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La Preexistencia Del Bien en Los Delitos Contra El Patrimonio
La Preexistencia Del Bien en Los Delitos Contra El Patrimonio
1. Introducción
Los delitos más frecuentes en nuestro país son los delitos patrimoniales, y entre ellos, los delitos
de hurto y robo. Pero ocurre que en los procesos por este tipo de delitos la acreditación de
la preexistencia del bien se puede volver una cuestión no tan simple.
También se ha podido apreciar que, en los delitos de hurto, si la víctima no podía acreditar la
totalidad del dinero sustraído, el juzgador fallaba absolviendo al procesado. De igual manera, resulta
interesante hacer notar el uso de las reglas de la lógica y las máximas de la experiencia con fines
probatorios para lograr la acreditación de la existencia previa de determinado objeto.
Pronunciamientos de esta naturaleza y otros similares se pueden apreciar en los pasillos del Poder
Judicial y, también, en el Ministerio Público. Consideramos necesaria la aclaración de ciertos puntos —y
la precisión de otros— con la finalidad de aportar algunos alcances respecto a la figura de la preexistencia
de los bienes sobre los cuales recae la acción típica de algún delito patrimonial.
2. La norma procesal
La denominada preexistencia de los bienes materia de los delitos contra el patrimonio se
encuentra establecida en el artículo 201.1 del Código Procesal Penal (CPP 2004). Este artículo señala:
“En los delitos contra el patrimonio deberá acreditarse la preexistencia de la cosa materia del delito, con
cualquier medio de prueba idóneo”.
Podemos apreciar que la legislación de los dos sistemas procesales vigentes en nuestro país existe
una coincidencia casi absoluta en la redacción legal de la “preexistencia”.
La única diferencia radica en el agregado —más bien precisión— que hace el CPP 2004 respecto
al medio de prueba con el que se puede lograr su acreditación.
Esta norma procesal nos hace referencia a un determinado grupo de delitos: los delitos contra el
patrimonio. Aquí nos encontramos con aquellos delitos prescritos desde el artículo 185° (hurto) hasta el
artículo 206° (abandono y actos de crueldad contra animales) de nuestro Código Penal vigente. Frisancho
Aparicio (2013) nos recuerda:
En los delitos contra el patrimonio se deberá acreditar la preexistencia del objeto material del
delito. Al estar en juego la propiedad o posesión de bienes muebles e inmuebles, de no hallarse medio de
prueba idóneo para demostrar su existencia previa al delito (Hurto, Usurpación, Estafa), no podrá
continuar con la Investigación Preparatoria o someterse al imputado a la etapa de juzgamiento. (p. 84)
Es evidente que el catálogo de delitos al que se hace referencia en el artículo 201.1 del CPP 2004
es cerrado: delitos contra el patrimonio. O también, para utilizar el término empleado en el Primer Pleno
Casatorio Penal, “actividades criminales de despojo” (fundamento jurídico 14.A). Entre ellos, desde luego están
el hurto, robo, apropiación ilícita, estafa, extorsión, usurpación, daños, etc.
Es cierto que dentro de este catálogo, el objeto del delito no es siempre el mismo. Mientras en el
hurto, por ejemplo, siempre tendremos un bien mueble (y sus equiparados) ajeno como la cosa materia
de sustracción, en la usurpación tendremos, en cambio, un bien inmueble materia de invasión o despojo.
Así también, en las extorsiones será la “ventaja económica”, en los abigeatos se tratará siempre
del semoviente y el animal doméstico o silvestre en el nuevo delito del artículo 206-A del CP.
4.1. Definición
Según la Real Academia Española (2017) la preexistencia se define como la “existencia anterior, con
alguna de las prioridades de naturaleza u origen”.
Para Guillermo Cabanellas (2011) se trata de la “existencia anterior o precedente. Existencia efectiva de
una cosa o de un derecho con anterioridad al acto o momento en que haya de tratarse de ella” (p. 356).
En definitiva, la preexistencia está referida a la existencia previa, al hecho delictivo, de aquel objeto o cosa
sobre el cual recae la acción típica (por ejemplo, los bienes muebles en el hurto).
Aquí se hace referencia al objeto del delito, es decir, aquel objeto sobre el que recae la acción.
En este acuerdo plenario se hace una diferenciación importante de este concepto con los
denominados efectos del delito e instrumentos del delito.
Así, nos dice que los efectos del delito “son los objetos producidos mediante la acción delictiva,
como el documento o la moneda falsa (…)”, mientras que los instrumentos del delito “son los objetos
que, puestos en relación de medio a fin con la infracción, han servido para su ejecución, tales como el
vehículo utilizado en el transporte de la mercadería (…)”.
Entonces, la cosa materia del delito son aquellos objetos o bienes sobre los cuales el agente
cumple con la acción típica. En los hurtos, siempre se tratará de aquel bien sustraído (cosas, dinero,
semovientes, etc.). En la apropiación ilícita los bienes que no se quieren devolver pese a que existe un
título jurídico que así lo exige.
