista hacia el reloj—. Oye,
Rizos, ¿puedes llevarme a la práctica de fútbol? Mi aventón no regresará
de Las Vegas hasta más tarde.
—Claro —le digo, sabiendo que estoy condenada a pasar el resto del
día preguntándome cuando escogió sus citas y quiénes son.
Por suerte, en realidad me concentro en tomar notas para el stand y
hablar con Pippa sobre algunos bocetos. Veo algo de cine, enmarcado
como una película, pero todavía no sé el estilo y la tonalidad. Enseñan
tantas cosas en la escuela de cine pero está “ese” factor, ese algo
misterioso e instintivo que no se puede enseñar. Un punto de vista. Una
manera singular de ver las cosas. No estoy segura de sí lo tengo y eso me
aterra.
Antes de darme cuenta, oigo de nuevo el sonido del rechinado de las
sillas y la gente al recoger sus cosas. Pasan por ahí, vaciando sus tazas de
café y enjuagándolas en el fregadero, recogiendo las sobras de la nevera.
Ethan se levanta y empuja con fuerza su asiento para meterlo debajo
del escritorio, derribando mi cámara, la cual descansaba sobre el trípode
de goma encima de mi escritorio.
—Lo siento —murmura.
138

Noto que hay algo en su mente. Él emite una energía impaciente y


desenfocada, aunque tal vez simplemente no quiere llegar tarde.
Está en silencio todo el camino hasta el campo de fútbol.
—Por lo menos hoy no tienes que preocuparte porque Rhett golpee a
un niño —ofrezco.
—Así es el fútbol —dice, con una sonrisa distraída—. Pero va a venir
a lo largo de la tarde, después de que llegue.
Extiende su largo cuerpo del coche y sale. —Gracias por el aventón,
Mia. —Le da un golpecito al techo de mi coche—. Ten una buena noche,
¿de acuerdo?
—Tú también —le digo, pero él ya está cerrando la puerta. No sé lo
que me molesta más: que apenas me miró durante todo el día o que me
llamó Mia en lugar de Rizos.
Él trota sobre el campo y un brillante color rojo me llama la
atención.
Es Raylene. Allí, en el campo. Con Ethan.
Tiene un vestido amarillo ajustado y tacones negros —en un campo
de fútbol. Ella corre hacia él como si hubieran estado separados durante
diez años y lanza los brazos a su alrededor. Al verlos, mi pecho se aprieta
como si estuviera en uno de los abrazos anaconda de RobbyLPF.
¿Qué hace ella aquí?
Está con un niño; pálido con el pelo de color naranja a diferencia de
su castaño rojizo oscuro. Es su hijo o algún niño que recogió para poder
estar más cerca de Ethan.
Pero eso sería una locura, ¿no? Una persona no haría algo así,
¿verdad?
No lo sé. Poniendo el coche en marcha, sé que será mejor que salga
de allí antes de que haga algo loco.

139
28
Traducido por Verito
Corregido por Amélie.

Ethan
Mientras camino hacia Raylene, quien tiene a un niñito de cabello
rizado pegado a su cadera, trato de prepararme para la siguiente hora y
media.
La otra noche en el carro, di a entender que podía ayudarla. Esta es
mi especialidad, dije. Pero, ¿qué sé sobre hacer que las vidas de madres
solteras treintañeras con el corazón roto vuelvan a su carril? 140
—Hola, Ethan James —dice, acercándose para un abrazo como si
fuésemos viejos amigos.
En lugar de alejarse de su madre, Parker solo se desliza a su lado
por lo que queda enterrado bajo su axila. Es algo que los niños pequeños
hacen todo el tiempo, pero él tiene casi nueve.
—Hola, Raylene —digo, dándole un golpecito a su espalda—. Hola,
Parker. Soy el entrenador Ethan. ¿Es verdad que jugabas de delantero
izquierdo en tu otro equipo?
Parker se gira lejos de mí, así que le hablo a la parte trasera de su
cabeza rizada.
—Lo siento —vocaliza Raylene.
—Está bien —le digo—, yo me encargo. Puedes recogerlo a las siete.
Eso hace que Parker levante la mirada.
—¿Qué? —le pregunta a su madre—. ¿Te vas?
—Bueno, yo... —Raylene me mira.
—Políticas del equipo —digo—. Los niños entrenan mejor sin sus
padres cerca.
Parker lanza su cabeza hacia atrás. —¡No! —grita—. ¡No me quedaré
aquí!
Pasa de gritar a hacer rabietas, lo cual es mi pista para marcharme.
—Estaré en ese campo —le digo a Raylene y me alejo.
Mientras agarro mis cosas de los contenedores de almacenamiento,
echo un vistazo al aparcamiento, pero el coche de Mia se fue hace tiempo.
Me pregunto qué pensó sobre la presencia de Raylene. Quizás fue parecido
a como me sentí más temprano, al escuchar sobre los geniales chicos que
va a conocer en sus siguientes dos citas.
Maldito Paolo. El busca pleitos. Pero no es como si él supiese que era
una tortura para mí. Nadie en el trabajo parece tener idea sobre Mia y yo,
lo que es, honestamente, sorprendente.
Hago que el equipo comience a calentar y estirar, al tiempo que sigo
vigilando a Parker, que se sentó al borde de la valla y arranca el césped.
—¿Dónde está el entrenador Sudor? —me pregunta Tyler. Algunos
de los otros chicos también se meten en la conversación.
Rhett es un entrenador oficial, abonado a sus derechos de liga, con
su propio juego de llaves a los armarios de almacenaje, su propia camiseta
del equipo, todo. Cuando le dije que estaba dentro, juro que el chico se
emocionó.
141
Estar cerca de su nivel de energía puede ser abrumador. Es como
salir por ahí con la mascota del equipo. Como si él fuese una manguera de
fuego de entusiasmo. Pero no puedes mantener lejos por mucho tiempo a
alguien así. Tarde o temprano, te desgastan.
—Estará aquí pronto, Tyler —digo—, viene desde el aeropuerto.
Estoy moviendo al equipo a los ejercicios de ensayo cuando se acerca
Parker y se sienta contra uno de los arcos. Le daré unos minutos antes de
ir a buscarlo, lo que funciona bien, porque Rhett llega dando saltos y
preparado como si fuese a jugar en la Copa del Mundo.
—¿Quién es el chico nuevo? —pregunta, apuntando con la cabeza a
Parker.
—Es una larga historia —digo, esperando que él querrá saber todo al
respecto en el viaje a casa.
Me siento junto a Parker, quien evita otra vez el contacto visual.
Es un pequeño pero fuerte, con hombros anchos, pecas en su nariz
y mejillas, una mandíbula fina. No parece un niño que tenga mucho
miedo.
—¿Te preocupa que ella no vuelva? —pregunto.
Me frunce el ceño. —¿Qué?
—¿Tu mamá? Continúas mirando al aparcamiento.
—No —dice con demasiada fuerza—, es que no quiero estar aquí.
—Sí, pero lo estarás. Por otra hora.
—¿A quién le importa?
—¿El fútbol? A mí. ¿Tú? A tu mamá.
—¿Y? Ni siquiera te conozco. Ya ni siquiera me gusta el fútbol.
Asiento, mirando su lenguaje corporal precavido, su tono defensivo,
y trato de imaginar qué está sintiendo. Como su padre no se preocupa por
él. Como si su madre pudiera hacer lo mismo algún día, conducir lejos y
no volver nunca. Como si no hubiese motivo para reír y patear una pelota
porque la vida es dura e injusta.
No conozco a este chico. Todavía no. Pero me preocupo.
Me pongo de pie de un salto. —Haremos esto, Parker.
—¿Qué? —pregunta sin mirarme.
Es una buena pregunta. No lo sé. Así que digo—: Ya verás.

142

A las siete, los chicos son recogidos por sus padres. Le presento
Rhett a Raylene, el único padre al que él no ha conocido. Luego guardamos
el equipamiento en los casilleros, comentando la práctica. Como predije,
las preguntas sobre Parker aparecen en el camino a casa. Le digo a Rhett
sobre la cita con Raylene y como me ofrecí a ayudarla.
—Eso es dulce de tu parte, Ethan —dice Rhett.
—Voy a ignorar el hecho de que acabas de llamarme dulce.
—Pero lo es. Ni siquiera conoces a esa chica. Ella es caliente y todo,
pero tú no le debes nada.
—Lo sé, pero veo algo que puedo hacer. Vi a Parker en la práctica. El
chico se muere por jugar. Solo tengo que encontrar una manera para que
el resto de los chicos lo acepte. Creo que le preocupa ser el chico nuevo. Lo
otro es despejar su mente. Tenerlo enfocado en otra cosa además de la
partida de su padre y el caos en su vida. Voy a programar una práctica de
creación de equipos. Haremos unos cambios, algo diferente. Será bueno.
No solo para Parker. A todo el equipo podría favorecerle...
Me detengo porque Rhett me mira de modo extraño.
—¿Qué?
—Tienes un discurso de súper entrenador. Al estilo John Wooden8.
¿Todo filosófico y esa mierda?
—Ajá —digo, pero el comentario se propaga por mis extremidades y
mis pulmones. Me siento como si acabara de tomar una gran bocanada de
aire. Tal vez canalicé un poco al entrenador Williams, lo que es genial. Un
chico bastante genial para canalizar.
Rhett aparta una mano del volante y hace círculos en el aire. —Pon
cera, quita cera, Ethan Miyagi.
—Lo que sea —digo, pero no puedo evitar que se forme una sonrisa
en mi cara. Un hombre que cita a Karate Kid tiene unas cualidades que lo
redimen.
Rhett me mira. —¡Un hombre que atrapa moscas con palillos puede
lograr cualquier cosa!
—Apuesto a que eso es verdad.
Más adelante en Sepulveda, la luz cambia a amarillo. Rhett aprieta,
y el Cooper avanza. Mientras volamos por la intersección bajo el rojo, su
mano se abre y grita—: ¡Ojos claros, corazones llenos!
Ah, qué demonios.
143
—¡No se puede perder! —grito, y choco la mano del hombre.

En casa, encuentro a Jason e Isis abrazados en el sofá rojo o café o


naranja que trajeron el fin de semana. Ninguno de ellos dijo algo sobre la
apuesta que hicieron sobre Mia y yo. Isis aceptó la victoria tranquilamente,
trayendo tranquilamente nuevas piezas de mobiliario al apartamento. Han
dejado de molestarme completamente con Mia.
No estoy seguro de cómo sentirme al respecto.
—¿Qué pasa, niños? —digo, golpeando la puerta tras de mí.

8John Robert Wooden fue un entrenador de baloncesto estadounidense considerado el


mejor entrenador de la historia de la NCAA.
La película Cabin in the Woods está en la televisión, y una pizza a
medio comer de pepperoni y champiñones se halla en la mesa de café
frente a ellos.
—Pausa de estudio obligatoria —dice Jason. Esta semana ha estado
leyendo los libros duramente, y sus ojos casi se cierran.
—Maratón de Joss Whedon. —Isis golpea la silla junto al sofá con
sus pies cubiertos con calcetines de arcoíris. La chica tiene una obsesión
con los calcetines, mientras más raros, mejor—. Únetenos.
—Sí, únetenos —dice Jason. Creo que quizás habla dormido.
Distraerme con una película suena genial. Pero luego recuerdo que
Mia es una gran fan de Joss Whedon, y no quiero recordatorios de ella.
—Se las tendrán que arreglar sin mí. —Tomo una porción de pizza, y
la como mientras lanzo a mi habitación mis bolsos de mensajero y el de
fútbol, y voy a la ducha.
Lo que me recuerda a Mia.
Reviso mi teléfono cuando salgo y encuentro un mensaje de Chris en
el que me pregunta qué pasa y por qué mamá parecía preocupada por mí
cuando habló con ella.
Le envío un mensaje, diciéndole que está fallando en la universidad
si tiene tiempo de mandarme mensajes y hablar con mamá. Luego reviso el 144
contacto de Mia, y peleo una guerra mental muy fuerte, en la cual pateo
mi propio trasero y gano el premio de hacer lo que no debo.
Ethan: ¿Todo bien, Rizos?
Escribo el mensaje y luego lo miro, con mi dedo sobre el botón
de enviar. Quiero saber si está en su habitación. O con sus amigas, Skyler
y Beth. Quiero saberlo todo. Solo la quiero, joder.
Pero no puedo romperme ahora, especialmente luego de reafirmar mi
compromiso de solo compañeros de trabajo en su casa la otra noche.
Borro el mensaje, luego miro a mi teléfono un poco más, inseguro de
qué hacer conmigo.
Necesito pensar en algo más que no sea Mia. Una distracción.
Luego me doy cuenta. Quizás he estado mirando a estas citas de
Boomerang de la manera incorrecta. Si conozco a otra chica, a alguien
genial, quizá podré sacarla de mis pensamientos. Sé que son casi nulas las
probabilidades de que funcione, pero no tengo nada más.
¿Quién sabe? Quizá mi siguiente cita será la respuesta que he
estado buscando.
145
29
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Adriana Tate

Mia
Voy a culpar a la neblina cerebral, porque bajo circunstancias
normales, no habría dejado de prisa el campo de fútbol, conducido de
regreso por la ciudad, y dirigido a las oficinas de Boomerang.
Bajo circunstancias normales, me habría ido a casa, cambiado a mi
sudadera más cómoda, y desplomado en el sofá, mientras Beth me serviría
un plato rebosante de su paella de Pobres Chicas, cuyos ingredientes se 146
mantienen en secreto, hasta para mí.
Pero está claro que he quebrado una ramita más grande porque aquí
estoy, deslizándome por el corredor central iluminado débilmente, en una
extraña clase de piloto automático de niña necesitada que simplemente no
se siente propio de mí. O como alguien que no sea un personaje de dibujos
animados.
Aun así, tengo que saberlo. ¿A quién escogió Ethan para su próxima
cita de Boomerang? ¿Raylene? ¿Por qué está siendo tan hermético? ¿Por
qué me importa? ¿Y cómo puedo salir de este carrusel de clichés?
No puedo. No hasta que sepa.
Un camino de luz mana de la puerta de la sala de conferencias,
volviendo a un blanco lechoso el piso de bambú. Con el corazón palpitante,
camino de puntillas. Alguien se quedó trabajando hasta tarde. Es probable
que esté haciendo algo más productivo y razonable con su noche. Sean
quienes sean, espero no toparme con ellos. Ya me siento como una idiota.
Por supuesto, eso no es suficiente para evitar que me deslice en el
asiento de Ethan, imaginando que aún puedo sentir el calor de su cuerpo
acunando el mío. El tic tac del reloj del horno es muy ruidoso, algo que no
noté antes, y esta alcoba parece especialmente sombría y con corrientes de
aire en la oscuridad.
Tiemblo mientras miro los alrededores, tratando de oír respiraciones
o pasos, o que venga el Fantasma del Sentido Común y me arrastre por el
cabello. Luego saco la tableta de Ethan y la enciendo. Su fondo de pantalla
es una imagen de un jugador de fútbol con un uniforme blanco y gotas de
sudor plateadas rodean su cabeza, que fue capturada a medio lanzamiento
a la pelota. O a medio bloqueo. O en medio de algo intenso.
Amo la imagen. Es tan Ethan. Más allá del obvio elemento del fútbol,
se parece a él porque demuestra la pasión de alguien, su hambre de éxito.
Me desplazo por las aplicaciones y toco sobre el ícono de Boomerang,
que carga el sitio. La cuenta de Ethan está lista y la contraseña ya
registrada. Lo que me hace preguntarme qué habría hecho si fuera de otro
modo. Irme a casa sin fisgonear, ¿tal vez? Toco la pantalla, tratando de
imaginar qué palabras forman esa fila de asteriscos, deseando conocerlo lo
bastante bien como para siquiera intentar adivinarlo.
Voy directamente hacia la página “Comienza el Juego” y veo que no,
no escogió a Raylene para la segunda ni tercera cita. Es peor. La segunda
cita —Carmen— es pequeña, bastante bronceada, con labios llenos y
brillantes, y los límpidos ojos marrones de un ciervo bebé. Es estudiante
de enfermería, elabora sus propios rompecabezas de madera, y su perfil es
tan divertido y autocrítico, que prácticamente quiero salir con ella yo
misma.
Tercera cita: desastre total. Es hermosa, asiática, y una jugadora de
147
tenis preclasificada. Cada foto suya es feroz, fotos de ella en la cancha o
elevando un trofeo, a excepción de una en la que está en un micro-vestido
y botas hasta el muslo de piel de serpiente. Está del brazo de otra chica.
Se encuentran haciendo caras de pato hacia la cámara, y es evidente que
tratan de no reír.
Sigue en la universidad, haciendo un doctorado en antropología, con
énfasis en las culturas migratorias. Algún día, estoy segura, chicos de todo
el mundo tendrán fotos de esta chica en sus computadoras.
Es un poco difícil no admirar el gusto de Ethan, especialmente el
hecho de que escoge chicas tan inteligentes como de buena apariencia. Y
aun así, la idea de sentarme frente a él en un restaurante y ver a estas
chicas coquetear, reírse y alimentarlo con sopa caliente es suficiente para
que me den ganas de gritar.
O, bueno, es suficiente para hacerme contemplar algo un poco
malvado. No tan malvado como Cruella de Vil usando abrigos de piel de
cachorros, pero sí algo… No. Del todo. Apropiado.
La oscuridad parece espesarse a mi alrededor, e ilumino la pantalla.
Dejando que el plan se solidifique, me desplazo a través de sus citas, leo
los perfiles. Una parte de mí se encoge con cada modelo hermosa,
magnífica y brillante, cuyo subtítulo es una cita de la película El Reportero:
la leyenda de Ron Burgundy. Dicen que Los Ángeles está lleno de mujeres
hermosas, pero nunca supe cuántas mujeres hermosas y exitosas había
aquí. Santo infierno.
Si no está destinado a salir nada de mi única noche con Ethan y ese
beso increíble, bien. Pero lo menos que puedo hacer —por mí— es colocar
las cartas a favor de que siga buscando a la señora Incorrecta. Ahorrarme
el tormento de ver despegar su relación amorosa en frente de mi cara.
Así que esa es mi respuesta, la suma total de lo que me trajo aquí
como una lunática. Tengo que aceptar lo que quiere pero que no me quiere
a mí. No tengo que aceptar que esté destinado para alguien más.
A juzgar por su repentino e inexplicable apego a Raylene, yo podría
querer evitar a todas las obviamente locas. ¿Qué más podría asustarlo?
¿Payasa de rodeo? ¿Pordiosera “freegan9” que vive en su camión? Secundo
cada una; los payasos de rodeo equivalen a aventureras; las freegan
equivalen a ingeniosas que no están obligadas por las trampas del
materialismo.
Me froto la sien mientras paso a través de imagen tras imagen, perfil
tras perfil. En algún lugar debe haber una chica que sea mil por ciento
equivocada para Ethan. Una absoluta catástrofe. Aceite para su agua.
Por fin, me detengo en un perfil de una rubia bronceada en un traje
de baño gris perfectamente adaptado. Es hermosa, pero sus rasgos se ven 148
demasiado refinados, como si las herramientas del fabricante continuaron
cincelando durante mucho tiempo. Su barbilla y nariz son puntiagudas, y
sus ojos son anchos y del color gris azulado de los glaciares. Algo en ellos,
una expresión de altivez o distancia, me hace sentir como si pudiera
exponerme solo con una mirada. Desde su postura tiesa, a su fría y
escrutadora mirada, se ve como alguien que nunca ha tenido un orgasmo
en su vida. Y no quiere uno.
Leo los detalles: trabaja para la compañía de capitalismo de riesgo
de su padre, ama los caballos y la alta costura, y tiene una destacada cita
del filósofo danés Kierkegaard en su página: “Hay dos formas de ser
engañado. Una es creer lo que no es cierto; la otra es negarse a creer lo
que es verdad”.
Tiesa, citas danesas existencialistas. La niña de papi.
Creo que he encontrado a la indicada.

9 “Freegan” o Freganism, es la práctica de recuperar y comer alimentos que han sido


descartados.
30
Traducido por Verito
Corregido por Eli Mirced

Ethan
—¿Está todo bien contigo, E? —me pregunta Rhett al tiempo que
saltamos en el Mini luego del trabajo.
Tengo media hora para llegar a casa, cambiarme en algo casual, y
dirigirme al Pink Taco; la locación para la sesión de tortura de esta noche.
—Sí. Bien —digo, metiendo mis piernas en el auto.
149
—Genial, genial —dice. Sale del garaje, pero sé que no ha terminado
conmigo. Rhett entiende mucho más de lo que crees. Sé que es por eso que
Adam confía en él. Lo hace muy bueno en su trabajo.
—Te ves preocupado —dice Rhett, doblando en Santa Mónica—. No
como eres casi siempre, ¿entiendes?
¿Qué puedo decir? Es la verdad. Probablemente hoy fui un idiota, si
soy honesto. Pero no tenía otro recurso.
Mi día pudo haber ido de dos maneras: pude haberme preocupado
por mi precaria cuenta de banco, y más importante, el hecho de que Mia
saldrá en una cita con otro chico esta noche. O pude haber transformado
todo ese enojo en algo positivo, que es lo que hice.
Mientras Mia, Paolo y Sadie jugaban dos verdades y una mentira, y
luego desaparecían a un almuerzo en que probablemente trenzaron del
cabello del otro e intercambiaron collares de “mejor amigo”, bajé la cabeza
y trabajé en mi puesto para el espectáculo de Las Vegas. Enfocarse
completamente en lo profesional, he aprendido, es el único modo en el que
puedo permanecer cuerdo mientras Mia se sienta a unos metros de mí,
riendo con personas que son... bueno, que no son yo.
El resultado no fue malo. Terminé un montón de cosas.
—Solo trabajo duro —le respondo a Rhett—. Trato de terminar todo
para las Vegas. —Ajusto el aire acondicionado para que le dé a Rhett.
—¿Cómo va eso? —pregunta.
—Bien. Creo que encontré un DJ para mi lado del stand. Un chico
llamado Rasputin. —Tener música en mi parte del stand era parte de mi
estrategia de movimiento.
Rhett hace una mueca. —¿Contrataste a un viejo ruso para que sea
nuestro DJ?
—No sé si es ruso, pero sin duda no es viejo. Solo tiene dieciocho.
Supuestamente es lo mejor del momento. Creo que lo atrapé en el inicio
de una gran carrera.
—Genial. —Paramos en un semáforo. Rhett gira su espejo retrovisor
y se mira—. ¿Y el videojuego?
Esta es mi idea favorita, un juego hecho a medida donde la gente
puede lanzar boomerangs virtuales.
—Ya se encuentra bloqueado y guardado. El primo de Jason, Zeke,
diseña juegos para Naughty Dog y me está ayudando. Será muy realístico.
Proyectado en pantallas, así todos podrán verlo. Tendrá guantes sensibles
al movimiento, objetivos cambiables, puntuaciones, todo completo. Zeke se
lució. Hablé con él esta mañana y ha estado trabajando toda la noche. 150
Rhett me sonríe, conduciendo otra vez cuando la luz cambia a verde.
—Vas a vencer, hermano. El trabajo será tuyo.
—Esa es la meta —digo, pero no estoy seguro. Mia es demasiado
inteligente y creativa para asegurarse.
Por el resto del viaje, Rhett y yo hablamos sobre los Dynamos y
nuestra más nueva adición, Parker, pero mi mente se queda pegada en su
comentario.
El trabajo será tuyo.
Escuchar eso debería haberme hecho feliz.
Media hora después, le pido a la anfitriona una mesa en el Pink
Taco. Específicamente una mesa. Luego de Raylene, he renunciado a las
cabinas.
Mientras me guía más allá del bar, veo que Mia ya se encuentra
aquí, y también su cita. Reduzco la velocidad un poco, dándoles una larga
mirada, ya que ni ella ni el príncipe encantador me han visto.
Por dos días, he resistido la urgencia de ver el perfil del chico —mi
pobre manera de pretender que no existe—, pero ya no puedo hacerlo más.
Está justo ahí, en un taburete frente a Mia, y una jarra de sangría entre
ellos.
Es un chico que luce decentemente. Piel oliva. Alto y delgado, con
largo cabello ondulado que seguro que las chicas acarician. Está vestido
con un traje de chaqueta oscuro, que me hace desear no haberme puesto
vaqueros y un polo casual. Pero en serio, ¿quién usa un maldito traje para
comer un burrito?
Mia sigue vistiendo el vestido floral que usó para el trabajo, pero se
cambió los pequeños aros de oro de estrellitas que noté más temprano.
Mientras la ignoraba diligentemente. También cambió su peinado y se hizo
una trenza que cuelga como una cuerda negra por su hombro.
Con el cabello así, su pequeño mentón y sus ojos brillantes destacan
más. También la suave y perfecta piel de su cuello. Luce delicada, y eso me
hace querer envolverme a su alrededor.
O mirarla compartir una jarra de sangría con otro tipo.
Joder. Estas citas van a matarme.
Agito la tensión de mis hombros, alcanzo a la anfitriona y siento mi
maldito trasero. Luego saco mi celular y abro la aplicación de Boomerang.
Lo que es interesante sobre todo esto, pienso, mientras furiosamente
busco el perfil del príncipe encantador, es que nunca he sido del tipo
posesivo. Y aun así, cuando se trata de Mia, la chica que ni siquiera es
mía, soy ese tipo.
Ahí.
151
Lo encontré.
Brian Bergren. Originario de Scottsdale, Arizona, toca en una banda,
y es además el actual asistente personal de un director ganador del Oscar
de quien jamás he escuchado. Brian busca salir con alguien divertida,
inteligente e interesada en las artes. Y así sigue, como una maldita broma.
Como si estuviese leyendo una lista de las características ideales de Mia en
un chico.
Bajo a la columna de Motivos de Ruptura, donde la gente usualmente
pone cosas como fumador, drogadicto, antecedentes penales, pero diablos,
la respuesta de Brian es adorable.
Motivos de Ruptura: Stanley Kubrick10. No puedo salir con alguien que
no tiene al menos conocimiento superficial de su trabajo. Desearía estar
bromeando, pero no es así.
Que genial por Mia.
Acaba de conocer a su igual en una atractiva forma masculina.

10Fue un fotógrafo, director de cine, guionista y productor estadounidense. Considerado


por muchos como uno de los más influyentes cineastas del siglo XX. Destacó tanto por su
precisión técnica como por la gran estilización de sus cintas y su marcado simbolismo.
—¿Ethan?
Casi dejo caer mi teléfono.
Mia se encuentra frente a mí y sus manos descansan en el respaldo
de una silla.
—Hola... ¿qué haces aquí? —Sale agudo, pero ella acaba de pillarme
haciendo un reconocimiento a su cita. Creo.
—Estoy en mi cita. —Mira sobre el hombro, a Brian Maldito Kubrick,
quien nos observa desde el bar.
—Puedo verlo. Quiero decir, desde aquí, en mi mesa.
—Oh. —Mira sus manos por un segundo. Cuando levanta la mirada,
sus ojos verdes son un poco más oscuros. Sé que estoy siendo un idiota.
Pero no puedo detenerme. Soy un tren descarrilado—. Bueno, recibí un
mensaje de tu cita. Hubo una complicación o algo.
—¿Una complicación?
—Una cancelación. Tardía. Una cancelación de último momento. —
Mientras habla, amasa la parte trasera del asiento. No estoy seguro de por
qué. Mia no se pone nerviosa conmigo—. Sin embargo, Cookie me envió un
mensaje, y, uh... ellos te pusieron con alguien más. Ella debería estar aquí
en un minuto.
—Genial. Gracias por el mensaje, Mia.
152
—De nada. Diviértete esta noche, Ethan. —Mi actitud por fin le está
afectando, porque su tono de voz dice eres un idiota.
—Oh, lo haré —digo, como si planeara tomar a mi súper-caliente cita
de emergencia desconocida contra una pared a la primera oportunidad que
tenga.
Mia ladea su cabeza hacia un lado, entrecerrando los ojos hacia mí.
—Bien —dice—. Yo también.
—Maravilloso. Genial.
—Sí... Genial —dice, poniéndose a la par conmigo.
—Entonces, ¿te veré en el trabajo?
—Claro. Te veo en el trabajo. —Mia se encoje de hombros—. Sin
embargo, puedo llegar un poco tarde. Ya sabes, si las cosas salen bien.
—Ah —digo, asintiendo—. Genial, Rizos. Esta noche piensas ir por el
número seis, ¿verdad? —me escucho decir. Es asombroso que aún no
haya perdido el control. De verdad es sorprendente.
—Bueno, es muy temprano para decirlo. Pero en realidad sería el
número cinco, ya que lo nuestro no pasó jamás.
—Sí pasó, Rizos. Lo garantizo. No solo una vez, además. Un par de
veces. Como mínimo. —Rueda los ojos y se aleja, pero no he terminado—.
¡Soy tu número cinco, Mia! —grito, como un completo maldito lunático—.
¡Soy tu cinco!
Una familia en la mesa siguiente me mira sobre sus calientes fajitas,
pero Mia no se detiene. La veo unirse a Brian Kubrick, que sigue mirando
para ver si debe preocuparse por mí o no.
Le envío un mensaje silencioso, dejando claro eso.
Era estúpido de mi parte preocuparme por que ella saliera con otro
Robby. El chico era un idiota, pero nunca tuvo una oportunidad. Por otro
lado, Brian Kubrick, es una amenaza real. Tiene el potencial para arruinar
todo.
Si me permito preocuparme, lo que no haré, me recuerdo.
Correcto. Continúa diciéndote eso.
Viene el mesero para tomarme la orden de mi bebida. Apenas se ha
alejado cuando mi cerebro capta a una rubia, abriéndose camino por las
mesas. Viene en mi dirección, mirándome directamente, y...
La sangre abandona mi cráneo, y mi visión se hace irregular en los
bordes, como si estuviese a punto de desmayarme. Pero no. Solo observo
mientras se acerca a mi mesa. 153
Alison.
Mi ex.
Está aquí.
—Hola, Ethan —dice, su boca forma una sonrisa de lado.
Pasan segundos. Vidas. Milenios. Y sigo sin tener la capacidad de
entender qué demonios está pasando.
Alison saca la silla tras la cual recién estuvo parada Mia y se sienta.
Su sonrisa desaparece, y veo dos años de memorias emerger en sus ojos
azules llenos de lágrimas.
—Gracias, Ethan —dice—. Gracias por darme una oportunidad.
31
Traducido por Julieyrr
Corregido por Aimetz Volkov

Mia
Me alejo de Ethan, un billón por ciento segura de que este pequeño
experimento social de Adam Blackwood va a arruinarme de por vida tanto
para la comida y los niños. Un peso de plomo se asienta en mi vientre y el
aire en el interior del restaurante de repente parece confuso, espeso con el
dulce e intenso olor empalagoso a cebolla chisporroteante y pimientos.
Ethan me volvió cruel y no me gusta ser cruel. 154
Bueno, él no me volvió así. Solo lo sacó en mí, raspando todos los
pedacitos hasta que quiero encresparme en una bola protectora.
Me deslizo nuevamente en el taburete al lado de mi cita Brian y le
doy una sonrisa que se siente efímera y falsa.
—¿Todo bien? —pregunta. Tiene uno de esos rostros cuadrados y
juvenil con mejillas sonrosadas y una fantástica nariz que parece que se
ha roto un par de veces. Sus ojos son de un color rojizo café, y te absorben
lentamente entre parpadeos como si temiera perderse una sola cosa.
Me gusta.
El pensamiento se asienta con un golpe en mi cerebro y promete no
ir a ningún lado. Pobre Brian.
Asiento y alcanzo un nacho, arremolinándolo en un mortero lleno de
guacamole, y lo meto en mi boca sin pensar mucho en el efecto que el ajo y
el cilantro tendrán en mi respiración.
—Sí, bien —digo al final—, solo es un compañero de trabajo. Tenía
que, um, charlar sobre algunas cosas de trabajo.
—Se veía muy intenso —dice Brian y me da esa vigilante mirada, con
curiosidad pero sin juicio. Me dan ganas de contarle cosas—. También
parecía como si quisiera arrancarme la cabeza. —Coge la jarra de sangría y
vierte un poco en mi vaso medio lleno y entonces llena el suyo.
—Oh, esa es solo su cara. —Incluso la broma me hace sentir tonta y
desleal. Porque no es cierto. Y porque es un rostro tan hermoso. Jesús,
tengo que calmarme. Pero me siento atada con alambre e inquieta. Pienso
en Baudelaire, deslizándose por el borde de una silla y retorciéndose, a un
segundo del vuelo.
Exhalo, intentando volver al momento y no pensar en la maravillosa
e imbécil cara de Ethan.
—¿Qué te hizo inscribirte en Boomerang? —le pregunto a Brian en el
intento menos sutil de cambiar de tema.
Por el rabillo del ojo, veo una onda de azul y alzo la mirada cuando
entra una chica rubia absolutamente impresionante. Está en un vestido
azul atado al cuello, con un collar de piedras que rodea su cuello de cisne
pálido. Sus zapatos Louboutin grises cubren la distancia entre la puerta
principal y la mesa de Ethan en unos cinco pasos. Y entonces me doy
cuenta. Estoy viéndola. A mi preciosa reina de hielo.
Toma esa, Vance, pienso, muriendo por girar en mi taburete para ver
cómo se desarrolla toda la noche incómoda. Me siento culpable, pero
menos que antes de que él se comportara como un idiota.
Los ojos de Brian se desvían por un par de segundos, pero luego
155
regresan obedientemente a mí. Me gusta eso. No pretende no darse cuenta
del magnífico ser humano. Pero no es desagradable y asqueroso. Como era
Robby. Y, me permito admitir, como Kyle. Ese idiota.
—Parece más seguro. —Necesito un segundo para darme cuenta de
que Brian respondió mi pregunta.
—¿Más seguro, en serio?
Baja la cabeza para coger algo de guacamole antes de deslizarlo en
su papa. —Bueno, para usar la analogía de los cineastas, tal vez es como
estrechar un poco la abertura. —Hace un marco con sus manos y me mira
a través de él—. Creo que hay menos presión al decir: “Estoy centrado en
esta noche, esta cita, en lugar de la primera noche de la que los dos
esperamos será para toda una vida”.
Parece una respuesta justa y buena. Pero, apenas puedo centrarme
en ella. Sé que hay un drama jugoso detrás de mí y me muero de ganas de
verlo.
Brian pregunta—: ¿Qué hay de ti?
Al mismo tiempo, sugiero—: Oye, ¿quieres pasar a una cabina?
—Lo siento. —Sonríe—. Claro.
Le decimos al camarero. Brian agarra nuestros vasos y la jarra, y me
hace un gesto con la cabeza para que lleve las patatas fritas y guacamole.
Lo sigo mientras camina entre las cabinas y nos coloca, milagrosamente,
en el lugar perfecto.
Pero mi cita se desliza entre la cabina frente a Ethan y la Reina del
Hielo, dejándome sentarme con la espalda vuelta a ellos o deslizarme junto
a él, lo que se siente como una señal que no quiero enviarle.
Me ubico allí sin decir nada durante un segundo y el mortero de
piedra de guacamole se pone pesado en mi mano.
Si me siento al lado de Brian, estoy diciendo que quiero acercarme,
acurrucarme con él.
Pero seré capaz de ver a Ethan.
Si me siento frente a él, no me veré como una boba desesperada con
problemas de límites, pero no podré ver la acción, lo cual era el sentido de
esto.
De repente, la idea de décadas más de esta mierda de citas me hace
querer ahogarme hasta la muerte en el tazón de guacamole.
Dejo el cuenco y las patatas fritas, y sonrío. Asiento a la cercanía de
su regazo y pregunto—: Oye, te molestaría si…
Por suerte para mi ego, entiende de inmediato y hace espacio para 156
mí. —Lo siento. Por supuesto. Digo, no sabía si creías que era incomodo.
Sí. Es definitivamente incomodo. Quiero decir, no es como si fuera
una trucha con los ojos en el lado de mi cara. No entiendo por qué la gente
lo hace. Y ahora soy una de esas personas.
Me deslizo dentro, volviéndome hacia Ethan en el instante en que un
camarero se para directamente en mi línea de visión, bloqueando mi vista.
¡Vamos!
—¿Para la cena, chicos? —pregunta. Tiene el copete platinado de un
telepredicador evangélico y dos estilizadas “X” tatuadas encima de la ceja,
lo que me percato, con consternación, es que es el logotipo de Dos Equis.
Supongo que lo lamentará más o menos en… bueno, ahora.
—¿Qué opinas, Mia? —pregunta Brian—. ¿Quieres compartir algo?
¿Fajitas, tal vez?
—Suena genial. —Intento emplear mi visión de rayos X para ver a
través del pecho escuálido del camarero, pero lamentablemente no parece
que estén funcionando esta tarde.
Por último, pasamos por un proceso insoportable de la elección de la
fuente de proteína, harina o tortillas de maíz, verduras y otras cosas hasta
que solo quiero gritarle que ponga algo de maldita comida en un plato y
nos la traiga.
Se aleja y mi atención se dirige a Ethan y su cita.
Esperaba ver las bebidas sin tocar, el ceño fruncido de Ethan, su
postura en desafecto. Y lo veo. Luce miserable. La chica también. Pero del
tipo equivocado. Es íntimo de cierto modo. Inclinan sus cabezas hacia el
otro. Los largos y pálidos dedos de la chica descansan allí, cerca de él, lo
que sugiere que quiere que la toque.
—¿Por qué estás tú en el sitio Boomerang? —pregunta Jason y la
pregunta se siente añeja, como si fuera parte de una conversación que
tuve hace sesenta años—. ¿Qué buscas?
Aparto la mirada y murmuro—: Buena pregunta. —Pero no sé lo que
quiero excepto dejar de estar sentada aquí, muerta de curiosidad y triste al
ver a Ethan con otra chica. Incluso una chica cuya compañía claramente
no disfruta—. Supongo que solo quiero ser… No sé. ¿Auténtica?
Nerviosa por la inflexión en territorio peligroso, me trago lo último de
mi bebida. —Solo quiero ser capaz de mirar a una persona y decir, “te
quiero”. O, “me gustas mucho”. Es como si ninguno de nosotros; ni yo, ni
mis amigos, ni nadie que conozca, se detiene simplemente y dice, “quiero
estar contigo”. Todos tememos renunciar al poder de ser la persona que se
preocupa menos. 157
—Bueno, eso es… —comienza, sin embargo, ¿qué puede decir a eso?
Ethan sale de la cabina y se levanta. Abre su cartera y lanza varios
billetes sobre la mesa. Cuando se voltea, sus ojos se bloquean con los míos
y hay algo tan triste y torturado en ellos que me hace jadear.
—¿Qué pasa? —pregunta Brian alarmado.
—Nada. Solo… Mi, uh, colega parece molesto.
Ethan me pasa y me sorprende mucho ver a la chica —la Reina del
Hielo— levantarse y correr tras él. Solo que, cuando pasa ella, logro ver
que su cara está manchada y que las lágrimas brillan en sus ojos.
—¿Qué diablos está pasando? —Casi me oigo decir.
—¿Pelea de enamorados? —sugiere Brian.
Pero eso es imposible. Nunca se han visto.
¿O sí?
32
Traducido por florbarbero
Corregido por Vanessa Farrow

