Está en la página 1de 44

¿QUÉ ES EL BIEN COMÚN?

¿QUÉ ES EL BIEN
COMÚN?

Jean Tirole
Fernando Navajas
Tirole, Jean
¿Qué es el bien común? / Jean Tirole ; Fernando Navajas.
– 1a ed . – Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros
del CCK. Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos
de Argentina, 2018.
Libro digital, PDF – (Diálogos transatlánticos)
Archivo Digital: descarga
1. Filosofía. I. Navajas, Fernando II. Título
CDD 170

© Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos de


Argentina
Diseño de tapa: Ingrid Seguel
Traducción: Eleonora Fernández
El Diálogo Transatlántico entre Jean Tirole y Fernando Nava-
jas fue grabado en el espacio Renault de la Alianza Fran-
cesa de Buenos Aires en noviembre del año 2017. URL:
https://www.youtube.com/watch?v=JW2zH8AO_nc
ISBN: 9789877860207
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publica-
ción son responsabilidad exclusiva del/los autor/es.
¿Qué es el bien común?
Índice

La colección Diálogos Transatlánticos................................... 11


Guillaume Boccara • Octavio Kulesz
1. La economía al servicio del bien común ........................... 13
2. ¿Estado o mercado? ................................................................. 23
3. Frente al populismo: la ciencia y la educación ................ 31
Acerca de los autores ................................................................... 39
Bibliografía ..................................................................................... 41

7
Esta colección es el fruto de un trabajo en conjunto
entre los equipos del Sistema Federal de Medios y
Contenidos Públicos de la República Argentina, y
del Servicio de Cooperación y de Acción Cultural
de la Embajada de Francia en Argentina. Se enmarca
dentro del Diálogo Cultural franco-argentino, signo
bajo el que se desarrollan las actividades culturales
entre ambos países durante los años 2018-2019.
El Diálogo Transatlántico entre Jean Tirole y Fer-
nando Navajas fue grabado en el espacio Renault
de la Alianza Francesa de Buenos Aires en noviem-
bre del año 2017.

9
La colección
Diálo
iáloggos T
Trransatlán
ansatlántic
ticos
os
GUILLAUME BOCCARA • OCTAVIO KULESZ1

¿Cómo pensar los grandes desafíos contemporá-


neos? ¿Cuál es el papel de los intelectuales en el
mundo de hoy? ¿En qué medida la historia, la antro-
pología, la filosofía y la sociología pueden aportar
una luz original sobre las dinámicas sociales y los
procesos históricos que estamos viviendo a esca-
la global?
Tales son algunas de las preguntas que guían
estos Diálogos Transatlánticos entre algunos de los
más destacados estudiosos franceses y argentinos
de hoy.
Unos diálogos que manifiestan la profundidad
de los vínculos intelectuales y afectivos que unen a
Argentina y Francia. Dos países que, en estos tiem-
pos de relativismo e incertidumbre, siguen apostan-
do al debate y a la producción de saberes, basán-
dose en investigaciones empíricas para la construc-
ción permanente de la democracia. Dos países cuyas
comunidades académicas saben que la cultura, la

1 Guillaume Boccara es antropólogo, director del Centro Franco


Argentino, contenidista y guionista del programa Diálogos Trans-
atlánticos. Octavio Kulesz coordina la Editorial Teseo.

11
12 • ¿Qué es el bien común?

razón y la polifonía constituyen elementos funda-


mentales en la construcción de un mundo más libre,
plural y fraternal.
En una era de polarización ideológica y de
autoritarismo, esta colección demuestra que solo el
diálogo entre el Norte y el Sur permitirá inventar
una nueva relación, rescatando huellas del pasado y
voces acalladas para imaginar futuros inéditos.
1

La economía al servicio del bien común

Fernando N
Navajas:
avajas: Bienvenido a Buenos Aires.

Jean Tirole: Muchas gracias. Es un gran placer


para mí.

FN: Jean, ¿cómo fue que decidiste estudiar economía y


avanzar en el campo de lo económico?

JT: En realidad, soy ingeniero. Me formé en mate-


máticas. Cuando estaba en la secundaria, me gusta-
ban mucho la filosofía, las ciencias sociales, la psi-
cología, pero no sabía nada de economía. Hice mi
primer curso de economía a los 21 o 22 años y
descubrí entonces esa mezcla entre el rigor cuanti-
tativo y el aspecto humano de las ciencias humanas
y sociales, que inmediatamente me atrapó y en aquel
momento me fui a hacer un doctorado al MIT, en
Estados Unidos. Y en tu caso, ¿cómo ocurrió?

FN: De una manera similar. Con la atracción entre lo


cuantitativo y lo humanístico. Nosotros venimos de una
formación básica de bachillerato y teníamos una carrera
de licenciatura en economía, y eso me llevó esencialmen-
te a estudiar ahí. Luego me fui a hacer el doctorado a

13
14 • ¿Qué es el bien común?

