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Madame Kadalú La leyenda de María Lionza

(Quinta parte)
mar., 13 may. 2014 20:14:10, theangryantihero, [post_tag: anime, post_tag: brujas, post_tag: brujeria,
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El silencio impera por toda la base militar, el ladrido de alguno de los perros guardianes se logra
escuchar eventualmente junto con el canto de los grillos. Todos duermen en una relativa paz a pesar de
los horrores de ese laboratorio inhumano y cruel.

En el salón donde están los congeladores, el cuerpo de madame Kadalú descansa sobre una camilla,
encima de ella una sábana manchada con sangre. Ella se levanta y comienza a toser tirando agua por la
boca, al sentir el sabor del agua de aquella bañera comienza a sentir náuseas. Luego de respirar logra
controlarse y se dedica a mirar a su alrededor. Hay un espejo cerca y se mira la cara al sentir un ligero
dolor, mira sus pendientes de color celeste y agradece a Yemayá por las reliquias que le permiten
respirar bajo el agua.

Hay cuerpos tapados por todos lados, son jóvenes o niños en su mayoría. Pobres criaturas que no fueron
capaces de aguantar las ruines pruebas que aquella macabra institución les imponía para aprovechar su
poder. Más delante ve la puerta, trata de abrirla pero se da cuenta que está cerrada. Con una breve
invocación, utiliza el anillo de Eleguá en su mano izquierda para abrir la puerta.

Cuidadosamente camina por el laboratorio, usando el anillo abre la puerta con el símbolo de barón
Samedí y se mete. El olor a carne seca y formalina la golpea sin piedad, con la nariz y la boca tapada
entra y mira a las momias acostadas sobre las camillas. Al fondo ve el altar y el libro que Monsieur Mardí
utiliza para hacer el rito. Ella no se atreve a tocarlo, podría tener un conjuro que reaccione a la energía
positiva que maneja.

No le toma mucho tiempo darse cuenta de lo que está pasando, al tocar la piel de las momias imágenes
de todo lo que ha acontecido en aquel lugar se manifiestan en su mente, es el poder de la
retrocognición. Todo gracias al brazalete de Obatalá, una muñequera de marfil blanco que magnifica sus
poderes mentales.

Al salir del cuarto ve varios garrafones de alcohol, en el acto toma una decisión, no puede permitir que
estos muertos sigan siendo irrespetados de esa forma. A cada una de las momias les echa encima
alcohol, cuando está a punto de chasquear los dedos para activar el brazalete de changó e invocar el
fuego que incinerará a los cuerpos, un ruido interrumpe su labor. Uno de los guardias de turno entra al
laboratorio al ver la puerta de la morgue abierta.

Ella sale a su encuentro y rápidamente impone su mano derecha sobre él manipulando su mente, por la
vía telepática le envía un mensaje a su sistema nervioso afectando el nervio ocular. El soldado no ve a
nadie en la sala, aun teniendo a la hechicera justo al frente. Ella le pasa al lado rápidamente mientras él
se queda ahí confundido.

Al pasar por la oficina de Valdez se detiene, sabe que la clave para detener todo esto está en la
información que pueda sacar. Abre la puerta y silenciosamente entra en la habitación, con cautela cierra
la puerta y la vuelve a trancar. Abre los archivadores y todo empieza a cobrar sentido al leer los
documentos.

Valdez siempre tuvo interés en lo paranormal, desde la subida de Chávez al poder ha tratado de
expulsar a la DLAP del país hasta que logró conseguir los fondos necesarios para fundar la DBEP. En ese
momento contrató a un ex-asesor científico de la antigua Alemania del Este, el médico Gunther Knoche,
sobrino nieto del doctor Gottfried Knoche. Esta mítica figura histórica vivió a finales del siglo XIX en
Venezuela, creó un líquido que embalsamaba a los muertos sin necesidad de sacar los órganos internos.
Gunther logró reproducir y mejorar la fórmula de su tío abuelo, creando un compuesto que vaporiza en
minutos toda el agua y grasa de los cuerpos pero a la vez, mantiene la piel y los músculos flexibles y
conservados.

Junto con Monsieur Mardí, un antiguo general del dictador haitiano Francois Duvalier y poderoso bokor
dueño del báculo de baron Samedí, planearon la creación de un proyecto que estudiara la posibilidad de
utilizar los cadáveres propios y del enemigo como soldados perfectos, la DLAP se dio cuenta de esto e
interpuso varias quejas ante el presidente argumentando que se trataba de prácticas de necromancia
que violaban los tratados internacionales firmados en 1827 cuando la Gran Colombia y el resto de las
naciones libres de Hispanoamérica reconocieron y aprobaron la existencia de la organización.

