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Autonomía y autodisciplina
Elaborado por: Luis Martín Trujillo Flórez


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“El genio se compone en un 2% de talento y en el 98% restante de
perseverante aplicación”.

Beethoven.

Introducción
Como su nombre lo indica, los hábitos de estudio son una costumbre y una
metodología para estudiar, para hacer más efectivo y más eficaz el
estudio, encaminado a facilitar la adquisición de conocimientos. Por
consiguiente no hay hábitos de estudio concretos sino personales, es decir,
cada estudiante debe formar sus propios hábitos y conductas de acuerdo
con su autonomía, para empezar, lo primero que debe hacer es observar
la forma como estudia y evaluarla con el fin de mirar sus fallas y mejorarlas,
pues las acciones que realiza el individuo para la obtención de
determinados resultados académicos, apela a otras dimensiones como: la
autoestima y el autoconcepto, la motivación y los intereses, las
expectativas de éxito, el clima social del aula y de la universidad, el
ambiente familiar, la cooperación entre compañeros, etc.

El estudio es una vertiente del proceso de crecimiento personal que


supone el desarrollo armónico de la inteligencia, la voluntad y la
creatividad. De acuerdo con esta perspectiva, cualquier plan de
adquisición de hábitos de estudio debe partir de las necesidades,
capacidades, afectos, actitudes y valores de cada estudiante, sin que ello
nos haga olvidar el papel de la orientación.

Durante la educación secundaria se incorporan hábitos de estudio de


manera no sistemática, ya que no suelen enseñarse directamente. Al
iniciar la universidad el estudiante tiene más contenidos y niveles de
exigencia, también menos control externo porque el estilo pedagógico es
diferente. Así, comenzar la universidad exige a la mayoría de la gente
mejorar sus estrategias de organización del tiempo, su habilidad para
tomar notas, sus técnicas de búsqueda y selección de información, su

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atención y concentración prolongadas. Conocer y entrenarse en hábitos
de estudio que potencien y faciliten las habilidades para aprender, son
pasos claves para sacar el máximo provecho y conseguir el mejor
rendimiento en los años de formación académica. Los hábitos de estudio
de alumnos universitarios han de guardar relación con la preparación que
reciben y con las relevantes funciones que están llamados a realizar en un
futuro. En suma, los hábitos y estrategias de estudio deben guardar
relación con el futuro perfil profesional del alumno universitario. Por


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supuesto, el hábito de estudiar es importante en todos los casos, y en todas
las carreras es importante impulsar la reflexión, la creatividad, la
cooperación y el mejoramiento continuo del ser.

Los hábitos de estudio son un potente predictor del éxito académico, lo


que determina nuestro buen desempeño académico es el tiempo que
dedicamos y el ritmo que le imprimimos a nuestro trabajo.

¿Qué son los hábitos de estudio?

Un hábito es cualquier acto adquirido por la experiencia y realizado regular


y automáticamente. Los filósofos de la antigüedad afirmaban que el
hábito es una "segunda naturaleza"; eso significa que la naturaleza del
hombre se enriquece o empobrece, se perfecciona o se denigra, con el
hábito. Los buenos hábitos serán la clave del éxito en todas las áreas de la
vida. Hoy los puedes aplicar como estudiante pero el día de mañana
también te servirá como profesional. Podríamos hacer una lista que
contenga todos los hábitos de estudio recomendados por expertos en la
materia, pero mejor vamos a concentrarnos en 5 hábitos que serán el
comienzo de tu nueva vida como estudiante.

1. Organiza tu tiempo, elaborando un plan de actividades diarias.


2. Toma nota de lo más importante.
3. Estudia todos los días, de preferencia a la misma hora y en el
mismo lugar.
4. Utiliza alguna técnica para estudiar.
5. Ten siempre una actitud positiva ante la vida, incluso ante los
problemas (con eso vencerás los malos hábitos del miedo, el
desaliento y la derrota).

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La importancia del hábito de estudio

No todos los estudiantes hacen frente con éxito a los nuevos desafíos que
la Universidad plantea: aumento de la exigencia, necesidad creciente de
organización del trabajo académico, mayor dedicación al estudio,


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autonomía, etcétera. No se debe confundir hábitos (prácticas constantes
de las mismas actividades) con técnicas (procedimientos o recursos). Unos
y otras, coadyuvan a la eficacia del estudio. De un lado, el hábito de
estudiar es necesario si se quiere progresar en el aprendizaje. De otro, su
objetivo es sacar el máximo provecho a la práctica consciente e intensiva
del estudio por medio de unas técnicas adecuadas.

