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Artefactos fuera de lugar

Doce microhistorias de viajes en el tiempo

Efraím Blanco y Oopart Editorial

Imagen de portada:

time machine by Gan Khoon Lay from the Noun Project

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I

Cuando entregaba el reporte recordé que ha-


bía olvidado algo en la nave, pero busqué en
la cabina y nada, en los asientos y nada, en la
cajuela y nada, por ningún lado estaba y supe
que tendría que llenar los formularios, hacer
la entrevista y volver a tomar el curso de con-
cientización de aparatos fuera de lugar en el
tiempo. En el pasillo todos ríen, me señalan,
se burlan. Vuelvo al pasado cada vez que pue-
do y ha sido imposible encontrarlo. Más rega-
ños, castigos, peligro de perder mi licencia de
viajero del tiempo. El monolito, extrañamente,
aparece en distintos lugares del espacio-tiem-
po, y siempre llego tarde para recuperarlo.

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II

Salieron de la nave y se vieron a ellos mismos,


construyendo el artefacto que los llevaría a
descubrir los límites del viaje en el tiempo. En
la ventana se vieron a ellos mismos, salían de
la nave y se veían a ellos mismos, construyen-
do el artefacto que los llevaría a descubrir los
límites del viaje en el tiempo. Ninguno, ni en
el fin de los tiempos, dio vuelta atrás.

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III

El Padre Tiempo se harta con facilidad de tan-


to festejo. Por eso juega a los humanos, a esas
vidas pequeñas que se repiten, en sus propios
infiernos, una y otra vez.

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IV

El viajero del tiempo quedó atrapado entre su


deseo inmediato y una instrucción imprecisa
a la máquina. Sus sueños, sus deseos y el flujo
temporal se quedaron detenidos, en esa zona
que el manual de instrucciones no acababa de
precisar.

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V

El mecanismo de la máquina del tiempo era a


la vez sofisticado y de lo menos complejo. Ha-
bía que ser experto en biomecánica y, desde
luego, saber cantar alguna canción de Aeros-
mith.

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VI

En la última cripta encontraron la llave del


tiempo. Ensimismados por su poder, los via-
jeros pelearon a muerte hasta que solo sobre-
vivió uno. Triste y viejo, recorre el mundo en
busca de la cerradura para la llave, atormenta-
do por los espíritus burlones de los sabios que
se llevaron a la tumba su secreto.

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VII

El nuevo año llegó en medio de grandes fes-


tejos en cada punto del orbe. La única sorpre-
sa fue que, con la última campanada del año
viejo, el tiempo y todas las cosas iniciaron su
marcha atrás. Así que el mundo fue su propio
espejo, un reloj marchando hacia atrás, gente
caminando de espaldas, el tiempo recorrién-
dose a sí mismo, diluyéndose, de regreso al
cero.

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VIII

El primer viajero del tiempo nunca regresó a


casa. En letras chiquitas, el contrato que fir-
mó explicaba a detalle porque la máquina no
atravesaría la barrera temporal con él.

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IX

Pasé al frente y dije: soy adicta a viajar en el


tiempo. Los demás guardaron silencio. Cada
vez que asisto a una nueva misión pienso en
ellos, mis compañeros de viajeros del tiem-
po anónimos. Recuerdo las charlas simples
al final, las discusiones sobre el mejor mesías
que han conocido y vemos las fotografías del
apocalipsis más tremendo que se han logrado
capturar. A veces, antes de apretar el botón,
siento la necesidad de estar de regreso en esa
pequeña sala que visito cada vez que siento la
necesidad de contar mis más grandes alegrías
o mis peores tristezas. Pienso en que todos han
muerto. Pienso en que volver a ellos es como
si estuvieran vivos otra vez.

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X

Alrededor de la mesa estaba un hombre que


vendía sombreros, un conejo blanco, Alicia y
la doctora que viaja en la cabina azul de po-
licía. Todos discutían sobre el momento pre-
ciso para celebrar el Año Nuevo después de
la pandemia. No quise mentirles respecto a lo
que deparaba el futuro, a la celebración que ya
habíamos hecho en el lugar que jamás habría-
mos imaginado. La pandemia, en realidad, se-
guía su curso. El lugar del festejo ni siquiera
existía en este tiempo, en este preciso minuto.

