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05/10/2015

Residuos peligrosos y plantas cementeras


Lilia América Albert

En buscando de una mayor competitividad mediante la reducción del costo de los combustibles
tradicionales, la Industria del cemento en México está quemando residuos peligrosos como "combustible
alterno", alentada por un grupo de empresas extranjeras que han hecho un gran negocio del reciclaje de
estos residuos y han logrado que las autoridades ambientales acepten esta incineración.
La industria cementera argumenta que el reciclaje energético de residuos combustibles es “ecológico”
porque ahorra combustibles fósiles y recursos naturales, pero cualquier análisis demuestra que, por lo
contrario, se trata de una tecnología sucia que debería ser prohibida en nuestro país.
Por sí misma, la producción convencional del cemento causa varios problemas ambientales: la extracción
de la piedra caliza y otros materiales provoca una enorme erosión del área de las canteras; el transporte
inadecuado de materiales para su almacenamiento y su molienda produce una gran cantidad de polvos; la
calcinación en el horno produce emisiones contaminantes; el polvo de los residuos del horno puede
contener metales pesados y otros contaminantes.
La incineración de residuos peligrosos en hornos cementeros aumenta estos problemas y genera nuevos y
más peligrosos problemas de salud: Aumentan las cantidades y los tipos de contaminantes del aire en
relación que los que derivan del uso de combustibles tradicionales; se emiten niveles más altos de los
metales tóxicos plomo, cadmio, arsénico y mercurio; hay emisiones fugitivas de polvo y gases en las
operaciones de la planta y se producen nuevos contaminantes, especialmente dioxinas y furanos, que son
productos de la combustión incompleta. El polvo de los residuos del horno, el clínker, e incluso el cemento,
pueden contener metales tóxicos como cadmio, cromo, arsénico y plomo, además de dioxinas y
furanos. Hay mayor exposición de los trabajadores de las plantas de cemento a los residuos peligrosos lo
que pone en riesgo su salud y, a causa de las emisiones tóxicas, aumentan enormemente los riesgos para la
salud de las poblaciones cercanas.
Según los datos disponibles, la mayoría de las plantas cementeras que existen en el país cuentan con
permisos provisionales o autorizaciones temporales para quemar residuos peligrosos en sus hornos.
Destacan por su importancia las plantas de Cementos Mexicanos y Cementos Apasco, además de las de la
Cooperativa Cruz Azul, Cementos Portland Moctezuma y Cementos de Chihuahua.
Es importante resaltar que por años han estado quemando residuos peligrosos en sus hornos dos plantas
cementeras de Coahuila, la de Ramos Arizpe de Cementos Apasco y la de Torreón de Cementos Mexicanos.
Los residuos peligrosos que se usan como combustibles alternos en los hornos de cemento incluyen
residuos sólidos como llantas de desecho, cascos de baterías y tierras contaminadas, así como residuos
líquidos como disolventes, grasas y aceites usados, residuos de la refinación del petróleo y lodos de
destilación.
En forma preliminar, las plantas mezcladoras de residuos peligrosos que los ofrecen como “combustible
alterno” a la industria cementera han identificado 112 tipos de residuos líquidos, semisólidos y sólidos con
poder calorífico adecuado que proceden de las industrias automotriz, química, electrónica, fabricación de
pinturas y de la refinación de petróleo y pueden usarse como combustible alterno.
En su mayoría, las empresas que están promoviendo la incineración de residuos peligrosos en hornos de
cemento son extranjeras, principalmente estadounidenses, y han realizado inversiones conjuntas con los
grupos cementeros más fuertes de México para crear nuevas empresas que proporcionen el servicio de
recolección y mezcla de residuos peligrosos para ser usados como combustible alterno, para lo cual
inclusive, han estado construyendo plantas mezcladoras en los predios de las industrias cementeras.
El negocio del reciclaje de residuos peligrosos aprovecha que el artículo 153 de la Ley General del Equilibrio
Ecológico y la Protección al Ambiente permite la importación de residuos peligrosos para el reciclaje y
posibilita que estos residuos se puedan usar legalmente como combustible alterno, por lo que este negocio

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está adquiriendo un carácter cada vez más binacional.


Así, aprovechando las ventajas del Tratado de Libre Comercio y la filosofía neoliberal del gobierno
mexicano, las empresas estadounidenses han expandido sus inversiones en el mercado de reciclaje de
residuos peligrosos en nuestro país y han formado un poderoso grupo, influyendo en la política pública de
manejo de residuos peligrosos en México y transfiriéndonos una tecnología sucia que ha encontrado una
fuerte oposición en su país.
En el caso de México, las autoridades federales del ambiente han dado permisos provisionales para la
quema de residuos peligrosos a todas las plantas cementeras que lo han solicitado, con base en protocolos
de prueba, sin que al respecto haya una normatividad ambiental adecuada. El problema es que los
protocolos de prueba pocas veces reflejan lo que ocurre durante la quema de residuos peligrosos en las
condiciones reales de operación pues es difícil monitorear el tipo de residuos que se usan, las emisiones y
demás residuos que se generan; además, en el caso de las dioxinas y furanos, el país no cuenta con la
experiencia, ni la capacidad analítica para asegurar un eficaz monitoreo.
En Estados Unidos y Europa, las comunidades que han convivido con las empresas cementeras que
queman residuos peligrosos se han dado cuenta de los mitos del reciclaje ecológico y se han organizado
para defender su salud y ambiente. Por ejemplo, en Estados Unidos hay una red nacional de grupos locales
que están buscando el cambio de las plantas de cemento que queman residuos peligrosos las que, en su
mayoría, son controladas por unos cuantos inversionistas extranjeros que forman un poderoso cartel.
Debido a la oposición ciudadana, en los últimos años, han sido cerrados varios hornos cementeros en ese
país y muchos más han retirado su solicitud de permisos provisionales, debido a que las normas
ambientales son, cada vez, más estrictas.
En ese país, asociaciones de profesionistas, como la American Lung Association, se han pronunciado contra
la quema de residuos peligrosos en hornos de cemento y han probado los problemas de salud que causan
en la población aledaña.
Con el apoyo de miembros del Congreso de Estados Unidos, las organizaciones ciudadanas han propuesto
que se identifique en la etiqueta si el cemento fue producido usando residuos peligrosos para que el
consumidor pueda escoger cementos fabricados con un proceso más limpio. Incluso las empresas que
realizan la incineración comercial de residuos peligrosos se han opuesto por la competencia desleal que
durante muchos años realizaron allá las empresas cementeras al quemar residuos con menores exigencias
ambientales, hasta que se elaboraron normas ambientales más estrictas.
En 1998, más de 40 organizaciones ambientalistas y sociales de México pidieron a las autoridades
ambientales y de salud, la cancelación de todos los permisos otorgados a las plantas cementeras para
quemar residuos peligrosos como combustible alterno sin que, hasta el momento, hayan sido
escuchadas.
Éste es un caso más de omisión y negligencia por parte de las autoridades federales de ambiente cuyas
consecuencias inciden en el ámbito de la salud. Lamentablemente, tampoco las autoridades de este sector
se han dado por enteradas de que existe este problema; por su parte, las comunidades cercanas a estas
plantas no saben los riesgos a los que las expone la mezcla de sustancias tóxicas que respiran día y noche
ni, mucho menos, cuáles serán las consecuencias.

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