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La Teoria de Las Representaciones Sociales - GONZALEZ PEREZ
La Teoria de Las Representaciones Sociales - GONZALEZ PEREZ
Introducción
Las alternativas teóricas desarrolladas por académicos europeos, tales como la teoría de la
identidad social (Tajfel, 1984) de las minorías activas (Moscovici, 1991), de la
categorización del yo (Turner, 1990), de la retórica y la argumentación (Billig, 1989), del
conflicto estructurante (Doise, 1991b) y Mugny y Pérez, 1991) y, sobre todo, de las
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representaciones sociales (Moscovici, 1961) y (Jodelet, 1984), constituyeron una
aproximación constructivista y hermenéutica para trascender la denominada “crisis de la
psicología social” de ascendencia estadounidense de la década de los setenta, con lo cual
se instituyó una amplia corriente de psicología social con orientación sociológica.
Hace casi medio siglo que surgió la teoría de las representaciones sociales. Fue en el año
de 1961 con la aparición del libro de Serge Moscovici El psicoanálisis: su imagen y su
público, cuando se inauguró esta importante área de investigación psicosocial.
La noción de representación social fue propuesta por su creador como una ruptura con el
concepto de representación colectiva elaborada por Durkheim. Este último es la
concreción de un proceso cultural de larga duración y por lo tanto difícilmente
modificable, mientras que el primero es un concepto psicosocial propio de la modernidad
que conforma sistemas de pensamiento grupales, que no son estáticos y que tienden a
mutar constantemente.
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La aguda percepción de las cualidades de las sociedades modernas, llevó a Moscovici a
introducir una noción mejor facultada para explicar la construcción de la realidad de los
individuos y grupos, al mismo tiempo que desarrolló un concepto clave para la
constitución de un psicología social constructivista, hermenéutica, histórica y sociológica.
Moscovici (1988b) reconoció la fuerte influencia que tuvo en su teoría las ideas freudianas y
piagetianas. De la teoría freudiana se interesó en la explicación de cómo el trauma, generado
por un conflicto en una determinada etapa del desarrollo psicosexual, daba lugar a la
elaboración de representaciones simbólicas arraigadas colectivamente a través del
mecanismo de la interiorización. De la epistemología genética le llamó la atención la forma
que utilizó Piaget para estudiar las estructuras intelectuales como representaciones mentales
del sujeto y el método que se orientaba a estudiar verbalizaciones de los infantes como la vía
de acceso para comprender los orígenes y la evolución de dichas estructuras. De los estudios
de Piaget retomó la posibilidad de analizar la estructura intelectual, y de los de Freud, el
hecho de poder acceder a las representaciones interiorizadas.
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3.- La experiencia del mundo del sentido común definida por algunos fenomenólogos, Heider
incluido.” (Moscovici, 1997, pp. 6-7).
El profesor inglés Robert Farr sostiene que una de las teorías antecedentes de la
representación social fue el planteamiento original de actitud de Thomas, el cual era muy
cercano al de representación. El autor señala: “Las actitudes sociales tal como las concebía
Thomas establecían una diferencia entre los valores del grupo inmigrante y los de la
comunidad que los recibía. Correspondían, según este autor, al aspecto subjetivo de la
cultura. Jaspars y Fraser avanzaron en la demostración de que Allport (1935), en su clásico
capítulo incluido en el Handbook of Social Psychology de Murchison (1935), transformaba
el concepto social de actitud en una representación puramente individual. Esto constituye
un antecedente importante para la futura distinción entre formas psicológicas y
sociológicas de la psicología social”. (Farr, 2003, p. 162).