Oxford y regresé a Buenos Aires. Vos llegaste al premio


Nobel, lo más alto a lo que un científico, un economis-
ta científico puede aspirar. Y ahora, después del premio
Nobel, ¿cómo cambió tu vida, cómo cambiaron tus acti-
vidades? ¿Seguís dando clases?

Fernando Najajas en el St Antony´s College Oxford (1981).

JT: ¡Ah! Fue un gran placer y también una gran


responsabilidad. Evidentemente, no hay que adole-
cer de lo que llamo el “síndrome Nobel” porque la
gente cree que sabemos todo por haber recibido el
premio, y la verdad es que solo sabemos algunas
cosas de nuestra materia. Pero nos preguntan sobre
absolutamente todo. Pero, de algún modo, esto me
hizo tomar conciencia sobre mis responsabilidades
¿Qué es el bien común? • 15

porque antes del Nobel tenía mi cátedra, daba cla-


ses y también hablaba con expertos, expertos de las
empresas, expertos del gobierno. Mis charlas nun-
ca se dirigían a un público más amplio. Desde que
recibí el premio Nobel, me encuentro con gente,
incluso en la calle, que me para y me dice: “Nos
gustaría saber para qué sirve la ciencia económica”
y también “¿Podemos leer algo suyo que sea com-
prensible?” Porque todo lo que había escrito hasta
ese momento era bastante técnico, pensado para
los asesores de áreas económicas: me dedicaba a
cosas muy técnicas, aun sin matemáticas. Entonces
tomé conciencia de mi deber como economista, de
interactuar con un público más amplio. En defi-
nitiva, la democracia no solo atañe a los expertos
y es muy importante que la gente se apropie de
la economía. La economía al alcance de todos es
apasionante. Para ello, se necesita tener las bases
y divulgar… Algo que nosotros como economistas,
evidentemente, no siempre hacemos.

FN: Quiero empezar preguntándote sobre tu visión de


la profesión económica de hoy en día. La economía en
un sentido amplio, como una ciencia, incluyendo aspectos
positivos y normativos. ¿En dónde estamos?

JT: Efectivamente, la ciencia económica se divide en


dos. Intenta predecir y describir comportamientos
–que pueden ser los comportamientos de los indivi-
duos, de los grupos, de las sociedades, de los países–
y además tiene un aspecto normativo, es decir que
intenta hacer un mundo mejor, proporcionando el
16 • ¿Qué es el bien común?

marco que posibilitará la construcción de políticas


públicas. Ha evolucionado mucho en los últimos
años, en particular en los últimos treinta. Esto ha
ocurrido, por un lado, desde una dimensión empí-
rica. Antes, la economía era muy teórica –y sigue
siéndolo, por supuesto–. Pero vemos cada vez más
econometría, es decir, estadística aplicada a la eco-
nomía; hoy, por ejemplo, bajo la forma de Big Data,
pero generalmente como econometría. También se
realizan más experimentos, en estudios de cam-
po, en los laboratorios, para intentar convalidar los
comportamientos y ver si estos comportamientos
que suponemos en nuestras teorías son efectiva-
mente los que se adoptan, ya que, después de todo,
somos seres humanos y no máquinas. Tenemos ese
lado humano en nosotros, que es muy importante
y por eso hay que predecir los comportamientos
correctamente. De modo que el aspecto empírico
ganó mayor importancia. Y también el lado pluri-
disciplinario. Hoy los economistas trabajan mucho
con psicólogos, sociólogos, politólogos, antropólo-
gos, historiadores. Y nosotros, en Toulouse, cons-
truimos hace seis años un instituto pluridisciplina-
rio que pretende reunir todas estas disciplinas, lo
que no siempre es fácil, porque tenemos diferentes
lenguajes, diferentes técnicas, pero tenemos mucho
que aprender entre nosotros. Y pienso que a menu-
do la gente no se da cuenta de que la economía
ha cambiado mucho. Siempre ha estado al servicio
del bien común, al menos en teoría. Pero también
¿Qué es el bien común? • 17

se ha vuelto mucho más empírica y mucho más


interdisciplinaria, cuando en el pasado era mucho
más cerrada.

FN: Es muy interesante este cambio, la búsqueda de


los economistas por el bien común, que aparece en tu
nuevo libro y que nos guía hacia cuestiones de políticas.
Normalmente, se tiende a pensar en los economistas como
preocupados por mecanismos puntuales –el mercado o
ciertos instrumentos– pero se pierde de vista la idea gene-
ral de welfare, de bienestar común. En tu libro utilizás el
concepto del velo de la ignorancia, que viene del filósofo
Rawls e incluso de mucho antes. ¿Podrías decirnos cómo
ves eso en términos de la importancia que tiene, para
situarnos en el debate?