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XI

En la pared están los nombres y las fotografías


de los viajeros que nunca encontraron el cami-
no de regreso. La misión es buscarlos y salvar-
los de alguna guerra, de la guillotina, de un
tsunami o de Jack el destripador. Partiremos
con el primer minuto del día. Las naves pla-
teadas esperan el lanzamiento. Otros le llaman
invasión. Otros le llaman venganza. El viajero
VN-3658 le llama Armagedón. Dice que paga-
rán aquellos que crucificaron a su hijo.

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XII

Si lo piensas bien te castigan por todo: prede-


cir el futuro durante uno de tus viajes, salir
en una fotografía antigua con tecnología del
futuro a la vista de todos, ganarte la lotería
aprovechando el conocimiento de datos pre-
dictivos, comprar acciones de empresas des-
conocidas que un día serán gigantes, salvar
a simples humanos de accidentes terribles,
alterar líneas del tiempo por el bien mayor,
dejar la misión de lado para robarle un beso
a Gloria Gaynor en pleno Studio 54, destruir
mundos por errores cuánticos, enamorarse de
John Lennon antes de matarlo, provocar la ex-
tinción de las sirenas por el derrame acciden-
tal de combustible iónico en el mar, causar la
muerte del minotauro, todo el rollo de Santa
Claus, el error de 2020, dejar que los agentes
Bowie, Cerati y Mercury abandonaran sus mi-
siones ante la perdición de la fama, el rock, las
drogas y la gloria de un bucle temporal.

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EXTRA

El viajero del tiempo pulsó el botón de la má-


quina cuántica una vez más, seguro de que los
cambios que había hecho desharían el error
que cometió cuando pisó sin querer aquella
mariposa azulada en la quinta avenida de
Nueva York. Un halo de luz iluminó la noche.
Descubrió que sus acciones por cambiar algo
provocaron una terrible catástrofe y el mundo
estaba al borde de la tercera guerra mundial.
Pulsó el botón para corregirlo.
Llegó al apocalipsis zombi causado por
una bacteria desatada de un laboratorio en
Alemania. Pulsó el botón. Se vio envuelto en
una realidad de cuerdas y luces, jardines bi-
furcados, laberintos en ruinas, árboles petri-
ficados y hoyos infinitos donde topos de dis-
tintos universos se precipitaban a su muerte,
luego descendió por una cuerda hasta el nue-
vo tiempo que había creado: el mismo mundo
que dejó segundos atrás pero donde los gatos
habían tomado el poder. Escapó como pudo

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de aquel arenero infinito y pulsó el botón de la
máquina otra vez. Un estallido cuántico lo lle-
vó de vuelta a su época y contempló otra vez
el fin de los tiempos. La gente corría en la calle
mientras las trompetas del apocalipsis sona-
ban en los cielos. Pulsó el botón infinitas veces
y tuvo como resultados infinitas posibilida-
des. En todas ellas, de vez en cuando, pisaba
la mariposa azul y provocaba una catástrofe
distinta. Vio morir el universo antes de pulsar
el botón otra vez y detenerse en la orilla del
tiempo, antes de que todo se fuera al abismo
de nuevo: el mundo giraba como siempre.
En algún lugar del planeta, un virus des-
conocido, perpetrado en las alas azules de una
mariposa, latía a la espera del viento.
El viajero del tiempo pulsó el botón de la
máquina cuántica una vez más.

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Efraím Blanco
Egresado del Diplomado en Creación Literaria de la
Escuela de Escritores “Ricardo Garibay” del estado
de Morelos (ICM/SOGEM). En 2012 obtuvo el Pre-
mio Nacional de Cuento Juan José Arreola con el libro
“Dios en un Volkswagen amarillo”. Su libro de cuen-
tos La nave eterna (AcáLasLetras Ediciones, 2017) ob-
tuvo Mención de Honor en el Premio Bellas Artes de
Cuento Hispanoamericano Nellie Campobello 2018.
En 2019 es el ganador del Premio Bellas Artes de cuen-
to infantil y juvenil “Juan de la Cabada” por el libro
La balada de los niños muertos. En 2020 es el ganador
del XXV Premio Nacional de Cuento Fantástico y de
Ciencia Ficción.

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Artefactos fuera de lugar
Doce microhistorias de viajes en el tiempo
Efraím Blanco y Oopart Editorial
se editó en la víspera de Año Nuevo
31 de diciembre 2020 - año de la pandemia
por COVID19
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