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Seminario “Del simulacro al posible digital.

Tentativas para una nueva fotografía”

Álvaro Hernández

Facultad de Artes

Universidad de Chile

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Introducción

Expongo el presente informe como el conjunto de impresiones en torno al


seminario impartido por el profesor Rodrigo Zúñiga, “Del simulacro al
posible digital. Tentativas para una nueva fotografía”. En él se
desarrollaron los puntos de conflicto con relación al paso de la fotografía
análoga a la fotografía digital, y cómo ese proceso emancipativo se tradujo
a la noción de “cesura”, expuesta por dicho profesor a cargo.

Baste decir que el tema es exquisitamente complejo, dando la sensación de


que los canales de ingreso son múltiples. Por un lado la posibilidad de
desarrollar una ontología de la imagen; otro, la noción de fotografía como
dispositivo técnico y su valor empírico. Sin embargo, este texto decidió
tomar opinión en el aspecto de la “cesura”, que propiamente designé como
abismo o “lugar de caída”. En ese “entre” o paso transitorio de lo análogo a
lo digital, se deslindan a mi consideración, un sin número de aristas de
interés personal. Esto me permite poder leer el paso de estas tecnologías de
la imagen desde una perspectiva heideggeriana y en muchos casos de forma
adyacente, desde una perspectiva platónica. La tentativa del informe será
tratar la noción de aparato como ratio especial, o, el modo de objetivar la
realidad bajo el prisma perspéctico, tomando parte de la idea de
desmaterialización fotográfica, y las consecuencias que esa
desmaterialización produce en el modo de ver y asignar el componente de
lo real bajo las operaciones simbólicas.

La idea de luz como logos platónico será el hilo conductor que pretenderá
acentuar el cambio de paradigma desde el concepto óptico/lumínico a lo
digital. No sólo se modifica sustancialmente el estatuto de la luz como

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razón iluminadora, sino también el soporte fotosensible donde dejaría de
descansar esa luz, en medio de lo digital.

En el seminario se plantearon variadas tesis acerca de las condiciones que


arrojaría este cambio, en ese punto se deslindaron los siguientes términos:
ultrapiel: superficie no contactada con una modalidad diferente: lo líquido
digital. La liquidez de esa piel recibe de su propia fuente programática una
luz interna, propia de la aplicación del aparato. Advertimos que en lo
digital se podría prescindir de la luz externa fenoménica. Ese es el aspecto
que al texto le interesa elaborar a modo de contrapunto.

De lo ficcional de esa mediación abismal, paso de lo análogo a lo digital,


me adhiero a la figura de una posible caída del sujeto. Ese sujeto , en tanto
agente operador de imágenes, se vería desplazado, fuera de toda
materialidad mensurable, hacia un plano ficcional, ilimitado que
producirían los mass media, y que lo sustraerían a el mismo a la condición
de (in)potente productor de realidad. No es capaz de producir realidad,
solo en la medida que la ficciona digitalmente puede armar su constructo
virtual, paisaje inexistente, sobre la lamina de la ultrapiel.

Dejo finalmente los tres puntos a tratar de forma más sistemática, y paso a
desglosarlos en el presente informe:

a) Ontología de la imagen en Platón: La preeminencia de la luz en tanto


logos.

b) La noción de aparato como dispositivo productor de ficción digital.


Una Ratio especial.

c) El abismo: salto de lo análogo a lo digital, y el peligro que recae como


diseminación del sujeto operador.

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a) La preeminencia de la luz en tanto logos.

