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El pensar y la ética como fundamentos de la transdisciplinariedad: Una reflexión de

inspiración heideggeriana y aristotélica1

Henry Rosa Polanco, PhD

Un cuentecito introductorio

¡Adelante! – vociferó tras escuchar la llamada a la puerta.


Entré puntual, con el corazón palpitante y mis hojas de vida en manos. Era la primera cita
con el encargado del programa doctoral en Negocios Internacionales. Un docente-
investigador brillante, egresado de Economía de la prestigiosa Universidad de Cornell, con
especialidad en econometría y finanzas.
– Siéntate. Dame un minuto, por favor. – me dijo con mucha amabilidad, pero visiblemente
contrariado.
– Perdón, es que estoy preparando una conferencia y no sé cómo me siento- me dijo
después de unos minutos.
– ¿Ah sí? ¿Sobre qué? – Pregunté curioso.
– Sobre la crisis financiera mundial – me respondió.
– Pero es un tema que me imagino que le apasiona –, dije poniendo cara de que no entendía
por qué la contrariedad.
– Sí, es mi tema, pero va dirigida a poetas – lamentó con un ademán de desprecio rotundo
salido del alma. Y añadió – a la gente de humanidades y estudios generales... ¡Pero Nada!
vamos a lo tuyo. Permíteme tu CV… ¿qué estudiaste?
– Filosofía y Humanidades…

(Así empezó mi historia con él y en el programa de altos estudios. Hoy somos coautores de
un manuscrito a la fecha en proceso, sobre competitividad internacional de costos y flujos
comerciales aplicando diversos modelos econométricos)

1
Ponencia pronunciada en la Sala Julio Ravelo de la Biblioteca del INTEC, en el Tercer Seminario de Estudios
Generales titulado “Formación permanente y docencia en los estudios generales”, celebrado el 24 y 25 de
julio 2014, con el co-auspicio de la Red Internacional De Estudios Generales (REDIG).

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Pensar calculador y saber racional

La mentalidad de este docente-investigador responde a lo que Heidegger llama la


“lógica de la razón calculante”2. Esta lógica es muy común no sólo en el Área de Negocios,
donde me muevo actualmente; sino, también, en las áreas de las Ingenierías y las Ciencias
Básicas y Ambientales.
Esta lógica es fruto del pensar calculador que, motivado por el legítimo afán del
conocer, busca denodadamente resultados cuantificables, reproducibles, que puedan ser
verificados o falseados. Por eso dirige su atención al rostro público de las cosas y de las
personas, a los rasgos impersonales y medibles, a sus facetas llamadas “objetivas”, que no
es más que lo intersubjetivamente consensuado por una comunidad de estudiosos y
estudiosas.
Este modo de pensar calculador prescinde deliberadamente de la dimensión
cualitativa, afectiva, apreciativa y evocativa del saber humano. Persigue resultados
palpables, que sirvan para describir, explicar, predecir, controlar. Que sean útiles para
operar, manipular y someter de manera pragmática, eficaz y eficiente la realidad.
Resultados que sean plausibles de expresarse con la exactitud del cálculo y el rigor del
número; pero, además, por medio de las proposiciones lógicas y juicios predicativos del
lenguaje universal.
Este tipo de pensar genera y configura un saber racional en el que la perspectiva
científica se basa. Inteligencia científica a quien, sin duda alguna, le debemos inestimables
beneficios.3

Conciencia cientificista
El pensar calculador de saber racional, en definitiva, es el modo de pensar más
natural en el mundo académico.

2
Heidegger, M. (1946). “¿Y para qué poetas?” En Caminos de Bosque (traducido por Helena Cortés y Arturo
Leyte), Madrid: Alianza, 1996, p. 276. Heidegger pronunció esta conferencia ante un pequeño auditorio
privado en memoria del vigésimo aniversario de la muerte del poeta Rainer María Rilke, fallecido el 29 de
diciembre de 1926. Fue publicada en su original junto a otras conferencias y ensayos en 1950 en una edición
titulada “Holzwege”.
3
Cfr. Popper, K. (1934). La lógica de la investigación científica (traducido por Víctor Sánchez de Zavala),
Madrid: Tecnos, 1967, pp. 27-47.

