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Lélia Gonzalez*
En este año de 1988, Brasil, el país de mayor población negra de las Américas,
conmemora el centenario de la ley que estableció el fin de la esclavitud en el país. Las
celebraciones se extienden por todo el territorio nacional, promovidas por innumerables
instituciones, de carácter público y privado, que festejan los “cien años de La abolición”.
Y este trabajo, como reflexión sobre una de las contradicciones internas del
feminismo latinoamericano, pretende ser, con sus evidentes limitaciones, una modesta
contribución para su avance (después de todo, soy feminista). Al evidenciar el énfasis
puesto en la dimensión racial (cuando se trata de la percepción y del entendimiento de la
situación de las mujeres en el continente), intentaré mostrar que, en el interior del
movimiento, las negras y las indias son el testimonio vivo de esa exclusión. Por otro lado,
en base a mis experiencias de mujer negra, trataré de evidenciar las iniciativas de
aproximación, de solidaridad y de respeto por la diferencia, por parte de compañeras
blancas efectivamente comprometidas con la causa feminista. A esas mujeres-excepción,
yo las llamo de hermanas.
Vale la pena retomar aquí dos categorías del pensamiento lacaniano que ayudan a
nuestra reflexión. Íntimamente articuladas, las categorías de infante y de sujeto-supuesto-
saber nos llevan al tema de la alienación. La primera designa a aquel que no es sujeto de
su propio discurso, en la medida en que es hablado por los otros. El concepto de infante
se constituye a partir del análisis de la formación psíquica del niño que, al ser hablado por
los adultos en tercera persona, es, consecuentemente, excluida, ignorada, hecha ausente,
a pesar de su presencia; se reproduce entonces ese discurso y habla de si en tercera
persona (hasta el momento en que aprende a cambiar los pronombres personales). De la
misma forma, nosotras, mujeres y no-blancas, hemos sido habladas, definidas y
clasificadas por un sistema ideológico de dominación que nos infantiliza. Al imponernos
un lugar inferior en el interior de su jerarquía (apoyado en nuestras condiciones biológicas
de sexo y raza), suprime nuestra humanidad justamente porque se nos niega el derecho
de ser sujetos no sólo de nuestro propio discurso, sino de nuestra propia historia. Es
innecesario decir que con todas estas características, nos estamos refiriendo al sistema
patriarcal-racista. Consecuentemente, el feminismo coherente con si mismo no puede dar
énfasis a la dimensión racial. Si así lo hiciera, estaría contradictoriamente aceptando y
reproduciendo la infantilización de ese sistema; y esto es alienación.
Pero esa mirada que no ve la dimensión racial, ese análisis y esa práctica que la
“olvidan”, no son características que se hacen evidentes sólo en el feminismo
latinoamericano. Como veremos en seguida, la cuestión racial en la región ha sido
ocultada en el interior de sus sociedades jerárquicas.
Cabe aquí un mínimo de reflexión histórica para poder tener una idea de este
proceso en la región. Sobre todo en los países de colonización ibérica.
De este modo, la afirmación de que todos son iguales ante la ley asume un
carácter nítidamente formalista en nuestras sociedades. El racismo latinoamericano es
suficientemente sofisticado para mantener negros e indios en la condición de segmentos
subordinados en el interior de las clases más explotadas, gracias a su forma ideológica
más eficaz: la ideología del blanqueamiento, tan bien analizada por cientistas brasileños.
Transmitida por los medios de comunicación de masa y por los aparatos ideológicos
tradicionales, ella reproduce y perpetúa la creencia de que las clasificaciones y los valores
de la cultura occidental blanca son los únicos verdaderos y universales. Un vez
establecido, el mito de la superioridad blanca comprueba su eficacia por los efectos de
desintegración violenta, de fragmentación de la identidad étnica por él producidos; el
deseo de emblanquecer (de “limpiar la sangre” como se dice en Brasil), es internalizado
con la consecuente negación de la propia raza, de la propia cultura.
