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Don Bosco dijo a Domingo Savio:

“ ME PARECE QUE LA TELA ES BUENA”

También tú eres buena tela, ¿no es verdad? Por


esto te sientes descontento y todo se te aparece de color
negro después de haber faltado y de haber sido repro­
chado. Conoces que eres buena tela y que podrías ser
mejor.
— ¿Q ué te parece si te decidieras a santificarte?
— ¿Ouién? ¿Y o?
— j Sí, tú ! Si te preguntaran qué significa ser san­
to, temo que responderías equivocadamente. A ver: ¿qué
significa ser santo?
También Domingo tenía una idea equivocada.
Cuando surgió en su mente la idea de transformarse en
un santo, experimentó desasosiego y anduvo varios días
absorto y tristón.
Don Bosco lo puso en el buen camino, llenando su
alma de alegría y felicidad, de la mañana a la noche,'
gozándose en la recreación, viviendo para Dios y no para
sí. H e aquí lo que significaba hacerse santo: vivir para
Dios. Dios te llama a vivir para El. Esta es la manera de
pensar bien; olvida, por ahora, la palabra “ santo
¡V ivir para Dios y triunfar en tu interior! Pero el
secreto no radica solamente en vencerte a ti mismo, sino
también en ayudar a tus compañeros a ser buenos, y a
combatir su propia batalla. Este es el secreto que Don
Bosco enseñó a, Domingo. No vivas para Dios tratando
de ser bueno tú solo: debes empeñarte en ayudar tam­
bién a tus compañeros. Observa cómo obró Domingo.
En estas páginas verás reflejada tu vida con tus
tentaciones. Léelas y reléelas continuamente: no te arre­
pentirás, Una nueva vida se abrirá para ti. La tela
buena se convertirá “ en traje para el Señor
“ Morir, mas no pecar

