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Universidad Central de Venezuela

Facultad de Humanidades y Educación


Escuela de Historia
Técnicas de Investigación Documental II
Br. Antonio Silva Sprock
CI: 9.663.887
Actividad I: Plan Biográfico.

El mocho que despertó el fervor popular y grandes simpatías


en la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del siglo XX
¿Fue merecida esta abrumadora admiración?

A finales del siglo XIX en la Venezuela caudillesca, específicamente iniciando el régimen


guzmancista, surgió un caudillo, militar, activo conspirador y actor importante de la política de la
época, incluso hasta tiempos del gobierno del General Juan Vicente Gómez ya entrado el siglo
XX, llamado José Manuel Hernández. Fueron múltiples sus acciones militares y políticas, junto o
enfrentando a importantes actores, ya que incluso combatió en algunas ocasiones a personajes con
quienes había luchado en alguna causa anterior. El historiador José Antonio de Armas Chitty
define a José Manuel Hernández como un “Quijote de la política”, y adicionalmente lo considera
como “el caudillo que arrastró las más grandes simpatías a finales del siglo pasado1 en procesos
eleccionarios e igual fervor popular bajo las dictaduras de los Generales Cipriano Castro y Juan
Vicente Gómez”.2 Fue un personaje idolatrado, admirado, elogiado y seguido. Indagar sobre la
vida del General José Manuel Hernández sirve para entender si tal admiración y elogios fueron
exagerados, así como entender las realidades políticas y sociales de la Venezuela de su época,
representando ambas razones relevantes para realizar una biografía histórica del personaje.

José Manuel Hernández nació en 1853 en la actual parroquia San Juan de la Ciudad de
Santiago de León de Caracas, en una Venezuela donde “el Caudillismo suplía las instituciones
coloniales disueltas o desprestigiadas”.3 Nacido de inmigrantes canarios, junto a sus hermanos
Diego y Jorge, y siendo su padre un carpintero. De sus años infantiles no se encontraron
testimonios, pero se conoce su debut en la carrera militar a la edad de 17 años cuando se unió a las
fuerzas azules del General Esteban Quintana para luchar contra el gobierno del presidente

1
Referido al Siglo XIX, ya que el autor escribió el libro en el año 1978.
2
José Antonio De Armas Chitty, El Mocho Hernández. Papeles de su archivo, p.9.
3
Pedro Manuel Arcaya, Personajes y hechos de la historia de Venezuela, p.165.
1
Antonio Guzmán Blanco. Combatió en la batalla de Los Lirios el 11 de agosto de 1870 en la
localidad de Paracotos, en el actual estado Miranda cerca de Caracas, siendo esta su primera de
varias derrotas militares. En este combate fue macheteado en el brazo, quedándole la mano
derecha mutilada en parte de dos dedos. De esta mutilación comenzó a ser conocido como el
Mocho Hernández4, siendo esta una característica relevante y atractiva a lo largo de su vida.
Continuó siendo un constante conspirador contra Guzmán Blanco, así que en los meses sucesivos
fue encarcelado en varias ocasiones. Posteriormente se fue al exilio y vivió en varias islas del
Caribe.

En 1887 volvió a Venezuela cuando Guzmán se había ido a París. Se dirigió al Territorio
Federal de Yuruary5, en la región sureña de Guayana, atraído por las posibilidades de trabajo en
las minas de oro de El Callao. Hernández fue recibido de forma especial en todos los pueblos del
Territorio, incluso declarado huésped de honor en Tumeremo. Hizo amistad con los personeros
más representativos de la zona, algunos de los cuales posteriormente se le distanciaron. En
especial destaca el General Domingo Sifontes y familia, de quien más adelante mencionaremos el
triste distanciamiento.

