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SERIE MAYOR
Una geografía
del tiempo
O cómo cada cultura percibe el tiempo
de manera un poquito diferente
Robert Levine
CIENCIA QUE LADRA...
SERIE MAYOR
Colección
dirigida p o r
DIEGO
GOLOMBEK
Traducción de
Luz FREIRÉ
TJ^—T CIENCIA QUE LADRA...
vL SERIE MAYOR
m Una geografía
del tiempo
O cómo cada cultura percibe el tiempo
de manera un poquito diferente
Robert Levine
yQC I veintiuno
V^^XI editores
Siglo veintiuno editores Argentina s.a.
TUCUMÁN 1621 7* N (C1050AAG), BUENOS AIRES. REPÚBLICA ARGENTINA
Levine, Robert
Una geografía del tiempo: O cómo cada cultura percibe el
tiempo de manera un poquito diferente - 1 ' ed. - Buenos Aires:
Siglo XXI Editores Argentina, 2006.
264 p.; 23x16 cm. (Ciencia que ladra.... Serie Mayor dirigida por
Diego Golombek)
ISBN 987-1220-66-9
ISBN-10: 987-1220-66-9
ISBN-13: 978-987-1220-66-3
Agradecimientos 17
Prefacio: El t i e m p o h a b l a , c o n a c e n t o 19
La psicología de lugar 24
PRIMERA PARTE
El t i e m p o social: El latido de la cultura
CAPÍTULO 1
T e m p o . La velocidad de la vida 31
El tempo en el mundo.. 32
Los elementos del tempo 35
Al son del propio tambor 47
Más allá del tempo 52
CAPÍTULO 2
D u r a c i ó n . El reloj psicológico 55
CAPÍTULO 3
B r e v e historia del t i e m p o del reloj 83
CAPÍTULO 4
Vivir de a c u e r d o c o n el t i e m p o de los a c o n t e c i m i e n t o s 113
CAPÍTULO 5
T i e m p o y p o d e r . Las reglas del j u e g o de la espera 133
S E G U N D A PARTE
R a p i d e z , l e n t i t u d y calidad de vida
CAPÍTULO 6
¿Dónde es m á s veloz el ritmo de vida? 161
CAPÍTULO 7
S a l u d , r i q u e z a , felicidad y g e n e r o s i d a d 187
CAPÍTULO 8
Las c o n t r a d i c c i o n e s del J a p ó n 205
TERCERA PARTE
Cambio de ritmo
CAPÍTULO 9
A l f a b e t i s m o t e m p o r a l . El aprendizaje de la l e n g u a silenciosa 223
CAPÍTULO 1 0
Cuida el t i e m p o , regula t u m e n t e 245
más bien técnicos, tales como de qué modo los hombres y las mujeres
difieren en sus explicaciones sobre el éxito y el fracaso, qué condiciones
llevan a las personas a atribuir sus éxitos a causas externas y cómo la con-
fianza en sí mismo afecta el estilo atributivo de cada uno. Ya tienen una
idea: éstos eran temas importantes en mi propio ámbito académico,
pero no podía dejar de notar cómo se les ponían vidriosos los ojos a mis
amigos cuando describía mis investigaciones.
Mi interés por esas cuestiones técnicas cesó en forma abrupta en el
verano de 1976. Acababa de empezar mi curso como profesor de psico-
logía visitante en la Universidad Federal, en Niteroi, Brasil, una ciudad
no muy grande, al otro lado de la bahía de Río de Janeiro. Llegué ansio-
so por observar de primera mano qué características específicas de ese
ambiente extraño exigirían las mayores adaptaciones de mi parte. De
mis experiencias en viajes anteriores, anticipé dificultades en cuestiones
de idioma, privacidad y pautas de limpieza. Pero éstas resultaron ser
insignificantes comparadas con la angustia que me causó la noción del
tiempo y la puntualidad que tienen los brasileños.
Por supuesto que antes de mi llegada, ya estaba al tanto del este-
reotipo de la actitud amanhá de los brasileños (la versión portuguesa de
a mañana), según el cual queda sobreentendido que, siempre que sea
posible, todo lo de hoy se deja para mañana. Sabía que iba a tener que
bajar mi ritmo y reducir mis expectativas de logros. Sin embargo, yo era
un muchacho de Brooklyn, donde a uno le enseñan desde muy peque-
ño a darse prisa o quitarse del camino. Años atrás había aprendido a
sobrevivir en la cultura extranjera de Fresno, California, una ciudad don-
de hasta los tranquilos y relajados habitantes de Los Angeles deben
aprender a bajar la velocidad. Supuse que habituarme al ritmo de vida
del Brasil no me exigiría más que una mínima adaptación. Lo que obtu-
ve, en cambio, fue una fuerte dosis de conmoción cultural que no le
desearía ni a un pirata aéreo.
Las lecciones empezaron poco después de mi llegada. Cuando
salía de la casa camino a mi primer día de enseñanza, le pregunté la
hora a alguien. Eran las nueve y cinco de la mañana, lo que me daba
tiempo suficiente para llegar a mi clase de las diez. Supuse que ya había
transcurrido media hora y eché una mirada a un reloj que vi al pasar.
¡Marcaba las diez y veinte! En pánico, corrí hacia el aula, seguido de
amables saludos, como Aló, Professory Tudo bem, professor? de parte de
los calmados alumnos; muchos de ellos, me di cuenta después, perte-
necían a mi clase. Llegué sin aliento y me encontré con una sala vacía.
Salí del aula frenético para preguntarle la hora a un transeúnte:
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 21
mundo, los niños no hacen más que adquirir los conceptos de su socie-
dad sobre las nociones de temprano y tarde; la espera y el apuro; el pasa-
do, el presente y el porvenir. Para ellos no hay diccionarios que definan
las reglas del tiempo, como tampoco los hay para los extraños que tro-
piezan con las incongruencias enloquecedoras entre el sentido del
tiempo que traen consigo y el que encuentran en el país extranjero.
El Brasil me permitió ver con toda claridad que el tiempo me esta-
ba hablando, pero entender lo que decía no era muy sencillo. Después
de varios meses de metidas de pata referidas a lo temporal, diseñé mis
primeros experimentos sistemáticos sobre el tiempo en el intento de
comprender las creencias y las reglas de los brasileños acerca de la pun-
Edward T. Hall, The Silent Language, Garden City, Nueva York, Doubleday, 1959. [El lenguaje
silencioso, Madrid, Alianza, 1989.]
24 ROBERT LEVINE
La psicología de lugar
2
A. L. Strauss, Images of the American City, New Brunswick, N. J., Transaction Books, 1976.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 25
propias culturas y subculturas, cada uno con sus huellas digitales tem-
porales únicas.
Me he dedicado a seguir esas huellas digitales a través de estudios
sobre la noción del tiempo de localidades geográficas. Mi meta ha sido
la de estudiar en forma sistemática de qué modo se diferencian los luga-
res con respecto a su ritmo de vida y hasta dónde se extienden esas dife-
rencias. El intento de clasificar la psicología social de los lugares es,
intrínsecamente, una tarea desordenada. Creo que mi obligación es la
de atenuar el ruido tanto como sea posible. El objetivo no es descubrir
diferencias invariables entre los lugares, sino describir todas las diferen-
cias existentes de la manera más minuciosa posible. En cierto sentido,
estos estudios son pruebas objetivas y empíricas de la materia prima de
los estereotipos populares.
Para el investigador empírico, la enormidad y el carácter difuso de
la noción del ritmo de vida pueden llegar a ser problemáticos; a menu-
do conducen a caminos desalentadores y oscuros. El tema dispara cade-
nas de asociaciones y tangentes acerca de tantos aspectos del tiempo
- p o r ejemplo, el tiempo de la física, la biología, la salud, la cultura, las
relaciones personales, la música, el arte-, que a veces crea una asocia-
ción libre y masiva sobre la experiencia misma. La indagación sobre la
experiencia del tiempo es un poco como la pregunta: "¿Qué es el arte?".
Ambos indagan de una forma tan profunda y amplia sobre la experien-
cia personal que suelen derivar en preguntas como éstas: "¿Cómo debo
vivir mi vida?"; o su correlato: "¿Cuál es el sentido de la vida?". Estos son
temas interesantes, sin duda alguna, pero un poco difíciles de manejar
para un investigador que intenta llegar a la precisión metodológica.
Las generalizaciones sobre las características de lugares entrañan
peligros; en especial, cuando se refieren a las "personalidades" colectivas
de sus habitantes. La idea de adjudicarle un único conjunto de caracte-
rísticas a una población entera o, para el caso, a cualquier grupo impli-
ca un pensamiento poco riguroso. El hecho es que los individuos en
cualquier medio difieren mucho entre sí. Imponerles etiquetas globales
a las personas de una ciudad o un país en particular es caer en la este-
reotipia excesiva; y como tal es maliciosa en potencia.
No obstante, aunque pudiera ser poco riguroso generalizar dema-
siado con respecto a la gente de un lugar, sería ingenuo, por otra parte,
negar la existencia de diferencias significativas y totales entre lugares
y culturas. Por supuesto, muchos italianos se parecen más al estereoti-
po del suizo consciente de la hora que a Marcello Mastroiani (sólo pre-
gúntenles a los milaneses); algunos brasileños viven más apurados que
26 ROBERT LEVINE
3
Revista Time, 11 de marzo de 1985.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 27
4
Para un buen ejemplo de esto, véase R. Keyes, Timelock, Nueva York, HarperCollins, 1991
28 ROBERT LEVINE
5
"Itchy feet and pencils: A s y m p o s i u m " , The New York Times Book Review, 3, 18 de agosto de
1991, p. 23.
P R I M E R A PARTE
El tiempo social:
El latido de la cultura
CAPÍTULO 1
Tempo.
La velocidad de la vida
El t e m p o en el mundo
dos dificultades más grandes con las que se enfrentaron los voluntarios
se referían al tiempo social: "el ritmo general de vida", seguido por uno
de sus componentes más significativos, "la puntualidad de la mayoría de
las personas". 1
Neil Alunan era uno de esos voluntarios del Cuerpo de Paz deso-
rientados con relación al tiempo. Alunan, que hoy en día es psicólogo
clínico en la ciudad de Nueva York, pasó un tiempo como consultor agrí-
cola en un pueblo en el sur de la India. "Cuando llegamos a la India
-recuerda- solía ir a la oficina local de horticultura a buscar semillas y
cosas por el estilo. Me dirigía a la oficina del jefe a pedirle lo que que-
ría, pero me encontraba con seis u ocho personas sentadas alrededor de
su escritorio; al parecer, cada una tenía algún asunto que tratar. Le
explicaba el propósito de mi visita con impaciencia: 'Buenos días, señor
Khan, ¿podría darme algunas semillas de tomate, por favor?'. 'Buenos
días, voluntario sahib, ¿no quisiera compartir con nosotros una taza de
té?'. No me quedaba más remedio que sentarme y esperar hasta que
algún empleado saliera a buscar el té. Luego el señor Khan me pregun-
taba cómo estaba mi mujer, etc., y después toda esa gente reunida me
hacía cientos de preguntas sobre mi vida, los Estados Unidos, etc., etc.,
etc. Me resultaba difícil saber cómo volver a pedir las semillas de tomate
sin parecer grosero. Al final, después de una o dos horas, decidía correr
el riesgo de ser grosero. Conseguía mis semillas y me iba, mientras nota-
ba que ninguna de las personas sentadas alrededor del escritorio había
conseguido que atendieran sus asuntos". 2
1
J . P. Spradley y M. Phillips, "Culture and stress: A quantitative analysis", American Anthropolo-
gist 74, 1972, pp. 518-529.
2
Comunicado personal, 16 de enero de 1996.
34 ROBERT LEVINE
¿Qué características de los lugares y las culturas los hacen más rápi-
dos o más lentos? Para responder a esta pregunta, mi propio grupo de
investigación acaba de completar una serie de estudios de comparación
del ritmo de vida en treinta y un países diferentes en todo el mundo. Los
resultados de esos experimentos, junto con los descubrimientos de inves-
tigaciones llevadas a cabo por otros científicos sociales, establecen varios
factores decisivos para la definición de las normas del tempo.
Permítanme hacer una breve descripción sobre cómo fueron lleva-
dos a cabo mis experimentos (a los que retornaré en detalle en un capí-
tulo posterior). En cada país, fuimos a una o más de las ciudades más
36 ROBERT LEVINE
importantes a fin de medir tres indicadores del tempo de vida. (Para sim-
plificar: nos referimos aquí a Hong Kong como un país pese a su estatuto
colonial.) Primero, a lo largo de una distancia de 18,29 metros, medimos
4
3
En la mayoría de los países, recolectamos información de la ciudad más importante de una ciu-
dad similar: Amsterdam (Países Bajos), Atenas (Grecia), Budapest (Hungría), Dublín (Irlanda),
Frankfurt (Alemania), Guanzhou (China), Hong Kong (Hong Kong).
4
Yakarta (Indonesia), Londres (Inglaterra), Ciudad de México (México), Nairobi (Kenya), Ciudad de
Nueva York (Estados Unidos), París (Francia), Río de Janeiro (Brasil), Roma (Italia), San José (Cos-
ta Rica), San Salvador (El Salvador), Seúl (Corea del Sur), Singapur (Singapur), Estocolmo (Sue-
cia), Taipei (Taiwan), Tokio (Japón), Toronto (Canadá) y Viena (Austria). Por varias razones, en
cuatro países más realizamos las observaciones en varias ciudades. En Polonia, conseguimos
información en Wroclaw, Lodz, Poznan, Lublin y Varsovia. En Suiza, hicimos los cálculos en Ber-
na y en Zúrich. En Siria y Jordania, hicimos muchas observaciones en las ciudades capitales de
Damasco y A m m á n , pero también las llevamos a cabo en poblaciones de menor importancia.
En cada uno de los casos, la información recogida en distintas ciudades se combinó con la del
país correspondiente. Los datos de todos los países fueron recogidos durante el verano y en
los meses de clima cálido, entre los años 1992 y 1995.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 37
Bienestar económico
C U A N T O M Á S S A N A E S LA E C O N O M Í A DE U N L U G A R ,
M Á S RÁPIDO ES S U T E M P O
5
I. Hoch, "City size effects, trends and policies", Science 193, 1976, pp. 856-863, 857. Para más
información sobre hipótesis económicas, véase M. H. Bomstein, "The pace of life: Revisited",
International Journal of Psychology 14, 1979, pp. 83-90.
38 ROBERT LEVINE
6
Las estadísticas se basan en datos recientes disponibles en el Banco Mundial [World Bank].
World Bank, The World Bank Atlas: 1995, Washington, D.C., World Bank, 1994.
* En inglés, CPT, "colored people's t i m e " , o sea, "tiempo de la gente de color". [T.J
7
J . Henry, "White people's time-colored people's t i m e " , Trans-Action 2, marzo-abril de 1965, pp.
31-34.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 39
El grado de industrialización
C U A N T O M Á S D E S A R R O L L A D O E S U N P A Í S , M E N O S T I E M P O LIBRE Q U E D A POR D Í A
8
Ibid., p. 24.
9
J. Horton, "Time and cool people", en T. Kochman (ed.), Rappin and Stylin' Out, Urbana, III, Uni-
versity of Illinois Press, 1972, pp. 19-31.
40 ROBERT LEVINE
a s . Hunt, " W h y tribal peoples and peasants of the Middle Ages had more free time than w e d o " ,
Maine Times, 25 de mayo de 1984, p. 40.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 41
11
A. Johnson, "In search of the affluent society". Human Nature, septiembre de 1978, pp. 50-59.
42 ROBERT LEVINE
seis horas por día. En las islas Sandwich, los hombres sólo trabajan
cuatro horas por día. 12
del reloj con relación a esta anécdota es el hecho de que mucha gente
alrededor del mundo no vea el lado humorístico del relato de Hall; la
mayoría se muestra muy comprensiva e indulgente con respecto al
malentendido en la comunicación.
No obstante, sería una generalización demasiado flagrante concluir
que la industrialización y el tempo son una misma cosa. A veces los tem-
pos de las culturas del tercer mundo pueden ser diferentes en extremo,
incluso entre vecinos similares en apariencia. El antropólogo Paul Bohan-
nan, por ejemplo, ha estudiado estilos de saludos tribales. En un estudio, 14
comparó a los tiv de Nigeria con sus vecinos, los hausa. Descubrió que los
tiv son personas apuradas. Pierden poco tiempo en rituales superficiales,
tales como los saludos. Tratan de deshacerse de los saludos lo antes posi-
ble para dedicarse al asunto en cuestión. Al lado de estos Tipos A del ter-
cer mundo viven los hausas, sus vecinos, a quienes no se les ocurriría
reducir la merecida duración de los saludos. Bohannan cuenta que una
12
J. B. Schor, The Overworked American, Nueva York, Basic Books, 1991, p. 10.
13
E. T. Hall, op. cit.
14
P. Bohannan, "Time, rhythm, and pace", Science80,1980, pp. 1, 18-20.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 43
Cantidad de habitantes
LAS CIUDADES M Á S GRANDES TIENEN T E M P O S M Á S RÁPIDOS
15
S. Niles, mensaje de correo electrónico en Intercultural Network, 19 de mayo de 1995.
16
Comunicado personal, 21 de noviembre de 1993.
