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Chambacú: una metáfora literaria para entender el despojo en Cartagena.

Presenta: Alexandra Mesa Valdés

[…] No había posibilidad de liberación para ellos, mientras


naufragaran en el hambre de toda Chambacú. Y Chambacú,
era el eslabón de una vieja cadena de padecimientos.
(Zapata Olivella, 1963: 159)

Manuel Zapata Olivella, publicó en 1963 la novela “Chambacú, corral de negros”, una
obra que recrea con crudeza la estigmatización, desigualdad y pauperización en un
barrio popular de Cartagena durante el siglo XX, así como las múltiples persecuciones
y hostigamientos de los que fueron presa constante los chambaculeros por parte de
las autoridades de Cartagena. Si bien, los tiempos de narración de la novela comienzan
en 1950, con una de muchas invasiones de policías y militares al barrio Chambacú, en
busca de hombres para formar el Batallón Colombia –que, por órdenes, del entonces
presidente del país: Laureano Gómez, combatirían en la guerra de Corea– es menester
entender, que los padecimientos y brutalidades que soportaron los habitantes de este
Barrio no se agotan con esta sola experiencia. La saga de precarización y despojo, ha
estado históricamente presente para los pobladores de Chambacú y en general para la
población negra de Cartagena, desde antes e incluso después de haber publicado esta
novela.

Durante la segunda mitad del siglo XX, época en la que la ciudad de Cartagena
empezaba a emerger como el centro por excelencia del enclave turístico del país;
Chambacú, un barrio popular contiguo a las murallas de Cartagena, separado de la
ciudad por la laguna El Cabrero, que albergaba a más de diez mil familias negras;
representaba un obstáculo para la imagen que deseaba proyectar la ciudad (Zapata,
1963). Así, a principios de la década de 1970; cuando Luis Alberto Moreno (ex
ministro de desarrollo y actual presidente del BID), Héctor García Romero (ex director
del Inurbe) y Gabriel Antonio García (ex alcalde de Cartagena) y primo hermano del
segundo, se aprovecharon de sus cargos y de sus lazos de parentesco, por medio de
estrategias políticas corruptas e intereses particulares, para cambiar la destinación de
uso de suelo de los terrenos del barrio Chambacú y apoderarse de éste, que en 1994
pasó a ser Chambacú de Indias S.A., una empresa en la que confluyeron los intereses
económicos de media docena de políticos y sus familias, entre ellos, el actual canciller
colombiano Fernando Araujo Perdomo. El predio finalmente se parte en dos y sus
habitantes deben ser relocalizados en otros sectores de la ciudad: una zona es
destinada como parque público y la otra como zona de construcciones residenciales
que un año después, es vendida a la empresa liderada por Araujo. (Gomez, 2007).

1
Es necesario esbozar este contexto relativamente reciente, para entender cómo y por
qué, Chambacú: una zona de manglares en las faldas de la muralla, que fue territorio
de luchas históricas de la gente esclavizada que desembarcó como parte de la trata en
Cartagena desde el siglo XVI; pasa en los años veinte a ser ‘corral de negros’ que
muchas familias de pescadores, descendientes de hombres y mujeres esclavizados,
fueron rellenado poco a poco con arena, cascara de arroz y basura para ir creando
tierra firme, con el fin de buscar un lugar dónde asentarse entre la playa y las
murallas1; y luego, a finales del siglo XX, cae en manos de familias de la elite política
del país bajo la figura de un complejo habitacional y un parque. El caso de Chambacú,
no es aislado dentro de la saga histórica de exclusiones y expulsiones de la Cartagena
negra.

El ‘corral de negros”, resulta ser entonces una figura metafórica que retrata una serie
de desalojos sucesivos. Una condena perpetua de arrinconamiento y cercamiento de la
gente negra en Cartagena, paralela a un crecimiento y desarrollo de la ciudad a costa
de la plusvalía de la expansión turística y la extracción de minerales, es decir, a costa
de una empresa esclavista de larga data. A través de Chambacú, es posible vislumbrar
la punta del iceberg de las desarticulaciones estructurales sucesivas que han vivido
los negros en este país. Pasando por el desmonte gradual de 300 años de esclavitud
que concluye en 1851, pero que resurge en la reformulación de una élite cuyo interés
está en la compra de tierras colectivas, hasta el auge de la época desarrollista, que
continua hilando el lastre de la esclavitud, ahora bajo la forma de mano de obra
asalariada.

El siguiente, es un fragmento de la obra de Manuel Zapata, en el que Máximo le relata


a Inge, quienes fueron sus antepasados y cómo esa historia no dista mucho de las
experiencias de los chambaculeros.