El autor Horacio Cabrera6 caracteriza al Mocho Hernández que llegó a Yuruary como un
hombre de: porte marcial, mirada penetrante, de puntiagudo bigote, barba corta y nutrida, de
gestos teatrales y de poca profundidad intelectual que le obligaba a cambiar de tema en las
discusiones profundas, sin embargo, frente a personas de poca cultura, su presencia convencía
más que sus razones, y debemos entender que el pueblo era mayoritariamente inculto, más aun
tratándose de zonas tan alejadas de la capital; se le notaba siempre nervioso, muy atento al chisme
y sonreía ante la adulación. No se esforzaba por evitar pleitos personales, destacando el duelo a
balazos que sostuvo con el General Tomás Briceño. Para los más jóvenes, dos historias tenían
gran atractivo y fascinación, la primera de ellas la historia de su mano mutilada que siempre
llevaba en el bolsillo, y la segunda, una historia de haber saltado con su caballo por encima de
unos funcionarios en una barricada policial en Caracas. Muchas veces estos jovencitos del pueblo
giraban a su alrededor observándolo como un ser extraño en exhibición.

4
Vicente Lecuna, La revolución de Queipa, p.71.
5
En otros textos se encuentra “Yuruari”.
6
Horacio Cabrera Sifontes. Guayana y el Mocho Hernández, p.8.
2
El Territorio Federal Yuruary fue creado por Guzmán Blanco uniendo los distritos Piar y
Roscio del estado Bolívar, y separándolos así del Estado bajo el pretexto de las amenazas
invasoras de los ingleses por Demerara, sin embargo la causa real fue la codicia presidencial ante
la riqueza aurífera de la Región.7 Hernández no trabajó en las minas, por carecer de medios y de
conocimientos para emprender una empresa, adicionalmente no trabajaría de peón, además ante la
realidad política-territorial existente, rápidamente se convirtió en el cabecilla de las protestas
locales en contra del gobernador Pedro Mijares Solórzano, en las que se reclamaba la
incorporación de este Territorio al estado Bolívar, volviendo así a su faceta de conspirador.

En 1888 inició su carrera política, que sin duda no fue la más estable ni exitosa que podamos
imaginar, pero si caracterizada por la fugacidad tanto como por la honestidad y respeto al erario
público, siendo esta la característica más escasa entre los políticos, mandatarios y opositores de la
Venezuela de la época, que al hacerse gobierno tampoco brillaban por su honestidad. Su primer
cargo político fue de Jefe Civil y Militar del distrito Roscio del Territorio Yuruary, destacando
que tal aceptación fue “sin sueldo”, acentuando así las reivindicaciones del Territorio y
eliminando toda sospecha de “bozal de arepa”. Sin embargo renunció a los pocos meses por las
pretensiones centralistas de neutralizarlo. Entonces continuó sus actividades conspirativas y en
1889 entró a formar parte de la recién formada Sociedad Liberal Democrática. En diciembre del
mismo año el presidente Juan Pablo Rojas Paúl aprobó la remoción del Gobernador y aceptó las
demandas de los rebeldes, integrando el Territorio Yuruary al estado Bolívar, multiplicando la
popularidad del Mocho Hernández y contribuyendo al aumento de sus elogios y su admiración.
Los luchadores de Yuruary celebraron la reintegración al Estado y el derecho a elegir su propio
diputado al Congreso, compraron una imprenta para la Sociedad Liberal Democrática y
comenzaron a circular consignas y críticas al Gobierno.

El éxito alcanzado por Hernández le llevó al nombramiento en 1890 como Inspector “sin
sueldo” de Obras Públicas de Yuruary, y en agosto Presidente “sin sueldo” de la Junta de
Fomento, continuando así sus actividades políticas. Los cargos “sin sueldos” lo mantenían sin
dinero en el bolsillo, pero siempre tenía amigos que podían satisfacer mínimamente sus
necesidades y naturalmente lo presentaba como honesto, en contraposición a los altos niveles de
corrupción de los gobiernos de la época. A finales del mismo año presentó su candidatura como
diputado del Territorio Yuruary ante el Congreso Nacional y resultó electo, pero el presidente
7
Ibídem, pp.14-17.
3
Raimundo Andueza Palacio impuso a José Martínez Mayz, por lo que Hernández protestó el
escandaloso fraude ante la Corte en Caracas en enero de 1891, logrando hacer expulsar del
Congreso a Martínez Mayz y anular la elección, aunque no le dieron entrada al Mocho como
diputado. Hernández continuó conspirando y en septiembre fue apresado en Ciudad Bolívar.