JT: Sí, la economía del bien común es una aspi-


ración. Es hacer que este mundo sea mejor. Pero
para definirla en función de objetivos para nuestra
sociedad, también hay que intentar entender cómo
proceder. Todos tenemos posiciones diferentes en
la sociedad, informaciones diferentes sobre lo que
podría ser esa sociedad, de modo que hay que inten-
tar ponerse de acuerdo sobre el criterio. Hay una
larga tradición filosófica que se remonta a la Ingla-
terra del siglo XVII, al continente europeo en el
siglo XVIII, o a Rawls y a Harsanyi en Estados Uni-
dos en el siglo XX, que miran el velo de ignorancia.
¿Qué significa este velo de ignorancia? Supongamos
que aún no hemos nacido. No sabemos si seremos
hombre o mujer, si naceremos sanos y tendremos
genes sanos, si nuestros padres serán ricos o pobres,
18 • ¿Qué es el bien común?

si tendrán educación, si seremos argentinos o fran-


ceses, cuál será nuestra orientación sexual, cuál será
nuestro entorno, nuestra etnia, nuestra religión, y
nos vamos a hacer la siguiente pregunta: ¿en qué
sociedad nos gustaría vivir? Nos gustaría vivir en
una sociedad que se destaque desde el punto de
vista de lo social y aquí, evidentemente, no solo
importa el PBI, sino también muchas otras cosas.
Hay que construir esta sociedad y construirla de
manera realista. Es necesario ser realista, por un
lado, respecto de los comportamientos de los indi-
viduos. Recordemos, por ejemplo, el mito del hom-
bre nuevo, en la Unión Soviética, que suponía que
con un cambio de mentalidad todo estaría mejor.
Era gente muy dedicada a la sociedad, que trabaja-
ba muy duramente, altruista, lista para trabajar en
equipo, pero, lamentablemente, ese hombre nuevo
no existía, no reflejaba el comportamiento de los
individuos. Y eso explica el desvío hacia el Estado
totalitario que conocimos. La catástrofe económica,
ecológica, cultural, entre otras. Esto se explica, en
efecto, porque no habían comprendido que la gen-
te reacciona ante sus incentivos. Todos –políticos,
empresarios, desempleados o profesores de Econo-
mía– reaccionamos frente a nuestros incentivos y
por eso hay que prestarle atención a la organización
de la sociedad, ya que vemos claramente que los
gobiernos, así como los mercados, también tienen
fallas, simplemente porque los gobernantes reaccio-
nan a los incentivos. Pero hay que reflexionar detrás
del velo de ignorancia, lo que tiene muchas impli-
cancias. Por ejemplo, en el campo de la salud. Detrás
¿Qué es el bien común? • 19

del velo de ignorancia, quisiéramos tener un seguro


de salud. Si tuviésemos cáncer, no querríamos pagar
una contribución demasiado alta. Así, hay que evitar
la selección de riesgos y para ello es muy natural
colocarse detrás del velo de ignorancia, lo que de
otro modo no ocurriría porque una vez que ocu-
pamos nuestro lugar en la sociedad, si gozamos de
buena salud, vamos a pretender pagar las mejores
primas por nuestro seguro y, además, no tener que
pagar por los demás. Pero detrás del velo de igno-
rancia es totalmente diferente.

FN: ¿Cuál es tu visión sobre las instituciones económicas


del capitalismo? La forma dicotómica con la cual muchas
veces enfrentamos el debate, muy pasional o político,
acá y en otras partes, consiste en confrontar el Estado
contra el mercado. En tu presentación del premio Nobel
enfatizaste la cuestión de las fallas de mercado. Pero el
balance entre Estado y mercado debe ser visto desde una
perspectiva amplia, tal vez como la que planteábamos
recién. ¿Qué instituciones del capitalismo pensás que son
preservables y pueden seguir funcionando bien, y cuá-
les necesitarían reformas, por ejemplo, financieras? Digo
esto porque el tema institucional, en general, siempre ha
sido un problema para nosotros. Se ha visto a las institu-
ciones del capitalismo como de alguna manera impuestas
–pensemos en el Consenso de Washington o en alguna
otra variante de ese tipo– y no se ha reflexionado sobre la
importancia de tener instituciones para hacer funcionar
ciertas cosas: un Banco Central que trabaje bien, una
comisión de defensa de la competencia, entes regulado-
res. Cuando hablamos de instituciones, a veces hay áreas
20 • ¿Qué es el bien común?

donde es más fácil transmitir una idea de instituciones


para el bien común que en otros casos, como cuando
hablamos de instituciones financieras o de otro tipo, que
han entrado en duda.

