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EL HACEDOR DE SUEÑOS

Dalpo, el brillante, ingenioso y hasta en algunas ocasiones raro científico, se hallaba


extasiado al comprobar que su último experimento finalmente estaba terminado:

La primera máquina del tiempo completamente funcional.

“Lo logré, ahora nadie se reirá de mí”, se dijo a sí mismo. Y así, en un evento público
que tuvo cobertura mundial, Dalpo activó la máquina: el primer viaje en el tiempo de
la historia.

Aunque aún seguía un poco aturdido por la fuerte onda de choque que sacudió a la
maquina justo al momento de iniciar la secuencia de viaje, esto no le impidió
apresurarse a salir y descubrir las maravillas que podría tener este futuro incierto al
que había llegado. “Si la secuencia de viaje ha sido correcta, deben ser cerca de
300 años en el futuro”, dijo Dalpo. Verificó una última vez el sistema de navegación
y se dispuso a salir, estaba confiado. Ciertamente su emoción se desvaneció en un
instante. En el momento en el que salió de la máquina sintió como si una fuerza
sobrenatural oprimiera todo su cuerpo: daba la impresión de que repentinas ráfagas
de viento quemaran su cuerpo como si se tratase de fuego mismo y, por lo que pudo
notar, el lugar que le rodeaba parecía estar en ruinas. Todo cubierto por un cielo
que por alguna extraña razón era de un color rojizo como si se tratase de una
macabra pesadilla.

Le llevó un buen rato normalizar su respiración y recobrar la fuerza necesaria para


regresar dentro de la máquina y buscar algo que le sirviera de protección en este
ambiente hostil. Por un instante dudó de su cordura, estaba en shock, quizás aún
se encontraba aturdido por el golpe que recibió momentos antes y lo que había visto
era solo producto de su imaginación; el hecho es que le resultaba difícil asimilar lo
que se encontraba en el exterior: “no puede ser, tiene que ser un error, ¿cómo es
posible que siquiera alguien pueda seguir vivo? ¿qué es lo que ha pasado?”, al
tiempo que todos estos pensamientos saturaban su cabeza, decidió salir una vez
más y tratar de investigar más al respecto, aunque por dentro, deseaba que fuera
solo su imaginación.

Así transcurrieron varios días, en algunas ocasiones llegó a descubrir lo que


parecían ser pequeños refugios pero que desafortunadamente ya estaban
abandonados desde hace tiempo, por lo que la posibilidad de encontrar algún tipo
de contacto humano en este desolador futuro era cada vez más remota. Hasta que
un buen día, mientras salía de la máquina y como si sus desesperados lamentos
por encontrar respuestas hubieran sido escuchados por algún tipo de fuerza
suprema, por fin hizo contacto: notó una extraña figura semejante al de una mujer
contemplando uno de los costados de la máquina en donde estaba escrito el
excéntrico nombre con el que Dalpo había bautizado a su invento. Cuando la
extraña mujer se dio cuenta de la presencia de Dalpo, sin la menor vacilación corrió
hacia él y con una bestial furia reflejada en su rostro clavó repetidamente una
especie de cuchillo en el pecho del científico. Era una sensación extraña, pero Dalpo
podía percibir que sus fuerzas se iban debilitando más y más, al mismo tiempo,
recordó el día que puso en acción su nuevo invento:

Fue un evento de relevancia mundial en el que estuvo rodeado de sus colegas


científicos: por un lado los que acudieron a constatar el fracaso de su experimento
y otros pocos que quisieron darle el beneficio de la duda y que creían en el éxito de
su colega y amigo, además del público que asistió a este evento por puro morbo y
curiosidad. En ese instante lo único que lo mantenía motivado, era la fuerte
convicción de probar a todas las infinitas posibilidades que tendría este nuevo
proyecto y, por supuesto, callar la boca de aquellos que siempre hacían burla de él
por sus "no tan convencionales" ideas en el área de investigación. Él realmente
creía, a pesar de todo, en las posibilidades de desarrollo de las personas y quería,
de cierta forma, marcar el camino hacia una nueva era humana llena de creación e
innovaciones.

Con su último suspiro casi abandonando su cuerpo, dirigió su mirada hacia la


extraña mujer: “¿Por qué?” fue lo único que alcanzó a pronunciar, sin estar seguro
siquiera si lo entendería. “Hacedor de sueños”, fue la furiosa respuesta de la mujer.
Y así, descubrió la verdad, a manos de la extraña mujer:

Su nombre era Momo, una de las pocas sobrevivientes en este sombrío futuro que
en cuanto estuvo frente a la máquina y vio el nombre de la misma, supo que ante
ella se encontraba aquel desquiciado científico, aquel que, al activar su máquina del
tiempo siglos atrás, causó una fuerte explosión pero no una cualquiera, una que
provocó desgarres en el tejido del espacio – tiempo, llevando a la humanidad a
sumirse en la pesadilla escarlata en la que ahora está atrapada porque claro está,
no puedes simplemente jugar con las leyes del tiempo sin esperar que te responda.

Aquel científico que tenía la fuerte convicción de darle esperanza a la humanidad,


terminó destruyéndola.

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