En cuanto a las convergencias entre la teoría de las representaciones sociales con otras
provenientes de la sociología, antropología y psicología social, varios académicos han
encontrado las siguientes: Isaac Deutcher (1984) sostiene que los teóricos de la
representación social comparten afinidades con los interaccionistas simbólicos como Mead y
Blumer, y con los etnometodólgos como Garfinkel; Denise Jodelet (1991) encuentra
convergencias entre la teoría de Moscovici con la sociología del conocimiento de Berger y
Luckman, con la metodología del fenomenólogo Schutz y con la etnometodología de
Cicourel; Tomás Ibáñez (1988) añade a esta lista los procesos conversacionales estudiados
por Tarde y la psicología ingenua de Heider; Gustav Jahoda (1988) encuentra similitudes
entre la noción de representación social con las ideas de Bartlett sobre el pensamiento
cotidiano y con los antropólogos Holy y Stuchlik que desarrollan los llamados "folk models";
Ian Parker (1987) desde una posición crítica, halla aspectos comunes entre la teoría de las
representaciones sociales con la sociología individualista de Weber y, finalmente, Martín
Mora (2002) añade nuevas convergencias entre la teoría moscoviciana con la teoría crítica de
Habermas, la historia de las mentalidades y los métodos interpretativos del discurso social.
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En esta lista habría que incorporar a otros autores que influyeron en las ideas originales de
Moscovici, como Marx con su planteamiento de que las ideologías dependen de prácticas
sociales determinadas por el sistema socioeconómico, Peirce con su modelo terciario que da
sustento a la visión intersubjetiva, Levy Bruhl y el conocimiento de las formas sociales de
pensamiento y Batjin con el pensamiento dialéctico y la importancia del diálogo y del
lenguaje.
Una de las razones que hace que el concepto de representación social sea difícil de
comprender, en particular para aquellos que se inician en su estudio, es que hasta ahora
no exista una definición única. Moscovici ha sido defensor de esta circunstancia ya que ha
argumentado que es preferible que no exista tal enunciación, ya que al ser una teoría en
expansión podría verse limitada por la imposición de una sola interpretación.
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De acuerdo con Castellotti y Moore (2002) son tres los aspectos interdependientes que
comparten las definiciones mas aceptadas sobre la representación social en la psicología
social, las cuales son: que se desarrollan y circulan a través de la comunicación; que
construyen y reconstruyen realidades sociales; y que la dan forma a la realidad externa
que circunda a los grupos, por medio de su organización sociocognitiva.
La teoría de las representaciones sociales, hay que mencionarlo, funciona de acuerdo con
en el modelo terciario de Peirce, en el que el objeto es construido por los sujetos sociales
que interactúan. El objeto es aprehendido mediante una construcción intersubjetiva y sus
características son determinadas por los sujetos sociales que dotan de sentido al objeto.
Las representaciones del objeto se emancipan en cierto momento y pasan a formar parte
de un mundo intersubjetivo en el que fluyen libremente.
Es importante, entonces, reconocer la forma como los sujetos sociales dentro de sus
grupos o en contraposición a otros grupos, le dan sentido a los objetos de representación.
De esta manera, la representación social, juega un papel determinante en la configuración
de la realidad social. Jean Claude Abric define lo anterior con gran claridad. “Plantearemos
que a priori no existe realidad objetiva, pero que toda la realidad es representada,
apropiada por el individuo o el grupo y reconstruida en su sistema cognitivo, integrada en
su sistema de valores que depende de su historia y del contexto social e ideológico que le
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circunda. Y es esa realidad apropiada y reestructurada lo que para el individuo o el grupo
constituye la realidad misma” (Abric, 2004, p.12).
Para la teoría que estamos abordando el sujeto es un ser social, que posee distintas
pertenencias grupales, diversas identidades sociales y que desempeña un papel activo en
la construcción de su realidad social. Es un individuo cuya práctica social lo orienta a elegir
y activar los procesos de representación social de los objetos que le son significativos. Una
característica de las representaciones sociales es que es siempre y de forma simultánea la
representación de un objeto y de un sujeto social que la construye. Al respecto Belarbi
(2004) sostiene que cuando se generan representaciones sociales en grupos
culturalmente diferenciados: “el otro se convierte en un objeto y, al describirlo, lo que se
proyecta es el yo con sus esquemas de pensamiento, sus marcos de referencias”. (p.87)
Pues bien, y ahondando un poco más en sus características, hay un acuerdo mayoritario
entre los psicólogos sociales en considerar al sentido común, diferente al conocimiento
científico, como el ámbito en el que se construyen y comparten las representaciones
sociales. El mundo reificado de la ciencia está limitado por un especializado código de
lenguaje que sólo permite la participación en él de expertos en la materia. Es un espacio
restringido a los neófitos. La ciencia plantea la necesidad de que sus miembros efectúen
un razonamiento lógico y sistemático que se contrapone al pensamiento sesgado y
automático de la gente común y corriente.
