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¿Redes o paredes?

Convivimos con formas de subjetivación y maneras de actuar en el mundo que distan


de ser comprendidas, más aún de ser gobernadas y asimiladas institucionalmente. La
escuela, sin ir más lejos, recibió su rol en un mundo que se concebía real, sólido, seguro,
profundo, perdurable, nacional y controlado; pero hoy forma parte de un contexto virtual,
discontinuo, ambiguo, frágil, viral, líquido, evanescente, global y huidizo. ¿Cómo afronta
la escuela esa metamorfosis cultural? ¿Se ha vuelto –como sostienen algunos– obsoleta y
gradualmente incompatible con los cuerpos y subjetividades de la época? Estas son las
preguntas con que Paula Sibilia da inicio al ensayo ¿Redes o paredes? La escuela en
tiempos de dispersión (Ed. Tinta Fresca, 2012). Sin remilgos, la prestigiosa antropóloga
argentina, actualmente radicada en Brasil, enfrenta una de las derivas más ostensibles de la
época interpelando el sentido de la institución escolar –en sus distintos niveles– tanto como
el de sus métodos pedagógicos. En el planteo de Sibilia, claro, late una duda mayor: ¿está
la escuela en condiciones de revisar la matriz de sus prácticas inerciales y acompañar la
nueva configuración social en tránsito resignificando su rol y su quehacer? La duda se
sostiene en la tensión de dos inclinaciones que acompañan a la escuela desde siempre. La
de integrar el lote de “instituciones de encierro” que llevó adelante la inmensa cruzada
disciplinante de la modernidad; y la de –aquellos que, habitándola, intentan– favorecer
pedagogías orientadas a la emancipación y el pensamiento crítico. Ya en La educación
alterada. Aproximaciones de la escuela del siglo XXI, un trabajo colectivo de 2010, Sibilia
revisaba “la escuela post-disciplinaria” y debatía su rol en el contexto de la globalización.
En ¿Redes o paredes?, en cambio, reconstruye el derrotero de la institución escolar como
partícipe necesaria de un proceso más amplio, en el que sucesivamente se concibió al
alumno como ciudadano, cliente, mercancía y consumidor, para después abundar en sus
desagregaciones: el bullyng (violencia escolar), las deserciones, el aburrimiento y los
reality shows de nuestros días. Lo hace sabiendo que la educación tal vez sea el campo
disciplinar más permeable para desplegar una discusión epocal. Su sensibilidad y su
inquietud, hicieron que fuera el ámbito donde más tempranamente se percibiera la
magnitud de los cambios culturales que vivimos y donde más interés se ha demostrado
para entenderlos y abordarlos –incluso más que territorios especialmente afectados, como
el de los medios gráficos y la industria cultural, que aún no han logrado desarrollar
modelos de negocios alternativos y satisfactorios. Este es el punto de apoyo de ¿Redes o
paredes?, pero también –hay que decirlo– de fenómenos virales como el de La educación
prohibida, la película del joven German Doin, que muestra a la escuela como una perpetua
picadora de carne infantil y pondera dudosas pedagogías alternativas (anche privadas), sin
discriminar el rol democratizador y socializador que cumple la escuela pública en un
mundo desigual, y sin siquiera plantearse –como Sibilia– el desfasaje respecto de un
entorno epocal que demanda un evidente aggiornamiento.
Hace ya cuatro décadas, dice Sibilia, que la disciplina y la ética puritana entraron en
jaque y dejaron de ser las grandes fuerzas impulsoras del capitalismo, empujando a la
escuela progresivamente hacia la crisis que transita en la actualidad. Hoy, la sociedad que
tomaba a la cárcel como modelo de referencia para el resto de las instituciones, sin
desaparecer, ha mudado hacia una sociedad informatizada a escala global y hacia internet,
como una suerte de institución multifacética y modélica que infiltra las paredes de la
escuela sin necesidad de derribarlas físicamente. Pero la apertura hacia los nuevos
dispositivos digitales que alientan los gobiernos de diversos países, advierte Sibilia, no
implica un horizonte matemático: la conexión disuelve el espacio aula-pupitre-pizarrón, y
también diluye el tiempo que gravitaba sobre la subjetivación para la planificación
personal. Es decir, si el espacio y el tiempo se vuelven caóticos, es menester desplegar
estrategias activas para intervenir en busca de cohesión y pensamiento. “Nadie sabe qué va
a pasar cuando el dispositivo pedagógico y las redes informáticas –dos universos otrora
incompatibles– se terminen de fusionar o entren en colapso”, remata la autora de El
hombre post-orgánico y La intimidad como espectáculo. En este sentido el libro propone
un saludable debate sobre el futuro de una de las instituciones más estables de la
modernidad, ya que si bien la escuela, debido a su encierro y su rigor, logró sortear los
muchos vaivenes del mundo exterior, hoy enfrenta un gran desafío frente a la
hiperconexión y prácticas que rehúyen la vigilancia, trascienden los muros y alientan la
dispersión. Resta saber si esta aventura contemporánea en la que desplegamos nuestras
biografías, pero sobre todo en la que se proyecta la de nuestros hijos, es una instancia de
emancipación o una afirmación de los mecanismos de control. Resta, pues, saber si la
escuela podrá asociar sus prácticas pedagógicas a experiencias colaborativas como las de
Wikipedia; es decir, a la conformación de un esquema institucional más acorde con las
nuevas subjetivaciones y las nuevas maneras de actuar en el mundo que mencionábamos al
principio; o si podrá más su matriz moderna, desalentando –una vez más– la emergencia y
la consolidación de un nuevo concepto de lo político.

Fernando Peirone

Reseña del libro ¿Redes o paredes? de Paula Sibilia, publicado por la Revista Ñ el sábado 3 de setiembre de
2012 bajo el título La educación hiperconectada

Link a la nota: http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Paula-Sibilia-educacion-


hiperconectada_0_766123396.html

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