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Sin embargo, es aquí donde tenemos que caer en cuenta lo que nos recuerda
Heidegger:
“…lo que nos parece natural es sólo, presumiblemente, lo habitual de
una larga costumbre que se ha olvidado de lo inhabitual de donde
surgió. Sin embargo, eso inhabitual causó en otros tiempos la sorpresa
de los hombres y condujo el pensar al asombro”4.

Este olvido del pensamiento originario, hoy inhabitual, se debe a la hegemonía de


un “pensamiento habitual”, como lo llama el físico teórico Basarab Nicolescu –apasionado
por la exploración cuántica- quien asegura en su Manifiesto de la Transdisciplinariedad que
lo habitual de esta forma de pensar está fundado sobre el andamiaje de los postulados
lógicos de “la percepción de la escala macrofísica” y que ha sido motorizado desde “la
ideología cientificista del siglo XIX” en detrimento de la escala microfísica y de una
percepción originaria que permita recuperar “la exploración de la infinita capacidad de
maravillarse de la conciencia humana lo que es el pasaje obligado para un reencantamiento
del mundo”.5
Esta conciencia cientificista ahuyentó los mitos y los dioses de manera radical, sin
más, desencantando un mundo encantado, sagrado, para darle paso al imperio de un tipo de
razón que montada en el seductor carruaje de los adelantos tecnológicos y abanderada con
la ideología del progreso, sobredimensiona el pensar calculador y el saber racional. Más
aún, ha tendido a absolutizarlo, reduciendo así la razón humana a razón “racionalista”,
técnico-instrumental; limitándola a la calculabilidad y reduciéndola, a fin de cuentas, a
inteligencia manipuladora de cosas y de seres humanos a quienes también trata como
cosas.6
Como afirma Nicolescu, “el Universo se encontraba súbitamente desacralizado y su
trascendencia ahuyentada hacia las tinieblas de lo irracional y de la superstición”7.
De modo que la conciencia cientificista se tornó in-trans-igente, se atrincheró, y
desde su trono juzga peyorativamente todo otro modo de saber y pensar como de fábula,

4
Heidegger, M. (1935/1936). “El origen de la obra de arte”. En Caminos de Bosque, op. cit., p. 18
5
Nicolescu, B. (1996). Manifiesto de la Transdisciplinariedad, p. 47 y 57. Recuperado de la página web del
Centro de Estudios Universitarios Arkos, Puerto Vallarta, Jalisco, Méjico:
http://www.ceuarkos.com/manifiesto.pdf
6
Cfr. Berman, M. (1987). El reencantamiento del mundo, Chile: Cuatro Vientos.
7
Nicolescu, B. (1996), op. cit., p. 10

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ilusión, ficción, como de inmadurez en el ejercicio de la razón, ineficaz, inútil, como mero
juego gratuito de poetas.8

Tiempos de penuria
Aliada a la lógica del mercado y a través de los medios de comunicación social, esta
conciencia cientificista va asentando un ethos, un modo particular de habitar el mundo
como lugar común. Va configurando una cultura que como describe el poeta y místico
jesuita Benjamín González Buelta:

“…nos asalta por todos los sentidos a través de técnicas


minuciosamente estudiadas para invadirnos las veinticuatro horas del
día, e instalarse dentro de las dimensiones más hondas de nuestra
afectividad, de tal manera que veamos la realidad según sus propios
amores e intereses, y así seamos adictos de sus productos, seguidores
incondicionales de sus ideas y fanáticos de sus espectáculos. Con la
creatividad vertiginosa de nuevas tecnologías intentan sorprendernos,
deslumbrarnos y apoderarse de nuestros sueños, de nuestras cuentas y
de nuestros pasos”9.

