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Avance científico acerca del uso del Cannabis Medicinal

Cannabis medicinal se refiere al uso de las preparaciones o principios activos de la


planta Cannabis sativa, llamados cannabinoides, —entre ellos el tetrahidrocannabinol
o THC y el cannabidiol o CBD— como terapia para tratar algunas enfermedades o
aliviar determinados síntomas. El comienzo del uso de C. sativa se remonta miles de
años atrás, y ha sido utilizado por muchas culturas.1 Actualmente se está revisando su
utilidad, y hay argumentos tanto a favor como en contra de su uso medicinal. Entre los
detractores están la Asociación Médica Estadounidense, la Sociedad Americana de
Medicina de la Adicción, que han presentado argumentos en contra de su uso para
fines médicos.
El cannabis medicinal ha sido utilizado para reducir la inapetencia, las náuseas y los
vómitos producidos por la quimioterapia, así como para tratar el dolor y la espasticidad
muscular en personas con VIH/SIDA; su uso para otras aplicaciones médicas ha sido
estudiado, pero aún no hay información suficiente para dar conclusiones acerca de la
seguridad y eficacia de su uso.

Para algunos, la marihuana alivia el dolor y mejora la vida de muchas personas


enfermas

Cultivo de cáñamo

Cultivo de cáñamo. En este caso, se trata de una variedad que contiene poco
tetrahidrocannabinol (THC) y por lo tanto no es psicoactiva. Sus resistentes fibras se
utilizan desde tiempos antiguos para fabricar cuerdas, papel y tela, pero la planta
también es rica en compuestos con posibles propiedades médicas. Parte de esta
cosecha se usará para producir aceite de cannabidiol (CBD), cuya demanda para el
tratamiento de convulsiones infantiles ha aumentado considerablemente.

La marihuana a debate

El cáñamo no es ninguna novedad; de hecho, ha acompañado a la humanidad casi


desde siempre. En Siberia se han hallado semillas carbonizadas en el interior de
túmulos funerarios que datan de 3.000 a.C. Los chinos ya usaban cannabis con fines
medicinales hace miles de años, y la planta también tiene una larga historia en
América.

Para muchos, el cannabis se ha convertido en un bálsamo para aliviar el dolor, inducir


al sueño, estimular el apetito y amortiguar los golpes que a veces da la vida. Sus
defensores afirman que reduce considerablemente el estrés. También puede ser útil,
entre otras cosas, como analgésico, antiemético, broncodilatador y antiinflamatorio. En
opinión de algunos científicos, los compuestos presentes en la planta pueden ayudar a
regular funciones vitales, además de proteger el cerebro de traumas tanto físicos como
emocionales, reforzar el sistema inmunitario y contribuir a la «extinción de recuerdos»
después de sucesos catastróficos.

En medio de la aparente prisa por integrar la marihuana en nuestra vida como una
sustancia convencional, gravarla, regularla, legalizarla y comercializarla, se plantean
cuestiones importantes. ¿Qué sustancias componen esta planta? ¿Cómo afectan
realmente a nuestro cuerpo y nuestro cerebro? ¿Qué nos pueden enseñar los
compuestos químicos de la marihuana acerca del funcionamiento de nuestro sistema
nervioso? ¿Podrían esas sustancias ser el origen de nuevos fármacos que nos
beneficien a todos? Sí, es verdad que el cannabis tiene algo
que decirnos, ¿qué es exactamente?

Investigación sobre el Cannabis para uso medicinal

Incluso a mediados del siglo XX, la ciencia no sabía casi nada


de la marihuana. Sus componentes y su forma de actuar
seguían siendo un misterio. A causa de la ilegalidad y de la
imagen sospechosa de la planta, pocos científicos serios arriesgaban su reputación
estudiándola.

Entonces, un día de 1963, un joven químico orgánico llamado Raphael Mechoulam,


que trabajaba en el Instituto Weizmann de Ciencias de Israel, en Tel Aviv, decidió
investigar su composición química. Le extrañaba que después de que los científicos
hubieran aislado la morfina del opio en 1805 y la cocaína de las hojas de coca en
1855, aún no se conociera el principio psicoacti-vo de la marihuana. «No era más que
una planta –recuerda Mechoulam, que hoy tiene 84 años–. Era una mezcla de
compuestos sin identificar.»

