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La Internacionalidad, La Arbitrabilidad y El Derecho Aplicable en La Nueva Ley de Arbitraje Comercial Internacional PDF
La Internacionalidad, La Arbitrabilidad y El Derecho Aplicable en La Nueva Ley de Arbitraje Comercial Internacional PDF
(*)
Introducción
Con nuevo este instrumento, sumado a la Convención de Nueva York de 1958 aprobada
por ley 23.619 y vigente en el país desde su ratificación el 14/3/89, se ha completado un
marco regulatorio que es de positiva relevancia en el esfuerzo conjunto que debemos
realizar para concretar, con éxito, el desafío de reinsertar el mercado argentino en
condiciones competitivas en el mercado global.
Es de augurar que con este marco legal, con la idoneidad de sus operadores jurídicos y
con las condiciones económicas adecuadas, Argentina pueda convertirse en un país
elegible y deseable como sede de futuros pactos arbitrales.
I. Ámbito de aplicación. Naturaleza jurídica
Se trata de una ley nacional que contiene una normativa de jurisdicción internacional y
es precisamente por ello, porque se trata de materia internacional, que es de naturaleza
federal, que su dictado le corresponde al Congreso de la Nación.
Es sabido que las provincias retienen para sí dentro de las facultades que les son
exclusivas, asegurar la administración de justicia y, por ende, de dictarse sus propios
códigos de procedimientos (art. 5º CN). Sin embargo entre otras facultades exclusivas
delegadas por la Constitución en el gobierno federal en su art. 75, la Carta Magna ha
confiado al Congreso la atribución de dictar los Códigos y leyes de fondo (art. 75, inc.
12); de celebrar, aprobar o rechazar tratados con otras naciones (arts. 99, inc. 11, y 75,
inc. 22) y de arreglar definitivamente los límites del territorio de la Nación (art. 75, inc.
15) y dentro de estas facultades de establecer los límites del Estado no se hallan sólo los
territoriales sino, también, establecer los límites de la soberanía jurisdiccional del
propio Estado frente a las atribuciones jurisdiccionales de los tribunales de otros
Estados. Para todo ello, el art. 75, inc. 32 de la CN otorgó al Poder Legislativo de la
Nación los poderes implícitos necesarios para elaborar "todas las leyes y reglamentos
que sean convenientes para poner en ejercicio esos poderes" expresamente reconocidos
"y todos los otros concedidos al gobierno de la Nación". Legislar en materia de
jurisdicción internacional surge entonces como poder implícito, en el sentido del art. 75,
inc. 32, en tanto se trata, se reitera, de normas que en ejercicio de facultades
expresamente delegadas, delimitan el ámbito jurisdiccional de los jueces argentinos
frente a los de los tribunales judiciales o arbitrales extranjeros (1).
Esta idea nos parece esencial para ser reafirmada. Los criterios de atribución de
jurisdicción internacional deben ser fijados por leyes nacionales, mientras que los
criterios de competencia especial de orden interno deben seguir siendo resorte de las
provincias (art. 5º CN).
Es claro en este contexto que la ley 27.449 integra el plexo de la normativa de derecho
procesal internacional de fuente interna dado que los pactos y/o las cláusulas de
arbitraje internacional son una especie entre los llamados acuerdos de elección de foro
previstos en general, en nuestro derecho procesal internacional de fuente interna, en los
arts. 2605 a 2607 Cód. Civ. y Com. Así pues, las reglas que rigen estos acuerdos
contenidas en el Cód. Civ. y Com. y la normativa específica contenida en la ley 27.449,
son aplicables en defecto de tratados internacionales vigentes en la materia, en aquellos
casos de acuerdos de prórroga internacional de jurisdicción en árbitros, en los que
nada se haya dicho con relación a las reglas aplicables al procedimiento y /o al fondo,
esto es, en ausencia de acuerdo de partes en todo aquello en que esas materias son
disponibles para la autonomía de la voluntad.
Debe repararse sin embargo en que, de la propia ley 27.449 surge también, en el art.
107, la necesaria inserción de la ley dentro de ciertas disposiciones del Cód. Civ. y
Com. Se trata de la precisa referencia que allí se hace al art. 2605 Cód. Civ. y Com.
La idea se completa aún mejor, si nos detenemos en sola lectura del texto del art. 107
cuando dispone: "las previsiones del Capítulo 1 del Título I de la presente ley no
obstarán a la aplicación del art. 2605 del Cód. Civ. y Com.".
Es importante reparar en el contenido material del art. 2605 Cód. Civ. y Com. que
establece, respecto de los Acuerdos de elección de foro —obviamente, el arbitraje lo
es—, que solo "en materia patrimonial e internacional, las partes están facultadas para
prorrogar jurisdicción en jueces o árbitros fuera de la República, excepto que los jueces
argentinos tengan jurisdicción exclusiva o que la prórroga estuviese prohibida por ley".
Además del obvio acuerdo de partes del que no habremos de ocuparnos en especial
aquí, otros dos son los elementos previstos actualmente en el Cód. Civ. y Com. para la
admisibilidad del pacto arbitral, en el ámbito internacional, en favor de jueces o árbitros,
argentinos o extranjeros: el carácter patrimonial del litigio y la índole internacional de
la controversia.
Es de señalar también, que del art. 2606 del Cód. Civ. y Com. cabe extraer también el
carácter exclusivo de la elección del foro arbitral. El tribunal elegido por las partes
tendrá competencia exclusiva, excepto que ellas decidan expresamente lo contrario —
véase en esta línea el arts. 12 y 19 de la ley 27.449—.
Estos rasgos pues, que también se hallan incluidos en la ley 27.449 de Arbitraje
comercial internacional, cabe ahondar aquí, brevemente.
Se intentó replicar aquí, con una redacción flexible —y reduccionista— las notas
fundamentales de la Ley del Modelo, el resultado fue sin embargo una fórmula adrede
imprecisa y por ello mismo, no muy feliz, pero cuya interpretación sin embargo, puede
construirse.
En efecto, surge expreso del texto del art. 6º, que pretende alcanzar cuestiones de
derecho privado —contractuales o no—, que, debe entenderse, han de considerarse
comerciales para el derecho argentino —debe repararse en esta misma línea de
interpretación, en la Declaración efectuada por Argentina en cumplimiento del art. I
párr. 3º de la Convención de las Naciones Unidas sobre el reconocimiento y la
ejecución de sentencias arbitrales extranjeras, hecha en Nueva York, en 1958 en el
sentido de que dicha Convención sería aplicable sólo a las controversias derivadas de
relaciones jurídicas, sean o no contractuales, consideradas como mercantiles por el
derecho interno.