Ethan
Alison me sigue fuera.
—Ethan, ¿qué está pasando?
El tono de su voz es tan familiar, que envía escalofríos por mi
espalda. Debería seguir caminando. No le debo nada. Pero ella es tan
confusa. Algo no está bien acerca de esto. Acerca de su presencia aquí esta
noche.
158
Me detengo. —¿Planeaste esto, Alison?
—No. Pensé que lo hiciste tú. —Se detiene frente a mí, pero fijo mis
ojos en los coches que pasan. Un aparcacoches del otro lado de la calle
atrapa un juego de llaves en el aire y trota, girando en la esquina.
—Me dieron tu nombre hace unos minutos —dice—. Recibí un
mensaje con los detalles de la cita. Cuando vi tu nombre, pensé que
alguien me jugaba una broma. Luego empecé a esperar que por fin habrías
decidido hablar conmigo.
La miro por primera vez. Es hermosa. Fue lo primero que noté de
ella hace varios años, y no ha cambiado. Es hermosa en la forma que lo es
un témpano. Frío y afilado. Ni la mitad de frágil de lo que parece.
Trago, exhalo y trago de nuevo, tratando de averiguar qué diablos
decir. —Así que viniste aquí para conocer a alguien más —le digo, y de
repente estoy luchando de nuevo con las imágenes de Alison sentada en la
cama, usando sujetador, con las sábanas enredadas a su alrededor y
comiendo comida china para llevar con otro chico. Desde esa noche, me
llamó y envió mensajes centenares de veces. Me las arreglé para evitarla.
Pensé que todo había terminado. Hasta ahora—. No puedo decir que me
sorprende.
Se estremece. —Ethan… —Se coloca su largo cabello rubio detrás de
la oreja—. No sé cómo sucedió esto. Te lo prometo, no fue algo que hice.
Pero he querido verte tanto. Y si me das una oportunidad, y me escuchas...
Se queda callada, envolviendo los brazos a su alrededor.
Un lugar remoto de mi mente encuentra esto interesante. Alison no
se pone nerviosa ni se perturba. En situaciones donde debe estar nerviosa,
se vuelve despiadada. Letal. Es como una serpiente.
El aparcacoches aparece junto a nosotros, sin aliento y sonriente,
con su pajarita torcida. —¿Están esperando su coche?
Alison lo mira. —No —dice. Es una palabra, pero parece un golpe.
Ahí está la chica que conozco.
El aparcacoches se retira tan rápido que prácticamente deja chispas
en el pavimento. Entonces nos encontramos solos otra vez.
—¿Estás teniendo citas, E? —pregunta—. Supongo que sí, si estás
utilizando Boomerang.
Niego con la cabeza. —No. Trabajo allí. Esto es un trabajo para mí.
Estas citas.
—Oh. —Se ve aliviada. Sus brazos aflojan su agarre—. Yo también.
Trabajo para mi padre. Estoy investigando a Boomerang para él. Está
pensando en convertirse en un inversionista. 159
El padre de Alison es un banquero inversionista y es rico. Muy rico.
Hace que Adam luzca como un mendigo.
Sé que debería estar pensando en lo que dice de manera estratégica.
Podría llevarle a Adam algo de inteligencia interna. Pero en todo lo que
puedo pensar es que le dije a esa chica que la amaba.
¡Qué jodido idiota! No la amaba. Amaba cuanto nos divertíamos
juntos. Las vacaciones que tomamos. Amé tener en mis brazos a una chica
que querían todos los chicos. Y cuando pasa un año, si no dices esas
palabras, algo no está bien. No lo estaba. Pero las dije de todos modos.
Ahora me gustaría retirarlas. El hecho de que se las dije descuidadamente
me cabrea.
Una brisa nos roza. Sus hombros se contraen en un pequeño
escalofrío. Es una noche fría, pero no lo siento. No siento nada en este
momento, excepto el deseo de irme.
—Ethan... No me he estado viendo con nadie desde ti.
—No me importa lo que hagas, Alison. Dejó de importarme cuando te
encontré en la cama con Carl.
—Craig.
—No me importa.
—Metí la pata. Sé que lo hice. Y lo siento. Lo siento mucho.
Tomo una respiración profunda y la sostengo, tratando de dejar que
hable la parte racional de mi mente. Lo que quiero es que esto termine, así
que formulo una respuesta que permita que eso suceda.
—Está bien, Alison. Lo dijiste. Ahora puedes seguir con la conciencia
tranquila.
—Eso no es lo que trato de hacer. Pasamos dos años juntos, Ethan.
La mayor parte fue increíble. Si esta es la forma en que termina todo para
nosotros, entonces desperdiciamos todo ese tiempo. Y supongo… supongo
que quiero ver si podemos salvar algo de eso. No me refiero a volver a estar
juntos. No es que crea que lo harías… o que lo considerarías después de lo
que hice. Pero es como si todo ese tiempo nunca hubiera sucedido. Y no
me gusta la forma en que se siente arrepentirse tanto.
Algunas veces, tenía ese mismo pensamiento. Durante un tiempo,
tenía constantemente la necesidad de editar mi pasado para eliminar las
referencias a ella. Cualquier cosa que pudiera desencadenar un recuerdo
que no quería. El olor de la canela me recordaba las vacaciones con ella…
Alison siempre espolvoreaba su café con ella. Otras veces era Jason e Isis,
al interrumpir en medio de una historia; algo que siempre hicimos juntos
los cuatro. Incluso cambiar de canales, y ver un poco de pesca deportiva,
surf, kayak, me recordaba los viajes que hice con su familia. 160
Desde el verano no era tan intenso. Desde Boomerang. En absoluto.
Pero entiendo lo que dice. Sé lo que se siente querer borrar tu pasado
porque lo odias. Lo que no tengo claro es qué está pidiendo.
—¿Qué quieres, Alison? —pregunto—. ¿Qué seamos amigos? ¿Eso es
todo?
La esperanza destella en sus ojos azules. —No sé. Me gustaría una
oportunidad de reconstruirnos. Metí la pata, Ethan. Y supongo que no
quiero perderlo todo.
33
Traducido por Julieyrr
Corregido por CrisCras

Mia
Llamaradas de luz provenientes de todas las ventanas de la casa de
mis padres y la puerta principal se destacan en la noche. Una fuerte
ráfaga de adrenalina golpea mi plexo solar. Salto del coche y corro hacia la
casa sin un conocimiento real de si apagué el coche o detuve el motor.
—¿Nana? —llamo mientras cruzo el umbral y cruzo rápidamente el
vestíbulo principal. 161
Corro por la casa, llamándola, empezando con su habitación, la cual
parece que han saqueado. Los cajones del buró fueron retirados, algunos
están incluso en el suelo. Su armario está abierto con montones de ropa
debajo de las perchas de satén prístinas. Hay libros dispersos en el suelo y
casi me tropiezo con una taza de té volcada. Pero ella no está allí. Tampoco
en el estudio de mi madre, en cualquiera de los tres cuartos de baño o en
el taller de mi papá en la planta baja.
—¡Nana! Vamos —grito, abriendo y cerrando las puertas de todas las
habitaciones y del espacio del medio a oscuras con su media docena de
sillones reclinables de cuero de lujo y la pantalla de cine que ocupa todo el
muro. Todo se siente sin vida, vacío. Me estremezco mientras me dirijo al
exterior por la puerta de atrás. Un mal presentimiento pesa en mí y
ralentiza mis pasos, dando a mis movimientos un aire lento de ensueño.
Las palmeras que rodean el jardín oscuro brillan con cuerdas de
luces de colores, pero me golpean de modo empalagoso y artificial, no sexy
y festivo como ocurre normalmente.
Me quedo ahí, escuchando, en el silencio de la noche y en compañía
de las sombras.
—¿Nana? —susurro, y mi voz se levanta en la brisa que de repente
se agita. Mi garganta se aprieta al tiempo que me muevo a través de las
sombras, hacia el borde de la propiedad, que cae abruptamente hacia el
cañón abajo.
Un sonido amortiguado a mi izquierda me detiene. Las ramas se
rompen bajo pisadas. Lo sigo, corriendo alrededor del estanque y me meto
a través de la estrecha abertura entre dos álamos para moverme por el
lado de la casa.
Allí encuentro a Nana, vagando por el patio, en camisón y bata. La
faja de raso cuelga de un arbusto cercano, retorciéndose en la brisa de la
tarde.
Mi alivio me da ganas de hacerme una bola y vomitar. También me
da ganas de golpear la cara de algo.
—Nana, Jesús. —Voy corriendo por el césped hasta ella—. ¿Qué
haces?
Ni siquiera me da un vistazo, solo sigue vagando por el patio, con el
cabello rojo brillante del color de la sangre bajo la brumosa luz de la luna.
Llego tarde, lo sé, pero mis padres no pueden haber estado ausentes
durante más de cuarenta minutos. ¿Qué pasó aquí? ¿Cómo llegó ella a
este estado?
Suavemente, ya que me aterroriza asustarla, tiro de la manga de su
túnica. —¿Nana? 162
—No te quedes ahí parada —exige—, ayúdame a encontrarla.
—¿Encontrar qué? ¿Qué buscas?
—Esa chica se los llevó todos —murmura—. Hasta el último. Me dejó
sin nada.
La chica de nuevo. Me olvidé de preguntarles a mis padres, pero
ahora estoy preocupada. ¿Ella podría haberle hecho eso a la habitación de
mi abuela?
—¿Qué se llevó, Nana?
—Todos los más bonitos —responde, y por supuesto no ayuda.
De nuevo pienso en la fuerte caída a través de las ramas de los
árboles y las rocas afiladas. Pienso en los coyotes, hambrientos y vagando
en manadas. La culpa y la vergüenza me consumen, no porque le dejo la
mayor parte de la preocupación a mis padres, sino porque una parte en lo
más fondo, la niña egoísta dentro de mí, quiere huir de esto lo más rápido
que pueda. Pero no lo hago.
Toco con suavidad el hombro de mi abuela pero con suficiente
presión como para traer sus ojos hacia mí. Se ve pequeña y febril, como un
pájaro, y hundida en la piel que la rodea.
—Está muy oscuro aquí afuera, Nana —le digo—. Lo que sea que
estás tratando de encontrar, vamos a tener mejor suerte en la mañana.
—Pero, ¿y si se han ido para entonces? ¿Qué pasa si la chica se los
lleva a todos y regresa a ese tren?
¿Llevarse qué? ¿Qué tren? Quiero gritarle un montón de cosas, pero
sé que está confundida, que superpone los acontecimientos en su mente.
Está en un sueño despierto la gran parte del tiempo, por lo que es difícil
saber lo que es real.
La guío de regreso a la casa, donde la ayudo a lavarse y a cambiarse
a un camisón que no tiene suciedad adherida hasta en el dobladillo.
Entonces la acuesto en la cama. En la tenue luz proyectada por la mesita
de noche, habla de su vida como una mujer joven, de conocer a mi abuelo,
de dar a luz a mi madre. No puedo salvarla, pero puedo ofrecerle algunos
momentos en las noches como esta.
—Averiguaré dónde puso tus cosas —le digo—. Y las recuperaremos.
—Todas las cosas bonitas, lo que puedan ser.
Paso un poco de tiempo reorganizando su habitación para que no
esté asustada por su condición cuando despierte en la mañana. Después
de enderezar la casa y apagar la mayoría de las luces, le traigo una taza de
té de lavanda y miel, pero se queda dormida en cuanto la pongo sobre su
mesa de noche de ébano. 163
Su cabello rojo hace espirales en el hueco entre su barbilla y su
hombro, y hay algo coqueto sobre la forma en que su rostro se ablanda en
el sueño; pero fuerte también. Al igual que el rostro de Juana de Arco, si
Juana peleara sus batallas en Selma, Alabama y en 1960 en Manhattan en
vez de Orleans, Francia.
Puse algunas cosas más lejos y luego salí de la habitación, dejando
la puerta abierta apenas unos centímetros, como me gustaba cuando era
niña. Apago todas las otras luces en ese lado de la casa pero mantengo
una sala de brillante luz tenue en caso de que se levante y tenga que
encontrar su camino.
Finalmente, me hundo en una silla de la cocina y la luz del conjunto
de velas que descansan en sujetavelas de cobre sobre la mesa. Sus llamas
chisporrotean y desprenden un plástico olor químico, pero sus tres puntos
de oro me calientan y ayudan a desanudar mis huesos.
Pongo la cabeza en mis manos y vienen las lágrimas. Solo unas
pocas. Ese barco se siente más lejos que nunca, y mi nana es la peca más
pequeña en un horizonte gris.
Después de un minuto, me limpio los ojos. Ella continúa aquí, me
recuerdo. Y con mi cámara, tengo el poder de sostenerla, de mantenerla
conmigo en alguna forma y compartirla con los demás.
Eso me hace pensar en Ethan. Antes de darme cuenta, he tomado el
teléfono. Es ridículo, pero lo extraño. Quiero la conexión. Y quiero saber
qué demonios pasó en Pink Taco esta noche. ¿Quién es esa chica?
Mia: Hola, ¿todo bien?
Las llamas de las velas se contraen y se estiran. Aproximadamente
pasan sesenta mil minutos antes de que aparezca su respuesta.
Ethan: Define bien.
Sin broma. Sin: “Hola, Rizos”.
Mia: Umm. ¿Estás a salvo, tranquilo y en una sola pieza?
Ethan: Dos de tres. De ninguna manera estoy tranquilo.
Mia: ¿Qué está pasando?
Ethan: ¿Esa chica de esta noche?
Mia: ¿Sí?
Ethan: Esa era Alison. Mi ex.
De repente es como si me hubiera vuelto una clarividente. Tengo que
sostener el teléfono, concentrarme mucho en las burbujas de color azul y
las letras blancas.
¿Cómo es posible? ¿Cómo pude haber explorado a través de docenas 164
y docenas de perfiles y encontrar a su maldita ex novia? ¿Cuáles son las
probabilidades? Parece que sería más fácil salir a la calle y ser golpeada
por un meteorito.
Una risa histérica se me escapa, pero paso los dedos a través de la
llama de una vela un par de veces, buscando un poco de dolor para
calmarme y ayudarme a darle sentido a lo que absolutamente desafía al
sentido.
Suena mi teléfono.
Ethan: ¿Sigues ahí, Rizos?
Mia: Sí. Guau. Eso es loco.
Ethan: No es tan loco como me siento ahora mismo.
Mia: Lo siento. ¿Debo llamar?
Ethan: Nah. Estoy vencido. Quiero fingir que todo fue un mal sueño. O
una mala broma. Lo que me recuerda.
Espero, y cuando nada más llega, escribo:
Mia: ¿?
Ethan: Voy a matar a Cookie por lanzarme esa mierda.
Oh, mierda.
Empiezo a escribir una respuesta para Ethan, diciéndole que cambié
sus citas, que no fue Cookie, sino yo. Pero cada vez que lo intento, parece
una locura; como algo que haría una psicótica novia celosa. No parece
propio de mí, y seguro que no parece ser algo que entenderá. Al menos no
en este momento.
Estoy en mi quinto esfuerzo cuando llega otro mensaje.
Ethan: Me voy. Desayunaré con la ex, pero llegaré temprano al show.
Cookie va a caer.
Mia: No hagas ninguna locura.
Lo que podría significar que vea a su ex de nuevo —¿por qué iba a
hacer eso?— o que antagonice a Cookie, que no tiene nada que ver con
esto. Los dos caminos parecen malas, malas decisiones. Y ambos caminos
parecen como los que he establecido yo misma para él.

165
34
Traducido por Jadasa
Corregido por Jane

Ethan
Me las arreglo para dormir quizá dos horas, entonces me encuentro
con Alison para desayunar en John O’ Groats, donde elijo algo de comida
mientras que actuamos como si pudiéramos hacer esto. Reconstruirnos. O
lo que sea que estemos haciendo, maldita sea.
Alison me pregunta por mis padres y mi hermano. Pregunta sobre el
Dynamos y Jason e Isis. Picotea la comida, consiguiendo que hable de las 166
personas y las cosas que me importan hasta que a pesar de mí mismo,
comienzo a relajarme.
Entonces pregunta sobre Boomerang.
—¿Cómo es Adam Blackwood?
—¿Mezclando un poco el trabajo, Alison?
Sonríe, un poco culpable. —Solo era curiosidad. Papá está tratando
de conseguir información sobre él. —Toma un sorbo de su café con leche
espolvoreado con canela, y recoge su tortilla de clara de huevo—. ¿Te gusta
trabajar ahí?
—Sí, me gusta. He conocido a gente muy buena.
Mi mente se detiene y da vueltas, de pronto centrada al cien por
ciento en Mia. En sus ojos verdes y en su sonrisa dulce. La manera en que
se sintió la noche que la besé en el estudio de su madre. Se encontraba
tan sensible, tan encendida. Quiero eso de nuevo. Lo necesito.
Alison debe sentir que estoy distraído porque sus ojos se estrechan,
y entonces adquieren una tristeza resignada. Baja su mirada hacia su café
con leche. —Significa mucho para mí que estés aquí, Ethan.
—Casi me escapo.
—Probablemente lo habría hecho si invirtiéramos nuestra situación.
—Quizás no —digo—. Date un poco de crédito.
Continúa mirando su café, pero sus ojos comienzan a llenarse de
lágrimas, lo cual me conmociona. Antes de esta idea de reconstruirnos,
solo la vi llorar una vez, cuando su caballo, Zenith, se rompió una pata y
tuvo que ser sacrificado. Saco una servilleta y se lo entrego, recordando a
Raylene. Esto está comenzando a convertirse en un hábito para mí.
—Gracias. —Alison la toma, pero la mete debajo de su plato. Ya
consiguió controlarse de nuevo. No hay llantos de una hora para ella.
—¿Cómo está tu mamá? —pregunto, porque se siente que debería
hacerlo.
Alza su mirada y muestra una sonrisa. —Oh, ya sabes. Recaudando
millones de dólares para las obras de caridad. Haciendo almuerzos.
Poniéndose botox. Lo de siempre.
Su mamá es todo un personaje. Es el ser humano más ensimismado
que conocí. No sé qué decir, pero me salvo cuando vibra su teléfono.
—Es mi padre —dice Alison, hurgando en su bolso y rechazando la
llamada—. Le dije que iba a verte esta mañana.
Bueno. Esto es incómodo. —Dile que le mando saludos.
—Lo conoces. No va a ser suficiente. Me hará cientos de preguntas
sobre ti, entonces decidirá llamarte. Quería llamarlo hace semanas 167
cuando… terminamos. Juro que casi me repudia. Te extraña.
Sonrío, porque la idea de que su padre extrañe algo excepto que no
le haga ganar dinero, es difícil de imaginar. Es un empresario feroz como
Adam, pero donde éste parece divertirse en los negocios, el padre de Alison
es despiadado. Graham Quick y yo no tenemos nada en común, lo cual me
convierte en interesante y nada amenazante para él. Un montón de veces
en viajes parecía que quería pasar más tiempo conmigo que con Alison.
Esa es una familia jodida, pero me llevaba bien con ellos.
—Bueno, dile que puede llamar en cualquier momento —digo.
—Probablemente te pida que vayas al golf con él.
—Eso sería genial. Me encantaría enseñarle de nuevo.
—Te seguirá invitando hasta que gane.
—Entonces vamos a estar jugando un montón de rondas.
La sonrisa de Alison se desvanece y sus largos dedos se aplastan
sobre la mesa. —Sacas lo mejor de las personas, Ethan.
No puedo creer lo que estoy escuchando. Y no puedo aceptar este
carácter tan impropio de ella por más tiempo. Tengo que desafiarla. —Eres
muy diferente, ¿sabías eso?
Sacude la cabeza. —No... No lo soy. Solo contigo, Ethan, créeme.
Supongo que no tengo nada que perder y mucho que ganar. —Endereza la
espalda en un gesto familiar. Me recuerda todas las veces que escuche a
su madre insistirle que andaba encorvaba aun cuando no lo estaba—. Y
hablaba en serio —continúa—, acerca de ti. Creo que por eso me aferré
tanto tiempo.
—¿Debido a que era tu consejero?
—No. Porque eras mi salvavidas.

Para el momento en que Alison me deja en el trabajo, estoy golpeado


emocionalmente. Necesito tiempo para pensar, para procesar, pero cuando
el ascensor sube hasta el piso diecisiete, mi sensación de entumecimiento
se va y recuerdo cómo ocurrió lo de Alison. Vuelven a mí las palabras de
Mia en el restaurante. 168
Cookie envió un mensaje...
Tan pronto como se abren las puertas del ascensor, salgo rápido
como un caballo de las cuadras, apresurándome a través del vestíbulo, el
pasillo y me dirijo la oficina de Cookie.
La encuentro sentada frente a su escritorio, firmando una pila de
documentos con un elegante bolígrafo de plata mientras Paolo observa.
—¿Qué diablos tratas de hacer, Cookie?
Todo mi cuerpo late con ira.
El bolígrafo de plata se detiene, y Cookie alza la mirada. —¿Perdón?
—Sé lo que hiciste. Si no te gustó que recurriéramos a Adam por el
stand, bien. Pero ese fue un golpe bajo.
Se levanta del escritorio en cámara lenta, sus ojos del mismo color
mientras sujeta el bolígrafo en su mano.
—Señor Vance —dice, sonando más profesional de lo que jamás la
escuché—. No tengo ni idea de lo que estás hablando.
—Vamos... ¿Tratas de decirme que lo que pasó fue una coincidencia?
No digas más mentiras.
Paolo se vuelve pálido a su lado. Por un instante, me pregunto si he
cometido un error. Quizás ocurrió un loco problema técnico, dónde mi cita
original fue cancelada y los algoritmos de Boomerang se hicieron presentes
y me reasignaron a mi ex para llenar el vacío.
Pero no hay manera de que eso ocurriera. Esta mierda no sucede de
forma natural. Cookie se encontraba molesta por Boothgate y encontró su
arma perfecta en Alison. Es probable que lo haya estado planeando por
semanas.
—E…está bien —dice, con voz forzadamente divertida—. No digo más
mentiras. Entendido, señor Vance. ¡Oh! Hablando de coincidencias, es
perfecto que estés aquí porque había algo que quería decirte. ¿Sobre el
show? Tu presupuesto fue reducido. Con efecto inmediato. Eso depende de
mí, no de Adam; Dios prohíba que siga mintiéndote. Tendrás que eliminar
tu precioso videojuego del plan. Vete antes de que me enoje, peoncito
irracional. —Se sienta de nuevo en su silla y comienza a firmar de nuevo.
Antes de hacer algo muy estúpido, me obligo a irme.
Lo sabía. Esto es la guerra.
Corre la voz por toda la oficina a la velocidad del rayo. Nadie me dice
nada, pero puedo sentir que todos lo escucharon. Cada vez que alguien
viene a la cocina, no surge la charla habitual. Simplemente agarran un
café en silencio y se van. 169
Mia también está tranquila. Se mantiene concentrada en su trabajo,
apenas dedicándome un vistazo. Mientras pasan lentamente las horas,
tengo la impresión de que la he decepcionado de alguna manera, y esa es
la peor parte. Que anoche me preguntara como me sentía fue lo único que
evitó que me volviera loco. El hecho de saber que pensaba en mí, aunque
fuera solo por una partecita de su noche, hacía una diferencia.
Ahora, me siento como un villano ante sus ojos y ante los del resto
en esta oficina, exactamente lo opuesto a lo que aspiraba. He dado todo lo
posible por esta empresa, y sé que hago un buen trabajo. Es increíble que
un golpe bajo de Cookie pudiera arruinarlo todo.
Hace tres meses tenía todo este impulso de seguir hacia adelante.
Graduarme de la universidad. Los sueños de conseguir este gran trabajo y
pagar los préstamos antes de trasladarme a la escuela de leyes. Ahora, de
alguna manera, estoy retrocediendo y no puedo encontrar una manera de
salirme de ello.
No me doy cuenta de que es mediodía hasta que Mia se levanta y
agarra su bolso. —¿Puedo llevarte a almorzar?
—Claro —digo, antes de que pueda pensar en ello.
Caminamos hasta el estacionamiento y en un silencio incómodo,
subimos a su auto.
—No tengo hambre —digo—. Así que lo que quieras está bien. Solo
estoy acompañándote.
Las manos de Mia dejan el volante. El estacionamiento subterráneo
está sombrío, y solo puedo ver el contorno de su cara, pero conozco esta
mirada. Una mezcla de comprensión y calidez. La tensión abandona mis
hombros y me doy cuenta de que eso es lo que he querido toda la mañana.
Verla mirarme con esa expresión.
—Se le pasará, Ethan —dice—. Ya sabes cómo es Cookie. Pero lo
siento por el videojuego.
Hago una nota mental para estrangular a Paolo por ser tan preciso
al difundir su chisme. —No es necesario que te disculpes. Voy a hacerlo
igual.
—Vas a... ¿Qué?
—Cookie ya aprobó los fondos para el juego. No voy a llamar a Zeke
para cancelarlo.
Mia se mueve para enfrentarme. Usa un vestido blanco ajustado que
abraza cada una de sus curvas, y quiero agradecerle un poco. Su calidez
es una distracción bienvenida de toda la mierda con la que estoy lidiando.
—Ethan, ¿estás seguro?
—Sí. Es como si Cookie estuviera, no sé, saboteándome o algo así. 170
De todos modos, no voy a retroceder. —Sonrío—. Debes estar celebrando.
Rizos, el trabajo ya casi es tuyo. Felicidades, ganadora.
Mia se reclina contra el reposacabezas. —No... Arreglaremos esto,
Ethan. Te ayudaré. Lo prometo.
Una emoción extraña araña mi garganta. Mis manos se cierran en
puños por lo mucho que quiero abrazarla. Si tan solo pudiera sostenerla,
nada de esto me importaría, joder. Ni Alison ni el maldito videojuego que
va a hacer que me despidan. Sí. Abrazarla “arreglaría esto”, y debo morder
el interior de mi mejilla para no pedírselo.
Después de todo, yo puse las reglas. Somos compañeros de trabajo.
Los compañeros de trabajo no se abrazan.
Así que, en lugar de eso, le golpeo juguetonamente el hombro con mi
puño.
—Oye —digo. Ya es momento de aligerar el raro estado de ánimo—.
¿Mañana en la noche quieres jugar a los bolos conmigo y otros once chicos
de nueve años?
35
Traducido por Lauu LR
Corregido por Itxi

Mia
Nadie debería verse así de bien en un par de zapatos de bolos, pero
por supuesto que Ethan se ve como un Dios. Como si debiera estar en un
taparrabos, lanzando un disco en lugar de sujetar la bola de color azul
zafiro y mirando los bolos como si hubieran insultado personalmente a su
madre.
El carril es retro con luces neón. Cada camarera se parece a Rosie, 171
la remachadora o a un fugitivo de una banda de swing. Circulan con
platos llenos de alas y vasos de cerveza en forma de bolos.
Ando sin rumbo por un rato, filmando a las parejas que están en
citas, la liga de bolos de la chica soltera comprobando a la liga de bolos del
chico soltero. Pero después de un tiempo, mi lente encuentra su camino de
regreso a Ethan.
A su alrededor, un batallón de niños de nueve años luchan, rebotan
las rodillas contra la piel de leopardo falsa y en los bancos de vinilo, y
crean una nube de caos mientras Rhett intenta sin éxito formar equipos.
—Vamos chicos —les dice—, un poco de disciplina.
Cometió el error de dejarlos poner su nombre en las computadoras
de puntaje, lo que significa que mis compañeros de bolos tienen nombres
como “LABIOS DE PATO” o “SEÑOR TRASERO”.
Ah, nueve. Qué edad tan preciosa.
Ethan se alza de puntillas, camina algunos pasos, y dispara un misil
por el carril, prácticamente destrozando los bolos. Una chuza. Obvio.
—Así se hace, entrenador —dice un niño hosco con cabello platinado
al estilo Mohawk.
Ethan se gira y sonríe. Sacudiendo un pulgar hacia los bolos, dice—:
Sigues tú, Trasero.
Lo que, por supuesto, hace que a los niños les dé un ataque de risa.
Por ahora, solo estamos Ethan, Rhett, los niños y yo. La mayoría de
los niños, quiero decir. Aún no veo al hijo de Raylene ni a ella.
Necesito salir temprano para cubrir uno de los conciertos de Skyler,
pero debo decirle a Ethan que yo soy la que cambió la cita de Boomerang.
La culpa está carcomiéndome, y ya he pasado tres días enteros viendo a
Ethan cometer suicidio profesional sin ser capaz de escupir las palabras.
Tomo una respiración profunda. Luego dos más. Entonces me doy
una charla del tipo “Mía, no seas tan gallina”, y entonces cruzo el mar de
chicos pegajosos; la mayoría de ellos huelen como comida frita y gases.
Puedo ver completamente porque Ethan ama lo que hace. Ellos son
torpes e hilarantes y creen que llamar a alguien “Tarta” es lo más divertido
del mundo. Y en parte lo es, especialmente cuando un niño alto asiático
cambia el nombre de Rhett por ese en la computadora.
Ethan retiene con una llave de cabeza a uno de los niños, uno con el
pelo corto marrón claro y orejas enormes, y le da instrucciones al chico
rubio; el señor Trasero. —Retrocede. Mantén los hombros al mismo nivel
de la línea de meta. Cuando lances la bola, libérala unos dos segundos
antes de que esté paralela al piso. ¿Lo entiendes?
172
—Ya veremos —dice el niño con dudas.
Ethan libera al otro niño —Pelo Rapado— y busca en sus bolsillos
un par de dólares. —Mierda.
—¡Entrenador Vance!
—Lo siento, recórcholis. —Me mira con el ceño fruncido—. ¿Puedes
prescindir de unos cuantos dólares? Quiero comprarles pizza o algo.
Prácticamente le lanzo dos billetes de veinte al niño, encantada de
poner algo en la columna del buen karma, a pesar de que es una oferta
bastante pobre.
—¡Genial! ¿Puedo conservar el cambio? —pregunta Pelo Rapado en
tanto se dirige al mostrador de comida.
Ethan lo patea con su zapato negro de bolos. —No seas un listillo.
Trae dos; una sencilla y una de pepperoni. Y algunas limonadas o algo así.
—Apunta a otro niño—. Tyler, ve con él. Te pongo a cargo de traerle el
cambio a la señorita Galliano. ¿Entendiste?
Señorita Galliano me hace pensar en mi tía o alguna otra persona
madura que no está esperando una oportunidad de confesar que ha hecho
la cosa más tonta y más impulsiva que existe.
El chico me da una mirada tímida y asiente, a pesar de que parece
estar sin palabras.
—Tyler —agrega Ethan exasperado—, ir con él significa, tú sabes, en
serio ir con él.
—Correcto —dice Tyler y sube inmediatamente los dos escalones
alfombrados que separan el piso principal del carril. Incluso con el ámbar
neón tiñendo su piel, veo su profundo rubor mientras se levanta y se aleja
rápidamente.
—Oye, Tyler, tráeme una cerveza ¿sí? —dice uno de los otros niños,
y él y sus compañeros, se echan a reír.
Ethan sonríe. —¿Quién diría que sacarlos del campo de futbol los
volvería locos?
Con el sonido de bolos a nuestro alrededor, observamos a los chicos
subir a los carriles vecinos y esperar su turno para tirar. Cada uno sigue
las instrucciones de Ethan; cuadrando el cuerpo, rebotando suavemente
sobre sus pies. Esperan cortésmente a los que están tomando su turno.
Voy a volverme loca si no hago esto.
Aclarándome la garganta, digo. —Oye, Ethan…
Pero el niño a la izquierda mueve el brazo hacia atrás, y la bola sale
volando de su mano, estrellándose en la multitud de chicos de nueve años 173
esperando su turno para volver a tirar.
Uno de los niños grita—: ¡Mi pie! —Pierde el equilibrio, golpeando
otra bola de las manos de un niño que se encontraba cerca. La bola rueda
lejos, hacia una familia con tres niñitas que gritan cuando ven el avance
lento, como si fuera un tren que corre hacia ellas.
Nos separamos al igual que los bolos siete y diez; yo a rescatar a la
bola antes de que golpeara gentilmente el piecito de la niña de cinco años y
Ethan a separar al retorcido nudo de niños.
El padre de la otra familia levanta la bola y me la ofrece con una
sonrisa, luego, sabiamente, lleva a sus niñas al banco más alejado de
nosotros.
—Gracias. —Vuelvo para ayudar a poner un poco de orden, a pesar
de que cualquiera que viera mi vida por un minuto puede notar que esa no
es mi especialidad.
Ethan pone al chico —Milo— en un banco y se arrodilla ante él para
desatar su zapato. —Está bien, amigo —dice—, solo voy a echar un vistazo
a tu pie y ver si hay algo roto, ¿está bien?
Milo asiente, y Pelo Rapado, que ha vuelto de su misión de ordenar
pizza, se cierne sobre el hombro de su amigo para ver.
—Oh, Dios, ¿qué ha pasado? —pregunta una voz detrás de nosotros.
Alzo la vista para ver a Raylene acercarse a nosotros, su pelo rojo recién
peinado en el centro comercial. Ella lleva un vestido blanco de mezclilla y
zapatos de tacón de aguja que con toda seguridad no son apropiados para
el lugar.
—Hola, Parker —dice Milo, y algunos de los otros niños murmuran
saludos. Puedo ver perfectamente que están siendo amables con él en ese
modo sorpresivo que algunas veces tienen los niños de ser protectores
cuando sería fácil ser malos.
Parker sale de detrás de su madre para unirse a la fiesta de
lesionados. —¿Qué ha pasado?
Y entonces aparece Rhett, con el pecho hinchado de manera extraña,
y juro, que un botón extra fue desabrochado en su camisa ceñida de bolos.
Su rostro aterradoramente angular es todo suave, y sus ojos brillan de una
manera que solo he visto cuando anota un gol en un partido de futbol o
está despidiendo a alguien.
—Solo un soldado caído en el campo de combate —dice, y Raylene
ríe mostrando todos sus dientes. Está claro que estos dos van a terminar
juntos más temprano que tarde, lo que me hace feliz y me alivia, y me da
curiosidad saber si van a destruir pueblitos en el calor de su amor.
Ethan mueve el pie del niño y aprieta sus dedos. —Nada roto —dice. 174
Entonces pone el zapato y le da una palmadita—. Pero este pie es una talla
más grande ahora.
Milo sonríe y se desliza de la banca. —¡Voy a cambiar mi nombre a
Pie Grande! —exclama y se apresura a la computadora.
Ethan lo ve irse, con una dulce sonrisa en su rostro, y entonces se
vuelve hacia mí. —Crisis evitada —dice mientras se levanta.
Una de ellas, de cualquier modo.
—Oye, ¿puedo robarte por un segundo? —pregunto—. ¿Antes de que
venga alguien más?
—Claro, ¿qué pasa?
—Solo… —Dios, voy a parecer una idiota. Perfectamente justo, creo,
desde que soy de hecho una idiota por haber hecho lo que hice. Tomo otro
par de respiraciones y lo llevo unos pasos lejos de todos, acercándonos a la
máquina de grúa y la pequeña galería cerca de la puerta principal.
Él se mantiene mirando a los niños. —No puedo ir muy lejos.
—Lo sé —digo—. Esto solo tomara un segundo. Me siento como si
necesitara…
Pero sus ojos se apartan de mí, y algo ilegible pasa por su cara.
—Uh, espera —me dice y empieza a moverse.
—Espera, Ethan.
—Un segundo, ya volveré. Vigílalos, ¿sí?
Se aleja apresuradamente, y mi estómago cae cuando veo la razón.
Aparentemente Alison también ha venido a los bolos.