44 ROBERT LEVINE
17
Como nuestro estudio de 31 países se basó más que nada en los datos de la ciudad más impor-
tante de cada país, no hice una evaluación profunda de las hipótesis sobre la magnitud de la
población.
18
H. F. Wright, "The city-town project: A study of children ¡n communities differing in size", infor-
me inédito, 1961.
19
P. R. Amato, "The effects of urbanizaron on interpersonal behavior", Journal of Cross-Cultural
Psychology 14, 1983, pp. 353-367.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 45
Clima
LOS LUGARES M Á S CALUROSOS S O N M Á S LENTOS
tro estudio de treinta y un países -los más lentos fueron México, el Bra-
sil e Indonesia- tienen climas tropicales. Son los lugares que eligen para
pasar las vacaciones de invierno las personas de los países más rápidos,
como Suiza, Irlanda y Alemania. Al analizar los treinta y un países en su
totalidad, descubrimos una marcada relación entre el clima (de acuerdo
con las temperaturas máximas promedio) de las ciudades y la lentitud
23
" M . H . Bornstein, "The pace of life: Revisited", International Journalof' Psychology ~\4,1979, pp.
83-90.
21
M. Bornstein y H. Bornstein, "The pace of life", Nature 259, 1976, pp. 557-559.
22
Se pueden encontrar pruebas de esta hipótesis en un estudio de L. A. Hoel, "Pedestrian travel
rates in central business districts", Traffic Engineer 38, 1968, pp. 10-13.
23
No se encuentran disponibles índices más sofisticados de temperatura y humedad para muchas
ciudades internacionales.
46 ROBERT LEVINE
energía. Sin duda, quien haya padecido una ola de calor sabe que las
temperaturas altas pueden llegar a agotarlo. Otros lanzan la hipótesis de
que la lentitud contiene una susceptibilidad evolutiva/económica. Sos-
tienen que la gente en lugares cálidos no necesita trabajar tanto. Requie-
ren pocas pertenencias de bajo costo: menos ropa y hogares sencillos.
¿Para qué apurarse, entonces? Y también hay personas que creen que los
climas más cálidos inducen, sencillamente, a tomarse tiempo para dis-
frutar de la vida. Sea cual fuere la explicación, sabemos que los lugares
cálidos son más proclives a tener tempos más lentos.
Valores culturales
LAS CULTURAS INDIVIDUALISTAS S O N M Á S RÁPIDAS
Q U E LAS Q U E P O N E N É N F A S I S E N EL C O L E C T I V I S M O
Los resultados sobre individualismo y colectivismo fueron cedidos por Harry Triandis.
Pierre Bourdieu, "The attitude of the Algerian peasant t o w a r d t i m e " , en J. Pitt-Rivers (ed.),
Mediterranean Countrymen, París, Mouton, 1963, pp. 55-72.
48 ROBERT LEVINE
27
M. Friedman y R. H. Rosenman, "Association of specific overt behavior patterns w i t h blood and
cardiovascular findings", Journal of the American Medical Association 240, 1959, pp. 761-763.
28
C . D. Jenkins, S. J . Zyzanski y R. H. Rosenman, Jenkins Activity Survey: Form C. Nueva York,
Psychological Corporation, 1979.
29
L. Wright, S. McCurdy y G. Rogoll, "The TUPA Scale: A self-report measure for the Type A sub-
component of t i m e urgency and perpetual activation", Psychological Assesment 4, 1992, pp.
352-356.
30
R. Keyes, op. cit.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 49
31
Para medidas más detalladas de autoevaluación del apremio del tiempo, dos buenas fuentes
son F. J . Landy, H. Restegary, J. Thayer y C. Colvin, "Time urgency: The construct and its mea-
ning", Journal of Applied Psychology 76, 1991, pp. 644-657; o M. Friedman, N. Fleischmann y
V. Price, "Diagnosis of Type A behavior pattern", en Robert Alian y Stephen Scheidt (eds.), Heart
and Mind: The Practice of Cardiac Psychology. Washington, D.C., American Psychological Asso-
ciation, 1996, pp. 179-196.
50 ROBERT LEVINE
¿Ha notado...
Para mayor información sobre la escala, véanse R. Levine y L. Conover, "The pace of life scale:
Development of a measure of individual differences in the pace of life", artículo presentado ante
la Sociedad Internacional para el Estudio del Tiempo, Normandía, Francia, julio de 1992; y J. R.
Soles, K. Eyssell, A. Norenzayan y R. Levine, "Personality correlates of the pace of life", artícu-
lo presentado en los encuentros de la Asociación de Psicología Occidental, Kona, Hawaii, abril
de 1994.
52 ROBERT LEVINE
A medida que uno crece, la gente dice que el tiempo parece transcurrir
más rápido. Cuando mi hijo cumple un año más, es el diez por ciento
de su vida, pero cuando yo cumplo un año más, es sólo el dos por cien-
to de mi vida.
34
M. Dapkus, " A thematic analysis of the experience of t i m e " , Journal of Personality and Social
Psychology 49, 1985, pp. 408-419.
CAPÍTULO 2
Duración.
El reloj psicológico
La segunda persona era el mismo Macleod. Esa misma tarde del pri-
mer día, él también ya había perdido toda noción objetiva de la dura-
ción del tiempo. Un extracto de su diario decía esto:
Las últimas apreciaciones que he hecho han sido casi al azar. Descubro que
he perdido casi todo interés por el problema de la estimación del tiempo.
Cuando llega la señal sólo hago una conjetura un tanto descabellada. 1
Informe en S. Campbell, "Circadian rhythms and human temporal experience", en E. Block (ed.).
Cognitive Models of Psychological Time, Hillsdale, N. J., Lawrence Erlbaum, 1990, pp. 101-118.
56 ROBERT LEVINE
2
R. A. Block, "Temperature and psychological t i m e " , en S. L. Macey (ed.), Encyclopedia of Time,
Nueva York, Garfield, 1994, pp. 594-595.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 57
lidad de que la gente en lugares más cálidos funcione con relojes internos
más lentos. Esto, a su vez, causaría que la velocidad de los sucesos les pare-
ciera más rápida, lo que quizás explicaría por qué sus normas temporales
reales son más lentas. Dicho de otro modo, en términos de sus propios
metrónomos internos, puede haber una pequeña o ninguna diferencia en
el tempo subjetivo que perciben las personas en climas más cálidos o más
fríos. El tempo en ambos casos parecería el adecuado.
Sin embargo, como veremos enseguida, la experiencia de duración
tiene muchas permutaciones. La medición de la velocidad externa de los
sucesos es, por lo general, un ejercicio objetivo y directo. Pero la percepción
de la duración - e l denominador de la ecuación del tempo- pertenece al
campo de la experiencia subjetiva. El reloj psicológico, o la velocidad con
que se percibe el transcurso del tiempo, sufre distorsiones debido a una
serie de factores psicológicos, cada uno de los cuales puede llegar a tener
profundos efectos en la manera en que se experimenta el ritmo de vida.
3
R. Block, " M o d e l s of psychological t i m e " , en R. Block (ed.), Cognitive Models of Psychological
Time, Hillsdale, N. J., Lawrence Erlbaum, 1990, pp. 1-36.
58 ROBERT LEVINE
Skramlik pueda ser discutida, hay pocas dudas de que la gente, en reali-
dad, encuentra dificultades para calcular con exactitud la duración de
los intervalos de tiempo. Los estudios han demostrado, en forma cons-
tante, por ejemplo, que la mayoría de las personas cometen graves erro-
res de exactitud cuando se le pide que calcule intervalos de tiempo más
o menos largos. En dos experimentos típicos, los investigadores des-
cubrieron que sólo un cuarto de las personas podía medir con exacti-
tud el paso de períodos que iban de una a veinticinco horas en un +/-10%
del intervalo real. En otras palabras, al no contar con relojes, tres de
cada cuatro personas sienten que un día promedio varía en más de dos
y una hora y media en cualquier dirección. 5
4
R. B. Macleod y M. F. Roff, "An experiment ¡n temporal disorientation", Acta Psychologica 1,
1936, pp. 381-423.
5
Véase S. Campbell, op. cit, pp. 101-118.
6
J. Aschoff, " O n the perception of time during prolonged temporal isolation", Human Neurobio-
logyA, 1985, pp. 41-52.
7
S. Campbell, op. cit, pp. 101-118.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 59
das por períodos que iban de una semana a un mes calcularon por deba-
j o el paso de las horas en poco menos de 50%. Juzgaron que los perío-
dos de una hora duraban un promedio de poco más de una hora y
veintiocho minutos. 8
Aunque son sólo las seis o siete de la tarde, según mi gráfico de tiempo,
ya he empezado a bostezar. ¡Es ridículo! ¡Significa que estoy perdiendo
medio día cada veinticuatro horas! Cuando me despierto, estoy convenci-
do de que es muy temprano, que son sólo las dos o tres de la mañana. Y
cuando tengo hambre, sospecho que son las once. Y el lapso de tiempo
entre estos dos períodos [parece] muy corto... No bien termino de comer,
siento sueño, y entonces creo que deben de ser las cuatro de la tarde.
Por ejemplo, cuando llamo por teléfono a la superficie y digo qué hora
creo que es, pensando que sólo ha pasado una hora desde que me des-
perté y tomé el desayuno, bien puede ser que hayan pasado entre cua-
tro y cinco horas. Y en esto hay algo muy difícil de explicar: lo más
importante, creo, es la noción de tiempo que tengo cuando hago la lla-
mada por teléfono. Si hubiera llamado una hora antes, habría dicho la
misma hora. 9
10
R . Buckhout, "Eyewitness identification and psychology ¡n the courtroom", CriminalDefense4,
1977, pp. 5-10.
" E. F. Loftus, J. W. Schooler, S. M. Boone y D. Kline, "Time w e n t by so slowly: Overestimation
of event duration by males and females", Applied Cognitive Psychology 1, 1987, pp. 3-13.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 61
po psicológico transcurre más rápido que el del reloj para los maníacos,
histéricos, psicópatas, delincuentes y esquizoparanoides, mientras que
parece transcurrir con mayor lentitud que el reloj para los melancólicos,
neuróticos depresivos, personas con reacciones de angustia y esquizofré-
nicos no paranoicos. Asimismo, la creencia popular que sostiene que el
17
12
Ibid. p. 3.
13
A . L. Schneider, W. F¡. Griffith, D. H. Sums y J. M. Burcart, Portland Forward Records Checkof
Crime Victims, Washington, D.C., U.S. Department of Justice, 1978.
,4
T . L. Veach y J. C. Touhey, "Personality correlates of accurate time perception", Perceptualand
Motor Skills 33, 1971, pp. 765-766.
,5
R. M. Gardner, S. J. Brake y V. E. Salaz, "Reproduction and discrimination of time in obese sub-
jects", Personality and Social Psychology Bulletin 10", 1984, pp. 554-563.
16
J. M. A n d r e w y M. R. Bentley, "The quick minute: Delinquents, drugs, and t i m e " , OriginalJus-
2
tice & Behavior3 ( ), 1976, pp. 179-186.
17
Muchos de estos descubrimientos se encuentran resumidos en J . E. Orme, Time, Experíence
and Behavior, Londres, lliffe Books, 1969.
62 ROBERT LEVINE
tiempo pasa más rápido a medida que envejecemos cuenta ya con algunas
pruebas empíricas; a la gente mayor quizá le interese saber que incluso los
estudiantes universitarios afirman que esto es cierto. 18
Alargando el tiempo
' W . Friedman, About Time: Inventing the Fourth Dimensión, Cambridge, Massachusetts, MIT
Press, 1990.
1
D . T. Suzuki, Zen and Japanese Culture, Nueva York, Pantheon Books, 1959. [El zen y la cultura
japonesa, Barcelona, Paidós, 1996.]
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 63
M. Murphy y R. White, The Psychic Side of Sports, 46, Reading, Mass., Addison-Wesley, 1978.
Ibid, 45.
64 ROBERT LEVINE
22
P. G. Zimbardo, G. Marshall y C. Maslach, "Liberating behavoir from time-bound control: expan-
ding the present through hypnosis", Journal of Applied Social Psychology 1, 1971, pp. 305-323.
2 3
L . F. C o o p e r y M. H. Erickson, Time Distortion in Hypnosis, Baltimore, Williams and Wilkins,
1959.
una g e o g r a f í a d e l tiempo 65
24
A. Huxley, Island, Nueva York, Harper and Row, 1962. [La isla, Barcelona, Edhasa, 1996.]
25
Existen muchos estudios psicológicos sobre las diferencias individuales del "nivel de excitación
ó p t i m o " . Véase, por ejemplo, A. Mehrabian y J. Russell, An Approach to Environmental Psycho-
logy, Cambridge, Mass., MIT Press, 1974.
66 ROBERT LEVINE
velocidad mental del paciente deprimido lleva por sí misma a una espiral
hacia abajo. La disminución impide la acción eficaz, lo que causa deses-
peranza con respecto al futuro, lo que puede ocasionar que la persona se
dé por vencida, todo lo cual conduce a una mayor disminución de la velo-
cidad mental del paciente. En el peor de los casos, la creencia en que no
hay futuro y que el dolor del presente es eterno puede llevar al suicidio. El
psiquiatra Frederick Melges sostiene que esa conexión laxa con el futuro
es lo que hace que el tiempo de la depresión transcurra con tanta lentitud.
Plantea que lo fundamental en el tratamiento de la desesperanza de la
depresión es "descongelar el futuro". La angustia temporal es común
también en los esquizofrénicos. En el caso de un esquizofrénico grave pre-
sentado por Melges, el dolor del paciente se expresaba en la frase: "El
tiempo se ha detenido; no hay tiempo... El pasado y el futuro se han hun-
dido en el presente, y no puedo diferenciarlos". La lentitud del paso del
27
F. T. Melges, Time and the Inner Future, Nueva York, John Wiley, 1982, p. 177.
Ibid., p. xix.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 67
V L A D I M I R : E S O hizo p a s a r el t i e m p o .
ESTRAGÓN: Hubiera pasado d e todos modos.
VLADIMIR: S Í , p e r o n o tan rápido.
SAMUEL BECKETT, Esperando a Godot
Lo agradable
J. J. Hartón, " A n investigaron of the influence of success and failure on the estimation of t i m e "
Journal of General Psychology 2 1 , 1939, pp. 51-62.
68 ROBERT LEVINE
a
R. Ornstein, The Psychology of Consciousness (2 ed.), Nueva York, Harcourt, Brace, Jovano-
vich, 1977.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 69
Grado de urgencia
30
R . D. Meade, "Time on their hands", Personnel Journal39. 1960, pp. 130-132.
31 S
Informe en R. Cialdini, Influence: Science and Practice (3 ed.), Nueva York, HarperCollins, 1993,
p. 197.
70 ROBERT LEVINE
32
E . T . Hall, op. cit, pp. 152-153.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 71
La cantidad de actividad
el paso del tiempo es más lento para las personas que sólo deben encar-
garse de esperar a que hierva el agua. En otros términos, cuando el
34
vado a personas que van a la casa de sus amigos sólo para sentarse y
quedarse calladas. En esas visitas, todos parecen experimentar una per-
fecta comodidad (excepto yo, por supuesto). A veces el silencio se alar-
33
W. Friedman, op. cit.
34
D. Cahoon y E. M. Edmonds, "The watched pot still w o n ' t boil: Expectancy as a variable in esti-
mating the passage of t i m e " , Bulletin of the Psychonomic Society 16, 1980, pp. 115-116.
3 5
M . A. Weaver, "Brunei", The NewYorker, 7 de octubre de 1991, p. 64.
72 ROBERT LEVINE
Algo siempre pasa después: he ido absorbiendo ese principio con lentitud.
No se acaba el mundo, como tampoco los seres humanos, los que son en
general una fuente de ayuda y no de amenaza. 37
E. Hoffman, Exit into History: A Journey through the New Eastern Europe. Nueva York, Penguin,
1993, p. 78.