Para Nicolescu, esta “implacable lógica de la eficacidad por la eficacidad no puede


estar sino al servicio de los egoísmos más furiosos y, por estrategia individual o colectiva,
al provecho de los más ricos en detrimento de los más pobres”10.
De ahí que Nicolescu en su Manifiesto se cuestione:

“¿Qué pasa que mientras más conocemos el universo exterior más el


sentido de nuestra vida y de nuestra muerte es relegado a la
insignificancia, a lo absurdo? ¿La atrofia del ser interior será el precio a
pagar por el conocimiento científico? ¿El bienestar individual y social, que
el cientificismo nos prometía, se aleja indefinidamente como un
espejismo?... ¿Por cuál milagro de la dialéctica se piensa siempre en la
guerra hablando de la paz? ¿De dónde la locura mortífera del ser humano?
¿De dónde su misteriosa e inmensa capacidad de olvido? En nombre de

8
Cfr. Conill, J. (1988). El crepúsculo de la metafísica, Barcelona: Anthropos, pp. 185-188.
9
González-Buelta, B. (2000). La diafanía de la realidad, p. 1. Recuperado de la página web del Instituto
Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), Guadalajara, Jalisco, México:
http://portal.iteso.mx/portal/page/portal/Dependencias/Rectoria/Dependencias/Direccion_de_Integracion
_Comunitaria/Dependencias/Centro_universitario_ignaciano/Domingo%20Ignaciano%20TEXTO%20La%20di
afan%EDa%20de%20la%20realidad.pdf
10
Nicolescu, B. (1996), op. cit., p. 116

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ideologías pasajeras y conflictos innumerables cuya motivación nos
escapa, y bajo nuestras miradas indiferentes, millones de muertes para
nada”11.

Del mismo modo dirá Heidegger que para la lógica dominante “…la muerte se
refugia en lo enigmático. El misterio del sufrimiento permanece velado. No se ha aprendido
el amor”12.
Estos tres “fenómenos”: muerte, sufrimiento y amor, Heidegger los sitúa como la
esencia de los mortales, y que como tales, se ocultan y se des-ocultan desde el ámbito
esencial al que pertenecen: el ámbito del “abismo del ser”13.
Y a propósito del ser, en la propuesta del “transhumanismo” de la
transdisciplinariedad, Nicolescu nos explica que “se trata de buscar lo que hay entre, a
través y más allá de los seres humanos – lo que se puede llamar el Ser de los seres”14.
Esta búsqueda es lo que se ha olvidado en este tiempo, es lo que se olvida en todo
tiempo, haciéndolo penoso.
Heidegger dirá que es un tiempo de penuria porque se vive esencialmente por la
privación de sentido. Pero lo más penoso de este tiempo, es que ya no es capaz de sentir la
falta de sentido “como una falta”, que ya “ni siquiera experimenta su propia carencia”15.
Y por otro lado, el mismo Nicolescu nos afirma que “en el fundamento de todas las
disciplinas hay una mirada transdisciplinaria que les da sentido. Porque en el trasfondo de
cada disciplina se encuentra el sin-fondo de lo que une el Sujeto y el Objeto
transdisciplinario”16.
¿Y qué es lo que une el Sujeto y el Objeto transdisciplinario? Aquí y allá, Nicolescu
responde que se trata de:
“una zona de resistencia absoluta…pues esta zona resiste a toda
comprensión cualquiera sea su nivel…lo que convendría para designar esta
zona de resistencia absoluta, es la palabra „sagrado‟”17.