Es que, por la índole de la cuestión, solo la lex fori puede calificar el ámbito material de
aplicación para un ordenamiento de derecho procesal internacional de fuente interna (3).
En esta línea de ideas, encontramos que en la lex fori, el Cód. Civ. y Com. no define ya
al comerciante, ni la actividad mercantil, sino que se centra para ello, en la idea de
actividad en forma organizada en la que se realizan aportes para aplicarlos a la
producción o intercambio de bienes o servicios, con propósito de lucro, ya sea en forma
individual o, en su caso, participando en los beneficios y soportando las pérdidas, si se
trata de una persona jurídica (arg. art. 1º LGS), lo cual nos abre ya, el camino hacia una
calificación más precisa.
Y la idea se completa aún mejor, si nos detenemos en la precisa referencia al art. 2605
Cód. Civ. y Com. contenida en el art. 107 de la ley 27.449 que es aplicable a las
disposiciones del art. 1º del Título I que estamos analizando.
Esa norma, se reitera, establece que "en materia patrimonial e internacional, las partes
están facultadas para prorrogar jurisdicción en jueces o árbitros fuera de la República,
excepto que los jueces argentinos tengan jurisdicción exclusiva o que la prórroga
estuviese prohibida por ley".
Ello indica pues que, en lo que aquí interesa, siempre debe tratarse de actividades de
índole patrimonial y dentro del ámbito de las cuestiones disponibles para la autonomía
de la voluntad de las partes.
Esa inteligencia interpretativa surge clara en el ámbito del derecho interno, en el Cód.
Civ. y Com. que ha excluido del arbitraje, expresamente, las cuestiones previstas en su
art. 1651, a saber: a) las que se refieren al estado civil o la capacidad de las personas; b)
las cuestiones de familia (4); c) las vinculadas a derechos de usuarios y consumidores
—véase en el mismo sentido, el art. 2655 Cód. Civ. y Com., en el ámbito de DIPr.—; d)
los contratos por adhesión cualquiera sea su objeto y e) las derivadas de relaciones
laborales, en una enumeración que no puede considerarse taxativa.
En esa línea, dada por la naturaleza o la índole de esas cuestiones y no, por estricta
aplicación de esa norma que es de derecho interno —y no, de DIPr.—, es consideramos
que esa referencia es útil para identificar cuestiones no disponibles para la voluntad de
las partes que resultan también, excluidas del arbitraje internacional, así como otras, por
ejemplo, las obligaciones que se deriven de letras de cambio, cheques y pagarés, así
como de otros instrumentos negociables, en la medida, en que las obligaciones nacidas
de estos últimos instrumentos se deriven de su carácter negociable.
El Cód. Civ. y Com., en su art. 1651 in fine refiere entre las exclusiones también, las
controversias en que sean parte los Estados nacional o local, sin embargo, entendemos
que esa disposición, en su caso, sólo resultará aplicable en el ámbito de los arbitrajes
internos y no, en los arbitrajes internacionales que tienen su propio régimen en tratados
internacionales y en la ley que nos ocupa, ordenamientos que se les aplica con
exclusividad y que no contienen esa exclusión.
III. ¿Cuándo un arbitraje es internacional? El art. 2605 Cód. Civ. y Com. y los
arts. 3º y 5º de la ley 27.449.
"b) Uno de los siguientes lugares está situado fuera del Estado en el que las partes
tienen sus establecimientos:
"II. El lugar del cumplimiento de una parte sustancial de las obligaciones de la relación
comercial o el lugar con el cual el objeto del litigio tenga una relación más estrecha".
Completando la idea, el art. 4º dispone que "a los efectos del art. 3º de la presente ley:
"a) Si alguna de las partes tiene más de un (1) establecimiento, el establecimiento será el
que guarde una relación más estrecha con el acuerdo de arbitraje;
Es que este último requisito —internacionalidad del caso , es decisivo a los fines de
admitir en nuestro derecho la prórroga de jurisdicción internacional en general y, en
particular en el arbitraje, especie de la prórroga que ahora examinamos.
Ya hemos señalado que el art. 2605 Cód. Civ. y Com., de aplicación en la materia,
recoge la línea legislativa ya generalizada en nuestro país que, tomando como punto de
partida el principio de la improrrogabilidad de la jurisdicción, reconoce sin embargo,
desde ese origen, no solo la posibilidad de prórroga interna en casos patrimoniales, sino
la posibilidad de desplazamiento de la soberanía jurisdiccional de nuestros tribunales en
jueces o árbitros extranjeros, por acuerdo de partes, pero solo ante el carácter
patrimonial e internacional de la materia del diferendo, excepto que los jueces
argentinos tengan jurisdicción exclusiva o que la prórroga esté prohibida por la ley
[véase esta solución, en el art. 1º Cód. Proc. Civ. y Com. (5)].
Ese rasgo de multinacionalidad o internacionalidad de la controversia que es la
condición de fondo expresamente prevista para la eficacia de estas convenciones en el
art. 2605 Cód. Civ. y Com., es de naturaleza objetiva, por ende, el caso no es
internacional porque las partes digan que lo es, sino que debe serlo, objetivamente y
puede evidenciarse, desde el origen mismo de la situación jurídica o acontecer en el
devenir de la función social o económica que es propia de la relación de que se trata.
Las circunstancias objetivas que atribuyen al caso tal carácter pueden ser de diversa
índole: reales: lugar de situación de los bienes muebles o inmuebles, lugar de registro
del bien mueble, buque, aeronave, semoviente o de la propiedad inmaterial de que se
trate; personales: distinto establecimiento, domicilio, nacionalidad o residencia de las
partes, etc.; conductistas: lugar de celebración, lugar de cumplimiento de los actos
materia de la controversia, etc., y siempre deben ser consideradas relevantes a ese fin
desde el punto de vista del sistema jurídico desde el que se las considera —en este caso,
el nuestro—, sin embargo, esa relevancia cambia según los distintos sistemas jurídicos.
Hay países que privilegian algunos de estos elementos y descartan otros, sin embargo,
lo que aparece claro ante la omisión de la redacción de la ley respecto de su modelo
antecedente, es que ese carácter, en principio, no podría ser atribuido por la sola
decisión de las partes.