JT: Hay una suerte de paradoja en nuestros países,


porque actualmente casi todos los países del mun-
do, excepto Corea del Norte, tal vez, están a fin
de cuentas inmersos en una economía de mercado.
Y, al mismo tiempo, vemos que el mercado no ha
conquistado ni los corazones ni las mentes. Es más,
vivimos en países como Argentina y Francia que
son, de hecho, los países que más dudas tienen sobre
la economía de mercado. Se hizo un estudio hace
unos doce años sobre las percepciones de la gente
respecto del mercado y la valoración era muy favo-
rable en países como Estados Unidos, China o Ale-
mania, pero Francia y Argentina, muy por el contra-
rio, ocupaban los últimos puestos, junto con Rusia,
respecto de la confianza en el mercado a la hora
de construir un futuro para la sociedad. Hay que
preguntarse por qué sucede esto. En primer lugar,
los economistas no están enamorados del mercado
en este momento, porque el mercado no es más
que un instrumento. No es un objetivo en sí mismo
y tiene numerosas fallas. Es decir, se trata de una
herramienta eficaz: vemos claramente que hay cier-
ta integridad en el mercado, la competencia permite
obtener bienes a precios más bajos, obtener inno-
vación, pero también puede tener fallas. Y aquí hay
muchos ejemplos. Pensemos en el medioambiente,
con el clima. La contaminación, de manera general.
¿Qué es el bien común? • 21

Cuando las personas contaminan, no evalúan el


impacto que tendrán sobre los demás. Y tenemos
lo que los economistas llaman “internalidades”, que
ocurren cuando las personas se autocastigan más de
lo que castigan a otros. Por ejemplo, postergamos
situaciones, fumamos demasiado, bebemos dema-
siado, miramos mucha televisión, ahorramos muy
poco, consumimos drogas: todas cosas que en vez
de dañar a los demás nos dañan a nosotros mismos
y esto es lo que explica su regulación. Además, están
los problemas de información. Cuando ponemos
dinero en el banco, no sabemos si al final vamos a
recuperar nuestra plata; cuando sacamos un seguro
no sabemos si, en caso de sufrir un daño, nos van a
pagar la póliza; todas cosas que deberían ser contro-
ladas. Está también el problema de la desigualdad.
Si retomamos el velo de ignorancia, la desigualdad
también constituye un problema del mercado, una
falla, porque si nos ubicamos detrás de este velo de
ignorancia, no sabemos cuál será nuestro lugar en la
sociedad. Nos decimos: “Quisiera no ser demasiado
pobre o, si no tengo suerte, al menos acceder a una
buena educación”, entre otras cosas. La fiscalidad es
como un seguro. El mercado, entonces, tiene fallas
y por esta razón el Estado debe ser lo suficien-
temente fuerte como para corregirlas. Dicho esto,
el propio Estado tiene muchas fallas. Y así entra-
mos en la cuestión de la crisis financiera. Entra-
mos en la cuestión de lo que los Estados modernos
les dejan a nuestros hijos. Sobre el segundo punto,
vemos que el Estado moderno les deja a nuestros
hijos deudas públicas muy importantes, jubilaciones
22 • ¿Qué es el bien común?

desfinanciadas, una educación a medio camino que


en muchos países no prepara en absoluto para la
economía digital que se viene, el recalentamiento
global, la desigualdad, el desempleo. Vemos clara-
mente que el Estado no siempre actúa en pos del
bien común. El Estado moderno ya no es más un
Estado proveedor de empleos, un Estado que pro-
duce. Muy por el contrario, es un Estado que define
las reglas de juego y que interviene cada vez que hay
una falla en ese mercado. Y, en ese sentido, tiene que
obrar para alcanzar el bien común.
2

¿Estado o mercado?

Una falsa dicotomía

FN: En la lista de ilustraciones que estabas mencionando


recién, vayamos al tema del cambio climático, que con-
sidero que es probablemente la gran falla de mercado
de la sociedad moderna y que nos obliga a tener políti-
cas coordinadas. No alcanza con que un país haga algo:
necesitamos coordinación a nivel global. Normalmente,
lo que hemos visto en los últimos años es que el cambio
climático, por un lado, y la desigualdad, por el otro, han
sido los elementos que más han presionado sobre la forma
en que se han tomado las decisiones de política económica
y pública. Y quería preguntarte sobre la cuestión de los
instrumentos en ese sentido. Los economistas tenemos la
idea de que para poder hacer buena política de cambio
climático se necesita buena economía de cambio climá-
tico. Existe la posibilidad o el peligro de que uno haga
política de cambio climático con una mala economía, que
básicamente significa gastar demasiados recursos, tirar
recursos, o imponer restricciones al crecimiento y a la
innovación. Eso es parte de lo que ha usado Estados
Unidos para tratar de escapar del compromiso global.
La reflexión que quería hacer con vos es si considerás

23
24 • ¿Qué es el bien común?

que este instrumento es suficiente. Normalmente, cuando


uno se enfrenta con externalidades –y los economistas
tratamos de mirar problemas de fallas de mercado y de
externalidades–, vemos que los instrumentos propuestos
como impuestos, precios, subsidios, coexisten con regula-
ciones directas de tipo comando y control, o regulaciones
impuestas por leyes como la de exigir un cierto porcentaje
de energía renovable dentro de los mercados eléctricos.
Los ejemplos abundan en este sentido. Y veo que hay algo
ahí que no está del todo bien comprendido o terminado.
Se percibe mucho énfasis en una dirección y nosotros los
economistas tratamos de decir “hagamos la economía del
asunto de manera correcta, tratemos de ser justos con
todos los sectores, que no sea solo un sector el que lleve
toda la carga”. ¿Cuál es tu reflexión?