El científico se puso pues en contacto con la policía nacional israelí y consiguió cinco
kilos de hachís libanés confiscado. Con su equipo, logró aislar y en algunos casos
también sintetizar una serie de compuestos, que procedió a inyectar por separado en
macacos Rhesus. Solo una de esas sustancias produjo efectos observables.
«Normalmente estos macacos son agresivos», explica. Pero cuando les inyectaban
ese compuesto, los monos se volvían tranquilos y dóciles. «Sedados, diría yo»,
recuerda el investigador.

Las pruebas realizadas posteriormente revelaron lo que ahora sabemos: aquel


compuesto era el principal ingrediente activo de la planta, su esencia psicoactiva, la
sustancia que «coloca» al consumidor de cannabis. Mechoulam y uno de sus colegas
habían descubierto el tetrahidrocannabinol (THC). El equipo de Mechoulam también
identificó la estructura química del cannabidiol (CBD), otro compuesto clave de la
marihuana, con gran cantidad de potenciales usos médicos y sin ningún efecto
psicoactivo en humanos.

Israel tiene uno de los programas de uso médico de la marihuana más avanzados del
mundo. Mechoulam desempeñó un papel activo en su establecimiento y está orgulloso
de sus resultados. Más de 20.000 pacientes disponen de autorización para el uso del
cannabis en el tratamiento de casos de glaucoma, enfermedad de Crohn, inflamación,
inapetencia, síndrome de Tourette o asma.

Pese a ello, el investigador no es particularmente partidario de la legalización de la


droga para uso lúdico. No cree que nadie deba ir a la cárcel por poseerla, pero insiste
en que la marihuana «no es inocua», sobre todo para los jóvenes, y cita estudios que
demuestran que el uso prolongado de variedades de la planta con elevadas
concentraciones de THC puede alterar el desarrollo del cerebro. Señala asimismo que
el cannabis puede desencadenar en algunas personas graves accesos de ansiedad y
menciona estudios que relacionan el consumo de la sustancia con la manifestación de
la esquizofrenia en personas genéticamente predispuestas.

Si estuviera en su mano, dejaría a un lado lo que él considera la banal y a veces


irresponsable cultura de la marihuana recreativa para dar paso a un reconocimiento
serio y entusiasta del cannabis, pero solo como sustancia médica, estrictamente
regulada e investigada con rigor. «En este momento la gente no sabe lo que está
consumiendo –se queja–. Para que algo funcione en el ámbito médico, debe ser
cuantificable. Si no lo podemos expresar en números, no es ciencia.»
En 1992, esa búsqueda de datos cuantificables llevó a Mechoulam al interior del
cerebro humano. Aquel año los investigadores que trabajaban en su laboratorio
realizaron un descubrimiento extraordinario. Aislaron la sustancia química producida
por el organismo humano que en el cerebro se une al mismo receptor que el THC.
Mechoulam la bautizó con el nombre de anandamida, del sánscrito, «felicidad
suprema".

Desde entonces se han descubierto varios más de los llamados endocannabinoides,


así como sus receptores. Los científicos han llegado a establecer que los
endocannabinoides interactúan con una red neurológica específica, tal como lo hacen
las endorfinas, la serotonina y la dopamina. Según señala Mechoulam, se ha
observado que el ejercicio eleva los niveles de endocannabinoides en el cerebro, «lo
que podría explicar la llamada euforia del corredor, que conocen los entusiastas del
running». Mechoulam explica asimismo que esos compuestos podrían desempeñar un
papel importante en funciones tan básicas como la memoria, el equilibrio, el
movimiento, la salud del sistema inmunitario y la neuroprotección.

Por lo general, los laboratorios farmacéuticos que producen fármacos basados en el


cannabis intentan aislar compuestos individuales de la planta. Pero Mechoulam
sospecha que en ciertos casos esas sustancias químicas serían más eficaces si
actuaran en combinación con otros compuestos presentes en la marihuana. Es lo que
llama el «efecto séquito», y en su opinión es uno de los muchos misterios del cannabis
que requieren un estudio más profundo.

«No hemos hecho más que rascar la superficie –afirma–, y siento mucho no tener otra
vida más para dedicarla a este campo, porque tal vez llegaríamos a descubrir que los
cannabinoides están implicados de una manera u otra en todas las enfermedades
humanas.»