Al contrario del conocimiento científico, el del sentido común no exige credenciales para
participar en él, ya que todas las personas expresan sin cortapisas las ideas que les vengan
en gana. A diferencia del conocimiento científico, el universo del sentido común no opera
mediante un método formal sino que hace uso de sesgos interpretativos, percepciones
selectivas, reducciones categoriales y de atribuciones de causalidad, entre otras.
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Son varias las funciones que cumplen las representaciones sociales, de acuerdo con Abric
(2004) algunas de ellas son:
Las funciones señaladas nos indican que las representaciones sociales se concretan en
formas de pensamiento práctico, que activan sujetos y grupos en la vida diaria.
Es importante referir ahora las tres principales escuelas que estudian las representaciones
sociales. De acuerdo con Banchs (2000) la primera aproximación es la que indaga las
representaciones desde una perspectiva antropológica y cultural liderada por Serge
Moscovici y Denise Jodelet. Una segunda aproximación la encabeza Jean Claude Abric y
sus colaboradores en la Universidad de Aix en Provence, la cual se orienta a develar las
características del núcleo central a un nivel sociocongnitivo. La tercera aproximación la
representa Willem Doise y sus colaboradores ginebrinos, la cual se enfoca a estudiar las
condiciones (muchas de ellas sustentadas en el conflicto y las posturas intergrupales) que
generan y difunden las representaciones sociales en el medio social.
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manera como se estructura el núcleo central de las representaciones sociales; en el
enfoque grupal se incluye la Escuela de Ginebra que está orientada a descubrir las
representaciones sociales intergrupales generadas en el conflicto social y, finalmente, en
el enfoque cultural se ubica la aproximación más tradicional de las representaciones
sociales, es decir, la encabezada por Moscovici, Jodelet y Marková la cual posee una
orientación más cultural, antropológica e histórica.
Para finalizar la introducción es importante anotar que las investigaciones actuales de las
representaciones sociales están orientadas a entender problemas sociales concretos
dentro de las áreas de la psicología social de la salud, la psicología social de la
cotidianeidad y la psicología de género. Rodríguez (2003), con base en reflexiones de
Wagner y Elejabarrieta, indica los campos de investigación más importantes en Europa,
utilizando la teoría que nos ocupa.
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social, la xenofobia, los conflictos nacionales, los movimientos de protesta, el
desempleo, el aborto, el debate ecológico y el movimiento feminista, entre
muchos otros” (Rodríguez, 2003, pp.57-58).
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una teoría social del conocimiento. La segunda explicación se enfoca a describir los
procesos sociocognitivos de construcción de las representaciones sociales y una tercera
aproximación es la que indaga las características de la representación social como un
producto.
En la literatura sobre este tema, hay varios investigadores que conciben a las
representaciones sociales como una teoría social del conocimiento, toda vez que ha
establecido una serie de principios que describen la manera como se construye, comparte y
difunde el conocimiento social. Esta perspectiva describe los procesos de comunicación y
simbólicos que ocurren en el medio social y que determinan la generación de
representaciones propias de los grupos sociales.
Sobre este ámbito Jodelet (1991) estableció que en la psicología social la de las
representaciones sociales es el único ejemplo de una teoría sistémica y global vigente hasta
ahora. En este mismo sentido, Marková y Wilkie (1987) sostuvieron que la teoría de las
representaciones sociales es una teoría social del conocimiento que ha formulado con
claridad la determinación social de la mente. El mismo Moscovici señaló que "las
representaciones sociales pueden llevarnos hacia una psicología social del conocimiento que
nos permita comparar a los grupos y las culturas" (Moscovici, 1988. p. 214).