Hay autores, como Mme. Gaudemet Tallon que en la doctrina han criticado la exigencia
de este recaudo de la internacionalidad, se sostiene que la índole de los casos impide
muchas veces determinar con certeza el carácter internacional de la controversia o
precisar la noción de su extranjería. Fragistas también ha sostenido esa conclusión y
Droz, al comentar la convención de Bruselas, vigente entre Estados de la Unión
Europea, se ha mostrado proclive a admitir que el carácter internacional de la cláusula
de prórroga de jurisdicción pueda provenir de la sola elección, por las partes, de un
tribunal extranjero (7).
La ley 27.449 sin embargo, mantiene alguna hipótesis ambigua cuando, sigue la fórmula
de la Ley Modelo en el art. 3º b) I. que contempla como supuesto de internacionalidad
que esté situado fuera del Estado en el que las partes tienen sus establecimientos: "el
lugar del arbitraje, si este se ha determinado en el acuerdo de arbitraje o con arreglo al
acuerdo de arbitraje".
Lo cual podría permitir que en un caso el arbitraje se considerara internacional, sólo por
la subjetiva elección de las partes del lugar de la sede del arbitraje en el extranjero, sin
que la internacionalidad resultase de otro elemento objetivo del caso.
Debe repararse en que la ley 27.449 en su art. 2º prevé que sus disposiciones, con
excepción de los Caps. 2º y 3º del Tít. II, los Caps. 4º y 5º del Tít. V y los Caps. 1º y 2º
del Tít. IX, se aplicarán únicamente si la sede del arbitraje se encuentra en el territorio
de la República Argentina, con esta redacción resulta prevista y admitida, la posibilidad
de que un caso vinculado con exclusividad al territorio de un estado extranjero, que
sería un caso absolutamente interno de ese país para el derecho argentino, quede
sometido, por acuerdo entre las partes, a un tribunal arbitral cuya sede se hubiese
pactado en Argentina.
En tal caso, la ley 27.449 admite la internacionalidad de ese arbitraje, pese a que deriva
de una subjetiva decisión de las partes pues así se encuentra previsto en el art. 3º b) I
que permite reconocer la internacionalidad por medio de un acuerdo de partes para fijar
la sede del arbitraje en el exterior en un caso interno, sin embargo esa posibilidad solo
ha de admitirse, efectivamente en nuestro país, cuando se trate de atribuir
subjetivamente la jurisdicción internacional por la sede, si esa sede encuentra en la
Argentina , pero no, en el caso inverso.
Es decir, que se ha de admitir que por acuerdo de las partes, en un caso interno
extranjero, se elija fijar la sede del arbitraje en nuestro país, por considerarlo así más
conveniente o ventajoso para sus intereses.
Es que en efecto, el art. 104 b) I así lo dispone, cuando prevé la denegación del
reconocimiento y ejecución de un laudo arbitral:
"Cuando el tribunal compruebe:
Resumiendo, la ley solo está admitiendo que las partes elijan, que las partes pacten que
un caso extranjero absolutamente interno, objetivamente considerado, sea resuelto por
un tribunal arbitral con sede en nuestro país, cuestión que en modo alguno afecta los
intereses nacionales en preservar nuestra jurisdicción para los casos que consideramos
propios y, en cambio, puede beneficiar al país para ser buscado como sede para ventilar
este tipo de controversias, sin embargo, no reconoceremos eficacia en el país a un laudo
emitido en la situación inversa, esto es, en un caso absolutamente interno argentino, en
perjuicio de nuestra jurisdicción estatal.
Esa misma conclusión es la que impone el art. 5º de la ley 27.499 cuando establece,
siguiendo en esto a la Ley Modelo, que sus disposiciones no han de afectar "a ninguna
otra ley argentina en virtud de la cual determinadas controversias no sean susceptibles
de arbitraje o se puedan someter a arbitraje únicamente de conformidad con
disposiciones que no sean las de la presente".
Es clara la incidencia de esta norma en todos aquellos casos de arbitrajes cuya sede se
pacte en Argentina y en todos aquellos casos en los cuales se pretenda reconocer o
ejecutar en el país un laudo arbitral emitido en el extranjero, pues nuestros tribunales no
admiten en punto a la arbitrabilidad, una lex arbitri distinta de la propia (8).
La validez sustancial del acuerdo arbitral puede ser examinada desde diversos ángulos e
involucra la atención de varios aspectos para decidir.
La lex fori rige los criterios utilizados por los sistemas jurídicos nacionales para
delimitar las materias que pueden ser arbitrables y para determinar la ley aplicable a esta
cuestión. La lex fori es aplicable así, para evaluar la arbitrabilidad en la fase de la
declinatoria de la competencia y en la etapa de la apreciación de los efectos de la
convención arbitral, tanto en lo que hace a la anulación del laudo como al exequátur.
La presunción es que los árbitros aplicarán incluso las normas de policía del país de la
sede y que respetarán las reglas por las que se acepta desplazar la competencia hacia el
arbitraje y que todo fraude o mala aplicación de parte de los árbitros puede ser corregida
por los jueces a través de una second look en la fase de la anulación o del exequátur
(Caso Mitsubishi) (10).
A ese efecto, una cláusula compromisoria ya sea que forme parte de un contrato o
conste en convenio aparte, se considerará como un acuerdo independiente de las demás
estipulaciones del contrato (principio de independencia del pacto arbitral), de ahí
también, que la decisión del tribunal arbitral en el sentido de que el contrato es nulo no
entrañará ipso jure la nulidad de la cláusula compromisoria.
Conforme al art. 37 de la ley, el tribunal arbitral podrá decidir las excepciones que se le
planteen en este punto, ya como cuestión previa o ya, en un laudo sobre el fondo. La
decisión que adopte puede ser revisada en ambos casos (véanse arts. 13 y 99) y, según el
mismo art. 13, esa función de tribunal competente para resolver esta cuestión, ha de ser
ejercida en el país por la Cámara de Apelaciones con competencia en lo comercial de la
sede del arbitraje.
Cabe preguntarse pues, con qué pautas de derecho debería decidir el tribunal arbitral la
validez del acuerdo que sustenta su propia intervención, ya que esa categoría de análisis
conlleva la determinación del derecho aplicable a la validez de tal pacto y a las
posibilidades de compeler a su cumplimiento.
Una primera cuestión a considerar para establecer la validez sustancial de la
convención será la de determinar el derecho aplicable a la capacidad y el consentimiento
de que deben gozar la partes para validar el acuerdo de prórroga, para atender luego, a
los propios términos de la convención voluntaria de las partes al respecto e inscribir
todo ello en un marco ineludible de referencia, dado por el hecho de que esa cuestión,
en caso de ser sometida a revisión, deberá ser decidida por el tribunal del lugar de la
sede del arbitraje y por el derecho de ese foro que es el que examinará el problema.