Una variedad de esquejes de una planta madre, que apenas contiene THC pero es
rica en CBD y otros compuestos que han demostrado al menos cierto grado de
eficacia en el tratamiento de enfermedades y trastornos tales como la esclerosis
múltiple, la psoriasis, el síndrome de estrés postraumático, la demencia, la
esquizofrenia, la osteoporosis y la esclerosis la--teral amiotrófica (enfermedad de Lou
Gehrig).

Repercusiones

El bioquímico: ¿Cura milagrosa?

A estas alturas, prácticamente todo el mundo ha oído decir que el cannabis puede ser
beneficioso para los enfermos de cáncer, sobre todo para aliviar algunos de los
efectos más desagradables de la quimioterapia. No cabe ninguna duda de que la
marihuana puede mantener a raya las náuseas, mejorar el apetito, aliviar el dolor e
inducir al sueño. ¿Pero también podría curar el cáncer? Basta hacer una búsqueda
breve por internet para encontrar cientos o incluso miles de páginas que lo afirman de
un modo o de otro. Un internauta crédulo podría fácilmente llegar a la conclusión de
que tenemos una cura milagrosa al alcance de la mano.
La mayoría de esas afirmaciones son, en el mejor de los casos, anecdóticas, y
fraudulentas en el peor. Pero también hay menciones de pruebas experimentales que
apuntan a los cannabinoides como posibles agentes anticancerosos, y muchos de
esos informes conducen a un labora-torio español dirigido por un hombre reflexivo y
circunspecto llamado Manuel Guzmán. Este bioquímico lleva unos 20 años estudiando
el cannabis. Lo visito en su despacho de la Universidad Complutense de Madrid. Es un
hombre bien parecido, de poco más de 50 años, que habla rápidamente y en un tono
de voz tan suave que tengo que inclinarme hacia él para oírlo mejor. «Cuando el titular
de un periódico dice que los tumores cerebrales se pueden curar con cannabis, es
mentira –aclara–. En internet se dicen muchas cosas con muy poca base.»

Parece reflexionar un momento y se vuelve hacia su ordenador. «Sin embargo,


déjeme enseñarle una cosa.» En el monitor aparecen dos resonancias magnéticas del
cerebro de una rata. El animal tiene una masa de gran tamaño en el hemisferio
derecho, causada por células tumorales humanas, inyectadas por el equipo de
Guzmán. El investigador acerca la imagen y la masa parece todavía más grande.
Pienso que a la rata le queda poco tiempo de vida. «Este animal fue tratado con THC
durante una semana –prosigue Guzmán–. Y esto fue lo que sucedió después.» Las
dos imágenes que ahora llenan la pantalla son normales. La masa no solo se ha
encogido, sino que ha desaparecido por completo. «Como puede ver, ya no hay
tumor.» En ese estudio, Guzmán y sus colegas, que desde hace 15 años tratan con
cannabis a animales afectados de cáncer, observaron que los tumores desaparecían
en una tercera parte de los casos y disminuían en otra tercera parte.

Es el tipo de hallazgo que hace que el mundo entero se entusiasme, y a Guzmán le


preocupa mucho que el éxito de su investigación ofrezca falsas esperanzas a los
pacientes de cáncer y alimente afirmaciones engañosas en internet. «El problema es
que los ratones no son humanos –dice–. No sabemos si estos resultados se pueden
extrapolar a pacientes humanos.»

Me lleva a recorrer su atiborrado laboratorio: centrifugadoras, microscopios, vasos de


precipitados, placas de Petri y un investigador con bata blanca que extrae muestras de
tejidos de un ratón muerto. Es el típico laboratorio de investigación en biología, con la
diferencia de que aquí todo está dedicado a los efectos del cannabis en el cerebro y
en el resto del organismo. El equipo no se centra solo en el cáncer, sino también en
las enfermedades neurodegenerativas y en los efectos de los cannabinoides sobre el
de--sarrollo temprano del cerebro. Los resultados del equipo de Guzmán son
inequívocos respecto a este último tema: los ratones cuyas madres recibieron con
regularidad dosis elevadas de THC durante la gestación presentan claros problemas.
Carecen de coordinación, tienen dificul-tades en las interacciones sociales y exhiben
un umbral de ansiedad bajo, que hace que a menudo se queden paralizados de miedo
ante estímulos que no inquietan a otros ratones jóvenes.