11
Ibíd. p. 6., negritas mías.
12
Heidegger, M. (1946). “¿Y para qué poetas?”, op. cit., p. 276
13
Ibíd. p. 247, negritas mías.
14
Nicolescu, B. (1996), op. cit., p. 117. Negritas mías. Nótese que el autor escribe con inicial en mayúscula la
palabra “ser”.
15
Heidegger, M. (1946). “¿Y para qué poetas?”, op. cit., p. 243
16
Ibíd. p. 102, negritas mías.
17
Ibíd. p. 104, 59 y 106. Negritas mías.

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De modo que podemos atrevernos a decir que hablar del abismo del Ser, es lo
mismo que hablar del sin-fondo de lo Sagrado. “Abismo”, traducido de la palabra alemana
ab-grund, significa literalmente “ausencia de fundamento o fondo”18.
De manera que el sentido de la vida que habitamos, es fundamentado por un fondo
sin fondo sagrado. Un fundamento concebido no como una zapata inerte, sino como un ser
nutricio, como un humus (tierra) fértil, como un “suelo para un arraigo y una
permanencia”19.
Para asomarse a este abismo, a este fondo sin fondo que funda y fundamenta con
sentido la vida que habitamos y nos habita, como nos invita la transdisciplinariedad, es
necesario apelar a otro pensar y saber distintos al pensar calculador y al saber racional.
Porque de lo que se trata, señala Heidegger, no es de una “fundamentación” en el sentido
cartesiano desde el cogito de la razón racionalista, sino “de un poner en libertad un fondo
que muestre este fondo”20.
Porque este abismo, como también señala Heidegger,
“…hace que se rompa contra sí misma toda posible intromisión. Convierte
en destrucción toda curiosa penetración calculadora. Por mucho que dicha
intromisión pueda adoptar la apariencia del dominio y el progreso, bajo la
forma de la objetivación técnico-científica”21.

Pensar lúcido

Heidegger toma la frase completa de la elegía “Pan y Vino” del poeta Hölderlin
cuando pregunta: “¿y para qué poetas en tiempos de penuria?”22 Con ella discurre sobre la
necesidad de la poesía y de los poetas.
No se trata de una “huida estética” que eluda el difícil compromiso de pensar para
buscar la verdad. Tampoco se trata de hacer del poeta un “mito artificial” de alegría
bohemia para entretener el tedio y menoscabar la figura recia del pensador.
Se trata, más bien, de un pensar que esté en diálogo permanente con los cauces
expresivos de la simbología poética, la que es capaz de conservar en sus entrañas el triple

18
Ibíd. p. 247
19
Ibíd. p. 242
20
Heidegger, M. (1927). Ser y Tiempo (traducido por J. Gaos), Madrid: FCE, 1996, p. 17
21
Heidegger, M. (1935/1936). “El origen de la obra de arte”, op. cit., p. 39
22
Heidegger, M. (1946). “¿Y para qué poetas?”, op. cit., p. 241

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poder de significar, revelar y evocar las realidades que se ocultan y des-ocultan desde el
abismo, fondo sin fondo, del Ser, del Sentido, de lo Sagrado.
Merodear este abismo sagrado y cantarlo es la esencia del poetizar en sentido
amplio. Es el oficio y la vocación de los verdaderos poetas. Cantándolo, captan su rastro, lo
sienten-padecen, lo siguen y lo señalan.
Su canto es así un poema, un arte, ya que –como señala Heidegger- “todo arte es en
esencia poema”. Comprendiendo poema no como “un delirio que inventa lo que le place ni
una divagación de la mera capacidad de representación e imaginación que acaba en la
irrealidad”23.
Por el contrario, el poema se comprende como “el decir que proyecta” la realidad
humana en su Ser, en su sentido más profundo, en lo que tiene de sagrado. Y “proyectar” en
clave heideggeriana es “un arrojar”, “dejar libre”, un permitir que acontezca, un dejar
manifestarse tal como es. En definitiva, “el decir que proyecta es aquel que al preparar lo
que se puede decir trae al mismo tiempo al mundo lo indecible en cuanto tal”24.
Por lo tanto, decimos con Heidegger que “nosotros, los demás, debemos aprender a
escuchar el decir de estos poetas”. Que nosotros tenemos “la necesidad única de
experimentar lo inexpresado en lo dicho por su poesía por medio de un pensar lúcido”25.
De esta manera, experimentando lo inexpresado en lo dicho por el decir de los
poetas, el pensar lúcido o poético va generando un saber razonable.