Ibid. p. 282.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 73
K. Ueda, "Sixteen ways to avoid saying 'no' in J a p a n " , en J . Condón y M. Saito, Intercultural
Encounters with Japan, Tokio, The Simul Press, 1974.
Mensaje de correo electrónico, 29 de abril-2 de mayo de 1995, y 7 de septiembre de 1995.
74 ROBERT LEVINE
que damos prisa para hablar. Siempre tenemos tiempo de pensar antes
de hablar... contamos con un momento de silencio que nos ayuda a pro-
cesar la información... Además, siempre alguien toma en cuenta al gru-
po, de modo que nadie se quede fuera de la conversación. Aquí eso no
pasa. Mis amigos estadounidenses me dicen que debo ser más afirmati-
va". Un amigo japonés una vez me dijo sin rodeos: "Para los occiden-
40
Variedad
40
Ibid.
" H. Callis, China: Confucian and Communist, 37, Nueva York, Henry Holt, 1959.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 75
bufé que hay que probar en su totalidad, por pequeñas que sean las por-
ciones. Comparemos a esos consumidores con la gente tradicional de
Indonesia, cuyo entretenimiento principal consiste en ir a ver las mismas
y pocas obras de teatro y bailes, mes tras mes, año tras año. Todos los
espectadores conocen cada pequeño detalle del movimiento y cada pala-
bra del diálogo, pero se sienten muy satisfechos de volver a verlos una y
otra vez.
O pensemos (tomando el término bufé en el sentido más literal de
mesa de variedad de bocadillos) en los sherpas de Nepal cuya dieta anual,
para toda la vida, está compuesta de tres comidas diarias que incluyen
papas, té y bebidas alcohólicas para después de la cena, hechas también
a base de papa. En una oportunidad, mientras viajaba por los pueblos de
Nepal, comí una dieta diaria de panqueques de papa en el desayuno,
42
R. Keyes, op. cit.
76 ROBERT LEVINE
Tareas atemporales
43
J. Levy, "Psychological implication of bilateral asymmetry", en S. J . Dimond y J . G. Beaumont,
Hemisphere Function ofthe Human Brain, Nueva York, John Wiley & Sons, 1974.
Los descubrimientos de Roger Sperry y sus colegas se basan en el estudio de los llamados
pacientes con cerebro dividido. Esos individuos sufrieron daño cerebral o bien, durante una inter-
vención quirúrgica, padecieron cortes del corpus callosum (el grueso cable nervioso que permi-
te la comunicación de los dos hemisferios del cerebro, lo que es característico de la conciencia
"normal"). Los investigadores descubrieron que sin un corpus callosum intacto, los dos hemis-
ferios del cerebro pueden trabajar en forma independiente. Sperry y sus sucesores lograron des-
cubrir, por medio de pruebas para cada hemisferio en los pacientes con cerebro dividido, las
operaciones propias de cada hemisferio. Sin embargo, en las personas normales el corpus callo-
sum hace que los dos hemisferios se comuniquen, por lo que ambos operan juntos en casi
todas las tareas. En otras palabras, si bien es adecuado utilizar los términos hemisferio izquier-
do y derecho al hablar de los modos de pensar de la gente normal, no hay bases científicas para
tomar al pie de la letra las expresiones de moda, propias de la psicología popular, de pensa-
miento del hemisferio derecho y pensamiento del hemisferio izquierdo, como si una mitad del
cerebro se encendiera cuando la otra se apaga, según las circunstancias. Para más información
sobre el tema, véase el capítulo de Howard Gardner, "What W e Know (and Do Not Know) About
the Two Halves of the Brain", en su libro Art, Mindand Brain, 1982. [Arte, mente y cerebro, Bar-
celona, Paidós, 1996.]
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 77
" B . Edwards, Drawing on the Right Side ofthe Brain, Los Ángeles, Houghton-Mifflin, 1979.
45
M. Csikszentmihalyi, Flow: The Psychology of Óptima! Experience, Nueva York, Harper & Row,
1990.
78 ROBERT LEVINE
46
Las dos citas son de D. Myers, The Pursuit of Happiness, Nueva York, Avon, 1992, p. 133.
47
M. Csikszentmihalyi, "The flow experience and its significance for human psychology", en M .
Csikszentmihalyi e I. Csikszentmihalyi, Optimal Experience: Psychological Studies of Flow in
Consciousness. Cambridge, Cambridge University Press, 1988.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 79
Irregularidades en el tiempo
48
M. Csikszentmihalyi, op. cit, p. 8 1 .
80 ROBERT LEVINE
49
F. Capra, The Tao ofPhysics, Boulder, Coló., Shambhala, 1975. [El Tao de la física, Málaga, Sirio,
2003.]
50
R. Rucker, The Fourth Dimensión: A Guided Tour of the Higher Universes, Boston, Houghton
Mifflin, 1984.
* Juego de palabras intraducibie: Time flies like an arrow. Flies es la tercera persona del presen-
te singular del verbo fly, "volar"; pero flies también significa " m o s c a s " (plural de fly, " m o s c a " ) .
IT.]
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 81
* Juego de palabras intraducibie: Time flies like an arrow; fruit flies like a banana. Ahora bien, fruit
flies puede entenderse en dos sentidos: "la fruta vuela" o "moscas de la f r u t a " . También el
término like puede significar dos cosas: " c o m o " , adverbio de modo, o "les gusta", tercera per-
sona del presente plural del verbo to like, "gustar". Así, la frase puede leerse en castellano de
las siguientes maneras: "El tiempo vuela como una flecha; la fruta vuela como una banana" o
"...a las moscas de las frutas les gusta la banana". IT.]
51
S. Pinker, The Language Instinct, Nueva York, William Morrow, 1994, p. 209 [El instinto del len-
guaje, Madrid, Alianza, 1995]; citado en un mensaje de correo electrónico de Mark Aultman en
ISSTL@PSUVM.PSU.EDU, 26 de febrero de 1996.
CAPÍTULO 3
... y así va. Así va. Así va. Y así va, va, va, tictac, tictac, tictac,
y un buen día ya no nos servimos del tiempo, sino que nos
ponemos al servicio del tiempo, y nos convertimos en sus
esclavos transitorios, confinados a una vida basada en res-
tricciones, porque el sistema no habrá de funcionar si no
observamos un horario estricto...
El Hombre del Tictac: de más de un metro ochenta de
altura, silencioso a menudo, un hombre de ronroneo
suave cuando todo anda a favor del tiempo. El Hombre
del Tictac.
Aun en los ámbitos de las más altas jerarquías, donde se
generó el miedo, raras veces experimentado, se lo llamaba
el Hombre del Tictac. Pero nadie se lo dice en su cara.
No llamas a un hombre con un apelativo odiado, y menos
cuando ese hombre, detrás del rostro, es capaz de anular
los minutos, las horas, los días y las noches, los años de tu
vida. En su cara, le decían el Señor Marcador de Tiempo.
Era más seguro de ese modo.
HARLAN ELLISON, "Arrepiéntete, Arlequín"
No hay símbolo más gráfico del paso rápido de la vida que las agujas
móviles del reloj. Las imágenes del comediante del cine mudo Harold
Lloyd, que cuelga durante veinte minutos de un reloj a ocho pisos de
una calle urbana llena de gente apurada, o de los relojes de Salvador
Dalí, que se derriten en un desierto surrealista, suministran impresiones
imborrables y duraderas del tiempo como el gran dictador.
También en la literatura los relojes ocupan el centro de la escena, a
menudo en el papel de villano. Quizá la frase más famosa sobre el paso
de la vida -la frase de Thoreau: "Si un hombre no lleva el mismo ritmo
que sus compañeros, es porque oye otro tambor"- estaba dirigida a una
sociedad controlada por el reloj. A través de los años, varios de sus suce-
sores literarios han sido más directos y más cáusticos sobre la urgencia de
eliminar a los tambores draconianos. Más de un siglo después de Walden,
Nathaneal West en Nada Tríenos que un millón fue el vocero de muchos: "No
se equivoquen sobre mí, indios. No soy un filósofo rousseauniano. Sé que
84 ROBERT LEVINE
ustedes no pueden atrasar el reloj, pero sí hay algo que pueden hacer.
Pueden detener el reloj; pueden romper ese reloj".
Desde sus primeras apariciones, los relojes mecánicos se usaron no
sólo para marcar el comienzo y el fin de las actividades, sino también
para dictar sus planificaciones. Regulan la velocidad de la actividad y, tal
como temían críticos como Thoreau y West, el ritmo mismo de la socie-
dad. El tiempo del reloj ha revolucionado la cadencia de la vida diaria.
Exige una regularidad inflexible en el paso de los acontecimientos. A los
que pertenecen al ámbito administrativo, les puede parecer que el gol-
pe rítmico y repetitivo del reloj es lo que impulsa la producción. A los
críticos sociales, por otro lado, les suele parecer que es la base de una
amplia monotonía temporal. Sin embargo, ambas partes podrían con-
cordar en que, con frecuencia, la regularidad del reloj ha aumentado la
rapidez del ritmo de los sucesos como nunca antes; para muchos ese rit-
mo está más allá del límite de la comodidad.
Para la mayor parte de la sociedad industrializada, vivir de acuerdo
con el reloj es un hecho indiscutible. Como dijo un sociólogo: "No tener
la hora correcta en la sociedad moderna significa caer en la incompe-
tencia social". 1
La gente puede luchar para escapar del tiempo del reloj, al menos
tomarse unas vacaciones, pero al final el Hombre del Tictac sigue sien-
do invencible, al mando de la producción y el progreso. El físico Alan
Lightman capta ese destino aparentemente inevitable en su descripción
de un pueblo ficticio de Italia:
' J . D. L e w i s y A. J. Weigart, "The structures and meaning of social t i m e " . Social Forces 6 0 , 1 9 8 1 ,
pp. 432-462.
2
A. Lightman, Einstein's Dreams, Nueva York, Pantheon, 1993, pp. 150-151. [Los sueños de Eins-
tein, Barcelona, Tusquets, 1993.]
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 85
3
Existen fuentes excelentes que ofrecen una descripción completa de los relojes. Véase, por
ejemplo, D. J. Boorstin, The Discoverers, Nueva York, Random House, 1983. [Los descubrido-
res, Madrid, Crítica, 1986.]
86 ROBERT LEVINE
A cada "hora" del día o la noche dos pesas de bronce reluciente caían de
las bocas de dos halcones de bronce a copas de bronce, perforadas para
permitir que las bolas volvieran a su posición. Encima de los halcones
había una fila de puertas abiertas, una para cada "hora" del día, y encima
de cada puerta había una lámpara apagada. A cada hora del día, cuando
caían las bolas, golpeaban una campana y se cerraba la puerta de una hora
completa. Luego, al atardecer, las puertas se abrían en forma automática.
A medida que caían las bolas anunciando cada "hora" de la noche, se
encendía la lámpara de esa hora y emitía un brillo rojo, de modo que
finalmente, al amanecer, todas las lámparas quedaban iluminadas. 4
4
Ibid. p. 33.
88 ROBERT LEVINE
ran estar de acuerdo con Sigmund von Radecki, que afirmó a principios
del siglo X X que el reloj de pulsera eran "las esposas de nuestro tiempo".
El primer reloj de pulsera con esferas tal como lo conocemos (los
5
H. Kahlert, R. Muhe, G. L. Brunner, Wristwatches: History of a Century's Development, West
Chester, Pa., Schiffer Publishing, 1986, pp. 12-13.
90 ROBERT LEVINE
6
Citado en Kahlert et al., op. cit, p. 1 1 .
7
J. Greenhill, "Running late? Never in a million years", USA Today, 23 de abril de 1993, p. 1.
8
S. Hawking, A Bríef History of Time: From the Big Bang to Black Holes, Nueva York, Bantam,
1988. [Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros, Madrid, Grijalbo, 1988].
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 91
La i n d i f e r e n c i a e n la A n t i g ü e d a d a n t e el t i e m p o del reloj
9
La cita de Szalai proviene de A. Szalai, "Differential evaluation of time budgets for comparative
purpose", en R. Merritt y S. Rokkan (eds.), Comparing Nations: The Use of Quantitative Data in
Cross-National Research, New Haven, Yale University Press, 1966, pp. 239-358.
92 ROBERT LEVINE
10
M. Bloch, Feudal Society, Chicago, University of Chicago Press, 1 9 6 1 . [La sociedad feudal,
Madrid, Akal, 1987].
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 93
les coincide con una actividad agrícola particular, desde los comienzos
de la limpieza de la maleza hasta la celebración del nuevo año del arroz.
Los isleños trobriand del norte de Nueva Guinea dan inicio a su
calendario anual, que marca el comienzo de la estación de siembra, con
la llegada de un gusano, el desove del anélido marino, que hace su apari-
ción anual en el extremo sur de la cadena de islas después de la luna
llena de entre mediados de octubre y noviembre (según nuestro calenda-
rio) . Los mursi del sudoeste de Etiopía también confían en un calendario
para organizar sus actividades de agricultura. Sin embargo, reconocen
la variabilidad anual de sucesos agrícolas clave, en especial en el comien-
zo del mayor período de lluvias que causa la inundación de los ríos.
Como resultado, los mursi tratan el calendario como un asunto que
debe ser estudiado y discutido. A menudo incluyen variantes durante
las discusiones. 11
11
A. Aveni, Empires of Time, Nueva York, Basic Books, 1989.
"Citado en R. Keyes, op. cit, p. 20.
94 ROBERT LEVINE
El m o v i m i e n t o d e la estandarización
13
Mumford se encuentra citado en G. Westergren, Time: Experiences, Perspectives and Coping-
Strategies, Estocolmo, Almqvist and Wiksell, 1990, p. 8.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 95
ción que ofrecían los relojes aún estaba lejos de ser una realidad. A pesar
de que los relojes eran cada vez más numerosos y de mejor calidad, la
mayor parte de la vida seguía girando alrededor del ciclo de los aconte-
cimientos naturales. Uno de los obstáculos más formidables para el
logro de la aceptación del tiempo del reloj era que no había hora uni-
forme de un reloj a otro. Los relojes eran cada vez más confiables y ase-
quibles, pero la falta de sincronización volvía improcedente cualquier
progreso con respecto a la precisión. "Condados, provincias e incluso
pueblos vecinos usaban distintos medios para medir el tiempo", recalca
Ralph Keyes, en uno de sus escritos sobre ciencias de la conducta. "En
algunos lugares se consideraba la medianoche como la hora base; en
otros, era el mediodía, o el amanecer o el atardecer. Incluso después del
invento de los relojes mecánicos, los viajeros tenían que volver a poner
en hora sus relojes repetidas veces mientras viajaban de una localidad a
otra". En más de un sentido, el cálculo de la hora del día era tan caó-
14
Las audiencias que siguieron revelaron las múltiples fuentes para saber el
tiempo que utilizaba el pueblo, y la confusión -y oportunismo político- que
resultó de ello. Varios testigos de la localidad nombraron la "Campana de
14
R. Keyes, op. cit, p. 18.
* Traducción literal. El autor hace un juego de palabras con "keeping watch " que significa "estar de
guardia", pero "watch" también significa reloj (de bolsillo, de pulsera). Véase más adelante otra
posible traducción de la frase, que incluye "relojear" en el sentido corriente de "mirar, observar,
sin ser advertido" y en un sentido publicitario con la finalidad de vender relojes. [T.]
15
M. O'Malley, Keeping Watch: A History of American Time, Nueva York, Viking, 1990.
96 ROBERT LEVINE
16
ibid. p. 40.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 97
horas diferentes: uno con la hora de la ciudad de Buffalo, y los otros dos
con las horas de las líneas de ferrocarril que utilizaban la estación.
Los servicios meteorológicos se enfrentaban con un problema para-
lelo. "Era difícil saber cómo interpretar un pronóstico del tiempo
-informa O'Malley- si una estación en Wisconsin decía: 'Son las doce
aquí, y está lloviendo'; los que leían el pronóstico necesitaban saber si
significaba las doce de acuerdo con el sol, con la hora de Milwaukee u
otro estándar. El servicio meteorológico y la comunidad geofísica inter-
nacional insistieron mucho en la estandarización". 17
17
"The times of our uves: Conversation with Michael O'Malley", U.S. News & World Report, 22
de octubre de 1990, p. 66.
98 ROBERT LEVINE
20
lbid, p. 157.
21
Ibid, p. 161.
22
Waterbury Watch Company, Keep a Watch on Everybody, Nueva York, BAC, Bx 6, folleto de la
Waterbury Watch Co., 1887.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 101
23
O'Malley, op. cit, p. 148.
24
J. G. Cawelti, Apostles ofthe Self-Made Man, Chicago, University of Chicago Press, 1965, p. 118.
102 ROBERT LEVINE
25
J . Rifkin, Time Wars, Nueva York, Henry Holt, 1987, p. 110. [Las guerras del tiempo, Buenos
Aires, Sudamericana, 1989].