La figura de la luz luce de manera constitutiva en “La alegoría de la


caverna”, libro VII de “La Republica” de Platón. Es el logos, operación
lumínica que se dirige a los fenómenos ocultos del mundo. Por tanto posee
un carácter fenoménico. Arroja luz mostrando la realidad en su aspecto
más propio. Ya en la antigüedad, la razón parece adquirir un carácter de
“aparato”. El entendimiento (ratio) se destaca o intenta desenmarcarse de la
sombra de lo sensible. El mundo de los fenómenos, transitorios, mutables,
no ofrece a la razón una porción de veracidad, de verosimilitud o más
estrictamente de “verdad”. En Platón lo inteligible se emparenta con la
verdad, con aquello que es posible de ser des-ocultado (Heidegger), y las
ideas, en tanto realidades perfectas, suprasensibles, operan como focos
trascendentales que proyectan “la luz de la verdad” sobre las cosas del
mundo sensible. Desde esta metáfora simple pero compleja, se deslinda la
historia de occidente, una historia sobre los modos de conocer y dar cuenta
de lo real. La luz, lado opuesto de la oscuridad, no deja de balancearse
amatoriamente de un extremo a otro. Oscila con una cadencia sensual y
limitada, de lo racional a lo irracional o de la ley a la “libertad”. Conocer
es ver, para la antigüedad, esto no es nada nuevo, sólo lo instalo como
referente de que para poder ver es necesario acceder al ámbito lumínico, a
lo diáfano aristotélico que se instale en el “ entre” del aparato sensorial
visual y el objeto puesto en frente. Es lo diáfano, lo trasparente que media
en forma de limite o himen en ambas partes( observador/ objeto
observado).La luz de la razón proyecta la claridad, se sirve de la
trasparencia para danzar en pie libre sobre la realidad, dibujando y
(des)dibujando sus fuertes impresiones. Aquí la luz ordena, distingue, pone
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luz en lo in-forme, puesto que al dar luz a lo in-forme, da-forma, enseña,
deja en “iris de lo real” una impresión del fenómeno visto. En tanto visto,
es objetado, clasificado y puesto en marcha por el movimiento circular de
la comprensión. Así avanzó la racionalidad apropiándose conceptualmente
de lo real. La mirada, como órgano de la razón, da cuenta de lo real y lo
configura representacionalmente. Lo vuelve a presentar en forma ausente,
estableciendo un carácter de remisionalidad específica con el objeto, bajo
modalidad espectral.

La mirada fija y trabaja con la representación abstracta, esta última


establece y comprime lo visto de la experiencia, a la modalidad final de
concepto (Hegel). Pero en la antigüedad aun no se especulaba con la
propiedad sintética del idealismo alemán. Las ideas estaban fuera de toda
modalidad sensible, a- históricas, a- temporales, pero que sin embargo
comportaban el gran referente trascendental del eikon de lo sensible.

La luz es calma y orden. La oscuridad es atractiva pero da que temer. Es lo


incierto, no sabemos lo que pudiese acontecer ahí, dentro del espectáculo
de la sombra. En la mañana, en cambio, aparece la claridad, lo diáfano a la
mirada, las cosas se muestran distinguibles, mensurables, no hay temor y
todo nos es familiar. Por tanto deducimos que la necesidad de clarificar
desde siempre estuvo relacionada con el entendimiento, con la razón.
Entonces no es extraño que el mismo Platón advirtiera que en el dominio
de la luz hay aspecto, eidolon,(imagen como alegoría del ser) proyección
óptica lumínica que da existencia visible al ente. La demostración de las
cosas por medio de la luz, dio, como sabemos, preeminencia ontológica al
saber de lo real como razón iluminadora, así se traman las posibilidades
onticas y ontológicas de todo conocer acerca de lo real, en la tradición de
occidente.

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De esta relación “luz-razón” ya conocida y elaborada por Platón, se
deslinda la metáfora del conocer como un arrojar luz sobre las cosas, para
así tornarlas al desocultamiento de su verdad, en el modo del abrir.
Heidegger revisa esta secuencia y la determina como el modo original de
todo ente encubierto y más allá del Ser en estado de olvido. Por tanto:
“Luz, Razón y Verdad”, serían los resortes ontológicos de la claridad de
todo ente, que se muestra tal cual es, en su realidad más propia. Y esos
modos originarios de toda operación de saber, demarcan su distancia con lo
sensible que yace en frente (modo tradicional de enfrentamiento, que con
Descartes se constituirá como sujeto-objeto) pero oculto, en la sombras,
sujetos a la incertidumbre y al engaño, y que sólo bajo la iluminación de la
razón pueden aparecer en tanto entes existentes, aptos de ser conocidos en
el ámbito de lo real.

b) La noción de “aparato” como dispositivo productor de ficción


digital. Una Ratio especial.