Fue liberado condicionalmente en febrero de 1892, e inmediatamente continuó conspirando al


unirse a la Revolución Legalista de Joaquín Crespo, a quién poco tiempo después adversaría,
como se explicará más adelante. De esta forma inició la organización de la Revolución Legalista
en el estado Bolívar, aunque hay autores que indican que ya la organizaba desde la cárcel. Utilizó
varios seudónimos, como Renó, Cachirulo y Valentín. En abril de 1892 se alzó y lideró la
Campaña de Guayana, siendo la batalla más importante la de Buena Vista de Orocopiche el 10 de
agosto de 1892, en la cual destacó y fue gran protagonista el General Sifontes, por su
organización y planificación en el campo de batalla. Huyó el Presidente del Estado junto a sus
altos funcionarios en el barco “El Callao”, rumbo a Trinidad. Posteriormente entraron los
vencedores el 13 de agosto a Ciudad Bolívar bajo el redoble de tambores, cañonazos y los gritos
entusiastas del pueblo, como lo deseaba Hernández. El mismo día hubo una recepción oficial y
serenatas a los vencedores. En este momento ya se podía hablar del Mochismo como un
movimiento real y se estableció una guardia de honor llamada los Wincheros, que acompañaron a
Hernández hasta 1898, según indica De Armas Chitty.8

Un día después, volviendo a su faceta política, fue nombrado Jefe Civil y Militar de la
sección Guayana del estado Bolívar, cargo que desempeñó hasta diciembre de ese año
permaneciendo solo cuatro meses. En este cargo Hernández perdió amigos, aunque no seguidores
que lo continuarían admirando. Indica Cabrera Sifontes: “Daba la impresión que nunca llegó a
entender que gobernar no consistía en hacerse obedecer sino en armonizar la mayor cantidad de
voluntades”.9 Tomó medidas impopulares, como el embargo de las chalanas que cruzaban el rio,
de hatos pertenecientes a personas trabajadoras y honorables, destacando el caso del Sr. José
Antonio Soto en El Callao, a quien hasta se le intentó enjuiciar, causando esto un escándalo y la
protesta pública del General Sifontes, quien era Intendente de Hacienda por nombramiento de su
amigo el Mocho. Otro gran error fue ordenar la censura y posterior clausura de la imprenta de la

8
José Antonio De Armas Chitty, El Mocho Hernández. Papeles de su archivo, p.38
9
Ibídem, p.120.
4
Sociedad Liberal Democrática, repitiendo así las acciones de todos los mandatarios de la época,
que censuraban y cerraban imprentas cuando ya no les favorecían.

Una consecuencia inmediata de sus errores, fue la renuncia del General Sifontes, a través de
una carta llena de un amargo sentir, por estar dirigida a un amigo ahogado en errores del poder.10
A pesar de sus desaciertos, su prestigio de hombre honrado y patriota se mantenía inmaculado y
se incrementó cuando anuló legalmente el contrato del acueducto de Ciudad Bolívar al
norteamericano George F. Underhill. Como se indicó, solo cuatro meses después renunció, a
solicitud de Joaquín Crespo, quien lo llevó a la Asamblea Constituyente al haber entendido el
poco ejercicio de estadista practicado en Guayana. Abandonó el estado Bolívar manteniendo altos
niveles de popularidad, incluso a niveles místicos, como indica Cabrera Sifontes.11 Dejó
cimentada su fama de hombre valiente, dinámico y honrado. Ramón J. Velásquez opina: “Tal vez
el venezolano veía en su sencillez, en su pobreza orgullosa, en su vida errante llena de simples
episodios, el más fiel reflejo de su propia desventura”.12