Ya se ha señalado que el art. 104 inc. b) I dispone que un tribunal argentino sólo se
podrá denegar el reconocimiento o la ejecución de un laudo arbitral, cualquiera que sea
el país en que se haya dictado, cuando el tribunal compruebe que, según la ley
argentina, el objeto de la controversia no es susceptible de arbitraje.
V.1. Generalidades
El contexto procesal puede hallarse resuelto en el mismo acuerdo arbitral, ya porque las
partes se han remitido: a) a las reglas de procedimiento estatuidas por alguna
institución de arbitraje, o b) por alguna convención internacional, o c) porque han
elegido un determinado derecho procesal nacional como aplicable en uso de su
autonomía de voluntad, o d) han fijado sus propias reglas. De allí, resultarán los
requisitos formales, inexcusables o no, exigidos para la validez formal del compromiso
o para la determinación del acta de misión de los árbitros o las reglas de procedimiento,
en general o en detalle, según el caso.
Sin embargo, la aplicación subsidiaria del derecho procesal del lugar de la sede o
asiento del tribunal es la solución generalmente aceptada, pues es la que se encuentra
presupuesta y señalada por la Convención de las Naciones Unidas sobre el
reconocimiento y la ejecución de sentencias arbitrales extranjeras, hecha en Nueva
York, en 1958 y ello se justifica a poco que se repare en la particular importancia de este
instrumento vigente en 159 estados, Argentina entre ellos.
Es en este sentido, que la Convención de Nueva York en su art. V inc. 1º a) prevé que se
podrá denegar el reconocimiento y la ejecución de la sentencia, a instancia de la parte
contra la cual es invocada, si esta parte prueba ante la autoridad competente del país en
que se pide el reconocimiento y la ejecución, que dicho acuerdo no es válido en virtud
de la ley a que las partes lo han sometido, o si nada se hubiera indicado a este respecto,
en virtud de la ley del país en que se haya dictado la sentencia; o cuando en el inc. 1º
d), admite la posibilidad de denegar la procedencia del reconocimiento y la ejecución si
la constitución del tribunal arbitral o del procedimiento arbitral, no se han ajustado a
la ley del país donde se ha efectuado el arbitraje o cuando la sentencia no es aún
obligatoria para las partes o ha sido anulada o suspendida por una autoridad competente
del país en que, o conforme a cuya ley, ha sido dictada esa sentencia [véase el inc. 1
e)].
Es claro que existe acuerdo general, en cuanto a que en el ejercicio de estas funciones
deben respetarse ciertos principios generales de procedimiento, destinados a asegurar la
igualdad de trato entre las partes y el adecuado ejercicio del derecho de defensa (véanse
arts. 18, 23 a 27 de la Ley Modelo) (12).
En otro orden de cosas, y tal como ya se señalara con respecto al planteo de un proceso
judicial, siempre con un criterio de efectividad, deberán tomarse en consideración los
extremos que han de exigirse para reconocer y ejecutar el laudo en el país en que se
pretenda su cumplimiento. Habrá de atenderse, en esta línea de examen, a las
convenciones internacionales ratificadas y en vigor con tal Estado y/o a las exigencias
procesales del derecho procesal internacional de fuente interna, aplicables al caso.
Las partes, aun aplicándose la ley general subsidiariamente, podrían también podrían
acordar reglas propias, especiales, que desplazaran puntualmente a las previsiones
legalmente contempladas, en todo lo que estas disposiciones fueren de forma y por lo
tanto, disponibles.
Así la ley prevé todo un plexo normativo de reglas precisas subsidiariamente aplicables
sobre:
- Comunicaciones escritas (arts. 8º a 10), previendo en el art. 9º que las partes podrán
convenir que se realicen notificaciones mediante comunicaciones electrónicas.
- La constitución del tribunal arbitral, aunque allí se deja un amplio margen para las
convenciones de las partes pues, como principio las partes podrán determinar libremente
el número de árbitros (art. 22) y sólo a falta de tal acuerdo, los árbitros serán tres (3);
salvo acuerdo en contrario de las partes, la nacionalidad de una persona no será
obstáculo para que esa persona actúe como árbitro; las partes podrán acordar libremente
el procedimiento para el nombramiento del árbitro o los árbitros (art. 24) aunque es nula
la cláusula que confiere a una parte una situación privilegiada en cuanto a la
designación de los árbitros. Incluyendo la ley una minuciosa reglamentación para el
caso de falta de acuerdo.
- Sustanciación de las actuaciones arbitrales, donde rige como principio que las partes
tendrán libertad para convenir el procedimiento a que se haya de ajustar el tribunal
arbitral en sus actuaciones, podrán determinar libremente la sede del arbitraje, el
idioma, las fechas de iniciación del procedimiento, demanda, contestación, audiencias,
nombramiento de peritos, etc. A falta de acuerdo, el tribunal arbitral podrá, con sujeción
a lo dispuesto en la ley, dirigir el arbitraje del modo que considere apropiado. Esta
facultad conferida al tribunal arbitral incluye la de determinar la admisibilidad, la
pertinencia y el valor de las pruebas, pedir auxilio al tribunal, de la sede, etc. (arts. 62 a
78).
- Regla de Interpretación del párrafo (2) del art. II de la Convención de Nueva York, del
10 de junio de 1958. Otras Disposiciones (arts. 106-109).
a) En primer lugar, cabe reconocer que las partes, que en el juego del ejercicio de su
autonomía de voluntad en sentido material, podrán incorporar en sus contratos
soluciones sustanciales, de fondo, especialmente adecuadas a la índole de su
contratación que, dentro del marco del acuerdo, han de ser observadas por los árbitros
(13).
La ley autoriza a las partes pues a elegir "las normas de derecho" aplicables al fondo del
asunto y al examinar la fórmula flexible y generalizadora contenida en esa expresión se
ha observado que, si bien la redacción es poco precisa, permite, en su amplitud, que las
partes puedan, por ejemplo, "seleccionar disposiciones de ordenamientos jurídicos
diferentes para regir diversas partes de sus relaciones" (depeçage), o elegir "la ley de un
Estado haciendo salvedad de algunas de sus disposiciones, o seleccionar normas que
hubiesen sido incorporadas a algún convenio o texto jurídico similar, elaborado en el
plano internacional, incluso en el supuesto de que no hubiesen entrado aún en vigor, o
no estuviesen en vigor en ninguno de los Estados que tuviesen conexión con alguna de
las partes en esa operación comercial, o con la operación en sí" (15).