DOMINGO SAVIO
Traducción y arreglo de Roberto Terzaghi
D om in g o nació el 2 de abril de 1842 en un D om in g o aprendió a rezar en las rodilla*
D pueblo cerca de T u rín . Era el segundo
de los diez hermanos de una fam ilia de
B de su madre. Fero no só lo aprendió a rezar,
sino también a amar la oración. Esto es de
obreros. Su padre se desempeñaba com o herrero. vital importancia en la vida de un cristiano, p or­
D om in g o pasó una infancia norm al, atendido so­ que, ¡lo que se ama se hace sin dificultad !
lícitamente por su amorosa madre. T u v o la in ­
mensa fortuna de tener padres buenos. (¿H a s
agradecido alguna vez al Señor los continuos
cuidados que te proprocionan tus p a d re s?).
P or esta razón, nunca hubo necesidad de D o m in g o creció com o has crecido tú, an­
em pujarlo a la oración. M ‘uy por el contra­ sioso de ser levantado en v ilo p or su papá.
rio, solo, espontáneamente se apartaba de Cuando el padre regresaba de su diario
los demás y se concentraba en la plegaria. (P í­ quehacer, corríale al encuentro, le narraba viva­
dele al Señor que te haga amar la oración com o mente lo que había hecho durante el día y jugaba
la amó D o m in g u ito ). afectuosamente con él. A lcanzábale luego las pan­
tuflas y le aseguraba que lo había recordado en
la oración.
Cuando creció, anhelaba ayudar la Santa D o m in g o quería hacer las cosas por sí m is­
M isa todos los días. Si, al llegar a la ig le ­ mo. Cuando servía M isa deseaba que na­
sia, las puertas estaban cerradas, arrodillá­ die le ayudase a trasladar el misal de una
base en la nieve y aguardaba rezando. Le agrada­ parte a otra del altar, a pesar de que, p or su
ba rezar, y experimentaba la necesidad de com u­ corta estatura, debía ponerse en puntas de pie. El
nicarse con el Señor y su Santísima M adre. Con com prensivo párroco lo dejaba obrar. . .
ellos se sentía fuerte para desbaratar las tenta­
ciones y el pecado.
Cuando se trasladaba el Santísimo Sacra­ I Cierto día un forastero fue invitado a al­
m ento en form a procesional desde la parro­
quia a la casa de algún enferm o que lo
D morzar en la casa de D om in g o. El buen
hom bre se sentó a la mesa y sin más se
recibía com o V iático, a D o m in g o le encantaba lle ­ puso a comer. D om in g u ito se levantó, y se aleió,
var la vela encendida o tocar pausadamente la llevándose su plato.
cam panilla. El párroco estaba seguro que para — V en, D om in g o, almuerza con nosotros —
esas ocasiones D o m in g o no fallaba. Siem pre se le d ijo su padre.
p odía contar con él. M as, él no respondió. Cuando el forastero
se alejó, el niño d ijo :
— N o me agrada sentarme a la misma mesa
con un hom bre que se alimenta com o los ani­
males.
1 En aquellos tiem pos, nadie recibía la p ii- En su Primera Com unión, D om in g o tuvo
: mera com unión antes de los trece años. D o ­ la fortuna de com prender exactamente lo
m ingo insistió y consiguió recibirla a los que significa la Com unión, esto es: Si reci­
siete. Y com prendió que, desde ese m omento, bim os al Señor, debem os dem ostrarlo durante todo
debía m ejorar su vida, ffer esto, la noche antes el día en la manera de vivir y de com portarse.
de la prim era com unión, le cnjtva su mamá: Este pensamiento predom inaba en su mente.
— " M e apena no haberme portado bien al­
guna v ez; te prom eto que seré m ejor y que t?
ayudaré más, que a n t e s . . . ” .
En la noche de su Primera C om unión se D e b ió cambiar de escuela. Esto significaba
refu gió en su soledad y escribió cuatro trillar todos, los días quince kilóm etros en­
promesas a Jesús y a M aría. Se resumen tre ir y venir. N o lo acobardaban ni la
en estas palabras: 1 ) Confesaré y com ulgaré con distancia, ni el frío ni la oscura soledad.
frecuencia. 2 ) M is am igos serán Jesús y M aría. — ¿ N o temes ir solo p or la oscuridad?
3 ) A ellos les dedicaré los dom ingos y días fes­ — N o — respondía D o m in g o — siempre me
tivos. 4 ) ¡M orir, mas no p ecar! acompaña el A ngel C ustodio.
U n día de ardiente calor, un am igo díjole, D ice el proverbio: "C u an do falta el gato
cuando volvía de la escuela: los ratones bailan” . . . ¿ Y qué hacen en la
— ¿V am os a bañarnos en el arroyo? escuela los alumnos cuando falta el maes­
— N o , — respondió sereno pero firm em en­ tro? En una de esas oportunidades, dos alumnos
te — m e voy a casa. resolvieron taponar la estufa con piedras y nie­
Y siguió su cam ino. El ya se había bañado una v e . . . Eran dos alumnos qu e ya habían sido cas­
vez en el arroyo pero, ante la advertencia de su tigados con repetidas sanciones disciplinarias. . .
mamá de que podía correr peligros para el alma D e pescarlos en esta, serían expulsados de la es­
y el cuerpo, prom etió no hacerlo más. "M o rir, cuela.
mas no pecar” .
A l llegar, el maestro quiso a toda cost i M ás tarde se supo la verdad. Entonces el
saber quiénes habían sido los.
tos, para librarse, acusaron al
culpables. Es­
pequeño D o ­
E maestro le preguntó:
— ¿Por qué no m e dijiste que eras inocente?
m in g o. . . D om in g o no d ijo esta boca es. mía, — "P orqu e sabía que los culpables serían ex ­
in clin ó su cabeza sobre el p e c h o . . . Parecía el pulsados y pensé salvarlos; también pensé en Je­
verdadero culpable. El maestro lo reprendió se­ sús: El fu e falsamente acusado y guardó silen­
veramente y amenazó castigarlo. c i o . . . ” . (R ecibir al Señor en la C om unión sig­
nifica que hay que obrar com o El, ¿recu erd as?).
E1 párroco de D o m in g o escribió a D on D on B osco quedó gratamente im presionado