Roland Barthes definió la fotografía como un lenguaje sin código, por tanto
su decodificación sería espontanea, algo así como un lenguaje natural. De
lo anterior se desprende que ésta (fotografía) ofrecería una transparencia
como resultado de la conjunción del percepto y el objeto. La imagen se
muestra como signo, pero “anómalo”, en tanto categoría semiológica, como
sostiene José Pablo Concha, en su texto “La desmaterialización
fotográfica”.

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No hay codificación en un fenómeno que se comprende como mero
“percepto”. Éste participa del dominio de lo natural y lo no codificado. Al
ser codificado deja el estatuto de fenómeno natural, pasando a ser un
fenómeno cultural. Lo asombroso de la fotografía es el modo prensil con
que fija las imágenes, conservando en ellas parte de su facticidad, y luego,
nosotros como espectadores, esforzamos nuestra percepción para
decodificar lo visto y representado. Sin embargo, toda esta operación
técnica no tendría efectividad sin un equipo o dispositivo técnico, a través
del cual se procesa el aspecto diáfano de las cosas. La noción de aparato,
análogo o digital, cumpliría a mí parecer una función similar, a saber:
transferir la imagen a soporte foto-sensible, o a la digitalidad numérico-
binaria. En ambas fuentes fotográficas, se procesa una imagen, sólo que en
lo digital se advierten recursos que obviamente no los posee lo análogo. Si
en la fotografía análoga el operador maneja y procesa las imágenes, en el
soporte digital se “modulan” las mismas, producidas y re-elaboradas bajo
modalidad pixélica, o quantum de información. Esta distinción tratada
durante el seminario del Profesor Rodrigo Zúñiga, me llevo a considerar la
noción de aparato, más allá de su soporte específico. Aquí la noción
adquiere rendimientos especiales, relaciones que a fuerza de metáforas
podría configurar una analogía entre “Aparato o Razón especial”. La razón
que fue descrita en el apartado a), como estructura proyectiva de luz, y
modo de desocultamiento de lo ente (Heidegger), ahora aparece el concepto
de dispositivo como tal, a solas, el equipo si se quiere, mediante el cual
obtenemos imágenes pero en formato digital. En este formato sin duda deja
de haber encarnación, el phántasma se extravía, no pudiendo cumplir la
operación dual y parricida del simulacro. De la piel análoga a la ultrapiel
digital (término acuñado por el profesor Rodrigo Zúñiga). Percibo que en
este punto se abre un “abismo” complejo de rebasar con una sola mirada.
Esto me obliga a dar un paso atrás para centrarme en el dispositivo o

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aparato, que a modo de comparación, cumpliría una función similar al
entendimiento, y su lente sería la prolongación técnica del órgano sensible:
el ojo. El aparato digital en este caso, posee el rol de sistema perceptual,
que logra fijar la imagen volátil de la experiencia, pero también es capaz de
“hacer aparecer” lo inexistente, o más bien “lo que nunca estuvo ahí”. ¿No
hay en la fotografía digital sólo una pretensión de verdad, sino de
ficcionalidad, que a fuerza de lo inobjetable, intenta plasmar lo verídico en
todas sus formas, al punto que si logra modular el quantum de información
puede también construir un imaginario fuera de los límites de lo real? La
razón, en tanto estructura compleja de percepciones y representaciones, ve
su símil en este aparato, cuya capacidad de modificación interna de las
imágenes también la tiene la razón, por medio de la imaginación. Defino
que la fotografía en tanto dispositivo técnico es la extensión moderna de la
razón, que imita, proyecta, y trasciende los modos típicos de la
racionalidad. Es capaz de configurar un mundo de imágenes que se instala
en la vida pública como incentivo al principio del deseo. La fotografía es
capaz de despertar deseos, pero esta fotografía (digital) es producida por un
operario que mediante un aparato técnico es capaz de concretar la unicidad
de la imagen como testimonio cierto o no de “algo” en la realidad, que no
necesariamente estuvo ahí como testimonio. Este es el alcance que intento
destacar o definir mejor, la imaginación se proyecta en forma de
posibilidad pixélica mediante un aparato que bien podría llevarse al plano
de una analogía más brutal, como por ejemplo, definirlo como sustitución
posible del aparato psíquico mnemotécnico. Pero en esa metáfora brutal se
deja entrever la idea de razón especial en tanto prótesis o juguete
comparativo, que emularía ciertos procesos neuronales de la psique, como
la retención de imágenes vistas en la realidad o simplemente las que son
creadas y significadas subjetivamente por el individuo. Sin duda la
tecnificación de ordenadores simulan también las actividades propias del