Así, en la estafa se trata de aquella cosa (también dinero) sobre la que se realiza el
desprendimiento patrimonial. En la extorsión, se trata de la ventaja económica. En la usurpación, el bien
invadido. En los daños, el objeto dañado, destruido o inutilizado, o el animal doméstico y el animal
silvestre en los términos del artículo 206-A del Código Penal.
5. La prueba de la preexistencia
En los delitos contra el patrimonio, se tutelan las diversas relaciones jurídicas que relacionan a
un individuo con un bien (mueble o inmueble), así como las facultades inherentes que los derechos reales
importan para el titular del bien. En el proceso penal se acreditará el bien objeto de protección (…). (p.
514)
En ese sentido, conviene destacar que la acreditación no siempre será necesaria, en tanto
dependerá si el hecho típico finalmente fue consumado o solo quedó a nivel de tentativa, lo que importa
realizar algunas precisiones al respecto, así como lo referido a la idoneidad del medio con el que se
pretende probar.
El artículo 201, apartado 1), del Código Procesal Penal estipula que: “En los delitos contra el
patrimonio deberá acreditarse la preexistencia de la cosa materia del delito, con cualquier medio de prueba idóneo”. Es,
como se sabe, una comprobación legal referida a la comprobación del delito, a las materialidades con que
se expresa la concreta infracción punible. Desde la normalidad probatoria, es obvio que, básicamente
solo se requerirá una actividad probatoria específica cuando no existan testigos presenciales del hecho —
que no es del caso cuando se está ante un testigo-víctima y, además, el concurso de un testigo presencial:
el hermano del primero, que dan cuentan de lo sucedido— o cuando se tenga duda (razonable) acerca de
la preexistencia de la cosa objeto de la sustracción o defraudación (…).
Consideramos que el razonamiento arribado en esta ejecutoria suprema solo es posible aplicarla
en aquellos casos en los que el delito llegó a consumarse, pues como veremos más adelante, en los delitos
tentados no resulta necesaria la acreditación de la preexistencia del bien.
Desde luego, en el delito consumado será relevante la acreditación de la preexistencia del bien,
objeto del delito, en tanto que el autor realizó o ejecutó todas las fases importantes del íter críminis.
En el hurto, por ejemplo, se entiende que el sujeto agente logró sustraer el objeto ajeno, y si éste
no aparece será necesaria la debida acreditación con el medio más idóneo.
El delito de robo es un tipo penal de resultado, su consumación exige que el agente delictivo se
apodere del bien que se reputa sustraído. Es un delito pluriofensivo, protege tanto el patrimonio así como
la vida e integridad física y la libertad del sujeto pasivo.
Que la víctima no posea bienes al momento de la agresión, no hace atípica la conducta tentada
de robo. Por ello, aun cuando Francisca Damián Valderrama y su hijo no indiquen con precisión la
cantidad de bienes de su propiedad y que poseían al momento de la sucesión fáctica —el celular y los
cien soles—, no implica declarar la atipicidad de la conducta, y tampoco la justificación para evaluar un
supuesto de tentativa inidónea, toda vez que los medios para consumar el robo fueron típicos, máxime
aún si los agraviados durante el proceso no indicaron que los bienes que indicaron poseer les fueron
sustraídos.
Como se puede apreciar nuestra Corte Suprema deja claro que la acreditación de la preexistencia
del bien en los delitos patrimoniales solo resulta necesario en aquellos delitos consumados, pero no en
aquellos en los que quedaron en grado de tentativa, debido a que la “acción” que exige el delito no llegó
a ejecutarse por diversas razones.
Siendo así, no podríamos exigir prueba sobre un bien del cual, el agente, no llegó a sustraer o no
llegó a apropiarse.
Entonces, la acción típica del delito patrimonial (sustraer, apropiar, etc.) no se ejecuta parcial o
totalmente no se hace necesaria la acreditación de la existencia previa de un bien que continúa en el lugar
que estuvo antes del delito frustrado o que, al menos, fue recuperado y es fácilmente acreditable con las
actas de intervención policial.
En todo delito patrimonial, reza el apdo. 1 del indicado art. 201 NCPP, deberá acreditarse la
preexistencia de la cosa materia del delito. Con esta finalidad, la norma reitera la norma de idoneidad
amplia, sin circunscribirlo a un determinado medio de prueba: documental o testifical. (p. 570)
La norma que se desprende de este dispositivo legal destaca tanto el principio de libertad
probatoria, cuanto, con él, en atención a su incidencia objetiva, una exigencia mínima respecto al estándar
de prueba de la preexistencia. Además, es de tener en cuenta, desde la razonabilidad de los criterios que
deben guiar este ámbito probatorio, que sobre la cuantía o dimensión de lo robado es posible asumir que
las pruebas actuadas solo acrediten parcialmente el monto y características de los sustraído o defraudado.
No es correcto señalar que si no se demuestra todo lo que se dice robado, no existe prueba del hecho
delictivo; la coherencia del discurso justificativo y el ámbito de la prueba, hacen deleznable este criterio
asumido sorprendentemente por la Sala Superior.