Para la teoría de las representaciones sociales, los sujetos interactúan para crear significados
compartidos y dotar de sentido a su vida cotidiana. Para lograr este objetivo, los individuos
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deben interactuar sistemáticamente con miembros de sus propios grupos, así como con
representantes de exogrupos. Vivimos, pues, en una sociedad pensante en el que sus
integrantes se comunican todo el tiempo.
Los espacios para esa interacción son aquellos en los que se manifiesta el sentido común y
que están abiertos para la libre comunicación. Entre los escenarios que cumplen con esta
función están, como ya se ha referido, los parques, los cafés, los chats entre otros. Es ahí
donde los individuos intercambian nociones, procesan significados e interpretan eventos
inesperados.
Es importante tener en cuenta que las representaciones sociales se encuentran tanto dentro
de nuestras cabezas como en el medio intersubjetivo de significados. Este último se
constituye mediante la emancipación de ciertas representaciones que trascienden a los
grupos sociales que las edificaron y que ahora están disponibles para que los individuos
puedan acudir a ellas con el objetivo de manejarse en el medio social.
Sobre la existencia del medio de significados en el que habitan las representaciones sociales
emancipadas, Moscovici (1984), afirma que en todo momento nos encontramos rodeados de
imágenes, debates, ideologías, informaciones y reflexiones que transitan alrededor de los
sujetos sociales y que se adentran en ellos de manera imperceptible, sin requerir anuencia
alguna. Las representaciones autónomas se incorporan, simbólicamente, en un mundo
intersubjetivo, el cual es característico de las sociedades contemporáneas y que ha sido
concebido por varios teóricos como la “era de las representaciones sociales”. A este respecto
la psicología colectiva sostiene que “todo puede y debe ser visto como Comunicación, que el
mundo en sí mismo es una Intersubjetividad, y por lo tanto, su desarrollo consiste en
sistemáticamente ver todo como comunicación, y en asumir la obligación de no ver las cosas
de otra manera” (Fernández, 1994, p.111).
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Son varios los autores que otorgan un papel especial a la teoría en el estudio de las
sociedades contemporáneas. El profesor ginebrino Doise (1991b) concluye que la teoría se
aboca a estudiar las plurales relaciones simbólicas que se establecen en las comunidades
modernas, Farr (1987) sostiene que la línea psicosocial de investigación en representaciones
sociales será la antropología que estudie a las sociedades contemporáneas y Jodelet (1991)
considera que las indagaciones de las representaciones sociales son necesarias dados los
incesantes cambios sociales, la pluralidad de las sociedades y el desarrollo científico y
tecnológico.
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creencias, la cultura, los afectos y la condición social. Ibáñez (1988) señala a los sistemas
ideológicos y de valores que predominan en la sociedad, así como a las condiciones sociales,
económicas e históricas. Moscovici (1984, 1988b) incluye a los hechos actuales, el
conocimiento objetivo de los grupos para controlar su propio mundo, la religión y las
representaciones sociales previas.
Vale la pena hacer mención de la relación que existe entre diversos tipos de comunicación y
su relación con la generación de las representaciones sociales, Doise diferencia tres
modalidades de comunicación: “en primer lugar se encuentra la difusión, en la que el
articulista, que recaba información de las fuentes científicas o directamente con los
especialistas, hace las veces de divulgador científico intentando popularizar las teorías y/o los
conceptos entre el público lector. La propagación es la segunda modalidad de comunicación.
A través de ella los grupos organizados intentan influir en los demás presentando
persuasivamente sus creencias y visiones particulares sobre asuntos determinados. La
propaganda es el tercer y último tipo de comunicación. Esta se inscribe dentro de una
situación intergrupal conflictiva y se presenta en forma dialógica en la que se intenta falsear
la argumentación del exogrupo, mientras que se hace resaltar la veracidad y justeza de la
argumentación del endogrupo. La primera modalidad produce opiniones; la segunda,
actitudes y la tercera, estereotipos” (González, 2001, p. 136).