El laboratorio también estudia los mecanismos por los cuales ciertos compuestos
químicos presentes en el cannabis, así como los cannabinoides producidos de forma
natural por nuestro organismo –como la anandamida–, protegen nuestros cerebros de
diversos tipos de traumas físicos o emocionales. «Obviamente, nuestro cerebro
necesita recordar –dice Guzmán–, pero también necesita olvidar algunas cosas, cosas
horribles o innecesarias. Pasa como con la me--moria del ordenador: tenemos que
olvidar lo que no es necesario, del mismo modo que periódica-mente borramos los
archivos viejos. Y también tenemos que olvidar lo que no es bueno para nuestra salud
mental: una guerra, una experiencia traumática o un recuerdo desagradable de
cualquier tipo. El sistema cannabinoide es crucial para ayudarnos a superar los malos
recuerdos.»

Pero la parte de la investigación de Guzmán que ha saltado a los titulares –y ha


captado el interés de las empresas farmacéuticas– ha sido la relacionada con los
tumores cerebrales. Tras años de investigación, Guzmán ha llegado a la conclusión de
que una combinación de THC, CBD y temozolomida -un fármaco convencional
moderadamente eficaz- es el mejor tratamiento para los tumores cerebrales de los
ratones. Al pa--recer, un cóctel compuesto por las tres sustancias podría atacar las
células cancerosas de múltiples maneras, evitando su propagación y, al mismo tiempo,
obligándolas a autodestruirse.

Ahora el Hospital Universitario de Saint James, en Leeds, Inglaterra, está llevando a


cabo un ensayo clínico basado en los trabajos del equipo de Guzmán. Allí, los
neurooncólogos están tratando a un grupo de pacientes aquejados de agresivos
tumores cerebrales con temozolomida y Sativex, un aerosol oral de THC-CBD
desarrollado por GW Pharmaceuticals.

Guzmán se alegra de que hayan comenzado las pruebas clínicas con humanos, pero
advierte contra el exceso de optimismo. «Tenemos que ser objetivos –afirma–. Por lo
menos, existe una mayor apertura mental en todo el mundo, y las instituciones que
financian la investigación ya saben que el cannabis en farmacología es científicamente
serio, prometedor desde el punto de vista terapéutico y muy importante para la
práctica clínica.»

¿Servirá el cannabis para luchar contra el cáncer? «Tengo la intuición de que hay
posibilidades reales», responde Guzmán.

Estamos en el invernadero de un laboratorio en el campus de la Universidad de


Colorado en Boulder, ante las diez plantas de cáñamo que Kane acaba de conseguir
para investigación. Son larguiruchas y poco frondosas, nada que ver con la exuberante
plantación que me enseñó Hague. Estas plantas, como casi todas las variedades de
cáñamo, tienen niveles extremadamente bajos de THC.

Su sola presencia aquí, un importante laboratorio universitario, es el resultado de una


larga lucha por conseguir la aprobación del Gobierno Federal y de las autoridades de
la universidad. En este momento Kane solo tiene autorización para cultivar la variedad
de cáñamo denominado industrial. El resto del material que necesita para su
investigación es ADN de marihuana, suministrado por productores de Colorado, que lo
extraen de las plantas con los métodos que el propio Kane les ha enseñado.

Mucha gente está ansiosa por saber cómo se desarrollará esta historia. «Hay cierta
presión –reconoce–, porque este trabajo tendrá grandes repercusiones, y todo lo que
hagamos en este laboratorio será objeto de escrutinio. Es algo que se siente. La gente
quiere que lo consigamos.»
Cuando el mapa genético esté completo, los genetistas más emprendedores podrán
utilizarlo de mil maneras distintas, por ejemplo, para producir variedades que
contengan niveles mu--cho más elevados de cualquiera de los compuestos de la
planta con importancia médica.

"En el estudio del cannabis, el progreso no será gradual. Será rotundo"

Mientras Kane me enseña su laboratorio, veo el entusiasmo en su expresión y en las


caras de los jóvenes miembros de su equipo. El ambiente es similar al de una
empresa de nuevas tecnologías. «Por lo general la ciencia avanza de forma gradual –
dice–. Pero en este estudio del cannabis, el progreso no será gradual. Será rotundo.
No solo transformará nuestro conocimiento de la planta, sino también de nosotros
mismos: nuestro cerebro, nuestra neurología, nuestra psicología… Será transformador
en términos de la bioquímica de los compuestos de la planta.