175
36
Traducido por Clara Markov
Corregido por CrisCras

Ethan
Estoy trotando hacia Alison cuando me doy cuenta: de todas las más
locas ideas que he tenido, el ir a los bolos con mi equipo de fútbol, mi ex
novia y Mia definitivamente se gana el premio.
Va a ser una gran noche.
—Hola, Alison. Viniste. —Me inclino sobre la caja rosa de panadería
en sus manos para darle un abrazo—. ¿Qué es esto? 176
—Solo una sorpresita que tengo para el equipo. —La abre y hace un
pequeño ademán con la mano—. Sorpresa.
Más de una docena de magdalenas se encuentran dentro, glaseado
blanco surcado con líneas de chocolate para que luzcan como balones de
fútbol. Solo una en el centro es diferente, y mi boca empieza a babear al
segundo en que la veo. Una magdalena de chocolate y avellana en forma
de tortuga. Mi favorita.
El gesto es algo viejo en Alison, así que no me sorprende. Siempre ha
sido de las que dan, a veces cosas extravagantes. En el pasado todo el
tiempo había un rastro de desesperación por su generosidad, como si yo
fuera un animal asustadizo que pudiera desaparecer en la niebla sin una
dieta constante de zapatillas Nike personalizadas, camisetas de diseñador
y cenas costosas fuera. Pero estas magdalenas se sienten diferentes. Lo
veo en sus ojos. No espera nada más que mi gratitud, la cual tiene.
—Lucen buenísimas. Gracias. —Asiento hacia los chicos. Formaron
una línea detrás de los tiros libres, todos excepto Cameron, quien balancea
una bola de bolos de ida y vuelta, a punto de tirarla por el túnel formado
por diez pares de piernas abiertas. Alguien saldrá lastimado otra vez, tal
vez castrado, pero por suerte Rhett detiene a Cameron justo a tiempo—. Si
está bien para ti, vamos a guardarlas hasta el final, de lo contrario se
pondrán atómicos.
—Creo que es inteligente —dice Alison, y sus ojos se agrandan por
las bufonerías de mi equipo.
—Está bien. —Dudo por un segundo. Cuando me mandó mensaje
esta tarde preguntando si podíamos volver a hablar, pensé que podríamos
hacerlo aquí: en un bonito y ruidoso lugar público que es tan inadecuado
para una charla seria como se es posible. Me parece bien hablar de nuevo,
sorprendentemente, pero no me interesa para nada ponerme en alguna
situación con ella que se siente remotamente íntima. Esa mierda no
volverá a pasar. Nunca. Pero no creo que esto vaya muy bien. Con el
equipo aquí, no seré capaz de hablarle durante otra hora—. Estoy ocupado
por un rato, pero…
—Está bien, Ethan. Adelante —me dice, despidiéndome con la
mano—. Tomaré algo y pasaré el rato hasta que te liberes.
—De acuerdo. —Una vez más, es irreconocible para mí. Esta chica
es cien veces más fácil de tratar que con la que salí. Medio esperaba que se
desabrochara la piel como en la caricatura de Scooby Doo.
Cuando me dirijo a nuestras filas, busco a Mia, preguntándome qué
hará con Alison aquí. La hallo de rodillas frente a Parker, atándole los
zapatos de bolos. Parece cómoda en medio del caos. 177
Por un momento, Rhett tiene a los chicos en una apariencia de
orden, por lo que me siento al lado de Parker. Mia alza la vista, atrapando
mi mirada por una fracción de segundo, antes de regresar al doble nudo.
—¿Todo va bien, Parker? —pregunto.
—Mi mamá olvidó hacerle doble nudo a mis zapatos de bolos a pesar
de que le dije tres veces que lo hiciera, pero no importa porque de todos
modos se sienten muy grandes —dice Parker. Luego suelta este suspiro
exasperado que hace flotar su flequillo rojo por un segundo.
—¿Quieres que te traiga un tamaño más pequeño? —le ofrece Mia.
Parker sacude la cabeza con rapidez.
Sonrío, recordando cómo se siente el tener su edad. Que una chica
linda te enmudezca, aunque es antes de darte cuenta de la razón.
—¿Mi papá, Shep? —empiezo, pensando una historia que quizá me
ayude a conseguir que Parker supere su renitencia a los bolos—. Él es
dueño de unos bolos en Colorado, donde crecí, y…
—Tyler me lo contó —me interrumpe—. Me dijo que aprendiste a
hacer plenos ahí. En unos bolos.
Sonrío. Esta es una buena señal. Parker fue mi principal motivación
para juntarnos esta noche. Ha estado viniendo a las prácticas, pero aún no
se une. Solo observa, lo cual es lo que ha estado haciendo esta noche. O
eso creí. Tyler es mi cabecilla, y si comenzara a hablarle a Parker, a
aceptarlo, las cosas mejorarían.
—Síp —digo—. Es cierto, pero regresando a mi papá. Él piensa que
mucha gente se apresura en su proximidad, en los pasos que tomas antes
de los bolos. Dice que cuando usas zapatos muy grandes, tienes que
desacelerar para no tropezar. Tiene la teoría de que la mayoría de las
personas terminan jugando mejor con zapatos grandes.
Por un instante, él se queda en silencio, viéndome con demasiada
intensidad para ser un niño.
—¿Es lo mismo con el fútbol? —me pregunta—. ¿Ayudarán los
zapatos grandes? Digo, ¿botines grandes?
—¿Ayudar en qué? ¿A anotar más goles? ¿Patear con un montón de
fuerza?
Siento a Mia sonreír en mi visión periférica. Quiero mirarla, pero no
me atrevo a romper el contacto visual con Parker. Me está escuchando. Por
fin me oye.
—Fuerza —dice—. Quiero patear fuerte y lejos. Como lo haces tú.
Cruzo los brazos y miro las líneas como si estuviera pensando. —
¿Qué tal si agregamos precisión a esa lista? —le pregunto—. Fuerza y 178
alcance no significan mucho si no puedes patear a donde se debe.
—Sí —dice antes de que termine de hablar.
—Está bien —digo—. Puedo enseñártelo. No se necesitan zapatos
especiales. Pero debes venir a las prácticas. Tendrás que participar. No solo
mirar. Y tienes que trabajar duro.
Es la charla más emocionante que he dado, pero las palabras
adornadas no son lo que necesita. Si tengo razón, Parker solamente
necesita creer que no le haré promesas y luego desapareceré, y que tiene
un lugar en los Dynamos que es suyo, sin importar lo que pase.
—¿Perdedor? —grita Rhett, rompiendo la pequeña burbuja que nos
rodeaba. Echa un vistazo al marcador, después mira los alrededores—.
Chicos, escuchen. ¡Oigan, chicos! ¿Alguien sabe quién es el perdedor?
Parker salta. —Me tengo que ir. —Se detiene en el retorno de las
bolas y se gira, conectando sus ojos con los míos—. Pero sí, entrenador.
Está bien.
Mia se endereza y se sienta en el asiento que Parker dejó libre. Trae
una sonrisa, la siento sin siquiera verla.
—Luces demasiado orgulloso de ti, entrenador Ethan.
—Sí… me cae bien ese niño.
—¿Es tu favorito?
—Si por favorito te refieres a que él es el único en el que pienso,
entonces sí. Lo es. —Esa definición podría hacerte mi chica favorita, pienso.
Luego me golpeo mentalmente—. Parker acaba de pasar por momentos
difíciles, ¿sabes?
Mia sacude la cabeza y su cabello rizado se mueve sobre su hombro.
—No. ¿Qué le ocurrió?
Bajo la voz, aunque no hay probabilidades de que alguien nos vaya a
escuchar con el ruido. —Su papá lo abandonó. Los abandonó —digo,
asintiendo hacia Raylene. Justo en ese momento, la veo sentada junto a
Alison. Hay dos vasos de vino blanco ubicados en la mesa frente a ellas. Es
como si hubiera entrado a una dimensión alternativa.
—Eso es triste… pobre niño —dice Mia, y su frente se arruga con
preocupación.
Mis ojos caen a sus labios, al suave brillo rosa de su labial. Sería tan
fácil simplemente agacharme y saborearla. Mi fuerza de voluntad se
desintegra cuando me hallo así de cerca de ella, así que me alejo un
poquito y me concentro en sus zapatos de bolos. —Me identifico con él en
cierto modo.
—Pensé que tus padres se encontraban juntos —dice Mia—. Me
dijiste que estaban locos el uno por el otro.
179
—Lo están —le digo, dándome cuenta de que recuerda las cosas que
digo casi literalmente. Desearía no haberlo notado. Saberlo no facilitará mi
vida—. Quise decir que sé lo que es tener a alguien en quien confiaba y
que te decepcione mucho.
Mia parpadea. —¿Qué?
—Nada… no importa. —No quiero hablar mal de Alison, sobre todo
porque está aquí. Tomo la mano de Mia y tiro de ella para que se levante—.
Levántate, señorita Extremadamente Sexy.
Sus ojos se alzan al tablero de arriba. —Extremadamente, ¿qué? Esa
no soy yo. Uno de los chicos puso eso.
Sonrío. —Adivina quién fue. —La llevo fuera del carril, deteniéndome
para agarrar su bola de bolos en el camino.
—Ethan, soy alérgica a los deportes —dice, tratando de escurrirse de
mi agarre—. ¡Te lo dije! Incluso traigo medicina.
—Solo inténtalo. No te matará. —Le entrego la bola, la cual la lleva
hacia adelante en lo que absorbe su peso.
Todos los chicos han dejado de hacer lo que hacían. Se paran en fila,
más quietos de lo que han estado en toda la noche. Entonces Milo silba. —
El entrenador Vance está tocando a su noviiiia. —Y de repente todos se
ríen y se dan codazos.
—Lo digo en serio, Ethan. Podría lastimarte gravemente. —Debajo de
su sonrisa, noto que se preocupa en serio—. Rompo ventanas cuando lo
intento con los deportes. Rompo huesos.
—Está bien. Estás en manos de un profesional. —Arreglo su agarre
sobre la bola—. Vas a anotar una chuza, aquí y ahora. —Tomo sus caderas
y las giro un poco. Luego la rodeo y ajusto su brazo, enseguida empujo sus
hombros hacia atrás. Los chicos empiezan a cantar—: ¡Mi-a! ¡Mi-a!
—¿Ya terminaste? —me pregunta, luciendo mal—. ¿Puedo irme?
—No, ya estás todo torcida.
—¡Me acabas de poner en esta posición!
—Sí, no funcionó. Relájate, Rizos. Lo haremos. —Me ubico detrás de
ella, pensando que la ayudaré de la manera en que aprendí yo, con mi
papá guiando mis movimientos. Pero al instante en que mi cuerpo se
alinea con el suyo, sé que cometí un error. Uno grande.
Su increíble olor a violetas invade mi nariz y lanza a mi cuerpo a un
caos inmediato. El calor me invade, y de repente hago todo lo posible para
no pensar en lo bien que se siente contra mí.
—Te mantienes de esta manera. —Envuelvo mis manos sobre las 180
suyas para mostrarle cómo agarrar la bola. Me estoy poniendo duro por
ella aquí mismo, con gente en todas partes, pero no puedo hablarle a mi
maldita polla cuando me presiono contra su trasero. Simplemente no hay
forma de que ocurra. Sigo hablando, porque ¿qué más puedo hacer?—.
Balancéala hacia delante y hacia atrás. La soltarás justo cuando…
—Ethan —dice.
Justo así. Solo mi nombre, pero es como un ruego y una demanda,
todo en uno.
—¿Sí? —digo, con la voz ronca y profunda. Hay algo familiar al
respecto. En ella presionada contra mí de esta manera.
—¿Qué estamos haciendo?
Ella se convierte en una estatua frente a mí. Una estatua con suaves
curvas que me vuelven loco.
—No es lo que queremos estar haciendo —le contesto.
Las palabras se derraman fuera de mí a la velocidad de la verdad.
Mia se aleja como si le hubiera hecho daño y lanza la bola. Aterriza
en la cuneta con un chasquido y rebota en el carril de al lado, donde
comienza a rodar de la forma más lenta imaginable. Finalmente, llega al
final del carril y desaparece.
Los niños se echan a reír, pero Mia me mira. Odio el dolor y la rabia
en sus ojos verdes. Me envía a estrellarme desde la altura en la que me
hallaba hace unos momentos, con su cuerpo presionado contra el mío.
Siento la necesidad de querer disculparme, pero no me arrepiento. Lo que
acaba de ocurrir se sentía demasiado bien como para arrepentirme.
Sin decir una palabra, ella salta fuera de la pista y se dirige hacia
Rhett, que se halla con Raylene.
No puedo ir tras ella ahora mismo, así que me fuerzo a pasar de
nuevo al modo entrenador. Paso la siguiente hora tratando de mantener a
los niños alejados de romperse los dedos y los pies, con el éxito ocasional
de enviar una bola por el carril.
Sin embargo, mi mente nunca se recupera por completo. Sigo
pensando en la mirada de dolor en los ojos de Mia. Desde aquella noche en
la casa de sus padres, he combatido contra el deseo por semanas. Esta
noche, el deseo se defendió y me pateó el trasero. Por tocarla del modo en
que lo hice, violé el trato que teníamos, el que yo defendí, para ser amigos
y compañeros, y nada más.
Sí. El arrepentimiento acaba de aparecer después de todo. Bastardo.
A las siete de la tarde, reúno a los niños para decir unas palabras
como siempre hago al final de la práctica. Después de las travesuras de los
niños, sus padres se paran en un semicírculo. Mia se encuentra ahí. Ya no 181
parece enojada, lo cual atenúa la tensión que se enrolló en mis hombros
durante la última hora. Y recuerdo que ella quería preguntarme algo más
temprano, justo antes de que apareciera Alison.
Alison también ha vuelto, sosteniendo la caja de pastelería, y Rhett
se encuentra al lado de Raylene. Mis ojos se fijan en ellos un segundo,
viendo los inconfundibles signos en su lenguaje corporal, y mi mente hace
un cálculo. Rhett más Raylene igual a guau… ¿Cómo no lo vi venir?
Me apoyo en la máquina que retorna las bolas y regreso mi atención
al equipo. —Así que, chicos, ¿qué fue lo que aprendieron hoy?
—¡La pizza aquí no es buena!
—¡El señor Trasero tiró dos malas!
—Sí —dice—, estar en su equipo es la onda. Pero ya sabía eso.
—Es algo bueno para aprender, ¿no es así? —pregunto—. ¿Una cosa
buena para que recuerden? —Algunas cabezas se balancean, diciéndome
que los tengo donde quiero—. ¿Qué es lo que siempre digo sobre este
grupo?
—Que no se trata de mí sino de nosotros —ofrece Cameron.
—Es cierto. Juegan tanto por los demás como por ustedes mismos.
Creo que hoy hicimos un buen trabajo. ¿Qué es lo que piensan, chicos?
Un coro de gritos se eleva sobre mí. —Está bien. Buen trabajo esta
noche, Dynamos. Antes de irse, vayan a buscar a Alison para tomar una
magdalena y recuerden dar las gracias.
Usualmente es como una fuga en este punto y los chicos tropiezan
con cualquier cosa en su camino por salir, pero nadie se mueve.
—Todo está pagado, chicos —digo—. Si se ponen sus zapatos, son
libres de irse.
Milo, el cual está sentado con las piernas cruzadas en el suelo, mete
la mano en su mochila.
Un balón de fútbol.
Hago mi camino a través del piso brillante. Sé lo que pedirán antes
de que lo suelten. Como de costumbre, Tyler habla por el grupo.
—Le pedí a mi papá que hablara con el dueño de la bolera, y me dijo
que estaba bien. Que podría hacerlo. Pero solo una vez y solo usted.
Miro a las once caras; la confianza irradia de sus ojos. Por mucho
que no me guste hacer esto aquí, no hay manera de que los decepcione.
Oigo unos chillidos de emoción a medida que llevo la bola a la línea
de tiros libres y me alejo.
En lo que conecto con lo natural en que se sentía esto, recuerdo la
cantidad correcta de poder, la sujeción adecuada para apuntar, las caídas
182
tranquilas en los carriles a mi alrededor y luego más lejos, hasta que todo
lo que puedo oír es el ritmo de una canción de Rolling Stones a través de
los altavoces.
Tengo una audiencia, pero eso no me inquieta. Nunca lo hace.
Me lanzo hacia adelante y conduzco mi pie a través de la bola. Esta
navega por el camino, y en un instante, nueve bolos salen volando dentro
del respaldo. El bolo número diez hace un lento y tambaleante giro, y por
un segundo pienso que lo eché a perder. Pero, al final, el bolo pierde el
equilibrio y los chicos se vuelven balísticos detrás de mí.
Un golpe perfecto.
Y se sintió increíble.
Me volteo, buscando a Mia, sonriendo incluso antes de encontrarla.
Pero no la encuentro porque no está aquí. Se fue.
37
Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Vanessa Farrow

Mia
Me desplazo alrededor de las mesas del café Maxi y me siento junto a
Beth justo cuando Skyler sube al escenario. La multitud grita, y ella les da
una sonrisa y le da una vuelta a su chelo antes de sentarse en la silla,
apartando su largo vestido amarillo, y colocando su instrumento entre sus
muslos.
Por lo general, me encanta este momento antes de que Sky comience 183
a tocar. La gente la mira y ve la típica chica hada maníaca de ensueño, con
su flequillo de muñeca y cuerpo esbelto. Ellos no esperan lo que obtienen:
una representación musical bestial con un estilo de percusión feroz que
sacude las ventanas.
Esta noche, sin embargo, apenas puedo sentarme en la silla, y mi
pulso ruge como el mar en mis oídos.
Huí de Ethan, lejos de la verdad de lo que decía y la más profunda
verdad de sus manos en mi cuerpo. Colocó sus brazos alrededor de mí en
la pista, su cuerpo tenso se presionó contra mi espalda, y una riada de
recuerdos me sacudió hasta mis zapatos marrón y negros de boliche.
Estamos mojados; todavía no sé por qué estamos mojados. Pero él
está detrás de mí, levantando mi vestido por encima de mi cabeza y
arrojándolo a alguna parte. Estamos en su cocina, con las luces apagadas y
riendo. Todo mi cuerpo se siente débil por él y por demasiados chupitos de
Duke.
Me apoyo contra el frío acero inoxidable de su refrigerador mientras
sus manos me rodean, acunando mis pechos, tocando la seda de mi
sujetador. Mueve a un lado la pesada cortina de mi cabello mojado y respira
cálidamente contra mi cuello. Sus labios se mueven sobre mí, sus dedos se
deslizan por mi cuerpo, calentando mi piel fría. El contacto me hace temblar,
un lento y delicioso estremecimiento.
Siento como si pudiera disolverme en el acto. Mis moléculas se
sienten como helio, como las luces saliendo de una bengala. Me presiono
contra él, queriendo girarme, sentir sus labios sobre los míos, pero me
mantiene ahí, una mano firme sobre mi estómago, su lengua burlándose de
mi piel, sus labios moviéndose sobre mi hombro. Se siente tan duro contra
mí, que revuelve mis entrañas, convirtiéndome en líquido.
—Eso no es justo —digo, y mi voz se siente como si se fuera a la
deriva hacia una nube lejana.
—¿Qué?
—Aún estás vestido.
Y fue entonces cuando me aparté y arrojé la bola de boliche a la otra
pista como si estuviera lanzando en un campo de softball.
Después de eso, no podía escapar lo suficientemente rápido. Odio no
haber podido decirle adiós a los niños o a Rhett, pero simplemente no fui
capaz de hacerlo. No podía tener esas imágenes en mi mente, no podía
quedarme allí, tan cerca de él. Pero no con él.
Skyler encendió su sámpler11 de batería y se lanzó hacia una versión
potente de “Purple Haze”; su cabello rubio se balancea y una mirada de
pura felicidad ilumina su rostro.
No es lo que queremos estar haciendo. 184
Las palabras de Ethan dan vueltas en mi cerebro. Es cierto. Lo que
quiero estar haciendo comienza con una repetición de ese fragmento de mi
recuerdo y termina con él desnudo en mi cama. Lo que voy a hacer es
hacerle entender a mi cabeza dura que no puedo hacerlo. A pesar de que él
tuve el desliz esta noche, dejó claro sus sentimientos.
Y ahora tiene a Alison, gracias a mí. Lo cual es bueno porque tengo a
Boomerang y el viaje a las Vegas en solo unas pocas semanas. Tengo mi
película, mis amigos y mi familia. Eso es suficiente, me digo.
Cierto.
Skyler se lanza en una bossa nova “Bitter Sweet Symphony”; su arco
vuela sobre el violonchelo, sus manos golpean el diapasón para crear su
hermoso sonido característico.
Ella está en llamas, y su pasión me incita.
He visto a muchos amigos graduarse sin tener idea de quienes son
en realidad o lo que quieren. Nada los impulsa. Así que andan moviéndose
descontentos de un trabajo con baja remuneración a otro.

11Instrumento musical electrónico similar en algunos aspectos a un sintetizador pero


que, en lugar de generar sonidos, utiliza grabaciones de sonidos grabadas en él.
Tengo la suerte de saber —de siempre haber sabido— donde estoy
destinada a estar. Tengo que dejar de darlo por sentado. Tengo que atacar
de la manera en que Skyler ataca el chelo. Tengo que averiguar quién soy y
sumergirme profundamente.
Y lo haré.
Durante la siguiente hora, veo a mis mejores amigas: una de ellas en
el escenario, transportándose, enamorada de lo que es capaz de hacer; la
otra aquí conmigo, con una expresión ávida que me dice que está soñando
con su propio turno en el centro de atención. Quiero dar las gracias a
ambas por el regalo impresionante que me dan todos los días. El don de
ser hermosas chicas geniales.
Skyler comienza con “Seven Nation Army”, mi favorito, y la música
me eleva. Quiero darle las gracias por haberme dado eso, por arrastrarme
fuera de mi autocompasión a un lugar de inspiración y gratitud.
Un foco mental surge a la vida. En el descanso, saco mi celular del
bolso y busco el número de teléfono de Brian, mi cita Boomerang de la otra
noche.
Mia: Hola, ¿quieres conocer a una chica increíble?
Brian: A otra, ¿quieres decir?
Mia: ☺ Tal vez a LA indicada. 185
Brian: Lo apuestas.
Mia: Café Maxi. ¿En media hora?
Brian: Nos vemos allí.
—¿Que recibiste que estás sonriente de repente? —pregunta Beth.
Dejo caer el teléfono en mi bolso y le sonrío. —Ya verás —le prometo.
Y por primera vez en un par de semanas, sé que hago lo correcto.
38
Traducido por Dannygonzal
Corregido por Miry GPE

Ethan
—¿Qué dices? —Rhett sacude el volante, casi golpeando el auto a
nuestra derecha mientras entra al estacionamiento subterráneo. Apaga el
motor y se corta el suministro de aire acondicionado, dejando una cubierta
fría en mi traje y mi corbata—. Sé que no te escuché bien.
Hace diez minutos, nos reíamos por lo cerca que estuvimos de atraer
el desastre anoche, cuando Milo agarró el Jack con Coca Cola de Raylene 186
en vez de su bebida. De algún modo, ahora hablábamos de Alison. No sé
cómo Rhett me llevó a esto, pero aprendo que puede hacer magia con las
palabras.
—Escuchaste bien —digo, obligándome a sonar casual—. Voy a ir a
Colorado con ella, este fin de semana.
Sus rasgos se vuelven incluso más afilados con el ceño fruncido. —
¿Tu ex novia?
—Sí, Rhett. Mi ex. Fuimos por sushi después de irnos y…
—Diablos… de los bolos a la comida japonesa. —Sacude la cabeza—.
Eso me ofende por alguna razón.
—Sí, la noche tuvo más giros que una bolsa de pretzels. Hablando de
eso… —empujo su hombro—, ¿qué pasa entre Raylene y tú?
—Nada. —Une las cejas, y se pone serio de repente—. Es una mujer
agradable, eso es todo.
Sonrío. —Definitivamente no es todo, Rhett.
—No es lo que piensas. —Hace un gesto desdeñoso con la mano—.
Hablamos de las leyes de divorcio. Pensión alimenticia. Cosas como esa.
Créeme, chico, las cosas se vuelven complicadas cuando eres un perro
viejo que inicia sus treinta.
—Maldito. Y yo aquí disfrutando de la simplicidad de mi actual vida
social.
—Ese es mi punto, Vance. Irte el fin de semana con tu ex novia es
una decisión muy mala. Lo siento, hombre. Trato de no meterme. No he
dicho nada sobre la artimaña que tratas de lanzarle a Cookie…
—¿Sabes sobre eso?
—¿Te refieres al videojuego de diecisiete mil dólares que desarrollas
sin su aprobación? Sí, lo sé. ¿Adivina quién te cubre?
Una combinación de vergüenza e ira expande calor por mi cuerpo.
No puedo dejar que Rhett acepte la culpa por mí. —No te pedí que te
involucraras en mis asuntos.
—Tu asunto es también el mío, Ethan. Y es demasiado tarde, ya lo
hice, pero no hablamos de eso en este momento. Ir a Colorado con tu ex
psicótica, es como lanzar una granada en tu vida personal.
—Alison no es psicótica.
—¿Ves? Ya está rompiendo tus defensas.
—No. Nosotros… nos aceptamos el uno al otro de una forma nueva.
Dejamos el pasado en donde pertenece.
El ceño fruncido de Rhett se profundiza. —Te hace que hables como
una tarjera de felicitación, hermano. No puedes reducir la vida a una corta
187
declaración.
—Pareces mucho más inteligente cuando estás enojado.
—Cometes una estupidez cuando vas a comer sushi con tu ex.
—Me retracto de lo último que dije.
—También retráctate de tus planes. Ella te está atrayendo de nuevo.
¿No puedes verlo?
Anoche sentado en la mesa frente a Alison, parecía muy diferente.
Muy vulnerable y honesta. No quiere recuperarme. No del modo en que
cree Rhett.
—No —digo—. Me va a llevar en su jet privado a ver a mis padres. Su
familia es dueña de un rancho que queda a una hora y media de mi casa,
y el cumpleaños de mi papá es este fin de semana. Y mi hermano, Chris,
va a ir a casa desde la universidad… —Comienzo a sonar como si estuviera
pidiendo permiso, así que termino—: Es algo conveniente, eso es todo.
Rhett me mira como si fuera un empleador entrevistándome para un
trabajo; con percepción y perspicacia.
—Definitivamente no es todo —dice al final.
—Como sea. —Tomo mi bolso de mensajero y salgo, cerrando la
puerta más fuerte de lo necesario.
Rhett y yo nos quedamos en silencio de camino a nuestras oficinas,
pero me cansé de ser juzgado. ¿De todas formas, qué sabe él?
No pasaré el fin de semana viendo como Jason e Isis se acurrucan
en el sofá, mientras trato de no pensar en Mia, en cómo se siente contra
mí. O recordando la forma en que la lastimé. Tenía que salir de la ciudad o
iba a volverme loco, y si quería ir a casa, entonces iba a hacerlo, maldita
sea.
Rhett se equivoca. Nada va a pasar con Alison.
Voy a tener un viaje gratis. Y definitivamente eso es todo.

188
39
Traducido por Vanessa Farrow
Corregido por Val_17

Mia
Entre elaboradas maquinaciones que involucran pastelitos, una
promesa para filmar una despedida de soltera para la prima de Paolo, y un
poco más de convencimiento a todos los que sé que no me acusarán con
Cookie, he reclutado al estudio de producción de Boomerang así puedo
filmar a Beth para el stand de la convención. También recluté a Paolo, que
hará el rol de las citas de Beth. El plan es que improvisen alguna charla de
citas, tal vez tomarse de las manos o liarse un poco, y luego jugaré con los
189
fondos y ajustes en la postproducción. Brian se ofreció a ayudar, y quizás
acepte, ya que los efectos no son lo mío.
El equipo aquí es de una calidad tan superior que me hace babear.
Es mejor que las cosas que usábamos en la escuela de cine. Supongo que
es otro de los beneficios de trabajar para un influyente magnate de los
medios. Dudo que eHarmony tenga una sala de edición a gran escala en su
sótano.
Solo estar cerca de todo esto despierta mi hambre por el trabajo. El
dinero es una cosa. Pero todo esto —los recursos, el equipo, la confianza
creativa que ofrece Adam a través de todo Blackwood Entertainment— lo
convierte en una oportunidad ridículamente rara. Una oportunidad que
deseo mucho.
—Está bien —dice Beth, sentándose sobre un cubo pintado de verde
que se convertirá en un diván o un sillón acolchado de respaldo alto o,
quién sabe, tal vez el asiento del capitán de una nave espacial—. Antes de
que tu amiga se venga abajo, tienes que contarme sobre esta situación de
Colorado. Estás demasiado tranquila, chica. Me vuelve loca.
—Está bien —le digo, aunque mi garganta se cierra alrededor de las
palabras y suenan forzadas—, solo significa que puedo cerrar la puerta a
todas esas tonterías.
¿Qué hay que decir? Desde el momento en que Paolo metió una taza
de café con leche en mis manos y me dio las noticias sobre el gran viaje de
Ethan, me he sentido mal y desanimada. Si me permito imaginarlos juntos
de esa forma —de la manera en que nosotros estuvimos, en el estudio de
mi madre, en la parte trasera de la cabina, en las sombras de su cocina—
no seré capaz de lograr nada.
Cruza los brazos sobre el pecho y levanta una ceja. —¿Cuál tontería
es esa? ¿La tontería en la que él te gusta totalmente? ¿O en la que a él le
gustas totalmente?
—En la que claramente todavía se preocupa por su ex. La tontería en
la que tengo cosas mucho mejores que hacer con mi vida que matar mi
carrera para ir detrás de alguien a quien no le gusto. Una vez más.
—Dijiste que no podía quitarte las manos de encima, incluso en
presencia de su ex.
—Exactamente. —Hago una lectura de su rostro y ajusto algunos de
los reflectores para hacer destacar más luz en su dirección—. El problema
no es físico.
—Con ese par de tetas, no lo es.
—Ja. Ja.
—En serio, ¿cuál es el problema? Ilumíname. 190
Me arrodillo a su lado y aliso sobre sus rodillas el simple vestido
floreado que le pedimos prestado a Sky, luego paso algún tiempo jugando
con su cabello hasta que aparta mis manos de un manotazo y lo arregla
ella misma.
—Ya hemos hablado de esto.
Rueda los ojos. —¿Te refieres a la mierda de “necesito ser elegida”?
—¿Por qué es una mierda?
Empiezo a levantarme, pero presiona las manos sobre mis hombros
y me mira fijamente. —Déjame preguntarte algo, ¿de acuerdo?
—¿Qué?
—Cuando querías ir a la escuela de cine, ¿cómo hiciste eso?
Suspiro. —¿Qué quieres decir?
—Me pregunto si esperaste en tu casa hasta que la escuela de cine
llegara a tu puerta y dijera: Mia, te elegimos.
—No es lo…
—Y cuando querías este ostentoso trabajo temporal, ¿qué hiciste?
¿Esperaste a que el pequeño Ryan Gosling te reclutara? ¿O atacaste el
maldito castillo y te conseguiste un trabajo?
—Una pasantía —le recuerdo—, que tengo que compartir.
—Será un trabajo al final de todo esto —dice—. ¿Sabes cómo lo sé?
—No. —Porque no sé nada de eso. Salvo que apilé accidentalmente
las cosas a mi favor al poner a Ethan y Cookie en un camino hacia el
apocalipsis, algo que todavía tengo que arreglar.
—Porque cuando quieres algo, chica, no te quedas tranquila. Vas
tras ello. Nunca esperaste que yo eligiera lavar los platos o te devolviera
cosas que tomé prestado. Ni que Skyler escogiera pagar el recibo de la luz.
No esperas a nadie ni a nada. Pero con los chicos, te comportas como la
maldita Bella Durmiente. Como si fueran los únicos que tienen que tomar
decisiones.
—Eso no es justo. —Me alejo de ella y me levanto. A pesar de que
estoy ocupada mirando por el visor de mi cámara, las lágrimas amenazan
con caer, y parpadeo para reprimirlas.
—No pienso ser justa en este momento. Estoy siendo real.
—Bueno, ahórratelo, ¿de acuerdo?
Se levanta y arruina todo el trabajo que acabo de hacer al arreglarla,
para conseguir la iluminación perfecta.
—Maldita sea, Beth —empiezo, pero ella toma suavemente la cámara
de mis manos y la deja en la mesa junto a nosotras. 191
—Escúchame, cariño —dice. Su voz es cálida y fundente, lo que no
es propio de ella. Y su expresión es lo suficiente amable para deshacerme
en el acto—. ¿Ya sabes cómo siempre le decimos ese idiota a Kyle?
Asiento.
—Me parece que tú eres la que actúa como una idiota. Como si
fueras algo que puede ser escogido o dejado cada vez que quiere un chico.
¿Sabes?
Pongo mi rostro en las manos porque siento la verdad en lo que dice,
chisporroteando a lo largo de cada una de mis extremidades y fijando mis
pies en el suelo. Perdí tanto tiempo con Kyle, esperando que me viera por
lo que soy, alguien que vale la pena, que merece ser elegida. Esperé sin
preguntarme si realmente lo quería.
Oh, diablos.
En ese momento, Paolo se desliza dentro de la habitación. —¡Es hora
de la cita! —exclama, y nunca he estado tan feliz por una interrupción.
—Síp —digo y levanto la cámara una vez más—. ¿Por qué no toman
asiento?
Beth duda por un segundo, pero le doy una sonrisa fría que dice “fin
de la discusión”, y se sienta de nuevo en su cubo.
—Impresionante —murmuro, aunque nada de esto se siente así—.
Vamos a empezar.