Para los hábitos de estudio hay dos tendencia marcadas, la primera es la


generación de conductas (paradigma conductista) y la segunda la
adquisición de aprendizajes (paradigma cognitivo). En el paradigma
conductista se considera el estudio como una compleja secuencia de
acciones: elección del tema, organización del material, lectura del texto y
adquisición de contenidos. Lo que se busca es conocer las situaciones
antecedentes de la conducta de estudio y utilizar refuerzos apropiados
que permitan obtener rendimientos satisfactorios. Algunas de las
consideraciones ofrecidas por este paradigma respecto al estudio son:
• Las condiciones del estudio deben ser apropiadas: temperatura,
ventilación, mobiliario, iluminación, organización de materiales,
tiempo de estudio, horarios, etc.
• Hay que dar a conocer al alumno técnicas de estudio:
diferenciación entre ideas principales y secundarias, realización de
esquemas y resúmenes, utilización de diccionarios, manejo de
ficheros, etc.
• Estructurar la tarea de estudio, dividiéndola en sus componentes
específicos y desarrollando el aprendizaje gradualmente.
• Tener en cuenta la curva de aprendizaje: precalentamiento,
ascenso, meseta, descenso y fatiga.
• Incluir períodos de descanso que permitan disminuir el cansancio y
potenciar el aprendizaje.
• Potenciar la motivación del alumno por el estudio.
• Utilizar refuerzos que faciliten y consoliden los hábitos y técnicas de
estudio.

El paradigma cognitivo se centra en el aprendizaje de contenidos y, por


tanto, enfatiza la importancia de la memoria, la codificación y la

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recuperación informativa. Así pues, este paradigma se interesa
principalmente por los procesos mentales, la comprensión de textos y la
metacognición. Tiene el inconveniente de desatender aspectos no
cognitivos que pueden influir en el estudio y en los logros académicos. Los
principales aportes son:
• La memorización de contenidos informativos representa el proceso
más característico de la conducta de estudio.
• Hay un interés especial por las estructuras y procesos cognitivos más


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relevantes: almacenes informativos, representaciones mentales,
relación entre informaciones viejas y nuevas, leyes del olvido, etc.
• La mente es un “sistema constructor” de la información.
• La estructura del texto se corresponde con las estructuras mentales.
De acuerdo con este principio, el texto es un medio extraordinario
para comprender el funcionamiento de la mente humana y la
actividad de estudiar.
• Para mejorar el estudio es imprescindible desarrollar ciertas
operaciones cognitivas.
• Las técnicas de trabajo intelectual adquieren especial importancia
en el estudio, porque permiten entrenar al alumno en determinadas
estrategias de atención, elaboración y organización de la
información, al tiempo que se favorece la metacognición o
regulación de los propios procesos de pensamiento y de
aprendizaje.

Los dos paradigmas ofrecen aportes relevantes para la comprensión del


estudio, sin embargo es oportuno invocar la importancia de las variables
afectivas, grupales y sociales, desde un enfoque integral de la persona. Es
evidente que en la comprensión de la actividad de estudiar hay que
prestar atención a los valores, actitudes e intereses de los educandos, es
decir, a su autonomía.

Cómo identificar y modificar nuestros hábitos de


estudio
Es importante identificar nuestros hábitos de estudio, no es fácil hacer un
esfuerzo consciente para percatarnos y aceptar si algo nos está saliendo
satisfactoriamente, tampoco es fácil identificar en que procesos somos
más efectivos a la hora de estudiar. En primera medida tome tiempo para
meditar y revisar las actividades que ha llevado a cabo con relación a sus
prácticas académicas (el método, la forma de lectura, el ambiente de
trabajo, su preparación y disposición para estudiar, etc.) hasta aquellas

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que considere mínimas o poco relevantes. Haga una lista de las mismas y
de su orden. Evalúe sinceramente, las imágenes y sensaciones que le
vengan a la mente, y no la que más le convenga. Obsérvese con ánimo
de buscar y encontrar la verdadera razón sobre qué ha hecho y cómo se
ha sentido utilizando su método de estudio, y los resultados que ha
obtenido utilizándolo. Después, debemos proceder a delinear un curso de
acción para modificar los comportamientos improductivos. Eso nos pone
en el camino de convertirlo, de transmutarlo, para así sentirnos a gusto con