E Bosco d iciéndole que un m uchachito de su


parroquia anhelaba hacerse sacerdote. D on
del niño y le entregó un librito, diciéndole:
— A prende de m emoria esta página y re­
B osco concertó inmediatamente una entrevista con torna mañana para recitármela.
el candidato, en Becchi, en donde se hallaba tran­ A los diez minutos D om in g o se hallaba de
sitoriamente con algunos alum nos del O ratorio. nuevo junto a D o n Bosco. Había aprendido ya lo
Celebraban la fiesta de la V irgen del Rosario. asignado. L o recitó y lo exp licó a perfección.
D o m in g o y su padre fueron puntuales a la cita D on Bosco lo aceptó com o alum no.
L legó al O ratorio con su hum ilde fardillo D o m in g o había acudido al Oratorio para
de ropas al hom bro. Ciertamente, le costó aprender. P or esto inmediatamente quiso
el desapegarse de sus padres y hermanos, saber qué significaban esas palabras "D a
pero dem ostró fortaleza y ánimo dispuesto, recor­ m ihi ánimas, coétera to lle ” escritas sobre la puer­
dando que también el Señor se había separado de ta del •escritorio de D o n B osco. El Padre le ex­
M aría y José para cum plir con la m isión del p licó :
Padre. — Significan, "D a d m e almas y quedaos con
lo demás” .
— C om prendo — d ijo él — aquí el negocio
es de almas y no de dinero: quiero que toméis
también mi alma.