Uno de los problemas que plantea, la elección del derecho de un Estado determinado
para solucionar el caso, es precisar si, con tal referencia, ante un derecho expresamente
elegido, ha de considerarse hecha la remisión al derecho material de ese país o a las
normas de conflicto del derecho internacional privado de fuente interna de ese estado.
Hoy en día, ante elección expresa, existe consenso en favor de la primera postura, que
es la que condice con la búsqueda de la certeza del derecho elegido, intención que se
advierte subyacente en una cláusula de esta naturaleza.
El art. 79 de la ley 27.449, tal como lo hace también el art. 28. inc. 1º, de la Ley Modelo
CNUDMI establece expresamente esta solución al disponer, "que toda indicación al
derecho u ordenamiento jurídico de un Estado determinado se refiere, a menos que se
exprese lo contrario, al derecho sustantivo de ese Estado, y no a sus normas de conflicto
de leyes".
También el art. 2596 Cód. Civ. y Com. consagra ahora esa solución expresamente, pues
dispone que "cuando, en una relación jurídica, las partes eligen el derecho de un
determinado país, se entiende elegido el derecho interno de ese Estado, excepto
referencia expresa en contrario" y en el mismo sentido, el art. 2651 inc. b) dispone que,
"elegida la aplicación de un derecho nacional, se debe interpretar elegido el derecho
interno de ese país con exclusión de sus normas sobre conflicto de leyes, excepto pacto
en contrario".
Ahora bien, si las partes no hubieran hecho uso de su facultad de elegir el derecho
aplicable, se actualiza nuevamente el problema, con ribetes ciertamente complejos.
Un juez nacional, en tales casos, recurre a las normas de DIPr. de la lex fori y en todo
caso, a sus normas de conflicto por lo que debe determinar la ley aplicable, con base en
un sistema de distribución de competencias legislativas, que le proporciona su propio
derecho. El árbitro en cambio, ya lo hemos dicho, carece, en ese caso, de lex fori en
sentido estricto y, por ende, de un sistema de normas de conflicto preexistente, para
establecer el derecho nacional aplicable al caso.
Sin embargo, cabe observar que, si bien el derecho de ese sitio que aparece justificado
para proporcionar el derecho subsidiariamente aplicable para el procedimiento o para
proporcionar la asistencia judicial al arbitraje, no luce con la misma justificación cuando
se trata de determinar el derecho subsidiariamente aplicable al fondo del asunto.
Es que, el lugar de la sede puede estar establecido de antemano pero muchas veces se
fija a posteriori, o se defiere su determinación a un tercero (en el Reglamento de la CCI,
por ejemplo, se reconoce esa facultad de la Corte del tribunal arbitral) que puede elegir
un lugar neutral, cuyo derecho carezca de justificación suficiente como para ser llamado
a decidir el caso, o, incluso, pertenecer a un sistema de tradición diferente a aquéllos
que pudieron ser tenidos en miras por las partes (18).
Es por ello, que muchos tribunales arbitrales han desechado este criterio como principio
rector y la lex mercatoria ha ido afirmando la libertad de los árbitros para elegir el
derecho que consideran "más apropiado" al caso (19), facultad luego reconocida por el
Reglamento de Arbitraje de la CCI (art. 21). Esta disposición, por ejemplo, también
indica que el tribunal arbitral deberá tener en cuenta las estipulaciones del contrato
celebrado entre las partes, si lo hubiere, y cualesquiera usos comerciales pertinentes. En
la misma línea, la Ley Modelo CNUDMI (art. 28, inc. 2º) remite, en defecto de
indicación de las partes, a las normas de conflicto de leyes que el tribunal arbitral
estime aplicables.
Ése es también, el criterio que ha seguido la ley 27.449 que en su art. 80 establece que si
las partes no indican la ley aplicable, el tribunal arbitral aplicará las reglas de derecho
que estime apropiadas.
Asimismo se dispone que el tribunal arbitral decidirá ex aequo et bono o como amigable
componedor, sólo si las partes lo han autorizado expresamente a hacerlo así (art. 81).
En todos los casos, es claro y está expresamente previsto, que el tribunal arbitral
decidirá con arreglo a las estipulaciones del contrato y tendrá en cuenta los usos
mercantiles (art. 82).
Esta facultad de los árbitros, a los que en ocasiones se ha atribuido "un cierto poder
discrecional", reconoce sus límites sin embargo, en la voluntad de las partes, expresada
en los términos del contrato y en la necesidad, reconocida, de que medie una relación
"razonable" entre el litigio y el derecho elegido, que le confiera la mentada calidad de
"apropiado" para regir el caso. Es por ello que los jueces arbitrales, por lo general,
fundan sus soluciones justificando la localización del sistema jurídico elegido, en su
caso" (21).
Finalmente también, integran verdaderamente un soft law en la materia, los "usos del
comercio internacional" integrantes de la llamada "nueva lex mercatoria", que, fuera de
las reglas jurídicas tradicionales, se acomoda de manera más efectiva a las exigencias
del comercio internacional (23).
Otra faceta que presenta el estudio del arbitraje en la ley 27.449, en punto al derecho
aplicable, es la de remarcar las vinculaciones que le caben con la jurisdicción estatal,
más específicamente, los controles que los tribunales nacionales pueden ejercer sobre el
laudo, al respecto.
Este tipo de funciones de los tribunales judiciales, ya se ha visto, los convierte en apoyo
y garantía de la jurisdicción arbitral y de su correcto funcionamiento, mas junto a este
rol, también les toca a los jueces estatales una función de control del arbitraje.
Así por ejemplo, puede requerírseles que conozcan sobre la procedencia de una
recusación, ante su rechazo por el tribunal arbitral (arts. 31 y 32); la revisión de la
competencia atribuida por el tribunal arbitral en el trámite del proceso (arts. 37) o los
recursos de nulidad (arts. 98 a 101). El art. 13 de esta ley prevé cuáles son los tribunales
con autoridad para el cumplimiento de esas funciones (27).
Aun cuando los recursos contra el fallo hayan sido renunciados, existe consenso
también en que siempre cabe el planteo de nulidad como medio de impugnar el laudo:
por incapacidad de las partes, vicios en el procedimiento o en la integración del tribunal,
inarbitrabilidad de las cuestiones objeto de la controversia, etc. (véanse los arts. 98 a
101 y en esa línea debe interpretarse el art. 1656 in fine Cód. Civ. y Com.).
Por otro lado, parece razonable concluir, en defecto de toda otra estipulación legal, que
el juez nacional competente a los fines que nos ocupan, será el que hubiese podido
conocer en la causa (conf. art. 742 Cód. Proc. Civ. y Com.).
