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Álvaro Hernández
Facultad de Artes
Universidad de Chile
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Introducción
La idea de luz como logos platónico será el hilo conductor que pretenderá
acentuar el cambio de paradigma desde el concepto óptico/lumínico a lo
digital. No sólo se modifica sustancialmente el estatuto de la luz como
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razón iluminadora, sino también el soporte fotosensible donde dejaría de
descansar esa luz, en medio de lo digital.
Dejo finalmente los tres puntos a tratar de forma más sistemática, y paso a
desglosarlos en el presente informe:
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a) La preeminencia de la luz en tanto logos.
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De esta relación “luz-razón” ya conocida y elaborada por Platón, se
deslinda la metáfora del conocer como un arrojar luz sobre las cosas, para
así tornarlas al desocultamiento de su verdad, en el modo del abrir.
Heidegger revisa esta secuencia y la determina como el modo original de
todo ente encubierto y más allá del Ser en estado de olvido. Por tanto:
“Luz, Razón y Verdad”, serían los resortes ontológicos de la claridad de
todo ente, que se muestra tal cual es, en su realidad más propia. Y esos
modos originarios de toda operación de saber, demarcan su distancia con lo
sensible que yace en frente (modo tradicional de enfrentamiento, que con
Descartes se constituirá como sujeto-objeto) pero oculto, en la sombras,
sujetos a la incertidumbre y al engaño, y que sólo bajo la iluminación de la
razón pueden aparecer en tanto entes existentes, aptos de ser conocidos en
el ámbito de lo real.
Roland Barthes definió la fotografía como un lenguaje sin código, por tanto
su decodificación sería espontanea, algo así como un lenguaje natural. De
lo anterior se desprende que ésta (fotografía) ofrecería una transparencia
como resultado de la conjunción del percepto y el objeto. La imagen se
muestra como signo, pero “anómalo”, en tanto categoría semiológica, como
sostiene José Pablo Concha, en su texto “La desmaterialización
fotográfica”.
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No hay codificación en un fenómeno que se comprende como mero
“percepto”. Éste participa del dominio de lo natural y lo no codificado. Al
ser codificado deja el estatuto de fenómeno natural, pasando a ser un
fenómeno cultural. Lo asombroso de la fotografía es el modo prensil con
que fija las imágenes, conservando en ellas parte de su facticidad, y luego,
nosotros como espectadores, esforzamos nuestra percepción para
decodificar lo visto y representado. Sin embargo, toda esta operación
técnica no tendría efectividad sin un equipo o dispositivo técnico, a través
del cual se procesa el aspecto diáfano de las cosas. La noción de aparato,
análogo o digital, cumpliría a mí parecer una función similar, a saber:
transferir la imagen a soporte foto-sensible, o a la digitalidad numérico-
binaria. En ambas fuentes fotográficas, se procesa una imagen, sólo que en
lo digital se advierten recursos que obviamente no los posee lo análogo. Si
en la fotografía análoga el operador maneja y procesa las imágenes, en el
soporte digital se “modulan” las mismas, producidas y re-elaboradas bajo
modalidad pixélica, o quantum de información. Esta distinción tratada
durante el seminario del Profesor Rodrigo Zúñiga, me llevo a considerar la
noción de aparato, más allá de su soporte específico. Aquí la noción
adquiere rendimientos especiales, relaciones que a fuerza de metáforas
podría configurar una analogía entre “Aparato o Razón especial”. La razón
que fue descrita en el apartado a), como estructura proyectiva de luz, y
modo de desocultamiento de lo ente (Heidegger), ahora aparece el concepto
de dispositivo como tal, a solas, el equipo si se quiere, mediante el cual
obtenemos imágenes pero en formato digital. En este formato sin duda deja
de haber encarnación, el phántasma se extravía, no pudiendo cumplir la
operación dual y parricida del simulacro. De la piel análoga a la ultrapiel
digital (término acuñado por el profesor Rodrigo Zúñiga). Percibo que en
este punto se abre un “abismo” complejo de rebasar con una sola mirada.