DA
MIHI ANIMAS
C A E .T E R A T O l L L
Cierto día d ijo D o n B osco a sus m uchachos: A lgunos días anduvo apartado y triste. D on
— H oy les diré tres cosas: 1 ) D io s quiere B osco lo llam ó.
que cada uno de ustedes se haga santo; — ¿ N o te sientes bien?
2 ) Es fácil serlo; 3 ) D io s prom ete un gran pre­ -— Estoy muy bien, pero com prendo que debo
m io en el cielo a los que se deciden seriamente. hacerme s a n t o ... ¿Quisiera decirm e qué debo
Estas palabras hallaron nido en el corazón de hacer?
D om in g o. — A yuda a tus com pañeros a que se hagan
m ejores; im pide el m al; vive entre ellos com o
un guía del bien, y esto te transformará en santo.
: . Y D o m in g o em pezó. Por ejem p lo: C o- A l llegar al sábado, D om in g o decía:
L X AÍ menzaba a jugar con un niñ o que no era — V en, m e voy a confesar.
tan bueno. En lo m ejor del juego, le decía — Pero, yo, tú sabes. . .
sorpresivam ente: — V am os. L o p rom etido es deuda.
— El Sábado me confesaré, ¿m e acom pañarás? Y lo acom pañaba al confesonario de D on
— Sí, sí — respondía el m uchacho sin darle B osco. A llí todo se solucionaba. El ponía la car­
mayor im portancia. Sigam os jugando. nada en el anzuelo; D o n B osco pescaba.
ES Siempre estaba dispuesto a dejar el juego
si se presentaba la ocasión de realizar el
bien. Si descubría a un recién llegado que
26 Su acción bienhechora se extendía también
a los enferm os, por los cuales experim en­
taba especial predilección. D o m in g o los v i­
andaba triste y m elancólico, se le hacía el encon­ sitaba en la enfermería, se entretenía agradable­
tradizo, entablaba amistad con él, invitábalo a mente con ellos, les proporcionaba libros y los
jugar y le añadía con una encantadora sonrisa: animaba a ofrecer sus malestares al Señor y a
— ¡A q u í nos hacemos buenos estando siem ­ tomar los m edicamentos aunque fuesen amargos...
pre alegres.!
Cierto día irrum pió en un gru p o de com ­ O tro día -un cierto elegante señor se puso
pañeros que miraban unos impresos p o r n o ­ a conversar con un gru p o de muchachos.
gráficos, se los arrebató de entre las ma­ Primeramente habló de viajes, luego atacó
nos y, destrozándolos, exclam ó: a la Iglesia y a los sacerdotes. D e pronto llegó
— ¿A caso tenemos los o jo s para mirar estas D o m in g o :
porquerías, com prom etiendo así nuestra salvación? — ¿P or qué lo escuchan? ¡V á m on os! ¡V á ­
m onos l
Y los muchachos se retiraron con D om in g o.
C om o D o n B osco en esos tiempos carecía En una oportunidad se acercó a un señor
de colaboradores, debía enviar a sus mu­ que había blasfem ado, y le preguntó:
chachos a las escuelas de la ciudad. Sucedía — ¿Podría usted decirm e en dónde se ha­
que p or la calle se escuchaban, a veces, palabrota^ lla el O ratorio?
de grueso calibre, com o por ejem plo, las de aquel — Lamento, pero no sé. . .
carretero que, al castigar a su caballo, blasfemaba — Estonces, ¿podría hacerme otro favor?
horriblemente. C onprendiendo D o m in g o que de — ¡Ciertam ente!
nada hubiera valido intervenir porque el hom bre — Cuando se enoja, ¿no podría evitar las
estaba enfurecido, se quitó el som brero y recitó blasfem ias?
una oración com o desagravio. — H m m . . . ¡caram ba! T e prom eto que tra­
taré de corregirme.
Sin em bargo, la tentación le rozó cierta vez. Pasa un sacerdote que lleva el Santísimo.
Y a estaba por decidirse. Se trataba de "h a ­ El suelo se halla hum edecido p or la reciente
cerse la rabona” e ir a contem plar los kios- lluvia, pero D om in g o se arrodilla lo m ism o,
kos carnavalescos. Los com pañeros lo habían in­ adorando al Rey de reyes. A su lado, un militar
citado. D e pronto, fren ó su curiosidad y exclam ó: permanece de pie. Tem e mancharse el uniform e.
— Com pañeros: El deber m e llam a a la es­ D o m in g o , prem uroso, extiende su blanco pañue­
cuela y ¡allá v o y ! N o hagamos lo que desagrada lo, le hace una indicación al militar, quien se
a D io s y a los superiores. arrodilla también.
Su ejem plo fu e eficaz. Tam bién los otros le
siguieron, rum bo a la escuela.
La escuela que frecuentaba D o m in g o esta­ D os com pañeros de escuela se disgustan. Se
ba destinada a hijos de familias ricas y endilgan insultos que causan horror. Y no
nobles. Si bien es cierto que D o m in g o p ro­ satisfechos aún, resuelven p oner fin al asun­
venía de una fam ilia de obreros, se desenvolvía to con un d u elo a pedradas. . . hasta que uno
cóm odam ente entre sus compañeros, y tenía as­ de los dos caiga herido. D o m in g o no puede per­
cendiente sobre ellos. La auténtica nobleza no manecer indiferente, y escogita los m edios para
nace de !a posesión de tierras y d inero sino de evitar esa ofensa al Señor. Les habla, razonán­
lo que se lleva adentro, en el corazón. doles. N o consigue disuadirlos. Por lo menos lo ­