Saber razonable

El saber razonable empieza por darse cuenta de que el ámbito primordial donde
debe realizarse ese experimentar en diálogo con el poetizar no se puede imponer. Que no se
consigue antojadiza y automáticamente haciendo clic en un ícono. Y que mucho menos
caerá azarosa o fortuitamente, como de paracaídas, cuando estemos sentados a la sombra de
un hermoso flamboyán. Así como tampoco nos toparemos con él en el medio del estresante
ritmo acelerado de nuestras rutinas cotidianas sin respiro saliendo de un curso a otro en

23
Heidegger, M. (1935/1936). “El origen de la obra de arte”, op. cit., p. 62
24
Ibíd. p. 62-64
25
Heidegger, M. (1946). “¿Y para qué poetas?”, op. cit., p. 244

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busca de llenar de clases nuestros horarios necesitados de sueldo. Ni en las insaciables
andanzas nocturnas persiguiendo gratificaciones inmediatas al mejor postor.
El saber razonable intuye, siguiendo a Heidegger, que el pensar lúcido “es un
trabajo de artesano”26 y que “el ámbito esencial del diálogo entre el poetizar y el pensar
sólo puede ser descubierto, alcanzado y meditado lentamente”27. Descubierto lentamente,
en los dramas humanos cruciales donde se debate el sufrimiento, el amor y la muerte.
Alcanzado lentamente, “en la más profunda interioridad del corazón”28. Meditado
lentamente, en el silencio y la soledad…“donde todo se detiene jadeando, y la hondura de
(tu) ser, le da la espalda a las horas y caminos… (y a) las presencias amigas”29.
En este ámbito descrito, es posible entonces superar lo que Nicolescu llama la
percepción de la escala macrofísica y trans-gredir el marco de sus fronteras que decretan
que sólo existe un nivel de Realidad para ser pensado de un sólo y único modo. Esta
transgresión pasa por “hacer el esfuerzo de integrar en nosotros mismo la información
paradojal que nos es procurada por la teoría y la experiencia científica (mismas)”30.
Es decir, percibir la unidad de los contrarios, imaginar la discontinuidad y
experimentar la no-separabilidad. Por ejemplo, superar la percepción de la separabilidad del
cuerpo vs. espíritu, por un cuerpo espiritual o un espíritu corporal; la trascendencia vs.
inmanencia, por una trascendencia inmanente o una inmanencia trascendente; lo vacío vs.
lo pleno, por un vacío pleno o de una plenitud vacía.
Pero este esfuerzo, advierte Nicolescu:
“…pasa primero por un silencio interior: Silenciar el pensamiento
habitual…hacer callar el pensamiento habitual…en ese momento de silencio
desconcertante y experimentado como desestabilizador por el pensamiento
habitual, descubrimos que hay en nuestro propio funcionamiento, un nivel
de percepción natural de la unidad de los contarios…oculto en nuestra
percepción habitual…un pensamiento que precede el pensamiento
conceptual”31

Y para Heidegger, lo permanente de este pensamiento originario es el camino:

26
Heidegger, M. (1935/1936). “El origen de la obra de arte”, op. cit., p. 12
27
Heidegger, M. (1946). “¿Y para qué poetas?”, op. cit., p. 248
28
Ibíd. p. 276
29
González-Buelta, B. (1993). “Soledad fundamental”, en Salmos en las orillas de la cultura y del misterio,
Santo Domingo: Amigo del Hogar, p. 160
30
Nicolescu, B. (1996), op. cit., p. 57
31
Ibíd. p. 57

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“…y los caminos del pensamiento cobijan en sí esto misterioso: podemos,
en ellos, caminar hacia delante y hacia atrás, incluso de modo que sólo el
caminar hacia atrás nos conduce adelante”32.

