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A la dirigencia política
A la sociedad mendocina
La ley 7722 se gestó en el año 2007 como fruto de un creciente cuestionamiento social
especialmente en las localidades del Valle de Uco, General Alvear y Gran Mendoza, a la llegada
de proyectos de minería a gran escala. Esto llevó a que representantes políticos locales y
provinciales tuvieran que informarse sobre los potenciales impactos y alternativas de
regulación de la actividad. En junio de ese año, algunos proyectos de ley que tenían la finalidad
de regular la actividad minera, se debatieron en la legislatura provincial, sancionándose
finalmente la ley 7722, el 20 de junio de 2007.
En concreto dicha ley contiene elementos fundamentales para la gestión ambiental del
territorio mendocino:
- Pone énfasis en la tutela del recurso hídrico estratégico para Mendoza, solicitando una
manifestación específica de impacto ambiental sobre los recursos hídricos (conforme a la ley
ambiental provincial 5961);
-Le otorga un rol central en los informes previos y en el seguimiento a la máxima autoridad
en esa materia, el Departamento General de Irrigación (DGI);
-Incorpora la noción de cuenca en la identificación del área afectada por cada proyecto, al
exigir el dictamen sectorial de los municipios que se encuentren en la cuenca potencialmente
afectada y;
-Prohíbe el uso de las sustancias químicas como cianuro, mercurio, ácido sulfúrico, y de
“otras sustancias tóxicas similares”. La diversidad de procesos mineros actualmente existentes,
sumados a los que puedan desarrollarse en un futuro, impide la existencia de un listado
exhaustivo de sustancias tóxicas.
A partir de la sanción de la ley comenzaron, por parte de sectores con intereses mineros,
sucesivos cuestionamientos de inconstitucionalidad de la ley que se fundaron en los siguientes
argumentos: la violación de derechos constitucionales de igualdad, legalidad, razonabilidad,
debido proceso, propiedad y derechos adquiridos de las empresas; y discriminación.
Frente a esto el gobierno mendocino respondió destacando la importancia que tiene el agua
en la provincia, así como también los ya evidentes impactos del cambio climático y la
afectación de los glaciares. Además, consideró que la actividad minera extractiva no es una
actividad equiparable en su desarrollo y consecuencias ambientales a cualquier otra actividad,
por lo cual es el mismo Código de Minería el que estipula aspectos básicos para dicha actividad
en materia de prevención y reparación de daños ambientales, los que son regulados para la
minería y no para otras. Finalmente, destacó que no todos los procesos importan idéntica
aplicación de las sustancias en cuestión, y que la minería metalífera es señalada por la doctrina
especializada como de alto impacto contaminante, y con ello es razonable impedir que utilice
ciertas sustancias que en otros procesos productivos no se meritúan de igual riesgo o peligro.
Sumado a ello, la Suprema Corte de Justicia de Mendoza, en 2015, resolvió que la 7722 es
constitucional. Así, la máxima autoridad judicial de la provincia determinó que los legisladores
mendocinos dictaron la ley dentro de sus competencias provinciales, bajo estándares de
razonabilidad y como complemento de las normas nacionales. Resaltó asimismo que la
prohibición establecida en la ley respecto del uso de determinadas sustancias en protección
del recurso hídrico, no importa la prohibición de la actividad minera -de hecho, acaba de
aprobarse la etapa exploratoria de Hierro Indio-, sino que “potencia el desarrollo de la misma
en el marco de la protección del ambiente para las generaciones presentes y futuras”. Ejemplo
de ello son los proyectos mineros San Jorge, Cerro Amarillo y Hierro Indio (en su primera
versión), que fueron rechazados en la Legislatura provincial con fundamentadas objeciones
técnicas y legales.
En los sucesivos ataques a la ley se ha buscado cuestionar la legitimidad, así como los
fundamentos de la misma con sorprendentes argumentos. El más inverosímil, es aquel que
plantea que esta ley no contó con consenso social. El conflicto por megaminería se convirtió en
las últimas décadas en el conflicto ambiental más importante de Mendoza y el más “federal”,
por sus alcances territoriales a lo largo y ancho de la provincia en movilización y trascendencia
pública. Cada vez que se intentó avanzar en su modificación, representantes de diversos
partidos políticos tuvieron que dar marcha atrás para no pagar el costo político que esto podía
significar. Existen monumentos a esta ley en municipios como General Alvear y, lo que es más
importante, se ha forjado a una generación de jóvenes que son una voz cada vez más activa y
renovada en los debates ambientales y sociopolíticos.
Más recientemente el sector minero viene planteando que Mendoza necesita diversificar su
matriz productiva y que la apertura hacia las inversiones mineras constituye un elemento clave
para el crecimiento económico provincial. Esta atractiva idea es, sin embargo, doblemente
equivocada. Ni la falta de actividad minera es “culpa” de la ley ya que hay muchos otros
elementos que hacen a la factibilidad y efectiva realización de un proyecto minero; ni la
minería va a salvar a la provincia. Los propios empresarios mineros han expresado claramente
que sólo el 11 % de los proyectos iniciados a nivel mundial son finalmente concretados.
Evidentemente la minería es una de las actividades económicas más riesgosas -en varios
sentidos del término- y por lo tanto no ofrece ni a la sociedad ni al estado mendocino un
horizonte de crecimiento, estabilidad y mucho menos sustentabilidad. La idea de desarrollo
provincial a partir de la expansión de la minería aparece a todas luces simplificada y anacrónica
y, en tanto, irresponsable. De las múltiples actividades con valor económico existentes en la
provincia, la propuesta de insistir en viabilizar la minería como una de las principales
alternativas, puede ser la peor forma de “ampliar” la matriz productiva. Además, esta opción
por el camino fácil y cortoplacista desconoce los ya evidentes efectos del cambio climático y
ambiental, en particular, sobre la decreciente disponibilidad de agua. No se han ofrecido a la
sociedad evaluaciones reales de cuánto contribuiría la minería a mejorar la economía
provincial, ni de las partidas presupuestarias necesarias para materializar los controles
ambientales que se prometen. Tampoco parece haberse aprendido de los desastres
ambientales y sociales que ha provocado la minería en la región.
Es el mismo gobierno el que envió hace más de un año a ese cuerpo legislativo el proyecto de
ley denominado Plan Provincial de Sequía que, reconociendo el impacto del cambio climático
en los glaciares mendocinos, supone un cambio de paradigma ante la nueva normalidad de
escasez hídrica. Este proyecto no ha merecido ningún tratamiento cuando el tiempo de actuar
se agota fatalmente. Las prioridades son lógicas y no fruto de una lectura arbitraria.
Finalmente, frente a la equivocada necesidad de “actualizar” una ley que tiene sólo 12 años y
que no ha sido aplicada en su integralidad, creemos indispensable que los legisladores asuman
una actitud franca, informada y socialmente comprometida, expresiva del mandato
democrático recibido. Muchos esfuerzos costó conseguir esta legislación que es ejemplar y de
vanguardia en materia ambiental. Además de ilegal, retroceder en los estándares de control
ambiental sería un perjuicio que será recordado por mucho tiempo por los habitantes de
Mendoza.
Maria José López, Docente y Consejera Directiva, Facultad de Ciencias Médicas UNCuyo
Lic. Stella Maris De Lourdes Alcantú, Docente e Investigadora, Facultad de Ciencias Aplicadas a
la Industria
Lic. Emmanuel Poretti, Coordinador Red Universitaria para el Cuidado de la Casa Común