gra que le dejen presenciar el lance.
T o d o está preparado para el singular due- Cuando D om in g o iba a pasar vacaciones
: lo. D e pronto D o m in g o extrae su cru cifijo a su pueblo, todos se alegraban. Los niños
y se avecina al más airado: tenían en él a un sim pático am igo que los
— ¡A rroja la piedra sobre m í! alegraba y les narraba anécdotas. Las mamás n o­
— ¡N u n ca! taban que todos los que se le acercaban se ha­
—- A rrójala tú — d ijo al otro contendiente. cían mejores.
— ¡Jamás haré eso! Sus padres lo contemplaban dispuesto a todos
— N o me apedreáis porque soy vuestro am i­ los trabajos.
g o. ¡M ás am igo es el Señor y vosotros lo ofe n ­ Era la alegría personificada y la bondad he­
d éis, de esta m anera! ¡El m urió por v osotros! cha niño.
Los dos furibundos se apaciguaron.
Imitaba a D o n B osco en atraerlos con re­ La señal de la Cruz es la señal del cristia­
galos para poder obrar el bien. A lguna vez no. Pero a veces, se la desfigura de tal
alzaba un caramelo o una fruta y gritaba: manera que parece un gesto para espantar
— ¿Q uién la quiere? moscas. D o m in g o se preocupaba en enseñársela
— ¡Y o . . . Y o ! bien a sus am igos del pueblo. Tam bién les hacía
— B ien: Se la daré a quien me responda m e­ hacer con devoción la genu flexión, les corregía
jo r a esta pregunta del Catecismo. las posturas en la iglesia y en todo les servía
En esta form a, les hacía repasar o aprender de ejem plo.
las verdades de nuestra fe.
¡Q u é partidos solía organizar! Pero, cuan­ D o m in g o no se daba aires de suficiencia. . .
d o después del ju ego se sentaban para des­ Le agradaba estar con los pequeños.. Para
cansar, D o m in g o les leía algún buen libro, él resultaba una alegría el poder con d u ­
y luego, entre todos, comentaban lo leído. D e cirlos a la iglesia y enseñarles a conversar con
esta manera pasaban las horas entretenidos, los Jesús Sacramentado con toda confianza. El les
peligros se alejaban y el d em on io. . . ¡se quedaba decía que el Señor está en el altar a nuestra
con tres cuartas de n a rices! disposición .
A1 regresar de las vacaciones, reunió a sus En tiempos de D om in g o, la C om unión c o ­
U m ejores com pañeros y les propuso constituir
un gru p o que colaborase silenciosa y e fi­
E tidiana era algo d esconocido. A un las re­
ligiosas y los clérigos s,e acercaban a c o ­
cazmente en la buena marcha del C oleg io. D e n o ­ m ulgar una vez a la semana.
m inó a ese grupo "C om pañía de la Inm aculada” , D o n B osco, p or el contrario, los animaba a
^.'uyo reglamento redactó. D o n B osco ap robó la vivir la vida del Señor, ¿cercándolos al com u l­
idea y el reglamento. El bien obrado p or esta gatorio todos los días. A sí lo hizo siempre D o ­
compañía ha sido incalculable. m ingo Savio.
Durante la recreación solía visitar al Señor D o n B osco dirigía también >un oratorio
Sacramentado y a su Santísima M adre. In v i­ para jóvenes obreros. Estos m uchachos c o ­
taba a algún am igo a que lo acompañara. nocían muy p o co la religión. D om in g o Sa­
— P e ro . . . ¡ hace frío en la ig le sia ! v io se la enseñaba admirablemente a base de na­
— Bah, toma mi capa: ¡ya verás qué calen- rraciones y episodios tan interesantes que aquellos
tita e s ! m uchachos aguardaban el m om ento de las lec­
Y los des se encaminaban al tem plo. ciones. Y todos eran mayores que él.
N o hay que pensar que a D o m in g o le salía D o m in g o n o era un deportista nato, pero
45 todo a pedir de boca. Había prom etid o a a base de esfuerzos resultó ser excelente.
la V irgen narrar todos los días un hecho Se preocupaba más en divertir a sus com ­
en su honor. A lgunos com pañeros lo desprecia­ pañeros que ganar los partidos. Los incitaba a no
ron y se m ofaron de él. N o se inm utó p o r ello, desanimarse si la suerte se le mostraba adversa.
y los d e jó obrar tranquilamente. N o tem ía recibir — ¡A rriba, m uchachos! — decía — ¡V am os
hum illaciones. de nu ev o! ¡A la carga! ¡N o está muerto quien
p e le a !. . .
Una vez le su ced ió un contratiem po inespe­ D o m in g o ayudaba frecuentemente al viejc-
rado. D o n B osco había ordenado que no cito que atendía el refectorio. En muchas
llevaran proyectiles de nieve a la clase. oportunidades recogía el pan que había so­
Pero uno de los alum nos desobedeció. D o m in g o brado y se lo guardaba para la próxim a refección.
trató de corregirlo. Si alguien se extrañaba por ello, decíales son­
— N o te metas en lo que no te im porta — riendo:
le d ijo, al m ismo tiem po que le asestaba una — Es regla de buena conducta partir el
sonora bofetada. pan antes de com erlo; si ya está partido, ¡m enos
D om in g o se puso ro jo , pero se refrenó. (¿ R e ­ tra b a jo !
cuerdas? La C om unión debe in flu ir en todas las
acciones del d ía ).
\®§MM Mm