Al dejar Yuruary, viajó a los Estados Unidos bajo el auspicio económico de su amigo Manuel
Cadenas Delgado, comerciante venezolano establecido en Nueva York. En esta ciudad asistió a
los tribunales ante el reclamo del norteamericano George F. Underhill. En abril de 1893 fue
elegido diputado de la Constituyente por el estado Bermúdez, cargo desde el cual censuró el
proyecto de Constitución propuesto por Joaquín Crespo, lo que causó su distanciamiento con el
gobierno. En 1895 regresó a Nueva York para enfrentar un nuevo juicio presentado en su contra
por Underhill, el cual resultó favorable a Hernández y cerró de manera definitiva el caso. Es
destacable, que durante estas estadías en los Estados Unidos, Hernández pudo conocer técnicas y
métodos de campañas electorales desarrolladas en las elecciones de 1896, donde participaron el
demócrata Bryan y el republicano McKinley.

Al final del año, Hernández regresó a Venezuela para incorporarse al ambiente preelectoral,
con el objetivo de presentarse a las elecciones de septiembre de 1897 por el Partido Liberal
Nacionalista, organizado por Alejandro Urbaneja, y como oposición al Liberalismo Amarillo. De
hecho, durante todo el año recorrió gran parte del territorio nacional poniendo en práctica lo
aprendido en los Estados Unidos. En medio de mítines y discursos fue aumentando su

10
Ibídem, pp.123-126.
11
Ibídem, p.126
12
Ramón J. Velásquez, La caída del liberalismo amarillo: tiempo y drama de Antonio Paredes, p.48.
5
popularidad. El Mochismo era un hecho, ya el General “Mocho” Hernández era un importante
caudillo que arrastraba grandes multitudes y al parecer representaba un caudillo realmente
distinto, y no uno más que solo aparentaba ser diferente para así combatir al caudillo gobernante,
derrocarlo, llegar al poder y por algún medio “legalizar su mandato”, por ejemplo alguna
constituyente, alguna nueva constitución o simplemente haciéndose elegir entre sus amigos
colocados en el congreso, como ya era tradicional en la Venezuela de la época.

Crespo toleró “excesiva” libertad electoral para la propaganda Mochista, y el triunfo de


Hernández era un hecho, el Liberalismo Nacionalista derrotaría al ya moribundo Liberalismo
Amarillo. Ante esta realidad, el 1 de septiembre, día del evento electoral, Crespo ordenó ocupar
las mesas de votación y al final sin importar el resultado fue electo Ignacio Andrade, quien
representaba el oficialismo y era el candidato de Crespo. Ante este evidente fraude y el escándalo
público Hernández se dirigió a la Quinta Santa Inés, residencia presidencial de Crespo y “díjole a
éste que protestaba ante él de aquellos atentados y que se preparaba para hacerlo también ante la
Alta Corte Federal”,13 Crespo dio la espalda diciendo “Haga Ud. lo que le dé la gana”,14 pero al
retirarse Hernández, inmediatamente fue apresado y llevado a La Rotunda, específicamente a la
celda 24, donde había sido encarcelado Crespo durante la Revolución Legalista. En la pared de la
celda Hernández escribió “Estoy donde estuviste; estaré donde estás; estarás donde estoy”.

Posteriormente la frase fue llevada a Crespo y cerca de la fecha de entregar el gobierno a


Andrade decidió liberar a Hernández, temiendo que Andrade hiciera esto posteriormente para
congraciarse con los Nacionalistas y emanciparse de él. Sin embargo, antes quiso someterlo a la
burla pública, así que dio la orden de que llevasen a Hernández a la Casa Amarilla y frente a un
público presente le increpó diciendo: “General, lo he hecho venir para que cumpla la primera
parte de su profecía. Escribió Ud. en su calabozo que estaba donde yo estuve, lo cual era cierto;
que estaría donde yo estoy, profecía que se ha cumplido porque ambos estamos aquí; pero en
cuanto a que yo esté donde Ud. estaba, en eso sí que no le daré el gusto, General”.15 Algunos días
después Hernández decidió volver a su faceta conspirativa, combativa y militar. Salió rumbo a
Valencia junto a Vicente Lecuna. Salió de su casa disfrazado y posteriormente se escondió en el

13
Rafael Arévalo González, Una vida rotunda, pp.78-79.
14
Ibídem, p.79.
15
Ídem.
6
vagón de equipajes del Tren hacia Valencia metido en un cajón de un piano. Así inició La
Revolución de Queipa en marzo de 1898.