Las representaciones sociales cumplen con dos importantes papeles en el mundo de
significado en el que participan: uno de ellos es el rol convencionalizador y otro el
prescriptivo. Es convencionalizador ya que logra que los objetos, personas o conceptos se
incluyan en categorías sociales previamente establecidas facilitando la comprensión y
manejo de nuevas realidades. La prescripción se refiere a la fuerza que las representaciones
tienen para imponer interpretaciones de la realidad. Serán más intensas si son generadas por
una representación social hegemónica que ha permanecido vigente durante mucho tiempo
en la cultura de determinado grupo social. A este respecto, Duveen y Lloyd (1986) muestran
la manera en que los procesos de socialización que conforman las identidades de género, son
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prescritas en los niños con base en las representaciones sociales de la masculinidad y la
feminidad que poseen los padres.
Para concluir con este apartado presentaremos unos apuntes de Ivana Marková en la que
establece las características de la representación social como una teoría social del
conocimiento, realzando los aspectos dialécticos y dialógicos. “Lo que hace que la teoría de
las representaciones sociales sea una teoría del conocimiento social es la conceptualización
de que:
Como se comentó antes, además de ser una teoría social del conocimiento, la teoría de las
representaciones sociales explica los mecanismos sociocognitivos que construyen formas
compartidas de pensamiento social. La que daremos cuenta ahora.
Son dos los procesos sociocognitivos que se activan para generar en los grupos sociales
nociones compartidas sobre objetos, personas o conceptos. Uno de ellos es la objetivación y
el otro el anclaje.
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Son varios los ejemplos de objetivación que han tenido un impacto relevante en la
comprensión de la realidad social. La objetivación de la necesidad de usar el cinturón de
seguridad de los automóviles, la de darle sentido al virus AH1N1 y la de entender la
computadora personal en nuevos usuarios, son ejemplos de ello.
La primera de ellas se refiere al subproceso a través del cual los sujetos que edifican la
representación social filtran el objeto a representar. Lo anterior se ejecuta con base en
intereses particulares del grupo de pertenencia, ya que se eliminan o envían al olvido los
elementos conceptuales que podrían resultan peligrosos para la identidad social positiva del
mismo colectivo, en términos de sus valores, cultura, ideología, etcétera. Este subproceso, tal
como indica Páez (1987), tiene como función principal lograr una descontextualización del
discurso o concepto, en el que se abstrae de sus condiciones de producción y de su sentido
ideológico. En el estudio primigenio de Moscovici sobre el psicoanálisis se muestra muy
claramente la construcción selectiva que llevaron a cabo varios grupos sociales en su
representación social de la teoría freudiana. Es revelador observar cómo los grupos católicos
apartaron de su conceptualización del psicoanálisis todo lo relacionado con el desarrollo
psicosexual y la función libidinal.
Otro de los subprocesos de la objetivación es la esquematización estructurante y se refiere a
la elaboración gráfica del concepto a representar, en el que se incluyen los principales
elementos que lo integran. Ejemplos de estos son los niveles de conciencia del psicoanálisis y
la pirámide estructural del marxismo. Moscovici (1988) afirma que en las sociedades
contemporáneas, con las características que se mencionaron previamente, existe una mayor
creación de estructuras icónicas que sostienen la elaboración de símbolos propios de la
objetivación.
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Posterior a la elaboración de las esquematizaciones figurativas, se hace necesario dotarlas de
sentido, humanizarlas. A este subproceso de la objetivación se le denomina naturalización.
El psicosociólogo Pablo Fernández (2004) reflexiona sobre este proceso y plantea que el
mundo de los objetos no es mismo que el de las cosas, ya que éstas últimas no interpelan a
los sujetos. Por lo contrario, los objetos son cosas a las que se les ha asignado un sentido
humano y que, en consecuencia, objetan algo a las personas ya que poseen un significado
particular.