192
40
Traducido por Katita
Corregido por florbarbero

Ethan
—¿Qué pasó con tus padres? —le pregunto a Alison—. ¿No tenían
grandes planes para el fin de semana en la cabaña familiar?
Me mira, con los ojos ocultos en la penumbra. La pequeña ventana
detrás de ella deja entrever el cielo que se decolora de azul a negro. Es
viernes por la noche, y estamos a miles de metros de altura en el aire, en
algún lugar a medio camino entre Los Ángeles y Loveland; el campo de 193
aviación privado al que estamos volando a las afueras de Fort Collins.
Alison toma un pequeño sorbo de su vodka con tónica y lo deja. —
Ocurrió algo. Dos cosas, en realidad. Mi papá tuvo que volar a Nueva York
para una emergencia de trabajo, y mi mamá tenía una emergencia social.
—¿Emergencia social?
Sonríe, algo que hace para ocultar su decepción. —Una despedida de
soltera que recordó cuando mi padre la canceló. Es como en el instituto.
Ya sabes... ¿no puedes romper conmigo porque rompí contigo primero? Él
está demasiado ocupado para ella, así que ella también está demasiado
ocupada para él.
—Lo siento —digo, pero es típico de ellos. Sé que está acostumbrada.
La sonrisa de Alison se amplia. —Está bien.
Bajo la débil luz de la cabina, sus dientes son demasiado blancos y
demasiado perfectamente alineados. Baja la mirada y sacude suavemente
el hielo en su vaso. El suyo sigue medio lleno, pero el mío está vacío. No
hay vodka. No hay hielo. Incluso exprimí las limas.
—Podrías haber cancelado, Alison. Has hecho todo este camino para
pasar un fin de semana por tu... —me interrumpo, porque sé por qué no lo
canceló. Sé por qué está aquí. No quiere decepcionarme nuevamente—.
Escucha, Alison, yo no…
—Está bien, Ethan. No espero nada. No quiero hacerte sentir
incómodo. No podía decir que no a la oportunidad de estar contigo de
nuevo, aunque sea por unas horas. Y no quiero que te pierdas el
cumpleaños de tu padre.
—¿Por qué no vienes a cenar esta noche?
Tan pronto digo las palabras, una extraña sensación se instala en
mí, como si traicionara a alguien. Pero lo empujo lejos antes de que pueda
examinarlo. No tengo que rendirle cuentas a nadie, y Alison no puede
hacerme daño otra vez. La campaña de reconstruirnos me ha hecho, en
realidad, muchísimo bien. Emocionalmente, no hay nada más allí. Nada
me atrae hacia ella.
—¿No vas a cenar con tu familia? —pregunta.
Asiento. —Sí, pero no pasa nada. Van a estar feliz de verte.
—¿En serio?
—Absolutamente —digo. Entonces me desabrocho el cinturón de
seguridad y me muevo hacia la gaveta del pequeño bar, donde me preparo
otra bebida.

194

—¿Qué demonios haces, E? —Chris agarra mi codo y me lleva del


bar a Jimmy’s, el pub favorito de nuestra familia—. ¿Cómo pudiste traerla
a la cena de cumpleaños de papá?
Tomo un largo trago de mi cerveza y analizo a mi hermano pequeño.
La universidad lo ha cambiado para mejor. Es sutil; la manera en que se
para, sus hombros son un poco más cuadrados, su voz es un poco más
profunda, pero está ahí. Adoro al chico. Es tan condenadamente bueno
verlo, pero no necesito que juegue a la madre gallina.
—Déjalo, Chris. Se acabó. No es necesario convertirlo en un gran
problema.
Estoy en la cena con mi familia, y Alison. Dos horas y tres Jack con
gaseosa más tarde, sigo vivo. Siento el alcohol, sin duda, pero por lo demás
no hay nada malo.
—Es evidente que no se acabó, Ethan. Ella sigue aquí. —Chris se
inclina más cerca, y me doy cuenta de que ahora es más alto que yo. Eso
es una mierda—. A ninguno de nosotros nos gustaba. Y seguro que no nos
gusta después de lo que ella...
—Estás arruinando mi diversión, Chris. —Me balanceo un poco y mi
cabeza se siente demasiado liviana. Que es lo contrario a cómo se siente
mi estómago. La costilla de ternera que comí en la cena se ha asentado
como un ancla. Apoyo mi espalda contra la barra, y la multitud detrás de
Chris se ve borrosa; todos usan franelas y vaqueros de color rustico. Todo
se ve deteriorado y desgastado en comparación con la chispa y el brillo de
Los Ángeles.
Chris me evalúa como si estuviera haciendo un análisis forense de
mi ropa, cara y postura. No sé lo que ve, pero a juzgar por la preocupación
en sus ojos, supongo que es lo contrario al crecimiento y la madurez que
acabo de ver en él.
—¿Qué te pasa? —pregunta, y baja la voz, por lo que casi no puedo
oírlo por encima del ruido—. ¿Es porque ya no juegas a la pelota?
Lleva razón con respecto a mi desconcierto, pero no se debe a que
extrañe al fútbol. Por lo menos no lo creo. Y sé que no quiero saberlo. El
sentido del vodka, el whisky y la cerveza en mi mano es para alejarme de
ese conocimiento.
—Por favor, cállate, hermano. —Tomo un sorbo, casi errándole a mis
labios—. Te estoy pidiendo simplemente que pares. 195
Al otro lado del bar lleno de gente, veo que Alison se levanta de la
mesa. Tan pronto como les da la espalda, mis padres y sus amigos más
cercanos, los Davis, intercambian una mirada de alivio.
En la cena, ella mencionó que quería llevar a mi familia al Palacio de
Armas en Denver, un restaurante que es diez veces más lujoso que este.
Fue un comentario casual, pero fue suficiente para que la situación quede
incómoda. Mis padres, de clase obrera no ven las cosas igual que ella,
como si existieran calificaciones de calidad para todo. Eran más que felices
con solo tenernos a todos reunidos.
A mi lado, Chris deja escapar una maldición cuando ve que Alison se
acerca. —Genial… Viene el Anticristo.
Mientras observo a su cuerpo envuelto en ropa de diseño dirigirse
hacia nosotros en el bar lleno de gente, se me ocurre que tanto Rhett como
Chris están convencidos de que Alison y yo vamos a reconectar este fin de
semana. Entonces pienso que, por el contrario, a mí nunca se me ocurrió.
No se encontraba en ningún sitio de mis pensamientos.
Pero ahora sí.
Y me pregunto.
¿Qué pasaría si lo hiciéramos?
A mi lado, siento que Chris mira de mí hacia ella. —Bueno, seguro
que parece que esto va a terminar bien. Es doloroso de ver. De hecho, no
voy a hacer esto. Dame tu teléfono.
—¿Mi teléfono?
Tiende la mano. —Mi batería ha muerto y estoy tratando de ponerme
en contacto con Jake y Connor.
Sus compañeros de secundaria. Busco mi teléfono en el bolsillo.
Chris lo toma y luego me arrebata la cerveza de las manos. —Voy a
llevarme esto también. Tu juicio ya está bastante deteriorado.
Él va a unirse a mis padres, que ahora se están riendo y tomando
chupitos de Jell-O con los Davis, más felices de lo que los he visto en toda
la noche.
—Oye —dice Alison—, ¿interrumpí algo?
—Nah, él ya se iba. —Está lleno de gente, y no tengo ningún lugar en
el que pararme salvo detrás de ella, o a su lado. Aprovecho la opción dos,
porque la opción uno traería instantáneamente a Mia a mis pensamientos,
y lo último que necesito es recordar cómo se sentía en la bolera, o cómo se
veía en el trabajo hoy en un vestido verde que hacía juego con el color de
sus…
—¿Ethan? 196
—¿Sí?
—Me preguntaba si tomarías champán conmigo si pido una botella.
Echo un vistazo a mi alrededor. Jimmy’s no es un antro, y tampoco
es un lugar para beber champán. Pero esta es la chica que se realiza una
manicura antes de ir de safari.
—Claro —digo—. ¿Por qué no?
El camarero le da a Alison una mirada levemente irritada cuando
ella ordena y deja la barra para recuperar una botella en la parte de atrás.
—Entonces… —dice Alison, sonriéndome.
Somos empujados por todos lados, y eso provoca que se choquen
nuestras piernas.
—Entonces… —repito. No tengo nada más. No quiero hablar con
ella. Siento un impulso oscuro y primordial de tenerla desnuda. Me invade,
pero se va rápidamente. Sé cómo se siente. Estuve con ella durante dos
años, pero no es lo que quiero. Alison nunca me hizo sentir de la forma en
la que lo hace Mia. Nadie me hace sentir así, excepto Mia.
Mierda. Hasta acá llegó adormecer mi cerebro con alcohol.
De repente siento como si la costilla de ternera estuviera enterrando
espinas en mi estómago.
—¿Estás bien, Ethan?
—Por supuesto.
No.
El camarero pone un cubo de hielo en frente de nosotros. Me entrega
dos copas llenas de un líquido burbujeante, y los bordes están manchados
con jabón para lavar platos. Le entrego una a Alison, mientras el sudor se
desliza a lo largo de mi espina dorsal.
—Por los nuevos comienzos —dice Alison.
Repito el brindis, o tal vez no. El bar está girando en una dirección y
mi cabeza da vueltas en sentido contrario.
Al tiempo que acerco la copa a mis labios, alguien empuja a Alison
desde atrás. Ella tropieza y su champán se derrama sobre mi camisa.
—¡Cuidado! —grita por encima del hombro. Luego me mira y coloca
su mano en mi pecho—. Mierda. Lo siento, Ethan.
No puedo mirarla. No puedo levantar la vista de mi camisa.
El recuerdo de cuando Mia me derramó vino tinto en el estudio de su
madre pasa frente a mis ojos. Pero entonces me alcanza el dulce aroma del 197
champán, y me lleva más atrás. Abre una puerta que ha estado encerrada
en mi mente desde hace semanas.
Esto, me doy cuenta. Esto es lo que pasó entre nosotros.
Mi mente es bombardeada por imágenes, sabores y olores. Champán
y el dulce aroma a violetas de Mia. La sensación de su pelo rizado en mis
manos, sus suaves labios besando mi mandíbula. Mis manos explorando
cada centímetro de ella. —Alison, necesito un poco de aire —digo.
Parece una excusa, pero es la verdad, y luego me muevo a través del
bar lleno de gente y salgo a la calle.
Necesito un lugar donde pueda estar a solas y pueda permitirme
recordar, porque todo está volviendo a mí. Mia, y lo que hicimos después
de irnos de Duke’s. Por fin, recuerdo nuestra primera noche.
41
Traducido por Mire
Corregido por Eli Mirced

Mia
Mis planes para tumbarme en la cama todo el fin de semana y auto
invitarme a un festival de compasión cinematográfica (Realmente Amor,
Orgullo y Prejuicio, (500) Días con Summer) se ven frustrados por mis dos
mejores amigas, que parecen decididas a torturarme, a pesar de que
siempre soy dulce y delicada con ellas, además de respetar su tiempo
privado y su necesidad de encerrarse en sus propios fluidos emocionales
de vez en cuando.
198
El suplicio de esta noche: Operación “Sacar a Mia de aquí y llevarla
al club”. Sus primeras fases incluyen vestirme con una blusa dorada de
lentejuelas y una mini negra, peinar mi pelo a la altura del techo, y cargar
mi bolsa con preservativos.
Sí. No.
Su segunda fase, ahora en efecto, incluye al bar del Club Tonga, una
copa del tamaño de un plato de pescado, y los esfuerzos súper sutiles
como casamentera de Skyler; retribuidos por Brian, creo, que consisten en
lanzar tipos en mi dirección y decir—: Esta es Mia. Es sexy, ¿verdad?
Hasta ahora, en general, he estado —si no es confundida— de
acuerdo, salvo por un chico gay que dice—: Oh, Dios mío, es tan sexy —y
trata de tocarme. Un acto que corto al ofrecer la analogía de que ser un
amante de los perros no te da el derecho de molestar a los gatos.
Miffed, se aleja, y Skyler me da un fuerte codazo en las costillas. —
Sé amable.
—Oh. Lo soy. —Solo no lo suficiente como para darles un pase libre
a los hombres extraños. Demándame.
—No, no lo eres. Estás dejando una nube apestosa de malicia.
Sujeta una pajita entre sus dientes perfectamente blancos y mira el
desfile de chicos, sin duda en busca de nuevas oportunidades para
humillarme. Sus ojos se iluminan y comienza a deslizarse de su asiento,
con la mirada fija en un tipo desgarbado con un rastrojo de barba bien
formado.
Doy un salto antes de que pueda moverse para la matanza. —Vamos
a bailar. —Beth ha estado en la pista de baile durante una hora, y de
repente parece un lugar mucho más atractivo.
Levantando mi bebida, empujo la pajita a un lado y me decido por
un trago lleno. De acuerdo, varios tragos, hasta que vacio el vaso gigante y
con un golpe seco lo dejo en la barra como si hubiera demostrado algún
punto.
El licor quema un camino hacia abajo y luego una calidez calmante
se extiende por mi vientre, calentando cada parte de mí y dándome un
entusiasmo agradable, como si mi cerebro hubiera estado cubierto con
algodón de azúcar. Esto podría ser exactamente lo que necesito.
—Vamos —le digo y agarro la mano de Skyler, casi sacándola de sus
zapatos Oxford a rayas.
La multitud se mueve a nuestro alrededor, y soy golpeada por olas
de cuerpos calientes, colonia Axe y perfume afrutado. Me siento envuelta,
impulsada, y tengo un fuerte deseo de estar en el medio, moviéndome al 199
ritmo de la música que vibra dentro de mi propio pecho, convirtiéndose en
parte de mí.
Nos abrimos camino entre la multitud, y estoy mareada; mi cuerpo
hormiguea de un modo que parece excitado, pero no. Siento hambre por la
cercanía de la gente, pero por ninguna persona. Quiero sumergirme en el
mar de piel y perderme.
Me meto entre el nudo apretado de cuerpos hasta llegar al centro de
la música y el caos. Por supuesto, es donde encuentro a Beth, moviéndose
con energía, ajena a las personas a su alrededor. Con los ojos cerrados, me
da una sonrisa extática, como si tuviera algún tipo de alarma de mejor
amiga que le dice que estoy cerca.
El bajo mueve el suelo, el cual se siente suave y lejano. Me pongo a
bailar, y siento que mis problemas se alejan de mí, volando hasta el láser
saliente del techo y perdiéndose en la noche.
No más Boomerang y Adam Blackwood.
No más competencia.
No más madre famosa que ha visto y hecho cosas que yo nunca
podría llegar a hacer. Y no más Nana, con sus recuerdos borrosos y su
paranoia frenética. Estoy resplandeciente por dentro; todos los músculos
inconsciente y sangre y movimiento. No me sentía tan bien en semanas,
desde esa noche en Duke’s, cuando conocí a Ethan, cuando…
Maldita sea, no quiero pensar en él. No quiero imaginármelo volando
en un avión privado con su ex novia. Una ex novia que soy responsable de
traer de nuevo en su vida.
Esa puerta está cerrada, me recuerdo. En realidad, nunca se abrió.
Cierro los ojos y levanto los brazos en el aire, tratando de aferrarme
a esa buena sensación de nuevo, para traer la música otra vez a mí.
Pero no puedo evitar que aparezcan las imágenes. Ethan empujando
a Alison a una cama, moviendo su esbelto y atlético cuerpo encima del de
ella, apartando su cabello rubio a un lado para besarla, para mirarla de la
forma en que me miraba.
Los pensamientos y el exceso de bebida me alcanzan. Siento calor en
mi garganta, y una ola de vértigo me hace tambalearme un paso hacia los
lados. La multitud me aprieta, y todo mi cuerpo se siente sobrecargado con
el calor.
—Necesito sentarme por un segundo —le grito a Beth.
Ella vuelve a poner el tirante de su sujetador rojo dentro de su blusa
y asiente. —¿Quieres que te acompañe?
—No, estoy bien. 200
Beth le transmite mi mensaje a Skyler, pero me aparto antes de que
su mirada preocupada pueda llegar a mí.
Entro en una habitación estrecha en el otro extremo del club, donde
los cuerpos se retuercen juntos en sofás bajos. Todo se siente raro ahora,
sexualmente intenso y extraño. Estoy celosa de todo el mundo. De la gente
en la pista de baile, cuyos cerebros pueden perderse durante más de diez
minutos. De la gente en estos sillones, que pueden tocarse entre sí, estar
juntos, incluso si tal vez deberían hacer un poco menos de ello dentro de
la vista de docenas de otras personas.
Me coloco en el borde de una silla cubierta de terciopelo, tratando de
ignorar el ruido agobiante. Quiero otro trago. O diez. Quiero hacer algo
conmigo misma, pero no puedo decidir qué.
Alguien en el sofá a mi lado da un pequeño jadeo, y una cascada de
fragmentos vienen a mí —partes de mi noche con Ethan. Solo inestables y
aleatorias imágenes. No lo suficiente para formar una imagen completa.
Su pelo oscuro, mojado y pegado a su cuello, esa ranura profunda
de su clavícula y mis labios allí, deslizándose por su pecho. Los dos,
enredados en su sofá, riendo bajo la manta Pendleton, hasta que su
lengua separó mis labios, y yo enterré mis manos en su pelo mojado.
La música se desvanece, y los recuerdos se estrellan dentro de mí.
Decido que de lo que más quiero es escapar de mí misma.
Beth tiene razón: No soy la Bella Durmiente. Persigo lo que quiero.
Pero no lo hice, y ahora es demasiado tarde.
Saco mi celular, y su resplandor blanco sale como una llamarada en
este rincón oscuro. Por un largo tiempo, lo quedo mirando. Entonces me
desplazo por nuestros mensajes, y me siento sonreír.
Es demasiado tarde. Lo sé. Y estoy borracha. Pero tal vez pueda
olvidarlo si le digo. No sé qué exactamente, pero siento como que necesito
exorcizar el pesar de alguna manera, tengo que dejar que todo se vaya, de
verdad, para poder ser libre.
Mia: Deseo recordar más de esa noche.
Eso es cierto, pero es solo una parte de ello.
Mia: Estoy bastante segura de que sacudiste mi mundo.
Y lo estoy. Tan segura como estoy de que él lo sigue sacudiendo,
aunque sigo tratando de devolverlo a un estado estable.
Corro mi dedo sobre la pantalla táctil; y quiero que me responda el
mensaje, que llegue desde donde quiera que esté y me diga que siente lo
mismo. Solo eso. Seré feliz con eso. 201
Espero por mucho tiempo. Mi corazón palpita a un ritmo implacable
en mi pecho. Los cuerpos se mueven a mi alrededor mientras permanezco
allí, inmóvil como una piedra en un río.
Pero la respuesta nunca llega.
Así que me levanto, dejo mi teléfono, y regreso donde mis amigas.
42
Traducido por Anty
Corregido por Victoria

Ethan
La caminata de cinco kilómetros a pie desde el antiguo Fort Collins a
mi casa es un borrón. No veo los bares y las cafeterías, las pintorescas
calles que dan paso gradualmente a mi barrio.
No. Es como una película. Me voy de Jimmy, luego estoy vomitando
en un arbusto, después estoy tropezando dentro de mi cocina, donde me
encuentro ahora. 202
Me lanzo al grifo y tomo grandes tragos hasta que siento como si
fuera a vomitar de nuevo. Entonces me enderezo, deslizo mi manga sobre
mi barbilla y me quedo mirando la oscuridad.
No puedo ver mucho además del reloj del microondas y el brillo del
acero inoxidable, pero siento la estabilidad de estas paredes. Mi vida —y la
de Chris— está grabada en los gabinetes abollados y pisos rayados a mi
alrededor.
Cierro los ojos, y el sabor amargo en mi lengua endulza hasta que es
champán, el sabor de Mia, y estoy de vuelta en mi apartamento en Los
Ángeles, en esa primera noche que la vi. Habíamos vuelto allí después de
encontrarnos en el bar Duke’s. Por la razón que sea, al estar parado en mi
pequeña cocina con ella, se me ocurre que debemos celebrar.
—¿Celebrar? —pregunta Mia. Inclina la cadera contra el mostrador y
sonríe—. ¿Cuál es la ocasión?
—Tú, Rizos. Tú eres la ocasión.
Me pregunto si le parece una frase de conquista, pero lo digo en serio.
Solo la he conocido por un par de horas, pero ha eclipsado todo lo demás en
mi mundo. Esta chica con los ojos verdes, su pelo salvaje y su bella sonrisa,
es increíble. Divertida, inteligente y sexy. Cristo, está buena. Absolutamente
vale la pena celebrarla.
La sonrisa de Mia se ensancha. —Rizos, ¿eh?
Doy un paso hacia ella y la alcanzo, haciendo girar un mechón de su
suave pelo alrededor de mi dedo. —Te queda bien.
Mia se inclina hacia mi toque, apoyando la mejilla contra mi mano, y
vuelvo al viaje en taxi hasta aquí. Mis dedos se habían enterrado en su pelo,
y ella estaba casi en mi regazo. Somos combustible juntos, cada vez que la
toco quiero más. La quiero ahora, en este momento, pero no hay necesidad
de apresurarse. Me inclino y beso sus labios rápidamente, luego abro el
refrigerador para sacar la botella de champán que Jason escondió allí hace
unas semanas.
—¿Tienes botellas de Cristal esperando casualmente momentos como
éste?
Sonrío y niego con la cabeza. —Mi compañero de cuarto, ¿él que se
presentó en el bar? —Desenvuelvo la lámina superior y la lanzo en el
fregadero, y luego giro lentamente el corcho para dejar salir la presión de la
botella—. Él acaba de comenzar su segundo año de la escuela de medicina,
por lo que sus padres le enviaron esto. Es algo que hacen todo…
El corcho se estrella en mi palma, impulsando la mano hacia arriba. El
champán sale disparado desde la botella, formando un arco en el aire, y
rociando a Mia. Ella deja escapar un chillido y se tambalea de la encimera,
curvando la espalda como un gato asustado. 203
—Ups —le digo, tratando de no reírme.
Su vestido azul tiene una línea de la salpicadura oscura desde la
cadera hasta el hombro, donde se empapa el material. Empuja un rizo que
gotea de su cara y endereza la espalda. Entonces pasa su lengua por el
labio inferior. —Sabe muy bien, en realidad.
Es lo más condenadamente sexy que he visto en mi vida, y tengo que
aclararme la garganta para encontrar mi voz. —No puedo decir que siento lo
que pasó.
—No pareces apenado… pero lo estarás. —Levanta la botella de mi
mano—. Vamos a ver cómo te gusta. —Sacude la botella en mi dirección.
El champán se derrama en mi camisa, es un fresco latigazo líquido
contra mi pecho que apenas siento. Es como si mi cuerpo tuviera una
configuración. Como si estuviera repentinamente programado para sentirla.
—No fue tan malo. —Tomo la botella y doy un paso adelante—. Hay
algo que probablemente debería decir sobre mí —digo.
Ella da un paso atrás, retrocediendo, pero sigo adelante hasta que la
tengo acorralada contra el mostrador. —Soy muy competitivo. Y siempre
termino lo que empiezo.
—Eso es en realidad dos co…
Mia jadea, tragando el resto de sus palabras cuando inclino la botella
sobre ella —sobre nosotros—, ya que estamos presionados juntos.
Levanta las manos, apoyándolas en mi pecho mientras toma una
bocanada de aire, pero no me para mientras empapo cada centímetro de
ella.
Cuando la botella está vacía, la pongo sobre el mostrador. —Ahí.
El único sonido es el champán que gotea en el suelo y las pequeñas
respiraciones rápidas de Mia. No sé a dónde mirar primero. Su cara no tiene
precio, sus ojos verdes se hallan brillantes. Casi brillando con sorpresa. Las
curvas de su cuerpo están perfectamente descritas por su vestido pegajoso,
y quiero chocarme los cinco porque es jodidamente hermosa de esta manera,
temblando y mojada y aferrándose a mí como si fuera a volar de inmediato
si se soltara.
—Bien, entonces —dice finalmente—. Estamos todo mojados.
Ya no puedo resistirme más. Cojo un vistazo de sus ojos muy abiertos
por la sorpresa justo antes de besarla. Quiero tomarme mi tiempo, pero es
como retener un maremoto. La beso con fuerza, deslizando mi lengua contra
la de ella, su sabor es fresco y dulce por el champán. Emite un sonidito
necesitado y ladea la cabeza hacia arriba, dándome un mejor ángulo,
dándome exactamente lo que quería, como si estuviéramos conectados de
alguna manera primitiva y nuestros cuerpos fluyen en su propia lengua. 204
Una parte de mí sabe que estamos borrachos, los dos, pero esto es
real. ¿Cómo podría no serlo?
Bajo la cabeza y tomo la parte blanda de su oreja entre los dientes,
mordiendo suavemente allí. —Eres tan dulce, Mia. Tan caliente.
Reacciona con urgencia a mis palabras, enmarcando mi cara con las
manos y guiando mi boca de nuevo a la suya. Su cuerpo se aprieta contra el
mío y estoy duro al instante, luchando contra el impulso de introducirme en
ella ahora mismo.
¿Cuándo he querido a una chica así? ¿Lo he hecho alguna vez?
—Tu sabor es increíble —le digo, chupando el champán de su piel
caliente. Formo un camino hasta su clavícula, y luego a sus pechos. Es
suave; su peso y forma tan jodidamente perfectos. No puedo apartar lo
suficiente su vestido y sujetador, así que chupo a través de la ropa húmeda
y siento su pezón apretarse debajo de mi lengua.
—Ethan… —Mia agarra mi pelo y arquea la espalda—. Eso es
increíble.
—Va a ponerse mejor. —Alzo la mirada. Sus ojos están desenfocados
e intensos con deseo. Verla de esa manera solo me hace quererla aún más.
Ella es como fuego líquido bajo mis manos, tan sensible—. ¿Pero sabes lo
que se interpone en nuestro camino, Rizos? —Paso la mano por su cadera y
sobre su muslo, encontrando el borde de la tela mojada—. Tu vestido.

205
43
Traducido por Diana
Corregido por ElyCasdel

Mia
Me tumbo sobre la cama, borracha y con náuseas, intentando
fijarme en las brillantes plazas dobles de la ventana de mi habitación, las
cuales Sky abrió para que pudiera tomar un poco de aire fresco. Pruebo la
noche con mi lengua; el sabor metálico, como monedas de un centavo, que
viene antes de la lluvia. La brisa es fresca y estremecedora y roza mi piel
como dedos, tocando ligeramente cada parte de mí. 206
Por supuesto pienso en Ethan, deseando sus dedos, sus labios.
Recordando.
—¿Pero sabes lo que se interpone en nuestro camino, Rizos? —dice, y
sus manos se desplazan a lo largo de mi cuerpo como si me midiera, como si
fuera a esculpirme en su cocina débilmente iluminada—. Tu vestido.
Me voltea y empuja hacia el refrigerador.
—¿Qué haces? —pregunto, pero no me importa. Solo sé que lo deseo,
quiero probarlo de nuevo, a su lengua caliente dentro de mi boca, su cuerpo
presionado contra mí, firme, poderoso y radiante de deseo.
—La cremallera —dice, inclinándose cerca de mi oído.
Pongo mis manos contra la fría superficie de la nevera, y se siente tan
bien. Debería estar temblando y empapada en champán —ahora recuerdo—
pero estoy febril, flotando, queriendo sus manos sobre mí para mantenerme
firme.
La cremallera raspa suavemente mi piel, y siento su cercanía como
una fuerza palpable, manteniéndome allí. El suave tejido de mi vestido roza
mis piernas, viajando por mis muslos, mi vientre, mis senos, hasta que estoy
libre de él, y desaparece en las sombras como si nunca hubiera existido.
Sus manos me rodean y acarician la tela húmeda de mi sujetador,
acunando mis senos con firmeza, exactamente como me gusta.
Y de repente me doy cuenta que nunca ha sido así, nunca así de
perfecto.
Sus pulgares tocan mis pezones y los aprieta, luego aparta mi cabello
para que sus labios puedan tocar mi hombro y cuello, para que sus dientes
y lengua caliente rocen mi piel.
—Eso no es justo —protesto.
—¿Qué cosa?
—Sigues vestido.
Se ríe. —Por ahora. —Con la boca en mi oreja, dice—: Sabes a
champán. Jesús, quiero más de eso.
No tanto como yo te quiero, pienso y me acerco a él, necesitando la
sensación de su cuerpo otra vez. Es más que un perfecto encuentro físico,
más que solo su sabiduría para tocarme. Es esta sensación de estar
perfectamente libre de expresar cada parte de mí, especialmente mi anhelo
por él.
Aparto la mano de la nevera, con la necesidad de tocarlo, pero la
atrapa y la devuelve al frío acero inoxidable.
—Aquí estoy —me dice y se presiona contra mí, contra la parte baja
207
de mi espalda—. No te muevas. Quédate así.
Su brazo vuelve a rodearme y envuelve mi cintura. Me inclina hacia
adelante solo un poco, empuja una pierna entre las mías de modo que siento
su duro muslo como piedra y la áspera textura de sus vaqueros. Gimo y
descanso mi cara en mi brazo, sintiendo la viscosidad del champán y la
fresca vibración del refrigerador.
Ethan separa ampliamente mis piernas, y su otra mano se desliza
debajo de la cinturilla con encaje de mis bragas, deslizándose hacia abajo
para descansar contra mí, contra el cálido centro palpitante de mi cuerpo.
Y entonces, no puedo pensar. Solo sentir. El roce de sus dedos en mí.
Una y otra vez. Perfecto. Tan absolutamente perfecto. Sus labios sobre mi
espalda, mi cuello; su brazo apretando mi cintura. Me presiono contra él; mi
cuerpo en busca de su toque, mis piernas temblando por la imposibilidad de
mantenerme erguida mientras su mano se mueve contra mí, mientras me
muevo contra su mano.
—Joder —gime, y el sonido de su voz me debilita, me hace desear que
el acero inoxidable no sea tan malditamente resbaladizo—. Te sientes bien.
Tan jodidamente bien.
Me sostiene duramente contra su cuerpo, tocándome con sus dedos,
haciendo que mi respiración se acelere, haciendo temblar todo mi cuerpo.
No soporto lo bien que se siente, como si un sol en miniatura estuviera
ardiendo dentro de mí, irradiando a través de cada célula. Como si estuviera
a punto de convertirme en supernova.
Y luego lo hago.
Desliza un dedo dentro de mí, y calor se precipita a través de cada
parte de mí, el delicioso pulso intenso casi me hace desplomarme a mis pies.
Me atraviesa en una oleada tras otra, fuerte y abrumador, casi doloroso,
pero es lo contrario al dolor. Mi cuerpo no puede dejar de moverse contra sus
dedos. Cada parte de mí se siente más ansiosa y me encuentro inmersa en
este lugar de esta vertiginosa y magnífica rendición.
—Santa mierda. —Quiero besar mi propia mano en señal de gratitud
por ser parte de mi cuerpo, con sangre, con nervios y piel. Me encuentro en
posición vertical ya que él me sostiene así, porque solo existo donde conecto
con su poderoso brazo; su experto y hermoso toque.
Mi respiración se ralentiza, y su mano se desliza fuera de mis bragas
para unirse a la otra, que descansa contra mi estómago. —Gracias —
responde, y me imagino su lenta y satisfecha sonrisa, que puede ser muy
bien mi perdición.
Me giro en sus brazos. Sus manos se hunden en mi pelo y me levanto
de puntillas para besarlo, para lamer todo mi placer y gratitud a su cuerpo,
para devolverle un poco de lo que me acaba de dar. Nos besamos y besamos 208
por lo que se siente como horas pero no hay tiempo para nada, nunca habrá
tiempo suficiente para saborearlo, para conocer todo lo que hay que saber
sobre sus labios contra los míos.
Mis dedos se mueven por su cuello, atravesado la robusta “V” de su
pecho, deslizándose por los contornos de su estómago hasta el botón de sus
pantalones.
—Ahora tú —digo, con tanta hambre por la necesidad de tocarlo que
mis dedos se entorpecen.
—Todavía no, Rizos —me dice, y antes de darme cuenta, me alzó
como si no fuera nada. Coloca las manos debajo de mí y mis piernas rodean
su cintura. Me envuelvo alrededor de él y me besa otra vez, luego empieza a
llevarme hacia la sala de estar, aún presionado sus labios contra mí, por lo
que somos torpes y chocamos contra las paredes.
—¿Qué estamos haciendo?
Siento su sonrisa contra la mía, y después me acomoda en el sofá.
Vagamente, pienso que probablemente deberíamos ir a su dormitorio, pero a
la mayor parte de mí no le importa. Solo quiero más de esto. Quiero nadar
en ello.
—Primero, creo que tenemos que sacarte del resto de la ropa mojada
—dice, con falsa preocupación—. Y luego tengo algunas ideas.
209
44
Traducido por MaJo Villa
Corregido por Valentine Rose

Ethan
—¿Ethan? —Mamá toca la puerta de mi habitación—. Ya es hora de
despertarse. Son las seis en punto.
—Dormir. Mi cabeza… necesita más horas de sueño.
Sueno como Frankenstein. Con una infección en la garganta.
—Son las seis de la tarde, Ethan. Tu cabeza ha dormido todo el día. 210
—¿Qué hora es? —Mi cara está machacada contra mi almohada, y
no puedo levantarla. Creo que se han podido convertir en una sola cosa.
Me asomo a la ventana, viendo desvanecerse la luz del día a través de las
cortinas.
—¿Estás decente? —dice, entreabriendo la puerta—. Supongo que
no.
—Caray, mamá. —Arrastro la sábana, más alto para que cubra mi
trasero—. ¿Qué tal un poco de privacidad? —pregunto, pero ya estoy
acostumbrado a vivir en una familia donde nada es sagrado.
Mamá mira desde la ropa sobre el piso que usé anoche, a la botella
de aspirinas en mi mesita de noche, con los mismos ojos azules analíticos
de Chris. —Parece que has logrado tu objetivo de enfermarte.
Espera por un momento, y sé que quiere que hable con ella. Quiere
saber qué es lo que ocurre, pero estoy al menos a diez años de distancia de
decirle. Lo que quiero decirle es que estoy bien, pero tampoco puedo hacer
eso. Mentirles a las personas que te importan es una mierda. Lo pensaba
incluso antes de Allison.
—Soy el tipo de chico orientado hacia un objetivo —grazno.
Se ríe. —Acabo de pedir pizzas y Matt está en camino.
Me apoyo sobre mis codos, siguiendo las olas de un dolor de cabeza
monstruoso mientras trato de descubrir quién es Matt. Entonces recuerdo.
—¿Viene el entrenador Williams?
—Ya no es tu entrenador. Le puedes llamar Matt. Estará aquí dentro
de media hora y va a traer a su esposa, Tricia.
No tengo idea de cómo mi ex entrenador se enteró de que estaba en
casa, o por qué viene, pero será bueno verlo. Me siento esbozar una
sonrisa, lo que hace que mi mamá sonría, lo que, honestamente, mejora
mi estado de ánimo.
—¿Lo llamaste? —pregunto.
—Tal vez lo hice, pero él fue el único que se invitó solo. Ahora mete
tu trasero a la ducha. Te voy a hacer un batido de vainilla y un sándwich
de queso.

