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LA LUCHA LIBRE: DEPORTE E IDENTIDAD

Haciendo una investigación sobre arte popular para mi trabajo, me encontré con joyas
artísticas sobre la Lucha Libre, que aunque no puedo presumir haber vivido la experiencia en
vivo, tan solo leer la historia y ver las imágenes, me hizo sentirme orgullosa de mi país y de la
identidad que nos define. Si bien no he sido partícipe como luchadora, ni como público en
vivo, he vivido empapada -como todo mexicano- de las máscaras, las capas, historietas,
películas y todo el universo que se ha creado alrededor de este deporte-espectáculo.

Desde hace algunas décadas, las imágenes de la lucha libre se han sellado como símbolo del un
universo popular urbano. ¿Qué esconde la máscara de un luchador? ¿Qué historias se escriben
en el ring? ¿Cómo pasó su imagen de lo popular al sofisticado universo del arte
contemporáneo? Este deporte conjuga una estética y pasión de los enfrentamientos de
máscara contra cabellera única en el mundo.

En mi lectura sobre el tema, me topé con un personaje que me resultó especialmente


interesante. José Ángel Garfias Frías, es profesor investigador de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la UNAM y posee una doble personalidad: doctor en Ciencia Política, y
luchador en sus ratos libres.

“Durante más de 80 años la Lucha Libre en México ha tenido éxito debido a que presenta
historias de personajes que surgen del bajo mundo, entrenan, se superan y llegan a lugares
insospechados”, comentó José Ángel Garfias Frías en una entrevista a la revista UNAM Global.

“La Lucha Libre no distingue edad, género, condición o clase social, porque las arenas y los
espectáculos están en cualquier nivel”. Garfias Farías “El Académico” refiere que este deporte
es parte de la identidad cultural de los mexicanos y la máscara es un elemento fundamental
que nos define.

Resaltó que la gente se identifica con estos personajes porque son héroes de carne y hueso
que luchan contra lo desconocido, y poseen esta idiosincrasia nacional de la superación. Se
trata de un tema muy arraigado en la cultura del mexicano.

Para “El Académico”, la importancia de la Lucha Libre en nuestro país es fundamental, puesto
que se trata de un símbolo de identidad, y la gente se emociona con sus elementos como la
máscara del luchador, sus funciones, el ring e incluso la arena donde se hace toda la
parafernalia.

Además, nos encontramos con casos curiosos como el Místico, quien empezó como un
huérfano, una historia que probablemente tiene algo de ficción, pero que nos crea un
personaje con carácter de héroe.

Otro gran protagonista es el Santo que junto con Blue Demon crearon el cine mexicano de
luchadores y consiguieron esta imagen de superhéroes siendo personas de carne y hueso.

De hecho, la gente se identifica de dos formas con el luchador, ya sea el técnico o el rudo.
Regularmente los niños apoyan a los primeros, porque representan a los buenos y sueñan con
derrotar a los malos.

En cambio, los rudos siempre rompen las reglas, y sus seguidores se identifican porque sienten
un hartazgo por las instituciones, con el réferi y el juez. Ese apoyo refleja muchas
inconformidades... Por momentos me parece que en el quehacer político y social mexicano,
estamos dentro del cuadrilátero.

Como psicoterapeuta me pregunto si no tendremos todos a nuestro rudo y nuestro técnico


interior. Aquella lucha sin reglas que tenemos con nosotros mismos de vez en vez, en
ocasiones buscando ser el mediador por la paz y la justicia, y en otras por romper reglas y
soltarnos la cabellera; El borlote entre pensamientos que se aplican llaves impresionantes
entre ellos, se arrinconan contra las cuerdas y se amedrentan buscando intimidarse.

Coincido con Garfias Farías en que la Lucha Libre representa un espacio de catarsis, donde uno
puede decir lo que quiere, gritar groserías, improperios, y es un espacio socialmente aceptado
para todo ese desfogue; se trata de una atmósfera terapéutica.

En la entrevista a la revista UNAM Global, el profesor-luchador comenta que “El Académico” es


su verdadera identidad: “Me gusta desenvolverme en el ring, estoy ahí para la gente, que me
vea, se enoje, y si es el caso, me miente la madre pero también estoy para que me aplaudan si
hago algo bien”.

Confiesa que su máscara es su vida y todo lo que el profesor hace son payasadas: “Al doctor
Garfias le digo que se vaya a la mierda porque no ha logrado algo que valga la pena”.

Y concluye diciendo: “Lo que yo he hecho realmente cuenta, pero allá él, que siga en su
chamba.”

Y me parece que es así como vamos generando nuestro diálogo interno como personas, pero
también como país. La Lucha Libre nos define como deporte, como arte popular, pero también
como personalidad nacional: Por un lado divididos, pero por otro solidarios con la camiseta
puesta, intensos, espectaculares, creativos, controvertidos y sobre todo folklóricos.

Me resulta entonces interesante observarnos en qué momento surge nuestro(a) luchador(a)


rudo(a), en qué otros el técnico(a)… cuándo elegimos ponernos la máscara y cuando soltarnos
la cabellera.

Lo que es innegable, es que en México todos somos luchadores

@kperezgil

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