JT: Creo que, en primer lugar, debemos compren-


der por qué tenemos un problema con el cambio
climático. Ahí se ve claramente una falla del merca-
do. Cuando emito carbono, no tomo en cuenta, a fin
de cuentas, cuáles serán los efectos de mis emisiones
de carbono sobre las demás personas en mi propio
país, en el exterior y en el futuro. Pero también hay
una falla del Estado, que no hace lo que corresponde
para combatir el calentamiento global. Y para mí,
esta falla del Estado responde a dos cosas. Primero,
a que no hay un Estado sino ciento noventa y seis.
Cada Estado espera que el esfuerzo lo hagan los
demás, porque el combate contra el calentamien-
to global es costoso. Y así, cada Estado adopta el
comportamiento del “polizón” y tiene la expectati-
va de que el esfuerzo recaiga sobre los demás. Y,
¿Qué es el bien común? • 25

evidentemente, nadie hace el esfuerzo. Por otro lado


–y hay que decirlo– somos egoístas respecto de las
futuras generaciones. Somos muy egoístas y en par-
te se debe a que estas generaciones no votan; en este
sentido ni siquiera existen.

Jean Tirole y Fernando Navajas en la Alianza Francesa de Buenos Aires


en ocasión de la filmación de Diálogos Transatlánticos (2017).

Tenemos un problema y debemos enfrentarlo.


Diría que el problema es esencialmente geopolítico
mucho más que económico. Porque sabemos que
para otros contaminantes resolvimos el problema
aplicando instrumentos económicos. Y aquí llega-
mos a la cuestión de los instrumentos. Hay dos
enfoques en este punto. En primer lugar, un enfo-
que económico que consiste en fijar un precio al
carbono. Hay dos maneras de hacerlo. Por un lado,
un impuesto al carbono, que se paga por cada uni-
dad de emisión. Por supuesto, hay incertidumbre,
pero los economistas dicen que ahora debería estar
entre 50 y 100 dólares por cada tonelada de carbono
emitida. Por otro lado están los “derechos de emi-
sión negociables”. Se colocan en el mercado algunos
26 • ¿Qué es el bien común?

derechos de emisión negociables, que corresponden


a la preservación de una trayectoria compatible con
el objetivo de 1,5°C o 2°C, y luego se fija un precio
de mercado. Por ejemplo, si las empresas emiten
carbono, deben tener un permiso, y si emiten y no
pagan, pierden su permiso. Nuevamente, tenemos
un precio unificado del carbono, que esperamos sea
global y permita resolver los problemas. Pero los
economistas no están de acuerdo sobre la preferen-
cia entre la fijación de un impuesto al carbono y los
derechos de emisión negociables. Hay economistas
muy respetables en ambos bandos y es un debate
muy complicado. Este es entonces un primer enfo-
que que apunta, finalmente, a ponerle un precio al
carbono. Y es un enfoque que respeta, en definitiva,
la humildad del Estado. Porque el Estado no tiene la
información necesaria para saber si es la empresa A
o la empresa B la que debe hacer el esfuerzo. Es la
empresa la que va a tomar la decisión porque cono-
ce su propia tecnología. Así, para que el Estado sea
eficaz, debe ser modesto. El Estado debe respetar
sus limitaciones en términos de información y debe
renunciar a aquello que no puede hacer por no con-
tar con la información necesaria. Y esto nos lleva,
efectivamente, al segundo tipo de políticas, que son
las de command and control, es decir, políticas que
resultan muy directivas, orientadas a lo que hay que
hacer. No me opongo a estas iniciativas. Segura-
mente, algunas de ellas pueden ser buenas. Pero, una
vez más, el Estado debe dar pruebas de humildad.
El Estado no sabe quién es el más apto para dis-
minuir su contaminación o, por el contrario, para
¿Qué es el bien común? • 27

continuarla, porque resultaría muy caro reducir-


la. Los estudios de los economistas han demostra-
do que cuando se recurría a este mecanismo de
command and control, se corría el riesgo de aumen-
tar el costo de la descontaminación en función de
un objetivo dado, en un 50% o 100%, dependiendo
de la manera en que se hiciera. Para las empresas,
esto incrementa los costos destinados a reducir la
contaminación, lo que por cierto fragiliza la política
porque los lobbies se robustecen: “¡Miren, nos sale
carísimo!”… Y luego intervienen para detener estas
políticas. A fin de cuentas, las políticas de precio
único son mucho más simples y eficaces, tomando
en cuenta las restricciones de información. Y diría
lo mismo para las energías renovables, que son el
futuro, por supuesto; son muy importantes para el
futuro de nuestro planeta. Pero las incentivaríamos
muy claramente si tuviésemos un precio del car-
bono y una previsión, finalmente, sobre la evolu-
ción del precio del carbono. Porque estas inversio-
nes se hacen a cinco, diez, treinta años, y no solo
hay que saber cuál es el precio hoy sino cuál será
dentro de veinte o treinta años. Por eso muchas
veces recurrimos a los mercados de futuros para
intentar tener una previsión más o menos correcta.
Solo con un precio del carbono decente, es decir,
suficientemente alto, podríamos hacer grandes pro-
gresos. También para las energías renovables. No
tendríamos que decir: “Bueno, vamos a corregir esta
renovable” porque entraríamos en la política indus-
trial. E insisto en que el Estado debe ser fuerte y a la
vez dar pruebas de humildad. Dicho de otra forma,
28 • ¿Qué es el bien común?