211
Media hora después, me siento humano a medias mientras Matt y
Tricia Williams entran en la casa con una botella de vino para papá y un
ramo de girasoles para mamá.
Mis padres abrazan a Matt, y luego lo hago yo, lo que se siente más
normal que raro. Es mi colega, pero es algo a lo que todavía me estoy
acostumbrando.
Hace cuatro años y medio, él vino a esta casa a reclutarme y se paró
exactamente en donde está ahora. Su cabello castaño no tenía una cana
en ese entonces, y vestía una sudadera de fútbol de la Universidad de Los
Ángeles en vez de la sudadera de la Academia de las Fuerzas Aéreas que
lleva ahora, pero aparte de eso, no parece haber cambiado para nada. Su
vibra es todavía pura, calmada y positiva, del tipo que se filtra en silencio
dentro de las personas alrededor de él. A dos minutos de su visita, y yo ya
la sentía.
Tricia está muy embarazada, y oigo un constante flujo de preguntas
emocionadas de parte de mi mamá, quien desapareció junto con ella en la
sala de estar. Papá, Matt y yo nos sentamos en el salón familiar, donde un
partido de fútbol de fútbol está emitiéndose en la televisión.
El fútbol es un mundo pequeño. Matt entrenó o jugó con un par de
los chicos que corren al otro lado de nuestra pantalla plana, y conozco a
algunos de ellos, también, así que por un rato, hablamos de ellos y del
juego mientras papá se relaja en su sillón, escuchando. Entonces Matt
pregunta sobre Los Ángeles, y lo pongo al día sobre Jason y el resto de los
chicos.
—He conseguido un equipo juvenil que estoy entrenando —le digo—,
ellos juegan los sábados también, así que no siempre puedo llegar a los
partidos improvisados, pero los veo casi todas las semanas.
—¿Estás entrenando un equipo? —pregunta mi papá.
Es lo primero que ha dicho desde que nos sentamos.
—Sí. De niños. Menores de nueve. Es básicamente un escuadrón de
cachorros, pero son buenos niños. Somos siete y uno en este momento. Y
acabo de agregar a un niño que nos va a hacer invencibles tan pronto
como lo convenza.
Matt se inclina hacia delante y coloca su cerveza en la mesa de café.
—¿Qué lo detiene? —pregunta él, interesado genuinamente.
—Llegó tarde, así que no era fácil conseguir que se integrara con un
equipo que ya se ha unido bastante. Sin embargo, lo más importante es
una cuestión de confianza, pero creo que he logrado lidiar con eso.
Matt y mi papá lanzan un montón de preguntas sobre Parker, así
que cuento toda la maldita historia, desde Raylene hasta la noche de 212
bolos. Por razones que desconozco, mi papá se parte de la risa cuando
escucha que tuve que ir a citas por el trabajo, pero Matt solo se interesa
más, haciéndome preguntas sobre los otros chicos de mi equipo, y después
sobre Parker y Raylene.
—¿Así que conseguiste convencerlo? —pregunta—. ¿La salida grupal
funcionó?
—No he tenido oportunidad de trabajar con él desde la noche de
bolos, pero creo que sí. Quiero sacarlo unas pocas veces en la semana
para trabajar en sus habilidades de remate.
—¿Puedo hacer una sugerencia? —Matt tamborilea sus dedos, una
señal familiar, diciéndome que está a punto de decirme algo en lo que él
cree con convicción.
—Por supuesto.
—No trabajes con él en privado. Si vas a trabajar con él fuera de la
práctica, lleva también a Tyler o a uno de los otros chicos. Lo último que
Parker necesita, supongo, es sentirse como si fuera destacado.
Me recuesto, absorbiendo la sabiduría de su sugerencia. —Gracias.
Lo haré.
Matt sonríe. —Has hecho ya la parte dura, Ethan. Ése es solo un
punto de menor importancia. —Me encojo de hombros, tratando de no
sonreír como un idiota por su elogio—. Así que, ¿cómo van los planes para
la escuela de leyes? —pregunta—. La última vez que conversamos, te
disponías a estudiar para el examen de ingreso.
—Cierto… el examen —murmuro—, aún no he tenido oportunidad
de hacerlo, con el trabajo y el entrenamiento.
Nos callamos por unos minutos y miramos la televisión, pero los
conozco a ambos, y sé que mi papá y Matt están concentrados en mí. Su
atención hace que la sangre suba a mi rostro. Mi única preocupación no se
convierte en inquietud. Solo se mantiene en calma.
—Ethan, pensé en algo cuando venía de camino hacia acá. —Hay
una nota de seriedad en la voz de Matt, que provoca que mi corazón lata
con más fuerza—. Hice que mi equipo trabajara con un especialista este
año. Mike McCarthy. Es un psicólogo que se centra en los atletas de alto
nivel. El tipo fue increíble. Mis jugadores hicieron enormes progresos en su
entrenamiento y en su rendimiento en el juego después de trabajar con él.
Desafortunadamente para mí, se está yendo de Colorado.
Hay una pausa, y sé que se supone que debo llenarla. Así que lo
hago.
—¿Sí? ¿A dónde se va?
—Adonde tú estás. A la Universidad del Sur de California. Estará
empezando un nuevo programa de postgrado allí. Maestría y Doctorado en
213
Psicología del Deporte. Le he dicho sobre tu interés en la psicología y en tu
historial de juego. Mike piensa que serías un candidato ideal para el
programa. Estaría encantado de ponerte en contacto con él si es algo en lo
que crees que podrías interesarte.
Mis pulmones dejan de funcionar durante unos segundos. Me quedo
mirando la televisión, tratando de conseguir que mi respiración vuelva a
ser inconsciente de nuevo.
—Aprecio la oferta, Matt. Pero…
¿Qué puedo decir? ¿Que mi cuenta bancaria ronda en ciento treinta
dólares en este momento? ¿Que éste no era el plan?
Piensa en una razón, Ethan. Piensa en una maldita razón decente
para rechazar su oferta que no tenga que ver con dinero o con el orgullo.
Escucho la puerta de entrada abrirse y cerrarse. —¡Pizza! —grita
Chris.
Un golpe de suerte. Matt toma su cerveza y se va en silencio, pero mi
papá se queda atrás.
—Ethan —me detiene con una mano sobre mi hombro, luego espera
hasta que sabe que lo estoy escuchando—. Hazme un favor, hijo. Piensa en
lo que dijo Matt.
Es la clase de favor a la que no le puedo decir que no. Por supuesto
que voy a hacer lo que sea que él me pida cuando lo dice de ésa forma.
—Lo haré, papá —le prometo. Entonces hago una pausa para ir al
baño.
Tengo que mojarme la cara con agua fría antes de que mi cabeza
explote.
Cuando doy vuelta a la esquina en el pasillo, me tropiezo con Chris.
—¿Qué tal, hermano? —Su sonrisa es tan grande, que parece
dolorosa—. ¿Cómo va tu día? —Sostiene en alto mi celular—. Porque está
a punto de ponerse mucho mejor.
—Pequeña mierda. —Me lanzo hacia él, pero me esquiva y golpea la
pared, casi derribando una pintura de nosotros esquiando.
—¿Quién es Mia y qué fue lo que le hiciste? —Está gritando y
riéndose, y nunca he tenido un objetivo más claro en mi vida. Alcanzo su
camisa y lo atrapo en una llave de cabeza, arrebatándole el teléfono. Luego
voy a los mensajes y leo el de Mia.
Santa Madre de Dios.
Leo las dos líneas de nuevo, pero Chris asesta un golpe y el teléfono
se va de mi mano. Arremete hacia la sala. Estoy justo detrás de él, pero es
demasiado tarde. 214
—Querido Ethan —dice, embelleciendo palabras que son perfectas
tal y como están—. Deseo recordar más de nuestra mágica noche. Estoy
bastante segura de que sacudiste mi mundo. Con amor, Mia.
Mamá y papá se echan a reír. Matt coloca el brazo alrededor de
Tricia y sonríe. Noto que al menos está tratando de no reírse.
—Gracias, Chris —digo—, es bastante genial de tu parte el compartir
eso con todos. Con mi entrenador.
—Ya no soy tu entrenador, Ethan. De todas maneras, al parecer, yo
soy el que debería estar recibiendo consejos de ti.
Tricia apoya las manos sobre su enorme estómago. —Yo creo que ya
lo haces bien.
—Supongo que la manzana no cae muy lejos del árbol —proclama mi
papá, como si estuviera haciendo un anuncio de servicio público—. Ya
sabes lo que dicen: de tal palo, tal astilla.
Y aquí viene la parte cliché de la noche.
Encuentro la mirada de mi hermano al otro lado de la mesa. —Vas a
morir, Chris. Tan pronto como tenga energía, tu vida está acabada. —
Luego me desplomo en una silla y me preparo para contestar un millón de
preguntas sobre Mia.
—Ethan, ¿qué haces? —pregunta mi mamá—. No seas grosero. Anda
a contestarle el mensaje.
Matt asiente. —Es un consejo prudente.
—Sigue haciendo que me sienta orgulloso, hijo. —Papá apenas logra
soltar las palabras antes de desternillarse de risa de nuevo.
Chris lanza mi teléfono a través de la mesa del comedor. Lo atrapo, y
salgo por la puerta, hacia mi habitación, y le estoy escribiendo a Mia en
menos de dos segundos.
Ethan: Hola, Rizos. Acabo de ver esto.
Ethan: Pasé casi toda mi noche recordando lo que hicimos.
Recordándote a ti. También sacudiste mi mundo.
Me tiro sobre la cama, me saco las zapatillas y miro fijamente el
teléfono. Afortunadamente, su respuesta llega enseguida.
Mia: ¿Lo recuerdas?
Ethan: La mayor parte.
Ethan: Lo suficiente para saber que quiero más de ti.
Ninguna respuesta.
Ninguna respuesta, ninguna respuesta, ninguna respuesta. 215
Por fin, ésta llega.
Mia: ¿Qué pasa con el trabajo? ¿Qué pasa con Alison?
Ethan: Mia.
Mia: ¿Sí?
Ethan: Te quiero a TI.
Otra pausa. Luego:
Mia: Sigues dejándome menos clara.
Mia: Y yo también te quiero a ti.
Me quedo mirando esas palabras durante unos segundos y mi
corazón hace saltos mortales en mi pecho. Se necesita de toda mi fuerza de
voluntad para no llamarla, pero no sería una conversación rápida, y no
quiero decir las cosas que deseo por el teléfono. Y, tan comprensivos como
parecen ser mis padres y Matt con respecto a la situación, sería de mala
educación pasar el resto de la noche en mi habitación en el teléfono con
Mia en vez de estar con ellos.
Así que voy por el plan B.
Ethan: Necesito verte. Tan pronto como sea posible.
Mia: ¿Cuándo estarás de regreso?
Ethan: Mañana a las seis. ¿Tienes ganas de ir a buscarme al
aeropuerto?
Mia: SÍ.
Ethan: ¿Un sí en mayúsculas?
Mia: ¡¡¡SÍ!!!
Ethan: De acuerdo. Una cosa más.
Ethan: Envíame un foto tuya.
Me quedo mirando al teléfono hasta que aparece la foto.
Mia se encuentra en su cama, y la luz es dorada y suave, como si
viniera de la lámpara junto a su cama. Su cabello oscuro se derrama sobre
las suaves almohadas rosadas a su alrededor, y lo que puedo ver de sus
hombros es su piel desnuda y suave con la delgada correa negra de una
blusa sin mangas o de un corpiño. Sus ojos verdes brillan con anticipación
y sin embargo, su sonrisa es suave y sensual… y muy atrayente.
Parece como si estuviera a punto de sonreír, y a punto de pedirme
que sacuda su mundo, y sé que estoy más allá del punto de volverme loco
por esta chica.
Maldita sea.
Sé que voy a estar mirando esta foto toda la noche. Imaginando 216
miles de escenarios diferentes, todos ellos empezando con este momento, y
terminando con ella temblando y diciendo mi nombre. No hay ninguna
duda al respecto. Pero en este momento, necesito regresar abajo. Así que le
envío un último mensaje.
Ethan: Eres hermosa, Mia. Mañana te agradeceré por esto.
45
Traducido por Jasiel Odair
Corregido por Meliizza

Mia
En un mundo alternativo, sería capaz de caminar como una persona
normal sin chocar contra los muebles. O de concentrarme en mi pobre
Nana, que está teniendo un buen día por una vez, pero cuyas palabras
entran y salen de mi mente como luciérnagas.
Treinta minutos para salir a recoger a Ethan.
Es, literalmente, el único pensamiento que parezco ser capaz de 217
mantener hoy. Por supuesto, empecé con veinte horas para recoger a
Ethan, lo que ha hecho el día inútil en casi todos los ámbitos. Como si
tuviera que seguir comprobándolo para asegurarme de que me pongo los
pantalones antes de salir del apartamento.
Veintinueve minutos, y a Ethan le gustas en tan solo bragas.
O sin ellas.
Cállate, cerebro.
Me paseo en el estudio de mi madre, donde se encuentra extendida
en su tumbona, iluminada por el sol y sosteniendo una lupa de un
fotógrafo para una prueba de contacto. Me doy cuenta de que solo se ha
arreglado un grupo de uñas del pie; exactamente el tipo de cosa que podría
hacer hoy.
—¿En qué estás trabajando? —pregunto, aunque sé que no voy a
recordar nada de lo que me diga.
Veintisiete minutos…
—Nueva serie —dice, y me entrega la hoja y lupa.
Me siento en el borde de la silla y me inclino hacia la luz del sol para
ver mejor. Las imágenes son crudas: fotos simples de personas que no
conozco, junto con primeros planos de algunas de sus características; una
cicatriz rosada contra la piel de color marrón brillante; una huella de lápiz
labial emplumado por encima de un labio superior. Hay una crudeza y una
intimidad en ellas que es muy diferente para mi mamá. Tranquilo en
comparación con el trabajo audaz y exagerado que hace usualmente.
Se lo digo, y sonríe. —Me gusta el cambio. Por eso sigo diciéndote
que toques. El artista de los veintiún años no es el mismo que a los
cuarenta. O sesenta. Es importante ser curioso y abierto. No te preocupes
tanto.
Hoy, esa angustia se siente a kilómetros de distancia. Ethan vuelve a
casa. Vamos a estar juntos. Y definitivamente tengo planes de tocar.
Le devuelvo la hoja. —¿Qué te llevó a esta nueva idea? —pregunto—.
O, como, ¿a estas personas en particular? —Una parte de mí se siente
emocionada porque haga nuevos descubrimientos y tome nuevos caminos
en su arte. Y parte de mí se siente triste al pensar que esa parte no podía
incluirme.
Sonríe. —Solo sigo la luz. Todas estas personas tenían una especie
de resplandor. Desde el interior. ¿Sabes lo que quiero decir?
—Sí. —Ethan tiene eso, creo. Brillante e intenso, como el destello de
un fósforo en la oscuridad.
—Tú también lo tienes, mi amor —dice y acuna mi mejilla.
218
Nana aparece en la puerta, y trae consigo una caja de cuero marrón
con bisagra. La deja en una silla de respaldo rígido y dice—: Tiene razón,
sabes.
—Gracias, Nan. —Me siento tan agradecida de estar aquí en este día,
cuando su propia luz es tan brillante.
Señalo la caja. —¿Qué tienes ahí?
—Oh, quería que tuvieras un par de cosas. —Abre la tapa y saca un
puñado de fotografías amarillentas. Son fotos de mi abuela y abuelo en la
playa de Coney Island. La giro para ver la fecha: Julio de 1964.
Mi abuelo se encuentra tendido sobre su estómago en la arena, un
par de gafas de aviador descansan sobre su cabello oscuro y rizado, y hay
una sonrisa en su rostro somnoliento. Mi abuela —que se ve tan joven y
parecida a Audrey Hepburn aquí, es una locura— reposa con la cabeza en
la espalda de él, hay un libro grueso de tapa dura apoyado contra su
pecho y sonríe a la cámara. Es increíble lo modernos que se ven, aunque el
traje de baño blanco de dos piezas de mi abuela tiene una cintura alta y
ceñido con un grueso cinturón de oro.
Se me ocurre coger mi cámara, para capturar más de la vida de mi
abuela en un día en que está feliz y lúcida. Corro a la cocina, hurgo en mi
bolsa, y corro de nuevo al estudio. Lo enciendo y me concentro en ella.
—¿Te acuerdas de lo que leías? —Puede recordar mucho más de su
pasado que del presente. Quiero que siga hablando, para mantenerla feliz
y como era antes por todo el tiempo que pueda.
Alcanza de nuevo la fotografía y la estudia. —Oh, tenía que ser The
Group —me dice—. Lo leíamos todas mis amigas y yo. Me sorprende que tu
abuelo se vea tan feliz aquí. Ese libro me hizo enojarme tanto con él.
Bueno, con todos los hombres. —Le envía un guiño a mi madre y agrega—:
Es un milagro que nacieras el año siguiente.
Mi madre se ríe. —A juzgar por la frecuencia con que me bloqueaban
la puerta de su habitación, es más que un milagro que solo tenga dos
hermanos.
—¿Cómo era en aquel entonces? —pregunto—. Citas, quiero decir. O
relaciones. ¿Tenías un montón de amigos solteros? —Quiero preguntar si
siempre ha sido así, confuso. Estimulante.
Niega con la cabeza. —Todos nos casamos jóvenes. A tu edad más o
menos. Pero tal vez eso era un poco como tener citas.
—¿Qué quieres decir?
—Me tomó mucho tiempo conocer a tu abuelo —dice—. Éramos
prácticamente extraños cuando nos casamos, pero eso es lo que se hacía.
Querías a alguien, y luego te casabas con él. Si tenías suerte, te
enamorabas.
219
—No sé si esa es la experiencia de todos —dice mi madre.
—Quizá no. —Toma de nuevo las fotografías, cierra la caja y me las
da—. Hay un rollo de película allí —dice—, es de la marcha.
—Jesús, Nana. —Yo prácticamente comienzo a babear—. ¿Tienes la
película de la marcha en Selma aquí?
Asiente. —Creo que es el día en que me enamoré de tu abuelo. Me
refiero a enamorarme realmente.
—¡Tú ya estabas embarazada de mí! —exclama mi madre.
—¿Qué pasó ese día? —pienso en Ethan, porque no puedo dejar de
pensar en él, porque tengo que salir en —reviso el teléfono— siete minutos
para recogerlo y porque de repente me veo en el futuro, estando con mis
propios hijos. ¿Estaré diciendo historias sobre él? ¿Estoy enamorada de él?
No lo sé. Solo sé que quiero verlo, sentarme con él, respirar el mismo aire.
Bueno, tal vez atacarlo como a un bufé caro.
—Así que, ¿estabas embarazada cuando tú y el abuelo marcharon en
Selma?
—Sí. De unos seis meses.
—¿Qué te hizo enamorarte del abuelo ese día?
Pasa la mano por el borde de la caja, con expresión soñadora. —Un
policía me tiró al suelo por accidente, y tu abuelo se volvió loco y lo atacó.
Agarró el bastón de mando de la mano derecha del oficial y golpeó al
hombre con eso.
—¿Sí? —No puedo unir la sonrisa perezosa y dulce en la fotografía
con un hombre que había atacado a un oficial de policía.
—Sí y consiguió quince puntos de sutura como consecuencia —
dice—. Pero lo conoces. Puede ser impetuoso.
La ansiedad crece por su uso del tiempo presente, pero no la corrijo.
—Creo que todos podemos.
—Stan se encontraba tan enojado conmigo ese día. Quería que me
quedara en casa porque sabía que sería peligroso. Pero habíamos estado
trabajando codo a codo con todas las otras personas en la oficina de la ley
para organizar y ayudar a hacer algo acerca de la terrible situación en el
Sur. Y yo era ingenua. A pesar de que vi la noticia, no creía que harían
nada. Supongo que no creía que le harían daño a una linda chica judía de
Nueva York.
Imagino a las multitudes y el caos, imagino a mi abuelo como un
hombre joven tan lleno de proteccionismo y rabia para enfrentar con un
escudo y bastón de mando a un oficial en uniforme antidisturbios.
—Me recogió y me llevó lejos de la multitud, embarazada de seis
220
meses y pesada en aquellos días. —Toca su sien—. La sangre le brotaba de
su cara donde lo golpearon. Y él se veía como… como si habría matado a
cualquiera que se metiera en su camino, policía o no. Creo que podría
haber atravesado una pared si eso significaba mantenerme a salvo.
—Puedo ver por qué te enamoraste de él. —Una vez más pienso en
Ethan, en cómo me levantó, sin ser un peso ligero, y me llevó a su sala de
estar. Y pienso en lo justo y leal que es. Él haría lo que hizo mi abuelo. Lo
sé.
De repente, no puedo esperar un minuto más para verlo.
Apago mi cámara. —Tengo que llegar al aeropuerto —les digo a Nana
y a mi mamá.
—¿Quieres traer a Ethan para la cena? —pregunta mi mamá, pero
me muestra su sonrisa peculiar, y sé que me está tomando el pelo, que ella
sabe, como siempre, lo que está en mi mente.
—Um, tal vez otra noche —digo y le doy un beso en la frente. Luego,
beso y abrazo a Nana—. Me alegro de que te enamoraras —le digo.
Entonces corro hacia la puerta.
46
Traducido por NattiQuiroga
Corregido por Daniela Agrafojo

Ethan
Veo el Prius de Mia justo cuando ella abre la puerta y sale de este.
Salta a mis brazos, y mi abrigo de lana cae de mis hombros mientras la
atrapo. La beso y siento que el mundo desaparece.
Somos oficialmente el cursi encuentro de pareja en el aeropuerto, y
no me importa.
Estoy consumido por ella. Sintiendo su cuerpo contra el mío, oliendo
221
el limpio aroma floral de su cabello, saboreando su suave y hambrienta
boca bajo la mía. Todo se trata de ella, y solo un tsunami podría traerme
de nuevo a la realidad.
O un asistente de cumplimiento del estacionamiento de LAX.
—¡Llévenlo a otra parte! ¡Estoy a tres segundos de darles una multa
y tener ese Prius remolcado!
Después de hablar con Alison esta mañana y decirle sobre Mia tan
amablemente como pude, decidí viajar solo. Ahora Alison esta herida, lo
que contradice nuestro propósito de seguir adelante, pero ya no puedo
priorizarla. Ese lugar está ocupado.
—Hola —dice Mia, sonriéndome—, ¿a dónde?
Siento como si por fin puedo mirarla sin tratar de esconder nada.
Por fin puedo mirarla como si fuera mía. Se ve increíble en sus vaqueros
ajustados descoloridos y suéter morado. Es un cambio de la ropa de
trabajo en la que estoy acostumbrado a verla. Sexy en una manera que me
hace pensar en largas tardes en la cama. Lo que va a pasar pronto y
seguido. Mi vida acaba de volverse jodidamente genial.
—¿Te importa si paramos en la oficina? —Lanzo mi abrigo en el
asiento trasero—. Necesito tomar algo.
Con Las Vegas a solo días de distancia, mis preparativos para la
feria están casi finalizados. Necesito recoger el cheque para Zeke, el pago
final por el juego virtual de Boomerang.
La sonrisa de Mia titubea.
—¿Qué pasa, Rizos? ¿Trabajo no es lo que tenías en mente?
Sacude la cabeza. —No, eso suena genial.
Tomo su mano, evitando que se deslice en el asiento del conductor.
—¿Te importa si conduzco?
—Seguro. Pero… ¿Por qué?
—Medidas de seguridad. Es la única manera en la que seré capaz de
mantener mis manos lejos de ti por la siguiente media hora. —Me inclino y
beso su mejilla antes de que pueda replicarme y agarro las llaves de sus
manos.
—¿Cómo estuvieron las cosas en casa? —pregunta ella, saltando al
asiento del pasajero.
—Embriagador en parte, pero también esclarecedor. —Salgo del
aeropuerto, y caemos en una conversación fácil. La digo sobre mi noche de
viernes desastrosa, y sobre cómo ha cambiado Chris. Luego le pregunto
por su fin de semana y me cuenta sobre Nana, y así vamos de ida y vuelta,
poniéndonos al día. Cuando le digo sobre la visita de Matt, Mia deja caer 222
su cara entre las manos.
—Oh, Dios. ¿Así que tu familia y tu entrenador anterior saben que
sacudiste mi mundo? —dice, con voz amortiguada.
—Sí, pero fue un accidente.
Levanta la mirada. —Creo que nunca me había avergonzado ante
completos extraños a esta escala. Ni siquiera por el amor al arte.
—Bueno, en realidad no son completos extraños. —Le he contado
mucho sobre mis padres y Chris. A pesar de los baches que hemos tenido
en las semanas pasadas, Mia sabe más sobre lo que está pasando en mi
vida que Alison, o siquiera Jason—. Y ahora saben mucho de ti. La cena de
la noche del sábado prácticamente fue una conferencia sobre Mia Galliano.
Sonríe. Comienza a decir algo, luego parece que cambia de parecer.
—Me alegra que vieras a tu entrenador —dice en su lugar; su voz suave
con sinceridad.
—Gracias. —Nos quedamos callados por unos momentos. El silencio
es cómodo, lleno solo con los sonidos suaves del camino. Luego me doy
cuenta que quiero decirle más.
—Nunca había notado cuanto me ha influenciado hasta este fin de
semana. Matt siempre está tratando de sacar lo mejor en los demás, fue
muy evidente para mí, y eso me hace pensar que tal vez saqué eso de él,
¿sabes? Tal vez recogí eso de su persona, o quizá ya era una parte de mí y
él solo la reafirmó, como un entrenador. Como alguien a quien tenía que
escuchar.
—Esa es la parte esclarecedora de tu fin de semana —dice; más una
declaración que una pregunta.
Asiento.
Mia descansa su cabeza contra el asiento y me mira por unos pocos
segundos. Luego sonríe. —Eso es fantástico, Ethan. —Su mirada se mueve
hacia el parabrisas y parece pensativa—. Nana es igual para mí, creo —
dice después de un rato—. Como que mantiene nuestra historia familiar.
Pero es más que eso. Fue parte de un gran movimiento, algo esencial para
donde estamos hoy. Creo que esa es la razón por la que quiero tanto hacer
este documental. Ella me inspira, y siempre quiero ser moldeada por ella.
No quiero que su influencia en mí se vaya nunca.
Sacude apenas su cabeza, como si hubiera dicho demasiado, pero
podría oírla hablar de esta forma todo el día. Es inteligente y divertida, y
más caliente de lo que debería ser legal, pero hay un alma vieja en su
interior. Quiero proteger esa parte de ella. Quiero montar guardia en frente
para que siempre esté a salvo.
—¿Quieres oír la mejor parte de mi fin de semana? —pregunto. 223
Sonríe. —¿Cuál es la mejor parte de tu fin de semana?
—Hay un par, de hecho: pensar en ti. Recibir tus mensajes. Que me
recojas en el aeropuerto. Justo ahora… —le sonrío—. ¿Ves algo en común?
Poner ese tipo de cosas ahí tan francamente es algo nuevo para mí,
pero se siente natural con ella. Y vale más la recompensa.
Mia suelta un poco su cinturón de seguridad y se pone de rodillas.
Se inclina sobre el centro de la consola y besa mi mejilla. Luego se cierne
sobre mi oreja, y cuando habla, siento su tibio aliento—: Si eres tan fácil
de complacer, entonces tu fin de semana se va a poner mucho mejor.
Todavía tenemos unas pocas horas.
Giro y la beso, arreglándomelas para robar una probada antes de
tener que mirar de nuevo a la carretera.
—Tenías razón —dice. Veo una chispa de deseo y sorpresa en sus
ojos antes de que se acomode de nuevo en su asiento—. Realmente somos
un peligro en la carretera.
—Lo tenía cubierto, Rizos. —Alcanzo su mano. Se siente tan suave y
pequeña comparada con la mía—. Nunca te hubiera puesto en peligro.
—Aun así —dice—. Besarnos mientras vamos a setenta kilómetros
por hora es una mala idea.
—Discrepo. Las peligrosas sesiones de besuqueo contigo hacen que
mi vida tenga significado.
—Me parece bien, pero, ¿deberíamos tratar de no hacerlo?
—Lo hacemos o no. No hay intentos.
—¿Es ese uno de los dichos de Matt? —pregunta, sonriendo.
La miro como si estuviera conmocionado. —¡Rizos, sabes que ese es
Yoda! —Lo que es cierto, lo sabe—. Y te denominas una estudiante de cine.
—Lo sé. Soy una vergüenza —dice—. Entonces ¿vamos a hacerlo o
no?
—¿Bromeas? —Inclino la cabeza, señalando en mi dirección—.
Vuelve aquí.
Mia se ríe. Luego se inclina sobre sus rodillas, y nos besamos otra
vez.