Transformador por su impacto en diferentes sectores, desde la medicina y la


agricultura hasta los biocombustibles. Incluso puede que transforme parte de nuestra
dieta: se sabe que de la semilla de cáñamo se puede obtener un aceite rico en
proteínas y muy saludable.»

El cannabis, asegura Kane, «es una auténtica cámara del tesoro».

Testimonio

CBD contra la epilepsia

Según Kim Clark, el aceite de CBD ha obrado milagros con su hijo menor, Caden, de
11 años y con epilepsia severa. A pesar de haber pasado por dos intervenciones
quirúrgicas cerebrales, Caden jamás pasó un día sin convulsiones hasta que empezó
a tomar aceite de CBD.

La bibliografía médica es escasa, pero el uso está documentado desde hace mucho
tiempo. En 1843, un médico británico llamado William O’Shaughnessy publicó un
artículo que describía el éxito en el tratamiento de un caso de convulsiones infantiles
con aceite de cannabis.

Los críticos dicen que los padres utilizan a sus hijos como conejillos de Indias, que aún
no se han hecho suficientes estudios y que muchos de los supuestos beneficios del
tratamiento, si no todos, podrían atribuirse al efecto placebos.

Hiele afirma que los primeros resultados del estudio del CBD son muy alentadores: «El
CBD no es una panacea –advierte–, no sirve para todo el mundo. Pero estoy
impresionada. Es evidente que puede ser un tratamiento muy eficaz para mucha
gente. Hay varios niños en el estudio que llevan más de un año
sin sufrir convulsiones.

Avance sobre el uso del cannabis en Argentina

Presentan los primeros estudios realizados con cannabis en La


Plata
A un año de que comenzaran a desarrollarse tres cepas terapéuticas en la UNLP,
investigadores compartirán los resultados de experiencias hechas con ellas en
distintos campos. Los resultados observacionales de los primeros estudios hechos con
el aceite que se obtuvo de ellas serán presentados mañana en la sede local del
CONICET.

Entre los estudios que está previsto exponer a lo largo de una jornada dedicada a la
temática se hallan las experiencias del doctor Emilio García, un médico clínico que las
viene utilizando para tratar diversas patologías; de la doctora Fabiana Landoni, una
médica veterinaria que estudia sus beneficios en perros con epilepsia; y del doctor
Alvaro Sauri, jefe de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Roffo, donde se las
usa entre pacientes con enfermedades oncológicas para controlar el dolor.

Las plantas cultivadas en la UNLP, que técnicamente se conocen como Cepas


Argentinas Terapéuticas (CAT) 1, 2 y 3, fueron aportadas por organizaciones de la
sociedad civil que las vienen utilizando desde hace años parar tratar diversas
dolencias: desde Parkinson y Esclerosis Múltiple hasta Artritis y Enfermedad de Crohn.
Si bien en algunos casos esos tratamientos contaban con asesoramiento de un
médico, su elaboración se basaba en procesos artesanales no aptos para
investigación.

A principios de este mes, se dio a conocer un estudio de la Universidad


Nacional de Rosario donde se reveló que siete de cada diez muestras de aceite de
cannabis que llegan al laboratorio de la Facultad de Ciencias Bioquímicas de la UNR
tienen un bajo contenido de cannabinoides, aquellos compuestos que generan efectos
terapéuticos. La presencia de aceites extremadamente diluidos ya había sido
detectada por los bioquímicos, pero se incrementó este año cuando los mismos
pacientes empezaron a acercar las muestras de los preparados que consumen para
tratar, principalmente, reumas, artritis y otros tipos de dolores; generalmente sin
ningún acompañamiento médico.

Los análisis son confidenciales, sólo se identifican con un código, y los resultados se
reciben por mail. El servicio es único en su tipo en toda la región. El laboratorio de la
facultad no sólo recibe muestras de Rosario, sino también de Entre Ríos y la provincia
de Buenos Aires. En total, se procesan un promedio de 40 muestras por mes, la
mayoría provenientes del mercado ilegal.

Diario digital El Cronista


Bibliografía

(https://es.wikipedia.org/wiki/Cannabis_medicinal#En_Argentina)

(https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/grandes-reportajes/la-marihuana-a-
debate-2_9452/15)

(https://www.eleconomista.com.ar/2019-05-cannabis-medicinal-en-argentina-5-cosas-
que-tenes-que-saber/)

(https://www.cronista.com/columnistas/El-boom-del-cannabis-medicinal-llega-a-la-
Argentina-20190226-0029.html)

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