O caminar en círculos como sin respuestas, ya que “las respuestas sólo conservan su
fuerza como respuestas mientras siguen arraigadas en el preguntar”33. Lo importante es
permanecer en el camino que te marca el preguntar “y permanecer en él es la fiesta del
pensar”34.

Reflexionar
Y en este camino, el saber razonable le va prestando especial atención a los
sentimientos y/o estados de ánimo que va experimentando. Sobre todo, si queremos pensar
la transdisciplinariedad que Nicolescu define como “un corpus de pensamiento y una
experiencia vivida”35, simultáneamente.
El trato privilegiado al sentimiento y/o estados de ánimo se debe, según Heidegger,
a que:
“...tal vez, lo que en este y otros casos parecidos llamamos sentimiento o
estado de ánimo sea más razonable, esto es, más receptivo y sensible, por
el hecho de estar más abierto al ser que cualquier tipo de razón”36.

Más abierto al ser, al sentido, a lo sagrado.


De ahí la importancia que tiene volver con la memoria a los sentimientos o a los
estados de ánimo experimentados para pensarlos lúcidamente. Según su intensidad, este
pensar deja reposar los estados de ánimo y les dedica tiempo y aguarda a que se desoculte
la novedad desde el fondo del corazón para luego optar y tomar decisiones.
Como señala el poeta Rainer María Rilke:

32
Heidegger, M. (1950/59). De camino al habla (traducido por Yves Zimmermann), Barcelona: Serbal, 1987,
p.90. Citado por Aguilar-Álvarez, T. (1998). El lenguaje en el primer Heidegger, México: FCE, p. 22
33
Heidegger, M. (1935/1936). “El origen de la obra de arte”, op. cit., p. 61
34
Ibíd. p. 12
35
Nicolescu, B. (1996), op. cit., p. 99. Negritas mías.
36
Heidegger, M. (1935/1936). “El origen de la obra de arte”, op. cit., p. 18

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“…permitir que llegue a madurar cada impresión, cada germen de un
sentimiento por completo en sí mismo, en lo oscuro, en lo indecible, en lo
inconsciente, en todo lo inalcanzable para el propio entendimiento, y
aguardar con profunda humildad y paciencia la hora del parto de una nueva
claridad”37.

En definitivas, es reflexionar. Vocablo compuesto por el prefijo latino re-de nuevo,


y por el elemento también latino flex, del que rescato su emparentado con la raíz
indoeuropea plek-plegado hacia adentro38, de manera que reflexionar es la acción y el
efecto de plegarse de nuevo hacia adentro. Replegarse que busca volver a sintonizar con las
resonancias evocadas en la interioridad del propio ser.
Este reflexionar es llevado a cabo por un recordar (del latín re-de nuevo y cordis-
corazón) que significa “pasar de nuevo por el corazón”39. Para los antiguos griegos y
romanos el corazón representaba la sede del pensamiento, de la mente, y en un tiempo esta
sede era situada en el centro mismo de la persona y del cuerpo: en el tejido muscular hoy
llamado diafragma, que interviene para inspirar (inhalar) y espirar (exhalar).

De tal modo que el reflexionar-recordar es celebrar una pasarela rememorante de


resonancias evocadas. Esta pasarela es lo que se contempla, que es lo mismo que decir “lo
que se teoriza” en su acepción más temprana. Es lo que Heidegger llama “interiorización
rememorante”40.
Los resultados de este ejercicio contemplativo va destilando una certeza, un saber,
unos criterios que, reconociéndose parciales e insuficientes, constituyen lo que Karl Popper
llama “una propuesta para un acuerdo o convención” a ser sometidos a la “discusión
razonable”, aquella que se da “entre partes dispuestas a prestarse atención mutuamente”,
que estén “interesadas por la verdad” y que tengan “cierta finalidad común” fruto de una
decisión “que vaya más allá de toda argumentación racional”41.