Un fallo arbitral es nacional a los fines de su ejecución, en tanto haya sido dictado por
un tribunal arbitral con sede en el país, aunque verse sobre una cuestión internacional
y, si se encuentra firme, debe hallarse equiparado a los efectos de su ejecución, a una
sentencia nacional cuando, agotada la vía recursiva, queda ejecutoriada y es, por ende,
ejecutable, aunque verse sobre un caso internacional. En ambos casos pues, puede
requerirse al juez estatal, las medidas necesarias con el objeto de exigir su
cumplimiento, si fuere el caso (confr. art. 499 Cód. Proc. Civ. y Com.) (29).
En principio, cualquier laudo emitido en un Estado distinto del aquel Estado en el que
se pide el reconocimiento o ejecución, es un laudo extranjero y se encuentra dentro del
alcance de la Convención. Es de destacar que en la gran mayoría de los países se
entiende que el laudo es emitido en el país de la sede del arbitraje, seleccionada por las
partes, por la institución arbitral o por los propios árbitros (30). En este sentido, la sede
es un concepto legal y no, un concepto físico o geográfico.
La misma norma prevé sin embargo, la aplicación de la Convención a laudos emitidos
en el país en el que se solicita el reconocimiento o ejecución pero considerados no
nacionales en ese Estado. En esos casos, en el país debe considerarse que ese laudo es
extranjero, ya sea porque se ha aplicado la ley de arbitraje de otro Estado, o, porque
conlleva un elemento extranjero que surge de la relación jurídica por el que ese Estado
lo considere extranjero (v.gr., porque versa sobre una propiedad en el extranjero porque
el cumplimiento o ejecución se hallan en el extranjero).
Se ha dicho que, cada Estado contratante tiene libertad de decidir cuáles laudos dictados
en el país no considera nacionales y puede hacerlo en la legislación que implemente la
Convención. En el ejercicio de esta libertad, los Estados pueden considerar que todos o
algunos de los siguientes laudos no son nacionales y por ende quedan sujetos al
reconocimiento y ejecución según la Convención:
- Laudos a-nacionales.
El art. 107 de la ley 27.449, derogó en este punto el art. 519 bis del Cód. Proc. Civ. y
Com. y dejó establecido que el ordenamiento local, doméstico, ya no deviene aplicable
al arbitraje internacional, ahora previsto en la ley nacional.
El Cód. Proc. Civ. y Com., supeditaba la ejecución del laudo, al cumplimiento de los
recaudos previstos por el art. 517 del mismo Código y a que la prórroga de jurisdicción
hubiese sido admisible de conformidad con el art. 1º de la misma ley y a la
arbitrabilidad de las cuestiones que hayan constituido el objeto del compromiso (véase:
art. 519 bis Cód. Proc. Civ. y Com.), estos aspectos, sin embargo se mantienen
resguardadas con plena razonabilidad según ya hemos visto, también en la nueva
regulación y en el Cód. Civ. y Com.
Esta invitación ha tenido acogida en los países americanos donde, en el seno de la OEA,
se elaboró la Convención Interamericana sobre Arbitraje Comercial Internacional de
Panamá de 1975.
b) Arbitrabilidad de la cuestión objeto de la sentencia [confr. art. 104 b)1 ley 27.449 y
Convención de Ginebra 1927, art. 1º b); Convención de Nueva York 1958, art. V, 2º
párr.; Convención de Panamá 1975, art. 5º, inc. 2º a); Ley Modelo CNUDMI, art. 36,
inc. b) i)].
g) Existencia, o no, de otras causas que permitan atacar la validez del laudo según las
reglas de procedimientos aplicables en el arbitraje [conf. art. 100 ley 27.449 y
Convención de Ginebra de 1927, art. 3º; Ley Modelo CNUDMI, art. 34 —véase
especialmente inc. 3º—; Convención de Nueva York 1958, art. VI; Convención de
Panamá 1975, art. 6º].
a) Original de la sentencia y/o copia que, según la legislación aplicable (país de origen
y/o tribunal requerido) reúna condiciones de autenticidad [véase: art. 3º; art. 103 ley
27.449 y Convención de Ginebra de 1927, art. 4º 1º; Convención de Nueva York 1958,
art. IV a), que también exige el original o copia auténtica del acuerdo, igual que la Ley
Modelo art. 35, inc. 2º; Tratados de Derecho Procesal Internacional de Montevideo de
1889 y 1940, art. 6º a); Convención de Montevideo de 1979, art. 2º a), b) y c) y art. 518
Cód. Proc. Civ. y Com.].
b) Piezas necesarias para acreditar que el laudo tiene fuerza definitiva, sin recurso o
planteo de nulidad pendientes [confr. art. 102 ley 27.449 y Convención de Ginebra de
1927, art. 4º, incs. 2º y 3º; Trats. de Der. Proc. Int. de Montevideo de 1889 y 1940, art.
6º b y c); Convención de Montevideo de 1979, art. 2º b); art. 518 Cód. Proc. Civ. y
Com.].
Cabe extraer como conclusión de lo expresado pues que, pese a las diferencias de
matices, existe una coincidente preocupación por el control sobre parecidos tópicos a
nivel internacional y en nuestro derecho procesal internacional de fuente interna.
El art. 104 inc. b) II de la ley 27.449 establece entre las causales por las que se podrá
denegar el reconocimiento o la ejecución de un laudo arbitral, cualquiera que sea el país
en que se haya dictado, que el tribunal compruebe que el reconocimiento o la ejecución
del laudo conducen a soluciones de fondo contrarias al orden público internacional
argentino.
Nuestro derecho, en principio, no autoriza otro análisis de oficio ejercido por el tribunal
local más que el de la arbitrabilidad del objeto de la controversia laudada y el relativo al
control material de la solución con los principios de orden público.
Desde otro ángulo, en cuanto a la intensidad del control, la mayoría de los sistemas
excluyen el reexamen de los hechos y la revisión del fondo de lo decidido, se excluye la
anulación por violación de las reglas de derecho, incluso no se prevé como motivo de
anulación la violación o la no aplicación de las normas de policía (la materia de derecho
suele ser disponible).
El punto de partida de todo análisis es el control de orden público debe quedar limitado
a un control de fondo, de la naturaleza material de la solución dada al litigio, a fin de
establecer si existiría conflicto entre los eventuales efectos del reconocimiento del laudo
con los principios de orden público que inspiran nuestro ordenamiento.