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cerebro, pero en la fotografía digital hay una proyección imaginaria,
también perteneciente a la racionalidad, que mediante la facultad del
entendimiento, es capaz de crear aspectos inexistentes de la realidad. En
ese sentido advierto una similitud entre el aparato digital productor de
imágenes y la racionalidad productora de las mismas, ambas habilitadas
para generar eidolon como operación imaginaria, herramienta inherente del
conocimiento y por ende de la razón, de ahí me atreva a determinarle un
carácter especial.

Si la capacidad de ficcionar acontecimientos o imágenes está referida a la


imaginación como propiedad instrumental del entendimiento, el aparato
digital también participa de dicha posibilidad. Sostengo que este
dispositivo es pensado conforme al alcance de la racionalidad. Intenta
cumplir parte de las funciones que la actividad mental realiza diariamente.
Dentro de esas actividades corresponde mencionar la de construir
imágenes, escenas, o más radicalmente, aspectos del mundo cuya realidad
sólo existe en el dispositivo mismo. Por tanto si la razón ha configurado
mundo, la fotografía digital ha sido, hoy en día, prótesis extensiva de dicha
capacidad de configuración de lo real, de modo que alcanzaría una
especialidad similar a la razón crítica, bajo modalidad virtual.

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c) El abismo: salto de lo análogo a lo digital, y el peligro que recae
como diseminación del sujeto operador.

De la definición acuñada por el profesor Rodrigo Zúñiga, a saber: la cesura


entre lo análogo y lo digital, me permito la libertad de extenderla a la
noción de abismo. Sin duda son distintas, y no comportan ninguna
similitud semántica entre ambas. Sin embargo hay algo frágil que las
conecta: un corte en la continuidad de un suelo, por ejemplo. Cesura en
tanto corte; abismo en tanto fondo que corta un espacio, produciendo
división en un suelo continuo u homogéneo. En ambos se despacha una
continuidad. Lo continuo se determina aquí como el ámbito mundano,
aquello que también se da como horizonte de comprensión. Lo que se pone
en juego en el tránsito de lo análogo a lo digital es “un modo de ver” y “un
modo de habitar” el mundo. Y éste (mundo) como “comarca” deja de ser
familiar en el ingreso a su habitabilidad. El abismo sería una posibilidad de
caída, pero no la caída como tal. Lo que se suspende momentáneamente
como posibilidad advenidera sería el peligro de diseminación tanto del
sujeto operador como de la propia “comarca” en su condición habitable.