224
Media hora después, entramos a las oficinas de Boomerang. Es
domingo en la noche, con solo la mitad de las luces encendidas y las
extensas ventanas oscuras; está inquietantemente tranquilo y oscuro.
—Le pedí a Rhett que abriera para mí. Vendrá luego para cerrar —le
explico mientras hacemos nuestro camino a su oficina. No me molesto en
encender las luces; hay suficiente luz entrando por las paredes de cristal, y
solo nos quedaremos un minuto.
El cheque para Zeke descansa en el teclado de Rhett, justo como él
prometió.
—¿Qué es tan urgente que no puede esperar a mañana? —pregunta
ella, subiéndose al borde del escritorio.
—No es la urgencia. No podíamos arriesgarnos a cortar el cheque en
horas regulares. Rhett vino tarde el viernes por la noche para hacerlo. —Le
había dicho de la situación con el juego virtual y Cookie, así que ella sabe
porque teníamos que hacerlo de esta manera—. Zeke y yo conduciremos a
Temecula mañana para revisar el juego antes de que lo envíen a Winning
Displays. Desde ahí será llevado a Las Vegas con el resto del stand. —
Levanto el cheque—. Pero necesito pagarle.
—Ah —dice ella—, lo entiendo. —Pero su expresión se nubla con
preocupación y sé por qué.
Dejo el cheque en el escritorio y me paro frente a ella, tomando su
cara entre mis manos. —Esta cosa con Boomerang —digo, mirándola a los
ojos—. La competición por el trabajo… lo solucionaremos.
Después de esta artimaña que estoy llevando a cabo, sé que voy a
perder el trabajo de cualquier manera, y no me importa. Sé cuanto quiere
Mia hacer la película de Nana, y no veo cómo su ganancia puede ser mi
pérdida.
—Pero, Ethan, yo…
—Estará bien, Rizos. Lo prometo. —Inclinándome, rozo mis labios
con los suyos. Intento que sea un beso ligero, pero la boca de Mia es firme
e insistente. Su lengua se desliza entre mis labios. La jalo hacia mí, y como
el strike de un juego, estoy duro por ella.
—Ethan —jadea, y presiona sus caderas contra las mías.
La levanto, y sus piernas se envuelven a mi alrededor, uniéndose en
mi espalda. Mi lengua se desliza en su boca y sus brazos se estrechan
alrededor de mí. De pronto, la imagino acostada en este escritorio,
desnuda, rodeándome con sus piernas justo como ahora. Yo, enterrado
dentro de ella.
225
—No puedes tentarme así, Mia
—¿Por qué no?
Las luces de la oficina se encienden, y el brillo es cegador. Un crudo
instinto me quema, y pongo a Mia detrás de mí con un movimiento rápido.
Cookie se para en la puerta, golpeando con su pie.
—En realidad —dice—, puedo pensar en unas cuantas razones.
47
Traducido por florbarbero
Corregido por Miry GPE

Mia
La luz en la oficina es lo suficientemente brillante como para dorar la
carne de mis huesos, pero ni de cerca tan intensa como la mirada de
disgusto que Cookie dirige hacia mí. Mi mente tarda una eternidad en
procesar el hecho de que fuimos atrapados. Por la peor persona posible.
En la tierra.
Entra a la oficina y cierra la puerta tras ella. Inmediatamente, se
226
siente como si el lugar estuviera quedándose sin oxígeno. Mi garganta se
cierra, y cada parte de mí está sudorosa.
—Cookie —empiezo a decir, pero se fija en Ethan.
Sonriendo, dice—: Bueno, en primer lugar, estás despedido.
Oh, Dios. —¡No! —exclamo—. Eso no es…
—Oh, lo es —dice con una sonrisa satisfecha en su cara—. Justo,
quiero decir. Eso es lo que ibas a decir, ¿verdad?
—Si quieres saber lo que ella quería decir, entonces déjala hablar —
dice Ethan. Se encuentra allí, sereno y erguido. Puedo sentir la ira en su
cuerpo. Y sé que soy la causante.
Cookie se apoya contra la puerta, cruzando los brazos. Su expresión
lo reta a cavar un agujero más grande. No puedo dejar que lo haga.
—Escucha —intento de nuevo.
—No necesito ninguna explicación, Mia —dice Cookie, aunque su
mirada apenas se dirige en mi dirección. Por una vez, no dirige su ira
hacia mí, pero el frío en sus palabras es mucho, mucho peor—. Solo
necesito que ambos se vayan. Y necesito no ver al señor Vance nunca más.
Parece bastante simple.
—¿Por qué solo Ethan? ¿Por qué no…?
—Bien —interrumpe él—, pero contéstame algo primero.
—No estás en condiciones de realizar una solicitud.
—¿Cómo te enteraste de Alison?
Todo mi cuerpo se calienta, y mi boca se seca como el Sahara.
Extiendo la mano para tocarle el brazo, pero cuando hago contacto se
mueve, metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones.
—Hablas como un loco paranoico —dice Cookie—, lo sabes, ¿verdad?
—Cierto. Yo soy el loco. No soy el que se entrometió en la vida de
otra persona para tratar de sabotear su carrera.
Ella suelta un bufido. —¿Qué carrera? Eres un interno. Nunca ibas a
ser otra cosa.
El rubor se arrastra hasta su cuello, y da un paso adelante. Cookie
se encoge, como si la asustara que él la golpee.
Esto es horrible. Tengo que ponerle fin. —Por favor, escucha…
—Y te asegurarías de eso, ¿no es así? —dice Ethan—. Te encanta
jugar a ser Dios, ¿verdad? Una vez que te cansaste de amenazar a Paolo y
Sadie, ¿por qué no pasar a mí?
—Tienes una visión exagerada de tu importancia —dice Cookie—. Y
227
tienes suerte de que solo te despido. Debería hacer que te arresten.
—¿Arrestarme? ¿Por qué?
Se acerca a la mesa y arrebata el sobre con el cheque de Rhett en su
interior. —A ti, ¿cómo te suena malversar diecisiete mil dólares?
Él ríe, y es un sonido crudo y brutal. —Vamos. Eso es débil, incluso
para ti.
—Es una locura —protesto—. Él no malversó. Trataba de hacer un
buen trabajo para Adam y los inversionistas.
—A los inversionistas no les importa lo que un par de internos tienen
que decir sobre cualquier cosa. Ahora vete.
Ella se dirige de nuevo a la puerta y la abre.
—Espera —digo. Mi pulso corre por mis oídos, fuerte como el rugido
del mar—. Despídeme si tienes que despedir a alguien. No es culpa de
Ethan. Soy la que se metió con las configuraciones de Boomerang.
—¿Qué? —dice él—. Mia, no tienes que…
—Lo sé —digo, todavía incapaz de mirarlo, pero queriendo hacerlo,
desesperadamente—. Es tonto. Debí decir algo antes. Iba a hacerlo, pero…
—Pero no podías saber que Alison era mi ex. Cómo…
—No lo sabía —digo. Por fin, lo miro, su expresión es tan confusa y
profundamente herida como temía—. Estaba... celosa y fui estúpida, traté
de elegir a alguien que pensé odiarías.
Levanta una ceja, y me da una mirada dura, penetrante. —¿En
serio? ¿De todas las chicas en el sistema de Boomerang, simplemente
encontraste a Alison?
—Sé que suena loco, pero sí.
—¿Y luego dejaste que me comportara como un estúpido delante de
Frosty aquí presente? —Sacude su pulgar hacia ella—. ¿No pensaste que
sería buena idea decirme esto antes de que cometiera un suicidio
profesional?
No podía soportar que Cookie escuchara todo esto, viéndola parada
en ángulo contra la puerta de nuevo, con una expresión de diversión en su
rostro. La que le generábamos Ethan y yo.
—Vamos a hablar de esto en otro lugar, ¿de acuerdo?
—¿Sabes qué? —Su tono es quebradizo como hojas secas—. Estoy
bien.
—¿Qué significa eso?
Camina hasta Cookie y arranca el cheque de su mano. —Le pagaré a
mi proveedor porque él hizo el trabajo. Si deseas llamar a la policía, 228
entonces llama a la jodida policía. —Agarrando el pomo de la puerta, él le
da una mirada para que se atreva a evitar que se vaya.
—Ethan, espera.
—Voy a caminar a casa —dice—. Hablaremos más tarde.
Mi estómago se retuerce por sus palabras. Arruiné la noche. Tal vez
arruiné todo.
—Ethan, es demasiado lejos. Deja que te lleve.
Pero ya se encuentra fuera de la puerta y no me oye. O lo hace, y me
ignora. Me vuelvo hacia Cookie, y me recibe con una mirada
impasiblemente serena.
—Vas a venir a Las Vegas, y configurar ese stand —me dice—. Y más
vale que sea lo mejor que hayas hecho.
—¿O qué? —pregunto. De repente, este trabajo se siente como nada
para mí. Solo quiero golpear a Cookie en la garganta e ir a arreglar las
cosas con Ethan—. No puedes despedirnos a ambos.
—Por supuesto que puedo —dice, pero hay un atisbo de duda en sus
ojos.
No me importa si me cuesta el trabajo. Tengo que encontrar alguna
manera de redimir esta noche. No para mí. Me importa un bledo. Pero no
puedo ser la responsable de que Ethan pierda esta oportunidad. No puedo.
—Las Vegas es en cinco días —le recuerdo—. Y nos guste o no,
Adam confió a dos internos el trabajo más crítico de la convención.
—Una decisión que cuestioné desde el principio. —Resopla—. Pero
estoy segura que podemos manejarlo muy bien sin ti.
—Está bien. Vamos a probar esa teoría. —Literalmente, parece que
mis entrañas tiemblan. Me aterroriza que descubra mi engaño—. Seguro
que tienes tiempo para hacer una presentación personalizada totalmente
nueva, ¿verdad? O tal vez puedas sacar la vieja del almacenamiento. Estoy
segura que a Adam le encantaría ver eso de nuevo.
—¿Quién te crees que eres?
La ignoro. —Y estoy segura que Paolo, Sadie y Pippa se sentirán muy
felices de ayudarte con el lado creativo, ya que siempre fuiste tan buena
con ellos.
Forma puños con sus manos, y trata de destriparme con la mirada,
pero no me importa.
—Bien —dice—. Te veré en Las Vegas.
Eso no es lo suficientemente bueno. Ese no es el punto de todo esto. 229
—Nos verás a ambos, querrás decir.
Me mira, y la miro. Estoy bastante segura que otra era del hielo se
desarrolla mientras permanecemos allí, con la mirada fija.
—Buenas noches, señorita Galliano —dice, y sé que gané.
Cookie se gira y apaga el interruptor de la luz, dejándome solo con el
resplandor de las luces empotradas del pasillo. La veo salir; su piel con
una palidez fantasmal y la postura erguida como una vara.
En el estacionamiento, corro hacia el auto y abro la puerta con
brusquedad. Sentándome detrás del volante, siento ganas de llorar. ¿Qué
pasó con esta noche?
Arranco el auto y me dirijo a la carretera principal. En poco tiempo,
encuentro a Ethan, corriendo a lo largo del arcén.
Colocándome junto a él, bajo la ventanilla. —Ethan, espera —le
grito, tratando de no chocar o atropellarlo—. Cookie nos dejará a ambos ir
a Las Vegas. Le dije que no iría si tú no vas.
Mete las manos en sus bolsillos, pero no me mira. —Genial.
—Lo es, ¿verdad? —Me desvío un poco—. Ethan, ¿podrías entrar en
el auto? Voy a matarte o a mí, tratando de hablar de esta manera.
Finalmente, se detiene y se gira hacia mí, así que freno de golpe, casi
rompiendo mi propia nariz con el volante.
—¿Entrarás?
Duda por un momento, pero luego abre la puerta y entra al auto.
Cada parte de mí se anima, solo por tenerlo conmigo de nuevo.
Pongo mi mano sobre su hombro, y me permite tenerla allí, pero sus ojos
se quedan fijos en el parabrisas delante de él.
—No estás despedido —intento.
—Sí, lo oí.
—Pero... Eso es bueno, ¿verdad?
—Como dije, es genial.
Todo esto es tan jodido y malo que es todo lo que puedo hacer es no
salir del coche y caminar por mi cuenta. Duele tenerlo sentado allí, y que
todo el calor y la conexión entre nosotros esté destruida. Y duele más
saber que es cien por ciento mi culpa. —Yo... lo siento, Ethan. No quise
que nada de esto sucediera. Solo fui... —¿Qué, Mia? ¿Estúpida? ¿Egoísta?
Las palabras se sienten demasiado pequeñas para contener todo lo que
quiero decir—. Tienes que creer que nunca quise esto.
—Está bien, Mia —dice, en un tono que sugiere todo lo contrario—.
Llévame a casa.
230
48
Traducido por Jeyly Carstairs.
Corregido por Lizzy Avett’

Ethan
Rhett y yo nos registramos en el Mirage a las once de la noche, que
es el equivalente a la hora feliz en el tiempo de las Vegas.
—¿Deberíamos conseguir algo de comida primero? —pregunta Rhett
—. ¿Luego jugar un poco de blackjack?
Esta es nuestra única noche “libre”. El salón de la convención se
abre a los expositores en la mañana. Tenemos el día para instalarnos 231
antes de que la exhibición comience el lunes por la mañana.
—No tengo hambre —digo—. Solo vayamos a tomar un trago y a
jugar.
Rhett me da una mirada.
He estado recibiéndolas mucho esta semana.
Nos desviamos hacia un bar, y ordeno un Jack con coca cola. Rhett
consigue una cerveza, pero cuando llegan nuestros tragos, no nos vamos
al casino. Ni siquiera hablamos de eso, solo nos quedamos en el bar.
Pienso que he hecho un tonto de mí mismo. Tomé un riesgo. Confié
en una chica de nuevo; y fui engañado otra vez. Estoy enojado conmigo
mismo por cometer el mismo error. Odio aún más que entiendo las razones
de Mia para hacer lo que hizo. Tan solo recordar a RobbyLPF y el otro tipo,
Brian, me dan ganas de golpear a alguien. Tampoco quería que fuera a
esas estúpidas citas.
No estoy enojado porque haya traído a Alison de nuevo a mi vida.
Funcionó bien. Obligándome a aceptar lo sucedido en mi pasado. Y no
puedo culpar a Mia por ser la razón por la cual no voy a conseguir este
trabajo. Independientemente de cómo comenzó, soy yo el que se enfrentó a
Cookie esa mañana, y luego fui tras sus espaldas con el videojuego.
No puedo asegurar por qué estoy enojado. ¿La maldita política de la
oficina de no salir? Tal vez nada de esto hubiera pasado si solo hubiera ido
tras Mia como quería desde un principio.
—El juego virtual será impresionante, Ethan —dice Rhett, para
romper el silencio.
Me sorprende escucharlo llamarme por mi nombre completo, ya que
ahora por lo general me llama “E”. Eso me molestó hace unas semanas,
pero ahora no puedo imaginarme por qué.
—Tal vez fuiste rebelde —continúa—, pero Adam aprecia a los
innovadores. Él va a estar más impresionado por tu iniciativa que enojado
contigo por el enfrentamiento con Cookie.
Él no tiene idea de lo que pasó entre Mia, Cookie y yo en la oficina el
domingo por la noche. Hasta dónde puedo decir, no lo sabe nadie más que
nosotros tres.
—No me importa lo que piense —digo, pero es mentira. Estoy aquí
porque me importa. Estoy aquí porque termino lo que empiezo, y porque
todavía quiero el trabajo. No quiero que pierda Mia, pero perder tampoco
es una opción para mí. No sé donde me deja eso. O a nosotros.
—No lo dices en serio —dice Rhett; su intuición da en el clavo como
de costumbre.
232
Pero mi orgullo no me deja concederle la razón, así que me encojo de
hombros y tomo un largo sorbo de mi trago. Entonces cuadro mis hombros
y me concentro en estar aquí. En este momento.
La ciudad del pecado está funcionando a toda máquina esta noche.
El ambiente que nos rodea cargado con la promesa de dinero y sexo.
Hombres de negocios. Escoltas profesionales. Despedidas de
solteros. Fin de semana de chicas. Todos están aquí para dejarse llevar, y
eso está próximo. Puedo sentirlo en el aire. En unas dos horas, las últimas
delgadas capas de su fría reserva se romperán bajo la presión de las
montañas de deseo contenido.
Mi mirada se arrastra a la chica de cabello oscuro, con un vestido
negro que entra al bar.
Mia.
No me sorprende verla entrar con Sadie y Paolo. Todos nos estamos
quedando aquí, era solo cuestión de tiempo antes de que apareciera.
Esta semana he hecho un trabajo espectacular al evitarla.
El lunes pasé el día en el almacén del proveedor del juego.
El martes estuve en Winning Displays revisando el diseño del stand.
El miércoles ella fue allí para hacer lo mismo con su diseño.
El jueves trabajé en la sala de conferencias.
Y el viernes llegué a la oficina a las de seis de la mañana, me fui a
mediodía, y trabaje el resto del día desde mi apartamento.
Donde fallaba era cada maldita noche, cuando miraba su foto en mi
teléfono.
Rhett se despegó de mi lado y se unió a Sadie y Paolo en una mesa
alta del bar. La forma en que ellos hicieron esto, tan deliberadamente, me
hace preguntarme si me equivoqué al creer que nadie sabía lo que pasó.
Es obvio que todos piensan que Mia y yo tenemos que hablar.
—Hola —dice Mia, uniéndose a mí.
Me giro hacia la barra y descanso los codos sobre ella. —Oye.
—No te he visto mucho.
—He estado ocupado preparando esto y con las prácticas. —Me
quedo mirando las botellas de licor iluminadas en la parte de atrás de la
barra mientras respondo. No quiero mirar sus ojos verdes. No quiero ver la
tristeza que sé voy a encontrar allí.
—Bien —dice—. Tiene sentido. Como… um… ¿Cómo te fue con
Parker esta semana? —pregunta después de un momento.
Mis prácticas con el equipo fueron los únicos momentos destacables
de mi semana, y quiero hablarle al respecto. Quiero contarle que Parker es
233
un niño diferente; ahora Tyler y él son como un dúo imparable. Raylene
viene a cada práctica, y ella y Rhett se han transformado en una genial y
normal pareja, ayudándose a madurar mutuamente. Rhett suda menos
ahora, quiero decirle. Y Raylene ya no es una maniaca. Es en realidad muy
agradable.
Pero no le dije nada de eso.
—Bien —digo—. Está adaptándose.
En mi visión periférica, la veo asentir, pero tengo la sensación de que
se da cuenta lo mucho que no le estoy diciendo. Ella arrastra una silla y se
sienta. Ordena una bebida al camarero cuando él vuelve a pasar.
Entonces permanecemos allí por largos minutos, bebiendo nuestros
tragos, y mi corazón late con fuerza solo por estar cerca de ella.
—Desearía que hablaras conmigo.
La enfrento. —Eso es lo que yo pienso también, Mia. ¿Por qué no
dijiste algo después de esa primera cita con Alison? ¿Por qué dejaste pasar
tanto tiempo?
—Porque me asusté —dice, pero sale como si estuviera enojada—.
Por un tiempo, parecía que todo lo que teníamos eran razones para no
estar juntos. La competencia por este trabajo… Las reglas. La forma en
que comenzó, como una aventura de una noche que ni siquiera podíamos
recordar. No quería añadir nada más. Una razón más para separarnos.
Entonces empezaste a salir con ella de nuevo, y yo…
—No estaba saliendo con ella de nuevo.
—Eso es lo que parecía. Fuiste a citas con ella. Fuiste a Colorado con
ella. Tú y yo… no hemos hecho nada juntos que realmente eligiéramos.
Me doy cuenta de que es verdad. La primera noche, casualmente,
estuvimos juntos en Duke’s después de reunirnos con Adam. La segunda
vez que nos besamos, en el estudio de su madre, mi presencia allí fue una
coincidencia. Lo de trabajar juntos sucedió por casualidad. Incluso en este
momento, es una coincidencia.
Una sensación de picazón se extiende sobre mi piel, y siento que no
me reconozco. Mi brújula interna está girando. He perdido el norte.
Siempre he ido tras lo que quiero, pero no lo he hecho con ella. No
creo tampoco que haya hecho eso por mí.
Estoy luchando por este trabajo y por mi futuro. Por dinero, así
puedo pagar mis préstamos e ir a la escuela de leyes, pero algo se siente
mal, y no puedo ver lo que es. Es como si mi vida estuviera borrosa y fuera
de foco.
—Siento interrumpir su silencio conmovedor —dice Paolo, uniéndose 234
a nosotros—, pero acabo de recibir un mensaje de texto de Mark. Adam
está en llamas en las mesas de blackjack. Supongo que ya pasó los veinte
mil y solo ha estado sentado allí por diez minutos. Esa es una situación
digna de ver. Al menos en mis libros. ¿Qué hay acerca de los suyos?
—Claro. Cuenta conmigo. —Mia me mira y la esperanza brilla en sus
ojos. No hemos terminado con nuestra conversación, y eso no va a suceder
ahora, con Rhett, Sadie y Pippa de pie a nuestro lado.
—Estoy bien —digo—. Tal vez los alcanzo más tarde.
—Está bien —dice Mia; sus ojos apagándose. Se va con Paolo, Sadie
y Pippa. No la veo irse, pero siento que se desvanece la emoción de estar
con ella.
Rhett toma el asiento que ella acaba de abandonar. —Estás siendo
contradictorio esta noche, E.
Le sonrió.
—Es cierto —dice, sonriendo—, sigues diciendo cosas que son todo
lo contrario a lo que quieres decir. Porque no querías jugar, y no estás
“bien” y también dudo que vayas a reunirte con ellos más tarde.
—Contradictorio, ¿eh? —Me tomo el resto de mi trago—. Bueno, en
ese caso, me encanta la forma en que te entrometes en mi vida privada,
Rhett. No me dan ganas de golpearte así logro que cierres la boca.
Se ríe, y luego ordenamos otro trago, y decido que encontrar un
cómodo adormecimiento sea mi propósito de esta noche. Tal vez si lo hago
lo suficientemente bien, no voy a mirar la foto de Mia cuando regrese a mi
habitación.
Porque no quiero hacer eso.
Eso lo dice el Hombre Contradictorio.

235
49
Traducido por Dannygonzal
Corregido por Karool Shaw

Mia
Solo Las Vegas tiene un hotel que exhibe pasillos que resplandecen
con neón y alfombras con un dibujo estampado que se parece a alguien
alimentando a un tigre en una trituradora industrial. El tecno suave oscila
bajo la constante oleada de conversaciones interrumpidas por ráfagas de
risas chillonas que hacen tensar todo mi cuerpo.
Por supuesto, ya estoy nerviosa, no solo porque soy la responsable 236
de unir mi parte de la exhibición —con ayuda de Paolo, gracias a Dios—,
sino porque tengo que pasar todo el día trabajando lado a lado con Ethan,
actuando como si estuviera perfectamente bien con el hecho de que no
hemos hablado desde que lo arrinconé ayer en el bar. Todo sigue mal. Pero
ahora me encuentro aquí, y determinada a hacer el trabajo que Adam me
encargó.
Todos nos rodean; las personas mueven exhibiciones elaboradas en
su lugar, colocando carteles de vinilo a gran escala, juntando plataformas,
levantando los estantes. Y parece que en cada uno de los otros stands,
alguien está teniendo un intenso ataque de nervios.
Cerca, un hombre con cabello dorado y un traje gris metalizado
brillante se mueve de atrás hacia adelante con el celular pegado a su oreja
y con la cara lo suficientemente roja como para hacerme mirar en busca
de los primeros auxilios. —Ordené las pirámides cromadas de tres metros,
y me enviaste estos insignificantes malditos estantes. —Se aleja y sostiene
su teléfono para capturar el par de estanterías triangulares que hay allí,
tan altos como mis hombros—. De verdad —dice—, ¿estás viendo esta
mierda?
Justo entonces, un sonido devastador y desgarrador divide el aire, y
volteo para ver a dos chicas altas de mi edad, usando vestidos que parecen
recientemente rociados en sus cuerpos. Cada una sostiene la mitad de un
cartel cubierto de corazones, ahora rasgado eficientemente en dos.
—Jesucristo, Amy —chilla una de las mujeres, la de cabello rojo, y
tira su lado del cartel—. ¿Qué hiciste?
—¿Qué hice? ¡Te dije que dejaras de jalarla!
—Este lugar es una locura —murmura Paolo y desdobla un esquema
del espacio cavernoso.
—De nuevo, ¿cuál es el número de nuestro stand? —pregunto como
por sexta vez.
—Estamos —consulta el esquema—, en los primeros, justo entre el
bar y los baños. Número treinta y tres.
Alguien casi nos golpea con un gran telón rodante de hombres en
trajes militares y un letrero que dice: “El amor es un campo de Batalla”, lo
que para mí se siente como una aproximación discutible, pero oye, no soy
su practicante de publicidad.
Al fin, localizamos nuestra exhibición, e incluso desde aquí, puedo
verla perfectamente. Formado como un boomerang con las partes de atrás
juntas, casi con un efecto de yin yang, con la pared curvada y el piso de
Ethan de un negro profundo y brillante, y el mío de un blanco brillante.
Las pantallas LCD alineadas en un estante angosto recorren su lado, y se 237
dirigen hacia una pantalla alta con una consola frente a ella, que sé, pasa
el juego de boomerang que encargó él. Un mensaje se desplaza una y otra
vez en cada pantalla: En el juego de las citas, juega para ganar.
Mi lado es más sencillo, con mesas de cafés, sillas cómodas y una
pantalla de proyección curvada que ocupa casi toda la longitud de mi
pared. Voy a ejecutar un video en bucle que edité con todo el material que
tengo de los empleados de Boomerang, de mis amigos y vecinos, de Paolo y
Beth representando unas “citas” frente a la pantalla verde que Brian me
ayudó a convertir en una cena en un café parisino, un día de campo en
Central Park y, solo porque sí, un banquete Marroquín, con carpas finas
ondeando al fondo y además un cielo estrellado bajo la luz de la luna.
En cada mesa cubierta de seda, se pusieron un par de tabletas,
donde los clientes pueden acceder a la página de Boomerang, crear
perfiles, incluso competir por un año gratis de membrecía. Más que nada
quería que se sintiera intimidad y sensualidad aquí, y recordarles con mi
película la gran y bonita aventura que puede ser una cita.
Mientras que no seas yo.
—¡Ethan, semental! —exclama Paolo, y trota los últimos metros
hacia la exhibición para darle un abrazo de hermanos, que consiste en
medio apretón de manos y medio golpe de pecho.
Mis propios pasos son lentos, y Ethan me mira. Sonrío y sonríe, pero
no nos creo a ninguno de los dos.
Luego se aleja y comienza a discutir con Rhett, a quien ahora veo
sobre sus manos y rodillas en el suelo, conectando cables en una cadena
de extensiones ordenados.
Rhett me ve, se pone de pie, y se quita el polvo de las manos. —
¿Cómo va todo, Mia? ¿Estás lista para sacudir el mundo de Adam?
Todo mi cuerpo se pone frío, y le doy una mirada a Ethan. ¿Le dijo a
Rhett sobre mi mensaje?
Pero Ethan me sacude la cabeza de manera sutil, como si estuviera
leyendo mi mente, y siento una rara burbuja de histeria creciendo dentro
de mí. ¿Todos y cada uno de los comentarios casuales van a recordármelo?
Si nunca lo veo de nuevo después de este fin de semana, ¿aún tengo que
llevarlo conmigo a donde sea que vaya? ¿Y por cuánto tiempo?
—¿Mia?
—Lo siento, sí —digo—. Justo iba a conectar el video y probarlo
algunas veces. —Luego tengo que esperar que llegue el cartel con mi lema:
La vida es corta. Hazla una aventura. El servicio de comida vendrá el lunes
en la mañana.
—Suena bien. Dime si necesitas ayuda. 238
Aparentemente, Raylene le hace bien a Rhett. Su cara se ha afinado
un poco en los detalles en el último mes. Y parece menos enrollado e
intenso. Más un oso de peluche, menos Skeletor12.
Se me viene a la cabeza cuántas parejas se han juntado en los pocos
meses que Ethan y yo hemos trabajado juntos: Raylene y Rhett, Paolo y
Mark, que suele trabajar en contabilidad, Skyler y Brian. Es como si
fuéramos alguna clase de relación en la versión de Dorian Gray. A todos a
nuestro alrededor nos conecta algo, y seguimos desintegrándonos.
Está bien, Mia, enfócate.
Me dirijo hacia la parte trasera de la exhibición, donde conectaré mi
portátil para probar el video.
—Oye, Paolo, ¿tenemos cables HDMI aquí?
Paolo rodea mi lado del estante, sosteniendo un conjunto de cables
en cada mano.
—¿Es el que tiene unas puntas raras que parecen una cara
sonriente?

12 Personaje de ficción de la serie de caricaturas He-Man and the Masters of the Universe.
—Ehh… No. No sé cuál es ese. —Retengo en mi mano ambos cables
pero no reconozco ninguno—. Mierda. No es el que necesito.
La música retumba desde el lado de la exhibición de Ethan, seguido
por el sonido de un silbido agudo.
—Oh, eso es nauseabundo, E —dice Rhett, y no puedo evitarlo, tengo
que ver.
Sobre el territorio de Ethan, encuentro a Rhett usando un guante de
vinilo con láminas metálicas destellando en los nudillos. Una pantalla
frente a él exhibe un cuadro en forma de corazón que mide la distancia en
tres metros de aumento.
—Esta vez voy a nueve —dice Rhett. Él levanta un objeto imaginario
en su mano enguantada, luego lleva el brazo hacia atrás y lo balancea
hacia la pantalla. Un boomerang rojo y azul, con dirección al logo de la
empresa, viene agitándose desde la esquina de la pantalla. Se eleva más
allá de los tres metros, los seis, y casi hace los nueve antes de dar la vuelta
en el aire y regresar hacia Rhett.
Salta sobre sus pies y se lanza hacia delante; la mano se cierra en el
aire. En la pantalla, una mano animada pasa justo a través del boomerang
y desaparece de la pantalla. Aparecen letras rojas—: Fallado.
—Lo agarraste demasiado rápido —dice Ethan, y su tono lleva la
misma paciencia entretenida que tiene cuando entrena a sus niños—.
239
Espera hasta que se llene un tercio de la pantalla y entonces salta.
—Lo tengo. —Lo hace otra vez, y luego de un par de intentos, ha
arrojado el boomerang virtual al menos doce metros y lo ha capturado de
nuevo en cada intento.
—Ahí vas —dice Ethan, y luego finalmente se da cuenta que estoy
aquí parada.
—Se ve muy bueno —le digo—, todo.
Y es verdad. Todo se ve pulido y acoplado en su lado. Atractivo.
Como él.
—Gracias. —Quita el flequillo de su frente, y siento un deseo en todo
el cuerpo de hacerlo por él. Como una excusa para tocarlo.
—Oigan, chicos, ¿tienen un cable HDMI extra?
—Como seis —dice Rhett—. Agárralo.
Miro a Ethan en busca de su confirmación, pero él ya se agachó en
el lío de cables para encontrar el que necesito. —Aquí lo tienes —dice, y me
lo entrega—. Aquí hay más si necesitas cualquier cosa.
Nos paramos allí por otro momento incómodo antes de pensar en
agradecer y regresar a mi lado.
Conecto mi portátil, la prendo y espero. Paolo regresa con Ethan y
puedo escucharlos, a los tres, turnándose en el juego y hablando del
momento para traer los asientos y la comida el lunes.
Cuando los íconos de mi escritorio aparecen en la gran pantalla de
proyección, voy a la carpeta por mi presentación. Hago clic, y aparece un
cuadro—: Error 2048, tipo de archivo sin soporte.
Pero ya he probado el archivo una docena de veces. Sé que está
soportado. Intento de nuevo. El mismo error.
Una ola de pánico golpea mi cerebro, pero lo ignoro. Guardé una
versión extra de la carpeta en la nube, solo por si acaso.
Pero cuando pongo el internet inalámbrico del hotel y entro a mi
cuenta, siento la agitación de las náuseas en mi estómago. Lo descargo y le
doy clic en el archivo.
—Error 2048, tipo de archivo sin soporte.
Porque por supuesto debí haberlo guardado después de que se
dañara de alguna manera. ¿Qué más pasará este día?
Un sabor de algo metálico crece en mi garganta, y mi cuerpo se pone
débil. Me siento en una de las sillas de las mesas.
Estoy arruinada. Ethan tiene la presentación perfecta e inteligente
allí, y yo no tengo nada. Un falso y extraño café con algunas tabletas en la 240
mesa. Esto deslumbrará absolutamente a los inversionistas.
Pero eso no me importa. Es que no quiero humillar a Adam, ni a mí
misma. Y no tengo idea de cómo reponernos a ninguno de los dos.
—¿Mia?
Levanto la mirada, y por supuesto, es Adam. Parado allí en toda su
gloriosa elegancia, en unos pantalones oscuros y unos zapatos negros
entallados.
Entonces noto que tiene un botón desabotonado en la mitad de la
camisa, y por primera vez desde que nos conocemos, su expresión es
triste.
—¿Qué es…
—Es tu madre —dice, extendiéndome su celular—. Está tratando de
contactarte.
50
Traducido por Miry GPE
Corregido por SammyD

Ethan
Zeke diseñó el modo avanzado en el juego de boomerang, así que es
como tiro al plato: cuando pulsas Iniciar, una serie de tres objetivos —
corazones, los cuales creí que serían cursis, pero en realidad parecen
bastante grandiosos— aparecen a través del cielo de la pantalla. Solo uno
de ellos es el corazón “correcto”, distinguible por un rápido destello rojo
que lo ilumina un instante antes de que tengas que lanzar. El objetivo es
darle a ese, evitando a los otros y atrapar el boomerang cuando regrese.
241
Es genial… y adictivo.
El único problema, para mí, es que el rojo es justo el color de mi
daltonismo, lo cual casi me imposibilita ver la señal.
Casi.
Pulso Iniciar, muevo mis dedos en el guante, listo para intentarlo de
nuevo. La mayor parte de mi stand se encuentra listo, y puedo sentir la
envidia de los otros vendedores. Una vez que Mia descubra su problema de
archivo, tendré un poco más de competencia, pero justo ahora, mi pantalla
es la cual vencer.
—Ethan —dice Rhett, agarrándome el brazo justo cuando me hallo a
punto de lanzar el boomerang—. Será mejor que vengas.
Su tono de voz envía una inyección de adrenalina a través de mí, y
me pregunto si alguien más estará herido. Este piso de exhibición es un
peligro. Una de las personas de GetLucky.com ya se cayó de una escalera y
se torció el tobillo. Sigo a Rhett, esperando que ninguno de nuestro equipo
esté herido —que Mia no lo esté— y que solo necesite ayuda con el
problema del archivo. Pero mientras doy la vuelta hacia su lado del stand,
todo blanco brillante y estilizado, me detengo en seco.
Mia se encuentra de pie al lado de una de las mesas, con un celular
presionado contra su oreja. Sus hombros están encogidos, y se halla en
silencio, como si todo su cuerpo se encontrara tenso y angustiado. Adam
se encuentra de pie a su lado. Adam, cuyo valor personal es algo así como
de unos cincuenta millones de dólares sobre cualquier otra persona en
este salón de convenciones, y quien se supone que no debe mostrarse
hasta mañana, cuando inicie el espectáculo.
Tan pronto como él me ve, me saluda con su mano. Su cabello luce
húmedo y despeinado como si se hubiera apresurado a ducharse, tiene un
rastrojo de barba, el cual nunca ha tenido.
—Su abuela —dice en voz baja.
Jesús. Todo mi cuerpo se entume. Nana.
Mia sigue sin decir una palabra. Su mirada se pierde en el espacio,
escuchando a alguien al otro extremo.
—¿Qué pasó? —pregunto.
—Está en el hospital —dice Adam—. No sé nada más. La madre de
Mia me llamó. Tenía mi número por una pieza que encargué. Supongo que
este salón es zona muerta para el teléfono de Mia.
Nos quedamos ahí, Rhett, Adam y yo, un pequeño círculo protector
alrededor de Mia. Cookie se acerca, tranquila y rígida. Le doy una mirada, 242
haciéndole saber que si se atreve a decir una palabra —sobre lo que sea—
la silenciaré físicamente, y evita mi mirada, eligiendo retirarse sabiamente.
Al otro lado de la cabina, Paolo, Sadie, Pippa y Mark observan, e
incluso más allá, la gente se ha dado cuenta. Nuestro stand ya generó
bastantes rumores. Ahora atrae atención sombría, la que solo viene de la
tragedia.
—¿Qué tan crítica, mamá? —dice Mia por fin, con un hilo de voz
temblorosa. Se queda en silencio mientras escucha. Luego, dice—: Pero va
a vivir, ¿verdad? Estará bien, ¿verdad?
Que se joda el trabajo. Que se joda todo.
Pongo mi brazo alrededor de sus hombros, su mirada continúa a la
distancia, en Los Ángeles, pero su peso se apoya un poco sobre mí.
—Bien —dice Mia—. Bien. No te preocupes por mí. Estaré bien, ¿de
acuerdo? Preocúpate solo por Nana. Te amo. Adiós. —Le entrega a Adán su
teléfono y le dice—: Gracias. —Permanecemos todos ahí de pie, esperando
que nos dé una explicación, pero no lo hace. Colgó el teléfono, pero es
como si aún escuchara la voz de su madre.
—Mia —digo—. ¿Qué pasó con Nana?
Eleva su mirada. Cuando habla, es solo a mí—: Fue atropellada por
un auto. Se encuentra en mal estado. Toda fracturada. Aún ni siquiera
saben la gravedad. Y tiene alguna hemorragia interna, se golpeó la cabeza,
y… —Su voz se quiebra, y la abrazo fuerte.
—Bien, Mia. ¿Qué más?
—Los doctores no saben si vivirá.
La atraigo contra mí porque se encuentra tan nerviosa, tan cerca de
perder el control. Lo puedo sentir como si fuera mi propio cuerpo. Y no
puedo darle privacidad, pero puedo darme a mí mismo a ella. Mis brazos
tendrán que hacerlo justo ahora.
—Iré con ella —le digo a Adam.
Debió ser una pregunta. Es mi jefe. Pero no lo fue.
Paolo se encuentra aquí. Solo lo noto cuando habla—: Acabamos de
comprobar todas las aerolíneas principales —dice—. No hay vuelos que
salgan de Las Vegas hasta el mediodía. Llegarían más rápido si conducen.
Adam observa de Paolo hacia mí. Saca sus llaves del bolsillo y las
tiende. —Es más rápido que tu Prius —dice, entregándomelas.
Las tomo, sostengo a Mia bajo mi brazo, y nos vamos.
De regreso a Los Ángeles.