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nosotros mismos y con los resultados obtenidos.
Para eso debemos:

1. Ver la situación por lo que realmente es: Con frecuencia nos


engañamos pensando que lo que no nos sale bien, es el resultado
de algo que está fuera de nosotros. No pretenda salir bien en sus
estudios si continúa pensando y haciendo las mismas cosas,
recuerde que un aprendizaje es mejoramiento continuo de sí mismo,
y el mejoramiento requiere de cambios positivos, que usualmente
conllevan a cambiar de actitud, de invertir más tiempo en usted y de
hacerlo en una forma más efectiva, y sobre todo, en una forma
consistente. Todo esto requiere de esfuerzo y de cambio, y con
frecuencia nos resistimos a ese cambio y a hacer ese esfuerzo. Tenga
claro que esto es normal, pero no es imposible cambiar, la
inteligencia viene dada por la facilidad de adaptarnos a los
cambios.
2. Desarrollar un deseo real de enmienda y cambio: El cambio requiere,
y se beneficia, cuando usted hace un alto, con calma desarrolla en
su mente el deseo genuino de cambio para experimenta la
sensación de sentir lo que significa para usted lograr el objetivo
buscado. Mientras más sea su empeño, más fácil se le hará cambiar.
3. Poner en práctica estrategias de acción que lleven a ese cambio:
Ponga en práctica las estrategias correctas. Esto conlleva delinear
un curso de acción, utilizando herramientas que generen los
resultados que buscamos. Es importante entender dichas
herramientas, darle un sentido para que se sienta cómodo con el
cómo y el por qué de hacerlas.
4. Implementar esas estrategias en forma consistente: Para que este
andamiaje funcione debe estar consciente de que debe llevarlo a
cabo de manera permanente hasta volverlo un nuevo hábito.

Para que su trabajo sea más efectivo (1) elimine los distractores de hacer lo
que hay que hacer, (2) implemente estrategias realmente efectivas,
incluyendo aquellas que propician el que surjan las cosas que apoyan que
el objetivo saludable materialice, (3) por otro lado, haga un esfuerzo real

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que lleve a poner en práctica acciones saludables, así como propiciar las
cosas, el ambiente, la compañía de personas adecuadas, (4) mantenga
en un plano mental primario; (a) el objetivo, (b) por qué llegar a él, y (c)
cómo llegar a él. Por último, tenga claro que el cambio, como cualquier
modificación de conducta, toma tiempo y necesita constancia para no
desviarse de su propósito.


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Formar hábitos nuevos

1. Los nuevos hábitos se adoptan como fijos si las consecuencias que


llevan consigo conducen al éxito y son satisfactorias.
2. El hábito se fija con la repetición continuada del mismo, con
constancia y esfuerzo.
3. Los hábitos que se oponen a nuestros gustos personales sólo pueden
formarse si nos imponemos una fuerte iniciativa.
4. Emprender un nuevo hábito con toda la fuerza y determinación.
Para la adquisición de un nuevo hábito o para abandonar uno viejo
debemos emprenderlo con la mayor decisión y coraje posible.
5. No permita ninguna excepción hasta que el nuevo hábito este
plenamente arraigado e implantado en la vida.
6. Aprovecha y busca todos los aliados posibles, automotivación,
familia, amigos, tutores.
7. Rompa con los viejos comportamientos.

Elementos facilitadores del aprendizaje


(Adaptación del texto: Cómo mejorar los hábitos
de estudio de Daniel G. Pesante)
Aprender es, adquirir nuevas destrezas mentales o físicas de hacer las
cosas; es un proceso de cambio, significa adquirir más herramientas para
tener éxito. Hay ocho elementos que facilitan el aprendizaje:

1. Motivación: Significa el deseo de hacer algo correctamente, puede ser


originada, externa o internamente. La buena motivación genera un
ambiente mental favorable para el cambio de actitud e implica que no

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sólo desea algo en forma genuina, pues ve y percibe lo positivo de
encaminarse en esa dirección, sino que entiende que puede lograrlo. Una
persona motivada hacia el estudio sabe exactamente lo que espera
obtener de y hace todo lo necesario para lograrlo.

2. Actitud: La actitud que asume una persona determina en gran medida


el resultado que obtendrá. La cantidad y calidad de lo que puede
aprender depende del esfuerzo que haga en poner su mente a pensar y


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trabajar en una forma positiva.