El mundo en su veracidad es alterado, mediante la producción de imágenes


por un sujeto operador que extiende su racionalidad y su percepción bajo
una “razón especial” en forma de dispositivo técnico (aparato), y los
alcances de configuración ficcional son ilimitados por la modulación
pixélica. En ese sentido, lo que se altera sería el mundo fenoménico,
característica de la propia “comarca”. Si lo propio de la “comarca” es
hacernos ingresar a ella conforme a lo familiar y a la relación de todo ente
intramundano, en la “percepción digital” se daría una cobertura virtual,
cuya naturaleza y finalidad son radicalmente distintas a la experiencia
concreta de los sentidos. No habría trascripción de la materialidad innata
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sensible, sino una desmaterialización de la misma, abarcando y alterando la
relación perceptual entre mundo e individuo. Ese “entre”, considero, se
transforma en el abismo que modifica todo acceso de relación con las
cosas. Si el mundo es modificado a partir de una virtualidad perceptiva,
también el sujeto, en tanto operador, cambia su “modo de mirar” y de
interactuar con dichas cosas. En general, lo que se ve alterado es el
paradigma perceptual entre sujeto y mundo, pero los instrumentos técnicos,
se convierten en prótesis extensivas, que condicionan al operador (sujeto)
en su modo de configurar un mundo. Otro aspecto que vuelvo a destacar es
el carácter de referencialidad. Éste también se ve alterado en el paso a lo
digital. Podría incluso sostener más adelante, con más experiencia reflexiva
en el tema, que el carácter de referencialidad es sustancial, puesto que se
constituye dependientemente de “lo inobjetable” del referente. Si en lo
digital, en tanto producción ficcional, habría en parte inexistencia objetual
(cuestión que sólo le atañe a la decisión del operario- en caso que module o
ficcione la realidad-.), caería en crisis el “asunto” mismo de la fotografía
como imagen fidedigna de lo real. Lo que ella mostraría sería sólo ausencia
del referente real, por lo que deducimos deja de ser un instrumento de
arraigo. Si lo fue en algún momento hoy se desenmarca de dicha suerte y
caería al abismo sin referente, y a la espectralidad del sujeto en tanto
operario. El campo de acción del sujeto empieza y termina en la misma
modulación. El aparato, mediante un conjunto de aplicaciones, tomaría el
curso de acción de producción de imágenes. Habría entonces un relevo del
sujeto a la disposición propia del aparato. Por consiguiente ya no
hablaríamos de sujeto-operador sino del “operador-sujeto”, éste en tanto
sujeto es oculto detrás de las modalidades técnicas, funcionando sólo como
apéndice suplementario. Ya Heidegger lo afirmaba en el discurso expuesto
en el texto: “Introducción a la metafísica” Gedisa, ed. La esencia del
hombre es ir de la mano de la técnica, pero bajo una dependencia radical y

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sostenida. El sujeto pierde el control ontológico cediendo su acción a las
fuentes programáticas y digitales. Aquí se abriría el abismo para el sujeto
activo, vería su extensión visual y mental en un dispositivo técnico, capaz
de construir mundo mediante el sólo poder de la imagen. De hecho la
imagen, en el ámbito publicitario y periodístico, proyecta un poder general
de influencias en el consumo (publicidad) y de información
(periodismo).Pero si el sujeto es capaz de constituirse y re-editarse
sucesivamente, esa re-incorporación “ya” es abismal, ya comportaría un
síntoma de inoperancia esencial, respecto de las posibilidades innatas de la
condición humana. Por lo que no sólo la comarca en tanto horizonte de
comprensión se vería soterrada, sino también el sujeto mismo que ya no
dispondría de ese horizonte, pasando a ser sólo un detalle pasivo en la
configuración de mundo.

La figura del abismo llama a pensar la figura del peligro inminente, del que
ya otros autores visualizaron con mayor precisión. Y aunque este informe
no se atrevió totalmente a aseverar una “caída” del sujeto en ese “abismo”,
la sintaxis sí comporta una seña, direcciona en cierto sentido una vía de
pérdida y definición del individuo en su centro ontológico. Cae a una
debilidad de acción y eso influye directamente en su “modo de habitar” el
mundo. Conjuntamente con los avances tecnológicos éste (individuo) se va
seduciendo al paso de las conquistas de lo real, asimilando y acoplándose a
la fina virtualidad que lo recubre como una “nueva piel”, o una ultrapiel-
como expone el profesor Rodrigo Zúñiga-: tomo su metáfora para
extenderla más allá del tránsito y despedida de la superficie contactada a lo
digital, ahora extendida puramente como cobertura de mundo.

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Bibliografía

Platón, “La Republica”, libro 10 ed. renacimiento, 1985

Aristóteles, “Acerca del alma”, Libro 2 cap. 6 y 7, Losada, ed.

Benjamin,W , “Pequeña historia de la fotografía”, ed. taurus, 2012

Barthes, R, “La cámara lúcida”, paidos, 2009

Flusser, Vilém, “Hacia una filosofía de la fotografía”, México: Trillas:


SIGMA, 1990

Zúñiga, Rodrigo, “La Extensión fotográfica. Ensayo sobre el triunfo de lo


fotográfico, Ediciones metales pesados, 2013

Textos complementarios

Heidegger, M “Ciencia y técnica”, ed. universitaria, 2007

Heidegger, M, “La doctrina de la verdad según Platón”, ed. U. católica,


1983

Concha, José Pablo: “La Desmaterialización fotográfica”, ediciones.


Metales pesados, 2011.

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