El anclaje tiene como finalidad el incluir el nuevo concepto representado dentro de la trama
de nociones ya elaboradas. De esta forma el significado del concepto se otorga por la
relación significativa que le da los conceptos ya introyectados pero, al mismo tiempo, la
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nueva inserción modifica la representación social configurada por los conceptos añejos. El
anclaje es el proceso que actualiza y modifica de manera dinámica las representaciones. Los
mecanismos del anclaje son la clasificación y el nombramiento.
En la generalización, los sujetos sociales que están incorporando un nuevo concepto intentan
reducir las distancias entre éste y el prototipo perteneciente a la categoría en la que se
pretende insertar. La particularización ocurre cuando el concepto a representar no se ajusta
a las categorías sociales existentes, por lo que se establece una distancia entre el concepto y
el prototipo. La singularidad de la representación es el producto de este subproceso. Lo casos
de pederastia por parte de sacerdotes católicos se aleja del comportamiento típico de un
clérigo, lo que obliga a que las representaciones sociales, sobre todo las que provienen de
grupos de esa religión, se fundamenten en la particularización.
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estabilidad y cambio de las representaciones, el anclaje está orientado hacia la estabilidad
o hacia la permanencia del estado existente, mientras que la objetivación, por su parte,
está orientado hacia el cambio” (Marková, 2000, p. 448).
Es importante tener en cuenta que las representaciones sociales son al mismo tiempo un
proceso y un producto. En el primer componente se integran los procesos que operan en
el mundo inter subjetivo y los que acontecen a nivel sociocognitivo y en el segundo se
encuentran los elementos que constituyen sistemas de creencias o ideologías. Lo anterior
se define muy puntualmente en la siguiente idea: “podríamos entonces distinguir entre
pensamiento constituyente, es decir procesual, y pensamiento constituido, es decir, el
producto o contenido que se realiza alrededor de una estructura” (Banchs, 2000, p. 4).
Como un producto sociocultural se pueden identificar, de acuerdo con Herzlich (1975), las
dimensiones de actitud, nivel de información y campo representacional.
La actitud se refiere a la evaluación positiva o negativa que el sujeto social hace del objeto de
representación a constituir, la cual se determina por valores, afectos, normas y sistema de
creencias del grupo de pertenencia. Es por eso que los objetos más polémicos y que reflejan
posturas intergrupales mas diferenciadas, son los más viables a convertirse en
representaciones sociales.
La información puede ser analizada con base en su cantidad y calidad. De acuerdo con Tomás
Ibáñez (1988) el nivel de información refleja la inserción social de los grupos que detentan la
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representación social, ya que la clase social determina las prácticas sociales y, en buena
medida, la accesibilidad a las fuentes de información.
Como se ha podido observar, la teoría de las representaciones sociales puede ser estudiada
en tres niveles diferentes de aproximación. Es importante hacer hincapié en que lo
conducente es abordar, en toda investigación sobre representaciones, los tres niveles para
así entender el contexto de comunicación que evidencie el medio de significados, los
procesos constructivos desde una perspectiva sociocognitiva y la representación social como
producto sociocultural.
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De defensa: La organización de las nociones periféricas sirven de contención a las
presiones de modificación del núcleo central, ya que hace operar diversos
mecanismos para detener la modificación. Acciones como las reinterpretaciones,
las deformaciones defensivas de información, los cambios de ponderaciones y
otros mecanismos cognitivos.
Este planteamiento es importante ya que diferencia entre los elementos periféricos que
definen, en buena medida, el sentido de la representación y su núcleo central, de la que
depende su permanencia.
A este respecto Huotilainen (2005) señala que junto al núcleo central puede coexistir otro
núcleo denominado themata (del que habrá una explicación poco más adelante), cuyas
principales características son que contiene elementos arquetípicos o preconcepciones
establecidas, que son resultado de procesos de larga duración, y que pueden manifestarse
como historias retóricas y creencias sociales.
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sentido, el elemento unificador y estabilizador de la representación” (Abric, 2001,
pp. 20-21).