Esto me obliga a dar un paso atrás para centrarme en el dispositivo o
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aparato, que a modo de comparación, cumpliría una función similar al
entendimiento, y su lente sería la prolongación técnica del órgano sensible:
el ojo. El aparato digital en este caso, posee el rol de sistema perceptual,
que logra fijar la imagen volátil de la experiencia, pero también es capaz de
“hacer aparecer” lo inexistente, o más bien “lo que nunca estuvo ahí”. ¿No
hay en la fotografía digital sólo una pretensión de verdad, sino de
ficcionalidad, que a fuerza de lo inobjetable, intenta plasmar lo verídico en
todas sus formas, al punto que si logra modular el quantum de información
puede también construir un imaginario fuera de los límites de lo real? La
razón, en tanto estructura compleja de percepciones y representaciones, ve
su símil en este aparato, cuya capacidad de modificación interna de las
imágenes también la tiene la razón, por medio de la imaginación. Defino
que la fotografía en tanto dispositivo técnico es la extensión moderna de la
razón, que imita, proyecta, y trasciende los modos típicos de la
racionalidad. Es capaz de configurar un mundo de imágenes que se instala
en la vida pública como incentivo al principio del deseo. La fotografía es
capaz de despertar deseos, pero esta fotografía (digital) es producida por un
operario que mediante un aparato técnico es capaz de concretar la unicidad
de la imagen como testimonio cierto o no de “algo” en la realidad, que no
necesariamente estuvo ahí como testimonio. Este es el alcance que intento
destacar o definir mejor, la imaginación se proyecta en forma de
posibilidad pixélica mediante un aparato que bien podría llevarse al plano
de una analogía más brutal, como por ejemplo, definirlo como sustitución
posible del aparato psíquico mnemotécnico. Pero en esa metáfora brutal se
deja entrever la idea de razón especial en tanto prótesis o juguete
comparativo, que emularía ciertos procesos neuronales de la psique, como
la retención de imágenes vistas en la realidad o simplemente las que son
creadas y significadas subjetivamente por el individuo. Sin duda la
tecnificación de ordenadores simulan también las actividades propias del
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cerebro, pero en la fotografía digital hay una proyección imaginaria,
también perteneciente a la racionalidad, que mediante la facultad del
entendimiento, es capaz de crear aspectos inexistentes de la realidad. En
ese sentido advierto una similitud entre el aparato digital productor de
imágenes y la racionalidad productora de las mismas, ambas habilitadas
para generar eidolon como operación imaginaria, herramienta inherente del
conocimiento y por ende de la razón, de ahí me atreva a determinarle un
carácter especial.
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c) El abismo: salto de lo análogo a lo digital, y el peligro que recae
como diseminación del sujeto operador.
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sostenida. El sujeto pierde el control ontológico cediendo su acción a las
fuentes programáticas y digitales. Aquí se abriría el abismo para el sujeto
activo, vería su extensión visual y mental en un dispositivo técnico, capaz
de construir mundo mediante el sólo poder de la imagen. De hecho la
imagen, en el ámbito publicitario y periodístico, proyecta un poder general
de influencias en el consumo (publicidad) y de información
(periodismo).Pero si el sujeto es capaz de constituirse y re-editarse
sucesivamente, esa re-incorporación “ya” es abismal, ya comportaría un
síntoma de inoperancia esencial, respecto de las posibilidades innatas de la
condición humana. Por lo que no sólo la comarca en tanto horizonte de
comprensión se vería soterrada, sino también el sujeto mismo que ya no
dispondría de ese horizonte, pasando a ser sólo un detalle pasivo en la
configuración de mundo.
La figura del abismo llama a pensar la figura del peligro inminente, del que
ya otros autores visualizaron con mayor precisión. Y aunque este informe
no se atrevió totalmente a aseverar una “caída” del sujeto en ese “abismo”,
la sintaxis sí comporta una seña, direcciona en cierto sentido una vía de
pérdida y definición del individuo en su centro ontológico. Cae a una
debilidad de acción y eso influye directamente en su “modo de habitar” el
mundo. Conjuntamente con los avances tecnológicos éste (individuo) se va
seduciendo al paso de las conquistas de lo real, asimilando y acoplándose a
la fina virtualidad que lo recubre como una “nueva piel”, o una ultrapiel-
como expone el profesor Rodrigo Zúñiga-: tomo su metáfora para
extenderla más allá del tránsito y despedida de la superficie contactada a lo
digital, ahora extendida puramente como cobertura de mundo.
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Bibliografía
Textos complementarios
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