Está en la página 1de 5

ROCOCÓ

El Rococó es un movimiento artístico nacido en Francia, que se desarrolla de forma progresiva


entre los años 1730 y 1760 aproximadamente.
El Rococó es definido como un arte individualista, antiformalista y cortesano, por el artista Ronald
Rizzo. Se caracteriza por el gusto por los colores luminosos, suaves y claros. Predominan las
formas inspiradas en la naturaleza, la mitología, la representación de los cuerpos desnudos, el
arte oriental y especialmente los temas galantes y amorosos. Es un arte básicamente mundano,
sin influencias religiosas, que trata temas de la vida diaria y las relaciones humanas, un estilo
que busca reflejar lo que es agradable, refinado, exótico y sensual.
Su precedente se sitúa en los inicios del siglo XVIII coincidiendo con la regencia de Felipe de
Orleans, cuando empezaron los tímidos cambios que anunciaban el final del estilo tardo barroco
y su evolución hacia la expresión de un gusto más contemporáneo, independiente y hedonista,
contrapuesto al arte oficial, inflexible y ostentoso del reinado de Luis XIV. La transición del
Rococó, también conocido como el «estilo Luis XV», a nuevas formas y expresiones artísticas
empezó hacia 1720. Algunos historiadores del arte como Fiske Kimball establecen la génesis del
rococó en diversos decoradores franceses, como Claude Audran III, Pierre Lepautre y Gilles-
Marie Oppenordt.
Este estilo, llamado en su tiempo «del gusto moderno», fue despreciado por sus críticos y
detractores neoclasicistas con la palabra rococó, que es una composición de «rocaille» (piedra)
y «coquille» (concha marina), puesto que en los primeros diseños del nuevo estilo aparecían
formas irregulares inspiradas en rocas marinas, algas y conchas. Otras versiones buscan el
origen en rocaille, un tipo de ornamentación de los decoradores de grutas de los jardines
barrocos y que se distinguía por su profuso ensortijamiento. Aunque el Rococó haya sido un arte
convencionalista y cortesano, es un ejemplo de cómo el arte es expresión de la vida social y de
cómo un estilo puede estar dirigido a individuos dentro de dicha sociedad y no a sus monarcas
o dioses.
El estilo se expresa sobre todo en la pintura, la decoración, el mobiliario, la moda y en el diseño
y producción de objetos. Su presencia en la arquitectura y la escultura es menor, puesto que su
ámbito fundamental son los interiores y, en menor grado, las composiciones monumentales.
Si lo Barroco estaba al servicio del poder absolutista, el Rococó está al servicio de la aristocracia
y la burguesía. El artista pasa a trabajar con más libertad y se expande el mercado del arte. El
Rococó se presenta como un arte al servicio de la comodidad, el lujo y la fiesta. Las escenas de
su pintura recogen este nuevo estilo de vida.
Con respecto a la vertiente social, se inicia un cambio en el papel de la mujer, que se convierte
en organizadora de reuniones para hablar de literatura, política, juegos de ingenio o para bailar.
Este entorno de alta actividad social dentro de la alta burguesía es el lugar adecuado para que
los artistas se promocionen y hagan clientes.
CONTRARREFORMA
La Contrarreforma – frente al desafío de poner la autoridad de los príncipes y el mundo laico por
sobre la autoridad de la Iglesia como institución y poder- responderá con más poder al clero, con
una cultura profundamente reaccionaria afincada con más fuerza en la religión y en el
absolutismo monárquico, que será un garante y protector de la tradición católica-eclesiástica.
Pero esta nueva política, no significará un retroceso desde el punto de vista artístico, no se vuelve
al simplismo del arte medieval, sino al contrario, todas las fuerzas del virtuosismo de los artistas
descubierta por el renacimiento, ahora debe y se pondrá en servicio de la religión católica, o más
precisamente de la Contrarreforma.
Para los protestantes, por su parte, la religión de ser una cosa pública e institucional, pasará a
ser por el contrario, una cosa netamente privada e íntima, y en lo que respecta la representación
de lo divino, los evangélicos al volverse hacia las fuentes originarias del cristianismo (evangelios)
hay una tendencia, al menos en teoría no así en la práctica, iconoclasta, o al menos reservada,
con respecto al arte sagrado. Esto jamás negará la posibilidad del arte entre ellos, sino que abrirá
en estos países un camino llano y libre hacia los motivos laicos y profanos.
Realidad totalmente opuesta encontraremos en la cultura de la Contrarreforma, la religión
reclamará y luchará en todos los campos por su validez y gloria universal. Y para representar
este fin, florecerán monumentales y espectaculares Iglesias, que ya en sus fachadas y relieves
parecen traer hacia la tierra la gloria del reino de los cielos; estatuas de santos, de la virgen, de
mártires y padres de la tradición abundarán dentro y fuera de los templos.
Los artistas deben obrar conforme a motivos encargados por los imperativos dictaminados por
la cultura profundamente religiosa y reaccionaria de la Contrarreforma. En este contexto llevarán
sus trabajos a niveles extraordinarios, exuberantes. A este estilo y aun época, le llamamos
justamente el Barroco.
Aquí la cultura clásica o renacentista solo aporta su técnica y sus formas, no tanto así su fondo
ni sus motivos. Si uno de los triunfos del renacimiento fue justamente abrir nuevas fuentes de
inspiración en el arte, con la Contrarreforma se cierra bastante esa posibilidad (al menos en lo
que respecta el arte público), y será la religión otra vez la que concentrará casi la totalidad de las
representaciones artísticas. Las antiguas mitologías cederán su lugar a los motivos religiosos de
la piedad cristiana, y en menor medida, simultáneamente se posiciona un arte que retrata el
espacio cortesano aristocrático, pero estas expresiones a diferencia de las manifestaciones
religiosas, quedaron relegadas a la privacidad de los palacios y castillos de la nobleza.
MODA DEL PERIODO ROCOCÓ
Estilo de vestido del periodo Rococó (1730-1789), distintivo por su fantasía, asimetría, sus finos
detalles y su ligereza; su vistosa belleza estaba acentuada por el uso de sus tejidos. Los más
comunes en la ropa de mujer y de hombre eran las telas de satén, atlas, brocados yencajes,
normalmente en tonos pastel. Las prendas de vestir femeninas consistían en un corpiño con
mangas estrechas adornadas con cascadas de encajes y de bordados. La falda cónica era una
de las prendas más sorprendentes del periodo: se conocía como crinolina y era circular al
principio, oval seguidamente y estaba reforzada con aros de alambre o de metal. La pequeña
medida del corpiño creaba un contraste con la falda abultada. Las prendas de vestir interiores
cobraron importancia en este periodo, tal como lo fueron los estilos de peinado y los accesorios
(que incluían un abanico, guantes y un manguito). La ropa masculina estaba decorada tan
ricamente que parecía afeminada; tenía muchos volantes y
bordados, y muchos encajes. El chaleco era corto, así como las
mangas. Los pantalones llegaban hasta la rodilla y estaban
complementados con unas medias blancas. En el mismo
periodo, pero un poco más tarde, la ropa de hombre se volvió
más simple y ya no estaba adornada con encajes y volantes. Su
chaqueta con lados reforzados se convirtió en una chaqueta de
etiqueta, lo que se convertiría en una prenda indispensable del
armario masculino.