243
51
Traducido por Vanessa Farrow
Corregido por Jasiel Odair

Mia
El viaje a Los Ángeles pasa en un borrón. Autopista. Desierto. Polvo.
Mi padre llama en un momento para ponerme al tanto, y me entero
de que mi abuela vagaba por la carretera del cañón en su camisón. En la
oscuridad de la noche. El coche que la golpeó tenía una chica de diecisiete
años de edad al volante, la hija de los nuevos vecinos de mis padres, que
acababa de llegar a cenar. 244
La doy el informe a Ethan. —Nana está en cirugía para detener la
hemorragia y reparar un pulmón perforado. Tiene una fractura de cadera,
una nariz rota, y una de sus piernas está completamente destrozada. Ellos
todavía no saben... —Pero no puedo decir el resto.
—Va a estar bien, Rizos —dice Ethan, con voz suave, pero tan llena
de certeza, que casi me convence. Toma mi mano y la aprieta—. Ya casi
llegamos allí.
Y es así. Más rápido de lo que debe ser posible, nos detenemos junto
a la entrada del Cedars-Sinai.
—Aparcaré y te buscaré —dice. Luego levanta mi mano a sus labios,
y de inmediato, las lágrimas que me he esforzado tanto para no derramar
se desbordan—. Estaré ahí. Ve.
Con la visión empañada, corro a través de las puertas correderas de
cristal y me dirijo por un laberinto de pasillos estériles hacia la Unidad de
Cuidados Intensivos Quirúrgicos, en un edificio totalmente distinto. Allí
me llaman desde el vestíbulo antes de que se me permita ir al piso de
cirugía. Para el momento en que se cierran las puertas del ascensor, mi
cuerpo está empapado en sudor, y no puedo detener las lágrimas. Siento
que estoy en una pesadilla donde las letras se vuelven de borrosas a nada
delante de mis ojos y donde cada paso parece que necesitara un esfuerzo
inhumano.
Por último, encuentro la zona de espera. Mi mamá se sienta en una
silla de vinilo acolchado, mirando un monitor que muestra los nombres y
estados de los pacientes. Me ve y se pone de pie. Colisionamos en un
abrazo torpe, y las lágrimas de mi madre mojan mi mejilla. Aprieto mis
brazos alrededor de ella y nos quedamos ahí por un rato, luego se hunde
en una silla y me jala a su lado.
—¿Dónde está papá?
—Fue a buscar café —responde—. Y tu abuela está por salir de su
primera cirugía. Detuvieron la hemorragia y repararon los daños a su
pulmón. Supongo que hicieron lo que pudieron con sus huesos quebrados.
Pero... —Parece que mi corazón dejara de latir mientras espero a que
termine—. Tenemos que ver si se despierta de la cirugía. Su cerebro está
lesionado, y es posible que no... recupere la conciencia.
Pienso en las fotos que me acababa de mostrar y en esa mirada
audaz e irónica en su rostro; la misma expresión que he visto miles de
veces. Esa chica que marchó en Alabama, que fue una de solo diecinueve
mujeres en todo el estado de Nueva York en recibir una carrera de
asistente jurídico en 1963, todavía vive dentro de mi abuela. No puedo
imaginar que este sea el fin de esa persona o el final de la vida que ha
vivido desde entonces.
245
A pesar de que ella ha estado desvaneciéndose desde hace años, no
estoy lista para dejarla ir.
—Ella despertará —le digo—, es tan fuerte.
—Y terca.
Sonrío. —Eso también.
Mi padre llega con un soporte de cartón cargado con tazas de café.
Los coloca en una mesa rayada laminada y me da un fuerte abrazo. Luego
aparta el cabello de mi rostro y me besa en la frente.
—¿Dónde está Ethan? —pregunta.
—Llegará pronto.
—Me alegro de que te trajera —dice mi madre—, no podía soportar la
idea de que viajaras sola.
Sé lo que quiere decir. He tenido la sensación de ser más vulnerable,
desde que dejamos Las Vegas, de haber pasado mi vida en una especie de
burbuja protectora que explotó con el accidente de Nana. Sé que es una
locura, que no existe tal burbuja, pero sigo empapada en esa sensación de
fragilidad.
—¿Qué pasó? ¿Por qué estaba afuera esta vez?
Mi mamá le dispara una mirada a mi papá, pero ninguno de ellos
habla.
—¿Qué? ¿Qué es?
Mi padre se sienta a mi lado y pone una taza de café en mis manos.
—Tuvo un arranque esta tarde. No paraba de hablar sobre esa chica de
nuevo. La que cree que le roba cosas.
—¿Quién es esa chica? ¿Una de las ayudantes de salud domiciliaria?
—No puedo creer que esté robándole, pero sí que a mi Nana se le metiera
esa idea en la cabeza y no la olvidara—. ¿Qué perdió esta vez?
—Sus fotos —dice mi mamá en voz baja, y me da una extraña y
triste mirada—. Y el rollo de película de Selma.
—Ella me lo dio a mí —empiezo, y luego la realidad me arrasa, y es
como un puñetazo en el estómago—. Espera. ¿Soy la chica? —¿Cómo es
posible?
Pero no puedo negarlo. La forma en que constantemente trató de
darme cosas; sus joyas y fotos antiguas. Ese video. Y la última ayudante
de salud domiciliaria que conocí fue a Grace, una mujer mayor. No sé por
qué no lo deduje antes.
Me quedo así durante un rato, con un dolor frío en el pecho. Es
devastador imaginarme a mí misma reescrita completamente en la mente 246
de mi Nana. Se siente como una traición. Pero sé que eso es una ilusión de
cierta manera, como mi burbuja protectora. A pesar de que es totalmente
injusto, es tan real para mi Nana como el resto de sus pensamientos no
fiables.
Un doctor sale en bata, y la máscara quirúrgica arrugada debajo de
su barbilla. En el mismo momento, se abren las puertas del ascensor, y
sale Ethan. Al ver al doctor, se queda atrás, pero mi mamá le hace señas
para que se acerque más.
—Bueno, ella es una luchadora —dice el médico—. Está saliendo de
la anestesia.
Estoy tan feliz que empiezo a sollozar en el acto.
Mi mamá me aprieta la mano. —Oh, gracias a Dios.
—Pero tiene una larga batalla cuesta arriba, y una más difícil, dado
sus informes de demencia. Su pierna va a mantenerse unida con clavos
durante meses, y entre eso y el daño a la columna vertebral, es poco
probable que vuelva a caminar.
—Pero está viva —señala mi papá, y el médico asiente.
Él sigue detallando sus heridas, que eran incluso más horribles y
extensas de lo que imaginaba, y luego nos cuenta las cirugías, que suenan
aún más horripilantes, aunque también totalmente milagrosas.
—¿Cuándo podremos verla? —pregunto.
—Ya pueden entrar, aunque seguirá dormida por un tiempo. Solo
permiten a una persona a la vez en cuidados intensivos y durante cinco
minutos cada hora. Tu abuela aún requiere una gran cantidad de cuidado,
por lo que debemos mantener la habitación tan despejada como sea
posible.
—Mia Moré —dice mi papá—. ¿Por qué no entras primero?
—¿Yo? ¿No debería ser mamá?
Pero mi madre sacude la cabeza y dice—: No, él tiene razón. Ve tú.
Luego, te buscaremos un vuelo de regreso a Las Vegas.
—No, no necesito un…
—Mia —dice mi madre—. Tu abuela está en excelentes manos, y solo
tenemos permitido verla durante cinco minutos a la vez. Se enfadaría
mucho al pensar que te impidió una oportunidad. Puedes verla mañana
por la mañana y luego regresar.
—No puedo dejarla.
—Te llamaremos si algo le pasa, niña —dice papá—. ¿Y regresarás
en qué? ¿Un día y medio? Estaremos bien.
—Y sé que no quieres decepcionar a Adam —agrega mi mamá—.
¿Está bien?
247
Los miro y siento una oleada de amor tan fuerte que casi me despega
de mis pies.
—Bien —les digo—. Ustedes ganan. —Para Ethan, agrego—: Estaré
afuera en cinco minutos, ¿de acuerdo?
Asiente y se sienta en una de las sillas incómodas. Cuando me mira,
sus ojos se llenan de calidez y preocupación. —Estaré aquí —dice—.
Durante el tiempo que necesites.
Sigo a la enfermera por un pasillo largo con suites de recuperación
con fachada de cristal a ambos lados. Ella hace a un lado la cortina en la
habitación de mi abuela y me da palmaditas en el hombro al pasar.
—Vienes de linaje fuerte, querida —dice.
Pero por el momento, me siento cualquier cosa menos fuerte. Siento
que mi cuerpo ha sido expuesto desde adentro, y todos mis nervios están
en el exterior, doloridos y visibles.
Tiemblo cuando me acerco a la cama de Nana. Las lágrimas se
derraman de mis ojos; mi nariz moquea; y tengo tanto miedo de lo que
veré, pero mis pies se mueven por el suelo de linóleo hacia la figura
tendida, medio enterrada entre los tubos y cables, recubierta en vendas.
Esta persona no se parece en nada a Nana. Su rostro está hinchado
y tiene un extraño brillo ictérico. Sus párpados son moretones, que es
prácticamente la única parte visible encima de una máscara de oxígeno y
una sábana blanca tirada hasta su barbilla.
Me cierno allí, efectuando un inventario doloroso de la jaula de metal
recubriendo la pierna, las vendas en sus brazos, sobre su pecho, la sangre
filtrándose a través de una gasa. Quiero tocarla, darle un beso, pero me
temo que la destrozaré incluso con una respiración.
Jalo una silla junto a la cama y veo su brazo colgando fuera de la
cama. Paso los dedos por una porción de piel suave en el interior de su
muñeca y luego meto su mano debajo de la sábana. Cierro los ojos y rezo
por ella, enviando todo mi amor y fuerza a su cuerpo.
—Mia —me dijo el otro día—. Todo ha ido muy rápido, pero nunca te
sientes diferente por dentro. —Puso su mano sobre mi corazón y dijo—:
Somos de la misma edad. Aquí dentro.
Pongo mi mano sobre mi corazón, sintiendo su vida latiendo dentro
de mí. Entonces me levanto para ir a buscar a Ethan.

248
52
Traducido por Mire
Corregido por Victoria

Ethan
—¿A dónde vamos? —pregunta Mia.
Es un hecho lo muy conmocionada que se encuentra todavía, por lo
que casi estoy arrastrándola a mi apartamento. Ha estado callada desde 249
que salimos del hospital y parecía más importante respetar su estado de
ánimo que entrar en logísticas, por lo que no empleé mi plan.
—A mi casa. —Pongo contra la acera el Bugatti de Adam. Ésta tiene
que ser la primera vez que este coche ha sido estacionado en paralela—.
Es casi la hora de mayor tráfico, así que pensé que podríamos hacer una
corta parada durante unas horas. —Apago el motor, y se tranquiliza el
repiqueteo profundo—. Estás agotada, Mia. Necesitas descansar. Y no has
comido en todo el día. Me sentiría mejor si comieras algo.
Me mira por un largo momento, y no puedo notar si está preocupada
por volver a Las Vegas o por Nana o qué. Pero entonces asiente y dice—:
Está bien. Es una buena idea.
Mi apartamento está limpio y vacío. Mia se detiene junto a la puerta
y mira a su alrededor. —Tu casa luce tan diferente —dice después de un
largo rato.
Debería. He puesto muebles nuevos —las flores frescas y alfombras
coloridas y estampados abstractos en las paredes— pero solo imagino
cómo esto está afectando a Mia, teniendo en cuenta lo que vio la última vez
que estuvo aquí.
—Isis —le digo, dejando las llaves de Adam en una mesa—, ella nos
civilizó. Pasarán la noche fuera, así que tenemos la casa para nosotros. —
Me doy cuenta que eso puede sonar como si estuviera buscando que pase
algo entre nosotros, así que añado—: Me imaginé que apreciarías la
tranquilidad.
La llevo hasta el sofá y la hago sentarse. Luego abro sus botas y las
pongo a un lado. Mia me mira con ojos cansados.
—¿Qué es todo esto? —pregunta.
Mi cara se calienta un poco, pero ignoro mi vergüenza. Ya no voy a
retenerme más. —Déjame cuidarte.
Lo necesito. La necesidad de aliviar su preocupación me ha estado
consumiendo desde el momento en que la vi en el teléfono en Las Vegas.
Ella asiente, y tiro una manta suave desde la parte posterior del sofá
y la pongo sobre su cuerpo. Le llevo un vaso de agua, y pongo su celular
en una almohada a su lado. Luego apago las luces, dejando encendida solo
la pequeña lámpara en la mesa auxiliar.
—Voy a traernos algo —le digo—. Dame diez minutos y estaré a tu
lado.
Isis es el nombre de una diosa por una razón. Antes de que ella y
Jason se fueran esta noche, abasteció el refrigerador. Veo exactamente lo
que esperaba. Pan fresco. Los tipos adecuados de quesos gourmet. En diez
minutos, tengo preparado el mundialmente famoso sándwich de queso a la
parrilla de mi mamá. Lavo algunas fresas y preparo un poco de chocolate 250
caliente, y se lo llevo todo a Mia.
Ella está acostada cuando vuelvo a la sala. Por un segundo, creo que
está dormida, pero se sienta y se aparta el pelo y sonríe.
—Eso huele muy bien.
—Espera a que lo pruebes. —Me siento a su lado y le entrego el
plato—. Buena suerte para separar eso —agrego, recordando su hábito de
deshacer sándwiches.
—¿Vas a compartir conmigo?
—Voy a comer lo que no termines.
Compartimos el sándwich, el chocolate caliente y las fresas; todo
sabe más dulce y más intenso en la casi oscuridad. El momento se siente
familiar, como aquella tarde después de Winning Displays en el banco del
parque, pero mejor. Entonces yo luchaba para lograr que no me gustara.
Ahora nada se interpone entre nosotros.
—Jason preguntó por ahí —digo, poniendo el plato vacío y la taza en
la mesa de centro—. Él dijo que tu abuela está en manos de los mejores
especialistas del mundo. Ella va a estar bien, Rizos. Es fuerte. Es una
luchadora, como tú.
Mia levanta la manta y se acurruca contra mí. La naturalidad con
que lo hace me quita el aliento.
—Soy como ella —dice, y luego añade—: Gracias, Ethan.
La pongo más cerca a mi pecho y su brazo rodea mi cintura. Nos
quedamos así por unos momentos, sintiendo que encajamos juntos en este
nuevo sentido. Tomo un mechón de su cabello y lo enrollo alrededor de mi
dedo. Ahora mismo, sé que es mi nueva cosa favorita.
Sonidos derivan desde la calle. Un coche al pasar, escuchando una
música muy fuerte. Gente caminando; sus voces alegres y riendo.
—¿He arruinado el trabajo para los dos? —dice Mia.
Me he estado enviando mensajes de texto con Rhett a lo largo del
día. Están haciendo el trabajo de los dos, me dijo. Pero no quiero que Mia
desperdicie un solo pensamiento en Boomerang.
—Me importa una mierda el trabajo.
—No lo creo.
—Estoy justo donde debo estar, Mia.
Lo que no sentí por un segundo en ese stand esta mañana.
Esa idea me sorprende, y de repente, regresa la sensación que tuve
anoche en el bar, como si la brújula de mi vida diera vueltas locamente. 251
Pero esta vez es más tranquilo. Se está yendo hacia el norte otra vez, y sé
que Mia es parte de eso, de que me haya reencaminado. Sin embargo, hay
más. Estoy a punto de darle sentido a algo más. Está casi a mi alcance.
Mia me mira, y el sentimiento se desvanece, dejando espacio solo
para ella.
—Todavía no quiero volver —dice.
—Entonces no lo haremos. Me quedaré aquí hasta el próximo mes si
es lo que quieres.
—Pero nos quedaremos sin comida.
—Siempre hay un reparto de pizza.
—La gente puede preocuparse de que nos hayamos unido a un culto.
Un culto de comer pizza.
—Que se jodan. El culto a la pizza es lo mejor.
—¿Qué haremos con todo este tiempo?
—Créeme, lo tengo cubierto, Rizos. —Puedo pensar en un centenar
de cosas que me gustaría hacer con ella si tuviéramos un mes solos. He
pensado en ello. Una y otra vez mientras miraba su foto, o la miraba a ella
a través de nuestros puestos de trabajo. Pero luego me doy cuenta de que
es posible que no sea apropiado señalar mis ideas. Con todo lo que ocurre,
parece grosero decirle que la quiero temblando debajo de mí.
Los ojos de Mia caen a mi boca. —Ethan... —dice.
Maldita sea. Parece que estamos en la misma página.
—Pronto, Mia. Te lo prometo. —Presiono un beso en su frente—.
Tenemos tiempo.
No voy a hacer esto con ella como una forma de olvidar el dolor.
En lugar de acurrucarse de nuevo, se inclina hacia arriba, llevando
sus labios a los míos. La beso y la acerco más. Sabe a fresas y chocolate;
caliente, dulce y perfecta.
La rodilla de Mia se levanta sobre mi pierna, y ella se sitúa contra mi
muslo. Mi autocontrol ya se encontraba colgando de un hilo, pero ahora
éste se quiebra. Trazo su pierna sobre mí, posicionando sus caderas hasta
que está a horcajadas. Impresionante trabajo en no tomar ventaja de ella,
Ethan. Pero me estoy ahogando en ella. En verla como me la he imaginado
un millón de veces. En su dulce aroma y los suaves rizos de su pelo negro
rozando contra mis mejillas.
Sus manos encuentran los botones superiores de mi camisa. —
Quiero sentir tu piel —dice.
Sonrío. —Está bien. 252
Se ríe, como si hubiese dicho algo divertido.
Parece como si tardara una eternidad en deshacer los botones, pero
mi camisa por fin desaparece. Mia se sienta, y me estudia con sus ojos de
fotógrafo, pero mejor. Como si una imagen nunca podría ser suficiente.
Luego, sus manos se deslizan sobre mi cuerpo. Por encima de mi pecho y
hombros, y la dejo hasta que ya no puedo ser un participante pasivo.
Me inclino y tomo su boca, y mis manos se deslizan debajo de su
camiseta. Tiro de su sujetador y la prenda se desabrocha. Inclinándome,
levanto su camisa y la exploro con mi lengua, convencido de que podría
hacer esto —probarla, tocarla, hacerla mía— para siempre. Mia suelta un
gemido y arquea la espalda. Su núcleo se presiona contra mí. Contiene el
aliento y sus ojos chispean con sorpresa cuando se encuentran con los
míos, pero luego baja la mirada.
Ella al mirarme —a nosotros juntos— es sin duda lo más caliente
que he visto nunca.
—Eso es lo que me haces, Rizos —me oigo decir.
—Bien. —Sonríe y se inclina hacia abajo, depositando besos suaves
alrededor de mis labios. Mueve sus caderas y las frota contra mí, y mi
mente se vacía de todo. Tengo una sola necesidad. Un objetivo solamente.
Antes yo podría haber sacudido su mundo, pero esta vez voy a darle el
universo.
Mis dedos encuentran el botón superior de sus pantalones. Lo
desabrocho, y en ese momento, hay un chasquido correspondiente en mi
cerebro. Se produce un cambio descendente cuando regresa una punzada
de cordura, y mis manos se congelan.
—Mia —le digo.
Mierda, mierda, mierda.
Vamos, Vance. Haz lo correcto.
—Rizos... no deberíamos. Todavía no. Ahora no.
La tensión en su espalda se relaja, y ella se derrumba contra mí,
enterrando su cara en el hueco de mi cuello. Envuelvo los brazos a su
alrededor y la sostengo cerca.
Sé que no debo decir nada más. Nos dejamos llevar. Sucede cada vez
que nos tocamos. Pero quiero asegurarme de que lo entiende.
—Mia —le digo, apartándole el pelo—, dijiste algo ayer en el bar. Que
yo no te elegí. Que cada vez que hemos terminado juntos, ha sido a causa
de las circunstancias. Debido a que resultamos estar en el mismo lugar al
mismo tiempo. Tenías razón. Ha sido así, y te mereces algo mejor. Voy a
darte lo mejor. Quiero que lo sepas. Cuando esto suceda entre nosotros, 253
no será porque nos hayan juntado, sino porque los dos lo elegimos. ¿De
acuerdo?
—Está bien. —Se desliza lentamente a un lado, aún un poco encima
de mí, y dice—: Pero ya has elegido, Ethan. Has vuelto conmigo. Estás aquí
conmigo.
Mientras la sostengo pienso en lo que dice durante mucho tiempo.
En cómo a veces, ya estamos haciendo las cosas bien y no lo sabemos.
Mucho después de que ella se ha quedado dormida y no hay más sonidos
provenientes de la calle, pienso en cómo a veces, todo lo que necesitamos
es la sensatez para ver lo que ha estado allí todo el tiempo.
53
Traducido por Niki
Corregido por SammyD

Mia
—Primero tenemos que sacarte esta ropa mojada —dice Ethan—. Y
luego tengo algunas ideas.
Desliza las bragas por mis piernas, y alzo las caderas para ayudar.
Entonces me siento y desengancho mi sujetador, arrojándolo a un rincón de
la habitación. Me atraviesa una explosión de vértigo. Es como estar borracha
por oleadas esta noche, y estoy completamente ida. 254
Se levanta del sofá, con mi ropa interior en sus manos. La manta se
desliza hasta el suelo, pero no me importa.
—Espera... —Extiendo la mano hacia él, pero ya se tambalea hacia la
cocina. Supongo que no soy la única que está ida—. ¿A dónde vas?
—Tenemos que secar estas —dice. Le oigo chocar contra algo y
maldecir, pero regresa enseguida. Murmura algo que parece “tostadora”,
pero me encuentro demasiado centrada en sus labios carnosos y sus rasgos
perfectamente masculinos, como para asimilar sus palabras.
Me incorporo y lo jalo hacia mí; todo mi cuerpo prácticamente vibra con
necesidad. Quiero más de sus labios, más de sus manos. Quiero que se
sienta tan bien como me hizo sentir.
Me besa, y su lengua se burla de mis labios, se desliza lenta y
juguetonamente en mi boca. Gimo porque estoy tan ridículamente
hambrienta de él. Y no puedo recordar sentirme de esta manera antes, como
si mi cuerpo fuera un cable de alta tensión, lanzando chispas.
Con sus labios aún presionando los míos, me pone de espaldas de
nuevo en el sofá. Por fin, pienso, desesperada por su peso, por su magnífico
cuerpo contra mí.
Pero se aleja a besar mi cuello, rozando mi piel con sus dientes, al
tiempo que su lengua y manos me exploran por todas partes. —Jesús, Rizos
—dice, mientras pasa sus labios sobre mi pezón—. Nunca he visto algo tan
bello como tú.
Una vez más, lo alcanzo, muriendo por más. Por todo.
Y de nuevo, suelta mi mano. —Todavía te toca —me dice, y sus labios
y lengua inician un lento y enloquecedor viaje por mi cuerpo.
—Eso no es justo —protesto, pero su boca roza mi ombligo y extiende
mis muslos con las manos calientes.
—Ventaja del equipo local —dice y lleva su cabeza más abajo.

Me despierto en la cama de Ethan, y esta vez sé dónde se encuentra


mi ropa interior: por desgracia, todavía en mi cuerpo.
Puedo decir que todavía es de noche, pero no tengo ni idea de cuánto
tiempo hemos dormido. Vagamente, lo recuerdo llevarme a su dormitorio,
ayudarme a sacarme mi ropa y darme una de sus camisetas para vestir. Y
recuerdo haberme acostado con la cabeza en su pecho mientras las piezas
finales de nuestra primera noche juntos se filtraban en mi mente.
Esa noche, no podía dejar de tocarme, provocarme con su lengua, y
darme placer una y otra vez hasta que se sintió imposible, como si mi
cuerpo hubiera sido sustituido por uno con el propósito de responder solo
a él. 255
Ahora se encuentra tendido a mi lado, y un rayo de luz de la luna se
posa sobre su fuerte mandíbula para descender por su hombro y su brazo
musculoso. Su pecho sube y baja, y su calidez me rodea, junto con ese
delicioso aroma a fuego y sal.
Debemos volver a Las Vegas. Pero no puedo pasar de este momento.
O no lo haré. En su lugar, me deslizo más cerca, rozando mis labios contra
su garganta, subiendo por su cuerpo.
—Despierta —le susurro y corro mi lengua por su oreja. Necesito que
se despierte, que esté plenamente conmigo como yo quiero estar con él.
—¿Mia? —Abre los ojos y me sonríe. No recuerdo haber visto algo
tan hermoso como eso—. ¿Qué haces?
—Elijo —le digo, y lo beso. Sabe dulce, firme, como las fresas con las
que me alimentó.
Mi cuerpo, mi mente, cada pedacito de mi ser quiere esto. No más
ser la Bella Durmiente. —No puedo esperar más. ¿Y tú?
Se ríe y me acerca más. —Diablos, no.
Nos besamos y besamos hasta que me siento borracha de nuevo, al
igual que la primera noche, como si cada molécula de mi cuerpo quisiera
chocar con cada molécula suya.
Deslizo mi mano debajo de la sábana, rozando mis dedos sobre el
material blando de su bóxer. Mi toque se vuelve insistente, y él gime. El
sonido me deshace. Es posible que pierda mi cordura si no puedo tenerlo.
No solo en este momento, sino por siempre.
Me deslizo sobre su cuerpo, a horcajadas, apretando mis muslos
contra sus caderas. Con mis ojos fijos en los suyos, me quito la camiseta
que me puso anoche. Entonces bajo mi cuerpo contra el suyo, rozando mis
senos contra su pecho, piel contra piel. Paso mi lengua por la deliciosa
ranura de su clavícula, hasta su garganta, a sus labios. Me pierdo ahí, en
su sabor, en la sensación de tenerlo debajo de mí. Deslizo mis caderas
hacia abajo, encajándome a mí misma contra su dureza.
Inhala agudamente. —Espera, Mia —dice—, tengo que decirte algo
primero.
Muerdo ligeramente su pezón con los dientes. —¿Qué es?
Inclina mi barbilla hacia arriba para que lo mire. —Yo... Te escojo a
ti.
—Lo sé —le digo—. Probablemente me lo dijiste cientos de veces,
solo que fui demasiado tonta como para prestar atención.
—Pero tengo que decirlo en palabras reales. Y necesito que sepas
que no tiene nada que ver con... —Sus manos se posan sobre mí, y me
estremezco—… esto.
256
—¿En serio? —Me presiono contra él—. ¿Nada?
Agarra mis caderas y me jala con más fuerza, enviando una descarga
de placer a través de todo mi cuerpo. —Bueno. Nada no. Pero es más que
eso. Eres tú, Rizos. El paquete completo. Tu forma de ver cuando tienes la
cámara en las manos, como si pudieras ver a través de la gente, hasta sus
almas. Y ese gigante cabello loco. Tu risa. Lo malditamente inteligente que
eres. Todo eso. Elijo todo eso.
Quiero decirle lo mismo, decirle lo mucho que amo su enfoque, su
generosidad. Sus pestañas. Su nariz recta y perfecta. Su inteligencia y
lealtad. La forma en que sé que puedo confiar en él con cada parte de mí.
Quiero, y lo haré. Voy a tratar de decírselo todos los días. Y espero
que esos días se extiendan por el resto de mi vida. Pero ahora, solo digo—:
Gracias. —Y lo beso, esperando que sepa lo que contienen estas palabras.
—De nada —dice, deslizando su mano hacia abajo, a mis bragas—.
Ahora vamos a deshacernos de ellas.
Riendo, terminamos de desnudarnos mutuamente. Encuentra y se
pone un preservativo y luego me jala encima de él. Nos besamos durante
mucho, mucho tiempo, aferrándonos el uno al otro en una corriente de luz
de luna brillante. Succiono su lengua, y los dos gemimos y luego nos
reímos de nosotros mismos.
Pero entonces me mira, y sus profundos ojos azules brillan con
intensidad. —Te quiero tanto, Mia —dice—. No puedo esperar más.
Me siento fundida en el interior, como fuego líquido. Quiero verterme
sobre él, envolvernos juntos.
—Entonces no lo hagas —le digo.
Como por acto de magia, nuestros cuerpos se encuentran entre sí a
la perfección, y se presiona poco a poco dentro de mí, jalándome hacia
abajo por las caderas, llenando cada parte de mí.
—Bueno, definitivamente no hemos hecho esto —suspiro. Pero luego
empezamos a movernos juntos, y pierdo mis palabras. Ahora solo existe
esta impresionante unión de su cuerpo y el mío, este ritmo ondulatorio y
perfecto, subiendo y bajando, como si fuéramos algo elemental. Destinado
a suceder.
Sus manos se mueven por encima de mí, y atrapo una y meto sus
largos dedos en mi boca. Porque quiero más de él. Porque no estoy segura
de que haya suficiente de él para satisfacer esta hambre que ha creado.
Me da la vuelta y me empuja en el colchón. Me dan ganas de llorar
de lo bien que se siente encima de mí, su solidez y lo encantador y
ridículamente sexy que es. Desliza una mano entre nuestros cuerpos; todo
su ser en movimiento, su lengua en mi boca, sus caderas contra las mías,
sus dedos urgentes y dando vueltas.
257
—Pero se supone que es tu turno —trato de decir. Pero mi cuerpo es
egoísta. Se levanta contra él, instando por más.
—Mia —gime—, definitivamente... no... tienes que preocuparte por
eso.
Rodeo su cuerpo con mis brazos, acercándolo más. Nos quemamos
el uno contra el otro, rozándonos y encendiéndonos, y otra vez, siento
aquel sol dentro de mí, esa calidez. Se construye sin parar y me tiembla
todo el cuerpo, lleno de lo bueno que es esto. Lo bueno que es él.
Entonces todo explota, capturándome en esta corriente eléctrica que
se expande y me pierdo en ella; me quemo y tiemblo y me rompo en un
millón de pedacitos brillantes.
Ethan gime, y sus movimientos se intensifican, se centran. Un brillo
de sudor se extiende por su hombro, y pruebo la sal de su piel. Su ritmo se
incrementa y entierra su cara en mi cuello, diciendo mi nombre. Sentir que
se conduce hacia su propio placer es más de lo que puedo soportar, y mi
cuerpo vuelve a la cima a su encuentro.
Mis temblores lo hacen temblar.
Sus gemidos me hacen gemir.
Por último, se pone rígido, y sus brazos inmovilizan mi cuerpo, para
contenerme. Se estremece larga y profundamente, y es como si temblara
mi propio cuerpo.
Poco a poco, dejamos de movernos y nuestra respiración se calma.
Los latidos de mi corazón empiezan a sentirse dentro del rango normal
humano.
—Vaya, Rizos —murmura.
Me río, y lo sostengo en mi contra. —Sí —le digo—. Vamos, equipo.

258
54
Traducido por Diana
Corregido por Dannygonzal

Ethan
—¿Por qué no entras a la ducha? —digo—. Te veré allí.
Mia se sienta, desnuda y hermosa y me da una sonrisa irónica. —
¿La ducha? ¿Por qué necesito una?
Me tengo que reír porque su cabello es gigantesco. —Pensé que tal
vez... —Hago un movimiento que abarca la montaña de rizos negros
alrededor de su cabeza—. No estoy seguro de cómo describir lo que está
259
pasando aquí. No creo que Diana Ross o la novia de Frankenstein ni
siquiera se acerquen, para ser honesto.
Mia me golpea juguetonamente. —Es tu culpa. —Luego acaricia su
cabello, sintiendo las dimensiones de la genialidad que rodea su cabeza—.
Vaya. Esto es impresionante. Creo que voy a llamar a este estilo el Triplete.
—¿Sabes lo que significa triplete?
—Claro que sí —dice, saliendo de la cama. Se detiene en la puerta y
mira hacia atrás, sonriendo—. Lo más importante, sé cómo se siente.
Bueno, eso lo resuelve todo. Puedo morir como un hombre feliz.
Mi trabajo aquí está hecho.
Excepto que no lo está.
Agarro mi teléfono móvil de la mesita de noche y escribo dos rápidos
mensajes de texto, uno a Beth y uno a Matt, luego le envío un mensaje a
Rhett.
Ethan: Oye hombre. ¿Cómo está el stand?
Son las siete de la mañana pero responde enseguida.
Rhett: Cuestionable. Lo estamos intentando.
Eso no suena bien. Mi lado de la exhibición está funcionando, pero
un nudo se instala en mi estómago. El de Mia obviamente todavía no.
Ethan: Sigue intentando.
Rhett: Lo haré. ¿Cómo está Mia?
Estoy tentado a escribir muy satisfecha, pero sé que eso no es a lo
que se refiere.
Ethan: Aguantando.
Le hago saber que estaremos allá a las once, luego me dirijo al baño,
echo un vistazo de Mia en la ducha y me doy cuenta que debí decirle a
Rhett que al mediodía.
Pero qué diablos. Pueden esperar.
En la ducha, envuelvo los brazos a su alrededor y la sostengo. Ella
está relajada y cansada, y puedo señalar que lo de ayer la drenó. La beso,
jugando con sus suaves labios, explorando su cuerpo con mis manos.
Quiero hacerla sentir bien otra vez, pero ella sacude la cabeza.
—¿Tal vez un poco más tarde? —dice—. Estoy adolorida.
—Lo siento. No lo siento —digo. Se ríe, atrapo el sonido con otro
beso y le digo—: Tengo algunas técnicas curativas... Esta noche, Rizos. O
antes, si no salimos de la ducha. 260
Su sonrisa se amplía. —Bien, esta noche. Cuenta con ello.
Ella es tan elegante y hermosa así. No puedo resistirme. Tomo su
rostro en mis manos y miro sus ojos verdes. —Mia... hicimos todo mal, en
el trabajo y en las citas que ni siquiera eran nuestras, pero eso no cambia
nada. Eso no cambia donde estamos. Ahora eres mía.
Suena posesivo y psicótico, pero no es así como se siente. Es como si
quisiera convertirme en un campo de fuerza humano a su alrededor. Darle
lo que pueda, todo, para mantenerla feliz y segura. La verdad no es tanto
que ella sea mía como yo soy suyo.
Mia sacude la cabeza y sonríe. —Ya era tuya, Ethan. En el minuto
en que pusiste mis bragas en el tostador, sabía que tú eras el indicado.
—¿Sí? Admito que fue un movimiento inspirado.
La ducha comienza a enfriarse, así que corto el agua y envuelvo una
toalla a su alrededor. Mia levanta la cabeza ante el sonido de un gabinete
al cerrarse de golpe en la cocina.
—Alguien está aquí. —Mira a la puerta y luego se queda sin aliento
cuando una fuerte carcajada explota desde el otro lado—. ¿Esa es... Beth?
—A mí me parece Sky, pero tú lo sabrías mejor.
Mia se separa de mí, abre la puerta y se dirige a la sala.
Agarro otra toalla, la envuelvo alrededor de mi cintura y la sigo.
La charla en el apartamento se detiene. Por un segundo, todos se
quedan ahí. Mia y yo, medio desnudos. Skyler, en la mesa de la cocina.
Isis, a punto de romper un huevo contra un tazón en el mostrador. Beth,
en el sofá, que está cubierto de vestidos, pantalones y zapatos. Jason en
medio de todo como un animal asustado que no sabe a dónde huir.
—¿Qué es esto? —Mia sube más la toalla—. ¿Qué hacen aquí?
Skyler levanta un transportador de café de la mesa de la cocina. —
Traje café.
Beth extiende sus manos como si presentara el sofá. —Lo de siempre
para mí. Un fabuloso surtido de ropa para ti.
—Estoy haciendo panqueques —dice Isis desde la cocina.
Jason se encoge de hombros y la comisura de los labios se curva en
una sonrisa avergonzada. —Vivo aquí.
Mia me mira, con una pregunta en sus ojos.
—Me pareció el momento adecuado para llamar a las tropas —dije. Y
soy recompensado con una sonrisa perfecta antes de que ella se traslade a
mi habitación en medio de un bombardeo de preguntas y condolencias.
—Maldición —dice Jason, cuando estamos solos—, son como un
huracán de categoría cinco.
261
Pero por el momento, estoy muy agradecido de que esté aquí, que
todos ellos lo estén, para bromear. —Gracias, J.
—No es necesario. No todos los lunes puedo conducir un Bugatti
hasta Malibú.
Esta tarde Jason se hizo cargo del auto de Adam por mí.
—Quiero decir, por dejarnos el apartamento anoche para nosotros y
por estar al tanto de su abuela.
—Como he dicho, no es necesario dar las gracias.
—De acuerdo. —Me doy la vuelta y me detengo, dándome cuenta de
que no tengo acceso a mi cuarto y por lo tanto a mi ropa.
—Eso apesta —dice Jason detrás de mí. Pero no lo hace. Me encanta
que Mia esté allí, rodeada de sus amigas, las antiguas y las nuevas.
Jason se sienta en la mesa. —Toma una silla, amigo. Tengo un Moca
Chai o cualquier mierda que sea esto.
Me siento y tomo el café.
—Entonces —dice—, parece que violaste el código de conducta
establecido para los empleados.
Malditas políticas de oficina. Casi me hicieron perder a Mia.
—Pude haberlo hecho anoche —respondo—. También pude haberlo
hecho esta mañana.
—Ajá —dice, sin ninguna sorpresa—. Y esta profesional —mueve su
mano en el aire, buscando la palabra correcta— transgresión...
—No había nada de malo en ello. Nada.
—Te escucho, hermano. Ya era maldita hora que hicieran el acto,
pero mi pregunta es la siguiente: tienes otra semana más o algo así en el
trabajo… lo siento, en las prácticas. ¿Vas a ocultarle a Blackwood lo que
está pasando entre ustedes?
—Demasiado tarde para eso —digo, recordando cómo envolví a Mia
en mis brazos frente a Adam. Él no es un idiota. Sabe lo que está pasando.
Jason toma un sorbo de café. —No pareces demasiado preocupado
por eso.
—Lo estoy por ella.
—¿Qué hay sobre ti?
—Estoy bien. Muy bien —digo. Le cuento sobre mi conversación con
Matt en Colorado. Acerca del programa de posgrado de psicología en
deportes. Y cómo voy a aplicar. 262
Me decidí por ello esta mañana. O tal vez fue en algún momento de
la noche, sosteniendo a Mia, pero mientras hablo con Jason, escucho a
alguien seguro. Alguien que tiene una confianza inquebrantable sobre el
camino que ha elegido seguir. La escuela de posgrado siempre se sintió
bien. Únicamente tenía que encontrar el ángulo que se ajuste a mí.
—Le acabo de enviar un mensaje a Matt —digo, terminando—. Voy a
contactarme con su contacto. Conseguirlo tan pronto como sea posible.
Jason se recuesta y me estudia. Hay una sonrisa en sus ojos. Esto
también se siente bien para él, pero sacude la cabeza. —Psicología, ¿eh?
Sonrío. —Sí.
—¿Sabes qué? —dice, cruzando los brazos—. Me voy a enojar si te
conviertes en un médico antes que yo.
Una hora más tarde, después de que Mia verifica con sus padres y
se entera de que la condición de Nana es estable, nos vamos a las Vegas.
Sky y Beth nos dejan en el aeropuerto a tiempo para tomar el vuelo de las
diez, lo que nos lleva al hotel antes del mediodía. Mientras caminamos por
el casino en el piso de exposición, siento el temor de Mia acumulándose
con cada paso.
Durante el vuelo, pensamos en formas de trabajar con el archivo
dañado que contiene el video que ha estado grabando durante las últimas
semanas. Hicimos una lista de personas que podrían ser capaces de
ayudar. Zeke, mi contacto de juegos. Gayle, nuestro experto en tecnología,
el que supuestamente viajaba esta mañana. Y, en un acto de suprema
generosidad, incluso propuse a Brian.
—El punto, Rizos, es que esto todavía no ha terminado —le dije.
Ella forzó una sonrisa, pero la realidad era inevitable: no tenemos
mucho tiempo.
Y ahora, mientras mostramos nuestras placas a los guardias de
seguridad junto a la puerta, tenemos menos tiempo. En solo seis horas,
miles de personas inundarán esta sala, junto con Adam Blackwood y su
grupo de inversionistas de alto nivel.
—Oh, Dios —dice Mia cuando nuestro stand está a la vista.
Mi lado está iluminado, el brillante verde del juego bajo un cielo
263
azul. No puedo ver quién lo está usando, pero el boomerang atraviesa el
cielo y golpea un corazón, que explota en una lluvia de chispas
probablemente rojas.
Se ve genial incluso desde la distancia, pero no puedo apreciarlo.
Las paredes del lado de Mia son blancas y simples, y no deberían estar así.
Cuando llegamos al stand, ella es rodeada por Paolo, Sadie y Pippa.
Todos hablan al mismo tiempo, y es como el caos en mi apartamento esta
mañana, pero frenético y estresado.
—Estuvimos despiertos toda la noche —dice Pippa—. Seguimos
revisando todo y nada.
Sadie sostiene una unidad USB. —Tenemos nuevos archivos con tus
imágenes, pero no son compatibles con este sistema.
—¿Tu abuela se encuentra bien? —dice Paolo.
Quiero decirles a todos que cierren la boca, pero ese es el trabajo de
Mia.
Su silencio les llega, y se quedan ahí parados, luciendo culpables
por haberla bombardeado con preguntas.
—Gracias —dice—. Gracias por... estar haciendo todo esto.
Todo esto parece nada ante mis ojos, aunque estoy seguro de que
pasaron las últimas veinticuatro horas intentándolo.
Mia me mira. Me doy cuenta de que se ha puesto un poco pálida,
pero su voz es calmada cuando dice—: Vamos a usar tu lado, Ethan. Solo
enviaremos a todo el mundo para allá. El juego es genial, y…
—No —digo—, de ninguna manera.
—Es demasiado tarde.
—No, no lo es. Trabajaste muy duro por esto. —No dejaré que falle.
Físicamente, no puedo dejar que suceda. Me acerco y aparto un rizo de sus
ojos—. Lo arreglaremos, Mia. Juntos.
Noto que quiere creerme, pero dice—: ¿En seis horas?
—Claro que sí. —Le doy un beso en la frente, luego me quito la
chaqueta y la tiro sobre la mesa del café—. Ya basta de esta mierda de
competencia. Hagamos esto.