3. Escuchar: Para desarrollar la capacidad de escuchar debe preparar su


estado de ánimo antes de la clase o actividad. Manténgase alerta para
que obtenga el mayor provecho.

4. Concentración: La habilidad de concentrarse es un proceso voluntario


que depende de su esfuerzo y dedicación, y crece progresivamente con
la práctica. Una buena concentración le permite contemplar todas las
formas posibles de ver un concepto o idea.

5. Comprensión: Equivale a entender, analizar términos, ideas y conceptos


de forma clara para obtener e interiorizar los conceptos. Interiorizar
significa convertir la información en conocimiento, de lo contrario sólo será
portador y repetidor de información. Una buena forma de darse cuenta si
comprendió algo es repetirlo con sus propias palabras, o hacer un
esquema o gráfica explicativa del tema.

6. Organización: Organizar un aprendizaje es disponerlo de la mejor forma,


no solamente para que usted lo entienda sino cualquiera que lo estudie
con usted. Para ello es recomendable:

a. Tomar apuntes o notas.


b. Escuchar primero la información para descubrir las ideas y
anótelas en sus propias palabras. Desarrolle su propio método para
hacer apuntes.
c. Usar abreviaturas, símbolos y signos entendibles.
d. Tomar apuntes con palabras, frases o ideas; no necesariamente
párrafos u oraciones completas.
e. Preguntar cuando no entienda.
f. Organizar sus apuntes de manera que tengan sentido.

Subrayar: Cuando haya concluido una lectura vaya nuevamente


sobre el material y subraye o marque las frases y oraciones que
contienen las ideas principales.

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Bosquejar: El bosquejo debe ser conciso, detallado y ordenado:

1. Primero debe preparar una lista de los temas principales.


2. Para cada uno de los temas mayores, formule subdivisiones
o subtemas.
3. Luego escriba en cada uno de los sub-temas, detallando las
características, clases, enumeraciones, listas, etc. Aquí es


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donde van las definiciones y descripciones. Debe incluir
información que le ayude a contestar preguntas.
4. Si es la lectura de un libro, esté atento al nombre del autor y
cuándo escribió el libro, al tema central que se expone y si es
el caso a los temas secundarios, y cualquier otro detalle
resaltante o relevante.

Resumir: Escribir en pocas palabras las ideas principales. Hacer un


buen bosquejo, le ayudará a resumir el material más efectivamente.

7. Repetición: Para recordar algo, debemos repetirlo. Esto es un elemento


clave del proceso de aprendizaje. Por eso es importante estudiar todos los
días. Es importante hacerlo en periodos esparcidos en tiempo, de forma
que divida el material en bloques más fáciles de manejar y digerir para
que no se agote la mente y el cuerpo. Esto es mucho más efectivo que
estudiar toda una tarde o toda una noche, el día antes del examen, pues
el material se olvida con rapidez y no está claro en la mente, lo que puede
introducir dudas del mismo.

8. Memoria: La memoria es la capacidad para retener y recordar algo


aprendido. Todos tenemos la capacidad de retener y recordar, si nos lo
proponemos. La memoria requiere de ejercicio y de práctica.

El ambiente de estudio

El lugar: El lugar donde va a estudiar debe razonablemente adaptarse a


los gustos y a la manera de ser de cada persona. Si se vuelve algún lugar
de la casa en un santuario de estudio, es decir un lugar ritual para estudiar,
con mística, donde uno se sienta cómodo y libre de distracciones e
interferencias, donde estén todos los materiales de estudio a la mano. Si
uno se acostumbra a estudiar en ese santuario se genera un ambiente
favorable necesario para crear hábitos de estudio.

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Maneje adecuadamente su espacio, ya sea en su casa o en su oficina
ubicando cada cosa en su lugar y teniendo un lugar para cada cosa:
nada quita más tiempo que andar buscando lo que debería estar en un
sitio preestablecido. Por eso es necesario:


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Y estas sugerencias se pueden aplicar a ese espacio fundamental en el
cual cada vez tenemos más elementos: el computador repleto de gigas
de información y materiales que sin un adecuado orden se convierten en
un escenario en donde se tiene todo, pero que al no poder ubicarlo
ordenadamente, al final no se tiene “nada útil” para trabajar.

El lugar de trabajo debe tener algunos requisitos para ser un santuario de


estudio, estos son: debe ser siempre el mismo, debe ser tranquilo y alejado
de elementos distractores, estar bien iluminado y correctamente ventilado
con muebles adecuados y resistentes, asimismo con facilidad para
organizar los diferentes materiales que utilizaremos para estudiar.