Al inicio del siglo XVIII la moda aún mantiene elementos barrocos,


como los vestidos que se apoyan en enormes guardainfantes que
hacen que la mujer tenga unas grandes dimensiones sobre todo
hacia los laterales exagerando el volumen de las caderas y
creando una silueta apaisada. Son los denominados vestidos
flotantes o volantes, rematados con corpiños profusamente
decorados y con grandes pliegues.

Hacia la mitad del siglo surge un atuendo característico de las


mujeres de la alta sociedad que puso de moda Madame
Pompadour: se trata del vestido a la francesa, símbolo de la
moda del Antiguo Régimen. Este vestido a la francesa se colocaba
encima de la ropa interior de la época, sobre unas enaguas, un
rígido corsé que estrechaba la cintura y un guardainfantes pero de
menor tamaño y más ligero a base de alambres sujetados con
cintas de tela. El vestido constaba de tres prendas: una falda,
una sobre falda con volantes y lazos, y una chaqueta adornada
en el pecho con un peto o petillo que recibía la mayor decoración, generalmente con motivos
florales realizada con brocados y lazos, y que servía para elevar el busto. Todo el conjunto estaba
realizado con telas de seda y satén de Lyon y rematado con adornos de brocados y encajes
realizados en Chantilly o Bruselas.
De la misma época es el vestido denominado Watteau por ser el que prefería el pintor que
llevaran sus modelos cuando les iba a pintar un retrato. Este vestido Watteau lleva una gran capa
o volante anudado en la parte de atrás y la chaqueta termina en unas mangas largas llamadas
mangas pagoda por imitar los tejados de diferentes alturas de las casas tradicionales de China
y Japón.

Durante las tres últimas décadas del siglo XVIII los vestidos se hacen más simples, se reducen
las dimensiones del guardainfante o tontillo y la moda se vuelve un poco más informal. Se
prefieren los tejidos más vaporosos de algodón y muselina, y se abandonan los brocados y
encajes para vestir telas sin estampados de colores lisos. Son los vestidos a la polonesa, más
cortos que permitíen enseñar los zapatos y con volantes recogidos en la espalda, y los vestidos
a la inglesa, inspirados en la moda masculina, con chaquetas de amplias solapas y mangas
largas anchas. Son los vestidos que vemos en los retratos de Gainsborough.
En cuanto a la moda masculina, se eliminan los
excesos decorativos del barroco y se mantiene el
traje de chaqueta de inspiración militar muy
elegante y refinado. Este traje está compuesto de
unos calzones que llegan hasta un poco más
abajo de la rodilla, una camisa de manga larga
sobre la que se viste una sobre camisa o camisola
que adornaba la camisa con una sencilla chorrera
o guirindola, lisa o con encajes. Finalmente, los
hombres vestían la chaqueta o casaca, a juego
con los calzones, provista de mangas que se van
acortando hasta conformar el chaleco que
conocemos hoy en día. Remataba el conjunto un
pañuelo a modo de corbata llamado corbatín.

Se abandonan las enormes pelucas barrocas para


preferirse unas pelucas de menores dimensiones
y de color blanco, sobre las que se usaban
sombreros pequeños de tres picos llamados
tricornios. Los zapatos más comunes eran las
chinelas, con un ligero tacón, punta redondeada y
algún elemento decorativo en el empeine.

La moda rococó fue la indumentaria característica del Antiguo Régimen. Los trajes femeninos se
denominaban trajes a la francesa, constando de falda, sobrefalda y chaqueta adornada con peto,
confeccionados con telas de seda y raso y adornados con encajes y brocados. Hacia 1770
surgen nuevos vestidos más cómodos, informales y vaporosos, como los trajes a la polonesa y
los trajes a la inglesa. La indumentaria masculina sigue inspirada en los trajes militares con
calzón, camisola sobre camisa y chaqueta o casaca. Las pelucas son más pequeñas que en la
etapa anterior de color blanco, y el sombrero es de tres picos.

También podría gustarte