Un gran deseo de hacer penitencia lo llevó D o m in g o estaba en cama con gripe. Era de
a colocar piedrecillas y trozos de madera cu invierno y hacía m ucho frío. Sin em bargo
la cama para m ortificar su reposo. Este lo halló protegido con un solo cubrecama.
hecho fu e descubierto para su confusión. D o n — ¿ C ó m o ? ¿Quieres m orirte de fr ío ?
B osco no perm itía que se realizaran penitencias — N o , D o n Bosco, pero debo hacer peni­
de esa clase. D o m in g o no las v o lv ió a repetir. tencia.
— Escúchame — le d ijo el Padre. — Estas
penitencias n o son para ti. Las tuyas deben ser:
sufrir las contrariedades y los pequeños sinsabo­
res que todos los días te manda el Señor.
D om in g o aprendió la lección. D esd e ese día U n día, después, del alm uerzo, D on Bosco
se m ortificó esforzándose en estar siempre lo halló detrás del altar mayor, de pie, con
alegre, en ser solícito en ayudar a los de­ los labios balbucientes com o si estuviera dia­
más, ya sea al llevar la leña para la cocina de logan d o con alguien. Estaba allí desde que había
M am á Margarita, o en hacerle algunos trabajitos. concluid o la temprana Misít. (E sto no es natural,
Otras penitencias fueron: no lamentarse por las dirás T ú . Era natural para él, porque Jesús
comidas si no le agradaban, levantarse pronta­ constituía su centro de atracción. A sí com o te
mente de la cama y otras semejantes. sientes, atraído p or tus diversiones favoritas, D o ­
m ingo se sentía atraído p or el S e ñ o r ).
U n día acudió D om in g o a la puerta de una Una noche corrió al cuarto de D o n B osco
casa e hizo sonar el llam ador: y d ijo :
— ¿Hay algún enferm o p o r aquí? — ¡V en ga, Padre, venga p ron to!
— N a d ie — respondió el hom bre que lo D o m in g o lo con d u jo a través de las callejuelas
atendió. hasta una casa. Llam ó. A b r ió una mujer.
— ¿Está usted seguro? — ¡U n sacerdote! ¡D io s sea ben dito! M i ma­
— Ciertamente. rido está por m orir y hace más de treinta años
A nte la insistencia de D o m in g o revisaron la que no va a la iglesia.
casa y hallaron a una pobre m oribunda en el N i bien hubo concluid o de confesarse, aquel
desván. Llamaron rápidamente a un sacerdote. La señor entregó su alma a D ios.
enferma, después de recibir los sacramentos, m urió. ¿C óm o llegaba a conocer estas, cosas?