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 103
lugar del taylorismo. Luego, habría de dar lugar a los enemigos del
Hombre del Tictac.
La pelea por el T i e m p o N u e v o
Ibid., p. 111.
H. Braverman, Labor and Monopoly Capital, Nueva York, Monthly Review Press, 1974, p. 3 2 1 .
J. Rifkin, op. cit, p. 111.
104 ROBERT LEVINE
Entre 1883 y 1918, cuando el nuevo tiempo era promulgado por las
industrias privadas sin que lo establecieran las leyes federales, hubo pro-
testas por parte de las localidades. "¡Queremos mantener nuestro propio
mediodía!", reclamó el prestigioso diario Evening Transcript de Boston,
respecto de la difusión del plan de ferrocarriles. El diario CourierJournal
de Louisville se refirió a la estandarización como un "fraude monstruo-
so", una "mentira compulsiva" y una "estafa". Michael O'Malley habla de
una carta que recibió el editor de ese diario:
n
lb¡d, p. 124.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 105
x
lb¡d., p. 134.
31
Ibid. p. 136.
32
lb¡d, p. 169.
106 ROBERT LEVINE
Cuando estaba vivo, creía (al igual que ustedes) que el tiempo era real y
sólido, como yo, y quizá más que yo. Decía "la una" como si pudiera verla;
y "lunes" como si pudiera encontrarlo en un mapa... Como todo el mun-
do, vivía en una casa cimentada en segundos y minutos, fines de semana y
Años Nuevos, y nunca salí de ella hasta que morí, porque no hay otra
puerta que ésa para salir. Ahora me doy cuenta de que pude haber atra-
vesado las paredes.
^Ibid. p. 145.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 107
... un reloj del siglo XIX, de dos metros cincuenta de altura y con rostros
tallados en la madera: Franklin, Jackson, Lincoln, Cleveland, Washington,
Grant, Harrison y Victoria; el año es 1888; en un círculo alrededor del
reloj se veía un ramo de tulipanes que parecían tan plásticos que tuve que
inclinarme y tocarlos para descubrir que eran reales.
bía sus mejores obras dentro de los parámetros del tiempo natural.
Los desastres naturales también suelen llevar a "regresiones" simi-
lares en el cálculo del tiempo. En un momento, durante las devastado-
ras inundaciones que sufrió el Oeste de los Estados Unidos en el verano
de 1993, el New York Times le preguntó a un residente de Missouri cuál
había sido la noche más terrible. El residente, según informa el diario,
"recuerda todo lo sucedido en la noche que el río lo obligó a él y a su
esposa a abandonar la casa en la que habían vivido veintisiete años...
excepto una cosa: 'no puedo decirles qué día fue. Lo único que puedo
decirles es que la altura del río, cuando nos fuimos, era de seis metros'".
El título del artículo era "Miden el tiempo por metros". 36
3/1
Ibid, p. 15.
36
A. Haley, "Writer's Guide", Los Angeles Times Magazine, 16 de marzo de 1986, p. 16.
36
S. Rimer, "They measure time by feet", The Fresno Bee, 13 de julio de 1993, A 1 , A8.
108 ROBERT LEVINE
Mi m a r i d o se volvía l o c o p o r q u e r e r cumplir c o n el t i e m p o . . . Se p o n í a
furioso c u a n d o alguien llegaba t a r d e . . . actuaba c o n descortesía y el enojo
le d u r a b a u n b u e n rato. A m í n o m e gusta t e n e r q u e e s p e r a r a la g e n t e ,
p e r o n o veo qué sentido tiene h a c e r u n escándalo c u a n d o alguien llega
tarde. Pero, bueno, las mujeres actúan de modo más sensible y racional
cuando alguien hace algo malo.
J. Shaw, "Punctuality and the everyday ethics of t i m e " , Time and Society3,1994, pp. 79-97, 86-87.
Comunicado personal. Para información de su trabajo sobre el metrónomo, véase William Kir-
Stimon, "Tempo-stasis' as a factor in psychotherapy: Individual tempo and life rhythm, tempo-
ral territoriality, time planes and communication", Psychotherapy: Theory, Research and Practíce
14, 1977, pp. 245-248.
110 ROBERT LEVINE
calendario se topó con una amplia resistencia tanto dentro como fuera
de Francia. Un problema era que la semana de diez días implicaba sus-
tituir con un décimo día el día séptimo del Sabbat, por lo que los días
anuales de descanso pasarían de 52 a 36. El nuevo calendario también
anulaba más de la mitad de los feriados presentes en el antiguo sistema.
Por esas y otras razones, la nueva medida fue abandonada luego de unos
complicados trece años.
Los líderes de la Revolución Rusa intentaron realizar un golpe tem-
poral parecido. En 1929, Joseph Stalin, en un esfuerzo por abolir el año
cristiano, estableció un calendario revolucionario que debía tomar el
lugar del gregoriano. Al principio, el nuevo sistema introdujo una
semana de cinco días (cuatro días de trabajo, seguidos de un día de des-
canso), mientras que cada mes constaba de seis semanas. Luego apare-
ció un ciclo de semanas de seis días. El proyecto revolucionario fue
abandonado en 1940 cuando el país también regresó al calendario gre-
42
gonano. ¿
Jeremy Rifkin predice que guerras del tiempo como ésas irán en
aumento y dominarán la política del futuro. "Una batalla se cierne sobre
la política del tiempo -opina-. De su resultado depende el curso futuro
de la política mundial en el próximo siglo". La división tradicional del
40
R. H. Lauer, Temporal Man: The Meaning and Uses of Social Time, Nueva York, Praeger, 1981.
11
E. Zerubavel, "The French Revolution calendar: A case study ¡n the sociology of t i m e " , Ameri-
can Sociológica! Fteview 42, 1977, p. 870.
n
E. Zerubavel, Hldden Rhythms: Schedules and Calendars in Social Life, Chicago, University of
Chicago Press, 1981.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 111
Sin importar lo exactos que los relojes y los cronómetros sean, nunca pue-
den decir la verdad sobre el tiempo. Mi reloj convencional (que hoy en día
se llama un modelo "análogo") es un conjunto simbólico de números que
representa doce horas adyacentes, con manecillas que se mueven conti-
nuamente para indicar el paso del tiempo. Cuando lo miro, veo un lapso
de doce horas, y me entero de en qué parte de él me muevo. El reloj mide
el tiempo acomodando sus objetos en el espacio, algo análogo a lo que
puesto empezar. Lo primero que me vino a la mente fue que no tenía lla-
ves en el bolsillo. Después, que en lugar de una agenda, por primera vez
en mi vida, llevaba un diario. Y luego me di cuenta de que no tenía com-
promisos. No había necesidad de hacer nada, excepto llevar a cabo mis
proyectos de investigación, que eran bastante flexibles. No tenía que
estar en ningún lugar a una hora específica durante seis meses. No había
planes u horarios que interfirieran con lo que podría pasar. Podía dejar
que se presentaran las oportunidades y luego decidir cuál de ellas me
interesaba aprovechar. ¡Me sentía libre, libre, libre!
Mi alegría duró casi medio minuto. Luego, el terror: ¿qué iba a
hacer durante todo un semestre sin horarios ni planes? Miré hacia ade-
lante y vi capas y capas de nada. ¿Cómo ocuparía el tiempo? Creo que
nunca en mi vida deseé tanto tener una cita... con cualquiera para cual-
quier cosa. Era de veras penoso. Allí estaba yo, más libre y disponible de
lo que la mayor parte de la gente se atrevería siquiera a soñar. Era Mar-
Ion Brando en motocicleta, con pasaporte, un doctorado y un sueldo
seguro. Y mi repuesta fue un ataque de ansiedad.
Un poco más tarde, durante el vuelo, cuando me quedé dormido,
soñé con un pasaje de la novela Luz de agosto, de William Faulkner. Ocu-
rre cuando el personaje llamado Christmas, que está hambriento y
huyendo del sheriff, empieza a obsesionarse con el tiempo. Después bus-
qué la cita precisa:
bata y las zapatillas del hotel. El largo de la bata mostraba mucho más
muslo del necesario y las zapatillas sólo me cubrían tres dedos del pie.
De todos modos, me gustó la imagen y, después de un baño caliente y
una botella grande de cerveza Sapporo, me fui a dormir con cierto entu-
siasmo por mi futuro inmediato.
Cuando desperté a la mañana siguiente, me encontré con la vista
de techos de tejas verdes, árboles banianos y un enorme Buda recostado.
Al ver mi pequeña bata y mis pequeñas zapatillas retornaron mis espe-
ranzas. Estaba listo para permitir que los sucesos siguieran su curso.
¿Qué hacer primero? Me había encantado el baño caliente de la noche
anterior, así que decidí empezar el día con otro remojón. Después
encontré un salón de té al lado. El mozo hablaba un poco de inglés, la
comida era buena e incluso había un ejemplar del diario Herald Tribune
para hacerme compañía. Cuando terminé el desayuno, fui a explorar el
Buda recostado de mi barrio, que estaba descansando en un gran tem-
plo rodeado de un hermoso parque. Abrí un libro, estiré las piernas y
me puse a observar la vida de Tokio que pasaba a mi lado. ¿Y después?
Un amigo me había dado una lista de jardines que valía la pena visitar.
¿Por qué no? Elegí uno al azar y disfruté mucho de la visita. Esa noche
comí una excelente cena en un restaurante cerca del hotel, y terminé el
día con un baño caliente, mi bata, mis zapatillas y una Sapporo.
A la mañana siguiente, me levanté lleno de adrenalina. ¿Qué me
traería este nuevo día? ¿Cómo empezar? Primero un baño caliente, por
supuesto. Luego, al recordar la agradable mañana del día anterior, vol-
ví al salón de té a tomar el desayuno. Después de eso, no se me ocurría
nada mejor que sentarme al lado de mi Buda local. Esa tarde fui a otro
jardín. A la noche, volví al mismo restaurante y por supuesto tomé un
baño caliente y bebí tranquilo mi Sapporo antes de irme a dormir. Otro
día encantador.
El tercer día fue algo como baño caliente/desayuno en el salón de
té/Buda/jardines/cena/baño caliente/Sapporo. El día siguiente, lo
mismo. Y el siguiente. Y el siguiente.
Al recordar la primera semana, veo que podrían haber puesto el
reloj en hora siguiendo mis actividades. ¿Qué hora es?, usted pregunta.
"Está leyendo su libro en el parque, así que deben de ser las diez de la
mañana". "Ahora está saliendo del baño, de modo que tiene que ser un
poco después de las ocho". Sin querer, había creado la estructura que
tanto había anhelado durante el vuelo. Irónicamente, una de las razones
por las que había elegido una carrera en la enseñanza académica era, en
primer lugar, porque ésta, más que ninguna otra profesión, me permitía
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 117
S u m e r g i r s e en el t i e m p o de los a c o n t e c i m i e n t o s
Mi conducta, ahora me doy cuenta, fue una lucha entre las fuerzas
del tiempo del reloj, por un lado, y el tiempo de los acontecimientos,
por el otro. Según el tiempo del reloj, la hora en el reloj gobierna el
comienzo y el fin de las actividades. Cuando predomina el tiempo de los
acontecimientos, las actividades determinan el horario. Los aconteci-
mientos comienzan y terminan cuando, por mutuo consenso, los parti-
cipantes "sienten" que la hora es la adecuada. La diferencia entre el
tiempo del reloj y el del acontecimiento es grande. En su libro Temporal
Man [Hombre temporal], el sociólogo Robert Lauer llevó a cabo una
exhaustiva revisión de la literatura relacionada con el significado del
tiempo a través de la historia. Descubrió que la diferencia más impor-
tante se daba entre los pueblos que se rigen por el reloj y los que miden
el tiempo por los acontecimientos sociales. 1
1
R. H. Lauer, op. cit.
118 ROBERT LEVINE
TGC significaba tan sólo que llegar tarde a todo era la norma y contrasta-
ba con la reverencia angloeuropea por la puntualidad y la exactitud. Sin
embargo, durante el año que viví en Trinidad, llegué a comprender que
sus habitantes ejercían un control personal sobre el tiempo. Más o menos
iban y venían como querían o sentían. "Hoy no tenía ganas de ir a traba-
jar" era el modo normal de expresar esa preferencia. El tiempo se medía
más por el comportamiento que por el reloj. Las cosas empezaban cuan-
do llegaba la gente y terminaban cuando se iban todos, no cuando el reloj
marcaba las 8.00 o la 1.00. 2
2
J. Jones, " A n exploration of temporality ¡n human behavior", en R. Schank y E. Langer (eds.),
Beliefs, Reasoning and Decision-Making: Psycho-Logic in Honor of Bob Abelson, Hillsdale, N. J.,
Lawrence Erlbaum, 1993.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 119
día. Las personas que se criaron en las zonas rurales y que no han teni-
do mucha educación formal podrían hacer una cita para una hora tem-
prana, diciendo, 'bueno, te veré mañana por la mañana cuando las vacas
salgan a pastar"'. Si quieren reunirse a mitad del día, "acuerdan la cita
para el momento en que 'las vacas van a beber al arroyo', que es el lugar
donde las arrean al mediodía". Con el fin de evitar que las terneras
beban demasiada agua, explica Niyonzima, los granjeros suelen perma-
necer con ellas dos o tres horas en lugares resguardados, mientras las
vacas siguen bebiendo en el arroyo. "Luego, por la tarde, digamos alre-
dedor de las tres, llega el momento de que las terneras vuelvan a pastar
al campo. De modo que si queremos hacer una cita cerca del atardecer,
podríamos decir 'te veré cuando salgan las terneras'".
Ser más preciso -decir, por ejemplo, "te veré en la última parte del
tiempo en que las vacas salen a beber"-, dice Niyonzima, sería "dema-
siado. Si estás de acuerdo en venir a verme cuando las vacas salen a
beber, entonces, será más o menos al mediodía. No importa si es una
hora antes o una hora después. Sabes que has hecho una cita y que allí
voy a estar". La precisión es problemática y en realidad innecesaria, por-
que es casi imposible saber con exactitud, en primer lugar, a qué hora
las personas van a sacar a las vacas. "Podría decidir llevarlas al río una
hora más tarde porque, o bien las saqué del pastoreo una hora después,
o bien me pareció que no habían comido lo suficiente porque el lugar
donde estaban pastando no tenía mucho pasto".
En Burundi, las personas también utilizan imágenes tangibles
para marcar las horas nocturnas. "Nos referimos a una noche muy
oscura como 'la noche ¿quién eres?' -explica Niyonzima-. Esto signi-
fica que estaba tan oscuro que no podías reconocer a nadie antes de
oírle la voz. Sabes que hay alguien, pero no puedes verlo porque está
demasiado oscuro, así que le dices '¿quién eres?' a modo de saludo.
Entonces, quien sea habla, le oyes la voz y ya sabes quién es. La hora
'¿quién eres?' es una manera de describir el anochecer. Podríamos
referirnos a un hecho determinado diciendo que ocurrió durante 'la
noche ¿quién eres?'".
Tratar de precisar las citas nocturnas, afirma Niyonzima, "puede
llegar a ser muy difícil. '¿Quién eres?' sólo se refiere a una condición
física de la oscuridad. De ningún modo la persona diría una hora
como las ocho o las nueve de la noche. Si alguien quisiera nombrar
una hora de la noche en particular, podría hacer referencia a las eta-
pas del sueño. Podría decir, por ejemplo, que algo ocurrió cuando
'nadie estaba despierto', o, si quiere ser un poco más específico, en el
120 ROBERT LEVINE
momento 'en que las personas empezaban el primer período del sue-
ño'. La noche avanzada podría llamarse 'casi la luz de la mañana', o
cuando 'canta el gallo', o, para ser muy específico, 'cuando canta el
gallo por primera vez', o por segunda vez, etcétera. Y entonces ya esta-
mos listos para las vacas otra vez".
¿El t i e m p o es dinero?
3
S. Schachter y L. Gross, "Manipulated time and eating behavior", Journal of Personality and
Social Psychology 10, 1968, pp. 93-106.
122 ROBERT LEVINE
4
J. Castañeda, "Ferocious differences", The Atlantic Monthly, julio de 1995, pp. 68-76, 73, 74.
5
P. Bock, "Social structure and language structure", Southwestern Journal of Anthropology 20,
1964, pp. 393-403.