A Hernández, Lecuna, Luis Loreto Lima, Evaristo Lima y los Barreteros de Cojedes se
unieron cientos de Mochistas y seguidores de Hernández, como lo describe Ramón J. Velásquez:

“…empiezan a brotar guerrillas en la llanura y en la Sierra: Pedro Conde, en Bejuma; Eustaquio


Rodríguez en Sedeño; Antonio Quintero en Cerro Azul; el italiano Antonio Vita, en Santa Rosa;
Francisco Lucena en Nirgua. Peones y amigos los siguen y aumentan las filas de la Revolución. El
ejército nacionalista se compone de 700 hombres de los cuales 400 son infantes y 300 jinetes.”.16

Crespo siendo alto jefe militar fue personalmente a contrarrestar la conspiración, y batalló
contra las fuerzas Nacionalistas en el combate de la Mata Carmelera el 16 de abril de 1898,
cayendo muerto en el campo por un balazo rebelde Nacionalista, como lo describe con lujo de
detalles Vicente Lecuna17. El cuerpo de Crespo fue llevado por tierra a oriente, y de allí en barco a
La Guaira y luego a Caracas. Tres meses después aun los Mochistas continuaban alzados,
“Hernández con una simpatía arrolladora, pero sin armas, sin planes, sin orientación bélica
alguna”.18 El Mocho fue capturado por las tropas del General Ramón Guerra el 12 de junio en El
Hacha estado Yaracuy, y de nuevo fue llevado a La Rotunda en Caracas donde permaneció hasta
octubre de 1899. Era la época de muerte del Liberalismo Amarillo, pero no por la Revolución de
Queipa ni por las conspiraciones del Mocho Hernández, sino por su desgaste y por la llegada de
los Tachirenses con su Revolución Libertadora Restauradora. Los Tachirenses ya estaban muy
cerca del centro del país y en pocas semanas llegaron a Caracas Cipriano Castro, Juan Vicente
Gómez y los otros cincuenta y ocho hombres.

Al tomar el poder, Castro liberó a Hernández y lo designó Ministro de Fomento en su


gabinete. Sin embargo, Hernández no acepto tal designación, ya que el gabinete estaba integrado
por Amarillos de la talla de Andueza Palacio y Rojas Paul, sin representar esto la “restauración”
prometida y siendo estos los mismos a quienes tanto adversó a lo largo de sus luchas. Tal decisión
la dejó escrita en una misiva fechada el 26 de octubre y entregada personalmente. Ese mismo día
ocurrió un curioso evento, descrito por Cabrera Sifontes:

“…en la noche el General Samuel Acosta que hace la guardia de Jefe Día, le ofrece al Mocho,
entregarle a Castro preso con su gabinete y escolta, para que asuma la Presidencia de la República,

16
Ramón J. Velásquez, La caída del liberalismo amarillo: tiempo y drama de Antonio Paredes, p.178.
17
Vicente Lecuna, La revolución de Queipa.
18
José Antonio De Armas Chitty, El Mocho Hernández. Papeles de su archivo, p.62
7
cosa que tendría aprobación popular inmediata. Pero Hernández aprovecha para volver a su gloria, a
los días más felices de su vida que llenaban su alma: caravanear con una tropa, desahogar su inquietud
hablándole a gente que entendía su sentir, pero que a ninguna parte lo llevaban, porque él quería andar,
19
no llegar!”