Conclusión: Hacia otro ethos

37
Rilke, R.M. (1903/1908), Cartas a un joven poeta (traducido por Antoni Pascual Piqué), Barcelona:
Obelisco, 1996, p.31
38
Cfr.: http://etimologias.dechile.net/?reflexio.n
39
Cfr.: http://etimologias.dechile.net/?recordar
40
Heidegger, M. (1946). “¿Y para qué poetas?”, op. cit., pp. 278-279
41
Popper, K. (1934). La lógica de la investigación científica, op. cit., p. 37

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El modelo de la realidad de la transdisciplinariedad, siguiendo siempre a Nicolescu:

“…comprende el Sujeto, el Objeto y lo sagrado, que son las tres facetas de


una sola y misma Realidad…una sociedad viable no puede ser sino esa en
la que las tres facetas de la realidad están reunidas de una manera
equilibrada”42.

Realidad que se propone vivir de la siguiente manera:

“Entre Prometeo y Epimeteo, entre el que prevee y el que piensa demasiado


tarde, estamos obligados a encontrar la posición justa, la de quien
comprende y actúa”43

De ahí que para vivir la transdisciplinariedad quizás nos pueda ayudar una
relectura en fidelidad creativa con la propuesta aristotélica de la sabiduría práctica o
virtud ética de la prudencia. Como dice Aristóteles en su “Ética a Nicómaco”:

“podría decirse en general que el prudente es el que sabe deliberar…la


prudencia tiene por objeto lo humano y aquello sobre lo que se puede
deliberar; en efecto, afirmamos que la operación del prudente consiste
sobre todo en deliberar bien” 44.

Deliberar, discernir, entre dos polos contradictorios u opuestos para accionar-


obrar (praxis) virtuosamente (de virtud: areté, en griego que significa “excelencia
humana”; virtus en latin, que significa “fuerza”) que tendrá su repercusión en la
poiesis, “hacer cosas”. Teniendo en cuenta que lo opuesto a la virtud no es el defecto
sino el vicio, y el vicio en clave aristotélica puede ser por exceso o por defecto:

“Así, pues, la templanza y la fortaleza se destruyen por el exceso y por el


defecto, y el término medio las conserva…el que de todo huye y tiene

42
Nicolescu, B. (1996), op. cit., p. 59. Negritas mías.
43
Ibíd. p. 58
44
Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro VI, Cap. 5, 1141a, 1141b, Madrid: Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, 1994. Sigo las referencias que hace Manuel Guillén Parra (2006), profesor titular de
Organización de Empresas de la Universidad de Valencia, en su libro “Ética en las Organizaciones.
Construyendo Confianza”, Madrid: Pearson.

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miedo y no resiste nada, se vuelve cobarde, el que no teme absolutamente
a nada y a todo se lanza, es temerario”45.

Pero la concepción de este equilibrio, posición justa o término medio habrá que
pensarlo en términos dinámicos. Más bien como un oscilar pendular lo más armónicamente
posible entre dos polos.
Sólo con el diario reflexionar sobre nuestro actuar y con el reflejo del otro, uno
puede advertir a cuáles de los polos se acerca, para moverse en un opposito per diametrum
ignaciano y balancear en la práctica docente –por ejemplo- entre el pensar calculador de
saber racional o el pensar lúcido de saber razonable.
Entonces se abre un espacio para el rectificar, el pedir perdón, el reconocer con
humildad que uno se pasa por exceso o por defecto.
Y vivir, finalmente, la experiencia de acogerse, percibiendo un “tercero incluido”
que unifica, reconcilia y polariza en un centro toda la vida con todas tus relaciones y
proyectos, y con el cosmos que te atraviesa, ya que “…en la lógica del tercero incluido los
opuestos son más bien, los contradictorios: La tensión entre los contradictorios edifica una
unidad más amplia que los incluye” 46.