124 ROBERT LEVINE
6
R. H. Lauer, op. cit.
1
R Sorokin, Sociocultural Causality, Space, Time, Nueva York, Russel and Russel,1964.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 125
entorno. Cuando quieren saber cuál es la época del año, los andamane-
ses se limitan a oler los aromas que rodean su casa. 8
8
J . Rifkin, "Time wars: A n e w dimensión shaping our f u t u r e " , Utne Reader, septiembre-octubre
de 1987, pp. 46-57.
9
E. P. Thompson, "Time, work-discipline, and industrial capitalism", Past and Present 38, 1967,
pp. 56-97.
10 3
D. Raybeck, "The coconut-shell dock: Time and cultural identity". Time and Society 1 ( ), 1992,
pp. 323-340.
" E. R. Leach, Rethinking Anthropology, Londres, The Athlone Press, 1961.
126 ROBERT LEVINE
do hablan de las estaciones, por ejemplo, "los hopi no pueden decir que
hace calor en verano, porque verano es la cualidad del calor, así como
la manzana tiene la cualidad de rojo -relata Hall-. ¡El verano y el calor
son lo mismo! El verano es una condición: calor". A los kachin y a los hopi
les resulta muy difícil concebir el tiempo como una cantidad. Por cierto,
no se equipara con el dinero ni con el reloj. El tiempo sólo existe en el
eterno presente.
Muchas culturas árabes del Mediterráneo definen sólo tres series
o clases de tiempo: ningún tiempo, ahora (cuya duración varía) y para
siempre (demasiado largo). Como resultado, los comerciantes esta-
dounidenses se han tropezado a menudo con frustrantes fracasos de
comunicación al intentar que los árabes distingan entre diferentes
períodos de espera... entre, digamos, un tiempo largo y un tiempo
muy l a r g o . 12
12
E. Hall, The Dance of Life. Garden City, N. Y., Doubleday, 1983.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 127
13
González también ha hecho muchas investigaciones sobre el t e m a del tiempo. Véase A. Gon-
zález y P. Zimbardo, "Time ¡n perspective", Psychology Today, marzo de 1985, pp. 20-26.
128 ROBERT LEVINE
Las culturas que se guían por el tiempo del reloj tienden a ser
menos flexibles en la planificación de sus actividades. Se parecen más a
lo que el antropólogo Edward Hall llama programadores M-tiempo o
monocrónicos: son personas que se concentran en una sola actividad
por vez. En cambio, los pueblos que se guían por el tiempo de los acon-
tecimientos, prefieren la programación P-tiempo o policrónica, o sea,
hacer varias cosas a la vez. Las personas M-tiempo optan por trabajar
14
14
E. Hall, op. cit.
15
A. Bluedorn, C. Kaufman y P. Lañe, " H o w many things do you like to do at once? An ¡ntroduction
to monochronic and polychronic t i m e " , Academy of Management ExecutiveQ, 1992, pp. 17-26.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 129
M á s guerras de t i e m p o
16
UPI, "Ships w i t h 1,800 Marines off Lebanon", The Fresno Bee, 23 de junio de 1985, A1
CAPÍTULO 5
Tiempo y poder.
Las reglas del juego de la espera
Q u é r a r o q u e es q u e las p e r s o n a s q u e te están e s p e r a n d o
se d e s t a q u e n c o n m u c h a m e n o s nitidez q u e la q u e tú estás
esperando.
JEAN GlRAUDOUX, No habrá guerra de Troya, a c t o I
1
E. Osuna, " T h e psychological cost of w a i t i n g " , Journal of Mathematical Psychology 29, 1985,
pp. 82-105.
134 ROBERT LEVINE
2
B. Gwertzman, "Soviet shoppers spendyears in line", New York Times, 13 de mayo de 1969, p. 13.
3
C. Dressler, " M i n u t e here, an hour there: They add u p " , The Fresno Bee, 21 de junio de 1988,
A1.
4
Sin duda, la mejor fuente de información sobre este tema es B. Schwartz, Queuing and Waiting,
Chicago, University of Chicago Press, 1975. El presente capítulo se basa, en su mayor parte,
en el trabajo pionero de Schwartz.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 135
5
Citado en N. Gibbs, " H o w America has run out of t i m e " , Time, 24 de abril de 1989, pp. 58-67.
6
J. Robinson, "Your money or your t i m e " , American Demographics, noviembre de 1991, pp. 22-25.
136 ROBERT LEVINE
7
Ved Mehta, "Carta de Nueva Delhi", The New Yorker, 19 de enero de 1987, pp. 52-69.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 139
Hubo una época en que el tiempo era dinero. Ambos podían despilfarrar-
se o utilizarse con provecho, pero al final el premio mayor era el oro. Sin
embargo, como pasa con cualquier mercancía, el valor depende de la esca-
sez. Y éstos son días de gran escasez de tiempo... Si todo sigue así, el tiem-
po podría llegar a ser en los años noventa lo que el dinero fue en los
ochenta. De hecho, a los yuppies inexpertos de Wall Street, con sus abultadas
ganancias y poca libertad, lo que más les cuesta comprar es el tiempo libre.
Louis Harris, cuyas encuestas muestran una reducción del 37% del
tiempo libre de los estadounidenses en los últimos veinte años, afirma
que "el tiempo libre bien puede haberse convertido en la mercancía más
valiosa del país". 8
A medida que sube el precio del tiempo, las reglas que rigen su dis-
tribución se vuelven más significativas. El juego de la espera se convier-
te en un asunto de alto riesgo.
Haz que rían, haz que lloren, pero sobre todo, haz que
esperen.
BILL SMETHURST, productor de telenovelas
8
ibid. p. 58.
140 ROBERT LEVINE
Así pues, la espera tiene su origen en los recursos limitados, pero las
leyes de la economía son sólo el principio. El modo en que se distribu-
yen los recursos constituye el verdadero meollo del juego de la espera. Si
miramos más de cerca, veremos cuál es la esencia del nivel social, del
poder y la autoestima.
9
R. Cialdini, op. cit., p. 230.
142 ROBERT LEVINE
'°J. Halpern y K. Isaacs, "Waiting and ¡ts relation to status", Psychological Reports46, 1980, pp.
351-354.
11
Véase R. Levine, L. West y H. Reis, "Perceptions of time and punctuality ¡n the United States
4
and Brazil", Journal of Personality and Social Psychology 38 ( ), 1980, pp. 541-550.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 143
to exagerado. Una cosa es ser flexible, pero otra muy diferente es creer
que la tardanza, en realidad, trae beneficios. Mis intenciones habían sido
cuestionar el estereotipo de la amanhá, pero en cambio me sentía inmer-
so en una vieja película de Carmen Miranda. Sin embargo, había pasa-
do por alto lo esencial.
Los brasileños califican a las personas que siempre llegan tarde a las
citas como las más exitosas porque eso es un hecho. La gente importan-
te siempre hace esperar a los subalternos. La impuntualidad no lleva al
éxito, sino que es su consecuencia. La falta de puntualidad es un símbo-
lo de logro. Es parte del atuendo, como usar zapatos lindos. En los Esta-
dos Unidos, nos sentimos ofendidos cuando las personas poderosas,
como los médicos, nos hacen esperar. Pero los brasileños no se sentían
ofendidos por tener que esperar ni tampoco por ganar menos que sus
superiores. En realidad, sentían envidia. Además, ansiaban alcanzar
algún día, ellos también, una posición exitosa que les permitiera tener
una buena casa, un auto lujoso y hacer esperar a los demás.
En muchas culturas árabes, según es costumbre, una joven que
mantiene relaciones íntimas con un hombre con el que no está casada
puede ser asesinada por sus hermanos. Para los occidentales, éste es un
comportamiento incivilizado. Pero el hermano tiene la obligación de
proteger el papel que cumple una institución importante -la familia-
dentro de las normas sociales. Es su responsabilidad. La hermana es un
vínculo sagrado e inviolable entre familias y resulta imperativo para la
supervivencia del orden social que ella se mantenga sin tacha. Del mis-
mo modo, la conducta con respecto al tiempo de los brasileños impor-
tantes debe comprenderse como parte de un orden más amplio. La
regla dicta que se espere a aquel que posee las llaves. Y, en el Brasil al
menos, no se tolera la queja.
quería hablar con el señor Auchincloss. "Muy bien, ponió en la línea -le
pidió la bien entrenada secretaria del señor Auchincloss-, y enseguida lo
comunicaré con el señor Auchincloss". "No —respondió al parecer la otra
muchacha—, pásame primero con el señor Auchincloss, y lo comunicaré
con el señor Birstein". "De ningún modo —prosiguió la muchacha detrás
del tabique—. No se me ocurriría hacer esperar al señor Auchincloss".
La batalla de titanes, liderada por sus tenientes para decidir cuál de los
titanes poseía el tiempo más valioso, continuó con pleno vigor cinco o
diez minutos más. Durante ese intervalo, los titanes, al parecer, seguían
allí sin hacer nada, mirando el techo. Por fin, una de las muchachas se
dio por vencida, o fue avasallada, pero la lid bien podría haber termina-
do en empate. Mientras seguíamos consumiéndonos en la recepción, la
parálisis momentánea de la industria nos pareció rica en promesas de un
futuro mejor: días en que la auténtica igualdad ingresara en la vida
comercial, y nadie pudiera hablar con nadie porque todos estarían igual-
mente ocupados. 12
, 2
E . B. White, The Second Tree from the Comer, Nueva York, Harper & Bros., 1935, pp. 225-226.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 145
más arriba, más larga la espera. Barry Schwartz, en su libro Queuing and
Waiting, describe una experiencia de esta índole:
Más abajo en la escala están los hombres a los que es posible acercarse direc-
tamente. Por lo general, están detrás de un mostrador en la planta baja, o
al menos en los pisos más bajos, listos para ofrecer sus servicios. A medida
que se avanza en la burocracia, las personas se encuentran en los pisos más
altos y en oficinas: primero la oficina general, luego oficinas privadas, luego
oficinas privadas con secretaria; a cada paso, aumenta la inaccesibilidad y,
por lo tanto, la necesidad de citas previas y la posibilidad de hacer esperar a
la gente. Por ejemplo, hace poco tuve que ir a una compañía de tarjetas de
crédito. Primero, fui a la planta baja donde le presenté mi queja a la mucha-
cha en el escritorio de la entrada. La recepcionista no pudo ayudarme y me
mandó al octavo piso a hablar con alguien en una oficina general. Después
de hacerme esperar un buen rato, la persona salió para hablar conmigo del
problema en la misma recepción. Pensé que si quería arreglar el asunto, iba
a tener que buscar a un vicepresidente a cargo de algo, que me haría espe-
rar el resto del día. No tenía tiempo para esperar, así que intenté hacerlo
con dicho empleado, que por supuesto no pudo hacer nada. Todavía estoy
esperando el momento en que pueda perder toda la tarde para volver y bus-
car a ese vicepresidente capaz de resolver el problema de mi cuenta. 13
, 3
B . Schwartz, op. cit, p. 2 1 .
* Waiter, literalmente "el que espera", significa en la actualidad " m o z o " , " c a m a r e r o " , " m e s e -
r o " . [T.l
146 ROBERT LEVINE
Aun cuando los ricos no puedan evitar del todo la espera, sufren
menos que los que no tienen nada. En la mayoría de las circunstancias,
hacen que su ambiente de espera sea lo más cómodo posible. Milla Ali-
ñan, en su libro Corporate Etiquette, aconseja esto:
, 5
N . Gibbs, " H o w America has run out of t i m e " , Time, 24 de abril de 1989, p. 67.
6
' Citado en B. Schwartz, op. cit., p. 135.
150 ROBERT LEVINE
nen la capacidad de hacer que los otros los esperen; y en tercer lugar,
estar dispuesto a esperar legitima y reconoce ese poder.
Los jugadores profesionales del poder, muy conscientes de esta
regla, suelen llevar a cabo ataques al tiempo personal. Una mujer de alta
jerarquía en el antiguo imperio religioso de Bhagwan Shree Rajneesh
me dijo: "El objetivo de Bhagwan era la devoción absoluta. Durante los
fines de semana introductorios en los Estados Unidos, empezábamos el
proceso pidiéndoles a los nuevos reclutas que asumieran un compromi-
so. Nuestro primer pedido era que renunciaran a sus relojes, seguido de
su dinero y su ropa. Bhagwan sabía que en cuanto poseyera su tiempo
-primero en forma simbólica, y luego literalmente-, los tendría a ellos".
A veces los poderosos hacen esperar a otros como una manera de
mostrar su fuerza, para recordarles a los subalternos quién está al man-
do. Dicen que el papa medieval Gregorio VII apreciaba mucho este ejer-
cicio. Una vez forzó al emperador del Sacro Imperio Romano Enrique IV
-que había cuestionado su autoridad- a permanecer de pie descalzo en
la nieve y el hielo durante tres días y tres noches antes de concederle una
audiencia.
Los rusos, para quienes la espera ocupa un lugar central en la vida
cotidiana, sienten una fascinación particular con la espera como arma.
Aleksandr Solzhenitsyn, por ejemplo, escribe en Pabellón cáncer:
Hanoi utiliza el tiempo del mismo modo que los rusos utilizaron el terre-
no antes del avance de Napoleón a Moscú, retrocediendo siempre, per-
diendo todas las batallas, pero, finalmente, creando condiciones en las
que el enemigo ya no puede actuar. Para Napoleón, fue su larga vía de
abastecimiento y el invierno ruso; Hanoi espera que para nosotros sea la cre-
ciente disconformidad, la impaciencia y la frustración causada por la
guerra prolongada sin frentes ni señales visibles de éxito... El tiempo es
el elemento crucial en esta etapa de nuestra participación en Vietnam. ¿La
tortuga del progreso en Vietnam podrá mantener la ventaja frente a la lie-
bre de la oposición en los Estados Unidos? 19
C. Clifford, con R. Holbrooke, "Annals of Government (The Vietnam Years)", Primera parte, The
New Yorker. 6 de mayo de 1991, p. 79.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 153
evidente que cuanto más aguante Saddam Hussein, mayor será la mare-
jada de apoyo hacia Iraq". Un especialista en inteligencia militar de los
20
Estados Unidos comentó esto: "Me preocupa que, una vez más, Saddam
esté controlando el tempo de la guerra sin casi ningún costo para él". 21
20
Y. M. Ibrahim, "In the mideast, a fear that war ¡s only the beginning", The New York Times Week
¡n Review. 3 de febrero de 1991, pp. 1-2.
21
F. Greve y J. Donnelly, "Oil nears water supply", The Fresno Bee, 27 de enero de 1991, A 1 , A8.
22
T. D. Allman, "Saddam wins again", The New Yorker, 17 de junio de 1996, pp. 60-65.
154 ROBERT LEVINE
N. Gabler, Winchell: Gossip, Power and the Culture ofCelebrity, xv, Nueva York, Knopf, 1994.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 155
El invitado a la Casa Blanca debe llegar, por lo menos, varios minutos antes
de la hora especificada. No hay falta de etiqueta más imperdonable que la
* Abreviatura de YMCA [Young Men's Christian Association], Asociación Cristiana de Jóvenes. IT.]
24
New York Times, 25 de noviembre de 1963; citado en B. Schwartz, op. cit, p. 42.
156 ROBERT LEVINE
E. Post, Emily Post's Etiquette: The Blue Book of Social Usage, Nueva York. Funk and Wagnall's,
1965, p. 48.
Citado en B. Schwartz, op. cit. p. 43.
L. Mann, "The social psychology of waiting lines", American Scientist 58, 1970, pp. 389-398.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 157
28
S. Milgram, H. Liberty, R. Toledo y J. Wackenhut, "Response to the intrusión into waiting lines",
Journal of Personality and Social Psychology b"\, 1986, pp. 683-689.
29
L. Mann, op. cit, pp. 389-398.
30
B. Schwartz, op. cit, pp. 153-166.
158 ROBERT LEVINE
31
The New Yorker, King Hassan of Morocco, 9 de julio de 1984, p. 47.
SEGUNDA PARTE
Rapidez, lentitud
y calidad de vida
CAPÍTULO 6
Cuando se empieza a indagar en las otras culturas, hay algo que obliga
a compararlas... a comparar una cultura con la otra, a comparar su pro-
pia vida con la vida de cada uno de ellos. En mi caso, las comparaciones
siempre suelen centrarse en el tiempo. En los últimos diez años, mis dos
intereses, viajar y la psicología social, han derivado en dos preguntas:
¿qué culturas son las más rápidas o las más lentas?, ¿cómo afecta el tem-
po cultural la calidad de vida de la gente? Mi interés en estas preguntas
ha surgido de mis visitas a otras culturas; pero he buscado las respuestas
a través de los métodos sistemáticos de la ciencia social.