El derecho argentino debe de este modo, cumplir un rol de custodio de sus principios
basilares de orden público y desde este ángulo se vuelve, fiscalizador de la solución de
fondo del caso.
IX. Colofón
Concluimos de este modo estas breves reflexiones sobre unos pocos y puntuales
aspectos de la ley 27.449 de Arbitraje Comercial Internacional, cuya incorporación a
nuestra legislación era un ansiado propósito cuyo logro no cabe sino aplaudir.
Es que la nueva ley vino a llenar un vacío legal importante en una materia que se hoy en
día se evidencia como un instrumento para dinamizar un eficaz modo alternativo de
solución de conflictos mercantiles, hoy en franco auge, que coadyuva a la seguridad y a
la celeridad del tráfico comercial a nivel internacional y está prevista como un medio
para procurar insertar a nuestro país, como foro apto para ser sede arbitral, con reglas
previsibles y confiables, dentro del concierto de países abiertos a la práctica del arbitraje
comercial internacional.
(1) Véase in extenso sobre el tema: UZAL, María Elsa, "Derecho internacional
privado", Ed. La Ley, Buenos Aires, 2016, ps. 199 y ss.
(2) Son estos: los Tratados de Derecho Procesal de Montevideo de 1889 y 1940; la
Convención de New York de 1958; la Convención Interamericana sobre Arbitraje
Comercial Internacional de Panamá de 1975 (CIDIP I); la Convención Interamericana
sobre Eficacia Extraterritorial de Sentencias y Laudos Arbitrales Extranjeros de
Montevideo de 1979 (CIDIP II); el Protocolo de Las Leñas de Cooperación y Asistencia
Jurisdiccional en Materia Civil, Comercial y Administrativa de 1992 que se ratificó por
ley 24.578 de noviembre de 1995, que en su Cap. V alude al reconocimiento y ejecución
de sentencias y laudos arbitrales pronunciados en las jurisdicciones de los Estados
miembros del Mercosur; la Enmienda al Protocolo de Cooperación y Asistencia
Jurisdiccional en Materia Civil, Comercial, Laboral y Administrativa entre los Estados
Partes del Mercosur, suscripta en Buenos Aires el 05/07/2002 (ley 25.934), que
armoniza el texto del Protocolo de Las Leñas, con el Acuerdo de Cooperación y
Asistencia Jurisdiccional en Materia Civil, Comercial, Laboral y Administrativa entre
los Estados Partes del Mercosur y la República de Bolivia y la República de Chile,
firmado en la XVII Reunión de Ministros de Justicia de los Estados Partes del
Mercosur; el Convenio sobre arreglo de diferencias relativas a inversiones entre un
Estado y nacionales de otros Estados, celebrado en Washington el 18/03/1965; los
Tratados bilaterales de Protección Recíproca de Inversiones.
(3) Véase in extenso sobre el tema: UZAL, María Elsa, ob. cit., ps. 194-195 y ss.
(4) Estimamos que deben considerarse incluidas aquí las relaciones que de acuerdo con
la ley aplicable a las mismas considere que tienen efectos comparables, incluida la
obligación de alimentos. Así como obligaciones que se deriven de regímenes
económicos matrimoniales o de regímenes económicos resultantes de relaciones que la
legislación aplicable a las mismas considere que tienen efectos comparables al
matrimonio y de testamentos y sucesiones.
(5) Art. 1º Cód. Proc. Civ. y Com.: La competencia atribuida a los tribunales nacionales
es improrrogable. Sin perjuicio de lo dispuesto por los tratados internacionales y por el
art. 12, inc. 4º de la ley 48 exceptúase la competencia territorial en asuntos
exclusivamente patrimoniales, que podrá ser prorrogada de conformidad de partes. Si
estos asuntos son de índole internacional, la prórroga podrá admitirse aun a favor de
jueces extranjeros o de árbitros que actúen fuera de la República, salvo en los casos en
que los tribunales argentinos tienen jurisdicción exclusiva o cuando la prórroga está
prohibida por ley.
(9) Véase sobre el punto in extenso: RADICATI DI BROZOLO, Luca G., "Arbitrage
comercial international et lois de pólice", Recueil des Cours, 325-2005, ps. 298 y ss.
(10) Ibidem, ps. 327 y ss.
(11) Véase in extenso sobre el tema: UZAL, María Elsa, ob. cit.,, ps. 367 y ss.;
BOGGIANO, A., ob. cit., t. 1, p. 239; BATIFFOL - LAGARDE, ob. cit., t. II, nro. 688.
(14) Véase sobre estos conceptos y sus límites: UZAL, María Elsa, ob. cit., ps. 476 y
ss., 481 y ss.; BOGGIANO. A., ob. cit., t. II, ps. 694 y ss.
(15) Véase BOGGIANO, A., ob. cit., t. III, ps. 309-310, donde transcribe el Informe
A/40/ l 7 y da cuenta de la posición argentina en la Comisión que debatiera el art. 28 de
la Ley Modelo.
(16) Véase: UZAL, María Elsa, ob. cit., ps. 369-374 y 483 y ss.
(17) Confr. BOGGIANO, A., ob. cit., t. II, ps. 699, 705-706, 713-717; BÖCKSTIEGEL,
ob. cit., p. 44; GOLDMAN, B., "Les con¿its de lois dans l'arbitrage intemational de
droit privé", Rec. des Cours. 1094963-lI›443 y ss. Véase también: THOMPSON, Robert
- DERAINS, Yves, "Cours de arbítrage de Chambre de Commerce Internationale,
Chronique des sentences arbitrales affaire 1512 en 1971", Clunet, 1974, ps. 905-912.
(19) DERAINS, Yves, "Chronique des sentences arbitrales", Clunet, 1976, ps. 969;
véase asimismo: CCI affaire 2735 de 1976, "Chronique...", Clunet, 1977, ps. 947/50.
Del mismo cronista, véanse Affaires 1507 de 1970 y 1512 de 1971 en Clunet, 1975, ps.
913-921 y 905-913.
(21) THOMPSON, Robert - DERAINS, Yves, ob. cit.", "Chronique... affaire 1422 de
1966", Clunet, 1974, ps. 884-888.
(22) GOLDMAN, B., ob. cit., ps. 349 y ss.; THOMPSON, R. - DERAINS, Y., ob. cit.,
"Chronique... affaire 1641 de 1969", en Clunet, 1974, ps. 889-90.