Por otra parte, es importante señalar que existe tanto una determinación social, como
otra lateral en la estructura de las representaciones sociales. La determinación social está
relacionada con aspectos socioculturales y determina el contenido histórico de la
representación, mientras que la determinación lateral tiene un origen en las experiencias
propias del sujeto. “Banchs (1984) conceptualiza a sendas determinaciones puntualizando
que la influencia de las condiciones socioeconómicas e históricas de una sociedad aluden a
la determinación social central; mientras que la huella del individuo, su aporte como
sujeto de una colectividad, se traduce en la determinación social lateral” (Mora, 2002,
p.13). Por otra parte, Araya (op.cit) hace hincapié en la necesidad de observar en el núcleo
central de una representación, la existencia de la realidad histórica-social en la evolución
del concepto.
Podemos concluir este apartado señalando, en el mismo sentido que Rodríguez (2003),
que el núcleo central es el elemento estable que le da permanencia a la representación,
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ya que en él se incluyen significados culturales propios de la memoria colectiva, mientras
que los elementos periféricos son los que explican la variabilidad de las representaciones
sociales y su característica dinámica.
Sobre la supuesta circularidad de las definiciones en las que participan los conceptos de
representación social y grupo, se puede afirmar que ambas nociones son, en realidad, dos
caras de la misma moneda. Por un lado está el grupo social integrado por sujetos social
concretos que a través de la interacción cotidiana establece representaciones
endogrupales y exogrupales y, por el otro, los procesos sociocognitivos de construcción de
representaciones.
Existen, además, varias opiniones académicas que sostienen que las representaciones
sociales sólo se constituyen como tales cuando forman parte de la identidad social de un
grupo y que es, precisamente, en situaciones de conflicto intergrupal cuando se
manifiestan representaciones sociales más claras, con mayor consenso y una mejor
estructura.
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La importancia de las prácticas sociales
Jean Claude Abric (2004) sostiene que las representaciones sociales no son simples
elaboraciones sociocognitivas respondientes que se activan en individuos que crean
conocimientos comunes, sino que están determinadas por prácticas concretas que llevan
a cabo sujetos sociales pertenecientes a grupos determinados.
Este aserto resulta determinante desde una perspectiva teórica ya que define las
condiciones sociales que hacen que surjan de manera natural las representaciones
sociales, por lo que resulta equivocado abstraerlas de la actividad de los grupos que las
construyen. Por lo tanto se puede concluir que es inexistente una representación social
que no esté relacionada directamente con la práctica social del grupo que las establece.
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Nuevos persepectivas en el estudio de la teoría de las representaciones sociales
La perspectiva dialógica, como Billig (1996) también lo concebía, permite a los sujetos
sociales reconocer las posturas de los otros a través de la identificación de los
planteamientos del exogrupo, lo que genera reflexiones endogrupales más profundas.
Para Marková la epistemología dialógica es propia de las ciencias humanas y sociales, a
diferencia de las ciencias naturales cuyo objeto de estudio no tiene la capacidad de
generar lenguaje simbólico.
La dialéctica, por otra parte, está también fundamentada en el diálogo, pero ocurre a un
nivel de conciencia más abstracto. “Tanto para Heráclito, como para Hegel, todos los
fenómenos vivos sostienen tensiones internas de fuerzas contradictorias. Hegel observó
contradicciones en la realidad social, en la naturaleza y en el pensamiento y concluyó que
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esas contradicciones son encabezadas por un movimiento dialéctico en la mente (op. cit.,
p.428).
Los temata son en esencia díadas (aunque pueden presentarse como tripletas) de
conceptos que incluyen antítesis. Estos temata son muy comunes en el mundo científico y
se observan en polarizaciones como las de análisis/síntesis, racional/irracional,
simple/complejo, evolución/involución, concreto/abstracto, y deducción/inducción, entre
otras. Aquí es necesario mencionar que también en el pensamiento social se encuentran
estos temata cuyo origen se remonta a la socialización misma de los individuos y que se
aplican en la vida cotidiana al utilizar díadas como bueno/malo, justo/injusto y amor/odio.