Después de nuestra guerra de independencia, los fugitivos cimarrones regresaron a la


ciudad. Encontraron nuevos amos que les pagaran salarios de miseria. El hambre es un
yugo más pesado que los grilletes. Aquí nos ves. Nos niegan el derecho a tener un
rancho dónde dormir. Un pedazo de trapo para vestirnos. Pan para comer. Los
redimidos de San Pedro Claver continúan buscando un santo. Creen en la liberación por
el milagro […] si alguien les habla de revelarse se asustan y persignan. Anoche gritaban
pero se acobardaban de sus propios gritos. No creen que somos vigorosos y que unidos,
seríamos capaces de construir murallas más fuertes que esas. Resistiríamos cualquier
ejército. Sin miedo y organizados nos tragaríamos mil batallones. (Zapata Olivella,
1963:193)

1
Las primeras viviendas fueron construidas desde 1920 por familias que se desplazaban diariamente a la
ciudad de Cartagena (ciudad de blancos) para emplearse como: lavanderas, obreros de construcción y
cocineros (Zapata Olivella, 1963: 239)

2
Los negros en Cartagena que fueron aceptados dentro de la cadena de bienes y
servicios turísticos, contratados en hoteles como: cocineras, jardineros, lavanderas,
celadores, obreros de construcción, etcétera, lo hicieron, luego de dejar atrás sus
actividades agropecuarias y por ende sus tierras. Chambacú, es entonces una ventana
a través de la cual es posible dar cuenta por medio de la literatura de ese destierro
sistemático y de la discriminación estructural en una región como Cartagena,
específicamente en la zona del borde costero de la ciudad.

Hoy por hoy, los pobladores de comunidades como Ararca y Santa Ana, están
inmersos en una dialéctica de “mala vida”2 que se afirma dentro de estos ‘corrales de
negros’, ya que, cada vez más trabajan sirviendo en hoteles lujosos de los que obtienen
una remuneración que en la mayoría de los casos, no alcanza a completar un salario
mínimo legal vigente y aun así, mantienen la retórica de agradecimiento por tener un
trabajo. En esta dialéctica, el despojado acaba siendo él mismo, su despojador.

Este es un poco el caso de La península de Barú3, que, al igual que Chambacú, también
fue poblada por pescadores que trabajaban en hornos de cal, para sedimentar y pegar
las piedras que usaban los esclavos en la construcción de las murallas durante los
siglos XVII y XVIII. Barú, nos muestra un doble paisaje; por un lado, la playa
paradisiaca de enorme atractivo visual para los turistas que buscan olvidarse del
ajetreo del mundo citadino; por otro, un paisaje de despojo, ya que la mayoría de las
playas de esta península son privadas, salvo Playa Blanca que actualmente está siendo
objeto disputa entre la especulación inmobiliaria por parte de sectores económicos
interesados en poner en marcha un mega proyecto hotelero y las comunidades que
viven del turismo en la playa. Playa Blanca Barú S.A., resulta ser una alianza publico
privada en la que Fonade con 49% de la acciones, el grupo Santo Domingo con el 26%
y la Inmobiliaria Echavarría con el 24% (Semana, 2015), esperan adueñarse una única
salida al mar que tienen los pobladores de Barú.

Adicional a esto, como ya lo mencioné antes, está presente la precarización y


explotación laboral, bajo el discurso de beneficencia que utilizan las empresas para
legitimar su praxis predadora; la relocalización de las poblaciones que acentúa la
discriminación racial, así como la degeneración y deterioro del habitad natural versus
la re-valorización de la renta del suelo. Así lo expresaba Máximo en Chambacú, Corral
de negros, cuando le explicaba a su madre La Cotena, las razones por las vale la pena
que seguir luchando por una vida digna, tras ser liberado de la cárcel.

2
Concepto que el sociólogo Fernando Ortiz, utiliza para hacer referencia al mundo del hampa (criminal y
hostil) de la población negra en Cuba, como resultado del lastre pos esclavista del siglo XX
3
Sitio que visitamos en una salida de campo realizada del 12 al 17 de septiembre del año 2016 dentro del
marco de la clase de Etnografía y Etnología general. También llamada isla Barú, aunque realmente no es una
isla. Está ubicada en la zona costera sur de Cartagena.

3
[…] a los pobres nos es imposible mantenernos unidos. Es demasiado aspirar a tener
una familia. Si apenas nos miran como gentes. Ya sabe que somos unos descendientes de
esclavos […] solo nos dejan el derecho a tener hijos como bestias, pero nada más, ni
casa, ni escuela, ni trabajo. Estamos condenados a dispersarnos, a no saber nunca dónde
moriremos. Esta tierra que pisamos no es nuestra, mañana nos echarán de aquí aunque
todos sepan que la hemos calzado con sudor y mangle. (Zapata Olivella, 1963: 158)

El énfasis que Máximo hace en sus oratorias dentro de los diálogos de la novela, acerca
de la desunión y falta de organización de los negros en Chambacú, “estamos
condenados a dispersarnos”; “se asustan se sus propios gritos”; “si estuviéramos
organizados”, puede verse contrarrestado en la realidad actual de Cartagena, ya que
las disputas recientes por el uso y legislación de la tierra en la península de Barú, han
promovido la movilización social encabezada por organizaciones gremiales, juntas y
consejos comunitarios, que en medio de contrapunteos a veces conflictivos, a veces
más fructíferos, han juntado sus voces subalternas históricamente silenciadas, hasta
llegar a oídos de la Corte Constitucional y punta de tutelas, han logrado que se
generen sentencias que si bien no han reversado en su mayoría estos proyectos, al
menos han detenido o pausado su ejecución.