264
55
Traducido por Miry GPE
Corregido por Laurita PI

Mia
Quince minutos antes de que las puertas de la convención se
abrieran oficialmente, me hallo inclinada sobre la taza del inodoro,
tratando de contener la quesadilla de pollo que compartí con Sadie, y no
arruinar el vestido o el costoso cinturón Gucci proporcionado por mi
equipo de estilistas de Los Ángeles. Aun así, estarían mortificados por la
condición de mi cabello. Nos encontramos en alerta máxima, y la aguja se
inclinaba hacia el rojo.
265
Pero la transpiración nerviosa le haría eso a una persona, así como
el transportar equipos por el piso húmedo de la convención, incluso se
sofocaba por las hiperventilaciones de cientos de vendedores ansiosos.
Afortunadamente, tenemos un pequeño bosque de palmeras drapeadas de
neón para absorber todo el dióxido de carbono extra.
Tomo unas cuantas respiraciones profundas, me levanto y me
tambaleo hacia el lavamanos. A mi lado, hay una chica en un disfraz de
fieltro de una nave cohete, adornado con corazones y las palabras:
“Lanzacohetes del Amor” en un cinturón con marquesina LCD ajustado en
su cintura.
—¿Qué piensas? —pregunta, sonriéndome por el espejo mientras se
aplica brillo color bronce—. ¿Demasiado sutil?
—Oh, creo que nuestro público es lo suficientemente sofisticado
como para apreciarlo.
Seco el sudor de mi labio superior y cepillo mi cabello con mis dedos,
lo cual hace las cosas más o menos un millón de veces peor. Un lado está
medio rizado y medio liso. El otro lado cuelga plano en la parte superior
pero rizado en la parte inferior. Tengo cabello de Jekyll y Hyde, pero
sonrío, pensando en mi noche y mañana con Ethan.
—¿Cuál es el tuyo? —me pregunta la chica, y me toma un segundo
comprender que se refiere al stand.
—Boomerang.
—Oh, me enteré que es el que hay que vencer —dice ella.
—Si eso es cierto, es un milagro. —Pasamos seis horas; Ethan,
Paolo, Sadie, Pippa y yo; esbozando un plan y luego poniéndolo en
práctica. Separamos los stands, reorientándolos para empujar sus paredes
hacia el exterior, haciendo un tipo de corazón de los dos boomerangs.
Después juntamos mis mesas de café y deslizamos los elegantes bancos
negros de Ethan hasta ellas. Se ve fantástico, y la sugerencia de Pippa de
que las personas podrían preferir sentarse en grupos en lugar de mesas
para dos, tenía bastante sentido.
Pero, ¿funcionará? ¿Solo se ve bien para nosotros porque nuestro
tiempo se acabó y estamos sin opciones? No lo sé. Solo sé que estoy muy
agradecida con todos por trabajar tan duro. Y sé que nos compraré todas
las bebidas grandes al final de esta noche.
Mi vientre todavía se retuerce, y le digo a Chica Cohete—: Buena
suerte.
—Espera un segundo —dice, y me entrega una banda para el cabello
con corazones estampados que tenía alrededor de su muñeca—. Para tu
cabello.
266
Debe ser malo si perfectos desconocidos me entregan accesorios
para el cabello.
—Gracias. —Salgo del baño, sujetando mi ridícula melena con la
banda para el cabello, solo con la vaga esperanza de que ayudará, y
apresurándome hacia la pantalla de Boomerang. A distancia, se ve
impresionante. El negro brillante y el blanco de ensueño juegan el uno con
el otro, creando un espacio que se siente armonioso pero sensual y
atractivo.
Me tomo un segundo para enviarle un mensaje de texto a mi mamá
para un reporte de la situación. Aparentemente, Nana despertó un par de
veces e incluso logró comer un poco de caldo.
Mejor de lo que ella tiene derecho a estar, dice su mensaje.
Y sonrío, sintiendo exactamente lo mismo.
—Se acaba el tiempo, Mia.
Mi sangre se congela en mis venas, y me giro para encontrar a
Cookie caminando hacia mí. Sin embargo, estoy sorprendida, porque su
cabello se halla hacia abajo y reemplazó su habitual traje agudo, casi
militar, con un suéter de cachemira rosa suave y pantalones grises.
—Guau, Cookie —digo—. Luces… —No digas, “casi humana”, ruega
mi cerebro, y por una vez lo escucho—. Linda.
—Y tú te ves —me escudriña—, arrugada. Ahora, ¿vamos a ver lo
que has hecho? Necesito saber qué tan grande será esta multitud.
—Creo que estarás gratamente sorprendida.
—Si es agradable, me sorprendería. —Ondea la mano con
impaciencia—. Guíame.
Genial. Como si mis niveles de ansiedad necesitaran más carga.
Guío a Cookie, pasando algunos otros stands y empiezo a sentirme
un poco mejor. El nuestro se establece en el centro y llama la atención.
Aunque no pude recuperar toda mi película, fui capaz de excavar en mis
archivos sin editar y convertir a los mejores en simples gifs animados. Se
reproducen una y otra vez en las pantallas por todo el espacio, integrados
milagrosamente con el juego de Ethan.
Incluso transferí unos pocos segundos de mis abuelos, en tono sepia
y encantador. Fue tan difícil dejar a Nana en Los Ángeles. La necesitaba
aquí conmigo. Y hay algo en la forma en que ella y mi abuelo se miran el
uno al otro, lado a lado, sentados en una mesa de picnic en algún lugar de
las montañas Catskill, el respeto y atracción que proyectan a través de
décadas, se siente bien, de alguna manera.
267
Me encanta la forma en que luce todo; romántico pero moderno. Se
siente propio de mí.
Mi cuerpo comienza a relajarse. Estamos bien. Todo esto se ve bien.
Ahora solo tenemos que conseguir que el público venga a interactuar con
el espacio, y haremos dinero.
Y entonces los gifs se apagan uno por uno, dejándonos con una
docena de pantallas en blanco.
Oh, no. No. No. No.
Voy corriendo, y Ethan sale de detrás de la pared de su lado,
luciendo tan inquieto como me siento.
—¿Qué pasó?
—Ha estado así durante los últimos minutos. Algún problema de
conexión, pero no podemos encontrarlo.
Sin las imágenes, el espacio se ve totalmente diferente. Sin terminar.
Carente de algo.
—Dos minutos hasta que se abran las puertas, niños —dice Paolo.
Nerviosamente, quita pelusa imaginaria de su solapa.
—Déjame ver. —Voy detrás de la pantalla y quiero llorar ante la
maraña de cables que cubren el espacio. Me sumerjo entre ellos,
encontrando en donde se conectan, buscando acoplamientos sueltos. Se
me ocurre que Acoplamientos Sueltos podría ser un gran nombre del sitio
web de citas, y río.
Estoy bastante segura que me encuentro al borde de la histeria.
Hallo unos cables, los cuales convergen en un suministro de poder
central, y sigo el cable de alimentación a un tomacorriente en el suelo con
una placa suelta. Empujo el enchufe más firmemente y levanto el cable
grueso del camino para desenredarlo de algunos otros.
—¡Sí! —grita Ethan—. Lo tenemos.
—Genial. —Suelto el cable de nuevo en el suelo y empiezo a
levantarme, pero Paolo dice—: Nop. Lo perdimos de nuevo.
Mierda. Tomo el cable.
—Bien, funciona —dice Ethan.
Me siento ahí, con el cable en mi mano suspendida a unos veinte
centímetros del suelo. Me temo que sé a dónde lleva esto, pero lo empiezo a
bajar de nuevo.
—¡Maldita sea! —gruñe Ethan.
Miro a mi alrededor, preguntándome si puedo traer una caja, una
silla, un niño pequeño; algo para ayudar a sostener esta cosa. Que me
condenen si todo nuestro duro trabajo se arruina por un tomacorriente
268
barato.
La suave música tecno sube, y escucho una oleada de risas y voces
excitadas. Me invade una oleada de euforia y ansiedad primaria.
Sadie se asoma por detrás de la pared, su pelo rojo se balancea
hacia mí como un péndulo. —¡Las puertas están abiertas!
—¿Todo sigue funcionando?
—Sí. ¡Se ve increíble!
Quiero verlo. Quiero estar ahí mientras el público llega y explora el
espacio. Quiero ver sus caras, ver a Ethan mostrar lo que hicimos. Pero
creo que me sentaré aquí y sostendré un maldito cable por las próximas
horas.
Cookie camina por detrás de la pantalla y se queda allí, con sus
manos en las caderas, transmitiendo su habitual mezcla sutil de total odio
y aversión absoluta hacia mí.
Luego me conmociona bastante cuando se arrodilla en el suelo a mi
lado. Alcanzando el cable, dice—: Dámelo, y ve ahí fuera.
—Pero…
—Este es tu espectáculo, Mia —dice, y algo se ve en su expresión,
tan rápido que estoy bastante segura que lo imagino. Algo que parece
compasión—. Ve.
Me pongo de pie. —Encontraré alguna manera de mantenerlo arriba.
O tal vez podemos conectarlo a un nuevo tomacorriente si puedo encontrar
uno.
—Sí, apreciaría no pasar toda mi noche rompiéndome la espalda
aquí. Ahora, ve.
Me apresuro a encontrar a Ethan. Paolo, Sadie y él corren por el
espacio, haciendo pequeños ajustes, ordenando las mesas y poniendo los
últimos toques en las filas y filas de artículos para la venta: vasitos de
tragos con el logotipo de Boomerang y verdaderos boomerangs de goma-
espuma, los cuales sospecho pueden llegar a ser una amenaza en la sala
repleta.
Una gran multitud se dirige hacia nosotros, una marea de personas
hermosas y probablemente ebrias. Se esparcen a través del espacio como
el agua corriendo a través de los afluentes.
Me abro paso entre la multitud, y de inmediato, veo a Adam, alto y
elegante en traje color berenjena. Un grupo de tipos trajeados se
encuentran a su lado, con expresiones escépticas e indiferentes. Tenemos
trabajo por delante para nosotros, al parecer, y no podía ser de otra 269
manera.
—¿Lista, Rizos? —pregunta Ethan, mientras desliza un brazo
alrededor de mi cintura.
Me apoyo en él por solo un segundo, imbuyéndome con su fuerza.
—Vamos —digo.
56
Traducido por Jasiel Odair
Corregido por Niki

Ethan
Adam no revela nada mientras nos presenta a Mia y a mí a los cinco
hombres que podrían hacerlo un potencial multimillonario. Tampoco
mostró ninguna sorpresa por la transformación radical que se le hizo al
stand de Boomerang desde que lo vio ayer. La cara de póquer del tipo
debería ser legendaria.
Mia y yo tomamos un riesgo enorme. Fue mi idea cargar sus 270
imágenes en mi videojuego. Sin los aburridos campos verde y cielo azul,
ahora los corazones boomerang vuelan sobre las imágenes de personas en
citas, riendo, divirtiéndose —y enamorándose, en el caso de Nana. De vez
en cuando, alguien golpea un blanco y el corazón explota, y parece que los
fuegos artificiales llueven sobre una pareja.
Es jodidamente perfecto. Como lo planeamos. No podríamos haber
diseñado nada mejor.
Tan buena como fue mi idea, la idea de Mia —cambiar las paredes
del stand para que las imágenes estén en todas partes—, ha llevado a
nuestro stand a un nivel totalmente distinto. Con esa pequeña genialidad,
hizo a Boomerang exclusiva, tan difícil de conseguir como en cualquier
club de primera clase en Las Vegas, y se hace más evidente en el segundo
en que les encanta a los asistentes a la conferencia. El espectáculo solo ha
estado transcurriendo por diez minutos, y ya Rhett y Paolo han tenido que
ir a ayudar en la entrada para regular el flujo de personas.
Estamos prácticamente de pie en la sala, mientras todo el lugar
zumba con música impresionante, gracias a DJ Rasputin, y con la risa y la
diversión que me dicen que algo increíble está ocurriendo aquí.
Pero Blackwood, por supuesto, luce como supongo que lo hizo en las
mesas de blackjack la otra noche: frío y controlado, y como si le importara
una mierda el hecho de que su compañía está haciendo el espectáculo de
mercado de la historia.
—La señorita Galliano filmó estas imágenes ella misma —le dice a
un hombre que luce como un muro de ladrillos.
—Son muy buenas —responde Muro de Ladrillos con un denso
acento del sur—. El talento viene de familia, ya veo.
No estoy seguro de qué me sorprende más: el hecho de que Adam le
dio a estos hombres una sesión informativa previa al juego de Mia, o que
Muro de Ladrillos es lo suficientemente culto para conocer el trabajo de
Pearl.
—Gracias —dice Mia—. El proyecto ha sido muy gratificante tanto
para Ethan como para mí.
Sonrío. —Eso es cierto —le digo, asintiendo—, a veces ni siquiera se
siente bien llamar trabajo a lo que hacemos.
La mirada de Adam se encuentra fija en mí y creo que se enfría con
advertencia, pero no me importa.
—El juego del boomerang —dice el señor Inoue, un inversionista de
Japón—. ¿Por qué fabricante de juegos fue provisto?
—Zeke Lee —respondo—. Es un desarrollador de Naughty Dog, pero
lo hizo para nosotros. —El tipo está tan concentrado en el boomerang que 271
se muestra en las pantallas que ni siquiera me mira mientras hablo—.
¿Quiere probarlo?
—Oh, sí —responde.
—Genial. Sígame. —Lo dirijo a la plataforma de juego y haciendo uso
de mis privilegios, voy a la parte delantera de la larga fila de personas que
espera su turno. Ayudo al señor Inoue a ponerse el guante y le doy unas
sugerencias, luego, él está lanzando boomerangs como si hubiera nacido
para ello. Su agrado por el juego es inmediato, por lo que me siento de
nuevo y lo veo reírse mientras literalmente rompe corazones a diestra y
siniestra.
Adam está a mi lado, con los brazos cruzados y la misma expresión
neutra en su rostro.
—No me acuerdo de completar esto —dice.
—No lo hiciste —le digo, y siento que Mia se acerca más a mi lado.
Espero a que diga algo más, pero no lo hace. Solo está allí, pero al
parecer eso es suficiente para calmar un poco mis nervios.
No me importa lo que me diga, pero si trata de arrastrar a Mia, voy a
enterrar mi puño en su cara bonita de niño rico.
Cuando Inoue se baja de la plataforma de juego, sonriendo como un
niño, se acerca y me pide el número de Zeke, y luego felicita a Adam por
un gran espectáculo.
Adam le da la mano y sonríe, encantador y servicial, pero cuando
Inoue se va, se vuelve hacia nosotros, y su humor vuelve a ser ilegible.
—Voy a convocar a una reunión en mi suite esta noche para todos
los empleados, e internos. Lo veré a los dos allí.
Entonces se va, y la multitud se dispersa ante él mientras se mueve
a través del stand.
—Jesús —digo. El tipo encaja realmente en su propia categoría.
—Yo diría Moisés —dice Mia. Entonces su mano se desliza en la mía
y la aprieta—. Lo hicimos.
La miro y sonrío, devolviendo el apretón. —Vamos, equipo.

272
57
Traducido por Jasiel Odair
Corregido por Mire

Mia
Estamos a punto de salir del ascensor para dirigirnos al penthouse
de Adam cuando Ethan envuelve los brazos alrededor de mí desde atrás,
sosteniéndome allí.
—Espera un segundo —dice, presionándome contra él y levantando
mi pelo para besar mi nuca.
Las puertas se cierran, y ahora solo somos nosotros, reflejados otra 273
vez en el espejo de los paneles.
—Supongo que si nunca entramos en esa habitación, no podemos
ser echados. —Giro y coloco los brazos alrededor de su cuello, atrayéndolo
hacia abajo para un largo y tentador beso—. ¿Ese es el plan de juego,
entrenador?
—Algo por el estilo.
Aliso el cuello de su camisa y enderezo su corbata, recordando lo
mucho que quería hacerlo en nuestro primer día juntos, para ceder a mi
necesidad de tocarlo.
—Hicimos un buen trabajo hoy, Ethan —le digo—. No importa qué,
hicimos de ese stand un éxito. Adam consiguió cinco mil visitas al sitio. En
una noche. Es una locura. Se inscribieron cuatrocientas personas.
Sonríe y me besa de nuevo. —Dios, eres sexy cuando recitas
estadísticas.
—Y tú eres sexy cuando respiras.
Se ríe, pero luego su expresión se vuelve seria. —En realidad, solo
quería decir que todo va a estar bien. Te cubro.
Durante un buen rato, lo miro a los ojos azules llenos de luz y allí
veo un pozo sin fondo de bondad y lealtad. Me acurruco contra él y beso
su mandíbula, rozando el rastrojo de barba con mis labios. —Y yo te cubro
a ti. —Lo abrazo y le doy una palmadita en el culo—. Ahora, vamos a que
nos despidan.
En el momento en que entramos, todo el grupo se ha reunido en el
penthouse —a excepción de Adam—, y es como ser recibidos por un jurado
en ejecución. Paolo enrolla la manga color chocolate de un brazo y gira su
cóctel nerviosamente, haciendo que tintinee el hielo. Es el ruido más fuerte
en la habitación.
—Impresionante trabajo esta noche, chicos —dice, y le da a Cookie
una mirada desafiante, incluso antes de tener la oportunidad de formar
una expresión facial.
Pippa, Sadie y Rhett murmuran en acuerdo. Cookie mira a su bebida
como si quisiera estrangularla hasta la muerte.
—Gracias —digo—. De verdad, gracias a todos por todo. Salvaron
nuestros traseros.
Si no fue para siempre, al menos para esta noche.
—Bueno, Jesucristo —exclama Cookie—. Siéntense.
Ethan da grandes zancadas hacia la mesa de comedor de madera de
caoba, pre-establecida con servilletas de lino, copas talladas con cristal y
platos tallados en oro, en el caso de una velada espontánea. Detrás de la 274
mesa, las ventanas de piso con cinco metros hasta el techo revelan una
vista impresionante, y la luz en lo alto del Luxor atraviesa un cielo negro
sin estrellas.
Saca dos sillas, y me siento, pero él permanece de pie detrás de la
suya. Sé sin que diga una palabra que la ansiedad que está emitiendo
tiene que ver solo conmigo. El miedo irracional de que aborde a Adam en el
instante que atraviese la puerta se apodera de mí.
Pero luego Adam sale de uno de los dormitorios, con aspecto relajado
y afectuoso, en pantalones vaqueros y una camisa de vestir color borgoña.
El hombre ama los colores de las gemas.
—Gracias por venir —dice, como si nuestra presencia no fuera
obligatoria—. Veo que te has servido del bar, Paolo. ¿Alguien más quiere?
Él juega a ser camarero, pero Ethan y yo declinamos. Mi estómago
está revuelto, y me siento ruborizada y temblorosa. Sé que algo de eso es
simplemente agotamiento y los efectos residuales de correr a casa por
Nana, preocuparme por ella y por lo de hoy. Ahora que he dejado el refugio
seguro de la cama de Ethan, todo se estrella contra mí.
Me muevo en mi asiento y me recuerdo que con lo que suceda aquí,
voy a estar bien. He conseguido algo mucho mejor que un trabajo. Se
siente casi codicioso querer algo más. Pero lo quiero. O quiero que lo tenga
Ethan. Es solo que no quiero que vaya a cualquier otra persona.
Adam se toma un insoportablemente largo momento para preparar
unos cócteles, y cuando empieza a echar menta para un mojito, lo único
que puedo hacer es no perder la cabeza. Tapa el agua mineral con gas y
regresa al grupo. Le entrega la bebida a Cookie, quien se sienta a su lado y
cruza las piernas.
Él cruza los brazos sobre el pecho. —Bueno, debo decir que ustedes
dos me sorprendieron. —Y es lo único que dice. Todo queda tan tranquilo
en la sala que puedo oír un reloj, literalmente, y en realidad no veo un reloj
en cualquiera de las paredes.
Al fin, Ethan le pregunta—: ¿Eso es bueno o malo?
Adam lo considera por un momento. —Bueno, veamos. Ordenaste
un videojuego que costó casi veinte mil dólares. Interferiste con la
investigación de campo que te pedí que hicieras. E ignoraron por completo
mi política de no salir.
Mi cara enrojece. Sé que es un mal momento para ser quisquillosa,
pero digo—: Ethan no interfirió con mi cita, salvo para sacarme de encima
a un tipo raro. Así que eso es mi culpa.
—Bueno, el videojuego es mi culpa —dice Ethan, tomando asiento al
fin a mi lado—. Y voy a reclamar la responsabilidad de romper la regla de
no salir. Es una regla tonta.
Me río y tomo su mano, que es fuerte y cálida. —Creo que tenemos
275
que dividirnos ese un cincuenta por ciento.
—Está bien —dice, mirando a Adam con una media sonrisa suave en
los labios—. Vamos al cincuenta por ciento con esa última, así que creo
que eso nos nivela un poco. ¿Qué más tienes?
—Tengo un puesto que requiere ser ocupado —dice Adam—, y los
quiero a los dos.
—¿Qué? —exclama Cookie.
—¿Qué? —decimos Ethan y yo a la vez.
—¿Saben lo que hicieron ahí afuera? —pregunta—. Arruinaron a la
competencia. Completamente. Impresionaron a un montón de viejos que
son cínicos profesionales. E hicieron todo eso enfrentando una crisis de
salud de un familiar y con la distracción de lo que supongo que ha sido
una atracción añeja. También vinieron con un lema perfecto, por no hablar
de conseguirme una tarifa decente en las obras de mi fotógrafo favorito.
Así que quiero que vengan a trabajar para mí. ¿Qué dicen?
Siento una oleada de euforia, sorpresa y gratitud por lo que apenas
puedo hablar. Parece un sueño.
Entonces Ethan dice—: Te lo agradezco. De verdad. Pero me temo
que voy a pasar.
—Espera —me giro para mirarlo—, ¿por qué?
Sonríe y se masajea el cuello, de pronto avergonzado. —Quiero que
te lo quedes. Se supone que debe ser tuyo, Rizos.
—¿Qué dices? Querías el trabajo tanto como yo.
Ethan se encoge de hombros. —Yo quería el dinero. Pero tú querías
el trabajo.
—Señor, estoy confundido —dice Paolo. Toma toda su bebida y se
levanta para volver a llenarla.
—Yo también. —Tomo las dos manos de Ethan y busco su rostro en
busca de respuestas—. Así que, ¿qué vas a hacer?
—Bueno, esperaba el momento adecuado para decir esto.
—Este estaría bien —dice Sadie.
—Sí —acuerda Rhett—, a mí también me parece bien.
Ethan mira a su alrededor. —Muy bien —dice—, será ahora. —Sus
ojos chispean cuando vuelven a mirarme—. Mientras estuve en Colorado,
Matt me contó sobre un programa de postgrado en psicología del deporte
en la Universidad del Sur de California. Me puso en contacto con el tipo
que está empezando y… —Se encoge de hombros—. Voy a hacerlo.
—Pero ¿qué pasa con los préstamos? ¿Qué… 276
—Lo estoy solucionando. Intentaré convertirme en entrenador allí, lo
que me daría una beca completa. Y voy a tomar más préstamos si llega a
ser necesario. Pero quiero estar allí. —Mira a Adam—. Estoy seguro de que
entiendes.
Adam asiente. —Es una pérdida para mí, pero Rhett me dice que
eres muy bueno con su equipo, y sin duda has ayudado a sacar lo mejor
de mi grupo. Así que, sí. Entiendo. —Apunta su mirada pensativa en mi
dirección—. ¿Y tú, Mia? ¿Sigues a bordo?
—Dios, sí —le digo—. Por supuesto.
—Gracias a Dios —dice Paolo—. Habría sido muy aburrido sin los
dos allí.
—Sí —resopla Cookie—. Gracias a Dios. —Sin embargo, allí hay un
indicio de algo impropio de ella otra vez, solo un destello. No puedo estar
segura, pero creo que es una sonrisa.
Pippa se levanta y dice—: Propongo un… una… ¡Una cosa parecida a
un discurso!
—¿Un brindis? —Ríe Sadie.
—Sí, un brindis.
Adam se pone de pie y entonces todo el mundo también lo hace. —
Excelente idea, Pippa. Empecemos esta fiesta.
Clamamos alrededor de la barra, y Adam mezcla más bebidas. Rhett
me dice que vaya el lunes para rellenar más formularios, y Paolo dice que
me va a encontrar un escritorio cerca del suyo. He sido acorralada por
Intern Gulag.
Bebemos, y luego ponemos música.
Ethan y yo bailamos y bailamos, y no me sorprende encontrar que
tiene excelentes movimientos. La música se ralentiza, y me muevo en sus
brazos, cálida, eufórica y sorprendida por las posibilidades que toman
forma a mi alrededor.
—Esa noche en Duke’s —dice—, te vi en el bar. Y no podía dejar de
mirarte. Fui encontrando mi camino de regreso a ti.
Sonrío. —¿Como un boomerang?
Paolo choca con nosotros en su camino a la barra. —Ups. —Tropieza
un poco—. Oigan, ¿alguno quiere una recarga?
—No, gracias —digo y acerco a Ethan para un largo y muy poco
profesional beso—. Tengo todo lo que necesito aquí.

277
Rebound
Enrollarse con alguien es sólo el comienzo de
la diversión en esta segunda entrega sexy e
irresistible de la emocionante serie New
Adult, Boomerang.
Adam Blackwood lo tiene todo. A los veintidós
años, es fabulosamente rico, ardiente como
Ryan Gosling y en la cima del mundo de los
negocios. Su vida es perfecta, hasta que
resurge un escándalo de su pasado y
amenaza con golpear de la cima al niño
prodigio de tecnología y llevar a su compañía,
Boomerang, un sitio en circuito para la
generación del milenio, al caos.
Hace tres años, Adam se casó con su amor de
la escuela secundaria; y luego la perdió en un
278
trágico accidente. Ahora, la angustia y la
culpa que ha tratado de enterrar con el
trabajo y las mujeres comienza a apoderarse de su vida.
Alison Quick, de veintiún años de edad, hija de un magnate de los
negocios y la ex-novia del ex pasante de Boomerang, Ethan, tiene un
problema por su cuenta. Ella tiene una oportunidad de demostrarle a su
padre que se merece un lugar en su imperio al tomar el control de
Boomerang y hundir a Adam.
Pero cuando Alison se lanza sobre él, armada con un grupo de abogados y
contadores, descubre que hay mucho más en Adam y Boomerang de lo que
parece. ¿Ganar la aprobación de su padre vendrá con el costo de perder a
su primer amor verdadero? Parece que sí, a menos que Adam puede
perdonarla por arruinar su vida y tratar de robarle su medio de vida. Pero
Alison espera que el viejo refrán tenga razón. Tal vez el amor puede
superarlo todo.
Agradecimientos
En primer lugar, gracias a TODA mi increíble y de largo alcance por
escrito familia, cuyos miembros individuales sería imposible nombrar aquí.
Si crees que deberías aparecer en esta página, créeme, yo también lo creo.
Soy tan afortunada de que muchos de ustedes han empezado como
clientes, estudiantes y colegas y se han convertido en amigos de por vida.
Para Don Maass, Erin Anderson, y la increíble facultad BONI, y a
todos los estudiantes que he asistido a lo largo de los años, muchas
gracias por su trabajo duro y por proporcionar constante inspiración.
Estoy agradecida más allá de la narración.
Para los estudiantes y profesores de WRW, gracias por las noches
maravillosas en el porche de atrás en Marydale. En honor a Gary Provost y
Robin Hardy, y con mucho agradecimiento a Gail Provost, Elizabeth Lyon,
Carol Dougherty, y Jason Sitzes y sus mensajes nocturnos.
A mis agentes literarios, Josh y Tracey Adams; mi compatriota
editorial, Emma Dryden; y mi valiente (y subempleado, por mí) asistente,
Kelsey Tressler—gracias por provocar lo impresionante, todo el tiempo.
279
Para Roman (Chewy) White por las improvisadas sesiones de
instrumentos de juguete y años de risas; Katie Lu Krimitsos por el sushi y
patear traseros; Kim Frost por su compañía en los muchos paseos
nocturnos; mis amigos locales de escritura, Tom, Chris, Liz, Larry, Usman
(y Gemma y Geodie en espíritu), por un montón de buenas charlas y un
poco de críticas; a Jackie P. por la determinación de modelado; y Kim L.
por las conversaciones sobre las vísceras.
Gracias, por supuesto, a Tessa Woodward y a todos en
HarperCollins. Y a mí encantadora coautora, Verónica Rossi, por un
número ridículo de risas y de chocar los cinco virtuales a lo largo del
camino. Es un honor, Minty.
Por último, a mi loca, hilarante e impresionante familia: Lisa,
Mustafa, Alex (panda), Andrew, Dina, Samantha, y Abby. Y a Brenda,
Jose, Liz, Anna, y Kyle. Somos bichos raros, y no podía ser de otra
manera.
-LO

Mi más profundo agradecimiento a las siguientes personas: Lorin


Oberweger, por tu amistad y esplendor en general. Josh y Tracey Adams,
por ser mi agente de cinturón negro. Tessa Woodward, por el apoyo y
orientación editorial—gracias. El resto de la banda William Morrow, Molly
Birckhead y Megan Schumann sobre todo, por todos sus esfuerzos para
difundir la palabra acerca del Mundo Boomerang. A mi familia y amigos,
gracias por ser la razón del por qué. Finalmente, a los bloggers y lectores
por ahí, gracias por tomar otro viaje conmigo.
-VR

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Sobre el Autor
Noelle August, el seudónimo de la reconocida editora y premiada
escritora Lorin Oberweger y la New York Times best-seller de YA la autora
Verónica Rossi, los cerebros detrás de Boomerang.
Visita www.AuthorTracker.com para obtener información exclusiva
sobre sus autores favoritos de Harper Collins.

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