Fabricando pruebas, sobornando y secuestrando a miembros de la DLAP, lograron acusar a la institución


de vender información del proyecto a Estados Unidos logrando la expulsión de la institución de
Venezuela. Fue así como se enteraron de la existencia de Mariana una vez confiscaron todos los
documentos de la organización, construyeron una base en Yaracuy y comenzaron a hacer experimentos
con ciertos pobladores, en especial médiums y líderes del culto marialioncero que han demostrado
tener cierto potencial psíquico.

Madame Kadalú cierra las carpetas, y las deja justo donde las tomo luego de haberlas visto y
memorizado cuidadosamente. Luego sale de la oficina y se dirige al laboratorio, segundos más tarde
está en el salón ceremonial, chasquea los dedos e inmediatamente cada una de las 20 momias se
incendia inmediatamente, el humo empieza a llenar el laboratorio y las alarmas contra incendio se
activan.

Todos los soldados se levantan y entran en acción, el coronel ve a madame Kadalú en la puerta de salida
y ordena que la atrapen, los soldados van detrás de ella, la hechicera corre por el patio, los guardias
apostados en las torres de vigilancia le disparan pero las balas no le dan. Con un gran salto se va por
encima de la cerca de ciclón, el coronel entonces regresa y se encuentra en el pasillo con Knoche y
Mardí que lo esperan en la puerta del laboratorio.

— Coronel, las momias han sido incendiadas, no hay una sola que sirva. —comenta Mardí bastante
contrariado.

— Todo el trabajo que hemos hecho, tirado a la basura. —agrega Knoche.

— Ya resolveremos, ahora hay que encontrar a esa bruja, no podemos dejarla escapar. —dice Valdez
dándole una fuerte palmada al marco de la puerta.

— Pero yo mismo vi que ella estaba muerta, no es posible. —dice Knoche.

Luego los tres caminan hacia la oficina del coronel, afuera los soldados van en carro para perseguir a
madame Kadalú, ella corre a una velocidad sin precedentes, no se detiene, no se cansa y los autos no
son capaces de alcanzarla, sin embargo la siguen hasta alejarse a una considerable distancia de la base.

Valdez toma el teléfono y empieza a hacer unas llamadas, Knoche espera junto a él. Monsieur Mardí
camina de un lado a otro pensando. Valdez no deja de repetir una y otra vez que él mismo mató a la
hechicera, monsieur Mardí pregunta cómo lo hizo y Valdez le cuenta con detalle. Justo cuando el bokor
da con la clave de lo sucedido, el escritorio y todos los muebles empiezan a temblar, un calor
insoportable empieza a sentirse. Trofeos, jarrones y cuadros vuelan golpeando a los tres hombres que al
intentar salir se les cierra la puerta.
Dado que las cuarenta unidades movilizadas en aquella base están buscando a la hechicera en el
bosque, solo se escucha desde afuera de la oficina los golpes que el coronel, Mardí y Knoche dan
desesperadamente a la puerta. Luego se da una explosión que destruye la oficina y crea un enorme
hueco en donde se supone debería ir la puerta. Arrastrándose, Knoche y Valdez tratan de salir para
salvar sus vidas, Mardí está atrapado bajo un gran pedazo de concreto.

Entre el polvo y los escombros, madame Kadalú sale tosiendo fuertemente, luego se agacha y toma el
teléfono celular del coronel que yace inconsciente en el suelo. Estando afuera se encuentra con
Monsieur Mardí que está atrapado bajo un enorme pedazo de concreto, ella le sonríe mientras él con
furia le lanza una bola de energía que se disipa entre los dedos de la hechicera.

— Ahora sé quién eres, la sacerdotisa de los siete caminos, la portadora de las siete reliquias. Maldita,
me cobraré esta humillación, ni los orishas van a salvarte de la furia del gran barón Samedí.