Es Virginia Vargas V. quien nos dice: “La presencia de las mujeres en la escena
social es un hecho incuestionable en los últimos años, buscando nuevas soluciones frente
a los problemas que les impone un orden social, político y económico que históricamente
las ha marginado. En esta presencia, la crisis económica, política, social y cultural (…) ha
sido un elemento desencadenante que ha acelerado procesos que venían gestándose. En
efecto, si por un lado la crisis ha acentuado le evidencia del agotamiento de un modelo de
desarrollo de capitalismo dependiente, por otro, ha dejado al descubierto cómo sus
efectos son recibidos diferenciadamente en amplios sectores sociales, de acuerdo a las
contradicciones específicas en las que se hayan inmersos, alentando de este modo el
surgimiento de nuevos campos de conflicto y nuevos actores sociales. Así, en el terreno
de las relaciones sociales, el efecto de la crisis ha sido devolvernos una visión mucho más
compleja y heterogénea de la dinámica social, económica y política. Es en esta
complejidad que ubicados el surgimiento y el re-conocimiento de nuevos movimientos
sociales, entre ellos el de las mujeres, que avanzaron desde sus contradicciones
específicas, un profundo cuestionamiento a la lógica estructural de la sociedad (Castells)
y contienen, potencialmente, una visión alternativa de la sociedad”.
En los dos grupos de amefricanas de Perú se confirma una práctica que también
nos es común: es a partir del MN que nos organizamos, y no del MM. En el caso de la
disolución de algún grupo, la tendencia es continuar la militancia en el interior del MN,
donde a pesar de los pesares, nuestra rebeldía y nuestro espíritu crítico se dan en un
clima de mayor familiaridad histórica y cultural. Ya en el MM, estas manifestaciones
nuestras, muchas veces, fueron caracterizadas como antifeministas y hasta como
“racistas al revés” (lo que presupone un “racismo al derecho”, es decir, legítimo); de ahí
nuestros desencuentros y resentimientos. De cualquier modo, los grupos amefricanos de
mujeres fueron organizándose por el país, sobre todo en los años ochenta. Realizamos,
también nuestros encuentros regionales y, este año tendremos el Primer Encuentro
Nacional de Mujeres Negras. Mientras tanto nuestras hermanas amerindias también se
organizan en el interior de la Unión de las Naciones Indígenas, la mayor expresión del MI
en nuestro país.
Prueba de esto, fueron dos experiencias muy fuertes que tuvimos el privilegio de
compartir. La primera, en noviembre de 1987, en el II Encuentro del Taller de Mujeres de
las Américas en la ciudad de Panamá; allí, los análisis y discusiones terminaron por
derrumbar barreras – en el reconocimiento del racismo por las feministas – y prejuicios
anti-feministas por parte de las amerindias y amefricanas de los sectores populares. La
segunda, fue en el mes siguiente, en La Paz, en el Encuentro Regional de DAWN /
MUDAR; presentes, las mujeres más representativas del feminismo latinoamericano, tanto
por su producción teórica como por su práctica efectiva. Y una sola presencia amefricana
argumentó durante todo el encuentro sobre las contradicciones ya señaladas en este
trabajo. Fue, realmente, una experiencia extraordinaria para mí, frente a los testimonios
francos y honestos por parte de las latinas allí presentes, frente a la cuestión racial. Salí
de allí revivificada, confiada de que una nueva era se abría para todas nosotras, mujeres
de la región. Más que nunca, mi feminismo se sintió fortalecido. Y el título de este trabajo
se inspiró en esa experiencia. Por eso es que yo lo dedico a Neuma, Leo, Carmen,
Virginia, Irma (tu tarjeta de navidad me hizo llorar), Taís, Margarita, Socorro, Magdalena,
Stella, Rocío, Gloria y a las amerindia Lucila y Marta. ¡Mucha suerte, mujeres!
BIBLIOGRAFIA
BOURNE, Jenny. “Towards an anti-racist feminism” in Race & Class XXV, 1, Summer.
1983.
CHANDLER, Wayne B.“The Moor: Light of Europe’s Dark Age” in Ivan van Sertina (Ed.)
African Presence in Early Europe. New Brunswick-Oxford, Transaction Books (3 ed.).
1987.
EDGAR, David. “Reagen’s bidden agenda” in Race & Class, XXII, 3, Winter. 1981.
OLIVEIRA, Lúcia E.; PORCARO, Rosa M.; ARAUJO, Teresa C. N. “Efeitos da Crise no
mercado de Trabalho Urbano e a Reprodução das Desigualdades Raciais” in Estudos
Afro-Asiáticos, Nº 14. 1987.
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