Hernández se fue con el General Samuel Acosta y un cuartel, llegó a Tejerías y proclamó su
lucha, declarándose Jefe Supremo de la Revolución Nacional. Así volvió a su papel combativo al
frente de los Nacionalistas. El Mochismo comenzó a actuar en los estados Aragua, Miranda,
Guárico, Carabobo y Cojedes, donde avanzaron y llevaron a cabo levantamientos armados y
múltiples combates. Hernández contaba con fuerte apoyo popular, complicidad de la población,
“arrastrando calor popular, pero un calor popular que no supo canalizar porque no tenía sentido de
organización, ni carácter”.20 “De todas partes en Carabobo y Guárico recibe Hernández
adhesiones, pero no era el hombre que podía aglutinar con orden un movimiento”.21

En junio de 1900 cayó en manos del General José Antonio Dávila en la localidad de Tierra
Negra en el estado Cojedes, y llevado de nuevo a La Rotunda. En este momento los grupos
Mochistas se encontraban dispersos esperando una acción concreta de Hernández, “no ir y venir al
azar por una Venezuela que tanto creyó en las virtudes militares que jamás tuvo”.22 Durante poco
más de dos años permaneció encarcelado, mientras continuaban combatiendo juntos Nacionalistas
y Mochistas en la sangrienta llamada Revolución Libertadora.

En 1902 se presentó el bloqueo naval a Venezuela, de parte de algunas potencias extranjeras,


específicamente el Imperio Británico, el Imperio Alemán y el Reino de Italia. Ante esta situación
Castro liberó a Hernández para que aplacara a los Nacionalistas y les aconsejara deponer las
armas. Hernández salió de la cárcel y lanzó su manifiesto donde realizaba lo solicitado,
justificándolo desde el punto de vista patriótico ya que Venezuela debía ser defendida de
intromisión extranjera, dando de esta forma un espaldarazo al Cabito Castro, quien lo nombró
representante diplomático en Washington para mediar en el conflicto. Posteriormente, en el año
1904 Hernández renunció y se declaró de nuevo alzado, enviando carta a Castro en los siguientes
términos:

19
Horacio Cabrera Sifontes. Guayana y el Mocho Hernández, p.178.
20
José Antonio De Armas Chitty, El Mocho Hernández. Papeles de su archivo, p.66.
21
Ibídem, p.70.
22
Ibídem, p.71.
8
“hace ya siete meses que la paz reina en la Republica por virtud de los hechos cumplidos, sin que el
Gobierno la haya declarado todavía oficialmente, manteniéndose así un estado de intranquilidad
perjudicial para los intereses generales del país y a muchos ciudadanos privados de su libertad por
23
causas políticas, todo lo que incompatible con era de reformas constitucionales”.

Hernández permaneció en los Estados Unidos hasta la caída de Castro, cuando volvió para
hacer parte del Consejo de Gobierno de Juan Vicente Gómez, previsto en la Constitución de 1909,
pero al poco tiempo viajó al exterior por razones médicas y en 1911 renunció formalmente al
cargo de Consejero de Gobierno desde San Juan de Puerto Rico. A esta renuncia respondió
Gómez aceptándola amablemente y destacando que “…si por tercera vez trata usted de turbar la
paz de que disfruta Venezuela desde hace ocho años, sepa usted que estoy dispuesto a sostenerla
con la misma espada con que he asistido a las veintinueve acciones de guerra que forman mi
historia militar”.24 Indica Ramón J. Velásquez que en 1912, Pio Gil decía:

“…con un inmenso prestigio, con el prestigio más grande que caudillo ninguno tiene en Venezuela, es,
sin embargo, un vencido, porque ese prestigio construido a base de desinterés y de honradez, lo llaman
en Venezuela "ineptitud" y "lirismo", en esta época en que la picardía es habilidad y la probidad es
torpeza. Hernández ha podido venderle a Gómez su prestigio, mucho mayor que el de todos los otros
caudillos juntos, mayor que el de ninguno de ellos. Y el General Hernández no tiene casa, ni hacienda,
ni dinero disponible en los bancos".25