La comparación de las personalidades de culturas diferentes es un
asunto complicado. Etiquetar a los individuos ya resulta bastante com-
plejo: ¿cómo se atreve un científico a clasificar grupos enteros de perso-
nas? La medición del tempo de vida con algún grado de objetividad
exige ir más allá de las descripciones anecdóticas. Debemos concentrar-
nos en situaciones que no son sólo reveladoras en cuanto a experiencias
temporales, sino también similares en sus significados psicológicos en las
diferentes culturas. El desarrollo de esas mediciones ha sido más difícil
de lo que había anticipado.
Un tipo de situación que quería medir, por ejemplo, era el de un indi-
cador de velocidad en un lugar de trabajo. Necesitaba encontrar un
* Todas las bastardillas en este capítulo indican que las palabras están escritas así en el original,
excepto la traducción de los títulos de las obras mencionadas. [T]
162 ROBERT LEVINE
países a los que nos fue posible ir. En algunos de esos países, yo mismo
llevé a cabo los experimentos; pero en general los datos fueron reunidos
por estudiantes interesados de mi universidad que viajaron a otros paí-
ses o regresaron a sus ciudades o países de origen durante el verano. En
conjunto, reunimos datos en al menos una gran ciudad de cada uno de
los treinta y un países que visitamos en todo el mundo.
El r i t m o de vida en t r e i n t a y un países
Suiza 1 3 2 1
Irlanda 2 1 3 11
Alemania 3 5 1 8
Japón 4 7 4 6
Italia 5 10 12 2
Inglaterra 6 4 9 13
Suecia 7 13 5 7
Austria 8 23 8 3
Países Bajos 9 2 14 25
H o n g Kong 10 14 6 14
Francia 11 8 18 10
Polonia 12 12 15 8
Costa Rica 13 16 10 15
Taiwan 14 18 7 21
Singapur 15 25 11 4
Estados Unidos 16 6 23 20
continúa
2
Calculamos los resultados globales nivelando en forma estadística los tiempos netos de los
experimentos, para medir los resultados de cada experimento en forma pareja, y luego suman-
do estos tres resultados.
164 ROBERT LEVINE
Canadá 17 11 21 22
Corea del Sur 18 20 20 16
Hungría 19 19 19 18
Rep. Checa 20 21 17 23
Grecia 21 14 13 29
Kenia 22 9 30 24
China 23 24 25 12
Bulgaria 24 27 22 17
Rumania 25 30 29 5
Jordán 26 28 27 19
Siria 27 29 28 27
El Salvador 28 22 16 31
Brasil 29 31 24 28
Indonesia 30 26 26 30
México 31 17 31 26
Treinta y un países c o m p a r a d o s
3
Para hablar con exactitud, se trata de los países de Europa oriental que no forman parte del "ex
bloque soviético".
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 165
El Japón llegó cuarto, muy de cerca. Los tres países obtuvieron las
mejores posiciones por escaso margen: unos pocos segundos aquí y allá, y
los japoneses hubieran alcanzado el primer puesto. De hecho, hay prue-
bas considerables de que el Japón puede ser el país más rápido de todos.
Por ejemplo, en las mediciones postales, el Japón tuvo que resignarse a
ocupar el cuarto puesto, ¿pero en qué otro país hay empleados de correo
que a veces envuelven la estampilla en un pequeño paquete o, sin necesi-
dad o sin que se lo pidan, en ocasiones emiten recibos, como descubrió
nuestro encuestador? Tratamos de tomar en cuenta estos segundos extras
en nuestro ajuste final, ¿pero podemos darles realmente el reconoci-
miento que se merecen a los empleados de correo que operan a veloci-
dades muy cercanas a su máxima capacidad, mientras brindan servicios de
lujo? Los empleados en Frankfurt trabajaron unos pocos segundos más
rápido; sin embargo, es difícil imaginar a los clientes locales sintiéndose
como si acabaran de hacer una compra en Tiffany al salir del correo. ¿O
en comparación con China, donde varios empleados se rieron del encues-
tador, pensando que estaba loco cuando les comunicó el pedido por
medio de una nota? ¿Y en la India, donde tuvimos que desistir de nuestros
experimentos porque la mayoría de los empleados consideraba que no
estaba dentro de sus obligaciones contar con cambio?
¿O la ciudad de Nueva York? En el correo central (el orgulloso
poseedor del código postal 10001), una empleada levantó la nota por
encima de su cabeza y procedió a anunciar, muy despacio y bien fuerte,
a la cola que se extendía detrás de mí y a casi todos los habitantes del
centro de Manhattan: " ¿ M E . . . ESTÁ... DICIENDO... Q U E . . . QUIERE...
UNA... PIOJOSA... ESTAMPILLA... Y . . . Q U E . . . M E . . . VA... A . . . DAR... U N . . .
(hablaba cada vez más despacio y más fuerte, mientras el ritmo de su voz
se parecía cada vez más al Bolero de Ravel)... B I L L E T E . . . D E . . . CINCO...
DÓLARES?". Después de una breve pausa, y de mirarme a mí y a la nota
varias veces, como si no pudiera creer lo que veían sus ojos, levantó el
volumen unos cuantos decibles más y anunció: "DIOS MÍO, CÓMO ODIO
ESTA CIUDAD". No sólo fue el momento más embarazoso que he vivido
como investigador, sino que su forma de hablar me asustó tanto que me
olvidé de tomar el tiempo del trámite. (Nueva York y Budapest fueron
las únicas ciudades donde los encuestadores informaron que los emplea-
dos de correo los habían insultado.)
4
"The perils of 1997", Time, 13 de mayo de 1991, p. 14.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 167
En el Brasil
lleva un día caminar una milla.
El tiempo simplemente se detiene.
MlCHAEL FRANKS, Sleeping Gypsy (canción)
Hubo pocas sorpresas en la lista con respecto a los más lentos. Las
últimas ocho posiciones fueron ocupadas por países no industrializados
de África, Asia, Oriente Medio y América latina. Los más lentos fueron
las grandes cunas de amanhá, tiempo elástico y a mañana: el Brasil, segui-
do de Indonesia, y en el último lugar, México.
5
"Mean Streets", The New York Times, 10 de diciembre de 1996. p. A13.
6
W. Whyte, City, Nueva York, Doubleday, 1988, p. 60.
7
Ibid. pp. 60-61.
168 ROBERT LEVINE
Hace algunos años, el periodista del diario New York Times Alan
Riding, comparó la compulsión al trabajo en los Estados Unidos y en el
Japón con la facilidad con que gran parte de Europa aprovecha los pla-
ceres de la buena vida. Con el título de "Por qué la dolce vita es fácil
para los europeos... mientras que los japoneses trabajan cada vez más pa-
ra poder relajarse", Riding preguntaba: "¿Cómo es que los europeos
se pasan todo el día tomando café, le dedican largas horas a la cena, se
visten con elegancia, se levantan tarde, se toman vacaciones largas...?
¿Por qué, en suma, los europeos viven mucho mejor que los estadou-
nidenses?". 8
A. Riding, " W h y la dolce vita is easy for Europeans", New York Times: The Week in Review, 7
de julio de 1991, p. 2; y D. Sanger, "As Japanese work ever harder to relax", New York Times:
The Week in Review, 7 de julio de 1991, p. 2.
172 ROBERT LEVINE
9
JETRO, Nippon 1992 Business Facts & Figures, Tokio, Japón, External Trade Organizaron, 1992.
1 0
G . Gasparini, " O n waiting", lime and Society4, 1995, pp. 29-45.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 173
el tema de las horas de trabajo fue "la causa del despertar" del trabaja-
dor estadounidense. "Ocho horas de trabajo; ocho horas de sueño;
ocho horas para hacer lo que queramos" era el grito de los sindicalis-
tas de fines del siglo XIX. Muchos de los sucesos más dramáticos y sig-
nificativos en la historia del movimiento obrero - p o r ejemplo, los
paros de 1886, los disturbios de Haymarket y la huelga de los trabado-
res del acero en 1 9 1 9 - tenían que ver con la duración del día laboral.
Al principio, incluso los empleadores apoyaban el recorte horario, y no
por idealismo, sino porque estaban convencidos de que el trabajo
excesivo y la fatiga eran contraproducentes, y porque creían que la
seguridad, la salud, el descanso y una suerte de vida familiar serían más
beneficiosos a la larga. Como resultado, a fines del siglo XIX, hubo una
reducción gradual y constante de las horas laborables en los Estados
Unidos, y una reducción drástica - d e días de diez horas a días de ocho
horas- durante las dos primeras décadas del siglo X X . Luego, la sema-
na laborable promedio pasó de seis a cinco días, lo que dio por resul-
tado la semana de cuarenta horas. 11
11
B. J. Hunnicutt, Work Without End, Filadelfia, Temple University Press, 1988, p. 17.
12
B. J. Hunnicutt, Kellogg's Six-Hour Day, Filadelfia, Temple University Press, 1988.
174 ROBERT LEVINE
Sin embargo, en una nación cada vez más obsesionada por el traba-
j o , el idílico experimento de Kellogg estaba condenado a fracasar. Luego
de las consecuencias desastrosas de la Segunda Guerra Mundial, la geren-
cia adoptó el punto de vista de un ex trabajador de Kellogg, que había
declarado, en voz baja, que "sólo un idiota puede creer que se puede
lograr tanto trabajando menos en vez de más horas por semana". Después
de la guerra, la empresa promovió una nueva política que relacionaba
salarios más altos con mayor productividad. Los trabajadores, con la espe-
ranza de sacar provecho de la bonanza del consumidor de posguerra,
empezaron a exigir ocho horas de trabajo. Incluso el sindicato luchó por
volver a las ocho horas. De un modo que reflejaba el sentir nacional, los
trabajadores de Kellogg, la gerencia y el sindicato empezaron a trivializar
la idea del ocio: el tiempo libre era un "desperdicio", una "pérdida" y una
"tontería". Se feminizó el hecho de trabajar menos horas. "Seis horas eran
para las mujeres", recuerda un trabajador. Los que seguían defendiendo
14
13
Ibid, p. 35.
"Ibid., p. 145.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 175
5
' "France's Privileged Workers", informe de la National Public Radio's Morning Edition, 22 de ene-
ro de 1997.
176 ROBERT LEVINE
16
Jul¡et B. Schor, op. cit.
17
European Trade Union Institute, Collective Bargainingin Western Europe in 1988 and Prospects
for 1989, Bruselas, Eurolnt 1988/1989, p. 62.
18
S. Hadeniusy A. Lindgren, On Sweden, Helsingborg, Suecia, The Swedish Institute, 1992.
19
N. Gibbs, Time. 22 de abril de 1989, pp. 58-67.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 177
tres meses. En 1972, Amy Vanderbilt aconsejaba que los deudos "reto-
maran o trataran de retomar su vida social normal más o menos una
semana después del funeral". La socióloga Lois Pratt, en un estudio
20
En el Japón, las vacaciones son incluso más cortas que en los Esta-
dos Unidos. A pesar de que el promedio de días pagos de vacaciones de
los japoneses abarca unas respetables tres semanas, el Ministerio de Tra-
bajo del Japón informa que sólo se utiliza cerca de la mitad de ese tiem-
po. Por ejemplo, en 1990, sólo fue autorizado un promedio de 15,5 días
de vacaciones, de los cuales se tomaron 8,2 días. 23
25
G. Godbey y A. Graefe, "Rapid growth in rushin' Americans", American Demographics, abril de
1993, pp. 26-28.
26
J. P. Robinson y G. Godbey, "The great American s l o w d o w n " , American Demographics, junio
de 1996, pp. 42-48.
27
Información reciente, de John Robinson y Ann Bostrum, indica que la cantidad de horas que los
estadounidenses recuerdan haber trabajado, en estudios retrospectivos, es mucho mayor que
la cantidad de trabajo que registran minuto a minuto. Esta diferencia creció de un promedio de
una hora a la semana en 1965 a siete horas en 1985. El salto de memoria es mayor en perso-
nas que recuerdan haber trabajado durante largas horas. Los que estimaban su cantidad de tra-
bajo en 50 y 54 horas mostraban un promedio de 9 horas menos en sus tiempos diarios. Los
que recordaban haber trabajado 75 o más horas añadían un promedio de 25 horas. No existen
comparaciones similares en otros países. Todos los datos sobre trabajo y ocio que se encuen-
tran en este capítulo provienen de estudios retrospectivos. Véase C. Russell, "Overworked?
Overwhelmed?", American Demographics, marzo de 1995, pp. 8, 5 1 .
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 179
... como llegar a Francia, digamos, desde Suiza. No bien crucé el río Rojo
al salir de Oklahoma, me asaltó la nacionalidad de Texas, casi en forma
xenófoba, y me pareció que pasaba a otra sensibilidad, otra experiencia
histórica, otro conjunto de valores, quizá. 30
las áreas metropolitanas del país. De cada una de las cuatro regiones defi-
nidas según los censos -el Noreste, el Medio Oeste, el Sur y el Oeste-,
analizamos tres grandes áreas metropolitanas (más de 1.800.000 habi-
tantes), tres ciudades medianas (entre 850.000 y 1.300.000 habitantes) y
tres ciudades más pequeñas (entre 350.000 y 560.000 habitantes) , 3 2
para medir la relación de las personas con la hora del reloj, contamos la
proporción de hombres y mujeres elegidos al azar en zonas céntricas
que llevaban relojes durante las horas de mayor actividad comercial. En
la mayoría de los casos, tenían mangas cortas, lo que nos permitía obser-
var con facilidad si llevaban o no reloj. A las personas de mangas largas
se les preguntó la hora. También agregamos un cuarto indicador del rit-
mo de vida: la velocidad del habla. En cada ciudad, grabamos las res-
puestas de empleados de correo a una pregunta estándar: que nos
explicaran la diferencia entre correo común, certificado y asegurado.
Más tarde, los asistentes de la investigación escucharon las grabaciones
y calcularon los "índices de articulación" dividiendo el número de síla-
bas por el tiempo total de la respuesta.
31
Este estudio fue publicado originalmente en R. Levine, K. Lynch, K. Miyaké y M . Lucia, "The
Type A city: Coronary heart diseasé and the pace of life", Journal of Behavioral Medicine 12,
1989, pp. 509-524.
32
El tamaño de las ciudades se basa en los estimados de población de las áreas metropolitanas (lo
que el Instituto de Censos llama el Área Estadística Metropolitana, MSA según su sigla en inglés,
o, en el caso de áreas pobladas de mayor densidad, el Área Primaria Estadística Metropolitana,
PMSA) para cada ciudad. Para una mejor definición, véase U.S. Bureau of Census, State and Metro-
politan Área Data Book, 1991, Washington, D.C., U.S. Government Printing Office, 1991.
33
El tiempo que pasa entre dos situaciones se combina en estadísticas.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 181
DE V I D A 3 4
AL C A M I N A R BANCARIA AL HABLAR DE RELOJES
Boston, M A 1 2 6 6 2
Buffalo, NY 2 5 7 15 4
Nueva York, NY 3 11 11 28 1
Salt Lake City. UT 4 4 16 12 11
Columbus, O H 5 22 17 1 19
Worcester, M A 6 9 22 6 6,
Providence, Rl 7 7 9 9 19
Sprinqfield, M A 8 1 15 20 22
Rochester, NY 9 20 2 26 7
Kansas City, M O 10 6 3 15 32
St. Louis, M O 11 15 20 9 15
H o u s t o n , TX 12 10 8 21 19
Paterson, NJ 13 17 4 11 31
Bakersfield, CA 14 28 13 5 17
Atlanta, GA 15 3 27 2 36
Detroit, M I 16 21 12 34 2
Youngstown, OH 17 13 18 3 30
Indianapolis, IN 18 18 23 8 24
Chicago, IL 19 12 31 3 27
Filadelfia, PA 20 30 5 22 11
Louísville, KY 21 16 21 29 15
Cantón, O H 22 23 14 26 15
Knoxville, T N 23 25 24 30 11
San Francisco, CA 24 19 35 26 5
Chattanooga, TN 25 35 1 32 24
Dallas, TX 26 26 28 15 28
Oxnard, CA 27 30 30 23 7
Nashville, T N 28 8 26 24 33
San Diego, CA 29 27 34 18 9
continúa
34
Como en el experimento anterior, los resultados totales de ritmo de vida derivan de resultados
nivelados en forma estadística según el experimento, y luego sumando los resultados.
182 ROBERT LEVINE
East Lansing, M I 30 14 33 12 34
Fresno, CA 31 36 25 17 19
Memphis, TN 32 34 10 19 34
San J o s é , CA 33 29 29 30 22
Shreveport, LA 34 32 19 33 28
Sacramento, CA 35 33 32 36 26
Los Á n g e l e s , CA 36 24 36 35 13
El v e l o z Noreste
* Periodista y político estadounidense, nacido en 1811, que fundó y editó el diario New York Tri-
bune y fue candidato a la presidencia de los Estados Unidos en 1872, el mismo año en que
murió. [T.]