.
Y tuvo "una d istracción", después de la D o m in g o enferm ó y debió guardar cama.
com unión. D o n B osco llam ó a dos doctores. Los dos
— M e pareció hallarme en una tierra aconsejaron que se marchara a su pueblo
extraña. Por la densa neblina no veía nada. D e natal para poder restablecerse perfectamente.
pronto divisé al Santo Padre que avanzaba con — ¿Q u é enfermedad tiene? — pregunó D on
una antorcha encendida en la m ano. La escena se Bosco.
ilum inó, y aparecieron m agníficos edificios, por — Vea, Padre: ¡Su cuerpo no puede resistir
un lado, y una verde cam piña, por otro. Esta esa llama que arde en su alm a!
llama es la fe católica que no tardará en llegar
.i Inglaterra.
D om in g o no quería ir a su casa, porqm- A l llegar, tuvo que guardar cama inm e­
sabía que iba a m orir. Y él deseaba que diatamente. V in o el doctor y le practicó
D on B osco estuviera a su lado en esos m o­ una sangría: de nada le sirvió. D om in g o
mentos decisivos. Pero, cuando se le d ijo que aceptó de buen ánimo el d olor que experim entó.
debía obedecer, partió lleno de alegrías. Cuando se hube retirado el m édico, d ijo a su
— A d ió s a todos — d ijo — ¡Y rezad por padre:
m í ' ¡O s espero en el Paraíso! — Papá, llama al p árroco; quiero recibir la
C om u nión por última vez.
C om u lgó D o m in g o con gran devoción. Cuando se retiró el '.acerdote, d ijo :
Tam bién recibió la Santa U nción. El día — Papá: léeme en "L a Juventud Instruida”
de la primera com unión había sido grande las oraciones para obtener una buena muerte.
para él: fue el día que decidió su existencia. Este El padre obedeció con lágrimas en los ojos.
últim o encuentro con el Señor, si bien exterior- Mientras su padre leía, él de pronto exclam ó:
mente más m odesto, sería para él más decisivo — ¡O h , qué cosa tan hermosa estoy viendo'!
aún: ¡dentro de unas horas entraría en el C ie lo ! Y su alma se separó del cuerpo para recibir
el p rem io del Señor.
Era el 9 de marzo de 1857. T enía 14 años
y 11 meses.
Un mes después, una refulgente luz desper­ A lgunos años después, D o n B osco soñó
tó al padre de D o m in g o . A llí se hallaba que D o m in g o marchaba al frente de u n í
su h ijo gozoso. larga fila de m uchachos, llenos de esplen­
— ¿Eres tú, D o m in g o ? dor y g o zo . D o m in g o le entregó un ramo de flores.
— Sí, papá. — Trabaja para que todos tus alumnos las
— ¿D ón d e te hallas? cultiven. La rosa de la caridad, la violeta de la
— ¡En el cielo y muy fe liz ! hum ildad, el lirio de la p u r e z a ...
— Ruega p or todos nosotros para que un día — ¿Q ué es lo que más te ha consolado en
nos reunamos con tigo. . . el instante de la m uerte?
— La protección de M aría Santísima. ¡D iles
.1 todos los m uchachos que la amen m u c h o !
H e aquí uno de los m ilagros de su beati En 1950 tuvo lugar su beatificación en San
ficación. Un niño de siete años había sido Pedro de Roma.
desahuciado p or el m édico. Este ya había En 1954 — año m a ria n o— fu e solem ne­
extendido el certificado de defunción. A l enco­ mente canonizado. Fue com o un regalo de la
m endarlo a D om in g o, se curó com pleta e inm e­ M adre para todos los m uchachos. La promesa de
diatamente. (¡S in em bargo D o m in g o se encuen­ D o n B osco se cum plió:
tra más dispuesto a salvar a los muchachos de la — Ayuda a tus com pañeros a volverse m e­
muerte espiritual! ¡Encom iéndate a é l ! ) . jores; im pide el mal, vive entre ellos com o un
guia del bien, y esto te transformará en santo.
El había escogido un lema y lo cum plió. Im í­
talo: " ¡M o r ir , mas no p eca r!”
La juventud moderna necesitaba un
m odelo: la Iglesia se lo dio en Domin­
go Savio.
M uchacho alegre que tenía su cabe­
za puesta en la altura, pero que asenta­
ba reciamente sus pies en la tierra.
Santo de una santidad práctica, ase­
quible y sencilla. ¡ Santidad evangélica,
de amor y alegría!

Domingo Savio más con su vida que


con sus palabras, nos trae la “ buena nue­
va” del Reino del Señor.
El que sigue sus pisadas, se encami­
na a la Casa del Padre. Domingo lleva
a Dios.
Su lema “ M orir mas no pecar” , es
una orden para sus imitadores.
¡A obedecerle, pues!

Con autorización eclesiástica Institución S a le sia n a - Rosario, 1964 Derechos cedidos por L.D.C. Turín (Italia)

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Printed in A rgentine (Im preso en la Argentina)

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