A modo de Epílogo47

Waldemiro Vélez:

Una pregunta, es que me he quedado muy emocionado realmente y entusiasmado con tu


presentación, pero a mí no se me hubiera ocurrido –y por eso es que me emociona tanto-
poner a dialogar a Heidegger con Nicolescu; un alemán y un rumano y ese tipo de cosas y
muchas más; pero, ¿cómo tú llegaste a la idea de conversar sobre la transdisciplinariedad
poniendo a dialogar a esos dos personajes?

Henry Rosa:

Empezaré como terminó Nicolescu su manifiesto, No sé!... ¿Transgresión? ¿Transgredir?


¿Imaginar? Ciertamente a Heidegger lo estudié mucho y lo leí mucho cuando fui jesuita…
y él dice que relación, relacionarse con el ser humano viene de “bezug”, una palabra
alemana que para él es llevar a cabo recibiendo; y crear, para él, es tomar de la fuente y
45
Aristóteles, op. cit., Libro II, Cap. 1, 1104a, negritas mías
46
Nicolescu, B. (1996), op. cit., p. 25
47
Transcripción de los comentarios ante la ponencia, del pensador puertorriqueño Dr. Waldemiro Vélez
(coordinador de la REDIG) y del pensador dominicano Andrés L. Mateo.

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llevar. De manera que crear es tomar de la fuente y llevar en un llevar a cabo recibiendo
con los demás. Entonces yo lo que he hecho es, prácticamente, haber tomado mucha agua,
de mucha gente impresionante, muchos jesuitas muy valiosos y muchos seres humanos con
los que me he topado en mi vida…

Andrés L. Mateo:

Muy buena conferencia. A mí me gustó bastante. Un poco siguiendo la reflexión del


profesor, tal vez esa simbiosis entre Nicolescu y Heidegger se dé a través de una figura de
la postmodernidad. Rorty, por ejemplo, que es un filósofo bastante digamos irreverente, que
abomina los sistemas, y que se puede permitir usar cualquier cuerpo de categorías
sistémicas proveniente de un pensador como Heidegger. Porque - tal vez mucha gente no lo
sabe porque no es del área- pero Heidegger es un existencialista cristiano. Estamos
hablando de un pensador reactivo y en relación con el cual siempre hay que poner como
telón de fondo lo que está ocurriendo – la cita que tú haces de Heidegger en relación con la
década de los años 40 del siglo pasado está vinculada con lo que en Europa se llamó la
ascensión de los peligros. Toda esa atmósfera que rodeó la Segunda Guerra Mundial – la
aparición de la Segunda Guerra Mundial – y que todo el mundo veía venir, estaba ante los
ojos de todo el mundo; y, por lo tanto, todo el pensamiento de lo absurdo fructificó porque
no se puede usar la razón frente a montañas de cadáveres de seres humanos. La razón se
quiebra cuando hay una guerra, el hombre usando la inteligencia para la autodestrucción.
Todo el pensamiento existencial tiene caldo de cultivo en condiciones semejantes. Por lo
tanto, Heidegger es un escrutador desde la perspectiva del pensamiento existencial de su
realidad inmediata. Lo que no lo contradice con Nicolescu, que es un postmoderno, que
tiene que hacer descomposición analítica de la realidad que está viendo. Son perspectivas
diferentes, quizás la cita del poeta es lo que me hace a mí ligarlo con Rorty. Porque Rorty,
curiosamente, es el postmoderno que dice que el futuro no es de los científicos; que son los
poetas la clave del mundo postmoderno. Tal vez esté ahí.

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Referencias
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