En Puerto Rico vivió varios años con su hijo Nicolás Hernández, quien luchó contra Gómez,
hecho que tal vez contribuyó con la idea que Hernández continuaba conspirando y participando de
los alzamientos contra el Bagre, lo cual no era cierto. En 1921, viviendo en Nueva York, murió
víctima del cáncer, mientras su simpatía y admiración se eternizaría “a niveles místicos”26,
quedando en el folklore nacional las músicas “El son del Mocho Hernández”, “El golpe del
Mocho Hernández”, “Mocho Hernández” de Serenata Guayanesa, así como el grito “Viva el
Mocho Hernández”.

Así fue la vida del Mocho que despertó el fervor popular y grandes simpatías en la Venezuela
de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el caudillo que más había arrastrado a las
masas en Venezuela. Fue un caudillo soñador, sin duda solo soñador, ya que demostró ser mal
estratega militar, un inestable político, un conspirador permanente, que no quería el poder, sino al

23
José Antonio De Armas Chitty, El Mocho Hernández. Papeles de su archivo, p.73.
24
Ibídem, p.78.
25
Ramón J. Velásquez, Contestación de Don Ramón J. Velásquez, p.12.
26
Horacio Cabrera Sifontes. Guayana y el Mocho Hernández, p.137.
9
contrario, continuar luchando contra los que mantenían el poder. Combatió sobre las bases de la
honestidad y respeto al erario público, en una Venezuela inculta, repleta de corruptos,
aprovechadores, acomodadores de oficio y saqueadores de los bienes públicos; un hombre
patriota, sobrio, sin malicia, que creyó en la justicia, en un país donde no existía justicia, sino la
ley del más fuerte, donde no faltaban los caudillos que bajo la fuerza desplazaban a otros
caudillos, para continuar el saqueo a la patria, el despotismo, la persecución al opositor, el
peculado y las manipulaciones “legales”. Hernández siempre estuvo al margen de esos poderes
corruptos y siempre luchó contra ellos.

Todas estas características lo hacen merecedor de ser recordado, y de tener su puesto en la


historia de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, pero todo esto con el
justo peso que sus acciones le conceden. José Manuel “Mocho” Hernández no fue un hombre
excepcional y su magna popularidad fue el reflejo de su honestidad y transparencia, de ser un
hombre honesto en medio de corruptos y codiciosos, que luchaban solo por intereses de poder y
para obtener dineros públicos. Hernández fue “un hombre que fue por la tierra a caballo, como el
Quijote, a quién imitó en la estatura física y en la dimensión del sueño”.27

Bibliografía

- ARCAYA, Pedro Manuel. Personajes y hechos de la historia de Venezuela. Caracas, Biblioteca de


Autores y Temas Falconianos, 1977.
- ARÉVALO GONZÁLEZ, Rafael. Una vida rotunda, Caracas, ediciones Publicaciones a 4 manos,
1977.
- CABRERA SIFONTES, Horacio. Guayana y el Mocho Hernández. Caracas, ediciones Centauro,
1980.
- DE ARMAS CHITTY, José Antonio. El Mocho Hernández. Papeles de su archivo, Caracas, UCV,
1978.
- LECUNA, Vicente. La Revolución de Queipa, Caracas, Congreso de la República, 1981.
- VELÁSQUEZ, Ramón J. La caída del liberalismo amarillo: tiempo y drama de Antonio Paredes,
Caracas, ediciones Roraima, 1977.
- VELÁSQUEZ, Ramón J. Contestación de Don Ramón J. Velásquez, Caracas, Academia Nacional
de la Historia. Disponible en:
http://anhvenezuela.org.ve/sites/default/files/discursos/con00043.pdf [Consultada el:
14/04/2019].
Ciudad Universitaria, abril de 2019

27
José Antonio De Armas Chitty, El Mocho Hernández. Papeles de su archivo, p.79.
10

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