El tiempo: El hábito no solamente se crea desde la metodología, el lugar,


también es importante el tiempo y la distribución del mismo dentro del
estudio, es bueno planear unos horarios para estudiar, y es mejor,
cumplirlos. Para aprovechar el tiempo, es recomendable realizar un plan
de estudio que le ayude a distribuir su tiempo.

Las técnicas para organizar y aprovechar el tiempo pueden ayudarnos a


tener más control de la vida y conseguir un tiempo de estudio más eficaz, y

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por tanto disponer de más tiempo libre. Hay que planificar el tiempo de
manera realista. Para manejar mejor el tiempo, estructuremos un horario
académico de 40 horas semanales de trabajo. Si un día no puede cumplir
las horas previstas, recuerde que deberemos recuperarlas al día siguiente.

Utilizamos un calendario para registrar todas las actividades de horario


regular y las fechas asignadas para exámenes y trabajos, esto puede
facilitarnos el trabajo. Incluyamos en esa planeación el tiempo para dormir,


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hacer ejercicios físicos y actividades sociales. Revisemos cada día los
apuntes de clase para afianzar contenidos y comprender mejor los nuevos
temas. Dividamos los trabajos extensos o complicados en sub-tareas o
etapas más pequeñas y manejables que permitan ir avanzando sin
agobiarse con tanto volumen de trabajo. Hay que premiarnos por
completar las tareas, así no se hayamos terminado el proyecto entero; esto
nos ayudará a tener mejor disposición ante lo que queda por hacer.

Plan de estudio o buen uso del tiempo (Extractos


de: Gestión del tiempo, material elaborado por
Carlos Vizcaya)
Iniciemos nuestro uso del tiempo analizando las siguientes reflexiones:

Con el tiempo... ...aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen
futuro significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado...
Con el tiempo... ...comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus
defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que
deseas...
Con el tiempo... ...entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el
que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades
falsas...
Con el tiempo... ...aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar
es sólo de almas grandes...
Con el tiempo... ...te das cuenta de que cada experiencia vivida, es
irrepetible...
Con el tiempo... ...aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el
terreno del mañana, es demasiado incierto...
Con el tiempo... ...te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro,
sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante...
Con el tiempo... ...aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que
amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo...
ante una tumba...... ya no tiene ningún sentido...

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El tiempo es una dimensión, una medida del acontecer de las cosas, de la
forma en que evolucionan, transcurren o cambian. Es la medida universal
de la existencia, independientemente de quiénes seamos o de dónde
estemos, todos tenemos el mismo número de días, horas y minutos. En esta
dimensión el tiempo perdido es irrecuperable, pues nada puede
reemplazar aquello que no hemos utilizado y en muchas ocasiones
cuando caemos en cuenta de ello, ya no hay tiempo: “es demasiado


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tarde”. Desde otro ángulo podemos apreciar el tiempo como un elemento
que nos permite:

• Autodirección
• Autocontrol
• Automotivación
• Autorrealización

Desde cualquier perspectiva que se haga un enfoque del uso y manejo del
tiempo, necesariamente se llega a concluir que cada persona es
responsable de la manera de dirigir y de administrar su propio tiempo y por
lo tanto administrarlo adecuadamente se convierte en una herramienta
muy importante para el logro de nuestro éxito personal, sea cual fuere la
definición que le hayamos dado. El tiempo dimensiona y permite realizar
metas. El análisis del manejo del tiempo siempre está referido a la pregunta
inicial y más importante: ¿qué quiero hacer con mi vida? ¿a cuáles metas
quiero llegar?

Todas las personas aún “sin querer queriendo” estamos buscando


constantemente lograr los mejores resultados y hacerlo con el menor uso
de recursos. En términos técnicos podemos identificar éstos elementos
como Eficacia y Eficiencia respectivamente, los cuales unidos se conocen
como Efectividad. Una adecuada gestión del tiempo facilita el logro de
estos retos, pues apoya a las personas a:

• Ser Disciplinadas, es decir, a adquirir el hábito de la planeación y el


control de su vida y la posibilidad de aportar de mejor manera a la
de los demás.
• Ser Organizadas pues de la organización viene el orden y la
optimización de sus recursos.
• Ser Comprometidas, es decir, tener la fuerza y la costumbre de
cumplir con sus propósitos y sus compromisos personales y con los
demás.

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