(23) Véase: BOGGIANO, A., "Dos métodos de determinación del derecho aplicable
según el reglamento de la CCI", ED, a propósito de la sentencia de la Corte de Paris del
13/07/1989 in re: "Compañía Valenciana de Cementos Portland S.A. v. Primary Coal
Inc.", Revue Critique de Droit lnternational Prive 792-1990, p. 305; BOGGIANO, A.,
ob. cit., donde se cita la aplicación de la lex mercatoria en el caso "Norsolor v. Pabalk
Ticaret", fallado por la Corte de la CCI. Sobre la aplicación de los usos del comercio
internacional, véase también: DERAINS, Yves, "Chronique des... CCI affaire 2583 de
1976", Clunet, 1977, ps. 950-951; id., id., CCI affaire 2291 de 1975, en Clunet, 1976,
ps. 989-992.
(24) Véase: UZAL, María Elsa, ob. cit., p. 371 con cita de BÖCKSTIEGEL, K-H., ob.
cit., p. 46; DERAINS, ob. cit., "Chroniqne... CCI affaire 2438 de 1975", Clunet, 1976,
ps. 969-972; THOMPSON, R. - DERAINS, Y., ob. cit., "CCI affaire 1512 de 1971",
Clunet, 1974, ps. 905-912.
(25) Véase sobre la lex mercatoria: UZAL, María Elsa, ob. cit., ps. 492 y ss.
(26) Dispone el art. 766 Cód. Proc. Civ. y Com.: Objeto. Clase de arbitraje. Podrán
someterse a la decisión de arbitradores o amigables componedores, las cuestiones que
puedan ser objeto del juicio de árbitros. Si nada se hubiese estipulado en el compromiso
acerca de si el arbitraje ha de ser de derecho o de amigables componedores, o si se
hubiese autorizado a los árbitros a decidir la controversia según equidad, se entenderá
que es de amigables componedores.
(27) Art. 13.— Los jueces del lugar de la sede del arbitraje son competentes para las
funciones a que se refieren los arts. 24 y 25, las que serán ejercidas por el juez de
primera instancia con competencia en lo comercial de la sede del arbitraje. Las referidas
en los arts. 31, 32, 33, 37 y 99, serán ejercidas por la Cámara de Apelaciones con
competencia en lo comercial de la sede del arbitraje.
(28) Véase CNCom., sala B, in re: "Compañía Naviera Pérez Companc y otro c. Ecofisa
SA y otro s/ Tribunal arbitral", del 21/12/1990, y Dictamen de la Fiscalía de la Cámara
Nacional en lo Comercial nº 62.591 del 22/06/1990, en un caso de arbitraje interno, en
que se había pactado el procedimiento y la intervención de la CCI en la designación
delos árbitros y se debatía la posibilidad de controlar judicialmente la arbitrabilidad de
algunos de los puntos integrantes del "acta de misión" ya redactada. La Cámara
Comercial, tal como lo aconsejara la Fiscalía, admitió tal control y la revisión del
compromiso, a fin de introducir las modificaciones que correspondieren. Véanse,
además, las precisiones del dictamen fiscal sobre otros aspectos del Reglamento de la
CCI y su interpretación.
(30) La Guía del ICCA para la interpretación de la Convención de Nueva York de 1958.
Publicada por el International Council for Commercial Arbitration, con la asistencia de
la Corte Permanente de Arbitraje Palacio de Paz, La Haya, 2013, p. 21, destaca que por
lo tanto, la nacionalidad, domicilio o residencia de las partes no tiene relevancia para
determinar si un laudo es extranjero. Sin embargo, estos factores pueden ser importantes
para determinar si un acuerdo de arbitraje se encuentra dentro del ámbito de la
Convención.
(31) Véase in extenso, las explicaciones, a las que remitimos, brindadas por la Guía del
ICCA para la interpretación de la Convención de Nueva York de 1958. Publicada por el
International Council for Commercial Arbitration, con la asistencia de la Corte
Permanente de Arbitraje Palacio de Paz, La Haya, 2013, ps. 21-23. Se citan allí pocos y
raros ejemplos sobre estos supuestos, véase la referencia al Tít. 9, Cap. 2 Secc. 202 de la
Federal Arbitration Act, de EE.UU., en la que lee esta disposición con respecto a los
laudos "no nacionales": "Secc. 202. Acuerdo o laudo dentro del ámbito de la
Convención Un acuerdo arbitral o laudo arbitral que surja de una relación jurídica, ya
sea contractual o no, que sea considerada comercial, incluyendo una transacción,
contracto, o acuerdo descrito en la sección 2 de este título, se encuentra bajo la
Convención. Un acuerdo o laudo que surja de tal relación que sea totalmente entre
ciudadanos de los Estados Unidos se considerará que no se encuentra bajo la
Convención al menos que esa relación involucre propiedad localizada en el extranjero,
contempla cumplimiento o ejecución en el extranjero, o tenga alguna relación razonable
con uno o más estado extranjeros. Para efectos de esta sección una compañía será
ciudadana de los Estados Unidos si está constituida en o tiene su principal sitio de
negocios en los Estados Unidos".
(32) Véanse en CHILLON MEDINA - MERINO MERCHAN. ob. cit., ps. 506-507, las
diferencias entre la Convención de Ginebra y de Nueva York sobre el punto.
(33) Art. 99... III. Que el laudo se refiere a una controversia no prevista en el acuerdo de
arbitraje o contiene decisiones que exceden los términos del acuerdo de arbitraje; no
obstante, si las disposiciones del laudo que se refieren a las cuestiones sometidas al
arbitraje pueden separarse de las que no lo están, sólo se podrán anular estas últimas.
(34) Aproximadamente dos tercios de los Estados Contratantes han formulado esta
reserva. Una corte en un Estado que ha formulado la reserva de reciprocidad aplicará la
Convención solamente si el laudo ha sido emitido en el territorio de otro Estado
Contratante, o si el laudo no es nacional y evidencia vínculos hacia otro Estado
Contratante, véase: la Guía del ICCA para la interpretación de la Convención de Nueva
York de 1958. Publicada por el International Council for Commercial Arbitration, con
la asistencia de la Corte Permanente de Arbitraje Palacio de Paz, La Haya, 2013, p. 25.
(35) Véase: NUSSBAUM, A., ob. cit., ps. 268-269. En la jurisprudencia americana este
autor, sin embargo, registra el caso "Hilton v. Guyot" en el que la Suprema Corte
estableció la doctrina de la reciprocidad. Hay Códigos procesales provinciales, el de
Santa Fe por ejemplo, que introducen una exigencia del mismo tipo.
(36) Véase sobre el punto in extenso: RADICATI DI BROZOLO, Luca G., ob. cit., ps.
345-351.