el Estado no puede afirmar “Creo que va a funcionar


mejor la energía solar en lugar de la eólica, en lugar
del hidrógeno o de cualquier otra solución”. Final-
mente, quien decide es la innovación, no el Estado.
Lo que el Estado puede hacer es acordar los incenti-
vos adecuados. Y el incentivo adecuado es el precio
del carbono. Pero ahora estamos muy lejos de esto.
Si recordamos la COP21 de París, el diagnóstico fue
el correcto pero se avanzó muy poco en materia
de compromisos. Los compromisos fueron verda-
deramente débiles, no vinculantes. Y es una pena.
No sé si hubiese podido hacer algo mejor como
negociador. Fue realmente muy difícil negociar esa
COP21. Pero es verdad que, si queríamos tener
ciento noventa y seis países como signatarios del
acuerdo, sabíamos automáticamente que el acuer-
do sería extremadamente débil, ya que países como
Arabia Saudita o Venezuela iban a rechazar de plano
la fijación de un precio del carbono para combatir el
recalentamiento global, porque eso iba a perjudicar
el petróleo. Hay que tomar conciencia de las restric-
ciones geopolíticas. Estamos muy lejos de ese precio
del carbono, pero hay una mayor conciencia. Inclu-
so en Estados Unidos hay algunas municipalidades
en diferentes estados que resisten a Donald Trump,
lo que resulta bastante alentador. Hoy hay un precio
del carbono en cuarenta países, mercados de dere-
chos de emisión negociables, etc. aún muy débiles,
salvo en Suecia. Pero, al fin y al cabo, hay que tomar
conciencia del problema y no limitarse a invocar un
¿Qué es el bien común? • 29

crecimiento verde que supuestamente lo resolvería


todo. ¡No! Hay que aceptar perder algunos puntos
del PBI porque nuestro planeta bien lo vale.
3

Frente al populismo: la ciencia


y la educación

FN: En esta última parte de la charla, me gustaría con-


versar sobre cuestiones de política –o de economía polí-
tica, como prefieras– y traer algunos temas que han sido
normalmente discutidos tanto en macroeconomía como
en microeconomía, en función de ciertos problemas de
política pública o de política económica pero que tienen
un trasfondo político más fuerte, más fundamental. Me
refiero esencialmente al tema del populismo, en térmi-
nos generales. Es un término probablemente demasiado
amplio como para ser encapsulado, pero entendamos a
estos movimientos como tendencias que han tratado de
favorecer a amplios sectores dentro de una sociedad en
contra de lo que se consideran elites. En ciencia política
existe una larga tradición en el estudio de este fenómeno,
pero quisiera saber más sobre tu visión de la evolución
de los populismos europeos. ¿Qué es lo que la economía
puede decir ex ante en términos de la emergencia del
populismo y ex post en términos de las consecuencias,
de lo que estos movimientos pueden llegar a generar en
el sistema económico? ¿Deberíamos estar preocupados por
ello? Quisiera reflexionar con vos sobre su génesis y su
evolución, a los efectos de la economía.

31
32 • ¿Qué es el bien común?

JT: El populismo, en la actualidad, existe prácti-


camente en todos los países –no solo en Estados
Unidos, Inglaterra, Argentina o Francia–. En todos
los países del mundo, los populistas juegan sobre
nuestras frustraciones. Según cada caso, será el des-
empleo, la deuda, la desigualdad, los problemas del
euro y todas esas cosas… También una educación a
medias que tampoco es satisfactoria. Y además están
nuestros miedos. Nuestros miedos frente al reca-
lentamiento global, tal como hablamos, frente a los
robots, que se van a quedar con muchos de nuestros
empleos y un buen número de otras cosas, como el
problema de si se podrá pagar la deuda, etc.
Vivimos en un mundo en el que la gente está,
sin dudas, intranquila por razones totalmente legíti-
mas y debemos enfrentar esta situación. Por cierto,
los populismos son muy buenos para crear relatos y
prometer milagros. Y en este punto juegan también
con nuestras distorsiones cognitivas. En mi libro,
insisto mucho en la psicología e intento explicar
un problema al que nos enfrentamos, y es que la
gente cree lo que quiere creer. Todos, evidentemen-
te, queremos creer en un futuro radiante. Esto se
aplica por ejemplo al calentamiento global. Que-
remos pensar que no va a ser tan costoso comba-
tirlo. Por un lado, están los climate skeptics –aque-
llos que dudan del calentamiento global– o quie-
nes creen que el crecimiento va estar acompañado,
incluso, por inversiones verdes. Estamos derrapan-
do, si puedo expresarme así, si pensamos que todo
esto no tendrá ningún costo. Hay que hacer un
esfuerzo de verdad. Pero, en general, cerramos los
¿Qué es el bien común? • 33