La acreditación parcial del monto sustraído no puede permitir una conclusión absolutoria —
Casación N° 646-2015, Huarua—, en tanto que solo debería incidir en el monto de la reparación civil,
pues a final de cuentas, se logra acreditar la existencia previa de una parte de lo sustraído, lo que no niega
su existencia e importa, también, un dato objetivo de prueba en la comisión del delito.
La merma de la reparación del daño sería la única consecuencia jurídicamente viable mas no la
absolución.
Debe quedar claro que cuando se dice “cualquier medio de prueba idóneo”, no es otra cosa que
redarnos el principio de libre valoración probatoria. Atrás quedó aquel pensamiento de que si no se
aportaba una boleta o factura (o similar) no se podía comprobar el delito. Esa vieja práctica debe ser
desechada por completo porque, además, exigía una suerte de prueba tasada, que la propia norma procesal
jamás impuso.
Sobre este punto, Rosas Yataco (2013) nos dice:
Esto no significa que podemos relativizar los estándares de prueba desproporcionadamente. Por
ejemplo, si la víctima posee un relato poco fiable (por contradicciones o incoherencias) y no corroborado
(solvencia económica escasa o nula), entonces, tendremos que asumir esa duda a favor del procesado.
Desde luego, deberá analizarse caso por caso. Dependiendo siempre del tipo de bien materia del
delito, ya que por ejemplo: un ciudadano de escasos recursos, y que no es ligado al arte, denuncia la
sustracción de una pintura costosa, en estos casos definitivamente se necesitará algo más que la prueba
testimonial para acreditar la preexistencia de ese bien.
Habrá casos en los que solo será necesaria la corroboración bajo las máximas de la
experiencia o reglas de las lógica, en tanto se trate de bienes de uso común o de cantidades de dinero
—en efectivo— no muy elevadas que, de acuerdo, a las características o condiciones del agraviado
(trabajo, posición económica, etc.) hacen posible suponer su existencia o posesión al momento de la
comisión de delito patrimonial.
El R.N. N° 3566-2013, Lima, de fecha 22 de julio del 2014, que en su fundamento jurídico
quinto precisó:
El monto de dinero es una cantidad ínfima, cuya solvencia económica en relación al imputado
no puede dudarse; asimismo, el celular es un bien de uso común y cotidiano de un valor escaso, del que
tampoco puede cuestionarse su tenencia por la víctima.
El R.N. N° 517-2014, Lima, de fecha 10 de octubre del 2014, que en su fundamento jurídico
“2.8” precisó:
Los cuestionamientos sobre la preexistencia de los bienes sustraídos, carecen de asidero por las
circunstancias en que se perpetraron los hechos (reacción inmediata de perseguir a los agentes delictivos)
y la naturaleza de dichos bienes, dado que resulta común, en la actualidad, llevar consigo un teléfono
celular, y es razonable para una persona que labora, llevar consigo la cantidad sustraída [ochocientos soles] a
lo que se agrega que el robo no tiene cuantificadores de monto.
Este criterio, aunque no lo parezca, no debería resultar nuevo en tanto que el mismo
profesor San Martín (2014), hablando del antiguo Código de Procedimientos Penales y citando
jurisprudencia antiquísima, nos recordaba que:
La Corte Suprema ha establecido: a) que no hace falta esta diligencia instructora especial “cuando
(…) el acusado confiesa la sustracción y entrega las especies robadas (…)”; y, b) que tratándose de dinero,
solo basta acreditar la solvencia económica del agraviado sobre la base de elementos probatorios
relacionados con su ocupación o su actividad económica. Sin embargo, frente a la negativa constante y
uniforme del imputado, resulta indispensable la acreditación de la preexistencia de lo robado, inclusive
con prueba testimonial, pues la sola imputación de la víctima es insuficiente. (p. 480)
Los elementos del tipo penal los encontramos en la propia redacción normativa del delito. La
norma procesal, bajo estudio, no hace más que determinar la forma en la que deberá probarse aquello
sobre lo que recae la acción típica.
Gálvez Villegas (2012) nos dice, al respecto, que “a través de la preexistencia de la cosa se
pretende establecer la relación jurídica entre el bien y la víctima. No existe delito contra el patrimonio
cuando la persona no tiene lícitamente el bien en su poder” (p. 402).
Puede ocurrir, por ejemplo, que el receptador que pretende vender el bien robado y luego termina
asaltado por otros sujetos. Lo que aquí sucede que el receptadortendría legitimidad para formular una
denuncia por la sustracción de un objeto que si bien poseía jamás le perteneció pues lo obtuvo como
consecuencia de un delito.
Lo mismo ocurre con aquella persona que denuncia una supuesta estafa indicando que el lugar
denominado “el hueco” le vendieron —sin darse cuenta— una piedra en lugar de un celular, desde luego
ese bien provenía de un delito (hurto o robo) y el dinero que se iba a dar como contraprestación tenía
una finalidad ilícita en sí misma (receptación), además de circunstancias que se ajustan a la imputación a
riesgo propio.
Entonces, es necesario considerar siempre que el titular del derecho (propiedad o posesión) debe
tener legitimidad en ese vínculo con el objeto. Si esto no es así no se le puede considerar como sujeto
agraviado.
8. Conclusiones