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“Lo logré, ahora nadie se reirá de mí”, se dijo a sí mismo. Y así, en un evento público
que tuvo cobertura mundial, Dalpo activó la máquina: el primer viaje en el tiempo de
la historia.
Aunque aún seguía un poco aturdido por la fuerte onda de choque que sacudió a la
maquina justo al momento de iniciar la secuencia de viaje, esto no le impidió
apresurarse a salir y descubrir las maravillas que podría tener este futuro incierto al
que había llegado. “Si la secuencia de viaje ha sido correcta, deben ser cerca de
300 años en el futuro”, dijo Dalpo. Verificó una última vez el sistema de navegación
y se dispuso a salir, estaba confiado. Ciertamente su emoción se desvaneció en un
instante. En el momento en el que salió de la máquina sintió como si una fuerza
sobrenatural oprimiera todo su cuerpo: daba la impresión de que repentinas ráfagas
de viento quemaran su cuerpo como si se tratase de fuego mismo y, por lo que pudo
notar, el lugar que le rodeaba parecía estar en ruinas. Todo cubierto por un cielo
que por alguna extraña razón era de un color rojizo como si se tratase de una
macabra pesadilla.
Su nombre era Momo, una de las pocas sobrevivientes en este sombrío futuro que
en cuanto estuvo frente a la máquina y vio el nombre de la misma, supo que ante
ella se encontraba aquel desquiciado científico, aquel que, al activar su máquina del
tiempo siglos atrás, causó una fuerte explosión pero no una cualquiera, una que
provocó desgarres en el tejido del espacio – tiempo, llevando a la humanidad a
sumirse en la pesadilla escarlata en la que ahora está atrapada porque claro está,
no puedes simplemente jugar con las leyes del tiempo sin esperar que te responda.