ojos en nuestros comportamientos cotidianos. No


queremos creer que podemos sufrir accidentes o
padecer enfermedades. A menudo no nos ponemos
el cinturón de seguridad. O no nos hacemos los
estudios médicos necesarios. Y así, creemos lo que
queremos creer. Los populistas entienden esto muy
bien y proponen políticas completamente irreales,
que no pueden ser implementadas. Entonces, ¿cómo
combatimos esto? Allí está el nudo del problema.
Actualmente, están en todos los países y no solo en
temas de economía. Sus discursos sobre los inmi-
grantes, por ejemplo, provienen del mismo tipo de
razonamiento. Intentan consolidar las creencias del
electorado en lugar de proponer buenas políticas, lo
cual resulta extremadamente peligroso para nues-
tras democracias.
En este punto no hay soluciones milagrosas. Y
es aquí donde aparece el tema de los expertos. En
la actualidad, y tal vez sea culpa de ellos mismos, en
muchos países se tiene muy poca confianza en los
expertos. Sin ir más lejos, Marine Le Pen en Francia,
los líderes del Brexit en Inglaterra y otros dicen “Yo
le hablo al pueblo, no a los expertos”. Y esto es deli-
berado. No quieren hablarles a los expertos porque
si lo hicieran, rápidamente estarían en una situación
difícil. Por eso, de algún modo, hay que restable-
cer la confianza en los expertos. Evidentemente, los
expertos tienen que hacer su parte. Pero también
recae en la opinión pública el tener confianza en
ellos. Y creo, en primer lugar, que hay que entender
que existe un consenso entre los grandes especialis-
tas de las distintas áreas a nivel mundial. Yo trabajo
34 • ¿Qué es el bien común?

sobre el calentamiento global. No soy competente


para opinar sobre cuestiones científicas. Aun siendo
ingeniero, no tengo las competencias para opinar
sobre los aspectos científicos del calentamiento glo-
bal. Entonces, ¿qué hago? Miro cuál es el consenso.
Veo que no es total. No es del 100%. Presto aten-
ción al consenso de los científicos autorizados en
ese campo y eso me da una idea, desde mi posición
de economista, para construir las políticas corres-
pondientes. Creo que esto se aplica a la medicina, a
la economía, a la biología, etc. En algún momento
hay que comprender que necesitamos expertos y
que existe cierto consenso entre ellos que puede no
ser perfecto, que puede cambiar. Hablábamos hace
unos instantes del Consenso de Washington, que es
un buen ejemplo. Puede cambiar en el transcurso
del tiempo, porque vamos aprendiendo, pero hay
que utilizar la mejor ciencia con la que se cuenta
en un momento determinado. Y eso está muy claro.
Pero, a veces, los medios de comunicación, siste-
máticamente, ponen la opinión de un experto y la
contrastan con la opinión de otro experto que dice
exactamente lo contrario y, evidentemente, con fre-
cuencia, los lectores son incapaces de juzgar.
¿Qué es el bien común? • 35

Jean Tirole con los economistas Juan Cruces y Leandro Arozamena de


la UTDT en ocasión del lanzamiento de La economía del bien común
en Buenos Aires (2017).

Después hay otra cuestión de más largo plazo.


¿Cómo se puede restablecer en una población la
confianza en los expertos? Entiendo que esto es
esencial para la democracia. No hay soluciones per-
fectas, pero una de las cosas que podríamos hacer
es iniciar a los alumnos desde la escuela secunda-
ria en el método científico. No es tan difícil. Bas-
ta con tomar pequeños ejemplos. Pensemos en la
diferencia entre una correlación y una causalidad.
Correlación significa, simplemente, que dos varia-
bles actúan al mismo tiempo. Por ejemplo, el precio
de las habitaciones de los hoteles y el índice de ocu-
pación de las habitaciones de los hoteles tienden a
variar en simultáneo. Pero no es una causalidad. Es
decir que para aumentar el índice de ocupación de
36 • ¿Qué es el bien común?