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 185
El bocinasegundo
' A. Friedman y D. Ulmer, Treating TypeA behavior, Nueva York, Random House, 1984.
2
Muchos investigadores se vieron imposibilitados de reproducir los resultados de Friedman y
Rosenman. Muchos creen que la relación entre el esquema comportamiento de Tipo A y las
enfermedades coronarias surge de la toxicidad de un componente del Tipo A, que se llama "ira
hostil". Estos estudios afirman que el apremio del tiempo también podría ser característica en
personas con ¡ra hostil, pero no lleva por sí misma a la afección coronaria. No obstante, otros
investigadores serios del Tipo A descubrieron que apremio del tiempo, además de la tendencia
relacionada a mantenerse activo y "con los ojos abiertos" en forma crónica, bien podrían pro-
vocar enfermedades cardíacas (véase, por ejemplo, L. Wright, "The Type A behavior pattern and
coronan/ artery disease", American Psychologist43 [1], 1988, pp. 2-14). Para reseñas de litera-
tura sobre el Tipo A, véanse S. Booth-Kewley y H. Friedman, "Psychological predictors of heart
disease; a quantitative review", Psychological Bulletin 101, 1987, pp. 343-362; yK. Matthews,
"Coronary heart disease and Type A behaviores: Update on an alternative to the Booth-Kewley
and Friedman (1987) quantitative review", Psychological Bulletin 104, 1988, pp. 373-380. Vol-
veré sobre este tema en el siguiente capítulo.
3
Muertes por enfermedades cardíacas isquémicas (disminución del flujo de sangre en el corazón).
190 ROBERT LEVINE
4
La correlación entre los índices de ritmo de vida y muertes por afecciones coronarias fue 0,51
en 36 ciudades estadounidenses y 0,35 en el estudio de 31 países. Como la edad suele estar
relacionada con la incidencia de enfermedades cardíacas, ajustamos en forma estadística los
índices de muerte por edad (tomando en cuenta, primero, la mediana edad y, segundo, el por-
centaje de residentes de 65 años o más) para cada ciudad. Estos ajustes no afectan en forma
significativa la magnitud de las correlaciones.
5
T. Smith y N. Anderson, "Models of personality and disease: An interactional approach to Type
A behavior and cardiovascular risk", Journal of Personality and Social Psychology 50, 1986,
pp. 1166-1173.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 191
tratan de cumplir con las exigencias de los Tipo A, y los Tipo A se esfuer-
zan por acelerar aún más el ritmo, todo ello en un ambiente en el que
los patrones migratorios ya han producido una presencia excesiva de
personalidades con propensión a las cardiopatías coronarias.
Las ciudades Tipo A son lugares estresantes. Las presiones del apre-
mio temporal pueden conducir a comportamientos insalubres: el con-
sumo de cigarrillos, alcohol y drogas, dietas malsanas, y la falta de ejercicio
saludable. Estos, a su vez, exponen a las personas al peligro de contraer
afecciones coronarias. Tanto nuestros estudios como la información
estadística del Ministerio de Salud y Servicios Sociales muestran, por
ejemplo, que se fuma más en las ciudades y en los países rápidos. En los
Estados Unidos, el índice de consumo de tabaco sigue los mismos patro-
nes regionales que el porcentaje de las afecciones coronarias y el ritmo
de vida: los índices de consumo de tabaco y de afecciones coronarias son
más altos y el ritmo de vida es más rápido en el Noreste, seguido por el
Medio Oeste, el Sur y finalmente el Oeste. 6
U.S. Department of Health and Human Services, "Regional variation in smoking prevalence and
cessation: Behavioral risk factor surveillance", Morbidity and Mortality Weekly Report36,1987,
pp. 751-754.
192 ROBERT LEVINE
Sería lógico pensar que el ritmo lento de vida permite que la gen-
te se sienta más contenta. El tema evoca la imagen soñadora de nativos
felices -fotografiados, con toda seguridad, por turistas ansiosos pero
mucho más ricos- en pueblos perezosos, al lado de playas exóticas
donde no transcurre el tiempo. Sin embargo, las investigaciones reali-
zadas han demostrado que la productividad económica está relacionada
en alto grado con la satisfacción de la gente. Estos resultados pueden
verse en las investigaciones sobre el bienestar económico tanto de las
personas como de las naciones: en general, las personas más prósperas
viven más contentas y las personas en los países más prósperos viven
más contentas. Por ejemplo, en un estudio reciente, el psicólogo
Edward Diener y sus colegas en la Universidad de Illinois descubrieron
que el promedio de satisfacción vital estaba muy correlacionado con
una amplia gama de indicadores económicos, que incluyen el produc-
to bruto interno (PBI), el poder de compra y la cobertura de las nece-
sidades básicas. 7
7
E. Diener, M. Diener y C. Diener, "Factors predicting the subjective well-being of nations",
manuscrito inédito, University of Illinois, 1994.
8
Para calcular la satisfacción de vida, utilizamos información de algunos de los estudios de gran
escala que se llevan a cabo en forma regular por los gobiernos y los grupos de investigación en
muchos países. Se encuentran disponibles los datos de las investigaciones para la mitad de los
países de nuestro estudio. Los índices de satifacción de vida de los países están basados en la
última encuesta nacional de cada país, y resumidos en R. Veenhoven, Happiness in Nations,
Rotterdam, Risbo, 1993.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 193
9
Juliet B. Schor, op. cit., p. 10.
10
E. Diener, comunicado personal del 23 de marzo de 1995.
194 ROBERT LEVINE
" Debemos resaltar el hecho de que nuestra información comprende los promedios de los países.
No nos dice si las mismas personas que en culturas donde el tiempo apremia son propensas a
ataques cardíacos también se encuentran satisfechas con otros aspectos de sus vidas, o si se
trata tan sólo de una tendencia de algunas personas a sentirse a gusto con un ritmo rápido,
mientras que otro grupo de personas sufre a causa de ese ritmo.
12
D. Raybeck, op. cit, pp. 323-340.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 195
13
S. Milgram, "The experience of living in cities", Science 167, 1970, pp. 1461-1468.
M
C o n una sola excepción: Santa Bárbara, California, fue sustituida por Oxnard, California.
196 ROBERT LEVINE
¿En qué ciudades de los Estados Unidos la gente está más dispues-
ta a tomarse tiempo para asistir a un desconocido que necesita ayuda?
15
El Fresno Friendship Center for the Blind proporcionó los bastones y el entrenamiento para los roles.
16
Las contribuciones del United Way son del año 1990, pues era la última información disponible
en el momento del estudio. Todos los experimentos de campo se realizaron en zonas céntricas
en días despejados de verano, durante horas de oficina. Se eligió un número relativamente uni-
forme de peatones de ambos sexos. En total, llevamos a cabo 379 pruebas para el episodio del
ciego, nos acercamos a unas 700 personas para la de la lapicera que se cae "accidentalmen-
t e " , para el de la pierna lastimada y para el episodio en el que pedíamos cambio, y nos queda-
ron un total de 1032 cartas "perdidas".
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 197
Para los resultados completos de nuestros experimentos de ayuda en los Estados Unidos, véan-
se R. Levine, "Cities w i t h heart", American Demographics, octubre de 1993, pp. 46-54; y R.
Levine, T. Martínez, G. Brase y K. Sorenson, "Helping in 36 U.S. cities", Journal of Personality
and Social Psychology 6 7 , 1 9 9 4 , pp. 69-81.
198 ROBERT LEVINE
18
Como en el caso de la información sobre ritmo de vida, no hubo mucha diferencia entre una
categoría y la otra. En la situación del lápiz caído, por ejemplo, un extraño hubiera perdido, antes
de recibir ayuda, más de tres veces la cantidad de lápices en Chicago que en Springfield, Mas-
sachusetts. Cuando se trató de pedir el cambio de una moneda, casi el 8 0 % buscó primero en
sus bolsillos en Louisville, comparado con el 11 % que buscó al último, en Patterson. M i propia
ciudad natal. Fresno, quedó en último lugar en dos de los cálculos. Devolvimos casi la mitad de
las cartas (53%) que en San Diego (¡100 por ciento!).
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 199
* Se refiere al Thunderbird, modelo deportivo de la Ford, auto muy popular en los años sesenta.
IT.)
200 ROBERT LEVINE
Hola, encontré esto en mi parabrisas donde alguien lo puso con una nota
en la que decía que lo habían encontrado al lado de mi auto. Pensé que
era una multa. La estoy poniendo en el buzón el 19/11. Dígale a la perso-
na que le envió esta carta que fue encontrada en el puente cerca/al otro
lado de la biblioteca y del taller de automóviles de la Avenida Sur, a las 5
pm, el 18/11.
L. L.
Estos experimentos forman parte de un estudio en curso sobre las diferencias internacionales
de comportamiento de ayuda. Para una descripción más detallada de estos experimentos, véa-
se: Levine, Martínez, Brase, y Sorenson, "Helping in 36 U.S. cities", Journal of Personality and
Social Psychology 67', 1994, pp. 69-81. Para un informe preliminar de los resultados de estos
experimentos, véase A. Norenzayan y R. Levine, "Helping in 18 international cities", artículo pre-
sentado en la reunión de la Asociasión de Psicología Occidental, Kona, Hawaii, abril de 1994.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 203
drome del feriado, de acuerdo con el psiquiatra Toru Sekiya, "es una
enfermedad japonesa única. Esos hombres no pueden soportar no
seguir trabajando". 1
Lo más notable, tal vez, sea que el síndrome del feriado no es con-
siderado una patología. El psicólogo Isao Imai trabaja para Stress Mana-
gement, una compañía japonesa que presta servicios a los directores de
las corporaciones sobre asuntos relacionados con las tensiones de los
empleados. Imai afirma que sus clientes de las compañías lo alientan a
tratar de minimizar las charlas "Tipo A" con los empleados. "Los direc-
tores tienden a calificar la adicción al trabajo como una meta en vez de
un problema". 2
1
Business Week, 24 de marzo de 1986.
2
Comunicado personal, 15 de julio de 1987.
3
"Vacation Competently", Asahi Evening News, 16 de julio de 1987.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 207
4
"Its official! Vacations really aren't un-Japanese", The New York Times International Edition, 16
de agosto de 1988, p. 4.
5
D. Sanger, "...As Japanese work even harder to relax", New York Times, 7 de julio de 1991, p. 2.
* Entre otros significados, hot puede traducirse por caliente, caluroso, ardiente, apasionante,
pasional, excitante, etcétera. [T.]
208 ROBERT LEVINE
6
Ibid.
7
Citado en D. E. Sanger, "The career and the k i m o n o " , The New York Times Magazine, 30 de
mayo de 1993, p. 29.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 209
8
G. Reynolds, carta de correo electrónico en el Intercultural Network, 27 de abril de 1995.
* Benjamín Franklin (1706-1790) es una de las personalidades más célebres de los Estados Uni-
dos. Fue funcionario público, escritor, científico y editor. (T.]
9
"Japan in the mind of America / America in the mind of Japan", Time, 10 de febrero de 1992, p . 22.
210 ROBERT LEVINE
10
World health statistics annual, 1980: Vital statistics and causes of death, Ginebra, World Health
Organization [Organización Mundial de la Salud].
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 211
El grupo estaba interesado en todas esas cosas que jamás podrían surgir de
las palabras: sudor, lágrimas y gritos de alegría y dolor. Si indagábamos a
mayor profundidad, estaba interesado en la sangre que las palabras nun-
ca podrían hacer fluir... sólo a través del grupo, me di cuenta -al com-
partir el sufrimiento del grupo—, de que el cuerpo podría alcanzar ese
nivel de la existencia que el individuo por sí solo jamás podría alcanzar. 12
1 1
M . G. Marmot y S. Syme, "Acculturation and coronary heart disease in Japanese-Americans",
American Journal ofEpidemiology 104, 1976, pp. 225-247.
12
Y. Mishima, Sun and Steel, en H. Stokes, The Life and Death of Yukio Mishima, Tokio, Charles
E. Tuttle, 1975, p. 160.
212 ROBERT LEVINE
13
Informe en J . R. Weisz, F. M. Rothbaums y T. C. Blackburn, "Standing out and standing in: The
psychology of control in America and Japan", American Psychologist 39, 1984, pp. 955-969.
14
R. C. Christopher, TheJapanese Mind: The Goliath Explained. Tokio, Charles E. Tuttle, 1983, p. 70.
UNA G E O G R A F Í A DEL T I E M P O 213
,5
to/d., p. 148.
16 a
Para una reseña de estos estudios, véase S. E. Taylor, Health Psychology (2 ed.), Nueva York,
McGraw-Hill, 1991.
17
R. Williams, "Prognostic importance of social and economic resources among medically treated
patients w i t h angiographically documented coronary artery disease", Journal of the American
Medical Association 267, 1992, pp. 520-524.
214 ROBERT LEVINE
18
J. B. Cohén, S. L. Syme, C. D. Jenkins, A. Kagan y S. J. Zyzanski, "The cultural context of Type
A behavior and the risk of C H D " , American Journal of Epidemiology'Wl, 1975, p. 434.
19
A . Appels, " A psychosocial model of the pathogenesis of coronary heart disease", Gedrag
Ujdschriñ Voor Psychologie, 1979, pp. 6-21.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 215
Conozca su g\r\
2
' Comunicado personal, 22 de julio de 1987.
" S a t o , ibid.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 217
23
Ibid.
218 ROBERT LEVINE
2 Í
"Lawyer laments death by overwork", The Japan Times Weekiy Overseas Edition, 7 de octu-
bre de 1989, p. 5.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 219
A p r e n d a m o s del Japón
Quizás el mensaje más importante del Japón sea lo que nos enseña
sobre nosotros mismos. La gente en Occidente percibe a menudo la
elección entre la actividad apurada y la descansada como un intercam-
bio entre logros, por un lado, y tensiones, por el otro. Sin duda, el tra-
bajo duro puede, de hecho y con frecuencia, demandar un precio
exorbitante a los trabajadores actuales, pero como demuestra la expe-
riencia japonesa, esta relación no es universal.
Investigadores recientes del Tipo A han planteado que comporta-
mientos tales como moverse rápido, hablar rápido y sentirse involu-
crado con el trabajo no conducen, como consecuencia inevitable, a
P. Iyer, The Ladyand the Monk, Nueva York, Alfred Knopf, 1991
220 ROBERT LEVINE
C. Wood, "The hostile heart", Psychology Today, septiembre de 1986, pp. 10-12.
T E R C E R A PARTE
Cambio de ritmo
CAPÍTULO 9
Alfabetismo t e m p o r a l .
El aprendizaje de la lengua silenciosa
L. M u m f o r d , Technics and Civilization, Nueva York, Harcourt, Brace, and World, 1963, p. 18. [Téc-
nica y civilización, Madrid, Alianza, 1982.]
224 ROBERT LEVINE
2
J . Rifkin, op. cit, p. 166.
3
E. C. Banfield, The Unheavenly City: The Nature and Future of Our Urban Crisis, Boston, Little
Town, 1968, pp. 125-126.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 225
Imagínese que usted es un niño en un aula con adultos que hablan su mis-
mo idioma, pero cuyas órdenes no puede entender, aunque su deseo sea
el de complacerlos. Cuando usted se pone de pie para ver los jerbos le
dicen que debe sentarse, terminar de dibujar y esperar hasta el recreo para
poder ver a los animalitos. Cuando usted se sienta para seguir dibujando,
le quitan la hoja de papel antes de que termine, porque ya son las diez y
es la hora del jugo. Antes de que termine de beber el jugo, ha llegado la
hora de "la pélela" o bacinica. 5
4
"Time is not on their side", Time, 17 de febrero de 1989, p. 74.
5
D. G. Norton, "Understanding the early experience of black children in high risk environments:
Culturally and ecologically relevant research as a guide to support for families", Zero to Three
10, abril de 1990, pp. 1-17, y D. G. Norton, "Diversity, early socialization, and temporal develop-
ment: The dual perspective revisited". Social Work 38, 1993, pp. 82-90.
226 ROBERT LEVINE
6
V. López, comunicado personal, 6 de junio de 1995.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 227
La e n s e ñ a n z a d e l tiempo
Ocho lecciones
7
El programa de actividades completo se encuentra descrito en Z. Melitz, E. Ben-Baruch, S. Hen-
delmen y L. Friedman, Time in the world of kindergarten children (experimental edition), Beers-
heva, University of Ben-Gurion in the Negev, 1993 (se encuentra información disponible de
cualquiera de los dos primeros autores).