Los temata son importantes para explicar la generación de representaciones sociales ya
que muestran la condición social del pensamiento de los individuos, los cuales están
acostumbrados a razonar con base en antinomias y oposiciones. Aunque algunas veces
puedan ser inconscientes, los temata enfocan el debate grupal, incrementan las tensiones
y son una vía para la posible resolución de representaciones sociales intergrupales en
conflicto.
Los temata, se puede concluir, son la base de las representaciones sociales culturalmente
determinadas, las cuales se imponen, como en el caso mencionado, a la realidad social
intergrupal. Son, como se argumentó antes el elemento que expresa un conflicto
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sociocognitivo que tiene su fundamento en las prácticas sociales y que alienta el cambio
social a través de la superación de ese conflicto.
Otra aproximación teórica muy interesante y, por demás, oportuna dados los tiempos de
cambio social y tecnológico que vivimos, es la presentada por Denise Jodelet, quien
propone una recuperación del sujeto en las investigaciones sobre representaciones
sociales.
Sobre la subjetividad, Jodelet (2008) refiere: “La noción de subjetividad nos lleva a
considerar los procesos que operan a nivel de los mismos individuos. Por más de que
nuestras indagaciones apuntan a detectar los elementos representacionales compartidos,
sería reductor eliminar de nuestro examen lo que corresponde a los procesos por los
cuales el sujeto se apropia de y construye tales representaciones. Estos procesos pueden
ser de naturaleza cognitiva y emocional, y depender de una experiencia en el mundo de
vida (Jodelet, 2006). Ellos remiten, igualmente, a estados de sujetamiento o de
resistencia, de los que hemos hablado anteriormente. Desde este punto de vista conviene
distinguir las representaciones que el sujeto elabora activamente de las que el mismo
integra pasivamente, en el marco de las rutinas de vida o bajo la presión de la tradición o
de la influencia social”. (pp. 51-52).
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Una última tendencia en el estudio de las representaciones sociales es otra reflexión de la
ex profesora de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Paris, Denise Jodelet.
Ella considera que los estudios sobre las representaciones sociales no deben contentarse
con los resultados obtenidos en sus estudios, sino intervenir para transformar la realidad
social.
Jodelet (2007) señala las razones para realizar intervenciones en los grupos que
participaron en un estudio de representaciones sociales y que son: para devolver los
resultados de los estudios a quienes participaron en él, lo que presupone un respeto por
las personas que aportaron sus datos y para incidir, con información, en la concientización
y cambio social proveniente de la comunidad misma. Afirma, además, que toda
intervención social debe partir de un reconocimiento de las representaciones sociales que
comparten los miembros de la comunidad sobre un problema específico. Este
conocimiento es fundamental para llevar a cabo un cambio deseable. Ella señala: “Fals
Borda, Paulo Freire, Ignacio Martín Baró, Alain Touraine, por citar apenas a los más
importantes, subrayan que toda intervención social cuyo objetivo es la transformación de
lo social depende de las posibilidades y recursos de los grupos entre los cuales se destacan
sus saberes. Toda intervención centrada en el cambio de la realidad social implica una
valorización de los saberes populares, la imprescindible necesidad de tomar en cuenta
esos saberes en la interacción entre los investigadores y los grupos sociales. También
aparece la importancia del trabajo sobre los saberes ingenuos, en términos de
desideologización, de concientización y de formulación de nuevas necesidades e
identidades” (pp.198 – 199).
La línea recomendada por la doctora Jodelet significa no solo dotar a la teoría de las
representaciones sociales de mayor relevancia social, sino que se podría construir una
metodología de intervención social de largo alcance, con base en el desarrollo teórico que
por casi cincuenta años se ido construyendo en diversas universidades del mundo.
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Bibliografía
Araya, S. (2002) Las representaciones sociales: ejes teóricos para su discusión, Costa Rica:
FLACSO.
Billig, M. (1989) Studying the thinking society: social representation, rhetoric and attitudes
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