En el caso de Barú, pudimos ver cómo la creciente afirmación de los derechos étnicos
(las identidades políticas) es usada como herramienta y estrategia principal para la
defensa de los derechos territoriales. Sin embargo, estas afirmaciones de la diferencia,
bajo las figuras de consejos comunitarios, no han llegado demasiado lejos en el caso
de Barú, puesto que, también pudimos observar que dentro de las mismas
organizaciones siempre hay pesquisas, contradicciones y fricciones de carácter
organizativo y político-administrativo, en las que las relaciones de poder, terminan
siendo muchas veces más fuertes que la misma intencionalidad de “defensa de lo
público”, y la institucionalidad siempre aprovechará estas brechas para dislocar los
procesos internos.

En este orden de ideas, la propuesta de una mirada etnográfica a las voces


subalternas, tal como lo plantea José Jorge de Carvalho, resulta útil en tanto se
amplían las posibilidades de politizar el espacio discursivo que se abre
constantemente cada vez que intervenimos como sujetos en la cadena de
representación activada por los grupos subalternos (De Carvalho, 2002: 320) la
posibilidad de abrir estas cadenas de representación, no debe estar subsumida por la
esencialización de la cultura. Es importante que como futuros antropólogos
rompamos con la idea de la cultura vista como un concepto vació que puede ser
utilizado para toda intención académica de entender el mundo social. La cultura, debe
politizarse porque es allí, justamente en ámbito político y discursivo dónde su eficacia
es pertinente. Esto se hace explicito, cuando Máximo le explica a Inge porque la

4
presencia de una mujer blanca como ella, genera incomodidad, curiosidad y el
alboroto de la libinidad de los hombres en un espacio como el barrio de Chambacú,
cargado de supersticiones, estereotipos y cuchicheos que se tejen en la cotidianidad.

Vejados por la miseria, ni siquiera lo instintos pueden realizarse normalmente. Pero no


solo somos un saco que apetitos contenidos, nuestra cultura ancestral también está
ahogada. Se expresa en formas mágicas. Supersticiones. Desde hace cuatrocientos años
se nos ha prohibido decir “esto es mío”. Nos expresamos en un idioma ajeno. Nuestros
sentimientos todavía no encuentran las palabras exactas para afirmarse. Cuando me
oyes hablar de revolución me refiero a algo más que romper ataduras. Reclamo el
derecho simple de ser lo que somos. (Zapata Olivella, 1963:188)

Chambacú es, en palabras de Zapata Olivella –tal como lo menciona la cita que
encabeza este ensayo– un eslabón en una vieja cadena de padecimientos; cadena que,
para cortarse de raíz o bien, evitar su propagación, debe entenderse desde la
densidad narrativa que la compone y que la ha configurado históricamente. “El
reclamo del derecho simple de ser lo que somos”, va más allá de las afirmaciones de las
identidades políticas, que en un plano más amplio alimentan el multiculturalismo:
unas culturas con fronteras bien delimitadas, conviviendo juntas en un territorio. Va
más allá de las concepciones atávicas y reificadoras de la cultura y de las identidades
étnicas como esas otras esferas posibles de realidad a las que hay que volver, y a las
que hay que rescatar y proteger en urnas de cristal como reliquias.

“El derecho simple de ser lo que somos”, está diciendo que existe una voz colectiva
históricamente silenciada, que reclama ser escuchada y tenida en cuenta; no como
enclave de la producción de diferencia étnico-racial, sino a partir de la capacidad de
agencia de estas colectividades. Debo decir finalmente, que en lo personal, no
considero que la respuesta a estas malversaciones conceptuales de “la cultura”, sea
pretender una antropología sin cultura, sino más bien considerar la politización de
ésta como condición estructurante de la praxis antropológica.

Bibliografía

Zapata Olivella, M. (1963) Chambacú corral de negros. Biblioteca Didactica Anaya- Rei.

De Carvalho, J. (2002). La mirada etnográfica y la voz subalterna. Revista Colombiana de


Antropología No. 38. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia.
Disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/1050/105015289012.pdf

Gómez, I. (2007) Las andanzas del nuevo canciller. Prensa- Colectivo de abogados José
Arevalo Restrepo. Disponible en http://www.colectivodeabogados.org/?LAS-
ANDANZAS-DEL-NUEVO-CANCILLER

5
Semana (2015) La increíble pelea detrás de las playas de Barú. Tomado el 30 de oct. Del 2016
del sitio http://www.semana.com/nacion/articulo/la-increible-pelea-detras-de-las-
playas-de-baru/444529-3

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