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 229
Primera lección
8
Adapté muchas de estas categorías dé una charla de Richard Brislin que formó parte de un sim-
posio sobre Tiempo y Cultura presentado durante el Encuentro Anual de la Asociación de Psi-
cología Occidental, Kona, Hawaü, abril de 1994.
* En castellano y portugués, respectivamente, en el original. [T]
230 ROBERT LEVINE
Segunda lección
11
Ibid.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 233
Tercera lección
Cuarta lección
Quinta lección
12
E. Hall, op. cit.
13
Citado en P. Jackson y H. Delehanty, Sacred Hoops, Nueva York, Hyperion, 1995, p. 169.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 235
Ibid.
236 ROBERT LEVINE
15
R. Levine, S. Sato, T. Hashimoto y J. Verna, "Love and marriage ¡n eleven cultures", Journal of
Cross-Cultural Psychology 26, 1995, pp. 554-571.
16
E. Bourguignon y L. Greenbaum, Diversity and Homogeneity in World Societies, N e w Haven,
HRAF Press, 1973.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 237
Sexta lección
¿Se guía la gente por el tiempo del reloj o por el tiempo de los aconteci-
mientos ? Esta bien podría ser la lección más delicada de todas. Las cin-
co primeras lecciones se refieren a aspectos de las reglas culturales que
pueden entenderse de modos más o menos concretos: los límites de la
puntualidad en una determinada situación; el porcentaje del día labo-
rable que se dedica a la socialización; quién se supone que espera a
quién; el tiempo que el silencio debe durar para comprender si un "sí"
quiere decir "no"; e incluso muchos de los indicios que le sirven al
extraño para saber cuándo ha llegado el momento de que ocurra algo.
Pero el paso del tiempo del reloj al tiempo de los acontecimientos
demanda un cambio casi total de conciencia. Implica la suspensión de
la regla de oro temporal de la sociedad industrializada: el Tiempo es
Dinero. Para la mayoría de los que crecimos con esta fórmula, el paso
exige un gran salto.
No obstante, los extraños pueden aprender algunas de las conduc-
tas propias de las culturas donde rige el tiempo de los acontecimientos.
Por ejemplo, Richard Brislin describe una situación común que deben
enfrentar los profesores visitantes: "Imagínense que han concertado una
cita a las once y media con un estudiante muy aplicado que siempre
entrega sus trabajos a tiempo y está muy comprometido con el progra-
ma académico. Siempre cumple con lo requerido. Hay otro estudiante,
238 ROBERT LEVINE
Séptima lección
17
Ibid.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 239
Octava lección
18
G. Trifonovich, "On cross-cultural orientation techniques", en R. Brislin (ed.), Cultural Learning:
Concepts, Applications and Research, Honolulú, University Press of Hawaü, 1977, pp. 213-222.
19
R. Brislin y T. Yoshida, op. cit.
240 ROBERT LEVINE
El estuario t e m p o r a l
Al segundo año, me relajé y caí en la cuenta de cómo hay que vivir en una
aldea india. Puesto que no había teléfonos, a menudo me levantaba por
la mañana y recorría en mi bicicleta unos ocho kilómetros, digamos, para
encontrarme con un granjero en particular. Cuando llegaba, lo usual era
que no estuviera o que me dijeran que lo esperaban de un momento a
otro, lo que bien podía querer decir el día siguiente. Al segundo año, ese
tipo de suceso ya no me producía ninguna decepción, porque, en reali-
dad, desde un principio, no esperaba lograr nada. De hecho, resultaba
casi gracioso pensar que cumpliría lo que me había propuesto. En cambio,
sólo iba y me sentaba en la casa de té del lugar y me encontraba con todo
tipo de gente o sencillamente miraba pasar a los animales, a los niños y a
los variados transeúntes. Luego, quizás, ocurría algo muy distinto de lo
que tenía planeado. O quizá no. Cualquiera que fuera el trabajo que había
que hacer, éste vendría a mí. Al segundo año, el tiempo indio se me
había metido adentro.
Estos comentarios provienen de una entrevista personal del 30 de enero de 1995. Altman repi-
tió algunos de sus comentarios en N. Altman, The Analyst in the Inner City, Hillsdale, N. J., The
Analytic Press, 1995, pp. 110-111.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 243
2
' 0 . Spengler, The Decline ofthe West, volumen I, Nueva York, Knopf, 1926. [La decadencia de
Occidente, Madrid, Espasa Calpe, 1966.]
CAPÍTULO 10
Cuida el t i e m p o ,
regula tu mente
No hay nada como estudiar otras culturas para que surjan preguntas
sobre la propia. De un modo curioso, la posición ventajosa del extraño
1
nos permite mirar nuestro hogar con otros ojos y otra objetividad, a la
manera del extranjero de De Tocqueville. (No obstante, el comentario
más profundo que se le ocurrió a De Tocqueville sobre el sentido del
tiempo de los estadounidenses fue que "siempre estaban apurados".) La
mayoría de las veces, como dice Craig Storti, psicólogo transcultural, "el
expatriado promedio, incluso el turista promedio, regresa de una esta-
día en el extranjero sabiendo más acerca de su propio país que del que
acaba de visitar". 2
Para casi todos los viajeros del tiempo, la contribución más dura-
dera del conocimiento transcultural consiste en lo que agrega a su vida
en su país. Una vez que comprendemos que existen construcciones
alternativas del tiempo, se nos presenta una nueva gama de opciones.
¿Hay ocasiones en las que sería más conveniente pasar al tiempo de los
acontecimientos? ¿Es necesario que siempre esté ocupado? ¿Cuándo
podría beneficiarme de no hacer nada? Ofrezco algunas sugerencias en
este último capítulo.
1
El título proviene de J. A. Michon, "Tlming you mind and minding your t i m e " , en J. T. Fraser
(ed.), Time and Mind: Interdisciplinary Issues, Madison, Conn., International Universities Press
1989, pp. 17-39.
2
C. Storti, The Art of Crossing Cultures, Yarmouth, Me., Intercultural Press 1990, pp. 94-95.
246 ROBERT LEVINE
3
L. C. Pogrebin, "Time is all there i s " , Tikkun 1 1 , mayo-junio de 1996, pp. 43-47, 46.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 247
hubieran sido vendidos como esclavos a causa de sus deudas debían ser
liberados y, como en todos los años sabáticos, la tierra debía permanecer
improductiva. Es una lástima que el concepto del jubileo haya perdido su
popularidad. Quizá debamos recuperarlo como un emblema del quin-
cuagésimo cumpleaños. Podríamos decretar que el jubileo fuera el año
en el que dejamos de producir, hacemos una pausa y reflexionamos acer-
ca de dónde hemos estado y hacia dónde vamos, y, lo más importante, en
el que nos permitimos ceder a la dinámica del tiempo sin que importe lo
que ésta proponga. Suena mucho mejor que cumplir los cincuenta.
El judaismo no es, por supuesto, la única tradición que valora el tiem-
po. Una de mis culturas temporales favoritas es la de los indios quiche que
4
Véanse A. Heschel, Between Godand Man.An Interpretation ofJudaism, Nueva York, The Free
Press, 1959; y A. Heschel, "The Sabbath-a day of a r m i s t i c e " , en S. Greenberg, A Modern
Treasury of Jewish Thoughts, Nueva York, Thomas Yoseloff, 1960, p. 129.
5
Cada cuarenta y nueve años, según algunas interpretaciones.
6
Excepto casas en ciudades amuralladas (a menos que haya sido comprada a un levita).
248 ROBERT LEVINE
viven las aldeas de las regiones montañosas de Guatemala. Los quiche son
descendientes de los mayas, de quienes heredaron una gran tradición
horológica. El calendario maya era uno de los más avanzados del mundo
durante la época de la Conquista española de América. De hecho, en
muchos casos, los mayas eran cronometristas más exactos y precisos que
los conquistadores europeos. Sin embargo, los mayas, a diferencia de los
europeos, estaban menos interesados en las cantidades de tiempo que en
sus cualidades, en particular, en lo que significaba para la vida humana.
Un aspecto muy interesante del tiempo quiche es el cuidado con que
tratan la singularidad de cada día. El día no sólo tiene un nombre propio,
sino también uno divino. Cuando los quiche se refieren a un día de modo
directo, lo que hacen a menudo, le anteponen el respetuoso título ajaw al
nombre, lo que es equivalente a decir: "Saludos, señor, Su Majestad Jue-
ves". Los quiche creen que cada día tiene su propia "cara", una naturale-
za, un signo, que gobierna la marcha de los acontecimientos de modo
diferente para cada persona. Para comprender esa naturaleza, se debe
interpretar el calendario, pero una lectura apropiada requiere una consi-
derable experiencia. Los quiche viven con dos calendarios: el calendario
seglar de 365 días y el calendario religioso de 260 días. Este último tiene la
forma de una rueda, sin principio ni fin. Cada día de la rueda tiene un
nombre, un signo y un número, los cuales cambian en diferentes contex-
tos. Para hacer predicciones precisas a partir de este complejo sistema, los
quiche acuden a especialistas: adivinos conocidos como ajk'ij, que quiere
decir "cuidador del día". Entre los quiche, se considera que el acto de cui-
dar el día es una función sagrada. Los ajk'ij son respetados a la vez como
sacerdotes y chamanes. Se comunican con los dioses en forma directa para
ayudar a las personas laicas a decidir cómo enfrentar el día.
En esa forma de celebrar el día, hay un aspecto que se asemeja, de
manera inquietante, a las predicciones poco científicas de la astrología.
El hecho de que esto sea cierto o no y de que la crítica tenga alguna vali-
dez, es un asunto discutible.
No obstante, la lección más importante de los quiche es que piensan
cada día en profundidad y con especial cuidado. No existe tal cosa como
un lunes más. Para el angloeuropeo típico, el desafío temporal de la mayo-
ría de los días es volver productivo cada momento. La tarea del quiche es
más delicada: tiene que descifrar cómo debe ser vivido cada momento. 7
7
Para una discusión más detallada del sentido del tiempo quiche, véase B. Tedlock, Time and the
Highland Maya (Revised Edition), Albuquerque, N. M., University of N e w México Press, 1992.
También se habla de los quiche en E. Hall, op. cit.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 249
La v i d a e n ei t i e m p o moderado
8
Citado en L. Pogrebin, op. cit., p. 46.
9
E. Hoffman, Lost in Translation, Nueva York, Penguin, 1989, p. 279.
1 0
J . Freedman y D. Edwards, "Time pressure, task performance, and enjoyment", en J . E.
McGrath (ed.), The Social Psychology of Time: New Perspectives, Newbury Park, Calif., Sage,
1988, pp. 113-133.
250 ROBERT LEVINE
11
Citado en D. Myers, op. cit, p. 137.
12
Estos y otros estudios relacionados se encuentran descritos en ibid.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 251
13
E. Greenberg, R. O'Neil y S. Nagel, "Linking workplace and homeplace: Relations between the
nature of adults' work and their parenting behaviors", Developmental Psychology 30, 1994, pp.
990-1002.
" R . Levine y L. Conover, "The pace of tife scale: Development of a measure of individual diffe-
rences in the pace of Ufe", op. cit.
252 ROBERT LEVINE
15
Robert McCrum, " M y oíd and new lives", The New Yorker, 27 de mayo de 1996, pp. 112-119.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 253
La adecuación de la persona al a m b i e n t e
16
J. R. Frenen, R. D. Caplan y W. Harrison, The Mechanisms ofJob Stress and Strain, Nueva York,
John Wiley, 1982; y R. D. Caplan, S. Cobb, J. R. French, R. V. Harrison y S. R. Pinneau, Job
Demands and Worker Health: Main Effects and Occupational Differences, Ann Arbor, Mich., Ins-
titute for Social Research, 1980.
17
R. Rosenman, "The impact of anxiety and non-anxiety in cardiovascular disorders", artículo pre-
sentado en una conferencia sobre "Aplicaciones de diferencias individuales en la psicología del
estrés y la salud", Winnipeg, Manitoba, Canadá, 1987.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO 255
lo general con temperamentos Tipo A, y éstas son las personas que sue-
len sentirse bien con las exigencias temporales de dichos trabajos. Del
mismo modo, mucho mejor sería que los neoyorquinos adictos al bulli-
cio de Wall Street se quedaran exactamente donde están.
Las afecciones coronarias siguen siendo la mayor causa de muerte
en los Estados Unidos. Los factores tradicionales (no Tipo A) de riesgo,
como la dieta, el cigarrillo y en especial la hipertensión, sólo dan cuen-
ta del 5 0 % de las causas. Si, como parece, la relación, en términos
18
18
L. Wright, "The Type A behavior pattern and coronary artery disease", American Psychologist
43, 1988, pp. 2-14.
* A falta de una traducción oficial del entrainment, hemos optado por dejarlo en inglés. El con-
cepto del término incluye, entre otros, los significados de "sincronización", "acoplamiento" y
"ajuste". [T]
,9
Véanse, por ejemplo, J. R. Kelly, "Entrainment in individual and group behavior", en J. McGrath
(ed.), op. cit, pp. 89-110; y J . McGrath, "The place of time ¡n social psychology: Nine steps
toward a social psychology of t i m e " , artículo presentado en la reunión de la Sociedad Interna-
cional para el Estudio del Tiempo, Glacier Park, Montana, junio de 1989.
256 ROBERT LEVINE
Multitemporalidad
femeninos, tanto maridos como esposas, también tienden a ser más feli-
ces en su matrimonio. En otras palabras, la persona andrógina tiene
21
20
S. L. Bem, W. Martyna y C. Watson, "Sex typing and androgyny: Further explorations of the
expressive domain", Journal of Personality and Social Psychology 43, 1976, pp. 1016-1023.
2
' T. N. Bradbury y F. D. Fincham, "Individual difference variables in cióse relationships: A contex-
tual model of marriage as an integrative f r a m w o r k " , Journal of Personality and Social Psycho-
logy 54, 1988, pp. 713-721.
"Citado en T. Schwartz, What Really Matters, Nueva York, Bantman, 1995, p. 367.
2 3
J . Rifkin, op. cit.
258 ROBERT LEVINE
ese logro y cómo encontrar, a la vez, el tiempo necesario para las rela-
ciones afectivas y para una sociedad civilizada: en esto consiste el desa-
fío multitemporal.
T o m a r el mando
Eso, nada más. Quizá no esté a la altura de la "clara luz primaria" que los
budistas tibetanos esperan ver a la entrada de la vida después de la muer-
te, pero sí sé que mi tiempo ha sido un poco más mío desde entonces.
26
S. Pínker, op. cit, p. 209.
27
"Itchy feet and pencils: A s y m p o s i u m " , The New York Times Book Review, 18 de agosto de
1991.
¿Qué es el tiempo? ¿Cómo se mide y se percibe? ¿Es el
mismo para los habitantes de distintas ciudades?
Como ocurre con otras creencias culturales, el tiempo que
vivimos nos resulta tan natural como el aire que respiramos.
Pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre cuánto
demoran en darnos el vuelto en el banco, si los relojes de
las oficinas públicas tienden a estar en hora o cuánto se
tarda en cruzar la calle. Será acaso porque, en todo el
mundo, los niños adquieren los conceptos básicos de su
propia sociedad sobre las nociones de temprano y tarde; la
espera y el apuro; el pasado, el presente y el porvenir.
En este libro, Robert Levine nos zambulle en esa dimen-
sión de la experiencia diaria que habitualmente damos
por sentada: nuestra percepción del tiempo. El autor, que
ha dedicado su carrera al estudio de ese precioso objeto,
nos invita a un encantador paseo por el tiempo a través de
las épocas y alrededor del mundo. Con él viajamos a
Brasil, donde llegar tres horas tarde es algo perfectamen-
te aceptable, y al Japón, donde se nos revela un sentido
del largo plazo inaudito en Occidente. En algunas comu-
nidades de los Estados Unidos descubrimos que el creci-
miento demográfico afecta el transcurso de la vida, e
incluso el de una caminata. Recorremos la Antigua Grecia
para examinar los primeros instrumentos de medición y
los relojes de sol, y luego nos desplazamos a través de los
siglos hasta el inicio del "tiempo reloj" creado durante la
revolución industrial.
UNA GEOGRAFÍA DEL TIEMPO muestra que el modo
en que la gente interpreta el tiempo de su vida abarca un
mundo de diversidad: de cultura a cultura, de ciudad a
ciudad y de vecino a vecino. Dado que el tiempo es una
construcción humana que define y demarca culturas, que
influye sobre la vida social y hasta sobre la salud de las per-
sonas, deberíamos aprender a funcionar en medio de una
sociedad multitemporal, donde cada individuo sea el por-
tador de su propia geografía del tiempo.
ISBN: 987-1220-66-9
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