las habitaciones de tus hoteles no tenés que aumen-


tar el precio sino, por el contrario, disminuirlo.
Sucede simplemente que hay factores comunes que
determinan, a la vez, el precio de las habitaciones
de los hoteles y su índice de ocupación –es, efec-
tivamente, la demanda en un momento puntual–.
Estos ejemplos sencillos permiten distinguir entre
correlación y causalidad. Son instancias típicas del
discurso que usan muchísimos políticos, en parti-
cular los populistas. Toman correlaciones –que no
significan nada– sobre las implicancias de las políti-
cas públicas, pero, inmediatamente, las interpretan
como si fuesen causalidades. Se podría enseñar todo
esto –y, en general, la noción de ciencia– de manera
muy sencilla en la escuela secundaria. ¿Qué es un
hecho? ¿Qué es una teoría? No hay que hacerlo de
forma abstracta sino de manera muy concreta, para
que nuestros países respeten el método científico.
Además, los propios científicos deben ser más ínte-
gros. Solemos tener conflictos de intereses basados
en conflictos de intereses económicos, sesgados por
financiamientos, por dinero que se recibe de empre-
sas o del Estado, sesgados por amistades políticas,
sesgados simplemente por la ambición de ser un
intelectual público y una estrella de televisión. Creo
que hay que prestar mucha atención. No hay solu-
ciones milagrosas y entiendo que no es sencillo evi-
tar todos estos conflictos de intereses. Pero se nece-
sita mayor transparencia. Creo que recientemente
nos hemos vuelto un poco más transparentes, pero
eso no resuelve todo el problema. También es nece-
saria una ética personal.
¿Qué es el bien común? • 37

FN: Ha sido un privilegio y un verdadero gusto poder


intercambiar estas ideas con vos. Te agradezco muchí-
simo tu paso por la Argentina. Sé que es tu primera
visita. Espero que haya otras más en el futuro. Vamos
a leer con mucho cuidado y disfrutar tu libro reciente,
La economía del bien común. Espero que podamos
seguir en contacto.

JT: Fue un placer participar de este diálogo trans-


atlántico. Muchas gracias por la invitación.
Acerca de los autores

Jean Tirole nació en 1953. Ex alumno de la Escuela


Politécnica y Doctor en Economía por el MIT (Mas-
sachussets Institute of Technology), es actualmente
profesor de Economía en la Escuela de Economía
de Toulouse (TSE) y en la Escuela de Altos Estudios
en Ciencias Sociales (EHESS) de París. El Premio
Nobel de Economía le fue otorgado en 2014 por
sus aportes relativos a la regulación de los mer-
cados y a la teoría de la organización industrial.
Medalla de oro del CNRS en 2007, ha sido pro-
fesor en la École Nationale des Ponts et Chaus-
sées (Francia) y en el MIT (EEUU). Miembro de
la Académie des Sciences Morales et Politiques y
del Conseil d’analyse économique, es uno de los
economistas más originales e influyentes de nues-
tro tiempo. Sus investigaciones cubren los campos
de la organización industrial, la regulación, la teo-
ría de los juegos, la economía pública, la banca, la
macroeconomía, la finanza internacional y las arti-
culaciones entre economía y psicología. Es autor de
más de 200 artículos en revistas especializadas y de
numerosos libros entre los que se destacan Game
theory (1991, MIT Press, con Drew Fundenberg);
Théorie de l’organisation industrielle (2015, Ed. Eco-
nomica, París) y Economía del bien común (2017, Ed.
Taurus, Barcelona).

39
40 • ¿Qué es el bien común?

Fernando Navajas nació en La Plata en 1955. Hizo


su carrera como estudiante y luego como docen-
te en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Obtuvo su doctorado en economía en la Universi-
dad de Oxford. Es actualmente profesor en la Uni-
versidad de Buenos Aires y Economista Jefe de la
Fundación de Investigaciones Económicas Latinoa-
mericanas (FIEL) habiendo sido Director Ejecutivo
de la misma institución entre 2004 y 2010. Ha sido
Presidente de la Asociación Argentina de Economía
Política (AAEP) y es Vice-Presidente de la Acade-
mia Nacional de Ciencias Económicas de la Argen-
tina (ANCE). Previamente y durante una década
fue Economista Senior de la Comisión Económi-
ca para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las
Naciones Unidas. Sus contribuciones en economía
abarcan una amplia gama de temas en las áreas de
economía pública, macroeconomía aplicada, regu-
lación y economía de la energía. En 2016 recibió el
premio KONEX de Platino en “Análisis Económico
Aplicado”. En 2017 la UBA le otorgó el diploma y
medalla a la excelencia académica. Su trayectoria
se encuentra reseñada en el libro de Juan Carlos
De Pablo Diez economistas argentinos (2018, Buenos
Aires, Grupo Unión).
Bibliografía

BOYER, Robert (2014). Los mundos de la desigualdad.


Octubre Editorial, Buenos Aires.
DUMÉNIL, Gérard & Dominique LÉVY (2017).
La crisis del neoliberalismo. Editora Universidad
Nacional de Moreno.
HARSANYI, John (2013). Essays on Ethics, Social
Behaviour and Scientific Explanation. D. Reidel
Publishing Company, Londres.
PIKETTY, Thomas (2015). La economía de las
desigualdades. Siglo XXI Editores, Buenos Aires.
PIKETTY, Thomas (2014). El capital en el siglo XXI.
Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.
RAWLS, John (2012). Teoría de la justicia. Fondo de
Cultura Económica, México.
TIROLE, Jean (2017). La economía del bien común.
Taurus, Barcelona.

41

También podría gustarte