Sin ponerle mucha atención, madame Kadalú camina hacia las celdas donde, usando el anillo de Eleguá,
abre las puertas liberando a todos los presos. Guiándolos hacia la libertad, la hechicera camina delante
de ellos hacia la salida, llega al patio y lanzando bolas de fuego hace explotar cuanto vehículo militar
vea, a excepción de un enorme camión de abastecimiento. La gente entra al vehículo mientras que uno
de los presos se ofrece a conducirlo, la hechicera se va adelante con él.
En la cueva, Arthur acompaña a Mariana mientras se calma un poco. Ella se siente culpable y dolida por
la muerte de su padre, con una taza de té de manzanilla ella dice todo lo que siente mientras Arthur la
escucha y apoya atentamente.

El celular del cazador suena, es madame Kadalú tratando de averiguar dónde se encuentran antes de
salir de la base. Quiere poner a salvo a toda la gente antes de que los nahuales y los soldados lleguen de
su patrullaje. Arthur activa el geo localizador de su teléfono.

— Es una buena noticia saber que tu madrina está bien, al menos tu no tuviste que perder a un ser
querido. —dice Mariana con alivio.

— Ah! Told yah… A ella no se le gana fácil Mariana, hablamos de la sacerdotisa de los siete caminos.

— No entiendo… —contesta Mariana.

— Hace miles de años, antes de que el hombre blanco invadiera las tierras africanas, existieron reinas y
reyes justos y nobles. Hechiceros de gran poder e influencia que gobernaron el reino Yoruba,
básicamente lo que conocemos hoy como Nigeria. Olodumaré, el dios creador según la tradición yoruba,
los ascendió al nivel de orishas, cada uno es regente de un aspecto de la vida y así también su poder es
diferente. Como regalo a la humanidad dejaron reliquias, siete de ellas son entregadas directamente por
ellos según la personalidad y su ashé a una mujer que es llamada “la sacerdotisa de los 7 caminos”.
— ¿Qué es el ashé?

— Es la fuerza vital, la energía que mueve al mundo espiritual según los yorubas. Es lo que tú
manifestaste hace un momento en la hacienda. Los que nacen como tú, magos y hechiceros, son
capaces de manifestarlo a través de luz, calor o energía.

— ¿Pero por qué le llaman madame Kadalú? Tengo entendido que los yorubas fueron llevados de
África a países conquistados por los españoles.

— La primera sacerdotisa de los siete caminos que llegó a América vino en un barco que naufragó en
las playas de La Española en 1613, fue recogida por un famoso pirata francés que le tomó mucho cariño
y la llamó madame Kadalú. Nunca sabremos qué significa pero desde ese día, las 13 mujeres que han
llevado las siete reliquias han renunciado a su nombre y han tomado el título de madame Kadalú.

— ¿Pero son siempre las mismas reliquias?

— No necesariamente, aunque algunas se pueden repetir. Hay que recordar que son muchos orishas
en el culto yoruba. A mi madrina le tocaron: los pendientes de Yemayá, el cinturón de Oggún, la piedra
de Oyá, los brazaletes de Changó y Obatalá y los anillos de Ochún y Eleguá.

En la base, los soldados llegan junto con el grupo de Itzalcoyotl, rápidamente entran y ayudan a los
heridos para atenderlos. A pesar de la fuerte explosión en la oficina no hubo heridas o lesiones mayores
para Knoche, Mardí y el coronel. Sorprendentemente la destrucción solo se limitó a la pared frontal de
la oficina debido a que, por alguna razón se descubrió que la energía se concentró dentro de la
habitación.
Pasan algunas horas, el amanecer está próximo y el coronel despierta en su cama. Rápidamente se
levanta y es informado por los guardias que todos los prisioneros fueron liberados de sus celdas.
Seguidamente, con un terrible arranque de ira, ordena reunirse con Mardí y Knoche inmediatamente.

— Coronel ¿Para qué nos necesita? —pregunta el doctor Knoche apoyándose adolorido del marco de la
puerta.

— Tenemos que hacer algo, no podemos quedarnos con los brazos cruzados, esta bruja nos arruinó. —
dice Valdez dándole un fuerte manotazo a una de las mesas del laboratorio.

— ¿Qué hacemos entonces? No tenemos cuerpos y… —Mardí se detiene y corre al salón de


ceremonias a buscar algo entre las cenizas, aliviado ve que su libro de conjuros está sano y salvo, luego
regresa al laboratorio.

— Tengo una idea, pero tendremos que ser discretos, es la única salida que tenemos. —responde el
coronel. Afuera del laboratorio, los soldados siguen corriendo de un lado a otro recogiendo escombros y
haciendo control de daños, todos ajenos a la conversación que se da detrás de aquella puerta.

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